William Goza y Hugo Ludeña.
I. INTRODUCCIÓN.
Hernando de Soto fue un capitán nativo de Jerez de los Caballeros, llamada en el siglo XVI Xerez de Badajoz, y bajo las órdenes del gobernador Francisco Pizarro obtuvo una gran fortuna en oro y plata durante la conquista del Perú, entre 1532 y 1536, con lo cual se volvió un hombre con una enorme fortuna, aún de acuerdo a los términos actuales.
Su riqueza y reputación como hombre de armas fueron favorables para conseguir que en 1537 el Rey le concediera la Gobernación de Cuba y el derecho a la conquista de La Florida, una región desconocida para el resto del mundo, ubicada en lo que actualmente es la mayor parte del área continental de los Estados Unidos. Adicionalmente, recibió el título de Adelantado y se le concedió el hábito de la Orden de Santiago.
Soto organizó su expedición con unos 950 hombres de varias ocupaciones, la mayoría de ellos hidalgos de Extremadura y de otras regiones. Entre ellos estaba un joven de Herrera de Alcántara llamado Gonzalo Silvestre, de unos 20 años de edad.
Se conocen varias “Relaciones” de la Expedición de Soto a la Florida: la del Factor Luis Hernández de Biedma, que es la versión oficial; la Relación de Rodrigo Rangel, el secretario de Hernando de Soto y la Relación anónima del Fidalgo de Elvas, un hidalgo portugués, la cual fue publicada en Évora en 1557.
La única Relación de la Expedición en la que se menciona a Gonzalo Silvestre es la obra del Inca Garcilaso de la Vega, la cual fue publicada en Lisboa en 1605, y después en Madrid en 1723, y hay muchas ediciones posteriores en francés e inglés.
Nuestra referencia a las actividades de Silvestre en la Expedición de Soto han sido tomadas de la traducción al inglés hecha por Bonita Brunson Lewis y Warren H. Wilkinson, como una actividad de “The Historical Records Survey”, una rama de “Federal Writers Project”, del Gobierno de los Estados Unidos durante la GranDepresión de los años treinta. Esa traducción al inglés le proporcionó a Wilkinson el primer contacto con el conocimiento de la Expedición de Soto a la Florida y encendió en él un interés que ocuparía gran parte de su tiempo en los siguientes cuarenta años.
Wilkinson defendía la opinión de que el lugar de desembarco de la Expedición de Soto fue el río Caloosahatche, que desemboca en el Golfo de México, cerca de donde actualmente está Fort Myers, Florida. También identificó los rasgos geográficos de La Florida en el libro de Garcilaso y la ruta que identificó está de acuerdo con el número de leguas recorridas por la Expedición y justifican su argumento de que el lugar de desembarco de Soto estaba al sur de la Bahía de Tampa, ubicación que era defendida por otros.
Prescindiendo de la ubicación del lugar exacto de desembarco y de la ruta que siguió, la Expedición de Soto es un tema fascinante y agotador, que duró tres años en un área que cubrió una gran parte del sur de los Estados Unidos. Sin embargo, debido a las limitaciones de tiempo, en primer término concretaremos nuestra discusión en Gonzalo Silvestre durante la Expedición Hernando de Soto en la parte sur-este de los Estados Unidos, con especial énfasis al área del actual estado de Florida.
Podríamos afirmar que Extremadura estuvo muy bien representada en la Expedición desde la partida de la armada de Sanlúcar de Barrameda. Una de las naves, “La Magdalena”, estuvo a cargo de Nuño de Tovar y D. Carlos Enriquez, ambos de Badajoz, Luis de Moscoso Alvarado, de Badajoz y vecino de Zafra, comandó el galeón “Concepción” de más de quinientas toneladas. Otro barco grande, el “San Juan” tenía como capitán a Diego García, de Villanueva de Barcarrota; Pedro Calderón, de Badajoz era el capitán de una carabela, y doce sacerdotes, ocho clérigos y cuatro monjes acompañaban a la flota.
II. GONZALO SILVESTRE EN LA FLORIDA.
Gonzalo Silvestre aparece temprano en el libro del Inca Garcilaso de la Vega Solamente a pocas horas de partir de Sanlúcar de Barrameda la nave del Comisario Gonzalo de Salazar pasó a la nave capitana y se le adelantó a un tiro de cañón. Adelantarse a la nave capitana era considerado entonces un delito que podía ser castigado con la muerte.
Hernando de Soto había designado a Silvestre par que estuviese a cargo de los centinelas, ordenándole que abriese fuego contra cualquier nave sospechosa. Cuando Silvestre vio que una nave iba adelante, consultó a los marineros si era de su flota, y como ellos le informaron que no, él ordenó abrir fuego. Los primeros tiros dieron en las velas y los siguientes le arruinaron la proa.
Cuando se supo que la nave era de su propia flota vino la confusión y los marineros de la nave averiada estuvieron en peligro, por lo que tuvieron que salir con hachas para cortar los mástiles y bajar las velas. Soto mandó llamar al Factor Salazar dijo en México que si él pudiera encontrarse otra vez con Hernando de Soto, le daría batalla hasta morir.
No sabemos si Silvestre recibió una reprimenda, y podemos asumir que él se mantuvo lejos de la vista de su General para evitarse problemas.
Soto permaneció en Cuba casi un año organizando su gobernación y de allí envió una expedición de avanzada a La Florida para traer información que le sirviese cuando la expedición completa desembarcase. Finalmente, el 18 de mayo de 1539 las naves zarparon de Cuba. La San Cristóbal con 60 caballos a bordo; la SantaAna con 80 caballos; la Concepción con 40 caballos; y las tres naves menores, San Juan, Santa Bárbara y San Antón con 70 caballos en total.
Los vientos contrarios dificultaron la ubicación del puerto localizado previamente, de modo que la flota no llegó hasta el 25 de mayo de 1539. Aunque el punto exacto de desembarco no se conoce hasta la fecha con certeza, todos los investigadores están de acuerdo que fue en la Costa Oeste de La Florida en una bahía con una ensenada, entre el río Caloosahatchee como el más probable, puesto que en nuestra opinión es el único que armoniza con las descripciones del sitio de desembarco según las Relaciones tempranas, en las cuales las distancias y las áreas descritas por Garcilaso coinciden.
Inmediatamente después de la llegada a la Florida, el Capitán Baltasar de Gallegos envió a un grupo a reconocer la tierra, y Gonzalo Silvestre era miembro de ese grupo. Ellos regresaron después de dos días sin incidentes, informando que había alimentos suficientes en una aldea indígena cercana como para mantener a la Armada por algún tiempo.
Gallegos exploró la tierra hacia el interior y descubrió un gran pantano que tendría que pasar la armada. El envió a Silvestre y otros tres jinetes de regreso al camino a informar a Soto, quien le dio instrucciones a Silvestre de regresar con 20 hombres de a caballo donde Gallegos y a decirle que la armada lo seguiría dentro de cuatro días.
Después de pasar grandes dificultades, ubicaron un sendero a través del pantano, y Soto decidió enviar por más tropas, puesto que estaba sin la adecuada protección. En presencia de todos, Soto le dijo a Silvestre que como él tenía el mejor caballo de la armada, las tareas más difíciles serían para él. Entonces Soto le ordenó que escoja a otro hombre de a caballo para regresar por ese territorio hostil par que vaya con él y que ordene a los refuerzos venir.
Silvestre escogió al paje del Gobernador, Juan López Cacho, de Sevilla, quien tenía un buen caballo. López Cacho no tenía interés en ir como voluntario, pero al fin, los dos hombres, de unos veinte años de edad, partieron esa noche para traer los refuerzos. Los caballos se conducían instintivamente por el campo, olfateando el suelo como si fueran podencos o perdigueros. Pasaron a través de los bosques sin dormir, viendo el fuego de los campamentos indígenas a ambos lados, tratando de no llamar la atención.
Finalmente, rendidos por el cansancio, se detuvieron a descansar y dormir por un momento, pero Silvestre era un hombre a prueba de sueño y fatiga, y se quedó haciendo guardia. Al amanecer, con mucha dificultad pudo despertar a Juan López Cacho golpeándolo con su lanza. Al amanecer, los indígenas que tenían su campamento cerca los vieron, y los españoles tuvieron que salir rápidamente por el gran pantano, bajo una lluvia de flechas que caía sobre sus armaduras como si fueran granizo.
El pantano tenía una legua de ancho, pero los jinetes y caballos estaban protegidos parcialmente por el agua. Por fin, los dos jóvenes fueron recibidos por hombres de a caballo del grueso del ejército, quienes los protegieron cuando eran atacados por los nativos antes de llegar.
Silvestre apenas tuvo tiempo para almorzar dos bocados de unas mazorcas cocidas de maíz y un poco de queso, ya que no había otra cosa, y se alistó para conducir a la tropa de 30 lanceros de regreso a través del pantano, para reforzar al General. Juan López Cacho se quedó en el campamento diciéndoles a Silvestre: “El General dijo que viniese, pero no que regrese…”. Cuando el grupo llegó donde Soto estaba esperando con la avanzada de soldados, Silvestre fue premiado por el Capitán General “con magníficas palabras”.
Con los refuerzos, Hernando de Soto se dirigió al norte de lo que hoy es el Estado de Florida, recibiendo con frecuencia la feroz oposición de los nativos, cruzando ríos y tomando los alimentos y sustento que podían de la tierra de los indígenas.
Garcilaso se refiere a una gran batalla como la “de las dos lagunas”, donde los nativos, fingiendo amistad con los españoles, planeaban capturar a Soto y destruir su ejército. Pero Soto supo de la confabulación y, adelantándose, capturó al líder indígena, matando a muchos de sus guerreros.
Continuando su avance, ay ahora dirigiéndose más hacia el nor-oeste, Soto cruzó lo que los españoles llamaron “el Río del Venado” el cual es hoy conocido como el “Río Swanee”, tal vez como una corrupción del nombre español “San Juan”. Cerca del río los españoles encontraron una feroz resistencia, pero lograron pasar, esta vez más al Oeste, hacia la provincia de Apalache.
El invierno de 1539 llegaba y Soto y su vanguardia habían avanzado unas 150 leguas, pero el grueso de la armada todavía estaba en el campamento cerca de la bahía donde ellos habían desembarcado al llegar a La Florida. Soto determinó permanecer acampando durante el invierno en Apalache, en el sitio que en la actualidad es la ciudad de Tallase, la capital del Estado de Florida.
Mientras pasaban el invierno en el campamento, Soto envió cuarenta hombres de a caballo y cincuenta de a pie a explorar el sur. Ese grupo, en el estaba Gonzalo Silvestre, fue hasta lo que ahora es llamado el Golfo de México, y el puerto hacia donde los españoles fueron entonces fue el sitio y el pueblo de indígenas llamado “Aute”. Allí los españoles encontraron los cráneos y huesos de caballos e identificaron el sitio como aquel donde en 1528 la fallida expedición de Pánfilo de Narváez abandonó sus planes de conquista y construyó unas rústicas embarcaciones para escapar de esas tierras tan tortuosas.
Con el invierno encima y con el grueso de la armada a unas 150 leguas de distancia, Soto decidió enviar de regreso 30 lanceros para ordenar al Capitán Pedro Calderón que avance con los soldados al campamento Apalache. Así, a fines de octubre de 1539, los treinta lanceros partieron bajo el comando de Juan de Añasco, y por supuesto, con Gonzalo Silvestre, el intrépido caballero de Extremadura.
El primer día los treinta lanceros recorrieron treinta leguas y acamparon de noche junto a un río llamado ahora “Aucilla”, no muy diferente a la pronunciación de la población indígena cercana que los nativos llamaban “Osachile”. Antes del amanecer del siguiente día, los lanceros pasaron por el pueblo, y después de cabalgar 13 leguas en el segundo día, pasaron la noche con un a buena guardia apostada a fin de avisar en caso de un posible ataque.
A la mañana siguiente, los treinta lanceros estaban en sus caballos antes del amanecer, y después de cabalgar cinco leguas, llegaron al río llamado ahora “Suwanee” el cual está en ese punto. Silvestre fue el primero en llegar al río y su caballo pasó nadando con Gonzalo a horcajadas, y después los demás cruzaron detrás de él.
Los lanceros tomaron su desayuno al mediodía más allá del río, y después de cabalgar cuatro leguas más, llegaron al lugar donde anteriormente los españoles habían tenido una batalla cerca de las dos lagunas, y donde Soto había sido herido en la lucha. Los treinta lanceros esperaban tener resistencia en ese punto, pero encontraron el pueblo en ruinas y los cuerpos de los indígenas en los lugares donde habían muerto. Los muertos no habían sido enterrados, ni el pueblo reconstruido porque los indígenas pensaban que la muerte debió ser causada por su Dios debido a la pérdida de la batalla, y sería inadecuado tocar los muertos o reconstruir el pueblo. Los españoles comprendieron los sentimientos de los indígenas, confirmando el proverbio español que dice: “a muertos e idos, no hay amigos”.
Después de cabalgar otra legua, los lanceros acamparon para pasar la noche. El tercer y cuarto día fuera del campamento de invierno pasó casi sin incidentes aunque el cuarto día se encontraron con siete indígenas a los cuales mataron. Los lanceros recorrieron diecisiete leguas cada día.
El quinto día los lanceros partieron a media noche y cabalgaron cinco leguas antes de llegar al río llamado Ocalí por los indígenas, y que ahora se le conoce como “Oklawaha”. Es interesante notar que en la actualidad cerca y al oeste, está ubicada la próspera ciudad llamada “Ocala”. El río Ocala estaba desafortunadamente para los españoles inundado, y el capitán Juan de Añasco ordenó a doce de los lanceros pasar a nado con sus escudos, armaduras y lanzas en las manos. El cruce de los lanceros que faltaban se hizo en una balsa, la cual fue jalada cuatro veces por los nadadores, desde la orilla opuesta para que los que quedaban pudieran cruzar.
Todo esto sucedió en medio de una lluvia de flechas lanzadas por los indígenas. Los dos últimos que cruzaron fueron Hernando Atanasio, y por supuesto, Gonzalo Silvestre, siempre en los lugares de peligro, haciéndole frente a los indígenas para que sus compañeros pudieran cruzar.
Con el agua helada del río, y con la ropa mojada y el frío clima, las dificultades para cruzar fueron grandes e incómodas, combinadas con las hostilización de los indígenas. Uno de los soldados, Juan López Cacho, el compañero que anteriormente fue con Silvestre en otra misión, estaba tan helado que se pensó que moriría, de manera que los lanceros retrasaron su marcha para que él y otros soldados pudieran abrigarse y también para alimentar a los caballos con el maíz que habían tomado de los nativos.
Esa noche, mientras los treinta lanceros acamparon, pusieron centinelas para alentarlos de un posible ataque de los indígenas, y cuando hubo un aviso de ataque alrededor de la medianoche, levantaron rápidamente su campamento para continuar su cabalgata.
Juan López Cacho estaba envuelto y amarrado a su caballo entre dos soldados que lo conducían. El Inca Garcilaso dice que parecía el Cid, Ruy Díaz cuando lo llevaron muerto en su caballo fuera de Valencia, mientras que los moros pensaban que estaba vivo y teniéndolo como tal.
En el séptimo día Pedro de Atienza se enfermó, murió en su caballo y fue enterrado en el lugar donde murió. Al atardecer, los lanceros llegaron al gran pantano. Garcilaso no nos dice la condición de Juan López Cacho quien estuvo medio congelado esa noche, pero en el campamento los soldados tuvieron que hacer grandes fuegos para calentarse. Habían recorrido veinte leguas ese día. Cerca de la medianoche, otro soldado, Juan de Soto murió de cansancio y de frío.
El octavo día fue muy frío en el gran pantano y fue cruzado con dificultad. Afortunadamente, ningún nativo se les opuso, pero los caballos rehusaban tercamente entrar al agua. Veinte de los lanceros sabían nadar y ellos se quitaron la ropa y entraron al agua helada, tratando de jalar los caballos con sogas, mientras que los que estaban en la playa los golpeaban con palos. Después de tres horas de esfuerzo, el caballo de Gonzalo Silvestre y el de Juan de Añasco entraron al agua y a medida que amanecía y el sol calentaba, los demás caballos pudieron cruzar. Los lanceros acamparon esa noche alrededor de unas fogatas para calentarse, y al amanecer ya estaban en el camino otra vez, pero el número de hombres se había reducido a veintiocho.
En la mañana siguiente muy temprano, los lanceros llegaron a un campamento donde los indígenas estaban asando pescado. Los soldados cargaron contra ellos con sus caballos ahuyentándolos hacia los bosques, y los pescados cayeron a la arena, pero los hombres estaban tan hambrientos que lo comieron sin limpiarlo, Garcilaso de la Vega nos cuenta que para ellos, “parecía sazonado con canela y azúcar… porque el hambre es como un salza picante para un hombre hambriento”. Los caballeros, que es como los lanceros eran llamados algunas veces, habían recorrido ese día trece leguas más, deteniéndose a una legua de la aldea del cacique llamado “Urri” y del campamento donde estaba la mayor parte de la armadura de Soto.
Al principio ellos no vieron indicaciones de actividades de los españoles allí, pero a medida que se acercaban a un pequeño lago, vieron huellas frescas de caballos y señales de jabón, donde los españoles habían lavado ropa. Esas señales elevaron sus espíritus, y justo antes de la puesta de sol estaban cabalgando dentro del campamento español, espoleando a sus caballos al galope y agitando sus lanzas.
Hasta el casi congelado Juan López Cacho entró en calor en esa ocasión, cabalgando orgullosamente con los demás hombres. En once días los lanceros habían cabalgado ciento cincuenta leguas, unas 400 millas, o doscientos cincuenta kilómetros en terreno hostil.
Los mensajes y órdenes del Capitán General Hernando de Soto fueron entregados al Comandante del campamento, el Capitán Pedro Calderón, quien envió a Juan de Añasco con dos naves al norte de la costa de Florida a reunirse con Soto. Gómez Arias fue enviado a La Habana para informar sobre la expedición y para buscar refuerzos. Entonces, Calderón partió con ciento veinte hombres para reunirse con Soto en el campamento de invierno de Apalache.
Cuando Calderón y sus soldados llegaron al gran pantano, los nativos los atacaron, con un indígena balanceándose a la entrada de un área boscosa por donde los españoles debían de pasar, lanzándoles un flechazo. Gonzalo Silvestre cargó con su caballo contra el indio alanceándolo, pero antes el indio le había disparado su flecha, la cual le dio al caballo en el pecho, cayendo muerto al pie del hombre. El indio, el caballo y Silvestre, todos cayeron juntos. Garcilaso nos cuenta que “todas las buenas cualidades del famoso corcel de Gonzalo Silvestre fallaron para conseguir el respeto del infiel…”.
Calderón llevó con dificultad al ejército al campamento de invierno, peleando constantemente con los indios. En Apalache, Hernando de Soto y Pedro Calderón se reunieron, y Juan de Añasco fue a la bahía de Aute donde debía de encontrarse con los que estaban en el campamento de invierno.
Soto y sus hombres partieron durante los últimos días de marzo de 1540 y continuaron sus esfuerzos sin encontrar oro ni gloria y sin poder llevar el cristianismo a los indígenas. Al mejorar el clima ellos dejaron lo que en la actualidad es el Estado de Florida, y como nuestro propósito en esta parte de la conferencia es describir sus actividades hasta este punto, dando énfasis a las hazañas de Gonzalo Silvestre, nos detendremos aquí.
Nosotros estamos de acuerdo en que la expedición de Hernando de Soto fracasó en conseguir sus objetivos principales, pero en cambio, la expedición fue muy importante para la historia de los Estados Unidos. La Relación escrita por el Inca Garcilaso de la Vega detalla la temprana contribución de España al descubrimiento, establecimiento y desarrollo de la Florida. Gran parte del material para su gran trabajo literario le fue proporcionado por el extremeño Gonzalo Silvestre y, aunque la Relación de Garcilaso ha sido considerada fantástica por algunos críticos posteriormente, se mantiene como el primer esfuerzo literario importante respecto a la Florida.
Gonzalo Silvestre de Herrera de Alcántara en Extremadura, un hombre valiente y verdadero líder, sobrevivirá a la expedición, pero Hernando de Soto y muchos otros, no serían tan afortunados.
III. SU VIDA EN EL PERÚ.
Después que la expedición de Hernando de Soto recorrió todo el sud-este del actual territorio de los Estados Unidos, llegaron al río Mississippi y en 1542 Soto murió agotado por la fiebre en Guachota. La expedición quedó al mando de Luis de Moscoso y después de explorar hacia el oeste, decidieron salir de esas tierras tan inhóspitas para lo cual construyeron siete bergantines. Bajando el río Mississippi, salieron al Golfo y de allí se dirigieron a México a donde llegaron 311 sobrevivientes.
En Pánuco primero, y en la ciudad de México después, fueron atendidos muy bien por los vecinos y por el Virrey Don Antonio de Mendoza. Silvestre tenía entonces 26 años y en 1543 México no ofrecía muchas oportunidades a los recién llegados, de manera que decidió partir hacia el Perú, arribando al puerto de Paita. Es también posible que haya viajado con el grupo del nuevo Virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela en noviembre de 1543, llegando a Tumbes en marzo de 1544.
El Virrey Núñez de Vela había sido enviado al Perú para imponer las Nuevas Leyes que disminuían el poder de los encomenderos. Por esa razón ellos designaron a Gonzalo Pizarro como su procurador. El Virrey había demostrado su dureza y pocas dotes políticas por lo que la Audiencia de Lima, bajo la presión de los encomenderos, reconoció a Gonzalo Pizarro como gobernador, enviando al Virrey de regreso a España. Pero él consiguió escapar en el norte del Perú, preparándose para combatir a los rebeldes. A principios de 1546 se produjo en Quito la guerra en la cual el Virrey fue derrotado y ejecutado en el campo de batalla, y desde entonces el dominio de Gonzalo Pizarro en el Perú fue total hasta 1548.
Durante la rebelión de Pizarro se inició la explotación de las ricas minas de Potosí en 1545, en el sur del Perú, hoy territorio boliviano. La mayoría de los encomenderos más ricos estaban concentrados entre el Cuzco y Las Charcas, y apoyaban a Gonzalo Pizarro.
No sabemos con certeza en que parte del Perú estuvo Gonzalo Silvestre durante ese tiempo, pero lo más probable es que estuviera en La Plata o en Potosí, adonde eran atraídos los recién llegados debido a su riqueza e importancia comercial. Él no era capitán, como algunos han creído, sino un soldado, aunque hidalgo, en mala situación económica, y todo indica que estuvo bajo las órdenes del capitán Alonso de Mendoza, quien se había mantenido leal a Gonzalo Pizarro hasta la llegada del nuevo Gobernador el Licenciado Don Pedro de la Gasca.
Al conocer los Despachos Reales que traía La Gasca, el capitán Alonso de Mendoza decidió pasarse al lado del capitán Diego Centeno, con la condición de conservar su ejército, y entre sus hombres estaba Gonzalo Silvestre.
El enfrentamiento entre los seguidores de Gonzalo Pizarro y los leales a la Corona al mando de Diego Centeno se produjo en la guerra de Huarina, el 19 de octubre de 1547 donde las tropas de Centeno fueron derrotadas y dispersadas. Centeno, Mendoza, Silvestre y otros sobrevivientes pudieron reunirse con el Licenciado de La Gasca y estuvieron el 9 de abril de 1548 en la guerra de Xaquixaguana donde Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado. Antes de la batalla, ante la promesa de perdón, muchos capitanes se pasaron al lado de La Gasca, entre ellos el capitán Garcilaso de la Vega, quien era un rico encomendero en el Cuzco, y padre del joven Inca Garcilaso.
El Licenciado de La Gasca favoreció al capitán Alonso de Mendoza con 2.000 pesos de renta anual y fue enviado a Las Charcas y Potosí a capturar a los representantes de Pizarro que quedaban. Debido a que los repartos de La Gasca fueron muy bajos, entre tantos candidatos, la mayoría quedó descontenta. Se sabe que Gonzalo Silvestre recibió una renta de 800 pesos anuales y que ese año estaba en La Plata.
Entre 1549 y 1552 se pierde el rastro de Silvestre hasta que el 6 de marzo de 1553 se produjo la rebelión de Don Sebastián de Castilla y Vasco Godines en La Plata, donde mataron a estocadas al General Pedro de Hinojosa. Pablo de Meneses era el Corregidor de La Plata y también iba a ser asesinado.
El 11 de marzo Don Sebastián Castilla fue asesinado por los Servidores del Rey, y según los testigos, Gonzalo Silvestre fue uno de los que acudieron al servicio del Rey. En agosto del mismo año el Mariscal Alonso de Alvarado fue a Potosí y a La Paz para hacer justicia de los que habían seguido a Don Sebastián de Castilla en su rebelión.
En medio de las rivalidades entre los encomenderos se produjo la rebelión de Francisco Hernández Girón en el Cuzco y el 21 de mayo de 1554 fue la batalla de Chuquinga donde el Mariscal Alonso de Alvarado fue derrotado. Gonzalo Silvestre estuvo al lado del Mariscal y resultó mal herido en la cabeza, con una pierna quebrada y el caballo muerto.
Para combatir a los rebeldes la Real Audiencia organizó sus fuerzas, bajo las cuales estaba Gonzalo Silvestre a quien lo vieron en el Cuzco. Francisco Hernández Girón fue derrotado en la batalla de Pucará, pero huyó, siendo perseguido y capturado cerca de Xauxa por el Capitán Gómez Arias Dávila; quien recibió la recompensa que había ofrecido la Audiencia.
Los demás capitanes y soldados quedaron descontentos pero tuvieron que dispersarse. De Gonzalo Silvestre no se sabe nada hasta que en 1556 aparece en Lima con numerosos capitanes y soldados que pedían al nuevo Virrey que los favorezca, teniendo en cuenta los servicios que habían prestado en las guerras.
Como muchos de los soldados que habían llegado tardíamente, Silvestre no obtuvo una encomienda, sin embargo vivía cómodamente en La Plata y Potosí. En esa época en Potosí había una importante actividad comercial, con una gran población transeúnte. Los españoles que no tenían encomiendas se dedicaban a actividades agrícolas y a otras empresas sostenidas por la actividad minera. En 1555 Silvestre vivía al estilo de un encomendero, tenía buenos caballos, esclavos negros y un administrador para sus intereses, tenía tierras agrícolas y casas en La Plata y Potosí. En la Obra del Inca Garcilaso de la Vega, “Los Comentario Reales de los Incas”, Silvestre es mencionado como un residente en la región de La Plata, cultivando trigo en el área de Pilcomayo.
Cuando el Virrey del Perú, Don Andrés Hurtado de Mendoza, primer Marqués de Cañete llegó al Perú en junio de 1556 se encontró con numerosos pedidos de aquellos que habían servido al lado de los leales en las anteriores rebeliones. Su política era la de no ofrecerles ninguna recompensa adicional, sino matrimonios ventajosos con viudas ricas o con mujeres de buena posición social. Aquellos que no aceptaban y seguían descontentos eran deportados a España donde ellos podían hacer sus peticiones a la Corona.
Entre los deportados estuvo Gonzalo Silvestre quien después reclamaría que el Virrey le había ofrecido casarlo con una mujer de mala reputación, y que él no podía aceptar. Decía que el Virrey le había asignado 5.000 pesos de renta en tributos de indios si se casaba. Como él rehusó, fue muy maltratado, encarcelado, fue acusado por sus enemigos y sus bienes vendidos a precios muy bajos. El Virrey remitió un informe a España en contra de Silvestre.
IV. SILVESTRE EN ESPAÑA.
Silvestre regresó a España después de haber estado 17 años en América ¿Qué cosas había ganado? En La Florida le habían matado dos buenos caballos y había perdido todo lo que había llevado; en las guerras civiles del Perú fue malherido varias veces, saliendo con una pierna rota y un arcabuzazo en el pie, por lo cual cojeaba, también tenía heridas en las piernas, el cuerpo y la cabeza las cuales no sanaban, le sangraban frecuentemente y le supuraban pus, ya que había contraído en alguna parte las bubas, una enfermedad incurable que era una epidemia en la primera mitad del siglo XVI.
En noviembre de 1557, Silvestre comenzó sus peticiones ante el Consejo de Indias en Valladolid y los testigos fueron llamados a declarar en su Información de Servicios. Silvestre pedía que en retribución a los servicios que había prestado a la Corona, se le otorgara una encomienda en La Plata, o alternativamente 10.000 pesos de renta en las Cajas Reales de La Plata o 10.000 ducados de renta en la Casa de la Contratación de Sevilla, o doce licencias para comerciar esclavos negros, u otra merced que la Corona quisiere hacerle.
Las Informaciones de los testigos ser recibieron durante un mes entre el 4 de enero y el 7 de febrero de 1558 en Valladolid, Badajoz, y en otras ciudades y todas eran favorables. Todo lo cual fue presentado por Silvestre al Consejo el 21 de marzo del mismo año. Pero todos sus planes se empezaron a derrumbar cuando casi al mismo tiempo fueron vistos los cargos que había enviado el Virrey al Consejo de Indias entre los cuales estaban las acusaciones que lo culpaban de haber matado al General Pedro Alonso de Hinojosa.
El 14 de mayo, Silvestre presentó tres testigos, entre ellos al tío del General Hinojosa, quien declaró a favor de su inocencia. Aunque las declaraciones le favorecían y todo fue incluido en su Información de Servicios, parece que el Consejo no resolvió nada durante largo tiempo. Posiblemente cansado por no haber sido atendido, o porque el caso le sería desfavorable, decidió retirar del Consejo sus peticiones el 20 de diciembre de 1558 y diez días después, el Secretario del Consejo le hizo entrega de todas las probanzas hechas para su Información de Servicios.
Desde esa fecha no se tienen noticias de Silvestre. Mientras tanto en 1561 el joven Inca Garcilaso de la Vega llegaba a Madrid y es posible que por esos años viera a Silvestre en la Corte, reclamando, al igual que él, alguna merced de la Corona, Silvestre había sido compañero de armas del Capitán Garcilaso de la Vega, padre del Inca, quien había sido un rico encomendero en el Cuzco, partidario de Gonzalo Pizarro, y conocía al Inca Garcilaso desde cuando era un niño.
Unas anotaciones manuscritas al margen en un libro del siglo XVI nos dan la noticia de cómo Silvestre se trasladó a Toledo, a Montilla, enfermo y en una carreta jalada por bueyes, y de cómo en el camino, al ver sus heridas, una mujer vieja le recomendó que vaya a Las Posadas a curarse con unas hierbas en el mes de mayo.
V. PREPARACIÓN DE LA FLORIDA DEL INCA POR GONZALO SILVESTRE Y EL INCA GARCILASO DE LA VEGA.
Garcilaso anunció en 1586 que escribiría la historia de la conquista de La Florida, y dos años después estaba redactando la Relación que le dictaba Gonzalo Silvestre. En esa fecha vivía en Las Posadas y Garcilaso en Montilla, desde donde tenía que trasladarse para entrevistar a su informante. Silvestre tendría entonces unos 78 años de edad y padecía durante más de 50 años su dolorosa enfermedad. Él era jugador y gastaba más de lo que le permitían sus recursos y durante toda su vida le había gustado tener buenos caballos y vestir bien. Garcilaso le prestaba dinero, el cual le sería pagado cuando Silvestre recibiera alguna renta de la Corona.
La Florida del Inca puede ser considerada como la Relación de Gonzalo Silvestre de la expedición de Hernando de Soto a La Florida o el trabajo conjunto de dos autores. Garcilaso ha especificado reiteradamente que “escribía por Relación ajena” y que su autor revisaba el manuscrito minuciosamente y no permitía que se quite o que se ponga algo diferente de lo que él le había dictado, capítulo por capítulo.
Silvestre nunca llegó a ver la versión final del manuscrito ya que murió posiblemente en 1592. El mismo año, en diciembre, Garcilaso anunció que el borrador estaba listo y que la obra estaría concluida el próximo año, pero esta recién fue publicada en Lisboa en 1605. Sin embargo, hay que considerar también que después de 1592 Garcilaso incorporó a la Relación de La Florida dos nuevas Relaciones inéditas, los manuscritos de Alonso de Carmona y Juan Coles, también sobrevivientes de la expedición de Soto.
De manera que, antes de ser publicada, la Relación de Gonzalo Silvestre fue incrementada con dos más, revisada y corregida por el Inca Garcilaso. Garcilaso dice con frecuencia en su libro qué partes provienen de las Relaciones de Carmona y Coles y cuándo coinciden o varían de la de Silvestre, y también él incluye su opinión personal en muchas partes, especialmente cuando compara La Florida con el Perú.
VI. LA IDENTIFICACIÓN DE GONZALO SILVESTRE COMO EL INFORMANTE DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA.
Garcilaso admitía por su propia opinión que la información sobre la expedición de Hernando de Soto la había obtenido de la relación oral de un soldado que participó en la campaña, pero en ningún momento lo identificó como Gonzalo Silvestre. Su identificación es posible cuando se lee la obra del Inca Garcilaso “Los Comentarios Reales de los Incas”, en la cual se puede observar que, al referirse a las Guerras Civiles, vuelve a aparecer Gonzalo Silvestre también en acciones heroicas y extraordinarias como en La Florida, y reitera la amistad que tuvo ese soldado con su padre en el Perú y con él en España.
A principios de este siglo varios autores se han atribuido haber descubierto a Gonzalo Silvestre como el anónimo informante de Garcilaso, sin tener en cuenta que ya había sido identificado en Inglaterra. El primer autor que usó la obra del Inca Garcilaso par escribir una “Historia de la Conquista de La Florida” fue Theodore Irving (1835) quien notó la importancia de Silvestre en la obra de Garcilaso, dedicándole siete capítulos a sus actividades en La Florida. Sin embargo, él no se arriesgó a identificarlo como el informante de Garcilaso. El primero en hacerlo fue R.B. Cunninghame Graham (1903) quien le dedicó varios capítulos en su libro sobre Hernando de Soto y las actividades de Gonzalo Silvestre en La Florida y en el Perú.
A principios de siglo los estudios de los historiadores José Toribio Polo (1906) y Manuel González de la Rosa (1908) quien publicó el testamento de Garcilaso en el Perú, empezaron a generar un nuevo interés en la obra del Inca. José de la Riva Agüero polemizó con González de la Rosa en torno al Inca Garcilaso en la “Revista Histórica” de Lima, pero, ambos coincidían en que Silvestre fue el informante de Garcilaso.
El descubrimiento de varios documentos que establecían los lazos tan estrechos que había entre Garcilaso y Silvestre durante los años en que Garcilaso estaba preparando el manuscrito sobre La Florida también ha ayudado a la identificación. El R. P. Rubén Vargas Ugarte encontró una anotación manuscrita en los “Tratados” de Bartolomé de las Casas en 1930. Ese libro contenía anotaciones marginales hechas por un contemporáneo de Silvestre y Garcilaso en las que se hace referencia a la amistad entre ellos y que estaban escribiendo sobre La Florida y otros libros. Otro documento revela que Garcilaso fue el albacea de Silvestre y fue publicado por Don José de la Torre y del Cerro en 1935.
Finalmente, el Dr. Raúl Porras Barrenechea encontró en un ejemplar de la “Historia de López de Gomara” algunas anotaciones marginales hechas por Garcilaso y Silvestre. El mismo año de 1948. Rafael Loredo publicó en el diario “El Comercio” de Lima una nota refiriéndose a la biografía de Gonzalo Silvestre donde dio la noticia de la existencia de su Información de Servicios en el Archivo de Indias (Patronato 101-Ramo 18).
VII. IMPORTANCIA DE LA INFORMACIÓN DE SERVICIOS DE GONZALO SILVESTRE.
En 1948, Rafael Loredo dio a conocer la existencia de la información de Servicios de Gonzalo Silvestre en el Archivo General de Indias, al referirse a los datos biográficos del informante el Inca Garcilaso de la Vega. Los más importantes garcilacistas peruanos, Doctores Raúl Porras, Aurelio Miro-Quesada y José Durand también se refieren en sus exhaustivos estudios a los datos sobre Silvestre que están en su Información de Servicios.
La Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación no cuentan con una copia de la Información de Servicios, de manera que, para este estudio se ha usado un microfilm que se conserva en la P. K. Yonge Librairie de la Universidad de Florida-Gainesville, que es un archivo especializado en la historia de La Florida. También se ha usado una copia de “The Soto Papers”, proporcionada por el Dr. William Goza, Presidente de la Fundación Wentworth y conocido garcilacista norteamericano.
La transcripción paleográfica fue hecha en julio de 1989 por el Dr. Lorenzo Huertas, catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima y el estudio del documento y del personaje fue preparado para ser presentado a los XVIII Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo, España, el 30 de septiembre de 1989, dedicados al 450 aniversario de la Expedición de Hernando de Soto a La Florida.
Esta es la primera vez que se da a conocer el documento completo con la finalidad de interesar a los académicos y estudiantes en la expedición de Hernando de Soto realizada en 1539, y en lo que sucedió después a los sobrevivientes.
Como se sabe, los sobrevivientes de esa expedición fueron 311 y sólo conocemos las actividades de algunos en México, Perú, Cuba y España. Entre los más conocidos están el anónimo hidalgo portugués conocido como “El Hidalgo de Elvas”, quien escribió una Relación que fue publicada en Évora, Portugal, el 16 de febrero de 1557, catorce años después de la expedición.
También escribieron Relaciones sobre la expedición el Factor Luis Hernández de Biedma; el secretario de Soto, Rodrigo Rangel; el sastre Juan Coles y Alonso de Carmona. Estas dos últimas se han perdido, pero fueron usadas por el Inca Garcilaso de la Vega quien transcribió muchos fragmentos en su “Historia de Florida”.
También existió una Relación que envió Luis de Moscoso a la Corona y que no ha sido encontrada, y se sabe que una copia fue entregada por el Virrey de México a Tristán de Luna, quien organizó más tarde una expedición a La Florida con fines de colonización, la cual fue abandonada al poco tiempo.
Eugene Lyon, historiador de la Universidad de Florida, ha descubierto un fragmento de otra Relación perdida, escrita por Fray Sebastián de Cañete, la cual contiene interesantes detalles etnográficos y de la geografía de Florida.
La mayoría de los sobrevivientes de la expedición de Hernando de Soto en México y se sabe de las actividades de algunos gracias a sus Informaciones de Servicios y peticiones que presentaban a la Corona. Otros pasaron al Perú, y por lo menos 21 llegaron durante la rebelión de Gonzalo de Pizarro, después de lo cual; algunos aparecen como encomenderos, en actividades relacionadas con la minería en La Plata y Potosí y otros en actividades diversas en el Cuzco y Lima.
La Información de Servicios de Gonzalo Silvestre ofrece datos sumamente importantes para conocer sus actividades en La Florida.
El primero en declarar en Badajoz fue el Capitán Pedro Calderón, quien tuvo destacada actuación en la expedición de Soto. Primero fue capitán de una carabela que partió con la expedición de Sanlúcar de Barrameda, y después fue jefe a cargo del campamento donde se quedaron las provisiones y el grueso de la expedición; conduciendo a la tropa hasta el campamento de invierno de Apalache y finalmente como capitán de uno de los bergantines en que salieron los sobrevivientes, hasta llegar a México.
Cuando el capitán Calderón declaró el 12 de enero de 1558, tenía 60 años de edad, habían pasado 15 años desde que habían salido de La Florida, y recordaba perfectamente detalles que no figuran en ninguna Relación, entre ellos cómo le mataron a Silvestre dos caballos a flechazos. Las opiniones del Capitán Calderón son de gran autoridad por la calidad de su persona, y él afirma que Silvestre sirvió muy bien en La Florida.
El carácter ostentoso de Silvestre resalta en las declaraciones de los testigos, quienes destacan los buenos caballos que tenía y lo bien armado que se presentaba a los combates, con sirvientes y esclavos.
La estadía de Silvestre en La Florida fue el inicio de su carrera de armas, pero esa región no le había ofrecido ningún porvenir y más bien allí lo había perdido todo. En cambio, en el Perú en muy poco tiempo alcanzó el éxito y fortuna, para lo cual debió de valerle su condición de extremeño durante la rebelión de Gonzalo Pizarro. No sabemos sobre sus actividades hasta 1548 en que aparece bajo las órdenes del capitán Alonso de Mendoza, pero está claro que vivió entre las provincias de Cuzco y Las Charcas, que era precisamente donde se encontraban los encomenderos más ricos del Perú.
Las preguntas del cuestionario que se refieren a su estadía durante 13 años en el Perú (de 1543 a octubre de 1556) dan detalles de su actuación en la guerra de Guarina bajo las órdenes del Capitán Diego Centeno; con el Licenciado de La Gasca en la Guerra de Xaquixaguana; durante la rebelión de Don Sebastián de Castilla en La Plata; con el Mariscal Alonso de Alvarado en la batalla de Choquinga; y con los Oidores en la batalla de Pucará contra Francisco Hernández Girón.
Los testigos coinciden en la descripción de los rasgos del carácter de Silvestre, revelan detalles sobre las heridas que recibió en los combates y las pérdidas que padeció por haber estado al lado de la Corona Real. Precisan también que conocieron los bienes y propiedades que tenía en la Villa de La Plata y en el asiento minero de Potosí, donde vivía al estilo de un encomendero con buenos caballos, criados, esclavos, casas, minas, campos de cultivo y rentas que le permitían vivir holgadamente.
Hasta aquí la Información de Servicios de Silvestre contiene referencias a su favor, que podían muy bien haberle servido para poder regresar al Perú y recuperar sus bienes, o recibir alguna de las mercedes que solicitaba, para poder vivir como antes. Pero lo que trastorno todas sus posibilidades fueron las Informaciones Secretas que el Virrey había hecho en contra de los capitanes y soldados descontentos que él había deportado del Perú. El había sido acusado de haber dado muerte al General Pedro de Hinojosa en La Plata durante la Rebelión de Don Sebastián de Castilla.
Esa acusación frustraba sus aspiraciones y lo ponía en la situación de inculpado de un hecho criminal muy grave. En su Información de Servicios aparece una petición que hizo al respecto y las declaraciones de los testigos que presentó a su favor, pero no se conoce el proceso original ni su conclusión.
El último dato que ofrece la Información de Servicios de Silvestre es la petición que presentó al Consejo de Indias el 20 de noviembre de 1558, para que le devuelvan sus Informaciones y Provanzas originales, las cuales le fueron entregadas el 30 de noviembre del mismo año, y como constancia de lo cual aparece su firma autógrafa.
A partir de esa fecha Silvestre desaparece durante 28 años hasta que nuevamente volvemos a tener noticia de él cuando en una carta escrita por el Inca Garcilaso anunció en enero de 1586 que empezaría la redacción del libro sobre La Florida. Dónde estuvo y qué hizo durante esos años, no lo sabemos.
Parecería que el Inca Garcilaso conoció la Información de Servicios de Silvestre, y no sería nada extraño si se tiene en cuenta que entre ellos existió una antigua amistad, y que Garcilaso era su acreedor de numerosas deudas.
La lectura de su Información de Servicios amplía los detalles que conocíamos de su actuación en La Florida y en el Perú, y complemento las referencias que se conocían sobre él, a través del Inca Garcilaso de la Vega.
Por cuanto se trata de un documento con el cual se iniciaron las informaciones sobre dos peticiones, habría que esperar que alguna vez aparezcan los expedientes que las continuaron y sus conclusiones. Sólo sabemos que en agosto de 1591, por fin recibió una renta de 2.000 ducados de la Corona, la cual se hizo efectiva el 3 de abril de 1592. Desafortunadamente al poco tiempo Silvestre murió, entre el 3 de abril y el 28 de agosto dejando como su albacea al Inca Garcilaso y por heredero a su sobrino quien se encargó de pagar las deudas que Silvestre tenía con el Inca Garcilaso.
VIII. LA INFORMACIÓN DE SERVICIOS DE GONZALO SILVESTRE.
El 18 de noviembre de 1557 Gonzalo Silvestre presentó ante el Consejo de Indias en Valladolid un pedido para que se le concedan mercedes teniendo en cuenta sus servicios prestados en La Florida y en el Perú. La Información de Servicios de Gonzalo Silvestre contiene varias peticiones al Consejo de Indias, la primera, fechada en Valladolid el 18 de noviembre de 1557, decía que en La Florida y en el Perú había servido a la Corona con sus armas, caballos y esclavos, habiendo salido de las batallas herido muchas veces y con una pierna quebrada, de la cual estaba mal. También decía que había gastado en curarse las heridas y en la guerra más de quince mil ducados, perdiendo sus propiedades y que le habían robado por “andar al servicio de la Corona Real” y que en ningún tiempo había sido gratificado por sus servicios, por lo cual pedía mercedes conforme a sus servicios y a los gastos que había hecho.
El Consejo ordenó que diese Información de sus Servicios ante el Licenciado Villagómez, funcionario del Consejo, pero el Licenciado no estaba en la Corte y Silvestre temía que los testigos que se fuesen de la Corte ya que estaban de paso, por lo que el 20 de noviembre pidió que se designe a otra persona para que examine a los testigos antes de que se vayan. Para tal fin fue designado el relator, el Licenciado Santander, para que reciba las declaraciones.
El 30 de diciembre de 1557 se expidió en Valladolid una Real Cédula para que se reciban las declaraciones de los testigos en varias ciudades, y al día siguiente, Silvestre otorgó una carta de poder a Llorente de Villazán par que vaya a las ciudades de Badajoz, Mérida, Xerez de Badajoz y a otras ciudades y villas a recibir las declaraciones de algunos testigos, especialmente de los capitanes Pedro Calderón, Arias Tinoco, Alonso Romo de Cardeñosa y a algunos soldados que habían estado en La Florida, Villazán llevaba el cuestionario con trece preguntas, la Real Cédula y la carta poder.
La información de los testigos se hizo entre el 4 de enero y el 7 de febrero. Las peticiones de mercedes que había hecho Silvestre a fines de 1557 y a principios de 1558 no fueron atendidas ese año, y posiblemente primero debió de resolverse la acusación criminal pendiente hecha por el Virrey contra Silvestre por la muerte del General Pedro de Hinojosa.
LAS PREGUNTAS A LOS TESTIGOS EN LA INFORMACIÓN DE SERVICIOS.
El cuestionario que debían de responder los testigos tenía trece preguntas de las cuales las tres primeras se refieren a sus actividades en La Florida y las diez restantes al Perú. Las preguntas referentes a La Florida son generales, para determinar si estuvo en la expedición de Hernando de Soto, sirviendo como hijodalgo y de calidad, a su costa, con sus armas y caballo y que salió con los sobrevivientes después de la muerte de Soto, y después de haber estado cinco años en La Florida.
Las preguntas que se refieren a su presencia en el Perú ofrecen mayores detalles ya que se trata de demostrar sus servicios a Gonzalo Pizarro; con el Licenciado Pedro de La Gasca en la batalla de Xaquixaguana en la que fue derrotado Gonzalo Pizarro; al servicio de la Corona cuando Don Sebastián de Castilla se sublevó enla Villa de La Plata; con el Mariscal Alonso de Alvarado en la batalla de Chuquinga contra el rebelde Francisco Hernández Girón y con los Oidores en la batalla de Pucará, también contra Hernández Girón.
Según la décima pregunta y las siguientes, Silvestre habría gastado más de quince mil ducados de sus propios recursos sin haber recibido ayuda ni pago alguno de la Corona. Y debido a que estuvo en las guerras no pudo aprovechar de sus bienes los cuales le fueron robados por estar al servicio Real. Declaró que tenía en la villa de La Plata y en Potosí propiedades en campos de cultivo, casas, ganado y minas de plata que valdrían en total doce mil ducados, y que con esa renta se sostenía para servir a la Corona. Las últimas preguntas tratan de demostrar si había vivido pacíficamente, sin perjudicar a nadie y que era público y notorio.
La Información de Servicios de Gonzalo Silvestre ofrece Información de primera mano sobre su actuación en La Florida durante la expedición de Hernando de Soto y durante su permanencia en el Perú, hasta su expulsión por el Virrey Marqués de Cañete. Un estudio detallado del documento se hará posteriormente. Por ahora, solamente podemos decir que se trata de un valioso documento que nos permite conocer mejor al personaje a través de una fuente directa que seguramente fue el inicio de un proceso judicial, cuyos resultados no conocemos, pero que confiamos que alguna vez sea encontrado, con la finalidad de completar el conocimiento sobre ese valiente soldado de Extremadura cuya fama conocemos gracias a la obra del Inca Garcilaso de la Vega.
LOS TESTIGOS EN LA INFORMACIÓN DE SERVICIOS DE GONZALO SILVESTRE.
Los testigos que se presentaron a declarar fueron quince, ocho en Valladolid y siete en Badajoz y en otros sitios. No se presentaron a declarar los capitanes Arias Tinoco, Alonso Romo de Cardeñosa y los soldados Luis Bravo y Hernando de la Vega.
De los que declararon en Valladolid, solamente uno había estado con Silvestre en La Florida y los demás lo habían conocido en el Perú. Los que lo habían conocido en La Florida estaban en Badajoz, y el personaje más importante que declaró fue el capitán Pedro Calderón. Sin embarbo, declararon Alonso Gutiérrez de Cardona que estuvo en La Florida, Andrés de Vega y Francisco Martín de Sandoval, quienes estuvieron en La Florida y en el Perú.
LOS QUE DECLARARON EN LA VILLA DE VALLADOLID.
- Juan Catalán.
Declaró el 4 de enero, como vecino de la Bañeza, estante en la Corte, y después de prestar juramento dijo que conoció a Gonzalo Silvestre desde hacía siete años en el Perú, y que tenía 37 años de edad más o menos. No declaró en cuanto a la actividad de Silvestre durante la rebelión de Gonzalo Pizarro pero sí lo hizo con relación a sus actividades en La Plata durante la Rebelión de Don Sebastián de Castilla, y en la batalla de Chuquinga al lado del Mariscal Alonso de Alvarado, de donde salió con la pierna quebrada, con cuatro o cinco heridas en el rostro y en la cabeza.
El testigo no estuvo en la batalla de Pucará porque había salido mal herido de Chuquinga, pero escuchó que Silvestre había servido en la batalla, saliendo bien, aunque muy empeñado. También declaró que sabía que Silvestre tenía en la ciudad de La Plata casas, chacras, ganados y esclavos a su cuidado, y que parecía que valdrían ocho o diez mil castellanos, y que el administrador de sus bienes era Cristóbal de Sosa.
Silvestre gastaba de su renta para mantenerse en la guerra y le había ordenado a su administrador que vendiese el maíz primero y después el ganado.
- Francisco de Talavera.
Declaró el 13 de enero, dijo que tenía más de 40 años de edad y que conocía a Silvestre desde hacía unos catorce años, que lo vio en Paita cuando desembarcó y oyó decir que había estado en La Florida. También vio a Silvestre en la Batalla de Guarina, en la segunda o tercera fila bajo el mando del capitán Diego Centeno, vio como después llegó a Andahuaylas para reunirse con el Presidente Don Pedro de La Gasca y estuvo en la batalla de Xaquixaguana en el escuadrón del capitán Alonso de Mendoza.
Cuando se sublevó Don Sebastián de Castilla en La Plata, el testigo estaba en Potosí, a 18 leguas, pero oyó decir que Silvestre estaba en La Plata al servicio del Rey. En Lima escuchó que en la batalla de Chuquinga había estado al lado del Mariscal Alonso de Alvarado y algunos decían que Silvestre había muerto en el campo de batalla con grandes heridas.
Estando el testigo en Xauxa, llegó una carta del General Pablo de Meneses en la que decía que Silvestre había ido a la ciudad de Huamanga a curarse. El testigo fue a Huamanga y lo halló con muchas heridas en la cabeza y con un pie quebrado, y siempre estuvo malsano de una pierna y cojo. Las heridas de la cabeza se le abrían muchas veces por ser grandes y mal curadas y el testigo se las vio después en España abiertas algunas veces.
También lo vio en la batalla de Pucará contra Francisco Hernández Girón en la primera hilera de la infantería y todavía no había sanado de las heridas. El testigo había estado a cargo de los libros y las nóminas de los pagos y socorros que se daban a los soldados y no constaba que Silvestre hubiera recibido pago, empréstito ni socorro de la Corona, y le parecía que habría gastado más de diez mil ducados en las guerras.
El testigo lo vio en la villa de La Plata y sabía que tenía haciendas de heredades de pan, casas, ganado, negros, minas y algunas personas que estaban con Silvestre decían que su hacienda valía más de diez mil pesos. Después de la batalla de Pucara, estando en el Cuzco, le prestó a Silvestre 720 ducados para que pudiera ir con los Oidores a la Ciudad de los Reyes (Lima).
- Hernando de Santa Cruz.
Este testigo era vecino del Cuzco, declaró que conocía a Silvestre desde hacía trece o catorce años, y dijo ser de cuarenta años de edad. Declaró que en la batalla de Guarina vio que Silvestre tenía una herida en la cabeza. También lo vio en la batalla de Xaquixaguana con el Licenciado de La Gasca y con Alonso de Alvarado en la batalla de Chuquinga donde recibió muchas heridas en la cabeza y un arcabuzazo en el pie. También lo vio después en la batalla de Pucará en la que fue vencido Francisco Hernández Girón.
Siempre había visto que Silvestre llevaba muy buenos caballos y armas, “como persona de mucho lustre y autoridad”. Creía que especialmente en Chuquinga, Silvestre había gastado muchos pesos de oro, porque una cota valía mil pesos y un arnés también; y un caballo 800 a 1.000 pesos en Potosí, y Silvestre fue muy bien proveído.
También vio que en Potosí tenía muchas haciendas y heredades, casas, chacras y carneros que valían mucho en el Perú, y oyó decir que su hacienda valdría 10 a12 mil pesos y que estaba muy rica. Sabía que no había recibido salario empréstito ni socorro “porque era hombre que pretendía que le diesen de comer y que le pagasen sus servicios en la tierra”.
- Nicolás de Almazán.
Este era vecino de Arequipa, conocía a Silvestre desde hacía seis a siete años, tenía cincuenta años de edad más o menos, y declaró que estando en la Ciudadde Los Reyes con los Oidores, llegó la noticia de que Silvestre había muerto en la batalla de Chuquinga estando con el Mariscal Alonso de Alvarado.
Después llegó la noticia de que Silvestre había ido a Huamanga muy mal herido y que como le habían robado después de la batalla, no tenía con que curarse ni con qué comer. Sabía que el Capitán Diego López de Zúñiga envió a Silvestre con Pedro de Guevara, ciertas cédulas de mercaderes de crédito para que le diesen dinero en préstamo. En Huamanga lo encontró muy mal herido en la cabeza y en una pierna “que cree que era golpe de maza”. Sin embargo lo vio ir herido a la batalla de Pucará.
El testigo sabía que las heridas se le abrían muchas veces y que cuando iba a España por la mar, “se las vio abiertas, y sacarle materia de ellas”. También lo vio en la batalla de Pucará y después con los Oidores ir a Los Reyes, después que fue desbaratado Francisco Hernández Girón. Silvestre venía muy pobre y el testigo lo socorrió con dinero.
Siempre vio que andaba muy bien armado, con dos caballos muy buenos, uno overo y el otro castaño, dos acélimas y con negros esclavos. Sabía también que tenía propiedades en el asiento minero de Potosí y en la villa de La Plata.
- Alonso Ramírez de Sosa.
Este era vecino de Toledo y conocía a Silvestre desde hacía cuatro a cinco años, y declaró tener 50 años de edad más o menos. Estuvo con él en la batalla de Chuquinga y muchas veces se alojaron juntos en los toldos porque los anaconas indios ponían dos toldos juntos. Él lo vio salir a la batalla muy mal herido y sabía que estaba malsano, “porque en Arequipa le vio dos años atrás, malo de ellas, y hoy las tiene frescas, porque una de las que tiene en la cabeza se le suele abrir…”.
Declaró que “conoció especialmente un caballo overo muy preciado…” que tenía Silvestre, y que debió de gastar muchos pesos de oro por andar tan bien tratado como andaba. Oyó decir también que tenía en la Villa de La Plata y en el Asiento de Potosí las haciendas que decía.
- Gonzalo Vallejo.
Este testigo conocía a Silvestre desde hacía ocho años y tenía 32 años de edad más o menos. Declaró que estuvo en la Villa de La Plata, cuando mataron a Don Sebastián de Castilla, vio que Silvestre fue uno de los que ayudaron a darle muerte, fue uno de los primeros que acudieron la noche del suceso y lo vio en el portal de la casa donde mataron a Don Sebastián, “apellidando la voz de Su Majestad y prendiendo a los alterados de la parte del dicho Don Sebastián…”.
Después fue con el Mariscal Alonso de Alvarado a la batalla de Chuquinga y salió muy mal herido en la cabeza y en un pie, “de las cuales está malsano y lisiado u cojea muchas veces…”. En la batalla de Pucará lo vio con los Oidores.
Siempre lo vio servir con sus armas y caballos muy bien armado y consideraba que debió gastar muchos pesos de oro, “porque traía su persona muy bien aderezada con armas y caballos…” y que siempre sirvió a su costa, con el propósito de que acabada la guerra, se le daría de comer conforme a sus servicios. También sabía que en la batalla de Chuquinga le robaron todo su hato de caballos, negros, ropa y toldos y todo lo que tenía.
Sabía también que en La Plata y en Potosí tenía casas, chacras, ganados y zanconas que le trabajaban la hacienda y hacían sus sementeras de maíz, y que le restaban para los gastos que hacia para la guerra.
- El Licenciado Agustín Sotomayor.
Declaró que conocía a Silvestre desde hacía seis años y que tenía de 37 a 38 años de edad. Sabía que Silvestre junto con Ribas Martín fueron a prender a algunos en La Plata, y vio que trajeron presos a Don García Tello que era uno de los sublevados con Don Sebastián de Castilla, y a otros.
La noche que mataron a Don Sebastián de Castilla, Silvestre y un amigo llamado Juan González enviaron a Potosí una carta con un indio, a Antonio de Luxan, para que sirviese a Su Majestad. Luxan capturó a Egas de Guzmán y soltó a los presos que tenían.
Don Sebastián había hecho una junta para matar a varios de sus enemigos, entre ellos a Gonzalo Silvestre, según se conoció en los procesos que hizo el Mariscal Alonso de Alvarado a los culpables de la sublevación de Don Sebastián.
El testigo estaba seguro que Silvestre sería uno de los primeros que recibiría algún buen repartimiento. También declaró que había visto sus haciendas y “no solamente sustentarse de ellas pero dar de comer a muchas personas e sustentarlas…”.
- Gonzalo Vásquez.
Este testigo era vecino del Valle de Matamoros cerca de Xerez de Badajoz, y declaró que conoció a Silvestre desde hacía 19 años en La Florida y que tendría 51 años de edad.
Declaró que estuvo en la conquista de La Florida y “vio que en ello sirvió muy honradamente… donde padeció, como los otros que allí se hallaron, muchos trabajos…” También declaró que “…vio que el dicho gobernador proveía en cosas que trataban al servicio de Su Majestad con gente, de lo cual vio que dio muy buena cuenta…”.
Aunque la declaración de este testigo fue muy escueta, da algunos indicios sobre la actividad que efectivamente tuvo Silvestre de llevar y traer gente de la Florida.
- Juan Galcedo.
Este testigo, nativo de Salcedo, conocía a Silvestre desde hacía once años en el Perú y dijo tener 40 años de edad. Declaró que Silvestre y Centeno fueron a reunirse con el Licenciado de La Gasca en Andahuaylas, y oyó que había estado en Huarina y que había salido herido.
En Xaquixaguana lo vio “muy bien aderezado de armas y caballos con mucho lustre de persona principal, y fue avido y tenido por uno de los principales soldados de todo el campo de Su Majestad”.
Cuando mataron a Don Sebastián de Castilla el testigo estaba en la villa de La Plata. Esa noche a las diez de la noche, él con Antonio de Valda y Gonzalo Silvestre estaban en la puerta de la casa del General Pedro de Hinojosa esperando lo que se determinaba hacer con el dicho Don Sebastián, porque había llegado un mensajero de los pueblos del dicho Pedro de Hinojosa, con nueva de cómo el capitán Juan Remón había desbaratado a los que iban a matar a Don alonso de Alvarado, por parte de Don Sebastián de Castilla. Estaban en el zaguán de la casa para favorecer a los del rey, y Silvestre, Antonio de Valda y el testigo fueron los primeros que entraron diciendo: “viva el rey que muerto es el tirano…”. El testigo vio que Silvestre salió en seguimiento de los culpables y trajo preso a Don García Tello, a Mogollón y a otros.
En la batalla de Chuquinga lo vio al lado del Mariscal Alonso de Alvarado donde le dieron muchas heridas, que también le hirieron su caballo con dos arcabuzazos, y le dieron muchos heridas con lanza y cuchilladas, y el caballo herido cayó quebrándole una pierna.
Por estar tan bien armado no le mataron, cuando con la lanza y espada “le andaban tentando por do no topa su armadura, y cuando no pudieron más le hirieron en la cabeza quitándole la celada para herirlo”. Y vio que un amigo suyo de barba larga llamado Quintero lo sacó arrastrando. El testigo también había caído herido con Silvestre y vio que cuando lo sacaban herido de entre unas matas, llegó el Mariscal Alonso de Alvarado con 30 o 40 soldados y mostró pesarle mucho de ver herido así, y él le dijo al Mariscal: “¡¡ Señor, no es nada. Mande Vuestra Merced juntar alguna gente y vamos tras ellos…!!”
Después de Chuquinga el testigo fue capturado y lo tuvieron preso en el Cuzco. Cuando llegaron los Oidores al Cuzco donde estaba escondido, vio que Silvestre llegaba con los Oidores “malsano de sus heridas de las cuales este testigo le vio algunas veces correr materia, de mal curadas, y así siguió toda la jornada”.
Según su opinión, Silvestre “sirvió como muy principal hombre y con muy buenas armas y caballos, y de continuo traía los mejores caballos que andaban en el campo…” y vio que el caballo que le hirieron en Chuquinga valía dos mil ducados, y que le daban por él 1.500 ducados y otro muy bueno, porque era un caballo overo muy preciado. “Siempre le ha visto servir a S. M. con todo el calor y hervor posible”. Como las cosas valían caras en esas tierras, por la calidad del aderezo que llevaba creía que había gastado lo que decía.
El testigo conocía la hacienda que tenía Silvestre en la Villa de La Plata y en el Asiento de Potosí “heredades de donde coge trigo y maíz, que llaman chacarra” y casas, negros, caballos y llamas y oyó que su hacienda valía más. De esa hacienda le proveía de dinero un estanciero suyo. Siempre lo conoció viviendo quieta y pacíficamente de su hacienda.
LOS QUE DECLARARON EN BADAJOZ.
- El Capitán Pedro Calderón.
Este fue el testigo más prominente, declaró tener 60 años de edad más o menos, era vecino de Badajoz, y dijo que conocía a Silvestre desde 1538 quien había pasado de España a las Indias a la conquista de La Florida como Soldado. Dijo que Silvestre estuvo en la conquista y descubrimiento de La Florida con Don Hernando de Soto donde sirvió “con armas y caballos como hombre de honra hijodalgo, a su costa, y él lo vio porque fue como capitán”.
Soto murió en La Florida al cabo de cuatro años y por muerte del Gobernador y de 200 hombres de a caballo, no habían quedado más de 30, y mucha gente de a pie había muerto. De 200 ballesteros y arcabuceros no quedaron más que 10 ballesteros; la gente estaba necesitada y andaban desnudos, vestidos de cueros. Gonzalo Silvestre y el testigo hicieron unos bergantines con los cuales fueron a Nueva España. En la conquista estuvieron cinco años y después que salieron, algunos se fueron al Perú, entre ellos Gonzalo Silvestre en el año de 1543.
Declaró que Silvestre sirvió en La Florida muy bien, y en su presencia le mataron un caballo que valía más de 1.000 ducados y que después compró otro por más de 1.000 ducados y que también se lo mataron a flechazos. También declaró que había escuchado decir que había servido muy bien en el Perú.
- Andrés de la Vega.
Era vecino de Badajoz y declaró que tenía 40 años de edad, que conocía a Silvestre desde hacía 20 años como soldado en La Florida con Hernando de Soto donde estuvieron cinco años; en Nueva España y en el Perú.
Vio que Silvestre sirvió con sus armas y caballos a su costa como hombre de honra e hijodalgo. Allí le mataron los indios un caballo y que después compró otro y que le vio servir “como hombre de buen ánimo”.
Después de la muerte de Soto, y de haber muerto de heridas y enfermedades más de 300 hombres, y más de 150 caballos, “todos entraron en consulta y se determinó que saliesen de La Florida pues no la podían poblar e hicieron siete bergantines y llegaron a Panuco”. De allí Silvestre y otros fueron a México y de allí al Perú, donde Silvestre estuvo diez u once años.
Declaró que Silvestre estuvo en la batalla de Huarina bajo el Capitán Diego Centeno y que Gonzalo Pizarro los venció. El testigo vio a Silvestre huyendo después de ser desbaratado en la batalla y que un contrario lo perseguía a caballo para matarlo.
Cuando Silvestre lo vio alejado de los contrarios, se volvió sobre el soldado que lo seguía y se comenzaron a acuchillar de manera que Silvestre salió con victoria y el otro soldado huyó. También declaró que Silvestre estuvo en la guerra de Xaquixaguana, pero no sabía de los sucesos en la ciudad de La Plata durante la Sublevación de Don Sebastián de Castilla porque ya se había regresado a España. Había oído decir que Silvestre tenía su casa, hacienda de ganado y minas en Potosí.
- Francisco Martín Sandoval.
Este testigo era vecino de Talavera, tenía 42 años y conoció a Silvestre hacía veinte años, cuando pasaron de España a La Florida y estuvieron juntos durante cinco años y medio. Declaró que Silvestre estuvo en La Florida con sus armas y caballos “como hombre de bien y calidad” y que le mataron un caballo que valía 1.000 ducados y que compró otro, y que lo sabe “porque andaban juntos este testigo y el dicho Silvestre en una compañía”.
Después de la muerte de Soto y por haber muerto mucha gente y caballos, “acordaron salir de La Florida por ser la tierra trabajosa, e no se poder sustentar en ella ni la poder ganar ni resistir a los indios, e hicieron siete bergantines y salieron a México”. De México pasó Silvestre al Perú a donde lo vio residir de 12 a 13 años.
El castigo estuvo con él en Huarina donde lo vio salir muy mal herido. También estuvieron en la guerra de Xaquixaguana donde Gonzalo Pizarro fue vencido y ejecutado. En lo referente a la rebelión de Don Sebastián de Castilla oyó decir lo de la pregunta, pero no lo vio.
Sabía también que estuvo con el Mariscal Alonso de Alvarado en busca y seguimiento de Francisco Hernández Girón quien se había rebelado en la ciudad del Cuzco, que sirvió en la batalla de Chuquinga y había gastado de 6 a 7 mil pesos y que salió con una pierna quebrada y con cuatro o cinco heridas en la cabeza.
Declaró también que Silvestre sirvió a los Oidores de la Audiencia en la Ciudad de los Reyes y en la batalla de Pucara contra Hernández Girón.
El testigo declaró que lo había visto servir como hombre noble hijodalgo, con buenos caballos, y en esas jornadas gastó mucho dinero porque sirvió siempre a su costa. Declaró que lo conoció rico y después lo vio pobre y gastado por haberse encontrado en las guerras, y no había podido disfrutar de su hacienda.
También declaró que sabía que tenía en la villa de La Plata y en el Asiento de Potosí heredades de pan, casas, ganados y minas que valdrían de 10 a 12 mil ducados con los cuales se sustentaba y servía en las guerras a su costa.
- Alonso Gutiérrez de Cardona.
Este testigo era vecino de Badajoz de edad de 44 años y conocía a Silvestre desde hacía 25 años, donde fue como soldado de Don Hernando de Soto, donde el testigo dice que fue como capitán, y que Silvestre era soldado de a caballo bajo su capitanía.
Esa afirmación última parece que no es cierta porque no figura como capitán y por su edad, debió tener la misma función que Silvestre en La Florida.
Declaró que Soto murió cinco años después que inició la conquista de La Florida, donde murió mucha gente y muchos capitanes, y por faltar muchos caballos salieron en unos bergantines a la Nueva España por no poder sustentarse en esa conquista. Los dos llegaron a México con los sobrevivientes, pero Silvestre partió para el Perú y el testigo a España.
LOS QUE DECLARARON EN CIUDAD RODRIGO.
- Hernando de Silva.
Este testigo era vecino y Regidor de Ciudad Rodrigo, de 37 años de edad, y declaró que conoció a Silvestre en el Perú desde hacía once años. Lo vio servir en la batalla de Huarina con Diego Centeno muy bien. Centeno le tenía mucha confianza y le enviaba a que recorriese el campo, y siempre lo hizo lealmente como hombre hijodalgo “y que por tal era tenido y avido”. De Huarina salieron heridos él y su caballo.
También lo vio en acompañamiento del Licenciado de La Gasca y que en toda la jornada, hasta que se dio la batalla a Gonzalo Pizarro en el valle de Xaquixaguana sirvió muy bien, y en la batalla estuvo en la compañía del capitán Alonso de Mendoza, en la primera hilera de su escuadrón, donde estuvieron a mucho riesgo y peligro. Aquella compañía fue la que más peligro corrió de todo el ejército por estar en la parte más peligrosa de la artillería y arcabucería. Declaró que no estuvo en la ciudad de La Plata.
LOS QUE DECLARARON EN LA VILLA DE TORRECILLA.
- Miguel Pérez.
Este testigo era estante en la Villa de Torrecilla de la Orden de San Juan, dijo tener 33 años y que conoció a Silvestre en el Perú y oyó decir que estuvo en La Florida.
Estuvo en el asiento de Potosí contra Egas de Guzmán cuando se sublevó y por eso no vio lo que sucedió en la Villa de La Plata. Declaró que Silvestre salió dela Provincia de las Charcas con el Mariscal Alonso de Alvarado, quien iba como Capitán General, en seguimiento de Francisco Hernández Girón quien se había sublevado en el Cuzco y llegó con el Mariscal Alvarado hasta el valle de Chuquinga donde le dio batalla. Silvestre salió con más de tres heridas.
También lo vio en el campo de los Oidores contra Francisco Hernández Girón “pero que al tiempo de la batalla no lo vio”.
Finalmente dijo que Silvestre sirvió lealmente a su costa sin recibir paga ni socorro porque no se acostumbraba en aquellas partes darla a quienes tenían con qué servir en las guerras.
El testigo sabía que su hacienda valía más de doce mil ducados, y lo vio vivir en la provincias de las Charcas y en la Villa de La Plata.
LOS QUE DECLARARON EN LA VILLA DE ARÉVALO.
- Francisco de Tapia.
Declaró en la villa de Arévalo donde era vecino y Regidor. Tenía 48 años de edad y conoció a Silvestre en el Perú durante cuatro o cinco años. El testigo había regresado de las Indias hacía cuatro años.
Estuvo en la batalla de Huarina con Silvestre a donde fueron desbaratados, y de allí fueron más de 200 hombres a buscar al Presidente de La Gasca y estuvieron con él en la batalla de Xaquixaguana, donde Silvestre fue de los primeros que ganaron la artillería de Gonzalo Pizarro.
Cuando sucedió la sublevación de Don Sebastián de Castilla, el testigo había salido de la Villa de La Plata pero oyó que Silvestre había estado al servicio de la Corona.
En la batalla de Guarina y en Xaquixaguana lo vio servir muy bien a él y sus criados y caballos, y siempre lo tuvo por muy buen soldado, y así vio que le encargaban y encomendaban los Generales del Rey “cosas de confianza y calidad”.
Sabía que la hacienda de Silvestre valía ocho mil ducados y que lo gastó todo y que lo demás se lo robaron. También vio que tenía en la Villa de La Plata y en el asiento de Potosí heredades de pan, casas, ganados, minas y hacienda que valdrían ocho mil castellanos y que de ello y de lo que le rentaba gastaba y servía a la Corona sin recibir sueldo alguno, y lo sabía porque lo vio.
LA PROBANZA DE GONZALO SILVESTRE ANTE LA ACUSACIÓN DE HABER DADO MUERTE AL GENERAL PEDRO DE HINOJOSA.
El 14 de mayo de 1558 Gonzalo Silvestre presentó una petición al Consejo de Indias debido a que de la información secreta que había mandado hacer el Virrey del Perú Don Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete contra él, resultaba que un testigo decía que Silvestre había dado muerte al General Pedro de Hinojosa.
Silvestre sostenía que esa era una gran falsedad y que él era inocente, porque ni en imaginación era culpable y todos se admiraban de oírlo. Con ese motivo solicitó que se pida informe de las personas que estaban en la Corte y que habían estado en el Perú, en especial a Gonzalo de Torres, tío del General Hinojosa a Alonso de Palomares y a Francisco de Vallejo, los cuales estuvieron presentes la noche que mataron al General.
Silvestre dijo que si pareciese, aún de oídas que él era culpable, “yo me allano a que Vuestra Alteza no solamente no me haga merced conforme a mis servicios, más aún que Vuestra Alteza me mande cortar la cabeza, en lo cual V. A. hará muy gran merced y gran servicio a Nuestro Señor en que se sepa la verdad”.
Vista la petición por el Consejo, mandaron que Silvestre de la Información que quisiere acerca de lo contenido en la petición, ante el Licenciado Villagómez.
El 16 de mayo, compareció Silvestre “que fue enviado de las provincias del Perú por el Virrey Marqués de Cañete”, “para la información que se ofreció dar acerca de la muerte del General Pedro de Hinojosa, que se le impone por información contra él hecha, por el dicho Virrey”.
El testigo Gonzalo Vallejo había declarado anteriormente en su información de Servicios y esta vez también lo hizo. Dijo que cuando Don Sebastián de Castilla y sus secuaces mataron al General Hinojosa en la Villa de La Plata, el testigo estaba en la Villa al igual que Gonzalo Silvestre. También dijo que quienes lo mataron fueron Don García Tello, Tello de Vega, Gonzalo de Mata y otros.
Silvestre era inocente ya que el General fue asesinado al amanecer y a esa hora Silvestre estaba en la casa del testigo. Después del crimen los hombres de Don Sebastián hicieron llevar a Silvestre y a otros que se sabía que estaban en su contra. El testigo vio que cuando mataron a Don Sebastián de Castilla, Silvestre fue uno de los que acudieron primero a ayudar a los servidores del Rey que mataron a Don Sebastián.
El testigo oyó decir a soldados de la parte de Don Sebastián, que Silvestre estaba bajo sospecha de que nunca sería amigo. Era público que uno había dicho que Don Sebastián pensaban matar a Gonzalo Silvestre, no había estado en La Plata sino en el Cuzco, y que era “hombre de baxa y suerte y sastre, y que se precia de decir donaires con una guitarra…”.
Otro testigo, Alonso de Palomares, declaró que Gonzalo Silvestre no se halló en cosa alguna de la muerte del General Hinojosa, porque de ser así, hubiera sido público y lo hubieran castigado como a los que fueron hallados culpables. Más bien a Silvestre, al testigo y a otros que se sabía que eran contrarios, Don Sebastián de Castilla los sacó de sus casas y los llevó a la plaza y oyó decir que esa noche los iban a matar. Silvestre siempre había sido contrario a Don Sebastián y ayudó a matarlo.
Otro testigo fue Gonzalo de Torres de Chávez, quien dijo que era tío del General Hinojosa, y que cuando sucedió la muerte del General, él estaba a dos leguas o dos leguas y media de la Villa de La Plata, donde fue avisado por el Licenciado Polo, quien había huido en camisa al anca de un caballo, huyendo de la Villa de La Plata.
El Licenciado Polo, el testigo, un tal Merlo y otro hermano del dicho Licenciado Polo, se fueron huyendo, juntaron gente y fueron a Pocona a juntarse con Gómez de Alvarado. A los pocos días tuvieron noticia de la muerte de Don Sebastián que fue a los seis días, y fueron a la Villa de La Plata, donde se hizo Información y castigo de algunos culpables.
El testigo tenía al General Hinojosa como a su padre y procuró saber quienes fueron a su muerte, y nunca supo ni entendió que Silvestre hubiese sido culpado de ello. Más bien escuchó que era un leal servidor de S. M. También declaró que Iñigo López Carrillo, que fue quien acusó a Silvestre, no había estado en La Platasino en el Cuzco, y que era “hombre de baxa y suerte y sastre, y que se precia de decir donaires con una guitarra…”.
Otro testigo, Alonso de Palomares, declaró que Gonzalo Silvestre no se halló en cosa alguna de la muerte del General Hinojosa, porque de ser así hubiera sido público y lo hubieran castigado como a los que fueron hallados culpables. Más bien a Silvestre, al testigo y a otros que se sabía que eran contrarios, Don Sebastián de Castilla lo sacó de sus casas y los llevó a la plaza y oyó decir que esa noche los iban a matar. Silvestre siempre había sido contrario a Don Sebastián y ayudó a matarlo.
Otro testigo fue Gonzalo de Torres de Chávez, quien dijo que era tío del General Hinojosa, y que cuando sucedió la muerte del General él estaba a dos leguas o dos leguas y media de la Villa de La Plata, donde fue avisado por el licenciado Polo, quien había huido en camisa al anca de un caballo, huyendo de la Villa de La Plata.
El Licenciado Polo, el testigo, un tal Merlo y un hermano del dicho Licenciado Polo, se fueron huyendo, juntaron gente y fueron a Pocona a juntarse con Gómez de Alvarada. A los pocos días tuvieron noticia de la muerte de Don Sebastián que fue a los seis días, y fueron a la Villa de La Plata, donde se hizo Información y castigo de algunos culpables.
El testigo tenía al General Hinojosa como a su padre y procuró saber quiénes fueron a su muerte, y nunca supo ni entendió que Silvestre hubiese sido culpado de ello. Más bien escuchó que era un leal servidor de S.M. También declaró que Yñigo López Carrillo no estuvo en la Villa de La Plata ni en la provincia de Las Charcas, hasta que fue el Mariscal Alonso Alvarado a esa provincia a hacer justicia.
No sabemos qué curso siguió esta acusación, la cual debe formar parte de otro expediente el cual no se conoce, con el que deben estar los cargos remitidos por el Virrey, sobre lo cual debió de iniciarse un proceso criminal.
VIII. BIBLIOGRAFÍA.
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ANEXO:
NÚMERO DE PARTICIPANTES EN LA EXPEDICIÓN DE HERNANDO DE SOTO DE LAS DIFERENTES LOCALIDADES DE EXTREMADURA.
Albuela (Badajoz) 3
Alburquerque (Badajoz) 24
Alcántara (Cáceres) 1
Halconera (Badajoz) 2
Alcuéscar (Cáceres) 1
Almendral (Badajoz) 6
Almendralejo (Badajoz) 8
Azuaga (Badajoz) 1
Badajoz (Badajoz) 70
Berlanga (Badajoz) 1
Burguillos (Badajoz) 7
Cáceres (Cáceres) 3
Cheles (Badajoz) 1
Cilleros (Cáceres) 1
Lobón (Badajoz) 3
Coria de Galisteo (Cáceres) 1
Fregenal (Badajoz) 5
Fuente del Arco (Badajoz) 6
Fuente del Maestre (Badajoz) 8
Garrovillas (Cáceres) 1
Higuera (Badajoz) 1
La Crima (Cáceres) 1
La Morera (Badajoz) 2
La Parra (Badajoz) 1
Llerena (Badajoz) 4
Los Santos de Maimona (Badajoz) 2
Medellín (Badajoz) 22
Mérida (Badajoz) 7
Mirandilla (Badajoz) 1
Montánchez (Cáceres) 2
Monterrubio (Badajoz) 1
Montijo (Badajoz) 1
Nava del Membrillo (Badajoz) 1
Oliva (Badajoz) 8
Plasencia (Cáceres) 2
Rivera (Badajoz) 2
San Vicente de Alcántara (Badajoz) 1
Segura de León (Badajoz) 10
Talavera (Badajoz) 16
Trujillo (Cáceres) 2
Usagre (Badajoz) 18
Valencia de Alcántara (Cáceres) 2
Valencia de la Torre (Badajoz) 11
Valverde (Badajoz) 10
Villamiel (Cáceres) 1
Villanueva de Barcarrota (Badajoz) 23
Villanueva de la Serena (Badajoz) 7
Villanueva del Fresno (Badajoz) 1
Villar del Rey (Badajoz) 1
Xerez de Badajoz (Badajoz) 7
Zafra (Badajoz) 19
Total 136