Domingo Quijada González.
1.- EL MEGALITISMO
Podemos definir este fenómeno como el uso que hicieron determinadas culturas (cuando nos referimos a Europa, sobre todo durante el Neolítico y Calcolítico) de grandes bloques de piedra para construir, fundamentalmente, enterramientos diversos.
Esta manifestación ha sido interpretada como el fruto de la transmisión de ideas religiosas, importadas desde Oriente. Sin embargo, a la luz de las nuevas dataciones de radiocarbono en grupos portugueses y de la Bretaña francesa, el origen de los megalitos se remonta al período comprendido entre el VI y V milenio a. C; por lo que cada vez hay más partidarios de la «teoría europeísta», es decir, que defienden su gestación en la fachada atlántica, y no en el Mediterráneo oriental. La influencia del Alentejo portugués, en nuestra región, será muy importante.
Centrándonos en nuestra Comunidad, en el valle medio del Tajo se observa cómo esta implantación es progresiva de Este a Oeste, jalonando las cuencas de los ríos principales y disgregándose en dirección a su cabecera y curso alto: es decir, que son más abundantes a medida que nos dirigimos hacia occidente, hacia la frontera portuguesa. Esto se interpreta como una ocupación sistemática de los valles; un dato que, a nuestro juicio, tiene que ver con una vocación ganadera; cuestión muy importante a la hora de verificar sus lugares de asentamiento, por lo general bastantes escasos. Desde ese punto de vista, varios especialistas han especulado sobre la condición itinerante de la gente megalítica; de ahí que construcciones tan aparatosas y complejas aparezcan como únicos signos de permanencia y, consiguientemente, señalizadores de la propiedad de un territorio (Renfrew).
Existen numerosas pruebas y testimonios que inducen a pensar que el pastoreo, probablemente de cabras y ovejas, desempeñó un importante papel en estas sociedades. Además, si tenemos en cuenta la ubicación de algunos poblados, es algo evidente, ya que apenas puede esperarse otra posibilidad de supervivencia. Aunque debieron existir, ya entonces, bastantes variaciones en la economía de los pueblos, según las condiciones orográficas del área de asentamiento.
Como es natural, habría alimentos complementarios: pescado, moluscos y algo de caza, de la que nos ofrecen gran información las puntas de flecha, de sílex o cuarzo, depositadas como ajuar en el interior de las tumbas (y que suelen aparecer en sus alrededores, debido a las expoliaciones y movimientos de tierra). Junto a todo esto se hallarían los productos agrícolas, cuyo cultivo y uso es completamente demostrable: en primer lugar, por el hallazgo de molederas de granito de aspectonaviforme; y, de modo más definitivo, por las huellas de uso o lustre que queda en el filo de hojas de sílex que, debidamente enmangadas, se utilizaban como hoces.
Otro factor a considerar es la base tradicional de subsistencia en ciertos lugares de nuestra zona que, por las condiciones naturales que ofrece su campo, es tradicionalmente ganadera; lo que ha permitido la conservación de los monumentos. Donde se ha extendido la agricultura ha originado la desaparición de los mismos: como le ocurrió al dolmen del «Cerro del Puchero«, en la finca «Las Lomas» de Talayuela. En los casos de Montehermoso, sobre los que más nos centramos en este análisis, la ubicación de los dólmenes en la Dehesa Boyal (eminentemente ganadera y de propiedad municipal) ha favorecido el que hayan permanecido durante más de cuatro mil años (aunque expoliados y bastante deteriorados, como suele acontecer en estos casos).
Los Dólmenes, como vulgar e impropiamente son denominadas estas construcciones megalíticas, se clasifican en tres tipos: de cámara simple, de cámara con corredor corto y de cámara con corredor largo. A su vez, pueden tener una hilada o doble anillo: este último modelo se emplea cuando la cámara es amplia, para facilitar el soporte de la misma (por eso se denomina anillo de contención, o coraza, al exterior). También, dependiendo del tamaño, la cubierta era diversa: debido a ello, no nos parece muy apropiado usar la palabra dolmen, ya que en bretón significa «mesa», lo que en numerosos casos no es adecuado. Veamos los diferentes modelos de Extremadura (aunque no entraremos en detalles sobre ellos, ya que los objetivos de este trabajo son otros, según iremos viendo a lo largo del mismo:
1.1.- El Megalitismo extremeño
- El dolmen extremeño más frecuente es el de corredor largo y cámara circular, aunque con tamaños diferentes y algunas variantes de interés en los detalles constructivos. Sin embargo, los más antiguos parecen ser pequeñas cámaras circulares con un corto corredor o vestíbulo en algunos casos, todo ello cubierto por un túmulo de piedras y tierra. Las cámaras no superan los 2 metros de diámetro en este tipo de sepulcros, los cuales tienen sus mejores ejemplos en la zona de Valencia de Alcántara-Albuquerque.
- Más tarde surgen construcciones mayores, con cámaras que oscilan entre los 4 y 5 metros (incluso mayores, como en los ejemplos de Montehermoso y otros) y largos corredores que alcanzan hasta 20 metros (como en Lácara-Mérida o El Guadalperal-El Gordo). Las cámaras presentan cubiertas adinteladas, que se apoyan en lajas verticales denominadas ortostatos; mientras que los corredores son más bajos, también adintelados. Estos dólmenes grandes estaban cubiertos, igualmente, por túmulos circulares o elípticos de tierra y piedras.
- Un tercer grupo estaba formado por sepulcros llamados tholos o tholoi: la cámara se cubría mediante una falsa cúpula, conseguida mediante la aproximación de hileras de piedra. Son más tardíos y suelen aparecer como arquitectura funeraria, asociada a las necrópolis de los poblados calcolíticos (como el de laGranja del Toriñuelo, junto a Jerez de los Caballeros).
El grupo de dólmenes dispersos que hemos analizado en el Campo Arañuelo y la Jara-Ibores; estudiados (preferentemente) por Obermaier, el matrimonio Leisner, Primitiva Bueno, el profesor González Cordero y otros (como el que esto escribe), así como los de Montehermoso, no es notable en cuanto al número de sepulcros se refiere; si se compara, por ejemplo, con otras áreas cacereñas (Alcántara y Valencia de Alcántara). Su relevancia se halla, más bien, en la connotación geográfica (esto es, en su emplazamiento en el borde de la Submeseta) y por la definición del tipo de comunidades que entre el III y el II milenio a.C. poblaron esta zona. Época que coincide con el desarrollo de la cultura denominada Edad del Cobre o Calcolítico.
Pero, como refleja el encabezamiento de este trabajo, en esta ocasión vamos a tratar de los dólmenes de Montehermoso (Cáceres).
2.- EL COMPLEJO MEGALÍTICO del TREMAL (Montehermoso)
2.1.- El entorno físico
Como es evidente, el hombre de la Prehistoria no se asentaba, frecuentaba o controlaba un territorio al azar; sino que, como harán sus descendientes, lo hará teniendo en cuenta los diversos condicionantes físicos (entre otros parámetros).
Este sector meridional de la dehesa boyal de Montehermoso se asienta sobre un terreno de pizarras cámbricas, acompañadas con numerosas muestras metamórficas (en forma de cuarzo o guijarros), incluso de arena, debido a la proximidad del berrocal granítico (se halla a menos de dos kilómetros, según podemos apreciar en el esquema geológico adjunto). La orografía se nos muestra como un conjunto alomado, en forma de penillanura.
Estos factores son importantes, ya que posibilitan unos suelos aptos, bastante profundos (la roca madre pizarrosa está a considerable profundidad) y con un drenaje suficiente (según hemos podido comprobar mediante diversas pruebas y métodos) dada la presencia de conglomerados (como el cuarzo y la arena citados, a los que se añade una destacada proporción de pizarras trituradas); que dan lugar a buenos pastos, a la aparición de un ecosistema muy adecuado y a la dificultad para el encharcamiento (en general, lo que favorece la estancia del ganado en invierno); e, incluso, a unos buenos suelos agrícolas (idóneos en el encinar aclarado, o antes de que existiera la dehesa, en las superficies más llanas).
Además, estas zonas de contacto geológico son claves para temas hídricos o de acuíferos (se filtra arriba, en el sector septentrional o berrocal granítico; brotando en esta zona, sobre todo junto a las diques pizarrosos), pues posibilitan la surgencia de fuentes y manantiales, algunas de ellas medicinales (debido a la presencia de rocas metamórficas, según indicábamos): como la de «Jerrao» o «Herrado» (ferruginosa, próxima a este paraje: a menos de un kilómetro) o la propia del Tremal(cuyo topónimo puede aludir a que cura «tres males»). Estas dos fuentes, junto con otras de inferior importancia (como la fuente de la Pizarra), unidas al paraje próximo denominado Los Manantíos (su etimología no necesita explicación), donde fluye el agua a escasa profundidad (igual que en los ejemplos mencionados, incluso de forma natural) durante todo el año, son las razones que complementan el apartado anterior, dando lugar al asentamiento humano en el pasado (incluso se observan restos de hábitat posterior al Calcolítico, de algún villorrio romano).
También conviene recordar o saber que esta suave penillanura pizarrosa (y granítica, en sus cercanía, según indicaba), sobre la que se asientan los dólmenes, se encuentra situada a unos tres kilómetros del valle y vega del Alagón, formado por materiales terciarios (miocénicos) y cuaternarios (aluviales), fundamentalmente (como se observa en el mapa). Las migraciones temporales del ganado (o de sus poseedores) estaban aseguradas ante posibles eventualidades climáticas, ya que la variedad edafológica es algo evidente. Igualmente, no había problemas para seleccionar las canteras para extraer los ortostatos y placas de la cubierta: las de pizarra en el propio lugar, las de granito muy cerca (como adelantábamos).
Para finalizar este apartado (aunque algo hemos insinuado ya), hay que valorar el alto nivel (por las causas anteriores) que alcanza la flora y fauna del entorno más próximo (complementado con el alejado): entre un bosque adehesado de encinas y alcornoques (éstos consiguen un tamaño extraordinario cuando surgen entre los conjuntos pizarrosos, bajo los cuales extraen la cantidad de agua necesaria), con sus correspondientes pastos y matorrales (jaras, escoba, retama, tomillo y similares, torvisco, espino albar, zarzamora, perales silvestres, acebuches, etc.), u otras manifestaciones vegetales (como las numerosas especies micológicas); caza (menor y otras variedades en retroceso, como los jabalíes, raposas y otras especies), reptiles (lagartos, culebras, galápagos, etc.) y aves abundantes (palomas, tórtolas, perdices, codornices y rapaces, fundamentalmente); pesca en arroyos (el principal, el Arroyo del Pez, tiene un nombre bien aparente que no necesita explicación, con algunos charcos que resisten el estío, a donde sube la pesca desde el Alagón en invierno) y lagunas (tencas, ranas, tritones, etc.).
Y si hoy alimenta un número considerable de animales (vacuno, sobre todo, por las circunstancias actuales), mucho más lo fue en el pasado: donde hemos conocido amplios rebaños de cabras, extensas piaras de cerdos, caballerías de los agricultores, etc.
2.2.- Descripción
Este paraje donde se ubican los megalitos se localiza en el extremo occidental de la Dehesa Boyal de esta localidad, cerca del límite con el término y la dehesa boyal de Guijo de Galisteo; próximo al camino de Valdecaballos (antiguo camino de Coria), a la laguna y pozo del «Tremal» (de ahí el nombre que le hemos aplicado, como es conocido ese paraje por los montehermoseños, aunque en ciertos mapas conste como «Tremedal») y a la Casa del Guarda (de la mencionada Dehesa Boyal); a unos 2 kilómetros de Montehermoso (formando los vértices de un triángulo ficticio, de unos 300 metros de lado).
La proximidad del arroyo del Pez, con sus arroyuelos secundarios, será también determinante.
En todos los casos, entre las cotas de 400 y 420 metros de altitud sobre el nivel del mar; y, como era casi norma generalizada, para pasar desapercibido (comocamuflaje, una vez cubierto por el túmulo de tierra y piedras), ocupando las partes más elevadas de una penillanura alomada (con cimas suaves):
• Dolmen del Tremal I
Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 05´ 05´´ N y 6º 22´ 22´´ W.
Se encuentra a 300 metros del camino (a la derecha del mismo, según nos aproximamos desde Montehermoso, y frente a la citada casa), sobre su correspondiente y suave montículo.
Aún pueden contemplarse más de treinta piedras de un tamaño apreciable (aunque ninguna sobrepasa el metro de larga ni los 70 cms. sobre el suelo), de las que cinco son de granito (de grosor reducido) y el resto de pizarra.
Según puede observarse en el dibujo aproximado que adjuntamos, como en los otros dos casos (aunque se aprecia algo peor), poseía doble hilada. La cámara interna tiene unos 5’5 metros de diámetro, lo que también le asemeja con sus vecinos.
Nos llama la atención un posible Menhir de granito, de 1’9 metros de largo, por 0’25 m. de ancho y 0’22 m. de alto (aunque disminuye progresivamente, desde los 28 hasta los 16 cms.); que se encuentra tumbado y semienterrado. También pudiera tratarse de un poste central, desplazado de su ubicación original, o de un tramo del corredor (que se intuye).
Este posible corredor, o vestíbulo, tiene su puerta abierta al este-sureste; algo que también apreciamos, igualmente, en los otros dos ejemplos (y en otros megalitos similares).
• Dolmen del Tremal II
Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 05´ 01´´ N y 6º 22´ 30´´ W.
El segundo, a otros 300 metros del anterior, en dirección oeste; también sobre otro montículo (pero, en este caso, algo más pronunciado), junto a cuya base discurre un pequeño arroyo.
El número de ortostatos que se conserva es algo mayor (hay más de 40 con un tamaño considerable); pero, a diferencia del ejemplo anterior, hay una presencia más numerosa de rocas graníticas (la mayoría de las existentes y las de tamaño más grande, como mostramos en el esquema incorporado). Aunque esta divergencia pudiera estar motivada por el hecho de que, en el primer caso, el número de ortostatos sustraídos (según analizaremos después) ha sido mayor.
Doble hilada (incluso existen indicios de una tercera) como en el caso precedente (aunque se aprecia mucho mejor, sobre todo en el extremo noroeste), pero la cámara es más grande: sin embargo, estos aspectos también pudieran ser debido al desplazamiento de las piedras, por las excavaciones para reutilizaciones y expolios. De todos modos, un estudio más profundo (en el que la excavación apropiada sería necesaria) del mismo despejaría estas incógnitas.
E, igualmente, observo la presencia de otro posible Menhir (de 1’5 metros sobre el suelo, pero esta vez vertical), que se nos muestra destacando sobre el conjunto. También atrae mi atención un ortostato granítico curvo, junto a la hilada interna del noroeste, como si marcara el arranque o inicio de la cubierta del túmulo. Estos dos elementos son los que nos llevan a la posibilidad de una tercera hilada: estructura que no es novedosa, ya que aparece en el dolmen del Guadalperal (con mayor número de anillos aún, para la contención del túmulo, como podemos ver en el dibujo que incorporo y que he realizado de acuerdo con G. y V. Leisner).
• Dolmen del Tremal III
Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 04´ 57´´ N y 6º 22´ 26´´ W.
Cerrando el triángulo, junto al camino de Valdecaballos, frente a la laguna citada y casa del guarda (pero al sur del primer caso, a menos de 400 metros de él y 300 del segundo ejemplo), coronando una pequeña elevación de terreno visible desde el sendero (a menos de 100 metros del mismo).
El número de ortostatos es ligeramente superior al anterior, y son de mayor tamaño: algunos se aproximan a 1’5 metros de alto sobre el suelo, por lo que se observa y conserva mejor. Aunque también es cierto que el piso del túmulo ha sufrido un vaciado mayor, tal vez por los buscadores de tesoro: sobre esta ilícita actividad, recordemos que no es sólo contemporánea (como ejemplo, entre los restos del Dolmen del Guadalperal aparecieron varios objetos romanos, incluyendo una moneda). El que haya sido menos visitado por los recabadores de piedras tiene su explicación: está más vigilado, al ubicarse frente a la mencionada Casa del Guarda (como muchos años ya de construcción) y camino de Valdecaballos (muy transitado en el pasado, al ser el camino de Coria).
La cámara tiene un diámetro similar al caso primero, con unos 5’5 metros; y, como en los otros dos modelos, se entremezclan las rocas graníticas y de pizarras cámbricas: la proporción de ellas es más equilibrada que en los otros casos, menos desajustada (en el nº 1 predominaban las pizarras y en el nº 2 el granito).
Es notoria la falsa puerta ubicada al sur-suroeste, así como el probable Menhir tumbado cerca de la entrada (la cual se señala perfectamente por medio de dos piedras, hoy tumbadas, que pudieron estar de forma vertical).
En los tres modelos, como decía, se intuye un posible corredor o vestíbulo (aunque este tema no está muy claro); cuyas piedras, de menor tamaño, han podido ser reutilizadas en construcciones posteriores de las proximidades (al igual que otras del conjunto). Así como la entrada orientada a la salida del sol, o las plantas (encinas y alcornoques) que han nacido entre las rocas.
2.3.- Valoración
Corresponden al segundo modelo de los antes descritos: cámaras superiores a los 5 metros de diámetro, con doble anillo. Dada la ubicación de todos ellos (en la cima de ligeras elevaciones) y según los restos conservados, no parece muy probable que tuvieran corredor: sólo en el primer caso hay indicios de uno corto, que también pudieron existir en los otros dos ejemplos.
Los ortostatos, como decíamos, son de granito (la mayoría) y de pizarra. Los primeros han sido transportados desde unos dos kilómetros (como adelantaba) y se conservan en regular estado (especialmente en los dos últimos casos), mientras que los de pizarra se han extraído del entorno más cercano; alcanzando el mayor 1’5 metros de altura sobre el nivel del suelo (aunque existe dos que se aproximan a los 2 metros, tumbados; que podrían ser menhires, como señalábamos).
Las numerosas piedras que formarían el túmulo se hayan diseminadas por los alrededores e, incluso, como hemos podido analizar sobre el terreno, es muy probable que hayan sido reutilizadas en diversas construcciones posteriores realizadas en la dehesa boyal (entre otros posibles lugares): para construir el muro de contención de la laguna del «Tremal«, la casa del guarda y la propia cerca o corral del ganado, el cercano puente de «Simón Ruano» (por el que se salva el arroyo del Pez en épocas de máximo caudal), las «Pasaeras» (instaladas, con el mismo fin, un poco más abajo), los molinos de «Jerrao» y de «Respinga«, la «Majá de los Porqueros» (edificios para cobijar a las piaras de cerdos, así como a sus cuidadores, que guardan gran parecido con los dólmenes o túmulos: con placas de pizarra que soportan la cubierta de tierra y grava, sustentadas con pilares graníticos), etc. En todos estos lugares, la presencia de grandes bloques graníticos (material inexistente en la zona), muchos de ellos con gran parecido y diseño de los ortostatos, nos animan a manifestar esta posibilidad lógica (un estudio más detallado y científico nos lo confirmaría, seguramente). Además, las piezas que faltan tuvieron que ir a algún lugar, es evidente…
El tipo de cubierta sería similar a la que hemos descrito en la «Majá de los Porqueros«: estarían cubiertos por un túmulo de piedras y tierra, depositadas sobre las grandes placas de pizarra, sustentado todo ello por los ortostatos. Debido al gran tamaño, el segundo anillo (o de contención) serviría de apoyo.
Conservan huellas de haber sido removidos y expoliados en el pasado (ya que siempre los hemos conocido así, incluso por los ancianos a los que hemos preguntado), pues la cámara se halla por debajo del suelo, semiexcavada.
El modelo más parecido a los montehermoseños (doble anillo y tamaño similar) es el del Guadalperal: en el término municipal de El Gordo, pero próximo a Peraleda de la Mata; en la finca o dehesa de ese nombre (El Guadalperal). Se encuentra hoy bajo las aguas del embalse de Valdecañas, pero puede apreciarse cuando desciende el nivel del mismo notablemente. Descubierto por Hugo Obermaier en los años 20, excavado y estudiado después por el matrimonio G. y V. Leisner. Gran parte del material (así como la Memoria de la excavación) se encuentran en la Universidad de Friburgo (Suiza).
Pero existen varios más en los términos municipales de Bohonal de Ibor y Valdelacasa de Tajo (en la Jara cacereña). Algunos, igualmente, de gran similitud con los del Tremal: El Tesoro, de Valdelacasa de Tajo, tiene doble anillo y diámetro de la cámara similar (algo más de cinco metros de diámetro); Atalayuela I, también en Valdelacasa, posee ortostatos de pizarra (como los de Montehermoso) y numerosos cantos rodados de cuarzo; y El Horquillo, en las proximidades de Bohonal, también es de doble hilada (o con anillo de contención).
Y en el oeste toledano, el ejemplo más claro lo tenemos con los dólmenes de Azután y La Estrella, cerca de Puente del Arzobispo, que guardan unas semejanzas muy apreciables con los de Montehermoso que estamos analizando (incluimos en este trabajo una fotografía del de Azután). Como es lógico, la continuidad geográfica a lo largo del Tajo y sus afluentes es evidente.
Es decir, que los dólmenes de Montehermoso guardan gran analogía con los que hemos analizado del noreste cacereño, tanto en la construcción como en los materiales encontrados; como si de una extensión cultural se tratara, como si hubieran sido erigidos por pueblos afines o relacionados entre sí. Curiosamente y a nivel personal, esto me produjo una gran satisfacción, ya que se trata de los lugares donde nací (Montehermoso) y vivo (Navalmoral de la Mata-Campo Arañuelo).
Igualmente, en todos estos ejemplos de megalitismo se aprecia la influencia del Alentejo portugués y andaluz; aunque también hay diferencias (como el tema del doble anillo o la ausencia, en los casos que estamos tratando, de placas de pizarra decoradas) e identidades propias, según las características peculiares de cada zona, sin contar las diferencias cronológicas y culturales correspondientes.
El entorno de la dehesa boyal montehermoseña volvería a ser lugar de asentamiento posteriormente, con la colonización romana. Entre las diversas pruebas conservadas, destaco la más clara: la pila granítica de la fuente de «Jerrao» corresponde a un sepulcro romano (de los últimos compases del Imperio, como he podido comprobar) que, dado su tamaño y peso (y material en que está labrado), no pudo ser desplazado desde muy lejos; otros restos de menor importancia confirman el hecho anterior.
Para finalizar, relataré el caso de uno de estos dólmenes que bien puede servir para el resto: el «Cerro del Puchero» (término de Talayuela, entre Santa María de las Lomas y Tiétar). Esta denominación vino a continuación de su descubrimiento, expoliación y arrasamiento, en los años 60, cuando se explanaba y acondicionaba una parcela para transformarla en regadío. El resto de la historia es similar al de otros dólmenes, y puede resumirse en la especial predisposición por parte del paisanaje a creer que cualquier ruina antigua encierra fabulosos tesoros. El resultado final, como es de suponer, fue que no se encontrara ningún tesoro y se destrozara el dolmen y un cuenco de cerámica (puchero), único ajuar encontrado.