Nov 222013
 

María Jessica Porras Granado.

  1. 1.            Resumen:

El Siglo XIX está caracterizado por una clara intención de los organismos políticos por universalizar la enseñanza de primeras letras, aunque también por el fracaso de las iniciativas que se dieron para lograr este objetivo. Este trabajo, pretende analizar como se configuró el sistema educativo en el Partido de Coria durante la primera mitad de la centuria, para ver si las propuestas políticas podían ser llevadas a cabo por las administraciones locales, encargadas de esta tarea, podían la podían llevar a cabo y la evolución propia de cada lugar. Para ello, nos hemos centrado en el estudio de los dos años en los que se conservan los informes de La Junta de Enseñanza de dicho partido: 1935 y 1946.

  1. 2.            Introducción

Este trabajo nace de la intención de analizar cómo se plasmaban los planes educativos e intenciones políticas en una realidad concreta: el Partido de Coria[1]. Si algo caracteriza el desarrollo de la enseñanza hasta la instauración de  la Ley Moyano (1857), es el intento frustrado los gobiernos liberales por universalizar la enseñanza primaria. Este estudio se centrará en la aplicación  local del plan que constituyó uno de los mayores precedentes de la ley: El Plan General de Instrucción Pública (Plan del duque de Rivas, 1836). Además, se pretende ofrecer las primeras pinceladas para establecer una evolución del sistema educativo desde los últimos años del setecientos hasta los años  50 del Siglo XIX. De este modo, pretendemos ofrecer una respuesta a las preguntas ¿Qué significado tuvieron estas reformas? ¿Las ideas liberares aunque no cuajaron por completo tuvieron alguna repercusión en la realidad? ¿Fueron una ruptura con el siglo precedente?

2.1                  Fuentes

Para abordar este estudio de la Educación Primaria en el Partido de Coria durante la primera mitad del siglo XIX, la primera pregunta a la que se quiso contestar fue ¿cuál era de la base de partida? ¿Qué herencia habían recibido las diferentes poblaciones del siglo XVIII? Al no disponer de fuentes concretas que nos proporcionaran las respuestas a estas preguntas hemos tenido que acudir al Interrogatorio de la Real Audiencia de 1792, que fue publicado por Asamblea de Extremadura en 1994 (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994.)En él se recogen en  cincuenta y siete preguntas las características de las poblaciones que componían Extremadura, distribuidas en los partidos judiciales de los que se integraban en esos momentos. En lo que se refiere a la enseñanza se puede decir que la pregunta más reveladora es la XXVII dedicada en exclusiva a esta tarea: “Si hay escuela de niños, ó niñas de primeras letras, Estudios de Gramática ú otros, su dotación, y de qué efectos se saca, quién cuida de su arreglo; y caso de no haber uno ni otro, si se experimenta necesidad de establecerlas, y los medios.” (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 25)

Esta información la hemos completado con otras respuestas ofrecen algún dato que hemos considerado de interés para tener un perspectiva más amplia de la temática que ocupa este estudio. Para conocer la población del lugar y si existían profesionales cualificados, se ha acudido a la pregunta número III: “Qué vencindario tiene cada Pueblo, su aplicación y oficios, el número de cada clase: si forman Gremio con ordenanzas aprobadas, ó no: si hacen exámenes para el ingreso, y su cósto: qué diversiones suelen ser las más comunes entre los naturales, ó si se nota inclinación algún vicio: si en los oficiales, ó jornaleros se advierte abuso en el modo, ú horas del trabajo, y el precio corriente de los jornales” (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 22) aunque en la gran mayoría de los casos nos se mencionaban al maestro. A su vez, se ha indagado sobre los fondos de los que disponía el municipio gracias a la pregunta número XII: “SI hay propios o arbitrios, en que  consisten, su valor anual, o por quinquenio, y si hay otro caudales públicos, que no están comprenhendidos en aquellos ramos, su destino, é inversión” (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 23 ) y por último, se ha querido establecer con claridad de que tipo de obras pías podían disponer para complementar el salario del maestro, analizando para ello la pregunta número XXI: “ Si hay Hospitales y Obras-pías, de que especies; sus Patronos, su dotación en qué consiste; sus gravámenes, quién las administra y qué Juez conoce de ellas”(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.24)

Tras establecer estas pequeñas anotaciones sobre cómo era el sistema de enseñanza en el siglo XVIII, se puede empezar a analizar la configuración de éste en la primera mitad del Siglo XIX, que es el objeto de este estudio. Para abordar este tema se ha acudido a la documentación generadas por la Junta de Primera Enseñanza del Partido de Coria: Censos de Escolarización y Memoria e Informes. Esta documentación forma parte de los fondos del Archivo Municipal de Coria, por ser la cabeza del Partido, que ahora se encuentra en Archivo Histórico Provincial de Cáceres.

Los Censos de los que disponemos datan de 1835 y 1846. La información que presentan es rica y variada, permitiendo obtener datos sobre las condiciones de las escuelas y su financiación y los maestros. A pesar de  ello, lo que no nos permite es conseguir una evolución completa sobre los diferentes aspectos, ya que los datos obtenidos para la Junta responden a necesidades producidas en momentos distintos. Mientras que el Censo de 1835 nos aporta una perspectiva clara de la Primera Enseñanza, el Censo de 1846 rinde cuenta de los dos niveles educativos: Las Primeras Letras y Las Escuelas de Latinidad. Por lo cual, el trabajo versara sobre los dos momentos cronológicos que nos brindan esta documentación: 1836-1837 y 1846. Éstos nos permiten establecer una comparación que dibuje la evolución del sistema de enseñanza antes de la aprobación de la Ley Moyano.

Aparte de los desajustes que hay entre los dos censos objetos de estudio, hay que añadir que el Censo de 1835 no está completo. Precisamente falta la cabeza del partido: Coria. No obstante, se ha podido reconstruir la serie a través del resumen de  todo el partido adjunto en el mismo expediente, aunque la información que contiene no nos permite valorar las instalaciones y los materiales con los que cuenta el docente. Tampoco reproduce las observaciones llevadas a cabo por el Junta Local de Enseñanza, que en ocasiones no sólo nos trasmite las infraestructuras con las que se cuenta en cada localidad, sino las impresiones de los componentes sobre las mejoras que se podían realizar. La información de los censos se ha completado con la información obtenida de las Memorias e Informes y de las respuestas al cuestionario que apareció en el Boletín Oficial de la Provincia, el 8 de Agosto de 1835, con el objetivo de saber de qué tipos de obras-pías disponía cada localidad para poder complementar las dotaciones de los profesores:

“Primero: Puesto que no debe haber escuela sin local suficiente a contener los niños sin riesgo en su salud con la decencia y comodidad posible, el preciso menage de bancos, mesas, papel, tinta, plumas y algunos libros de corto valor para los pobres, ¿ podrá esto obtenerse en esa provincia por menos precio anual que doscientos reales?

Segundo: ¿Podrá fijarse la residencia e imponer la obligación de enseñar gratis a los pobres, a un maestro capaz de enseñar racionalmente algunos principios de religión y moral , leer, escribir, y las cuatro reglas de Aritmética simples y compuestas, con los elementos de Gramática Castellana, por menor sueldo fijo, seguro e independiente de retribuciones de los no pobres, que ochocientos reales por año?

Tercero. Suponiendo este menor gasto común posible para sostener una escuela, ¿opina V. S. que pueda ordenarse por punto general que toda población mayor de cuatrocientas almas o cien vecinos haya de sostener al menor una escuela de esta clase?

Cuarto. ¿podría estenderse esta obligación a pueblos de menor número de habitantes?

Quinto. ¿Convendría que la cantidad destinada a gastos de la escuela se exija por el Ayuntamiento o concejo debidamente autorizado, por medio de repartimiento especial administrándose con separación, o será preferible, como cree esta Comisión, que se añada anualmente a la suma de contribuciones ordianarias del pueblo y se entregue a las Comisiones de escuela o al maestro en derechura con la intervención de éstas?

Sesto. ¿Podría obligarse a las poblaciones que lleguen a ochocientas almas a contribuir además para una escuela de niñas con el sueldo mismo de trescientos rls. a la maestra por la enseñanza de los pobres?

Séptimo. ¿Será posible que toda cabeza de partido y pueblos que poseen de cinco mil habitantes sostengan una escuela superior primaria en la que se enseñe según el método lancasteriano, ú otro que se crea más ventajoso, extendiéndose la enseñanza Gramática Castellana, Historia, Geografía, elementos de Física e Historia natural, y cuyo maestro haya de tener por lo menos el sueldo de dos mil quinientos rls., habitación y retribución de los niños acomodados?

Octavo. ¿Convendría por vía de ensayo que las autoridades inmediatas obligasen bajo alguna multa u otra pena ligera a todos los padres de familia que no acreditasen dar a sus hijos educación conveniente en sus casas o fuera de ellas, a enviarle a la escuela pública donde la hubiese?

Noveno. ¿En qué edad podría en tal caso tener lugar la asistencia forzosa de los niños a la escuela?¿ de seis a doce o de seis a diez años?”[2]

  1. 3.            El punto de Partida: la educación según el Interrogatorio de la Real Audiencia

A la hora de abordar un estudio detallado de la educación en el Partido de Coria durante el siglo XIX, no hay que olvidar la herencia del siglo anterior. A través del Interrogatorio se puede dibujar el mapa de distribución de las escuelas de Primeras Letras en lo que luego será el  partido. Se puede observar que de las dieciocho poblaciones que lo compone la mitad no tiene escuelas de ningún tipo. Pero, aunque no hubiera un local específico para impartir las clases, lo cierto es, que en la mayoría de los municipios de la muestra al menos tenían un maestro, exceptuando  Grimaldo, Huélaga y Morcillo que carecen de este profesional por  ser lugares con poco vecindario, y, Holguera que a pesar de tener una escuela, no tiene un profesor para impartir las clases por lo reducida que es la dotación de éste (Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos.  Partido de Coria. 1994. Pág.: 260)[3].  En ninguna de las localidades hay desarrollada una escuela propia para las niñas o tiene una maestra encargada de la educación de éstas, aunque en algún pueblo se indica que el maestro se encarga de ambos sexos: Coria, Guijo de Coria, Portaje, Moraleja y Villa del Campo. Coria se muestra preocupada por esta carencia: “careciente de escuela de niñas, que hace summa falta para la enseñanza de estas en las labores de abuja  y demás correspondientes a su sexo” (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.189) Seguramente, la incorporación de las niñas a las escuelas de los niños vendría determinada por la falta de fondos económicos de los diferentes ayuntamientos para poder mantener a una maestra.

Por otro lado, también nos informa de las Escuelas de Gramática que hay en este territorio, en este caso se tratan de los núcleos con mayor población: Coria, Torrejoncillo y Villa del Campo[4].  A través de las respuestas dadas, se puede determinar que la prioridad de los diferentes municipios era la primera educación, no sólo por contar con una distribución mayor de éstas;  sino que en las localidades en las que hay ambas etapas educativas, la dotación económica asignada por los Ayuntamientos recae sobre la enseñanza de Primeras Letras, dejando  a la Gramática a cargo de otros:

“la qual (la Catedral) contribuye por carga al pago de el maestro con la cantidad anual de ciento y cincuenta ducados y diez y ocho fanegas de trigo por la enseñanza de los sirvientes de esa Santa Yglesia, pues los hijos de los vecinos y demás grammaticos tiene que pagar al maestro ocho reales al mes, y la dignidad cuida del arreglo y método de dicho estudio.” (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.189)

Estos dos tipos de escuela definen los dos niveles educativos de la época. La escuela de Primeras Letras, como su propio nombre indica, se encargaba de administrar los conocimientos básicos a los niños: leer, escribir y contar.[5]A la vez, se encargaban de instruirles en la fe cristiana y en la moral, considerándose esta educación imprescindible para la formación de los niños como nos indica la respuesta de Holguera: “por lo que se esperimenta mucho defecto en estos habitantes, pues aun no saben muchos la dotrina christiana por carecer de tan importante y útil enseñanza.”(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a.) En cuanto, a las niñas como se puede deducir de la respuesta de Coria se esperaba que se educaran en las labores necesarias para cuidar del hogar, centrándose en las labores de costuras,  y para mantener la fe Cristiana. En las escuelas de gramática se estudiaba las características sintácticas del latín, la escritura y conversación en este idioma, la traducción, literatura, retórica, elocuencia (Llopis y Carrasco.1993. Pág.: 99).

La financiación de estas escuelas se hacía a través de los fondos de propios de los Ayuntamientos, en ocasiones, esta dotación se complementaba con las aportaciones de las obras pías y las aportaciones de los padres de los alumnos (Tabla 2).

A través de los datos obtenidos, se puede estimar el esfuerzo económico que significaba el mantenimiento de la escuela a los diferentes ayuntamientos. Podemos observar que el mayor esfuerzo económico lo hacen las poblaciones de Cachorrilla, Casas de Don Gómez y Pescueza (Tabla 3). Ya en la respuesta de Cachorrilla se intuyen las dificultades de la población para poder llevar a cabo este pago: “por cuio empleo se paga el maestro veinte y dos reales cada mes de los efectos de los propios, cuia dotación no es fija”(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.104), lo que indica que la aldea debía adaptar el salario a las condiciones económicas en las que se encontraba  el Municipio. En cambio, las poblaciones que menos invierten en la dotación son Holguera, Villa del Campo y Coria. El primer caso, ya hemos señalado que carece de maestro precisamente por ser una cantidad poco atractiva (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 260) Villa del Campo suple los escasos recursos que dedica a esta actividad con las aportaciones que el maestro acuerda con los padres (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994b. Pág. 624)  El esfuerzo económico que tiene que hacer Coria es menor que los otros lugares ya que sus ingresos son mayores (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.189) (Tabla 3)

Este tipo de financiación se complementaba con las obras pías que se fundaban con la intención de salvar el alma. Éstas eran censos o propiedades cuyas rentas permitían aumentar los fondos de los que disponían la escuela. De los pueblos que están siendo objeto de estudio sólo dos poseen este tipo de ayuda económica: Guijo de Coria y Calzadilla. En el primero, tiene una obra pía fundada por el matrimonio de Christobal Lopez y María Domínguez para “que el maestro de primeras letras del consejo enseñe devalde a todos los niños de los vezinos pobres” y para ello dejaron una serie de propiedades: olivos, cercas y dos tierras de pan de llevar que administraba el propio maestro.(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 221) El segundo, consta de la fundada por el arcipreste Don Juan González que deja un censo cuyos créditos daban de ganancias 572 reales que se tenían que repartir entre el maestro u el organicista (Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág116-117).

tabla2

La última forma de dotar a los centros de enseñanza eran las aportaciones de los padres de los alumnos, para complementar el sueldo del profesor,  son tres los pueblos que dejan constancia de este tipo de proceder: Calzadilla, Portaje y Villa del Campo. En realidad, la única aldea que especifica esta retribución es Portaje ya que las otras solo se limitan a indicar que reciben retribución de los grupos familiares.En la cual no sólo expresa la cantidad que aportan sino las diferencias que se establecían según los conocimientos que se le fueran a administrar en la escuela: “y además paga cada niño un real el que lee, dos el que escribe y tres el que cuenta y quatro libras de pan cada mes”(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.406).  De esta información se desprenden dos ideas: en primer lugar, que hay un sistema mixto que combina el pago monetario y el de especie. En segundo, que aunque compartiera la misma escuela se impartían se diferenciaban los contenidos que se daban a los diferentes alumnos y que los padres pagaban según estos.

tabla3

La figura del maestro podía ser desempeñada por cualquiera que tuviera adquiridos los conocimientos, como se puede interpretar después de una lectura del interrogatorio. Por ejemplo, Huélaga expone “y fuera bueno se asalariara si quiera un ziruxano por no aberle, ny ser bastante a su manutenzión el venzindario que este ubiera de enseñar las primeras letras y la dotrina cristiana(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág.292). La figura del cirujano que comparte su horario laboral con el de maestro no es algo anecdótico, con frecuencia los profesores eran en realidad otro tipo de profesionales que por la escases de su salario debían emplearse también en este sector (Casas García y Luengo Gonzaléz.2009. Pág.: 142). En Pescueza, en cambio, de la este servicio se encarga un vecino del pueblo. Sólo hay un pueblo que conste de un profesional examinado: Calzadilla. Concretamente el Real Título y la aprobación de San Casiano[6].

  1. 4.            Índices de alfabetización

De la documentación manejada la única que nos permite hacernos una idea de los índices de alfabetización es el Censo de 1835.  Antes de llevar a cabo un estudio detallado sobre esta temática, hay que hacer algunas consideraciones previas. La primera de ellas está relacionada estrechamente con los contenidos de las clases: como se verá más adelante (Apartado 4.5), durante el Antiguo Régimen y el principio del Siglo XIX, el conocimiento de la lectura y la escritura no estaban parejos. De esta manera no era de extrañar que hubiera personas que sólo hubieran adquirido el primer aprendizaje (semianalfabetos). En segundo lugar, hay que tener cautela a la hora de abordar los datos estadísticos,  ya que con frecuencia la respuesta a la pregunta de si sabían leer o escribir, ambas cosas o ninguna, no se comprobaba y en ocasiones se dirigía a otro miembro de la familia (Viñao Frago.1998. Pág.: 535).

Según los datos manejados el índice de analfabetos en este año es todavía muy acusado, 73, 2 % en el partido. Las estimaciones particulares muestran, unos resultados bastante parecidos entre un 65% y un 85%.  Al estudiar el gráfico en profundidad, lo primero que llama la atención es la gran diferencia entre los porcentajes de alfabetización completa entre el sector masculino y el femenino, 14,4%  y 2% respectivamente (Tabla 4). Dichas desigualdades, se acentúan al indagar en las diversas poblaciones. En cambio, si nos fijamos en los semianafabetos, la diferencia entre los que varones y mujeres es menos acusada, ya que ronda entorno al 5 % para todo el partido. En realidades concretas, en diez casos el índice de sólo lectoras supera al de los varones. Esto nos índica que aunque las familias se preocuparan de dar una educación a la niñas. El interés por una formación más completa seguía estando en favor de los niños. Estos no sólo accedían más a los conocimientos, sino que se hacía hincapié en que por lo menos adquirieran la capacidad lecto-escritora en su totalidad.

tabla4

La única localidad que parece mantener una tenue diferencia entre la alfabetización de ambos sexos, casi rozando el equilibrio, es Moraleja (8,41% para los hombres y 6,60%).  En este caso singular, dada  la imposibilidad de establecer una relación directa entre población, desarrollo y los niveles de alfabetización, no podemos aportar una explicación sobre el porqué diversidad de resultados. Tal vez responda más criterios familiares, de la comunidad o del propio ayuntamiento que a las circunstancias de las localidades del estudio.

  1. 5.            La Primera mitad del SXIX. ¿Generalización de la enseñanza?

El SXIX está caracterizado por una el intento contante de universalizar la enseñanza gratuita. Esta idea herencia del pensamiento ilustrado se vio plasmada en diferentes tipos de legislación: La Constitución de Cádiz, “Informe Quintana” (1813), el Plan General de Estudios (1845) hasta llegar a la conocida Ley Moyano. (1857). Nos vamos a centrar precisamente en el período previo a la promulgación de esta última. (Capitán Díaz, 1994. Pág.:29

5.1                  Las Escuelas

En 1835 se registra un incremento de las escuelas si lo comparamos con los datos obtenidos del Interrogatorio de la Real Audiencia. De las tres localidades que carecían de “centros” dos (Morcillo y Huélaga) cuentan con este tipo de establecimiento. Además, la de Holguera se hace operativa al contar con un maestro para impartir las clases. Al mismo tiempo que aumenta la distribución geográfica, hay ciertos grupos que amplían su oferta: así, la cabeza del partido cuenta con dos escuelas de niños y resuelve su problema con la educación femenina con otras dos escuelas dedicadas a este sector de la población. Torrejoncillo aumenta su capacidad con otras dos escuelas para niños. Como resultado de esta ampliación, el territorio del partido llega a tener 22 escuelas dedicadas a la Instrucción Primaria. De ellas, el45% son  sólo para niños y la misma cantidad comparten la formación de ambos sexos[7]. Dedicadas en exclusividad a las niñas sólo encontramos las de Coria (Mapa 1). Hemos catalogado las escuelas donde concurren niños y niñas juntos como mixtas. Esto no o quiere decir que en estos municipios no existiera segregación de sexos, ya que tenían establecidas fórmulas  para ello, separándolas de lo niños. El gobierno mostrará cierta preocupación por la escasez de centros dedicados a la instrucción del sector femenino, como se comprueba en la sexta pregunta de la circular de Instrucción  Pública[8] de ese mimo año, en la cual se pide la opinión a las juntas locales de exigir a las localidades de más de 800 habitantes que ofrezcan una enseñanza adecuada e independiente a este colectivo.

Estas escuelas responden a una doble clasificación según diferentes criterios: por un lado, se tiene en cuenta la prolongación en el tiempo y por otro, la forma de financiación de éstas.  En cuanto, al primero existían sólo dos escuelas (Coria y Moraleja)  con carácter perpetuo y el resto el carácter era temporal.[9] De este modo, se puede afirmar que la disponibilidad de éstas estaba relacionada con las posibilidades del ayuntamiento de ofrecer este servicio a la sociedad, pudiendo desaparecer incluso en algunos años como señala la respuesta de Cachorrilla[10]. En función del segundo, se diferencia entre las públicas y las privadas. El Plan del duque de Rivas define las escuelas públicas como aquellas  que están financiadas por el gobierno, las obras-pías, fundaciones y legados.[11] Por tanto, como veremos en el apartado 4.4. La financiación. Un problema latente.,  todas las poblaciones constan de una escuela de carácter público. Aunque, en lo núcleos de mayor población surgen paralelamente la enseñanza privada.

mapa1

Al ser una institución efímera en la mayoría de las ocasiones, no es de extrañar, que no se contara con un edificio adecuado para  impartir las clases. Por ello, se aprovechan los ya existentes dentro de las localidades. Con frecuencia el lugar elegido para dar las clases era la casa donde vivía el profesor, aunque tampoco resultaba poco habitual encontrar establecidos a los niños en la Casa del Ayuntamiento o del Pósito[12], siendo éstos lugares poco aptos para la instrucción como señala Pescueza al no tener las condiciones mínimas: “No hay local alguno suficiente para mantener los niños de la escuela más que la Casa de Ayuntamiento y éste no es saludable por ser frio de hivierno y caluroso de verano”. [13]El panorama previo a la aprobación del Plan de 1836 en el partido era de una escuela incipiente que todavía no estaba formada ni instituida en la mayoría de los municipios del análisis, dejando todavía muchos retos para el futuro.

1846 significó un paso más para la generalización de la enseñanza, centrándose en la gran asignatura pendiente de la década anterior: la enseñanza de las niñas. Ahora aumentan las poblaciones que poseen un centro dedicado a este colectivo: Villa del Campo y Pozuelo superan con creces el límite impuesto por la Circular de 1835. A la vez, Coria aumenta a tres los establecimientos dedicados a su formación. Muchos lugares que no se podían permitir sostener a una maestra extendieron la enseñanza a este género, quedando pocos dedicados en exclusiva a los niños: Calzadilla, Portaje, Torrejoncillo y Pescueza. Otros lugares incrementan los espacios de instrucción: Guijo de Coria,  Pozuelo, Torrejoncillo y Villa del Campo que consta de dos nuevas aulas. La excepción a este progreso de la enseñanza es Huélaga, donde desaparece la única escuela que había en 1835. Curiosamente, Coria en lugar de expandir la enseñanza femenina disminuye los puntos dedicados a la masculina ya que sólo da testimonio de una (Mapa 2).

mapa2

La información que nos presenta el Censo de 1846 no permite una clara diferenciación partiendo de criterios temporales ya que omite este dato, pero sí se puede clasificar las muestra según si son públicas o libres.  Hemos comprobado que el aumento de escuelas que se ha cotejado en los municipios enumerados anteriormente se debe sobre todo a la proliferación de las últimas.  

En este año,  empiezan a parecer locales que se dedican exclusivamente a este servicio comunitario.  Torrejoncillo aunque reconoce que el lugar donde se desempeña esta función no está en las condiciones adecuadas dispone gracias a la donación del Arzobispo de Coria de una ermita aunque  la considera muy pequeña para este cometido pidiendo permiso para la ampliación. Ahora son más los que opinan que sus establecimientos son los adecuados para desempeñar este cometido: Cachorrilla lo considera “capaz para el efecto, y su situación es en medio del pueblo”, Casas de Don Gómez  “un local mui apropósito y capaz contiguo a la Yglesia no conviniendo”, Holguera “La escuela de este pueblo tiene determinado local mui apropósito, capaz y con las luces necesarias, se halla situado en la calle de la Fragua próxima a la Yglesia de este”.  Una de las características que destaca la Comisiones Locales cuyos pueblos tiene un lugar destinado a ejercicio del magisterio es la situación preferente y en el centro (a los citados se le suma Portaje y Villa del Campo. En los cuarenta, se utiliza el domicilio del docente para desempeñar este oficio (Guijo de Coria, Morcillo, Guijo de Coria y Coria). Dejando en una situación marginal aquellos que utilizan otro tipo de edificios: Moraleja y Caladilla en el Ayuntamiento y en  Riolobos la alhóndiga.

5.2                  Instalaciones y materiales de los que dispone.

Otras de las preocupaciones que se hacen patentes durante el transcurso de estas décadas es la dotación de un menaje apropiado y de material para los niños pobres. Aunque la mayoría de los pueblos en este apartado ha dado una respuesta deficiente, si atendemos a los que si han contestado, podemos considerar que el estado del menaje era un poco deficitario. Así, Pozuelo reproduce una vieja petición: “había en ellas ni mesas ni bancos para los niños pero hace años están reclamados para la junta del ayuntamiento” y  Casillas una situación muy parecida esta sufriendo puesto que manifiesta no tener ningún tipo de menaje[14].

Tampoco abundaban los materiales educativos para apoyar las clases. De la muestra que manejamos,  nueve pueblos aseguran no tener ningún libro para los pobres[15]. Pero aquellos que sí tienen, no sólo demuestran una preocupación por la educación de las clases más desfavorecidas de la sociedad. También proporcionan la posibilidad de conocer con qué libros contaban para llevar a cabo esta tarea. El material básico recaía en el uso de cartilla (Pozuelo, Holguera) y silabario que en el caso de Morcillo registra dos, al utilizar este tipo de textos se  muestra una educación básica.  La descripción ofrecida por el Junta Local  de Holguera “Los libros que usan los niños y las niñas en la Escuela son:, Lecciones escogidas, El amigo de los niños, el Narvo y San Casiano, algún silavario o cartilla”[16] ofrece una mayor variedad de libros. La generalización de esta situación hizo a la administración preocuparse por cómo se podía dotar a las escuelas del material que necesitaban sin que supusiera un alto coste a los fondos de los ayuntamientos, como se constata en la primera pregunta de la circular del 7 de Agosto de 1835 (que se transcribió en la introducción). En ella se proponía una dotación de doscientos reales para equiparlas de “el preciso menage de bancos, mesas, papel, tinta, plumas y algunos libros de corto valor para los pobres”.  [17] Realmente, las poblaciones que responden negativamente  a esta pregunta son las que no disponen de un vecindario elevado o cuyos fondos económicos no son suficientes para llevar a cabo esta dotación puesto que gran parte del dinero se dedicaría en un principio a alquilar una casa para dicho cometido como testifica Guijo de Coria: “de ellos habría que descontar lo menos ochenta para alquiler de un mediano local”[18] Al año siguiente, el Plan del Duque de Rivas planteara como obligación: “Los gobernadores civiles y comisiones de que se hablará después cuidarán de que los Ayuntamientos de los pueblos proporcionen a todo maestro de escuela pública primaria: 1º Casa o habitación suficiente para sí y su familia. 2º Sala o pieza a propósito para escuela, y menaje preciso para la enseñanza[19] En este caso concreto la información de la que disponemos no nos permite averiguar si el estado  de las instalaciones mejoraron o permanecieron inalterables.

5.3                  Los maestros.

Al hablar de la Educación a finales del SXVIII se entrevieron dos ideas que seguirán vigentes durante esta mitad del siglo XIX: en primer lugar, un alto índice de maestros que no están examinados y en segundo, un profesional que aparte de encargarse de la docencia tiene otros cometidos en la comunidad.

 La primera de las características a tratar no era algo extraordinario ni discordante en la sociedad, ya que solía convivir el personal titulado con aquel que formaba su propia escuela y por tanto, podía no cumplir este requisito (Domínguez Rodríguez. 1990.  Pág.: 72). Los datos de los que disponemos sólo son los de 1835. Ese año,  el 47, 83% de los profesores se han presentado al examen. El no estar examinado en ocasiones generaba cierta animadversión entre los habitantes de las poblaciones como en Pescueza: “El maestro lleva 8 años sin aprobación lo que se hizo presente a los vecinos y uno lo aceptaron y otro no”[20] provocando que algunos niños queden sin educación. Pero en ocasiones el título no importa,  como el caso de Holguera. En esta localidad se nos resalta otra cualidad que debía tener un maestro en la época: “este es de honrado”. ¿Y qué se consideraba honrado? En el Plan del duque de Rivas se define precisamente los requisitos necesarios para ser considerado honrado: “1º los que no hayan sido condenados a penas aflictivas o infamatorias sin haber obtenido rehabilitación, 2º los que se hallen procesados criminalmente” y debe ser el ayuntamiento quien acredite esto[21].En segundo lugar, sólo el 29% de los casos compatibilizaban otra profesión con la enseñanza, es decir, que en el partido hay un porcentaje elevado de personas que se dedican a este oficio en exclusiva. Entre aquellos que concilian otra actividad con la de responsabilidad de aleccionar a los infantes, destacan los que se emplean en labores religiosas.

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El nombramiento de los maestros debía ser ejecutado por las Administración local(Domínguez Rodríguez. 1990.  Pág.: 69). En el espacio geográfico que se está analizando se observan varias fórmulas para la elección. Además, de los organismos oficiales (Ayuntamiento, Comisión del Pueblo y Junta de Instrucción) destaca la participación de los padres en este quehacer, algunas veces interactuando con la “justicia” como en Calzadilla y en otras ocasiones siendo ellos los encargados de designar a susodicho. En Holguera por “lo corto del vecindario y los pocos niños, los padres de los niños han encontrado al actual”[22]. Esto evidencia cierta preocupación por parte de los progenitores por instruir a sus hijos.

En cuanto a las maestras, sólo Coria contaba con una escuela de niñas propiamente dicha, así que es la única a la que se puede referenciar para el análisis. Al igual que los maestros constaban de sus propios exámenes, pero en este caso ninguna de las dos posee dicha titulación, lo que demuestra un mayor interés por la  preparación de los niños. La designación de éstas corre a cargo del Obispo.

5.4                  La financiación. Un problema latente.

Todo lo que se ha visto en los apartados anteriores aunque significa pequeños avances para conseguir el objetivo de universalizar la enseñanza, deja al descubierto que en la mayoría de los núcleos quedaba un largo camino por recorrer, lleno además de obstáculos: la creación de centros apropiados con muebles, la disposición de libros para los niños pertenecientes a las capas más bajas de la sociedad, la retribución de un salario digno para el profesor y la posibilidad de crear un sistema similar para la enseñanza de las niñas era algo realmente costoso para algunas de las localidades objetos de estudio. Al igual que en el siglo precedente, para sostener este entramado se contaba con un sistema de triple financiación: una asignación dependiente de los fondos de propios, las fundaciones y obras pías fundadas por este motivo y las contribuciones de niños pudientes.

La parte que los ayuntamientos dedicaban a esta tarea sufre durante estos diez años un aumento significativo (Tabla5). Tal vez, potenciado por la intención de dotar al maestro con un salario más conveniente a la condición de su actividad ya que una cantidad notable de municipios tenía problemas a la hora de afrontar esta parte de la administración local. Un ejemplo claro es Pozuelo, la cual tiene una dotación de 1500 reales para este cometido, pero en ocasiones le resultaba complicado cumplir con lo estipulado: “En los años 26 y 27 se pagaron de los de Don José Prieto mil setecientos seis sin retribución ninguna, en los años siguientes quien fue Don Carlos Marcos le abonaron mil reales sin ninguna retribución según espone. A don José Hernández quien la rige actualmente se le dieron quinientos cuarenta en el año 33 y 34[23]  Esta problemática ocupo la atención de los dirigentes que promovieron una búsqueda sistemática de nuevos fondos, para ello las instituciones provinciales y la Junta de Escuelas del Partido promovieron medidas de ampliación de los fondos a través de las fundaciones piadosas: primeros, las que ya tenían como objeto el sustento de la enseñanza y por una u otra causa no se aprovechaban en beneficio de dicha causa y segundo, aquellas que aunque su destino era otro tipo de ayuda social, por determinadas circunstancias no se estaban usando, mayoritariamente las obras pías fundadas con intenciones de dotar a niñas huérfanas[24]

Por último, tal y como recoge el artículo 19 del Plan del duque de Rivas: “las aportaciones de los niños que no sean realmente pobres”.[25] En algunas ocasiones, esta tercera vía se afrontaba como el verdadero camino para subsanar las faltas económicas del Ayuntamiento, como sucede en Villa del Campo: “proponen de un aumento de  mil cien que deberán pagar los padres de los alumnos que puedan.”[26] Pero las retribuciones que aportaban los padres estaban estrechamente relacionada con el tipo de conocimiento que sus hijos iban a recibir como indica el testimonio de Cachorilla: “la retribución de dos panes al mes  por cada niño, un real por los que lees y dos por los que escriben[27]

tabla5

Finalmente, parece que en el año 1846 el objetivo marcado por el duque de Rivas de dotar a los maestros de Primeras Enseñanzas con un salario superior a los 800 reales, fue logrado por todos los municipios salvo 3: Morcillo, Cachorrilla y Riolobos. De este modo, las diferentes  comunidades pueden optar a una enseñanza de mayor calidad.

5.5                  Los niveles de enseñanza y los contenidos curriculares.

Para abordar el estudio de las etapas de enseñanza sólo disponemos de datos para 1846 ya que el objetivo del censo de 1835 era el estudio del estado de la Instrucción Primaria. Aun así, al disponer de los datos aportados por el Interrogatorio de la Real Audiencia, nos permite hacer una comparación y determinar las características de éstas. A principio del siglo XIX dos niveles de Primera Enseñanza: la Instrucción Primaria, la más difundida entre las diferentes poblaciones y Las escuelas de gramática o de latinidad, con una clara diferencia entre los contenidos de las dos enseñanzas. En varias ocasiones se ha dicho que los la Primera Enseñanza le constituyen lo contenidos básicos relacionados con las adquisiciones de los saberes instrumentales: leer, escribir, las cuatro reglas básicas de las aritméticas simples y compuestas;  a lo que hay que incluir elementos de Gramática Castellana[28]  y no hay que olvidar los preceptos de la doctrina cristiana. En el caso de las niñas se añadía las labores propias de su género: la costura.  La Educación superior primaria se encuadrarían el aprendizaje de “Gramática Castellana, Historia, Geografía, elementos de Geometría, Dibujo linear, nociones generales de Físia e Historia natuaral”[29]

5.6                    Un intento de un consenso sobre como había establecer la educación obligatoria.

El motivo de la Circular de 1835 era conocer la situación de las diferentes poblaciones de la provincia para establecer la base de lo que debía ser la educación universal. De este modo, como se ha ido desgranando poco a poco se hacía partícipe a las poblaciones de las circunstancias que se iban regular en el Plan de 1836: la dotación de las escuelas, el establecimiento de escuelas en todos los municipios de sexos separados, la creación de escuelas superiores de primaria en la cabeza de partido. En general las respuestas son optimistas cuando no les afecta considerando oportuno el establecimiento de la dicha norma, pero cuando se les sugiere algún cambio que les afecta particularmente entonces las circunstancias se imponen, manifestando la imposibilidad de llevar a cabo tal reforma.

En el cuestionario que compone dicha circular es establecer una edad obligatoria de escolarización para lo que dedica las dos últimas preguntas. En primer lugar, pretende imponer penas a aquellos padres que no acrediten estar dando la educación adecuada a los niños. Prácticamente, todas las Juntas respaldan esta iniciativa aunque en algunos casos, Guijo de Galisteo,  matizan que es más conveniente que se eduquen a los varones.[30] Hay algunas disidencias Pescueza advierte “no conviene qual las autoridades inmediatas obliguen con multa u otra pena ligera a los Padres de familia qual no  den a sus hijos la educación convenientemente por la miseria en que se ve[31]

A su vez pretende determinar que edad es la más apropiada para establecer estas escuelas obligatorias dando dos posibles opciones: de seis a doce años o de seis a diez años. De las ocho respuestas conservadas, cuatro apoyan el establecimiento de la edad obligatoria hasta los doce años aunque Torrejoncillo matiza: “, hasta qual estos tengan doce años, pero qual los padres quedan en libertad, llegando tener sus hijos diez años cumplidos.[32].  Pescueza, en cambio, ve incompatible establecer este tipo de normas rtareas agrícolas: “a causa de tener que emplear a los niños desde que llegan a los nueves a diez años en cuidad reses vacunas y otros ganados”[33]

5.7                   ¿Para qué universalizar la enseñanza?

En el transcurso del trabajo se ha sintetizado el proceso reformador de la Instrucción Pública llevado a cabo desde finales de la Edad Moderna hasta la década de los cincuenta del Siglo XIX. Una vez llegados a este punto e inevitable preguntarse ¿Para qué tanto esfuerzo para universalizar la enseñanza? ¿Qué objeto tiene? Para responder a esta cuestión ha sido de gran utilidad la introducción del Informe de la Comisión de Escuelas de Primeras Letras de 1837.

“(…) contribuyese a mejorar las costumbres, e ilustrar a los Niños, futuro  (…) de donde en lo subresivo han de salir los ciudadanos, que han de honrar a la patria; bien penetrados los individuos de la Comisión, de que hay males, que por desgracia actualmente aglixen a nuestra Patria, provienen todos del atraso y la ignorancia en que se encuentra la mayor parte de los individuos, que componen la gran familia Española, y que por medio de la ilustración y el convencimiento, no se consiga mejorar las ideas y las costumbres de este pueblo, en el que por una servil rutina, en el que por el poderoso influxo de una clase determinado influyente, había llegado hacerle creer, que no solo era inútil aprender las primeros elementos de la enseñanza, sino perjudicial por el abuso que pudiera hacerse en la adquisición de tales conociemientos, convencido íntimamente de esta inegable verdad nuestro paternal Gobierno ha dirigido su primera atención a dar impulso a la rápida y general educación de la Juventud, dictando órdenes y Leyes, de las cuales emanan las facultades concedidas, y faciliten medios, que proporcione una ventajosa educación a los tiernos infantes, en quienes se imprimen indeleblemente las primeras máximas de la rígida moral y virtud, que son las que contribuyen después a su felicidad, o a su desgracia, según el uso que se haga de ellas”[34]

Lo primero que nos sugiere la Junta de Escuelas Local de Coria es que la educación ayuda a mejor las costumbres,  con la escolarización de los niños a una edad temprana se evitaban que adquieran vicios que luego serían complicados de corregir (Montesino Cáceres. Madrid. 1840. Pág.: 11). Por tanto, la primera preocupación a la que hace referencia es al intento crear una sociedad educada en la corrección. Lo segundo a lo que hacer mención es a instruir a los ciudadanos que honren la patria. Este instinto patriótico se ve reforzado por la introducción de la Historia y la Geografía de España dentro del currículo de la Instrucción Primaria Superior.[35]El tercer aspecto a destacar es la necesidad de instruir a las generaciones futuras para que se eduquen en los valores cívicos liberales.  Y por último, en las moralidad.

 

 

5.- Conclusión

 

En estas páginas se ha querido abordar cómo se ha ido fraguando la universalización de la enseñanza, la gratuidad y la obligatoriedad. Desde, mediados del Siglo XVIII se ha generalizando la idea del fomento de la Instrucción Publica entre los habitantes del país para lograr a unos niños educados a través de los criterios morales de la ilustración, en prime lugar, y del liberalismo en un segundo momento. Para ello, las acciones políticas de los gobiernos locales y de los más directamente relacionados llevaron a cabo en una serie de pesquisas.

 

La generalización de las escuelas y el aumento de estas fue una de las primeras medidas adoptadas. Cierto es que en el Siglo XVIII el reparto de lugares de aprendizaje por el Partido de Coria era extraordinariamente considerable y que en las décadas posteriores el incremento que se produjo pudo ser mínimo, ya que la base era bastante óptima. Aun así, se constatan nuevos centros, y no sólo eso, sino que las poblaciones que ya estaban dotadas de alguno  tienden a ampliar  el número inicial, normalmente con la incorporación de maestros privados o la constitución de escuelas independientes para las niñas o superiores. La mayor problemática para afrontar este incremento y mejora de las instituciones locales de enseñanzas fue cómo financiarlas. Las ideas políticas de la época versaban sobre unos principios muy interesantes pero el pequeño municipio no podía afrontar los datos que suponía crear  centros educativos de calidad y para ambos sexos.

 

En 1846 se constata un aumento de los esfuerzos en aspectos como la educación femenina. ¿Pero, estos logros obedecen a las iniciativas del gobierno o siguen la dinámica de expansión educativa que comenzó el siglo anterior? Al carecer, de datos empíricos que nos ofrezcan las respuestas a estos interrogantes, no se puede aventurar una respuesta cerrada. Probablemente, sería una conjunción de ambas, la culminación de un proceso que empezó tiempo atrás a la vez que las iniciativas en muchas ocasiones frustradas por la falta de recursos, obtuvieron pequeños logros que se han manifestado en los datos recogidos.

 

 

  1. 6.                        -Bibliografía:

Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  (1994a). Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura. Partido de Coria. Mérida: Asamblea de Extremadura

–                (1994b)Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura. Partido de Alcántara. Mérida: Asamblea de Extremadura

CASAS GARCÍA, L M y LUENGO GONZÁLEZ, R: (2009) La escuela y el maestro como instituciones sociales en Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Bordón. 61 (1). Pág.: 131-152

CAPITÁN DÍAZ, A: (1994) Historia de la Educación en España II. Madrid: Dykinson

COLLADO SLAGUERO, I (2005): La enseñanza en Almendralejo (siglos XVI-XIX). Mérida.

CORTÉS CORTÉS, F y VALLE PARRA, H(2006): Villanueva de la Serena y su partido judicial: educación e instrucción primaria en el Siglo XIX.  Mérida. Junta de Extremadura.

CORTÉS CORTÉS, F (2004): El Siglo XIX en el Partido Judicial de Don Benito: Educación e Instrucción Primaria. Don Benito. Ayuntamiento de Don Benito.

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LASPALAS PEREZ, J (1991): “La escolarización elemental en España según el Censo de Godoy 1797” Historia de la Educación. Revista interuniversitaria. Nº 10, enero-diciembre, 1991. Pág.: 203-226

LLOPIS, J y CARRASCO, M V (1993): Ilustración y educación en al España del XVIII, Valencia: Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de E.G.B., D.L

MONTESINO CÁCERES, P (1840): “Influencia de las escuelas de Párvulos tanto en  las familias ricas como en las pobres, y en la sociedad en general”. Manual para la escuela de Párvulos. Madrid.

VENTAJAS DOTE, F (2007): “La Congregación de San Casiano y el ejercicio del magisterio de Primeras Letras en la Málaga setecentistos”. Isla de Ariarrán, XXX.

VIÑAO FRAGO, A: (1998) “Alfabetización e ilustración, diez años después (de las evidencias directas a las indirectas).” Bulletin hispanique. Vol. 100, Número 2. Dedicado a: Lisants et lecteurs en Espagne.

VIÑAO FRAGO, A (1998): “Liberalismo, alfabetización y primeras letras (siglo XIX)”. Bulletin hispanique. Vol. 100, Número 2. Dedicado a: Lisants et lecteurs en Espagne.

6-1. Recursos web:

http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02438387547132507754491/p0000001.htm#I_41_ Fecha de consulta: 15 Mayo del 2012

http://www.filosofia.org/mfa/fae836a.htm Fecha de consulta: 18 Mayo del 2012


[1] Hemos tomado como referencia las poblaciones que establecía en el Real Decreto del 21 de abril de 1834  ya que este es el ordenamiento por el que se regía la Junta de Enseñanza de dicho partido. Estas poblaciones son: Cachorrilla, Calzadilla de Coria, Villa del Campo (Campo en la documentación), Casas de Don Gómez, Casillas, Coria, Grimaldo, Guijo de Coria, Guijo de Galisteo, Holguera, Pescueza, Portaje, Pozuelo, Riolobos y Torrejoncillo en España. Real Decreto, 21 de Abril de 1834, Subdivisión en partidos judiciales de la nueva división territorial de la Península e islas adyacentes. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006  Pág.: 49.

[2] A. D. P. Cáceres: B. O. P., del 7 de Agosto de 1835. Circular de Primera Instrucción. Pág.: 278-279

 

[4] Según los datos obtenidos de la III Pregunta del Interrogatorio de la Real Audiencia, Coria poseía 398 vecinos, Torrejoncillo 911 y Villa del Campo 370

[5] Como nos muestra la respuesta nº XXVII de Pescueza.(Rodríguez Cancho, Miguel y Barrientos Alfageme, Gonzalo (eds)  1994a. Pág. 385)

[6] En realidad la aprobación de San Casiano no era ninguna titulación a aparte ya que la congregación reunía a todos los maestros que habían sido examinados y se hallaban en posesión del Título Real. (Ventajas Dote:, 2007. Pág.: 43-63)

[7] Posiblemente en la escuela pública de Torrejoncillo sigan concurriendo niños y niñas como se especificaba en el Interrogatorio de la Real Audiencia y la comisión local no lo especificara en el informe ya que resulta insólito que siendo la población más numerosa del Partido no se preocupará por la instrucción de las niñas, sobre todo teniendo en cuenta que consta de varias para niños, pero al carecer de datos se ha optado por mantener la información que se nos ofrecía.

[8] A. D. P. Cáceres: B. O. P., del 7 de Agosto de 1835. Circular de Primera Instrucción. Pág.: 278-279

[9] La información respecto a la temporalización de las escuelas está incompleta ya que Calzadilla, Guijo de Galisteo. Huélaga, Pescueza , Pozuelo, Portaje y Villa del Campo no especifican el carácter de la suya.

[10] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[11] Real Decreto/ del 4 de Agosto de 1836. Plan General de Instrucción Pública. Sección primera. De la instrucción primaria pública. CapíruloI. División, materias de enseñanzas y clasificación de escuelas públicas. Artículo 2 en http://www.filosofia.org/mfa/fae836a.htm

[12] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[13]AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19  Nº 20. Memoria e Informes 1935

[14] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[15] Hay que tener en cuenta que esta pregunta no se incluía en el resumen resumido por la Junta de Escuela del Partido por lo que  carece de los datos de Coria.

[16] Lecciones escogidas fue publicado en 1806 por  Hipolito Lereu, El amigo de los niños por el abate Sabatier en 1795 y traducido por Juan Escoiquiz, VIÑAO FRAGO, A: “Alfabetización e ilustración, diez años después (de las evidencias directas a las indirectas).” Bulletin hispanique. Vol. 100, Número 2. Dedicado a: Lisants et lecteurs en Espagne. 1998. Pág.: 268

[17] A. D. P. Cáceres: B. O. P., del 7 de Agosto de 1835. Circular de Primera Instrucción. Pág.: 278

[18] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19  Nº 20. Memoria e Informes 1935

[19]   Real Decreto/ del 4 de Agosto de 1836. Plan General de Instrucción Pública. Sección primera. De la instrucción primaria pública. htmCapítulo II artículo 17públicas. Artículo 2 en http://www.filosofia.org/mfa/fae836a.

[20] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[21] Real Decreto/ del 4 de Agosto de 1836. Plan General de Instrucción Pública. Sección primera. De la instrucción primaria pública.  http://www.filosofia.org/mfa/fae836a.

[22] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[23] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[24] A. H. P. Cáceres: A. H, M Coria: Junta Municipal de Enseñanza Caja 19 nº 22 1836. Fundaciones destinadas a la Enseñanza Primaria en el Partido de Coria

[25] Real Decreto/ del 4 de Agosto de 1836. Plan General de Instrucción Pública. Sección primera. De la instrucción primaria pública. htm http://www.filosofia.org/mfa/fae836a.

[26] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[27] AHPC: A. H.  M. Coria, Caja 19 nº21. Censo de niños escolarizados 1835

[28] A. D. P. Cáceres: B. O. P., del 7 de Agosto de 1835. Circular de Primera Instrucción. Pág.: 278-279

[29] A. D. P. Cáceres: B. O. P., del 7 de Agosto de 1835. Circular de Primera Instrucción. Pág.: 278-279

[30] A. H. P Cáceres. A H M Coria. Memoria e Informes de1836

[31] A. H. P Cáceres. A H M Coria. Memoria e Informes de1836

[32] A. H. P Cáceres. A H M Coria. Memoria e Informes de1836

[33] A. H. P Cáceres. A H M Coria. Memoria e Informes de1836

[34] AHPC: Caja 19, nº25 Memorias e informes 1837: Comisión de Escuelas de 1ª letras.

[35] Articulos5

Nov 192013
 

 Marciano Martín Manuel.

  Hervás renovó el ayuntamiento tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera. No se celebró sufragio popular. La designación de concejales se hizo conforme al Real Decreto de 15 de febrero de 1930. El secretario de la Junta municipal del censo electoral designó 18 candidatos provenientes de las listas de concejales de 4 de noviembre de 1917, 1 de febrero de 1920 y 29 de enero de 1922. A la que se agregó, en cumplimiento de la ley de 8 de febrero de 1877, los cinco mayores contribuyentes con derecho de sufragio que elegían los compromisarios en las elecciones de senadores. Se desestimó la candidatura del industrial del textil, Eduardo Cid Sánchez–Matas, porque no tenía residencia fija, aunque era vecino de Hervás. Resultaron nominados candidatos catorce exconcejales. El alcalde Francisco Sánchez Peña anunció la destitución de los concejales de la corporación, entre los que se encontraban Santos González Hoyos, primer teniente, y el empresario del mueble Vicente Castellano Sánchez, segundo teniente. Consiguieron el acta de concejal por el distrito 1º, Santos Gómez Pérez, Anacleto Hinjos Mandado y Aureliano Martín Hernández. Por el distrito 2º, Fructuoso Castellano López y Primitivo Martín Sánchez. Y por la sección contributiva, Matías Álvarez Benavides, Aniceto García Sánchez, Antonio Rubio García, Inocente García Castellano y Estanislao Rubio Herrero. El nuevo ayuntamiento se constituyó el 26 de febrero de 1930. Aureliano Martín Hernández ocupó la presidencia como concejal mayor en edad. Inocente García Castellano y Matías Álvarez Benavides se alzaron con las dos tenencias de alcaldía[1]. Primitivo Martín Sánchez fue nombrado vocal de la Junta electoral municipal, poco después asumió la alcaldía, que ejerció hasta el 16 de abril de 1931.

 

 LAS ELECCIONES DEL 12 DE ABRIL DE 1931

 El 12 de abril de 1931, el pueblo fue llamado a las urnas. A finales de marzo se constituyó la Agrupación Hervasense al Servicio de la República. Formaban el comité local Aniceto García, Urbano Fournón, Ángel Barrios y Heliodoro Hernández. La Agrupación invitaba a engrosar las filas a todos los «intelectuales, comerciantes, industriales, labradores y obreros que noble y honradamente sientan y consideren urgente la implantación de un nuevo régimen político, de una República ordenada». Las firmas de adhesión se recogieron en la Plaza Faustino Castellano número 24, como se desprende del pasquín informativo editado en la tipografía de Urbano Gómez.

La Agrupación Hervasense era un colectivo de carácter federal que instauraron a nivel nacional, el 10 de febrero, los muñidores Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Marañón y Machado. En Hervás, el tonelero Urbano Fournón Ponce presidió la institución con Ricardo Sánchez en la tesorería. Socialistas, republicanos y sindicalistas de la UGT formaron la coalición Conjunción Republicano–Socialista para arrebatar el poder municipal a los monárquicos. La Agrupación socialista «La Razón Social», que dirigía el notario Antonio Soldevilla Guzmán, funcionaba desde febrero de 1922. La Derecha Liberal Republicana [DLR], de Niceto Alcalá Zamora, y los monárquicos también se presentaron a las elecciones municipales.

Agruipacion RepublicaBN

Lám I.- Manifiesto político de la Agrupación Hervasense al Servicio de la República

AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806 expte. 5

 La Conjunción Republicano–Socialista se alzó con la victoria. La minoría socialista consiguió cinco concejales y los federales uno. La Derecha Liberal Republicana y los monárquicos sumaron los seis restantes[2]. El socialista Ángel Barrios Pérez salió elegido alcalde con diez votos y una papeleta en blanco. Los monárquicos, que no atravesaban por sus mejores momentos, y la derecha republicana le dieron un voto de confianza. Quintín Hernández Mártil, monárquico, fue nombrado primer teniente de alcalde, el federal Aniceto García Sánchez, segundo teniente, y el empresario del mueble Matías Álvarez Benavides, que respiraba por la derecha liberal, regidor síndico. Con estos nombramientos, la minoría socialista se granjeó el voto de la facción republicana y la derecha monárquica. Durante los primeros meses de legislatura republicana, los concejales conservadores votaron muchas de las propuestas de la minoría de izquierda[3].

El tablero sociopolítico de la Casa Consistorial quedó perfilado de la siguiente manera: el alcalde socialista Ángel Barrios trabajaba como ebanista en la fábrica del concejal de derechas Matías Álvarez Benavides. El concejal socialista Amandio López, presidente del sindicato de la madera «La Constancia», era ebanista asalariado en la fábrica de Vicente Castellano Sánchez, futuro presidente del partido Radical de Lerroux. Los socialistas Francisco Rubio, líder del sindicato «Obreros de la Industria Textil», y Ángel Llanos Peralejo trabajaban como hiladores en la fábrica de tejidos de Sobrino de Benito Matas, propiedad del concejal monárquico Vicente Cid Gómez–Rodulfo. Y el socialista Nicomedes Blanco ejercía como secretario del sindicato agrícola «El Porvenir del Obrero», afiliado a la UGT[4].

En definitiva, la minoría socialista controlaba la actividad política y el movimiento obrero a través de los sindicatos de la UGT, y los patronos conservadores de las fábricas textiles y del mueble gestionaban la producción y el acceso a la mano de obra. Los dos sectores sociales, la burguesía empresarial y el proletariado rural, trasladaron a la institución municipal sus intereses políticos, sus reivindicaciones sociales y sus ambiciones económicas lastrando el proceso democrático. La República entró con mal pie en la historia. Heredó las viejas prácticas caciquiles de la dictadura, con la figura del todopoderoso gobernador civil facultado por las leyes para derrocar ayuntamientos contrarios a su ideario político, destituir a los concejales elegidos por sufragio popular y nombrar a otros de su cuerda. Este comportamiento fue común en los gobernadores civiles de ambos bandos políticos. Al mes siguiente de la toma de posesión de la alcaldía, el socialista Ángel Barrios se entrevistó en Cáceres con el gobernador Tuñón de Lara para orientarse en las directrices generales de la política municipal republicana[5].

No todos los sectores sociales recibieron con los brazos abiertos al alcalde socialista Ángel Barrios. Máximo Hernández Gil, Tomás Ordoñez Hinjos y Valeriano Téllez Lices estuvieron cinco días en la prisión del partido judicial, en mayo, por desobediencia leve contra el alcalde[6].

El 28 de junio fueron convocadas elecciones a Cortes Constituyentes con idea de elegir una cámara legislativa que redactara y aprobara la nueva Constitución que sirviera a los intereses generales de la República. Fernando Ayala Vicente[7] refiere que de los 1.043 electores inscritos en Hervás –en 1931 hubo 1.061–, emitieron su voto 984, con un elevado índice de participación, cifrado en el 94,34 %. La coalición Republicano–Socialista arrasó en las urnas con un promedio de 830,57 votos, la Derecha Liberal Republicana obtuvo 100,33, los Radicales–Socialistas 52, los conservadores 34 y Acción Nacional 20,75.

El espectro político local cobró nueva fisonomía en octubre. La Agrupación Republicano Radical–Socialista [PRRS] se constituyó formalmente el día 14, en conformidad con el ideario político de Alejandro Lerroux y Marcelino Domingo. Establecieron la sede, con carácter provisional, en la calle Asensio Neila número 18. Al día siguiente enviaron el reglamento al gobernador civil. Formaron el comité ejecutivo Laurentino González Alderete, presidente, Ventura Peña Díez, vicepresidente, José Rodríguez Barbeira, secretario, el maestro nacional Alfonso Cifuentes Francés, tesorero. Y en la vocalía estuvieron el concejal Gorgonio Muñoz Neila, el taxista José Manuel Gómez y el cosechero de vinos Santiago Acera García[8]. En su origen, el PRRS albergó posturas progresistas. De hecho, en la asociación política respiraron militantes de ideología heterogénea que, en el ecuador de la República, evolucionaron hacia posturas de izquierdas, como el partido socialista e Izquierda Republicana; de centro, como los Radicales de Lerroux; y de derechas, como la Liga Agraria.

El comité local de Conjunción Republicano–Socialista instituyó el primero de octubre la Agrupación Popular al Servicio de la República, que ahora se llamaba Asamblea Popular Hervasense al Servicio de la República[9]. El colectivo capituló en veinticinco artículos el reglamento institucional. La Asamblea se fundaba con el objetivo de contribuir al afianzamiento y a la defensa de la República, velar por el cumplimiento de las leyes, procurar la cohesión entre los distintos sectores democráticos de la coalición, lograr la uniformidad de procedimientos en la actuación de sus miembros y buscar soluciones eficaces a los problemas económicos, sociales y políticos de la localidad. Los asuntos de mayor envergadura se confiaban a una comisión especial, o bien se desarrollaba una ponencia de estudio. Los socios debían tratarse con cordialidad y respeto dentro y fuera de la Asamblea y evitar las insidias personales y las campañas tendenciosas que tanto desmoralizaba e interfería en la resolución de los problemas cotidianos.

La institución era un órgano democrático federal estructurado por una red de alianzas de las sociedades obreras y los partidos políticos republicanos de centro izquierda. La Asamblea Popular fijó la sede en la calle del Collado número 23. Celebraban sesiones ordinarias todos los viernes, cuyas propuestas trasladaban a la corporación municipal. El alcalde Ángel Barrios, el inspector veterinario Heliodoro Hernández, Antonio Soldevilla, Marino Colmenar y Ventura Peña enviaron dos copias del reglamento de la organización al gobierno civil, el 25 de octubre, para que procediera a su aprobación y registro.

Urbano Fournón Ponce fue designado presidente, Heliodoro Hernández García–Luis, vicepresidente, Manuel Álvarez Pérez, tesorero (luego se escoró hacia el Partido Radical de Lerroux, y en 1943, fue alcalde con el Movimiento Nacional), Ventura Peña Díez, secretario (militó en Unión Patriótica, el partido de Primo de Rivera, con Eduardo Cortés Amores, alcalde de la gestora municipal en julio de 1936, y Emilio González, murió redimido como paradigma del buen republicano), y Félix Morante Lomo, vicesecretario. Estas últimas cuatro personas provenían de la directiva de Conjunción Republicano–Socialista. Las vocalías se repartieron entre el notario Antonio Soldevilla Guzmán, de la Agrupación Socialista, José Rodríguez Barbeira, del partido Radical–Socialista, Guillermo Herrero Herrero, del sindicato «La Plana», Marino Colmenar Barbero, de «El Porvenir del Obrero», Constantino Castro Aprea, de los «Obreros de la Industria Textil», y el socialista Amandio López Comendador, en representación de los concejales del ayuntamiento.

El presidente Urbano Fournón preguntó a la sociedad si había conformidad con los nombres y cargos elegidos y la Asamblea respondió con una salva de aplausos[10].

Por su parte, los propietarios rurales, agricultores y ganaderos del partido judicial de Hervás, de marcado tizne derechista, se constituyeron como asociación en defensa de sus intereses con sede en la Avenida de la República (hoy, Paseo de la Estación), era el domicilio del industrial Eduardo Cid. Plácido Lanzos desempeñaba la secretaría[11].

 LA RETIRADA DE LOS SIMBOLOS RELIGIOSOS EN LAS ESCUELAS NACIONALES Y LA SECULARIZACIÓN DEL CEMENTERIO

 Durante la dictadura de Primo de Rivera, la institución eclesial promovió en la comunidad rural el sentimiento de adhesión a la religión católica como emblema identitario y de afirmación regional, renovó el anquilosamiento religioso del clericato rural, sin desviarse de la perspectiva conservadora, y restableció la privilegiada situación que la iglesia gozaba en el ámbito de la sociedad. La iglesia católica, gerente de los valores tradicionales de la comunidad rural, se había mimetizado con el estado monárquico. Actuaba como si fuera una prolongación natural del régimen. Iglesia y Estado eran troncos del mismo árbol. La iglesia local regulaba los actos festivos y el tiempo de ocio del hervasense. El consistorio político presidía las procesiones de Semana Santa, jueves de Corpus, misa del Sagrado Corazón de Jesús, que organizaba la cofradía de las Hijas de María el 29 de junio, las fiestas patronales del Cristo de la Salud y la festividad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, y asistía a la administración del viático a los presos de la cárcel preventiva del partido judicial que se efectuaba a primera hora de la mañana en las fiestas principales de la iglesia católica[12].

En el aspecto social, la iglesia católica estuvo más próxima a la burguesía industrial –algunos de cuyos representantes abrazaron interesadamente la República, como el empresario del mueble Matías Álvarez–, que a la clase campesina, desasistida del poder civil. El jornalero clamaba pan y la iglesia católica le administraba el pan de los ángeles. Su distanciamiento del pueblo llano y la organización del campesinado en sociedades de resistencias en las ramas agrícola («El Porvenir del Obrero»), tejedores («Obreros de la Industria Textil» y «La Aurora del Progreso»), madera («La Constancia» y «La Plana»), construcción («La Edificación»), alimentación («Obreros panaderos») y empleados municipales, avivaron progresivamente la llamarada del anticlericalismo en el movimiento obrero.

Las huelgas obreras madrugaron con el advenimiento de la República. El sindicato panadero intimidó a los empresarios con una huelga general desde primeros de octubre si los patronos persistían en la denegación de sus condiciones salariales. La sociedad propuso la jornada laboral de los maestros panaderos en seis pesetas, los oficiales cobrarían cuatro y los maquinistas tres. «La Constancia», que dirigía el concejal socialista Amandio López, planteó una huelga en noviembre con motivo de una serie de reclamaciones laborales efectuadas a los patronos[13].

La corporación municipal celebraba los plenos una vez a la semana en la sala capitular, presidida por el retrato de Alcalá Zamora que había desplazado a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Se necesitaba un mínimo de tres concejales para validar el acto político. En 1931 se suspendieron las sesiones de 20 de junio, 11 de julio y 5 de septiembre. En 1932 se incrementaron las ausencias políticas. Se cancelaron 29 plenos municipales. El alcalde socialista Ángel Barrios intimidó con imponer una sanción económica a los concejales que no asistiesen a las asambleas, pero el absentismo político, alimentado generalmente por la oposición, prosiguió por sus derroteros hasta la liquidación de la República. Cuando gobernaba la izquierda desertó un sector las derechas, el empresario del fabril Vicente Cid fue el mayor absentista. Y viceversa, cuando gobernaron las derechas, la izquierda hizo mutis por el foro.

La corporación municipal del bienio republicano–socialista dictó una serie de ordenanzas encaminadas a acabar con las prerrogativas y la influencia de la iglesia local en los diversos sectores de la sociedad. En junio de 1931, el ayuntamiento retiró al sacerdote don Benito Herrero la subvención de cien pesetas que recibía como director espiritual de la Asociación Cultural de la Escuela Dominical[14]. La Escuela Dominical era una institución católica que fundó el presbítero hervasense don José María Barbero Castellano, en 1863. Entre sus actividades educativas figuraba la enseñanza docente a jóvenes sirvientas y obreras, que impartían en la sede los domingos y festivos de tres a cinco de la tarde y los viernes de seis a ocho de la noche[15]. Escuela Dominical se preocupó de la instrucción de la mujer y su incorporación en el movimiento católico y en la servidumbre del hogar, relegada de los mecanismos de participación social y política. La mujer conservadora era el eslabón fundamental en el correaje de transmisión de los valores tradicionales de la iglesia católica en una relación de estrecha dependencia con el esposo, y de servilismo con el patrón y las clases medias de base católica.

La institución política desautorizó, en agosto, al sacerdote don Benito Herrero la representación de una función de teatro en la Escuela Dominical. Únicamente le defendió el concejal Primitivo Martín Sánchez, antiguo fabricante de tejidos y alcalde con el gobierno de Berenguer[16]. Y eliminó el patrocinio de la fiesta religiosa de septiembre. La emblemática fiesta patronal del Cristo de la Salud[17]. La separación de la vida laica y religiosa estaba en marcha.

La Constitución republicana, aprobada en diciembre de 1931, declaró la laicidad del Estado, el matrimonio civil, el divorcio, la secularización de los cementerios municipales y la prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas. A rebufo de la Carta Magna, el ayuntamiento republicano–socialista ejecutó su programa electoral de laicización de las escuelas nacionales. Impelido por la Dirección General de Primera Enseñanza, también se lo había exigido la Asamblea Popular, la corporación municipal ordenó la retirada de los crucifijos de las escuelas nacionales, el 14 de enero de 1932. El magisterio católico, que no se resignó a la pérdida de sus privilegios ancestrales, se movilizó contra la ordenanza. Las maestras nacionales Natividad Vidal, Victorina Rodríguez, Águeda Pérez, Severina López Vidal, Ángeles Fraile, Pilar González, Antonia Esteban, Judit Hernández y el maestro José Campos, que acabaría militando en el fascismo, solicitaron a la alcaldía la restitución de los crucifijos[18]. El colectivo docente recogió un pliego de firmas y convocó a los niños, niñas y madres de los escolares a una manifestación popular el día 28.

El alcalde Ángel Barrios vetó el acto porque los organizadores no habían solicitado el permiso correspondiente. Además, contrariaba las disposiciones de las Cortes soberanas y temía «un conflicto de orden público por la contra protesta que pudieran hacer otras personas contrarias en ideales». El alcalde socialista pidió a las maestras María de los Dolores Jiménez, de la ILE, María Hernández, Andrés Sánchez, Braulio Muñoz, Luis Sánchez Arroyo, Conrado Hernández, del Círculo Tradicionalista, Felipe Cifuentes y Blanca Sánchez, que los niños permaneciesen en las aulas hasta después de las doce de la mañana, hora de salida de los obreros de las fábricas, se abstuviesen de acudir a la manifestación y de traer a la alcaldía las firmas. Si desobedecían la orden, se vería obligado a denunciarles ante el gobernador civil[19].

El sector laicista no se quedó de brazos cruzados. La Asamblea Popular presentó un escrito en el consistorio, el 30 de enero, en el que solicitaba que la enseñanza fuera completamente laica en las escuelas, se retirasen todos los atributos religiosos de las aulas, y que se llevase a efecto la secularización del cementerio municipal. Otro de los puntos candentes del programa de gobierno republicano. Asimismo, expresó su malestar porque la procesión de San Antón había desfilado por los alrededores de la ermita sin permiso de la alcaldía[20].

La corporación municipal republicano–socialista abordó el tema de la secularización del cementerio municipal a comienzos de enero. El día 8, a propuesta del socialista Amandio López Comendador, los diez concejales asistentes al pleno municipal, entre los que se encontraban los derechistas Eduardo Cid, Primitivo Martín y Quintín Hernández, acordaron por unanimidad proceder a la demolición del muro que separaba el cementerio católico del civil, para dar cumplimiento al artículo 27 de la Constitución. El día 29, el alcalde Ángel Barrios pidió a los presidentes de las dos hermandades obreras de la UGT que asistieran con sus afiliados y con la parafernalia de las banderas sindicales al acto de derribamiento de la pared del camposanto. La bandera del sindicato campesino era de seda encarnada con una cinta blanca y otra encarnada. Los concejales socialistas Nicomedes Blanco y Amandio López se encargaron de movilizar a los afiliados socialistas y de la UGT. El socialismo y el sindicalismo ugetista campesino interpretaron el acontecimiento político como una conquista social de la clase trabajadora. Con los vestigios del muro del cementerio se construyó el osario. La corporación municipal invitó a los diputados socialistas y a los Radicales–Socialistas de la provincia de Cáceres al «acto de verificación de la secularización» del cementerio, que tuvo lugar el domingo 14 de febrero, y enviaron una copia del acta municipal al diputado socialista a cortes Pablo Valiente Paredes para que lo entregase en Madrid al ministro del ramo[21].

Ante los problemas suscitados por los ayuntamientos de izquierdas con la interpretación de la ley de secularización de cementerios –algunas corporaciones no permitieron la celebración de actos religiosos en el interior del camposanto–, el gobernador civil advirtió a los municipios en la circular de 26 de febrero, publicada en el Boletín Oficial de la provincia número 49, que «las ceremonias o ritos funerarios de los distintos cultos, sólo podrán practicarse en cada sepultura, excluyendo toda otra manifestación de culto confesional, cualquiera que sea su carácter y que trate de celebrarse públicamente, para lo cual y de conformidad con el artículo 27 de la Constitución habrá de solicitarse autorización previa de la autoridad».

El católico hervasense podía oficiar las exequias religiosas delante del sepulcro de sus difuntos. Sin embargo, el sector anticlerical de la Asamblea Popular entendía que la religión era una manifestación subjetiva del hombre relegada al altar de la conciencia individual de la que no podía hacer ostentación pública. Las bases políticas debatieron el problema. Tras someterlo a votación, la Asamblea Popular comunicó a la alcaldía, con el voto en contra de los militantes católicos, que no autorizase bajo ningún concepto la práctica de ritos funerarios religiosos en las sepulturas. En la convocatoria de 21 de marzo, los cinco concejales socialistas votaron a favor del veto. En contra se manifestaron los conservadores Quintín Hernández y Ramón Martín y el federal Aniceto García. El ayuntamiento republicano de izquierdas acababa de rebasar la franja de la legalidad constitucional, al discriminar la celebración de los ritos fúnebres católicos en el cementerio. El gobernador civil interino revocó el acuerdo municipal, el 5 de mayo, porque infringía la constitución republicana. Cinco días después, el alcalde Ángel Barrios anuló la disposición[22].

La actitud anticlerical de la izquierda radical alimentó las manifestaciones del culto religioso en el sector católico. El 19 de mayo, la familia de Guadalupe Castellano solicitó permiso al gobernador civil para celebrar un entierro católico público «observando los ritos y costumbres de la localidad», con cruz alzada y sacerdote revestido, conforme con el ritual romano. El gobernador civil también permitió que Matías Martín celebrara las exequias fúnebres católicas por su difunta mujer, siempre y cuando constase que había sido su voluntad, porque la República tenía que preservar el respeto de los derechos de todos los ciudadanos[23].

El último domingo de marzo de 1932, el padre Revilla, ex jesuita, que participaría como orador en los mítines del Frente Popular, a petición de varios vecinos, impartió una conferencia sobre asuntos sociales en el salón Café de Artesanos de don Heraclio Herrero, para «contribuir al sosiego de los espíritus y la paz social como inspiradas por el más acendrado amor al pueblo y a mi patria»[24]. El espíritu conciliador de la Asamblea Popular, con el heterogéneo mosaico de partidos y sindicatos, empezaba a resquebrajarse.

La Agrupación socialista «La Razón Social» atravesaba momentos de crisis. Había dos corrientes dentro del partido. El alcalde Ángel Barrios representaba a los «socialistas avanzados», la izquierda radical. La derecha monárquica les llamaba «los socialistas exaltados». El sector moderado del partido socialista posiblemente presionara al alcalde para que presentara su dimisión, pues no se entendía que el 8 de agosto Ángel Barrios dejase la alcaldía pero retuviese el acta de concejal. «Un catarro intestinal que ha derivado en un estado de depresión nerviosa» fue la coartada del partido. Volvería a la alcaldía con el Frente Popular. Su compañero, el ebanista Amandio López Comendador, salió elegido alcalde con siete votos. El empresario Matías Álvarez Benavides obtuvo uno, posiblemente se votó a si mismo. Hubo dos papeletas en blanco, de los conservadores[25]. El alcalde Amandio no fue refrendado en el cargo por todos los concejales como su predecesor Barrios. Los monárquicos empezaban a marcar distancias con la República.

En otro orden de cosas, el oficio de jefe de policía fue muy problemático y su labor contestada por el pueblo. Amandio López había solicitado en la sesión de primero de abril que se instruyera expediente administrativo contra el jefe de orden público, Audaz Lumeras Gómez, vinculado con las derechas. Según el informe, había faltado al respeto a varios concejales la noche del 11 de marzo. Audaz Lumeras presentó la dimisión el 18, por motivos de salud. Un argumento muy socorrido por los empleados de la administración pública hervasensa que sufrieron presiones políticas porque no se plegaban a las arbitrariedades y caprichos de la alcaldía de turno[26]. Gonzalo Hernández Hernández, que había servido el cargo de policía durante siete meses, solicitó la interinidad el 3 de junio. Los cinco sindicatos y los tres partidos de izquierdas integrados en la Asamblea Popular avalaron la propuesta de Gonzalo, con una carta de dimisión en blanco para que la firmase el interesado cuando lo considerase oportuno[27]. Ese mismo día, presentaron instancias para obtener el cargo Santiago Iglesias Sánchez y Adolfo Matías García Bastos. Sin embargo, el ayuntamiento estimó conveniente sacar la plaza a concurso. Un tribunal municipal sometería a los candidatos a una prueba de lectura, un dictado, reglas elementales de aritmética y un ejercicio práctico relacionado con el oficio[28]. El 16 de agosto, el alcalde Amandio López nombró jefe de policía interino al jornalero socialista Marino Colmenar Castellano, que en ese momento aglutinaba la presidencia del sindicato campesino «El Porvenir del Obrero», la secretaria de la Asamblea Popular al Servicio de la República y la presidencia de la cantina escolar[29].

 

 EL CÍRCULO TRADICIONALISTA

 El Estado español era una República democrática de trabajadores y no tenía religión oficial. Así lo expresaba el artículo 3 de la Constitución. Esto no significaba la abolición de la libertad de conciencia, ni la pérdida de los derechos de los católicos a profesar y practicar libremente su religión. Dentro de la izquierda republicana y socialista respiraba un sector laicista beligerante con la iglesia católica y sus instituciones que se manifestó a raíz de la fundación de la entidad Círculo Tradicionalista[30].

El 14 de julio de 1932, el cura párroco don Gregorio Abilio Rubio Neila envió al gobernador civil dos copias del reglamento fundacional de «Juventud Tradicionalista», inspirado en el homónimo de Trujillo, aprobado por la autoridad gubernativa. Entre los objetivos primordiales de la institución católica destacaban coadyuvar a la expansión «de los intereses religiosos, políticos y sociales contenidos en los principios del tradicionalismo católico español». No estableció limitación de socios. Los mayores de 18 años tendrían derecho a voz y voto. Dentro de la comunidad católica se constituyeron las secciones «Juventud», formada por los socios de 15 y 20 años, «Margaritas», reservaba para las damas tradicionalistas, y «Obrera», que acogía a las trabajadoras de las fábricas que compartían el ideario católico. La sede estaba en el edificio que había donado doña Clara González Comendador en enero de 1931. Tenía dos entradas, por la calle de la Fábrica número 31 (hoy, Plazuela de Hernán Cortés), y por la Plaza de Faustino Castellano. Tramitaron la solicitud el sacerdote don Gregorio Abilio, como presidente interino, y los asociados Ángel Belloso, Félix Gil, Constancio Lumeras y el maestro José Campos.

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Lám II.- El alcalde Barrios solicita el reglamento del Círculo Tradicionalista

                                               AHPCC, Gobierno Civil, caja 4030 «Hervás 1932»

 El 25 de julio tuvo lugar la elección de la junta directiva. Félix Gil Hernández ocupó la presidencia, Constancio Lumeras Comendador la vicepresidencia, Jesús Peña Robles la secretaria, Conrado Hernández Bastos la vicesecretaria, Ángel Belloso González la tesorería, José Campos Sánchez la vicetesorería y José del Arco Martín, Germán Martín Bastos, Marcelino López Robles y el sacerdote don Benito Herrero Castellano, las vocalías. Marino Gil pidió el ingreso en la sociedad el 5 de agosto, convirtiéndose en el socio número 29. También pidieron la admisión César del Arco, Agustín Barbero, Francisco Bejarano Gil, Heraclio Calvelo Gómez, Luis Castellano Sánchez, Antonio Fernández, Alejandro Gil, Aniceto López, Pedro Martín Neila, Martín Rodríguez y Rodríguez, Antonio Sánchez Matas–González Comendador y José Sánchez Matas González. No debe confundirse el Círculo Tradicionalista católico, con los carlistas de Comunión Tradicionalista, ramas Margaritas, Pelayos y Requetés, cuya institución fundó el militar Manuel Mayoral en Hervás, poco después del alzamiento militar, en noviembre de 1936. Combinó la ideología fascista con el catolicismo reaccionario en defensa del gobierno de Burgos, la ley de Dios y la Patria –no señalaron la defensa del Rey porque el monarca Alfonso XIII se hallaba en el exilio–, con idea de instaurar el reinado del sagrado corazón de Jesús[31]

El Círculo Tradicionalista católico no fue bien recibido por los socialistas avanzados. El alcalde socialista Ángel Barrios, cuatro días antes de que tuviera lugar su destitución, requirió al presidente de la hermandad que debía entregarle en el plazo de veinticuatro horas un ejemplar del reglamento constitucional para enviarlo al gobernador civil. El presidente Félix Gil respondió ese mismo día al alcalde que cuando retiró en Cáceres la copia firmada como garantía de su aprobación y legitimación, el gobierno civil le comunicó que no era necesario cumplir ningún otro requisito, ni dar noticia a la autoridad local. No obstante, el Círculo Tradicionalista se comprometió a enviarle una copia lo antes posible, pues el original estaba en el archivo del gobierno civil, con los libros de actas, cuentas y registro de socios. Félix Gil dirigió al gobernador civil una copia de la petición del alcalde y en nota aparte le rogaba que le comunicase por conducto oficial que el Círculo católico estaba legalizado y cumplía con todos los requisitos exigidos por la ley de asociaciones.

El fallido golpe de estado del general Sanjurjo fue la coartada perfecta para yugular de la sociedad republicana al centro católico. Para la izquierda anticlerical, el movimiento tradicionalista católico era una galería subterránea donde anidaban los partidos monárquicos antirrepublicanos que se dedicaban a conspirar contra la vida de la República. Parece ser que algunos católicos, ofendidos por la retirada de los crucifijos de las escuelas nacionales, exteriorizaron su disconformidad con la medida institucional colgándose un crucifijo al cuello. Esta actitud que fue considerada por los republicanos laicistas como un desafío a la República.

Al día siguiente de la sanjurjada, los sindicatos obreros y campesinos declararon la huelga general. Participaron 78 obreros del textil, 20 ebanistas de «La Constancia», 26 obreros de «La Edificación» y 492 jornaleros del campo, arrieros, segadores y albañiles. Los toneleros de «La Plana», que dirigía Miguel Ibero, no secundaron la huelga[32]. El día 13, los presidentes y secretarios de los sindicatos «La Constancia», «La Sociedad de Obreros Panaderos», «La Aurora del Progreso», «Obreros de la Industria Textil», «la Asociación de empleados y obreros municipales», «La Plana» y «El Porvenir del Obrero», presionaron al gobernador civil de Cáceres con un manifiesto en el que solicitaban la clausura inmediata del Círculo Tradicionalista católico. Debido a su importancia, he decidido trasladar íntegramente el documento para que cada lector extraiga sus propias conclusiones[33]:

 

En esta villa existe una Escuela Dominical en la cual se enseña a todo, menos a leer y escribir. En esa escuela regida por beatas sin conciencia y un ministro del Señor desaprensivo, como todos, se dedican a inculcar a las alumnas ideas contrarias al régimen aconsejándolas que deben llevar los crucifijos al exterior ya que el gobierno de la República a dispuesto que fuera crucifijos [de las escuelas], interpretando nosotros obreros conscientes [sic] estos actos como una provocación, por la cual pedimos a V. E. que autorice a la alcaldía para publicar un bando prohibiendo llevar esas insignias al exterior pudiendo imponer los infractores fuertes multas.

Además en esa escuela o centro de conspiración, acostumbran desde algunos días a esta parte a reunirse por las noches un grupo de individuos, los cuales según ellos son de una sociedad denominada tradicionalistas, los cuales solo se dedican a conspirar, por lo cual, y en evitación de un día de algarada con fatales consecuencias, pedimos a V. E. se digne dar las oportunas órdenes a fin de que ese centro sea clausurado inmediatamente, pues entendemos que la existencia de estos centros es perjudicial para la vida de la Nación y la tranquilidad de los pueblos, como desgraciadamente hemos podido ver en estos últimos días y más fatales en pueblos que como este andan las sotanas y los Gefes de la Guardia civil en paseos continuamente.

Este último aserto lo comprueba el hecho de que cuando el Sr. Albiñana a Las Hurdes iva, como hiciera parada en esta [villa], los primeros en saludarle fueron los curas y los Gejes [sic] de la Guardia Civil.

 

Albiñana era el fundador del partido Nacionalista Español. Había apoyado el golpe de Estado de Sanjurjo.

¿Cuál era la raíz del problema? Las confesionalidades religiosas estaban consideradas como asociaciones y sometidas a una ley especial, según el artículo 26 de la Carta Magna republicana. El epígrafe primero del citado artículo daba alas al gobernador civil para disolver aquellas instituciones que por sus actividades sociales constituyesen una amenaza para la seguridad del Estado. Por tanto, el gobernador de Cáceres disponía de argumentos legales suficientes para liquidar el supuesto «centro de conspiración» católico. El 18 de agosto, el gobernador pidió al comandante del puesto de la Guardia Civil de Hervás que requisara toda la documentación del Círculo Tradicionalista. No señaló los motivos del cierre.

A las diez de la mañana del 19, el sargento Ángel Vaz–Romero Mateos –cabo de la comandancia de la Guardia Civil de Cáceres que había sido trasladado a Hervás, fue un firme defensor de la República, pero el 21 de julio de 1936 se alió con los golpistas–, se dirigió al Círculo Tradicionalista. Le acompañó el guardia civil segundo Eugenio Blasco Corcho. El sargento comandante procedió a la clausura del local y a la incautación de documentos. Los directivos del centro, Félix Gil y Jesús Peña, entregaron a los dos guardias civiles el reglamento de Juventud Tradicionalista, siete instancias de solicitudes de admisión de socios, una comunicación dirigida al alcalde referente a la constitución de la entidad, un talonario recibo de las cuotas de los asociados, un libro de oraciones de la Escuela Dominical, veintiuna papeletas y trece hojas volanderas publicadas en la editorial Ibérica sobre las obligaciones de los católicos con respecto a la prensa. Los buenos católicos, informaba la hoja, debían leer y propagar periódicos católicos y no debían suscribirse ni editar anuncios en los republicanos. ¿Cómo podían detectarse «los malos periódicos» según el prisma católico? Porque hacían uso del título de liberal, socialista y anticlerical, que era sinónimo de republicano, y defendían la libertad de conciencia, culto, imprenta, o «cualquier otro error» condenado por la iglesia. Los diarios Extremadura, de Cáceres, Correo Extremeño, de Badajoz, El Adelanto y La Gaceta Regional, de Salamanca, contaban entre los favoritos del público católico. Y denostaban La Voz, El Sol, El Liberal, El Socialista, El Heraldo de Madrid, La Libertad y El Noticiero Sevillano.

La guardia civil no encontró instrumentos sospechosos ni propaganda política en el centro católico. El sargento comandante Ángel Vaz–Romero colocó una tira de papel y el sello de la comandancia en el marco y en la puerta interior que daba acceso a la Escuela Dominical, y estampó en las cuatro esquinas otros tantos lacres con sus iniciales enlazadas: «A. V». El sargento comandante candó la puerta exterior de la Escuela Dominical, confiscó la llave y colocó otro precinto con iguales sellos y lacres en las esquinas del marco de la puerta. Ángel Vaz–Romero advirtió al presidente y al secretario del Círculo que no podían entrar en el local mientras no se levantase la clausura, así como la responsabilidad en que incurrían si quitaban los precintos, o permitían que otros lo hiciesen en su lugar.

Tres meses después de la clausura, gobernación civil levantó la proscripción de los centros católicos. La prensa había publicado la reapertura de los centros, sin embargo, el Círculo Tradicionalista seguía precintado. Una autoridad política desconocida respondió desde Hervás que no había ninguna institución católica cerrada. El presidente Félix Gil intentó comunicarse con el gobernador, pero le atendió su secretario particular, que eludió responsabilidades. En octubre de 1933, Félix Gil solicitó permiso al gobernador para entrar en la Escuela Dominical. Se habían detectado varias vías de agua y no disponían de dinero para acondicionarlo. Puso por testigo de los desperfectos al maestro carpintero don Vicente Castellano Sánchez. El gobernador civil comunicó al alcalde que autorizaba la reapertura del centro, el 14 de octubre. La minoría socialista cedió temporalmente la alcaldía al teniente Quintín Hernández, de tendencia conservadora, que dio el visto bueno el día 17. Con el oficio del alcalde Quintín, el presidente del Círculo se presentó ante el sargento comandante del puesto de la Guardia Civil. Ángel Vaz–Romero le dijo que no ejecutaba el mandamiento ni entregaba la llave del edificio hasta que se lo ordenase por escrito el gobernador civil interino, que se lo tramitó el día 21[34]. Ya era tarde para reanudar la actividad católica. Los socios habían perdido interés por seguir con la asociación.

Escuela dominical (copia)BN

Lám III.- Sede de la Escuela Dominical. Plaza Faustino Castellano

 © Marciano Martín Manuel

 

Algunos militantes del Círculo Tradicionalista se afiliaron a los partidos políticos. La directiva del Círculo militó en la Liga Regional Agraria. Los jóvenes católicos ingresaron en Juventud Radical. El 13 de noviembre, el secretario del gobernador civil entregó a Maximina Herrero el reglamento de Juventud Tradicionalista, el talonario de recibos y el libro de contabilidad, actas y socios. La beligerancia de un sector socialista y republicano contra las instituciones de la iglesia católica y sus malas relaciones con el régimen laicista eran bien evidentes. En Hervás se estaba consolidando, por un lado, el sector anticlerical vinculado con la izquierda republicana laicista, y por otro, el católico conservador. El partidismo político y la radicalización de la vida social acabaron con la vida de la Asamblea Popular al Servicio de la República. El secretario local remitió la última reclamación oficial al ayuntamiento el 3 octubre de 1932[35] extinguiéndose pocos días después.

Parafraseando a Paul Preston, la obsesión anticlerical de la izquierda socialista y republicana como instrumento de reacción del radicalismo de la clase obrera y campesina, reactivó el catolicismo rural, muy arraigado en la clase media artesanal y en el sector servicio, y movilizó a las bases católicas contra la izquierda y la República. Este conflictivo capítulo se agudizó soberanamente durante los cinco meses de gobierno del Frente Popular.

 

LA QUERELLA DE LAS CAMPANAS

 

La corporación municipal promovió una nueva andanada contra la iglesia local, origen de la querella de las campanas. El 7 de noviembre de 1932, el ayuntamiento, a propuesta del alcalde socialista Amandio López, prohibió que las dos iglesias parroquiales, la residencia de las monjas josefinas trinitarias y la Escuela Dominical hiciesen uso de las campanas antes de las ocho de la mañana y después de las seis de la tarde. Votaron a favor cuatro concejales socialistas, en contra, el radical Primitivo Martín Sánchez y el agrario Quintín Hernández. Dos días después, don José Rodríguez Trinidad, párroco de Santa María, don Hipólito Prieto Pérez, párroco de San Juan Bautista de la Concepción, don Benito Herrero Castellano, director espiritual de la Escuela Dominical, y la madre superiora de la asociación Josefinas–Trinitarias recibieron el comunicado oficial de la alcaldía. A partir del lunes 14, la ordenanza de las campanas entraba el vigor[36].

En el campanario de la torre de Santa María había una campana llamada La Quintal. El sindicato campesino «El Porvenir del Obrero» –Ladislao García alias el Calzones era el presidente y Benito Bastos Valle, que había combatido en la guerra del Rif, el secretario–, exigió al ayuntamiento que no se tocase en las ceremonias religiosas pues era voz pública que pertenecía al pueblo, cuya propiedad, alegaron los sindicalistas, seguramente podía acreditar el ayuntamiento con documentos, cosa que no hizo.

El sindicato obrero pidió que la Quintal se utilizase exclusivamente para anunciar a la población los enterramientos civiles y otros actos de naturaleza laicista. El ayuntamiento socialista–republicano dio el visto bueno y manifestó al cura párroco de Santa María que La Quintal era propiedad del consistorio, pues «como su nombre indica se utilizaba para anunciar las operaciones de quintas, recaudación de contribuciones, terminación de la hora de siesta en los meses correspondientes para los obreros agrícola que se encontraban en el campo, etcétera». El consistorio adujo que si el párroco don José Rodríguez Trinidad utilizaba La Quintal con fines religiosos, debía consentir que se tañesen las campanas de la iglesia de Santa María para anunciar los actos civiles, en caso contrario, debía abstenerse de usarla. El ayuntamiento republicano se pilló los dedos con la prohibición. El toque de la campana servía también para anunciar al mediodía la hora del descanso a los obreros agrícolas que se encontraban en las faenas del campo[37]. El concejo inquirió al cura párroco de Santa María si estaba dispuesto a continuar con el toque de la campana a mediodía, como era costumbre inveterada en la población. No hubo respuesta.

En 1933, se perfiló definitivamente el arco político por la franja derecha. En febrero entró en liza el partido Republicano Radical (PRR), de Alejandro Lerroux, con sede en la Plaza de los Capitanes Galán y García Hernández número 6 (hoy, Plaza de la Corredera). Los radicales se habían escindido de los socialistas de Marcelino Domingo. Su presidente era el industrial del mueble Vicente Castellano Sánchez, y el secretario Victoriano Cazás. Los concejales Primitivo Martín Sánchez y el cosechero de vinos Tomás Sánchez Hoyos se adscribieron a esta facción.

En abril abrió sus puertas la Casa del Pueblo en la Plaza de Pablo Iglesias (hoy, calle Juan de la Plaza). El edificio era propiedad de Plácido Sánchez Ciprián. La Casa del Pueblo contaba con 161 asociados. Operaba como organismo federal de los sindicatos de izquierdas afiliados a la UGT. Ejercía el control sobre los sindicatos «La Constancia», que tenía 80 socios, «Obreros de la Industria Textil» 110, «La Aurora del Progreso» 40, «La Edificación» 25, panaderos 12, y, en menor grado, ejercía su dominio sobre el sindicato campesino «El Porvenir del Obrero», que contaba con 800 militantes.

En mayo se legalizaron las asociaciones Juventud Católica masculina y femenina. En junio, Socorro Mutuo de los Obreros del Textil «Eduardo Cid». Y la Conferencia San Vicente de Paul, el 11 septiembre[38].

En agosto saltó a la palestra el partido Regional Agrario (PRA). Pedro Tejado García era el presidente y Emilio López Gómez el secretario. A este partido se afiliaron los concejales Quintín Hernández Mártil y Vicente Cid Gómez–Rodulfo, con la figura del diputado Eduardo Silva Gregorio, un terrateniente placentino que tenía copiosas propiedades en Hervás. El PRA formó coalición con la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), de tendencia católica conservadora, y Acción Popular. Los agrarios organizaron un mitin de presentación en la plaza de toros, el domingo 24, a las 16 horas. Asistieron Joaquín García del Val, delegado de Acción Popular en Plasencia, Federico Salmón, secretario de la CEDA, y el diputado castellano Antonio Royo Villanova, «que tanto atacó el Estatuto catalán», como rezaba el pasquín promocional. El partido habilitó un servicio especial de autobuses de Plasencia a Hervás, ida y vuelta. Además del tren Correo de las 13,15 horas[39].

El PRA hizo un llamamiento público a sus electores sobre el engaño socialista que había llevado al obrero al hambre. Proponía la creación de una bolsa de trabajo para sus afiliados, entrando en clara competencia con la Casa del Pueblo y la UGT. La derecha contrarrevolucionaria admitió en sus filas a cualquier persona que, al margen de su procedencia política, acatase las líneas fundamentales de su programa. La defensa de la profesión pública de la religión católica que no se oponía al libre albedrío y el respeto debido a otras conciencias; la integridad de la patria; la indisolubilidad del matrimonio, la derogación de la ley del divorcio y la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos; el respeto a todas las ideas y el mantenimiento de la paz social; el amparo del trabajo manual e intelectual como manantial de riqueza humana; y la protección de la propiedad que consideraba consustancial con el individuo porque le capacitaba en el desarrollo de sus funciones sociales.

Por último, el concejal Matías Álvarez Benavides se inscribió en el partido Republicano Independiente.

El 3 de septiembre se convocaron elecciones para vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales. A los concejales de los ayuntamientos les tocó elegir 14 miembros. Participaron en las votaciones los once concejales que seguían en activo en el concejo. El escrutinio arrojó el resultado siguiente[40].

Representante titular: Manuel Alba Banzano, vicepresidente de la Agrupación socialista de Badajoz, seis votos; Antonio Royo Villanova, de la liga Agraria, cuatro; y Fernando Miranda Quiñones, Radical, uno.

Como representante suplentes fueron elegidos Jacinto Herrero Hurtado, vicepresidente de la Agrupación socialista de Cáceres, seis votos; Joaquín García del Val, de Acción Popular, cuatro; y Felipe Álvarez Uribarri, uno. Los socialistas mantuvieron activo su feudo electoral.

 

ELECCIONES A CORTES DE 19 DE NOVIEMBRE DE 1933

 

El 19 de noviembre se convocaron elecciones a Cortes. Dos días antes, el gobernador civil Miguel Ferrero Pardo, que velaba por los intereses del partido de Lerroux en la provincia, comunicó al comandante del puesto de la guardia civil de Hervás, que «teniendo referencias auténticas y fidedignas relativas a la falta de neutralidad con que pueden proceder durante las elecciones del próximo domingo los individuos de la guardia municipal y policía rural de ese ayuntamiento de Hervás, y siendo propósito del gobierno el que dicha neutralidad sea observada sin excusa alguna… he dispuesto la retirada a los funcionarios las armas de todas clases y las licencias para usarlas». El alcalde socialista Amandio, el jefe de policía, siete guardias municipales, el alguacil, el administrador de arbitrios, el pregonero y el depositario de fondos, representantes y funcionarios del ayuntamiento, poseían armas.

El padrón de estadística de 1933 arrojó un censo de 2.538 electores. El incremento se debía a la participación de la mujer. En 1931 se censaron 1.061 varones, lo que significaba que la demografía femenina se situó en torno a los 1.477. Los candidatos socialistas fueron los más votados. Mantuvieron su tirón electoral frente a la Liga Agraria y los Radicales[41]. Al día siguiente de las votaciones hubo incidentes en la población. Intervino la guardia de asalto pero fue desalojada de la villa por las fuerzas obreras de izquierdas.

Alejandro Lerroux fue investido presidente del gobierno el 16 de diciembre. A primeros de año, el gobernador civil Miguel Ferrero Pardo, que defendió sin escrúpulos los intereses del partido Radical en la provincia, nombró concejal interino a Inocente García Castellano, que pertenecía a su formación política. Ocupó la vacante de Gorgonio Muñoz Neila, fallecido el 7 de marzo de 1932. Gorgonio había militado en el Radical–Socialista, cuyos militantes se diseminaron entre los dos bandos políticos. Derechas e izquierdas reclamaron para su grupo el acta de concejal. La minoría socialista impidió la toma de posesión. Agustín Pérez, un tal Mata, Manuel Álvarez, Enrique González Alderete, Valentín Neila, Faustino Castellano, Eduardo Martín, Amadeo Lorenzo, Antonio Pérez, Germán Sánchez y Vicente Castellano elevaron sus protestas al gobernador civil, el 18 de enero. Al día siguiente, Inocente García Castellano tomó la vara de concejal interino por el partido lerrouxista[42].

El arco político sufrió una nueva modificación. Había cinco concejales socialistas Amandio López, Ángel Barrios, Nicomedes Blanco, Francisco Rubio y Ángel Llanos, y el federal Aniceto García Sánchez. Por las derechas estaban los radicales Primitivo Martín, Tomás Sánchez e Inocente García, los agrarios Quintín Hernández y Vicente Cid, y Matías Álvarez como Republicano Independiente. Las fuerzas políticas quedaron estructuradas en dos bloques compactos con idéntico número de concejales, germen del Frente Popular y el Bloque Nacional contrarrevolucionario.

 

CONCLUSIONES

 

La Conjunción Republicano–Socialista gobernó la Casa Consistorial en minoría durante el primer bienio de la Segunda República. En ese ciclo, la iglesia católica no vivió sus mejores momentos. La proscripción del rito católico por la corporación municipal en la sepultura del difunto en el cementerio municipal contrariando la Carta Magna (29 de enero de 1932), la clausura del Círculo Tradicionalista católico presentado a los ojos de la sociedad como un centro que conspiraba contra el derrocamiento de la República (agosto de 1932), y la restricción horaria del uso de las campanas a las iglesias parroquiales de Santa María y de San Juan Bautista de la Concepción, y a los centros de enseñanza religiosa de la Escuela Dominical y colegio de monjas josefinas trinitarias (7 de noviembre de 1932), puede considerarse como el principio de una cadena de actos persecutorios por la izquierda anticlerical contra la iglesia y las asociaciones católicas, que tuvo su cenit durante los meses que gobernó el Frente Popular.

La beligerancia anticlerical de la izquierda republicana remontó el vuelo, con mayor virulencia, tras la toma de posesión del ayuntamiento por el Frente Popular, manifestada en la clausura de la Escuela Dominical y de las asociaciones Juventud masculina y femenina de Acción Católica (23 de marzo de 1936), la quema del altar mayor de la iglesia parroquial de Santa María por nueve republicanos (en la transición del domingo 29 al lunes 30 de marzo), la prohibición de las procesiones de Semana Santa (4 de abril) y el cierre del colegio de párvulos de las monjas josefinas trinitarias por un colegio laico, que no entró en vigor por el golpe militar fascista.

De este capítulo trataremos en otra ocasión.


[1] Archivo Municipal de Hervás [=AMH], Caja Libro [=C. L.] 36 «Actas municipales 1930» fols. 29v–32v; legajo [=leg.] 1, carpeta [=carp.] 3, y leg. 47, carp. 1.

[2] AYALA VICENTE, Fernando, Las elecciones en la provincia de Cáceres durante la II República (1931–1936), Badajoz 2001, p. 72, anota: 3 centristas, 4 de la derecha republicana y 5 socialistas, y en p. 289: 3 conservadores, 4 de la DLR y 5 socialistas.

[3] Los datos en AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1931» fols. 15–20. Un extracto en mi artículo «Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931», Ferias y Fiestas de Hervás núm. 66, Salamanca 2012, pp. 41–49.

[4] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1931» fols. 16–20.

[5] AMH, C. L. 104 «Diario de intervención de pagos 1929–1931» fol. 59v.

[6] AMH, leg. 618, carp. 4. Los tres estuvieron implicados en el incendio del altar mayor de la iglesia de Santa María de Aguas Vivas, que tuvo lugar el último domingo de marzo de 1936.

[7] Las elecciones en la provincia de Cáceres pp. 107 y 142. No he podido contrastar los datos.

[8] Archivo Histórico Provincial de Cáceres [=AHPCC], Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5.

[9] AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5.

[10] AMH, leg. 629, carp. 5, y leg. 48, carp. 1, 31 marzo 1931; y AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5.

[11] AMH, leg. 47, carp. 2.

[12] AMH, leg. 38, carp. 9, 30 agosto 1902, y 1 mayo 1903; leg. 41, carp. 3, 20 y 28 junio 1916; y leg. 46, carp. 3, 7 diciembre 1929.

[13] AMH, leg. 47, carps. 2 y 7.

[14] AMH, C. L. 104 «Diario de intervención de pagos 1931», fols. 26v y 155v; y leg. 47, carp. 1, 28 mayo 1930. El párroco don José Rodríguez Trinidad y los coadjutores don Benito Herrero y don Ángel Martín Peña fundaron una escuela nocturna católica, el 28 de mayo de 1930.

[15] GINARTE GONZÁLEZ, Ventura, Hervás: su historia, su tierra, su gente, Madrid 1991, pp. 38–39.

[16] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1931» fols. 31–32.

[17] AMH, C. L. 37 «Actas municipales 1939» fol. 12v.

[18] La maestra doña Aurelia Rodríguez agradeció al ayuntamiento nacional la reposición de los crucifijos el 25 de mayo de 1938, en AMH, leg. 52, carp. 4; véase mi versión literaria: «Mujeres de posguerra», Clarín Revista de Nueva Literatura, año XVII núm. 98, 2012, pp. 50–56.

[19] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 138–139 y 163.

[20] AMH, leg. 629, carp. 5.

[21] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 127, 139, 142 y 147.

[22] AHPCC, Gobierno Civil, caja 4030 «Hervás 1932»; AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 148, 163 y 180; y C. L. 105 «Diario de Intervención de pagos 1932» fol. 2v.

[23] AHPCC, Gobierno Civil, caja 4030 «Hervás 1932»; y AMH, leg. 48, carp. 2.

[24] AMH, leg. 48, carp. 4.

[25] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fol. 12v.

[26] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 168 y 170–171.

[27] AMH, leg. 92, carp. 8.

[28] AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5.

[29] AMH, leg. 84, carp. 4.

[30] Los datos en AHPCC, Gobierno Civil, caja 4030 «Hervás 1932».

[31] No era natural ni vecino de Hervás, en AMH, leg. 50, carp. 1. Alfredo Mayoral era capitán de caballería destacado en Hervás en julio 1938.

[32] AMH, leg. 49, carp. 2.

[33] AHPCC, Gobierno Civil, caja 4030 «Hervás 1932».

[34] AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5, y caja 4030 «Hervás 1932».

[35] Solicitaron mobiliario para el juzgado municipal, canalones para la recogida de aguas, inspección sanitaria de las escuelas y otros asuntos relacionados con la salud e higiene; en AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 23v–24.

[36] AMH, leg. 48, carp. 1.

[37] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1932» fols. 33 y 35–35v.

[38] AMH, leg. 48, carp. 2.

[39] Los datos en AMH, leg. 48, carp. 3; y AHPCC, Gobierno Civil, caja 2806, expte. 5.

[40] AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1933» fols. 1v–2.

[41] AMH, leg. 48, carp. 3.

[42] AHPCC, Gobierno Civil caja 4030 «Hervás 1934»; y AMH, C. L. 36 «Actas municipales 1934» fol. 26.

Nov 142013
 

Manuel Rubio Andrada , Manuel Ignacio Rubio Muñoz y  Francisco Javier Rubio Muñoz.

1. JUSTIFICACIÓN

 Acometemos el estudio de este poblado debido principalmente a una triple motivación: una es la necesidad de puntualizar inexactitudes de datos que algún estudioso ha presentado del mismo relativo a su localización, otra es su cambio de denominación y la tercera es subsanar el error sobre la existencia de sus defensas.

  En las obras aludidas  generalmente se pretende presentar la totalidad de los asentamientos de la pasada Edad del Bronce en Extremadura o en un gran área de ésta, en ellas la descripción de algunos poblados da la impresión de hacerse con demasiada rapidez y desde la improvisación causada por la lejanía..

  De forma secundaria nos movieron sus defensas: sobre ellas exponemos su descripción, actual conservación y los problemas de identificación que presenta. Acostumbrados a observar las de otros poblados con una homogeneidad técnica en toda su construcción nos sorprenden las de este Castillejo I que parece hacer un alarde de estructuras con numerosas variaciones constructivas adaptadas por una parte a las irregularidades concretas del espacio que toca y por otra, el hábitat que en ese mismo lugar desea lograr hacia el interior.

 2. ANTECEDENTES

 La denominación del Castillejo seguido del número romano I intenta distinguir a nuestro poblado del homónimo de la época del Hierro que se sitúa varios km al norte, casi todo él en término de Zarza de Montánchez pero a caballo entre los términos de Santa Ana y Robledillo de Trujillo, en el pico denominado Cabeza del Perro en el mapa 1:25000.

 No son muchos los estudios que se han ocupado del poblado del Castillejo I de Robledillo y los que lo han hecho le han dedicado unas líneas que en el mejor de los casos no llega a una página.

 En 1977 se publica el primer estudio dedicado al Bronce Final en Extremadura (Almagro, 1977), en él no se reseña este enclave.

 Marcial Calzado Palacios, en su trabajo perteneciente a la década de los 70 del pasado siglo, dedicó al poblado del Castillejo de Robledillo 34 líneas, a nuestro juicio bastante acertadas; de ellas, nueve las emplea en la localización, descripción del medio y posible acceso. Las veinticinco restantes las dedica a la descripción directa del castro; de estas, trece se emplean en describir las defensas; nueve en enumerar, describir y catalogar las cerámicas y las cinco restantes en la clasificación del pulimento y depósito de los materiales. Completa el trabajo con 11 acertados dibujos de las cerámicas y un objeto pulimentado (Calzado, 1970-1980).

 

José Antonio Redondo en su tesis doctoral “Regio Turgaliensis” le dedica dos páginas, enclavándolo como castro de montaña perteneciente al Bronce Final; poco aporta a lo ya descrito en el trabajo anterior (Redondo, 1987).

   Ignacio Pavón Soldevilla, en su libro de 1998 sobre la Edad del Bronce en las cuencas medias de los ríos Tajo y Guadiana en Extremadura (Pavón 1998), se acerca a él con una denominación nueva que induce a error: en vez de Castillejos pasa a llamarse Los Alijares.

  Por supuesto que equivocó también la localización; anotó 39º 15´ 8´´ N y 5º  59´ 2´´ W con una cota de 786 m que, con ligero error de altura y longitud –parte de 59´ a la derecha y hay que partir de 58´ a la izquierda, serían 58´ 58´´- corresponde a la situación del pico más alto de la sierra -Alijares-.

  No es allí donde está el poblado, por esa razón no observó sus bien conservados recintos -ver pág 64-; a pesar de ello presenta unos dibujos de cerámicas carenadas bruñidas como si procedieran de los Alijares, figura 63-1 del citado libro. También ofrece en la  63-2 el dibujo de un objeto de bronce como procedente del Castillejo de Robledillo.

     Aunque no inmediato, el pico Alijares está a unos 2 km hacia el SW del Castillejo I. No denominado en los mapas topográficos con este nombre si lo está la calleja que conduce a la derecha del mismo o en el collado; daremos su localización seguidamente.

  La citada alusión del Sr. Pavón nos indica un poblado sin apenas recinto defensivo criticando en este aspecto al Sr, Calzado (un acercamiento y semblanza de éste puede obtenerse en (Rivero de la Higuera, 1974). Pavón aporta otra “novedad”, reconoce en él una fase Calcolítica previa a la del Bronce Final, por haber encontrado un fragmento campaniforme, cuestión que no apoya con datos documentales –dibujos, fotos etc.-. Nos resulta muy dudosa esta nueva afirmación en medio de las demás inexactitudes. También nosotros observamos un fragmento campaniforme en una pequeña colección de cerámicas que existía en el Colegio Público de Robledillo y del que hicimos un inventario en 1995 que dejamos mecanografiado en dicha Institución. Posteriormente hubo comentarios que ponía en duda la procedencia de los fragmentos como exclusivos del Castillejo por lo que desechamos en este trabajo la existencia de los mismos por dudosa.

   No cabe dudas que D. Ignacio Pavón, por otra parte excelente y entusiasta estudioso del tema, equivocó la ascensión y marcho al pico de Alijares en vez del Castillejo (Pavón, 1998); después tomó como referentes unos perfiles generales de cerámicas adecuados a los ya publicados que desde luego no hemos observado en Alijares y si en el Castillejo I.

 

 Con respecto al fragmento campaniforme mencionado diremos que entre los poblados situado en una cota tan alta,.detectados en esta zona, no son frecuentes los restos de finales del Calcolítico. El poblado del Risco de Sierra de Fuentes –cota 650 m- (Enriquez, 2001), parece ser que ofrecía algún resto de este periodo aunque los dibujos que ofrece de los materiales alusivos a la fase  final Calcolítica -Fig 75, 76- son por lo menos dudosos de su pertenencia a esa cronología.

  Sin duda repite fallo de nomenclatura y localización en su colaboración en Extremadura Protohistórica: Paleoambiente, Economía y Poblamiento (Rodríguez, 1998).

 Finalmente, siguiendo el error antes mencionado, ofrecen un corto y somero estudio como poblado del Bronce Final, al estudiar el desarrollo de la cultura pretartésica en Extremadura (Rodríguez 2001).

   Ruego disculpen estas puntualizaciones que juzgo necesarias si se quiere proseguir adecuadamente el proceso investigador; son fallos naturales, de cierta importancia, que involuntariamente todos cometemos.

  3. LOCALIZACIÓN

Este punto está representado en la hoja número 730, denominada Montánchez del mapa topográfico 1/50.000, 1ª edición de 1948; sus coordenadas geográficas  son: latitud norte 39º 15´ 05´´ y longitud oeste 2º 17´50´´ (meridiano de Madrid). En el meridiano de Greenwich la longitud  es 5º 58´ 40´´ oeste, la latitud es la misma; la altitud es de 766 m.   Término municipal de Robledillo de Trujillo. 

  El poblado, como hemos dicho, no se realizó en el pico más alto de la sierra, denominado Alijares, con una cota de 786 m, sino en otro denominado del Castillejo situado inferiormente en la correspondiente de 772 m (Lám I); a unos 275 m de desnivel con el llano donde se asienta la población de Robledilo que lo hace hacia el norte ya bien pasada la humbría; hacia el sur la solana ofrece un desnivel aproximado de 365 m, casi 100 m más. Hacia el este, pasado el pico Astorgano, la sierra de Sta Cruz muestra el de S. Cristóbal con 844 m; hacia el oeste Cancho Blanco  llega a 955 m y Montánchez los pasa con sus 988 m.  

Para acceder a este lugar debemos dejar el vehículo en la cercana población de Robledillo de Trujillo; situados en la parte sur del mismo, tomaremos la calleja que, en dirección de la sierra, marcha a la fuente Gironda. Pronto, a unos 10 minutos, la calleja se bifurca en dos ramales que se dirigen hacia los dos collados más próximos, el del este sigue ascendiendo y el del oeste lo hace con más horizontalidad, a unos 50 m de sus inicios hay una inconfundible roca central. Ya en el collado de la derecha, si encontramos una vereda que sortea el jaral, tendremos más fácil el acceso al poblado -que allí nos cae en el cerro del este-.

 Lámina I

   Lámina I.- El pico sobre el que se asienta el poblado del Castillejo de Robledillo de Trujillo.

  Aunque en la actualidad la maleza cubre el caminos por algunas partes  se mantiene el rastro de una vereda en los tramos de calleja más invadidos. La ascensión al collado no debe superar la hora de camino. Más adelante los dos confluyen ya en la solana y muy próximos a la citada fuente.

 4. GENERALIDADES

 El terreno sobre el que se asienta es granítico y debido a su situación en altura ofrece condiciones meteorológicas que posibilitan más vegetación que en la penillanura cercana, determinando una capa vegetal que dura generalmente hasta algo adentrada la primavera; el escaso aprovechamiento del pastizal, intermitente entre los ripios, ha proporcionado, con el paso del tiempo, un mantillo de tierra fértil que pudo motivar un intenso pastoreo.

  Posteriormente para lograr terreno agrícola fue necesario construir interminables metros de innumerables bancales, ellos crearon espacios horizontales de tierra fértil, en bien delimitados minifundios donde aún perviven numerosos plantones de vides y olivos. Ellos son los testigos de pasados decenios de mayor economía agroganadera y por ello de población campesina más numerosa.

  Debió reservarse determinados espacios para la plantación y obtención de cereal o leguminosas pues no son demasiado extrañas las construcciones  de piedras, horizontales, a nivel del suelo y de tendencia circular; logradas con bloques de granito, que, aunque irregulares, ofrecen su cara plana para completar la superficie perfectamente ensamblados. En ellas se esparcían las denominadas parvas para la obtención del grano.

 Toda la parte media y superior de la sierra está completamente abandonada A pesar de lo boscoso que en la actualidad se presenta el terreno la fauna  no es ni abundante ni diversificada. La caza menor ha desaparecido; a veces se observan hoyadas, no muy extensas ni profundas, del jabalí.     

 5. LAS DEFENSAS

5.1.Generalidades.

 El granito predomina en la superficie del pico sobre la que se construyó el poblado, presenta formas muy irregulares y no ofrece facilidades para la edificación ni siquiera de elementales de chozas. Hacia el sur hay un considerable desnivel; una acentuada inclinación caracteriza los lados oeste y norte que facilitaría el deslizamiento desde la parte superior; en el este el desnivel es algo más suave.

Figura 1 Croquis del Castillejo I

Figura 1.- Croquis del poblado del Castillejo I, Robledillo de Trujillo (Cáceres)

  Toda la superficie que pudo ocupar el poblado se divide claramente en tres partes (Fig 1).

Con plena certeza se observan las fortificaciones de las dos superficies superiores,  las cuales se hallan bien limitadas por sus cuatro lados con un potente recinto de piedra -granito- realizado en ligero zigzag aunque éste es más marcado en unas partes que en otras.

  En conjunto las superficies tienden a presentar formas de trapecios rectangulares semejantes con su lado inclinado curvo, marcadamente convexo -el del oeste-.

  Las medidas de sus ejes están muy próximas, aunque pueden variar las del eje E-W dependiendo del lugar exacto que se tome, en cualquier caso deben estar cercanas a las que ahora damos: tanto el eje N-S  como el E-O tienen 55 – 60 m; así pues, las dos superficies superiores que es donde hay evidencias claras de doblamiento, no llegan juntas, a la hectárea, si se tiene en cuenta la parte edificable de la superficie que encierran quedaría en algo menos de la mitad.

  El espacio inferior, el más exterior, tiene una delimitación muy inconclusa; solamente se observa la fortificación en el oeste; unos metros en la parte norte; el lado este está invadido por construcción en bancales y la maleza se extiende tanto por este lado como por el sur donde no hemos observado resto alguno del recinto bajo.

  La irregularidad de los granitos se acentúa en la parte sur del pico donde llega a formar cortadas continuas de 6 a 8 metros de desnivel; a veces se encuentran encajadas en la parte superior grandes bloques del mismo material que completan las defensas. En las partes norte y este de ambos recinto, superior y medio,  las cortadas formadas naturalmente por las rocas son ocasionales e intermitentes y los muros las van buscando procurando mantener el mismo nivel en su trazado. En el oeste el desnivel adquirió más violencia; allí, hacia el norte, pendiente abajo, con mucha valentía, se levantó, un muro en talud exterior. Generalmente se asienta sobre un caótico pedregal formado por grandes bloques fracturados y al menos en parte, deslizados desde lo alto.

  No nos ha llegado una visión clara de sus esquinas; se realizaron al menos en los ángulos NE de los recintos superior y medio. En el superior su escasa altura muestra sin mucha rotundidad una construcción redondeada, sin esquinar, en su interior se acumularon piedras en un ancho bastante superior al habitualmente empleado. El correspondiente ángulo del recinto medio es uno de los escasos lugares que está más arruinado y no permite observar con claridad su técnica constructiva; por lo conservado aparenta una forma de corto redondeo con una amplia zona interior de piedras de relleno, como ocurre en la correspondiente del recinto superior.

 5.2. Recinto superior: el lado norte.

En el pico, desde el oeste, las rocas, aunque poco salientes, se extienden por la parte central y sur  de la superficie superior y decrecen levemente hacia el lado este; allí, en sus comienzos por el lado sur, pierden bruscamente el nivel y descienden en corte acusado.

 La cresta del cerro presenta generalmente las rocas graníticas algo alargadas en disposición E-O; en su parte central, tiene de largo 78 m en dirección E-W y 18 – 20 m en el eje N- S. Se debió hallar bastante desprovista de tierra lo que hacía muy difícil el asentamiento. Por lo general este recinto superior acota una superficie que supera un desnivel de 10 o 12 m, como mínimo, sobre el nivel del recinto medio; la pendiente es muy acusada en el norte y lo es aún más en el oeste y en el sur; el lado este cae con más suavidad. En la ladera del norte actualmente crecen los rebollos –robles- con gran densidad dificultando la observación directa del suelo.

 El recinto superior del lado norte lo forma un muro de 60 m de longitud que, además de la función defensiva contribuía a solucionar el problema de las irregularidades del terreno ya que permitía lograr la horizontalidad del espacio superior a él, mediante el relleno de tierra u otros materiales; en realidad se construyó un bancal. Su trazado se hizo a la vez ligeramente convexo y sinuoso.

  Se hizo en talud exterior, su altura externa varía, oscila entre 1 y los 2 m; al interior presenta un desnivel también variable aunque mucho menor, puede llegar a alcanzar los 0,30 m. Igualmente cambiante es  su grosor, en la esquina NE alcanza 1,70 m, el resto es menor, entre 0,50 y 1 m.

Su trazado puede dividirse en dos partes: la primera sale desde el muro oeste, unos 20 m hacia el norte del lado sur, está muy destruida en sus comienzos y por lo general en su construcción se emplearon piedras muy manejables para una persona.

  La técnica constructiva de su estructura interna presenta a veces doble hilada  de piedras, al interior y exterior, con relleno entre ellas de otras menores; en otras ocasiones el muro carece de hilada interna y únicamente presenta la externa y el relleno. Comparado con la mayoría de los muros actuales su aspecto general es falto de uniformidad en el trazado y su acabado externo sería descuidado.

  En la parte exterior de este recinto, la que mira al norte, se observan bastantes caras alargadas y planas de las rocas, lo que lleva a una selección previa de los materiales que lo componen; descuidadas en su conjunto demuestra que no hubo intención de uniformar el muro por su parte exterior que es una característica de los muros relativamente actuales.

  A unos 20 m del lado oeste, se halla una forma de corta y pequeña torreta adosada al exterior, de trazado circular hacia el NE y recto en la cara oeste; su ancho medio es por término medio de 1,50 m en el eje E-W y de 1,30 en el N-S; se realizó amontonando piedras irregulares excepto en la parte superior que son bastante planas; su altura actual es de 1 m sobre las rocas que la sirven de sustento y es inferior al recinto por aquí en 0,80 m.

 Entre el relleno de este primer tramo del muro superior, a unos 4 m hacia el este de la “torreta”, se observan dos fragmentos de sendos molinos naviformes depositados como relleno en la parte superior del muro: uno mide 25 cm de largo, 20 cm de ancho y 7 cm de alto; el otro fragmento es semejante, de medidas algo menores y no son coincidentes.

  La segunda parte de este recinto superior comienza pasada la mitad hacia el este, a partir de una gran lancha plana colocada en la parte superior del recinto, su tamaño es considerable e inconfundible por su limpieza y color claro. Allí el muro dobla ligeramente hacia el NE y cae de nivel con cierta suavidad; su técnica en el alzado es de una alineación bastante elemental, es más bajo y estrecho, la caras más descuidadas y la piedra aquí empleada es algo mayor, manejables para un par de adultos. No soporta aterrazamiento interior.

  Llegado a su extremo este, el recinto dobla un par de metros más hacia el sur; la esquina resultante, aunque redondeada, ofrece buen acabado a base de piedras alargadas, no excesivamente grandes, colocadas a tizón, rematan externamente el ancho relleno interior ya mencionado (1,70 m); su altura actual sobre las rocas es de 0,60 m.

  El muro este continúa hacia el sur y pasadas unas rocas de no mucha altura, hay unos metros de un murete muy bajo, elemental y sin particularidades destacables que completa el cerramiento superior por el este hasta unirse al  lado sur.

  Por el norte este recinto superior y en el sur los escarpes, lograron encerrar en su interior a distinta altura, dos superficies A y C. Estos y parte del recinto sur, que describiremos seguidamente, lograron otra, la B. En ellas tuvieron donde poder asentarse con relativa facilidad un corto número de viviendas y sobre todo vigilar; era imprescindible observar continuamente las lejanas llanuras por todos lados.

 La superficie A es alargada y la más superior. Hacia la parte norte la limita el muro del recinto superior y hacia el sur lo hacen los riscos que se elevan suavemente para luego caer con más rotundidad; el flanco este lo ocupan unos salientes rocosos y el oeste lo limitan los grandes volúmenes de granito que forman la muralla. El espacio reseñado mide de largo 23 m en el eje E-O y de ancho útil tiene 8 m en el N-S; cerca de su parte central y al nivel del suelo, tiene una roca horizontal, de contorno irregular, de unos 3 m de larga por 1 m de ancha que contrasta con la disposición aguzada de las rocas de las de su entorno inmediato.

  La superficie B se situó hacia el sur; se comunica en la terminación SE de la superficie A; aquí hay un ligerísimo paso que nos lleva a otro  plano amesetado situado aproximadamente en un nivel inferior de 1 m con respecto al A. Orientada a solana, está limitada por el recinto sur. Éste nuevo espacio es bastante rectangular, mide 4 m de ancho, en sentido N-S y 13,5 m en el E-O; situado a solana, se encuentra “colgado” entre las rocas y resguardado de los fríos vientos del norte por la ligera elevación de los escarpes; hacia el sur, más allá del muro, se extiende un corto abismo de 5 – 6 m de desnivel aunque sin formar escarpe. Fue adelantada imprescindible y necesaria para la observación del valle medio del río Guadiana, hacia Medellín y todavía más al sur, hasta el Peñón del Pez en Zarza Capilla (Badajoz) ya en las inmediaciones del río Zujar recién entrado en tierras pacenses procedente de Andalucia.

  Hacia el este de la superficie A, pasado un terreno rocoso de no mucha altura, se encuentra la superficie C. La acota por el norte y este la segunda parte del recinto superior; los escarpes rocosos lo hacen por el sur, formando ya buena cortada. Se consiguió un espacio de 10,40 m para el eje E-O y unos 8 m para el N-S, situado unos 4-6 m más bajo que el espacio A. Aunque de tendencia horizontal, es más irregular que las superficies A y B  con bastante espacio de rocas algo más elevadas, principalmente hacia el sur. Como se puede deducir de las medidas, ofrece escasa superficie útil para el asentamiento.

  Como hemos insinuado, se llega a ella desde arriba, tras un estrecho paso que ofrecen por el norte el recinto y las rocas centrales.

 5.3. Recinto único: el lado sur.

 El lado sur sigue la alineación natural de las rocas durante 77 m. Su extremo oeste, el más alto, lo forman grandes y bellos volúmenes irregulares de granito, agrupados caóticamente, las diferentes líneas curvas que lo forman se disponen en semicortadas al sur; hacia el centro de todas ellas, una destaca por su predominio de líneas rectas y su posición cercana a la horizontal.

  La parte central lo ocupan volúmenes algo menores igualmente caóticos en su deslizamiento desde lo alto y menos potente en la ruptura de sus formas, era la parte más asequible desde el sur. Sobre ella se extiende, en varios segmentos, el muro que limita la mencionada superficie superior B.

  En el extremo este de este lado, las rocas se presentan en cortada con un notable desnivel al exterior.

   La mencionada parte central presenta un nivel decadente hacia el oeste y su altura es un tanto irregular. Aunque éste y otros tramos parecen ser rectos, en realidad se construyeron en suave zigzag buscando las rocas más salientes.

  La extensión no es mucho mayor que el eje E-W de la superficie que acota -13,50 m-; su altura externa máxima es de 2 m y por el interior 0,70 m y alcanza una anchura máxima de 1,40 m en los primeros metros del trazado por el nordeste, después disminuye bastante.

Lámina II 

Lámina II.- El cambio de estructura en los inicios del muro sur por el este.

  Sus comienzos por la parte este presentan una estructura con doble hilera, interna y externa, formadas por piedras de gran tamaño, manejables al menos para cuatro personas; otras menores, posiblemente colocadas por una persona fuerte, completan el volumen interior. Pasados 3-4 m de este trazado, la estructura del muro cambia para ser algo más estrecho y elemental (Lám II), se realizó por simple colocación de unos bloques irregulares, también de considerable tamaño, encajados sobre otros, sin que haya otras menores que sirvieran de cuña;  la terminación oeste de esta parte del muro se presenta más baja, descuidada y formada por rocas algo menores. La presentación de ambas caras en todo este recinto es descuidada.

  Como ocurría en el recinto superior del lado norte, además de la función defensiva de estos muros, erguidos sobre el escarpe de las rocas, tenían otra función importante: lograr la construcción de un espacio amesetado interior, ahora en solana –la superficie B ya tratada-; para ello  aportaron  al interior tierra y algo de cerámica ya amortizada. Así, aunque inacabada hacia el SW, se logró una corta superficie, ciertamente templada en invierno y tórrida en los días de calor estival, en ella se debió distribuir parte del asentamiento.

 5. 4. Recinto medio: lado este.

 El lado este es el que ofrece la pendiente más suave y la que permite un acceso menos accidentado al interior del poblado; por el momento también la vegetación es más permisiva y por él accede una empinada callejuela procedente del pueblo, hoy completamente sumergida en la masa vegetal desde bastante más abajo.

  Comenzamos la descripción del recinto medio del lado este por su unión con el tramo sur y terminamos en el mismo recinto medio por el lado norte. Su trazado se acerca bastante a la recta pero en realidad, como hemos apuntado, sigue una línea ligeramente oscilante siendo algo cóncava en su conjunto. En ambas caras las superficies se presentan descuidadas ya que no se seleccionaron los planos.

 

 Tiene una longitud de 34 m y su trazado se muestra ligeramente sinuoso. Comienza en unas rocas ensamblando con una hilera de fuertes peñascos, ellos continúan el buen desnivel al exterior que las rocas marcan desde la esquina que forma con el lado sur. Pasados estos, hay 11,60 m de muro antes de llegar a una puerta con un ensanche que oscila entre 2 m y 2,25 m después, como en el lado sur, disminuye su grosor a medida que avanza y nos acercamos al vano; su altura máxima por el exterior es de 2,10 m y 0,90 en las proximidades de la puerta, algo menor es la altura interna, sobre 1,60 m. No se cubrió de tierra el espacio del interior del poblado.

Lámina III

Lámina III.- Estructura interna del muro en la parte este del recinto.

  Es posible estudiar totalmente la estructura interior de este tramo de las defensas. Como hemos dicho sus primeros tramos arrancan de las rocas hacia el sur; comenzaron amontonando grandes peñascos formando un muro elemental de una hilada, algunas rocas que lo componen aparentan ser trasladadas por no menos de seis u ocho hombres, otras menores lo serían por dos o tres.

  Pasados esos cortos comienzos el muro se descompone en dos hiladas, una exterior y otra interior, –al contrario que en el recinto del sur-; lo forman piedras irregulares, algo menores y de tendencia alargada, se completó el volumen entre ellas con piedras desordenadas, más pequeñas, de mediano tamaño –manejables con facilidad para un individuo-. Por el exterior y en ocasiones aparecen grandes rocas embutidas o colocadas superiormente, manejables para 4 0 5 personas (Lám III).

  A partir de esos 11,60 m del muro descrito, llegamos a una puerta de 0,60 m de ancha, algo más amplia hacia el interior de la parte sur donde alcanza 1,50 m de altura, hacia el norte solamente llega a 1 m; aquí se encuentra limitada por una lasca bastante plana en posición vertical. El muro continúa hacia el norte de manera elemental y es mucho más estrecho y bajo; mide de largo 2 m, de altura máxima 1m y 0,70 m de ancho.

  5.5. Recinto medio: lado norte.

Lamina IV

 Lámina IV.- La esquina redondeada del nordeste del recinto medio con la zahúrda.

 La esquina N.E. tiene en total una longitud de 10,60 metros de largo, llegaba a alcanzar 3 – 4 m de altura y más de 2 m de ancho; se emplearon rocas manejables para un hombre de considerable fortaleza (Lám IV).

  Llegamos a su inicio con una zona de paramento actualmente muy alterado; primeramente es la construcción de una pequeña cochinera individual; ésta mantiene dos estancias adosadas, cada una de poco más de un metro de longitud, una de ellas cubierta por aproximación de hiladas.

  Después el recinto dobla hacia el norte salvando la esquina con técnica semejante a la empleada en el NE del recinto superior, es decir de forma redondeando con series de piedras alargadas colocadas a tizón; gran parte del recinto está arruinado hacia el exterior, en sus bajos yacen amontonadas caóticamente las piedras que, debieron rodar desde la parte superior.

  Aún se ven elevados, en la parte media de la altura del muro, dos leves arcos, ligeramente convexos, que se extienden hasta llegar a las cercanías de un grueso canchal hacia la parte oeste. En el interior de este tramo, actualmente tan caótico, hay un relleno de piedras considerablemente ancho – próximo a los 2 m-, cuestión que también ocurría en la correspondiente esquina del recinto superior. Superadas las mencionadas rocas que marcan el comienzo del lado norte, el recinto continúa prácticamente intacto.

 Se extiende durante 39 m  hasta alcanzar el lado oeste; aquí, se decidió realizar un vano y disponer de una segunda puerta.

  Su trazado procura seguir la misma curva de nivel. aunque de manera poco marcada es zigzagueante y la cara exterior poco cuidada; igual que en el recinto superior se buscaron los salientes rocosos para dar mayor fortaleza al trazado, economizar materiales, esfuerzos y evitar los derrumbes debidos a los deslizamientos que proporciona la fuerte pendiente. Su ancho oscila entre un máximo de 2,80 m y los 2,20 m. La altura máxima exterior actual se sitúa por lo general en 1,60 m y al interior oscila entre 0,40 y 0,50 m.

  Comenzaron empleando grandes bloques, manejables para 5 o 6 personas, algo menores son las piedras que rellenan el volumen interior. Pocos metros después el tamaño de las rocas empleadas en ambas hiladas y en el volumen interior disminuye empleándose un tamaño mediano, manejables para una o dos personas fuertes, aún menores y más irregulares son las que completan el interior donde no presentan disposición especial, simplemente se amontonaron.

 

 La superficie del terreno del exterior inmediato al muro se encuentra invadida por  piedras de tamaño semejante, sin estructurar, producto de los derrumbes de la parte superior del muro.

Lámina V

 Lámina V.– La estructura del muro norte del recinto se construyó con dos hiladas de piedras bastante planas rellenas de otras menores y  más irregulares.

  Este muro presenta una estructura basada en la colocación a tizón en doble hilada, interna y externa, de piedras de  granito de variable tamaño, generalmente bastantes planos y  alargados (Lám V).

   Pasado el recorrido hacia el oeste, se llega a la mencionada puerta que, aunque algo mayor, presenta características parecidas a la primera: piedra plana vertical como remate del muro norte; dobla ligeramente de forma cóncava al interior; el ancho del vano es de 1 m y el alto en el muro del lado norte llega a ser de 1,20 m siendo menor el que da al muro de poniente.

 5.6. El lado oeste.

 El lado oeste es más abrupto que el norte y todo él aparece cubierto por  pedriza de granito aparentemente rodada desde lo alto, a veces los bloques son de gran tamaño, aunque menores que las descritas en la parte sur de la cima. La vegetación es también densa y algunos robles alcanzan ya proporciones arbustivas, si bien cortas. Entre la numerosa vegetación predomina el jaral y nos puede sorprender en primavera una rica y variación floración.

 El recinto por el oeste comienza su trazado en la cima, en el extremo de esta parte del lado sur del recinto; en total tiene 132,40 m de longitud.

  Puede dividirse en dos partes: la primera presenta una longitud de 69,5 m hasta alcanzar la puerta NW del recinto medio; por lo general tiene un ancho de 1,30 m; el talud exterior que está sobre los 2,20 a 3 m de altura, al interior se elevó por término medio  unos 0,50 m. No se seleccionaron las caras planas al exterior por lo que externamente se muestra muy irregular y aparentemente descuidado.

    Su trazado se lanza pendiente abajo, hacia el norte; de forma claramente sinuosa corta perpendicularmente las curvas de nivel que aquí están muy próximas.

  En los 21,40 metros primeros mantiene un trazado bastante recto pero en los 48,10 m restantes se curva visiblemente hacia el este de forma convexa hasta alcanzar la citada puerta del NW. La segunda parte del recinto continúa bajando la ladera más allá de la puerta en el mismo sentido.

Lámina VI

 Lámina VI.- Las grandes piedras que forman la parte superior del muro oeste.

  En cuanto a la técnica constructiva empleada  diremos que, partiendo desde arriba, los primeros 28 m se realizaron con grandes bloques de granito de forma irregular aunque con predominio de las formas alargadas, movibles por no menos de seis u ocho personas; se elevaron encajándose entre ellos y así construyeron el alzado del muro para salvar la gran pendiente de manera inamovible hasta nuestros días (Lám  VI).

  En los 5 m siguientes disminuyó algo la inclinación y también el tamaño de las rocas aunque no la forma elemental de agrupamiento para formar el muro.

 Continúan 27,5 m de terreno algo más horizontal; en él el recinto esta formado superiormente por piedras algo más pequeñas, movibles para una o dos personas fuertes pero en la parte baja de la cara exterior se observan  piedras mayores y de tendencia más plana; si se observa esta parte desde fuera del poblado se observa que el empleo de piedras menores solo afectó a la parte superior del muro -por lo general el metro de arriba. El recinto llega a alcanzar en esos puntos un ancho de algo más 2 m.

  Por lo que nos ha llegado este tramo de piedras menores se dispuso con elementalidad y no parece presentar disposiciones especiales en su estructura interior.

  También en él son evidentes superiormente varios amontonamientos por corto vaciado interior. Al final de estos metros, hacia el norte, hay un pequeño recinto algo menor que un metro, cubierto por aproximación de hiladas, parece pertenecer a otra cochinera  embutida pero inacabada ya que no observamos ni puerta, ni recinto adosado descubierto.

  Los 9 m siguientes, antes de llegar a la puerta NW, presentan grandes piedras en disposición elemental semejante a las empleadas en la parte más alta aunque aquí su altura es escasa por estar sobre unos riscos que marcan un buen desnivel exterior. La superficie del interior del poblado en esta zona es bastante horizontal aunque en el exterior mantiene el desnivel, ello indica que, al menos en parte fue lograda por el hombre.

 Lámina VII

Lámina VII.- El muro oeste desciende más allá del recinto medio.

  La segunda parte del muro oeste deja la mencionada puerta del segundo recinto y continúa descendiendo con la misma rapidez y suave convexidad hacia el este (Lám VII).

 Los primeros 25 m se construyeron con la técnica simple de amontonar  grandes piedras si bien son algo menores que las empleadas en la parte más alta; aunque irregulares se buscaron las de tendencia plana,  manejables para 3 – 4 personas. Su altura al exterior también es menor que la parte superior, sobre 1,20 m y posee al interior unos 0,50 m de desnivel; el ancho, por lo general ronda el metro.

  Al llegar cerca de una roca interior, con un pequeño escarpe hacia el norte, el terreno es más horizontal, al menos al interior y sobre él se continuó otro tramo de 15 m ensanchando el muro y utilizando piedras de menor tamaño; por lo general no varían ni la altura interior ni la exterior.

  Es evidente el cambio que sufre la estructura constructiva en esta parte mas llana –como en la parte superior recién descrita-; en ella el muro se realizó a base de dos hiladas paralelas formadas con piedras de buen tamaño aunque manejables para una persona, e irregulares aunque de  tendencia plana en las caras superior e inferior; estas dos hileras se levantaron acompañadas de un relleno interior de ripios más pequeños, sin colocación especial.

 Lámina VIII

 Lámina VIII.- Estructura interna de la zona baja y ancha de la segunda parte del muro oeste.

 Es notable por su ancho, sobre 1,70 m, aunque tiene un alzado exterior semejante sobre 1,15 m y sigue aproximadamente igual en el interior, 0,50 m. Exteriormente solo es visible el cambio de tamaño en los materiales en la parte superior del muro. (Lám VIII).

Los 3 m finales, los más bajos de este recorrido, están ocupados por un estrecho y endeble murete que después dobla completando la semicircunferencia hasta alcanzar, ya en el extremo de su vuelta, un bolo de granito; pasado éste continúa hacia el este; todo él parece un lindero y de construcción relativamente reciente por su simpleza, rectitud, altura y estrechez etc.

 5.7. El tercer recinto

 Un tercer recinto continuaría desde este extremo inferior del recinto oeste hacia el este; sería el lado exterior norte. El único tramo encontrado de este posible tercer recinto exterior se localiza a unos 50 m de la terminación del muro reseñado en el noroeste.

 El terreno en esta parte de la sierra ha perdido gran parte de su desnivel y lógicamente ofrece un terreno con algo más de tierra que debió posibilitar su explotación con algún tipo de agricultura, ganadería etc.; testigo de ello es la excelente construcción de una era que se conserva intacta, para realizar la “parva” Es una edificación horizontal circular, a ras del suelo, realizada con grandes lascas de granito, completamente planas y perfectamente ensambladas; sobre ellas se obtenía el grano de diferentes frutos sobre todo cereales, leguminosas etc. y que no están ausentes en el resto de esta parte de la sierra, aunque desde luego menos logradas; su uso último es relativamente reciente; ignoramos el comienzo de su uso y llama la atención además de la perfecta construcción su ubicación tan alta. A partir de esta construcción hay un tramo del recinto y más allá, hacia el norte los robles, más esparcidos, alcanzan ya su porte normal

 Como hemos mencionado, de este tercer recinto se localizan 15 m, se localizan  inmediatamente bajo la edificación de la era. Su trazado aunque tiende a la rectitud es igualmente sinuoso. No se seleccionó la cara externa y muestra por ello descuido y elementalidad. El ancho de lo conservado tiene un máximo de 1,30 m y la altura máxima al exterior de 1,70 m siendo de unos 0,30 m en el interior.

 Presenta una estructura formada por una hilada exterior de piedras de gran tamaño, movibles para tres o cuatro hombres y a veces puntualmente, mayores; fueron colocadas a tizón. Hacia el interior se rellenó con otras piedras medianas, manejables para una persona fuerte; no se observa hilada al interior.

 Esto es lo hallado de lo que sería el tramo norte del inconcluso tercer recinto, hoy por hoy  irreconocible en toda su extensión si es que llegó a construirse algo más que la pequeña parte reseñada.

  Más allá, continuando la misma dirección hacia el este y durante unos 20 a 25 metros, hay un muro elemental, estrecho y bajo, de apariencia reciente;  compuesto por una serie de piedras levantadas cuidadosamente; llega hasta la calleja mencionada, que, subiendo con rectitud desde el pueblo, accedía directamente a la puerta este del poblado.

 5.8. LOS BANCALES DEL INTERIOR

 En la ladera de la parte norte del interior del poblado, entre los recintos superior y medio, se construyeron unos muros muy próximos que queremos reseñar. Estos muros forman bancales y se localizan en la parte baja interior, próximos a la puerta abierta en el recinto medio para dar acceso al poblado por el noroeste; los que hemos denominados bancal A, B, C y D.

  El bancal A, el más potente, mide de largo 12 – 13 m y se extiende en dirección este-oeste doblando levemente, de forma convexa, en sus comienzos por la parte oeste. Se realizó con trazado marcadamente sinuoso empleando grandes piedras de variado tamaño, las mayores movidas por tres o cuatro hombres; sus caras exteriores están sin seleccionar por lo que su aspecto externo es algo tosco.  Su altura al exterior es de 2,20 m y al interior de 0,40 m; el ancho llega a los 3,6 m.

  Su estructura es de doble hilada con piedras de relleno interior algo menores. Cubre la puerta perfectamente a unos metros desde el interior.

 El bancal B tiene menor tamaño unos 10 m, también se curvó en disposición semejante hacia el noroeste quedando cercano por esta parte al bancal A. Tiene una altura exterior que llega a alcanzar los 2,70 m y al interior mantiene con cierta regularidad los 0,50 m; su ancho oscila entre un máximo de 2,40 m y un mínimo de 1 m; las caras exteriores presentan cierta selección observándose cierta disposición a la rectitud en el plano. La estructura interna es a base de doble hilada en ambas caras y un relleno de piedras menores sin expresa colocación en el interior. Las piedras empleadas en este bancal son algo menores que las empleadas en la construcción del bancal A.

  Los bancales C y D son muros diferentes, más simples por su estrechez y altura, construidos con piedras más pequeñas y situados más al interior ya donde el inicio de la fuerte pendiente se muestra más rotunda. Se dispusieron tendentes a formar líneas paralelas con el recinto medio del norte y por ello también sigue la dirección del recinto superior; en parte ese es también el sentido del trazado del bancal A si bien dobla hacia el sur al acercarse al oeste.

 Ninguno de estos cuatro bancales mantiene en su base exterior materiales rodado desde lo alto diferenciándose en esta particularidad del resto de los muros que componen los diversos recintos defensivos. 

 5.9. LOS BANCALES EXTERIORES

 Hacia el este, algo más allá del recinto medio que envuelve el poblado, se desprende y continúa, entre la tupida masa vegetal, un muro elemental de deslinde que pronto corta un gran bancal para continuar su descenso hasta perderse entre la vegetación y los interminables bancales invadidos de zarzas.

 Entre este muro de deslinde y la calleja que asciende directamente del poblado, se extienden una propiedad que, desde muy arriba, ofrece interminables bancales hoy abandonados; su potencia es variable aunque por lo general los muros que los forman son cortos, bajos y estrechos estando realizados con cierta rectitud al exterior y con una somera selección de las caras planas de los granitos empleados.

   Uno de ellos, llama la atención por su potencia ya que puede competir con los reseñados en la parte superior del poblado. Tiene una longitud de unos 25 – 30 m, un grosor variable de 1,25 a 0,90 m, su altura exterior es de 2,50 m, al interior no pasa de 0,30 metros por término medio.  Su esquina norte esta ocupada por otras piedras mayores, de caras bastante rectangulares y cuidadosamente acuñadas con otras menores; en todo él hay sobresalen tres o cuatro grandes granitos manejables por 3 o 4 hombres.

  Todos los bancales exteriores carecen de piedras rodadas des la parte superior lo que apunta una utilización relativamente reciente.

  Su estructura interna responde por lo general, a la construcción de una sola hilera al exterior formada por piedras, más bien planas y manejables fácilmente para un hombre; el resto se rellenó con piedras pequeñas careciendo de hilada en la parte interior.

 6. LAS CERÁMICAS

  Podemos hacer tres conjuntos con las cerámicas que se observan en el Castillejo I de Robledillo.

Figura 2  Cerámicas bruñidas

Figura 2.- Perfiles de cazuelas o cuencos bruñidos y carenados propias del Bronce Final del poblado del Castillejo I de Robledillo de Trujillo.

  El primer grupo lo forman una serie de fragmentos de recipientes de cerámica fina, relativamente pequeños, perfectamente acabados y en los que no se observan marcas de haberse utilizado el torno. Pertenecen a un tipo de “vasos” de elementos similares en forma de cuenco o cazuela, según los autores. Fueron realizadas generalmente con pastas muy decantadas, finas y oscuras, con pequeños desgrasantes; la mayoría de sus caras presenta un fondo castaño y fueron cubiertas con un engobe gris muy oscuro o, en menor número, castaño; las superficies se presentan bien alisadas y brillantes –bruñido-.

Como hemos dicho encajan perfectamente en los denominados cuencos o cazuelas carenadas bruñidas, sin decoración de retículas, propias del Bronce Final. De los fragmentos observados hemos seleccionado doce (Fig 2).

 Figura 3 Croquis del perfil de una cazuela bruñida.

 Figura 3.- Perfil de una cazuela o cuenco bruñido y carenado sin decoración.

 Los recipientes que estudiamos, solían tener una altura –entre 10 y 15 cm- y diámetro –entre 15 y 25 cm- tenían tres partes o elementos bien señaladas: el asiento que era casi siempre simple, liso y relativamente poco significativo; el galbo o pared que era de tendencia hemiesférica y la parte superior o borde, donde presentaba una figura cercana al lado de un tronco de cilindro aunque de paredes curvas; ocupaba 2,5 a 3 cm de alto y su lado se solía acercar a la forma almendrada en la cara interna; en general, se puede decir que doblaba al interior a buscar la verticalidad pero quedando ligeramente exvasado. Terminan todas el labio de forma redondeada (Fig 3).

  La unión de las dos partes superior -cuello o borde- y media -galbo- se realizaba mediante una marcada angulación -carena- que hemos situado por lo general en 135º. Cada recipiente o grupo de recipientes destaca en este punto su personalidad que servía para romper la uniformidad de los demás componentes sirviendo a los especialistas para determinar, con bastante precisión, el área de procedencia, cronología etc..

 Indudablemente la unión de la carena y el galbo era la parte más vulnerable del recipiente ya que por ella se muestran las fracturas y debió constituir un problema para los alfareros de la época. A través de la observación de los fragmentos se observa como en ocasiones recurren a un refuerzo interior, otras es un “soldado” evidente en algunas partes etc.  

 Este tipo de recipientes estuvo de moda durante al menos un par de centurias, al menos en el SW de la Península Ibérica durante el Bronce Final y nos ayuda a situar cronológicamente el yacimiento, sin pocas dudas, inmediatamente antes de la llegada de los fenicios en el s. IX a. de C. entre otros puede consultarse (Ruiz, 1993). Aunque es una cerámica fina, propia de cierto nivel económico, no es de las más valiosas cuyo novel social estaba marcado por las decoradas con retícula bruñida o las pintadas tipo Carambolo, de momento ausentes en Castillejos I.

 Al segundo grupo de fragmentos pertenecían a recipientes de uso común, de factura manual, gruesas paredes, fuertes desgrasantes, de aspecto tosco dedicadas a almacenaje general y de líquidos -recordamos que la fuente más cercana está a 30 minutos de camino hacia el SW-W- son las denominadas cerámicas a cepillo o escobilladas de las que Castillejo I tiene una importante reserva y son igualmente características del Bronce final.

 Este tipo de acabado no es uniforme en Castillejo I; se observan fragmentos cuyas superficies ofrecen huellas dactilares en toda su superficie esparcidas de forma caprichosa, otras presentan gruesos escobillados sin aparente orden en su distribución, otras tienden a realizar gruesos reticulares de tendencia rectangular, otras presentan escasos relieves etc.; la mayor parte pertenecen a recipientes de volumen considerable (Lám XI).

  El tercer grupo de cerámicas es más bien escaso, está formado por recipientes de mediano tamaño, con pastas castañas, oscuras, sin decorar, con pocos y pequeños desgrasantes; su terminación por lo general bien alisada pero sin bruñir cuyo grueso de paredes oscila entre los 4 y los 14 mm, sus terminaciones superiores son sencillas y acaban de forma adelgazada y redondeada … estos recipientes debieron tener múltiples finalidades.

  Los dos primeros grupos de cerámicas: los cuencos carenados, bruñidos sin decoración reticular y las cerámicas escobilladas suelen aparecer juntas en los poblados, en estratos iguales o muy próximos, como ya hemos apuntado pertenecientes al Bronce Final.

 7. RELACIONES

 Dada la excelente conservación de los muros que limitan el poblamiento superior del  Castillejo I de Robledillo de Trujillo, además de su innegable posibilidad de relación con los restos de cerámica que posee, se hace necesario verificar, aún con mayor certeza, su pertenencia a las etapas finales de la Edad del Bronce estableciendo si es posible unas relación directa con la técnica constructiva de los muros defensivos de aquella época en poblaciones cercanas y algo más distantes.

 Intentaremos repasar las técnicas constructivas que presentan los poblados relativamente cercanos, confirmados de esa época, con o sin excavación, y que no han sufrido ocupación posterior ni otro tipo de alteraciones. Desechamos pues por el momento los asentamientos de Logrosán, Medellín y el posible de Sta Cruz de la Sierra. Procuraremos la observación directa de los recintos situados en es escasa pero cierta, selección de poblamientos donde hay noticias impresas relativas a esa época.

 En materia de excavación, quizás los trabajos más conocidos sean los ya mencionados realizados por Pavón Soldevilla en la solana y la umbría, en mitad de la falda del cerro del castillo de Alange, Alange (Badajoz) (Pavón, 1994, 1998 A y B),

Figura  4

  Figura 4.- Muro formado por doble hilada con ripios interiores y cara exterior descuidada.

 En sus diversas actuaciones solamente encontraron una estructura de cierta entidad en el corte 5 de la solana. Según se deduce de su lectura, no muy clara, esta estructura fue comprobada en otros cortes linderos. Los materiales más destacables del nivel que “envolvían” este muro eran generalmente cerámicas bruñidas, semejantes a las que presenta Castillejos I. El muro es descrito técnicamente formado por dos hiladas paralelas dispuestas con cierto orden; entre ambas había un relleno de piedras colocadas caóticamente. Nada dice del tamaño, disposición plana de las caras etc. La descripción claramente apunta la forma de nuestra figura 4 realizada especialmente en los tramos este y norte del recinto medio de los Castillejos I.

Lámina XII

Lámina IX.- Los muros del silo del poblado de Alange (Badajoz) situado en la solana.

  En visita reciente a la solana del castillo de Alange tuvimos ocasión de contemplar la excavación realizada por Pavón en el 1987 y 1993, ya casi perdida su ubicación. Veníamos desde la presa al pueblo y a unos 50 m de la antigua excavación, situada a la izquierda e inmediata del camino peatonal, observamos en la parte opuesta una nueva excavación puesta en valor turístico no hace muchos años. Se trata, según las leyendas que rezan en el monumento, de una parte importante de un importante silo, descubierto por excavación en 2006, adscrito a un periodo largo de tiempo -desde mediados del segundo milenio hasta comienzos del primero antes de Cristo- es decir durante el Bronce Inicial-Medio hasta el Bronce Final.

  La ordenación de alguno de sus muros presenta una doble alineación; otros únicamente una al exterior; en ambos sus caras exteriores son planas y están perfectamente colocadas lo que denota una previa selección de las mismas y su tamaño, por lo general, es manejable para una persona normal; al interior de esta hilada se observan otras con una ordenación menos estricta. El material empleado es la cuarcita, roca abundante en el entorno, Se empleó con mortero de pizarra pulverizada o finamente granulada según se puede observar y se explica en el panel.

 La selección exterior de las superficies planas nos llamó la atención; la disposición técnica del muro es especialmente visible en el lado norte del recinto superior del Castillejo I de Robledillo aunque aquí con menos cuidado en la colocación plana de las caras ya que se trata de granito.

  Posteriormente nos trasladamos primero a los poblados del Risco de Sierra de Fuentes y después al de la Navilla en el término de Montánchez, cerca del río Aljucén. Los dos cuentan con una bibliografía adecuada aunque mayor el primero, que sitúa al menos una de sus fases en el Bronce Final, coetáneos  a Castillejos I. Los recintos de estos dos poblados se encuentran bien conservados; en toda su extensión se realizaron mediante una alineación de amontonamientos de piedras, movibles por lo general para una persona adulta bien preparada; con ellas se lograba un desnivel de unos 2 m o quizás más; el espacio interior se subía hasta alcanzar la horizontalidad que marcaba la altura del muro mediante un relleno de tierra y piedras.  No hay modalidad de este tipo de construcción en el Castillejo I de Robledillo. Así pues la diferencias en las técnicas constructivas de estos dos poblados, de época semejante, con Castillejos I son evidentes.

 Hay que resaltar en todos ellos la distribución del recinto, con visión a todos los puntos para dominar el entorno o al menos la mayor parte del mismo. También es menor su tamaño.

  8. Conclusiones

 Comenzamos situándonos en la duda sobre la existencia de una prematura fase Calcólítica del poblado del Castillejo I basada en un fragmento campaniforme de dudosa procedencia. Añadimos, ya con total seguridad, que el poblado de Castillejos I data de la Edad del Bronce, al menos en su fase final.

  Como todos los poblados de esa época en nuestra zona, coinciden en ser levantados en lugares preeminentes, con observación y defensas a los cuatro puntos cardinales; esto nos lleva a aceptar que en un periodo concreto de tiempo, más o menos largo, estos asentamientos, así logrados, son lugares necesarios para la supervivencia, al menos para el grupo social que lo habita. Nos traducen una intranquilidad social  generalizada atenuada, al menos en algunos periodos, por un difícil equilibrio bélico.

  Así mismo, añadimos que las técnicas constructivas observadas en el corte 5 de la excavación y en el silo, ambas en el poblado de la solana de Alange y en el Castillejo I de Robledillo, presentan perfecciones técnicas, excepcionales por el momento dentro de las construcciones de este periodo de btiempo en esta zona extremeña.

  Denotan a nuestro entender un trabajo de especialistas que no estaba al alcance de otros poblados como la Navilla o el Risco y que, a pesar de su pequeñez, estaba disponible para los habitantes de Castillejos I, cuestión difícil de explicar.

  Para aclarar esta cuestión nos propusimos dos teorías. La una era que en Castillejos I se dispusiera de importantes riquezas mineras -plata procedente del cercano río Tamuja- para poder costearse semejantes obras, (se me mostró, en la pasada década, una pepita de plata que encontró un alumno del Colegio Público de Robledillo; posteriormente no hubo medio de que nos dejara fotografiarla alegando que la había perdido).  Esta cuestión la tenemos algo apartada por no corresponderse con las cerámicas de gran prestigio –cerámicas decoradas con retícula bruñida, pintadas etc.-  que debería ser propia de ese grupo social enriquecido con el comercio de metales.

  La otra teoría es más compleja, se trata de admitir que, aún dentro de un panorama en el que parece que por lo general primaba la independencia, en algunas zonas determinadas, algunos poblados mantenían, en ciertos aspectos, una fuerte dependencia con respecto a otros mayores –en nuestro caso visible al menos en lo constructivo.

 Posiblemente los poblados situados en el valle medio del río Guadiana, Medellín, Alange,  como más cercanos, ejercerían su influencia, como pequeños Estados, con un amplio territorio de influencia o dominación en el que otros menores estaban supeditados a ellos al menos en determinadas cuestiones. Por su pequeña extensión y la técnica constructiva de sus murallas situamos entre estos poblados dependientes a Castillejos I de Robledillo.

  Naturalmente  no estamos en condiciones de señalar que características políticas tendrían estos pequeños poblados.

   De todo lo expuesto se deduce la complejidad de la sociedad en nuestra Comunidad en la Edad del Bronce, al menos en sus fases finales. Parecen convivir esos pequeños “Estados Imperiales” con poblados independientes en los que la especialización técnica era mucho menor.

  También existen escasos y pequeños restos semejantes de cerámica bruñida decorados con retícula –de gran prestigio- en lugares apartados de las Villuercas, generalmente covachas con presencia de pequeños filones metalíferos en el entorno. Denotan la presencia más bien corta de individuos, posiblemente en la en busca de determinados minerales metálicos, cuestión muy propia de la época estudiada.

 En ese mundo de violencia que se palpa en las grandes defensas, gozarían de alguna manera de cierta protección a cambio de su dependencia.

 

 El cercano Medellín podía ser un importante eslabón de una larga cadena comercial que empezaba en nuestras campiñas y serranías acababa en la lejana Fenicia. 

 Estos mismos propectores posiblemente serían ganaderos que con relativa seguridad simultaneaban ambas actividades. Ellos además nos dejaron sus grabados lineales, muchos de ellos con la presencia de cazoletas, reminiscencia de su pasado en el Calcolítico final, a veces con el añadido violento e inconfundible del perfil de armas de bronce –alabardas, puñales etc.- presentes en los inigualables grabados de algunos ortostatos del dolmen de La Barca (Rubio, 2002). También fueron ocasionales pintores que, en la mayoría de los casos, intentaron plasmar unos conceptos con trazos lineales, hoy por hoy incomprensibles.

Esperemos ir completando este bosquejo con nuevos datos que nos vayan aclarando la hasta hace pocos años denominada nuestra época oscura de la Prehistoria reciente.

 

BIBLIOGRAFÍA

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                                           (1998 A): El cerro del castillo de Alange (Badajoz). Intervenciones arqueológicas (1003). Memorias de Arqueología Extremeña 1. Consejería de Cultura y Patrimonio. Jaraíz de la Vera  (Cáceres).

                                           (1998 B): El transito del II al I milenio a. c. en las cuencas medias de los ríos Tajo y Guadiana: La Edad del Bronce. Universidad de Extremadura. Servicio  de Publicaciones. Cáceres,   

Redondo Rodríguez,  José Antonio (1987): Regio Turgaliensis. Memoria de Doctorado. Universidad de Extremadura. Inédita.

Rivero de la Higuera, Mª Cleofé (1974): Algunas Cerámicas Decoradas del “Castro Plaza del Tercio” (Torrecilla de la Tiesa, Cáceres). Zephirus XXV. Universidad de Salamanca.

Rodríguez Díaz, Alonso (1998): Protohistorica: Paleoambiente, Economía y Poblamiento. Cáceres 1998. (Coord,) pag 107.

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Ruiz Matas, Diego (1993) Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular. Tartessos 25 años después. Jerez de la Frontera 1968 – 1993, pág 265 y ss. 

Rubio Andrada Manuel y Pastor González, Vicente (2002): Monumento funerario megalítico de La Barca, Valdecaballero (Badajoz).

 

 

 

 

 

 

Nov 112013
 

 

 María Luisa Montero Curiel y Pilar Montero Curiel.

 

En la santa virtud del trabajo y en la escuela está la solución de todos los problemas sociales, pues en la escuela está la médula de la evolución y el progreso.

(Marciano Curiel Merchán, 1924)

 

 Introducción

            A finales del siglo XIX las sociedades occidentales se plantean la necesidad de revisar, desde sus mismos cimientos, las ideas pedagógicas que vertebran la enseñanza escolar. En España florece por entonces una nueva corriente que encuentra en Francisco Giner de los Ríos su principal aliado. Al abrigo de la Institución Libre de Enseñanza desarrolló ideas que suponían una auténtica revolución cultural, científica, pedagógica y moral, alentado en parte por las doctrinas filosóficas que en Alemania había divulgado el pensador postkantiano Karl F. Krause (1781-1832) y que se conocen en la literatura científica con el nombre de Krausismo. Sus bases ideológicas fueron la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo imperante en los ámbitos de la enseñanza y la educación. Esta nueva orientación de pensamiento se había nutrido de las ideas de otros reformadores europeos, como Decroly[1], Dewey[2], Piaget[3], Pestalozzi[4], Montessori[5] o Fröbel[6], por citar algunos de los pedagogos más insignes en el panorama de finales del XIX y principios del XX[7]. Todos ellos reivindicaban una educación diferente, en el entorno de una escuela capaz de transmitir conocimientos a sus alumnos pero también capaz de ejercitar el físico a través del deporte, del movimiento, del juego, es decir, una escuela que formara a los niños en lo intelectual y en lo físico, y les inculcara valores como la libertad, la paz, la tolerancia y el respeto a sus semejantes.

De los escritos de estos pensadores proceden tendencias pedagógicas tan aparentemente actuales como la basada en la psicología genética (de Decroly), que indaga en las formas de conocimiento y de inteligencia con que nace el ser humano y cómo se desarrollan hasta la madurez. La máxima de que el aprendizaje es para toda la vida –hoy tan de moda en el entorno del debate sobre el Proceso de Bolonia–, se apunta en las corrientes difundidas por Pestalozzi. Otros pedagogos, como Fröbel, concentraron sus esfuerzos en animar el desarrollo natural de los párvulos a través de las actividades y los juegos. Sus tesis permitieron adelantar lo que podría llamarse “socialización escolar de la primera infancia” a través de la creación de guarderías basadas en el convencimiento de que el niño es el principal protagonista de su propia educación.

En España, Francisco Giner de los Ríos, desde la Institución Libre de Enseñanza, llevó a cabo, como se apuntó al principio, una profunda reforma pedagógica que pronto caló en el magisterio coetáneo y posterior a su labor. La idea dominante de la escuela como redentora de la ignorancia, del fanatismo y, con ello, de la miseria marcó un camino que se prolongó durante décadas[8] en un amplio debate pedagógico-regeneracionista que tuvo como objetivos la recuperación de las raíces nacionales y el restablecimiento de un estado que modernizara sus estructuras económicas, sociales y culturales en sintonía con Europa.

 

En el movimiento iniciado por Giner de los Ríos brilló más tarde la figura de Joaquín Costa, cuya influencia en las ideas pedagógicas y escolares posteriores, incluso durante la II República, fue decisiva. Ambos pensadores habían abonado un campo que no tardaría en dar valiosos frutos. En este ambiente, el catalán Francisco Ferrer Guardia (1859-1909) se convirtió en el pedagogo más revolucionario en la España de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Fundó la Escuela Moderna[9], una de las propuestas más novedosas y que mayor influjo han ejercido en los métodos de enseñanza del siglo XX, todo un ensayo pedagógico, laico, basado en los preceptos racionalistas difundidos poco antes en Europa. Los principios de su proyecto educativo pueden considerarse de una gran modernidad desde la perspectiva actual[10]: considera antipedagógica la memorización sumisa y pasiva; el libro de texto pasa a un segundo plano, más como herramienta de apoyo para el alumno y el maestro que como guía única del aprendizaje; defiende la observación, la investigación directa y el espíritu crítico; opina que para los menores no hay mejor método que los juegos y las actividades manuales; concede gran valor a las historietas breves por su finalidad didáctica; anima a fomentar el contacto con la naturaleza mediante excursiones al campo, el estudio directo de la fauna y la flora locales, de las condiciones del terreno, etc., con un fin puramente experimental. Además, defiende la coeducación, uno de los puntos más originales en la escuela española de finales de siglo, aunque ya en vigor en países europeos. También aconseja la higiene escolar como base de una sociedad más sana. Por último, elimina la idea del premio y el castigo, y descarta los exámenes como criterio único para valorar las cualidades intelectuales de los alumnos. En definitiva, la Escuela Moderna establece una enseñanza laica capaz de favorecer, por encima de todo, la justicia y la igualdad sociales. Estos principios los había tomado “de las tradiciones de la pedagogía moderna iniciada por Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVIII, dirigidas contra la autoridad y las visiones religiosas y las adaptó al mensaje revolucionario que anarquistas y librepensadores difundían entonces entre los nuevos grupos sociales nacidos con la industrialización y el crecimiento urbano”[11].

 

Las propuestas de Ferrer deben juzgarse en relación con las malas condiciones de la enseñanza en la España del momento y con las trabas que la educación pública encontraba en la iglesia y en sus aliados para poner en práctica cualquier intento de renovación, ya fuera a base de ideales revolucionarios, como los de Ferrer,  o tan contenidos como los de la Institución Libre de Enseñanza.

 

2. La escuela Extremeña a principios del siglo XX

 

La escuela extremeña de principios del siglo XX no difiere mucho de la de otras regiones de España. Comparte con ella los mismos problemas materiales (aulas insanas, falta de medios, herramientas escasas y anticuadas, etc.) y vive, como sus vecinas, anclada en una pedagogía difícil de calificar. De esta situación dan fe los escritos de Luis Bello, jurista andaluz y colaborador del diario El Sol de Madrid, que recorrió en los años veinte del siglo pasado las instituciones educativas de la sierra de Madrid, Toledo, Asturias, Soria, Extremadura y Andalucía, para comprender la realidad de la educación de aquella época y denunciar, a través de la prensa, las condiciones precarias que para el desarrollo de las tareas docentes ofrecían sus pueblos. De sus exploraciones surgieron varios volúmenes de noticias imprescindibles para conocer aquella escuela; algunos de ellos han visto la luz, como el correspondiente a Extremadura, cuya última impresión, titulada (como la primera de 1926) Viaje a las escuelas de España (Extremadura), se editó en 1994[12].

 

Durante el invierno de 1926, Luis Bello recorrió un buen número de caminos y de pueblos extremeños con la mirada puesta en las escuelas, con el propósito de hacerse una idea cabal del entorno de la educación escolar en esos años y de reflexionar sobre las condiciones y los métodos educativos al uso, sin ahorrarse críticas hacia todos aquellos aspectos que, desde su punto de vista, no eran adecuados para la educación escolar. En su viaje visitó pueblos de las dos provincias sobre los que después escribió su crónica particular: Malpartida de Cáceres, Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), Navas del Madroño, Brozas, Alcántara, Talaván, Casar de Cáceres, Herreruela, Salorino, Membrío, Valencia de Alcántara, Trujillo, Garciaz, Conquista de la Sierra, Logrosán, Cañamero, Guadalupe, Don Benito, Medellín, Olivenza, Almendralejo, Llerena, Azuaga, entre otros muchos municipios.

 

En el análisis que tras las visitas escolares publicaba en sus artículos periodísticos defendía que cada sistema pedagógico es coherente con la sociedad que lo genera y lo sustenta. Como apunta Encarnación Lemus López en el prólogo a la edición de 1994, “el autor dedica el mayor interés a explicar cómo se vive en los pueblos: cuáles son los recursos económicos, qué preocupa a la población, cuáles son los hábitos, qué aspecto presentaban las aulas y las casas” de los maestros[13], en una revisión profunda de las condiciones de la escuela rural. La posición de Bello no se aleja de los postulados regeneracionistas: concibe la  escuela como el medio para estimular la autoconciencia y la razón, lo que siempre llevará a ser mejor y a vivir mejor, y en este proceso el maestro ha de ser el principal animador.

 

La visión de España que emana de la doctrina de Luis Bello no se aleja de las ideas que impulsan los ánimos de los escritores noventayochistas en su interés por modernizar el país y situarlo a la altura de Europa. José Martínez Ruiz, “Azorín”, se encargó de redactar el prólogo para la edición de 1926 del Viaje a las escuelas de España, con palabras que revelan su adhesión a la iniciativa del abogado y periodista andaluz, y a la necesidad de curar los males de España desde sus raíces, desde la atención a la inteligencia de los niños como llave del futuro:

 

Un periodista ha logrado el milagro de que España piense en sí misma, de que los españoles se preocupen de lo más trascendental, de lo más sagrado: del porvenir de las inteligencias infantiles[14].

 

La obra de Luis Bello se convierte así en un testimonio del compromiso que los intelectuales de la época adquieren con una escuela española que vive anclada en modelos trasnochados. El erudito fija su mirada en asuntos que afectan más a las condiciones físicas y materiales de la educación infantil que a las teorías pedagógicas que la sustentan. Sus relatos responden a una estructura más o menos fija en la que explica cómo se desarrolla en cada uno de los pueblos que visita la enseñanza escolar. En todos los casos, tras la identificación del maestro, pasa a describir las características de los locales que se destinan a los usos escolares y hace inventario de los medios de que disponen los docentes para transmitir sus enseñanzas. Sirva de ejemplo el artículo dedicado a las escuelas de Trujillo, ciudad que en los albores del siglo pasado contaba con una población cercana a los doce mil habitantes y tres escuelas de niños. Las palabras de Bello (que se reproducen literalmente, pese a su extensión)  transmiten una idea muy clara del contraste entre las pasadas glorias de la ciudad extremeña, con el testimonio de sus monumentos históricos, y la atmósfera gris en la que los maestros llevan a cabo su labor:

 

¿Cómo atiende la histórica villa de Trujillo la instrucción primaria? Vamos a ver primero la escuela de D. Fernando Civantos, que por su antigüedad y prestigio en el pueblo merece la visita. Está instalada en el primer piso del Ayuntamiento, soberbio edificio, antigua Alhóndiga reparada muy hábilmente, hace treinta o cuarenta años, para Exposición Regional. La clase es ancha, alta de bóveda, enorme. Las ventanas a más de dos metros sobre el suelo. Domina el decorado viejo, en fondo negro, un gran murciélago disecado, con las alas en cruz, clavadas a la pared. El murciélago, un mapamundi negro, las láminas de Fisiología, donde aparecen hombres desollados o en esqueleto y el tono obscuro de aquel inmenso salón dan a la clase –no se incomodará D. Fernando ni verá falta de respeto en esta impresión- un aspecto extraño. Así sería la capilla satánica de una hechicera que hubiese llegado a rica. (…) Casi gemela, pero peor, con resonancias molestas y material antiguo, es la de su compañero D. Juan Picó Villarreal, veterano del Magisterio, que ha de soportar en esa clase un trabajo muy duro.

Y con ver otra, ya están vistas todas las escuelas públicas de Trujillo, ciudad de 11.500 habitantes. Tres escuelas de niños. La tercera es la del Sr. Nogales Trigoso, en la calle de Tintoreros; pero debo advertir que aquí el maestro no pone sólo su trabajo, sino además el local. La escuela está en su casa, porque Trujillo no le da otra. Cubicación: no llega a dos metros cuadrados por niño. Tres huecos a un patio estrecho, tres balconcitos que forzosamente es necesario abrir. (…) Menaje pobre e insuficiente. Hay todavía material del Colegio militar, bancos, mesas y mapas, todo muy útil, arrinconado no sé dónde, quizá en la Plaza de Toros. Parte de este menaje, bonísimo, se les ha dado a los colegios particulares. ¿Cómo puede resistir un maestro en lugar tan incómodo y tan impropio? Es que el Sr. Nogales había estado antes en una escuelita, no mala sino trágica. Fue maestro de los Casares, en las llamadas Hurdes extremeñas, y allí tenía cuatro paredes que servían a la vez de Ayuntamiento, de Juzgado municipal, de cárcel preventiva y de escuela. Cuando el Concejo celebraba sesión, o el juez convocaba a juicio, o venía conducido un preso, los chicos y el maestro tenían que irse a la calle. No es tan complicada, aun siendo muy pequeña, la escuelita de la calle Tintoreros”[15].

 

Las observaciones de Luis Bello nos sitúan en el panorama de la escuela extremeña de principios del siglo XX como espejo de la mayoría de las escuelas públicas de España vinculadas a las ciudades de provincia y al ámbito rural. Con la plasticidad de su descripción, y la sana ironía que esconden algunas de sus palabras, el andaluz ofrece un dibujo real de las aulas de la época en las que dominan los tonos grises y oscuros propios de un país atrasado. La escuela se ve como la metáfora de una nación que acaba de enterrar parte de su pasado: el edificio monumental de la escuela del maestro Civantos acoge en su armazón un aula destartalada que al viajero le permite evocar el laboratorio de una bruja, con bártulos arrinconados que, más que para adoctrinar o enseñar, sirven para transmitir sensaciones de terror. En otros casos, el maestro instala la escuela en su propia casa –como sucede con la del maestro Nogales Trigoso–  y sus humildes herramientas no gozan de ningún valor, al ser restos inutilizables de los inventarios de un colegio militar que, tras desaparecer, había cedido sus mejores utillajes a la escuela privada.

 

Los maestros de la época eran conscientes de estas dificultades. Algunos se atrevieron a hacer público su malestar y difundieron las penurias de la escuela estatal a través de la prensa. Los periódicos de la época encierran valiosos (y valientes) testimonios de protesta y denuncia firmados por miembros destacados del magisterio. Un modelo de queja incesante, de denuncia social y de ansias de introducir cambios en la escuela extremeña de aquella época fue Marciano Curiel Merchán, conocido maestro y folklorista, que desempeñó una labor intensa en el ámbito de la educación y de la pedagogía en la primera mitad del siglo XX en Extremadura.  Como corresponsal en varios periódicos de la región, y animado muchas veces por las visitas que los inspectores de la enseñanza primaria realizaban a sus escuelas y por sus relaciones con otros compañeros de oficio, tuvo la valentía de hacer frente, de un modo crítico, a algunos de los problemas que atosigaban a la escuela rural en tiempos anteriores a la proclamación de la República en España. De sus palabras se desprende el extraordinario compromiso que mantuvo a lo largo de su vida con la modernización del Magisterio y su visión de los niños como dueños del futuro de un país que, en muchos aspectos de sus estructuras de base, se encontraba muy lejos de la modernidad exigida por los pensadores del momento.

 

3. La labor pedagógica de Marciano Curiel Merchán

 

Marciano Curiel Merchán (1892-1947)  fue un hombre lleno de inquietudes, que encontró en la enseñanza su gran pasión. Su carácter polifacético se sintetiza en dos actividades presentes a lo largo de su vida: la docencia y el folklore, aunque también fue corresponsal de varios periódicos locales y nacionales, pronunció conferencias, luchó por los derechos de los trabajadores y mantuvo contactos epistolares con personas “de medio mundo” gracias a su afición por la lectura, la numismática y la filatelia.

 

Su labor docente comienza en Sevilla; en esta ciudad alterna los estudios con la enseñanza, primero en el colegio de San Francisco de Paula y, una vez conseguido el título superior, en el Colegio de San Luis Gonzaga, donde ejerce hasta julio de 1913. En 1913 obtiene la plaza fija por oposición e inicia un itinerario por diferentes pueblos de Extremadura: Guareña (Badajoz), Deleitosa (Cáceres), Zalamea de la Serena (Badajoz), Tejeda de Tiétar, Madroñera y Trujillo (los tres dentro de la provincia de Cáceres), últimos destinos profesionales, donde ejerció como maestro. Desde 1917 hasta 1934 permaneció en Madroñera, y desde 1934 hasta su muerte, en Trujillo, con una pausa en el año 1940, fecha en la que, como consecuencia de la depuración política que sufrió el magisterio durante la guerra civil, fue sancionado con suspensión de empleo y sueldo por tres meses y trasladado a Malpartida de Plasencia, donde pasó quince meses hasta que, una vez entablada la revisión del expediente, volvió a ser restituido en su cargo “con todos los pronunciamientos favorables”[16].

 

Su afición por el periodismo le permitió ejercer como redactor desde épocas muy tempranas en diferentes periódicos: en el El Noticiero de Cáceres, como corresponsal literario del periódico Informaciones de Madrid y columnista y colaborador asiduo en Extremadura, Nuevo día, La Montaña, Voz Regional y La Opinión. Desde las páginas de estos rotativos defendía sus ideas pedagógicas y exponía sus inquietudes intelectuales. Curiel Merchán fue un maestro dinámico y emprendedor, que luchó por una escuela moderna dotada de los necesarios medios materiales para ofrecer una enseñanza obligatoria y gratuita, mensajes recurrentes en sus escritos para la prensa y en sus cartas personales.

 

Son muchos los artículos que dedicó a la pedagogía y a la enseñanza; su lectura permite adivinar cuáles fueron sus mayores preocupaciones en el ejercicio diario del magisterio en las escuelas extremeñas. Sus ideas pedagógicas están supeditadas a la mejora de la enseñanza pública de la que él se muestra un gran defensor. Parece cierto que las preocupaciones que refleja en la prensa no son propias (él no es pedagogo teórico, es maestro), sino que se relacionan con las corrientes de pensamiento que influyeron en la pedagogía de finales del siglo XIX y principios del XX –ya apuntadas en las páginas introductorias de este ensayo–, que él conocía de primera mano a través de sus continuas lecturas.

 

Hay que entender el compromiso del maestro extremeño desde la observación de las condiciones precarias en las que le toca desarrollar su labor, su magisterio, en los pueblos en los que ejerce. Aunque en ocasiones habla de Extremadura como «la cenicienta de España» por el olvido de las instituciones estatales, es cierto que la situación que denuncia no es aislada o propia solo de esta región, como bien había podido comprobar Luis Bello en sus viajes a otras provincias españolas.

 

Marciano Curiel pretende a toda costa modernizar la escuela pública en aquel primer cuarto del siglo XX testigo de su magisterio. Desde su tarima de maestro conoce en directo la situación. Sus preocupaciones, basadas en la vigilancia cercana de la vida escolar, giran en torno a varias ideas principales, que tienen que ver con  la penosa situación del maestro, con  la precariedad de los materiales, el absentismo escolar, la dejadez de los padres y la desidia de la administración. De ellas se deduce que Curiel Merchán era un hombre altruista, entregado a su oficio y comprometido con la institución escolar que representaba en los pueblos a los que le condujo el ejercicio de su magisterio.

 

3.1. Las condiciones económicas del maestro

 

Las denuncias realizadas por Marciano Curiel sobre las condiciones del maestro en la Extremadura de principios del siglo XX giran en torno a un asunto principal: la penuria económica. Sus escritos dan la razón al conocido refrán “pasar más hambre que un maestro de escuela”, realidad que él se resiste a acatar, según se observa en algunos de sus artículos. Por ejemplo, en una carta al director del periódico Boletín Escolar, firmada como Presidente de la Asociación de Maestros del Partido Trujillo-Logrosán en junio de 1919 en colaboración con su compañero Francisco Carrasco,  que ejerce como Secretario, anima al gremio de los docentes de Extremadura a protestar contra la política educativa del gobierno por los sueldos miserables que les conceden:

 

Mientras el maestro, el desgraciado paria español, continúa muriendo de hambre y de vergüenza con 1250 pesetas (…) lo que no puede creerse es que haya un solo maestro que ante menosprecios tan irritantes no ponga el grito en el cielo, y con todas las energías de su alma no haga llegar con voz de indignación y protesta donde tienen el deber de escuchar.

 

El reproche que encierran estas palabras ilumina escritos posteriores en los que el maestro endurece su posición. Retoma el estereotipo sainetesco del maestro (“ser esmirriado, hampón, de larga y vieja levita, hija de la caridad, con flecos en los pantalones y las botas como rana con la boca abierta “) para negar su vigencia en los tiempos en lo que él escribe, y presenta al docente como un hombre culto, trabajador y honrado, al que las autoridades responsables de la educación en España no dan el reconocimiento ni las recompensas económicas que merece:

Este es el maestro actual; culto, trabajador, honrado, amante del mejoramiento social y de una España grande; no la figura ridícula y de sainete con que aún pretenden algunos representarle, pero es menester estimularle, evitar que desmaye en su labor y deserte; que no pierda sus energías en un trabajo rudo y constante, pero mal remunerado; hay que darle lo suficiente para que pueda vivir, haciendo que desaparezca ese sueldo (ridículo dada la carestía de la vida) de 2000 pesetas anuales (menos que muchos braceros), que aún tienen más de diez mil maestros españoles[17].

 

Estas palabras proceden de un artículo escrito para felicitar al maestro titular de la escuela de Gastalla, municipio de la provincia de Alicante, que había obtenido el primer premio en un certamen literario nacional. Con él pretende poner de manifiesto que las nefastas condiciones materiales de la escuela pública no son incompatibles con el desarrollo de otras actividades intelectuales, precisamente porque el maestro es un titulado superior y no un simple conocedor de las reglas básicas de la gramática y de los rudimentos de la aritmética. Y en este deseo de dar dignidad a la figura del maestro, un sueldo adecuado debería ser la primera recompensa para evitar la fuga de las vocaciones pedagógicas y docentes hacia otras esferas laborales. Habría de pasar mucho tiempo hasta que el tópico del hambre del maestro fuera desterrado de la conciencia colectiva.

 

3.2. Los locales y el material escolar

 

La enseñanza escolar, en los primeros decenios del siglo pasado, se desarrollaba en locales poco acordes con las necesidades de la educación infantil. De estas carencias daba fe Luis Bello en el relato de su periplo por las escuelas españolas. Marciano Curiel, en una serie de artículos que tituló “Pro cultura” y que publicó en El Noticiero durante la década de los años veinte, proporciona una visión similar: se queja de los inmundos locales en los que se ubicaban las escuelas y reclama su inmediata modernización, basada en el establecimiento de condiciones higiénicas saludables, ventanales que dejaran pasar la luz natural y trasladaran a las aulas la alegría y la vitalidad del entorno, como recomendaban los principios pedagógicos de entonces. Con fina ironía, admite que el vocablo escuela, aplicado a las que él frecuenta, es impropio hasta que los locales que acogen a los escolares no se reformen:

 

Mientras subsistan las actuales escuelas, impropiamente llamadas así, no habrá derecho a pedir al maestro que haga labor provechosa; todo su trabajo será estéril.

 

 

En sus reflexiones insinúa que, para lograr estos fines, es necesario que los locales sean edificios públicos y creados específicamente para el desarrollo de las labores escolares. Con gran sutileza denuncia el hecho de que, en numerosas ocasiones, los solares que acogen a los niños sean propiedad de personas influyentes del pueblo o bienes privados de las familias más acomodadas que amplían así sus extensas fortunas:

 

Es casi general en los pueblos (en este tengo la suerte de disfrutar de un magnífico local) que el caserón más destartalado, viejo y malo, se dedique para la escuela, la mayor parte de las veces porque es de persona significada, el cacique muchas, que ve una medida de aprovecharse y sacar así buena renta y que dedicado a otra cosa no le daría un real.

 

 

En una sociedad en la que las medidas higiénicas no estaban tan desarrolladas como en la actualidad, el maestro apunta que las condiciones insalubres de las escuelas suponen un perjuicio para la salud de la infancia y la de los propios docentes que tienen que dar en ellas sus clases:

 

Es otras veces la peor habitación del concejo, cercana a la cárcel o al cementerio, siempre fría, húmeda, sin luz, lóbrega, propia para que los niños la consideren más bien cárcel y la tengan un instintivo temor aunque los pobrecitos ignoran que verdaderamente a esas mazmorras van a perder la salud lentamente, van a destrozar sus pulmones y a contraer enfermedades que les inutilizarán para ser mañana hombres de provecho. No es egoísmo del maestro el pedir, si no un local de las mejores condiciones higiénicas y pedagógicas, que es a lo que tiene derecho, por lo menos uno sano, donde no pierda su salud y su vida y la de tantos niños encomendados a su custodia.

 

A las condiciones inmundas de los locales se une la escasez de material escolar para desarrollar las tareas académicas. Marciano Curiel reclamaba constantemente mesas adecuadas, láminas didácticas, mapas y libros de lectura que le permitieran desarrollar con dignidad sus tareas cotidianas:

Raras escuelas son las que tienen material en condiciones para que el trabajo pueda hacerse con el debido provecho; la inmensa mayoría no tiene por material sino varias mesas antipedagógicas y alguna lámina antiestética para las paredes, careciendo hasta de los libros precisos para la lectura y de ello no tiene la culpa el Maestro, como no tenga el don de hacer milagros, dada la misérrima cantidad que para esta atención tan necesaria dá el Estado[18].

 

De esa reiteración del carácter antipedagógico de las herramientas escolares y de la falta de estética de las láminas dedicadas a la enseñanza se deduce que el maestro extremeño está atento a la necesidad de renovar  los utensilios obsoletos de las escuelas. Tarea complicada, si se tiene en cuenta que el Estado aporta poca ayuda y que las escasas reformas proceden de  la voluntad  de las direcciones provinciales de enseñanza, incapaces de hacer frente a tantas necesidades. En este sentido la recepción de material escolar se convierte en objeto de gratitud en más de una ocasión, como aquella en la que don Marciano agradece que la Dirección General de Primera Enseñanza, a propuesta de los inspectores Juvenal de Vega y Relea y Elvira Rocasolano, haya concedido material pedagógico a las escuelas de Madroñera, tanto a la suya como a la de su esposa y compañera de profesión, Almudena Poblador:

Como tan poco acostumbrados estamos los maestros de esta provincia (la hasta ahora Cenicienta de toda España) a recibir estos beneficios, nuestra satisfacción es inmensa y en nuestro nombre y el del pueblo en general hacemos presente nuestro más sincero agradecimiento a los muy dignos inspectores, señor Vega y señorita Rocasolano, y al señor director general, que siguiendo la simpática política de saneamiento y anti-caciquismo de todo el Directorio, ha atendido las demandas justas, proporcionando con esto un beneficio a la instrucción pública nacional.

 

Con estas dotaciones nuevas los escolares de Madroñera consiguieron una colección de pesas y medidas del sistema métrico decimal y una hermosa colección de láminas de Historia de la Civilización. Pequeños granos de arena que, con el paso del tiempo, contribuyeron a  dotar a las escuelas de los nuevos instrumentos por los que tanto lucharon los maestros antiguos.

 

3.3. Sobre la implicación de los padres en los asuntos académicos

 

En una sociedad analfabeta, consagrada a las actividades agrícolas y ganaderas, donde incluso la educación secundaria era patrimonio de las minorías urbanas, la implicación de los padres en la vida escolar era inexistente.  En medio de la penuria económica general, muchos padres encontraban en sus hijos mano de obra fácil, con lo cual en cuanto los consideraban aptos para trabajar los sacaban de la escuela y la formación podía darse por terminada. Marciano Curiel comenta en varios de sus artículos y en cartas personales a algunos inspectores y amigos que, ante esta situación, se siente incapaz de ejercer su autoridad frente a la voluntad de los padres, pues el pequeño ingreso de un hijo menor ayuda muchas veces a suavizar los apuros económicos. Otra vez reivindica, con la ley en la mano, la necesidad de escolarizar a los niños desde los 6 a los 13 años, y exige que, si esta ley se incumple, los padres sean castigados:

 

La asistencia escolar en España, legalmente, es obligatoria de los 6 hasta cumplir los 13 años; (…) Niños hay á quienes solo ve el maestro el día que van á matricularse; en cuanto empiezan a vencer las dificultades de la lectura, desaparecen por varios meses y cuando vuelven hay que empezar de nuevo a modelar a aquellas inteligencias para que a poco se repitan las faltas prolongadas; otros y es lo más sensible, a los 10 o 11 años, cuando empiezan a darse cuenta de lo que aprenden, cuando el maestro trabaja con más fe, porque ve que es entendido y nota los adelantos, cuando esos niños empiezan a remontar el vuelo por el campo del saber, sus padres, con una ignorancia y egoísmo grandes, les cortan las alas, les arrebatan de la escuela para llevarles al campo, al taller… “Ya sabe leer, escribir y echar cuentas, y no le hace falta más porque no va á estudiar”, dicen algunos padres. En cambio hay otros (los menos) que desean que continúen sus hijos en la escuela después de cumplidos los 13 años[19].

 

 

Esta insistencia en la responsabilidad de los padres en la educación de los niños se refleja en sus colaboraciones periodísticas y en las charlas que daba sobre la labor escolar.  El 17 de junio de 1924 publicó en El Noticiero un artículo titulado “Colaboradores del maestro”, en el que, por encima de todo, defiende el papel insustituible de los padres en la formación de sus hijos. Sus ideas resultan de una enorme actualidad; inicia el artículo con una frase que es toda ella un programa (“abrir una escuela equivale a cerrar una cárcel”) y, apoyado en esta máxima, aborda un tema que no ha perdido eficacia, en un momento en el que el debate sobre la responsabilidad de los padres o los maestros en la formación de los niños sigue vivo:

 

Los padres son, en primer lugar y sin ningún género de dudas, los primeros y principales colaboradores de la obra escolar; y de su actuación buena o mala, dependen en la mayoría de los casos, los resultados en la enseñanza.

 

Mediante un símil que recuerda las técnicas de las parábolas bíblicas, el maestro identifica las labores escolares y sus frutos con las tareas agrícolas y las cosechas que obtienen los campesinos. Indica que sin el apoyo de los padres es imposible que fructifiquen en las mentes infantiles las semillas que siembra el maestro:

 

Así como la tierra de por sí, y solo por el hecho de sembrarla, no puede dar óptimas cosechas, sino que además de la siembra, el labrador inteligente y celoso dá a su tiempo las adecuadas labores para acrecentar la producción, que la tierra agradecida dará, premiando de esta manera al agricultor que trabaja, así el maestro hará fructífera o casi nula labor, según sea la ayuda de los padres, en su ardua tarea de días y días; tan es así –y la necesidad de argumentar eso con sobradas citas pedagógicas referentes a la cuestión– que yo, maestro ya experimentado en este rudo y continuado batallar de la escuela, antes que al local-escuela, asistencia, abundante material pedagógico y autoridades –todo desde luego de una importancia capitalísima– doy la primacía a la cooperación de los padres en la obra escolar.

 

Por ley de naturaleza, que es, a la vez, ley divina, los padres son los maestros naturales, necesarios y providenciales de sus hijos. Así dice la Pedagogía, y así debiera ser en todos los casos de la vida escolar; y ya que no maestros, auxiliares de éstos.

 

El niño, por naturaleza, es bueno; y el maestro que de veras siente su augusto sacerdocio, moldea a voluntad su corazón e inteligencia; pero en muchos casos, ¿qué adelanta si en un continuo tejer y destejer –mimos, faltas de asistencia, cambios inmotivados de escuela– deshacen los padres lo hecho por el maestro? ¿Puede haber así labor seria?

 

 

Siempre diplomático, Marciano Curiel indica al final de su reflexión que no todos los padres, ni todos los niños, muestran la misma actitud ante la escuela:

 

De todos, padres buenos y malos he tenido, y tenemos a diario los maestros múltiples casos, siempre con la mismísima consecuencia. Niños que son puntuales en su asistencia, que aprovechan, que aún de mediana inteligencia, salen a su tiempo, de escuela, bien preparados para las luchas de la vida…, niños, cuyos padres, obrando como buenos y conscientes de su misión,  fueron siempre verdaderos cooperadores de la labor escolar; ya de manera activa, con sus enseñanzas y consejos, o pasiva, concediendo sin reparos la máxima autoridad al maestro. Al contrario, niños díscolos, irrespetuosos, holgazanes, y que al dejar la escuela, tienen para su maestro, antes que la muestra de cariño y respeto, una mueca de indiferencia, o acaso de burla y desdén…, no hay que preguntar quiénes son sus padres; son seres, que por egoísmo, fatuidad o ignorancia unas veces, y siempre por la incomprensión de sus deberes paternales, de lo que es y representa la escuela y de la alta misión del maestro, solo consideran a éste como guardián de sus hijos, que según ellos, solo van a la escuela –en vez de estarles molestando en casa– a cumplir el famoso chiste escolar, contestación de un niño al preguntarle que a qué iba a escuela: “A esperar a que salgamos”.

 

3.4. La desidia de la administración

 

La predisposición de los padres para ayudar a los maestros no resuelve sola las deficiencias de la escuela. Si la administración no colabora, los esfuerzos del profesor y de las familias son estériles. El adecentamiento de los locales, la dotación de materiales son responsabilidad de los gobiernos. También el endurecimiento de las leyes para combatir el absentismo escolar. Curiel piensa que la escolarización obligatoria hasta los 15 años sería una solución ideal:

 

Una intransigencia grande por parte de las autoridades para con los padres de familia que no mandan sus hijos a la escuela, imponiéndoles multas efectivas, no consintiendo un solo niño por las calles en las horas de clase, so pena de la multa consiguiente; prolongar la vida escolar hasta los 15 años, para que pueda salir suficientemente preparado según a la profesión a que vaya a dedicarse, a cuyo fin saldría con un certificado de estudios expedido por el maestro, especie de hoja de méritos para ser admitido en fábricas, talleres, etc, sin cuyo requisito, ninguno pudiera ser admitido. Mientras éstas, o parecidas reformas y otras más de que hablaré no se lleven a efecto, no podrá dar los debidos frutos la labor del maestro, por intensa que sea y por grande que sea la voluntad[20].

 

En su propia utopía desea que la enseñanza se extienda también al ámbito de las personas adultas, para poner remedio a buena parte de los males de la sociedad de su tiempo provocados por la ignorancia y el analfabetismo. De hecho, en un artículo titulado “Ocurrió en Madroñera. Conducta plausible” y publicado en El Noticiero el 15 de noviembre de 1923, aplaude la actitud del Sargento de la Guardia Civil al obligar a los parroquianos de las tabernas a que asistan a las clases organizadas para ellos:

 

Conducta plausible lo es sin duda la seguida por el (…) Sargento don Fructuoso Ruiz quien (…) ha enviado forzosamente a las escuelas de adultos a los que, no poseyendo los suficientes conocimientos de primera enseñanza, perdían el tiempo miserablemente en las tabernas, bebiendo o jugando o escandalizando en las calles con sus juegos brutales.(…) Si las demás autoridades se interesaran por la enseñanza como el Sr. Ruiz, otra cosa sería la instrucción pública local, por desgracia tan abandonada por los encargados de fomentarla y estimular a los maestros.

 

Las peticiones que hace Curiel Merchán a las autoridades para que colaboren en la labor escolar no cesaron. En muchos casos las tomó como culpables del malestar de la escuela y de la ignorancia reinante en la España de su tiempo. En un escrito fechado el 21 de junio de 1924, titulado “Analfabetismo y sus causas” y publicado en El Noticiero, se lamenta de la dejadez institucional y pide ayuda a los que él considera únicos responsables del abandono que sufre la escuela en aquel momento; en este breve texto se descubre un resumen de todos los obstáculos que él encontraba en su quehacer diario:

 

¿Puede hacer milagros un maestro, sin la ayuda de los padres; sin material escolar, ni adecuado, ni pedagógico, ni suficiente; en un inmundo local, las más veces, cuadra o tabuco indecente; con autoridades locales en muchos casos que no se ocupan de la enseñanza y le dan al maestro disgustos constantes en lugar de estímulos; con una asistencia irregular y solo en los primeros años, cuando casi nada aprovecha el niño; con matrícula en muchos casos numerosa, pero irregularísima; con sueldos mezquinos que restan el entusiasmo, porque en su mayor parte no dan para cubrir las más apremiantes necesidades?

 

Créense los miles de escuelas que hacen falta; dótese a todas, ya establecidas en buenos locales, del material necesario; désele al maestro una autoridad profesional sin restricciones y un sueldo que le haga independiente y le ponga a cubierto de las necesidades; hágase de verdad obligatoria la enseñanza, y pasados unos años, cuando todo esto esté hecho, si el bochornoso baldón del analfabetismo sigue en España, podrá decirse al Maestro: “Tú, maestro, tú, que no trabajas, por pereza e ignorancia, tienes la culpa”; mientras, el maestro más apto, más trabajador, más celoso y amante de la escuela, fracasará por falta de medios, sin que todos los que ponga de su parte sirvan para remediar el mal de origen.

 

 

Tras estas palabras se oculta la realidad de una escuela pobre, pero también una profesión, la de maestro, a la que la sociedad niega el reconocimiento y el respeto que merece. Los imperativos sirven de petición y denuncia a un tiempo: de nada sirve la voluntad del maestro si carece de apoyos.

 

3.5. Los destinatarios de la enseñanza: los niños y los adultos

 

Marciano Curiel confió siempre en la educación para adultos como el único medio de alfabetizar a una población que no había podido asistir a la escuela en los días de la infancia, y observó que el aprendizaje y la cultura eran las mejores vías de redención de las clases trabajadoras. Por ello se ocupó de organizar ciclos de conferencias, clases nocturnas y de solicitar a las autoridades espacios apropiados para impartir la docencia. El maestro pretendía adoctrinar en temas elementales como la importancia de la higiene para la salud, el mérito de la escuela en la infancia, sobre cuestiones políticas y literarias, que resume en las intenciones de unas jornadas que organizó para adultos en Madroñera en el otoño de 1921. Los conferenciantes invitados fueron personajes destacados en las actividades intelectuales, sanitarias y religiosas de la localidad: el médico Cosme Fernández habló sobre la importancia de la  higiene corporal y de la limpieza en los hogares y, en una segunda sesión, expuso sus percepciones políticas sobre el socialismo del momento, “muy distinto del socialismo ruso, que tantas vidas ha costado y tan desastroso y trágico fin ha tenido”; el también médico Alfonso Abril Torres disertó sobre anatomía, “llevando, para hacer más intuitiva su enseñanza y más comprensibles sus explicaciones, un hermoso Atlas de Anatomía, y dando sabios y atinados consejos prácticos para mejorar el funcionamiento y conservación de cada uno de estos órganos”, según las palabras de Curiel; el sacerdote don Maximino Ramos Arroyo defendió la importancia, necesidad y utilidad de la escuela primaria en la formación del individuo; la cuarta conferencia corrió a cargo del maestro cacereño Vicente Terrón Picaso, que habló sobre “Infancia, pubertad y edad viril”. También “el inspirado poeta don Manuel Gómez Sánchez”  habló sobre poesía y leyó algunas de sus composiciones más logradas[21].

 

Su preocupación por adoctrinar a las generaciones adultas le llevó una y otra vez a solicitar medios, a promover la inversión en libros y en recursos para la cultura:

 

Pero es que no debe ser, que hayamos de continuar sin comodidad alguna, sin nada que sea un culto recreo, que huela a civilización y sea alimentado del espíritu, teniendo el Casino elementos para ello.

¿Por qué, además, no hay, como he propuesto mil veces –aunque modesta- una biblioteca de libros selectos, de Historia, Literatura, Artes, etc., con los que hacer amantes de la lectura a muchos que si no leen es por falta de libros y que por recurso estando en el Casino, tienen que jugar o beber?

 

De todos los artículos periodísticos que han sustentado las reflexiones anteriores se deduce que Marciano Curiel es un hombre abierto a las nuevas tesis que pretenden renovar los métodos de la enseñanza y modernizar una escuela que subsiste al abrigo de técnicas anacrónicas, como es la escuela extremeña de aquellos tiempos. El objeto de sus preocupaciones es la escuela pública y la necesidad de renovarla sin hacerle perder su esencia. En su empeño por erradicar la ignorancia y las raíces del analfabetismo lucha por la asistencia obligatoria a la escuela y proclama la ampliación de la enseñanza gratuita entre los jóvenes hasta la edad de quince años; arremete contra los padres que sacan a sus hijos de las escuelas en cuanto saben “leer, escribir y echar cuentas” y solicita que los mismos padres sean los principales colaboradores del maestro en la obra escolar. Para poner en práctica sus ideas, dirigió la construcción de una cantina en Madroñera, apoyó la creación de mutualidades escolares, de colonias infantiles y escuelas para niños con dificultades en el aprendizaje y la integración; pretendió que la enseñanza llegase también a los adultos que en su juventud no tuvieron acceso a los libros. Y se ocupó de la creación de una biblioteca escolar pública en Madroñera, ejemplos todos de su constante lucha por la cultura en atmósferas poco favorables.

 

4. Los congresos pedagógicos en Extremadura a principios del siglo XX

 

El sustento teórico de muchas de las ideas de Marciano Curiel Merchán se encuentra en los congresos pedagógicos que por las fechas de su magisterio tuvieron lugar en las ciudades extremeñas. A ellos acudieron maestros inquietos y preocupados por el devenir de sus tareas diarias. Dos  de ellos se desarrollaron en los meses de abril y mayo de 1929 en Trujillo; el mismo año tuvo lugar en Cáceres, en el mes de mayo, un nuevo encuentro cuyos conferenciantes debatieron sobre asuntos de interés para la escuela extremeña. Las crónicas de Curiel Merchán sobre ambos eventos dan buena fe del debate teórico sobre el magisterio en Extremadura en los umbrales de la Segunda República.

 

En los primeros días del mes de abril del año 1929 se reunieron en Trujillo los integrantes de la Comisión de Estudios Pedagógicos de la provincia de Cáceres y de la Inspección Provincial de primera enseñanza para debatir sobre la importancia y el establecimiento de los círculos pedagógicos; un mes después, volvieron a encontrarse en la misma ciudad para analizar la aportación que esos círculos podían hacer a la escuela de la época. En esta segunda reunión, diferentes maestros expusieron sus tesis y dictaron una serie de conferencias de temática variada: los problemas de estudio y de la selección de los niños a la hora de formar los grupos escolares; las relaciones de la escuela primaria con  la administración y la vida municipal o la contribución de la escuela a la extinción del analfabetismo, tema este último abordado por el propio Curiel Merchán como retrato fiel de sus principales desvelos.

 

Tras los encuentros preparatorios de Trujillo, a finales de mayo de 1929 se celebró en Cáceres, en el Gran Teatro, el Primer Congreso Pedagógico Provincial, organizado por la Inspección Provincial y por la Asociación Provincial del Magisterio de Cáceres. Se trataron temas muy variados, como la higiene en la escuela, la importancia de la educación física en la formación escolar, las cantinas y las colonias escolares, el valor de la práctica en la educación, e incluso se trató en varias charlas sobre la enseñanza destinada a los “niños anormales y supernormales”[22], término con el que entonces se calificaba a los superdotados.

 

De inaugurar el congreso se encargó Antonio de Cámara y Cailhan, inspector de enseñanza primaria, que esbozó una elocuente historia de la labor desarrollada por el magisterio primario de la provincia y por la inspección de enseñanza, hasta los días de la celebración del Congreso Pedagógico. En la charla de bienvenida hizo hincapié en cómo, desde el año 1923, la provincia de Cáceres había conocido movimientos de renovación intensos, en especial en las fases iniciales de la escuela. La conferencia inaugural corrió a cargo del creador de la Coral Cacereña, José Gómez Crespo, y se centró en la importancia de la música en la formación espiritual del niño. El doctor Antonio del Campo, residente en América, supo transmitir la necesidad de la higiene en la escuela, según el modelo estadounidense, como base del bienestar sanitario de un país[23]. Sus ideas encontraron un nuevo apoyo en las palabras del inspector Juvenal de Vega y Relea en una ponencia titulada “La inspección médico-escolar, medios prácticos para implantarla eficazmente”. El ponente insistió en la necesidad de crear para las escuelas una especie de “maestro-médico de niños”.

 

Otra preocupación para los docentes de aquella época fueron las cantinas y las colonias escolares, sobre lo que habló el médico Amador Díaz, que insistió en que la alimentación infantil no es un problema de pobreza sino de enseñanza.

 

La educación física en la escuela primaria, la colaboración médico-pedagógica y los medios prácticos para realizarla en todas las escuelas fue el objeto de la charla impartida por Leoncio Carbajo, maestro de Almoharín y profesor de Educación Física, que ponderó la necesidad del deporte y del movimiento en la formación del niño.

 

En otra de las sesiones del Congreso los maestros Adolfo Maíllo y Eduardo Guija Corrales hablaron de la contribución de la escuela a la “selección de niños anormales y supernormales”; plantearon  las necesidades de atender y apoyar de manera especial tanto a los niños anormales como a aquellos dotados de una inteligencia y unas capacidades superiores a la media, con el fin de sacar el máximo provecho de unos y otros. Estas propuestas se sustentaron en las teorías de los pedagogos y psiquiatras europeos más reconocidos.

 

Las reivindicaciones de los maestros concluyeron con propuestas muy interesantes y novedosas para el magisterio de entonces:

 

  • ·         Sustituir las actuales escuelas por otras modernas más higiénicas y pedagógicas.
  • ·         Acercar la familia a la escuela, para facilitar cordiales relaciones de maestros y alumnos.
  • ·         Organizar cursillos de psicología experimental.
  • ·         Dotar a la escuela de libertad y autonomía.
  • ·         Favorecer los juegos infantiles, con la inmediata vigilancia y dirección de los maestros.
  • ·         Seguir de cerca al niño en todos los actos de la vida escolar.

 

El aprendizaje que proporcionaban estos congresos se completaba con viajes pedagógicos a centros de enseñanza que, en la época, se consideraban punteros en sus métodos y en sus logros. Se enmarcaban dentro de la práctica habitual de ampliar los estudios de los maestros y proporcionaban aire fresco a una escuela que, por la precariedad económica y por la tradición inmovilista, se mostraba cerrada a la admisión de novedades.  Uno de los viajes más intensos y que mayor huella dejó en Marciano Curiel fue el que, con otros catorce maestros de la provincia de Cáceres y el inspector Juvenal de Vega y Relea, realizó en la primavera de 1928 a Andalucía, “para el mejoramiento de las condiciones en que se desenvuelve la enseñanza primaria” en la provincia de Cáceres[24]. El objetivo del viaje, subvencionado por los ayuntamientos de los quince municipios de donde procedían los maestros, era conocer los proyectos pedagógicos de diferentes escuelas andaluzas, en especial los que Manuel Siurot y el Padre Manjón habían puesto en marcha en algunos centros privados de Huelva y Granada, respectivamente.

 

En sus crónicas, Marciano Curiel retrata el ambiente de las escuelas de Siurot en Huelva, con clases al aire libre donde los niños, “jugando en el suelo y deleitándose”, aprenden a leer y escribir casi sin darse cuenta; le sorprenden los carteles representativos de todas las materias que decoran las paredes como homenaje a “Su Majestad El Gráfico”, según el apelativo que emplea Siurot al referirse a los murales en los que asienta las exposiciones de las materias escolares[25]. En Granada descubre las escuelas del Ave María, creadas por Andrés Manjón, con sus treinta y siete maestros, “que dan en su mayoría al aire libre lecciones por unos procedimientos especiales, que han tomado el nombre de manjonianos, en honor a su autor”. Según explica, estas escuelas constituyen una espléndida realización de sanas teorías pedagógicas y son una obra que coloca a su fundador, el Padre Manjón, al nivel del pensamiento educativo encarnado en las figuras de Pestalozzi, Girard, Fröbel y Montessori[26].

 

Marciano Curiel se muestra abierto a las tesis que pretenden renovar los métodos de la enseñanza y construir una escuela más moderna. Aun reconociendo el gran mérito de las instituciones privadas que recorre en su periplo por las ciudades andaluzas, observa que son “muy efectistas, como hechas y dadas para las constantes visitas que reciben”[27], y añade que la escuela nacional debe estar por encima de ellas. Reflexión, por otra parte, coherente con su defensa de la escuela pública y la urgencia de renovarla sin socavar su personalidad[28].

 

5. Bibliografía

5.1. Estudios generales

Almendros, H., La Escuela Moderna. ¿Reacción o progreso?, La Habana, Edición de Ciencias Sociales, 1985.

Barbero Mateos, Jesús (y otros), “Caracterización del magisterio trujillano durante la depuración política desarrollada con motivo de la guerra civil”, en XXXV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2007, pág. 37-63.

Bello, Luis, Viaje a las Escuelas de España (Extremadura), edición y estudio preliminar Encarnación Lemus López, Mérida, Editora Regional, 1994.

Bowen, J., Historia de la educación occidental, Barcelona, Herder, 1985.

Bruner, J.S., La educación, puerta de la cultura, Madrid, Visor, 1997.

Casanova, J., “Ferrer Guardia y la pedagogía moderna”, en El País, 11 de agosto de 2009, pág. 23.

Chomsky, Noam, La (des)educación, ed. e introducción de Donaldo Macedo, Barcelona, Crítica, 2003.

Curiel Merchán, Marciano, Cuentos Extremeños (edición de María Luisa y Pilar Montero Curiel), Mérida, Editora Regional de Extremadura, Serie Rescate, n.º 28, 2006.

Delgado, B., Unamuno Educador, Madrid, Edición Magisterio Español, 1973.

Ferrer Guardia, Francisco, La Escuela Moderna, Barcelona, Tusquets, 2009.

Navarro Navarro, Francisco Javier, A la revolución por la cultura: prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País Valenciano (1931-1939), Valencia, Universidad de Valencia, 2004.

Scocchera, A., Maria Montessori. Quasi un ritratto inédito, Florencia, La Nuova Italia, 1990.

Trilla, J. (coord.), El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, Barcelona, Grao, 2001, págs. 177-205.

 

5.2. Otras fuentes

Fausto Maldonado, “Congreso Pedagógico Provincial. Continúan las conferencias y las sesiones de las ponencias”, en Nuevo Día, 28 de mayo de 1929.

Francisco Carrasco y Marciano Curiel Merchán, “Carta dirigida al Sr. Director del Boletín Escolar”, Boletín Escolar, 29 de junio de 1919.

Juvenal de Vega y Relea, “Del ambiente pedagógico. El mutualismo escolar en la provincia”, en El Noticiero, 24 de mayo de 1922.

Marciano Curiel Merchán, “Analfabetismo y sus causas”, en El Noticiero, 21 de junio de 1924.

____________, “Clases nocturnas para adultos en Madroñera”, El Noticiero, (se trata de una serie de 6 artículos sobre este tema publicadas durante el mes de noviembre de 1921).

____________, “Colaboradores del maestro”, en El Noticiero, 17 de junio de 1924.

____________, “Continúan las sesiones del Congreso Pedagógico”, en El Noticiero, 29 y 30 de mayo de 1929.

____________, “De la vida en la escuela”, en El Noticiero, 19 de diciembre de 1924.

____________, “De Trujillo. Aportación a los “Círculos de Estudios Pedagógicos”, en El Noticiero, 8 de mayo de 1929.

____________, “De Trujillo. Círculo de Estudios Pedagógicos”, en El Noticiero, 8 de abril de 1929.

____________, “El Retiro Obrero y la Mutualidad Escolar”, en Nuevo Día, 30 de marzo de 1922.

____________, “Ocurrió en la provincia…”, El Noticiero, 19 de abril de 1924.

____________, “Ocurrió en Madroñera. Conducta plausible”, en El Noticiero, 15-XI-1923.

____________, “Primer Congreso Pedagógico Provincial”, en El Noticiero, 27 de mayo de 1929.

____________, “Pro cultura”, El Noticiero, junio de 1920 (se trata de una serie de diferentes artículos que publicó semanalmente durante ese mes).

____________, “Regalo de material escolar a las escuelas”, en El Noticiero, 12 de abril de 1924.



[1] El psicólogo y pedagogo belga Ovide Decroly (1871-1932) es conocido en el mundo de la pedagogía escolar por haber creado un método global de enseñanza de la lectura y la escritura y por sus programaciones por centros de interés. Según Margarida Muset Adel, “dedicó su vida a experimentar sobre el aprendizaje natural en los niños” (“Ovide Decroly: la pedagogía de los centros de interés y de los métodos globales”, en el volumen coordinado por J. Trilla, El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, Barcelona, Grao, 2001, págs. 95-122). Trabajó con ahínco en la educación e integración de niños “anormales” y estaba convencido de poder hacer frente a los problemas pedagógicos sobre una base científica.

[2] Según Jaume Trilla Bernet, “John Dewey es el gran teórico (no desligado de la práctica) de la educación progresista y renovadora del siglo XX”, en J. Trilla, op. cit., pág. 9.

[3] Vid. Gabriela Fairstein y Mario Carretero Rodríguez, “La teoría de Jean Piaget y la educación. Medio siglo de debates y aplicaciones”, en J. Trilla, op. cit.,págs. 177-205.

[4] Pestalozzi (1746-1827), pedagogo suizo cuyo pensamiento se basaba en la convicción de que todas las facultades humanas se encuentran en el alma. La educación para él debía comenzar en el nacimiento y desarrollarse armónicamente durante toda la vida.

[5] La italiana Maria Montessori (1870-1952) ha sido una de las pedagogas más importantes de todos los tiempos, representante del método de la pedagogía científica. Sobre su labor pedagógica, vid. J. Trilla, op.cit., pág. 9 y, en el mismo volumen, Maria Pla Molins, Elena Cano García y Nuria Lorenzo Ramírez, “Maria Montessori: el Método de la Pedagogía Científica”, págs. 69-94.

[6] A Friedrich Fröbel (1782-1852), discípulo de Pestalozzi, se debe el término alemánKindergarten (jardín de infancia), que ha tenido transcendencia universal.

[7] Otros pedagogos y reformadores importantes fueron Makarenko, Neill, Freire, Skinner, Illich, Bernstein o las hermanas Agazzi, por citar algunos nombres relevantes.

[8] Incluso la Institución Libre de Enseñanza publicó de 1877 a 1936 un periódico llamado El Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, que recopilaba las orientaciones pedagógicas internacionales del momento y las difundía como principios que debían regir la escuela del momento.

[9] Recientemente, y con motivo del centenario de la muerte de Ferrer Guardiola, fusilado por haber sido acusado de instigar las revueltas de la Semana Trágica de Barcelona, se ha publicado el volumen La Escuela Moderna (Barcelona, Tusquets, 2009), obra póstuma, que vio la luz por primera vez en 1976, en la que el autor vertió las propuestas de nuevos métodos de enseñanza que tuvieron una enorme repercusión en aquel momento y en épocas posteriores. Pere Solà, en el Prólogo a esta reciente edición, resume el proyecto pedagógico de Ferrer en los siguientes términos: “El racionalismo pedagógico fue un intento de alternativa escolar para las masas analfabetas de los campos y, especialmente, de las ciudades industriales. Como tal (como alternativa a las formas de la escuela existentes en la España de finales de la Restauración, pero también de la Segunda República) hay que considerarla. Y como tal hay que ver sus aciertos educativos y sus errores” (pág. 40).

[10] Ibid., págs. 36-40.

[11] Julián Casanova, “Ferrer Guardia y la pedagogía moderna”, El País, 11-08-2009, pág. 23.

[12] Luis Bello, Viaje a las escuelas de España (Extremadura), ed. de Encarnación Lemus López, Mérida, ERE, 1994. Hay una reedición posterior, de 2004.

[13] Ibid., págs. 7-8.

[14] Ibid., pág. 29.

[15] Ibid., págs. 90-91.

[16] Vid. Marciano Curiel Merchán, Cuentos extremeños, ed., intr. y notas de María Luisa Montero Curiel y Pilar Montero Curiel, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2006.

[17] Marciano Curiel Merchán, “De la vida que pasa. El maestro actual”, en El Noticiero (sin fecha).

[18] Todas estas referencias proceden del artículo titulado “Pro cultura”, aparecido en el diario El Noticiero en el mes de junio de 1920.

[19] Ibid.

[20] Marciano Curiel Merchán, “Pro cultura”, junio de 1920.

[21] Vid. Marciano Curiel, “Clases nocturnas para adultos”, en El Noticiero, 12 de noviembre de 1921.

[22] Los datos que siguen están extraídos de las crónicas que sobre el congreso escribió cada día Marciano Curiel Merchán en el periódico El Noticiero (desde el 28 al 30 de mayo de 1929).

[23] Texto escrito por D. Fausto Maldonado, maestro cacereño muy comprometido con los asuntos del Magisterio (Nuevo Día, 28-V-1929)

[24] Marciano Curiel, “La ampliación de estudios de los maestros nacionales”, en El Noticiero, 21 de marzo de 1928.

[25] Marciano Curiel Merchán, “El viaje de maestros cacereños a Andalucía”, en El Noticiero, 28 de marzo de 1928

[26] Marciano Curiel, “El viaje de maestros cacereños a Andalucía”, en El Noticiero, 31 de marzo de 1928. La última cita recuerda las palabras que Juvenal de Vega y Relea escribió en el libro de visitas de la escuela del Ave María de Granada el 27 de marzo de 1928. En una de las cartas personales de este inspector a M. Curiel le cuenta el propósito de visitar en un futuro las instituciones del doctor Decroly, insigne psicólogo y pedagogo belga que trabajó con ahínco en la educación e integración de niños “anormales” y que estaba convencido de poder hacer frente a los problemas pedagógicos sobre una base científica.

[27] Marciano Curiel, El Noticiero, 5 de abril de 1928.

[28] Vid. la introducción al libro ya citado de Marciano Curiel Merchán, Cuentos extremeños, ed. de María Luisa Montero y Pilar Montero Curiel.

Nov 112013
 

 Martiria Sánchez López.

 I.-INTRODUCCIÓN.

    Este estudio está basado en las Ordenanzas Municipales de la ciudad de Plasencia, publicadas y transcritas por Dª Gloria Lora Serrano en 2005. Son de un enorme interés, no sólo para el conocimiento de la economía del Renacimiento placentino, que es el objetivo de esta comunicación, sino para el estudio de todos los aspectos históricos del siglo XVI de esta ciudad.

    Cuando el rey Alfonso VIII fundó Plasencia le otorgó el Fuero confirmado después por sus sucesores Sancho IV y Fernando IV. El Fuero era el elemento básico de la ordenación de los territorios reconquistados, donde se daban una serie de ventajas jurídicas para los nuevos habitantes de las ciudades. En primer lugar, a estos pobladores se les otorgaba una serie de libertades, frente a la Nobleza y Órdenes Militares, ya que dependían directamente del rey. Por otra parte, se les eximía de ciertos impuestos que son los llamados Privilegios, pero además el Fuero regula la economía de la ciudad y su término y refleja perfectamente la vida de la ciudad y sus habitantes, los grupos sociales con sus derechos y deberes, el gobierno, la justicia, los cargos, etc, etc.

    Muchas de las leyes del Fuero estuvieron vigentes durante el siglo XVI, pero otras leyes quedaron anticuadas y obsoletas, ya no servían para los nuevos tiempos debido al desarrollo de la ciudad y su economía, su demografía, que creció enormemente, el urbanismo, etc.  Por este motivo fueron necesarias otras leyes, otras normas da acuerdo con las necesidades de la ciudad: las contenidas en estas Ordenanzas.

 

 

 

 

 

 

II.-LAS ORDENANZA MUNICIPALES DE PLASENCIA.

 

    Estas Ordenanzas recogen una serie de leyes adaptadas a los nuevos tiempos, aunque siguieron vigentes muchas leyes del Fuero.

    La doctora Lora Serrano, que ha publicado estas Ordenanzas, afirma que en 1456 existía el libro de las “Ordenanzas de Concejo” , donde se incluían normas referentes a varios aspectos de la ciudad. El Sr. Sánchez Loro afirma que en 1488, una vez que Plasencia recuperó su condición de realengo, el libro de las Ordenanzas fue reelaborado adecuando las antiguas normas a la nueva etapa histórica. Posteriormente, según la doctora Lora Serrano, se hizo una tercera recopilación que se conserva en el Archivo de la Catedral de Plasencia. Consta de una serie de folios cosidos que forman tres cuadernillos; el primero tiene fecha de 1533 que actualiza el código municipal. En 1549 se hizo una nueva revisión y se añadió un nuevo título, el L III a los anteriores. En 1578 se añaden nuevas disposiciones de Felipe II y  posteriormente en 1584 se añade una especie de apéndice documental.

    Pero el Manuscrito editado es un traslado del libro de 1584, efectuado en el mes de Febrero de 1601 por el síndico municipal Hipólito Cardeña, es la más completa colección de Leyes Municipales del Antiguo Régimen, cuyo estado de conservación es excelente, según la editora. Se encontraba en el Archivo Municipal, pero en la actualidad está en la Biblioteca del Seminario Mayor de Plasencia, probablemente trasladado en el S.XIX por Benavides Chueca.

    El documento está encuadernado en pergamino y tiene 617 folios numerados y otros 5 sin numerar. Constituyen un elemento sumamente interesante para el estudio histórico de la Ciudad en el Antiguo Régimen. Nosotros vamos a limitarnos, en esta Ponencia, a estudiar el aspecto económico de Plasencia en el siglo XVI dejando los demás aspectos: el gobierno, los oficios públicos, las costumbres, las fiestas, los juegos, la higiene, la moralidad, etc. que también son objetivos de estas ordenanzas. Aparte de este documento tan importante, hemos manejado también para hacer este trabajo los testimonios del historiador placentino de finales del s.XVI y principios del XVII Fray Alfonso Fernández de su obra “Historia y Anales del Obispado y la Ciudad de Plasencia”. También hemos tenido presente el Fuero de Plasencia otorgado por Alfonso VIII.

III.  RESUMEN HISTÓRICO.

 

     A finales del s. XII y principios del s. XIII la Alta Extremadura fue conquistada por los reyes cristianos. Alfonso VII, el llamado Emperador, dividió el reino a su muerte entre sus dos hijos, debido a su sentido patrimonial de la Corona. A su hijo Sancho III le dejó Castilla y a Fernando II, León. Por este motivo, Extremadura quedó di8vidida en dos zonas, cuyo límite era la Vía de la Plata; la zona del Oeste correspondió a León y la del Este, a Castilla, por lo que Plasencia y su tierra quedaron incluidas dentro del reino castellano.

    A la muerte de Sancho III le sucedió su hijo Alfonso VIII que fue el conquistador de toda la tierra de Plasencia y fundador de la ciudad en 1186 como un enclave político y militar que no sólo sirviera como base al Rey en su lucha contra el Islam, sino también como centro político contra el gran poder que tenían las órdenes Militares de Santiago y Peseiro, ya que dominaban gran parte de Extremadura (Julio González, “El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII”). Pronto Plasencia llegó a convertirse también en un enclave religioso, pues en 1189 se constituiría en Sede Episcopal, en virtud de la Bula otorgada por el Papa Clemente III y confirmada posteriormente por distintos pontífices.

    Debido a estas circunstancias, el Rey asignó a Plasencia un extenso Término o “Alfoz”, además de concederle su famoso Fuero, con gran cantidad de privilegios y franquicias. Después de la incursión almohade, en la que se apoderan de la ciudad, fue definitivamente conquistada en 1196 y el Rey mandó entonces construir esas enormes e impresionantes murallas, que hoy todavía podemos admirar, para evitar cualquier clase de peligro a la población.

    La ciudad y su término se irán repoblando poco a poco con los cristianos procedentes de los reinos castellanos y leoneses. Estos se unieron a los musulmanes que quedaron en todo el “alfoz” en calidad de mudéjares, junto con una importante población judía procedente de las tierras ocupadas por los almohades que huían de las persecuciones que sufrieron por el fanatismo de este pueblo. Así irán naciendo la mayor parte de las aldeas de su término a lo largo del siglo XIII, e irán aumentando su población en los siglos siguientes, especialmente en el s. XV en que se duplicó la población, según afirma Paredes Guillén en su libro “Los Estúñigas, señores de Plasencia”.

    En este siglo, en 1492, Plasencia pasó a ser Señorío debido a que Juan II entregó a Pedro I de Estúñiga, Justicia Mayor del Reino, la ciudad y su término. Este hecho tuvo consecuencias negativas, aunque también supuso ciertas ventajas ya que fue más frecuentada por los reyes castellanos, especialmente en la Guerra de Sucesión. Por otra parte, los caballeros dependientes de los Estúñigas que se asentaron en la Ciudad, van a dar gran impulso a las actividades comerciales, especialmente a las ferias, lo que produjo un gran desarrollo económico.

    Además, la nobleza placentina va a plasmar su poder y su dinero en artísticos palacios con sus hermosos blasones. También se levantaron hospitales, iglesias, conventos, como el de Sto. Domingo, cuya finalidad principal era ser panteón señorial bajo la protección de la condesa Leonor de Pimentel.

    Pero la familia de los Carvajal, apoyados por los Reyes Católicos terminó con el dominio señorial en 1488, después de más de 40 años de su poder. A partir de esa fecha, pero especialmente en el siglo XVI, Plasencia va a tener un desarrollo espectacular en todos los aspectos: económico, demográfico, social, cultural, religioso, etc.  (J.M. López Martín).

   Prueba de este desarrollo son los impresionantes monumentos que se levantan en este período, destacando la Catedral Nueva, construida por los mejores arquitectos de le época: Enrique Epas, Covarrubias, Gil de Hontaño y escultores como Rodrigo  Alemán que realizó la bellísima Sillería del Coro, entre otros. Los famosos prelados de época como D. Juan de Carvajal o D. Gutiérrez Álvarez de Toledo, potenciaron la cultura en todos los aspectos.

 

 

IV.  LA ECONOMÍA DE PLASENCIA EN EL SIGLO XVI.

 

  1. A.  LA AGRICULTURA.

 

     La economía placentina estaba basada fundamentalmente en actividades del sector primario, aunque en este período se advierte mayor desarrollo de la Artesanía y del Comercio que en los siglos anteriores.

    Ahora adquieren un gran impulso especialmente los productos hortícolas, juntamente con la vid, el olivo y los cereales. La expulsión de los judíos en 1492, cuyas actividades eran más bien mercantiles y crediticias, supuso un vacío poblacional que fue ocupado por el aumento de la emigración de los mudéjares. Estos eran extraordinarios agricultores especializados en los productos hortícolas, pues no hay que olvidar que ellos fueron los introductores de los más importantes productos de regadío de todo el “Alfoz”.

    Todos los cultivos habían sido regulados y protegidos por el Fuero, pero ahora, en estas Ordenanzas se observa una puesta al día de las antiguas normas, aunque algunas de ellas seguirán vigentes, pues en las Ordenanzas se alude constantemente a la “Ley del Fuero”.

    Entre los productos de secano destacan la vid, el olivo y los cereales. Los viñedos fueron abundantes, ya que el vino era consumido por toso los habitantes, tanto cristianos como  moros. Fray Alonso habla en su libro de los vinos y de su calidad: “Hay muchos vinos y regalados”, también habla de su producción en otro capítulo.

    Ya el Fuero dedicaba más de veinte artículos a protege los viñedos, tanto del daño que pudieran provocar loa animales, como del hurto por parte de los vecinos, imponiendo multas y otras penas. Ahora, en las Ordenanzas se ponen al día las penas, aumentando las cuantías de las multas. Según el Artículo 9 del Título XIX manda lo siguiente: “… Ordenamos que por bueyes o vacas que fueren hallados en viñas, huertas y olivo caiga en pena 50 maravedíes de día, e de noche la pena doblada. Esta misma pena caigan a las bestias caballares e mulares…” El artículo 10 habla de que cualquier bestia animal que fuese hallada en las viñas pague de pena 10 maravedíes de día y de noche la pena doblada.

    Es curioso observar cómo era frecuente en esta época que robaran cepas y rodrigones, por eso el Artículo 15 dice: “ …que ninguno sea osado de llevar de las viñas sarmientos, ni cepas ni rodrigones… ni pasar por las viñas ni coger della frutos, so pena de 150 maravedíes…” Tampoco se permitía cazar en las viñas bajo una pena de 300 maravedíes.

    Seguían vigentes otros artículos del Fuero, aumentando las penas, como el de la fecha de la Vendimia: “Que ninguno sea osado vendimiar antes de San Miguel…”En el Fuero se impone una pena de 10 maravedíes al que no lo cumpliera, mientras en las Ordenanzas se elevan a 60 maravedíes… El Artículo 26 castiga a la multa de 30 maravedíes al que “hurtase uvas de las viñas, higos o aceitunas u otras frutas…”

   El cultivo de olivos, los frutales y la producción hortofrutícola adquirieron un desarrollo enorme, de aquí que las Ordenanzas dediquen gran cantidad de artículos a su protección. Fray Alfonso habla en su libro de la gran producción de aceites y de vinos, así como se du calidad, de la siguiente forma: “Aceite hay mucho y en calidad de mejor que se halla en todo el reino”. Pero lo más interesante es que el historiador nos da datos de la producción de los distintos pueblos del vino y del aceite. Así dice: “En Jaraíz y Pasarón se cogen más de 20.000 arrobas de vino y aceite. En Garganta de la Olla, Cuacos, Aldeanueva y Losar se cogen más de 14.000 arrobas de aceite y más de 50.000 de vino…En Jarandilla se cogen más de 30.000 arrobas de vino y más de 10.000 de aceite. También se habla de los vinos de Fresnedoso y Mirabel, de los que se dice que “son de los muy preciosos del reino”

    En el Fuero se creó un cargo para guardar los viñedos que ahora las Ordenanzas llaman “viñador” y dedica varios artículos no sólo para protegerle sino para evitar abusos por su parte. Así, el Artículo 29 dice: “Que si alguno hace residencia al viñador pague 500 maravedíes y si es con armas que esté diez días en la cárcel”. Pero el artículo 43 dice que el viñador sólo tiene que guardar las viñas sin distraerse en otras cosas:” que los viñadores no pasen higos ni hagan otros oficios, sólo guarden sus pagos so pena de 300 maravedíes”.

    Los productos hortofrutícolas tuvieron mucha importancia especialmente en los Sexmos del Valle y de la Vera. Los musulmanes habían introducido los cultivos de regadíos en la zona y Alfonso VIII los protegió y fomentó, construyendo más presas, canales, norias…etc. Ahora se desarrollan las famosas huertas placentinas de las que hablan constantemente las Ordenanzas. Recordamos que la población judía fue sustituida por emigrantes mudéjares que venían del Sur y estos eran extraordinarios huertanos, por lo que en el s. XVI estos productos tienen un enorme desarrollo.

    Para darnos idea de su importancia comentaremos lo que dice Fray Alfonso sobre estas: “Es tan grande la abundancia que hay de frutas que sólo el diezmo de la fruta verde de la Vera vale muchos millones de ducados”. En otro punto dice: “Los frutos del Valle y la Vera son de lo más excelente que se halla en Europa…las frutas no tienen número, especialmente camuesas, peras, manzanas, damasquinos, albérchigos, melocotones, ciruelas de muchas diferencias, higos…granadas, membrillos, cerezas guindas…naranjas, limones limas, cidras…”

    Las Ordenanzas tienen gran cantidad de artículos para proteger los frutales y demás productos hortícolas. Así el Artículo26 dice que el que “hurta fruta, aceitunas, etc. pague 300 maravedíes y si es de noche, doblado”. En el Articulo 27 se ordena que el guarda vigile y registre las casas que sean sospechosas de hurto y en el artículo 28 se prohíbe cortar árboles, ramas o productos hortícolas bajo pena de 300 maravedíes y además, “que esté preso 10 días”.

    Así pues, a la pena económica se añade la de la cárcel.

   Otros productos de regadío muy importantes fueron los textiles, como el cáñamo y el lino, del que se obtenían lienzos extraordinarios, como refiere Fray Alfonso: “el lino es muy aventajado, del que se hacen lienzos escogidos, estimados en mucho en todas partes”. Este producto era muy importante especialmente en la Vera, ya que en el Valle las Ordenanzas prohibían limpiar y echar al Jerte el lino para prepararlo porque  decían que podían envenenar las aguas que podían beber los animales. Así lo expresa el Capítulo XI del título: “de enviar lino y cáñamo…porque el agua enlinada mata al ganado, y que se enrie el lino en los ríos Tiétar y Tajo… so penas de mil maravedíes”.

    También la seda fue otro de los productos textiles más importantes en algunos Sexmos, como en el de la Vera, que fue el principal producto de exportación hasta el s. XIX. Fray Alfonso habla de la importancia de la seda en la Vera y dice que en  Jaraíz se suelen coger mil libras de seda y el año que menos, 600. Ya en el Fuero se protegían los morales y las moreras, imprescindibles para la cría del gusano de  seda; ahora al que dañara algún árbol se le penaba con “diez días de cárcel”.

    Los Cereales se producían en todos los Sexmos, pero especialmente en el Campo Arañuelo y en las dehesas alrededor de la ciudad. Al que cuidaba las mieses se le denominaba “Meseguero” y no sólo se le obligaba a entrar durante el día en los campos, sino que estaba obligado a dormir en las parcelas llamadas pagos, panes u hojas… El Título XX dice que: “el Meseguero tenga que guardar panes en chozas que esté y duerma…”

    También se ordena que los terrenos se dividan en “hojas” o pagos para dejar los correspondientes barbechos: “que se siembre el pan en hojas…que se labre el pan siempre en hoja junto y en pago”. Se advierte además en el Artículo V: “Que no se siembre en caminos ni cañadas…bajo pena de 200 maravedíes”. En el Artículo 40 se prohíbe a los ganados entrar en los rastrojos hasta que no se haya secado el pan, es decir, el trigo. Se advierte que por cada cabeza de ganado que entre se pague 5 maravedíes de multa.

    También hay varios artículos dedicados a los sistemas de arriendo, para evitar pleitos entre los señores propietarios y los labradores, además varias instrucciones para la labranza realizada por los bueyes.

   

    Los castañares fueron de gran importancia para la economía placentina, tanto por sus frutos, las castañas como por la obtención de madera, elemento imprescindible para la vida de aquel mundo rural del s.XVI. Sexmos del valle y especialmente de la Vera estaban cubiertos por hermosos castañares. Las castañas fueron uno de los alimentos básicos de los vecinos de otros Sexmos, que además, intercambiaban por el trigo del Campo Arañuelo. Esta gran riqueza fue desapareciendo a lo largo del s. XVIII cuando surgió una enfermedad en estos bosques que arrasó la mayor parte de los castañares, introduciéndose entonces el cultivo del pimiento para el pimentón que tanto renombre ha dado a la Vera.

    De la importancia de las castañas y de los castañares nos hablan todos los documentos de esta época, especialmente estas Ordenanzas. Fray Alfonso nos da unos datos muy significativos de su importancia y de las grandes cosechas que se obtenían tanto en el Valle como en la Vera, de los que dice: “Hay muchos motes de castañares injertos y silvestres, cuya fruta cogen la gente pobre para ayuda de su sustento, hay muchas leguas…” Pero lo más curioso es que nos dice la cantidad de castañas que se recolectan en alguno de los pueblos como: “En Jaraíz y Pasarón se cogen más de 25.000 fanegas de castañas injertas, en Garganta la Olla, Cuacos, Aldeanueva y Losar se cogen más de 60.000 fanegas de castañas injertas…En Jarandilla se cogen más de 26.000 fanegas de castañas injertas…etc.”.

    Ante esta enorme cosecha de castañas no hay que extrañarse de que las Ordenanzas dediquen gran cantidad de artículos a proteger y regular los castañares.

    El Título IX se titula “De las Ordenanzas de la guarda y conservación de los Castañares del término e jurisdicción de la noble ciudad de Plasencia” y este título contiene 36 artículos en los que se dan toda clase de normas para su protección, imponiendo grandes penas a los que las infrinjan, ej. Art. 1 “Que no quemen ni corten…ni castaños ni ramos” y seguidamente va estipulando la pena según el grosor del castaño.  Así dice. “si el castaño es tan gordo como el cuerpo de un hombre, que pague de pena dos mil maravedíes…pero si es menor de dicho gordo pague mil maravedíes; e si cortase rama tan gorda como el muslo de un hombre pague de pena cien maravedíes”. El Artículo 2 se titula “Que se haga pesquisa general del daño de los castaños”. El Artículo 3 ordena que los concejos pongan fieles (guardas) para guardar los castaños. También  se prohíbe sacar la madera y venderla sin permiso del Concejo (Art. 6, 7 y 8). Además se dan órdenes para que se limpien, se quiten las malezas, se apaguen los fuegos y salgan a apagarlos a “campana tañida” (Art.15) y para que se cuiden y curen los castaños enfermos (Art. 28). Se manda a los Regidores vayan a visitar los castañares después de Año Nuevo…y así se fue dando órdenes en los 36 artículos con penas máximas, incluida la cárcel.

    El Título X está dedicado a la protección de las castañas y comprende nueve artículos. En ellos se dan las normas de todas las facetas referentes a este producto, por ejemplo cuándo se han de recoger “desde el día de San Miguel de cada año se cojan por su feria según costumbre y si de otra manera fuera, se pierdan las castañas y seiscientos maravedíes de pena”. Otros artículos siguen en la misma línea: “Que no se cojan castañas antes de San Miguel…” También manda que se ponga un guarda o fiel para guardarlos y evitar que los apedreen, “que no se vareen ni se den garrote a los castaños…pague sesenta maravedíes”. Los castigos eran severos para los guardas que no cumplieran bien sus obligaciones: “Se dé más de cincuenta azotes por dar licencia para hacer mal o por disimularlo”.

   Los pinares igual que los castañares tuvieron mucha importancia para la obtención de madera, que era la materia prima, tanto para la construcción como para la fabricación de muchos objetos dentro del mundo rural. Aunque también se obtenía madera de los castaños y de otros árboles, sin embargo, en estas Ordenanzas solamente se habla de la madera de los pinares y de su regulación, a lo que dedica 44 artículos incluidos en el Título XI.

    Los pinares eran muy abundantes en la Tierra de Plasencia, se citan más de treinta pinares en todos los Sexmos; en la Vera se habla de los que había en cada uno de los pueblos. Los encargados de guardarlos, los fieles, debían ser dos escuderos y debían hacer juramento de guardarlos bien y si no lo hacen así, dice el Art. 2 “que sean tomados como perjuros y se les destierre y pierdan sus salarios”. Estos escuderos tenían la obligación de señalar la madera que debía cortarse y poner las multas a los que las cortasen sin licencia: “…que pierdan la madera, los bueyes y las carretas y paguen cien maravedíes”. También se regula el período en que se debía cortar la madera que era “de marzo a octubre”. Toda la madera cortada al año era controlada por el Corregidor, quien tenía que revisar los pinares y ver “in situ” la madera cortada.

    En otros artículos se prohíbe “sacar tea” y “hacer resineros” con multas de 600 maravedíes. También estaba prohibido cazar dentro de los pinares, cuyas multas impuestas eran de 100 maravedíes.

    Pero el máximo castigo era para el que quemara cualquier pinar, pues se le condenaba a “pena de muerte” según el artículo 5.

 

B.- LA GANADERÍA

 

    La Ganadería tuvo una importancia de primer orden tanto para la alimentación humana como para la obtención de productos textiles, además de las tareas agrícolas o el transporte, realizado a lomos de animales o en carretas tiradas por bueyes. También desempeñó un papel imprescindible en la vida de la época ya que algunas especies, como la caballar, era el elemento esencial en las guerras y en otras facetas de la vida señorial del s. XVI como torneos, caza, etc. De aquí que estas Ordenanzas presten especial atención a la ganadería caballar y a la vacuna, sobre todo a los bueyes. Tanto a una como a otra dedica gran cantidad de artículos, mientras para las demás especies sólo da órdenes para que se eviten los daños en las huertas, viñas, mieses, frutales, etc. A la ganadería porcina la prohíbe, además, que ande por la ciudad y que entren en los Ejidos de las aldeas para evitar que los deterioren.

    A los Ejidos les da mucha importancia, ya que podían disfrutar de ellos todos los vecinos, sin distinción de clases y se dan las órdenes pertinentes para que se puedan criar las distintas especies con las máximas garantías. A este respecto hay más de siete artículos dentro del Título XXIII que comienza diciendo: “Ordenamos e mandamos que el Ejido nuevo para los vecinos y pobres todos reciban provecho…”. A continuación enumera el número de cabezas que puede tener cada vecino: “Mandamos que cada uno pueda traer 5 vacas, 30 cabras, 30 ovejas…etc.”Ordenas las fechas que pueden estar las crías: “…hasta el día de San Martín”.

    El Concejo tiene obligación de poner un guarda en el Ejido al que han de pagar los vecinos según el ganado que tengan. Muy interesante es el Artículo 6 que manda que: “en el Exido no puede andar ni carnero, ni bueyes, ni puercos, ni machos, sólo ovejas, cabras, vacas y yeguas que puedan criar y el ganado macho que fuera necesario para simiente…” Este artículo, como puede observarse, garantizaba y protegía a las crías y a las madres como hemos ya referido.

    Estas Ordenanzas dan al caballo una enorme importancia, dedicándole 15 artículos. El primero manda que han de tener un guarda específico para ellos, denominado “el potrero”. Este no debía faltar ningún día a su trabajo bajo pena de 24 maravedíes y señala el tiempo que ha de guardar en la Dehesa: “después de San Miguel…” También se le impone una multa si pierde algún caballo, además de ir a buscarle.

    En distintos artículos se prohíbe que entren en la dehesa de los caballos otras especies ganaderas con diferentes multas: “…que por cada bestia mular que hallare pague 34 maravedíes y silo hallare 3 veces, 200 maravedíes por cada ganado vacuno 25 maravedíes, por cada ganado ovejuno 5 maravedíes, por cada cabeza de puerco 10 maravedíes…etc.”

      El potrero no podrá recibir caballos sin licencia del Concejo, ni admitir a los que no fueran de los vecinos, bajo multa de 100 maravedíes y 200 si estaban tres días. A estos artículos hay que añadir los que el rey Felipe II aprueba sobre la casta y la raza de los caballos de la ciudad y de la Tierra de Plasencia. Uno de ellos dice: “…que no pueden entrar en las dehesas yeguas que no sean de casta, ni otros animales…que las yeguas no entren en la dehesa de los potros”. El artículo VI dice que “los caballos de buena casta se echen a las yeguas y no asnos garañones”.

    Vemos cómo desde esta época era muy importante la selección de la raza extremeña en este tipo de ganadería, por lo que no es de extrañar que en la actualidad el caballo extremeño haya conseguido el reconocimiento de su selecta raza.

    Sin embargo, a los ganados que estas Ordenanzas dedican más artículos son a los bueyes, con más de 25 de los que comentamos algunos a continuación. Al guarda se le denomina “boyero” y su nombramiento duraba un año que tenía lugar el día de San Miguel. Tenía la obligación de no faltar ningún día a su trabajo, bajo pena de 50 maravedíes, además se le exige que: “los bueyes que oviera de recibir sean de los labradores y carreteros de esta ciudad”. El Art. 2 manda que se inscriban ante el escribano del Concejo… “y si la persona no lo hace asín pague 200 maravedíes”. En otro artículo se ordena que paguen al boyero en dos plazos, “la mitad desde el día que lo echan a guardar, e la otra a fin de año, para que el boyero tenga con que se mantener”.

    En otro se advierte que el boyero guarde bien a los bueyes, que los lleve al río a beber, pero que no los deje allí y que no consienta ninguna bestia asnal, caballar, mular, ni cabras, ni ovejas, bajo distintas multas. También se le permite que tenga una yegua o dos para guardar mejor a los bueyes. Termina en el artículo 25, que dice: “que cada año se pregone y se remate la guarda de la boyada el día de San Miguel en Septiembre”.

    El ganado porcino era imprescindible, ya que el cerdo era alimento fundamental de las familias, de aquí que todos los vecinos disponían de uno o varios cerdos que preparaban en las típicas matanzas. La mayor parte los criaban en las casas por lo que era corriente que a veces anduvieran por las calles con lo que seo suponía de suciedad y mal ambiente para la ciudad. El Título XXXVIII está dedicado a controlar a estos animales, más que a protegerlos; se denomina: “Del porquero y los puercos” y consta de varios artículos. El primero dice: “Ordenamos que no anden los puercos por la ciudad, que los echen al porquero, y si no los echasen caigan en pena de 6 maravedíes por cada puerco”. Aunque en otros artículos advierte que si andan por la ciudad los “mate el alguacil”. Habla también de la soldada o paga del porquero y de sus obligaciones, ya que ha de guardarse bien para que no entren en las viñas o huertos pues estos daños los tenía que pagar el porquero.

    El artículo 4 dice que: “el porquero esté en la Puerta de Trujillo para recoger a los puercos desde la mañana hasta la misa de prima” y además manda que los dueños vayan a recogerlos por la tarde y que no pueden echar al guarda más de dos cerdos por persona. Los cerdos podían entrar en los rastrojos, pero no en los Ejidos porque podían perjudicar a los demás animales.

    Sobre las demás especies ganaderas y sobre las aves de corral, estas Ordenanzas no legislan nada, por lo que pensamos que seguían rigiéndose por el Fuero, que seguía vigente para todo aquello que no contemplaban estas Ordenanzas.  Sobre las colmenas hay varios artículos dedicados a su protección.

     El primero es muy original porque dice lo importante que son las colmenas tanto para los vivos como para los difuntos y para el culto divino: “…mandamos e decimos que por cuanto las colmenas son muy provechosas y necesarias porque la cera que se gasta en honra y servicio del culto divino e sacrificio del altar e ansí mismo se aprovecha para los enterramientos de los difuntos y servicios de los vivos. E la miel para la medicina y cosas necesarias para la vida humana…mandamos que se guarden las órdenes siguientes…” a continuación va dando una serie de normas para su mejor conservación, como la que dice que en los colmenares debe haber 50 colmenas y que han de tener 300 pasos de distancia a su alrededor donde no pueden instalarse otras colmenas o majadas de cabras o de otros animales. Cuando los colmenares tienen entre 25 y 30 colmenas, pueden dejar 100 pasos alrededor y “pueden pastar los ganados, menos las cabras que se pueden subir en ellas y estragarlas” y a los cerdos se les permita pastar a los 200 pasos de las colmenas, también para evitar que las estropearan. En otro artículo se prohíbe que se quemen los barbechos dentro de los doscientos pasos alrededor de los colmenares bajo pena de mil maravedíes. También se prohíbe a los cazadores y pastores hacer fuego en los montes bajo pena de dos mil maravedíes, sólo se permitía a los labradores quemas los rastrojos. Con todas estas normas, las abejas tenían más o menos asegurado su alimento y sus propietarios, su conservación.

   

C.- LA CAZA Y LA PESCA.

     1.- LA CAZA.

    La caza y la pesca fueron muy importantes en la economía de Plasencia y su tierra, debido a la gran cantidad de montes, ríos y gargantas que había en su extenso Alfoz.

    Tanto la caza mayor como la menor tuvieron una enorme importancia, según todos los documentos de la época, como nos indica Fray Alfonso Fernández en su historia del s. XVI de la ciudad, donde nos habla de sus montes, citando el nombre de muchos de ellos, de su importancia y de la afición de los reyes a venir a cazar en ellos: “…hay muchos montes de toda España y donde los reyes suelen entretenerse, como el rey Alfonso, fundador de Plasencia, y el rey católico D. Fernando que venía a Tierra de Plasencia a montería y volatería. El rey D. Alfonso XI cita en el tercer libro de la Montería, capítulo 20, setenta montes de la tierra y  obispado de Plasencia, dice que “son muy acomodados para la caza y montería, y son los siguientes…”A continuación cita la mayor parte de ellos de los distintos Sexmos, así, por ejemplo, de la Vera menciona “…el monte del arroyo de Jaraíz, Valdemorisco, Robledo hermoso, Valdemidas hasta el camino de Cuacos…etc.”Luego cita los del Sexmo del Valle: “el Collado Rubio es todo un monte, las Rozas, Majada, Toril…etc.” Habla también de los montes del Campo Arañuelo y de otros del Obispado, como los de Trujillo.

    El Fuero tenía varios artículos para la protección de la caza, por lo que estas Ordenanzas los actualiza, así como la venta de la carne y de las pieles de las piezas cazadas. También se regula la veda, que se extendía desde los Carnavales hasta primeros de Agosto. El Título XVIII tiene varios artículos dedicados a esta faceta, el 1º dice: “que no se maten perdices desde Carnestolendas hasta el día 1º de Agosto bajo pena de 100 maravedíes y pierda las perdices…” En el 2º se prohíbe coger los huevos de perdices bajo pena de 600 maravedíes. También prohíbe en otros artículos la caza de conejos y liebres con cuerdas, redes o lazos “so pena de 100 maravedíes”.

    El Artículo 5º es muy interesante, ya que dice que “ningún señor puede prohibir la caza en su dehesa a ninguna persona que pudiera cazar y pescar en sus ríos que son comunes a todos, según la Ley del Fuero, y el que lo prohíba pague 2000 maravedíes”. Pero estas órdenes no se cumplieron por lo que los vecinos de la ciudad y de las aldeas no pertenecientes a señoríos elevaron sus quejas a Carlos V, exponiéndole este problema probado por la cantidad de liebres, conejos, jabalíes, ciervos, etc. que entraban en sus fincas y se comían las viñas, huertas y labranzas. Carlos V manda al Concejo de Plasencia hacer nuevas Ordenanzas al respecto para que todos los vecinos puedan cazar: “que conviene al bien público en tierras de señorío y pro común de los vecinos de la tierra de dicha ciudad”. Dice también que se pregonen estas Ordenanzas y que el que no las cumpla pague una pena de diez mil maravedíes.

    Hay otra serie de disposiciones, como la que dice que se maten las palomas porque comen las bellotas de los ciervos, o que se cacen los conejos con perros o hurones y con ballestas…etc.

2.-  LA PESCA.

    La pesca fue siempre muy importante en toda la Tierra de Plasencia, por la cantidad de especies que se criaban en las abundantes aguas de sus ríos, gargantas y arroyos. Fray Alfonso dice a este respecto: “Los ríos que riegan este obispado son Jerte, Tajo…Tiétar , que es caudalosísimo, que coge todas las gargantas de la Vera… Todos estos ríos abundan de mucha y regaladísima pesca, truchas, barbos, anguilas y, especialmente, el río Jerte tiene abundancia de peces y barbos conocidos en España por ser pescados muy regalados y casi sin espinas…” En otros capítulos habla de la Vera y dice: “En toda la Vera hay muchas gargantas y arroyos que producen abundancia de regaladas truchas, pues sólo en la garganta de Valverde, se cogen todos los años 500 arrobas de trucha.”

    Por este motivo las Ordenanzas dedican varios artículos a la pesca y su regulación. El 1º prohíbe arrojar a los ríos todo lo que pueda deteriorar las aguas: “…que no se eche paja u otra cosa que enturbiare las aguas bajo pena de 300 maravedíes”, tampoco podían lavar el lino ni el cáñamo en el Jerte porque podían perjudicar las aguas, bajo pena de 24 maravedíes y la pérdida de estos productos.

    El artículo 8º da una serie de normas sobre las redes que se han de utilizar para la pesca “…en el río Xerte no se puede pescar sino con redes que sean desta manera: que las atarrafas y el paradejo sean de 2 puntas, la malla de 3 puntas, la manga de 2 puntas, los redejones e judriales, de 1 punta… bajo pena de 600 maravedíes y pérdida de las redes”.

    Hay otros que insisten en que pueden pescar en los señoríos todos los vecinos sin pena ninguna, pero esto no se cumplía, por lo que el Concejo solicitó a Carlos V que aprobara nuevas Ordenanzas sobre la pesca, igual que había hecho sobre la caza, para que todos puedan pescar en los señoríos. Carlos V las aprueba e impone a los señores que no lo cumplan multas muy importantes.

    En cuanto a las normas sobre la veda, son muy estrictas y hay varios artículos dedicados a este tema, como el artículo 3º que dice “…que nadie sea osado de pescar desde 1º día de marzo hasta fin del mes de abril…”  En el mes de Mayo no se puede pescar truchas, ni barbos ni anguilas. El artículo 4º ordena que se pueda pescar en los arroyos y gargantas que se secan en el verano durante todo tiempo, para que no se pierda el pescado, como en la garganta de Gargüera o del Olivo. También se permitía pescar durante todo el año con vara de sedal o con anzuelo sin pena ninguna. Lo que estaba totalmente prohibido era pescar por la noche “ni con lumbre ni con redes en ningún tiempo del año, so la pena contenida en la Pragmática”.

   El Concejo de Plasencia pide a Carlos V que confirme una Ordenanza sobre el modo de pescar en el Tiétar y en el Tajo (Art.7º): “Que se pueda pescar con canales e con nasas con tanto que sea fuera de los meses en que se desova el pescado” además de las otras normas comentadas.

    Todas las normas aprobadas por Carlos V en esta Pragmática debían ser pregonadas en las plazas públicas y en los mercados y ferias para el conocimiento de todos los vecinos y de los señores y para su cumplimiento, según indica un artículo de esta misma Pragmática.

     D.-  LA ARTESANÍA

    La Artesanía  tuvo un gran desarrollo durante el s. XVI tanto en la Ciudad como en las Aldeas de la Tierra, habiendo una gran variedad de ellas. Fray Alfonso nos habla de los famosos “lienzos de la Vera y del Valle”, que eran muy apreciados en todas partes. Los artesanos se agrupaban por oficios en los llamados Gremios, que dieron nombres a las principales calles de la Ciudad y de las aldeas: calle Zapatería, de los Quesos, de los Herreros, de Pedreros, de Tenerías…etc. Gran parte de los productos artesanales eran derivados de la agricultura y ganadería, como el vino, aceite, cuero, lienzos… Pero además, había una gran cantidad de productos realizados por los “Menestrales”, los cuales se dividían en distintas categorías: El maestro, el oficial y el aprendiz. El Fuero regula la gran cantidad de oficios de los artesanos, cuyas normas seguían vigentes en su mayoría en el s. XVI, ya que en estas Ordenanzas solo se regulaban algunos oficios que tenían necesidad de ello, pues para los demás se seguía aplicando “La ley del Fuero”, a la que alude constantemente.

    Los oficios eran de gran variedad: herreros, herradores, zapateros, carpinteros, albañiles, orfebres, sastres, caldereros, alpargateros, jaboneros, etc., etc. A todos se les exigía calidad en los productos y en los trabajos, además de fijar los precios en los distintos artículos y trabajos; por ejemplo: “por errar una mula pecha VIII dineros, por asnar V dineros”, etc. Se protege a los vecinos del trabajo mal hecho por los menestrales de los diferentes oficios: “…si mala labor ficieren, enmiéndala e peche (pague) (daño)”.

    El Título XXVI de las Ordenanzas está dedicado a las normas que han de seguir zapateros y curtidores. Sobre estos dice que no usen “cenizas” para curtir los cueros, “vacunos, cordobanes y badanos y el que lo use pierda los cueros”. Sobre los zapateros hay varios artículos, así el Art. 6º dice que los zapateros “cosan zapatos con cáñamo 8 meses al año y los cuatro que son junio, julio agoto y septiembre que cosan si quieren con lino, que si no pierdan el calzado”. En otro dice que “no usen badana” si no es para forro o en las puntas de los zapatos de “cuello alto de mujer”…También se ordena que los zapatos sean de buena calidad y estén bien cosidos, que si “se descosen en 9 días sea obligado a coser sin llevar cosa alguna”. Sobre las suelas de los zapatos dice: “que se venden al molde” es decir, que tengan un grosor determinado.

    Había una serie de vigilantes encargados de que los artesanos cumplieran con las normas establecidas, eran los llamados “veedores”; dicen las Ordenanzas: “que hagan bien el oficio” vigilando la calidad de los productos y si no cumplían su obligación se les imponía una pena de mil maravedíes.

    Mucha importancia dan estas Ordenanzas a las construcciones y obras arquitectónicas de la ciudad, ya que querían que se distinguieran especialmente por su belleza y armonía constructiva, como en realidad lo consiguieron, pues los palacios de Plasencia, sus casas señoriales, sus iglesias, sus conventos, sus catedrales, etc., etc., son todas ellas  unas obras de las más bellas del arte renacentista extremeño. De aquí la importancia que daban al hombre que debía controlar estas construcciones para que fueran perfectas, era llamado “Ala rife” al que dedica varios artículos incluidos en el Título XLVI. El primero dice: “…que los alarifes juzguen las obras de esta ciudad, se tienen algún defecto, ver las paredes si están desplomadas, las piedras mal labradas…juzgando los vicios y faltas de los maestros…de manera que las obras vayan perfectas”. Vemos cómo se persigue la calidad de la obra, además de la perfección pues en el artículo 2º se insiste en que el alarife juzgue bien la calidad de la obra y también el precio porque dice:”…muchas veces la obra no va perfecta y viene daño a los dueños de los edificios y de la ciudad…y que el artífice malicioso sea castigado como la justicia arbitre”.

    Además, el alarife tenía otro cometido muy importante, que era el de controlar la fabricación de tejas y ladrillos , como lo expresa el Artículo 3º: “…que el alarife visite el horno de tejas y ladrillos, que juzgue si la tejas está bien cocida y es de marco y grosura que la ciudad tiene establecida…que si lo halla defectuoso ponga de pena 6oo maravedíes…Si el ladrillo no es bueno y derecho se le imponga una pena de 24 maravedíes”.

    El salario del alarife era importante y cobraba por distintos conceptos. El Concejo le pagaba 2000maravedíes, además de 10 maravedíes por cada visita a los hornos. Pero nos llama la atención lo que cobraba por los siguientes conceptos: “medio real por cada toro que corra en la plaza y de los otros toros que diere caballero, de cada uno un real y por cerrar de la barrera e corral…” Por este artículo nos damos idea además de la relevancia que tenía el cargo de alarife, también de la importancia que tenían ya las fiestas de los toros en esta época, organizadas no sólo por el Concejo sino por los Caballeros placentinos, haciéndose cargo de los gastos del cierre de la plaza.

 Otra artesanía a la que las Ordenanzas le da un gran relieve es a la de la madera, tanto como elemento imprescindible para la construcción como para la fabricación de toda clase de utillaje de trabajo, de transporte y doméstico. De aquí que dedique gran cantidad de artículos a la artesanía de los carpinteros, uno de ellos dice: “que los carpinteros puedan tener cuanta madera que quisieran comprar para labrar en sus tiendas…y puedan vender…” En otros dice: “que puedan tener…ripias e cabrios, vigas, hileras…y lo vendan a precios tasados: por viga 36 maravedíes, por hilera 15 maravedíes…etc.”

    También habla de la madera para la construcción de barcas y de los carpinteros que labran: “…que sólo puedan hacer barcas en los pinares y con licencia del Concejo”. Muy importante era la construcción de Carretas, controlando su fabricación y prohibiendo a los vecinos que “compren y vendan Carretas fuera del término (Art.22). También se prohibía la venta de “yugos y ballestas” fuera de la jurisdicción. Estas artesanías tan necesarias para el desarrollo de las actividades comerciales y del transporte, vemos que eran de autoconsumo, no se podía comerciar con ellas, igual que las de la caza.

    Sobre los demás productos artesanales nada se legisla en estas Ordenanzas, pues como ya hemos dicho, se sigue rigiendo por la Ley del Fuero y todas estaban sometidas a las normas de calidad incluidas las alimenticias. Recordemos el Art. 660 del Fuero que dice, refiriéndose al vino: “todo tabernero que vino aguado vendiere peche (pague) 11 maravedíes”.

    Igual pasa con respecto a la artesanía harinera que tanta importancia tenía por la cantidad de molinos hidráulicos que existían en las márgenes de los ríos y gargantas y que el Fuero regula en muchos artículos, mientras en estas Ordenanzas sólo se dan  normas para el “peso de la harina” y para la fabricación del pan. El art. 20 del Título XXIII, dice al respecto “que las panaderas que quisieran masar pan para vender, se inscriban en el Concejo y se obligue a hacer buen pan, bien masado, bien cocido y bien cernido…so pena  de perder el pan…y que le den pesado y al precio que se le pusiera”.

 

E.-  LA  ACTIVIDAD COMERCIAL.

    El comercio siempre ha tenido mucha importancia en la ciudad de Plasencia, pero ahora adquiere mayor desarrollo debido al auge de la artesanía, de la agricultura y ganadería. Recordemos que Alfonso VIII, desde su fundación estableció el mercado de los Martes, que sigue celebrándose en la actualidad, además de unas Ferias en el mes de Septiembre: “Otorgo a honor e provecho de la ciudad que las ferias duren desde primer día de Septiembre hasta la fiesta de San Miguel…” (Art. 29 del Fuero) donde podían acudir seguros “cristianos, moros y judíos”.

    Sobre la importancia de estos mercados y Ferias nos habla Fray Alfonso Fernández de esta forma: “Acude la Tierra de Plasencia a la Ciudad con todos los regalos de la Vera y Valle todos los martes que es el mercado franco… También tiene la ciudad la Feria de San Andrés…y otra feria el día del Corpus Christi; a ambas, después de mucha mercería y diversa riquezas, acuden grandes rebaños de ganado…”

    Las Ordenanzas dan mucha importancia al comercio en general, ya que le dedican seis Títulos con gran cantidad de artículos donde se regulan todos los aspectos referentes a la actividad comercial, incluyendo las condiciones del Mercado franco. El Título XII especifica las condiciones de este Mercado, y en el Art. 1º se establece que “los Martes no se pague el impuesto de la “Alcabala”, ninguna persona de cualquier condición que sea, ni los vecinos ni los forasteros. En el segundo artículo se prohíbe que se queden en la ciudad las mercancías que no se vendían.

    El Art. 3º asigna el sitio donde han de establecerse los distintos productos: “…los ganados en el arrabal desta Ciudad, desde la puerta del Talavera, hasta la de Trujillo, e las otras mercaderías de cualquier calidad que sean, en la plaça desta ciudad o en los lugares que la ciudad ordenase…”.

    Con respecto a las Ferias, su regulación está incluida en el Título XXIII, que contiene 18 artículos. Varios de estos artículos se refieren al “aposentamiento” de las tiendas de mercaderes o lugar que debían ocupar en la ciudad. Uno de estos dice que: “los mercaderes de paño toledano o lugar otras partes se aposenten en la calle del Rei”, pero esto suscitó una contienda entre ellos y el Concejo, por lo que este tiene que ceder y permitir que se instalasen en la Plaza. Otro artículo se refiere a “aposentamiento de las tiendas de los joyeros, cinteros, merceros, especieros, cordoneros… tengan sus tiendas desde la esquina de la calle de los Quesos hasta la esquina de la calle Pelisidro …” (Art. 6º)

    Era imprescindible para el desarrollo de la actividad mercantil el control de “las Pesas y Medidas” por el Concejo, por este motivo, el Título XXV de estas Ordenanzas contienen todas las normas referentes a estos conceptos, titulados “Condiciones del Pesso del Concejo”.

    El Peso del Concejo se arrendaba cada año a los distintos vecinos y estos debían cumplir las normas exigidas: “la persona que arriende el pesso le sean dadas las pesas de pertenecientes al Concejo por los escribanos y luego las entregue…” El Artículo 2º exige al arrendador que cumpla bien con sus funciones: “que el arrendador tenga el peso en su casa de continuo…y pese bien y fielmente las mercancías…y a los vecinos de la ciudad y de las Tierras no han de llevar derecho ninguno…que los forasteros solo pueden pesar con el peso del Concejo…” Como vemos por estas normas sólo los forasteros pagaban los derechos del peso exigidos por el Concejo.

    Los Mayordomos eran los encargados de controlar las pesas y medidas y los precios, y también se les conocía como oficiales. De aquí que el Título XVI contenga una serie de artículos sobre los derechos y obligaciones de estos para evitar el abuso del cargo. Eran nombrados por el Concejo y no podían ser sustituidos por ninguna otra persona bajo una pena de tres mil maravedíes. Los mayordomos tenían derecho a una cantidad del producto vendido; por ejemplo, si se trata de aceite, dice el artículo: “…de cada persona que vende aceite, lleven una panilla de aceite y 1 maravedí una vez al año y no más. Y así van especificando todos los productos que vendían. El artículo VIII se refiere a los “derechos de ajos y cebollas” y dice que “los forasteros que venden ajos y cebollas paguen una ristra si pasan de veinte ristras…”

    Sobre los derechos de sal dice que paguen un celemín a l año. A los tejedores se les exige 1 maravedí anual e igual debían pagar los que vendían pescado salado…y así sigue especificando los impuestos de todos los productos.

    En otros artículos se dan una serie de órdenes sobre los carniceros, para que abastezcan bien la ciudad y sobre las carnes para que las vendan en condiciones óptimas de consumo. Uno de los artículos dice: “que no vendan reses mortecinas” y “que no maten reses en las cercanías sino en los mataderos”.

    Las normas para la venta del pescado fresco también eran muy rígidas, como la venta de las truchas, que dice: “ las truchas las vendan en sus platos y estén en pie hasta que las vendan bajo multa de 24 maravedíes”.

   Muy importante para la actividad mercantil era el control de los precios, de aquí que el Título dedicado a este aspecto sea muy extenso, pues va especificando con todo detalle todos los productos de cada ganado con el precio de cada una de las partes de estos, tanto de los corderos como de los cerdos y de los demás. Así dice: “los lomos, solomos, lenguas de cerdo, vendan a razón de cinco maravedíes la libras”, “las morcillas a 4 maravedíes”. De la misma manera se especifican los productos del cordero: hígado, cabeza, manos, menudo…Por ejemplo: “Una mano de cordero valga 1 maravedí…”

    Quienes no cumplían las normas debían pagar una multa que se repartía de la forma siguiente: “una tercia para el oficial (o arrendador) mayordomo o fieles, otra tercia para el que sentenciaba y otra para las obras del Concejo”.

    La caza, como ya hemos dicho, fue muy importante en todo el Alfoz debido a la cantidad de montes que había, de aquí que se dé también mucha importancia a los productos derivados de la caza, hasta el punto que el Concejo de Plasencia hace una petición a Carlos V para que apruebe más ordenanzas sobre la “Venta de caza, aves y huevos”. En estas se van especificando cada especie con el precio que deben venderse, por ejemplo: “las perdices 24 maravedíes el par, las liebres a 15 maravedíes…un par de huevos que valgan en los lugares de la Tierra a tres blancas y en dicha ciudad a maravedí cada uno…”

    Hemos puesto algunos ejemplos sobre los precios, pero la variedad y especificación de estos es enorme, no solo de productos alimenticios, sino de todo tipo, como los precios del barro, o del vidrio… por lo que sería imposible describirlos todos.

    Hemos advertido ya que los productos en las aldeas de la Tierra se vendían más baratos que en la ciudad, por lo que los aldeanos iban a venderlos los martes a Plasencia, lo que suponía que los mercados de los martes eran animadísimos y se comerciaban toda clase de productos.

 

V.-  CONCLUSIÓN.-

    Por todo lo estudiado llegamos a la conclusión de que estas Ordenanzas no sólo pretenden actualizar “La Ley del Fuero” a la que se alude constantemente, como hemos referido, sino que además, abarcan otros muchas facetas propias de los tiempos modernos. Por medio de toda esta legislación se puede hacer un estudio, no sólo de la economía, que es el objetivo de esta Ponencia, sino también del gobierno de la ciudad, del funcionamiento del Concejo, de los cargos públicos, de la justicia…etc. También se pueden estudiar las costumbres de la época, como la legislación que había sobre las mujeres públicas, sobre los juegos y fiestas, sobre la pena de armas…etc. Es curioso el Título L que se refiere “Al presente que se da a los regidores por Navidad”, lo que demuestra que hace cinco siglos ya se obsequiaba a las autoridades por las fiestas navideñas.

   También hay varios Títulos dedicados a los aranceles de las barcas, como los de las barcas de la Bazagona o las de Alvala y Talaván…además del impuesto o portazgo del puente del Cardenal y de la Cabezuela, entre otros.

    Así pues, estas Ordenanzas constituyen un documento histórico interesantísimo bajo cualquier punto de vista, ya que nos da la realidad económica, social, política, jurídica…etc. de la “Muy noble, muy leal y benéfica ciudad de Plasencia”, del siglo XVI a la que su fundador Alfonso VIII la dotó de extraordinaria legislación contenida en su Fuero, para que cumpliera bien con los fines para los que el Monarca la creó, “Ut placeat Domini et ominibus” (Para que agrade a Dios y a los hombres).Pero esta Ordenanzas no hacen más que reforzar y poner al día los mandatos de su fundador Alfonso VIII.

   Esperamos que toda la grandeza cultural, social, económica y, especialmente, su belleza artística y monumental por la que tanto interés  muestran estas Ordenanzas, y que se han mantenido y superado en la actualidad, sean reconocidas a niveles internacionales en el nombramiento y obtención del título “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”, juntamente con su otra ciudad hermana, esta monumental, magnífica y bellísima ciudad de Trujillo.

   

  

 

Nov 082013
 

Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz. 

Introducción

 Las obras que estudian este mismo tema lo hacen de manera general, es decir, estudian el Ejército de Extremadura encuadrado en los diferentes hechos de la Guerra de la Independencia de España -en realidad Peninsular-.

  Otras obras limitan su actuación en aquella guerra, inscribiendo sus hechos de manera más bien secundaria en los sucesos bélicos de la provincia de Extremadura, sin insertarlos adecuadamente en el contexto de las grandes operaciones militares peninsulares, para estos trabajos son los sucesos de tal o cual ciudad u otros hechos notables lo que mayormente acapara el estudio. En ambos casos el Ejército de Extremadura no tiene el papel protagonista que nosotros desearíamos ofrecer.

  Corríamos el riesgo de caer en lo contrario, es decir, ceñirnos demasiado al tema de nuestro ejército silenciando las actuaciones generales y particulares del contexto de la guerra en la que tanto participó.

  Por ello hemos intentado equilibrar estas cuestiones. Desde luego no hemos renunciado a describir muy brevemente las operaciones generales donde se insertaba la invasión de nuestro territorio, ni hemos silenciado las actuaciones de nuestro ejército más allá de los límites provinciales o en su interior, por muy perdedor que, en general, pueda ser considerado. Hemos tenido muy en cuenta que, en la mayoría de las ocasiones que el francés nos invadió, Extremadura era una pieza, de variable tamaño y valor, según las campañas proyectadas por Napoleón, sobre todo para la conquista de Portugal.

  Parecido panorama presentan los estudios de los demás Ejércitos provinciales surgidos tras la marcha y abdicación de los reyes a Francia. Aunque hay excepciones, no  cuentan con monografías a ellos dedicadas, pienso que, quizás la causa sea el panorama sombrío que suelen transmitir a nuestro “necesario” idealismo. En este sentido no somos esta vez la excepción.

  Nos llamó pues la atención  que Extremadura careciese de un estudio particularizado sobre su Ejército y para contribuir a llenar la ausencia del mismo decidimos realizar este pequeño estudio a la vez que nos servía para ofrecer de esta manera nuestro homenaje a todos los militares y civiles participantes en aquella contienda.

  Como bien indica el título, no se trata de una obra terminada, es solo un bosquejo, es decir los trazos fundamentales de un trabajo que debe ampliarse y completarse sobre todo con más documentación de primera mano, a ser posibles de fuentes directas. No obstante pensamos que es un trabajo histórico que merece ser conocido y aprovechado.

  El eje de nuestras consultas han sido las publicaciónes sobre la Guerra de la Independencia en Extremadura. Una, la del general D. José Gómez de Arteche y Moro, titulada Historia Militar de España.1808-1814, editada en Madrid 1868, que fue parcialmente impresa en 1898 por la Revista Extremadura para conmemorar el primer centenario; ahora la Diputación de la provincia de Cáceres ha digitalizado esos capítulos para conmemorar el segundo.

 Otra obra es la titulada Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria histórica, de Ramón Gómez Villafranca y reeditada por Muñoz Moya Editores Extremeños en el año 2004.

 En ambas se observa cierto temor y huída ante los episodios con signos de evidente derrota acudiendo a la mala suerte o al silencio casi total. Es en este aspecto donde procuramos clarificar más las actuaciones.

 Para completar esos relatos hemos unido noticias encontradas en numerosas biografías de personajes de cierto relieve, participantes en aquella contienda, narraciones de batallas, historias del hecho en diferentes localidades etc.

 Hemos añadido una documentación gráfica que, a veces no nos ha sido posible averiguar su autoría y propiedad.

 1. Creación del Ejército de Extremadura.

 Como antecedente a la denominación de este Ejército puede tomarse el existente en la Guerra de Restauración de Portugal (1640 – 1668) estudiado por Fernando Cortés Cortés y editado por la Universidad de Extremadura en 1985.

  El denominado Ejército de Extremadura, de nuestra Guerra de la Independencia,  fue fundado en Badajoz, en los primeros días del mes de junio de 1808, por mandato de la recién constituida Junta Suprema de Extremadura, en su sección de defensa.

   Se había recibido el aviso del alcalde de Móstoles el 4 de mayo de 1808 y, posteriormente, se tomaron medidas para luchar contra el ejército francés muy presente en el cercano Alentejo portugués; en total eran unos 10.000 soldados. Al pueblo, el esfuerzo bélico del marqués de  Torre del Fresno, recién nombrado Gobernador Mariscal de Campo de Extremadura, debió parecerle equívoco e insuficiente -la turba le acusaba de traidor-, y caería asesinado en el levantamiento antifrancés, medio militar medio popular, ocurrido en Badajoz, el día de S. Fernando de ese mismo año -30 de mayo de 1808-.

 Tras el asesinato del gobernador, dadas las especiales circunstancias que atravesaba la monarquía española, hubo un vacío de poder. Se solucionó con toda celeridad     creando la Junta Suprema de Extremadura, de carácter provincial, a semejanza de las fundaciones de otras Juntas de ámbito similar surgidas en las demás provincias. No hemos dado con la denominación clara e inequívoca del título del cargo de primer Presidente, da la impresión que en los documentos se elude la escritura de este título. Sabemos que en ella se creó la sección de Guerra (1) presidida por D. Juan Nieto Aguilar, II Marqués de Monsalud y por el general D. José Galluzo, éste fue aclamado por el pueblo General Jefe del Ejército de Extremadura, por esto, según la normativa vigente, le correspondía también la jefatura política de la presidencia.

  En el verano de 1808 se organiza el primer contingente del Ejército de Extremadura al que, sin conseguirlo, se intentó completar con las fuerzas de élite desplazadas a Portugal como apoyo al ejército francés mandado por el duque de Abrantes, Andoche Junot.

  Todavía no se había estructurado el ejército adecuadamente cuando tuvo su primera acción participando, junto a los portugueses, en el asalto a los fuertes de Élvas y Campomayor, a la sazón defendidos por franceses, el 2 de julio de 1808 (2).

  Durante todo el verano de 1808 los reclutados acudieron a las poblaciones más importantes de la provincia, que en la práctica eran las convocantes directas del llamamiento a filas. A veces la estancia de los reclutados en ellas aumentó las tensiones entre los seguidores de las diferentes tendencias políticas -de Fernando VII, de Godoy, liberales patriotas y liberales afrancesados etc.- buen ejemplo de ello fueron los denigrantes sucesos de Plasencia (3). Para sostenerse a si misma y para alimentar y pertrechar toda esta tropa la Junta Provincial Suprema de Extremadura hubo de organizar, con toda rapidez, una economía que casi siempre resultó deficitaria moviéndose en la estrechez y la carencia.

 La noticia de la victoria del general Castaños en la batalla de Bailén el 17 de julio de 1808, sobre el ejército francés del general Dupont, debió despertar la euforia en todo el país. Sabemos por un estudio publicado en el Diario de Jaen el 19-7-2008 que en esta batalla participó una milicia de Trujillo formada por 290 hombres puestas bajo el mando del marqués de Coupigny. La posterior marcha de José I de Madrid hacia la frontera francesa, siguió inflando, ya de manera generalizada, nuestra valoración y nuestras posibilidades militares.

2. Batalla de Gamonal (Burgos).

  Lamina I Esquema de la batalla de Gamonal

Lám. 1.- Batalla de Gamonal, Burgos

A primeros de septiembre de 1808 ya estaba formado el Ejército de Extremadura compuesto por un total de 12.904 soldados: 11.970 de infantería, 1.150 de caballería y 684 artilleros  (4).

  El 25 de septiembre de 1808, ya ausente el rey José Bonaparte de Madrid, se constituyó en Aranjuez, la Junta Suprema Central Gubernativa, presidida por Floridablanca; ésta, unos días después, a primeros de octubre, ante los rumores de una gran contraofensiva francesa, comunica a la ya solamente Provincial de Extremadura la movilización del Ejército extremeño hacia el norte, solo cuatro meses después del comienzo de su reclutamiento.

 El último día de julio de 1808 el general inglés John Moore salió de Inglaterra para completar un potente ejército inglés en Portugal. La segunda derrota del ejército francés en el verano de 1808 la sufrió el general Junot en Portugal –batalla de Vimeiro, dada el 21 de agosto de 1808- a cargo de Wellesley, futuro lord Wellington; el 31 de agosto de 1808 se firmó la Convención de Sintra; el 6 de octubre de 1808 John Moore se encontró al mando del poderoso ejército inglés en Portugal, unos 38.000 hombres. Poco después, ansiando gloria, según Charles Esdaile, desobedece las indicaciones de sus superiores políticos y busca el cuerpo a cuerpo con las tropas francesas adentrándose hacia el centro de la peninsular.

Terminado el verano, Napoleón, que debía tener noticias exactas de estos movimientos, decide resolver directamente los problemas militares de la Península Ibérica. Pasa la frontera el 4 de noviembre de 1808 y el 8 está en Vitoria; marcha decidido al mando de 200.000 hombres; sin duda su objetivo era doble: uno la reconquista de Madrid, el otro la derrota del ejército inglés. Así quedarían lavadas las derrotas de Bailén y Vimeiro.

  A primeros de octubre, el 7 de octubre de 1808, nuestro Ejército, mandado por el general Galluzo y en número de unos 10.000 soldados se dirigen al norte; vía Madrid pasan a defender Burgos. El marqués de Monsalud queda en Badajoz organizando la reserva. En el trayecto son notorias las quejas de Galluzo a la Junta Suprema Central sobre las deficiencias de equipamiento, armas y demás de su ejército (documento nº 1). En los días finales de esta marcha, una orden de la Junta Central sustituye el mando de Galluzo por el del conde Belveder, que marchaba al servicio de Gallazo y era hijo del marqués de Castelar a la sazón Capitán General en Madrid quién tenía como segundo a D. Francisco Palafox a la sazón en la Sección de Guerra de la Junta Suprema Central (5).

 

 Nuestros soldados están acantonados el 8 de noviembre en Burgos. El día 10 de noviembre de 1808, Napoleón envía a combatirlos al experimentado mariscal Soult, manda unos 20.000 hombres. Ante la proximidad del ejército francés, el conde Belveder decide adelantarse y presentar batalla, muy cerca de Burgos, en la llanura de Gamonal; indeciso, retrocede tras un corto y positivo combate. Apenas continuado el siguiente día, los franceses ponen en fuga desordenada a Belveder y sus soldados. Éste, prosiguió por Lerma y Aranda hasta Segovia, donde recaló con su 3ª división; la mayor parte del resto fue acuchillada o pudo llegar a Burgos junto a las tropas francesas que les perseguían. Hubo unas 2.500 bajas aunque no faltaron algunos gestos de heroicidad por parte española. Burgos capituló (Lám I).

 

 Muy pronto la Junta Central Suprema tuvo conocimiento del resultado negativo de las batallas de Espinosa y Gamonal, libradas el mismo día por distintos ejércitos provinciales. La Junta sustituyó sus mandos: el conde Belveder lo fue por D. José de Heredia en el Ejército de Extremadura y el general Blake, en el de Galicia o de la Izquierda, por el marqués de La Romana a la sazón llegado de Dinamarca el mismo día 10 (6).

 

 Parece ser que, a escala militar -políticamente no oficial-, lo previsto era que los dos ejércitos mencionados, el ejército del Centro o de Andalucía, mandado por el general Castaños, más las tropas británicas mandadas por Moore, deberían haber luchado juntas contra las fuerzas napoleónicas, pero una mala coordinación entre ellos y las órdenes de la Junta Suprema Central desviando de este proyecto al general Castaños hicieron imposible su realización (7) (documento nº 2). Desde luego la falta de prudencia y una milicia poco preparada debió ser un factor importante a la hora de enjuiciar el resultado de esta primera batalla.

 

 Hemos dejado a la mayoría de los restos del ejército de Extremadura, que participó en la batalla de Gamonal, retirados en Segovia esperando como reservas el resultado de la batalla de Somosierra, decisiva para la reconquista de Madrid por los franceses.

 

Entre ambas batallas tiene lugar el asesinato del marqués de Perales en Madrid, el 23 de noviembre del 2008. La batalla de Somosierra, dada el 30 de noviembre de 1808, enfrentó a las tropas mandadas directamente por Napoleón y las españolas dirigidas por el general español Benito Sanjuán; aunque menos cruenta que Gamonal, su resultado fue parecido: huida en desbandada hacia Segovia donde se reunieron con el resto de las extremeñas allí estacionadas. Desde Segovia, siempre perseguidos por los franceses, se trasladaron ambos generales al Escorial. Tras tener noticias de la capitulación de la capital, Madrid, retrocedieron más al sur con los restos de sus atemorizados ejércitos y en medio de una cruel anarquía, llegaron a Talavera de la Reina, donde el general Benito Sanjuán fue asesinado por uno de los soldados el 7 de diciembre de 1808. Fue el triste final del Ejército de Extremadura en esta desafortunada campaña (8).

 

3. La primera defensa del puente de Almaraz.

 Así las cosas; todos huyendo hacia el sur, por el camino real,  todos llenos de pavor, con el ejército napoleónico pisándoles los talones. Entre ellos va también la Junta Central Suprema, acompañada de los numerosos asuntos que proporciona el cuidado de la patria y en medio de un desprestigio creciente por las recientes derrotas.

 

 Ante este panorama, la Junta de Extremadura intenta salvar lo que resta de su ejército y vuelve a encargar al general Galluzo de reunir y disciplinar, en lo posible, aquella tropa, la dé ánimos y regrese. El alférez Morillo, futuro jefe de guerrillas, contribuye eficazmente a devolverles algo la moral, ante el anuncio de la llegada de su antiguo jefe, tan injustamente apartado del mando por la Central.

 

En éste, su segundo mandato, el general Galluzo tenía un primer e inmediato objetivo militar, muy concreto: defender, desde su margen izquierda, el paso del río Tajo; pero a la vez debió ocuparse de reunir, alimentar, vestir, pertrechar y dar moral a su defraudada tropa.

 

 Para llevar a buen fin la operación mencionada, dividió su Ejército. Había que defender cuatro puentes: el puente del Arzobispo, -desvío del camino real por Oropesa-; el del Conde -vía Talavera la Vieja-; Almaraz y el del Cardenal en el enlace Trujillo- Plasencia.

 

 El objetivo principal era mantener el puente de Almaraz, ya que era el único que permitía el paso, con facilidad, de la artillería pesada y ofrecía posteriormente un trazado mejor mantenido y recto hacia las ciudades más importantes del centro y sur de Extremadura. Supuso bien, sin duda debía ser el que los enemigos uitilizarían. A su defensa quedó el mismo general, con la mayor parte de su ejército; ordenaba la defensa del puente del Cardenal al batallón de las guardias Walonas y a un escuadrón; al general Trías le encomendó defender el puente del Conde y cortar el del Arzobispo.

 

 Todo inútil, la caballería francesa al mando de Sebastiani había pasado ya este último puente y se adentraban por la sierra a cortar las tropas de Galluzo por su flanco derecho. El 25 de diciembre de 1808, el Ejército de Extremadura recibe la orden del general Galluzo de retirarse hacia el sur, hasta Zalamea de la Serena (9).

 

 De haber presentado batalla abierta en las inmediaciones del río Tajo para defender su paso, dados los diferentes efectivos de ambos contendientes y las especiales circunstancias de nuestro ejército, se habría expuesto a un probable aniquilamiento, pero como veremos, por el momento no era ese el objetivos de los franceses del IV cuerpo.

 

 Otra de las posibles razones que alegó Galluzo era la protección de la Junta Suprema Central, a la sazón huida en Mérida desde el 10 de diciembre de 1808; atemorizada y dudosa entre su establecimiento en su primer destino, fijado en Badajoz o, en vista de los acontecimientos militares, proseguir hacia Sevilla, en territorio más seguro. Finalmente se siguió esta opción.

 

 La Junta Provincial de Extremadura debió juzgar una conducta negligente en Galluzo y lo cesó. Es significativo observar que el general Sebastiani hacia su entrada en Plasencia el 24 de diciembre de 1808 (10), justo cuando se perdió el puente de Almaraz, así pues poco pudo perseguir al general Galluzo y nuestro Ejército por tierras del centro y sur de Extremadura. No era ese su objetivo.

 4. D. Gregorio García de la Cuesta, Capitán General del Ejército de Extremadura.

 La Junta Suprema Central, tras su paso por Trujillo, estaba detenida y duvitativa en Mérida. Entre los asuntos pendientes tenía  la causa abierta contra el afamado general cántabro D. Gregorio García de la Cuesta, al que llevaba detenido, acusado por apresar al almirante Antonio Valdés, delegado de la Junta del Reino de León.

 

 Cuesta era de feliz memoria para los militares extremeños ya que había tenido destino en Badajoz y marchado en 1793 con fuerzas de esta provincia, a luchar en la guerra de la Convención, en el sur de Francia.

 

Como anillo al dedo. La Junta Suprema Central fue reticente en un principio al deseo de la Provincial de Extremadura, que significaba dar carpetazo a la detención de Cuesta,  las circunstancias se impusieron y ante la necesidad de proseguir el viaje a Sevilla, Floridablanca accedió al canje: viaje expedito a Sevilla a cambio de la rehabilitación del general. Cuesta fue nombrado de esta manera Capitán General de Extremadura y comandante de su ejército el 29 de diciembre de 1808 (11).

 

No tardó excesivamente el nuevo Capitán General del Ejército de Extremadura, D. Gregorio García de la Cuesta en tener un ejército organizado y fija su cuartel general en Badajoz; después, emprende la reconquista del territorio extremeño ganado por los franceses en la margen izquierda del río Tajo en  su primera incursión por tierras extremeñas.

 

 El general Henestrosa, veterano en todas las campañas del Ejército de Extremadura desde su participación en la batalla de Gamonal, conquista Trujillo al mando de una división de 5.000 hombres. Cuesta hacía lo propio con el puente de Almaraz el 29 de enero de 1809 (12).

 

 Según estos relatos narrados por Gómez de Arteche, llama la atención en el ejército francés, su repentina pérdida de acometividad; dando signos de retroceso militar,  pierde un precioso terreno; no figura el nombre de ningún mando francés de ninguna categoría, ni el número de muertos, heridos o prisioneros de esta rápida campaña. Esto nos hace sospechar que su número debió ser muy corto y su significado militar sobradamente inflados por Arteche y otros autores. Sin embargo, no cabe dudas que el ejército de Extremadura, con estas victorias locales, cobra moral, ¿pero que hechos pueden haber influido también en el cambio de actitud del invasor francés?.

 

 La composición del ejército francés en esta primera aparición por Extremadura estuvo, a cargo principalmente del IV Cuerpo del Ejército Imperial a cuyo mando estuvo, según algunos, el general Lefebre. Según otras biografías, ya antes de la batalla de Gamonal, Napoleón sustituyó a Lefebre de su puesto por su segundo, el general Sebastiáni, como jefe de este IV Cuerpo (13).

 

 Hemos apuntado que la mayor parte de este Cuerpo del ejército francés no tenía intención de conquistar tierras por debajo del río Tajo y se dirigió a Plasencia en donde estuvo desde el día 28 de diciembre de 1808 -día de la llegada del General Galluzo a Zalamea, recién perdido el puente de Almaraz-, hasta el 1 de enero de 1809 que marcharon hacia el norte, hacia Castilla.

 

 Como bien menciona el mismo autor, aunque muy brevemente,  el objetivo primordial de esta primera invasión del territorio extremeño era  impedir cualquier  refuerzo o unión con las tropas británicas del general sir John Moore quién, penetró en España por Extremadura, parte de su ejército sigue el camino Real desviándose finalmente hacia Salamanca. Después pasa a los alrededores de Tordesilla donde parecía querer presentar batalla. Hasta el día 26 de diciembre no decide claramente retroceder hacia Galicia dirigiéndose por Benavente, con toda rapidez, antes que el mariscal Jean de Dieu Soult le cortara la retirada por el norte. Es entonces cuando las tropas francesas del IV Cuerpo, al mando de Sebastiani, abandonan Plasencia siguiendo hacia el norte en esa misma dirección. Los problemas inmediatos para los franceses como se ve, estaban en otra parte.

 

 No pudo el general Soult aniquilar al ejército británico que llegó a embarcar en La Coruña, pero acabó con la vida de su jefe Moore, en la batalla de Elviña, el 16 de enero de 1809 (14). Embarcado con la mayor rapidez el ejército inglés en La Coruña y alejado de las costas españolas, Soult debía proseguir su plan que no era otro que la reconquista de Lisboa. La llegada del ejército británico había alterado los planes de Napoleón que, tras la reconquista de Madrid era conseguir la invasión del territorio portugués por el centro-este. Ahora, la nueva situación de Soult en Galicia, le aconsejó iniciar la invasión de Portugal desde el norte. Éste, tras la conquista de la mayor parte de Galicia, entró en Portugal a partir del 4 de marzo de 1809; en Oporto, Soult lo hacía victorioso el 29 de marzo de 1809 (15).

  Siguiendo los planes de Napoleón, con intención de imponer definitivamente su poder en Portugal; el mariscal Víctor, al mando del I Cuerpo, lo invadiría algo después. Primero conquistaría la provincia de Extremadura; después penetraría en Portugal por el centro, siguiendo el camino Real, hasta unir sus fuerzas  a las de Soult que bajaría desde Oporto y ambos se apoderarían de Lisboa. Más tarde se conquistaría Andalucía.

 

5. La segunda defensa del Puente de Almaraz

Lamina II Voladura del puente de Almaraz

Lám. 2.- Voladura del puente de Almaraz

 Una vez desembarazados del ejercito británico de Moore, a mediados de enero de 1809, los franceses prepararon enseguida la invasión por Extremadura. El mariscal Victor al mando del I cuerpo del Ejército francés, unos 20.000 hombres, ha de adentrarse en el centro de Extremadura para proseguir después hacia Lisboa unido a las tropas de Soult que descenderían desde Oporto. Nuestro Ejército detecta una avanzadilla de reconocimiento que había penetrado por el Puente del Arzobispo el 19 de febrero de 1809, la milicia allí destacada, al mando del general Trías, entabla con ella una lucha. Los franceses, a pesar de ser hostigados, avistan Guadalupe y después retroceden.

 

 Debieron ser momentos duros y de gran inquietud en la comarca trujillana donde, recordemos, el día 13 de marzo de 1809 fallecía el teniente Ruiz de Mendoza.

 

 Tenemos noticias por la prensa de Badajoz de aquella época -Almacén Patriótico nº 2-, de que el teniente Ruiz, herido el 2 de mayo de 1808, defendiendo el Parqur de Artillería en Madrid, pudo huir muy pronto y aún convaleciente de sus heridas llegó a Badajoz donde le aguardaba su nuevo destino militar. Su llegada es muy temprana, en el mes de julio de 1808; la noticia del citado periódico cuenta su estancia y su estado convaleciente: menciona la presencia al menos de dos heridas, una de ellas en el costado infectada -purulenta dice el citado artículo-.

 

 Podemos suponer con lógica, que con notable mejoría pudo subir desde Badajoz con las tropas del general Cuesta para acometer la reconquista y defensa posterior del puente de Almaraz o bien que, agravada su salud, se retiró a Trujillo donde tenía familiares militares. Su estado no debía ser del todo bueno a finales de invierno; quizás el esfuerzo de su debilitado cuerpo en el camino, si es que lo recorrió entonces, pudo motivar la recaída y posterior muerte del héroe, a mediados de marzo en Trujillo. Su desaparición y el entierro  debió ser un acontecimiento en nuestra población repleta entonces de militares para los que, especialmente era un héroe. Ante la inminente llegada de los franceses se inflamaría la moral de ciertos militares, pero en la de otros, ya sacudidos por la derrota, debió ser un mal presagio (16) (Documento 3 y 4).

  

  Hemos mencionado que no tardaron en volver los franceses; el 15 de marzo de 1808 Leval y Lasalle -nuevamente y por sitio parecido-, pasan el río Tajo más al oeste del puente de Almaraz,  por Talavera de la Reina -un puente por encima del Arzobispo que no había sido utilizado en su anterior campaña-. Practican una acción envolvente por la derecha, muy semejante a la practicada contra el general Galluzo, menos de tres meses antes. Entablaron un combate ciertamente poco afortunado para el Ejército de Extremadura mandado por  Cuesta, quien, voló el puente de Almaraz el 15 de febrero de 1809 (17), (Lám II). No fue obstáculo para que el mariscal Victor pasara el río Tajo con el grueso del I cuerpo de su ejército. Cuesta se repliega ordenadamente, primero hacia Trujillo y luego más al sur, vía Sta Cruz de la Sierra, hacia Medellín. En esta retirada no faltan escaramuzas entre nuestra retaguardia, mandada por D. Juan de Henestrosa y los grupos de la vanguardia francesa de Lasalle. Entre ellas se mencionan las del berrocal, ya pasado Bajondo y la librada en las proximidades de Miajadas, ambas nos fueron favorables.

 

 Espoleado por estas pequeñas victorias, cierto que poco cruentas, Cuesta decide presentar nuevamente batalla. La ocasión se le presenta favorable cuando el mariscal Víctor decide separar sus fuerzas; unos van a Mérida y otros a Medellín.

 

  6. Batalla de Medellín.

Lamina III Esquema de la batalla de Medellin

Lám. 3.- Esquema de la batalla de Medellín

El ejército de la Mancha al mando de D. José María de la Cueva y de la Cerda, XIV duque de Alburquerque, nos prestó su ayuda con 4.000 hombre, de los que 200 eran de caballería; el Ejército de Extremadura aportaba unos 15.000 soldados. Tras su entrevista con Cuesta, en Villanueva de la Serena, el 27 de marzo de 1809, decidieron presentar batalla inmediatamente.

 

 Ya reagrupados los franceses, ambos Ejércitos avanzaron resueltamente el 28 hacia Medellín con un  número de tropas parecido. Todo inútil. Nuestro ejército, tras varios kilómetros de marcha, sufrió otro tremendo descalabro: 10.000 bajas, algo más del doble que el ejército francés; después se dispersó para volver a concentrarse en los alrededores de Monesterio. Por esta vez La Junta Suprema Central se mostró agradecida con la labor de Cuesta y sus mandos pero se le prohibió realizar, de momento, combates abiertos (18) (Lám III).

 

 A pesar de todo, por difícil que parezca, muy pronto Cuesta puede disponer de 14.000 hombres  con los que proseguir la lucha. En la consecución de tan nutrida representación de los pueblos de Extremadura, es necesario destacar el trabajo del II marqués de Monsalud, quién, como dijimos al comienzo, fue, junto con el general Galluzo, encargado de la Sección de Defensa en la Junta de Extremadura ocupando también el cargo de vicepresidente. Monsalud, según su biógrafo, estuvo moviéndose por toda la provincia, recabando pertrechos, hombres, cuestiones dinerarias etc. (19)

 

 Durante los meses siguientes, el ejército francés estuvo estacionado en el centro de Extremadura; desde el río Tajo, las inmediaciones de Trujillo, a las cercanías de Mérida.

 

 Cuesta y sus hombres les molestaban cuanto podían quizás ajenos a la causa de esta inmovilidad. Sin duda Victor esperaba noticias positivas de la marcha de Soult desde Oporto a Lisboa. Como es sabido esta marcha no se llegó a producir.

 

 El 22 de abril, Arthur C. Wellesley había desembarcado en Lisboa con más refuerzos británicos; estos, unidos a las tropas portuguesas, acometieron directamente a los franceses en Oporto el 12 de mayo de 1809. Soult con su ejército hubo de emprender rápida retirada hacia la frontera española por la parte de Lugo. Ante esta inesperada retirada de Soult, Wellesley pudo realizar una ofensiva por Extremadura para tantear liberar Madrid.

 

A tal efecto se puso en comunicación con el general Cuesta a través del coronel Bourke, quien debía intentar, entre otras cuestiones, lograr cierta cooperación entre ambos ejércitos, el anglo-portugués y el Ejército de Extremadura.

 

 Ante estas noticias, tan desagradables para los franceses pues suponían renunciar al segundo plan de Napoleón para la conquista de Portugal, y el anuncio de que Wellesley estaba cruzando Portugal, descendiendo desde Oporto hacia Extremadura, el general Víctor temió que su posible retirada hacia el norte fuera cortada y con sus tropas abandona con rapidez las posiciones del centro de Extremadura para cruzar de nuevo el río Tajo por el puente de Almaraz y por la margen derecha, aguas arriba, se estaciona entre este puente y el del Arzobispo. Cuesta con nuestro ejército le sigue en su retirada y establece su cuartel general en la margen derecha, muy cerca del puente citado; sus tropas vuelven a pasar con comodidad por ambas márgenes por los puentes citados.

 

7. Batalla de Talvera.

Lamina IV Esquema de la batalla de Talavera

Lám. 4.- Esquema de la batalla de Talavera

 El día 20 de julio de 1809 se reunieron Cuesta y Wellesley en Oropesa, se ultimaron los planes generales para dar la batalla; entre los dos reunían un formidable ejército de cerca de 55.000 hombres -siguiendo a Arteche Moro-.

 Ya el 21 de julio de 1808 hubo alguna escaramuza con iniciativa de parte francesa entre Oropesa y Talavera. La batalla decisiva se dio en las proximidades de esta ciudad el 27 y 28 de julio de 1809. Días antes, el 23, Cuesta a punto estuvo de caer en una encerrona de estrategia francesa. Tras la victoria hispano-inglesa de Talavera, Cuesta con el ejército extremeño sostuvo estas posiciones de la entonces provincia extremeña, pero Wellesley, lod Wellington, optó por regresar a la frontera portuguesa por el sur, en la margen izquierda del Tajo; siguió a toda prisa el camino Real hacia Badajoz, alegó  escasez de víveres y la imposibilidad de salvaguardar con seguridad tan extenso territorio. Puso de manifiesto su equilibrio entre valor y prudencia (Lám IV).

 

 No era para menos, los informes le debieron anunciar que el  ejército francés se acercaba forzando máquinas y hombres; rápidamente descendían desde León y Zamora. En efecto el día 1 de agosto de 1809, Soult, Ney y Motier con los restos de sus tropas entraban en Plasencia -solamente dos días tras la batalla de Talavera-. Allí permanecieron 6 días, los justos para comprobar que el ejército inglés se había replegado completamente hacia la frontera portuguesa; continúan después hacia Talavera de la Reina (20).

 

 Cuesta nunca se entendió bien con Wellington, los desencuentros fueron evidentes como se desprende de la lectura de su célebre manifiesto dirigido a la Europa… El ejército de Extremadura se sintió abandonado por los ingleses en estos momentos que Cuesta debió juzgar decisivos. No debió verlo así la Junta Central.  Ésta, tras la batalla de Talavera, concedió a Wellington el título de Capitán General; su gobierno –el gobierno inglés- el título de lord vizconde Wellington de Talavera; Cuesta alcanzó la Gran Cruz de Carlos III y hacia lo propio con el IV Duque de Alburquerque ascendiéndole además a Teniente General (21).

 

 Es evidente que Cuesta en un principio intentó mantener las conquistas de la margen derecha; su deseo posible hubiera sido que ambos ejércitos siguieran atacando a los franceses hasta reconquistar Madrid. Pero Wellington era consciente de las limitaciones económicas, la escasez de todo tipo que había en las poblaciones; muy pronto los víveres faltaron, como bien sabía el británico. Realmente no había comida en aquellas poblaciones y nuestro ejército hubo de fijar la frontera de nuevo hacia el sur, en la margen izquierda del  río Tajo.

 

 El temor a una nueva invasión francesa por los puentes de Almaraz y el Arzobispo, tras los regresos de Soult, Ney y Motier, pesó de nuevo sobre la moral de nuestro ejército. El general Cuesta abrumado por todo esto y sobre todo por su desencuentro con Wellingtón y por la opinión que de él iba manifestando éste  en el sentido de su imprudencia y temeridad le hizo dimitir. Posteriormente en Mallorca escribió su célebre manifiesto dirigido a la Europa justificando sus actos (documento nº 5). De todo lo ocurrido notificó a la Junta Central desde la ciudad de Trujillo.

  El mando del ejército de Extremadura pasó entonces al general Eguía, el 12 de agosto de 1809.

  Vimos que, ante la imposibilidad de cortar la retirada del ejército británico mandado por Weslesley en la batalla de Talavera -por muy poco-, el 7 de agosto de 1808, los franceses de Soult, Ney y Motier habían marchado desde Plasencia al valle central del río Tajo. Soult, el rey José, el mariscal Victor, y demás jefe del ejército francés que habían escapado de Portugal y Talavera, buscaban un nuevo planteamiento de la guerra.

 

 La vuelta de los citados mandos a Plasencia el día 10 de agosto de 1809, una vez reconquistados los territorios de la margen derecha del río Tajo, pone de manifiesto  la inutilidad objetiva de la victoria aliada de Talavera y, a nuestro entender, justifica el acierto de Cuesta en cuanto a su dimisión. Una vez en Plasencia, Ney y Motier con sus respectivos cuerpos del ejército, marcharían hacia Salamanca; el mariscal Soult quedó en esta ciudad con el suyo, observa expectante y atento durante casi dos meses.

 

 

8. La batalla de Ocaña.

 Lamina V Esquema de la batalla de Ocaña

Lám. 5.- Croquis de situación de la batalla de Ocaña

El ejército de Extremadura durante estos meses queda en las mismas posiciones. Sin embargo, muy pronto la Junta Central Suprema decide dividir este ejército. Ya comenzado septiembre de 1809, quedan en defensa de Extremadura 12.000 hombres, al mando del duque de Alburquerque y, según nuestros cálculos a partir de los soldados que intervinieron en la batalla de Talavera,         marchan hacia el SE en sierra Morena, al menos otros 20.000. Eguía es nombrado por la Junta Central Suprema, capitán general de los agrupados ejércitos del Centro; tiene a su mando de 51.689 hombres y, a primeros de octubre de 1809 fija su cuartel general en Daimiel.

 

 Soult, establecido en Plasencia desde agosto, conoció muy pronto estos movimientos de alejamiento de gran parte del ejército de Extremadura, ahora al mando del general Eguía, y posiblemente también, de las intenciones de la Junta Central Suprema de reconquistar Madrid. El día 1 de octubre de 1809 abandona la ciudad placentina, en dirección al centro de España, concretamente hacia los alrededores de Aranjuez -salió de Plasencia solamente unos días después de salir Eguía hacia Sierra Morena-. Está presente como Mayor General con parte del cuerpo de su ejército el 19 de noviembre de 1809 en Ocaña, acompaña al rey José y a Sebastiani; Víctor con el 1 cuerpo quedó algo más a retaguardia.

 

Ante la presencia de los 1 y 4 cuerpos militares de Víctor y Sebastiani, pronto manifestó el Capitán General Eguía su prudencia, dudas o temor retirándose con su numeroso y bien pertrechado ejército, a lugar seguro algo más al sur, en Sierra Morena. Este hecho fue tomado por la Junta Central Suprema quizás como cobardía o al menos como indecisión. Sus deseos eran  marchar hacia Madrid forzando con la mayor rapidez la máquina de guerra; por ello fue sustituido rápidamente en el mando.

 

 El nuevo mando de este gran Ejército  recayó en el veterano general Areizaga desde el 22 de octubre de 1809. La batalla se libró el 19 de noviembre de 1809.

 

 Alburquerque con los restos del Ejército de Extremadura también debía colaborar en este macroplán de intentar reconquistar Madrid tras lograr otro “Bailén” en Ocaña y, siguiendo las órdenes de la Junta Central Suprema, simula una nueva invasión de la margen derecha del río Tajo el 25 de octubre de 1809 adentrándose por Almaraz y el puente del Arzobispo; se intenta hacer creer al enemigo que un potente ejército británico acompaña nuestra retaguardia y así atraer parte del ejército francés situado en el centro.

 

 Deberían contar con buena información los franceses pues la maniobra no surtió efecto y el ejército francés siguió reagrupado en torno a Aranjuez.

 

Ya hemos apuntado el resultado desastroso de la batalla de Ocaña donde el número de nuestras bajas fue muy elevado, unos autores dan el número de 18.000 bajas entre muertos y prisioneros, otros una cifra aún mayor. Nuestros 25.000 hombres presentes en el agrupado ejército del Centro casi desaparecieron (Lám V).

 

 Al general Areizaga, gestor de aquel desastre, se le atribuye la siguiente conversación en plena batalla y transferida por uno de sus ayudantes.

 

 Subido trabajosamente al campanario de la torre de la iglesia de Ocaña conversaba:

    –   ¿Quiénes son aquellos que asoman allí?.

          Mi general, son los franceses del cuerpo del ejército del mariscal Víctor.

          ¡ Buena se va a armar!, contesta el general, sin tomar decisión alguna.

          ¿Y aquellos que vienen por allí?.

          Son los cuerpos del ejército del mariscal Jourdán.

          ¡Buena se va a armar!, repetía el general.

Tras la retirada de nuestras tropas Areizaga comentó:

    –    Ya lo decía yo!. ¿No les decía a ustedes que se iba armar una? (23).

 

Después de Ocaña, el general Areizaga, al mando de los restos del ejército del Centro, hostigó, aunque más bien poco, a los franceses en su invasión de Andalucía.                   

 

 Resumiendo: El plan de la Junta Central Suprema, situada en Sevilla, de formar dos  grandes Ejércitos españoles para marchar a la reconquista de Madrid fracasaron en las batallas de Ocaña y de Alba de Tormes dada el 30 de noviembre de 1809. Las cuantiosas pérdidas humanas y de material bélico dejaron al Ejército español, muy debilitado y en una dificilísima situación.

 

 Los franceses fueron conscientes de ello y obraron en consecuencia; dadas las claras posibilidades que ofrecía decidieron conquistar Andalucía.

 

 El mariscal Soult concibe un plan para su conquista con un nuevo contingente de tropas distribuidas en varios cuerpos a las órdenes del rey José y los mariscales Víctor, Portier y Sebastiani.

 

 Víctor manda el cuerpo del Ejército francés situado más al oeste y, a través de Almadén, deberá conquistar Córdoba y después dirigirse a Sevilla. El 12 de enero de 1810 comenzó a acometerse este plan. Con su cuerpo de ejército de 20.000 hombres, Víctor se lanzó a la conquista de Almadén.

 

 El general español Zerain con 1.500 hombres defendía esta plaza; su inferioridad era manifiesta y pidió ayuda urgente el siguiente día -13 de enero de 1810- al ejército de Extremadura a las ordenes del recién nombrado Teniente General de nuestro ejército, Duque de Alburquerque.

 9. Marcha del Ejército de Extremadura a Cádiz en defensa de la Junta Central Suprema

 Gran parte de los 12.000 hombres que componían el grueso de este ejército se hallaba en la zona central, entre Mérida y Don Benito y sin dilación Alburquerque movilizó su ejército hacia Almacén. No había cruzado este ejército la comarca de la Serena cuando se recibieron noticias de la pérdida de dicha ciudad.

 

Tras estos sucesos el Duque de Alburquerque debió tener la seguridad de que los franceses intentaban de nuevo conquistar Andalucía. El mariscal Víctor, con su ejército, una vez conquistada Córdoba se encargaría de adueñarse de Sevilla y deponer a la Junta Suprema Central donde entonces residía.

 

 Sin pérdida de tiempo quedó 4.000 hombre para defender Extremadura al mando de D. Juan Senes y Contreras y el brigadier D. Rafael Menacho. Él, con la mayor parte del Ejército de Extremadura, unos 8.000 hombres, dividido en dos cuerpos, marchó hacia Sevilla; uno seguía el Camino Real a través de Santa Olalla; el otro lo hacia más al este por Guadalcanal. Pasada esta población y situados en el Pedroso se recibieron ordenes de la Junta Suprema Central de dirigirse a Sevilla con la mayor urgencia.

 

 Bajaron a Cantillana , al este de Sevilla, cambiaron de margen cruzando el río Guadalquivir. Nuevas contraórdenes de la Suprema Central desde Sevilla en el sentido de marchar a defender Córdoba. Alburquerque viendo la imposibilidad de cumplir este cometido decide enviar un mensajero a Sevilla para que exponga su situación y posteriormente recibir nuevas órdenes. A su regreso, éste le pone de manifiesto el caos que vive la ciudad de Sevilla y la huida de la Junta Central Suprema hacia Cádiz.

 

 Los 10.000 soldados que formaban entonces el Ejército de Extremadura al mando de Alburquerque, deciden descender algo más y se establecen en Carmona, el 26 de enero de 1910; desde allí se enviaron destacamentos  a Marchena, Fuentes de Andalucía y Écija; en esta última ciudad nuestros hombres entran en contacto con la caballería de la vanguardia del mariscal Víctor. Nuestras tropas, viendo que la cercana Sevilla era indefendible entre otras cosas por nuestra inferioridad numérica, abandonaron Carmona y se dirigieron a marchas forzadas al sur, hacia Cádiz, para sumarse a la defensa de esta ciudad donde residía ya el gobierno de España en aquel momento todavía La Junta Central Suprema.

 

 Todos los cuerpos del Ejército francés empleados en el plan de conquistar Andalucía cumplieron sus primeros cometidos. El 28 de enero el mariscal Víctor y su ejército se apoderaron de Carmona y su zona; el 1 de febrero de 1810 pactó Sevilla su rendición; rápidamente forzaron la marcha en su intento de impedir que Alburquerque y su ejército llegaran a Cádiz.

 

 El Ejército de Extremadura en dos jornadas avanzó desde Utrera a Jerez de la Frontera -74 km- donde llegaron el 31 de enero de 1810. Continuaron sin apenas descanso hacia Puerto Real siendo ya hostigados por la caballería de vanguardia de Víctor. Por fin, el 4 de febrero de 1808 nuestras tropas llegaron a Cádiz   Hombres y animales estaban demacrados, hambrientos, descalzos… recibieron la ayuda, los aplausos y vítores de los gaditanos; más tarde quedaron enrolados en las fuerzas que defendían la ciudad, todos bajo el mando de Alburquerque (24) -el Consejo de Regencia, presidida por el general Castaños, había sustituido a la Junta Central Suprema el 2 de febrero de 1810 y el 3, de ese mismo mes y año, los franceses iniciaron la conquista de Extremadura por el sur -.

 

 La ciudad de Cádiz era ya la capital de la España patriótica y esta prudente y obligada retirada del Ejército de Extremadura a la ciudad, tuvo una gran importancia en el posterior desarrollo de la guerra ya que su refuerzo, añadido a las fuerzas y defensas de todo tipo que ya tenía la ciudad, supuso la imposibilidad de su conquista por los franceses y la inmovilidad del cuerpo del Ejercito francés mandado por el mariscal Víctor quien posteriormente recibiría otros refuerzos. El mismo 9 de febrero de 1810, Víctor,  lanzó sin éxito su primer ataque ( 24); no levantaría el sitio hasta el 25 de agosto de 1812 tras la batalla de los Arapiles (22 de julio de de 1812); el 12 de agosto de 1812 Madrid había sido nuevamente tomado por las tropas aliadas mandadas por el duque de Wellington.

 

10. Invasión de Extremadura por el sur.

 Los siguientes meses de 1810 no fueron precisamente de calma para el disminuido Ejército de Extremadura. Recordemos que de los 40.000 soldados que reuniera el general Eguía, más de la mitad marcharon a combatir a Ocaña; 8.000 descendieron a Cádiz, con el ahora Capitán General del Ejército del Sur, Duque de Alburquerque. Restaba una guarnición de 4.000 hombres; de estos una división quedó al mando del brigadier Menacho defendiendo Badajoz; la otra, al mando del brigadier Contreras se distribuyó de forma variable por el centro y sur de Extremadura.

 

 Numerosos soldados más había en la fecha indicada, distribuidos en la guerrilla; aunque  el estudio de ésta, no es objeto de este trabajo, si queremos mencionar por sus rasgos pintorescos la constituida por la Leal Legión Extremeña, formada por el irlandés Juan Downie el 21 de enero de 1810 y que según narra el conde de Toreno fue el depositario de la espada de Pizarro, por donación de la marquesa de la Conquista.

 

  A estas cortas defensas hay que añadir la ayuda prestada por el Marqués de la Romana con un mayor ejército, aunque ya mermado tras la derrota de Alba de Tormes el 28 de noviembre de 1809, procedente del Ejército de Izquierda o de Galicia que estaba establecido, desde comienzos de 1010, en el norte de la actual provincia de Cáceres.

 

  Soult, tras la marcha de Alburquerque y sus hombres, se dio cuenta enseguida de la falta de protección de Extremadura y el mismo 3 de febrero de 1810, dos días después de la capitulación de Sevilla y uno antes de recalar Alburquerque en Cádiz, envió al mariscal Mortier, con el V cuerpo, a conquistar o al menos tantear la conquista de  Extremadura por el sur; en especial la ciudad fortificada de Badajoz. Ante sus muros  se presentó el francés Mortier con su ejército pidiendo la rendición, el 10 de febrero de ese mismo año. Sin embargo, dadas sus carencias, no juzgó oportuno el asedio, pidió refuerzos a Sevilla y, en espera de ellos, se retiró con la mayor parte de su ejército, algo más hacia el sur, a la zona de Llerena. Hasta el 2 de agosto no le llegó una división al mando del general Girard.

 

 Ante esta situación, el marqués de la Romana decide intervenir y comienza el descenso con sus hombres desde sierra de Gata en el norte de la actual provincia de Cáceres; se le suma a la acción la división del Ejército de Extremadura bajo el mando del brigadier Contreras, quedando encuadrada ahora, muy a su pesar, bajo las órdenes del general Ballesteros. Ambos distribuyen su numerosos personal en varios puntos del sur de nuestra región.

 

 La estancia en Badajoz del marqués de La Romana, con el resto del Ejército de la Izquierda o de Galicia, entre 20 y 30.000 soldados, más las divisiones de Contreras y Menacho, protegiendo nuestro territorio, no significó, como se creía por su elevado número, una garantía para repeler a las tropas de Napoleón. La Romana fue derrotado en Cantaelgallo, 11 de septiembre de 1810, y Fuente de Cantos el 15 de septiembre de ese mismo mes y año. 

 

 El brigadier Contreras, por las mismas fechas, lo fue en Constantina siendo sustituido en el mando de los restos de nuestro ejército, por el brigadier Imaz. Menacho con su división quedó defendiendo Badajoz. 15 de agosto de 1810.

 

 Por tercera vez Napoleón intentó conquistar Portugal; formó un  ejercito de 80.000 soldados, “La Armée de Portugal”, a su mando colocó al experimentado mariscal Massena.

 

 Inmediatamente después de los hechos relatados, el marqués de la Romana marchó a Portugal a unir sus fuerzas a las del ejercito anglo-portugués de Wellington, en la línea de Torres Vedras. Así las cosas, la puerta de Extremadura por el sur, quedaba de nuevo abierta y Soult no lo ignoró. En enero de 1811 subió de Andalucía con un potente ejército para socorrer a Massena, se hacia imprescindible conquistar Extremadura, especialmente Badajoz y las demás plazas fuertes fronterizas con el fin de no dejar enemigos en la retaguardia.

 

 La nueva situación de Regencia como forma de gobierno nacional, desde el 13 de enero de 1810,  nombró al veterano general D. Juan de Henestrosa, el 13 de abril de 1810 para dirigir y organizar -en lo posible aumentar- el exiguo ejército extremeño; por ello fue ascendido a Capitán General; dados los aires centralizadores, lógicamente también se le nombra presidente de la Junta Provincial de Extremadura el 22 de mayo de ese mismo año.

 

 Ante el peligro de la pronta invasión francesa, en las últimas semanas de septiembre de 1810, La Romana había ordenado el traslado de la Junta Provincial de Extremadura a Valencia de Alcántara; como Presidente con parte de la misma marchó D. Juan de Henestrosa; el brigadier Don Rafael Menacho, ahora ascendido a Mariscal de Campo, quedó como jefe militar en Badajoz; ante la marcha de su capitán general, los restos del Ejército de Extremadura preparados para la defensa de Badajoz, quedaron bajo su responsabilidad y mando.

 

La ciudad de Badajoz estaba guarnecida por el resto de los 4.000 a 5.000 hombres dejados por Alburquerque. A la división de Menacho se debieron unir los restos de la división de Contreras, que, derrotada en Constantina era ahora mandada por Imaz que, como veremos, se hallaba en Badajoz. También había diversos militares de otros cuerpos hasta completar el número de unos 10.000 hombres.

 

 Hasta 1811 el ejército francés procedente de Sevilla, al mando de Soult y dotado de la correspondiente artillería, armas, caballería etc. no formalizó los sitios de Olivenza y Badajoz (25).

 

 Aunque tarde para Massena, el ejército francés actuó: Olivenza cayó en su poder el 22 de enero de 1911. Como consecuencia de ello parte del ejército de la Izquierda o de Galicia volvió desde Portugal en ayuda del corto ejercito extremeño, ya sitiado en Badajoz y otras plazas fronterizas; a su mando venía el general Mendizabal pues el Marqués de La Romana había fallecido el 23 de enero de 1811.

 

  Conquista francesa de Badajoz.

Lamina VI Sitio francés de Badajoz

Lám. 6.- Croquis del sitio francés de Badajoz.

 El sitio de Badajoz y con él, los restos del Ejército de Extremadura que la defendían, comenzó a finales de enero de 1811. Tras la heroica muerte del mariscal D.. Rafael Menacho el 4 de marzo, le sucedió el brigadier D. José Imaz en el puesto de mando quién, admitió la posibilidad de rendición; ello le llevó a autorizar una consulta democrática con sus colaboradores inmediatos. El 10 de marzo del 1811, el ejército francés al mando del mariscal Soult logró la capitulación, sin duda demasiado precipitada. Los restos del Ejército de Extremadura quedaron prisioneros de los franceses y se encaminó hacia Talavera de la Reina (26). El general Philippon quedaría al mando de la plaza. Otras fortificaciones fronterizas cercanas, se rendirían en días sucesivos.

 

 Muy pronto, el 16 de mayo de 1811 se daría la batalla de Albuhera un importante triunfo aliado en el que el Ejército de Extremadura no llegó ya a participar como tal.

 

 En el invierno de 1812, el Consejo de la Segunda Regencia nombró a Wellington Generalísimo de todos los ejércitos hispanos (27)  y  toma el mando único del ejército en la Península Ibérica. El 19 de enero de ese mismo año tomó Ciudad Rodrigo que significó claramente el inicio del declive napoleónico en la Península Ibérica.

 

 Esta tendencia a unificar el mando de los diferentes ejércitos españoles ya se venía notando con distintas realizaciones como la unificación de los ejércitos correspondientes al antiguo reino de Aragón bajo el mando de D. Joaquín Blake en la primavera de 1809. Es posible que el marqués de la Romana también lo fuera del Ejército de la Izquierda y el de Extremadura. Su comportamiento absolutamente dominador en su paso por esta provincia es notorio en sus órdenes a la Junta Provincial y a D. Juan de Henestrosa, nombrado ya Capitán General del Ejército de Extremadura desde el 13 de abril de 1810.

 También en 1810 el general Blake rehace el Estado Mayor.

  El  V Ejército al mando del general Castaños fue situado al centro-oeste de Extremadura, cerca de la frontera portuguesa, ya en gran medida bajo mando del general inglés Wellington. Pensamos que la denominación de este V Ejército por algunos autores como verdadero Ejército de Extremadura, por lo menos es dudosa; el contar con cuerpos extremeños entre sus variados componentes, debe ser entendido como una integración de los restos del Ejército extremeño en el mismo (ver documentos 5 y 6 del apéndice). Las fuentes que hemos consultado como proclamas, numerosas narraciones de segunda mano etc. no lo mencionan así y sí como V Ejército. Denominación centralista hacia la que evolucionaron los ejércitos provinciales, como antes se apuntó, y que, más marcadamente se notó, tras la recreación de su Estado Mayor (28).

 

 

CONCLUSIONES

 Para terminar y como conclusión cabe preguntarse cada cual a manera de reflexión, si tanto sacrificio de nuestro Ejército había sido fructífero o estéril para la marcha de la guerra.

 

 En primer lugar debemos destacar la indudable contribución que los 10.000 hombres de Alburquerque prestaron a la defensa de   Cádiz, en un momento clave y, posteriormente facilitando las tareas de gobierno de Juntas, Regencias y Cortes. Bajo nuestro punto de vista, este hecho puede unirse en categoría estratégica militar a la defensa de Lisboa por la línea fortificada de Torres Vedras ya que fueron los dos objetivos inalcanzados de Napoleón.

 

 Cabe señalar, como hemos señalado, el retraso que supuso dicha defensa a la hora de poder contar con el ejercito sitiador francés en otros puntos especialmente en el retraso de la ayuda de Soult al mariscal Massena atascado ante Torres Vedras. A este retraso debe añadirse otras obstaculizaciones menores que se llevaron a efecto indirectamente.

 

 Fuera de estas cuestiones el Ejército de Extremadura, como el resto de los ejércitos provinciales, tuvieron una actuación en general bastante deficiente, acentuada a partir del desastre bélico que supuso para España la batalla de Ocaña. Tras ésta, la aspiración de la primera Regencia, significaba una vieja esperanza política hecha realidad entonces, a partir de la mencionada derrota que tanto desprestigio ocasionó a la Suprema Junta Central.

 

 Se seguía improvisando demasiado, ni estaban previstas situaciones posteriores; a veces da la impresión de sacrificar vidas de militares y civiles, el pueblo al fin, sin la menor valoración. Mejor aspecto militar ofrecen nuestras guerrillas produciendo, como en el resto de la Península Ibérica, una alteración continua en el engranaje del ejército francés.

 

 En fin, esperemos que cada cual haga sus propias valoraciones con suficiente objetividad.

 

 

 

 

 

 

 

 

APÉNDICE DOCUMENTAL

 

Documento nº 1

 

   En vista del oficio de V. E. de 10 del actual, la Suprema   Junta ha determinado se equipen y armen con toda prontitud las tropas del Exercito del mando de Vuestra Excelencia proporcionandolas quantos auxilios sean necesarios para que no carezcan de quanto sea preciso a su subsistencia tomando las providencias mas activas y energicas para su realización.

   Dios guarde a Vuestra Excelencia mas altisima. Badajoz 12 de Octubre de 1808.   

 

 

Documento nº 2

 

  “ Ya tengo dicho a Vuestra Excelencia de orden de la Suprema Junta quan urgente hera el que ese Exercito en el mayor numero posible de tropas de Infantería y Caballeria, se dirigiese a unirse con el del General Castaños. Por momentos crece la precision de que esta marcha se verifique sin perder un momento, pues los enemigos van a ser eforzados, y deben ser atacados antes que llegue aquel caso, y podran serlo si Vuestra Excelencia, aunque sea por diversas rutas marcha con su Exercito hacia Agreda, que es donde se halla dicho general, y si hubiese sobre este punto alguna variación se avisara a Vuestra Excelencia. La Patria debe ser socorrida prontamente. Cualquiera detencion la mas pequeña podria traer perjuicios irremediables y asi espera que convencido Vuestra Excelencia de tal situación  se apresurara a librarla de los peligros que la amenazan. Todo urge, urge mucho la Caballeria y la Artilleria con muchas municiones de toda especie cuias armas deberan marchar todavía con mas viveza, y avisara Vuestra Excelencia del dia de la salida del todo del Exercito para las providencias ulteriores que convenga tomar. De orden de la Junta lo aviso a Vuestra Excelencia para su inteligencia y gobierno, y cumplimiento; y con el mismo extraordinario me mandara Vuestra Excelencia aviso de su recibo.

 

   Y lo paso anoticia de Vuestra Excelencia en cumplimiento de mis deberes, y a fin de que se activen los medios de y auxiliársete Exercito, en termino de cubrir su desnudez, y que no falte para su subsistencia; y al General Don Antonio Arce prebengo lo conveniente al efecto.

 

   Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Trujillo 10 de Octubre de 1808.-Excelentisismo Señor-Josef Gallazo.-Excelentisimos Señores Vocales de la Suprema Junta de Gobierno de esta Provincia de Extremadura.”       

 

 

Documento nº 3

 

Excelentisimo Señor, Presidente, y demas Vocales de la Junta Suprema.

   Don Jacinto Ruiz y Mendoza, Primer Teniente del Real Cuerpo de Guardias Walonas con el respeto devido hace presente: Que a su llegada a esta Plaza desde Madrid donde se hallaba, en la curación de las heridas que recivio el dia 2 de Mayo en la defensa del Parque de Artilleria, no hizo precente á Vuestra Excelencia ni su cerito en aquella accioón, ni los deseos que le asistian de llevar un distintibo que lo autorizare á la vista del Publico. Por el Gefe del Estado Mayor se le pasó un aviso para que así el, como todoslos Oficiales y Soldados de su cuerpo que llegaron a tiempo, pudieran llebar el Escudo concedido á los profugos de Portugal.  

   No solicita el exponente ser preferido a nadie ni hacer ostentación de un Servicio que cualquiera otro Oficial huviera hecho en iguales circunstancias, ni tampoco manifestar que la grave herida que aun tiene abierta, fue efecto de otra cosa que de las vicisitudes de la cosa Militar, pero si desearia que Vuestra Excelencia como tan justo, recto y generoso, (y á quien tantos motivos tiene para vivirle agradecido,) se dignase mandar que se le habilite una orden, Certificación o cualquier otro documento, para autorizarle a llebar á aquel distintivo, o cualquier otro que Vuestra Excelencia quisiera señalarle en consideración á acreditar el deseo de sacrificarse por la Nacion, el Rey, Religión y esta Provincia.

   Cuartel General de Badajoz 4 de Octubre de 1808.- Excelentisimo Señor =Jacinto Ruiz y Mendoza.     

 

 

Documento nº 4

 

   Librese la certificación del Primer Teniente de Reales Guardias Walonas Don Jacinto Ruiz y Mendoza diciendo se le ha concedido, por esta Supreme Junta el mismo Escudo de distinción, señalado a todo Militar fugado de Portugal hallandose prisionero de los Franceses por el Amor y Patriotismo, con que huió de Madrid, luego que las graves heridas que recivió tan gloriosamente, el dia 2 de Mayo en aquella Corte, le permitieron dejar la cama, con las cuales abiertas aun se presentó a alistarse entre los defensores de esta Provincia, por cuio motivo, y el distinguido Merito que contrajo en el Parque de Artilleria, le señala la misma Suprema Junta otro nuebo Escudo de distinción com premio del valor, del cual deberá usar antes de aquel. Ese Escudo sera una Corona de Laurel y en la circunferencia dira. Por Fernando 7º y la defensa del Parque de Artilleria el dia 2 de Mayo de 1808.

   Badajoz 4 de Octubre de 1808=Josef Galluzo.

              

 

Documento nº 5

 

“MANIFIESTO QUE PRESENTA A LA EUROPA EL CAPITÁN GENERAL DE LOS REALES EGERCITOS DON GREGORIO GARCIA DE LA CUESTA SOBRE SUS OPERACIUONES MILITARES Y POLITICAS DESDE EL MES DE JUNIO DE 1808 HASTAEL 12 DE AGOSTO DE 1809 EN QUE DEJO EL MANDO DEL EGERCITODE EXTREMADURA”

 

 

Documento nº 6

 

“EL CAPITAN GENERAL DE LOS REALES EXERCITOS Y XEFE DEL 5º DE OPERACIONES D. FRANCISCO XAVIER CASTAÑOS: A LOS LEALES Y CONSTANTES CASTELLANOS, MANCHEGOS Y EXTREMEÑOS, QUE COMPRENDE EL DISTRITO DE SU MANDO.”

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

TEXTOS

 

(1) Bullón y Gómez Vallugera, Alfonso (1986): Historia Político-Militar de la Baja Extremadura en el s. XIX. Historia de la Baja Extremadura, t. II. Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes.

 

(2) Muñoz Maldonado, José (1908): Efemérides de julio. 1808 Sublevación del Alentejo Badajoz. R. de E. vol 10.

 

(3) Paredes, Vicente (1908): Los franceses en Plasencia en 1808 y 1809: entrada primera. R. de E., vol X.

 

(4) Bullón. Op. cit.

 

(5) Guerra de Independencia española 1808-1814. Noviembre. 10-11-1808. La batalla de Gamonal.

file://Guerra de Independencia española 1808-1814 A.htm

 

(6) Guerra de Independencia española 1808-1814. Noviembre 10-11-1808. La batalla de Gamonal. Op. cit.

 

(7) Esdaile, Charles: El general y el gobierno: La intervención británica en España en 1808. mhtml:file://E:\El general y el gobierno: La intervención británica…

 

(8) Guerra de Independencia española 1808-1814. Noviembre 10-11-1808. La batalla de Gamonal. Op. cit.

 

(9) Gómez de Arteche y Moro, José. (1908): La guerra de la Independencia en Extremadura: efemérides de enero: 1809 acción del puente de Almaraz. R. de Ex., vol. 10.

 

(10) Paredes, Vicente (1908): Op. cit.

 

(11) Rodríguez Gómez, José Manuel: Talavera 1809. Gregorio García de la Cuesta. http://www.geocities.com/pentagon/barracks/9049/bio_cuesta.html?20085

 

(12) (Gómez de Arreche y Moro, José: 1908). Op. cit.

 

(13) Rodríguez Gómez, José Manuel: Talavera 1809. Horace-Fançoi-Bastien Sebastiani.

htpp://wwwgeocities.com/pentagon/barracks/9049/bio-

 

(14) Sir Jhon Moore Simson http://www.1808-1814.org/personin/moore.html.

 

(15) Richard, J. (11 de marzo de 2008), el mariscal Soult la invasión de Portugal, 1809, htpp://www.historyofwar.org/articles/campaign_soult_portugal.html).

 

(16) Baeza Herrasti, Alberto (1983): Jacinto Ruiz, hijo de Ceuta, héroe de España. Caja de Ahorro y Monte de Piedad de Ceuta.

 

(17) Comunicación del 16-2-1809 del General Cuesta al Presidente de la Junta de Gobierno de la Provincia de Badajoz.

Mhtml:file://F\Fecha%20de%20de%20la%20destrucción.mht

 

(18) Gómez de Arteche y Moro. José. (1908): Efemérides de marzo. 1809 batalla de Medellín. R de Ex. Vol 10.

 

(19) Maestre, Luis. “htpp://es.wikipedia.org/wiki/IIMarq%C3%A9sdeMonsalud”.

 

(20) Sánchez Alzás, Carlos J.: La presencia francesa en Plasencia en la guerra de la Independencia (1808-1812).

 

(21) Rodríguez Gómez, José Manuel.

http.//www.geocites.com/pentagon/barracks/9049/bio_wellington.html’20082

 

http.//www.1808-1814.org/batallas/btalaver.html

 

(22) http.//www.1808-1814.org/batallas/btalaver.html

 

(23) Solís, Ramón (1873): La Guerra de la Independencia Española. Editorial Moguer. Barcelona.

 

(24 ) Miguel Santillana en la retirada del Duque de Alburquerque.

Htpp://www.fundaciondosdemayo.es/media/docs/relato%20FAMILIAR_%20Miguel%de%20Santillana%20en%20la%retirada%20duque%20de%20Alburquerque1.pdf.

 

(25) Gómez Villafranca, Román (2004): Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria histórica. Muñoz Moya Editores Extremeños. Brenes.

 

(26) http://www.1808-1814.org/persones/albur.html

 

(27) 1811. Guerra de la Independencia Española (IV):

http://servicios.elcorreodigital.com/especiales/guerra-de-la–independencia-1808/pdfs-anuales/1812.pdf.

 

(28) Canales, Esteban (2000): Militares y civiles en

la conducción de la Guerra de la Independencia: La visión de Francisco Javier Cabanes. Congreso Internacional sobre la Guerra de la Independencia. Zaragoza, diciembre 1997.

 

GRABADOS Y LÁMINAS

 Lamina I Esquema de la batalla de Gamonal

Lám I.- Batalla de Gamonal (Burgos)

 Lamina II Voladura del puente de Almaraz

Lám II.- La voladura del puente de Almaraz

Lamina III Esquema de la batalla de Medellin

Lám III.- Esquema de la batalla de Medellín

Lamina IV Esquema de la batalla de Talavera

Lám IV.- La batalla de Talavera

Lamina V Esquema de la batalla de Ocaña

Lám V.- Croquis y situación de la batalla de Ocaña

Lamina VI Sitio francés de Badajoz

Lám VI.- Croquis del sitio francés de Badajoz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nov 042013
 

 Francisco Vicente Calle Calle.

Más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños, allí surgen las gárgolas y monstruos que sobresalen de la piedra con cuerpo de animal y expresión torturada, canalones que abren de par en par la boca, con mueca de dolor, y vomitan las aguas de pecados que no pueden rebasar los tejados de la iglesia, sátiros divertidos y diablillos traviesos que sirven de estética a la fealdad.

            Las gárgolas de la catedral de Coria se agarran al alero del tejado con una fuerza casi sobrehumana que pudo soportar el terremoto de Lisboa y los siglos de miedo a las alturas. Pero sus ojos pétreos siguen condenados a sufrir con envidia la amistad de las golondrinas que, obstinadas, regresan cada primavera para arrullarse sobre la cara exagerada, sobre el cuerpo deforme, sobre la fea belleza de las gárgolas”.

                                                                                                                     José María ÁLVAREZ PEREIRA

 

             El 22 agosto de 1558 el escribano de S. M. Pedro Salcedo levantaba acta de la creación de una capellanía en la ermita de Nuestra Señora de Monserrate de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo por parte del capitán Rodrigo Quiroga y de Inés Suárez, su legítima mujer, para que en

ella digan perpetuamente los frailes de dicho convento de Nuestra Señora del Rosario, (…) en cada año, para siempre jamás, por la conversión de los naturales de esta tierra e por el alma del (…) gobernador D. Pedro de Valdivia e por las animas del dicho Rodrigo de Quiroga y de la dicha doña Inés Suárez y de sus padres y aguelos e de sus hijos e de sus descendientes e por los demás conquistadores desta tierra una misa rezada, de tres a tres viernes, de manera que sea desde un viernes la dicha misa e dos viernes no, e asi por esta orden se han de continuar perpetuamente (…)[1]”.

 

            Esta acta es uno de los pocos documentos conservados sobre la conquista de Chile en el que se menciona expresamente a Inés Suárez. La hemos citado al inicio de esta ponencia porque pone de manifiesto una de las facetas de los conquistadores, la de constructores de iglesias y catedrales en el Nuevo Mundo. Sin embargo, no sólo se levantaban nuevos templos en aquellas lejanas tierras. También en España, y más en concreto, en Extremadura, se estaban edificando o remodelando en la misma época importantes construcciones religiosas como la catedral de la ciudad que vio nacer a Inés Suárez o la de la cercana ciudad de Coria.

            Por ello nos ha parecido interesante estudiar las gárgolas de la catedral de Coria, porque creemos que, a través de dicho estudio, podemos acercarnos a algunas de las ideas que había en nuestra tierra, mientras que nuestros hombres y mujeres, como diría Chamizo, “trunfaban” en América.

            Aunque la diócesis de Coria es la más antigua de las que existen hoy en Extremadura, la Catedral de la Asunción es en su mayor parte un edifico del siglo XVI. Curiosamente, las principales etapas de la construcción de la catedral coinciden con el período vital de Inés Suárez, ya que la placentina vivió de 1507 hasta 1580, y la fase principal de construcción de la catedral se llevó a cabo entre 1496, fecha de los inicio de los trabajos de la nueva catedral por Martín de Solórzano y 1570, año de la muerte de Pedro de Ybarra, el principal arquitecto que trabajó en la obra[2].

Las gárgolas que vamos a estudiar se encuentran en partes que ya estaban diseñadas a mediados del siglo XVI, según podemos ver en un plano de Pedro de Ybarra que data de 1550 conservado en el archivo de la Catedral (legajo 361, obras).

            Del primitivo templo queda una sola gárgola de factura bastante simple que se encuentra hoy día en el suelo del el patio del claustro y que representa una cara en la que se ven claramente unos ojos almendrados y parte de la nariz.

            El resto de las gárgolas de la catedral cauriense nada tienen con ver con esta gárgola primitiva ya que son esculturas mucho más complejas tanto desde el punto de vista de su talla como en lo que respecta a su simbología, y eso, a pesar de que un gran número de ellas se encuentran muy deterioradas.

            Para su estudio aplicaremos el método iconológico consistente en describir y descifrar la figura que observamos interrelacionándola con conceptos literarios, filosóficos, etc., para a continuación intentar averiguar cuál es su significado concreto en el contexto en que aparece, en este caso la Catedral de la Asunción de Coria.

           

            En otros estudios hemos clasificado las gárgolas en tres grandes grupos: gárgolas antropomorfas, gárgolas animales y gárgolas fantásticas o monstruosas[3]. En el caso que nos concierne no vamos a seguir este esquema porque no existe más que un ejemplo claro de gárgola con forma de animal, en concreto un león. El resto de las gárgolas, excepción hecha de algunas con formas geométricas, las podemos clasificar en gárgolas antropomorfas y gárgolas de temas renacentistas.

 

Gárgolas animales:

            La única gárgola completa en forma de animal conocido que encontramos en la catedral de Coria es una en forma de león que se encuentra en el muro este (fig. 1). Aparece sentado sobre los cuartos traseros. La pata delantera derecha está levantada hasta la altura de la cabeza y tiene asido un objeto que no hemos podido identificar, porque está roto y muy deteriorado. La pata delantera izquierda está tocando la melena a la altura del pecho con las uñas mirando hacia dentro. Su cabeza es de león macho con abundante melena en la que destaca la lengua que sobresale entre las mandíbulas. Lo más curioso de este animal es que entre sus patas lleva una calavera en la que claramente se esboza una sonrisa.

Desde un punto de vista simbólico león, que desde la antigüedad fue considerado como el rey de los animales, es un animal polivalente[4]. Por regla general, el león está íntimamente ligado en la iconografía cristiana a la imagen de Cristo. Según los bestiarios, el león borra tras de sí sus huellas con la cola, lo mismo que Cristo escapa al Diablo. Además, los leones nacen muertos pero al cabo de tres días el león los resucita, en un gesto cargado de un claro simbolismo. También es un animal conocido por su lealtad hacia las personas que lo ayudan. No olvidemos el caso del león que acompaña a San Jerónimo.

Además, el león no cierra nunca los ojos, por lo que se convierte en un símbolo de la vigilancia. Por esta razón aparece con tanta frecuencia en las tumbas pero también encaramado en las entradas y tejados de iglesias y palacios, tal y como lo recuerda Alciato en sus Emblemas: “Est leo: sed custos oculis quia dormit apertis, Templorum idcirco ponitur ante fores[5] “. (“Y aquí está el león, y como este guardián duerme con los ojos abiertos, se pone por lo tanto como custodio ante las puertas de los templos”).

Valorado negativamente el león puede simbolizar a los pecados de ira, orgullo y soberbia indistintamente[6].

Además de todo lo que hemos dicho, el león puede ser también un símbolo del Diablo: “¡Sed sobrios y estad en guardia! Vuestro enemigo, el Diablo, como león rugiente, da vueltas y busca a quien devorar” (1 San Pedro, 5, 8).

Ya hemos indicado que, en la gárgola que estamos estudiando, el león tiene una calavera entre las patas. Ésta podría representar el alma de un condenado llevada hacia las penas infernales por un diablo con forma de león. Se trataría en este caso de lo que se conoce como un diablo psicopompo; aunque también podría tratarse de un diablo ejerciendo como torturador infernal.

Sin embargo, a pesar de estas posibles interpretaciones creemos que la más acertada es ver a este león como una representación de la muerte, ya que la calavera es símbolo por antonomasia de la muerte y de lo perecedero desde la Edad Media[7].

 

Gárgolas antropomorfas.

            Encima de la citada gárgola en forma de león se encuentra otra que representa a un hombre sentado tocado con una especie de turbante o gorro redondo (fig. 2). Está vestido con un traje de la época en el que se aprecian claramente las mangas y los gregüescos acuchillados. Tiene una barba abundante. Su cabeza parece descansar sobre su mano derecha mientras que la izquierda se apoya en el muslo de la pierna izquierda. Ambas piernas están cruzadas a la altura de las pantorrillas.

            Esta gárgola va a servirnos de punto de partida para hablar de otras gárgolas antropomorfas de la catedral cauriense cuyos gestos y posturas están más o menos relacionados con los de la gárgola que acabamos de describir.

Parecida a la gárgola que acabamos de estudiar es otra que se encuentra en el lado sur, en una cornisa que da hacia el Paredón. Lo mismo que la gárgola de la fig. 2 representa a un hombre con las piernas cruzadas a la altura de las pantorrillas que se lleva la mano derecha a la barba y tiene la izquierda sobre el muslo de la pierna izquierda. Parece que también viste unos gregüescos aunque está tan deteriorada que no podemos afirmarlo con exactitud. Visto desde los lados parece llevar una especie de capa. Su cara y su cabeza son algo deformes, con la frente muy despejada y los cabellos rizados y enmarañados. Sobresalen los pómulos y los arcos superciliares.

La diferencia que existe entre las dos gárgolas citadas y la que vamos a estudiar a continuación radica en el hecho de que ésta no está tocándose la barba o el mentón, ya que su mano derecha está sobre el sexo y la izquierda sobre el pecho. Sin embargo, el resto de características físicas son más o menos similares.

Por último, hay otra gárgola (fig. 3) que comparte las principales características físicas de las otras tres gárgolas, aunque tiene los brazos cruzados a la altura del abdomen. Sin embargo, lo que la diferencia de las otras es que las piernas, que también están cruzadas a la altura de las pantorrillas, no se terminan en unos pies humanos sino en unas volutas o zarcillos de apariencia vegetal.

Estas mismas volutas vegetales en lugar de los pies las encontramos asimismo en otra de las gárgolas, aunque en ésta la posición del cuerpo es un poco más retorcida que en las gárgolas precedentes. Las piernas siguen estando cruzadas; la mano izquierda parece reposar sobre la rodilla izquierda, aunque, dependiendo del punto de vista, también parece sujetar una bolsa con dicha mano. El brazo derecho cruza por debajo de la cabeza y sujeta algo en el lado izquierdo de la misma aunque no sabemos de qué se trata. Los rasgos de la cara vuelven a ser exagerados con ojos saltones, arcos superciliares y pómulos marcados.

La postura retorcida es aún más evidente en otro grupo de gárgolas que se encuentran en los muros norte y sur de la nave central. En general, la talla de estas gárgolas es más tosca que las que acabamos de estudiar, quizás porque cronológicamente parecen ser más antiguas.

Cada una tiene su particularidad. En la primera del muro norte, (fig. 4) un hombre desnudo, más bien entrado en carnes, sostiene el canalón con la mano derecha mientras apoya su mano izquierda sobre la cadera izquierda. Aparentemente está sentado con las piernas giradas hacia la izquierda del espectador. En su cara, que parece una máscara, sobresale la nariz, bastante ancha y parece tener barba y bigote.

El segundo personaje (fig. 5), está sentado de frente con las piernas cruzadas a la altura de la pantorrilla. En lugar de pies humanos parece tener unas pezuñas que salen de unas perneras. Como el personaje anterior tiene la mano izquierda sobre la rodilla izquierda y la derecha cruzada bajo la cabeza para sostener el canalón. Curiosamente, a la vez que sostiene el canalón agarra el extremo izquierdo de unos bigotazos que adornan su cara. Su cabeza es ovalada, con la cara aplanada en la que se aprecian claramente, además de los mencionados bigotes unas narices aplastadas, los ojos saltones y los arcos superciliares. El gesto de tirarse de los bigotes, igual que el de tirarse de las barbas, podría indicar desesperación.

La tercera gárgola (fig. 6) también tiene bigotes aunque lo que más resalta es la hipertrofia de la cabeza. También tiene una gran nariz, orejas separadas y los ojos medio cerrados. Como las otras dos, tiene las piernas cruzadas aunque los pies terminan en pezuñas partidas. En este caso, la mano derecha reposa sobre el vientre mientras que es la izquierda la que se cruza sobre el pecho para descansar a la altura de la clavícula derecha.

En el muro sur de la nave también hay otras tres gárgolas con posturas retorcidas. La figura 7 está arrodillada. Con los brazos y la pierna derecha abraza una especie de filacteria que acaba en una voluta en su parte inferior. Las manos están hipertrofiadas y la cara parece una máscara de ojos saltones y orejas despegadas.

La siguiente gárgola (fig. 8) también sostiene algo entre sus brazos, aunque en este caso, el objeto está en el lado derecho. Está mirando hacia la derecha del espectador y en su cara sobresalen los mofletes. Por debajo de la rodilla de la pierna izquierda hay una pequeña planta, cuya finalidad creemos que no es otra que la de rellenar este espacio.

La última gárgola de la serie (fig. 9), también tiene las piernas cruzadas. Su mano derecha reposa sobre la rodilla de la pierna derecha mientras que la mano izquierda se apoya sobre la cabeza, inclinada hacia ese lado, en un gesto que podría significar pesadumbre. Los brazos están cubiertos por una manga que va haciendo espirales. La cabeza, bastante deteriorada es más redonda que la de las otras gárgolas de la serie.

¿Cuál es el significado de todas estas gárgolas? No creemos que tengan un solo significado sino varios. Las actitudes contorsionadas o el pathos angustioso de algunas caras nos hacen pensar en las representaciones de las almas de los condenados que están recibiendo refinados tormentos en los infiernos medievales. No podemos olvidar que ciertas gárgolas podrían representar el alma de algunos condenados que no han ido a parar al fuego eterno. En su lugar han sido transformadas en piedra y colocadas en el exterior de las iglesias para advertir a los otros fieles de la suerte que les aguarda si no cumplen con los mandamientos cristianos. Así, aquéllas que tienen las piernas cruzadas, gesto que en el arte medieval solía representar la idea de superbia[8], podrían representar a los orgullosos; las que están apoyando una de sus manos en la barbilla, gesto que indica tristeza, podrían representar el sufrimiento de no poder contemplar a Dios, que era una de las más terribles penas infernales[9]. También podrían representar a los melancólicos. Según Luis Peñalver Alambra, la melancolía fue el peor y más cruel de los demonios de un autor tan conocido como El Bosco, para quien, como para otros artistas y pensadores de su época, la melancolía es “[un estado de angustia en] el individuo que anticipa el porvenir no como «vida futura» sino como muerte futura, no como «vida eterna» sino como muerte sin fin –es el infierno en vida-. (…) No en vano, (…) la tradición asoció la acedia y el estado melancólico con la acción del Diablo o –como lo llamará Lutero- «Espíritu de la Tristeza»[10]“.

Aquellas gárgolas que parecen estar sosteniendo los canalones con un cierto aire de sufrimiento y esfuerzo nos hace pensar en los soberbios del Purgatorio de Dante agobiados por el peso de las piedras que cargaban sobre sus espaldas:

Cual, para sustentar bóveda o techo,

Por ménsula se mira una figura

Que toca sus rodillas con el pecho,

y lo que no es verdad pena procura,

que es verdadera, al que su aspecto fía,

así los ví llegar por la angostura.

Más o menos cada uno se encogía

Según el peso fuese tanto o cuanto;

Y el que con más paciencia procedía

Sollozar parecía: “¡Ya no aguanto”![11]

 

En cuanto a las gárgolas cuyos pies terminan en zarcillos vegetales, decir que estas extremidades pueden ser una manera de representar las almas de estos pecadores deformadas por culpa sus pecados. No olvidemos que: “El pie es portador de una universalidad semántica que se explica fácilmente por su función: ¿no es, en definitiva, el soporte del cuerpo y el que hace del hombre un hombre, sosteniéndolo en la posición erecta y posibilitando así su movimiento? No es extraño, por lo tanto, que (…) el pie haya llegado a convertirse en figura del alma (…). Ahora bien, cuando el pie es vulnerable (tal es el caso de Aquiles), está hinchado (Edipo) o cojo y deformado (como en Hefesto) se está indicando una debilidad o una deformidad del alma[12]”. Estas últimas observaciones servirían también para otras gárgolas antropomorfas con pies en formas de pezuñas o garras. Incluso se podría aplicar a aquellas que estando vestidas, tienen los pies descalzos[13]

 

Gárgolas de temas renacentistas

En su mayoría, las gárgolas de la catedral de Coria son gárgolas renacentistas y no sólo porque se esculpieran en pleno Renacimiento, sino también porque alguno de los temas en ellas representados es propio del arte de este período.

Tal es el caso de la gárgola de la figura 10 que puede ser interpretada como una variación del tema del niño o amorcillo tan frecuente en el arte del Renacimiento, pues, no en vano, comparte muchas de sus características: cabello corto, pelo ondulado, piernas cortas y pies descalzos, brazos rollizos. En el caso que nos ocupa se trataría de un amorcillo áptero y ligeramente vestido con una túnica que deja al descubierto los hombros y las piernas. Está sentado y tiene la pierna derecha adelantada y la izquierda un poco plegada. Con su frágil cuerpecito parece estar soportando todo el peso del canalón, que sujeta con ambas manos, sobre su hombro izquierdo. La erosión no permite definir con exactitud si el rictus de su rostro es de alegría o de tristeza. Su presencia entre las demás gárgolas podría estar relacionada con el hecho de que “(…) tal como acontece en el arte romano antiguo, el amorcillo en la cultura renacentista suele tener un simbolismo de carácter funerario, ligado a la muerte y a la resurrección. La inocencia de la infancia está vinculada a la vida, pero también a la vanalidad (sic) del destino humano[14]”.

 

Otra gárgola de temática renacentista es la gárgola de la figura 11 que representa a un ser difícil de describir debido a gran deterioro. Lo que destaca sobremanera en esta gárgola es la cabeza. Todos los rasgos de la misma: la frente estrecha, el pelo corto, las orejas redondas, los arcos superciliares muy marcados, los ojos saltones, la nariz aplastada y la boca muy abierta, nos recuerdan las máscaras de la tragedia clásica. El hecho de que en los costados se vean mechones de pelos podría hacernos pensar que representa a un león. Sin embargo, dado el carácter humano de los rasgos de la cara creemos que representa a un hombre salvaje.

El tema del hombre salvaje fue bastante utilizado tanto en la literatura como en el arte del Renacimiento. Sin embargo, el primer retrato completo de uno de estos personajes aparece ya en la novela de Chrétien de Troyes titulada Yvain o el caballero del león, escrita entre 1176 y 1181.

¿Qué significa el adjetivo salvaje? Es la traducción del latín agrestis, es decir “campestre, grosero, inculto“, de lo que se deduce que el hombre salvaje es, ante todo, un individuo que vive al margen de la sociedad, lejos del espacio civilizado, es decir, en las montañas, los bosques o las landas.

Como ocurría con los animales descritos en los Bestiarios, el hombre salvaje podía ser visto como un ejemplo de pedagogía moral. Por ello, hasta finales de la Edad Media el salvaje se identificó con el mal, con la lujuria y con la brutalidad. Tal es el caso de los salvajes que aparecen en la novela pastoril Los siete libros de Diana de Jorge de Montemayor, escrita a mediados del siglo XVI:

Y fué que (…) saliedon de entre unas retamas altas, a mano derecha del bosque, tres salvages, de estraña grandeza y fealdad. Venían armados de coseletes y celdas de cuero de tigre. Eran de tan fea catadura que ponían espanto; los coseletes trayan por braçales unas bocas de serpientes, por donde sacavan los braços que gruesos y vellosos parecían, y las celadas venían a hazer encima de la frente unas espantables cabeças de leones; lo demás trayan desnudo, cubierto despesso y largo vello, unos bastones herrados de muy agudas púas de azero. Al cuello trayan sus arcos y flechas; los escudos eran unas conchas de pescado muy fuerte. Y con una incríble ligereza arrementen a ellas (…)[15]”.

Por curioso que pueda parecernos, estos salvajes están enamorados de unas ninfas, pero son incapaces de tratarlas con la debida cortesía y delicadeza que el “fino” amor pastoril requiere y por ello morirán a manos de una pastora.

Asimismo, el salvaje sirvió de ejemplo para mostrar que aquellos que de cualquier manera eran excluidos de la sociedad se rebajaban a la altura de las bestias salvajes. Sin embargo, poco a poco el concepto cambió y el salvaje pasó a ser un ejemplo del hombre en estado puro y perfectamente integrado en la naturaleza. También pasó a ser símbolo del caballero virtuoso vencedor de las pasiones como es el caso de una gárgola de la catedral de Plasencia, en la que el hombre salvaje, armado con una maza y protegido con un escudo, tiene a sus pies la cabeza cortada de un enemigo vencido, símbolo de las ya mencionadas pasiones[16].

            Una de las características del Renacimiento fue el redescubrimiento de la cultura clásica greco-latina. Este hecho se plasma en todos los campos del arte, incluidas las gárgolas. Así, tenemos una gárgola que representa a un hombre luchando contra una serpiente que, enroscada a su brazo izquierdo, intenta morderle el costado (fig. 12). La primera idea que se nos viene a la mente cuando observamos esta gárgola es la de relacionarla con la famosa escultura helenística de Laocoonte y sus hijos luchando con las serpientes (Museos Vaticanos, Roma), descubierta en Roma en 1506, que sirvió de fuente de inspiración para escultures y pintores, y, quizás, para el autor de nuestras gárgolas. Si ello es así, en la gárgola estaría representada la historia de Laocoonte. Según cuenta Virgilio en el libro II de la Eneida, el sacerdote de Apolo Laocoonte advirtió a los troyanos que no introdujeran en la ciudad el caballo de madera de los griegos, supuesto regalo de la diosa Minerva. Pero Apolo, para vengar un sacrilegio de su sacerdote que, cegado por la lujuria, se había unido a su mujer delante del altar del dios, mandó dos serpientes marinas que lo mataron junto con sus dos hijos. Los troyanos pensaron que se trataba de un castigo de Minerva e introdujeron el caballo en la ciudad.

Asimismo, relacionada con la Antigüedad clásica se encuentra la gárgola de la (fig. 13) que representa a Hércules, el semidios griego, luchando contra uno de sus numerosos adversarios. Se percibe perfectamente la piel del león de Nemea sobre la cabeza y sobre su cuello. Con sus brazos poderosos parece desgarrar algo difícil de describir y de identificar. Es una especie de escudo con una máscara en la que se aprecian algunos rasgos de un rostro humano: ojos, nariz, boca con bigotes. Podría ser la representación ideal de uno de los muchos adversarios contra los que combatió Alcides, aunque por el gesto que realiza en con el que parece desgarrar la máscara con la mano izquierda pensamos que puede tratarse del rey Diomedes de Tracia. Este rey tenía unas yeguas a las que alimentaba con carne humana, para lo cual no dudaba en matar a cualquier persona que sus soldados encontrasen por los caminos e incluso a algunos de sus propios súbditos. Según cuenta el Marqués de Villena en su libro Los doce trabajos de Hércules (1417):

Alguno dellos, sabiendo que Hércules zelador del bien común virtuoso y provado cavallero contrariava y corregía por el mundo tales monstruosidades y maneras desaguisadas (…), invocaron demandando la su ayuda. (…) Entonce Hércules, movido por valiente coraçón provocado a la piadosa quexa, doliéndose de tan grand reyno, fue poderosamente al reyno de Tracia y tomó al rey Diómedes tajando y partiendo por menudas partes sus carnes y diolas a comer a los sus cavallos por vengança y pena a quien el dicho rey avía fecho inhumanamente carne de tantos hombres comer sin medida. E después mató los dichos cavallos y partiólos por miembros apartados lançándolos en desviados lugares por que no quedase exemplo de tan no oída fasta entonces abusión[17]”.

 

Junto a esta gárgola de Hércules se haya otra que representa a un ser híbrido (fot. 14): el torso y la cabeza son de hombre, aunque tiene cuernos curvados hacia atrás como los de los carneros; el brazo izquierdo también es humano y pasa por encima del pecho para sujetar a la altura del hombro un escudo con forma de mascarón. Además del brazo señalado se puede ver que del hombro izquierdo arranca una ala con plumas que se pliega hacia atrás buscando el canalón. Este apéndice es el primer miembro animal del ser híbrido. Además de esta ala podemos observar que la parte inferior del cuerpo está formada por unas poderosas patas semejantes a las de los leones acabadas en tres garras. No sabemos exactamente a qué ser representa. El hecho de que se encuentre al lado de la gárgola que representa a Hércules nos hace pensar en otro de sus enemigos. Podría tratarse de Caco. Según las diferentes tradiciones, Caco robó de manera dolosa el ganado a Hércules y éste lo mató. Virgilio en la Eneida dice que estrangulándolo (Eneida, VIII, 256-265), Dante en la Comedia señala que lo mató a golpes de maza (Comedia, Infierno, XXV, 31-33); lo mismo opina Enrique de Villena: “(…) con la su fuerte maça feriéndolo tanto que lo mató[18]”. Tampoco se aclaran muchos los autores sobre el aspecto de Caco. En la Eneida era un sátiro descrito por Virgilio en estos términos:

 

Allí en muy honda cueva tuvo nido

El medio fiera Caco, nunca abierto

A los rayos del sol y por defuera

Cubierto de apariencia horrible y fiera.

                                       (VIII, 193-196)

Era hijo de Vulcano el monstruo horrendoY así iba siempre fuego escupiendo.                                      (VIII, 198-199)[19]

 

Según Dante:

Y vi a un centauro airado que llegaba, (…)

Maremma, según creo, no se alaba

De tener tantas bichas cual tenía

De la grupa a do humano se tornaba.

De alas abiertas, un dragón yacía

Tras la nuca, en los hombros, que abrasado

Dejaba al que delante se ponía.

Infierno, XXV, 17-25[20]

 

El Marqués de Villena también lo describe como un centauro, hijo de Vulcano, que arroja fuego por la boca[21]. Quizás las alas que vemos sobre las espaldas del ser híbrido sean las del dragón mencionado por Dante. En cambio, según la enciclopedia Wikipedia “Caco, (…), era un gigante mitad hombre y mitad sátiro que vomitaba torbellinos de llamas y humo[22]”.

 

Más extraño todavía es el ser de la figura15. Se trata de un ser con cabeza de animal, que recuerda un poco a la de un león, con el hocico saliente y una barba partida en dos de aspecto vegetal. Visto de frente se aprecia que su brazo derecho es humano mientras que el izquierdo es un ala. Sin embargo, visto desde el lado izquierdo se aprecian otros dos brazos, uno acabado en dedos más o menos humanos y el otro terminado en garras. Con el primero de ellos sujeta un escudo parecido a los otros que hemos descrito en las gárgolas 13 y 14 con una máscara cuyos rasgos nos recuerdan a algunos cuadros de Arcimboldo, mientras que con el segundo se aferra a la cornisa. El resto del cuerpo parece humano, los pies son difíciles de apreciar por estar ocultos por el escudo, aunque parecen acabar en terminaciones vegetales. Siguiendo con los seres relacionados con Hércules, no podemos dejar de pensar en Gerión, el antagonista del décimo trabajo del semidios a quien éste debía robar su rebaño de vacas y bueyes.

Según Massimo Izzi, en su Diccionario de los monstruos,

Gerión “era rey de los muertos del Hades, tal vez una forma paralela de la misma muerte (Thanatos). Estaba formado por tres cuerpos enteros unidos. Tenía por consiguiente tres cabezas, seis piernas y seis brazos. Con todo hay varias hipótesis sobre su verdadera forma. El único hecho seguro parece la presencia de tres cabezas, recordada por Hesíodo, Luciano y otros escritores; Estesícoro lo describe como un ser alado (…); según Apolodoro (II, 5, 10), los tres cuerpos de Gerión se funden en la región epigástrica en uno solo (lo que le da tres cabezas y seis brazos, pero sólo dos piernas); la única voz discordante es la del Mythographus vaticanus (I, 68), para el cual las cabezas son 53. (…) En la Divina Comedia (Infierno, XVI, 131 –ss; XVII, 7-ss), Dante lo transforma en un ser con cabeza de hombre, dos branquias peludas, que le permiten volar, la piel multicolor y una cola acabada en una punta venenosa como la del escorpión[23]

 

Hércules lo mató con una flecha envenenada con la sangre de la Hidra que atravesó sus tres cuerpos.

Como señalaba Massimo Izzi en su artículo, la forma de Gerión no estaba definida y podía sufrir variaciones. Partiendo de este hecho y observando alguno de los elementos de nuestra gárgola como el ala del lado izquierdo y los dos brazos del mismo lado creemos que se trata de una representación del monstruoso gigante alado, hijo de Crisiaor y Calírroe.

Junto a estas gárgolas hay otra (fig.16) que representa a un hombre vestido con una especie de manto cruzado sobre el pecho. Tiene las piernas cruzadas y se tapa las orejas con los brazos a la vez que parece estar gritando con cara de horror. Tampoco sabemos quién es pero siguiendo con la serie de Hércules podría representar al rey de Mecenas Euristeo, que fue el quien le mandó los doce trabajos. Este rey dio muestra de ser un cobarde. Así, cuando Hércules le llevó el jabalí de Erimanto corrió asustado a esconderse en una tinaja. La gárgola podría representar a Euristeo asustado, motivo que fue representado repetidas veces en la Antigüedad.

Pero ¿qué hace un héroe pagano como Hércules en una catedral?

Varias son las posibles respuestas a esta pregunta. En primer lugar, no debemos olvidar que Hércules fue uno de los personajes más frecuentes de la plástica española de los siglos XVI y XVII, entre otras cosas, por la supuesta relación entre el héroe y la Península. En segundo lugar, el mito de Hércules era fácilmente asimilable al pensamiento cristiano, tal y como señala Jesús María Caamaño Martínez:

El mito de Hércules era fácilmente asimilable al credo cristiano. Sus hazañas redentoras –pues así pueden llamarse, ya que no son sino la lucha y triunfo sobre el mal- se imponen como prefiguración pagana de la misión mesiánica. Al igual que en tantos otros personajes del Antiguo Testamento –entre ellos Sansón, el Hércules bíblico- se le mira, y desde los primeros siglos del cristianismo, como imagen pagana prenunciante de Cristo. Surge así en la literatura eclesiástica, donde alcanzará el valor de tópico, la ‘semejanza’ Hércules-Cristo[24]”.

 

Creemos que las imágenes de Hércules y de sus enemigos están en la Catedral no sólo por la semejanza de Alcides con Cristo sino también el hecho de que tal y como señalan Luis Cortés y Paulette Gabaudan, para algunos autores como Enrique de Villena, “(Hércules) es (en general) el caballero defensor de la Iglesia, protector de la justicia, socorro de los débiles. (…) y llega a encarnar la prudencia y la elocuencia. Es el hombre ejemplar por excelencia, según la visión renacentista. A este nuevo prototipo de Hércules se le suele llamar “Hércules libiano[25]”.

Esta riqueza de matices del semidios ya era explicada a finales del siglo XVI por autores como J. Pérez de Moya para quien se pueden descubrir en él “hasta cinco sentidos: literal, alegórico, anagógico, tropológico y físico o natural; por literal “no se entiende otra cosa que lo que la letra suena. Y según la alegoría o moralidad, por Hércules es entendida la victoria contra los vicios. Y según sentido anagógico significa el levantamiento del ánimo, que desprecia las cosas mundanas por las celestiales. Y según sentido tropológico, por Hércules se entiende un hombre fuerte, habituado en virtud y buenas costumbres (…)”[26].

Además de todo lo dicho, en el citado libro de Luis Cortés y Paulette Gabaudan se puede leer que en la época renacentista las casas reinantes y de alta alcurnia, tuvieron una gran afición a identificarse con Hércules, prototipo del conquistador, o de ponerlo entre sus antepasados. La casa de Alba, de las más ilustres de España, fue una de ellas y se conservan numerosos testimonios de referencias a los duques como Hércules[27]. Si tenemos en cuenta la estrecha relación entre la catedral cauriense y los duques de Alba, que tenían reservados sitiales en la sillería del coro y cuyo palacio, construido por el maestro Martín Caballero a finales del siglo XV, se hallaba enfrente, no es de extrañar la presencia de Hércules entre las gárgolas de la catedral[28]. Dicha presencia se ve además reforzada por el hecho de que Hércules también aparece representado en la fachada-retablo del Perdón, concretamente en el medallón de la calve del arco de la Puerta del Evangelio y en el friso de la misma puerta, estrangulando las serpientes que de niño le mandó la diosa Hera.

 

Uno de los elementos que el Renacimiento legó al arte fue el grutesco. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se da esta denominación en el campo de la arquitectura y de la pintura al “adorno caprichoso de bichos, sabandijas, quimeras y follajes, llamado así porque imita los que se encontraron en las grutas o ruinas del palacio de Tito”. Mucho se ha escrito sobre su significado y función[29]. Entre los que defienden el carácter simbólico del grutesco se encuentra J. Fernández Arenas, para quien “en la decoración renacentista, y sobre todo en la española, se mezclan grutescos de pura fantasía con temas mitológicos y poéticos y se intercalan escenas o personajes bíblicos en forma de alegoría. Por lo cual el grutesco adquiere un carácter moralizante y religioso en obras como iglesias y sepulcros y una forma de exaltación triunfal en las fachadas[30]”. Estas afirmaciones son totalmente válidas por lo que respecta a las gárgolas que estamos analizando de la catedral cauriense, ya que junto a las gárgolas de temática mitológica que hemos señalado, se encuentran otras que, como veremos, forman parte de las diferentes formas y símbolos que pueden adoptar los grutescos[31].

La gárgola de la figura 17 representa a un hombre de edad madura de cintura para arriba. Su torso es fuerte, como se aprecia claramente por tener la musculatura muy marcada; sus brazos están situados a ambos lados de la cabeza agarrando con fuerza los cabellos; en la cara, de rasgos muy marcados que nos recuerdan una vez más a los de las máscaras, destaca el bigote. El hecho de que la parte inferior del tronco parezca diluirse en unas terminaciones vegetales lo emparentaría con las figuras “sans nom” que aparecen en algunos grutescos. Lo podemos definir como un mascarón de proa pétreo que podría simbolizar, con su gesto de tirarse de los pelos y su torso musculoso, la desesperación que ya hemos visto en otras gárgolas; también podría representar como dice Ana Ávila, “la agresividad incontrolada que en principio debería ser aplacada o dominada por la razón, pero lo imposibilita el apresamiento al que el hombre se ve sometido en una maraña de intrincadísimas ramas, por lo que su rostro adquiere espeluznantes signos de angustiosa tragedia (…)[32]”.

Emparentados formalmente con los grutescos se encuentran algunas de las gárgolas que vamos a estudiar a continuación, la mayoría localizadas en el tramo correspondiente a la fachada oeste y al lado sur de la cornisa denticulada que recorre todo el perímetro de la nave central de la catedral, así como en otra pequeña cornisa situada en la parte superior de la fachada oeste. La mayoría está muy deteriorada. He aquí su descripción:

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Representa a un ser híbrido con cabeza alargada que recuerda en cierta manera a la de un équido aunque tiene la parte izquierda deformada por una especie de bulto. Sólo se le ve la parte delantera del cuerpo en el que se aprecia un pecho abombado y dos patas cuyas terminaciones no están claras. Sobre el lomo lleva unas alas con plumas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido con cuerpo parecido al de la gárgola precedente, aunque con mechones de pelo. Lo más llamativo de esta gárgola es la gran cabeza girada hacia la derecha del espectador en la que, a pesar del deterioro, se ven claramente dos cuernos retorcidos como los de los carneros.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Gárgola híbrida muy deteriorada. Su cabeza está girada hacia la izquierda del espectador. Destaca sobremanera su largo cuello en el que se aprecian unas estrías. También parece tener alas. En el pecho se aprecia un bulto correspondiente a un objeto imposible de identificar que está sujeto por la pata derecha de la gárgola. También se aprecia una filigrana en la zona del vientre.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido. También tiene el cuello girado hacia la izquierda del espectador. Está muy deteriorada. Parece tener alas. Lo más curioso de esta gárgola es que a pesar de su deterioro se perciben en el vientre y en la zona de los muslos tres cabezas que recuerdan a la de los leones.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido muy deteriorado. Puede tener alas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido con alas; la cabeza parece de león; tiene el pecho muy abombado. En este caso las patas terminan en pezuñas partidas y parecen sostener un objeto.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Gárgola muy deteriorada. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene un objeto imposible de describir en su pata derecha.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con cabeza de hombre. Tiene barbas y bigotes y un cuello muy largo que recuerda al de un camello. También tiene alas.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene alas, el pecho muy abombado, largas orejas y patas terminadas en pezuñas partidas. Parece estar sonriendo.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido. Parece un águila aunque está tan deteriorado que es imposible saber qué representa.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido con alas. Como el anterior está tan deteriorado que es imposible describirlo e identificarlo.

¿Qué pueden simbolizar todas estas gárgolas? Creemos que pueden simbolizar los vicios y las pasiones desordenadas que amenazan al hombre. Según Máximo Izzi en su Diccionario de los monstruos:

“(…) es en la época renacentista cuando se asiste al más vistoso alarde de monstruos alegóricos: los vicios y las virtudes se convierten en complejas formas híbridas; en ellas cada parte tomada de algún animal tiene un significado preciso, y el conjunto no deriva de una composición de las partes según un criterio lógico y respetuoso con ciertas reglas biológicas, sino únicamente de la suma de valores que representan. La consecuencia de ello es que las formas monstruosas alcanzan una complejidad y una falta de lógica tan grande que contradice las propias sutiles telarañas que constituyen las estructuras simbólicas de los monstruos mitológicos. Se pierde así todo aspecto inconsciente, toda seducción sutil; el monstruo así construido no despierta ya ninguna emoción profunda, sino únicamente, a veces, una fugaz y estéril curiosidad. No hay ni un solo caso en que alguno de esos monstruos haya sobrevivido a la época en la que fue creado y para la cual encarnaba un significado preciso: como no habían nacido de una necesidad psíquica, sino de una fría lógica combinatoria, ligados a casos específicos limitados en el tiempo, no tenían motivos para sobrevivir más allá de ellos[33]”.

Estas representaciones guardan ciertos parecidos con otras como las que se aprecian en la portada de un libro de teología de principios del siglo XVII, citado por Massimo Izzi en su obra (p. 22).

Las últimas cuatro gárgolas que vamos a estudiar se encuentran también en los contrafuertes de la fachada oeste. Como vamos a comprobar entre las cuatro hay un aire de familia a pesar de que dos de ellas están muy deterioradas. Todas representan a seres híbridos.

Del primero de ellos, que está muy deteriorado sólo se aprecian unas patas poderosas con pezuñas partidas y una especie de espolones pilosos. También se aprecian restos de alas y unas plumas como si fueran de una cola entre las patas.

Junto a esta gárgola hay otra muy parecida, aunque está más completa ya que sólo le falta la cabeza.

La siguiente gárgola (fig. 18) guarda algunas semejanzas formales con las dos gárgolas anteriores. En esta caso está completa y podemos apreciar la cabeza, con rasgos humanos bastante bien definidos, aunque ocultos por una abundante capa de líquenes. A pesar de ello se ve que representa un hombre con un rostro que denota una cierta angustia. En cuanto al resto del cuerpo podemos observar que las piernas no terminan en pezuñas sino que se funden a la altura de los tobillos con la piedra y que las alas que ocupan el lugar de los brazos son parecidas a las tradicionales alas de los ángeles, aunque no son demasiado grandes. También se aprecian las plumas de la cola en la entrepierna.

La última de las gárgolas, la figura 19, es la que se encuentra en mejor estado. Aquí se aprecian mucho mejor las características físicas que hemos señalado en las otras gárgolas; además, podemos observar perfectamente la cabeza en la que destacan dos cuernos, unas orejas alargadas y un rostro bello y a la vez angustiado. Al ver esta gárgola nos parece que estamos contemplando a Lucifer, el más brillante de todos los ángeles, en el momento de su caída y de su transformación en el horrible Satán. Podemos ver en una sola imagen el cambio que Martínez Montañés trata de representar en el retablo de la Batalla de los ángeles (1649) de la iglesia jerezana de San Miguel, en el que mediante varias representaciones de diablos se va apreciando el cambio físico que estos sufren a medida que se van alejando del cielo para hundirse en el mar de llamas del infierno (fig. 20)[34].

 

Llegamos así al final de nuestro recorrido por este mundo tan visible y, al mismo tiempo, casi tan imposible de ver, que componen las gárgolas de la Catedral de la Asunción de Coria. Decíamos en la introducción de nuestro trabajo que íbamos a intentar estudiar las gárgolas y darles un significado, a pesar de las numerosas dificultades que a veces se nos iban a plantear. Una vez hecho esto, presentamos a continuación un cuadro sinóptico de los significados generales que, con las debidas reservas, hemos atribuido a las diferentes gárgolas:

Gárgola                                                         Significado

León                                                              muerte

Gárgolas antropomorfas                                ¿condenados infernales?

                                                                       Soberbios

                                                                       Melancólicos

Amorcillo                                                       muerte / resurrección

Hombre salvaje                                              lujuria / brutalidad

Laoconte                                                        lujuria

Hércules                                                         caballero virtuoso

Enemigos de Hércules:

Diomedes de Tracia                                         crueldad

Caco                                                                 robo

Gerión                                                              fraude

Euristeo                                                            cobardía

Mascarón pétreo                                            agresividad incontrolada

11 Seres híbridos                                           vicios

4 ángeles caídos                                             Mal

 

Viendo este cuadro llagamos a la conclusión de que, excepción hecha de la gárgola que representa a Hércules, el resto de las gárgolas de la catedral cauriense tienen un marcado negativo, relacionado con el Mal en todas sus manifestaciones: demonios, vicios, pecados, muerte, etc. Parece realmente que los autores quisieron poner. “más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños,” a toda esa serie de seres “que abren de par en par la boca, con mueca de dolor”, para recordarnos que el Mal está siempre acechando y que la única salvación posible se encuentra, además de siendo un virtuoso caballero cristiano a la manera de Hércules, en el interior de la iglesia-catedral, “cuyos tejados no pueden rebasar las aguas de pecados”.

 



[1] Jesús Vicente CANO MONTERO, Inés Suárez. Un placentina en Chile, Plasencia, 2007, Excmo. Ayto. de Plasencia, p. 234.

[2] Sobre la catedral de Coria ver: Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Arcón de Historia y Fe, León, 1999, Edilesa; Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Historia de Fey Cultura. Patrimonio Artístico y Documental, Coria, 1996, III Feria Rayana-Ayto. de Coria-Cabildo Catedral Coria-Cáceres; V. V. A. A., Extremadura. La España gótica, 14, Madrid, 1995, Ediciones Encuentro, ERE, Junta de Extremadura, pp. 138-154; Monumentos artísticos de Extremadura, ed. de Andrés SALVADOR ORDAX, Mérida, 1988, Junta de Extremadura, Consejería de Educación y Cultura – ERE, pp. 240-246. Como iniciación al conocimiento de Pedro de Ybarra se pueden consultar las referencias y la bibliografía que sobre él aparecen en el artículo que se le consagra en la Gran Enciclopedia Extremeña (tomo X), Mérida, 1992, Ediciones Extremeñas, S. A.

[3] Francisco Vicente CALLE CALLE, Gárgolas de la provincia de Cáceres, Jaraíz de la Vera, 2003, IC “El Brocense”; “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, en Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura, Badajoz, 2004, pp. 105-125.

[4] Sobre la polisemia del león en el arte medieval, ver Manuel GUERRA, Simbología Románica, Madrid, 1978, pp. 73-ss. ; Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations du Diable et des êtres diaboliques dans l’art et la littérature en France au XIIe siècle, Villeneuve d’Ascq, 1999, Atelier National de Reproduction des Thèses, (Thèse à la carte), p. 347.

[5] Alciato’s Book of Emblems nº XV, The Memorial Web Edition in Latin and English, ed. William Barker, Mark Feltham, Jean Guthrie, Department of English, Memorial University of Newfoundland, 2001, D:\alciato\Alciato Welcome Page.htm

[6] Isabel MATEO GÓMEZ, Temas profanos es la escultura gótica española. Las sillerías de coro, Madrid, 1979, pp. 84-85 que cita ejemplos sacados del Libro de Alexandre y de la Divina Comedia de Dante.

[7] Ana ÁVILA, Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560), Barcelona, 1993, Anthropos, (Palabra plástica, 18; serie Iconografía), p. 157; Jesús Manuel LÓPEZ MARTÍN, La arquitectura en el renacimiento placentino. Simbología de las fachadas, Cáceres, 1986, Institución Cultural “El Brocense”, Excma. Diputación Provincial de Cáceres, pp. 79; 82.

[8] Cf. Michael CAMILLE, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte medieval, Madrid, 2000, Akal, Arte y estética, 57, p. 71.

[9] Según un anónimo manual de confesión de la segunda mitad del siglo XV titulado Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, los suplicios del infierno son dobles, espirituales y corporales: “(…) fuego calor no en remedio mas tormento frio terrible, humo lloros y lagrimas interiores. Conpanyas de diablos clamores improperios sequedat set hedor Remordimiento. Carçer invidia rancor tristeza, desesperación olvidança de todo bien”. Cf. Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 9535, fol. 24rº y vº. Citado por Hélène THIEULIN-PARDO, “La vision de l’enfer et de la damnation dans les manuels de confesión (Castille, XIVe-XVe siècles), en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 223, nota 32.

[10] Cf. Luis PEÑALVER ALAMBRA, Los monstruos de El Bosco, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999, Estudios de Arte, 1, p. 38 y passim.

[11] Dante ALIGHIERI, Divina Comedia, Purgatorio, Canto X, vv. 130-139, edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 56), p. 288.

[12], Cf. . Luis PEÑALVER ALAMBRA, op. cit., p. 140.

[13] En algunos casos, los pies descalzos se han visto como un ejemplo de pertenencia al mundo salvaje, y porqué no, al mundo del pecado. Cf. Paolo GALLONI, Il sacro artefice. Mitologie degli artigiani medievali,, Roma, 1998, Editori Laterza, (Collana di Fonti e studi, 5), p. 214.

[14] Cf. Ana ÁVILA, op. cit., p. 126.

[15] JORGE DE MONTEMAYOR, Los siete libros de Diana, (libro II), ed. de Francisco Estrada, Madrid, 1970, Espasa-Calpe, S.A., Clásicos Castellanos, 127, pp. 89-90.

[16] Cf. Francisco Vicente CALLE CALLE, “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, pp. 116-118.

[17] Cf. Enrique de Villena, Los doze trabajos de Hércules, (Burgos, Juan de Burgos, 1499), ed. de Eva Soler Sasera, Anexos de la Revista Lemir (2005), p. 24.

[18] Ibid. p. 39. .

[19] VIRGILIO, Eneida, Madrid, 1985, Editorial Planeta, Aula, Biblioteca del estudiante, 93, p. 290; 293.

[20] Maremma es una zona pantanosa de Toscana en la que abundaban los reptiles. La cita de la Comedia está sacada de la edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 55).

[21] Cf. Enrique de Villena, op. cit., p. 39. .

[22]http://es.wikipedia.org/wiki/Caco. Fecha de consulta 10-05-07.

[23] Massimo IZZI, Diccionario ilustrado de los monstruos: Ángeles, diablos, ogros, dragones, sirenas y otras criaturas del imaginario, Palma de Mallorca, 2000, José J. De Olañeta, Editor, (Alejandría), pp. 201-202.

[24] Jesús María CAAMAÑO MARTÍNEZ, “Iconografía Mariana y Hércules cristianado en los textos de Paravicino”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, 1967, p. 211. Sobre las representaciones de Hércules en el Renacimiento español, ver los capítulos que le dedican Isabel Mateo Gómez y Ana Ávila en los libros ya citados, páginas 115-124 y 163-199, respectivamente, con abundante bibliografía. Por lo que concierne a nuestra área de estudio, señalar que hay representaciones de Hércules en las sillerías de Plasencia y de Yuste, así como en la catedral placentina.

[25] Luis CORTÉS VÁZQUEZ  y Paulette GABAUDAN, La fachada de San Esteban, Salamanca, 1995, Ediciones Diputación de Salamanca, p. 43.

[26] Cf. J. PÉREZ DE MOYA, Philosophia secreta I, (Çaragoça, 1599), cap. II. Citado por J. M. LÓPEZ MARTÍN, op. cit.,  p. 115.

[27] Ibid. pp. 42-43.

[28] Baste recordar que la esposa del Duque de Alba García Álvarez de Toledo fue enterrada en la Catedral en 1448. Cf. Eugenio ESCOBAR PRIETO, “La Catedral de Coria”, Revista de Extremadura, Tomo V, 1903, p. 199.

[29] Una visión general sobre su significado y su fortuna crítica la encontramos en Ana ÁVILA, op. cit., pp. 107-114. 

[30] J. FERNÁNDEZ ARENAS, “La decoración grutesca. Análisis de una forma”, D’Art, 5, (1979), p. 12. Citado por Ana ÁVILA, op. cit., p. 110.

[31] Dentro de su estudio sobre el grutesco en la arquitectura pintada durante el Renacimiento español, Ana Ávila clasifica las diferentes formas y símbolos de la siguiente manera: formas humanas; niños, putti y querubes; metamorfosis de la figura humana; formas del reino animal y figuras de animales monstruosos; elementos vegetales; elementos de factura artesanal; elementos militares (trofeos); elementos heráldicos y elementos inertes.

[32] Ibid., p. 119.

[33] Massimo IZZI, op. cit., p. 23. En la página 22 de dicho diccionario aparece reproducido el frontispicio alegórico de un libro de teología de 1609 que muestra algunas de las representaciones de los vicios que se hacían en la época; comparándolas con las gárgolas que acabamos de estudiar se puede apreciar su semejanza. Ver también otras representaciones en Jurgis BALTRUISAITIS, op. cit., pp. 309-310, así como en Philippe MOREL, op. cit., ill. 69-103.

[34] Sobre la belleza del Diablo y la caída de los ángeles rebeldes, ver Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations…, passim, así como Luther LINK, El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, 2002, Editorial Síntesis, pp. 27-32. La ilustración está sacada del artículo de Carlos SERRANO, « Le diable aux portes du ciel (à la poursuite du beau démon) » en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 471, il. 6.

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  Isabel Elena Abril Fernández y José Abril Torres.                                               

   El libro de Don Félix Pacheco Ortiz, entra a formar parte de una de las numerosas polémicas, que tuvieron lugar, entre la medicina innovadora, con base en las hipótesis iatroquimicas, iatromecánicas y, a veces, en el más radical escepticismo, y la medicina institucional apoyada en el dogmatismo de Aristóteles y Galeno.

El mismo titulo, “Rayos de luz práctica”, pone en evidencia  el concepto vital, que va a guiar al autor a lo largo del libro: la razón, el buen uso de la razón, debe prevalecer sobre la rutina y la anquilosis de los prejuicios.

Comienza el libro, con una bella dedicatoria  a la Ciudad de Trujillo, seguida de un prólogo al lector.

El contenido científico, está dividido en tres Discursos, precedidos de un Discurso previo apologético, a cargo del Doctor Don  Francisco Valles, médico de Saelices:

Discurso primero. De la definición de las Fiebres.

Discurso segundo. De las Fiebres intermitentes.

Discurso tercero. De la curación de todas las Fiebres.

Se trata de un texto farragoso, donde se pone en evidencia que, a pesar del ansia de los médicos de la época por conocer las causas de la enfermedad, aún existen, en ese camino, más sombras que luces.

Por la forma de exposición, se trata de una gran crónica médica, en donde se recogen todos los avatares, que acontecen en el campo de la Medicina, a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XVIII.

A lo largo del texto Don  Félix Pacheco Ortiz, expone una amplia bibliografía, que recopiló en los años de prácticas con su  maestro Don Luis Enríquez.

 

 

       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antecedentes del libro “Rayos de luz práctica” de Don Felix Pacheco Ortiz.-

 

I) El escepticismo del Dr. Martín Martínez.-

 

Ya hemos hablado anteriormente de la decadencia de España a principios del siglo XVIII.

 

En palabras de Marañón:

“El siglo XVIII fue de tristísima inopia para la medicina. Las universidades, en la primera mitad del siglo, estaban en plena decadencia y, dentro de ellas, era la Facultad Médica la más afectada por la vacuidad y garrulerio de sus profesores…; natural que así fuera porque la decadencia política, y la pobreza del país tenían que repercutir especialmente sobre la ciencia”.

 

En esta época de depresión surgen tres figuras que van a dar inicio a la lenta progresión de España hacia el desarrollo cultural que ya campeaba en toda Europa. Serán: Macanaz, quién propondrá a Felipe V un amplio programa para la recuperación económica, industrial y cultural. Pero en cuanto Macanaz, fiscal general del Reino, se plantea limitar las atribuciones del Santo Oficio de la Inquisición, firma su condena. Avisado de que la Inquisición va a ordenar su prendimiento, huye a Francia, desde donde intentó su defensa. Inútil empeño que duraría 33 años. Cuando finalmente, a los setenta y ocho años, logra cruzar la frontera, la Inquisición lo prende y le encierra en una de sus cárceles secretas. Tendrían que pasar aún doce años para que, a un nonagenario ciego, se le permita salir para morir en su Hellín natal.

 

Mejor suerte corrió el P. Feijoo, que también se opuso a los “guardianes de la tradición”, pero supo refugiarse de sus embestidas en los escritos privados que dirigió a quién le convenía.

 

Todo lo contrario que le ocurrió a su contemporáneo Mayans, que creyó que su sinceridad podría disputar la tradición. Vana creencia, porque no pasó mucho tiempo para que la Inquisición y con el Consejo de Castilla ordenaran el embargo de la obra “Censura de historias fabulosas”, y terminara el intento de realizar una crítica alejada del servilismo.

 

El Dr. Martín Martínez, que con la publicación del primer tomo de su “Medicina Scéptica”, chocó con el tradicional, y aún vigente, escolasticismo.

 

Aunque, para Menéndez y Pelayo, este escepticismo del Dr. Martínez no guarda relación con la línea histórica del verdadero escepticismo español; supone más bien, advierte, una postura contra el escolasticismo,  y ello motiva la evidente semejanza de estos escépticos reformados y los eclécticos. Quiso ser un intento de síntesis de algunos puntos de la Escolástica con los ideales de los “modernos”. Y, sobre todo, dscartar lo que pretendían algunos aristotélicos: que en las ideas de los escépticos había una solapada negación de la verdad revelada. Pero el Dr. Martínez, en su defensa, proclama su fidelidad a los principios dogmáticos, y salva un primer escollo, que él mismo aclara con las siguientes palabras:

 

“Viendo la falibilidad de los silogismos y discursos humanos, ha avido otros (se refiere a los escépticos) que en todo han puesto duda, y solo se han dejado convencer de la revelación Divina en los Dogmas de Fe, de las experiencia de las cosas naturales y, de los primeros principios de la razón en las consideraciones metaphisicas, a los que llamamos scépticos reformados”.

 

Refiriéndose a los estudiantes médicos dice:

 

“… Porque como vienen acostumbrados a solo resolver questiones gramaticales de equipolencias, modales y suposiciones, y questiones teológicas de physica premoción (que les enseñan en la physica) y otras cosas ajenas a la medicina, con una experiencia casera, suele espantarlos una vieja”.

 

Superado el miedo a la Inquisición, que continúa despierto, le queda al Dr. Martínez la batalla contra los prejuicios de sus propios compañeros.

 

La primera respuesta de la “Médicina Scéptica” será la obra intitulada “Centinela médico-aristotélica contra scépticos”; en la cual se declara ser más segura y firme la doctrina que se enseña en las Universidades españolas y los graves inconvenientes que se siguen de la secta scéptica o pirrhónica; compuesta por el Doctor Don Bernardo de Araujo y Azcárraga, médico de los reales hospitales de la corte, Médico de Cámara de la Real Familia y examinador del Protomedicato. Madrid 1725.

 

Otra impugnación a la obra del Dr. Martínez fue la de Dr. Juan Martín Lesaca, catedrático de prima de Alcalá con su libro “Apología Escolástica en defensa de las Universidades de España contra la Medicina Scéptica del Dr. Martínez”. Madrid 1729.

 

El padre Feijoo, que sabe que no puede enfrentarse a los guardianes de la tradición abiertamente, que lo mejor es ceder y escribir con algún miramiento, sale en defensa del Dr. Martínez y escribe una “Aprobación apologética del scepticismo médico del Dr. Martínez”. Oviedo 1725. Insiste el P. Feijoo, sobre todo, en la defensa de las sensaciones de tipo religioso que insinuaba el Dr. Araujo.

 

Se editan otros libros en defensa del Dr. Martínez:

Templador médico de la furia vulgar en defensa del Dr. Martines, del padre Feijoo, de la medicina y de los médicos doctos…” del Dr. Francisco Suárez de Rivera. 1726.

Cátedras de desempeños médicos…” de Don Alfonso Sánchez.1727.

 

El Dr. Francisco Lloret y Marti, amigo personal de Martínez, escribió una “Apología de la medicina y sus doctos profesores, contra las críticas y defensas de la doctrina de Hipócrates y Galeno contra los errores vulgares”. Madrid 1726. A este libro responde el Dr. Vicente Gibbert con un violento escrito, al que respondió, en los mismos términos, Lloret. Esta respuesta va encabezada con un escrito personal del Dr. Martínez, dirigido a las críticas del Dr. Gibbert, en un tono duro y terminante.

 

II) Escuela de Medicina y Cirugía y los Hospitales de Guadalupe.-

 

Para poder entender los motivos de la polémica que estudiamos en este trabajo, debemos conocer lo que supuso la Escuela de Medicina y Cirugía de Guadalupe en la formación de sus médicos, y la realidad de los Hospitales en la atención sanitaria a los peregrinos que acudían al Monasterio, y en el tratamiento que recibían los propios frailes.

 

La presencia de peregrinos alrededor del Monasterio desde su temprana invención, hace necesaria la creación de hospitales para recogerlos y, no solo darles la paz espiritual que buscaban, sino curarles de la miseria y el hambre con que llegaban.

 

No es motivo de este trabajo realizar un estudio  cronológico de la creación de la escuela de Medicina y Cirugía de Guadalupe y de sus Hospitales. Lo que nos interesa, como ya hemos dejado apuntado, es la gran labor que ejercieron en toda una larga época y, sobretodo, durante el dominio de los jerónimos.

 

Es a partir del 15 de Agosto de 1389, en que don Juan Serrano hace pública renuncia a su priorazgo secular, y el 22 de Octubre en que llegan a Guadalupe Fray Fernando Yanez y 31 frailes salidos de Lupiana para constituir la comunidad del nuevo Monasterio, cuando comienza la verdadera formación científica de los médicos que van a regir los dichos hospitales.

 

La publicación facsimilar de un códice de 1741: “Ordenanzas y Costumbres de los Reales Hospitales de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe”, es clave para entender la organización y la asistencia que se realizaba en estos hospitales.

 

En cuanto a la formación científica que recibían  los médicos en la Escuela de Medicina conocemos datos parciales: El manuscrito S.I.8358 de la Biblioteca Provincial de Cáceres, Index librorum qui asservantor in hoc bibliotheca  regalis monasterii Santae Maria de Guadalupe. En la fecha de redacción de este Catálago, inventariados 3.649 obras, en 6.661 volúmenes. Se trata en  su mayoría de libros impresos de Aristóteles, Avicena, comentarios a las obras de ambos, y algunos libros de Galeno.

 

Dos años después de la redacción de este catálogo llega el proceso, complejo y desgraciado, de las exclautraciones y la final Desamortización. Un desbarajuste completo de los fondos bibliográficos del monasterio.

 

Siguiendo las bien documentadas obras de José Ignacio de Arana y de Sebastián García O.F.M., es evidente que los estudios médicos en Guadalupe, y el ejercicio de la Facultad en sus hospitales, están avalados por el propio Eugenio IV en el rescripto “Alias sui provindetia” del 13 de Junio de 1442, en que faculta al prior y monasterio para que, monjes no ordenados in sacris, puedan estudiar y practicar la medicina y la cirugía. Esta concesión fue renovada por el mismo papa el 31 de Marzo de 1443 con el rescripto “cum ad monasterium”.

 

En otro rescripto de Nicolás V, “Alias felicis recordationis” del 2 de Agosto de 1452, confirma la facultad a todos los monjes, no ordenados in sacris, aunque antes de su ingreso en la orden no hubieran sido doctos en medicina y cirugía.

 

En cuanto a las polémicas disecciones sobre cadáveres, Sebastián García O.F.M., es concluyente: “En virtud de estos tres rescriptos de Eugenio IV y Nicolás V, y no en fuerza de otros documentos pontificios más explícitos, que nunca han existido, practicaron los monjes en Guadalupe, con dispensa pontificia, distintas anatomías del cuerpo humano, entre las que se mencionaron autopsias sobre cadáveres, y otras operaciones de disección”.

 

En 1510, el Monasterio retira su confianza a algunos monjes médicos que habían promovido la rebelión de los “legos de la corona”, por no poder llevar tonsura clerical (corona), y usar de privilegios paraclericales.

 

Es en este momento cuando comienza el ejercicio de Médicos seglares en la Escuela de Medicina y los Hospitales de Guadalupe.

 

Uno de estos médicos seglares sería Don Francisco Sanz de Dios y Guadalupe, que publica un libro intitulado “Medicina práctica de Guadalupe”. Madrid 1730, en el que hace una crítica a la “Medicina Scéptica” de Don Martín Martínez, y da motivos a la polémica que surge en la medicina extremeña.

 

Cosa curiosa es que en el libro de Don Francisco Sanz, se incluye una “Aprobación laudatoria de Martín Martínez de la obra Medicina Práctica de Guadalupe”.

 

Don Francisco Sanz de Dios, del gremio de la Universidad de Salamanca, y graduado en ella por la capilla de Santa Bárbara, Médico primero de la Real Casa, y los Reales Hospitales de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe.

 

Educado en el vigente escolasticismo universitario, y ejerciendo la facultad médica en un reducto del dogmatismo aristotélico y galénico, no es de extrañar, que en su libro, defienda los principios más conservadores. Pero lo hace con tal convencimiento, que el propio Martín Martínez, en el escrito de aprobación, como ya hemos dicho inserto en el libro “Medicina práctica de Guadalupe”, reconoce la honestidad del Dr. Sanz, y el alejamiento de éste de los prejuicios y la mala fe que guían otros polemistas.

 

“Esta obra no es fundida como las otras, sino cincelada: Sus discursos no los ha vaciado el Autor por otros moldes, sino los ha perfeccionado con el buril de su feliz práctica en la Santa Regia Casa de Guadalupe, y sus hospitales. Es un extracto de la aplicación, e ingenuidad del autor; no obra escrita políticamente, como otras, por el temor de que (si con mi sceptica se descubre la trampa) se pierde todo el crédito de la Medicina Escolástica, en que consiste la principal sabiduría de nuestros Doctores.”

 

“No me detengo a responder a las objeciones que trae contra mi Teoría de Fiebres, asi porque no es de este encargo, y lugar, como porque (según dexo dicho) aunque eficaces, no son tan inconclusos sus argumentos, que hayan sacado la doctrina de Fiebres de la clase de conjetura a la servidumbre de dogma”.

 

En el prólogo al lector, dice Don Francisco Sanz:

“El primer paso, que guía a la verdad, es el deseo de hallarla… Escribo para los Doctos, porque me enseñen; para los indoctos, porque aprendan: a aquellos hablo en lengua que entiendo yo, a estos en la que entienden ellos”.

 

En esta última frase se puede apreciar  la sinceridad con la que se expresa Don Francisco Sanz cuando decide escribir su libro en castellano y no en latín como ordenan los conservadores: “fuera de más autoridad, si se escribiese en latín”.

 

En esto confluye con los “novatures” en su afán de escribir en lengua vernácula para que sus escritos puedan ser leídos por la mayoría de la gente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mismo titulo del libro, “Rayos de luz práctica”, nos sugiere el concepto vital que va a regir en todos los escritos de los Médicos novatores: La razón, el buen uso de la razón, debe prevalecer sobre la rutina y la anquilosis de las costumbres humanas; debe conducir a la felicidad del ser humano sobre la tierra.

 

Recordemos, a propósito, las palabras de Juan de Cabriada  en su carta de 1697:

 

“Solo mi deseo es, que se adelante el conocimiento de la verdad, que sacudamos el yugo de la servidumbre antigua, para poder, con libertad, elegir lo mejor… que es lastimosa y aun vergonzosa cosa, que como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos  en recibir las noticias y las luces públicas, que ya  están esparcidas por toda  Europa.”

 

El libro del Doctor Pacheco Ortiz representa, en resumidas cuentas, una polémica entre la medicina innovadora, que se basaba en hipótesis iatroquimicas o iatrmecánicas y, a veces, en el mas radical  escepticismo, y de la medicina institucional, apoyada en el dogmatismo de Aristóteles y Galeno

 

Comienza el libro con una dedicatoria “A la  Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Truxillo”, y un prólogo al lector. El texto científico, está dividido en tres Discursos, precedidos de otro “Discurso Previo Apologético” a cargo del  Doctor  Don Francisco Valles, Médico de la Villa de Saelizes; y queda conformado  así:

 

 I.   Discurso primero. De la definición de las Fiebres

  1. II.   Discurso segundo. De las Fiebres intermitentes.
  2. III.   Discurso tercero. De la curación de todas las Fiebres.

 

Aunque se trate de un  texto farragoso, por las numerosas réplicas y contrarréplicas a que dan lugar las distintas hipótesis que se esbozan a lo largo del libro, el Doctor Pacheco sale airoso en el envite y, con una prosa fluida y llena de ironía, nos conduce a través de ese cúmulo de experimentos, historias clínicas o anatomoclínicas, que aprueban o desaprueban, dichas  hipótesis. Supone el gran  esfuerzo humano que hace el médico, en la defensa de los compromisos adquiridos: Sus ideas, las ideas de su maestro, las ideas de otros médicos progresistas.

 

Me llama la atención, el conocimiento profundo  que tiene de todos los acontecimientos científicos que ocurren durante el largo periodo, que va desde el Renacimiento, hasta los años en que escribe el libro.

 

Hace una crónica si como tal entendemos la relación de los hechos históricos según se han ido realizando en el tiempo. Una amplia crónica médica, con los nombres de todos los médicos que en ese largo periodo de tiempo realizaron y difundieron sus descubrimientos; o aquellos otros que, con sus hipótesis, quisieron desvelar los muchos enigmas que encerraba la medicina de la época.

 

Posiblemente sea en la dedicatoria a la Ciudad de Trujillo,   en donde la prosa del Doctor Pacheco, alcance mayor belleza literaria:

 

“SEÑOR:

Desde la falda humilde de mis manos Vuela a la soberana cumbre  de los pies de V. S., esta pequeña Obrilla; ¿Pero cuando (según buena Philosophia) no halló lo mas leve su centro en lo mas alto. Ni el libro, puede contener menos, ni yo desear mas alto Protector. Leve es la obra; pero fuera grave la culpa, si siendo V. S., a quien debí el primer paso de mi dicha (cuando me elevó a la honra de su Médico) no fuera yo tan agradecido como fui (y soy) honrado por V. S (…)

 

(…)Yo debo a V. S., la primera honra, y fuera vituperable ingratitud, que no fuese V. S. a quien yo dedicase este  primer parto de mi débil ingenio. Téngase por reconocimiento, y no por osadía  esta corta oferta.“

 

Hace después  un juego de palabras con un epigrama de Marcial: Animum, nom carmina Iacto.

 

“Dedique en buen hora, y dé por victima Marcial sus epigramas a Mecenas, que yo doy a V. S. mas propio Mecenas, por victima mis deseos.”

 

El prólogo al lector, es otra bella página del libro:

 

“Lector  mío: Si te acuerdas de mi notoria insuficiencia, escasísima literatura, y ningún númen de escritor, y reparas que antes de este, ay además, muchos libros en el mundo, no te    puedo esperar propicio; pero si te haces cargo de la obligación que (como a Padres) contraemos los discípulos a los  Maestros, te debo aguardar benigno; y mas si (como te deseo) entras a leerme  purgado de passiones; y  eres discreto, para oponerte al dictamen, si no te agrada, y no perseguirme, aunque no quieras seguirme…, no habiendo logrado  ninguno de los nuevos descubrimientos, el indulto de ser recibido sin  implacidez. Buenos ejemplos tenemos en Thomas Bartholino, por los vasos linfáticos, en Gaspar Asselio, y otros muchos, y mas que en todos en el  famosísimo  Guillermo Harveo, por el útil descubrimiento de la circulación de la sangre.”

 

Después hace una exposición de las hipótesis que va a debatir en el libro, haciendo un elogio de la del Doctor  Martínez,  y la de su maestro Don Luis Enríquez,  y refutando la del Doctor Sanz. Y, termina:

 

“Atento a lo cual no diré yo, lo que el padre de la Elocuencia Romana (Marco Tulio Cicerón)

Cum  recte  scribas, non cures verba  malorum

Advitrij nostri non est, quod quisque loquatur.

Pues era negarte a ti, que eres juez competente, y creer yo, que escribía  bien (quod ab sit) pero si te diré, y rogaré con Plínio, lo que  el  mismo  decía: Ne negliges,  antequam legas, ne carpas, antequam copias”

 

Para poder realizar el comentario del libro, es difícil dividirlo en bloques con las distintas hipótesis que se plantean. Es más fácil seguir, paso a paso, esta historia apasionante, dejando al margen los debates, que a lo largo del libro se suscitan, y haciendo hincapié en el fondo de las ideas, que esas hipótesis conllevan.

 

Procuraré, no caer en los dos graves errores que todo comentarista comete: El primero, por exceso, al querer explicar lo que es obvio. El segundo, por defecto, cerrando frases, que pueden ser de difícil comprensión para el lector cuando se separan del texto.

 

Hipótesis  que entran en el juego de la polémica

 

    I.   Por un lado, una hipótesis, de base iatromecánica, del Doctor Martínez.

  II.   Por el otro, la hipótesis, de base iatroquimica, que defiende el Doctor Sanz.

 

“Ninguna prueba mas evidente de que ninguna cosa phisica evidentemente se sabe, que lo mucho que sobre la esencia y causas de la Fiebre se ignora(…)

 

(…)Cuando los mas doctos Médicos de el presente siglo, gozosos de aver sacudido el yugo de la servidumbre  y ciega credulidad a los Antiguos……aun los que nacimos en mejor tiempo, aunque en País mas arriesgado ,y nos hubiésemos acogido a Puerto mas seguro menos contagiado, y mas fértil  de útiles noticias, en que cebada la fantasía, ha extrahido alibles succos, con que repararnos de la extenuación contraída en las Universidades, y se contemplaban serenos y en pacifica posesión, sino de la verdad, de la mayor verisimilitud en la esencia de la Fiebre, en el tumulto, desorden y fermentación de los líquidos (baxo cuya hipótesis hemos considerado  los mas a la Fiebre algunos años) tendió los rayos de su erudición el Doctisimo Martinez, e iluminó todo el Orbe Literario, con una nueva (tan aguda, arreglada y verosímil como suya) definición  de la Fiebre: Por un movimiento pulsátil, irregular del corazón.”

 

Surge, a continuación, el complejo de inferioridad que, a través  de los tiempos, nos ha asistido a los extremeños:

 

“… los que dotados de ruda minerva, y los que tenemos la suerte de no avernos podido apartar del todo de este Septentrión, donde los rayos de las luces de la Facultad, llegan mas tarde y menos claros (…) quando el Doctor Don Francisco Sanz ha salido en su Práctica de Guadalupe, sino con nueva definición (pues es la suya mas conforme a la de Uvillis  y demás fermectantes)”

 

Después de la exposición de las dos hipótesis, al Doctor Pacheco, le queda por delante:

 

1°, la defensa de la hipótesis iatromecánica del Doctor Martínez.

 

2°, la defensa, a ultranza, de la hipótesis de su maestro que, a la vez, está muy cercana a la que impugna, la del Doctor Sanz, de base iatroqimica.

 

Don Luis Enriquez, había publicado en 1713, un libro intitulado “Juicios sin pasión…”, que terció en la polémica sobre la fiebre, iniciada en 1697 con el libro de Don Salvador Leonardo de Flores, intitulado “Desempeño al método racional en la curación de las Fiebres Tercianas”. En este trabajo, propugna el uso de los polvos de la corteza de Quina, y los eméticos antimoniales. Inmediatamente, surge la objeción del Doctor López Cornejo, catedrático de Prima de la Universidad de Sevilla, con su libro intitulado “Galeno ilustrado, Avicena explicado, y Doctores sevillanos defendidos“, Sevilla, Juan de la Puerta, impresor de libros, en su Oficina de Siete Rebueltas, 1698. Responde Don Salvador Leonardo de Flores con el libro “Antipológia  Médica …“ Madrid 1705.

 

En 1713 aparece, el ya citado libro de Don Luis Enriquez que, por el momento, impone la calma en esta polémica.

 

Don Felix sabe hilar fino y, en defensa de su maestro (que comparte la misma hipótesis que el Doctor Sanz) dice lo siguiente:

 

“Yo dexo ya hecha mi declaración, de la muy verosímil que me parece la definición del Doctor Martinez…; pero pues mi instituto es dar a la luz la Hipótesis de mi Suspirado Maestro, el Señor Don Luis Enriquez, solo me toca decir, que en punto de la esencia de la Fiebre, siguió (como el Doctor Sanz) el partido de los mas Modernos; y asi dijo: Fiebre es una fermentación preternatural de la sangre, que frecuenta preternaturalmente  el pulso…

 

…El recentisimo Sanz, en abono de su definición en que (como  queda dicho) conviene con los mas de los Modernos, hasta omitir la circunstancia (que juzgo precisísima) de la alteración del pulso“

 

Nos llama la atención, el amor y respeto hacia su maestro, del que adquirió una gran preparación científica y humana cuando realizó sus prácticas con él en Cazalla de la Sierra. Coincidió esta fecha, con la preparación por parte del Doctor Enriquez, del libro que publicó en 1713, del que ya hemos hablado. Por lo tanto, no nos cabe la menor duda, de que Don Felix participó en la elaboración de dicho libro, y aprovechó la amplia bibliografía que debió acumular su maestro.

 

Muchos de los libros consultados, estaban en el Índice de libros prohibidos por la Inquisición. Sin embargo, tenemos constancia de la permisividad  que se les dio a los Médicos de la Regia Sociedad Hispalense de Medicina, por parte de los Reyes, para la tenencia y lectura de estos libros. Un edicto de Fernando VI, dice:

 

 “…para que los Socios de la Regia Sociedad Hispalense, puedan usar, leer y tener libros prohibidos por el Santo Oficio de la  Inquisición, sobre las partes médicas.“

 

Asentadas las ideas del Macrocosmos de Galileo, algunos de sus seguidores creyeron que, las leyes físicas que lo regían,  podrían aplicarse al cuerpo humano. Nace así el concepto de Microcosmos, y las bases de una nueva doctrina: La Iatromecánica.

 

“Por ninguna causa se dice del hombre con mas propiedad  Microcosmos o Mundo Menor, a imitación del Macrocosmos o Mundo Mayor…”

 

A continuación cita a los tres médicos italianos, que más influyeron en el nuevo concepto de la fisiología  y patología iatromecánicas:

 

Borillo.-Giovanni Alfonso Borelli   (1608- 1676) 

 

Hablando de la naturaleza de la fiebre, dice:

 

“Y para proceder con orden y claridad, explicaré primero algunos principios fundamentales…

 

…Debe ser cierto que el ser y la vida del animal no son mas que un continúo movimiento…

 

…transpira un flujo continúo de partes sólidas por los poros de todo el cuerpo… por lo que el animal tiene necesidad de un continúo alimento para poner o colocar  en los lugares que han quedado vacíos otra partes en sustitución de las que se han eliminado…La infatigable agitación del corazón (como ha demostrado Harveo)…, y las pulsaciones secundarias de las arterias, hacen que estas partículas salgan por los poros“.

 

 

Baglivio.- Giorgio Baglivi   (1643 – 1704)

 

Es famosa su frase “Medicus naturae minister, si naturae  obtemperat, naturae non imperat” (El médico es un ministro de la naturaleza y, si no conoce sus leyes, no podrá gobernarla).

 

Bellino.- Lorenzo Bellini

 

Discípulo de Borelli. Ocupó la cátedra de Anatomía de Pisa. Descubrió la estructura canicular del riñón y su  vascularización y lanzó la doctrina vascular secretora: El túbulo renal es permeable a los corpúsculos de la arteria aferente, e impermeable  a los productos  de la vena eferente.

 

 

Seguimos con el libro de Don Felix. Para refutar la hipótesis iatroquimica, cita un experimento de Manget (Jean Jacque Manget, 1652 – 1742):

 

“Dicho Manget, consta que habiendo infundido en la yugular de un perro algunas dracmas de azeite de Azufre, no padeció fiebre ni otras molestias“.

 

A continuación hace mención de otro experimento de Ermullero (Michael Ettmuller. Profesor en Leipzig) que, aunque era defensor de la iatroquimica, hizo severas criticas a esta doctrina.

 

Mas adelante, nos da Don Felix la definición del Escéptico que recoge del libro del Doctor Martínez:

 

“Luego no podéis negar, que aun no se sabe en que consiste la calentura…fuera apartarse de lo humano, cuya pensión es un saber tan limitado, que ni aun de lo que pisa, puede dar propia y cabal razón“.

 

Acaba el primer Discurso, refutando la hipótesis de  la fermentación:

 

“El mosto, cerbeza, u otro liquor fermentable, jamás fermentará, si perpetuamente se le está agitando; pero la sangre, según vuestros propios principios, está en perpetua agitación, y movimiento de circulo. Luego aunque se le mezcle algún fermento, jamás fermentará.“

 

Comienza el Segundo Discurso, con la definición de las fiebres intermitentes:

 

“Es una preternatural fermentación de la sangre, que frecuenta preternaturalmente el pulso; interpolado por varios periodos.”

 

Esta definición de su maestro, es la misma que la del Doctor Sanz, y la misma que compartieron Silvio y Willis. Hace, a continuación, lo mismo que ha hecho con la iatromecánica, una larga exposición del movimiento iatroqimico.

 

  Comienza con

 

-Helmontio.- van Helmont (Bruselas, 1579 – 1644).

 

Posiblemente uno de los médicos más inteligentes en la historia de la medicina; pero, a la vez, el más desgraciado. Odiado por los protestantes por su catolicismo ortodoxo, era también odiado por los católicos por sus ideas avanzadas.

 

-Ermullero

Del que ya hemos hecho referencia.

 

-Fonseca

Médico portugués, que fue catedrático en Salamanca y Coimbra.

 

-Casalete

Catedrático de Zaragoza. Su oposición a los galenistas y, sobre todo, al abuso de la purga y la sangría, le valió el rechazo de sus compañeros universitarios, porque sus ideas eran “falsas, temerarias, perniciosas a la salud pública, indignas de tan grave autor, irracionales, absurdas…., por ser opuestas a la doctrina de Galeno“.

 

Para poder seguir la larga disertación, que hace el Doctor Pacheco sobre las fiebres intermitentes, es conveniente que tengamos una visión actualizada, del concepto y etiopatogénia, de estas fiebres intermitentes.

 

El Paludismo, Malaria o Fiebres intermitentes, es una enfermedad infecciosa, causada por  protozoos del género Plasmodium. La enfermedad la transmiten las hembras de los mosquitos del género Anopheles. Existen  cuatro especies de Plasmodium, que pueden parasitar al hombre: El  P. falciparum, agente causal de la fiebre perniciosa, el P. vivax, agente causal de la fiebre terciana, el P. malariae, agente causal  de la fiebre cuartana y el P. ovale, que produce un cuadro parecido a las tercianas.

 

En el hombre, produce la enfermedad el ciclo asexuado de la multiplicación del parásito, del siguiente modo:

 

Los parásitos, introducidos en la sangre por la picadura del mosquito, llegan al hígado, y penetran en las células hepáticas, en donde se dividen en numerosos elementos hijos. Transcurridos unos ocho días, pasan de nuevo a la sangre, y penetran en los hematíes, en donde destruyen la hemoglobina, y se convierten en parásitos semiadultos. Esta fase biológica en la reproducción del protozoo, coincide con la fiebre del palúdico. Una vez convertidos en parásitos semiadultos destruyen los hematíes y son vertidos nuevamente a la sangre. Esta fase, coincide con los escalofrios y la sudoración. Al quedar libres en la sangre, parasitan nuevos hematíes, reproduciéndose el ciclo biológico, y la sintomatología que conlleva.

 

Al picar el mosquito, y absorber la sangre, se introducen en su estómago estas formas semiadultas que, una vez que son fecundadas, se convierten en formas adultas, en condiciones para poder repetir el ciclo de reproducción.

 

Fue Juan Maria Lancisio (Giovanni Lancisi, 1654 – 1720), el primero que observó, la relación entre las intermitentes y la presencia de mosquitos. Según él, estos mosquitos transmitían unos “animálculos“, que causaban la enfermedad.

 

No seria hasta la mitad del Siglo XIX, en que se confirmaran estos proféticos puntos de vista.

 

Don Felix, dice, refiriéndose a Lancisi:

 

“…que se inspiran del aire….algunas  partículas a la massa, que la fermentan, y son la causa de las referidas fiebres”.

 

A continuación, hace un estudio del aforismo hipocrático “Terciana exquisita, septum circuilibus sum longissima determinatur”. Comienza con la opinión del Doctor Boix y Moliner que, partidario de la Vis Medicatrix Naturae, da  por hecho natural, la curación de las tercianas en siete días.

 

El Doctor Boix y Moliner, publica un libro intitulado “Hipócrates defendido….”, en Madrid, por Matheo Blanco, 1711.

 

Hace mención de otros médicos seguidores de la medicina hipocrática:

 

“…el Doctor Diaz, antagonista de Boix…apoyado por el Doctor Vega, cree que, dicha curación, se produce en catorce días  según la interpretación  de otro Aphorismo: Morbi austi quartuor decim diebus indicatur”.

 

Para darnos una idea de la actualidad que tenia la medicina hipocrática en aquella época, es preciso saber que, solo en la Regia Sociedad Hispalense, se hicieron 36 disertaciones, de tipo y base hipocrática, durante el siglo XVIII; de ellas, 19 hacen referencia a algún aforismo.

 

Don Felix Pacheco, sufre en el año 1726, unas tercianas, que  él llama  “frias”:

 

“…me cogieron unas quotidianas de esta laya,…que para mi están demás los testimonios de los citados autores…

 

…Ellas me aprehendieron tan en la vejez, como con treinta y cuatro años de edad…, que soy tan magro, que sin vanidad, pero con propiedad puedo decir (si no se enojan los serios) que soy metaphisico de cuerpo, bien acomphlexionado, nada cacochimo, y sin la menor obstrucción. Pero, ello es, que aún así me encontraron “.

 

Nos hace, después, una meticulosa, e irónica, descripción de los remedios que usó, hasta que decidió tratarse con los polvos de la corteza de Quina, desoyendo los consejos de otros compañeros médicos:

 

“Los amigos, así de Facultad, como foráneos… me decían que cojeaba mi salud por no haberme valido de la otra pierna de la Medicina( en base de Galeno ) que es la sangría pues vivo en un pueblo en que así como en otros son endémicas las enfermedades, quieren que sea en este endémica la sangría“.

 

 “De la misma laya las ha padecido mi señora Doña Isabel Maria de Tapia, por dos o tres veces, y una su hermana, mi señora Doña Joana Thadea, de la misma casta en lo frío de las fiebres “.

 

Recurre, después, a Luis Mercado (1525 – 1611), natural de Valladolid, en cuya Universidad se formó y, luego, fue  profesor. Médico de Cámara de Felipe II y de Felipe III. Su obra, fue una recopilación del saber de su siglo. Entre sus libros mas leídos se encuentra “Las Instituciones que debían regir los exámenes de médicos, cirujanos y algebristas ante elTribunal del Protomedicato”, que siguió en valor, para dichos exámenes, hasta bien entrado el Siglo XVIII.

 

Tan importante es la obra de Mercado que, el Doctor Pacheco un siglo después, recurre a ella para la clasificación de las tercianas perniciosas en seis grupos.

 

De su labor en Trujillo, nos sigue dando datos. En 1723, trata de unas Tercianas perniciosas a Don Francisco de Torres:

 

“…..que en edad crecida, y algo obeso, y desarreglado…”

 

Por las mismas fechas, trata a otro vecino de la Ciudad, llamado Eugenio Carrasco:

 

“Cayó este, joven robusto, en el mes de julio, de unas tercianas ardientisimas….que el vulgo decía que era un gran tabardillo…pero yo hice prevenir el febrífugo, y permitió Dios“.

 

Al hablar de tabardillo, se refiere a una insolación. Sigue con el relato de otro caso “…de un obrero, que para la Magnifica Iglesia de Nuestra Señora Maria Santísima de la Encarnación, vino de Madrid…”

 

En el tratamiento de “un criado de un Cavallero de la Ciudad…en mis veinte años de práctica…”

 

Si el libro se publicó en 1731, quiere decir que terminó la carrera en 1711. Tenía 19 años.

 

Termina este Discurso, con la polémica, que ya conocemos, entre Don Salvador Leonardo de Flores y Don Alonso López Cornejo, y que puso fin el libro de su maestro,  ”Juicios sin pasión…”.

 

En el Discurso Tercero, hace un recorrido por las distintas terapias, que sugieren las distintas hipótesis:

 

“No difieren mucho menos los Autores, en el modo de empezar a curar las intermitentes, que en el de constituirlas, y explicarlas, siendo todo el pleyto por resolver por cual de las dos piernas de la Medicina (Galeno more loquendo,  sangría digo, y purga…”

 

Lo que si deja en claro es que, está en contra de la sangría y de la purga, o, al menos, del abuso de estas.

 

Comienza el Discurso, con una larga exposición de la Vis Medicatrix naturae, del Doctor Boix. Medicina que, como ya hemos dicho, le deja al médico el papel de servidor de la naturaleza.

 

 

Nos cuenta el Doctor Pacheco, que en el examen de su licenciatura, fue preguntado por el Protomédico examinador, Don Fulgencio Benavente, sobre su posición, a favor o en contra de la sangría, en el tratamiento de las fiebres intermitentes:

 

“… que le probase, que la calentura indica sangría, y asegurando yo, que ninguno lo podría probar”.

 

Firme defensor de la Quina, afirma que hasta el Doctor Boix reconoce sus beneficios, pues sin ella, en 1707:

 

“…se hubieran muerto de tercianas parte de los Habitadores de Madrid, si no hubiese subvenido a tanto daño la copia de la Quina…Luego no bastó la Naturaleza por si sola”.

 

Mas adelante, expone la postura de Olmedilla y Casalete, en contra de la sangría. Don Agustín Gonzalo Bustos de Olmedilla, publica el libro intitulado “El monstruo horrible de Grecia, mortal enemigo del hombre”, en 1669.

 

Como siempre que se escribe algo en contra de Galeno, surge la polémica. Del Doctor Casalete, y la polémica que suscitó su postura, ya hemos hablado con anterioridad. Deja zanjado el tema con el Doctor Boix:

 

“Llevando siempre por delante todas aquellas cautelas que el  gran Hipócrates prescribe, la  razón pide, y acredita la experiencia”.

 

Rechaza la idea de que Helmontio (van Helmont ) y Botencoe  (Cornelius Brotenkoe, discípulo de Silvio), no hacen uso de la sangría, porque el clima de sus países no la indican. Vuelve a insistir en la opinión de Olmedilla y Casalete que, siendo españoles, se oponen a la sangría y a la purga. Y, a partir de aquí, entra en el otro gran tema, del que los galenistas son enemigos: El Antimonio.

 

Cita a Silvio, en la defensa de los eméticos antimoniales:

 

“Que habiendo fuerzas suele aprovechar mas el vomitorio en algunos afectos, que una purga diez veces repetida”.

 

Hace mención de Ermullero con la misma intención:

 

“Están indicados, especialmente quando los enfermos se quexan de sabores, o amargos, o nauseabundos, porque estos nacen del estómago “.

 

En la defensa del Antimonio, acusa a los galenistas, de usar sustancias, que ya usó Hipócrates, y que son más  venenosas que el Antimonio: El Ássaro, una planta Aristoloquiácea, de flores rojas, y olor muy fuerte. El Eléboro, género de plantas ranunculáceas, de raíz fétida. De la “Farmacopea Triunphante“, de Palacios, toma muchas de las fórmulas magistrales.

 

La Quina, la solución a muchos problemas

 

Los iatroquimicos, explican sus efectos por su actuación sobre la fermentación febril de la sangre. Los iatromecánicos, vieron sus efectos beneficiosos, en la dilución de la sangre. Los galenistas combatieron el uso de la Quina apoyados en hechos doctrinales:

 

En primer lugar, resultaba incomprensible la acción curativa de la Quina, sin provocar efectos purgantes; en segundo lugar, y de acuerdo con la doctrina de las cualidades, la Quina era un fármaco caliente en tercer grado, no explicándose como podía curar  la fiebre un  recurso caliente en tal grado.

 

Apoyados en esa cualidad del sabor amargo de la Quina, algunos médicos, intentaron sustituirla por otros vegetales amargos: el Cardo Santo, la Centaura Menor, el Ajenjo, la flor de la Manzanilla, la Genciana.

 

“A esta linea pertenece aquel remedio célebre en las observaciones de Riberio de la sal de Ajenjos y Espiritu de Azufre en el agua de Chicorias,… rompe la crassa  y viscida compage  de la sangre, y pone en movimientos mas libres, los elementos activos, para que en fermentación mas viva, pueda depurarse de los corpósculos  heterogéneos que la inquinan “.

 

Ribeiro Nunes de Anchez, uno de los discípulos de Boerhaave y que, por recomendación, fue médico en la corte de la Zarina. Junto a Fonseca, que escribió el libro “Retrato del perfecto médico“, en Salamanca 1595, son los médicos portugueses de mas renombre en la historia de la medicina.

 

A propósito de la Quina, refiere el Doctor Pacheco, una curiosa anécdota:

 

“Asistia yo aquí al  Señor Don Juan de Orellana Pizarroy Barrantes , uno de los ilustres Cavalleros  de esta Nobilisima  Ciudad, de unas tercianas, que algunos desórdenes suyos, hicieron rebeldes: entréle  (después de limpiar las primeras vías,  y algo evacuado de sangre ) en el uso de la Quina…y facilitando la notoriedad  del nombre de esta Cavallero, medios de que un Ministro de la Audiencia de Sevilla, se interesase y solicitase su alivio, consultó el caso con uno de los Médicos afamados de  Aquella Insigne Ciudad….en carta de 28 de Noviembre de 1724…Extraño mucho, que aviendo tan grandes médicos en Truxillo… en que la Quina, que a una primera toma de dos dracmas, no exterminó la terciana… y no terminada esta repetir Quina…”.

 

Termina la carta con una serie de pedanterías, que hace decir al Doctor Pacheco:

 

“Reíme (con licencia del Señor Doctor) de este desatino, e insistí en el uso de la Quina“.

 

Termina esta Discurso, y el libro, con una critica a los que no recomiendan la Quina con la mezcla de otros productos:

 

“Muchos por no cansarse en estas combinaciones y diversas mixturas, se contentan con el uso de la Quina como Dios la crió… les viene muy bien la pregunta jocosa de Synapio quando dice: ¿Será bueno, que por que Dios crió, y la naturaleza adornó a las Gallinas de plumas, las coman  nuestros amigos sin pelar, y aun peladas las coman crudas y sin sazonarlas al Arte? ¿Y si no, por que Dios crió el cacao con su cáscara, se usará de él sin mondarlo, tostarlo, y mezclarlo con el Azúcar y la Canela?

 

 

 

 

En el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Trujillo de 1732 (folio 3-R, legajo 259), conservado en el Archivo Histórico de la Ciudad, se encuentra el documento, que transcribo en su totalidad:

 

“En la Ciudad de Truxillo en diez y ocho días del mes de Enero de Mil y Setecientos y Treinta y dos, se juntaron para celebrar ayuntamiento los Señores Don Rodrigo Navarro de Mendoza y Cabrera, Corregidor y Capitán de Ella y su partido, por el Señor Don Antonio de Orellana y Tapia, Don Juan de Orellana Pizarro, Don Juan Francisco Quilez y Don José Orozco  Carrasco, Regidores Perpetuos de Esta Dicha Ciudad, y acordaron lo siguiente:

 

Vióse en este Ayuntamiento un memorial dado por el Doctor Don Phelix Pacheco Ortiz, Médico Asalariado de Esta Ciudad, en la que dedica el libro de Medicina que ha escrito intitulado Rayos de luz Práctica, y visto por esta Ciudad, quedando como queda con todo agradecimiento a dicho Doctor Don Phelix por su atención.

 

Acordó se le den DOSCIENTOS Y CUARENTA REALES DE VELLON, para ayuda a los gastos de la impresión, los cuales se libren de propios.

En el margen. Libramiento al Doctor Phelix Pacheco por la dedicatoria de un libro. DIOSE.”

                   

 

Nov 042013
 

 

Carlos Jesús Rodríguez Casillas.

 

1 – EL CONTEXTO DEMOGRÁFICO

 

A – LA MORTALIDAD EN EL SIGLO XVIII

  Diversos autores, como John Lynch, aluden al siglo XVIII como una época «… de crecimiento, en el que el número de españoles se multiplicó …»[1]. Este proceso demográfico fue un fenómeno expansionista europeo, debido en gran parte a la reducción de la mortalidad . Este descenso se debió a una reducción de la mortalidad catastrófica, producida por las crisis de subsistencias y por el auge de epidemias. A la vez que también se produciría una reducción de la mortandad ordinaria, derivado de una población mejor alimentada y más resistente a enfermedades. Aunque como señala Miguel Ángel Melón sobre este descenso de la mortalidad, «…no tuvo en el interior de la Península la misma cronología e intensidad que en la periferia, como tampoco afectó por igual a los distintos estratos de la sociedad…»[2]. De manera, que la reducción de la mortalidad catastrófica de la población española tendría sus propias peculiaridades según la geografía y la condición social de sus habitantes. Pero de igual manera que se señalan las diferencias inter-regionales, también se señalan las diferentes tendencias producidas en el seno de la región extremeña.

  En el caso de Mata de Alcántara, como alude Fermín Rey Velasco[3], nos encontramos con una población que gracias a su situación geográfica la hace participar de los sucesos ocurridos en el interior peninsular; pero a su vez, al ser una población fronteriza, le imprime un carácter especial, reflejándose en el transcurso de la Guerra de Sucesión.

    

MORTALIDAD ADULTA Y MORTALIDAD INFANTIL

  Para establecer los datos sobre la mortalidad infantil, la edad que vamos a utilizar y que aparece en los libros de difuntos de Mata de Alcántara, comprende desde el recién nacido hasta los ocho años. Compaginar ambas referencias sobre la mortalidad en el siguiente estudio resulta complicado, y es que los datos sobre la mortalidad infantil aparecen ya avanzado el siglo y de forma deficiente e imprecisa. Como refleja Pablo Blanco, «.. En el obispado de Coria, por ejemplo, sólo después de la disposición del obispo Miguel Vicente Cebrián de 1737 se obliga a los párrocos a que anoten las defunciones de párvulos fallecidos…»[4] De manera que podría llevarnos a engaño alguna de sus cifras, ya que periodos relativamente bajos en mortalidad, como el decenio de 1720 llegaría a tener unos niveles de mortalidad total del 9%. Mientras que la ausencia de las cifras de mortalidad infantil a comienzos de siglo sitúa esa misma cifra en un 5%. De esta manera, resultaría llamativo que en el periodo de más incidencia de la Guerra de Sucesión se diesen unos datos tan bajos con respecto un periodo de relativa normalidad como es el de 1720.

  De igual manera, estos datos sobre el grupo infantil que resultan escasos en un primer momento, no parecen cobrar importancia para el primer párroco de Mata, creándose un problema de información. Y es que hasta finales de siglo, con el cambio de cura en la parroquia, no se empieza a anotar las defunciones de los párvulos con precisión. De tal forma tendrá que ser avanzado el siglo XVIII cuando se produzca una clara diferenciación entre géneros, alcanzando entonces una cifra cercana al 50%. Lo más normal, es que el primer párroco de la diócesis de Mata escribiera las defunciones infantiles bajo el género masculino, que sería utilizado como forma neutra.

    No obstante, lo que si se puede deducir observando las cifras es que la mortalidad infantil es muy elevada, superando en mucho a la adulta. De esta manera, vemos una distribución del 64% de la mortalidad infantil, por un 36% para la mortalidad adulta. Una mortalidad infantil, que a falta de algunas cifras, superó en todos los periodos del siglo XVIII a la adulta en Mata, incluso en años de sobre-mortalidad. De manera que si comparamos las cifras de mortalidad, completas en ambos casos, para la década de 1780, nos daría una tasa de mortalidad del 12% en adultos y del 17% en la infantil.

  Una mortalidad infantil que es en su totalidad legítima, no dándose casos de defunciones de niños ilegítimos.

 

DISTRIBUCIÓN POR SEXOS

  Por las dificultades ya mencionadas sobre la información infantil, para realizar el siguiente análisis se dividirá el estudio en mortalidad adulta e infantil. Un estudio que  se centrará sobre todo en la mortalidad adulta, haciendo solo algunas apreciaciones sobre la infantil.

  Con respecto a la mortalidad adulta, se puede observar viendo las cifras que los porcentajes de fallecidos son muy similares. Así un 50,4% señalaría la incidencia de la mortalidad para el sexo masculino, y un 49,6% lo haría para el caso femenino.

    Con respecto a la mortalidad infantil, los problemas de información en este sentido, hacen que se restrinja el marco de análisis temporal, recurriendo tan solo a los datos correspondientes a las últimas décadas del siglo XVIII. La llegada de un nuevo párroco hace reflejar con más detalle lo contenido en el libro de difuntos. Así, al año siguiente de su llegada, la cifra se equilibra, encontrando a finales de siglo un índice del 53% para los niños y del 47% para las niñas. 

    Se observa como los datos aportan una información que alude a una relativa igualdad entre las muertes de hombres y mujeres tanto en edad adulta como en infantil. Si bien en la infancia estas cifras resultan normales y no tendrían porque variar entre ambos géneros, resulta más llamativa esa igualdad en el grupo adulto. Una igualdad ésta que se corresponde a los distintos contextos socio-políticos y económicos. El ritmo de las defunciones es inestable, tan solo permaneciendo con unos mismos resultados en periodos de relativa tranquilidad. De manera que si durante la década de 1760 las cifras rondan el 5% para ambos, en la correspondiente a principios de siglo arroja un 7% para los hombres por un 5,5% de la mujer. De forma que si en periodos de crisis la muerte afectó por igual al mismo número de hombres y mujeres, en los inicios del XVIII (durante la guerra) se produjo una mayor incidencia de la mortalidad masculina. Crecimiento que se compensó durante los  contextos de normalidad, en los que predominó la mortandad femenina, derivado en gran parte de las deficiencias sanitarias producidas durante el parto y los periodos de embarazo.

 

    Y es que, la mayor diferencia en cuanto a cifras no hay que buscarla entre los grupos de hombres y mujeres, sino en la información contenida tanto en este apartado como en el anterior. Atendiendo a ambas referencias de mortandad, se observa una mortalidad elevada, con periodos de sobre-mortalidad. Pero a su vez, los datos reflejan una mortalidad infantil muy superior a la adulta. Unos niveles de fallecidos, destacando las cifras infantiles, que muestran la pervivencia de un modelo demográfico de corte arcaico. Modelo éste que ralentizaría el proceso de crecimiento, haciéndolo más lento que los producidos en la periferia española[5].

 

 

B – EL TIEMPO Y LA MUERTE 

 

EVOLUCIÓN SECULAR

  Centrándonos en la población de Mata de Alcántara, podemos observar como se ven una serie de picos de mortalidad y periodos moderados. Los siguientes datos han sido elaborados basándose en las cifras correspondientes a la mortalidad adulta y tomando como referencia los intervalos realizados por Miguel Ángel Melón[6]. No he utilizado datos absolutos, descartando la información infantil, porque las referencias en este sentido no son completas y podrían inducir al error, como se aludió anteriormente.

De 1700 a 1720

  El comienzo de siglo, viene marcado por el contexto de la Guerra de Sucesión. En el periodo de 1700 hasta finales de 1710 se observa que junto con el inicio de las hostilidades, hay un aumento de la mortalidad con unas cifras que se sitúan en el 11% y el 9%. En este periodo, habría que destacar los años 1704 y 1705; y es que si en esta población se da un porcentaje del 0,7% anual en un año normal, en estos años se alcanzó la cifra del 2,7%. Aunque también hay que decir que según transcurre el conflicto y va llegando a su fin, la tasa baja, entrando en términos normales otra vez. El impacto de la Guerra de Sucesión se deja notar en Mata de Alcántara, ya que se encuentra próxima a Alcántara, baluarte defensivo de gran estrategia, como ya se demostró anteriormente durante la Guerra de Restauración y reflejado en los estudios de Isabel Testón, Rocío Sánchez Rubio y Carlos Mª. Sánchez Rubio[7].

De 1720 a 1730

  Desde el final del conflicto la tasa de mortalidad vuelve a encauzarse sobre unos valores más bajos, moderándose en la década de 1720 con una tasa del 8%.

De 1730 a 1760

  Pero en la década de 1730 se comienza a ver el inicio de una curva de mortalidad, despuntando en la de 1740 y reduciéndose a finales del decenio de 1750. Así observamos un ligero aumento en 1730, derivado de la crisis agraria de dicha década y que llegó a alcanzar un 10% en el número de fallecidos. En la década de los cuarenta la influencia de la crisis de mediados de siglo se deja notar con fuerza, llegando a alcanzar cifras del 12% y que resultan ser casi similares a las del periodo de guerra de comienzos de siglo. Este aumento de la mortalidad se verá reducido en la década posterior, situándose en un 9% otra vez.

De 1760 a 1780

  En la década de 1760 y 1770 la mortalidad parece haberse estancado en la anterior cifra, llegando a producirse un retroceso en los años 70, reduciéndose la mortalidad en un punto y que alcanzaría la cifra del 9%.

De 1780 a 1799

  Pero a partir de la crisis general de final de siglo la mortalidad sufre un gran aumento, llegando a alcanzar la cifra del 12% para 1780 y del 11% para 1790.


 

 

Mortalidad y crisis agraria

  Estos procesos localizados de sobre-mortalidad se corresponden con las crisis de subsistencias, caracterizadas por una caída de la producción, subida del precio del cereal y por la aparición del hambre. Así, como refleja P. Blanco las crisis de mortalidad parecen estar en relación con el receso de la producción de cereal y del colapso en los mercados de este producto. Si comparamos los periodos de las crisis, éstos se adaptan perfectamente a los picos de mortalidad sufridos en Mata de Alcántara. Si se cotejan las cifras de Miguel Ángel Melón sobre las crisis agrícolas se observa como la de 1704 – 1705 se corresponde con uno de los índices más altos de mortalidad registrada.

 La década de 1730 recogió otro periodo crítico para la cosecha de trigo, sobre todo en los años 1734, 1737 y 1738. Sobre todo éste último año, ya que como recoge Miguel Ángel Melón, «…Año de 1738 fatal y miserable por no haberse cojido trigo en la cosecha antecedente de 37 en toda la Extremadura…»[8].

  Ya a mediados de siglo, Extremadura se vio afectada por una dura sequía que afectó a la producción. Ésta decayó tanto que hubo que optar por comprar trigo a Salamanca por la escasez en Extremadura; y hasta Mayo de 1754 no dejó de traerse trigo de Castilla. Esta crisis de producción también es coincidente con otro de los periodos con más fallecimientos recogidos. En este sentido la vecina población de Membrio solicitó «…ante el deplorable estado a que dejo reducido su vecindario la injuria del tiempo y las malas cosechas, junto con la mortandad de ganados que padecieron y experimentaron sus moradores en los años calamitosos de 1753 y 1754, con tal imposibilidad de sembrar los campos en los respectivos tiempos [y que a causa de los cobros de impuestos] no se conseguirá otro efecto que el de abandonar muchos vecinos sus casas y trasladarse al reino vecino de Portugal [solicitando] su real clemencia y perdonar parte de la imposición …»[9]Se desprende claramente la desesperación social que vivía toda una comunidad, que a parte de las hambres y la escasez de recursos se veía presionada aún por las cargas impositivas.

  La última de las grandes crisis se da durante el decenio de 1780 con otra gran sequía, que se vio acompañada esta vez por una plaga de langosta que terminó por arruinar las cosechas. Esta grave crisis se refleja en la gran subida de la tasa de mortalidad en este final de siglo.

  Aunque no parezca ser la razón última que explique estos desajustes e incrementos de la mortalidad en Mata de Alcántara, si que se percibe cierta unión entre ambos conceptos de hambrunas y mortandad.

 

Mortalidad y guerra

  La situación geoestratégica de Mata de Alcántara le hace tener un comportamiento especial a la hora de evaluar los índices de mortalidad, ya que se trata de una población cercana a Alcántara, baluarte defensivo y de gran importancia militar.

  Ya en el siglo XVII Alcántara cobró una gran relevancia militar durante la Guerra de Restauración, como se desprende de la información enviada por el marqués de Caracena al Consejo de Guerra en 1664 y recogida por Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos. Mª. Sánchez [10]: « [ Alcántara ] una plaza de las más importantes de la provincia por estar en el paraje que se halla y sobre un río tan considerable como el Tajo y en parte donde hay puente y que de uno a otro lado puede llegar la caballería, cosa que no sucede al dicho río siete leguas más arriba de Alcántara y otras siete más abajo, y así ya se ve cuanto conviene el conservar este pueblo». Situación estratégica que no cambia desaparecido el conflicto, como se puede decir a la alusión que de su toma hace el marqués de Marialva y que resalta los aspectos positivos de su conservación al depender de ella varias zonas extremeñas[11].

  En este sentido, Domínguez Ortiz[12] señala como en 1703 Portugal se unió a Inglaterra en la contienda sucesoria, comenzando los conflictos en la zona fronteriza extremeña. Destacando el inicio de los combates de cierta intensidad en el espacio fronterizo portugués; destacando especialmente los años de 1705 y 1706 como unos de los más cruentos en cuanto a las repercusiones de la contienda, a la vez que se destaca la zona fronteriza extremeña como zona de incursión de las potencias extranjeras. Punto este compartido por Miguel Ángel Melón, al que también une otro factor como es el de «… las levas de los soldados, tan temidas por los vecinos, y que se sucedieron durante el conflicto …»[13].

  Estos acontecimientos, trasladados a la población de Mata, se traducen en un gran aumento de las muertes. Pero también en el comienzo de las apariciones de militares de diferentes regimientos, como los de Granadinos o Vizcaínos. A lo que habría que unir el fallecimiento de un alférez perteneciente a uno de estos regimientos o el caso de un soldado que fue devorado por las fieras mientras se encontraba con sus compañeros. 

 

 

ESTACIONALIDAD DE LA MUERTE

    Habría que hacer una diferenciación entre la mortalidad infantil y la adulta, ya que cada una se corresponde con una determinada estacionalidad:

 

Mortalidad adulta

 

  El mayor índice de mortalidad adulta se corresponde con los meses finales de año, sobre todo en dos periodos. El primero coincidiría con los meses de paso al otoño. El segundo, sería el propio invierno, destacando la transición en Diciembre. Cifras que contrastan con las sucedidas en las estaciones mas benignas, como durante el periodo de primavera. En éste sentido, el trabajo de Pablo Blanco[14] da a entender una serie de las que serían las causas más comunes a la hora de provocar los ciclos de fallecimientos, aludiendo a que éstos se concentrarían en los meses de cambio de estación hacia el invierno y a su vez dentro de esta misma estación. Todo esto, nos lleva a pensar que hubo una gran incidencia de gripes y afecciones respiratorias.

 

 

 

Mortalidad infantil

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Se ve una concentración estacional diferente. Para la mortalidad infantil, vemos como el mayor número de defunciones se sitúa en los meses de verano. Agosto es el mes donde más niños fallecen. En éste sentido, el trabajo de M. Rodríguez Cancho[15] señala una serie de causas, como las deficiencias nutricionales en el embarazo, la crianza o la propia estacionalidad de los nacimientos. A lo que habría que añadir el consumo de alimentos fácilmente contaminados o no propios para niños, como la leche animal.

 

C – LOS DIFUNTOS

 

MUERTE Y POBREZA

  Son dos valores que parecen ir bastante unidos, ya que como se refleja en las cifras, se produce una alta incidencia de defunciones correspondiente a la población catalogada pobre bajo contextos productivos y económicos inestables.

 

Volumen de pobres

  Con respecto al número de adultos fallecidos la cifra total de pobres se sitúa en un 22%. Pero, hay que decir que esta cifra nos podría llevar a engaño, y es que la crisis de final de siglo se hizo notar mucho en la población de Mata, incrementándose notablemente el nivel de pobres fallecidos.

 

NÚMERO DE POBRES FALLECIDOS

Años

Número fallecidos

Pobres

De 1700 a 1714

166 Personas

5%

De 1784 a 1799

199 Personas

17%

Total

365 Personas

22%

 

  Del anterior gráfico se puede observar claramente el creciente ascenso de la población pobre. Y es que si a principios de siglo los números estimaban un total del 5%, para finales de siglo, con una cifra de muertes no muy superior a la de principios, se asiste a un fuerte incremento de la población fallecida en el umbral de la pobreza.

 

Situación de los pobres

  En el periodo del Antiguo Régimen podemos encontrarnos con diferentes casos de pobreza, como se desprende del estudio de Geremek[16].  En el ámbito nacional, la mayoría de las situaciones de pobreza vienen dadas por los contextos de crisis y subsistencias. Si atendemos a las cifras de Domínguez Ortiz[17] sobre los precios de alimentación en años de carestía, se observa como el precio del pan llega a estar en torno a cinco reales y medio, mientras que el jornal de un peón se situaba en torno a los seis reales.

  La pobreza que encontramos en Mata sigue esta misma línea. Como ya se indicó anteriormente, en este siglo hubo una serie de periodos en los que la población agrícola sufrió  carestía de cereal. Un descenso de la producción que hace que los precios de éste se eleven, no pudiendo las economías más débiles acceder a su consumo. En este sentido, el aumento de pobreza, parece tener su correlación derivado del improductivo fin de siglo; lo que explicaría también como se produce un aumento de los índices de mortalidad de las personas que con un limitado nivel de recursos no podrían hacer frente a las crecientes acometidas del precio del trigo. La escasa documentación de protocolo existente para la población de Mata de Alcántara si que nos deja ver como durante la bonanza económica que precedió su grave crisis finisecular, se realizaron numeras concesiones de los conocidos como “préstamos al redimir”, endeudando a una gran parte de su población campesina que vería imposible la forma de afrontar sus pagos, a la vez que vio muy mermada su capacidad adquisitiva. Unos prestamos realizados por la mayoría de las cofradías religiosas de la localidad, dotándolas de un gran poder; pero que también padecieron una gran escasez de recursos, desde el momento en el que dejaron de gozar de los ingresos correspondientes a los pagos hipotecarios[18].

  Un punto éste, el de la crisis finisecular que está en la línea de lo expuesto por Sánchez Marroyo, cuando alude éste a que «…La última década del siglo XVIII conoció un agravamiento de la situación del país y de Extremadura por la confluencia de un doble proceso: guerras exteriores y crisis de subsistencias. Como consecuencia de ello se produjo tanto un crecimiento del  endeudamiento de la Hacienda Pública, como un incremento de los sufrimientos de la población, agobiada por los impuestos y con gravísimas dificultades para encontrar su subsistencia…»[19]

  Los datos también permiten observar como la pobreza va acompañada de la condición social de viudedad, sobre todo en el caso de la mujer. En este sentido, el mayordomo de la Cofradía del Carmen, Juan García, aprovechó esta condición de pobreza por parte de las viudas para dotarse de un gran poder adquiriendo un importante número de sus propiedades. Es el “marco de oportunidades” del que han hablado estudiosos como Fermín Rey y Jose Pablo Blanco[20]. Un marco éste, propiciado por unas crisis  que repercuten en desigualdades sociales que motivan a su vez «… que unos pocos se aprovecharan de ese hambre en propio beneficio …»[21].

   La información sobre Mata, alude a que el fallecido en situación de pobreza no es capaz de hacer frente a los gastos derivados del sepelio. Toda la información recogida parece apuntar, que observando las cifras que estipulan los pagos del funeral, se podría establecer un cierto límite en el que estaría el umbral de la pobreza en Mata. Y es que la información obtenida establece una media de unos 350 reales para el acto mortuorio, divididos en diferentes conceptos que ya se detallaran más adelante. Alcanzar esta cantidad de dinero no estaría en manos de muchos, de manera que algunos se vieron obligados a vender parte de sus bienes para poder costearlos «… Ítem ordeno que  para cumplir su funeral se venda una cassa suia propia …»[22].  Y es que en algunas familias correr con estos gastos resultaría imposible, por las razones anteriormente expuestas.

 

LUGAR Y CAUSAS DE LA DEFUNCIÓN

  En el libro de difuntos de Mata se pueden observar algunos aspectos significativos, al menos para estudiar las causas de las muertes.

  Destacar el grupo de defunciones mayoritario y en el que se encuentran la mayoría de los fallecimientos. Éstas muertes se producirían en la casa del difunto y bajo un “contexto de normalidad”, siendo esperada por la familia. Las causas para este tipo de fallecimientos suelen estar relacionadas con los factores antes mencionados, como las carestías en épocas de hambrunas o también procedidas de los ciclos estacionales, derivadas como ya se dijo de las enfermedades respiratorias, gastro-intestinales, etc. Casos en los que se mencionan aquejados hay pocos, como algún enfermo de «perlesía»[23], primando la omisión de las causas derivadas de epidemias. Aunque bien es verdad que el periodo finisecular se produce un aumento de las menciones de muertes por vómitos.

  También se destacan las muertes repentinas  «…no pudo recibir los Santos Sacramentos por haver muerto de repente, ni hizo testamento…»[24].

  Ahora bien, los casos excepcionales son resaltados con gran detalle. Así la muerte de un soldado. «…comido de fieras..» a principios de siglo debió impactar bastante, de lo que se deduce de la siguiente información «…y hallo la caveza de un hombre, canilla y cañas de los brazos y hombros articulados y roídos de animales…»24.

  Los fallecidos por actos delictivos o violentos también resultan muy destacados como sucedió con otra información de un fallecido «…mozo muerto por estocada…»24.

  Y es que estos casos que se escapan a la rutina habitual de los fallecimientos ocupan un gran volumen de información, tratando de reproducir todo el proceso desde que se dio la noticia de la aparición del cadáver hasta el posterior entierro. Y es que, ante la imposibilidad de capturar el instante con imágenes, como sucede en el periodo actual, sus habitantes trataron de recogerlo bajo un minucioso tratamiento dado a la información.

 

 

 

 

 

2 – ACTITUD ANTE LA MUERTE

    Una vez valorados los índices de defunción y analizada la variable de mortalidad para la población de Mata de Alcántara, con alusiones también para el conjunto extremeño, surge una pregunta ¿ Cual era la actitud de sus habitantes ante la muerte?. Para tratar de responderla nos disponemos a desgranar la información a la que podemos acceder. Para ello, vamos a utilizar los libros de difuntos, donde quedan reflejados los aspectos devocionales y la evolución de ese mismo sentimiento a lo largo del siglo. Otro aspecto importante es el testamento, ya que éste se trataría del discurso más personal que existe sobre el tema. No obstante, también ha de advertirse que debida a la escasa existencia de testamentos en Mata, hay que recurrir al análisis de una serie de documentos de las poblaciones cercanas, ya que la distancia es muy reducida en un siglo donde los cambios en las poblaciones vecinas no suelen darse: Membrío, Alcántara y Brozas. Lo que a su vez permite establecer un estudio más amplio de las estructuras mentales.

 

A-    LOS TESTAMENTOS

El  modelo de testamento “tipo” en la zona fronteriza de Alcántara

    De los testamentos estudiados, correspondientes a las localidades anteriormente citadas, se puede extraer que todos los testamentos tienen una estructura clara.

    Nuestro “individuo tipo” residente en este ámbito fronterizo se correspondería en la mayoría de los casos con una persona enferma o en mal estado de salud. Un sujeto adscrito al dogma y a la fe católica, como lo atestiguan las incesantes fórmulas que encabezan este tipo de documentos «…creiendo en el misterio de la SSª Trinidad, Padre, Hijo y espiritusanto, tres Personas distintas, y un solo Dios verdadero, y con todo aquello que tiene. Cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia Catolica Apostólica Romana. Tomando como tomo por mi Intercesora y Abogada a la Reyna de los Angeles Maria Santísima Madre de Dios…»[25].

  Un individuo que prefiere enterrarse en su parroquia[26], pero en la que no tiene ninguna preferencia en situarse, en la gran mayoría de los casos el entierro se efectuará «…donde convenga…». Son escasas aquellas personas que eligen un lugar predeterminado, aunque en los testamentos se mencionan lugares como la pila bautismal o la capilla de Cristo «…y sea sepultado en la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad junto a la capilla de Jesús »[27].   

  Un sujeto, como vemos, educado e imbuido dentro de la moral católica y que se encuentra preocupado por la salvación de su alma. Dentro de este aspecto, nos encontramos con una demanda “estandarizada” ya que la gran mayoría solicita  « que se me haga el oficio acostumbrado…»24 , que será detallado posteriormente y que va acompañado de un notable número de misas por la salvación de su alma y que ronda la cifra media de entre 20 y 30. Posteriores demandas correspondientes a los actos a realizar al cabo de año del fallecimiento,  misas a una devoción específica, destinada a sus familiares o devocionales resultan bastante escasas. Esto unido a la abundante recurrencia de oficios por los cargos y penitencias mal cumplidos nos muestran claramente como nuestro individuo es un ser preocupado en su salvación,  en lo que Francisco Aguilar ha dado a denominar como “el sentido católico de la existencia”, en el que «… pecado y arrepentimiento son dos caras de la misma moneda que hablan tanto de la angustia de la culpa como de la cínica hipocresía de quien se sabe protegido por la facilidad del perdón…»[28].

  Un individuo que no tendría ningún tipo de endeudamiento y en el que igualmente es difícil de encontrar algún tipo de deudor. Pero que sin embargo en él es muy habitual encontrar la necesidad de vender parte de sus bienes para poder costear todos los gastos derivados tanto de la documentación como de su funeral.

  En el plano material, los otorgantes, tratan de dejar la mayoría de sus bienes a sus familiares más cercanos. Unos bienes que se corresponden en su mayoría de: útiles domésticos, ropa, mobiliario, propiedades agrícolas y vivienda. En este sentido, la valoración de las donaciones se produce según el tipo de parentesco entre el familiar y el fallecido. Son escasos los casos en los que el otorgante dona parte de sus bienes a una persona no-familiar, correspondiéndose en la mayoría de estos casos a personas que les han tenido a su cargo durante su enfermedad.  

  Para cumplir tanto lo solicitado en plano inmaterial, como organizar su voluntad en este mundo, los otorgantes acuden a la figura del albacea. En casi todos los casos este albacea será un familiar cercano, predominando la presencia masculina. Este familiar suele ser ayudado en sus tareas casi siempre por otra persona, aparecida también en el testamento y que no tiene por qué ser de la familia, aunque tiene la confianza del testador. Vemos por tanto, como ante la incertidumbre creada al estar ante el tránsito a la otra vida, el otorgante trata de  rodearse de toda una atmósfera de seguridad creada por el que se sabe protegido por sus seres más cercanos y de confianza para cumplir su última voluntad.          

 

Volumen de testamentos en Mata de Alcántara

   Partiendo del total de la población adulta  fallecida en el periodo 1700/1714 y 1784/1799, el volumen de las personas que testan se puede cifrar en un 49%; el 50% no testaría y tan solo en el 1% de los casos testarían por él. Pero no todo el periodo mantuvo dicha proporción, ya que a comienzos de siglo el volumen de personas que si efectuaron testamento era mucho mayor:

 

EVOLUCIÓN SECULAR DEL TOTAL DE TESTAMENTOS

Años

SI

NO

Por él

Total

1700-1714

30,60%

15,30%

0,60%

46,50%

1784-1799

18%

35,50%

0,30%

53,80%

Total

38,60%

50,80%

0,90%

 

  Esta evolución del volumen del número de testamentos se podría achacar a dos factores. El primero de ellos, haría alusión a la creciente demanda a mediados de siglo en favor de las memorias. Estas, al igual que los testamentos, sufrieron una regresión en el periodo final, derivado de la mayor preocupación en «…la salvación de su alma…» antes que por preocuparse de sus herederos o del destino de sus bienes. Parece que se denota una mayor preocupación por lo espiritual que por lo material, quizás inducidos por el cura de Mata para propio beneficio. En este sentido, mencionar la visita realizada en 1749 [29] y en la que se queda fijada una serie de normativas a efectuar en materias testamentarias. Uno de los primeros puntos se encarga en destacar « … que no pueda dicho cura apropiarse de hacienda, ni vienes algunos de los difuntos que muriesen en la Villa de Mata …». Un segundo punto señala que el cura «… no pueda vender hacienda alguna como no sea testamentario nombrado por los que testasen…». Y el tercer punto a destacar, que es el que más nos importa, alude que «… se le previene y manda se abstenga de hacer memorias testamentarias a los enfermos que se hallen grabados, debiendo prevenirles con tiempo hagan testamento ante escribano como es de su obligación; y cuando estos no lo hagan, y ejecuten advertírselo a sus hijos hederos o muger busquen quien lo ejecute apartándose dicho cura de semejantes concurrencias, para que no se le tenga por sospechoso, ni use de abaricia reprobada a su estado, y libertad de los que deben testar (…) se le previene que desde oy en adelante las ponga [partidas de difuntos y memorias] con toda claridad  y distinción …».

    Otra segunda posibilidad del descenso de testamentos en esta pedanía es el creciente aumento de la masa de población pobre, la cual no puede testar, ya que como se refleja en las notas del escribano «…no tiene de que testar…»26.  Ya se aludió en el apartado dedicado a la pobreza como la población campesina de Mata sufrió un endeudamiento en las décadas precedentes a la crisis de final de siglo y que resultaría a la postre catastrófico para sus economías. Pero este no es un proceso exclusivo de Mata de Alcántara, ya que como se refleja en diferentes estudios sobre la región, como el de Miguel Ángel Melón « …A medida que avanzaba el siglo y las crisis se sucedían, la preocupación por este cada vez más numeroso grupo de la población [campesinos equiparados económicamente a los pobres de solemnidad, estado del que incluso muchos de ellos formaron parte durante las crisis agrarias], abocado a vivir de su jornal o de la beneficencia pública …»[30].  Una línea que también es defendida por Fermín Rey, cuando alude que «… [a parte de acarrear el hambre entre los desfavorecidos] ese año malo de cosechas de 1789 traía consigo la quiebra de los más necesitados …»[31]. No es extraño por tanto, que ante la imposibilidad de dejar bienes, ese campesino arruinado se preocupase en menor medida en “dejar bien atado” unos bienes de este mundo que resultarían inexistentes, para intentar al menos la salvación de su alma en el otro.        

 

Distribución por sexo

    Si atendemos a la distribución según el sexo de las personas que testaron en dicho periodo en Mata, se observa una mayor tendencia de los hombres:

 

TESTAMENTOS

Años

HOMBRE

MUJER

Total

SI

NO

Por él

SI

NO

Por él

1700-1714

17%

7%

0%

13%

8%

1%

46%

1784-1799

10%

17%

0%

8%

19%

0%

54%

Total

17%

24%

0%

21%

27%

1%

100%

 

  Esto se corresponde con el estudio realizado por Mercedes Santillana para el partido de Cáceres y en el que alude a la diferencia de los roles atribuidos a cada sexo en los tiempos modernos; de manera que el hombre sería capaz de gestionar sus bienes, a la vez que también gestionaría de los de su mujer después de la boda.

 

Estado civil de los otorgantes

  En este sentido, decir que el volumen de las personas casadas que testan sobrepasa bastante al número correspondiente al estado de viudedad. Tan solo un pequeño número serían “mozos solteros”. Un punto éste que se da en Mata y que igualmente coincide con el estudio de Mercedes Santillana[32]. Esto, habría que interpretarlo como un intento de amparar al cónyuge ante la proximidad del fallecimiento y de escudarle ante las dificultades de un contexto socio-económico muy inestable, como lo demuestra el desamparo al que quedaban sometidas las mujeres bajo la condición de viudedad..

 

Estado de salud

  Aunque de las cifras extraídas se desprende que la mayoría de los fallecidos no estaban preparados para afrontar la hora incierta de la muerte. En este sentido, y como se expondrá en este siguiente punto, gran parte de la población no tiene efectuado su testamento y si lo tienen escrito, no dista mucho tiempo de la fecha de su fallecimiento. Por lo tanto, la preocupación ante esa “hora incierta” pareció no preocupar en exceso a la población del XVIII del espacio fronterizo de Mata, preocupándose tan solo en los últimos momentos.

  En la muestra escogida de testamentos de las zonas anteriormente citadas ( Brozas, Membrio y Alcántara) y comparada con los correspondientes libros de difuntos de dichas parroquias, se observa como el temor ante la hora de la muerte es menor del esperado. De manera que en los siguientes casos se puede observar la escasa dilatación entre las fechas en que se testa y en la que se muere:

          Catalina Flores: testa el 9 de Septiembre en Brozas y muere  el 18 del mismo mes.

          Juan Caballero: testa el 29 de Septiembre en Brozas y fallece el  30 de Octubre.

          Diego Márquez: testa el 28 de Marzo de 1764 en Membrio y muere el 13 de Mayo de dicho año.

  A parte de esta información, lo mismo se puede exponer del estudio del libro de difuntos de la localidad de Mata de Alcántara, ya que la amplia mayoría de las personas testan justo en el momento de la muerte. Igualmente, en la mayoría de los casos de muerte de repentina el fallecido no pudo testar, como ya indiqué con aquella frase «…no pudo recibir los Santos Sacramentos por haver muerto de repente, ni hizo testamento…»[33].

  En lo que respecta a la salud de los otorgantes, estos suelen estar enfermos aunque con la capacidad de decidir y organizar su testamento. De igual manera queda reflejado la situación del otorgante en el testamento «…estando enferma en cama pero sana de mi entendimiento y juizio…»[34].

  De los testamentos examinados, todos coinciden en la misma fórmula exceptuando muy contados casos. Uno de ellos es el correspondiente a Juan Gutiérrez, vecino de Mata y que testó estando «…en buena salud y en mi juicio…»[35]. Testamento realizado por la razón de que era un militar que se encaminaba por aquellos entonces hacia la guerra contra los franceses. La segunda razón que más se denota es que el resto de los individuos que testan estando en buena salud es por su nivel económico elevado, queriendo controlar su valiosa herencia.

 

Nivel cultural

  Este es uno de los aspectos que suscita controversia y múltiples debates, ya que, ¿ Como medir el nivel cultural o la capacidad de lectura y escritura de una población durante el siglo XVIII ?. En este sentido se pronuncia Francisco Aguilar diciendo que «… En España, la única base fidedigna digna de investigación son los documentos notariales [ entre los que menciona los testamentos ] susceptibles de un análisis estadístico basado en las firmas de las personas interesadas …»[36]. Basándose en estos parámetros, alude  a una capacidad del 60% de los madrileños de finales del XVIII para estampar su firma. Ahora bien, estos estudios pueden resultar engañosos, ya que esa cifra dada para Madrid no puede ser correspondida con las zonas rurales del interior o del sur.

 Para la provincia de Cáceres se han realizado cálculos al respecto, señalando los estudios de  Ricardo Luengo[37] para la zona de Plasencia durante todo el XVIII  unos niveles de analfabetización del 74%.

  Los estudios realizados en las mencionadas poblaciones de frontera durante el siglo XVIII han arrojado unos resultados del 76% de los individuos que no han sabido plasmar su firma en un documento, apareciendo de forma constante en dichos documentos la fórmula «… no firma porque dijo que no savia …». El escaso porcentaje de personas que plasman su firma en los documentos notariales hacen mención a una posición social elevada o dedicado a algún tipo de negocio. Uno de estos casos hace referencia a Diego Correa, que en su testamento hace alusión a una gran cantidad de deudores que están presente en su «… libro de caja …».

  Estos estudios basados en el número de firmas pueden resultar erróneos, ya que muchas de las personas que firman pueden saber hacerlo tan solo por reiteración, pudiendo ser analfabeto; pero también puede haber personas que no sepan firmar y que tengan un nivel aceptable de lectura. Ricardo luengo advierte en este sentido  a que «… En realidad, la capacidad de rubricar un papel podía no corresponderse con la asistencia a algún tipo de escuela sino a un simple acto mecánico aprendido con la única finalidad de firmar […] Tampoco podemos decir que el no saber firmar supondría una tara en su educación y, por ello, decir que una persona era analfabeta»37.

  El panorama, a primera vista, parece resultar desolador, ya que si las cifras nos indican un retraso cultural con respecto a la zona placentina, ésta se situaba todavía por detrás de muchas provincias españolas[38]. Y aunque se aunaron los esfuerzos por aumentar el nivel cultural tanto en el ámbito urbano como en el rural, como remedio para salir del atraso y la miseria gracias al aumento de la formación, dichas medidas parecen que no llegaron a cumplir sus objetivos. Muchas veces, este fracaso se debió en gran parte al desinterés derivado de la inestabilidad de los contextos socio-económicos y a una población anclada en los sistemas de pensamiento y productivos de corte tradicional[39].  En este sentido,  para finales del siglo XVIII Sánchez Marroyo señala un panorama cultural para España bastante pobre, señalando a su vez que «… Las grandes deficiencias de la estructura educativa, incluso en los principales núcleos de población, no permitían el acceso de la población campesina ni siquiera a los rudimentos de la instrucción elemental …»[40].

          

Nivel económico

  Los libros de difuntos de Mata de Alcántara[41], permiten la posibilidad de establecer una tabla de precios que recogen la mayoría de gastos que debe desembolsar el testamentario para costear el funeral y diversos actos:

 

PRECIOS

Derechos parroquiales: (misas, vigilias y responsos):  110 R.
Sacristán: 18 R.
Asistencia de los sacerdotes: 10 R.
Residencia del regidor: 56 R.
Testamento y papel: 7 R.
Sepultura: 50 R
Vista de testamento, más Casa Santa y Redención:  32 R.
Encargados de proveer cera: 18 R.
7 misas colecturía: 10 R.
Misa cantada: 4 R.
Misa rezada: 2 R.
Portadores de las exequias, más pregones:  32 R

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

B –  PRÁCTICAS Y  MENTALIDAD RELIGIOSA

   Una vez descrita toda la teoría en la que se exponía la voluntad de los testamentos a cerca de cómo efectuar el sepelio, en este apartado se expondrá como se plasmaron en la realidad todas esas disposiciones. A la vez que se intentará hacer un breve recorrido sobre el transcurso del funeral, desde su muerte hasta los recuerdos recogidos en las misas de cabo de año, para terminar con los niveles de superstición. Para realizar dicha descripción vamos a utilizar otra vez los testamentos de las ya citadas localidades, los libros de difuntos de Mata para medir la religiosidad y para coordinar todo ello, el estudio de Mercedes Santillana.

 

ENTIERROS

  Para detallar mejor dicho proceso haré una distinción entre la mortalidad adulta, y la infantil, especificando dentro de la adulta los diferentes procedimientos para la mayoría de los difuntos y el tipo de funeral destinado a los pobres.

 

Difuntos adultos

  Todo el proceso, desde el suceso de la muerte, en casa del difunto, hasta los recordatorios  incluidos en el cabo de año queda recogido en el oficio ordinario. En este se puede ver una evolución, tendente a disminuir las prácticas piadosas y devocionales. Pero lo que es su estructura fundamental queda inalterada, resultando ser la que permanezca como única forma de oficio ordinario a final de siglo. Un proceso en el que se ve claramente una doble vertiente, una más material, centrada en la actividad de la casa del difunto, mientras permanece su cuerpo ahí, y otra vertiente espiritual, que se corresponde con el traslado a la parroquia y al lugar de enterramiento.

  Dicho ritual empieza en la casa del fallecido, con la aplicación de los santos sacramentos, «… Recibio los Santos Sacramentos de Penitencia, Comunion y Extramauncion …». Es en este contexto donde se cuida más el aspecto material del cuerpo y en donde señala M. Santillana el cuidado prestado a la habitación y la indumentaria del cadáver. De esta presentación del cadáver por parte de la familia y escenificado con esa mortaja, los restos pasan al ataúd, siendo posteriormente trasladados al lugar de enterramiento. En este sentido, la vestimenta del cadáver cobraba gran significado en algunas ocasiones, como un símbolo que pudiese ayudar también al paso a la otra vida «… es mi voluntad que cuando Dios Nuestro Señor fuere servido sacarme de esta presente vida, mi cuerpo sea amortajado en el Avito de San Francisco …»[42].

   Una vez realizados todos los actos en la casa del difunto, el cuerpo es trasladado hacia la iglesia, en donde se le practicará el ritual de enterramiento. Situado el cadáver en dicha parroquia, comienza la ceremonia por la salvación del alma del fallecido. Al difunto se le imparte una misa cantada estando de cuerpo presente, a lo que habría que añadirle tres días de novenas. En cada uno de estos días de novenas se incluyen una misa cantada y una serie de 12 responsos, 6 de ellos cantados y que serían realizados en la iglesia y otros 6 rezados y que se efectuarían en la puerta de la casa del difunto. Mencionar, que dicho oficio practicado, es acompañado con una serie de misas por la salvación del alma del difunto o incluso devocionales, pero ese es un aspecto que abordaré más adelante.

  En Mata, como en las poblaciones cercanas se carece de cementerio civil, como se recoge de la información obtenida tanto de los libros de difuntos como de la visita de la Real Audiencia[43], debiéndose efectuar los enterramientos en la parroquia.  Los difuntos son enterrados dentro de ésta y el enterramiento ya comienza a demostrar desigualdades según el status social, ya que los más pudientes escogen las zonas más cercanas a los lugares simbólicos, como sería la zona más cercana al altar o en la pila del agua bendita. En este sentido, en los testamentos antes citados, salvo pocos casos quien eligen situarse en la capilla, el resto alude a la formula  «…en donde convenga…».

  El oficio acostumbrado en esta parroquia también recoge la actuación que se debe efectuar transcurrido un año del fallecimiento. Dicha actuación se efectuaría de la siguiente manera: medio año de responsos ofrendados, más una vigilia que incluye una misa cantada.

  Información recogida en el libro de difuntos, nos muestra un coste de todo este proceso, incluido el cabo de año, que ascendería a los 110 reales.

 

Difuntos infantiles y el sepelio de los pobres

    El párvulo y el recién nacido son enterrados de forma simple, con una ceremonia en el que se efectúa un solo oficio rezado. A partir de los 7 años comienzan a introducirse otras prácticas, enterrándose ahora con misa de cuerpo presente y con tres días de novenas.

  Los pobres fallecidos son enterrados con una ceremonia muy simple, que comprende una sola misa de cuerpo presente.

 

 

LAS MISAS

  El aspecto devocional queda bien reflejado en el transcurso del siglo XVIII en donde se refleja un fuerte retroceso del avance de la piedad a  finales de siglo. Así se puede observar esta situación en el siguiente cuadro:

 

EVOLUCIÓN DEL VOLUMEN DE MISAS

A principios de siglo:                  84%
A mediados de siglo:                 13%
A finales de siglo:                        3%

 

 

 

 

 

 

    Este descenso en el volumen de misas queda reflejado en el constante descenso de las misas devocionales y supersticiosas de comienzos de siglo. El declive se empieza a observar a mediados de siglo, acentuándose la caída en los años finales, como se puede ver:

 

 

DESCENSO MISAS DEVOCIONALES Y SUPERSTICIOSAS

Principio XVIII

Mediados XVIII

Finales XVIII

Misas de devoción

10%

2%

1%

Misas de superstición

13%

0%

0%

 

 

 Un descenso, que a parte de combatir la superstición, se debe también al intento de homogenizar el ritual, y es que en la última década la fórmula de enterramiento que aparece en  los libros de difuntos es la misma para todos los casos.

  En lo que se refiere a la distribución por sexos, se desprende una superioridad del genero masculino en la demanda de misas. Lo cual habría que ponerlo con relación a la mayor existencia de testamentos efectuados por éstos a lo largo del XVIII, superando en 6 puntos a los efectuados por las mujeres:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Distribución y evolución de las misas

  Hay que diferenciar varios aspectos, ya que muchas son producto del oficio ordinario y que dependen del volumen de fallecidos; y otras son que reflejan ese contexto de religiosidad. De manera, que nos encontramos con los siguientes campos:

 

DISTRIBUCIÓN DE LAS MISAS S. XVIII

 

Misas de entierro:                      71%
Misas de cabo de año:                4%
Misas recuerdo familiares:          3%
Misas de superstición:               11%
Misas de devoción:                      8%

 

 

 

 

 

 

 

 

Misas de entierro

  Son las misas efectuadas tanto en el propio funeral, como las misas encargadas por la salvación de su alma o las pertenecientes a los días posteriores de novenas. Así podemos diferenciar entre:

  • ·         Misas por la salvación del alma ( sin especificar ): y que son un 29% de éstas.
  • ·         Misas cantadas: con un 11%, y entre las que podemos encontrar:
    • o   Misas de sepultura: con un 18% del total de cantadas
    • o   Misas de novenas: que suponen un 82% de las cantadas
  • ·         Misas rezadas: que son un 60% de las de entierro

 

  Las misas de entierro son las que terminan perdurando a lo largo del siglo, derivado de su implicación en el oficio ordinario y dependiendo su volumen del total de fallecidos. De esta manera, podemos ver como si este tipo de misas a principio de siglo constituyen un 69% del total; a mediados su volumen es del 96%; para terminar el siglo con el 99%, prácticamente la totalidad de las misas. Pero este aumento no hay que encontrarlo en el aumento de estas misas, sino en el descenso de las otras prácticas, como se verá más adelante.

 

 

Misas de cabo de año

  Misas practicadas en recuerdo del fallecido para la salvación de su alma y que son realizadas al cumplirse un año desde el fallecimiento. Este tipo de misas son minoritarias e irán perdiendo importancia a lo largo del XVIII. De manera, que si para principios de siglo su volumen es del 4%, a mediados tan solo significan un 1%, para desaparecer a finales.

 

Misas de recuerdo a familiares

  Misas dedicadas para la salvación del alma de los familiares y que también ocupan un escaso lugar dentro del total de las misas. Su evolución también refleja una fuerte caída; de un 6% a comienzos, pasaron a desaparecer directamente antes de la llegada del final del XVIII.

 

Misas de superstición

  Este es uno de los aspectos que resultan más atractivos analizar con el transcurso del siglo XVIII, ya que es este tipo de información resulta clave para poder analizar la religiosidad y la mentalidad popular. Vemos como su volumen total no es muy grande, aunque si cobraron importancia a comienzos de siglo, pasando de una inicial importancia con un 13% del total de misas a la práctica desaparición en los siguientes años.

  Dentro de estas misas hay que destacar los dos tipos que se dan en Mata de Alcántara: las dedicadas a San Amador y los grupos de 33 misas que hacían alusión a la edad de Cristo. Este tipo de misas tuvieron su mayor demanda coincidente con los mayores desastres de la guerra a principios de siglo, notándose un rebrote bajo los contextos críticos (hambrunas). Son unas misas, consideradas como supersticiosas, y que mediante las diferentes visitas realizadas tratan de reducir su número y su influencia, lo que queda reflejado en su caída.

 

Misas de devoción

  Misas que indican la devoción popular a los diferentes santos y que reflejan el nivel de religiosidad de la población. Su aportación al total de las misas es escaso, pero su permanencia llega hasta final de siglo. Pero, aunque su aportación es muy pequeña al total, dentro de estas misas devocionales nos encontramos con una amplia diversidad.


Las demandas más recurridas:

 

 

 Con respecto a la evolución de este tipo de prácticas, se pueden ver como sufren un descenso continuado, aunque no tan pronunciado como las misas de superstición. De manera que si el volumen total era a comienzos de siglo del 10%, a mediados suponen un 2% para desaparecer en los años finales.

Si se observa la distribución de las misas los grupos más numerosos se corresponden a una tónica común tanto en Mata como en las poblaciones cercanas como Membrio o Brozas, como es la demanda de misas por las penitencias mal cumplidas[44] o los santos de su devoción. La gran demanda debida a la Virgen de Gracia se debe a que ésta es la patrona del pueblo y por tanto la devoción más seguida en Mata.

  El siguiente grupo de misas, que rondan entre el 5 y el10% incumbe a santos que atañen a las distintas cofradías de dicha población, como las que hacen referencia a la Cofradía del Carmen o la del Rosario. La menor intervención de estas cofradías[45] en la vida religiosa se debió en gran parte al endeudamiento creciente que fueron sufriendo; de esta forma queda reflejado en la documentación de las diferentas visitas realizadas por los miembros de dichas cofradías y en las que se alude, como es el caso de la del Carmen, a que «…es un gran pesar que una suma tan considerable [de dinero] no se invierta en los piadosos fines de su destino…»[46].

  Por último, las misas que ocupan porcentajes inferiores al 5% son debidas a la devoción personal que cada individuo pudo tener. En este sentido aparecen misas dedicadas a santos tan dispares como San Pedro o las dedicadas a la Virgen de Copacabana, lo que denota un amplio espectro de creencias. .

 

 

PRACTICAS RELIGIOSAS

  La religiosidad no solo se percibe por el número de misas devocionales o supersticiosas, sino también por las prácticas realizadas por la población y sus actitudes ante el trance de la muerte. Si atendemos a las diferentes prácticas religiosas realizadas, hay que destacar una serie ofrendas que se correspondían con la entrega de: pan, vino y cera, y que debían de ser entregadas durante los días de fiestas religiosas. Esta práctica llega a cobrar tanta importancia a principios de siglo, que llega a ser incluida temporalmente como una práctica más dentro de los actos del oficio ordinario. Posteriormente, su práctica será menor, quedándose reducida a una mención ocasional dentro del medio año de responsos, para el año de recordatorio de difuntos. Dejando ya de ser ofrendas realizadas en los días festivos.  Aunque la tónica general de estas prácticas será la misma que la de las misas de devoción.

 

 

RELIGIOSIDAD E ILUSTRACIÓN

  Parece que la  religiosidad sufre una caída durante el periodo que comprende el desarrollo de las ideas ilustradas. En este sentido, Antonio Mestre[47] alude a la obra de Feijoo. En las ideas de Feijoo se vislumbra un interés por los cambios, intentando hacer más racional la religión. Para ello lanza una crítica sobre la opinión del vulgo o la ignorancia y contra la devoción. Se trata de una defensa de la lógica y la racionalidad ante una sociedad devota e impregnada de una fuerte religiosidad.

  Pero estas ideas ilustradas, que si ya de por sí fluyen con problemas por la mayoría de  España, encontrarán más dificultades de difusión en el interior peninsular. Además, como señala P. Atard[48], de las ideas de Feijoo se denota cierto desprecio de los intelectuales ante la forma de pensar de la gran masa, pudiendo llegar a causar rechazo entre ambos mundos. Y es que como sigue señalando P. Atard, con la llegada de los ilustrados se acentuó la división entre unas minorías elitistas con capacidad para acceder a la cultura, y la gran mayoría de la población que estaría al margen de todo este movimiento.

  Se produciría una continuidad del pensamiento rígido y conservadurista por parte de la mayoría de la población. Pensamiento que es producido por la pervivencia de las estructuras tradicionales del pensamiento y que crearon profundas raíces en Extremadura. De esta manera, el tránsito a la muerte, como queda reflejado en las diferentes fórmulas aparecidas en los testamentos y la devoción que de ellos se desprende, está fuertemente ligado a la ideología católica cristiana. Ya lo dijo Antonio Mestre cuando aludió que «… Frente a la idea de un Siglo Ilustrado, dominado por la razón, los españoles del XVIII aparecen inmersos en unos presupuestos mentales propios de una sociedad sacralizada …»[49].

  Ese “sentido católico de la existencia” por parte del individuo hace que muerte y cristianismo se conviertan en complementarios y puestos en práctica mediante toda una serie de ritos preparados para facilitar el trascendental paso a la otra vida. Un viaje, para el cual el individuo trata de quedar todo corregido en este mundo mediante la elaboración de dicho testamento, de forma que en el momento de la muerte su alma se encuentre en paz para iniciar su largo camino. Una necesidad, que si bien está latente en la mayoría de la población, no muestra una excesiva preocupación, ya que parecen desentenderse por estos asuntos hasta que su muerte es muy evidente.

  La reducción de las prácticas devocionales, por tanto, va a ir encaminada hacia un intento de reestructuración dentro de la organización eclesiástica, más que por variaciones en el pensamiento de la población. Un cambio que iría orientado hacia la unificación del rito funerario frente a las diversas prácticas adoptadas por cada parroquia en las diferentes poblaciones. Este cambio producido por el clero, serviría para unificar el ritual y no tanto en buscar una fe más racional entre sus feligreses. Como alude Lynch, frente a todo el conglomerado de creencias, devociones, cofradías, órdenes, etc. que padecía la población española del XVIII, sobre todo la del ámbito rural, se intentó instaurar unas prácticas religiosas que reflejaran una tendencia centralizadora y homogénea en el culto[50].

   En este sentido, Mª. Victoria López-Cordón[51], alude al intento de control que el clero realiza sobre la comunidad. Una comunidad que está muy influida por los aspectos religiosos y en la que la Iglesia trata de asumir y reorganizar la estructura social, surgiendo así un clero que trata de reformar los diferentes aspectos de la vida comunitaria donde se encuentra inserto. Para ello, la Iglesia utiliza una de sus mejores armas de propaganda, la predicación[52].

  Quizás, un texto que refleje bien ese distanciamiento entre ese pensamiento ilustrado, elitista y proveniente del exterior, y la mayoría de una masa de población que conserva esa religiosidad tradicional, es el correspondiente a un viajero inglés, William Bleckford, que de viaje por Extremadura a finales del XVIII escribió lo siguiente:

  « …El escribano, que hace de juez y jurado en la aldea, tuvo la amabilidad de acomodarnos en su casa, y fue tan cortés que no nos incomodó con su presencia. Es hombre de la más grande devoción y campeón incansable de la Inmaculada Concepción. Vi en sus habitaciones tres grandes mamotretos sobre este misterioso tema.

  Mientras los muleros enjaezaban los animales con jaeces medio podridos, yo hojeé un libro pequeño y viejo de mi devoto anfitrión, lleno de las más deprimentes supersticiones y titulado Espejo de cristal fino y Antorcha que aviva el alma, y yo leí hasta que se me embotó el alma de horror. Muchas de sus páginas están llenas de descripciones del estado en el que el autor nos imagina en cuanto morimos. Supone el cuerpo consciente de cuanto le ocurre en la tumba, capaz de sentir la diferencia entre su antigua estancia, caliente y cómoda, y el suelo pestilente y frío del cementerio. Consciente de su repulsiva putrefacción que le invade y de la voz del Ángel que le acusa, recapitula sus pecados y le conmina al juicio de Dios…»[53].    

 

 

 

CONCLUSIÓN

  No quisiera que mi estudio sobre la muerte y los posicionamientos mentales en esta o estas poblaciones de frontera hayan resultado un cuantioso y frío baile de nombres y números. Mi intención ha sido la de descubrir y personalizar las actitudes adoptadas por una población, por una sociedad. De ahí también la importancia por conocer el contexto que la acompañó durante todo su transcurso en el XVIII, viendo y analizando sus peculiaridades.

  Unas cifras que encierran a personas de la más diferentes condición, educación e ideología; por lo que más que el recuento he pretendido modestamente transmitir que era lo que pensaban y sentían dichas gentes. Es como aludía Julio Valdeón, un intento de alejarse de las cifras para tratar de introducirse dentro de lo que denominó como la “psicología colectiva de una época”.

  Y es que, como  he querido transmitir, existía toda una masa de población en un espacio fronterizo y conflictivo carente de recursos, y que fácilmente se abandonaría a la superstición y a las prácticas tradicionales durante los contextos difíciles[54]. Como se ha podido observar, la angustia que debió apresar a esos individuos debió ser enorme ante la carestía de alimentos, la imposibilidad de acometer los pagos o los desastres acaecidos durante una guerra. Aunque el escaso y deficiente sistema educativo en la España del XVIII, y más concretamente el extremeño, influyera en gran medida en estos posicionamientos mentales, es difícil no considerar la desesperación sufrida por unos padres incapaces de alimentar a sus hijos o la de una familia que vive en la incertidumbre del tiempo para poder sobrevivir; no siendo extraño que ante estos contextos de gran necesidad, las gentes recurrieran a la forma de pensar y de actuar de corte tradicional y populista. Como dice Henry Kamen «… [la tradición popular] de la gente de las aldeas se había contado siempre con la posibilidad de buscar soluciones extraoficiales a los problemas de todos los días … [con unas prácticas] que llegaban allí donde no llegaban ni la religión ni la medicina …»[55]. En estas poblaciones, el intento de buscarse protección en los santos y en las creencias populares es evidente, tan solo hay que mirar las cientos de invocaciones y procesiones realizadas en contextos de sequías y hambrunas[56].

  Y es que, el hombre es un animal que necesita creer en algo que le dote de seguridad interna (religión, creencias, ideologías …). Como aluden parte de los antropólogos actuales, como es el caso de Marvin Harris[57], cuando propone que la religión se da en cualquier parte donde el hombre tenga que enfrentarse al miedo del paso de la vida a la muerte, creando la existencia de almas, espíritus o dioses. Unas creencias que están presentes en la mayoría de las culturas existentes, siendo el resultado de una experiencia subjetiva y que busca su propio interés o beneficio mediante la intervención de éstas. Todo un planteamiento que termina desembocando en una “doctrina de la retribución”, según la cual hay para el alma una serie de premios y castigos que dependen de lo que haya merecido durante su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

FUENTES MANUSCRITAS

Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Protocolo, leg.: 822, 2567, 4071, 1694, 3195, 1694, 977.

 

Archivo Diocesano Cáceres: LIBRO DIFUNTOS: Mata de Alcántara: 11, 12 y 13. Membrio: 21 y 22. Brozas: 33 y 34. LIBRO COFRADÍAS: Mata: 14, 15, 16 y 18.

 

OBRAS

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Kamen, Henry. La sociedad europea (1500 – 1700). Ed. Alianza. Madrid, 1986.

 

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Rey Velasco, Fermín. Historia económica y social de Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Universitas Editorial. Badajoz, 1983.

 

Rodríguez Cancho, Miguel. La villa de Cáceres en el siglo XVIII: demografía y sociedad. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1981.

 

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Santillana Pérez, Mercedes. La vida: Nacimiento, matrimonio y muerte en el partido de Cáceres en el siglo XVIII. Institución cultural El Brocense, Cáceres, 1992.


[1] Lynch, John. La España del siglo XVIII. Ed. CRITICA. Barcelona, 1991 (p. 6).

[2] Melón, Miguel Ángel. Extremadura en el Antiguo Régimen: economía y sociedad en tierras de Cáceres, 1700-1814. Ed. Regional de Extremadura Badajoz, 1989.  (p. 53)

[3] Rey Velasco, Fermín. Historia económica y social de Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Universitas Editorial. Badajoz, 1983 (p. 16)

[4] Blanco, José Pablo. Demografía, familia y sociedad en la Extremadura moderna 1500-1860. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1999. (p. 158)

 

[5] En referencia al debate producido sobre el crecimiento demográfico peninsular durante el siglo XVIII. Unos diferentes modelos de crecimiento recogidos en:  “El siglo XVIII recuperación y nuevo crecimiento. (pp. 552-707)”. Marcos Martín , Alberto. España en los siglos XVI, XVII y XVIII (Economía y sociedad). Ed. Crítica. Barcelona, 2000.

[6]Melón , Miguel Ángel, Ibíd. (pp. 53-59)

[7] Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Planos guerras y frontera: la Raya luso-extremeña en el archivo militar de Estocolmo. Gabinete de Iniciativas transfronterizas, 2003.

[8] Melón , Miguel Ángel, Ibíd..  (p. 165)

[9] A. H. P. CÁCERES, leg. 822

[10] Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Ibíd..

[11] “E he ella  de tanta importancia que convem por todo o cuidado em a conservar porque he uma porta que emquanto estiver aberta, nao so se perde este partido de Alcántara he uma toda a estremadura, porque este era el sillerio de que se sustentava Alburquerque, e Arronches e Badajos”. Extracto recogido en: Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Ibíd.. (p.52)

[12] Domínguez Ortiz. Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Ed. Ariel, 1976. (pp. 65-83)

[13] Melón, Miguel Ángel,  Ibíd.  (p. 65)

[14] Blanco, José Pablo. Ibíd.. (pp. 153-200)

[15] Rodríguez Cancho,  Miguel. La villa de Cáceres en el siglo XVIII: demografía y sociedad. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1981. (p. 261)

[16] Bronislaw Geremek. La piedad y la horca: historia de la miseria y de la caridad en Europa. Ed. Alianza, 1989.

[17] Domínguez Ortiz. Ibíd.. (pp. 402-429 )

[18] A. H. P. CÁCERES, leg. 2567

[19] Sánchez Marroyo,  Fernando, en “Extremadura en el tránsito de dos siglos”, incluido en: Maria Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura (en los libros de los viajeros ingleses desde 1760 a 1843). Ed. Imprenta “La Victoria”. Cáceres, 1995 (p. 14).

[20] En alusión a la concentración de la propiedad por parte de los más poderosos en detrimento de los más desfavorecidos, creándose procesos de bipolaridad social. José Pablo Blanco, Ibíd.. (pp. 329-337)

[21] Rey Velasco, Fermín, Ibíd.. (p. 76)

[22] Archivo Diocesano Cáceres, Mata de Alcántara, Libro de difuntos Nº12

[23] Parálisis o pérdida del movimiento de algunas partes del cuerpo. Rodrigo Cortés, Revista Acta Estrabológica. 1988, Nº 16 (pp. 63-67)

[24] Archivo Diocesano Cáceres, Mata de Alcántara, Libro de difuntos Nº 11

 

 

[25] A. H. P. CÁCERES, leg. 3446

[26] “Esta opción debe de ser considerada como bastante normal dentro de estas poblaciones, ya que la mayoría carecía de cementerio civil, como se refleja de la información recogida por la Real Audiencia”. Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Edición a cargo de Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos. Asamblea de Extremadura, 1993.

[27] A. H. P. CÁCERES, leg. 977

 

[28] Aguilar Piñal, Francisco. La España del Absolutismo Ilustrado. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2005 (p. 83)

[29] Archivo Diocesano Cáceres, Libro de difuntos, Mata de Alcántara Nº 12

 

[30]  Melón, Miguel Ángel, Ibíd. (pp. 394-403)

[31] Rey Velasco, Fermín, Ibíd..

[32] Santillana Pérez , Mercedes. La vida: Nacimiento, matrimonio y muerte en el partido de Cáceres en el siglo XVIII. Institución cultural El Brocense, Cáceres, 1992 (pp. 145-161)

[33] Archivo Diocesano, Mata de Alcántara, Libro difuntos Nº 12

[34] A. H. P. CÁCERES, leg. 822

[35] A. H. P. CÁCERES, leg. 4071

[36] Aguilar Piñal, Francisco, La España del Absolutismo Ilustrado. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2005 (p. 117)

[37] Luego Pacheco, Ricardo, Libros y lectores en Plasencia (Siglos XVI – XVIII). Ed. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2002 (pp. 87-104).

 

[38] En comparación con las cifras mostradas por  Fernando Aguilar, Ibíd.. (pp. 117-146)

[39] En este sentido, destacar el interés mostrado por personajes ilustrados como Jovellanos, el cual, en su intento de renovación de las estructuras productivas aludió a que el remedio al atraso estribaba en el fomento del estudio, extendiéndolo tanto a los propietarios como a labradores. En palabras del propio Jovellanos «… Se trata de disminuir la ignorancia de los labradores, o por mejor decir, de multiplicar y perfeccionar los órganos de su comprensión. La sociedad no desea sino el conocimiento de las primeras letras, esto es, que sepan leer, escribir y contar …». Jovellanos, Informe sobre la Ley Agraria. Ed. Cátedra. Madrid, 1986. (pp. 295-304)

[40] Sánchez Marroyo, Fernando, Ibíd.. (p. 14).

[41] Archivo Diocesano, Mata de Alcántara, Libro difuntos Nº 12

[42] A. H. P. CÁCERES. Leg. 822

[43] Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Edición a cargo de Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos. Asamblea de Extremadura, 1993.

[44] Explicado en la pagina 12. En torno a la “idea católica de la existencia” expuesta por Francisco Aguilar y la creencia en la idea de perdón en la mentalidad religiosa de la España del XVIII.

[45] Proceso propio de la pedanía de Mata, pero al que habría que unir la promulgación de medidas contra las manifestaciones públicas de unas formas de piedad “grotescas y públicas” durante la Semana Santa u otro periodo, como era el caso de los disciplinantes. Extraído de Francisco Aguilar, Ibíd.. (pp. 83-90)

[46] Archivo Diocesano Cáceres. Libro Visita Cofradía del Carmen Nº 15

[47] Mestre Sanchis, Antonio. La Ilustración española. Ed. Arco libros, 1998.

[48] Palacio Atard,  “La reforma de las mentalidades” (pp. 71-76). En: La España del Siglo XVIII, UNED. Madrid, 1978.

[49] Mestre Sanchís, Antonio, “La intolerancia doctrinal en el siglo XVIII” (PP. 89-107), Incluido en: Instituciones de la España Moderna, Coordinado por Enrique Martínez. Ed. Actas. Madrid 1997.

[50] John Lynch, Ibid. (pp. 241-252)

[51] López-Cordón, M. Victoria: “Predicación e inducción política en el siglo XVIII. Fray Diego José de Cádiz.” Recogido en: HISPANIA, Revista española de historia, Nº 138 –pp. 71/121-.

[52] Como señala Domínguez Ortiz, este grupo de eclesiásticos sería el dedicado a introducir las reformas comunitarias dentro del ámbito rural, a modo de un “cuerpo de funcionarios”. Domínguez Ortiz. Ibíd. (pp. 359-402)

[53] William Beckford (pp. 177-193). Incluido en: María Dolores Maestre, 12 Viajes por Extremadura. Ed. La Victoria. Plasencia, 1995.

[54] La información al respecto nos muestra numerosos casos de angustia y compadecimiento colectivo. Familias en la más completa miseria como la hallada en Membrio «… huérfanos como mejor proceder digo que los dichos se hallan desnudos y padeciendo grandes necesidades y son menores de edad …» serían un enorme caldo de cultivo para la adopción de unas pautas de comportamiento de corte marginal y populista. A. H. P. CÁCERES, leg. 1694.

[55] Henry Kamen, La sociedad europea (1500 – 1700). Ed. Alianza. Madrid, 1986 (p. 210).

[56] Casos en este sentido son muy abundantes con los santos del lugar. Unos de los sucesos más llamativos lo tenemos en Madrid en 1738, cuando tras una sequía y sacado el santo comenzó a llover, acordando el ayuntamiento de la capital tenerle por patrono y asistirle en los cultos dedicados a su festividad. Francisco Aguilar, Ibíd. (pp. 83-90).

[57] Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura.  Ed. Siglo XXI. Madrid, 2003.

Nov 022013
 

Mª Ángeles Sánchez Rubio y Rocío Sánchez Rubio.

                                                                                                  

El presente trabajo pretende desvelar un aspecto poco conocido de la trayectoria vital del que fuera obispo de Plasencia durante buena parte del siglo XVI, don Gutierre de Vargas Carvajal. Cuando el obispo se encontraba en el ocaso de su vida, pocos meses antes de morir, protagonizó un singular episodio que terminaría por afectar muy directamente a la ciudad de Trujillo y a algunos de los lugares que por entonces conformaban su tierra. Entre el verano y el otoño de 1558, Don Gutierre concertó con la Corona la compra de un lote considerable de lugares pertenecientes a la jurisdicción de Trujillo que incluía a Madroñera, Madrigalejo, Avililla, El Guijo, El Puerto, Abertura, Marta, Torrecillas, Piedrahitilla y Alcaria, además de  los lugares de Vallecas y Velilla, en la tierra de Madrid. Se trataba de una gran operación desamortizadora que arrebataba a Trujillo, la ciudad cabecera, algunas de las aldeas más importantes de su jurisdicción originando tensiones y conflictos entre las partes implicadas. La muerte de don Gutierre, en plena tramitación de la venta, modificó en parte la compra original, que finalmente se llevó a efecto con algunos cambios y nuevos protagonistas, entre los que se encontraban el propio hermano del obispo y algunos vecinos de Trujillo de los que dos disfrutaban de regidurías en el concejo de la ciudad. Estos dos regidores convertidos en titulares de los nuevos señoríos habían participado muy estrechamente con los Pizarro en la conquista del Perú, perteneciendo al selecto grupo de “los de Cajamarca” que habían retornado a la ciudad enriquecidos tras su experiencia americana. Aunque los hechos que vamos a relatar tuvieron lugar en un periodo relativamente corto, lo que aconteció a lo largo de aquellos meses resultó de enorme trascendencia para el futuro de numerosos pueblos de la tierra trujillana, al afectar a su estatus jurisdiccional alterando significativamente sus relaciones políticas, sociales y económicas. Durante aquellos días se vivieron jornadas muy intensas en Trujillo y grandes tensiones en el seno de su gobierno local. Entre los regidores que debían velar por los intereses de la ciudad se encontraban algunos de los señores que terminarían por adquirir las nuevas villas. Este comportamiento desleal de algunos miembros del cabildo no pasaría de ser un episodio aislado en el anecdotario del ayuntamiento si no fuera por el hecho de que casi todos los regidores habían pretendido, a espaldas del concejo, convertirse en señores de vasallos a la muerte del obispo don Gutierre. Estas maniobras moralmente incompatibles con la pertenecia a la institución concejil  terminarían por salir a la luz ante el desconcierto y la perplejidad de la máxima autoridad de la ciudad, el corregidor.

Son muchos los autores que se han acercado a la figura y a la obra de este complejo y polifacético personaje que tanta huella dejó en la diócesis de Plasencia. Su actividad pastoral y benéfica, su importante mecenazgo artístico, su asistencia al concilio de Trento que tanta impronta dejó en él, el patrocinio de un viaje exploratorio a la Patagonia que se saldó con el descubrimiento del Arauco, o la capilla funeraria que fundó junto a la parroquia de San Andrés en Madrid para el descanso de su familia, han sido temas de interés para una historiografía muy extensa sobre el prelado placentino que se remonta muy atrás en el tiempo. Sin embargo, apenas hemos encontrado referencias en la bibliografía antigua y moderna a esta transacción que el obispo protagonizó en un momento crítico de su existencia, cuando se encontraba ya muy enfermo y le quedaban pocos meses de vida. Ello a pesar de la abundante documentación que sobre este tema se conserva en el Archivo Municipal de Trujillo y en el Archivo General de Simancas donde se custodian los documentos que originaron las ventas efectuadas al obispo. En un reciente trabajo donde abordábamos la política de enajenaciones que afectó a la demarcación trujillana durante el siglo XVI[1], ya tuvimos ocasión de aludir tangencialmente a la figura de don Gutierre y a las compras de lugares que el obispo efectuó en 1558. Quedaron, sin embargo, en ese trabajo numerosos cabos sueltos, hipótesis que por razones de tiempo y espacio no pudimos confirmar y documentación sin consultar que debíamos buscar e incorporar. La oportunidad de estos Coloquios dedicados a don Gutierre en el V centenario de su nacimiento ha sido, qué duda cabe, un aliciente para nosotras a la hora de abordar una nueva investigación centrada, ahora sí, en aquellos episodios que tanta trascendencia tuvieron en la historia de Trujillo y en las poblaciones que se vieron afectadas. 

El territorio y los lugares que configuraron jurisdiccionalmente la tierra trujillana desde la Baja Edad Media la convirtieron en la segunda Comunidad de Villa y Tierra más grande de Extremadura: incorporaba una extensa superficie de más de 300.000 has. y un total de 31 aldeas y lugares vasallos que se encontraban supeditados política, fiscal y económicamente a la ciudad de Trujillo[2]. La mayoría constituían núcleos de población de cierta entidad que terminaron por constituirse en concejos, incluyendo también otros asentamientos de menor tamaño que, con un grado de desarrollo escaso, fueron agrupados desde el punto de vista fiscal bajo el epígrafe de “Aguijones y Colgadizos[3]. Trujillo, la ciudad cabecera, ejercía sobre su tierra un señorío que se encontraba amparado por ley. El dominio jurisdiccional sobre su amplio término fue ejercido por la ciudad mediante diversas estrategias de poder que no siempre transcurrieron por cauces pacíficos ni estuvieron exentas de problemas. Sin embargo, las relaciones intercomunitarias en la tierra trujillana comenzaron seriamente a deteriorarse en el siglo XVI cuando las necesidades dinerarias de la Corona precipitaron la política de enajenaciones que sobre su real patrimonio se llevaron a efecto. A lo largo de esta centuria, los reyes procedieron a vender todo lo vendible, vasallos, pueblos, baldíos, oficios, hidalguías y rentas, con el objeto de remediar los graves problemas de la hacienda regia ocasionados por la costosa política imperialista de los Austrias. Ello a pesar de los privilegios otorgados por los monarcas a diversas ciudades castellanas, entre las que se encontraba Trujillo, de no vender lugares de su jurisdicción y de las promesas que sus antecesores y ellos mismos habían realizado al Reino de no alienar el patrimonio real[4].

Cuando el obispo don Gutierre de Vargas inició los trámites para comprar a la Corona alguno de los lugares de la Tierra de Trujillo, no era la primera vez que la ciudad se enfrentaba al dilema de perder parte de su jurisdicción. En 1538, Carlos I había concedido a Cañamero y a Berzocana sendos privilegios de villazgos mediante el desembolso de 6.000 ducados[5], pese a la oposición de Trujillo que puso todo su esfuerzo económico y diplomático para impedir la pérdida de dos de sus lugares más importantes y de mayor valor. De esta manera comenzaba a reducirse el poder jurisdiccional de Trujillo sobre su amplio distrito a la par que se incoaban larguísimos pleitos entre las nuevas villas y la ciudad tanto por límites territoriales como por cuestiones de competencia. Consumadas las ventas, Trujillo sólo pudo arrancar de la Corona la promesa de que no volverían a venderse lugares de su tierra, aunque con la contrapartida de entregar, a modo de donativo, la suma de 6.000 ducados. Esta carta de privilegio a la ciudad trujillana sería otorgada en Barcelona por el rey Carlos el 16 de abril de 1539 siendo ratificada años después por su hijo Felipe[6].

Sin embargo, los acontecimientos internacionales se encargarían de convertir dicha promesa en papel mojado a pesar de los esfuerzos de los representantes de la ciudad por recordarla en cuantas ocasiones se fueron presentando. Aquel contrato que tanto dinero había costado a Trujillo parecía de nuevo incumplirse cuando el obispo don Gutierre inició los trámites para adquirir varios de los lugares de la tierra trujillana, ante la impotencia de una ciudad que intentó frenar sin éxito aquel proceso disgregador. Coincidía el momento con la reciente proclamación como rey de Felipe II quien además de heredar los numerosos dominios de su padre[7] se hacía cargo de una situación financiera verdaderamente lamentable. La coyuntura internacional era también muy convulsa complicando aún más la situación. En septiembre de 1556 el pontífice y el rey de España se declaraban la guerra y a finales de enero de 1557 se volvían a enfrentar el Rey Prudente y Enrique II de Francia tras una precaria tregua; estos conflictos se sumaban a los ya existentes en otras partes de Europa y en el Mediterráneo.

Desde 1556 hasta el verano de 1559 el rey Felipe gobernó desde los Paises Bajos teniendo a su hermana doña Juana como regente en España. Como sucediera en el pasado con el Emperador, también ahora la mayor parte del esfuerzo financiero para solventar las crecientes necesidades dinerarias de la Corona recayeron sobre la hacienda castellana. Los numerosos frentes de guerra exigían proveer de dinero y tropas arbitrándose diferentes medidas. Entre los recursos extraordinario que se ponen en marcha hay que mencionar la venta de privilegios de varios géneros entre los que se incluyeron las ventas de vasallos y lugares a particulares a costa de la reducción del realengo[8], ello a pesar de las quejas del Reino que demandaban que dichas medidas se revocaran ante la ruina del patrimonio real.

En 1558 desde Bruselas Felipe II autorizará a su hermana Juana a iniciar las ventas de vasallos, villas, lugares y fortalezas sin posibilidad de rescate, a diferencia de las efectuados por el emperador. Estas ventas irreversibles autorizadas –cuya renuncia a la facultad de rescatar se expresa claramente en los documentos- serían aprovechadas por quienes disponían de rentas suficientes para acceder a su propiedad y establecer su dominio. Entre los principales compradores se encontraban prelados, prestamistas, arrendatarios de rentas reales, grandes funcionarios, predominando sobre todo los miembros de la nobleza[9]. Personaje fundamental en las compras efectuadas en la tierra de Trujillo será don Gutierre de Vargas Carvajal, protagonista, como ya hemos adelantado, de una importante operación cuya intencionalidad real no podemos conocer con seguridad. Existen algunos interrogantes que la documentación no ayuda a despejar del todo sobre las verdaderas intenciones del prelado a la hora de comprar los lugares que solicitó a la Corona. Ni la edad ni las circunstancias vitales del obispo, que por entonces se encontraba ya cercano al final de su vida, parecen corresponderse con este negocio aparentemente tan mundano que fue tramitado por su hermano Juan de Vargas, oidor en la Chancillería de Valladolid. Los autores que se han acercado a la biografía de don Gutierre coinciden en señalar que en su vida hubo un antes y un después de su asistencia al Concilio de Trento entre 1551 y 1552. Su contacto con la Compañía de Jesús y el poso espiritual que dejó en él el Concilio tridentino fue un gran revulsivo para el obispo que tuvo su lógico reflejo en la intensa actividad pastoral y benéfica que despliega a partir de entonces[10].

A medida que hemos ido conociendo los detalles de la transacción protagonizada por don Gutierre nos hemos ido reafirmando en la idea de que otros personajes secundarios tenían más importancia en esta historia de lo que las fuentes en principio daban a entender. Entre ellos, hemos de mencionar a don Juan de Vargas, el hermano oidor que llevó personalmente las ventas y que terminaría por posesionarse de algunos de los lugares. Otro tanto cabría decir del regidor y perulero de Trujillo, Alonso Ruiz -de quien nos ocuparemos más adelante- a quien el obispo revendió personalmente el lugar de la Madroñera antes de morir. Aunque con diferente protagonismo, también tenemos que aludir a la figura de don Francisco de Carvajal, el hijo que el obispo tuvo en su juventud y que fue legitimado por su padre días antes de fallecer[11]. No cabe duda de que don Gutierre pensaba también en este hijo cuando se dispuso a hacer las primeras compras.

El 1 de junio de 1558, don Juan de Vargas Carvajal, oidor de la Real Chancillería de Valladolid, procede a realizar en esta ciudad un acuerdo de compra con la Corona en nombre de su hermano, el prelado placentino[12]. Don Gutierre adquiría un primer lote de tierras, vasallos y rentas constituido por el lugar de Velilla, en tierra de Madrid, el lugar de Madroñera, en la jurisdicción trujillana, y las alcabalas de ambos lugares, así como las de la villa de la cual era ya señor en su condición de obispo de Plasencia, Jaraicejo. Dicha compra será confirmada pocos días después, el 7 de junio, por la Princesa Gobernadora, doña Juana, en ausencia de su hermano el rey Felipe II. El valor de lo adquirido sería concretado tras llevarse a cabo las averiguaciones que habrían de llevarse a efecto y que deberían fijar el número de vecinos de ambos lugares (por los que se pagaría a razón de 16.000 mrs. por vecino) y el valor de las alcabalas de los tres núcleos en los 6 años anteriores, para poder realizar una media que fijaría la cantidad por la que el obispo se comprometía a pagar 42.500 mrs. por cada millar. Se pone así en marcha un proceso que no difiere de otros que se están llevando a cabo en la Corona de Castilla según  el poder que para ello Felipe II había dado a su hermana desde Bruselas en abril.

¿Por qué esta compra en un momento en el que iniciar el proceso de creación de un señorío particular, desligado de los intereses de la sede placentina, no parece encajar en la situación vital del obispo don Gutierre?. Tendemos a creer que no era esa creación la intención del obispo y que la compra debe relacionarse precisamente con los cambios ya mencionados que sufre en su vida tras la asistencia a Trento y los contactos con los jesuitas, así como con el estado de su salud, ya muy precaria incluso antes de iniciar ese viaje[13]. Estos dos hechos es posible que movieran al prelado a poner en marcha un proceso de “puesta en orden” de sus asuntos tanto espirituales como terrenales y en este apartado solucionar las “cuentas pendientes” que su no muy ejemplar vida le había deparado. Y decimos esto porque una parte importante de esta primera adquisición del obispo formaría el legado que don Gutierre deseaba dejar a su hijo, don Francisco de Carvajal, y del cual le hará donación pocas fechas antes de partir desde Madrid a Jaraicejo en el que será su último viaje. Pero no adelantemos acontecimientos.

Realizada la compra, se satisface el pago del primer plazo, 10.000 ducados de oro por los que se redacta carta de pago el 20 de junio, a cuenta de lo que sin duda será una importante suma una vez realizadas las averiguaciones que determinen el montante total. Como nuevo señor de las villas de Velilla y Madroñera, el obispo adquiere toda la jurisdicción que hasta entonces competía a los concejos de Madrid y Trujillo, aunque se mantiene con ellos la comunidad en cuanto a aprovechamientos de montes y pastos indicándose que en estos aspectos “no se ynova cosa alguna sino que gozen como hasta aquí han gozado dellos los unos y los otros”. Al obispo corresponderán a partir de entonces los nombramientos de los distintos oficiales del concejo y las nuevas villas contarán con los emblemas que les acredita su exención de la justicia madrileña y trujillana: horca, picota y cepo.

La pregunta que nos planteamos es ¿por qué estos lugares?. Pese a su larga estancia en tierras placentinas como obispo de esta diócesis, don Gutierre se siente unido a Madrid y es ahí donde desea que descanse su cuerpo y donde realiza el monumento funerario que acogerá sus restos y los de sus familiares más cercanos. Por ello no es de extrañar la elección de un núcleo de la tierra madrileña –que no será el último- sobre todo si suponemos que en su mente puede estar que dicho lugar recaiga en las manos de su hijo don Francisco, regidor en ese momento de la villa de Madrid. No necesita explicación el interés del obispo por la villa de Jaraicejo. Es señor de la misma como prelado placentino, conoce el valor de sus alcabalas y han sido continuas sus disputas con el Cabildo de la Catedral por la posesión de la villa.

En cuanto a la tierra de Trujillo, espacio que conoce bien a través de las visitas a los núcleos de la diócesis, el lugar que primero despierta el interés de don Gutierre es el entonces pequeño núcleo de Madroñera. Este lugar cercano a Trujillo, que no contaba con la entidad jurídica que le hubiera supuesto ser uno de los concejos de la tierra y por tanto tener una estructura de tal, había iniciado un lento crecimiento de población desde finales del siglo XV y a efectos impositivos estaba englobado, junto a Torrecillas, Centenera y Aldeanueva, en la agrupación que Trujillo denominaba como “Colgadizos”[14]. Ese interés del obispo por Madroñera nos resultó extraño desde el inicio de nuestro estudio, máxime cuando meses más tarde procederá a realizar un traspaso mediante carta de venta de dicho lugar a Alonso Ruiz, regidor de Trujillo y, como veremos, viejo conocido suyo. La lectura de la documentación del archivo trujillano nos ha permitido entender mejor esta compra ya que las palabras del obispo en la carta de trasmisión del lugar al nuevo propietario –“nuestra yntinçión e voluntad fue que el dicho lugar fuese para el dicho Alonso Ruiz (…) e para él lo compramos”– que nos habían parececido antes tan sólo una fórmula que justificara este traspaso, sin embargo hemos podido comprobar que respondían a la realidad.

 

Las averiguaciones de Madroñera.

Con la compra de los lugares ya citados, se iniciaba  un proceso que conocemos bien para el caso de Madroñera y que no debió ser muy diferente en Velilla. Desde la Corte se envía a Madroñera un juez comisionado tanto para dar la posesión al nuevo señor como para llevar a cabo las averiguaciones que permitirían posteriormente calcular el valor total que el obispo debería satisfacer por la compra. En este caso, Francisco de Santa Cruz, juez comisionado para todo lo anterior, se dirige a Madroñera donde sabemos que está el 9 de agosto de 1558 dispuesto a dar la posesión de la nueva villa a su señor, en este caso al doctor Juan de Ayora, provisor del obispado y a quien don Gutierre apoderaba el día anterior, 8 de agosto, en Jaraicejo.

A lo largo de los siguientes días de este mes y hasta mediados del siguiente, Francisco de Santa Cruz llevará a cabo una exhaustiva investigación para conocer fielmente cuántos son en realidad los vecinos de Madroñera, intentar aclarar dudas que pesan sobre algunos de ellos en cuanto a su condición de vecinos de la nueva villa o de la ciudad, evaluar todas las transacciones que en los últimos seis años han generado el pago de las alcabalas del lugar y en todo momento enfrentarse a las trabas que el regimiento trujillano, con el corregidor don Juan de Salazar a la cabeza, intentarán poner a todo este proceso, oponiéndose a lo que supone una pérdida más de la jurisdicción trujillana iniciada con la exención de las villas de Cañamero y Berzocana veinte años antes.

También a lo largo de este proceso, son numerosas las referencias que encontramos en los libros de actas del concejo trujillano sobre la actitud que tomará la ciudad y los mecanismos que se ponen en marcha para lograr retener en su jurisdicción el lugar. Nos resultaba extraña la ausencia a los distintos ayuntamientos de estas fechas del regidor Alonso Ruiz, no sólo porque nos parecía que debía ser interesante verle actuar en un asunto en el que él se involucraría meses después sino porque su presencia en los ayuntamientos de los meses anteriores era bastante constante y destacaba aún más su ausencia. Y ésta quedó explicada -y las palabras del obispo confirmadas- en la sesión que tiene lugar el 21 de octubre de 1558[15], ya finalizada la estancia del juez en Madroñera y puestos en marcha los mecanismos judiciales que la ciudad ha emprendido para tratar de no perder este lugar de su tierra. En ese ayuntamiento, el concejo trujillano decide tratar lo que s e ha de hacer y pedir en la Corte sobre el asunto y el teniente de corregidor, bajo el que discurre la reunión, solicita que el regidor Alonso Ruiz salga de la sala[16] donde se celebra la sesión “porque le tyenen por parte en el negoçio aunque va por mano del señor obispo de Plasençia” y por tanto ser contrario a las leyes su presencia. Las propias palabras de Alonso Ruiz demostrarán en su contestación que lo dicho por el teniente no es una mera sospecha, pues reconoce que ya ha salido de otras sesiones (quizás aquéllas en las que no nos explicábamos su ausencia) por mandato del corregidor sin llegar a tocar el tema de Madroñera (“por respeto a la justiçia y porque le dezían que se trataba negoçio de la Madroñera”), a lo que ahora se niega. Confirma la venta al obispo, que ésta es firme, y que al tratarse en aquella sesión el tema de los términos, excesivos o no, que el juez de comisión ha determinado para la nueva villa, tiene interés en dar su opinión[17]. Tan sólo una pena de 50.000 mrs. con que le amenaza el teniente de corregidor harán a Alonso Ruiz cumplir el requerimiento de su salida. Vemos así cómo la compra de este lugar por parte del obispo responde a un interés ajeno, el de Alonso Ruiz, y el prelado no es sino un mero intermediario que abre las puertas de la maquinaria burocrática a una persona que quizás no hubiera tenido las mismas facilidades para alcanzar sus objetivos. Es posible también que con este servicio, don Gutierre pretendiera con ello saldar antiguas deudas de gratitud pendientes con Ruiz.

Volvamos atrás. Aunque la documentación que se remite a la Corte desde el antiguo “Colgadizo” y ahora villa de Madroñera aparece diferenciada en cuanto al proceso de averiguación del padrón de vecinos y el de las alcabalas, generando cada uno de estos apartados una documentación diferente[18], lo cierto es que son procesos que el juez Francisco de Santa Cruz lleva a cabo al mismo tiempo y en las mismas fechas y que culminarán con el envío de sendos expedientes al Consejo de Hacienda para continuar el procedimiento.

Realizaremos un seguimiento de las averiguaciones que se realizan en Madroñera por el valor documental que tiene y porque nos permite conocer detalladamente el proceso administrativo de enajenación que tendrá lugar. Por otra parte, este análisis pretende destacar también la importancia de esta fuente desde el punto de vista de los estudios de historia local. En este sentido, las averiguaciones resultan especialmente valiosas por los datos demográficos y económicos que aportan y que caracterizan las estructuras y unidades familiares de estos pequeños núcleos emergentes de una ciudad realenga, permitiéndonos conocer el número de casas habitadas y la importancia económica de sus habitantes..

El 9 de agosto de 1558, Francisco de Santa Cruz está presente en Madroñera con un traslado realizado en Valladolid el 27 de julio del asiento de compra concertado entre la Corona y don Gutierre para iniciar el proceso[19], siendo el obispo representado por su hombre de confianza en el obispado, su provisor el doctor Juan de Ayora, que tantas veces ha actuado en su nombre a lo largo de sus años en la sede placentina[20], y por el vecino de Trujillo Martín Becerra a quienes manda que se dé la posesión del lugar y sus términos en su nombre.

No parecen estar muy calmados los ánimos en el pequeño núcleo y no son sus vecinos los que protagonizan los alborotos. El escribano encargado de dar fe de todo el proceso, Juan Díaz de Pedrosa, hace constar cómo desde la ciudad de Trujillo, ante el conocimiento del procedimiento que se iniciaba, acude el corregidor, don Juan de Salazar, su teniente, cuatro regidores[21]e otra mucha gente armada e con  alguaziles an venido a este dicho lugar a ynpedir y estorvar la dicha posesión y a no la dexar tomar”, situación que obliga al doctor Ayora a pedir al juez que mande a tales personas que se vayan del lugar y abandonen las varas de justicia con las que han acudido. A partir de ese momento actuarán como representantes de la ciudad los regidores Luis de Chaves y García de Tapia junto al procurador Rodrigo López quienes pretenden que el juez comisionado no proceda a dar la posesión del lugar aduciendo, como una y otra vez hará la ciudad a partir de ahora, el privilegio concedido por Carlos V de no volver a enajenar lugares de la tierra de Trujillo y que tan costoso había sido para las arcas trujillanas. El juez se limitará a hacer leer dicho documento y remitirlo a Su Majestad y al Consejo de Hacienda, a la vez que prohibe que a partir de ese momento las autoridades de la ciudad actúen en Madroñera debiendo abandonar las varas que simbolizan dicha autoridad. Al no recibir la respuesta deseada, los representantes de Trujillo proceden a recusar al juez y al propio escribano requiriéndoles que se ajusten a la ley y por tanto se inhiban en este proceso.

Los requerimientos de la parte trujillana serán ignorados por Francisco de Santa Cruz,  que procede en los días siguientes a cumplir su cometido ante la atenta e inspectora mirada de las tres partes interesadas: la ciudad, con sus representantes delegados -que se consideran así mismo representantes de los vecinos-, el obispo don Gutierre, presente a través de sus dos apoderados, y la Corona, cuyos intereses defiende Pedro de Alviz, escribano de Su Majestad. Y el primer paso ha de ser el más significativo puesto que debe efectuar el acto de entrega de posesión de la nueva villa al nuevo señor, para lo que intenta contar con la presencia de los vecinos, cosa algo difícil ante las presiones que éstos reciben de los regidores trujillanos que les conminan a no acudir a dicha convocatoria, pretendiendo obstaculizar de este modo dicha posesión. Ello puede ser constatado por el propio juez que ve cómo algunos de los vecinos, ante su presencia, huyen del pueblo y ha de imponer a los cuatro regidores de Trujillo un alejamiento de al menos una legua del lugar, bajo pena de 500 ducados en caso de no cumplirlo y de trasladar a Su Majestad esta actuación para que proceda contra ellos.

Finalmente, el 11 de agosto, casi de noche, el juez consigue congregar a un reducido número de vecinos (Andrés Martín, Pedro Alonso de Malpartida, Diego de Ávila, Juan Carrasco, Pedro Sánchez y Bartolomé Sánchez) que declaran no estar allí por su voluntad y que sólo el temor a las penas les ha movido a presentarse. Y aun con tan poco auditorio, se procede a dar lectura de la provisión real que comisionaba a Francisco de Santa Cruz para dar esta posesión, que será obedecida por los vecinos pero de la que protestan por considerarse vasallos de Su Majestad. Francisco de Santa Cruz ha de aprovechar esta escasa presencia y “después de anocheçido y con candela” manifiesta que “dava e dio y entregava y entregó la posesión de la dicha villa de la Madroñera y sus terminos con todos sus vasallos e juridiçión çebil e criminal” al doctor Ayora a la vez que le entrega las tres varas de justicia que representan la nueva autoridad y que como prerrogativa del nuevo señor él ha de entregar a los nuevos oficiales.

Los vecinos convocados besarán las manos del doctor Ayora en nombre de don Gutierre, prestándole la obediencia debida como señor de la nueva villa. Juan de Carvajal, sillero, vecino de Trujillo será el nuevo alcalde mayor que entenderá en las causas civiles y criminales; Francisco Díaz, vecino de Madroñera, será el nuevo alguacil mayor mientras que otro vecino, Pedro Alonso de Malpartida, será el nuevo alcalde de la Hermandad, jurando los tres sus cargos ante el representante del ya señor de la villa. Juan de Toro será el nombre del nuevo escribano y conocemos igualmente el nombre de los dos regidores que serán nombrados con posterioridad, Diego de Ávila y Andrés Martín[22]. Y todo ello bajo la mirada de quienes recibieron la orden de alejarse del lugar y para quienes Ayora solicita prisión por no haber permitido que la posesión se realizara pacíficamente.

Falta el último trámite que cierra administrativamente el relevo de autoridad y la separación de la justicia trujillana. El día 13 de agosto se permite al representante del obispo y a las justicias por él nombradas erigir los símbolos e insignias de su jurisdicción, la horca y la picota, colocando un madero alto por picota junto a unos peñascos en unos cercados.

A lo largo de ese mes, los trámites que seguirá el juez comisionado tienen que ver con la otra parte de lo a él encomendado. Ha de proceder por un lado a realizar las averiguaciones que le permitan conocer con exactitud el número real de vecinos con que cuenta la nueva villa, solicitando el 17 de dicho mes a las nuevas autoridades que le entreguen el padrón del vecindario donde han de quedan incluidos todos los vecinos y moradores de Madroñera, “quier sea clérigo o lego o hidalgo o pechero, rico o pobre o biuda o menores o huérfanos” indicando en el caso de viudas o mujeres solteras los hijos que cada una tuviera, si son todos de un matrimonio o no, bajo qué tutela se encuentran y en el caso de los menores huerfanos, quiénes son sus tutores. Toda esta minuciosidad responde a la redacción del contrato que la Corona establecía con el comprador de vasallos, ya que clérigos, hidalgos y viudas contaban como medio vecino mientras que los menores de un matrimonio bajo su tutela serían contabilizados como un vecino, y de acuerdo a este cómputo se valoraría finalmente la compra por un precio de 16.000 mrs. por cada uno de ellos.

El padrón que realiza el alcalde mayor y los dos regidores está compuesto por 15 vecinos pecheros (de los que uno se indica su condición de viudo), una viuda pechera (la de Juan García), 6 vecinos hidalgos (contabilizados cada uno de ellos como medio vecino), dos viudas hidalgas (Mencía de Sosa y Juana González, esta última señalada como vecina de Trujillo), una doncella (Catalina González) y como menores huérfanos aparecen los hijos de Pedro Méndez, Francisco y Juan, de quienes se menciona su curador, un vecino del lugar también pechero. En total, 28 vecinos cuya valoración diferenciada (medio vecino para hidalgos, clérigos y viudas) determinarán una cantidad de 21 vecinos y medio, recuento que sufrió algunas modificaciones posteriores pues en un añadido junto al padrón se indica que son 24 y medio los vecinos resultantes de las averiguaciones. Igualmente señalan al juez la presencia con casa y granjería en el lugar de Alonso Ruiz, luego señor de la villa, aunque se le considera vecino de la ciudad de Trujillo.  Como vemos, una composición variada en la que son mayoría los pecheros, con escasa presencia de mujeres solas, solteras o viudas, y un único caso de huérfanos bajo la tutela de otra persona por ser sus padres difuntos.  De este padrón, tan sólo expresan sus dudas los propios redactores de la condición de vecinos de la villa en el caso de Juana González y Alonso Ruiz, a los que incluyen para que se averigüe la verdad. Y es a este tema al que dedicará gran parte de las siguientes jornadas el juez, iniciando un recuento que pretende ser exhaustivo del modo más expeditivo posible: recorrer la villa, entrar en cada una de las casas y obtener una información pormenorizada de todos y cada uno de los moradores de las mismas. Desgraciadamente el informe no recoge la totalidad de tales visitas que hubieran permitido obtener una precisa radiografía de las estructuras familiares de este núcleo de unas 28 casas.

En este recorrido se hará acompañar por el escribano del rey, Pedro de Alviz, y por el representante del obispo, Juan de Ayora, que darán fe de la corrección del recuento, así como de un vecino de la villa, Diego Jiménez. Cada uno de los vecinos cuya casa se visita juran ante el juez y describen a todos los componentes de la familia, criados o allegados que conviven en la casa así como las pertenencias y bienes raíces que poseen en la villa o en otro cualquiera de los lugares de la tierra:

-Diego de Ávila tiene en su casa a su cuñado, de unos 22 años[23], mozo soltero y que posee en la villa un pequeño trozo de tierra, viviendo a soldada y no gozando de los derechos de vecino.

-Juan Sánchez, vive con su mujer, casada anteriormente con un vecino de Trujillo y de su primer marido tiene una hija de 8 años bajo su custodia y sin bienes en Madroñera pero sí en las Huertas de Gil Delvas (casa y huerta) que dejó el padre a la menor.

-Salvador Sánchez vive igualmente con su mujer, también viuda de un primer matrimonio del que quedaron 4 hijas todas menores bajo su custodia y con escasas posesiones en Madroñera.

-Juana García es viuda con dos hijos varones y una hija, todos bajo el amparo de la madre.

-Diego de Valencia, de 65 años, sin más familia que los hijos de su difunto hermano Cristóbal, uno en Indias y otro bajo la custodia de su madre, aquí en Madroñera.

Ninguno supo firmar. Hasta aquí las comprobaciones que se conservan ya que el resto de la averiguación se centrará en establecer mediante testigos la calidad de vecino que podrían tener Juana González, viuda de Cristóbal de Valencia, y Alonso Ruiz, regidor de la ciudad. Comparecen primero las nuevas autoridades de la villa y, tras jurar, el interés del juez se dirije a comprobar si gozan de los aprovechamientos del ejido y dehesa boyal que les otorga su condición de vecino, dónde satisfacen sus diezmos y pagan sus alcabalas.

Juana González, como hemos indicado viuda de Cristóbal de Valencia, tiene en Madroñera, a decir de los testigos, unas “casas muy buenas” y en el ejido una viña, una huerta, tres cercas de pan llevar, un molino harinero y un huerto con pozo; reside la mayor parte del año en Madroñera donde tiene casa poblada desde hace unos 30 años y todos la tienen por vecina de Madroñera, recibiendo como tal las suertes del ejido y dehesa cuando se labra y pasta por los vecinos. Tiene bajo su tutela a dos hijas y un hijo menores y otro que marchó a Indias (Pedro Alonso de Valencia) del que no sabe si es vivo o muerto pero que de vivir tendría unos 20 años[24].

Alonso Ruiz, del que ya hemos hablado, tiene su casa, mujer y familia en Trujillo y en el ejido de Madroñera posee una casa principal con casas accesorias para el servicio, dos cercas de pan llevar junto a ellas y otras dos en esta villa, además de viña junto al alijar de Trujillo y goza de los mismos aprovechamientos que otros vecinos de Madroñera desde hace unos 12 ó 14 años, teniéndole igualmente por vecino de la villa.

Esta postura, la de considerarles vecinos, será la defendida por el representante real quejándose de las presiones que algún otro habitante de Madroñera recibe del nuevo alcalde para marcharse de la villa (se dice que a Herguijuela[25]) y bajar así el precio que debe satisfacer el obispo. Como vemos, intereses encontrados que tienen de fondo la economía y que no dejan de producir la paradoja de que se esté dilucidando si Alonso Ruiz, como destinatario final de la compra, habrá de pagar o no por sí mismo como vasallo suyo. En la parte contraria, el nuevo alcalde ha de defender los intereses de su nuevo señor y presenta a Alonso Ruiz como vecino de Trujillo, cuya casa en Madroñera no es sino un lagar y casa de granjería y que sólo reside en la villa en el tiempo de la siega y la vendimia, acudiendo él o su mujer para atender a sus tierras, siendo parroquiano de San Martín en Trujillo donde satisface sus diezmos y también en la ciudad paga sus alcabalas. Esta misma situación la indican para el caso de Juana González, parroquiana de la iglesia de la Vera Cruz de la ciudad y por lo tanto ninguno de ellos debe ser incluido en el padrón. Aducen además los testigos presentados por el obispo que es costumbre que los vecinos de Trujillo, cuando tienen casas y granjerías en las aldeas y lugares de Trujillo, gocen de los aprovechamientos de tal lugar y siembren en los alijares y baldíos de los mismos, por ser tierra común, pero contribuyendo con el diezmo en la parroquia de la cual son vecinos y lo mismo ocurre con las alcabalas, satisfechas en el lugar en el que están avecindados pese a que la transacción se haya realizado en cualquiera de las aldeas del término. También presentan dudas sobre la condición de vecino de Blas García, lagarero en la viña de Juan de Camargo y sin bienes en Madroñera. Vemos desfilar  como testigos a vecinos de Madroñera (Hernán García Raposo) y vecinos de Trujillo (los clérigos Juan Tierno y Hernando Alcocer, con licencia del vicario de Trujillo, Duarte López, Juan Báez,  Álvaro Solana y Juan de Camargo) quienes confirman de forma reiterada las alegaciones que su parte pretende demostrar, insistiendo en la condición de feligreses de las parroquias de Trujillo y la vecindad trujillana de Juana González y Alonso Ruiz quienes, aun teniendo posesiones en Madroñera, por ser ésta uno de los “Aguijones y Colgadizos”, no dejan de ser vecinos de la ciudad tal y como señala Juan Báez, arrendador que ha sido de las alcabalas de Madroñera. El propio Juan de Camargo será el encargado de presentar las razones que permiten descartar a su lagarero como vecino de la villa ya que su estancia en ella lo es como asalariado suyo y acude a la ciudad cuando los trabajos en sus tierras precisan de su ayuda habiéndole, requerido para que le conceda una casa en la ciudad y poder volver a residir en ella.

Todas estas alegaciones son recogidas por el escribano que finalmente remitirá al Consejo de Hacienda las averiguaciones realizadas y con las que definitivamente se valoró el precio de la villa. Como ya dijimos, de los 21 vecinos y medio que recogía el padrón inicialmente presentado, el Consejo pasa a considerar que el número de vecinos por los que el obispo ha de satisfacer la cantidad de 16.000 mrs. son 24 y medio, lo que nos hace suponer que no tomaron en consideración los testimonios presentados y que todos aquellos de quienes existían dudas[26] fueron finalmente declarados como vecinos. Se comprueba por tanto la curiosa situación de que unos meses más tarde Alonso Ruiz, al pagar al obispo don Gutierre la cantidad estipulada por la compra, satisface por sí mismo esos 16.000 mrs.

El segundo de los aspectos que debe resolver el juez Francisco de Santa Cruz es obtener la información precisa para remitir al Consejo de Hacienda una estimación de lo que han supuesto las alcabalas cobradas en Madroñera a lo largo de los años 1552 a 1557, con objeto de calcular el promedio que de nuevo sirva de base para establecer el precio que deberá abonar don Gutierre. En este asunto el doctor Ayora es sustituido por otro clérigo, Hernán López, que actuará como representante de los intereses del nuevo señor[27].

La información debe en este caso partir de otra fuente, quienes han  sido los arrendadores de dichas alcabalas en esos años (Martín Díaz, Cristóbal Solana, Juan Báez y Pedro Hernández de Gurría) que habrán de presentar memoriales de todos los capítulos que tales impuestos englobaban, en este caso dentro de lo que en Trujillo se denominaban “Aguijones y Colgadizos”. El impuesto de alcabala, que gravaba las transacciones comerciales e intercambios realizados a lo largo del año suponía una cantidad del 10% del valor de la transacción y en este caso aparece desglosada en dos importantes apartados: por un lado la de ganados y heredades (que gravaba los intercambios de tierras y ganados vacunos, ovino, caprino y porcino) y la llamada alcabala “de vecino a vecino” cuyo objeto son las pequeñas o grandes ventas que se realizan, tanto en la villa como en el mercado[28] franco de cada jueves y en la feria de mayo en la ciudad, de queso, lana, pollos, gallinas, huevos, bestias, trigo, cebada y centeno entre los vecinos del lugar. En este caso, en la villa de Madroñera, se nos dice que, dado su pequeño tamaño, no hay taberna, carnicería, pescadería ni tienda de aceite o candela que pudiera generar alcabala. Los diezmos eclesiásticos, por su parte, corresponden a la iglesia de la villa de Madroñera.

Los datos que se nos proporcionan  nos hablan del escaso valor de lo recaudado acorde a la entidad de la población. Igualmente cabe señalar el reducido número de vecinos que generan las alcabalas de ganados y heredades, mientras que la casi totalidad de los habitantes de Madroñera realizan transacciones –suponemos que de escasa entidad- que son gravadas por las alcabalas de vecino a vecino y por las que suelen igualarse con los arrendadores de las mismas, pagando una cantidad fija en especie que cubriría las ventas efectuadas[29].

 

Valor de las alcabalas de Madroñera de ganados y heredades

Año

Valor Vecinos Valor mínimo Valor máximo
1552 3.093 mrs. 11 72 mrs. 900 mrs.
1553 4.341 mrs. 13 27 mrs. 1.379 mrs.
1554 7.379 mrs. 17 34 mrs. 1.142 mrs.
1555 3.934 mrs. 12 163 mrs. 975 mrs. [30].
1556 3.250 mrs. 14 61 mrs. 688 mrs.
1557 4.925 mrs. 14 68 mrs. 850 mrs.

                   Fuente: A.G.S.  Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5 (elaboración propia)

 

Todo esto se alargará hasta el 5 de septiembre en que el representante del obispo reclame conocer las averiguaciones de alcabalas que se han hecho en secreto y que deben ser dadas a conocer a las partes para saber si son ciertas y perjudican o no a los intereses de su representando. Se insiste en que ya es tiempo de ello al llevar el juez 28 ó 29 días realizando tales averiguaciones. El día 18 se leerán ante el representante de don Gutierre, de nuevo el doctor Ayora.

El último apunte temporal que cierra la información que esta averiguación nos proporciona tiene lugar el 22 de septiembre de 1558 en Madroñera. Ese día se notifica la provisión real y el auto de respuesta que desde la corte se envía a don Juan de Salazar, corregidor de Trujillo, a su teniente de corregidor y a los cuatro regidores que iniciaron los alborotos al comenzar la actuación del juez. En el documento se da por buena la actuación del juez comisionado, decisión que acatan pero que no les hace desistir de sus argumentos en contra de este desmenbramiento de su tierra a favor del obispo. De nuevo es el privilegio otorgado en 1538 a la ciudad lo que les sirve de argumentación para seguir declarando que Madroñera no puede ser enajenado ni sacado de su jurisdicción, considerándola tierra de Trujillo.

 El propio Emperador se convertía en un referente para esta ciudad y su cercanía en Yuste movió al concejo a decidir que el regidor Pedro Suárez de Toledo se desplazara hasta el monasterio para solicitar que Carlos V, de quien la ciudad había obtenido el mencionado privilegio, mandara que el asunto de Madroñera, que lo contravenía, fuera tratado en el Consejo Real[31]. Tal decisión, que fue adoptada el 12 de septiembre, llegó muy tarde porque cuando el regidor pudiera llegar a Yuste el emperador se encontraba agonizando, muriendo el 21 de ese mismo mes[32].

Sin embargo, la batalla no sólo se libraba en tierras extremeñas sino también en la corte; por esos días se encontraba en Valladolid el regidor Juan de Chaves gestionando el mismo asunto en el Consejo de Hacienda. Trujillo estaba dispuesto a pagar por Madroñera la misma cantidad que se pedía al obispo pero exigía seguridades y compromisos del poder central[33].

 

Las nuevas adquisiciones de don Gutierre.

Durante el otoño de 1558, Trujillo emprenderá todas las acciones legales a su alcance para conseguir no sólo el retorno de Madroñera a su jurisdicción sino también la paralización de nuevas ventas al obispo don Gutierre, que todo apuntaba iban de nuevo a producirse a juzgar por las noticias llegadas a Trujillo a mediados de octubre. Resulta fácil imaginar las tensiones que se debieron vivir en el concejo de la ciudad durante aquellos días tan cruciales; no sólo estaba en juego Madroñera sino también otros muchos lugares de la tierra que estaban a punto de perderse. Las actas municipales reflejan la gran preocupación de la institución concejil por un proceso que se gestaba lejos de Trujillo y a espaldas de sus vecinos. El 24 de octubre un nuevo representante era enviado a la corte con mucha urgencia, se trataba del regidor Bernardino de Tapia quien marchaba para proseguir en el asunto de Madroñera y, sobre todo, para impedir las nuevas segregaciones[34]. Los días que pasó el regidor Tapia en Valladolid, aparte de suponer un gran gasto para las arcas de la ciudad, no sirvieron de nada, pues el 16 de noviembre de 1558[35] la Princesa Gobernadora otorgaba al obispo don Gutierre el asiento de una nueva venta. Pero esta vez se trataba de un lote considerable de lugares de la tierra trujillana: Madrigalejo, Avililla, El Guijo, El Puerto, Abertura, Marta, Torrecillas, Piedrahitilla y Alcaria, a los que se sumaba Vallecas en la demarcación de Madrid.

Este segundo acto contractual del obispo de Plasencia parece más difícil de entender que la primera compra efectuada por el prelado meses atrás. Resulta descabellado pensar que don Gutierre optara por convertirse en el titular de un gran señorío dentro de la tierra de Trujillo cuando sus preocupaciones vitales y espirituales en aquel momento eran otras y se encontraba ya muy enfermo. Cada vez estamos más convencidas de que el obispo no fue el único protagonista de esta historia y que otros personajes se valieron de su nombre, de su prestigio y de sus relaciones con las altas instancias para abrir puertas y conseguir objetivos inconfesables.  Es decir, creemos que el obispo fue un mero intermediario de una importante operación que terminó por beneficiar a otras personas tanto de su entorno familiar como de fuera. Esta hipótesis sale reforzada al conocerse  todos los detalles de lo que aconteció al morir el obispo y las soluciones que se arbitraron para reconducir las ventas que se le habían adjudicado[36].

En primer lugar hemos de mencionar al hermano del obispo, don Juan de Vargas, que fue quien se encargó de tramitar desde el principio todas las ventas ante el Consejo de Hacienda. En su calidad de oidor de la Chancillería de Valladolid manejaba como pocos la maquinaria administrativa y los resortes del poder y, al igual que el obispo, estaba bien relacionado y gozaba de una gran reputación que años después le serviría para acompañar al duque de Alba a los Paises Bajos y asistirle en el asunto de las confiscaciones a los rebeldes[37]. Es muy probable que el lugar de Vallecas, que se había incluido en el segundo lote, tuviera en realidad como destinatario final al oidor de Valladolid, quien sin embargo tuvo que conformarse con otros lugares de la tierra trujillana al retirar la Corona la posibilidad de comprar Vallecas ante las alegaciones presentadas por Madrid.

Otro protagonista indiscutible es el ya aludido regidor de Trujillo, Alonso Ruiz, quien se convertiría en señor de Madroñera todavía en vida del obispo al traspasarle éste la compra del dicho lugar. Antes de confirmarse este traspaso, el concejo trujillano ya conocía con seguridad que Madroñera terminaría en manos de este regidor y que en realidad el obispo había comprado el lugar para él. Ya hemos aludido a las obligadas ausencias de Alonso Ruiz a las sesiones del ayuntamiento en las que se trató el tema de la venta. Aunque no sabemos con exactitud las razones que movieron a don Gutierre a convertir a Alonso Ruiz en señor de Madroñera, sospechamos que el obispo pretendía con esa acción beneficiar a quien le había prestado un gran servicio en el pasado.

Alonso Ruiz[38] fue uno de los indianos que retornó del Perú con una fortuna nada desdeñable que le permitiría acceder al gobierno de la ciudad y ascender en la escala social. No era originario de esta ciudad pero sus relaciones con los Pizarro y su íntima amistad con Lucas Martínez Vegaso, un conocido comerciante y encomendero trujillano a quien conoció en Perú, le vincularon para siempre a Trujillo donde se avecindó y casó con Isabel Martínez, la hermana de su gran amigo. Ambos habían llegado muy jóvenes al Perú y se encontraron juntos en los episodios más importantes de la Conquista, siendo beneficiados en sucesivos repartos y receptores de ricas encomiendas en la jurisdicción de Arequipa. Entablaron desde el principio una relación basada en la amistad y la solidaridad que sellaron con una compañía que sólo fue disuelta en 1540, cuando Alonso decide regresar a España para casarse con Isabel. Su viaje coincidió también con su elección como representante de la justicia y regimiento de la Villa Hermosa de Arequipa para obtener mercedes ante la corte. Pudo ser entonces cuando las vidas de don Gutierre y de Alonso Ruiz se cruzaron y cuando el perulero prestara un gran servicio al obispo placentino.

En 1536, don Gutierre había obtenido una capitulación para que su hermano Francisco de Camargo dirigiera una expedición a Ultramar que fue financiada y patrocinada por el obispo, aunque fallida en sus resultados; sólo una nave conseguiría llegar a Arequipa después de atravesar el Estrecho de Magallanes. Los detalles de lo acontecido en el Perú, donde fueron vendidos el barco y la carga, fueron conocidos por el obispo en 1541, año en el que por real cédula se ordenó que se repusieran los bienes y los derechos incautados al prelado. A juicio de Pedro José Dermit, buen conocedor de esta expedición a la que ha dedicado varios trabajos[39] el obispo sólo pudo enterarse de lo que había acontecido en Arequipa por la información transmitida por Alonso Ruiz en el viaje que le trajo a España. De ser así, parece clara la intencionalidad del obispo al traspasarle la propiedad de Madroñera, un pueblo al que se encontraban muy vinculados el gran amigo de Alonso y su esposa Isabel por línea materna[40]. Desde su llegada a Trujillo Alonso Ruiz mostró mucho interés por este lugar, edificó casa y compró tierras como se demostró en las ya citadas averiguaciones que se hicieron para hacer el padrón cuando la nueva villa fue adquirida por el obispo. Alonso Ruiz, que pronto incorporó a su nombre el apellido Albornoz, recibió la ayuda inestimable de don Gutierre para convertirse en señor de vasallos de un lugar al que se sentía unido por lazos afectivos.

Creemos además que Alonso Ruiz jugó un papel determinante a la hora de señalarse algunos de los lugares que la Corona vendió al obispo en el segundo asiento. Estamos convencidas de que el objetivo de las ventas estuvo bien planificado y de que los lugares que se incluyeron en el concierto no se eligieron al azar. Las personas que terminaron por quedarse con sus jurisdicciones tenían intereses y propiedades en ellos o en sus inmediaciones. Es muy probable que el regidor que se apropió de Madroñera resultara de gran ayuda a la hora de allanar el camino a otros señores que se hicieron con la propiedad de los lugares pertenecientes a la jurisdicción de Trujillo. Conocer la identidad de estas personas resulta esclarecedor como tendremos ocasión de comprobar. Aunque también lo es conocer los detalles de lo que aconteció en Trujillo, dentro de su gobierno local, cuando llegaron las noticias de las nuevas ventas.

Como cabría esperar, tanto esta ciudad como Madrid se opusieron a la compras presentando alegaciones que consiguieron detener el proceso de toma de posesión sobre los lugares mencionados. Recordemos que en el caso de Trujillo se encontraba en la corte su representante Bernardino de Tapia quien había sido comisionado el 24 de octubre para permanecer 30 días con el objeto de impedir nuevas ventas. El regidor se hallaba todavía en Valladolid cuando doña Juana firmó el nuevo asiento de venta con el obispo don Gutierre (16 de noviembre). Por tanto Trujillo fue muy rápida en presentar sus alegaciones ante el Consejo de Hacienda, encargándose de ello Bernardino de Tapia que por tal motivo retrasa su regreso a Extremadura[41].

Las alegaciones resultan interesantes de conocer porque permiten obtener una panorámica de todos los lugares afectados y las razones argumentadas por Trujillo para impedir que las ventas tuvieran lugar.  El regidor solicitó “que la venta no hoviese efecto” señalando que de ella resultaría a la Corona “poco provecho” porque a excepción de dos de los lugares, el resto “no tienen forma de pueblos ni lo son, sino caseríos y otras dehesas çerradas que tienen grandes términos y son de personas particulares[42]. Tapia realizó un recorrido exhaustivo describiendo uno a uno todos los lugares señalados en el asiento de venta al obispo don Gutierre, advirtiendo de los inconvenientes que resultarían no sólo para Trujillo sino también para los numerosos propietarios y vecinos de aquellos lugares.

(…) porque el lugar que llaman Alcaria tiene un vezino tan solamente que se llama Juan Núñez de Prado y sus hermanos y es dehesa çerrada de particulares y en medio del tiene un exido pequeño con el qual alindan todas las dehesas de la dicha Alcarria y es para poder hazer casas en él los vezinos herederos de las heredades que con él alindan, que son el dicho Juan Nuñez de Prado e su hermano y los herederos de Françisco de Gaete e de otros muchos. Y el lugar del Guijo, asi mismo, es dehesa çerrada de particulares herederos y monasterio, en la qual cada un heredero tiene su parte conoçida para pastalla, labralla o arendalla, sin que ninguno goze de lo del otro, que son los herederos doña Françisca de Chaves, Pedro de Orellana, cuya diz que es Orellana de la Sierra, Estevan Rengel de Tapia, Estevanía de Paredes, la de Pedro Alonso de Gironda, Sancho de Carvajal, regidor, Sancho de Contreras, el monasterio de Santa Maria de la çibdad de Trujillo, un monasterio de monjas de la çibdad de Mérida e otros muchos herederos, cuyas diz que son las dichas dehesas que se llaman todas ellas el Guijo. Que el lugar de Piedrahitilla es dehesa ansí mismo çerrada que no tiene vezino alguno y ay en ella un exido pequeño para en él hazer casas los herederos que alindan con él (…)  y es de muchos particulares que son Martín de Orellana, Estevan Rengel de Tapia y la muger de Alonso Piçarro de Torres, Álvaro de Contreras e de otros muchos herederos que son de la dicha dehesa que se llama el lugar de Piedrahitilla.  Que el lugar de Avililla tiene siete vezinos que todos son cavalleros hijosdalgo de la dicha çiudad de Trujillo y tienen gran término que lo gozan los que allí moran para poder labrar cada uno su parte conosçida y que algunos veçinos de la dicha çiudad de Trujillo que son allí herederos y no otros pueden pastar en el dicho término. Y que el dicho lugar de Avililla no tiene iglesia ni alcaldes, por lo qual el pan que en él se coje se diezma en la yglesia del lugar de Plasençuela que con él alinda y está junto y que son los herederos Pedro Durán, Martín de Orellana, Rengel de Tapia e Françisco Piçarro. El lugar de Torrezillas, que tendrá hasta treynta casas y gran término de más de una legua en que ay heredades de particulares que se pasta en comunión por los que alli biven(…). Los herederos de las quales son Pedro Calderón Altamirano, Pedro Calderón de la çiudad regidor, Alonso de Mendoça, Françisco de Monroy e otros muchos. Que el lugar del Puerto tendrá hasta ochenta vezinos y tiene gran término de más de una legua, del qual son herederos Nufrio Ramiro e otros que labran cada uno su parte conosçida (…). El lugar de Madrigalejo tendrá más de çiento e setenta casas y cada vezino tiene su parte conosçida y para labrar heredada de su patrimonio o comprada y el término del dicho lugar es pasto común de los que alli biven, de que son herederos la casa de Nuestra Señora de Guadalupe y Diego de Vargas Carvajal e otros. Que el lugar de Marta tiene hasta veynte e çinco casas y un exido e no ay alcaldes por ser pequeño y es dehesa çerrada y lugar de herederos (…)”[43]

 

Sorprende la rapidez con que la maquinaria administrativa se puso en marcha, pues en diciembre, a los pocos días de firmarse el asiento de venta y de presentar Trujillo sus alegaciones, se comisionaba a Diego de Torres y Francisco de Zamudio para emprender las averiguaciones pertinentes y oir las alegaciones presentadas por la ciudad extremeña para que las ventas no tuvieran efecto. Con la capitulación y asiento otorgados al obispo en la mano debían emplazar a los representantes del prelado, a la ciudad de Trujillo y a cualquier persona que le pudiera atañer el asunto a estar presentes y defender sus causas. Así mismo se les instaba a obtener información precisa de por dónde iban los términos y dezmerías y a proceder a su medida, deslinde y amojonamiento.

Los comisionados debían solicitar a los concejos de los lugares vendidos que entregaran sus padrones de vecinos y moradores para el recuento y obtener información sobre los usos y aprovechamientos de los términos para comprobar si las ventas  supondrían un grave perjuicio para la ciudad así como para los vecinos particulares y herederos. En estas averiguaciones se invitaba también al Monasterio de Guadalupe a que presentara probanzas y se ordenaba que se le recibiera información. 

Sabemos por las Actas Municipales que en los meses de febrero, marzo y abril de 1559 los representantes del Consejo de Hacienda se encontraban en Extremadura haciendo las pertinentes averiguaciones[44]. Aunque no conocemos la totalidad de las argumentaciones que el concejo presentó a los comisionados reales, sí sabemos que a Trujillo le preocupaba sobre manera que en los términos de los lugares vendidos existieran montes de aprovechamiento común para los vecinos de la ciudad que podrían verse privados de su uso y comunidad[45]. Como ejemplo valga lo que se señaló en el caso de Torrecillas donde en abril se encontraban el procurador Nicolás Díaz Aojado y el bachiller Prieto defendiendo los intereses de Trujillo[46]. Ambos presentaron ante el juez Diego de Torres a diversos testigos que acreditaron su condición de herederos del lugar, así como la posesión de las tierras que pretendían venderse en dicha aldea. Los testigos alegaron, además, que Torrecillas no tenía entidad de concejo y por tanto no contaba con oficiales “como los ay en los pueblos que estan poblados en tierras del rey”. La noticia de su inminente venta había provocado que los herederos se constituyeran en concejo para defenderse mejor, con la oposición del corregidor de Trujillo, Martín de Caicedo, que acababa de tomar posesión de su cargo[47]. Resulta llamativo que entre los propietarios de heredades de la aldea de Torrecillas figure quien finalmente acabe adquiriendo la propiedad de la misma, Diego Pizarro de Hinojosa. Pero sorprende aún más que quien en ese momento se encontraba actuando como procurador del obispo, Gómez Dávalos, se convirtiera poco después en representante de Diego Pizarro de Hinojosa cuando éste procedió a tomar posesión del lugar.

Las alegaciones presentadas por Trujillo y Madrid ante el Consejo de Hacienda tuvieron efecto porque parte del lote adquirido por el obispo se modifica al poco tiempo, según hemos podido comprobar en la copiosa documentación que se conserva tanto en Trujillo como en Simancas[48]. De este modo, se caen de la venta original los lugares de Madrigalejo, Piedrahitilla y Alcaria, además de Abertura -que continuaron dentro la jurisdicción trujillana- como también Vallecas que siguió vinculada a Madrid. Eso sí, a cambio de incluir otros lugares en la venta -La Cumbre y Plasenzuela-, que inicialmente no se habían incorporado en el lote[49]. Es posible que el poder que Pedro Barrantes había otorgado a su compañero en el regimiento, Alonso Ruiz, el 2 de abril de ese año, para que en su nombre comprara a la Corona el lugar de La Cumbre[50], fuese aprovechado por éste para solicitar al oidor la inclusión del lugar en los nuevos acuerdos. En el caso de Plasenzuela, parece razonable la incorporación a la venta al estar los lugares de Avililla y El Guijo dentro de su vecindario[51].

De todos los lugares incluidos en la venta inicial, fue Madrigalejo el lugar de mayor valor que finalmente no pasaría a manos de particulares. A diferencia del resto de los lugares vendidos -que en su conjunto se levantaban en la penillanura y muy cerca de Trujillo-, Madrigalejo se encontraba más alejada y sus vecinos superaban numéricamente al resto de las poblaciones. Es muy probable que en el caso de esta población hubieran pesado las presiones del Monasterio de Guadalupe, que se erigía en “vecino” principal  y mantenía numerosas propiedades y derechos de uso en las inmediaciones del lugar.

Por las averiguaciones realizadas la evaluación inicial del vecindario de todos los lugares incluidos en este nuevo acuerdo permite conocer la cantidad total que el obispo debía desembolsar por la compra de los cinco lugares. La Cumbre: 230 vecinos; El Puerto: 140 vecinos; Torrecillas: 60 vecinos; Marta: 20 vecinos y Plasenzuela con El Guijo y Avililla: 80 vecinos.[52] En total, 530 vecinos por los que se debían pagar 8.480.000 maravedíes a razón de 16.000 por vecino[53], especificándose que en la compra no se incluía “ninguna dehesa de cavalleros ni de monasterios” y afectando la delimitación exclusivamente al ejido común, la dehesa boyal y las tierras públicas concejiles.[54] A estas compras se sumaron las alcabalas de Torrecillas y Marta. La cantidad resultante debería ser pagada en 5 plazos[55], estableciéndose un interés del 14 por ciento al año para aquellas cantidades que no hubieran sido abonadas en los plazos fijados. En los casos de Torrecillas y Marta, los de menor vecindario, la venta incluyó también la posibilidad de que el Consejo de Hacienda calculara el precio no por vecinos sino por el término asignado, a razón de 4.000 ducados por legua vulgar en cuadra; la misma cantidad que se asigna por los términos de El Guijo y Avililla[56].

 

Alonso Ruiz, segundo señor de Madroñera.

Mientras estos calculos se realizaban en el Consejo de Hacienda, se producían en el mes de abril dos acontecimientos relevantes en este proceso que es necesario referir. Por una parte, el traspaso definitivo de Madroñera de manos del obispo a su nuevo propietario, Alonso Ruiz, que se hace firme el día 9 en la villa de Jaraicejo y por otra la muerte en esa localidad de don Gutierre de Vargas Carvajal el día 27 del mismo mes.

La ya muy deteriorada salud del obispo don Gutierre en la primavera de 1559 pudo acelerar  el interés de éste y de Alonso Ruiz por resolver un trámite pendiente entre ambos como era el traspaso de uno a otro de la compra que el obispo había realizado del lugar de Madroñera y que, como ya vimos, el propio Alonso Ruiz se encargó de hacernos ver que había sido realizada para él. ¿Por qué estos meses de espera que transcurren entre la toma de posesión del nuevo señorío por parte de los apoderados del obispo y el documento de traspaso al nuevo propietario?. ¿Temía Alonso Ruiz que las presiones que ejerciera la ciudad contra la compra inicial serían más fácilmente rechazadas en la Corte siendo aún señor de Madroñera el obispo de Plasencia?. Lo cierto es que en octubre de 1558 será el propio Alonso Ruiz el encargado de comunicar al concejo de la ciudad que la compra había sido confirmada[57] y hasta el 9 de abril no se redacta en Jaraicejo, ante el escribano de la villa, Diego González Madrigal[58], la carta de traspaso por la que el obispo vendía a Ruiz el lugar de Madroñera en las condiciones en que fue adquirida de la Corona, nombrándole para que a él se diera la carta de venta (que parece que aún no había sido redactada) y dándose por pagado de los 634.500 mrs. que dice el documento que había recibido el obispo de Alonso Ruiz y entregado por aquél como parte del pago de lo que costaría el lugar y para las costas y gastos de los ejecutores. La mano del obispo ya no puede rubricar el documento (“por estar enfermo de la gota”[59]) y será el doctor Marcos de Orellana, vecino de Trujillo, el que a ruego de don Gutierre firme el documento por el que Alonso Ruiz se convertía en el segundo de los señores que tendrá Madroñera.

Conseguía así su objetivo pero no acabarán aquí sus problemas, ya que la muerte del obispo Vargas pocos días después (27 de abril) le plantean algunas dificultades que en ningún modo suponen cuestionar este traspaso (que sí intenta ser anulado por Trujillo nada más fallecer el prelado[60] y que será ratificado en Valladolid meses después y expedida carta de venta al nuevo señor[61]) sino por el destino que debió tener el dinero entregado a don Gutierre por Ruiz, no sabemos si en el momento en que se concertó el asiento inicial casi un año antes.

Los 24 vecinos y medio que la Hacienda Real consideró como vecindario de Madroñera elevaban el precio del lugar a 392.000 mrs. mientras que las alcabalas se tasaron en 7.500 mrs. por los que se deberían pagar 318.750 mrs., de los que fueron descontados 18.125 mrs., ya que Alonso Ruiz no podría comenzar a cobrar dicho impuesto hasta el inicio de 1562 por estar estas rentas encabezadas. En total, la Hacienda Real reclama por cédula de la princesa doña Juana dirigida a Alonso Ruiz el primero de agosto de 1559, 692.625 mrs. como pago de la compra. Y decimos bien al señalar que se reclama, ya que la administración real no tiene en cuenta lo contenido en la carta de traspaso de don Gutierre y comienza por pedir al nuevo comprador que satisfaga la deuda.

Alonso Ruiz debe entonces reclamar por considerar injusto que se le solicite la totalidad del valor de la venta habiendo ya satisfecho una parte importante del mismo al propio obispo. Sólo al finalizar el mes de agosto se conseguirá, mediante una nueva cédula real[62], que sean los herederos y testamentarios de don Gutierre los que entreguen “de qualesquier bienes que quedaren del dicho obispo” la cantidad que “el dicho obispo confesó averlos resçivido del dicho Alonso Ruiz para en quenta de la dicha conpra”, reclamándose a éste tan sólo la diferencia existente entre la valoración inicial y el monto total de la operación, es decir, 58.125 mrs. con lo que se cerraría el proceso administrativo de la compra de Madroñera.

 

La creación de los nuevos señoríos y la lucha de Trujillo por su jurisdicción.

La muerte de don Gutierre de Vargas altera todo el proceso de nuevas ventas que también estaba en marcha, desatando una incesante actividad en el seno del ayuntamiento trujillano que ve la desaparición del obispo como una oportunidad para recuperar los lugares arrebatados de su jurisdicción. En sesión extraordinaria celebrada el 7 de mayo[63] los miembros del cabildo deciden nombrar a un representante para que, sin pérdida de tiempo, se desplace a la corte a entender de este asunto antes de que los herederos del obispo comenzaran a resolver las ventas. Se acuerda asimismo escribir al Monasterio de Guadalupe para que se una a las presiones mandando también un representante a Valladolid. El nombramiento del concejo recae en el regidor Pedro Suárez de Toledo quien recibe carta de poder e instrucciones muy precisas para defender los intereses de la ciudad[64]. El documento que recoge las peticiones de Trujillo vuelve a insistir en las alegaciones que ya presentara Benardino de Tapia meses atrás y en los agravios que la ciudad y su tierra recibirían de materializarse las ventas. También Madroñera sigue siendo motivo de preocupación para el concejo, aunque no sólo su vuelta a la jurisdicción de la tierra, que quizás se ve como causa perdida, sino la fijación de los límites del término asignado a la nueva villa del que Trujillo hace protestación. No faltan en las instrucciones alusiones al manido privilegio del emperador Carlos V otorgado en 1538 de que no se venderían lugares de la tierra y cuyo original llevará Pedro Suárez consigo para apoyar sus argumentaciones.

El representante de la ciudad mantendrá a partir de entonces una fluida correspondencia con el concejo informando puntualmente del estado de sus gestiones y pidiendo pareceres a sus compañeros sobre los pasos a seguir[65]. El tono optimista que el representante deja entrever en su correspondencia sobre la buena marcha de los negocios de Trujillo en la corte contrasta incomprensiblemente con lo que en realidad se estaba resolviendo en Valladolid sobre los lugares asignados al obispo y que pasamos a relatar brevemente.

El 6 de agosto de ese mismo año, la princesa doña Juana en nombre del rey Felipe otorgaba un nuevo asiento a favor del oidor don Juan de Vargas, el hermano del obispo, con el consentimiento de la heredera y albacea de don Gutierre, doña Leonor de Vargas, hermana de ambos.  En el consentimiento que doña Leonor presenta ante el Consejo de Hacienda ésta daba por buenas las diligencias realizadas por el oidor de Valladolid señalando expresamente que las ventas debían llevarse a cabo para él y las personas a las que traspasase dichos lugares, solicitando que se realizaran las cartas de venta a nombre de su hermano Juan de Vargas “o de las personas que él nonbrare[66]. Se ponía en marcha con toda probabilidad lo que ya el obispo había pactado con su hermano don Juan de Vargas y que la muerte le impidió concluir: el traspaso de los lugares comprados a la Corona a otras personas que se convertirían en sus nuevos propietarios, entre ellos el oidor. Dos días después, en un nuevo documento, Juan de Vargas ordenaba que las cartas de venta se realizaran a nombre de diversos personajes de la sociedad trujillana, reservándose para sí tan sólo los lugares de Plasenzuela, Avililla y El Guijo.

Es en este momento cuando se inicia la desmembración de lo que hubiera supuesto la creación de un importante y poderoso señorío en la tierra de Trujillo que ahora, y con la información disponible, no creemos estuvo nunca entre las aspiraciones del obispo placentino. Lo que desde el inicio se había tenido como un único señorío, aparece ahora transformado en cinco, sin contar el traspaso que de Madroñera hiciera el propio obispo todavía en vida a Alonso Ruiz.

A partir de entonces todo se precipita y los trámites se aceleran. El 13 de agosto el licenciado Nuñez de Avendaño recibe la comisión para dar la posesión de los lugares a Juan de Vargas, encomendándosele que hiciera el padrón de los vecinos, procediera a amojonar los términos y contara las alcabalas de Torrecillas y Marta[67]. Finalmente, el 15 de agosto el hermano del obispo fallecido otorgaba carta de poder a favor de los que serían futuros señores de los lugares adquiridos a la Corona: Pedro Barrantes, Álvaro de Loaisa, Diego Pizarro de Hinojosa y Diego de Vargas Carvajal, vecinos todos de Trujillo, para que en su nombre tomaran posesión de los lugares “con el señorio y vasallaje, términos y exidos e dehesas boyales y con la jurediçión cevil e criminal (…) e con sus rentas, pechos, derechos e todo lo demas que Su Magestad me tiene vendido”, entregándoles el asiento firmado por el secretario del Consejo de Hacienda, el licenciado Montalbán[68]. Dicha posesión debería hacerse sobre los términos delimitados por el juez comisionado para ello, el licenciado Núñez de Avendaño, y debía contener aquellos actos que pusieran de manifiesto el cambio de jurisdicción de un señor -en este caso la ciudad- a otro: traspaso de las varas de justicia y nombramiento de alcaldes mayores y ordinarios y del resto de oficiales y regidores del concejo, además de erección de horca, picota y demás insignias de su nueva situación jurisdiccional.

El último paso supuso el traspaso definitivo de las poblaciones a sus nuevos propietarios realizándose las cartas de venta a nombre ya de sus definitivos titulares. Como ya hemos señalado, el propio Juan de Vargas se reservó para sí la propiedad de Plasenzuela con El Guijo y Avililla, acto que se valida en Valladolid el 17 de agosto de 1559[69]. Será entonces cuando el licenciado Núñez de Avendaño proceda a señalar el término concedido en la venta, indicándose los límites del nuevo señorío y dando posesión del mismo a Juan de Vargas como “nuevo señor propietario dello, desde la hoja del monte hasta la piedra del río y desde la piedra del río hasta la hoja del monte, syn que vos mengue ni falte cosa alguna[70]. Tal hecho, junto con el amojonamiento, se notificó al concejo trujillano el 13 de octubre de ese año siendo representado Juan de Vargas por su procurador, Alonso de Tineo[71].

Los documentos que atestiguan el traspaso y las ventas de La Cumbre, Marta, El Puerto y Torrecillas a sus nuevos propietarios ponen de manifiesto que los actos contractuales coincidieron en el tiempo y que las claúsulas incorporadas fueron en todos los casos muy similares. Es más, los nuevos señores participaron como testigos o apoderados entre sí, lo que demuestra que el asunto ya estaba pactado de antemano y que se trató de una operación general que fue llevada a cabo de manera conjunta por los beneficiarios del traspaso. Pedro Barrantes, el comprador de la Cumbre, era uno de los tres peruleros presentes en Cajamarca que habían comprado regidurías en Trujillo[72]. Diego de Vargas Carvajal, el comprador del Puerto, era también un personaje muy conocido no sólo en Trujillo sino también en la corte por sus ascedentes familiares.  Estaba emparentado con el obispo don Gutierre por ser hijo del doctor Lorenzo Galindez de Carvajal, importante jurista y miembro del Consejo de Castilla y de Indias. Poco después de tomar posesión del Puerto, partió hacia el Perú como comisario real para resolver el problema de las encomiendas perpetuas[73]. Diego Pizarro de Hinojosa y Álvaro de Loaisa, los señores de Torrecillas y Marta, respectivamente, pertenecían también a familias hidalgas bien relacionadas en Trujillo  y emparentadas con apellidos ilustres del gobierno local.

De los nuevos señores, sólo Álvaro de Loaisa se encontraba físicamente en Valladolid cuando se formalizaron los asientos de venta de las nuevas villas.  El 8 de agosto de 1559,  el que será señor de Marta se obligaba a pagar el monto total por la compra de ese lugar junto con sus alcabalas[74]; ese mismo día hacía lo propio en representación de Diego Pizarro y de Diego de Vargas Carvajal, los compradores de Torrecillas[75] y El Puerto[76], respectivamente. Tampoco se encontraba presente en Valladolid Pedro Barrantes, el adjudicatario de La Cumbre, quien prefirió delegar sus asuntos en su compañero, el regidor Alonso Ruiz, señor de Madroñera, quien por esos días se encontraba formalizando su propio asiento en el Consejo de Hacienda[77]. Las cuatro cartas de venta se tramitarían poco después, el 17 de agosto, traspasándose a sus nuevos dueños los lugares adquiridos que pasarían a convertirse en nuevas villas[78]. En noviembre de ese mismo año el licenciado Núñez de Avendaño realizaba las averiguaciones pertinentes para conocer el padrón de vecinos y las medidas de los términos de las poblaciones adquiridas así como el valor de las alcabalas que se vendieron en esta operación[79].      

 

Las compras de 1559. Vecindario y valor.

Lugar Vecin. Inici. Vecind. Final Valor Vecindario Valor Alcabalas/término
Marta  20   18    288.000 mrs.    378.590 mrs (1).
Torrecillas  60   42    662.000 mrs. 1.319.446 mrs.(1)
El Puerto 140 113’5 1.816.000 mrs.  
Plasenzuela  80   71 1.136.000 mrs.   471.946 mrs. (2)
La Cumbre 230 178 2.848.000 mrs.  

(1)Valor de sus alcabalas.  (2) Valor de los términos de Avililla y El Guijo

Fuente: A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro, Leg. 181 Fol. 142,  Leg. 281. Fols. 81,196,241 y Leg. 282. Fol. 29. Elaboración propia.

 

Finalmente, la confirmación del rey Felipe de las ventas efectuadas por su hermana doña Juana se produciría en Toledo el 24 de diciembre de 1559, mientras que la confirmación de la venta de Plasenzuela había sido realizada el 8 de octubre en Valladolid. De esta manera, el propio monarca sancionaba con su rúbrica lo hecho por su hermana la Princesa.

Como puede comprobarse, todo sucedió muy rápido, los trámites se solventaron en poco tiempo y las ventas siguieron adelante a pesar de los esfuerzos de Trujillo y las noticias que el representante de la ciudad enviaba desde la corte. En el acta del ayuntamiento que se redacta el día 18 de agosto (recordemos que un día antes las ventas se habían hecho firmes) se recoge la noticia de que el Consejo de Hacienda había dado ya orden  para que los lugares de Trujillo se vendieran, información que Pedro Suárez de Toledo había remitido por carta sugiriendo en su misiva la idea de viajar a Flandes para solicitar al rey la anulación del proceso. En la misma carta informaba también a sus compañeros que en esta lucha Trujillo no se encontraba sola, otras ciudades como Toledo, Córdoba o Sevilla se afanaban como ella por impedir la venta de algunas de sus jurisdicciones pese a contar con el mismo privilegio otorgado por el Emperador.

Durante los siguientes días se celebraron numerosas sesiones tanto ordinarias como extraordinarias en donde los miembros del concejo se posicionaron de manera clara  El corregidor propuso la vía de la composición como la más eficaz de las armas para conseguir los objetivos de la restitución, fijando la cifra de 10.000 ducados para entregar a la Corona[80]; su propuesta fue apoyada por la mayoría de los regidores[81]. Sancho de Carvajal y Martín de Parra fueron los únicos que votaron en contra de esta medida por los grandes inconvenientes que para los “propios” y rentas de Trujillo tendría  entregar tan alta suma. Ambos regidores fueron los más pesimistas en el asunto de las restituciones y abogaron por abandonar las negociaciones en la corte y hacer regresar al representante a la ciudad. Por su parte, Juan de Herrera y Bernardino de Tapia mostraron su confianza en la diplomacia y propusieron una audiencia con el rey que a punto estaba de regresar a España[82]. Cabe señalar que en estas deliberaciones no tuvieron participación los regidores Alonso Ruiz ni Pedro Barrantes, a quienes se les invitó a abandonar la sala, cuando se encontraban presentes. Las actas del ayuntamiento recogen también la presencia en la tierra de Trujillo del licenciado Núñez de Avendaño quien recordemos había sido comisionado por el Consejo de Hacienda para proceder a señalar los términos de las nuevas villas y dar posesión a sus propietarios[83]. Pero lo que sucedió en los últimos días del mes de septiembre acabó por soliviantar los ánimos, ya muy caldeados, dentro de la institución concejil al destaparse un asunto que ponía en entredicho a la mayor parte de los miembros del ayuntamiento.

El 17 de septiembre llegaban noticias de que Logrosán pretendía independizarse de Trujillo extendiéndose la sospecha a otros lugares de la tierra. La confirmación de tan preocupante noticia se recoge en las actas sólo cinco días después. Ese día, el escribano Francisco de la Amarilla será comisionado por Trujillo para desplazarse a Logrosán e intentar convencer a sus vecinos de que revocaran el poder que habían concedido para iniciar el proceso. Consideraban posible esta vuelta atrás ya que parecía ser que quienes esto habían tramado eran “algunos onbres mançebos y no de mucha expiriençia y que la mayor parte del pueblo no lo quería e le pesava de alterar en esto[84]

Por entonces el regidor Juan de Chaves se había reunido en la corte con su compañero y representante de la ciudad, Pedro Suárez de Toledo. Algunos regidores acusarán a Juan de Chaves y a otras personas de estar gestionando a espaldas de Trujillo la compra de nuevos lugares. Por fin, el 4 de octubre en sesión extraordinaria, el corregidor exigirá a todos los regidores su juramento de que no estaban involucrados en el asunto y de que no habían otorgado poderes para comprar a la Corona lugares de la tierra. De los regidores presentes, sólo Alonso de Sotomayor y Sancho de Carvajal niegan haber iniciado cualquier trámite para hacerse con lugares de Trujillo, aunque de acuerdo al juramento, confirman que deudos suyos presentes en el concejo, sí lo habían hecho. Los deudos a lo que se referían ambos regidores, Luis de Chaves, Pedro Calderón Hinojosa y Pedro Calderón Altamirano, confirmarán ante el corregidor haber concedido cartas de poder para que se tramitase en su nombre la adquisición de lugares de la jurisdicción trujillana, aunque en su descargo aseguraron que no procederían a hacer efectiva esta intención “hasta ver si se remediaba lo hecho”. Argumentaron como razón de sus desleales conductas la situación en que les dejaba las ventas ya efectuadas con respecto a otros caballeros de la ciudad, señalando que no querían “quedar sin parte”.[85] Con toda seguridad, algunos de los caballeros regidores presentes en este momento en el ayuntamiento trujillano superaban con creces las fortunas de más de uno de los nuevos señores. No eran, por tanto razones económicas las que les movían a imitar su actuación sino el prestigio que suponía convertirse en “señores de vasallos”. Y en una ciudad en donde las rivalidades y parcialidades seguían vivas, y exacerbadas en momentos puntuales por cuestiones a veces estrictamente personales y familiares, la nueva situación de algunos de personajes de la sociedad trujillana alteraba los ya inestables equilibrios de poder y prestigio. Las antiguas rivalidades de bandos quedaron en el pasado pero no los enfrentamientos que, a lo largo de este siglo XVI, han venido a sustituirlas. No se habla ya de Altamiranos, Bejaranos o Añascos, aunque no se abandona esta división en linajes y el monarca habrá de establecer incluso el orden en que se sentarán los regidores una vez que el sistema de insaculación sea sustituido por el de la compra y el nombramiento real para las regidurías.[86] Son ahora los Chaves y Vargas las parcialidades u opiniones rivales y enfrentadas a las que se adscriben las familias de la ciudad en función de los múltiples lazos de parentesco, solidaridad y clientela. Los nuevos señores se podrían considerar como pertenecientes en su totalidad a la parcialidad de los Vargas, incluido Alonso Ruiz que, sin pertenecer por nacimiento a ninguna de las familias de los linajes trujillanos, se integra por matrimonio en Trujillo aunque no en el linaje al que su esposa pertenecía, Altamirano, ya que sus estrechas relaciones con otros miembros Bejaranos y Añascos en el regimiento y fuera de él parecen situarle cercano a los Vargas. Las compras han beneficiado a los seguidores de los Vargas y los cercanos a los Chaves no desean quedar en desventaja pretendiendo mediante posibles compras igualarse a ellos.

Las interesantes revelaciones que se ofrecían el 4 de octubre obligan al corregidor a ordenar la salida de la sala de todos los regidores en su condición de implicados o parientes de los mismos, quedando el corregidor con la única compañía del escribano y decidiendo unilateralmente la vuelta del regidor que permanecía en la corte, dejando los asuntos y negocios de la ciudad en manos del procurador que ésta mantenía en Valladolid. Resulta interesante la postura de la máxima autoridad que por el cargo que representaba, tendría que haber defendido los intereses de la Corona ante la ciudad. Sin embargo, y en todo momento, tanto el corregidor Martín de Caicedo como su antecesor, don Juan de Salazar, aparecieron siempre como los máximos (y a veces únicos) defensores de la causa trujillana oponiéndose, incluso, a las decisiones reales que ellos tendrían que haber apoyado. 

Un mes después, el corregidor Martín de Caicedo parece reconsiderar tan drástica decisión y volverá a convocar a todos y cada uno de los regidores que conforman el ayuntamiento trujillano, incluidos los relacionados directamente con las ventas del obispo, Pedro Barrantes y Alonso Ruiz. En aquella sesión les conminó, pese a tener ordenado que no entraran a tratar el tema, que procedieran a enviar un regidor a la corte para continuar la negociación y que éste fuera el más votado, comprometiéndose y jurando “como cavalleros del fuero de España” de que pleitearían en el negocio “de lo que se a vendido desde el año de çinquenta y siete acá” como de lo que se podría vender. Por votación de sus compañeros, será de nuevo el experimentado Bernardino de Tapia quien habrá de continuar con el asunto indicando el propio señor de Madroñera, Alonso Ruiz, que dado que iban a celebrarse Cortes en Toledo, se aprovechara el ofrecimiento de la ciudad de Salamanca para pedir por “capítulo en Cortes” la resolución de las aspiraciones de la ciudad.[87] Una indicación que paradójicamente iba en contra de los intereses del regidor que promovía esta propuesta.

 Bernardino de Tapia llevaría el encargo de ofrecer al Rey los dineros “que le sean bien vistos”, siempre que no excedieran la cantidad de 10.000 ducados por los que la ciudad obligaba sus “propios”. La cantidad ofrecida por Trujillo no superaba el dinero obtenido por las ventas y el proceso administrativo se encontraba ya cerrado y las cartas de confirmación reales firmadas o a punto de serlo. Como siempre muy bien informado, Alonso Ruiz hará llegar al concejo a finales de enero de 1560 la noticia de la confirmación de esas ventas por el propio rey considerando que el mantenimiento de un regidor en la corte, con un salario tan elevado, era un dispendio perjudicial para las arcas de la ciudad, solicitando la vuelta de Bernardino de Tapia si en corto plazo no resolviera el tema. Su petición fue refrendada por otros regidores. Finalmente el asunto quedará en manos de los procuradores de Salamanca  y del solicitador de Trujillo en corte. Esta decisión demuestra que la ciudad terminaba por aceptar la realidad de los hechos ya consumados y comenzaba una nueva etapa en la que sus preocupaciones más perentorias se centraban en litigar con los nuevos señores sobre los límites de los términos concedidos a las recientes villas y sobre la delimitación de competencias en asuntos que aún seguían compartiendo ambas partes[88].

 

El señorío de Marta. Indagaciones y averiguaciones.

De todos los procesos que se llevan a cabo en los distintos lugares que han sido adquiridos en esta última e importante compra, quizás merezca la pena detenernos en uno de ellos, no por ser el más relevante ni porque adquiera unas particularidades especiales sino porque las fuentes así nos lo permiten.

En este caso, la no existencia de un concejo y por tanto de una estructura administrativa que proporcionara la información necesaria, obligó al juez comisionado para ello a llevar a cabo todo el proceso de pesquisa, que ya vimos en el caso de Madroñera y que en el resto de los lugares vendidos, a excepción de Torrecillas, que tampoco contaba con concejo constituido, podrían proporcionar sus alcaldes, regidores y mayordomos.

El Archivo de Simancas custodia el expediente completo a que da lugar el proceso de las averiguaciones que el licenciado Núñez de Avendaño realiza en la villa de Marta desde el 6 al 16 de noviembre de 1559[89] sobre los tres ejes de información que se le han pedido por parte de la Corona: vecindario, término y en este caso alcabalas, ya que están incluidas en la venta. Se ha debido dar ya la posesión al nuevo señor, don Álvaro de Loaisa, pues aparecen elegidas las nuevas autoridades (Bartolomé Jiménez, alcalde ordinario, Juan Terrón y Juan Moreno, regidores, Juan García, alcalde de la Hermandad, y Francisco López, alguacil)  y ahora viene determinar aquellos aspectos que cerrarán el proceso. Fiel a su cometido, el licenciado Avendaño inicia su exposición con una relación de lo averiguado y señala algunos puntos pendientes:

-No ha encontrado en el lugar un concejo constituido, con alcaldes y regidores, “porque solía ser alquería de la dicha çiudad”.

-Sus alcabalas aparecen dentro de la renta denominada de “Aguijones y Colgadizos” y tan sólo afectan a las transacciones sobre ganados y heredades.

-En los últimos 6 años, espacio temporal objeto de su investigación económica, no ha habido en el lugar carnicería, ni taberna ni otro tipo de establecimiento de venta, aprovisionándose sus vecinos de lo que necesitan en la propia ciudad de Trujillo. Pese a ello, ha intentado conocer lo que podrían valer las alcabalas de las ventas que se han realizado de “vecino a vecino”.

-Existen dudas sobre tres vecinos (García Ramiro, Miguel Ramiro y Gonzalo Pizarro) que los alcabaleros consideran de Trujillo pero tienen tratos y tierras en Marta.

-Igualmente ha averiguado lo que renta el arrendamiento de la hierba de la dehesa boyal que realizan los vecinos del lugar, cantidad que se reparten entre ellos.

-Ha señalado y amojonado el término y jurisdicción de la nueva villa consistiendo éste en la dehesa boyal y ejido del lugar midiendo su extensión (2.800 varas de largo por 2.450 varas de ancho) con objeto de que la Hacienda Real determine si la venta se realiza de acuerdo al vecindario o por la extensión del término, tal y como se recogía en el contrato de venta, considerando el juez que sería más provechoso a la Corona valorarlo de acuerdo a la extensión del término (un cuarto de legua).

Queda así resumido lo que va a ser recogido por el escribano que le acompaña en las fechas señaladas y que tendrá como fuente de información, entre otras, a los escribanos del concejo de la ciudad[90], a quienes se pide relación del vecindario y nombre de los arrendatarios de las alcabalas de la ciudad de los seis años anteriores.

Valor de las alcabalas de Marta de ganados y heredades. 1553-1558

1553 1554 1555 1556 1557 1558
4.544’5 mrs. 3.972’5 mrs. 5.815´5 mrs. 2.890 mrs. 2.037’5 mrs. 11.895´5 mrs.

Fuente: A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 315. Fol. 7. Elaboración propia.

 

Junto a la información global, los arrendatarios de la renta presentan los memoriales que recogen lo cobrado a los vecinos y el objeto de la transacción, memoriales que se adjuntan a la averiguación y se complementan en los días siguientes mediante la comparecencia de los propios vecinos que completan lo recogido en dichos memoriales, siendo las ventas de ganados de escasa entidad y constituidas principalmente por puercos y ganado de labor vendidas tanto en Marta como en la ciudad de Trujillo, donde algunos de los vecinos con más hacienda (García Ramiro, Miguel Ramiro, Rodrigo Calderón y Gonzalo Pizarro) venden queso y lana.

En cuanto al vecindario, la petición del juez de que se le presente el padrón recibe como respuesta del nuevo concejo que aquél no existe y que en el lugar no hay escribano ni persona que sepa escribir para proceder  a su confección pero que están dispuestos a declararlo ante el juez y su escribano de viva voz. Procede entonces a confeccionar una relación de los vecinos del lugar que, como ya veíamos en Madroñera, pretenderá ser confirmado por el juez “a calle hita” recorriendo el lugar bajo la atenta presencia del nuevo señor, don Álvaro de Loaisa. En poco difiere este padrón realizado por el licenciado Avendaño del que le habían sugerido los vecinos, incluyendo en este caso a un hidalgo menor, Francisco Calderón, huérfano, y excluyendo a Doña Juana de Hinojosa, viuda de Gabriel Calderón, y a sus hijos menores. Igualmente el escribano asienta junto a cada nombre su valoración como vecino (completo o medio) que dará un resultado final de 18 vecinos en 20 casas junto a la de doña Juana, que reside en Marta algunos meses trasladándose en verano a su vivienda de Trujillo.

Es el momento en que el nuevo señor intente rebajar el número de vecinos y el valor de las alcabalas pues con ello conseguiría reducir también el valor de la compra que ha realizado. Por ello presenta un escrito en el que solicita se obtenga de los testigos que presentará la información necesaria que pretende, por un lado considerar como vecinos de Trujillo a Miguel Ramiro, García Ramiro, la viuda de Lope Pizarro y sus hijos y Gonzalo Pizarro[91]. Igualmente persigue la exclusión del vecindario de cinco de los habitantes de Marta dada su extrema pobreza por lo que no tienen bienes, viven a soldada trabajando en las tierras de otros y en casas alquiladas. En cuanto a las alcabalas, la no existencia de establecimientos de compra por el poco vecindario del lugar y la pobreza de sus habitantes le hace considerar que la villa no tiene prácticamente que pagar nada por este impuesto. Los testigos que presenta para avalar sus pretensiones (incluido uno de sus criados) confirman sus tesis y nos hablan del pequeño tamaño de la villa, de su esterilidad “porque en él ni en su término ay lavores ni heredades de que sacar fruto y no ay contrataçión en él” adquiriendo sus vecinos lo necesario en Trujillo. Está el lugar “apartado del camino real” por lo que no acude nadie a vender y “aunque viniere no lo conprarían por la poca posibilidad que ay en la gente”. Consideran además los testigos que son vecinos de la ciudad los antes mencionados, de los que saben que tienen casas en Marta pero que disfrutan de las franquezas de la ciudad, donde la mayoría reside durante el verano, tras coger sus panes, y hasta San Miguel. Nada más se dice pero parece que las pretensiones de Loaisa no serán atendidas tras la llegada al Consejo de Hacienda de las diligencias hechas por Avendaño sobre alcabalas y vecindario, ya que don Álvaro habrá de satisfacer 16.000 mrs. por cada uno de los 18 vecinos que el juez recogió en su información.

Quedaba un último asunto, medir el término concedido a la nueva villa y ya amojonado por el juez en el momento de la entrega de la posesión al nuevo señor. Fue siempre una preocupación del concejo trujillano que las aldeas de su término contaran con ejido ya que ello les aseguraba la permanencia en el núcleo de sus habitantes y también la posibilidad de crecimiento ya que, como tierra común, permitía el acceso de sus vecinos a su explotación. Su concesión es considerada una prerrogativa de la ciudad y vigilarán porque las aldeas no procedan por su cuenta a señalar sus límites[92].

El ejido y la dehesa boyal forman el escaso término pero es necesario su medición ya que el asiento así lo recoge y  ello permitiría evaluar la elección de la fórmula de su pago, en el caso del término a razón de 4.000 ducados por legua vulgar. Es preciso saber pues la longitud de una legua vulgar, es decir, una distancia igual o equivalente a la que los vecinos de Marta consideran una legua y para ello los testigos que son preguntados trasladan al juez distancias que para ellos y a su entender son tenidas en Marta como una legua: desde la villa de Marta a la venta de Guadalperal, a la casa de Galocho, a la venta de la Matilla, hasta Pascual Ibáñez, al corral de los Guijos, a Gatillos. Sólo es necesario elegir una y medir, decidiéndose el juez por medir la distancia desde el última de las casas de Marta hasta la casa de Gatillos, en el camino a Cáceres, con un cordel de 25  varas[93]. Trescientas ochenta veces se midió el cordel (9.500 varas) y se estableció así la legua vulgar. Decidido el lugar por el que se medirían la dehesa boyal y el ejido por dos de sus vecinos, Juan Terrón y García Ramiro, dado “que en esta villa ni comarca no ay medidores que por esquadra sepan medir la tierra que ay en la dicha dehesa y exido”, el mismo cordel utilizado para medir la legua se utilizó ahora para saber el ancho y largo de los mismos, 92 cordeles por 112 que resultaban las 2.450 varas de ancho y 2.800 varas de largo que recogía el juez en su resumen inicial.  Con ello finalizaba su misión en el lugar y eran otras instancias en la Corte las que debían rematar el procedimiento.

 

El final de un deseo. El legado de don Francisco de Carvajal.

Al comenzar a estudiar todo este entramado de compras y recompras que hemos analizado, apuntábamos la idea de que una parte de lo adquirido inicialmente tuviera un destinatario en la mente del obispo, su hijo Francisco. Quizá quisiera legarle algo más que su apellido y conformar un pequeño o gran patrimonio que saldara su obligación moral hacia él. Hemos seguido lo acontecido en Trujillo y su tierra con las adquisiciones que lleva a cabo don Gutierre pero este estudio no estaría completo si no intentásemos averiguar si los deseos iniciales del obispo se cumplieron. Como ya indicamos, el último viaje que realiza a Jaraicejo, quizás ya consciente de su próximo final, viene precedido por la formalización de una serie de documentos ante los escribanos públicos de Madrid. La documentación hacendística, tan minuciosa y detallada, nos ha permitido conocer parte de lo decidido por el obispo en tales momentos y en qué deparó uno de sus últimos deseos. El 6 de febrero de 1559[94], don Gutierre de Vargas Carvajal, obispo de Plasencia,  comparece ante el licenciado Ortega, Teniente de Corregidor de la villa de Madrid, para manifestar públicamente el reconocimiento de su paternidad hacia don Francisco de Carvajal, vecino y regidor de Madrid, a quien el obispo ha tenido y tratado como hijo “desde que naçió, dándole e administrándole todo lo nesçesario segund su calidad y condiçión” y dada esa calidad y buenas costumbres de éste deseaba reconocerlo “por tal su hijo y lo manifestava y manifestó públicamente y lo declaraba y declaró y confesava y confesó ser tal su hijo (…) para que de aquí adelante conste ser ansí y ser público y notorio”. El obispo pedía al licenciado Ortega que le diese testimonio de lo dicho “en guarda y conservaçión del derecho del dicho don Françisco de Carvajal”. Resuelto el primero de los asuntos pendientes al reconocer públicamente lo que ya estaba sancionado desde el papado[95], procede tres días después a escribir una nueva página de los últimos capítulos de su vida. Los asuntos ahora son más terrenales y consisten en donar a este hijo parte de lo que suponemos que adquirió para él. La razón que le mueve a ello es que su hijo pueda vivir “honradamente segund vuestro estado” donándole los bienes raíces en su poder constituidos por las alcabalas y el lugar de Velilla, además de las propias alcabalas de Jaraicejo. Indica lo ya pagado, 10.000 ducados, y menciona otra cantidad igual depositada en el Receptor General de la Chancillería de Valladolid destinada a satisfacer el resto de la compra. También indica que si ésta no se llevara finalmente a efecto, pasen a sus manos la citada cantidad (20.000 ducados), donación que será aceptada por don Francisco firmando ambos el acuerdo.

Podría sentirse el obispo satisfecho en este momento al haber resuelto uno de esos capítulos pendientes que mencionamos al principio, retirándose a Jaraicejo sabiendo que el bienestar y fortuna de este hijo quedaban asegurados. Pero los hechos que sucederán en los meses siguientes tras el fallecimiento del prelado vienen a contradecirlo. Don Francisco debería iniciar los trámites que llevaran a confirmar esta donación[96] y resolver los asuntos hacendísticos pendientes en la misma. En Valladolid, el 17 de junio de 1559, presenta el traslado de los capítulos de la donación de su padre que hacen mención a estos bienes ante el Consejo de Hacienda, redactándose una carta de venta a su nombre el 4 de julio. Se le reclama entonces el montante total de la compra que don Gutierre realizara un año antes de tales lugares y rentas, 13.618.746 mrs.[97], del que deberán descontarse tan sólo los 10.000 ducados pagados a cuenta al firmarse el asiento inicial. En total, lo que en principio iba a ser una donación que resolviera su fortuna, supone para don Francisco la exigencia de casi 10 millones de mrs. ya que no vuelve a hacerse mención de los restantes 10.000 ducados que el obispo había asegurado tener depositados ante el Receptor General de la Chancillería de Valladolid para satisfacer el resto de la compra[98].

Esta deuda con la Hacienda Real debió exceder las posibilidades económicas de don Francisco a tenor del proceso administrativo que se inicia con él y del que conocemos su desarrollo hasta 1560. A lo largo de este año se suceden diferentes cuentas en las que se anotan las deudas que don Francisco mantiene con la Hacienda, consiguiendo a finales de agosto de 1559 que lo entregado por Alonso Ruiz a don Gutierre sea reclamado a los herederos y testamentarios del obispo y por tanto descargado de su deuda. No podrá sin embargo impedir que el licenciado Ovalle, en nombre de la Hacienda Real,  ejecutase en sus bienes de Velilla parte de esas deudas no pagadas vendiendo y rematando los mismos por 1.719.000 mrs. Queda aún mucho por pagar y parece que en marzo de 1560 conseguirá llegar a un acuerdo con el Consejo de Hacienda que le permita reducir de forma importante la cantidad que aún adeuda: devolverá la villa de Velilla y sus alcabalas, siendo eliminada por los Contadores mayores la documentación relativa a su venta de los Libros de Hacienda y restituyéndose al patrimonio de la Corona. Aceptará también que se mantenga en las alcabalas de Jaraicejo el juro que doña Francisca Pizarro tiene en ellas por un valor de 137.000 mrs. de juro a 14.000 mrs. el millar[99].

Este acuerdo conseguirá reducir drásticamente lo que aún debe pagar don Francisco, 3.608.997 mrs. dándole seis meses de plazo para abonar esta cantidad (del 6 de marzo al 6 de septiembre) habiendo presentado fiadores para ello y debiendo sumar a lo que debe el interés que el factor general estableciera, según se recoge en cédula real despachada por el rey en Toledo el 31 de agosto de 1560, poco antes de expirar el plazo señalado. Desconocemos el final de la historia pero en nota añadida al margen de este complicado proceso hacendístico se indica que por una nueva cédula de Su Majestad de 10 de mayo de 1561 se reclama a don Francisco de Carvajal que pague al tesorero Domingo de Orbea los 183.491 mrs. que aún debe “de la dilaçión de la paga” de la deuda anterior.

Sabemos que finalmente las alcabalas de Jaraicejo terminaron en las manos de don Francisco de Carvajal[100], como fue deseo de su padre, pero no de la manera que posiblemente el obispo don Gutierre había previsto. Pero algo sí consiguió, ligar a alguien de su apellido, de su sangre, a la villa que fue su hogar, su refugio y retiro a lo largo de los muchos años que estuvo al frente de la diócesis placentina.

 



[1] SÁNCHEZ RUBIO, Mª A. y SÁNCHEZ RUBIO, R.:  “Trujillo y su Tierra en el siglo XVI: conflictos territoriales y políticos”. La Tierra de Trujillo. Renacimiento y Alto Barroco. En prensa.

[2] SÁNCHEZ RUBIO, Mª A.: “Trujillo y su Tierra en la Baja Edad Media. Relaciones de poder y dominio”. La Tierra de Trujillo: Desde la época prerromana a la Baja Edad Media. Badajoz. 2005, pág. 171; RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.: “Extremadura: la tierra y los poderes”. Historia de Extremadura, tomo III. Badajoz. 1985, pág. 434; Véase también Martínez, G.: Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. Madrid. 1983.

[3]…barrios que están a una y a dos y a tres leguas de la çiudad y no son conçejos”. Archivo General de Simancas (en adelante A.G.S. )  Patronato Real. Leg. 73-48.

[4] Durante la etapa de los Trastámara la disminución del patrimonio de la Corona fue muy acusada en los territorios castellanos provocando las protestas del Reino que con insistencia recuerdan a sus monarcas las disposiciones de las Partidas y del Ordenamiento de Alcalá relativas a la prohibición de alienar su patrimonio y de erigir nuevos señoríos. Las Cortes de 1442 consiguieron que Juan II promulgara una pragmática prometiendo en su nombre y en el de sus sucesores no enajenar el realengo. Este juramento lo volverían a realizar otros monarcas a pesar del proceso desamortizador que se intensificó durante el periodo moderno. Guilarte, A.Mª.: El régimen señorial en el siglo XVI. Valladolid. 1987.

[5]Ninguna nueva carta de villazgo se otorgaría en la tierra de Trujillo hasta 1564 cuando Garciaz obtenga dicho privilegio del rey Felipe II. Archivo Municipal de Trujillo (en adelante A.M.T.) Legs. 23(1), 36(24) y A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas (en adelante E.M.R). Mercedes y Privilegios. Legs. 290, Exp. 15. Los Archivos Municipales de Berzocana y Garciaz conservan sus cartas de privilegios. Más información en SÁNCHEZ RUBIO, Mª A. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: “Trujillo y su Tierra…” Op. cit.

[6] La obligación fue contraida por Nuño García de Chaves el 20 de marzo en Valladolid quien había sido apoderado por la ciudad para frenar el proceso desamortizador. Días después esta obligación fue ratificada en Trujillo ante el escribano Juan Rodríguez Caramaño.  A.M.T. Legs. 22(3) y 23(2). Ver también A.M.T. Libros de Acuerdos. Legs. 22(2), fol.6. El Archivo de Trujillo no conserva el documento original de la concesión regia, sin embargo el mismo se menciona en numerosas ocasiones. 

[7] En 1554 el rey Carlos había traspasado a su hijo la Corona de Nápoles; entre octubre de 1555 y marzo de 1556, Felipe recibió las Coronas de los Países Bajos, de España y Sicilia y por último el Franco Condado.

[8] Señala Modesto Ulloa que entre 1558 y 1559 los ingresos más importantes que obtuvo la Corona de los recursos extraordinarios procedieron de la venta de rentas reales y de las órdenes militares, aunque no faltaron ingresos obtenidos por ventas de lugares y vasallos a particulares.  Ulloa, M.: La Hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe II. Madrid. 1986.  Págs. 163-170.

[9] Modesto Ulloa detalla numerosas ventas que se materializaron entre 1558 y 1559. ULLOA, M.: Op. cit., págs. 167 y 168. 

[10] Así lo ponen de manifiesto todos los autores que se han acercado a la figura de don Gutierre. Asunción Fernández Hoyos defiende esta afirmación apoyándose en la amplia historiografía del personaje. FERNÁNDEZ HOYOS, A.: El obispo don Gutierre de Vargas, un madrileño del Renacimiento. Madrid, 1994.

[11] El hijo bastardo de don Gutierre fue procreado en doña Magdalena Mendoza. Fue legitimado en 1546 por Bula de Paulo III y más adelante, el 6 de febrero de 1559, reconocido como hijo legítimo por el obispo. Fue don Francisco de Carvajal “…un cavallero de mui buenas partes y que supo exzelentemente la lengua latina y conociendo sus méritos le dio el rei don Felipe 2º el correximiento de León y sirviéndole murió en aquella ziudad. Casó con doña María de Mendoza y Pacheco hixa de don Juan Hurtado de Mendoza, tercero conde de Monteagudo y señor de Almazán y de la condesa doña Luisa Faxardo, su muxer”. Archivo de la Catedral de Plasencia. Manuscrito de los Camargo de Plasencia.  Leg. 95 (13), s/f.  Según A. Fernández Hoyos, el autor que más ha profundizado en la paternidad del prelado ha sido el genealogista Miguel Lasso de la Vega.  FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 59.

[12] A.G.S.  Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[13] En 1551, antes de asistir a Trento habla ya de sus dolencias, “gota y temblores y otras enfermedades, que lo más del tiempo estoy en la cama, que por dos veces han venido mis hermanos y sobrinos casi por la posta a mi muerte”.

FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit.,  pág. 104.

[14] A efectos impositivos, la figura de “Aguijones y Colgadizos”  reunía una serie de pequeños núcleos, sin entidad de concejo en aquellos momentos y que no distaban demasiado de la ciudad. En 1558, Juan Báez, vecino de Trujillo y arrendador de las alcabalas “de veçino a veçino” de 1553, presenta como “Aguijones” los lugares y alquerías de Marta, Pascual Ibáñez, Aldea del Obispo y Tozo, mientras que bajo la denominación de “Colgadizos” se encuentran Madroñera, Torrecillas, Aldea Nueva y Centenera.  A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5.

[15] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fols. 110-110v.

[16] Estaba establecido que cuando se abordara un tema concerniente a un regidor o su pariente, aquél no debería dar su voto y habría de salir del ayuntamiento.

[17](…) dixo que él a salido otros ayuntamientos por mandado del dicho señor corregidor (….) porque le dezían que se trataba negoçio de la Madroñera y que agora se a dado sobreçédula de estar byen hecha la venta del dicho lugar e que si estos señores quieren tratar de que el executor que byno a dar la jurediçión y posesión al señor obispo de Plasençia alargó más término de lo que abya de alargar, que el dicho señor Alonso Ruyz quiere votar en ello y que se baya a Corte a guardar el dicho término y que si quieren tratar otros negoçios de conpras que hazen otras personas y la Magestad Real vende a quien byen le está, que él tambyen se quiere hallar en ello para favoresçer lo que Su Magestad manda y que si contra esto los dichos señores justiçia e regidores trataren dello, que contradyze todos los gastos y costas que a la çibdad vynieren e de dar notyçia a Su Magestad dello (…)”.A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 110v.

[18] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5.  y Leg. 311. Fol. 5.

[19] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[20] FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 96

[21] Juan de Chaves, Juan Pizarro de Orellana, Luis de Chaves y García de Tapia.

[22] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 311. Fol. 5

[23] Al que los representantes del obispo pretenden no incluir como vecino.

[24] Sobre la familia Valencia ver nota  40

[25] Se trata de Andrés Sánchez que alega en todo momento y a través de testigos que él realmente es vecino de Herguijuela donde satisface los pechos reales y que por tanto desea dejar la villa de Madroñera, en la que reside desde hace 7 meses, y volverse a su lugar de residencia con su mujer e hijos.

[26] Juana González, sus hijos, Alonso Ruiz, Blas García, lagarero de Juan de Camargo, y Diego Martínez, mozo que vivía en casa del vecino Diego de Ávila

[27] Vemos como en ambos casos, la persona particular de don Gutierre y su actividad se confunde con la del obispo, utilizando a eclesiásticos en el proceso administrativo que se está realizando en su nombre.

[28] En el mercado franco de cada jueves que por privilegio real tiene la ciudad l,os vecinos de Madroñera no gozan de tal franquicia al no ser vecinos de Trujillo. Sin embargo el arrendador de las alcabalas de 1553 a 1556 declara que entre las condiciones de su arrendamiento estaban no cobrar alcabalas a los vecinos de Madroñera en el mercado franco ni en los 10 días de la feria de mayo.

[29] Gallinas, pollos y trigo constituyen los productos con los que los vecinos satisfacen las alcabalas, considerando los arrendatarios que el sistema de igualas -que a ellos les simplifica la averiguación de las transacciones, pues sólo requiere un juramento- también es beneficioso para los vecinos ya que de no ser así, no se igualarían sino que describirían pormenorizadamente las distintas operaciones de venta efectuadas durante el año.

[30] El arrendador de este año, Martín Díaz de Orellana, dice que además de esta cantidad, ha comprobado que Andrés de Trejo, vecino de Madroñera vendió ese año a Alonso Ruiz 500 mrs. de censo al quitar por 7.000 mrs. y de tal alcabala sólo cobró la tercera parte pues así se establece en las condiciones de arrendamiento que da la ciudad.

Además, ese año Alonso Ruiz realizó un trueque con el concejo en el que aquél daba una cerca, tres huertos, pozos, una zahurda, un corral y otro huerto a cambio de una tierra que le daba el concejo, de similar valor ambos lotes (unos 34 ducados y 4 reales cada uno) y por los que no se pagó alcabala. A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[31] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8), fol. 95v.

[32] La muerte del emperador es ecogida por las actas municipales de Trujillo días después con motivo de la organización de las honras fúnebres que con toda solemnidad se hicieron en la ciudad. Ibidem. Fol. 100v.

[33] El 9 de septiembre el concejo suscribe una carta de poder a favor de Juan de Chaves para que gestione este asunto obligandose los “propios” y las rentas de la ciudad. Ibidem. Fol. 91v.

[34] Bernardino de Tapia recibió un poder para permanecer en la corte 30 días. Ibidem. Fol. 112r.

[35] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[36] En este trabajo hemos podido conocer una realidad que no tuvimos ocasión de detectar en la citada investigación que realizamos sobre las ventas jurisdiccionales del siglo XVI, matizando e incluso contradiciendo algunas de las afirmaciones e hipótesis que alli planteamos.

[37]Fue Juan de Vargas oidor de Valladolid y rexente del  Supremo Consexo de Italia y estando sirviendo la rexencia le mandó el rei don Felipe 2º el año de 1567 ir a Flandes con el Duque de Alba don Fernando Álvarez de Toledo, para asistirle en lo que se ofreziese de su Real servizio en aquellos Estados. En los quales fue presidente de las confiscaciones de los reveldes y sirvió a Su Maxestad asta el año de 1574 que le mandó bolver. Murió en la Oliva a 7 de noviembre año de 1575 questa depositado en la iglesia de San Blas de aquella villa”. Archivo Catedral de Plasencia. Manuscrito de Los Camargos de Plasencia. Leg. 95(13), s/f.

[38] Sobre Alonso Ruiz y su trayectoria en el Perú puede obtenerse información en TRELLES ARESTEGUI, E.: Lucas Martínez Vegazo: funcionamiento de una encomienda peruana inicial. 2ª edición. Lima. 1991. Ver también LOCKHART, J.: The men of Cajamarca. A social and biographical Study of the first conquerors of Peru. Austin, Texas. 1972.

[39] DERMIT MARTÍNEZ, P.J.: “La construcción de las naos del Obispo de Plasencia en Vizcaya. 1536-1539. Pleitos y documentos sevillanos”; “Aportaciones sobre la Expedición del Obispo de Plasencia a la Mar del Sur” y “La expedición del obispo de Plasencia. III Parte: en busca del Arauco”. Derroteros de la Mar del Sur, números 11, 12 y 13 respectivamente. Véase también PASTELLS, O.: El descubrimiento del Estrecho de Magallanes en conmemoración del IV Centenario. Madrid. 1920. 

[40] La madre de Lucas e Isabel se llamaba Francisca de Valencia y es muy probable que fuera originaria de Madroñera.  Varios miembros de la familia Valencia, procedentes de Trujillo y Madroñera y emparentados con los hermanos Martínez, viajaron al Perú y trabajaron como mayordomos en la encomienda y en las minas de Lucas Martínez Vegaso.  Más información en TRELLES ARESTEGUI, E.: Op. cit., págs. 179-189.

[41] Dichas alegaciones, que pretendían disuadir a la Corona de de realizar dicha venta presentándola como complicada y nada beneficiosa a las arcas reales,  fueron recogidas en una cédula firmada en diciembre donde se comisionaba a Diego de Torres y Francisco de Zamudio para que se desplazaran a Trujillo a hacer las averiguaciones pertinentes. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 302. Exp. 2. Sabemos que Bernardino de Tapia permaneció en Valladolid hasta el 17 de diciembre, llegando a Trujillo el día 24 de ese mes, en total 58 días. El 30 de enero daba cuenta al concejo de su estancia para que se le liquidara lo que se le  adeudaba. A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 31(8). Fol. 132v. 

[42] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 302. Exp. 2.

[43] Ibidem.

[44] En esos meses se producen diversos libramientos a regidores y escribanos que se han desplazado a los lugares donde se realizan las averiguaciones

[45] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[46] A.M.T. Leg. 36(2). Fol. 168r.

[47] La noticia se recoge en las actas del ayuntamiento del día 12 de abril. A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 36(2). Fol. 156r.

[48] Son numerosas las referencias en la documentación a que el cambio se produjo con el consetimiento de don Juan de Vargas, el hermano del obispo que tramitaba todo el proceso.

[49] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18. Ver también A.M.T. Leg. 32(6)

[50] Resulta interesante el poder concedido por el futuro señor de La Cumbre al, como él, perulero Alonso Ruiz y parte de esa curiosidad estriba en que el poder se otorga en el propio lugar del que desea ser señor y no ante alguno de los escribanos de la ciudad de Trujillo, sino ante el escribano de Su Majestad, Alonso de Tineo, que meses más tarde actuará como procurador de Juan de Vargas en la toma de posesión de Plasenzuela. Se pretendería con ello mantener en secreto las aspiraciones de Barrantes ya que además actúan como testigos su propio hijo Juan, un criado de éste y el regidor de Plasencia, Pedro Lintorne. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 19.  

La presencia de Tineo en tierras trujillanas posiblemente estuviera relacionada con su representación como apoderado de Juan de Vargas ante los jueces comisionados que en esas fechas realizaban las averiguaciones de diversos lugares incluidos en las ventas. Ver nota 71.

[51] A partir de una sentencia anterior dada por el propio concejo de Trujillo, se había obligado a los habitantes de estas dos minúsculas aldeas a contribuir fiscalmente junto a los vecinos de Plasenzuela y no con los “Aguijones y Colgadizos” como aquéllas pretendían. A.M.T. Leg. 2(2). 1415-1517. “Sentençia sobre Avililla y Plazençuela. 12 septiembre 1483”. Fols.. 135-136.

[52] A.G.S.  E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[53]  Las posibilidades económicas del obispo eran muy considerables no sólo por el patrimonio familiar sino fundamentalmente por sus rentas eclesiásticas. Asunción Fernández, refiriéndose a testimonios coetáneos, señala que sus rentas no bajaban de 30.000 escudos anuales, además de percibir una pensión vitalicia de 800 escudos por la permuta que en 1553 realizó de la encomienda de la abadía benedictina de San Juan de Coria en Asturias, mantenida hasta su muerte. Fernández Hoyos, A.: Op. cit., pág. 118.  

[54] Los términos asignados a cada lugar no debieron exceder, en cualquier caso, de la media legua o la legua en redondo a partir de la propia aldea. Así se desprende de la extensión de los términos que bajo su jurisdicción tenían dichos lugares a finales del siglo XVIII y que conocemos gracias a las descripciones de Tomás López. En relación a Torrecillas se señala: “el distrito y ámbito que coge por ancho su jurisdiçión es media legua y en çircuito o a el rededor una legua a corta diferencia…La Provincia de Extremadura al final del siglo XVIII (descripciones recogidas por Tomás López). Estudio y recopilación de G. Barrientos Alfageme. Mérida. 1991, pág. 428.

[55] 3.000 ducados al darse la comisión para tomar posesión, hecho que tiene lugar en agosto de 1559 y la misma cantidad en cada uno de los restantes plazos, finales de octubre de 1559, enero y abril de 1560, saldándose el resto de la deuda en agosto de 1560.

[56] A.G.S.  E.M.R.. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[57] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 110v.

[58] A.G.S. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 136.

[59] Ibidem.

[60] En sesión de 30 de abril, el concejo trujillano”acordó e mandó que Juan de Toro vaya a Corte de Su Magestad a contradezir a Alonso Ruyz el tytulo de la venta del lugar de la Madroñera que pretende y se le mande la ynstruçión para lo que a de hazer por la çibdad”.  A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 31(8). Fol. 172r

[61] Según el documento de la Contaduría Mayor de Hacienda, la carta de venta fue firmada por la Princesa Gobernadora el 28 de julio de 1559. A.G.S. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 136.

[62] Cédula de la princesa doña Juana en nombre del rey a los herederos y testamentarios de don Gutierre otorgada en Valladolid el 31 de agosto de 1559. Ibidem.

[63] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 174r. y ss.

[64] Ibidem

[65] Se reciben cartas de Pedro Suárez de Toledo el 10, 17 y 24 de julio; el 12, 18 y 21 de agosto y el 11 y 25 de septiembre. Ibidem.

[66] A.M.T. Leg. 32(6).

[67]  A.G.S. E.M.R.. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[68]  A.G.S. E.M.R  Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18,  y Contaduría Mayor de Hacienda (en adelante C.M.H.) Dirección General del Tesoro.  Leg. 281. Fol. 81.

[69] A.M.T. Leg. 32(7)

[70] Ibidem.  La delimitación se inicia en el río Tamuja, donde los límites se encuentran con los de Cáceres y Montánchez, hasta el puente del Tamuja en el camino real que va a Cáceres y continúa hasta el río Gibranzos, siguiendo desde allí hasta el mojón de la dehesa de Piedrahitilla y después entre ésta y Avililla hasta el baldío de Ruanes. Continúa hasta el límite y mojón de El Guijo y continúa hasta dar con el término de Montánchez  y volver al Tamuja donde se inició el amojonamiento. Plasenzuela con Avililla y El Guijo arrojaron un total de 71 vecinos en lugar de los 80 que en principio se supusieron. A.G.S.  Expedientes de Hacienda, Leg. 315, Fol. 7. El pago de esta compra se había realizado ya en parte, aunque sólo sobre los vecinos y términos que pasaron a poder de Juan de Vargas y no sobre la totalidad de lo incluido en el concierto inicial establecido con la Corona, cuantía que debieron satisfacer el resto de los compradores por delegación de aquél. El licenciado Juan de Vargas había satisfecho ya en el momento de acceder a la posesión de los lugares de Plasenzuela, Guijo y Avililla 1.000 ducados, comprometiéndose a pagar el resto el día 10 de noviembre de ese mismo año

[71] A.M.T. Leg. 32(8).

[72] Los otros dos eran Alonso Ruiz, el comprador de Madroñera, y Juan Pizarro de Orellana que compraría la propiedad de Magasquilla. LOCKHART, J.: The men of Cajamarca. A Social and Biographical Study of the First Conquerors of Peru. Austin. 1972, págs. 214-215; 236-238 y 343-346.

[73] El señor del Puerto marchó al Perú en 1560 en compañía de su mujer y de 22 criados (entre los que se encontraban diez trujillanos y sus dos hijos ) muriendo allí en 1563. ROMERA IRUELA, L. Y GALBÍS DÍEZ, Mª DEL C. (eds): Catálogo de Pasajeros a Indias. (1560-1566). Vol. IV. Murcia. 1981, págs. 64 y 65. Ver también Altman, A. Emigrantes y Sociedad. Extremadura y América en el Siglo XVI. Madrid. 1992,  pág. 62.  Su desaparición le libró de sufrir condenación en España por sus actuaciones en Perú (numerosos abusos de poder y latrocinios que llevaron a la cárcel a los dos comisarios que con él marcharon). TRELLES ARÉSTEGUI, E.: Op. cit., pág. 125.

[74] Cada vasallo se valoró a razón de 16.000 maravedís y cada millar de las alcabalas en 42.500 maravedís. A.G.S. E.M.R.  Mercedes y Privilegios”. Leg. 303. Exp. 17;  C.M.HDirección General del Tesoro. Leg. 181. Fol. 142.

[75] A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro, Leg. 281. Fol. 241. El 4 de septiembre de ese mismo año, Diego Pizarro de Hinojosa traspasó su poder a Gabriel y Alonso Pizarro de Torres, sus hermanos, y a Gómez Dávalos, todos ellos vecinos de Trujillo, para que comparecieran ante el juez comisionado para delimitar los términos de la villa de Torrecillas.

[76] A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 196. La confirmación de la venta realizada por la princesa gobernador fue efectuada por el rey Felipe en Toledo el 24 de diciembre de 1559. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 321. Exp. 15. Años más tarde, en 1591, el propio concejo de El Puerto compraría las alcabalas por valor de 3.960.000 maravedís. A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol.  196.

[77] A.G.S. C.M.H.  Dirección General del Tesoro, Leg. 281. Fol. 136. La carta de poder otorgada por Pedro Barrantes a Alonso Ruiz para efectuar la compra se formalizó en La Cumbre ante el escribano Alonso de Tineo el 2 de abril de 1559. La confirmación de la venta realizada por la princesa gobernador fue efectuada por el rey Felipe en Toledo el 24 de diciembre de 1559.  E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 19. El Archivo Municipal de La Cumbre conserva el documento de venta efectuada a Pedro Barrantes. Censo de Archivos Municipales de Extremadura. Junta de Extremadura. Mérida, 1999

[78]  A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios, Leg. 303. Exp. 17.

[79] Las averiguaciones realizadas por Núñez de Avendaño contabilizaron diferencias entre el vecindario que se supuso tuvieran los lugares y el que realmente tenían siendo en todos los casos menor el que tuuvieron que pagar los nuevos señores. El hecho de que no se conserven en el archivo trujillano referencias documentales sobre conflictos derivados de la venta del Puerto, a diferencia de los otros lugares, pudiera hacer pensar que no existieron dudas sobre la delimitación hecha por el licenciado Núñez de Avendaño sobre el término asignado a este lugar. Esta circunstancia, junto a la  enorme presencia que la familia de la mujer de Diego de Carvajal –doña Beatriz de Vargas- tenía en dicho lugar a través del señorío sobre Valhondo, quizás motivaron que ni el concejo ni otros herederos acudieran al proceso de toma de posesión y no adujeran derechos que consideraran lesionados, lo que sí ocurrió en el caso de los otros lugares dando lugar a una documentación que nos ha permitido seguir el proceso.

[80] En el mes de julio (sesión del día 10)  ya el concejo había otorgado poder a Pedro Suárez de Toledo para que se obligara en la cantidad de 6.000 ducados para pagar a su Majestad y parar las ventas. A.M.T. Leg. 31(8).  Fol. 220

[81]  Diego García de Chaves, Pedro Calderón Altamirano, Juan Cortés, Juan de Chaves y Luis de Chaves.

[82] Después de su prolongada ausencia Felipe II desembarca en el puerto de Laredo el 9 de septiembre de 1559.

[83] El 1 de septiembre el concejo decide enviar al bachiller Prieto con una carta de poder para presentarse ante el licenciado Núñez de Avendaño.  A.M.T. Leg. 31(8).  Fol. 268v.

[84] Ibidem. Fol. 279v. Debemos suponer que las argumentaciones que presentara Francisco del Amarilla darían su fruto ya que al menos de momento no vuelve a mencionarse la segregación de Logrosán.

[85] Llamamos la atención sobre el hecho de que ninguno de los regidores que mostraron su interés por comprar lugares, hiciera efectivo este deseo, al menos durante esta centuria.

[86] A.M.T. Leg. 27.17.

[87] Recordemos que Trujillo no tenía representación con voto en Cortes.

[88] Sobre estos conflictos que se alargan a lo largo del siglo XVI y que incluso se prolongan a la siguiente centuria ver SÁNCHEZ RUBIO, Mª.A. y SANCHEZ RUBIO, R.: Op. cit.

[89] A.G.S.. Expedientes de Hacienda. Leg. 315. Fol. 7

[90] El 6 de noviembre el juez solicita de Francisco del Amarilla y Cristóbal Hidalgo Docampo la relación de vecinos y el resto de la información solicitada, siendo testigos de dicho requerimiento Juan de Chaves, Alonso Ruiz y Pedro Barrantes.

[91] Nombres en su mayoría de los que el juez Avendaño reconocía, al inicio, las dudas que pesaban sobre su vecindad

[92] Ya en 1353, el juez Gonzalo Fernández Añasco recorre parte del término de Trujillo revisando los límites de tierras del concejo y controlando las apropiaciones que de éstas pudieran haberse hecho. Por comisión del concejo se ordena a Fernández Añasco que vea los ejidos de las aldeas y determine si su tamaño es el adecuado y acorde a su población al objeto de fomentar y propiciar su poblamiento. En 1418 intentarán que se incremente el vecindario del lugar de Navalvillar concediéndole término estimando que tal medida podría hacer que otros pobladores, tanto de la tierra trujillana como de la de Toledo, pudieran decidirse a ir a vivir al lugar. En el caso de que no se cumplieran esas expectativas, Trujillo decidiría en su momento si tal término volvería al concejo para sus “propios”, planteamiento que deja claro la discrecionalidad en la concesión de tales tierras por parte de Trujillo a las aldeas de su término y la idea clara de que estas tierras no pasan a ser propiedad de tales lugares.

SÁNCHEZ RUBIO, Mª A.: El Concejo de Trujillo… Op. cit. Págs. 48 y 51.

[93] Cada vara medía en España 0,8356 metros.

[94] A.G.S.. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 269

[95] FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 59.

[96] Parece que se le da carta de venta del lugar de Velilla el día 3 de abril de 1559, en vida aún del obispo. Ibidem.

[97] 784.000 mrs. por el lugar de Velilla, 1.018.788 mrs. por las alcabalas de este lugar, 634.500 mrs. por el lugar y alcabalas de Madroñera y 11.181.458 mrs. de las alcabalas de Jaraicejo. Ibidem.

[98] La muerte del obispo debió alterar esta disposición y la resolución de su testamentaría quizás obligara a rescatar dicha cantidad por los albaceas del prelado.

[99] El 20 de mayo de 1560, sendas cédulas del rey a los Contadores Mayores ordenan que se rompan las cartas de venta de Velilla y sus alcabalas y que se incluya en la carta de venta de las alcabalas de Jaraicejo el juro de doña Francisca, pese a lo contenido en la carta anterior en la que la Corona se comprometía a venderlas libre de cualquier gravamen. Ibidem

Resulta curioso uno de los datos de esta cuenta que nuevamente se realiza con don Francisco de Carvajal, ya que, junto a los descuentos que suponen los mrs. de la venta de Madroñera (634.500 mrs. que se reclaman a los testamentarios del obispo), lo recaudado por el juez ejecutor en bienes de don Francisco (1.719.000 mrs.), la pérdida de valor en las alcabalas de Jaraicejo que supone el juro de doña Francisca Pizarro (1.918.000 mrs.)  y las alcabalas de Velilla, que se devuelven a la Corona (1.018.788 mrs. más 31.961 mrs. de lo que no pudo cobrar de ellas por estar encabezadas), la devolución del lugar de Velilla no deduce de la deuda el valor de lo fijado por el lugar (784.000 mrs.) sino una cantidad mayor (y así se indica, 937.500 mrs.) sin que sepamos la causa de ello. Ibidem.

[100] También en nota añadida al margen se indica que en 1608, el hijo de don Francisco, don Alonso de Carvajal “en quien han venido a parar las dichas alcavalas de Xarayzejo” compró de Su Majestad “la juridiçion que a su Magestad perteneçe para la cobrança de las dichas alcavalas” por 6.000 ducados, pagados en un año mediante dos pagas por mitad. Ibidem.

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