
Isidro García Barriga, geógrafo
RESUMEN
Entre los días 6 y 9 de abril de 1706 se produce uno de los hechos más trascendentales en la dilatada historia de la villa de Brozas: el saqueo y destrucción que el ejército aliado, comandado por el Marqués de las Minas llevó a cabo sobre una de las principales poblaciones de la Raya extremeña, en el amplio contexto de la Guerra de Sucesión Española (1700-1715) y, en particular, en la campaña relámpago que permitió a los ejércitos de la Gran Alianza ocupar Madrid en junio de 1706.
El objetivo final de este trabajo es ofrecer un homenaje a los broceños que sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de este episodio bélico, desentrañando las diferentes piezas y episodios que tuvieron lugar en aquellos aciagos días de abril; un episodio menor, pero en el que se vieron involucrados dos de los militares de mayor prestigio en la Guerra de Sucesión y en el que Brozas se convirtió en una víctima propicia para las tropas portuguesas y un espejo en el que se mirarán otras poblaciones extremeñas durante los largos y duros meses posteriores.
INTRODUCCIÓN.-
“…Si dignos de elogios son estos valiosos donativos, parece que debe pasar a la posteridad escrita en letras de oro la defensa heroica que de su pueblo hicieron los brocenses en el memorable asedio de 4 de abril de 1706 por las tropas del Archiduque. Pudieron fácilmente librarse de toda clase de molestias dando por el momento, como otros pueblos, obediencia al invasor; mas aquellos pundonorosos y bravos descendientes de Ovando, Montejo y Lizaur, fieles al juramento prestado, rechazaron toda avenencia, aprestándose con brío a la defensa. Esperaban que el Gobierno acudiese a su auxilio, pues no era posible a un pueblo abierto y falto de armas, contener por mucho tiempo el avance de un ejército numeroso. Nuestras tropas no llegaron y el día 7 tuvo la villa que rendirse al enemigo. Los dos días siguientes fueron de incendio y saqueo y la desolación se extendió por las calles de esta hermosa villa.”[1]
Eugenio Escobar Prieto define así en su obra “Hijos ilustres de la villa de Brozas” uno de los episodios más graves que sufrió esta población cacereña a lo largo de su dilatada historia: el saqueo y destrucción que el ejército portugués, comandado por D. Antonio Luis de Sousa, 2º Marqués de las Minas, llevó a cabo sobre una de las principales poblaciones de la Raya extremeña en abril de 1706, dentro del amplio contexto de la Guerra de Sucesión española (1700-1715) y, en detalle, de la campaña relámpago que permitió a los ejércitos de la Gran Alianza ocupar Madrid en junio de 1706; un episodio poco señalado en la historiografía global de la Guerra de Sucesión, pero que tuvo consecuencias importantes en el ámbito de Extremadura, en general, y supuso un auténtico desastre para Brozas y sus habitantes, en particular.
En este sentido, a lo largo de las siguientes páginas vamos a intentar analizar y encajar las diferentes piezas que componen este episodio bélico, desmontado, de paso, algunos de los párrafos “hagiográficos” de la narración de Escobar Prieto. Un episodio en principio menor, pero en el que jugaron un importante papel algunos de los personajes más relevantes de la Guerra de Sucesión y en el que Brozas se convirtió en una víctima propicia para las tropas portuguesas y un espejo en el que se mirarán otras poblaciones extremeñas durante los largos y duros meses posteriores.
EL CONTEXTO GENERAL: LA GUERRA DE SUCESIÓN.-
Sobradamente conocido y estudiado por la historiografía[2], el origen de la Guerra de Sucesión española tiene lugar cuando el último monarca de la Casa de Habsburgo, Carlos II (1665-1700), deja en su testamento el trono de España al príncipe Felipe de Anjou, nieto del monarca francés Luis XIV, en contra de los deseos de otras naciones europeas (Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos o el Sacro Imperio) que pretendían la corona española para el Archiduque Carlos de Austria, con el objetivo final de frenar el ímpetu expansionista y el poder de Francia que, uniendo a sus posesiones el Imperio español en América, se convertía en la principal potencia mundial.
En las siguientes semanas al fallecimiento del rey, la aceptación de la Corona española por parte de Luis XIV en nombre de su nieto (carta enviada al Consejo de Regencia del 12 de noviembre de 1700), la consiguiente proclamación de Felipe de Anjou como Felipe V (Versalles, 16 de noviembre de 1700) y la salida del nuevo rey desde París hacia la frontera española (4 de enero de 1701) van dejando pistas reveladoras del objetivo final que tiene el “Rey Sol” en este asunto. Especialmente interesantes son, en este sentido, las últimas palabras que le dirige a su nieto antes de abandonar la capital francesa: “Estos son los príncipes de mi sangre y de la vuestra. De hoy más deben ser consideradas ambas naciones como si fueran una sola; deben tener idénticos intereses, y espero que estos príncipes os permanezcan afectos como a mí mismo. Desde este instante no hay Pirineos”[3]
Es evidente, por lo tanto, que el temor de Inglaterra, Holanda y el Sacro Imperio se ve corroborado por estas declaraciones; y se incrementa exponencialmente a lo largo de 1701 con las primeras decisiones de Felipe V en su condición de rey español (sustitución de los Consejos reales por un “Consejo de despacho”, absoluta influencia del embajador francés, apertura del comercio en las Indias y del negocio de esclavos a Francia) y el intervencionismo de su omnipotente abuelo en diferentes aspectos de la política exterior hispana (llega incluso a acordar el matrimonio de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya sin consultar a su nieto). Un temor que cristaliza en septiembre de 1701 con la firma del “Tratado de la Haya” por parte de Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Austria, Prusia y la inmensa mayoría de los estados alemanes, formando la “Gran Alianza” y declarando la guerra a Francia y a España en mayo de 1702, dando pie al inicio de la Guerra de Sucesión Española, que no se resolverá hasta la firma de los Tratados de Utrecht (1714) y Rastatt (1715).
Ahora bien, en la relación de países firmantes del Tratado de la Haya sorprende la ausencia de Portugal máxime si, como hemos descrito al principio de este trabajo, fue el ejército portugués el responsable de la quema y saqueo de Brozas en abril de 1706. Por lo tanto, enunciamos en el siguiente capítulo los motivos de dicha ausencia y cómo el viraje en la política internacional del rey portugués D. Pedro II conlleva la entrada de Portugal en la Santa Alianza y, consecuentemente, la llegada de la guerra a Extremadura y a Brozas.
PORTUGAL ENTRA EN LA GUERRA DE SUCESIÓN.-
Tras el término de la llamada “Guerra de Restauración” (1640-1668) y la pérdida de gran parte de sus posesiones asiáticas, que caen en manos holandesas e inglesas, Portugal se convierte en una nación de segunda categoría, con una clara merma de influencia en el panorama internacional y una evidente crisis económica, que le llevará a adoptar una política de neutralidad procurando evitar cualquier conflicto con las potencias emergentes, Francia e Inglaterra.
Es por ello que, tras el fallecimiento de Carlos II, el rey regente D. Pedro mantiene esa posición neutral que, sin embargo, irá virando en los siguientes meses por influencia de su primer ministro, el duque de Cadaval. Así, tras dar el visto bueno al testamento de Carlos II, el regente manifestaba el “gosto com que ficava de ter por vizinho um príncipe da Caza de França”[4], y poco después hace llegar a Pierre Rouillé, a la sazón embajador en Lisboa, su deseo de establecer una alianza con Francia y que España entrase en ella. De este modo, a mediados de junio de 1701 y tras varios meses de negociaciones (en las que intentarán interferir ingleses y austriacos) se suscribe el pacto entre Portugal y la España borbónica, en el que se acordará el control portugués del río Marañón en el continente americano, un apoyo naval para la defensa de las costas lusitanas y varias compensaciones económicas por parte de Madrid si, como pretendía París, los portugueses tenían que cerrar sus puertos a los enemigos de las Dos Coronas.[5]
Sin embargo, los profundos recelos de gran parte de la nobleza portuguesa a mantener una alianza con los tradicionales enemigos españoles, las continuas injerencias del embajador inglés en Lisboa, John Methuen, presionando al rey para romper el pacto y la llegada de una imponente escuadra anglo-holandesa al estuario del Tajo en agosto de 1702, con la consiguiente amenaza sobre la corte, originan la ruptura de la alianza por parte de Pedro II. El duque de Cadaval será el encargado de comunicar a Rouillé que Portugal daba por disuelto el pacto, alegando la incapacidad de Francia de dotar de ayuda naval al país cuando lo había necesitado.[6]
Portugal volvía, de ese modo, a su posición neutral inicial, pero la presión de la Gran Alianza dará sus frutos; pocos meses después, el 16 de mayo de 1703, Portugal entra de pleno en la liga contra Francia, reconoce al archiduque Carlos como rey de España y firma sendos tratados ofensivos-defensivos con Inglaterra, Austria y las Provincias Unidas de los Países Bajos, con las siguientes cláusulas[7]:
-Portugal entraba en guerra con España, mediante la creación de un ejército de 12.000 hombres de infantería y 3.000 de caballería
-Debería crear, así mismo, un cuerpo de reserva de 13.000 hombres, sustentados por las potencias aliadas mientras durase la guerra a través de una ayuda anual de un millón de patacones [8] y otros 500.000 para bastimentos y material de guerra
-Los aliados mantendrían en Portugal un ejército de 12.000 militares, siendo 10.000 de infantería, 1.000 de caballería ligera y 1.000 dragones, debidamente armados y un parque de artillería de 10 piezas
-Las potencias marítimas aliadas quedaban obligadas a mantener un número suficiente de navíos en los puertos portugueses para su defensa, así como para el auxilio en caso de que fuesen atacadas las posesiones ultramarinas
-Portugal recibiría todas las tierras adyacentes al Cabo Norte y los territorios situados en la capitanía de Marañón, entre los ríos Amazonas y Vicente Pinzón (entonces en conflicto con Francia)
-Una vez conquistada España, Carlos III pagaría a la corona portuguesa una compensación económica a cargo de las dos primeras flotas de galeones que llegasen procedentes de América
-Carlos III viajaría hasta Lisboa con sus tropas auxiliares y, hasta que se produjese ese viaje, el rey de Portugal quedaría exento de comenzar la guerra
-Una vez iniciada la guerra, los aliados deberían enviar a las costas españolas una potente flota para incomodar puertos y ciudades comprometiéndose, además, a mantener las operaciones militares en los Países Bajos, Italia y el Alto Rhin mientras el ejército portugués invadía España
Las cláusulas de estos tratados nos permiten afirmar, por consiguiente, que la nación portuguesa vuelve a implicarse de lleno en una nueva guerra contra España, con la que pretendía recuperar parte de su hegemonía en América y revitalizar su maltrecha economía. Pero, no conformándose con esto, Portugal incluye en los tratados de mayo de 1703 dos artículos “secretos”, el primero de los cuales resulta muy importante para nuestro trabajo: “He estipulado, que o Serenissimo Archi-Duque Carlos, depois que se lhe tiver legitimamente cedido e transferido o Direito, para ser Rey de Espanha e das índias Occidentaes, como El Rey Catholico Carlos II as possuia ambas, cederá e largará a Sua Sagrada Magestade El Rey de Portugal, as Cidades de Badajós, Albuquerque, Valença e Alcântara na Estremadura; e as da Guarda, Tuy, Bayona e Vigo no Reino de Galiza, e todas estas Praças, Cidades e Castellos, com os territórios adjacentes que a cada huma pertencem respectivamente e do mesmo modo e extensão que hoje tem. A qual cessão, e doação será feita para sempre á Coroa de Portugal, a fim que os Reys de Portugal possão possuir todas essas Cidades, Villas e Castellos acima mencionados, com o mesmo Titulo, propriedade e Senhorio, que as possuia o sobredito Rey Catholico Carlos II”. [9]
La inclusión de esta cláusula secreta constata el relevante papel que la frontera extremeña había tenido en los diferentes conflictos hispano-portugueses sucedidos a lo largo de siglos, toda vez que Extremadura era el camino más directo y rápido entre Madrid y Lisboa, siendo un punto esencial en las estrategias militares de ambas Coronas. Por ello, los portugueses reclamarán su control y posesión en estos términos, introduciendo de lleno a nuestra región en el tablero geopolítico europeo, tal y como lo atestiguan los posteriores acontecimientos.
EXTREMADURA, ESCENARIO DE LA GUERRA DE SUCESIÓN.-
En el capítulo anterior hemos podido comprobar cómo, a partir de mayo de 1703, Portugal entra de lleno en la Guerra de Sucesión en contra de la monarquía borbónica de Felipe V; una entrada que acerca de manera dramática el desarrollo de las operaciones bélicas a Extremadura que, desde ese momento, se verá envuelta en otro conflicto que no hará sino agudizar los efectos que, sobre la población y sobre el territorio, había dejado la “Guerra de Restauración” en las décadas anteriores.[10]
Como el objetivo final de nuestro trabajo es describir el hecho acaecido en abril de 1706, no podemos detenernos con profundidad en las operaciones bélicas y su impacto en nuestra región en 1704 y 1705.[11] Tan solo consignaremos que el desplazamiento del eje de la guerra hacia el Oeste peninsular es de tal magnitud, que el propio Felipe V se traslada en abril de 1704 a Extremadura para declarar la guerra a Portugal en Plasencia e invadir la frontera con un ejército comandado por Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Berwick, conquistando diversas poblaciones de la Beira y el Alentejo: Idanha a Nova, Castelo Branco, Monsanto, Portalegre o Estremoz. Una campaña que será contrarrestada a partir de septiembre de ese año con la presencia de las tropas de la Santa Alianza, comandadas por el Archiduque Carlos acompañado del monarca D. Pedro, que intentan conquistar, sin éxito, Ciudad Rodrigo y que tendrá su continuación en 1705, cuando el traslado de las tropas acantonadas en Extremadura hacia Gibraltar permite que dos ejércitos portugueses, con más de 24.000 hombres y comandados por el Conde de Galveias y el Marqués de las Minas invadan la región extremeña desde el Alentejo y la Beira, respectivamente, recuperando los terrenos lusos en manos borbónicas y conquistando y arrasando poblaciones tan importantes como Valencia de Alcántara, Alburquerque o Zarza la Mayor.
Los ejércitos aliados empiezan a detectar en esos momentos la debilidad de las tropas hispano-francesas, máxime cuando Cataluña firma con Inglaterra el Pacto de Génova (junio de 1705) apoyando la candidatura del Archiduque Carlos de Austria al trono español (que es coronado como Carlos III en Barcelona en octubre de ese año) y Felipe V debe enviar un enorme contingente de tropas esta vez hacia tierras catalanas, dejando la frontera luso-extremeña nuevamente desguarnecida; surge así el escenario perfecto para que el Marqués de las Minas, nombrado general en jefe del ejército portugués, planeé junto a Inglaterra la operación ofensiva de invadir España, teniendo como objetivo estratégico llegar a Madrid, donde esperaría al archiduque Carlos de Austria, tras la conquista de Cataluña.[12]
Llegamos así al momento en el tiempo y en el espacio en el que se van a producir los hechos luctuosos descritos por Escobar Prieto en la introducción de “Los hijos ilustres de la villa de Brozas” y que marcarán durante décadas la evolución demográfica y económica, así como la memoria colectiva de los broceños.
EL MARQUÉS DE LAS MINAS Y EL DUQUE DE BERWICK EN LOS CAMPOS DE BROZAS.-
Dejábamos al final del capítulo anterior al Marqués de las Minas planeando su invasión para llegar a Madrid y, de este modo, dar un golpe casi definitivo a la causa de Felipe V[13]. Tras organizar y pertrechar las tropas durante los meses de invierno, el 24 de marzo de 1706 se formó un ejército de cerca de 20000 soldados, de los cuales 4200 eran ingleses y holandeses y que incluía 5000 caballos y 15 piezas de artillería. Con esta fuerza, el Marqués de las Minas entró en Extremadura por la frontera de Badajoz y marchó lo más rápidamente posible hacia el Norte, sin perder tiempo en el asedio de la ciudad, lo que hubiese retrasado inevitablemente el avance. Según Damiao Peres “…assim iniciava o marqués das Minas a sua brilhante campanha desse ano, a mais notável de quantas os portugueses realiazaram durante a Guerra da Sucessâo”[14]
Reforzado con los contingentes de la Beira, Miño y Tras Os montes, y comandando las tropas aliadas, los portugueses conquistan sucesivamente y con toda facilidad las poblaciones de Caya, Nuestra Señora de Carrión, el castillo de Mayorga y San Vicente de Alcántara, que se rinden de forma preventiva ante la magnitud del ejército. En este punto, debemos recordar que las plazas de Alburquerque y Valencia de Alcántara habían caído en manos portuguesas en la campaña de 1705; por ello, el objetivo final de las tropas en esta primera fase será la plaza fuerte de Alcántara, con el fin de poder cruzar el Tajo por su famoso puente romano y marchar rápidamente hacia Madrid.
Consciente de la importancia de la formación del ejército portugués y de la amenaza que para sus intereses tenía el avance hacia Madrid, a pesar de que la campaña de Cataluña continuaba (con sucesivos reveses para las tropas borbónicas), Felipe V se había visto obligado a enviar un contingente de tropas a Extremadura de nuevo al mando del Duque de Berwick al que encontramos a finales de marzo de 1706 “con cinco mil caballos y siete Reximientos de Ynfantería en la villa de Arroyo cercana a Brozas cuatro leguas a la parte de Oriente”[15]
Localizada, por consiguiente, la ubicación de ambos ejércitos en los días previos al saqueo e incendio de Brozas, la documentación consultada nos va a permitir conocer sus movimientos en las jornadas siguientes y, con ello, descubrir las claves de la destrucción de la villa. Así, en los primeros días de abril el ejército aliado atraviesa las estribaciones de la Sierra de San Pedro y alcanza el río Salor, donde encuentran el puente destruido por los españoles “…y el 6 de abril pasó sin oposición el río Salor por la parte que llaman Puerto Llano, habiendo los enemigos quebrado el puente, lo que no nos podía servir para pasar la artillería y los víveres, por ser aquel sitio muy áspero y estrecho; por eso fue necesario abrir el paso a fuerza de brazo por entre despeñaderos y cerros, para pasar la artillería, que fueron allanados con incansable fatiga de todos…”.[16] Es un momento crucial ya que, tras cruzar el Salor, el Marqués de las Minas, consciente de la importancia de no dejar en la retaguardia una población tan importante como Brozas camino de Alcántara, “…mandó aviso a la Villa de Brozas rindiese obediencia al Rey Católico Carlos III, su legítimo señor…”[17]
Ante esta tesitura, y siguiendo a FELICÍSIMO GARCÍA BARRIGA, el concejo de Brozas “decidió pedir consejo al duque de Berwick, (…) El general, según la versión de las autoridades brocenses, amenazó a la villa con un castigo aún mayor que el que le infligirían los portugueses en el caso de que se rindieran, y se dirigió con tres compañías de caballería a Brozas, donde permaneció los días 6 y 7 de abril”[18] A la vista de tales amenazas, confiando en la protección de las tropas borbónicas y eliminando de un plumazo la versión heroica de Escobar Prieto y “aquellos pundonorosos y bravos descendientes de Ovando, Montejo y Lizaur, fieles al juramento prestado, rechazaron toda avenencia, aprestándose con brío a la defensa”, los regidores de Brozas rehúsan dar obediencia al archiduque y rendir la villa, tal y como recogen los testimonios portugueses “…lo que ella recusó hacer, fiada a la cercanía del Duque de Berwick, General del Ejército de Castilla, que se hallaba en aquella parte con más de cuatro mil caballos”[19] .
Seguramente sorprendido por la negativa de Brozas a rendirse, e informado por sus espías de la presencia del ejército borbónico en la villa, el Marqués de las Minas toma la decisión final que va a provocar el desastre en los próximos días: “pensando el Marqués General que un lugar abierto y muy poblado, estando tan vecino a un ejército Real, recusase dar su debida obediencia y queriendo mostrar al Duque de Berwick y los moradores de las villas y lugares de Castilla que no debían fiar su defensa a un poder tan débil, después de pasar el río Salor determinó ir a buscar al Duque, que ya tenía noticia estaba en Brozas, y reducir aquella villa a obediencia”.[20] Así, el día 7 de abril el Marqués de las Minas avanza por la inmensa llanura situada entre el Salor y Brozas “…con toda la caballería y diez tercios de infantería y seis piezas de artillería de campaña, dejando en el campo el grueso del ejército y víveres a cargo de del Maestre de Campo General Conde de la Corfana….”[21] Apenas 20 kilómetros separan a los portugueses de la Encomienda Mayor de la Orden de Alcántara y los regidores de ésta, instalados en la atalaya que supone Brozas sobre la penillanura circundante, observan con extremado temor, no solo el movimiento de aproximación del ejército aliado sino, y sobre todo, como en la mañana del mismo día 7 de abril “el duque de Berwick había decidido levantar el campo y volver a Arroyo”[22]. Un comportamiento realmente sorprendente y que nos permite confirmar que, en contra de lo expresado por Escobar Prieto, la ayuda del gobierno sí llegó pero, en un acto de cobardía difícilmente explicable, su representante, Jacobo Fitz-James Stuart abandonó Brozas al castigo del ejército aliado.
Podemos imaginar cómo la desesperación se apodera de la población y sus regidores ante la maniobra de Berwick y la cercanía del Marqués de las Minas; sobre todo, porque Brozas no disponía de un recinto amurallado ni fortificado, reduciéndose a “…no tener más amparo ni defensa que la de la casa fuerte donde poderse recoxer sus vezinos, y familias, y estar arruynada y dichas obras de que nezesita y no admitir dilazión por el riesgo que amenaza, se acordó se rrepare luego lo más nezesario para que se puedan defender los vezinos de esta villa…”[23]. Por este motivo, las autoridades locales vuelven a pedir consejo al duque de Berwick quien, esta vez sí, concede permiso para la rendición a los portugueses; un permiso que, inevitablemente llegará tarde, tal y como se describe en la respuesta que el Marqués de las Minas da a la delegación enviada para aceptar la rendición: “…que era ya tarde, que sólo las yglesias se respetarían y que les perdonaba las vidas que todo lo demás se avía de dar a saco y fuego, para que todos los demás lugares entendiesen que le avían de yr a dar la obedienzia, luego que se la ymbiase a pedir, y que el castigo de éste habría de servir de escarmiento para los demás y el humo avía de llegar a Madrid”.[24]
Pero el objetivo final del Marqués de las Minas no era únicamente el saqueo de Brozas, sino trabar batalla con las tropas borbónicas, posiblemente con la idea de obtener una amplia victoria sobre un militar del prestigio de Berwick facilitando, además, el éxito de su campaña militar hacia Madrid: “…Y llegando el Marqués a Brozas formado en batalla, supo que el Duque de Berwick, con la noticia de su marcha, se había retirado hacía dos horas y marchaba para entrar en un bosque espeso”.[25] Suponemos la evidente sorpresa de los portugueses ante la ausencia de las tropas de Felipe V; una sorpresa que durará poco tiempo cuando “…sabiendo el Marqués por algunos desertores y por los avisos de nuestros guardias y batidores, que la caballería enemiga se avistaba todavía y no había entrado entera en el bosque, mandó embestir la retaguardia…”[26] Finalmente, el deseo del general portugués se cumple y en las dehesas y monte del “Vaqueril de Santa Ana”[27] se traba un furioso encuentro que fue silenciado desde el principio en la historiografía española, pero altamente glorificado en las publicaciones portuguesas por el resultado final de la batalla: “…mandó embestir la retaguardia, lo que se hizo con tal vigor que el propio Duque se vio obligado a pasar de vanguardia a retaguardia con todos los escopeteros, donde se trabó un furioso conflicto y llegó el Duque a perder su caballo y se vio obligado a tirar la pluma de su sombrero que usaba como divisa, lo que fue causa de correrse la voz de haber muerto, o haber sido mal herido. Y así cediendo el campo al valor de los nuestros, se puso en fuga y se metió con la Caballería por el bosque; y después se supo por los desertores que su vanguardia huyó con tanta confusión y temor que aquella noche del choque marchó más de seis leguas, yendo una parte de ella a parar a Cáceres y otra a varios lugares distantes (…) Y no se puede dudar que el destrozo del enemigo hubiese sido total a no ser ayudado por la cercanía de la noche y espesura del bosque, que una y otra impidió seguir al enemigo y concluir esta batalla, si no con más gloria, con más utilidad”[28]
Desde el punto de vista numérico, el resultado de la “Batalla de Brozas” según los documentos portugueses, fue la muerte de “…mucha gente del enemigo en este choque, muchos heridos como el coronel Márquez de San Vicente, y hechos prisioneros muchos oficiales y soldados, como el Mariscal de Campo Don Diego de Monroy, por el capitán de caballos Gonzalo Pírez Bandeyra y el Conde de Canilleros y fueron tomados doscientos sesenta y dos caballos…”[29] Pero desde el punto de vista estratégico, esta acción militar provocará que durante toda la duración de la campaña que culmina con la llegada de las tropas aliadas a Madrid el 28 de junio de 1706, el Duque de Berwick evitará entrar de nuevo en una batalla a campo abierto con el ejército del Marqués de las Minas lo que, sin duda, facilitó el éxito de la operación.
BROZAS, SAQUEADA Y QUEMADA.-
Hemos llegado al punto culminante de este trabajo y, para analizar mejor todos los detalles vamos a retroceder en la narración de los hechos unas horas hasta la mediodía del 7 de abril, situándonos en el instante en el que el Marqués de las Minas tiene noticia, por una parte, de que la retaguardia del ejército borbónico aún se divisa entrando en el espeso bosque del Vaqueril de Santa Ana y, por otra, del ofrecimiento de obediencia de Brozas al Archiduque Carlos. Debe estar ya en las cercanías de Brozas porque, siguiendo las crónicas portuguesas “la villa se resistió a rendirse hasta que el ejército estuvo a tiro de escopeta”[30]. En este momento, según la documentación lusitana, y tras la negativa a aceptar la rendición, el general “…por evitar que en los Conventos de Frailes y monjas de Brozas se cometiese algún desorden por los militares, encargó la guarda de ellos al Sargento Mayor de Batalla Don Joao Manuel, porque la villa se entregó al saqueo en castigo de su rebeldía en desatención a un Ejército Real”.[31] El Marqués de las Minas, por lo tanto, cumple su amenaza y, mientras la caballería se lanza en busca de la retaguardia borbónica, un amplio contingente de tropas portuguesas, inglesas y holandesas entra en Brozas por el flanco Sur del núcleo urbano, iniciando el saqueo e incendio de la villa, frente a la nula capacidad de defensa de la población, que asistirá impotente a los estragos del ejército aliado llegando, incluso, a abandonar el pueblo.
Durante los tres días siguientes, los soldados robarán, saquearán y quemarán gran parte del núcleo urbano tal y como se expresa en los diferentes memoriales que el concejo de Brozas elaborará en 1707, 1711 y 1717 para solicitar a Felipe V la exención del pago de impuestos “…y además fue saqueada con su Iglesias y quemadas sus casas en tres días continuos desde el séptimo de abril del siguiente de 706 hasta el noveno por el ejército de Portugueses e Ingleses sus aliados, de que fue general el Marqués de las Minas”.[32] Citando de nuevo a GARCÍA BARRIGA, “…el pueblo fue totalmente saqueado y dado al fuego. La fortaleza, el ayuntamiento y la cárcel fueron destruidos y todo el grano existente fue robado y saqueado.”[33] Por su parte, JOAO VIERIA BORGES se expresa que “…El Marqués llegó a Brozas ya de noche[34], altura en la que los soldados habían saqueado y quemado cerca de 300 casas…”[35] El desastre, por consiguiente, es total; esta vez Escobar Prieto acierta al narrar que “…la desolación se extendió por las calles de esta hermosa villa”.
Desde la fortaleza de la Encomienda Mayor “que había sido abandonada por las fuerzas del Duque de Berwick con mucha cantidad de víveres de guerra y de boca”[36] y que será ocupada durante los meses siguientes por una compañía de infantería de guardia con dos piezas de artillería de campaña, el Marqués de las Minas aprovecha su posición de fuerza y, sin conformarse con el saqueo de víveres y el incendio de casas y edificios notables, en la mañana del día 8 de abril “no saciando su enojo el General enemigo con tales violencias se pasó a pedir contribución a los pocos vezinos que avían quedado refugiados en las Yglesias con amenaças de pasarlos a cuchillo, y por reservar la vida se vieron precisados a darle mil y ochenta doblones, sacándolos de las Yglesias, Hospital y de depósito de dichas disposiciones pías”.[37] Así, en un acto de poder y de escasa honorabilidad, el Marqués de las Minas incumple la promesa hecha el día anterior de perdonar la vida a los broceños y obliga a la población a una nueva humillación, tanto moral como económica, de la que va a tardar años en recuperarse.
Tras la culminación de este escarmiento total, “…El día 8 se puso en marcha el Marqués con el destacamento para incorporarlo al grueso del ejército, dejando un tercio de guarnición en el Castillo de Brozas y continuando al día siguiente la marcha llegó al campo de Alcántara sobre las 3 de la tarde”.[38] Atrás deja una población saqueada, desmoralizada y quemada; una situación tan desastrosa que el propio Berwick, quizá sintiéndose responsable de haber abandonado Brozas a su suerte, se la reprocha al marqués en una misiva recibida por éste durante el sitio de Alcántara: “Ayer escuché con extrema admiración que Vuestra Excelencia mandó quemar Brozas contra el estilo y ejemplo de la guerra y contra lo que practicamos hace dos años en Portugal, donde podríamos haber hecho lo mismo, si no nos hubiese detenido la justa misericordia de los pueblos, que no son causa de la guerra, sino que sólo obedecen a sus soberanos. Y si esto se ha de hacer así, es preciso que lo entienda Vuestra Excelencia, porque para quemar lugares tenemos también fuerzas suficientes. No dudo por tanto que Vuestra Excelencia haciendo una justa reflexión disponga que nos abstengamos de semejantes ejecuciones y cuando esté obligado a hacerlas se corresponda con otras, para no imputar los daños de los pobres pueblos a los reyes, cuyo ejército me ha encargado”.[39] Una carta que tendrá respuesta por parte del Marqués de las Minas y que nos hace dudar, una vez más, de la honorabilidad del general portugués, al expresar de forma sorprendente que “…tenga Vuestra Excelencia la certeza de que Brozas no fue quemada y que solo algunas casas por descuido y no por orden padecieron pequeños daños; porque yo deseo y espero conseguir favorecer a los pueblos de Castilla y no destruirlos”.[40]
LAS CONSECUENCIAS DE LA “BATALLA DE BROZAS”.-
El pillaje, incendio y saqueo que el ejército aliado realizó sobre Brozas entre los días 7 y 9 de abril de 1706 fue, sin duda, una estrategia que el Marqués de las Minas lleva a cabo de forma premeditada sobre una de las principales poblaciones de la Orden de Alcántara y de la frontera alto-extremeña, “cuyo ejemplo de castigo hizo que una gran cantidad de lugares vecinos diesen la debida obediencia”[41]. Así, la primera consecuencia que va a tener esta acción es que, sin necesidad de acercarse siquiera con su ejército, numerosas poblaciones extremeñas entre las que se encuentran Cáceres, Trujillo, Plasencia, Garrovillas o Mérida, conocedoras de los sucesos de Brozas, rendirán obediencia al archiduque Carlos en mayo de 1706, mientras el ejército aliado avanza por tierras extremeñas y salmantinas camino de Madrid.
Pero, sin duda, las principales consecuencias las sufrirá la propia Brozas en las próximas décadas. Desde el punto de vista demográfico y siguiendo nuevamente a GARCÍA BARRIGA, “la ocupación militar, la marcha de los refugiados procedentes de zonas como Valencia de Alcántara o Alburquerque en años previos a 1706, así como de muchos vecinos de Brozas, las crisis agrarias y, como colofón de todos estos fenómenos, el descenso de la fecundidad tuvieron como resultado un importante descenso (casi el 40%) de los bautismos en el período comprendido entre 1707 y 1714, que se constituye en el peor momento para la población de Brozas de todo el siglo XVIII”.[42] Es decir, tras la desastrosa situación de la centuria anterior, en la que Brozas había terminado con un 30% menos de habitantes que los censados en 1591, el episodio vivido en abril de 1706 supone un nuevo varapalo para la recuperación demográfica de la villa, que no se producirá hasta bien entrado el siglo XVIII.
En el plano económico los resultados son, si cabe, aún más graves, porque el ejército portugués ha arrasado con todos los productos de primera necesidad llevándose, además, una ingente cantidad de dinero. Con el pueblo totalmente arruinado y aún en manos portuguesas, las autoridades locales no pueden hacer nada para revertir la situación, ni hacer frente a los impuestos y demás contribuciones exigidas. Por este motivo, cuando Brozas vuelva a territorio borbónico “a mediados diciembre de 706, en que por las armas de Su Majestad se recuperó por sorpresa la plaza de Alcántara que dista de esta villa tres leguas al lado de poniente”[43] el concejo decide enviar a Felipe V, a través del Síndico del Común, un memorial narrando todos los estragos causados por las tropas del Marqués de las Minas con el objetivo de que el monarca “…fuese servido conzederla remissión de todo lo que estubiere debiendo de sus contribuciones y exempción dellas por diez años desde principio deste (1707), para que se pueda aplicar a su restablezimiento y reedificazión…”[44] La exención (pero por una duración de cuatro años frente a los diez solicitados) será concedida por las autoridades borbónicas en mayo de 1707 con una respuesta que corrobora el estado de la villa en ese momento comparándola, además, con otras poblaciones afectadas por la guerra: “…en atenzión a que los daños que an resultado a la dicha villa de Brozas de los saqueos, inzendios y estragos executados en ella por el exérzito de los enemigos son de los mayores que experimentado otra alguna, a la gran pérdida de los ganados, frutos y haziendas, al valor y lealtad con que prozedieron sus vezinos en quanto a sido de mi real servizio, y para que pueda restablezerse a su antiguo estado y reedificazión de sus edificios…”[45]
La exención de los impuestos que Brozas debía pagar a la Corona durante los cuatro años venideros tendría que haber aliviado la situación económica de la villa; lamentablemente, la permanencia de las operaciones militares durante los siguientes años impide una recuperación efectiva, de tal modo que en 1711 se elabora un segundo memorial, añadiendo a lo sucedido en abril de 1706 una nueva relación de sucesos y de castigos sufridos por Brozas y sus habitantes en el período 1707-1711 entre los que destacamos, por su importancia “aviéndose avistado el enemigo a media legua de esta villa y reconocido que se componía de cinco reximientos de infantería y dos de caballería, por el exceso de las fuerzas, se despobló esta villa y algunos sacerdotes y Religiosos descalzos del convento de San Francisco para evitar los riesgos de saqueos y otras invasiones estuvieron con el Theniente Sr. Don Juan Diego de Atayde, que con su destacamento había hecho alto en la dehesa de Bota inmediata a esta villa, quien le pidió seis mil doblones, y que en su defecto mandaría quemar las casas, iglesias y conventos en donde estaban recoxidos los mejores muebles, y habiéndole representado la miseria y atrasos de los vezinos, se ajustó la contribución en mil doscientos doblones…”[46] Una vez más, el fantasma del fuego y de la destrucción se cierne sobre Brozas que debe hacer frente a un nuevo desembolso, lo que engrosará la lista de deudas, toda vez que en el mismo memorial, el Síndico reconoce que “…los mil y ochenta doblones de la contribución que llevó el Marqués de las Minas después del saqueo y quema por abril de 706, no se han pagado a las Yglesias ni a los depósitos de donde se sacaron”.[47]
Pero la petición de los regidores brocenses no prospera en esta ocasión y, entre 1711 y 1714, Brozas tuvo que hacer frente de nuevo a una elevada presión fiscal que obligó a pagar un total de 165.487 reales. Por ello, en 1717 el procurador síndico general Felipe Flores Rino eleva a la Corona un tercer memorial para conseguir la exención de nuevo a la villa del pago del servicio ordinario y extraordinario.
Hemos visto, por lo tanto, que la invasión portuguesa de 1706 provoca en Brozas un enorme quebranto económico y un no menor quebranto demográfico a corto y medio plazo; pero además provoca un quebranto moral en los habitantes de la villa, que se extenderá durante generaciones. Así se trasluce en el último documento que aportamos a este estudio y que nos traslada a la Brozas de 1762, más de medio siglo después de los hechos que hemos narrado cuando, ante la posibilidad de que un ejército portugués llegase a la villa dentro de la llamada “Guerra de los Siete Años”, se solicita permiso al rey para constituir dos compañías de 50 hombres con los que defenderla, incorporando a la solicitud este llamativo texto: “…que en las guerras que sobstubo a principio deste siglo el augusto padre de Vuestra Magestad contra la corona de Portugal padeció esta dicha villa las más extrahordinarias extorsiones, tanto que los enemigos la quemaron, saquearon dos veces, procedidos estos perjuicios de que pasando por esta villa el Marqués de las Minas con un numeroso exército pidió las llabes y obediencia que lo negó por no sufrir el desonor de ser dominados de otro monarca que el lexítimo; en este concepto y deseosos de servir a V.M. y por si acaso la corona de Portugal se declara a fabor de la de Ynglaterra, … an decidido hacer presente a su Magestad que con el motivo la inmediación a Portugal y ser este pueblo de bastante reputación y considerazión, se hace preciso que sea el objetivo de los naturales de aquel reino para hacer hostilidades y por el que aiga algún resguardo, y para esto se pueden formar dos compañías de socorro y de cuantía de cinquenta hombres cada una o del mayor número que se pueda contar, con las que se resistirán a las porciones de jente que vengan a robar al término como en las guerras pasadas lo hicieron de Casteldavid y Castel Branco, Segura, Salvatierra y otros pueblos de dicho reino de Portugal…”[48] La prueba más evidente de que el terror vivido por las gentes de Brozas en las jornadas aciagas de abril de 1706 se había insertado de forma obstinada en su memoria colectiva.
A MODO DE HOMENAJE.-
La narración de los hechos acaecidos en Brozas en los primeros días de abril de 1706 supone, desde el punto de vista de la “Gran Historia” una minúscula gota en medio del inmenso océano de fechas, batallas, contiendas, pactos y demás acontecimientos que se han desarrollado desde hace miles de años a lo largo y ancho de todo el planeta. Ni siquiera ha merecido, hasta el momento, una sola línea en los libros de Historia de Extremadura y sólo en algunos estudios especializados se hacen referencias a lo que ocurrió. Sin embargo, para Brozas y sus habitantes, indirectamente para otros muchos lugares de Extremadura, pero también para la opinión pública portuguesa de la época, el acontecimiento fue de tal magnitud que dejaron impresos en archivos, panfletos y documentos todo lo vivido en aquellos aciagos días, que marcaría para siempre la vida de muchos broceños y muchas broceñas, a los que hemos querido rendir homenaje, divulgando y rescatando para el presente y el futuro los desastres de una guerra, que, al igual que todas las demás, nunca debió producirse.
[1] ESCOBAR PRIETO, E. (1905): Hijos ilustres de la villa de Brozas. Ayuntamiento de Brozas. Tercera edición (1991) pp. 6-7
[2] Son innumerables los estudios y trabajos publicados en España y fuera de nuestras fronteras sobre la Guerra de Sucesión española; en este sentido, destacamos las monografías de CARMEN SANZ AYÁN (1977) “La Guerra de Sucesión Española” Ediciones Akal, HENRY KAMEN (1974) “La Guerra de Sucesión en España 1700-1715” Dimensiones Hispánicas-Ediciones Grijalbo Barcelona, JOAQUIM ALBAREDA I SALVADÓ (2012) “La Guerra de Sucesión de España 1700-1714” Editorial Crítica-Barcelona o JOSÉ CALVO POYATO (2009) “La Guerra de Sucesión” Anaya Editorial-Madrid.
[3] UBILLA Y MEDINA, ANTONIO (1704): “Succesión de el Rey D. Phelipe V Nuestro Señor en la Corona de España; Diario de sus Viages desde Versalles a Madrid; el que executó para su feliz casamiento; jornada a Napoles, a Milan, y a su exercito; successos de la Campaña, y su buelta a Madrid.” Forgotten books (edición de 1998)
[4] Así se lo hizo saber el embajador portugués al secretario de Estado, marqués de Torcy. Carta de José da Cunha Brochado a Pedro II, Biblioteca da Ajuda [BDA], 49-X-39, ff. 54v-58v.
[5] DEL CANTILLO, ANTONIO (1843): Tratados, convenios y declaraciones de paz y comercio que han hecho con las potencias extranjeras los monarcas españoles de la Casa de Borbón desde el año de 1700 hasta el día, Madrid, Alegría y Charlain, pp. 28-32.
[6] MARTÍN MARCOS, D. (2012): “Ter o archiduque por vezinho”. La jornada a Lisboa de Carlos III en el marco del conflicto sucesorio de la monarquía de España. HISPANIA. Revista Española de Historia, vol. LXXII, núm. 241, mayo-agosto, pp. 453-474
[7] BRAZÂO, E. (1940): Relance da História Diplomática de Portugal. Livraria Civilizaçâo Editora. Porto
[8] “…En Portugal se referían a las monedas de plata de ocho reales españolas como patacones columniarias hespanholas, mexicanas, peruvianas, chilensis o sevilhanas, etc., también llamadas pezo duro español…” en LOPES FERNANDES MANUEL B. (1856): Memoria das moedas correntes em Portugal. Academia Real das Sciencias de Lisboa
[9] BORGES DE CASTRO, JOSÉ F. (1856): Collecção dos tratados, convenções, contratos e actos publicos celebrados entre a coroa de Portugal e as mais potencias desde 1640 até ao presente. Tomo 2, página 185. Lisboa, Imprenta Nacional
[10] Son numerosos los estudios y trabajos que analizan los desastres que la Guerra con Portugal ocasionó en Extremadura a lo largo de casi tres décadas de conflicto, entre los que destacamos los de CARO DEL CORRAL, J. A. (2009): “Violencia y muerte en La Raya: Zarza la Mayor y su comarca durante la Guerra de Restauraçao de Portugal (1640-1668)”, Revista Alcántara, 70, Cáceres, pp. 9- 25, GARCÍA BARRIGA, F. (2008): “Sociedad y conflicto bélico en la Edad Moderna: Extremadura ante la Guerra con Portugal (1640-1668)”, Norba (Revista de Historia), Nº21, Cáceres, pp. 29-47, GARCÍA BLANCO, J. (2008): “Guerra en la frontera: la independencia de Portugal y sus efectos sobre Extremadura”, Iberismo. Las relaciones entre España y Portugal. Historia y tiempo actual y otros estudios sobre Extremadura. Llerena, Jornadas de Historia de Llerena, pp. 171-180, RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Á.(1979): “Guerra, miseria y corrupción en Extremadura: 1640-1668”, Estudios dedicados a Carlos Callejo. Cáceres, Diputación Provincial, pp. 605-625 o RODRÍGUEZ TREJO, MARÍA J. (2015): “La Guerra de Restauración portuguesa y la frontera: una nueva línea de investigación” en II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Universidad Rey Juan Carlos, pp. 555-572.
[11] Para un minucioso conocimiento de la participación de Extremadura en la Guerra de Sucesión y sus consecuencias recomendamos el trabajo de LORENZANA DE LA PUENTE, F. (2020): Entre Austrias y Borbones. La Guerra de Sucesión en Extremadura en Jornadas Los Santos de Maimona en la historia XI; asociación histórico-cultural Maimona pp. 13-57
[12] VIEIRA BORGES, J. (2003): “Conquista de Madrid-1706. Portugal faz aclamar Rei de Espanha o Arquiduque Carlos de Habsburgo”. Tribuna de Historia, Lisboa.
[13] La importancia y notoriedad de esta campaña originó la impresión a lo largo de 1706 de hasta seis relaciones o crónicas sobre el avance de las tropas portuguesas camino de Madrid, cuyos testimonios han sido clave para la confección de este trabajo de investigación. (Los textos se han traducido al castellano para facilitar su lectura y comprensión).
[14] PERES, DAMIAO (1931): “A diplomacia portuguesa e a Sucessao de Espanha. 1700-1714” Portucalense Editora, Barcelona.
[15] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): “La Villa de Brozas en la Guerra de la Secesión”. Diputación de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños Volumen XV, número 2 pp.421-432
[16] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam e progressos do nosso Exército ate o Campo da Praça de Alcántara, governado pelo Marquez das Minas, Dos concelhos de Estado, & Guerra & da diversaô intentada pelo inimigo na Praça de Elvas”. Publicada en 24 de Abril de 1706. Lisboa, na officina de Antonio Pedrozo Galram, con todas as licenças necessarias
[17] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam verdadeyra da marcha e operaçoens do Exército da Provincia de Alentejo governado pelo Marquez das Minas, Don Antonio Luis de Sousa, dos concelhos de Estado, & Guerra del Rey nosso Senhor & Governador das Armas da dita provincia; rendimiento da Praça de Alcantara, & diversaô intentada pelo inimigo na Praça de Elvas”. Publicada en 15 de mayo de 1706. Lisboa, na officina de Antonio Pedrozo Galram, con todas as licenças necessarias
[18] GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): “Los desastres de la guerra: la incidencia de los conflictos bélicos en la historia moderna de Brozas (desde 1640 hasta 1812)”. Actas de las V Jornadas de Historia de Llerena (Lorenzana de la Puente, F. y Mateos Ascacibar, F. eds) Sociedad Extremeña de Historia, Llerena.
[19] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam….”
[20] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam….”
[21] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam…”
[22] GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): Ibidem
[23] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES, sec. Municipal de Brozas, Libros de Actas capitulares, nº 2 (1705), acuerdo del 11 de diciembre
[24] GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): Ibidem
[25] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam…”
[26] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam…”
[27] El lugar donde se desarrolló el encuentro entre ambos ejércitos se sitúa aproximadamente a cuatro kilómetros del núcleo urbano de Brozas en dirección Este, en una dehesa de encina y alcornoque atravesada por la “Vía de la Estrela” la calzada romana del Puente de Alcántara y convertida en ese tramo desde la Edad Media en el “Cordel de Arroyo”.
[28] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[29] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[30] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[31] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam…”
[32] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): Ibidem
[33] GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): Ibidem
[34] Se refiere, lógicamente, al regreso del Marqués de las Minas tras el encuentro mantenido con Berwick en el Vaqueril de Santa Ana.
[35] VIEIRA BORGES, J. (2003): Ibidem
[36] VIEIRA BORGES, J. (2003): Ibidem
[37] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): Ibidem
[38] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Segunda Relaçam…”
[39] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[40] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[41] ARQUIVO NACIONAL DA TORRE DO TOMBO: “Primeyra Relaçam…”
[42] GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2005): “La Villa de Brozas en el Antiguo Régimen: evolución demográfica y estructura familiar”. Institución cultural “El Brocense”. Cáceres
[43] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): Ibidem
[44] Acuerdo del 26 de diciembre. Libros de Actas capitulares nº 3 (1706) en GARCÍA BARRIGA, FELICÍSIMO (2005): “La villa de Brozas en el Antiguo Régimen: evolución demográfica y estructura familiar”. Institución cultural “El Brocense”. Cáceres
[45] carta real de 28 de mayo de 1707 en GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): “Los desastres de la guerra: la incidencia de los conflictos bélicos en la historia moderna de Brozas (desde 1640 hasta 1812)”. Actas de las V Jornadas de Historia de Llerena (Lorenzana de la Puente, F. y Mateos Ascacibar, F. eds) Sociedad Extremeña de Historia, Llerena.
[46] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): Ibidem
[47] Información que Juan Ximénez del Pinar, Síndico General de esta villa, ofrece a su Magestad Felipe V para librar a esta villa de Brozas y sus vezinos de la paga de tributos…” en MARTÍNEZ QUESADA, JUAN (1959): Ibidem
[48] “Libros de actas capitulares, año 1762, acuerdo del 28 de enero” en GARCÍA BARRIGA, FELÍCISIMO (2004): “Los desastres de la guerra: la incidencia de los conflictos bélicos en la historia moderna de Brozas (desde 1640 hasta 1812)”. Actas de las V Jornadas de Historia de Llerena (Lorenzana de la Puente, F. y Mateos Ascacibar, F. eds) Sociedad Extremeña de Historia, Llerena.
