Reyes Sancho Curto.
Remontémonos al principio de los tiempos. Demos larga a nuestra imaginación y fantasía. Preconcibamos e imaginemos como ocurrieron los hechos que a continuación trato de relatar, dentro del marco más idóneo y apropiado para ello y de mi pobre y parca narrativa.
Situémonos en el centro de una de estas dos regiones. En una casa solariega, hecha a cal y cantos, grande que más parece un palacio que una casa, como son la mayoría de las existentes en Andalucía y Extremadura. En ella podemos ver que está compuesta de un gran salón rectangular. A un extremo del mismo, una chimenea de pura cantería o piedra de granito haciendo juego con las paredes. El suelo es de pizarra negra muy abundante en ambas regiones, que da un carácter de majestuosidad y seriedad a la estancia. Colgada del techo, completamente en el centro, se encuentra una gran lámpara de hierro labrado, que por su tamaño bien podría calcularse más de cien kilos de peso. Debajo de la lámpara hay una mesa de gruesa madera y forma ovalada, que unido a un enorme cuadro de la época vicentina colgado de la pared, sirven de adorno y complemento a salón.
La ventana que mira al poniente se encuentra abierta de par en par. Por ella entran los rayos del sol, que en el ocaso irradian su potentísima luz anaranjada iluminando la habitación como si de un fluorescente se tratara. Alrededor de la mesa sentados en sendas sillas hechas de palos de robles y los asientos de juncos se encuentra un maduro matrimonio; él llamado Universo, ella España. El suave viento que entra por la ventana, a igual que los rayos del Sol, acarician sus cutis, al mismo tiempo que dejan esparcidos por la estancia, un fuerte olor a flores silvestres. Olor a campo; de poleos, tomillos, romeros, margaritas y nardos.
Universo tiene puesta la vista en la lejanía, perdida en el infinito del más allá…
España, su mujer; le mira complacida. Mientras, y como en un susurro solamente perceptible por ambos, le dice: – Esposo…, éste será el último hijo que tendremos, pues ya estamos llegando a la madurez de la vida.
Universo no se inmuta, no parece escuchar, meditabundo, pensativo, como distraído en su mirada lejana, muy bajo la contesta: – Mujer; estaba pensando lo mismo que tú. Me voy encontrando viejo, achacoso, cansado. Ya ves como he poblado el firmamento de estrellas, planetas y cometas en todas direcciones.
Pasó el tiempo y la madre España se puso de parto. Éste fue largo y duro, presumíase que iba a ser un parto doble. Universo estaba allí presente, nervioso, preocupado, junto al Médico y la comadrona. Temía por su mujer que ya se encontraba en los límites de años para ser madre.
Por fin comenzó a nacer el primero. ¡Era hembra!, grande y bonita, con los colores y la piel brillantes como los de una manzana madura.
Mientras los pies de la recién nacida se apoyaban y comenzaban a lavarse entre montones de espuma salada en las tranquilas aguas azul y blanca de la gran barreña o cuenca mediterránea. Otros pies igualmente delicados de niña grande, se apoyaban en los hombros de la primera nacida como unidos a su cuerpo. Unión esta que sería de por vida, en esa eternidad de los astros y de los grandes espacios siderales.
La madre España; está cansada pero contenta por tan feliz acontecimiento. Con una sonrisa de amor, mitad sonrisa, mitad mueca de dolor, le dijo a su esposo Universo: – Todo va bien gracias a Dios. Esta hija quiero que la llaméis Andalucía, la próxima o la siguiente si es hembra, deseo la pongáis Extremadura.
Universo con una mirada de complacencia y admiración la contestó: – Se hará como tú dices mujer…
Ambas nacieron grandes y bonitas, como suelen ser los partos cuando se han tenido muchos hijos. La Partera Salamanca, sujetaba con delicadeza la cabeza y cuello de la recién nacida Extremadura y como si de un capricho divino se tratara, se paralizó el tiempo y éste cuadro de nacimiento y de maternidad quedó plasmado, al igual que si fuese un lienzo o pintura de Goya, Murillo, Velázquez, Zurbarán, Miguel Ángel, Picasso, Dalí o el Greco.
Las dos tenían vida, sus vasos sanguíneos eran fuertes. A Andalucía toda, la recorren y riegan las venas de Guadalquivir y del Guadiana. Éste último, recorre igualmente parte del cuerpo de su hermana Extremadura, que recibe sangre por otro lado, de las venas del caudaloso Tajo.
Andalucía, es ancha y larga a la vez. Morena por las muchas horas de Sol y aire que respira. Tiene trazas de bailarina, de cantaora flamenca, de castañuelas y de guitarra. Todo un compendio de folklore, de fiesta, de toro y de mar, de alegría, de juerga, de risa y de llanto. Sus grandes fincas, normalmente hay que recorrerlas a grupa de caballo, pues de lo contrario se tardan muchas horas en recorrerlas. Así es Andalucía; grande y hermosa a la vez, llana o rasa, como una sabana tendida al sol, o como un mantel esperando a los comensales para realizar el banquete. Tiene aire moruno, sus edificios marcan al acento de la dominación árabe o musulmana.
Extremadura, es más fuerte de carácter, más serena de semblante, igualmente grande, escabrosa, austera y caprichosa, como la hija pobre de una madre rica. Variable en su panorámica y climatología, igual que el mes del Febrerillo loco que, según nos dice el refranero, “…sacó a su hermano al sol y después le apedreó”. Es valiente, sana de corazón, de cuerpo fuerte y largos brazos. El derecho mira hacia el Este. Arranca de los Montes de Toledo, Ciudad Real y Sierras de Guadalupe. El izquierdo mira hacia el Oeste. Arranca de los pies de Salamanca las estribaciones de la Cordillera Oretana y de la Sierra de Gata sirve de separación entre su cuerpo y el de su vecina Portugal, hasta enlazar con Andalucía. Su hermoso cuerpo moreno y duro, es de carácter cambiante y variable al frío, calor, lluvia, granizo y nieve. Todo ello en cuestión de horas y en cualquier estación del año. Estos caprichos y muchos más, se permite la hija mimada Extremadura de su madre España. Yo diría, como el poeta, “pobre y rica, vieja y joven, según el color del cristal con que se mire”. Que su pobreza está en su secano de tierra bravía; en su apatía de carácter; es su desprendimiento hacia lo universal; que no pedir nunca nada y darlo todo sin reservas; en sus trozos grandes y pequeños de erízales de sus olvidadas Hurdes, o de sus Siberias de Badajoz y Cáceres como también se la llama; en sus sierras crispadas, llenas de maleza y piedras; en la falta de aprovechamiento de sus fuentes de riquezas de toda índole; en el haber estado abandonada y andando la deriva durante milenios, esperando siempre el manar bíblico, el manar del cielo, que nunca llegar pues Dios lo hizo posible solamente una vez, en el transcurso de historia y del tiempo como ejemplo para la humanidad.
Su pobreza está en sus excesos de producción lo que resulta ser un contrasentido, ya que los excesos suelen ser muestra de abundancia y no de escasez. Ello es debido en gran parte a la mala comercialización e industrialización de sus productos naturales existentes en estas dos regiones, a llevárselos lejos a transformar, en vez de hacerlo en la tierra donde nacen y se crían. Aquí cabe el dicho de que “tiene de todo y carece de mucho”, un grupo aquel otro de que “en casa de reto un cuchillo de palo”.
Extremadura es rica. Y su riqueza está principalmente en su Historia milenaria; en su abundancia de hombres heroicos; en la proliferación por todo su territorio de grandes monumentos, de distintas épocas y diferentes civilizaciones; en sus encinares, alcornocales y flora toda; en su abundante fauna de múltiples especies y clases; en su climatología cambiante, variable, espontánea, evolutiva. Recordemos el dicho tan popular de “Extremadura extremosa”.
Los principales ríos que recorren gran parte de su territorio demuestran por sí solos, como es Extremadura. El río Tajo, de corrientes fuertes y turbulentas aguas, la divide en dos para hacer lo mismo con su vecina Portugal antes de vaciarse en el Océano Atlántico, demostrándonos con ello la forma escabrosa y recia de esta parte de su territorio.
Contrastando con esto, tenemos al otro gran río, el Guadiana, que igualmente la atraviesa o la divide, a la vez que a su hermana Andalucía, para después desembocar en el mar Mediterráneo. Con sus aguas tranquilas, claras, suaves y lentas, particularmente al transcurrir por los llanos de Badajoz, demostrándonos con ello la otra cara de Extremadura, la tranquila, de terreno llano, caluroso y regable a la vez. Así es Extremadura, brusca y suave como la cara y la cruz de una moneda.
Un día cualquiera la curiosidad me llevó a mirar por el rabillo del ojo en la cerradura de la puerta de aquel gran salón rectangular y escuchar lo que allí se hablaba. Lo que oí me llenó de emoción y de tristeza al mismo tiempo. Se encontraban en amena charla, Extremadura, Andalucía y la madre España. Extremadura le decía a su madre: Habrás visto madre, como he dado lo mejor de mis hijos y no he conseguido recuperar a ninguno de ellos. Los más valientes se fueron a la Guerra Santa y allí se quedaron. Después envié otros a descubrir nuevos mundos y tampoco regresaron. Los intelectuales y buenos trabajadores, emigran a otras regiones o naciones y una vez encumbrados no se acuerdan de su madre. También hay otros que la muerte y las desgracias no les permiten volver. Por ello cada vez estoy más sola y desamparada.
Tú madre España, dijiste cuando éramos niñas, que tanto Andalucía como yo, seríamos las más mimada y las más consentidas y privilegiadas por haber nacido las últimas y ser las más pequeñas y las más jóvenes. No obstante ha sido todo lo contrario. Mis hermanas del norte, como Cataluña, las Vascongadas y otras regiones, gastan más lujo y viven mejor que nosotras. Su renta per cápita, es muy superior a la nuestra. ¿Será que el destino nuestro es otro que el de las demás? ¿O será que mis ilustres y mejores hijos no se acuerdan de mí?
¡Ya me siento morir! ¡Ya voy perdiendo mis fuerzas! ¡Ya la vista me falla! Sólo pido a Dios que no me deje morir sola. Que penséis que lo di todo por vosotros. Que mis hijos vuelva a la tierra donde nacieron y sepan que las muchas glorias que me disteis también se las disteis a mi madre España. Que todas mis regiones hermanas conservemos hasta el fin de los tiempos la primacía, yo diría la virtud de unida como objetivo de bienestar.
En ese momento se abrió la puerta del salón y entró en él padre Universo. La conversación se cortó en seco, en el acto, como si temieran las allí reunidas que se enterase de cuanto se hablaba. De esta manera, de esta forma, reunidos los cuatro: Universo, España, Andalucía y Extremadura, se sentaron en sus respectivas sillas hechas de palos de robles y los asientos de juncos, esperando que el viento y el sol entrasen nuevamente por la ancha ventana y seguir así juntos pensando en la eternidad…