Oct 082023
 

  

Manuel Rubio Andrada

Resumen

El motivo principal de nuestro trabajo ha sido la presencia de cascos de bronce rematados en la parte superior por cuernos en forma de lira, presentes en varias pinturas y grabados rupestres del entorno de la sierra de Logrosán (Cáceres).

Ello es un claro indicio de la existencia de un temprano comercio entre los lugareños y la potencia mercantil que  hacía posible su adquisición al por mayor desde el lugar de origen  de su manufactura en Europa central; el traslado y posterior distribución en distintos grupos sociales.

 Generalidades

En este trabajo hemos ampliado el estudio del entorno de la sierra de Logrosán; nuestra actividad se ha extendido a una lejanía que no pasa de los límites naturales marcados por los ríos Ruecas, Berzocana y Almonte.  En él intentamos aproximarnos a las  cuestiones comerciales derivadas del mineral de estaño, concretamente en la Edad del Bronce.

La mencionada sierra es un lugar privilegiado para los estudiosos del tema  por la presencia en ella de casiterita, localizada superficialmente y bastante abundante. Recordemos que ese mineral es imprescindible en las manufacturas de bronce, edad histórica en la que debemos situarnos.

Los restos materiales ya descubiertos nos han servido como fuentes; algunos, a nuestro entender han sido superficialmente utilizados, incluso por nosotros mismos. Así pues volveremos sobre grabados, pinturas rupestres, estelas decoradas, etc., ahora intentamos darles mayor profundidad aunque su número siga siendo igualmente escaso.

Así pues, la minería, metalurgia y comercio en Logrosán fueron actividades importantes en el periodo de tiempo donde se sitúa el Bronce Medio y Final (1500-700 a. C.): los restos que mencionamos como fuentes hacen referencia a esos lejanos momentos.

En la actualidad los estudios generales realizados sobre el comercio primitivo[1] inciden principalmente en determinados aspectos de localización espacial, sobre todo las rutas. Los modos como se realizaron, los necesarios lugares de encuentro etc. han sido estudiados en  menor proporción; el comercio de la sierra de  Logrosán no se ha visto libre de estas tendencias.

Admitimos que ciertos procesos mercantiles suelen acontecer de forma parecida cuando las dos partes que intervienen presentan desarrollos sociales semejantes; en general también es evidente lo contrario, a circunstancias sociales  diferentes corresponden distintas formas mercantiles de actuar.

 

En nuestro caso los que intervienen son por una parte la sociedad logrosaniega, en desarrollo social bastante primitivo. Aunque desconocemos con claridad su estructura  las huellas, que veremos a lo largo de este trabajo, conducen más bien a los patrones propios del Bronce Medio: división en clanes familiares. Hasta ahora este momento cultural no está presentes en los restos a pie de mina.

 

La realidad nos exige admitir otro grupo, el formado por mercaderes, que en ese momento mayoritariamente estaba formado por comerciantes representantes de un lejano imperio colonial, impulsados y coordinados en jefaturas; estos debían estar técnicamente bien preparados, con gran experiencia comercial. Pudo haber otros grupos que participaran en el tráfico de mercancías de los cuales no conocemos rastro, bien porque no exista o bien porque nosotros no lo hemos  sabido ver.

 

En el mercantilismo apuntado, estarían presentes las dificultades generales parejas al encuentro entre grupos humanos extraños como  las derivadas del desconocimiento de lugares, los numerosos idiomas que existirían incluso en terrenos bastante próximos, lo propio de una sociedad compuesta como hemos dicho por clanes familiares a veces opuestos y aparentemente bastante disgregados.

 

Completan este panorama los pequeños estados del Bronce Final generalmente  asentados en elevaciones de acusados relieves: se han encontrado restos además de Logrosán en el cerro del Castillo, Cañamero (Cáceres); en el Valle de los Lirios, Sta Cruz de la Sierra (Cáceres); en el cerro del Castillejo, Robledillo de Trujillo (Cáceres); en Sierra de Fuentes, Aliseda etc. La habitabilidad de esos lugares nos resulta hoy de difícil comprensión sobre todo en la sequedad del estío y en los fríos de época invernal. Para completar este bosquejo diremos que estas fortificaciones nos conducen a suponer con fundamento que los poblados frecuentemente estaban enfrentados entre sí, en constantes alternancias de equilibrio-desequilibrio de poder.

 

Dijimos que el establecimiento de una sociedad jerarquizada era una necesidad para un comercio desarrollado. Al final de una serie de relaciones menores con intermediarios de aquí y allá, se necesitaba entenderse con alguien responsable al que habría de tantear y conocer. Alguien debía tomar decisiones para finalizar los procesos de trueque pues había que transferir determinado producto a cambio de… no parece que la casiterita estuviera ausente de estos procesos.

 

Puesto que todas las fuentes que ahora empleamos son de serranía, el traslado y establecimiento en llano con abundante agua no parece que fuera una condición indespensable para crear el mercadeo que ahora nos ocupa al fin basado en unas claras diferencias estructurales: por una parte la sociedad jerárquica tartesio-fenicia y por otra una sociedad más primitiva dividida en pequeños clanes familiares.

 

De la sierra de San Cristóbal de Logrosán, también conocemos una serie de materiales arqueológico-mineros que sus numerosos excavadores han puesto a disposición de todos nosotros a través de varias publicaciones.

 

Inicialmente, en la década de los años 50 – 60 del pasado siglo, fue el geólogo Vicente Sos Baynat el impulsor de los estudios minero-arqueológico[2]. Todo su trabajo fue mencionado y continuado por otro colega suyo, Craig Merideth y posteriormente otros entusiastas excavadores.

 

Tras estas, surgieron las correspondientes publicaciones cuyo conocimiento facilita la bibliografía que publicamos. En general, siguen las líneas directivas definidas por Craig Merideth  aunque ampliando el campo de investigación.

 

Como antes dijimos para profundizar en las realizaciones hemos usado también, los grabados y pinturas rupestres como un fiel reflejo de las sociedades que las hicieron posibles.

En ese sentido, para el más temprano periodo precolonial, aportamos un documento especialmente valioso aunque poco trabajado como importante fuente de información,  se trata del grabado del Cándalo.    Creemos que con él podemos aportar nuevos contenidos y juzgamos de interés su inclusión para acercarnos a como estaban las sociedades especialmente la de la sierra de Logrosán, al iniciarse la relación entre las diferentes culturas: la nativa, la atlántica y la tartesio-fenicia.

 

  1. Primeros contactos: el grabado del Cándalo

2.1 Diversas cuestiones

Ya hace años  tuvimos la suerte de encontrar este curioso grabado que en su día publicamos[3].

En términos generales se situó en la cresta de la sierra de Guadalupe, vecina por el NW a la de San Cristóbal de Logrosán; concretamente en el primer tercio del acusado descenso desde el pico Venero al collado de los Labrados (Fig 1 y 2). Ocupa una superficie lisa de poco más de un metro cuadrado.

Figura 1. Fotografía del grabado del Cándalo

Figura 2. Grabado del Cándalo. Calco-dibujo

 

Como ya describimos, sus dibujos son un repertorio de formas variadas, aunque resultan un tanto abigarradas, la mayoría son reconocibles; es evidente que están alejadas de superposiciones y de caos distributivo que presentan la mayoría de las realizaciones de su época; es también reconocible que carece de distribuciones alineadas; ello denota una inteligencia en el camino de la madurez, capacitada ya para ordenar ideas y distribuirlas en el soporte con claridad a pesar de su simpleza. En fin, se intentó aproximar  su comprensión al expectador: creemos que, al menos en parte, se consiguió.

Asumidas en este grabado esas características creemos oportuno describirlas brevemente.

Para su observación recomendamos situarse dando la frente al noroeste; así dispuestos las formas más distantes deben ser las lanceoladas.

2.2 Descripción

Hemos distinguido cuatro clases de objetos. Un grupo lo forman las armas: son evidentes flechas, puntas lanceoladas reforzadas con nervio central, pequeñas alabardas y una forma de hoja de espada, ancha y corta, dibujada en la parte inferior. La mayoría de estas formas poseen pequeños añadidos lineales o disposiciones caprichosas lo que les hace presentar ambigüedades que interfieren su comprensión.

Otro conjunto está constituido por figuras sacras: en él incluimos un bitriangular que ocupa el centro (Fig 3a). Este tipo de  representaciones pertenecen al mundo religioso del Neolítico y Calcolítico, recordemos los decorados triangulares de los abundantes ídolos-placa de nuestro megalitismo al igual que un elevado número de figuras pintadas en rocas con esas mismas características formales.

Su inclusión en este grabado, a nuestro entender, admite una doble valoración: una, participa formalmente de esquemas con  contenidos humanos pero, su mayor tamaño, su situación central y sobre todo los atributos que porta señalan indudables fondos sacros: el bitriangular lleva adheridos inferiormente un asterisco que le proporciona contenidos estelares, astrales y en él una estructura rectangular a la que como veremos, daremos un sentido semejante aunque más difuso y menos conocido.

 

Figura 3 a.- Bitriangular con sus atributos: asterisco y figura rectángular

Por estas cuestiones aceptamos en el bitriangular un valor sacralizante, un intermediario de los dos mundos en los que suele participar: el terrenal y el cósmico.

Por otra parte, el asterisco que acompaña a esta figura es un signo representativo del planeta Venus[4]; como acabamos de indicar, va acompañado en uno de sus radios por una estructura rectangular simplificada -posible representación esquematizada de su balsa astral[5]-. Además como estamos viendo, todas estas cuestiones contribuyen a dar al doble triangular un protagonismo destacado en el relato.

Otro asterisco se realizó algo apartado del resto de las figuras; no lo recoge la fotografía aunque sí el dibujo que ofrecemos, indica uno de los dos lugares que Venus ocupa en el firmamento: con pocas dudas debe aludir a dicho planeta.

Incluimos en este mismo grupo otras dos estructuras rectangulares semejantes: la segunda se localiza en la parte superior, en la forma lanceolada de mayor tamaño; finalmente se trazó una tercera, algo más compleja y algo deteriorada, en el límite derecho de la superficie útil de la roca.

Otro objeto significativo en parecido sentido aunque menos llamativo, es el círculo cortado por un diámetro, situado en la parte superior izquierda -admitido por su forma como representación del disco solar-. Todo este grupo de figuras deben completar la simbología  de carácter cósmico que, en nuestra opinión, se ofreció parcialmente con estas formas.

Según los relatos egipcios, muy extendidos en ese periodo, el azul del cielo era aceptado como agua, continuación cósmica del mar terrestre: dioses y cuerpos celestes se desplazaban por él en sus barcas sagradas, era su morada. Con estos supuestos se estructuraban las narraciones de las barcas sagradas transportadoras del dios Ra -el Sol- por el mar celeste -firmamento-. Destacó Venus, el bien llamado planeta rojo que, en ocasiones, ocupaba un lugar femenino preeminente como esposa del Sol. Recordemos que su brillo rojizo es el mismo color del metal fundido. Al atardecer, cuando le corresponde, está frecuentemente bien visible como único morador en el firmamento del SW; en otros periodos ocupa un lugar opuesto como Lucero del Alba.

Desconocemos las tramas de este grabado y de otro relacionable con él por ciertas semejanzas aunque, como acabamos de ver, el argumento nos es lejanamente rastreable si establecemos relaciones con antiguas mitología cósmica como la egipcia,

Figura 3 b.- Antropomorfo esquematizado inclinado

Siguiendo con la descripción de formas incluimos el antropomorfo esquematizado en un tercer grupo (Fig 3 b); se realizó en el centro, más bien en la parte baja. El esquema corporal es elemental, cabeza, tronco y extremidades con un par más de lo real; la falta de correspondencia entre el número de estas y la cantidad expresada es un hecho que se repite con frecuencia en el arte esquemático tanto en antropomorfos como en animales, sirvan de ejemplo los representados en los Riscos de Paulino, Berzocana (Cáceres)[6] y de San Blas, Alburquerque (Badajoz)[7].

Es evidente que la figura no se intentó mostrar en pie, así pues su disposición inclinada pensamos que no es casual. Se determinó realizar la figura inclinada intentando dar a suponer su eminente caída; en el momento siguiente pasaría a la posición de echado; muy semejante a la del personaje de la estela funeraria de Solana de Cabañas (Cáceres)[8].

Dando un paso más diremos que según deducimos de ambas posiciones, se trata de la representación de un difunto. Suponemos que de esta manera debió acoplarse como partícipe y protagonista importante del argumento. No obstante, el estilo esquemático de su trazado nos puede producir sospechas sobre su coetaneidad con el resto de figuras más figurativas: es decir, se puede suponer que es un añadido. Sin embargo la ausencia de superposiciones denota en la concepción de la obra, un espacio reservado en lugar central para ser ocupado por algo o alguien en esa postura; así pues, en esa posición debía participar en el relato. Así pues, el lugar central debió reservarse desde las primeras concepciones mentales del grabado para un individuo echado: muy posiblemente un muerto.

Extendiendo algo más nuestras indagaciones, resulta poco verosímil que el muerto representado fuera un desconocido de lejana procedencia por ejemplo de más allá del río Guadiana, que es el lugar más posible para buscar el origen inmediato de los iconos sacros.

El sentido común nos dice que el muerto debió ser un conocido personaje, habitante de un poblado relativamente cercano, conocido en el entorno y no debía estar alejado del comercio de armas de Bronce de las que estos dibujos nos dan testimonio… es indudable que conocía los relatos sacros sureños… como hemos visto que había existencias de los mismos. Por todas estas cuestiones su perfil se acerca parcialmente al de un importante intermediario comercial.

Se puede hacer un cuarto grupo con distintas líneas y formas  a las que no encontramos especial significado.

2.3 Conclusiones al grabado del Cándalo

Liberados los objetos de sus añadidos meramente decorativos, pensamos que comparten lo narrado participando adecuadamente en el argumento: cada uno con su correspondiente papel.

Si por su posición se acepta que el ramiforme representa un antropomorfo  sin vida, no nos caben muchas dudas de ver en él la representación de un finado ligado a la tenencia de armas de bronce obtenidas por una necesaria ligazón con el comercio o al menos debemos admitir que fue un afanado coleccionista inmerso en unas vivencias religiosas procedentes del sur.

Además es evidente que tanto el difunto, el grabador y los que financiaron la obra fueron ocultadores del proceso metalúrgico y sustituido por relatos literarios-cósmicos-religiosos de tiempos calcolíticos anteriores.

Pero, ¿quién fue el autor de esta obra?.

El artista fue buscado y enviado, aunque no debemos excluir que aprovecharan su paso no demasiado casual por el lugar.

Nos inclinamos por afirmar que hizo sus obras por encargo: en nuestro caso se trataba de “retratar” a un difunto que era un pudiente “coleccionista” de armas. Para completar la obra debemos tener en cuenta que, en teoría ésta no se podía salir de determinados hechos conocidos en el ambiente; por razones esencialmente mercantiles y sacras, fue conveniente engañar recurriendo a viejos iconos a fin de dar a las armas un atrayente sentido mágico cósmico.

Él autor, los que le enviaron y sus financiadores forman un grupo; con una comunicación se dirigen a otro, los que hemos contemplado el grabado,  podemos ser o no coincidentes con los conocimientos allí expuestos.

La escasez de realizaciones de obras semejantes hace sospechar que debieron tener poca aceptación, quizás por resultar inadecuados esos contenidos sacralizantes con las soluciones más reales y evidentes que ofrecían las manufacturas de objetos. Las mentalidades locales del momento estaban muy en contacto con la minería y la manufactura mostraba lo real a pesar de los esfuerzos por recurrir al origen sacro.

Por otra parte esta obra nos hace conocer que, en el entorno de la mina de la sierra de Logrosán  ya sobresalía otro personaje, del mismo desconocido poblado, sucesor del difunto y mercader de sus manufacturas: él encargó la obra. En el fondo un marketing publicitario.

Los dos eran sobradamente conocidos en el entorno de la cercana mina y sin duda de otras personas bastante más alejadas.  Gentes cercanas a ellos, los intermediarios, a veces de distintas procedencias, deberían ir completando las cuestiones necesarias y más directas con el comercio de armas: extracción y almacenaje de  mineral, recogido de chatarra u otros bienes. Todo apunta a que había necesidad de lugares de encuentros comerciales, más o menos periódicos, bien conocidos por muchos,  es decir pequeñas ferias.

Finalmente este grabado nos comunica que iba irrumpiendo ya el culto al individualismo: el mundo de las estelas de guerrero estaba llamando a la puerta, de ellas el grabado del Cándalo es un claro antecesor.

 

  1. Otros contactos posteriores: llegan los cascos liriformes (Fig 4a y 4 b)

 

                                               4a                                                                           4b

Figuras 4a y 4b.- Cascos con forma de lira. El 4a se halló cerca de Vikso, Zealand, (Dinamarca); su procedencia es del centro de Europa. El 4b es de la necrópolis de Aráticos, Aranda de Moncayo, Zaragoza  y procede del mediterráneo oriental

Los cascos en forma de lira se relacionan con la tauromaquia, debió ser en su tiempo  una evolución novedosa: evocan con mayor intensidad en el poseedor las virtudes de los astados, la bravura, la fortaleza, valentía, fertilidad etc..

 

Según los estudiosos del tema la procedencia de estos tipos de casco no es clara: unas pistas llevan a los países centrales y nórdicos de Europa y otras al Mediterráneo oriental y central.

 

Dado que las relaciones con esta última zona eran numerosas y tempranas parece como probable que al menos alguno viajaría a través del amplio comercio sureño muy organizado por el gran imperio fenicio. A groso modo los centroeuropeos aparecen y se sitúan en fechas cercanas al 900 a. C.[9]; perduran en el tiempo, pues bastante más tardío son los hispanos llegados a época celtibérica[10].

 

 3.1 El casco liriforme del grabado de la fuente del Moro

Tres grabados constituyen un pequeño grupo que puede aproximarnos para servir mínimamente de referencia al comercio en la sierra de Logrosán. Aunque hoy están exentos como resultado de rupturas, los tres fueron grabados en rocas inmuebles. Esto hace que unas veces se les incluya como  “estelas”, denominación al menos dudosa que a nuestro entender tiene poca correspondencia, sobre todo con la forma de soportes de ese tipo de monumentos; tanto estos como sus contenidos nos hacen sospechar una  heterodoxia cultural del mundo cultural de las estelas.

Dos de ellos fueron publicadas por Celestino Pérez con los números 23 y 24 de su corpus[11]; se corresponden con las fotografías que, procedentes de Antonio González Cordero, ofrece posteriormente Alonso Rodríguez[12].

Ambos  poseen el esquema de sendos antropomorfos sin tocar; uno de ellos además ofrece un evidente escudo sin escotadura, con umbo central; el otro  tiene varios objetos difíciles de identificar con claridad aunque se ha insinuado que pertenecen a objetos del mundo de la metalurgia.

El tercer grabado antropomorfo es el representado en la fotografía (Fig 5), lo estudiamos ahora detenidamente pues ha tenido poco protagonismo en los trabajos hasta ahora realizados.

Se publicó un dibujo que completaba un artículo de Sos Baynat[13]; un error en su impresión lo hizo lateralmente cambiado. En su artículo Sos Sayans nos da la situación exacta donde se encontraba y en nuestra visita hace ya bastantes años, allí seguía y allí lo dejamos. Hoy debe cubrirlo el zarzalón que rodea la fuente del Moro pues en sus inmediaciones estaba.

Nuestra observación de esta fotografía no nos permite añadir con certeza otros rasgos que el bien visible antropomorfo tocado con dos cascos, ambos en forma de cuerno, el mayor y más visible de ellos con forma de lira.

La figura, muy esquematizada, se localiza muy cerca del extremo izquierdo del soporte y pudo acompañarse de otras formas hoy desaparecidas o que no atinamos a ver.

Suponemos las siguientes fases en su trazado. Primeramente se realizó la línea central, habitualmente representativa del tronco, con bien visible falo y la cabeza; esta se hizo pequeña de tendencia triangular y se coronó superiormente con un pequeño casco de apuntados cuernos en V; lo completan centralmente un tracito horizontal y las extremidades inferiores. Hay bien visible un segundo casco liriforme, marcadamente resaltado en la parte superior del tronco.

Figura 5- Grabado antropomorfo con tocado liriforme de la fuente del Moro. Fotografía facilitada por D. Saturnino Iglesias Parra

El trazo central, representativo del tronco, se trazó pasado de largo y resulta desproporcionado en el dibujo; sin embargo permitió que entre el tracito horizontal, a manera de falda y la exigua representación del casco que superiormente corona la cabeza, se le añadiera uno mayor en forma de bien visible lira… mentalmente fue así concebido y planificado.

Estos cascos son una novedosa adquisición y, como hemos visto, de no cercana procedencia; su exhibición se debía destacar por los valores representados que, como dijimos, se suponían en el portador. Ellos muestran ausencia de posesión de más armas u otras riquezas o inquietudes religiosas; simplemente les bastaba portar y exhibir las virtudes de los astados a los que representaba.

No nos caben dudas de que su portador era un destacado personaje, un necesario jefe; aparentemente ese objeto colmaba sus escasas necesidades consumistas.

Las antiguas creencias y existencias armamentistas del mentado “coleccionista” parecen haber pasado al recuerdo; tampoco se observan restos de los ajuares de los guerreros presentes en las estelas: con pocas dudas el ambiente que acompaña el dibujo de esta figura es ciertamente austero, fiel representante de una heterodoxia cultural dentro de esos nuevos tiempos propios de las estelas y tan propicios a la exhibición de ricos y numerosos ajuares.

 

3.2 El casco liriforme de las pinturas rupestres del Risco de Paulino (Fug 6 y 7)

El abrigo rocoso que ahora presentamos está situado hacia el norte, no muy  distante de Logrosán; a la salida de la cercana población de Berzocana en dirección a Cañamero; pasados unos dos km del cruce de Solana, a la izquierda.

Está muy cerca del lugar donde hallaron el famoso tesoro de Berzocana y el poblado medieval adjunto, con ellos no hemos encontrado ninguna correspondencia ni relación.

El color rojo del conjunto principal es bastante uniforme aunque las pinturas están mal conservadas preferentemente por deterioro natural de la roca; esta cuestión imposibilita o al menos dificulta el estudio de determinadas figuras no tanto de su conjunto.

El gran panel, como otros conjuntos menores cercanos, carecen de formas cuyo contenido  pueda integrarse en la religiosidad propia de la sociedad tradicional calcolítica, casi siempre de naturaleza cósmica y tan evidentes en el arte rupestre al sur del río Guadiana e igualmente en el recién mencionado grabado del Cándalo a pesar de que ambas sociedades estén situadas en tiempos no demasiado cercano.

La carencia de algún rasgo de esa antigua iconografía en estas pinturas induce a suponer con fundamento que existía una acusada diferencia de valores religiosos en los habitantes de las dos sociedades.

En el panel que ahora tratamos localizamos la representación de un nuevo personaje de color blanco, con tocado semejante al ya mencionado en el grabado de la fuente del Moro, es decir en forma de lira.  Corresponde al número 13 del conjunto principal y se realizó en estilo esquemático muy evolucionado (Fig 6 y 7).

Su cambio de color facilita pensar que pudiera haber sido un añadido posterior al más primitivo conjunto en rojo al que levemente se superpone en una figura aunque aparentemente de escasa transcendencia.

El gran conjunto, representado igualmente en estilo esquemático, nos muestra un grupo social compuesto por diversos elementos bastante disgregados. En él son destacables tres personajes con manos mutiladas: aparentemente les falta el dedo pulgar. Hay otras figuras que igualmente presentan indicios formales en ese mismo sentido.

Figura 6. Detalle de la pintura del gran conjunto del risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). Personaje antropomorfo de color blanco, tocado con casco de cuernos liriformes.

Figura 7. Dibujo del calco del antropomorfo de color blanco

 Hemos dicho que la sociedad representada estaba bastante disociada  no distinguiendo con certeza distintos grupos representativos de los diversos clanes familiares que frecuentemente la componían. Este tema ha sido poco tratado en el arte esquemático aunque está bien representado en algunos conjuntos como el Risco de San Blas,  Alburquerque (Badajoz)[14]; el Conjunto de Torrejón I-C-I o de los Varones, P. N. de Monfragüe, Torrejón (Cáceres)[15] y más alejado en Peña Escrita, Fuencaliente  (Ciudad Real)[16].

Pero volvamos al personaje tocado; es innegable que la cuestión del casco le hace destacar dentro del grupo. El autor vivía en una sociedad en la cual la jefatura existía como una necesidad; la ausencia de este hecho en este grupo llamó su atención y seguidamente ideo completarlo. Cómo hipótesis de trabajo, la imagen oportuna de lo que le ofreció su memoria fue un difunto. Busco los pigmentos blancos, los preparó y nos ofreció su mensaje.

Hemos apuntado que pudo ser coetáneo a la realización del gran conjunto o ser añadido posteriormente; fuera una u otra cosa el fin fue el mismo: representar una sociedad en evolución, en situación bastante anárquica y apuntó la necesidad de pasar a otra más jerárquica con un buen visible jefe y con el símbolo que lo acreditaba como tal: el casco en forma de lira.

Una cuestión añadida es el significado del color blanco que lo distingue,  indica una situación vital diferente al resto de las formas, a nuestro entender apunta ser la representación de un difunto; añade complejidad el estar representado en pie, que es postura de vivos.

Recordemos que al enumerar las figuras del grabado del Cándalo y su relación con la estela de Solana de Cabañas del Castillo, vimos como los difuntos se trazaron inclinados: se plasmó el momento significativo de no tenerse en pie ante una muerte cercana, inmediata.

Nuestra figura puede tratar de la representación de un individuo en un estado vital de forma  diferente: vivía pero en un más allá de la muerte o puede que simplemente se quiso representar así su recuerdo.

Por completar el aspecto social nos acercamos al argumento de lo narrado diremos que en realidad todo este conjunto puede encerrar un numeroso abanico de sugerencias todas ellas contrarias a un remanso de paz y ternura. Las manos mutiladas comunican a la narración un hecho tenebrista que acontecía en aquel momento en la sociedad que se retrató. Es evidente la tendencia a la autoagresividad con extirpación de varias falanges; igualmente lo manifiestan las formas 7, 27, 28 y 31, cuyas extremidades superiores acaban inferiormente en aguzadas formas más que sospechosos testigos de malos tratos[17].

Para asegurar lo dicho ofrecemos un ejemplo actual de ese tipo de actuaciones. No hace muchos años, en este lugar se ofreció una exposición fotográfica comentada de las constumbres de algunos nativos de Nueva Guinea, cerca del archipiélago de las islas Salomón. En un conjunto de fotografías se observaba la mutilación de las falanges de los dedos en señal de luto, lo cual ofrecemos en la figura número 8. Aún nos escandalizamos más cuando, en la misma conferencia se nos informó que: se trataba de costumbres sociales, generalmente  endosada a las mujeres de la familia. El hecho es una cuestión que ensalzaba hasta sacralizar a conductas esencialmente sadomasoquistas: era la contribución familiar en las celebraciones fúnebres.

Este tipo de acciones se plasmó en el gran conjunto de figuras rojas. En un momento diferente, posterior pero no demasiado lejano, alguien no distante de ese tipo de actos sociales, pudo incluir el ramiforme número 13. Para el autor, los contenidos no habían perdido vigencia, sabía lo que representaban y se recurrió al empleo del color blanco para retratar al ya difunto “jefe”: era una cuestión necesaria en la sociedad que por diversas razones, se proponía reconstruir: entre ellas las mercantiles ya presente en el magnífico casco liriforme que porta la citada figura blanca.

Figura 8. Manos mutiladas de nativos de Nueva Guinea. Siglo XX

El grupo social que se representó debió estar bastante completo y  resulta aislado de toda cultura a excepción del personaje con casco liriforme; este, como hemos dicho, es un elemento exótico procedente de lejano comercio[18] como importante elemento de trueque: “como obsequio”.

Con su inclusión se intentó informarnos de una cuestión esencial para el autor del ramiforme: la sociedad enlutada allí retratada no tenía un claro jefe… y según él debía tenerlo.

Así pues el autor jerarquizó una antigua sociedad estructurada en clanes familiares en digresión; poco importa el tiempo transcurrido entre la factura de uno y otro: el personaje en blanco, incluso en su supuesto estado, es el símbolo de la nueva sociedad monarquizante a la que se había de aspirar.

 

3.3 El casco liriforme de las pinturas rupestres del Cancho del Reloj (Fig 9, 10 y 11)

Esta conocida estación de pinturas rupestres se sitúa en la cara suroeste del extremo oriental del más alto picacho de la sierra del Castillejo en Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[19]. Ofrecemos en ella el descubrimiento de la representación de un antropomorfo lineal abstracto con tocado liriforme; pertenece a un subconjunto de siete u ocho trazos verticales debidamente alineados.

Figura 9. Antropomorfo lineal con tocado liriforme. Pintura

 

                                                            10                                                                 11

Figura 10 y 11. Dibujo del calco del conjunto realizado en estilo lineal abstracto y su versión esquematizada

 

Este subconjunto se integra en un grupo mayor que ocupa una superficie de 0,50 m de ancho y 0,65 de alto. Está formado aproximadamente por más de cuarenta tracitos verticales distribuidos en varios grupos; su color es rojo muy desvaído, de tamaño y características bastante regulares.

Los trazos fueron agrupados en series lineales de uno, tres, cuatro y más elementos; unas alineaciones forman grupos próximos separados entre sí solamente unos centímetros, otros están más distantes y cada grupo lo está con mayor o menor proximidad respecto a una línea inclinada que ocupa la zona central. La mayor proximidad y otras cuestiones, nos informan sobre las relaciones afectivas o de otra índole que había entre los personajes representados por las líneas y la de estos con el trazo inclinado.

Este se situó en un pequeño espacio de tendencia central, rectangular limitado mediante un acotado formado por pequeños racheados naturales de la roca. Ya dijimos que con frecuencia los personajes muertos se realizaban inclinando las formas, así vimos en los antropomorfos realizados en el grabado del Cándalo[20] y en la estela de Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[21]; ahora se extiende el repertorio fúnebre al estilo lineal abstracto.

Tras lo dicho podemos afirmar con lógica, que se representó una escena de contenido fúnebre, tal vez el momento de un enterramiento en cista de uno de los personajes quién, por esta vez no parece que fuera el jefe.

Cómo estamos viendo todo el grupo se realizó en estilo lineal abstracto. Si completamos las líneas para formar esquemas humanos (Fig 8b) con pocas dudas encontraríamos la representación de una sociedad formada por clanes familiares; recordemos que en el ya mencionado gran panel de Alburquerque[22] hay agrupaciones semejantes pero en estilo esquemático, se representaron sin demasiada rigidez en diversas alineaciones.

En el caso que nos ocupa hay un antropomorfo de mayor tamaño y con tocado en forma de lira; con él se dotó a todo el grupo de su contenido humano: representa a un probable jerarca. La posesión del casco con las mismas características señaladas que los anteriores indica una relación comercial extensiva a los mencionados antropomorfos. En ellos estos cascos, en número abundante, habrían recorrido miles de km desde el centro norte europeos hasta esta parte de las Villuercas. Aunque desconocemos la ruta, dados los intensos movimientos comerciales tarteso-fenicios nos parece el sur como la más apropiada. Al fin de su largo viaje les esperaba una operación político-comercial diseñada desde un centro de poder de primer orden.

El modelo de casco de Bronce al que nos estamos refiriendo no era un casco cualquiera, por su esmerada manufactura y excelente acabado era de altísimo valor el contrapeso de una mercancía de importante cuantía. No sabemos el importe de su “factura” pero debió ser muy alto.

La adquisición en origen de un número considerable con el fin de volver a distribuirlos individualmente debió ser una necesidad imperiosa en el proceso ideado: una cuestión de sumo interés.

Todo esto conduce a  admitir cambios estructurales en algunas sociedades marcadamente clánica en las que un personaje va destacando y acumulando asuntos vinculados a los resortes de poder,

Ofrecemos la fotografía del subconjunto, el dibujo total del mismo en su versión actual y una ideal reconstrucción esquemática en un intento de posibilitar las observaciones y superar las carencias existentes entre otras cuestiones por la falta de relieve en las pinturas.

 

3.4 Los cascos liriformes del collado de la Cruz (Fig 12)

 

 Figura 12.- Conjunto de pinturas del Collado de la Cruz

En 1993, D. Antonio González Cordero y D. Manuel de Alvarado Gonzalo dieron la escueta noticia de la localización, en este paraje: una cueva con sus pinturas[23].

La cueva está situada en el término de Cabañas del Castillo, concretamente en un punto geográfico determinado por las coordenadas: latitud de 39º 28´ 47.51´´ y longitud 5º  27´ 56.75´´. El pequeño grupo ocupa parte de la techumbre del corto pasillo de entrada.

Para visitarla debemos tomar la carretera que va desde Solana hacia Berzocana; muy cerca de la primera población surge un camino a la izquierda que va a Navezuela; llegados al primer collado, marchemos a la derecha por un empinado camino: hay que ascender hasta el siguiente altozano; allí, a la izquierda, en la base de las cuarcitas, está el covacho cuya entrada se orienta al suroeste y está bastante oculto por encinas y matorral crecido en su acceso. Ascender hasta ella presenta serias dificultades debido a la necesidad de subir cinco o seis metros en vertical sin asideros.

Ya arriba, en su interior, la amenaza de derrumbes parece inminente; una gran “cama” en el suelo recuerda la presencia en tiempos pasados de la cría  de grandes mamíferos, osos, lobos etc. La profundidad de su única sala es de unos 5 m y se accede a ella tras un corto pasillo de no más de 2 m de profundidad; tiene 1.75 m de ancho y 2 m de alto. Se localizan las pinturas en el techo del pasillo de entrada de las que ofrecemos un dibujo de los calcos logrados hace bastantes años.

El grupo que se nos ofreció posee tres antropomorfos acompañados de algún llamativo objeto personal: no presenta grupo social representativo de algún poblado, es pues un pequeño conjunto intimista ya que, trata de pinturas de tendencia individual en las que son retratados tres personajes provistos de posibles escudos y cascos, uno de estos con la forma de lira.

Por el lugar que ocupan es evidente que no se realizaron en un lugar destacable, para ser vistos desde el caminante sino más bien lo contrario. Se ha elegido un sitio escondido, apartado… y dentro de esa intimidad se  situaron las figuras en lugar bien visible incluso para ser vistas desde el necesario artilugio adosado al muro que posibilitaría la subida lo cual hoy es de escasas posibilidades. Dadas las dificultades del ascenso es de suponer que primero habría visitas de tanteo… se regresó con un poco de pigmento rojo y demás componentes: por diversas cuestiones que se nos escapan era muy importante que se supiera quienes habían estado allí y sobre todo qué portaban.

Es de cierto interés estudiar las figuras esquemáticas antropomorfas que presenta este conjunto, generalmente más antiguas de las representaciones lineales abstractas, ambas de abundante presencia en el cercano Cancho del Reloj. Así pues estilísticamente se sitúan en un periodo de tiempo más cercano al gran panel del Paso de Pablo que representaba esquemáticamente una sociedad un tanto desestructurada. Ya insinuamos lo que aquí se plasmó, el recuerdo de un episodio  mediante los retratos personales de tres individuos de cierta importancia. Los tres serían pertenecientes a una sociedad que participaría de alguna manera en la cuestión que estamos planteando aunque de manera muy diferente.

Debemos tener en cuenta que en las “azañas” que se nos narran en nuestra cercana serranía se portan solo armas defensivas, el pacifismo es evidente en todas estas fuentes: ahora les bastó dibujar con ellas a  conocidos personajes, quizás intermediarios de cierta importancia en el trapicheo mercantil que se entrevé a través de todas ellas.

No ocurre lo mismo en otras latitudes donde los guerreros se representaron pintados con las mortíferas armas propias de las estelas[24].

La curiosidad nos debe conducir a preguntarnos si estas figuras con forma de cuerno de toro -en V o las liriformes- son anteriores, coetáneas o posteriores a las realizadas en las estelas de guerrero: pensamos que lo probable es que sean de un mismo tiempo.

En el ambiente descrito las formas circulares pueden admitirse como  representaciones de escudos aunque la ausencia de pormenores en los mismos conduzca a una falta de concreción. Por otra parte su presencia  en la pintura rupestre es muy escasa, no así en las estelas, en las que, en un corto número su presencia tendió a individualizarse.

¿Por qué no se acompañaron estas realizaciones de otros objetos coetáneos presentes en las estelas como carros, espadas, lanzas, espejos, bien trazados escudos etc…?, todos pudieron y debieron coexistir como nos muestran entre otras las estelas del Alamillo, Esparragosa de Lares I,  Magacela, etc. (Fig 9)[25].

Figura 13.- a/ Estela del Alamillo, b/ Esparragosa de Lares I, c/ Magacela

 

Al menos como fundada sospecha, podemos afirmar que, además de los grupos sociales belicosos representados en las estelas de guerreros había otras sociedades coetáneas anicónicas -que no tenían estelas ni sus iconos- porque carecían de armas ofensivas: ellas lograron realizar con o sin ayuda exterior el ideal de unas sociedades pacifistas.

Para ambas había unos contenidos simbólicos extensibles a todos los objetos de las estelas y que todos conocerían de mejor o peor forma. Individualmente cada objeto, tenía sus contenidos y su propia valoración; en este sentido los cascos mencionados  no serían una excepción y tendrían las suyas propias. Deducimos de lo dicho que, en determinados grupos sociales, los mencionados cascos eran apreciados en exclusividad y muy por encima de las demás objetos, en otros grupos no sería así o al menos con menor intensidad. Ese icono vino a completar retratos sociales en los que no está presente de manera clara, forma alguna de jefatura de las que, entre otros es un claro ejemplo el gran conjunto del Risco de Paulino.

Puede suponerse con fundamento que los cascos en cuestión no superaron por lo  general la vida útil de las estelas, en momentos próximos al comienzo de la Edad del Hierro. Evidencias de lo que acabamos de decir se dan en el edificio de Cancho Roano en el que hay una estela como escalón de umbral de acceso al edificio, esto es una prueba de la igual pérdida de valores bélicos de los moradores de esos monumentos ya vigentes cuando se construyó el edificio -en torno al 500 a. de C-[26].

Como hemos mencionado, la ausencia de un número mayor de armas en estos complejos palaciegos y otros restos no alejados como La Ayuela, Aliseda (Cáceres), La Mata, El Palomar, La Barca, Cerro Manzanillo etc. hablan igualmente de la presencia de sociedades pacifistas… ¿pura coincidencia?. Nos inclinamos por admitirlos como partes de un todo. Es indudable que esa característica de no beligerantes les relaciona como partes de un proyecto semejante y común al de los grabados y pinturas que estamos manejando.

Tras lo dicho pensamos como lo probable que este entramado de tratos mercantiles, también estaban asentados en sociedades pacifistas y que por su volumen no serían simples contactos derivados del denominado “comercio silencioso”[27], más bien se vislumbran complejas relaciones, dada la lejanía entre los productos, cascos liriformes por un lado y suponemos con fundamento que por el otro no estaría ausente el mineral de estaño.

Estas relaciones por su complejidad piden unos conocimientos generales que exigen grupos de personas especializadas, con numerosos conocimientos generales para poder diseñar importantes operaciones económicas, seguras, a gran distancia… los rastros más propicios señalan algún gran templo fenicio o similar no necesariamente del sur peninsular[28]. Digamos que estos templos, propios del mundo fenicio no eran exclusivamente un centro religioso como hoy ocurre por lo general en nuestra religión cristiana, estaban vinculado también al poder político y económico; desde ellos entre otras funciones se diseñaban las grandes operaciones mercantiles[29] y se facilitaban los procesos económicos, los necesarios augurios favorables etc..

 

[1] ALVAR, J. (1980): El comercio del estaño atlántico durante el periodo orientalizante. Memorias de Historia Antigua nº 4, pág 43 – 50.

 

PASTOR MUÑOZ, M. (1980): Datos para el estudio de relaciones comerciales entre los pueblos indígenas del área meridional y septentrional de la Península Ibérica. Memorias de Historia Antigua 4, pág 167 – 177.

 

GONZÁLEZ WAGNER, Carlos (2014): Tartessos. Mito e Historia. Cap. 3. Pág 64. CEFIY – UCM.

[2] Una bibliografía  básica consultada sobre los restos arqueológicos de Logrosán: SOS BAYNAT, Vicente (1977): Los hallazgos prehistóricos de Logrosán (Cáceres). R.E.E. T/XXXIII, nº 2, pág 282.

 

MERIDETH, Craig  (1998): El factor minero: el caso del estaño y el poblado  de Logrosán (Cáceres). Pág (86), 73 y ss. En: Extremadura Protohistórica: Paleoambiente, Economía y Poblamiento. Coordinador:  Alonso Rodríguez Díaz. Cáceres.

 

RODRÍGUEZ DÍAZ, Alonso y otros (2013): La explotación tartésica de la casiterita entre los ríos Tajo y Guadiana: San Cristóbal de Logrosán (Cáceres) (2013). T.P. Vol 70, nº 1. Pág (105), 95 y ss.

 

RODRÍGUEZ  DÍAZ, Alonso y otros (2013): La minería protohistórica en Extremadura: El caso del estaño en el cerro de San Cristóbal de Logrosán (Cáceres).  Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada 24/2014 -CPAG-.

 

RODRÍGUEZ DÍAZ, Alonso y otros (2019): La explotación tartésica del estaño en San Critóbal de Logrosán (Cáceres, España). BAR Publishing, Oxford.

[3] RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): El grabado del Cándalo, Garciaz (Cáceres). Zephirus, 52. Pág 303 – 318.

 

RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): Grabado del Cándalo. XXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Pág 557.

[4] ESCACENA CARRASCO, José Luis (2018):  I+D+i en los templos fenicios de Tartessos; pág 80 y ss. Spal Monografía Arqueología. Num: XXV.  Sevilla.

[5] DÍAZ-MONTESANO (2018): ¿Confirmación epigráfica del origen prehistórico hispánico BALSA?. Atlantibg.com>bloc>confirmación-epigrafica-del-origen-prehistorico-hispanico-BALSA

[6] RUBIO ANDRADA, Manuel (1996): XXV Coloquios Históricos de Extremadura. Las pinturas rupestres del Risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). Pág 507 y 508.

[7] COLLADO GIRALDO, Hipólito (1996): La pintura rupestre esquemática en el término de Alburquerque (Badajoz). Pag 70 y 72.

[8] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 348. Ediciones Bellaterra. S. L. Barcelona.

[9] ALMAGRO GORBEA, Martín (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular. Bibliotteca Praehistorica Hispana, vol VIII, pág 173.  Madrid.

 

VANCKILDE, Helle (2013): Bronze Age Voyagint and Cosmologies in the Making: the Helmets from Vikso revisited. In bergembrant , S & Sabatini, S (Eds): Counter point : Essays in Archaeol.

 

Terraeantiqvae.com/profiles/blogs/un-nuevo-analisis-data-los-cascos-de-viks-

 

http://www.artehistoria.com>obra>cascos-de-vikso

[10] GRAELLS I FÁBREGAS Raimon, LORRIO ALVARADO Alberto, QUESADA SANZ Fernando (2014): Cascos hispano-cacídicos. Símbolos de las élites guerreras celtibéricas. Alemania.

[11] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 350 y 351.

[12] RODRÍGUEZ Díaz, Alonso (2015): El estaño de Logrosán en los tiempos de Tartessos: estado actual  y perspectiva de futuro. I Congreso sobre Patrimonio Geológico y Minero de la Serena. Pág. 175 y ss.

[13] SOS BAINAT, Vicente (1977): Los hallazgos prehistóricos de Logrosán.  R.E.E. Tomo XXXIII, nº 2, pág 261-286.

[14]  COLLADO GIRARDO, Hipólito y GARCÍA ARRANZ, Julio (2006): El risco de San Blas, Alburquerque (Guías arqueológicas de Extremadura, 6). Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.

[15] RUBIO ANDRADA, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). Edicción: el autor. Pág 47

[16]  Caballero Kling, Alfonso (1983): La pintura rupestre esquemática en la vertiente septentrional de Sierra Morena, provincia de Ciudad Real y su contexto arqueológico. Museo de Ciudad Real.

[17] RUBIO ANDRADA, Manuel (1996): Las pinturas rupestres del risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). XXV Coloquios Históricos de Extremadura, pág 505 y ss.

[18] ALMAGRO BACH, Martín (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular.  Madrid. Pág 170 ss.

[19] GARCÍA ARRANZ, José Julio (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural El Brocense. Cáceres. Pag 78.

[20] RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): Grabado del Candalo…Op. cit.

[21] CELESTINO PÉREZ, Sebastian (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Ediciones Bellaterra. Pág. 348.

[22] COLLADO GIRARDO, Hipólito y GARCÍA ARRANZ, Julio (2006): El risco de San Blas…Op. cit.

[23] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio y  DE ALVARADO GONZALO, Manuel (1993 ): Nuevas pinturas rupestres en Extremadura.  Revista de Arqueología, nº 143.

 

GONZÁLEZ CORDERO, Antonio (1999): Datos para la contextualización del Arte rupestre esquemático en la Alta Extremadura. Zephyrus, 52. Pag 191 – 220.

[24] LORRIO ALVARADO, Alberto J. y ROYO GUILLÉN, J. L. (2013): El guerrero celtibérico de Mosqueruela (Teruel): una pintura rupestre excepcional de la Edad del Hierro en el Alto Maestrazgo turolense. ANTIQUITAS nº 25. P.p. 85-107.

[25] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 151 y ss. Ediciones Bellaterra. Barcelona.

[26] JIMÉNEZ ÁVILA, Javier (2005): El proceso de privatización de un espacio ideológico. T.P. Vol 62, nº 2.

    https://www.miniontour.es>el-yacimiento-de-cancho-roano

[27]  LÓPEZ PARDO, Fernando (2000): Del comercio invisible (comercio silencioso a las Factorías-Fortalezas púnicas en la costa atlántico africana. En Intercambio y Comercio Preclásico en el Mediterráneo. Centro de Estudios Fenicio y Púnicos.

 

[28]  FERRER ALBELDA, Eduardo y otros (2021): Espacios sagrados y comercio fenicio en los límites de Ecumenes en MONTERO FENOLLOS, José Luis y BRAGUE MARTÏNEZ, Lucía: ESTUDIOS SOBRE ORIENTALOGÍA Y EGIPTOLOGÍA. Pág 523 y ss.

 

WAGNER, Carlos G. (1993): Studis d’historia económica Palma de Mallorca.  Aspectos socio-económicos de la expansión fenicia en Occidente: El intercambio desigual y la colonización agraria.

 

ALVAR J. y WAGNER C.G. (1988): La actividad agrícola en la economía fenicia de la Península Ibérica. Gerión, 6. Editorial Universidad Complutense de Madrid.

 

[29]  AUBET SEMMLER, María Eugenia (1990): El impacto fenicio en el interior del mediodía peninsular. La cultura tartésica y Extremadura. Cuadernos Emeritenses nº 2.

 

Ibid. (2006): El sistema colonial fenicio y sus pautas de organización. Mainake nº 28, pág 44.

 

FERRER–ALBELDA, Euardo y otros (2021): Espacios sagrados y comercio fenicio en los límites de Ecúmene. Pág 525 en: MONTERO FENOLLOS Juan Luis y BRAGUE MARTÍNEZ, Lucía,   Estudios sobre Orientalística y Egiptología. Universidad de Sevilla.

 

Nov 182022
 

Manuel Rubio Andrada

Resumen

La cueva del Aprisco pertenece al término municipal de Valencia de Alcántara. Se sitúa en una cadena montañosa formada esencialmente por cuarcitas: la sierra de Santiago de Alcántara. Esta surge hacia el norte desprendida de la alineación principal de la sierra de San Pedro y en buena parte está atravesada de sur a norte por el río Aurela.

Dos cuevas surgen en la margen derecha, cerca del cauce: una la de Grajera, donde el río decide abandonar la serranía, lo hace en marcada curva para continuar hacia el oeste, ahora la sierra queda solo en la margen izquierda; la otra cueva es la qué ahora estudiamos y está poco antes de la que acabamos de reseñar.

 El estudio de estas pinturas es inédito y con él contribuimos a completar los ya realizados por otros investigadores en el término de Santiago de Alcántara.

 

Introducción

En un cercano pasado, un proyecto arqueológico acometió el estudio de covachos y paneles localizados en esta parte de la sierra de San Pedro, se incidió especialmente en las pinturas y grabados; sus descubrimientos se unieron a otros ya conocidos de la cueva del Buraco, en las proximidades de Santiago de Alcántara, Cáceres (Bueno 2010)[1].

En el territorio estudiado se abarcó un amplio contenido patrimonial pero surgieron en él los condicionantes geográfico político en tanto y cuanto estos no presentaran singularidades muy notables. En resumen, los estudios a los que nos referimos se limitaron al término municipal de Santiago de Alcántara, pero hubo una excepción, se añadió el panel a cielo abierto de Grajera II que, aunque limítrofe, pertenece al término de Valencia de Alcántara; las posibilidades paleolíticas de sus contenidos así debieron aconsejarlo.

Es cierto que en los citados trabajos también se mencionó el abrigo que ahora estudiamos, al que se bautizó como del Aprisco, pero no se reseñaron sus pinturas tal vez porque no se llegaron a ver[2]; tampoco se estudió el poblado del Cofre, ya algo más alejado, ambos no previstos en aquel trabajo probablemente por estar situados en término municipal no financiado en aquel momento.

Esas ausencias, junto a otras dudosas inclusiones en el poblamiento del pico de Cabeza de Buey, Santiago de Alcántara (Cáceres), tienden a deformar nuestro pasado en esas latitudes quedando incompleto y un tanto deformado.

Con el fin de completar aquellos estudios realizamos ahora este trabajo esperemos que al final del mismo el factor humano esté un poco más cerca de ser completado y conocido.

Como ya se ha insinuado el río Aurela actúa en esta parte como corredor. Desde su nacimiento en las proximidades de la cuenca derecha del río Guadiana al suroeste de la sierra de San Pedro, concretamente en la sierra de Talliscones, discurre hacia el norte y tras atravesar la penillanura, penetra estas serranías en busca del río Tajo donde no lejos desemboca.

En ese panorama, el poblado del Cofre es un baluarte proyectado tras la penillanura, a la entrada del  Aurela en la parte sur de estos montes. El cerro donde se asienta el castillo del Esparragal controla la salida opuesta en el norte[3].

Pensamos que los mencionados poblados son puntos de control sobre el territorio apuntado y que no debe silenciarse ni sustituir el gran protagonismo que sin duda, un día tuvieron[4].

Como el título del trabajo nos dice el contenido del mismo tiene tres partes bien diferenciadas: la descripción de las pinturas, su contenido y cronología, a esas cuestiones nos iremos acercando.

 

Abrigo del Aprisco

Localización

Ocupa un punto geográfico muy próximo al formado por las coordenadas geográficas: latitud norte 39º 32´ 20,67´´ y longitud oeste 7º 11´ 29,10´´; término de Valencia de Alcántara.

En el lugar correspondiente de este trabajo expondremos las pinturas observadas hace años, parte de ellas las damos por perdidas.

Como se ha mencionado, se abre al suroeste, en la margen derecha de la rivera del Aurela, próximo a su cauce y mira, preferentemente a solana (Lám 1). La visión del covacho atrajo nuestra atención ya en la primera visita. En ella nos faltó la fotografía no así otros materiales que nos permitieron sacar un calco de las pinturas; entre ellas nos llamó la atención el dibujo de un arquero que desde lo alto parecía presidir el recinto.

Lámina 1. Cueva del Aprisco, término de Valencia de Alcántara (Cáceres)

 

Años después tuvieron lugar los estudios arqueológicos mencionados en Santiago de Alcántara. Debieron visitar esta cueva, aparentemente sin excesivo interés arqueológico, la ausencia de cerámicas así lo indica; pero recordemos que no se encuentra ya en el término municipal de Santiago de Alcántara y sus visitas requerían entre otras cuestiones, nueva financiación  económica, nuevos permisos etc.

Reseñaron la existencia de pinturas solamente como posibilidad, sin concretar estudio alguno ni mencionar el lugar de la cueva donde se pudieran encontrar. La “bautizaron” como cueva del Aprisco, nombre que hemos respetado por no contribuir a mayores confusiones.

El covacho está formado por estratos de pizarra clara, blanda, de poco espesor, superpuestas y muy numerosas; mantiene la flexión que determina parcialmente la techumbre con una pequeña bóveda de medio punto. Es de fácil pero peligroso acceso, debido a la verticalidad del suelo ocupado por los fragmentos de roca desprendidos de la parte superior.

Fue mencionada por Marcial Calzado Palacios cuando realizaba estudios de prospección en el cercano poblado del Cofre.

Así nos dio la noticia:

…”El horizonte es amplio, el paisaje movido. Extrañas formaciones geológicas aumentan la alegría del panorama. Desde otro cerro próximo nos mira, durante todo el trayecto, el ojo enorme de una cueva.”…

 

Las pinturas

Se hallan en la parte superior, donde la cueva aún conserva su cubierta.

Encontramos tres conjuntos:

Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Lámina 2. Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Se realizó en una superficie de pizarra lisa, de color claro, naturalmente bien limitada; está situada en la techumbre, a un metro del límite de la pared de fondo y algo a la izquierda de su eje. El pequeño espacio es de color gris claro y el conjunto ocupa la parte central superior (Lám 2).

Lo forman cinco tracitos de color rojo anaranjado, su disposición tiende a la  verticalidad. El número 1 es el situado centralmente en la parte superior, se inclinó ligeramente hacia la izquierda y mide 1,5 cm de alto, su ancho es de 1 cm. Los cuatro inferiores tuercen brevemente al lado contrario, son igualmente cortos y gruesos, miden de alto 1 – 2 – 1,5 – 1,5 cm y están en aceptable estado de conservación. A ambos lados se observan un par de manchas rojizas que no describimos por parecernos su realización muy dudosa.

Las pinturas de este conjunto son de ejecución lineal abstracta y no presentan detalles esquemáticos o naturalistas que nos pudieran acercar a sus posibles contenidos, por esto renunciamos a indagar sobre los mismos.

En el aspecto cronológico cabe decir que por su estilo lineal abstracto tiende a situarse en una etapa propia del Bronce Final en general, en torno al comienzo del primer milenio.

Un ejemplo que sitúa con más claridad este estilo en ese periodo lo tenemos en la figura 4 de la pared B, panel II del Cancho del Reloj, Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[5]. Allí, uno de los trazos verticales se remató superiormente con un detalle esquemático que acerca a su contenido, se trata de un tocado en forma de lira que portaba uno de los personajes “retratados” en un conjunto de trazos paralelos y verticales d cierta semejanza con el que tratamos.

La figura mencionada nos relaciona con los tocados semejantes representados en nuestras estelas decoradas  propias del Bronce Final y en cuyo entorno temporal debieron coexistir (Lám 3a y 3b).

  b

     a

                                                                             Lámina 3 a y b. Tocado liriforme de la figura lineal del Cancho del Reloj: a/fotografía, b/calco

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

Este conjunto se muestra hacia el centro de la cueva, unos dos metros a la derecha del anterior y próximo al inicio de su cubierta; la superficie que sirve de soporte es lisa y clara (Lám 4a y 4b).

Se realizó al menos con nueve tracitos de color semejante a los del conjunto número uno.

Pueden distinguirse dos grupos: uno en la parte izquierda, alineado con rectitud y formado por una serie de cinco; sus formas pisciformes evocan con facilidad un grupo de peces y la distribución ordenada induce a suponer cierta relación entre ellos. Pese a  la variación de sus formas, los cinco son de parecidas características generales.

El trazo número 1 es el  situado en la parte superior; está algo borroso, mide 1,6 cm de largo y de ancho no llega al centímetro, decrece hacia la izquierda y muy cerca de su terminación presenta un estrangulamiento prolongado hasta el final de la figura.

Los números 2 y 3 son muy parecidos y miden  de largo 1,7 cm y 1,5 cm. El cuarto es algo más extenso -2,2 cm-. La serie, finaliza con el quinto de 2,3 cm.

El grosor es semejante en los tres primeros, el cuarto es algo más fino y el quinto es marcadamente abultado: todos presentan la estrechez mencionada hacia su extremo izquierdo acentuándose en los dos inferiores donde se aprecia por un zigzag, más evidente en el último.

 

En la parte  derecha, bajo una mancha rojiza de apariencia natural, se situaron otros trazos, rectos y paralelos; su disposición se opone  perpendicularmente a la trayectoria de los peces.

                                                                    a

b

                                                                                 

Láminas 4 a y b. Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

 El número seis está inmediato a la derecha de los cinco reseñados y se representó intermitente y con igual color, mide 6,3 cm de largo y 1 cm de ancho.  Muy próximo a su derecha se realizó el número siete de 6,5 cm y grosor semejante. Inmediato por esa misma parte está el número ocho, de características semejantes a los anteriores. Continúa el nueve, de  algo menor tamaño aunque de parecido grosor.

Este conjunto se encuentra limitado en su parte superior por una forma escalonada natural de la roca soporte donde se confunde el tono rojizo natural con la pintura. Además la superficie sobre la que se realizó presenta cinco largas vetas blancas con tendencia perpendicular.

Debemos tener en cuenta los dos estilos presentes en este pequeño conjunto: uno naturalista formado por el grupo de cinco formas de peces cuya ejecución destaca por su realismo; el resto de la composición cambia de estilo empleando el lineal abstracto lo que dificulta su comprensión aunque nos acerca a la posibilidad de encontrar una cronología algo concreta.

A la hora de establecer relaciones, hemos de marchar al Parque Nacional de Monfragüe para encontrar un conjunto de tema parecido, concretamente en su sector occidental,  en el abrigo de la Sirenita[6] (Serradilla 2, conjunto 2). Sus formas están conseguidas mediante un trazo compuesto de bien marcados zigzag por lo que las identificamos con formas de anguilas o angulas en un preciso momento de sus complejas migraciones. Las formas allí representadas están igualmente ordenadas linealmente y se dirigen hacia un artilugio representado por un manchón rojo situado superiormente, de forma poco concreta por su contorno impreciso; podría ser un señuelo que facilitara su captura (Lám 5).

 

Lámina 5. Migración de anguilas en el abrigo de Serradilla II. P. N. de Monfragüe (Cáceres)

 

En el que ahora estudiamos, las cinco formas mencionadas avanzan alineadas ordenadamente hacia la derecha, allí encuentran trazos perpendiculares sobre un fondo de finas vetas  blancas que pueden evocar un obstáculo a superar en sus trayectoria; en definitiva puede representar el medio acuático: una forma escalonada entre espumas, un verdadero obstáculo a superar en el camino ascendente que llevan los peces.

En nuestro entorno, esta forma de viajar ordenadamente, la realiza el barbo común en determinados días de primavera; en su camino, supera grandes obstáculos nadando a contracorriente; es la época de apareamiento llamada freza.

Pensamos además que puede no ser producto de la casualidad el voluminoso cuerpo del pisciforme número 5 que fue realizado así intencionadamente. Al autor le llamó la atención su diferente forma, mucho más abultada y lo pintó en primer término, para que fuera bien visto, incidiendo especialmente en esta particularidad.

Pensamos que no es una escena general de freza de barbos lo que se pintó sino más bien una particular y concreta. El pez número 5 parece sugerir que se trata de otra clase de pez, su forma nos recuerda el cuerpo de una carpa. Su presencia en estas latitudes es muy significativa dada la ausencia de testimonios de su presencia en la cuenca atlántica del oeste; sería pues el primer o uno de los primeros testimonios hallados en dicha cuenca de esta especie de peces: la carpa.

En general esta asciende los ríos de forma más desordenada, tumultuosa y anárquica pero, a veces, en ocasiones lo hace adaptándose imprimiendo cierto orden cuando acompaña a barbos u otros peces de parecidas costumbres.

Pensemos ahora cómo fue el proceso mental del autor.

La pintura de la freza no la hizo directamente del natural: vio la escena muy posiblemente en el río cercano, le llamó la atención y la fijó en su memoria; después marchó hasta la cercana cueva, ascendió cuidadosamente por su empinado y deslizante suelo, posiblemente descalzo; ya arriba seleccionó el soporte… le sirvió de inspiración la superficie con veteado blanco y su límite superior escalonado.

Más tarde buscó un recipiente, preparó el complicado proceso de la escasa pintura que iba a disponer: pigmentos, grasas etc., tomo materiales para construir herramientas semejantes a pinceles y realizó todo con sumo cuidado y precisión a mucha menor escala.

La carpa no era un pescado habitual en este río muy próximo al Tajo; sin duda su mayor tamaño le había resultado singular en la escena que había visto… lo plasmó en el soporte con la idea indudable de querer transmitirnos su contenido: la escena de la freza con la rareza de incluir un pez de mayor tamaño y desconocido.

Por los trazos naturalistas de las formas no podemos situar su realización temporalmente de manera precisa ya que en numerosas ocasiones  este estilo resurge y era reservado preferentemente para dibujar a los animales independientes o dentro de conjuntos con otros estilos.

Los trazos lineales que acompañan las formas naturalistas, aunque de forma poco precisa, nos señalan nuevamente al Bronce Final que, en sentido amplio situamos desde los comienzos del primer milenio al s. VIII antes de Cristo.

Todas estas cuestiones han tenido su importancia introduciendo la duda a la hora de declarar a la carpa común como especie no invasora permitiendo su pesca con y sin muerte -el proyecto contemplaba lo contrario: su erradicación como especie invasora, imponiendo la muerte obligatoria del pez tras la captura-[7].

Igualmente nos sentimos obligados a mencionar el grabado de un pez sobre soporte en una placa de pizarra hallada en el cercano poblado del Cofre. Así nos lo legó su descubridor quién no nos dejó dibujo[8]:

”Se encuentra así mismo la silueta de un pez labrado en pizarra blanda, con agujeros en el lugar de los ojos para colgarse. Es posible que proceda de la cueva próxima pues ha sido utilizado como afiladera”.

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 3

Lám 6. Conjunto de Aprisco 3

 

Presentamos un calco directo realizado hace una treintena de años en una de nuestras primeras visitas al abrigo; con su ayuda y unas notas que tomé acometemos este estudio puesto que no hemos localizado este conjunto en nuestras visitas posteriores incluso las más recientes. (Lám 6).

Como los otros dos, se situó en la parte superior de la cueva, unos tres metros a la derecha del conjunto número dos. Fue realizado sobre una pizarra algo más oscura que las inmediatas y algo rugosa con algunas manchas rojas de formas poco definidas; la figura no limitaba su contorno, de manera que el soporte era algo mayor.

Su única forma destacaba al ascender y fue realizada con color rojo vinoso oscuro, muy llamativo; medía de alto 0.12 m y tenía de grueso en torno al centímetro, era algo irregular y estaba conseguida con tosquedad.

La figura corresponde a la forma esquematizada de un antropomorfo: en la parte superior la cabeza, ligeramente inclinada y aviserada hacia la derecha; una de sus piernas está flexionada y en ella, a la altura de su rodilla, parece apoyar la parte inferior de un trazo curvo, ligeramente convexo hacia el exterior que puede corresponderse con la forma de un arco. Otro trazo parte del “pecho” del antropomorfo y llega hasta el centro de la línea arqueada.

En el entorno inmediato de nuestra Comunidad las pinturas de este tipo de personajes singulares, destacados y dotados de armas, son más bien escasas; nos acercamos a una de ellas a fin de establecer ciertas relaciones. Debemos trasladarnos una vez más al P. N. de Monfragüe, ahora al sector central, cueva del Santuario o de Torrejón I, conjunto I-B-II, (Lám 7)[9].  La figura del antropomorfo al que mencionamos se situó en lugar central del panel principal con el fin de destacar fácilmente al ser observado. Se representó el personaje con sus posesiones, una de ellas por su forma puede ser un incompleto arco. Nos inclinamos por asegurar que con tendencia esquemática-naturalista se representó un arquero en el momento de hacer puntería y en estilo lineal abstracto el resto de figuras que por su proximidad parecen acompañarlo.

En las dos figuras -Aprisco y Torrejón- es común la elección privilegiada del soporte, dentro de este destacan centralmente por su visibilidad. Igualmente tienen en común su estilo esquemático, más marcado en el Aprisco. El personaje de Monfragüe se representó con detalles naturalistas: el volumen del tronco, tres posibles dedos de la mano que asoman tras un desconchado, el falo, parte inferior del arco…

Este tipo de personajes, dotados de armas ofensivas primitivas, debían ser destacables en las pequeñas sociedades a las que perteneciían. Ellos nos muestran una exaltación de la individualidad de guerreros igualmente presentes en las estelas decoradas, en sus primeros momentos caracterizadas caracterizadas por el protagonismo de las armas defensivas -escudos- y en las que la representación humana está expresada en el mismo soporte actuando en realidad como betilos decorados[10].

Nos inclinamos por situar cronológicamente estas pinturas próximas a los primeros grupos de estelas mencionados y que generalmente se vienen situando a finales del Bronce.

 

 Lámina  7. P. N. Monfragüe. Conjunto de Torrejón I-B-II. El arquero del abrigo del Santuario

 

Conclusiones

El abrigo del Aprisco fue poco utilizado en el aspecto artístico si bien es cierto que hay grandes superficies ocupadas por un gran nido cubierto por las heces adjuntas y otros espacios de posadero igualmente manchados; a esto se ha de añadir la verticalidad del suelo y como apuntamos, su estado resbaladizo que nos impidió acercarnos a la parte derecha del abrigo para su observación más cercana.

A pesar de sus posibilidades, todas estas cuestiones debieron influir para no ser tenido como lugar de reuniones más o menos periódicas de carácter sacro, mercantil o de otra cuestión. Igualmente avala su escasa importancia la ya apuntada ausencia de cerámica.

Como hemos dicho, algo más abajo del curso del río, no lejana, hay otra cueva situada en su misma margen -cueva Grajera- que presenta más expectativas de seguridad pero que también fue poco aprovechada en el aspecto que tratamos. Parece una cuestión extensible a toda esta parte de la sierra de San Pedro en la que, únicamente la cueva del Buraco en Santiago de Alcántara (Cáceres), puede considerarse un lugar especial de destacados de encuentros.

El Buraco ofrece un número mayor de pinturas de diversas épocas con la presencia en su entrada de la representación de un ídolo oculado (Lám 8), realización singular, propia del Calcolítico, que nos ha llegado sin la presencia de otras formas destacables de ese periodo.

La elevada presencia de sepulturas megalítica en las cercanías, abren la posibilidad de que la cueva del Buraco fuera utilizada desde el Calcolítico con finalidades más profundas y diversas, es en ese periodo cuando se sitúa la fecha de realización y vigencia de  algunas tipologías de oculados, presentes en ídolos-placas relativamente cercanos: Garrovillas (Cáceres), Trincones (Valencia de Alcántara, Cáceres); estas proceden de enterramientos megalíticos semejantes a estos, relativamente cercanos de Santiago de Alcántara[11].

 Lámina 8. Oculado de la cueva del Buraco, Santiago de Alcántara (Cáceres). Fotografía tratada con DStreetch[12]

.

Los numerosos restos de pinturas de esa estación se pueden situar en tiempos poco precisos pero cercanos a los ya expuestos del Bronce Final, en torno al 1000-800 antes de Cristo[13].

Los demás covachos esparcidos por esta serranía, incluido el del Aprisco, fueron poco utilizados y suelen ofrecer un corto número de realizaciones situables por sus características estilísticas en ese mismo tiempo. En ninguno de ellos observamos cerámicas[14].

Una asignatura pendiente en la mayoría de los numerosos trabajos dedicados al estudio del Arte Rupestre en la sierra de Santiago de Alcántara y sus vecinas es la ausencia de estudios, siquiera descriptivos, de cerámicas que pudieran ser halladas y sus relaciones con las pinturas. Hace ya más de cuarenta años, en nuestra primera visita eran evidentes en el removido suelo de la covacha del Buraco.

 

 Bibliografía

[1] Bueno Ramírez, Primitiva y otros 2010: T. P. 67, nº 1, enero-junio 2010.  Secuencias gráficas Paleolítico-Postpaleolítico en la sierra de San Pedro. Tajo Internacional. Cáceres.

[2] Ibidem. Pag 204.

[3] Dieguez Luengo, Elías (1965): Nuevas aportaciones a la prehistoria de Extremadura. Zephyrus, vol 16. U. de Salamanca.

[4] Calzado Palacios, Marcial (1970 – 1980): Resultado de la prospección de veinte yacimientos arqueológicos. Memoria de licenciatura mecanografiada. Universidad de Salamanca y UEx. Inédito.

[5] GARCÍA ARRANZ, José Julio (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural “El Brocense”, Diputación Provincial de Cáceres. Pág 78

[6] Rubio Andrada, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). Edición del autor. Trujillo. Pág 71 y 72.

[7] Información oral sobre todo lo referente a la pesca facilitada por el biólogo D. Manuel Ignacio Rubio Muñoz a quién agradecemos su colaboración.

[8]Calzado Palacios, Marcial: Opus. Cit. Pág 39.

[9] Ibidem. Pág 38.

Collado Giraldo, Hipólito y García Arranz, José Juliuo (2015): Corpus de arte rupestre en Extremadura.   Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal de Torrejón el Rubio. Pag 94 y ss

[10] ALMAGRO BACH, Martín (1972): Los ídolos y la estela decorada de Hernán Pérez (Cáceres) y el ídolo y estela de Tabuyo del Monte (León). T. P. vol 29.

[11] BUENO RAMÍREZ, Primitiva (2009): Ancestros e imágenes antropomorfas muebles en el ámbito del megalitismo occidental: las placas decoradas. Los ojos que nunca se cierran. Ídolos en las primeras sociedades campesinas. MAN. Pág 39.

[12] http://www.dstrech.com/

[13] DEAMUS, María Belén & ESCACENA CARRASCO, José Luis (1995 ): Acerca del horizonte de la ría de Huelva. Consideraciones sobre el final de la Edad del Bronce en el suroeste ibérico. Complutum 85.

[14] AMADOR CARRETERO, Pilar; FERNÁNDEZ GÓMEZ, Luciano y  LINARES TIRADO, José María (1979): Pinturas esquemáticas inéditas de “El Buraco” (Santiago de Alcántara).  Actas VI Congreso de Estudios Extremeños, Arqueología. Mérida pág 15 – 32

CARRERA RAMIREZ, Fernando (2006): Trabajos de limpieza y documentación de la pintura prehistórica conservada en los abrigos de El Buraco y La Grajera (Santiago de Alcántara, Cáceres). Santuola 12. Instituto de Prehistoria y Arqueología “Santuola”. Santander. Pág 387 – 408.

Dic 112020
 

 

Manuel Rubio Andrada

 

Resumen

Durante toda la primavera del año 2019 se hicieron excavaciones en Trujillo en dos lugares distintos que bien pudieron ser “páginas” cercanas con importantes datos de nuestro pasado.

Una de las actuaciones tuvo lugar en las inmediaciones de la antigua iglesia de Sta Clara adosadas a la construcción en su puerta norte. Lo descubierto pertenecía a una necrópolis excavada en la roca que, a veces, mantenían cierto antropomorfismo; temporalmente, en sentido amplio, suelen situarse en época medieval. La excavación termino. No pudimos prestar mucha atención a pesar de lo interesante que nos parecían.

Nos atrajo más la excavación realizada en la finca Solanilla de Bote y de ella nos ocupamos primeramente: mis ocupaciones en otro trabajo no hicieron posible más. Fueron tres las actuaciones en Solanilla y a juzgar por el espacio escavado parecían llevar buenas pretensiones y muy posiblemente apoyadas en un buen presupuesto. Recogimos datos, hicimos fotos…relacionamos y reflexionamos… fruto de todo ello es el trabajo que presentamos en estos XLIX Coloquios.

 

Introducción

No es la primera vez que se han realizado excavaciones arqueológicas en nuestro entorno inmediato, unas con carácter científico y otras no tanto.

Recordemos las primeras. D. Joaquín Rodríguez Ordoñez nos transcribió, en su libro La Vettonia, una narración del periodista Antonio Malo de Molina, en ella contaba la actuación en un dolmen situado en la finca de las Perillas o Asperillas, inmediato a los confines del berrocal trujillano, por la antigua calleja de Madroñera. D. Antonio nos describe como se hacían las cosas en la segunda mitad del s. XIX y cuáles eran los resultados[1].

Tras desmontar el primer dolmen y describir la futura actuación en el segundo, concluye:

Acaso explorando el otro de que se hace mención, hallaríamos igual monumento, puesto que no es el primero encontrado y destruido en aquellas inmediaciones, según manifiestan algunos amigos, y que por no conocer su importancia han sido despreciados, así como habrá sucedido a otras obras de remota o desconocida antigüedad…

Las últimas excavaciones han sido las efectuadas en las inmediaciones de la antigua iglesia de Santa Clara y simultáneas a ellas las efectuadas en la finca de Solanilla de Bote con motivo de ampliar la implantación de paneles solares que en ella ya existían; de estas últimas nos ocupamos en este trabajo. Entre la primera de las Perillas y estas un número de ellas, ni corto ni largo; en las que, en el mejor de los casos, se determinó su “dormición” mediante su nuevo enterrado, parte de la que ahora estudiamos tuvo peor suerte.

La noticia de esta excavación nos llegó oralmente, así como la particularidad de su libre acceso desde la carretera y la ausencia de puertas o cualquier cartel de prohibición así como una falta total de identificación de la empresa excavadora.

Este despoblado a penas ofrecía señales externas y fue una agradable sorpresa para los aficionados que con cierta periodicidad, visitábamos encantados las actuaciónes arqueológicas curioseando aquí y allá.

Este trabajo es el resultado de los apuntes de la mayor parte de lo descubierto en las tres excavaciones practicadas en Solanilla y que yo narraba a mi amigo Vicente para que estuviera al tanto de lo descubierto. Simultáneas y muy próximas, tuvieron lugar en el invierno y primavera del año 2019, hasta el cambio electoral de ese año, periodo en el que se suspendieron con los aparentes resultados que luego se comentarán.

Localización

Se sitúan en la margen izquierda del río Magasca, recién pasada la carretera de La Cumbre; muy cerca del molino del tío Trabuco, hoy casa residencia particular.

Lám 1. Resultado de la actuación nº 1

Descripción

Primera actuación

Su localización geográfica se aproxima al punto determinado por una latitud norte de 39º 25´ 56.09´´ y de longitud oeste 5º 55´´ 17,27´´.

Esta primera zona (Lám 1) es la más cercana al río. Como se puede observar por la fotografía se excavó una considerable extensión de terreno, la mayor parte del mismo sin restos estructurales o de cualquier otro tipo, de resultado estéril.

En el esquinazo NE de la excavación aparecieron los restos de muros, estrechos y realizados con materiales pobres a base de piedra, generalmente pizarras y tierra; no están ausentes trozos de cerámica común romana y tégula, a veces como relleno y ajustes en el muro.

Esta estructura mide 7,50 m de larga y 2,30 m de ancha; se dividió en cuatro compartimentos aparentemente sin unir al muro del este; los laterales comunes están reforzados en la parte baja de cada lado con grandes piedras a fin de darles mayor consistencia ante las mayores presiones en la zona baja.

  

Segunda actuación

Lám 2. Resultado de la actuación nº 2. El ábside y los muros de la cabecera

Es la intervención central (Lám 2). Su localización geográfica se acerca al punto determinado por una latitud norte de 39º 25´ 56.93´´ y de longitud oeste 5º 55´ 49.93´´. En esta ocasión el terreno estudiado se ajusta más adecuadamente a los restos estructurales encontrados.

Presenta restos de un edificio de orientación N – S con humilde ábside situado a mediodía, ligeramente elíptico, mide 2,90 m de eje N-S y 2,75 m el E-W; su forma puede igualmente ser considerada en herradura. Es de angosta entrada, 0,45 m de ancho.

Sus muros están bastante bien hechos con mampostería, de piedra algo seleccionada y barro, de aparejo poco abundante; su ancho es de 0,40 m.

Este se adosa a una estructura muraría inacabada que pertenecía a la nave los cuales apuntan forma rectangular; fue realizada con piedras de buen tamaño y barro; es de mayor ancho que el ábside. A pesar de la búsqueda mediante la excavación, de mayor extensión de los elementos estructurales, no dio resultado así que del edificio solo nos llegaron los restos de los lados inmediatos al ábside y el ángulo este, sin dejar rastro del resto para acotar el aula hacia el norte.

El lado este del muro sur mide 2,40 m; en su extremo este hacia el norte, está la esquina, de ella parten los cortos inicios del lateral este de la nave. El otro lado del muro sur solo mantiene los 2 m centrales. Como venimos mencionando, no se conservan otros vestigios de su trazado, ni en su cimentación. Su apariencia inacabada apunta una rápida interrupción muy posiblemente en su construcción ya que no observamos grandes cantidades de materiales procedente de la cubierta.

Tercera actuación

Lám 3. Actuación nº 3. Vista general desde el este

Se localiza caminando unas centenas de metros desde la segunda excavación hacia el NW; como punto de referencia actual podemos tomar una gran torreta de cuatro apoyos para el traslado de la corriente eléctrica; lo descubierto se encontró inmediato a ella por el noroeste.

El punto geográfico que ocupa se aproxima al determinado por una latitud norte de 39º 25´´ 54.96´´ y de longitud oeste 5º 55´ 48.86´´.

Lám 4. Actuación 3. El gran patio central y las dependencias del oeste.

Lo forman una serie de largos y bajos muros de mampostería, bien construidos a dos caras lisas y con relleno interior de mampuesto. Se trata de los restos de una estructura habitacional compuesta por un gran patio central y adosados a él, en sus lados este y oeste, dos pabellones.

Lám 5. Actuación nº 3. El pabellón del este

De estos, el del este, estaba limitado en la parte interior, la que da al patio, por un muro de 14.7 m de largo, de características semejantes a los descritos; no presenta restos de vanos. En el lado contrario al espacio central, hay al menos cuatro dependencias, de las cuales solamente una de las medianas conserva los restos de los cuatro muros que la definieron, el resto carecía de limitación fiable en el lado este. En esa dependencia, el tabique que da al cercado interior mide 4 m, los laterales cada uno tiene 4.5 m y en el opuesto, estaba bien centrado el vano de la entrada que medía 1 m de ancho.

El resto de las dependencias de este pabellón poco nos permite conjeturar señalando la posibilidad de su comunicación exterior mediante abertura al este semejantes a la descrita y su incomunicación total al patio.

Lám 6. Actuación 3. Pabellón oeste

En las dependencias del pabellón opuesto, el muro externo que da al oeste solamente se extiende 13 m, carece de vanos y en la parte norte su trazado, semidestruído, se vuelve poco definido y más complejo.

Presentaba en su interior tres dependencia, de ellas, la central, es de doble dimensión que sus vecinas (Lám 6). En su centro se encontraba colocada verticalmente una lastra de buen granito, en sentido longitudinal y orientación equinoccial este-oeste; estaba semipulida en su cara sur y simplemente desbastada en el resto. Esta piedra tiene de largo 0.95 m, su ancho ronda los 15 cm e hincada como estaba el 9 del 3 del 2019, su altura sobresalía del terreno 0.32 m.

Presenta dos ancestrales y conocidas formas: la parte superior cóncava, puede insinuarnos que su opuesta la inferior era semejante, lo cual nos lleva con facilidad a intuir una aproximación a la forma de piel de toro curtida y extendida; las laterales convexas pueden apuntar la forma del disco solar es decir helioscopica. Ambas formas son propias de altares orientalizantes del mundo tartésico (Lám 7).

Lám 7. Actuación 3. El hogar-altar con su retablo tauro-heliomorfo

En conjunto puede considerarse un pequeño retablo de un hogar-altar que se extiende hacia el sur.

Este hogar tiene de ancho 0.90 m, algo menor que la piedra, su largo es de 0.97 m y estába elevado del suelo unos 10 cm, su forma pues es un prisma de corta altura. Destaca del resto por su fuerte color rojo tinto oscuro, su tonalidad y textura sugería ser sangre mezclada con arcilla. La excavación mostró los restos de tégula que lo delimitaban y estructuraban evitando su disgregación.

Relaciones

No encontramos conexión para los primeros restos.

En cuanto a los segundos diremos que parecen anteriores a la basílica de Trujillo, como recordarán situada en las proximidades de la puerta de Coria y a la que se atribuye una autoría mozárabe [2]. Sin embargo hay que reconocer que carecemos de otros elementos que puedan argumentar lo dicho con determinación y certeza.

 

Lo que nos ha llegado de la tercera está orientado a los cuatro puntos cardinales, orientación que marca la posición de la piedra retablo que hemos descrito. Tiene partes del lado norte sin restos de edificación; en el lado sur, pese a la ausencia de materiales en algunos metros puede reconstruirse la trayectoria del muro. De todo ello deducimos que se trataba de un gran patio central con habitaciones adosadas en los lados este y oeste según la descripción propuesta.

Aparentemente, por lo que nos ha llegado, el patio central tiene un solo vano de comunicación con la habitación principal del lado oeste -donde está el hogar-. Aunque perdimos las medidas de este, si anotamos ser el doble de grande que sus compañeras.

La presencia de pigmento, de intenso rojo oscuro, en el hogar-altar central, indica como más probable un vertido de sangre; ello nos conduce con pocas dudas a admitir que se sacrificaba con frecuencia y se tenía sumo cuidado de que “la sangre” no se derramara más allá de los límites rectangulares del hogar.

Al estudiar el retablo veremos cómo sus formas, determinadas por líneas, son relacionable con un conjunto de objetos concretos, formados por esas mismas clases de líneas, las cuales por pertenecer a un mundo lineal abstracto, no describen cosas concretas, solamente insinúan referencias a elementos, generalmente con una finalidad determinada, versátil e imprecisa. Su finalidad pues fue la insinuación de determinados contenidos y no la descripción de los mismos.

Ambas formas son elementos que se utilizan en la actualidad, concretamente está presente como motivo ornamental sacro, de insinuante simbolismo sobre los temas que tratamos. Se localiza en la iglesia modernista de de Nuestra Señora del Pilar en Valdemoros, Madrid, la cual es famosa por su elevado simbolismo (Lám 8). Menos visibles pero si rastreables en el icono central de la catedral de la Almudena.

Lám 8. Motivos lineales sacros con la forma de piel de toro y el disco solar que completan la figura de Jesús en la iglesia del Pilar de Valdemorillo, Madrid.

                                                                                                            A

                                                                                                      B

 

 

Lám 9. Altares orientalizantes linealmente relacionables con el retablo de Solanilla de Bote. A. Cancho Roano C. B El Carambolo, Camas, Sevilla

También hemos seleccionado algunos altares, a pesar de ser muy anteriores en el tiempo al que aquí estudiamos, por entrar en ellos las apuntadas semejanzas lineales. Se trata del hallado en el edificio C de Cancho Roano, Zalamea de la Serena (Badajoz)[3] y el de la fase IV del santuario del Carambolo (Sevilla)[4] (Lám 9 A y B).

En el primer caso se trata de la representación de la puesta de Sol en el solsticio de verano, en lo alto de un cerro, es la representación de un paisaje sacro.

Coinciden con ese mismo planteamiento determinados paisajes reales existentes ante la puerta principal de algunos templos fenicio-tartésicos y servían de referencia para determinar la orientación de la construcción de los mismos. Según la religión fenicia tienen relación con la muerte-renacimiento del Sol que ocurría en el solsticio de verano.

En cuanto al ejemplo B se trata de un altar en forma de piel curtida de animal admitida generalmente como piel de toro. La presencia de esta forma es muy amplia y muy variados sus significados; los más frecuentes hacen referencia al culto fenicio-tartesio de Moloch Baal como símbolo del fuego purificador y regenerante.

Situados ante estas cuestiones debemos señalar la adicción del retablo en épocas posteriores al mundo orientalizante indicado y que ya aparece consolidado en época romana. De esa época, la religión mitraíca, por sus contenidos generales, también puede ser un serio aspirante para identificar nuestros restos. No quiere esto decir que los contenidos de época tartésica sean los mismos que los de nuestro altar ni por supuesto los contenidos cristianos que debe tener el de la iglesia de Valdemorillo o la catedral de la Almudena. Como la tercera excavación muestra debieron pervivir las formas y tal vez en parte, fondos de los contenidos sacros.

Nuestro retablo habría conjuntado en un modelo los dos iconos teológicos.

Cronología

Las cerámicas que observamos se pueden dividir en dos grupos:

Uno estaba en unas bolsas pequeñas de plástico situadas en la parte superior del ábside. Observamos que en su mayoría eran fragmentos de recipientes de uso común; con ellas, había al menos un fragmento muy rodado de terra sigillata aparentemente de no buena calidad.

El otro grupo estaba “in situ”, eran fragmentos más gruesos con numerosos restos de tégulas procedentes de diversas destrucciones aunque no en elevado número; otras fueron reutilizadas como material complementario de la construcción mural.

Los materiales cerámicos visible en la primera actuación nos sitúan en época tardorromana. Dadas las pequeñas dimensiones de sus habitáculos debemos suponer una finalidad no humana, muy posiblemente animal; en la fotografía que ofrecemos, tras la más cercana, parece observarse un pequeño pasillo de acceso por el oeste. Quizás podían corresponder a elementos de unas mayores dependencias que se extendieran al sitio contrario al excavado, en ese lugar se observan piedras desmontadas pero los trabajos no prosiguieron y terminaron allí.

La segunda actuación permite mayor acercamiento. Se trata de la cabecera absidiada de un edificio que apunta principalmente por su forma matices religiosos. Su estructura y las escasas dimensiones del vano entre aula -nave- y ábside, nos indica que su acceso estaría restringido a un personaje de anchura muy escasa. Según las dimensiones facilitadas en este trabajo, una vez concluida la nave, esta sería pequeña, destinada a albergar un no elevado número de personas.

Podría tratarse de la interrupción del proceso constructivo de un eremitorio rural aparentemente tardorromano. La presencia de cerámica sigillata en las bolsas situadas en el mismo, pueden indicar una cronología algo anterior o al menos no excesivamente tardía. El fragmento o los fragmentos podrían contribuir a dar mayor antigüedad a estos restos y acercarlos a un cristianismo rural muy primitivo,

La aproximación a la cronología de la tercera excavación presenta una dificultad semejante. Los restos de algunas tégulas como material amortizado en muros e incluso en el hogar del altar, sitúan su existencia en un momento impreciso de época tardorromana.

 

Conclusiones

La relativa proximidad entre la segunda actuación, que apunta ser los restos de una ermita con ábside en herradura, en sentido amplio paleocristiana, y el complejo religioso de la tercera -cuyos fondos religiosos más lejanos nos señalan el mundo fenicio-tartésico-, son aparentemente tan diferentes como sus contenidos, liturgia etc.

A pesar de ello sus practicantes deberían vivir en una cierta armonía, lo cual sería posible si se admite una característica mitraica en los restos de la tercera actuación, fuera seguidor de una o de la otra las dos religiones vivían generalmente un ambiente de comprensión y acercamiento. Vendrían tiempos distintos. …su estado inacabado nos puede sugerir que… tal vez les llegaron.

Por lo particularmente excavado no parece que las unidades estuvieran acompañadas de viviendas u otras estructuras en su entorno; su aislamiento parece apuntar ocasionales visitas religiosas, en parte lúdicas y en parte gastronómicas tipo romería.

Observando otros restos cercanos no alejados de estas épocas , nos devuelven a un paisaje rural, bastante poblado y diferente al actual. Todos esos restos llenan de vida y pobreza las inmediaciones del Turgalium romano de finales del Imperio.

En conjunto, las tres actuaciones son la punta del iceberg de la existencia de numerosos restos en las inmediaciones del río Magasca que se perfilan con bastantes características generales semejantes y como pertenecientes a una época romana tardía. Una de ellas, la tercera actuación no sobrevivió para poder contarlo pues a pesar de ser respetada en el tiempo por todo tipo de invasiones, no sobrevivió a nuestros tormentosos días.

Llegados a este punto cabe seguir preguntándonos. ¿Quién fue el autor de tan torpe eliminación?.

Desde luego su conducta no fue la de un ilustrado, es evidente que la barbaridad asoma repetidamente en esa solución.

Veamos. Las dos primeras actuaciones han tenido suerte y finalmente, como en Sta Clara u otras excavaciones, han seguido el camino general de la dormición por cubrición terrestre; sin embargo no fue así en la tercera, la cual fue totalmente arrasada y todos sus materiales desaparecidos.

La práctica de la cubrición con tierra debió incomodar a alguien de alguna cúpula. Sin duda los contenidos que tan brevemente hemos podido describir, se deben completar con un mayor número de datos que ofrecería la excavación, a nuestro juicio bien llevada, y que el arqueólogo expondría al enumerar los resultados.

Aunque esto parece propio de otro trabajo, prefiero seguir pues tras mis últimos artículos y sin yo buscarlo, me estoy especializando en una arqueología de denuncia.

Llegados a la tercera actuación, lo mostrado por el arqueólogo debió turbar determinada mente, quizás mejor hablar en plural. La posibilidad de vestigios religiosos orientalizantes, de una cronología tan tardía, con unos elementos tan comunes, pobres y simples pueden con facilidad ser vistos como disparate; la representación de la iglesia de Valdemorillo nos demuestra que no lo es.

Así, un día cualquiera de la primavera de 2019, se decretó primero oralmente: ¡Que desaparezcan del mapa!. Pero, ¿cuándo?. Se esperó un momento propicio, adecuado… sin duda el hecho tiene olores delictivos que pueden comprometer…

Primavera de 2019, cambio político de Autonomía y Ayuntamientos. Vacío de poder.

A pesar de no interferir en las solares, nuestro sistema social una vez más ha sido torpe; ha regresado a permitir obrar como en los finales del s. XIX; de una u otra forma, no atinan a saber preservar los restos para futuras inversiones. La actuación número tres ha seguido una política irracional que denominamos “arrasamiento técnico” tal y como nos contó el periodista D. Antonio Malo de Molina al describir hace ya más de cien años, el primer arrasamiento técnico -el deszafre-, palabra asociada a la destrucción del dolmen de las Perillas[5].

 

[1] RODRÍGUEZ ORDOÑEZ, Joaquín (1878): La Vettonia. Monumentos e inscripciones romanas en la antigua Castra Julia. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid. Conferencia VI. Vol V. núm 11, noviembre. Pág 366 y siguientes.

[2] El permiso de excavación estaba a nombre de José Luis Sánchez Abal quién muy celoso de su trabajo no parece haber dejado huellas del mismo. Los siguientes autores así lo mencionan y se han ocupado de estudiar lo que observaron posteriormente.

ALBA CALZADO, Miguel (2009): Repertorio de Arquitectura Cristiana en Extremadura: Época Tardoantigua y Altomedieval. Anejos AEspA XXIX. Pág 103-106.

FRANCO MORENO, Bruno (2008): De Emerita a Marida. Tesis doctoral. Tomo II. Pág 70. UNED.

 

[3] CELESTINO PÉREZ, Sebastian (1997): Santuarios, centros comerciales y paisajes sacros. Cuaders de prehistoria i arqueología de Castelló, nº 18, p. 374.

CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Los santuarios de Cancho Roano. Del indigenismo al orientalismo arquitectónico, pp 29 y 29. en Arquitectura oriental y orientalizante en la Península Ibérica. Coor. Ruiz Matas, Diego y Celestino Pérez, Sebastián.

[4] FERNÁNDEZ FLORES, Álvaro y RODRÍGUEZ AZOGUE, Araceli (2005): El complejo monumental del Carambolo Alto, Camas (Sevilla). Un santuario orientalizante en la paleodesembocadura del Guadalquivir. T. P., 62, nº 1, pág 123.

[5] RUBIO ANDRADA, Manuel y RUBIO MUÑOZ, Francisco Javier (2016): El megalitismo en Trujillo: Las necrópolis de las Perillas –Asperillas- y Cañada, Trujillo (Cáceres). XLV Coloquios Históricos de Extremadura, pp 576. Trujillo.

Jul 222019
 

Manuel Rubio Andrada

Resumen

En este trabajo estudiamos una zona del valle medio del río Zapatón situada en la terminación de su encajonamiento en la sierra de las Calderas (Badajoz). Tiene la particularidad de ser terreno sumergido por el pantano del Águila – Villar del Rey y que emergió en el invierno de 2017-2018 como consecuencia de la sequía general.

El estudio comprende dos partes. Una se ocupa de los restos habitacionales y sus distintas interpretaciones a través de la historiografía reciente; la otra lo hace de la cercana necrópolis en tholos y los curiosos grabados en objetos muebles.

Por diversos datos, relacionamos estos restos con el poblado de Cheles situado muy cerca del río Guadiana, km más abajo en esta misma margen.

  1. INTRODUCCIÓN

La reciente sequía estival acaecida en el pasado 2017-2018 ha sacado a la luz algunos restos arqueológicos de sumo interés para la región extremeña. Concretamente, examinaremos una zona del valle medio del río Zapatón situada en el norte de su encajonamiento en la sierra de las Calderas (Badajoz) que normalmente yace bajo las aguas del pantano del Águila – Villar del Rey. Las condiciones climáticas aludidas permitieron llevar a cabo un estudio que hemos dividido en dos partes. Una se ocupa de los restos habitacionales y sus distintas interpretaciones a través de la historiografía reciente; la otra lo hace de la cercana necrópolis en tholos y los curiosos grabados en objetos muebles.

  1. EL POBLAMIENTO DE LAS CALDERAS



    1. Localización



El río Zapatón se sitúa en el centro oeste de la provincia de Badajoz y discurre recto de norte a sur. Ayudado por los ríos Gévora y Guadiana, une las inmediaciones de las sierras de Aliseda con el sur -Ayamonte (Huelva)-. Es una ruta fluvial recta con numerosos vestigios arqueológicos.

El espacio ahora estudiado corresponde a un área relativamente pequeña situada en ambas márgenes del río Zapatón al ser cruzado por el antiguo camino que, desde Villar del Rey ascendía hacia San Vicente de Alcántarai. Hoy este antiguo camino es una ruta de senderismo bien señalizada que parte muy poco antes de cruzar el río Albarragena, en la carretera que desde Aliseda se dirige a Alburquerque, en sentido de esta última población. La ruta termina en el pantano justo en las ruinas del primer monumento que vamos a estudiar.

La localización aproximada sería el punto determinado por las siguientes coordenadas geográficas: latitud norte, 39º 13´ 47.98´´ y longitud oeste 6º 49´ 41.27´´. Término municipal de Alburquerque.

Las condiciones climáticas, concretamente la extraordinaria ausencia de lluvias y la aridez del primer trimestre de 2018 tuvieron como consecuencia que en febrero de este año pudieran avistarse los restos arqueológicos emergidos en ambas márgenes del pantano de Peña del Águila-Villar del Rey; un mes después volvió su inmersión.

Como hemos mencionado, un camino bien señalado lo comunica con la carretera que une Alburquerque–Aliseda. Esta vía surge a la derecha, dirección Aliseda, recién pasado el puente sobre el río Albarragena: es el cordel que une San Vicente de Alcántara con el pantano de Peña del Águila.

    1. El medio

Tanto las inmediaciones como los kilómetros de camino transcurren por un paisaje apacible, formado por suaves lomas de pizarras precámbricas con intermitentes afloramientos de granito. El territorio está bien adehesado, con la flora y fauna que le son propios si bien esta última, en su estado natural, tiene poca representación. En el este, el pantano de Torre Águila–Villar del Rey ofrece una amplia y apacible tabla de agua con abundante fauna piscícola, así como nutridas colonias de cormoranes, ánades reales, etc.

Hacia el sur, en la margen derecha, el panorama cambia: pasada pronto la llanura del valle, cubierto de pedrizas, se eleva la montuosidad desde la inmediatez del pantano. Son los plegamientos hercinianos de cuarcita, de perfil cortado; se extienden hacia el suroeste más allá del castillo de Azagala. Generalmente sus laderas ofrecen un tupido bosque mediterráneo, en su estado puro; se distribuye en grandes explotaciones de renombrado prestigio cinegético.

    1. Historiografía reciente

El lunes 11 de diciembre de 1995, Francisco José Negrete comunicaba en el diario extremeño Hoy, en su página 3, el hallazgo en el término de Alburquerque de un monumento singular. Lo hacía mitad noticia, mitad entrevista con la directora de excavación, María Cleofé Rivero de la Higuera, natural de Villar del Reyii.

Según la comunicación, junto a ella, se congregan importantes asistentes al acto, numerosas personalidades políticas, militares, civiles etc. que quisieron contribuir con ella a la presentación in situ del importante hallazgo. A lo largo de la entrevista, la directora exponía sus conclusiones sobre lo excavado iii.

Fig. 1. Fotografía de la excavación publicada en el diario Hoy, el 11 de diciembre de 1995 por F. J. Negrete

Según afirma la investigadora María Cleofé Rivero, se trataba de un “megarón calcolítico” -palacio de la Edad del Cobre-, de unos 5000 años de antigüedad, lo cual constituía un descubrimiento sin precedentes en toda la Península Ibérica. Era novedosa la asignación palaciega de las estructuras excavadas, cuya noticia nos transcribió el citado diario, pero el conocimiento de esas estructuras viene de antes.

Aurelio Cabrera ya presentó su parecer sobre estas ruinas en un viaje de reconocimiento arqueológicoiv. De él nos legó su memoria en un artículo publicado en varios medios, entre ellos en la Revista del Centro de Estudios Extremeños, en su tomo VII, 1933/1, se titula: De Arqueología del Arte III. En la página 38, lámina 2ª ofrece una fotografía de la fachada a poniente, como veremos el gran ortostato del SW es inconfundible (Fig. 2).

Fig. 2. La gran pilastra del pórtico. Fotografía de Aurelio Cabrera. Revista del Centro de Estudios Extremeños. T VII. 1931/1

En la página 39 se inclina por reconocer las ruinas como posible estructura sacra: “La planta que describen según están situadas se ajustan a un paralelogramo entrelargo, simulando, aunque rudimentariamente la de un templo con su pronaos y puerta correspondiente mirando al oeste […]”.

Después de la excavación acaecida en la década de los noventa del pasado siglo, el pantano ascendió de nivel y estas ruinas quedaron sumergidas y por tanto selladas. Las más de 50 bolsas de plástico blanco que se ven en el fondo de la fotografía que nos ofreció el diario Hoy, cuyos materiales se supone que proceden de la excavación, deberían guardar, entre otros, buenas cantidades de materiales que la investigadora María Cleofé Rivero debió de identificar esencialmente como calcolíticos ya que así asigna a los restos. En contraste con esta riqueza de materiales, desconocemos la existencia de estudio o publicación alguna sobre los mismos.

Además de estos estudios, hemos de mencionar otros, pero ya relativos a esas dos comunicaciones. En primer lugar, un estudio de Bueno Teodoro se hace eco de la noticia: “Recientemente las excavaciones dirigidas por Maria Cleofé han dado como resultado el hallazgo de un megarón, monumento megalítico de unos 4000 años de antigüedad […]”.v

Del relato de Aurelio Cabrera se ocupan Murillo González y Paoletti Ávilavi. En las páginas 2035 y 2036 de su trabajo sobre las pinturas rupestres y otras evidencias de poblamiento le atribuye la denominación probablemente palaciega de estos restos. Como se puede ver en la transcripción que mencionamos de ese autor, se inclinó por el carácter sacro de las ruinas.

Finalmente, también destaca la publicación de un artículo de los hermanos Palomo Lechón también sobre los estudios de Aurelio Cabrera de la primera mitad del siglo XXvii. Nada aporta sobre nuestro monumento que en esa fecha estaba sumergido. Así pues, parece que lo que resta de las ruinas del “megarón” al día de hoy solamente está presente en dos testigos: las fotografías del diario Hoy de 11 de diciembre de 1995 y la que publicó Cabrera en la lámina 2ª de su trabajo de 1933-1.

Los autores mencionados citan comunicaciones tenidas con la mencionada directora de la excavación, siempre de forma oral, siendo alguna de ellas relativamente recientes (2014). En las mismas se observa un empeño en presentar la construcción del río Zapatón como palaciega. Veamos la posible causa.

Situemos la noticia de la excavación presentada en los acontecimientos arqueológicos del momento y en ellos a su protagonista, María Cleofé Rivero. Ella hizo todo lo posible por interesar al doctor Maluquer en las ruinas de Cancho Roano; en esto fue una pionera. El insigne arqueólogo así nos lo menciona y la acepta en los comienzos de la excavación: la incorpora como controladora del grupo extremeño en su equipo de trabajoviii. Allí debió recalar los primeros años de descubrimientos y las variadas teorías de esos primeros días.

Los restos del Zapatón, con la noticia en la prensa adecuadamente tratada, intentan transferirnos, como una operación de marketing, el mundo “de grandeza oriental” de Cancho Roano, entonces de apogeo muy noticiable. Sin embargo, más de dos décadas después, la sequía de 2017 nos permitió contemplar los restos de la excavación: su teoría como se verá es difícil de sostener.

    1. El edificio denominado “Megarón calcolítico”

El paisaje inmediato

Sus restos se rodean de una superficie bastante llana de unos 1000-1500 m de larga y de ancho en torno a los 500 m. Se extiende a lo largo de la margen derecha del río Zapatón, bastante desarbolada, de ellos no existen restos sumergidos.

La superficie de este espacio se presenta cubierta de piedras -sobre todo cuarcitas- que dificultan el cultivo y el pastizal. Por su forma y tamaño parecen residuos de alguna pedriza presentando escasas señales de pulimento por rozamiento del agua, aunque se observan algunos cantos rodados. A medida que se desciende de norte a sur, los fragmentos aumentan de tamaño no llegando, por lo general, a pasar del que una persona adulta puede movilizar. Continúan todo el cauce visible del pantano hacia el sur.

Para ganar espacio para el pastizal y para el cultivo, entre otras operaciones, se dio la necesidad de retirar y amontonar piedras; así, en el entorno donde los amontonamientos existen se ofrece la tierra virgen desprovista de piedra y, a día de hoy, de la vegetación habitual. La superficie lograda, a veces, está bien acotada y deslindada por gruesos y rectos muros, aunque derruidos por efecto de la inmersión. Tal antropización se produjo especialmente en las proximidades de los restos del edificio objeto de este estudio.

En este medio inmediato al edificio observamos tres tipos de construcciones: una estructura mural, la necrópolis y los amontonamientos de rocas.

La estructura mural

A comienzos de febrero de 2018, veinticuatro rocas de la estructura emergían dispuestas según el croquis adjunto (Fig 3).

Fig. 3. Croquis. La estructura mural por los restos observados el 2 de enero de 2018 (las no numeradas emergieron días después).

Posteriormente el agua siguió descendiendo y nos permitió comprobar la inexistencia de restos en la parte noreste y la localización exacta de otros de mayor potencia en el ángulo sureste. Las rocas forman actualmente un mampuesto seco en el que se aprecian diferentes acabados (Fig 4).

Como hemos mencionado, buena parte del lado norte parece no haber existido. En el resto de los lados, la mayoría de los materiales son piedras de acarreo sin trabajar, entre las que hay algunas grandes e irregulares con las que se fortaleció el muro.

Fig. 4. Los restos arqueológicos del “Megarón Calcolítico” emergidos de las aguas el 2 de enero de 2018

Antes mencionamos que el ángulo SE parece fortalecido con elementos de mayor potencia; aquí se utilizaron algunos sillares bien labrados y otros que aparentan una labra parcial. Como es tónica general se construyó el muro a dos hiladas y siempre se mantuvieron las caras planas al exterior mientras que el interior del muro fue completado con relleno de cascajo observable en algún tramo.

Pensando en su habitabilidad es lógico suponer algún tipo de aparejo, aunque, si algún día lo tuvo, el agua se ha encargado de retirarlo. Lo que resta de la obra está bien conseguido y denota la profesionalidad de sus alarifes.

El edificio mide de longitud 15,5 m y de ancho 8,70 m y tiene una orientación este-oeste (vano de entrada – centro de la cabecera) (Fig. 4). Los cuatro muros que limitan la construcción tienen distinto ancho. Lo que nos ha llegado del situado en el norte mide 0,62 m; el sur oscila entre 0,65 y 0,72 m, e indudablemente está alzado con materiales más potentes; la hilada este mide 0,62 m y la del oeste (que da al pórtico) 0,42 m.

Basados en la disposición longitudinal de las rocas emergentes número 24 – 23 – 22 y 21, nos permiten suponer, aunque con evidentes carencias, un trazado longitudinal en el lado norte. Esta distribución forma un acotamiento rectangular perteneciente a un proyecto de volumen prismático marcado en los inicios de su base por los restos murales descritos.

Las rocas 23 y 24, en el lado norte y la 12 en el lado sur, señalan una prolongación hacia el oeste de los respectivos muros; ambas, con el lado oeste de la nave, indican un nuevo volumen prismático, abierto a poniente; sus dimensiones son de 8,70 m –las mismas del ancho del edificio- y 3,10 m los laterales. Dicho volumen menciona la existencia de un pórtico o porche en ese lado; la existencia de restos de un murete en su parte norte y sur nos puede indicar que el pórtico fue proyectado cerrado en esos lados.

Las rocas centrales 18 y 19 marcan un vano que daría entrada desde el pórtico a la nave. Con bastante claridad se observa la existencia de otro posible vano, algo mayor, en el centro del muro sur.

El sillar número 14, en el sureste interior, ocupa una zona algo confusa compuesta por rocas potentes, parcialmente labradas, muy desordenadas, posiblemente procedentes de acarreos o derrumbes de esa parte.

Mención especial merece la pilastra número 12 cuya forma prismática, su tamaño, labra, transporte… nos menciona, entre otras cuestiones, un pasado alejado de la humildad que ahora la acompaña. Desde el vértice que ocupa parece que fue colocada para ser mudo testigo de los avatares del monumento a través del tiempo. Mide de alto 1,98 m; la cara del oeste 0,71 m y la norte 0,39 m.

Objetos observados en las inmediaciones de la estructura mural

  1. Cerámicas

Solamente hemos observado fragmentos en el pórtico, sus inmediaciones o en amontonamientos de piedra muy próximos.

Distribuimos los fragmentos en dos grupos. Al primero pertenecen aquellos que facilitan la identidad del recipiente, generalmente a bordes o a la decoración. En el otro grupo situamos los restos de paredes poco tipificables. Hay que reseñar la ausencia de restos de cubierta y la presencia testimonial de pellas y tégula, solamente unos pocos fragmentos localizados en los inicios del pórtico por el noroeste.

El primer grupo (Fig. 5) lo componen seis fragmentos de ollas (nº 1 al 6), seis de cuencos (nº 7 a 12), uno de plato de borde reforzado almendrado (nº 13) y dos a grandes recipientes de almacén (14-15).

Fig. 5. Repertorio de fragmentos más representativos.

Sus características generales son: realización manual, cocción reductora, color pardo a pardo rojizo, variados desgrasantes poco seleccionados, acabado alisado de alguna de sus caras, textura poco fina, pastas poco decantadas, formas de tendencia esférica, escasa decoración (solamente el fragmento 1 nos muestra dos líneas incisas próximas a un asa en mamelón). La terminación superior es recta y ligeramente afilada en cuencos y de labio algo más vuelto al exterior en las ollas. Una excepción es el fragmento número 13, observado en el interior de un amontonamiento próximo, su perfil presenta forma almendrada.

Hemos de señalar que la mayor parte de estas piezas presentan restos de pigmentación rojiza “almagra” menos visibles en los pertenecientes a grandes recipientes (nº 14 y 15).

Al segundo grupo corresponden 101 fragmentos del cuerpo de las vasijas y, aunque de características semejantes, no podemos asegurar al tipo de Vaso al que pertenecieron. Curiosamente solo un escaso número de estos presentan restos de pintura rojiza -almagra-.

Fig. 6. Posible oculado y azuelas

  1. Posible oculado

Es un resto de tendencia prismática con las aristas suavemente redondeadas y caras ligeramente cóncavas (Fig. 6-a). Está realizado con arcilla parda, bien cocida, con numerosos y variados desgrasantes; las superficies bien alisadas se encuentran pintadas de almagra no así la cara inferior producto de la ruptura. Mide de alto 72 mm, 4,1 de ancho y 15 mm de profundidad.

A 10 mm del lado más cóncavo -el superior-, la pieza se encuentra perforada por dos orificios de 5 mm de diámetro, que, a manera de ojos, pueden también facilitar su suspensión. En una de las caras se observa entre ellos, un elemental raspado superficial que completaría el inacabado rostro.

  1. Azuelas

En la misma zona se observa un conjunto de bolsas blancas de plástico. Ubicada en la parte superior de una de ellas encontramos una azuela de gabro: azuela nº 1 (Fig. 6-b). Tiene 13,3 cm de alto, 2,5 cm de grosor; es su ancho mayor 6,5 cm y 3,5 cm el menor, con filo amortizado. Presenta color almagra en parte de su superficie sobre todo en uno de los laterales, el tono es más oscuro e intermitente que en el posible oculado.

La azuela 2. Se halló en las inmediaciones del edificio (Fig. 6-c). Es un fragmento posible mitad de pieza. De mayor tamaño que la anterior, muy tosca, de roca dura, aunque granulosa y veteada… nos presenta dudas sobre su acabado y funcionalidad. Mantiene color almagra oscuro, aunque escaso e intermitente.

  1. Bandeja

Siempre se puede suponer que la acción del agua pudo depositar algún residuo rojo oscuro sobre las cerámicas, las azuelas, el oculado ya que se observan de manera intermitente aglomerados de arcilla rojiza, pero… un nuevo hallazgo, de especiales características, puede completar más la contradictoria intrahistoria de nuestro edificio.

Fig. 7.- Bandeja metálica con almagra en parte de su superficie

Se trata de un objeto metálico observado en superficie. Estaba parcialmente enterrado en las cercanías de un amontonamiento de piedras próximo a las estructuras de la edificación. Es una bandeja metálica, actual, aparentemente de uso cotidiano; en realidad es una figura compuesta por un óvalo truncado por dos lados menores rectos. Tiene de larga 30,6 cm, de ancho máximo 21,3 cm y de profundidad 2,6 cm. Su color es plateado (Fig. 7) y el material bien pudiera tratarse de latón o una aleación metálica creemos que de escaso valor.

Gran parte de su fondo interior se encuentra cubierto por la habitual pigmentación roja almagra de tonalidad oscura semejante a la mencionada en los otros objetos. En uno de los laterales mayores se observan varios filamentos rectos en sentido transversal. Igualmente, el fondo externo de la bandeja posee esa misma pintura extendida con mayor regularidad a lo largo de toda su extensión.

    1. La necrópolis

Por el oeste, a unos diez metros de los restos del edificio, se observan en superficie un corto número de tumbas, en idéntica orientación W-E (Fig. 8). Los materiales que se utilizaron son irregulares. Una de mejor presencia está formada lateralmente por sillares bien labrados; otra de labra más tosca y una dudosa tercera realizada con simples pizarras, hemos de suponerles algún tipo de argamasa hoy arrastrada por el agua.

Fig. 8. Tumbas presentes en la zona de necrópolis del oeste e inmediatas al edificio

La tumba número 1 es la más alejada del recinto. Se construyó como acabamos de mencionar, con sillares de granito bastante bien labrados. La cabecera, señalada por su mayor longitud con respecto a los pies, está orientada al W; mide de ancho 0,60 m; sus pies al E, tienen 0,33 m; el largo es de 1,80 m y se presenta colmatada de cieno ignorando si contiene otro tipo de restos.

La número 2 se situó entre la primera y el edificio. Tiene idéntica orientación y sus lados norte y este están parcialmente destruidos en superficie. Los materiales que la forman son también de granito, aunque de menor calidad, simplemente desbastados y más estrechos. Su ancho por la cabecera es de 0,45 m y 1,67 m mide el largo de su lado sur. Está igualmente colmatada.

Puede rastrearse alguna otra tumba, más confusas por estar peor limitadas, sin duda fueron realizadas con materiales de menor consistencia pues solamente podemos suponer sus restos por intermitentes pizarras bastante delgadas.

No observándose otros restos como cipos limitativos en las esquinas.

    1. Los amontonamientos de piedras.

Ya hablamos del panorama que ofrece el medio en las proximidades del edificio. Las piedras de cuarcita se habían retirado para lograr pastizal y tierras de cultivo. Son numerosos los amontonamientos de piedras -pasan de veinte- siempre de forma caótica e irregular (Fig. 9). Frecuentemente redondeados, de unos 4 x 4 m y de altura variable llegando a tener 1,5 m. Otros aparentan provenir de estructuras alargadas. En ellos no se observan restos de corredor u otra cuestión que apunte el mundo megalítico.

Fig. 9. Los amontonamientos de piedras. Vista parcial

Algunos presentan en sus bajos numerosas lascas de pizarra generalmente de escaso grosor, color gris oscuro y sin disposición especial. Menos frecuentes son los restos de arcilla y de grandes ladrillos muy alterados, localizables en situaciones parecidas. Algunos dejan su entorno inmediato coloreado de rojo a anaranjado. Todo ello puede ser indicio de algún tipo de enlosado.

También están presentes numerosos molinos barquiformes (10 – 12), en general son de granito duro y casi todos con señales de uso; la mayor parte de ellos están sin fragmentar y en buen estado. Solamente observamos un fragmento de un molino circular en uno de los restos de muro lindero.

    1. Relaciones

Aunque testimonial por su número, del posible “oculado” cubierto de pintura almagra solamente podemos decir que tiende a situar cronológicamente su fabricación en los finales del Neolítico ix.

La mayoría de los fragmentos de cerámica pueden pertenecer al Calcolítico medio por su asociación con el resto de plato de borde almendradox así como las azuelas. No parecen ser de ese tiempo los números 14 y 15 y menos los fragmentos de tégula.

Por otro lado, la extraña distribución en la superficie del edificio o sus inmediaciones de dichos objetos, las azuelas y los restos cerámicos, añaden puntos de sospecha sobre su localización primera en un lugar diferente, estratigráficamente más adecuado.

Su coloración irregular, a la almagra, podría ser causada por algún componente del fango… pero contribuye a sembrar también fundadas dudas su distribución parcial en los fragmentos de mayor identidad.

En sentido igualmente de desconfianza, tomamos los diversos conjuntos de bolsas de plástico blancas con restos impropios e inservibles, utilizables como fondo decorado en la fotografía de prensa (Fig. 1) y que hoy permanecen en la misma zona (Fig. 10). No olvidemos que, en una de esas bolsas, muy próxima a la edificación, en el NW, se halló una azuela manchada de almagra.

Por todas estas cuestiones consideramos intrusivos todos estos objetos: oculado, cerámicas calcolíticas, azuelas, bandeja y bolsas de plástico.

Fig. 10. Las bolsas de plástico blanco de la Fig. 1, permanecen en su primitivo sitio

La existencia próxima de una necrópolis a poniente contribuye a oscurecer un poco más el ya confuso panorama arqueológico. Las sepulturas tienen la misma orientación del edificio, este-oeste, ello nos puede indicar una religiosidad semejante en ambos espacios. Lo cual nos lleva a suponer un recinto con categoría de sacro en nuestra construcción. Pero la ausencia en los restos de cualquier forma de santuario las sitúa con un grupo, muy poco numeroso, de ermitas sin ábside, de trazado rectangular o incluso cuadrado entre las que se encuentran la ermita de los Mártires de la sierra de San Blas en Cheles (Badajoz)xi y la homónima de Magacela, (Badajoz)xii.

Así, la forma y orientación de las sepulturas si contribuye a clarificar las cosas. Su marcada forma antropomorfa, mayor amplitud en su parte W, las aleja con claridad de la religión islámica, generalmente estrechas y en las que el difunto yacía sobre un costado, mirando a La Meca; su orientación era NE – SW diferente al W-E que presentan estas. La presencia de escasos restos de tégulas en sus proximidades contribuye a suponer, con cierto argumento, su utilización en época romana o inmediatamente posterior.

En otro orden de cosas, la técnica constructiva y la reutilización de sillares en la construcción del edificio imposibilitan datar su cronología antes de ese periodo -romano-. Pero las cosas se complican. Hay que apuntar la ausencia de material cerámico relativos a la cubierta del edificio, la falta de material procedente de derrumbe… si bien puede suponerse que se retiró al estar en desuso o que la cubierta fuera enteramente vegetal; también es significativa la ausencia de señales de pilastras para ayudar a soportar el peso de la cubierta más allá de su posible presencia en la cimentación. En la misma línea apunta la carencia de materiales correspondientes a la mayor parte del muro norte. Todas estas cuestiones comunican incertidumbre sobre su terminación.

Tras lo dicho y aunque todos estos elementos ofrecen muchas posibilidades de ser un lugar cristianizado debemos intentar ofrecer las posibilidades de reconocer en él los restos de una pequeña mezquita de alquería. Veamos los datos que disponemos en este aspecto. Es cierto que el muro sur presenta mayor fortaleza en cuanto a materiales y anchura, por esto podría corresponder a la quibla, pero en él no hay rastros del habitual mihrab, tal vez por qué no se llegó a su altura. Igualmente, no hemos observado restos de otras construcciones frecuentes en ellas como el alminar -torre- o el alminbar -púlpito-, ni cerámicas islámicas.

De todo lo dicho sacamos la conclusión de que los restos constructivos clasificados como “Megarón Calcolítico” no pasan de ser la construcción inacabada de un edificio, de época histórica, que apunta una finalidad religiosa concreta – el cristianismo – aunque resulte confusa esta conclusión por su presunta interrupción repentina y, consecuentemente, la falta de definición de las estructuras.

A un tiempo indefinido pueden pertenecer los molinos barquiformes distribuidos en sus inmediaciones -se utilizaron en amplios periodos de la Prehistoria y en época medieval-. Su conversión harinera en el inmediato entorno del edificio nos relata una intensa producción agrícola en un poblamiento elemental caracterizado por un grupo humano de siervos posiblemente cristianos: “los que trabajan”.

  1. LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE LAS CALDERAS: EL THOLOS

    1. Localización

Este monumento funerario se encuentra en la margen izquierda del río, la opuesta al poblamiento, y algo más abajo; se puede afirmar que está relativamente próximo a los restos del edificio estudiado -sobre un km-. Actualmente está sumergido en las aguas del pantano de Villar del Rey-Águila que abastece de agua a la ciudad de Badajoz.

La sequía del verano de 2017 lo puso al descubierto, aunque a veces era visible en el suroeste de una pequeña isla la cual puede observarse en fotografía por satélite (Fig. 11).

Fig. 11. Vista aérea del monumento en una isla del pantano de Villar del Rey-Águila

El tholos se localiza en el punto geográfico determinado por las coordenadas: latitud norte 39º 13´ 18.04´´ y longitud oeste 6º 49´ 27,69´´. Término municipal de Alburquerque.

Para visitarlo, si las aguas lo permiten, se puede partir de Aliseda, vía Alburquerque, hasta el cruce de Villar del Rey (14 km.); desde este cruce hasta el camino de Alpotreque que surge por la derecha, recién pasada la placa 26 km (unos 12 km más). De aquí al pantano 4,6 km por camino en buen estado; una vez en él debemos descender por su margen izquierda unos 500 m. El monumento, si emerge, es fácilmente visible.

Fig. 12. Fotografía del monumento megalítico ofrecida por D. Aurelio Cabrera Gallardo en 1933. Al fondo dos de los picos de la sierra de las Calderas

    1. El medio

La masa arbórea -encinar-, presente en la fotografía número 12, debió acompañar a nuestro tholos antes de su inmersión. Su estado actual se lo ofrecemos en la Figura número 13. En el fondo de ambas fotografías, se divisa la inconfundible silueta de la sierra de las Calderas. Los dos picachos miden 349 m y 345 m. Las elevaciones en el resto del horizonte son más bajas y redondeadas por ser terreno pizarroso, no pasan de los 300 m.

El paisaje actual ofrece una dehesa bastante cuidada con su flora correspondiente, aunque con indicios de dejadez en lo que respeta al encinar y la presencia de matorral de tendencia xerófila propio de suelos mediterráneos degradados.xiii La fauna menor actual debe haber decrecido con respecto a la que pudo observar don Aurelio en torno a 1930; en todas nuestras visitas no hemos oído el aleteo o el canto de la perdiz, ni el correteo de liebres o conejos… si son visibles en el pantano preferentemente garza real, ánades reales, cormoranes… en el pantano se intuye abundancia de pesca por sus saltos característicos.

Mayores señales hay de caza mayor, sobre todo en la margen derecha, en torno a los inmediatos picachos de las Calderas; en sus laderas, sobre todo en altura, predomina la exuberante vegetación propia del primitivo bosque mediterráneo. Las explotaciones ganaderas más numerosas son bovino y ovino, pastan libremente en el campo en los terrenos adehesados ya mencionados y debidamente limitadas.

    1. Historiografía reciente

Ya hemos mencionado como Cabrera Gallardo organizó un viaje de prospección arqueológica en 1913xiv. Partía de Alburquerque y terminaba en Villar del Rey. Situados en su ruta justo cuando llegan a orillas del río Duratón, visitan unos restos, visibles en la fotografía de las láminas 2ª y 3ª del citado trabajoxv. Como hemos visto estos vestigios corresponden al erróneamente denominado “Megarón Calcolítico”xvi localizado por nosotros y ya estudiado en este trabajo.

Cabrera y sus acompañantes se dirigieron a continuación, río Zapatón abajo tomando el viejo camino de Villar del Rey. Visitan unas ruinas denominadas “Los Monasterios” en la que parece encontrar materiales romanos -posiblemente se trate de unos restos romanos ubicados frente al “Megarón”, en la margen contraria-. Indicamos ese lugar pues afirma que tienen poco tiempo pues han de llegar al anochecer a Villar del Rey.

Poco después, llegan a un terreno en el que unos trabajadores están desbrozando de jaras, retamas, madroñeras etc. Se acercan a ellos e indaganxvii:

[…] habían encontrado unas piedras movedizas, como ellos las llaman, colocadas en la parte alta de varios montecitos o cabezos que en bastante número existe en aquellos lugares […]

El relato continúa con la descripción de un tholos:

[…] Despertada la curiosidad de los campesinos por esta reunión de piedras, habían excavado la tierra que las cubría, hallándolas colocadas en un orden de hiladas superpuestas de mayor a menor, hasta formar un cono cuya cúspide terminaba una sola piedra de mayor tamaño generalmente y fuera de la tierra una gran parte. En el interior de cada uno de estos montones de tierra y piedras hallaron otras más grandes pero planas, que al ser levantadas ponían al descubierto una cavidad entrelarga de mayor longitud que la de una persona tendida.

Algo más adelante añadía que “como estaban cerca unos de otros visité hasta siete, decidiéndome a fotografiar por falta de tiempo solamente uno”xviii (Fig 12).

Ya vimos que estos viajes de Cabrera fueron objeto de un trabajo, llevado a cabo en 2014, por los hermanos Palomo Lechónxix. En él la aportación al entorno del río Zapatón en el área que nos ocupa es mínima, se limitan a transcribir el cuarto párrafo del tercer artículo no entrando a pormenorizar en los contenidos de este.

Igualmente ocurre con el trabajo de Murillo y Paolettixx, en el mismo, este tema es tratado con carácter secundario y de forma superficial, siguiendo en esto la exposición que el mismo descubridor hace en la relación que Hernández Pachecoxxi nos trasmite. Sin duda en aquellos momentos la atención de Cabrera Gallardo y de Hernández Pacheco era acaparada por la magnificencia de los monumentos y materiales hallados en los megalíticos de las proximidades de San Vicente de Alcántara.

Nuestro trabajo lleva como objeto el estudio de esos hallazgos pasados por alto una y otra vez incluso por sus propios descubridores.

    1. Descripción del tholos

Fig. 13. Vista del tholos de las Calderas

El corredor está perfectamente orientado al E y coincide con los equinoccios. Se mantienen bien señalados 10 m antes de llegar a la cámara; su ancho actual está entre los 0,70 y 0,90 m. y su altura es decreciente hacia el exterior -0,60 a 0,20 m-. Se encuentra bastante colmatado (Fig. 13).

Actualmente la forma de la cámara aparenta ser elíptica, con un eje mayor, de 5,30 m, que parte del corredor y un eje menor, perpendicular en su centro, que mide 4,30 m. No se encuentra limitado por ortostatos estando rodeada por piedras sueltas. Si seguimos la fotografía de Cabrera, parece que un anillo de cortos ortostatos limitaría lateralmente la cámara y por la descripción del mismo autor la cubierta se cerraría por falsa cúpula o aproximación de hiladas; superiormente se situaría el túmulo.

Las piedras son relativamente pequeñas generalmente pueden ser acarreadas por un solo individuo e incluso un niño. Amontonadas, su altura es oscilante llegando a 1,40 m en las zonas norte y sur, decrece notablemente por el oeste. Aunque con variaciones el túmulo presenta actualmente un diámetro exterior de unos 20 m.

Cabe añadir la existencia en él, de una pequeña estructura de tendencia rectangular, de no más de 2 m de lado mayor, adosada al exterior del túmulo en su parte sur-oeste y cubierta en gran parte por los sucesivos derrumbes.

Ya vimos como Cabrera nos describió este u otro monumento cercano pues nos afirma que había lo menos seis. Pensamos que podría haber más pues se trata de un reconocimiento rápido pues la noche se los echaba se aproximaba xxii.

Objetos observados en el tholos o en sus inmediaciones

  1. Cerámicas

Los fragmentos observados estaban situados en el estrato superficial que les correspondía: el nivel de la base del tholos. Anormalmente se encuentran condensadas en un punto situado en los finales del túmulo, en el lado sureste. El lote, no muy numeroso, corresponde en general a fragmentos con escasa personalidad, pertenecientes a las paredes de diversos recipientes de apariencia globular.

La mayoría de las cerámicas muestra unas características comunes. Fueron realizados con pasta elemental -cuidada pero más bien gruesa- y su textura, colorido etc. son bastante homogéneos. Interiormente tienden a presentar color gris oscuro, las caras van de anaranjadas a pardo claro, aunque desvaídos por la acción del agua del pantano. La composición de las pastas es menos uniforme, presentando unas veces finos desgrasantes, otras de muy variado tamaño. Su ancho no suele ser muy significativo -entre 8 y 14 mm-, la mayoría rondan los 10 – 12 mm. Las paredes presentan superficies alisadas, aunque algo bastas debido a la prolongada acción de las aguas. El color rojizo que presentan la mayoría de los fragmentos en ambas caras pertenece a una fina capa que recubre las superficies, podrían ser restos de pintura a la almagra.

Todas fueron realizadas manualmente y los recipientes a los que pertenecieron nos son de tipología desconocida debido a la ausencia de elementos que las caractericen.

Un par de fragmentos son de labios sencillos, posiblemente pertenecientes a cuencos u ollas globulares de uso cotidiano; otros, en corto número son de asientos elementales y el resto posiblemente formaron parte de las paredes de recipientes de las dos formas apuntadas.

  1. Placa grabada

Se trata de una estrecha pizarra -8 mm- con forma de un trapecio; la base mayor mide 60 mm, la menor 52 mm y la altura 118 mm. Presenta un contorno aparentemente logrado de forma elemental, el lado superior es redondeado (Fig. 14).

Una de sus caras presenta diferentes niveles por ello se prescindió de ella, la otra en cambio es lisa; en ella se realizó un grabado lineal de apenas un milímetro de profundidad no pudiendo determinar si el perfil es en V o en U.

Consideramos que el espacio está dividido por dos líneas horizontales que se extienden de derecha a izquierda. La superior se situó a 26 mm del lado superior y la más inferior a 75 mm. Con estos dos acotamientos se dividió la superficie en tres partes de tamaño diferente.

El espacio superior presenta a la izquierda una línea inclinada de 16 mm; con ella se consiguió un espacio triangular isósceles. Continúa a la derecha el inicio de una incisión circular de un par de mm de diámetro y un milímetro escaso de profundidad. Se situó antes de llegar al centro.

Fig. 14. Plaquita grabada del Tholoi de las Calderas

En la parte media encontramos las siguientes actuaciones:

En el extremo izquierdo de la línea horizontal superior, muy cerca del límite de la roca, se desprende un trazo, de clara tendencia vertical, aunque resultó ligeramente ondulado: mide 58 mm. Por resaltes de la pizarra, sus extremos no alcanzan las correspondientes líneas a las que parecen dirigirse. Claramente menciona la intención de acotar el espacio por el lado izquierdo. Lo probable es que este espacio que estamos describiendo se encontrara limitado por otra línea de tendencia vertical en el lado derecho, muy cerca del límite de la roca, pero ese espacio nos ha llegado con un resalte; en la parte baja de este se puede apreciar un tracito de diez milímetros que sería su terminación inferior.

En el segmento horizontal más central, a 30 mm del extremo izquierdo, se realizó un segmento de 18 mm, hacia arriba y con verticalidad; corta a la horizontal perpendicularmente y deja en la parte inferior solamente 2 mm.

En la superficie interior de este espacio medio, en su lado izquierdo, hay un trazo horizontal de 24 mm; se situó a treinta mm del extremo superior. De su extremo derecho parte hacia arriba un trazo escalonado en tres segmentos de 10, 8 y 10 mm. En la terminación superior del segmento hay un espacio sin trazo que aparenta ser un vano y tras él comienza uno más de 7 mm, en el mismo sentido vertical; este último se extiende hasta cortar al trazo superior ya descrito.

En la supuesta línea que limita por la derecha este espacio central, fue realizado a 11 mm del extremo superior, otra de 14 mm y de tendencia horizontal.

La zona inferior tiene varios segmentos de tendencia horizontal los cuales no terminan con claridad en su parte izquierda muy posiblemente, por la ruptura del soporte.

El espacio se encuentra limitado en su parte superior por la correspondiente línea horizontal que acota el espacio medio. Presenta una línea en su parte central; es de tendencia vertical y de 17 mm; comienza muy próxima a la base de la zona media, aunque no la corta y no parece que concluyera en la parte inferior del soporte.

En el espacio izquierdo, bastante centrada se hizo una línea de 28 mm que corta 11 mm a la línea central. Muy cerca de su extremo derecho, se puede observar una forma de “nota musical” que después de contractarlo con la visión real del objeto consideramos caprichoso fruto de luces, trazos, resaltes etc.

El espacio también se acotó horizontalmente, en su parte inferior izquierda, con dos paralelas muy próximas. Parten del extremo de la línea central y tienen de longitud 28 mm.

Su lado derecho aparece bien señalado a 5 mm del borde con dos paralelas de características semejantes a la descrita pero ahora de tendencia vertical; miden 40 mm y cortan en un par de milímetros a la línea de base superior y llegan al extremo de la roca en la parte inferior.

En el tramo inferior de este espacio, se observa una línea ligeramente inclinada hacia la parte superior izquierda de 25 mm. Parte cerca del acotamiento por la derecha. Con aumento se observa en su terminación derecha un tracito paralelo que es quién corta al acotamiento. Tiene tan solo 5 mm. Aún puede observarse otro en esta parte derecha, cerca ya del límite inferior de la roca, es paralelo al superior y tiene uno 20 mm de longitud.

  1. Betilo

Entre los escasos materiales observados destaca esta roca de color marrón, muy dura, perfectamente pulida. Tiene forma de trapecio y la consideramos una posible representación anicónica (sin imagen) -betilo-. Mide de alto 96 mm, el ancho es de 52 – 40 mm y 23 mm de profundidad. Su superficie mantiene restos de color almagra.

    1. Relaciones

No dudamos de que el monumento descrito por Cabrera hace clara referencia a una construcción funeraria con cubierta en forma de falsa cúpula: un tholos.

Según su fotografía, esas cimas cortadas del fondo deben corresponder al único afloramiento de cuarcitas que se puede observar desde el tholos. Lo integran cuatro picachos de los que dos de ellos son visibles en la fotografía número 12: en el fondo emerge el pico más oriental de las Calderas y a su derecha un segundo picacho de visión muy reducida. Solamente se ve uno desde el monumento que ahora presentamos (Fig. 13).

El monumento ahora estudiado puede ser el mismo o quizás otro muy cercano, que, o no llegó a emerger en el invierno de 2017 – 2018 o bien nosotros no localizamos. Pero con certeza debió ser uno de los siete que visitó aquella tarde, ya avanzada; sus situaciones eran muy próximas.

El relato antes mencionadoxxiii nos sitúa en unas construcciones semejantes, en forma y número, a las encontradas en la necrópolis del poblado calcolítico de Cheles, Badajozxxiv con las que, a pesar del expolio de esta, se pueden relacionar cronológicamente.

En otro orden de cosas diremos que la presencia de forma generalizada de restos de recipientes de cerámica, aparentemente recubiertos de pintura a la almagra (cuestión que ha de comprobarse) señala cronológicamente un periodo concreto de tiempo que puede resultar dispar con el tipo de arquitectura empleado en el tholos, el cual nos parece más tardío.xxv Puede sospecharse algún teñido natural debido a su característica actual de inmersión o alguna manipulación posterior a su factura.

Como novedad aportamos la plaquita grabada con una compleja estructura lineal en un espacio aparentemente destinado al mundo megalítico. A nuestro entender el trazo superior horizontal divide los posibles contenidos en dos; a su vez el inclinado superior del lado izquierdo acota un espacio triangular propio de los inicios de un ídolos-placa que se continuó levemente al comenzar a hacer una perforación. Por esto parece que en sus inicios estaba destinada a contener un monumento de ese tipo.

El resto del grabado es bien diferente, ofrece una división espacial en dos partes conseguidas por el siguiente trazo horizontal. De ellas, la superior presenta su superficie dividida en cuatro estancias, articuladas por vanos, que permiten acceder de una a otra. En la zona inferior el espacio de la derecha se articula mediante un vano amplio; en su izquierda los compartimientos permanecen incomunicados sin ninguna abertura entre derecha e izquierda.

Sobre las diversas cuestiones que puedan suponerse como contenidos de esta segunda parte, parece que el más racional es considerarlo un plano o croquis de un deslinde o construcción. Por los ángulos rectos señalados no parece que pueda ser una representación muraría anterior a la influencia fenicia es decir son posteriores al Bronce Final. Esa deducción cronológica no debe suponerse separada de una serie de trazos lineales, paralelos e igualmente próximos presentes en algunos grabados de la La Zepa de la Serena.

En el espacio inferior, en tres ocasiones se utilizan ese tipo de trazos paralelos. En la Zepa mencionada, están presentes, de forma individual o asociados, en los grabados de arroyo Tamujoso, Campanario, roca 12, Fig. 759/1, Pág 365; roca 28, Fig. 824/3 pág 396; río Guadalefa, Campanario, roca 23, panel 1, Fig. 599/25 y 600/24, pág 287; Los Terciones, Puebla de Alcocer, roca 06, Fig. 152/1, pág 83; arroyo del valle de Casatejada, Puebla de Alcocer, roca 21, fig 298, pág 147, en este conjunto va acompañando a una innegable forma de alabardaxxvi. Igualmente están presentes en los grabados del río Tejadilla, Tejadilla XII, pág 534 y 535xxvii.

Todos estos pares de líneas no parecen tengan un contenido especial en los paneles que les contienen; simplemente parecen sustituir a un trazo simple, aparentemente sin otros contenidos.

La forma de alabarda realizada en la roca 21 del valle de Casatejada, nos ayuda a aproximarnos con cierta claridad a la cronología de nuestra plaquita, en un sentido amplio. Quizás en los principios de la Edad del Hierro con claras pervivencia de elementos anteriores concilie los elementos más señalados. De épocas no muy lejanas, realizado igualmente en ambiente del Bronce tardío, debieron ser las líneas paralelas semejantes, muy próximas, realizadas en el grabado del río Tejadilla (Fig 15).

Fig 15. Grabado de Tejadilla XII. Paralelas muy próximas con estructuras y armas del Bronce Final.

Aunque cronológicamente los comienzos de la Edad del Hierro, nos parece un tiempo muy tardío para la utilización de nuestro monumento, la plaquita debió reutilizarse y pudo realizarse cuando ya las creencias en Ídolos Oculado habían perdido gran parte de su vigencia o en cierto desuso aunque las creencias que contenía el monumento debía tener aún cierta influencia social no hay que olvidar que fue reutilizado con estructuras murarías de forma poco concreta.

Por el momento no tenemos más remedio que aceptar los hechos como se nos presentan: observando la vista aérea de los restos de la construcción de algunos edificios de época Orientalizante, como el de La Ayuela y relacionándolo con las dos partes inferiores de la plaquita vemos que pueden representar una o parte de una construcción propia de los periodos centrales del primer milenio antes de Cristo.

  1. CONCLUSIONES GENERALES

Este tholos, más los enumerados en el relato, pueden constituir una necrópolis megalítica; a ella hay que añadir los vestigios de su poblamiento. Este se localiza en la margen contraria, algo más arriba, en el mal denominado “Megarón”, con sus próximos y variados restos arqueológicos que pensamos vienen a ser partes de secuencias de un único asentamiento.

Las semejanzas de los restos del edificio con los restos de la ermita de Los Mártires de Cheles; así como la ubicación próxima de una necrópolis en tholos y la inmediatez de restos romanos en las dos ubicaciones nos lleva a aceptar la posibilidad de unos inicios y evolución de poblamiento semejantes.

El paulatino desarrollo a través del tiempo de los distintos elementos que componen los dos yacimientos ha dejado unas señalizaciones, en ocasiones similares y en otras algo más diferentes. Si nos detenemos en las de carácter espacial observaremos que el cambio de habitación en lugar próximo es algo lógico y no escaso en los desarrollos de poblamiento.

En el caso de Cheles puede consultarse el mencionado artículo de D. Víctor Hurtadoxxviii; en el de las Calderas contamos con este estudio y la mencionada descripción de la necrópolis que nos legó D. Aurelio Cabreraxxix.

Otra cuestión por estudiar es ver si en las proximidades de la ermita de los Mártires existe una necrópolis como ocurre en los restos del edificio de las Calderas, dato que en parte confirmaría aún más la semejanza secuencial entre ambos poblamientos.

Con este trabajo hemos intentado dar a conocer y relacionar unos restos aparentemente inéditos, otros redescubiertos y poco conocidos por las circunstancias de su inmersión y finalmente los que sufrieron una manipulación de difícil comprensión, aunque sin duda interesada; lo cual, afortunadamente, es poco frecuente.

Notas:

i Mapa topográfico 1/50000, hoja nº 751, Villar del Rey. Dirección general del Instituto Geográfico y Catastral, 1ª edición, 1939.

ii NEGRETE, Francisco José: “Hallan en Alburquerque un monumento único en toda la Europa occidental”, Diario HOY, 11-12-1995, p. 3.

iii Llama la atención que el artículo ofrece una fotografía de la excavación en la que no aparecen los altos personajes que se asegura asistieron (Fig. 1). Generalmente “deben salir en la foto”

iv CABRERA GALLARDO, Aurelio: “De Arqueología del Arte III”, Revista de Estudios Extremeños, 1, tomo VII, 1933, p. 37.

v BUENO TEODORO, Antonio: Villar del Rey. Geografía, Historia y Tradiciones, Badajoz, Diputación de Badajoz, 2002, p. 96.

vi MURILLO GONZÁLEZ, José María y PAOLETTI ÁVILA, Elena Xiomara: “Pinturas rupestres esquemáticas y otras evidencias de poblamiento prehistórico en el sur de la sierra de San Pedro (Extremadura, España)”, Arkeos 37, 2015, pp. 2035 – 2036.

vii PALOMO LECHÓN, Agustín y PALOMO LECHÓN Sandra: “Tras las huellas de Cabrera. Arqueología y Prehistoria en el Alburquerque de primeros del s. XX”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXX, 2, 2014, p. 707.

viii MALUQUER DE MOTES, Jordi: El santuario protohistórico de Zalamea de la Serena, Badajoz. Barcelona, CSIC-Universidad de Barcelona, 1981, pp. 227 – 228.

ix RIVERO GALÁN, Encarnación: “La cerámica a la almagra en Andalucía: Ensayo tipológico”, Habis 16, 1985, p. 453 ss.

x JIMÉNEZ ÁVILA, Francisco Javier y MUÑOZ HIDALGO, Diego: “Aportaciones al conocimiento del Calcolítico de la cuenca media del Guadiana: La comarca de Zafra (Badajoz)”, Norba, 10, 1989-1990, p. 27.

xiii Sabemos por el relato de don Aurelio Cabrera (1913), que parte de aquel territorio de encinar adehesado estaba muy descuidada e invadida por el jaral, retamas, madroñeras… y se procedía en aquellos momentos a limpiarlo por una cuadrilla de trabajadores.

xiv PALOMO LECHÓN, Agustín y PALOMO LECHÓN, Sandra: “Tras la huella de Cabrera, Arqueología y Prehistoria en el Alburquerque de principios del s. XX”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXX, 2, 2014. p. 707.

xv CABRERA GALLARDO, op. cit. pp. 38 (lámina 2) y 41 (lámina 3).

xvi NEGRETE, op. cit., p. 3.

xvii CABRERA GALLARDO, op. cit., p. 40.

xviii Ibidem

xix PALOMO LECHÓN y PALOMO LECHÓN, op. cit., p. 707.

xx MURILLO GONZALEZ, y PAOLETTI ÁVILA, op. cit. p. 2029.

xxi HERNÁNDEZ, Eduardo y CABRERA, Aurelio: “Pinturas prehistóricas y dólmenes de la región de Alburquerque (Extremadura)”, Boletín de la Real Sociedad española de Historia Natural, Tomo 16, 1916, p. 118 ss.

xxii CABRERA GALLARDO, op. cit., p. 40.

xxiii Ibidem, p. 40.

xxiv HURTADO, Víctor: El asentamiento fortificado de San Blas (Cheles, Badajoz) III milenio A.C., Trabajos de Prehistoria, 61, 1, 2004, pp. 141 – 155.

xxv RIVERO GALÁN, op. cit., pp.. 453 – 480; ATOCHE PEÑA, Pablo: “La cerámica a la almagra en la cueva de la Carigüela (Piñar, Granada): Su evolución en el horizonte Neolítico”, Tabona, 1985-198, pp. 92.

xxvi COLLADO GIRALDO, Hipólito y GARCÍA ARRANZ, José Julio (coords.): Corpus de Arte Rupestre en Extremadura II. Arte Rupestre en La Zepa de la Serena, Badajoz, Junta de Extremadura – Consejería de Cultura y Turismo – Dirección General de Patrimonio Cultural, 2007.

xxvii RUBIO ANDRADA, Manuel y PASTOR GONZÁLEZ, Vicente: “Los grabados prehistóricos del río Tejadilla”. XXIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo: Coloquios Históricos de Extremadura, 2000, p. 535.

xxviii HURTADO, op. cit.

xxix CABRERA GALLARDO, op. cit., p. 40.

Ago 282015
 

 Manuel Rubio Andrada.

 In memoriam

Este trabajo va dedicado a la memoria de Florencio Fernández Araujo, Floren, agradable y estimable compañero de arduos paseos culturales por las Villuercas, a quién la muerte sorprendió demasiado pronto.

 

 

  1. INTRODUCCIÓN

La noticia de la existencia de estas pinturas nos fue facilitada por D. Florencio , maestro y licenciado, natural de Roturas, quien gustoso y en compañía de D. Vicente Pastor González e hijo, nos acompañó a su visita en los comienzos de la primavera del año 2012. A él se debe la elección de su denominación. El minucioso conocimiento del terreno de su propiedad, facilitó el ascenso que, de otra manera se hubiera hecho difícil, sufrido e interminable.

 

  1. GENERALIDADES

La covacha del Lentiscar se abre a poniente, en la base de una potente masa de cuarcitas armoricanas. La sierra se alarga y bascula de noreste a suroeste por un espacio de unos 6 km, hasta precipitarse con bastante brusquedad en la margen derecha del río Almonte: es la sierra de Valdelaorden, su altura máxima es de 957 m (Lám 1).

Lámina 1 Cueva del Lentiscar Vista general de la sierra

Lámina 1.- Posición de la cueva del Lentiscar en la sierra de Valdelaorden.

Al este, el medio es rocoso ya que las cuarcitas ascienden verticalmente; a poniente la sierra desciende con cierta brusquedad y forma la ladera compuesta por una capa de tierra parda con abundancia de cuarcitas muy fragmentadas de tamaño variable. Entre ellas descienden imponentes pedrizas.

La flora presenta por lo general un estado asilvestrado a pesar de los notorios esfuerzos de desbroce. Superiormente comienza desde el pie de los farallones y está formada por arboleda: principalmente alcornoques, encinas, robles, enebros, lentiscos etc. De menor altura la jara, muy tupida, el brezo, el rebollo, el matorral… Más en descenso se abren claros en los que prosperan cortas zonas de pastos aprovechadas para el pastoreo aunque éste cada vez tenga menor presencia.

En cuanto a la fauna es notoria la presencia de insectos y reptiles autóctonos, mientras que la ornitológica es abundante y variada. En lo referente a mamíferos mayores únicamente observamos en nuestras visitas huellas de jabalí, además de recibir noticias de numerosos rebaños de muflones que desplazan a otros mamíferos como el ciervo y el gamo. Excluimos otros pormenores sobre la fauna por razones conservacionistas.

 

  1. LA CUEVA
    • Localización

La cueva se halla en el término de Cabañas del Castillo, sus coordenadas geográficas son: latitud norte 39º 34´ 33,93´´ y longitud oeste 5º 31´ 33,78´´. Se abre como se ha dicho en el lado oeste de la cadena descrita, hacia la mitad de la base del farallón.

 

Para acceder a ella debemos trasladarnos a la ciudad de Retamosa y tomar el camino que parte a su salida en sentido de Roturas; está inmediato a la izquierda. Marchemos por él solamente unos metros y doblemos en ángulo recto nuevamente hacia ese mismo lado, pudiéndose ascender en vehículo durante 1,5 km. Trascurrida esta parte del camino no es fácil de seguir por tener varios ramales por lo que recomendamos se pidan los correspondientes permisos, informaciones y asesoramientos en la población, sin duda serán bien correspondidos.

Una vez dejado el vehículo debemos acceder a la base de la sierra y dirigirnos hacia su mitad. Lo haremos por un viejo camino que asciende en zigzag por una gran pedriza que nos debe dejar próximos a la cueva; sigamos buscando la parte central de la base del farallón y marchemos entre las jaras buscando los restos de veredas de las sacas de corcho. Desde el automóvil esta ascensión no debe llevarnos más de 45 – 60 minutos.

Ya en la base, situados en su mitad, no resulta difícil localizar el boquetón del abrigo. Accedamos a él (Lám 2).

Lámina 2 La cueva del Lentiscar

 Lámina 2.- La cueva del Lentiscar, Retamosa, Cabañas del Castillo (Cáceres)

 

  • Descripción

La cueva presenta una forma de embudo irregular e invertido, con su parte estrecha hacia arriba, en el lado superior izquierdo. En el exterior tiene de ancho 3,8 m y de altura unos 4 o 5 m; asciende al menos 8 o 10 metros.

 

  1. LAS PINTURAS

De algunos conjuntos no ofrecemos fotografías por considerarlo innecesario dada su personalidad, además de no existir las condiciones para realizar una correcta impresión fotográfica dada la tonalidad rojiza de parte de la superficie de la roca. No obstante incluimos los conjuntos más interesantes y además los dibujos muy aproximados, de los mismos. Ponemos el resto del material fotográfico a disposición de quien esté interesado en el estudio del tema.

De las superficies lisas y claras que pueden servir de soporte en toda la parte izquierda de la cueva solamente se escogieron dos. En la zona baja del centro derecha se utilizó un espacio cóncavo para realizar en él un gran panel. En general, en diversos lugares, ese tipo de hundimiento despertaba un atractivo especial a los distintos autores, recordamos uno de los más llamativos el de la cueva de La Panda en Talarrubias. Quizás a esa causa se deba añadir la existencia de un hoyuelo en la parte baja posiblemente utilizado como receptor de pintura tal y como ocurre en el cercano panel del Paso de Pablo.

Lámina 3 C. Lentiscar Conj 1

   Lámina 3.- Cueva del Lentiscar, conjunto 1, Retamosa, Cabañas del Castillo (Cáceres)

 

4.1. Cueva del Lentiscar, conjunto número 1

4.1.1. Descripción.

Este conjunto fue pintado en el fondo del lateral izquierdo a 0,50 m de altura. El espacio es rectangular con base en uno de los lados pequeños, y está acotado y dividido interiormente en cuatro parte por racheados y cambios de plano. Se presenta a veces oculto por manchas irregulares de color negruzco, de modo que junto a ellas aparecen algunas superficies claras y manchadas con tonalidades ligeramente rosáceas en la parte inferior. En una de éstas, la situada en el cuadrante inferior izquierdo, se reconocen sin dificultad y en color rojo vinoso, la parte trasera de un pequeño cuadrúpedo de corta cola. Junto a ella se observan otros tracitos de formas menos definidas.

Para la realización del primer conjunto se seleccionó en la superficie mencionada el cuadrante superior derecho que destaca por su claridad, definida por un largo de 12 cm y 8 cm de ancho, es claramente visible y su estado de conservación es bueno.

Las dos figuras que lo forman tienen color rojizo tinto (Lám 3, Fig 1).

Figura 1.- Esta figura pertenece a un cuadrúpedo de 3,4 cm de largo y 2,8 cm de alto. Se realizó con trazo más bien fino en estilo esquemático.

Dicha figura mira hacia la izquierda aunque la cabeza no se señaló, a la vez que parece portar largas orejas, enveladas y de cierto grosor, desproporcionadamente grandes. Éstas fueron realizadas directamente en un corto cuello, marcado con simpleza por un cambio de dirección hacia la parte superior. Una larga línea intermitente indica el tronco; en la terminación opuesta a la cabeza se realizó la cola, erguida y corta. Cinco apéndices inferiores, de grosor irregular y desprendidos del tronco, indican las extremidades.

Figura 2.- Es otro cuadrúpedo de tamaño algo mayor ya que tiene 8 cm de largo y 6 cm de alto.

En este caso ocupa la parte inferior del conjunto y fue utilizada la misma tonalidad; el trazo es fino y con la mancha se indicó determinados volúmenes. Esta figura fue realizada en estilo naturalista y, aunque rígida, se intentó dotar de movimiento extendiendo las extremidades inferiores.

Nuevamente no se dibujó la cabeza, en su lugar fue prolongado muy brevemente el trazo que representa el cuello y el tronco. En su extremo superior se realizaron hacia atrás y con cierta habilidad, un par de cuernos apalados de diferente tamaño y escasamente separados el uno del otro. El tronco fue realizado con una línea superior bien marcada, mientras que en el extremo derecho, el opuesto a la cabeza, se realizó una corta cola, muy erguida. En la parte inferior de esa línea se extiende un manchón ocupando el espacio que correspondería al vientre en donde se observan al menos tres trazos arqueados indicadores de las costillas.

Las extremidades superiores no se aprecian con nitidez y las inferiores como hemos dicho, fueron trazadas hacia atrás. Se observa en ellas la forma del muslo y el resto de las patas más finas, estiradas, indican la gran extensión propia del movimiento en carrera.

 

4.1.2. Comentario.

Hemos visto que este pequeño conjunto encierra dos figuras: la número 1 nos acerca a la forma de un cánido, posiblemente sea un podenco por la posición de sus orejas y cola y la 2 por su cuerna parecer a un gamo macho.

 

La escena representa un pequeño lance sorpresivo en el que se quiso destacar la carrera del gamo mientras el can permanece anormalmente estático. Indudablemente en el lance la pieza escapó.

Por la realización del gamo se puede decir que estilísticamente se acerca mucho a la pintura naturalista levantina de la que hay poquísimas representaciones en Extremadura.

 

 

 

 

4.1.3. Relaciones y cronología

A continuación señalamos algunas de estilo semejante. Están presentes en el valle del río Ruecas, Cancho del Perro, conjunto A y sierra de la Madrasta, abrigo II, panel I.

Exclusivamente naturalistas se representaron en el Paso de Pablo, sobre todo el conjunto 5 (Fig 2) [1] y los dos jabalíes poco vistos pero aún presentes a la derecha del gran panel del Cancho del Reloj en Solana, Cáceres (Fig 3) [2].

Al intentar acercarnos a determinar su posible cronología, debemos tener en cuenta la ausencia del arco y la flecha en todos los dibujos esquemático-naturalistas de carácter cinegético presentes en esta área cacereña; esa ausencia del armamento indicado se manifiesta con claridad en las mencionadas del valle del río Ruecas y con las que este conjunto tiene una innegable correspondencia estilística.

La ausencia de esas armas les sitúa en épocas muy tempranas del Neolítico; si bien la presencia de las figuras esquemáticas que hay en los conjuntos del Ruecas -sobre todo los antropomorfos-, posibilita su realización en tiempos más tardíos.

 

4.2. Cueva del Lentiscar, conjunto número 2

4.2.1. Descripción.

El conjunto número 2, (Fig 4), se encuentra situado a la derecha; unos veinte centímetros a la izquierda del espacio cóncavo que se utilizó como soporte del gran panel y a poco menos de un metro de altura. En general la superficie que rodea al espacio ocupado por las pinturas presenta color negro a excepción del mencionado que es claro; tiene tendencia rectangular con los lados superior e inferior algo inclinados, mide unos 22 cm de largo y 20 cm de ancho.

Bajo este espacio hubo otras figuras aunque en corto número y de conservación muy deficiente ya que se encuentran cubiertas por la pátina negra mencionada; todo ello hace prácticamente imposible fijar sus límites.

Creemos que resulta innecesario describir pormenorizadamente las diez figuras de tendencia lineal vertical que forman este conjunto. Se distribuyeron en dos líneas bastante horizontales lo que le comunica un aspecto gráfico.

La línea superior consta de siete figuras más bien gruesas e inclinadas hacia la derecha; la primera por la izquierda mide 5,6 cm de alta y sobre 1 cm de ancha; de ellas, las tres primeras permanecen unidas por diferentes lugares, igualmente lo están la cuarta y la quinta, las dos últimas presentan mayor independencia.

La inferior es algo más irregular, está compuesta por tres figuras que aparentan representar partes del cuerpo humano; es bien visible la representación triangular, torso, en la figura número nueve y la diez parece mostrar las cortas extremidades inferiores de un antropomorfo incompleto, situado en la línea superior.

 

4.2.2. Comentario

Las cadenas que forman el Parque Nacional de Monfragüe y su continuación hacia el este han sido objeto de un trabajo de campo que como fin primordial tenía la obtención documental del arte rupestre. Después se plasmó en un bellísimo libro, demorándose sine die los correspondientes a la parte central y oeste.

La mayor parte de las estaciones registradas en ese libro contienen este mismo estilo de pintura lineal abstracta compuesto generalmente por líneas rectas, puntuaciones etc. las que ahora hemos presentado pueden considerarse integrantes de esa misma forma de expresión[3].

 

4.2.3. Relaciones y cronología.

Como acabamos de decir este segundo conjunto del Lentiscar es relacionable hacia el norte con la mayoría de los conjuntos realizados en los pequeños covachos del este del Parque Nacional de Monfragüe; lo es igualmente con determinados conjuntos cercanos, entre otros los representados en el Cancho del Reloj[4] (Fig 5) y Risco de Paulino[5].

Basándonos en las ausencia de temática cinegética y la representación esquemática que suele acompañarla y con las debidas precauciones venimos situando este estilo lineal abstracto y su frecuente distribución lineal, en tiempos tardíos alejado ya del mundo Neolítico y Calcolítico; en términos generales coincidentes con la Edad del Bronce.

 

4.3. Cueva del Lentiscar, conjunto número 3

4.3.1. Generalidades

Una vez pasada la gran cavidad central que se eleva en la izquierda se observa una oquedad más superficial a la derecha; su forma cóncava es de tendencia triangular, con vértice en la parte superior; un racheado la corta centralmente. Toda está limitada por una mancha negruzca; a veces se muestra en el interior por ambos lados del rachón.

Esta superficie, bien limitada, posee en la parte inferior otras dos pequeñas oquedades algo más profundas, de tendencia semiesférica poseen restos de pinturas poco definidos; cada una tiene unos quince centímetros de diámetro.

Su forma ligeramente triangular y cóncava -durante gran tiempo de la Prehistoria todo un símbolo-, como se ha dicho, despertó cierto atractivo para la creación artística aunque elemental.

 

4.3.2. Descripción.

Este nuevo conjunto se situó en el vértice de la parte superior; ocupa un pequeño espacio dividido de arriba abajo por el rachón central; otro más fino lo limita por la parte inferior (Fig 6).

Solo en la parte izquierda de este pequeño espacio se observan dos figuras aunque inferiormente hay otros restos poco definidos.

Figura 1.- Señalamos superiormente con este número una forma semicircular de 5,2 cm de diámetro con límites laterales externos levemente radiados; parece “salir” del manchón como si éste se tratara de una negra nube. Esa forma circular tiene un radio inferiormente que llega a la parte superior de la figura número 2.

 

Figura 2.- Se realizó con un trazo rojizo violáceo de poco más de 1,2 cm de ancho. Puede corresponder a la parte central de un pectiniforme en el que el extremo izquierdo no se distingue por la mancha negra de la roca y el derecho por un resalte; nos ha llegado la línea horizontal que marca la parte superior del tronco de unos 4 cm; de ella se desprenden dos cortos apéndices inferiores; en su parte central superior concluye el trazo radial de la figura 1.

 

4.3.3. Comentario

No resulta difícil reconstruir las figuras: en la parte superior tendríamos un estelar y en la inferior un pectiniforme, ambas unidas por un trazo radial.    Lo interpretamos como una transmisión energética del estelar, que sería una representación del Sol, hacia un cuadrúpedo.

 

4.3.4. Relaciones y cronología

Estos motivos y la misma forma de relación los observamos en el gran panel del Cancho del Reloj en Solana (Fig. 7). Así pues por su estilo y temática, tiene relación con la figura circular radiada que dio origen a la denominación del “Reloj” en el cercano conjunto. Ha sido aquella figura poco estudiada y sin la meticulosidad que, a pesar de su aparente simpleza, a nuestro juicio merece.

En el de Solana se trata de un esteliforme circular radiado con diez pequeños trazos -en forma de antiguo reloj. Allí, como aquí, inferiormente, un trazó radial se prolongó hasta la parte superior de un pectiniforme -representación evidente de un cuadrúpedo-; estas son las coincidencias. No caben dudas de que en Solana el estelar es más complejo y se relaciona con otras figuras próximas esquemáticas y lineales entre ellas, inmediato superiormente y actitud de dádiva se puede observar un antropomorfo doblemente ancorado. Para nosotros está claro: estos estelares son una representación solar que mandan su energía a determinados cuadrúpedos.

Deducimos que la pérdida y adquisición de la cuerna en los cérvidos puede ser coincidente con estas realizaciones. La aparente mayor influencia solar en la estación veraniega -mayor luminosidad, temperatura etc.- con su innegable influencia en las variaciones de segregaciones hormonales necesarias para ese proceso debió ser motivo para un pensamiento posiblemente de carácter sacro, según se puede deducir de la función del personaje esquemático que acompaña la escena de Solana. Bien encaminado pero todavía precientífico.

La relación solar está expresada directamente con antropomorfos en un conjunto de la cueva de los Doblones en Alía, Cáceres (Fig. 8).

Los tres conjuntos son esquemáticos aunque el del Lentiscar presenta mayor tendencia a la abstracción lineal. Debido a la tendencia lineal de los cuadrúpedos y aunque con imprecisión, apuntamos tiempos propios de la Edad del Bronce.

 

4.4. Cueva del Lentiscar, conjunto número 4

4.4.1. Descripción

Este conjunto se dispuso a una altura semejante al anterior y a unos treinta centímetros a su derecha. Ocupa la parte superior de un espacio claro, bien limitado, parte de otro mayor que no se utilizó (Fig 9).

Está formado por ocho trazos semejantes, su color actual es rojizo; el mayor tiene 5 cm de alto y en general 2-3 cm de ancho. Están dispuestos verticalmente en dos líneas de cuatro cada una, muy próximos en la primera de ellas y concatenados arriba en la más baja.

Hay que señalar los pequeños salientes que presentan algunos trazos; una vez en la parte inferior -el número 2- y dos en la parte superior -números 3 y 4-. Por su unión superior pueden considerarse que los números 5, 6, 7 y 8 forman un pectiniforme aunque no creemos representen a un cuadrúpedo.

Debemos incluir este conjunto con los demás de estilo lineal semejante que se realizaron en esta estación y en el resto de estas cadenas montañosas remitiéndonos a lo dicho para el conjunto número 2, en este caso con un mayor predominio lineal.

 

4.5. Cueva del Lentiscar, conjunto número 5

Lámina 4 Conj 5 Capeas

 Lámina 4.- Cueva del Lentiscar, conjunto 5, Retamosa, Cabañas del Castillo (Cáceres)

4.5.1. Generalidades

El espacio que ofrece la hornacina acentúa su forma cóncava bajo los conjuntos 3 y 4. En la parte derecha la superficie es bastante clara aunque no presenta figuras. A medida que se desciende por este lado la superficie es rosada o anaranjada característica de la descomposición superficial de algunas cuarcitas; si continuamos hacia abajo el color del espacio es cada vez más rojizo.

En la parte izquierda del racheado central la superficie es igualmente clara. En ella se puede observar con plena seguridad un conjunto compuesto por distintas figuras, algunas de ellas muy pequeñas. Está algo deteriorado y la calidad de los pigmentos no es la mejor.

 

4.5.2. Descripción

Este conjunto (Lám 4 y Fig 15), está formado por figuras de igual tonalidad rojiza y distinto tamaño, algunas esquemáticas y otras más abstractas; según estos estilos y su disposición en el conjunto, éste se puede dividir en dos partes.

La figura número 1 se situó en la parte izquierda de la escena, centralmente, mide 3,5 cm de alto. Está formada por una recta vertical que indicaría el tronco, y superiormente muy próximo, un resto de pintura podría apuntar la cabeza. Uno de sus brazos está extendido y el otro parece portar un señuelo. Las extremidades inferiores, casi perdidas, son percibidas por manchas intermitentes de color: una se presenta adelantada y flexionada y de la otra solamente nos ha llegado el inicio, lo que permite suponer que estaba extendida hacia atrás. Correspondería a un antropomorfo en una posición nada habitual. Esta figura es proporcionalmente algo mayor que las demás de este grupo las cuales siguen alineadas a la derecha.

Inmediata por ese lado y algo elevada, continúa la figura número 2 que corresponde a un cuadrúpedo muy esquemático de 3 cm de longitud. Se ven con claridad las cuatro extremidades y el tronco en cuyo extremo derecho es evidente la cuerna. Se observa el cuerno derecho y algo intermitente el izquierdo; por su forma arqueada nos indica con nitidez que se trata de un bóvido.

Continuando en el mismo sentido se dibujó la figura número 3; se trata de una pequeña forma de ancorado simple, de escasamente 1 cm de longitud. Superiormente, muy próxima, continúa otra semejante en disposición parecida aunque de extremidades más rectas; es la figura número 4. La número 5 se construyó con una de las extremidades en ángulo, trazo recto para ambos brazos separados del cuerpo. Está igualmente echada aunque su sentido es contrario, es decir la parte superior está muy cerca de la res, tanto que el cuerno izquierdo de ésta se corta con la pequeña extremidad superior de la figurilla: da la impresión de que hubo cogida.

Bajo esta primera alineación el conjunto, como hemos dicho, ofrece otra en estilo más lineal-abstracto; lo forman las figuras número 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 14.

La número 6, situada en primer lugar por la izquierda, mide algo más de 4 cm de alto; es de estilo complejo ya que tiene parte semiesquemátca y, toscamente, algunos detalles naturalistas. Corresponde a un antropomorfo. Aunque está algo deteriorada destaca en su doble cabeza, un tocado logrado con un fino y largo penacho; no salió gustoso en el primer intento y se repitió algo más arriba. En su parte media inferior una forma triangular aparenta ser un corto faldoncillo.

 

Al lado derecho continúan las demás figuras expresadas por líneas de tamaño decreciente y ligeramente inclinadas hacia el mismo lado dando cierta perspectiva. Inferiormente se observan tres pequeños trazos, muy cortos y en clara correspondencia con la fila anterior, son los números 12, 13 y 14.

Este conjunto posee otras manchas inmediatas que no describimos por sus formas poco definidas; podemos decir que se hizo sin grandes esmeros aunque se ocupó de las distintas disposiciones de los participantes con una elemental perspectiva cuestión poco frecuente en este tipo de pinturas.

 

4.5.3. Comentario

A pesar de la finura, pequeñez y estado de conservación de algunos trazos, nos inclinamos por admitir que este conjunto es la representación de un lance taurino que, por los numerosos elementos que lo componen y por su disposición, lo aproximan a una tauromaquia. A pesar de su simpleza nos sirve también de argumento la organización de la composición.

No parece haber dudas de la figura central del relato: el cuadrúpedo, indudablemente astado. Delante de él, hay un grupo de pequeños ancorados que, como hemos apuntado, fueron dibujados en extraña postura. Su posición tiende a la horizontal, es decir yacían en el suelo mientras el astado y el antropomorfo mayor están en pie.

Mientras el cuadrúpedo dirige a las tres figurillas caídas su mirada y su actitud, el antropomorfo número 1 se posicionó detrás del animal. Erguido, cita al bóvido con señuelo y desde atrás, levantando adecuadamente una de sus manos. Es decir, intenta atraer la atención de la res para distraer y evitar que siga la acometida del astado a los personajes caídos; un quite aceptable, hecho en vertical, desde el lugar preciso (Lámina 5).

Lámina 5 Conj 5 Capeas

  Lámina 5.- Escena taurina (capeas), semejante a la representación esquemática del conjunto 5 de la cueva del Lentiscar

 

Suponemos que el resto de las figuras de la parte baja pertenecen al mismo conjunto aunque el grosor y estilo difieren bastante. La número 6 es la menos lineal y por ello más reconocible. La hemos descrito como un antropomorfo posiblemente femenino por el tocado y la faldilla que porta.

El grupo lineal que la acompaña está distribuido en diagonal descendente, hacia la derecha. Es decir se ha intentado conseguir una elemental perspectiva para que esta segunda línea resulte más cercana al observador y más distante de la tauromaquia. Podemos decir que el público algo alejado observa la escena. Como se ve todo encaja adecuadamente.

Tras lo dicho podemos afirmar que lo representado en este conjunto ofrece inequívocamente un momento difícil de una fiesta taurina de posibles resultados no gratos aunque como tantas otras veces pudo quedar en el susto.

 

4.5.4. Relaciones y cronología

Veremos que este tipo de fondos no es del todo extraño en el arte rupestre. Ya en el arte paleolítico encontramos lances taurinos. El más antiguo está en Villars (-23.000); es una pintura que representa a un hombre con los brazos en alto, huye o cita a un bisonte, muy próximo y enfurecido. La cueva de Roc de Sers (-19.230) ofrece un relieve en el cual, el antropomorfo huye del bisonte llevando algo sobre su hombro. En ocasiones es clara la derivación de la caza como ocurre en Lascaux (-17.000) con el antropomorfo caído ante un bisonte visiblemente herido, sin duda por efectos de un lance cinegético[6].

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 Lámina 6.- Escena de diversión taurina. Kwa Zulu Natal, Montes Drakensberg, Sudáfrica

Posteriormente en estilo naturalista, ya en el Neolítico, puede situarse una escena taurina de la cueva de, Kwa Zulu Natal, situada en los montes Drakensberg, Sudáfrica. En ella un enorme bisonte, aparentemente enfurecido, está rodeado de quince personajes: unos están estáticos, otros corren, unos portan arcos, sin ademanes de disparar. Uno de ellos bastante próximo y centrado, adopta una extraña posición: apoya en el suelo uno de sus musculosos brazos en vertical y soporta el peso del cuerpo extendido horizontalmente, mientras con sus piernas parece realizar graciosos y extraños movimientos de equilibrio.

En este grupo, los antropomorfos no presentan cabezas, en su lugar o cerca hay un ave parecida a un pavo, una raspa de un pez, una estrella…

Es indudable el tono festivo, nada cinegético, que desprende la escena puesta de manifiesto por la acrobática posición del mencionado personaje (Lám 6).

También en estilo naturalista podemos señalar diversiones ocasionales con otro animal que irrumpe en la vida cotidiana produciendo el consiguiente susto y alboroto, tal nos muestra una escena de la cueva de la Sarga, Helche, Alicante.

Ya en el arte esquemático, una diversión arriesgada de tipo circense, nos ofrece un conocido panel de Peña Escrita en Fuencaliente, Ciudad Real (Fig 10). En él, un valiente antropomorfo esquemático, desafía rodilla en tierra a una temible cabeza ciertamente monstruosa.

Otros conjuntos de Sierra Morena aparentemente ofrecen el tema taurino pero la naturaleza abstracta lineal de la mayoría de los signos empleados dificulta concretar el contenido de los mismos.

Más cercano en el tema y lugar, nos resulta uno de los conjuntos realizados en la Cueva de La Panda, Talarrubias (Badajoz). En ella un antropomorfo esquemático cita a un cuadrúpedo aparentemente sin cuerna. En la parte superior de la escena está presente un curvado signo lineal que nos señala el posible empleo en el juego de una soga o maroma. En su parte inferior, hay representados con cierta perspectiva, varios alteriformes y bajo ellos numerosos bitriangulares, generalmente tenidos como representaciones masculinas y femenina. Ellos y ellas observan algo alejados en distintos grupos (Fig 11). [7]

Tras lo dicho se puede afirmar que el tema propuesto aunque escaso, no es extraño en la pintura rupestre. Entendida ésta en sentido regional, tiene muchas probabilidades de ser la primera representación de nuestras populares fiestas taurinas.

La pintura representada enmarca, junto con la res, un grupo de personajes activos y otro pasivo. En el trazo de los primeros se recurrió al esquematismo, signos ancorados, los cuales se utilizaron en pintura desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce. Posteriormente a este periodo la forma ancorada tiende a desaparecer en pintura aunque persiste o tiende a reaparecer en los grabados de las estelas de guerrero.

Excepto el llamativo personaje tocado de pluma y faldoncillo, el grupo pasivo se realizó con notoria torpeza o descuido, tenía menos importancia. En ellas se tendió a utilizar el estilo lineal abstracto, tendencia muy empleada en épocas avanzadas de la Edad del Bronce. Ambas cuestiones posibilitan la realización del conjunto en tiempos diferentes aunque nos inclinamos por situarlos en un mismo tiempo. Sencillamente se prescindió de todo detalle en los personajes pasivos, secundarios, podemos decir que del “tendido”, al igual que algunas imágenes de tauromaquias relativamente actuales.

Cronológicamente la época que nos parece más apropiada para su realización es un tiempo impreciso situado entre el Calcolítico tardío, en el cual perduraba la representación del grupo social y la utilización de signos ancorados y la Edad del Bronce con la extensión de representaciones lineales abstractas.

 

4.6. Cueva del Lentiscar, conjunto número 6

 

4.6.1. Generalidades

El espacio sobre el que fue pintado el conjunto anterior ya mostraba pequeños cambios de nivel hacia el interior y rugosidades que se acentúan a medida que descendemos por la izquierda, lo cual dificulta la delimitación del contorno de las figuras. Debemos añadir el color rojizo que comienza a cubrir la superficie la cual tiende a oscurecerse con más intensidad en el cuarto superior derecho de este espacio. A pesar de todo esto, bajo el conjunto número 5 podemos distinguir algunas figuras.

Diremos también que la superficie está bien limitada lateralmente, siéndolo de manera menos visible en la parte superior e inferior.

 

4.6.2. Descripción

Aparentemente por su proximidad las figuras están conjuntadas pero en realidad parecen presentar independencia temática. No obstante por facilitar la exposición las enumeramos en el sentido de la escritura (Fig 12).

Figura número 1.- Se situó inmediata bajo la parte izquierda del espacio que ocupa el conjunto número 5. Es de grueso trazado y color rojo, y tiene 6,3 cm de longitud. Es una figura esquemática de cuadrúpedo mirando hacia la parte derecha. Su ejecución es muy tosca.

Figura número 2.- Se realizó bajo la anterior. De color rojizo algo más oscuro que las demás, mide poco más de 4 cm de lado. Corresponde a una pequeña forma de triángulo equilátero de vértices muy redondeados y no bien conseguido.

Figura número 3.- En este número englobamos todas las puntuaciones y pequeños trazos que parecen desprenderse del semicírculo realizado caprichosamente en la superficie central de la roca. Son de igual tonalidad al zoomorfo y su grosor no llega al centímetro.

 

4.6.3. Comentarios y relaciones

Dada la individualidad de las figuras poco se puede añadir en cuanto a temática se refiere.

La figura 1 es la representación esquemática elemental de un cuadrúpedo, debe tratarse de un cánido debido a la larga y erguida cola que lleva en la parte izquierda.

La número 2 es un triangular simple. En general los triangulares hacen referencia al mundo femenino aunque también son empleados como representaciones de estrellas. Constituye un raro ejemplo de representación individual por encima del río Guadiana. En general los triangulares dobles en sentido vertical, son difíciles de encontrar pasado el río Tajo en cambio más al sur, pasado el río Guadiana el motivo se encuentra con profusión. La representación en la parte alta del abrigo del Santuario de Monfragüe de un par de ejemplares es, hasta el momento, la representación más septentrional que conocemos en Extremadura.

En la cara oeste de la Sierra de San Serván, en el sitio denominado “Las Palomas”[8] y entre los grabados del dolmen de la Barca[9] se encuentran figuras semejantes a ésta aunque mejor conseguidas e incluso radiadas, lo que sin dudas les da contenidos estelares de cronología cercana a las cerámicas neolíticas decoradas con motivos similares.

En el Lentiscar, su individualidad comunica una mayor imprecisión cronológica pues podría alargarse el arco temporal desde el periodo señalado hasta la paulatina pérdida de su uso según avanzaba la Edad del Bronce.

Enfocamos los contenidos de la figura número 3 de este conjunto en sentido naturalista. Es indudable que uno de los dos semicírculos sirvió de inspiración y complemento a la realización del conjunto; el segundo, de curva menos marcada, parece que no se utilizó. Los trazos y puntuaciones parecen salir de ella como ciertos ríos nacen de cuevas determinadas. No podemos definir más sus contenidos. Este motivo no está presente en el medio cercano aunque puede ser producto de una lejana observación o simplemente de la imaginación del autor. Su cronología es también imprecisa.

 

4.7. Cueva del Lentiscar, conjunto número 7

Lámina 7 Conjunto 7

 Lámina 7.- Cueva del Lentiscar, conjunto 7, Retamosa, Cabañas del Castillo (Cáceres)

 4.7.1. Generalidades

Al estudiar el conjunto número 5 describíamos el estado actual del espacio superior de la hornacina. En la parte media del lado derecho se observan formas aparentemente caprichosas, todas muy desvaídas por lo que no reseñamos ni su dibujo ni su descripción. Más abajo la superficie no se utilizó aunque es muy clara y posibilitaba buenas realizaciones.

4.7.2. Descripción

El conjunto número 7 presenta algunas formas que no parecen formar conjunto, no obstante para seguir facilitando la exposición enumeramos las figuras en el orden habitual (Lám 7).

La figura 1 ocupa el espacio claro de la parte superior y se realizó toscamente en el color rojo ya mencionado. Se trata de un antropomorfo de 6 cm de alto. Su forma es algo ancorada en la parte superior con la extremidad derecha casi perdida, las inferiores resultaron angulosas. El tronco se terminó en desproporcionado falo y menos señalada está la cabeza.

 

La número 2 tiene una altura de 7 cm, es de realización confusa y aparentemente incompleta. Su color y trazos son parecidos aunque ligeramente mayor. Se situó en un espacio próximo a la derecha y corresponde a un antropomorfo del que solamente se realizó el tronco, parcialmente las extremidades superior derecha e inferior izquierda.

La figura número 3 está realizada en una “línea” inferior, próxima al límite izquierdo del grupo. Tiene 14 cm de alta y de color semejante (Lám 8, Fig 16).

Lámina 8.- Ramiforme del conjunto 7, figura 3

Se trata de un llamativo ramiforme realizado con una línea para indicar la cabeza y el tronco al que cortan cuatro pares de extremidades en zig-zag.

La parte media superior de la línea que indica el tronco fue pintada en forma de alargado corazón; en su parte superior está apuntada la cabeza.

El par de zig-zag superior se realizó de forma ligeramente asimétrica, mientras que el que correspondería a su extremidad derecha ocupa una posición ligeramente más baja. En el extremo de éste hay una gruesa mancha roja tendente a la forma circular, de algo más de 3 cm de diámetro. La posición caída de esta extremidad nos indica que portaba un objeto de cierto peso. Esta particularidad no le fue indiferente al autor.

A la derecha de este antropomorfo se pintó la figura número 4. Una mirada atenta a los pormenores de su realización nos hace sospechar que, aunque en extraña posición, puede tratarse de un pectiniforme o de dos antropomorfos de tendencia ancorada simple enlazados.

A la izquierda, bajo la figura del antropomorfo ramiforme, hay tres figuras que estimamos constituyen conjunto por su proximidad. Fueron realizadas con el mismo matiz rojizo que la figura número tres y de igual grosor; están indicadas con los números 5, 6 y 7 y las tres se inclinaron unos 45º a la izquierda.

La primera por la derecha es la figura número 5, y corresponde a una línea en forma de bastón de unos 6 cm de longitud, en torno al centímetro de ancho. La número 6 está un par de centímetros a la izquierda y la forman al menos cuatro puntuaciones, equidistantes y dispuestas paralelamente a la forma siguiente. Muy próxima por la izquierda está la número 7, se trata de una recta de unos 6 cm de longitud.

A la derecha de estas formas se realizó la figura número 8. Mide unos 6 cm de alta y es de color semejante aunque pueda variar el matiz. Creemos que se trata de un mal realizado pectiniforme en posición tendente a la verticalidad; de su tronco titubeante parten hacia la izquierda al menos ocho apéndices. Esa posición es poco usual pues por lo general representan animales en pie.

 

Continuando hacia la derecha y ascendiendo levemente, encontramos las figuras 9, 10, 11 y 12, miniaturistas, finas y muy próximas, de igual colorido y de un par de centímetros de longitud, características que las sitúan en un subconjunto lineal.

La número 9 corresponde a un cruciforme sin el pequeño remate superior. Los dos brazos laterales son de desigual longitud y no coincide con exactitud su lugar de inserción con el trazo vertical. Claramente se observa que ocupa la parte superior central de las cuatro figuras.

Los números 10 y 11 se situaron muy inclinados cercanos a la horizontal e inmediatos a la parte baja derecha del cruciforme. Son dos rectas de parecida longitud al cruciforme y se dispusieron paralelas, una bajo la otra.

La figura número 12 puede considerarse un antropomorfo ancorado e incompleto, de tendencia abstracta. Le faltan las extremidades superior e inferior del lado izquierdo.

Dejado el pequeño espacio central que ocupa y descendiendo unos 10 centímetros, pasamos un rachón de tendencia vertical, en donde fácilmente encontraremos la figura número 13. Tiene 11,7 cm de alta, corresponde al dibujo de una estructura de tendencia rectangular, realizado mediante trazos discontinuos. Se situó en posición vertical y se terminó inferiormente en ángulo con un eje central, toda esta parte está doblada hacia la derecha quizás por no invadir el racheado. Pudiera tratarse del dibujo esquemático de un trineo o la caja de un carro.

La número 14 se situó muy próxima, al mismo nivel e inmediata a la izquierda del racheado. Su color es el rojo habitual y su grosor está en torno al centímetro, midiendo de largo unos 8 cm y otro tanto tiene de altura. Si partimos de la derecha, justo en el racheado, se conserva un trazo de tendencia vertical cuyo extremo está en la misma hendidura y es algo aguzado hacia abajo; puede indicar la cabeza. El trazo sigue bastante horizontal indicando el tronco. Son visibles las extremidades superiores y por encima de éstas se dibujo una singular cuerna vertical de unos 6 cm de alta, en forma de lira la cual nos ha llegado incompleta. La forma de esta cuerna es semejante a una representación del abrigo del Santuario en Monfragüe[10]. Se trata de un cuadrúpedo trazado de manera elemental y quizás incompleta.

 

A la izquierda de este panel, en la parte central hay una pequeña oquedad igualmente cóncava en forma de semiesfera, de unos 12 cm de diámetro. Está dividida en dos por un racheado y sus superficies parecen contener restos de pinturas de formas poco definidas entre otras cuestiones por la descomposición rojiza de la capa superficial de la roca.

 

4.7.3 Comentarios

Gran parte de las figuras descritas en este conjunto poco parecen aportar, unas por su aparente individualidad otras por su ejecución lineal abstracta, su elemental realización etc. Algo difieren en este sentido el grupo formado por las número 10, 11 y 12 que parecen hacer alusión a un irregular y elemental “calvario”; igualmente las 13 y 14 parecen representar un elemental artilugio de carga con un animal al lado.

Una figura difiere del resto, se trata del ramiforme enumerado con la figura número 3, seguidamente nos ocupamos de ella. El personaje que representa tiene un considerable valor para el autor ya que se duplica el tamaño con respecto a las formas que le rodean. Esta valoración del personaje se ve correspondida por la masa redondeada que porta en su mano derecha.

Para intentar acercarnos a su contenido dividimos el límite de esa forma redondeada en cuatro partes: el cuadrante superior derecho está bien definido, es circular, y el izquierdo aunque tiende a esa misma forma queda intermitente y menos preciso. La terminación de los dos cuadrantes inferiores tienden más a la rectitud, más claro en el lado izquierdo. Toda la parte inferior se prolongó y, aunque sus límites están confusos se puede apreciar su forma gruesa y alargada. La imprecisión en este lugar es debido en parte por la coincidencia en ese espacio con la realización de uno de los brazos de la figura ramiforme. Debemos añadir que estimamos pérdida natural una fina abertura blanquecina que presenta en su parte izquierda central.

Todo esto viene a indicar que la figura número 3 exhibe un objeto pesado de contorno redondeado en la parte superior, más bien recto en los laterales, estrecho y alargado en la parte inferior; tal vez la cabeza de algún temible enemigo, hombre o fiera.

 

4.7.4 Relaciones y cronología.

Dentro del arte esquemático, la tipología en zigzag de este ramiforme es escasa y rara su difusión.

Está presente ya desde el Neolítico tanto en la cerámica cardial como en la pintada, ofrecemos en la figura 13 un fragmento de esos dos tipos de cerámica. El número 1 y el 2 proceden de la cueva de Les Cendres, Moraira-Teulada, Alicante[11] y con el 3 ofrecemos un ejemplo de su relación con algunos ídolos-placa, en este caso con el hallado en Granja de Céspedes, Badajoz. En todos estos casos aunque se emplea como elemento decorativo no hay que dudar de sus contenidos simbólicos, frecuentemente próximos al mundo funerario[12] .

Además de las relaciones mencionadas ya dentro de la pintura rupestre mencionamos el gran panel del conjunto de la sierra Peñas Blancas, cornisa de la Calderita, en la Zarza (Badajoz), con media docena de ejemplares formando un amplio e interesante conjunto (Fig 14).

La representada en el Lentiscar goza de de una ejecución cuidada, completa y primitiva, sin añadidos ni supresiones y su presencia individual. En cambio, varias de la Zarza presentan un curioso añadido: la mayoría se pintó con una forma de gancho para indicar la cabeza. Hay que añadir que en la Zarza estas formas pertenecen a un conjunto de numerosas y variadas formas entre las que abundan los pequeños triangulares dobles signo empleado desde los albores del Neolítico, como ya hemos apuntado.

Estas dos cuestiones, ejecución completa y extremidades en zigzag, tienden a situar nuestra figura en un impreciso momento del Neolítico-Calcolítico aunque por su individualidad, pudiera haber persistido más tiempo.

 

  1. CRONOLOGÍA

Como en otras estaciones próximas podemos sospechar con fundamentos una participación estilística y temática con el levante español en una época imprecisa del Neolítico; esta influencia está plasmada como se ha dicho por el conjunto número 1. No presenta dificultad encajar al ramiforme en zigzag en un amplio abanico temporal que iría desde el Neolítico a la Edad del Bronce. Su individualidad señala más bien este periodo.

Por razones ya expuestas, los finales del Calcolítico nos parecen propicios para situar los conjuntos de tema taurino, el triangular y poco más. De esta escasez se puede deducir que la cueva no fue artísticamente muy utilizada, a pesar de no estar muy alejada del cercano valle del río Guadiana y de su conexión con el valle del río Ruecas, donde el mundo dolménico está presente. Lo mismo ocurre con el cercano río Almonte en el dolmen del poblado la Coraja[13].

Finalmente ya durante un impreciso periodo de la Edad del Bronce, participa con mayor presencia de la expresión formal lineal -de contenido incierto- y en el pensamiento pseudocientífico-religioso presente en esta serranía por la presencia del zoomorfo-estelar en conjunto número 3 del Lentiscar.

Este abrigo carece de otros restos materiales arqueológicos en sus inmediaciones aunque no es extraño observar fragmentos de cerámica común de características variadas, esparcidas por distintos lugares no muy alejados de la cueva.

 

  1. CONCLUSIONES

Tras lo que acabamos de exponer se puede afirmar que algunas figuras del abrigo del Lentiscar forman conjuntos mientras que otras van individualizadas lo cual indica una expresión de la sociedad en el primer caso y una mayor individualización en el segundo.

Los trazos lineales abstractos por lo general ocultan sus fondos. Los más esquemáticos, presentan la posibilidad de acercarnos a los contenidos con algo más de certeza. En general faltan agrupaciones extensas a cuyos mensajes hubiéramos podido acercarnos; un ejemplo de este acercamiento nos es posible en el singular conjunto número 5.

Hay figuras en cierta correspondencia cultural con otras latitudes hispanas, relacionamos el conjunto 1 con el arte naturalista levantino. El ramiforme número 3 del conjunto 7, con decoraciones del arte mueble cerámicas, ídolos-placa, estelas etc., y en este grupo incluimos los antropomorfos esquemáticos y el triangular. Otras veces parecen carecer de correspondencia cultural amplia, entre estos estarían el zoomorfo-estelar y quizás la tauromaquia.

Estas cuestiones nos a los individuos que realizaron estos paneles y con ellos las sociedades a las que pertenecían. Gracias a estas pinturas sabemos que en general no vivían aislados ya que eran partícipes de la cultura que en el momento prevalecía en amplias regiones de España. Pero también en esos momentos eran partícipes del desarrollo de una cultura más localista como muestran el contenido y las relaciones aquí presentados.

Igualmente las cuestiones expuestas no nos permiten suponer que este lugar fuera habitado ni siquiera esporádicamente, aunque al menos estamos seguros de que, a través de un largo periodo de tiempo fue visitado ocasionalmente. Por sus pinturas no parece que existieron influyentes grupos sociales en las cercanías; se comporta como un lugar más bien poco frecuentado; los mensajes se nos muestran en un intermitente y lejano goteo.

APÉNDICE GRÁFICO

Fig 1 a 6

Fig 7 a 11

Fig 12 Conjunto 6

                       Fig 12.  Conjunto 6.

 Figura 13 Ramiformes varios                                                              Fig 13.  Ramiformes varios.

 

Figura 14 Ramiformes de Zarza de Alange

Fig 14. Ramiformes de Zarza de Alange.

Figura 15 Figura Conj 5 Tauromaquia                                                           Figura 15. Conjunto 5: Tauromaquia.

Figura 16. Ramiforme del conjunto 7.

[1] GONZÁLEZ CORDERO, A. y DE GONZALO ALVARADO, M. (1993): Nuevas pinturas rupestres en Extremadura. Revista de Arqueología nº 143, pág 18-25.

RUBIO ANDRADA, M. (1995): Estudio de las pinturas rupestres del Paso de Pablo. XXIV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

[2] GARCÍA ARRANZ, J. J. (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural el Brocense, Salamanca.

 

[3] COLLADO GIRALDO, H. y ARRANZ GARCÍA, J. J. (2005): Arte rupestre en el Parque Natural de Monfragüe: El sector Oriental. Mérida.

[4] GARCÍA ARRANZ, J. J. (2000): Op. cit.

[5] RUBIO ANDRADA, M. (1996). Las pinturas rupestres del Risco de Paulino, Berzocana, Cáceres. XXV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

 

[6] VIARD, ANDRÉ (2014): Tauromaquias parietales. Tierras taurinas, julio-agosto 2014.

[7] RUBIO ANDRADA, M. (1997): Las pinturas rupestres en el término de Talarrubias (Badajoz). XXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

[8] ORTIZ MACÍAS, M. (1984): Pintura rupestre esquemática al sur de la Comarca de Mérida, pág 106. Badajoz.

[9] RUBIO ANDRADA, M. (2002a): Monumento funerario de la Barca. XXXI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

 

[10] RUBIO ANDRADA, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Montgragüe (Cáceres). Pág 41.

[11] CARRASCO RUS, Javier L.; PACHÓN ROMERO, Juan A.; GÁMIZ JIMÉNEZ, Jesús (2012): Las cerámicas pintadas de Andalucíay sus contextos arqueológicos. Antiquitas nº 24, pp 17-79.

[12] ALMAGRO GORBEA, M. J. (1973): Los ídolos del Bronce I Hispano. Biblioteca Praehistórica Hispana, vol XIII, pág 181 y ss. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.

SOS BAYNAT, V. (1962): Los ídolos-placa de granja de “Céspedes” (Badajoz). Diputación Provincial de Badajoz.

SIRET, L. (1995): Religiones neolíticas de Iberia. Ayuntamiento de Cuevas de Almanzora..

[13] BUENO RAMÍREZ, Primitiva; DE BALBÍN BHERMANN, Rodrigo y GONZÁLEZ CORDERO, Antonio (2001): El arte megalítico como evidencia de culto a los antepasados. A propósito del dolmen de La Coraja (Cáceres). Quad. Preh. Arq. Cast. 22

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