Nov 112013
 

 

 María Luisa Montero Curiel y Pilar Montero Curiel.

 

En la santa virtud del trabajo y en la escuela está la solución de todos los problemas sociales, pues en la escuela está la médula de la evolución y el progreso.

(Marciano Curiel Merchán, 1924)

 

 Introducción

            A finales del siglo XIX las sociedades occidentales se plantean la necesidad de revisar, desde sus mismos cimientos, las ideas pedagógicas que vertebran la enseñanza escolar. En España florece por entonces una nueva corriente que encuentra en Francisco Giner de los Ríos su principal aliado. Al abrigo de la Institución Libre de Enseñanza desarrolló ideas que suponían una auténtica revolución cultural, científica, pedagógica y moral, alentado en parte por las doctrinas filosóficas que en Alemania había divulgado el pensador postkantiano Karl F. Krause (1781-1832) y que se conocen en la literatura científica con el nombre de Krausismo. Sus bases ideológicas fueron la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo imperante en los ámbitos de la enseñanza y la educación. Esta nueva orientación de pensamiento se había nutrido de las ideas de otros reformadores europeos, como Decroly[1], Dewey[2], Piaget[3], Pestalozzi[4], Montessori[5] o Fröbel[6], por citar algunos de los pedagogos más insignes en el panorama de finales del XIX y principios del XX[7]. Todos ellos reivindicaban una educación diferente, en el entorno de una escuela capaz de transmitir conocimientos a sus alumnos pero también capaz de ejercitar el físico a través del deporte, del movimiento, del juego, es decir, una escuela que formara a los niños en lo intelectual y en lo físico, y les inculcara valores como la libertad, la paz, la tolerancia y el respeto a sus semejantes.

De los escritos de estos pensadores proceden tendencias pedagógicas tan aparentemente actuales como la basada en la psicología genética (de Decroly), que indaga en las formas de conocimiento y de inteligencia con que nace el ser humano y cómo se desarrollan hasta la madurez. La máxima de que el aprendizaje es para toda la vida –hoy tan de moda en el entorno del debate sobre el Proceso de Bolonia–, se apunta en las corrientes difundidas por Pestalozzi. Otros pedagogos, como Fröbel, concentraron sus esfuerzos en animar el desarrollo natural de los párvulos a través de las actividades y los juegos. Sus tesis permitieron adelantar lo que podría llamarse “socialización escolar de la primera infancia” a través de la creación de guarderías basadas en el convencimiento de que el niño es el principal protagonista de su propia educación.

En España, Francisco Giner de los Ríos, desde la Institución Libre de Enseñanza, llevó a cabo, como se apuntó al principio, una profunda reforma pedagógica que pronto caló en el magisterio coetáneo y posterior a su labor. La idea dominante de la escuela como redentora de la ignorancia, del fanatismo y, con ello, de la miseria marcó un camino que se prolongó durante décadas[8] en un amplio debate pedagógico-regeneracionista que tuvo como objetivos la recuperación de las raíces nacionales y el restablecimiento de un estado que modernizara sus estructuras económicas, sociales y culturales en sintonía con Europa.

 

En el movimiento iniciado por Giner de los Ríos brilló más tarde la figura de Joaquín Costa, cuya influencia en las ideas pedagógicas y escolares posteriores, incluso durante la II República, fue decisiva. Ambos pensadores habían abonado un campo que no tardaría en dar valiosos frutos. En este ambiente, el catalán Francisco Ferrer Guardia (1859-1909) se convirtió en el pedagogo más revolucionario en la España de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Fundó la Escuela Moderna[9], una de las propuestas más novedosas y que mayor influjo han ejercido en los métodos de enseñanza del siglo XX, todo un ensayo pedagógico, laico, basado en los preceptos racionalistas difundidos poco antes en Europa. Los principios de su proyecto educativo pueden considerarse de una gran modernidad desde la perspectiva actual[10]: considera antipedagógica la memorización sumisa y pasiva; el libro de texto pasa a un segundo plano, más como herramienta de apoyo para el alumno y el maestro que como guía única del aprendizaje; defiende la observación, la investigación directa y el espíritu crítico; opina que para los menores no hay mejor método que los juegos y las actividades manuales; concede gran valor a las historietas breves por su finalidad didáctica; anima a fomentar el contacto con la naturaleza mediante excursiones al campo, el estudio directo de la fauna y la flora locales, de las condiciones del terreno, etc., con un fin puramente experimental. Además, defiende la coeducación, uno de los puntos más originales en la escuela española de finales de siglo, aunque ya en vigor en países europeos. También aconseja la higiene escolar como base de una sociedad más sana. Por último, elimina la idea del premio y el castigo, y descarta los exámenes como criterio único para valorar las cualidades intelectuales de los alumnos. En definitiva, la Escuela Moderna establece una enseñanza laica capaz de favorecer, por encima de todo, la justicia y la igualdad sociales. Estos principios los había tomado “de las tradiciones de la pedagogía moderna iniciada por Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVIII, dirigidas contra la autoridad y las visiones religiosas y las adaptó al mensaje revolucionario que anarquistas y librepensadores difundían entonces entre los nuevos grupos sociales nacidos con la industrialización y el crecimiento urbano”[11].

 

Las propuestas de Ferrer deben juzgarse en relación con las malas condiciones de la enseñanza en la España del momento y con las trabas que la educación pública encontraba en la iglesia y en sus aliados para poner en práctica cualquier intento de renovación, ya fuera a base de ideales revolucionarios, como los de Ferrer,  o tan contenidos como los de la Institución Libre de Enseñanza.

 

2. La escuela Extremeña a principios del siglo XX

 

La escuela extremeña de principios del siglo XX no difiere mucho de la de otras regiones de España. Comparte con ella los mismos problemas materiales (aulas insanas, falta de medios, herramientas escasas y anticuadas, etc.) y vive, como sus vecinas, anclada en una pedagogía difícil de calificar. De esta situación dan fe los escritos de Luis Bello, jurista andaluz y colaborador del diario El Sol de Madrid, que recorrió en los años veinte del siglo pasado las instituciones educativas de la sierra de Madrid, Toledo, Asturias, Soria, Extremadura y Andalucía, para comprender la realidad de la educación de aquella época y denunciar, a través de la prensa, las condiciones precarias que para el desarrollo de las tareas docentes ofrecían sus pueblos. De sus exploraciones surgieron varios volúmenes de noticias imprescindibles para conocer aquella escuela; algunos de ellos han visto la luz, como el correspondiente a Extremadura, cuya última impresión, titulada (como la primera de 1926) Viaje a las escuelas de España (Extremadura), se editó en 1994[12].

 

Durante el invierno de 1926, Luis Bello recorrió un buen número de caminos y de pueblos extremeños con la mirada puesta en las escuelas, con el propósito de hacerse una idea cabal del entorno de la educación escolar en esos años y de reflexionar sobre las condiciones y los métodos educativos al uso, sin ahorrarse críticas hacia todos aquellos aspectos que, desde su punto de vista, no eran adecuados para la educación escolar. En su viaje visitó pueblos de las dos provincias sobre los que después escribió su crónica particular: Malpartida de Cáceres, Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), Navas del Madroño, Brozas, Alcántara, Talaván, Casar de Cáceres, Herreruela, Salorino, Membrío, Valencia de Alcántara, Trujillo, Garciaz, Conquista de la Sierra, Logrosán, Cañamero, Guadalupe, Don Benito, Medellín, Olivenza, Almendralejo, Llerena, Azuaga, entre otros muchos municipios.

 

En el análisis que tras las visitas escolares publicaba en sus artículos periodísticos defendía que cada sistema pedagógico es coherente con la sociedad que lo genera y lo sustenta. Como apunta Encarnación Lemus López en el prólogo a la edición de 1994, “el autor dedica el mayor interés a explicar cómo se vive en los pueblos: cuáles son los recursos económicos, qué preocupa a la población, cuáles son los hábitos, qué aspecto presentaban las aulas y las casas” de los maestros[13], en una revisión profunda de las condiciones de la escuela rural. La posición de Bello no se aleja de los postulados regeneracionistas: concibe la  escuela como el medio para estimular la autoconciencia y la razón, lo que siempre llevará a ser mejor y a vivir mejor, y en este proceso el maestro ha de ser el principal animador.

 

La visión de España que emana de la doctrina de Luis Bello no se aleja de las ideas que impulsan los ánimos de los escritores noventayochistas en su interés por modernizar el país y situarlo a la altura de Europa. José Martínez Ruiz, “Azorín”, se encargó de redactar el prólogo para la edición de 1926 del Viaje a las escuelas de España, con palabras que revelan su adhesión a la iniciativa del abogado y periodista andaluz, y a la necesidad de curar los males de España desde sus raíces, desde la atención a la inteligencia de los niños como llave del futuro:

 

Un periodista ha logrado el milagro de que España piense en sí misma, de que los españoles se preocupen de lo más trascendental, de lo más sagrado: del porvenir de las inteligencias infantiles[14].

 

La obra de Luis Bello se convierte así en un testimonio del compromiso que los intelectuales de la época adquieren con una escuela española que vive anclada en modelos trasnochados. El erudito fija su mirada en asuntos que afectan más a las condiciones físicas y materiales de la educación infantil que a las teorías pedagógicas que la sustentan. Sus relatos responden a una estructura más o menos fija en la que explica cómo se desarrolla en cada uno de los pueblos que visita la enseñanza escolar. En todos los casos, tras la identificación del maestro, pasa a describir las características de los locales que se destinan a los usos escolares y hace inventario de los medios de que disponen los docentes para transmitir sus enseñanzas. Sirva de ejemplo el artículo dedicado a las escuelas de Trujillo, ciudad que en los albores del siglo pasado contaba con una población cercana a los doce mil habitantes y tres escuelas de niños. Las palabras de Bello (que se reproducen literalmente, pese a su extensión)  transmiten una idea muy clara del contraste entre las pasadas glorias de la ciudad extremeña, con el testimonio de sus monumentos históricos, y la atmósfera gris en la que los maestros llevan a cabo su labor:

 

¿Cómo atiende la histórica villa de Trujillo la instrucción primaria? Vamos a ver primero la escuela de D. Fernando Civantos, que por su antigüedad y prestigio en el pueblo merece la visita. Está instalada en el primer piso del Ayuntamiento, soberbio edificio, antigua Alhóndiga reparada muy hábilmente, hace treinta o cuarenta años, para Exposición Regional. La clase es ancha, alta de bóveda, enorme. Las ventanas a más de dos metros sobre el suelo. Domina el decorado viejo, en fondo negro, un gran murciélago disecado, con las alas en cruz, clavadas a la pared. El murciélago, un mapamundi negro, las láminas de Fisiología, donde aparecen hombres desollados o en esqueleto y el tono obscuro de aquel inmenso salón dan a la clase –no se incomodará D. Fernando ni verá falta de respeto en esta impresión- un aspecto extraño. Así sería la capilla satánica de una hechicera que hubiese llegado a rica. (…) Casi gemela, pero peor, con resonancias molestas y material antiguo, es la de su compañero D. Juan Picó Villarreal, veterano del Magisterio, que ha de soportar en esa clase un trabajo muy duro.

Y con ver otra, ya están vistas todas las escuelas públicas de Trujillo, ciudad de 11.500 habitantes. Tres escuelas de niños. La tercera es la del Sr. Nogales Trigoso, en la calle de Tintoreros; pero debo advertir que aquí el maestro no pone sólo su trabajo, sino además el local. La escuela está en su casa, porque Trujillo no le da otra. Cubicación: no llega a dos metros cuadrados por niño. Tres huecos a un patio estrecho, tres balconcitos que forzosamente es necesario abrir. (…) Menaje pobre e insuficiente. Hay todavía material del Colegio militar, bancos, mesas y mapas, todo muy útil, arrinconado no sé dónde, quizá en la Plaza de Toros. Parte de este menaje, bonísimo, se les ha dado a los colegios particulares. ¿Cómo puede resistir un maestro en lugar tan incómodo y tan impropio? Es que el Sr. Nogales había estado antes en una escuelita, no mala sino trágica. Fue maestro de los Casares, en las llamadas Hurdes extremeñas, y allí tenía cuatro paredes que servían a la vez de Ayuntamiento, de Juzgado municipal, de cárcel preventiva y de escuela. Cuando el Concejo celebraba sesión, o el juez convocaba a juicio, o venía conducido un preso, los chicos y el maestro tenían que irse a la calle. No es tan complicada, aun siendo muy pequeña, la escuelita de la calle Tintoreros”[15].

 

Las observaciones de Luis Bello nos sitúan en el panorama de la escuela extremeña de principios del siglo XX como espejo de la mayoría de las escuelas públicas de España vinculadas a las ciudades de provincia y al ámbito rural. Con la plasticidad de su descripción, y la sana ironía que esconden algunas de sus palabras, el andaluz ofrece un dibujo real de las aulas de la época en las que dominan los tonos grises y oscuros propios de un país atrasado. La escuela se ve como la metáfora de una nación que acaba de enterrar parte de su pasado: el edificio monumental de la escuela del maestro Civantos acoge en su armazón un aula destartalada que al viajero le permite evocar el laboratorio de una bruja, con bártulos arrinconados que, más que para adoctrinar o enseñar, sirven para transmitir sensaciones de terror. En otros casos, el maestro instala la escuela en su propia casa –como sucede con la del maestro Nogales Trigoso–  y sus humildes herramientas no gozan de ningún valor, al ser restos inutilizables de los inventarios de un colegio militar que, tras desaparecer, había cedido sus mejores utillajes a la escuela privada.

 

Los maestros de la época eran conscientes de estas dificultades. Algunos se atrevieron a hacer público su malestar y difundieron las penurias de la escuela estatal a través de la prensa. Los periódicos de la época encierran valiosos (y valientes) testimonios de protesta y denuncia firmados por miembros destacados del magisterio. Un modelo de queja incesante, de denuncia social y de ansias de introducir cambios en la escuela extremeña de aquella época fue Marciano Curiel Merchán, conocido maestro y folklorista, que desempeñó una labor intensa en el ámbito de la educación y de la pedagogía en la primera mitad del siglo XX en Extremadura.  Como corresponsal en varios periódicos de la región, y animado muchas veces por las visitas que los inspectores de la enseñanza primaria realizaban a sus escuelas y por sus relaciones con otros compañeros de oficio, tuvo la valentía de hacer frente, de un modo crítico, a algunos de los problemas que atosigaban a la escuela rural en tiempos anteriores a la proclamación de la República en España. De sus palabras se desprende el extraordinario compromiso que mantuvo a lo largo de su vida con la modernización del Magisterio y su visión de los niños como dueños del futuro de un país que, en muchos aspectos de sus estructuras de base, se encontraba muy lejos de la modernidad exigida por los pensadores del momento.

 

3. La labor pedagógica de Marciano Curiel Merchán

 

Marciano Curiel Merchán (1892-1947)  fue un hombre lleno de inquietudes, que encontró en la enseñanza su gran pasión. Su carácter polifacético se sintetiza en dos actividades presentes a lo largo de su vida: la docencia y el folklore, aunque también fue corresponsal de varios periódicos locales y nacionales, pronunció conferencias, luchó por los derechos de los trabajadores y mantuvo contactos epistolares con personas “de medio mundo” gracias a su afición por la lectura, la numismática y la filatelia.

 

Su labor docente comienza en Sevilla; en esta ciudad alterna los estudios con la enseñanza, primero en el colegio de San Francisco de Paula y, una vez conseguido el título superior, en el Colegio de San Luis Gonzaga, donde ejerce hasta julio de 1913. En 1913 obtiene la plaza fija por oposición e inicia un itinerario por diferentes pueblos de Extremadura: Guareña (Badajoz), Deleitosa (Cáceres), Zalamea de la Serena (Badajoz), Tejeda de Tiétar, Madroñera y Trujillo (los tres dentro de la provincia de Cáceres), últimos destinos profesionales, donde ejerció como maestro. Desde 1917 hasta 1934 permaneció en Madroñera, y desde 1934 hasta su muerte, en Trujillo, con una pausa en el año 1940, fecha en la que, como consecuencia de la depuración política que sufrió el magisterio durante la guerra civil, fue sancionado con suspensión de empleo y sueldo por tres meses y trasladado a Malpartida de Plasencia, donde pasó quince meses hasta que, una vez entablada la revisión del expediente, volvió a ser restituido en su cargo “con todos los pronunciamientos favorables”[16].

 

Su afición por el periodismo le permitió ejercer como redactor desde épocas muy tempranas en diferentes periódicos: en el El Noticiero de Cáceres, como corresponsal literario del periódico Informaciones de Madrid y columnista y colaborador asiduo en Extremadura, Nuevo día, La Montaña, Voz Regional y La Opinión. Desde las páginas de estos rotativos defendía sus ideas pedagógicas y exponía sus inquietudes intelectuales. Curiel Merchán fue un maestro dinámico y emprendedor, que luchó por una escuela moderna dotada de los necesarios medios materiales para ofrecer una enseñanza obligatoria y gratuita, mensajes recurrentes en sus escritos para la prensa y en sus cartas personales.

 

Son muchos los artículos que dedicó a la pedagogía y a la enseñanza; su lectura permite adivinar cuáles fueron sus mayores preocupaciones en el ejercicio diario del magisterio en las escuelas extremeñas. Sus ideas pedagógicas están supeditadas a la mejora de la enseñanza pública de la que él se muestra un gran defensor. Parece cierto que las preocupaciones que refleja en la prensa no son propias (él no es pedagogo teórico, es maestro), sino que se relacionan con las corrientes de pensamiento que influyeron en la pedagogía de finales del siglo XIX y principios del XX –ya apuntadas en las páginas introductorias de este ensayo–, que él conocía de primera mano a través de sus continuas lecturas.

 

Hay que entender el compromiso del maestro extremeño desde la observación de las condiciones precarias en las que le toca desarrollar su labor, su magisterio, en los pueblos en los que ejerce. Aunque en ocasiones habla de Extremadura como «la cenicienta de España» por el olvido de las instituciones estatales, es cierto que la situación que denuncia no es aislada o propia solo de esta región, como bien había podido comprobar Luis Bello en sus viajes a otras provincias españolas.

 

Marciano Curiel pretende a toda costa modernizar la escuela pública en aquel primer cuarto del siglo XX testigo de su magisterio. Desde su tarima de maestro conoce en directo la situación. Sus preocupaciones, basadas en la vigilancia cercana de la vida escolar, giran en torno a varias ideas principales, que tienen que ver con  la penosa situación del maestro, con  la precariedad de los materiales, el absentismo escolar, la dejadez de los padres y la desidia de la administración. De ellas se deduce que Curiel Merchán era un hombre altruista, entregado a su oficio y comprometido con la institución escolar que representaba en los pueblos a los que le condujo el ejercicio de su magisterio.

 

3.1. Las condiciones económicas del maestro

 

Las denuncias realizadas por Marciano Curiel sobre las condiciones del maestro en la Extremadura de principios del siglo XX giran en torno a un asunto principal: la penuria económica. Sus escritos dan la razón al conocido refrán “pasar más hambre que un maestro de escuela”, realidad que él se resiste a acatar, según se observa en algunos de sus artículos. Por ejemplo, en una carta al director del periódico Boletín Escolar, firmada como Presidente de la Asociación de Maestros del Partido Trujillo-Logrosán en junio de 1919 en colaboración con su compañero Francisco Carrasco,  que ejerce como Secretario, anima al gremio de los docentes de Extremadura a protestar contra la política educativa del gobierno por los sueldos miserables que les conceden:

 

Mientras el maestro, el desgraciado paria español, continúa muriendo de hambre y de vergüenza con 1250 pesetas (…) lo que no puede creerse es que haya un solo maestro que ante menosprecios tan irritantes no ponga el grito en el cielo, y con todas las energías de su alma no haga llegar con voz de indignación y protesta donde tienen el deber de escuchar.

 

El reproche que encierran estas palabras ilumina escritos posteriores en los que el maestro endurece su posición. Retoma el estereotipo sainetesco del maestro (“ser esmirriado, hampón, de larga y vieja levita, hija de la caridad, con flecos en los pantalones y las botas como rana con la boca abierta “) para negar su vigencia en los tiempos en lo que él escribe, y presenta al docente como un hombre culto, trabajador y honrado, al que las autoridades responsables de la educación en España no dan el reconocimiento ni las recompensas económicas que merece:

Este es el maestro actual; culto, trabajador, honrado, amante del mejoramiento social y de una España grande; no la figura ridícula y de sainete con que aún pretenden algunos representarle, pero es menester estimularle, evitar que desmaye en su labor y deserte; que no pierda sus energías en un trabajo rudo y constante, pero mal remunerado; hay que darle lo suficiente para que pueda vivir, haciendo que desaparezca ese sueldo (ridículo dada la carestía de la vida) de 2000 pesetas anuales (menos que muchos braceros), que aún tienen más de diez mil maestros españoles[17].

 

Estas palabras proceden de un artículo escrito para felicitar al maestro titular de la escuela de Gastalla, municipio de la provincia de Alicante, que había obtenido el primer premio en un certamen literario nacional. Con él pretende poner de manifiesto que las nefastas condiciones materiales de la escuela pública no son incompatibles con el desarrollo de otras actividades intelectuales, precisamente porque el maestro es un titulado superior y no un simple conocedor de las reglas básicas de la gramática y de los rudimentos de la aritmética. Y en este deseo de dar dignidad a la figura del maestro, un sueldo adecuado debería ser la primera recompensa para evitar la fuga de las vocaciones pedagógicas y docentes hacia otras esferas laborales. Habría de pasar mucho tiempo hasta que el tópico del hambre del maestro fuera desterrado de la conciencia colectiva.

 

3.2. Los locales y el material escolar

 

La enseñanza escolar, en los primeros decenios del siglo pasado, se desarrollaba en locales poco acordes con las necesidades de la educación infantil. De estas carencias daba fe Luis Bello en el relato de su periplo por las escuelas españolas. Marciano Curiel, en una serie de artículos que tituló “Pro cultura” y que publicó en El Noticiero durante la década de los años veinte, proporciona una visión similar: se queja de los inmundos locales en los que se ubicaban las escuelas y reclama su inmediata modernización, basada en el establecimiento de condiciones higiénicas saludables, ventanales que dejaran pasar la luz natural y trasladaran a las aulas la alegría y la vitalidad del entorno, como recomendaban los principios pedagógicos de entonces. Con fina ironía, admite que el vocablo escuela, aplicado a las que él frecuenta, es impropio hasta que los locales que acogen a los escolares no se reformen:

 

Mientras subsistan las actuales escuelas, impropiamente llamadas así, no habrá derecho a pedir al maestro que haga labor provechosa; todo su trabajo será estéril.

 

 

En sus reflexiones insinúa que, para lograr estos fines, es necesario que los locales sean edificios públicos y creados específicamente para el desarrollo de las labores escolares. Con gran sutileza denuncia el hecho de que, en numerosas ocasiones, los solares que acogen a los niños sean propiedad de personas influyentes del pueblo o bienes privados de las familias más acomodadas que amplían así sus extensas fortunas:

 

Es casi general en los pueblos (en este tengo la suerte de disfrutar de un magnífico local) que el caserón más destartalado, viejo y malo, se dedique para la escuela, la mayor parte de las veces porque es de persona significada, el cacique muchas, que ve una medida de aprovecharse y sacar así buena renta y que dedicado a otra cosa no le daría un real.

 

 

En una sociedad en la que las medidas higiénicas no estaban tan desarrolladas como en la actualidad, el maestro apunta que las condiciones insalubres de las escuelas suponen un perjuicio para la salud de la infancia y la de los propios docentes que tienen que dar en ellas sus clases:

 

Es otras veces la peor habitación del concejo, cercana a la cárcel o al cementerio, siempre fría, húmeda, sin luz, lóbrega, propia para que los niños la consideren más bien cárcel y la tengan un instintivo temor aunque los pobrecitos ignoran que verdaderamente a esas mazmorras van a perder la salud lentamente, van a destrozar sus pulmones y a contraer enfermedades que les inutilizarán para ser mañana hombres de provecho. No es egoísmo del maestro el pedir, si no un local de las mejores condiciones higiénicas y pedagógicas, que es a lo que tiene derecho, por lo menos uno sano, donde no pierda su salud y su vida y la de tantos niños encomendados a su custodia.

 

A las condiciones inmundas de los locales se une la escasez de material escolar para desarrollar las tareas académicas. Marciano Curiel reclamaba constantemente mesas adecuadas, láminas didácticas, mapas y libros de lectura que le permitieran desarrollar con dignidad sus tareas cotidianas:

Raras escuelas son las que tienen material en condiciones para que el trabajo pueda hacerse con el debido provecho; la inmensa mayoría no tiene por material sino varias mesas antipedagógicas y alguna lámina antiestética para las paredes, careciendo hasta de los libros precisos para la lectura y de ello no tiene la culpa el Maestro, como no tenga el don de hacer milagros, dada la misérrima cantidad que para esta atención tan necesaria dá el Estado[18].

 

De esa reiteración del carácter antipedagógico de las herramientas escolares y de la falta de estética de las láminas dedicadas a la enseñanza se deduce que el maestro extremeño está atento a la necesidad de renovar  los utensilios obsoletos de las escuelas. Tarea complicada, si se tiene en cuenta que el Estado aporta poca ayuda y que las escasas reformas proceden de  la voluntad  de las direcciones provinciales de enseñanza, incapaces de hacer frente a tantas necesidades. En este sentido la recepción de material escolar se convierte en objeto de gratitud en más de una ocasión, como aquella en la que don Marciano agradece que la Dirección General de Primera Enseñanza, a propuesta de los inspectores Juvenal de Vega y Relea y Elvira Rocasolano, haya concedido material pedagógico a las escuelas de Madroñera, tanto a la suya como a la de su esposa y compañera de profesión, Almudena Poblador:

Como tan poco acostumbrados estamos los maestros de esta provincia (la hasta ahora Cenicienta de toda España) a recibir estos beneficios, nuestra satisfacción es inmensa y en nuestro nombre y el del pueblo en general hacemos presente nuestro más sincero agradecimiento a los muy dignos inspectores, señor Vega y señorita Rocasolano, y al señor director general, que siguiendo la simpática política de saneamiento y anti-caciquismo de todo el Directorio, ha atendido las demandas justas, proporcionando con esto un beneficio a la instrucción pública nacional.

 

Con estas dotaciones nuevas los escolares de Madroñera consiguieron una colección de pesas y medidas del sistema métrico decimal y una hermosa colección de láminas de Historia de la Civilización. Pequeños granos de arena que, con el paso del tiempo, contribuyeron a  dotar a las escuelas de los nuevos instrumentos por los que tanto lucharon los maestros antiguos.

 

3.3. Sobre la implicación de los padres en los asuntos académicos

 

En una sociedad analfabeta, consagrada a las actividades agrícolas y ganaderas, donde incluso la educación secundaria era patrimonio de las minorías urbanas, la implicación de los padres en la vida escolar era inexistente.  En medio de la penuria económica general, muchos padres encontraban en sus hijos mano de obra fácil, con lo cual en cuanto los consideraban aptos para trabajar los sacaban de la escuela y la formación podía darse por terminada. Marciano Curiel comenta en varios de sus artículos y en cartas personales a algunos inspectores y amigos que, ante esta situación, se siente incapaz de ejercer su autoridad frente a la voluntad de los padres, pues el pequeño ingreso de un hijo menor ayuda muchas veces a suavizar los apuros económicos. Otra vez reivindica, con la ley en la mano, la necesidad de escolarizar a los niños desde los 6 a los 13 años, y exige que, si esta ley se incumple, los padres sean castigados:

 

La asistencia escolar en España, legalmente, es obligatoria de los 6 hasta cumplir los 13 años; (…) Niños hay á quienes solo ve el maestro el día que van á matricularse; en cuanto empiezan a vencer las dificultades de la lectura, desaparecen por varios meses y cuando vuelven hay que empezar de nuevo a modelar a aquellas inteligencias para que a poco se repitan las faltas prolongadas; otros y es lo más sensible, a los 10 o 11 años, cuando empiezan a darse cuenta de lo que aprenden, cuando el maestro trabaja con más fe, porque ve que es entendido y nota los adelantos, cuando esos niños empiezan a remontar el vuelo por el campo del saber, sus padres, con una ignorancia y egoísmo grandes, les cortan las alas, les arrebatan de la escuela para llevarles al campo, al taller… “Ya sabe leer, escribir y echar cuentas, y no le hace falta más porque no va á estudiar”, dicen algunos padres. En cambio hay otros (los menos) que desean que continúen sus hijos en la escuela después de cumplidos los 13 años[19].

 

 

Esta insistencia en la responsabilidad de los padres en la educación de los niños se refleja en sus colaboraciones periodísticas y en las charlas que daba sobre la labor escolar.  El 17 de junio de 1924 publicó en El Noticiero un artículo titulado “Colaboradores del maestro”, en el que, por encima de todo, defiende el papel insustituible de los padres en la formación de sus hijos. Sus ideas resultan de una enorme actualidad; inicia el artículo con una frase que es toda ella un programa (“abrir una escuela equivale a cerrar una cárcel”) y, apoyado en esta máxima, aborda un tema que no ha perdido eficacia, en un momento en el que el debate sobre la responsabilidad de los padres o los maestros en la formación de los niños sigue vivo:

 

Los padres son, en primer lugar y sin ningún género de dudas, los primeros y principales colaboradores de la obra escolar; y de su actuación buena o mala, dependen en la mayoría de los casos, los resultados en la enseñanza.

 

Mediante un símil que recuerda las técnicas de las parábolas bíblicas, el maestro identifica las labores escolares y sus frutos con las tareas agrícolas y las cosechas que obtienen los campesinos. Indica que sin el apoyo de los padres es imposible que fructifiquen en las mentes infantiles las semillas que siembra el maestro:

 

Así como la tierra de por sí, y solo por el hecho de sembrarla, no puede dar óptimas cosechas, sino que además de la siembra, el labrador inteligente y celoso dá a su tiempo las adecuadas labores para acrecentar la producción, que la tierra agradecida dará, premiando de esta manera al agricultor que trabaja, así el maestro hará fructífera o casi nula labor, según sea la ayuda de los padres, en su ardua tarea de días y días; tan es así –y la necesidad de argumentar eso con sobradas citas pedagógicas referentes a la cuestión– que yo, maestro ya experimentado en este rudo y continuado batallar de la escuela, antes que al local-escuela, asistencia, abundante material pedagógico y autoridades –todo desde luego de una importancia capitalísima– doy la primacía a la cooperación de los padres en la obra escolar.

 

Por ley de naturaleza, que es, a la vez, ley divina, los padres son los maestros naturales, necesarios y providenciales de sus hijos. Así dice la Pedagogía, y así debiera ser en todos los casos de la vida escolar; y ya que no maestros, auxiliares de éstos.

 

El niño, por naturaleza, es bueno; y el maestro que de veras siente su augusto sacerdocio, moldea a voluntad su corazón e inteligencia; pero en muchos casos, ¿qué adelanta si en un continuo tejer y destejer –mimos, faltas de asistencia, cambios inmotivados de escuela– deshacen los padres lo hecho por el maestro? ¿Puede haber así labor seria?

 

 

Siempre diplomático, Marciano Curiel indica al final de su reflexión que no todos los padres, ni todos los niños, muestran la misma actitud ante la escuela:

 

De todos, padres buenos y malos he tenido, y tenemos a diario los maestros múltiples casos, siempre con la mismísima consecuencia. Niños que son puntuales en su asistencia, que aprovechan, que aún de mediana inteligencia, salen a su tiempo, de escuela, bien preparados para las luchas de la vida…, niños, cuyos padres, obrando como buenos y conscientes de su misión,  fueron siempre verdaderos cooperadores de la labor escolar; ya de manera activa, con sus enseñanzas y consejos, o pasiva, concediendo sin reparos la máxima autoridad al maestro. Al contrario, niños díscolos, irrespetuosos, holgazanes, y que al dejar la escuela, tienen para su maestro, antes que la muestra de cariño y respeto, una mueca de indiferencia, o acaso de burla y desdén…, no hay que preguntar quiénes son sus padres; son seres, que por egoísmo, fatuidad o ignorancia unas veces, y siempre por la incomprensión de sus deberes paternales, de lo que es y representa la escuela y de la alta misión del maestro, solo consideran a éste como guardián de sus hijos, que según ellos, solo van a la escuela –en vez de estarles molestando en casa– a cumplir el famoso chiste escolar, contestación de un niño al preguntarle que a qué iba a escuela: “A esperar a que salgamos”.

 

3.4. La desidia de la administración

 

La predisposición de los padres para ayudar a los maestros no resuelve sola las deficiencias de la escuela. Si la administración no colabora, los esfuerzos del profesor y de las familias son estériles. El adecentamiento de los locales, la dotación de materiales son responsabilidad de los gobiernos. También el endurecimiento de las leyes para combatir el absentismo escolar. Curiel piensa que la escolarización obligatoria hasta los 15 años sería una solución ideal:

 

Una intransigencia grande por parte de las autoridades para con los padres de familia que no mandan sus hijos a la escuela, imponiéndoles multas efectivas, no consintiendo un solo niño por las calles en las horas de clase, so pena de la multa consiguiente; prolongar la vida escolar hasta los 15 años, para que pueda salir suficientemente preparado según a la profesión a que vaya a dedicarse, a cuyo fin saldría con un certificado de estudios expedido por el maestro, especie de hoja de méritos para ser admitido en fábricas, talleres, etc, sin cuyo requisito, ninguno pudiera ser admitido. Mientras éstas, o parecidas reformas y otras más de que hablaré no se lleven a efecto, no podrá dar los debidos frutos la labor del maestro, por intensa que sea y por grande que sea la voluntad[20].

 

En su propia utopía desea que la enseñanza se extienda también al ámbito de las personas adultas, para poner remedio a buena parte de los males de la sociedad de su tiempo provocados por la ignorancia y el analfabetismo. De hecho, en un artículo titulado “Ocurrió en Madroñera. Conducta plausible” y publicado en El Noticiero el 15 de noviembre de 1923, aplaude la actitud del Sargento de la Guardia Civil al obligar a los parroquianos de las tabernas a que asistan a las clases organizadas para ellos:

 

Conducta plausible lo es sin duda la seguida por el (…) Sargento don Fructuoso Ruiz quien (…) ha enviado forzosamente a las escuelas de adultos a los que, no poseyendo los suficientes conocimientos de primera enseñanza, perdían el tiempo miserablemente en las tabernas, bebiendo o jugando o escandalizando en las calles con sus juegos brutales.(…) Si las demás autoridades se interesaran por la enseñanza como el Sr. Ruiz, otra cosa sería la instrucción pública local, por desgracia tan abandonada por los encargados de fomentarla y estimular a los maestros.

 

Las peticiones que hace Curiel Merchán a las autoridades para que colaboren en la labor escolar no cesaron. En muchos casos las tomó como culpables del malestar de la escuela y de la ignorancia reinante en la España de su tiempo. En un escrito fechado el 21 de junio de 1924, titulado “Analfabetismo y sus causas” y publicado en El Noticiero, se lamenta de la dejadez institucional y pide ayuda a los que él considera únicos responsables del abandono que sufre la escuela en aquel momento; en este breve texto se descubre un resumen de todos los obstáculos que él encontraba en su quehacer diario:

 

¿Puede hacer milagros un maestro, sin la ayuda de los padres; sin material escolar, ni adecuado, ni pedagógico, ni suficiente; en un inmundo local, las más veces, cuadra o tabuco indecente; con autoridades locales en muchos casos que no se ocupan de la enseñanza y le dan al maestro disgustos constantes en lugar de estímulos; con una asistencia irregular y solo en los primeros años, cuando casi nada aprovecha el niño; con matrícula en muchos casos numerosa, pero irregularísima; con sueldos mezquinos que restan el entusiasmo, porque en su mayor parte no dan para cubrir las más apremiantes necesidades?

 

Créense los miles de escuelas que hacen falta; dótese a todas, ya establecidas en buenos locales, del material necesario; désele al maestro una autoridad profesional sin restricciones y un sueldo que le haga independiente y le ponga a cubierto de las necesidades; hágase de verdad obligatoria la enseñanza, y pasados unos años, cuando todo esto esté hecho, si el bochornoso baldón del analfabetismo sigue en España, podrá decirse al Maestro: “Tú, maestro, tú, que no trabajas, por pereza e ignorancia, tienes la culpa”; mientras, el maestro más apto, más trabajador, más celoso y amante de la escuela, fracasará por falta de medios, sin que todos los que ponga de su parte sirvan para remediar el mal de origen.

 

 

Tras estas palabras se oculta la realidad de una escuela pobre, pero también una profesión, la de maestro, a la que la sociedad niega el reconocimiento y el respeto que merece. Los imperativos sirven de petición y denuncia a un tiempo: de nada sirve la voluntad del maestro si carece de apoyos.

 

3.5. Los destinatarios de la enseñanza: los niños y los adultos

 

Marciano Curiel confió siempre en la educación para adultos como el único medio de alfabetizar a una población que no había podido asistir a la escuela en los días de la infancia, y observó que el aprendizaje y la cultura eran las mejores vías de redención de las clases trabajadoras. Por ello se ocupó de organizar ciclos de conferencias, clases nocturnas y de solicitar a las autoridades espacios apropiados para impartir la docencia. El maestro pretendía adoctrinar en temas elementales como la importancia de la higiene para la salud, el mérito de la escuela en la infancia, sobre cuestiones políticas y literarias, que resume en las intenciones de unas jornadas que organizó para adultos en Madroñera en el otoño de 1921. Los conferenciantes invitados fueron personajes destacados en las actividades intelectuales, sanitarias y religiosas de la localidad: el médico Cosme Fernández habló sobre la importancia de la  higiene corporal y de la limpieza en los hogares y, en una segunda sesión, expuso sus percepciones políticas sobre el socialismo del momento, “muy distinto del socialismo ruso, que tantas vidas ha costado y tan desastroso y trágico fin ha tenido”; el también médico Alfonso Abril Torres disertó sobre anatomía, “llevando, para hacer más intuitiva su enseñanza y más comprensibles sus explicaciones, un hermoso Atlas de Anatomía, y dando sabios y atinados consejos prácticos para mejorar el funcionamiento y conservación de cada uno de estos órganos”, según las palabras de Curiel; el sacerdote don Maximino Ramos Arroyo defendió la importancia, necesidad y utilidad de la escuela primaria en la formación del individuo; la cuarta conferencia corrió a cargo del maestro cacereño Vicente Terrón Picaso, que habló sobre “Infancia, pubertad y edad viril”. También “el inspirado poeta don Manuel Gómez Sánchez”  habló sobre poesía y leyó algunas de sus composiciones más logradas[21].

 

Su preocupación por adoctrinar a las generaciones adultas le llevó una y otra vez a solicitar medios, a promover la inversión en libros y en recursos para la cultura:

 

Pero es que no debe ser, que hayamos de continuar sin comodidad alguna, sin nada que sea un culto recreo, que huela a civilización y sea alimentado del espíritu, teniendo el Casino elementos para ello.

¿Por qué, además, no hay, como he propuesto mil veces –aunque modesta- una biblioteca de libros selectos, de Historia, Literatura, Artes, etc., con los que hacer amantes de la lectura a muchos que si no leen es por falta de libros y que por recurso estando en el Casino, tienen que jugar o beber?

 

De todos los artículos periodísticos que han sustentado las reflexiones anteriores se deduce que Marciano Curiel es un hombre abierto a las nuevas tesis que pretenden renovar los métodos de la enseñanza y modernizar una escuela que subsiste al abrigo de técnicas anacrónicas, como es la escuela extremeña de aquellos tiempos. El objeto de sus preocupaciones es la escuela pública y la necesidad de renovarla sin hacerle perder su esencia. En su empeño por erradicar la ignorancia y las raíces del analfabetismo lucha por la asistencia obligatoria a la escuela y proclama la ampliación de la enseñanza gratuita entre los jóvenes hasta la edad de quince años; arremete contra los padres que sacan a sus hijos de las escuelas en cuanto saben “leer, escribir y echar cuentas” y solicita que los mismos padres sean los principales colaboradores del maestro en la obra escolar. Para poner en práctica sus ideas, dirigió la construcción de una cantina en Madroñera, apoyó la creación de mutualidades escolares, de colonias infantiles y escuelas para niños con dificultades en el aprendizaje y la integración; pretendió que la enseñanza llegase también a los adultos que en su juventud no tuvieron acceso a los libros. Y se ocupó de la creación de una biblioteca escolar pública en Madroñera, ejemplos todos de su constante lucha por la cultura en atmósferas poco favorables.

 

4. Los congresos pedagógicos en Extremadura a principios del siglo XX

 

El sustento teórico de muchas de las ideas de Marciano Curiel Merchán se encuentra en los congresos pedagógicos que por las fechas de su magisterio tuvieron lugar en las ciudades extremeñas. A ellos acudieron maestros inquietos y preocupados por el devenir de sus tareas diarias. Dos  de ellos se desarrollaron en los meses de abril y mayo de 1929 en Trujillo; el mismo año tuvo lugar en Cáceres, en el mes de mayo, un nuevo encuentro cuyos conferenciantes debatieron sobre asuntos de interés para la escuela extremeña. Las crónicas de Curiel Merchán sobre ambos eventos dan buena fe del debate teórico sobre el magisterio en Extremadura en los umbrales de la Segunda República.

 

En los primeros días del mes de abril del año 1929 se reunieron en Trujillo los integrantes de la Comisión de Estudios Pedagógicos de la provincia de Cáceres y de la Inspección Provincial de primera enseñanza para debatir sobre la importancia y el establecimiento de los círculos pedagógicos; un mes después, volvieron a encontrarse en la misma ciudad para analizar la aportación que esos círculos podían hacer a la escuela de la época. En esta segunda reunión, diferentes maestros expusieron sus tesis y dictaron una serie de conferencias de temática variada: los problemas de estudio y de la selección de los niños a la hora de formar los grupos escolares; las relaciones de la escuela primaria con  la administración y la vida municipal o la contribución de la escuela a la extinción del analfabetismo, tema este último abordado por el propio Curiel Merchán como retrato fiel de sus principales desvelos.

 

Tras los encuentros preparatorios de Trujillo, a finales de mayo de 1929 se celebró en Cáceres, en el Gran Teatro, el Primer Congreso Pedagógico Provincial, organizado por la Inspección Provincial y por la Asociación Provincial del Magisterio de Cáceres. Se trataron temas muy variados, como la higiene en la escuela, la importancia de la educación física en la formación escolar, las cantinas y las colonias escolares, el valor de la práctica en la educación, e incluso se trató en varias charlas sobre la enseñanza destinada a los “niños anormales y supernormales”[22], término con el que entonces se calificaba a los superdotados.

 

De inaugurar el congreso se encargó Antonio de Cámara y Cailhan, inspector de enseñanza primaria, que esbozó una elocuente historia de la labor desarrollada por el magisterio primario de la provincia y por la inspección de enseñanza, hasta los días de la celebración del Congreso Pedagógico. En la charla de bienvenida hizo hincapié en cómo, desde el año 1923, la provincia de Cáceres había conocido movimientos de renovación intensos, en especial en las fases iniciales de la escuela. La conferencia inaugural corrió a cargo del creador de la Coral Cacereña, José Gómez Crespo, y se centró en la importancia de la música en la formación espiritual del niño. El doctor Antonio del Campo, residente en América, supo transmitir la necesidad de la higiene en la escuela, según el modelo estadounidense, como base del bienestar sanitario de un país[23]. Sus ideas encontraron un nuevo apoyo en las palabras del inspector Juvenal de Vega y Relea en una ponencia titulada “La inspección médico-escolar, medios prácticos para implantarla eficazmente”. El ponente insistió en la necesidad de crear para las escuelas una especie de “maestro-médico de niños”.

 

Otra preocupación para los docentes de aquella época fueron las cantinas y las colonias escolares, sobre lo que habló el médico Amador Díaz, que insistió en que la alimentación infantil no es un problema de pobreza sino de enseñanza.

 

La educación física en la escuela primaria, la colaboración médico-pedagógica y los medios prácticos para realizarla en todas las escuelas fue el objeto de la charla impartida por Leoncio Carbajo, maestro de Almoharín y profesor de Educación Física, que ponderó la necesidad del deporte y del movimiento en la formación del niño.

 

En otra de las sesiones del Congreso los maestros Adolfo Maíllo y Eduardo Guija Corrales hablaron de la contribución de la escuela a la “selección de niños anormales y supernormales”; plantearon  las necesidades de atender y apoyar de manera especial tanto a los niños anormales como a aquellos dotados de una inteligencia y unas capacidades superiores a la media, con el fin de sacar el máximo provecho de unos y otros. Estas propuestas se sustentaron en las teorías de los pedagogos y psiquiatras europeos más reconocidos.

 

Las reivindicaciones de los maestros concluyeron con propuestas muy interesantes y novedosas para el magisterio de entonces:

 

  • ·         Sustituir las actuales escuelas por otras modernas más higiénicas y pedagógicas.
  • ·         Acercar la familia a la escuela, para facilitar cordiales relaciones de maestros y alumnos.
  • ·         Organizar cursillos de psicología experimental.
  • ·         Dotar a la escuela de libertad y autonomía.
  • ·         Favorecer los juegos infantiles, con la inmediata vigilancia y dirección de los maestros.
  • ·         Seguir de cerca al niño en todos los actos de la vida escolar.

 

El aprendizaje que proporcionaban estos congresos se completaba con viajes pedagógicos a centros de enseñanza que, en la época, se consideraban punteros en sus métodos y en sus logros. Se enmarcaban dentro de la práctica habitual de ampliar los estudios de los maestros y proporcionaban aire fresco a una escuela que, por la precariedad económica y por la tradición inmovilista, se mostraba cerrada a la admisión de novedades.  Uno de los viajes más intensos y que mayor huella dejó en Marciano Curiel fue el que, con otros catorce maestros de la provincia de Cáceres y el inspector Juvenal de Vega y Relea, realizó en la primavera de 1928 a Andalucía, “para el mejoramiento de las condiciones en que se desenvuelve la enseñanza primaria” en la provincia de Cáceres[24]. El objetivo del viaje, subvencionado por los ayuntamientos de los quince municipios de donde procedían los maestros, era conocer los proyectos pedagógicos de diferentes escuelas andaluzas, en especial los que Manuel Siurot y el Padre Manjón habían puesto en marcha en algunos centros privados de Huelva y Granada, respectivamente.

 

En sus crónicas, Marciano Curiel retrata el ambiente de las escuelas de Siurot en Huelva, con clases al aire libre donde los niños, “jugando en el suelo y deleitándose”, aprenden a leer y escribir casi sin darse cuenta; le sorprenden los carteles representativos de todas las materias que decoran las paredes como homenaje a “Su Majestad El Gráfico”, según el apelativo que emplea Siurot al referirse a los murales en los que asienta las exposiciones de las materias escolares[25]. En Granada descubre las escuelas del Ave María, creadas por Andrés Manjón, con sus treinta y siete maestros, “que dan en su mayoría al aire libre lecciones por unos procedimientos especiales, que han tomado el nombre de manjonianos, en honor a su autor”. Según explica, estas escuelas constituyen una espléndida realización de sanas teorías pedagógicas y son una obra que coloca a su fundador, el Padre Manjón, al nivel del pensamiento educativo encarnado en las figuras de Pestalozzi, Girard, Fröbel y Montessori[26].

 

Marciano Curiel se muestra abierto a las tesis que pretenden renovar los métodos de la enseñanza y construir una escuela más moderna. Aun reconociendo el gran mérito de las instituciones privadas que recorre en su periplo por las ciudades andaluzas, observa que son “muy efectistas, como hechas y dadas para las constantes visitas que reciben”[27], y añade que la escuela nacional debe estar por encima de ellas. Reflexión, por otra parte, coherente con su defensa de la escuela pública y la urgencia de renovarla sin socavar su personalidad[28].

 

5. Bibliografía

5.1. Estudios generales

Almendros, H., La Escuela Moderna. ¿Reacción o progreso?, La Habana, Edición de Ciencias Sociales, 1985.

Barbero Mateos, Jesús (y otros), “Caracterización del magisterio trujillano durante la depuración política desarrollada con motivo de la guerra civil”, en XXXV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2007, pág. 37-63.

Bello, Luis, Viaje a las Escuelas de España (Extremadura), edición y estudio preliminar Encarnación Lemus López, Mérida, Editora Regional, 1994.

Bowen, J., Historia de la educación occidental, Barcelona, Herder, 1985.

Bruner, J.S., La educación, puerta de la cultura, Madrid, Visor, 1997.

Casanova, J., “Ferrer Guardia y la pedagogía moderna”, en El País, 11 de agosto de 2009, pág. 23.

Chomsky, Noam, La (des)educación, ed. e introducción de Donaldo Macedo, Barcelona, Crítica, 2003.

Curiel Merchán, Marciano, Cuentos Extremeños (edición de María Luisa y Pilar Montero Curiel), Mérida, Editora Regional de Extremadura, Serie Rescate, n.º 28, 2006.

Delgado, B., Unamuno Educador, Madrid, Edición Magisterio Español, 1973.

Ferrer Guardia, Francisco, La Escuela Moderna, Barcelona, Tusquets, 2009.

Navarro Navarro, Francisco Javier, A la revolución por la cultura: prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País Valenciano (1931-1939), Valencia, Universidad de Valencia, 2004.

Scocchera, A., Maria Montessori. Quasi un ritratto inédito, Florencia, La Nuova Italia, 1990.

Trilla, J. (coord.), El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, Barcelona, Grao, 2001, págs. 177-205.

 

5.2. Otras fuentes

Fausto Maldonado, “Congreso Pedagógico Provincial. Continúan las conferencias y las sesiones de las ponencias”, en Nuevo Día, 28 de mayo de 1929.

Francisco Carrasco y Marciano Curiel Merchán, “Carta dirigida al Sr. Director del Boletín Escolar”, Boletín Escolar, 29 de junio de 1919.

Juvenal de Vega y Relea, “Del ambiente pedagógico. El mutualismo escolar en la provincia”, en El Noticiero, 24 de mayo de 1922.

Marciano Curiel Merchán, “Analfabetismo y sus causas”, en El Noticiero, 21 de junio de 1924.

____________, “Clases nocturnas para adultos en Madroñera”, El Noticiero, (se trata de una serie de 6 artículos sobre este tema publicadas durante el mes de noviembre de 1921).

____________, “Colaboradores del maestro”, en El Noticiero, 17 de junio de 1924.

____________, “Continúan las sesiones del Congreso Pedagógico”, en El Noticiero, 29 y 30 de mayo de 1929.

____________, “De la vida en la escuela”, en El Noticiero, 19 de diciembre de 1924.

____________, “De Trujillo. Aportación a los “Círculos de Estudios Pedagógicos”, en El Noticiero, 8 de mayo de 1929.

____________, “De Trujillo. Círculo de Estudios Pedagógicos”, en El Noticiero, 8 de abril de 1929.

____________, “El Retiro Obrero y la Mutualidad Escolar”, en Nuevo Día, 30 de marzo de 1922.

____________, “Ocurrió en la provincia…”, El Noticiero, 19 de abril de 1924.

____________, “Ocurrió en Madroñera. Conducta plausible”, en El Noticiero, 15-XI-1923.

____________, “Primer Congreso Pedagógico Provincial”, en El Noticiero, 27 de mayo de 1929.

____________, “Pro cultura”, El Noticiero, junio de 1920 (se trata de una serie de diferentes artículos que publicó semanalmente durante ese mes).

____________, “Regalo de material escolar a las escuelas”, en El Noticiero, 12 de abril de 1924.



[1] El psicólogo y pedagogo belga Ovide Decroly (1871-1932) es conocido en el mundo de la pedagogía escolar por haber creado un método global de enseñanza de la lectura y la escritura y por sus programaciones por centros de interés. Según Margarida Muset Adel, “dedicó su vida a experimentar sobre el aprendizaje natural en los niños” (“Ovide Decroly: la pedagogía de los centros de interés y de los métodos globales”, en el volumen coordinado por J. Trilla, El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, Barcelona, Grao, 2001, págs. 95-122). Trabajó con ahínco en la educación e integración de niños “anormales” y estaba convencido de poder hacer frente a los problemas pedagógicos sobre una base científica.

[2] Según Jaume Trilla Bernet, “John Dewey es el gran teórico (no desligado de la práctica) de la educación progresista y renovadora del siglo XX”, en J. Trilla, op. cit., pág. 9.

[3] Vid. Gabriela Fairstein y Mario Carretero Rodríguez, “La teoría de Jean Piaget y la educación. Medio siglo de debates y aplicaciones”, en J. Trilla, op. cit.,págs. 177-205.

[4] Pestalozzi (1746-1827), pedagogo suizo cuyo pensamiento se basaba en la convicción de que todas las facultades humanas se encuentran en el alma. La educación para él debía comenzar en el nacimiento y desarrollarse armónicamente durante toda la vida.

[5] La italiana Maria Montessori (1870-1952) ha sido una de las pedagogas más importantes de todos los tiempos, representante del método de la pedagogía científica. Sobre su labor pedagógica, vid. J. Trilla, op.cit., pág. 9 y, en el mismo volumen, Maria Pla Molins, Elena Cano García y Nuria Lorenzo Ramírez, “Maria Montessori: el Método de la Pedagogía Científica”, págs. 69-94.

[6] A Friedrich Fröbel (1782-1852), discípulo de Pestalozzi, se debe el término alemánKindergarten (jardín de infancia), que ha tenido transcendencia universal.

[7] Otros pedagogos y reformadores importantes fueron Makarenko, Neill, Freire, Skinner, Illich, Bernstein o las hermanas Agazzi, por citar algunos nombres relevantes.

[8] Incluso la Institución Libre de Enseñanza publicó de 1877 a 1936 un periódico llamado El Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, que recopilaba las orientaciones pedagógicas internacionales del momento y las difundía como principios que debían regir la escuela del momento.

[9] Recientemente, y con motivo del centenario de la muerte de Ferrer Guardiola, fusilado por haber sido acusado de instigar las revueltas de la Semana Trágica de Barcelona, se ha publicado el volumen La Escuela Moderna (Barcelona, Tusquets, 2009), obra póstuma, que vio la luz por primera vez en 1976, en la que el autor vertió las propuestas de nuevos métodos de enseñanza que tuvieron una enorme repercusión en aquel momento y en épocas posteriores. Pere Solà, en el Prólogo a esta reciente edición, resume el proyecto pedagógico de Ferrer en los siguientes términos: “El racionalismo pedagógico fue un intento de alternativa escolar para las masas analfabetas de los campos y, especialmente, de las ciudades industriales. Como tal (como alternativa a las formas de la escuela existentes en la España de finales de la Restauración, pero también de la Segunda República) hay que considerarla. Y como tal hay que ver sus aciertos educativos y sus errores” (pág. 40).

[10] Ibid., págs. 36-40.

[11] Julián Casanova, “Ferrer Guardia y la pedagogía moderna”, El País, 11-08-2009, pág. 23.

[12] Luis Bello, Viaje a las escuelas de España (Extremadura), ed. de Encarnación Lemus López, Mérida, ERE, 1994. Hay una reedición posterior, de 2004.

[13] Ibid., págs. 7-8.

[14] Ibid., pág. 29.

[15] Ibid., págs. 90-91.

[16] Vid. Marciano Curiel Merchán, Cuentos extremeños, ed., intr. y notas de María Luisa Montero Curiel y Pilar Montero Curiel, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2006.

[17] Marciano Curiel Merchán, “De la vida que pasa. El maestro actual”, en El Noticiero (sin fecha).

[18] Todas estas referencias proceden del artículo titulado “Pro cultura”, aparecido en el diario El Noticiero en el mes de junio de 1920.

[19] Ibid.

[20] Marciano Curiel Merchán, “Pro cultura”, junio de 1920.

[21] Vid. Marciano Curiel, “Clases nocturnas para adultos”, en El Noticiero, 12 de noviembre de 1921.

[22] Los datos que siguen están extraídos de las crónicas que sobre el congreso escribió cada día Marciano Curiel Merchán en el periódico El Noticiero (desde el 28 al 30 de mayo de 1929).

[23] Texto escrito por D. Fausto Maldonado, maestro cacereño muy comprometido con los asuntos del Magisterio (Nuevo Día, 28-V-1929)

[24] Marciano Curiel, “La ampliación de estudios de los maestros nacionales”, en El Noticiero, 21 de marzo de 1928.

[25] Marciano Curiel Merchán, “El viaje de maestros cacereños a Andalucía”, en El Noticiero, 28 de marzo de 1928

[26] Marciano Curiel, “El viaje de maestros cacereños a Andalucía”, en El Noticiero, 31 de marzo de 1928. La última cita recuerda las palabras que Juvenal de Vega y Relea escribió en el libro de visitas de la escuela del Ave María de Granada el 27 de marzo de 1928. En una de las cartas personales de este inspector a M. Curiel le cuenta el propósito de visitar en un futuro las instituciones del doctor Decroly, insigne psicólogo y pedagogo belga que trabajó con ahínco en la educación e integración de niños “anormales” y que estaba convencido de poder hacer frente a los problemas pedagógicos sobre una base científica.

[27] Marciano Curiel, El Noticiero, 5 de abril de 1928.

[28] Vid. la introducción al libro ya citado de Marciano Curiel Merchán, Cuentos extremeños, ed. de María Luisa Montero y Pilar Montero Curiel.

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