Miguel Pérez Reviriego.
“El mar. La mar.
El mar. Sólo la mar!”
R. Alberti
INTRODUCCIÓN
No deja de ser un contrasentido o, cuando menos, un “grave atrevimiento”, hablar aquí, en pleno corazón de Extremadura – de la Extremadura mesetaria -, del Mar. Aun cuando de aquí partiera lo más granado de la conquista americana, difícilmente encontraríamos por estas latitudes algo que nos evocara la coloración, los aromas o, tan sólo ese “aire marinero” consustancial a otras comunidades.
Extremadura queda muy lejos del Mar, demasiado lejos para que el vaivén de sus olas la acune, siquiera un poco.
No obstante, pese a esa abrumadora lejanía, como en el eterno mito de Tántalo, nuestros escritores, nuestros artistas, no han dejado de acercarse, tímidos quizás, alborozados siempre, a ese tema permanente y nuevo que es la sal y la luz y el azul oceánico.
De Meléndez Valdés son estos versos:
“Las manos extendidas
en su hogar pobre el labrador la implora,
y entre las combatidas
olas de la sonora
mar, la demanda el mercader que llora”.
Más recientemente, un poeta tan ajeno a devaneos cosmopolitas como nuestro Luis Chamizo, escribirá:
“Rasgad en submarinos el misterio
del vientre colosal del océano”.
La poesía extremeña contemporánea, atizada en mucho por las últimas corrientes intimistas (surrealismo, “venecianismo”, etc.), gusta así mismo de giros y metáforas donde la melancolía o el deseo del Mar se entrelazan – inopinadamente – con lo más puro de la quejumbre esteparia.
“Mi corazón de mar Caribe la viento
te llamará, ay amor, guadalupana”.
Pero es del más desolado de nuestros románticos, de ese agitador lírico nacido a medio camino entre Villafranca de los barros y Almendralejo…., de Espronceda, de quien queremos hablar, de quien queremos buscar la marejada oculta, la imagen evanescente de un velero – quizás – atenazado entre las líneas carcelarias de los versos.
Espronceda y el Mar…Leamos.
NOTA BIOGRÁFICA
Como ya hemos señalado página arriba, camino de Villafranca, hacia Almendralejo, un 25 de marzo de 1808 – año triste de nuestra historia -, nace José de Espronceda y Delgado, hijo del teniente coronel del Regimiento de Caballería de Borbón, don Juan de Espronceda y Pimentel – natural de Los Barrios, en el Campo de Gibraltar – y de doña María del Carmen Delgado y Lara, granadina, de Pinos del Valle.
En 1820, el matrimonio se instala en Madrid (calle del Lobo), cuando don Juan, ya brigadier, se encuentra en expectativa de destino para ser trasladado a Guadalajara.
Vecina de los Espronceda era la familia Escosura, por cuyo hijo Patricio se conocen un sinfín de detalles acera del joven José. En sus “Recuerdos” (4) nos dice: “Era entonces lo que Dios le había hecho y lo que a un joven de diez a once años de edad correspondía: de su persona, gentil, simpática, ágil, de entendimiento claro, de temperamento sanguíneo y a la violencia propenso; de ánimo audaz hasta frisar en lo temerario, y de carácter petulante, alegre, y más inclinado a los ejercicios del cuerpo que al sedentario del estudio”.
Sigue estos en la Casa de Ecuación dirigida por el presbítero don Juan Manuel Calleja y donde profesaban José Gómez Hermosilla y Alberto Lista. Cerrado el colegio – por sospechoso- en 1823, el joven Espronceda pasa al de Humanidades que Lista abre en la calle de Valverde y que dirige hasta 1826.
Bajo la inspiración de don Alberto, comienza a funcionar desde 1823 la Academia del Mirto. Espronceda asiste a sus reuniones y, entre los archivos del centro, se encuentran ya cuatro de sus primeras composiciones: “Romancea la mañana”, “La tormenta de la noche”, “La vida del campo” y “La noche” (soneto) … En ese mismo año presencia con otros muchachos la ejecución de Riego.
Han organizado, a la manera de las sociedades secretas de la época, una para ellos con el expresivo nombre de “Los Numantinos”. Los precoces conspiradores se juramentan “a no omitir medio a nuestro alcance para vengar la muerte del héroe en todos los que de ella fueron autores, citando tal vez al más alto de ellos”. De aquella sesión se levanta acta firmada por todos los asistentes. “Más tarde fue aquel documento contra nosotros de tal importancia que estuvo por costarle a alguno la vida”.
Espronceda se va a convertir en un revolucionario. Huye de Madrid. Desde Gibraltar se traslada a Lisboa y de allí a Londres. En Marzo de 1829 escribe a su madre desde Bruselas. Al año siguiente, al lado de un pequeño grupo republicano formado por obreros y estudiante, toma parte en la revolución de julio. Este momento es aprovechado por los desterrados para trasladarse al Mediodía francés y a Gibraltar, esperando el momento de entrar en España.
Uno de los compañeros de Espronceda en las barricadas del 30, Balbino Cortés y Morales, ha situado en 1831 el rapto de Teresa Mancha, esposa del comerciante don Gregorio de Bayo. Teresa o el desarraigo. Teresa o el cancionero más amargo de la literatura española…
Desde 1834 hasta su muerte, realiza lo más importante de su producción. Funda “El Siglo”, en febrero de 1836 publica su folleto “Mendizábal”. En otoño de 1838 hace una gira de propaganda revolucionaria por Andalucía. En 1840 es elegido diputado suplente por Almería interviniendo principalmente en cuestiones económicas. El día 20 de marzo excusa su asistencia ante la Cámara. El 23 se comunica su fallecimiento.
ESPRONCEDA. POETA MARGINAL.
Espronceda: vida y obra entroncadas a ese árbol maltrecho de la literatura existencial a cuya luz, más que a su sombra protectora, han surgido Rabelais, Verlaine, Leopardí, Poe, Pessoa…., por citar los casos más significativos.
Recordar títulos como “La cautiva”, “La canción del pirata”, “El canto del cosaco”, “El mendigo”, “El reo de muerte” o”El verdugo”, nos aboca sin más a un poeta para el que lo marginal, lo injusto o -genéricamente- el desorden de nuestra sociedad occidental, son motivos de inspiración más que claros y sobrados. No en vano, y pese al excesivo “funeralismo” de que se ha tratado de rodear la producción esproncediana, la obra – corta pero arrebatadoramente intensa – del de Almendralejo surge en lo mejor del Romanticismo europeo, en lo mejor y lo más vivo de ese movimiento tan mal conocido pero fundamental en todo caso a la hora de seguirle el rastro a la poesía reciente. Quienes hablan de un nuevo Romanticismo social, de una vuelta a la intimidad, no andan muy desacertados.
A este punto, como un silogismo, surte la deducción: si Espronceda es un poeta romántico, si su vida se desenvolvió entre la barricada y la huída al ritmo desacompasado y agotador de muchas de sus composiciones, su obra total, su poética, no podía por menos de hurgar hasta desangrar la herida negra y permanente del desasosiego, del hombre atenazado por el dolor y la muerte y la soledad lacerante. El que conoció la cárcel, la desolación y el exilio, supo dejar cumplida muestra de libertades – acaso eidéticas – en esas cadencias hoy trasnochadas, que desde la escuela aprendimos como un hilillo de música mágica que nos hablaba de mares lejanos, piratas del Caribe o fantasmagorías para un lienzo de Buffet.
Espronceda o la soledad. De ahí al Mar sólo media un paso.
EL MAR: LIBERTAD
El Mar, junto al Amor y la Muerte, compone sin duda la trilogía – mejor el trípode – sobre el que, desde los poemas homéricos hasta las canciones de Alberti o Federico, se han sustentado, para bien o para mal, tantos y tantos versos como en el mundo han sido El Mar, su gente, su eterno misterio, pueblan en incansable oleaje innumerables páginas, libros enteros escritos a su orilla o en la distancia. “Marinero en tierra”, “El cementerio marino”, “Memorial de isla Negra” o “Ámbito” no son sino muestras.
El Mar o lo multiforme: tempestuoso o en calma, arrebatado, indolente, desabrido…, el Mar o lo mutable. El Mar provinciano de Alberti:
“… Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar”.
Neruda o el Mar cosmológico:
“Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar”.
La Nada-Mar-Amor de Machado:
“¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?…
Todo el que camina anda,
como Jesús sobre el mar”.
El Mar de Espronceda – sí, he dicho bien -, el Mar de Espronceda se recama de Libertad: la busca a contraola, la eleva, pero nunca la trasciende:
“Y en noche de nieblas, y en honda agonía,
en un mar sin playas, muriendo quedó”
El Mar: Libertad… Y aún es poco.
ESPRONCEDA Y EL MAR
Espronceda, poeta libertario. Espronceda grita, huye del Madrid fernandino como perro al que quitan pulgas, rapta a Teresa, vuelve a Gibraltar, escribe desde Londres… Espronceda, poeta de la consumación. Desde aquel:
“Melancólico ruido
del mar las olas murmuran,
y fatuos, rápidos fuego
entre sus aguas fluctúan”
hasta su frenético:
“Que mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar”.
Versos sueltos, juegos formales y hasta alguna que otra composición hincan su léxico en el vocabulario – poco conocido pero certeramente manejado – del Mar. Espronceda bebe en él de parajes extraños, riberas lejanas y hombres indómitos como en la fuerza capaz de arrastrar medianías y borrarlo todo hacia un mundo donde la justicia de los tribunales no sea sino un artificio irrisorio o, cuando menos, burlado.
Espronceda necesita del Mar, de un espacio donde sobrevivir, de una “patria” donde ser, si no Dios, sí – al menos – poeta.
…El Mar – Refugio de Espronceda, su Mar – huida … El Mar donde perder de vista fantasmas absolutistas y trocarlos por la visión más edificante de las gaviotas. El Mar, ya, amigo:
“Regalarete entonces
mil varios pececillos
que al verte, simplecillos,
de ti se harán prender.”
… El Mar, en fin, “termómetro” emocional del poeta:
“Sentado en su barquilla,
te canta su cuidado,
cual nunca enamorado,
tu tierno pescador”
o, “allegro”:
“Como zumba sonante a lo lejos
el doliente rugido del mar,
(…)”.
“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
Releamos.
JUSTIFICACIÓN
Aquí, para punto final, a modo de breve antología, los versos marineros de nuestro romántico. Con ello no pretendemos ni la polarización (sería erróneo reducir la obra – multiforme – de Espronceda a esta o aquella inspiración), ni la explicación de determinados pasajes conforme a unos esquemas preestablecidos. La poética esproncediana que ahí.