Feb 172014
 

Miguel Alba Calzado. 

 Los gremios surgen  en la edad Media europea como fórmula asociativa en la defensa de los intereses corporativos del sector menestral. El sistema pretendía garantizar la autonomía de los oficios artesanos frente al férreo control ejercido por los estamentos privilegiados de la sociedad feudal. La necesidad de protección les conducirá a organizarse y solicitar la tutela de la monarquía[1], que encontrará en los gremios una forma de afianzar el poder regio en las ciudades y villas. Esta idea está contenida en la elección del término gremio para designar el fenómeno. Sebastián de Covarrubias[2], en su diccionario publicado en 1611, ofrece la siguiente definición lexicográfica del término:

      «Vale lo mesmo que el regazo (…). Por traslación llamamos gremio el amparo y refugio del que acoge a otro y le favorece (…)»

 

      El sistema gremial tuvo una rápida expansión por todo Occidente. En la Península se divulgará de forma desigual entre los reinos cristianos; así, al lado del desarrollo temprano y de sólido arraigo en los territorios de la Corona Aragonesa, en Castilla las reticencias de monarcas como Alfonso X a su implantación, retrasarán la presencia de los gremios hasta finales del Medievo. El fenómeno tampoco permanecerá ajeno en tierras musulmanas de Al-Andalus[3]. En cuanto a Extremadura, la circunstancia especialmente beligerante que padecerá este territorio durante la Reconquista, coincidiendo con los empujes de almorávides y almohades, actuará de freno en la expansión demográfica y económica de los núcleos urbanos cristianos redundando en una escasa presencia de colectivos artesanos. Por otra parte, integrada la zona oeste de conquista leonesa en la Corona de Castilla, seguirá la tónica general de los reyes castellanos en no favorecer la constitución de gremios. Habrá que esperar al Período Moderno para que alcancen alguna importancia, aunque en el territorio extremeño su participación cabe calificarla de muy modesta, sin llegar a desarrollarse de forma unitaria.

 

      En la Europa del pleno Medievo, inmersos en una sociedad predominantemente rural, los gremios surgirán de forma espontánea en aquellas ciudades con cierta densidad demográfica y con una actividad artesanal precedente y notable. El sistema gremial es en sus orígenes un fenómeno urbano y mantiene con la urbe una relación simbiótica. La ciudad, amén de otras funciones como la defensiva y la religiosa, es compendio de taller y mercado. Los gremios suministran todo tipo de manufacturas esenciales para el desarrollo normal de la vida cotidiana, en tanto que el crecimiento de la población favorecerá el progreso del sector menestral. En gran medida asumieron el papel de vertebradores de la economía urbana, promotores y beneficiarios a un tiempo del resurgimiento de las ciudades medievales. Participaron también en la estructuración del urbanismo, dando lugar a numerosos topónimos que perviven aún en el callejero del casco antiguo de muchas localidades[4]. Su influencia económica no quedaba circunscrita sólo al marco urbano, también al territorio circundante diseminado en hábitat disperso o concentrado en aldeas y pueblos, que a su vez abastecían de alimentos a las urbes. Toda ciudad aspiraba a la autosuficiencia o, en su defecto, a compensar las carencias con un ágil comercio. El disponer de una surtida actividad artesanal contribuía a cumplir este propósito, a la par que significaba prosperidad y progreso.

 

      Pero lo que había nacido para escapar del rígido panorama feudal reproducirá formas de aquél como el hermetismo social y la fuerte jerarquización (maestros, oficiales y aprendices). Se legitimará un control del funcionamiento de las profesiones artesanas mediante ordenanzas encaminadas a regular su actividad, pero tendió a transformarse en un recurso para homogeneizar su ejercicio y fijarlo:

 

      «Todos los trabajadores estaban incluidos en algún gremio o collegium. No solamente les estaba prohibido cambiar de gremio, sino que ni siquiera podían abandonar la ciudad (…)»

 

      «Había cofradías que tenían prohibido enseñara el oficio a quienes no fueran descendientes de antiguos cofrades, con lo cual nadie ajeno al grupo podía entrar a desempeñar esa profesión.»[5]

 

      El funcionamiento del sector menestral ejercido en monopolio entrañaba el riesgo de dejar a la población a merced de los intereses de los agremiados. Para delimitar sus atribuciones y en beneficio del común, el concejo cuidará con celo de hacer cumplir las Ordenanzas y actualizará sus contenidos. A menudo se anticiparán a imponer condiciones, legisladas en los fueros de las ciudades o villas recién fundadas o en los núcleos repoblados tras la Reconquista -como Plasencia y Cáceres respectivamente-. Estas normas tienen por objeto «la defensa del consumidor», al tiempo que otorgan disposiciones ventajosas para asegurar el funcionamiento normal de los oficios y atraer a artesanos y mercaderes.

 

      «La forma de los ladriellos ay en luengo palmo et medio et en ancho I palmo et en gruesso dos dedos et sean bien cochos, et si ante de anno se desfizieren por crudo, el maestro peche. Viendo el millar de los ladriellos por Imr, et non mas. Et si alguno este pleyto quebrantar peche X mrs. al querelloso. El maestro que al dia establecido ladriellos e teias non pagar, delas dobladas.» Art. 649 del Fuero de Plasencia.»[6]

 

      En el caso de los olleros -o alfareros-, entre otros cometidos, el municipio establecerá los precios, disposiciones para delimitar el lugar de extracción de arcilla y del acopio de leña, regulará la actividad, por ejemplo, fijando las horas permitidas para cocer o controlando la calidad y las cabidas de los recipientes. El incumplimiento de las Ordenanzas era sancionado con multas de diferente cuantía según el tipo de falta reprendada. Para ello existía la figura del veedor, representante por oficio del municipio, encargado de inspeccionar la producción y la venta y de velar por el cumplimiento de las normas.

 

      Aunque el origen de los gremios es medieval en la forma y el contenido, las condiciones venían esbozadas desde la Antigüedad merced a tres rasgos básicos coincidentes en que se estructura la producción artesana:

 

      1º. La existencia de varios niveles profesionales dentro de cada taller. Maestro, oficiales y aprendices constituían la plantilla de trabajadores de un obrador, si bien el régimen esclavista conllevaba otros matices en el funcionamiento interno de las officinae  contrarios a la movilidad. Pese a los cambios acaecidos en las  ciudades desde la caída del Imperio, en la Hispania visigótica se dará el mantenimiento del orden jerárquico profesional, como así consta en una ley de tiempos de Recesvinto. Esta regulación es reflejo de una realidad económica presente en núcleos como Mérida que, al contrario de otras muchas urbes coetáneas europeas, disfrutará de una próspera actividad artesanal durante los siglos VI y VII.

 

      2º. La producción permanecerá ligada esencialmente al núcleo familiar cuyas artes se perpetuarán con la transmisión de la tradición a las generaciones venideras. En este sentido, el edicto de Justiniano en el siglo VI, que obligaba a los hijos a seguir la condición profesional del padre, no hará más que fijar por escrito un comportamiento que tradicionalmente ya se daba en el sector menestral.

 

      3º. La concentración de talleres de un mismo ramo ocupando una misma zona de la ciudad conferirá una conciencia de entidad diferenciada a cada sector artesanal agrupados en calles o barriadas de producción especializada, circunstancia que contribuirá al posterior asociacionismo medieval. Además de en el mercado, en las ciudades romanas se comercializaban también las manufacturas allí donde se producían, de tal manera que la población sabía a qué parte de la urbe debía dirigirse si necesitaba un determinado artículo[7]. Marcial para situarnos espacialmente en una zona de la Roma alto imperial recurre a este hecho[8]:

 

      «(…) al comienzo de la calle Suburra (…) en donde muchos zapateros están frente por frente del barrio de los alfareros.»

 

      En el entramado urbano de la ciudad portuaria de Ostia se constata la agrupación de locales comerciales (tabernae) a cargo de «empresarios» dedicados a un mismo ramo en torno a plazas porticadas. Organizados en collegia, costearon la construcción de sus propios templos dedicados a divinidades que propiciaran el éxito de sus negocios. De este modo la organización por sectores de ocupación repercute en el ámbito de lo económico, social y religioso, llegando, inclusive, a manifestar aspiraciones de tipo político. En las pintadas callejeras de Pompeya ha quedado plasmado el espíritu corporativo de los diferentes oficios al proponer candidatos a las elecciones municipales con el convencimiento de que favorecían su actividad laboral[9].

      No obstante hay que apuntar la posibilidad de que la concentración de talleres y locales de venta e incluso los dos puntos (1º y 2º)  a los que antes se hizo referencia sean rasgos consustanciales al sistema productivo artesanal presente en los núcleos urbanos previos a la Revolución Industrial; es decir, que sean una respuesta elemental, dada por sociedades que han alcanzado un determinado grado de civilización y que, por lo tanto, compartirían diferentes culturas en ámbitos geográficos también distintos. Sin posibilidad de conexión aculturativa, es, por ejemplo, la realidad con que se encuentra Hernán Cortés en Tenochtitlán, artesanos y vendedores reunidos por sectores en barriadas controladas por veedores:

 

      «Cada género de mercaduría se vende en su calle, sin que entremetan mercaduría ninguna, y en esto tienen mucho orden.»

      – Segunda relación de la Conquista de México[10]

 

      Las corporaciones gremiales rebasarán el Medievo proyectándose con éxito a lo largo del Período Moderno. Las artesanías sustentarán el sistema productivo de manufacturas del Antiguo Régimen, de hecho, será durante esta etapa cuando los gremios ostenten mayor fuerza. El sistema se implantará en las ciudades coloniales de América. Pero también será en el transcurso del Antiguo Régimen cuando se pongan de manifiesto las carencias del modelo y empiece a dar muestras de agotamiento.

      Las críticas a su fracaso se centran en el ejercicio del monopolio, en las rígidas reglamentaciones que lo regularon, en el conservadurismo -raíz misma de la tradición- extremo en todos los órdenes, en la incapacidad de asimilar los cambios técnicos, en la escasa competitividad, en la homogénea y rutinaria oferta de manufacturas, etc., sin que falten acusaciones de corruptelas y de conflictos internos e intergremiales y entre éstos y el municipio[11].

      Los gremios serán un lastre en la economía española del siglo XVII, inmersa en una crisis general durante el reinado de los últimos Austrias. En el siglo XVIII  el anacronismo se hará cada vez más patente, aferrado todavía a la comodidad de un estadio anquilosado de precapitalismo antagónico a la liberalización del trabajo. La Corona Borbónica, en sus esfuerzos por modernizar España y dinamizar la economía, será consciente del obstáculo que significan los gremios y de la conveniencia de desmontar el caduco sistema productivo para dar paso a las nuevas fórmulas que ya se estaban implantando en otros estados europeos. Su preocupación se pone de manifiesto al querer censarlos e interesarse por su correcto funcionamiento. Tras los informes del Catastro de Ensenada se vuelva a hacer hincapié en el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791, cuyo punto tercero es bastante explícito en este sentido:

 

      «III. Qué vecindario tiene cada pueblo, su aplicación y oficios, el número de cada clase: si forman gremio con ordenanzas o no: si hacen exámenes para el ingreso, y su costo (…), si en los oficiales, o jornaleros se advierte abuso en el modo, u horas de trabajo, y el precio corriente de sus jornales.»

 

      El sistema gremial se convertirá en blanco de los ataques de los ilustrados que denunciarán el estado general de estancamiento que padecen y les responsabilizarán de actuar de freno al progreso. En Francia serán prohibidos al proclamarse la Revolución. En España probablemente los gremios hubieran  desaparecido languideciendo poco a poco hasta extinguirse por incapacidad de competir con la nueva industria, pero será en las Cortes de Cádiz donde los liberales se apresuren a desarticularlos. Con todo, algunos restaurarán su influencia a la vuelta de Fernando VII hasta ser definitivamente derogados en 1833.

      Pese al acoso sufrido a finales del Período Moderno y su arrumbamiento definitivo en la Contemporaneidad, pervivirán algunos aspectos de su funcionamiento refugiados en la actividad artesanal. La desaparición de los gremios como sistema asociativo no implicó el fin de la producción artesana, porque será precisamente su tecnología rudimentaria, su nula dependencia de materias primas del exterior y su oferta de artículos básicos para la comunidad lo que le seguirá confiriendo validez en el medio rural.

      Como ya hemos apuntado, la incidencia de los gremios en Extremadura no tuvo un carácter uniforme. Por regla general todos los núcleos de población con un número superior a 200 vecinos contaban con alguna actividad artesanal, sin embargo pocas localidades disponían de un colectivo del mismo ramo lo suficiente numeroso para constituir un gremio y, en aquellas poblaciones donde los había, hay que atribuirlo más a la idoneidad de la zona para la producción de un determinado artículo que al existencia de una economía boyante, heterogéneamente «industrializada». Así, es frecuente hallar localidades especializadas en un determinado género que, por contra, son deficientes en otras artesanías básicas.

      En el Antiguo Régimen, el sector alfarero estuvo ampliamente representado en ciudades como Plasencia, Trujillo y Mérida. En tanto que en núcleos como Cáceres y Badajoz la presencia de olleros fue casi siempre exigua y deficitaria. Algunos centros de ámbito rural reputados por sus barros fueron: Montehermoso, Torrejoncillo, Hornachos, Magacela y Castuera. Muchos otros pueblos disponían de alfarerías pero exclusivamente para el consumo local y todo lo más para abastecer a alguna población del entorno. Localidades como Fregenal de la Sierra y Olivenza tuvieron también una actividad importante en este ramo, aunque entonces pertenecían a Sevilla y al reino de Portugal respectivamente.

      Pero, sin lugar a dudas, los centros eminentemente alfareros de la región fueron Arroyo de la Luz, entonces denominado «del Puerco» y Salvatierra, topónimo al que con posterioridad se le añadió «de los barros» para subrayar su vocación. En estas localidades gran parte de la población estuvo vinculada de una u otra forma al oficio. Alfareros, jornaleros en el desempeño de tareas auxiliares, acarreadores y arrieros conformaban un conglomerado socio-económico centrado en un solo ejercicio menestral. Los dos centros produjeron todo tipo de obra en basto, pero por lo que merecieron especial distinción fue por las excepcionales calidades de sus barros en dos tipos de obra: la de fuego en Arroyo y la de agua en Salvatierra. De entre estos dos centros, Salvatierra fue en los siglos pasados -y es en la actualidad- el más destacado de los pueblos alfareros extremeños y probablemente, en su género, el más importante del Reino. Durante el Antiguo Régimen será el único núcleo alfarero extremeño que abastecerá asiduamente a otros muchos puntos de España.

      Sin embargo, hasta el momento no disponemos de documentos escritos o arqueológicos que prueben la existencia en Extremadura de talleres de loza fina pintada semejantes a los de Puente del Arzobispo, Talavera, Manises, Paterna, Sevilla o Málaga, aunque en el Antiguo Régimen hubo intenciones de instalarlos en Trujillo, proyecto que no llegó a realizarse, y aunque en Plasencia don Luis de Toro, en 1574, alabe las excelencias de las lozas locales, de «adornos dorados», cuestión que esperamos tratar en otra ocasión. Las minoritarias clases pudientes demandaban lozas finas para sus vajillas y demás recipientes domésticos que eran traídas mediante arrieros a través de una maltrecha red viaria.

      En el siglo XVI, aprovechando la prosperidad coyuntural, se producirá el mayor auge del gremio alfarero en el Período Moderno, pero al igual que en la alfarería pocos productos de otros ramos traspasarán los límites de la Región. En el siguiente siglo, varias circunstancias históricas impedirían el pleno desarrollo del sistema gremial como la expulsión de los moriscos, vinculados tradicionalmente a estos oficios, cuyo vacío nunca llegó a llenarse, la larga guerra de desgaste con Portugal, que tendrá por escenario el territorio extremeño, la situación general de penuria económica, el fenómeno de la emigración a América y el aislamiento provocado por la situación periférica marcarán profundamente a la Región y las secuelas se arrastrarán a lo largo de los siglos venideros.

      Conocemos, de acuerdo con las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia, la ausencia generalizada de organización gremial en la provincia de Extremadura en los inicios del reinado de Carlos IV. Salvo alguna excepción como es el gremio textil de Berlanga, el resto del panorama productivo se limita a una modesta actividad artesana que suplirá entonces -y mucho después- la carencia de industria fabril. En lo referente a la alfarería es importante señalar que ningún centro extremeño tiene constituido gremio a finales del siglo XVIII. Los ilustrados tendrán presente la distinción de la fábrica como unidad de producción mayor frente al sistema menestral asociado de ordinario a la producción familiar. Sirva de ejemplo el expediente de Magacela (1791) en el que se informa en el punto tercero de: «Alfareros de obra vasta doze», para en el punto onceavo añadir: «En esta villa no hay fabricas (…) y no pensamos haia fondos para establezerlas aunque fueran muy útiles.»[12]

      No obstante, prosperará la ambigüedad del término y Madoz[13] en 1841 cita varias alfarerías extremeñas empleando el término de fábricas. También durante el siglo XX funcionarán con el título de fábricas talleres en Mérida, Plasencia, Arroyomolinos de Montánchez, Guareña, Talarrubias y Fregenal, aunque el sistema de producción haya sido hasta su clausura -en la década de los ochenta- genuinamente artesanal en todos ellos.

      Alejados de los incipientes focos de industrialización el fenómeno no sólo no desaparecerá sino que además las artesanías siguieron desempeñando un papel importante en la economía extremeña.

      Industria y artesanía tomarán caminos divergentes. La incompatibilidad de ambos sistemas se pondrá de manifiesto con la desaparición progresiva de las artesanías allí donde tienen acceso los productos fabriles. Debido a esta carencia, Extremadura mantendrá una rica muestra, en calidad y variedad, de oficios artesanos en los dos últimos siglos. La revolución siguiente, la de los transportes, se hará notar incidiendo en primer lugar en las ciudades -también en las de tradición agropecuaria como son las extremeñas- y después en el medio rural, último refugio en que se había mantenido su vigencia. Con todo, hay que señalar que en lo que a localidades alfareras se refiere en la década de los ochenta de este siglo aún continuaban veinte centros[14] en funcionamiento (un total de ochenta y tres alfarerías), dedicados a la producción de cacharros en basto, si bien muy hostigados por la crisis. Localidades como Salvatierra, Mérida, Cabeza del Buey o Arroyo se sirvieron del ferrocarril -con anterioridad a la Guerra Civil-, alcanzando precisamente en este siglo el mayor auge de producción y ventas de su historia.

      La alfarería, como tantos otros oficios menestrales, está cimentada en la tradición[15]. La razón de la persistencia es comprensible si consideramos que el sistema gremial se basaba en la repetición de fórmulas. Exentos de las normas gremiales que habían encorsetado el oficio y haciendo uso de la libertad de trabajo, los alfareros mantuvieron rasgos que habían proporcionado operatividad al sector.

El resultado cabe atribuirlo a una experiencia selectiva antes que a la reproducción de conductas enraizadas por simple inercia. Desde el vacío gremial registrado en la segunda mitad del siglo XVIII hasta la crisis del oficio acaecida en el transcurso de la década de 1960, muchos han sido los cambios que han desfigurado el viejo sistema, pero algunos rasgos se han infiltrado y mantenido en el registro etnográfico. Son persistencias compartidas en algunos casos por diversos núcleos extremeños, otras se han mantenido en un solo centro y ciertas pautas gremiales subsisten transformadas. Destacaremos las siguientes:

 

      1. Persistencia en el emplazamiento de los obradores reunidos en una parte concreta de la localidad. Las alfarerías se hallaban agrupadas tradicionalmente en la periferia de las poblaciones a causa de dos motivos fundamentales: por razones de seguridad, debido a la posibilidad de incendios que accidentalmente pudiesen ocasionar los hornos y para evitar molestias al vecindario provocadas por las densas humaredas características de la fase inicial de cocción. Al lado de éstas, hay otras razones para la elección de una zona concreta del extrarradio que explican la concentración de las alfarerías en una calle o en una barriada como son: la proximidad al agua (recurso imprescindible), la necesidad de acortar distancias a los barreros o el hecho de disponer de instalaciones comunales, a las que hay que añadir el mantenimiento de una conciencia de grupo profesional reforzada por razones de parentesco. El crecimiento urbanístico tenderá a absorberlas ocasionando el desplazamiento de las alfarerías hacia nuevas zonas periféricas. Tales movimientos de convierten en un claro indicio de la evolución demográfica de la localidad. Por ello, excepcionalmente coinciden las áreas productivas alfareras del Antiguo Régimen con las del presente siglo y, a su vez, aquéllas con las medievales. En una veintena de centros se ha documentado esta premisa, pero destacaremos dos circunstancias singulares: en Monesterio, el único alfar de loza basta estuvo integrado en la calle de los ladrilleros y tejeros, oficios, en cierto modo, afines en la materia. En Salvatierra, donde cerca de ochenta alfarerías estaban en activo en 1930, la distribución se extendía por la mayor parte de las calles del pueblo, ya fuesen más o menos céntricas o periféricas.

 

      2. Persistencia en el disfrute del colectivo alfarero de una serie de derechos relativos a la extracción de materia prima del mismo lugar. Generalmente se mantienen los barreros desde tiempo inmemorial y de forma gratuita y, sólo en ocasiones, los lugares para abastecerse de agua y de leña, como por ejemplo en Oliva de Mérida. Así ocurre en Ceclavín, Ahigal, Plasencia, Montehermoso, Talaván, Torrejoncillo, Arroyo de la Luz, Salvatierra, Fregenal, Berlanga y Cabeza del Buey. Dos casos dignos de reseñarse son los de Casatejada y Trujillo. En Casatejada, por estar sujetos los alfareros al pago de una cuota simbólica denominada montaratía generación tras generación. En Trujillo, por existir una antigua cláusula que asegura el suministro de arcilla de una finca particular denominada Mordazo, debido a la calidad superior del barro de este lugar. En el supuesto de que el terreno cambiase de dueño, el nuevo proletario se comprometía a respetar el derecho de los alfareros a aprovechar el subsuelo de la finca en tanto que el podrá disponer a voluntad del uso y aprovechamiento de la tierra de cultivo.

 

      3. Persistencia de conductas como las de realizar tareas en grupo. Las labores que daban ocasión para reunirse varios alfareros de diferentes talleres eran la extracción de tierra, ir a por leña y esporádicamente la comercialización exterior de la obra con caballerías o carros. Sirvan de ejemplo para ilustrarlo centros como Talaván, Arroyo de la Luz, Talarrubias, Oliva de Mérida, Salvatierra y Berlanga. Este comportamiento es signo evidente de las buenas relaciones entre artesanos, relaciones que por lo común tendieron a enturbiarse conforme se intensificó la crisis del oficio con la caída de la demanda.

 

      4. Persistencias en la utilización de instalaciones comunales -o del mismo solar para emplazarlas- para el desenvolvimiento del proceso técnico. El ejemplo que mejor lo ilustra son los hornos comunales de Arroyo de la Luz y de Trujillo, ubicados en las calles del Rollo y Margarita Iturralde respectivamente, en los que había que concertar día para cocer, y en los pozos abiertos o lagunas de la Oliva de Mérida. También dispusieron de un horno de uso colectivo Magacela, Talaván y Zarza la Mayor. Con respecto al agua, en Trujillo, Mérida y la mencionada Oliva, las construcciones de batir y colar el barro, aun siendo de uso particular, se hallaban en el mismo terreno, muy próximas entre sí. Particularmente en Trujillo donde las balsas están dispuestas en batería y adosadas las unas a las otras, con una canalización que las flanquea por donde se surtían de agua.

 

      5. Persistencia en la organización de un estatus diferenciado. Al frente el maestro, responsable del control de todo el proceso de elaboración; los oficiales, trabajadores asalariados y especializados en tareas concretas, y los aprendices que, a cambio de iniciarse en las artes del oficio, contribuían apoyando en tareas auxiliares sin percibir jornal. Esta triple categoría existía hasta hace pocos años en todos los centros alfareros extremeños y se cumplía fuese o no el taller familiar. Trabas de tipo legal y administrativo han hecho desaparecer la figura del joven aprendiz. La exención del trabajo físico a los niños físico a los niños, la escolarización hasta los dieciséis años, la obligatoriedad de dar de alta en la Seguridad Social a cualquier empleado y del pago de un salario mínimo, junto a la situación general de crisis en el oficio, son factores que han contribuido a su desaparición.

 

      6. Persistencia del núcleo familiar como base productiva. Padre e hijos asumen el papel de maestro y oficiales respectivamente. Los lazos de respeto filial son reforzados por el respeto a la jerarquía profesional y viceversa. Cualquier taller podía contar entre sus miembros con oficiales contratados y aprendices acogidos que no pertenecieran a la familia, pero éstos casos eran los menos habituales,  siendo lo más frecuente que los componentes fueran de la familia nuclear o en su defecto de la familia extensa. El oficio se transmitía de generación en generación, de padres a algunos hijos varones entre los cuales el primogénito normalmente se convertía en alfarero sin opción. Este patrón de conducta heredado vinculará el oficio a determinadas familias, que no aceptarán aprendices fuera de ella como medida de protección (aprendiz hoy, competidor mañana). Casi la totalidad de los alfareros extremeños lo son por tradición familiar, por dedicarse a ello la familia «desde siempre», «de toda la vida» -son las contestaciones más usuales al respecto-. El oficio queda limitado a determinados apellidos y además es corriente hallar matrimonios de alfarero con hija de alfarero, lo que no sitúa ante casos de endogamia profesional, quizás propiciada por poseer las familias la misma consideración económico-social o sencillamente a consecuencia del mayor contacto desde la infancia por vivir en la misma calle, por amistad entre familias, etc. Los casos documentados pertenecen a Salvatierra, Arroyo, Montehermoso y Berlanga. En centros como Quintana, Guijo y Monesterio ocurre de igual forma, pero los alfareros son originarios de Salvatierra.

 

      7. Persistencia en no alterar el rol que se establece por sexos. La liberación del trabajo no significó la incorporación reconocida de la mujer al proceso productivo alfarero a excepción de tareas «eminentemente femeninas» como la decoración. Un maestro que sólo tuviese hijas quedaría sin descendientes en el oficio y la herencia profesional terminaría con él. La conducta estaba tan arraigada que desde la mentalidad de hace tan sólo veinte años ninguna hija hubiera siquiera reclamado la posibilidad de aprender y más impensable aún habría sido que la propuesta hubiera partido del padre. La figura de la mujer alfarera es inexistente en la región extremeña, del mismo modo que nunca hubo hombres bruñidores en Salvatierra.

 

      8. Persistencia en mantener un control de calidad que el maestro se considera en la obligación de hacer. La mayor parte de los artesanos separan la obra correctamente realizada de aquella que presenta algún defecto aunque éste sea mínimo, como puede ser el que la vasija no tenga una coloración uniforme tras la cocción. Las piezas que antaño habría sido arrojadas al testar, en cumplimiento de un estricto control de calidad gremial, son almacenadas a parte y comercializadas a mitad o a una cuarta parte de su precio entre la clientela más humilde, pero la selección se sigue produciendo.

 

      9. Persistencia en la consideración del justiprecio, basado en la idea de que los objetos poseen un valor tasativo que no es más ni menos que el que deben tener. Para hacer cumplir esta norma «ético-comercial», a falta de gremios que lo regulen, en el Antiguo Régimen era normal que los municipios se ocupasen de actualizar las tasas de precios «razonables». Sin embargo, la liberalización de los precios no trajo la especulación incontrolada, sino que las tarifas tendieron a seguir siendo constantes con leves alteraciones a largo plazo. Esta estabilidad explica la costumbre de la gran mayoría de los alfareros de nombrar a los recipientes del mismo tipo pero de distinto tamaño por su precio para distinguirlos entre sí: barril de a ocho, de a gorda, de perra chica, de real y medio, etc. Inclusive tales denominaciones se transmitían a la generación siguiente hasta ser nuevamente actualizada la nomenclatura. Desde mediados de los años sesenta, los precios, aunque bajos, comienzan a fluctuar a un ritmo sin precedentes para equiparse al costo de la vida, pero los nombres en función a su importe se han mantenido. En Arroyo de la Luz pervive la más arcaica de estas nomenclaturas fundamentada desde época gremial en un sistema de contabilidad que tiene a la moneda del maravedí como base. Al margen de las pervivencias en el lenguaje, la idea del justiprecio siguió siendo válida aplicada a las manufacturas esenciales, como las que proporcionaban los alfareros a la comunidad. La tendencia, siempre que fue posible, estuvo dirigida a consensuar los precios. Precios bajos en consonancia con el poder adquisitivo de la población rural. En los últimos años ha podido observarse la aparición de una doble categoría de precios: una para el vecindario, fiel al justiprecio tradicional, y la otra es la que se aplica al forastero o al turista que es algo más alta. Se justifica el incremento con los argumentos de que «la gente de fuera no compra para usar sino para decorar» (y lo decorativo siempre ha sido más caro que lo utilitario), «conceden más valor a las piezas y por lo tanto valen más» y porque «justo es que pague algo más el que bien lo gana»; en cierto modo no deja de ser una manera de adaptar el justiprecio.

 

      10. Persistencia en la celebración de la festividad anual de las Santas Justa y Rufina, patronas del gremio alfarero. En Salvatierra, en plena vigencia y en Arroyo de la Luz, hasta hace pocos años, el 19 de Julio se celebraba el día de las mártires protectoras del oficio. La jornada era, y es, de obligado descanso laboral. Por la mañana se oficiaban varios actos religiosos como la misa, la bendición a la puerta de cada alfar y una procesión con las imágenes de las Santas que recorría las calles donde se emplazaban los talleres. Hay que tener en cuenta que los gremios en su origen tuvieron un marcado carácter religioso y antes que gremios se denominaron cofradías  y hermandades[16]. A medio día la solemnidad de los actos religiosos daba paso a otros típicamente lúdicos que fomentaban la convivencia entre los alfareros y las familias de éstos.

 

      11. Persistencia en conservar el régimen de mutualidad. Los gremios estaban  inspirados en el principio cristiano de socorrer a quien lo necesitase dentro de la hermandad de oficio. En casos de invalidez, enfermedad, penuria económica, fallecimiento del maestro y desamparo de la familia, accidente que destruyese el taller, etc., los agremiados estaban obligados a prestar ayuda a cualquiera de sus miembros. Este servicio solidario continuó prestándose regularmente en Salvatierra hasta finales de la década de los años sesenta de este siglo. Con tal fin se pagaba una cuota anual para disponer de fondos.

 

      Por último, resulta significativo que el término gremio lo utilicen los alfareros para referirse, de forma restringida, a los compañeros de oficio en aquellas localidades donde los talleres han sido hasta hace poco tiempo numerosos y, con una visión más global, para nombrar el colectivo del mismo ramo independientemente del centro al que pertenezcan. Por lo demás, el concepto, para los alfareros, está vacío del sentido original. Las pervivencias son también extensibles al proceso técnico y a la obra resultante, aunque ello no quiere decir en modo alguno que se hayan conservado inmutables, en estado fósil. Los cambios son continuos, asimilados y transmitidos por la tradición. Documentar las transformaciones producidas en la cultura material y en el proceso de elaboración sólo puede hacerse desde una óptica de análisis etnoarqueológico.

 

 

 

RESUMEN

 

      En el Medievo se produce la asociación de artesanos de un mismo ramo en torno a hermandades o cofradía: son los gremios. Este sistema organizativo prolongará su existencia a lo largo del Antiguo Régimen y desaparecerá con aquél. Pero el fin de los gremios no arrastró la producción artesana que mantuvo su vigencia en aquellas zonas alejadas de los focos de la nueva industria. El marcado carácter agropecuario de Extremadura prorrogó el mantenimiento del sector menestral ocupado en el suministro de manufacturas básicas para la comunidad rural. Es por ello por lo que la Región dispone de tan rico patrimonio etnográfico en cuanto a oficios artesanos se refiere, pese a su progresiva desarticulación en los últimos treinta años. Tras hacer un repaso por el fenómeno gremial y centrados en la alfarería tradicional extremeña, se trata de reconocer algunos rasgos heredados y transmitidos por la tradición propios del viejo sistema gremial e incluso anteriores a éste.



     [1]Sirva de muestra el caso que recoge Antonio Rubio sobre un contencioso iniciado por menestrales contra los señores regidores de la villa de Cáceres por prevaricación en las licencias para aprovechamiento de leñas, puesto en conocimiento de los Reyes Católicos. Finalmente,

                «los Reyes ordenaron que en lo sucesivo se permitiese a olleros y tintoreros cortar la leña necesaria para su industria y que para los demás se guardase la ordenanza, hecha para regular el aprovechamiento de leña en los montes comunales.»

Antonio Rubio Rojas, Cáceres. Resumen de la historia local,  Tomo I (desde lo orígenes al año 1598), Cáceres, 1986, pág. 87.

     [2]Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española,  Alcalá de Henares, 1611. Edición de Martín Riquer, Barcelona, Alta Fulla, 1993. S. V.: gremio.

     [3]«Artesanos y comerciantes se asociaban en gremios, a cuyo frente se hallaba un síndico nombrado por la administración y responsable de la honradez de los agremiados, que se agrupaban en calles por oficios o junto a los mercados, extendiéndose éstos alrededor de las mezquitas.»

Luis M. LLubiá, Cerámica Medieval española,  Barcelona, Labor, 1973, pág. 45.

     [4]La ciudad de Plasencia ha conservado un buen número de topónimos que recuerdan la antigua dedicación profesional de sus vecinos: Calle Zapaterías, de los Quesos, Curtidores, Bataneros, Podadores, Barrerías, etc. Como también existen en Trujillo la calle Tintoreros, Herreros, etc.

     [5]AAVV, Nueva Historia de España. Los reinos cristianos en la Alta Edad Media, tomo VII, Madrid, Edaf, 1980, pág. 71.

     [6]Eloísa Ramírez Vaquero, El fuero de Plasencia.  Estudio histórico y edición crítica del texto, Vol. I, Mérida, Editora Regional, 1987.

     [7]En Mérida los últimos hallazgos arqueológicos van dirigidos en este sentido, a juzgar por la localización de la zona alfarera.

     [8]Marco Valerio Marcial, Epigramas completos y libro de los espectáculos, Barcelona, Iberia, 1976. (Traducción, prólogo y notas de José Torrens Béjar)

     [9]Robert Etienne, La vida cotidiana en Pompeya,  Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1992. Vid. Capítulo IV, «Fiebre electoral», pp. 123-151.

     [10]Hernán Cortés, Cartas de la conquista de México, Madrid, Sarpe, 1987, pág. 51.

     [11]C. Laorden y otros, La artesanía en la sociedad actual, Barcelona, Salvat, 1982, pág. 9.

     [12]Interrogatorio de la Real Audiencia (1791), Expediente de Magacela, Archivo Histórico Provincial de Cáceres.

     [13]Pascual Madoz, Diccionario geográfico, estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Tomo III, Madrid, 1846.

     [14]H. Velasco, Guía de la artesanía extremeña, Madrid, Dirección General de Industrias alimentarias y diversas, 1980.

     [15]Remitimos a las observaciones que sobre la tradición expusimos en «Pervivencia de un rasgo de cultura material en la frontera luso-extremeña: el enchinado», Revista de Extremadura, nº 7, 1992.

     [16]AAVV, Nueva historia de España…, pág. 71: «Si bien la finalidad primera de estas cofradías o hermandades fue la mutua protección y las manifestaciones religiosas de sus miembros, pronto evolucionaron hacia la ordenación de las actividades económicas.»

Ene 182014
 

Juan Solano García

Hoy, que está tan en boga todo lo relacionado con la con­servación o recuperación de nuestro patrimonio histórico artísti­co, me han parecido un marco muy adecuado estos Coloquios, para dejar constancia del tema que expondré a continuación, que está cobrando mucha actualidad entre el vecindario y atención por par­te de algunos amantes del arte que nos visitan.

LA CASA-PALACIO DE LOS SANDE, EN SU SEÑORÍO DE VALDEFUENTES.­

Es lamentable el estado en que se encuentra este históri­co edificio. Su artística y valiosa fachada, obra del cantero trujillano, Pedro Hernández, aunque no destruida, está totalmente desfigurada, al convertirse el edificio en casas particulares.

No están todavía muy lejanos los tiempos en que se come­tió el último desafuero contra este Palacio: Tabicar “los portales”, el espacio comprendido dentro de la arcada de la planta ba­ja.

D. Álvaro de Sande compra a la Corona en 1558 (todavía en vida de Dña. Juana, que como Gobernadora y Lugarteniente del Rei­no hubo de autorizarlo) el llamado “Lugar de Valdefuentes” con reconocimiento de Señorío a su favor.

D. Álvaro encarga al célebre cantero cacereño Pedro de Marquina a construcción de una casa. La obra de Marquina tenía las características de las Casas Fuertes extremeñas, de la época, flanqueada por dos torres, que se conservan en su estructura ori­ginaria.

¿Cuándo manda D. Álvaro construir “su casa”, que así se denomina simplemente, antes de la reforma que efectuara en ella Pedro Hernández? Sin duda, cuando Felipe II concede al Lugar el titulo de villa. El documento que lo acredita no ha sido halla­do en los archivos de la Real Chancillería de Valladolid, como pensé, en principio. La razón es que en materia de títulos, mercedes y privilegios reales, sólo si había pleitos en la concesión, quedaban archivados en las Chancillerías los antecedentes del trámite. Indudablemente, en la concesión de este privilegio real, no hubo pleito alguno, dada la personalidad de D. Álvaro. He llegado a la conclusión de que este documento se encuentra en el Archivo de Simancas, en el que existen otros documentos relacionados con la vida de D. Álvaro. Así lo cree también el propio Director de este Centro, con el que he mantenido corres­pondencia. Pero, en una investigación realizada muy superficial mente, no ha habido ningún resultado positivo. En el inmenso ­acervo de documentación de este Archivo, como me dice el aludi­do Director, habría que hacer una investigación a fondo, que yo no he podido realizar.

De todos modos, no es arriesgado afirmar que el título de villa concedido a Valdefuentes, debió tener lugar en 1563, cuando D. Álvaro es liberado del cautiverio de los turcos; o a lo sumo, en 1565, terminada la conquista de Malta, en la que fue el principal personaje y con la que culminó su vida de heroico soldado, al servicio del Emperador Carlos V y de su hijo Felipe II.

Son las etapas en que D. Álvaro puede prestar mayor aten­ción a sus negocios y entre ellos, los muy importantes del Seño­río. No le gusta del todo la obra de Marquina y ordena entonces que, el no menos célebre cantero trujillano, le haga una nueva fa­chada, superpuesta a la primitiva que ocupaba el espacio al fondo, entre ambas torres. Daba así a su casa prestancia de Palacio, como tradicionalmente se le ha venido llamando.

Pese a que siempre se creyó que este edificio respondía a una unidad constructiva, yo me di cuenta de que en él había una serie de contrastes que revelaban dos estilos arquitectónicos distintos, que, sin duda correspondían a dos etapas en su ejecución. Efectivamente, mi satisfacción fue grande cuando descubrí que es taba en lo cierto. De un modo imprevisto, gracias a una informa­ción que me facilitó mi buen amigo Carmelo Solís, supe que, en el Archivo Municipal de Trujillo, existía el siguiente protocolo:

“El 23 de agosto de 1568, ante el escribano Pedro de Car­mona, otorgan escritura de transacción, el maestro García Jiménez Casco, clérigo, en nombre de D. Álvaro de Sande, señor de la villa de Valdefuentes y Pedro Hernández, cantero, vecino de Trujillo, sobre la obra a efectuar por éste en la casa de D. Álvaro”.

En el memorial de condiciones, se especifica la obra: Se trata de “un corredor de diez arcos de medio punto. Dispuestos en dos pisos y apeados aquellos en columnas. La piedra se ha de sa­car de las canteras del Salor, siendo de ladrillo las bovédas. La obra había de comenzar el 1º de septiembre y quedaría concluida en diciembre, pagándose por todo ello, 150 ducados, fragmentados en cuatro partes, conforme se fuera ejecutando”.

A esta confirmación habla llegado yo, no por ningún cono­cimiento técnico arquitectónico, sino por esos contrastes de orden artístico que había observado, tales como los remates de los tejados, aunque muy bien resueltos en las juntas de la fachada, el to­no de color y finura de la piedra empleada en la misma, la admira­ble ejecución de los tres escudos que la adornan, si se comparan con los más antiguos de los esquinazos de las torres y algunos -otros más nimios detalles.

Desgraciadamente no existía ninguna fotografía del conjun­to del Palacio antes de ser cegados “Los Portales”. Gracias al mi­nucioso trabajo de un experto dibujante, he logrado obtener una reproducción muy fiel a la realidad.

¿Será posible una intervención oficial para dejar al descubierto la arcada? El problema es delicado, por los muchos inconve­nientes que el hecho consumado ha creado. Pero ahí está latente la aspiración del pueblo.

 

Ene 152014
 

XXVII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA.

ARROYO MATEOS, Juan Francisco EL GRAN EXTREMEÑO: FRAY JUAN CABRERA, O.F.M.

Vivió en el siglo XVI un extremeño tan destacado que las gran­des dignidades de la Patria deseaban tenerlo consigo y escuchar sus conversaciones, oir sus puntos de vista y aprovecharse de sus siempre provechosas doctrinas. Nos estamos refiriendo al francis­cano fray Juan Cabrera, que algunas veces solía visitar al Rey Fe­lipe II, al que incluso escribía cartas, que luego el monarca, por en­contrarlas tan amenas e interesantes, se las leía muchas veces al personal de su palacio. No le olvidaba Felipe II, pues cuando cierta vez viajó por Badajoz preguntó con gran admiración, respeto y afecto por su fraile muy estimado fray Juan Cabrera, que descolló sobre todo en santidad, espíritu de oración, penitencias austeras y milagros de toda índole, pues en un año de sequía consiguió del Señor abundantísima lluvia, en menos de 24 horas, tras solicitarle al superior del convento que impetrara esta gracia al Altísimo; prodigio que dejó como «espantados» a los frailes.

BAZAGA IBAÑEZ, Manuel J. TRUJILLO EN EL PLEITO DE LA ORDEN FRANCISCANA

La Orden Franciscana tuvo en Trujillo gran preponderancia y estimación, pero en su permanencia en la ciudad no pudo exi­mirse de los problemas que la división en sus dos ramas. Ob­servantes y Conventuales, ocasionaron desde el año 1500 a 1517, en que se someten a un solo ministro general, nombrado por el Papa León X.

BARRIO MOYA, José Luis APORTACIONES A LA BIOGRAFÍA DE JUAN MATEOS, BALLESTERO MAYOR DE FELIPE V, RETRATADO POR VELÁZQUEZ

La importancia que el ejercicio de la caza tuvo en la Corte de los Austrias españoles se tradujo en la aparición a lo largo del siglo XVII de numerosas obras sobre temas cinegéticos, en las que sus autores daban consejos para cobrar las mejores piezas y normas para el co­rrecto uso de las armas. Destacan entre aquellos libros el «Arte de la ballestería y montería», de Alonso Martínez de Espinar, y «El ori­gen y dignidad de la caza», del extremeño Juan Mateos.

Juan Mateos fue un hábil cazador, quien por sus méritos llegó a ser ballestero mayor de Felipe IV, tan aficionado a la caza como a la pintura y a las mujeres, al que acompañó en numerosas cace­rías, sobre todo en el monte de El Pardo. Fue tal la importancia que Juan Mateos alcanzó en la Corte de Felipe IV, que el propio Velázquez realizó su retrato, en una pintura que en la actualidad se con­serva en la Galería de Dresde.

Juan Mateos nació en la localidad de Villanueva del Fresno, en fecha todavía desconocida, falleciendo en Madrid en 1634. Hijo de un afamado ballestero, muy joven acompañó a su padre en sus ac­ciones venatorias. Establecido en Valladolid y luego en Madrid, Juan Mateos gozó de la confianza de los reyes Felipe III y Felipe IV, y a pesar de la protección que ambos monarcas le dispensaron su si­tuación económica fue siempre precaria. Su obra «Origen y digni­dad de la caza» se publicó en Madrid en 1634, haciendo en 1927 una nueva edición la Sociedad Española de Bibliófilos y una tercera, pu­blicada en Badajoz, en 1978, a cargo de Manuel Terrón Albarrán.

CADENAS HOLGUÍN, Ángel LA TORRE DE LOS PIZARRO

En el Marquesado de la Conquista, en el siglo XVI, Hernando Pizarro, hermano del conquistador del Perú, manda construir un monumental palacio para su esposa inca, doña Francisca Pizarro Yupanqui. El palacio está dotado de una torre homenaje, monoalmenada, coronándola que la señorea. Lleva como nombre la Torre de los Pi­zarro, pero propiamente debería ser denominada LA TORRE DE HERNANDO PIZARRO, en honor y homenaje a su creador.

La Villa de la Conquista, siempre ligada al linaje de los Pizarro desde los tiempos de la reconquista a los almohades da dictado al título de Marqués, el cual concede el Emperador Carlos I, a Fran­cisco Pizarro.

Ángel Cadenas, autor de este trabajo, nace a escasos metros de esta torre y desde su ventana ve y quiere ver a La Torre de Hernan­do, por su muro oeste, que hoy por hoy se desmorona y amenaza seria ruina, y expone la urgente necesidad de intervenir para evi­tar su derrumbre, pensar que es un símbolo de la relación entre la cultura Inca y la Ibérica.

CÁRDENAS BENITEZ, M.a Pilar UN TRUJILLANO EN AMÉRICA: JUAN PRIETO DE ORELLANA, VISITADOR DE LA AUDIENCIA DE SANTA FE

Muchos son los extremeños que emigraron a Indias y que par­ticiparon en su descubrimiento, conquista y población. Como la mayoría, llegaron impulsados por el afán de gloria, de grandezas, de enriquecimiento, de fama.

Juan Prieto de Orellana pasa a las Indias con un propósito: Ter­minar la visita comenzada por Juan Bautista de Monzón, que ha si­do hecho preso por los miembros de la Audiencia de Santa Fe.

Este trabajo va a servirse de las cartas que Prieto de Orellana envió al rey desde Santa Fe.

CARRASCO MONTERO, Gregorio DE LA CRÓNICA DE UNA PEREGRINACIÓN

Más de diez mil romeros caminaron a El Palancar. El motivo era celebrar la reinstalación de las órdenes religiosas en la diócesis después de la EXCLAUSTRACIÓN Y DESAMORTIZACIÓN.

En esta crónica existen reivindicaciones, aunque expuestas como quejas.

Personalidad del obispo impulsor de la magna marcha a la cu­na de la Reforma Alcantarina, ilmo. Sr. Dr. don Ramón Peris Mencheta, cuyo pontificado enlazó la última década del siglo XIX con el XX.

CAVA LÓPEZ, M.a Gema POBREZA Y MARGINACIÓN INFANTIL:EXPÓSITOS EN LA ALTA-EXTREMADURA MODERNA

El expósito constituye uno de los grupos característicos del co­lectivo más amplio de marginados de las sociedades occidentales de la época moderna. Su condición y situación de exclusión social se explica por la convergencia en estos individuos de, al menos, tres elementos de desprestigio en el sistema de valores de la época, cuales son su presumible filiación ilegítima, la desvinculación de un grupo familiar de origen y el estado de miseria que caracteriza su existencia desde los primeros momentos.

El intento de aproximación a la magnitud del fenómeno en el marco espacial de la Alta-Extremadura ha puesto de relieve las par­ticularidades que éste reviste en el caso propio. El escaso volumen de la exposición y el comportamiento extraño en cuanto a la ruptura de la tónica creciente del mismo, que cabría esperar de principio a fin del antiguo régimen, señalan los rasgos peculiares de la práctica del abandono. Así lo confirma el mantenimiento de las reducidas proporciones de expósitos según la información suministrada por la documentación parroquial; en tanto, el análisis de las cifras de la exposición institucionalizada no sólo corrobora la falta de ese cre­cimiento, sino que aún lo subraya al apuntar la tendencia inversa durante el XVII, al menos en el área de influencia de la fundación es­tablecida en Trujillo, que sólo será restablecida de acuerdo con las pautas generales en el transcurso de la centuria siguiente. En cualquier caso, los menores implicados serán atendidos por las autori­dades civiles y eclesiásticas locales, así como por las diferentes ins­tituciones de origen, naturaleza y entidad diversa, desigualmente distribuidas por el territorio de la Alta-Extremadura.

CEBALLOS BARBANCHO, Julio APROXIMACIÓN TIPOLÓGICA AL ARTE FUNERARIO Y SEPULCRAL EN LA ARQUITECTURA RELIGIOSA DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES (SS. XV-XVIII)

El sepulcro: aspectos generales.

Antes de afrontar el estudio tipológico de la diócesis de Coria-Cáceres conviene analizar el proceso constructivo que supone la erección de un sepulcro en un templo. Esbozaremos para ello un breve resumen de los trámites y trabajos necesarios para la edifi­cación de los mismos.

Ante todo señalaremos que los documentos de todo tipo (tumbos, becerros, escrituras de fundación, cuentas de fábrica y, sobre todo, los contratos) nos proporcionan noticias sobre el pro­ceso de construcción de un monumento funerario.

El primer aspecto a considerar es la preparación del lugar, que conlleva una serie de trámites burocráticos, permisos, etcétera, además de una compleja jerarquía espacial en la ubicación del se­pulcro en la iglesia.

A continuación se procede a la realización del sepulcro. Para ello hay que contratar primeramente al/los artista/as, que ade­más de escultores pueden ser arquitectos, rejeros, pintores o enta­lladores.

El artista elabora las trazas o proyecto del sepulcro, a los que se debe ajustar la realización de la obra si recibe la aprobación del cliente.

Para la construcción de obras funerarias se utilizan en los tiempos modernos variados materiales. Su uso implica una jerarquización que está en función de la condición socioeconómi­ca de los personajes a los que pertenecen. Otros aspectos a considerar en este sentido son la calidad del material, su dificultad de labra, procedencia, etc. Los materiales que aparecen en los monumentos funerarios de la diócesis Coria-Cáceres son bási­camente pétreos (granito, mármol, alabastro, pizarra, piedra co­mún, arenisca, caliza…), ya que no hemos hallado materiales me­tálicos (como oro o bronce), o soportes menos nobles (como ma­dera, yeso o barro).

CILLÁN CILLÁN, Francisco EL CONVENTO AGUSTINO DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

En la parte más elevada de la localidad extremeña de Santa Cruz de la Sierra se encuentran las ruinas del antiguo convento de frailes agustinos recoletos, fundado bajo el patrocinio de don Juan de Chaves y Mendoza, primer señor de la villa, a principios del si­glo XVII. Eligieron por enclave un lugar lleno de misterio donde era constante la aparición de luces, y donde había un pozo con aguas milagrosas. Desde sus inicios, los frailes establecen relacio­nes pastorales con las comunidades parroquiales próximas y al­canzan un elevado prestigio en toda la comarca.

A mediados del siglo XVII, inician la construcción de un her­moso templo de cruz latina que aún hoy se puede contemplar casi íntegramente.

Un siglo después amplían las dependencias conventuales pa­ra dar albergue a treinta frailes. Sin embargo, el suministro del agua potable, el aumento continuo de propiedades, olvidándose del espíritu recoleto, y su inclinación hacia los más poderosos les hace que vivan en un permanente enfrentamiento con la vecindad.

El 18 de septiembre de 1835 se realizó la exclaustración, y el pueblo aprovechó la Primera Guerra Carlista para destruir el con­vento.

Hoy la grandiosidad de sus ruinas atestiguan el esplendor de otras épocas.

CORDERO ALVARADO, Pedro SIGNIFICADO PROFUNDO DE LAS ARMAS DEL ESCUDO QUE CORONA EL PALACIO DE LOS , MARQUESES DE LA CONQUISTA, DE TRUJILLO

Iniciamos este trabajo haciendo un estudio heráldico del mantelado, que muchos autores blasonan equivocadamente, resaltan­do de él que las armas principales son las que constan en la punta del escudo, y que las dos piezas superiores no son particiones del campo, sino añadiduras a las armas principales.

Seguidamente estudiamos, entre otras, las Reales Cédulas de 13 de noviembre de 1537, de Valladolid, de 22 de diciembre de 1537, por las que se conceden y se acrecientan las armas del conquistador del Perú, Francisco Pizarro, como también el significado heráldico, histórico y político de cada una de las armas que en él figuran.

Hacemos hincapié en destacar que «el cuartel principal» del blasón es el que en la punta se representa, en donde se ofrece la pri­sión del emperador Atahualpa y de los siete caciques de las pro­vincias de su imperio. Asimismo estudiamos el sentido de las manteladuras que rematan el emblema.

CORRALES GAITAN, Alonso José EL BIBLIÓFILO EXTREMEÑO: ELÍAS DÍEGUEZ LUENGO

Conocí a Elías telefónicamente en el año 1992, ello como con­secuencia de mi colaboración literaria en el Diario Regional HOY.

Desde aquel preciso momento, mantuvimos una amistad realmente curiosa, pues solamente nos tratamos por teléfono y al­guna carta. Y así ha sido en todos estos años, sin llegar a poder co­nocernos en persona, caprichos del destino.

Nació Elías Diéguez Luengo en la universal ciudad de Trujillo, pero prácticamente toda su vida la pasó en la localidad de Valencia de Alcántara. Profesor de E.G.B, casado y padre de seis hijos. Miem­bro de la Comisión de Monumentos de Cáceres, del Instituto Portugués de Arqueología Leite de Vasconcelos de Lisboa. Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid. En posesión de la Cruz da Alfonso X El Sabio. Autor de una Historia de Valencia de Alcántara publicada en la Revista «Tensión».

Ha presentado comunicaciones en los Congresos de Estudios Extremeños en Plasencia, Badajoz, Cáceres, Trujillo y Mérida, así como en varias ocasiones en los Coloquios Históricos de Trujillo.

Son innumerables las conferencias que ha dado sobre temas de arqueología, historia y arte, en Cáceres, Madrid, Guadalajara, Oporto, Portalegre, Cedillo, Santiago de Alcántara, Salorino, S. Vi­cente de Alcántara, Trujillo, Brozas y Valencia de Alcántara.

De 1980 a 1987, semanalmente emitió por Radio Nacional de España, desde Cáceres: «Curiosidades de la Historia de Extrema­dura», en el espacio Retama.

50º ANIVERSARIO DE LA EXPOSICIÓN DEL LIBRO EXTREMEÑO

El pasado día 23 de abril se cumplieron cincuenta años de la celebración de la primera exposición del libro extremeño, aconte­cimiento que se llevó a cabo en Cáceres.

Ya unos meses antes, comencé a recordarles tal evento a distin­tas instituciones y organismos de nuestra ciudad, a fin de conme­morar de alguna manera tal acontecimiento cultural. Me puse a en­tera disposición de quienes quisieran aportar algo, pero me ignora­ron por completo y dicho aniversario ha pasado sin pena ni gloria, solamente unas líneas que escribí en la Revista Alcántara.

Una vez mas me ha sorprendido esta falta de interés por acon­tecimientos como el que nos ocupa, por el gran valor cultural que pueden aportar a nuestra tierra y sus gentes. Sin embargo por mo­tivos que desconozco, parece que no era interesante el recordarlo. Al menos por los estamentos oficiales.

Por todo esto, además de por mi condición de bibliófilo, quiero aprovechar la oportunidad que me brindan estos Coloquios Históricos, para al menos hacer un justo y nostálgico recuerdo, desde la distancia lógica del tiempo y mi humilde aportación investigadora a aquella Primera Exposición Bibliográfica Extremeña.

Es más que probable que hoy tal acontecimiento parezca algo cotidiano o sencillo, pero debemos verlo exclusivamente con los ojos y la mentalidad del año 1948, y entonces la cosa cambia. En la actualidad es verdaderamente sencillo que cualquier biblioteca particular tenga varios miles de ejemplares. Lo que puede darnos una idea de la cantidad de libros denominados extremeños, por su contenido, o por sus editores, que pueden existir dentro y fuera de nuestras fronteras regionales. Ahora bien, mirando todo esto cin­cuenta años atrás la cosa cambia.

CURADO FUENTES, Daniel MÉRIDA: FONDOS DE PENSIONES VISIGODOS

En diversos pasajes de las vitas emeritenses hemos encontra­do información sobre este mecenazgo de la iglesia visigoda en la ciudad.

Pensiones establecidas por nuestros obispos para paliar la pobreza o aumentar el patrimonio de la Iglesia, son documen­tados suficientemente y serán exponentes de la clara vocación social de nuestra iglesia local y de la riqueza atesorada en su gobierno.

Los datos aportados pueden ser las primeras noticias sobre fondos de pensiones en nuestra región y en la historia de la econo­mía extremeña.

CURADO GARCÍA, Blas PAULO: UN GINECÓLOGO EN MÉRIDA VISIGÓTICA. (LA FALSA CESÁREA)

Paulo, médico y obispo de la Sede emeritense (530-560) practica una operación ginecológica durante su episcopado. La

Se había preparado para llevar a cabo una epopeya. La gloria de la ¡mortalidad está al alcance de sus manos.

Un día se despidió de su madre para ir a recibir, en Lagunilla, la ordenación sacerdotal. Su madre lo despedía emocionada y le deseó buen viaje. El hijo le respondió: «Que me ahogue en el Tajo si no he de ser buen sacerdote».

FERNÁNDEZ SERRANO; FRANCISCO RECTOROLOGIOS IMPRESOS DE LA DIÓCESIS DE PLASENCIA

Antes que los rectorológios, fueron los episcopologios, nume­rosos y variados desde el siglo XVI hasta el último editado en 1998.

Los rectolorologios son a las parroquias, grandes o pequeñas, lo que los episcopologios a las diócesis.

Tres ocasiones perdidas para preparar los rectorológios.

Primera, en 1962, cuando se lanzó la idea de una «Extremadura Sacra», a nivel parroquial. Se aceptó, parcialmente, la idea; se pre­pararon algunos pocos rectorológios, pero no se editó ninguno.

Segunda, durante el VIII Centenario de la diócesis placentina, en 1989. Hubo conferencias, congresos de historia diocesana; un volumen conmemorativo. Pero nada de rectorológios, salvo apar­te, uno, el de Casatejada, en su revista anual.

Tercera, 1996. Se cumplió el primer centenario de un decreto fa­moso en la diócesis: el arreglo -o desarreglo- parroquial, cuando se suprimieron y se crearon nuevas parroquias en Plasencia, Don Be­nito, Béjar, Trujillo, Medellín, los viejos arcedianos, Guareña, Miajadas, Navalmoral de la Mata y Hervás. En este primer centenario alguien proyectó pero no se realizó ningún rectorológio impreso.

Rectorologios sueltos impresos…

Beneméritos los que, espontáneamente, prepararon e impri­mieron estos rectorologios aún sin editar. Los ejemplos brindados demuestran que se puede continuar una bella tarea.

LOS «VALLES» EN LA TOPONIMIA DE GARCIAZ

La primera cita histórica y literaria de Garciaz se halla en el Li­bro de la Montería del rey Alfonso XI, el del Salado, el de Guadalu­pe: …«en tierras de Trujillo están los «valles» de Garciaz (antes Gar­cías y simplemente García) hasta el camino de Berzocana».

En una zona de montaña no alta se destacan sus valles, que forman la corona aquella hondonada presidida por Garciaz, como un castillo inferior, al que no se puede acceder si no es salvando di­fícilmente cualquiera de las cuatro cadenas de montañas que por todas partes lo ocultan y rodean.

En ese círculo irregular de montañas que suponen Garciaz y sus valles, hasta época muy reciente de los caminos de Aldeacentenera, de Berzocana, de Logrosán, de Zorita, de Conquista, de Herguijuela y de Trujillo a través de la Madroñera, los valles ser­vían para conducir las aguas del círculo montañoso que iban casi todas al Almonte, y de allí al Tajo y para preparar los caminos tor­tuosos hacia los pueblos circunvecinos y exteriores.

FLORES OLAVE, Lucía ÍNDICES DE ALFABETIZACIÓN DE NÚCLEOS RURALES EXTREMEÑOS

Este trabajo supone el estudio de los índices de alfabetización de algunos núcleos rurales extremeños que participan de toda la dinámica de la región. Atiende la contraposición ciudad-campo las peculiaridades de este último sector así como las tasas de alfa­betización tanto masculina como femenina, centrándonos un poco más en este punto por cuanto sus peculiares características.

Trata además cuestiones como las herencias de estas bibliote­cas ¿quienes las heredaban? Y a la temática y autores más repre­sentativos y emblemáticos de la edad moderna.

Se incluyen gráficos para apoyar el estudio y observar así la evolución de estos índices de alfabetización vistos entre otras cues­tiones de síntesis en el punto final referente a conclusiones.

GARCÍA CIENFUEGOS, Manuel IMPACTO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN MONTIJO A TRAVÉS DE LAS FUENTES PARROQUIALES

Las fuentes parroquiales, para el estudio de la Guerra de la In­dependencia en Montijo nos acercan a una realidad que en todo momento he pretendido fuera desde un punto de vista novedoso, no tanto la propia guerra en su visión bélica, sino desde las citadas fuentes, sus efectos a nivel local, abriendo una puerta a la investi­gación histórica a un mayor nivel, el comarcal. Es visible que las fuentes parroquiales nos han llevado a un recorrido por los dife­rentes impactos que la contienda causó en las economías, en la pa­ralización de actividades religiosas, en la ocupación de edificios eclesiásticos, en las modificaciones de las habituales fuentes de in­gresos de las instituciones y, sin duda, lo que puede ser conside­rado como una premisa a la hora de analizar este periodo a través de los registros sacramentales: la influencia en la demografía.

Con ello, una vez más de la mano de la historia, se entrecruzan aquellos campos de investigación que son hoy en día vanguardia en el análisis histórico: una sociedad que se. ve afectada seriamente y que reacciona en un determinado comportamiento, moviéndo­nos en las mentalidades de un pueblo que se vio afectado en sus costumbres, en su expresión religiosa.

Al aspecto material de las destrucciones que la guerra originó: no sólo la pérdida de vidas, sino sobre todo la pobreza real del país que la guerra trajo consigo. España y por ende Extremadura, fueron mucho más pobres en 1814 de lo que fueron a comienzos de 1808.

GARCIA-MURGA ALCÁNTARA, Juan ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE MÉRIDA (BADAJOZ)

La comunicación enviada a los Coloquios de Trujillo, corres­pondientes al año 1998, ofrece unas reflexiones iniciales sobre el tema de la tutela del Patrimonio Histórico y Artístico, cuestión en ocasiones polémica, dado el escaso rendimiento económico direc­to de estos bienes de la Humanidad, aunque la postura meramente conservacionista carece de sentido, sobre todo con vistas a las ge­neraciones del futuro.

El concepto actual de patrimonio histórico-artístico, incluso desde el punto de vista legal, restringe el derecho de propiedad in­dividual en bien del carácter social del objeto artístico, llegándose a configurar un «Patrimonio Universal de la Humanidad». Se plantea igualmente la necesidad de una política de respeto y difu­sión de los tesoros culturales, desde los universales a los más par­ticulares y locales.

Se expone el criterio de que la tarea del historiador se refiera a la orientación de los diversos grupos sociales para que lleguen a considerar este patrimonio como un bien cultural, que enaltece los más nobles valores de la personalidad-humana. El criterio de valoración no será sólo el paso de los años, ni su mayor o menor uso político; habrá que tender a buscar su sentido estético y valo­res formativos: explicación del pasado, de las raíces progresivas del ser humano, conservación inteligente, entre todos, de las obras artísticas, etcétera.

GARCIA-PLÁTA, Reyes Narciso EL «GARLO FAMOSO» DE ZAPATA COMO FUENTE DE LA CONTIENDA DE DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y EL CAPITÁN JUAN DE URBINA, DE LOPE DE VEGA

La legendaria personalidad del trujillano Diego García de Paredes, el bravo soldado del Gran Capitán, alcanzó cierto re­lieve en la literatura española del renacimiento y del barroco a través de las composiciones dramáticas de autores de la talla de Lope de Vega o Juan Bautista Diamante y de obras como la del extremeño Luis Zapata de Chaves. Con el presente estudio pre­tendemos contribuir a un mayor conocimiento de la figura de García de Paredes y de los hechos históricos en los que participó, mediante el análisis de la comedia La contienda de Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina, de Lope de Vega, y de la relación que mantiene con su fuente más directa, el poema he­roico Cario Famoso, de Luis Zapata.

GARRAÍN VILLA, Luis NUEVAS APORTACIONES DOCUMENTALES A LA VIDA DE FRANCISCO DE ZURBARÁN

Al cumplirse el IV centenario del nacimiento de Francisco de Zurbarán, es imprescindible dar a conocer nuevos documentos que ilustran la vida del pintor de Fuente de Cantos, con la aporta­ción de datos que desvelan incluso nuevas facetas artísticas desco­nocidas hasta ahora, como la de escultor de imágenes.

GIL SOTO, Alfonso PEDRO DE ALVARADO Y LOS ANTECEDENTES DE LA CONQUISTA DE NUEVA ESPAÑA

La expedición de Juan de Grijalva a Yucatán, en 1518, creó grandes expectativas en la isla de Cuba. Tras su regreso con algu­nas piezas de oro, el gobernador Diego Velázquez comenzó a rea­lizar los preparativos para enviar una nueva flota.

La elección del general que había de guiar la armada no fue en absoluto fácil, pues eran muchos los hidalgos que aspiraban a ocu­par el cargo. Alvarado, que había participado en la expedición de Grijalva como capitán de un navio, hizo también todo lo posible para convertirse en el líder de la hueste.

Finalmente, contra todo pronóstico, el gobernador eligió a Hernán Cortés. Pero al poco tiempo se arrepintió y le revocó el car­go, a pesar de lo cual partió rumbo a la costa continental.

Todos estos conflictos, en los que Alvarado participó de forma activa, desestabilizaron al ejército conquistador incluso antes de zarpar la flota.

GONZÁLEZ CUESTA, Francisco INÉS SUÁREZ: UNA EGREGIA PLACENTINA EN TIERRAS CHILENAS

Nuestro trabajo sobre Inés Suárez está dividido en cuatro par­tes: «Introducción», «Apuntes biográficos», «La imagen de Inés Suárez en el proceso de Pedro de Valdivia» y «Conclusiones».

En la introducción manifestamos nuestro propósito de di­fundir el conocimiento de aquella extraordinaria mujer, desgra­ciadamente poco estudiada por nuestros historiadores y dema­siado ignorada, incluso por sus paisanos. Como base de nuestro estudio se presentan las crónicas de la conquista de Chile, re­dactadas por testigos presenciales de los hechos, sobre todo la de Marino de Lobera. También se han tenido presentes los es­tudios de historiadores chilenos del relieve de Barros Arana y los de otros autores que tangencialmente han tratado la figura de esta egregia placentina.

En la primera parte, recordamos -anotando- los más relevan­tes datos biográficos de Inés Suárez, desde su nacimiento en Plasencia, en 1507, hasta su muerte en Santiago de Chile, en 1577. So­bresale su heroísmo en la defensa de la recién nacida ciudad de Santiago en 1541. La segunda etapa de su vida se extiende desde su matrimonio con Rodrigo de Quiroga, compañero de Valdivia en la conquista, hasta su fallecimiento.

La segunda parte del trabajo trata de presentar la figura hu­mana de Inés Suárez a través de documentos tan interesantes co­mo los relativos al proceso de Pedro de Valdivia. Se acusa a Inés Suárez de influencia excesiva sobre su amante, de codicia desme­dida y de conducta escandalosa. El propio Valdivia y testigos fide­dignos contestaron con datos y hechos a estos cargos, descubrien­do la auténtica dimensión biográfica de nuestro personaje.

Finalmente, en las conclusiones, sintetizamos sus valores -va­lentía, ambición, fidelidad en el amor, caridad y profunda religio­sidad- y sometemos el veredicto sobre esta ilustre placentina al criterio del lector.

GONZÁLEZ HABA Y GUISADO, José María LAS TORRES DE TRUJILLO

Trujillo es pura piedra y sequedad, pero que necesita de las al­turas. Un día se abrazaron la naturaleza y el arte y Trujillo se hizo vertical, a través de sus torres. Estas tuvieron dos bases distintas, la fe y la ilusión. Ejemplos de las mismas son la de Santa María de la Asunción y el torreón de Chaves el Viejo.

La primera encontró sus planos en el apocalipsis. Pero, un día se vio tronchada y se convirtió en ruinas. Era Asunción y hubo de ser llevada a los cielos, y subió como el recuerdo del más bello re­lato apócrifo mariano.

La segunda fue atalaya, y al llegar a las alturas divisó, allí don­de se juntan la tierra y el cielo, horizonte y ruido de mar. Primero fue fortaleza; después unidad de la patria; por último, fuente de ilusiones de conquista.

Hay otras que sólo cito por su interés: el mirador de las Jerónimas, donde una celosía de ladrillos separa la soledad sonora del mundanal ruido, y la torre de los Bejaranos, que aúna de un lado historia y valor y de otro amor y leyenda.

HIDALGO MATEOS, Antonio LA SUPERINTENDENCIA GENERAL DE PÓSITOS EN ARROYO DE LA LUZ

El pósito, como institución básicamente asistencial y crediticia desarrollada a lo largo del antiguo régimen y condicionado por una economía agraria de subsistencia, sufre un cambio fundamen­tal con la introducción, en 1751, de la Superintendencia General de Pósitos.

Dentro de la corriente reformista, sobre todo en lo que a las instituciones se refiere, auspiciada por los borbones y que va a ca­racterizar a todo el siglo XVIII, se va a producir un cambio en el de­sarrollo de las funciones del pósito. Con el desarrollo de la política de protección del productor, frente a la anterior protección del consumidor, basada en unas necesidades básicas que desarrolla­rán los pósitos, se da un giro radical en la gestión y administración de una institución tan antigua y arraigada en Castilla.

El objetivo de la ponencia será el de destacar los problemas que tenía el pósito de Arroyo de la Luz, así como analizar las so­luciones que, por poco tiempo, lograrán enderezar la decadencia que lentamente inutilizaba esta institución.

De 1751, año de la creación de la Superintendencia General de Pósitos, a 1764, año de la liberalización del mercando interior dé granos, se verá una mejora en la administración de la institución, re­gularizando las cuentas y deudas atrasadas, así como administran­do de manera más racional los recursos que, ante determinadas épocas de crisis de subsistencias, han de asegurar un abastecimien­to mínimo de trigo a la población.

IGLESIAS AUNION, Pablo METODOLOGÍA HISTÓRICA PARA UNA DIDÁCTICA DEL NUEVO MUNDO.

EMIGRACIÓN A INDIAS EN EL PARTIDO JUDICIAL DE LLERENA DURANTE EL SIGLO XVI

La comprensión de lo que ha sido el fenómeno de la emigración a América desde el partido judicial de Llerena, parte del entendi­miento, pues, de que estamos analizando una zona que se configura como unidad de todo un conjunto: Extremadura. El fenómeno de la migración atendiendo a los parámetros que se han ido establecien­do nos hace hablar de un traslado de población que buscó insisten­temente las mejoras de sus nefastas condiciones de vida en la región o en los lugares determinados que ocupa el denominado partido.

Una visión amplia de todo el territorio, con las fuentes que se presentan en la obra de donde han sido extraídas, nos hablan de la importancia que dicho partido tuvo en la emigración a las Indias y de cuyo proceso metodológico en la didáctica nacen las conse­cuencias finales, de tal forma que el descubrimiento de América no es sólo conquista (a pesar de que en colegios e institutos se da desde esta visión, cuando se da) y nombres de heroicos personajes que entrecruzaron la espada y la cruz para llevar la «civilización» a las nuevas tierras conquistadas.

El proceso de América el algo más amplio, refleja con claridad el deseo de trasladar los modelos españoles en sociedad, política, cultura, religión, administración, hacia las Indias, sin quedamos en viejas retóricas que malforman la visión de este acontecimiento que marcó el inicio de una nueva edad histórica y del propio hombre. Subsistieron factores más que notables para que este hombre extre­meño, de esta zona determinada, buscara una salida al Nuevo Mundo y ellos han de ser buscados, analizados y comprendidos.

UNA APROXIMACIÓN A LA RELIGIOSIDAD Y PIEDAD POPULAR POR MEDIO DE LAS COFRADÍAS EN EXTREMADURA DURANTE LOS TIEMPOS MODERNOS

Es obvio que el tema de la religiosidad popular y con él la ma­nifestación de la piedad, podría ser estudiado desde muy diversos campos, al igual que existen investigadores en este terreno que afirman que la religiosidad popular es un terreno propio y único de la religión como fenómeno producido por él.

Desde aquí, pues, la Historia de las religiones, la Teología, la Antropología, la Sociología, parecen campos de estudios más pro­pios que la Historia para estudiar este fenómeno que, efectiva­mente, no es exclusivo del cristianismo y en su caso del catolicis­mo, pues todas las religiones tienen un sentimiento de expresivi­dad popular de sus creencias.

Pero cierto es, de la misma manera, que los estudios produci­dos en estos campos, han llevado siempre al concepto de la religio­sidad popular y más en concreto al de las cofradías, verdadero ob­jeto de estudio de este trabajo, a añadirles aspectos que despiertan subjetividades e influencias de las propias creencias estudiadas. La motivación para el estudio de las cofradías en la edad mo­derna -y con ello realizar una aproximación en la Extremadura de los siglos XVI, XVII y XVIII- no es otra, que conocer el comporta­miento del hombre de esas centurias, en un análisis comparativo entre lo que podemos denominar religión elitista y religiosidad popular, todo encuadrado en el amplio y polémico terreno de la Historia de las Mentalidades.

LÓPEZ LÓPEZ, Teodoro-Agustín BALBOA: UN POBLADO DE CUATRO DÉCADAS (1958-1998)

La memoria colectiva de la sociedad es la historia, como la me­moria personal de los humanos es la vivencia. Con ocasión de la señera fecha de sus cuarenta años el poblado badajocense celebra su fundación y el desarrollo colonial.

Lo haremos historiando en cuatro grandes apartados:

I. En el Plan Badajoz (creado el 5-IV-1952 en las vegas del Río Ana) se construye la colonia de Balboa (28-V-1958) con un grupo de 82 familias, provenientes de los viejos pueblos extremeños:

Aceuchal (6), Alburquerque (8), Azuaga (2), Badajoz (2), Carmoni-ta (2), Cordovilla de Lácara (6), Esparragosa de Lares (5), Fregenal de la Sierra (13), Malcocinado (1), Puebla de Sancho Pérez (3), San Vicente de Alcántara (7), Santa Marta (1), Talavera la Real (14), Tra-sierra (2) y Villar del Rey (10).

II. La vida y costumbres de estas familias nucleares pasan por el desgarramiento de sus pueblos en busca de un futuro familiar. El rendimiento de la explotación agrícola les proporciona un ma­yor nivel de vida, llegan a amortizar la propiedad colonizada.

III. El urbanismo y los regadíos se ubican en las tierras expro­piadas por el régimen de Franco para convertirlas en tierras férti­les, en donde la ganadería de vacuno, mular y cerdar, junto con la producción de tomates, maíz y hortalizas, son objeto de atención por parte de los colonos y los obreros.

IV. Necesariamente el progreso material conlleva una vida religiosa y cultural, que va formado su identidad propia: Por un la­do, la comunidad católica con su curato (14-XII-1956 son creadas canónicamente todas las parroquias), templo, cementerio y com­plejo parroquial; por otro, instituciones culturales, como las escue­las, Sección Femenina, Extensión Agraria y Universidad Popular, así como asociaciones de colonos y cofradías eclesiásticas.

Finalmente, reseñar que en su demarcación se encuentran la base militar de aviación y el aeropuerto civil de Badajoz.

LUENGO PACHECO, Ricardo EDUCACIÓN EN EL NORTE DE EXTREMADURA. PROCESOS DE ENSEÑANZA. SIGLOS XVII Y XVIII

El presente trabajo se centra en el mundo de la enseñanza, y aunque nos acerquemos a la enseñanza en todos sus niveles y for­mas, concretamente trataremos el mundo de las primeras letras a través de fundaciones de escuelas, su metodología e instrumentos que fueron utilizados tanto por profesores como sus alumnos para acercar unos y conocer otros, el mundo del conocimiento, en pa­labras de W.J. Ong, la salida de la oscuridad de la ignorancia a la luz del mundo civilizado.

El aprendizaje de la escritura, de la lectura y de las reglas de arit­mética junto a la doctrina cristiana, serán las prioridades de una en­señanza que en Extremadura, y más concretamente en su parte sep­tentrional, intentaremos conocerla con más profundidad.

MARTÍN JIMÉNEZ, Marcela SATURNINO MARTÍN MORENO. UNA VIDA QUE DEJA HUELLA

Nunca pude imaginar que llegaría este día en que escribiría so­bre mi tío-abuelo. Nunca podría haber soñado algo así, pero aquí está este trabajo sobre él. Tengo que reconocer que he pasado bue­nos ratos buscando en los recuerdos, no sólo personales, sino en los de mi familia y amistades. En sus escritos he conocido lo íntimo, lo que dejaba su alma al desnudo y creo que he podido llegar a saber eso que cuando vivía bajo apariencia de persona grande e impor­tante escondía en la realidad. He tenido que buscarlo entre líneas, en sus reacciones, en sus secretos sentimientos y puedo decir con un cierto orgullo que el apodo que le daban, «El Sabio», era cierto.

Cómo me hubiera gustado decirle: Tío, tu «pequeña Pitonisa» quiere hacerte llegar a los demás como ese personaje importante que de tiempo en tiempo surge, aparece y perdura.

Desde estas líneas te doy gracias por haberle dado tantas cosas a mi padre, sobre todo cariño, y la confianza que depositaste en él que le dio la fortaleza para ser lo que fue.

Gracias por tu ejemplo de vida de la que nos sentimos muy or­gullosos.

MARTÍN NIETO, Serafín SAN PABLO DE CÁCERES; ORGANIZACIÓN, ECONOMÍA Y OBRAS PIAS (1425-1591)

En los XXIV Coloquios de Trujillo, abordamos el estudio de la Casa de San Pablo, desde sus inicios como beaterío en los albores del siglo XV hasta su forzosa adopción de la estricta clausura tridentina en las postrimerías de la centuria siguiente. Fue tanta la documentación que encontramos, que entonces, nos limitamos sólo a la exposición del desarrollo histórico de dicho proceso y a la descripción del edificio conventual. En los presentes Coloquios, lo completamos, sin solución de continuidad, con el análisis de la organización jerárquica del monasterio, su economía -basada en la gestión de las dotes que las monjas aportaban-, las capellanías y aniversarios fundados en la iglesia conventual por la piedad de los cacereños y de las propias religiosas. A pesar de haber sido con­siderado como un convento rico, a tenor del abolengo de sus mo­radoras, éstas sufrieron periodos de grandes carencias.

EL ÓRGANO DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO DE CÁCERES, OBRA DE DON ROQUE DE LARRA Y CHURRIGUERA

El patronato de la familia Carvajal, condes de la Enjarada y duques de Abrantes, sobre la capilla mayor de la parroquia cacereña de Santiago, en virtud del testamento del arcediano de Plasencia don Francisco de Carvajal, ha sido de capital importancia para la historia del arte en nuestra ciudad; pues, sin reparar en gas­tos, recurrieron, en todo tiempo, a grandes maestros para la reali­zación de cuantas obras decidieron emprender.

Al secular mecenazgo de los Carvajales debemos también el órgano de Santiago, obra de Roque de Larra Churriguera, impor­tante pieza que permanece hoy olvidada y silenciosa en el coro al­to de referido templo.

MÉNDEZ HERNÁN, Vicente APORTACIONES DOCUMENTALES EN TORNO A LA OBRA DE LOS PINTORES PLACENTINOS DIEGO Y ANTONIO PÉREZ DE CERVERA

El panorama pictórico de una región como la extremeña, en más de una ocasión definida por el renovado goticismo que asiste a su producción arquitectónica y plástica, encontró en el segundo tercio del siglo XVI una vía renovadora respecto de las viejas y ar­caicas fórmulas bajomedievales, a través de pintores de profunda personalidad artística, de entre los que sobresale, por razones en más de una ocasión argumentadas, Luis de Morales, «El Divino». Su estilo, entroncado con el manierismo italiano y las fórmulas fla­mencas, fue pronto asimilado por una serie de discípulos, cuya fal­ta de calidad y frecuente copia de los modelos ejecutados por el maestro propiciaron, sin embargo, que la particularidad del arte de Morales muriera con él mismo. No obstante, siempre es intere­sante estudiar la serie de discípulos reunidos en torno a su taller, de entre los que cobra especial importancia en la Alta Extremadura el artista placentino Diego Pérez de Cervera, además de su her­mano Antonio, cuyo estilo bebe igualmente en el arte pictórico del círculo toledano. En la actualidad, son suficientemente conocidas las intervenciones que llevaron a cabo en los grandes conjuntos de Casas de Millán y Tejeda de Tiétar: dos magníficos ejemplares de nuestra retablística plateresca, cuyo amplio desarrollo iconográfi­co nos permite estudiar un estilo manierista que algunas ocasio­nes toma como fuente de inspiración las obras de su maestro, así como también, y siendo esto lo más frecuente, las composiciones que desde Flandes, Italia o Alemania llegaban a través de las ricas y fecundas colecciones de estampas. Es nuestro propósito con el presente trabajo ampliar los datos documentales hasta la fecha co­nocidos sobre la vida y trayectoria pictórica de los Cervera, así co­mo profundizar en el estudio de su estilo y tratar de rastrear las fuentes de su inspiración.

CUSTODIAS ARGÉNTEAS EN LA COMARCA DE LA SERENA

La comarca de la Serena, antiguo baluarte defensivo en el que se instaló la Orden Militar de Alcántara en sus gestas contra el in­vasor musulmán, cuenta entre sus tesoros artísticos más precia­dos, y aún a pesar de las pérdidas históricas que desgraciadamen­te la han asistido a lo largo de los siglos, una preciada producción de platería argéntea, de entre la que es nuestro propósito con el presente trabajo resaltar las piezas destinadas a exponer en el tem­plo la Sagrada Forma: la custodia. Procedente del siglo XVI no ha aparecido cifrado ningún ejemplar. El siglo XVII y el estilo purista están representados a través de cuatro piezas de soberbia calidad artística: el ostensorio de la parroquia de Zarza Capilla, de pro­bable procedencia mejicana; el que guardan las monjas concepcionistas franciscanas de Villanueva de la Serena, cuya ausencia de marcas es sintomático de las leyes contra el lujo entonces dictadas; el de la parroquia de Malpartida de la Serena, en pésimo estado de

MORANO MARTÍNEZ, Alberto RAFAEL GARCÍA-PLATA DE OSMA Y LA TOPONIMIA EXTREMEÑA COMO OBJETO DE EXPERIMENTACIÓN LINGÜÍSTICA (I): TOPÓNIMOS CACEREÑOS

Rafael García-Plata de Osma (1870-1918) constituye una de las personalidades más significativas del panorama cultural ex­tremeño de primeros de siglo. Aunque andaluz de nacimiento, en su biografía y en su hacer se descubren diversas facetas que demuestran cómo, en palabras de J. M. Cancho, «se convirtió en defensor de todo lo típicamente extremeño, laborando más en pro de la región que le acogió que otras muchas personas na­cidas en Extremadura».

Las inquietudes culturales de Rafael lo llevaron a escribir diferentes artículos y composiciones entre las que encontramos la «Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres» (1902) y la «Cacería de gazapos geográficos en la provincia de Badajoz» (1904), en las que el eminente folklorista hilvana distintos topó­nimos extremeños, presentes muchos de ellos en el discurso en virtud de un juego asociativo que los vincula a otra serie de términos, demostrando así un uso de los materiales toponímicos extraño a su utilización más común, la estrictamente designativa.

La limitación del tiempo nos impide analizar de forma con­junta los diferentes topónimos de Extremadura que aparecen en estas dos composiciones, de ahí que, por esta vez, únicamente nos fijemos en los cacereños, registrados todos ellos en la pri­mera de las relaciones, la «Melitonada», «curiosa carta, en que se usan los nombres de los pueblos cacereños para describir un viaje imaginario por la provincia», según se refiere a ella J. Corchón García.

Así, la toponimia cacereña pasa a convertirse en este relato en objeto de asociaciones que, basadas en la coincidencia, similitud y otros rasgos, se convierten en la característica esencial del relato y el motivo de su composición.

MORENO MORALES, Marcelino DESARROLLO LOCAL APLICADO. VISIÓN A TRAVÉS DE UN CASO PRÁCTICO

Desde los años 70 empieza a ponerse en práctica en algunos países de la Unión Europea un modelo de desarrollo que intenta aportar soluciones a una economía como la europea con grandes problemas estructurales. Debiendo afrontar retos como las nue­vas tecnologías, la dicotomía empleo-formación y la distribu­ción espacial de la riqueza, a partir de aquí surge el desarrollo local.

Es necesario tener en cuenta algunas consideraciones que ca­racterizan el desarrollo local, tales como la necesidad de sinergia entre los agentes locales, que es una de las principales vías de crea­ción de empleo, que no existe un modelo único ya que cada zona es una realidad concreta, para lograrlo deben movilizarse los re­cursos disponibles de distinto tipo, su base puede estar en el apro­vechamiento de los recursos endógenos y en la atracción de los exógenos.

A la hora de afrontar un programa de desarrollo local exis­ten varias orientaciones, siendo lo ideal una integración que per­mita un desarrollo local sostenible, endógeno, comunitario e in­tegrado.

En esta ponencia se presenta un caso práctico, el del Ayunta­miento de Plasenzuela, que permite conocer las variantes del de­sarrollo local, así como algunas de las iniciativas llevadas a cabo a partir de la Agencia de Desarrollo Local; residencia de ancianos, lavandería industrial, alojamiento de turismo rural, proyecto para aprovechamiento de productos silvestres, proyectos de la Iniciati­va Comunitaria de Empleo, granja de huevos ecológicos. Centro Piloto de Estudios y Proyectos, Centro de Documentación, Proder de Adismonta, Universidad Popular, relaciones transfronterizas y transnacionales…

NAHARRO I RIERA, Alfonso EL CASTILLO DE ZUFEROLA Y ZORITA

Las continuas investigaciones en los últimos años me han con­ducido al hallazgo de unos documentos que verifican etimológi­camente la relación Ciferuela, Zuferola, Zorita. Este municipio es­tá situado a 28 Kms. de Trujillo en dirección a Guadalupe. El tér­mino se asienta sobre terrenos de la penillanura trujillano-cacereña y presenta un relieve en el que las formas planas dominantes se ven alteradas por la presencia de resaltes como el monte de Cabe­za de Águila o el de la Peña, lugar en el que estuvo situado el cas­tillo de Zuferola.

NARANJO SANGUINO, Miguel Ángel LAS MEDIDAS DE LAS FINCAS RUSTICAS EN LA DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ

Últimamente uno de los objetivos de los investigadores de la desamortización ha sido ofrecer en medidas actuales (normalmen­te en hectáreas) la superficie desamortizada en el campo español.

Pero en el momento del proceso desamortizador esa superfi­cie venía expresada en medidas tradicionales de diverso tipo que ha sido necesario reconvertir en hectáreas. Y no siempre ha sido fá­cil esta reconversión.

La medida ampliamente mayoritaria entre las fincas rústicas desamortizadas en la provincia de Badajoz fue la fanega castellana de marco real. Sin embargo, aparecieron también unas medidas vinculadas al ganado y los pastos que tuvieron cierta relevancia. Destacaron en este grupo de forma especial las cabezas lanares. Pero las restantes tuvieron una importancia mucho menor: vacas de yerba, excusas de yerba, yuntas y caballerías.

También tuvieron una cierta presencia las fanegas en sembra­dura. Y aparecieron con cierta frecuencia las fincas que se medían exclusivamente por las plantas y arbolado que contenían (olivos y cepas fundamentalmente).

Por último, también hemos encontrado algunas otras medi­das irrelevantes en el proceso desamortizador bajo el punto de vis­ta cuantitativo, pero de las que también hemos dado cuenta: el peón de viña, el almud y los maravedíes.

NARANJO SANGUINO, Miguel Ángel CAÑAMERO ROSAS, Antonio LA ESCLAVITUD EN MIAJAJADAS DURANTE LA EDAD MODERNA

Este tema ha sido poco estudiado en la provincia de Cáceres, por eso contribuirá a llenar este vacío investigador.

Se trata de un análisis local sobre la esclavitud en el pueblo cacereño de Miajadas, para el que se han utilizado un buen número de fuentes parroquiales y el correspondiente aparato bibliográfico.

Sus conclusiones más destacadas han sido las que siguen.

– La población esclava de Miajadas fue escasa en relación con el conjunto de su población, hecho común en el resto de Extrema­dura. Pero presenta más similitudes con Badajoz que con Cáceres.

– La población esclava se dio muy tardíamente (finales del XVII y primera mitad del XVIII) para lo que era usual en Extrema­dura.

– En la población esclava hubo más hembras que varones.

– Presentó una baja natalidad (toda ilegítima), una elevada mortalidad infantil y una total carencia de matrimonios de escla­vos.

– En algunos casos la relación amo-esclavo debió ser afectuo­sa, pero no parece que esto fuera algo generalizado.

– Los propietarios de esclavos eran muy pocos y pertenecie­ron a la élite local: clero, hidalguía, familias poderosas y viudas acomodadas.

– Parece ser que la función de esta población esclava fue el servicio personal y doméstico.

NUÑEZ MARTÍN, Ramón MISIÓN CUMPLIDA

Referencia de la venida del P. Máximo González del Valle.

PASTOR SERRANO, Juan José LOS ÚLTIMOS BANDOLEROS DE LAS VILLUERCAS

En estas sierras desde la prehistoria habitadas muchas de sus cuevas en sus sierras más naturales, otras aradas en las sierras y la mayor parte con pinturas esquemáticas, que según parece la rela­ción de los que habitaban en las cuevas una interpretación mía, co­mo otra cualquiera.

Han sido lugar propicio para bandidos, separatistas o renega­dos por cualquier causa y difícil de sacar de aquí como los marque­ses o señores que tenían criados con escopetas y que cuando ve­nían de las ferias salían al camino y les quitaban lo que llevaban y entregaban pingües ganancias a sus dueños.

Pero el caso que nos ocupa este año son dos personas de estas sierras de las Villuercas, ambos vivieron su infancia en el campo con sus padres y ambos salieron de sus pueblos, para juntos vivir como bandoleros de la sierra y sólo ellos dos trajeron en jaque a la justicia.

Uno era de Berzocana que nace en 1890 y el otro de Cañamero que nace en 1900. Ambos conocían sus propios territorios, eran inconformistas y ambos conocían esta comarca de las Villuercas en su juventud.

PAULE RUBIO, Ángel LA ACEITUNA Y LA UVA: MODO PRIMITIVO DE EXTRACCIÓN

DESCUBRIMIENTO Y ESTUDIO DE TRES DÓLMENES EN MONTEHERMOSO 

PELEGRI PEDROSA, Luis Vicente FORTUNA Y MISERIA DE TRUJILLANOS EN LAS INDIAS. LOS BIENES DE DIFUNTOS

Los Autos de Bienes de Difuntos de la Sección de Contratación del Archivo General de Indias constituyen uno de los mejores fon­dos documentales para reconstruir la fortuna, o la miseria, que muchos extremeños alcanzaron con su emigración a las Indias. En esta ocasión nos hemos ocupado de los expedientes de emigrantes de Trujillo, la ciudad de Extremadura más destacada en el movi­miento de población al Nuevo Mundo, en el periodo 1569-1665, pues carecemos de expedientes posteriores.

La documentación de bienes de difuntos nos permite conocer tanto las actividades económicas de los trujillanos en las Indias, como el origen de los capitales que llegaron a su ciudad natal, co­mo resultado de la liquidación de sus herencias, beneficiando con ello a sus familiares y herederos en Extremadura, y a sus propias almas con la fundación de capellanías que actuaron como autén­ticas instituciones bancarias al invertir a crédito el capital de sus fundaciones.

Los trámites efectuados por el Juzgado de Bienes de Difun­tos nos permiten calibrar la efectividad de esta institución colo­nial. En total, se registraron en la Casa de Contratación de Se­villa, más de 82.000 pesos, cifra nada despreciable, que tardó un promedio de 10 años en llegar a su destino y mermaron un 14% en costos de envío y trámites, periodo y costos nada exagerados considerando las limitaciones técnicas y las trabas burocráticas del momento.

A partir de esta documentación y con los planteamientos ex­puestos, hemos dividido el estudio en dos comunicaciones, por ra­zones de espacio, la primera titulada «Fortuna y miseria de trujilla­nos en las Indias: Los bienes de difuntos» y la segunda «Caudales y legados indianos en los bienes de difuntos de Trujillo».

CAUDALES Y LEGADOS INDIANOS EN LOS BIENES DE DIFUNTOS DE TRUJILLO

Trámites y costos de los bienes de difuntos

Los capitales que recibieron los herederos de los indianos de Trujillo difuntos en las Indias sufrieron unos costos en tiempo y en dinero, tanto en América como en la Casa de Contratación. Des­graciadamente la información que ofrecen los expedientes mane­jados no permiten conocer los costos en América al carecer de re­solución de cuentas que nos informen de los gastos burocráticos y de las mandas testamentarias allí efectuadas, sin embargo, pode­mos conocer los costos de envío, contenidos en la fe de registro de la Casa de Contratación, del dinero que llegó, así como el descuen­to que experimentó por el proceso llevado a cabo en esta institu­ción hasta su cobro por los herederos mediante la carta de pago. Por tanto, los costos en tiempo y en dinero de los autos de bienes y difuntos estaban sujetos al ritmo de la carrera de Indias y de la burocracia indiana y de la Casa de Contratación.

El ritmo de las flotas, como es sabido, condicionó el tráfico de personas, mercancías, y por supuesto, caudales. Gracias a las sa­lidas y llegadas de los navios conocemos las fechas concretas de al­gunas remesas de capitales que de otra manera no podrían preci­sarse, si bien, este ritmo fue más marcado en la costa y en las zonas próximas a Sevilla, cabecera del monopolio del sistema colonial español, que en territorios peninsulares de tierra adentro como los estudiados por nosotros.

PÉREZ GUEDEJO, José Joaquín LOS BIENES DE LOS PROPIOS DEL CONCEJO DE ALMENDRAL (BADAJOZ)

Los bienes de los Propios del concejo de Almendral, fueron más propiedades de las que hoy posee. Las fincas de las Dehesillas, la Jara, Monrivero, las Navas, la Hoya, el Carrascal pertene­cieron al Ayuntamiento.

En los siglos XVII y XVIII encontramos ganaderos trashuman­tes en la finca de la Jara, o el arriendo de las hierbas de la Dehesilla en el siglo XVII.

La pérdida de las fincas del Concejo de la Jara y Dehesilla fue a causa de la miseria en que se encontraba el vecindario después de la batalla de la Albuera en el siglo XIX.

Pero la finca más importante que posee el Ayuntamiento de Al­mendral es la Dehesa del Medio, en la que centramos la atención.

Le ha servido esta Dehesa al Ayuntamiento como desahogo económico, desde que encontramos documentación en el siglo XVII. Así encontramos en este siglo el corte de quinientos alcorno­ques para los gastos de la guerra de Restauración Portuguesa.

Ganaderos trashumantes también han pasado por esta Dehe­sa en los siglos XVII y XVIII.

El aprovechamiento de la bellota, las hierbas, el corcho, el agostadero y la leña eran aprovechados por los vecinos enrique­ciendo las arcas municipales desde el siglo XVII.

Esta Dehesa se aparcelaba para sembrarla y repartirla entre los vecinos dando preferencia a la clase jornalera, así consta que se hacía a finales del siglo XIX y principios del XX.

Fue exceptuada por Real Provisión del 29 de octubre de 1865 de la venta, en concepto de aprovechamiento común y gratuito.

PÉREZ MARTÍN, Marisa DISEÑO DE UN SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA PARA LA GESTIÓN DE EQUIPAMIENTOS SOCIALES EN CÁCERES. EL CASO DE LAS GUARDERÍAS Y LOS CENTROS DE ENSEÑANZA INFANTIL.

Actualmente, los sistemas de información en Geografía se han consolidado como una de las principales herramientas de gestión en multitud de instituciones, públicas o privadas. Gracias a ello, se está potenciando el desarrollo de algunas aplicaciones referentes a la gestión de variados equipamientos sociales, encaminadas a analizar la situación existente, marcar las pautas de comporta­miento y, sobre todo, fomentar la implantación de dichas activida­des en lugares idóneos. Con ello se consigue un desarrollo equili­brado y armónico de las mismas.

El ejemplo que hemos elegido para ilustrar esta gestión es el de las guarderías y los centros de enseñanza infantil en la ciudad de Cáceres. Para ello se ha considerado como base de datos alfanumérica el padrón municipal de habitantes (1996), las licencias comer­ciales del Impuesto de Actividades Económicas (1997) y diferentes encuestas realizadas en puntos estratégicos de la ciudad.

Palabras clave: Sistema de Información Geográfica, gestión, equipamientos sociales, Cáceres.

MOVILIDAD Y ACCESIBILIDAD: PARÁMETROS LIMITANTES PARA LA SOSTENIBILIDAD URBANA DE UNA CIUDAD INTERMEDIA. EL CASO DE CÁCERES ANALIZADO MEDIANTE SIG

En numerosas ocasiones atribuimos al tráfico motorizado unas connotaciones negativas en tanto que provoca diversas for­mas de contaminación, atmosférica, acústica, etcétera. Esto origi­na que sea uno de los principales factores limitantes para que el medio urbano alcance una sostenibilidad adecuada. Obviamente, para entender las claves del tráfico rodado es preciso hacer refe­rencia a dos conceptos problemáticos, la movilidad y la accesibi­lidad, parámetros que van a servirnos de base para analizar la ciu­dad de Cáceres desde un punto de vista sostenible.

Para alcanzar este objetivo se parte de una de las herramientas más novedosas en la gestión de cualquier área, el Sistema de Infor­mación Geográfica, con el cual vamos a determinar las zonas en las que el tráfico origina los mayores impactos, analizando las posi­bles consecuencias que esto puede tener y, por supuesto, tratando de exponer algunas soluciones potenciales. Palabras clave: Soste­nibilidad, movilidad, accesibilidad. Sistema de Información Geo­gráfica, Cáceres.

PERIAÑEZ GÓMEZ, Rocío LECTURAS Y LECTORES EN EL PARTIDO DE HOYOS

El objetivo de este trabajo es acercarse a uno de los aspectos que conforman la mentalidad del hombre, la cultura, a través del estudio de los libros que poseían, que leían y que influirían en su vida. El estudio se centra en un espacio muy concreto, la zona de la Sierra de Gata, tomando como representación cuatro poblacio­nes pertenecientes al Partido de Hoyos, en el periodo comprendi­do entre principios del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII y se basa en los datos proporcionados por las fuentes notariales, en especial los inventarios post-mortem.

QUIJADA GONZÁLEZ, Domingo EL CONJUNTO MEGALÍTICO DE LA DEHESA BOYAL DE MONTEHERMOSO

Hacia el II milenio a.C., gente del Calcolítico recorre Extrema­dura (igual que otros lugares del país).

Como es evidente, el hombre de la Prehistoria no se asentaba, frecuentaba o controlaba un territorio al azar; sino que, como ha­rán sus descendientes, lo hará teniendo en cuenta los diversos con­dicionantes físicos (entre otros parámetros). Y, entre las diversas áreas seleccionadas para instalarse (si efectúan enterramientos es porque no andarían muy lejos, como es lógico), eligen este sector de la dehesa boyal de Montehermoso; ya que, según expondremos a lo largo de la presente ponencia, reúne una serie de factores óp­timos: edafológicos, hídricos, climáticos, etcétera.

Como fruto de la presencia de estos pueblos ganaderos en este lugar, surgen los Dólmenes del Tremal; que guardan un gran paralelismo con otro área megalítica no muy lejana, también de la cuenca del Tajo: el Campo Arañuelo y la Jara cacereña y to­ledana. De este modo, el patrimonio histórico de esta hermosa, laboriosa y típica localidad, que ya adquirió un notable legado durante el Paleolítico Inferior (Achólense Medio), se enriqueció considerablemente; conservándose, en parte, hasta nuestros días.

Pueblos prerromanos, tal vez vettones, volverían a establecer­se en su entorno; como lo demuestra el verraco, o escultura zoomorfa, que se halló en su término.

La civilización romana aportaría otra gran herencia, sobre to­do en las márgenes del río Alagón (las labores agrarias en esta rica vega han deteriorado gran parte del habitat) y en la propia dehesa boyal, enlazando la protohistoría con la fase histórica.

RAMOS RUBIO, José Antonio NOTICIAS DOCUMENTALES DE LA PARROQUIA DE SANTA MARÍA DEL CARRASCAL Y TODOS SUS ANEJOS, Y DE NTRA. SRA. DEL CARRASCAL Y DEL LUGAR O ASIENTO QUE ALLÍ HUBO LLAMADO MALPARTIDA. SUS RELACIONES CON LA PARROQUIA DE ALDEA DE TRUJILLO Y TORRECILLAS DE LA TIESA

Tienen una gran importancia dos libros hallados en Aldea de Trujillo, para obtener una serie de conclusiones de vital im­portancia para la vida eclesiástica de varios lugares que desa­parecieron víctimas de epidemias o por otros motivos como el haberse hallado en la casa que estaba junto a la iglesia del Ca­rrascal un hombre muerto, que estudiaremos, así como el tras­lado de los bienes muebles de las parroquias de estos pueblos a las vecinas Torrecillas de la Tiesa o Aldea de Trujillo, concre­tamente a ésta se trasladó una Virgen medieval, titular de la pa­rroquia del Carrascal. Se nos presenta María sedente, con el Ni­ño Jesús de pie apoyado en su pierna izquierda, respondiendo fielmente al tipo Mater Admirabilis, que en el gótico medio se las interpreta, al propio tiempo que como Odegetria, en figuras se­dentes, con Jesús en pie sobre la pierna izquierda, obra de me­diados del siglo XIV.

RIVERO, Francisco DON RUFINO VAQUERO, MÚSICO DE BROZAS

Don Rufino Vaquero del Campo nació en Belmote de Cam­pos (Falencia), pero se le considera un músico brócense, al ha­cerse cargo de la Banda Municipal tras la guerra civil. Tuvo la destreza profesional de conseguir que carpinteros, herreros, za­pateros, albañiles y otros artesanos del pueblo formaran una ex­celente banda.

La normativa municipal les obligaba a tocar en la procesión del Corpus Christi y su Octava, en los días de Semana Santa, en la Fiesta del patrón. San Antón Abad, en el día de la Milagrosa, la Pu­rísima, Navidad y el Día de Año Nuevo, amén de tocar en las fies­tas oficiales de carácter nacional, local y de un modo especial, en la famosa feria de ganados de abril de Brozas y también en la de septiembre, sin olvidarse de estar en la plaza de toros los días de novilladas, corridas o toros del jau jau. Igualmente tenían obliga­ción de dar un concierto todos los domingos y días festivos desde la feria de abril a la feria de septiembre.

Ahora, tras su muerte, se le va a rendir un homenaje. Su hijo, José Luis Vaquero, hombre interesado por el pueblo de Las Brozas, del que ha estudiado en su tesis doctoral la artística parroquia de Santa María la Mayor, quiere que se reconozca el cariño y el amor que puso don Rufino porque las gentes de Brozas supieran amar la música. A fe que lo consiguió. Hoy su semilla ha fructificado en la Coral Brocense, coral que ha conseguido numerosos éxitos por toda la región y fuera de ella.

LA BANDA MUNICIPAL DE BROZAS

Brozas es un pueblo que ha gustado siempre de la música. La música popular, el cante flamenco, la música culta. Rememorando los viejos tiempos, uno recuerda de niño la Banda Municipal que dirigía en la Plaza de Ovando, más conocida como la Plaza Nueva, don Rufino Vaquero. Esta es la historia de la labor que este hombre realizó en Brozas, en Las Brozas, por el arte divino, como él gus­taba llamar a la música.

Don Rufino Vaquero del Campo nació el 28 de febrero de 1897 en Belmonte de Campos (Palencia). Comenzó a estudiar música en su pueblo con un profesor particular que se llamaba don Amalio. Luego fue a los conservatorios de Palencia y Valladolid, donde se especializó en piano, órgano y dirección de orquestas y bandas.

Fue director de bandas por concurso-oposición. Ejerció de director de la Banda Municipal de Villalón (Valladolid), por más de 18 años, concretamente desde el 10 de abril de 1926 al 24 de octubre de 1944; es decir, 18 años, 6 meses y 15 días. El 18 de diciembre de 1935 se publicó en el Boletín Oficial del Estado el escalafón del Cuerpo de Directores de Bandas de Música, con arreglo a la Ley de 20 de diciembre de 1932 y en él aparece don Rufino Vaquero, en situación de excedente, con el número 301. Le seguía con el número 302, don Laurentino Vivas Colmenero, director de la Banda Municipal de Brozas, que poseía el cargo en propiedad.

REGODON VIZCAÍNO, Juan MÉDICOS EXTREMEÑOS DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN FILIPINAS

En el año 1815, la Armada Española comenzó a destinar mé­dicos a Filipinas para cumplir campaña en ultramar, como ya ve­nía haciendo en las colonias americanas. Desde esta fecha hasta la pérdida del archipiélago, en 1898 fueron enviados unos 250 facul­tativos (tenemos recogidos, exactamente, 245). Más de la tercera parte de estos profesionales eran naturales de las provincias cos­teras de Andalucía, sobre todo de Cádiz, donde estaba el Real Co­legio de Cirugía de la Armada; seguían, en orden de frecuencia, las de Galicia, Vascongadas, Cataluña y, por motivos singulares, Madrid. Pocos médicos procedían del interior peninsular. De Extre­madura hubo cinco, cuatro de la provincia de Badajoz y uno de la de Cáceres. Ellos fueron: Don Paz Martínez y Cordón, de Almendralejo; don Sabino Álvarez y Falangiani, de Llerena; don Manuel García y Balsera, de Castuera; don Galo Calvo Rayo y García, de Cabeza del Buey y don Francisco Elvira y Sánchez, de Plasencia. Son pocos, pero es bueno recordarlos.

En esta comunicación hacemos una sucinta reseña de su tra­yectoria profesional en aquel archipiélago.

ROSO DÍAZ, Manuel IRREGULARIDADES EN LA EXTINCIÓN DE LOS DERECHOS COMUNALES «BALDIAJE» Y «TERCERAS PARTES» EN LA REAL DEHESA DE LA SERENA (1740-1874)

Nuestro estudio permite conocer las diferentes vicisitudes que sufren los derechos comunales en la Real Dehesa de la Serena. Haremos un breve recorrido histórico desde sus orígenes en la Or­den de Alcántara hasta su extinción a finales del siglo XIX. En par­ticular trataremos los Derechos de «Baldiaje» y «Terceras Partes» que sufren un ataque continuo tras la consolidación del Estado Li­beral. En efecto, la aplicación de la Legislación Desamortizadora de Madoz terminará con una serie de pautas económicas que ase­guraban la vida de la Comarca. Sin embargo estamos ante proce­dimientos administrativos y jurídicos ilegales pues la misma Ley protegía los derechos destinados al aprovechamiento común de los vecinos.

Analizaremos la importancia que la ganadería y la agricultura tenían para los municipios de la Real Dehesa de la Serena, así co­mo sus críticas y conflictos con los ganaderos transhumantes. Por último no olvidaremos la importancia de una oligarquía local que utilizará su influencia en la administración para redimir las dife­rentes cargas que recaen sobre sus fincas.

RUBIO ANDRADA, Manuel TRES POBLAMIENTOS PREHISTÓRICOS DEL BERROCAL TRUJILLANO

En este trabajo presento su localización y hago un breve estu­dio de sus defensas, el medio inmediato sobre el que se asientan posibilidades económicas, etc. Añado el catálogo completo de los materiales cerámicos, óseos y líticos observados en superficie. Con ellos hago las relaciones necesarias para indicar la cultura a la que pertenecieron y establecer sus cronologías.

Con todo ello se llena, al menos en parte, el vacío existente a escala local, cuestión evidente en todos los libros que se han escrito sobre nuestro pasado histórico.

SÁNCHEZ LÓPEZ, Martina «PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL PERÚ VISTA POR UN HISTORIADOR DEL SIGLO XVI»

En la introducción se habla del historiador placentino Fray Alonso Fernández, que en su obra «Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia» dedica el capítulo 32 a Pizarro y la con­quista del Perú.

Se estudia primero al conquistador. A continuación se habla del inmenso tesoro que encontraron allí los españoles y del reparto del botín, así como de las consecuencias que tuvo, insistiendo en el fe­nómeno de la inflación que provocó en España y Europa.

En el capítulo dedicado al hombre y al político, el historia­dor resalta sus virtudes humanas, lo que contrasta con la crítica que hace de él como conquistador; exalta su valor, pero sobre todo su liberalidad «tiene más atención a remediar la necesidad que ganar honra». Nos habla también de su carácter afable y hu­milde, así como de sus cualidades intelectuales y sentimentales.

Después de tratar en otro punto la evangelización de los incas se termina con una serie de conclusiones.

SÁNCHEZ MARTÍN, José Manuel LA INFRAESTRUCTURA COMERCIAL DE CÁCERES ANALIZADA MEDIANTE S.I.G. APROXIMACIÓN A SU PROBLEMÁTICA

La ciudad de Cáceres posee una actividad comercial impor­tante como consecuencia derivada de su capitalidad provincial y del volumen de población que habita en ella y en su área de in­fluencia. Esto se traduce en un incremento importante de la acti­vidad comercial, si bien en este caso nos limitamos a un análisis del comercio minorista, dado que es el que concentra a un mayor número de activos y el que posee una mayor problemática. Esta se origina por la fuerte concentración comercial, lo que provoca un fuerte solape de áreas de influencia. A esto debemos añadir la ins­talación de dos grandes superficies comerciales y el crecimiento urbanístico en zonas dispares y distantes de la ciudad, que pueden acoger nuevas actividades comerciales. Toda esta problemática va a ser tratada mediante un sistema de información geográfica, que merced a la potencia de análisis que ofrece, permite descubrir la especialización del comercio minorista en la ciudad y, a la vez, fa­cilitar la detección de áreas óptimas para la instalación de nuevos establecimientos.

EL SISTEMA DE CARRETERAS COMO ELEMENTO VERTEBRADOR DE EXTREMADURA. UNA APROXIMACIÓN A LA CAUSALIDAD DEL ESCASO DESARROLLO DE LAS ÁREAS PERIFÉRICAS

El sistema de transportes por carretera tiene una importancia vital en el desarrollo socioeconómico de cualquier espacio, contri­buyendo de forma decisiva a la articulación del espacio. No obstan­te, en zonas como Extremadura, la red viaria de carreteras posee grandes limitaciones por su concepción, trazado y características específicas. Esto fomenta la inaccesibilidad a buena parte del territorio, sobre todo las áreas marginales, que son las que presentan unos índices de desarrollo económico más bajos, lo que lleva apa­rejado una crisis social, puesta de relieve mediante pérdidas impor­tantes de efectivos demográficos, que eligen como lugar de residen­cia habitual las principales ciudades. Con ello se experimenta un proceso de abandono de los núcleos más periféricos en beneficio de las cabeceras comarcales y funcionales. Para poner de manifiesto esta circunstancia, recurrimos a la aplicación conjunta de la Teoría de Grafos y el Sistema de Información en Geografía, cuyo fin prin­cipal consiste en analizar el modelo de las estructuras de comunica­ciones que se generan entre los diferentes núcleos considerados.

SENDIN BLAZQUEZ, José LA MUJER SERRANA

El intento de este trabajo es presentarnos el tipo de la mujer se­rrana, localizada en lo que hoy se conoce como región serrana.

Nos hallamos ante unas esencias de mujer que hereda las carac­terísticas de la hembra vettona, sencillamente porque es vettona.

Ahora que cada pueblo busca sus más significativas raíces, adentrarnos en el conocimiento de este tipo de mujer es buscar las herencias que nos definen como pueblo a través de la hembra de la que recibimos la parte más significativa de nuestro yo.

Podrá pensarse que no tiene mucho sentido este intento por­que la vida moderna y el devenir histórico se han encargado de identificar a todas las mujeres bajo un signo común, estandariza­do, imposible para ofrecer ya rasgos distintivos.

Pensamos que no. Y aún cuando el sentido de este trabajo no es la defensa de esta tesis, sino simplemente la presentación des­criptiva de un determinado tipo de mujer, que sobrevive y ejerce su poderosa herencia también hoy.

Las culturas cuando se asumen siempre se hacen incorporán­dose, con más o menos fuerza, al poderoso bagaje que lleva dentro cada hombre y cada pueblo. De lo contrario dejaríamos de ser no­sotros para ser otros.

Pensamos que esto es lo que sucede con nuestra herencia fe­menina, Vive y vivirá siempre en nosotros.

Si este privilegio se le concede a otros pueblos de España, al menos con igual razón hay que concederlo a la Serranía.

Somos un pueblo plenamente identificado. Y esto se lo debe­mos principalmente a nuestras madres.

SOLÍS RODRÍGUEZ, Carmelo EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO Y LA ESCULTURA BARROCA DEL XVIII EN TRUJILLO

El retablo mayor de la iglesia del Convento de Observantes de San Francisco es, sin duda alguna, una de las empresas artísticas más importantes de cuantas se acometieron en la ciudad de Trujillo durante todo el siglo XVIII. Con su emplazamiento en el testero de la capilla mayor, culminaba la larga historia de este templo trujillano, iniciado dos siglos antes. Tan grandiosa máquina retablística, sobre la que ironiza el corresponsal de don Antonio Ponz (Viage de España, VII, p. 173), acoge una importante colección iconográfica del santoral franciscano con las imágenes de San Francisco de Asís, en el ático. San Buenaventura y San Bernardino de Siena, en las ca­lles laterales y, en la hornacina central, presidiendo el conjunto, una espléndida «Piedad» (o «Quinta Angustia»), a quien profesa espe­cial devoción el pueblo trujillano. De este magnífico ejemplar de re­tablo «de arquitectura y talla», así como de las referidas imágenes, ofrecemos un análisis formal y estilístico, al mismo tiempo que ex­ponemos diversas hipótesis sobre su posible autoría.

Se recogen también en este trabajo, al hilo de los documentos y en una secuencia diacrónica, los nombres de los artistas de la ma­dera, que laboraron en la ciudad durante el siglo XVIII, reducidos casi exclusivamente al campo de la retablística: Bartolomé Xerez, con obra documentada en Plasencia, Cáceres y en la propia ciudad de Trujillo; Juan de Olivenza, cuyos servicios fueron requeridos por las autoridades santiaguistas del Provisorato de Mérida; PedroDíaz Bejarano, autor de la caja del órgano barroco de San Martín;

Antonio Ropero y Juan Bautista Páez, vecinos de la ciudad y nomi­nados en la documentación como «maestros de arquitectura y ta­lla» y, sobre todos ellos, el polifacético y controvertido Manuel de Lara y Churriguera, de la familia de los Churriguera/ quien entre 1734 y 1736 frecuentó la ciudad, ocupado en la remodelación de la entonces llamada «Casa del Escudo del Estado de la Conquista». No sería descabellado pensar que, los Franciscanos Observantes de Trujillo acudieran a él solicitando sus servicios de «tracista» pa­ra la confección del retablo mayor, digno remate a la obra de la iglesia, finalizada en 1735. Esta hipótesis podría casar con la tam­bién formulada sobre el maestro Bartolomé Jerez, quien, a su vez, vendría a ser el realizador del proyecto diseñado por el maestro salmantino.

Completamos este breve estudio sobre la escultura trujillana en el XVIII con el catálogo de retablos e imágenes de bulto, que se conservan en iglesias y conventos de la ciudad.

SORIA SÁNCHEZ, Valentín AGUSTINOS, DOMINICOS Y FRANCISCANOS EN EXTREMADURA

Los templarios conquistaron la vertiente sur de Credos. El monasterio de San Francisco se levanta en 1493. A mediados del si­glo XV los dominicos construyen el monasterio de Santa Catalina por los mismos años que García Álvarez de Toledo, en 1447, se en­castilla en el actual parador de turismo. Los jesuítas en 1554 pla­nean un eremitorio y un colegio acudiendo Borja a San Ignacio con la colaboración del conde de Oropesa. Juan Arias, alcalde de la Santa Hermandad de Madrid manda hacer la ermita del Cristo del Humilladero en 1591 y en febrero de 1604 es enterrado en el mo­nasterio de San Juan en los Agustinos de Jarandilla. De este colegio en el siglo XVII sale para Filipinas quien será obispo de Cebú, Fray Joaquín Encabo Aguilar de la Virgen de Sopetrán. Muere el año 1818. Los agustinos del Escorial en 1935 dedican el castillo de Jarandilla y la iglesia de San Juan a colegio. Los franciscanos desde el monasterio en el siglo XVI atienden Guijo de Jarandilla que en mil ochocientos diez y ocho se logra el privilegio de villa exenta. Jaraíz es villa exenta en 1686. San Pedro de Alcántara por patroci­nio del Conde de Oropesa establece el monasterio de Nuestra Se­ñora del Rosario junto a San Bernardo, que fue eremitorio de servitas y basilios. Cerca están las ruinas del castro del Raso y el Pan­tano del Rosarito junto a la casa señorial de los Álvarez de Toledo.

ARQUEOLOGÍA TRUJILLANA

Trujillo. PVBLIVS / VALIVS / PLACIDVS. Trujillo. L. CAECI-LI / VS. CRESC / ES. AN. LX. Solana Barros. EOYSOIYPOATE-YONTOSTOKLATOYSEOYEROYITALIKON. Talaván. EBRO-BRIGAE / TOVDO / PALAN / DAIGAE / AMMAIA. Anillo de Plasencia. RBSMREKABA. Plasencia, Inscripción griega. METER-MOIGAIENAPARERIOINSTISODEYEISEGELRESTEAENSYN PATRISOSZENEUIPOLOXIROMENOIMIKROEPIEGAREMO IMEISEBDOMOSOYPAERESOYNOMIOYLIANOS. Plasencia. CABVREAE / CALPVRNIAEMATRI / LANCENSIS / ANXOIH-SESTITL. Plasenzuela. ENZAKATAKI / TEMAXIMIANA / N1-KOLAVEKOVMEZEME(NI)VOEBR(IOV) / iemerapara(s)- KE (VE)S / ERXIG. Villarica, Almería. ENZA / KAAK / ITEEYTY / XESGRIK / OSYEOS / ATIOY. Reina. RES / PVBLICA / REGI-NENSI. Mérida. XEI(LO)N / LAKEIDAVMONIOS. PERIAN-DROSKORINZIOSBIASPRIENEYSZALESMILESIOSSOL(0)N AZENAIOSKLEOBOYLOS(L)INDIOS. JARAÍZ. Túmulos de co­rredor a un kilómetro. Don Benito. Busto romano en La Majona. José Gómez Galán. El año 5 a.C. fecha probable del nacimiento de Jesús. Jerusalén. Arqueólogos israelíes tratan sobre el templo salo­mónico. Estudios sobre pinturas rupestres de Castañar de Ibor. Maltravieso. Antonio Marqués dice que falta por descubrir gran parte. Villanueva de la Vera. Yacimiento tartésico. Valverde de la Vera. Jarra fenicia.

VÁZQUEZ, Luis O. de M. EL PINTOR-ESCULTOR FRANCISCO DE ZURBARÁN Y SU RELACIÓN CON LA MERCED: NOVEDADES DE ÚLTIMA HORA

Como homenaje -en este 400 aniversario del nacimiento- al artista extremeño Francisco de Zurbarán (1598-1664), presento las novedades más recientes sobre su vida y obra. Se trata, en síntesis, de dos aportaciones de primera mano: a) El descubrimiento de que el pintor universal Zurbarán era también escultor. Se ofrece el do­cumento de Protocolos de Llerena, del 10 de agosto de 1624, en que el gran extremeño se compromete, ante el Comendador de la Merced de Azuaga, Fray Francisco de Baños, a «hacer un Cristo del natural, de dos varas de alto, de madera… y Cruz labrada con cascara». Se le da una paga sustan­ciosa. 700 reales.

b) Después de una síntesis biográfica y destacar su pintura -ex­traordinaria, en calidad y cantidad, para la Orden de la Merced-, presen­to la segunda novedad -ésta, hallazgo personal muy reciente nos re­vela que Zurbarán tenía un sobrino mercedario, fray Sebastián de Zurbarán, nacido en Fuente de Cantos en 1613, y profeso en la Merced de Sevilla el 20 de junio de 1630. En esa fecha estaba allí Zurbarán realizando pinturas para la Merced. Se sabe que, en una de sus «crisis espirituales» -después del fallecimiento de su esposa Beatriz, en 1639-, manifestó su deseo de ingresar en la Orden Mercedaria y hacerse fraile, en el convento de San José de Sevilla. ¿Influ­yó en este «deseo, que no se llevó a cabo», su sobrino fray Sebastián de Zurbarán? Finalizo este trabajo con el «Árbol genealógico» de par­te de la familia Zurbarán y de los hijos de sus tres matrimonios sucesivos.

ZAMORANO RODRÍGUEZ, Felisa LA COCINA DEL SIGLO DE ORO

Por ser 1998 el año de dos efemérides tan importantes como el IV Centenario del nacimiento de Zurbarán y la muerte de Arias Montano, hemos creído necesario aportar algunas pinceladas de la cultura popular de su tiempo. En este caso de la cocina que, co­mo parte muy fundamental de esa cultura, responde perfectamen­te a los estamentos sociales de un siglo de oro en lo que respecta a las letras y a las artes, pero que, como contrapartida, fue políti­camente desastroso, socialmente injusto y económicamente insolidario.

La cocina es un fiel reflejo de las clases sociales que existían: la nobleza y los reyes, los monasterios y las órdenes militares, la es­casa burguesía y los que nada poseían, cuyo mejor reflejo nos lo muestra la novela picaresca.

Pocos bodegones nos aporta Zurbarán, pero su pintura emi­nente religiosa, nos muestra claramente la sobriedad de los refec­torios de sus monjes; unos panecillos, agua y poco más. Y tanto él como Arias Montano fueros testigos y partícipes tanto de la cocina popular de su tiempo como de la más refinada.

Ene 142014
 

Miguel Alba Calzado y Mª Jesús Fernández García.

      La vinculación entre mujer y alfarería está contenida en los relatos míticos sobre el origen de esta ocupación en culturas diversas y distantes. Muchas de estas interpretaciones  míticas hacen depender la existencia de la alfarería de una divinidad femenina, identificada a veces con la propia Madre Tierra, que transmite el conocimiento en beneficio de la humanidad, en ocasiones a través de un agente también femenino[2].

      Estudios etnográficos sobre sociedades africanas y americanas que hasta el presente siglo se han mantenido en estadios tecnológicamente primarios nos revelan que, en muchos de estos pueblos, la elaboración de vasijas de arcilla es tarea fundamentalmente femenina[3]. Pese a la distancia geográfica, se dan entre ámbitos culturales tan dispares como el africano y americano una serie de características coincidentes en lo que a la práctica alfarera se refiere: en primer lugar, es la mujer la responsable de todo el proceso de elaboración, un proceso técnico caracterizado por la ausencia de construcciones específicas y máquinas que determinan su factura totalmente manual. Además, el fin último de la producción es el abastecimiento local, cuando no se restringe al consumo propio, de modo que la comercialización rara vez supera los límites del poblado. De igual manera que para el hombre se reservan funciones muy específicas como la defensiva, la pastoril y la cinegética, entre las funciones domésticas de la mujer se incluye la manufactura de recipientes cerámicos junto a otras actividades artesanales como la elaboración de tejidos, de curtidos o la cestería. La cerámica resultante reúne unas características técnicas afines: además de su factura a mano (modelado estático)[4], las pastas son groseras, cocidas a baja temperatura en una atmósfera reductora o mixta que no siempre precisa de hornos. Las formas son simples y eminentemente utilitarias sin que la presencia o ausencia de decoración presente una pauta fija.

      Si retrocedemos en el tiempo, encontramos esas mismas premisas técnicas en la cerámica Neolítica, Calcolítica y de la Edad del Bronce (Inicial y Pleno) de los yacimientos arqueológicos del actual territorio extremeño[5]. Si bien se carece de pruebas concluyentes acerca de su autoría, por paralelismo etnoarqueológico apoyado en la división del trabajo por sexos se podría argumentar que la alfarería pudo ser en su origen una actividad sino exclusiva sí mayoritariamente practicada por mujeres. De ser así, la producción cerámica femenina habría predominado alrededor de cinco mil años frente a los últimos dos mil quinientos mil de alfarería masculina. Con los profundos cambios aculturativos acaecidos en el Bronce Final y en la Edad del Hierro, aparecen entre los materiales arqueológicos[6] vasijas modeladas con torno rápido, de pastas decantadas y cocidas en hornos a alta temperatura en atmósfera oxidante[7], combinadas con otras de factura rudimentaria y de características semejantes a las anteriormente enumeradas para la cerámica más arcaica. La lectura que se ha hecho de este contraste es que coexisten dos tipos de producción: una, la autóctona, y otra foránea de las «cerámicas finas» llegadas en una primera fase a través del comercio en respuesta a una demanda  promovida, entre otras razones, por motivos de prestigio social. Estas cerámicas torneadas, con el paso del tiempo, se generalizarán en el mundo ibérico mediante producciones de artesanos locales, artífices masculinos, probablemente, como entre griegos y fenicios. De igual forma «la nueva cerámica» aumentará progresivamente su presencia en las comunidades celtíberas castreñas del interior (por ejemplo, entre lusitanos y vettones), relegando paulatinamente a las de modelado estático atribuibles, como hipótesis, a la mujer dentro de una economía doméstica que pretende la autosuficiencia. Las vasijas a torno, «finas» y comunes denotan una ascendente especialización profesional, reflejo de los cambios sociales operados en la última fase de la Edad del Hierro, truncados por la completa asimilación cultural romana. Desde la romanización, el oficio es una actividad eminentemente masculina, plenamente especializada.

      En resumen, sin desestimar motivos culturales importados relativos a la mentalidad y al comportamiento, parece que entre las causas que motivan el cambio de la actividad alfarera como tarea femenina a oficio masculino se hallan la profesionalización de los artífices (dedicación exclusiva), la asunción del torno rápido, el aumento de la producción a media y gran escala y la comercialización exterior.

      Con la desarticulación del Imperio romano, las invasiones y el posterior establecimiento del reino visigótico, reaparece la cerámica modelada a mano (y a torneta), que coexiste con la producida a torno, por lo que cabe preguntarse si de nuevo la realización de la vajilla doméstica es asumida por la mujer en el marco de una economía autárquica rural. En cambio, en ciudades como Mérida[8], la cerámica altomedieval mantiene una ejecución técnica propia de alfareros de oficio que perpetuará la comunidad mozárabe hasta ser relevados por los artífices islámicos.

      En los casos aún vigentes en la Península Ibérica de cerámica femenina, reducida a ámbitos rurales muy concretos, se mantienen atávicamente algunos de los rasgos que la enlazan con antiguas formas de elaboración alfarera. Así en Moveros y en Pereruela, provincia de Zamora, las mujeres protagonizan todo el proceso de elaboración[9]. Realizan sus vasijas, que constituyen una producción reducida, sobre una torneta baja que impulsan intermitentemente con la mano. Un caso semejante era el de Mota del Cuervo[10] (Cuenca) y el de algunas localidades asturianas. En territorio portugués, Emili Sempere documenta los centros de Pinhela, localidad próxima a la frontera con Zamora, y Malhada Sorda en la Beira Alta[11]. En Canarias[12], las alfareras prescinden del torno y de la torneta en la factura de sus piezas completamente manual. Un ejemplo de sistema mixto pervive en Molelos (Portugal), donde la mujer comparte con el hombre todas las funciones a excepción del torneado que compete al varón, en tanto que la cocción, en hornos de soenga, es responsabilidad femenina.  

        

      Las circunstancias que rodean hoy la participación femenina en Extremadura son muy distintas a las de los centros citados. A grandes rasgos, el papel de la mujer en la alfarería tradicional extremeña[13] se centra en la realización de tareas subsidiarias, habitualmente ocasionales y dependientes de la categoría económica del taller. Se da el caso de ausencia total en el proceso técnico en los centros dedicados a la producción de grandes recipientes de almacenamiento como tinajas[14] y conos, en tanto que su participación es prácticamente inexistente en los alfares desvinculados del espacio doméstico, denominados «fábricas»[15] , o en aquellos donde, aun compartiendo el mismo espacio el obrador y la vivienda, en el pasado dispusieron de una plantilla amplia de oficiales y aprendices que cubrían cualquier aspecto del proceso, salvo lo relativo a ciertos tipos de decoración de los que tradicionalmente se ocupaba la mujer. Tampoco se ha dado presencia femenina en los obradores de elementos cerámicos para la construcción: teja, ladrillo, baldosa y tubos.

      En lo referente a la comercialización hay una presencia tímida de la mujer, aunque poco a poco irá  aumentando su protagonismo hasta compartir en algunos casos esta función con el hombre.

     A modo de regla general para el ámbito extremeño, se puede afirmar que el grado de intervención de la mujer es mayor cuanto más limitados son los efectivos humanos y económicos de un alfar. En efecto, se observa la siguiente constante en todas las localidades alfareras: cuando el número de operarios[16] es tres o más, las posibilidades de intervención de la mujer se reducen al mínimo, si es que se dan; con dos, aumentan, aunque no deja de ser su participación ocasional y restringida; y en los que el alfarero trabaja en solitario es cuando la mujer pasa a asumir ciertas responsabilidades en el proceso de elaboración. En muchos casos, coincide este momento de mayor participación femenina con los primeros años de matrimonio y el establecimiento de un alfar propio y concluye cuando los hijos alcanzan la edad suficiente para reemplazarla. Con todo, en ningún caso se puede hablar de mujeres alfareras, sino de la esposa o la(s) hija(s) del alfarero que realizan  esporádicamente unas funciones auxiliares muy concretas, tales como el acarreo de agua para proceder a la mezcla de las arcillas, retirar las vasijas de la mesa del torno, enasar, vigilar las fases de oreo y secado y cargar y descargar el horno. Tareas como la extracción de arcilla, desmenuzamiento, batido y colado, amasado, torneado y cocción son actividades reservadas por completo al hombre. Los motivos que sustentan tal exclusión son fundamentalmente las limitaciones físicas y causas de naturaleza sociocultural. Las primeras se deben al gran esfuerzo que hay que desarrollar en las actividades anteriormente mencionadas, para las que se considera al hombre más capacitado.  La segunda argumentación basada en causas socioculturales, enraizadas en la mentalidad de un sistema patriarcal, va encaminada a conservar y reproducir unos patrones de comportamiento inquebrantables: la alfarería era una profesión privativa del rol masculino, por ello nunca se enseñaba el oficio a las hijas. El hermetismo llegaba incluso  a privar de la transmisión del oficio a los hijos varones de las hijas del alfarero y a los hijos de los hermanos de la esposa.

      En aquellos talleres más prósperos hay que añadir un tercer motivo: el hecho de alcanzar un determinado estatus económico implicaba liberar a la mujer de cualquier actividad manual fuera del ámbito doméstico.

     En cambio, donde la mujer adquiría un protagonismo hegemónico, bien dentro o fuera del núcleo familiar, era y es en la decoración cerámica y, más concretamente, en determinadas técnicas decorativas. Como en el resto del panorama peninsular, la alfarería tradicional extremeña reúne una serie de motivos decorativos que de forma más o menos testimonial acompañan a la obra utilitaria. De ordinario, los sencillos motivos impresos o incisos, realizados durante el torneado, son obra del hombre. Sin embargo, a la mujer le corresponden aquellas decoraciones que son resultado de esquemas laboriosos con motivos florales o geométricos de factura esmerada, minuciosa y precisa que ocupan gran parte de las piezas. En el pasado dos técnicas decorativas eran exclusivas de la mujer: el enchinado y el bruñido. Ambas tienen como soporte preferentemente la obra de agua (jarro, botijos, cantarilla, jarra de agua, dama de noche, etc.) El bruñido consiste en efectuar dibujos sobre la superficie del recipiente, bañado en un engobe colorado muy fino, antes de que se haya secado la pieza, valiéndose de una  piedra pulida (un pequeño canto de río) humedecida con la lengua; el resultado es un trazo brillante de rápida ejecución que, combinado con otros, da lugar a motivos vegetales preferentemente florales. El enchinado es la técnica decorativa basada en la incrustración de pequeñas piedras de cuarzo blanco sobre la superficie plástica de las piezas cuando están a medio secar. Los motivos, de composición libre, son vegetales y estrellados y se desarrollan en un solo lado del recipiente, en tanto que el bruñido circunda toda la pieza. En uno y otro caso las mujeres trabajaban en grupos, en un quehacer reiterativo, fiel a un patrón tradicional pero abierto a la incorporación de matices que permiten reconocer la procedencia de un taller e inclusive su autoría. En Salvatierra de los Barros o en los centros con alfareros originarios de allí, la esposa e hijas del artesano solían ser bruñidoras; en Ceclavín ocurría de forma similar con las enchinadoras. Dos técnicas decorativas tradicionales, que realizan indistintamente el hombre o la mujer, son el dibujo con tierra blanca bajo cubierta de vidriado transparente (plomo) y el esgrafiado sobre este mismo engobe blanco.­¡Error! Marcador no definido.

      En plena década de los noventa parece ya incuestionable la evolución que el sentido de la mayor parte de obra alfarera ha experimentando desde una función fundamentalmente utilitaria hasta una meramente decorativa. Esta inversión de prioridades en la obra alfarera que han traído los nuevos tiempos ha hecho que a veces el recipiente de barro sea un simple soporte material para la labor decorativa. Pese a que en algunos centros esta tarea es exclusiva de las manos femeninas, no se ha dado un cambio parejo en la consideración de la autoría de la pieza, de modo que cualquiera que sea el grado de participación de la mujer en las distintas fases del proceso alfarero e incluso aunque su papel sea preponderante en la decoración y ello le confiera el interés comercial a la pieza, la obra final es considerada siempre resultado del trabajo masculino y será el hombre el que la firme si es que la obra va así diferenciada. Las propias decoradoras suelen restar importancia a su labor y considerar que no es equiparable al buen hacer del torneado.

 

      En lo referente a la venta, antaño era frecuente que cada alfar dispusiese de un arriero, con preferencia  miembro de la familia, que se encargaba de la comercialización exterior de la obra. La venta directa en la vivienda‑alfar daba alguna ocasión de intervenir a la mujer cuando el maestro estaba ocupado o se hallaba ausente. Sin embargo, diversas circunstancias irían dando un mayor protagonismo a la mujer posibilitando su incorporación a la venta local y a la ambulante. Serían éstas la falta de hombres disponibles durante y después de la Guerra Civil, la recesión económica de la posguerra, que redujo las plantillas de operarios al mínimo y obligó a los alfareros a asumir el papel de arrieros o, en su lugar, a recurrir a la ayuda de la esposa o de alguna hija, y el vacío provocado en el sector por la fuerte emigración  en respuesta a la crisis del oficio conforme decreció el consumo de obra utilitaria a lo largo de los años 60 hasta nuestros días. A diferencia del hombre, cuando el transporte aún se hacía en caballerías, la mujer encargada de la venta en los pueblos aledaños solía ir siempre acompañada y recorría trayectos cortos que le permitieran el regreso en el mismo día.

            En una región eminentemente agrícola como Extremadura, la actividad artesanal en general y la alfarería en particular no pueden desvincularse del mundo rural. Dentro del entramado de relaciones y consideraciones sociales que se desarrollan en este medio, la categoría del alfar (medida en términos de producción, calidad de las instalaciones, número de trabajadores, ventas, etc…) determina el estatus social que la familia alfarera alcanza entre sus convecinos. Entre las diversas dedicaciones profesionales, la consideración social de los menestrales era y es siempre superior a la del campesinado. En nuestros días, la consideración social de la mujer, colaboradora o no en el oficio, ha ido pareja a la del alfarero (marido o padre), revalorizándose en los casos en los que la producción se ha orientado hacia una cerámica con intención decorativa, se ha modernizado el taller o se han abierto nuevas vías a la comercialización. Más precaria es la situación en aquellos talleres que, fieles al esquema productivo tradicional, no han sido capaces de afrontar la crisis.     

 

        Los cambios profundos que el oficio ha experimentado en los últimos decenios han si no acabado sí minimizado algunos de los inconvenientes y de las barreras que la mujer tenía planteadas para el acceso al trabajo alfarero como plena protagonista de él. Por un lado, la fase de preparación de la materia prima se ha simplificado con la comercialización a bajo costo de arcilla empaquetada lista para modelar, la adquisición de esmaltes y engobes industriales amplía el campo de la decoración y la mecanización del alfar (torno eléctrico, horno de gas o eléctrico, batidora, amasadora, etc.) ha suplantado la fuerza manual por la de tipo artificial. Por otro, el oficio no ha quedado ajeno a la incorporación de la mujer al mundo laboral en todos los campos. Escuelas de Bellas Artes, escuelas taller y cursos esporádicos del INEM han tenido y tienen como principales demandantes a mujeres. Para algunas de ellas la cerámica creativa se convierte en una opción profesional.

      En la actualidad, es en el campo creativo donde la mujer reencuentra la cerámica, desligada de su antiguo sentido utilitario y erigida en expresión artística. En Extremadura existen algunos ejemplos renombrados de mujeres ceramistas[17] que enriquecen con su obra el campo experimental e inagotable de la cerámica.



     [1]Un extracto de esta comunicación se publicó en el catálogo de la exposición «La mujer en la alfarería española», (coord. Ilse Schütz, Agost, Museo de Alfarería, 1993, pp. 34-35)

     [2]C. Lévi-Strauss hace en su libro La alfarera celosa (Barcelona, Paidós, 1986) un análisis de algunos de los mitos sobre el nacimiento de la alfarería entre tribus del Continente americano y observa cómo la mayoría de ellos presentan una figura femenina como dueña del arte de hacer vasijas de barro:

                «De cualquier modo que se la llame: madre-Tierra, abuela de la arcilla, dueña de la arcilla y de las vasijas de barro, etc., la patrona de la alfarería es una bienhechora, pues, según las versiones, los humanos le deben esta preciosa materia prima, las técnicas cerámicas o bien el arte de decorar las vasijas». (pág. 35)

 

     [3]Así lo señala C. Lévi-Strauss para el Continente americano:

                «Sin pretender remontarnos a los orígenes, no hay duda de que en América es más frecuente que la alfarería incumba a las mujeres.» (Op. cit., pág. 34)

Ian Hodder para ilustrar las posibilidades del análisis etnoarqueológico referido a la tecnología cerámica se sirve de la alfarería femenina keniata (The Present Past. An Introduction to Anthropology for Archaeologists, London, Batsford Ltd, 1982).

     [4]Esta terminología más precisa es la que emplea Emili Sempere (Rutas a los alfares. España y Portugal, Barcelona, 1982, pág. 46), pues hay que tener en cuenta que inclusive con el torno rápido el trabajo no deja de ser «manual».

     [5]Son datos extensibles al resto de la Península, pero en los que a Extremadura respecta disponemos, hasta la fecha, de un representativo conjunto cerámico que han proporcionado yacimientos como Cueva de la Charneca (Oliva de Mérida), de época neolítica; del período calcolítico, los Barruecos (Malpartida de Cáceres) y  la Pijotilla (Vega del Guadiana) y de la Edad del Bronce, Palacio Quemado (Alange) y Cueva del Conejar (Cáceres), entre otros. Algunos de los estudios sobre estos yacimientos arqueológico pueden encontrarse en el volumen Extremadura Arqueológica II, Mérida, Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura y UEX, 1991.

     [6]Sirvan de referencia los materiales cerámicos hallados en los yacimientos del Bronce Final (período orientalizante) de Cancho Roano (Zalamea de la Serena) y la Necrópolis de Medellín; de la Edad del Hierro, Castro de Villasviejas del Tamuja (Botija) y Castro prerromano de la Ermita de Belén (Zafra).

     [7]Sin embargo, responden a estas mismas características y coinciden en este mismo horizonte cultural las llamadas cerámicas grises, realizadas en cocción reductora. 

     [8]Tal y como revelan los datos proporcionados por la excavación en curso del solar de Morerías (Mérida).

     [9]Se refieren a la alfarería de estos centros J. LLorens Artigas y J. Corredor Matheos en su obra Cerámica popular espñola, Barcelona, Editorial Blume, 1982, pp. 63-70.

     [10]Natacha Seseña, «La alfarería en Mota del Cuervo (provincia de Cuenca)», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, nº XXIII, 1967, pp. 339-346.

     [11]Emili Sempere, op. cit., pp. 332 y 327 respectivamente.

     [12]

Respecto a Canarias, J. LLorens Artigas y J. Corredor Matheos, op. cit., pp. 180-183.

     [13]Para el contenido de los datos expuestos, nos hemos basado en los centros activos de la región extremeña durante la década de los 80: un total  de  veinte  localidades  alfareras, distribuidas nueve en la provincia de Badajoz y once en la de Cáceres. En lo básico, la información es válida también para la región del Alentejo portugués.

 

     [14]Centros productores de recipientes de gran envergadura fueron Guareña, Castuera y Miajadas en la provincia pacense y Arroyomolinos de Montánchez en Cáceres, junto con Torrejoncillo

única localidad que se mantiene en activo.

     [15]El término «fábrica» es el que registra Pascual Madoz en 1846 en su Diccionario Geográfico, Estadístico‑Histórico de Es­paña y sus posesiones de ultramar para referirse a las alfarerías corrientes. Tal denominación ha pervivido en algunos centros extremeños hasta nuestros días. Sirvan de ejemplo los de Plasencia, Fregenal de la Sierra, Talarrubias, Mérida, etc.

     [16]En los años 80, por la falta de demanda de recipientes utilitarios, ningún alfar de los registrados disponía de más de tres operarios, aunque muchos disfrutaron de plantillas más numerosas en el pasado.

     [17]Cabe señalarse algunos nombres como los de Isabel Torrado (Cañamero), Inés Madejón (Navalmoral de la Mata), Paloma Sánchez (Cáceres) o María de Elena (Mérida).

Ene 142014
 

María Murillo de Quirós.

    En una biblioteca de un pueblo de la provincia de Cádiz existe una publicación impresa en Cáceres en la imprenta de D. Lucas de Burgos en el año 1.838.

   En su portada se lee lo siguiente: “Memoria de la Causa de Dilapidaciones de Guadalupe que ofrece al público el Juez que ha entendido en su formación don José García de Atocha, Diputado Provincial de la de Cáceres, Jefe Político cesante de la de Badajoz, y Ministro honorario de la Audiencia nacional de Extremadura”.

    En todo lo expuesto se aprecia el río revuelto de los problemas de la exclaustración de los frailes y la incautación de los bienes del convento.

    Al parecer se creía encontrar en Guadalupe grandes tesoros que no hallaron.

    Tuvo Trujillo mucha relación con la causa de las “dilapidaciones” ya que aquí vinieron a venderse las cabezas de ganados que encontraron al hacer inventarios por segunda vez y también vinieron conducidos “con escolta a Trujillo los mantos de la Virgen y alhajas de plata…”

    En la lista de “ocultaciones” figuran entre otras cosas insólitas “dos tinajas pequeñas”y un crédito a favor del Monasterio “contra Lord Londonderri” por valor de 104.875 reales.

    Esta causa fue motivo del cese del Juez encargado de su formación, que recurre a la Reina en varias cartas aquí publicadas y que al consignar sus honorarios, pone los 17 días de estancia en Guadalupe a 66 reales cada uno y los “cuatro de camino de ida y vuelta” (de Trujillo a Guadalupe) a 132 reales.

Ene 112014
 

José A. Ramos Rubio.

     El antijudaísmo era particularmente fuerte en algunas ciudades de Castilla durante la época de los Reyes Católicos. A los judíos se los intentaba aislar de los cristianos, no sólo mediante muros o expulsiones parciales, sino también obligando a los judíos a llevar vestidos distintos. Los Reyes Católicos procuraron ser justos con ellos, pero las mismas leyes que ellos dictaron impulsaron una oleada ascendente de antijudaísmo en las ciudades, a las que se añadió el de la Iglesia[1].

     Entre los años     1489-1490, la Inquisición sacó el máximo partido de este movimiento antijudaista. Aprovechó la oportunidad para afirmar que los judíos tenían que sufrir tormentos para hacer conversos y para minar el cristianismo[2]. En junio de 1490, se inició un caso que podríamos denominar sensacionalista, conocido por el del Santo Niño de La Guardia (Toledo). Durante este caso, que duró más de un año, la Inquisición quiso probar que un grupo de conversos y judíos habían profanado una hostia y que habían matado ritualmente a una criatura cristiana; los conversos para obtener protección contra la nueva institución, y los judíos para destruir a todos los cristianos[3]. El defensor de uno de los acusados fue el judío Yuce Franco, el cual declaró el 27 de octubre de 1490 que Alonso Franco, de La Guardia, le había dicho (en 1488) que había crucificado a un muchacho. El 10 de abril de 1491, hizo una confesión completamente distinta, en la que implicaba a su difunto hermano, a otro judío muerto y a cuatro cristianos de La Guardia, en relación con los planes para obtener una hostia sacramental[4]. En vista de las confusas declaraciones, la Inquisición recurrió a un método poco usual, el careo de testigos[5].

     No se hizo el menor intento de verificar la verdad de las declaraciones que se hicieron. No se pudo probar la desaparición del niño, ni que hubiera sido enterrado en La Guardia o cerca de esta localidad[6]. También, podemos considerar improbable que los judíos usasen objetos rituales cristianos o que permitieran participar a los conversos no circuncisos con ellos en un acto religioso. Como resulta claro, la idea de llevar a cabo este juicio nació de ciertas leyendas del Medievo, según las cuales los judíos siempre estaban a punto de profanar hostias o de matar a los niños ritualmente[7].

     Podemos considerar por todas estas confusiones y alteraciones de declaraciones que no fue verdadera la historia del «Niño de La Guardia», pero el hecho es que, el 16 de noviembre de 1491, fue leída en voz alta en la Plaza de Avila la sentencia contra Yuce Franco y sus cómplices judíos y cristianos. A éste se le hizo confirmar la declaración en público. Los judíos fueron quemados vivos y los conversos estrangulados.

     Es evidente que las noticias sobre el juicio, la sentencia y ejecución fueron comunicadas a los Reyes Católicos. Si estas informaciones, unidas a otras más generales, los determinaron a expulsar a los judíos es difícil de saber. Pero no podemos negar que el mito del niño de La Guardia jugó un papel crucial en la preparación de la opinión pública para dicho paso.



    [1]Vid. SUAREZ FERNANDEZ, L.: Documentos acerca de la expulsión de los judíos. Valladolid, 1964, pp. 14-20.

    [2]BAER: Die Juden, II, 1969. pp. 484-509. History, II, pp. 384-394.

    [3]Pruebas sobre este caso sacadas a la luz por Lea. Vid. LEA, H. C.: Chapters from the Religious History of Spain. Filadelfia, 1890, pp. 437-468.

    [4]Durante el interrogatorio, Yuce Franco cambiaba el año cada vez que se refería a los hechos que habían sucedido. Incluso llegó a decir que había estado presente cuando crucificaron al niño. FITA, F.: BRAH, 11. Madrid, 1887, pp. 17, 28, 30-33, 40, 46 y 53.

    [5]LLORCA, editó un Bulario pontificio de la Inquisición española en su período constitucional (1478-1525), Roma, 1949, según los fondos del Archivo Histórico Nacional de Madrid, que contiene 79 documentos, muchos de ellos ya publicados por F. Fita en BRAH, op. cit., pp. 91 ss.

    [6]No obstante, el 17 de noviembre de 1491, existen referencias sobre el posible emplazamiento de la tumba del «Santo Niño». FITA, op. cit., pp. 100-108. En 1502, el posible santuario fue visitado por varios nobles flamencos, convirtiéndose en lugar de peregrinaje. LALAING, A. de: Collection des voyages des souverains des Pays-Bas, I. Bruselas, 1876, p. 164.

    [7]Estas sentencias aparecen e la obra de Alonso de Espina, de hacia 1460, en donde encontramos la creencia de que los judíos conspiran con una hostia consagrada para causar la destrucción del cristianismo. PALENCIA, A. de.; Crónicas de Enrique IV, t. II, ed. Paz y Melía, Madrid, 1970, p. 476.

Ene 072014
 

Manuel Rubio Andrada.

III LOS GRABADOS DEL CERRO DE S. CRISTOBAL (ALMOHARÍN)

 1. LOCALIZACIÓN

       Si visitamos este monumento desde el pico de Cancho Blanco (953 m), lugar donde se ubica la estación de radar y concluye la carretera que accede al mismo, luego debemos dirigirnos en sentido S al próximo cerro de S. Cristóbal (845 m), para ello tomaremos el deslinde de fincas que corre por el cambio de aguas en ese mismo sentido. Su situación en el mapa topográfico 1/25000, hoja 730-III, latitud 39º 12 ´ 17´´ y longitud 6º 02 ´ 24´´. 

         Pasado el pequeño puerto comenzaremos la ascensión y enseguida dejamos a nuestra izquierda los grabados de este collado; el lindero que nos ha servido de referencia termina al llegar al cerro de S. Cristobal. En sus inmediaciones nos sorprenderá un un pequeño talud que rodea las inmediaciones de la cresta, corresponde a los restos de un poblado prehistórico sin estudiar cuya descripción dejamos para otra ocasión. Los restos de una pequeña edificación rectangular, bastante noble, están muy próximos al pico, que desprenden un sabor a vieja ermita.

       En el mismo pico confluyen límites de tres términos municipales: Zarza de Montánchez, Almoharín y Valdemorales; la roca dode se grabó está en el término de Almoharín, en el punto más alto e inmediato a un cercado de piedra mirando hacia el E pero ya en la vertiente S.

 2. GENERALIDADES

      El terreno que lo rodea es granítico formando algunos cerros de altura semejante aunque prolongándose y decreciendo hacia el S; son la parte E del pequeño puerto de Valdemorales que comunica la penillanura Cacereña con la zona central del valle del río Guadiana en la provincia de Badajoz; por todo ello es un lugar privilegiado de  defensa y observación hacia el S.

 3. EL SOPORTE

       La roca granítica donde se realizó no presenta ninguna característica especial pero ofrece hacia el E un plano inclinado decreciente de unos 22º cuya superficie tiende a formar un rectángulo de 1,90 cm de alto y 1,10 cm de ancho; está bastante lisa y clara, desprovista de líquenes. En ella se realizaron unos signos que presentamos en un único conjunto dada su proximidad.

 4. LOS GRABADOS

      La profundidad de estos grabados oscila entre los 4,5 del cruciforme central y el 1,5 cm del signo gráfico de la izquierda; su forma general es en U muy irregular presentando un acabado liso en el que se observan numerosos piqueteados.

 CONJUNTO I

 Fig I-1.- Corresponde a una figura realizada en la parte superior. Es una elipse grabada en ancha U irregular; sus ejes poco diferenciados miden 17 y 18 cm; el espacio eliptico interior no grabado mide 9 y 7,4 cm; exteriormente, en la parte superior del lado derecho, se apuntaron dos radios con dos pequeños tracitos (Fig 1. Lám I).

 Fig I-2.- Esta figura se localiza 4 cm bajo la anterior, en su parte izquierda y corresponde a un signo gráfico en A con dos trazos en su ángulo inferior; mide de alta 40 cm y 33,5 cm de ancha; el trazo superior se realizó a 5 cm del vértice, es muy ancho, horizontal y mide 28 cm; el inferior, igualmente grueso, ofrece forma de ángulo muy abierto en V, tiene una longitud de 13,4 cm y su vértice está a 12 cm del trazo anterior.

Fig I-3 y 4.- Corresponden a dos figuras circulares tangentes, una bajo otra, de trazado semejante a la número I-1; fueron situadas 6 cm a la derecha de la figura I-2. La superior mide 15 cm de diámetro externo y la inferior 8 cm.

 Fig I-5.-ontinuando hacia la derecha otros 7 cm se observa un trazo de tendencia horizontal de 18 cm.

Fig I-6 y 7.- Estas dos figuras son de pequeño tamaño y se realizaron inmediatamente bajo la abertura de la forma de A descrita. La número I-6 es una cazoleta de 6,5 cm de diámetro y la I-7 es un cruciforme de brazos iguales –cruz griega-, cuyas medidas rozan los 9 cm.

 Fig I-8 y 9.- Corresponden a dos cruciformes de características parecidas situados 13,5 cm a la derecha de la forma descrita. El I-8 tiene su brazo vertical de 16 cm y 15 cm el horizontal, se siguen cortando en su parte central. Muy próximo en el mismo sentido está el número  I-9 que ya presenta una mayor diferencia, 23 cm el de tendencia vertical y 17 el horizontal aunque se siguen cortando hacia su parte central; esta figura se realizó algo elevada en la parte derecha.

 Fig I-10.- En una línea inferior continuando por la izquierda esta figura es semejante a la I-2 por lo tanto es una forma de A con dos trazos centrales, mide de alta 21 cm y de ancha 19 cm; el trazo superior es un arco cóncavo hacia arriba y el inferior se realizó con un ángulo de unos 130º hacia la parte inferior.

 Fig I-11.- Unos 8 cm a su derecha hay realizado un grueso cruciforme de forma parecida a los anteriores aunque más irregular; su brazo vertical mide 28,5 cm y 26,5 el horizontal; estos trazos se cortan algo desviados a la derecha y superiormente al centro.

 Fig I-12.- En una línea inferior muy próxima se comenzó por la izquierda con una figura de A parecida a las reseñadas; tiene 23 cm de alta y 20,6 de ancha; en esta ocasión solamente se acompaño de un trazo central en ángulo muy abierto.

 Fig I-13.- Unos 20 cm hacia la derecha hay trazado un grueso círculo como los descritos, su diámetro externo es de 19 cm.

 Fig I-14.- A igual distancia se situó un cruciforme de brazos centrados; el vertical mide 16 cm y 14 cm el horizontal.

Fig I-15.- Bajo la parte derecha de la figura anterior e inmediata a ella hay un nuevo cruciforme de brazos iguales y centrados que miden respectivamente 7,5 cm.

Fig I –16 y 17.- En la última línea inferior, a 17,7 cm del límite de la roca, hay dos circulos semejantes a los decritos pero tangentes en su parte superior derecha; el más pequeño mide de diámetro externo 8 cm y es el realizado en la parte superior; el situado inferiormente tiene de diámetro 18 cm.

 Fig I-18.- Continuando la línea, unos 10,3 cm a la derecha de la figura anterior, hay otro círculo semejante que tiene 19 cm de diámetro exterior.

RELACIONES, CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

    Los anchos círculos aquí representados son formalmente relacionables con la única figura del conjunto II del collado de S. Cristóbal y la número 5 del conjunto IV del mismo grupo de grabados. Como ocurría con ellos podemos establecer conexión directa con las figuras semejantes del mundo cristianizante.  Las diversas variedades de círculos semejantes a estos no son excesivamente abundantes;  vimos que ellos y las cruces fueron empleados en pintura esquemática y en decoraciones megalíticas, la diversidad en ese sentido es una de sus características.

     También la única cazoleta grabada en este grupo es un elemento que nos resulta algo extraño; nos indica una larguísima perduración de sus contenidos, o parte de ellos, hasta la época histórico-cristiana en la que se realizó este conjunto y su exiguo número apunta posiblemente una perdida de su uso como valor iconográfico

        Debemos añadir las tres figuras en A que apuntalan de forma inequívoca su pertenencia a esa cultura histórica. Estos  últimos signos pudieran ser alfas griegas, representación simbólica del principio absoluto, es decir de Dios, muy abundantes en las inscripciones latinas paleocristianas (Salas, 1997).

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Queda !Queda hallar paralelismos a las figuras asociadas tangeciales circulares lo cual de nuevo nos devuelve a la pintura esquemática, en concreto a la cara W de la sierra de San Serván. Allí, entre los numerosos conjuntos que guarda, hay uno en igual disposición tangencial, nosotros le atribuimos la posibilidad de ser utilizado como calendario por su indudable semejanza formal con el esquema del calendario maya (León, 1983; Rubio, 1992). Nuevamente hacemos mención de los dos tracitos apuntados en la figura circular número 1 de este conjunto del cerro de S. Cristóbal, concretamente en el cuadrante superior derecho; indicarían una división radial; su realización es exigua pero no debemos dudar de que intentan sugerir algo. La expresión temporal basada en la relación Sol-Luna, que para nosotros es casi evidente en S. Serván, actúa como soporte de nuestros razonamientos; nos atrevemos a suponer pintada una figura circular con dos tracitos -igual que la realizada aquí- pero inmediata al conjunto pacenses. Diríamos que, con mucha  probabilidad, sería la representación contigua de uno de los dos protagonistas del esquema del calendario, es decir: el Sol o la Luna; tal atribución estelar creemos que encaja aquí para este tipo de representaciones.

      Si nos basamos en la magnitud de formas, el conjunto ofrece una clara jerarquía dentro de los tipos empleados: la A número 2, la gran cruz número 13 y los círculos 13, 17 y 18 son los mayores y más profundamente grabados. No hemos encontrado razón alguna que aclare estas variaciones que suponemos no son casuales.

    En cualquier caso la mezcla de estas formas circulares de posible contenido estelar, las cruces representación directa de Cristo y las grafías símbolos de Dios principio absoluto ofrecen una apariencia desorganizada e incluso caótica que parecen expresar unos problemas teológicos quizás producto de intentar conciliar una cultura tradicional de raíces muy primitivas,  basada de alguna manera en cultos o al menos creencias astrales, con otra cristiana y, nuestro grabado no parece ofrecer una nítida solución al conflicto.

 APÉNDICE GRÁFICO III CERRO DE SAN CRISTÓBAL

3lam1

Lámina I.- Cerro de San Cristóbal, Almoharín, conjunto I

Cerro de S. Cristóbal Fig 1

Figura 1.- Cerro de San Cristóbal, Almoharín, conjunto I

 

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Ene 072014
 

  Manuel Rubio Andrada

   II LOS GRABADOS RUPESTRES DEL COLLADO DE S. CRISTÓBAL ZARZA DE MONTÁNCHEZ (CÁCERES)

 1.      LOCALIZACIÓN Y GENERALIDADES

        El conocimiento de estos monumentos fue debido a la visita que realizamos desde el cerro Blanco, donde se encuentra la estación de radar, al cerro próximo hacia el sur señalado en el mapa topográfico 1/25000, hoja número 730-III, latitud 39º 12´ 18´´ y de longitud 6º 02 ´ 24´´, con los restos de la ermita de S. Cristóbal, intuíamos que tal vez allí habría un nuevo poblamiento. Transcurrimos hacia el S pared abajo; llegamos al collado y comenzamos después a ascender hacia el cerro de S. Cristobal, por la derecha del muro de linde; pasados unos 50 pasos del collado observamos a la izquierda la tierra removida y excavada con precipitación en torno a unos bloques de granito, especialmente en sus caras este, nos acercamos y vimos que contenían los grabados que ahora presentamos. Continuamos el paseo y llegamos al cerro que contenía restos de un castro, ruinas de un edificio –posiblemente una ermita- y otro grabado.

       En sentido amplio este lugar comunica las dos partes de la Submeseta Sur. Por el N la penillanura Cacereño-Trujillana y por el S el valle del río Guadiana a la altura de Valdemorales y Almoharín. Es un amplio paso de terrenos esencialmente graníticos que presenta ondulaciones suaves alternadas con algún picacho más elevado. El cultivo preferente actual es el olivo; la ganadería es poco numerosa siendo la ovina, bovina y la caprina las observadas; actualmente la caza escasea.

       Los picos más destacables son el de Montánchez en el W, con sus 994 m y el del Cancho Blanco, en el E del puerto, con 953 m. El pico de S. Cristóbal llega a los 845 m observándose desde él hacia el S toda la margen derecha de las Vegas Altas del río Guadiana; hacia el E y W la visión es más reducida por el relieve y por el N es francamente limitada.

 2. EL SOPORTE

    Están formados por granitos distribuidos en formas prismáticas irregulares formando series concatenadas y paralelas de dirección W-E; sus cortes longitudinales indican con bastante precisión la dirección N-S –no magnéticos-. Por lo general la parte superior presenta una ligera inclinación W de 10º – 15º con respecto a la vertical y, tanto sus caras E como la W tienen superficies mayores de tendencia rectangular. No destacan  del resto de las formaciones graníticas en cuanto a textura, composición, coloración y distribución; esporádicamente presentan salientes de unos 2 m de altura afloran unos 2 m hasta crestear con mayor afloramiento.

3. METODOLOGÍA

    Para la descripción nos situamos en la parte E de las superficies que es por lo general la excavada y por ello damos frente al W. La enumeración se hace de arriba a abajo y de izquierda a derecha.

4. LOS GRABADOS  

CONJUNTOS I Y II

    Hemos dicho que, en general,  las rocas que sirven de soporte se encuentran distribuidoas en formas prismáticas alineadas de W a E, siendo las del W algo más elevadas decreciendo en los 3 o 4 m que tienen de extensión hacia el E; sus superficies superiores suelen ser irregulares aunque no faltan las perfectamente lisas de tendencia horizontal y rectangular. En una de las más elevadas -unos 2 m del suelo-, por tanto situada más al W y sirviendo de base al muro de piedras que separa las fincas se realizaron estos dos conjuntos (Fig 1. Lám I y II).

      El conjunto I está formado por la figura 1, grabada en tosca V de ancho irregular -hasta 5,5 cm-; su profundidad ronda llega a los 4,5 cm. Se formó un cruciforme compuesto cuyos brazos, bastante regulares, miden 26,5 cm, y de alto tiene 35,7 cm; en la parte inferior del trazo vertical de la cruz se realizó un círculo de 13,8 cm de diámetro; esta figura está bien centrada en un espacio de tendencia irregular de 35 cm de ancha y 44 cm de alta.

      El conjunto II se situó 17 cm a la izquierda del I y en una superficie de parecidas características físicas, está también bajo la linde de las fincas. Esta vez predomina el picado en gruesa U en su realización. Su única figura es un círculo que por su anchura puede considerarse una corona circular cuyos diámetros miden 7 cm el interior y 15 cm el exterior.

 CONJUNTOS III

       En una alineación granítica situada inmediatamente hacia el E, algo más baja y fuera ya del deslinde se situaron dos nuevos conjunto. El conjunto III ocupa la cara E de una superficie triangular irregular de tendencia isósceles, situada a la izquierda; la base de este triángulo se sitúa al N y mide unos 45 cm, su altura casi coincide con la horizontal y mide 88 cm. Las figuras parece que se realizaron por incisión en U muy débil y su grado de conservación es muy malo; están bien distribuidas centralmente en posición lineal horizontal (Fig 1. Lám II).

 Fig III-1 y 2.- Son las primeras por ese lado; la figura 1 nos muestra una corta línea de unos 4 cm, inclinada hacia la derecha con un ángulo superior de algo más de 45º. La segunda, muy dudosa, se trata de un círculo que se acercaría a los 8,5 cm de diámetro del que nos ha llegado solamente un pequeño arco de la parte superior izquierda; este trazo se confunde con un posible racheado natural de la roca.

Fig III-3.- Continuando la línea se observa una forma de U, cuyos brazos miden 11,5 cm de alto, la separación interna de los mismos es de 4 cm; el trazo es algo irregular, mide de ancho desde 1 cm a 2,5 cm y su profundidad está en torno a los o,5 cm.

Fig III-4.- Continuando hacia el mismo lado se observa un nuevo círculo de 12,6 cm de diámetro aunque la amplitud del trazado en U está en torno al centímetro y su profundidad tiene unos milímetros.

 Fig III-5.- Hacia la derecha se observa un ancho círculo de 5 o 6 cm de lado, su diámetro es semejante al anterior y la profundidad del trazo está en torno al medio centímetro.

CONJUNTO IV

        El conjunto IV se realizó en la continuación de esta superficie hacia el N, pasado un racheado natural de la roca. Este  espacio tiende a una forma rectangular de 65 cm de anho y 57 cm de alto. Consta de tres figuras centradas superiormente cuyo trazado en U, tosco e irregular, mide por lo general 6 cm de ancho y 4 cm de profundidad. La superficie presenta una rotura en la parte superior que afecta a la figura central (Fig 2. Lám I y II).

 Fig IV-1.- Es una forma en Z, realizada mediante piqueteado; está situada en la parte derecha del espacio ocupado; el trazo superior mide 3,5 cm, el central 14 cm y el inferior 6 cm.

Fig IV-2.- Corresponde a un antropomorfo en doble cruciforme; su trazo central mide 34,4 cm y sus brazos, 24 cm el superior y 30 cm el inferior; esta forma parece terminada en U por gruesa y profunda incisión aunque en ocasiones está presente el primitivo deslascado.

 Fig IV-3.- El espacio izquierdo comprendido entre los dos brazos, se aprovechó para representar un círculo de 14,5 cm de ancho.

      Este conjunto parece mostrarnos un antropomorfo en cuya mano derecha porta la representación de un rayo; va acompañado de la representación de un escudo en su parte izquierda; su distribución recuerda a la estela de Almoroquí (Beltrán, 1975 ).

CONJUNTO V

       Más hacia el E los prismas de granito son más bajos y su longitud está en dirección N-S; suelen presentar la parte superior plana y horizontal. Inmediatamente delante de los conjuntos anteriores hay un espacios rectangular que mide 100 cm de largo y 28 cm de ancho; esta superficie presenta en su parte inferior izquierda un pequeño hueco quizás piqueteado, tiene también un racheado en el segundo tercio derecho. Este plano se corta hacia el N con otro en ángulo inferior de unos 45º. Las figuras que contienen ambos espacios las consideramos en un mismo conjunto que dividimos en dos subconjuntos A y B, el A está ocupado por cazoletas y el B por trazos descendentes (Fig 3. Lám III y IV).

SUBCONJUNTO A

Fig V-A-1 y 2.- Son dos cazoletas, muy próximas, situadas en la parte superior izquierda del espacio estudiado. La realizada a la derecha está algo más elevada llegando escasamente a 1 cm del límite superior; ambas miden  2,4 cm de diámetro y menos de1 cm de profundidad.

Fig V-A-3.- Siguiendo en la parte superior, unos 5 cm a la derecha de la segunda forma descrita hay otra cazoleta de características semejantes.

 Fig V-A-4 y 5.- Unos 3 cm bajo las cazoletas 1 y 2 hay realizada otra algo mayor, de unos 4 cm de diámetro aunque de profundidad parecida.. Tiene muy próxima en su parte inferior derecha una de 9,2 cm de diámetro y más de 2 cm de profundidad.

Fig V-A-6 y 7.- Inferiormente, a 6,3 cm a la derecha se observan dos más; la primera tiene 5,3 cm de diámetro y la segunda 5,2 cm; sus profundidades están próximas al centímetro.

Fig V-A-8.- En la parte media derecha, a 5 cm de la cazoleta 7 hay una de 3,3 cm cuya profundidad es de 0,5 cm.

Fig V-A – 9 – 10 – 11 y 12.- Superiormente a la derecha de la anterior cazoleta, a 7,6 cm, hay realizado otro grupo de cuatro figuras semejantes cuyos diámetros miden 6,6 cm – 3,5 cm – 1,2 cm y 3,8 cm; sus profundidades oscilan desde 0,3 cm de la inferior a algo más del centímetro la de mayor tamaño.

Fig V-A-13.- Pasado un racheado que divide la roca de E a W continúan  las cazoletas. Hacia el N. La primera que puede ser doble, dista del mismo 6,5 cm, se realizó en la parte inferior derecha y a 3,3 cm del límite inferior de la roca; miden 5,2 cm de diámetro y la profundidad es próxima al centímetro.

 Fig V-A-14.- La número 14 está situada superiormente a 8 cm del rachón y 4 cm del límite superior; su diámetro tiene 5,6 cm y la profundidad es de 1,2 cm.

 Fig V-A-15.- Esta cazoleta está 3,8 cm a la derecha de la anterior en realidad son dos cazoletas unidas por un corto pero grueso trazo situado en la parte inferior derecha de la primera y unida a la situada inferiormente por su parte superior izquierda; sus diámetros están en 7,2 cm; la profundidad pasa del centímetro.

 Fig V-A-16-17 y 18.- Entre la cazoleta número 13 y el trazo que une la compuesta número 15 hay otras tres situadas a  3 – 1,7 y 0,7 cm una de otra; sus diámetros miden 4,5 – 4 y 3 cm y las profundidades se sitúan próximas al centímetro.

 SUBCONJUNTO B

Fig V-B-1 y 2.- La cazoleta número 15 fue realizada muy próxima al límite N de la superficie, ya hemos dicho que hacia esa parte el prisma presenta una cara inclinada con un ángulo próximo a los 45º, en ella se realizaron bastante centrados, dos trazos paralelos, fig 1 y 2,  cuyos extremos superiores apuntan las cazoletas y los inferiores el suelo; sus longitudes están en los 16 y 17 cm y la anchura en los 4 cm; la profundidad es escasa, solamente unos milímetros.

 CONJUNTO VI

   Este conjunto se realizó en un nuevo volumen semejante al anterior,  algo adelantado a los descritos y separado 1 m hacia el S. En esta forma prismática se aprovecharon las caras superior y E para realizar un nuevo conjunto de cazoletas y trazos que hemos dividido en dos subconjuntos A y B según la cara que ocupen. La superior mide 63 cm de larga y unos 25 cm de ancha y está dividida por un rachón a los dos tercios de su límite N; la cara que da al E tiene una longitud semejante y su altura es de unos 65 cm. Ambas forman un ángulo de 90º (Fig 4. Lám V).

 Fig VI-A-1.- Es la situada más al S y corresponde a una gran cazoleta oval cuyos ejes miden 14 cm y 22,5 cm, su profundidad es de 9 cm.

 Fig VI-A-2.- Continuando 5,5 cm a la derecha está esta nueva cazoleta que es circular y se realizó con un diámetro de 15 cm siendo su profundidad de 9 cm. A su derecha, en la parte inferior hay una pequeña oquedad de unos milímetros de profundidad y solamente 3 cm de diámetro que podría corresponder a otra forma semejante aunque bastante más irregular; no la reseñamos como figura por no tener seguridad.

 Fig VI-A-3.- Pasado el racheado hay otra cazoleta circular, algo más pequeña; mide de diámetro 9 cm y solamente 2,5 cm de profundidad.

SUBCONJUNTO B

Fig VI-B-1 a 18.- La cara E del prisma está ocupada por trazos pulidos de tendencia vertical que ocupan toda su extensión y están escasamente separados unos de otros. El número de trazos es de dieciocho, divididos por el racheado en dos grupos de catorce y cuatro; su ancho es bastante regular oscilando entre 2,5 cm y 3 cm; las longitudes de izquierda a derecha son: 24,5 – 35,6 – 45,5 – 22,3 – 14 – 48 – 52 – 51,5 – 54,5 – 22,5 – 51 – 59 – 45,5 – 26,6 – 30 – 36 – 40 y 20 cm. Hay que destacar que los números 9 – 10 11 y 12 llegan hasta la arista superior, el resto queda a no más de 5 cm y también la unión intencionada con dos cortos trazos horizontales y próximos situados en la mitad inferior de los números 12 y 13.

 CONJUNTO VII.-  Continuando hacia el N un metro y delante del conjunto V, encontramos un nuevo volumen de granito; como el anterior tiene forma de prisma irregular aunque de marcada tendencia rectangular con sus caras mayores al E y W. La superficie superior mide  aproximadamente 1 m de larga y 13 cm de ancha y en ella se realizaron numerosas cazoletas que pertenecen al subconjunto I; el espacio que mira al E mide algo más del metro de longitud ya que la cara N dobla en plano inclinado de unos 55º; su altura es de unos 55 cm. Se ocupó con trazos – subconjunto B- semejantes a los del conjunto anterior pero en esta ocasión varios se unieron a una cazoleta de la parte superior (Fig 3. Lám III y IV)

SUBCONJUNTO A

      Como ya se ha mencionado está formado por unas dieciseis cazoletas que nos han llegado con una profundidad casi perdida, en torno a 0,5 cm.  Están distribuidas sin orden aparente en el espacio superior; éste se encuentra dividido hacia su mitad por una profunda hendidura en V desde la parte W que llega hasta su centro, siete de ellas se trazaron en el espacio de la izquierda y diez en su derecha.

Fig VII-A-1 a 7.- Las medidas de los diámetros de las cazoletas de S a N y según la numeración del gráfico son: 3 – 5 – 4,5 cm; la cuarta cazoleta es doble y los diámetros de las cazoletas que la forman están en los 3,5 cm; los demás miden 2,5 – 5,5 y 3 cm.

 Fig VII-A-8 a 16.- Las cazoletas situadas a la derecha de la hendidura central, según su número en el gráfico, miden de diámetro 6,5; la novena y la decima están muy próximas y tienen 4 – 4,5cm;  igualmente próximas están la undécima y duodécima de 1,5 y 2 cm; continúan las siguientes con 4 – 3,5 – 4,5 y 4,5 cm.

 SUBCONJUNTO B

     En la cara E se distribuyeron regularmente por toda la superficie trazos rectos de tendencia vertical semejantes a los descritos en el conjunto V y VI; su ancho oscila entre 2,5 y 3 cm; su profundidad media actual es de 0,7 cm y la separación entre ellos oscila entre 6,5 y 1 cm.

    Por razones de orden en la descripción enumeramos primeramente los trazos que están a la izquierda de la hendidura de la superficie superior.

Fig VII-B-1-2-3-4-5-6-7 y 8.- Estos ocho primeros trazos miden de izquierda a derecha: 51,5 – 51 – 28 – 27,5 – 43 – 49,5 – 45,6 y 41 cm; van unidos a la cazoleta superior que los corresponde mediante una prolongación en esa cara los números 1 –2 – 6 y 7; el número 8 se prolongó por la cara superior hasta el vértice de la hendidura.

Fig VII-B-9–10–11–12–13–14 y 15.-Esta númeración comprenden siete trazos situados continuando hacia la derecha hasta una forma arqueada que describiremos más adelante; sus longitudes son: 41,5 – 39,5 – 36,5 –39 – 38 – 35,3 y 28,5 cm; los tres primeros de ellos terminan en el espacio superior aunque sin formar claramente una cazoleta; el cuarto y el quinto rematan en ese tipo de figuras mediante una prolongación.

Fig VII-B-16.- Continuando 2 cm a la derecha se realizó con el mismo acabado una forma porticada realizada con el contorno incompleto de un trapecio de 20 cm de altura, cuya base mayor mide 13,6 cm y superiormente la inferior, que no se trazó, mide 12 cm; en los extremos de está, se realizó un arco carpanel de 5 cm de alto. La figura representa el contorno de una puerta con acabado superior circular.

 Fig VII-B-17-18-19 y 20.- Hacia la derecha de la forma anterior, pasada la forma porticada, hay otros trazos de ejecución y disposición semejantes aunque más cortos; el primero mide de largo 23 cm, los otros tres nos es imposible reseñar sus medidas dado el alto grado de deterioro, pero por lo observado debían ser semejantes.

CONJUNTO VIII

     Este conjunto ocupa un volumen de granito menor y más irregular que los anteriores situado unos decímetros hacia el N, en él solamente se grabó la cara E; ésta se encuentra dividida por un fino racheado desde la parte superior a la inferior, hacia su centro (Fig 2).

Fig VIII–1-2-3-4 y 5.- En la superficie descrita se realizaron cinco trazos de características semejantes a los anteriores aunque más separados. Los dos primero miden de longitud 41 y 44,5 cm y se situaron a la izquierda del racheado; los tres restantes lo hacen a la derecha y se distribuyeroncon tendencia formar una flecha con sus prolongaciones superiores; miden 39,5 – 43,5 y 44 cm.

 CONJUNTO IX

    El soporte lo forma una roca de igual material que presenta dos caras relativamente planas: una hacia el E en forma de trapecio cuya base inferior mide 90 cm,  la superior unos 35 cm y su altura no pasa de los 30 cm; la otra hacia el N es inclinada formando un ángulo de unos 45º (Fig 2).

 Fig IX-1-2-3-4-5 y 6.- En esa cara se encuentran grabados igualmente en U seis trazos , separados como los anteriores y verticales; miden 14 – 18,2 – 19 – 15,2 – 7 y 7 cm.  

 Fig IX-7.- En la cara inclinada que da al N se realizó marcando su altura un único trazo de 37 cm y de características semejantes a los demás.

5. RELACIONES

      La figura correspondiente al conjunto I tiene una gran semejanza con algunos grabados peninsulares y extrapeninsulares (Martínez, 2003), el parentesco más cercano conocido por nosotros esté en algunos petroglifos gallegos, destaquemos los de Eira dos Mouros, en San Xurxo de Sacos, Cotobades, Pontevedra, fig 5  (García, 1963) donde pierde su individualidad pues está acompañado de cruciformes de igual longitud de brazos,  otros de forma latina con círcunferencias en su base, numerosos cuadrados etc, todo ello en yustaposición desordenada. También puede considerarse relacionable con el realizado en Petra Escorregadeira da Reposeira, en Campo, fig 6 (Sobrino, 1935), donde se encuentra acompañado de circunferencias y cuadrados de vértices redondeados con cruces griegas inscritas.

     La única figura del conjunto II encuentra también paralelismos en tierras gallegas donde acompaña a variadísimos motivos: trazos, cruciformes, laberintos, círculos concéntricos, svásticas, estelares, serpentiformes etc, vale como ejemplo el grupo I de Portela da Laxe, Viascón en Cotobade, Pontevedra, fig 6 (García, 1963). Igualmente ocurre con las circunferencias de tamaño semejante aunque de línea más estrecha y otras, con marcado punto central; a nuestro entender pueden considerarse simplemente una variedad del mismo signo y según las formas a las que acompañen  pueden tener un significado u otro aunque también pueda tratarse de un solo contenido con diferentes matizaciones. Según lo señalado no ayuda a fijar una cronología por su diverso y largo empleo.

    El conjunto III, realizado con orden lineal, tiene mayor variedad de signos. Los dos primeros nos han llegado muy deteriorados por lo que no se pueden relacionar; el tercero es una forma en U y también tiene su paralelismo entre los trazos gallegos, concretamente en uno de los grabados de Borna, Santa Olalla de Meira en Moaña, Pontevedra donde se asoció a cruciformes y puntuaciones, fig 6 (García, 1963).

      Continuamos hacia la derecha con dos signos circulares que hemos visto como por el momento sus contenidos son imprecisos. Parte de sus variadísimas relaciones las hemos enumerado al tratar la única figura del conjunto II, en el caso que nos ocupa, su asociación al signo U implica una nueva relación y por ello debemos alejarle de los trazos similares que acompañan a algunos serpentiformes realizados en ortostatos dolménicos; por esto su cronología debe ser mucho más reciente.

      Inmediatamente a la derecha está la roca que contiene en su cara E al conjunto IV; recordemos que estaba constituido por un doble cruciforme centrado con una forma en Z en la extremidad superior derecha y un círculo entre los trazos superior e inferior de su parte izquierda. El conjunto, a primera vista, puede considerarse una nueva versión de las estelas del SW ya que representa a un guerrero con sus armas; es comparable a la que descubrimos en Almoroquí (Beltrán, 1973), sin embargo algunos detalles técnicos nos hacen desechar  que pertenezca a ese grupo de monumentos. Le alejan el soporte, la tosquedad y la profundidad de su grabado. La distribución centrada en la superficie que ocupa es solo comparable a la mencionada estela de Madroñera, Cáceres –también discordante de las demás en este sentido-; el arma que porta es un claro símbolo que posiblemente represente al rayo, cuestión insólita en aquellos monumentos; tampoco el esquema utilizado para la representación humana, doble cruciforme es propio de esas estelas; ni la representación del escudo es tan simple ya que se suelen grabar varias circunferencias concéntricas frecuentemente acompañadas de escotadura en V. Como hemos apuntado, a pesar de todo esto, no deja de ofrecer algunas dudas debido a que el contenido general que muestra es propio de la mayoría de las estelas del SW: guerrero, arma ofensiva y arma defensiva.

         Los conjuntos restantes realizados en este collado están formados por diferentes cazoletas y los trazos a ellas asociados para los que hemos encontrado paralelismos localizados en dos zonas: una, no muy amplia, del centro-este de Extremadura; la otra, en plenos Pirineos, no nos es conocida de primera mano por lo que no debemos realizar su estudio (Abelanet 2003) y (Canturri 2003).

        Su forma de múltiple representación tiene gran semenjanza con el conjunto II del grabado de Boticijos en Torrecilla, presentado por esta razón en este mismo trabajo; también ofrecen relación con aquellos otros en los que estos signos –cazoletas y trazo asociado- están presentes aunque sea de forma testimonial; el mismo Boticojos ofrece otros conjuntos con esta característica, también Tejadilla XI en Aldeacentenera y Valdehonduras en Santa Marta de Magasca (Rubio, 2000 y 2001).

     No podemos olvidar la representación en forma de puerta que nos ofrece la figura 16 del conjunto VII, introduce un tema novedoso y en cierto aspecto discordante con los otros conjuntos que nos tienen acostumbrados a la representación de algún tipo de primitiva arma metálica, lo que facilita su cronología.

6. EL ENTORNO ARQUEOLÓGICO

     Hacia el W, pasado el murete que deslinda las fincas, hay restos caracterizados por un gran amontonamiento de piedras relativamente pequeñas que no parecen indicar orden ni estructura alguna pero que por su gran cantidad y volumen denotan falta de naturalidad en el contexto y pienso que deberían ser objeto de un primer estudio.

        Más arriba en el cerro, se encuentran los restos de un poblamiento. No hemos tenido suerte a la hora de observar en él cerámicas que presenten marcadas carácteristicas de una época determinada; se encuentran en bastante número en su ladera N y alguna de ellas pueden apuntar incluso un pasado neolítico, en el resto predominan las escasamente tipificables que, se confunden incluso con las de épocas históricas faltando los fragmentos de borde y decorados lo que indica una ausencia anómala..

        Algo alejado hacia el N está la cueva de Atambora  en Zarza de Montánchez, que arroja escasas pero muy interesantes cerámicas del Bronce (González 1985). En la misma dirección pero más al E se encuentra el poblado del Bronce Final de Robledillo de Trujillo con indudables muestras de cerámica de esa época (Calzado, s/f). Hacia el W, en el batolito montanchego hay numerosos restos prehistóricos esparcidos en abrigos poco profundos y poblamientos al aire libre (González 1985). Hacia el S son varios los restos calcolíticos esparcidos en las Vegas Altas (Enríquez, 1990).   Es también una zona donde están presentes las estelas del SW con ejemplares cercanos en Almoharín, Zarza de Montánchez e Ibahernando entre otros.

      En resumen, a pesar de no existir estudios profundos de los yacimientos cercanos, se puede afirmar que estos grabados ocupan un lugar geográfico situado en una zona privilegiada arqueológicamente hablando y que, desde el Neolítico hasta época histórica, este espacio presenta numerosos restos con los que poder relacionarlos.

 7. CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

        En un intento de adentrarnos en los contenidos de estos monumentos diremos que por las relaciones aportadas son al menos de dos épocas. Como se ha visto, los conjuntos I, II, III y IV presentan unos signos facilmente asociables con algunos petroglifos gallegos y alguno de ellos están presentes a veces en conjuntos con ambiente cristianizante. Es cierto que los cruciformes, círculos y algunas asociaciones de formas a ellos próximas pueden ser también propios de la pintura esquemática o del megalitismo pero la asociación al signo en U en el collado y éste a cruces latinas latinas en los gallegos dejan pocas dudas sobre su interpretación y cronología histórico-cristiana (García, 1963). Iguales conclusiones pueden servirnos para el resto de los trazos que les acompañan en esos conjuntos.

       Una atención especial merece el conjunto IV. De todo lo enumerado sobre él se deduce que lo más probable es que esta representación, situada en un lugar algo más elevada que las anteriores por su elevación, no se corresponda con la cronología de las estelas del SW a pesar de tener su mismo contenido general. Un guerrero eminente que, en nuestro caso es dominador del rayo, lo que le confiere un carácter sagrado; la representación del círculo de la derecha tal vez al Sol aluda al Sol como escudo completando así el más potente armamento imaginable. Ciertamente parece la representación de un Dios guerrero, portador de un arma potente y letal: el rayo y protegido por un impenetrable escudo: el disco solar.

         Estas cuestiones no son extrañas a las pasadas oraciones cristianas, llamadas Trisagios, sobre todo en ambientes rurales cristianos Hace 50 años debían rezarse cuando había tormentas, en ellas se invocaba a Dios como señor de esos fenómenos naturales. Recordemos como las coronas radiantes que ornamentan determinadas imágenes son una directa alusión solar.  

      Como ya se ha apuntado, debemos suponer una imprecisa época histórica cristiana para  momentáneamente ir fijando su cronología.   

      A los conjuntos formados por cazoletas y trazos rectos asociados les venimos dando contenidos cósmicos relacionados con el mundo estelar del que los trazos serían una proyección terrestre. En el caso del conjunto VII la representación de la puerta podría indicarnos idealmente la entrada y salida a un volumen hueco -una vez más simbólico-; en la parte superior del mismo están los cuerpos representados por las cazoletas de las que se desprende –¿alguna forma de energía?- hasta llegar a la Tierra. Con esta interpretación toda esta pequeña roca debía adquirir para sus coetáneos el valor, tan actual, de vivienda terrestre globalizada. 

         Cronologicamente debemos situarlos en un abanico que iría desde el Calcolítico Final hasta el Bronce Medio; dentro de este periodo de tiempo nos inclinamos por una época temprana debido a la ausencia de representación de armas de bronce, sobre todo hojas y alabardas que acompaña al resto de los grabados en que estos motivos están presentes -Boticojo, Valdehonduras y Tejadilla XI-. Los ahora estudiados serían los más antiguos del grupo. 

         Obsérvese que no existe un intento de destrucción de los signos primitivos y por lo tanto debemos suponer un respeto hacia sus misteriosos contenidos, tal vez por que eran sabedores o al menos intuía aspectos poco dispares en los mismos.

 APÉNDICE GRÁFICO  II, COLLADO DE SAN CRITÓBAL

 1lam1

Lámina I.- Collado de San Cristóbal, conjuntos I al IV

1lam2

Lámina II.- Collado de San Cristóbal, conjunto VII

1lam3

Lámina III.- Collado de San Cristóbal, conjunto VI

Collado de S Cristóbal Fig 1

Figura 1.- Collado de San Cristóbal, conjuntos I, II y III

Collado de S Cristóbal Fig 2

Figura 2.- Collado de San Cristóbal, conjuntos IV, VIII y IX

Collado de S Cristobal Fig 3

Figura 3.- Collado de San Cristóbal, conjunto VII

Collado de S Cristóbal Fig 4

Figura 4.- Collado de San Cristóbal, conjunto VI

Collado de San Cristóbal Fig 5

Figura 5.- Grabados de Eira dos Mouros, San Surxo de Saco, Cotobade y de Borna, Santa Olalla de Meira, Moaña (Galicia)

Collado de San Cristóbal Fig 6

Figura 6.- Collado de San Cristóbal.- Detalle del grabado de Laxe, Viacón, Cotobade, Galicia y grabado de la Petra Escorregadeira da Reposeira, Campo (Galicia)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ene 052014
 

     Manuel Rubio Andrada.

 LOS  GRABADOS  RUPESTRES  DE  BOTICOJO, TORRECILLA  DE  LA  TIESA (CÁCERES)                                                                   

      El conocimiento de este monumento y su posterior estudio ha sido posible gracias a las facilidades que nos han proporcionado los señores D. José Durán y Sra, actuales dueños de la finca donde se encuentra el monumento, les expresamos con estas líneas nuestro agradecimiento.

1. LOCALIZACIÓN Y GENERALIDADES

     Estos grabados están en el término de Torrecilla de la Tiesa y se sitúan  en el mapa 1/50000, hoja número 680, denominada Aldeacentenera, 1ª edición del Instituto Geográfico y Catastral, Madrid; en un punto muy próximo al formado con una latitud de 39º 33´ 40´´ y 2º 01´ 45´´ de longitud W con respecto al meridiano de Madrid.

     Los grabados de Boticojos están situadas en la margen derecha de un pequeño arroyo, muy cerca de su nacimiento, junto con otros cursos próximos forman el  del Charco de las Lavanderas, afluente del río Tozo en el que desemboca poco antes de llegar a la autovia de Extremadura. Su distancia a esa población es de 1,7 km y se sitúa a unos 200 m  de la carretera, en su parte izquierda y en sentido de la Aldeacentenera.

     El terreno en general es muy plano y poco profundo; está formado por pizarras y arcillas –propio de la penillanura Cacereño- Trujillana-; no obstante, en las proximidades del arroyo, se observa una mayor profundidad y tonalidad ligeramente rojiza, son también abundantes las rocas de cuarzo muy fragmentadas. Actualmente se encuentra desforestado siendo explotado con agricultura de secano y pastoreo; la caza escasea y es notable la presencia temporal de avutardas en las inmediaciones.

2. El SOPORTE

      La roca que les sirve de soporte es una pizarra de color gris oscuro bastante dura; en el E ofrece superficies lisas y discontinuas en diferentes planos que se sitúan a derecha e izquierda, de una mayor rectangular. Esta mide 73 cm de ancha y 100 cm de larga y es bastante irregular en su límite exterior; el plano que ofrece está inclinado de E a W con un ángulo de unos 30º con respecto a su lado mayor.

       La apariencia externa de la roca, toda ella cubierta de líquenes de variados tonos grises, poco destaca de las demás del entorno; ofrece, como las otras, superficies picudas trucadas en su mayoría; a veces en el límite del suelo o cerca de él hay este tipo de superficies planas, posiblemente logradas por el desprendimiento de la parte superior de un racheado natural que en posición natural,  a veces presenta la roca.

3. METODOLOGÍA

        La naturaleza de los trazos, en general rectas y semiesferas, facilita su descripción; la dificultad surge al intentar describir su situación en el plano ya que, al no corresponderse su distribución con las coordenadas geográficas habituales debemos recurrir a otras. Para fijar estas debemos  intentar acercarnos a las  que el autor utilizó en el ordenamiento de su trazado ya que al realizar los necesarios movimientos de vaivén se colocó en general, dando su frente a los lados mayores –E y W- del conjunto mayor, la línea correspondiente a este movimiento es nuestro eje vertical y la perpendicular a éste trazada en la base es la otra coordenada. Prescindimos de este eje horizontal en la enumeración pues no nos sirve de mucho ya que no necesitamos situar las formas matemáticamente en el plano pues los dibujos y fotografías nos facilitan seguir y completar la descripción.

      Por simplificar, los trazos que parten de las cazoletas los denominamos maestros enumeramos con el mismo dígito que éstas;  los trazos próximos a ellos nos ha llevado a considerar un apartado en cada figura que denominamos “trazos accesorios ” por dar la impresión que dependen de los primeros.

 4. LOS GRABADOS    

 4.1 CONJUNTO I

      En general los trazos utilizados son pulidos en V. Se situó en la parte izquierda del conjunto mayor a 1,55 m y ocupa una pequeña superficie lisa que allí ofrece la roca. Consta de tres figuras agrupadas y próximas (Fig 3).

Fig I-1.- Es la primera por la izquierda y corresponde a un ángulo algo mayor de 90º con abertura superior izquierda; el lado de esa parte pasa ligeramente de la vertical W-E unos 15º,  se encuentra grabado con intensidad y mide 10 cm ; el otro lado del ángulo es más fino y tiene 14 cm de longitud. Próximo a la bisectriz aunque ligeramente elevado hay otro de 7 cm.

FIG I-2.- Hacia el centro del espacio angular inferior que determina la bisectriz, hay  dos nuevos ángulos rectos adyacentes con abertura hacia la parte superior izquierda; están formados por una línea de 6 cm y la perpendicular a ella de sólo 2,5 cm y trazada a 1 cm de su extremo derecho.

 FIG I-3.- Hacia el E, a 33 cm, hay  una línea de 12 cm cercana a la posición N-S.

 4. 2. CONJUNTO II

Corresponde al realizado en el mayor espacio rectangular casi todo él con trazos de tendencia recta y cazoletas; estas últimas se realizaron por lo general en la parte E, en un plano horizontal, cerca del límite normal de la roca aunque hay algunas que se desplazaron hacia el centro del espacio. Éste se encuentra dividido de este a oeste por un tosco racheado  que divide las formas en dos subconjuntos bien delimitados (Fig 1. Lám I).

 SUBCONJUNTO II-A. Hacia esa parte izquierda, en la superficie que encierra el  racheado, se encuentran grabadas tres cazoletas acompañadas de trazos, algunos parecen partir radialmente de ellas y otros completan el espacio sin otra relación que la dirección y proximidad a las formas mencionadas.

 Fig II-A-1.-   Corresponde a una cazoleta situada en la parte central derecha de este espacio; tiene de diámetro 4,5 cm y su profundidad es de 0,5 cm. De ella sale con un ángulo de unos 25º, un trazo de 12,5 cm hacia la parte opuesta al observador.

Trazos accesorios a la figura II-A-1

Fig II-A-1-a.Hacia la izquierda del trazo enumerado se realizó otro de 16 cm confluyendo con el anterior en su extremo superior, el otro extremo fue realizado a 5,5 cm de la cazoleta.

Fig II-A-1-b. Otro segmento de 8 cm se situó entre ambos y ocupa una posición muy próxima a la bisectriz; su extremo superior se detiene a unos milímetros del vértice. Entre estos tres trazos se puede observar el contorno de una alabarda reforzada.

Fig. II-A-2.- Esta cazoleta mide 4 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad; está situada en la parte inferior izquierda del espacio.

     En su parte superior hay realizados cinco trazos. El primero por la izquierda mide 18 cm de largo y marcha en sentido superior desviado hacia la izquierda unos 20º, llega hasta la zona media de este espacio. El segundo por esa parte mide 36 cm, es más grueso y profundo; su extremo inferior parte de la cazoleta con un ángulo de unos 10 o 15º, hacia la mitad del espacio dobla hacia la derecha con el fin de confluir superiormente con los trazos de la cazoleta anterior II-A-1 deteniéndose como ellos unos milímetros. Continúa inmediato por la derecha un tercer trazo vertical de 21 cm, su extremo inferior parece detenerse unos centímetros antes de coincidir con el segundo al salir la cazoleta. El cuarto y quinto trazos miden 16 y 12 cm de largo y sus extremos inferiores salen unidos del cuadrante superior derecho de la cazoleta; el situado más a la izquierda parece vertical y su compañero se desvía superiormente a la derecha con un ángulo de unos 20º.

 Fig II-A-3.- Tiene esta cazoleta de diámetro 2,5 cm y de profundidad 0,3 cm; se situó en la parte inferior derecha de este espacio.

       Dos nuevos trazos parten hacia la zona superior. El situado más a la izquierda mide 20 cm, es el más grueso y profundo, se dirige hacia la parte superior izquierda en un ángulo de cerca de 40º. El segundo trazo mide 14 cm, es próximo a la vertical y su extremo superior fue desviado unos milímetros para no cortar a la parte derecha de la cazoleta superior.

 Trazos accesorios a la figura II-A-3

Fig II-A-3-a.- Es un trazo de 9 cm situado en posición paralela del trazo izquierdo de esta cazoleta y a 2,5 cm de su zona media superior.

 Fig II-A-3-b.- Corresponde a un trazo  fino de 5 cm, paralelo al segundo de la cazoleta número 3 y situado a 1,5 cm de su parte superior izquierda.

 Fig-II-A-3-c.- Mide 11 cm, se dispuso en posición vertical y se situó en la zona media, a la derecha.

 Fig II-A-3-d.- En la mitad del espacio situado entre las cazoletas 2 y 3 fue realizado con una inclinación derecha de unos 15º un trazo que mide 9 cm; parte inferiormente de la misma base que sirvió de referencia para realizar la mayoría de las cazoletas.   

 SUBCONJUNTO II-B

Está situado a la derecha del anterior sobre una superficie completamente lisa, pasado el racheado natural que sirve de separación de estos dos subconjuntos –ya mencionado-. Un fino racheado la divide de izquierda a derecha cerca de su zona media aunque no llega al extremo de esa parte, éste no ha influido aparentemente en la distribución de las formas por lo que puede suponerse originado por algún movimiento orogénico posterior. Comenzamos su catálogo desde la parte superior a la inferior y de izquierda a derecha.

Fig II-B-1.- Esta figura está formada por una cazoleta muy superficial, de tendencia oval, situada cerca del límite derecho de su zona media; mide de diámetro unos 4,5 cm y su escasa profundidad esta cerca de 0,3 cm.

     De su parte superior salen dos trazos que traspasan el racheado mencionado; el situado más a la izquierda tiene 26 cm de largo y se realizó con un ángulo superior izquierdo de unos 20 º; el otro, de igual longitud, comienza más a la derecha y ronda la vertical. La cazoleta posee inferiormente otro trazo de 10 cm, realizado a partir de su zona inferior derecha con un ángulo de unos 30º en la parte superior izquierda.

 Trazos accesorios a la figura II-B-1

Fig II-B-1-a.- Es un segmento de 14,5 cm situado a 5 cm del límite izquierdo superior del conjunto y paralelo, a 7 cm, del trazo mencionado en esa misma parte de esta figura.

 Fig II-B-1-b.- Corresponde a un trazo de 11 cm paralelo al anterior y situado 4 cm a su derecha; tiene el extremo superior muy cerca del fino racheado central.

 Fig II-B-1-c.- Este nuevo trazo tiene 8 cm y se situó 2 cm a la derecha del realizado en la misma parte superior de la cazoleta; fue trazado con un ángulo superior de unos 20º  y está a 4,3 cm del trazo maestro; el inferior roza la parte superior del racheado central.

 Fig II-B-2.- Esta nueva cazoleta mide 3,5 cm de diámetro y su profundidad es escasa, 0,2 o 0,3 cm y presenta un mal acabado; se situó a un par de centímetros a la derecha de la anterior, algo elevada hacia el E. Posee en su parte inferior un trazo de 12 cm realizado con un ángulo superior izquierdo de unos 20º.

 Fig II-B-3.- Corresponde a una cazoleta de unos 4 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad situada en la zona media y a unos 5 cm del límite izquierdo.

     Tiene dos trazos maestros en su parte superior: el mencionado anteriormente cuyo extremo superior parte de la cazoleta B-2 y otro de 31,5 cm que parte a la derecha de aquel en una posición cercana a la vertical. Inferiormente tiene otro de 10 cm, situado hacia la derecha y con un ángulo superior izquierdo quizás menor de 20º; su extremo inferior termina en una pequeña cazoleta secante de otra por su derecha.

 Trazos accesorios a la figura II-B-3

Fig II-B-3-a-b-c-d y e.-  La línea a está situada en la parte inferior derecha de este gran espacio, a 4 cm de su límite izquierdo y mide 5,5 cm de larga; su posición es ligeramente inclinada hacia la izquierda con un ángulo superior de unos 20º. La b mide 11 cm y es paralela a 1,4 cm a la derecha de la anterior. La línea  c mide 4,3 cm y se situó a su derecha; el extremo superior está muy próximo a la zona media del trazo b. Hacia la derecha superior continúa una zona en la que se ven peor los trazos, el d mide 9 cm y su extremo superior dista 2,5 cm del extremo de esta parte del b, su ángulo de trazado es algo mayor rondando los 40º. A su derecha está el e, también de 9 cm y algo más elevado que el anterior, su extremo superior está a 4 cm del d y el inferior a 3 cm siendo el ángulo superior algo inferior. Le trazo e mide 12,5 cm y está en la parte superior, escasamente a 1 cm a la derecha del trazo vertical de la cazoleta y muy cerca del extremo W de la superficie; mide 12,5 cm

Fig II-B-4.- Corresponde a una cazoleta que tiene de diámetro 3 cm y 0,8 cm de profundidad, está aislada muy cerca del límite E de la roca y a 11 cm del S.

 Fig II-B-5.- Esta figura está compuesta por dos cazoletas unidas longitudinalmente, la situada a la derecha mide de diámetro 2,5 cm y de profundidad 0,3 cm; la de la derecha es algo ovalada y tiene un eje mayor de 4,5 cm y 0,3 cm de profundidad.

     De la cazoleta enumerada en primer lugar parte un trazo maestro hacia la número 3 – ya descrito-; de la oval sale otro de 31,5 cm en posición próxima a la vertical y hacia su mitad sufre una ligera flexión hacia el lado derecho.

Trazos accesorios a la figura II-B-5

Fig II-B-5-a-b-c-d-e-f y g.- La línea a es un grueso trazo de 8 cm de longitud realizado con un ángulo hacia la izquierda próximo a los 20º, fue situado superiormente a 5,7 cm de la unión de las cazoletas. La forma b es una línea  de 5,5 cm, paralela a la anterior y situada superiormente a la misma; los extremos inferiores de ambas distan del trazo superior de la cazoleta, aproximadamente 0,5 cm. El trazo c mide 24,3 cm, es de tendencia vertical aunque la parte correspondiente a la zona superior del fino racheado  se realizó algo desviada hacia la derecha; dista del trazo de la cazoleta un par de centímetros. Este trazo tiene muy cerca de su extremo superior, en la parte derecha y verticalmente, otro muy fino de 7,4 cm, es la figura d. Las formas e y f  son dos paralelas horizontales de 2 cm, muy tenues, situadas  2,5 cm una encima de la otra y muy próximas al extremo superior de la línea d. El trazo g tiene unos 28 cm y es paralelo por la derecha -a 1,7 cm- del trazo que sale directamente de la cazoleta número 3.

 Fig II-B-6.- Corresponde esta figura a una doble cazoleta, la de la izquierda se une en el cuadrante inferior izquierdo de la derecha. La izquierda tiene 4 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad, la formada a la derecha es algo mayor ya que tiene 4,5 cm de diámetro y 1 cm de profundidad.

 De la enumerada en primer lugar sale un trazo en sentido izquierdo con una ángulo superior próximo a los 35º, mide 42 cm de largo; a los 17 cm dobla hacia la vertical. La otra cazoleta, la mayor, presenta en su cuadrante superior izquierdo dos trazo: uno de 13 cm en sentido parecido al mencionado aunque con un ángulo próximo a los 45º; otro, el trazo mayor, mide 57 cm de largo, 3 cm de ancho y 2 cm de profundidad, fue realizado en la parte central superior de la cazoleta y sale con una desviación izquierda de 35º pero, hacia su mitad se curva, parece que con la intención de lograr la vertical cuestión que alcanza en los últimos centímetros.

 Trazos accesorios a la figura II-B-6

Fig II-B-6-a-b-c y d.- El trazo a mide 7,5 cm y está situado 2,5 cm a la derecha del primer trazo de la izquierda. Entre los trazos central y derecho hay uno, el b, de 5,5 cm con una inclinación izquierda de unos 40º; su extremo superior se detiene unos milímetros antes de llegar al central, exactamente a 4 centímetros de su extremo superior. El trazo c tiene 16,5 cm, parte de la zona media central y continúa con tendencia paralela al trazo mayor -el situado a la derecha-, su extremo superior corta al izquierdo pocos centímetros antes de llegar al fino racheado de la zona media superior. El segmento d es muy fino y solamente tiene 3,5 cm, su extremo inferior está situado en la zona media, a la derecha del c, y el superior a 0,5 cm del gran trazo.

 Fig II-B-7.- Esta figura presenta diversas excepciones a tener en cuenta: una característica es su pequeñez, tiene 1 cm de diámetro y  sólo 0,3 cm de profundidad; otra es su situación ya que está próxima al límite W -solamente a 9 cm-. La distancia al  trazo maestro por la derecha de la gran cazoleta B-6 es de 1,8 cm.

     Sale de esta cazoleta en su parte inferior dos trazos, el situado más a la izquierda tiene 26 cm y lo hace con un ángulo superior izquierdo de unos 20º para doblar en sus 5,5 cm inferiores hacia la derecha en ángulo próximo a los 45º. Más a la derecha la pequeña cazoleta tiene otro trazo de 14,5 cm y se dirige en dirección parecida ya que su ángulo es de 30º.

 Trazos accesorios a la fig II-B-7

Fig II-B-7-a-b-c-d-e y f.- La línea a corresponde a un trazo de 6 cm que ocupa la zona central del espacio situado entre el gran trazo de la figura II-B-6 y el situado más a la izquierda de la figura II-B-7; su ángulo de inclinación superior izquierda es de unos 25º. El trazo b es muy fino, tiene 7,5 cm y se situó unos milímetros a la derecha del segundo de la cazoleta B-II-7. El c mide 6 cm y es igualmente fino, está situado 1 cm a la derecha siendo paralelo al b. El trazo d es más grueso y también paralelo a los dos anteriores; mide 8,7 cm y se separó 1,5 cm; su extremo superior se realizó a la misma altura que la pequeña cazoleta. El segmento e mide 5,5 cm y se hizo superiormente a los mencionados con un ángulo superior izquierdo de 45º. El trazo f mide 28 cm, sus 16 cm inferiores parten en sentido vertical después flexiona hacia la izquierda para terminar en ángulo de 15º con la vertical. Su extremo superior dicta 5,5 cm del límite E de la superficie y 8 cm a la derecha del gran trazo de la fig II-B-6.

 Fig II-B-8.- Esta figura está formada por una gran cazoleta de 4,5 cm de diámetro y 1,5 cm de profundidad; se situó en la parte superior derecha, a 3,3 cm de la anterior.

        En su límite superior central la cazoleta tiene dos trazos separados unos 36º. Ambos tienen una angulación superior cercana a los 15º pero en sentido diferente; el de la izquierda mide de 10 cm y se inclinó hacia esta parte; el de la derecha tiene 43 cm y se hizo hacia ese mismo lado, éste último es también muy ancho y profundo, ambas medidas están próximas a los 2 cm.

 Trazos accesorios a la figura II-B-8.

Fig II-B-8-a-b-c-d-e-f-g y h.- El trazo a mide 22 cm y se realizó muy cerca del extremo superior del trazo descrito en primer lugar en la fig B-II-8, se extiende hacia la parte superior derecha en ángulo superior de  unos 20º. El b tiene 12 cm y es paralelo al primer trazo maestro mencionado en la cazoleta. El c es paralelo al a y situado en la zona media entre éste y el segundo de la cazoleta, mide 15,5 cm y tiende a equidistar de ambos. El segmento d tiene 13,6 cm y se realizó superiormente con un ángulo  izquierdo de unos 40º. El e tiene unos 6 cm y es perpendicular por el centro izquierda al d confluyendo en ese punto también con el a y formando además con él otros dos ángulos adyacentes. El f  tiene 5 cm, es de tendencia paralela a la derecha del a  y corta al e no perpendicularmente formando inferiormente dos nuevos adyacentes. La figura g es una forma triangular de marcada tendencia isósceles ya que sus lados mayores miden 6 y 5,7 cm, ambos forman un ángulo próximo a los 23º en disposición SW; el tercer lado mide poco más de los 2 cm; se situó a 6,2 cm del límite W de la superficie.

Fig II-B-9.- Esta cazoleta se situó a 9,8 cm del límite E y a 5,3 cm a la derecha de la cazoleta B-II-8. Tiene 3,55 cm de diámetro y 1 cm de profundidad.

     En su cuadrante inferior izquierdo se realizaron dos trazos: el situado superiormente a la izquierda, mide 7 cm de largo; el que ocupa el lugar inferior tiene 9 cm y ambos presentan una angulación de 45º.

 Trazos accesorios a la fig II-B-9

Fig II-B-9-a y b.- En la zona central comprendida entre los extremos inferiores de los dos trazos descritos se realizaron dos pequeños perpendiculares: el trazo a mide 5 cm es de tendencia vertical y está situado a la izquierda;  en su centro por la derecha corta al b que mide 3,2 cm, ambos forman dos adyacentes.

 Fig II-B-10.- Esta figura está formada por una cazoleta que mide de diámetro 3 cm y tiene una profundidad de 0,9 cm; se situó 2,8 cm a la derecha de la cazoleta B-II-8. Tiene un trazo de 31,5 cm realizado en posición vertical en el centro de su parte superior.

 Fig II-B-11.- Corresponde a una cazoleta de 3 cm de diámetro y 0,9 cm de profundidad, está situada en la parte superior derecha a 2,7 cm. Un trazo de 31 cm fue realizado en su límite superior, éste es paralelo al realizado en la B-II-10 en sus 18 primeros centímetros para ambos doblar levemente hacia la convergencia superior con el segundo de la cazoleta II-B-8.

 Trazos lineales anexos a la fig II-B-11

Fig II-B-11-a-b-c-d y e.- Estos trazos son muy finos y se situaron en la parte superior derecha, a 1 cm, del trazo mencionado en esta cazoleta, justo donde el mencionado segmento dobla a izquierda; a excepción del situado más a la derecha, son paralelos al mismo y por tanto también entre ellos; la distancia que los separa es de un par de milímetros. El primero por la izquierda es el a que mide 3 cm; le siguen el b y el c con 1 cm; el d tiene unos 6 cm y continúa unos milímetros más a la derecha; finalmente el segmento  e está inclinado hacia la izquierda unos 20º y mide 3 cm; su extremo superior roza por el centro derecha al d a 3 cm de su extremo superior.

 Fig II-B-12.-Corresponde a una pequeña cazoleta de poco más de 1 cm de diámetro y escasa profundidad, situada a 3 cm del extremo superior derecho del trazo correspondiente a la cazoleta B-11.

 Fig II-B-13.-Esta cazoleta fue realizada a 2,3 cm a la derecha de la número B-II-10; mide de diámetro 4 cm y 0,7 cm de profundidad. Tiene un trazo de 39,5 cm en la parte superior siendo paralelos a los maestros realizados en las B-II-10 y B-II-11; su extremo superior dobla ligeramente hacia la izquierda los últimos centímetros.

 Fig II-B-14.- Esta nueva cazoleta nos ha llegado muy tenue, tiene 2,5 cm de diámetro y unos milímetros de profundidad; se situó 2,3 cm inferiormente a la B-II-13. Esta  cazoleta se acompañó de un pequeño trazo de 5 cm desprendido inferiormente con un ángulo de 45º hacia la parte inferior izquierda.

Fig II-B-15.- Es la última cazoleta descrita en este subconjunto; mide 4 cm de diámetro y 0,8 cm de profundidad, se situó a 1,3 cm en la parte superior derecha del trazo correspondiente a la cazoleta B-II-13 y a unos centímetros del límite N de este espacio.     Un trazo de 33,3 cm fue realizado en su parte superior, también de tendencia paralela a los de las B-II-10 – 11 y 13; sus 12 últimos centímetros de la parte superior doblan hacia la izquierda.

 Trazos lineales anexos a la figura II-B-15

Fig II-B-15-a-b-c-d-e-f y g.- El trazo a es de tendencia vertical y paralela al anterior, mide 12 cm y se situó 1,2 cm a su derecha en el comienzo de la mitad superior. El b se situó 1,6 cm a la izquierda del trazo maestro, en la zona central alta y mide 9,5 cm. El segmento c es muy fino y tiene 6 cm, se situó a 3 cm de la parte superior de la cazoleta cazoleta cortando al segmento maestro, fue realizado con un ángulo superior izquierdo de unos 75º. El d mide 6 cm, fue realizado con un ángulo izquierdo de unos 45º y se situó próximo por la derecha del maestro. En la parte inferior derecha de la cazoleta se trazaron los tres trazos que restan. El e mide 8 cm, su extremo superior está a 1,4 cm a la derecha de la cazoleta siendo paralelo a los mencionados en las cazoletas de esta parte. Bajo él está el f que mide 9 cm y trazado con una angulación superior derecha de unos 38º; su parte izquierda central está a escasamente 1 mm del extremo inferior del e. Finalmente el g mide 8 cm y fue realizado con un ángulo superior de unos 15º; está situado unos milímetros a la derecha de los dos anteriores.

 4. 3. CONJUNTO III

   Este nuevo conjunto se situó en una pequeña superficie contigua por la derecha inferior, en el mismo plano horizontal que se realizaron las cazoletas. Esta nueva superficie presenta también tendencia rectangular, tiene de largo 25 cm y de ancho 15 cm estando igualmente alisada y limitada por rachones naturales; su sentido longitudinal está próximo al N-S (Fig 3. Lám II).

 Fig III-1.- Este número corresponde a un trazo de 4 cm realizada con un ángulo superior derecho de nos 40º; se situó a 1 cm del límite S de esta superficie.

Fig III-2-3-4-5-6 y 7.- El número 2 es otro trazo de 9,5 cm, realizado en dirección próxima a la vertical y cuya zona central esta situada un par de milímetros a la derecha del extremo superior del trazo 1. El número 3 mide 9 cm, fue realizado con tendencia paralela 0,7 cm a la derecha del anterior estando sus extremos superiores al mismo nivel. La línea número 4 mide 13,4 cm, tiene un ancho de 1 cm y una profundidad semejante y esta situada 1 cm a la derecha de las anteriores siendo también paralelas; comienza 2 cm por encima de las dos anteriores. Continúa a la derecha un nuevo segmento, el número 5, que mide 5 cm y es también paralelo. El trazo número 6 mide 10 cm y es igualmente vertical. El 7 mide 7 cm y se realizó inclinado hacia la izquierda con un ángulo de 45º, parte del extremo superior del trazo anterior y forma con él un ángulo de unos 45º en la parte inferior derecha.

 Fig III-8.- Esta figura es un cruciforme cuyo grueso brazo vertical mide 7,8 cm y el horizontal 8,2 cm, ambos se cortan a 2,2 cm del extremo superior. En los dos ángulos inferiores que determinan se realizaron cuatro segmentos de 7 , 5, 5,5 y 6,2 cm que tienden a determinar cuatro ángulos agudos de unos 20º.

Fig III-9.- Esta figura corresponde a una pequeña cazoleta de 3 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad, fue situada 1 cm más abajo del extremo inferior del cruciforme.    Un trazo de 6,2 cm fue realizado desde el cuadrante inferior izquierdo de la cazoleta formando un ángulo con la vertical próximo a los 45º.

 4.4. CONJUNTO IV

    Fue realizado en una superficie contigua por la derecha a la utilizada para realizar el conjunto II; el plano resulta elevado en unos 18 cm del anterior y se extiende hacia el lado derecho unos 20 cm y otros tanto hacia la parte inferior donde también desciende otro escalón; la parte E –posición del observador- tiene la roca elevada e irregular (Fig 2. Lám III).

 Fig IV-1.- La primera figura está situada a la izquierda de esta superficie en el límite de la roca. Es una cazoleta claramente elíptica cuyo eje mayor mide 7,5 cm y 6,5 el menor; el primero se realizó en dirección NW-SE..

   Esta figura tiene en su parte inferior tres trazos equidistantes, bien centrados y de tendencia radial. El primero por la derecha, el más superior; mide 12 cm y tiene adosada en su extremo inferior otra pequeña cazoleta de 3 cm de ancha y  0,5 cm de profundidad. El trazo central mide 16 cm y tiene hacia su parte central una cazoleta de 2,4 cm y 0,4 cm. El tercer segmento es de 15 cm y tiene en su extremo inferior una cazoleta de 3,5 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad.

 Fig IV-2.- Corresponde a una nueva cazoleta situada escasamente 1 cm a la izquierda de la última descrita en la figura anterior; mide de diámetro 3 cm y es 0,3 cm su profundidad.

Fig IV-3.- Este número corresponde a una figura algo más compleja. Una cazoleta IV-3-a, de 3 cm de radio y 0,4 cm de profundidad, fue situada  10,5 cm a la derecha de la cazoleta elíptica. De ella salen tres trazos: el primero parte de la parte derecha, tiene unos 12 cm, es convexo hacia el W y termina en horquilla; otro sale de la parte central de su cuadrante inferior izquierdo y señala la dirección NW-SE, mide 22,3 cm y corta en su parte media inferior a los tres segmentos radiales de la fig IV-1; el tercero segmento mide 12,5 cm y sale de la parte inferior derecha de la cazoleta reseñada; de su extremo parte un trazo perpendicular al segundo –central- de la última cazoleta que completa con los anteriores una forma triangular de alabarda; hay otra cazoleta, la IV-3-b, de 3 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad, cuya posición apunta la unión de estos últimos segmentos pero no llegando a ellos.  En la parte derecha de la cazoleta IV-3-b, se realizó otro de 19 cm que corta también de forma perpendicular al segundo trazo central de la cazoleta IV-3-b y termina en los extremos de la forma de horquilla mencionada al describir el primero de estos trazos. Parecen hacer alusión a un arco rudimentario –forma arqueada en la parte superior derecha- que lanzaría una alabarda sin refuerzo central.

 4.5. CONJUNTO V

    Este nuevo conjunto se grabó en un pequeño plano liso situado a la derecha del número IV, tras ascender un escalón de 3,5 cm hacia el N; el pequeño espacio en su zona E está algo deteriorado por lo que no se puede precisar si en él hay algún tipo de realización (Fig 3).

Fig V-1 y 2.- Corresponden a dos trazos de 3 y 5,2 cm y se realizaron hacia el centro de la zona. El 2 ocupa una posición horizontal y el número 1 fue realizado superiormente.

Fig V-3.- Es un trazo de 6,5 cm realizado 3 cm bajo la parte derecha del número 2 su posición se logró con un ángulo superior izquierdo de unos 15º.

 Fig V-4.- Este nuevo segmento mide 6,4 cm; se realizó 1 cm a la derecha del extremo inferior del número 3 y con un ángulo superior derecho de unos 15º; de su parte central derecha sale hacia la parte inferior un trazo de 4,3 cm logrando con él una forma horquillada de unos 15º.

 Fig V-5.- Un nuevo trazo de 3 cm fue situado 2,5 cm a la derecha de la zona central del anterior siendo paralelo al mismo.

 Fig V-6.- Ya cerca del límite derecho inferior de este espacio se observa una línea fina de 4,4 cm cuyo extremo izquierdo está a 1 cm de la zona media superior del número 5; presenta una angulación hacia la derecha de unos 75º.

 4.6. CONJUNTO VI.- Este conjunto se realizó próximo al extremo derecho de la roca. Para su trazado el autor debió cambiar de posición y, por lo general, colocarse en el lado N ya que los  la mayoría de los trazos cambian de dirección pasando de estar próximos a la E-W a indicar el N-S; de esto se desprende que por lo general las figuras obtenidas pasan a tender a la horizontalidad con respecto al observador situado como antes en el E (Fig 2. Lám III).

        La superficie sobre la que se realizó este conjunto salva un pequeño escalón superior de 0,8 cm y tiene las mismas características naturales que los anteriores ocupando los líquenes cenicientos su superficie; ellos dificultan la visión de los grabados pero también les protege.

Fig VI-1.- Esta figura corresponde a una cazoleta situada en la parte superior, tiene 2,5 cm de ancha y 0,8 cm de profundidad; en su parte izquierda se realizó un trazo de 9 cm con tendencia horizontal.

Fig VI-2.- Fue situada 3 cm más abajo del extremo izquierdo de la figura 1. Corresponde a una forma lanceolada con refuerzo central, su ancho máximo tiene 6 cm y el largo es de 16,8 cm; la hoja comienza a 4,2 cm del extremo izquierdo, su sentido es el N y la posición es horizontal con respecto al observador que debe seguir en el lado E. La parte inferior de esta figura tiene peor un acabado titubeante y más impreciso.

 Fig VI-3-4 y 5.- Corresponden a tres trazos cuyas medidas comenzando por la izquierda están próximas a los 3,8 – 5 y 1,6 cm; fueron situados muy próximos, formando un desligado y ligero zigzag escasamente situadas un par de centímetros bajo la forma lanceolada.

Fig VI-6.- Esta figura es compuesta, está formada por un trazo de 14,5 cm realizado 1,8 cm bajo los anteriores y en posición horizontal. Bajo él, a 2 cm hay otro paralelo de 13,6 cm. Del extremo izquierdo del primero y cortando al segundo se observa otro de 8 cm que forma dos ángulos con los anteriores de 45º hacia la parte inferior derecha.

Fig VI-7 y 8 .- En un pequeño espacio que hay entre estas figuras y el límite izquierdo de la roca se realizaron dos trazos de 4 y 6 cm, fueron ejecutados tendiendo a indicar un ángulo agudo de unos 30º de abertura superior.

Fig VI-9.- Corresponde a un trazo de 15,5 cm realizado en la parte inferior de todos los anteriores, construido con un ángulo de unos 45º, su extremo derecho corta a los dos paralelos de la figura número 6.

   Bajo esta última figura hay un espacio algo deteriorado que pudiera haber contenido alguna figura actualmente se observan solamente con claridad uns finos racheados de apariencia natural.

Fig VI-10.- Esta figura se realizó 3,8 cm a la derecha de la número 9, es una forma de ángulo agudo de unos 35º, adosada por la derecha a un fino racheado resultando una forma triangular.

 Fig VI-11.- Es otra gruesa línea de 13,5 cm realizada 1,2 cm bajo la forma anterior y ocupa el centro de la superficie siendo la disposición parecida a la número 9.

Fig VI-12.- Un nuevo trazo de 7 cm fue realizado a unos 2 cm bajo el anterior y en ángulo superior derecho de unos 15º.

   A 5 o 6 cm hacia la parte derecha de este segmento quizás pueda reseñarse una cazoleta pero su superficialidad nos impide ofrecer dimensiones con claridad.

 4.7. CONJUNTO VII.- Este conjunto presenta escasa figuras y fueron realizadas de forma discontinua, hay que trasladarse hacia la derecha a unos 30 cm y a la misma altura de la figura 1 del conjunto VI. La superficie es menos lisa (Fig 4).

 Fig VII-1.- Es una figura angular semejante a la número 10 del conjunto VI, los lados miden 7 y 7,4 cm siendo ligeramente cóncavos hacia el exterior, también se dispusieron adosados a la izquierda a un fino racheado que allí presenta la roca.

 Fig VII-2-3 y 4 y 5.- Corresponden a cuatro trazos de tendencias horizontal y paralela; de arriba abajo miden 3,5 – 9 – 6 y 9,8 cm; se dispusieron muy cerca del extremo natural de la roca y 25 cm bajo la figura 1.

4.8. CONJUNTO VIII

       El conjunto se realizó en una roca situada un par de metros hacia el E, algo alisada por el centro donde se encuentran los trazos(Fig 4. Lám IV).

Fig VIII-1.- Corresponde a una línea en posición horizontal, de unos 12 cm, situada cerca del extremo W de la roca.

Fig VIII-2.- Bajo la figura anterior, pasado unos 20 cm de un racheado,se realizó con el mismo tipo de incisión un ángulo agudo de unos 45º; sus lados miden 10 cm y el superior es de tendencia horizontal.

Fig VIII-3.- Unos 20 cm a la izquierda de los extremos de los lados de la figura anterior y cerca del límite de la roca se observa finamente trazada una forma de flecha con peciolo central rematado por la izquierda con una pequeña cazoleta; toda la figura mide unos 12 cm.

 Fig VIII-4.- Corresponde esta numeración a un trazo horizontalde unos 16 cm realizado inferiormente a la izquierda a unos 30 cm de la figura anterior y cerca del límite E de la roca.

 5. El ENTORNO ARQUEOLÓGICO

       El E de la penillanura no ofrece restos arqueológicos destacables en las inmediaciones. Tenemos noticias de una azuela pequeña de cuarzo común rosado, pulimentada, hallada en un impreciso lugar de una finca próxima llamada Vallispedro, hoy este material se halla en paradero desconocido.

        Hay que separarse unos 7 u 8 km para encontrar los poblados de Almoroquí y El Tercio-La Coraja. El primero no ha sido excavado y tanto las cerámicas como la inscripción del SW, halladas en superficie, nos remiten a un particular comienzo de la Edad del Hierro. La estela de guerrero y la inscripción del SW pueden remitirnos a épocas  próximas (Beltrán 1973).

      El poblado del Tercio-La Coraja ha sido excavado muy parcialmente y no se ha publicado una memoria completa de los numerosos materiales encontrados. Solamente existen estudios parciales  referentes a la Edad del Hierro. Sin embargo este asentamiento posee datos suficientes para saber que su existencia debe remontarse a épocas muy anteriores: la alineación de ortostatos desmontados y reubicados en su interior, una punta de flecha de silex observada por nosotros en los residuos superficiales procedentes del cribado, algunas cerámicas pulidas cuya tradición se puede remontar a la Edad del Bronce, la potencia de varios metros de espesor en la parte central del yacimiento… A nuestro juicio este poblado merece un estudio mucho más profundo. (Redondo 1987; Civantos 1988; Esteban 1993).

       Algo más distantes, entre 10 y 12 km, están los grabados del río Tejadilla (Rubio 2000) y a mayor distancia aún los del Cándalo (Rubio 1999 y 2000), Valdehonduras (Rubio 2001) y Collado de S. Cristóbal, Zarza de Montánchez (Rubio 2003) -presente en este mismo trabajo por los grandes paralelismos que tiene con el de Boticojos; con el resto de grabados mencionados se pueden establecer relaciones mas distantes.

       Finalmente la punta de alabarda o puñalón de cobre endurecido hallada en el berrocal trujillano (Rubio 1992) y un número de pulimentados no elevado encontrados en esa misma zona así como sus poblamientos Calcolíticos y de primeras fases del Bronce (Rubio 1998 y 2003) completan el panorama arqueológico que en general es común a todas estas series de grabados.

6. RELACIONES

     Todos estos monumentos y algunos más del N de la provincia, en la comarca de Hurdes -al menos los de Puerto del Gamo en Casar de Palomero y Peña Rayá en Huetre (Sevillano 1991)-, tienen en común la presencia de trazos, cazoletas, ángulos…, en ellos también se representaron armas de metal por lo general del Bronce Inicial y Medio, desde luego anteriores a la Edad del Hierro. Pero debemos señalar que solamente presentan trazos unidos a cazoletas los grabados denominados Tejadilla XI, Valdehonduras y los del collado de S. Cristóbal.

      En Tejadilla XI lo veíamos al menos en tres ocasiones, en concreto los  números 40 del conjunto IV; el 3 del conjunto III y el número 5 del conjunto V, en ésta con cazoleta oval. Valdehonduras ofrece numerosos ejemplos de esta relación aunque en él, a veces, las conexiones entre las dos formas es más compleja. Como veremos el collado de S. Cristóbal ofrece entre sus grabados una numerosa representación con la misma siplicidad que en Boticojos y, por lo general, a cada cazoleta le corresponde un trazo descendente, cuestión que no queda convenientemente expresada en su representación en los demás grabados apuntados por estar realizados en un solo plano.

      No conocemos relaciones intermedias peninsulares y hemos de marchar al Pirineo para encontrar unas series de grabados que guardan cierta semejanza en cuanto a las cazoletas asociadas a trazos profundos en forma de carena de barco, unas están en los Pirineos Catalanes y otras fueron ejecutadas en los valles de Andorra (Abelanet 2003), (Cantauri 2003).

 7. CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

       Los grabados realizados en Boticojos se distribuyeron intencionadamente en varios conjuntos y la temática que encierran debe ser variada. El primer conjunto poco puede aportar dada la escasez de trazos. El segundo está dividido en dos partes y ocupa dos planos que se cortan en ángulo obtuso –cuestión poco común- pero que también ocurrirá en el collado de San Cristóbal. Denotan una temática relativa al significado de la cazoleta con trazo concatenado descendente, sin que intervengan otro tipo de realizaciones que pudieran interferir lo expresado; la amplitud del espacio utilizado en relación con el total disponible de éste nos informa del valor e importancia de esta comunicación. Ésta se repite entre 15 y 20 veces substancialmente de forma machacona por lo semejante pero también indicando una gran pluralidad de objetos aunque es verdad que cada grupo de figuras tiene su matización.

       Deben ser tomado como signos y con ellos hacer mención a algúnos cuerpos de forma circular –expresado mediante las cazoletas-, que llenan de momento aquí, un doble espacio –ya veremos como en el collado de S. Cristobal se completan las tres dimensiones que indican una representación en volumen-. Deben ser numerosos y tener energía para que de ellos  se desprenda individualmente hacia una parte inferior -las cazoletas ocupan la parte más alta del espacio y los trazos descienden hacia la más baja-, estos, aquí en Boticojos, alcanzan su plenitud en profundidad y grosor en una distancia indeterminada de la zona central.

       El conjunto III parece hacer mención al único elemento humano, radiado en su parte inferior, esto le puede comunicar un carácter sagrado, de alguna manera con parentesco solar tal y como apuntamos en los contenidos del conjunto XI de Tejadilla. Su representación es coincidente con la forma estelar radiada del conjunto IV, sin que podamos añadir más dado la simpleza de los demás trazos. Debemos mencionar también la cazoleta con trazo adherido tal y como ocurría en Tejadilla, aquí en lugar próximo al sexo. Parecen hacer alusión a una jefatura sacralizada con algúna relación solar que era patente en el S peninsular en épocas pretartesicas y que en nuestra zona se comienza a percibir por estos grabados mucho tiempo antes.

     El conjunto IV ofrece en el W la única cazoleta oval de este grabado y por los tres radios que emite hacia el saliente parece aludir, con poca dudas, a una representación astral, apunta con claridad al Sol. El resto de los trazos y cazoletas, por su complejidad, nos acerca a algunos del grabado de Valdehonduras, en síntesis hace una nueva referencia sideral y armamentista introduciendo un arco novedoso y posiblemente ideal. Su composición no tan simple, ni repetitiva como en el conjunto II.

       Pasamos al conjunto VI dado que el V presenta unos cuantos trazos lineales que poco pueden aportar. En el conjunto la cazoleta con trazo parece presidir la escena -si nos situamos en el E-, el resto de trazos amplía algo más el relato. En él se realizó con claridad una hoja de lanza cuya tipología es muy amplia como vimos al estudiar el grabado del Cándalo, el resto de representación de armas que la acompañan en los conjuntos II-A, II-B, VII y VIII nos hace asegurar una fecha de ejecución durante la Edad del Bronce Inicial o Medio.

      Finalmente en los conjuntos VII y VIII se incluyeron formas angulares unidas a un fino racheado de la roca que indica con claridad formas de alabarda sin refuerzo central semejante a la representada en el subconjunto B del conjunto II y una forma de flecha cuya cazoleta indica el punto donde la fuerza la impulsa, posición que denota energia, entendida ésta como capacidad de realizar  fuerza.

     Si tomamos la figura angular con bisectriz realizada en el subconjunto A del conjunto II comouna representación de alabarda reforzada es este figura quién principalmente debe marcar la cronología, ella apunta en este entorno una fecha de comienzos del Bronce Medio el resto de las formas armamentistas pueden señalar tiempos ligeramente anteriores.

 APÉNDICE GRÁFICO 1: BOTICOJO 

Boticojo Fig 1

                                    Figura 1.- Grabado de Boticojos, conjunto 2

Boticojo Fig 2

Figura 2.- Grabado de Botijos, conjunto III

Boticojo Fig 3

 Figura 3.- Grabados de Boticojos, conjuntos I – III y V 

Boticojo Fig 4

Figura 4.- Boticojos, conjuntos VII y VIII

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Lámina I.- Boticojos, conjunto 2

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Lámina II.- Boticojos, conjunto III

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Lámina III.- Boticojos, conjuntos IV y VI

 

 

 

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