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EN EL TRICENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL ESPAÑOL ILUSTRADO ANTONIO PONZ PIQUER (1725-2025): VUELO HUMANO EN PLASENCIA EN EL SIGLO XVI Y GLOBO AEROSTÁTICO EN VERSALLES

Posted on 30 noviembre, 202530 noviembre, 2025

 

   

José Pastor Villegas, Jesús Francisco Pastor Valle

 

RESUMEN

El intento humano de volar es antiquísimo, consiguiéndose en la Edad Moderna. Hasta la Ilustración no hubo ni observaciones ni experimentación científica y tecnológica suficientes para que los globos aerostáticos fuesen una realidad.

Antonio Ponz Piquer (Torás, Castellón, 1725 – Madrid, 1792) fue un académico ilustrado, escritor viajero, tratadista de arte, pintor, arqueólogo y naturalista. Es autor del Viage de España, obra en dieciocho volúmenes, publicados entre 1772 y 1794 en Madrid; los tomos séptimo y octavo, tratan de su viaje por Extremadura. Es también autor del Viage fuera de España, obra en dos volúmenes publicados en 1785.

Tratamos de los aspectos aerostáticos relacionados en ambas obras. En su viaje español, relaciona el intento humano de volar en la ciudad de Plasencia (Extremadura) en el inicio de la Edad Moderna; contribuyó a la difusión de tal vuelo como hecho cierto. Y en su viaje por el extranjero, relaciona la ascensión y descenso de un globo montgolfier no tripulado en Versalles (Francia), presenciado por los reyes franceses Luis XVI y María Antonieta, y una gran multitud. No menciona la fecha de este hecho que vio y presenció; fue el 19 de septiembre de 1783. Desde entonces, los logros aeronáuticos y astronáuticos han sido espectaculares.

 

  1. INTRODUCCIÓN

En un trabajo anterior[1], tratamos de aspectos científicos y tecnológicos de la Ilustración en general y de la Ilustración española en particular.

La Ilustración fue el tiempo del siglo XVIII en Francia, Alemania y en otros países, entre ellos España, de aplicación de la razón a los asuntos de la Edad Moderna, de ahí que se denomine Siglo de la razón o de las luces; fue la prolongación, culminación y finalización de la modernidad, e inicio de la Revolución Industrial[2].

Los límites temporales de la Ilustración en España fueron 1700 (llegada de Los Borbones) y 1808 (invasión de España por las tropas napoleónicas) o 1814 (fin de la Guerra de la Independencia). Se sucedieron los reinados de Felipe V (1700-1724-1746), Luis I (1724-1724), Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-178), Carlos IV (1788-1808), José I (1808-1814) y comenzó el reinado de Fernando VII (1814-1833). En la Ilustración española hubo luces y sombras, con reformas diversas tendentes a la modernización del Estado que llegaron al cenit en el reinado de Carlos III; la muerte de este rey, casi coincidente con el inicio de la Revolución francesa (1789), marcó un punto de inflexión pues las reformas perdieron vigor, y se llegaron a apagar las luces de la razón, sucediéndole un absolutismo monárquico en todo su apogeo tras la Guerra de la Independencia[3].

El intento del ser humano de volar es antiquísimo, es decir, de liberarse de la atracción terrestre; imaginó alas, alfombras mágicas, etcétera. Con el tiempo, se acumuló observación y experimentación científica y tecnológica para hacer posible el deseo de volar. El sueño conectaba con la ideología de libertad de los ilustrados.

Antonio Ponz Piquer (Torás, Castellón, 1725 – Madrid, 1792) fue un académico ilustrado, escritor viajero, tratadista de arte, pintor, arqueólogo y naturalista[4]. Dos de sus obras son Viage de España y Viage fuera de España, publicadas en Madrid en los reinados de Carlos III y Carlos IV, entre 1772-1794 y 1785, respectivamente. Ambas  las escribió en formato de cartas a su mecenas el ilustrado Pedro Rodríguez Campomanes y Pérez de Sorriba (Sorriba, concejo de Tineo (Asturias), 1723 – Madrid, 1802), conde de Campomanes (I), jurista, político e historiador[5].

En 2025, los LIV Coloquios Históricos de Extremadura están dedicados al tricentenario del nacimiento de tan insigne español, en lo concerniente a viajes y viajeros por Extremadura[6]. Nuestra aportación trata del intento humano de volar en la ciudad de Plasencia en el siglo XVI, que relata en su Viage de España, y de la famosa ascensión y descenso de un globo aerostático montgolfier en Versalles (Francia) de 1783 que relata en su Viage fuera de España.

 

  1. EL INTENTO DE VOLAR EN PLASENCIA (EXTREMADURA) EN EL INICIO DE LA EDAD MODERNA SEGÚN ANTONIO PONZ PIQUER

Es conocido el mito griego del joven Ícaro que, con su padre, el hábil artesano Dédalo, intentó huir de la isla de Creta, donde estaban prisioneros por el rey Minos, utilizando alas hechas con plumas pegadas a su espalda con cera. La Figura 1 es una pintura del siglo XVII; muestra la caída de Ícaro al mar desprovisto de sus alas porque el sol había derretido la cera.

La Real Academia de las Tres Nobles Artes o Bellas Artes fue fundada por el rey Felipe V en 1744. Reinando su sucesor Fernando VI, fue inaugurada la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF) el 12 de abril de 1752 en el gran salón de la Real Casa de la Panadería, sita en la Plaza Mayor de Madrid. En el reinado de Carlos III, se optó en 1773 por el palacio que fue de Juan de Goyeneche, sito en la calle de Alcalá, para nueva sede académica (Figura 2). El edificio fue compartido con el Gabinete de Historia Natural (instalado en la segunda planta) hasta fines del siglo XIX; la inscripción latina de 1774 (redactada por el ilustrado Tomás Iriarte) en el dintel de la puerta de entrada de la actual RABASF (Alcalá 13) recuerda al visitante la coexistencia de ambas instituciones ilustradas en el pasado:

 

 

CAROLUS III REX

NATURAM ARTEM SUB UNO TECTO

IN OUBLICAM UTILITATEM CONSOCIAVIT

ANNO MDCCLXXIV

 

Es decir, “El rey Carlos III reunió Naturaleza y Arte bajo un mismo techo para pública utilidad en el año de 1774”. Durante todo el siglo XIX la Academia, con su colección artística y la Escuela de Bellas Artes siguió compartiendo el edificio con el Gabinete de Historia Natural[7].

Antonio Ponz Piquer (Figura 3) fue académico de la RABASF; fue nombrado secretario de esta institución por Carlos III en 1776, siendo consiliario académico a partir de 1790 (referencia 5). Entre 1772 y 1794 se publicaron los dieciocho tomos de su obra Viage de España; los tomos VII y VIII, publicados en Madrid en 1778, tratan ampliamente de Extremadura. Aquí, nos interesa el séptimo tomo (Figura 4).

En los ocho primeros párrafos de la Carta VI del séptimo volumen, relató la historia curiosa del artífice que hizo la sillería del coro de la catedral de Plasencia. En otras palabras, el intento de volar en Plasencia (provincia de Extremadura). Tales párrafos con ortografía actual son:

“1. Mi amado amigo: Vaya ante todas cosas la especie curiosa prometida en mi antecedente. El asunto es, que lo creemos fabuloso en Dédalo, fue un hecho verdadero sucedido en Plasencia, y voló un gran trecho.

  1. Es opinión que el tal avechucho fue el que hizo la sillería del coro de la Catedral, de cuya caprichosa invención he hablado a V. Atravesó trepando por los vientos (ea fama vagatur) toda la ciudad, desde el castillo hasta la que llaman Dehesa de los caballos, medio cuarto de legua distante de Plasencia. La causa de este vuelo la cuentan de dos maneras. Dicen unos (y son los del populacho) que lleno de vanidad el artífice de la sillería prorrumpió en la blasfemia, de que Dios no podía, ni sabría hacerla mejor, que habiéndole puesto preso por tal disparate en una de las torres de la fortaleza, aguzó el ingenio hasta encontrar el modo de salir volando, como lo ejecutó a mitad del día. Pasmados todos cuantos le vieron, le conjuraron, y cayó, haciéndose pedazos en la Dehesa de los caballos, no habiendo permitido Dios que tal blasfemo quedase sin castigo. Otros (y son de los que suponen algo de la República) aseguran, que, habiendo consumido muchos millares, más de los que debía percibir durante dicha obra, le citaron sus acreedores ante la justicia, y temeroso de que le prendiesen, se retiró a sagrado, en el que estuvo más de un año, siendo su habitación la torre de la iglesia, que entonces era uno de los cubos de la muralla, pues la presente aún no estaba hecha, que, desde allí, cuando hubo compuesto su artificio, dio el famoso vuelo. ¿Se ríe V? Poco a poco.
  2. El P. Luis de la Cerda (ya sabe V. quien es, y su reputación) en el libro sexto de sus comentarios a Virgilio, sobre el ausus se credere coelo [se atrevió a creer en el cielo], después de dar por fabuloso el vuelo de Dédalo, y de calificarlo de audaz, cuando hubiese sido cierto, añade: Placentia Hispaniarum quidan ad asilum ecclesiasticum confugerat, ut solet fieri, metu saecularis potestatis; evadere inde cum velles alas sibi aptavit humeris, ac se e suma turre coelo credidit; civitatem totam volando transmissit, ae longe a muris dedicit fesus agitatione corporis. Nunc locus ruinae ostenditur, hujus facti testes oculi onnium Placentionorum, qui hominen viderunt [En Plasencia de España había huido a un asilo eclesiástico, como suele ocurrir, por temor al poder secular; cuando quiso escapar de allí, se puso alas en los hombros y creyó estar en la torre más alta del cielo; sobrevoló toda la ciudad, pero cayó lejos de las murallas, exhausto por la agitación de su cuerpo. Ahora se muestra el lugar de su ruina, y todos los placentinos que lo vieron son testigos de este hecho].
  3. Lo que dicho se imprimió, y publicó en la citada obra de 1610, y el modo de contarlo es como de un hecho cierto, sucedido no habría gran tiempo, citando los testigos oculares. Por otra parte, el juicio, y crítica del P. la Cerda, no parece que había de haber hecho presa de una hablilla. Esto es, que la tradición es constante en Plasencia, aunque haya alguna variedad en el modo de referir el cuento.
  4. Cierto anciano de bastante autoridad, recogedor de papeles antiguos, que falleció no ha mucho, me aseguran, decía, que el Dédalo Placentino para escapar determinó dos cosas, comer poco para adelgazarse, y que todo su alimento fuese de aves, las que mandaban llevar con sus plumas, hasta que juntó gran porción. Pesaba, según el viejo la carne de las aves peladas, y luego sus plumas, y sacaba por cómputo fijo que para sostener dos libras; así averiguó el peso de la gallina, perdiz, etcétera, con el respectivo de sus plumas.
  5. Averiguada dicha proporción, sacó por consecuencia, que tantas libras, o arrobas, que él pesaba, necesitaban tantas onzas, o libras de plumas para mantenerse en el aire; y juntándolas las pegó con cierto engrudo a los pies, cabeza, brazos, y a todas las demás partes de su cuerpo, dejando hechas dos alas para llevarlas en las manos, y remar con ellas: así se arrojó este emplumado al viento, y después del trecho referido se precipitó, haciéndose pedazos.
  6. ¿Qué año sucedió esto?, ¿cómo se llamaba el nuevo pájaro, y en qué nido creciese? No parece que lo han dejado escrito los que cuentan el caso. Si fuese el escultor de las sillas del coro, hasta en esto se parece a Dédalo, y aún en haber hecho otro laberinto, que en parte se puede asegurar serlo dicha obra. Lo peor fue que se pareció también a Ícaro en precipitarse.
  7. Ahora bien, si V. como es regular, presta fe a un suceso tan autorizado, ¿qué dirá de la disputa filosófica, sobre si es posible volar, o no? Por lo menos más verosímil parece este modo, que el del canónigo francés, o alemán, y su máquina, con que los gaceteros divirtieron la Europa poco ha, y sin la costa de tantas mil libras, como allí se cacareaban, para verificar su vuelo. Si V. cree el nuestro, como digo, discurrirá con su ingenio, y filosofía el modo como lo hubo de hacer el escultor placentino, de quien es justo que digamos lo que dijo el poeta de su prototipo:

Artificium stupor aeternus quem docta potensque

Miratur natura virum…          

[El arte del asombro eterno que docto y poderoso

La naturaleza se maravilla del hombre…]

La historia no es fuera de propósito: se trata de un profesor de bellas artes, de cuyas noticias V. no se sacia jamás”.

Ponz Piquer menciona previamente (Carta V, tomo VII) que el paraje donde Alonso XII fundó Plasencia (da año 1190) se llamaba Ambroz. Y que:

“No podía dejar de ser fortísimo su alcázar, o fortaleza, situado junto a la muralla de la ciudad, que mira al norte, en donde hay una entrada que llaman el postigo; así lo manifiestan las ruinas de sus fosos, y fuertes murallones. Extramuros hacia aquella misma parte se halla una obra utilísima, y magnífica, atendiendo a no ser del tiempo romano. Es un acueducto, que atraviesa un valle sobre más de ochenta arcos, y abastece de agua toda la ciudad. Viene por la ladera de los cerros, de cierto paraje distante dos leguas”.

La Figura 5 muestra una vista panorámica de la ciudad medieval de Plasencia, según el manuscrito que se conserva en la Universidad de Salamanca (USAL), publicado por primera vez en 1573 por el médico y escritor humanista Luis de Toro (Plasencia, Cáceres, 1526-1527 – f. s. XVI-p. s. XVII)[8]. Mediante letras, se indican en el plano los espacios urbanos singulares del interior y exterior del recinto medieval amurallado (Tabla 1); el Alcázar está marcado con la letra V en el extremo nororiental de la muralla, es decir, en la parte más alta de la ciudad, edificio que fue deteriorándose con el paso del tiempo y terminó destruido en la década de 1930. Tal manuscrito se conserva en la Biblioteca Histórica de Salamanca (USAL)[9]; fue su autor el médico local Luis de Toro, y fue editado por el médico titular de Plasencia Dr. Marceliano Sayáns Castaños en 1961[10].

Concerniente al vuelo humano en Plasencia, Ponz Piquer menciona en la Carta VI al humanista jesuita Juan Luis de la Cerda (Toledo, 1558 – Madrid, 1643), quien, entre los humanistas europeos, está asociado al gran comentario sobre las obras del poeta Publii Virgili Maroni [11]. A él le considera noticiero del intento de vuelo en Plasencia; la noticia al parecer se transmitió oralmente hasta ser escrita por Juan Luis de la Cerda, quien vivió en Plasencia durante algún tiempo.

No mencionó la identidad del volador, pero su relato contribuyó a la difusión del vuelo como hecho cierto.  Es probable que el volador fuese el artista Rodrigo Alemán (1489-1504)[12], reconocido artista, considerado judío encubierto, autor de la Sillería del coro de la catedral de Plasencia (1497-1503) y de las Trazas del Puente Nuevo de Plasencia sobre el Jerte. En su biografía referenciada, se afirma que murió fuera de la muralla de Plasencia al huir volando mediante un artilugio de su invención. Según las dos versiones que escribió Ponz Piquer, el vuelo lo inició mediante un artilugio de su invención, estando preso en una de las torres de la fortaleza (Alcázar) o en la torre de la iglesia (Catedral), que era entonces uno de los cubos de la muralla.

Figura 1. La caída de Ícaro, óleo sobre lienzo (Alto: 195 cm; Ancho: 180 cm), de Jacob Peeter Gowy (1615-1661), 1636-1638. Fuente: Museo Nacional del Prado, catálogo núm. P001540, imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas, descargada el 17.05.2025.

Figura 2. Alzado de la fachada de la RABASF en la calle de Alcalá. Fuente: Museo de la RABASF, imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas descargada el 29.06.2025.

Figura 3. Autorretrato, óleo sobre lienzo sin marco (Alto: 43 cm; Ancho: 36 cm), de Antonio Ponz Piquer, ca. 1774.  Fuente: Museo de la RABASF, núm. inventario 06766, imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas descargada el 29.06.2025.

Figura 4. Portada del volumen séptimo del Viage de España, de Antonio Ponz Piquer. Fuente: Biblioteca Digitalizada Castilla y León (BDCYL), imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas, descargada el 29.06.2025.

Figura 5. Vista panorámica de la ciudad de Plasencia de 1573, sobrevolada probablemente por Rodrigo Alemán en 1504 desde el Alcázar o la Catedral hasta caer y fallecer fuera del recinto amurallado. Fuente: Placentiae urbis et eiusdem episcopatus descriptio, Biblioteca Histórica de la USAL, ms. 2650, fol. VI rto.; copia en Archivo de José Pastor Villegas.

Tabla 1. Espacios urbanos singulares identificados en el plano de la ciudad de Plasencia de 1573, sobrevolada por el encarcelado Rodrigo Alemán, probablemente en 1504, desde el Alcázar hasta el exterior del recinto amurallado.

 

  1. DEMOSTRACIÓN PÚBLICA DEL PRIMER ASCENSO Y DESCENSO DE UN GLOBO AEROSTÁTICO MONTGOLFIER EN VERSALLES (FRANCIA) PRESENCIADA Y DESCRITA POR ANTONIO PONZ PIQUER

Un aerostato es cualquier aeronave que puede elevarse y permanecer inmóvil en el aire debido a un gas más ligero que el aire, contenido en uno o más recipientes. Son aerostatos los globos aerostáticos y los dirigibles[13]. El llamado principio de Arquímedes explica la ascensión de un aerostato, es decir, el empuje del aire atmosférico.

Los comienzos de la aerostación fueron en las décadas de 1780 y 1790, es decir, cuando la Revolución Industrial y la Revolución Química comenzaban a florecer en la Ilustración. Los párrafos siguientes, tomados de un trabajo anterior nuestro[14], resumen los comienzos de la aerostación en Francia.

Los franceses Joseph Michel Étienne Montgolfier (Vidalon-les-Annonay, Francia 1740 – Balaruc-les-Bains, Francia, 1810) y su hermano Jacques Étienne Montgolfier (Vidalon-les Annonay, Francia, 1745 – en ruta entre Lyon y Annonay, Francia, 1799), son considerados inventaron de los globos aerostáticos de aire caliente, conocidos como montgolfieres. Parece ser que estos hermanos, hijos de un fabricante de papel, observaron cómo objetos pequeños ascendían por encima del humo de una hoguera; el aire caliente les pareció más ligero que el aire frío y flotaba sobre éste, similar al hecho conocido de la madera que flota sobre el agua.

Supusieron que una bolsa ligera boca abajo sobre el fuego se llenaría de aire caliente y ascendería. Esta hipótesis la comprobaron públicamente en la villa de Annonay (Vivarais), en los primeros días de junio de 1783, llenando una gran bolsa de tela con aire caliente recorriendo varios kilómetros, pero la fuerza ascendente se perdía con el tiempo por enfriarse el aire interior.

Aunque hay tentativas anteriores del ser humano para liberarse de la atracción terrestre, esa fecha se suele considerar el comienzo de la Historia de la Aerostación; hizo recordar a Cristóbal Colón, casi trescientos años después del Descubrimiento de América o Encuentro de los mundos viejo (europeo) y nuevo (indígena).

En el referenciado trabajo, hemos escrito también que algunos años antes de la invención de los hermanos Montgolfier, el físico y químico Henry Cavendish (Niza, 1731 – Londres, 1810) había descubierto en 1766 y estudiado las propiedades de un gas al que llamó aire inflamable, producto de la reacción de un ácido fuerte (por ejemplo, ácido vitriólico, es decir, ácido sulfúrico) con ciertos metales (por ejemplo, cinc o hierro), que sería denominado hidrógeno dos décadas después por Antoine Laurent Lavoisier. Dicho gas, mucho menos denso que el aire, fue sugerido por el físico francés Jacques Alexandre César Charles (Beaugency, 1746 – París, 1823) para propulsar los globos aerostáticos en vez de aire caliente, contribuyendo a su perfección. El 27 de agosto de 1783, a las cinco de la tarde, se inició el experimento de elevar el primer aerostato de hidrógeno en el campo de Marte, tras cuatro días de preparación; 500 kg de hierro y 250 kg de ácido sulfúrico fueron necesarios para llenar un globo hasta sus dos tercios; el globo se hizo de fajas de seda barnizadas con caucho para que no se escapase el gas por los poros.

A los globos llenos con hidrógeno se unía una barquilla (cesta), en la que embarcaban los aeronautas y cuanto llevaban para observar y experimentar. En cambio, en los globos montgolfieres había una galería perimetral por encima de la boca.

Volviendo a Antonio Ponz Piquer, realizó también un viaje por Inglaterra, Holanda, Flandes y Francia, que relaciona en su obra Viage fuera de España, dividida en dos volúmenes estructurados también en Cartas dirigidas a su mencionado mecenas Campomanes. Aquí, nos interesa el segundo tomo (Figura 6).

Desde París viajó a Versalles (Francia); llegó a tiempo para presenciar, junto a miles de personas, el hito del ascenso y descenso de un globo aerostático montgolfier el 19 de septiembre de 1783. Dos años después lo describe en los tres primeros párrafos de la Carta VIII del segundo volumen. Tales párrafos con ortografía actual son:

“1. Fue una casualidad que yo llegase a París cuatro, o cinco días antes del que estaba destinado, para que los hermanos Montgolfier, inventores de los famosos globos aerostáticos, hiciesen en Versalles, delante el Rey, y Real Familia, la prueba de soltar uno de gran tamaño en la plaza frente de aquel palacio. Dispuse mi viaje a dicho sitio de modo que pudiese encontrarme el espectáculo, el cual atrajo infinita gente de París, y de otras tierras circunvecinas.

  1. Entre doce, y una del día bajaron Sus Majestades con grande acompañamiento para reconocer la máquina, informarse de las operaciones, y del modo cómo se había de llenar el globo del humo de la paja que estaba dispuesta, etcétera. Habiéndose vuelto a palacio, para verle elevar, le soltaron desde un tablado, inmediatamente que se llenó del humo, a la señal de un segundo cañonazo. No puedo explicar a V. qué suspensión, qué aplausos hicieron todos los espectadores al verle elevar plácidamente por espacio de seis o siete minutos; pero duró poco este gusto porque disipándose el humo, cayó con la misma placidez que había subido.
  2. Por juzgar que hablarán infinito las gacetas, y papeles públicos de esta famosa invención, excuso remitir a V. más difusa relación. Los más están en que ha llegado el tiempo de que viajaremos por el aire, y aún hay quien me dice que podré volver a Madrid en pocas horas. Buen provecho les haga a los que ya están maquinando, y preparándose al vuelo, que yo mientras haya tierra oiré a pie firme lo que nos cuenten de estos nuevos, y futuros Icaros. La invención es digna sin duda de que la admiremos; pero no creo tan fácil, como muchos creen, de que llegará el de usar con entera seguridad, ni de que se perfeccione de modo que fuercen a estos globos a una determinada dirección, mediante la cual vayan los hombres por el aire atravesando distancias de muchas leguas en pocos minutos; antes creo que ha de costar la vida a algunos curiosos.”

Ponz Piquer no precisó la fecha del hecho presenciado, pero las publicaciones de 1783 precisan que fue el 19 de septiembre de ese año. En España, las noticias sobre los acontecimientos aerostáticos franceses con globos montgolfieres y globos de hidrógeno se conocieron inmediatamente, principalmente a través de las publicaciones periódicas Gaceta de Madrid y Mercurio histórico y político, y la experimentación fue inmediata. La Gaceta de Madrid inserta información del mes de septiembre de París, en la que, con ortografía actual, se dice[15]:

“A presencia de SS. MM. y de Real Familia se ejecutó el 19 del corriente [septiembre] en le primer patio del Palacio de Versalles la experiencia de la máquina aerostática hecha por Mr. Montgolfier por encargo de la Academia de Ciencias…Colocaron en la parte inferior un cesto de mimbres en que encerraron un carnero, un gallo y un pato, y debajo un barómetro. En menos de 10 minutos se le introdujo el gas que necesitaba; y cortando los cables que la sujetaban empezó a elevarse inmediatamente, causando una especie de admiración en el crecido concurso por su gran volumen. Subió unas 280 toesas; luego el viento Oeste la hizo correr horizontalmente durante unos 27 segundos, y empezó a bajar, cayendo al fin en el bosque de Vaucresson a media legua del paraje en que se soltó. Encontraron al carnero comiendo en su jaula, y al pato sin señales de haber padecido, solo el gallo al tiempo de caer se lastimó la cabeza. Parece que lo que más deseaba comprobar la Academia era la especie de gas o aire inflamable de que había usado Mr. Montgolfier, porque presenta un fenómeno absolutamente nuevo, y se consigue quemando paja mojada y una sustancia o materia del reino animal, como la lana. Las ventajas de este método son tales que con 8 reales de dichos ingredientes se sacaron en 10 minutos…

Desde la primera experiencia de esta naturaleza que se hizo aquí en agosto último, es este descubrimiento el asunto de las conversaciones, y el de muchos escritos. Algunos sujetos han repetido a sus expensas el experimento con globos pequeños. La industria ha sacado partido de ello, vendiendo el gas y globos de 8 pulgadas para diversión de los curiosos. Las modas han tomado el nombre del inventor o de la invención; finalmente, se han publicado varios proyectos para hacer navegar por los aires la máquina, ya en forma de bajel, ya de caballo; y no ha faltado quien se haya ofrecido a subir a ella, pero se ha desechado esta propuesta hasta tener seguridad de que un hombre podrá regirla a su voluntad. Muchos preguntan bien que, conviniendo en lo maravilloso de ese descubrimiento, ¿qué utilidad producirá?, para qué puede servir? A todas las preguntas de este jaez ha respondido el sabio Mr. Franklin [Benjamin Franklin (Boston, Massachusetts, 1706 – Filadelfia, Pensilvania, 1790), hombre de Estado y científico americano con fama en Europa[16], [17]] diciendo: Señores, éste es un niño que acaba de nacer; quizá será un necio, quizá un hombre de entendimiento; esperemos que esté concluida su educación para juzgarlos.”

Concerniente al ascenso en globo montgolfier descrito, se conserva una lámina en la Biblioteca Nacional de España[18]. La imagen (Figura 7) muestra la experiencia hecha en presencia de sus Majestades y la Familia Real, sobrevolando el Palacio de Versalles en la cesta del globo tres animales: un gallo, un pato y un carnero. La imagen está dedicada a “Monsieur de Faujas de St. Fond, de Plusiers Accadémies”, es decir, al geólogo francés Barthélemy Faujas de Saint-Fond (Montelimar, Francia, 1741 – Montelimar, Francia, 1819).  A la dedicación siguen ocho líneas en francés describiendo la experiencia. Este científico escribió sobre tan importante acontecimiento[19].

Tal globo se construyó precipitadamente en las fábricas de papel de Jean-Baptiste Réveillon después del fracaso del 12 de septiembre; tenía una altura de 19 m, un diámetro de 13,5 m y un volumen de 1 480 m3. Su tejido de algodón azul llevaba una decoración dorada con las iniciales del rey Luis XVI y su esposa la reina María Antonieta. No fue un ascenso humano; los primeros aeronautas fueron Jean-François Pilâtre de Rozier y François Laurent d´Arlandes, el 21 de noviembre de 1783 en el parque de La Muette, cerca de París. El primero de ellos fue la primera víctima aeronáutica al intentar atravesar el Canal de la Mancha el 15 de junio de 1785[20].

Releyendo la descripción de Ponz Piquer, se puede decir que presenció con admiración la demostración aerostática de Versalles, pero el riesgo de accidente era evidente y dudó de su utilidad inmediata en el transporte humano. Cinco años más tarde, al opinar sobre el encausto (técnica pictórica que utiliza cera de abejas caliente mezclada con pigmentos, mezcla que se aplica sobre un soporte de madera o lienzo, manipulándose mientras está caliente) escribirá en otra publicación suya[21]:

“En el año 1783, vi con admiración en Versalles el Globo aerostático, que se elevó delante del Rey de Francia; pero conceptué, contra el dictamen general, que aquel invento pararía en mera curiosidad, como se ha ido verificando. Confieso que el mismo concepto formé del encausto la primera vez que oí hablar, pero acaso tendrá mejor éxito su uso y propagación. Verdad es que yo más me holgara que se restaurase el dibujo e invención de los antiguos griegos, aunque siguiésemos en pintar al óleo”.

Figura 6. Portada del volumen segundo de la obra Viage fuera de España, de Antonio Ponz Piquer. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España; imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas, descargada el 17.05.2025.

Figura 7. [Globo aerostático elevado en Versalles por los hermanos Montgolfier el 19 de septiembre de 1783], anónimo francés (s. XVIII). Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España, agua fuerte, plancha de 244 x 334 mm en h. de 285 x 425 mm, Invent/15232; imagen digital del Archivo de José Pastor Villegas, descargada el 06.07.2025.

 

  1. CONCLUSIONES
  2. Antonio Ponz Piquer, en su Viage de España (tomo VII, carta IV), publicado en 1778, considera hecho cierto el vuelo de un hombre sobre la ciudad de Plasencia hasta precipitarse fuera del recinto amurallado en la Dehesa de los Caballos. El hecho lo había recogido el humanista jesuita Juan Luis de la Cerda (Toledo, 1558 – Madrid, 1643), quien atribuyó el vuelo al reconocido artista Rodrigo Alemán, autor de la sillería del coro de la Catedral de Plasencia (1497-1503). El vuelo lo pudo iniciar en 1504, estando privado de libertad, desde una de las torres de la fortaleza (Alcázar), o desde la torre de la iglesia (Catedral), con un artilugio de su invención.
  3. Antonio Ponz Piquer, en su Viaje fuera de España (tomo II, carta VIII), publicado en 1785, relaciona con admiración el ascenso y descenso del globo aerostático montgolfier realizado en Versalles (Francia) en presencia de los reyes franceses Luis XIV y María Antonieta. No precisó la fecha, pero el acontecimiento multitudinario fue el 19 de septiembre de 1783.
  4. Antonio Ponz Piquer presenció los comienzos de la Aerostación. Con el transcurso del tiempo, el avance científico ha sido muy importante en las numerosas ciencias y en la tecnología. En particular, en la Aeronáutica y la Astronáutica.

 

EPÍLOGO

A los globos aerostáticos siguieron los dirigibles en el siglo XIX, es decir, globos de forma alargada llenos de hidrógeno que podían dirigirse a voluntad. Después, en el siglo XX se inventaron los aeroplanos. A los aviones de hélice y motor convencional de gasolina siguieron los motores de reacción o de propulsión a chorro, primero en la aviación militar y después en la aviación comercial.

Evoca nuestra memoria los primeros globos aerostáticos tipo montgolfier que vimos, y los primeros logros astronáuticos de la segunda mitad del siglo XX que vimos también: los satélites terrestres artificiales. Conocimos la puesta en órbita terrestre del Sputnik I por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957, primer satélite terrestre artificial de la Historia, dejando de ser una fantasía la “era espacial”. Seguidamente el 3 de noviembre de ese año la puesta en órbita terrestre de la mundialmente famosa perrita Laika, es decir, transcurridos más de 160 años del ascenso y descenso del gallo, pato y carnero en un montgolfier, otro animal orbitó a más de 1 500 km de la Tierra en el primer satélite artificial. Y los Estados Unidos de América lanzaron su primer satélite artificial el 31 de enero de enero de 1958, orbitando a más de 2 500 km.

Años más tarde, vimos en directo por televisión el hito del alunizaje de los primeros seres humanos; lograron viajar a la Luna, satélite natural del planeta Tierra visto desde la distancia de 384 000 km. El 16 de julio de 1969 se lanzó desde Cabo Kennedy el cohete espacial Apolo XI, tripulado por los astronautas Neil Armstrong (comandante), Buzz Aldrin y Michael Collins. En las primeras horas del día 21 de julio de ese año, Armstrong salió del módulo lunar, poco después le siguió Aldrin, y Collins quedó en el módulo para asegurar el retorno a la Tierra. Los tres amerizaron el 24 de julio de ese año en el Océano Pacífico, siendo puestos en cuarentena. Así pues, habían transcurrido más de 376 años del regreso de Cristóbal Colón y demás tripulación del viaje de Descubrimiento de América o Encuentro de un Nuevo Mundo terrestre, y 185 años desde que los aeronautas Jean-François Pilâtre de Rozier y François Laurent d´Arlandes realizaran la primera ascensión y descenso en la atmósfera terrestre.

Y la investigación científica y tecnológica continuó hasta nuestros días.

 

REFERENCIAS

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[1] PASTOR VILLEGAS, José, PASTOR VILLEGAS, Jesús Francisco, En el Bicentenario de la Fundación del Museo Nacional del Prado (I). Aspectos químicos de la Ilustración española en la Villa y Corte de Madrid y en la Ciudad de México, An. Quím., 2021, 117, 62-70.

 

[2] MARTÍNEZ SHAW, Carlos, ALONSO MOLA, Marina, Historia de la Humanidad. Ilustración, vol. 24, Arlanza Ediciones, Madrid, 2000, págs. 5-126.

 

[3] PUERTO, Javier, La Ciencia durante la Ilustración y la Guerra de la Independencia, An. R. Acad. Nac. Farm., 2009, 7(E), 527-576.

 

[4] DIZ, Alejandro, Ponz Piquer, Antonio, Diccionario biográfico electrónico, Real Academia de la Historia, Madrid, consultado el 1 de junio de 2025.

 

[5] VALLEJO GARCÍA HEVIA, José María, Rodríguez Campomanes y Pérez de Sorriba, Pedro, Diccionario biográfico electrónico, Real Academia de la Historia, Madrid, consultado el 17 de mayo de 2025.

 

[6] Convocatoria de los LIV de los Coloquios Históricos de Extremadura, Asociación Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2025.

 

[7] BONET CORREA, Antonio, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y su Museo, Real Academia de San Fernando. Guía del Museo, Tecnología Gráfica, Madrid, S.L., 2012, págs. 9-32.

[8] MAÑAS, Manuel, Toro, Luis de, Diccionario biográfico electrónico, Real Academia de la Historia, Madrid, consultado el 17 de mayo de 2025.

 

[9] Placentiae urbis et eiusdem episcopatus descriptio, Biblioteca Histórica de la USAL (Ms. 2650), de Luis de Toro, publicado por él en 1573.

 

[10] LAIN ENTRALGO, Pedro, Prólogo, SAYANS CASTAÑOS, Marceliano, Descripción de la Ciudad y Obispado de Plasencia, Imprenta de La Victoria, Plasencia, 1961, págs. VII-X.

 

[11] MARTÍNEZ DE LA ESCALERA, José, Cerda, Juan Luis de la, Diccionario biográfico electrónico, Real Academia de la Historia, Madrid, consultado el 17 de mayo de 2025.

 

[12] MATEO GÓMEZ, Isabel, Alemán, Rodrigo, Diccionario biográfico electrónico, Real Academia de la Historia, Madrid, consultado el 17 de mayo de 2025.

 

[13] Diccionario de términos científicos y técnicos (Ed.: MacGraw-Hill Boixareu), Grijelmo, Bilbao, vol. 1, 1981, pág. 59.

 

[14] PASTOR VILLEGAS, José, PASTOR VILLEGAS, Jesús Francisco, En el Bicentenario de la Fundación del Museo Nacional del Prado (II). Aspectos químicos de algunas pinturas relacionadas con la Historia de la Química, An. Quím., 2021, 117, 100-108.

 

[15] Gaceta de Madrid, 1783, 83, 17/10/1783, 873-875.

[16] ASIMOV, Isaac, Enciclopedia biográfica de ciencia y tecnología (Consuelo Varela Ortega, Federico Díaz Calero, traductores), Alianza Editorial, Madrid, 1982, Benjamín Franklin, págs. 143-145.

 

[17] ALFONSECA, Manuel, Grandes científicos de la humanidad, Espasa Calpe, vol. 1, Madrid, pág. 77.

 

[18] ANÓNIMO francés (s. XVII), [Globo aerostático elevado en Versalles por los hermanos Montgolfier el 19 de septiembre de 1783], A París: chez Le Noir; M. d. Fournisseur du Cabinet ses Estampes du Roi deumerant au Louvre, 1783, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Digital, INVENT/15232.

 

[19] FAUJAS DE SAINT-FOND, [Barthélemy], Description des expériences de la machine aerostatique de MM de Montgolfier et de celles cette découverte a […], Chez Cuchet, París, 1783, Gallica/Bibliothéque national de France.

 

[20] LOPE, Hans-Joachim, Antonio Ponz y la “Montgolfière”, Actas VIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas: 22-27 agosto 1983 (Coord.: A. David Kossoff, Ruth H. Kossoff, Geoffrey Ribbans, José Amor y Vázquez), vol. 2, 1986, págs. 177-182.

 

[21] GUEVARA, Felipe de Guevara (Ed.: Antonio Ponz Piquer), Comentarios de la pintura que escribió Don Felipe de Guevara…; se publican por la primera vez con un discurso preliminar y algunas notas de Don Antonio Ponz…, Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, Madrid, 1788, pág. 60.

 

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