Manuel Rubio Andrada
Talarrubias I, Cueva de la Panda: un conjunto paleolítico en el Guadiana medio
La finca de la Panda se sitúa en el término municipal de Talarrubias, Badajoz. Ocupa una zona montañosa de la margen izquierda del río Guadiana en el lago artificial formado por la presa de García Sola. Se localiza en la hoja 756, denominada Herrera del Duque del mapa topográfico editado en 1953 por el Instituto Geodésico y Catastral, Madrid. El lugar donde se encuentra tiene una latitud 39º 09´25´´ y de longitud 1º 27´10´´.
Para visitarla hay que marchar desde la presa del mencionado pantano en dirección a la población de Peloche, pasado medio camino se observa a la derecha la puerta de la finca perfectamente denominada; siempre se encuentra abierta y aunque no existe aparente limitación para pasar, es conveniente acercarse a la casa y pedir autorización. Desde el comienzo del camino se ven los boquetones de las cuevas en la sierra de enfrente. Tomado este, pronto dobla hacia la derecha, continuad rectos avanzando hacia el valle que nos cae delante; pronto un nuevo ramal hacia la derecha, no le sigáis y ascended poco a poco por el camino del valle, no tardareis en localizar a vuestra derecha el inicio de una gran vereda hoy ocupada por unos centenares de colmenas, es el momento de dejar el vehículo y comenzar la subida a pie; ésta no es larga aunque llena de dificultad por el espeso jaral. para tomar los inicios de la antigua vereda, debéis atravesar las colmenas a lo largo, en hora de baja actividad –con poca temperatura o al comienzo del día-, cuando terminan continúa más estrecha y en el mismo sentido hasta un pequeño amontonamiento de arcilla rojiza, diez o doce pasos más y dobla en ángulo recto la empinada pendiente hasta los restos de un chozo realizado con piedras –hay varios en esta falda de la sierra-. Aquí la vereda desaparece, hemos de sortear las jaras hasta ascender un poco más en dirección de las cuevas, pronto la base del eucaliptal que está desprovisto de vegetación nos acercará a la base de los primeros riscos. Una vez aquí ascenderemos el resto del ya corto camino, sin grandes dificultades.
LA CUEVA
En la misma base de la sierra aunque algo más baja, se abren otras oquedades que no parecen presentar restos, hay que subir levemente y doblar hacia la izquierda un esquinazo. Allí se abre un rachón que asciende hacia el NE 10 ó 15 m., su subida no está exenta de problemas sobre todo en época de lluvia ya que se ve coronada por otra abertura que permite el arrastre del agua deslizándose hacia las superficies inferiores parcialmente ocupada por las pinturas que sufren gran deterioro; otras filtraciones de las rocas superiores y el viento que sopla suavemente desde la entrada inferior, completan esencialmente el cuadro erosivo agravado particularmente por al naturaleza caliza de las rocas inferiores.
LAS PINTURAS
Las pinturas se distribuyen en tres paneles claramente separados; ya ha sido catalogadas aunque de manera muy superficial y escasamente pormenorizado, a mi entender merecen mejor tratamiento ( 1 ).
ZONA A
Está a nuestra izquierda según entramos en al cueva y la forman las cuarcitas que de diferentes tipos constituyen la pared de estos enormes farallones; ligeramente inclinadas hacia el SE, su parte interna muestra una superficie bastante lisa aunque diferentes manchones de diversa naturaleza la recubren imposibilitando en ocasiones saber si ocultan restos de pintura. Su superficie no fue aprovechada totalmente habiendo espacios sin pintar.
El conjunto I (Fig 1), se encuentra cerca de la entrada de la corta sala antes de comenzar el ascenso de la cueva en chimenea. El soporte es la cuarcita bastante lisa, de color claro que apenas presenta limitaciones por racheados. El color es de tendencia naranja y su trazo bastante grueso e irregular –desde 1 cm. a 2 cm.-. La figura 1 es un pectiniforme; su parte superior, de unos 23 cm. es horizontal; solamente nos han llegado seis apéndices inferiores, decrecientes de izquierda a derecha –el mayor tiene 19 cm. y 3 cm. el menor-. La figura 2 es otro pectiniforme semejante al primero aunque algo más corto, sus apéndices inferiores –nos han llegado 8-, son mucho más regulares –entre 2 y 3 cm. de longitud-; una pátina negra cubre por la izquierda de estas dos figuras. Algo más abajo se ven tres formas arqueadas hacia la parte superior, son las figuras 3, 4 y 5.
Este conjunto hay que clasificarlo como abstracto; por ello sus contenidos no pueden conocerse con plena seguridad aunque dentro de ese lenguaje, al que se ha llegado por múltiples supresiones, las figuras 1 y 2 pueden indicar cuadrúpedos ostentosos, la 3, 4 y 5 deben hacer mención al arco de caza. De esta manera tan simple nuestro querido antepasado pudo reflejar una escena cinegética.
El conjunto II (Fig 1), se pintó algo más interior y 0´50 cm. por encima del conjunto I, está formado por dos figuras de color naranja, su trazo no llega al medio cm. de grosor. La número 1 es una forma angular aguda –sobre 45º-, más bien ganchuda, abierta hacia abajo y sus lados está próximos a los 5 cm. de longitud. la figura número 2 es un antropomorfo de 9 cm. de altura y realizado con dos triángulos; el superior es un isósceles cuyos lados mayores rondan los 2´5 cm. y 2 cm. el inferior; corresponde a la cabeza siendo la base del triángulo la parte próxima al cuello. Sobre el centro de ella comienza el vértice superior de un triángulo de igual clase y disposición pero con 3´5 cm. de lado y 2´5 cm. de base inferior; corresponde al tronco. No se observa restos correspondientes a las extremidades superiores ni a las inferiores; tal vez el falo se encuentra señalado por unos tracitos discontinuos realizados verticalmente a partir del centro de la base del triángulo.
La figura humana presentada de esta manera es una realización singular no así el gancho que la acompaña en la parte superior; éste está presente en numerosos conjuntos tanto de manera independiente –cueva del Caballo, Berzocana, Cáceres-; acompañando a otras figuras se le puede observar en el conjunto de Torrejón I-B-II, en Monfragüe e incluso formando parte de numerosas figuras le encontramos en el gran panel de Zarza de Alange; de todo ello se puede deducir que debe tener un significado variable, aunque un trabajo monográfico sobre este signo esté por realizar. Los triangulares dobles unidos centralmente por el vértice son tenidos por representaciones sacras de carácter femenino; no dudo de este significado en algunos lugares pero en nuestros paneles creo que es una forma abstracta y sencilla de representar el esquema humano, generalmente puede que solo sea femenino; no parece corresponder a ese sexo nuestra figura que parece dotada de falo, claro que ésta no pertenece a la misma tipología ya que la unión de ambos triángulos no es por el vértice.
El conjunto número III (Fig 1), está situado inferiormente entre los conjuntos II y IV. Está formado por una única figura antropomorfo de color rojo y trazo medio –en torno a 0´5 cm.- se realizó en estilo esquemático. La cabeza es completamente redonda de 1.8 cm. de diámetro; un trazo de 4´5 cm. indica el tronco y las extremidades se realizaron en ángulos próximos a los 45 º; la parte correspondiente a los pies fueron apuntadas doblando hacia el interior; algunos trazos de igual tonalidad se encuentran cercanos a la figura en la parte inferior izquierda.
El conjunto número IV (Fig 1), se observan unos 10 cm hacia el interior y a 1´5 cm de altura del conjunto III. En el se pueden observar unas pinturas en la parte izquierda que son de color rojo vinoso poco trabajadas, muy deterioradas; alguno de los trazos que nos han llegado son de apariencia dactilar. Entre las formas imprecisas destaca la figura número 1 que corresponde a un ancoriforme simple, claramente inclinado hacia la izquierda. Este tipo de formas representa a la figura humana; el resto de la figuras nos ha llegado muy descompuestas por lo que resulta imposible saber su contenido. Su cronología aunque prehistórica es imprecisa.
El conjunto número V (fig 1), se situó inmediatamente a la derecha; nos ofrece un colorido parecido aunque con un matiz más granate.
La figura 1 es un manchón de formas poco precisas; 3 cm. por encima del mismo y 2 cm. a su derecha se encuentra dibujada con tendencia naturalista una pareja humana. La figura número 2 es la primera de la izquierda y se logró con un círculo para la cabeza de 1´5 cm. de diámetro; una fina rayita de 3 mm. de ancho sirve para marcar el cuello y el tronco hasta la cintura completando otro cm. de largo; allí comienza una forma semioval que corresponde al faldón que tiene unos 2´1 cm. de largo y 1´2 cm. de ancho en la parte inferior; aquí el color se ha perdido parcialmente apuntándose las piernecillas por un par de finos tracitos; las extremidades superiores fueron realizadas con líneas angulares de grosor semejante al tronco; el vértice que correspondería al codo o tal vez a la muñeca, apunta la parte inferior siendo muy corto el lado perteneciente a la terminación del brazo. La figura 3 fue dibujada algo superiormente, trazada con el mismo esquema, inmediata a su derecha y ligeramente inferior. Un círculo representa la cabeza –esta vez de 1 cm. de diámetro-; continúa el cuello de manera semejante a la figura 2 y el tronco se formó con dos formas de tendencia triangular con marcada cintura en su parte central; se señaló un corto falo y a ambos lados de la base inferior dos tracitos indican simplemente el inicio de las extremidades inferiores; las superiores fueron realizadas de la manera angular descrita en la figura 2 pero con las terminaciones algo más largas.
Se nos quiso mostrar a una pareja humana en las que están de manifiesto notables desproporciones, sobre todo la cabeza de la figura 1. ella iba vestida con una larga falda que no llegaba hasta los pies, parece que terminaba debajo de la rodilla. El varón por el contrario parece estar desprovisto de todo ropaje. Está particularidad y su menor tamaño hace que sea identificado como una mujer adulta seguida por un joven quizás un niño. Su cronología es incierta ya que estilísticamente no hay formas parecidas con quien relacionarlos; las cabezas y la disposición por parejas recuerda lejanamente algunas figuras del Canjorro de Peñarrubia, Baños de la Encina, Jaén, de claro ambiente Neolítico. El largo faldón que porta la mujer le acerca estilísticamente a algunas pinturas naturalistas de nuestro Levante, entre otras variadas se ven en el Val del Charco del Agua Amarga, Alcañiz, Teruel. En mi opinión hay que tomar nota de esta singularidad, en la que están ya muy marcados los signos esquemáticos, por si en un futuro se conociesen formas con parecidas características que posibilitasen con más certeza su cronología que en cualquier caso debe ser posterior al Paleolítico por ausencias obvias, temáticas, estilísticas, etc., y anterior al Calcolítico en la zona dada la ausencia de un claro geometrismo y abstracción.
El conjunto número VI (Fig 1), está situado en la misma pared unos decímetros hacia el interior; se observan dos cuadrúpedos que parecen mirar hacia la entrada; realizados en color rojo y trazo grueso –más de 1´4 cm.-. La figura número 1 nos ha llegado bastante deteriorada e incompleta, solo es visible la mitad delantera del animal; la cabeza casi perdida luce dos grandes apéndices en ángulo recto, el de la izquierda supera los 5 cm. y 3 cm. el de la derecha. En la misma línea horizontal y a un par de dm. se puede ver la figura 2 que corresponde a un animal de trazo semejante; toda la figura tiene 25 cm. de largo y 11 cm. de alto, salvo la zona central,, nos ha llegado completa. En la cabeza esta vez las orejas se muestran más verticales y cortas –2´5 cm.-; las patas cortas y anchas –3 ó 4 cm.-; el tronco alargado se ve rematado en la derecha por una larga cola de 6´5 cm. que parcialmente nos ilustra sobre el tipo de animal que se trata; muy posiblemente dos asnos. Entre las dos figuras se observan manchas de forma poco precisa.
El conjunto VII, (Fig 1) se situó más alto y en mitad de la pared del mismo lado por lo tanto para observarle hay que ascender cuidadosamente la pared del frente y sobre la mitad girar la cabeza hacia la izquierda allí se ve sin dificultad varios manchones que nos han llegado de color kaki, su grosor es próximo al cm. Entre ellos se ve con facilidad la figura número 1 que corresponde a una línea zizagueante de tendencia vertical, su extremo superior se encuentra rematado ligeramente hacia la derecha por una forma triangular con marcado ángulo agudo en el extremo. A su lado derecho se observa otro manchón de forma poco definida. Muy próxima a la izquierda de su base se trazó otra línea en corto zig-zag cuya parte superior se ensancha levemente para terminar de manera redondeada cerca de la zona media de la figura anterior; su parte izquierda termina inferiormente en afilada cola. Unos 5 cm. más abajo se observan unos manchones que poco concretan la escena.
Indudablemente se trata de dos serpentiformes enfrentados; la número 1 se nos muestra de frente, erguida, en clara postura de ataque mientras que la 2 aparece de espalda y con cierto sometimiento. Su estilo naturalista poco nos dice sobre su cronología ya que los ofidios pintados en este tipo de pintura y en el área estudiada son ejecutados de manera muy detalladamente así ocurre en el conjunto de la cueva del Cabrito en Berzocana, Cáceres. Por ello puede interpretarse como un enfrentamiento natural o provocado por el hombre que serviría esencialmente para distracción de quienes las reunían y quienes las querían ver al igual que existen las peleas de gallos, escorpiones, etc., la narración de su recuerdo daría lugar a relatos orales de tipo literario popular. Este tipo de enfrentamientos animales ha sido muy popular en ambientes rurales, todos ellos culminan en la lucha entre el hombre y el bóvido.
ZONA B
En la nota 1 ponía de relieve que las pinturas de esta cueva y otra inmediata ya fueron publicadas, los autores al llegar a la descripción de la zona central observar este conjunto y no atinan a enumerar los elementos que lo forman a pesar de estar aceptablemente bien conservado y que en la figura 5 de su publicación transcribe la mayoría de las formas; lo califican de enormemente complicado. A pesar de la complicación que indudablemente posee, se puede apreciar en la zona media, con toda nitidez, el perfil trianguliforme de una cabeza de cuadrúpedo mirando hacia la derecha y en su parte superior una pata naturalista bien definida, inmediato a ella, ya con más dificultad, el perfil figurado de un cérvido. Posteriores reflexiones a todos los estudiados y que, desde luego se trata de una exhibición de trofeos de caza. Ante estas cuestiones decidí hacer nuevas visitas y acometer su estudio con minucia.
La roca que le sirve de soporte no es una cuarcita como las que forman los riscos de estas sierras cuyas bases internas sirvieron para realizar los conjuntos de la zona A. En su parte central interna ofrece a veces una roca y otras un tipo de arenisca, ambas de mayor facilidad erosiva; son las causantes de algunas formaciones que han determinado algunas cuevas inmediatas en la parte baja de la ladera aparentemente de escasa entidad. La cueva que ahora estudiamos participa de ambas formaciones cuarcítica en la parte izquierda –zona A, ya descrita- y caliza en el centro y la derecha –zonas B y C-, éstas presentan las típicas hornacinas de ese tipo de rocas.
Por no perder orden en la exposición voy a presentar un conjunto externo a la hornacina central e inmediato por la izquierda en la parte media; se trata del conjunto VIII (fig 3), su tonalidad actual es granate oscuro oscilando el grosor entre los 2 cm. del eje central y 1 cm. de los apéndices laterales; se trata de cuatro figuras cuya posición tiene tendencia a la verticalidad.
La figura número 1, primera de la izquierda, es un tracito de un par de cm. y tiene el color casi perdido. La siguiente por la derecha, la número 2, tiene 20 cm. de altura; es un extraño ramiforme formado por un eje central ligeramente inclinado hacia la derecha; presenta dos trazos de 1 cm. a la izquierda de su parte superior; en la parte derecha tienen otros cinco trazos con una disposición y tamaños parecidos; el superior comienza donde termina el lateralmente opuesto y a partir del tercero hay un espacio en hueco; el cuarto se prolongó hasta donde parece estar el apéndice que falta; más abajo se dibujó el quinto que es algo menor; este ramiforme termina inferiormente en cuatro radiales de algo más de un cm. de largo. La figura número 3 está inmediatamente a la derecha y su color nos ha llegado muy desvaído, el trazado es semejante aunque por lo general se puede apreciar menor proporción tanto en el ancho como en lo alto –no debía pasar de los 10 cm.-; está forma tiene bien marcados tres apéndices del lado izquierdo, el menor de los cuales toca “la punta” desprendida de la figura 1; un poco más abajo la figura se prolongó hasta la número 4 que se trazó a la derecha a distancia parecida y solamente nos presenta en la parte izquierda tres tracitos menores, cuadrados y equidistantes. Más allá del conjunto la roca se ofrece manchada pudiendo observar con dificultad solamente dos trazos en el lado derecho del eje.
La representación de ramiformes dentro de la pintura esquemática es variada y numerosa al menos desde el Calcolítico, el dolmen de Magacela y un ramiforme de la cueva de Rosa en Cañamero, con terminación inferior parecida a la de al figura 2 son, entre otros muchos, dos de los ejemplos que podemos señalar de esa época; pero dado el estilo y la forma, este conjunto parece reclamar un autor muy próximo al realizador del grupo siguiente; el color, la disposición de los ejes de los ramiformes, la forma rectangular de trazar las puntas son cuestiones que tienden a comunicarnos una parecida autoría o quizás la misma. Por los elementos empleados el tema parece narrar un relato simple a nuestra técnica gráfica pero muy propio en la cultura de cazadores que ellos se movían; un “asta” grande entrega una punta a un “asta” más pequeña tal vez para que creciese y se hiciese como ella o quizás este ideograma encierre un relato mayor con contenidos mucho más amplios ya que la Literatura debió estar presente en el hombre primitivo lo mismo que otras artes y es seguro que algunas realizaciones encierren fondos literarios bajo ropajes tan sencillos como el que ahora he presentado.
Figura 2 A.- La Panda I, zona B, conjunto número IX
Una hornacina destaca por su claridad en la parte media central del covacha. Todo su entorno se encuentra ennegrecido por la pátina negruzca propia de algunas formaciones calizas; su forma es parecida a la valva de un mejillón; tiene unos ejes cercanos a 1´30 cm. para el vertical y 0´40 para el horizontal profundizando unos 25 cm. hacia la parte inferior. Sin duda alguna este soporte, tan característico del arte paleolítico, fue una importante motivación para realizar las pinturas del conjunto IX (Fig 2 , lám I y II). Éste fue ejecutado en color semejante al conjunto anterior, recordemos granate oscuro, aunque presenta la mayoría de las figuras con gran palidez sobre todo las de la parte inferior; su trazo es variable aunque normalmente sobrepasa el cm. La figura número 1 corresponde a la forma figurada de un asta de ciervo y está formada por un largo trazo de unos 40 cm., su tendencia es vertical y suavemente curvado hacia la derecha; presenta hacia esta parte 6-7 gruesos trazos de tendencia rectangular, algo inclinados hacia la parte inferior del mismo lado, los superiores indican claramente el más alto candil. Termina inferiormente en una forma triangular afilada hacia abajo en clara correspondencia con la cabeza.
La forma número 2 se situó algo a la derecha corresponde sin lugar a dudas a los dos tercios inferiores de la pata de un cuadrúpedo; están minuciosamente realizadas la rodilla o codillo y el pie, unos tracitos que proyectados hacia la derecha dan la impresión de corresponder a una indicación de la pezuña; tiene 12 cm. de alta y es una de las figuras mejor conservadas.
La número 3 está formada por un trazo grueso, recto y algo inclinado hacia la derecha cuya parte superior está limitada por la mancha negra que invade esta parte de la hornacina; este trazo se construyó lateralmente de manera almenada con dos series de pequeños cuadrados, seis se ven en la parte izquierda y solo cuatro nos han llegado en la derecha. En el ambiente que refleja este conjunto debe corresponder a la visión frontal figurada y distorsionada de las astas de una cuerna de ciervo; tiene 20 cm. de longitud.
En la parte inferior de esta figura comienza una gran mancha rojiza muy tenue que pudo ser un emborronamiento realizado por el autor ante una realización que no le satisfizo o bien un depósito de color de las figuras superiores. Es la figura número 4.
La parte superior izquierda del manchón se prolongó hacia un pequeño hoyuelo de la roca de forma triangular con el vértice más agudo proyectado hacia la derecha, el lado opuesto es de forma redondeada; en la parte superior de éste triángulo tan especial se trazaron dos óvalos semejantes a rondeadas orejas construyendo con ello una pequeña cabeza; su parte inferior se encuentra manchada con un corto reborde circular hacia abajo y con el color casi perdido. Es la figura número 5.
A la derecha de la parte inferior de la gran mancha número 4 comienza la figura número 6, que tiene unos 8 cm. y corresponde a la cerviz y cabeza de un cuadrúpedo en posición horizontal y estilo naturalista; sus orejas o pequeña cuerna se pintaron redondeadas, el hocico de tendencia triangular y afilado hacia la derecha, el cuello perfectamente conseguido.
En la parte central inferior de la anterior figura está la número 7 que se puede hacer corresponder con la terminación figurada de un asta con tres puntas; su colorido nos ha llegado muy claro. Se realizó inclinándola hacia la izquierda y la punta que indica la parte superior está situada en la parte baja del cuello de la figura 6 pudiendo relacionarse por estos motivos con la cabeza a la que acompaña; indudablemente es un asta que cae de la cabeza; tiene 10 cm. de longitud.
Continuando hacia la izquierda, algo superiormente, se observa la figura número 8 que tiene 20 cm. de longitud y corresponde a la cabeza y parte media –dos puntas- de un asta realizada en estilo figurado. Una forma angular continúa superiormente, es la figura 9. En el corto extremo de la forma angular está el resto del asta –tres puntas-, figura 10 (Fig 3 – Conjunto IX – 8, 9 y 10). Ello nos lleva a pensar que al intentar pintar la larga cuerna de al menos cinco puntas no había espacio, solución ponerlo inmediatamente al lado con un signo angular que parece indicar el camino donde se pintó el resto del asta, lámina 3, conjunto IX, figuras 8, 9 y 10.
La figura 11 tiene 18 cm. de alta y corresponde al cuello y la cabeza de un animal; ésta, notablemente deformada, fue realizada con un gran befo o hinchazón de la parte inferior, correspondiente al hocico, motivo que, aunque dificulta su identificación, también nos marca como un equino o un bóvido.
La figura 12 está formada por un trazo grueso de 12 cm. de largo, su disposición es casi horizontal; sigue la misma dirección que un fino racheado que allí tiene la hornacina. Del extremo superior derecho de este trazo surge casi perpendicularmente un trazo de 15 cm. Muy cerca por su izquierda hay otro semejante en cuanto a su disposición pero de terminación superior cada vez más ancha acabando en ángulo recto y con el vértice ligeramente desviado hacia la izquierda. Pasado el centro del trazo inferior hay una larga línea de 35 cm. y ligeramente curvada hacia la derecha aunque con la misma tendencia vertical; este largo trazo se interrumpe en el cuarto inferior continuando con un punto de igual grosor, continúa la línea más allá hasta alcanzar la base. En el extremo izquierdo de ésta se realizó un último y corto trazo de unos 2 cm., su disposición es semejante y de igual extensión que el pequeño segmento del gran trazo descrito anteriormente.
Hacia la izquierda hay un fino racheado que parte de un hoyuelo situado en la parte media del borde superior de la hornacina –inmediato a al izquierda del hocico de la figura número 8-. Hacia la izquierda el resto de las figuras están con escaso colorido que las hace casi imperceptible, no obstante se pueden ver las formas en determinadas condiciones de luz y humedad.
La figura 13 (Fig 3 – Conjunto IX – 13) corresponde a la forma de un gran arpón con propulsor, lámina 3. Comienza la punta por la izquierda bajo un pequeño liquen gris que la cubre, el eje horizontal continúa unos 23 cm. hasta el fino racheado; allí dobla y continúa hacia abajo uniéndose por la izquierda al mismo –parece emplearse una solución semejante al problema espacial surgido en las figuras 8. 9 y 10-; la punta tiene al comienzo de la parte izquierda un tremendo gancho hábilmente doblado hacia la derecha; unos cm. más y continúan otros dos más pequeños en la misma disposición; enseguida viene la angulación hacia la parte inferior y en el mismo lado fueron pintados tres dientes triangulares crecientes; la figura posee superiormente en la parte derecha y justo donde acaban los dos ganchos menores pero en sentido contrario, un manchón de tendencia oval con un cuello que, doblado hacia la derecha, lo une al resto de la figura; esta mancha se interrumpe al llegar al racheado. Debe tratarse de un arpón con propulsor incorporado en una sola pieza; los dientes finales facilitarían la captura del animal una vez herido.
Delante del mismo hay otro manchón de tendencia triangular; es la figura 14.
La figura 15 parte de la terminación inferior de la figura arponada y por tanto del racheado; corresponde a la expresión figurada de una cuerna con cinco puntas. Se realizó trazando un arco circular ligeramente convexo hacia abajo e inclinado hacia la izquierda en ángulo próximo a los 45 º con respecto a la racha; las puntas, igualmente rectangulares, se realizaron en la parte izquierda. La figura tiene unos 25 cm. de longitud.
Todavía se puede observar una forma más, la número 16; ésta fue trazada en el racheado que sirve de base a todas estas figuras –desde la número 12-; está unos 25 cm. a la izquierda de la base de la figura 15 y es una forma de cuerna realizada en el mismo estilo y con disposición almenada, de unos 10 cm. de altura, se trazó algo inclinado al racheado de la base.
Fuera de la hornacina en la parte de la izquierda de su zona media, a unos 10 cm., se observa una figura ganchuda muy aguda con su abertura hacia abajo; el lado de la derecha tiene 6 cm. y termina de manera afilada; algo mayor es el de la izquierda, 8 cm., y su terminación es roma; superiormente el vértice es de forma arqueada; el color es idéntico. Cerca de la terminación inferior del trazo angular, en su parte izquierda, se observa un pequeño y grueso segmento en posible correspondencia con la terminación correspondiente de la forma ganchuda; es la figura 17.
Siguiendo por esta parte de la roca se aprecian restos de pinturas en la misma tonalidad. La figura 18 es una mancha con tres o cuatro dientes de sierra en la parte derecha. La 19 semeja la cabeza de un insecto con sus antenas y aparato bucal chupador y finalmente la figura número 20 es una puntuación de apariencia dactilar.
El conjunto que acabo de presentar encierra estilísticamente una singularidad sin precedentes dentro de las realizaciones del arte prehistórico. Si a ello añadimos la especial forma de solucionar los problemas de espacio impuestos por la limitada superficie de la hornacina es muy normal que los observadores estudiosos de este conjunto prácticamente pasasen de largo, aunque resulta difícil comprender como no entraron en una mayor pormenorización. la hornacina que de manera clara destaca en la mancha negra formada en la roca de la parte central, fue, una vez más, el motor de la inspiración de nuestro antepasado y este, con su realización, apunta un oficio muy determinado, la caza. Pero un problema parece que pudo confundirle, ¿cómo pintar sus trofeos más codiciados, armas y algún conocimiento esencial cinegético en un lugar tan escaso? Aquí veis la solución, por no irrumpir en pinturas ya realizadas dobla astas y armas cuando es necesario y recurre al símbolo geométrico para indicar cabezas y cuernas facilitando con ello la representación. No cabe duda, se trata del “pabellón” de trofeos y armas de un cazador muy sobresaliente.
El resultado es un estilo figurativo y ello indica una ruptura estilística con las realizaciones de los finales de la pintura paleolítica que al representar la parte por el todo iba en claro camino hacia la expresión simbólica; cuestión evidente al suprimir las formas del cuerpo menos definitorias. Aquí en la zona B de la Panda I se da un paso más sustituyendo a veces la parte por la figura geométrica que la representa solucionando los problemas de espacio con acertado ingenio.
Aunque nos acerca al Cubismo veréis que no se puede hablar de esto en sentido estricto ya que, sobre todo, el volumen no hace acto de presencia en la obra de nuestro autor. Si tienen en común la sustitución ocasional de formas naturales por figuras geométricas, el abigarramiento y el primitivo anarquismo que respira le dan ciertos aires picassianos, cuestión que no es de extrañar por la influencia del arte primitivo en parte de la obra del genial pintor malagueño.
Otra cosa es su calidad como artista, sobre todo en esos befos –figuras 8 y 11-, colocados en perfiles distorsionados, cuyas siluetas poco concretan sobre el animal representado pero que se puede sospechar corresponden a un equino o un bóvido. Mejor solución se observa en la pintura del prótomo número 6.
La temática cinegética que presenta, los contenidos faunísticos que encierra, su distribución constreñida, los perfiles de prótomos 6 y 11, el soporte y la pintura del arpón con propulsor incluido –arma novedosa dentro de los arpones y propulsores que independientemente caracterizan el Magdaleniense Final ( 2 )-, señalan con bastante claridad unos tiempos cercanos a los grabados de la cueva de la Mina de castañar de Ibor (3 ), esto es un momento del Paleolítico Final. La forma original de pintar algunos motivos, sobre todo las puntas de las astas de los ciervos, aparentemente le apartan del estilo propio del Magdaleniense Final; también lo hace el arma –arpón y propulsor eran en realidad dos partes de un mismo arma indudablemente anteriores al descubrimiento del arco y la flecha en época posterior- ( 4 ). Pienso que esta marginación estilística de nuestro artista es producto de su monótonas y poco sugestivas que por lo general caracterizan las pinturas y grabados del Paleolítico Final.
ZONA C
Esta zona ocupa la parte derecha de la cueva compuesta igualmente por roca caliza aunque, tiene menores superficies claras para ser pintadas. En ella hay tres conjuntos; el conjunto X (Fig 3), es el situado más a la izquierda y se realizó a 3 m. de altura en una pequeña hornacina irregular; su color es rojo, algo claro y consta de dos figuras, la número 1 corresponde al dorso de un bóvido de 18 cm. de longitud situado horizontalmente por encima del manchón negro que presenta la roca; en su parte izquierda y hacia arriba, tiene dos afilados cuernos curvados hacia atrás, de unos 7 cm. de longitud; ellos definen perfectamente al animal. La figura 2 se realizó en color un poco más tinto sobre la mitad el dorso y corresponde a un antropomorfo completo, de pie, ligeramente abiertas las piernas y con sus brazos en cruz; hace equilibrio sobre la espalda del animal. Su estilo es bastante natural.
Cerca de esta figura, unos 40 cm. a su derecha y en la misma hornacina clara, se observa una mancha roja que corresponde al conjunto número XI (Fig 3), es la forma de otro cuerno semejante a los ya enumerados, con trazo y color muy parecido. Observado pacientemente se ve que los pigmentos de éste han penetrado en la roca sin cubrir la superficie de manera plana y pueden corresponder a una formación natural que caprichosamente tomó esa forma curvada.
La cronología de las pinturas de bóvidos apuntan momentos muy tempranos, durante el Magdaleniense Final, cercanos a la realización del conjunto central número IX; posteriormente se añadió el antropomorfo en una época ya plenamente ganadera. Este tipo de exhibiciones se suelen encontrar muy raramente entre la pintura esquemática pero con formas naturalistas como las mostradas en este conjunto parecen únicas. Como se verá las fiestas del toro tienen una vieja tradición en esta área –véase el conjunto VI de la cueva de la Panda II-, de aquí que sea difícil señalar una fecha para su realización, lo probable es que coincidiera con la realización del citado conjunto VI –el personaje parecido-. Posteriormente la abstracción parece invadirlo casi todo y su realización es poco probable, estilísticamente hablando.
Todavía nos ofrece la cueva un conjunto más, el número XII (Fig 3); se situó en la parte derecha, al mismo nivel que el conjunto central y a unos 2 m. del mismo; nuevamente se aprovechó una pequeña hornacina de 2 ó 3 cm. de profundidad como soporte; el color es el mismo que los conjuntos centrales y el grosor de los trazos parecido, más de 1 cm.; está casi oculto por la pátina negra de la roca. La figura 1 es un punto, se situó en la parte izquierda y nos ha llegado incompleto por un desconchado. La figura 2 es un trozo irregular corto y grueso que poco sugiere. A penas 1 cm. a la derecha comienza la figura número 3, es una línea quebrada que comienza simplemente con forma de cuatro y continúa horizontalmente un par de cm.; dobla oblicuamente hacia la izquierda inferior y en su parte baja central presenta dos salientes angulares. La figura 4 se trazó en la parte baja, comienza su parte inferior a 2´5 cm. de la forma 3, es una línea angular de 6 cm. de longitud el lado derecho y solamente se ve 1 cm. del derecho, el ángulo formado debe estar próximo a los 60º y su abertura es inferior. Dada la naturaleza abstracta de este conjunto poco se puede decir sobre sus contenidos. No deberíamos hablar estilísticamente de un conjunto del Paleolítico Final pero el trazado, color y soporte señalan una autoría muy próxima para los conjuntos VIII, IX, X y XI.
CUEVA DE TALARRUBIAS II
LA PANDA II
Para visitar la segunda cueva hay que descender unos metros de la primera y tomar una vereda inmediata que asciende con suavidad hasta la entrada situada a unos 40 metros de distancia, antes de llegar a un espléndido enebro que cubre el camino, se divisan en la pared rocosa y como a 15 o 20 m. de altura unos boquetones y pequeñas cornisas en cuyo techo aparecen apreciarse al menos un conjunto de pinturas; su situación es un tanto peligrosa y motivo que no las pudiera estudiar. Tras pasar bajo la copa del enebro pronto divisareis la entrada a la izquierda. Este se abre frontalmente unos 4 ó 5 m. para doblar en ángulo recto hacia la izquierda; allí asciende un par de m. debido a que un gran peñasco de cuarcita lo tapona habiendo creado interiormente un depósito próximo al metro y medio de espesor; desde allí, como antes se dijo, profundiza lateralmente formando un hueco prismático de unos 10 m. de largo y otros tanto de alto, siendo su anchura próxima a los 2 m.
Las rocas que forman la parte más interna parecen ser de arenisca descomponiéndose con facilidad ello es la principal causa de que el suelo de la cueva tenga una capa de finísima arena, tierra y piedras al igual que ocurre en las inmediaciones exteriores. A pesar de que aparentemente tiene buenas condiciones para la habitabilidad no se observan restos de útiles humanos en superficie, tal vez una excavación podría poner al descubierto capas más internas fértiles en ese aspecto.
LAS PINTURAS
Se realizaron exclusivamente en la parte derecha de la zona más externa sobre una cuarcita abombada en forma de gran hornacina de unos 3 m. de ancha y 2´9 m. de alta, su profundidad ronda los 30 cm. Originalmente clara presenta parcialmente la misma descomposición que ya apunté al estudiar el risco de Paulino en su conjunto II; paulatinamente la capa más externa va perdiendo blancura hasta volverse de color marrón claro rojizo, posteriormente van saltando pequeñas escamas que lentamente descomponen mayores espacios que cada vez se hacen mayores volviendo a aparecer una capa blanca más interna de la roca –debe ser un largo proceso de oxidación superficial-. A esto hay que añadir los manchones negros de la parte alta que provienen de la pared exterior cubierta de líquenes cenicientos y negros; el agua al caer disuelve parcialmente esta coloración, un tanto grasienta, y la deposita más abajo en medio del panel donde están las pinturas; allí es absorbida por la roca y fosiliza. También es posible que la mano humana haya intervenido en algún lugar de este espacio produciendo algún deterioro; a pesar de todo esto su estado actual de conservación es bastante bueno.
El conjunto número 1(Fig 4 – a y b. Lámina III), se sitúa en la parte derecha, su color es rojo medio en ocasiones muy tenue y en otras con tendencia a la tonalidad oscura. La figura número 1 se situó en la parte superior izquierda aprovechando un hueco de forma irregular que la cuarcita formo por diversas fracturaciones; nos ha llegado en color rojo oscuro y su trazo no llega al cm.; es un antropomorfo de 14 cm. de alto y 6´8 cm. de ancho; está realizado con dos triángulos equiláteros unidos centralmente por dos de sus vértices; sus superficies internas están sin colorear y el lado más superior presenta a formarse; externamente, unos cm. a la izquierda de la base del mismo lado, se realizaron una línea vertical algo arqueada e inferiormente entre ella y la figura, dos puntuaciones verticalmente ordenadas; en la parte derecha esta figura muestra superiormente una forma muy compleja, semeja un pequeño trapecio con base angular provista de pequeños alerones; termina con un coto y grueso tracito en su parte más inferior; toda la figura tiene unos 3 cm.; adheridos a la derecha de la figura principal hay tres tracitos horizontales en la parte superior y una forma angular con su vértice externo en la inferior.
La figura 2 se situó 24 cm. a la derecha, algo superiormente; es otro antropomorfo construido de manera semejante pero en esta ocasión se cubrieron los triángulos de pintura; superiormente se tocó con un semicírculo igualmente coloreado en cuyo centro superior se trazaron unos diminutos penachos.
Bajo estas figuras el autor debió buscar el centro para continuar su composición si bien la disposición de la roca le hizo desviarse algo a la derecha debido a un potente cambio de altura que hay por la izquierda en el soporte, éste se hace un poco menos gris que en la parte superior. Aproximadamente los 25 cm. superiores de esta zona se encuentran muy desvaídos y solo se observan tenuemente unos tracitos horizontales, serían la figura número 3, de ellos no se puede decir que estén como se realizaron o si son restos dado el grado de palidez. La figura número 4 está en su parte inferior izquierda y la forman una serie de 7 puntuaciones crecientes de arriba abajo y distribuidas en arco ligeramente cóncavo hacia la derecha, rozan por ese lado un viejo saltando de forma trapezoidal de 14 cm. de alto y 11 cm. en su parte inferior. La figura 5 es un tracito vertical que se realizó dentro del bajo relieve indicado, muy cerca del lado con el que limitan externamente la serie de puntos.
Las formas número 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12 constituyen una serie de formas realizadas como las figuras 1 y 2 –doble triángulo unidos centralmente por un vértice-, pero ahora isósceles de 6´5 cm. de altura el mayor y unos 4´7 cm. el menor, su ancho está sobre los 4 cm. Se dispusieron horizontalmente menos la número 12 que se inclinó ligeramente hacia la derecha rozando un racheado y muy próxima a la puntuación inferior de la serie anteriormente citada. Inmediatamente bajo ellos aparece la figura 13 que corresponde a un doble pectiniforme cuyo trazo central tiene 17 cm., está dispuesto horizontalmente, su parte izquierda termina hábilmente de forma horquillada; tiene en su parte superior 17 tracitos verticales, ondulados y muy finos; la inferior se dispuso igualmente pero con un trazo menos; la parte derecha de esta figura traspasa un fino racheado que allí presenta la roca no observándose la cabeza. Bajo el pectiniforme descrito se observa otro realizado de forma muy parecida pero que presenta alguna particularidad, es la figura número 14; posee cinco tracitos superiores y seis inferiores realizados de manera semejante en su tercio posterior; al llegar al tercio central se dobló la figura muy brevemente por no tropezar con un racheado y se realizaron dos nuevos tracitos ondulados, uno hacia arriba y otro hacia abajo, éste mucho más largo; ya pasada su mitad, se quiebra inferiormente y progresivamente dos veces formando ángulos muy próximos a los 90ª; en la terminación de esta parte se dibujó con notable habilidad una cabeza frontal en la que parecen apreciarse el acabado de befos de los que salen numerosos filamentos radiales, semejando estar enfurecido; superiormente se remató la cabeza con dos cuernos igualmente ondulados; numerosas líneas, muy finas, indican los movimientos de la cabeza como lo harían actualmente un buen dibujante de cómic. Inmediatamente bajo esta parte de la figura 14 está la número 15 que es la representación esquemática de un cuadrúpedo que mira hacia la izquierda, opuestamente a las dos figuras anteriores, lleva rectos cuernos, el derecho ligeramente apalado en su parte superior, y tiene exageradamente marcado el sexo masculino. A la derecha de estas tres figuras hay una zona manchada de rojo sin apariencia de trazado e inferiormente a la izquierda se dispuso una serie de antropomorfos doblemente triangulados como los ya descritos aunque menos lineales. El que está delante del último animal, figura 16, no posee las formas triangulares sino más bien ovaladas; presenta una cintura poco marcada y su parte inferior lateralmente redondeada; su parte superior quizás en posición de esquivar al cuadrúpedo. A su izquierda el bitriangular número 17. Las figuras 18, 19 y 20 se colocaron debajo; a la derecha de esta comienza un saltado que rompe la figura en su parte baja, como éste asciende unos cm. más a la derecha y aparecen dos nuevos motivos, una corta barrita horizontal, figura 21, y un pectiniforme, figura 22, de aspecto filamentoso, con un trazo central y siete apéndices inferiores, debe representar a un animal secundario en la escena. Inmediatamente a la derecha hay dos triángulos dobles, claramente isósceles, y de mayor altura –7´5 cm.-, aunque igualmente anchos –2´2 cm.-, son las figuras 23 y 24.
Inferiormente, a ambos lados se dispusieron dos nuevos antropomorfos; el número 25 está formado inferiormente por un rectángulo de unos 6 cm. de longitud; en mitad de su base superior se realizó un tracito de poco más de 1 cm.; la parte superior, hábilmente doblada hacia la izquierda, termina con un trapecio invertido y de base inferior cóncava. La figura número 26 se hizo en la parte inferior derecha bien pasado el desconchado antes mencionado y tiene de altura unos 5 cm.; la cabeza está formada por un círculo, de proporciones algo grandes, está unido inferiormente a un tracito algo oblicuo sin articular, serían las extremidades superiores y la parte correspondiente al tronco se realizó con una forma de tonel cuya base termina de manera algo más afilada. El personaje llevaba un largo faldón.
He descrito las figuras del primer conjunto que retrata una sociedad ganadera, en ella dos personajes superiores que, por su mayor tamaño, su disposición en la composición y los atributos que portan –en especial la figura 1- hay que atribuirles algún aspecto de prestigio. Debajo hay una zona confusa ocupada por líneas y quizás algún triángulo pero todo en extrema palidez que poco o nada aportan. Hay un camino señalado con el conjunto de puntos crecientes que nos muestra donde está lo cerca y lo lejano, él comunica esta zona superior con la zona central marcadamente terrenal.. Esta se ocupa esencialmente con tres cuadrúpedos que son los protagonistas de la narración central; el situado en la parte superior es identificado como una hembra por la especialísima horquilla que ocupa la parte posterior de su tronco; delante de ella otro cuadrúpedo de la misma especie, posiblemente macho, ataca furibundo con sus cuernos a un cérvido macho que se acerca olisqueando las inmediaciones; el pueblo o parte del pueblo contempla estáticamente la escena rodeándolos. Finalmente otra pareja de individuos de otra categoría, asiste desde un puesto quizás más seguro por lo distante.
Esta composición presenta un relato eminentemente lúdico que por la rigidez en la distribución de sus formas bitriangulares parece tener cierta solemnidad. Podía y puede ser tomado como una alegoría en la que subyace un problema ético sobre la debida estabilidad familiar base de una fructífera natalidad. La lucha natural a favor de su defensa puede ser buena lección con la cual se intente exhortar a los jóvenes en edad de fecundar a que se decidan por la formación familiar teniendo como base la fidelidad a su familia y la defensa a ultranza de la misma como base de la estructura social.
La figura triangular está muy extendida en el área que estudiamos –en sentido amplio el Guadiana Medio-, entrar a describir las distintas relaciones y sus situaciones geográficas parece propio de otro trabajo de aspecto monográfico sobre este signo que ahora no se comete. Sitúo esta composición al menos en el Calcolítico y ello es debido a la presencia de numerosas figuras antropomorfas formadas con dos triángulos unidos centralmente por sus vértices, su semejanza con algunas decoraciones neolíticas de recipientes y de ídolos-placa encontrados en poblamientos y necrópolis de esas épocas, sí lo demuestran ( 5 ).
El panel de cuarcitas continúa inferiormente; unos 15 cm. a la derecha hay cuatro superficies de tendencia cuadrada bien limitadas por finos racheados, se extiende oblicuamente de izquierda a derecha en sentido ascendente; están ocupadas por distintos conjuntos. El conjunto II (Fig 5 –a y b. Lám IV), es el situado más inferior a la izquierda y está formado por tres figuras bitriangulares como las indicadas, figuras 1, 2 y 3; su color está muy desvaído y son de unos 6 cm.. Otra situada a la derecha tiene 7´5 cm., es la figura 4. Ambas categorías de altura vienen a coincidir con las figuras 23, 24 y el resto de las formas bitriangulares del conjunto I.
Continuando hacia la derecha está otra superficie de las señaladas y ocupada por el conjunto III (Fig 5 – a y B. Lám IV); es otro bitriangular como los anteriores, de tamaño intermedio pero dispuesto oblicuamente –sigue paralelo al racheado que le sirve de base.
La tercera superficie se ocupó con un pectiniforme simple, conjunto número IV (Fig 5 – a y b. Lám IV), que está formado con un trazo horizontal superior de unos 11 cm., de él se desprenden seis inferiores; de estos, los cuatro de la derecha son iguales y paralelos –7 cm.-, el cuarto está separado inferiormente hacia la izquierda y el quinto ocupa poco más de 1 cm. cerca del extremo.
La cuarta superficie tiene el conjunto número V (Fig 5 – a y b. Lám IV), que está formado por el comienzo superior de cinco formas que parecen ser bitriangulares pero por estar perdida su prolongación inferior nada puede asegurarse. Estos cuatro conjuntos nos muestran aisladamente o en pequeños grupos, formas ya estudiadas en el conjunto anterior; cronológicamente deben pertenecer a esa época y sus contenidos no deben ir más allá del retrato. Por su posición en el panel pueden pertenecer al conjunto siguiente.
Debajo está el conjunto VI (Fig 5 – a y b. Lám IV), lo limita superiormente un racheado profundo y más allá, hacia la derecha la superficie comienza a ser cada vez más rojiza hasta llegar en el centro de la mitad derecha a una franja vertical más intensa y de aspecto natural que ha deteriorado las figuras por este lado; superiormente a la derecha hay un saltado que muestra un color gris rojizo semejante a los conjuntos anteriores.
La figura número 1 es un bitriangular semejante en tamaño y ejecución al número 1 del conjunto I pero de 12 cm. de alto, posee algunos adornos o atributos, en la parte izquierda una pequeña forma ganchuda y externamente a la derecha dos pequeñísimas formas complejas; en su parte superior se encuentran centralmente unos diminutos penachos semejando una coleta; la parte baja se ve oculta por una mancha rojiza de la roca. A su izquierda está el desconchado de la roca que tiene color gris, en él se dibujó la figura número 2 que es un antropomorfo masculino de 17´5 cm., muy esquemático; la parte perteneciente a la cabeza presenta una melena enmarañada; inferiormente e inmediatos están los brazos formados por una línea horizontal de 4 ó 5 cm. cuyos extremos aparecen doblados el izquierdo hacia arriba y el derecho de manera más escasa; hacia abajo el tronco realizado con una larga línea sutilmente contorneada deja patente el falo erecto; unos cm. más y termina el tronco con una serie de pequeñas elipses concatenadas. La figura presenta a un bailarín con el pelo agitado por violentos movimientos circulares, saltos etc, es sin duda una danza fálica. Entre estas dos figuras –la 1 y la 2- está centralmente la banda roja señalada y al lado izquierdo de la misma se observan restos pequeños de formas poco precisas, serían la figura 3; a la derecha de la mancha rojiza hay una línea en claro zig-zag que remata inferiormente en círculo, figura 4. Unos cm. más abajo y ligeramente a la izquierda está la figura 5 que es un pctiniforme formado por trazo horizontal de unos 4 cm. y al menos cinco inferiores de 6 cm; en la ejecución de está figura el autor ha dejado el testimonio de las finisimas cerdas que formaban uno de sus pinceles. A su derecha está la figura 6 que está formada por al menos 7 tracitos horizontales y paralelos, muy próximos; de ellos solamente son visibles unos cuatro centímetros de longitud pues a su derecha está el manchón natural; a la derecha de éste se observa la continuación derecha de al menos tres, el superior uno medio y el inferior, es de suponer que el resto continuase igualmente. La serie de líneas se ve cortada por otra algo más gruesa que verticalmente se dispuso en el lado izquierdo. A la derecha se encuentra un pequeño antropomorfo de 5´5 cm. de altura, es la figura número 7; su cabeza es casi imperceptible; le sigue el trazo del brazo izquierdo, en ángulo, con vértice inferior; el tronco recto y las piernas, algo gruesas, en ángulo recto. Muy próximo por su derecha hay un cudrúpedo igualmente esquemático que tiene 6´5 cm. de longitud y solo 3 cm. de alto mirando hacia la izquierda; en su afilada cabeza no se ven orejas ni cuernos; las patas y el tronco se ejecutaron del mismo grosor, quizás este crece un poco hacia la parte posterior; su final roza un racheado por lo que no se parecía la cola; es la figura 8.
Debajo de esta serie de figuras hay una racha no excesivamente ancha que divide la superficie en sentido horizontal e inmediatamente debajo a la izquierda comienza un grupo formado por nueve formas bitriangulares como las descritas, son las figuras 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16 y 17; en general su distribución no es tan rígida como en el conjunto I aunque están en posición tendente a la verticalidad. Algunas de estas figuras tiene algunas particularidades que tienden a antropofizarlas perdiendo posibilidad de tener el carácter sacro que la mayoría de los autores la atribuyen; se trata de la figura 13 que tiene la terminación inferior circular y de la 14 que se remató superiormente con un tracito que cae hacia la izquierda a manera de melena. El conjunto continúa a la derecha de esta parte y algo más elevado con cuatro halteriformes colocados verticalmente; sus círculos superiores son más pequeños que los inferiores que por su proximidad aparecen unidos. Este signo, de clara procedencia oriental, ( 6 ) se encuentra también presente en el área estudiada, sobre todo en el abrigo de la Viña en Zarza de Alange ( Badajoz ). Aunque es menos numeroso se toma en sus orígenes como una representación sacralizada de la fecundidad, en este caso creo que es simplemente una forma de expresión de personajes. Son las figuras 18, 19, 20 y 21.
Al igual que el conjunto I refleja una pequeña sociedad visiblemente jerarquizada, con una presidencia. Posiblemente se ha dibujado el elemento femenino por participar más pasivamente en la fiesta. Como se puede apreciar, en esencia sus diversiones no diferían de las actuales, fiesta de toros y baile.
Se trata del primer cartel “publicitario” de un festejo ¿taurino?. –capeas-, con todos los ingredientes del mismo, la res, el recortador, el coso con los tendidos repletos, la presidencia, etc. El mozo cita a uno de los cuadrúpedos cerca de una empalizada que le sirve de protección. El lazo de la parte superior nos indica que la fiesta termina con la captura del animal de manera incruenta. El dibujo del bailarín erótico situado en la parte superior en un desconchado llamativo bien limitado del resto de las figuras sugiere que otra parte del programa sería una danza “fálica” semejante a las repesentadas en Cogull, ( Lérida ) y los Grojos, Cieza ( Murcia ).
Cronológicamente hay pocas dudas sobre su ejecución en el Calcolítico, época en la que el valle medio del río Guadiana estuvo habitado con cierta densidad. La ausencia de testimonios arqueológicos del Bronce en las proximidades y de triángulos en la decoración hace muy difícil situar su realización en tiempos posteriores.
La derecha de esta zona se ve limitada por un rachón que se extiende casi verticalmente, más allá la roca presenta una superficie cada vez más rojiza que casi no permite ver las figuras por la escasa diferencia de color; a medida que nos acercamos a la entrada la superficie se encuentra saltada ofreciendo el color gris interior, es el mal de las cuarcitas ya mencionado; también debieron observar estas condiciones nuestros artistas primitivos que ya huyeron de expresarse en una fondo que ofrecía tan escaso contraste y corta supervivencia de tal manera que solamente unas cuantas figuras aisladas fueron depositándose en el transcurrir del tiempo.
El conjunto VII (Fig 6), está formado por un ancoriforme simple situado 17´5 cm. a la derecha del “bailarín”; solamente nos ha llegado su parte derecha.
Unos 35 cm. debajo de esta figura hay un espacio rectangular bien limitado y ocupado por una figura de tendencia cuadrada muy compleja, ella es el conjunto VIII (Fig 6).
A partir de aquí hacia la derecha comienza la zona ennegrecida por el pigmento formado con la disolución de los líquenes de la pared y hemos de pasar por la parte superior 70 cm. para encontrar en una pequeña superficie limitada y algo clara la silueta esquemática de un zorro, conjunto IX (Fig 6); su cabeza y tronco se realizaron con una horizontal, en la parte delantera superior se dibujaron exageradas orejas, la posterior se remató con su clásica cola en “jopo”.
Si continuáis hacia el exterior encontrareis a 9 cm. una pareja de ancoriformes simples acéfalos, conjunto número X (Fig 6); el primero de la izquierda es la figura 1 que tiene unos 7 cm. de alto y se trazó su cintura escapular de manera horizontal para doblarla brevemente en sus terminaciones; la figura 2 situada unos cm. a su derecha es semejante pero de menor tamaño.
Continuando por el mismo lado hay un espacio claro que casi no se utilizó, únicamente en su parte superior aparece algo borrosa una figura en doble Y de 12 cm. de alta, figura 1, y a 5 cm. un trazo vertical de 5 cm. que es la figura 2 del conjunto XI (Fig 6).
Superiormente 35 cm. hacia fuera se observa el conjunto XII (Fig 6), que está formado en su parte izquierda por un doble ancorado con apuntada cabeza y bien marcado falo, es la figura 1; a su derecha 7 cm. se encuentra la figura 2 que es un ramiforme de 20 cm. de alto; está formado por un trazo vertical y diez tracitos paralelos y equidistantes situados en la parte izquierda e inclinado de arriba abajo.
Pueden observarse un par de conjuntos más situados inferiormente a estos, unos 50 cm. bajo el conjunto XI –de doble Y-; es el conjunto XIII (Fig 6), lo forman una figura humana que tiene su cabeza, tronco y pene realizados de un solo trazo; las extremidades superiores formando un cruciforme y las inferiores ancoradas; su extremidad inferior derecha aparece repintada y prolongada hacia abajo hasta alcanzar los 14 cm.; superiormente a esta figura se ve un pequeño ángulo. Finalmente se observa el conjunto XIV (Fig 6), que está formado por dos pectiniformes muy toscos; el número 1 tiene un trazo central de 5 cm. y cuatro paralelos en su parte inferior; el número 2 se situó algo más abajo y tiene 4 cm. la línea superior y tres inferiores.
La simplicidad de estos últimos conjuntos hace innecesaria su situación temporal, es de suponer que fueron realizándose cuando los conjuntos I y II ya estaban terminados.
CUEVA DE TALARRUBIA II
Hace ya más de 2 décadas fui invitado por un grupo juvenil de Trujillo a visitar esta cueva en la que habían descubierto pinturas rupestres; sucesivas visitas completaron aquellos primeros descubrimientos; el resultado actual es un alto grado de suciedad y degradación cubriendo las paredes imnumerables señales de carbón con las típicas dedicaciones de nuestro tiempo que, no has respetado los trazados ya existentes; estos eran escasos, es cierto, pero no hay causa para destruir lo existente.
Situación
Como las otras cuevas está situado en el término municipal de Talarrubias ocupa el punto determinado por 39º 08´10´´ de latitud y 1º 29´de longitud, hoja número 756 denominada Herrera del Duque, edición de 1953.
Para llegar a la cueva hemos de pasar la presa en dirección a Peloche, a escasamente 1 km. se encuentra un amplio aparcamiento, al entrar en él, a la derecha, parte un camino que podemos tomar en coche; transcurridos unos metros se bifurca en dos, uno que marcha en dirección a la presa y otro en sentido contrario; tomemos éste. En sus comienzos trancurre paralelo a la carretera hasta un merendero que atraviesa por la parte alta, enseguida comienza a elevarnos por un camino bastante malo y lleno de piedras sueltas; a poco más de un km. el camino dobla bruscamente hacia poniente buscando los pinachos de la sierra, dejaremos el coche cuando ya no se pueda transitar y seguiremos el resto a pie por una excelente vereda actualmente muy hollada. Ya en altura, a ambos lados la vegetación es exuberante haciendo intransitable cualquier recorrido fuera de la vereda; imnumerables pajarillos pueblan la ladera llena de variadísima vegetación mediterránea húmeda; las huellas de jabalí son bastante numerosas y algún buitre leonado puede sorprendernos con su vuelo. Habrá de transcurrir aproximadamente media hora para que la vereda, que continúa hacia el risco más alto, nos deje a las puertas de la cueva a la que ascendermos sin otros problemas.
El boquetón tiene de ancho 12 m. y de alto 4 ó 5, su profundidad ronda los 15 m. Interiormente es horizontal y amplia, abrigada en invierno y fresca en verano; en lo más hondo siempre suele tener una fuentecilla producto de la filtración de una piedra que alguien excavó en la roca del collado superior depositándose en ella el agua de la lluvia.
LAS PINTURAS
Las pinturas no eran abundantes, hoy casi han desaparecido o están ocultas por los rayones de carbón. A poco más de medio metro por la derecha de la entrada y a unos 2 m. de altura había dibujado el conjunto I (Fig 7); lo formaban una pareja de ofidios aparentemente en lucha, la composición ocupaba una superficie de 10 cm. de alto y 7 de ancho; las figuras 1 y 2 eran de color rojo claro y fueron trazadas con sendas líneas curvas en zig-zag de arriba abajo y de unos 8 mm. de grueso; la parte superior estaba presidida por las cabezas, una de ellas parecía comenzar a doblegar a la otra.
El tema de los ofidios no es muy corriente dentro del esquematismo pero ya se vio al hablar de las pinturas de la cueva de la Panda I en el conjunto VII también están presentes. Ejecutadas siempre en estilo naturalista no parecen presentar otros contenidos que el mero retrato de una escena de lucha entre esos animales. Por el momento su cronología es imprecisa.
Esta pared ofrecía sobre su mitad restos de pintura muy deteriorada por el agua que no concreto. Pasemos a la techumbre, más bien hacia la derecha y a unos 10 m. de la entrada se veía el conjunto II (Fig 7), formado por dos figuras bitriangulares de color naranja con cuello apuntado; los triángulos eran isósceles y su altura total era de 12´8 cm. y 2´8 cm. de ancho; fueron situados uno rozando al otro y su ejecución era perfecta.
Este tipo de formas es muy abundante en el área estudiada llegando por el N hasta la cueva del Santuario de Monfragüe. Su situación temporal en términos generales es durante el Calcolítico por los motivos señalados a lo largo de este trabajo al enjuiciar los conjuntos que poseen este tipo de formas en la cueva de la Panda II.
Igualmente en el techo pero algo más externo estaba el conjunto III (Fig 7); fue realizado con tonalidad rojo claro, trazo grueso y escasa rectitud; lo forman unas líneas verticales; de ellas la central fue terminada inferiormente con un trazo curvo indicativo de las extremidades inferiores prolongando el tronco para formar el falo.
Algo más hacia el exterior se observa el conjunto IV (Fig 7), formado por otra serie de líneas en trazo y color semejantes. Se empleó como signo la barra tendente a la verticalidad doblemente agrupadas. Su simpleza imposibilita cualquier atribución de contenidos más allá de la suposición; por la figura central del anterior conjunto podemos conjeturar que se trata de un grupo humano ignorándose los aspectos relativos a su situación temporal.
Cerca de la entrada, en la pared derecha, se ven los restos de otro conjunto, el número V (Fig 7), formado por dos nuevos ofidios esta vez construidos con zig-zag horizontales; su color es rojo claro y el trazo está en torno a los 5 mm.; el grado de deterioro era muy elevado y solo se conservan parte de los cuerpos habiéndose perdido las cabezas.
A la derecha de la entrada hay un imponente zarzalón que ha permitido la conservación del conjunto número VI (Fig 7); está situado a unos 3 m. de altura habiéndose realizado con color rojo claro, trazo algo grueso y titubeante. Esta formado por una figura antropomorfa cruciforme simple cuyos brazos se curvaron ligeramente hacia abajo; en su mano derecha parece portar un palo. Su cronología es imprecisa.
Con la descripción de este conjunto llegamos al final de nuestro estudio sobre las pinturas rupestres en la zona. Una vez descritas sus formas y visto en lo posible sus contenidos podemos enjuiciar y valorar particularmente todas estas pinturas. Siempre sugieren varios temas, entre estos os he propuesto algunos que por su coherencia con las formas y su distribución en los paneles no deben diferenciarse mucho con los lejanos fondos que nuestros milenarios antepasados nos hicieron llegar a través del color. Independientemente de la valoración particular que hagamos debemos respetar siempre sus formas y con ellas los mensajes tan plenos de vitalidad que encierran.
BIBLIOGRAFIA
( 1 ) GAVILÁN CEBALLOS, B. Y VAQUERIZO GIL, D: ( 1988-89 ): Un nuevo conjunto de pinturas rupestres en la provincia de Badajoz: Las cuevas de la Panda, Talarrubias. Revista Eifigenia V-VI, pág. 9 Cordoba.
( 2 ) GOMEZ-TABANERA, J. M. ( 1980 ): La caza en la Prehistoria, pág. 186 y ss. Ediciones Istmo. Madrid.
( 3 ) RIPOLL LOPEZ, S. Y COLLADO GIRALDO, H. ( 1996 ): Una nueva estación paleolítica en Extremadura. Los grabados de la cueva de la Mina de Ibor ( Castañar de Ibor, Cáceres ). Revista de Estudios Extremeños, t. LII, núm. II, pág. 383.
( 4 ) GOMEZ TABANERA, J. M. ( 1980 ): Obra citada, pág. 195.
( 5 ) MORAN CABRE, J. A. ( 1973 ): Las decoraciones primarias en la cerámica neolítica próximo oriental, su significación y paralelismos hipánicos. XII C. Número A. Zaragoza.
( 6 ) ACOSTA, P. ( 1968 ): La pintura rupestre esquemática en España, pág. 84. Facultad de Filosofía y Letras. U. de Salamanca.
APÉNDICE GRÁFICO
Lám I.-La Panda I, zona B, conjunto IX
Lám II.- La Panda I, zona B, conj IX, parte inferior
Lámina III.- La Panda II, conjunto 1
Lám IV.- La Panda II, conjuntos II al VI
Figura 2 B.- La Panda I, zona B reconstruida
Fig 1.- Conjuntos de La Panda I, zona A, conjuntos I al VII
Fig 3.- Conjuntos de La Panda I, zona B (detalles) y C
Figura 4 A .- La Panda II, conjunto I
Figura 4 B.- La Panda II, conjunto I reconstruido
Figura 5 A.- La Panda II, conjunto II al VI
Figura V B.- La Panda II, conjuntos II al VI (reconstruido)
Figura 6.- La Panda III, conjuntos I al VII
Figura 7.- Talarrubias II, conjuntos I al VII
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