Mar 012014
 

Martiria Sánchez López.

I.- INTRODUCCIÓN

Todos sabemos que el descubrimiento, la conquista y colonización de América es la más extraordinaria epopeya de la historia universal ya que en menos de medio siglo fue sometido la mayor parte del continente americano por un puñado de españoles. El heroismo, la decisión, el soporte moral del cristianismo y la diferencia cultural entre los europeos del renacimiento y el estado prehistórico en que se encontraban los pueblos, fueron las causas fundamentales de este impresionante hecho.

 

Trujillo y sus hijos fueron protagonistas esenciales de este quehacer histórico, destacando de una manera esencial Francisco de Pizarro, que conquistó para la corona española todo el imperio incaico. Loas quechuas eran los habitantes de gran parte de la zona andina y habían formado un gran imperio en el Perú, al frente del cual estaba el Inca o Emperador, que se consideraba descendiente del dios Sol. Fue un estado colectivista donde el soberano era dueño de todo, que distribuía a sus súbditos lo que necesitaban, tanto alimentos como tejidos, etc. Su capital era Cuzco, con una población de unos noventa mil habitantes y estaba muy bien comunicado con el resto del territorio por un red de cominos bien trazados.

 

La conquista se llevó a cabo desde Panamá por la costa del pacífico en unos pocos años, con un puñado de españoles capitaneados por Pizarro y con la ayuda de sus socios Almagro y Luque. Esta conquista destruyó el orden existente y obligó a los indios a someterse a las normas del imperio español.

 

 

Veamos a continuación como enjuicia la conquista del Perú y a su héroe un historiador de finales del siglo XVI, ya con medio siglo de perspectiva de los acontecimientos. Nos referimos al historiador placentino, Fray Alonso Fernández, que dedica un capítulo a Pizarro y a conquista del Perú en su famosa obra “Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia”. El capítulo es el número treinta y dos y se titula “De Francisco Pizarro, Marqués de Atabillos y de los Charcos, y servicios que hizo al emperador Carlos V y a monarquía de España en la conquista de los reinos del Perú”.

 

 

 

II .- EL CONQUISTADOR Y SUS CONQUISTAS SEGÚN FRAY ALONSO FERNÁNDEZ

 

El historiador nos describe en primer lugar la conquista con toda su crudeza, donde no omite la crítica al conquistador por su comportamiento con los indios y con su rey. Después ponderará sus cualidades tanto humanas como políticas.

 

Comienza dándonos unas pinceladas sobre la familia del héroe y su ciudad natal; habla de su padre natural, el Capitán Gonzalo Pizarro, y además detalles de sus hermanos. Nos comenta a continuación el gran valor que siempre le distinguió desde su juventud, prestando servicios a la corona, primero en Italia, y posteriormente cuando pasa a los indios, donde se destacó como “el primero en todas las ocasiones” en las diferentes campañas en que acompañó a Blasco Nuñez de Balboa, el descubridor del Pacífico. Cuando tiene conocimiento de la existencia del Perú, regresa a España y firma con el Emperador las capitulaciones por la que le concede “la Gobernación de Nueva Castilla y de la Provincias del Perú con el título de adelantado y Capitán general, año 1529”.  Sigue hablando de los personajes que le acompañaron, entre ellos sus hermanos y algunos religiosos, como fray Vicente de Valverde; con un total de 160 hombres, que partieron de Tumbez con dos navíos y llegaron a Perú, donde tuvieron noticia del gran Imperio Incaico, cuya capital era Cuzco. Inmediatamente envía la capitán Soto y a su hermano Hernando Pizarro a explorarlo, volviendo los dos asombrados de las grandes riquezas y tesoros que contemplaron: “Atabalipa, que así se llamaba el rey (…) venía en un litera de oro macizo, aforrada de plumas de papagayos. Traianle en hombros algunos caciques, grandes señores y el asiento era un tablón de oro que pesó 25.000 ducados y un cojín de lana finísima todo guarnecido de piedras preciosas”. Después nos dará más detalles de los inmensos tesoros que los españoles encontraron en el imperio incaico.  

 

Una vez conocidos éstos y otros detalles, Pizarro y los suyos se apoderan rápidamente del imperio y de su rey, después de una gran masacre sobre la población nativa que terminó con el asesinato Atahualpa, como todos conocemos.

 

El historiador se muestra sumamente crítico con los conquistadores y manifiestan que falsean la verdad de los acontecimientos para no provocar la inquietud y el desasosiego de la Corona. Así nos dice que tergiversaron los hechos sosteniendo que los españoles, llevados por su sed de oro al contemplar tanta riqueza, se apoderaron de su rey y realizaron una gran masacre entre los indios, con el pretexto de que Atahualpa había arrojado al suelo los Evangelios y la Cruz que portaba el misionero que había enviado a parlamentar, y que tenían que vengar esta afrenta; que el rey estaba dispuesto a pagar un tributo, pero que los españoles no llegaron ni a intentar pacto alguno sobre el sometimiento al imperio español, evitando tanta muerte injusta. A continuación Fray Alfonso, después de fundamentar bien sus aseveraciones, narra como sucedieron los hechos en realidad y como los conquistadores no querían bajo ningún concepto que esta realidad se supiera: “Estando Fray Vicente de Valverde hablando al rey, se alborotaron algunos españoles (…)  con codicia de las riquezas de oro y plata y piedras preciosas que los indios acompañaban al rey traían sobre sus trajes y que otros españoles habían subido a una torrecilla a despojar un ídolo de oro y plata (…) y que alborotaban mucho los indios, levantando los gritos como les robaban su ídolo. Y viendo el rey lo que pasaba (…) mandó no hiriesen ni matasen ningún español. Fray Vicente se turbó y se le cayó el libro y la Cruz, y alzándolos del suelo se fue a los españoles, dándoles voces que no hiciesen mal a los indios y que Atabalipa no negaba el tributo”. El historiador antes de seguir la narración dice que “Pizarro prohibe con grandísimo rigor y diligencia que nadie escribiese la verdad de lo que pasó…” y a continuación es cuando prosigue diciendo “… A este punto mandó Pizarro disparar la escopeta y arremetiendo todos los 160 españoles y disparando unos tirilllos de artillería que llevaban, con estruendo grande donde temían al rey Atabalipa comenzando a herir a los indios, Francisco Pizarro rompió por la multitud llegando a las andas del rey y dio con él en tierra. Los indios, así los de guerra que eran 5.000, como todos los demás, como vieran al rey caído en tierra, huyeron, escapándose por donde podían, sin que ninguno de ellos echase mano a las armas. Siguieron los de a caballo al alcance, matando gran número de indios. Fue esta batalla en 1533…”.

 

Después de esta batalla el imperio incaico habrá caído prácticamente en manos de los españoles hallando inmensas riquezas en las grandes ciudades, además del rescate pedido por la liberación de Atahulpa, que luego no se cumplió con el pretexto de haber matado a su hermano Huascar. Sigue el historiador criticando la actitud de los españoles, comparando este magnicidio con la muerte de Cesar y dándonos a entender el adagio “el que a hierro mata a hierro muere”, con las siguientes palabras “… su muerte (de Atahualpa) pareció injusta, y todos cuantos en ellos entendieran, murieron o por justicia o por puñaladas, como se refiere a la muerte de Cesar: Felipe murió ahorcado (fue el autor material del asesinato), el marqués Francisco Pizarro a puñaladas el año 1541, y Almagro, su competidor, dado garrote”.

 

Mientras se realizaba la conquista del Perú, el Padre Vitoria escribía en la Universidad de Salamanca su celebre obra “Relectio De Indiis”, impulsado por los acontecimientos para justificar estas conquistas, donde no hay que ocultar la crueldad y fanatismo de estos hombres, deseosos de satisfacer su hambre y sed de oro y su apetencia genérica.

 

Fue por esto por lo que Fray Bartolomé de las Casas y Fray Antonio de Montesino denunciaron estos hechos tan enormemente lesivos para la dignidad humana. El Padre Vitoria sostendrá en su obra que la colonización no podrá justificarse si su finalidad no era el mejoramiento de la suerte de los indios. La influencia del Padre Vitoria y de Fray Bartolomé de la Casas será decisiva para la redacción de las llamadas “Leyes Nuevas de Indias de 1542”, donde se aprecia este deseo de defensa de los indios al disponer la supresión progresiva de las encomiendas, la abolición de la esclavitud y el uso oficial de las lenguas autóctonas, etc. Estas leyes provocaron la sublevación de los colonos españoles por lo que los gobernantes tuvieron que contemporizar, y no pudieron cumplirse plenamente.

 

 

III.- EL BOTÍN Y SU REPARTO. CONSECUENCIAS.

 

La riquezas que los españoles encontraron en Perú fueron numerosas, nos la describe Fray Alonso así: “Con esto se abrió la puerta a las mayores riquezas que los hombres oyeron y pudieron imaginar (…) Al día siguiente saquearon los españoles los palacios de Caxamarca, y hallaron grandes riquezas de oro y cosas de plumas, y una vajilla que valía más de 2.000 ducados. En espacio de veinte días, les trajo Atabalipa por su rescate 1.025.000 ducados de oro y 52.000 marcos de plata … “ sobre los tesoros encontrados en Cuzco dice: “Había en aquella ciudad templos cubiertos de plata y tumbas llenas de grandes tesoros, en una de ellas encontraron 50.000 pesos de oro (…) Había una estatua de oro del sol en su principal templo que cupo a un capitán llamado Marcio Sierra, la cual la jugó una noche por donde quedó el adagio: juega el Sol antes nazca”. También que herraban a los caballos con herraduras de plata y que las planchas de oro que guarnecían el templo del Sol pasaba cada una 500 ducados. Se calcula que el tesoro de Cuzco se elevará a unos 2.537 Kg. de oro y 35.212 Kg. de plata, además de los 5.720 Kg. de oro y 11.041 Kg. de palta que sumó el rescate de Atahualpa.

 

En cuanto al reparto del botín, según el historiador, se hizo de la siguiente forma: “cupo la español de caballo 8.900 pesos de oro y a 360 marcos de plata, ya al infante la mitad. A los capitanes a unos dieron treinta y a otros cuarenta mil pesos. A Francisco Pizarro, además de su parte que como capitán general y gobernador se debía, dieron el tablón de oro en que venía sentado el rey”.

 

La corona percibió, así mismo, unas riquezas enormes, ya que, según la Capitulaciones firmadas con el conquistador, le correspondía el quinto de los tesoros descubiertos. Como eran tan cuantiosos e importantes, Carlos V, en agradecimiento, le concedió el hábito de la Orden de Santiago y el Titulo de Marqués de la Charcas y Atabillos: “Despachó Francisco Pizarro a su hermano Hernando Pizarro a España con el quinto para el Emperador, que fue grandísima suma. Trajo relación de lo sucedido, justificando mucho los hechos y los servicios de Francisco Pizarro, que verdaderamente fueron muchos y de gran consideración, así el Emperador don Carlos le honró con el hábito de Santiago y le dio la gobernación de la Nueva Castilla o Perú y le crió marqués de la Charcas y Atabillos, año 1535”.

 

Estos títulos nobiliarios y las tierras en Señoríos eran las cosas que más apetecían los conquistadores, paro la corona solamente se las concedió a los más importantes, como era el caso de Pizarro, pues no quería que apareciese en América una nueva nobleza neofeudal.

 

Las consecuencias del botín fueron importantísimas tanto para Europa como para España y Trujillo. Como consecuencia de la arriada de oro y plata que vino de América se produjo una revolución en los precios y contribuyó de una manera especial a consolidación del capitalismo comercial europeo.  Aparte de las riquezas que hemos descrito, en el 1545 se descubrió Potosí y sus “riquísimas minas”, que según nuestro historiador en 1602 se habían sacado 200 millones de kilos de plata, registradas, y otros cien millones no registrados; además dice que basándose en datos consultados en el Consejo de Indias por el cronista Gil Gonzalo Davila, habrían venido a España mil quinientos millones de kilos de oro y plata hasta 1617. Esta inmensa riqueza provocó una enorme inflación en toda Europa, con una subida de precios desproporcionada, no sólo en España, sino en los demás países europeos. Todo esto no escapa al análisis de Fray Alfonso, que dice “las riquezas del Perú han venido a España, como es manifiesto de todos, han encarecido las cosas en subidísimos precios en toda Europa”.

 

Este tema ha sido estudiado a fondo por el Profesor Carande, poniendo manifiesto el fenómeno de la inflación. España no supo aprovechar esta inmensa riqueza, pues el oro y la plata que venía de América, pasaba a Europa, y España no era más que el puente de este trasvase, ya que aquí, en los puertos españoles, los grandes banqueros europeos, como los Függer, esperaban a los cargamentos de oro y plata para cobrar cuanto antes el dinero que tenían prestado al Emperador para sufregar sus empresa bélicas. Con esto se consolida el capitalismo mercantil europeo, en el que España se mantendrá un poco al margen.

 

En cuanto a la ciudad de Trujillo, sus hijos hidalgos se enriquecieron enormemente con la conquista de América, consiguiendo no sólo títulos de alta nobleza, sino villas, rentas, dehesas y vasallos, tanto en América como en la tierra de Trujillo, con lo que mermó mucho la jurisdicción de esta ciudad en favor de nobleza, que fue creando señoríos y mayorazgos. Además plasmaron su riqueza en los suntuosos palacios que contemplamos por toda la ciudad, con el escudo de sus linajes, siendo este aspecto más positivo que han legado a la posteridad. A partir del reinado de Felipe II, el municipio estaba ya arruinado, acentuándose la crisis en los siglos posteriores.     

 

IV.- El HOMBRE Y EL POLÍTICO SEGÚN FRAY ALONSO.

 

Así como cuando estudia el hecho de la conquista del imperio incaico por Pizarrro no escatima el historiador en críticas al héroe y a sus colaboradores, cuando habla del hombre exalta elocuentemente sus cualidades, como vemos a continuación :”Fue el Marqués Francisco Pizarro muy animosos y esforzado, gran sufridor de trabajos, amigo de hacer placer a todos, muy inclinado a hacer cosas de guerra, gran sufridor de trabajo y siendo muy humano y apacible con todos”. Exalta su liberalidad cuando dice que “tiene más atención a remediarla necesidad que a ganar honra”; a este respecto nos refiere la anécdota de que a un soldado suyo se le murió el caballo y cuando se enteró fue a obsequiarle con un “tejuelo de oro que pesaba diez libras” para reparar la pérdida, pero se lo dio a escondidas para no provocar recelos en sus compañeros. También nos relata que cuando jugaba, si alguno de su compañeros de juego tenía necesidad de ganar se dejaba ganar “para remediarla, porque no se afrentase se lo diere de limosna como a pobre”.

 

Nos habla igualmente del carácter afable y humilde , hasta el punto “que jamás dijo una mala palabra a ninguno, y jugando a la bola, no consentía que alguno la alcanzase del suelo para dársela”. Pondera además sus cualidades intelectuales, que aunque no sabrá leer ni escribir, nos dice “que tuvo un entendimiento y juicio de las cosas que habían de proveer, así de paz como de guerra y en ninguna cosa dejó de parecer persona noble”.

 

En cuanto a su vida sentimental y amorosa comenta “que fue templado y abstinente en refrenar la sensualidad. Solo tuvo amistad con una señora india, la cual dejó un hijo llamado Gonzalo, que murió de catorce años”. De su matrimonio nis dice que “casó con doña Inés Yupange, hermana del rey Atabalipa, de quien tuvo a Francisca Pizarro …” Y  sigue hablando de sus descendientes. También habla de la hija del primer matrimonio de Hernando Pizarro con doña Isabel Mercado, llamada también Francisca Pizarro y de sus descendientes, destacando la personalidad de don Fernando Pizarro de Orellana, con todos sus títulos y cargos, así como de una obra que escribió titulada “Apologético” en defensa de las órdenes militares. No se olvida de los Pizarro de Alcollarín, de los que también hace un breve estudio.

 

Como político, Fray Alonso, considera al conquistador un buen gobernante, siempre fiel al emperador sin extralimitarse en sus competencias. A este respecto nos dice “Pizarro fue muy aficionado al Emperador, respetando mucho a su majestad en tanto grado que se abstenía de hacer muchas cosas en que tenía poder, diciendo que no quería dijese su majestad que se extendía en la tierra”.

 

Como gobernador a Pizarro le correspondió la primera organización político-adminstrativa de las tierras conqusitadas, hasta que se funden las Audiencias y Virreinato del Perú, de aquí la fundación de las encomiendas, reparto de indios y reducciones, además de fundación de ciudades con sus edificios públicos tanto civiles como religiosos y culturales. También puso en explotación en aquellas tierras fomentando la agricultura, la ganadería, la industria y la explotación de minas. De todos estos temas nos da noticia nuestro historiador: “Fue muy aficionado a acrecentar aquella tierra, labrando y cultivándola. Fundó la ciudad de los Reyes en el año 1534 (…) En la misma costa 80 leguas más adelante fundó la ciudad de Trujillo, en memoria de su patria (…) Labró unas grandes casas en la ciudad de lo Reyes, y en el río della dejó dos paradas de molinos. En estos edificios empleaba todos los ratos desocupados dando industrias a los maestros que los hacían”.

 

 

V.- LA EVANGELIZACIÓN DE LOS INCAS

 

La tarea evangelizadora fue una de las justificaciones de la colonización que el Padre Vitoria pone de relieve. La iglesia fue la gran colaboradora de la corona, ya que aportó la protección activa de los indios que estaba contenida en la legislación, aparte de su culturización y evangelización.

 

Fray Alonso se congratula de la labor evangelizadora que llevaron a cabo los religiosos que acompañaron a Pizarro en la conquistas, especialmente la de Fray Vicente de Valverde del que nos dice: ”Por sus letras y virtudes le nombró el Emperador Carlos V Obispo de Panamá y después Obispo de la Ciudad de Cuzco”.

 

Cuando habla de la tarea evangelizadora, la considera más importante que las grandes riquezas que encontraron allí los españoles, por eso dice “y lo que más importaba es que se dió principio a la conversión de más tierras que hay desde España a Babilonia, donde se han convertido infinitos millares de gentes”. En otro punto nos habla de la conversión de Atahulapa, así: “Fray Vicente de Valverde tuvo cuidado de instruir en la fe muchos días a Atabalipa” y le bautizó”. Nos comenta que este religioso murió mártir, cuando Gonzalo Pizarro le desterró a una isla donde le mataron los indios cuando iba a evangelizarlos.

 

Exalta también la labor de colaboración con la Iglesia de Francisco Pizarro, ayudando todo lo que pudo a los religiosos para poder desarrollar su tarea misional:  “puso gran diligencia en edificar la Catedral de la Ciudad de los Reyes y los monasterios de Santo Domingo y de la Merced, dándole indios para su sustentación y para repaso de los edificios”.

 

 

VI.- CONCLUSIÓN

 

Con la conquista americana se destruyó el orden social existente y se obligó a los indios a someterse a la normas de imperio español. La Iglesia será la gran colaboradora del rey Carlos V y después de Felipe II, ya que aportó la protección activa de los indios por los religiosos, sobre todo jesuitas y dominicos; la cristianización favoreció la fusión de las razas  india y española, y también la culturización, cuyos máximos exponentes se plasman en la creación de colegios y especialmente en la fundación de universidades, como la de Lima en 1551.

 

Pero quizás, donde mejor se refleje el pensamiento de la monarquía con respecto a  América sea en las Ordenanzas promulgadas por Felipe II el 13 de julio de 1573 bajo el título de “El Orden que se ha de tener en descubrir y poblar”, que eran las que estaban vigentes cuando Fray Alonso Fernández escribe su historia.  En la introducción de estas Ordenanzas, el Rey justifica el fin de ellas con las siguientes frases: “Para que las tierras que estén por descubrir, poblar y pacificar, se haga con más facilidad y como conviene al servicio de Dios y nuestro, y bien de los naturales …”

 

Pese a que los ideales de la corona chocaran con los de los colonizadores, se garantiza la protección del indio, su desarrollo, el deseo de crear una economía saneada, su acceso a la cultura europea, y su integración sobre una base de igualdad con los blancos.

 

Con respecto al estado misional como justificación de la conquista y los derechos de los indios, defendidos por la corona, y por el Padre Vitoria y Fray Bartolomé de las Casas, entre otros, ha observado uno de los grandes investigadores y estudiosos del tema, Lewis Hanke, lo siguiente: “los ideales que intentaron poner en práctica algunos españoles en América, nunca perderán su brillante fulgor mientras existan hombres que crean que los otros pueblos tiene derecho a la vida, que se pueden hallar métodos justos para dirigir las relaciones entre las naciones, y que esencialmente, todas las gentes del mundo son hombres”.    

 

 

 

Mar 012014
 

José Luis Barrio Moya. 

      En España la afición a la caza de reyes y nobles tiene una muy larga tradición, siendo buena prueba de ello el conocido lance del monarca asturiano Favila con el oso que le quitó la vida.  Esta afición hizo que desde la Edad Media aparecieran en nuestro país numerosos libros de tema cinegético, en los que sus autores daban consejos para cobrar las mejores piezas y manejar con habilidad armas, perros, caballos y aves de cetrería, tal y como se ve en el Libro de la Montería de Alfonso XI, en el del infante Don Juan Manuel, en el Libro de la caza de las aves, del canciller Pedro López de Ayala o en el Libro de la caza de halcones, de Alonso Velázquez de Tovar.

      Durante los reinados de Carlos V y Felipe II, ambos monarcas muy aficionados a la caza, la publicación de obras sobre ese tema fue en aumento. Así Pedro Núñez de Avendaño escribio el Aviso de cazadores (Alcalá de Henares 1543), «que es un tratado legal y moral sobre la caza» (1), y en donde el autor defiende la tesis que la actividad venatoria es un derecho inherente a toda persona que ninguna autoridad puede prohibir.  En 1568 se publicó en Valladolid las Cualidades del can y del caballo, obra de Luís Pérez, mientras que en 1582 aparecía en Sevilla el famoso Discurso sobre la Montería del no menos famoso Gonzalo Argote de Molina.

      En tiempos de Felipe III el portugués Diego Fernández Ferreira publicó el Arte de la caza (Lisboa 1616), que constituye un clásico de la literatura cinergética, La obra está dividida en seis partes y aparece «salpicada de anécdotas que hacen su lectura sabrosa y entretenida en extremo» (2).

      A lo largo del reinado de Felipe IV (1621-1665). monarca tan aficionado a la pintura como a los escarceos amorosos, la caza se convirtió en el ejercicio favorito de todas las clases sociales.  El ejemplo lo daba la propia Corte, quien tres veces al año organizaba las famosas cacerías de El Pardo, que se prolongaban durante ocho dias y en las que se cobraban centenares de piezas.  Precisamente para descansar de esas hazañas, Felipe IV mandó levantar en el bosque de El Pardo la llamada To­rre de la Parada, decorada interiormente con grandes cuadros mitológicos de Rubens y sus discípulos.

Felipe IV fue un extraordinario cazador, «el mas audaz e incansable de su tiempo» (3).  Según el testimonio de su montero mayor, Alonso Martínez de Espinar, en 1644 Felipe IV había abatido 400 lobos, 600 ciervos Y 150 jabalíes.  La afición a la caza de Felipe IV se tradujo ademas en que durante su reinado se pintaran numerosos cuadros con escenas de montería y de esta manera Snyders, Velázque y Martínez del Mazo realizaron numerosas obras en las que figuraban tanto los reyes y su familía cazando en solitario, como otras escenas mas complejas donde aparecían los monarcas con toda la Corte en las llamadas cacerías del hoyo o del tabladillo.

      Logicamente y corriendo parejo con todo lo anteriormente dicho la literatura venatoria dió en época de Felipe IV dos interesantes obras el Origen y dignidad de la caza, del extremeño Juan Mateos (Madrid 1634) y el Arte de la ballestería y montería, de Alonso Martínez de Espinar, la cual se editó en Madrid en 1644, dedicada al malogrado principe Baltasar Carlos.

      Alonso Martínez de Espinar nació en 1588 y murió en Madrid en 1682.  Fue un hábil ballestero al servicio de Felipe IV y maestro de ese arte del principe Baltasar Carlos.  En 1644 publicó el Arte de ballestería y montería escrita con método para excusar la fatiga que ocasiona la ignorancia, que tuvo otra edición napolitana en 1739 (4).

      Por lo que se refiere a Juan Mateos es figura todavía poco conocida a pesar del meritorio trabajo que le dedicó Amalio Huarte y Echenique en el prólogo a la edición del Arte de la ballestería y montería que publicó la Sociedad de Bibliofilos Españoles en 1928 (5).

      Juan Mateos era natural de Extremadura como el mismo confiesa en su obra cuando al hablar de un jabalí que abatió durante una partida de caza declara «que en Extremadura (donde lo maté) que es mi tierra».  El lugar exacto donde Juan Mateos vió la luz tampoco se sabe con seguridad, aunque lo mas probable es que fuera en Villanueva del Fresno como acertadamente avanzó Huarte y Echeníque (6).  Tampoco estamos mejor informados sobre el año del nacimiento de Juan Mateos, aunque suele colocarse en torno a 1575.

      Desde muy joven Juan Mateos se familiarizó con el mundo de la caza, puesto que su padre, Gonzalo Mateos, era ballestero mayor de Don Juan de Portocarrero, marqués de Villanueva del Fresno.  Esto hizo que desde muy niño el joven Juan acompañara a su padre en las excursiones cinegéticas del marqués y que aprendiera rápidamente el manejo de la ballesta,

      La fama de Gonzalo Mateos como ballestero traspasó los confines de Extremadura llegando hasta la Corte. De esta manera, en enero de 1602 el duque de Lerma llamó a Gonzalo Mateos a Valladolid, que en esa época era la capital de la Monarquía, para que entrara al servicio de Felipe III. Gonzalo Mateos acompañado de su hijo Juan, llegó a Valladolid en el citado mes de enero de 1602, pero poco tiempo pudo disfrutar de su flamante cargo de ballestero del rey, puesto que falleció unos dias después de arribar a la ciudad castellana.

      Tras la muerte de su padre, Juan Mateos permaneció en Valladolid junto a la Corte, pasando después a Madrid cuando Felipe III decidió regresar de nuevo. Tanto en Valladolid como en Madrid, Juan Mateos ocupó el cargo de montero y ballestero de Margarita de Austria, esposa de Felipe III. A la muerte de la reina, acaecida en El Escorial en 1611, Juan Mateos pasó al servicio de Felipe III y posteriormente al de su hijo y heredero Felipe IV, quien lo apreció mucho y de quien el ballestero extremeño nos dejó una muestra fehaciente de su afición a la caza cuando declara que «he aprendido de Su Magestad mas que sirviendole». Sin embargo y a pesar del importante cargo que Juan Mateos ocupaba en la Corte de Felipe IV, su situación económica debió ser bastante precaria, por lo que a principios de enero de 1615 envió un memorial a Don Pedro de Aranada en el que le comunicaba sus muchas necesidades y carencias.  Don Pedro de Aranda remitió el memorial de Juan Mateos al marqués de Flores, primer caballerizo de Felipe IV, el cual cual le contestó lo siguiente:

      «V.E. me ha mandado remitir un memorial de Juan Matheos, vallestero de Su Magd. en que dize que esta muy pobre y con mucha necesidad a causa de las muchas enfermedades que de dos años a esta parte ha tenido, por lo cual pide y suplica a V.E. le haga merced de una ayuda de costa que en ello reciviera merced y remediara su necesidad.

      Por los libros de Veederia y Contaduría de la cavalleriza de Su Mag. pareze que al suplicante se le hizo merced del dicho oficio en cinco de marco del año pasado de 1602, y que Su Magd por cedula de 28 de septiembre de 1612 por el govierno y reformazion de su real caballeriza que como fueran vacando se vayan consumiendo hasta quedar en el numero de quatro vallesteros y en el asiento del suplicante esta puesto el mismo dia una nota que dize que esta plaza es supernumeraria y es notorio el haver tenido enfermedades el suplicante y estar muy pobre y ha servido a Su Magd y le sirve con muy buena voluntad y toda la merced que V.E. fuere servido de pedir a Su Magd. la mereze.  Nuestro Señor guarde a V.E. como sus criados deseamos. En Madrid a 13 de henero de 1615, El marques de Flores» (7)

      El 11 de abril de 1615, Don Pedro de Aranda enviaba al marques de Flores la siguiente nota «Su Magd. a visto esto y dize que adelante se tendra quenta con el. Dios guarde a V.S. De palacio a 11 de abril de 1615».

      El 2 de mayo de 1615, Don Pedro de Aranda notificaba al marqués de Flores que «a este ballestero siendo V.Exa. servido se le podria hazer merced por esta vez de licencia de saca de asta dos mill cueros de los de Yndias que por lo menos baldran ducientos ducados»

      El 7 de agosto de 1615, Don Pedro de Aranda insistía ante el marqués de Flores sobre la situación de Juan Mateos, informándole de que el ballestero extremeño sirbe muy bien y a mi me consta que pasa mucha necesidad y siendo esto asi suplico a V.E. suplique a Su Magd. le haga merced de los dos mill cueros que me parecen pocos para remedio de su necesidad». El l5 de agosto de 1615, Felipe IV concedía a Juan Mateos «licencia de saca de 2000 cueros de los que vienen de yndias».

      Felipe IV sintió un profundo afecto por el ballestero extremeño y así el 12 de abril de 1619 hizo merced a «Juan Matheos, montero de lebreles, de la plaza de montero de traylla que vaco por Estacio Garcia, vacando la que aora tiene de lebreles»

      El 9 de agosto de 1620, Juan Mateos «ballestero de Su Mgd.», en nombre de su hermano Alonso Mateos, que también era ballestero del rey, y de la mujer de este, Doña Jerónima Martínez, vendía los derechos de una parte de casa que el citado su hermano tenía en la madrileña calle de los Angeles» (8).

      El 10 de febrero de 1621, Felipe IV nombraba a Juan Mateos «montero de trailla de a cavallo de nuestra caza de monteria», cargo que estaba vacante por muerte de Cristobal Ponce. A Juan Mateos se le concedía aquel oficio «por la buena relacion que se nos a echo de la suficiencia y abilidad del dicho Juan Matheos» (9).

      El 19 de febrero de 1621. Don Antonio Pérez de Guzmán «alguacil de las telas de la monteria de Su Magd.» declaraba que «por mandado de Su Magd, y el marques de Flores llebe las redes al Escorial el primer dia de nobiembre del año de mill y seiscientos y beinte para la monteria que se hizo de los lobos que se mataron, en la qual monteria se hallaron algunos monteros y particularmente Juan Mateos como maestro de a cavallo, el cual sirbio con su persona y caballo como estaba obligado a ello desde el dicho dia hasta seis del dicho mes que Su Magd. nos mando despedir, la qual se me dio orden a mi por ausencia del sitamontero para certificar los monteros que llebe para el dicho efecto = y ansi mismo recíbio el dicho Juan Mateos como tal montero de a caballo en las dos montarías que se hicieron este dicho año por el mes de diziembre en el Pardo, y para que dello conste di esta zertificazion en Madrid a diez y nueve días del mes de febrero de mil seiscientos y beintiuno. Antonio Perez de Guzman» (10).

      El 19 de agosto de 1637, Don Jerónimo de Canencia «thesorero general de la media anata» declaraba «que en los libros de la razon deste derecho que estan a mi cargo parece aver recivido de Juan Mateos dos mil ciento y treinta y quatro maravedis de vellon, que tocan de la media anata, de la merced que Su Magd. le a hecho de que las plazas que goza de su ballestero y montero de a cavallo de la real caza de montería pueda pasar la de montero en una de sus nietas, la que nombrar el para despues de sus días, hecha la quenta por treinta y quatro mill ciento y noventa maravedí de gajes que tiene en cada un año y de dos en dos el bestuario acostumbrado que esta tasado en qunientos ducados, como todo se refiere en dicho villete y para que conste doy esta cetificacion advirtiendo de que cuando llegare el caso de entrar a gozar la nieta que nombrare, ha de pagar la media anata del entero balor del dicho oficio antes de ser admitida al uso y ejercicio del.

 Madrid 19 de agosto de 1637″ (11). El 6 de julio de 1639 Juan Mateos, juntamente con su esposa otorgaron ante el escribano Diego Maroto su testamento,  debajo del cual murió Doña Mariana Marquet (12).  A el citado testamento añadío Juan Mateos un codicilo en el que mandaba que tras su muerte se dijesen por su alma y por la de su esposa «dos míll misas mas de las contenidas en el dicho testamento, y las duzientas misas dellas an de ser de almas en altares privilegiados y las demas ordinarias a do pareziere a mis albazeas».  Establecía también que se dijesen otras 400 misas mas por las almas de sus padres, legando diversas ropas a su criado Domingo, mientras que a su esclava Maria la mandaba «la ropa que tiene asi en la cama como otras cosas y un par de sabanas grandes y nuebas», encargando a sus hijas y yernos «que no desamparen a la dicha esclaba por lo mucho que la a querido su muger y lo bien que les a servido».

  Declaraba Juan Mateos que Felipe IV le había hecho merced de «una plaza de montero de a caballo para una de sus nietas», por lo que establecia que dicha prebenda fuera para Doña Ana Mateos, añadiendo que si es ta faltare pasase a su hermana Doña Mariana Mateos, y si ambas fallecieran antes de entrar en posesion de dicha merced, «fuere    para quien sus padres hordenasen y fuese su boluntad» (13)

      El 13 de marzo de 1642, Juan Mateos donaba una esclava negra de su propiedad a su hija Doña Antonia, mujer de Don Luis Montero Vallejo contador de consultas del rey Felipe IV (14).

El dia 6 de febrero de 1643 el conde de Grajal enviaba a Felipe IV la siguiente nota : «por memorial que V. Magd. a sido serbido de remitirme digo en nombre del conde duque que refiere que Juan Mateos, ballestero de Ve Magd. que a servido mas de quarenta años y que a su costa a cebado los lobos en muchas monterias = suplica a Ve Magd. se sirva de hacer le merced de una plaza de contador entretenido de la Contaduria mayor de quentas para remedio de una nieta, hija del contador Luis montero, que tiene otros hijos y sin tener con que los remediar y ansimismo suplica se le de alguna ayuda de costa por estar con necesidad. Ynforma que a 41 años que sirve y,que se le an hecho algunas mercedes, pareceme que V. Magd. se podria servir de hacersela de la plaza de contador entretenido que pide para el remedio de su nieta» (15). Felipe IV remitiò el mismo dia 6 de febrero de 1643 la carta del conde de Grajal al Consejo de Hacienda para que diera su parecer.

El 14 de agosto de 1643 Juan Mateos otorgaba el siguiente codicilo : «en el nombre de Dios nuestro señor. Sepan los que bieren esta es criptura de cobdicilo, como en la villa de Madrid a catorce dias del mes de agosto de mill y seiscientos y quarenta y tres años ante mi el presen te escrivano y testigos parecio Juan Mateos, ballestero mayor de Su Magd vecino desta villa de Madrid, estando enfermo en la cama y en su juicio y entendimiento natural : dijo que antes de aora tiene echo y otorgado su testamento y ultima boluntad y algunos codicilos ante el scrivano o scrivanos que por ellos pareciera a que se remite y dexandolo como lo dexa en su fuerza y vigor en lo que no fuera contrario a lo que aqui sera conthenido, aora por bia de cobdicilo ordena y manda que por quanto Doña ana marchan su nieta, hixa de Doña Cathalina Mateos su hixa y de Balthasar marchan, su marido, tiene el oficio de montero de Su Magd y a Doña Juana Ballexo ensimismo su nieta, hija de Doña Antonia Mateos y del contador Luis montero ballexo su marido, la tiene mandado una cama en la forma que se contiene en la cluasula que dello trata y por lo que es de mas balor uno que otro, aora nuebamente mando a la dicha Doña Juana Ballejo, su nieta, doscientos escudos de oro por una vez = y si qualquiera de ellas muriere lo hereden sus hermanos de aquella que muriere = y los dichos ciento y doscientos escudos de oro no entren en poder de las dichas sus nietas sino que los tengan de parte en su casa en que biben en la calle del desengano y el que entrare en ella tenga obligazion a entregar quando llegue el caso de que se cassen o tomen otro estado a cada una la cantidad que ha de haver, conforme a esta manda = y de las dichas cantidades se paguen a las dichas sus nietas o a quien por ellas sea parte reditos correspondientes a veinte míll el millar = y los reditos los bayan cobrando los dichos sus híernos pero no el principal como esta dicho.  Lo qual quiere se guarde y cumpla y lo contenido en los dichos testamento y cobdicilos en lo que contradijeron a este, y ansi lo dijo y otorgo siendo testigos el contador Manuel de Noriega y francisco Ybañez, criado del licenciado Don francisco de la Cruz y Joseph barcena, oficial de Simon Gutierrez, maestro de hacer coches, vezinos desta villa e yo el escrivano doy fee conozaco al otorgante y lo firmo = Juan Mateos. Ante mi = Pedro de Castro» (16).

Juan Mateos muriò en Madrid el 15 de agosto de 1643. inicándose a continuación el inventario de sus bienes, y una vez finalizado se procediò a la tasación de los mismos (17). De esta manera el 2 de septiembre de 1643, Alonso Díaz «maestro sastre» valoraba «lo tocante a su ofi-

 cio», en donde se incluían diversos vestidos, calzones, sotanas, ferreruelos, cortinas, capotes, albornoces jubones, colgaduras de cama y almohadas.

      El 7 de septiembre de 1643, Juan Vela «ensamblador y carpintero de esta villa que posa en la calle del desengaño tasaba las «cosas de madera».

– Primeramente dos cofres viexos, barreteados de yerro, 264 rs.

– un escriptorio de Alemania, viexo, con su pie hordinario de nogal abierto, 200 rs.

– quatro arcas de pino, viexas, dos grandes y dos pequeñas 50 rs,

– quatro sillas grandes de brazos derechos, de baqueta colorada, 88 rs.

– quatro sillas mas, viexas, de baqueta colorada, 72 rse

– quatro taburetes grandes de baqueta colorada, 80 rs,

– dos taburetes pequeños de baqueta colorada, 16 rs.

– dos bufetes de baqueta colorada, 66 rs.

-un bufete de nogal grande, 24 rs.

– otro bufetillo de nogal con su cajon, 22 rs.

– una cama entera de madera de nogal pequeña, 50 rs.

– una cama de cordeles de madera de pino, 8 rs.

– una caxa de brasero de madera de nogal con berjuelas torneadas, con su bacía de cobre viexa, 60 rs.

El 9 de septiembre de 1643 un desconocido Blas de Madrid «pintor vecino de esta dicha villa que posa en casas de el ospital de los franceses» valoraba los cuadros que quedaron a la muerte de Juan Mateos (18). El ballestero extremeño poseyò una pequeña pinacoteca compuesta por un total de diez obras, todas ellas de temática religiosa salvo dos retratos, uno del propio Juan Mateos y el otro de su esposa Doña Mariana Marquet, debidos con toda probabilidad, por lo menos el del marido, a Diego Velázquez.

– Primeramente un quadrito pequeño de un Crucifixo, San Juan y Maria, pin­tado en tabla de borne con su marco dorado, 12 rs.

– dos retratos de cuerpo entero pintados en lienzo, el uno de el dicho

Juan Matheos y el otro Doña Mariana Marquart su muger, 100 rs.

– un lienzo de pintura de San Juan en el desierto, de siete quartas poco mas o menos de alto, con su marco dorado y negro, 66 rs.

– otro lienzo del mismo tamaño de el Arcangel san Miguel con marco dorado y negro, 60 rs.

– un pays prolongado de San Antonio con el Niño Jesus, de dos baras de largo pintado en lienzo con marco dorado, 40 rs.

– una ymagen de nuestra señora, San Joseph, San Juan y el niño dormido, pintada en lienzo, de bara y quarta de alto con su marco dorado y negro, 44 rs.

– otra ymagen de nuestra señora con el niño Jesus, de poco mas de una bara de alto con marco dorado y negro, 33 rs.

– un San francisco pintado en lienzo, de bara y quarta de alto con marco dorado y negro, 1OO rs,

– una ymagen de nuestra señora con el niño Jesus en los brazos, pintada en tabla, del tamaño de una quartilla de papel, 22 rs.

      Al finalizar su trabajo Blas de Madrid declaraba «que las pinturas que a tasado a todo su saver y entender sin que aya fraude ni engaño alguno y asi lo juro a Dios y a una, cruz en forma de derecho».

      El 15 de septiembre de 1643, Ana Díaz «viuda de Yllan de Benavides, maestro de obras, que posa en la calle que llaman de Don Juan de Alarcon, en casas suyas propias» tasaba la ropa blanca : servilletas, sábanas, manteles, camisas, almohadas, paños de manos, peinadores, «lienzos de narices de una tela que llaman baptista», frazadas, mantas y «una colcha de la Yndia labrada», que Ana Díaz valoró en 150 reales de vellon.

Por último el 29 de diciembre de 1643, Tomás de Torrejón «maestro de obras y alarife de esta villa de Madrid», tasaba las casas en donde viviò y muriò Juan Mateos, ubicadas en la calle del Desengaño, «el qual haviéndo visto y tanteado por menor el sitio y edificio que tienen las dichas casas y considerando su balor y estimacion y cargas de censo perpetuo y tercia parte que tienen,las taso enteramente asi el sitio en que estan fundadas como lo en el labrado y edificado en cincuenta y nueve mill seiscientos y sesenta reales , el qual declaro ser su xusto precio y balor y lo que a todo su saber y entender pueden tener de estimacion las dichas casas».

      Como se puede apreciar por todo lo anteriormente descrito el patrimonío que Juan Mateos dejó a su muerte fue mas bien modestos lo cual no se corresponde con su cargo de ballestero real, ni con las numerosas prebendas que le concedió Felipe IV.  Tal vez el mantenimiento de su mucha familia y las enfermedades que sin duda padeciò consumieron sus recursos económicos de manera fulminante.  Nada hay en la casa de Juan Mateos de lujoso y suntuoso, faltan tapices y alfombras, muebles ricos, joyas, libros y objetos de plata, todo ello muy común entre los servidores cercanos a Felipe IV.  Sin embargo el ballestero extremeño poseyó una pintura impagable: su retrato, pintado con toda certeza por Díego Velázquez.

En la Galería de Pinturas de la ciudad alemana de Dresde, que cuenta con muy ricos fondos de pintura europea de los siglos XVII y XVIII, se conserva un soberbio retrato masculino, de inequívoca escuela española, el cual tras muchas dudas y vacilaciones con respecto a la identidad del efigiado y a su autor, en la actualidad casi toda la crítica especializada está de acuerdo en que el personaje es Juan Mateos y el artísta que realizó la obra Diego Velázquezo Es precisamente el cuadro de Dresde el que con toda seguridad se menciona entre los bienes del ballestero real, y que el modesto Blas de Madrid, al hacer la tasación, no supo decir el autor de tan magnífica obra.

El retrato de Dresde está pintado en lienzo, como también lo estaba el que se cita en la tasación de los cuadros de Mateos.  Blas de Madrid describe el retrato como de cuerpo entero, sin embargo el del Museo de Dresde el personaje aparece cortado por las rodillas.  Este hecho no implica necesariamente que no se trata de la misma obra, que con toda seguridad debiò ser amputada por alguna oculta razòn en una època indeterminada.

      La clave para identificar el retrato de Dresde con Juan Mateos la dió el busto del ballestero real que Pedro Perret grabó para la obra «Origen y dignidad de la caza», que aquel publicò en Madrid en 1634 (19).

      El retrato de Juan Mateos se fecha en torno a 1632, por lo que Velázquez nos presenta a un hombre de cierta edad – tendría entonces Mateos 57 años – y de aspecto un tanto pesado. Mateos viste un traje de tonos negros, ajustado por un fajín. La cabeza, potente y poderosa, aparace cubierta por cabellos grises, mientras que el rostro termina en una corta barba recortada en punta. Dentro del tenebrísmo del cuadro, unicamente el pequeño cuello blanco del traje de Mateos pone una nota luminosa (20).  Como signo de la importancia del cargo que Mateos ocupaba al servicio del rey, sostiene una espada con la mano izquierda.

      El retrato de Mateos debiò salir de España muy pronto, puesto que en 1685 y con la correcta atribución a Velázquez se encontraba en la Galeria Ducal de Mòdena. En 1748 la obra velazqueña pasó a Dresde, adjudicada a Rubens y calificada como «de manos esbozadas», alusión a que el maestro sevillano dejó aquellos miembros sin terminar. Algùn tiempo después la pintura se atribuyó a Tiziano.  En 1865 se devolvió la paternidad del retrato de Mateos a Velázquez.

      La llegada a Dresde de la pintura de Velázquez, junto con otras muchas de la riquísima pinacoteca de los duques de Mòdena, se debiò al afan coleccionìsta de Augusto III, duque de Sajonia y rey de Polonia (1696 – 1763). gran amante del arte y a quien retratò Mengs.

      Augusto III era un fervoroso admirador de la pintura italiana por lo que envió a aquel país a dos agentes con la orden de adquirir cuantas obras pudieran de aquella escuelas. Fueron estos el conde Francísco Algarotti y Ventura Rossi.

      El conde Francísco Algarotti (Venecia 1712 – Pisa 1764), fue un hombre culto y viajero que recorrió Inglaterra, Francia, Rusia y Alemania, siendo amigo de personajes tan diferentes como Voltaíre, Benedicto XIV, Augusto III de Sajonia y Federico de Prusia, quien le ennobleció. Escribió, entre otras obras, sus famosos «Saggi sopre le belle artill», publicados en 1769.  El gran conocimiento que Algarotti tenía del arte italiano hizo que Augusto III le comisíonara para adquirir en Italia pinturas para su colección de Dresde.

      Por lo que respecta a Ventura Rossi, éste era un intrigante sin escrúpulos, que no retrocedía ante nada para conseguir sus fines.  Gracias a estos dos personajes el duque de Sajonia pudi obtener para su colección la famosa Maddona Sixtina de Rafael.

      Sin embargo la compra mas excepcional que Augusto III hizo por mediación de Rossi fue los cien cuadros que formaban parte de la colecciòn de Francísco III de Este, duque de Mòdena. La compra se formalizò en 1745, a pesar de la energica protesta de los consejeros ducales, lle gando las pinturas a Dresde un año mas tarde.  Augusto III pagò a Francísco III, entonces con graves problemas económicos, la enorma suma de 100.000 zequines de oro, llevándose a cambio obras maestras de Parmiggianino, Correggio, Nicolás del Abate, Dosso, Ticiano, Veronès, Caravaggio, Carracci, Guercino, Guido Reni y Rubens, incluyéndose también el retrato de Juan Mateos por Velázquez.

      Pero ademas del retrato de Juan Mateos que Perret grabò para la portada de su libro sobre la caza y del conservado en el Museo de Dresde, todavia hay un tercero del ballestero extremeño en una curiosa pintura que en la actualidad pertenece a la colección del duque de Westminster en Londres.  Se trata de El principe Baltasar Carlos en el picadero.  Es obra muy discutiada en cuanto a su autor, atribuyéndose tanto a Velázque como a su yerno Juan Bautísta Martínez del Mazo.  La escena representa al malogrado Baltasar Carlos a caballo en posición de corveta, mientras que a su derecha se encuentra el conde duque de Olivares, a quien entrega una lanza Alonso Martínez de Espinar en presencia de Juan Mateos, cuyo parecido con el retrato de Dresde es innegable, A la izquierda del principe se encuentra un enano, tal vez Francísco Lezcano, el mal llamado Niño de Vallecas.  El fondo del cuadro esta ocupado por una de las alas del palacio de El Buen Retiro, apareciendo en un balcón, maravillosamente abocetados, Felipe IV e Isabel de Borbón padres del principe, junto con otros cortesanos (21)

      Por lo que atañe a la obra cinegética de Juan Mateos – «Origen y dignidad de la caza» – fue publicada, como ya se dijo en Madrid en 1634, dedicada al válido Don Gáspar de Guzmán, conde duque de Olivares, Se trata de un libro sumamente curioso, en donde se recoge toda la experiencia como cazador de su autor.  «Yo escribo solamente lo que he hecho, lo que he visto y lo que he visto hacer», es el lema que Mateos coloca en la dedicatoria de su libro al conde duque de Olívares, y dicha divisa nos remite a la auténtica paternidad de la obra.  Una atenta lectura del libro de Mateos nos informa que este no es enteramente suyo, si tenemos en cuanta que su padre, Gonzalo Mateos, dejó escrita una obra sobre ballestería.  Así lo confirma el propio Juan Mateos cuando, al final de su libro, confiesa que su progenitor «se atreviò a lo que no se ha atrevido ningún ballestero, que fue escribir el arte de la ballestería, asi que cuanto yo escribo todo es obra suta, que si no lo hallare hecho y dispuesto no me atrevería a intentar empresa tan ardua y providencia tan dificil» (22).  Pero si bien es cierto que muchos episodios venatorios que Mateos describe en su obra «estan tomados de las cacerías en los montes del marqués de Villanueva del Fresno, y algunos ocurridos hacia 1560» (23), otros por el contrario pertenecen a las hazañas cinegéticas de Felipe IV.  Por todo ello es lògico suponer que Juan Mateos ampliò con sus propias experiencias el tratado escrito por su padre.

      El estilo de la obra es, con frecuencia pesado y reiterativo, pero la inmediatez con que cuenta los sucesos en los que tomò parte y lo divertido de algunas situaciones, hacen que el libro se lea con agrado.

      Digamos para concluir que la literatura cinergética hispana del siglo XVII se cierra con un bien curioso libro : el «Compendio de las leyes expedidas sobre la caza, nuevamente defendida e ilustrada» (Madrid 1691), cuyo autor fue Gáspar de Bujanda, y que según la acertada opinión de Palau constituye «uno de los primeros libros españoles sobre legislación de caza y montes» (24).

 

                                                         JOSE LUIS BARRIO MOYA

          

 

 

NOTAS,-

 

(1).-Feliciano Delgado y Rosa Múñiz.- Los libros de caza de la biblioteca del palacio de Viana, Còrdoba 1982, pág. 12.

(2),- Pascual de Gayangos.- Introducciòn a la edición de El Libro de las aves de caza del canciller Pero Lopez de Ayala, Madrid 1869, pàg. XXVII.

(3).- Carl Justi.- Velazquez e il suo tempo, Firelze, Edit.  Sansoní, 1958 pag. 393.

(4).- Sobre Alonso Martínez de Espinar veáse marquès de Saltillo.- «Al margen de la Exposiciòn de Caza.  Alonso Martínez de Espinar» en Arte Español, Tomo XVIIII Madrid (1951), pàg.115-134.

(5).- Juan Mateos.- Origen y dignidad de la caza, Madrid, Sociedad de Bibliofilos Españoles, 1928.

(6).- Amalio Huarte y Echenique.- Pròlogo a la edición del Origen y dignidad de la caza,de Juan Mateos, Madrid, Sociedad de Bibliòfilos Españoles, 1928, pág.  VII.

(7).- Archivo General de Palacio.  Expediente personal C 654/24.

(8).- Alejandro Martìn Ortega.- Notas tomadas de escrituras del Archivo Històrico de Protocolos de Madrid.  Tomo V. Madrid 1991.  Fotocopia en el citado archivo, pág, 173 vlta.

(9).- Archivo general de Palacio.  Expediente personal C 654/24.

(10).- Ibidem.

(11).-Ibidem.

(12).- Desgraciadamente los protocolos de Diego Maroto no se conservan en el Archivo Històrico de Protocolos de Madrid, por lo que no podemos conocer el testamento de Juan Mateos, aunque si sus codicilo.

(13).- Alejandro Martín Ortega.- o, cito, Tomo I, Madrid 1990, Pág.- 334 vlta..

(14).- Alejandro Martín Ortega.- o. cit., tomo VI, Madrid 1991, pàg. 138.

(15).- Archivo General de Palacio. Expediente personal c 654/24.

(16).- Ibidem.

(17).- Archivo Històrico de Protocolos de Madrid.  Protocolo = 5763, folº.353-359- Una breve relación de los bienes que poseyò Juan Mateos la dió a conocer Alejandro Martín Ortega.- o, cito, tomo I, Madrid 1990. pág- 355 vlto.

(18).- Varias noticias familiares sobre Blas de Madrid pueden verse en Mercedes Agulló.- Noticias sobre pintores madrileños de los siglos XVI y XVIII Granada, Departamento de Arte de las Universidades de Granada y Autonòma de Madrid, 1978, pág. 185 y de la misma autora.- Mas noticias sobre pintores madrileños de los siglos XVI al XVIII, Madrid, Delegaciòn de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, 1981. Pàgs- 130-131.

(19).- Sobre Perret veáse Matilde Lòpez Serrano.- «El grabador Pedro Perret en El Escorial, 1563-1963» en IV Centenario de la fundación del monasterio de San Lorenzo el Real, Madrid 1963.

(20).- Henner Menz.- Tesoros de la pintura de la Galería de Dresde, Barcelona, Edit.  Daimòn, 1967, pág. 250.

(21).- Julian Gállego.- Velázquez.  Catálogo de la Exposiciòn, Madrid, Ministerio de Cultura, 1990, págs. 247-253.

(22).- Juan Mateos.- o, cit., pàg. 218.

(23).- Aurelio Huarte y Echenique.- o. cito, pág. XIII.

(24).-Antonio Palau.- Manual del librero hispanoamericano, Tomo II, Barcelona 1949, pág. 453.

Mar 012014
 

  José Antonio Ramos Rubio.                            

     1.- SIGNIFICACION RELIGIOSA DE LAS PROCESIONES.

                La Semana Santa son fechas cruciales del calendario litúrgico español, durante las cuales el drama de Cristo vivido en Judea se rememora en múltiples actos de tipo religiosos y tradicionales.

                Desde los comienzos del Evangelio, el binomio muerte-resurrección es el quicio sobre el cual gira la creencia de Jesús. Con toda probabilidad, lo que se ritualizó primitivamente fue la Pascua. El engrandecimiento de la muerte de Jesús que significaba ensalzar el triunfo sobre ella. La Iglesia Católica ha buscado en todo momento que sus manifiestaciones culturales tengan un sentido docente y ayuden con carácter vicario a su augusta misión de Magisterio Ecuménico. Por ello las sagradas imágenes que salen en procesión y que imantan nuestra mirada, haciendo brotar la oración, gozan de gran unción sagrada, sirvieron durante siglos a la devoción de élites religiosas cultas y, por supuesto, al pueblo cristiano y aún hoy desfilan anualmente en su pública procesión penitencial.

                Estas procesiones en la Semana Santa toman un gran impulso en los años finales del siglo XVI, respondiendo a ese acercamiento de lo divino y a ese atractivo popular y social de la religión, típicos de la Contrarreforma. Las escenas de la Pasión de Cristo vienen a ser verdaderas representaciones, cuyos «pasos» equivalen a los actos de un drama. El pueblo vive los sucesos conmemorados con el mismo apasionamiento con que entra en situación en el teatro; y el hecho de que no sean actores, sino imágenes, quienes los representen, da más fuerza a la evocación. Un sentimiento de respeto llevaba a no presentar nunca en la escena teatral a las Personas divinas, sino encubiertas bajo símbolos; sólo con la madera inocente podía encarnarlas, recibiendo su forma de la inspiración artística conducida por la fe. La escultura religiosa española no se hubiera producido tal cual es si los artistas no hubieran puesto en ella otra finalidad más trascendente que la de un trabajo artesano o puramente estético.

                Trujillo, al igual que los demás pueblos creyentes, se dejan seducir por la impresionante tragedia del Calvario, y prende el dramatismo de su conmemoración, rememorando los hechos con un realismo insospechado. Las procesiones eran organizadas por Cofradías piadosas, formadas por seglares, agrupados por razones profesionales, y sus fines incluían la ayuda mutua en sus necesidades, el fomento entre sus miembros de una vida de activa piedad y el ejercicio de la caridad con los menesterosos.

                Estas primigenias Cofradías han llegado a nosotros, tras haber pasado muchas vicisitudes y muchos cambios, de una forma u otra agrupadas en la Cofradía del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad.

                Las procesiones que en la actualidad recorren las calles de Trujillo durante los días de la Semana Santa, constituyen un gesto de hondo sentido religioso y cristiano. Esta celebración se enmarca dentro del ciclo festivo de primavera. La procesión del Domingo de Ramos es la única procesión litúrgica que se desarrolla en las calles de Trujillo. La Liturgia cristiana ha recogido esta manifestación profundamente religiosa y humana a través de la Biblia, y destaca ante todo el carácter social que tienen las procesiones. Las procesiones de la liturgia son pocas si se tiene en cuenta la tipología de esta manifestación. Además de la procesión de entrada de la Misa y la de las ofrendas, a lo largo del año están establecidas la procesión de las calendas el día 2 de febrero, la del Domingo de Ramos, la procesión de traslado del Santísimo Sacramento al Monumento del Jueves Santo, la procesión tras el cirio pascual en la noche de Pascua, la procesión del Corpus Christi, y las procesiones con las reliquias de los mártires y de los santos.

                Por tanto, las procesiones con las imágenes de la Pasión y Muerte de Cristo que recorren nuestras calles, no son propiamente litúrgicas, sino que pertenecen a lo que se denomina la religiosidad popular. No son universales, como las primeras, sino que responden al estilo y al carácter religioso de cada pueblo, han nacido de la vivencia de la fe y de la contemplación de unos hechos en los que se produjo la redención de los hombres.

                Caminar es una imagen de la vida misma. Ir en procesión contribuye a formar grupos, a crear sociedad. Significa caminar juntos compartiendo un itinerario ya marcado por la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de la Semana Santa de Trujillo.

                 Desde el año 1986, con el mayor recogimiento posible, la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, vienen representando en la parroquia de San Francisco de Trujillo los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en vivo. Con esta representación se han recuperado la Pasión del Señor y la Divina Tragedia que los alumnos del Colegio La Salle Santiago de Trujillo encarnaban en los años sesenta.

 

 

 2.- PROFUNDIDAD HISTORICA Y RELIGIOSA DE LA SEMANA SANTA        TRUJILLANA.

 

 

                La ciudad de Trujillo es de suma importancia no solo desde el punto de vista histórico-artístico,, sino también como punto clave de encrucijada de comunicaciones en la Alta Extremadura, abasteciendo a una extensa comarca agropecuaria, centro de servicios, ciudad turística y cultural.

                La celebración de la Semana Santa en Trujillo viene de tiempo inmemorial. Podemos partir de la primera mitad del siglo VII, el recuerdo y la contemplación de los Misterios de la Pasión en la basílica visigoda de Trujillo, tras muros de la Puerta romana de Coria. El Cristianismo enalteció por medio de celebraciones litúrgicas las diferentes escenas de la Pasión, con toda la trama que emanan de los hechos acaecidos en tierras de Palestina. Partiendo de que la celebración de la misa es la rememoración del punto culminante del sacrificio, la Iglesia representó tales hechos en las fiestas del Triduo Sagrado: Jueves, Viernes y Sábado Santo, dentro del recinto sagrado.

                La dominación musulmana, durante centurias, hizo caer sobre Trujillo el velo del abandono. Pero, la posición estratégica de nuestra ciudad la convirtió en centro apetecido por los cristianos. Fueron aquellas Semanas Santas anticipo de otras, conmemoradas en un ambiente religioso y guerrero.

                La creación de las Ordenes Militares en el alborear de la Baja Edad Media es un aspecto de suma importancia desde el punto de vista histórico-artístico, aparte de las connotaciones sociológicas, políticas y económicas, como es evidente. La finalidad de éstas es concreta y específica, los caballeros de Cristo, han de cumplir la defensa de la cristiandad frente a los poderes islámicos que son los enemigos de la Cristiandad[1].

                La reconquista definitiva de Trujillo se produce el 25 de enero del año 1232. La defensa de la villa le volvió a ser otorgada a las Ordenes Militares[2]. La Hermandad más antigua existente en Trujillo, del tipo de las militares era la de los caballeros de la Orden Truxillense, en la que aparecen reguladas reuniones anuales para adorar a Dios y rendir culto al patrón San Andrés, estableciendo prescripciones religiosas, de paz y de caridad. Así todos acudían a misa en común, para luego acusarse públicamente de sus culpas y recibir el castigo corporal adecuado, en una iglesia sita en el lugar de la actual parroquia de San Andrés, de la que aún se conserva la torre.

                Debieron de existir otras cofradías semejantes en esos tiempos oscuros medievales; pero sírvanos ésta como exponente y reflejo del espíritu de fraternidad cristiana.

                Hemos de mencionar en la Baja Edad Media los Vía Crucis que, traídos a Occidente por los franciscanos que se instalan en el convento de la Luz en Trujillo, en virtud de la bula pontificia Super Familiam Domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499), era la liturgia importada de Jerusalén[3]. Es secular la consoladora devoción del Vía Crucis, que primeramente contemplaba solo siete estaciones, hasta que el franciscano Leonardo de Porto Mauricio las elevó a catorce, en la forma que, poco más o menos, meditamos ahora.

                 Los «oficios», íntimamente ligados a la vida municipal trujillana, renacen el día en que los Concejos arraigan en el suelo español. Por el Fuero conocemos que una de las atribuciones primitivas del Concejo era la política de la industria y el comercio[4], lo que prueba que los menestrales y mercaderes formaban los «oficios», ya constituidos y que se agrupaban en las calles colindantes a la Plaza y que irán adquiriendo un fuerte protagonismo en la vida social de nuestra ciudad.

                Una efervescencia cofradiera vive Trujillo en los años finales del siglo XV, dirigida por los franciscanos fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe, y propiciada en Castilla y León por los Reyes Católicos en un deseo de restaurar la maltrecha moralidad pública, imprescindible para crear el ambiente religioso que propiciase el de cruzada para culminar con éxito el último bastión que quedaba en España, la conquista de Granada. Esos gremios participaban en celebraciones masivas en Trujillo en Autos Sacramentales. De los textos escritos por los evangelistas se pasaba a obras compuestas exprofeso, representadas en las naves de las iglesias de San Martín y Santa María. Posteriormente, denostados por la censura eclesiástica que llegó a prohibir su representación en el interior de los templos, tuvieron que trasladarse estos dramas litúrgicos al atrio de la iglesia de San Martín[5].

                Los atrios llegaron a ser pequeños, así el sentimiento de caridad que despertaban los impedidos que no podían asistir a estas representaciones que duraban hasta bien entrada la madrugada, consiguió que estos actos salieran a la calle. Serán los gremios artesanos existentes en Trujillo, acogidos cada uno a la advocación de una imagen procesional, los que llenen las calles de «pasos» (del latín «passus», sufrimiento). los que se encargen de organizar procesiones religiosas en estos tiempos medievales. Sus reglas están presididas por la obra de misericordia que supone enterrar a los muertos, ya sean hermanos cofrades, pobres o ajusticiados, atendiendo a su inhumación, exequias y sufragios.

                La economía agrícola de los siglos XIV y XV, con frecuentes años de malas cosechas, las sucesivas epidemias que diezman la población española, junto a la mortalidad ocasionada por las guerras, inducen a actos penitenciales públicos, pidiendo favores celestiales como remedio de los diversos males. Así, se van configurando las cofradías de penitencia, uno de cuyos rituales es la celebración de un Vía-Crucis, que partiendo de la iglesia de la Vera Cruz, pasaba por la plazuela de los Descalzos, llegaba a la iglesia de Santiago, para regresar de nuevo a la Vera Cruz por la calle Gargüera.

                Por tanto, la constitución de Hermandades o Cofradías en Trujillo, tal y como las entendemos hoy día, surgen en los años finales del siglo XV, un antecedente de las mismas podría ser la Gilda germánica, asociación que tenía por objeto la defensa y asistencia de sus miembros, el establecimiento y posterior desarrollo de los artesanos debio determinar el florecimiento de las Hermandades, en primer lugar, y, posteriormente, las Cofradías, según el derecho canónico.

                La fidelidad a la temática religiosa, constituía la base esencial de los artistas en los tiempos medievales y así cuando un artista se disponía a tallar una imagen, su interés se cifraba en la forma o líneas intrínsecas dejando como secundaria la manifestación extrínseca. No era el propósito de aquellos artistas alcanzar la belleza sensible por el arte, sino el manifestar la verdad sentida.

                Tras la prohibición del pontificado de Aviñón de las prácticas expiatorias y colectivas que llevaban aparejado el derramamiento de sangre, los cofrades comienzan a utilizar un ropaje amplio y a cubrirse la cabeza con un capirote o capuz. Desde los orígenes de las estaciones de penitencia hasta el Concilio de Trento, se van diversificando los tejidos y los colores de las túnicas y se generaliza el capirote alto.

                La representación plástica de los momentos de la Pasión y Muerte de Cristo se multiplicarán de modo impresionante en Trujillo en los años finales del siglo XVI, imágenes que saldrán en procesión con un profundo sentido de religiosidad. Con el arte religioso como factor perceptible de la facultad sensitiva-humana puesta al servicio de la fe movió a más almas sencillas que la dialéctica de sus apologistas y así el efecto trágico de un Cristo en la cruz, llevaron a muchos corazones a una mayor compunción que algunas pláticas carentes de fondo.

                En la floración del espíritu cofradiero está la devoción más sincera. En los estatutos de estas primitivas cofradías se regulaba la actividad interna: sistema de ingreso, constitución de cabildos y las periódicas reuniones a campana tañida, elección de los cargos (alcaldes y mayordomos). En consideración de la cuota pagada se distinguía entre Hermanos normales y Hermanos oficiales, entre los que se establecía una graduación más. Estos estatutos evolucionarán al ritmo de los tiempos.

                Tras el Concilio de Trento (1546-1563) se multiplican en nuestra localidad estas conmemoraciones multitudinarias, con la formación de hermandades y cofradías, que se encargarán del ornato y culto de una imagen o «paso» en concreto. Los viejos estatutos de las Cofradías se hacen tremendamente exigentes al señalar las condiciones de ingreso en las mismas.

                A partir de la Contrarreforma vamos a asistir a una potenciación del interés estético en todo lo que concierne al vivir religioso en las localidades. La pomposidad del culto y la búsqueda de emociones son inseparables de una imaginería procesional dirigida a mover a la devoción. Es la influencia del Concilio de Trento que adquiere importancia en los años finales del siglo XVI.

                El Concilio de Trento y sus decretos exigían a la jerarquía el cuidado de todo tipo de expresión de religiosidad popular con objeto de conformarla de manera que sirviera de misión evangelizadora de cara al pueblo. Así, las cofradías eran un vehículo para mover a una religiosidad externa. Pero, para no desvirtuar el sentido de la Pasión, en un principio las salidas procesionales se limitaban a los días estrictamente conmemorativos, Jueves y Viernes Santo, siendo posterior la incorporación de los restantes, en función del número e importancia que han ido tomando los desfiles procesionales.

                De mediados del siglo XVI data la Cofradía de la Caridad de Trujillo que comenzó a edificar en 1578 un hospital e iglesia en la Plazuela de la Encarnación bajo la advocación de San Lorenzo, siendo favorecidos por el Ayuntamiento que colaboró en la edificación de la obra con 20.000 maravedís y Gonzalo de Sanabria otros 20.000 maravedís[6]. El 6 de enero de 1586 el Concejo y la citada Cofradía concertaban por Escritura Pública, ante Juan Velardo, recibir ésta de los Propios de la ciudad trescientos ducados con Facultad Real para terminar en el plazo de breves días las obras, a las que con otras menores limosnas, ya había subvenido el Ayuntamiento[7]. La iglesia estuvo bajo el patrocinio y advocación de San Lorenzo. El Hospital era conocido con el nombre de la Caridad, por la Cofradía a quien se debía tal construcción.

                El espíritu de fraternidad cristiana que les movía a ejercitar la caridad no sólo con ellos, sino con el prójimo, está reflejado en estas palabras de los estatutos: «Extendamos y ejercitemos sus obras, a saber: la limosna con todos los pobres de Cristo, y, principalmente, con nuestros cofrades de la Santa Caridad, que a diario trabajando en el serviicio de Cristo y de sus pobres soportan el peso en invierno y en verano».

                Gran importancia tuvo en nuestra ciudad a lo largo del siglo XVI la Cofradía de la Vera Cruz, la única que tenía disciplinantes. En la tarde del Viernes Santo, anualmente, concurrían a la iglesia de la Vera Cruz, confesados, jurando ante el mayordomo hallarse perdonados y contritos. Llevaban preparadas sus disciplinas y sus cuerpos despojados, cubiertas sus caras y exentos de cualquier signo que pudiera identificarles. La procesión que organizaba la Cofradía citada, el Viernes Santo, partía de la parroquia de la Vera Cruz, seguía por la plazuela de los Descalzos, bajaba por la cuesta de San Andrés y pasando por la calle del Paso (antes Olleros), en cuya plazoleta se tenía lugar el encuentro de la Virgen del Mayor Dolor, de la Cofradía de Caballeros de San Martín, procedente de la parroquia de San Martín[8], con el Cristo Crucificado que venía del templo de la Vera Cruz, continuaban juntos hacia la iglesia de la Encarnación[9]. La calle que corre paralela a este templo, se la conocía como vía del Mayor Dolor, por un acto de flagelación que realizaban los disciplinantes que acompañaban a estas imágenes en la procesión del Viernes Santo. Todos los penitentes llevaban los pies descalzos y algunos aumentaban la mortificación atados a un grueso madero, recibiendo los nombres de aspados. Cuando los disciplinantes regresaban a la iglesia de la Vera Cruz, el mayordomo tenía preparadas esponjas y toallas para lavar las heridas[10].

                Un acuerdo concejil del 13 de abril de 1581 nos habla de esta procesión: «E luego el señor Corregidor dijo que la cuesta y paso que está desde la puerta de la Vera-Cruz hacia la Encarnación está muy agrio y mal empedrado, y como pasan por allí las procesiones y disciplinas del Jueves y Viernes Santo, que se conviene que se aderece y repare, y así se acordó que el señor Melchor González lo haga traer en pregones y de razon dello a esta ciudad, para que se haga como mejor y más barato sea y con brevedad»[11].

                El día 26 de marzo de 1582 era ensanchada la calle de la Vera-Cruz por disposición del Ayuntamiento, tomando terreno de un cercado de Pedro Calderón Altamirano.

                En los años finales del siglo XVI es cuando se establece la costumbre del Desclavamiento o Descendimiento en Trujillo[12]. Aún se conserva una imagen de este período del Crucificado, con sus brazos articulados. Su función se orienta a que el «pueblo pecador» crucifique al Nazareno cada año y luego, también, cada año, acabe llorando y arrepintiéndose de su delito. Pero, la teoría se aleja mucho de la práctica y la pretendida funcionalidad queda en entredicho[13]

                En la literatura ascética hispana, influyó mucho la traducción a fines del siglo XVI del libro medieval: La Imitación de Cristo, del venerable padre Tomás de Kempis, cuyo capítulo XII del libro II, que trata del camino real de la Santa Cruz, produjo y sigue produciendo hondo impacto en los cristianos. También, fueron consultadas las obras del padre Fr. Luis de Granada, como secuela del ambiente religioso conseguido, sirviendo -entre otras obras exegéticas- de fuente a los imagineros.

                El siglo XVII va a constituir un hito decisivo de los desfiles procesionales pasionistas. El Barroco, como nueva modalidad cultural, en su afán de realismo y de gran teatralidad, desarrollará en España la escultura procesional, favorecido por una religiosidad que lo inundaba todo y por la propia Corona. A mediados del siglo XVII, surge la Cofradía de Jesús de Nazaret, que piden la oportuna licencia al Sr. Obispo de Plasencia don Diego de Arce Reinoso para hacer la procesión, adquirir la imagen de Jesús Nazareno que era venerada en la iglesia de San Lorenzo, e incorporarla, como un capítulo más, a sus Ordenanzas. Esta imagen de Jesús Nazareno, se conserva actualmente en el coro de la iglesia de San Francisco. A esta procesión asistían todos los cofrades con túnicas moradas, ceñidas con cordones de esparto y cruces al hombro. La procesión visitaba las parroquias para hacer estación ante el Santísimo Sacramento, expuesto en ellas.

                En la segunda mitad del siglo XVII, los gremios trujillanos acogidos a la Cofradía de la Santa Caridad y Cofradía de Jesús de Nazaret organizan la Semana Santa[14].  El 11 de enero de 1671, ante el escribano Francisco Márquez, se otorgó escritura pública de «Contrato y Concordia entre la Cofradía y Hospital de la Caridad y la Cofradía de Jesús de Nazaret en razón de poner un retablo en el Altar Mayor de la dicha iglesia». En dicho retablo estuvieron colocadas las imágenes que salían en procesión en Semana Santa. En el centro del retablo estaba la imagen de Jesús de Nazaret, debajo de ella el Sagrario para el Santísimo Sacramento, para que los enfermos del Hospital de la Caridad pudieran recibirlo. A ambos lados, las imágenes de la Verónica y San Juan Evangelista, y en el ático del retablo, la imagen de San Lorenzo. En un lateral, la Coronación de espinas, y frente de él se haga otro para el Señor atado a la columna[15]. Ese mismo año la iglesia de San Lorenzo cambia su nombre por iglesia de Jesús[16].

                De todas estas imágenes, en la actualidad solamente se conserva la imagen de Jesús de Nazaret, en lamentable estado; el Señor atado a la columna y San Lorenzo, éste se encuentra en la iglesia de Ibahernando, pues cuando cesó el culto en la dicha iglesia de Jesús en el año 1923, las imágenes que allí había fueron repartidas por los templos de Trujillo y su comarca.

                En los Estatutos de las Cofradías se citan algunas condiciones muy exigentes sobre el ingreso a las mismas; las obligaciones del alcalde (de la cofradía) para convocar juntas, imponer multas a cofrades desobedientes, encargas obras para reparar la fábrica de la iglesia, el orden de los pasos en las procesiones, etc. Por otra parte, uno de los derechos del Concejo por su Patronazgo sobre los conventos era que uno de sus caballeros Regidores llevase colgado al cuello la llave del Sagrario durante el Jueves Santo hasta los oficios del siguiente día[17].

                Estas celebraciones multitudinarias florecen en toda España en los siglos XVII y XVIII, a pesar de contar con detractores como los economistas liberales y los enciclopedistas, que abogaban por la extinción de las cofradías sacramentales con el achaque de que eran contrarias a la Ley 4, tít. 14, Lib. 8 de la Nueva Recopilación[18].

                La Semana Santa tanto en Trujillo como en el resto de España, conmemorativa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, es como un mensaje recordatorio de la Redención, en que por medio de imágenes más o menos artísticas se evoca con un profundo sentido espiritual este Misterio, que es lo esencial en las procesiones, mientras que algunas corrientes del siglo XVIII, dirigidas por los llamanos «Cristiano-progresistas», pretendieron atacar esta manifestación de fe, con la pretensión de que suprimiéndolas quedaran solamente los actos litúrgicos, cuando en realidad se pueden complementar recíprocamente los actos litúrgicos con las procesiones. Además, eran muy populares entre los ciudadanos de Trujillo las representaciones teatrales que la Cofradía de la Caridad hacía en la Casa de Comedias[19].

                En el siglo XVIII, los abusos seudorreligiosos que incluso entran en la superstición crean las primeras crisis, Carlos III publica en 1777 una Real Cédula en la que prohibe la presencia de disciplinantes, empalados o aspados y otros espectáculos en las procesiones de Semana Santa. Es, precisamente, por estos años cuando se acrecienta el uso de los hábitos, quizás para preservarse de las manchas de cera o tal vez para evitar el deterioro de la ropa en la estrechez de las callejuelas. Hasta entonces, la única cofradía que marchaba en las procesiones con túnica y capa era la de Jesús Nazareno. Los nuevos hábitos tendran el color característico del mandil gremial al que representaban, naciendo así el cromatismo en los hábitos de la Semana Santa que fue desapareciendo en nuestra ciudad a lo largo de los años.

                Tras el Decreto de Carlos III, en 1783, en el cual ordena la extinción de hermandades gremiales y todas las erigidas sin autoridad real o eclesiástica, decretando que únicamente podrán subsistir las aprobadas por ambas jurisdicciones y las Sacramentales, desaparecen por completo las cofradías de la Vera Cruz y de Caballeros de San Martín, que en la práctica de la realidad casi eran inexistentes, se limitaban a acompañar en los desfiles procesionales a las cofradías de la Caridad y de Jesús Nazareno, éstas sí continuarán organizando la Semana Santa.

                Las cofradías trujillanas ven como su acervo espiritual se enriquece con la concesión de nuevas indulgencias o ratificación de otras antiguas, con el consiguiente aumento del fervor de sus miembros y mayor veneración de sus advocaciones titulares. Todo este auge se va a ver interrumpido con la Guerra de la Independencia. Precisamente, en Trujillo, se suspenden los desfiles procesionales de 1809, ante la proximidad de las tropas francesas y el consiguiente abandono de la ciudad por parte de sus vecinos[20]. Sin duda, fue el momento más difícil tanto para la población como para algunas de nuestras antiguas cofradías.

                Con la invasión francesa, en 1809, desapareció la Cofradía de la Caridad con la destrucción del Hospital. La iglesia no corrió la misma suerte, quedó abierta al culto y continuó en ella la Cofradía de Ntro. Padre Jesús que siguió celebrando los cultos de Semana Santa a partir del año 1811, fecha en la que se fundará la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad.

                 El día 12 de diciembre de 1820, un grupo de representantes de los ciudadanos de Trujillo acudieron al Jefe Político Superintendente de la Provincia, en súplica de que la Caja de Crédito Público no se incautase de los bienes y rentas del Hospital de la Caridad, pues aunque estaba arruinado el edificio que servía para curar a los enfermos a causa de la guerra de 1809, proyectaba el Concejo destinar los bienes para la creación de un Hospital Municipal. En 1856 un vecino de Trujillo adquiere el Hospital de la Caridad por 8.200 reales[21]. Por Real Orden de 1874, El Jefe Político accedió a la creación de un Hospital Municipal, que fue creado en la plazuela de los Descalzos[22].

                A las funciones que anualmente celebraba la Cofradía de Ntro. Padre Jesús acudían un gran número de cofrades y devotos. Oradores sagrados ocuparon el púlpito de la iglesia de Jesús predicando en sucesivos Miércoles de cuaresma y en riguroso orden los hechos más destacados de la Pasión: Oración en el Huerto, venta, prisión de Jesús, bofetada, azotes, colocación de la corona de espinas, cruz a cuestas, concluyendo todos estos actos con el canto del «Miserere», a excepción del último Miércoles que era santo y al concluir la predicación, a las cinco de la tarde, se iniciaba la procesión a las cinco de la tarde de Ntro. Padre Jesús y los demás pasos que componían el desfile de ese día: Oración en el Huerto, Verónica, Señor atado a la Columna, Señor de las Espinas, San Juan Evangelista, Bendita Magdalena. El Jueves Santo a las ocho de la noche tenía lugar el sermón de la Pasión[23]. La procesión del Viernes Santo era organizada por la Cofradía de la Soledad que tenía sus propios estatutos y actuaba ajena a la otra Cofradía.

                En Noviembre de 1846 los hermanos de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno acuerdan llevar un distintivo en los actos públicos a los que asistan, éste consistirá en un escapulario con la imagen de Nuestro Padre Jesús llevando la cruz a cuestas, estampada en tafetán, color morado y en el reverso una inscripción (N.P.J.N)[24].

                El 28 de marzo de 1847, las Cofradías de Ntro. Padre Jesús y la Soledad acuerdan organizar las procesiones y las funciones religiosas en común, pero aún habría que esperar un año para la unión de ambas cofradías. Todas estas reuniones tenían lugar en la sacristía de la iglesia de Jesús. Se solicita al Ayuntamiento ayuda económica ante la precaria situación de la población a raíz de la Desamortización para las funciones religiosas[25].

                La Cofradía de Ntro. Padre Jesús organizaba la procesión del Miércoles Santo y la de la Soledad, el Viernes Santo. En Junta celebrada el Domingo de Ramos, 28 de marzo de 1847, se avienen a que la procesión que hace la Cofradía de Ntro. Padre Jesús el Miércoles Santo asistan los hermanos de la Soledad con sus insignias, estandarte y seis velas; participando también éstos, en la procesión que el Viernes Santo hace la de la Soledad. Y que los hermanos de ambas Cofradías asistan a los actos religiosos que en la Semana Santa se celebran en el templo de San Francisco, siendo uno de ellos el Sermón de las Siete Palabras, Descendimiento y Soledad, el Viernes Santo[26].

                Los pasos que salían en la procesión del Miércoles Santo: Oración en el Huerto, la Verónica, el Señor atado a la Columna, el Señor de las espinas, Jesús Nazareno, la Magdalena, San Juan y la Soledad[27]. El recorrido procesional era el siguiente: De la calle Encarnación a la calle Nueva, en dirección a la plazuela de San Miguel, subía por la calles Sofraga y Sillerías hasta la Plaza Mayor, en donde daba la vuelta alrededor de la misma, seguidamente bajaba por las calles Carnicerías y Herreros hasta el templo de San Francisco, en donde concluía. Las imágenes eran trasladadas el Jueves Santo a la iglesia de Jesús, después de sermón de Pasión.

                En el año 1848, se agrega la Cofradía de la Piedad a la de Jesús, considerando además que la imagen de la Virgen de la Piedad se venera en la iglesia de Jesús, desde la destrucción de su ermita con motivo de la invasión francesa de 1809[28]. Desde entonces, la divisa de la Piedad iniciará el desfile procesional del Miércoles Santo junto con el estandarte de la Cofradía de Jesús. Atendiendo a los beneficios que producían los miembros de la Cofradía de la Piedad a la de Jesús Nazareno, se acordó que en obsequio y culto a la Virgen se haga una fiesta el domingo siguiente al día de la Asunción de Ntra. Sra. el 15 de agosto[29].

                El día 5 de febrero de 1848 se unen las Cofradías de Jesús y la Soledad[30], que se habían reorganizado aún con mayor fuerza que antes de que fueran extinguidas con motivo de la Desamortización.              

                Es penoso no conocer algunas obras de cierta calidad artística que han desaparecido, pero que formaron parte de la Semana Santa de Trujillo y que conocemos gracias a los Libros de Cofradías[31]. Una tradición en la imaginería española del siglo XIX ha sido la imitación de modelos prexistentes, tanto escultóricos como pictóricos. Trujillo no podía ser en este caso una excepción. La Cofradía de Ntro. Padre Jesús adquirió algunas imágenes que vendrían a sustituir a otras homónimas que se encontraban en mal estado de conservación, como es el caso de la imagen de San Juan. Sus hermanos cofrades asistían al entierro y funeral de los hermanos de paso ue fallecían, con las insignias y estandartes de la Cofradía, según constaba en un artículo de su Constitución[32].

                En 1923 cesó el culto en la iglesia de Jesús. Su retablo fue depositado en la parroquia de San Francisco. Un año después, la Cofradía de Ntro. Padre Jesús fue reorganizada bajo el título de Cofradía de Jesús del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad, que obtenía el título posesorio de la iglesia de Jesús ante el Juez de Primera Instancia don Rufino Gutiérrez. De esta manera el espíritu cofradiero de Trujillo conoció una renovación espiritual, intensificando los cultos a sus advocaciones titulares.

                Las convulsiones político-sociales que vive España desde el año 1936 a 1939, no influirán mucho sobre esta Cofradía, continuando los desfiles procesionales. Tan solo, no se celebraron comitivas en la Semana Santa de los días 9 y 10 de abril de 1936. Gobernaba la II República el Frente Popular, ganador de las elecciones en el mes de febrero, presidido por Azaña. El ministro de la Gobernación, Amós Salvador, el lunes 30 de marzo dio el siguiente decreto: «En mi deseo de asegurar la tranquilidad pública ante las próximas elecciones municipales, prohibo desde el día de hoy las manifestaciones en la vía pública cualquiera que sea su carácter y sentido». Trujillo se limitó a colocar los pasos, que deberían salir en procesión, sobre sus andas y exponerlos en el interior del templo de San Francisco a la veneración de los fieles.

                Tras esta tímida paralización de las procesiones de Semana Santa, volvieron las imágenes a las calles, aumentando el recorrido de las mismas de acuerdo con el ensanche de la población. Sin ninguna duda podemos asegurar que una de las épocas más brillantes de las procesiones de Trujillo fue la que corresponde a la década de los cincuenta, no solo por la brillantez que adquieren entonces los desfiles procesionales sino por el número de personas que se reune en los cultos que se realizan en la parroquia de San Francisco.

                En los sesenta, por el contrario, suponen cierto retroceso de las procesiones de Trujillo. La emigración desvinculó de la ciudad a muchas personas tradicionalmente ligadas a la Cofradía del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad. Algunas imágenes dejaron de salir en procesión, tal es el caso de San Juan o la Bendita Magdalena. Parte de la juventud vive el síndrome del Mayo del 68 parisino. Influye también, la creación de nuevos barrios en todo ello, con la consecuente desvinculación de las familias a sus antiguas parroquias.

                En los años ochenta se inicia una recuperación de cofradías y desfiles. En el año 1984 se funda la Cofradía de San Juan y un año después se actualiza la Hermandad del Cristo del Perdón con la renovación de sus estatutos (fundada en el año 1952). En el corto espacio de dos años irán surgiendo nuevas cofradías en Trujillo que se sumarán con sus hermanos de paso y luz, imágenes, estandartes y bandas de música, a los desfiles procesionales. De esa recuperación fueron protagonistas un buen número de personas jóvenes que se incorporaron a las tareas cofradieras. Al mismo tiempo que se alejaba el miedo, vivido en los setenta, de tener que dejar en el templo, por falta de hermanos de carga, alguna imagen.

                En el año 1992, se crea con renovadas ilusiones la Junta de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Trujillo que tiene encomendada la tarea de la organización de las procesiones de Semana Santa. Se reanudan los famosos pregones en la voz carismática de don Agustín Villanueva, que habían decaido en los años setenta parejos a las procesiones, y la Cofradía de Ntra. Sra. de las Angustias editan nuevas guías y carteles. En la actualidad, estas cofradías y hermandades han llevado a cabo la loable labor de restaurar sus imágenes e influyen decisivamente en la brillantez de los desfiles procesionales.

 

 

3- LA PASION EN LAS IMAGENES DE LA SEMANA SANTA.

               

 

3.1.- ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALEN.

 

                Este paso, conocido popularmente como «La borriquita» sale en procesión el Domingo de Ramos. Es imagen de Olot adquirida por la parroquia de San Martín en 1952.

                Es la única procesión litúrgica que se celebra y desarrolla en las calles de Trujillo durante la Semana Santa.

 

3.2.- ORACION EN EL HUERTO.

 

 

                Esta imagen representa el momento en que el Angel de Getsemaní muestra a Jesús el cáliz de su pasión. Es una obra un poco alejada del dramatismo con que los evangelistas describen esta escena, ésta se halla inundada de paz, serenidad y calma, quedando marcada por ese ángel de apolínea belleza, en contraste con la figura más pequeña de Cristo, cuya cabeza se alza, elevando los ojos hacia el cáliz que ya ha sido aceptado.

                Fue adquirida en el año 1917 en un taller valenciano para incorporarla a las que ya salían en procesión. La iniciativa partió de la familia Blázquez Mediavilla que la donó a la parroquia de San Francisco para tal fin. Este paso ha sido restaurado en 1992 en el Taller de Restauraciones Artísticas de Trujillo.

                En 1989 se funda la Cofradía de este paso. El hábito está compuesto de capirote y túnica negros con botones y cinturón verdes, capa verde con escudo central en el cinturón.

                Sale en procesión el Martes Santo desde las Escuelas de la carretera de Cáceres hasta el templo parroquial de San Francisco para iniciar el desfile procesional del Jueves Santo. El elemento fundamental de la procesión es la espontaneidad que rezuma, ya que la imagen es acompañada por prácticamente la totalidad de los vecinos del barrio.

 

 

 

3.3.- CRISTO AMARRADO A LA COLUMNA.

 

 

                Es la única figura conservada en Trujillo del paso de la flagelación. Es, probablemente, obra de hacia 1678, realizada por algún discípulo del taller madrileño de Pedro Alonso de los Ríos, imitador tardío de Gregorio Fernández. Esta imagen es semejante al Cristo atado a la Columna del Convento de las Bernardas del Sacramento. Es obra de buena calidad artística, con líneas serenas, modelado de sobrio realismo y ampuloso paño anudado a la cadera.

                El artista ha sabido expresar en esta imagen de Trujillo el gusto popular por lo emotivo como cauce de expresión religiosa. Esto justifica también la tendencia realista que se manifiesta con gran crudeza.

                Es evidente la acentuación de los valores puramente formales y la fuerza con que está tratado un tema de tanta hondura dramática. La figura de Jesús muestra un modelado muy acabado, con la habitual morbidez y en elegante postura su curvado cuerpo. Este modelado es de un fuerte naturalismo y de gran belleza, amortiguada por la profusión de heridas. La cuidada y bellísima cabeza resume impecablemente las calidades exquisitas del artista. El rostro, presenta los ojos suplicantes, la boca entreabierta y los labios hinchados, es de un patetismo conmovedor.

                Es obra anónima de la escuela castellana del siglo XVII. Perteneció a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y se veneró en la iglesia de Jesús. Hoy es propiedad de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor y se encuentra en su filial San Francisco.

                Es acompañado por penitentes de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias con capirote y túnica burdeos y capa blanca. Utilizan como insignia la Santa Cruz con el sudario.

 

3.4.- CRISTO CAUTIVO.

               

                Vulgarmente conocido como «Cristo de Medinaceli», por exponerse en besapiés el primer Viernes de marzo, a imitación del célebre Nazareño madrileño. Esta imagen sustituyó en el siglo XIX a una notable obra artística de Jesús Nazareno, del siglo XVII, que aún se conserva en la iglesia de San Francisco, aunque en muy mal estado de conservación. Esa imagen del Nazareno era la titular de la iglesia de Jesús en la que se daban cita la mayor parte de imágenes procesionales de la Semana Santa, antes de que cesara el culto en ella.

                La imagen del Cristo Cautivo fue originariamente un Nazareno cruciferario, siendo variado de postura y colocados sus brazos en otra posición, durante una restauración llevada a cabo en los años veinte. Esta devotísima imagen viste túnica bordada por el célebre modisto don Enrique Elías, que a su vez es el Presidente de dicha Cofradía, el cual conserva la imagen de Cristo Cautivo y acrecienta su culto.

                La Cofradía del Cristo Cautivo fue fundada en 1987. Un año después se unió con la Cofradía de San Juan, formando en la actualidad una sola.

                Sus penitentes visten túnica morada y capirote de seda amarilla. Utilizan como insignia la Cruz Trinitaria. Sale en procesión el Jueves Santo.

 

 

3.5.- «JESUS NAZARENO».

 

                En nuestra nomenclatura piadosa reservamos el título de Jesús Nazareno a las representaciones de Cristo cargado con la cruz, camino del Calvario, aunque en sí mismo el apelativo sea en cierto modo gentilicio por haber vivido Jesús en Nazareth.

                De la frase evangélica tomada de San Mateo y San Lucas: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome a cuestas su cruz y sígame», surgió en la ascética cristiana, desde remotos tiempos, multitud de stauróforos o amantes de la cruz, staurofilia que fue cultivada de modo singular por los franciscanos que llegaron a Trujillo[33].

                No es extraño que los penitentes de las cofradías se llaman también nazarenos; es posible que la razón secundaria -la principal es el recuerdo de Cristo- derive del grupo hebraico de los nazarenos, que se consagraban particularmente al culto de Dios, no bebían licor alguuno que pudiera embriagar y no se cortaban la barba ni el cabello[34].

                Aguda unción sagrada emana de la figura de Jesús Nazareno, que se conserva en el Convento de San Pedro de Trujillo, obra del siglo XIX. Fue donado al citado Convento por los hermanos Vázquez, del capital que debían[35]. Es una imagen que invita a la profunda y participativa conmiseración y delata los carismas de su anónimo autor, que estaba formado evangélicamente para ejecutar esta obra con acierto. El paso ha sido representado doliente, angustiano, pero todavía posee entereza física para seguir cargando con el madero por la Vía Dolorosa. Posee volúmenes bien contorneados y dramatismo expresivo con afiladas aristas en el rostro y cabellera, tratada como conjunto sin pormemorizar. Viste una hermosa túnica bordada por las franciscanas terciarias de Trujillo que lo custodian.

                Fue constituida esta Hermandad el 28 de agosto de 1987. Años atrás salía en procesión acompañada por operarios de AJUSA, que vestían un hábito color morado, ceñido con correaje de esparto. En la actualidad los hermanos de luz y carga visten hábito blanco con cordón y botones rojos con capirote y capa rojos exhibiendo el anagrama de Jesús con la Cruz a cuestas.

                Sale en Miércoles Santo en procesión desde el convento de San Pedro, lugar en el que recibe el culto y el cuidado de las religiosas franciscanas de la T.O.R., para unirse al Cristo del Perdón que desciende de la Villa bajomedieval, para continuar juntos la procesión hacia el templo de San Francisco. El Jueves Santo sale en procesión con el resto de las imágenes.

 

 

3.6.- CRISTO DEL PERDON.

 

 

                Recibe culto en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, en la capilla de los Loaisas. Se le conoció anteriormente como Cristo de la Misericordia, troncándose este nombre por el del Perdón a raíz de unas intercesiones populares en los años de la postguerra civil española.

                Es obra de la segunda mitad del siglo XVIII, presentando paño de pureza anudado al lado derecho, y rostro doliente, bien tallados los huesos y las venas. Representa a Cristo en su agonía, con la cabeza inclinada sobre el pecho, «mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de él», cuidada barba y cabellos rizados y revueltos, y con la boca y ojos entreabiertos. Conserva su policromía original, pero algo dañada y con la pátina del tiempo. Se halla dentro de la línea barroquizante del realismo del siglo XVIII, aunque éste es moderado, dotado de una expresión patética pero sin extremismos, de modelado correcto.

                Esta obra no aparece documentada en los libros de fábrica de la parroquia, es muy probable que se trate del mismo Crucificado que estaba en la dehesa de los Quintos de Bobadilla. Esta dehesa fue propiedad de la iglesia de Santa María, hasta el 23 de junio de 1800. En dicha fecha se vendió al conde de Torres Arias y Marqués de Santa Marta en 930.000 reales. En esta dehesa había una ermita en la que era muy venerada una imagen de Cristo crucificado[36].

                La fundación de esta Hermandad data del año 1952. A partir del año 1985 se actualizó está Hermandad con la renovación de Estatutos y la incorporación de nuevos hermanos. En la actualidad es la Hermandad más numerosa en cuanto al número de socios. En el año 1991, don Tomás Terrones Tamayo y don Andrés Martínez Grande, artesanos locales, donaron a la Hermandad unas artísticas andas en madera de nogal, extraida de Navezuelas, que ellos habían ejecutado para que el Cristo del Perdón fuera portado en ellas. En las andas aparece magníficamente talladas algunas escenas relativas con la Pasión y Muerte de Cristo, y la imagen de Ntra. Sra. de la Victoria, Patrona de Trujillo.

                El hábito de los hermanos está compuesto de capa morada y capirote del mismo color con túnica blanca. Utilizan como insignia tres clavos circundados por la corona de espinas. Es impresionante observar a los penitentes que acompañan a la imagen portando una pesada cruz a cuestas.

                Se traslada procesionalmente el Miércoles Santo desde el templo parroquial de Santa María la Mayor, lugar en el que recibe la veneración de los trujillanos a lo largo del año, hasta la iglesia de San Francisco. El Viernes Santo inicia el desfile procesional al que se suman el resto de las imágenes. También, en la procesión del Silencio, acompaña a la Soledad para regresar de nuevo al templo de Santa María.

 

 

3.7.- NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS.

 

                Este notable grupo escultórico procede de la iglesia de Jesús y fue trasladado a la parroquia de San Francisco, en cuyo retablo mayor fue colocado, cuando cesó el culto en aquélla iglesia.

                Es obra de fina ejecución y gran nobleza. De la rica y brillante policromía de los paños resalta fuertemente el rostro de María con un dolor contenido, sin extremismos, así como la cabeza serena de Cristo, que la Madre sujeta con amoroso cariño. Es un conjunto escultórico de exquisito realismo, según el tipo de Alejandro Carnicero, de mediados del siglo XVIII.

                Visten sus cofrades túnica y capirotes burdeos y amplia capa blanca.    Sale en procesión el Jueves Santo.

 

 

3.8.- SAN JUAN.

 

                Perteneció a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno que lo adquirió en 1884 para sustituir a otra imagen del siglo XVIII que se encontraba en mal estado de conservación. La efigie antigua de San Juan fue entregada a doña Paz Orellana, en atención a los beneficios que esta señora estaba haciendo a la Cofradía de Ntro. Padre Jesús[37]. Esta señora era viuda de don Juan Malo de Molina, que durante muchos años había sido alcalde y benefactor de esta Cofradía.

                La imagen de San Juan formó el Calvario junto a la imagen de la Soledad y la Magdalena, junto con el Cristo de Limpias, que actualmente se encuentra en la sacristía de San Francisco, retirado del culto. Fue retirado del desfile procesional de Semana Santa en los años sesenta de nuestro siglo.

                La Cofradía de San Juan fue fundada en el año 1983 por un grupo de amigos que lograron recuperar el popular paso de San Juan para que formara parte de los desfiles procesionales, tras haber estado en el olvido veinte años. A esta Cofradía se debe la iniciativa de que los cofrades de carga vistieran hábito para portar las imágenes. Esta Cofradía se unió en el año 1988 a la del Cristo Cautivo, dando lugar a la Ilustre Cofradía de Cristo Cautivo y San Juan, tras haber sido nombrado Miembro Honorario y Cofrade Mayor el Ilmo. y Exmo. Sr. D. Juan Pablos Abril.       

                Sale en procesión el Viernes Santo. Sus cofrades visten túnica morada y capirote dorado los cofrades de luz, mientras que los cofrades de carga llevan capirote al estilo monacal de color morado y apretado cíngulo de ambos colores.

 

 

3.9.- CRISTO YACENTE.

 

                Es una de las imágenes titulares de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad.

                Esta talla moderna, de los talleres de Olot, fue donada a la Cofradía por doña María Guillén Cano en el año 1923, quedando depositada bajo el altar de la iglesia de la Consolación que aquel mismo año era abierta el culto, merced al esfuerzo y generosidad de la bienhechora doña Margarita de Iturralde. Es un Cristo yacente, muerto, tendido sobre una sábana, desnudo -salvo un paño de pureza sujeto a las caderas-, que reclina su cabeza sobre un cojín. El modelado del cuerpo es de una gran belleza plástica, que se concentra en la cabeza, de honda expresividad, pero sin concesiones a efectismos dramáticos de facilón realismo. Presenta rasgos bien definidos de una cabeza noble, ojos sermicerrados, boca entreabierta, con los cabellos y la barba extendidos en cuidados mechones. Todos estos rasgos se unen para expresar de una forma más adecuada el sereno reposo de la muerte tras el sufrimiento en la cruz.

                 Esta imagen vino a sustituir a una talla de principios del siglo XVII, la cual se habilitó con brazos articulados para el acto emotivo del Descendimiento, era el Crucifijo que presidía el Sermón de las Siete Palabras. Antes de la procesión del Viernes Santo, era trasladado con todos los respetos a un arca para salir en procesión.

                Desfila procesionalmente el Viernes Santo, acompañada por sus cofrades vestidos dignamente de riguroso luto, y acompañada por hermanos de luz que visten hábito y capirote negro, y capa blanca, realzado por la Cruz de Jerusalén. Es la Cofradía de mayor tradición en Trujillo.

 

3.10.- NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD.

 

                Es imagen de tambor, solamente tiene talladas las manos, la cabeza y los pies. Fue adquirida en el siglo XIX por la Cofradía de la Soledad, vino a sustituir en las procesiones a una dolorosa castellana de bastidor, obra del último tercio del siglo XVII, que se conserva en el coro alto del Convento de San Pedro. Es propiedad de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad. Está retirada del culto.

                El manto que actualmente lleva la Virgen de la Soledad se consiguió en 1966, por la cantidad de 175.000 ptas, gracias a donativos populares y con la iniciativa de doña Soledad Quiles Blanco, ya que el que tenía se encontraba en deplorable estado de conservación. Este mismo año, la Asociación de Antiguos Cruzados, se hacen cargo del desfile procesional de la imagen y del ornato de la misma, en colaboración con la familia de don Diego Romero Domínguez. En esa misma fecha se adquirió el trono de la Virgen en 78.000 ptas.

                Sus cofrades visten los colores de la bandera de los Antiguos Cruzados, el blanco en la capa y en el capirote, y el rojo en el hábito. Utilizando como insignias las mismas que la Asociación. Es el paso que cierra los desfiles procesionales en Trujillo.

 

 

3.11.- OTRAS IMAGENES.

 

 

                En este apartado vamos a estudiar el resto de imágenes que en otras épocas formaban parte de las procesiones de la Semana Santa y que en la actualidad se conservan en templos y conventos de la ciudad, custodiados celosamente por religiosas o sacerdotes.

                Tal es el caso de la Magdalena, imagen de tambor, que solamente tiene talladas la cabeza, manos y pies. Es obra del siglo XIX, fue adquirida por la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno[38]. Esta imagen podía venerarse hasta los años 60 en un retablo que había en el muro de la Epístola de la parroquia de San Francisco, y procedía de la iglesia de Jesús. En la actualidad se encuentra en el coro de la citada iglesia de San Francisco.

                En el convento de San Pedro se conserva una imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. Es obra de estimable factura del último tercio del siglo XVII, de bastidor, tiene talladas la cabeza, las manos y los pies. Estuvo en la iglesia de Jesús. Con motivo de la Desamortización, se extinguieron las Cofradías de Ntro. Padre Jesús y Ntra. Sra. de la Soledad, que fue reorganizada algunos años después[39].

                La imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, fue trasladada el 7 de mayo de 1846, provisionalmente, a la iglesia conventual de las MM. Jerónimas. Pero, el sacerdote don Francisco Navarro, a instancias del Sr. Obispo de Plasencia don Pedro Casas y Souto, ordenó el 9 de abril de 1879 que fuera trasladada esta imagen al convento de San Pedro de Trujillo, el Viernes Santo después del sermón de Soledad, para que fuese cuidada y atendida por las franciscanas de San Pedro, quedando allí definitivamente[40]. El día 15 de mayo de 1886, el Alcalde Presidente de la Cofradía de la Soledad envió una solicitud al Sr. Obispo don Pedro Casas para que la imagen de la Soledad fuera trasladada a la iglesia de San Francisco. Pero, el Sr. Obispo rechazó esta solicitud el 31 de mayo del citado año, considerando que en el convento de San Pedro estaba mejor conservada y era más venerada por las religiosas franciscanas[41].

                La imagen de Ntra. Sra. del Mayor Dolor, de estimable factura y expresivo realismo, es obra castellana del primer tercio del siglo XVIII, llegó al monasterio de San Miguel de Trujillo en el año 1836. Procedía del extinguido Convento de la Encarnación, hoy conocido como Colegio de la Salle. Con motivo de la Desamortización el 9 de marzo de 1836, los frailes dominicos fueron exclaustrados[42]. Las dominicas del Convento de San Miguel reclamaron la venerada imagen de Ntra. Sra. del Mayor Dolor. Pero, el 31 de mayo de 1836 tuvieron éstas que abandonar su monasterio, suprimido por Orden Ministerial, marchando al Convento de la Encarnación de Plasencia, lugar en el que estuvieron durante catorce años. Una de las religiosas era nieta de un vecino de Trujillo, un sastre llamado don Pedro Peña. Este conservó en su casa algunas imágenes del monasterio de San Miguel en el tiempo en que las religiosas estuvieron en Plasencia, entre ellas la Virgen del Mayor Dolor. A su regreso a Trujillo, el 4 de noviembre de 1850 (según Real Orden de Isabel II), don Pedro Peña devolvió las imágenes al monasterio de San Miguel[43]. En 1852 se levantó, por fin, la prohibición de admitir novicias, y las monjas de clausura lograron mantenerse.

 

 

4.- RECORRIDO PROCESIONAL DE LAS IMAGENES.

 

 

 

                Trujillo en Semana Santa se detiene en el tiempo, invitando a todos a vivir la emoción interna que se siente durante estos días de recogimiento. Hombres y mujeres están dispuestos a continuar una tradición que viene de siglos. De esta manera, durante estos días, todo Trujillo es templo y todas sus calles son altares.

                En la actualidad, comienzan las procesiones con la entrada triunfal de Cristo en su Jerusalén de Trujillo. Mientras que los niños están impacientes para acompañar a la imagen de «La borriquita», en el interior del templo, la lectura de la Pasión situará a los creyentes en la ambientación plena de la Semana que da comienzo. A la salida del templo de San Martín, los niños agitan las palmas desnudas, caminando radiantes, acompañando a la imagen de Jesús en la borriquita.

                El martes, entre olivos, Cristo arrodillado ante el ángel suda sangre. Es la procesión que la Cofradía de la Oración en el Huerto con gran recogimiento ha organizado desde las Escuelas Nacionales hasta el templo de San Francisco, lugar sagrado donde se van a ir dando cita las imágenes de la Semana Santa Trujillana.

                La noche del Miércoles Santo se va adentrando, el público se concentra en la Plaza Mayor esperando ver el encuentro del Cristo del Perdón y del Nazareno. En el corazón de la Villa el redoble de los tambores ponen paso marcial, un silencio deambula al resplandor de los faroles, es la procesión de la Hermandad del Stmo. Cristo del Perdón que desde el majestuoso templo de Santa María se abre paso con su Crucificado por las angostas calles medievales. El tiempo se ha parado, el aire se ha dormido contagiado por el sueño secular de los sillares de la iglesia y el resplandor de los ciriales. La noche canta una saeta de soledad desde el atrio del templo de Santiago.

                Mientras tanto, en el convento de San Pedro, la Hermandad de Jesús Nazareno, sobre el itinerario marcado, parecen dormir la majestuosa quietud de un silencio universal. En la alta noche, por una calle angosta y rumorosa camino de la Plaza, aparece la procesión y hace un alto a la espera del Crucificado. Entre los dos aleros del Palacio de San Carlos, las estrellas guiñan su temblor divino, de los balcones cuelgan las almas de la nobleza trujillana, entre hermanos cofrades y mantillas avanzan lentamente los pasos para encontrarse en la Plaza. De pronto, entre la multitud ha brotado una voz, es una saeta cantada por el sentimiento elevado de un trujillano. Inmediatamente nos sentimos arrebatados por una emoción que nos aparta de lo vulgar. Entre aplausos, continua la procesión y Cristo Crucificado y el Nazareno navegan en un mar de corazones en la solemnidad del Miércoles Santo camino del templo de San Francisco.

                El Jueves Santo la gente se apiña en las calles de Trujillo para ver la comitiva que con acompasado ritmo camina por ellas como si buscara el camino de la redención. Imágenes de calidad artística salen en procesión: La Oración en el Huerto, el Señor atado a la columna, Cristo Cautivo y la Soledad.

                En el Viernes Santo se viven dos momentos que no nos hacen olvidar la tristeza propia del tiempo. Hasta la tarde, son frecuentes las visitas al «Monumento» expuesto en nuestras iglesias. Es un lugar de adoración a la cárcel en la que está prisionero Jesús en espera del martirio de la jornada siguiente. El Viernes Santo significa luto, tristeza y muerte, y este es el ambiente que se observa en las calles. Por la noche, el rito penitencial alcanza el momento más álgido con la procesión del Santo Entierro, que en otros tiempos venía precedida, sobre velo enlutado, del sermón de las siete palabras escritas con el mismo laconismo que nos recuerda el Evangelio. Luego, la representación ritual de bajar a Cristo Crucificado de la cruz, que en el interior del templo de San Francisco aparecía clavado como en otro Calvario. Acto de exquisita de devoción que en Trujillo se ha perdido, y que congregaba emocionada al pueblo cristiano.

                En la procesión del Viernes Santo desfilan las imágenes del Nazareno, el Cristo del Perdón, Las Angustias, Cristo tendido sobre un sudario blanco, su discípulo amado San Juan, y la Soledad. 

                El sonido de un tambor destemplado que suena en la madrugada del Viernes Santo inicia la procesión del silencio, que se ha vuelto a resurgir hace algunos años. Sigilosos penitentes acompañan al Cristo del Perdón y a la Soledad por las calles taciturnas de Trujillo. Es un silencio tan conmovedor que hasta se escucha el gotear de la cera perdida de los velones. El frío de las altas horas se rompe contra la gente que se agrega en las aceras para presenciar la comitiva.

                En la Plaza tras el emotivo encuentro, la Virgen regresa a la iglesia de San Francisco mientras que el venerado Cristo del Perdón se pierde en la noche por el Arco de Santiago camino de la parroquia de Santa María.

 

 



[1]AZCARATE RISTORI, J. Mª de: «Las Ordenes Militares y el Arte». Actas del Simposio: El Arte y las Ordenes Militares. Cáceres, 1985, p. 27. Sobre la participación de las Ordenes Militares en la Reconquista, véase LOMAX, D. W.: La Reconquista. Barcelona, 1984, p. 153.

[2]PALACIOS MARTIN, B.: «Alfonso VIII y su política en la frontera de Extremadura». A.E.M. 1989, p. 160. Ya, en la primera reconquista de Trujillo por parte del ejército cristiano, en 1186, el rey Alfonso VIII la había entregado a la Orden de Trujillo, nacida expresamente para la defensa de esta plaza. MONTAÑA CONCHIÑA, J. L.: La Extremadura Cristiana. Memoria de Licenciatura, Cáceres, 1990, p. 38.

[3] Vid. sobre la existencia del franciscanismo en Trujillo. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio sobre los conventos de la T.O.R.F. en Trujillo. Cáceres, 1991.

[4]Fuero concecido por el rey Alfonso X el 27 de julio de 1256, 1-1-5-1, fol. 123, num. 33. Archivo Municipal Trujillo.

[5]Libros de Cuentas de las citadas parroquias. Cit. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio histórico artístico de la iglesia parroquial de Santa María de Trujillo. Cáceres, 1989.

[6]Archivo Municipal de Trujillo, 1-2-70-95, 2 fols.

[7]Archivo Municipal de Trujillo, 1-1-14-154-8, fols. del 13 al 15.

[8]Ordenanzas de la Cofradía de San Martín, erigida para caballeros, en la parroquia de este mismo nombre en Trujillo. 8 fols. 1-2-72-10. Archivo Municipal de Trujillo.

[9]TENA FERNANDEZ, J.: Trujillo histórico y monumental. Alicante, 1967, p. 522.

[10]Fue Carlos III, en el año 1777, el que prohibió los disciplinantes y todo tipo de mortificación sangrienta en cualquier procesión penitencial.

 

[11]TENA FERNANDEZ, op. cit., p. 523.

[12]La inauguración del Concilio tuvo lugar bajo el pontificado de Lucio III, quien hace convocatoria para 1545 y 1546. Es este Papa el que mediante bula autoriza la celebración del Descendimiento en Bercianos de Aliste (Zamora). Arch. Parroq. Es el primer dato escrito sobre esta costumbre. Siguiéndole el resto de poblaciones en los años finales del siglo XVI.

[13]Sobre la práctica del Desclavamiento véase a DOMINGUEZ MORENO, J. Mª: «La Crucifixión y el Desclavamiento en el norte de Cáceres». Antropología Cultural en Extremadura. Mérida, 1989, p. 143.

[14]Contrato y Concordia entre la Cofradía de La Caridad y la de Nuestro Padre Jesús, 1674. Archivo Municipal de Trujillo.

[15]Contrato y Concordia entre la Cofradía y Hospital de la Santa Caridad y la Cofradía de Jesús de Nazaret, 11 de enero de 1674. Francisco Márquez, escribano. Arch. Municipal de Trujillo, fol. 1.

[16]Archivo Municipal de Trujillo, 1-4-157-9, 13 fols. Traslado a 11 de enero de 1671.

[17]Acta de sesiones del Ayuntamiento, 24 de diciembre de 1707. Arch. Municipal de Trujillo.

[18]Dictámenes enviados al Consejo de Castilla, 23 de abril de 1789. Archivo Histórico Nacional. Sala de Gobierno de Castilla, leg. 827.

[19]Archivo Municipal de Trujillo, Legs. 240 y 244, Acuerdos del 1 de julio y 5 de agosto de 1709.

[20]Es muy explícito el fol. 1 del Libro de Bautismos, 1809-1833. Arch. Parroquia de Santa María. También, hay varios libros en el Arch. Municipal de Trujillo que recogen la situación precaria de la población tras la invasión francesa. Leg. 444. Acuerdos, 1842, fol. 138. Leg. 962. Libro 3. MADOZ, P.: Diccionario geográfico-histórico de España y sus posesiones en Ultramar. Madrid, 1846, t. XV, pp. 169.

[21]A.D.H. Leg. 56. Bienes Nacionales. Expediente de ventas núm. 202.

[22]Sobre las vicisitudes que tuvo que pasar el Hospital de la Caridad véanse varios documentos existentes en el Archivo Municipal de Trujillo. Leg. 469. Libro de Acuuerdos de 25 de marzo de 1867, fol. 30 y vº; Leg. 1215, libro 3. Expediente de subasta para la reedificación de parte del edificio del Hospital Municipal de Trujillo.

[23]Desde el año 1847 comenzó a predicarse el Jueves Santo en la iglesia de San Francisco. Con anterioridad, se celebraba en la madrugada del Viernes. Pero, al cometerse muchas irreverencias en la noche del Viernes, se cambió al día anterior. Libro de Acuerdos de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1847, fol. 8. Arch. Parroquial de Santa María de Trujillo.

[24]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1846, fols. 1 y 5 vº.

[25]Arch. Municipal de Trujillo, leg. 449. Acuerdos del 12 de marzo de 1847, fol. 21.

[26]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1847, fol. 13.

[27]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1847, fols. 15 y 16.

[28]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 7 de enero de 1848, fol. 20 vº. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo.

[29]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 14 de febrero de 1876, fol. 99.

[30]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1846-1884, fol. 11 y 22.

[31]Constituciones y reglamento de la Cofradía de Jesús Nazareno, 1882. Archivo parroquial de Santa María de Trujillo. Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús en donde se anotan los hermanos de luz de la citada cofradía, 1846. Archivo parroquial de San Martín de Trujillo.

[32]Libro de Cuentas de las Cofradías de Ntro. Padre Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de la Piedad, 1889, p. 20. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo. Existen varios folios en donde se anotan los hermanos de paso de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús que han fallecido, 1848-1889.

[33]Vid. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio sobre los conventos de la T.O.R.F. en Trujillo, op. cit. «Aproximación histórica sobre el convento de Ntra. Sra. de la Luz en Trujillo». Actas de los XXI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 1992.

[34]No hemos de olvidar que Trujillo fue una ciudad habitada por una populosa comunidad de judíos, hasta su expulsión en 1492. LACAVE, J. L.: Sinagogas y juderías extremeñas. Sefarad, t. XL, fasc. 2. Madrid, 1980.

[35]RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio sobre los conventos de la T.O.R.F. de Trujillo. Cáceres, 1991, p. 81.

[36]Cláusula que se encuentra en el Libro Misas de Difuntos, 1707. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo.

[37]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 27 de febrero de 1884, fols. 135 y 137 vº.

[38]Libro de Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús, 1846-1884, fol. 11 y 22.

[39]Acuerdos y Concordias de la Cofradía de Jesús de Nazaret. Arch. Parroquial de Santa María de Trujillo.

[40]Documentos pertenecientes a Ntra. Sra. de la Soledad que se venera en la iglesia del convento de San Pedro. Arch. Convento de San Pedro. RAMOS RUBIO, J.A.: Estudio sobre los conventos de la T.O.R.F. de Trujillo, op. cit., p. 78.

[41]Documentos existentes en el Archivo de Convento de San Pedro de Trujillo.

[42]Real Decreto, 1836, fols. 120-130. Cit. REVUELTA GONZALEZ, M.: La Exclaustración (1833-1840). B.A.C. Madrid, 1976, pp. 386-389.

[43]R.R. MONASTERIO DE SAN MIGUEL: «Breve reseña histórica de la imagen de Ntra. Sra. del Mayor Dolor de la iglesia conventual de San Miguel de Trujillo». Folleto Semana Santa, 1992, p. 49.

Mar 012014
 

 Luis Vicente Pelegrí Espinosa.

Tramites y costos de los bienes de difuntos

             Los capitales que recibieron los herederos de los indianos de Trujillo difuntos en las Indias sufrieron unos costos en tiempo y en dinero, tanto en América como en la Casa de Contratación. Desgraciadamente la información que ofrecen los expedientes manejados no permiten conocer los costos en América al carecer de resolución de cuentas que nos informen de los gastos burocráticos y de las mandas testamentarias allí efectuadas, sin embargo, podemos conocer los costos de envío, contenidos en la fe de registro de la Casa de Contratación, del dinero que llegó, así como el descuento que experimentó por el proceso llevado a cabo en esta institución hasta su cobro por los herederos mediante la carta de pago. Por tanto, los costos en tiempo y en dinero de los autos de bienes y difuntos estaban sujetos al ritmo de la Carrera de Indias,

de la burocracia indiana y de la Casa de Contratación.

 

            El ritmo de las flotas, como es sabido, condicionó el tráfico de personas, mercancías, y por supuesto, caudales. Gracias a las salidas y llegadas de los navíos conocemos las fechas concretas de algunas remesas de capitales que de otra manera no podrían precisarse, si bien, este ritmo fue más marcado en la costa y en las zonas próximas a Sevilla, cabecera del monopolio del sistema colonial español, que en territorios peninsulares de tierra adentro como los estudiados por nosotrosCáceres.

No obstante, el flujo del tráfico mercantil ayuda a precisar momentos determinados de salidas o vueltas de emigrantes, así como de envíos de capitales que los protocolos notariales no siempre pueden datar con exactitud[1]

           

Atendiendo al tiempo empleado por las flotas en su travesía hay que destacar que los retornos, en los que venían los caudales, fueron más lentos que las idas, al verse afectados por los regímenes de vientos y corrientes. Si las idas podían ocupar un promedio de tres meses de travesía, en los regresos se empleaban hasta cuatro o cinco meses. Y además, como señala Haring, las salidas anuales no eran la regla invariable, aunque fuera el propósito procurado y a veces conseguido. Pero lo cierto es que cada vez se espació más el ritmo con el que zarpaban las flotas hacia las Indias, y, por tanto, el plazo  de los retornos y con ello de los envíos de dinero[2].

 

            Si matizamos, por otro lado, la fase de trámite de los autos de bienes de difuntos en la Casa de Contratación hay que señalar que había unos plazos legalmente establecidos, generalmente de 30 días, para que los herederos de los difuntos presentasen las informaciones y abonos correspondientes para cobrar los envíos, y, de dos o tres meses para demostrar la institución de las fundaciones y el cumplimiento de mandas y legados, una vez que se había enviado a los familiares la carta de diligencia que les avisaba de la llegada de los caudales.

 

            Estos plazos se cumplieron en la mayoría de los autos estudiados[3], pues si transcurrían dos años desde que se iniciaban las diligencias en la Casa de Contratación, sin que hubiera reclamación alguna, los bienes pasaban a la Real Hacienda.[4] De hecho, la mayor parte del tiempo, sobre todo en los autos más lentos,  se ocupaba en las probanzas por parte de los familiares y en dirimir a quien correspondían los caudales. En algunos casos esta circunstancia llevó a enconadas disputas entre los posibles herederos

           

Una vez hecha la carta de diligencia de los autos de bienes de difuntos, era publicada en la localidad de origen del fallecido para aviso de los interesados, propagando, con ello, las noticias de las Indias[5].

           

            No obstante, hay que tener en cuenta también en el tiempo empleado en los envíos de las remesas de bienes de difuntos no sólo los elementos habituales de la Carrera de Indias y de la Casa de Contratación ya comentados, sino también los excepcionales que provocaron por su parte cierta demora en los trámites, y por consiguiente,  aumento también en los costos. Entre estos factores excepcionales se encuentran los peligros en la travesía, como los ataques piráticos o los naufragios, y, por lo que respecta a la Casa de Contratación, las trabas inconvenientes en la entrega de los caudales, principalmente a causa de los secuestros o requisas que la Corona realizó, en ocasiones, de los bienes de difuntos.

 

            De todos estos contratiempos los de menor relevancia en la Carrera de Indias fueron los primeros, pues los asaltos de piratas importantes fueron escasos ante la efectividad de la navegación en conserva de los buques protegidos por los galeones armados[6].

 

Los costos en dinero de los envios de caudales de bienes de difuntos a Trujillo experimentaron también, al igual que los costos en tiempo,  dos fases, una en las Indias[7]  y otra en la Casa de Contratación, donde, además de otros gastos burocráticos, se pagaban los derechos de la Carrera de Indias, como se ha indicado.

 

Entre estos costos hay que considerar los impuestos que gravaban los envíos de capitales indianos en su travesía por el Atlántico, como la avería y el almojarifazgo, y los gastos derivados de los trámites burocráticos en la Casa de Contratación[8].

Los 15 autos que hemos analizado poseen carta de registro, sin embargo sólo siete de ellos contienen actas de entrega, que, como se ha dicho, certifican que efectivamente los herederos de los indianos cobraron los caudales y que éstos llegaron a Trujillo. Esta documentación ofrece un destacado nivel de información a este respecto si la comparamos con otros repertorios de bienes de difuntos, pues en los expedientes procedentes de Perú en los siglos XVI Y XVII, ya citados, sólo la mitad cuentan con cartas de registro y el 42% con actas de entrega.

 

Matizando todas las circunstancias descritas sobre los costos de los autos de bienes de difuntos, y estableciendo comparaciones con los autos de Perú, podemos afirmar que los expedientes trujillanos no sufrieron graves costos ni en términos de tiempo ni en términos de dinero. Para establecer los primeros, es decir, los costos en tiempo contamos con tres índices: la fecha aproximada de la muerte o del testamento, la fe de registro y la carta de entrega. El tiempo que media entre los dos primeros documentos refleja la duración de los autos en América, que en los doce casos en los cuales hemos podido conocerlo asciende a nueve años, y presenta como valores extremos los 25 años de los autos de Sebastián González y tan sólo dos años en los de Diego Sánchez. Tal vez esta rapidez puede explicarse porque los bienes de los trujillanos no sufrieron algunas de las incidencias extraordinarias descritas que azotaron el trasporte de los caudales, como los ataques de los piratas o los secuestros de caudales por parte de la Corona, o al menos no ha quedado constancia de ello en la documentación consultada.

 

El lapsus comprendido entre el segundo y el tercer documento reflejan, por su parte, el proceso burocrático en la Casa de Contratación, que en la mayoría de los expedientes trujillanos se resolvió en un año, cumpliendo así con la legalidad descrita de tramitar los autos en este plazo, tan sólo en uno de ellos se dilató, en el de Gracia Sosa que duró cinco años.

 

El plazo legal se cumplió incluso cuando las mandas testamentarias eran más complicadas, tal y como ocurrió con las de doña Teodora de Salazar. Los oficiales de la Casa de Contratación  requirieron a los herederos certificación de haber cumplido con la manda testamentaria de Gracia de Sosa que fundó una capellanía en el Convento de la Puerta de Coria. La fe de registro es de 16 de junio de 1627, la certificación del citado Convento y la carta de pago de agosto de ese mismo año[9].

 

Podemos precisar los costos en dinero en España debidos a los trámites de la Casa de Contratación desde que se registraron los caudales llegados en las flotas y se descontaron los costos de la travesía, gracias a que contamos con todas las cartas de registro podemos establecer, como se ha indicado, que el caudal de todos los autos estudiados que arribó a la Casa de Contratación ascendió a 659.064 reales, e decir, 82.383 pesos, como puede apreciarse en el cuadro 3, sin embargo, sólo podemos demostrar que llegaron a Trujillo 281.821 reales, es decir, 35.227 pesos, el 42,7% del dinero registrado, al faltar la mitad de las cartas de registro, por tanto, la diferencia entre uno y otro documento no es valida para conocer los costos en España.

 

             Tenemos que recurrir, por ello, a calcular los costos sólo en los siete casos en los que podemos contrastar la carta de pago con la fe de registro, y obtenemos una media global del 14%, en la que se incluyen los impuestos de envío, como fletes y averías, y los trámites burocráticos hasta entregar el dinero a los herederos. Los valores extremos oscilaron entre el máximo en los autos de Gracia de Sosa, el 35%, a menos del 1% en el expediente de Juan Pizarro de Sosa. Sin embargo, fuera de estos ejemplos no son apreciables grandes diferencias, ni tampoco entre las cantidades registradas y las entregadas, a pesar de que éstas se expresaban en maravedíes, frente a los envíos que solían indicarse en pesos como unidad de cuenta, con las divergencias que introducían las fluctuaciones de los cambios, y los métodos de contabilidad propios de una etapa preestadística como el periodo al que nos estamos refiriendo.

 

                Tanto los costos en tiempo como en dinero no presentan ninguna tendencia apreciable ni al alza ni a la baja en relación a su cronología, sino unas oscilaciones que pudieron estar en consonancia con cualquiera de los factores descritos que afectaron a la Carrera de Indias y a la burocracia indiana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mandas y legados en Trujillo: religiosidad y añoranza de la tierra.

 

            Las mandas que los trujillanos establecieron en sus testamentos incluían la fundación de capellanías en Trujillo con las que contribuir a la salvación de su alma. El principal, o capital de dotación de estas instituciones estaba ya incluido en el capital registrado en la Casa de Contratación, desde donde se velaba por su cumplimiento. Las capellanías eran dotadas con bienes inmuebles y con capital líquido, que se invertía en préstamos a censos al quitar, una forma de crédito hipotecario sin plazo fijo de amortización y con un interés medio del 5% en la época que nos ocupa, y que convertían a las capellanías en la banca del momento, ante la carencia de otras instituciones que pudiesen proporcionar crédito.

 

CUADRO 4. CAPELLANIAS INDIANAS EN TRUJILLO.

 

Fundado

Fecha

Lugar

Dotación

-reales-

Fincas

Patrón

Capellán

Misas

Juan Pizarro de Sosa, Pbro 1605   22.000   B.me Fdez Tello   4 rs cada misa
Gracia Sosa 1617 Hospital Caridad   3.000 Dehesa Fco González Sosa Juan Rodrígue

Pbro

 
Dª Teodora Salazar 1619 Convento de S.Fco de la Puerta de Coria 13.200       Misa octava de difuntos y una por la Magda

lena

Diego HernándeCabe

zudo

1625 Iglesia

Mayor

    Sobrino

pbro

  4 misas semana

                                                                                                                                        

                 Como se aprecia en el cuadro anterior, los fundadores de capellanías fueron cuatro, es decir, el 27% de los emigrantes que fundaron cuatro capellanías con una dotación total de 18.300 reales, que, repartidos entre las tres fundaciones cuyo principal conocemos, asciende a una media de 6100 reales por capellanía. Estos valores no son espectaculares, pero sí es marcada entre los trujillanos la preocupación por este tipo de fundaciones que procurasen la salvación de su alma, a la vez que reforzar los vínculos con su tierra de origen después de la muerte. El valor total de esta inversión en la salvación no es elevada, pues sólo supone el 6% del capital que efectivamente llegó a Trujillo a través de las cartas de pago, pero es muy probable que realmente se invirtiera por el escrupuloso seguimiento que tanto las instituciones indianas como las castellanas hicieron del cumplimiento de las mandas testamentarias, y más aun en lo referente al “quinto del alma”, o cupo establecido en el activo de los capitales para fundar capellanías y costear misas por el alma del difunto.

 

                El testimonio más expresivo de una fundación es el contenido en el testamento del presbítero Juan Pizarro de Sosa, fechado en el pueblo de Zicacica, cerca de Potosí, donde probablemente era doctrinero,  el 30 de abril de 1605: “Item, quiero y es mi voluntad que cumplido y pagado este mi testamento, mandas y legados, y obras pías en él contenidos, se saquen de mis bienes, de lo mejor y más bien parado de ellos, dos mil patacones, de a ocho reales cada peso, los cuales mis albaceas envíen a la ciudad de Trujillo, en los reinos de España, en Extremadura, en la primera ocasión de armada, por mi cuenta y riesgo, libres de costo, alcanzando mi hacienda dirigidos y encaminados a mi cuñado Bartolomé Hernández Tello, vecino de la dicha ciudad, o si fuere muerto a sus hijos mayores, y por falta a los menores, para que el que de ellos los recibire los eche en renta a censo, al redimir y quitar, o perpetuo, sobre pensiones valiosas y cuantiosas, y de lo que en cada un año rentaren quiero que por mi ánima perpetuamente, y para simpre jamás, se me haga e instituya una capellanía en la iglesia, parte y lugar, que el dicho Bartolomé Fernández, mi cuñado, o sus hijos, quisieren, la cual goce y sirve el hijo mayor suyo, siendo ordenado de cura, o el hijo menor que fuere, siendo idóneo para ello”. “Y cada vez que se redimiere el censo sobre que se echaren los dos mil pesos, luego al punto, sin dilación, se han dar y tornar, y cobrar a censo, de manera que siempre paren, pero que se digan las misas que alcanzaren, que son cuatro reales cada misa”.

 

 

           

 

 

Apéndice documental

 

Carta de Alonso Hernández Cabezudo, vecino de Trujillo, a Antonio Hernández Cabezudo, su primo, residente en Cuzco. Trujillo, 3 de febrero de 1614. A.G.I. Contratación, 342, A.

 

Estando con grandísimo cuidado de no haber recibido carta de usted en esta armada, no se que es la causa por donde usted me ha dejado de hacer merced, así suplico me la haga de no me olvidar de hacer merced de avisarme de su salud, y que para mi es un gran contento.

 

Lo que hay por acá de que avisar a usted es lo siguiente. Es que Nuestro Señor fue servido de llevarse al señor Diego Hernández Cabezudo, padre de usted, el cual está gozando de Dios, según su buena vida, de lo cual fue para mí de mucho disgusto, téngale Dios en el cielo y a usted le de salud para que ruegue a Dios por él. Murió muy pobre en casa de su hermano de usted, Martín Hernández Cabezudo. Que a duras penas hubo para su entierro, el cual hice yo como quien era y padre de tales hijos. Que se le hizo un entierro muy honrado y muy bien cumplido de todo y se le dijeron todas las misas que se pudieron decir, aunque yo me holgara porque fuera más cumplido. Más no se pudo hacer porque mi posible es corto, y Martín está muy pobre, y así yo he acudido a todo por ser deudo tan cercano y lo otro por ser padre de usted, toda la ciudad nos hizo muchas mercedes, todos estos caballeros acudieron con muchas velas a su entierro, y está enterrado en San Martín de esta ciudad, murió veintitrés de septiembre de mil y seiscientos trece.

 

También fue Dios servido de llevar a su hermana de usted, doña María de las Casas, a su santa gloria, murió seis de junio de mil seiscientos ocho. Quedó de seis hijos, el más chico se murió, el otro tiene mi señora doña Francisca de Orellana, como durador a el señor don Juan Francisco, su primo, le regalan y le estiman como quien es.

 

Su hermana de usted, Marina de los Angeles es monja profesa en el Convento de la Concepción de esta ciudad, y esto no pudo por su favor y amparo de usted. Y es el caso que ella había dos años que estaba en el convento y no hacía profesión por no tener con que, ni su padre de usted lo tenía, y visto que murió y a ella la quisieran hechar del convento, confiado en la merced me obligué con otros amigos, y esto se hizo por que no se perdiere esta monja, porque ya sabe usted las cosas de este mundo lo que son, donde sirviendo y rogando a Dios por nosotros. Y tomándonos a todos con su buena licencia de usted esa limonsa, que, en cobrados los dieciseis mil reales, podré pagar todo el gasto del dote y propinas del convento, así que usted me ha de hacer merced, como siemproe, para que yo pague lo que ya estoy obligado porque en otra merna quedaré destruido y perdido. Las diligencias que se han hehco en la cobranza son estas. Hice diligencias en Madrid, se ha gastado algunos dineros en hacer estas diligencais, y máximo que con el favor de Dios tendrá buen fin, y suceda como yo deseo, y si usted se halla con posible, como me dicen, vengase usted a vernos a todos y a gozar de su patria y deudos.

 

Fecho a tres de febrero de mil y seiscientos catorce años, Trujillo. Su primo de usted besa las manos. Alonso Hernández Cabezudo, en la ciudad del Cuzco de los reinos del Perú. Salud.

 

Carta de Pedro Alonso Calderón a Antonio Hernández Cabezudo, residente en Cuzco.

Trujillo, 8 de febrero de 1614. A.G.I. Contratación, 342, A.

 

La merced que me ha de hacer usted en esa tierra es que mi tío Pedro Alonso Catalán, clérigo, murió en esa ciudad del Cuzco, habrá ocho años. El cual tenía una doctrina, pienso en Andahuaylas, que usted sabrá donde murió. Y lo que es menester saber es si hizo testamento, y a quien ya quiera quedase por heredero, que por acá se ha dicho que dejó a Francisco González de Loaisa, mi sobrino, y para saber esta verdad, y si en el testgamento hace mención de una ochava parte de viña que tenía en esta tierra, y si la manda estga dicha parte de viña al dicho pedro Gómez, la compre para mí a razón de como se compraron las demás partes, que yo daré el dinero aquía a su hermano Martín Hernández Cabezudo, o a quien usted ordenare.

 

Fue servido de llevar al señor Diego Hernández, que Dios tiene en el cielo, que yo como beneficiario que soy de San Martín le enterré, y puedo decir que según su cristiandad goza de Dios, el cual guarde a usted, a quien suplico que me haga la merced susodicha, y me envíe un tanto del testamento del dicho mi tío, que yo pagaré la saca a quien usted mande, daré con lo demás del susodicho, y no más.

 

 Trujillo, y febrero, ocho, de mil seiscientos y catorce años. Pedro Alonso Calderón a

Antonio Hernández Cabezudo. Salud y vida en los reinos del Perú, en la ciudad del Cuzco. Va de España, de la ciudad de Trujillo.

 

Carta de Martín Hernández Cabezudo a su hermano Diego Hernández Cabezudo, residente en Lima. Trujillo, 28 de febrero de 1613. A.G.I. Contratación, 342, A.

 

La Santísima Trinidad sea con un usted señor hermano, y esta halle a usted con la salud que seamos en esta casa. Y estoy con grandísima pena de no haber tenido carta de usted esta armada. Que como usted había de escribir y emviar plata. Y así mismo me lo escribió un amigo que estuvo con usted, que se dice, Juan Ramírez de Arellano, que iba para alcalde mayor entre el Cuzco y Potosí.

 

Y nuestro padre estaba con grandísima confianza de que usted le había de favorecer para pagar la dote de nuestra hermana Mariana González de los Angeles, que está monja en el Convento de Santa Clara de esta ciudad. Y como vino el armada hemos hecho muchas diligencias a ver si usted escribía, y anque han venido peruleros de la tierra no ha habido nuevas ni cartas, de lo cual tuve gran pesadumbre.

 

Nuestro padre estaba malo de unas cuartanas en mi casa, donde la truje como le vide, así que estaba muy apenado de la muerte de nuestra hermana doña María, mujer de don Juan, y de un nieto suyo, el segundo que murió, y el otro estuvo para ello, de garrotillo, y murió doña María, víspera de Nuestra Señora de Agosto, y el hijo a ocho días de unas pesadumbres y otras que le cercaron. Que dios fue servido de se llevar para siempre a nuestro padre en la víspera de Nuestra Señora de la O, de este año, que fue para mí gran desconsuelo, y le enterré muy principalmente, y he hecho decir todas las misas que he podido. E hizo una memoria y nos quedó por testamentarios a mí y a Alonso de Fuentes. Y lo de nuestro hermano Antonio no he podido cobrar, aunque he hecho la diligencia posible, y se ha gastado muchos dineros en ello, en ir a Córdoba y a Madrid, tenemos la esperanza que con el favor de Dios se cobrara de ello.

 

 

 

 

Alonso Fuente quiere hacer pago de la dote de nuestra hermana porque ha más de dos años que está en el convento y por no haber con que no ha profesado. Y también fue servido Dios de llevarme un ánima, que tenía la mayor ocho años, de garrotillo, este año, y se llamaba María Alonso, como su madre, que está en el cielo, y se parescía todo a ella, de lo que nos a dado mucha pena, según su costumbre y principio ella se criaba para el cielo. Dios le hizo merced de poco remedio, que yo vengo porque el oficio en este lugar está perdido que si no es Alonso fentes no hay quien tenga que hacer ni se pueda sustentar.

 

Ana Hernández, mi mujer, envía a usted grandes recaudos, con gran deseo de ver a usted en esta su casa. Y con gran cuidado encomendamos a Dios a usted, nos le guarde y deje ver, como vemos a otros que vienen de dichas partes. Nos han quedado con dos hijos, un niño de dos años y una niña de uno, y se nos han muerto otros cuatro. Y Ana Hernández no los puede criar porque del primero que crió le quedaron los pechos tales que no puede criar y asíme ha costado muchos ducados, y estamos muy gastados y con mucha necesidad, a Dios gracias yo procedo lo mejor que puedo.

    

Y estoy con gran confianza que a usted y a nuestro hermano antonio Hernández me han de hacer merced, y más en falta de nuestrom pardre, que está en el cielo. Y yo tengo gran confianza en usted que nos ha de hacer merced, como siempre, pues hemos quedado tan solos, a Dios sean dadas gracias. Y antes que nuestro padre muriese tenía escrita esta carta para usted, que se que va con esta y usted se sirva que seaños merecedores de saber de usted, que lo deseamos como la salvación, y nos mande en cosas de su servicio.

 

Trujillo veintiocho de diciembre de mil seiscientos trece, su hermano de usted, que más que así le quiere, Martín Hernández Cabezudo a Diego Hernández Cabezudo, salud y vida en los reinos de Perú, en la ciudad de Lima. Va de España de la ciudad de Trujillo, de su hermano Martín Fernández Cabezudo.

 

 

 

 

 

Carta de Gonzalo Becerra de Torres a don Juan de Ribera de Torres, su sobrino, residente  en Cuzco. Trujillo, 2 de marzo de 1614. A.G.I. Contratación, 342, A

 

Todas las veces que oviere ocasión no la perderé ni tendré el descuido que usted tiene en avisarnos de su salida. Que es sólo el fin que yo pretendo, que desde que por la vía de don Juan de las Casas, una de usted con el aviso de la muerte de Rodrigo Gonzalo de Torres, no he visto más carta de usted. Esta nos tiene a todos lastimados con nueva tan triste y pérdida tan grande como la de un deudo tan principal, téngale Dios en su Santa Gloria e guarde a usted, de quien nos dan cada día muy buenas nuevas de su honrado proceder y buenas partes y entendimiento. Con que me consuelo en parte, y por otra me aflijo con deseo de ver a usted en esta tierra, aunque sea pobre.

 

Que su tía de usted, mi prima doña Isabel, dice que lo que tiene es todo para usted, y no es tan poco que no come más de quinientos ducados de renta cada año. No le quedaron hijos ningunos de sus maridos. Y también está con ella mi hermana doña Juan, viuda, cargada de hijos y pobre. Y a doña Isabel, mi hermana, tiene salud y la tiene su marido Alonso de Toro.

 

La que hubo de usted por la vía de don Juan, para mi hermano Jerónimo Becerra, le di en mano propia el día que la rescibí, llegó él de Roma, a donde tiene él pretensión de volverse, que es muy favorescido de un cardenal. Aunque yo más quería fuese a buscar a usted para traerle entre los suyos, ya que tan pocos hemos quedado.

 

Su tía de usted, Inés de Ribera, y Diego Pizarro, su marido, tienen salud, este año estuvo aquí su primo de usted, con Alonso de Ribera, que vino de Aguilar a vernos, es muy principal caballero y desea mucho a usted, como todos. El mayor enviaré ahora a Salamanca, pues por aquí vemos han salido otros que son hoy dioses de esa tierra, y de otras del mundo.

 

Este año hemos traido carta de don Diego de Chaves, mi cuñado, ni sabemos más de que se casó, avíseme usted con quien, e como siempre de su salud e sucesos, doña Catalina besa las manos de usted, bendígale Dios como deseo. Trujillo, y dos de marzo de mil y seiscientos y catorce.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

[1] Para conocer el funcionamiento de las flotas y sus costos en tiempo y en dinero en la época que nos ocupa pueden consultarse, entre otras, las siguientes obras: Haring, C.H: Comercio y navegación entre España y las Indias en la época de los Habsburgo. México, 1939.- Hamilton, E: El tesoro americano y la revolución de los precios. Barcelona, 1975.- García Fuentes, L: El comercio de España con América. 1650-1700. Sevilla, 1980.- Lorenzo Sanz, El comercio español con América en la época de Felipe II. Valladolid, 1980.- García Baquero, A: Cádiz y el Atlántico. 1717-1778. Sevilla, 1976.- Martínez, J.L: Pasajeros a Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo XVI. Madrid, 1983.-  Chaunu, P: Conquista y explotación de los nuevos mundos..- Barcelona, 1973.- Chaunu, P: Sevilla y América. Siglos XVI y XVII. Sevilla, 1983. Wallerstein, I: El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid, 1979.- Veitia Linaje, J: Norte de la Contratación de las Indias Occidentales. Madrid, 1981.- (Ed.Facsímil).- Vázquez de Prada, V: Historia económica y social de España. Madrid, 1978, pp.632-655.

 

[2] Como se sabe, desde 1564, se proyectaron dos flotas anuales, la flota de Nueva España que solía salir en primavera, y los galeones de Tierra Firme que solían hacerlo en agosto. La travesía Sanlúcar de Barrameda-Veracruz podía hacerse en un mínimo de 60 días, aunque lo normal eran 90. Ambas flotas, por lo general, regresaban juntas desde La Habana en la primavera siguiente de haber salido. Es decir, que una flota solía emplear como mínimo un año o año y medio en ir y volver de las Indias. Fuera de las flotas sólo navegaban sueltos pequeños barcos correos con alguna carga, los avisos, y en los que no solían embarcarse caudales particulares.

 

Desde 1580 se hicieron frecuentes las salidas cada dos años, y, a partir de 1650, coincidiendo con la decadencia del tráfico en la Carrera de Indias, las flotas de Nueva España observaron promedios de dos años y los galeones de Tierra Firme de tres. El consulado de mercaderes era la primera instancia interesada en el espaciamiento del despacho de las flotas para que, a través de la escasez del abasto, mantener el alto precio de las mercancías en las ferias americanas en las que se vendían sus cargamentos. Haring, cit. p.260.- García Fuentes, cit. pp.164-165, 218, 417-424.- Lorenzo Sanz, cit. pp.262-272.

 

[3] Gutiérrez Alviz, F: Los bienes de difuntos en el derecho indiano, 1942.- Heredia Herrera, A: La carta diligencia de bienes de difuntos. «Archivo Hispalense», 174 (Sevilla, 1974), pp.39-48.

[4] González Sánchez, cit. p.41

[5] Al tercer día del ingreso de los caudales en el arca de las tres llaves se colocaba una relación de los difuntos y su lugar de origen en la puerta de la Casa de Contratación y en la del Perdón de la catedral de Sevilla. Si transcurrido un mes desde  el anuncio no los reclamaba nadie se enviaba un diligenciero a la localidad de donde procedía el finado que presentaba la diligencia a las autoridades para su publicación González Sánchez,  cit. p.40

 

[6] Los tesoros apresados por piratas fueron escasos y los desastres de este tipo en la Carrera de Indias fueron muy contados. En 1628 los holandeses se apoderaron de la flota de Nueva España, y en 1656 los ingleses impideron la llegada de la mayor parte de los galeones de Tierra Firme. Y de 1656 a 1658 la armada británica embotelló las flotas en España retrasándolas o impidiéndoles zarpar. Pero todo ello responde a los momentos de debilidad de la monarquía española. Hamilton, cit. p.32.-  García Fuentes, cit. p.174.

[7]  Los costos en América estaban formados por el pasivo segundo. Los componentes, del pasivo segundo se desglosaban como sigue. Los  gastos mortuorios se refieren al entierro y el funeral: misas cantadas y rezadas, sepultura, asistencia de las cofradías y órdenes religiosas, el ataúd y la mortaja, la cera, y el pago a los clérigos celebrantes. Las mandas pías correspondían al encargo de misas por el difunto o por quien éste dispusiese, así como a limosnas, a ornamentos para iglesias, y, por último, a la fundación de obras pías y capellanías. Los legados, finalmente,  eran bienes o cantidades pecuniarias destinadas a familiares y amigos en tierras americanas.

 

            En muchas ocasiones los bienes no alcanzaban para pagar todas las mandas y legados del difunto, así pues los testamentos recogen lo dispuesto, mientras que las resoluciones de cuentas expresan lo efectivamente realizado. Por supuesto los difuntos encargaban también mandas y legados concretos en España, pero éstos, claro ésta, se realizaban con el dinero allí repatriado.

 

                González Sánchez denomina gastos generales postmorten a los derivados del funcionamiento del Juzgado de Bienes de Difuntos y a los trámites burocráticos en las Indias que incluye, según este autor las siguientes partidas: derechos de escribanos por la confección de documentos, el cobro de los albaceas por la ocupación en los bienes, y el traslado de los caudales desde el lugar del óbito hasta el puerto de embarque hacia España, incluyendo también los gastos de preparación y embalaje. El resultado de descontar el pasivo segundo era el líquido segundo o liquido a repatriar. González Sánchez, cit. p.104, 138-146, 161-162

           

[8] Los principales impuestos que pagaban los caudales indianos en la travesía del océano eran, como en cualquier otra mercancía, la avería y el almojarifazgo, impuestos ad valorem destinados a financiar la defensa de las flotas y los gastos de los órganos administrativos encargados del comercio y tráfico con las Indias. Según Vázquez de Prada el valor de la avería, creada en 1521,  oscilaba entre el 6% y el 15%, dependiendo de la tranquilidad de los mares y las coyunturas políticas. González Sánchez afirma que era el derecho de mayor cuantía que pagaban los caudales de bienes de difuntos en los autos peruanos por él estudiados, en éstos el 15% fue el costo más habitual por éste gravámen. Por su parte, el almojarifazgo comenzó gravando, en 1543, el 5% del valor de las mercancías importadas desde las Indias, y el 2.5% de las exportadas desde España. Además, desde 1644 la plata de particulares debía pagar el 12% de su valor. Los maestres de plata, encargados de la conducción de los capitales, como se sabe, solían cobrar el 1% del registro.

 

            González Sánchez señala que los bienes de difuntos pagaban también los siguientes costos en la Casa de Contratación: el 2% cobrado por mitad a su entrada y salida, en beneficio del tesorero y del contador a partes iguales, más el uno por mil a su salida recibido por el portero de la Audiencia. También habría que incluir los gastos del diligenciero para localizar a los herederos y hacerles llegar, a través de la autoridades locales y el pregón público, la diligencia en la que se les avisaba de la llegada de los caudales.Estos diligencieros cobraban cuatro reales a mediados del siglo XVI, y, en torno a doce en la segunda mitad del siglo XVII.

 

                Todos los costos descritos, y según siempre la metodología desarrollada por este autor, forman el pasivo tercero de cuyo descuento resulta el líquido tercero que era la cantidad que debían cobrar los herederos. Por otro lado, los mercaderes de plata, que, como ya se indicó, se encargaban de amonedar los tesoros de particulares, podían obtener como beneficio un 0.5% sobre el valor de puja en la subasta en la que adquirían el metal, lo cual condicionaba la cantidad final obtenida por los propietarios de los caudales indianos. García Fuentes, L: La economía indiana, p.226.  Vázquez de Prada, cit. pp.460.520.- Martínez, cit. p.42.- Lorenzo Sanz, cit. pp.366-367.- Haring, cit. p.106. Hamilton, cit. 33-37, 80.- Céspedes del Castillo, G: La avería en el comercio de Indias. Sevilla, 1945.- González Sánchez, cit. p.41, 163, 164.

 

               

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Feb 282014
 

Raúl Aguilar Rodas.

Por 1520 nació en Trujillo, en Extremadura, Gaspar de Rodas, de familia distinguida, cuyo apellido había adoptado su bisabuelo[1], quien muchos méritos hizo como uno de los militantes en la Orden de los Caballeros de Rodas. Pasó al Nuevo Mundo en 1539, en la expedición del Adelantado y Gobernador de San Juan, Pascual de Andagoya, y así llegaron a las costas del mar del sur, en territorios de la actual Colombia, al año siguiente. En estos territorios desarrolló toda su actividad, como capitán, Teniente de Gobernador, Capitán General y finalmente Gobernador de la provincia de Antioquía hasta su muerte en julio 9 de 1607.

 

“Era natural de la ciudad de Trujillo en Extremadura, e hijo legítimo de Florencio(sic) de Rodas Carvajal y de Giomar Méndez Cotiño(sic) Barreto, hija de Martín Barreto Cotiño, portugués, gran privado del rey don Juan de Portugal. Pasó a estas tierras muy mozo, con dos hermanos suyos, que también se ocuparon en el Perú en guerras y pacificaciones con muy lucidos efectos, hijos de la noble sangre de sus venas”[2](En su testamento[3] designa a sus padres como Lorenzo y Giomar Méndez Collea, hija de Martín Barreto Cotiño)

 

En octubre de 1546, cuando fue muerto el Mariscal Jorge Robledo, fundador de la ciudad de Antioquía en 1541, por el Adelantado y Gobernador de Popayán, Sebastián de Belalcázar, éste nombró a Gaspar de Rodas como su Teniente de Gobernador en esa ciudad, en la cual ocupó varios cargos; fue minero, encomendero y uno de los vecinos principales. “La conducta de Rodas, que era uno de los más importantes miembros de la ciudad, puso término a todas las contrariedades ocurridas y así principió a desarrollarse la población con mejores bases de paz y de progreso. Era una de sus más notables cualidades la bondad para con los indios, a quienes procuró atraerse por medio de amistosas relaciones…”[4]

 

En 1571 llegó a su reciente Gobernación de “Antioquía y Entre los dos Ríos” el capitán Andrés de Valdivia, la cual paradójicamente no incluía la ciudad de Antioquía, y fue muerto por los indios en 1574. La Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada designó a Gaspar de Rodas para hacer justicia y pacificar a los indios, tras lo cual lo nombró Gobernador encargado, hasta que el rey Felipe II capituló con él la gobernación por dos vidas en 1578, y le anexó la ciudad de Antioquía.

 

“Nosotros observamos que si Valdivia fue el primer gobernador de Antioquia en el tiempo, Rodas fue quien formó los verdaderos fundamentos de la gobernación con sus especiales dotes de gobernante, en el largo tiempo que supo mantener su prestigio, tanto entre gobernados como entre sus superiores, y en duración tal, que es difícil pensar que desde este punto pueda alguno superarlo…..Fácilmente se observan en su robusta personalidad aquellos atributos de quien ha nacido para el mando, sin imposición. Una prueba más de sus sobresalientes capacidades se puede notar en el hecho de que oscureció no poco la línea de sus seguidores…..La fortuna parecía seguirle donde quiera que llegaba….” [5]

 

El territorio de la gobernación fue ampliado y comprendía desde el Golfo de Urabá en el Atlántico hasta unos cuatrocientos kilómetros al sur, y desde el río Atrato -que desemboca en el mismo golfo- hasta el río Magdalena, que desemboca al norte de la ciudad de Cartagena, limitando con esta gobernación. Las costas de Urabá fueron descubiertas en 1501 por Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa, en cuya conquista participaron otros valientes capitanes como Rodrigo de Bastidas, Vasco Núñez de Balboa y el mismo Francisco Pizarro, quien fuera Teniente de Gobernador, nombrado por Ojeda, en la primera población que fundaron allí, que se llamó San Sebastián.[6]

 

De las entradas para encontrar las minas, de los pueblos que habitaban aquella región, de la flora y de la fauna y de los descubrimientos primeros y fundación de la ciudad de  Antioquía, nos trae magníficos y extensos relatos Pedro de Cieza de León, quien fue testigo presencial y muy amigo del Mariscal Jorge Robledo.[7] El cronista Juan de Castellanos, cura beneficiario de Tunja, en el Nuevo Reino de Granada, quien escribió en el siglo XVI Las Elegías de Varones Ilustres de Indias[8], se ocupa de la historia de la Gobernación de Antioquia largamente y trae un capítulo que llama Elogio a Gaspar de Rodas, donde describe sus trabajos desde que fue promovido a gobernador, hasta la fundación de la ciudad de Zaragoza

 

En la época de la gobernación de Gaspar de Rodas el desarrollo de la región fue muy notable, las ricas minas, que se habían disputado por años las gobernaciones de Popayán y Cartagena de Indias, empezaron entonces a ser de gran interés para la Corona por su gran producción de oro[9]. “…Rodas, uno de los primeros residentes de la región y de vigorosa personalidad….había sido el propulsor del rápido progreso de la Villa de Santa Fe que Robledo había dejado como un campo minero insignificante, trasladando a ella los vecinos de Antioquia la vieja, con sus encomiendas de indios. Fundó a Cáceres en 1576, a Zaragoza en 1581 y condujo varias expediciones contra los obstinados indios del Chocó y de Mariquita….”[10]

 

Dado que hay solamente informaciones puntuales sobre Gaspar de Rodas, aparte de algunas cartas enviadas por él al rey[11] y de muchos documentos sobre cesión de tierras, ejecutorias y pleitos poco estudiados[12], decidí hacer una investigación minuciosa empezando por la ciudad de Trujillo y los archivos de España. Esta investigación la he hecho personalmente, con ayudas de algunos archiveros y paleógrafos en Madrid, Valladolid y Sevilla en España y Bogotá y Medellín en Colombia, desde 1990. En Madrid, en la Biblioteca Nacional he empleado más de 500 horas revisando una extensa bibliografía que hay sobre aquellas épocas, no sólo de los antiguos cronistas, sino de los muchos libros publicados con motivo de los 500 años del descubrimiento de América.

 

La ubicación de la información sobre el origen del apellido Rodas en las Crónicas Trujillanas del siglo XVI, la información de Fray Pedro Simón sobre su madre y abuelo, y el encuentro de algunos Rodas que estuvieron en América en aquella época, me llevaron a caracterizar el personaje y encontrar con detalle las circunstancias en que se desarrollaron los antecedentes, y la situación social y económica de Trujillo y en general de Extremadura en aquellos tiempos.

 

Fue así como fui formando la historia que desarrollé en el libro La Montaña de Oro, nombre que hace relación a la fama que desde muchos años antes tenía Buriticá, a cuyo alrededor se desarrollaron vida y ejecutorias de Gaspar de Rodas, de la cual Pascual de Andagoya escribió al rey en 1540 “….Buriticá que es donde creo que en el mundo no hay mejores minas de oro….porque tengo por cierto que, de sola ella, le ha de ir más oro que de todas las Indias juntas.”[13]. He dividido el texto en capítulos, siendo el primero una introducción narrada en primera persona por Gaspar de Rodas, antes de su muerte, que muestra la perspectiva total. El segundo, sorpresivamente, se refiere a Las Cruzadas, de las cuales el Nuevo Mundo es parte, porque ese propósito se tuvo desde los Reyes Católicos, y con nuestro relato porque al final se enlazan históricamente, en Trujillo, con la familia Rodas. El tercero es la explicación de ese enlace. El cuarto y el quinto relatan la vida e influencias que se vivían en aquellas épocas en Trujillo y en España y el conocimiento que había de la conquista y de los conquistadores. El sexto es su viaje y encuentro del Nuevo Mundo, al lado de Andagoya y el influjo que éste tuvo sobre él. El séptimo es sobre Belalcázar y su relación con él. El octavo es sobre su primer viaje a Antioquia. El noveno trata del Mariscal Jorge Robledo y su relación con él, hasta su muerte. El décimo sobre Antioquia, su pacificación y población, desde 1546 a 1569. El undécimo sobre el efecto de la conquista en los naturales y la simbiosis socio-cultural. El duodécimo es sobre la expedición al norte, la fundación de San Juan de Rodas y la gobernación de Valdivia. El décimo tercero es sobre la pacificación de Antioquia, la pacificación de los indios Gualí y la gobernación de Rodas. El décimo cuarto es sobre las preocupaciones con respecto a la Inquisición y a las creencias y fábulas sobre Antioquia. El décimo quinto son sus reflexiones faltando pocos días para su muerte, que incluye una revisión de personajes que participaron en ese período de la vida de Antioquia, muchos de los cuales han sido olvidados hasta el presente.

 

Aquella gobernación de Gaspar de Rodas fue un enclave geográfico y humano, separado del resto del Nuevo Reino de Granada, hoy República de Colombia, por largos y peligrosos caminos, al cual lenta, pero persistentemente, fueron llegando nuevas familias españolas, que doscientos años después de la muerte de Rodas empezaron su expansión territorial hacia las tierras del sur, y tras dos siglos más han llegado a establecerse, fundando pueblos muchas veces, en casi todos los rincones de Colombia. Se estima que la tercera parte de la población de Colombia es descendiente de aquellos colonizadores, de los cuales unos 4 millones viven dentro del territorio del departamento y otros 8 millones viven en otras regiones.

 

Es actualmente el Departamento de Antioquia una de las primeras regiones de Colombia, por su desarrollo económico y por la pujanza de sus gentes, muchos de los cuales son descendientes de extremeños. Uno de los apellidos más frecuentes, ya en gran parte de Colombia, es el Jaramillo, originario de Zafra, de donde desde el siglo XVI y principios del siguiente llegaron varios parientes de este apellido; Pedro Jaramillo de Andrade, Rodrigo de Carvajal Jaramillo y su esposa doña Mayor Vásquez,

Fernando de Zafra Centeno (que dijo ser de Badajoz), García Jaramillo de Andrade, quien en 1561 pasó a Indias con su madre y tres hermanas, y Juan Jaramillo de Andrade, que aunque nacido cerca a Granada, su padre, el Escribano Real Alonso Jaramillo de Andrade, era de Zafra.  Igual ocurre con los Zapata, que desde 1584 llegaron dos hermanos Zapata de Cárdenas, oriundos de Llerena. Los Rodas, que además de Gaspar pasaron a Antioquia Juan de Rodas y Ramiro de Rodas. Y para concluir con los primeros llegados, tenemos al capitán Juan Taborda, nacido en Alburquerque, quien llegó a Antioquia en 1546 con su esposa y dos hijas, de quien descienden numerosas familias colombianas.

 

Ha sido mi intención, al presentarme en LOS COLOQUIOS HISTORICOS DE EXTREMADURA, de  contribuir con estas informaciones a la bien merecida fama de Extremadura, y en particular de Trujillo, en relación con los descubridores, conquistadores y constructores de nuestros países Hispanoamericanos e iniciar el estudio de los aportes que prestaron a la construcción de la actual sociedad colombiana, y en forma especial hacer una presentación formal de Gaspar de Rodas, personaje casi desconocido en Extremadura, sólo mencionado por Don Públio Hurtado en su libro Indianos Cacereños (Barcelona 1892), pero de quien aún falta mucho por conocer e investigar, en especial en los archivos españoles.

 

Trujillo, septiembre de 1996

 

 

 

 

 

RAÚL AGUILAR RODAS

 

 

NOTA: Se anexa un mapa de la región para mayor comprensión.

 

 

 

 

 



[1] Documento manuscrito del cronista Diego de Hinojosa de Vargas, escrito por 1550, en el Archivo del Conde de Canilleros. Ver Crónicas Trujillanas del siglo XVI.

[2] SIMÓN, FRAY PEDRO. Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, 9 volúmenes, Bogotá 1953.

[3] ARCHIVO HISTÓRICO DE ANTIOQUIA. Copia de la introducción del testamento.

[4] RESTREPO EUSSE, ALVARO. Historia de Antioquia. 1903.

[5] DUQUE BETANCUR, FRANCISCO. Historia del Departamento de Antioquia, Medellín 1967

[6] FERNÁNDEZ DE OVIEDO, GONZALO. Historia General y Natural de las Indias, capítulo IV del octavo libro de la segunda parte, pág. 141. Biblioteca de Autores Españoles, Madrid 1959

[7] CIEZA DE LEÓN, PEDRO. La Crónica del Perú, Primera Parte, capítulos VI a XXV. CSIC e Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo”, Madrid, 1984

[8] CASTELLANOS, JUAN DE. Elegías de Varones Ilustres de Indias, Segunda edición, Madrid 1850. Biblioteca de Autores Españoles. Págs. 506 a 553.

[9] CÉSPEDES DEL CASTILLO, GUILLERMO. Historia de España, Tomo VI, pág. 127. Edición dirigida por Manuel Tuñón de Lara, Editorial Labor, Barcelona 1992.

[10] PARSONS, JAMES. La Colonización Antioqueña, Medellín 1978.

[11] ARCHIVO GENERAL DE INDIAS Y ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL de Madrid.

[12] ARCHIVO HISTÓRICO DE ANTIOQUIA y ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Bogotá.

[13] Manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid, citado en RELACIÓN Y DOCUMENTOS DE PASCUAL DE ANDAGOYA, Edición de Adrián Blásquez. Historia 16, Madrid 1986.

Feb 272014
 

Alonso José Corrales Gaitán.  

En homenaje a  Luis Chamizo,

 Poeta Extremeño, en el primer

 centenario   de  su  nacencia

 (1.894 – 1.994) 

         En el mes de enero del año 1.993, salía a la luz mi libro relativo a un tema que a pesar de estar latente en Cáceres ciudad y en otras muchas localidades extremeñas, no había sido tocado en profundidad hasta el momento por ningún investigador. Por primera vez se descubría al lector una serie de construcciones que han permanecido durante siglos ocultas a los ojos humanos: mazmorras, aljibes, galerías, etc…

 

 

         Las investigaciones las había iniciado años atrás, concretamente en la primavera del año de 1.986 como consecuencia de haber encontrado diversas menciones del pasadizo por el cual se reconquistó Cáceres en el año 1.229, iniciándose así para mi un interés (que aun hoy me dura) por este apasionante tema, el cual he sabido contagiar a familiares y amigos, que en definitiva son mis primeros colaboradores a la hora de descender bajo el suelo de mi milenaria ciudad natal.

 

 

         Hasta este preciso instante he estudiado mas de una treintena de estas construcciones solamente existentes en Cáceres, así mismo he llevado mis investigaciones a las localidades de Plasencia, Hervás, Alcántara, Coria, Trujillo, Badajoz, Mérida, así como a determinadas de la vecina Portugal.

 

 

         Dada la limitación lógica que debe tener esta comunicación, voy a tratar en ella solamente determinados casos, que para mi son los más representativos de todos los que hasta el momento conozco.

 

 

 

         Construcciones aquí tratadas:

 

– Palacio de los Gaitán. (A).

– Palacio de los Mayoralgos. (B).

– Oratorio / Enfermería / Convento de S.         Pedro de Alcántara. (C).

– Palacio Episcopal. (D).

– Ermita de la Magdalena. (E).

– S.I.Concatedral de Sta. María La Mayor. (F).

 

 

 

A.-  En la actualidad se la conoce como Casa-Solar de los Aldanas. Está situada en la cuesta del mismo apellido, cerca del templo de San Mateo y unida a la casa de los Sandes o del Aguila.

     La historia nos dice que Rodrigo Alvarez de Aldana vino a Cáceres en el siglo XIV, casando con Doña Inés Fernández de la Cámara y Sotomayor comprando a Don Alfón Pérez Gaitán (regidor del Ayuntamiento), la casa en que vivía, quedando así constituido el solar de los Aldanas.

     En el actual siglo sufre este edificio todo tipo de castigos: primero y durante varios años se encontró sumido en un total abandono, para pasar a convertirse en vivienda, volvió a cerrarse la parte baja por algún tiempo para seguidamente ser transformada en restaurante. Era el final de la década de los años ochenta. Pero curiosamente durante todo este tiempo, la zona existente debajo de la planta baja, lo que podemos denominar el sótano, permaneció invariable durante al menos una centuria.

     No es hasta el 16 de Enero de 1.991 cuando pude acceder por primera vez a estas construcciones subterráneas, habiendo empleado con anterioridad unos quince días en sacar con una motobomba los miles de litros de agua que inundaban esta zona. Después de descender por media docena de escalones observé dos pisos muy diferenciados y separados por un pequeño muro de albañilería. En primer término y a mano derecha según se desciende, me encontré con dos habitaciones, una al lado de la otra. La primera más pequeña y baja. La segunda es bastante más espaciosa y en dos de sus laterales conserva unos pollos de mampostería, así como ciertos orificios en la pared y argollas metálicas. En la planta baja observé una amplia zona que parecía un enorme depósito de agua, hecho en la propia roca y con pequeñas cavidades (al parecer realizadas por la mano humana), al frente un muro que fue levantado no hace muchos años para separar ésta de la zona subterránea de la denominada popularmente como Casa del Aguila. Pero continuando a mano derecha de este enorme depósito, es decir, prácticamente debajo de las dos habitaciones anteriormente descritas, localicé lo que parecían ser dos entradas de pasadizos con dirección a la Casa del Mono, con una inclinación de unos sesenta grados.

 

     A los pocos días pude realizar una segunda y tercera visita a aquel lugar y más detenidamente estudiar cada una de las zonas de tan peculiar construcción. Encontré huesos que posteriormente me indicaron que son de asno, cordero y gato, así como pequeños fragmentos de barro y cristal. Acompañado por un colaborador (mi cuñado), nos introducimos en las supuestas entradas a las galerías que iban dirección a la Casa del Mono, después de un incómodo recorrido a los pocos metros nos vimos obligados a interrumpir nuestro «paseo», ya que un derrumbamiento nos impidió continuar. La humedad era considerable lo cual nos dificultaba la respiración. No hay que olvidar que esta construcción permanece prácticamente todo el año inundado por el agua que emana de las dos cavidades hechas en el suelo de esta estancia, así como por varias filtraciones del pozo que existe en las proximidades.

     Unos dos años después dos colaboradores bajaron al pozo del antiguamente denominado Museo del Mono, hoy biblioteca Alonso Zamora Vicente, localizando tal y como era de esperar, lo que quedaba de una antigua comunicación subterránea con los palacios de los alrededores que llevaban dos direcciones: una hacia el palacio de los Aldanas o Gaitán y otra hacia la Facultad, para muy posiblemente salir del recinto amurallado a los pies de la Torre del Horno (siglo XII); desgraciadamente y como consecuencia de las toneladas de escombros vertidas dentro del pozo cuando se realizó la restauración del edificio en su última fase (principio de los ochenta), dificultaron notablemente el poder recorre la totalidad del pozo y por consiguiente las comunicaciones subterráneas.

 

B.-  En julio de 1.988 y acompañado por varios colaboradores (según invitación hecha por los entonces dueños de dicho palacio), accedimos al patio interior donde se nos enseñó lo que aquella familia había considerado en los últimos cien años como el brocal de un pozo en desuso, lo que había motivado que se vertiese en él gran cantidad de desperdicios. Hecho el oportuno estudio llegamos a nuestra particular opinión de que aquello no había sido nunca un pozo, motivo por el que solicitamos de sus dueños el permiso necesario para intentar vaciar todo lo allí encontrado.

     Después de un mes de agotador trabajo en el que siete personas ayudadas por varios cubos, palas y cogedores, sacamos una nada despreciable cantidad de escombros y desperdicios, vertiendo posteriormente varios miles de litros de agua, lo que facilitó el acceso a aquella estancia en el mes de Septiembre del mismo año.

     Varias fueron las personas que pudieron descender unos tres metros por debajo del suelo actual, entre los que desgraciadamente no puedo incluirme por mi peso y altura (no podemos olvidar que se bajaba a los voluntarios a pulso con una cuerda de alpinismo). Estos primeros afortunados se encontraron en una habitación de unos siete metros de largo por cuatro de ancho y casi tres de altura, con el techo de medio cañón a ladrillo descubierto.

 

     En estas condiciones se realizaron al menos media docena de visitas, efectuando las correspondientes mediciones, así como no pocas fotografías, al tiempo que se seguía trabajando en el vaciado de la habitación hasta llagar a sacar el 50 % de su contenido.

     En el mes de Septiembre encontramos otro acceso a mencionada habitación, también por el techo, encontrando otro orificio a unos tres metros de distancia del primero y ligeramente más pequeño que aquel; lo realmente curioso es que se encuentra exactamente debajo del muro que divide el patio en dos distintas alturas. Lo que vino a demostrar que los accesos a la estancia subterránea tenían por lo menos entre doscientos y trescientos años de antigüedad.

     Desgraciadamente nos vimos obligados a abandonar la tarea de investigación a medias por la llegada de las primeras lluvias en el mes de Septiembre.

     No fué hasta el verano del año 1.990 cuando pudimos volver al Palacio de los Mayoralgos. Por el nuevo acceso pude bajar a la estancia descubierta en 1.988 junto con un colaborador y una escala. Tras un minucioso estudio descubrimos grandes fragmentos del lucido primitivo de la mencionada estancia, un zócalo pintado de color rojo oscuro, y la existencia de unos toscos restos de dibujos que representaban figuras humanas y grandes ojos.

     Al extremo contrario del primer acceso, localizamos lo que consideramos escalones, que podían llevar a otra u otras habitaciones situadas debajo de ésta y que su ubicación podría muy bien estar bajo los Adarves, es decir, saliendo del recinto amurallado. No podemos olvidar que este Palacio fué levantado en el siglo XIV sobre doce viviendas que ocupaban aquel terreno, lo que nos da a pensar que esta habitación subterránea es parte de una de aquellas viviendas, con sus correspondientes tomas de aire.

     Por desgracia para nosotros en el verano de 1.992 es vendido el Palacio, lo que nos impidió llevar a término nuestra investigaciones.

 

C.-  Después del fracaso de dos intentonas, logré acceder en el mes de Julio de 1.991, y gracias a la atención de los obreros que allí estaban en aquel momento trabajando, a este edificio religioso en sus orígenes y que está situado frente a la Audiencia Territorial de Extremadura.

     Por encima de todos los tejados de esta zona que aparecen ahogar a este noble edificio, sobresale la cúpula de una capilla desconocida para la gran mayoría de los cacereños. Una vez dentro del patio descubrimos restos de aquellas edificaciones inauguradas el 5 de Agosto del año del Señor de 1.718, sobre un terreno donado por Don Juan Sánchez Digán, según testamento realizado en 1.668, edificio donde residieron durante muchos años la Comunidad de Franciscanos Descalzos que existió en Cáceres, lo que provocó abundantes enfrentamientos entre las distintas órdenes religiosas establecidas en esta ciudad, teniendo incluso que intervenir el propio Obispado.

 

     A pesar de acceder a mencionado edificio en una época en el que estaba lleno de andamios, ladrillos y escombros, así como todo tipo de muebles repartidos por habitaciones y pasillos, además de la Capilla, (debido a las profundas obras de rehabilitación que allí se estaban realizando), pudimos apreciar la gran belleza que debió tener en los primeros tiempos de su construcción, hoy desgraciadamente profundamente transformado.

     Lo que me llamó profundamente la atención fue el descubrir que lo que hoy es simplemente un pasillo, localizado bajo la capilla, ha permanecido inexplicablemente, durante los últimos cincuenta años, oculto (Galería subterránea), en medio del cual se descubrió un pozo que según nuestras notas se comunica con un amplio aljibe por donde a su vez se podría acceder al Palacio de Justicia, antiguo Hospital de la Piedad (siglo XVII). En esta primera visita se estudió la posibilidad de descender a mencionado pozo para poder localizar mencionado lugar, tarea que se abandonó para mejor ocasión.

     De igual modo localicé y visité estancias que habiendo permanecido ocultas o disimuladas en los últimos años, ahora transformadas, en sus orígenes iban a ser utilizadas para muy distintos fines: trasteros, leñera, despensa, etc. pero que fueros hechas como depósitos de cadáveres, o lugar donde tener a los enfermos incurables. Todas estas pruebas y otras descubiertas posteriormente, vienen a darnos la razón de que debajo del actual suelo existen dependencias que no han sido restauradas por no aumentar los gastos de las obras.

     En el verano de 1.992 intenté realizar una segunda visita a este edificio pero las religiosas propietarias del mismo no me autorizaron a ello y menos con cámara fotográfica.

     Queremos pensar que tal vez en la próxima rehabilitación los propietarios de este antiguo Convento se decidan a profundizar más en los cimientos y así poder encontrarnos con elementos muy interesantes para estudiar las construcciones ocultas cacereñas.

 

D.-  En este edificio he encontrado dos tipos de construcciones ocultas muy distintos; la primera se refiera a un gran aljibe que en sus orígenes ocupaba todo el actual patio y por el cual se accedía por una ventana  a una pequeña estancia, que fue construida hace bastante tiempo para que en caso de inminente peligro poder esconder todo aquello que se considerase de valor.

     El Obispo Galarza llegó a ver dicho aljibe en su práctica totalidad y el investigador local Don Miguel A. Ortí Belmonte le dedicó no poco tiempo para su localización exacta y posterior estudio.

     Cuando el Obispo Don Manuel Llopis Iborra realiza las obras de acondicionamiento en dicho Palacio, vuelve a salir a la luz este aljibe, pero el tema es rápidamente olvidado por considerara muy costoso su arreglo y manutención.

 

 

 

 

     Es muy posible que si estudiásemos detalladamente este Palacio, nos encontraríamos con restos de numerosas construcciones de muy variados tipos. La primera obra de edificación se remonta al año 1.261, cuando se construyen las por entonces denominadas «Casas Episcopales». En 1.418 nuevas obras de remodelación llevadas a cabo bajo la dirección del entonces Obispo de nuestra Diócesis, Fray García de Castronuño, que construye gran parte del edificio que hoy podemos apreciar, produciéndose en 1.544 nuevas e importantes obras, añadiéndose al Palacio el terreno de casas colindantes.

     La otra construcción subterránea localizada en este Palacio es un pasadizo que fue descubierto hace unos veinte años, y que según la información, llegaba hasta el Palacio de Galarza o casa de los Trucos (pasadizo), situado en la Plaza de la Concepción. En sus primeros metros fue visitado por un sacerdote hoy fallecido, manifestando que se encontraba en muy buen estado de conservación a pesar del elevado grado de humedad allí reinante.

     Existe, no obstante, otra información respecto a este pasadizo que dice lo siguiente: «Al realizarse unas obras en la Plaza Mayor, en las proximidades a la Torre de Bujaco (siglo XII), se cortó un pasadizo que unía el Palacio Episcopal con la casa de los Trucos, encontrando así mismo otro que debe ser el que llega hasta el conocido Paseo Alto» (según declaraciones del investigador cacerense del siglo XVIII Don Simón Benito Boxoyo).

     La llamada popularmente Casa de los Trucos fue comprada por el Obispo de Coria Don García de Galarza a la familia Dávila, quienes la habían adquirido a los Cohen, hebreos, cuando estos fueros expulsados por los Reyes Católicos de toda España en el año 1.492, siendo residencia aquel Palacio del insigne rabino cacereño Sargas Cohen.

     Se da la curiosa circunstancia que fue este Cohen un gran entusiasta  del mundo subterráneo de Cáceres, llegando a visitar algunas de estas construcciones, incluso a crear algunas, principalmente en casa de sus hermanos de raza, así como en su propia casa. Siendo incluso uno de sus descendientes quién se aventuró a realizar un plano de toda esta red pensando tal vez en que con el tiempo podrían llegar a ser estas peculiares construcciones tan importantes como los propios edificios que las ocultaban.

 

E.-  Hoy no existe en Cáceres ningún edificio con este nombre. La fábrica así llamada fue construida en el siglo XIII por Don Fernán Pérez Gallego, Maestre de la Orden de Alcántara, siendo nombrado en aquel lugar y en acto solemnísimo en 1.335 Don Gonzalo Martínez Oviedo como nuevo Maestre. El terreno que dicha ermita ocupaba es el que hoy tiene el jardín, el cementerio y parte del propio Convento de San Pablo, ubicado en la zona más alta del recinto amurallado de Cáceres, cerca de la Iglesia de San Mateo.

     Estuvo abierta al culto hasta mediados del siglo XIV, en el que se igualó el terreno y se construyó el beaterio y posterior convento anteriormente mencionado.

     En los años cuarenta un matrimonio que tuvo al cuidado el jardín del mencionado Cenobio de religiosas, aprovechando la enorme sequía que hacía días sufría Cáceres, y observando que el pozo no tenía ni gota de agua decidieron bajar en busca de monedas, para lo cual fabricaron una rudimentaria escalera de palos, pero apenas llegaron a la mitad de la misma cuando el jardinero observó que allí abajo existía comunicación entre varias habitaciones, y al carecer de luz, contactaron con el Director del Museo Provincial (Sr. Ortí Belmonte), posponiendo para mejor ocasión la visita, la cual se realizó a la semana siguiente, bajando un total de tres personas, descubrieron dos habitaciones que aún contenían en sus paredes los símbolos de los primeros cristianos; las cubiertas de las estancias eran de medio cañón. Se encontraron restos de columnas y capiteles, así como dos monedas y un puñal.

     Ya en la década de los años sesenta las propias religiosas, como consecuencia de ciertos arreglos de albañilería realizados en el jardín, vieron en varias ocasiones habitaciones con arcos y algunas columnas. Con posterioridad se han vertido toneladas de tierra por aquel lugar para así poder plantar gran variedad de flores y árboles, lo que ha transformado notablemente el jardín.

F.-  En lo referente a este templo habría que hablar largo y tendido, pues en los años que llevo estudiándolo (desde el verano de 1.984) he descubierto infinidad de motivos para llenar gran número de folios: enterramientos antiquísimos, zonas huecas, escaleras tapiadas, pinturas casi desaparecidas, etc… En esta ocasión tan solo hago referencia  a lo que desde el momento de su descubrimiento se ha bautizado como cripta del Cristo Negro.

     En el hoy lejano verano del año 1.989 y como consecuencia de haberse partido la losa que cubría la entrada de la cripta de los enterramientos existentes en el suelo de la capilla de los Blázquez de mencionado Templo, entre el Altar Mayor y la Sacristía Mayor (hoy convertida en museo), fui llamado por el entonces Obispo Don Jesús Domínguez Gómez a fin de que descendiese allí para ver lo que había en dicho lugar a los pies de la Imagen de un Crucificado del siglo XIV conocido popularmente como Cristo Negro.

     Entre Agosto y Septiembre realizamos tres bajadas a una habitación de algo más de 170 cm  de alta por poco más de ancha y unos tres metros de larga. Allí estaban los huesos de al menos siete personas, adultos, que aunque en un principio creímos se trataban de antiguos miembros de la Hermandad, posteriores investigaciones demostraron que eran restos de las familias nobles cacerenses: Blázquez, Ovando y otras, cuyos escudos aparecen en los laterales de la capilla. También encontré en aquel mismo lugar, suelas de sandalias, clavos, maderas de las cajas, pequeños pedazos de telas de las ropas y un rudimentario cordón. Tras minucioso estudio observamos en siguientes visitas, que el suelo de la mencionada cripta era artificial, es decir, que no era el autentico ya que se encontraba relleno de tierra. Por estas mismas fechas antiguos sirvientes me informan del pasadizo que los Ovando construyeron en el siglo XVI-XVII entre el Palacio de su propiedad, (hoy de los descendientes del Conde de Canilleros) y este Templo. Hasta este preciso momento no ha sido aun localizado. Creemos como más lógico, que de existir verdaderamente este pasadizo, que sale de la leñera de mencionado edificio hasta el Templo, lo lógico sería que se comunicase con la Capilla que fue construida por dicha familia y que han poseído durante siglos. Para respaldar esta afirmación hubiese bastado con haber vaciado el suelo de la cripta, pero la inesperada enfermedad del Sr. Obispo y su posterior fallecimiento provocó unos repentinos trabajos de albañilería para acoger a quien en vida fue Don Jesús Domínguez Gómez, Obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres, al aldo de los otros siete restos humanos que gozan de tan espacial lugar de enterramiento.

     Pero no quisiera finalizar este rápido repaso a un tema tan interesante en nuestra ciudad, sin referirme brevemente a la que considero la galería modelo de cuantas conozco en Cáceres, es la galería por donde se reconquistó la ciudad en el año 1.229 y que los cacereños bautizaron como Galería de la Victoria y que fue descubierta en marzo de 1.942 por el entonces Director del Museo Provincial de Cáceres, D. Miguel A. Ortí Belmonte, gracias a los datos recopilados durante años por Don Juan Sanguino Michel y Don Publio Hurtado Pérez, dos investigadores locales que dedicaros muchos momentos de sus vidas a su localización, como consecuencia del inesperado hundimiento del muro sur del jardín de dicho edificio. Se descubrió una escalera de caracol, así como una muy pronunciada rampa debido al gran desnivel existente entre la entrada y la dirección de la galería llegando a recorrer un tramo de algo más de doce metros. La salida de mencionado túnel se descubre a bastante distancia del Museo, concretamente en la muralla, a los pies de la denominada Torre del Gitano (siglo XII), salida que en los últimos treinta años se encontraba disimulada por la existencia de una casa. Aparece con estos vestigios perfectamente determinada la galería de la Victoria, siendo romana en la entrada, y árabe y cristiana en el resto. Esta antiquísima construcción por la que entraron las tropas de Alfonso IX para reconquistar la ciudad, tiene bóveda de cañón. En la actualidad y como consecuencia de las innumerables e incontroladas construcciones que se han realizado sobre el terreno por el que transcurre la galería, es muy posible que la inmensa mayoría de la misma haya sido destruida, salvo el tramo que se encuentra bajo el museo y en las proximidades de la mencionada torre.

     Es mi particular opinión que con un mínimo esfuerzo económico llevado a cabo por nuestras autoridades podríamos recuperas y mantener un gran número de estas construcciones, contando con la inestimable colaboración de los propios profesionales responsables de la rehabilitación de estos edificios, para lo cual a su vez sería necesaria la información que pudiesen aportar los dueños de estos, así como los estudiosos del tema.

 

         Evidentemente el presente estudio no finaliza aquí, ni mucho menos, pues existen infinidad de construcciones ocultas por mi estudiadas y que están repartidas por prácticamente toda la ciudad monumental de Cáceres y alrededores, así como por toda la provincia. A las que deberíamos sumar aquellas que nosotros aún no conocemos y que sin duda también deben ser una cantidad considerable.

 

 

         Sirvan de claro ejemplo de lo que estamos diciendo las construcciones ocultas registradas en los lugares que seguidamente relaciono:

 

– Palacio de los Toledo-Moctezuma.

– Casona de la Duquesa de Fernán Núñez o Casa del Tesoro.

– Convento de la Compañía de Jesús.

– Cámara de Comercio e Industria.

– Palacio de Rodrigo de Ovando.

– Palacio de Ulloa.

– Palacio de la Duquesa de Valencia.

– Casa del Sol

– Casona de Don Gonzalo de Ulloa Ramírez de Aros.

– Palacio de los Sandes (del Aguila).

– Gobierno Militar.

– Excma. Diputación Provincial.

– Golfines de Abajo.

– Golfines de Arriba.

– Proximidades del Santuario de la Montaña. etc…

 

 

         Pudiendo continuar con lo que nosotros denominamos zonas huecas, tales como: El Calerizo; calle de San Francisco el Real; Plazuela de la Concepción; calle Pizarro; Calle Torremochada; Rivera del Marco; etc…

 

 

 

Alonso José Corrales Gaitán.

Feb 272014
 

 Miguel Alba Calzado.     

 Parte integrante del rico patrimonio cultural de Trujillo son las muestras de artesanía tradicional que conserva la localidad. El retroceso de los oficios artesanos en las últimas décadas ha puesto de evidencia que se trata de un patrimonio amenazado. No faltan apelativos para describirlo relativos a su incidencia económica: actividad marginal, residual o anacrónica son algunos de los términos con que se definen en la actualidad los oficios menestrales. Pero lo cierto es que constituyen un legado transmitido -no sin cambios- cuyo valor cultural está por encima de cualquier otra consideración. No obstante, artesanía y rentabilidad no son términos contrapuestos. En gran medida la demanda de productos artesanos depende de una adecuada promoción y presentacion al público. En cuanto a este último aspecto, el comprador valorará la información sobre el origen y manufactura del artículo artesanal y, más aún, si se le facilita la observación directa del proceso de elaboración. Las vías para aunar desarrollo económico y conservación del patrimonio etnográfico apenas han sido fomentadas con todas sus posibilidades en Extremadura, aunque deben reseñarse los esfuerzos de alguna Escuela Taller en este sentido.

      En el pasado, Trujillo fue un importante centro alfarero que abasteció al Sureste de la Alta Extremadura. Hoy representa el oficio un único alfar que se mantiene  fiel   a la factura tradicional: el consumo de barros locales, elaborados en un proceso completamente manual, el modelado con torno de pie, la cocción en horno de leña y el mantenimiento de una amplia gama de obra utilitaria avalan esta categoría. Lo que en apariencia puede parecer una situación de atraso posee un carácter cultural que merece conservarse. Pero para conservar hay que valorar y, antes, conocer.

      En futuros coloquios nos ocuparemos de las construcciones específicas que intervienen en el proceso de producción, de las piezas resultantes y de su difusión comercial, para concluir con noticias del pasado alfarero de la localidad y su trayectoria hasta la última década de nuestro siglo.

      En esta primera parte[1] se tratará de las diferentes fases que precisa la elaboración de una vasija  en Trujillo; proceso que se inicia con el acopio de arcilla en el barrero y concluye en la cocción.

     

     

EXTRACCIÓN Y TRANSPORTE DE MATERIA PRIMA:   

 

      Desde tiempo inmemorial generaciones sucesivas de alfareros trujillanos han venido extrayendo arcilla de una finca particular llamada Mordazo, alejada del núcleo urbano unos 6 kms. por carretera (N-V en dirección Sur) y 5 kms. por caminos. El barro no suponía coste alguno para los artesanos, pues, según una antigua claúsula que figura en el registro de la propiedad, en el caso de que el terreno fuese adquirido por un nuevo propietario, éste se comprometía a respetar el derecho de los alfareros a aprovechar gratuitamente el subsuelo de la finca. No se trata de renovar un permiso, ni una licencia especial, sino de una cesión sin límite temporal y al margen de los intereses concretos del dueño que podrá disponer a voluntad del uso y aprovechamiento de la tierra de cultivo, el suelo, pero sin interpornerse en los intereses de los alfareros. Se explica así como Mordazo, una finca en plena explotación (roturada y sembrada) es un terreno sin cerramientos por el que los vehículos de motor, como antaño los carros y caballerías, podían circular libremente, siguiendo antiguas veredas o abriendo otras nuevas a través del cultivo, como se ha hecho generación tras generación, cuando se iba a por cargas de barro. Este derecho supone una pervivencia de las antiguas cláusulas gremiales[2] que favorecían al oficio y de forma indirecta beneficiaban a la población y a la comarca, suficientemente abastecidas de recipientes utilitarios de óptima calidad cuando ningún otro material estaba tan divulgado como la cerámica.

            La tarea de «ir a por barro» se realiza una vez al año, preferentemente en los meses de primavera o a principios de verano, en viajes sucesivos, hasta reunir la materia prima suficiente que se consumirá en el transcurso de ese año. Otros alfareros, de acuerdo con el espacio disponible en el alfar para el almacenamiento y ritmo de consumo, preferían acudir al barrero períodicamente. Hasta hace poco tiempo los alfareros venían a por arcilla en carros o en caballerías, aunque no era estrictamente necesario su desplazamiento, pues­to que había cargueros, llamados «arrancadores», ajenos al oficio, que conocían bien las vetas de arcilla útil, las extraían y transportaban hasta el alfar, donde el artesano les pagaba la cantidad acordada. De igual manera, acarreaban leña para las hornadas.

      En los últimos años la labor es menos ardua que en el pasado, aunque siga siendo manual. Los alfareros del único taller actualmente activo se desplazan al amanecer con una camioneta hasta el barrero. El camino se traza a través del sembrado y la dirección depende de los resultados obtenidos la última vez que se extrajo la «grea». En el trayecto se pueden observar agujeros diseminados o trincheras al pie de túmulos, antiguas catas abandonadas. Algunos alfareros ponían buen cuidado en tapar los cortes agotados para no perjudicar el arado del campo, costumbre no siempre seguida a juzgar por el aspecto del terreno. A veces, había que apresurarse a cubrir los lugares donde la arcilla fuese buena y abundante, para evitar la intromisión de otros alfareros o arrancadores en la veta hallada. El barrero de Trujillo es uno de los más alejados y pobres en cantidades de barro de entre los núcleos alfareros extremeños. Por ello, la escasez originaba conflictos. En compensación, la materia prima originaria de Mordazo posee unas magníficas cualidades para el desarrollo del oficio, gracias a su comportamiento en el modelado, secado y en la cocción; y, lo que es más importante,  las vasijas resultantes ofrecen un excelente servicio al usuario por su resistencia al fuego y para el almacenaje de alimentos y líquidos.

      Apenas hay  que  profundizar para encontrar la arcilla, pero poca es la apropiada y a pocos centímetros aparece el subsuelo de pizarra. Excepcionalmente se encuentra alguna vez una veta que alcanza un metro de potencia. Por ser el resultado imprevisible, no hay ningún criterio para elegir el lugar de extracción. Lo normal es efectuar catas que indican al alfarero si debe continuar cavando o intentarlo en otro zona. La elección es, por lo tanto, azarosa. La operación se inicia apartando el primer palmo de tierra desechable, la de siembra, conocida como la «fusca». Limpio el terreno, con pico y pala se profundiza para retirar el estrato arcillo siguiente denominado «cabeza», de casi medio metro de potencia e inservible también para el trabajo alfarero, hasta descubrir la veta estrecha de arcilla útil cuya profundidad dependerá de la adaptación a las irregularidades de la roca madre (generalmente tiene entre uno y tres palmos de poten­cia). En la veta, una vez descubierta y limpia de «chinatos» y raíces, se distingue, al tacto y con la vista, el barro flojo del fuerte, «que lleva más carga y va por debajo». Con el «azaón» y el pico se extraen ambos tipos de barro en terrones o témpanos, que son cargados en esportillas de esparto con la pala o  con la azada. Cuando se disponía de caballerías se situaba a éstas al  pie del corte y  se cargaban directamente paleando la tierra a los serones. El número de cortes abiertos y su extensión dependerán de la cantidad y calidad de la arcilla hallada. Con un par de asnos o mulos la jornada se repetía en días sucesivos hasta conseguir la cantidad deseada. El vehículo de motor ha acortado tanto  el tiempo empleado en el transporte como el número de viajes al barrero.

 

 

LA PREPARACIÓN  DEL BARRO:

 

            Una parte de la arcilla en bruto, si no urge su empleo, es transportada hasta el alfar y almacenada en un cobertizo del patio destinado para tal fin (aunque tampoco es perjudicial para el barro permanecer al aire libre) o bien la totalidad de la carga queda extendida al sol junto a las construcciones del pilón y las eras (alejadas del barrio alfarero aproximadamente 1 kms.) para, después del oreo, iniciar el proceso de elaboración.

 

      Cuando se han secado los terrones se desmenuza la tierra con unos mazos de madera de encina de mango largo. La arcilla floja y fuerte, sin cribar, se echa en el pilón y es mezclada con abundante agua, sacada con un caldero de un canal aledaño  que parte de la charca de San Lázaro y más recientemente de un pozo ubicado en la fuente de los Mártires. A continuación se bate a mano con una tabla (es la acción de «tablear») hasta conseguir una pasta homogénea y semilíquida: «el caldo». Seguidamente, con  el mismo caldero, se trasvasa el barro disuelto a las eras anexas colándolo a través de un haz de matojos de escobas, superpuestos a la boca de la era, que, a modo de criba, retiene el pasto y demás impurezas. En el suelo de la era se esparce arena cribada para sanear la arcilla y con objeto de poderla desprender sin dificultad cuando se haya oreado. Dicha arena servirá como degrasante especialmente beneficioso para la obra de fuego.

 

      El proceso de sedimentación del barro precisa cerca de tres horas de reposo a partir de la última carga colada. La arcilla disuelta, más pesada, queda depositada en el fondo, en tanto que el agua de la superficie recuperará su claridad original. Sólo cuando está bien asentado el barro en cada una de las dos eras de que dispone cada alfarero, se le da salida al agua, retirando una piedra que, a modo de exclusa, se halla en una de las esquinas achaflanadas de la parte baja de las eras. Ambas construcciones desaguan conjuntamente por un pequeño canal excavado en la tierra. Tras ser  liberada de la capa superficial de agua, la arcilla queda expuesta al aire, perdiendo humedad progresivamente, hasta que al cabo  de unas horas empieza a cuartearse. Esta fase del proceso es más rápida que en otros centros alfareros extremeños, porque las eras de Trujillo son amplias, poco profundas y con el suelo de tierra, factores que contribuyen a una deshidratación acelerada, sobre todo en días soleados. LLegado este momento, el alfarero con  una hoz corta la masa en porciones o «témpanos», que  son trans­portados envueltos en sacos hasta el alfar y amontonados en el «cuarto del ba­rro». La arcilla arropada con plásticos se conserva en unas condiciones óptimas de humedad, hasta el momento de su utilización y mejora sus propiedades con un prolongado almacenamiento. Esta habitación, de ambiente fresco y semisubterránea, no dispone de ventanas y se ubica próxima a los tornos y resguardada de las corrientes de aire, para que el barro no se reseque. Si hay prisa por trabajar la arcilla y ésta presenta un exceso de humedad, se acostumbra a pegarla y extenderla en la pared del obrador hasta que haya adquirido la textura adecuada para pasar al amasado.  

 

 

AMASADO:

 

            El amasado se realiza sobre una losa de granito, junto a los tornos. El alfarero empieza por espolvorear unos puñados de arena en la parte central del «amasaero». La arena, además de servir de antiadherente, se emplea para suavizar la textura de la arcilla. Cuanto más fuerte se encuentre, más arena necesitará, de modo que se le irá añadiendo al tiempo de amasarla.

      La preparación es manual, empujando con el peso del cuerpo, que transmite la fuerza a las palmas de las manos. Al princi­pio la arcilla ofrecerá bastante resistencia, según el tiempo que haya estado  depositado en el cuarto del barro, pero irá cediendo conforme progrese el amasado. Para ablandarlo, de vez en cuando se golpea con fuerza la masa utilizando un mazo de madera de encina y dejándola caer contra la lancha para, a continuación, volver a la faena añadiendo más desgrasantes. El proceso se repite tantas veces como sean necesarias hasta que la masa sea un bloque homogéneo y dúctil. Cuando está lista, se corta en porciones y se les da forma redondeada o cónica. Estas pellas pueden pasar directamente a ser trabajadas en los tornos. Mientras, con una espátula se raspa la superficie de la losa para que, una vez limpia y espolvoreada de arena, esté prepa­rada para el amasado de un nuevo bloque de arcilla.

 

 

EL TORNEADO Y EL TORNO:

 

      El torneado se inicia centrando la pella con un golpe seco sobre la cabeza de la rueda para evitar que salga despedida con los primeros movimientos giratorios. Después, el alfarero moja sus manos en un tiesto con agua colocado frente a él en la mesa del torno al tiempo que acciona la rueda inferior impulsándola con el pie. Las manos rodean la pella suave pero firmemente, manteniendo los dedos juntos y las palmas extendidas. Centrada la masa, se introducen los pulgares presionando ligeramente hacia adentro hasta lograr abrir el barro. Las manos, siempre húmedas, se combinan en distintas posiciones que guiarán el barro hacia arriba, adelgazando y corrigiendo simultáneamente las paredes de la vasija por dentro y fuera, al tiempo que se esboza la forma de la futura pieza abierta o cerrada. Las posiciones coordinadas de las palmas de la mano y de los dedos durante el torneado responden a unas mismas pautas generales constantables en alfares distantes, aunque hay que precisar que, lejos de una ley estricta, cada artesano desarrolla un estilo propio tras años de experiencia siguiendo el simple criterio de la efectividad-comodidad. Las manos operan conjuntamente combinando múltiples posturas, así como los brazos y las muñecas, que transmiten el peso del cuerpo. De no ser zurdo, en el modelado, la mano derecha suele ir por fuera y la izquierda por dentro de la vasija.

      El torno, denominado «rueda» en Trujillo, es elevado, inscrito en una estructura de madera, compuesta por la mesa, el asiento y las patas que sostienen el conjunto, formadas por cuatro troncos insertados en el suelo, es decir, se trata de un torno fijo.

      El disco superior de metal (sustituto del de madera tradicional) se denomina «cabezuela», el eje que la une con la rueda inferior o vuelo es el «husillo». Mediante la «abrazadera», el husillo queda vertical  y sujeto por su parte superior al «palo maestro»,  que a su vez se inserta en la pared del obrador.  El extremo inferior del eje recibe el nombre de «gozne», que gira gracias a un rodamiento, aunque en el pasado lo hacía sobre una piedra engrasada. El travesaño de madera, sobre el que descansa el pie derecho mientras que el izquierdo impulsa la rueda, es el «estribo».

 

            Los útiles empleados en el modelado son:

 

      Las cañas: de varios tamaños, la más larga sirve para rebajar la arcilla de la base de la vasija y para, al finalizarla, desprenderla de la cabeza del torno. La más corta y manejable es para dar forma a los perfiles del recipiente y alisar las superficies. Entre estas dos, hay otras escalas in­termedias. Las cañas se disponen sobre la mesa del torno o, más frecuentemente, en el interior del «alpilote», recipiente abierto donde el alfarero moja sus manos repetidas veces durante el modelado y a donde va a parar la arcilla sobrante o babas, rebajada con las cañas o con los dedos. Para mejorar el acabado, sin retirar todavía la pieza del torno, se pasa por el cuerpo de la vasija un trozo de cuero mojado, denominado «badana».  Concluido el modelado, la pieza es retirada de la cabeza del torno con un cordel con dos palitos atados a los cabos.

 

      Aquellos recipientes que por su gran tamaño no pueden hacerse en una sola fase, como la tinaja, el cuezo, el cántaro, etc, se elaboran por partes, que son cortadas con la caña o con el dedo y añadidas posteriormente. Este recurso se emplea no tanto porque el barro carezca de la resistencia necesaria para que las paredes no se vengan abajo conforme se les da altura (al contrario, ya se ha señalado la «fuerza» que caracteriza a la arcilla trujillana), sino por la imposibilidad física de levantar la pared de una pieza por encima del codo del alfarero y por el enorme esfuerzo muscular que ello supondría. Ocasionalmente pueden emplearse hormas o «rodales» de madera de unos 40 cms. de diámetro superpuestas a la cabeza del torno para modelar recipientes de base amplia y paredes abiertas, como baños y cazuelas, sin riesgo de deformarlos al ser retirados del torno y para facilitar su traslado hasta el lugar de oreo. La unión de los complementos, tales como asas, piches y cordones se realizará después de unas horas de oreo, cuando las superficies hayan adquirido la consistencia necesaria para presionar sin desformarlas. Las asas son siempre del tipo cinta, anchas, finas y verticales, elaboradas por estiramiento a partir de una pella. Por lo general el tiempo que transcurre entre el torneado y el enasado puede ser en invierno superior a un día y en verano el que media entre la mañana y la tarde.

 

 

EL SECADO:

 

      Tras el modelado, las piezas se van colocando sobre tablas de pino de unos 80 cms. de largo dispuestas en la mesa del torno, desde donde, en conjuntos de cinco a diez piezas, son trasladadas a las zonas de oreo o secado definitivo. En ningún momento las piezas son expuestas al sol. Durante la fase de secado, de seis a ocho días, permanecen en el suelo en posición normal e invertida, ocupando el zaguán y el pasillo de la vivienda-alfar. En épocas de lluvias, de frío o en días de aire conviene arropar con mantas, lienzos o telas las piezas para que el secado transcurra lenta y progresivamente sin cambios bruscos que descompensen el grado de humedad de la superficie respecto al interior, de la parte superior respecto al «hondón» y del cuerpo respecto a sus «gobiernos» (asas, bocas, etc.).

 

LA COCCIÓN:

 

      En la actualidad, la cocción se efectúa cada dos meses o dos meses y  medio. Es opinión unámine entre los alfareros que la estación preferible es el verano o finales de la primavera, acortando, en lo posible, el tiempo entre las hornadas, por haber mayores garantías de «sacar más loza sana». Con anterioridad a la crisis del oficio, los alfares mantenían una media de dos cocciones mensuales e, incluso, los talleres con más operarios lo hacían semanalmente.

      Se empieza por reunir en distintos grupos las piezas de igual tipo y situarlas lo más cerca posible del horno. De la colocación de la carga en la cámara se encarga personalmente el maestro, mientras que los oficiales,  por lo común  hijos del maestro, organizan una cadena que le hace llegar las piezas. Es frecuente que la mujer e hijas del alfarero colaboren en esta tarea.

      En el «piso» de la cámara del horno se sitúan los recipientes más grandes evitando coincidir con las fogoneras, puesto que la incidencia directa del fuego calcinaría la pieza. En la parte más baja, independientemente del tamaño, van los recipientes vidriados por necesitar temperaturas más elevadas para el fundido del «alcohol de hoja» (plomo). No hay compartimentos ni soportes que mantengan separadas las piezas vidriadas, lo que obliga a poner cuidado para que no se peguen unas con otras (besos), orientándolas debidamente o interponiendo trozos de cerámica o cartón, aun a costa de dejar irregularidades en la superficie.

      El resto de la carga se amontona preferentemente boca abajo, ocupando  cualquier  hueco libre, incluyendo el espacio interior de las piezas grandes que albergan a las pequeñas, hasta sobresalir apiladas por encima del borde de la cámara. Por último, se cubren suporponiendo más de una capa de cascotes de piezas defectuosas de cocciones precedentes.

      Se dedican alrededor de cuatro horas para colocar concienzudamente unas 200 piezas, que es lo que viene a admitir la cámara del horno.

      Antes de prender la lumbre se hace una señal de la cruz con la horquilla de empujar la leña en la boca de la caldera: una forma de encomendar la hornada para su propicia evolución. En el encendido y mantenimiento intervienen varios tipos de leña: de encina, para la primera fase de caldeo y cualquier leña de más lenta combustión como son desde las vigas de antiguas casas derrui­das hasta las cajas de desecho. La segunda fase de cocción precisa fuego fuerte por lo que se atiza la caldera con escobas de monte con las que se consigue una llama viva y constante.

      La primera fase de calentamiento («templar el horno») se realiza con fuego suave, atizándolo con leña gruesa de seis a siete horas, hasta que deja de salir un humo espeso, negro primero y blanco después, y se «aclara la cámara». Entonces se pasa a avivar las llamas introduciendo, con ayuda de una horquilla, haces de escobas de monte, que serán reemplazadas en cuanto ardan. Se invierten de dos a dos horas y media de fuego fuerte en el que el horno alcanza la máxima temperatura, al cabo de las cuales se deja de alimentar el fuego y se tapa la boca de la caldera con la chapa de un bidón para retener las calorías y en prevención de fatales corrientes de aire; se pasa seguidamente a la tercera fase de lento enfriamiento. Son precisos dos días para que pueda efectuarse el desenhorne.

      En la descarga se repiten los mismos pasos que en el enhorne, pero, claro está, a la inversa. De nuevo se organiza una cadena y las piezas son reunidas según su tipología para atender los pedidos concertados y para su directa comercialización en el alfar o en los mercados comarcales. A parte quedarán las piezas inútiles que  irán a engrosar el montón del testar o serán reaprovechadas parcialmente para cualquier otro fin.

 

 

                              

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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     [1]Los datos expuestos han sido recopilados en sucesivas entrevistas con el último maestro alfarero de la localidad, don Marcelino Rodríguez Pablos y sus hijos Vicente y Carlos (oficiales). También nos han proporcionado información algunos miembros de la familia conocida por «Los patuleques». A todos ellos, nuestro agradecimiento.

La exposición de esta comunicación se acompañó de diapositivas para ilustrar cada una de las fases del proceso.

     [2]Este aspecto ya lo tratamos en los Coloquios Históricos de Extremadura del año 1993 en la comunicación «El sistema gremial y su persistencia en la alfarería tradicional extremeña».

Feb 262014
 

Roberto C. Montañez Pereira. 

“ No me importa, por mi, que mis palabras caigan una vez más en el vacío. Aunque eso implicare un desaire o un desprecio para mi, yo hablaría porque quiero a mi pueblo y no quiero ser de esos muchos que en tertulias y cafés censuran indignados los desaciertos de los Alcaldes, Ayuntamientos, particulares, y comisiones, y no hacen más que esa labor negativa, de censura, , que a ellos por su pasividad, les cuadra mejor que a cuantos, si no aciertan, arriman al menos el hombro”[1]

 En este repaso por la trayectoria vital e ideológica de León Leal Ramos vamos a separar con evidentes intenciones didácticas  y clarificadoras tres aspectos fundamentales que yuxtapuestos e interrelacionados nos ofrecen un perfil completo de lo que su figura ha significado y representado para Cáceres durante este siglo. Estos tres campos en los que hemos creído conveniente detenernos de manera pormenorizada son : 1/  Su contexto histórico, es decir, el entorno social que cautiva su sensibilidad humanitaria y el trasfondo ideológico en el que se desenvuelve su pensamiento 2/ Algunos apuntes biográficos que nos permiten acercarnos más directamente a su personalidad y finalmente 3/ Su obra, en donde canaliza todo su pensamiento y las ideas que tan vehementemente defendía.

1. Su contexto histórico

A comienzos de la presente centuria un problema hasta entonces desconocido acaparaba el centro de atención de la opinión pública y sembraba el desasosiego en los medios sociales más acomodados: la “cuestión social del campo”. Con esta definición imprecisa y ambigua se hacía referencia al deterioro permanente y continuado del campesinado extremeño que el fuerte impacto del proceso desamortizador había generalizado. En efecto, el proceso seguido en la subasta y venta de los cuantiosos patrimonios rústicos que salieron al mercado según las periódicas disposiciones emanadas por gobiernos de impronta liberal   marginó a la inmensa mayoría de la población, cuyo escaso nivel de renta les impedía pujar de manera competitiva. El resultado final no fue otro que la fuerte concentración de la propiedad y el absentismo de  los titulares de mayor calibre,  miembros de casas nobiliares y de la burguesía financiera y mercantil oriunda de la capital del reino. La tercera y más importante consecuencia de la Desamortización que nos permite concretar el perfil del campesinado extremeño y la merma progresiva de su nivel de vida serían las disposiciones que amparaban la enajenación de los patrimonios concejiles de los municipios ( tierras comunales, bienes de propios, dehesas boyales etc..). Nos estamos refiriendo a la polémica aplicación del Decreto Madoz de 1 de Mayo de 1.855, de gran aplicación en Extremadura y consecuencias sociales de primer orden, en especial para aquellas zonas en las que predominaba esta modalidad posesoria.

La proyección social que contempla este fenómeno se debe a que éstos inmuebles cumplían una labor benéfica particularmente significativa para el alivio de las crisis agrarias en el medio rural, es decir, se definían por su funcionalidad social.

Las dehesas Boyales, espacios adehesados de explotación ganadera reportaba beneficios particulares, sin embargo, constituían un ejemplo de lo antedicho en el momento en el que su explotación pasaba a ser colectiva  siendo de gran beneficio para el vecindario en época de carestía y penuria económica. En estas situaciones, un cuarto de la misma se destinaba a labor parcelándolo entre todos los vecinos del municipio a cambio de un pequeño canon. En resumen, estos espacios permitían, con mayor o menor garantía, un acceso masivo a la tierra y una salida honrosa para las economías campesinas en momentos de gran aflicción. La enajenación de estos patrimonios rústicos, su concentración para uso estrictamente pecuario y las frecuentes usurpaciones en los que quedaron indemnes alejaron a una gran masa de campesinos del terrazgo, degradándolos de status en la estructura social rural para terminar como simples braceros desheredados. La paulatina introducción de las relaciones sociales y laborales enarboladas por la lógica capitalista cuyo ideario básico se resumía en la obtención del máximo beneficio y la mínima inversión consagró la separación entre una sociedad de clases cada vez más polarizada presta a reactualizar de forma virulenta y generalizada las viejas prácticas de insubordinación rural. Estas nuevas formas se tradujeron en la degradación súbita y profunda de las condiciones de vida de las clases más humildes cuyo resultado más  vergonzante y dramático fueron la explotación en el trabajo de mujeres y niños cuya contratación resultaba más rentable por cuanto su remuneración suponía la mitad de los honorarios del varón, la precariedad de los salarios, cuya cuantía impedía la satisfacción de las necesidades vitales más perentorias,  las deplorables condiciones de trabajo y  la insalubre habitabilidad de las viviendas obreras. Estas funestas consecuencias  tenían que estar necesariamente en contra del sistema de valores morales vigentes en la sociedad de la Restauración que abanderaba la Iglesia y motivaba las críticas de la oposición política de signo republicano y talante demócrata.

Sin embargo, el detonante final para una abierta toma de partido y posicionamiento se produjo a raíz de la extensión de los nuevos credos redentores de las clases humildes que partían de nuevas doctrinas políticas formuladas en el siglo XIX: anarquismo y socialismo. El temor a que estas ideas destructoras del orden social ganaran terreno en los ámbitos obreros determinó la implicación de los dos puntales del sistema sociopolítico en el tema: El Estado, como celoso guardián de la ortodoxia social,  a través de la fundación de la Comisión de Reformas Sociales en 1.883 y la Iglesia, como autoridad rectora en el plano de la mentalidad y el esquema de valores.

Particularmente para nuestra exposición nos interesa la acción de ésta última porque será en su seno y desde su filosofía e inspiración donde realiza su labor social y canaliza su sensibilidad cristiana  nuestro protagonista.

El inicio de la respuesta y de la implicación directa de la Iglesia en los candentes temas de actualidad social tiene una efeméride concreta, la promulgación por parte del papa León XIII de la Encíclica Rerum Novarum en 1.891 en la que resume los ideales que alientan la intervención eclesiástica  en esta materia y cuyos rasgos fundamentales son: el sentido cristiano y la dimensión social de la riqueza, aspecto que contraviene y condena las ideas del capitalismo liberal basada en el lucro. En este sentido, se apuesta por el concepto de justicia social cimentado en las idea del amor fraternal, eje de las relaciones laborales para la Iglesia,  de cuya aplicación se derivará la paz, la concordia y la reconciliación entre las clases sociales. Defendiendo en todo momento el carácter sagrado de la propiedad privada, pilar del orden social, la Iglesia establece un claro límite moral en su disfrute. Así, cuando la riqueza se convierte en ostentación  se desvirtúa la moral cristiana ya que la fastuosidad de unos pocos contrasta con la mezquindad de muchos. En definitiva, el deber del propietario termina en el hambre de su vecino desarraigado que exige su caridad benevolente como modelo de conducta socialmente justa y moralmente elevada. Las caridad social se convierte en el instrumento idóneo de la Iglesia para conjurar cualquier amenaza externa y paliar las desigualdades y los desajustes sociales. A la postre, esta concepción no sería más que una solución parcial destinada a aliviar peligrosas contingencias en un marco que admitía escasas novedades y pequeños cambios. Con todo, la postura de la Iglesia se basaba de manera ingenua pero ilusionante en la evolución, diseñada desde los sectores dirigentes de la sociedad, aprovechando los márgenes legales y morales adecuados frente a la estrategia contundente de la revolución social predicada por los nuevos profetas libertarios y socialistas.

 

En este momento de encrucijada, de encuentro y yuxtaposición entre tradición y modernidad doctrinal aparece descollante la insigne figura de León Leal Ramos, una de las personalidades más emblemáticas de la sociedad cacereña del siglo XX, personaje cuya singularidad  proviene de su admiración y reconocimiento generalizado desde todos los ámbitos sociales, por encima de posiciones partidistas y diferencias ideológicas[2]. Si bien no  pretendemos enmarcar este somero estudio sobre su vida, obra y significación en una hagiografía inflamatoria de dudosa rigurosidad histórica, resulta incontrovertible la enorme relevancia de su figura de apostolado social laico en la andadura histórica cacereña durante los últimos cien años si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de las conquistas y las mejoras sociales que se articulan en la provincia parten bien de su ámbito de decisión o tienen en él su fuente de inspiración.

 

2. Algunos retazos biográficos

 

 El cacereño León Leal Ramos nace el 11 de Abril de 1.881, en el seno de una familia acomodada de clase media. De su padre, dedicado a la enseñanza, hereda su especial sentido didáctico, su claridad expositiva y su locuacidad. Estas virtudes pronto se revelarán desde su infancia y primera juventud y darán forma a un joven inquieto y vivaz que desarrolla tempranamente desde su etapa estudiantil  una honda preocupación social que sería su estandarte y vocación durante toda su vida. Con 15 año finaliza sus estudios de enseñanza media y marcha a la Universidad de Salamanca para estudiar Derecho, carrera que finaliza brillantemente en 1.902, siendo distinguido con la obtención del premio extraordinario de Licenciatura. El mundo de la judicatura pronto se convertirá para el inquieto cacereño en el instrumento adecuado para materializar las ideas reformistas que en materia social va madurando . Durante su estancia en Madrid, convertida en este momento en hervidero de ideas regeneracionistas, a donde acude con la intención de doctorarse, cobra protagonismo entre los círculos reformistas de ideas católicas  y se revela como audaz cultivador del pasatiempo intelectual de la época, “el arbitrismo” . Su verbo fácil y su riqueza de ideas le catapultan a foros de debates y a encuentros académicos en los que expone las líneas maestras de su pensamiento social, cuyo epicentro radica en la inexistencia de instituciones de crédito y la descapitalización del medio rural[3].

A su vuelta a Cáceres, circunscribe sus actividades sociales en la esfera del catolicismo social merced a su cargo de Presidente del Consejo Diocesano de las Corporaciones Católico-obreras, bendecida por las autoridades eclesiásticas y nacida bajo los auspicios de destacadas personalidades de la vida social cacereña bajo una clara inclinación paternalista.

Es en este momento cuando se afianza la amistad que había trabado ya en Salamanca con el periodista itinerante Manuel Sánchez Asensio, quien por aquel entonces representaba la voz más contundente  del círculo de la intelectualidad católica cacereña y se le reconocía por su habilidad para generar hondas polémicas en su seno.

Años más tarde, cuando rememoraba su trayectoria vital desde su lúcida senectud en aquellos breves artículos autobiográficos aparecidos en el Diario “ Extremadura” bajo la denominación genérica de “Ráfagas” , evocaba estos momentos de profunda militancia católica y advertía como el  intransigente pensamiento de Sánchez Asensio, de  claras inclinaciones integristas le enajenaba el apoyo de sus correligionarios y le sumía en profundas dificultades  económicas. Sin embargo, la impronta de Asensio estuvo patente en la faceta propagandística y publicistíca de León Leal y bajo su consejo adquirió conciencia  de la importancia de los medios de comunicación para la difusión de su pensamiento.[4]

 En este sentido, considerando como prioritaria la divulgación del ideario católico en materia social funda la publicación “ La Acción Social”, órgano de expresión del Consejo Diocesano de Acción Católica, en la que difundió sus ideas renovadoras y comprometidas con la acción social hasta el cese de su publicación en 1.909.

Su ingreso en el mundo de la judicatura ensanchó notablemente sus horizontes reformadores en materia social ya que desde su cargo de abogado  fiscal en la Audiencia Territorial  conocía de primera mano los entresijos, motivaciones y consecuencias de la dimensión delictiva en el mundo rural y su directa imbricación con la cuestión social, a cuya solución pronto dedicó sus desvelos. En efecto, protagonista directo de varios procesos incoados en la Audiencia Territorial de Extremadura por hurto de frutos y cargas de leña, pronto se percató de que el predominio y la extremada frecuencia de los atentados contra la propiedad  en Cáceres escapaban de los patrones etiológicos más habituales que conducían a las prácticas delictivas y advertía la naturaleza social de las mismas. Así, serían las estrecheces de las clases humildes en el medio rural, tradicionalmente alejado del marco de actuación benéfico-asistencial, y su permanente ausencia de capacidad adquisitiva las que en última instancia empujarían a estos sujetos a realizar este tipo de actividades “ en cuya casi totalidad pudiera y debiera apreciarse al menos la atenuante de necesidad que ya va siendo estimada con frecuencia por la Sala de lo criminal de aquella Audiencia” .[5]

Durante estos años León Leal alternó sus obligaciones profesionales con su pasión vocacional por el análisis de las realidades sociales circundantes, apoyando, cuando no dirigiendo cualquier iniciativa que redundara en el mejoramiento moral y material de sus conciudadanos. A estos fines desplegó una intensa labor propagandística de su pensamiento cristiano, impartiendo conferencias, publicando artículos y en definitiva encabezando el movimiento de renovación cristiana en la ciudad cacereña que tuviera un contenido social. En esa labor, su optimismo contagioso, su ilusión desbordante y en suma su crédito como analista social le granjearon el reconocimiento de la clase dirigente, la misma a la que trataba de comprometer y concienciar en la resolución de estas cuestiones. Consecuente con su idea de que la teoría debía materializarse en acciones concretas, intentó ponerla en práctica con la colaboración de la autoridad y los miembros más honorables de la vida municipal cacereña , de la inestimable colaboración de su amigo, el citado Manuel Sánchez Asensio junto al esfuerzo del Secretario de la Junta Local de la Liga Catolica,  Casto Ibarlucea El esfuerzo conjunto bajo la batuta de León Leal cristalizó en la ejecución del más destacado proyecto ansiado por el abogado cacereño, la fundación de la primera institución de crédito basada en los ideales benéficos  de armonía social postulados por la Iglesia. De esta manera, el 19 de Marzo de 1.906, coincidiendo con la celebración del patrono de Cáceres, San Jorge, se inauguraba la Caja de Ahorros y Monte de Piedad  bajo el patrocinio de la Liga Católica de la ciudad.[6]

El nacimiento de este organismo representaba la respuesta de todos aquellos que venían denunciando la práctica inhumana de la usura desproporcionada y sus perversos efectos sobre las clases menos favorecidas, obligadas a recabar sus servicios ante la ausencia de entidades de crédito adecuadas a sus ingresos. Habida cuenta del importante papel social desempeñado por esta institución benéfica, fueron numerosas las personalidades de la vida cacereña las que se implicaron en el proyecto y contribuyeron bien mediante donativos o participando directamente en su capital social como accionistas[7]. El capital inicial con el que disponía para comenzar sus operaciones era de 19.395 pesetas, de las cuales 1.000 habían sido donadas por Alfonso XIII en ocasión de su visita a Cáceres.

Tras su fundación, la Caja  de Ahorros desempeñó un importante papel capitalizador   en la vida de los cacereños tal y como mostraría la contabilidad de su primer ejercicio económico, que concluiría con la apertura de 334 libretas de ahorro que sumaban 33.249 pesetas y los nimios beneficios obtenidos daban cumplida cuenta de la misión asistencial y caritativa de la institución. La Memoria de la Caja de Ahorros publicada en 1.910 ratificaba esta tendencia e insistía en que se estaban implantando los hábitos de ahorro y previsión como válvulas de escape para conjurar las posibles contingencias e imprevistos. Pero también reseñaba el aumento de la  inversión, dando así una utilidad real al dinero en lugar de dedicarlo a fines improductivos o poco provechosos. El número de imposiciones reflejaba plenamente la extensión de estas virtudes tal y como muestra el incremento de sus depósitos en relación con las imposiciones de pequeña cuantía que se habían triplicado en un año toda vez que el grueso de los beneficiarios eran pequeños ahorradores. También aumentaron notablemente el resto de imposiciones de mayor relieve. Por lo que se refiere al Monte de Piedad, éste constituía un órgano de especial funcionalidad social  en momentos de precariedad y donde la caridad, como instrumento de solidaridad, era llevada a sus últimos extremos. Por esta razón este servicio era el más utilizado por las capas sociales más desfavorecidas. El aumento sensible de los empeños de efectos materiales, fundamentalmente ropa, sobre alhajas y otros objetos valiosos nos sitúa en la desgarradora realidad de las condiciones de vida de las clases bajas, obligadas a empeñar objetos de escaso valor ( por lo general no excedían de cinco pesetas) para salvar sus apuros más perentorios[8].

Hasta ahí el alcance social tan importante de esta institución crediticia de  carácter benéfico diseñada e inspirada por León Leal Ramos.

Su labor de propagandista de las excelencias del ahorro y de la previsión como soluciones destinadas a acabar con la usura, el principal mal que aquejaba a las clases menesterosas, encontraba otra base argumental en los beneficios que ambos pilares traerían como fuentes de riqueza material y dignidad moral. Siguiendo esta línea de actuación, tuvo una participación notable en la fundación del Instituto Nacional de Previsión ( 1.910). En 1.911, como reconocimiento a su profundo activismo tras lograr la apertura de 11.000 libretas- pensión fue condecorado con la Medalla de Plata de la Previsión por dicho organismo. No fue ésta la única muestra de favor personal que recibió. Su talante honesto y comprometido le valió la fervorosa adhesión de sus conciudadanos y la respetabilidad de aquellos que no creían en su función social. En cualquier caso su figura pública  no dejaba a nadie indiferente y pronto se convertiría en referente emblemático de la vida cacereña durante la primera mitad del siglo XX, ligado a sus avatares y problemas.

En 1.921, a su cargo de Director Gerente de la Caja de Ahorros de Cáceres sumó el de consejero delegado de la nueva institución de crédito de ámbito regional, la Caja Extremeña de Previsión Social.

Durante todos estos años no dejó de concurrir allí dónde se abordaban temas sociales, ya se tratase de foros regionales o encuentros nacionales para impartir conferencias y compartir disertaciones, manteniendo en todo momento la coherencia  doctrinal que había sostenido siempre, quizás algo tamizada por los vertiginosos cambios económicos, sociales y culturales que tuvo que presenciar a lo largo de su dilatada andadura vital y cuyas aportaciones en el plano de la mentalidad o en la escala de valores le hacían adoptar una postura más crítica, combativa y finalmente, integrista.

Al final de su intensa vida, liberado de sus responsabilidades oficiales y retirado de la vida pública, adoptó una actitud de paciente recapitulación de lo vivido, ensimismándose  en sus recuerdos y vivencias pero alejándose del modelo convencional del simple repaso autobiográfico y de la erudición de pretensiones historicistas para ofrecer un relato impresionista trazado de pequeñas estampas intrahistóricas, autodenominadas genéricamente “Ráfagas” en las que contemplar bajo su prisma el pálpito vital de su ciudad, Cáceres, a lo largo de medio siglo. En sus “Ráfagas”, aparecidas primero en el Diario “Extremadura”  y compendiadas más tarde en una publicación como homenaje póstumo a su memoria, este perspicaz observador de la realidad, como le apostilla Antonio Floriano en el Prólogo, retrata en clave realista personas, calles, sentimientos, anhelos, costumbres, emociones, todo el microcosmos cacereño con el hilo argumental de sus evocaciones más personales. Éstas sólo aparecen sublimes y solemnes tras el convencimiento de quien tan sólo tiene por certeza el paso del tiempo, el pasado por toda identidad. Este momento anuncia la llegada del merecido tributo y en el caso de León Leal, éste es de incuestionable realidad y es que a estas alturas  había atesorado multitud de muestras de deferencia y gratitud (Medalla de Oro de la Previsión en 1.946, Medalla de Oro de la Mutualidad Escolar al año siguiente, Medalla del Mérito en el Ahorro etc..) Pero sin duda el mayor reconocimiento a su labor de apostolado social y de  lucha por la causa de los humildes desde la óptica católica le llegó en forma de Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo otorgada en el Consejo de Ministros celebrado el 23 Agosto de 1.957.

Murió el 6 de Febrero de 1.959, tras permanecer 46 años al frente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cáceres.

 

3. Su obra y pensamiento

 

A lo largo de su dilatada existencia y trayectoria profesional al frente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, León Leal tuvo tiempo para convertirse en el más activo propagandista del catolicismo social en Cáceres. En este sentido no sorprende lo fecundo de su producción escrita, que comprende todo tipo intervenciones como conferenciante, articulista etc..Sin embargo, como hizo notar Sánchez Marroyo, en vida no publicó un solo libro y tan sólo a raíz de su muerte se recopilaron sus trabajos anteriores para su edición libraria[9]. Nos estamos refiriendo a dos publicaciones que siguiendo en la línea de homenajes que se habían iniciado antes de su fallecimiento, sintetizaban lo más granado de su obra y aislaban sus objetivos e intenciones. Ya hemos hecho alusión a la recopilación de sus pequeños artículos de carácter vivencial, sus “ráfagas” evocadoras de tiempos pretéritos, aparecidas en 1.960. De menor carga emotiva pero de mayor interés de cara al análisis de su pensamiento social, resulta de gran transcendencia la selección de sus artículos , discursos e intervenciones publicada en 1.959 bajo el título Temas sociales, jurídicos y religiosos, cuya importancia reside precisamente en el carácter antológico que se imprime en la obra. Ésta presenta a mi juicio dos notas de gran interés: por un lado nos permite conocer de manera secuenciada su línea argumental y discursiva. En suma, nos permite navegar por el denso universo ideológico de su pensamiento  para determinar sus discontinuidades y sus permanencias en el tiempo. Por otro lado, este intento de sistematizar su producción en un único volumen nos permite acercarnos a textos que de otra manera habrían sido de muy difícil localización y por lo tanto consulta, ya que fueron recogidos en publicaciones especializadas, aspecto que habría motivado la ingente búsqueda del material hemerográfico en pos de la mayor rigurosidad analítica para la mejor comprensión de su obra.

En el prólogo de este último libro, obra de una insigne figura del movimiento social-católico, Severiano Aznar, se hace inventario de la totalidad de su producción para a partir del mismo dictaminar las líneas básicas de los contenidos temáticos que presidieron su labor publicista y divulgativa. A grandes rasgos podemos establecer cuatro grandes campos temáticos los abordados por León Leal, elementos todos ellos perfectamente incardinados dentro de su proyecto católico de redención social: 1/ la acción social católica y el movimiento asociativo en el medio rural 2/ el crédito agrícola como garantía de previsión social 3/ la crítica hacia el sistema de propiedad con el fin de que su reforma redundara en la mejora de las condiciones de vida de las clases campesinas y 4/ su peculiar visión del “regionalismo” extremeño

 

El primer núcleo temático fue el que más tempranamente ocupó a León Leal ya que capitalizó la serie de artículos que éste escribió en la Revista Católica de Cuestiones Sociales todavía durante su estancia en Madrid. En este momento participa de la irrupción del movimiento católico social liderado por el Padre Vicent, cuyos postulados eran el fiel reflejo del nuevo espíritu de compromiso social que la Iglesia quería infundir entre sus fieles y que encontró en la Encíclica del Pontífice Luis XIII Rerum Novarum

 ( 1.891) su modelo de referencia. Los pilares fundamentales sobre los que se asentaba esta nueva doctrina eran la consecución de la justicia social en las relaciones humanas y laborales. En síntesis se lanzaba una doctrina alternativa a los dos modelos socioeconómicos en pugna, capitalismo y socialismo surgida, de la censura de ambas propuestas y en el propósito de conciliarlas. La citada Encíclica condenaba contundentemente los abusos del capital frente a las clases menesterosas y la explotación de la pobreza ajena a fin de obtener pingües beneficios de forma lucrativa.

Por otra parte anatematizaba al socialismo  juzgándolo como doctrina materialista y atea que perseguía la transformación revolucionaria del orden social  mediante la lucha de clases y la ruptura de la unidad familiar, célula esencial de la convivencia social.

Pero lo más destacado del nuevo talante impulsado por León XIII era el activismo y la responsabilidad de la comunidad eclesiástica respecto a los desventurados, culpabilizando especialmente a las clases acomodadas del estado de aflicción y miseria de los oprimidos. Denunció la postura acomodaticia de estas clases despreocupadas y les avino del peligro de subversión social que se vislumbraba en el horizonte de no mediar reforma alguna que pusiese coto a tales desigualdades. 

Su marco de actuación excedía la habitual desmovilización de las masas, que habían ido cayendo en la abulia y la resignación más desesperanzadora , caldo de cultivo de las nuevas liturgias redentoras de corte socialistas, que por aquel entonces habían encontrado evidentes vías de penetración por las fisuras abiertas en el edificio social de las sociedades occidentales. El temor a que las masas descristianizadas abrazaran las nuevas ideas constituyó un estímulo para la nueva labor reformadora desde el seno de la Iglesia. Ésta, obligada a tomar partido en el rápido proceso de descomposición social que se cernía sobre los otrora sólidos pilares de la estructura social, plasmó su propio modelo de respuesta ante la cuestión social abogando por la fundación de instituciones sindicales en el medio rural, el más necesitado de soluciones para que buscasen las vías de conciliación entre los sectores sociales contrapuestos con el fin de alcanzar el restablecimiento de la paz social . Para esta doble misión: implicarse en las necesidades de los fieles y arbitrar medidas tendentes a su bienestar material y por otra parte, “recristianizar” a las masas y conjurar cualquier amenaza de contagio de las nuevas doctrinas socialistas se hacía necesario la participación activa de todos los representantes eclesiásticos, tanto laicos como seglares. En definitiva se persigue la implicación y el compromiso de todos los estamentos de la Iglesia con el fin de articular mecanismos que perpetúen los cauces de armonía social propios de la sociedad cristiana; para que se apliquen los preceptos de la Iglesia en las relaciones entre patronos y obreros con el fin de que se relajen las diferencias entre el capital y el trabajo. En este sentido, se muestra especialmente crítico con el capitalismo y su modelo de relaciones sociales que conduce al campesinado a la explotación más ignominiosa. La lógica de esta realidad ha hecho que anatematice estas prácticas económicas basadas en el individualismo económico, en el beneficio del capital frente al beneficio del trabajo, juzgando amoral el desarrollo desbordado de aquel. En resumen, para León Leal, la Iglesia debería convertirse en refugio y sostén de las masas desarraigadas.

Para él, los pilares fundamentales del edificio social que deberían arraigar en toda obra social serían: la justicia social y la caridad desinteresada, instrumentos capaces de socavar la humanidad doliente y oprimida[10]. Corresponde a los sacerdotes, miembros de la Iglesia más cercanos a los problemas de sus feligreses, esta ingente labor de apostolado social con el fin de proporcionar las soluciones y remedios más adecuados para mejorar su suerte.  

La clave de este proceso de movilización  la hallamos en la organización asociativa y en la creación de órganos de difusión propagandística de los nuevos ideales. A estos propósitos responde la Acción Social Católica, cuya expresión en Cáceres la encontramos en la Liga Católica. Desde las página de su órgano de expresión “ La acción social”, publicación que él dirigía continuaría en su labor publicista de las bondades del societarismo de signo católico. Con estas palabras sintetizaba el ideal de apostolado social de la Iglesia “ ..ha de estar preparado el párroco rural para defender a los labradores contra toda suerte de injusticias, ha de estar el sacerdote de la ciudad a fin de amparar a los obreros contra los abusos de los amos y patronos, hasta ha de estarlo, decíais, el capellán de monjas, recordando el ejemplo de aquellos que han sabido organizar entre los educados pobres de los conventos de religiosas, hermosísimas asociaciones, obras de cristianización, que serán defensa y pan de esas infelices niñas cuando sean mujeres obreras y madres de familia”.[11]

En este momento, el pensamiento de León Leal todavía no se encuentra plenamente definido sino que se enriquece constantemente a partir de su formación y se nutre de manera mimética de los escritos teóricos de los reformistas sociales que tan en boga circulaban entre la intelectualidad católica de la época. Todavía su pluma no ha adquirido la originalidad discursiva que le caracterizaría más tarde pero ya era un encendido orador en cuanto abordaba la temática de las cuestiones sociales.

El contraste entre las soluciones teóricas y la realidad social daría una dimensión más práctica e incisiva a su pensamiento. En este momento entiende que la falta de capitalización en el campo cacereño es la causa última que explica el estado de postración económica y miseria social que vive la región. La falta de liquidez casi permanente que siembra el desasosiego entre las clases campesinas se ve aumentada y amplificada por la tupida red de prestamistas usureros que abundan por pueblos y ciudades de la geografía extremeña  a los que se ven obligados a recurrir en momentos de carestía para poder hacer frente al pago de las elevadas rentas de los arrendamientos o para satisfacer las deudas que mantienen con tenderos etc.. Esta situación conduce directamente  a la depauperación de estas frágiles gentes.

La única solución que se impone para terminar con este calamitoso estado de cosas pasa por dotar de instituciones de crédito a estos campesinos pobres. Sin embargo para el adalid de la acción social cacereña la naturaleza de éstas instituciones difería notablemente del marco habitual de actuación de las entidades financieras. Así,  estos organismos crediticios estarían inspirados en principios benéficos y caritativos mediando en las operaciones un ínfimo interés e incluso la fianza apalabrada frente al préstamo hipotecario impuesto por las entidades lucrativas. Por lo tanto, había que diseñar todo un entramado de instituciones especiales de crédito adecuadas a la naturaleza social de sus beneficiarios y acordes con los principios humanitarios y doctrinales de sus inspiradores. Nace así el concepto de crédito agrícola especialmente concebido para surtir de capitales el anquilosado agro extremeño, necesitado de inversiones que mejorasen sus sistemas productivos con vistas a racionalizar los cultivos e introducir mejores rendimientos. Sólo garantizando la optimización de los recursos podría lograrse la estabilidad de los colonos en los arrendamientos y afianzarse la pequeña explotación unifamiliar, disminuyendo de este modo la población asalariada, la más necesitada.

Este ambicioso proyecto heredaba los fines asistenciales de los Pósitos, las viejas instituciones del pasado encargadas del préstamo de semillas, grano o el reparto de pan en momento de crisis de subsistencias. Estas se encontraban en franca decadencia y no respondían ya a las necesidades de abastecimiento de la población ni a las operaciones capitalizadoras que la moderna agricultura exigía. Para León Leal había que resucitar el espíritu benéfico que animó durante siglos el funcionamiento de los Pósitos y aplicarlos a las nuevas instituciones de crédito.[12]

Sin embargo, no fue fácil la introducción de estas nuevas ideas de financiación en el medio rural, tradicionalmente reacio a las innovaciones y preso en su esquema mental de las viejas prácticas y costumbres, aun cuando éstas  eran profundamente dañinas para el campesinado Con estos precedentes, León Leal tiene el acierto y la gran visión de anteponer la difusión de las ventajas de las Cajas Rurales de crédito a su implantación estéril. Había que realizar toda una campaña proselitista  que introdujera a los desconfiados labradores en las excelencias de las operaciones de crédito en condiciones ventajosas que defendía la Iglesia como medio más conveniente para desterrar la plaga de la usura, cuya práctica diezmaba la nómina de campesinos independientes.

Esta labor difusora estaría encabezada por los representantes del clero rural, principal referente para las clases bajas dentro de una línea de actuación claramente paternalista que perseguía el control de las masas campesinas. Sin embargo en el pequeño universo local, la autoridad moral del párroco, modelo de virtud era incuestionable e indiscutible y sobre estos pilares se levantaba su poder espiritual , su papel rector de la comunidad rural. Con estas palabras lo entendía León Leal: “ padre amoroso de todos los desheredados y honrados trabajadores de su feligresía, celoso guardador de las buenas costumbres y constante anatematizador y perseguidor de toda clase de vicios y pecados, entre otros, el detestable de la usura. Es quien mejor puede tomar la iniciativa para la organización de las antes estudiadas Cajas Rurales”.[13]

En definitiva, se encomendaba la labor divulgadora del crédito agrícola al párroco para que llevara este nuevo evangelio de regeneración social  hacia los labradores desesperados. Para ello debería servirse de los instrumentos de la asociación y la cooperación cristiana, desde los cuales ahondar en la consecución de los propios fines eclesiales de tipo espiritual.

Los rasgos más notable de este tipo de entidades eran contemplados por León Leal en seis puntos esenciales:

1/ Simplificación de las operaciones de crédito ya que el exceso de requisitos formales y trabas burocráticas alejan al campesino temeroso y desconfiado.

2/ la naturaleza social de la entidad impediría tasar los préstamos con elevados tipos de interés. Así pues los réditos serían meramente testimoniales.

3/ Las condiciones del préstamo deberían ajustarse a la dinámica vital de los campesinos a los que va dirigido para poder cumplir así la misión benefactora de este tipo de entidades. Teniendo en cuenta que los principales beneficiarios eran los pequeños agricultores, sus plazos de reembolso serían variables y de larga duración puesto que su capacidad adquisitiva dependía del resultado de las cosechas. Así pues, estas entidades darían condiciones flexibles de pago mediante amortizaciones parciales y prorrogas en los plazos, con el fin de no agobiar al colono o no forzar su endeudamiento y ruina.

4/ Consignaba León Leal las dificultades de financiación de unas entidades que no perseguían el enriquecimiento sino el auxilio social. La naturaleza de estos fines limitaba sobremanera su disponibilidad financiera de sus exiguos fondos. Esto hacía que se racionalizase notablemente la concesión de préstamos y que la Junta Administradora encargada de su gestión estableciera  escrupulosos mecanismos de control para evitar la malversación o la multiplicación de las operaciones de crédito de manera desvirtuada y arbitraria con respecto a los objetivos que autorizaban su  destino final . Había que infundir temor en la utilización del crédito, entenderlo como una medida de urgencia, en ningún caso como solución habitual.

5/ Concesión de préstamos a labradores necesitados de numerario. Los criterios fundamentales que regulaban su concesión serían: la solvencia económica del prestatario, su probada honradez y su responsabilidad moral . De ellos se valoraban más éstos últimos, es decir la calidad humana del individuo  por encima de sus recursos económicos. Esto hacía que en numerosas ocasiones bastara la fianza de la palabra para concertar los préstamos .

6/ La institución de crédito agrícola debería  tener un ámbito local, ya que el pueblo es el marco donde se desarrolla la cotidianidad y las vicisitudes de estos individuos y es el escenario dónde es fácil consignar su dedicación o laboriosidad, donde atesoran sus recursos, dónde ejercitan su moralidad  y dónde lloran sus quejas. Esta circunstancia hace que sea fácil fiscalizar la función social del préstamo y por lo tanto su utilidad.

Desde sus profundas convicciones religiosas, León Leal reconoce que el crédito como solución económica tiene otra dimensión moral y espiritual, en el sentido de proporcionar una virtud moderadora, un sentido de la responsabilidad cimentado en el ahorro y la previsión social. Es necesario conjugar los intereses morales con los intereses materiales, el capital con el trabajo, la propiedad con la utilidad pública o social y la libertad individual con las atribuciones propias del Estado.

El ahorro, cima del pensamiento lealiano constituye el nexo de unión entre el crédito como fórmula del mejoramiento material de los desposeídos y la previsión contra las contingencias. Ambas vertientes forman la columna vertebral de las instituciones que bajo la aureola de preocupación social  contribuyen a la creación de riqueza y a la vez como mecanismo de defensa ante el infortunio. Este pensamiento, lejos de ser banal y baladí supone la primera piedra, el embrión de la moderna concepción de Seguridad Social pues las inversiones sociales realizadas desde sus fondos contribuyen a tejer toda una trama de actividades preventivas o asistenciales que complementan la estricta función aseguradora o crediticia ( sanidad, cultura, educación) .

Pero además no podemos obviar la dimensión moral e instructiva que para León Leal lleva aparejado el ahorro. Así , esta virtud tendría una función moralizadora y reparadora de molestos vicios y nocivas costumbres ejercitando la austeridad como patrón de conducta y eliminando el peligro de la debilidad de la voluntad que conduce al despilfarro.

Por su falta de lucro y espíritu social las Cajas de Ahorro fomentarían la previsión y el ahorro, favoreciendo a los pequeños ahorradores que amasan insignificantes fortunas en las que cimentan sus proyectos e ilusiones, infravalorados y desatendidos por cualquier otra entidades de crédito. El ideal social que preside estas instituciones de crédito popular sería la salvaguarda de los pobres ante las eventualidades funestas que tuvieran que afrontar ya que las Cajas contarían con órganos subsidiarios al objeto de instruir al ciudadano en la responsabilidad social de la previsión. 

Para León Leal, las Cajas de Ahorros  Benéficas  constituían un factor estable de Seguridad Social que la sociedad tenía que favorecer y el Estado amparar mediante la concesión de ventajas impositivas con el fin de eliminar las trabas que impidieran el ejercicio autónomo de su labor social. Entendía que la acción aislada de instituciones de crédito social no eran eficaces y avisaba de la necesidad de articular un Plan de Seguridad Social en el que tuvieran cabida y coordinaran sus acciones todas las instituciones de Previsión Social existentes en colaboración con organismos subsidiarios y especializados como las Mutualidades Escolares y otros cotos sociales de previsión infantil. Esta coordinación no sólo debería revestir un carácter nacional sino que consciente de la validez universal de la previsión abogaba por el hermanamiento internacional entre todas las Cajas Benéficas de Ahorro con el fin de lograr la completa extensión de los cauces de la Seguridad Social[14].

El elemento que aporta estabilidad a las sociedades pues irradia los valores que ésta necesita para lograr la armonía social no es otro que la Educación, otro de los grandes vectores que ocupa la producción intelectual de León Leal.

La Educación ante todo ha de ser concebida como un instrumento de solidaridad para la expansión de lo valores cristianos. El magisterio requiere de una orientación cristiana basada en la transmisión de los principios de austeridad y caridad  para que éstos puedan ser entendidos  como vías por dónde canalizar la sensibilización hacia los temas de índole social. La escuela ha de ser  la institución destinada a detentar el peso de la responsabilidad moral de los hombres del futuro en tanto receptores de un mensaje de paz y de justicia social .

Para León Leal, la paz no solamente se consigue con el progreso material ni con la multiplicación de las riquezas sino que debe contemplarse de manera paralela y simétrica con la riqueza moral y de espíritu, ambas dimensiones estarían indisolublemente relacionadas y sería  cometido de la escuela primaria el sostenimiento de esta filosofía.

Precisamente, es el convencimiento de la abismal separación entre ambas facetas la que motiva la intransigencia del propagandista católico cuando aborda este tema. Su preocupación excesiva por la desmoralización de las masas reviste caracteres pseudoapocalípticos en sus escritos insistiendo en el peligro de cataclismo social, de desintegración social que se abate sobre la sociedad desvalorizada  que es preciso y necesario conjurar desde las aulas[15].

Podemos sintetizar sus principales conclusiones acerca del mundo educativo concretando los problemas que atenazan a la sociedad y las soluciones educativas por las que se decanta:

Entre los primeros podemos destacar:

1/ Denuncia  de la sociedad materialista, frívola y hedonista, causa de la desmoralización de las costumbres.

2/ Condena del dinero y la vida fácil que degenera en sed ilimitada de placeres y vicios, fuentes de desordenes sociales.

A partir de la interpretación de estos problemas sociales enumera una serie de soluciones tendentes a remediar este estado de cosas y que corresponden a la escuela poner en práctica para desterrar la superficialidad que según él parece imponerse como hábito social. Entre las soluciones propuestas destacamos:

1/ Acción coordinada de los tres pilares fundamentales de la sociedad en sus respectivos ámbitos de actuación para conjurar la “descristianización” social y su consecuencia, el egoísmo materialista: Iglesia, familia y escuela. En cualquier caso entiende que las medidas profilácticas han de venir por la vía de la educación desconfiando de la efectividad de cualquier actitud cohercitiva de represión estatal.

2/ Actuación de la educación a modo de antibiótico que regenere la salud del cuerpo social. Para ello corresponde a la Iglesia su proyección sobre las conciencias, “inyectando” su código normativo y sus elementos de definición doctrinal constitutivos: caridad, austeridad, justicia social etc..

 La cruzada que abandera frente a la “descristianización” considera necesario poner en juego todos los resortes pedagógicos con el fin de purificar los valores e inmunizar el sistema social del contagio de peligrosas tendencias materialistas.

 A es te fin establece la triple implicación de las unidades básicas sobre las que descansa la sociedad: sacerdote, maestro y padre de familia para la búsqueda conjunta  de remedios a los males sociales, siempre bajo la tutela del Estado.

Entre las soluciones que postula como las más óptimas y cercanas al pensamiento eclesiástico destacan:

1/ Potenciación de las virtudes morales defendidas por la Iglesia: moderación, austeridad y elegancia espiritual. En estos principios hallamos dos de las dimensiones más significativas de su pensamiento: el ahorro, entendido como la expresión económica de la contención, de la autolimitación voluntaria y la previsión, entendida como manifestación de cordura y responsabilidad en la administración de los bienes.

2/ Fomento de la asociación como instrumento de sociabilidad en la escuela. En este campo se situarían las Mutualidades Escolares y otros organismos de previsión destinados a la infancia[16]. En definitiva se pretendía vencer y superar el modelo de educación individualista, entendida como coto de librepensamiento.

 

A este segundo punto destinó León Leal gran parte de sus esfuerzos, potenciando el papel de las Mutualidades Escolares, asociación mutualista de niños, quienes mediante una pequeña cotización semanal o mensual proporcionarían a sus asociados asistencia médico-sanitaria y farmacéutica en caso de necesidad y enfermedad, gastos funerarios y un seguro de vida en caso de fallecimiento, una dote para la mayoría de edad y una pensión de retiro para la vejez.

Con la fundación de estas instituciones se pretendía infundir desde edades tempranas los hábitos de ahorro y previsión, garantías del desarrollo social, para evitar los problemas de desabastecimiento u otras contingencias que aumentarían la pobreza de los menesterosos. Para ello reclamaba  el concurso de las autoridades y del Ministerio De Instrucción Pública con el fin de que no infravaloraran estas instituciones y no cayeran en la indiferencia. También se quejaba lacónicamente León Leal de la actitud mezquina de los que tan sólo ven en las Mutualidades escolares oportunidades de negocio en la venta de seguros desconsiderando su finalidad social en el sentido de fomentar el ahorro y la previsión: “ es de prever que a la obra mutualista  de la previsión escolar no escatimen cooperación los mejor educados  y más versados en cuestiones prácticas de previsión, lo cual ya sería un positivo bien por cuanto representaría  un eficaz, un valioso concurso que había de arrastrar el de otras personas prestigiosas para el fomento y desarrollo de las Mutualidades Escolares”.[17]  

Uno de los temas más candentes durante las tres primeras décadas del siglo fue el problema social del campo, del que también León Leal no pudo sustraerse, como representante cualificado del catolicismo social, y se pronunció exponiendo sus opiniones y análisis. Partía el abogado cacereño de una realidad incuestionable, la extreme pobreza en la que desarrollaban sus vidas grandes masas de población en la provincia de Cáceres llamando la atención sobre la falta de desarrollo orgánico que la inanición provocaba en sus habitantes: “ ¿ Y sabeis señores  porqué está aquella raza tan empobrecida y tiene tan pocas resistencias orgánicas?. Pues sencillamente porque no come, porque no gana para comer”.[18] Con estas duras palabras resumía la calamitosa situación e la mayor parte de los pueblos de la provincia. Entendía que la causa principal del estado de miseria endémica se acentuaba por el desequilibrio en el reparto de la propiedad, que estaba excesivamente atesorada en pocas manos y además deficientemente explotada. Advertía la fractura social entre acaudalados y desheredados como el peligro más grave para la estabilidad social y reclamaba reformas urgentes que atacaran de raíz el gran mal con el que se enfrentaba la agricultura extremeña: la injusta distribución de la propiedad que derivaba en su excesiva concentración con grandes superficies y el absentismo y la indolencia de los propietarios con respecto a la administración de sus explotaciones.

En esta senda, hacía una feroz crítica de las condiciones impuestas en los arrendamientos de tierras, en especial consideraba especialmente sangrantes las clausulas leoninas que depauperaban a los colonos, obligándolos al endeudamiento, la ruina y finalmente su proletarización como simples asalariados agrícolas.

Para mejorar la suerte de los labradores exigía la realización de un paquete de reformas que otorgasen estabilidad y garantizasen solvencia al arrendatario. Entre estas figuraban la rebaja de los elevados precios de los arriendos, la prohibición de las prácticas de subarriendo y la mayor equidad en las condiciones de concertación. Sin embargo León Leal fue más allá de estas simples medidas reformistas al juzgarlas insuficientes. Entendía que la situación social del campo solamente era transformable a partir de la modificación integral del sistema de propiedad. Sin cuestionar la validez de la propiedad privada  abogaba por la limitación de la misma o su expropiación por utilidad social en el caso de aquellos predios incultos, infraexplotados o de rendimientos insuficientes.

Partidario de la explotación colectiva de las propiedades expropiadas, reconocía, no obstante, las dificultades que este tipo de titularidad suponía para su conservación y adecuada puesta en cultivo ya que la experiencia había mostrado como la multiplicación de pequeños propietarios y la pequeña unidad de explotación familiar frecuentemente derivaban en el endeudamiento y finalmente la enajenación para pasar a engrosar el gran patrimonio rústico de los grandes terratenientes. En cualquier caso, la línea de pensamiento que en esta materia sigue León Leal sigue las directrices generales trazadas desde la Iglesia consistentes en defender el acceso masivo de campesinado a la tierra, aunque en todo momento se deja entrever la audacia del abogado cacereño en la claridad expositiva y la contundencia argumental con la que defiende el alcance y naturaleza de la reforma que debe protagonizar el Estado y que afecta de lleno a los propietarios para armonizar los intereses públicos y privados con el fin de que se resuelva la cuestión social, facilitando trabajo y por otra  parte garantizando un cultivo adecuado resolviendo la cuestión agraria: “ La reforma tiene que ser gradual, metódica, reflexiva y a la vez de una gran elasticidad “.[19]

Finalmente, el último gran bloque temático abordado en el pensamiento de León Leal es el relativo al “regionalismo” extremeño, de tal forma que a su condición de “propagandista católico-social” sumó su vocación de “propagandista regional”.

En todo caso, León Leal, aborda el tema de manera poco profunda y esporádica, fundamentalmente como parte consustancial en los capítulos de agradecimientos en sus conferencias o como prólogo y epílogo de algún escrito en el que busca deliberadamente la comunión con el auditorio o lector en la sublimación de valores reconocidos como positivos por ambas partes y en el intento de encontrar el contrapeso adecuado en la transcendente dimensión espiritual frente al carácter técnico o excesivamente teórico de sus escritos sobre temas económicos y sociales.

Esta circunstancia hace que, lejos de los proyectos programáticos que abanderan las más insignes figuras del regionalismo extremeño, como Elviro de Berdeguer, Juan Luis Cordero o López Prudencio, León Leal tan sólo exprese los ideales más profundos de su sensibilidad extremeña y que sus escritos estén vacíos de contenido político. Así pues, en sentido estricto, no debemos ver en León Leal un activista político de regionalismo sino a un católico militante comprometido con la riqueza y el progreso material y espiritual de su pueblo. Es este sentimiento de enorme afectividad el que preside sus discursos inflados de retórica enfatizadora  de la “ raza” extremeña y el que le hace adherirse a la causa encabezada por las personalidades antes mencionadas.

El único momento en la producción lealiana en el que  pudo manifestar de forma clara y monográfica sus ideales respecto a la región extremeña fue durante la celebración de  los Juegos Florales y la jornada de afirmación regional e Iberoamericana acaecida en Mérida el día  8 de Diciembre de 1.923. En aquella ocasión  si hacemos caso a las crónicas de la época, León Leal entusiasmó a los asistentes con su elocuencia habitual y encandiló a las masas con sus grandes dotes de encendido orador.[20]

A continuación enumeramos los puntos esenciales en los que se desglosa el pensamiento de León Leal en lo relativo a la conciencia extremeña:

1/  Tesis espiritual del “regionalismo” extremeño. Frente a la exaltación de temas políticos y a la elaboración de programas de acción gubernamental de la intelectualidad extremeñista,   el padre de la acción social cacereña  pone su mirada en los valores espirituales que impregnan la psicología colectiva del pueblo extremeño. Sin embargo encuentra  su punto de conexión con aquellos en el sentimiento colectivo integrador en la realidad doliente y en la conciencia de abandono y zozobra en la que está inmersa la región aunque silenciando la crítica hacia la inhibición de los poderes públicos de ámbito nacional, tan en boga en los círculos regionalistas más progresistas.

2/ Necesidad de despertar la adormecida conciencia regional como paso previo a la formulación de reivindicaciones de contenido político. Para el abogado cacereño, la madurez espiritual ha de preceder por lógica a cualquier sentimiento de cohesión regional para una vez robustecida la personalidad y la peculiaridad de Extremadura exigir niveles competenciales en los que ejercer su autonomía. Sólo por añadidura de lo antedicho se alcanzará el progreso material de la región.

3/ Denuncia del caciquismo como obstructora de la conciencia regional. En efecto, el entramado del “clientelismo político” se muestra abiertamente perjudicial en tanto que la acción de sus representantes no parte del amor a Extremadura, controla el régimen de la administración local y lo coloca al servicio de las directrices emanadas desde los partidos de ámbito central, de acuerdo a  los intereses de una camarilla política en vez de las demandas generales del pueblo.

4/ Exaltación de la “raza” extremeña a través de una fecunda campaña de exaltación “patriótica” en la que se compendien los elementos de identidad regional que cohesionan el cuerpo social  En este sentido se aboga por la recuperación de sus raíces históricas y la difusión global de su patrimonio cultural mediante la búsqueda en el pasado de los rasgos que conforman su peculiar personalidad. A este objetivo obedeció la labor publicista de los más doctos y letrados intelectuales comprometidos con Extremadura cuyas aportaciones engrandecieron los blasones regionales. Entre las iniciativas tomadas para el conocimiento de la cultura regional descolla la fundación del Centro de Estudios Extremeños patrocinado por López Prudencio.

5/ Valoración y preeminencia  de las iniciativas internas de progreso regional frente a las ideas impuestas por el poder central, que parten del desconocimiento del medio social y económico en el que se aplican.

6/ Exaltación de las viejas glorias y los grandes prohombres de la región extremeña, tomados como marcos de referencia en los que identificarse. León Leal demuestra sus dotes para la alegoría y la asociación e ideas estableciendo una comparación entre los conquistadores gloriosos de tiempos pasados y los propagandistas regionales prestos a conquistar la redención social del pueblo y luchar por la mejora de las condiciones de vida de las gentes extremeñas.

7 Compatibilidad entre el ideal de engrandecimiento de Extremadura y el amor a la totalidad de las tierras de España. Se persigue la consonancia intrínseca entre ambos aspectos partiendo de una relación de fraternidad que se extiende mediante lazos históricos de solidaridad y un legado cultural común  con las tierras de Portugal e Iberoamérica, entendida esta última como proyección continental del solar extremeño.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RESUMEN

LEON LEAL RAMOS ( 1.881- 1959):

UNA VIDA ENTREGADA AL APOSTOLADO SOCIAL

 

 La presente ponencia pretende ser una retrospectiva crítica de la figura de León Leal Ramos ( 1.881- 1959), personaje destacado en la historia cacereña durante la primera mitad del siglo XX. Su transcendencia histórica derivaría del importante papel que desempeñó en la provincia altoextremeña en su lucha por la mejora humana y material de las clases sociales más humildes. Desde sus hondas convicciones religiosas como activo propagandista del movimiento de Acción Social, León Leal personifica todos los proyectos de redención social desde diversos frentes temáticos y planos de la realidad.

El objetivo de este estudio no es otro que la sistematización de las líneas generales de su pensamiento social a partir del análisis de la prolífica y fecunda producción intelectual que dejó su vocación divulgadora de los problemas sociales a lo largo de cinco décadas de intensa dedicación al apostolado social. Sus trabajos, revisten la mayor de las veces un solemne tono de denuncia amarga y desgarrada que deja entrever una luz para la esperanza Su espíritu generoso, optimista y vivaz, unido a su enorme voluntad de trabajo le permitió diseñar desde una óptica religiosa diversas soluciones sociales que comprendían desde medidas de índole socioeconómica como la fundación y expansión de instituciones de crédito popular ( Cajas de ahorro) o la transformación del sistema de propiedad rústica con vistas a una distribución equitativa de la riqueza ,hasta medidas de alcance moral , la potenciación de la educación como instrumento de regeneración social.          

 

    

 

 

 

 

              

 

 

 

  

 

 

 

 


[1] Palabras de León Leal recogidas en el artículo “En la asociación está el remedio” firmado por Juan de Extremadura en el  Semanario El Bloque. Periódico Liberal 12 de Marzo de 1.919.

[2] Sirva como botón de muestra de la admiración que despertaba su figura en la capital cacereña el hecho de que a la edad de  tan sólo 35 años fuese declarado hijo predilecto de la ciudad en sesión plenaria celebrada por el consistorio de Cáceres el 20 de Octubre de 1.916 ante la insistencia de los vecinos.

[3] Publica su primer artículo en la Revista “ Estímulos” que versaba sobre los terribles efectos de los prestamistas usurarios en el campo.

[4] Leal Ramos, León: Ráfagas. Cáceres, 1.960.

[5] Leal Ramos, León: El problema social de la tierra en Extremadura. Cáceres, 1.921 p 7.

[6] La importancia transcendente que tuvo para la ciudad la fundación de la primera entidad de ahorro y previsión social, los valores  que la Iglesia trataba de infundir como pilares de la regeneración social constituyeron una oportunidad ideal para la propaganda de la labor social eclesiástica de la ciudad a tenor de la pompa y el ritual adoptado en las celebraciones inaugurales. El acto se abrió en la Concatedral de Santa María con el oficio religioso del Prelado de la Diócesis de Coria- Cáceres Ramón Peris Mencheta, quien ostentaba el cargo de Presidente honorífico de la nueva institución. A continuación, la celebración se llevó al Ayuntamiento de la ciudad . Allí  intervinieron  León Leal , quien  dio lectura a una Memoria sobre la institución y el Obispo, quien dijo unas breves palabras de agradecimiento a los accionistas y alos donantes caritativos. El acto concluyó con la apertura de domicilio social de la institución y con la entrega simbólica de la primera libreta de ahorro a nombre del niño más pobre nacido en ese día.

[7] La práctica totalidad de personalidades de renombre en la ciudad encabezados por los miembros de la Junta Local Católica con el Conde de Canilleros a la cabeza y seguidos por políticos como el alcalde cacereño Juan Muñoz Fernández de Soria y miembros de las clases acomodadas contribuyeron como accionistas a la capitalización de este organismos. El número de accionistas  iniciales era 97 y el precio de la acción 25 pesetas. En lo concerniente a su gestión y administración, su Consejo de Administración estaba presidido por el Obispo de la Diócesis de Coria- Cáceres Peris Mencheta, en calidad de Presidente honorífico. El presidente en funciones era desempeñado por José Miguel Mayoralgo y Ovando, político “maurista” cacereño. Las figuras más relevantes y representantes de las clases medias acomodadas

 ( medicos, abogados etc..) copaban los puestos de vocales. Para León Leal se reservó una dedicación más técnica y funcional  acorde con su conocimiento excelso en materia de previsión social se le nombró Director Gerente de la Caja tras haber sido Consejero durante algunos años.

[8] Memoria del ejercicio económico de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cáceres. 1.909. Publicada en El Adarve 2-3 Marzo de 1.910.

[9] Sánchez Marroyo, F: Sindicalismo agrario y movimiento obrero. ( Cáceres 1.906- 1.920 ). Cáceres. Obra cultural de la Caja de ahorros y Monte de Piedad de Cáceres, 1.979 p 96.

[10] Aun reconociendo en el ejercicio de la caridad la principal herramienta del cristiano para alcanzar la justicia social, ésta sola se muestra insuficiente y pos sí sola es incapaz de resolver la cuestión social. El mismo caso sucede con la resignación como remedio para aliviar los males de los desheredados, reverso de la moneda patrimonializado por las clases humildes. Para León Leal la resignación no es quietud ni fatalismo sino conciencia serena que busca soluciones sosegadas a los problemas. De esta manera apuesta por la acción firme y decidida pero responsable y cabal de las clases humildes en contraposición con la estrategia de la convulsión como solución defendida desde los movimientos de índole socialista llevados por la desesperación irracional.

[11] Leal Ramos, León: Hacia los humildes ( Breves Consideraciones  sobre el Apostolado Social de la Iglesia). Conferencia impartida en el Exmo Ayuntamiento de Cáceres. 7 de Noviembre de 1.915. Cáceres, 1.915 pp 5-6.

[12] León Leal no abogaba directamente por la sustitución de los Pósitos, sino que pretendía su continuidad desde una revisión profunda de sus funciones y objetivos así como una transformación integral en su administración. Establecía tres medidas esenciales:

1/ Necesidad de adecuarse a las nuevas demandas de capital, ampliando sus operaciones merced a su buen funcionamiento, alejando a los elementos de la administración caciquil, principales responsables de su decadencia por los abusos cometidos en su gestión y la frecuente apropiación de sus fondos para usos de corrupción municipal

2/ Garantizar la administración modélica de los Pósitos, evitando la confusión competencial de lo público y lo privado, causa primera de su pérdida de funcionalidad social.

3/ Capacidad de maniobra para poder combatir con garantías las crisis agrarias y dejando paso en todo caso a las instituciones de crédito agrícola más capacitadas para estos fines.

Leal Ramos, L: “ La Usura, los Pósitos y el crédito agrícola”. Revista de Extremadura. Vol VII. 1.905.

[13] Leal Ramos, León: Íbid, p 475.

[14] Leal Ramos, León: El ahorro  y las Cajas de ahorro benéficas, factores de la Seguridad Social. Comunicación presentada al Primer Congreso Iberoamericano de Seguridad Social de Madrid. Mayo de 1.951. Madrid, Imprenta Juan Pueyo, 1.951.

[15] Leal Ramos, León: Labor social de la Escuela primaria y el maestro ( austeridad, previsión y ahorro. Caridad y justicia social). Conferencia dada en la XLVI Semana de Orientación Pedagógica organizada por el S.E.M. y celebrada en Cáceres del 10 al 15 de Diciembre de 1.951. Madrid. Gráficas Ibérica, 1.951.

[16] Consciente de la eficacia de las instituciones de previsión social para la educación y el progreso social ,

el Estado , a través del Ministerio de Instrucción Pública incentivó la constitución de las Mutualidades Escolares, mediante la concesión de facilidades como la exención del pago de impuestos , la financiación de los gastos originados por su regularización burocrática, la edición de material informativo y propagandístico y otorgando todo tipo de bonificaciones.

El R.D 7 de Julio de 1.911 se reguló el funcionamiento de estos organismos y según el Reglamento de 11 de Mayo de1.912 estas asociaciones se constituirían con arreglo a la Ley de asociaciones de 30 e junio de 1.887 con los siguientes fines:

1/ Finalidad fundamental del ahorro y la Previsión en la escuela

2/ Constitución de dotes infantiles

3/ formación de pensiones de retiro para la vejez

4/ realización de cualquier obra de interés social ( seguros de enfermedad, cantinas escolares, colonias y viajes escolares, obras antialcohólicas, obras de higiene social etc..)

[17] Leal Ramos, León: La Mutualidad Escolar. Su influencia en la educación y progreso social. Cáceres,        Pp 10-11.

[18] Leal Ramos, León: El problema social de la tierra en la Provincia de Cáceres. Madrid, 1.921 p 6.

[19] Leal Ramos, León: Íbid, p 59.

[20] Así definía un periodista la intervención en los Juegos Florales de Mérida : “ Los aplausos suscitados por las palabras del Sr. Leal Ramos no eran sólo el merecido premio que un auditorio culto otorga a la belleza retórica. Significaba que el orador consiguió evocar el sentimiento regional de los extremeños y ondearlo como bandera de afirmación patriótica..”. Juegos Florales de Afirmación Regional e Iberoamericana celebrados en Mérida el 8 de Diciembre de 1.923. Mérida, 1.923 pp 55-56.

Feb 222014
 

José María González-Haba Guisado

José María González-Haba Guisado.

  Trujillo es pura roca. Algunos dicen que su nombre significa sin agua. Pero piedra y sequedad que necesitan de las alturas.

         Un día, el Trujillo creado por la DIVINIDAD se conjugó con las piedras modeladas por el hombre. Abrazadas, naturaleza y arte engendraron el Trujillo de granito y de aridez que empezó a elevarse. Se hizo vertical.

 

         De dos maneras Trujillo se acercó al cielo. Una, tiene sus raices en la fe; otra, encuentra su ser en la ilusión. Aquella tiene su reflejo en la Torre de SANTA MARÍA DE LA ASUNCIÓN; éste, ve su arquetipo en el Torreón de Chaves el Viejo.

 

…………….

 

         La Torres de Santa MARÍA, buscó su modelo, y lo halló en el Apocalipsis. Aparecerá como un prodigio en el cielo, lo vestirá el sol, la luna descansará bajo sus pies y bajarán para adornarla las estrellas.

         Cuenta la historia, que sobre una mezquita, esencia del Islam, simbolizado por la media luna, purificada con sal y agua, por el Obispo de Plasencia, recibió su consagración.

         Va elevándose desde sus cimientos y conquistando lo encumbrado, primero en su base de sillería en las esquinas y mampostería, y más tarde y alto todo en sillería, en su esencia más bella de tres sectores de vano y baquetones que se multiplican en su ascenso.

         Así hasta detenerse en el instante y lugar donde su belleza tardorrománica era impecable. Por ello, es en su estilo la más linda que conoció Extremadura.

         De tal suerte fue erigida. Para en el día ser abrazada por las llamas del sol que la revisten, ser alunada de plata en la noche y acoger la luz de todas las estrellas.

         Los vientos la acaricieron y el agua bajaba a besarla.

         Pero, un día en 1.521, y otro, más tarde, en 1.755, fue embestida por la fuerza de los sismos que la hirieron de muerte. Tanto que, hubo de ser abatida. También leí haber tenido parte en su mal el peso de sus doce campanas.

         Las heridas la convirtieron en ruinas, para que Trujillo supiere del sentido pasajero de la vida, el valor de aquello que pasó.

         Al lado de la Torre, un templo, y en él la maravilla de un retablo que tiene como eje la singular pintura de la CORONACION DE MARÍA, ordeada de doce tablas, luceros de su vida, de las que destacan  la DORMICIÓN y la ASUNCIÓN. Esta, la más original que trazara el hombre: MARÍA, toda blancura, respaldada por la lumbre dorada del sol, sostenida por los Angeles y el asombro del hombre.

         Los despojos de piedra de la abatida Torre fueron recordados, y por ser Torre de la ASUNCIÓN, tenían su destino en el cielo. Subió otra, como aquella otra ASUNCIÓN apócrifa, que es poco más o menos así:

         Un día, MARÍA, notó el final de su prociosísima estancia en la tierra, por que desfallecía de amor. Su tez morena empezaba a palidecer. Sus ojos se agrandaron por la luz que en ELLA vivía. San Juan avisó a los discípulos que volaron al lado de la MDRE. Estando en medio de todos, no se sabe si se durmió o si estaba muerta.

         En parihuelas, rodeada de flores, la llevaron a una tumba habida en Getsemaní. Delante, iba San Juan llevando una palma amarilla que bajó del cielo el Arcangel Gabriel, el día que la llamó LLENA DE GRACIA, cuando se inventó el AVE MARÍA.

         Arriba, en las alturas, su HIJO ordenó a San Miguel que con una legión de Angeles bajara con el alma de su MADRE para juntarla de nuevo al cuerpo.

         Con suavidad la tomaron, al igual que la palma amarilla y la alzaron, para siempre, al lado de la TRINIDAD.

         En el camino, MARÍA, abrió los ojos.

         Como ese hacer sucedió en la Torre de la ASUNCIÓN. Trujillo tomó el cuerpo roto de su maravilla y comenzó a elevarla. En su trayecto de asunción las piedras de SANTA MARÍA abrieron sus ojos, a través de los vanos de su reconstruido campanario.

 

……………………..

 

         El Torreón de Chaves el Viejo se presenta revestido de otros colores y sentidos. Su verticalidad se integra de tres cuerpos que descansan en una de las rocas más sólidas del lugar, defendiendo una puerta hecha a tajo sobre la misma piedra. En su seno se mezclan cantería maciza y sillería, en las esquinas de los cuerpos superiores, y al ser necesario algo de luz, se acude a aspilleras, a una ventana mudéjar y dos ventanucos. El más alto, aquel que vuela al final de la estatura de la Torre, sirvió para satisfacer la curiosidad de Trujillo. Desde él se asomó, en el siglo XIV, y conoció que eran confines. Muy lejanos barruntó murmullo de olas y olor de mares que entonces, no conoció.

         Junto a la verticalidad aparece la horizontalidad, que conjugadas engendraron la geometría sentimental e histórica de un pueblo.

         Ha sido el sostén de la puerta más importante de Trujillo, la de Santiago, y otra vez con su  fisgoneo supo como nadie de la vida lugareña.

         Mucho le ayudó la paralela Torre allá alzada, con su Campana del Concejo, a través de sus toques tañidos, repicados o abiertos, y el diario repique del toque de queda.

         Hasta allí llegaron las crónicas de la existencia de los linajes, divididos para regir la Villa entre Altamiranos, Añascos y Bejaranos, finalizados en 1.347 por Pedro I con el reparto de los cargos en terceras partes desiguales.

         Sufrió con los males de banderías, y sintió en sus salones la prohibición del uso de armas.

         Le dolieron las noticias de la estocada final de Juan Paredes, en la Plaza Mayor, y que antes había privado de la existencia a su esposa y suegra.

         O las de aquel cruce de aceros, el Jueves Santo de 1.508, en la Iglesia de SANTA MARÍA.

         De las reacciones de los sobrinos de Pascual Gil tras el asesinato del hijo de éste.

         O del hallazgo del cadáver de García de Orellana en el mismísimo Arco.

         Hechos que hicieron llorar a estas piedras trujillanas que tienen corazón.

         Le alegraron las letras de concesión de la categoría de Ciudad, en 1.430, por Juan II.

         No pudo narrar el relato de las bodas reales fallidas, en 1.474, de Doña Juana que había sido llevada al Alcázar.

         Fue posada real y en su seno de piedra, se formó su señorío y lealtad a sus Reyes. Por lo mosmo presenció derrumbarse alturas aleves con el desmoche de sus torreones.

         Su día más feliz, el de la unidad de España, que la hizo, ahora sí, entender aquello del sabor de mares y sonido de olas.

         Vivió con intensidad el descenso de Trujillo, desde las alturas, hasta el llano de la Plaza Mayor, a la que trasladaron Torres y Campanarios, ylas puertas vieron su reflejo en sus soportales.

         Gozó cada vez que el nombre de un trujillano que van ganando el horizonte lejano.

         En la conquista de Granada, en Ceriñola el llamado “brazo del Gran Capitán”, y sobre todo al sembrarse el nombre de Trujillo en Honduras por Francisco de las Casas, en Perú por Francisco Pizarro, en Venezuela por García de Paredes.

         Pero un día enmudeció. Enhiesta y soberbia se conserva, para vivir en la añoranza.

         El último embate lo recibió en 1.817, cuando de su lado le arrancaron la Campana del Concejo.

 

………………………..

 

         Hay otras Torres. El Mirador de las Jerónimas, donde una celosía de ladrillos rojos fue capaz de separar la soledad sonora de un cenobio del mundanal ruido.

         Torre de los Bejaranos, donde están enlazados para siempre, historia y leyenda, heroismo y amor.

         Torres de San Martín y del Alfiler. Torres y Torres de Trujillo.

 

Trujillo, 19 de septiembre de 1.998.

José María González-Haba y Guisado.

Feb 202014
 

   Alonso J. R. Corrales Gaitán.                 

   Creo que ni este es el lugar, ni por supuesto ante ustedes es necesario ponerse a hablar largo y tendido sobre Cáceres, pues por muy amplia que hiciese esta explicación, sin duda me quedaría corto. Seguro que otras personas que me han precedido, han hecho esta descripción mas completa y detallada.

                        En este trabajo lo único que voy a tratar de aportar, son unas pocas ideas de cómo hacer mas entretenida la visita a Cáceres. Para ello se me ha ocurrido apuntar unos itinerarios o rutas, fáciles de seguir que cualquiera, acompañado por una libreta para tomar notas de lo que consideramos interesante, y llevar una cámara fotográfica, eso sí con varios carretes de repuesto.

                        Partimos de la base que el supuesto visitante va a pasar en Cáceres como mínimo un fin de semana, de no ser así este entretenido estudio no podría ser aplicable.

                        Antes de continuar tengo que decir que particularmente he seguido una a una todas las rutas, que aquí voy a tratar y por ello puedo asegurar que cualquiera las puede recorrer, disponiendo únicamente del tiempo necesario y de ropa cómoda.

                        Las rutas que propongo son las siguientes:

                       

          Ruta de la muralla.

          Ruta de la heráldica.

          Ruta de los palacios.

          Ruta de las fuentes.

          Ruta de los museos.

          Ruta de las ermitas.

          Ruta de los tesoros.

          Ruta de las leyendas.

          Ruta del subsuelo.

Y    Ruta de las casas con nombre propio.

                       

                        De esta manera podemos hacer nuestra visita más entretenida y completa, pues es mas que evidente que si nos limitamos a acceder a la ciudad monumental, aunque en ello empleemos varias horas, lo más probable es que se pasen muchos casos por alto.

                        Lo verdaderamente positivo que tiene este sistema que yo apunto, es que puede conocerse bastante bien un tema o ruta, sin necesidad de dedicar mucho tiempo  otro que a lo mejor no nos agrada tanto. Es como si estudiásemos una carrera, en este caso Cáceres, tomando asignatura por asignatura, que en este caso concreto son las distintas rutas.

                        A falta, hasta este preciso instante de un libro que sirviéndonos de guía, contenga todas las rutas aquí señaladas, nos deberemos ayudar con otras publicaciones que ya iremos apuntando a lo largo de este trabajo.

 

                        RUTA DE LA MURALLA.- Es recomendable realizar este itinerario en dos ocasiones, una de día y otra de noche, en ambos casos se podrá disfrutar de la belleza de tan magnífico conjunto monumental.

                        Este itinerario se debe iniciar por el Arco de la Estrella o Puerta Nueva, y continuarlo hacia la derecha subiendo los denominados Adarves, de esta sencilla manera conoceremos las distintas entradas a la ciudad monumental y sus numerosas torres defensivas.

                        Lo ideal sería poder hacer este paseo por encima de la muralla, pero como esto no es posible nos conformaremos con hacerlo por la parte interior de la misma. Esta primera ruta puede durar algo mas de la hora. No podemos olvidar que son dos kilómetros aproximadamente de longitud.

 

                        RUTA DE LA HERÁLDICA.- En este tema, es Cáceres una  de las  ciudades mas ricas y completas, pues están registrados varios centenares de escudos heráldicos y de armas, tanto en los exteriores como en los interiores de los edificios civiles y religiosos de la ciudad. Es una manera relativamente sencilla de estudiar las familias que representan, así como los estilos de los mismos y la influencia en las distintas zonas del recinto medieval.

                        En esta gran variedad de escudos heráldicos se puede encontrar el visitante, a familias originarias de prácticamente todos los lugares de España, así como de zonas de Portugal, Francia o Italia, que intervinieron o bien en la Reconquista de la ciudad, en el siglo XIII, o que en fechas posteriores aquí se asentaron levantando su palacio o casa familiar.

                        Recomendamos iniciar este itinerario partiendo de la entrada ya mencionada anteriormente del Arco de la Estrella, y desde allí partir a través de la Plaza de Santa María hasta la parte mas alta del recinto amurallado, hasta así recorrerlo todo, pero para ello debemos de ir con los ojos bien abiertos, pues cientos de escudos están situados en los lugares mas insospechados además de los clásicos de sobre puertas o ventanas.

 

                        RUTA DE LOS PALACIOS.- Considerando que en Cáceres existen mas de medio centenar de estos nobles edificios, que poseen toda la riqueza histórica de un conjunto monumental único, declarado Patrimonio de la Humanidad, se pueden llegar a encontrar infinidad de elementos muy interesantes, formando parte de esta gran variedad de construcciones.

                        Por desgracia no todos los palacios están abiertos al público, existiendo no obstante un elevado número de ellos que lo están únicamente por la mañana, por ubicarse allí organismos oficiales, pero en algunos casos determinados, a pesar de ser casas particulares, dada la buena disponibilidad de los ciudadanos cacereños y su carácter abierto y agradable, es muy posible que dejen acceso limitado a su casa-palacio. Algo que sin duda el turista no olvidará.

                        La visita a estos edificios puede prolongarse por varias horas, dado que existe un elevado número de detalles arquitectónicos o de mero adorno, además de permanente lugar de custodia de no pocas obras de arte de todo tipo.

 

                        RUTA DE LAS FUENTES.- Para poder realizar una visita a estas tan peculiares construcciones, es necesario que sepan desplazarse algo mas libremente por nuestra ciudad, ya que las fuentes se encuentran diseminadas por distintas y distantes zonas de Cáceres, destacando muy especialmente las que aún se conservan próximas a la denominada Ribera de Cáceres, algunas de las cuales han sido restauradas en los últimos años.

                        En sus mejores tiempos nuestra ciudad llegó a contar con una docena de estas fuentes, ubicadas en las proximidades del recinto amurallado y alguna mas a pocos kilómetros. Siendo aún utilizadas en la primera mitad del presente siglo para abastecer a la población cacerense, especialmente en los años de fuertes sequías.

                        En la actualidad son un simple recuerdo de aquellas épocas, conservando su nombre originario y alguna historia o anécdota curiosa, entre las mas conocidas o las más importantes por encontrarse más cercanas al núcleo urbano, tenemos:

 

                        Fuente del Concejo.- Situada en la Ribera, cerca de la Puerta y Arco del Cristo, fue construida en el siglo XV por iniciativa de Alfonso Golfin, como consecuencia del ensanche que se ha producido en aquella zona con relación al tráfico rodado, ha sufrido numerosas transformaciones, la más significativa en los años ochenta del siglo XX. Hasta la década de los años sesenta los cacereños bebíamos de sus aguas y muchas familias la utilizaban para guisar.

                        Fuente del Rey o del Marco.- Se encuentra mas arriba del Convento de San Francisco El Real, es encauzada en 1501 y se cierra con un muro en 1570. Durante los años treinta, cuarenta y cincuenta era frecuente ver allí a infinidad de jóvenes cacereños bañándose, pescando o cogiendo ranas y culebras. No hace muchos años todo aquel entorno ha sido profundamente remodelado por la escuela taller municipal, convirtiéndose en un atractivo lugar.

                        Fuente Nueva y Pilar de San Francisco.- La primera es arreglada en el siglo XV, y los pilares son reconstruidos en el año 1683, de los dos que originariamente se encontraban en aquella zona, el mas bonito se trajo en los años setenta al Foro de los Balbos, junto al Ayuntamiento.

                        Fuente Fría. Situada entre el Puente de San Francisco y el Convento que lleva este mismo nombre, se construyó en el siglo XV, ha pasado por épocas muy malas en las que estuvo a punto de desaparecer por la suciedad y el abandono municipal, hasta hace cuatro o cinco años su agua seguía utilizándose por numerosas familias cacerenses para guisar y beber. Afortunadamente desde hace algunos años todo aquel terreno ha sido remodelado y no peligra su existencia.

                        Fuente de Aguas Vivas.- También fue canalizada en el siglo XV, durante la época de los reyes católicos se le conocía como “fuente de las arañas”, por la gran cantidad de esos bichos que siempre tenía en sus inmediaciones.

                       

                        Otras fuentes y manantiales que existieron en las  afueras y dentro de la población, fueron: de la Concepción, del Paseo Alto, Valhondo, Hinche, Balincero; Santa Ana, Santa Olalla, Arropez, etc. Algunas de estas aún existen en la actualidad aunque o no dan agua o ya no es potable.

                         La gran mayoría de ellas daban un agua sabrosa y muy buena para guisar, existiendo algún manantial que según la opinión ciudadana de la época, daba un agua que curaba ciertos males del cuerpo y del alma.

 

                        RUTA DE LOS MUSEOS.- Los visitantes no deben ignorar que en esta ciudad hay media docena de museos de contenido  muy variado, así como la existencia de otras exposiciones complementarias situadas en distintos lugares de la ciudad.

                        Entre otros tenemos: El Museo Provincial situado en el Palacio de las Veletas; el Diocesano de la Concatedral de Santa María; el Museo Municipal Permanente en la Casa Mirón; el Museo de la Casa Pedrilla; el instalado en la Casa ärabe; y el  Palacio de Carvajal.

                        No obstante y desde mi particular punto de vista, en una ciudad como la nuestra podrían existir algunos museos más, ya que se dan una serie de características adecuadas para ello, incluso hay gran variedad de elementos y objetos que podrían exponerse, como por ejemplo el patrimonio de las cofradías penitenciales, de la cofradía de la Virgen de la Montaña, de pintura costumbrista, de maquetas de distintas construcciones de la ciudad, etc.

                        Con la observación detenida de todo lo contenido en estos lugares, se puede hacer un completísimo estudio histórico-cultural de la ciudad, y de las distintas generaciones que nos han precedido.

 

                        RUTA DE LAS ERMITAS.- No obstante y a pesar de lo hasta ahora apuntado, existen muchos temas que en Cáceres se dan en una gran medida, como es el caso que nos ocupa.

                        A lo largo de nuestra dilatada historia, han llegado a pertenecer al término municipal de Cáceres, un total de 44 ermitas de todos los tipos y estilos, de las cuales 17 han desaparecido totalmente; 8 se han transformado en iglesias o con otra finalidad; siendo en la actualidad otras 8 las ermitas que como tal se conservan en la ciudad. Y en los cercanos alrededores quedan otras 11 algunas en completa ruina.

                        Desde el punto de vista artístico e histórico, sería muy interesante que el visitante pudiese conocer estar construcciones, levantadas al más puro estilo cacerense y que a pesar del tiempo transcurrido desde su creación, aún conservan el encanto popular de sus remotos orígenes y el particular trabajo de las personas que vivieron relacionadas con ellas.

                        Incluso de disponer de mas tiempo, se podría estudiar todo el patrimonio que las ermitas poseen y las cofradías que se hicieron cargo de su cuidado, además de sus celebraciones y origen.

                        Afortunadamente para todos nosotros,  con el inicio de la década de los años noventa del siglo XX, se despertó un general interés por la recuperación de determinadas ermitas que se encontraban en un estado lamentable, desgraciadamente aún quedan algunas otras en completa ruina. En el año 1998 publiqué el libro titulado “Ermitas Cacerenses”, donde están todas estas 44 construcciones y su historia, obra que puede resultar apropiada para conocer estas populares construcciones.

 

                        RUTA DE LOS TESOROS.- A partir de este punto, iniciamos el recorrido por un apartado muy especial que muy bien podríamos subtitular “Paseo por el Cáceres mágico”.

                        En este primer paso se pueden visitar aquellos lugares donde según la tradición oral o de las leyendas populares, en distintos momentos de la historia fueron escondidos tesoros, con la esperanza de recuperarlos, una vez hubiesen llegados tiempos mejores.

                        Y así tenemos los siguientes casos:                                                                                      – Una de las historias más curiosas que aún merodean  por la ciudad de Cáceres y que por desgracia es desconocida para una gran mayoría de sus ciudadanos, es que esta ciudad sirvió en varias ocasiones como lugar donde se ocultaron distintos bandoleros  y sus seguidores, además de ocultar aquí sus tesoros.

                        Dicho esto debemos recordar que en las inmediaciones del Santuario de la Virgen de la Montaña, patrona de Cáceres, es decir en lo alto de la llamada Sierra de la Mosca, el bandolero  martín Paredes, liberal, polígamo, ladrón de templos y conventos, poseía un espléndido escondite, con capacidad para media docena de caballos y jinetes, y que solía utilizar gran parte de su valioso botín.

                        Esta cueva-refugio era un lugar abierto por la naturaleza y que a principios del siglo XIX, oculta su entrada por una alta vegetación sirvió de importante almacén de variadas joyas y objetos valiosos, hasta que el año 1823 fue detenido el bandolero por la autoridad, y a partir de ese momento nada más se supo de toda aquella riqueza.

                        Desde el mes de octubre de aquel año fue encarcelado hasta que falleció de un infarto en 1840 cuando era trasladado camino del patíbulo instalado en la Plaza Mayor.

                        Durante años fueron muchos los aventureros que vagaron la totalidad de la Sierra de la Mosca en busca del tesoro del bandolero, accediendo a las distintas cuevas que allí existían, nada se sabe del resultado de dichas excursiones.

                        Hasta el principio de la década de los setenta del siglo que finaliza, estaba a la vista la boca de una cueva que según los viejos del lugar era la cueva de Martín Paredes, posteriormente su entrada fue ocultada con toneladas de escombros.

                        Hoy el tesoro continua sin aparecer.

                       

                        – Una historia increíble.

                        Lo que en la actualidad es Colegio Infantil de San Antonio, de los padres franciscanos, edificio que se encuentra adosado al templo de Santo Domingo, se construyó en el año 1493 como Convento de Nuestra Señora del Rosario, de la orden de los dominicos predicadores y bajo cuyo cuidado permaneció el edificio hasta el año 1822, en que dichos religiosos se marcharon de Cáceres.

                        En 1873 el Convento era adjudicado al  Ministerio de Hacienda, instalándose allí la Tesorería de la misma, y resulta que el funcionario responsable, en determinadas ocasiones se quedaba hasta altas horas de la noche, contabilizando las grandes sumas de monedas en oro que la caja de seguridad guardaba. Ocurrió que una de estas veces, según cuentan las crónicas de la época, varias personas accedieron a dichas dependencias sin que de ello se percatase el confiado tesorero, dándose el inexplicable  caso policial que tanto el funcionario como la gran cantidad de oro que allí se guardaba desapareciesen sin dejar rastro alguno.

                        Vinieron expertos de distintos puntos de España, tanto policiales como seguidores de pistas, pero el misterio de la desaparición continuó sin ninguna pista. Lo que sorprendió a cacereños, extremeños y a todos cuantos conocieron dicho suceso.

                        En el año 1902 un enorme incendio daba fin a la ubicación de la Delegación de Hacienda en lo que fue Convento de los Dominicos. Los años fueron pasando con más o menos suerte para el edificio en su conjunto, pero no fue hasta el año 1936 cuando se realizaron unas profundas obras de restauración en toda la construcción, lo que sacó a la luz infinidad de objetos y elementos arquitectónicos y artísticos de todo tipo.

                        En un determinado lugar del destrozado edificio apareció un esqueleto completo, corriéndose inmediatamente la voz de que se trataba sin duda del desaparecido tesorero. Aprovechando la disculpa del hallazgo varios aventureros descendieron por el pozo que tiene el patio principal del citado edificio, ello en busca de las sustanciosas monedas. Pero lo encontrado nada tenía que ver con aquel magnífico tesoro. Se sacaron una docena de monedas de todo tipo, un rosario y poco más.

                        Lo desaparecido ascendía a varios millones de pesetas, según valoración de aquella época, Aún en la actualidad no ha aparecido nada de nada. ¿Estará oculto en el pozo? ¿Será cierto que existen galerías subterráneas de comunicación entre el pozo y otras construcciones próximas?

                        Lo mas seguro es que nunca lleguemos a saber la verdad de este misterioso asunto.

 

                        En la ciudad de Cáceres existen una docena de historias por el estilo,            relacionadas con “tesoros escondidos”. Existiendo edificios que durante siglos se han conocido como Casa del Tesoro; la Huerta del Tesoro; los tesoros encontrados en la Calle de Pintores; Calle Machacona; Cuesta de Aldana o Torre de Bujaco, etc- Son algunos de los casos más populares referidos a esas sumas de dinero o joyas escondidas y que fueron encontradas por distintas personas. Sin duda todo esto puede representar una nueva atracción para los turistas que visitan nuestra ciudad. Para poder seguir mejor esta pista, no haya nada como adquirir la obra “Aproximaciones a los Tesoros escondidos en la provincia de Cáceres y Badajoz”, publicado en el año 1995, o consultar la obra titulada: “Leyendas y curiosidades de Cáceres”.

 

             – Y siguiendo por este camino del “Cáceres mágico”, apunto un tema que me parece tremendamente atractivo tanto para los visitantes como para los propios cacerenses, me estoy refiriendo al titulado Ruta de las Leyendas. Para ello además de conocer la propia historia de las mismas, sería muy interesante estar en el lugar exacto donde se produce la leyenda, así podremos estar mejor en situación de comprender esa misteriosa historia..

                         Hasta este preciso instante he podido recuperar de prácticamente el olvido histórico, una treintena de leyendas de todos los tiempos y épocas, que agrupadas pueden darnos una idea clara de la riqueza cultural  sobre la que se asienta la ciudad de Cáceres.

                        Como consecuencia de la limitación lógica de este trabajo, nos vamos a limitar a relacionar algunas de las leyendas más curiosas. De interesar a alguien este apartado nos agradaría mucho profundizar largo y tendido en él

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                        La leyenda de la Galería de la Reconquista, vinculada en una gran parte al patio del Museo de las Veletas, de Cáceres; la leyenda de mansa Alborada, encantamiento que se produce próximo a la denominada Huerta del Conde, en una pequeña callejuela junto al Convento de San Francisco El Real; el trono regio de piedra, asiento pétreo único superviviente del desaparecido alcázar de la ciudad, que era utilizado por la Reina Católica en sus sesiones con el Concejo; el pendón de San Jorge, estandarte originario de la reconquista de la ciudad en el siglo XII y guardado celosamente en el Ayuntamiento de Cáceres; la Casa de los Trucos, comprada por el Obispo Galarza a la familia hebrea de los Cohen, donde existen infinidad de secretos; el pozo de los enamorados, existente en la carretera de Cáceres a Trujillo y donde se suicidaron dos enamorados hace varios siglos; la existencia y el recorrido real de Río verde,  corriente subterránea de agua que transcurre bajo gran parte de la ciudad antigua y que inunda numerosas ruinas y desvanes de la ciudad; la autentica fundación del Convento de San Francisco El Real, hoy Complejo Cultural dependiente de la Diputación Provincial; la existencia de la Ermita de la Excomunión o del  Lignum Crucis, levantado en el patio interior del palacio de los Duques de Abrantes; restos de la ermita de la Magdalena y sus accesos, construcción existente bajo el Convento de San Pablo; contenido del amplio terreno conocido popularmente como Huerta del Conde o Calerizo desde la época de la reconquista de la ciudad; la existencia en Cáceres de un personaje misterioso llamado Ceresole; la vida de un ermitaño muy especial Astrágalo;; y un largo etcétera son algunas de esas leyendas que pueden ser un importante atractivo de la ciudad.

                        Y así llegamos hasta la:

 

             – RUTA DEL SUBSUELO.- Sin lugar a dudas esta es la mas complicada de recorrer, pues aunque se conoce un gran número de estancias que transcurren bajo el suelo de la ciudad de Cáceres, muy pocas pueden llegar a ser conocidas o vistas por el curioso y menos por el turista.

                               Desde mi particular punto de vista este es uno de los más grandes atractivos que tiene hasta este preciso momento mi ciudad, la existencia de numerosas construcciones subterráneas. Su ubicación ha sido dada a conocer en muchas ocasiones, pero sobre todo con mis dos publicaciones aparecidas en 1993 y en 1997 respectivamente y actualmente agotadas, además de innumerables conferencias y artículos periodísticos.

                        Todo lo cual puede dar una idea bastante clara al visitante de la demostrada ubicación de este interesantísimo mundo subterráneo que muchas veces parece sacado de las obras de Julio Verne. Medio centenar de casos vienen a respaldar todo lo dicho, con la gran posibilidad de que queden otros muchos hoy desconocidos incluso para los investigadores del tema.

                        Ciertamente es un tema muy de actualidad pues rara es la ocasión que se comienzan las obras en alguna casa antigua y no aparece alguna construcción de este tipo, desgraciadamente la gran mayoría de las veces se oculta el hallazgo a la autoridad correspondiente pero en otras ocasiones da tiempo a verla incluso a fotografiarla, a pesar de que seguidamente desaparezca, la mayoría de las veces para siempre.

                        Me estoy refiriendo a pasadizos, aljibes, habitaciones, escaleras, bodegas, mazmorras y un variado etcétera. De fácil construcción dado lo irregular del terreno y las distintas alturas sobre las cuales está levantada toda la ciudad monumental de Cáceres.

                        El origen de las mismas es bastante variado, destacando muy especialmente las realizadas en la época musulmana, hebrea o incluso de tiempos posteriores.

                        Una visita a una construcción subterránea que puede muy bien servir de modelo para este gran número de casos, es en el Restaurante Bodega  Medieval, existente desde hace unos en la parte mas alta de la ciudad medieval dentro del Palacio de los Aldanas, originariamente llamado de los Gaitán. Allí se conservan perfectamente arregladas varias habitaciones que se utilizan de comedor, con infinidad de elementos originarios de la época en que se construyó, en el siglo XIV.

                        En la calle Ancha, en el conocido popularmente como Palacio del Vino, existen igualmente dos habitaciones bajo el nivel del suelo que también pueden dar una idea clara de todo este tipo de construcciones repartidas por nuestros Palacios y edificios históricos. Así como el aljibe existente debajo de la Iglesia de la Preciosa Sangre, junto a la Plaza de San Jorge, o las dependencias bajas de la Diputación Provincial y sus pozos. Estos son los casos más fáciles de observar en todo el recinto amurallado, el resto están únicamente para el uso particular y en casos muy concretos  para el curioseo del investigador de turno.

                        Sería algo muy positivo el hacer un plano de la ubicación y situación actual de todas estas construcciones, algo que serviría para ofrecer otro atractivo mas de Cáceres. Inexplicablemente algo así aún no ha interesado a las autoridades y lo mas probable es que no llegue nunca a interesar dada su aparente poca repercusión económica.

                       

                        Y la última ruta que por ahora apunto, es la de aquellas viviendas que han llegado hasta nosotros con nombre propio, ello motivado por alguna particularidad , actividad ocurrida en las mismas o por el simple  apodo de las personas que en algún momento la ocuparon..

                        Así nos podemos encontrar con:

–          Casa de los trucos.

–          Casa del Tesoro.

–          Casa del Mono.

–          Casa de los Judíos.

–          Casa de los aljibes.

–          Casa de las culebras.

–          Casa de los Palomares.

–          Casa del águila.

–          Casa de los Sarmientos.

–          Casa quemada.

–          Casa del gigante.

–          Casa del Sol.

–          Casa de los caballos.

–          Casa de los Crehuet.

–          Casa del candelabro.

–          Casa del duende.

–          Casa de la Virgen.

 

             En un trabajo como el que estamos presentando aquí, en el que contamos con un espacio y tiempo limitado, nos es francamente imposible el desarrollar abiertamente todo lo apuntado en el mismo, por tal motivo nos vamos a limitar a apuntar brevemente la ubicación de cada una de las casas relacionadas.

Se da el nombre de Casa de los Trucos, al edificio es conocido oficialmente como Palacio del Obispo Galarza, se levantó en el siglo XV. Está situado en la calle general Ezponda, próximo a la Plaza de la Concepción y frente a la Plaza Mayor. Tal y como ya hemos apuntado en otro apartado del presente trabajo, en sus orígenes el edificio fue levantado por la familia hebrea Cohen, siendo comprado por el Prelado en el año 1492. Desde el inicio de los años noventa del siglo XX está deshabitado. Es propiedad del  Obispo.

A la casona de la Duquesa de Fernan Núñez, se le conoce popularmente como la Casa del Tesoro, como consecuencia de la superstición local de creerse allí enterrado un fabuloso tesoro dentro de varios cántaros de barro desde el siglo XV.

La situación de dicho edificio, es en las proximidades del Ayuntamiento de Cáceres, en la Plazuela de las Piñuelas, se conoce también a este edificio como Casa de D. Publio Hurtado Pérez, por haber vivido durante muchos años en aquel  lugar, el insigne investigador, quien la compró el año 1870.

Originariamente este conjunto de lo que hoy parece un solo edificio, es el resultado de tres construcciones unidas por el tiempo.

La más próxima físicamente al Ayuntamiento fue construida en el año 1909, la central que compró el Sr. Hurtado Pérez y la que da a la Gran Vía, que sufrió una profunda reforma en el año 1932, colocándole ka galería acristalada y la fachada curva.

Desde hace un par de años ocupan dicho edificio distintas dependencias del Ayuntamiento.

“De ore leonis liberame” (de las fauces del león defiéndeme), es el lema del escudo principal de est Palacio, que se construyó en el siglo XV y que está situado a mediados de la conocida Cuesta de Aldana, calle que transcurre desde el Palacio de su mismo nombre hasta la Plaza de Santa María. Con el paso del tiempo a este edificio también se le ha llamado Palacio de Espadero Pizarro, Cáceres Andrada y Cáceres Nido, como consecuencia e tener en sus muros escudos heráldicos de mencionadas familias.

Se le conoce como Casa del Mono por un simio encadenado que se encuentra esculpido en el arranque de su escalera interior.

Desde el año 1971 y hasta 1989  como museo de pintura, albergó distintas obras de arte religioso, para convertirse desde entonces hasta nuestros días en la sede de la biblioteca de D. Alonso Zamora Vicente.

Hay que aclarar que en la actualidad no se conserva en nuestra ciudad ningún edificio que se llame Casa de los Judíos, esta fue una denominación popular por haber levantado inicialmente el edificio varios miembros de esta religión, pues allí estaba ubicada la sinagoga nueva, lo que ocurría en el siglo XV.

Se le conoce oficialmente como Palacio de la Isla y está ubicado próximo a la Plaza de la Concepción, el edificio que hoy se contempla fue construido en el siglo XVI por la familia Blázquez. En los años veinte del siglo XX fue una casa de huéspedes, para ser vendido en 1948 al Ayuntamiento, quién poco después lo convertiría en Biblioteca Pública y  Archivo Histórico Cultural. En el año 1992 finalizaba esta tarea cultural en dicho edificio.

El edificio histórico que hace varios siglos se conoció como  Casa de los Aljibes, posteriormente se llamaría Casa de las Veletas que es la denominación con la que ha llegado hasta nuestros días. Se trata de la sede del  Museo Provincial de Cáceres, desde el mes de diciembre del año 1931.

La Casa de las Veletas es lo que queda del que fue Alcázar árabe, cuyo origen se remonta al siglo XIII, esta emplazado en lo mas alto de la ciudad medieval cacerense, cerca de la Iglesia de San Mateo. Mencionado baluarte ocupó prácticamente la totalidad de aquel terreno y fue destruido en tiempos del monarca Enrique, para ser reedificado por los descendientes de Vasco Porcallo de Ulloa.

Con la denominación de Casa de las Culebras se han mantenido hasta los años cincuenta como denominación a una vivienda existente en las cercanías de la Real Audiencia de Extremadura, construida en el siglo XVIII y cuyo título se lo comenzaron a dar a partir del siglo XIX cuando un domesticador de serpientes ocupó las habitaciones de la planta baja y como consecuencia de que se le escaparan varios de dichos reptiles,  el vecindario comenzó a llamar el lugar con dicho calificativo.

Los cacereños de varias generaciones han llamado Casa de los Palomares, a la casa número 3 de la calle Sancti Spiritu, de antiguo aquel lugar había sido enfermería de los religiosos dominicos del próximo Convento de Santo Domingo, con el que estaba y está unido mediante un pasillo elevado sobre la Calle Río Verde. Y el título tan peculiar le viene dado por vivir durante muchos años en dicha casa la familia apellidada Palomares.

La casa del Aguila fue construida en el siglo XV por la familia Sande, y está  ubicada detrás de la Iglesia de San Mateo cerca de la Casa del Sol y pegada a la Casa de Los Aldanas o Bodega Medieval.

Recibió hasta hace poco el nombre de Casa de Los Sarmientos, la vivienda que con el número 2 se levanta en la calle Moreras, que fue construida en el siglo XVII, y reedificada casi en su totalidad en el siglo XVIII por sus propietarios, la familia Sarmientos.

 A la Casa Quemada, oficialmente se le conoce como Palacio de Carvajal, que fue construido en el siglo XV, adosándolo a la torre cilíndrica árabe del siglo XI-XII, que se conoce popularmente como Torre de la Higuera, siendo su primer propietario D. Pedro de Carvajal, que casó con Doña María de Mayoralgo.

A finales del siglo XIX se produjo un misterioso incendio que dañó totalmente determinadas zonas del palacio, motivo por el que comienzan a llamarlo Casa Quemada, este hecho acompañado de varias curiosas leyendas supuestamente ocurridas en este edificio, lo hacen sumamente interesante tanto para los cacerenses como para los foráneos.

Tenemos que desplazarlos por la Calle de Caleros, más allá de la Ermita del Vaquero, en la parte derecha en una pequeña plazoleta camino de Fuente Concejo, allí  durante varios siglos existió una casa que los vecinos conocían como casa del Gigante, esto era como consecuencia de vivir allí  en el siglo XVII, Juan Pérez, que con casi dos metros de altura, era la atracción de aquella zona. Procedía de Segovia y estaba casado con Juana Jiménez, de estatura normal. Ni que decir tiene que los propios muebles, tales como sillas y cama eran de proporciones especiales, además de su ropa y demás objetos particulares, lo que motivó que a su muerte tanto sus descendientes como amigos recogieron todos estos objetos y por su particularidad los guardaron como verdaderas reliquias.

Pero tal y como hemos señalado al comienzo de este apartado de las Casa, en Cáceres existen otros muchos edificios que por una serie de particularidades se conocen popularmente con otro adjetivo distinto al  nombre oficial, así podemos visitas Casa del Sol, o residencia de los Solís, hoy ocupada desde el siglo XIX por los Religiosos de la Preciosa Sangre y se encuentra detrás de la Iglesia de San Mateo, en la facha principal aparece un espléndido sol, de ahí su título.

También tenemos a la denominada Casa de los caballos por recordar que en su interior durante algún tiempo se reguardaron varios de estos animales, utilizados por las tropas militares, en la actualidad es una dependencia más adjunto al Palacio de las Veletas por la parte de las traseras o de la judería.

 Con el fin de no cansar a los presentes solamente diremos que nos quedan: la casa de los Crehuet, la del candelabro, del duende, o la de la Virgen. Siendo algunas de las más conocidas, pero no cabe duda que otras muchas viviendas con un nombre especial existen en Cáceres, que con el mero hecho de visitarlas y conocer parte de su historia peculiar, puede significar otro atractivo turístico para la ciudad.

Además señalar que junto a las rutas aquí tratadas podemos también añadir la Ruta de las reliquias, la de los libros o alguna otra.

Tal y como puede ver cualquiera, todo un amplio abanico de posibilidades.

Por todo esto y por otros muchos atractivos más, Cáceres bien merece una detenida visita.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                        D. PUBLIO HURTADO PEREZ   (1850-1929).

 

 

 

                        Antes de comenzar a desgranar los datos referidos a este insigne investigador cacerense, he de confesar a todos los presentes que es mi investigador preferido. Sí, D. Publio ha sido para mí durante todos estos años una auténtica enciclopedia del saber de nuestra tierra, lo admiro profundamente y he leído todo cuanto de él se puede leer, lo publicado y lo inédito. Prácticamente todos mis temas de investigación tienen un apoyo documental en los trabajos que en su día realizó el Sr, Hurtado.

            Mi amistad con dos de sus descendientes, D. Alfonso Artero Hurtado y D. Miguel Hurtado Urrutia, me han ayudado especialmente en muchas de mis tareas, y ha servido para que amplíe notablemente mis conocimientos sobre esta tierra.

            Tanta admiración siento por D. Publio Hurtado Pérez, que mi anterior libro titulado: “Ermitas Cacerenses”, decidí dedicárselo a él, a quién tal y como ha ocurrido con otros tantos investigadores o artistas en vida, no se le ha dado el valor  que merece, ni prestada la atención que necesita.

            Este admirado cacerense nació el día 21 de enero de 1850, siendo el mayor de cinco hijos, tres varones y dos hembras, que tuvo el matrimonio formado por D. Antero Hurtado Valhondo, Relator de la Real Audiencia de Extremadura, y Rosalía Pérez Sandoval, los dos naturales de esta ciudad.

                               Nació en la por entonces Calle de Grajas, hoy Donoso Cortés, lugar donde con el paso del tiempo se levantó la que por muchos años fue la sede de Correos y Telégrafos, y que desde hace algunos años ocupan unas dependencias primero de la Universidad de Extremadura y después de la Junta. Fue bautizado D. Publio el 25 de enero de 1850 en la Iglesia parroquial de San Juan bautista, por el sacerdote D. Blás Gómez Durán, siendo su padrino el abuelo paterno, D. Ignacio Hurtado y Grande de Vegas, y por costumbre de la época le impusieron los siguientes nombres: Publio, Fructuoso, Ignacio, Ramón y Antonio.

                        En honor a la verdad hay que decir que según sus notas parece que no fue un estudiante brillante aunque no es menos cierto que al menos aprobaba las asignaturas en junio, sin tener necesidad de examinarse en septiembre. Y se da la circunstancia de que obtenía las mejores notas en Ciencias que en Letras.

                        En 1864 contrajo unas denominadas fiebres nerviosas, que tardaron bastante tiempo en curar, pero que le dejaron secuelas durante toda su vida. Esto le complicó bastante el finalizar sus estudios, pero no impidió que se dedicase casi plenamente a la lectura, e investigación, además de escribir algunos poemas.

Su primer trabajo en verso  aparecería en el año 1866, titulado “Ilusiones

de una noche”. Cursó Estudios de Derecho en Salamanca y Madrid. Después de no pocas interrupciones como consecuencia de sus continuas fiebres, consigue el grado de Licenciado en derecho Civil y Canónico el 26 de enero de 1872. Tal y como era de esperar dado su interés por todo lo que significaba cultura, durante su estancia en Salamanca participó en cuantas tertulias pudo, escribiendo y dirigiendo el periódico “El Independiente”. Una vez finalizados sus estudios regresa a Cáceres incorporándose al Colegio de Abogados el 3 de febrero de 1872. En el mes de junio de dicho año es nombrado Vice-Consul de Portugal en la provincia de Cáceres, cargo que debió de desempeñar con gran clase dado que el Rey Lusitano le nombró por ello Caballero de la Real Orden Militar de Nuestro Señor Jesucristo, primer galardón que recibía.

                        Como otros muchos ciudadanos es llamado a filas por estar desarrollándose en  aquellos  momentos la tercera guerra carlista, pese a sus fiebres y a su gran miopía le dan aquí en Cáceres apto para el servicio de armas, pero afortunadamente en un nuevo reconocimiento que se le realiza en Badajoz es dado definitivamente por no apto, con fecha 20 de noviembre de 1874. Y es en este mismo año cuando edita una obra en Lisboa, titulada: “Amor y Martirio”.

                        En el año 1877 contrae matrimonio con  Doña María del Sagrario Muro y Muro, pasando a vivir la pareja a la casa con el número 10 de la Plaza de Concepción. Pero dada la pequeña fortuna que había logrado reunir D. Publio, le permitió comprar una casa en el año 1881 a la Duquesa de Fernán Núñez, ubicada en la denominada Plazuela de las Piñuelas Altas, dicha compra ascendió a la nada por entonces despreciable cantidad de 40.000 reales, allí viviría hasta el día de su fallecimiento en el año 1929.

                        Ya en su hogar, es nombrado por el Ayuntamiento como Cronista de la venida a Cáceres de los monarcas de España y Portugal, con motivo de la inauguración del ferrocarril Madrid- Lisboa. Todo lo que sucedió fue magníficamente narrado y detallado por D. Publio, fue un acontecimiento muy importante para nuestra ciudad y sus vecinos.

                        Y es a partir de este año 1881 cuando se intensifica la actividad literaria de nuestro insigne cacerense, apareciendo tanto obras literarias incluidas en revistas de tirada nacional como algunos poemas. Pero a toda esta creación se van uniendo poco a poco trabajos de investigación que sin duda es lo que más le gusta a nuestro protagonista, todo esto motivado por la relativa facilidad que tiene para poder acceder a los archivos tanto públicos como privados, ojeando todo papel que cae en sus manos, dándose la particularidad que llegó a anotar los extractos de los libros de acuerdos hasta el año 1837, algo que hoy es imposible de hacer por haber desaparecido los correspondientes tomos. Otra de las prácticas que solía utilizar con bastante frecuencia era el interrogar a cuantas personas mayores vivían por entonces, quienes les facilitaron muchos de sus datos por haberlos vivido en primera persona.

                        Casi paralelo a la aparición de sus obras, le fueron dados los distintos nombramientos, tales como: Académico Correspondiente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Académico de la Historia, Vocal de la Junta Promotora del IV Centenario del Descubrimiento de América, y es aquí donde presenta su primer trabajo serio titulado: “Indianos Cacereños”. Que fue premiado y publicado por la Diputación Provincial de Cáceres.

                        En 1905 presentaría su obra titulada “Los extremeños en América”, que quedó sin publicar y que ha salido a la luz en 1993 gracias al empeño de sus herederos (D. Alfonso y D. Miguel). Pero junto a la aparición de estas obras, continúan los malestares de D. Publio, por lo que las visitas a los balnearios es algo habitual, además de aparecerle otras muchas complicaciones tanto externas como internas. En el año 1894 escribe la novela titulada “Alonso Golfín”.

                        Fue D. Publio Hurtado Pérez uno de los promotores y fundadores de la Revista de Extremadura, lo que ocurría en febrero de 1899; en estos años de existencia de la mencionada Revista comienzan a aparecer los trabajos literarios que ascienden a mas de una docena, pero además va dando a conocer poco a poco sus investigaciones como por ejemplo: “Historia de Cáceres”, “Supersticiones Extremeñas”, “Alonso Ramos o un poeta concepcionista”. De la primera obra mencionada, decir que en la actualidad permanente inédita, ya que por aquel tiempo se limitó a presentar un simple apéndice titulado “Los Carvajales” ; otra obra también escrita en su día, pero no publicada  es “Recuerdos cacereños del siglo XIX”, hoy se encuentra en preparación y posiblemente salga a la luz a finales del año 1999. Luego vendrían las obras “Tribunales y Abogados Cacereños (1910)”; “Castillos, Torres y Casas Fuertes de la provincia de Cáceres”, cuya primera edición apareció el año 1912, apareciendo la segunda edición mas completa y salvando los errores correspondientes en el año 1927. En febrero del año 1915 puso a disposición del Ayuntamiento una gran obra de investigación  que durante cinco años había realizado  en el Archivo Municipal, esta se llamó “Ayuntamiento y familias cacerenses”, en la actualidad se ha convertido en un auténtico tesoro bibliográfico imposible de encontrar un original, pero que durante muchos años los ejemplares que sobraron, se utilizaban por el personal del Ayuntamiento para encender las estufas, motivo por el que desaparecieron por lo menos una veintena de los mismos, así como para calzar las mesas o armarios, claro nos estamos refiriendo a hace mas de cincuenta años, A partir de estos momentos, tanto por su avanzada edad, así como por la variedad y riqueza de sus obras, comienza a ser llamado por todos  “Patriarca de las Letras Extremeñas” .

                        La Real Academia de la Historia le encargó en el año 1912 la reorganización de la Comisión de Monumentos, lo que aceptó hasta el año 1920 coincidiendo con el descubrimiento del  tesoro de Aliseda.

                        En 1914  D. Publio Hurtado fue nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de Declamación, Música y Buenas Letras de Málaga, y en 1918 de la de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, ya era desde 1915 Presidente de la Junta Provincial de Turismo, y en 1917 lo era como Presidente de la Junta del Patronato del Museo de Bellas Artes.

                        Pero continúan las publicaciones con la obra “La Parroquia de San Mateo y sus agregados”, aparecida en 1918, según no cuentan sus descendientes, los datos aquí aparecidos venían de una obra inédita de D. Publio, y a la que dedica prácticamente toda su vida, titulada “Cáceres histórico monumental”, En 1920 aparecía “Extremadura en Toledo”.

                        La figura de D. Publio Hurtado Pérez había calado tanto en la sociedad cacerense d aquella época, que sus habitantes solicitaron a la Corporación Municipal un reconocimiento oficial hacia su figura, bautizando con su nombre la plazuela donde estaba su casa, al mismo tiempo que se solicitaba a la Diputación la concesión de la medalla al Mérito Provincial, actos estos promovidos fundamentalmente por el escritor D. Federico Reaño García (1878-1927).

                        Poco después era creado el Ateneo de la ciudad de Cáceres, el cual comenzó sus actividades el lunes 12 de octubre de 1925, y fue en aquel mismo día cuando se descubrió una bella placa hecha con azulejos, que afortunadamente hoy se conserva, por la cual se daba el nombre de Publio Hurtado Pérez a aquella plazuela llamada hasta entonces como de las Piñuelas. Acto al que acudió todo el vecindario y autoridades de Cáceres bajo la presidencia del Sr. Alcalde D. Arturo Aranguren , agradeciéndolo emocionado D. Publio desde uno de los balcones de su casa con unas entrañables palabras. Por la tarde en el salón de actos de la Diputación Provincial se inauguraba el Ateneo y se imponía la medalla al Mérito Provincial al gran cacerense “patriarca de las Letras Extremeñas”, quién ya por entonces estaba medio ciego, presidía el acto el Presidente de la Diputación D. Gonzalo López Montenegro y Carvajal.

                        En señal de agradecimiento hacia las autoridades y todos sus paisanos, el Sr. Hurtado dedicó la fantasía mitológica “El Cinturón de Afrodita”, primero en el periódico El Noticiero y posteriormente en separata. Y fue en este mismo año de 1925 cuando la Comisión Provincial de Monumentos propuso que se le concediese el ingreso en la Orden Civil de Alfonso XII, lo que fue secundado por la Diputación y el Ayuntamiento de Cáceres, así como los doce periódicos de la època, por lo cual se le concedió dicho galardón el 22 de enero de 1926.

                        A partir de estos momentos tan felices, su trabajo va decreciendo como consecuencia de su falta de vista así como su elevada edad, pero a pesar de ello concluye el trabajo titulado “Apodos Cacereños”, además de pronunciar algunas conferencias y atender tal y como siempre ha hecho siempre en su casa, a cuantas personas inquietas quieren saber algo de Cáceres. En 1928 aparecería su obra titulada “Nobleza cacereña”, lo que ocurre en la revista malagueña Blasón.

                        Junto a su familia pasa los últimos años de su vida en su casa, realizando pocas actividades y aún menos viajes. En uno de estos marcha en 1928 a Badajoz, para pasar unos días con su hijo Manuel, donde contrae una fuerte gripe, la cual continua padeciendo a su regreso a Cáceres, sin que los médicos consigan recuperarle, lo que precipita su fallecimiento el día 3 de enero de 1929.

                        Así fallece el insigne D. Publio Hurtado Pérez, pero los cacereños continuarían varios meses después, recordándole tal y como lo demuestran distintas actividades culturales que se realizaron en nuestra ciudad, de todo tipo.

                        Hoy, habiendo transcurrido ochenta años desde su fallecimiento, afortunadamente se le sigue recordando y si cabe se le valora cada día más. Sus  libros son verdaderas piezas documentales, muy apreciadas por los investigadores incluso por los bibliófilos.

 

                        A la vista de todo lo expuesto y de infinidad de datos inéditos, que aún permanecen guardados en su archivo y biblioteca, podemos afirmar rotundamente que la influencia cultural que ha ejercido D. Publio en Cáceres y provincia, e incluso me atrevería a decir que en toda Extremadura, es enorme.

            Es mas que probable que en los próximos años, salgan publicados algunos trabajos que en su día fueron realizados por este fructífero investigador, y que en la actualidad se conservan inéditos gracias a la especial dedicación de su biznieto D. Alfonso Artero Hurtado, quién guarda tan impresionante fondo documental en Huelva, su lugar habitual de residencia.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

                        COLOQUIOS    HISTORICOS   DE   EXTREMADURA

 

 

 

 

 

            TRUJILLO   1999 .-

 

 

 

 

 

 

 

                               Comunicaciones de  D. Alonso J. R. Corrales Gaitán.

 

 

 

 

 

                               CACERES  Y  SUS  RUTAS.-

 

 

 

 

 

                        Buenas Tardes.  Creo que ni este es el lugar, ni por supuesto ante ustedes es necesario ponerse a hablar largo y tendido sobre Cáceres, pues por muy amplia que hiciese esta explicación, sin duda me quedaría corto. Seguro que otras personas que me han precedido, han hecho esta descripción mas completa y detallada.

 

                        En este trabajo lo único que voy a tratar de aportar, son unas pocas ideas de cómo hacer mas entretenida la visita a Cáceres. Para ello se me ha ocurrido apuntar unos itinerarios o rutas, fáciles de seguir que cualquiera, acompañado por una libreta para tomar notas de lo que consideramos interesante, y llevar una cámara fotográfica, eso sí con varios carretes de repuesto.

 

                        Partimos de la base que el supuesto visitante va a pasar en Cáceres como mínimo un fin de semana, de no ser así este entretenido estudio no podría ser aplicable.

 

                        Antes de continuar tengo que decir que particularmente he seguido una a una todas las rutas, que aquí voy a tratar y por ello puedo asegurar que cualquiera las puede recorrer, disponiendo únicamente del tiempo necesario y de ropa cómoda.

 

                        Las rutas que propongo son las siguientes:

 

                       

 

          Ruta de la muralla.

 

          Ruta de la heráldica.

 

          Ruta de los palacios.

 

          Ruta de las fuentes.

 

          Ruta de los museos.

 

          Ruta de las ermitas.

 

          Ruta de los tesoros.

 

          Ruta de las leyendas.

 

          Ruta del subsuelo.

 

Y    Ruta de las casas con nombre propio.

 

                       

 

                        De esta manera podemos hacer nuestra visita más entretenida y completa, pues es mas que evidente que si nos limitamos a acceder a la ciudad monumental, aunque en ello empleemos varias horas, lo más probable es que se pasen muchos casos por alto.

 

                        Lo verdaderamente positivo que tiene este sistema que yo apunto, es que puede conocerse bastante bien un tema o ruta, sin necesidad de dedicar mucho tiempo  otro que a lo mejor no nos agrada tanto. Es como si estudiásemos una carrera, en este caso Cáceres, tomando asignatura por asignatura, que en este caso concreto son las distintas rutas.

 

                        A falta, hasta este preciso instante de un libro que sirviéndonos de guía, contenga todas las rutas aquí señaladas, nos deberemos ayudar con otras publicaciones que ya iremos apuntando a lo largo de este trabajo.

 

 

 

                        RUTA DE LA MURALLA.- Es recomendable realizar este itinerario en dos ocasiones, una de día y otra de noche, en ambos casos se podrá disfrutar de la belleza de tan magnífico conjunto monumental.

 

                        Este itinerario se debe iniciar por el Arco de la Estrella o Puerta Nueva, y continuarlo hacia la derecha subiendo los denominados Adarves, de esta sencilla manera conoceremos las distintas entradas a la ciudad monumental y sus numerosas torres defensivas.

 

                        Lo ideal sería poder hacer este paseo por encima de la muralla, pero como esto no es posible nos conformaremos con hacerlo por la parte interior de la misma. Esta primera ruta puede durar algo mas de la hora. No podemos olvidar que son dos kilómetros aproximadamente de longitud.

 

 

 

                        RUTA DE LA HERÁLDICA.- En este tema, es Cáceres una  de las  ciudades mas ricas y completas, pues están registrados varios centenares de escudos heráldicos y de armas, tanto en los exteriores como en los interiores de los edificios civiles y religiosos de la ciudad. Es una manera relativamente sencilla de estudiar las familias que representan, así como los estilos de los mismos y la influencia en las distintas zonas del recinto medieval.

 

                        En esta gran variedad de escudos heráldicos se puede encontrar el visitante, a familias originarias de prácticamente todos los lugares de España, así como de zonas de Portugal, Francia o Italia, que intervinieron o bien en la Reconquista de la ciudad, en el siglo XIII, o que en fechas posteriores aquí se asentaron levantando su palacio o casa familiar.

 

                        Recomendamos iniciar este itinerario partiendo de la entrada ya mencionada anteriormente del Arco de la Estrella, y desde allí partir a través de la Plaza de Santa María hasta la parte mas alta del recinto amurallado, hasta así recorrerlo todo, pero para ello debemos de ir con los ojos bien abiertos, pues cientos de escudos están situados en los lugares mas insospechados además de los clásicos de sobre puertas o ventanas.

 

 

 

                        RUTA DE LOS PALACIOS.- Considerando que en Cáceres existen mas de medio centenar de estos nobles edificios, que poseen toda la riqueza histórica de un conjunto monumental único, declarado Patrimonio de la Humanidad, se pueden llegar a encontrar infinidad de elementos muy interesantes, formando parte de esta gran variedad de construcciones.

 

                        Por desgracia no todos los palacios están abiertos al público, existiendo no obstante un elevado número de ellos que lo están únicamente por la mañana, por ubicarse allí organismos oficiales, pero en algunos casos determinados, a pesar de ser casas particulares, dada la buena disponibilidad de los ciudadanos cacereños y su carácter abierto y agradable, es muy posible que dejen acceso limitado a su casa-palacio. Algo que sin duda el turista no olvidará.

 

                        La visita a estos edificios puede prolongarse por varias horas, dado que existe un elevado número de detalles arquitectónicos o de mero adorno, además de permanente lugar de custodia de no pocas obras de arte de todo tipo.

 

 

 

                        RUTA DE LAS FUENTES.- Para poder realizar una visita a estas tan peculiares construcciones, es necesario que sepan desplazarse algo mas libremente por nuestra ciudad, ya que las fuentes se encuentran diseminadas por distintas y distantes zonas de Cáceres, destacando muy especialmente las que aún se conservan próximas a la denominada Ribera de Cáceres, algunas de las cuales han sido restauradas en los últimos años.

 

                        En sus mejores tiempos nuestra ciudad llegó a contar con una docena de estas fuentes, ubicadas en las proximidades del recinto amurallado y alguna mas a pocos kilómetros. Siendo aún utilizadas en la primera mitad del presente siglo para abastecer a la población cacerense, especialmente en los años de fuertes sequías.

 

                        En la actualidad son un simple recuerdo de aquellas épocas, conservando su nombre originario y alguna historia o anécdota curiosa, entre las mas conocidas o las más importantes por encontrarse más cercanas al núcleo urbano, tenemos:

 

 

 

                        Fuente del Concejo.- Situada en la Ribera, cerca de la Puerta y Arco del Cristo, fue construida en el siglo XV por iniciativa de Alfonso Golfin, como consecuencia del ensanche que se ha producido en aquella zona con relación al tráfico rodado, ha sufrido numerosas transformaciones, la más significativa en los años ochenta del siglo XX. Hasta la década de los años sesenta los cacereños bebíamos de sus aguas y muchas familias la utilizaban para guisar.

 

                        Fuente del Rey o del Marco.- Se encuentra mas arriba del Convento de San Francisco El Real, es encauzada en 1501 y se cierra con un muro en 1570. Durante los años treinta, cuarenta y cincuenta era frecuente ver allí a infinidad de jóvenes cacereños bañándose, pescando o cogiendo ranas y culebras. No hace muchos años todo aquel entorno ha sido profundamente remodelado por la escuela taller municipal, convirtiéndose en un atractivo lugar.

 

                        Fuente Nueva y Pilar de San Francisco.- La primera es arreglada en el siglo XV, y los pilares son reconstruidos en el año 1683, de los dos que originariamente se encontraban en aquella zona, el mas bonito se trajo en los años setenta al Foro de los Balbos, junto al Ayuntamiento.

 

                        Fuente Fría. Situada entre el Puente de San Francisco y el Convento que lleva este mismo nombre, se construyó en el siglo XV, ha pasado por épocas muy malas en las que estuvo a punto de desaparecer por la suciedad y el abandono municipal, hasta hace cuatro o cinco años su agua seguía utilizándose por numerosas familias cacerenses para guisar y beber. Afortunadamente desde hace algunos años todo aquel terreno ha sido remodelado y no peligra su existencia.

 

                        Fuente de Aguas Vivas.- También fue canalizada en el siglo XV, durante la época de los reyes católicos se le conocía como “fuente de las arañas”, por la gran cantidad de esos bichos que siempre tenía en sus inmediaciones.

 

                       

 

                        Otras fuentes y manantiales que existieron en las  afueras y dentro de la población, fueron: de la Concepción, del Paseo Alto, Valhondo, Hinche, Balincero; Santa Ana, Santa Olalla, Arropez, etc. Algunas de estas aún existen en la actualidad aunque o no dan agua o ya no es potable.

 

                         La gran mayoría de ellas daban un agua sabrosa y muy buena para guisar, existiendo algún manantial que según la opinión ciudadana de la época, daba un agua que curaba ciertos males del cuerpo y del alma.

 

 

 

                        RUTA DE LOS MUSEOS.- Los visitantes no deben ignorar que en esta ciudad hay media docena de museos de contenido  muy variado, así como la existencia de otras exposiciones complementarias situadas en distintos lugares de la ciudad.

 

                        Entre otros tenemos: El Museo Provincial situado en el Palacio de las Veletas; el Diocesano de la Concatedral de Santa María; el Museo Municipal Permanente en la Casa Mirón; el Museo de la Casa Pedrilla; el instalado en la Casa ärabe; y el  Palacio de Carvajal.

 

                        No obstante y desde mi particular punto de vista, en una ciudad como la nuestra podrían existir algunos museos más, ya que se dan una serie de características adecuadas para ello, incluso hay gran variedad de elementos y objetos que podrían exponerse, como por ejemplo el patrimonio de las cofradías penitenciales, de la cofradía de la Virgen de la Montaña, de pintura costumbrista, de maquetas de distintas construcciones de la ciudad, etc.

 

                        Con la observación detenida de todo lo contenido en estos lugares, se puede hacer un completísimo estudio histórico-cultural de la ciudad, y de las distintas generaciones que nos han precedido.

 

 

 

                        RUTA DE LAS ERMITAS.- No obstante y a pesar de lo hasta ahora apuntado, existen muchos temas que en Cáceres se dan en una gran medida, como es el caso que nos ocupa.

 

                        A lo largo de nuestra dilatada historia, han llegado a pertenecer al término municipal de Cáceres, un total de 44 ermitas de todos los tipos y estilos, de las cuales 17 han desaparecido totalmente; 8 se han transformado en iglesias o con otra finalidad; siendo en la actualidad otras 8 las ermitas que como tal se conservan en la ciudad. Y en los cercanos alrededores quedan otras 11 algunas en completa ruina.

 

                        Desde el punto de vista artístico e histórico, sería muy interesante que el visitante pudiese conocer estar construcciones, levantadas al más puro estilo cacerense y que a pesar del tiempo transcurrido desde su creación, aún conservan el encanto popular de sus remotos orígenes y el particular trabajo de las personas que vivieron relacionadas con ellas.

 

                        Incluso de disponer de mas tiempo, se podría estudiar todo el patrimonio que las ermitas poseen y las cofradías que se hicieron cargo de su cuidado, además de sus celebraciones y origen.

 

                        Afortunadamente para todos nosotros,  con el inicio de la década de los años noventa del siglo XX, se despertó un general interés por la recuperación de determinadas ermitas que se encontraban en un estado lamentable, desgraciadamente aún quedan algunas otras en completa ruina. En el año 1998 publiqué el libro titulado “Ermitas Cacerenses”, donde están todas estas 44 construcciones y su historia, obra que puede resultar apropiada para conocer estas populares construcciones.

 

 

 

                        RUTA DE LOS TESOROS.- A partir de este punto, iniciamos el recorrido por un apartado muy especial que muy bien podríamos subtitular “Paseo por el Cáceres mágico”.

 

                        En este primer paso se pueden visitar aquellos lugares donde según la tradición oral o de las leyendas populares, en distintos momentos de la historia fueron escondidos tesoros, con la esperanza de recuperarlos, una vez hubiesen llegados tiempos mejores.

 

                        Y así tenemos los siguientes casos:                                                                                      – Una de las historias más curiosas que aún merodean  por la ciudad de Cáceres y que por desgracia es desconocida para una gran mayoría de sus ciudadanos, es que esta ciudad sirvió en varias ocasiones como lugar donde se ocultaron distintos bandoleros  y sus seguidores, además de ocultar aquí sus tesoros.

 

                        Dicho esto debemos recordar que en las inmediaciones del Santuario de la Virgen de la Montaña, patrona de Cáceres, es decir en lo alto de la llamada Sierra de la Mosca, el bandolero  martín Paredes, liberal, polígamo, ladrón de templos y conventos, poseía un espléndido escondite, con capacidad para media docena de caballos y jinetes, y que solía utilizar gran parte de su valioso botín.

 

                        Esta cueva-refugio era un lugar abierto por la naturaleza y que a principios del siglo XIX, oculta su entrada por una alta vegetación sirvió de importante almacén de variadas joyas y objetos valiosos, hasta que el año 1823 fue detenido el bandolero por la autoridad, y a partir de ese momento nada más se supo de toda aquella riqueza.

 

                        Desde el mes de octubre de aquel año fue encarcelado hasta que falleció de un infarto en 1840 cuando era trasladado camino del patíbulo instalado en la Plaza Mayor.

 

                        Durante años fueron muchos los aventureros que vagaron la totalidad de la Sierra de la Mosca en busca del tesoro del bandolero, accediendo a las distintas cuevas que allí existían, nada se sabe del resultado de dichas excursiones.

 

                        Hasta el principio de la década de los setenta del siglo que finaliza, estaba a la vista la boca de una cueva que según los viejos del lugar era la cueva de Martín Paredes, posteriormente su entrada fue ocultada con toneladas de escombros.

 

                        Hoy el tesoro continua sin aparecer.

 

                       

 

                        – Una historia increíble.

 

                        Lo que en la actualidad es Colegio Infantil de San Antonio, de los padres franciscanos, edificio que se encuentra adosado al templo de Santo Domingo, se construyó en el año 1493 como Convento de Nuestra Señora del Rosario, de la orden de los dominicos predicadores y bajo cuyo cuidado permaneció el edificio hasta el año 1822, en que dichos religiosos se marcharon de Cáceres.

 

                        En 1873 el Convento era adjudicado al  Ministerio de Hacienda, instalándose allí la Tesorería de la misma, y resulta que el funcionario responsable, en determinadas ocasiones se quedaba hasta altas horas de la noche, contabilizando las grandes sumas de monedas en oro que la caja de seguridad guardaba. Ocurrió que una de estas veces, según cuentan las crónicas de la época, varias personas accedieron a dichas dependencias sin que de ello se percatase el confiado tesorero, dándose el inexplicable  caso policial que tanto el funcionario como la gran cantidad de oro que allí se guardaba desapareciesen sin dejar rastro alguno.

 

                        Vinieron expertos de distintos puntos de España, tanto policiales como seguidores de pistas, pero el misterio de la desaparición continuó sin ninguna pista. Lo que sorprendió a cacereños, extremeños y a todos cuantos conocieron dicho suceso.

 

                        En el año 1902 un enorme incendio daba fin a la ubicación de la Delegación de Hacienda en lo que fue Convento de los Dominicos. Los años fueron pasando con más o menos suerte para el edificio en su conjunto, pero no fue hasta el año 1936 cuando se realizaron unas profundas obras de restauración en toda la construcción, lo que sacó a la luz infinidad de objetos y elementos arquitectónicos y artísticos de todo tipo.

 

                        En un determinado lugar del destrozado edificio apareció un esqueleto completo, corriéndose inmediatamente la voz de que se trataba sin duda del desaparecido tesorero. Aprovechando la disculpa del hallazgo varios aventureros descendieron por el pozo que tiene el patio principal del citado edificio, ello en busca de las sustanciosas monedas. Pero lo encontrado nada tenía que ver con aquel magnífico tesoro. Se sacaron una docena de monedas de todo tipo, un rosario y poco más.

 

                        Lo desaparecido ascendía a varios millones de pesetas, según valoración de aquella época, Aún en la actualidad no ha aparecido nada de nada. ¿Estará oculto en el pozo? ¿Será cierto que existen galerías subterráneas de comunicación entre el pozo y otras construcciones próximas?

 

                        Lo mas seguro es que nunca lleguemos a saber la verdad de este misterioso asunto.

 

 

 

                        En la ciudad de Cáceres existen una docena de historias por el estilo,            relacionadas con “tesoros escondidos”. Existiendo edificios que durante siglos se han conocido como Casa del Tesoro; la Huerta del Tesoro; los tesoros encontrados en la Calle de Pintores; Calle Machacona; Cuesta de Aldana o Torre de Bujaco, etc- Son algunos de los casos más populares referidos a esas sumas de dinero o joyas escondidas y que fueron encontradas por distintas personas. Sin duda todo esto puede representar una nueva atracción para los turistas que visitan nuestra ciudad. Para poder seguir mejor esta pista, no haya nada como adquirir la obra “Aproximaciones a los Tesoros escondidos en la provincia de Cáceres y Badajoz”, publicado en el año 1995, o consultar la obra titulada: “Leyendas y curiosidades de Cáceres”.

 

 

 

             – Y siguiendo por este camino del “Cáceres mágico”, apunto un tema que me parece tremendamente atractivo tanto para los visitantes como para los propios cacerenses, me estoy refiriendo al titulado Ruta de las Leyendas. Para ello además de conocer la propia historia de las mismas, sería muy interesante estar en el lugar exacto donde se produce la leyenda, así podremos estar mejor en situación de comprender esa misteriosa historia..

 

                         Hasta este preciso instante he podido recuperar de prácticamente el olvido histórico, una treintena de leyendas de todos los tiempos y épocas, que agrupadas pueden darnos una idea clara de la riqueza cultural  sobre la que se asienta la ciudad de Cáceres.

 

                        Como consecuencia de la limitación lógica de este trabajo, nos vamos a limitar a relacionar algunas de las leyendas más curiosas. De interesar a alguien este apartado nos agradaría mucho profundizar largo y tendido en él

 

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                        La leyenda de la Galería de la Reconquista, vinculada en una gran parte al patio del Museo de las Veletas, de Cáceres; la leyenda de mansa Alborada, encantamiento que se produce próximo a la denominada Huerta del Conde, en una pequeña callejuela junto al Convento de San Francisco El Real; el trono regio de piedra, asiento pétreo único superviviente del desaparecido alcázar de la ciudad, que era utilizado por la Reina Católica en sus sesiones con el Concejo; el pendón de San Jorge, estandarte originario de la reconquista de la ciudad en el siglo XII y guardado celosamente en el Ayuntamiento de Cáceres; la Casa de los Trucos, comprada por el Obispo Galarza a la familia hebrea de los Cohen, donde existen infinidad de secretos; el pozo de los enamorados, existente en la carretera de Cáceres a Trujillo y donde se suicidaron dos enamorados hace varios siglos; la existencia y el recorrido real de Río verde,  corriente subterránea de agua que transcurre bajo gran parte de la ciudad antigua y que inunda numerosas ruinas y desvanes de la ciudad; la autentica fundación del Convento de San Francisco El Real, hoy Complejo Cultural dependiente de la Diputación Provincial; la existencia de la Ermita de la Excomunión o del  Lignum Crucis, levantado en el patio interior del palacio de los Duques de Abrantes; restos de la ermita de la Magdalena y sus accesos, construcción existente bajo el Convento de San Pablo; contenido del amplio terreno conocido popularmente como Huerta del Conde o Calerizo desde la época de la reconquista de la ciudad; la existencia en Cáceres de un personaje misterioso llamado Ceresole; la vida de un ermitaño muy especial Astrágalo;; y un largo etcétera son algunas de esas leyendas que pueden ser un importante atractivo de la ciudad.

 

                        Y así llegamos hasta la:

 

 

 

             – RUTA DEL SUBSUELO.- Sin lugar a dudas esta es la mas complicada de recorrer, pues aunque se conoce un gran número de estancias que transcurren bajo el suelo de la ciudad de Cáceres, muy pocas pueden llegar a ser conocidas o vistas por el curioso y menos por el turista.

 

                               Desde mi particular punto de vista este es uno de los más grandes atractivos que tiene hasta este preciso momento mi ciudad, la existencia de numerosas construcciones subterráneas. Su ubicación ha sido dada a conocer en muchas ocasiones, pero sobre todo con mis dos publicaciones aparecidas en 1993 y en 1997 respectivamente y actualmente agotadas, además de innumerables conferencias y artículos periodísticos.

 

                        Todo lo cual puede dar una idea bastante clara al visitante de la demostrada ubicación de este interesantísimo mundo subterráneo que muchas veces parece sacado de las obras de Julio Verne. Medio centenar de casos vienen a respaldar todo lo dicho, con la gran posibilidad de que queden otros muchos hoy desconocidos incluso para los investigadores del tema.

 

                        Ciertamente es un tema muy de actualidad pues rara es la ocasión que se comienzan las obras en alguna casa antigua y no aparece alguna construcción de este tipo, desgraciadamente la gran mayoría de las veces se oculta el hallazgo a la autoridad correspondiente pero en otras ocasiones da tiempo a verla incluso a fotografiarla, a pesar de que seguidamente desaparezca, la mayoría de las veces para siempre.

 

                        Me estoy refiriendo a pasadizos, aljibes, habitaciones, escaleras, bodegas, mazmorras y un variado etcétera. De fácil construcción dado lo irregular del terreno y las distintas alturas sobre las cuales está levantada toda la ciudad monumental de Cáceres.

 

                        El origen de las mismas es bastante variado, destacando muy especialmente las realizadas en la época musulmana, hebrea o incluso de tiempos posteriores.

 

                        Una visita a una construcción subterránea que puede muy bien servir de modelo para este gran número de casos, es en el Restaurante Bodega  Medieval, existente desde hace unos en la parte mas alta de la ciudad medieval dentro del Palacio de los Aldanas, originariamente llamado de los Gaitán. Allí se conservan perfectamente arregladas varias habitaciones que se utilizan de comedor, con infinidad de elementos originarios de la época en que se construyó, en el siglo XIV.

 

                        En la calle Ancha, en el conocido popularmente como Palacio del Vino, existen igualmente dos habitaciones bajo el nivel del suelo que también pueden dar una idea clara de todo este tipo de construcciones repartidas por nuestros Palacios y edificios históricos. Así como el aljibe existente debajo de la Iglesia de la Preciosa Sangre, junto a la Plaza de San Jorge, o las dependencias bajas de la Diputación Provincial y sus pozos. Estos son los casos más fáciles de observar en todo el recinto amurallado, el resto están únicamente para el uso particular y en casos muy concretos  para el curioseo del investigador de turno.

 

                        Sería algo muy positivo el hacer un plano de la ubicación y situación actual de todas estas construcciones, algo que serviría para ofrecer otro atractivo mas de Cáceres. Inexplicablemente algo así aún no ha interesado a las autoridades y lo mas probable es que no llegue nunca a interesar dada su aparente poca repercusión económica.

 

                       

 

                        Y la última ruta que por ahora apunto, es la de aquellas viviendas que han llegado hasta nosotros con nombre propio, ello motivado por alguna particularidad , actividad ocurrida en las mismas o por el simple  apodo de las personas que en algún momento la ocuparon..

 

                        Así nos podemos encontrar con:

 

–          Casa de los trucos.

 

–          Casa del Tesoro.

 

–          Casa del Mono.

 

–          Casa de los Judíos.

 

–          Casa de los aljibes.

 

–          Casa de las culebras.

 

–          Casa de los Palomares.

 

–          Casa del águila.

 

–          Casa de los Sarmientos.

 

–          Casa quemada.

 

–          Casa del gigante.

 

–          Casa del Sol.

 

–          Casa de los caballos.

 

–          Casa de los Crehuet.

 

–          Casa del candelabro.

 

–          Casa del duende.

 

–          Casa de la Virgen.

 

 

 

             En un trabajo como el que estamos presentando aquí, en el que contamos con un espacio y tiempo limitado, nos es francamente imposible el desarrollar abiertamente todo lo apuntado en el mismo, por tal motivo nos vamos a limitar a apuntar brevemente la ubicación de cada una de las casas relacionadas.

 

Se da el nombre de Casa de los Trucos, al edificio es conocido oficialmente como Palacio del Obispo Galarza, se levantó en el siglo XV. Está situado en la calle general Ezponda, próximo a la Plaza de la Concepción y frente a la Plaza Mayor. Tal y como ya hemos apuntado en otro apartado del presente trabajo, en sus orígenes el edificio fue levantado por la familia hebrea Cohen, siendo comprado por el Prelado en el año 1492. Desde el inicio de los años noventa del siglo XX está deshabitado. Es propiedad del  Obispo.

 

A la casona de la Duquesa de Fernan Núñez, se le conoce popularmente como la Casa del Tesoro, como consecuencia de la superstición local de creerse allí enterrado un fabuloso tesoro dentro de varios cántaros de barro desde el siglo XV.

 

La situación de dicho edificio, es en las proximidades del Ayuntamiento de Cáceres, en la Plazuela de las Piñuelas, se conoce también a este edificio como Casa de D. Publio Hurtado Pérez, por haber vivido durante muchos años en aquel  lugar, el insigne investigador, quien la compró el año 1870.

 

Originariamente este conjunto de lo que hoy parece un solo edificio, es el resultado de tres construcciones unidas por el tiempo.

 

La más próxima físicamente al Ayuntamiento fue construida en el año 1909, la central que compró el Sr. Hurtado Pérez y la que da a la Gran Vía, que sufrió una profunda reforma en el año 1932, colocándole ka galería acristalada y la fachada curva.

 

Desde hace un par de años ocupan dicho edificio distintas dependencias del Ayuntamiento.

 

“De ore leonis liberame” (de las fauces del león defiéndeme), es el lema del escudo principal de est Palacio, que se construyó en el siglo XV y que está situado a mediados de la conocida Cuesta de Aldana, calle que transcurre desde el Palacio de su mismo nombre hasta la Plaza de Santa María. Con el paso del tiempo a este edificio también se le ha llamado Palacio de Espadero Pizarro, Cáceres Andrada y Cáceres Nido, como consecuencia e tener en sus muros escudos heráldicos de mencionadas familias.

 

Se le conoce como Casa del Mono por un simio encadenado que se encuentra esculpido en el arranque de su escalera interior.

 

Desde el año 1971 y hasta 1989  como museo de pintura, albergó distintas obras de arte religioso, para convertirse desde entonces hasta nuestros días en la sede de la biblioteca de D. Alonso Zamora Vicente.

 

Hay que aclarar que en la actualidad no se conserva en nuestra ciudad ningún edificio que se llame Casa de los Judíos, esta fue una denominación popular por haber levantado inicialmente el edificio varios miembros de esta religión, pues allí estaba ubicada la sinagoga nueva, lo que ocurría en el siglo XV.

 

Se le conoce oficialmente como Palacio de la Isla y está ubicado próximo a la Plaza de la Concepción, el edificio que hoy se contempla fue construido en el siglo XVI por la familia Blázquez. En los años veinte del siglo XX fue una casa de huéspedes, para ser vendido en 1948 al Ayuntamiento, quién poco después lo convertiría en Biblioteca Pública y  Archivo Histórico Cultural. En el año 1992 finalizaba esta tarea cultural en dicho edificio.

 

El edificio histórico que hace varios siglos se conoció como  Casa de los Aljibes, posteriormente se llamaría Casa de las Veletas que es la denominación con la que ha llegado hasta nuestros días. Se trata de la sede del  Museo Provincial de Cáceres, desde el mes de diciembre del año 1931.

 

La Casa de las Veletas es lo que queda del que fue Alcázar árabe, cuyo origen se remonta al siglo XIII, esta emplazado en lo mas alto de la ciudad medieval cacerense, cerca de la Iglesia de San Mateo. Mencionado baluarte ocupó prácticamente la totalidad de aquel terreno y fue destruido en tiempos del monarca Enrique, para ser reedificado por los descendientes de Vasco Porcallo de Ulloa.

 

Con la denominación de Casa de las Culebras se han mantenido hasta los años cincuenta como denominación a una vivienda existente en las cercanías de la Real Audiencia de Extremadura, construida en el siglo XVIII y cuyo título se lo comenzaron a dar a partir del siglo XIX cuando un domesticador de serpientes ocupó las habitaciones de la planta baja y como consecuencia de que se le escaparan varios de dichos reptiles,  el vecindario comenzó a llamar el lugar con dicho calificativo.

 

Los cacereños de varias generaciones han llamado Casa de los Palomares, a la casa número 3 de la calle Sancti Spiritu, de antiguo aquel lugar había sido enfermería de los religiosos dominicos del próximo Convento de Santo Domingo, con el que estaba y está unido mediante un pasillo elevado sobre la Calle Río Verde. Y el título tan peculiar le viene dado por vivir durante muchos años en dicha casa la familia apellidada Palomares.

 

La casa del Aguila fue construida en el siglo XV por la familia Sande, y está  ubicada detrás de la Iglesia de San Mateo cerca de la Casa del Sol y pegada a la Casa de Los Aldanas o Bodega Medieval.

 

Recibió hasta hace poco el nombre de Casa de Los Sarmientos, la vivienda que con el número 2 se levanta en la calle Moreras, que fue construida en el siglo XVII, y reedificada casi en su totalidad en el siglo XVIII por sus propietarios, la familia Sarmientos.

 

 A la Casa Quemada, oficialmente se le conoce como Palacio de Carvajal, que fue construido en el siglo XV, adosándolo a la torre cilíndrica árabe del siglo XI-XII, que se conoce popularmente como Torre de la Higuera, siendo su primer propietario D. Pedro de Carvajal, que casó con Doña María de Mayoralgo.

 

A finales del siglo XIX se produjo un misterioso incendio que dañó totalmente determinadas zonas del palacio, motivo por el que comienzan a llamarlo Casa Quemada, este hecho acompañado de varias curiosas leyendas supuestamente ocurridas en este edificio, lo hacen sumamente interesante tanto para los cacerenses como para los foráneos.

 

Tenemos que desplazarlos por la Calle de Caleros, más allá de la Ermita del Vaquero, en la parte derecha en una pequeña plazoleta camino de Fuente Concejo, allí  durante varios siglos existió una casa que los vecinos conocían como casa del Gigante, esto era como consecuencia de vivir allí  en el siglo XVII, Juan Pérez, que con casi dos metros de altura, era la atracción de aquella zona. Procedía de Segovia y estaba casado con Juana Jiménez, de estatura normal. Ni que decir tiene que los propios muebles, tales como sillas y cama eran de proporciones especiales, además de su ropa y demás objetos particulares, lo que motivó que a su muerte tanto sus descendientes como amigos recogieron todos estos objetos y por su particularidad los guardaron como verdaderas reliquias.

 

Pero tal y como hemos señalado al comienzo de este apartado de las Casa, en Cáceres existen otros muchos edificios que por una serie de particularidades se conocen popularmente con otro adjetivo distinto al  nombre oficial, así podemos visitas Casa del Sol, o residencia de los Solís, hoy ocupada desde el siglo XIX por los Religiosos de la Preciosa Sangre y se encuentra detrás de la Iglesia de San Mateo, en la facha principal aparece un espléndido sol, de ahí su título.

 

También tenemos a la denominada Casa de los caballos por recordar que en su interior durante algún tiempo se reguardaron varios de estos animales, utilizados por las tropas militares, en la actualidad es una dependencia más adjunto al Palacio de las Veletas por la parte de las traseras o de la judería.

 

 Con el fin de no cansar a los presentes solamente diremos que nos quedan: la casa de los Crehuet, la del candelabro, del duende, o la de la Virgen. Siendo algunas de las más conocidas, pero no cabe duda que otras muchas viviendas con un nombre especial existen en Cáceres, que con el mero hecho de visitarlas y conocer parte de su historia peculiar, puede significar otro atractivo turístico para la ciudad.

 

Además señalar que junto a las rutas aquí tratadas podemos también añadir la Ruta de las reliquias, la de los libros o alguna otra.

 

Tal y como puede ver cualquiera, todo un amplio abanico de posibilidades.

 

Por todo esto y por otros muchos atractivos más, Cáceres bien merece una detenida visita.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       

 

 

 

 

 

 

 

                       

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