
Manuel García Cienfuegos
RESÚMEN: Fray Juan de Plasencia perteneció por nacimiento al ilustre linaje de los Portocarrero, apellido que abandonó al ingresar en la Orden de San Francisco, tomando el de su patria de nacimiento, floreció en muchas virtudes. Incardinado en la franciscana provincia de San José, marchó, en 1577, desde el convento de San Bartolomé de Villanueva de la Serena hacia las Islas Filipinas, pertenecientes al Virreinato de Nueva España. Trabajó en la conversión de los indios y su reducción a poblados. Por ello fue conocido entre los historiadores y cronistas de las Islas por el nombre de padre del barangay filipino y de las reducciones. Fray Juan de Plasencia creó escuelas de primeras letras, en donde se enseñara a los filipinos no solo la doctrina cristiana, a leer y escribir, sino también algunas artes y oficios, con el fin de que fueran después, no solo buenos cristianos, sino también útiles ciudadanos.
El padre Plasencia fue promotor de la inculturación lingüística. Autor de: Arte de la lengua tagala y Diccionario tagalo. Estas dos obras fueron la base de cuantas gramáticas y diccionarios tagalos se publicaron. Posteriormente redactó Colección de frases tagalas y el Catecismo de la doctrina cristiana. En el Sínodo celebrado en Manila, en 1581, fue aprobado este Catecismo. Otra obra importante que el franciscano placentino dio a las Islas Filipinas fue la Relación de las costumbres de los indios tagalos, encargo que le hizo don Santiago de Vera, Gobernador general de Filipinas. Relación precisa y bien ordenada, basada en el testimonio oral de hombres viejos de varios lugares, sobre los estados sociales y la esclavitud, matrimonios, sucesión y herencia. Esto es, las costumbres del derecho tradicional de los tagalos de Luzón. Duró bastante tiempo este Código en su fuerza hasta que el nuevo estado de cosas modificó las condiciones y modo de ser de la sociedad filipina.
PALABRAS CLAVE: Tagalo, Barangay, Inculturación, Catecismo, Costumbre.
1.- EL EDUCADOR DE FILIPINAS
La Revista Alminar comenzó a publicarse en enero de 1979, finalizando en febrero de 1984. Fue editada conjuntamente por la Institución Pedro de Valencia de la Diputación Provincial de Badajoz y el diario Hoy. Su idea era la difusión amplia y esperanzadora de los valores literarios, artísticos y científicos extremeños[1].
Tras un muestreo en algunos de sus números, he localizado una publicación del franciscano fray Antolín Abad Pérez[2] que escribió en la Revista Alminar: “Extremeños en el lejano oriente. El educador de Filipinas”, ofreciendo el nombre del protagonista: fray Juan Portocarrero de Plasencia, más nombrado por fray Juan de Plasencia (ofm). Destaca fray Antolín, que el franciscano misionero en Filipinas creó ciudades, fue autor del primer catecismo hispano-tagalo[3] y del primer Código de los filipinos, afirmando: “Por encargo del Gobernador Santiago de Vera (1584-1590)[4] estudió el modo de regirse en su antigua organización y escribió lo que se ha llamado el Primer Código de los Filipinos, pues fueron dos estudios sobre las costumbres que los tagalos y pampaganos, que llevan por título Relación de las costumbres que los indios solían tener en estas islas y la Instrucción de las costumbres que antiguamente reunían los naturales de la Pampanga”[5]. El valor de estos trabajos se evidencia con sólo decir que durante años y hasta casi el final del dominio español han regido la vida de los filipinos[6].
Así pues, afronto la personalidad y el hacer del Padre Plasencia, franciscano misionero extremeño, nacido en Plasencia, la ciudad hecha para agradar a Dios y los hombres, atraído por el reducido trabajo –poco más de una página- que dio a la luz la Revista Alminar en 1980, y por lo mucho que hicieron los extremeños en Extremo Oriente[7].
2.- DESCUBRIMIENTO DE LAS ISLAS FILIPINAS
Consciente que desde el descubrimiento de América en 1492, por el genio soñador de Cristóbal Colon, el imán de sus tierras atrajo a no pocos aventureros del dinero, pero también a impacientes divinos de la fe cristiana. El elemento humano -hombres, mujeres y niños de toda edad y condición- que abandona Extremadura para dirigirse y establecerse en el Nuevo Mundo es, sin lugar a dudas, la más valiosa y generosa contribución de esta tierra y el mejor reconocimiento que pueda hacerse a esta región.
Los extremeños junto a otros españoles contribuyeron a consolidar con su presencia y con sus obras las estructuras sociales, económicas, políticas, religiosas y culturales que otorgaron la personalidad a Hispanoamérica. Originarios de Extremadura ejercieron algunos de los más importantes e influyentes cargos en el gobierno, la administración, la iglesia, la justicia, la educación y la vida municipal de la América hispana[8].
Unido a la gesta colombina hay que reseñar el hecho memorable que en 1519 protagonizó Fernando de Magallanes, veterano navegante portugués que le había vendido al rey de España su idea de llegar a las Islas de las Especias[9] por el oeste. Ni él, ni el joven soberano que confió en su intuición, ni Juan Sebastián Elcano, el experimentado marino vasco que acababa de enrolarse como maestre en una de las naos, podían imaginar que aquella expedición acabaría por circunnavegar por primera vez el planeta, haciendo historia.
Así fue como la expedición española contactó con Oriente, con los filipinos, en la primavera de 1521 con la llegada a las Islas de Magallanes y Elcano. Formando el otro extremo del arco del Imperio Español. En uno de los encuentros entre los navegantes y los filipinos perdió la vida Magallanes, frente a los guerreros de Lapu-Lapu, caudillo de la isla de Mactán[10].
El proyecto de ocupación de las Islas Filipinas[11], denominada como el país más occidental de Asia[12], se hizo realidad con la llegada de una nueva expedición a cuyo mando estuvo Miguel López de Legazpi[13] en 1565, formando el otro extremo del Imperio Español. Legazpi y sus huestes lucharon por asentarse primero en Cebú y luego en Panay, antes de llegar en 1571 a Manila, donde encontraron al fin las condiciones y los recursos requeridos para crear un asentamiento estable en las islas[14]. Legazpi llegó a un pacto con el régulo de la isla y, desde allí, y en la fecha indicada, daría comienzo, paulatinamente, la conquista y evangelización del archipiélago.
En esta última tarea participaron muy activamente los agustinos (llegaron en 1565), los franciscanos (llegaron en 1577), los jesuitas (llegada en 1581), los dominicos (llegaron en 1587) y, finalmente, ya a principios del siglo XVII, los agustinos recoletos (llegada en 1607)[15]. Filipinas era un territorio fundamental para las pretensiones castellanas en Oriente, verdadero puente entre el continente y el archipiélago japonés, donde también existió una interesantísima presencia franciscana, lo mismo que jesuita o dominica[16].
El territorio filipino fue gobernado por el Virreinato de Nueva España desde 1565 hasta la independencia de México en 1821[17]. Las islas, hasta la independencia, fueron administradas desde la Ciudad de México y controladas a través del puerto de Acapulco, en la costa novohispana del Pacífico. Y dos fueron los puntos neurálgicos entre la Península Ibérica y Extremo Oriente: Macao para los portugueses y las islas Filipinas para los españoles.
En Filipinas, los misioneros adquirieron una importancia fundamental desde el inicio del asentamiento hispánico en las islas[18]. La decisión de ocupar un territorio desde el punto de vista estratégico situado frente a las costas de China, las islas de las especias y las rutas comerciales del Índico fue pareja al propósito de evangelizar aquellas tierras[19].
3.- FRAY JUAN DE PLASENCIA ATRAÍDO POR FILIPINAS
Recurro a la obra, tomada de fray Juan de Plasencia, publicada en 1892, en la tipografía de Manuel Ginés Hernández, escrita por Trinidad H. Pardo de Tavera (Manila, 1857-1925)[20], bajo el título “Las costumbres de los tagalos en Filipinas, según el Padre Plasencia”, acercándome con ella a la biografía del misionero franciscano extremeño.
Fray Juan de Plasencia, Juan de Portocarrero (su nombre civil), nació en la ciudad de Plasencia, en Extremadura, de la noble familia de los Portocarrero[21]. Poseedor de una sólida formación intelectual[22]. Siendo joven, pasó a Italia y tomó el hábito en la clausura de Nuestro Padre San Francisco, donde hizo solemne profesión (1536-1537). Recibió el orden sacerdotal en 1545. De aquí hizo tránsito a la Santa Provincia observante de Santiago, y deseoso de mayor perfección, se incorporó en la Santa Provincia de San José[23].
Se alistó en la primera misión para Filipinas, partiendo el 24 de junio de 1577, desde Sanlúcar de Barrameda[24], llegando el 2 de julio de 1578 al puerto de Cavite, Calabarzón[25]. El único evangelizador extremeño, miembro de la primera misión franciscana, que salió de España y llegó a Extremo Oriente. Los frailes descalzos de pardo hábito, nudosa cuerda y mantillo corto, hijos del santo alcantarino, pasaron de España a descubrir las Islas Filipinas[26].
Quién se encargó de pedir misioneros fue el gobernador Guido de Lavezares en 1573, solicitando el envío a la Corona; aunque los seráficos tardaron unos años más, hasta 1577, encabezados por fray Pedro de Alfaro. La primera acción realizada por los hermanos menores fue la construcción del convento de San Francisco de los Ángeles en Manila, y la fundación de la custodia de San Gregorio Magno[27].
Fray Juan de Plasencia había dejado en España grandes créditos de elocuente orador, pero en estas islas, pudiera decirse que se transformó en uno de aquellos ángeles veloces que refiere Isaías. Apenas pisó el suelo de Filipinas, cuando la Providencia le deparó un muchacho llamado Salvador, descendiente de españoles, que más adelante vistió el hábito franciscano con el nombre de fray Miguel de Talavera, quien a la vez que estudiaba gramática latina con nuestro fray Juan, instruía al religioso en el idioma tagalo[28], y con tan buen éxito, que a los dos años de residencia en éstas ya había escrito nuestro fray Juan, Arte y diccionario tagalo, siendo los primeros que se han escrito y los que han servido de norma a todos los artes y diccionarios escritos después de los diversos dialectos del Archipiélago filipino.
A fray Juan de Plasencia, le cupo en suerte, junto con fray Diego de Oropesa, como compañero, en octubre de 1578, la región de Laguna de Bay, serranía de Tayabas y parte oriental; donde fueron conocidos como apóstoles. Fray Juan fue al pueblo de Lumbang, y al pueblo de Pila fray Diego[29].
Fray Juan echó los cimientos para la colaboración en la formación de los pueblos de Calilaya, Lucban, Majayjay, Nagcarlán, Lilio, Santa Cruz, Pangil, Paete, Siniloan, Morong, Antipolo y hasta Meycawayan, en la provincia de Bulacán, sin desatender las obligaciones de Prelado superior de esta provincia de San Gregorio Magno, cuya prelacía desempeñó por comisión del venerable fray Pedro de Alfaro (ofm)[30] desde el 30 de mayo de 1579 hasta el 1 de julio de 1580, que presidió el Capítulo celebrado en dicho día, y en el que propuso y explanó admirablemente la conveniencia de formar pueblos y plantear escuelas de primeras letras, cuyos dos proyectos, no sólo fueron aprobados por el Capítulo pleno, sino también por el Superior Gobierno.
Desde 1580 hasta 1583[31] desplegó tal celo en la conversión de las almas y en formación de los pueblos y establecimientos de escuelas de primera enseñanza, que mereció justamente ser apellidado Padre de las reducciones, incansable y promovedor singular de las escuelas.
El 23 de septiembre de 1590 en el pueblo de Lilio[32], donde yacen sus restos venerados, partió a la morada eterna, dejando edificados a cuantos le conocieron y mereciendo que el obispo fray Domingo de Salazar, al noticiarle su muerte, prorrumpiera en este magnífico y brillante elogio: “Eclesiam Dei illius norte magnam incurrisse iacturam, quia cecidit columna christianitis” (La Iglesia de Dios ha sufrido una gran pérdida en el norte, porque ha caído el pilar del cristianismo).
4.- PROMOTOR DE LA INCULTURACIÓN LINGÜÍSTICA
Inculturación es el término que los teólogos católicos han utilizado para referirse a un proceso de compromiso entre el Evangelio cristiano y una cultura particular. El término pretende, conceptualmente, salvaguardar la integridad del Evangelio y fomentar la sensibilidad hacia diversos contextos culturales.
Los franciscanos que evangelizaron Extremo Oriente (misión ad gentes) tenían una conciencia clara de haber sido enviados por Dios a comunicar la gran noticia del Evangelio desde la experiencia de San Francisco de Asís. De esta premisa fundamental se derivaban dos consecuencias importantes: primera, los destinatarios preferentes del Evangelio y, segunda, los medios o método de evangelización[33].
Evidentemente, en toda labor educativa, las herramientas a utilizar vienen determinadas por la circunstancia en que se mueve el sujeto educando. Este principio básico de pedagogía elemental nos lleva a considerar la circunstancia socio-cultural en que se hallaban los habitantes de aquellas islas.
Entre los primeros factores que determinan esa circunstancia, y con el que tropezaron los misioneros-educadores, se encuentra la gran complejidad lingüística. Este hecho, así como la normativa establecida por el Concilio de Trento respecto a la lengua en que había de realizarse la predicación, y la Ley de 5/VIII/1580, promulgada por Felipe II, exigió el aprendizaje de las lenguas filipinas por parte de los misioneros, así como su distribución en función de la orden a que pertenecieran y de las comunidades a atender.
Los religiosos se ocuparon de la ardua tarea de escribir gramáticas, vocabularios, rituales y catecismos en diversas lenguas filipinas que facilitaran su aprendizaje y uso por los demás religiosos; sin olvidar escribir otros textos para los nuevos cristianos[34]. Integrándose así en aquella sociedad con las que había entrado en contacto. Entre los religiosos dedicados a la tarea de escribir catecismos en lengua española y tagala, se encuentra Fray Juan de Plasencia, autor de la Doctrina cristiana, en lengua española y tagala, corregida por los religiosos de las órdenes[35]. Fue aprobada por la Junta de eclesiásticos celebrada en Manila en 1581 bajo la presidencia del obispo Domingo de Salazar, dominico[36], para estudiar los problemas más acuciantes de la colonia.
Las lenguas que se hablaban en Extremo Oriente se sintetizan en cuatro grupos: lenguas indochinas y chinas, japonés y lenguas austronésicas. Este último grupo engloba al malayo, indonesio, tagálog y lenguas de las islas Marianas y Carolinas, donde llegaron los españoles. En Filipinas las lenguas eran demasiadas, impuestas a través de la historia por la multitud de islas, de montañas, de tribus rivales. En la isla de Luzón había seis lenguas principales: el tagálog, ibanag, bicol, ilocano, pampango y pangasinan, por el orden de número de habitantes que tuvieron en un principio. En las islas del centro del archipiélago había una lengua llamada visaya que entendían todos los grupos[37].
La aportación de Juan de Plasencia al campo de la lingüística y catequética la resume el cronista franciscano fray Francisco de San Antonio, en un párrafo de interés: “dio en perfecta traducción al tagalo idioma el texto y explicación de la Doctrina christiana que se llama Tanongan, de preguntas y respuestas concisas, que es nuestro Catecismo de España, con el Arte y Vocabulario de la misma lengua, y otro Tratado de especiales frases tagalas”[38]. Se iniciaba la Doctrina Cristiana con un silabario en tagalo; contiene las oraciones básicas del cristianismo: Padrenuestro, Avemaría, Credo, Salve Regina. Continúa con los catorce artículos de fe, los Mandamientos de la ley de Dios, los cinco mandamientos de la Iglesia. También explica los siete sacramentos, aborda los pecados mortales, las catorce obras de misericordia que cualquier cristiano debe cumplir. Sigue adelante con la oración Confiteor conocida en la actualidad como “Yo confieso”. Finalmente vienen una serie de treinta y siete preguntas con las que el fraile podía examinar los conocimientos de la fe adquiridos por sus indios con base en sus prédicas[39]. El Catecismo debió ser traído de México por los frailes que allí se unieron a la primera misión a Filipinas, con amplia experiencia en aquellas misiones, cuya metodología trasplantaron a Filipinas[40].
En un memorial dirigido a Felipe II, fechado en Manila el 18 de junio de 1585, al año de haber sido elegido superior de la Custodia de San Gregorio en Filipinas, fray Juan de Plasencia escribía al monarca: “En la lengua más general que ay en estas Islas tengo escrito algunas cosas, como es el Arte de la lengua y Declaración de la doctrina cristiana, y agora voy haciendo el vocabulario. Son cosas muy necesarias para todos los ministros, si se ynprimiesen. Será particular merced que V. M. nos haría, hacernos merced mandallas imprimir en México, a costa de su Real Hacienda, y para esto, ynviar su Çédula, que sería de grandísima vtilidad para estas almas”[41].
5.- CULTOS Y DIOSES QUE ADORABAN LOS TAGALOS
Es fray Antonio de la Llave, cronista de la Provincia franciscana de San Gregorio quien publica en 1624 la “Relación de culto que los indios tagalos tenían y dioses que adoraban y de sus entierros y supersticiones”, atribuyendo, algunos autores, su redacción a fray Juan de Plasencia, cuando realmente lo autoría correspondía a fray Antonio, que así lo confirma el franciscano José Long D. Gutay, en el texto de su trabajo “Vida y obra de fray Juan de Plasencia”[42], quien supone que la obra es de La Llave y no del Padre Plasencia, que así reseña el franciscano Lorenzo Pérez en “Orígenes de las Misiones franciscanas en el Extremo Oriente”. Años más tarde, en 1676, fray Francisco de Santa Inés (ofm)[43], cronista de la Provincia de San Gregorio Magno, toma los textos que el Padre La Llave había escrito.
Fray Francisco de Santa Inés relata: “Creyeron en un dios supremo denominado Bathala[44] en tagalo. También adoraban al sol que universalmente casi todos le respetaban y honraban por su hermosura. También daban culto a la luna, especialmente cuando era nueva. Algunos adoraban también las estrellas, aunque no las conocían por sus nombres, sino el Lucero del alba que ellos llamaban Tala; y también conocían las Siete cabrillas[45], y por ellas la mudanza de los tiempos que llamaban Mapolon y Balatic, que es el carro.
Tenían otros ídolos que llamaban Licha, que era imágenes de diferentes figuras. A veces idolatraban cualquier cosilla, en las cuales adoraban, como los romanos, a hombres difuntos particulares, por haber sido valientes en las guerras y de particular ingenio, a los cuales se encomendaban les valiesen en sus trabajos (manes). Tenían otro ídolo que llamaban Dian masalanta, abogado de los enamorados. Otros llamados Lacapati, Idianale, abogados de las sementeras y labranza. También reverenciaban los lagartos del agua que llamaban buaya o caimanes, porque no les hiciesen mal.
El invierno y verano lo diferenciaban con decir: tiempo de sol, o tiempo de aguas, que les servía de invierno, por no hacer en estas partes frío, ni nevar, ni helar, aunque, después que son cristianos, parece que se han mudado los tiempos, como refrescar algo por Navidad. El modo de sacrificar era haciendo un convite, ofreciendo primero al demonio de lo que habían de comer esto era delante del ídolo, al cual le sahumaban con perfumes odoríficos, como era almizcle, menjuí, algalia y estoraque, y otros palos de olor y con cánticos poéticos que cantaban el ministro de esto que era sacerdote o sacerdotisa, que llamaban Catolonan; al cual respondían los circunstantes pidiendo al ídolo que les favoreciese en aquellas cosas que tenían necesidad; y de ordinario, brindándose a menudo, se venían todos a embriagar. Lo que sacrificaban eran cabras, gallinas, puercos, los cuales eran desollados, les cortaban las cabezas poniéndolas delante del ídolo”[46]. Describe Santa Inés los hechiceros, ministros del diablo, hasta doce: Catolonam, Mangaganay, Manysalat, Mancocolam, Hocloban, Silagan[47], Magtatangel, Osuang, Mangagayoma, Sonat, Pangatahoja, Bayoguin[48].
Existe, anterior a las crónicas de los franciscanos La Llave y Santa Inés, la obra “Historia de las Islas del Archipiélago, y reinos de la gran China, Tartaria, Cuchinchina, Malaca, Sian, Camboya y Japón. Y de lo sucedido en ellos a los Religiosos Descalzos de la Orden del Seráfico San Francisco, de la Provincia de San Gregorio de las Filipinas”, del franciscano Marcelo de Rivadeneira, editado en la Imprenta de Gabriel y Graells y Giraldo Dotil, año 1601, pues en el Tomo I, Capítulo IX “De los modos de idolatría que los indios de las Filipinas tenían”, describe:
“Con gran dificultad se han desterrado las supersticiones y hechicerías, y algunos géneros de idolatría que esta gente tenía. Porque el demonio enemigo de la salvación de las almas, viendo que los religiosos a costa de sus vidas y salud, los va enseñando en la fe, y conservando la cristiandad, y solicitando la conversión de los gentiles, procura sembrar cizaña, tomado por medio algunas personas, que infligidas del, o por interés, o por tener poco conocimiento de Dios Nuestro Señor, o por ser fáciles de engañar, resucitará muchas de las hechicerías y supersticiones que en tiempo de su gentilidad hacían. Y aunque los gentiles decían que hay un Dios, que hizo todas las cosas, a quien llaman Batala, ponen otros dioses menores a quien adoran, y ofrecen sacrificios, unos para que los favorezcan en las sementeras, otros para que no les hagan mal. Y están persuadidos que las almas de sus padres y parientes que llaman Anytos[49]… Entre estos Anytos dicen que hay algunos malos. Y que cuando uno nace, juntamente con él nace un Anyto bueno, y otro malo, entendiendo que estos Anytos malos son las almas de los esclavos, y gente pobre y miserable…Y como los indios desean mucho conservan la vida, aprovechándose para este fin, de hacer ofertas a sus Anytos, por medio de las mujeres que los hacen, que son también oficialas de hechicerías, agüeros y supersticiones”[50].
6.- PADRE DEL BARANGAY FILIPINO Y DE LAS REDUCCIONES
Los filipinos vivían en unidades familiares llamadas barangay, dispersos por los montes en las márgenes de los ríos, lo que hacía especialmente difícil la evangelización y castellanización de la población indígena, que eran los dos objetivos principales de la conquista[51].
Este problema se había hecho patente ya anteriormente en América y se había resuelto mediante el procedimiento de la reducción, consistente en concentrar a los habitantes de una zona en un área determinada, alrededor de una iglesia, con su plaza correspondiente y sus autoridades locales, siguiendo el modelo de las poblaciones de Castilla, hasta llegar gradualmente a formar un pueblo. Y sobre todo, escuelas, junto a la casa del misionero.
En Filipinas, el primer misionero que introdujo e impulsó de forma más intensa el sistema de la evangelización por medio de la reducción fue el padre Juan de Plasencia, conocido entre los historiadores de las Islas por el nombre padre de las reducciones[52]. En una carta al rey Felipe II, firmada en Manila el 18 de junio de 1585, escribía fray Juan al monarca español: “Para que la doctrina en estas Islas se hiciese con menos trabajo y que con menos ministros se podía hacer, mande Vuestra Majestad al gobernador haga hacer buenas poblaciones, porque están los indios muy esparcidos, y los encomenderos no quieren juntallos a un pueblo de veinte y treinta casas porque no miran sino [a que] no se les vaya un tributo. Y, así, tienen los ministros grandísimo trabajo, y los indios que un solo ministro podía doctrinar, si estuviesen juntos, no pueden agora cuatro.
Que se hagan poblaciones de a mil e seiscientas casas, que la tierra es muy dispuesta para ello, que tierras hay muchas baldías para sembrar; no tienen heredades que dejar donde los quitaren, y, cuando muy lejos los muden, será una legua a dos. Es lástima que ellos tenían pueblos formados, y no sembraban sino muchos juntos por causa de sus guerras, y agora, como viven seguros, cada uno se va por los montes a vivir. Y, así, ni se les puede enseñar cristiandad ni pulicía. Y aunque los ministros lo pedimos a los que gobiernan, como los encomenderos no quieren, no se hace. Y así, si vuestra Majestad no manda se reduzcan a poblaciones de cierta cantidad de casas por lo menos, no bastarán cuantos ministros hay en España para la poca gente que aquí hay. Los indios que administramos cincuenta frailes, yo los administraría con diez, si me los juntan”[53].
Cuando la reducción contaba ya con un número determinado de familias -no inferior a 500, lo que equivalía a unos 2.000 habitantes- y se estimaba que éstos habían asimilado suficientemente “nuestra manera de vivir (la de los españoles), y ansí en su gobernación como la policía y cosas de la república”, en expresión de un documento del siglo XVI, la autoridad competente publicaba el decreto de creación del nuevo pueblo. En 1587, el Gobernador Santiago de Vera dio al alcalde mayor de Camarines una serie de instrucciones sobre cómo debía proceder respecto a la ciudad de Nueva Cáceres: “E agora el padre fray Juan de Plasencia, Custodio de la Orden del señor San Francisco[54], me hizo relación diciendo que en esta dicha provincia de Camarines muchos de los naturales de ella están muy apartados y esparcidos, de manera que no se les pondrán administrar los sacramentos por no estar juntos y congregados cada pueblo por sí y que no tenían iglesias ni ornamentos en ninguno de los pueblos que su Majestad y encomenderos de esta dicha jurisdicción tienen, me pidió en el caso proveyese”.
Normalmente era el misionero quien elegía el lugar del asentamiento de la nueva población. Debía ser un lugar fácilmente accesible por agua o por tierra, con suficiente terreno para la agricultura[55], edificación de casas y leña para el hogar. Los habitantes debían renunciar a la vida nómada y aprender a cultivar nuevos productos, criar animales y comenzar pequeñas industrias. Para el progreso de la reducción era imprescindible la construcción o mejora de las vías de comunicación: construcción de caminos y puentes, presas para el riego, etc[56].
Traslado el testimonio que un compañero de fray Juan de Plasencia escribió sobre la puesta en práctica de las reducciones: “La gente descarriada que vive por mil páramos y montes entre peñas, huertas y sementeras, y, andándolo todo con mucho trabajo, les amonesta con amor y hace con rigor se junten a vivir en uno, como gente de razón, y vayan a hacer sus casas en los sitios y pueblos que ya les tiene señalado y medido por sus cuadras y calles, porque desparramados y desbaratados ni ellos dejaban sus vicios y ritos ni pueden ser administrados; y ansí, en esto, más que en otras cosas, se muestra el religioso solícito y riguroso, donde muchas veces le suele acaecer ayudar él mismo a pasar el hato de sus naturales desde sus desiertos al nuevo pueblo, y a veces se lleva el fraile a cuestas un hijuelo o dos por prenda a la población. Después que los tiene juntos y su pueblo acabado y concertado, les hace hacer la iglesia y aún va, si menester es, con ellos al monte a cortar la madera necesaria y darles la traza y medida conforme al tamaño de ello.
Anda así mismo el religioso de pueblo en pueblo y de sementera en otra sementera, por riscos, montes y muchas veces por esteros, lagunas y por la mar en barquillos, a mucho riesgo de vida… al cabo de la jornada, ha servido el religioso de cura, sacristán, médico, cirujano, arquitecto, marinero y otros muchos oficios, y de esta manera conquista y allana y apacigua más tierra un pobre religioso con un hábito roto y un bordón en la mano que muchos soldados con arcabuces al hombro”[57].
Los franciscanos de la Provincia de San Gregorio fundaron, siguiendo esta metodología, varios cientos de pueblos en Filipinas, especialmente en la isla de Luzón, que son actualmente poblaciones prósperas desde el punto de vista social, político y económico y cuentan con una población igual o mayor, en algunos casos, a la de ciudades de Europa de gran antigüedad[58].
7.- PROMOTOR DE ESCUELAS
El Padre Juan de Plasencia, en carta escrita a Felipe II, fechada en 1586, informa al Rey que él y sus hermanos de hábito enseñaban a los indios a cantar y leer: por este orden. Era una forma muy sabia y pedagógica de mantener el interés de los niños y hacerles llevadero el aprendizaje de cosas que les resultaban novedosas y mantenerlos en un mismo lugar durante un tiempo más largo del habitual[59].
Fray Antolín Abad (ofm) en su trabajo “Aportación franciscano española a la lingüística extremo oriental”, afirma que fray Juan de Plasencia fomentó la creación de escuelas en todos los pueblos, con el fin de que se capacitaran los filipinos para gobernarse a sí mismos y entraran por las vías de la civilización.
En la historia de la acción educativo-social de España en Filipinas, en los primeros años de la conquista, se observa que, tanto desde el poder religioso como desde el civil, el principio que rige la creación de instituciones propias, es el de su urgente necesidad, determinada por los acontecimientos protagonizados por el poder religioso y el poder civil.
Por lo que respecta al poder religioso, evidentemente las primeras herramientas (o instituciones) a crear respondían al objetivo de cristianizar a la población indígena, por lo que la primera institución será la catequesis; pero no podemos olvidar que también estaban obligados a atender las necesidades (espirituales, mentales y sanitarias) de los otros españoles (y en ocasiones de sus familias) que, acompañando a los religiosos, habían llegado a las Islas y permanecían en ellas.
Ello explica que encontremos iglesias, necesarias para el culto y el adoctrinamiento religioso, así como escuelas o clases públicas, necesarias para la inmersión cultural de los hijos de los indígenas (nuevos cristianos) y de los conquistadores y sus familias, hospitales, necesarios para el cuidado de la salud de seres humanos expuestos a los avatares de la lucha, y orfanatos, entre las primeras herramientas, instituciones, a crear o disponer.
Uno de los primeros ejemplos que encontramos en este campo lo dio el franciscano Juan de Plasencia en Manila, cuya labor se canalizó asimismo por la vía de la creación de instituciones educativas, escuelas, para la infancia, en las que los contenidos curriculares superaban el aprendizaje de la lectoescritura y la doctrina cristiana, con el aprendizaje del “arte político” (o, como señala Platón en el mito de Prometeo, el arte del respeto mutuo o de la justicia)[60].
Evergisto Bazaco Sánchez, en su Historia de la educación en Filipinas, período español 1565-1898, reconoció los esfuerzos realizados por fray Juan de Plasencia escribiendo unas líneas sobre él: “Entre las proposiciones del P. Plasencia para la aprobación eclesiástica y gubernamental estaba la siguiente: Formar escuelas de primeras letras, en donde se enseña a los filipinos no solo la doctrina cristiana, a leer y escribir, sino también algunas artes y oficios, con el fin de que fueron después, no solo buenos cristianos, sino también útiles ciudadanos. Así fue aprobado en la conferencia presidida por el primer obispo de la Filipinas”[61].
La pedagogía empleada por fray Juan de Plasencia se adelantó muchos años a su tiempo. Se dice que introdujo el método Lancaster[62], dos siglos y medio antes de que el propio Joseph Lancaster lo aplicara en América. Enseñaba las letras y la escritura escribiendo en las arenas de las playas y también en las cortezas de los árboles[63], que el académico, historiador y bibliófilo Vicente Barrantes[64] ha descrito de manera un tanto poética: “Figuraos a la sombra de un tapanco de caña de nipa, sentados en el suelo como los árabes, cuya melancolía y actitudes han heredado, muchos niños de color verdoso, inteligente y vivaz, según su edad es más corta, pues a medida que crecen va el clima devorador borrándoles aquellos hermosos rasgos. Tienen a la mano sendos cajones llenos de blanca y finísima arena, donde un dedo más experto que el suyo ha trazado letras y palabras. Tienen otras hojas extensas de plátano… donde con una astilla de bambú graban los niños las mismas palabras que oyen pronunciar a sus compañeros de lectura. Entre ambas filas se pasean con gravedad otros niños que ya saben aquella lección y, acercándose, ora a un compañero, ora a otro, les corrigen o les reprenden. En el fondo del cuadro, un fraile… apoya los codos sobre una mesa, do van poniendo delante los infantiles directores aquellas hojas de plátano, por el rústico estilete agujereadas. En el mismo idioma tan sonoro y cariñoso, como es sabido, les hace el Padre en voz baja sus observaciones”[65].
Fray Juan de Plasencia fue un hombre inquieto por las gentes que habitaban las Filipinas, se preocupó de que se levantasen escuelas infantiles y que la infancia asistiese a ellas.
8.- RELACIÓN DE LAS COSTUMBRES DE LOS INDIOS TAGALOS
En 1583 se dieron a conocer algunos casos de sublevación de los indígenas contra los encomenderos. Al parecer la causa fueron los abusos y malos tratos que recibían los trabajadores indígenas por parte de estos encomenderos[66]. Algunos de éstos se imaginaron que los indios a los que el Rey le había dado en encomienda debían servirles como esclavos en todo lo que quisieran, y les hacían trabajar para engrosas sus caudales, aunque fuera a costa de sus vidas y de sus haciendas, siendo tanto los abusos que se hacía necesaria una pronta reforma. Pero las reformas no venían.
Los encomenderos eran señores absolutos y en sus encomiendas los indios no tenían medios de hacer llegar sus quejas a Manila, en donde por otro lado, si llegaban, no se les hacía el menor caso, contando unos con la paciencia, otros con la ignorancia de los indios, los cuales, mientras en las esferas gubernativas se cría que una reforma era necesaria, juzgaron indispensable sublevarse para salir de aquella situación.
Un año después, en 1584, llegó a Manila la Audiencia de nueva creación con su presidente el oidor don Santiago de Vera. El estado de cosas en que halló el país, las injusticias que se cometían por todas partes, lo medios violentos a que los oprimidos se vieron obligados a recurrir para defenderse, le impresionaron profundamente, sobre todo cuando en 1585 los pampangos y los tagalos unidos se declararon en rebelión.
El prudente magistrado comprendió que lo primero que tenía que hacer para gobernar con justicia era conocer los usos y costumbres de los habitantes del país que tenía misión de dirigir, y fue entonces cuando, conociendo las notables cualidades del virtuoso fray Juan de Plasencia, le escribió una comunicación rogándole le informara de la organización social y política de los tagalos. El gobernador Vera quedó satisfecho con la información dada por el Padre Plasencia, ordenando que se copiara y repartiera entre los jueces, gobernadores, encomenderos y encargados de la administración de las islas[67].
La Relación es la obra más importante de Plasencia, también fue frecuentemente citada e incluso a veces copiada, posteriormente, en su totalidad por varios autores, entre ellos, fray Juan de San Antonio, fray Pablo Rojo[68], fray Antonio de la Llave[69], fray Lorenzo Pérez, Wenceslao Retana y Gamboa, Pardo Tavera, junto con otros historiadores y escritores contemporáneos.
Esta Relación, en cuanto a la historia de la Filipinas, en lo que respecta a la cuestión, es bastante excepcional, por no hablar de sus efectos en el sistema jurídico primitivo del país. No sólo preservó para la posteridad las costumbres, tradiciones y creencias de los nativos que antes no estaban escritas, sino que también dio a la Filipinas su primer Código Civil, utilizado por los alcaldes-mayores en su administración de justicia.
La Relación trata del gobierno de los tagalos[70]. La Instrucción recoge normas sobre el mando y el gobierno de los barangais[71]. Las penas y castigos que se imponían: a la parte condenada de los pleitos, por diversas clases de homicidios, por daños materiales provocados por incendios, por hurtos de diferentes clases, por muertes provocadas con hechizos, por injurias y afrentas de palabra. Los casamientos, dotes y herencias. El reparto o distribución de los esclavos. Los juramentos de los principales en sus pleitos[72].
Este Código Civil, o tratado de usos sociales, de alguna manera, dio a los indígenas la oportunidad y herramienta indispensable para protegerse y defenderse en causas judiciales, y a los administradores de justicia, para conducir consecuentemente sus deberes y obligaciones. Fray Juan de Plasencia dice haber juntado indios de diferentes partes, hombres viejos y los de más capacidad que él conocía, sacando la verdad en limpio (dejadas muchas impertinencias) acerca de su gobierno y justicia.
Para una mejor comprensión del gobierno y justicia, trato de analizar sus apartados que tomo de la obra escrita por Trinidad Hermenegildo Pardo de Tavera, tomada del original de fray Juan de Plasencia. Junto con la Crónica de la Provincia de San Gregorio Magno de Religiosos descalzos de Nuestro Padre San Francisco en las Islas Filipinas, China, Japón, etc., escrita por el padre fray Francisco de Santa Inés (ofm), Lector de Sagrada Teología y Cronista de la misma Provincia en 1676. El religioso Santa Inés luego maestro provincial de los franciscanos en Filipinas, escribe el 10 de diciembre de 1688, una carta sobre fin de pleitos y disensiones en Filipinas[73].
8.1 Datos, barangay y tres estados
Esta gente tuvo siempre principales a quien llamaba Datos[74], que los gobernaban y eran capitanes en sus guerras, a los cuales obedecían y reverenciaban; y el súbdito que contra ellos cometía algún delito, o decía alguna palabra a su mujer o hijo, era gravemente castigado. Eran estos principales de poca gente, hasta de cien casas, y aún de treinta abajo; y esto llaman en tagalo un barangay (aldeas independientes).
En su origen, era una familia de padres e hijos, siervos y parientes. Fuera de los principales, que eran como caballeros, había tres estados: hidalgos, pecheros y esclavos. Los hidalgos son los libres que llaman maharlica[75]. Estos no pagaban pecho ni tributo al Dato y estaban obligados a ir con él a la guerra, a su costa; sólo un convite les hacía primero el principal, y después partían despojos.
También cuando el Dato iba fuera, iban bogando los que él llamaba; y si hacía casa, le ayudaban, y le había dar de comer, lo mismo cuando todo el barangay iba un día a rozarle una sementera. Las tierras donde poblaron las repartieron entre todo el barangay y así conocía cada uno las suyas, en particular lo que es de regadío; y ninguno otro barangay labraba en ellas, si no se las compraba, o heredándolas. En los tingues[76] o serranías no las tienen partidas sino sólo por barangayes; y así, como sea de aquel barangay, aunque haya venido de otro pueblo cualquiera, como haya cogido el arroz, quien comienza a rozar una tierra, la siembra y no se la pueden quitar.
Otros pueblos hay, como Pila de la Laguna[77], en que pagaban estos maharlicas al dato cada uno cien gantas de arroz. Más esto era porque cuando vinieron allí a poblar, tenía ya las tierras otro principal, ocupadas, y comprándolas el que de nuevo vino con su oro, y así, los de su barangay le pagaban este terrazgo y repartía a quienes quería. Ahora, después que hay españoles no se lo dan. Tenían también los principales en algunos pueblos acotadas pesquerías[78] y pasos de ríos para mercados, en las cuales, si no eran de su barangay o pueblo, nadie pescaba ni contrataba en el mercado, si no lo pagaba.
8.2 Esclavos
Los esclavos son los que llaman aliping saguiguilir[79]. Son los que sirven a su amo en su casa y sementera, y a éstos podían venderlos. El amo les da algo de la sementera que hacen, lo que quiere, porque trabajen bien, y si granjeaba algo por su industria; y así, a estos criados, nacidos en casa, nunca, por maravilla, los vendían, sino a los habidos en guerra o criados en sementera.
Los que tenían deuda traspasaban la deuda en otro, ganando siempre, y se quedaban los miserables esclavos (por la deuda) no lo siendo. Si de estos esclavos saguiguilir, alguno en las guerras, o siendo platero, o de otras manera, venía a tener oro, fuera de lo que le había de dar el amo, se rescataba y hacía esclavo namamahay, que son los que llamamos pecheros. No costaba tan poco que no valía de cinco taeles[80] de oro arriba; y si daba diez o más, según se concertaban, quedaba libre del todo. Y para esto hacían una ceremonia graciosa que, después de haber repartido las alhajas que el esclavo tenía, si estaba en casa de por sí, hasta las ollas y cántaros partían; y si una había de más, la quebraban; y si era manta, la partían por medio.
Si los maharlicas tienen hijos con sus esclavas, los hijos y su madre quedan libres, y si empreñan esclava de otro, estando preñada había de dar al amo medio tael de oro por el peligro que había de su muerte y por lo que dejaba de trabajar con la preñez. Si alguna mujer libre tenía hijos de algún esclavo, como no fuera su marido, eran todos libres.
Si se casaban dos, un maharlica y otro esclavo, ora fuese namamahay, ora saguiguilir, partían los hijos: el primero, ora fuese varón, ora mujer, era del padre, y también el tercero y quinto; y el segundo, cuarto y sexto era de la madre, y así los demás. De manera que si el padre era libre, todos los que cabían eran libres, y si era esclavo, todos los que le cabían eran esclavos, y lo mismo de la madre. De estas dos maneras de esclavos, a los saguiguilir podían vender, más a los namamahay ni a sus hijos, ni enajenarlos, aunque sí del barangay por herencia como quedase en el mismo pueblo[81].
Los maharlicas no podían pasar de un pueblo a otro, ni de un barangay a otro después de casados sin pagar cierta pena de oro que entre ellos estaba puesta; era más o menos, según los pueblos que corría de un tael hasta tres y un convite a todo el barangay, si no, era ocasión de poder hacer guerra del barangay de donde salía a aquel adonde se pasaba. Esto era así en hombres como en mujeres, salvo que se casaba uno con mujer de otro pueblo, los hijos se repartían después igualmente en los dos barangayes. Y esto les hacía estar obedientes al Dato, lo cual ahora no están, que si el Dato es brioso y sabe mandar lo que a él le mandan los españoles o los padres religiosos, luego lo dejan y se van a otros pueblos y a otros Datos que los sufren, los zapateen y que no les manden que éstos son los que ellos tienen ahora por buenos y no el que tiene brío para mandar[82]. Esto tiene necesidad de remedio, que por eso andan los principales abatidos.
8.3 Penas de muerte
Tenían leyes por las cuales condenaban a muerte, como al hombre bajo que deshonraba a la hija de principal o a su mujer, y asimismo a los hechiceros y a otros de esta suerte; a ninguno condenaban por esclavo sino a los que merecían pena de muerte, como a los hechiceros que los mataban y a sus hijos y coadjutores en el oficio hacían esclavos del principal, dando él algo a la parte agraviada. Todos los demás delitos sentenciaban en oro de esta manera: que la mitad de la sementera y todo lo que granjease fuese del amo y el amo le diera de comer y vestir y así se servían de ellos y de su hijos. Como no acaudalaban para pagar la condenación, quedaban esclavos y los hijos, y si acaso el padre pagaba su deuda, alegaba el amo que a sus hijos había dado de comer que se lo pagase y así se les quedaba en casa sino había con qué pagar, y esto era lo ordinario y se quedaban esclavos.
Si el condenado tenía algún deudo o amigo que pagase por él ni más ni menos en la mitad del servicio le servía hasta que le pagaba, más no en casa como aliping saguiguilir, sino viviendo de por sí como aliping namamahay, y si no le servía de esta suerte que hacía crédito de él había de volver el doble de lo que le prestó. De esta manera se servía al amo a quien se aplicó la condenación o aliping namamahay si servía a quien le prestó con que pagar.
8.4 Herencias. Hijos legítimos, ilegítimos y adoptivos
De las herencias, los hermanos legítimos de padre y madre heredaban igualmente, salvo si el padre o madre mejoraban en algo poco, como dos taeles o tres de oro, o una joya también. Cuando los padres daban el dote a algún hijo, y por casarlo con alguna persona principal excedía en el dote más de lo que se daba a los demás hijos, aquella demasía no se contaba en el montón de la partición; más cualquiera otra cosa que hubiesen dadoa algún hijo, aunque fuese por alguna necesidad, como no declarasen los padres le daban aquello que fuera de la herencia, se le contaba el tiempo de partir la hacienda con los otros hijos.
Si uno tenía hijos de dos mujeres legítimas, cada uno llevaba la herencia y dote de su madre con el multiplicado que le había y lo que era del padre se repartí entre todos. Si juntamente con hijos legítimos había algún hijo de esclava suya no entraba en la herencia, más le habían de dar su madre libre y a sus hijos alguna cosa, si era principal un tael, o un esclavo y si daba algo más era lo que ellos querían.
Si con los hijos legítimos había también algún hijo de soltera libre a quien daban dote mas no le tenían por verdadera mujer, estos todos eran como hijos naturales, aunque el hijo de soltera hubiese sido casado. Estos todos no heredaban igualmente con los hijos legítimos, sino la tercera parte; que si eran dos, llevaba dos partes el legítimo y una el de inaasaua[83].
Cuando no hay hijos de mujer legítima, sino hijos de soltera o inaasua, estos heredaban todo. Si no hay hijo legítimo ni natural de inaasua, aunque haya hijo de esclava, no heredaba sino el padre o abuelos o hermanos o parientes más cercanos del difunto. Si tienen hijo de mujer libre y casada, y que le hubo siendo ella casada, si el marido pena al adultero, es como dote, y el hijo entra en la herencia con los otros, aunque sean legítimos; iguala la parte del padre no más; y si no hay otros hijos, sino aquél, heredan los hijos o parientes más cercanos y aquel hijo igualmente con ellos. Más si el adúltero no fue penado del marido de aquella de quien tuvo el hijo, no es tenido por hijo, ni hereda cosa alguna. Y adviértase como con la pena que se da al agraviado, ni él queda deshonrado, ni se aparta de la mujer, y el hijo queda legitimado del padre; y así conviene se penen.
8.5 Dotes, conciertos y descasamientos
Las dotes[84] dan los hombres a los padres de las mujeres. Si son vivos los padres, ellos lo gozan; y muertos los padres, aunque aquella dote no se hay deshecho, se reparte igualmente entre los hijos como la demás hacienda, si no es que quieran los padres mejorar a la hija en algo. Si la mujer, cuando se casa, no tiene padre, ni madre, ni abuelos, ella goza su dote, que no es de otro pariente alguno, ni hijo. Adviértase que las mujeres, cuando son solteras, ninguna cosa tienen, ni sementeras, ni dote, que todo es de los padres, cuanto trabajan.
Si se descasaban antes de tener hijos, si la mujer era la que dejaba al marido por casarse con otro, toda la dote y otro tanto volvía al marido, más si la dejaba no para casarse con otro volvía la dote solamente. Si el varón era el que se apartaba, fuese para casarse con otra o no, perdía la mitad de la dote y volvía la otra mitad. Si tenía ya hijos cuando se apartaban todo el dote la pena era para los hijos y se lo guardaban los abuelos, si los tenían, u otro deudo de crédito.
En dotes de casamiento que hacían los padres de casar a sus hijos y los dan luego la mitad, aunque son niños, en esto hay más enredo, porque tienen pena puesta cuando se conciertan que pague tanto el que se saliese fuera, y esto es según el uso de cada pueblo y el estado de cada uno y esta pena llegaba lo más, si muertos los padres, el hijo o hija no quería casarse con quien sus padres lo concertaron, volvía el dote que los padres habían recibido y no más. Pero si los padres eran vivos pagaban la pena, porque se presumía que ellos les hacían apartar.
Finalizaba la Relación fray Juan de Plasencia en Nacarlang el 21 de octubre de 1589, afirmando que: “esto es lo que he podido sacar en limpio de lo que entre estos naturales se guardaba en toda esta Lagunas y tingues, y en toda la lengua tagala; y dicen los viejos, que el Dato que otra cosa que hacía, no le tenían por bueno; y contando tiranías que hacían, algunos las afean, y tienen por malas. Otros darán otra relación por ventura más larga; más la suma de toda la verdad (dejadas cosas impertinentes de cómo gobernaban y juzgaban) es esta; y la envío tan sucintamente, por no haberse mandado más. Lo que determinare, conviene darlo a los Alcaldes mayores con una instrucción, porque es lástima los disparates que en sus sentencias hacen”.
9.- CONCLUSIÓN
Fray Juan de Plasencia fue considerado primera autoridad en la lengua tagala. Estudió en profundidad las costumbres y forma de vida de los naturales y sus normas consuetudinarias. Su obra fue más allá de los límites estrictos de su Orden; transcendiendo a toda la Iglesia filipina y a las autoridades civiles.
Las distintas responsabilidades dadas de gobierno por él desempeñadas le obligaron a contactar con las jerarquías civiles y a participar en asambleas diocesanas. La más importante fue el sínodo de Manila (1582-1586), convocado por el primer obispo, el dominico fray Domingo de Salazar, para tratar de asentar sólidos fundamentos en las comunidades cristianas.
La aportación del Padre Plasencia fue notable, pues reconocieron sus coetáneos la eficacia de su obra y un profundo conocimiento de la mentalidad nativa y su sensibilidad en la inculturación. Se preocupó para que se levantaran escuelas para la infancia. Fue el alma de cuanto en su tiempo se hizo para bien de la naciente colonia. Trabajó mucho en la lengua tagala, floreciendo en muchas virtudes, que le hicieron grato a Dios y a los hombres.
Plenamente identificado con aquellas gentes, estudió sus usos y costumbres, su origen social y su política y puso todo su talento a servicio de los mismos, por respeto a ellos y su liberación. Es, diríamos, su dimensión de etnógrafo cristiano que quedó plasmada en dos opúsculos: Relación de las costumbres que los indios solían tener en estas Islas (Costumbre de los tagalos), e Instrucción de las costumbres que antiguamente tenían los naturales de Pampanga.
10.- FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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[1] En su consejo de redacción figuraban las más destacadas personalidades de la cultura extremeña del momento: José María Álvarez Martínez, Eduardo Barajas, Aquilino Camacho, Jesús Delgado Valhondo, José Luis Doncel Pascual, María Dolores Gómez-Tejedor, Arcadio Guerra, Manuel Martínez Mediero, Arsenio Muñoz de la Peña, Mario de Oliveira, Francisco Pedraja, Antonio Pérez Garrido, Fernando Pérez Marqués, Ricardo Puente Broncano, Tomás Rabanal Brito, Luis Rojas Morales, Enrique Segura Covarsí, Carmelo Solís Rodríguez, Manuel Terrón Albarrán, y Antonio Zoido Díaz. Cf. Castellano Barrios, Lucía. “Revista Alminar, la importancia de los pequeños proyectos”. En Sharia, Boletín de la Asociación Amigos de Badajoz, núm.75, 2016, p. 31.
[2] (Villegas, Burgos,1918-Toledo, 2007) Buen franciscano, hombre sencillo y acogedor, de fe profunda y de convicciones firmes, gran comunicador de verbo fácil y fluido, tertuliano asiduo sobre temas de su especialidad: historia, misiones, Extremo Oriente, investigación sobre entidades, casas y personajes de la historia franciscana. Recurso web https://www.franciscanos.org/enciclopedia/penciclopedia_a.htm (Consultado el 21/X/2024).
[3] Los tagalos son un pueblo de raza centro malaya que vive en el archipiélago de Filipinas. Constituyen el principal grupo indígena natural de la isla de Luzón, y se extienden también por la costa oriental de Mindoro y por diversos puntos de Marinduque y Mindanao e incluso se encuentran en las islas Mariana y en Singapur. Cf. Andrés Martín, Melquiades (dir.): Misioneros extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid, 1993, p.271.
[4] (Madrid s. XVI-México, 1606) Oidor en Santo Domingo, Guadalajara y México, gobernador de Filipinas, presidente de Guadalajara.
[5] Provincia de la isla de Luzón, Filipinas.
[6] Cf. Revista Alminar. Institución Pedro de Valencia y Diario Hoy, Badajoz, núm. 12, año II, febrero 1980, pg.8.
[7] No muy extensa son las notas biográficas sobre el franciscano placentino, ofrecidas por el historiador Marcelino Cardalliaguet Quirant en la Gran Enciclopedia Extremeña, Ediciones Extremeñas, Tomo VIII, Mérida 1992, p.140.
[8] Cf. Extremadura, La Historia. Dirigida por Fernando Sánchez Marroyo, Edita Diario Hoy. C.M.E.S.A. Tomo I, Badajoz 1997, p.257.
[9] Entre los mayores productores de especias se encontraron las islas Molucas, archipiélago del Pacífico en la actual Indonesia. Las especias que destacaron en el mercado eran el clavo, la nuez moscada, el jengibre y la canela.
[10] Fue el 27/IV/1521, hecho que narra el italiano Antonio Pigafetta, cronista que iba en la expedición. Ante la muerte del portugués Magallanes, la expedición quedó en manos del vasco Juan Sebastián Elcano, quien terminó por cerrar la primera vuelta al mundo.
[11] Llamadas así por el futuro rey Felipe II. Situadas en el sudeste de Asia, formada por 7.107 islas situadas entre el Mar de la China Meridional y el Océano Pacífico. Las islas Luzón y Mindanao ocupan dos tercios del territorio. En medio de ambas, se extiende el grupo de las Bisayas con siete islas. Con esto podemos imaginar que Filipinas era un mosaico de pueblos con gran fragmentación cultural. Cf. Ramírez Méndez, Jessica y Espinosa Leal, Alba Sofía: “Las provincias franciscanas descalzas en Nueva España y Filipinas”. En Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2020. pp.153-154. https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/713/713_04_05_provincias_franciscanas%20.pdf (Consultado el 25/II/2025).
[12] Cf. Machuca Chávez, Claudia Paulina: Historia mínima de Filipinas, México: El Colegio de México, 2019, p.12. Filipinas está dividido en tres grandes regiones, la isla de Luzón en el norte, siendo la más importante por la capital Manila, una segunda llamada Bisayas que comprende islas como Cebú, Bohol, Negros etc. Y finalmente Mindanao, donde aún existe presencia musulmana y que comprende islas como Zamboanga, Davao, Butuan, Surigao y el archipiélago de Joló.
[13] Zumárraga (Guipúzcoa) 12/VI/1502-Manila (Islas Filipinas), 20/VIII/1572. Colonizador de las Islas Filipinas y fundador de Manila. el virrey de Nueva España, Luis de Velasco, le encomendó llevara una expedición hacia Filipinas. En el viaje conquistó Guam, las islas Carolinas, las islas de Saavedra y las islas Marianas. Aunque anteriormente habían llegado otras dos expediciones: la de García Jofre de Loaysa (1524-1529) y la de Ruy Lope de Villalobos (1542-1545) no habían logrado asentarse.
[14] Cf. Elizalde Pérez-Grueso, María Dolores: “El español en Filipinas”. En Centro Virtual Cervantes. Idiomas de base española, https://cvc.cervantes.es/lengua/iecibe/06_elizalde.htm#np3 (Consultado el 3/III/2025).
[15] Los agustinos, quienes eran los más dispersos, quedaron en el archipiélago de Bisayas y dominaban la región del norte de Luzón incluyendo Ilocos, Pangasinán y Pampanga. Los franciscanos descalzos se establecieron principalmente en las regiones de Camarines y Tayabas. Por su parte los jesuitas atendieron también algunas zonas de Bisayas como Cebú, Leyte, Samar y Bohol. Los dominicos se hicieron cargo de Cagayán, parte de Pangasinán y de los sangleyes próximos a Manila. A los agustinos recoletos, que se anexaron a las Islas hasta el siglo XVII, les tocaron zonas más variadas y marginales. Cf. Ramírez Méndez, Jessica y Espinosa Leal, Alba Sofía: op. cit. p.158.
[16] Cf. Cid Lucas, Fernando: “Presencia extremeña en Extremo Oriente: Las costumbres de los tagalos de Filipinas según el Padre Plasencia”. En Revista Alcántara, núm.81, Cáceres 2014, p.99.
[17] Entidad territorial integrante del imperio español, que se desarrolló durante los siglos XVI al XIX, fue creado después de la conquista y abarcó territorios de Norteamérica (parte de Estados Unidos y México) de Centroamérica, Asia y Oceanía.
[18] Los misioneros trataron de formar hombres nuevos con conciencia personal nueva. Y lo consiguieron en no pequeño grado, después de la dolorosa y trágica ruptura con el pasado, que comportó la conquista y la imposición de la cultura europea.
[19] Cf. Elizalde Pérez-Grueso, María Dolores: “Gobierno colonial y órdenes religiosas en Filipinas en las últimas décadas del siglo XIX”. En Gobernar colonias, administrar almas. Poder colonial y órdenes religiosas en los imperios ibéricos (1808-1930). Colección Casa Velázquez, Madrid 2018, pp.117-118.
[20] Fue un médico, botánico, historiador, político, intelectual y humanista hispano-filipino, activo en Francia y en el mencionado Archipiélago desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del siglo XX. Delegado general de la Sociedad Académica Indo-China de Francia, Alumno Honorario de la Escuela de Lenguas Orientales de Paris, Miembro de las Sociedades Económicas de Amigos del País de Cádiz y Manila, y de la de Ciencias, Letras y Artes de los Alpes Marítimos, Caballero de la Real Orden de Carlos III, Comendador de la de Cristo de Portugal, Oficial de Instrucción Pública de Francia.
[21] Su padre, don Pedro Portocarrero, fue capitán de goleta española, murió en Nápoles, en 1574. Sus hermanos fueron Alfonso, Pedro, Rodrigo, Beatriz, Ana e Inés.
[22] Cf. Lora Serrano, Gloria: “Plasencia, diócesis descubridora y evangelizadora” En Actas del XXXI Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, Plasencia, 2019. Edición dirigida y preparada por la Junta Directiva de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España (AAIE), Oviedo, 2021, p.48. https://scrinia.org/wp-content/uploads/2023/01/memoria-ecclesiae-43.pdf (Consultado el 8/XI/2024)
[23] Fundada en 1559. Los reformados descalzos de esta provincia se hicieron cargo de la misión en Filipinas. Varios de los conventos de ella se integraron dentro de la Provincia de San Gabriel de Extremadura. En el de la Purísima Concepción de El Palancar, en Pedroso de Acím, San Pedro de Alcántara, con autoridad apostólica, la erigió. Cf. Ámez Prieto, Hipólito (ofm): La Provincia de San Gabriel de la Descalcez franciscana extremeña. Ediciones Guadalupe, Madrid 1999, p.14.
[24] En la lista de misioneros con destino a las Islas Filipinas que se despachó desde la Casa de la Contratación de Sevilla, fechada en 1577, se mencionaba el nombre de Fray Joan de Puerto Carrero, predicador en el convento de San Bartolomé de Villanueva de la Serena. Cf. Mota Murillo, Rafael (ofm): “Juan de Plasencia, franciscano, promotor de la educación y etnógrafo (1520?-1590). En Extremadura en la Evangelización del Nuevo Mundo, Actas y Estudios. Guadalupe 1988, p.610.
[25] Provincia de Filipinas, ubicada en la zona sur de Luzón. Está formada por cinco provincias, que otorgan el nombre a la región. Cavite, Laguna, Batangas, Rizal y Quezón forman el acrónimo de Calabarzón
[26] Cf. Moles, Juan Bautista (ofm): Memorial de la Provincia de San Gabriel. Editorial Cisneros. Madrid, 1984, fol.56 vto. Llegaron a México el 7 de septiembre. Durante su estancia en esta ciudad, se hospedaron en el convento franciscano observante de San Francisco, donde permanecieron seis meses.
[27] Cf. González Tristán, Juan Bosco: “La Orden Franciscana en Nueva España y Filipinas (1577-1624)”. En Colegio San Luis. Tesis de Maestría. San Luis Potosí, Méjico, 2021, p.184. https://colsan.repositorioinstitucional.mx/jspui/bitstream/1013/972/1/La%20Orden%20Franciscana%20en%20Nueva%20Espa%C3%B1a.pdf (Consultado 22/X/2024). En 1574 llegó el cacereño Francisco de Sande (1535?-1602) para ser capitán general y gobernador de Filipinas, impulsor de la cristianización de aquellas tierras tan lejanas. Se le atribuye la fundación de Nueva Cáceres, en la región de Camarines. En 1580 fue sustituido por el nuevo gobernador Gonzalo Ronquillo de Peñalosa.
[28] Andrés Martín, Melquiades: op. cit. p.271.
[29] Mota Murillo, Rafael (ofm): op. cit. p.613.
[30] Fray Pedro de Alfaro (c. 1525-1580) llegó a Filipinas en julio junto con un grupo de catorce hermanos que en su mayoría provenían de España. Los recién llegados se establecieron en Manila y poco después se trasladaron a las principales provincias del archipiélago para ayudar a los agustinos en su tarea de evangelización. Cf. Iaccarino, Ubaldo: “Los primeros invasores españoles en China: la misión de Pedro de Alfaro (ofm), de 1579”. En Revista de Estudios Jesuitas, Volumen 9, 2022, p.246.
[31] En 1583, mientras gobernaba interinamente las islas don Diego Ronquillo de Peñalosa, ocurrieron algunas sublevaciones de indios, motivadas por los malos tratamientos de los encomenderos. Cf. Pardo de Távera, Trinidad Hermenegildo: Las costumbres de los tagalos en Filipinas, según el Padre Plasencia. Tipografía de Manuel Ginés Hernández, Madrid 1892, p.2
[32] Municipio de tercera clase, perteneciente a la provincia de La Laguna, en la región de Calabarzón. Aparece referido como Liliw y Lilio.
[33] Cf. Sánchez Fuertes, Cayetano. (ofm): “Los franciscanos y la evangelización de Filipinas (1578-1970). Apuntes para una síntesis”. En Archivo Ibero-Americano, Vol. 80, núm. 290 (2020), p.112. https://revistasfranciscanas.org/index.php/ArchivoIberoAmericano/article/view/155/222 (Consultado 27/X/2024)
[34] Cf. Revuelta Guerrero, Rufina Clara.: “Acción socio-educativa de la Iglesia en Filipinas”. En Revista de Estudios Colombinos, núm. 10. Universidad de Valladolid, 2014, p.50. https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/380391 (Consultado 4/II/2025)
[35] En ediciones modernas el Catecismo lleva por título: Librong pinagpapalamnan manga panalangin at Tocsohan aral nang Dios. Cf. Santa Inés de, Francisco (ofm): Crónica de la Provincia de San Gregorio Magno de religiosos descalzos de Nuestro Padre San Francisco en las Isla de Filipinas, China, Japón, etc., escrita en 1676. Tipo Litografía de Chofré y Cía, Manila, 1892, p.590. Biblioteca Academia Española.
[36] Fray Domingo de Salazar ocupó la sede metropolitana de Manila desde el año 1579 hasta su muerte, año 1595. Cf. Rubio Merino, Pedro: “La fundación de Nueva Cáceres (Filipinas) y el cacereño Francisco de Sande”. En Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo XVII, 2009, p.665. https://www.raex.es/boletines/Boletin_XVII.pdf (Consultado 14/XI/2024)
[37] Cf. Martínez Pérez, Jesús. (ofm): “Aportación extremeña a la lingüística Oriental”. En Extremadura en la Evangelización del Nuevo Mundo, Actas y Estudios. Guadalupe 1988, p.582. Los cronistas dicen que el primero que escribió un Arte del idioma tagálog fue fray Agustín de Alburquerque (osa). Se cree que era de Badajoz, llegó a Filipinas en 1571.
[38] Cf. Sánchez Fuertes, Cayetano. (ofm): “Impresos franciscanos hispanos-filipinos, 1593-1699”. En Philippiniana Sacra (Boletín Eclesiástico de Filipinas), Vol. XLX, núm. 150, 2015, p.312. https://philsacra.ust.edu.ph/admin/downloadarticle?id=4D18E1096B85F0D2AA21621D9023538E (Consultado 2/III/2025. Medina, José Toribio: La imprenta en Manila desde sus orígenes hasta 1810. Santiago de Chile 1896, pp. XXV-XXVI.
[39] Cf. González Tristán, Juan Bosco: op. cit. pp. 230-231.
[40] Cf. Martínez Pérez, Jesús (ofm): op. cit. p.589.
[41] Cf. Archivo General de Indias (AGI). Consejo de Indias. Carta del franciscano Juan de Plasencia sobre varios asuntos. Archivo General de Indias (AGI). Consejo de Indias. Carta del franciscano Juan de Plasencia sobre varios asuntos. Signatura Filipinas, 84, N. 46 18/VI/1585. Código de Referencia ES.41091.AGI/22//FILIPINAS,84,N.46.https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/424850?nm (Consultado el 4 de marzo de 2025). También en Pérez, Lorenzo, (ofm): Origen de las misiones franciscanas en Extremo Oriente. Editorial G. López del Horno, Madrid 1916, p.288.
[42] Cf. https://web.archive.org/web/20070603215228/http://ofmphilarchives.tripod.com/id8.html (Consultado 5/XII/2024)
[43] Nació en torno a 1650 en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) y pasó a Filipinas en 1674. En 1676 fue nombrado Cronista de la provincia, cargo que desempeñó durante sólo dos años y cuyo fruto fue esta extensa Crónica. Ejerció después diversos cargos eclesiásticos hasta 1687, en que fue elegido Ministro Provincial. Gobernó la provincia, con breves pausas hasta agosto de 1713, fecha en que falleció en Lilio.
[44] Badahala, Bathalá/Maykapa, Poderoso hacedor de todas las cosas. Dios supremo, creador y gobernante del universo.
[45] Las Siete Cabrillas es un sinónimo de las Pléyades, el conjunto de estrellas en la constelación de Taurus que también se conoce como las Siete Hermanas.
[46] Cf. Santa Inés, Francisco (ofm): op. cit. pp.598-603.
[47] Su oficio era que, si veía alguna persona vestida de blanco, le sacaba los hígados y se los comía, dándole muerte.
[48] Hechicero hombre afeminado, inclinado a ser mujer
[49] Se refiere a los espíritus ancestrales, espíritus de la naturaleza y deidades en las religiones populares indígenas filipinas.
[50] Cf. Rivadeneira, Marcelo (ofm): op. cit. Libro I, capítulo VIII, pp.36-37.
[51] Los habitantes de Luzón eran de cuerpos medianos, de color del membrillo, bien agestados, así hombres como mujeres; el cabello muy negro, poca barba; de buenos ingenios para cualquier cosa en que se ponen, agudos y de buena determinación… vivían de sus granjerías, labores y pesquerías y contrataciones, navegando de unas islas a otras por mar y de unas provincias a otras por tierra. Cf. Llave de la, fray Antonio (ofm) Crónica de la provincia de San Gregorio de Philipinas, sucesos y guerras sucedidas en ellas, desde que los primeros españoles entraron a conquistarlas, (1624), En Biblioteca y Archivo de la Provincia Franciscana de la Inmaculada, p.20.
[52] Cf. Sánchez Fuertes, Cayetano (ofm): op. cit. pp.129-130.
[53] Cf. Pérez, Lorenzo (ofm): op. cit, pp. 288-289.
[54] Elegido Tercer Custodio en el Capítulo de 1583. Contaba la Provincia de San Gregorio con veinticinco conventos de doctrina.
[55] Los tagalos cultivaban arroz, maíz, mandioca, batata, copra, caña de azúcar o tabaco, entre otros. Su comida ordinaria era arroz y pescado, aunque comían cabras, jabalíes, venados y búsanos, en especial los días que tienen fiesta. Cf. Rivadeneira, Marcelo (ofm): op. cit. Libro I, capítulo VIII, p.34.
[56] Las reducciones y congregaciones de pueblos aparte de facilitar la tarea de los frailes, sirvió también para la recolección de tributos y otras contribuciones; se buscó que los pueblos se establecieran en las tierras bajas, cercanas a ríos o mares que permitieran una mejor comunicación, de no ser posible esto, se buscó congregarlos al pie de las colinas. Cf. González Tristán, Juan Bosco: op. cit. pg. 213.
[57] Cf. Sánchez Fuertes, Cayetano (ofm): op. cit. pp. 131-132.
[58] Desde su llegada hasta el fin del dominio español en 1898, los franciscanos lograron fundar y/o administrar doscientos siete pueblos/parroquias en las siguientes zonas: Manila, Bulacán, Rizal, Laguna, Quezón Provincia, Isabela, Cavite, Batangas, Bataán, La Unión, Ilocos Sur, Camarines Norte, Camarines Sur, Albay, Sorsogon, Entierros Isla , Marinduque, Mindoro, Sámar y Leyte.
[59] Además de aprender doctrina cristiana, leer y escribir, así como también música; cantando canto llano y canto de órgano, y a tañer chirimías, flautas y violines. Cf. Mota Murillo, Rafael (ofm): op. cit. pg. 617.
[60] Cf. Revuelta Guerrero, Rufina Clara: op. cit. p.53.
[61] El dominico fray Domingo de Salazar (Labastida, Álava, 1512- Madrid, 1594). Contribuyó eficazmente a la fundación de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario para predicar el Evangelio en Filipinas y en las demás naciones de Extremo Oriente.
[62] El sistema lancasteriano suponía que los alumnos más avanzados, denominados monitores, transmitirían a los demás los contenidos que les había enseñado el profesor. De esta manera, un solo docente podía garantizar la educación de una gran cantidad de niños. Cf. Long de Gutay, fray José (ofm): “Vida y obra de Fray Juan de Plasencia”. En Archivos O.F.M. Filipinas. https://web.archive.org/web/20070603215228/http://ofmphilarchives.tripod.com/id8.html (Consultado 2/III/2025).
[63] Cf. Abad Pérez, Antolín. (ofm): “Expansión misionera de la Baja Extremadura por América y Filipinas”. En Historia de la Baja Extremadura (Tomo II). Real Academia de Extremadura, Badajoz 1986, p. 286.
[64] Desde 1866 hasta 1871 residió en Filipinas como secretario del Gobierno civil de Manila, cuya actividad le valió más tarde, en 1871, la concesión por el Ministerio de Ultramar de la gran Cruz de Isabel la Católica por los servicios que prestó a la instrucción pública en aquellas islas.
[65] Cf. Barrantes, Vicente.: Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes el 14 de enero de 1872. Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1872, pp, 49- 50. Respondió a su discurso D. Antonio Cánovas del Castillo, Académico de Número.
[66] En ello destacó la labor que el obispo fray Domingo de Salazar hizo en defensa del indígena. Cf. Enríquez García, María Paloma.: “Ministros de Cristo y defensores de la dignidad humana: la Iglesia en las Filipinas de los albores de la modernidad”. En España y la Evangelización de América y Filipinas (siglos XV-XVII). F. Javier Campos (coord.) San Lorenzo del Escorial 2021, p. 671.
[67] Fray Juan de Plasencia es muy rotundo sobre los desmanes que se cometían: “se han hecho y se hacen grandes agravios a los indios, así en el cobrar de los tributos, como en los servicios personales; que se sirven de ellos los encomenderos como de esclavos. Y aunque se les diga pidan justicia, no hay indio que ose hablar, según los tienen amedrentados”. Cf. Mota Murillo, Rafael (ofm): op. cit, p.618.
[68] Archivero del convento de San Francisco en Manila.
[69] Llegó a Filipinas con el Gobernador Gómez Pérez Dasmariñas en 1590. Profesó de fraile franciscano, dejando el nombre de Gonzalo que tenía. Confesor y morador en Manila, San Miguel de Guilinguiling, Paete, Santa Cruz, Siniloan, Mabitac, Pangil, Lilio y Pila, donde le llegó el nombre en 1634 de Comisario Visitador. Publicó en 1624 la crónica de la Provincia de San Gregorio en Filipinas. También sobre la vida de la Venerable Sor Jerónima de la Asunción, fundadora del Real Monasterio de Santa Clara de Manila. Falleció en Mahayhay en 1645. Cf. La Llave de, Antonio (ofm). Bibliotecas y Archivos de la Provincia Franciscana de la Inmaculada. Archivo Franciscano, San Francisco El Grande, Madrid. https://www.facebook.com/permalink.php/?story_fbid=283156570097445&id=109443327468771 (Consultado 19 de diciembre 2024).
[70] Eran más conocidos como comerciantes que como guerreros y su riqueza fue con base en la joyería, oro, además de la posesión de esclavos, no tanto de tierras.
[71] Habla del barangay, que consta de cien casas, como unidad de gobierno, gobernado por un datu o maginoo; del pueblo dividido en tres clases sociales distintas: los maharlica (nobleza y hombres libres), los aliping namamahay (plebeyos) y los aliping saguiguilir (esclavos);
[72] Cf. Mota Murillo, Rafael (ofm): op. cit. pg. 621; y Cid Lucas, Fernando: op. cit. p. 104.
[73] Cf. (AGI). Consejo de Indias. Filipinas, Carta del franciscano Francisco de Santa Inés sobre fin de los pleitos y disensiones en Filipinas. Signatura 86, N.68. Fecha creación 10/XII/1688, Manila (Luzón, Filipinas). Código de referencia ES.41091.AGI/22/Filipinas, 86, N.68. Indicando que en aquel fin había contribuido el gobernador Gabriel de Curucelaegui y el juez pesquisidor Francisco de Campos Valdivia. https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/1930707?nm (Consultado 4 de marzo de 2025).
[74] Vocablo proveniente del malayo datu o datuk significó primitivamente abuelo, jefe de familia, que al fin no era otra cosa lo que constituía un barangay. En Mindanao y Joló se conserva este nombre para designar a ciertos jefes.
[75] Proviene del sánscrito mahardhika, y significa que tiene libertad. Jamás fueron esclavos, aunque también hubiera algún liberto. Eran hombres libres que no dependían más que del Dato, en tanto que lo que exigiera de ellos estuviera conforme con el ugali (comportamiento, disposición, actitud) que mantenía el derecho de cada uno en el barangay.
[76] Palabra tagala anticuada, pero que se usaba aún en la época de la conquista y quería decir monte. Fue aplicado a ciertos infieles que habitaban las montañas.
[77] De la región de Calabarzón, isla de Luzón. Formada por Cavite, La Laguna, Batangas, Rizal y Quezon.
[78] La pesca era parte importante en la dieta tagala.
[79] Esclavo que no tenía derecho a vivir de puertas adentro, que tenía, como en el último grado de la escala social, nada más que el dintel de la puerta como todo derecho en la casa de su amo.
[80] Unidad de peso usada en Asia Oriental.
[81] El barangay no era más que una familia más o menos grande, con sus esclavos de toda suerte. Varios barangays formaban un pueblo gobernado por el Dato más poderoso de entre ellos, que tomaba diferentes títulos: Gat, Ladva (por Radia), Laka, Sultán, etc.
[82] Por lo que se ve que en todo tiempo y en todas las latitudes el hombre de cualquiera raza ha huido de la tiranía.
[83] Concubina
[84] Conviene el escritor T.H. Pardo de Tavera que la dote se llama en tagalo Bigay-Kaya. La etimología de esta voz no la ha dado aún nadie de una manera satisfactoria, porque kaya no tiene hoy en tagalo ninguna significación que explique el sentido que se le daba. Kaya quería decir riqueza, fortuna, significación que conserva aún en malayo (kaya), de donde Bigay, dar, unido a kaya, explicaba perfectamente lo que se tenía que dar. La dote la establecían los padres de la novia, según su situación y sus pretensiones; además contaban para señalar su cifra con el Panhimuyat, que es lo que debía pagar a la madre de la novia por la crianza de la hija con desvelos y trabajos… y el Pasoso, que es lo que debía pagar a la Chichiva o ama de pecho que la había criado.
