Dic 042013
 

  Pablo Iglesias Aunión.

 “Los sucesos acaecidos en España entre noviembre de 1807 y mayo de 1808 ante la presencia del poderoso ejército francés y bajo la influencia omnipresente del emperador, cambiaron profundamente la coyuntura de la política española en el siglo XIX”.[1]

Introducción

 Jornadas, Coloquios, Congresos, Seminarios y exposiciones que llenan prácticamente desde finales del pasado año del 2007 nuestra amplia geografía con el ánimo de buscar en el recuerdo y desde la investigación todo aquello que gira en torno al Bicentenario de la Guerra de la Independencia o como dirían portugueses, británicos y franceses, la Guerra Peninsular.

Durante los años que van desde 1808 a 1814, España conocer el desaliento de una Monarquía Borbónica que no supo jugar bien las cartas de su política exterior y terminó como Fontana ha afirmado, entrando en el juego del “gato y el ratón” en unas reglas marcadas por el Emperador Napoleón. El siglo XIX y el XX serán buena muestra de ello con multitud de escritos, estudios e investigaciones en referencia a este tema.

Quizá por ello, 1808 supone y es obviamente un año que para Extremadura, de manera extraordinaria, le permite entrar por la puerta grande a un proceso que desde un mundo excepcional y como expresa José María Guerrero Acosta[2] “…se alzó desde la más enconada actitud en una resistencia armada de navajas contra corazas y la cólera de los excesos de un rey extranjero identificado con el secuestro familiar”. Precisamente ha sido la lectura de esta obra y en concreto esta misma cita, la que me ha sugerido parte del título que me trae una año más a estos fabulosos Coloquios Históricos en Trujillo.

Es una vez más, la mano del investigador la que desciende para encontrarse cara a cara con este período difícil de nuestra Historia. Mano que saborea los legajos de los archivos municipales, parroquiales, diocesano y provinciales, eclesiásticos y privados para poder posteriormente con el análisis y el estudio concienzudo, ascender hacia una realidad compleja, trágica, pobre y mísera en la que se vio sucumbida la población extremeña que de por sí, estaba instalada en los modelos sociales, económicos, políticos y religiosos del Antiguo Régimen, precisamente aquello que Francia había destruido a finales del siglo XVIII, generó como hijo de la Revolución, la dictadura de un Emperador que quiso hacer de toda Europa una provincia de Francia.

Es cierto que junto al análisis bélico que durante muchos años ha sido la única cara con la que se nos ha presentado este período, incluso a niveles de enseñanza, donde las hazañas del héroe popular de heroica gesta se nos presentaba a lo largo de todos los años de la Guerra desde su superficial e inesperado levantamiento del 2 de mayo de 1808 hasta el peso de la guerrilla que oscurecía un ejército profesional que parecía no existir en este enfrentamiento frente al todo poderoso ejército imperial francés, la historiografía ha ido avanzando para mostrarnos una nueva posibilidad de estudio sobre este periodo que lleva a muchos historiadores a realizar una rica producción investigadora que ya no puede ser obviada por nadie que se precie investigar en serio la presencia de la Guerra de la Independencia para una zona, comarca o región del territorio español, en este caso, la Baja Extremadura y una vez más, la Comarca Emeritense. Se trata del enfoque que nos presenta la Guerra como el primer intento de Revolución Liberal Burguesa, la muestra inefable de que las férreas estructuras del Antiguo Régimen que venía caracterizando España desde el siglo XVI con muchos de sus elementos y modelos nacidos incluso en el Medioevo, ahora, se quebraban y se venían abajo para que incluso tras la restauración del Absolutismo de Fernando VII y durante su mismo reinado, el Trienio Liberal (1820-1823) volviera a recuperar la obra constitucional de Cádiz donde el nombre extremeño tanto tuvo que decir[3].

Junto a este nuevo enfoque, tremendamente interesante que plantea la apertura de este mismo trabajo de investigación hacia el análisis de la crisis de los modelos propios del Antiguo Régimen en los pueblos que configuran la anteriormente mencionada Comarca Emeritense, el presente trabajo de investigación para esta nueva edición de los Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo en este año del 2008, se precia a desglosar el impacto social, económico, político y religioso que tuvo la Guerra de la Independencia, especialmente los sociales y económicos desde la mirada del pueblo, desde la organización local ante la presencia no ya solo del los soldados franceses que como lógicos enemigos causaron tremendas pérdidas en todos los sentidos sino también, del mismo ejército español y británico y, de los continuos requerimientos de la Junta Provincial en conceptos de granos y dineros.

Desde esta perspectiva que podemos denominar, “desde abajo”, presento este trabajo para un mayor conocimiento de lo que fue el proceso de Independencia en Extremadura a través de lo que es la Baja Extremadura y los pueblos de la entonces Comarca Emeritense: Montijo, Puebla de la Calzada, Torremayor, Lobón, La Garrovilla, La Roca de la Sierra, La Nava de Santiago y el lugar llamado Dehesa y Monasterio de San Isidro de Loriana (de origen franciscano) configurándose de esta manera el presente estudio que he querido titular, insisto, en honor al reciente trabajo publicado por José Manuel Guerrero Acosta, “Navajas contra Corazas. Historiografía de la Guerra de la Independencia desde la Baja Extremadura: 1808-1814”.

 

  P.1. Una Intensa Historiografía Sobre Este Periodo En Nuestra Región

 Desde el mismo momento en que se comenzaron a producir los primeros levantamientos en Badajoz, Cáceres, Plasencia o Coria (junio de 1808), se formó en la mencionada Comarca Emeritense de la Baja Extremadura, un pasillo natural que comprendía Talavera, Lobón, cruzando el río Guadiana hacia Puebla, Montijo, Torremayor, La Garrovilla (como vía de escapa hacia Mérida) y La Roca de la Sierra, La Nava de Santiago, Loriana y Alburquerque en dirección a Portugal. Sin duda se formó una zona de claro enfrentamiento donde la población tuvo que soportar, entre otros efectos, la presencia no sólo de enfrentamientos bélicos y duras luchas, unas veces organizadas y otras esporádicas[4].

Fue España modelo de resistencia a los franceses para muchos países de Europa que igualmente estaban sometidos al poder napoleónico[5]. Pero no podemos entrar en este análisis muy interesante de la más reciente historiografía sobre la Guerra Peninsular. Nos interesa obviamente centrarnos en la región extremeña y de manera más concreta en la Comarca Emeritense desde esta zona de la Baja Extremadura que durante ya varios años viene visitando estos Coloquios Históricos desde sus diferentes temáticas. La Comarca refleja metodológicamente un modelo y un espacio adecuado tanto en la percepción de sus causas lejanas como de las próximas. El trabajo me ha permitido analizar la grave situación social, económica y política, el tremendo malestar en el que se vio inmiscuido la población (ciertamente es el verdadero objetivo del trabajo).

La crisis de subsistencia y los problemas que venía suscitando el agotado modelo del Antiguo Régimen, en regiones y zonas como la extremeña alcanza escandalosas expresiones que nos llevaron a claras situaciones de miseria, hambre y pobreza con la presencia del ejército napoleónico, los requerimientos de la Junta Provincial y la atención a los ejércitos españolas y británicos. Y a pesar de que todo ello respondía claramente a un sistema anquilosado desde siglos, en la población española en general y la extremeña en particular, caló aquella falsa idea de unos “monarcas secuestrados”[6]. Una población que además, junto a una situación cambiante en los económico y en lo social desde finales del siglo XVIII ahora, también observaba cambios políticos que en ocasiones no entendía pues, quien ayer era enemigo (Portugal, Gran Bretaña) hoy eran aliados y quienes, lo fueron como tal (Francia), hoy eran enemigos invasores.

Se plasmó este malestar en muchos de los pueblos de la Comarca Emeritense donde los elementos sociales con más peso, alentarán al pueblo sencillo y llano a luchar por esos mismos ideales que se veían amenazados y en ocasiones, imposible de atender como veremos más adelante. No olvidemos que en un proceso tan complejo como el de la invasión y defensa del territorio peninsular, los antecedentes deben siempre ser perfectamente analizados y España como lógicamente Extremadura, heredaba una infraestructura tan tremendamente anquilosada y arruinada en los más tradicional, que como primera conclusión ya a los por qué del levantamiento y la lucha, la visión del pueblo de un país lleno de conspiraciones, vacío de poder y en el que, bajo el abuso de la confianza de pasar hacia Portugal y plantear el famoso bloqueo Atlántico a los británicos, Napoleón se quedaba en sus tierras. Y no es nada exagerado hacer descender estas ideas hasta una Extremadura que ni mucho manos estaba ajena a todo estos sucesos.

La entrada en el siglo XIX para nuestra Región y Comarca, es claramente la entrada en un encadenamiento de crisis de subsistencia donde la demanda de productos por parte de una hambrienta población era superior a la agotada productividad de la tierra[7]. Imaginemos por un momento lo que ante una realidad como esta supone para la población extremeña la entrada en la guerra. Hablarán claramente en nuestros pueblos, villas y aldeas las fábricas de parroquias, de hospitales de pobres, de cofradías, de obras pías (algunas imposible en estas fechas ya de poder ser sostenidas por algunos miembros de la nobleza local); lo dirán los fondos ante los requerimientos Provinciales los mismos Concejo con sus cuentas sobre el trigo y grano de los Pósitos y lo dirá un comercio que si ya era muy localista, ahora dificultaba la llegada de productos porque escaseaban y porque las cuadrillas del ejército enemigo acechaban por los caminos y alrededores de ríos como el Guadiana o el Lorianilla para nuestro caso.

El descontento pues se irá generalizando conforme la nueva Centuria del Diecinueve avance y tendremos en nuestros pueblos los descontentos de todos los sectores sociales, comenzando por la Iglesia que veía en los poderes anteriores puntos de conflicto tanto con la política de Carlos IV como la de Godoy ya que los aires desamortizadores no traerían buenos recuerdos; igualmente la nobleza y clases más privilegiadas que escuchaban la posible misma amenaza que a la Iglesia en sus tierras y además de que estaban siendo apartados de los principales centros de poder, las ideas liberales hablaban de una pérdida de los privilegios. De la burguesía, apartada de esos puestos y cansado de ser la que tenía que soportar los continuos gastos de las guerras y soportar los efectos de las crisis de subsistencia, es mejor no hablar ante una coyuntura de guerra.

Es la misma realidad que nivel general nos describe Joseph Pérez[8]: “Cuando Murat dio la orden a la tropa de atacar, lo que desencadenó el levantamiento…la batalla causo durante todo el día estragos en las calles de la capital, en los alrededores de la Puerta del Sol. Primero se combatía con trabucos, cuchillos y bastones…contra los mamelucos.”

La misma respuesta se ira generalizando según la información que hemos podido estudiar desde nuestros archivos provinciales, municipales y eclesiásticos. Se evidencia de estos documentos, una desconfianza hacia la Corona total y absoluta, lo vamos a poder comprender mejor con algunas de las citas textuales que el trabajo recoge y donde los pueblos de la Comarca Emeritense, acusaron claramente en sus instituciones civiles y eclesiásticas como tendremos también de la misma manera oportunidad de mostrar.

Pero hay un aspecto que es realmente en el que quiero insistir mucho a lo largo del presente trabajo y que suele siempre acompañar a estos grandes acontecimientos y es, el cómo y la manera en la que nuestra población tuvo que soportar desde las presiones de la Junta Provincial con exigentes requerimientos de suministros, alimentos y dineros sin mirar la realidad de aquellos a quienes se les requería a la presencia un tripe ejército compuesto por el enemigo francés (el más peligroso), el británico (poco considerado con nuestra población) y el español (receloso de saber que en ellos estaba la base de la guerrilla nada profesional). Es quizá esa mencionada historia desde abajo que en algunos campos de la Historiografía Española y Europea, sobre todo para períodos Medievales y Modernos se ha insistido en determinados momentos.

Como las capas de la sociedad del primer tercio del siglo XIX, como si fueran las finas láminas de un cebolla, se desgranan a favor del trono y de expulsar al enemigo francés interviniendo en todo ello, desde elementos relevantes del clero como de los concejos, a los campesinos que cambiaban la azada por el puñal o usaban la primera como si fuera la segunda. Pero también, junto al pueblo sencillo y llano, párrocos como jerarquía eclesiástica o miembros al servicio de la nobleza, caso en ambos ejemplos en Montijo del cura párroco instigando a los levantamientos (don Gonzalo Vélez de Guevara) a administradores de rentas de los condes (don Manuel Flores Calderón[9]).

En definitiva, que la situación general que se vivía en España y en toda Extremadura, como era de esperar llegó hasta estos pueblos y como rápidamente vamos a poder comprobar, las fuentes documentales tanto municipales como parroquiales nos hablan de que muchos fueron los casos en los que la ya mencionada realidad de la guerra, privó de alimentos y provocó la muerte de muchísima población con altos porcentajes (quedarán más adelante recogidos en sus respectivas tablas y gráficos comparativos) entre los clasificados socialmente como pobres de solemnidad y los párvulos.

En el año 1999, pudo obtener un documento bastante clarificador a este respecto cuando en la iglesia parroquial de La Garrovilla (Nuestra Señora de la Asunción), el día dos del mes de marzo del año 1812, el cura párroco y ecónomo de la misma, dio sepultura al cadáver de Francisco Mateo Rodríguez, vecino de esta localidad, marido de Olalla Moreno, del que se hace constar que era

 

“…divorciado, de edad de unos cincuenta y cuatro años y de ejercicio mendicante. Recibió el Santo Sacramento de la Extremaunción y la penitencia interpretativa sub condicione y consta que como motivo de su fallecimiento, el parajismo mortal en el que cayó y murió por la falta de alimentos.”[10]

     

 P.2. UN TRISTE DIÁLOGO CON EL ENFRENTAMIENTO: LAS CLAVES PARA ENTENDER LA GUERRA PENINSULAR EN LA COMARCA EMERITENSE: 1808-1814

 Que fácil pues, nos resulta comprender con todos los datos y análisis que nos van surgiendo de las primeras conclusiones en el estudio de estas fuentes, el auténtico caos socio-económico que provocó la entrada de las tropas napoleónicas en la Península y como España. Extremadura y nuestros pueblos, contemplaban que aquel paseo a tomar Portugal con el anhelo de poder de esta forma bloquear a la Antigua Europa desde el Atlántico con los ojos puestos en Gran Bretaña no supuso otra cosa que “los deseos de una venganza por la humillación sufrida en Bailén y donde la Junta Central perfeccionó su control polít5ico mediante la reforma de unas instituciones…Juntas superiores y provisionales e observación y defensa…”[11], pero mientras tanto, pueblos como los estudiados desde el último cuarto del siglo XVIII con la nefasta política de Carlos y Godoy, se veía ahora más que nunca ahogada.

Desde luego lo que si iba quedando ya claro y quedará más aún tras finalizar el presente estudio es que, el desmoronamiento del Antiguo Régimen de manera institucional había comenzado según algunos historiadores de una manera clara ya en marzo de 1808, desde que la familia real portuguesa había huido a Portugal y las tropas francesas comenzaban a tomar posiciones sobre España[12].

Y finalmente, que lástima no poder adentrarnos con mayor exactitud o profundidad en muchas ideas que pulularon por nuestros pueblos dentro del mundo afrancesado y que arrancó incluso entre algunos miembros de la misma nobleza local e igualmente de administradores y funcionarios a su servicio[13]. Con todo lo anteriormente expuesto, creo poder estar más que en disposición de adentrarnos de lleno en el análisis de las causas, la realidad social y económica de las poblaciones estudiadas[14]. Como es normal, dentro de una amplia zona que abarca como se indica una número considerable de poblaciones, he escogido por su extensión demográfica en aquellos momentos y su importancia una triple realidad sobre la que irán girando todas las demás: Montijo y Puebla de la Calzada esencialmente pero, sin desmerecer documentalmente en ningún momento el resto de la información que aporta el resto de la población. Lo reflejo en la siguiente tabla donde aparece recogida la documentación inédita utilizada:

  

LOCALIDAD

 

TIPO DOCUMENTAL

-ARCHIVO DE PROCEDENCIA

FECHAS EXTREMAS

 

 

 

La Garrovilla

– Registros Sacramentales: Libros de Defunciones.

– Fábrica Parroquial

– Cofradías y Hermandades[15]

– Reparaciones y arreglos de la templo;

– Comunicaciones e Intendencia

 

 

 

Archivo Parroquial

De Nuestra Señora de la Asunción

 

 

 

 

1626-1919

 

 

 

Montijo

– Libro Fábrica Parroquial; – Colecturía de Cura, Clero y Perpetuas;– Libros de Fábricas de – Cofradías y Hermandades[16].– Sección de Quintas y Milicias

 

Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol

 

Archivo Histórico Municipal

 

1713-1836

 

 

1800-1833

 

 

Puebla de la Calzada

– Sección Quintas y Milicias. Documentación relacionada con la Junta Provincial-Hospital Misericordia y Cofradías[17].

Archivo Histórico Municipal

 

Archivo Parroquial de Ntra. Sra. De la Encarnación

 

1808-1814

 

 

1569-1833

Torremayor

-Libro de Defunciones– Quintas y Milicias

 

Archivo Parroquial de Santiago

1762-1828

Esparragalejos

 

Carece de información

Archivo Municipal

1901

La Nava de Santiago

 

 

Quintas y Milicias

 

Archivo Histórico Municipal de Montijo

 

1819

Lobón

Registros Sacramentales

Cofradías y Hermandades

 

Archivo Parroquial de Nuestra Señora

 

1800-1833

Puebla de Obando

 

Documentación variada

 

Archivo Parroquial de

 

1760-1860

P.2.1. Las graves consecuencias de una planificación de guerra: exigencias desde la Junta Provincial.

 

            La Junta Provincial desde el mismo momento en que llegan noticias del levantamiento en mayo de 1808 en Madrid y de que, podríamos decir en cascada se va sucediendo en muchas capitales españolas, uno de los principales problemas comenzó siendo el suministro de las tropas y el alistamiento de soldados dispuestos a luchar contra el ejército de Napoleón. Pero a nosotros nos interesa saber que, entre junio y julio de ese año, Badajoz[18], Mérida, Cáceres, Plasencia, Coria y otras localidades extremeñas comienzan a levantarse. Y además, comencemos con las palabras que aparecen recogidas en rico y significativo documento dirigido a todos los ayuntamientos desde Sevilla y del que podemos encontrar una copia en el Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada:

 

“Ya no tenéis ni leyes ni liberta, ni bien alguno: ya se os ha forzado a hacer esclava a toda Europa, haciendo derramar vuestra sangre y la de vuestros hijos; ya esa Familia que no es francesa, reina por vosotros en varias naciones de Europa sin ningún interés de la Francia, de ningún pueblo. Quedaba España, vuestra aliada perpetua, y que por mil medios como sabéis, ha ocurrido a vuestros inmorales triunfos. Se os han arrebatados vuestras leyes, su monarca y su grandeza y hasta su misma Religión se amenaza…”[19]

           

Aquí es nada lo que al pueblo extremeño en general y los analizados para este trabajo en particular supone la llegada de misivas de este tipo pero que al investigador se le ofrece de un gran interés y además anima y alienta a escudriñar sobre los aspectos y motivaciones políticas que hicieron que representantes de todos los sectores sociales intervinieran en dicho conflicto. La Guerra de España y Francia tiene un aliciente muy particular para el investigador y que sobradamente se refleja en estas localidades: el sentido patriótico que va surgiendo en todo momento desde que el mismo pueblo, por sencillo o culto que fuera, teniendo en cuenta los altos índices de analfabetismo en España y una vez más, extraordinarios en Extremadura.

La Historiografía por general suele atribuir a estos enfrentamientos unas connotaciones patrióticas que son alimento para que las mismas fuerzas militares no se vengan abajo. Pero en el caso de la Guerra de la Independencia, no era precisamente a un ejército profesional al que iban dirigidos esos ánimos patrióticos desde las plazas de los pueblos o desde los mismos púlpitos. La ya mencionada documentación que aparece en la tabla recogida anteriormente, me ha permitido de una manera definitiva articular este trabajo de investigación siguiendo las siguientes directrices:

 

  • El aspecto moral-anímico que provoca la invasión y el aliento a la defensa de la tierra, de ese único medio de sustento que ahora incluso en sus aprovechamientos municipales donde la propia población participó, los Pósitos, no quieren ver entregados a manos ni británicas, ni francesas y me temo que tampoco a manos del mismo ejército español puesto que las cantidades que les requieren a modo de censos, vamos a ver como fueron en muchas localidades falseadas. Junto a ello, la problemática a la hora de los alistamientos forzosos cuando familias completas veían su economía deteriorada al tener que marchar al frente quienes estaban en condiciones de trabajar la tierra, acudir a los mercados, vender en las ferias de Mérida o Badajoz, Cáceres o Plasencia.
  • Una segunda línea de investigación me ha permitido comprender los terribles efectos económicos donde los concejos, fábricas parroquiales, cofradías y hermandades, hospitales, hospicios, conventos y demás instituciones de carácter social paralizaron, empeoraron o dejaron incluso de funcionar.
  • En tercer lugar, la transformación de unas estructuras propias del Antiguo Régimen que a la vez abre otro apasionante estudio sobre los cambios de modelos de este Régimen a la futura llegada del Liberalismo a pesar de la frustración del reinado de Fernando VII.

 

P.2.2. Una sociedad mermada anímicamente y alentada a lucha: sociedad y economía deficitaria en la Comarca Emeritense.

 

            Montijo como he indicado anteriormente, junto a Puebla de la Calzada, se convierten en núcleos esenciales de referencias como claro ejemplo de lo que se generaliza y sucede en torno al resto de la Comarca. Las palabras de don Gonzalo Vélez de Guevara el 28 de agosto del año 1808, con el Santísimo Sacramento expuesto y ante la asistencia masiva del pueblo entre los que encontramos a los mismos miembros de la Corporación como eran los alcaldes ordinarios, regidores y secretarios pues, eran figuras muy unidas en el panorama social del Antiguo Régimen[20], hijosdalgos, clero. Religiosos del convento de Seráfico Padre San Francisco Hospicio de Montijo, donde Vélez de Guevara, en un ardiente tono se dirige a los presentes esgrimiendo y razonando los motivos por los cuales han de ser defendidas las tierras y casas de Montijo ante la invasión del enemigo francés. Resaltó el Licenciado Guevara las virtudes patrióticas de los montijanos y gentes de la comarca y expuso la ya tradicional y muy repetida imagen por muchos de los pueblos y ciudades nos solo de Extremadura en particular sino de España en general, de un Napoleón contrario a la fe católica, que tenía secuestrados a la familia real en Bayona y de donde además nace una pseudo constitución que no recoge la oficialidad del catolicismo: no existe referente igual[21].

            Y obviamente de las palabras del párroco contra una Francia que ocupa y a favor de una España a la que alienta directamente mediante su feligresía al levantamiento, se esconde también la gravísima situación por la cual en lo económico, la guerra causó en nuestra Comarca.

            Nuestros pueblos se vieron literalmente ahogados por una crisis que ya venía de los años anteriores del siglo pasado y a la que ahora se le dice:

 

“Urge mucho que sin perder un momento se dirija todo el trigo que existe en el pósito, pues es necesaria en esta Plaza (Badajoz) para formar almacenes, capaces de mantener a la tropa y a la población de esta provincia para su defensa y la de nuestro soberano el señor don Fernando VII, con el que se ha puesto el pueblo en armas.”[22]

 

            La Junta Provincial. Limitándose obviamente a ejecutar las órdenes que le llegaban a través de las Reales Provisiones, muchas de las cuales a modo de copias se conservan tanto en los archivos municipales como parroquiales, exigía de manera rápida y urgente, primero el envío de los censos de las producciones de todos los pueblos, que se hiciera además de manera amplia y detallada. Circulares y ejecutorias dirigidas especialmente a los alcaldes de las localidades:

“Que se embargue todo el grano, informando de las tierras aprovechadas y de las cabezas de ganado existentes…”[23]

 

            La tarea por supuesto no sólo no presentaba fácil, sino que las propias autoridades eran conscientes y sabían sobradamente que se ocultaban datos o se falseaban las cifras para que a la hora del cálculo de los requerimientos de provisiones, los pueblos no fueran tan diezmados. Había por tanto si queremos denominarlo así, una mirada recelosa por ambas partes y la Junta Provincial hacia un especial hincapié en el tema de los Pósitos.

            Los Pósitos hemos de entenderlos bien y comprenderlos la importancia que jugaron en momentos no ya sólo de enfrentamientos bélicos como pudo haber sido con anterioridad la Guerra de Secesión de Portugal a finales del siglo XVII; los pósitos jugaban igualmente un papel esencial ante la crisis de subsistencia por ejemplo puesto que eran, para que los podamos entender con una imagen clara auténticos almacenes de subsistencia. Eran edificios que en algunas de las localidades estudiadas en esta Comarca tuvieron creación exclusivamente de carácter caritativo o benéfico especialmente cuanto más nos movemos hacia sus orígenes medievales. La legislación sobre los pósitos llegaría con Felipe II (1556-1599) exactamente en el año 1584 pero, no sería hasta el siglo XVIII cuando no tuvieron un auténtico interés en ser centros de planificación, inversión y préstamos para la siembra. Hasta el año 1751, año en los que quedaron unificados bajo la supervisión de la Secretaría de Justicia y posteriormente otros organismos y ministerios, carecieron de un control único.

            En el año 1773, existían 5.255 pósitos con unos depósitos que alcanzaban las cifras de 7.000.000 de fanegas de trigo y más de 42.000.000 de reales en metálico. Las regiones donde más peso tuvieron fueron Castilla la Vieja, Extremadura (en nuestra Comarca como veremos fueron extraordinariamente importantes), Andalucía y en menos grado en la entonces Castilla La Nueva.

            Muy cercana ya a las fechas de la contienda que ocupa nuestro interés y en el reinado de Carlos IV, el recurso a los bienes de los pósitos para paliar las crisis financiera iniciaron un proceso de abuso que le llevaron a la decadencia y máxime si tenemos en cuenta que en el último cuarto del siglo XVIII atendieron de manera clara las peticiones por las ya expresadas necesidades. En la Guerra de la Independencia jugaron, al menos por lo documentado en la Comarca Emeritense un papel esencial y en el caso de la villa de Montijo tenemos conocimiento del pósito[24] a mediados ya del siglo XVIII pues con anterioridad se tiene localizadas unas sileras bajo el suelo en las proximidades de los dos templos que fueron (uno de ello aún lo es) parroquiales desde el siglo XV a  la actualidad. Remodelado en el año 1789 un nuevo edificio nacería en la II República y acabaría posteriormente convirtiéndose en Escuela de Primeras Letras.

            La Junta Provincial consciente de la existencia de estos grandes graneros en los pueblos, dirige a Montijo la siguiente circular:

 

“Exorte y excite el patriotismo de esos hombres, vecinos para que franqueen Toto el trigo y cebada que puedan gratuitamente como lo hacen y lo aportan todo los pueblos de esta Provincia, confirmando el amor al Rey que tiene acreditado.”[25]

 

            Quedemos por un momento de lado, las dudas sembradas sobre la realidad de las aportaciones que deberían nuestras localidades hacer llegar a la Junta Provincial y veamos como tanto en grano y carne, los pueblos villas y aldeas de la Comarca Emeritense si tuvieron forzosamente que hacer a la mencionada Junta. A ello uniremos un nuevo aspecto, los usos y abusos como tónica dominante y donde los responsables de las juntas y de la administración eran conscientes, intentado de frenarlas igualmente con órdenes y circulares que nuestros archivos vuelven a mostrarnos para su investigación.

            Por ejemplo, existen reclamaciones hechas por la práctica totalidad de pueblos de la Comarca Emeritense recogidas en los llamados Libros de Labradores[26]en los cuales aparecen las quejas de estos pueblos del partido tanto de Mérida como además de Badajoz y en los que se dice:

 

“Se atiendan por todo lo que ha padecido y sufren las actuales circunstancias y por las urgencias que les ocasionan nuestros acuerdos…”[27]

 

            Las normativas por tanto no se hicieron esperar y la necesidad de un cambio de mentalidad por parte de los responsables era necesaria si se quería para ello que los pueblos prestasen la adecuada ayuda:

 

“Que se libre a todo labrador, la mitad de los carros y bestias que tengan empleados en aquel servicio, y que se reemplacen con las del uso que solo sirven para la comodidad y ostentación de los poderosos”.

 

“El que se ponga mucho cuidado con los granos que salen para atender las necesidades del ejército aliado…Se había permitido que se acopiasen en esta Provincia y extranjericen a Portugal, dos mil fanegas de cebada para el suministro del Ejército británico, pero que en los sucesivo no se sacasen mayor cantidad, ni de esta especie, ni de trigo sin expreso y Real permiso.” [28]

           

Desde luego la situación general de todos nuestros pueblos era realmente lamentable y quedó agravada considerablemente porque, tanto instituciones como población, civiles como eclesiásticas sufrieron la idea de que sobre ellos se iba a generalizar una grave situación:

 

“Las tropas se ha mantenido en esta Provincia por el método perjudicial de exigir raciones y hacer requisiciones de los demás efectos. Extremadura, acostumbrada a tantos sacrificios voluntarios a favor de la causa común, haría gustosa este nuevo según sus posibilidades, si hubiera arreglo y una economía justa. Pero, como se ha exultado las exacciones, cada jefe, cada comandante ha hecho las que les ha parecido, sin ninguna intervención del mismo público.”[29]

 

            Las exigencias fueron cada vez mayores y las respuestas cada vez más penosas para nuestros pueblos. El Comisario de la Guerra de la 1ª División del 2º Cuerpo que residía en La Garrovilla, pide a Montijo nada menos que la cantidad de cien fanegas de arrobas de trigo, dos mil raciones de pan, cien fanegas de cebada, doscientas de paja, cuarenta de carne y dinero, destinado a sofocar los gastos de ejército y del hospital. A la misma localidad, Montijo, se le piden cuatrocientos cincuenta reales; a Torremayor, doscientos; a La Garrovilla ciento setenta y seis y a Esparragalejos, cien reales.

            Las siguientes tablas nos dan una idea de estos requerimientos y la forma en la que las mencionadas poblaciones actuaron:

 

MODELO I:

Resultados de los requerimientos del Pósito.

Existencias en los Pueblos de la Comarca de Lácara.

 

          Cobro y cargo: 440 fanegas que se encontraron en dos paneras; cobradas 180 fanegas: tres paneras que utilizaba para el suministro del ejército y que producción 18 fanegas.[30]

          Distribución de especies entregado a la Provincia en víveres, por tercera parte del requerimiento según orden de la Junta de Intendencia: 148 fanegas; remitidas el ejército 27 fanegas y total de lo distribuido, 395 fanegas.

 

De todos estos datos nace la primera de las TABLA INDICATIVA[31]

 

Suministros

Fanegas

Precio de cada fanega[32]

Valor Total

Remitidos a Lobón

91

47 r.v. y 22 mv.

4.359 r.v. y 4 mv.

Remitidas a Talavera

21

58,8 r.v.

1.397 r.v. y 22 mv.

Primer Suministro

113

74 r.v y 4 mv.

8.429 r.v. y 22 mv.

Segundo Suministro

150

52 r.v. y 32 mv.

8.377 r.v. y 32 mv.

Tercer Suministro

7

84 r.v.

633 r.v. y 30 mv.

Total

390

23.195 r.v, y 8 mv.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Suministro en todas las especies para varios pueblos desde Enero hasta Abril de 1810

 

Alburquerque

Alburquerque

Puebla

La Roca

Montijo

Badajoz Provincia

Mérida Provincia

Sueltos

Total

Vecinos

8

1

6

3

2

7

6

33

Ración de Pan

9

6.122

2.200

4.065

240

32

1.068

Fanegas de Trigo

1.031 f.

80 f.

1117 f y 19 c.

42 f.

Y 3 c.

78 f.

58 f.

y 15 c

6 f.

1394,64

Cebada

21 f.

21

Habas

6 f. y 9 c.

6 f – 9c

Ración de Tocino

 

 

 

 

 

 

 

1894

Garbanzos

7 f.

7

Paja

 

 

—-

200

200

 

 

Suministro de carne a las Tropas de S.M. con toda expresión año 1810[33]

 

Pueblos

Recibos

Ganado vacuno

Ganado Lanar

Ganado Cabrío

Ovejas, expresadas en cabezas

Raciones

Torremayor

6

22

12

917

Garrovilla

22

61

1813

Esparragalejo

20

—58

1821

Carrascalejo

13

1

27

962

La Nava

12

92

12

1131

Cordobilla

 

 

 

 

 

 

Puebla de Obando

11

12

12

1759

Carmonita

1

3

22

1113

La Roca

12

940

 

 

            Podemos deducir de los datos que aparecen recogidos en la antedicha tabla que, La Roca de la Sierra, Badajoz Provincia y Montijo fueron los lugares con una mayor aportación en especie para el suministro de las tropas. Como ejemplo que lo que decimos y en referencia a la Tabla primera, La Roca de la Sierra aportó un 48,95%, situándose en los primeros pueblos (más fronterizo a Portugal) y Montijo, núcleo poblacional de mayor extensión demográfica, lo hizo con un 15,09%. No debe para nada extrañarnos la idea de que una población que realmente era pequeña pues según el Censo de Floridablanca, nos situaría a esta localidad en el último cuarto del siglo XVIII (1761) en torno a los 540 vecinos, no nos debe resultar como digo nada extraño por cuanto La Roca de la Sierra era prácticamente la puerta de salida hacia Villar del Rey y Alburquerque cerquita de Portugal por lo que era zona importante de tránsito de los ejércitos aliados a la vez que por su proximidad a las estribaciones de la Sierra de San Pedro, lugar perfecto para la práctica de la guerrilla.

            Finalmente en la elaboración de todo este conjunto de datos no podemos olvidarnos del suministro de carne a la tropa de su Majestad, es decir, del monarca mientras que la Junta Provincial garantizaba el pago de todas estas entregas en especie siempre y cuando las circunstancias, según afirman las propias circulares, lo permitieran.

            Queda claro además, que en dichas entregar, no se realizará únicamente la recaudación y petición de granos y ganado sino que, igualmente se les pediría dinero. En el caso de aportaciones en monedas contantes y sonantes, he tomado como ejemplo Montijo y Puebla de la Calzada quien aportó 840 reales en 1810 la segunda, y Montijo la cantidad de 26.000 reales.

            Hay un claro reflejo de la herencia de la sociedad que ha pervivido durante tantos siglos donde la estamentalización ha sido claramente definida por el concepto de “privilegio”. Digo esto porque a la hora de hablar de cantidades económicas aportadas, no podemos jamás olvidar que, esa misma estamentalziación también hizo acto de presencia en periodos de guerra. Se dieron los casos de familias que, para que sus hijos pudieran librarse del llamamiento a filas, entregaron grandes cantidades de dinero a modo de colaboración con la Junta y el mismo gobierno provisional, quien además lo prefería antes que el abandono es decir, la deserción. Vecinos de Montijo y Puebla de la Calzada lo hicieron:

 

“Sin perder un momento, todos los soldados y cualquier cuerpo que sean, con los desertores, salgan inmediatamente a la ciudad de Trujillo, disponiendo de todos los vecinos honrados de cada pueblo que sean armados.”[34]

 

            El ejército en función a como marchaba la guerra, se veía de manera continuada a tener que realizar ajustes y las reclamaciones unas veces iban a los ayuntamientos en peticiones más de trigo, cebada, pan, carne, etc., otras veces hombres y otras incluso caballeriza para el combate y armas. Claro que tampoco fue siempre tan sencillo, esencialmente cuando esas órdenes llegaban a miembros de la nobleza o la oligarquía local:

 

“Traer a este ciudad (Badajoz), todos los hombres y caballos que haya en esa población sin distinción (Puebla de la Calzada)…””…Para la recaudación de caballos de toda la provincia, por la tierra y el poco patriotismo de varios tenedores, que ellos ocultan en las casas a fuero de privilegiando a fin de evitar que se exijan para un servicio.” [35]

 

 

La proximidad de la llegada de las tropas francesas a Mérida[36] avisado por el General Cuesta en sucesivas ocasiones, hizo que saltaran todas las alarmas en los pueblos de su comarca que rápidamente buscarían como puerta más rápida de salida y camino más corto su huida hacia Alburquerque. Por ello, el 18 de abril del a1809, esta misma Villa de Alburquerque hace saber que la casi totalidad de vecinos de Montijo han huido y son los primeros resultados de nuestro siguiente análisis que es quizá donde, junto a lo económico, la Guerra de la Independencia más impacto lógicamente en las localidades estudiadas: los efectos demográficos.

  

 P.3. LOS DESASTRES DE LA GUERRA EN LOS ÍNDICES DEMOGRÁFICOS: MORTALIDAD. POBRES DE SOLEMNIDAD Y PÁRVULOS

 Necesitaríamos todo unos Coloquios de Historia para poder analizar el tremendo impacto que supuso para la población ésta, una de las más terribles guerras que Extremadura sufrió en mucho tiempo. Que los índices demográficos de nuestras poblaciones se vieron afectados queda claro y lo vemos con exactitud en momentos de máxima crudeza de la guerra que coinciden precisamente con los momentos de máxima fuerza a nivel peninsular.

Las fuentes documentales parroquiales se convierten ahora en un elemento de primera mano, no ya solo por lo que va a ser en sí o por lo que ha supuesto el estudio de los Registros Sacramentales en cuanto al tema de libros de finados sino porque, en este punto, quiero unir junto a los económico anteriormente tratado y a lo demográfico ahora, lo estructural.

He estudiado y por tal incluido en este capítulo, como la guerra causó no sólo bajas económicas significativa y poblaciones evidentes sino que todo en conjunto, uniendo cada diversidad de los casos estudiados, forman un todo que incide y se deja caer sobre el hundimiento definitivo de instituciones que suponían las verdaderas arterias de vida para estos pueblos. No podemos dejar de lado que nos encontramos en los año iniciales del siglo XIX y que por la corona que se lucha y por el rey que se quiera sea devuelto a España es, no el de un sistema Liberal Parlamentario o Democrático sino más bien todo lo contrario: a la vieja usanza.

Por ello, que en localidades cuyos núcleos de población más altos quedaban representados en Montijo con 3105 vecinos o Puebla de la Calzada con 1.395, siendo el resto de villas y aldeas estudiadas poblaciones que oscilaban como mucho entre los 200 a 300 vecinos, que instituciones como hospitales, parroquias, obras pías, capellanías, cofradías y hermandades e incluso como en el caso de Montijo, beneficencia que corría directamente a cargo de algún noble y que ahora tiene públicamente que manifestar que no puede seguir haciendo frente a los gastos que ello les ocasiones, la Guerra de la Independencia fue tremendamente cruel para nuestra población extremeña particularmente.

Y quiero hacer hincapié en ello porque a continuación, aparecerán cifras, gráficos con alzas y bajas, medias ponderadas y búsqueda de causas para obtener unos resultado pero no olvidemos en ningún momento, que la Historia es un disciplina humana que tiene por objeto algo que ninguna otra ciencia llega a tratarlo con el mimo y el amor que merece: el ser humano. La Roca de la Sierra, La Nava de Santiago, Montijo, Puebla de la Calzada, La Garrovilla, Esparragalejos y todos los demás pueblos que abarcarían varias comarcas naturales de la Baja Extremadura son sólo un ejemplo de las necesidades, hambres y miserias que al final quedaron traducidos en muerte, desolación y abandono de los hogares. Hay  localidades que año después, como el caso de la villa de Torremayor, en el año 1814 todavía está intentando económicamente construir un cementerio nuevo por la cantidad de fallecidos en los últimos años cuando prácticamente en esta zona desde finales de 1812 e inicios de 1813 casi no se pegaba un solo tiro.

Los llamados efectos demográficos por tanto fueron muy importantes y será a través de los Libros de Finados dentro de la serie de los Registros Sacramentales de estas localidades, las que no han permitido elaborar y analizar los siguientes gráficos:

  

DEFUNCIONES ENTRE 1808-1814

        

PUEBLOS

1808

1809

1810

1811

1812

1813

1814

Montijo[37]

77

90

60

65

80

65

62

Torremayor[38]

14

18

31

27

36

20

24

La Garrovilla[39]

15

14

14

27

23

9

18

La Roca[40]

9

28

10

23

35

21

16

La Nava[41]

1

1

1

7

8

11

4

Totales

11

151

116

149

182

126

124

 

Los datos recogidos en esta tabla los representamos a continuación en gráficos que nos permiten ve los índices de defunciones y pedimos especial atención para cada una de las localidades en los años que están comprendidos entre 1809 y finales de 1812 puesto que fueron los momentos de máxima crudeza en la lucha con el ejército napoleónico encajando perfectamente con lo que está ocurriendo en todo el territorios español.

En la tabla anteriormente configurada, aparece junto al nombre de cada localidad, el Archivo Parroquial del cual ha sido extraído especialmente las actas de defunciones en los años que van desde 1808 a 1814. No sólo han sido estudiados de la documentación eclesiástica los registros sacramentales. De la práctica totalidad de localidades, también los libros de fábricas parroquiales y de algunas cofradías se han podido estudiar para tener una mayor visión de esos efectos anteriormente mencionados dentro del periodo de la guerra.

Es esta la única manera de poder posteriormente afirmar que, existieron parroquias que prácticamente desaparecen en sus libros de cuentas los asientos por datas y que dentro de los cargos o ingresos, una parroquia como la de cualquiera de estas localidades no se mantenía de otra cosa que no fuera esencialmente la venta de trigo y granos y del ganado. Contaban con importantes gastos: monaguillo, sacristán, meseros, organistas, muñidor, adquisición de cera y aceita para la lámpara del Santísimo y por supuesto, dependían muy mucho de las prestaciones económicas que a su vez podían hacerles cofradías, capellanías y obras pías.

Un ejemplo de las dificultades que pudieran encontrarse estas parroquias y estas mismas localidades reside en las cuentas de mayordomía. Generalmente dichas cuentas eran presentadas ante los alcaldes ordinarios, normalmente siempre dos (de mayor contribución) y el cura párroco. Durante los años que van desde 1809 a 1812, los alcaldes ordinarios suelen ser uno, hay casos y es normal que sea la viuda del mayordomo quien tenga que hacerse cargo de la presentación de las cuentas y quedan reflejados en los encabezamientos de sus partidas de fábrica que la situación económica es compleja ante la presencia del enemigo invasor francés.

El caso de la parroquia de San Pedro Apóstol de Montijo en el año 1812, la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario expresa, a modo de ejemplo que nos sirve para aunar el que se da en otras muchas localidades antes de pasar a analizar los gráficos demográficos anteriormente citados.

En este año, es mayordoma doña Leonor Barrena, viuda de don Gabriel Pinilla, ya que su difunto marido no puede ejercer en estos momentos tal función a causa de haber fallecido por las actuales circunstancias de la invasión enemiga. A finales de la guerra, la misma Cofradía en el año 1813, siendo mayordomo Fernando Coco, verifica que los caudales de este año son los pocos que hasta el día de la toma de cuenta se exponen por la invasión del enemigo y en 1814, Bartolomé Guisado dice que no hay movimiento más dentro de la economía de la fábrica de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario por los enemigos franceses invasores[42].

Por razones técnicas provisionalmente no se ofrecen las siguientes tablas.

  escanear0028

escanear0029

escanear0031

 De una gran efectividad puede resultarnos el cuadro donde aparecen los totales y en un análisis comparativo de las defunciones que se produjeron en los años de la contienda.

escanear0027

 P.3.1. Miseria, hambre pobreza y mortalidad infantil durante la Guerra de la Independencia en la Comarca de Lácara.

 Uno de los aspectos que realmente más me han llamado la atención y sobre los que incidiré de manera directa en este apartado es, como la guerra afectó a los elementos sociales más desfavorecidos. Se que éste es por sí mismo un fenómeno que podemos deducir de cualquier enfrentamiento pero, en el caso de la Guerra de la Independencia en la Comarca de Mérida, afectó a todos los pueblos en dos elementos sociales especiales: los pobres de solemnidad y los párvulos, que ya sabemos era recogidos –en algunas ocasiones incluso en libros a parte de los finados de adultos- antes de cumplir el año.

Hay localidades como por ejemplo Torremayor, donde del total de 174 individuos fenecidos en el año 1810, el 6,8% los son pobres y el 40,8% los son párvulos. La Garrovilla presentó en ese mismo año de un total de 120 fallecidos, un 40,8% de pobres o La Roca de la Sierra lo hizo en idénticas fechas de la guerra con un 32,1% de párvulos de un total de 174 fallecidos. Así lo hacen constar en sus libros de registros los sacerdotes:

 

“…es sepultado Francisco Cisnero, el cual murió de la enfermedad del tabardillo, producido por la suma indigencia y la falta de alimentos que en este pueblo como causa general en estos años.”[43]

 

            Otro ejemplo claro está también en aquellas anotaciones que ponen de relieve las enormes penalidades que los enfrentamientos contra el enemigo provocaba en pueblos sencillos, donde su principal subsistencia era la producción directa de la tierra y los escasos productos que llegaban de aquellas ferias y mercados más cercanos. En julio del año 1810 fallece Andrés Requena, alcalde de La Roca de la Sierra y en su acta de defunción aparece:

 

“…en la partida que se le formó el uno de abril del presente año, en el ataque que hubo a esta villa entre las tropas francesas y las nuestras, donde fue asesinado por el enemigo en la zona llamada Machacona de esta villa.”[44]

 

            Tan solo dos años después, en la misma villa de La Roca, el cura párroco toma asiento de la muerte y sepultura de José, soldado de Infantería del Regimiento XIV de la Vª Compañía de Granaderos portugueses[45]. Unimos por tanto a las defunciones propias de la guerra, las indirectas por indigencia, el de aquellos soldados pertenecientes a los ejércitos aliados como también ocurre en la parroquial de La Garrovilla:

 

“En la única iglesia parroquial de esta villa de La Garrovilla, a diez días del mes de septiembre de mil ochocientos doce. Yo,  su cura ecónomo, di sepultura eclesiástica a José, militar de los Reales Ejércitos del dicho Reino, número Seis de su Compañía. Ignoro apellidos, Patria y Padres porque el sargento y los soldados que lo trajeron, pasaban a conducir enfermos a la ciudad de Elvas y no supieron , ni se apearon a dar más razón de la expresa. Hice el funeral gratis”.[46]

 

Y de esta forma podríamos ir repasando todas y cada una de las localidades que he incluido en este presente trabajo de investigación hasta poder llegar a descender, a los efectos más negativos de la propia guerra como fue la paralización de las funciones básicas y esenciales de ayuntamientos, parroquias e instituciones tan necesarias en estos momentos como los hospitales de pobres y los hospicios.

 

P.3.2. La paralización de instituciones: parroquias, cofradías, obras pías y hospitales.

 

Si todo lo anterior es claramente las consecuencias de la propia guerra pero, a la vez, de unas estructuras que ya hemos analizado de un Antiguo Régimen en el que se encontraban inmerso las economías, sociedades e instituciones de nuestros pueblos, la guerra tendrá a la vez como efecto esencial, la paralización de algunas instituciones que esa sociedad misma del Antiguo Régimen eran las encargadas de atender a pobres, enfermos, vagabundos, mendigos y desamparados.

            En la villa de Montijo, el Hospital de Pobres Jesús Nazareno, creado a finales del siglo XVII por los Hermanos Hospitalarios del convento emeritense del Padre Cristóbal de Santa Catalina, quedó paralizado totalmente precisamente cuando más necesaria era su asistencia. En muchas localidades, Montijo fue una de ellas, el ejército enemigo ocupaba edificios tanto civiles, particulares como eclesiásticos y éstos se veían prácticamente paralizados en todas sus actividades y qué decir en su economía.

            Entre los años 1812 y 1813, el entonces mayordomo del mencionado hospital montijano, tuvo que pagar trescientos treinta reales al maestro alarife Manuel Antonio Rodríguez, por preparar las bóvedas, el púlpito y pintar las paredes, así como reorganizar los tejados y arreglarlos.

            En La Roca de la Sierra y en La Nava de Santiago, como puntos neurálgicos de lugares naturales para la salida de población hacia Portugal pues se encuentran en zonas muy fronterizas, los enfrentamientos con los soldados franceses fueron mayores y basta tomar como ejemplo el estudio de los libros de fábrica de sus parroquias y cofradías: absolutamente paralizados y arruinados.

            Lo mismo ocurre con aquellas edificaciones religiosas que albergan en zonas rurales alguna imagen de santos o patronos como es la Dehesa de Barbaño con la imagen de Santa María de Barbaño, patrona de Montijo donde su imagen titular tuvo que ser trasladada hasta la parroquial de la villa (la ermita dista unos seis kilómetros) para que no fuera objeto de las iras de los franceses. Bienes y ornamentos tanto de estas ermitas como de algunas parroquias, son conducidas en carros hacia Badajoz, a la Catedral para que pudiera ser librado del expolio enemigo. Algunas parroquias como el caso de Puebla de la Calzada sufrieron directamente la destrucción de parte de sus registros sacramentales, ya saben que esta era una práctica muy habitual durante la Edad Moderna y que ahora se sigue utilizando para borrar lo que podríamos llamar “memoria de un pueblo”.

            Salvar los pocos bienes que una parroquia o una cofradía, un hospital o una ermita había logrado acumular con el paso del tiempo fue una preocupación constante:

 

“Cuarenta reales pagados según dos recibos a Alonso Pizarro, por conducir con su carro los santos desde la ermita a esta iglesia y llevar la plata a Badajoz.”[47]

 

En estos lugares donde la guerra fue mucho más abierta y clara, donde la presencia de tropas enemigas era constante, muchas de sus actividades como festividades el día de su patrón, sermones, peticiones de dinero, préstamos de unas instituciones a otras para obras o reformar, diezmos, censos, ganado y venta de sus productos quedó totalmente anulado.

Además, las parroquias también al igual que las cofradías o las Obras pías, tuvieron que hacer frente a donaciones económicas para el ejército. En el año 1810, la parroquia de San Pedro Apóstol de Montijo, trae de la Dehesa de Casa Cañama en la zona de la Alcazaba cercana a Badajoz la cantidad equivalente a una carretada de granos para el suministro de las tropas pagándole a Juan de la Cruz por su transporte.

Los mismos edificios como hemos dicho, sufrieron destrozos que una vez terminada la guerra, las fábricas tuvieron que hacer verdaderas maravillas para poder arreglar y adecentar sus estructuras. Los casos más habituales fueron los llamados Campos Santo o Cementerios, donde a partir de estos momentos, aunque ya existían en Badajoz órdenes desde 1806 de que no se enterraran ni en las Iglesias ni tampoco en sus atrios de los que eran propietarios las parroquias, se tuvieron que edificar o trasladas cadáveres.

Finalmente, a modo de ir concluyendo con el presente estudio de investigación, ofrecemos una serie de realidades que ponen de manifiesto el cómo y de qué manera se vivió la guerra en estos pueblos:

 

1.- Años 1803-1814: la parroquia de Nuestra Señora del Prado, en la Roca de la Sierra, en sus registros sacramentales se dice: “En este año, cuando los enemigos pasaron a Villar del Rey, hicieron mansión dos días y consumieron todos los granos y los animales, según ansí lo manifestó ante la Contaduría de la Catedral de Badajoz”.[48]

            La parroquia estuvo económicamente inmovilizada entre los años 1808 a 1810, ahogada literalmente por los enormes destrozos y la imposibilidad de poder arreglar por falta de liquidez. Juan Sánchez y Pedro Rosa, informan que no pudieron recoger nada los años 1809 y 1810 porque: “…fueron desfalcados por los enemigos a razón de fanega de trigo cada año”.[49]

            En el año 1811, la casa parroquial es reparada y adquiere ornamentos y enseres como casullas, se repara el retablo, crucifijos, etc.:

 

“Es data la cantidad de tres reales que se pagan para reponer la casa de la fábrica de esta parroquia, que heredada del padre Carrasco, en la construcción de todas las puertas, techos doblados y pesebres, el enemigo y los aliados destrozaron en el desamparo del pueblo, en el año de mil ochocientos once años.”[50]

 

 

La misma situación trágica de La Roca de la Sierra la encontramos reflejada en la documentación perteneciente a la Real Hacienda donde se informa sobre la contribución que este pueblo tiene que hacer y que asciende a doce mil setecientos reales, los cuales manifiesta el Concejo no puede hacer frente a dicho pago, porque en el año de la última reclamación de 1812, únicamente se encuentra en el pueblo veinte vecinos.

 

2.- Años 1803-1812: la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de La Garrovilla, expresa que no tiene en sus libros de fábrica nada que mostrar debido a que la economía se ha paralizado. Entre los años de 1808 y 1812, se han logrado amontonar algunos granos que se recogen de la Dehesa de Casa Cañama sobre los cuales, el párroco don Francisco Dorado Brozas, dice necesitar para ello y para escoltar al Santísimo a los alabarderos en el Jueves Santo. No habrá en esta fábrica parroquial cuentas hasta el año 1814.

 

3.- Años 1808-1817: la iglesia parroquial de Santiago en Torremayor, muestra en su amplia información que la guerra ha transformado literalmente todas las instituciones de la localidad así como al forma de vida de sus habitantes. Que en la villa hay tropas aliadas que recogen todo. Algunos de estos soldados e incluso familiares son enterrados en el cementerio parroquial[51]

            Será además la villa de Torremayor quizá el ejemplo más claro de una mayor duración no ya de la guerra sino de sus mismas consecuencias de todos los pueblos estudiados. Cuanto en el año 1814, año en el que no solo no hay soldados sino que además la guerra ha terminado, parroquia y ayuntamiento inician el proceso de apertura de un nuevo cementerio dependiente de la parroquia y en terreno de la misma por la cantidad de fenecidos que ya son imposibles sean enterrados en el atrio parroquial. El cura párroco que también lo es de La Garrovilla, don Francisco Dorado Brozas, fray Francisco pues era miembro de la orden de los franciscanos, Lector de Sagrada Escritura y Licenciado en Teología afirma y autoriza:

 

“…se de traslación de cadáveres del antiguo cementerio de la parroquial al nuevo…sito en la ermita de San Ildefonso, inmediata a este pueblo y por se casa casi arruinada”.[52]

 

            Finalmente, será el caso de Puebla de la Calzada el ejemplo ya mencionado anteriormente de los efectos más negativos en cuanto al destrozo por parte de las tropas francesas de sus fuentes documentales sin embargo, Puebla de la Calzada se ha convertido en uno de los puntos esenciales de estudio por la riqueza de las series de Quintas y Milicias, Circulares y Correspondencias con las que cuenta su Archivo Municipal.

   

P.4. CONCLUSIÓN FINAL

 El fuerte impacto que causó la Guerra de la Independencia en la Comarca Emeritense es, ejemplo pequeño de lo que sucedió en Extremadura y en toda España pero de un lenguaje que permite un claro diálogo con unas fuentes documentales que nos han servido y nos servirán, pues no están analizadas totalmente, para comprender lo que debió ser la vivencia de la guerra desde los sectores más pobres de la sociedad a las instituciones civiles y eclesiásticas.

España y, concretamente Extremadura, la Comarca Emeritense en la Baja Extremadura, refleja algo claro: la guerra debe ser mirada generalmente también desde “abajo”, desde la población que no forma parte de ejércitos ni administración, que no entra en fases burocráticas ni dicta ejecutorias ni da órdenes. De esa población que como creo queda demostrado en este presente trabajo, venía ya mermada desde el último cuarto del siglo XVIII durante las crisis de subsistencia de las políticas de Carlos IV y Manuel Godoy.

Una población que además de sencilla y acostumbrada a los desalientos y a los abusos en los requerimientos como hemos podido comprobar, tuvo también que amoldarse a las noticias que le llegaban de una cambiante situación política: ahora monarquía borbónica, ahora napoleónica, ahora Juntas Provinciales, ahora Constitucionalismo. El pueblo defendió lo que era suyo y de lo que vivía: su tierra. Los pueblos de la Comarca Emeritense, entran a formar parte de esos pueblos que le hicieron cara al gigante napoleónico donde pudo en esta ocasión más las navajas que las corazas.

Espero haber podido a través de esta nueva edición de los Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo aportar algo más al conocimiento de la Guerra Peninsular ahora que estamos inmersos en su Bicentenario. Que desde la Iglesia a los Municipios, desde las Juntas Provinciales a los párrocos que alentaban en los púlpitos al pueblo a luchar. Que desde el labrador que acudía tras una dura jornada a casa y se encontraba que tenía forzosamente que compartir lecho con el enemigo que despreciaba el grano de su trabajo, que desde todo ese enorme esfuerzo, los pueblos podamos seguir construyendo un futuro donde los congresos y las jornadas de Historia no tengan ya que llevar delante ningún calificativo de “guerra”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

P.5. FUENTES INÉDITAS UTILIZADAS

 

Fuentes Parroquiales.-

 

          Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol de Montijo. Libro de Fábrica de la Parroquia: 1794-1851; Registros Sacramentales. Libro de Defunciones. Libro Primero: 1807-1835; Cofradías y Hermandades de la Santa Cruz, Nuestra Señora de Barbaño, Dulce Nombre de Jesús, Nuestra Señora del Rosario, Santísimo Sacramento, Santos Mártires y Hospital Cofradía Jesús Nazareno. Libros de Fábrica de todas estas asociaciones comprendidas entre los años 1734 a 1835.

          Archivo Parroquial de la iglesia de Santiago de Torremayor. Registros Sacramentales. Libros de Difuntos I y II: 1762-1877.

          Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. La Garrovilla. Registros Sacramentales: libros de defunciones I, II, III y IV. Años: 1795-1864; Cofradías y Hermandades de las Ánimas, Santísimo Sacramento, Santísimo Cristo de la Piedad y Santos Mártires. Libros de Fábrica de estas cofradías en fechas extremas de: 1712-1834; Documentación suelta de la parroquial de Nuestra Señora referente a obras y reparaciones. Años: 1805-1919.

          Archivo Parroquial de Nuestra Señora del Prado. La Roca de la Sierra. Registros Sacramentales. Libros de Defunciones I, II, III y IV desde 1784 a 1835. Libro Primero de la Fábrica Parroquial. Años 1803-1814. Cofradías y Hermandades de la Vera-Cruz y del Santísimo Sacramento. Años: 1724-1859.

 

Fuentes Civiles.-

 

          Archivo Municipal de Puebla de la Calzada.  Sección de Quintas y Milicias, Correspondencia y Atención al ejército. Caja 12, legajos de 12 al 13; carpetas de la 30 a la 34. Años: 1800-1811.

          Archivo Municipal de Montijo. Correspondencia, Expedientes de nombramientos de Cargos, Secretaría General, Certificaciones, Circulares y Carpetas de Intendencia desde 1808-1833

          Archivo Municipal de Torremayor, Esparragalejo, La Garrovilla, La Nava de Santiago, Puebla de Obando. Censo de Archivos Municipales de Extremadura. Volumen III. Páginas de la 1421 a la 1697. Todo lo relacionado con Correspondencia e Intendencia: 1800-1814

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

P.6. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

 

          PÉREZ, JOSEPH: Historia de España. Edita: Círculo de Lectores. Madrid, 2000.

 

          SARMIENTO PÉREZ, JOSÉ: La Junta Suprema de Extremadura en la Guerra de la Independencia Española. Comisión de Gracia y Justicia (1808-1812). Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Turismo. Badajoz, 2008.

 

          ARTOLA, MIGUEL: Los afrancesados. Alianza Editorial. Madrid, 2008.

 

          IGLESIAS AUNIÓN, PABLO: Historia de la Comarca de Lácara desde el Medioevo a la Transición. Tomos I y II. Edita: Excelentísima Diputación Provincial de Badajoz y Adecóm-Lacará. 2000-2002.

 

          IGLESIAS AUNIÓN, PABLO: Aprovisionamiento y tropa en la Baja Extremadura durante la Guerra de la Independencia. II Jornadas de Historia. Archivo Municipal de Mérida. Actas sin editar. Mayo, 2008

 

          GUERRERP ACOSTA, J.: Memorias del 2 de mayo. Editorial Alfaguara. Selección de textos. Madrid, 2008.


[1] ARÓSTEGUI SÁNCHEZ, JULIO: Un nuevo sistema político. Historia de España. Edita: Historia 16. Varios autores. Madrid, 1990. Pág. 764.

[2] GERRERO ACOSTA, J.M.: Memorias del 2 de Mayo Editorial Alfagura. Selección de Textos. Madrid, 2008. Página 9

[3] Me refiero al Acto Inaugural de dichas Cortes llevado a cabo por el extremeño liberal, sacerdote y catedrático Diego Muñoz Torrero,  nacido en Cabeza del Buey en 1761 y muerto en  San Julián de la Barra, Portugal, en el año 1829. Recordemos que fue el primer diputado en intervenir haciendo varias propuestas de corte netamente liberal.

[4] El archivo parroquial de Santa María de Lobón, en sus registros sacramentales concretamente en sus libros de Defunciones entre 1808-1810, recogen en varias ocasione la muerte de vecinos cuya causa es el fortuito encuentro con cuadrillas de soldados franceses. Incluso en algunas de sus expresiones aparece la misma sorpresa de las autoridades: “…muerto por susto de los franceses”.

[5] De hecho, la misma historiografía general sobre Napoleón y sus contiendas en Europa afirma que, en el Oeste la derrota Peninsular alentó en el Oriente europeo a la Rusia de los zares contra el Emperador, actuándose así de a modo de acordeón que puso fin al dominio imperial francés. Véase la Historia de España editada por Historia 16 de varios autores (Blanco Frejeiro, Julio Mangas, José Luis Martín, Domínguez Ortiz, Tuñón de Lara, Jun Pablo Fusi y otros) en su capítulo IX (Crisis del Antiguo Régimen. De Carlos IV a Isabel II) págs. 747-801, las amplias expresiones y referencias a este proceso que hacen.

[6] Recordemos que una de las imágenes que más se difundieron por la España de 1808 a 1814 era precisamente que, tanto Carlos IV como su hijo Fernando VII y con ellos toda la familia real, estaban secuestrados por Napoleón en Bayona.

[7] ¿Qué es si no una crisis de subsistencia? Estas se plantearon a lo largo de toda la Edad Moderna y tuvieron sus repercusiones y presencia en buena parte del siglo XIX. La población demanda por encima de lo que se es capaz de atender, pero atender en las necesidades más básicas para subsistir. De aquí el nombre

[8] PÉREZ, JOSPEH: El fin del Antiguo Régimen. Historia de España. Editorial Círculo de Lectores. Barcelona, 1988. Página 380

[9] En un trabajo realizado por Javier Iglesias Berzosa, cuya copia se encuentra en los fondos bibliográficos del Archivo Parroquial de San Pedro, se nos habla de cómo don Manuel Flores Calderón, quedará estrechamente ligado a la historia de Montijo al participar en los levantamientos siendo el administrador de las rentas de la Condesa montijana, doña María Francisca de Sales Portocarrero. Dicho administrador, en palabras que recoge Iglesias Berzosa afirma: “…desastres de una guerra que con ella se ha iniciado un quinquenio monstruoso, sírvase de ejemplo para la realidad a la que se enfrenta la población de la comarca.

[10] Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Registros Sacramentales. Libro Segundo de Finados. Años: 1795-1847. La Garrovilla. Folio 64-ca. Año 1812. Aclarar igualmente que el “parajismo” es una expresión para hacer referencia al desmayo que ocasiona la mala alimentación.

[11] ARTOLA GALLEGO, MIGUEL: 1808. La revolución española. Editorial Alianza. Madrid, 2008. Página 23.

[12] SARMIENTO PÉREZ, JOSÉ: La Junta de Extremadura en la Guerra de la Independencia Española. Comisión de Gracia y Justicia (1808-1812). Junta de Extremadura, Consejería de Cultura y Turismo. Dirección General de Patrimonio. Archivo Histórico Provincial. Badajoz, 19 de marzo de 2008. Página, 23

[13] ARTOLA GALLEGO, MIGUEL: Los afrancesados. Editorial Alianza. Madrid 1989, 2008. Recomendamos encarecidamente la completa lectura de esta magistral obra en la que el lector obtendrá una visión acertada, seria y objetiva de los afrancesados.

[14] Insisto en ellas para tener siempre una idea de la documentación a la que he procedido a vaciar: Lobón, Montijo, Puebla de la Calzada, Torremayor, La Garrovilla, La Roca de la Sierra, La Nava de Santiago, la Dehesa y Monasterio Francisca de San Isidro de Loriana y La Roca de la Sierra. En alguna ocasión, para aseverar o refutar alguna idea recurro a documentos que se encuentran en localidades como Carmonita, Cordobilla o Esparragalejos. En definitiva, aproximadamente un marco que acoge un total de quince localidades que configuran indudablemente una amplia realidad geográfica de la Comarca Emeritense.

[15] Corresponde a las siguientes: Santísimo Sacramento, Ánimas Benditas del Purgatorio, Nuestra Señora de la Caridad, Santísimo Cristo de la Piedad y Santos Mártires. Sus carpetas, legajos y series aparecen en el apartado de Fuentes Inéditas

[16] Corresponde a las siguientes: Dulce Nombre de Jesús; Santa Vera-Cruz; Nuestra Señora de Santa Ana; Santos Mártires; Santísimo Sacramento; Nuestra Señora de Barbaño; Virgen del Rosario. Sus carpetas, legajos y series aparecen en el apartado de Fuentes Inéditas

[17] La realidad de Puebla de la Calzada respecto a la documentación parroquial se ciñe exclusivamente en Cofradías a la del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de la Concepción. En este caso, Puebla ofrece una mayor riqueza en sus fuentes Municipales. Sus series y legajos aparecerán recogidos en el apartado de Fuentes Inéditas.

[18] GARCÍA PÉREZ, JUAN y SÁNCHEZ MARROYO, FERNANDO: Guerra, reacción y revolución (1808-18033. La Guerra de la Independencia Historia de Extremadura. Tomo IV. Editorial Universitas. Biblioteca Básica Extremeña Badajoz, 1985. Páginas 651-709.

[19] Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias. Caja 11. Legajo, 11. Carpeta 69: 29-05-1808. Circulares. Carta dirigida a los ayuntamientos de la Provincia de Badajoz, Firmada en Sevilla el 29 de junio de 1808 por Juan Bautista Estellez y Juan Bautista Pardo.

[20] Sírvase la presentación del ejercicio de cuenta en los libros de fábrica de las parroquias o de cualquier cofradía donde ante los alcaldes o alcalde ordinario, dependiendo de la categoría de los pueblos y el número de mayores contribuyentes, se hacía comparecer al mayordomo de la expresa institución en presencia también del párroco.

[21] IGLESIAS AUNIÓN, PABLO: Historia, Religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño. Piedad y Religiosidad Popular en la villa de Montijo. Edita: Parroquia de San Pedro Apóstol y Excmo. Ayuntamiento de Montijo. Pág. 74.

[22] Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias. Petición de trigo para la defensa del ejército de Fernando VII. Badajoz. Caja 11. Legajo: 11. Carpeta 65. Fecha: 5 de junio de 1808.

[23] Archivo Municipal de Montijo. Sección: Circulares y Reales Órdenes. Real Orden desde el Gobierno de Mérida. Legajo 15. Carpeta: 115. Fecha: 13 de mayo de 1809.

[24] Hoy felizmente conservado el edificio como Biblioteca Municipal y Centro Cultural, sede que ha sido de Jornadas y Coloquios precisamente de Historia.

[25] Ibídem nota 22.

[26] Una de estas reclamaciones es bastante seria y se guarda documentalmente en el Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Idéntica documentación existe en el de Montijo y en el de Torremayor. Todos ellos fechados entre los meses de noviembre de 1909 a octubre de 1810 es decir, como podemos ver un uso habitual..

[27] Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias. Caja 12. Legajo: 13. Carpeta 8. Fecha: 9 de noviembre de 1809.

[28] Normativas tomadas de la referencia que aparece en la nota 26, concretamente en la Caja 12-3carpeta8. 9 de octubre del año 1810. Véase también el trabajo presentado en las II Jornadas de Historia del Archivo Municipal de Mérida, celebradas en mayo en el trabajo sobre los requerimientos y aprovisionamiento que yo mismo presente como ponencia. Finalmente el estudio generalizado para la Comarca de Lácara sobre el siglo XIX, editado por la Excma. Diputación Provincial de Badajoz.

[29] Véase nota número 26. Caja 12. Legajo 13. Carpeta 9. 17 de octubre del año 1810

[30] Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Pósito. Caja 12. Legajo 13. Carpeta, 14. Año 1808.

[31] Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias. Caja 12. Legajo 13. Carpeta, 36..30 de diciembre de 1810.

[32] La expresión en abreviatura r.v. es reales de vellón y mv. maravedíes.

[33] Archivo Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias Caja 12. Legajo 13. Carpeta, 39. 31 de diciembre del año 1810.

[34] Archivo Histórico Municipal de Montijo. Sección: Quintas y Milicias. Real Orden con fecha del 11 de diciembre de 1808. Legajo 4. Carpeta 94.

[35] Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada. Sección: Quintas y Milicias. Reclutamiento. Caja 11. Legajo 11. Carpeta, 63. Fecha: 5 de junio de 1808.

[36] DÍAZ CHECA, M.A.:Aspectos socioeconómicos de la Guerra de la Independencia en Montijo. Actas de las II Jornadas de Historia en Montijo. Excelentísimo Ayuntamiento de Montijo. 1996

[37] Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol. Fondo Histórico. Registros Sacramentales. Libro Primero de Defunciones: 1807-1835. Villa de Montijo

[38] Archivo Parroquial de Santiago. Registros Sacramentales. Libro Primero de Defunciones: 1762-1828. Villa de Torremayor.

[39] Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Registros Sacramentales. Libro Segundo de Defunciones: 1795-1847. Villa de La Garrovilla

[40] Archivo Parroquial de Santa María del Prado. Registros Sacramentales. Libro Tercero de Defunciones: 1784-1810. Libro Cuarto: 1810-1821. La Roca de la Sierra. He de reseñar que este es uno de los mejores archivos parroquiales actualmente no sólo conservados, sino además completos con series documentales de gran interés para el campo de la investigación incluyendo censos y propiedades de Cofradías de los siglos XV-XVI.

[41] La imposibilidad de poder visitar el archivo Parroquial de la Nava de Santiago, los datos han sido tomados de la obra de Fernando Villalobos Cortes en un estudio local que hace de la villa y recoge a Guerra de la Independencia en uno de sus capítulos.

[42] Archivo Parroquial de San Pedro Apóstol. Sección: Cofradías y Hermandades. Libro de Fábrica de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario. Libro II: 1794-1833. Montijo

[43] Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Registros Sacramentales. Libro Segundo de Defunciones. Años: 1795-1847. La Garrovilla. Folio 59-ca. Año: 1810

[44] Archivo Parroquial de Santa María del Prado. Registros Sacramentales. Libro Tercero. Años: 1784-1810. Libro Cuarto. Años: 1810-1821. La Roca de la Sierra. Folio 2-ca. Año 1810.

[45] Ibíd.

[46] Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Registros Sacramentales. Libro Segundo de Defunciones. Años: 1795-1847. La Garrovilla.

[47] IGLESIAS AUNIÓN, PABLO: Historia, religión y fe en Nuestra Señora de Barbaño. Piedad y religiosidad Popular en la villa de Montijo. Edita: Parroquia de San Pedro Apóstol y Ayuntamiento de Montijo. Septiembre, 1999. Pág. 75

[48] Archivo Parroquial de Nuestra Señora del Prado. Sección: Economía. Libro de Fábrica de la Parroquia. Sin poder clasificar las fechas extremas al encontrarse el libro en muy mal estado.

[49] Íbidem nota 48.

[50] Ibíd.

[51] Caso por ejemplo de Rita Soto hija de Josef  Soto, Teniente Coronel de Regimiento de las Milicias de Toledo.

[52] Archivo Parroquial de Santiago. Registros Sacramentales. Libro Primero de Defunciones: 1762-1828. Torremayor.

Nov 292013
 

 Luis Vicente Pelegrí Pedrosa.

 Introducción. El levantamiento patriótico en Extremadura: una reinterpretación.

 Badajoz, lunes, 30 de mayo de 1808, pasadas las dos horas de la tarde, bajo un sol abrasador una multitud vociferante de paisanos y soldados arrastra un cadáver. La víctima  es el capitán general de la provincia de Extremadura, Toribio Grajera de Vargas, III conde de la Torre del Fresno, acusado de afrancesado y víctima de un tumulto. Con este hecho sangriento estalla la revuelta extremeña contra el gobierno y la ocupación napoleónicos, siguiendo la estela de otros territorios. Era el resultado de un mes de mayo convulso y complejo en acontecimientos, que revela la profunda crisis política que vivía España. Con el presente trabajo intentamos una relectura, lo más exhaustiva posible, de las fuentes y una revisión de los planteamientos. A la luz de datos inéditos, y de nuevos enfoques, marcamos un objetivo esencial: desmentir la apariencia de motín espontáneo y popular a favor de otra interpretación más compleja.

 

Empleamos un punto de vista microhistórico, a partir de un homicidio analizamos una revuelta de poco más de doce horas de duración y los antecedentes y el contexto que la explican. Para ello se contrastan los testimonios de un consejo de guerra, cuyo sumario intentamos reconstruir, así como una correspondencia, no estudiada hasta ahora, entre el capitán general de Extremadura y el general francés Kellerman, que hemos hallado en el Archivo Histórico Nacional, y  que constituyen las fuentes esenciales de este trabajo . Dejamos ante todo que hablen los protagonistas, para luego analizar sus palabras. Gracias a los testimonios conocemos como se percibieron, por parte de algunas de las principales autoridades de la provincia, los prolegómenos de la  Guerra de Independencia: la conjura y el proceso del Escorial, las abdicaciones de Bayona, el levantamiento popular del 2 de mayo en Madrid, el bando del alcalde de Móstoles, la presencia de las primeras tropas francesas en Extremadura y, en definitiva, la difícil coyuntura de mayo de 1808. Para entender los hechos, sus antecedentes, evolución y consecuencias, es necesario conocer su contexto.

 

1-Badajoz, capital de Extremadura y plaza de frontera desguarnecida

 

            Badajoz, como fortificación junto a Portugal, era la principal plaza militar de Extremadura y una de las más destacadas de España. Como sociedad de frontera, su historia ha estado siempre marcada por la constante de la guerra, el paso de las tropas y el peso de los ejércitos. En 1801, siete años antes de los hechos que nos ocupan, fue base de operaciones para la invasión de reino vecino, promovida por el pacense Manuel Godoy[1].  Para desgracia de la propia ciudad,  un gran militar, como el mariscal Soult, apreció su valor estratégico en 1811: “Yo insistía recordando que en España no quedaban por tomar más que cinco o seis plazas, y que el asedio de Badajoz, con el de Ciudad Rodrigo, eran los más importantes. Badajoz, que permanecía sin ocupar, dejaba libres al enemigo Extremadura, Andalucía y la Mancha”[2].

 

            En 1808 Badajoz era sede de obispado, y, como capital de una de las provincias de Castilla, también lo era de intendencia[3], corregimiento[4], capitanía general  o comandancia de las armas[5], así como del gobierno militar  y político de la plaza. Tenía además derecho de voto en las Cortes de Castilla[6]. Badajoz era, por tanto, el principal centro de poder político y militar de la provincia de Extremadura, salvo en el aspecto judicial, encabezado por la Audiencia, establecida en Cáceres desde 1791. Con  algo más de 11.000 habitantes era la ciudad extremeña más poblada[7].

                                                                              

            Podemos resumir el estado militar de Badajoz, el 30 de mayo de 1808, afirmando que se trataba de una plaza bien protegida, por su imponente sistema de murallas, fuertes y baluartes, pero mal guarnecida y peor defendida en caso de un previsible asedio francés[8], como demuestra el estudio de sus tropas y cuarteles.

 

Madoz describe, hacia 1850, los cuarteles e instalaciones militares de la capital pacense, la mayoría de los cuales existían en 1808[9]: 1) el parque de ingenieros, en el campo de San Francisco; 2) la maestranza de artillería “de bastante capacidad y buen gusto en la fábrica y un cuartel de infantería, que ocupa la compañía de artillería destinada a la plaza”, en el campo de la Cruz; 3) el cuartel de infantería de Santo Domingo con capacidad para 1.000 hombres, 4) en el mismo campo de Santo Domingo, el cuartel de los gitanos, para 100 caballos y sin alojamientos para hombres y, por último,  5) el cuartel de caballería de la Bomba, en el baluarte de San Juan, con cabida para 200 caballos.

 

Teóricamente, en Badajoz, se encontraban destinadas unidades militares correspondientes a las diversas  armas del ejército español; de infantería de línea, el tercer batallón del regimiento de Mallorca y el primer batallón del regimiento de Órdenes Militares; de caballería, el primer regimiento de Húsares de María Luisa, o Húsares de Extremadura[10]. Había una compañía fija de artillería y soldados del regimiento de ingenieros zapadores[11]. Se trataba de una guarnición importante, apropiada para una destacada plaza militar de frontera y sede de una capitanía general.

 

Pero la realidad era muy distinta. Puede resultar exagerada la descripción que hace Toreno de la indefensión de la capital, hasta el punto de parecerle una temeridad el levantamiento antifrancés pero, sin embargo, parece ajustarse a la realidad de la escasez de tropas que padecía.[12]

“Casi desmantelada la plaza y desprovistos los habitantes de lo más preciso para su defensa, estando el enemigo no lejos de sus puertas. Ocupaba Yelbes el general Kellerman. Y recurriendo a mil estratagemas que estorbasen un posible ataque. La guarnición estaba reducida a 500 hombres[13]. La milicia urbana cubría a veces el servicio ordinario. Uno de los regimientos provinciales estaba fuera de Extremadura, y el otro desarmado”.

 

Sólo si se hubiera encontrado completo el regimiento de húsares, acuartelado en la Bomba, la plaza tendría al menos una guarnición de 700 hombres[14]. Hay que tener en cuenta, para explicar esta situación, que gran parte de las tropas pacenses acompañaron al anterior capitán general, Carrafa, en la invasión de Portugal junto a las tropas francesas del general Junot, por entonces aliadas, en virtud de Tratado de Fointenebleau. Por otro lado, había regimientos extremeños fuera de la provincia, por ejemplo, el regimiento provincial, al que se refiere Toreno, el de Milicias Provinciales de Badajoz, se hallaba destinado en Ayamonte[15]. Por tanto, en el momento de estallar el motín, sólo se encontraban en Badajoz una parte de los militares allí destinados. Las fuerzas más destacadas eran el regimiento de Húsares de María Luisa, o de Extremadura, y las milicias urbanas[16]. Así no es de extrañar que estas últimas realizasen funciones que correspondían a unidades regulares o de línea. No obstante, a aquella agrupación de caballería ligera le correspondería un destacado protagonismo en los acontecimientos del día 30 de mayo.

 

 

2-El conde de la Torre del Fresno, de militar cortesano a capitán general

 

           

Toribio Grajera de Vargas (1757-1808), III conde de la Torre del Fresno, nació en Talavera la Real, donde se encontraba la residencia solariega de sus antepasados[17]. Ejerció los cargos honoríficos de alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena y regidor perpetuo de Badajoz. Formaba parte de la nobleza que encabezaba la oligarquía extremeña.

 

            Conocemos su carrera militar gracias a las anotaciones de Gómez Villafranca.  En 1793,  durante la Guerra contra la Convención francesa se ofreció para participar en puestos de mando en primera línea del frente. En 1799 comenzó a servir como gentilhombre de cámara de Su Majestad, al servicio del infante don Francisco de Paula, precisamente el niño cuya salida del Palacio Real provocó el estallido del motín del 2 de mayo en Madrid. En 1802 fue ascendido mariscal de campo de infantería –general de división-. Torre del Fresno comenzó a ejercer como gobernador interino de la plaza  en septiembre de 1807 y después ascendió a la comandancia o capitanía general, también interino, en diciembre del mismo año, por ausencia del titular, el general Juan Carrafa que fue destinado a dirigir una división de las tropas invasoras de Portugal, en colaboración con las fuerzas francesas[18]. La residencia de Torre del Fresno y donde, por tanto,  convocaba las juntas militares y de autoridades, se hallaba en el palacio de la plaza de las Descalzas que durante muchos años sería sede de la capitanía general.

                                                              

3-Los hechos. Asesinato del capitán general. Rebelión militar y motín popular

           

 

El 16 de febrero de 1816, a instancia de la viuda del finado, doña Juana Topete y Argüello, representada por su yerno, el teniente coronel don Carlos María de Combes, el capitán general de Extremadura recibió orden de celebrar en Badajoz consejo de guerra, e investigación sumaria, para averiguar la conducta militar y política del conde de la Torre del Fresno. El 6 de marzo fue nombrado fiscal Manuel Cabrera, comandante agregado al regimiento de infantería de Extremadura, asistido del teniente del regimiento de infantería de Mallorca, Ventura Fernández, como secretario, quienes instruyeron el sumario y comenzaron pocos días después el interrogatorio[19].

 

El sumario nos permite reconstruir, paso a paso, el tumulto gracias a la información de testigos presenciales que formaban parte de las más altas instancias civiles, militares y eclesiásticas de Badajoz y, por tanto, tenían conocimiento de causa de la situación previa. Entre los eclesiásticos, seis en total, deponen el obispo, Mateo Delgado, un inquisidor de Llerena, Francisco María Riesco, el provisor de la diócesis, Gabriel Rafael Blázquez Prieto,  un presbítero, el deán, Francisco Romero Castilla, y el  maestrescuela del cabildo catedralicio, Juan Caldera.[20].  Entre los militares, el grupo más numeroso, con once declarantes, testifican, teniendo en cuenta la graduación que habían alcanzado en 1816, un comandante, tres tenientes coroneles, dos coroneles, dos generales: el marques de Monsalud y José Galluzo, jefe de la compañía de artillería, y un capitán y un teniente coronel de milicias urbanas. Igualmente podemos considerar entre éstos últimos al teniente de rey, o segundo en el mando interino de la plaza, Juan Gregorio Mancio.

 

Se trata de las principales autoridades militares y eclesiásticas de la ciudad y de la provincia. Muchos de ellos formaron parte de la Junta Suprema de Extremadura, radicada en Badajoz, que dirigió la defensa y la administración de la provincia durante la guerra[21]. Son más prolijos en detalles, e insisten más en la defensa del capitán general, los testigos que mantenían con él una relación más estrecha. Son los casos del provisor Blázquez o  del teniente de rey Mancio. Destaca la ausencia, entre los testigos, de autoridades civiles, como regidores, u otros altos cargos de la administración militar. Entre éstos últimos destacaron, Félix de Ovalle, tesorero del ejército, o Martín de Garay, intendente del ejército de Extremadura, ambos formaron parte de la Junta de Extremadura, primero y de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino después, el último incluso llegó a ser ministro de hacienda con Fernando VII y promotor del primer plan presupuestario del gobierno en 1817[22]. Entre los ciudadanos sin cargos relevantes sólo son destacables un presbítero y un comerciante.

 

Cada testigo resalta un aspecto prioritario, según el momento que vivió o del que tuvo referencia directa. (Ver apéndice I). Los  testimonios de los eclesiásticos se muestran más completos, sobre todo el del provisor eclesiástico que narra con minuciosidad la composición y la trayectoria del motín[23]. Por el contrario, los militares ofrecen noticias sustanciales para el desenlace final. No obstante,  llama la atención lo resumido de las intervenciones de los oficiales de mayor rango, como los brigadieres Monsalud y Galluzo que, por su posición inmediata al capitán general, en la escala de mando, tendrían una amplia perspectiva de los acontecimientos. Por otro lado sorprende el laconismo e incluso frialdad de Galluzo.

 

3.1-Comienzo de la junta, acuartelamiento de las tropas y estallido del motín

 

 

            Torre del Fresno convocó  una junta de autoridades para el día 30:

“Desconfiando de si mismo deseaba luces y consejos en tan críticas circunstancias, por lo que, habiéndole yo acompañado en su despedida, en la puerta misma del palacio episcopal, manifestó allí deseos de que le visitase. En efecto, pasé a ver al señor conde la mañana del día 29 de mayo y, hallándose acompañado de varias personas, solamente dijo separadamente a don Vicente Godino, difunto, alcalde mayor de esta ciudad, y a mi, que había recibido noticia del levantamiento de Sevilla y de la muerte del conde del Aguila, y que pensaba convocar una Junta, lo que nos parecía bien, haciéndole yo un ligero recuerdo de su citada circular impresa”.

 

            Así lo vivió Blázquez. Al día siguiente, durante la junta, comenzó el tumulto:

“Llegué en efecto a su casa, y rodeado, según era ordinario, de muchas personas, tardó bastante en vestirse de ceremonia para pasar a la sala en que se celebró la junta. En ella, apenas había manifestado el señor conde las noticias que tenía, y sus buenas disposiciones para cuanto pudiese practicarse en beneficio de nuestro amado soberano, de su augusta real familia y de todos los españoles, y hablaron otros insustancialmente, sin proponerse ni resolverse cosa alguna. Cuando resonaron continuos cañonazos de esta plaza, con grande gritería, lo que me excitó a decir por dos veces, dirigiéndome al señor conde, pues no mediaba entre los dos sino el señor don Martín de Garay, que convenían prontas y enérgicas providencias, sin detenerse en largos e impertinentes discursos”.

 

La versión del General Galluzo simplifica la del provisor: “A poco rato de esta propuesta, -meditar los medios de defensa- se notó conmoción popular y dio una salva, que sin orden del difunto, hizo el pueblo, enarbolando la bandera, con cuyo motivo se disolvió la junta sin  acordar cosa alguna”. Al mismo tiempo, el teniente coronel Huertas, desde la calle, aproxima la hora del comienzo:  “Se hallaba el pueblo incomodado porque, siendo día de San Fernando y a las nueve de la mañana, no se había echo salva”.

 

Todos los autores que se han ocupado del tema, desde el conde de Toreno, han insistido en los cañonazos provocados por los paisanos como detonante del motín, ya sea para resaltar su espontaneidad o, todo lo contrario, como señal convenida por una conspiración previa. Toreno cuenta que: “Se apiñó la gente en la muralla y una mujer atrevida, después de reprender a los artilleros, cogió la mecha y prendió el cañón. Al instante dispararon otros y a su sonido levantóse en toda la ciudad el universal grito de viva Fernando VII y mueran los franceses”[24]. Gómez Villafranca da nombre a la responsable: María Cambero la “Maricona” –o marimacho-[25]. Sin embargo, no hay constancia de este particular en los principales testimonios del sumario. Tal vez responda a una tradición oral. Tenemos así planteado en Badajoz otro tópico del levantamiento patriótico: la heroína popular, la mujer artillera. Tampoco hay pruebas para asegurar que el estallido del motín se precipitase, aunque Toreno ofrezca incluso fechas concretas[26]. Es significativo, el dato que éste aporta: “Cuadrillas de gentes recorrieron las calles con banderolas, panderos y sonajas, sin cometer exceso alguno”. Es decir, no hubo los saqueos y destrucciones que suelen acompañar a una explosión espontánea de ira popular[27].

 

3.2-Salida del las tropas rebeldes y recorrido del motín

 

Poco antes de comenzar la junta las tropas habían sido acuarteladas, por orden del capitán general, tal y como reconoce el teniente coronel Fuentes: “Estaba con los demás oficiales del regimiento de Húsares de María Luisa, reunidos en el cuartel de la Bomba, esperando órdenes, pues así se les mandó en la orden que se les dio entre las 9 y las 10  de la misma mañana”. Lo que en principio parecía arrancar como un motín popular deviene en rebelión militar: “Había estado toda la mañana en el cuartel, como todos los demás oficiales y tropa, hasta que fue el populacho y echó fuera toda la tropa de los cuarteles”, declara el  coronel Garrigó.  El comandante Vergara lo complementa:

“Hallándose en el cuartel de la Bomba, a cosa de las once o doce del expresado día treinta, con la mayor parte de los oficiales de su regimiento, reunidos en aquel punto por disposición de los jefes, oyeron ruido como de tumulto  y saliendo todos a la puerta del cuartel, vieron venir a un inmenso pueblo gritando: Viva el rey nuestro señor Fernando VII, mueran los traidores. Y haciendo alto en aquel sitio pedían saliese la tropa en su compañía. Pero habiéndoles contestado el que declara, y demás oficiales, que estaban pendientes de la voluntad de los jefes superiores, sin cuya orden no podían disponer de dicha tropa, se contuvieron algunos instantes. Repentinamente volvieron a esforzar las voces, atropellando la centinela y oficiales, y consiguiendo por este modo violento llevarse a todos los soldados pie a tierra”.

 

 

            Este episodio revela que las primeras tropas destacadas en los desórdenes fueron las de húsares, como se ha adelantado. Por otra lado, resulta chocante la poca capacidad que demostraron los oficiales para evitar que salieran los soldados, contraviniendo así la orden de acuartelamiento.

 

El comandante Vergara describe  también el avance de los amotinados:  “Observé como se dirigió dicho pueblo hacia la calle donde vivía el general, conde de la  Torre del Fresno, a quien daban el título de traidor, y clamando que muriera”. Mancio, topó con el grupo al salir de su casa –debía de llegar tarde a la junta, porque estaba convocado-: “gritaban pidiendo se pusiera la bandera”. Ambos testigos confirman  que, desde el principio, se pedía celebrar la onomástica del rey y la muerte del conde.

 

El provisor Blázquez se encontraba mientras en la junta:

“Inmediatamente propuso uno de los concurrentes, que no recuerdo quien, que saliese el señor obispo, y un regidor de esta ciudad, con objeto de tranquilizar a los alborotadores y de asegurarles que todos los individuos de la junta estaban animados de los más leales y patrióticos sentimientos, conformes a los de todo su pueblo y que, en seguida, se darían todas las providencias que pareciesen convenientes, a lo que conduciría la tranquilidad pública. El señor don Martín de Garay se opuso a que saliese el ilustrísimo señor arzobispo obispo y me propuso a mi, lo que se acordó sin dilación, siendo igualmente nombrado el señor don Pedro Martín Saavedra, regidor perpetuo de esta ciudad. Salimos los dos, e informados de que, hacia el convento de la Trinidad, se hallaba el gran número de los alborotados, caminamos reunidos. Al llegar a la calle de San Blas, salía de ella al campo de San Juan, llamado, ya plaza Real de Fernando VII, una gran porción de hombres y mujeres, entre la que, por su calidad y circunstancia, no recuerdo haber conocido a persona alguna. Retrocedimos algunos pasos para hallarnos en medio de dicha plaza y nos separamos deliberadamente envueltos en el gentío. Era indecible la gritería de viva la religión, viva el rey, mueran los traidores, y otras cosas semejantes. Los hombres estaban alborotados, pero las mujeres no parecían menos que furias infernales. Apenas con mucho trabajo podía hacerme oír de alguno de los alborotados, y en cuanto era posible hacía presente ya a uno, ya a otro, lo que me parecía oportuno, reducido a que sus voces e inquietudes para nada podían ser útiles, que en tal estado no podían adquirir la conveniente instrucción y que las autoridades militares y civiles estaban reunidas y eran muy amantes de la religión, del rey y de la patria y determinarían lo más conducente a la satisfacción del pueblo y utilidad pública.

           

Los lemas eran similares a  los de otros motines, acaecidos días antes en otros puntos del país: religión, rey y patria, motores ideológicos del levantamiento. El provisor intentó utilizar su autoridad moral de la misma forma que en otra revuelta, una semana antes, el 23 de mayo. Ese día el cabildo, con el obispo al frente, salió en procesión y “el pueblo, en medio de gran alboroto, obedeció con la mayor reverencia, y a las cuatro y media ya estaba pacífico”[28]. Pero, el día 30, cuando el provisor y el regidor se encontraba en la plaza del Rey, aparecieron  en escena nuevos protagonistas que dieron otro cariz al motín:

“El trabajo, en medio del gentío alborotado, con un sol abrasador, fue mucho y no habría sido infructuoso, si al cabo de hora y media, poco más o menos, que mi compañero y yo manteníamos a los alborotadores en la dicha plaza, disminuyéndose más que aumentándose la gente y el tumulto, no hubiese venido una pequeña columna de hombres, al parecer casi todos soldados vestidos a la manera que están en sus cuarteles, algunos armados con fusil y bayoneta, otros con fusil sin bayoneta y otros con sable sin fusil, muchos tambores y dos banderas, una regular de regimiento y otra muy pequeña y muy antigua, que luego vi en casa del señor general don José Galluzo, y entendí haber sido sacada de la iglesia del convento de San Agustín. Esta columna, con paso sumamente acelerado y con gran ruido de tambores, vino por la calle de San Juan y se dirigió a la plaza, llamada de las descalzas, sin que hubiese habido tiempo para contenerla, lo que, según mi entender, no habría sido posible sino que quien se hubiese puesto al frente habría sido arrollado”.

 

            La chupa de color azul, -chaleco o chaqueta sin mangas que se vestía debajo de la casaca- parece indicar que estos soldados pertenecían al regimiento de Húsares de María Luisa. En realidad, no tenemos completa certeza de que la chupa de este regimiento fuera azul celeste, como los calzones y la pelliza, -el dolmán o casaca adornada de alamares era roja- pero sí tenemos seguridad de que no se trataba de soldados zapadores, el otro cuerpo que participó en los tumultos, porque la chupa reglamentaria de los ingenieros solía ser roja.”[29]

 

            Así pues, el motín, tras un largo marasmo en la plaza de San Juan, incluso parecía que podía disolverse, fue avivado por la presencia un pelotón de soldados, que en uniforme cuartelero o de faena, pero en formación, avivó el tumulto y lo empujó hacia la casa del conde. Sería un segundo acto acelerador del motínel primero fue el segundo cañonazo durante el primer diálogo con el conde-.  La marcha de los amotinados rebela, en múltiples detalles, un plan organizado.

 

3.3-Concentración en la plazuela de las descalzas

 

El regidor y el provisor siguieron con los amotinados hasta llegar a la plazuela de las Descalzas, el primero lo relata así:

“Luego que pasó la columna, desfilaron en su seguimiento las gentes que en dicha plaza real habíamos contenido mi compañero y yo, que entonces pudimos volver a vernos y reunirnos. Y en seguida nos dirigimos a la plazuela de las Descalzas, llena de gentes, entre la que volvimos a separarnos. Me acerqué a la puerta del convento de dichas religiosas descalzas, desde donde vi al ilustrísimo señor arzobispo obispo y a otros individuos que existían en una sala con las ventanas abiertas, diversa de aquella en que se había empezado la junta”.

 

Mancio, en cuanto llegó a la junta, entre los rebeldes, comunicó al conde lo que pedían. Huertas ratifica los hechos y la impresión que la causaron éstos:“Oyó al populacho que pedía que se pusiese la bandera y se hiciese la salva, a lo que contestó el conde que él no se había negado (…) se haría a las horas acostumbradas. (…) En aquel terrible día todos parecían locos. Huertas y Toro completan el relato:

“En aquella misma mañana había mandado, delante del que declara, el conde de la Torre del Fresno al ayudante de esta plaza, don José Hernández, que ya ha muerto, que fuese inmediatamente para que se arbolase la bandera y, habiendo pedido el populacho, de que se hiciese la salva de artillería, lo mandó también, faltando a la costumbre que, de tiempo inmemorial había en esta plaza, pues las tres salvas se ejecutaban la primera una hora antes de ponerse el sol, la segunda media  y la última al tiempo de ponerse”.

 

El obispo, al mismo tiempo, ofrece la visión desde dentro del edificio

“Se presentó el populacho alborotado delante de su casa a él que se procuró contener y tranquilizar, saliendo a los balcones así el conde como varios de los que habían concurrido a ella, sin que hubiesen sido suficientes razones algunas para conseguirlo, ni haberse prestado el conde a que se disparasen la artillería, como se disparó, y  a dejar o entregar el mando en vista de la desconfianza que manifestaban los alborotados”.

 

Pero el conde, con los rebeldes delante de su residencia,  aún tuvo tiempo de dar nuevas órdenes,  según Mancio : “Al poco rato de formarse la Junta me marché a apaciguar los presos de la cárcel, por disposición del mismo difunto” Por tanto, el capitán general intentó apaciguar la situación desde un principio, reduciendo su autoridad, al ceder a la petición de los amotinados, incluso renunciando al mando. Pero reaccionó a tiempo evitando que se abriera un tercer frente de participantes, nada menos que los reos de la cárcel. Esta escena del diálogo entre la autoridad contra la cual se levanta el tumulto y los rebeldes, tiene lugar en otros casos, los más próximos, el que ese mismo día se estaba produciendo en la Coruña, iniciado por un excusa similar, o el tumulto de días antes en Cádiz.[30]

                                                                                                                            

Delante de la puerta de la casa, Blázquez describe una interesante ceremonia que parece acercarnos a los rituales de la milicia:

“Rodeando me acerqué a la puerta de la casa del señor conde de la Torre del Fresno, a la mano derecha, según se entra y allí vi que, cuatro o cinco soldados, con chupas azules, situados al frente de la misma puerta, con sable en mano, como cuando se presentan armas y con una faja encarnada, tendida por cima de las puntas de los sables, dieron algunos brincos o saltos de baile, elevando bastante la faja, y a poco rato apuntaron los sables hacia la puerta, por la que entraron ellos y otra mucha gente, y especialmente los de la columna, estrechándose a porfía con gran prisa. Cuando ya entraba menos número de personas hice movimiento para entrar en la casa y me cogió por detrás un criado mío quien se opuso a mi intento. Me agradó la fidelidad del criado a quien no había visto hasta que me sorprendió, reflexioné y me acerqué por el mismo camino a la puerta de la dicha iglesia de las descalzas”.

 

            La faja encarnada que nos presenta Blázquez no puede ser otra cosa que un fajín de general. Este rito amenazador, antes de entrar en la casa, es otra evidencia de la preparación minuciosa de la rebelión por parte de los conspiradores y su fin inmediato: subvertir el orden establecido matando a su principal titular[31].

 

Toreno afirma explícitamente que el conde huyó: “Ciegos de ira y sordos a las persuasiones de los prudentes, enfureciéronse los más y treparon sin demora hasta entrarse por los balcones. Acobardado Torre del Fresno, se evadió por una puerta falsa, y en compañía de dos personas, aceleró sus pasos hacia la puerta de la ciudad que da al Guadiana”[32]. Sin embargo, Gómez Villafranca aclara que “si trató de evadirse, no consta”[33]. Los testigos conducen el relato hacia la idea de un intento de mediación del conde, sin ninguna compañía,  en contacto directo con la multitud, pero fue empujado y arrastrado hacia Puerta de Palmas. Ese exceso de confianza en su ya esfumada autoridad, le condujo a la muerte. El propio obispo, desde dentro del inmueble, expone:  “Habiéndose éstos entrado en la misma casa del conde, atropellando la guardia, entonces bajó, se incorporó con ellos y llevándolo por donde quisieron”.

 

Por si fuera poco, entra en escena un nuevo elemento catalizador que, como el ceremonial militar y los cañonazos ya descritos, precipita los acontecimientos. Blázquez lo presenció:

“En esta situación sobrevinieron unas voces de que había llegado un correo y había traición, con lo que di por perdido todo trabajo, además que yo no podía más con tanta fatiga y excesivo calor. Y así me dirigí con mi criado por la calle del Gobernador Viejo a la expresada plaza real, en la que vi dos caballos de posta, que caminaban hacia la calle de San Juan, y en el uno iba montado un mozo como postillón, y detrás, en el otro que parecía ser el de posta o correo, iba montado un hombre con una larga capa de paño pardo, como un labrador, y llevaba derecho al lado izquierdo un fusil con bayoneta calada”.

 

En este punto, la versión que ofrece Toreno coincide con los testigos: “Se encaminaron a casa del gobernador, cuya voz se empleó exclusivamente en predicar la quietud. Impacientáronse con sus palabras los numerosos espectadores, y ultrajáronle con el denuesto de traidor. Mientras tanto, y azarosamente, llegó un postillón con pliegos, y se susurró ser correspondencia sospechosa y de un general francés”[34].  Sin embargo, Blázquez describe que impresión que la causó el episodrio:  “Aunque en el día 30 resonaron voces de haber llegado un correo y haber habido traición “ (…) “Ni entonces ni después, habiendo sido individuo de la junta de gobierno de esta provincia, he llegado a saber que fuese cierta, y no figurada, la llegada de tal correo, ni que haya habido pliegos o escritos algunos contrarios al buen nombre y reputación del señor general difunto”. Tenemos aquí el segundo acto que aviva del motín, cuando parecía que se encontraba en otro punto muerto, y que vuelve a agitar a las masas, como ocurrió antes con el desfile del pelotón. De todo ello se deduce que se puso en marcha, semanas antes, un eficaz “aparato de propaganda” que caló fácilmente en la opinión pública

 

Efectivamente, Torre del Fresno recibió correos del general Kellerman, auténtico jefe en esos momento de las tropas franceses que pululaban al sur del Tajo. Pero la última fue del 18 de mayo y, tal vez, el tono intimidatorio de la misma decidiera finalmente al capitán general a emprender la defensa preventiva -Ver apéndices-. Lo que no es demostrable, con la documentación que hemos hallado, es que se negociase en ningún momento la entrega de la plaza, ni menos aun que hubiera habido cualquier correo el  día 30. Por ello, como se ha visto, es muy desconcertante la noticia que da Monsalud de que llegaron a la par correos de Junot y Murat, salvo que en realidad se refiera a que se recibieron órdenes del gobierno encabezado por éste último, como lugarteniente mayor del reino. En cualquier caso, pudo exasperar a los vecinos de Badajoz la corrección con la cual mandó tratar el capitán general a los ciudadanos franceses que había en la ciudad.  Por tanto, la evidencia de las fuentes indican lo que podríamos llamar el montaje del postillón. El ardid sólo pudo elaborarse por alguien que, próximo al capitán general, conocía el flujo de comunicaciones entre el mando español y el francés e incluso su contenido.

 

3.4-Refugio y muerte en Puerta de Palmas. Escena del crímen

 

            Del testimonios de los oficiales que acudieron en ayuda de Torre del Fresno y, que por tanto presenciaron directamente los hechos, podemos deducir tres momentos en el refugio y acoso del capitán general: a) mediación de los oficiales, intentando protegerle; b) segundo intento de diálogo con las masas para tranquilizarlas, incluso ofreció ceder el mando, c) asesinato.

 

            Según el teniente coronel Fuentes:

“Estando comiendo en casa de su coronel, el marqués de Monsalud, vinieron a avisar a éste que, si no acudía pronto a la Puerta de Palmas, iba a suceder una desgracia con el conde, porque el pueblo, allí reunido, le quería quitar la vida. En el momento se levantaron de la mesa y fue acompañando a su expresado coronel con el capitán, entonces teniente de su mismo regimiento, don Domingo Losada, al citado puente de Puerta de Palmas, en donde encontraron un inmenso pueblo reunido y alborotado, y el conde refugiado en el cuarto del oficial de guardia. En tan crítico momento, empezaron a persuadir al pueblo de la inocencia del conde, que se sosegasen, pues de esto modo todo se podría componer, pues que nada se adelantaba con lo que pedían, que era que saliese el conde de aquel puesto para quitarle la vida”.

 

            El mismo testigo lamenta que:

“Todo fue infructuoso, a pesar de que el mismo conde, subido a una mesa, y sin ninguna divisa de mando, les decía: hijos, yo no quiero tener mando alguno, y soy vuestro compañero y paisano, y como tal verdadero y constante español, que me vanaglorio, se hará todo lo que sea debido en defensa de mi rey y señor, don Fernando VII, y de mi patria”.

 

El general Galluzo resta importancia a este último intento de conciliación: “Ignoro si el conde exhortó, a las 2 o las 3 de la tarde, a los alborotadores a que guardasen moderación y tranquilidad, prometiéndoles que en esta provincia se haría lo que en las demás del reino, ni tuve noticia que el difunto conde hubiera entregado el mando ni tuviera deseos de ejecutarlo”. Este último aspecto de su declaración pierde credibilidad, según el coronel Garrigó: “El conde entregó el bastón de mando a don José Galluzo y los papeles que llevaba en el bolsillo los entregó a un tal Enríquez –el ayudante que envió a disparar las salvas- ”. Parece que preveía su final y no quería dejar un vacío de poder. El objetivo del complot se acercaba.

 

3.5-Autores del crimen y arma homicida

 

            Dónde, cuándo, cómo y quienes, al menos su adscripción profesional y social, están claros. El teniente coronel Losada describe los hechos:

“La casualidad hizo que a las dos y media de la tarde de aquel día se hallase en el Campo de la Cruz, inmediato al cuerpo de guardia de la Puerta de Palmas, acompañando al excelentísimo señor marqués de Monsalud, que en el referido cuerpo de guardia se hallaba el conde de la Torre del Fresno, acosado de la multitud del pueblo, que todos clamaban porque aquel día se hiciera la salva de artillería de costumbre y gritando muera el traidor. Entre estos suceso observó que varios acometieron al conde con sables cortos y en pocos instantes lo vio muerto en el suelo. Al fin consiguen arrancarlo de aquel punto y a muy pocos pasos le vio tendido en el suelo el declarante, sin que pueda asegurar quien fue el que le mató, porque materialmente no lo vio, por el horror que le causaba tal barbarie y porque ya conoció que nada podían adelantar sus persuasiones”.

           

El teniente coronel Huertas completa la visión del último momento, además de confirmar el segundo intento de diálogo del conde con las masas:

“Que aunque no se acuerda si fue con esas mismas expresiones: hijos míos yo no quiero tener mando ninguno yo soy vuestro compañero y paisano. Es seguro decía al pueblo eso mismo, que aún lo estaba repitiendo en el momento que le dieron el primer golpe por la espalda que fue con un palo de los que forman los caballos de frisa, el cual, con la punta de hierro que tiene, se lo metieron por la espalda y casi le sale por la barriga”.

 

El coronel Garrigó añade nuevos detalles:

“A las doce del día, media hora, más o menos, en cuya hora se hallaba dicho conde en la guardia de Puerta de Palmas, donde se presentó el declarante e hizo cuanto pudo para evitar dicha muerte, conteniendo todo el ímpetu de la gente, abierto de pies y manos en la misma puerta. Hasta que vio que, por la ventana que caía al paseo, la rompió el populacho y entraron algunas personas por ella, lo que visto por siete u ocho húsares de su regimiento, que igualmente estaban ayudando al que declara para contener  la gente, le avisaron que mirara lo que hacía porque el pueblo estaba muy alborotado, hasta que viendo que por ningún estilo cesaban , los mismos húsares cogieron al que depone por cuerpo y piernas y lo llevaron junto a la misma puerta que estaba cerrada. Que, cuando esto sucedió, se acuerda que un zapador levantó el machete para darle al que depone, y uno de los húsares le dijo que mirara lo que hacía. Que luego oyó decir que aquel mismo zapador había dado un machetazo en la cabeza al conde de la Torre del Fresno”.

 

El coronel Garrigó se contradice con sus compañeros en adelantar la hora del suceso, a las 12 y media. Es el único que lo sitúa tan temprano, mientras que los demás coinciden en que ocurrió en torno a las 2 de la tarde. Incluso los testigos de oído ratifican el momento. El maestrescuela, Juan Caldera: “tiene noticias de la muerte violenta del conde, entre las 3 y las 4 de la tarde”.  El comandante Vergara, afirma que : “ No habiendo presenciado más de la ocurrencia de este día, en razón a estar empleado por sus jefes a la mira del cuartel, en donde supo, después de las dos de la tarde, que dicho general había sido muerto en aquella”. Con bastante certeza, a las dos y media de la tarde del lunes 30 de mayo de 1808, el III conde de la Torre del Fresno y capitán general de Extremadura había dejado de existir.

 

            En cualquier motín la autoría suele quedar diluida en la responsabilidad colectiva de la masa, pero en el caso que nos ocupa no es así. Para el obispo, “le dieron varios golpes y le quitaron la vida, siendo víctima de un populacho desenfrenado y ciego”. “Los hombres estaban alborotados, pero las mujeres no parecían menos que furias infernales”, percibió Blázquez, mezclado entre ellos para calmarlos. Los epítetos más completos corresponden al teniente coronel Huertas: “Desgraciadamente mataron a su lado al conde de la Torre del Fresno, pero que no le es posible citar quien en razón a que estaba allí todo el populacho alborotado, y que se componía de mujercillas, soldado y paisanos en gran número, con tambores, clarines y banderas de pañuelos, que había muchos borrachos”. Mancio también emplea estas categorías: “habiendo pedido el populacho que se hiciese la salva de artillería”. Artola muestra sorpresa por esta descripción de los amotinados, insinuando una visión de los informantes más cercana al prejuicio social que a la realidad[35]. Por el contrario, Riesco, que no presenció los hechos, trata de “arrebatos populares”. Y Monsalud se refiere explícitamente a un “motín popular”, soslayando a los soldados.

 

En cualquier caso, estas afirmaciones, con mayor o menor objetividad, delatan que, independientemente de quienes fueran los instigadores,  los participantes en el tumulto pertenecían al pueblo en general, a las clases bajas, ya fueran civiles o militares. Es reveladora la expresión de Blázquez: “una gran porción de hombres y mujeres, entre la que, por su calidad y circunstancia, no recuerdo haber conocido a persona alguna”. Es decir, ningún mando militar ni autoridad civil, se hicieron visibles durante el tumulto, lo que, obviamente, no les excluye de su participación y preparación.

 

A pesar de que, según Gómez Villafranca: “Si puede afirmarse que fueron soldados quienes descargaron los primeros y mortales golpes, no parece lícito tenerles por los principales autores de la muerte que probablemente, ni ellos ni los paisanos, premeditaron[36]”, las evidencias parecen demostrar lo contrario. Para el maestrescuela, Juan Caldera y para el propio  Blázquez los responsables estaban claros:

“Oyó decir a algunos testigos de vistas que los principales agresores fueron varios soldados que se hallaban en esta plaza y que, al parecer, debieron ser seducidos para cometer tan horrible atentado, pues que a los paisanos, sin embargo de estar mezclados con ellos, no se les vio la menor demostración que amenazase la persona del conde, cuya particularidad fue pública en toda la ciudad”. (…) “En cuya ejecución intervinieron militares más eficazmente que los habitantes de esta población”.

 

El tipo de arma empleada delata a las unidades que intervinieron en la agresión y asesinato del conde. Al cruzar los testimonios de los testigos, averiguamos que se produjo en la siguiente secuencia: le amenazaron con sables cortos, no le dejaron acabar su plática reconciliatoria porque le clavaron por la espalda un palo con punta, “al modo de los palos de frisa”, y lo remataron de un machetazo. El sable corto era característico de los cuerpos de caballería ligera, como eran los húsares[37], y, tanto el machete como el caballo de frisa[38] eran armas propias de ingenieros zapadores[39]. Por tanto, es evidente, que el capitán general murió a manos de uno de los húsares y de uno de los zapadores bajo su mando. El regimiento de Húsares de Extremadura de distinguió precisamente por su insubordinación, hasta el punto de que fue disuelto en diciembre de 1808[40].

 

Parece existir un verdadero pacto de silencio entre los militares. La mayoría se centran, en el sumario, en destacar su  papel, bastante ineficaz, por cierto, intentando contener a la multitud y evitar la muerte del conde. Es muy revelador el laconismo de Galluzo, y el detalle de guardar en su casa la bandera que portaron las tropas rebeldes por las calles, como denuncia Blázquez. Es desconcertante la escasa información que aporta Monsalud, y la poca autoridad que demuestra, a pesar de ir seguido de tres mandos inmediatamente subalternos, para hacerse respetar por sus tropas en Puerta de Palmas, cuando luego fue un gran líder militar de la Guerra de la Independencia en Extremadura. También es cierto que no es menos llamativo, como se ha dicho, la incapacidad de los oficiales para retener a las tropas acuarteladas, que hacen pensar más en una inhibición premeditada de los mismos.

 

El provisor Blázquez narra el triste fin de la historia:

“Entré en mi casa y, a la media hora, o poco más, observe que muchas personas se retiraban de prisa con la noticia de la muerte del señor conde, como si por entonces estuviese el negocio concluido. Y no lo quedó con la inhumanidad bárbara de haber arrastrado el cadáver por las calles, desde la Puerta de Palmas, hasta colocarlo en el zaguán de su casa, sino que, por haberse hallado reparo y dificultad en que se le diera sepultura, el ilustrísimo, mi prelado, y yo tratamos, después de las 9 de la noche, sobre ello, y más tarde se verificó el enterramiento, sin ceremonia alguna, en la iglesia de las religiosas descalzas”.

 

            Hay que tener en cuenta que los condes de Torre del Fresno eran patronos de este convento y, por tanto, tenían derecho de enterramiento en él. El acto de encarnizarse con el cadáver de un supuesto culpable, arrastrándolo por las calles, corresponde a la costumbre que se denominaba vigurizar. Este protocolo se utilizó en otros motines del levantamiento de mayo[41].

 

Como síntesis, se puede establecer el siguientes recorrido y secuencia horaria. 9 horas, comienza la Junta; 9-10 horas, se acuartelan las tropas y estalla el motín con el primer cañonazo; 11-12 horas, salen las tropas a la calle desde el cuartel de la Bomba; 12-13.30 horas, avance por las calles en dos trayectorias que convergen hacia la plazuela de las Descalzas: desde la puerta de Trinidad  una y desde el cuartel de la Bomba otra; diálogo con el conde en el balcón, rito de amenazas, nuevo cañonazo, e irrupción en la casa, desde la cual el conde es empujado hacia Puerta de Palmas; 13.30-14 horas: intento de refugio en el cuerpo de guardia y de segundo diálogo con la multitud y asesinato del conde, cuyo cadáver es arrastrado por la calle hasta el umbral de su casa;  21 horas, entierro del cadáver, en el convento de las Descalzas, cuando se ha tranquilizado completamente la situación.

 

 

4-Móvil aparente: carteo para entregar la plaza y honores reales incumplidos

 

            El estudio del móvil aparente, así como de los descargos que, frente a éste, se pueden aducir a favor del capitán general, nos retrotraen, por lo menos, a unas semanas antes de que se produjeran los hechos, y demuestran el ambiente de incertidumbre que se vivía en la capital, representativo de la situación en el resto de Extremadura. El temor a un asedio francés no carecía de fundamento. Baste afirmar que las tropas napoleónicas se encontraban acantonadas en Yelbes, -Elvas, Portugal-.

 

A cerca del móvil, Galluzo se limita a confesar: “Ignoro cual fue la causa que dio motivo a su violenta muerte”. Para el teniente coronel Fuentes: “Los motivos infundados que tenía el pueblo era decir que no se hacía la salva como día de San Fernando”. Sin embargo, para el comandante Vergara:  “El motivo había sido por haberle descubierto que tenía concertado, con el general francés Kellerman, entregarle en dicha noche la plaza, lo cual fue asunto de la conversación en muchos días por los paisanos, pero en opinión de las gentes sensatas no se daba asenso a estas voces y el que y el que declara tuvo siempre por cierta la acusación”. El teniente coronel Huertas compartía la misma opinión.

 

El marqués de Monsalud, tan escueto como Galluzo, aporta datos ambiguos que no ofrece ningún otro informante:

“Debo manifestar que el conde de la Torre del Fresno, fue inocente víctima de un alboroto popular, que no podía estar enterado del modo de pensar de los que mandaban,  no podía persuadirles de que las providencias dadas por Torre del Fresno en el mes de abril para el armamento general y las posteriores, y particularmente la de aquel día en la Junta que se celebró de jefes, para vestirse de gala la guarnición y la salva correspondiente, a el augusto día que se celebraba de nuestro soberano, no podían convencerles de que era decidido por la buena causa, pues tuvo el incidente fatal en el mismo día, y poco antes de su muerte, de entrar un correo despachado por el general Junot y otro de Murat para aquel general, lo que hizo fermentar más el alboroto y atribuir lo que era casualidad a considerarlo el pueblo como sospechoso”.

 

            De ser cierta la primera fecha aducida, abril, esta sería, sin duda, la primera proclama contra los franceses de toda España. Tampoco es demostrable la desconcertante afirmación de las cartas de Junot y Murat. Es también difícil aceptar que, con el clima de crispación y miedo que existía desde hacía un mes, por lo menos, el pueblo no pudiera estar enterado de la proclama del conde y de sus intenciones iniciales, sino era porque existía una evidente intoxicación de la opinión pública, fácilmente modelable, por otra parte, en una población mayoritariamente analfabeta. Ya se ha visto la opinión tajante de Blázquez sobre la escena del postillón.

 

El presbítero Romero Sequera ahonda en detalles sobre la ausencia de contactos controvertidos entre el conde y los franceses, incluso negando las cartas:

“Y por haberle visto lleno de la mayor melancolía cuando se tuvo certeza de la violencia cometida por Bonaparte en aprisionar a nuestro rey en Bayona, lamentándose amargamente de la situación tan lastimosa que le había cabido de mandar una provincia en unas circunstancias tan críticas, que sólo le restaba consumir sus rentas y hacienda y derramar su sangre por el Rey y la causa pública. Que cree que dicho señor no tendría  correspondencia alguna con los franceses, pues jamás le oyó hablar cosa alguna a favor de ellos, ni celebrar aquellas batallas, ni demás cosas ruidosas que ejecutaban, como celebraban otros, y en prueba de ello, el que habiendo hecho pedazos la cómoda en que reservaba los papeles que más le interesaban,  ninguno se halló que lo manifestase”.

 

 

5-Descargo y conducta del capitán general: fidelidad al rey, proclama y junta

 

            Los testigos justifican la conducta del capitán general basándose en su fidelidad al rey, demostrable en sus decisiones políticas, como su animadversión pública a los franceses; la convocatoria de juntas consultivas de autoridades, y la publicación de una proclama, de la que algunos adjuntan copia como prueba. Los informantes, en relación a estos temas, nos transportan a la situación de incertidumbre que se vivía en la capital pacense desde el 2 de mayo.

 

A-Fidelidad al rey y odio a los franceses

 

            Huertas deja claro en un episodio presenciado por él mismo, cuando llegaron las famosas cartas francesas:

“Muy pocos días antes de su muerte estaba el declarante en casa del general, tomando la orden como ayudante que era, llegó un oficial francés en posta, con pliegos y recibiéndolo pidió el general quien lo leyese, diciendo que ni sabía el francés ni quería saberlo, siguiéndose a esto que habiendo salido dicho oficial del corredor, porque se le trastornó la cabeza manifestó el expresado general que le incomodaban los franceses”.

 

            Mancio coincide en la misma apreciación:

 

“Cómo el más inmediato que era yo a él  por mi empleo de gobernador, tanto en cosas de oficio como confidenciales, que algunas veces hablábamos, le observé un exacto desempeño en las órdenes del soberano, un afecto y amor singular a nuestro amado Fernando VII y toda su real familia” (…) declarándose siempre a favor de la buena causa, vociferando odio a los franceses

 

Por otro lado, la información que aporta el maestrescuela, Juan Caldera, reitera, junto a  otras ya expuestas, que no hubo negativa, por parte del capitán general, a cumplimentar la onomástica del rey: “Que no solamente ofreció el conde a los amotinados que en esta provincia se haría lo que en las demás del reino sino que, contra las órdenes positivas de gobierno, mandó hacer la segunda descarga de artillerías para darles una satisfacción”. Por tanto, no puede sostenerse la opinión que ha mantenido tradicionalmente la historiografía especializada, siguiendo a Toreno, de que: “El gobernador había ordenado que no se hiciese la salva ni se enarbolase la bandera”[42]. Ese mismo día estallaba otro motín en la Coruña, con el mismo pretexto, el presunto olvido de celebrar el día de San Fernando, lo cual refuerza la idea de que se trata de un móvil aparente utilizado como coartada[43].

 

B-Proclama y defensa

 

Diversos testigos utilizan la circulación de la proclama como prueba de la lealtad del conde a la causa patriota, en cuanto tuvo noticia de los sucesos de Madrid. El deán Romero Castilla  se centra, casi exclusivamente, en este aspecto: “Hizo imprimir la proclama, se fijó en los parajes públicos, y aun como corregidor que era el conde de esta ciudad y partido, mandó que se aumentaran los verederos para que, con más prontitud, llegaran a los pueblos los ejemplares impresos de aquélla”

 

Al mismo tiempo, el capitán general intentaba contactar con el gobierno para poder decidir ante una avalancha de noticias confusas, como demuestra el precioso informe del capitán Aldana:

“El día treinta no se hallaba en esta ciudad y sí en un cortijo con toda su familia, divirtiéndose había días, y en el anterior de haber salido para él había llegado de Madrid en donde había estado nueve días. Que ha tenido y tiene al expresado general por inocente y que, ni el estar las plazas principales del reino ocupadas y mandadas por los ejércitos franceses, ni el estar tan próximos a Badajoz, poseyendo y mandando en Elvas, que sólo dista tres leguas, pudieron eclipsar por un solo momento su fidelidad y verdadero patriotismo. Y, en crédito de ello, y para combinar las operaciones más análogas al intento, hizo que el declarante saliese el día 5 de mayo, que fue el siguiente de haber llegado a esta plaza la noticia comunicada por el alcalde de Móstoles, en dirección a Madrid, encargado de conmover a los pueblos del tránsito, de estar preparados para el día que se les avisase y que permaneciera en Madrid los días que fuesen necesarios para enterarse de las ideas de los franceses y del estado en que se hallaba la Castilla, pues en esta se ignoraba por la falta de correos, lo que verificó trayendo a dicho conde las noticias más puntuales de lo que se le había encargado”.

 

La tensión era palpable a esas alturas[44]. El 4 de mayo, el día antes de publicar su proclama, Torre del Fresno aún mantenía una actitud prudente, temiendo el doble frente de los desórdenes y de la amenaza francesa. Ese mismo día le comunica, desde Medellín, el comandante de dragones de la Reina: “Avisos revolucionarios han venido a ésta, no me muevo sin orden del general, a cuyo aviso está mi escuadrón pronto aguardando a caballo”[45].

 

            Para García Pérez, la actitud contemporizadora se aprecia en el tono ambiguo y gandilocuente de la proclama, acomodaticia, según este autor,  a cualquier cambio de la situación[46]:

“Los avisos que se han recibido manifiestan que nuestro amado soberano y el gobierno se hallan en riesgo eminente, y cuando todos los pueblos se encuentran resueltos a morir antes que se haya destruido el gobierno, conviene que usted haga publicar, en los de su partido. Que, aunque las noticias no son del todo auténticas, deben ser suficientes para que los buenos españoles se armen y se dispongan a defender la patria si, por desgracia, saliese cierto que nuestros aliados correspondían con perfidias a la amistad y buena fe con que los recibimos. En su consecuencia, y siendo preciso para nuestra conservación y defensa que ésta se haga con el mejor orden, y correspondamos así a las esperanzas de la patria. (…) Yo me glorío y  me honro de ser comandante general de una provincia fiel y valiente, que en ningún momento ha desmentido su valor, y me prometo que en esta ocasión se acreditará, más que nunca, que sabemos preferir todos los contratiempos y todos los trabajos a una opresión injusta[47]

 

No obstante, y a pesar de que Torre del Fresno no hace mención explícita a los franceses, –tampoco la había en la que emitió su paisano Godoy pocos años antes- y de que todavía alberga esperanzas sobre su lealtad, se toman medidas concretas para el reclutamiento, pertrecho y transporte de un ejército extremeño, bien incorporado a los regimientos de línea, de guarnición en la provincia, o bien creando unidades de voluntarios.

 

Más allá de una declaración formal, el capitán general inició preparativos efectivos de defensa tal y como demuestra el capitán de milicias urbanas, José Rivero:

“Con motivo de encontrase en aquella época en el empleo de ayudante mayor de las milicias urbanas de esta plaza, (…) dando la orden para que, el que declara, sacase del real arsenal el oportuno armamento y se repartiese entre las catorce compañías de dicho cuerpo de milicias urbanas, pertrechándolas de fusiles, cartucheras, cartuchos y piedras de chispa y que, efectivamente se pusiesen sobre las armas, como lo empezaron a hacer desde el día seis de dicho mes de mayo”.

 

A pesar de haber dado aquel paso decisivo, el capitán general mandó, el mismo día de la proclama, un emisario a informarse a Madrid, como se ha visto. Al día siguiente retomó la correspondencia con el general Kellerman (Ver apéndice II), y otro día después, ya el 7 de mayo, remitió al concejo de Badajoz la orden del ministro de Guerra que condenaba la revuelta del 2 de mayo y llamaba a la tranquilidad. La todavía máxima autoridad de la provincia pensaba:“Está pronta esta ciudad, en general y particular, a contribuir al sosiego y tranquilidad de este vecindario y a lo demás que se ofrezca con motivo de las actuales circunstancias”[48]. Todo ello es revelador de la complicada coyuntura en la que tuvo que desenvolverse.

 

             Toreno cree tener la explicación para este nuevo giro de la situación:

“En su apuro se asesoró con el marqués del Socorro, general en jefe de las tropas que habían vuelto de Portugal. Ambos convocaron a junta militar, y de sus resultas se dio el 5 una proclama contra los franceses, la primera quizá que en este sentido se publicó en España, enviando además a Lisboa, Madrid y Sevilla, varios oficiales con comisiones al caso e importantes. Obraron de buena fe Torre del Fresno y Socorro en paso tan arriesgado, pero recibiendo nuevos avisos de estar restablecida la tranquilidad en la capital, así uno como otro mudaron de lenguaje y sostuvieron con empeño el gobierno de Madrid. Habían alucinado a Socorro cartas de antiguos amigos suyos, y halagándole la resolución de Murat de que volviese a su capitanía general de Andalucía, para en donde, en breve partió. Su ejemplo y sus consejos arrastraron a Torre del Fresno”[49].

 

 

            Los resultados expuestos confirman la afirmación de Toreno y desmienten a Gómez Villafranca, que sostiene que no hay constancia de la Junta del día 4. No obstante y, como afirma este último autor, no es segura la participación de Solano en la proclama ni en su invalidación efectiva, llamando a la tranquilidad.[50]. Testigos cualificados lo desmienten implícitamente. El coronel Garrigó afirma:

“Que, desde que llegó la noticia de lo acaecido el día dos de mayo en Madrid, todo Badajoz se volvió un alboroto, unos ofreciendo mulas para la artillería, otros ofreciéndose voluntariamente para servir y que en aquella sazón se hallaba allí el difunto marqués del Socorro, con quien se avistó el conde de la Torre del Fresno, como gobernador que era, y que no tiene presente si dieron o no proclamas con dicha fecha, pero si que aquel alboroto se sosegó un poco y se empezó a estar con cuidado por los enemigos que había en Yelbes”.

 

Entre los testimonios de eclesiásticos que insisten en la actuación autónoma del capitán general, uno de los más evidentes pertenece al maestrescuela Juan Caldera:

“Estaba decidido, como muchas veces dijo al declarante, a ser el primero en tomar las armas contra cualquier nación que se manifestase enemiga de su patria. (…) Se hallaba el general Murat a la cabeza del gobierno, la plaza de Elvas estaba ocupada por los franceses. Y ningún otro general del reino le había servido de modelo, lo que cubre de gloria al desgraciado conde, y hace ver hasta la evidencia su declarada decisión por la justa causa, y su prudente previsión en circunstancias tan difíciles”.

 

Para Blázquez, “después que tuve noticia de la terrible fiereza con que Murat y sus satélites se manejaron el día 2 y 3 de mayo en Madrid, dando muerte a innumerables inocentes de todas clases”,  la proclama es prueba esencial de que fue un adelantado y que “no sólo debió haberle preservado de su desgracia, sino que pudo haberle adquirido el título de primer patriota de la nación, pues no he visto que ningún jefe o magistrado, haya dado antes, ni al propio tiempo, ninguna señal tan decidida y tan pública de alarma contra los franceses, los que, si hubiesen al cabo dominado, no se la habrían perdonado[51]

 

            En definitiva, el análisis de los testimonios demuestra que el conde convocó una primera junta de autoridades para preparar la proclama de alarma de la provincia, que equivalía a una declaración de guerra implícita a las tropas francesas, para, en los días siguientes, neutralizarla de hecho acatando las órdenes del gobierno. Pero ni de una ni de otra iniciativa  hay pruebas contundentes de que no fueran una decisión propia. Por otra parte, no parece casualidad que los principales alegatos sobre el valor de la proclama procedan de eclesiásticos. De hecho, ningún militar la destaca. Garrigó, como se ha visto, declara que: “no tiene presente si dieron o no proclamas con dicha fecha”. Más desconcertante aun es el silencio explícito de Galluzo que ni siquiera trata el tema.  Contradictoriamente, los representantes del ejército hacen así un desprecio velado a una de las primeras medidas de carácter  tomadas en  la serie de levantamientos de mayo de 1808.

 

C-Segunda Junta de Autoridades

 

             La convocatoria de esta segunda y última juta fue decidida por el capitán general con premura, lo cual da idea de la incertidumbre que vivió en sus últimos días. El deán Romero Castilla, lo confirma:

“Llegado el día 30 de mayo, e inquietándose el pueblo, reunió el conde en su casa a las primeras autoridades y a otras personas, según así fue pública, y hallándose el declarante con otros canónigos en la casa del intendente, que entonces era el Ecxmo. Sr. don Martín de Garay, tratando un asunto de su cabildo, en la mañana del referido día 30, llegó un recado del conde llamando a dicho intendente, quien inmediatamente salió para la casa de aquél. En esta Junta, según entendió el declarante, se trató y resolvió la alarma general y defensa contra los franceses”.

 

A pesar de no ser explícito el motivo de la junta, hasta oficiales que no fueron convocados, como el teniente coronel Fuentes,  presuponían el motivo: “Medios que se habían de tomar de defensa en tan críticas circunstancias en que se hallaba la plaza y provincia”

Así lo confirma  también Blázquez. Pero el provisor dudó desde un principio de la eficacia de la junta, por culpa de los propios convocados, como si hubiera un intento premeditado de dilación que crispase aun más la situación:

 “Cómo salí de la junta con la comisión que llevo referida, observé mientras estuve en ella, que se divagaba en conversaciones sin hacerse proposiciones ni acordar, y menos ejecutar, resoluciones. Era el tiempo inoportuno para esta en medio de los cañonazos y alboroto popular sin entenderse unos a otros. Vi, según tengo expuesto, al ilustrísimo señor obispo y  a otros individuos en sala diversa de aquella en que empezó la junta, como si estuviese disuelta, sin haber entendido que se hubiese hecho, publicado y ejecutado acuerdo alguno, y fue tan extraordinario e imponderable el aturdimiento mío y de todos generalmente en aquel día y en los sucesivos, con gran peligro de ser cualquiera un gran traidor sin quererlo ni saberlo el mismo interesado nada puedo decir por no constarme de lo ocurrido en la Junta después de mi salida hasta su conclusión”.

 

No obstante, y a pesar de aquella convocatoria por iniciativa personal de Torre del Fresno, hay que recordar que se producían relaciones entre focos próximos de levantamientos, con el envío de circulares primero y de representantes después, como hizo la Junta de Sevilla, para agilizar los cambios que explican, en gran parte, la simultaneidad y rapidez de los acontecimientos[52]. Personalidades tan distintas como el general Galluzo o el obispo Moreno, resaltan la importancia de la conexión con la capital hispalense: “Me citó a Junta para las 8 o 9 de la mañana del día 30 de mayo, sin expresar la causa. Y, reunidos, manifestó que, con motivo de los acontecimientos de Madrid y oficios de la Junta Suprema de Sevilla, era necesario meditar los medios que debían adoptarse para la defensa de la provincia”[53]

 

 

El obispo expone además la difícil tesitura:“como los franceses, que estaban apoderados del gobierno, circulaban continuas y repetidas  órdenes que comprometían a los pueblos y a las autoridades, y hubiese al mismo tiempo recibido un pliego de la Junta que se formó en Sevilla, invitando esta provincia para que se uniese a ella”. Riesco es meridianamente claro al respecto, resaltando el papel impulsor de la junta sevillana en la revuelta, aunque fuera indirectamente y a última hora:

“Por no haber publicado, tan breve como deseaba la plebe, algunos pliegos de Sevilla, que anunciaban el levantamiento de aquella ciudad, se apoderó la efervescente preocupación de algunas personas de las clases comunes y atentaron contra su vida, lo cual supe más de cerca cuando pasé posteriormente a esa ciudad a servir la vocalidad de la Junta de Gobierno”

 

 Blázquez hace la interpretación de mayor alcance sobre las relaciones externas del movimiento pacense y de la vertiente política de sus motivos:

“La muerte del señor conde de la Torre del Fresno, provino, según mi concepto, por el solo motivo de tener la comandancia general de esta provincia a su cargo, de la conjuración fraguada contra él como también contra los señores Conde del Aguila en Sevilla y marqués del Socorro en Cádiz”.(…) “Fue omiso en convocar la junta o tomar por si otras determinaciones, sin la más mínima dilación desde que vino uno de Sevilla, que no conocí, con la noticia del levantamiento de aquella ciudad y de la muerte del señor conde del Águila[54]

 

            A pesar de todo ello, la teoría de que el conde de la Torre del Fresno era un afrancesado fue asumida incluso por la nueva administración al servicio del rey José que, en virtud de su sacrificio, propuso como recompensa el ascenso de sus yernos, también militares de carrera[55]. Finalmente, el conde fue exonerado, gracias a la investigación sumaria abierta por su viuda, por real resolución de 4 de agosto de 1817[56], y declarada  que, con su conducta, “logró además que la posteridad le señale entre los primeros que levantaron el grito por la independencia de la nación”[57].

 

Para su buen amigo, el provisor Blázquez, era también “un buen extremeño, que se condolía del cautiverio de la familia real y del fatal estado de la nación”.Llama poderosamente la atención que se abriera un sumario para dilucidar la conducta del conde, ocho años después de los acontecimientos y  gracias a la insistencia de la viuda del asesinado y que, por el contrario, no se investigara la autoría del crimen en su momento, máxime cuando otro motín contra las autoridades pacenses, el 16 de diciembre del mismo año, dio lugar a una investigación y a un juicio que, con presteza, condenó a muerte a los responsables[58].

 

6-¿Conspiración y pronunciamiento?

 

Las insinuaciones sobre la existencia de la conspiración son meridianamente claras, precisamente por parte de los testigos que ofrecen la narración más completa de los hechos, y que estaban más próximos al difunto: Blázquez y el obispo Moreno. A ellos se añaden los testimonios de Manuel Madera, casi idéntico al del obispo, y el del teniente coronel Huertas:

“Llamado para la junta que se había de tener en la mañana del día 30, concebí al concurrir a ella, por el dicho de alguna persona, que no me es posible recordar, que estaba en peligro la vida del señor general, por haber contra él alguna conjuración”(…)

“A pretexto de varias e infundadas desconfianzas, que fueron demasiado ordinarias y repetidas en aquella época, aun contra los más decididos por la justa causa, si es que no tuvo algunos agentes ocultos que diesen impulso a la conmoción por venganza y resentimientos particulares”.

 

El teniente coronel Huertas, “oyó decir por la mañana, a los que iban hablando por las calles, de resultas de estar algunos paisanos reunidos en complot en la plazuela en donde vivía el general”. Contamos además con la referencia clásica del conde de Toreno, seguida por la historiografía posterior que se ha ocupado del hecho[59]:

“La fermentación crecía, menguaba la confianza hacia su persona, y avivando las pasiones, los impresos de Madrid que tanto les despertaron en Sevilla, trataron entonces algunas personas de promover el levantamiento general. Se contaban en su número y eran los más señalados, don José María Calatrava, después ilustrado diputado de cortes, el teniente de rey Mancio y el tesorero don Félix de Ovalle, quienes se juntaban en casa de don Alonso Calderón. Concertóse un plan que el 3 o 4 de junio debía ejecutarse al mismo tiempo en Badajoz y cabezas de partido”[60].

 

Tenemos  pues dos asertos claros; uno, existía una conspiración; otro, se señalan unos responsables de la misma. En el estado actual de la investigación no podemos demostrar la responsabilidad directa de los tres mencionados. Desconocemos la fuente de información de Toreno en este aspecto  y su grado de fiabilidad. Resultaría chocante confirmarlo en el caso del “leal” Mancio. Sí es cierto que el testimonio de dos de ellos, Ovalle y Calatrava, se hecha en falta en el sumario, y que ambos comenzaron a partir de ese mismo acontecimiento una rápida escalada política, aun tomando caminos distintos[61]. Por su parte, tanto Mancio, como Ovalle, como es sabido, progresaron en el movimiento juntista, que tomó el poder y organizó la defensa. En cuanto a los militares, Monsalud y Galluzo, fueron ascendidos  directamente de coronel y brigadier respectivamente a tenientes generales, saltando en el escalafón. Galluzo, además, se convirtió en presidente de la Junta Suprema de Extremadura y, poco después, en jefe del prontamente formado y más rápidamente derrotado ejército de Extremadura.

 

Resulta sumamente atractiva la hipótesis de Toreno, basada en la existencia  de instigadores en la sombra que ni siquiera se desvelan como tales al final del proceso. En cualquier caso, no parece consistente, por falta de pruebas, la exculpación que esgrime Gómez Villafranca para los tres mencionados: no consta que acusasen al conde,   Mancio asistió a la junta del día 30, y Calatrava,   Félix y Ovalle, o no asistieron,

o si asistieron no mostraron disconformidad con Torre del Fresno[62]. De hecho, Mancio aclara la amplitud de la convocatoria: “Mandando recado para Junta en su casa a todos los magistrados, jefes de plaza y de todos los cuerpos de la guarnición. No contamos con la relación completa de los presentes, pero no fue excluida ninguna autoridad.

 

Lo cierto y demostrado es la existencia de la conspiración. Los motivos pudieron ser dos: uno personal, basado en rivalidades y recelos profesionales o familiares, menos demostrables, y otro, plenamente político, ampliamente documentado, como puede verse. Los objetivos del motín se cumplieron, una vez eliminado el conde de la Torre del Fresno y, como certifica Toreno, se formó, la misma tarde del motín, con el cuerpo del conde aún caliente, una Junta Central de la provincia en Badajoz, presidida por Galluzo, y otras, a su semejanza y bajo su acatamiento, en los partidos[63]. Tal rapidez en la organización sólo es posible gracias a un plan previo organizado, que buscara romper con las viejas instituciones, inertes ante la vorágine, la principal de ellas el Consejo de Castilla [64]

 

Las insinuaciones veladas del provisor Bláquez, amigo personal y buen conocedor del pasado del conde, son muy sugerentes para presuponer una conjura estimulada por motivos personales: “No pudiendo sospechar su desgracia, en medio de sus paisanos que le habían estimado, aun adulado sus flaquezas juveniles”(…) “Ni sea . regular que desconfiase el pueblo entero, como no creo recelasen sino algunos malvados asesinos, locos o borrachos”.

 

 Toreno ofrece una visión particular de la personalidad de Torre del Fresno: “Carecía de prendas que le realzasen, general cortesano y protegido como paisano suyo por el príncipe de la Paz, placíale más la vida floja y holgada que las graves ocupaciones de su destino. Sin la necesaria fortaleza aun para tiempos tranquilos, mal podía contrarrestar el torrente que amenazaba”[65]. En realidad, con esta descalificación, el ilustre historiador liberal pretende explicar y acuñar una actitud vacilante, e incluso pusilánime, que choca, como se ha expuesto, con la visión de los testigos.

 

 En otro orden de cosas, Toreno, involuntariamente, aporta una pista para entender las motivaciones del motín que acabó con la vida del capitán general: su vinculación con el antiguo primer secretario de Estado. Esta relación era familiar, de paisanaje, y puede que también política, aunque sólo fuera como favorecedor de su carrera[66]. En relación a la imagen de militar cortesano, alejado de la vida militar activa, no se debe más que a su cargo de gentilhombre de cámara[67]. El conde de la Torre del Fresno llegó a ofrecer sus bienes y rentas para las necesidades de la guerra contra la Convención, y solicitó ser destinado, junto a su regimiento, a la frontera francesa. Manuel Godoy, le traslada, de su puño y letra, el 13 de febrero de 1793, la gratitud del rey por “esta demostración de lealtad que tendrá presente en ocasión más urgente”[68]. Este planteamiento no deja de ser una mera hipótesis por contrastar, pero que, en caso de demostrase, puede explicar mejor las causas de  la conspiración de 1808, como un golpe de fuerza para cambiar viejas autoridades, en el caso del conde afín a Godoy, por otras nuevas. En este sentido, el caso de Badajoz sería tanto un motín de Aranjuez como un motín de 2 de mayo.

 

Por el contrario, para Gómez Villafranca es difícil hacerse cargo de las rivalidades íntimas o familiares como motivación. La conjura, según él, fue dirigida más contra la autoridad que representaba y las decisiones superiores que debía ejecutar, que contra su propia persona[69]. En este mismo sentido, Toreno [70] cifra su responsabilidad en los acontecimientos, primero porque, en su opinión, fue una imprudencia la proclama del día 5 bajo la amenaza francesa, sin defensa efectiva de la ciudad, y después lo fue, igualmente, su empeño en restablecer la situación anterior, acatando las órdenes del gobierno. El resultado fue el adverso, estimular involuntariamente la situación de inseguridad colectiva.

 

Es muy significativo que el mismo día 30 por la noche, cuando parecía que todo había concluido, el concejo de Badajoz convocase cabildo extraordinario para restablecer el orden público. Los regidores se muestra desbordados por la gravedad de los acontecimientos, que perciben como similares a los que ocurren en otros puntos del país y, aún a estas alturas,  por la duda sobre las intenciones de las tropas francesas: Ha ocurrido una conmoción, como las sucedidas en los cuatro reinos de Andalucia y otras poblaciones” (…)“Que se retiren a sus casas, -los vecinos- (…) en la inteligencia de que en caso, no esperado, de alguna invasión, están tomándose todas las providencias, y se tomarán todas las que corresponda, para la completa seguridad de este vecindario”.

 

 

Torre del Fresno, como buen militar y titular de una capitanía general que, con el marasmo del gobierno, eran, junto a las audiencias, las únicas instituciones con capacidad de maniobra, pagó con su vida su fidelidad al orden establecido, que en ese momento, aunque fuera una ficción jurídica, era el emanado de las abdicaciones de Bayona, celebradas, paradójicamente, el mismo día que él emitió su proclama de alarma y defensa[71]. El levantamiento de Badajoz se parece mucho al de Cádiz en su final, el asesinato del capitán general que, para más coincidencia, no fue otro que José Solano, marqués del Socorro[72]. En realidad, el motín pacense se inscribe en los episodios de “matanzas de capitanes generales” y autoridades que no consiguieron encauzar los acontecimientos[73].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CONCLUSIONES

 

La intranquilidad era evidente tras conocerse  los sucesos del 2 de mayo. A todo ello hay que añadir la difícil situación económica y, posteriormente, las primeras derrotas y desastres de la guerra. De hecho, el del 30 de mayo no fue ni el primer ni el último motín que sufrió la ciudad durante aquel año de crisis. La evolución del levantamiento observa un primer paso de avance, con una proclama y juntas de autoridades, y otro de retroceso, siguiendo las llamadas a la calma del gobierno, como ocurrió en otros casos. En cuanto al motín, podemos asentar unas conclusiones claras.

 

1-Los móviles aparentes son fútiles. El capitán general nunca pretendió obviar las honras al rey en su onomástica, es más, estaban preparadas. La supuesta entrega de la plaza a los franceses, prometida en las cartas,  fueron bulos hábilmente utilizados, aprovechando la confusión del momento, como demuestra la escena del postillón. El móvil asemeja el motín de Badajoz al de la Coruña, producido el mismo día.

 

2-El detonante, el disparo del cañón, es más una señal convenida que un acto espontáneo. El hecho plantea el tópico del motín fortuitamente adelantado y de la heroína popular que participa en su estallido.

 

3-La evolución es muy similar a otras conspiraciones y motines del levantamiento patriótico: a) intentos previos en días anteriores; b) mensajes y enviados incitando a la revuelta de otras juntas;  c) marcha por las calles, con un recorrido fijado de antemano y con actos rituales que arrastran a la multitud  que, en el caso de Badajoz, son bastante originales:  desfile del pelotón, ritual del fajín y el sable, segundo cañonazo, escena del postillón; c) diálogo, por dos veces, entre los rebeldes y la autoridad que se pretende derribar, que intenta, ingenuamente, calmar la situación; d) inhibición de los mandos militares y participación explícita de las tropas en la rebelión; d) desenlace sangriento o impactante, que permite crear un nuevo órgano dirigente mixto entre viejas autoridades y hombres nuevos, entre ellos se encuentran los presuntos promotores. La evolución del tumulto se asemeja también al coetáneo de la Coruña, en los intentos de mediación por parte del principal afectado que, como en Cádiz, le costó la vida.

 

4-El estudio de los participantes demuestra que las tropas de húsares lideran el tumulto. La apariencia de motín popular espontáneo, al grito de “Viva el Rey, mueran los traidores”,  esconde una rebelión militar y un golpe de fuerza político, con una conspiración previa,  para eliminar y sustituir a la principal autoridad de la provincia. Se trata, por tanto, de un auténtico pronunciamiento que, organizado por civiles y militares, es ejecutado por estos últimos, si bien miembros de ambos grupos pasan a ejercer el poder.

 

La teoría conspiratoria y del aparato previo, con mayor o menor organización, amplitud territorial y claridad de fines, pensamos que  recobra fuerza  con el estudio de ejemplos como el de Badajoz[74]. El motín y el asesinato del conde de la Torre del Fresno fue resultado de una planificación exhaustiva. Ya había fracasado un primer intento de levantamiento una semana antes. Por ello, el definitivo estuvo mejor preparado, tanto que se presenta muy original en su escenificación. Y, lo más importante, surtió efecto: puso en pie de guerra a Extremadura frente a la amenaza francesa y eliminó a la máxima autoridad de la provincia. Nuevos hombres, la mayoría con viejas ideas, accedían al poder a través de nuevas instituciones  que mantendrían casi todo igual. Probablemente nos encontramos, en mayo de 1808, en Badajoz, con una de las primeras declaraciones de guerra contra la ocupación francesa, con la formación de uno de los pocos focos originales del alzamiento que derivó en la creación de una junta suprema provincial[75], y con uno de los primeros pronunciamientos de la España contemporánea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

APÉNDICES DOCUMENTALES

APÉNDICE I. RESUMEN DE LAS DECLARACIONES DEL SUMARIO. 1816

NOMBRE Y CARGO SITUACIÓN EL DÍA DE AUTOS HECHOS QUE TESTIFICA CONDUCTA DEL capitán general
José Aldana, capitán de milicias urbanas En un cortijo en las afueras En misión en Madrid Fidelidad al rey
José Rivero, Tte coronel milicias Ayudante mayor de milicias urbanas Le encargó armar del arsenal a la milicia Fiel vasallo del rey y buen patriota
General José Galluzo En Junta de autoridades Estallido del tumulto La ignora
Gregorio Mancio, gobernador internino En Junta de autoridades Estallido del tumulto Ordenó honras al rey, ante la multitud
Manuel Madera, comerciante En la calle, junto a la casa del conde Diálogo con la multitud en el balcón Prometió la honras la rey, pero a su hora
Comandante Joaquín Vergara Conteniendo multitud en cuartel  la Bomba Multitud saca tropas del cuartel Incierto rumor de entregar la plaza
Coronel Diego del Toro En casa del conde cuando estalló motín Diálogo con la multitud en el balcón Ordenó honras al rey
Teniente coronel Laureano de las Fuentes. Comiendo en casa de  su coronel, Monsalud. Conteniendo motín Muerte del conde en Puerta de Palmas Intentó calmar a la multitud
Teniente coronel Domingo Losada Conteniendo con su coronel  Monsalud Muerte del conde en Puerta de Palmas Intentó calmar a la multitud
Teniente coronel Manuel Huertas Conteniendo a la multitud Muerte del conde en Puerta de Palmas Intentó calmar a la multitud.
General Marqués de Monsalud, Conteniendo a la multitud Cartas: Junot y MuratProclama en abril Fidelidad al rey
Coronel José Garrigó Conteniendo a la multitud Muerte del conde en Puerta de Palmas Entregó el bastón de mando a Galluzo
General Marqués de Monsalud Conteniendo a la multitud Correos franceses Fidelidad al rey
Manuel Madera, del comecio En la calle, junto a la casa del conde Diálogo con la multitud en el balcón Prometió la honras la rey, pero a su hora
Francisco M. Riesco, inquisidor de Corte En Llerena, Proclama  Fidelidad al rey,
José Romero  y Sequera, presbítero En Badajoz No hallaron papeles comprometidos Fidelidad al rey
Juan Caldera, maestrescuela Conoció la muerte sobre 3 de la tarde Asesinato cometido por soldados Proclama y defensa
Francisco Romero de Castilla, deán En casa de intendente Garay. Proclama y Junta Fidelidad al rey
Mateo Delgado Moreno, obispo En Junta de autoridades Diálogo en el balcón, entrada de multitud Fidelidad al rey.Infundios contra él.
Gabriel R. Blázquez provisor eclesiástico En Junta. En la calle, intentando apaciguar. Evolución y final del motín Fidelidad al rey.

 

 

 

 

 

 

APÉNDICE II. CORRESPONDENCIA ENTRE EL GENERAL KELLERMAN Y EL CONDE DE LA TORRE DEL FRESNO.

 

Archivo Histórico Nacional. Sección Colecciones-Diversos, legajo 136, número 36.

 

Carta primera

 

Badajoz, 6 de mayo de 1808, a las siete de la tarde.

El mariscal de campo, conde de la Torre del Fresno, comandante general de la provincia de Extremadura y gobernador de la plaza de Badajoz. Al excelentísimo señor Kellerman, comandante general de las tropas francesas en la provincia del Alentejo.

Señor general: Tengo el honor y particular satisfacción de comunicaros que, según órdenes de mi gobierno, que acabo de recibir por el correo que ha llegado, han variado las desagradables circunstancias que habían dado motivo a la interrupción de nuestra correspondencia. Así es que marcha el correo para ese reino con la correspondencia pública que trae desde mi Corte, en que no dudo irán órdenes y cartas para vos y demás generales e individuos de vuestra nación. Me apresuro con semejante motivo a manifestaros, sin embargo de lo que esta mañana os he insinuado por medio de un oficial, que se os habrá presentado, la particular complacencia que me resulta por las noticias que ha traído dicho correo, de quedar todo tranquilizado en la corte de mis soberanos, y de aseguraros con los más finos sentimientos que siempre soy vuestro más apasionado seguro servidor, que os saluda muy particularmente.

 

Carta segunda

 

Elvas, 8 de mayo de 1808

Kellerman, general de división, comandante de las provincias al sur de Tajo, al señor conde de la Torre del Fresno, capitán general de Extremadura y gobernador de Badajoz. Señor General: He leído con mucho gusto las explicaciones que vuestra excelencia me ha dirigido por su carta de ayer. Veo con placer que la efervescencia se calma, y espero que las causas que la han ocasionado no serán tan desagradables como habíamos podido temer. Os doy gracias por los cuidados que habéis tomado para seguridad de los franceses en Badajoz y para la de Martín Chegarai (sic) y del correo, que me tenía con inquietud. Os ruego le continúes vuestra petición. Pascual carretero francés que se haya preso en las prisiones de esa ciudad y tiene corte corto número de caballos y acaba de interesarme en su suerte para que se le ponga en libertad. Es un padre de familia, extraño a las disensiones políticas, que no puede experimentar sino desgracias por efecto de su detención. Os pido pues, señor gobernador, que tengáis a bien hacerlo poner en libertad, tomando disposiciones concernientes, a fin de que no le suceda ningún daño y que sus caballos y carruajes se le entreguen y no se empleen en el servicio público.

Tengo el honor de saludar a usted con la más alta consideración.

 

Carta tercera

 

Excelentísimo señor. Luego que recibí una agradable carta de antes de ayer, hice que se preguntase al momento al carruajero Pascual, sobre los males que hubiese padecido, para hacérselos reparar inmediatamente. Pero el papel que acompaña, firmado de su mano, comprobará vuestra excelencia que las quejas que le dieron carecían de fundamento. Dicho Pascual jamás ha estado en prisión ni sus caballos se han empleado en uso público alguno, por el contrario se les ha mantenido con todo esmero, y yo hubiera castigado cualquier exceso de esta clase. Lo mismo Pascual que otros varios pasean libremente por la plaza del cuartel, atienden a sus carros y presencian el cuidado que se tiene de sus caballos. No han marchado ya porque ellos mismos han querido esperar a que todo el camino esté cubierto con los piquetes de caballería que ordené repartir. Espero pues de la justicia y penetración de vuestra excelencia que no dará crédito a las voces mentirosas que sean contrarias a cuanto les tengo asegurado, y que no durará jamás que vigilaré incesantemente en que no se perjudique a francés ninguno.

Tengo el honor de saludar a vuestra excelencia con todas las muestras de la más alta consideración.

 

Certificación. Pedro Pascual, vecino de Bayona, tiene dos carros con nueve caballerías, las cuales están depositadas por disposición del señor general de Badajoz, las que, de la misma orden, se les da cebada y paja para su manutención, sin haberlas hecho trabajar, cuya disposición y requerimiento tuvo a bien dicho señor general, tanto con los franceses como con las caballerías, para evitar unas fatales consecuencias de la conmoción popular, pues del contrario hubieran podido peligrar nuestras vidas, de lo que estamos satisfechos, como del buen trato. Badajoz, 10 de mayo, de 1808.

 

Carta cuarta

 

Señor conde. No puedo mirar ya mas tiempo, con una indiferencia que manifestaría debilidad, el proceder de los habitantes de Badajoz, en cuanto a los franceses que sus negocios o las órdenes conducen a esa ciudad. Ello es inaudito, que estén continuamente expuestos a un pueblo ofuscado de la razón, no conoce respeto ni consideración, ni los derechos de la sociedad. Y que la protección vigilante que yo concedo a todos los españoles que pasan a Yelves, o a esta provincia, no pueda producir sobre los espíritus el sentimiento de una justa correspondencia. Esto pertenece a vuestra excelencia, como a los demás depositarios de la autoridad, calmar por último esta enajenación por mucho tiempo continuada. (…) Esto es lo que os requiero expresamente a hacer conocer, publicando mi carta. Tengo el honor de renovaros la seguridad de mi alta consideración. El general Kellerman. Yelves, 18 de mayo de 1808.

 

 

 

           



[1] Para la herencia de la frontera y la guerra en Badajoz en los tiempos modernos, Vid. CORTÉS, CORTÉS, F.: Una ciudad de frontera. Badajoz en los siglos XVI y XVII. Badajoz, 1990.

[2] “Memorias del mariscal Soult”. En VALDÉS FERNÁNDEZ, F.: La Guerra de la Independencia en Badajoz. Fuentes francesas. Ia.  Memorias. Badajoz, Diputación Provincial, p.39.

[3] La intendencia, principal organismo que, fruto del reformismo borbónico, aportaba cierta cohesión institucional y administrativa a toda la provincia, junto a la capitanía, ejercía amplias facultades en hacienda, guerra, justicia y policía, en competencia en las dos últimas materias con el corregidor, hasta que de dividieron ambos bloques de materias entre las dos instituciones en 1766. La intendencia fue en sus orígenes una institución surgida, durante la Guerra de Sucesión, para apoyar a la administración militar en las necesidades del ejército. Por ello se distinguían,  intendencias de ejército, como Extremadura desde 1720, junto a otras siete más, e intendencias provinciales. GARCÍA-BAQUERO, GONZÁLEZ, A.: “Las estructuras del reformismo borbónico”. Historia de España. Barcelona, Planeta, 1989, vol.7, pp.44-52.

[4]  El Badajoz un alcalde mayor servía el corregimiento, interinamente desde 1769.

Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Badajoz. Asamblea de Extremadura, 1994, p.36.

[5] La capitanía general ocupaba el segundo nivel en la jerarquía de la administración militar,  detrás de la Secretaría de Estado y del Despacho de Guerra. Hasta 1767 se denominaba comandancia, en vez de capitanía, cuando coincidía en una provincia con audiencia, desde entonces se terminó la duplicidad, aunque podía existir un comandante general como sustituto del capitán general. Además, las capitanías se acomodaron al ámbito territorial de las audiencias judiciales. En cada provincia existía un gobierno mancomunado, el real acuerdo, entre la audiencia, que actuaba como órgano consultivo  y el capitán general que la presidía. Sin embargo, en la administración de justicia, la audiencia era independiente bajo la presidencia de un regente. Extremadura era una de 13 capitanías generales existentes en España en 1808. ÁLVAREZ SANTALÓ, L.: “Restauración del prestigio: los instrumentos de fuerza y negociación”. Historia de España, cit., p.110.- GARCÍA-BAQUERO, cit., p.49.

[6] El derecho de voto en Cortes se repartía por turnos con las ciudades de Mérida, Plasencia, Trujillo y las villas de Alcántara y Cáceres. Interrogatorio, p.36.

[7]  En 1791 Badajoz contaba con 3.230 vecinos, por ello, superaba los 11.000 habitantes. Interrogatorio, cit., p.37.- RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.: “El número de extremeños en los tiempos modernos”. Historia de Extremadura, Cáceres, Universitas Editorial, vol. II, p.502.

[8][8] Desde la Guerra de Secesión Portuguesa, Badajoz poseía con una de las fortificaciones más inexpugnables del país, formada por ocho baluartes, tres puertas principales, tres revellines o fortines exteriores principales y otros tres secundarios, como construcciones esenciales de la defensa. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: “La fortificación abaluartada de Badajoz”. Apuntes para la Historia de la ciudad de  Badajoz. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2002 vol. I, pp.13-22.

[9] MADOZ, P.: Diccionario Histórico-geográfico de Extremadura. Cáceres, edición de la Jefatura provincial del Movimiento, 1953, vol.I, pp.238-239. Los edificios sufrieron las consecuencias de la guerra.  La mitad del parque de ingenieros fue destruida, por hallarse inmediato al principal frente de ataque francés en el sitio de 1811. El cuartel de Santo Domingo quedó casi arruinado completamente, y cuando lo describe Madoz aún no se había reedificado. Para entonces, los cuarteles eran insuficientes para las necesidades de la plaza y se habían habilitado algunos conventos.

[10] Badajoz albergaba uno de los dos regimientos de húsares que, desde la reforma de 1805, existían en la caballería española. El otro era el regimiento de Húsares Españoles. Era frecuente que los batallones de un regimiento se repartiesen entre varios destinos, especialmente los de infantería de línea, ya que un regimiento de este arma contaba, en 1808, con tres batallones de cuatro compañías cada uno. ARTOLA GALLEGO, M.: La España de Fernando VII. Madrid, Espasa-Calpe, 1999, p.109.

 

[11] Había una compañía fija de artillería en cada una de las 15 principales plazas fortificadas del país. Algunas de estas unidades habían sido destinadas aquí pocos años antes, pues no aparecen referidas en 1791, en los Informes de la Audiencia. Entonces la guarnición estaba formada, además de por la citada compañía de artillería y las milicias urbanas, por el segundo regimiento de infantería ligera de Cataluña y el de infantería de Extremadura, la bandera del regimiento de infantería de Zamora, el batallón de voluntarios de Aragón, el escuadrón de voluntarios a caballo de España y una compañía de inválidos. Interrogatorio, cit., p.46.

[12] TORENO, -conde de-.: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Paris, Librería de Baudry, 1838,  vol. I, p.130. -Archivo Municipal de Sevilla. Biblioteca-.

[13] Autores actuales asumen las cifras de tropas que ofrece Toreno. CASINELLO PÉREZ, A.: “La guerra peninsular de 1808: del entusiasmo a la frustración”. Revista de Historia Militar, 2005, número extraordinario.

[14] Si consideramos que cada batallón de infantería  estaba formado en esos momentos por un mínimo de 500/600 hombres, sólo de este arma debería haber contado la plaza con 1.000/1.200 hombres más. De todas formas, en vísperas de la guerra muchos regimientos  se hallaban incompletos. El mismo conde de la Torre del Fresno estuvo al frente, unos años antes, como brigadier, del regimiento de infantería de línea de Extremadura, con poco más de 700 hombres, la mitad de su plantilla efectiva.

[15] El regimiento de infantería de línea de Extremadura, cuya denominación denota su origen y reclutamiento, como era ya usual en la época, estaba destinado en Tarragona.. Para Todos los aspectos tratados de organización y uniformidad militar, Vid. GÓMEZ DE ARTECHE Y MORO, J.: Guerra de la Independencia: historia militar de España. 1808-1814. -14 vols.- Madrid, Depósito de Guerra, 1868-1903, y la web ingenierosdelrey.

[16] Las milicias urbanas a las que se refiere Toreno eran fuerzas de reserva de infantería, reclutadas y costeada por cada municipio. Badajoz contaba con 14 compañías de este cuerpo.

[17] El título fue obtenido por su abuelo, Toribio Grajera, en 1747. Hijo de don Joaquín Grajera y Roco y de doña Florencia de Argüello y Amesquida. Contrajo matrimonio en Badajoz el 8 de abril de 1.775,  con Juana Topete y Argüello, con quien tenía parentesco. Tuvieron cuatro hijas: Carmen, Florencia, Joaquina y Petra, casadas todas ellas con militares. Vid. Blasones hispanos y crónicas de Talavera, direcciones web, para aspectos genealógicos y locales.- Archivo General de Simancas. Secretaria del Despacho de Guerra, 7326, 21, fols. 281-289.

 

[18] Vid. GÓMEZ VILLAFRANCA, R.: La Guerra de Independencia en Extremadura. Memoria histórica y colección diplomática.  Sevilla, Muñoz Moya, 2004  pp. 18 y 19. Esta autor indica que fue nombrado gobernador militar y político de Badajoz el 28 de julio de 1807 y tomó posesión del cargo el 7 de septiembre. Al ocupar Toribio Grajera el puesto de capitán general, ascendió a gobernador militar y político  de la plaza, Juan Gregorio Mancio,  que era teniente de rey, o segundo jefe de la plaza, como el mismo explica en el sumario. No obstante, en diversas fuentes, como las cartas con Kellerman, Torrefresno se titula gobernador de la plaza. Probablemente Torre del Fresno abarcó éste último cargo y el de capitán general si, como afirma, Rincón, Mancio fue nombrado corregidor en septiembre de 1808. Vid. RINCÓN, J.: El regañón. Periódico extremeño de iniciativa particular, publicado en el año de 1811. Badajoz, Arqueros, 1926, p.143.

[19] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., Para la segunda parte, la colección diplomática, que contiene el interrogatorio del juicio sumario, hemos utilizado la edición original de la Biblioteca de Extremadura, -Badajoz-, editada por Tipografía Uceda, Badajoz, 1908. Documentro nº 9, pp.7-17. Para reducir citas  no referimos la página de cada testimonio, puesto que es fácil de localizar dentro del documento.

[20] El cabildo de la catedral de Badajoz constaba de siete dignidades, por orden: deán, arcediano de Badajoz, chantre, arcediano de Jerez, tesorero, maestrescuela  y prior, detrás se situaban los canónigos. Interrogatorio, cit., p.40.

[21] Fueron miembros de a misma: el obispo, Mateo Delgado; el deán, Francisco Romero Castilla, el inquisidor Riesco que primero fue presidente de la Junta de partido de Llerena; los brigadieres, marqués de Monsalud y  José Galluzo,  o el teniente de rey Juan Gregorio Mancio Vid. RINCÓN, cit., pp.125-172.  Rincón ofrece una relación sucinta de los principales méritos de cada miembro de la Junta.

[22] ARTOLA, cit., p.468.

 

[23] Vid., GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p21. Esta autor también insiste en esta apreciación.

[24] TORENO, cit., p.129.

[25] El propio Gómez no tiene constancia segura del personaje: “podía ser media hora antes disparado por una mujer, dicen que maría Cambero, la Maricona”. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.20. Solar y Ordóñez desarrolla literariamente el tópico como trama esencial  a lo largo de su documentada y amena novela. Vid. SOLAR Y ORDÓÑEZ, cit.

[26] “Concertóse en las diversas reuniones un vasto plan que el 3 o 4 de junio debía ejecutarse al mismo tiempo en Badajoz y cabezas de partido”.- Vid. TORENO, cit., p.129

[27] TORENO, cit., p.29.

[28] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., documento nº 8.

[29] Colección legislativa de España. Tampoco se trataría de artilleros, pues según las ordenanzas de 1802 “El uniforme del artillero será casaca y pantalón azul turquí; chaleco, vuelta, cuello, forro y vivo encarnado Contra esta argumentación se podría oponer la trayectoria de las tropas. Si el cuartel de húsares era la Bomba, lo normal es que hubieran aparecido en la plaza de San Juan, directamente desde el Campo de San Francisco, no por la calle de San Blas, provenientes de Puerta Trinidad. Parece que este punto cobra especial interés como arranque de las oleadas del motín que lo avivan y precipitan.

[30] ARTOLA, cit., p.82

[31] Es difícil creer, con el carácter formalista que siempre ha tenido, y tiene, el Ejército, y que envuelve cualquier de sus actos, que éste pudiera ser un hecho espontáneo sin más significación.

[32] TORENO, cit., p.129

[33] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.20

[34] El postillón era el mozo a caballo que precedía a la posta, o tiro de caballerías que, en este caso, llevaban las valijas del correo.

[35] ARTOLA, cit., p.84

[36] Toreno por su parte indica que en la muerte participaron tanto paisanos como militares. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.22.- TORENO, cit., p.129.

[37] QUESADA SANZ, F.: “La espada del coracero”. Aventura de la Historia. Nº 118, (agosto 2008), pp.92-94. El sable de húsar era algo más corto que el de caballería de línea o pesada, pero de tendencia curva y corte en un sólo filo. El sable de artilleros y zapadores era más corto, ancho y recto..

 

[38] El caballo de frisa es un madero regular atravesado por púas metálicas que, enclavado en el suelo, servía de defensa frente a la caballería.

[39] El testimonio ocular del coronel Garrigó desmiente a Toreno, quien afirma que el golpe final lo asestó un artillero, salvo que el citado zapador se hayase encuadrado en la compañía fija de artillería, y de ahí venga la identificación. TORENO, cit., p.129

[40] El regimiento fue disuelto por Real Orden de la Junta Suprema Central, el 20 de diciembre de 1808, a propuesta del teniente general Galluzo. El entonces teniente coronel y sargento mayor del regimiento, José Garrigó, presentó alegaciones a favor de su unidad y de su conducta –menciona al capitán Manuel Huerta- que, entre otros hechos, se vio implicada en la sedición  y el asesinato del general San Juan, en Talavera de la Reina, tras la derrota de Somosierra, así como en las retiradas provocadas por las derrotas del Ejército de Extremadura ante las tropas imperiales, tanto “que por todas partes se les decía con encono el apodo de María huye” –en palabras del propio Garrigó-. Vid. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.281-283.

[41] Vid. DUFOUR, G.: La Guera de la Independencia. Madrid, Historia 16, 1989, p.43.

[42] Toreno, cit., p.129. Artola, por ejemplo, afirma que el olvido de las ceremonias, con motivo del día de San Fernando, fue la chispa que encendió el motín. ARTOLA,  cit., p.84.

[43] Toreno señala la coincidencia, pero con el fin de destacar lo contrrio, su teoría del estampido espontáneo. TORENO, cit., p.129.

[44] Pasó pronto el regocijo de las fiestas por la coronación de Fernando VII, que comenzaron con procesión, repique de campana e iluminación general la tarde domingo 17 de abril y se extendieron hasta el día 21 con rogativas. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit. Documentos nº 2 y 3.

[45] Archivo Histórico Nacional. Colecciones-Diversos, legajo 142, nº 5.

[46] GARCÍA PÉREZ, cit., p.662. Ayala y Alzás siguen esta opinión, el último además califica sin más la actitud del conde de cobarde. AYALA VICENTE, F.: “La Guerra de Independencia en Extremadura”. Revista de Cultura Militar, 2001, nº 15, p.53-60.- CARLOS J. SÁNCHEZ ALZÁS, “La presencia francesa en Plasencia durante la guerra de la Independencia” (1808-1812).

[47] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., Documento nº 4. Es claro el ambiente de confusión con la expresión, “aunque las noticias no son ciertas”, si bien es evidente que ya había calado la imagen propagandística del rey secuestrado y engañado en Bayona.

[48]Ibídem. Colección Diplomática, documento nº 5. Se trataba de la circular del ministro O`Farril, de la Junta de Gobierno, que comenzó su mandato al marchar Fernando VII a Bayona, del día 3 de mayo, condenando el alzamiento del día anterior y llamando al orden.

 

[49] TORENO, cit., p.128

[50] Según este mismo autor, la junta, si se produjo, tal vez no fuera sólo militar, ya que los jefes militares que testifican en el sumario, y que deberían haber acudido a ella, no la mencionan, sino una tertulia de notables y autoridades de todos los órdenes. GÓMEZ VILLAFRANCA, p.19-20. Artola da por sentado que se celebró dicha junta, y que Solana participó tanto en ella como en la elaboración de la proclama.- ARTOLA, cit., p.86.

 

[51] Tal vez sólo el corregidor de Trujillo se adelantase, el mismo 3 de mayo, a circular la alarma general. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.16.

 

[52] ARTOLA, cit., p.76-78.

[53] Desconocemos aún el peso real que pudieran tener esos oficios de la Junta de Sevilla para precipitar los acontecimientos.

 

 

[54]  TORENO, cit., p. 130. Se refiere al enviado de la Junta de Sevilla, el capitán Ramón Gavilanes, que tuvo gran influencia en los primeros días de la Junta establecida en Badajoz.

[55] El 17 de junio de 1808, el secretario del despacho de Guerra recibió solicitud para  agregar a Carlos Reboul, ayudante de campo de Torre del Fresno, a un regimiento de caballería, y  recomendar al marqués de Camarena la Real, coronel del regimiento de infantería de Valencia; a  Francisco Álvarez Caballero, comisario ordenador y Carlos Decombes, ayudante del regimiento de caballería de la Reina. Archivo General de Simancas. Secretaria del Despacho de Guerra, legajo 7326, número 21, fols. 281-289

[56] Colección Legislativa de España, año 1817, p.374. A pesar de todo ello, la viuda de Torre del Fresno, ofreció uno de los más generosos donativos para el ejército de Extremadura. GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.25-30.

[57] Recientemente ha sido reivindicada la memoria del conde de la Torre del Fresno por su propia ciudad. El Ayuntamiento le ha dedicado una plaza en el barrio de Cerro Gordo. Vid La crónicadeBadajoz. 18 de junio de 2008.

[58] GARCÍA PÉREZ, cit., p.667.

[59] Vid, GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.21.- GARCÍA PÉREZ, J.: “Guerra, reacción y revolución”. Historia de Extremadura. Badajoz, Universitas Editorial, Badajoz, vol.IV,  p.652.

[60] TORENO, cit., p.129.       

[61] José María Calatrava sería diputado en Cádiz y  un destacado político liberal. En 1808 era procurador del concejo de Badajoz. Bullón insinuó la vertiente liberal de la conspiración, si bien no ha vuelto a insistir en ello. Ovalle fue elegido, el 25 de mayo, representante por el concejo en las Cortes de Bayona. Vid. BULLÓN DE MENDOZA, A.: “Historia política y militar”. Historia de la Baja Extremadura. Badajoz,  Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. 1986, T.II, p.1032.- “Introducción” a GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.10-17 y 273.

[62] Cfr. GÓMEZ VILLAFRANCA,  cit.,, pp.21-22. Para empezar, no conocemos la lista completa de los convocados a la junta del día 30 en casa del conde.

[63] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.24.

[64] ARTOLA, cit., p.287

[65] TORENO, cit., p.129.                     

[66] El conde de la Torre del Fresno compartía parentesco lejano con Godoy, por línea materna, a través del apellido Roco. Solar sugiere diversas enemistades familiares, inevitables dentro de cualquier oligarquía, que abren nuevas líneas de investigación. Vid. SOLAR ORDÓÑEZ, J.J.: 30 días de mayo. Badajoz, 1808-1848. Badajoz, Ayuntamiento, 2003. También Rincón insiste en venganzas personales ocultas. Vid. RINCÓN, J.: “Los sucesos del 30 de mayo”. Revista del Centro de  Estudios Extremeños. 1935, vol. IX, p.79-86. IDEM.:  El clero extremeño en la Guerra de la Independencia. Badajoz, Imprenta del Noticiero Extremeño, 1911,np.17

[67] GÓMEZ VILLAFRANCA, cit., p.19.

[68] Ibídem, p.19

[69] Ibídem, p.21

[70] “Víctima inocente de su imprudencia, nunca mereció el injurioso epíteto de traidor con que amargaron sus últimos suspiros”. TORENO, cit., p.129.

[71] No hay que olvidar que el propio rey Fernando VII, antes de partir para Bayona, ordenó a la Junta de Gobierno contemporizar con las tropas francesas, que Carlos IV, cuando recuperó la corona, y antes de entregarla a Napoleón, designó a Murat lugarteniente geneal del reino y, que, Castaños fue el único militar con mando superior que tomó iniciativas por su cuenta, y se puso a disposición de la Junta de Sevilla. ARTOLA, cit., p.86.

[72] Paradójicamente también, Solano era el suegro del marqués de Monsalud.

[73] DUFOUR, cit., p.43. Fueron los casos, entre otros, del capitán general Borja en Cartagena, del conde del Águila en Sevilla, o del conde de Albalat en Valencia,.

[74] Las investigaciones de los últimos años desmienten cada vez más el tópico de motines populares espontáneos. Esta teoría ya fue asentada por Corona. Vid. CORONA C.: Revolución y reacción en la España de Carlos IV. Madrid, 1957.

[75] Se trata de ocho focos originales. Vid. ARTOLA, cit., p.78.

Nov 292013
 

Una familia de escribanos de la Tierra de Trevejo en el tránsito del siglo XVII al XVIII

Javier Campos Garrido.

 

1. INTRODUCCIÓN

 

1.1. ESTADO DE LA CUESTIÓN

 

 Como afirma Francisco Chacón Jiménez[1], la historia de la familia y la historia social constituyen algo más que una relación entre objeto de investigación y tendencia u orientación historiográfica. Las enormes posibilidades que ofrece la institución familiar para entender y comprender la organización social de cualquier comunidad, independientemente del territorio de que se trate o de la época a investigar, refleja la pluralidad y diversidad de perspectivas que desde el concepto y la realidad familia que ofrece al análisis y a la teoría social, pero sobre todo, pone de manifiesto una continua interacción e interrelación de esas mismas perspectivas.

 

 En el último tercio del siglo XX asistimos a una verdadera explosión historiográfica y a una profunda renovación de los conceptos vigentes hasta los años setenta y que con anterioridad se habían comenzado a cuestionar. [2] Pero el principal problema y el gran salto que la historia de la familia no ha dado todavía, al menos de manera clara y suficiente, es el de su inserción en el estudio de la comunidad. La familia existe no sólo por razones biológicas o de la necesaria regulación jurídica ligada al matrimonio, así como por la reproducción y perpetuación unidos a la transmisión de bienes y valores culturales y simbólicos, sino porque toma cuerpo en un grupo concreto y queda ligada al conjunto de la sociedad.

 Desde la cita clásica de Levi Strauss: “sin familia no habría sociedad, pero sin sociedad no habría familia”, la familia, entendida como construcción social, abre y ofrece una serie de vías de investigación que están transformando el análisis sobre la organización social y nos obligan a romper una serie de barreras académicas y de procesos sociales. De todas formas, es necesario precisar que ésta no existe ni como objeto historiográfico autónomo ni como entidad aislada. Esto significa que la familia analizada en sí misma y de manera independiente no es un instrumento capaz de explicar ningún modelo. Son las redes de ascendientes, descendientes y colaterales, en el caso de que los haya, así como los de aliados, amigos, vecinos, quienes sitúan a la familia en un contexto que no puede ser dejado al margen: parentesco, vecindad, comunidad y, por supuesto, los lazos y el tipo de vínculos existentes.

 Esto ha sido posible gracias al avance teórico que el método nominativo, por una parte, y la antropología social con la introducción en el análisis histórico del parentesco en su dimensión social, han llevado a cabo en las dos últimas décadas. A partir de aquí, se ha entrado en una dimensión relacional, tanto horizontal, con informaciones procedentes de fuentes notariales, parroquiales, judiciales o de otro tipo y que tienen al individuo como protagonista, como de tipo vertical, en la que el ciclo de vida se ha convertido en fundamental para conocer las fases que atraviesa la familia y/o las opciones que se presentan a los individuos. Pero la verdadera dimensión relacional y social se adquiere cuando ponemos en práctica el método de genealogía social. No se trata de levantar genealogías que permitan observar los enlaces familiares a través del matrimonio, con ser importante, sino tener en cuenta, además la transmisión del patrimonio, los oficios y cargos, y detectar así las posibilidades de promoción y movilidad social, ascendente o descendente, que nos aproximan a las diferencias y desigualdades sociales, cuya permanencia y/o posibilidades de cambio nos sitúa ante un horizonte teórico enormemente sugestivo: nos referimos al concepto de reproducción social. Un concepto que lleva implícito, por una parte, el sentido de evolución, es decir, los mecanismos que utilizan las distintas clases sociales para lograr la reproducción y, por otra, el ideal de perpetuación vinculado a los grupos y familias de poder que pondrían en práctica determinadas estrategias para reproducir y mantener un determinado estatus y nivel social y patrimonial, o bien aspirar a él.

 

 El presente trabajo analiza por un lado, a una familia siguiendo para ello el esquema de reconstrucción de familias, analiza al grupo cuyo cabeza de familia se dedica a la burocracia y administración, grupo social diferenciado del resto de la comunidad, y por otro, al análisis de la cuantificación de las escrituras y contratos notariales como base de la economía familiar y fin para sus principales campos de inversión.

 

 La investigación de este tema pretendía aprehender todas las actuaciones, las estrategias y las relaciones sociales de personas consideradas poderosas, así como entender su mentalidad, sus ambiciones, sus temores, sus pasiones y sus sentimientos. Con ello se intenta sacar fruto de las propuestas de la nueva historia social[3], que aspira a no dejar en el olvido en las investigaciones al verdadero protagonista de los procesos históricos, el hombre[4]. Por este motivo se ha utilizado una metodología basada en la reconstrucción de familias y en el posterior análisis del universo creado en torno a los personajes que integraban este grupo parental.

 Como afirma Giovanni Levi, la microhistoria permite desde lo particular, utilizando una escala reducida y considerando el pequeño indicio como paradigma científico, interpretar los fenómenos sociales sin caer en simplificaciones, hipótesis dualistas, o tipologías excesivamente rígidas[5]. Por otro lado, la reconstrucción genealógica facilita el examen de un ámbito de la vida social muy importante en la Edad Moderna: la familia[6].

 

1.2. METODOLOGÍA EMPLEADA

 

 La metodología de trabajo que hemos llevado a cabo para elaborar este trabajo de investigación ha constado esencialmente de tres fases:

 

 Por una parte, el vaciado y recogida de fuentes en algunos de los archivos históricos que se encuentran en la ciudad de Cáceres.

 El análisis del comportamiento social y cognitivo de las gentes del ámbito rural extremeño, requiere la utilización de documentación muy diversa. Como no se cansan de repetir los historiadores que trabajan esta materia, no existen fuentes específicas para estudiar lo mental, y por esta razón cualquier tipología es susceptible de ser empleada en trabajos que pretendan adentrarse incluso en el pensamiento de los hombres del Antiguo Régimen. Así pues, es necesario interrogar las fuentes tradicionales, procurando extraer de ellas cualquier indicio que nos lleve a conocer el universo mental de los hombres del pasado. Eso supone que, además de analizar documentación seriada y sistematizada, debemos tener en cuenta todos los datos cualitativos que muestren los sentimientos, la ideología y, la forma en que percibían la realidad los seres historiados.

 La documentación eclesiástica, sobre todo la contenida en los registros parroquiales de nacimientos, matrimonios y defunciones, contenida en el Archivo Diocesano de Coria- Cáceres, ha sido esencial para realizar la reconstrucción de familias. Sin la elaboración de genealogías sería muy difícil evaluar los comportamientos familiares y las estrategias matrimoniales.

 Los Protocolos Notariales resultan imprescindibles por su variedad y su riqueza informativa. Aunque en el Archivo Histórico Provincial se ha encontrado poca documentación personal familiar, si que ha sido abundante la emitida por su órgano gestor, la escribanía, lo que nos ha permitido elaborar cuantitativa y cualitativamente la economía y los ingresos básicos de la familia en cuestión.

 

 En segundo lugar, hemos simultaneado la labor de vaciado de fuentes con la búsqueda de material bibliográfico sobre el tema de la investigación.

 

 Por último, afrontamos la elaboración de datos e interpretación, para su posterior publicación y entrega.

 

La familia que sirve como modelo de reflexión en el siguiente estudio se integra dentro de una élite local rural de la Alta Extremadura, que vivió entre finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII. La elección de una familia de escribanos de la villa de San Martín de Trevejo, en una arco cronológico que va desde 1689 a 1767, ha sido fortuita, por la disponibilidad de fuentes necesarias para este tipo de estudio microanalítico, pues cuenta con un archivo parroquial y notarial en buen estado de conservación.

 

 San Martín de Trevejo es uno de los pueblos de la Sierra de Gata, en el Norte de la provincia de Cáceres, no lejos de la frontera portuguesa. La comarca desempeñó gran protagonismo a lo largo del siglo XII y comienzos del siglo XIII, con ocasión de la Reconquista de la Alta Extremadura. La mayor parte del territorio pasó entonces a manos de la orden militar de alcántara, aunque San Martín de Trevejo, con Villamiel y el caserío de Trevejo, fueron cedidos por el Rey leonés Fernando II a la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en 1184.

 Administrativamente esta localidad se encuentra en la provincia de Salamanca hasta 1833, que pasa a integrarse en la provincia de Cáceres. Hasta mediados del siglo XX ha pertenecido a la administración religiosa de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, pasando entonces a depender del obispado de Coria Cáceres.

 En esta zona, y siguiendo estos presupuestos, es donde se va a desarrollar nuestro estudio.

 

2. LA FAMILIA COMO UNIDAD DE REPRODUCCIÓN BIOLÓGICA Y SOCIAL

 

2.1. UNA HISTORIA FAMILIAR. UN EJEMPLO DE FAMILIA RECONSTRUÍDA.

 

 De acuerdo con el método que describíamos en la introducción, en las siguientes líneas se refieren las biografías de la familia que nos sirve de estudio. Se trata de un análisis exhaustivo de las pautas de comportamiento empleadas a lo largo de dos generaciones, aunque se alargue la investigación algunos años más, por resultar interesante para la comprensión del proceso.

 

 El primer protagonista de nuestra historia es Bernardino Madera, escribano público del Número y Ayuntamiento de la Villa de San Martín de Trevejo. Creemos que pudo ser natural de la villa de Fuenteguinaldo, provincia de Salamanca como podemos ver en los rituales post-mortem al tener como devoción imágenes y santos de Salamanca. 

No sabemos si comenzó a ejercer su función pública en dicha villa de San Martín el día 4 de enero del año 1689[7], o por lo menos es el primer protocolo notarial que encontramos más antiguo en su escribanía firmado de su puño y letra. Sea como fuere, después de casi cinco años, interrumpe su trabajo el día 14 de diciembre de 1694[8]. Su labor como escribano público fue bastante fructífera, como podremos ver mas adelante. Con el sueldo fijo y las ganancias de escrituras y protocolos notariales realizadas al año, le permitía vivir una vida holgada y desahogada, y conformar una élite burocrática y formada, con pocos que le alcanzaran en estatus. La interrupción de su labor pudo ser motivo de alguna larga enfermedad o por ser persona ya de avanzada edad, pues al año siguiente, el día siete de abril del año 1695 murió sin testar y sin dejar ninguna disposición[9]. No sabemos si Bernardino estaba casado o no, o si tenía hijos.

 Encontramos en estos años desempeñando labores y cargos similares a varias personas que con el mismo apellido, y naturales de la villa de Fuenteguinaldo, (Salamanca), desempeñan el mismo trabajo de escribano en pueblos cercanos y limítrofes a San Martín de Trebejo. Se conserva un protocolo notarial referido a Ignacio Madera fechado en 1673, correspondiente a la villa de Valverde del Fresno[10], y otro fechado en 1740, compuesto por las escrituras emitidas en el despacho de Pedro Luís Madera en la aldea de Eljas. Este último no sabemos si pudo ser padre o hermano de Bernardino, pero más conocimiento tenemos del segundo.

 Ignacio Madera tiene establecido su domicilio en la villa de Valverde del Fresno, donde contrae matrimonio con María Alonso, aproximadamente entre finales de la década de los cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo XVIII. Este matrimonio bautiza el día dieciocho de diciembre de 1669 a Pedro Madera, en la Parroquia de la Asunción de esa villa de Valverde del Fresno[11].

A partir de aquí no sabemos nada más de Bernardino, Ignacio o Pedro Luís Madera.

 

Familia Madera Manso

 

 Como bien se ha expuesto muchas veces, en el ámbito rural extremeño de los tiempos modernos, se llevaba a cabo una adecuada utilización de una estrategias coherentes, en las que los hijos desempeñan un papel clave en el conjunto de las pautas que estos individuos empleaban para perpetuarse, y a ser posible, incrementar su poder generación tras generación[12]. No mucho tiempo después de abandonar la escribanía y este mundo, nuestro primer protagonista, Bernardino Madera, ascendía al cargo de escribano público del Ayuntamiento de San Martín de Trevejo, su sobrino, Pedro Madera, heredando el menester de su tío y su despacho. No hemos encontrado nada acerca de su examen en la Corte, ni de su nombramiento como tal, pero comienza su ejercicio el último día de mayo de 1695[13].

 

 Pedro Madera con veintitrés años, hijo de Ignacio y de María contrae matrimonio con Juana Mansa, de edad más o menos similar, hija de Francisco de Bascones y María Mansa, en la Parroquia de San Martín el día seis de abril de 1692, y son velados el diez de agosto de ese mismo año[14].

 Hasta el día veintisiete de noviembre del año 1700, no encontramos ningún nacimiento y bautismo de algún hijo, siendo el primogénito un varón al que pusieron por nombre Pedro[15]. El día dos de abril de 1704 nace y es bautizado en los tres días siguientes, Bernardino[16], segundo hijo del matrimonio. Dos años después el veinticinco de marzo de 1706, es bautizado Lorenzo[17]; lo mismo que harán con su única hija Liberata[18], el veinticinco de julio de 1709, y con su último hijo Antonio[19], el día ocho de junio de 1711.

 El primogénito debió morir cuando aún no había pasado la edad infantil, pues no lo encontramos ni en listas de confirmados, ni en matrimonios posteriores, ni en testamentos de su padre. Lo mismo nos pasa con Antonio, su hijo ulterior.

 No encontramos absolutamente nada de información referida a su familia y vidas personales, ni en sus protocolos, ni en los de los escribanos que ejercen su labor en la misma villa y son coetáneos a ellos, como son los escribanos Cristóbal Lozano Ruiz (1698– 1704)[20], y Juan Piñero (1708–1743)[21]; además de no haber llegado hasta nosotros la documentación emitida en el despacho del escribano Madera desde 1701 hasta prácticamente el final de sus días de trabajo en el año 1727.

 Por ello no vamos a poder llevar a cabo una cuantificación de documentación completa de esta escribanía, aunque sí haremos comparaciones con la anterior y posterior en el tiempo.

 

 De los cinco hijos que engendró este matrimonio, solamente tenemos constancia, de que tres de sus hijos siguieron adelante. Por tanto, Pedro, el primer hijo, y Antonio, el último, debieron morir aún jóvenes. No hemos encontrado sus partidas de defunción, pudiendo haber pasado ese trance en distinto lugar del domicilio familiar. Bernardino, Lorenzo y Liberata recibieron el Sacramento de la Confirmación de manos del Obispo de Ciudad Rodrigo, el día dos de mayo de 1717.

 La desaparición del cabeza de familia marcó la vida de esta unidad familiar, pues se produjo el día veinticinco de marzo de 1730[22], cuando el mayor de sus hijos poseía 24 años y la menor 19. Pedro Madera no había situado a ninguno de sus vástagos, y su viuda, ahora se veía obligada a realizar esa tarea. Juana podía haberse vuelto a casar, para sacar adelante a su prole, pero finalmente decidió no romper el núcleo familiar y optó por llevar la casa con la ayuda de su hijo mayor.

 

Árbol 1. Genealogía de la familia Madera Manso

 

Línea de Bernardino Madera; familia Madera Manso – Martín Martín

 

 Bernardino supo cumplir bien su misión de manera acertada. Heredó el título de primogenitura, accedió al mercado matrimonial, contrayendo matrimonio con María Martín en 1731, natural y vecina de Villamiel; y con el paso de los años heredó las tareas administrativas como lo hizo su padre años antes.

De su matrimonio nacieron cuatro hijos; la primogénita correspondió a una niña que pusieron por nombre Cristina, bautizada el día veintitrés de julio de 1732[23]; el segundo fue Martín, bautizado el día dieciséis de noviembre de 1734[24]; el tercer hijo, correspondiente a otra niña fue Luisa, que bautizaron el día seis de noviembre de 1737[25]; todos ellos fueron confirmados en San Martín el día ocho de octubre de 1740[26]; y por último, María, bautizada y ungida por óleos, el día veinte de octubre de 1740[27].

 

 En los protocolos de la escribanía de Juan Piñero, colega de profesión y amigo íntimo como se demuestra en la documentación, y en los padrinazgos de algunos de sus hijos, encontramos el día ocho de marzo del año 1728, la renuncia de su padre Pedro Madera de la escribanía, porque “se halla con algunas ocupaciones de forma que no puede asistir a el oficio del tal escribano publico de numero y ayuntamiento que es desta dicha villa”[28]. No especifica cuál es ese oficio que tan ocupado le tiene, por lo que pide con esta renuncia al Comendador de la villa, Fray don Juan de Villalobos y Tapia, caballero de la orden de San Juan, que admita la renuncia a favor de Bernardino Madera Manso, por considerarlo “persona abil y suficiente en quien concurren todas la cualidades necesarias para el uso y exercicio de dicho oficio”[29]. Varias semana después, exactamente el día treinta de ese mismo mes y año, el comendador Fray don Juan de Villalobos y Tapia, haciendo uso de su derecho de “nombramiento de escribania del numero y de su encomienda en virtud de privilegio que para ello tiene, y ante lo de que una de las esribanias de esta dicha villa se halla vacante por dexacion y renuncia que hixo de ella Pedro Madera, nombro por escribano publico del numero y ayuntamiento de esta dicha villa a Bernardino Madera Manso, vecino y natural de dicha villa de San Martín de Trevejo, persona abil y suficiente para dicho oficio y en quien concurren todas las cualidades necesarias para ello[30]. No había sido examinado aún para obtener el título y licencia de escribano oficial, y por ello su padre “pide y suplica a dicho Sr Comendador le de el nombramiento de el para que se presente ante los Sres del Real Consejo de Castilla y que estos le examinen y aprueven (…) y en caso de no darle el nombramiento de dicho oficio le den en si para usarlo y exercerlo como hasta aqui lo ha hecho[31]. Lo mismo pide el Sr. Comendador “a su Mag (que Dios Guarde) y Señores de su Real Consejo que presentandose ante dichos señores el dicho Bernardino con este nombramiento y allandole abil y capaz para ejercer dicho oficio le manden dar titulo y Licencia en forma para exercerlo, usarlo y requiere a las justicias y demas vecinos de esta dicha villa(…) y le tengan por al escribano guardandole y haciendole guardar todas las preeminencias y honores que por dicho oficio le tocan y deben (…), como en la forma que hasta aora se ha hecho con los demas sus antecesores”[32].

 Después de ejercer el oficio que desempeñó desde 1727 hasta 1742, muere en su villa natal el día trece de mayo de 1743, “aviendo recibido los Stos Sacramento de Penitencia, viatico y extremauncion y otorgando poder para testar nombrando en la sepultura testamentarios y herederos, el cual se le dio a la dicha su muger y a Juan Piñero essno”[33].

 Dejó a su esposa sola con sus hijos y en compañía de su hermano, y cuñado de ésta don Lorenzo Madera. Una vez más la desaparición del cabeza de familia marcaría la vida de esta unidad familiar. Bernardino Madera no había situado a ninguno de sus hijos y viuda, ahora esta se veía obligada a realizar esa tarea. Con los once años de su hija mayor, aún quedaría mucho para que contrajera ella y sus hermanos matrimonio. Por el momento esta unidad familiar tendría que vivir de las rentas que repercutían de su hacienda y posesiones. No ha llegado hasta nosotros, ni hemos podido saber la cantidad de bienes muebles e inmuebles que disponían la familia a la muerte del padre cabeza de familia, creemos que no fueron pocos, como veremos más adelante, o por lo menos, los que tuvieran le ayudaría a tirar hacia delante, y poder llegar hasta el momento de que sus hijos contrajeran matrimonio. Un modo de obtención de medios que la madre y tutora de esa familia, utiliza para la subsistencia, es la de la venta de bienes raíces, como vemos en una escritura de venta fechada en 1748 de “seis castaños y dos castañeras que tiene y posee, al sitio de las Canalexas, (…) a Phelipe Martin, en precio y quantia de ochenta y siete reales de vellon y cuatro mrs cada uno”[34]. La familia no vuelve, después de esto, a realizar ninguna transacción de venta ni de compra.

Cristina fallecerá el día veinticuatro de mayo de 1749 a los 17 años de edad, siendo aún soltera[35].

 

 Poco después, en el mes de mayo de 1755, fallece la madre, truncando una vez más el porvenir de sus hijos[36]. “Estando enferma en cama de larga enfermedad”, corrigió un codicilo el quince de mayo de ese mismo año, su testamento conjunto que otorgó con su hija Cristina, ya difunta[37]. Dejaba dos hijos huérfanos y menores de edad. Las autoridades de la villa dispusieron todo para que “sus bienes tengan el conveniente recaudo y no padezcan deterioracion ni quiebra”[38], por lo que se dispusieron a hacer inventario de sus bienes, y nombrar curador y tutor de sus hijos a alguien.

 Los bienes que dejaba en su casa no pasaron más allá de instrumentos cotidianos de uso. Arcas, platos, mesas, artesas, algunos libros como Catecismos, barriles, cantaros…[39]. De bienes raíces se inventaría cinco castaños en el sitio de las Canalexas, cinco huebras de olivos y media cuarta de viña en el sitio de Asomante, otra cuarta de viña con cuatro olivos en la Callexa del Pino; otra cuarta de viña más con un pedazo de tierra y una noguera grande y otra pequeña en Eljas; y mil doscientos reales de vellón que le debía Miguel Franco por la compra de la media casa donde vivía la viuda[40].

 Respecto al nombramiento de curador, siendo mayores de doce y catorce años Bernardino como María, dijeron “no nezessitan de curador ad bona, que quieren gobernarse y administrarse sus bienes por si solos, pero por si se les ofrece poner o de defenderse de algun pleito nombran por su curador ad libiten vel ad lites a Francisco López, mayor en dias vecino de esta villa”[41]. Los Señores alcaldes ordinarios y el escribano Leonardo Martín de Saavedra notificaron el nombramiento de curador a dicho Franciso López, y “ante cruz hizo en forma de derecho, de usar bien, y fielmente el oficio de curador”[42].

 Bien podrían haberse valido los hijos con la hacienda que heredaron de su madre, como así lo harían, ayudados de familiares cercanos y del curador, hasta cumplir la mayoría de edad. Por ello, el día ocho de diciembre de 1760, hacen una venta real por juro de heredad de una media casa situada en la calle de la fuente, por la cantidad de setecientos setenta reales de vellón[43]. Y al año siguiente, el catorce de febrero de 1761, con veinticuatro y dieciocho, venden al convecino Miguel Franco, al mismo que compran la media casa donde vivían con su madre, otra casa situada en la misma Calle de la Fuente, por mil cuatrocientos reales de vellón y treinta y cuatro maravedíes[44].

 A partir de aquí ya empezarían a disponer de bienes económicos, y de perspectivas para tenerlos, y así estarían dispuestos a dar el paso siguiente en sus vidas, conformar la dote y llegar al matrimonio[45].

 Por ello, Bernardino, el día trece de enero de 1762[46], con 26 años de edad, contrae matrimonio con Bernarda Ribas, hija de Miguel Ribas y Apolonia Domínguez, naturales todos de la villa de San Martín. No hemos encontrado nada acerca de la dote que llevaron al matrimonio. Lo que si sabemos es que esta nueva familia, bautizó a su primer retoño el día treinta y uno de enero de 1763, imponiéndole el nombre de Baleria[47]; el segundo, un hijo varón, bautizado el día seis de noviembre de 1765, al cual pusieron el nombre de Pedro[48]; y Cristina, bautizada el día veinticinco de julio de 1768[49]. No le dio mucho tiempo al padre disfrutar de esta última hija, pues el día veintiocho de agosto de ese mismo año, murió habiendo recibido los sacramentos, y dejando viuda y tres hijos[50]

 Algo similar ocurrió con su hermana María, que contrajo matrimonio el día cinco de septiembre de 1764 con Antonio López Rodríguez, el cual era hijo de Juan de Dios López, natural de Villa de Peña Mocón, Reino de Portugal, del obispado de la Guardia; y de María Rodríguez, natural y vecina de San Martín[51]. Nacieron de este matrimonio Margarita, que recibió el sacramento del Bautismo el día veintiuno de julio de 1765[52], y Ángela, la cual recibe el mismo sacramento el día trece de septiembre de 1667[53]. No hay constancia de que la pareja tuviera más descendencia, o por lo menos que vivieran al momento de recibir el Bautismo. El día dieciséis de septiembre de 1769 moría disponiendo, “que en atención a no tener vienes algunos, disponia si su marido lo permitia, enterrarse en la iglesia parrochial de dicha villa junto al sepulcro donde yace el cuerpo de Martín Madera, su hermano[54]

 

 Los dos cuñados no permanecerían muchos años solos, pues el día veintiocho de julio de 1773, contraen ambos matrimonio canónico en segundas nupcias[55]. El patrimonio familiar se acumularía en una nueva familia. Además hemos encontrado, que ambos engendran un hijo que ponen por nombre Laureano Alejo[56].

 

Árbol 2. Genealogía de la familia Madera Manso – Martín Martín

 

 

Línea de Lorenzo Madera

 

 Lorenzo, permaneciendo soltero toda su vida se consagró al servicio de la abogacía de los Reales Consejos[57], muriendo en este estado civil a los 37 años de edad en 1743.

Lorenzo, participó activamente en la vida familiar, siendo padrino de varios de sus sobrinos, como en el bautismo de Cristina[58], o de Martín[59].

 Después de treinta y siete años murió soltero. Seguramente que viviera en la casa de su hermano Bernardino, y que le asistiera su cuñada María Martín, pues le deja en herencia una huebra de olivos viejos, una cuarta más, y cuatro castaños. Al igual que le deja “por siempre jamás las arcas que tengo y todo se lo mando en agradecimiento de lo vien que siempre lo ha hecho conmigo, y asi tenia que ha hecho a mis enfermedades”[60]. Nombraba por testamentario y heredero universal a su hermano Bernardino, y al escribano Juan Piñero. Su hermano abandonaría este mundo, un mes después.

 

Línea de Liberata Madera; familia Arroyo Pérez – Madera Manso

 

Respecto a la tercera hija, Liberata, y conforme a lo dispuesto por sus hermanos Bernardino y Lorenzo, contrajo matrimonio el día diez de octubre de 1731, con 20 años de edad, en la Parroquia de San Martín, con Francisco Arroyo, hijo de Francisco Arroyo y María Pérez, vecinos y naturales de la villa de Valverde del Fresno[61]. Tres meses antes lo había hecho su hermano Bernardino.

 Del matrimonio de Liberata y Francisco Arroyo nacerán siete hijos; Cristina en noviembre de 1732[62]; Juana, en noviembre de 1734[63]; María en mayo de 1736[64]; Beatriz, en julio de 1738[65]; Luís en mayo de 1740[66]; Isabel, en agosto de 1743[67], y por último Buenaventura, en julio de 1748[68]. Este último parto tuvo que complicarse, pues diez días después de dar a luz a su último hijo, murió a los 39 años recibiendo “los Santos Sacramentos, viatico y extremauncion sepultandose en la parrochial en el primer arco, era pobre de solemnidad por lo que no testo ni se hicieron sufragios algunos”[69]

No tenemos información sobre la dote o el patrimonio inicial entregado por la familia a la recién casada. A pesar de que constituía un elemento invariable y estructural dentro del complejo sistema que formaban el matrimonio y la familia, para la joven, no contar con bienes necesarios para aportar una dote, por reducida que fuera, significaba verse excluida del acceso al matrimonio[70]

Pero por lo que vemos no debió ser así. Las razones por las que acaba pobre no las sabemos, al igual que si su marido rehizo su vida; rastreando los libros de matrimonios, no hemos encontrado evidencia alguna.

 

Árbol 3. Genealogía de la familia Arroyo Pérez- Madera Manso

 

2.2. LA VIDA Y CONDUCTA FAMILIAR

 

 La vida familiar se inicia desde el mismo instante en que se formaliza legalmente el matrimonio. Este comienzo, sacramentalizado por la Iglesia, está presidido por una serie de disposiciones de índole legal que coartan la libertad biológica de los individuos. Así, la Iglesia Católica, que prohíbe la celebración sacramental entre Adviento y Epifanía, y Cuaresma y domingo de Pascua, contribuye formalmente a que la nupcialidad presente una distribución peculiar en los meses del año[71].

 Por lo que hemos podido ver en los protagonistas de nuestra familia, todos obedecen las disposiciones que el concilio tridentino establece.

 

Cuadro I. Celebraciones de Matrimonios[72]

 

Matrimonios

Fechas

Pedro Madera con Juana Mansa (1692)

6 de abril

Bernardino Madera con María Martín (1731)

23 de abril

Liberata con Francisco Arroyo (1731)

10 de octubre

Martín Madera con Bernarda Ribas (1762)

13 de enero

María Madera con Antonio López (1764)

9 de septiembre

 

 La constitución de una nueva célula familiar no era posible si no tenía lugar la celebración del matrimonio, que, tanto desde el punto de vista religioso como legal, actuaba como el elemento legitimador de la convivencia de una pareja que decidía formar una nueva familia.

 Sin duda, estos factores, como bien ha señalado I. Testón[73], presentaban una “etiología cultural y económica que condicionaron buena parte del componente mental de los españoles de los Tiempos Modernos”. De ahí que el matrimonio y la familia puedan ser considerados como un sistema definido por una serie de elementos y por las relaciones que se establecen entre ellos. Estos elementos son esencialmente el sacramento, el sustrato cultural, el consentimiento mutuo y la dote, y las relaciones que se establecen entre ellos son relaciones que se caracterizan por la interdependencia y la multiplicidad.

 Un matrimonio en la Extremadura de los Tiempos Modernos “empezaba a serlo a partir del momento en que la pareja disponía de bienes económicos, o de perspectivas para obtenerlos”[74]. Estos bienes estaban constituidos fundamentalmente por la dote, que en las leyes se definía como algo que da la mujer al marido por razón de casamiento, aunque también los varones realizaban algunas aportaciones económicas al patrimonio inicial de la pareja. No sabemos exactamente la cantidad de dotes que aportarían los miembros de nuestra familia. Según se desprende de los Protocolos Notariales de la villa de San Martín de Trevejo, y de las limítrofes, no es costumbre realizar tales contratos. Por ello nos vamos a basar en caracteres generales para la región[75].

 La dote constituía un elemento invariable y estructural dentro del complejo sistema que formaban matrimonio y la familia. Para una joven, no contar con los bienes necesarios para aportar una dote, por reducida que ésta fuera, significaba verse excluida del acceso al matrimonio, en una sociedad en la que éste constituía, junto con el convento, para el que también era necesario tener dote, el único destino decoroso que le era asignado y permitido a la mujer. Las miembros de la familia Madera no constituyeron dote para el convento, sino más bien para lo contrario, y un ejemplo de ello lo vemos cuando los hermanos, Martín y María Madera comienzan a vender los bienes inmuebles heredados de su madre, en vísperas de contraer matrimonio.

 Probablemente, la dote que la joven o la pareja llevaría al matrimonio, y que constituía el seguro material sobre el que se asentaba la convivencia matrimonial, era fijada en el momento mismo en que se concertaba el matrimonio. La cuantía de la dote se establecía mediante un conjunto de factores[76]. No sólo intervenía la fortuna del donante, sino también la valoración que él mismo hacía de su porvenir económico, su estado de salud, la esperanza de heredar algunos bienes… pero también se veía influida por la posición que la familia de la joven dotada ocupaba en la escala social, una posición que tenía mucho que ver con la dedicación profesional de su padre o familiares más próximos. La profesora Hernández Bermejo establece para el grupo de oficiales de la burocracia, administración y profesionales liberales para el siglo XVIII una media de 9.820 mrs en dinero[77]. Señala, además, que tras la nobleza, las dotes más elevadas fueron las que aportaron las mujeres cuyos padres o futuros esposos ocuparon cargos en el ayuntamiento de la villa, como escribanos, procuradores, contadores, abogados, o dependientes de rentas. En todos estos individuos existe un deseo de ennoblecerse, de imitar las formas de vida de la nobleza. Los tres bloques de bienes que representa la parte más importante en la inversión de la dote, y hacia lo que se oriente esencialmente el dinero, son los bienes raíces e inmuebles, el dinero y la ropa blanca, que en el siglo XVIII es sustituida por las prendas de vestir[78].

 Respecto a la contribución masculina al patrimonio inicial, destaca, que los burócratas y profesionales liberales, como los escribanos, cuando contraían matrimonio con jóvenes pertenecientes a su mismo estado social, llevaban como caudal propio algunos bienes raíces, inmuebles, ganado o dinero.

 

 La determinación de la edad a la que acceden los cónyuges al matrimonio tienen una gran importancia que no es preciso destacar aquí; el sentido básico de estos datos radica en la influencia que la edad con la que se accede al matrimonio ejerce sobre cuantificaciones tan notables como la duración, tiempo de convivencia conyugal y fecundidad[79]. El profesor Rodríguez Cancho, analiza para la villa de Cáceres la estructura profesional, y distingue las diferencias de acceso al matrimonio según las profesiones de los cónyuges varones. Cada individuo que practica un oficio se comporta de modo peculiar al contraer nupcias, en función de los condicionantes que su actividad laboral le impone y de las expectativas de trabajo que la coyuntura económica general pueda depararle. Establece para los grupos profesionales de la villa de Cáceres en el siglo XVIII, la edad media al casarse de 29,6 años[80]. En nuestro caso nos encontramos con los siguientes datos.

 

Cuadro II. Edad de acceso al matrimonio de los varones de la familia Madera Manso – Martín Martín[81]

 

Miembro

Edad al casarse

Pedro Madera Leal (1669-1730)

23

Bernardino Madera Manso (1704 – 1743)

27

Martín Madera Martín (1734-1768)

28

 

 Excepto Pedro, que contrae matrimonio con menos edad, los demás, Bernardino y Martín, contraen matrimonio ya en más avanzada rozando la década de los treinta años. Ello sin duda reflejará la corta vida marital que llevaran a cabo con sus esposas, y a la consiguiente defunción, sin que la mayoría de sus hijos, o por lo menos el primogénito, sena mayores en días.

 En el siguiente cuadro, reflejamos la edad de acceso al matrimonio de las mujeres de la familia.

 

 

Cuadro III. Edad de acceso al matrimonio de las mujeres de la familia Madera Manso – Martín Martín[82]

 

Miembro

Edad al casarse

Juana Mansa (¿…?-1730)

¿…?

Liberata Madera Mansa (1709-1748)

22

María Madera Martín (1740-1767)

24

 

 Excepto para la edad de Juana que no la sabemos, tía y sobrina accedieron al matrimonio casi a la misma edad. La vida de pareja con sus respectivos matrimonios son las siguientes.

 

Cuadro IV. Años de convivencia matrimonial de los miembros de la familia[83]

 

Matrimonio

Años de vida conjunta

Pedro Madera con Juana Mansa (1692)

38

Bernardino Madera con María Martín (1731)

12

Liberata con Francisco Arroyo (1731)

17

Martín Madera con Bernarda Ribas (1762)

6

María Madera Martín con Antonio López (1764)

3

 

 Respecto a la procedencia geográfica de los miembros de la familia encontramos que la mayoría de los miembros de las familias son de villas distintas a la natural de la familia. Esto podría ser para crear vínculos y enlaces entre familias poderosas, o por ser los padres u otros familiares vecinos de ellas.

 Por ejemplo, la esposa de Bernardino Madera, María Martín, que es de Villamiel; o el esposo de Liberata, Francisco Arroyo, es de la villa de Valverde del Fresno, cercanas ambas a San Martín de Trevejo. O por último, el cónyuge de María Madera Martín, Antonio López, su padre desciende de la Villa de la Peña Mocón, Reino de Portugal, obispado de la Guardia.

 

 La mortalidad elevada era uno de los males endémicos que padecía la sociedad española en los tiempos modernos. La muerte como afirma la profesora Testón Núñez[84], se ceñía sobre los hombres con tal encono que se había convertido en un elemento más del vivir cotidiano. Pero no por ello la sociedad española se resignaba a aceptarla como algo irremisible que habría que asimilar. Cuando la muerte truncaba una familia llevándose consigo al marido o a la esposa, él cónyuge superviviente trataba de rehacer su vida contrayendo un nuevo matrimonio que aliviase el sufrimiento y permitiese poner en funcionamiento un hogar deshecho por el golpe de la muerte. La decisión de recibir nuevamente el sacramento del matrimonio era asumida con bastante rapidez, y tras un corto período de luto, que oscilaba entre unas semanas y tres años, más o menos, los cónyuges viudos se inclinaban por volver a contraer matrimonio, presentando el hombre una conducta más apresurada que la mujer. Como podemos ver con las segundas nupcias de Antonio López viudo de María Madera, el cual al quedarse sólo con sus hijos, contrajo matrimonio cuatro años después con su cuñada Bernarda Ribas, viuda también desde hacía cinco años[85]. Esta actitud se vincula con factores de tipos psicológicos y mentales. Los primeros aluden a la mayor necesidad que existe en el varón de contraer nupcias, puesto que la esposa le es imprescindible para la asistencia y reanudación de la vida cotidiana del hogar. Las causas psicológicas y mentales nos ponen en contacto con una serie de convencionalismos sociales que impiden a la mujer, tras enviudar, unirse en matrimonio con la misma libertad que el hombre. Pero de todos modos, las necesidades vitales eran mucho más imperiosas que las costumbres y las trabas impuestas por una sociedad intransigente.

 El acceso al matrimonio es una forma de relación social y el modo legal con que la sociedad autoriza la procreación y tenencia de hijos. Una vez fijada la edad media al contraer nupcias se ha definido cuándo comienza el período de vida conyugal, que se delimitará en definitiva al conocer la edad media de la madre al nacimiento del último hijo. Entre ambas fechas transcurrían los nacimientos de los diferentes hijos habidos en el matrimonio ya que se puede considerar como período medio de fecundidad[86].

 

 La tenencia el primer hijo es, teniendo en cuenta la mentalidad de la época y los escasos recursos anticonceptivos, el segundo momento de la historia familiar iniciada con el matrimonio. La tenencia de los hijos se estudia según el ritmo genésico en un doble sentido; el intervalo transcurrido desde la fecha de la boda al nacimiento del primer hijo, período protogenésico, para ello hemos utilizado la reconstrucción completa de familia, abarcando tiempos de comportamiento demográfico situados entre dos extremos, uno la fecha de matrimonio, y otro, la desaparición física de uno de los cónyuges; y los intervalos entre los sucesivos nacimientos,  períodos intergenésicos.

 

 Los resultados obtenidos para los tiempos demográficos de la familia han sido los siguientes:

Cuadro V. Intervalos protogenésicos

 

Miembro

Intervalo en meses cumplidos

Juana Mansa

8 años y 5 meses

María Martín

12 meses

Liberata Madera

11 meses

Bernarda Ribas

12 meses

María Madera Martín

11 meses

 

 Podemos considerar al pie de estos datos, que en esta familia no ha habido concepciones prenupciales. Todas estas matizaciones han sido realizadas siguiendo una metodología manual y por ello puede haber posibilidades de que la selección resulte errónea en algunos días más o menos. Pero aproximadamente transcurrieron esos espacios. En estudios realizados para la villa de Cáceres en los siglos  XVI y XVIII, encontramos que nivel económico y profesión paterna son factores influyentes en la aceleración del hecho procreador. Es indudable que en esta familia existe la costumbre, o la necesidad, de transmitir la profesión paterna al primer procreado varón. Ello explicaría a su vez, la escasísima movilidad social de la población en los tiempos modernos. El intervalo medio protogenéscio que se da en Cáceres en el siglo XVI, en la profesión de los padres cuyo trabajo es en régimen de monopolio, como escribanos, el periodo protogenésico, es de 10-13 meses[87].

 

Cuadro VI. Intervalos intergenésicos

 

Miembro

Media de meses de nacimiento de hijos

Juana Mansa

37,5

María Martín

37,3

Liberata Madera

31,6

Bernarda Ribas

38,5

María Madera Martín

26

 

 Para Cáceres los resultados obtenidos afirmaban que cuanto más sedentaria es la profesión del cabeza de familia, mayor número de partos y menor espaciamiento entre los mismos. Las familias con profesiones que exigen movilidad, cuantifican menor número de partos y, estos, aparecen más espaciados. La clasificación profesional es otro factor de distinción. Los médicos, por ejemplo, conciben menor número de hijos en tiempos cortos. La categoría profesional diferencia al número de hijos habidos y su espaciamiento. A mejor situación económica y menor saturación profesional, corresponden en los ejemplos indicados, menor número de hijos. Además de los médicos, ocurre con los licenciados, escribanos y procuradores.

 

2.3. EL DESARROLLO DE LA VIDA FAMILIAR DE UN ESCRIBANO RURAL DEL SIGLO XVIII

 

  La denominación de notario, durante la Edad Moderna, no correspondió, exclusivamente, a los escribanos del número, sino que se extendió a otros funcionarios de la monarquía.

 Los escribanos públicos tenían a su cargo la redacción y registro de las escrituras notariales otorgadas en las ciudades y villas del Reino y el autorizar las escrituras de los actos y contratos que se celebren entre particulares en los que interviniera como fedatario público. A los del número se les conoce como tales por estar limitado el número de miembros de la corporación y porque podían ejercer sus funciones sólo dentro del territorio para el que fueron creados. Sus competencias, compatibilizaban la función notarial de dar fe a la gestión municipal y a la justicia local. Para ejercer el oficio, nos dice Escriche, que “es necesario tener veinticinco años, ser persona lega y no eclesiástica, haber adquirido la competente instrucción, gozar de buena fama, estar examinado y aprobado por la Superioridad y presentar el título ante la justicia y ayuntamiento del pueblo”[88]. El aspirante tenía que demostrar su limpieza de sangre, su legitimidad, y su condición de miembro de la iglesia católica, todo debidamente certificado porque, a juzgar por la reiterada normativa al respecto, el fraude y el engaño estarían a la orden del día.

 

 En lo que se refiere al nombramiento de titular de una escribanía del número durante el Antiguo Régimen, éste suponía por ley una adscripción temporal al oficio, pues ningún escribano del reino podría optar a cubrir una plaza vacante por segunda vez, después de renunciar a su primera escribanía, si antes no la había regenteado en un periodo inferior a ocho años.

 

Cuadro VII. Años de ejercicio en San Martín de Trevejo de Escribano público[89]

 

Nombre del escribano

Periodo

Número de años

Bernardino Madera

1689-1694

5

Pedro Madera

1695-1727

32

Bernardino Madera Manso

1728-1742

14

 

 El escribano en el siglo XVIII, como ya había sucedido en siglos anteriores, es una figura imprescindible en los cabildos municipales. No en vano, era el encargado de registrar los acuerdos capitulares y dar fe de todos los documentos y expedientes generados por el Ayuntamiento. Pero aún siendo requerida su presencia en las reuniones del Concejo y en redacción de documentos, no podían intervenir, por ley, dando su opinión ni su voto en las decisiones municipales. Por tanto, su función se reducía a otorgar validez jurídica a las resoluciones del concejo, quedando fuera de sus competencias influir o participar en sus determinaciones[90]. El escribano, en esencia, era un funcionario del cabildo que dependía directamente del Comendador de la Tierra de Trevejo.

 

 El estatus económico de los escribanos públicos no tenía carácter uniforme; dependía, sobre todo, de las circunstancias personales y profesionales, así como del éxito o fracaso en el ejercicio del oficio. Obviamente, el salario de notario público se quedaba corto, en general, para satisfacer las necesidades, incluso de supervivencia, de algunos profesionales. La realización de contratos y escrituras no generaba sustanciosas sumas de dinero, pues una media en torno a las 80 actas notariales al año no podía enriquecer a nadie. El salario de escribano público, el Catastro de Ensenada, concede un valor fiscal a la propiedad del oficio de 600rs., mientras que a la hora de calibrar los ingresos, varían según la importancia del bufete.

 A pesar de los gastos permanentes había que unir otros extraordinarios y derivados del ejercicio de la profesión que dejaban en números rojos sus economías domésticas. A este respecto, todos los notarios, antes de conseguir la carta de escribano real, se costeaban los derechos de examen y viaje a la Corte, lo que motivaba, en ocasiones, endeudamientos. Del mismo modo, estaban obligados a hacer frente con su dinero a posibles errores o actuaciones ilegales que hubieses realizado durante el ejercicio del oficio. No sabemos si los miembros de nuestra familia fueron a examinarse a Madrid o tuvieron que desembolsarse alguna negligencia en su oficio. Si consta la disposición de Bernardino Madera, de ir a examinarse a la Corte[91].De todas formas, los escribanos rurales disfrutaban de un estatus privilegiado.

 

 Averiguar, con rigurosa exactitud, el nivel cultural de los escribanos de nuestra familia de San Martín de Trevejo, plantea dificultades por escasear fuentes documentales al respecto. La formación educativa la adquirían primero en la escuela y en las cátedras de gramática y, más tarde, en la etapa de aprendizaje en el despacho de otro escribano. Evidentemente, antes de entrar a practicar con un escribano se le exigía al aprendiz que conociese y manejase los rudimentos de la lectura y la escritura, imprescindibles para el ejercicio del oficio. Con posterioridad, el maestro incidía en el perfeccionamiento de la ortografía y en el conocimiento de los usos notariales y de las leyes del Reino que afectaban a sus quehaceres profesionales. Tras unos años, en una o varias escribanías realizando prácticas, en nuestro caso en las de sus familiares directos, padre y tío, se hallaban en inmejorable situación para adquirir mediante examen en el Consejo, la carta de escribano real.

 Si utilizamos el análisis de las firmas reseñadas en los testamentos para determinar el grado de alfabetización, como se viene haciendo en las recientes investigaciones sobre protocolos notariales, detectamos que nuestros escribanos, como es obvio, sabían escribir con toda perfección. Por ello, en este contexto general los escribanos gozaban de una situación privilegiada con respecto al conjunto de la población. Junto a presbíteros, comerciantes y profesionales liberales, conformaban la élite cultural de la villa. Sus conocimientos jurídicos y su maestría para el arte de la escritura les proporcionaba el aprecio y consideración, materia cultural, de sus convecinos.

 Por lo que respecta s sus esposas, el nivel de alfabetización no debió ser similar, lo que nos confirma que los casamientos de nuestros escribanos, fueron con mujeres que no pertenecían a un elevado estatus dentro de la jerarquía social de la villa. Como encontramos en el testamento de María Martín y Cristina Madera, esposa e hija mayor de Bernardino Madera Manso, que “no firman por no saber”[92]. Además en esa época la mujer quedaba en un segundo puesto a la hora de recibir cultura y aprendizaje. La mentalidad de la época y la literatura religiosa desaconsejaban la ampliación de estudios por parte de las mujeres, porque se creía que podían deformar sus débiles mentes. Las mujeres, ciertamente, quedaban relegadas a la administración de la casa y a las tareas domésticas.

 En cuanto a la lectura de libros, los testamentos no nos ofrecen noticias al respecto. Excepto el inventario de bienes de María Martín, del cual se extrae que tiene en su casa “…un Cathecismo de la Doctina Christiana, un libro sin principio ni fin, y un librito con un pergamino de pasta”[93]. Ciertamente no sabemos si era de ella o de su marido, por lo que no podemos afirmar con certeza, que supiera leer.

 Los escribanos públicos rurales, antes de entrar en posesión de alguna escribanía, necesitaban acreditar la condición de “notario público en la Corte y señoríos de la Monarquía”, así como un nombramiento personal e individualizado en el que se indicaba la escribanía para la que había sido designada. De este modo, sólo la monarquía tenía la potestad de acreditar la condición de notario público, mediante la concesión de títulos o cartas signadas, lógicamente previo examen del candidato.

A pesar de esta potestad real, se requería además, para ocupar la escribanía de San Martín de Trevejo, un nombramiento del Comendador de la Orden de San Juan de la Tierra de Trevejo[94].

 

 Las actitudes religiosas de los escribanos y de sus congéneres, no diferían de las manifestadas por el resto de la comunidad de San Martín de Trevejo. El escribano, una vez más, se hacía portavoz de la sociedad atestiguando con su conducta el ambiente barroco y postridentino que pervivía en pleno siglo XVIII. Impregnadas de una piedad popular, las claúsulas notariales no hacían más que recoger las creencias que contaban con la aceptación y aprobación del vecindario. Evidentemente, la documentación no nos permite adentrarnos con total fiabilidad en el complejo mundo de las vivencias y creencias personalizadas, pues el papel no suele ser testimonio exacto del sentir individual. No obstante, si refleja las conductas ritualizadas y los hábitos sociales, y en este sentido, nos aproxima a un modelo de comportamiento religioso.

 La proximidad de la muerte, impulsaba a los testadores a otorgar la última voluntad para evitar las penas que el alma podía sufrir en el Purgatorio. Normalmente se esperaba a tener una grave enfermedad para registrar la memoria testamentaria en el oficio del escribano. En la familia en estudio vemos que los escribanos eran menos previsores que otros colectivos a la hora de hacer la memoria testamentaria, ya que Pedro Madera y su hijo Bernardino testaron, a pesar de no conservarse los testamentos, en la semana anterior al fallecimiento[95]. Quizás pensaban que siempre tendrían tiempo suficiente para dejar transcrita la última voluntad. Fijémonos en el caso de Pedro Madera, el cual tuvo que hacerlo en lugar distinto al que se enterró[96]. Como contrapartida, las esposas de los escribanos se mostraban más previsoras que sus cónyuges. Vemos que María Martín, esposa de Pedro Madera, emite su testamento seis años antes de morir, al estar enferma y en cama, y realizará un codicilo dos antes del óbito[97].

 

 En el intento de asegurar la salvación del alma, los miembros de nuestra familia, solicitaron que se amortajasen al morir. La mortaja, según la piedad popular, actuaba como sacramental y escudo protector para alcanzar la vida eterna. Por tanto, una vez fallecido y antes de acabarse de enfriar el cadáver, se le vestía con un hábito de una orden religiosa. Las preferencias de nuestra familia se decantaron por el franciscano, debido al prestigio y popularidad que gozaban esos frailes entre los vecinos de la villa. Además eran conscientes del elevado número de indulgencias concedidas al citado hábito por el Vaticano y, por ello, de los beneficios espirituales que obtendrían si lo elegían.

 También disponen por escrito el ritual post-mortem, que indudablemente el acompañamiento funerario era el acto público y social por excelencia. La muerte perdía cualquier connotación de carácter privado para convertirse en manifestación colectiva de religiosidad. El número de miembros de la comitiva y el lujo del cortejo funerario simbolizaban el prestigio económico y social de los fallecidos. La muerte, en efecto, era la última oportunidad, que tenía el individuo para autoafirmarse ante sus conciudadanos y hacer constar el estatus que había disfrutado en vida, tanto él como su familia.

Encontramos que Pedro Madera[98], don Lorenzo Madera[99], Bernardino Madera Martín[100] y Juana Mansa[101], piden “que su cuerpo sea sepultado con el habito de Ntro Pa Sn Frco”. No disponemos de información sobre el cortejo fúnebre.

 Sin duda, la sepultura, el cortejo fúnebre y los sufragios oficiados por el alma del difunto componían en pleno siglo XVIII los tres pilares básicos del ritual público de la muerte. No obstante, la doctrina cristiana y la literatura religiosa concederán un valor superior a las misas sobre el resto del ceremonial por rememorar el sacrificio de la muerte del Hijo de Dios. Imbuidos por esa tradición, todos pidieron que se les oficiara una vez fallecidos “misas pro remedio animae”. El número de sufragios dependía de los recursos económicos que tuvieran disponibles, aunque a nuestros protagonistas no les debió de importar, pues aplicaron el número que era “costumbre”[102]. Analicemos unos por una las costumbres post-mortem que siguen.

 

 En primer lugar, Bernardino Madera, que muere en 1695, “enterrose en la parrochial distancia en tercer arco. Hizose el dia de su entierro oficio de seis leciones, missa cantada con diaconos y misas rezadas y ofrendadas de todos los sacerdotes desta villa y religiosos del conbento. Mas se le hizo oficio como el dia de su entierro excepto que no fue mas que de tres lñeciones y cuatro religiosos, missa de devocion misa rezada al santo de su nombre, otra al angel de su guarda, otra a nuestra señora del Rosario desta villa, otra para san Antonio de dicho convento en su altar, otra en la Capilla del Marqués de Cerralbo de Ciudad Rodrigo, otra a nuestra señora de Francia en su capilla, otra al santisimo Cristo de las Batallas de Salamanca, por penitencias masl cumplidas y cargos inciertos seis missas rezadas, a las obras pias y casa santa” [103].

 Lo mismo dispuso su sucesor en la escribanía, tenían la misma devoción, o por lo menos siguen la misma costumbre. “mandó que su cuerpo fuese sepultado en la iglesia parrochial de esta villa (…) el dia de su entierro sele hiciese nueve leciones, missas catada con diaconos y misa rezada todos los sacerdotes de esta villa y los religiosos de Ntro Padre San Francisco extramuros de ella, asistiendo la comunidad y la missa se pague a pan, vino y cera según costumbre. Item mando que los dos dias siguientes en cada uno de ellos se haga un oficio de seis leciones, missa cantada con diaconos y misa rezada todos los sacerdotes de esta villa y sus religiosos de dicho conbento y que su limosna se pague a dinero según costumbre. Item mandaron que alcabo de año se haga como el dia de su entierro. Item mandaron que se haga una novena y que se compre Bulla de difuntos y que su cuerpo sea sepultado con el habito de nº Señor Sn Francisco, missa rezada al santo de su nombre, otra al angel de su guarda, otra a nuestra señora del Rosario desta villa, otra para san Antonio de dicho convento en su altar, otra en la Capilla del Marqués de Cerralbo de Ciudad Rodrigo, otra a nuestra señora de Francia en su capilla, otra al santisimo Cristo de las Batallas de Salamanca, por penitencias mal cumplidas y cargos inciertos seis missas rezadas, a las obras pias y casa santa”[104]

 Juana Mansa al morir en 1730 dispone “que su cuerpo sea sepultado en la parrochial junto a su marido Pedro Madera y que sea con le habito de Ntro Padre San Francisco, nueve leciones, missa cantada con diaconos y missa rezada todos los sacerdotes de esta villa y los sacerdotes del conbento, y su limosna sea a pan, vino y cera como es costumbre. Item manda que al cabo de un año se haga como el dia de su entierro. Item mandaron que se haga una novena y que se compre Bulla de difuntos y que su cuerpo sea sepultado con el habito de nº Señor Sn Francisco, missa rezada al santo de su nombre, otra al angel de su guarda, otra a nuestra señora del Rosario desta villa, otra para san Antonio de dicho convento en su altar, por penitencias mal cumplidas y cargos inciertos seis missas rezadas, a las obras pias y casa santa”[105]

A Liberata, “por ser pobre de solemnidad no se le hicieron sufragios algunos”[106].

 Don Lorenzo dispone lo siguiente; el dia de su entierro sele hiciese tres leciones, missas catada con diaconos y misa rezada todos los sacerdotes de esta villa y los religiosos de Ntro Padre San Francisco extramuros de ella, asistiendo la comunidad y la missa se pague a pan, vino y cera según costumbre. Item mandaron que se haga una novena y que se compre Bulla de difuntos y que su cuerpo sea sepultado con el habito de nº Señor Sn Francisco, missa rezada al santo de su nombre, otra al angel de su guarda, otra a nuestra señora del Rosario desta villa, otra para san Antonio de dicho conbento”[107].

 Bernardino Madera Manso dispone a sus testamentarios lo mismo prácticamente que a su hermano Lorenzo[108]. María Martín, su viuda,  “dispuso que su cuerpo fuese sepultado en la iglesia de esta villa y su entierro se llevase mano de cera de cinco dedos y se le cantase oficio de seis leciones y missa con diaconos y que asistieran todos lo sacerdotes de la villa y cuatro del combento”[109]. El mismo número de misa ofrecen por el alma de Martín Madera en 1768[110], y María Madera, mujer de Antonio López dijo que “en atencion a no tener vienes algunos, disponia si su marido lo permitia, enterrarse en la iglesia parrochial de dicha villa junto al sepulcro donde yace el cuerpo de martín Martin Madera, su hermano, que el dia de su entierro se le cantase missa, vigilia y oficio de sepultura y se llevan mano de cera de cinco dedos. missas al santo angel de la guarda, al santo de su nombre y dos por penitencias mal cumplidas”[111]

 

 En general, y en síntesis, todos los miembros de nuestra familia, en la medida que su economía lo permite, aplican por sus almas los mismo sufragios. Sin duda, la muerte, como último acto social de los escribanos, dejaba traslucir, también en este caso, la mentalidad y hábitos de conducta. El ritual funerario se constituía, una vez más, en baluarte expresivo de la dignidad socioprofesional y de las actitudes del difunto ante la vida. Apegados a la tradición y vanidades barrocas, los escribanos públicos, como expertos portavoces de la comunidad, no modificaron un ápice, con respecto a la sociedad local, sus modos de vivir y morir[112].

 

3. LA FAMILIA COMO UNIDAD DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO

 

3.1. LA ECONOMÍA FAMILIAR

                             

 Como ya hemos comentado antes, el estatus económico de los escribanos públicos, no tenía carácter uniforme; dependía, sobre todo, de las circunstancias personales y profesionales, así como del éxito o fracaso en el ejercicio del oficio.

 Obviamente, el salario de notario público se quedaba corto, en general, para satisfacer las necesidades, incluso de supervivencia, de algunos profesionales. 

 En este momento del estudio vamos a cuantificar la cantidad de documentación emitida por la escribanía. Lo hemos realizado mediante un recuento manual de las fuentes, y para calcular la cantidad en dinero que le repercutía a las arcas familiares, nos hemos guiado por los precios públicos que se disponen en el año 1693 en la escribanía de Ignacio Madera, en Valverde del Fresno[113].

 

 Para saber el monto total de partida presupuestaria que el ayuntamiento y villa de San Martín de Trevejo paga de salario a los esrcribanos en el siglo XVIII, hemos tenido que consultar el Catastro de Ensenada, la copia de las respuestas generales de dicha villa[114]. Así pues, el salario que reciben los escribanos, según la pregunta 25 de esa fuente, es el siguiente. “Mill reales de vellon al essno del ayuntamiento por hacer el aforo y tazmia de tratos y frutos de los vecinos, y repartimentos de alcabalas, cientos, sisas y demas contribuciones provinciales, con que deben servir a S. M.; trescientos reales al mismo por serbir la escribania del ayuntamiento…”

Por lo tanto, el escribano rural de San Martín de Trevejo, en pleno siglo XVIII, cobraría un sueldo total de 1300 reales de vellón por utilidad media. A ello habría que añadir lo que recibiera por servicios prestados al común de la población, que como hemos comentado antes, variaban según los años, y las épocas[115]. (Ver ANEXO DE TABLAS, páginas 24-25).

 

 David González Cruz[116], afirma, para la Huelva del siglo XVIII, que el salario de notario público se quedaba corto, en general para satisfacer las necesidades, incluso de supervivencia, de algunos profesionales. La realización de contratos y escrituras no generaba sustanciosas sumas de dinero. El salario de escribano público, en esta provincia andaluza del Setecientos, ascendía a unos dos mil quinientos reales de vellón., cantidad insuficiente a todas luces, para mantener con comodidad una familia y enfrentarse a los riesgos de la profesión a las circunstancias de la vida. Por este motivo, el escribano estaba obligado a completar sus ingresos con el ejercicio en otras escribanías, como las de Millones, Alcabalas, Rentas… este salario, además no siempre lo cobraba en su totalidad, ya que no eran extraños los impagos de sueldo por parte del Concejo Municipal o las escrituras y contratos adeudados al notario por diferentes vecinos de la villa.

  Junto a los ingresos generados por el oficio de las diferentes escribanías, el escribano recibía, por supuesto no en todos los casos, rentas extraordinarias. La principal fuente de carácter extraordinario se originaba en la explotación de propiedades agrícolas, tal como se constata en los testamentos de algunos de nuestros miembros. Era extraño que realizasen funciones de prestamistas porque sus escasos recursos no permitían, normalmente, dedicar fondos a otros menesteres que no fuesen el asegurarse el sustento diario o costear la dote y educación de sus hijos.

 A pesar de lo expuesto, los escribanos analizados, gozaban de una situación de privilegio con respecto a la mayoría de los ciudadanos, y otros colectivos de profesiones liberales.

 

 4. CONCLUSIONES

 

 En síntesis, en este estudio hemos reconstruido una familia y hemos podido comprobar, las relaciones que mantienen entre ellos, el desarrollo de la vida familiar, no muy dispar de la del resto de la población, y el análisis de su producción documental, tal y como lo planteábamos en el principio. Convencidos de que en cada decisión referida a estos aspectos se jugaban su honor, su orgullo, su poder político y económico, no dudaron en materializar una serie de pautas de comportamiento sostenidas por el intervencionismo familiar y también por los roles sociales de la época, que casi todos asumían y respetaban. En esa lucha por perpetuar la categoría social del grupo familiar, los hijos quedaron convertidos en piezas de ajedrez que los padres utilizaban para materializar sus esquemas trazados por una ideología que consideraba al matrimonio como un contrato puramente económico-social, casi sin tener en cuenta otros aspectos como el amor o los sentimientos de los jóvenes. Esta práctica favorecía la creación de sólidas redes de poder formadas por las familias más destacadas de cada localidad, al igual que conseguía la acumulación de los bines en pocas manos.

 En la sociedad moderna, caracterizada por la primacía de los varones, el sexo determinaba el futuro de los hijos. Las mujeres no participaban en la vida pública y por esa razón no recibían habitualmente una educación específica. Casi siempre eran destinadas al mercado matrimonial con el único fin de crear a través de ellas enlaces que diesen prestigio y buenos contactos a la familia.  Los varones eran los encargados de llevar el peso de la familia y, por esa razón, recibían una educación esmerada. Como puede comprobarse en la documentación utilizada, raro era el individuo de los grupos privilegiados que no sabía firmar. La salida habitual para ellos era el matrimonio, para formar así una nueva unidad familiar.

 La familia era uno de los pilares básicos sobre los que se sustentaba el poder de los pudientes. La solidaridad y la colaboración entre los diferentes miembros del grupo de parientes se hacían imprescindibles en múltiples aspectos de la vida cotidiana: la asistencia en la vejez, el cuidado en las enfermedades, la dotación de los jóvenes huérfanos, la ayuda a los más desfavorecidos de la familia,… Las muestras de cariño, afecto, respeto u obligación de que dan fe las mandas testamentarias llegaban con mas frecuencia a los parientes cercanos pero, en menor medida, también a los demás miembros. La solidaridad familiar era lo que la sociedad exigía y solicitaba a sus miembros. Los hijos debían respeto y obediencia a sus padres, y los demás familiares estaban obligados a poseer una relación amigable. No sólo se trataba de una cuestión de exigencia, sino también de convivencia.

 Las relaciones sociales que se creaban, ya fuera por amistad, parentesco, colaboración profesional o vecindad, contribuían al establecimiento de una estructura de poder que marcaba de forma constante el transcurso de la vida política en cada villa. Esta estructura integraba en su seno a las diferentes familias nucleares, a su vez englobadas en grupos familiares extensos, que a su vez estaban unidos a otros grupos de parientes mediante alianzas más o menos duraderas. En este organigrama se integraban todos los notables de cada localidad y también, por su relación con ellos, el resto de vecinos, lo cual pone de manifiesto la importancia de la familia dentro de las relaciones sociales del período moderno. Los vínculos más poderosos siempre se creaban a través de las alianzas matrimoniales y éste se convertía siempre en el parámetro que más influía a la hora de elegir aliados.

 

 No debemos olvidar que la función del historiador debe orientarse hacia la vida, y más en concreto hacia la vida del hombre común. Así, la historia se humaniza y pone en circulación el concepto y el ideal de la historia total. El historiador debe hacer de la historia un laboratorio en el que pueden experimentarse, cuantificarse, analizarse e interpretarse todas las vidas de todos los hombres de todos los tiempos[117], o al menos, lo hemos intentado.

 

 

ANEXOS

Tabla 1. ESCRIBANÍA DE BERNARDINO MADERA (1689-1694)

 

Tipo de documento

Cantidad media anual

Precio

Ingreso total anual

Testamentos

12

2 reales

24

Codicilos

4

2 reales

8

Inventarios de bienes

3

3 reales

9

Poder

6

2 reales

12

Trueque y cambio

2

2 reales

4

Cartas de Venta

42

2 reales

84

Obligaciones

6

1 real

6

Arrendamientos

4

2 reales

8

Reconocimientos de censos

5

2 reales

10

Escrituras

8

2 reales

16

Apartamiento de querella

1

2 reales

2

TOTAL

93

 

183 reales

 

Tabla 2. ESCRIBANÍA DE PEDRO MADERA (1695-1700)

 

Tipo de documento

Cantidad media anual

Precio

Ingreso total anual

Testamentos

17

2 reales

34

Codicilos

7

2 reales

14

Inventarios de bienes

9

3 reales

27

Poder

14

2 reales

28

Trueque y cambio

5

2 reales

10

Cartas de Venta

44

2 reales

88

Obligaciones

7

1 real

7

Arrendamientos

8

2 reales

16

Reconocimientos de censos

2

2 reales

4

Escrituras

13

2 reales

26

Apartamiento de querella

1

2 reales

2

TOTAL

127

 

256 reales

 

Tabla 3. ESCRIBANÍA DE BERNARDINO MADERA MANSO (1727-1739)

 

Tipo de documento

Cantidad media anual

Precio

Ingreso total anual

Testamentos

21

2 reales

42

Codicilos

14

2 reales

28

Inventarios de bienes

11

3 reales

33

Poder

58

2 reales

116

Trueque y cambio

12

2 reales

24

Cartas de Venta

54

2 reales

108

Obligaciones

8

1 real

8

Arrendamientos

4

2 reales

8

Reconocimientos de censos

2

2 reales

4

Escrituras

16

2 reales

32

Apartamiento de querella

5

2 reales

10

TOTAL

205

 

413 reales

 

 

 

 



[1] “Propuestas teóricas y organización social desde la historia de la familia en el España Moderna”, en Studia Historica,18. pp. 17-26. Universidad de Salamanca, 1998.

[2] Como ejemplo tenemos las perspectivas abiertas por autores como C. GINSZBURG.

[3] Aunque la historia social y de las mentalidades surgió en la década de los años 20, de la mano de L. FEBVRE y M. BLOCH, no es hasta la década de 1970 cuando se produjo el verdadero despegue de la historia de las mentalidades y la vida cotidiana del hombre. Desde entonces, hasta el momento presente, han salido a la luz numerosos trabajos de gran interés sobre la familia, el amor, la sexualidad, las actitudes ante la muerte, la religiosidad, el miedo…

[4] GIL SOTO, A; Deudos, Parciales y Consortes. Estrategias políticas y sociales de la oligarquía rural extremeña (siglos XVII y XVIII), Cáceres, 2003.

[5] LEVI, G; “Sobre microhistoria”, en BURKE. P. (ed): Formas de hacer Historia, Madrid, 1993, pp. 119-143.

[6] Para la región extremeña, que es el ámbito de estudio seleccionado, destacan trabajos como los de TESTÓN NÚÑEZ, I.; Amor, sexo y matrimonio en Extremadura, Badajoz, 1985; HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A.; La familia extremeña en los tiempos modernos, Badajoz, 1990; RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.; “El poder y la familia. Formas de control y consanguineidad en la Extremadura de los Tiempos Modernos”, en CHACÓN JIMÉNEZ, F. y HERNÁNDEZ FRANCO, J. (eds): Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, 1992, pp. 15-34.; o BLANCO CARRASCO, J. P.; Demografía, familia y sociedad en la Extremadura Moderna. 1500-1860, Cáceres, 1999.

[7] Archivo Histórico Provincial de  Cáceres (en adelante A. H .P. C.). Protocolos Notariales. Legajo 1460.

[8] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2056.

[9] Archivo Diocesano de Cáceres (en adelante, A. D. C.) Libro 23 de difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 23

[10] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1460.

[11] A. D. C. Libro 3 de bautismos de Valverde del Fresno (1645-1688),  fol  58

[12] HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A.; La familia extremeña en los tiempos modernos, Badajoz, 1990, p. 90.

[13] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1461.

[14] A. D. C. Libro 15 de matrimonios de San Martín de Trevejo (1622-1748), fol 189.

[15] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  58.

[16] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  73.

[17] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  84 v.

[18] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  119.

[19] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  135v.

[20]  A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1436.

[21]  A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054-57.

[22] A. D. C. Libro 23 de difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762),  fol  192.

[23] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  364.

[24] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  12.

[25] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  37 v.

[26] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  43.

[27] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  67.

[28] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054, s. f.

[29] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054 s. f.

[30] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054 s. f.

[31] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054 s. f.

[32] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2054 s. f.

[33] A. D. C. Libro 23 de difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762),  fol 661.

[34] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[35] A. D. C. Libro 23 de difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762),  fol 871 v.

[36] A. D. C. Libro 23 de difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762),  fol 941

[37] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[38] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[39] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[40] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[41] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[42] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[43] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[44] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1642 s. f.

[45] HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A.; La familia extremeña en los tiempos modernos, Badajoz, 1990: pp 123.

[46] A. D. C. Libro 16 de Matrimonios de San Martín de TRevejo (1748-1764), fol. 51 v.

[47] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  334.

[48] A. D. C. Libro 5 de bautismos de San Martín de Trevejo (1764-1784),  fol  14

[49] A. D. C. Libro 5 de bautismos de San Martín de Trevejo (1764-1784),  fol  58.

[50] A. D. C. Libro 24 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1723-1774), fol 36 v.

[51] A. D. C. Libro 16 de Matrimonios de San Martín de Trevejo (1748-1764), fol 19.

[52] A. D. C. Libro 5 de bautismos de San Martín de Trevejo (1764-1789), fol 11.

[53] A. D. C. Libro 5 de bautismos de San Martín de Trevejo (1764-1789), fol 146 v.

[54] A. D. C. Libro 24 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1723-1774), fol 49v.

[55] A. D. C. Libro 16 de Matrimonios de San Martín de Trevejo (1748-1764), fol 143v.

[56] A. D. C. Libro 5 de bautismos de San Martín de Trevejo (1790-1813), fol 43

[57] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 192.

[58] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  364.              

[59] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  12.

[60] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2057 s. f.

[61] A. D. C. Libro 15 de Matrimonios de San Martín de Trevejo (1622-1748), fol 335

[62] A. D. C. Libro 3 de bautismos de San Martín de Trevejo (1698-1733),  fol  367

[63] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  12v

[64] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  126v

[65] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  44 v.

[66] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  64.

[67] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  91

[68] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  110.

[69] A. D. C. Libro 4 de bautismos de San Martín de Trevejo (1733-1764),  fol  126 v.

[70] Hernández Bermejo, M. A.; La familia extremeña en los tiempos modernos, Badajoz, 1990: pp 123.

[71] RODRÍGUEZ  SÁNCHEZ, A.; Cáceres: Población y comportamientos demográficos en el siglo XVI, Cáceres, 1977; pp 213.

[72] Fuentes parroquiales varias. Elaboración propia.

[73] TESTÓN NÚÑEZ, I.; Amor, sexo y matrimonio en Extremadura, Badajoz, 1985, p. 21.

[74] RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.; “Un modelo metodológico: las cartas de dote en Extremadura” Pp. 165-176, en Actas de las II Jornadas de Metodología Histórica Aplicada.  La documentación notarial y la historia. I. Santiago, 1983, pp. 165-178.

[75] HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A.; op. Cit; pp 123-125.

[76] HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A.; op. Cit; pp 141-142.

[77] Ibidem, pp. 143.

[78] Ibidem, pp. 163.

[79] RODRÍGUEZ  CANCHO, M.; La villa de Cáceres en el siglo XVIII. (Demografía y sociedad), Cáceres, 1981, pp. 175.

[80] Ibidem, pp. 180.

[81] Fuentes parroquiales varias. Elaboración propia.

[82] Fuentes parroquiales varias. Elaboración propia.

[83] Fuentes parroquiales varias. Elaboración propia.

[84] TESTÓN NÚÑEZ, I.; op, cit, pp 116-118.

[85] A.D.C. Libro 16 de Matrimonios de San Martín de TRevejo (1748-1764), fol. 45 v.

[86] RODRÍGUEZ  CANCHO, M.; op. Cit., pp. 207-208; RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A,; op. Cit. Pp 213-219.

[87] RODRÍGUEZ  SÁNCHEZ, A.; Cáceres: Población y comportamientos demográficos en el siglo XVI, Cáceres, 1977; pp 218.

[88] ESCRICHE, J. Diccionario razonado de legislación, París, 1831, voz “escribano”; de CUESTA MARTÍNEZ, M,; Oficios Públicos y sociedad, Córdoba, 1997, pp 410-411.

[89] Este cuadro ah sido realizado tomando como fuente el inventario de Protocolos Notariales del Archivo Histórico Provincial de Cáceres.

[90] GONZÁLEZ CRUZ, D.; Escribanos y notarios en Huelva durante el Antiguo Régimen. (1701-1800), Huelva, 1991, pp 59-61.

[91] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 1640 s. f.

[92] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2057 s. f.

[93] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2057 s. f.

[94] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2057 s. f.

[95] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 13

[96] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 660.

[97] A. H. P C. Protocolos Notariales. Legajo 2057 s. f.

[98] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 13

[99] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 660.

[100] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 192

[101] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 493

[102] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 13

[103] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 192

[104] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 660

[105] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 493

[106] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 862

[107] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 192

[108] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 12

[109] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 12

[110] A. D. C. Libro 23 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1690-1762), fol 36 v.

[111] A. D. C. Libro 24 de Difuntos de San Martín de Trevejo (1764-1795), fol 36 v.

[112]  GONZÁLEZ CRUZ, D.; op. Cit, pp. 113.

[113] A. H. P. C. Protocolos Notariales. Legajo 1460.

[114] Para ello hemos consultado dicho documento en el Portal de Archivos Españoles en red, que el ministerio de cultura pone a nuestra disposición en la página web PARES.

[115] Para ello se han elaborado unas tablas que resumen la producción de la escribanía de cada miembro de la familia analizada. EL monto o saldo total que percibe el escribano, debemos entenderlo como el total entre los documentos públicos del Concejo de la Villa de San Martín de Trebejo, y los documentos de índole privada, realizados por los vecinos de dicha Villa.

[116] Op, cit, pp. 71.

[117] RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.; Introducción. Actas de las II Jornadas de Metodología y Didáctica de la Historia, Cáceres, 1983.

Nov 292013
 

 Felicísimo García Barriga y Rocío Periáñez Gómez.

 En una sociedad como la nuestra, tan dada a la conmemoración de efemérides históricas, no se podía dejar de lado una fecha tan señalada como es el segundo centenario del levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses y del consiguiente inicio de la llamada Guerra de la Independencia. Ello supone redescubrir los hechos pasados, evocar grandes gestas, pero también profundizar en el estudio de lo acontecido, intentando realizar nuevas aportaciones que nos aproximen a un mejor conocimiento y comprensión de la historia.

Sin embargo, tanto en este como en otro tipo de conmemoraciones se suele insistir en el recuerdo de hechos notables de gran carga simbólica y que han tenido además un mayor impacto sobre la memoria histórica de los ciudadanos. En contrapartida son muy pocas las veces en las que se hace alusión a los efectos que los conflictos bélicos tuvieron sobre la población fuera militar o civil. En este caso la Guerra de la Independencia es un ejemplo de cómo se han magnificado momentos aislados, utilizándolos para exaltar el patriotismo nacional, pero se han olvidado las consecuencias que la guerra tuvo sobre todo el territorio nacional, consecuencias que fueron desastrosas desde el punto de vista humano, económico, social, etc.

Una de las mejores muestras de lo que acabamos de señalar es, sin duda, el caso extremeño. Salvo raras excepciones, la historiografía sobre la Guerra de la Independencia en Extremadura se ha referido casi en exclusiva a los hechos de armas más importantes del conflicto como las batallas de La Albuera, el puente de Almaraz o Medellín o los sitios de Badajoz. Sin embargo, poco se ha escrito acerca de las terribles repercusiones que la guerra tuvo sobre los extremeños a quienes les tocó vivirla. Extremadura se constituyó desde el principio del enfrentamiento en uno de sus principales escenarios debido a su carácter de zona de paso entre Madrid y Lisboa por un lado, y Castilla la Vieja y Andalucía por otro.

De esta manera la presencia constante en nuestra tierra de ejércitos tanto enemigos como aliados supuso sumir a los pueblos extremeños en una situación cercana al caos en que la persistente necesidad de recursos de todo tipo para mantener el esfuerzo bélico conllevó una enorme presión sobre las poblaciones, tanto humana como económicamente. Este es el problema que trataremos de abordar en este trabajo, intentando paliar, con nuestra modesta aportación, el déficit de atención historiográfico del que hablábamos antes. El objetivo de esta comunicación será, por tanto, analizar las consecuencias que la guerra contra los franceses tuvo para los pueblos extremeños y sus habitantes. Así contemplaremos los efectos del conflicto desde distintos puntos de vista (material, humano, social, moral…) utilizando como hilo conductor la trayectoria vital de dos extremeños que se vieron inmersos en los acontecimientos y que sufrieron las secuelas en sus propias carnes. Se trata del coronel don José López Berrio y del sargento Bonifacio Ramajo; el primero, un militar profesional que como tal participó en diversas acciones y misiones hasta su ejecución por los franceses en 1811 y el segundo, un civil reclutado a la fuerza en 1807 para la invasión de Portugal, previa a la guerra y que se mantuvo en el servicio hasta que finalizó el conflicto.

Para conseguir este propósito, y como en cualquier trabajo histórico, hemos tenido que recurrir al uso de diversas fuentes documentales. Para trazar la biografía de nuestros dos protagonistas hemos contado, en el caso de López Berrio con papeles personales conservados por su familia que, junto a su hoja de servicios y otros documentos notariales, nos han proporcionado noticias suficientes para acercarnos a su figura; con respecto a Bonifacio Ramajo, el hallazgo en un protocolo notarial de cartas autógrafas nos reveló su existencia permitiéndonos conocer parte de su vida, información que posteriormente hemos completado con otras fuentes. 

Desde el punto de vista general, para conocer el desarrollo de la Guerra de Independencia en Extremadura y sus consecuencias, es indispensable consultar la documentación emanada de la Junta Suprema de Extremadura, órgano de gobierno constituido tras el levantamiento del 2 de mayo para coordinar el esfuerzo de guerra y llenar el vacío de poder existente tras la quiebra del sistema político del Antiguo Régimen provocado por la invasión napoleónica. Los documentos generados por esta institución abarcan múltiples cuestiones; sin embargo, hemos centrado nuestra atención fundamentalmente en los aspectos referidos a la financiación y abastecimiento del ejército y a las quejas de los ayuntamientos al respecto. No obstante, no hemos olvidado la documentación relacionada directamente con el ejército (formación de las tropas, evolución general del conflicto, documentación de carácter judicial, pasaportes, etc.) que nos proporcionan, al mismo tiempo, noticias indirectas sobre los efectos de la guerra sobre la población.

 

  1. 1.      La Guerra de la Independencia en el contexto extremeño

 

De todos es conocido lo sucedido en España tras el 2 de mayo de 1808. En Extremadura, las noticias sobre el levantamiento de los madrileños y el manifiesto del alcalde de Móstoles llegaron prontamente causando una reacción que tuvo consecuencias de diverso tipo. Aunque la violencia no fue la protagonista, hubo algunos hechos aislados de gran relevancia. Entre ellos, destacan los acontecimientos vividos en Badajoz el 30 de mayo que culminaron con la muerte del Capitán General interino de la Provincia, conde de la Torre del Fresno, tras haber sido acusado de traidor por el pueblo.

Este crimen pone de manifiesto la situación de caos político, de desgobierno y de incertidumbre que vivía la sociedad extremeña en ese momento. La inexistencia de una autoridad reconocida que articulase la resistencia contra el invasor supuso que órganos políticos de ámbito provincial, como las Audiencias y Capitanías Generales, tuvieran que asumir un papel que no les correspondía y a cuya altura no supieron estar. En este contexto surgieron instituciones improvisadas en las que se mezclan las antiguas élites gobernantes con los elementos populares para intentar encauzar la oposición a los franceses y que emanaban más de la voluntad del pueblo que de las instituciones del Antiguo Régimen; nos estamos refiriendo a las Juntas de Gobierno, surgidas en las ciudades y villas más importantes del país en general y por supuesto de Extremadura. En nuestra región, así, se crearon en mayo de 1808 juntas en Badajoz, Cáceres y Plasencia; de ellas, pronto adquirió protagonismo la Junta de Badajoz, al encontrarse en esta ciudad las principales instituciones de la provincia, excepto la Real Audiencia. De esa primigenia institución procedería, por tanto, la Junta Suprema de Extremadura, constituida a principios de junio de 1808; a partir de ahí, la Junta de Extremadura se convierte en el principal órgano de gobierno de la provincia, debiendo enfrentarse a la formación y financiación de un ejército para luchar contra los invasores. Para ello tuvo que arbitrar una serie de medidas de carácter militar y económico y financiero de las que hablaremos más adelante.

Sin embargo, la Junta no tuvo que hacer frente a la amenaza enemiga hasta que,  tras la batalla de Bailén, Napoleón decidió acabar con la resistencia española e invadió el país con el grueso de sus tropas. El ejército francés llegó a Extremadura en diciembre de 1808 penetrando en  la provincia por el noreste. El primer enfrentamiento directo entre los invasores y las tropas españolas tuvo lugar en el puente de Almaraz. Tras los intentos de los franceses por cruzar el Tajo, la primera gran batalla en Extremadura se libró en Medellín el 28 de marzo de 1809, con desastrosas consecuencias para el ejército comandado por el general Cuesta. Desde esas fechas, hasta finales de 1810, no se produjeron encuentros armados de gran relevancia en territorio extremeño, a pesar de lo cual el paso de tropas tanto enemigas como propias fue constante, teniendo en cuenta además que un ejército ingles bajo el mando de Wellington había entrado por Zarza la Mayor en junio de 1809.

La invasión francesa de Portugal a mediados de 1810 cambió radicalmente esta situación al convertir a Extremadura en la retaguardia de la ofensiva enemiga y, por lo tanto, en un objetivo militar de primer orden. Ello explica la intensificación de la presencia francesa en la Provincia y como consecuencia inmediata el sitio y conquista de la plaza de Badajoz entre enero y marzo de 1811. Desde ese momento, la recuperación de Badajoz constituyó el principal empeño de las tropas aliadas; en ese contexto se inscribe la batalla de La Albuera librada el 16 de mayo de 1811, uno de los más sangrientos episodios de toda la guerra con cuantiosas pérdidas humanas por parte de los dos bandos.

El cambio en la coyuntura bélica a partir de 1812, motivado en parte por la retirada de tropas francesas destinadas por Napoleón a la campaña de Rusia, favoreció la ofensiva aliada lo que permitió, tras la liberación de Ciudad Rodrigo, la recuperación de Badajoz el 6 de abril de dicho año. Tras esta victoria y el repliegue de los franceses, Extremadura se convierte en un escenario menor, quedando libre de enemigos en agosto de 1812. A pesar de ello, el ejército y los irregulares extremeños siguieron en pie de guerra contribuyendo a la expulsión definitiva de los franceses en 1813[1].

  1. 2.      La contribución de los extremeños a la Guerra de la Independencia.

 

Históricamente, todas las guerras han supuesto gravísimos daños para las economías de los territorios en los cuales se han desarrollado. En el caso extremeño, los conflictos civiles de la Corona de Castilla a finales del siglo XV, la guerra de Secesión de Portugal o la Guerra de Sucesión española provocaron en nuestra región una situación de crisis económica derivada tanto de los ataques enemigos como del asentamiento en el territorio de tropas que esquilmaban a las poblaciones.

La Guerra de Independencia no va a suponer en este sentido un ejemplo más por cuanto representa en su grado máximo el efecto negativo de los conflictos bélicos sobre la población civil. A ello contribuyó sin duda alguna el carácter de guerra total que adquirió desde el principio, con un invasor que permaneció varios años sobre el terreno comportándose con una avaricia y una crueldad prácticamente desconocidas hasta el momento, y por tanto la necesidad de aumentar enormemente el esfuerzo de guerra con el fin de expulsar a los odiados franceses del territorio nacional.

Como señalábamos anteriormente, a la Junta Suprema le correspondió la labor de crear, organizar y mantener un ejército para defender Extremadura de la invasión francesa. Ello hizo que la responsabilidad de llevar a cabo esa tarea recayera sobre el pueblo extremeño ya que, carente de medios, la Junta tuvo que recurrir a los ayuntamientos de la Provincia para recabar todo lo necesario con la finalidad de dotar al nuevo ejército, tanto de efectivos humanos como materiales. La realización de ese enorme esfuerzo de guerra tuvo profundas repercusiones en prácticamente todos los ámbitos. Así, los constantes y crecientes gastos quebraron la economía regional de una forma desconocida desde la Guerra de Secesión de Portugal a mediados del siglo XVII. De esta forma lo manifiesta la enorme cantidad de peticiones, documentos de agravios y quejas emitidas tanto por los ayuntamientos como por particulares debido al cobro de impuestos, la requisa de alimentos, animales de labor o carros, los gastos de transporte, el alojamiento de tropas, etc.

Las dificultades económicas acarrearon a su vez considerables problemas desde el punto de vista social y político que en gran medida continuaban situaciones engendradas en la segunda mitad de la centuria anterior y que también son preludio de la conflictividad política y social que vivirá Extremadura durante todo el siglo XIX. Así, en el ámbito social, la Guerra supuso en muchos casos una modificación de las estructuras sociales de los pueblos, ya que muchos vecinos aprovecharon la situación para enriquecerse especulando con alimentos, malversando fondos públicos o manipulando la venta de terrenos concejiles para convertirse en grandes terratenientes. También se produjo por parte de algunos ayuntamientos el intento de acabar con los privilegios de la nobleza incluyendo a los hidalgos en repartos de impuestos y, al tiempo, tuvieron lugar motines y levantamientos relacionados con la ocupación de tierras por labradores y jornaleros, continuando el proceso reivindicativo de los campesinos extremeños iniciado en el siglo XVIII. Por último, desde el punto de vista político, los decretos de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 supusieron el establecimiento de un régimen liberal que, no obstante, chocó con la oposición de los que veían en peligro su privilegiada situación. Ello se reflejó en Extremadura tanto en las propias actuaciones de la Junta como en sus relaciones con los mandos militares y en sus intervenciones en la vida política local.

En este apartado, por tanto, trataremos las dos vertientes de esta situación: por un lado, las medidas que adoptó la Junta para sostener el esfuerzo de guerra y en segundo lugar, la repercusión que sobre las localidades extremeñas tuvieron esas medidas.

 

2. a. La actuación de la Junta Suprema de Extremadura

 

Uno de los objetivos principales de la Junta Suprema de Extremadura fue la financiación de la guerra; ya que ésta no podía ser cubierta de ninguna manera con los ingresos procedentes de los impuestos ordinarios, tuvo que arbitrar servicios y donativos de carácter extraordinario. Es ejemplo de ello el empréstito forzoso de 8 millones de reales establecido en julio de 1808 y que se repartió entre los pueblos de manera proporcional a la cuantía de los productos en que se evaluaban las rentas provinciales. Se estableció una contribución que gravaba las propiedades de los propietarios forasteros, dueños de encomiendas y señores jurisdiccionales, y otra consistente en el 10% de las rentas procedentes del arrendamiento y venta de tierras[2]. Teniendo en cuenta que el sistema impositivo del Antiguo Régimen no sufrió cambios, al menos al principio de la guerra, la mayor parte del esfuerzo económico para sostener al ejército aliado recayó, como siempre, en las clases más humildes de labradores y jornaleros, mientras que los pudientes no sufrieron directamente la presión fiscal.

Junto al sistema tributario se tuvo que recurrir a otras vías con el fin de facilitar los medios precisos para sostener al ejército. En este sentido, la Junta de Extremadura comisionó a militares y otras personas con el encargo de recorrer zonas concretas de la Provincia para obtener desde dinero hasta información sobre el enemigo pasando por la captación de posibles reclutas o el traslado de desertores. De ello es ejemplo uno de los personajes que hemos elegido como guías de nuestro recorrido, el coronel José López Berrio. Antes de referirnos a las tareas que realizó para la Junta, resulta ineludible hacer una breve semblanza de su biografía.

Don José López Berrio nació en Zalamea de la Serena el día 6 de marzo de 1774. Hijo de don Manuel López Berrio y de doña Manuela Hidalgo Abrios, fue bautizado en la parroquia de Santa María de los Milagros de Zalamea el día 21 de marzo de 1774[3]. Su padre, natural de Villanueva de la Serena, pertenecía al estado noble como hidalgo que era. Sin embargo la familia tuvo que recurrir a la confirmación del privilegio a la Chancillería de Granada, al menos por dos ocasiones. La última de ellas en 1796, bastantes años después del nacimiento de José y seguramente basada en la necesidad de demostrar su condición de noble en la villa de Zalamea, a donde se había trasladado desde su Villanueva natal[4]. El 17 de diciembre de 1801, con 27 años, López Berrio contrajo matrimonio en Badajoz con doña María Antonia Hurtado Baldovinos y Becerra, hija de don Gonzalo Hurtado Baldovinos, Auditor de guerra[5], y doña Isabel Becerra, ambos vecinos de Valverde de Leganés[6]. Fruto de ese matrimonio fue el único hijo que tuvo la pareja, un niño nacido en julio de 1809 que recibió el nombre de José y que seguiría, como su padre, la carrera militar[7]. Parece que tras la boda, el matrimonio se asentó en la villa de Solana de los Barros, si bien la profesión ejercida por don José, le obligaba a permanecer lejos de su hogar.

En cuanto a su trayectoria profesional, aunque no conocemos con precisión la fecha de su ingreso en el ejército, según su expediente adquirió el rango de soldado distinguido en Infantería en 1794, siendo ascendido a subteniente en 1800. Sirvió en los regimientos de Infantería de Extremadura y en el Regimiento de Trujillo y estuvo de guarnición en las plazas de Madrid, Badajoz y Alcántara hasta el 20 de Mayo de 1801 para pasar después de agregado a la artillería a hacer el servicio durante la guerra de Portugal[8]. Posteriormente fue ascendido a capitán y a teniente coronel, en lo cual influirían diversos factores. Sin dudar de sus cualidades como militar, el parentesco adquirido con un notable personaje como era su suegro, don Gonzalo Hurtado Baldovinos y la coyuntura bélica facilitarían el ascenso de José en la jerarquía militar. El 10 de septiembre de 1808 fue ascendido a capitán como premio por el donativo voluntario que realizó para el mantenimiento del ejército[9] y, sólo tres semanas después, el 28 de septiembre recibe el grado de teniente coronel[10].

Su actividad durante la guerra fue diversa; por un lado, participó en la defensa de Badajoz como ayuda de campo del general Gabriel de Mendizábal, labor que le valió el ascenso a coronel:

 

don José López de Berrio, Teniente Coronel de los Reales Exércitos, estuvo en Extremadura a mi inmediación, haciendo servicios distinguidos a la Patria, me acompañó en todas las ocurrencias de Badajoz, salió conmigo de dicha Plaza la noche de 5 de Febrero de 1811 atravesando la Cavallería enemiga a la Plaza de Elvas, a encontrar la División Española que venía de Cartaixo; por todo lo que, y su buen desempeño militar, le concedí el grado de Coronel, y fue comprehendido en la relación que remití al Señor Ministro de la Guerra, desde Estremoz en Portugal en 7 de marzo de dicho año de 1811; (…) Por su celo en los apuros del sitio de Badajoz, su voluntad a prestarse a todo lo que se le mandaba, y sus conocimientos del país, más de una vez le empleé en comisiones arriesgadas y todas fueron perfectamente desempeñadas[11].

           

Pero, sobre todo, su cometido durante el conflicto se desarrolló sobre el terreno, desempeñando los encargos comisionados por la Junta de Extremadura. Así, el 24 de febrero de 1810 recibió, junto con el presbítero don Antonio González Pecellín, la orden de la Junta:

 

para que en uso de su acendrado patriotismo se constituyan en los pueblos de esta provincia y otros que más combenga y con la Partida que llevan y demás que se le reúnan incomoden al enemigo en sus correrías, impidan los suministros que se le hacen desbartando y aniquilando el País; alarmen los pueblos y reúnan quantos escopeteros y gente útil encuentren, armándola con las armas que haya en los mismos; regojan los dispersos que handen vagando por ellos y los que residan en despoblado, remitiéndolos a esta capital para su incorporación al Exército con la seguridad correspondiente aunque sea por el Reyno de Portugal; y finalmente harán requisición de cavallos de toda clase que sean útiles para el servicio y operarán en los demás puntos según combenga a beneficio de la Patria[12].

 

Es decir, su misión comprendía desde acciones de guerrilla, reunir tropas y armas, estorbar a los invasores, perseguir a los desertores y proveerse de monturas para el ejército.

En otras misiones la labor de López Berrio se centró en el reclutamiento de tropas. Así el 2 de abril de 1809 remite a la Junta un informe de la actividad desempeñada en las villas de Valverde, Almendral, Torre, Nogales y Morera, para reclutar y remitir a Lobón “unos 600 hombres que resultaron armados con escopetas, chuzón y demás que fue posible, socorridos por cuatro días y encargadas sus respectivas justicias de remitirles víveres suficientes”. Al tiempo, recababa información sobre los movimientos del enemigo[13] como podemos saber por la petición que en septiembre de ese año realizaba a la Junta para que se le abonase el dinero gastado “en la observasión voluntaria que disfrazado hize por espacio de nueve días, con diferentes paysanos que saqué de la villa de Solana y otros pueblos, de la posición y giro que ocupaban los Enemigos, hasta que llegaron a la ciudad de Mérida, Montijo, Arroyo de San Serván, Calamonte y Torremejía”[14].

 

La eficiente labor realizada por el coronel acabó en septiembre de 1811, cuando los franceses le apresaron en la villa de Zahínos, donde se hallaba ejerciendo las funciones por las que había sido comisionado, con los documentos que acreditaban su condición y demostraban sus actividades. Esta circunstancia precipitó los acontecimientos, pues José López Berrio fue trasladado por las tropas francesas a la cercana villa de Fregenal y encerrado en la cárcel pública. Se practicó un consejo de guerra rápido, pues las pruebas halladas en su contra eran concluyentes y condujeron a la condena a muerte por traidor a Napoleón y al Rey, tal y como hicieron públicos los mandos franceses ordenando fijar en la plaza un documento en que se explicitaban los detalles de la condena. De esta forma, el 10 de septiembre de 1811 fue llevado a las afueras de Fregenal, al lugar conocido como el Egido, donde fue fusilado por la espalda y enterrado, pues según certificó años después el cura párroco de Santa María de dicho lugar, los franceses no permitieron que se le diese sepultura eclesiástica. Es más, sólo tras muchos ruegos de algunos vecinos del lugar consintieron que pudiese confesarse con un sacerdote y se le permitiese hacer su testamento, que realizó ante Antolín de Aniebas Solís, escribano de Fregenal. Por él podemos conocer el estado en que se encontraba el coronel en los momentos que precedieron a su muerte, pues terminaba el testamento con esta aclaración del notario: “el señor otorgante a quien doy fe conosco así lo dijo y no firmó por tener el pulso sobresaltado, lo hizo a su ruego uno de los testigos”[15].

Los documentos referidos sobre las misiones encomendadas a López Berrio -así como a otros comisionados[16]– muestran los intentos de la Junta por obtener la colaboración del pueblo en el esfuerzo bélico, que no siempre era correspondido de buen grado. De hecho, muchas de esas órdenes preveían la imposición de multas y otras medidas, incluyendo el uso de la fuerza para las justicias o particulares que se mostraran remisas a cumplir con lo mandado[17]:

 

Las Juntas y Justicias le prestarán los auxilios de que huvieren menester y los correspondientes a la subsistencia y alimentos de la tropa y alarmados, facilitándoselos de contado, bajo toda responsabilidad, con la prevención y encargo más serio que se les hace en su cumplimiento y la que se maneje morosa en él o el ciudadano que se resista a prestarse a la defensa pudiendo hacerlo, darán cuenta a esta Suprema Junta, para el castigo que deva imponersele por el Consejo de Guerra permanente creado con este y otros objetos”[18].

 

Todo ello prueba que, a pesar de la buena voluntad tanto de las autoridades como del pueblo extremeño para contribuir en la derrota del enemigo, en muchas ocasiones, la situación económica impedía a los pueblos hacer frente a lo solicitado. En esas circunstancias, como veremos también más adelante, la Junta solía ser inflexible y no aceptaba las quejas que se le formulaban.

 

2. b. La respuesta de los extremeños ante la Guerra de la Independencia

 

Si en el apartado anterior hemos visto la actividad de la Junta Suprema de Extremadura para cubrir las necesidades surgidas como consecuencia de la coyuntura bélica, ahora debemos ocuparnos de la respuesta que los requerimientos de las autoridades provinciales suscitaron en el pueblo extremeño y los gobernantes locales. Para comentar todas estas cuestiones, vamos a utilizar como hilo conductor y ejemplo la trayectoria vital de un extremeño que fue protagonista directo de los hechos; sin embargo, al contrario que José López Berrio, quien como militar profesional participó activamente en la guerra y murió como consecuencia de ella, este hombre fue militar a su pesar, y en cuanto finalizó el conflicto volvió a su hogar para vivir y morir entre los suyos. Nos referimos a Bonifacio Ramajo, cuyos datos biográficos vitales son los siguientes: hijo de Domingo Ramajo y María la Recolada, nació en Navas del Madroño, actual provincia de Cáceres, el 5 de junio de 1785. Contrajo matrimonio en dos ocasiones: por primera vez en 1806 con María Elena Guzmán, y ya viudo en segundas nupcias con Vicenta Teomiro en 1820. Tuvo 13 hijos, dos de su primer matrimonio y once del segundo, de los cuales sólo llegaron a la edad adulta cinco. Para finalizar, murió en su pueblo natal el 2 de mayo de 1838, a punto de cumplir los 53 años de edad.

Bonifacio Ramajo fue uno de los muchos extremeños cuya vida dio un giro de 180 grados como consecuencia de la invasión francesa y de la Guerra de Independencia. Sin embargo, él ha conseguido librarse del anonimato de la mayoría de sus compañeros y su nombre ha llegado hasta nosotros gracias a su propia palabra escrita. Se da la circunstancia, además, de que la vida de Bonifacio se vio afectada por la guerra antes de que ésta empezase, puesto que fue uno de los participantes en la invasión de Portugal llevada a cabo conjuntamente por los ejércitos español y francés en 1807.

Esta invasión, desconocida para muchos, constituyó el preludio de la ocupación española a partir de 1808; recordemos que desde 1800 la política exterior española estaba absolutamente sujeta a los designios de Napoleón Bonaparte; a pesar de las consecuencias negativas de esa alianza (sirva como mejor ejemplo la terrible derrota naval de Trafalgar), los gobernantes españoles, con Carlos IV y Godoy al frente, no fueron capaces de liberar al país de la influencia del emperador de los franceses. Así, el 27 de octubre de 1807 España y Francia firmaban un nuevo tratado en Fontainebleau. En el mismo se estipulaba el nacimiento de dos nuevos estados: Lusitania para la recién destronada reina de Etruria y el principado de los Algarves para Godoy. Pero, más importante, el acuerdo establecía la posibilidad de que las tropas francesas pudieran entrar por España para hacer cumplir el pacto.

En virtud de ese pacto, por tanto, se producía en noviembre de 1807 la invasión de Portugal por un ejército francés comandado por el general Junot y uno español dirigido por los generales Carrafa y Solano. En este ejército español participó el regimiento provincial de Plasencia, junto con el de Trujillo uno de los dos regimientos de “voluntarios” existentes en ese momento en Extremadura; y en ese regimiento estaba integrado como soldado raso Bonifacio Ramajo, tal y como sabemos por una carta suya enviada a su padre en septiembre de 1807 desde Valencia de Alcántara. Participó por tanto en la invasión, ya que en marzo de 1808 se encontraba en Elvas y en abril en Lisboa, desde donde remitió a su padre cartas pidiéndole dinero; en esas cartas Bonifacio narraba la penosa situación en la que se encontraban los soldados españoles, tanto por sus problemas de abastecimiento[19] como por la evidente hostilidad que los mandos franceses empezaban a manifestar contra los españoles, sabedores de las dudas e intranquilidad que su presencia en suelo español estaba despertando[20].

Desde ese momento, perdemos totalmente la pista de Bonifacio Ramajo; con toda probabilidad volvió a España cuando tras el levantamiento del 2 de mayo de 1808 y la invasión inglesa de Portugal los franceses desarmaron a los soldados españoles y les devolvieron a su patria[21]. Conocemos, por otra parte, que el regimiento provincial de Plasencia participó activamente en la guerra en tierra extremeña, sobre todo en la defensa de la ciudad de Badajoz. Y allí es precisamente donde encontramos de nuevo a nuestro hombre, ingresado en el hospital militar de la plaza en octubre de 1814, con el grado de sargento segundo. Ya finalizada la guerra, en 1815, volvió a Navas, donde reanudó su vida hasta su muerte acaecida, como hemos dicho antes, en 1838.

Sin duda, la vida de este extremeño de principios del siglo XIX es todo un ejemplo de cómo la guerra obligó a quienes la sufrieron a adaptarse a circunstancias totalmente nuevas y a padecer en sus propias carnes los efectos del conflicto, no sólo desde el punto de vista personal sino también en su economía y su forma de vida. En este sentido, la Guerra de Independencia se caracterizó por ejercer su influencia sobre prácticamente todos los ámbitos, tanto públicos como privados. Y ello es lo que vamos a intentar describir en las páginas siguientes.

Hemos visto cómo, al principio de la Guerra, la Junta de la Provincia de Extremadura intentó hacerse cargo de todos los gastos generados por el conflicto recurriendo a impuestos ordinarios y extraordinarios y a la requisición de víveres y dinero mediante comisionados. Con el transcurso del conflicto, no obstante, el aumento de las necesidades financieras, la presencia del ejército francés desde principios de 1809 y, por tanto, la ocupación permanente de amplias zonas del territorio extremeño de la que no se podían obtener ingresos y el aumento consiguiente del esfuerzo bélico para expulsar a los invasores obligó a la Junta Suprema a tomar dos decisiones de importantes consecuencias para el futuro: en primer lugar, las autoridades provinciales dejaron en manos de los pueblos la tarea de mantener a los ejércitos aliados por medio de alojamientos, donativos y contribuciones, lo que supuso para las localidades y sus habitantes unos gastos extraordinarios en muchos casos imposibles de asumir.

Por otro lado, la Junta tuvo que tomar decisiones que comenzaban a alterar el marco político, social y económico del Antiguo Régimen. Entre esas medidas tuvo sin duda una mayor trascendencia el decreto promulgado a finales de marzo de 1810 por el que se autorizaba a los municipios a vender la tercera parte de los bienes de propios y la mitad de los terrenos baldíos, permitiendo asimismo el cerramiento de las propiedades vendidas, y que comentaremos con detalle en las páginas siguientes.

Volviendo al primer punto que comentábamos, la presencia directa de numerosos contingentes de tropas en el territorio obligó a la Junta a dejar su mantenimiento diario en manos de los ayuntamientos donde se alojaba el ejército. Para ello, se recurrió a dos soluciones paralelas y, en muchas ocasiones, complementarias: por un lado, que los municipios y sus habitantes suministraran las raciones a los soldados y sus animales, y por otro, el establecimiento de contribuciones extraordinarias, casi siempre en especie, para abastecer a determinados cuerpos de ejército o, en la mayoría de los casos, a las tropas pertenecientes a los cuarteles generales.

Con respecto a los suministros directos a la tropa, las necesidades eran enormes, incesantes y además muy variadas, y por todo ello casi imposibles de asumir por parte de una sola localidad. Sirva como ejemplo el estado de las raciones que a principios de julio de 1811 necesitaban las tropas pertenecientes al Quinto Ejército; repartido entre dos cuarteles generales, los de Valencia de Alcántara y Fuente del Maestre, y diversas localidades extremeñas (Mérida, Alburquerque, Alcántara, Plasencia, Cáceres, Zafra, Coria, etc.), sus necesidades se evaluaban en 35.160 raciones de pan y otros alimentos, y 6.482 raciones de forraje[22].

Los pueblos extremeños se vieron, por tanto, enfrentados a una situación insostenible, en la que los recursos existentes debían ponerse a disposición de los ejércitos aliados; la situación era aún más grave teniendo en cuenta que desde 1804 la coyuntura agraria era claramente negativa[23], y que por tanto el campo extremeño era incapaz de alimentar a los habitantes de la provincia. La presión añadida y enorme de la presencia militar aumentó la necesidad y sumió al territorio extremeño en una crisis de subsistencias de desastrosas consecuencias.

Cabe señalar, por otra parte, que el propio desarrollo del conflicto y la presencia de los franceses en la provincia determinaron que el esfuerzo bélico no se pudiese repartir entre todos los pueblos de manera equitativa, sino que en cada momento tenían que ser las localidades libres de enemigos quienes recibiesen sobre sus hombros la mayor parte de los gastos. A ello debemos unir el hecho de que la Junta fue evacuada de Badajoz en septiembre de 1810, iniciando un largo periplo que la llevó primero a Valencia de Alcántara, luego a San Vicente, Garrovillas, Santa Marta de los Barros, Arroyo de San Serván y Olivenza para establecerse finalmente de nuevo en Valencia, donde permaneció hasta la reconquista de Badajoz por los ingleses en abril de 1812[24]; por tanto, los territorios adyacentes a la sede del máximo órgano de gobierno provincial, y sobre todo la zona en torno a Valencia de Alcántara, Alburquerque y Alcántara, sufrieron con mayor rigor los suministros a las tropas.

Los ayuntamientos reaccionaron casi siempre con voluntarismo y deseos de ayudar al esfuerzo bélico, pero la magnitud de las necesidades militares hicieron que muchas localidades no tuvieran más remedio que acudir a la Junta de la Provincia para solicitar bien la exención de los suministros solicitados, bien su reducción. En otros casos, los ayuntamientos solicitaban permiso para arbitrar medidas de carácter extraordinario con las que financiar los alimentos y otras necesidades de las tropas aliadas. Por último, algunas autoridades municipales actuaron con renuencia, dilatando los plazos de entrega de lo pedido o alegando su simple falta para evitar tener que cederlos a los militares encargados de la requisa de víveres.

En el primer grupo, la respuesta por parte de la Junta era casi siempre negativa; ese fue el caso de Herreruela, quien solicitaba la exoneración de la carga de tropas estantes en el pueblo “…por haverse quedado los vecinos exhaustos de granos…[25]. También le sucedió lo mismo a la villa de Valencia de Alcántara, sin duda una de las que en mayor medida sufrió los rigores de la guerra por su carácter de sede de la Junta y, durante un tiempo, también de cuartel general del general Castaños, solicitaba en mayo de 1811 que el depósito de granos del Quinto Ejército se trasladase “…en país más abundante y se reparta al menos entre los pueblos inmediatos para que limitándose en éste el número de consumidores se retarde el hambre horrorosa que amenaza manteniendo los restantes en las casas de los que tengan algo[26].

Más abundantes son los casos de pueblos que solicitan permiso de las autoridades provinciales para pagar los suministros; en esta circunstancia lo habitual era que los vecinos particulares se hiciesen cargo de los gastos y luego los ayuntamientos les abonasen el valor de lo suministrado. Sin embargo, dada la crisis financiera en la que los concejos locales vivían a causa del paso de tropas, éstos tuvieron que recurrir a instrumentos extraordinarios que a corto plazo solucionaban el problema pero que a la larga minaban las bases económicas de los ayuntamientos.

Entre esas medidas la más usada fue, sin duda, la venta de terrenos concejiles, tanto a través de la medida general autorizada por la Junta como por peticiones posteriores de cada concejo. En el primer caso, se trató de la autorización a todos los ayuntamientos para vender la tercera parte  de los terrenos de propios y la mitad de los baldíos, acordada por la Junta a finales de marzo de 1810 y definitivamente permitida por el Consejo de Regencia en mayo de ese año[27]. Esta medida, que afectó a todos los pueblos de la provincia, supuso la venta de una buena parte de la tierra de cultivo en la Extremadura del Antiguo Régimen, ansiada por los terratenientes para aumentar sus propiedades y reforzar su poder económico, social y político en los pueblos. En este sentido, la venta de 1810 puso en el mercado muchas de esas tierras, aunque desde luego no contribuyó a una mejor distribución de la propiedad al quedar casi todas, como señalábamos, en manos de los principales propietarios de cada localidad, además de que las ventas se vieron rodeadas de una gran cantidad de abusos, corruptelas y manipulaciones que no podemos detallar aquí por no ser el tema principal de nuestro trabajo.

A largo plazo esta decisión, tomada con el propósito de que los ayuntamientos pudieran así pagar los suministros realizados por sus vecinos a las tropas aliadas, suponía algo mucho más importante, como era la práctica desamortización de esos bienes que se suponía que eran inalienables; sería, por tanto, la segunda de las cuatro desamortizaciones que desmantelaron las bases económicas del Antiguo Régimen, junto con la de las propiedades de capellanías, hospitales y obras pías (1799) y las más conocidas de bienes eclesiásticos o desamortización de Mendizábal (1834) y de bienes civiles y municipales o desamortización de Madoz (1855). Como veremos más adelante, la quiebra del Antiguo Régimen empezaba como resultado de unas necesidades económicas acuciantes para las autoridades de la provincia de Extremadura y continuaría desde 1811 y sobre todo 1812 con las disposiciones legales emanadas de las Cortes liberales de Cádiz.

No obstante, estas ventas fueron en bastantes ocasiones insuficientes para subvenir a todos los gastos ocasionados por el conflicto; ello obligó a muchos pueblos a seguir recurriendo a ese recurso, pidiendo el obligado permiso a la Junta. En muchos casos, sin embargo, ese permiso fue denegado. Quizás los miembros de la Junta eran conscientes de que la guerra estaba poco a poco desmontando los cimientos del Antiguo Régimen, y no quería que eso sucediera más de lo estrictamente necesario para conseguir la victoria; así, por ejemplo, se denegó la autorización solicitada por Esparragosa de Lares para vender más terrenos por los señalados en la orden de 1810[28].

Junto a la venta de terrenos públicos, también se recurrió a otras medidas, que al igual que la ya descrita tuvieron consecuencias económicas y sociales muy importantes; la  más importante fue sin duda el recurso a los bienes de instituciones eclesiásticas, que hasta ese momento habían sido intocables pero que las necesidades bélicas obligaron a usar poniendo por primera vez en grave aprieto el sostenimiento de la Iglesia. Se dio así permiso a los concejos de las Hurdes (Casar de Palomero, Caminomorisco y Pinofranqueado) para utilizar los fondos del real noveno, casas escusadas, diezmos, real encomienda y también para vender bienes de cofradías, obras pías e iglesia, reservando solamente lo necesario para la lactancia de los niños expósitos y el sostenimiento de la parroquia y el cura[29]. Algo parecido sucedió en Arroyo de la Luz, a cuyo ayuntamiento se concedió autorización para usar las partes del diezmo de la villa correspondientes al obispo y cabildo eclesiástico de Coria, el noveno extraordinario que correspondía al rey, el voto de Santiago y las primicias y por último los bienes de una capellanía vacante en ese momento[30].

Por supuesto, también había autoridades locales que, como señalábamos anteriormente, se mostraban bastante renuentes a la hora de cumplir con los suministros solicitados. Ya sabemos que la Junta era bastante rigurosa en esos casos, y autorizaba a sus comisionados a realizar todas las diligencias oportunas para obtener los recursos necesarios, incluyendo entre ellas el uso de la fuerza armada. Desde luego, cuando eran compañías enteras las que necesitaban los suministros para mantenerse y los pueblos no se los facilitasen con la presteza debida, el peligro de represalias armadas era muy grande.

Del primer caso hay diversos ejemplos, como el de Ceclavín, cuyas autoridades relataban en 1811 que

 

…En la noche anterior entraron en este pueblo un comisionado de la Junta municipal de este partido de Alcántara auxiliado de dos oficiales y 46 sargentos, cavos y soldados a exigir de esta justicia y ayuntamiento las 1200 raciones de pan y carne que le había pedido para las tropas que existen en aquella plaza, y los artículos de aguardiente, vino, vinagre y azúcar que también había pedido para el hospital militar de ella, y asimismo los 500 ducados de la multa que le había impuesto en el caso de no verificarlo, que parece ascienden ya y según lo denota el oficio con que requirió dicho comisionado a la total cantidad de 38500 reales por mayor, y a conducir presos por vía de apremio dos de los individuos de dicho ayuntamiento sin haver estimado la referida junta las fundadas y notorias causas que se habían manifestado a la misma junta…[31]

 

El mismo propósito era el que animaba a la Junta cuando “…inteligenciada de que varios pueblos de la provincia han faltado al apronto de raciones que se les ha prebenido reiteradas veces para el suministro de nuestras tropas… comisionó al comisario de Guerra don Julián de Ibarra “…para que presentándose en los pueblos que tenga por conveniente haga exigibles el suministro de raciones que sean necesarias para el socorro de la división al mando de usted…”[32]

Por otra parte, conflictos entre los pueblos y las tropas que se alojaban en ellos fueron constantes durante toda la guerra; el problema residía siempre en diferencias de opinión en cuanto a las cantidades de alimentos y dinero solicitadas y al tiempo transcurrido entre la petición y la entrega. Ello sucedía, por ejemplo, en Brozas a mediados de 1812; por un lado, la comisión de subsistencias de la villa se quejaba de que “…desde el mes de diciembre hasta el día de hoy ha mantenido esta villa más tropas que las que ha podido corresponderle según el número de los que constantemente ha habido en el partido de Alcántara, añadiendo las infinitas que con intermisión de un solo día transitan por ella…”, por lo que solicitaba la ayuda de otros pueblos cercanos y la marcha de algunas de las tropas alojadas en el pueblo. Sin embargo, el brigadier don Joaquín Astraudi, al mando de la compañía de caballería residente en Brozas, se quejaba a su vez de

 

lo mal que se comporta la junta de subsistencias de esta villa con las tropas que se hallan acantonadas en ella, y a mis órdenes   correcciones que creo haya tenido de V. E. para su remedio, me es preciso hacer presente a v. E. que lejos de conocer esta junta la justicia y humanidad con que deben ser tratadas las tropas nacionales cada día se ve menos fruto de las tareas y travajos que tanto decantan en el suministro que deben acerlas. Este no solamente es desfalcado en cada ración diaria de media libra de pan y una onza de arroz, sino que generalmente jamás se logra lo perciba la tropa, sino muy raro día, hasta entre diez y once de la noche del mismo para en que debe servir y se ha dado caso de repartirse el pan algún día a la una de la mañana[33].

 

Pero junto a los suministros directos a las tropas, los pueblos de la provincia de Extremadura tuvieron que sufrir peticiones constantes de la Junta tanto de dinero como de otros elementos necesarios para el adecuado funcionamiento del ejército. En cuanto a los primeros, las contribuciones extraordinarias estuvieron presentes desde el principio de la guerra, como dijimos anteriormente, y su frecuencia y cuantía aumentaron considerablemente con el transcurso del conflicto. En muchas ocasiones, además, esas contribuciones se hacían sin el permiso de la Regencia y la Junta Central, quienes en teoría eran los que poseían la soberanía en nombre de Fernando VII.

Debido precisamente a una encuesta de esas instituciones formulada para conocer las contribuciones creadas durante la guerra sabemos qué repartimientos se realizaron por la Junta de Extremadura entre los pueblos de la provincia entre el 19 de septiembre de 1811  y el 9 de julio de 1812[34]. Los datos de la Junta son elocuentes: en esos escasos diez meses, se había repartido una exacción de 700.000 reales entre los pueblos más importantes de los partidos de Alcántara y Valencia de Alcántara (Alcántara, Valencia, Brozas, San Vicente, Zarza, Ceclavín…), dos exacciones similares, a cuenta de la contribución extraordinaria de guerra, de dos millones de reales entre los partidos de Alcántara, Trujillo, Mérida, la Serena y Plasencia; una exacción con calidad de reintegro en terrenos en los partidos de Alcántara y Cáceres, de 1.250.000 reales, y otra para pago de portes en los pueblos libres de Alcántara y Plasencia de 120.000 reales. En total, se habían cobrado (o pretendido cobrar) más de dos millones y medio de reales; la distribución por partidos de esta enorme cantidad ratifica, a su vez, lo que dijimos en las páginas precedentes: la ubicación de la Junta en Valencia de Alcántara durante buena parte del conflicto hizo que la zona limítrofe a esta villa fuera la que padeciera con mayor intensidad los peticiones del gobierno de la provincia. Así, mientras que al resto de partidos se le solicitaron entre 200.000 y 400.000 reales, el de Alcántara tuvo que pagar la astronómica suma de 1.174.000 reales. No resulta extraño, por tanto, que fueran los pueblos de esta comarca los que se quejaran a la Junta con mayor frecuencia.

Lo mismo sucedía en cuanto a las contribuciones en especie, tanto de trigo, otros cereales y paja como de carros para transportar armas y bagajes. Por ejemplo, en 1811 la Junta comisionaba a don Tomás Respau para obtener granos y ganados en los pueblos del partido de Alcántara; las cantidades repartidas eran enormes: 828 fanegas de trigo, 191 vacas y 2610 cabras, destinadas a alimentar a los muchos regimientos que en ese momento se encontraban acantonados en la villa de Valencia de Alcántara[35]. Tan frecuentes e intensas como las peticiones de alimentos fueron las necesidades de recabar transportes para esos mismos suministros o para armas y pólvora; así, entre 1811 y 1813 se realizaron las siguientes peticiones de carros y acémilas para efectuar transportes de diversos elementos:

– Pedido de treinta carros al partido de Cáceres para la conducción de armamento, municiones y demás efectos que están haciendo notable falta en el ejército y existen en los almacenes de Abrantes.

– Primer expediente sobre pedido de 59 carros y 62 caballerías para la conducción de víveres a los pueblos del partido de Alcántara.

–  Comisión a don Justo Hernández de Tejada para la exacción de ochenta carros en el partido de la plaza de Badajoz.

–  Pedido del general Wellington de 20 carretas para la conducción de pólvora a Badajoz desde Portugal.

–  Segundo expediente de pedir 91 carretas, 259 barricas y 284 acémilas a los partidos de Alcántara y Cáceres por órdenes de 18 de febrero de 1812.

–  Repartimiento de 101 bueyes y 37 carretas a disposición del comisario don Luis Vélez para la limpieza de Badajoz.

–  Repartimiento de doscientas cabezas para la conducción de víveres desde los almacenes de Abrantes, reino de Portugal[36].

 

A la vista de estos datos, no resulta extraño que la mayoría de los pueblos no pudieran suministrar todo lo solicitado o pidieran a la Junta que les exonerase del servicio; así, Herreruela vio reducida su obligación de entregar tres carretas a sólo una, a Santiago de Carbajo se le permitió sustituir los carros por 16 caballerías. Curiosamente, además, mientras que los pueblos pequeños, a pesar de su tamaño y pobreza, hacían frente a las peticiones, las villas más grandes solían ser las que más problemas ponían a la hora de efectuar las entregas. De esa manera aparecen constantes requerimientos a las justicias de las villas de Brozas, Alcántara, Garrovillas, Ceclavín o San Vicente de Alcántara para que cumplan con lo exigido.

 

Todo lo expuesto demuestra claramente la presión enorme a la que las villas y lugares de Extremadura tuvieron que hacer frente para sostener el esfuerzo bélico en la provincia; la primera consecuencia de ello fue, como no podía ser de otra forma, que la situación de la economía provincial, tanto la de los particulares como la de las haciendas locales, se resintiera y cayera en una profunda crisis de la que tardó bastantes años en recuperarse.

Sin embargo, junto a las repercusiones económicas la Guerra de la Independencia tuvo otras consecuencias menos evidentes pero de un mayor calado por cuanto suponían una modificación sustancial del sistema social y político propio del Antiguo Régimen. Si es cierto que todas las guerras provocan grandes daños en  las sociedades que las padecen, la Guerra de la Independencia fue en ese sentido un fenómeno que modificó sustancialmente las bases de las sociedades española y extremeña del siglo XIX.

En el caso extremeño, la guerra agudizó la conflictividad social que había dominado la provincia desde mediados del siglo XVIII y sobre todo en la última década de dicha centuria. Por tanto, van a ser los campesinos quienes protagonicen los principales problemas sociales de la Guerra de la Independencia, problemas relacionados, como los de la centuria dieciochesca, con la escasez de tierras de cultivo. Casi todos los movimientos sociales, además, coincidirán con la puesta en marcha de la venta de baldíos y propios; ante la evidencia de que esas tierras no serían repartidas entre los campesinos, sino que pasaban a manos de los grandes propietarios, en numerosas ocasiones labradores y jornaleros pasaron de las palabras a los hechos e invadieron fincas en varios pueblos. Sucedió así, por ejemplo, en Cañaveral; cuando se comenzaban a deslindar las tierras según sus escrituras de venta, los labradores las invadieron y rompieron la tercera parte de la dehesa y la mitad de los baldíos que se habían enajenado[37]; la venta de terrenos fue también la causa del motín acaecido en Zarza de Montánchez, donde los labradores

 

en el mismo día de Santiago en el quince de agosto y el quince de septiembre se reunieron varios vecinos hasta el número de cincuenta o sesenta obligaron a la justicia a que mandase tocar la campana para un concejo avierto y con escándalo, descompostura y menosprecio de aquellos alcaldes mandaron que éstos y los anteriores rindiesen las cuentas de los suministros hechos a las tropas, que no se vendiesen ningunas tierras, que se arruinasen las cercas de las vendidas, que se rebajase el salario al cirujano y que se entregase por el alcalde la causa que había formado sobre el primer alboroto acompañado estas pretensiones con tales amenazas que los individuos de justicia temieron con razón funestas consecuencias, mayormente quando entre otras cosas decían que ninguno de los de ayuntamiento havía de salir sin que se les entregase la referida causa, que ya no havía gobierno que se havía de hacer más que lo que ellos quisiesen, que a Solano y Torrefresno los mataron y muertos se quedaron, que la comisión de la Junta superior era nula porque todos los que componían la junta  como todos los que mandavan heran unos traidores y por último procedieron tumultuariamente a derrivar las paredes de las cercas o terrenos vendidos a don Simón Ojeda, Rafael Fernández, Pedro Plaza y otras que han sido reconocidas y tasado su perjuicio que asciende a catorce mil y más reales[38].

 

            Como vemos, los objetivos de los amotinados de Zarza iban más allá de la queja por la venta de las tierras, intentando modificar el orden social imperante hasta el momento en el pueblo, e incluso haciendo graves manifestaciones contra las autoridades provinciales.

            En otros casos, las quejas iban dirigidas contra los abusos que las autoridades locales y los poderosos practicaban en los repartimientos tanto de tierras como de contribuciones, aprovechando el caos del conflicto y la ausencia de una autoridad indiscutida en la provincia que pusiera freno a esas actitudes. Por ejemplo, en Navas del Madroño el procurador síndico general se quejaban en 1811 de los abusos de la justicia y en concreto el alcalde Diego Romero Flores habían cometido en la venta de tierras para pagar los suministros, adjudicándose para sí mismo y sus familiares y paniaguados los mejores terrenos[39]. En Alcántara, el gremio de labradores se quejaba ante el general Castaños de que eran los mayores perjudicados en los repartos de impuestos y suministros, mientras que ni los privilegiados ni los otros grupos sociales eran gravados de la misma forma[40]; por último, en Casar de Cáceres también el procurador síndico protestaba porque

 

las intrigas de unos vecinos con otros, los varios partidos contrarios entre sí, las relaciones de parentesco y amistad entre los vecinos con los miembros de justicia y comisión, la falta de actividad en la justicia para realizar las providencias de dicha comisión, la frialdad de la junta de propios y comisionado de enajenaciones, la indolencia de las justicias anteriores en la liquidación de sus ministros con la contaduría y dación de quentas de los caudales que manejaron y finalmente las travas que continuamente están poniendo varios vecinos a los repartos y demás providencias de esta comisión insensiblemente van ocasionando la ruina de este pueblo, la privación al ejército considerable suministro con que ha podido y podrá auxiliar y por último la imposibilidad de poder la comisión y justicia dar el debido cumplimiento a las continuas superiores órdenes[41].

 

En general, la respuesta de la Junta a todas estas peticiones fue bastante ambigua, amonestando a las autoridades por los abusos cometidos pero, en la práctica, incapaz de ponerles freno.

Si los campesinos eran los sufridores principales de los abusos, o al menos quienes más se quejaban de ello, no es menos cierto que los estamentos privilegiados, aquellos que habían gozado de una posición de predominio en la sociedad del Antiguo Régimen, empezaron a ver minadas las bases de su poder. En este sentido, sin duda fue la Iglesia quien salió más perjudicada por la guerra, puesto que sus importantísimos bienes patrimoniales se convirtieron en un recurso muy importante para subvenir a los gastos del conflicto. Esa era la justificación que daban los alcaldes de Villar de Plasencia a su petición de vender las fincas de capellanías y obras pías, ya que el pueblo “…por su situación tanto por la inmediación de Plasencia quanto por hallarse en la carera, havía quedado exhausto de toda clase de efectos y enseres, sin ganados y sin comercio, y lo que es peor sin yuntas y sin bestias con que poder continuar su corta labranza…”[42].

 En muchos casos, las tierras se vendieron sin autorización de la Junta, lo que suscitó las quejas de los afectados; gracias a ello conocemos ejemplos como los de Pozuelo de Zarzón, cuyo párroco se quejaba de que los alcaldes “…han vendido y están vendiendo las haciendas pertenecientes a la Iglesia, curato, cofradías y demás pertenecientes a obras pías para suministros a las tropas francesas sin preceder tasa de peritos ni cubrir su tercera parte siquiera, todo contra las órdenes del rey nuestro señor y aprovechándose de las tristes circunstancias que prestan la proximidad del enemigo…[43].

También la nobleza vio en algunos pueblos sus privilegios en peligro; no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que los alcaldes vieron en la guerra la ocasión para imponer un reparto de los impuestos más equitativo y acabar con la exención de tributos de la que gozaban los hidalgos. Así lo demuestran las quejas formuladas por los administradores de títulos extremeños como el Vizconde de Peñaparda de Flores, el Marqués de la Encomienda o los Condes de la Encina y Canilleros[44].

Para finalizar, y en íntima relación con los problemas sociales, la Guerra de la Independencia supuso para la política de los pueblos extremeños un período de gran agitación. En unos casos, las autoridades legítimas fueron removidas de sus puestos acusadas de connivencia con el enemigo o simplemente de cobardía; así le sucedió a don Andrés Amat, alcalde mayor de Llerena, quien fue destituido de su cargo tras haber sido hecho prisionero por los franceses acusado de no haber hecho lo suficiente para evitar la invasión enemiga[45]. También se dio el caso de que, huidas o apresadas las justicias, los pueblos eligieron un nuevo gobierno sin tener en cuenta ni el procedimiento habitual en esas circunstancias ni las órdenes de la Junta de Extremadura, como sucedió por ejemplo en Ceclavín[46].

En otras localidades, fueron los gobernantes quienes intentaron evitar la elección de comisiones encargadas de los suministros o de la venta de terrenos, que les privarían de sus funciones y por tanto de poder manipular dichos procedimientos en beneficio propio. Fue esto lo que sucedió en Corte de Peleas, cuyos alcaldes ordinarios intentaron impedir la elección de una junta de embargos para suministrar víveres al ejército, y al no conseguirlo declararon nulos los sorteos efectuados por la junta perjudicando a los vecinos más pobres de la población[47].

Dentro de este contexto general de problemas, merece una mención especial la villa de Olivenza; recién incorporada a la monarquía española tras la Guerra de las Naranjas de 1801, sus gobernantes no tenían ni mucho menos garantía de la lealtad de los oliventinos, dudas que se demostraron ciertas cuando, aprovechando el caos provocado por la guerra, se produjo en 1809 un intento de sublevación que acabara con el gobierno español, asesinando a todos los españoles y entregando la plaza a los franceses. Una vez abortada la revuelta, hubo otras manifestaciones de descontento, como la resistencia al pago de contribuciones o al cumplimiento de obligaciones militares. Así el gobernador de la plaza decía que

 

no se puede dudar que esta plaza y su partido está recién conquistado que sólo por esta circunstancia no pueden sus habitantes disimular el disgusto o resentimiento de verse bajo distinta dominación que la de su naturaleza… Para prueba nada equívoca de la insubordinación basta sólo poner en la alta consideración de V. E. que los alistados solteros que llevó para el ejército a esa capital don Juan Tovar en 27 de mayo último se han desertado los más, según se me ha informado, como cierto y lo creo, en lo que manifiestan el poco respeto y amor a nuestro gobierno y desprecio de la defensa en la justa causa que defendemos contra los franceses[48].

 

            En definitiva, multitud de problemas y conflictos aquejaron a los pueblos de la provincia desde el principio de la guerra; desafortunadamente, la situación se prolongó durante varios años, lo que aumentó la gravedad del daño infligido a la economía de la provincia y sus localidades, al mismo tiempo que tuvo efectos distorsionantes sobre las estructuras políticas y sociales. En este sentido, la guerra no constituyó más que el preludio de una etapa de enormes cambios y dificultades que se extendería, en realidad, hasta mediados del siglo XX.

 

 

 

 

 

 

 

 

FUENTES:

 

ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SEGOVIA:

           

Expediente militar de don José López Berrio, hidalgo.

Expediente militar de don José López Berrio Baldovinos.

 

ARCHIVO DE LOS HEREDEROS DE DON JOSÉ LÓPEZ BERRIO

 

Libro de documentos del coronel don José López Berrio, Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811.

 

ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BADAJOZ

 

Junta Suprema de Extremadura,

          Comisión de Justicia, legajos 1-16

          Comisión de Subsistencia, legajos 17-27.

          Comisión Militar, legajos, 28-45.

          Comisión de Hacienda, legajos, 46-100.

          Gobierno, legajos 101-136.

 

Protocolos notariales, leg. 2624.

 

ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES

 

Protocolos notariales, leg. 382.

 

 

ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE GRANADA

 

– Sala 301, leg. 4664.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

AYALA VICENTE, F.: “La Guerra de Independencia en Extremadura”, Militaria, Revista de Cultura Militar, 2001, nº 15. pp. 53-60.

GARCÍA PÉREZ, J., SÁNCHEZ MARROYO, F. y MERINERO MARTÍN, M. J.: Historia de Extremadura, t. IV, Los Tiempos actuales. Badajoz, 1985.

GÓMEZ VILLAFRANCA, R.: Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria Histórica, Badajoz, 1908.

MONTAÑÉS PEREIRA, R.: “La Guerra de la Independencia en Extremadura: desorden institucional y crisis económica”, en MELÓN, M. A., LA PARRA, E. y PÉREZ, F. T. (Eds.): Manuel Godoy y su tiempo, t.1, Badajoz, 2003. pp. 279- 299.

SARMIENTO PÉREZ, José: La Junta Suprema de Extremadura en la Guerra de la Independencia Española. Comisión de Gracia y Justicia (1808-1812), Badajoz, 2008.

 

 

 



[1] La información más detallada sobre el desarrollo de la Guerra de Independencia en Extremadura se encuentra en la ya clásica obra de GÓMEZ VILLAFRANCA, R.: Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria histórica, Badajoz, 1908 y GARCÍA PÉREZ, J., SÁNCHEZ MARROYO, F. y MERINERO MARTÍN, M. J.: Historia de Extremadura, t. IV, Los Tiempos actuales, Badajoz, 1985. pp. 651-720.

[2] SARMIENTO PÉREZ, J.: La Junta Suprema de Extremadura en la Guerra de la Independencia Española. Comisión de Gracia y Justicia (1808-1812), Badajoz, 2008, pp. 127-129.

[3] Archivo General Militar de Segovia, Expediente militar de don José López Berrio hidalgo.  

[4] Archivo de la Real Chancillería de Granada, Sala 301, legajo 4664, pieza 197.

[5] Don Gonzalo Fernández Hurtado Baldovinos nació en Valverde de Leganés en 1744. En 1769 fue aprobado como abogado de los Reales Consejos pasando a ejercer la abogacía en su pueblo natal y en la ciudad de Badajoz hasta 1787, año en el que fue nombrado Abogado Fiscal del Juzgado de Guerra del Ejército y Provincia de Extremadura. Por último, fue nombrado Auditor de Guerra por Real Cédula concedida el 20 de diciembre de 1793. Prosiguió ejerciendo su cargo hasta la invasión francesa, ocupando entre 1808 y 1810 el puesto de vocal en la Junta Suprema de Extremadura.

[6] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 21.

[7] Archivo General Militar de Segovia, Expediente militar de don José López Berrio Baldovinos.

[8] Archivo General Militar de Segovia, Expediente militar de don José López Berrio hidalgo.  

[9] Un documento firmado por José Galluzo exponía: “La Junta Superior de Gobierno ha visto con la mayor satisfacción la oferta que ha hecho V. a la Junta Permanente de cien fanegas de Cevada por vía de donativo voluntario para atender a las actuales urgencias del Estado, y da a V. las más expresivas gracias por el patriotismo que acredita, encargándole que haga la entrega en el punto prefixado en circular de 10 de Junio de 1808”. Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. fs. 18 y 42 (bis).

[10] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 19.

[11] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 24 y Archivo General Militar de Segovia, Expediente militar de don José López Berrio hidalgo.

[12] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 16.

[13] Por ejemplo, en el mismo informe señalaba que “se extiende la voz entre estos vecinos y familias dispersas que ocupan la población de haverse internado el enemigo por Lovón, Talavera, Alvuera y otras poblaciones inmediatas a esa capital en bastante número”. Archivo Histórico Provincial de Badajoz (en adelante A.H.P.B.), Junta Suprema, Comisión de Gobierno, Correspondencia, Órdenes y Decretos, legajo 107.

[14] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 20.

[15] A.H.P.B., Protocolos notariales, legajo 2624, fs. 119v.-121.

[16] Así puede comprobarse de la consulta a los documentos emanados de la Comisión de Subsistencia de la Junta de Extremadura: A.H.P.B., Junta Suprema, Comisión de Subsistencia, suministro al ejército, legajos 17-27.

[17] A.H.P.B., Junta Suprema, Comisión de Subsistencia, suministro al ejército, legajo 17.

[18] Archivo de los herederos de don José López Berrio, Libro de documentos del Coronel don José López Berrio. Año de 1811. Fusilado por los franceses en Fregenal de la Sierra en 10 de Septiembre de 1811. f. 16.

[19]Padre, esta sólo se dirige para dezirle a usté como nos allamos en esta de Yerves con la mayor miseria que dezir se puede; le digo a usté como tenemos la orden para que nos socorran a 4 cuartos nada más, pero éstos los dan cuando ay dineros por lo que se nos pasan los días sin cojer agusto, para nada sólo nos mantenemos con lo que nos dan de la tapa o vien de vaso muelas, es nuestra comida, teníamos vino y carne, todo se a acabado, lo mismo que el prez, primero a 8 cuartos, luego a 5 y ahora a cuatro, de manera que presto no tendremos nada, por lo que me obliga partizipárselo a usté para que me mande dineros, lo uno por lo dicho y lo otro el tener que emplear algunas cosas que aquí ay, en combenienzia que en ésa balen doblado el dinero”: Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante A.H.P.C.), Protocolos notariales, legajo 382, “Cartas personales de Bonifacio Ramajo, cabo de escuadra del regimiento provincial de Plasencia de la compañía de granaderos de él, que se halla en la guerra contra la Ynglaterra, dirigidas a su padre Domingo Ramajo”.

[20] “También le digo a usté como an tenido los franzeses un gran ataque con los ingleses en este puerto, motivo de aver estado 3 días y 3 noches sobre las harmas sin dormir nada ni salir del cuartel para estar prontos a salir a la primera orden por estar la armada inglesa todos los días a la vista, diziendo an de entrar a matar el general francés y quitarles las riquezas que a quitado a los portugueses, pues no se sabe los millones que dicho hombre a juntado asta la plata de las yglesias a sacado, sólo a quitado las procesiones y los sermones y todas las cosas sagradas, nosotros no nos hemos confesado todavía no tampoco ánimos de ello, pues pronto estaremos prestos en la erejía, cosa que no pueden ver los portugueses por ser gente muy cristiana, los que gustavan mucho de ver ívamos a misa, pero el franzés, viendo se llevan vien con nosotros nos an quitado la comunicación con ellos y que nos tengan sugetos en egerzicios y guardias para evitar no se metan con los franceses y ayga algunas muertes como a avido con ellos y nosotros pues estamos muy encontrados con ellos”: A.H.P.C., Protocolos notariales, legajo 382, ibídem.

[21] Por ejemplo, en la revista de las tropas que tenía el Regimiento de Cazadores Voluntarios en la Plaza de Alcántara a finales de 1808, se contabilizan hasta quince soldados incorporados a este regimiento en julio de ese año procedentes del ejército de Portugal: A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión Militar, revistas, legajo 32.

[22] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Gobierno, legajo 114.

[23] La crisis agraria afectó sobre todo al interior peninsular; así se hizo presente con dureza en Segovia  (GARCÍA SANZ, A., Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja. Economía y sociedad en tierras de Segovia, 1500-1814, Madrid, 1977, p. 89), y fue severa en otras partes de la Mancha, Madrid, Talavera de la Reina o Castilla la Vieja (LÓPEZ SALAZAR, J., Estructuras agrarias y sociedad rural en la Mancha (siglos XVI y XVII), Ciudad Real, 1986, pp. 280-281; GONZÁLEZ MUÑOZ, Mª del C.: La población de Talavera de la Reina (siglos XVI-XX), Toledo, 1974; PÉREZ MOREDA, V., Las crisis de mortalidad en la España interior. Siglos XVI-XIX, Madrid, 1980, pp. 375-389; CARBAJO ISLA, Mª F.: La población de la villa de Madrid desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX, Madrid, 1987, p. 321); sin embargo parece que Galicia y Cataluña no fueron afectadas ( PÉREZ GARCÍA, J. M.: Un modelo de sociedad rural de Antiguo Régimen en la Galicia costera: la península del Salnés, Santiago de Compostela, 1979; NADAL, J.: “Les grandes mortalités des années 1793 à 1812: effets à long terme sur la démographie catalane”, en Problèmes de mortalité. Actes du Colloque International de Demographie Historique, París, 1965, pp. 409-421).

[24] GARCÍA PÉREZ, J., SÁNCHEZ MARROYO, F. y MERINERO MARTÍN, M. J.: Historia de Extremaduraop. cit. p. 656.

[25] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 12.

[26]A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, legajo 17.

[27] GÓMEZ VILLAFRANCA, R., Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria histórica, Badajoz, 2004, p. 173

[28] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 8.

[29]A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 8, “Comisión dada a las justicias de Casas de Palomero, Caminomorisco y Franqueado para que puedan hacer uso del primer noveno y para que vendan varias fincas a fin de atender al suministro de la tropa, 10 de diciembre de 1811”.

[30] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 8, 8 de julio de 1810.

[31] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, legajo 17.

[32] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Hacienda, factorías, legajo 83.

[33] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, legajo 18, “La comisión de Brozas y el brigadier don Joaquín Astraudi sobre el suministro a las tropas existentes en dicha villa”.

[34] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Hacienda, correspondencia, órdenes y decretos, legajo 54, “Relación de las cantidades de mrs. que están en contra de los pueblos de esta provincia según las contribuciones que se le han cargado desde 19 de septiembre de 1811”.

[35] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Hacienda, factorías, legajo 83, “Comisión dada a don Tomás Respau para la exacción de granos y ganados en los pueblos del partido de Alcántara”.

[36] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, legajos 22 y 27.

[37] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 1, Real Audiencia, “Expediente sobre el alboroto de los labradores del Cañaveral arrojándose a labrar los valdíos y propios demarcados para pago de suministros”.

[38] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, legajo 9.

[39] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, suministros al ejército, legajo 18.

[40] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, suministros al ejército, legajo 17.

 

[41] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Subsistencia, suministros al ejército, legajo 19.

[42] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, justicia municipal, legajo 8.

[43] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, justicia municipal, legajo 10.

[44] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Justicia, justicia municipal, legajo 8.

[45] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Hacienda, contaduría de Reales Maestrazgos, legajo 95.

[46] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Gobierno, Ayuntamientos, legajo 102.

[47] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Gobierno, Ayuntamientos, legajo 102.

[48] A.H.P.B., Junta Suprema de Extremadura, Comisión de Gobierno, Ayuntamientos, legajo 102.

Nov 292013
 

Antonio Manuel Barragán-Lancharro.

Licenciado en Historia con Grado por la UEx.

Estudiante de 4º de Derecho en la UEx.

Resumen:

La Educación ha sido una de las actividades públicas que más atención ha tenido desde inicios del siglo XX. Es en esos años cuando se desgajó del Ministerio de Fomento el novedoso Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, antecedente inmediato del actual Ministerio de Educación. Del abandono secular que había estado sumida la Escuela Pública tradicionalmente, la lectura de esta comunicación demuestra una clara evolución de la situación en 1900 y la realidad efectiva en 1930. De esta manera, crecen los recursos humanos y también los materiales o se tecnifica la Enseñanza. Sin embargo, la Educación seguía siendo un gran problema a la altura de 1930. Era un problema porque aún no se había dotado de las suficientes estructuras para atender a la instrucción de las primeras letras a una población infantil en crecimiento. No obstante, se puede detectar el esfuerzo de la Administración Central y Local en mejorar las instalaciones durante los primeros treinta años del siglo XX. Pero el cambio se produjo durante la Dictadura de Primo de Rivera, época en la que se generalizó la construcción de grupos escolares y la dotación material y personal.

1. Estado material de las infraestructuras educativas a principios del siglo XX.

            Tradicionalmente, la educación había sido sostenida por los municipios. Esta circunstancia originó una precariedad secular de este servicio público. Por esta razón, y hasta muy entrado el siglo XX era frecuente la «escuela habilitada», es decir, el alojamiento en edificios no construidos para este fin. La primera escuela estable en Monesterio la instaló el Ayuntamiento en un edificio religioso hacia 1829, estando en servicio hasta la década de 1960. Este edificio había sido la ermita de un hospital de transeúntes conocida como de la Virgen de Gracia. En ese mismo edificio habitaba el maestro[1].

A principios del siglo XX había sido reclamado este edificio al Ayuntamiento, junto a otros, por las autoridades eclesiásticas, aunque sin obtener ningún éxito. Esto consta en un informe reservado del Párroco al Obispado en 1926: «Los edificios – ermitas de Ntra. Sra. de Gracia, sito en la calle de este mismo nombre, hoy destinado a escuela nacional de niños, y de la Candelaria, contiguo al cementerio católico, ya demolido para dar ensanche a éste, fueron arbitrariamente expoliados por este municipio en los años 1907 y 1920 respectivamente, sin que fueran bastante a impedir tan incalificable despojo, hecho por fuerza caciquil, las gestiones y protestas que entonces hicieran los que desempeñaban el cargo parroquial en esta iglesia»[2].

En los últimos años del siglo XIX el Ayuntamiento adquirió de los fondos de propios dos viviendas en la calle Sevilla expresamente para instalar una escuela. En la sesión del Pleno Municipal del 23 de diciembre de 1888 se dio conocimiento de la autorización para adquirir estas dos fincas urbanas: «Gobierno Civil de la Provincia de Badajoz. Secretaría. Sección 2ª. Negociado Ayuntamientos. Número 820. Por la Dirección General de Administración Local ha remitido a este Gobierno de Provincia el expediente instruido por ese Ayuntamiento en solicitud de autorización para adquirir una casa a fin de construir un local con destino a Escuelas Públicas […] ha acordado autorizar a la Corporación que U. preside para sin necesidad de previa subasta pueda adquirir el edificio a que se refiere el expediente indicado. Dios guarde a U. muchos años. Badajoz 13 de diciembre de 1888». La escritura de compraventa dice así:

«En la villa de Monesterio a treinta de diciembre de mil ochocientos ochenta y ocho, ante mí, don Ignacio Murillo López, Notario del Ilustre Colegio de Cáceres y de esta vecindad, comparecen en este acto con los testigos que se dirán, de una parte D. Rafael de Alba y Pizarro, de cincuenta y cuatro años, casado, propietario, de esta vecindad, por sí, y de otra D. Feliciano Villalba y Vasco, de la misma vecindad, edad y cualidad de propietario, en concepto de representante del Ayuntamiento Constitucional de esta propia villa, como su Alcalde-Presidente […] Que el primero es dueño en propiedad y posesión de una casa sita en esta villa y su calle de Sevilla, señaladas con lo número nueve y once, midiendo veinte y seis metros de frente y veinte y cuatro de fondo, que hacen seiscientos veinte y cuatro [metros] cuadrados, libre de cargas, lindante por la derecha entrando con otro de los herederos entrando con otra de los herederos de D. Manuel Villalba Vasco, por la izquierda con la de Antonio Delgado Garrote, y por la espalda con la calle del Tránsito, habiéndola adquirido por herencia de su padre don Juan de Alba y Méndez, fallecido en el año mil ochocientos cincuenta y cinco […] Don Rafael de Alba y Pizarro da en venta real para siempre al Ayuntamiento Constitucional de esta villa […] por precio de siete mil trescientas ochenta pesetas».

            Sin embargo, estas precarias infraestructuras fueron insuficientes cuando aumentó la población escolar y cuando se crearon administrativamente más escuelas. Más bien se establecía la plaza de maestro nacional y el Ayuntamiento habilitaba un edificio para su habitación y para ejercer su profesión. En 1921 el Consistorio arrendó por seis años dos viviendas para instalar a sendos maestros. El primero, propiedad de José Manzano Conejo estaba situado en la calle Sevilla número 28 y sería la sede de la Escuela de Niñas cuyo titular era Sofía Entrialgo. También fue sede para otra Escuela de Niñas el local propiedad del farmacéutico Sixto Jiménez Martín de Yanguas, precisamente era la escuela de su esposa, la Maestra Nacional Carmen Puig Roldán[3].

            Con respecto a la vivienda alquilada a José Manzano Conejo, a los pocos meses el Ayuntamiento rescindió unilateralmente el contrato por diversos motivos: «La presidencia expuso a la corporación que había recibido numerosas quejas de los padres de las niñas que asistían a la Escuela instalada en la calle de Sevilla nº 28 de esta población, porque el dueño del inmueble, don José Manzano Conejo, que habita la misma casa, no permitía hiciesen uso del corral de ella para hacer aguas mayores y menores, teniendo que salir a la vía pública, lo que constituía un ataque a la moral, cosa que no podía tolerarse en modo alguno, máxime cuando el ayuntamiento disponía de otros locales en mejores condiciones, y el contrato de arriendo de dicha casa adolecía de vicios de nulidad, y por el dueño se habían ejercido actos de daban motivos a la rescisión del contrato, puesto que en la cláusula primera sólo se reserva aquel las habitaciones de la derecha, haciendo cesión del resto del inmueble en la cláusula tercera que cuyo motivo el corral de la misma era para uso de las niñas asistentes a la Escuela allí establecidas»[4].

            Pocos días después anuló este acuerdo y quedó sin efecto aquel: «Seguidamente, la presidencia expuso a la corporación que el local de escuelas y casa habitación para instalar a los maestros consortes, don Vicente Pelayo, y doña Sofía Entrialgo, que le tenía destinado el ayuntamiento no reunía condiciones de habitabilidad, y para [folio 29] conseguirlas, habría que verificar obras de importancia, para las cuales no existía crédito presupuesto a pesar del tiempo que en ella se invertirá con el cual quedará abandonada la enseñanza. Para evitar estos inconvenientes no existía otro remedio que dejar subsistente el arriendo que el ayuntamiento tenía con don José Manzano Conejo, en cuya casa podían instalarse y así lo habían solicitado dichos maestros, además de tener allí una de las escuelas. El ayuntamiento, en virtud de estas manifestaciones, acordó dejar subsistente dicho contrato»[5].

            La vivienda que había adquirido en 1888 el municipio en la calle Sevilla estaba en estado insalubre y el Ayuntamiento decidió trasladar la Escuela nº 2 a la travesía de la carretera general, en la entonces calle Real (hoy Paseo de Extremadura). Al poco tiempo el propietario requirió al Consistorio que dejara libre el inmueble. Así consta en el acuerdo municipal: «El Sr. Presidente expuso a la corporación que estando instalada la Escuela Nacional de Niños nº 2 con carácter provisional en la casa propiedad de D. José Sayago Hidalgo, calle Real, y habiendo requerido el propietario varias veces a la Alcaldía para que verificase el traslado de dicha escuela, cuyo contrato de arriendo estaba vencido, y por necesitar dicho inmueble, y teniendo en cuenta que la instalación en dicha casa sólo tenía un carácter provisional, toda vez que este ayuntamiento tiene local propio en la Calle de Sevilla nº 9, que sólo necesita algunas reparaciones, proponía a la corporación se verificaran las obras necesarias en dicho local, y tan pronto como estas terminen, se lleve a cabo dicho traslado»[6].

            Al mismo tiempo, en la Escuela de la «Virgen de Gracia» también se daban clases nocturnas a los adultos, por lo que tenía instalada incluso energía eléctrica. La escuela trasladada de nuevo a la calle Sevilla necesitaba de algunas reparaciones. Hay que decir que el piso de la entrada era de tierra: «Se dio cuenta de un oficio que pasa el maestro de la Escuela nº 1, solicitando la instalación del alumbrado eléctrico para la clase de adultos, instalación que desapareció al verificarse las obras en este año, y que hay que colocar de nuevo, así como la colocación de algunos cristales. Así mismo, se dio lectura de otro oficio del maestro de la Escuela nº 2 en que solicita también la colocación de cristales, instalación de luz, y colocación de unas tablas en forma de estantería para libros y material, así como el arreglo del piso de la entrada, hoy de tierra, obras todas de poca importancia»[7].

            El Ayuntamiento también costeó material educativo para las escuelas de Monesterio. La aprobación de facturas por el pleno municipal ha permitido hacer un sucinto inventario de objetos que se adquirieron en la década de 1920:

            «A don Manuel Durán, treinta y dos pesetas con sesenta céntimos por mapas servidos a este ayuntamiento para las escuelas nacionales de esta población»[8]. «Se acordó se abonen del capítulo de imprevistos a don José Sayago el importe de ochenta tinteros para las mesas bipersonales de las Escuelas Nacionales, dándole encargo para que los adquiera en Sevilla»[9]. «Antonio Parra, tres pesetas, portes de ferrocarril y conducción a ésta de material para las escuelas nacionales, donado por el Ministerio de Instrucción Pública»[10].

            En 1923 el Ayuntamiento encargó la construcción de bancas para las escuelas: «El Sr. alcalde expuso a la corporación las repetidas quejas que vienen formulando los maestros nacionales por la insuficiencia de material fijo de que disponen para la enseñanza, haciendo imposible la estancia de los niños en las escuelas, por no tener donde sentarse y como estas quejas eran justificadas había hecho gestiones cerca de los maestros carpinteros Juan Álvarez Tomillo y Carmelo Sevilla para que construyan veinte bancas bipersonales ajustadas al modelo del Museo Pedagógico Escolar, los que habían quedado conforme con proceder a dicha construcción a razón de cincuenta pesetas por cada banca»[11].

            Del año 1923 es la primera noticia que existe sobre la realización de ejercicios físicos: Autorizó al Sr. alcalde para que ordene una pequeña reparación en el piso del corral o patio de la escuela de niños número 2 de esta población, con objeto de dejarla en condiciones para los niños puedan hacer ejercicios físicos de gimnasia en dicho patio»[12]. En los inicios de la Dictadura de Primo de Rivera, y ante el aumento de la población en edad escolar, la Junta Local de Enseñanza Primaria solicitó la creación de dos escuelas más, y pocos meses después dos de niñas:

«Se dio cuenta de la sesión celebrada por la junta Local de Primera Enseñanza, celebrada bajo la presidencia del Sr. delegado Gubernativo del Partido, y el ayuntamiento acordó adherirse en un todo a dicho acuerdo, y autorizar al alcalde para que haga las gestiones necesarias para habilitar locales necesarios para instalar dos escuelas de niños, y ofrecérselas al Estado, así como el material necesario, y que se consignen créditos suficientes para subvenir a estas atenciones en el presupuesto trimestral prorrogado que ha de confeccionarse para los meses de abril a junio»[13].

«Dada cuenta de un oficio de la junta Local de 1ª Enseñanza, proponiendo la creación de dos Escuelas de cada sexo, esta corporación, después de estudiar las disposiciones legales que cita la expresada junta, y comprendiendo los beneficios que el aumento de Escuelas proporcionan, acordó acceder a la propuesta hecha, comprometiéndose a facilitar locales, material de instalación, y casa habitación para los maestros, y autorizar al Sr. alcalde para acudir a la superioridad a estos fines»[14].

            Este solicitud sirvió de acicate para que el Alcalde de entonces, Luis Megía García retomara un proyecto de la corporación anterior consistente en la construcción de un Grupo Escolar. Así se trasluce del acuerdo plenario tomado en el 19 de diciembre de 1924:

            «El Sr. Presidente expuso a la consideración de los concejales que habiendo acordando en la sesión extraordinaria celebrada por el Pleno el veinticinco de noviembre último solicitar la creación o aumento de dos escuelas de niños y dos de niñas, comprometiéndose a facilitar locales y material de instalación de las mismas, se hacía preciso ocuparse de llevar a efecto el Proyecto y para ello el medio que consideraba más aceptable era el de concertar con el Instituto Nacional de Previsión para la construcción de un Grupo Escolar de seis grados análogos al del folleto publicado por el Instituto titulado Fomento de Construcciones de Escuelas Nacionales, lo que resolvería en esta localidad el problema de la enseñanza. Para ello, y poder tener una base firme de apreciación del coste de dicho edificio en esta localidad, y poder marcar la cuantía del préstamo al solicitarlo del Instituto o sus Cajas Colaboradoras, consideraba lo más pertinente, gestionar de dicha entidad la venida de uno de sus arquitectos para que formulase planos, proyectos, memoria y demás condiciones que diesen el conocimiento suficiente al ayuntamiento para solicitar el préstamo, y en armonía con las condiciones económicas del municipio, establecer los plazos de amortización. Como esto había de requerir también gastos, se necesitaba habilitar al arquitecto sus honorarios en la realización de estos trabajos».

            Se ha constatado suficientemente que ante la insuficiencia de locales para instalar escuelas el Ayuntamiento se veía obligado a alquilar algunas viviendas. En 1926 se acordó instalar la Escuela de Niñas nº 2 en la calle Sevilla número 8: «Seguidamente, se dio lectura del contrato de arrendamiento por la alcaldía con don Antonio Rincón Huerto, de la casa propiedad de éste, calle Sevilla nº 8, para destinarla a morada de la maestra de niñas de la Escuela nº 2, y local para la instalación de la Escuela que la misma dirige, siendo las condiciones de dicho contrato por plazo de lo que resta del actual ejercicio, y cuatro años más, y precio del alquiler el de doscientas cincuenta pesetas noventa y tres céntimos para el actual trimestre, octubre, noviembre y diciembre, y mil ciento treinta y ocho pesetas con setenta y cinco céntimos en los años sucesivos y pagos anticipados»[15].

            Mientras se terminaban los trámites administrativos de construcción del Grupo Escolar, el Estado creó una nueva escuela unitaria. En 1927 autorizó una de niñas, y el Ayuntamiento tuvo que buscarle alojamiento en una casa particular: «Acto seguido, se dio conocimiento de los contratos de alquiler celebrados con don Julián Lancharro González y don José Manzano Conejo, para instalar en los edificios de su propiedad una escuela de niños, y otra de niñas de esta población de nueva creación con carácter provisional, y hasta que se habiliten locales propios. El ayuntamiento, después de una ligera discusión, acordó aprobar dichos contratos, y que se hagan constar en los mismos dicha aprobación»[16].

2. Creación de innovadoras infraestructuras educativas en la década de 1920.

            Una de las construcciones más singulares de la localidad es el grupo escolar de la Plaza de Ramón y Cajal. El expediente para la petición de la construcción de ese edificio principió el 18 de julio de 1922. El Alcalde de entonces, el liberal Antonio Sayago Delgado, propuso su creación en unas condiciones que más tarde no fueron asumidas por la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas:

«Petición al Estado para construcción de escuelas. De orden de la Presidencia, yo el secretario, di lectura de la circular publicada por la Inspección de Primera Enseñanza de la Provincia, inserta en el boletín de dieciséis de mayo último, que contiene las disposiciones referentes a construcción de edificios escolares, y abierta discusión sobre los extremos contenidos en dichas disposiciones, teniendo en cuenta la perentoria necesidad de la construcción de edificios escolares que reunían las condiciones necesarias y de capacidad para esta población que en la actualidad carece en absoluto de ello pues de cuatro escuelas unitarias, tres están instaladas en casas particulares y otra en un edificio que fue ermita, que tampoco reúne condiciones para el fin a que se destina, siendo además insuficiente este número de escuelas para dar enseñanza a todos los niños de la población era de urgencia, y así lo acordó la corporación se solicite del Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública la construcción por cuenta del Estado de escuelas graduadas de ambos sexos. Así mismo, la corporación acordó ofrecer las aportaciones siguientes. Diez por ciento del total costo de dichas obras con destino al material fijo de las mismas, y la consignación legal y anual en su presupuesto para la conservación del edificio. También acordó aportar en metálico, y en la forma que el Estado determine, el cuarenta por ciento del costo de las mismas. Por último, también se acordó autorizar al alcalde para que conforme previene la R. O. de 31 de mayo de 1921 solicite del Excmo. Sr. Ministro de Instrucción, por conducto de la Inspección de 1ª Enseñanza, en cumplimiento de este acuerdo, acompañando los documentos que enumera dicha disposición»[17].

Además, en nota adjunta al expediente se puso de manifiesto las características del emplazamiento:

«Indicaciones a la nota de la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas: «Solar: El solar, cuyo plano se acompaña, está situado en sito alto, seco, bien soleado, de fácil acceso y aislado de otras edificaciones por estar en pleno campo, cerca de un parque, el terreno es ligeramente inclinando y alejado por completo de todo lugar cuyas emanaciones puedan viciar el aire. Plano: El que se acompaña, pudiendo ampliarse en su extensión por ser terreno del municipio en donde está enclavado. Rasante y orientación: Van indicadas en el plano. Calles. No tiene calles adyacentes por estar en pleno campo, pudiendo comunicarse con la población por medio de una carretera que lo una con el Parque de Ramón y Cajal. Distancias: Dista de la población unos 200 metros. Nivel de las Aguas Subterráneas. Es completamente seco. Cimientos: Se encuentra el firme para cimentar […] Extensión del solar: Además de la extensión que se marca en el plano puede ampliarse en otras dos hectáreas. Suministros de aguas y alejamiento de materias residuales: El depósito general de aguas potable para el abastecimiento de la localidad está a corta distancia del sitio del emplazamiento y en lugar más alto pudiendo llevarse a las escuelas por una derivación o cañería toda la cantidad necesaria para los usos de la misma con un costo insignificante. Y las materias residuales pueden ser conducidas al arroyo que se marca en el plano. Monesterio a 18 de julio de 1922. El Alcalde, Antonio Sayago [sello de estampilla: “Alcaldía Constitucional de Monesterio”]. El Maestro de la Escuela nº 2, Vicente Pelayo».

El impulso de esta iniciativa estaba en la circular de 9 mayo de 1922 de la Inspección de Primera Enseñanza de Badajoz[18]. Ésta recordó las disposiciones estatales acerca de la construcción de locales para escuelas y casa habitación de los maestros para que desde los pueblos se estudiara el problema de las instalaciones escolares. La intención de la Inspección Provincial era «que en todas las poblaciones se excite a los padres de familia y amantes de la educación popular a que agrupados alrededor de las corporaciones municipales contraigan el compromiso (con ofertas de cuanto puedan y estén dispuestos a realizar en pro de esta gran idea) de acabar con los edificios escolares que hoy son causa de nuestro sonrojo». Según la Real Orden de 31 de mayo de 1921, los expedientes contendrían la siguiente documentación, dirigida al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes:

1º. Certificación del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento en la que se acordó solicitar la construcción de edificio escolar, expresando en este documento las aportaciones a que se compromete el municipio, que habrán de ser destinada a material fijo de indicado edificio, así como la consignación anual en sus presupuesto para conservación del mismo.

2º. Certificado en la que consten el censo y matrícula escolares, en el año último, de la localidad en que haya de construirse el edificio escuela.

3º. Informe de la Inspección de Primera Enseñanza de la Provincia acerca de la necesidad de la construcción pretendida.

4º. Certificación de la citada Inspección que acredite el hecho de reunir la cada de los maestros del municipio las condiciones higiénicas y de capacidad necesarias.

5º. Croquis del plano del solar, con todas las indicaciones que se especifica en la nota redactada por la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas.

Sin embargo, de este asunto no se supo de este asunto hasta 1927. También acordó el Ayuntamiento en esas fechas ceder una parte del Parque de Ramón y Cajal para su construcción[19]. En la sesión plenaria del siete de agosto de 1928 se dio cuenta del resultado de la subasta de las obras. Se hizo con éstas la empresa de Badajoz «Construcciones y Montajes». Su director técnico fue el arquitecto pacense Martín Corral Aguirre. Unos meses después, el Ministerio de Instrucción Pública le concedió al Ayuntamiento una subvención de 60.000 pesetas. Así quedó reflejado en la siguiente Real Orden que literalmente dice:

            «Ilmo. Sr., visto el expediente incoado por el Ayuntamiento de Monesterio (Badajoz), solicitando subvención del Estado para construir directamente un edificio con destino a dos escuelas graduadas, con tres secciones cada una, para niños y niñas, con arreglo al proyecto formado por el arquitecto D. Martín Corral. Resultando que la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas informa que los locales representados en dicho proyecto reúnen en general las condiciones técnico – higiénicas exigidas para este género de edificios. Considerando que en la tramitación del expediente se han cumplido los preceptos del Real Decreto de 17 de diciembre de 1922, las Instrucciones aprobadas por Real Orden de 26 de enero de 1925, S. M. el Rey (q. D. g.) ha tenido a bien disponer:

            «1º. Que se apruebe el proyecto redactado por el arquitecto D. Martín Corral, para la construcción por el Ayuntamiento de Monesterio (Badajoz) de un edificio con destino a dos escuelas graduadas, con tres secciones cada una, para niños y niñas.

            «2º. Que se conceda en principio al referido Ayuntamiento la subvención de 10.000 pesetas por cada una de las secciones de las dos escuelas graduadas que se mencionan, abonándose la totalidad de dicha suma de 60.000 pesetas, después de terminadas e inspeccionadas las obras en la forma que se determine al resolver en su día sobre la concesión definitiva de este auxilio. Y

            «3º. Que cuando la construcción del edificio se halle en las condiciones que señala la Real Orden de 27 de agosto de 1927 (Gaceta del 1º de septiembre), deberá el Ayuntamiento comunicarlo a este Ministerio a fin de que se gire la oportuna visita de inspección por un arquitecto escolar.

            «De Real Orden lo digo a V. I. para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 10 de marzo de 1928. Callejo. Señor Director General de Primera Enseñanza»[20].

A raíz de estas obras, en el Gobierno Civil de Badajoz se recibieron unas quejas que llevaban la firma apócrifa del Secretario. Este delicado asunto generó un debate en el propio consistorio. Así consta en un acta plenaria:

            «El señor Presidente manifestó que la a la sociedad “Construcciones y Montajes”, contratista de las obras municipales, se le había dirigido un anónimo con procacidades e insultos de la más baja estofa, tomándose en mencionado papelucho el nombre del Secretario de este Ayuntamiento, y vertiendo conceptos que hieren la honorabilidad de expresado funcionario, digno de todos los respetos. Con posterioridad, y seguramente de la misma procedencia, se ha dirigido al Gobierno Civil este escrito también anónimo en que se atribuyen faltas de cumplimiento del contrato y otras a referida sociedad, haciendo responsable a esta Alcaldía de mencionadas faltas. Como quiera que el autor de estas falsedades, de poderse descubrir no debe quedar impune, ponía los hechos en conocimiento de la Comisión para que ésta adoptase los correspondientes acuerdos. La Comisión acordó autorizar a la Alcaldía Presidencia para que realice cuantas gestiones y averiguaciones estén a su alcance, y de tener sospecha de alguno o algunos, se valga de peritos calígrafos para la comprobación de las ilegalidades de referidos anónimos con otras de los que resulten sospechosos»[21].

            Sin embargo, la polémica siguió en el ambiente político, y fue necesario que el Ayuntamiento contratara a dos peritos albañiles independientes para visaran las obras cada quince días[22]. Así, uno de los técnicos pertenecía al antiguo Partido Liberal, Baldomero Mejías Cantillo[23], y el otro era conservador, Juan Vila Barbosa[24]. Un año después, el 2 de junio de 1930, el primer edil, el liberal José Sayago Romero, propuso que se eliminaran esas visitas periciales. Esta actitud mostraba que eran los liberales quienes estuvieron detrás de las denuncias y de los rumores. A principios de 1931, el edificio escolar estaba prácticamente terminado, aunque se observaron algunas anomalías menores en su interior. Esto también fue tratado en una sesión plenaria:

«El Sr. Presidente manifestó que los pasillos del Grupo Escolar se llenan de aguas tan pronto se producen algunas lluvias a causa de los ventanales o huecos que dan al patio, así como las entradas de los mismos están al descubierto, produciéndose los consiguientes desperfectos. Así mismo, los pórticos que daban entrada a dichos edificios, que también están al descubierto, eran refugio de mendigos y depósito de basuras, cosa que también era necesario evitar a todo trance. Por último, al no poderse utilizar las aguas de las cañerías del Pilar, cuyo aprovechamiento figuraba en los proyectos, había que utilizar las procedentes del pozo que está en el patio de las referidas escuelas, y para ello proponía [que] se le ordenase al Arquitecto Director de las obras formule proyectos y presupuestos complementarios para la colocación de verjas de cerramientos en los pórticos del Grupo Escolar, portería de cristales en los huecos y entradas que dan a los pasillos, e instalación de aguas para los usos generales del edificio. La corporación, después de discutidas ampliamente las proposiciones del Sr. Alcalde, acordó de conformidad con las mismas, y que se comunique este acuerdo al Arquitecto, y a los contratistas»[25].

En agosto de 1931 se inició el proceso de graduación por parte del Ministerio de Instrucción Pública de ese edificio escolar. Se trató sobre esta cuestión en la sesión plenaria de 17 de agosto. En ésta se dio cuenta de un acuerdo de la Junta Local de Primera Enseñanza de 28 de noviembre de 1930 en la que se solicitó la homologación del mismo. El traslado de las escuelas habilitadas al Grupo Escolar se efectuó a principios de 1932. También se procedió a un cambio de los pabellones destinados a niños y niñas. Además, se autorizó al Alcalde, el cuatro de enero, para que ordenase «la reposición de cristales en el Grupo escolar y preservación de los mismos protegiéndolos con una tela metálica así como también que se proceda al aseo de los locales; y por último que la parte inferior de los ventanales se cubran con el papel especial que imita al esmerilado para evitar que desde la parte exterior se pueda distraer la atención de los niños». Asimismo, se acordó colocar un alambrado de espino para delimitar el recreo.[26]El Grupo Escolar se inauguró definitivamente el 17 de enero, y para ello el Ayuntamiento ofreció un refrigerio[27].

3. El magisterio local.

            En 1922 se organizó una comisión pro homenaje a Luis García-Gill y Alba, Maestro Nacional de Monesterio durante más de cuarenta años. El homenaje consistió en colocar una placa en fachada de la Ermita de Gracia, su escuela donde impartió su magisterio. Decía: «En este local cumplio con su grandiosa misión durante cuarenta años el benemérito maestro nacional don Luis García-Gill y Alba. Sus discípulos acordaron premiar su laboriosidad dedicándole esta lápida para perpetuar su memoria. Monesterio, septiembre de 1922»[28]. Al respecto existe además este acuerdo municipal:

«Homenaje al maestro Gill de Alba. Seguidamente, se dio lectura de la solicitud presentada por don Emilio García, don Vicente Pelayo y otros para que se dé el nombre de calle de Gill de Alba a la que en la actualidad lleva el nombre de Feria, y se les autorice para colocar una lápida conmemorativa en la fachada del edificio destinado a Escuela titulada “Virgen de Gracia”, en donde desempeñó durante más de cuarenta años el cargo de maestro don Luis García-Gill de Alba, como reconocimiento del trabajo y labor desarrollada por dicho profesor durante su larga actuación. El Ayuntamiento acordó adherirse a la idea iniciada, autorizando la colocación de mencionada lápida, y considerando así mismo la variación de la calle actual de Feria por el de García-Gill de Alba, y para contribuir a la suscripción popular para satisfacer el costo de dichas inscripciones en diez pesetas, que serán abonadas del capítulo de imprevistos a la comisión encargada del homenaje»[29].

            Como sustituto de García-Gill llegó a Monesterio un maestro excepcional. Se llamaba Vicente Pelayo. Fue un incasable promotor de la educación en Monesterio. Creó el «Campo de experimentación agrícola» y la «Biblioteca Circulante del Labrador». Fundó diversas asociaciones culturales y fue el principal valedor en la solicitud para la construcción del Grupo Escolar de Ramón y Cajal. Siempre atento a estas cuestiones no escatimó medios para promover las inquietudes de sus alumnos, incluso en la distribución de premios:

«El ayuntamiento acordó que en virtud de que figuran consignado trescientas pesetas para premios en las Escuelas Nacionales, se haga entrega de dicha suma a los maestros D. Vicente Pelayo y D. José Manzano, a fin de que procedan a distribuir entre los niños de las Escuelas que dirigen, y que a juicio de los mismos lo merezcan, los premios en metálico, ropa y objetos y en la forma que dichos profesores ordenen»[30].

Al caer la monarquía alfonsina, los maestros nacionales que ejercían en Monesterio la enseñanza oficial eran Juan Calero González[31], Encarnación Cortés Amat[32], Domingo Malillos Arenales[33], Lucía Eusebio Martín, Carmen Puig Roldán[34] y Miguel Díaz Acosta[35]. Además, en la población existían otros profesores que no ejercían la instrucción de manera oficial. Eran Isabel Carretero Vasco[36], Amalia Guerra Matitos[37], Carmen Vázquez Rico[38], Ascensión Díaz Acosta[39], y María de Lourdes Vasco Mestre[40]. Gracias al recibí de la nómina de las subvenciones de la casa-vivienda de maestros[41] se conocen las identidades de los maestros nacionales que ejercían en 1934. Eran Miguel Díaz Acosta, Carmen Puig Roldán, Juan Calero González, Nieves López Acosta, José González Camacho, Florencio Vega Moreno, Enriqueta Nieto de la Rosa, Gregorio Ayllón Cansado, María Martín Mateos, Ramona Serrano Camacho y Encarnación Cortés Amat.

4. Una actividad extraescolar: La Fiesta del Árbol (1921-1936).

Por Real Decreto del Ministerio de la Gobernación, de 5 de enero de 1915 (Gaceta de Madrid, 6 de enero) se instituyó la «Fiesta del Árbol». El artículo 1º decía: «Se declara obligatoria la celebración anual de una Fiesta del Árbol en cada término municipal. La fecha en que ha de celebrarse se fijará por las corporaciones correspondientes en sesión ordinaria, y el acuerdo se hará público para conocimiento de todos los habitantes del municipio. El Ayuntamiento deberá invitar a todos los funcionarios, asociaciones y entidades tanto oficiales como particulares, que en el término municipal residan».

Según disponía el Art. 2º de este Real Decreto, en los presupuestos municipales debía constar la correspondiente partida presupuestaria para su organización. Si no se cumplía este mandato «los gobernadores [civiles] no aprobarán ningún presupuesto municipal sin que en él figure partida, por pequeña que sea, destinada al fin indicado». Además, «los secretarios de los ayuntamientos tendrán la obligación de enviar al Gobernador de la Provincia, por duplicado, una memoria de la celebración de la Fiesta del Árbol, debiendo figurar en ella la fecha en que se celebre, el número de árboles plantados, el número de asistentes a la solemnidad, señalando de modo especial los alumnos de las escuelas que concurran, personas que más se distingan por su colaboración a las fiestas, y estados de las plantaciones ejecutadas en los años anteriores».

Todas las memorias locales servirían para aportar la información necesaria para confeccionar por los Gobernadores Civiles una memoria general de toda la provincia para elevarla a la Dirección General de Agricultura. Por Real Orden Circular de 16 de agosto de 1918 se aclaró un extremo. Así, tras la solicitud de ciertas entidades defensoras de intereses fruteros, el Ministerio de la Gobernación interpretó que se podía optar por la celebración de la «Fiesta del Árbol» o la del «Árbol Frutal», según dispusiera el Ayuntamiento correspondiente.

Desde 1921 hasta 1936, anual e ininterrumpidamente, se celebró en Monesterio, y promovida por el Ayuntamiento y con apoyo de la Junta Municipal de Primera Enseñanza y la docencia oficial. Fiesta del Árbol. La celebración durante una jornada de esta experiencia suponía romper con  la rutina habitual en las mismas escuelas, y salir a la calle, al aire libre y aprender más cosas en un escenario distinto. Pues esta actividad iba dirigida a los escolares sobre todo, por ello era un día donde se fomentaba el civismo, representado en la siembra de árboles. Sin embargo, como queda explicado en esta exposición el apoyo de las autoridades municipales fue esencial para el buen desarrollo de este acontecimiento. Aquél se encargaba de la compra de las plantas, de contratar a obreros para realizar las hoyas, y el compromiso de poner todos los medios a su alcance para que los árboles sembrados perduraran.

            Por ello, esta fiesta fue aprovechada por las autoridades municipales para adecentar la población, pues la imagen de los árboles en las calles era poco habitual o rara anteriormente. Pero este nuevo elemento no podía competir con el tradicional trasiego de animales por las mismas, los cuales dañaban, irreparablemente a veces, estos árboles. De ahí el compromiso municipal de proporcionar protección a tales elementos, ya sea por bandos que advirtieran tal infracción y su pena, ya sea por el establecimiento de un guarda, o la instalación de castillejos.

            En Monesterio, ya en años anteriores, había iniciado el Ayuntamiento una labor de adecentar algunas calles, si su anchura así lo permitía, consistente en la siembra de árboles, en cada lado de la vía pública, emulando las ilustraciones que aparecían en revistas y libros de parques y jardines de las grandes ciudades. De esta manera, en 1913, el alcalde Felipe Sayago Romero propuso a la corporación la siembra de plantas de eucaliptos, aunque poco estético, de crecimiento rápido, en la Calle de la Fuente[42] (actualmente las calles Primero de Mayo, Eduardo Naranjo, y Ramón y Cajal). Varios meses más tarde vuelve hacer otra propuesta similar, pero esta vez referida a la carretera, entonces calles Real y Mártires, hoy Paseo de Extremadura, para sembrar en él árboles:

«Acto seguido dio cuenta el señor alcalde [Felipe Sayago Romero] de que por comunicación fechada el 15 de febrero último por el Sr. Ingeniero de Obras Públicas de esta provincia había sido concedidos a este Ayuntamiento cien árboles del vivero, del Estado, de Villafranca de los Barros, de donde podía recogerlos, lo cual había efectuado por lo que estaba en el caso de disponer la plantación de los mismos, y el Ayuntamiento, previa discusión, y por unanimidad, acordó que por el regidor síndico [José Delgado Villalba], acompañado por el capataz de la carretera, se proceda a designar el sitio de la misma en que se hallen de colocarse, autorizando además al señor alcalde para que ordene se coloque a cada uno un castillejo y abone los gastos que se originen con arreglo al capítulo 11, artículo único, del presupuesto municipal»[43].

            La primera noticia de la celebración es de 1921. La iniciativa la llevó a cabo el Alcalde Carlos Flores Ambrosio, que expuso que aunque era de obligatoria celebración hasta la fecha aún no se había celebrado: «El Sr. alcalde expuso a los Sres. concejales que no habiendo llevado a efecto la Fiesta del Árbol, declarada obligatoria, y teniendo en cuenta era la época de poder realizarla en atención a que a la vez de cumplir con un precepto ordenando, se hermosearía una de las vías más céntricas de la población, procedía tratar este asunto. Enterados los señores del ayuntamiento de lo manifestado por el dicho Sr., después de una detenida discusión, se acordó por unanimidad que ésta se verifique el día 27 del corriente, para cuyo caso invítese a las autoridades de todos los órdenes, así como a los Sres. Profesores de Instrucción Primaria, al objeto de que concurran con los alumnos a dicho acto, y proceder después de los trámites que el caso requiera a la plantación de los árboles ya preparados al efecto, en la calle Eugenio Silvela y Plaza del Príncipe»[44].

En 1922, según recoge un acuerdo concejil, el alcalde Antonio Sayago propone colocar, a los árboles sembrados en la Fiesta del Árbol de esa edición, castillejos, para protegerlos de la voracidad animal. Además también refleja tal acuerdo la creación de un vivero, vallado con alambre de espino, en la zona del Llano del Pilar, germen del parque que se desarrolló varios años después[45]. Un acuerdo tomado varios meses más tarde, ajeno a la Fiesta del Árbol, propone la siembra de plantones de eucaliptos en la carretera de la Fuente, la actual calle de Eduardo Naranjo y Plaza del Pilar, además de la contratación, con el haber diario de una peseta con veinticinco céntimos, de un guarda para el vivero y los árboles, siendo el primero Vicente Bayón Ramayo[46].

            Sin embargo, el vecindario no ponía ningún tipo de cuidado a los plantones, por lo que en ese mismo año se acordó, según consta en el acuerdo tomado el 24 de septiembre de 1922, la publicación de bandos donde se hacía saber al vecindario la obligación de respetar los árboles recientemente plantados, además de advertir de la multa de veinticinco pesetas para aquellos que maltrataran alguna planta de la recién llamada, entonces, calle y avenida de Ramón y Cajal, nombre que sustituyó, el 28 de mayo de 1922, a la calle de la Fuente y al ensanche conocido como Cruz del Pilar: «Con objeto de que sean más respetadas las plantaciones de árboles de las calle y avenida de Ramón y Cajal, se acordó que la Alcaldía publique un bando haciendo saber al vecindario la obligación que tiene de respetar dichas plantaciones, e imponiendo la multa de veinticinco pesetas al que verifique algún daño, sin prejuicio de resarcir el daño»[47].

            La circunstancia de ser esta zona la salida hacia Calera de León y hacia Cala, así como el acceso a las tierras de los vecinos, además de estar emplazada allí la fábrica electro-harinera de los señores Jiménez, Sayago y Compañía, asimismo de la existencia en el lugar de un arroyo y del Pilar del Tejar, era un lugar propicio para el establecimiento de las bestias de labor y de carga. No en vano, el rodeo de la antigua feria ganadera de Monesterio se celebraba en esa zona. Ello suponía que si los árboles allí sembrados no estaban suficientemente protegidos desaparecerían sin remedio. A pesar de todo, algunos árboles, sembrados en la época descrita, han llegado hasta la actualidad por haber quedado dentro del recinto de los grupos escolares antiguos del Llano, creados en 1927, construidos en 1930, e inaugurados éstos en 1932.

            El acuerdo municipal de 30 de diciembre de 1923 muestra, a pesar del cambio político que se había iniciado en España con la Dictadura de Primo de Rivera, el anhelo de continuidad. Así, se acordó celebrarla en febrero de 1924. Además, fue un acuerdo conjunto de la Junta Municipal de Primera Enseñanza y el Ayuntamiento, dirigido, entonces, por José Delgado Garrote. En la primera fiesta que celebra Luis Megía como alcalde, o sea, la edición de 1925, se consigue que el jefe de la 5ª Región Hidrográfica-Forestal remitiese, para la celebración de la Fiesta del Árbol, 200 plantones de eucaliptos, lo que muestra la esplendidez de tal edición, existiendo bastantes árboles para sembrar[48].

            En la edición de 1926, y en su acuerdo así se hizo referencia, se ofreció por primera vez a los niños participantes una merienda[49]. En ese mismo año se menciona, por primera vez, la existencia del Parque de Ramón y Cajal vallado con alambre de espino. Sin embargo, actualmente éste muestra una fisonomía distinta, además de ser más reducido, circunscrito al recinto inmediato al Pilar de Llano, tiene solería, a excepción de unos cortos arriates. En 1927 se procedió a la contratación de operarios para abrir las correspondientes hoyas: «Seguidamente se acuerda autorizar a la presidencia para que ordene la apertura de hoyas para la plantación de árboles, y adquisición de éstos a fin de poder celebrar la Fiesta del Árbol, y los gastos que se produzcan en dichos trabajos y adquisición se giren de la consignación correspondiente»[50]. Esta edición se celebró el jueves 7 de enero de 1927.

            Para la edición de 1928 se menciona por primera vez la siembra de plantones de moreras[51] en la zona del Llano del Pilar y en el ejido junto al Arroyo del Cañuelo. Aunque todas han desaparecido, en cambio, el topónimo ha perdurado. En la ilustración número 2, realizada en la década de 1960, muestra la Cruz del Pilar y la primitiva morfología de los grupos escolares, y juntos a éstos, todavía se conservaba un ejemplar de morera, muy menguado, sembrado en esas ediciones de la Fiesta del Árbol; además al fondo de la imagen aparecen los últimos eucaliptos, que aún se conservan en el patio de esos colegios. Todavía, y en uno de los patios interiores del citado colegio, se conservan varias moreras.

            En 1929, y ajeno a la Fiesta del Árbol, el Ayuntamiento sembró cien plantones de moreras[52]. Sobre la celebración en abril de este evento, apareció esta nota en un diario de la capital pacense: «Se celebró la Fiesta del Árbol, concurriendo los niños y niñas de las escuelas nacionales con sus respectivos maestros. Terminada la siembra de los árboles, marcharon todos los niños, acompañados de sus profesores y autoridades, al Ayuntamiento, donde se procedió al reparto de meriendas, dándose con ello por terminado el acto»[53]. De las ediciones de 1930 a 1933 se carecen de noticias, pero es posible su celebración por tener una consignación en el presupuesto municipal, y se utilizaba para abonar los gastos ocasionados.

            La edición de 1935 fue organizada por el alcalde republicano-radical Carlos Flores Ambrosio. El texto del acuerdo, tomado éste el 4 de abril de 1935, es del siguiente tenor:

«Fiesta del Árbol. Siendo una fiesta grandemente simpática y beneficiosa, signo indudable del progreso y cultura de los pueblos, se acuerda celebrarla el próximo domingo, día siete, invitándose al acto autoridades y personas de relieve social, maestros y niños de las escuelas nacionales, invitándose a los escolares con una merienda, y a los demás invitados con un refrigerio, facultándose a la alcaldía para organizar el acto, siempre dentro de la consignación que figura en el presupuesto vigente».

            La Fiesta del Árbol de 1936 se celebró a finales de marzo. En el pleno del día 18 de ese mes se designó una comisión compuesta por los concejales socialistas Gabriel Ramos, Federico Luján y Antonio Chavero. Por razones del destino, estos tres concejales, junto a varios más, lograron salvar la vida frente a otros que fueron fusilados meses más tarde, en el contexto de la represión de la Guerra Civil. Los gastos abonados, por ser la última Fiesta del Árbol celebrada, lo detallamos a continuación, pues ello nos da una ligera idea del acto social en que se convertía, tal actividad, en los últimos años de su celebración.

De esta manera, el detalle de los gastos es el siguiente: 62 pesetas con cincuenta céntimos a Magdalena Naranjo Granadero por quinientos bollos; a Antonio Ramos 62´50 pesetas por ciento veinticinco panes que se repartieron a los niños asistentes; a Daniel Córdoba 63 pesetas por dos cajas de Cervezas y una arroba para el refresco a las Autoridades; a Francisco Ramírez treinta pesetas por seis cajas de puros habanos; a Francisco Quintero Real ciento veinticinco pesetas por el suministro de chorizos y lomos; a Celestino Barragán 296 pesetas por el suministro de árboles, mil naranjas, y treinta kilos de chorizos; y a los obreros Agustín Vázquez Muñoz, Teófilo Melo Guijo y Antonio Moya Naranjo 27 pesetas por dos jornales por los trabajos auxiliares para la siembra de los árboles.

5. El Campo de Experimentación Agrícola.

Durante esta época estuvo funcionando una actividad educativa aneja a una de las escuelas de niños de la localidad. Se desarrollaba fuera de los locales escolares y era la puesta en práctica de un huerto. Esta iniciativa nació en la etapa monárquica de los años veinte, y fue considerada como una innovación con destino casi exclusivo para el ámbito rural. De esta forma, los principales objetivos de esta actividad, conocida como «Campo de Experimentación Agrícola», era la de rehacer la mentalidad pública de los futuros labradores. Los maestros encargados de esta innovación debían adquirir conocimientos acerca de la agricultura e inculcarlos a los alumnos. Tal como se indicó en la Real Orden de 17 de octubre de 1921 (Gaceta de Madrid del 26), «la misión del maestro es dirigir la atención de los niños hacia la naturaleza, y despertarles la afición a los hábitos y trabajos rurales, sembrar en las tierras inteligencias, las verdades primordiales de la ciencias agronómica moderna, y abrirles el camino de una perfección cultural que, sin esa labor previa de la escuela, mañana rechazaría su ignorancia».

De esta forma, los profesores tenían que proporcionar a los niños ocasiones y motivos para que vieran, analizaran e hicieran las cosas desarrollando sus facultades en provecho la cultura general y agrícola. Para ello, el maestro podía utilizar unos métodos y procedimientos recomendables, que eran principalmente los siguientes:

a)       Observación directa y razonada de los hechos.

b)      Ejercicios prácticos sobre la vida de las plantas, y sencillas experiencias y reconocimiento de tierras, semillas y abonos.

c)       Cultivos en el agua, en macetas y en pequeños cuadros de ensayo.

d)      Visitas y excursiones a granjas, establecimientos agrícolas modelo o a fincas bien cultivadas.

e)       Formación de herbarios y de productos de la región.

La escuela que quisiera tener asignada esta actividad la debía solicitar mediante una memoria o proyecto ante el Inspector Jefe de Primera Enseñanza de la provincia. Además, tenía que disponer de un terreno adecuado para poder instalar el «Campo de Experimentación». Los dos únicos maestros de niños de la localidad, Vicente Pelayo González, y Manuel Emilio Mejías Balsera, solicitaron unas parcelas al Ayuntamiento. Éste les otorgó a ambos, en caso de ser estimadas sus solicitudes, una hectárea a cada uno en el «Ejido del Llano del Pilar»[54]. Los dos proyectos fueron estimados. Sin embargo, quedaron fuera de la subvención que concedía el Ministerio de Instrucción Pública por no disponer éste de crédito suficiente. De esta forma, las dos solicitudes de los maestros de Monesterio quedaron inclusas en el apartado 3º de la Real Orden de 17 de diciembre de 1921 (Gaceta de Madrid del 5 de enero de 1922). Así, se tendría en cuenta para el futuro las dos peticiones de Monesterio para cuando existiesen fondos. En otra nueva convocatoria, se aprobó el «Campo de Experimentación Agrícola» de Monesterio. Sólo fue aceptado el proyecto de Vicente Pelayo González, que iba a ser subvencionado anualmente con la cantidad de 1.000 pesetas[55].

La situación del «Campo de Experimentación» no fue el «Ejido del Llano del Pilar», sino el «Ejido de los Escobalitos». Estaba situado éste en la otra parte del núcleo urbano. El cambio obedecía a la construcción en el «Ejido del Llano del Pilar» de un Grupo Escolar de seis secciones. Además, ese lugar estaba más cerca de la escuela que dirigía Vicente Pelayo, que por estar en el casco urbano no podía tener anejo una hectárea de terreno. El director del «Campo de Experimentación Agrícola» debía poner en práctica los siguientes puntos[56]:

a)   Empleo racional de toda clase de fertilizantes, especialmente de los abonos químicos.

b)   Influencia de las semillas seleccionadas sobre el rendimiento, comparándolas con la simiente ordinaria sin seleccionar, y ensayo de variedades nuevas de gran producción.

c)   Alternativa de cosechas.

d)  Conveniente preparación del terreno, ventajas de las labores profundas y demostraciones de un mismo cultivo con distintas labores y diversas formas de siembras.

e)   Aplicación, cuando sea posible, de maquinaria agrícola moderna, especialmente de los tipos de arado más apropiados a los terrenos del pueblo de que se trate.

f)    Limpieza e higiene de las plantas y empleo de insecticidas.

g)   Estudio de la climatología local en el límite y relación de las necesidades de los cultivos.

h)   Aplicación de una contabilidad agrícola sencilla.

Por otra parte, las funciones del maestro – director del «Campo de Experimentación Agrícola», según quedó reflejada en la Real Orden de 17 de octubre de 1921, del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, eran las siguientes:

a)      Los encargados de los campos agrícolas formaran el plan de cultivos y de demostraciones a realizar, teniendo en cuenta la naturaleza de los terrenos disponibles, las exigencias del clima y de las plantas de la región y las prácticas culturales que conviene mejorar. No deben olvidar tampoco que no se trata de hacer investigaciones nuevas, sino de divulgar los procedimientos ya conocidos y sancionados como buenos por la experiencia, y que no se persigue alcanzar la cosecha más abundante que puede producir un terreno, sino el beneficio máxime de un cultivo, deducidos los gastos de una explotación racional del suelo y de las plantas.

b)      Los maestros a quienes se confíe un campo agrícola llevarán un registro de todas las operaciones de gastos e ingresos del cultivo con arreglo a un sencillo modelo que se publicará. Este registro estará a disposición de todos los vecinos que quieran examinarlo, a fin de divulgar, entre los labradores, las prácticas de contabilidad agrícola.

c)      Para el estudio de los principales elementos de la climatología local, los encargados de los campos llevarán un registro meteorológico, en el cual anotarán los días de lluvia, de nieve y de granizo, o cantidad de agua caída, días de niebla, de rocío, y de escarcha, temperaturas máxima y mínima diarias, días de helada, de tormenta y vientos dominantes. Se adquirirá para este estudio un pluviómetro Hellmann, y un termómetro de máxima y de mínima. Estos instrumentos podrán instalarse en el mismo campo o en otro lugar donde sea más fácil la observación, y teniendo presente, para la mayor exactitud de los datos, los instrumentos que conviene saber para la colocación y uso de los mismos.

d)     Un día a la semana, el maestro llevará a los niños al campo agrícola para que presencien las labores que en él se ejecuten o vean las operaciones realizadas, y les explicará en qué consisten y en qué principios se fundan las mismas, haciéndolos notar las diferencias y ventajas de los procedimientos empleados con las prácticas comunes de la localidad. Se recomienda que el maestro explique lecciones análogas a los adultos, aprovechando días festivos u otra oportunidad. Los niños intervendrán únicamente en las operaciones agrícolas sencillas, pudiendo tomar parte en los trabajos apropiados a su edad.

e)      En la época de la recolección de cada planta, se procederá escrupulosamente a la apreciación de la cosecha, determinando el rendimiento de cada cultivo. Asimismo, una vez concedidos los productos o que pueda hacerse la valoración de los mismos, el maestro hará un balance de los gastos e ingresos y beneficio obtenido. El beneficio del campo agrícola, después de pagados todos los gastos, se distribuirá del modo siguiente.

  1. 1.      El 50 por 100 se destinará a mejoras del terreno y cultivos, construcción de vallas, cobertizos, gallineros, etc.
  2. 2.      El 25 por 100 se aplicará a bonificaciones de la Mutualidad Escolar, y si ésta no funcionara todavía, este 25 por 100 se destinará a la cantina, ropero, colonia de vacaciones u otra institución complementaria de la escuela.
  3. 3.      El 25 por 100 restante quedará a beneficio del encargado de campo.

Además, el «Campo de Experimentación Agrícola» de Monesterio tuvo adscrita una actividad de préstamos de libros, conocida como Biblioteca Circulante del Labrador, cuyo proyecto fue llevado a cabo y desarrollado por el maestro Vicente Pelayo González. Esta iniciativa comenzó a gestarse unos años antes por el citado maestro cuando actuaba como Presidente de la «Juventud Cultural Recreativa»[57]. La biblioteca fue inaugurada en junio de 1927 por Sebastián García Guerrero, Presidente de la Diputación Provincial[58]. Además, esta institución realizó un acto público en el «Salón Hidalgo» para informar de la venta de acciones del Matadero Industrial de Mérida. Vicente Pelayo desarrolló su labor en Monesterio hasta 1928. Desde unos años antes sus éxitos profesionales generaron algunas envidias entre algunos vecinos y en el otro maestro nacional, Miguel Díaz Acosta. Para acabar con su carrera en Monesterio formularon algunas denuncias contra él, desconociendo los motivos que las justificaron[59]. Tras abandonar la localidad Vicente Pelayo, la actividad pasó a ser gestionada por Díaz Acosta:

         «Vacante la Dirección del “Campo Agrícola” anejo a la Escuela de Niños de Monesterio, que desempeñaba D. Vicente Pelayo, y con el fin de que no se interrumpieran los trabajos y cultivos de dicho campo, esta Dirección General ha dispuesto que provisionalmente, y hasta que se proceda a nombramiento definitivo, se encargue de la Dirección de dicho campo el maestro de dicho pueblo D. Felipe [sic, Miguel] Díaz Acosta, con los derechos y obligaciones correspondientes a dicho cargo. Lo digo a V. S para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a V. S. muchos años. Madrid, 27 de julio de 1929. El Director General, Suárez Somonte. Sr. Inspector Jefe de Primera Enseñanza de Badajoz»[60].

 Durante la Republica Díaz Acosta fue Presidente de la «Casa del Pueblo» e implacable denunciador de la Dictadura que resolvió sus aspiraciones y mejoró notablemente su posición social y económica. Tras el asesinato de Díaz en 1936 en Badajoz y hasta la inscripción fuera de plazo de la muerte de Díaz en 1940, en los ámbitos administrativos se presumía vivo. Así, en 1937 se inició un expediente de depuración en el ámbito educativo[61]. En la sesión plenaria del 25 de septiembre de 1936 el Ayuntamiento -a iniciativa de Luis Megía- propuso a la Inspección de Enseñanza que Juan Calero se ocupara del Campo Agrícola en sustitución de Díaz Acosta. Pero antes de esta propuesta Calero, aprovechando la muerte de Díaz, ya tenía en su poder todo el material:

            «Puesto a discusión el asunto objeto de este epígrafe, se acuerda proponer a la Inspección de Primera Enseñanza de esta provincia, como encargado del campo agrícola de esta localidad al maestro nacional don Juan Calero González, teniendo en cuenta al hacer esta designación que es el maestro más antiguo, y además gran entusiasta de este ramo especial de la enseñanza. Participándole también que dicho Sr. Calero se ha hecho cargo interinamente de todo el material agrícola y cantidad determinada de cereales de referido campo, rogándole que esta Comisión Gestora vería con agrado fuera confirmado este nombramiento, por las razones aducidas».

6. La creación de la primera Biblioteca Escolar Popular (1925).

Otra actividad desarrolla en Monesterio y que se salía de la mera actividad de instrucción fue la creación de la primera Biblioteca Escolar. Ya existía con anterioridad la «Biblioteca Circulante del Labrador» adscrita al Campo de Experimentación Agrícola. Sin embargo, esta iniciativa desbordaba a la existencia de los típicos libros escolares y tuvo una proyección más ambiciosa. La única noticia sobre este hecho consta en el diario de Badajoz Correo de la mañana del día 6 de marzo de 1925.

La «Biblioteca Escolar Popular» nació el 25 de febrero de 1925 en el Local de la Escuela Nacional número 2 de Monesterio, cuyo titular era Miguel Díaz Acosta. Llevó por título «La Alborada». En ese día se reunieron las personas más influyentes de la localidad. Eran el Alcalde, Luis Megía García, el Párroco, Francisco Rodríguez Hervás, el coadjutor Pablo Espinosa de los Monteros y Amaya, el Primer Teniente de Alcalde, Juan González Lergo, el ex Juez Municipal y ex Alcalde Carlos Flores Ambrosio, a Médico Emilio García Álvarez del Vayo, al Veterinario y ex Alcalde Santiago Blanco Garrón, al Farmacéutico Sixto Jiménez Martín de Yaguas, el Secretario del Ayuntamiento José Méndez Chaves, el Comandante accidental del Puesto de la Guardia Civil José María Flores González, el propietario Miguel Romero Romero, los comerciantes Juan Llimona Argacha y Horacio Conejo Garrón, y el estudiante Juan Manuel Lancharro Sayago.

Dijo Díaz Acosta en el acto de constitución dijo que hacía «tiempo, considerando la carencia de simpáticas y utilísimas instituciones como ésta en la localidad, germinaba y creció en él el deseo de iniciarla para que le sirva de auxiliar poderoso en su obra educadora y para que despierte e instigue la afición a la lectura, al estudio, al saber». Díaz había recibido antes de la creación de la «Biblioteca Escolar Popular» numerosos donativos, tanto en libros como en dinero para acrecentarla. Se distinguieron en las donaciones de obras -las cuales llegaron al número de 150 el día de la inauguración- los vecinos Emilio García Álvarez del Vayo, Luis Megía García, Jerónimo Jiménez Villalba, Aniceto Gañán, Daniel Delgado Martínez, Pedro Flores Carballar, José Minero Minero, Dionisio Valencia Romero, Asunción Real de Amaya, Miguel Romero Romero, Higinio Burgos Bermúdez y Manuel Fernández Ortega.

La lista de los donativos en metálico la encabezaba el Ayuntamiento con 100 pesetas. Le seguían Santiago Blanco Garrón, Antonio Lancharro González, Julián Lancharro González, Sixto Jiménez Martín de Yanguas, Casimiro Esteban Cámara, Juan Llimona Argacha, Horacio Conejo Garrón, Luis Blanco Garrón, Francisco Contador Torres, Francisco Martínez Olmo, Manuel Calderón Conejo, Bruno Otero Sanpedro, Nicolás García, José Sánchez Guerra, Jerónimo Giraldo Escudero, José Cuerpo Jariego, Sebastián de Castro Baños, Domingo Sánchez Carrasco, Carlos Flores Ambrosio, José Méndez Chaves, Francisco Romero Romero, Juan González Lergo. La cantidad ascendió a 295 pesetas. Una comisión formada por el propio maestro, el párroco Francisco Rodríguez Hervás, el Médico Emilio García, el Secretario municipal José Méndez Chaves, y Segundo Cuerpo Moreno.

Lesmes Reina, alumno de Díaz Acosta, fue designado como bibliotecario de la «Biblioteca Escolar Popular». Fue encargado de leer un discurso de agradecimiento a las personas que apoyaron esta iniciativa. Este discurso acogió estas ideas: «Es en la escuela donde se ha de forjar la regeneración patria», «con frases de Costa nos dice que la escuela es una célula gigantesca, cuya membrana externa abarca toda España y cuyo nucleolo es el domicilio oficial» o «se equivocan cuantos, tratando de regeneración nacional, citan como problemas fundamentales: La construcción de carreteras, ferrocarriles, canales, fertilización de campos, repoblación forestal, etcétera, etcétera, pues que, sin un grano a propósito de preparación social de los ciudadanos, serían inútiles tales mejoras». La Biblioteca estaría regida por una junta formada por el Maestro y sus alumnos.

 APÉNDICE FOTOGRÁFICO

 Antonio Manuel 1

1. VISTA AÉREA DEL GRUPO ESCOLAR DE MONESTERIO EN 1956.

 Antonio Manuel 2

2. FACHADA PRINCIPAL DEL GRUPO ESCOLAR DE MONESTERIO.

 Antonio Manuel 3

 3. ESCUELA UNITARIA DE NIÑOS DE DON VICENTE PELAYO GONZÁLEZ, EN LOS AÑOS 20 (Fotografía de F. Bautista Oliva).

Antonio Manuel 4

4. ESCUELA PARTICULAR DE MATILDE RODRÍGUEZ MUÑOZ (Fotografía de F. Bautista Oliva).

Antonio Manuel 5

5. ESCUELA PARTICULAR DE DON JOSÉ CUERPO JARIEGO EN LA DÉCADA DE 1910 (Fotografía de F. Bautista Oliva).

Antonio Manuel 6 

6. ESCUELA DEL AVE MARÍA DE MONESTERIO (Fotografía de F. Bautista Oliva).


[1] «…Se hace conveniente la agregación a esta Cofradía [la Sacramental] de los censos que se pagaban y deben pagarse a la Ymagen de Ntra. de Gracia, que está colocada en la parroquial desde la invasión de los franceses, que derrotaron la que han llamado impropiamente ermita, siendo más que una casa, y colocado en su zaguán un altar para decir misas y depositar los cadáveres de los que morían en el Hospital, que no merece tal nombre, continuo a la ermita (…) que al presente sirve para la educazión de los niños de primeras letras, habitando el maestro en ella (…) Monesterio, junio, 16 de 1829. Francisco Ruibal y Durán». APM, legajo 6, expediente 5, folio 38r.

[2] APM, legajo 11, expediente 53.

[3] Archivo Municipal de Monesterio (AMM), acta plenaria, 16 de enero de 1921.

[4] AMM, acta plenaria, 23 de agosto de 1921.

[5] AMM, acta plenaria, 30 de agosto de 1921.

[6] AMM, acta plenaria, 24 de julio de 1923.

[7] AMM, acta plenaria, 14 de octubre de 1923.

[8] AMM, acta plenaria, 24 de septiembre de 1922.

[9] AMM, acta plenaria, 4 de septiembre de 1923.

[10] AMM, acta plenaria, 30 de diciembre de 1923.

[11] AMM, acta plenaria, 3 de abril de 1923.

[12] AMM, acta plenaria, 16 de marzo de 1924.

[13] AMM, acta plenaria, 16 de marzo de 1924.

[14] AMM, acta plenaria, 25 de noviembre de 1924.

[15] AMM, acta plenaria, 26 de septiembre de 1926.

[16] AMM, acta plenaria, 13 de junio de 1927.

[17] AMM, acta plenaria, 9 de julio de 1922.

[18] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 16 de mayo de 1922.

[19] AMM, acta plenaria, 12 de agosto de 1927.

[20] Gaceta de Madrid, 23 de marzo de 1928.

[21] AMM, Comisión Municipal Permanente, 13 de mayo de 1927.

[22] AMM, acta plenaria, 22 de agosto de 1929.

[23] Tenía 75 años, y estaba casado con Victoriana Sánchez Lancharro, de sesenta y uno. Sus hijos se llamaban José, Clotilde y Baldomero Mejías Sánchez, de veintisiete, veintidós y dieciséis años respectivamente. Vivían en la calle Ramón y Cajal número 22, actualmente Primero de Mayo. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 604.

[24] Residía también en la calle de Ramón y Cajal, en el número treinta y cuatro. Contaba con cincuenta y ocho años, y su esposa se llamaba Concepción Pando López, de cincuenta y tres. Sus hijos eran Purificación -de 27 años-, José Antonio -de veintiséis-, Antonia -de 21- y María Vila Pando -de dieciséis-. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 613.

[25] AMM, acta plenaria, 21 de enero de 1931.

[26] AMM, acta plenaria, 24 de octubre de 1932.

[27] AMM, acta plenaria, 16 de enero de 1932.

[28] BAUTISTA OLIVA, F. «La enseñanza y la educación en Monesterio (finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX)», en Revista de Ferias, Monesterio, Ayuntamiento de Monesterio, 2005.

[29] AMM, acta plenaria, 10 de septiembre de 1922.

[30] AMM, acta plenaria, 6 de febrero de 1923.

[31] Calero González llegó a Monesterio en 1928. Era natural de Torremocha (Cáceres), tenía 30 años, estaba soltero, y vivía con su hermana Catalina, de diecisiete años y estudiante, en la Calle de Eugenio Silvela número cincuenta y dos (hoy Barrio de la Cruz). AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 1.005.

[32] Encarnación Cortés llego a Monesterio, al igual que Calero, en 1928. Tenía 24 años y era natural de Félix (Almería). Se alojaba en la calle de los Mártires número veinte, con sus hermanos Francisco y Antonio, estudiantes y de veintidós y veinte años respectivamente, y con su madre viuda, Luisa Amat Pérez, de 45 años. Vivían de alquiler en la casa de Antonio Garrón Naranjo, concejal durante la Dictadura de Primo de Rivera. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 1.497.

[33] Este maestro nacional, natural de Salamanca, contaba con treinta años de edad, y estaba casada con la también maestra Lucía Eusebio Martín, de treinta años. Residían en la calle Sevilla número ocho. En dicha vivienda también vivía la madre de aquél, Remedios Arenales Hernández, de sesenta y ochos años, natural de Valdelosa (Salamanca) estaba viuda. AMM, censo de población de 1930, cédulas familiares núms. 344 y 345.

[34] Esta maestra nacional llegó a Monesterio en 1919. Tenía treinta y tres años y era natural de Puebla de Guzmán (Huelva). Estaba casada con el farmacéutico Sixto Jiménez Martín de Yanguas, de cincuenta y tres años, natural de Oliva de Mérida y residente en la localidad desde 1911. Sus hijos se llamaban Carmen, Cándida y Miguel Jiménez Puig, de nueve, siete y un año de edad respectivamente. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 660.

[35] Díaz Acosta era además el Presidente de la «Casa del Pueblo». Tenía 36 años, ejercía en Monesterio desde 1924 y estaba casado con Carolina Blanco Garrón, de treinta y cuatro. Vivieron de alquiler en la Plaza del Príncipe número cuatro. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 315. En 1936 su vivienda, también alquilada, estaba en la calle Pablo Iglesias número 2 (hoy Paseo de Extremadura).

[36] Residía en la calle Templarios número veintinueve con su madre viuda, María Vasco Villalba, y de sesenta y tres años, y con su hermano José, de treinta y dos años, soltero y comerciante. Isabel Carretero había nacido hacia 1908. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 639.

[37] Amalia Guerra era vecina de Isabel Carretero, pues vivía en el número treinta y uno. Tenía cuarenta años, y era natural de Cabeza la Vaca, estaba casada con Francisco Flores Ambrosio, éste de cuarenta y siete y mecánico de profesión. Ambos residían en Monesterio desde 1927. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 641.

[38] Vázquez Rico tenía veintitrés años, y residía con sus padres -Antonio Vázquez Carrasco, de 47, y Belén Rico Zapata, de 46- y con sus hermanos -María Dolores, de diecinueve, y Elena, de diez-, en la calle Real número 61. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 1.346.

[39] Habitaba la casa número uno de la calle Hernán Cortés. Tenía treinta y dos años, y era natural de Zafra. Era hermana de Miguel Díaz. En aquélla residían también sus padres -Miguel Díaz Trejo, de 74, Secretario municipal retirado, y Ángeles Acosta Moreno, también de 74 años- y su hermana Presentación, natural de Badajoz, de treinta y nueve años y profesora en partos. En esa vivienda habitaban también el pintor Eduardo Acosta Palop, de veinticinco años, y su padre, Antonio Acosta Moreno, que era zapatero y tenía setenta y seis años. AMM, censo de población de 1930, cédulas familiares núms. 302 y 301.

[40] Tenía 37 años y estaba soltera. Vivía en la calle de Gallego Paz número veintiuno con su madre viuda, Nieves Mestre Acosta, de sesenta y tres años, y con sus hermanos Concepción, de veintitrés, y José, que era zapatero y que contaba con veintiún años. AMM, censo de población de 1930, cédula familiar núm. 117.

[41] AMM, depositaría, mandamiento de pago número 268/1934.

[42] AMM, acta plenaria, 19 de enero de 1913. «Seguidamente, y a propuesta del señor alcalde, acordó, por unanimidad, comprar ciento cincuenta plantas de eucaliptos que se plantarán en la calle Fuente hasta la salida del camino de Cala, colocándose sus castillejos a cada una, librando el importe a los gastos que se originen con cargo al capítulo 11, artículo único del presupuesto municipal».

[43] AMM, acta plenaria, 16 de marzo de 1913.

[44] AMM, acta plenaria, 20 de marzo de 1921.

[45] AMM, acta plenaria, 28 de febrero de 1922. «El Ayuntamiento acordó, que para dar mayor impulso a la Fiesta del Árbol, y a fin de que al mismo tiempo que revista los caracteres de solemnidad suficientes a dejar un recuerdo grato, se obligue de ella algo de positivo e inmediato beneficio, que sirva de orientación para lo sucesivo, se proceda a la adquisición de plantas que serán protegidas por los castillejos de madera. En el Llano del Pilar se hará una plantación y vivero, circundándose para protegerlo de toda clase de daños, de una valla formada de espino artificial».

[46] AMM, acta plenaria, 14 de marzo de 1922.

[47] AMM, acta plenaria, 24 de septiembre de 1922.

[48] AMM, Comisión Municipal Permanente, 5 de enero de 1925.

[49] AMM, Comisión Municipal Permanente, 8 de febrero de 1925.

[50] AMM, Comisión Municipal Permanente, 21 de febrero de 1927.

[51] AMM, Comisión Municipal Permanente, 2 de abril de 1928.             

[52] AMM, Comisión Municipal Permanente, 28 de enero de 1929: «El Sr. Alcalde manifestó que había ordenado la apertura de hoyas para la plantación de cien moreras que remite la Comisaría de la Seda, encargando dichos trabajos a Ángel Vázquez Nogues».

[53] La Libertad (Badajoz), 9 de abril de 1929.

[54] AMM, acta plenaria, 1 de noviembre de 1921.

[55] Gaceta de Madrid, 14 de octubre de 1922, Real Orden de 2 de octubre.

[56] Gaceta de Madrid, 26 de octubre de 1921, Real Orden de 17 de octubre.

[57] AMM, acta plenaria, 8 de enero de 1924.

[58] AMM, Comisión Municipal Permanente, 25 de mayo de 1927.

[59] AMM, correspondencia, salida núm. 316, 26 de agosto de 1926. Alcalde a Inspector Jefe de 1ª Enseñanza, Badajoz. «Significándole, con motivo de la denuncia formulada por varios maestros y vecinos de esta localidad contra el maestro nacional de la Escuela nº 1, D. Vicente Pelayo González, para que informe la Junta Local de Primera Enseñanza, en sesión plenaria que formando parte de dicha Junta como vocales cuatro de los firmantes de la denuncia, manifiesto si deben tomar o no parte en la sesión que referido organismo celebre para emitir el informe que solicita».

[60] Gaceta de Madrid, 29 de agosto de 1929.

[61] BOPB, 10 de febrero de 1937. «La Comisión Depuradora de Maestros Nacionales requiere a los señores don Miguel Díaz Acosta, Maestro de Monesterio […] que en 18 de julio último tenían sus escuelas en las mencionas localidades, para que en el plazo de diez días comuniquen su actual domicilio a dicha Comisión. Badajoz a 6 de febrero de 1937. El Presidente, Ricardo Carapeto».

Nov 252013
 

 Francisco Javier Rubio Muñoz.

Licenciado en Historia. Universidad de Salamanca.

  1. 1.      Introducción

En este trabajo abordaremos el estudio de un sector concreto de la población universitaria, el de los estudiantes manteístas de la nación de Extremadura. Esta tipología de estudiantes, es decir, aquellos no adscritos a ningún colegio (sólo portaban el “manteo” o capa), era la más numerosa en el cómputo global de la matrícula en el Estudio Salmantino.

Unido a ello, nuestra investigación tratará de rellenar lo que consideramos un vacío historiográfico, puesto que llevaremos a cabo un análisis cuantitativo y cualitativo de dicha nación en donde, además, identidad y paisanaje van estrechamente ligados. La agrupación de estudiantes en la Universidad de Salamanca bajo la denominación de nación de Extremadura se remonta a la época medieval, y se ha escapado al análisis de los historiadores sobre los orígenes de la región. Por esta razón, el objeto de estudio en sí resulta novedoso debido a la escasez de trabajos sobre naciones estudiantiles en la época Moderna, los cuales, en el caso de Extremadura, eran inexistentes hasta la fecha.

En lo que respecta al espacio y tiempo elegidos, qué duda cabe que la decana Universidad de Salamanca fue uno de los centros educativos superiores más importantes durante buena parte de la modernidad española. La importancia de sus estudios jurídicos, entre otros factores, hizo que el número de matriculados a lo largo del siglo XVI no dejase de crecer hasta casi el final de la centuria. Esta época, denominada como clásica, es la del mayor florecimiento del estudio salmantino.[1]

Por otra parte, Extremadura, territorio del cual procede el colectivo de estudiantes en el que se centrará nuestra investigación. El término Extremadura ha sido objeto de numerosas discusiones acerca de su etimología y territorio al que alude.[2] Según el “Libro de los millones” (1591) Extremadura estaba dividida administrativamente en dos provincias dependientes de Salamanca: la provincia de Trujillo y la de León de la Orden de Santiago[3].

No obstante, en los libros de matrícula no se tenía en cuenta la adscripción administrativa para los estudiantes, sino la diocesana, las cuales no eran coincidentes. Así, hemos entendido que la nación de Extremadura se componía de aquellos individuos que procedían de alguna de las tres diócesis extremeñas (Badajoz, Coria y Plasencia) y los que, aun perteneciendo en el siglo XVI a Nullius diocesis o jurisdicción militar, provenían de territorios que finalmente fueron incluidos en alguna de esas tres diócesis.[4]

A parte de nuestra vinculación personal con esta área, ciertamente los extremeños conformaban una de las poblaciones universitarias más numerosas de la Universidad salmantina. Así, sobresale el hecho de que al alcanzar los inicios del siglo XVII, la nación extremeña iba muy pareja a la de Castilla la Nueva en cuanto a contingente de estudiantes manteístas, concretamente en cuarto lugar y con unas cifras que estribaban entre el 8 y el 10% de la matrícula.[5]

 

1.1  Fuentes y metodología

En lo referente a las fuentes, nuestro trabajo se centra en las fuentes documentales de la época, ubicadas en el Archivo de la Universidad de Salamanca. Los libros de matrícula serán la fuente básica sobre la que cimentaremos nuestra investigación, ya que poseen una continuidad bastante uniforme en el tiempo, siendo por tanto seriable. En ellos quedaban inscritos todo el que ingresaban en la universidad, que además debían presentarse en persona y hacer juramento de obediencia al rector.[6]

Efectuados por el secretario, curso a curso dejan constancia del día de matriculación, nombre y grupo al que cada individuo pertenecía (doctores, licenciados, nobles, colegiales, extravagantes y manteístas). Se iniciaban el día de San Martín y se cerraban la víspera del mismo día en el año siguiente. Para nuestra investigación es crucial al ofrecer datos cuantitativos aproximados sobre los estudiantes, distribuidos según los estudios realizados (Cánones, Leyes, Teología, Medicina, Artes y Gramática), la población y la diócesis extremeña a la que pertenecían: Badajoz, Coria, Plasencia o, en su caso, Nullius diocesis. A pesar de que las limitaciones que ofrece esta fuente son grandes, (en la mayoría de los casos tan sólo aparece el nombre, el lugar de origen y la diócesis) en ocasiones muestran lazos de parentesco, oficios, edad, tipo o curso de estudios.[7] Así mismo, nos proporciona información sobre las votaciones de cátedra, puesto que durante las mismas se paralizaba la matrícula.[8]

No obstante, la problemática de los libros de matrícula radica en que por lo general los datos son parcos sobre todo para averiguar su adscripción social. Además, estamos ante unas cifras muy aproximadas, razón de lo cual debemos tratarlas con precaución, teniendo en cuenta diversos factores como las omisiones y equivocaciones causadas por el descuido de escribanos o alumnos, duplicaciones, matrículas falsas, tachaduras y enmiendas, etc.[9]

En cuanto a aspectos metodológicos, pasaremos por varias fases hasta llegar a la conclusión de nuestra investigación. En un primer nivel, el de la obtención de información, nos permitirá documentarnos acerca de lo que ya se ha escrito sobre el tema y realizaremos un estado de la cuestión en el que quedarán reflejados los distintos estudios y enfoques. En un segundo nivel, efectuaremos el trabajo de archivo mediante un estudio de índole cuantitativa para conocer de una forma aproximada el número de estudiantes extremeños durante el último cuarto del siglo XVI. Con estos datos pretendemos estudiar la procedencia, distribución y evolución de este colectivo a lo largo de la denominada época clásica del Estudio Salmantino, teniendo siempre en cuenta la exclusión de los estudiantes colegiales en cuanto a la tipología, y el binomio diócesis/Nullius diocesis para la procedencia.

Para la obtención de la información se han realizado calas en los libros de matrículas de los cursos 1574-75, 1584-85 y 1594-95, metodología habitual en este tipo de trabajos sobre población estudiantil.[10] De este modo, hemos escogido sólo los matriculados manteístas procedentes de alguna de las cuatro áreas diocesanas mencionadas. Esto nos servirá para llegar al objetivo de nuestra investigación: reflexionar acerca de las solidaridades regionales en el caso de los estudiantes extremeños, sacando a relucir atisbos de una identidad extremeña que parten del análisis de la nación universitaria como grupo diferenciable de otros.

 

1.2  Estado de la cuestión.

Son numerosas las obras que abordan el estudio de los estudiantes en el contexto de las Universidades Hispánicas. La obra clásica de Kagan sentó las bases de la investigación sobre la Historia de las Universidades, con un apartado dedicado a los estudiantes que ofrece una serie de cifras sacadas de los libros de matrículas y que han sido matizadas.[11] Tras esta obra pionera, como señala Rodríguez-San Pedro, han surgido durante los años ochenta bastantes trabajos sobre demografía académica que tratan aspectos muy variados a nivel social, económico, cultural… En todos ellos el recuento de estudiantes era la base sobre la que partir, y, al estilo de Kagan, la historiografía posterior pasó de seleccionar figuras célebres a incorporar el contingente de matriculados a sus investigaciones sobre la historia de la Universidad. Como señala Margarita Torremocha, “la calidad fue sustituida por la cantidad”.[12]

En esta línea, Mariano Peset de forma concisa examina los límites y opciones que permite el recuento estudiantil.[13] El propio Peset señala en el citado artículo una selección de obras sobre el estudio de la población estudiantil en diversas Universidades Hispánicas. A éste, junto con el artículo de Margarita Torremocha, nos remitimos por parecernos los más apropiados para este sucinto estado de la cuestión.[14] Sin embargo denotamos una carencia de obras acerca de las naciones estudiantiles. En un marco amplio, Hilde de Rider-Symoes, basándose en la obra de Pearl Kibre que es una de las primeras que tratan el tema, realiza un breve recorrido comparando las diversas naciones universitarias en la Edad Moderna.[15]

Investigaciones más concretas son las de Pascual Tamburri, que hace un estudio sobre la nación de Indias en la Universidad de Bolonia, a través de la cual hubo un flujo de estudiantes juristas americanos.[16] Para la Universidad de Salamanca, Ángel Marcos realiza sus investigaciones en el área lusa, tanto de portugueses como de brasileños. [17] También el profesor Rodríguez-San Pedro ha realizado diversos trabajos basados en muestreos sobre algunas procedencias geográficas de los estudiantes en la Edad Moderna, en concreto sobre la nación de Vizcaya, Valencia y la Corona de Aragón[18]. Del mismo modo Juan Luis Polo se centra en los estudiantes manteístas salmantinos durante la primera mitad del siglo XVIII, momento en el que la Universidad está en decadencia.[19]

Por último, contamos con un único artículo dedicado exclusivamente a los extremeños en la Universidad de Salamanca, aunque se reduce a una semblanza sobre personajes ilustres que pasaron por Estudio salmantino.[20]

 

 

  1. 2.      Las naciones de estudiantes en la Universidad de Salamanca.

Desde el siglo XIII la península Ibérica asiste al surgimiento de los Estudios Generales, entre ellos el de Salamanca, que sigue el modelo corporativo boloñés. Sin embargo, al tratarse de una fundación real y al verse influenciada por las directrices papales, en el Estudio salmantino se dio una situación intermedia en donde los poderes entran en tensión a la vez que hay una búsqueda de equilibrio.

Dentro de este modelo universitario, las naciones surgen como corporaciones de estudiantes de carácter solidario según vínculos geográfico-sociales. Éstas anclan sus raíces en el Medioevo ligadas al carácter universalista de los Estudios que van naciendo, y sobre todo a la fundación de colegios “nacionales” que incorporaban a alumnos de una procedencia determinada, normalmente la de su fundador, como es el caso del Colegio de Españoles de Bolonia. Aunque siempre conservaron el carácter solidario para con sus integrantes, las naciones van perdiendo poder y autonomía a finales del siglo XVI y comienzos del XVII en favor de las facultades.[21]  En el ámbito universitario, el término de nación no ha de confundirse con el concepto contemporáneo.[22]

Dicho esto, siguiendo el esquema de Tamburri, consideramos que las naciones de estudiantes tienen tres campos de actuación: con sus integrantes, como elemento de poder en la organización de la Universidad y frente a otras naciones.[23] Sin embargo, creemos que hay un cuarto lugar en donde las naciones actúan: los lugares de origen de los estudiantes que la componen. Como veremos más adelante, entre otros factores (proximidad o lejanía, economía…) las naciones universitarias, con su respaldo asistencial y representativo actuarían como elementos atrayentes de estudiantes en potencia, cosa que aumentaba cuando alguno de sus integrantes ocupaba un puesto relevante en la universidad.

En primer lugar, es indudable que el paisanaje era un punto fundamental en la configuración de estas solidaridades regionales, por tanto, la vida de éstas era paralela a la de la universidad y a la de los estudiantes que la conformaban. De este modo, cuando un estudiante salía de su hogar necesitaba hacer frente a un mundo nuevo, y la mejor manera de hacerlo era uniéndose a otros que, o bien se hallaban en su misma situación, o habían pasado por ella antes. Lógicamente, la sociabilidad era más fácil con aquellos que procedían de una misma zona, y poseían unas costumbres y unos rasgos idiomáticos o culturales similares.

Las naciones de estudiantes poseían una organización determinada, con una serie de personas dedicadas a la gestión de todo lo referente a sus integrantes. Además contaban con una ordenación jurídica, libros de registro,… así como vinculaciones a una iglesia o convento destinado a ser el lugar de reunión. En el caso de la nación de Extremadura, no está claro el lugar de encuentro; posiblemente se trataría del convento de San Agustín.[24]

En segundo lugar, las naciones tenían una finalidad muy importante en el gobierno de la Universidad. Según el modelo boloñés, el esquema de poder lo encabezaba el rector (estudiante elegido a votación) junto con sus consiliarios, también estudiantes. En este punto las naciones son esenciales, puesto que de cada una de ellas salía por votación un consiliario según su adscripción a las mismas, y además era elegido anualmente. En total se elegían cuatro consiliarios de las diócesis del Reino de León y otros cuatro de Castilla, de una forma representativa y no respondiendo a la proporción de estudiantes de cada nación. [25]

Ante la elección que anualmente se realizaba del rector y consiliarios o ante las oposiciones de cátedra había pactos y rivalidades entre las diversas naciones según la procedencia, familiaridad,… de cada consiliario, de forma que el momento de plasmar el vítor o señal de obtención de la cátedra del aspirante en cuestión en alguna de las paredes de los edificios universitarios era uno de los momentos más conflictivos.[26] En estas banderías jugaba un papel muy importante la cuestión del paisanaje por encima a veces de otros aspectos sociales o económicos, y en el caso del grupo extremeño, que firmaba con una “E” coronada, se mantenía gran confrontación con la nación de Vizcaya.[27]  

  1. 3.      Matrícula y cifras

Echando una mirada hacia el panorama de las tres universidades mayores (Salamanca, Valladolid y Alcalá), comprobamos un crecimiento de las matrículas universitarias durante la segunda mitad del quinientos, de modo que para el último cuarto de esa centuria se podría hablar de “revolución educativa” al menos para las principales universidades hispánicas.[28] Para el caso de Alcalá tendría sus cotas máximas entre 1570 y 1580, superando los 3200 matriculados, mientras que Valladolid tuvo su auge hacia finales de los ochenta, con cifras en torno a los 1300 matriculados.[29] En el caso de Salamanca, también se observa este máximo hacia los años centrales de la década de 1580 con más de 7300 matriculados, aunque nuestro recuento matiza las anteriores cifras aportadas por Cubas, Alejo Montes, Kagan o Vidal y Díaz.[30]

Los estudiantes de las diócesis de Badajoz, Coria y Plasencia, dentro de las tres grandes Universidades Hispánicas presentan un mayor porcentaje en la matrícula de Salamanca que en el resto de las mismas, en donde su presencia puede considerarse marginal.[31] Precisamente en el Estudio salmantino durante el curso 1574-75 hay, según nuestros datos, un 5,4% de extremeños en las aulas salmantinas, cifras que aumentan hasta el 6,9 % si tenemos en cuenta los que figuran como Nullius diocesis. Estas cifras se ven incrementadas en el curso 1594-95, llegando al 8,4% sin incluir a los mencionados y al 9,3% con ellos.[32]

Atendiendo a la división en estudios, el análisis de cifras corrobora la atracción de Salamanca como primera universidad entre las hispánicas, debido, entre otras razones, a su tradición jurista. Aunque en mucha menor medida, también predominan los estudios de leyes en Valladolid, frente a la importancia de la facultad de Artes en Alcalá.[33]

 

3.1  La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca (I): cuantificación[34]

La Universidad de Salamanca lidera en este momento el número de matriculados en la península Ibérica. Así lo corroboran el total de 5908 estudiantes que se matricularon en el primero de los cursos citados, número que aumenta hasta llegar a los 7308 del curso 1584-85, momento de máximos, y que desciende a 6199 en el curso que cierra nuestra análisis. De estas cantidades, el porcentaje de manteístas gira en torno al 90 % del total de la matrícula.

En cuanto a lugares de origen de los matriculados, según los estudios realizados por Rodríguez San Pedro basándose en cifras de Alejo Montes, o Noemí Cubas, la Universidad de Salamanca sería la que incorpora mayor número de alumnos procedentes de otras regiones de la Monarquía Hispánica y del exterior hasta el decreto de Felipe II.[35] Sin embargo, hay un claro predominio de estudiantes de la mitad norte de la Corona de Castilla. Para el curso 1584-85, los estudiantes de Castilla la Vieja-León son los más numerosos, con más de un 40%, seguidos de Castilla la Nueva (13%), Portugal (12 %), Extremadura (8%), Territorios Vasco-navarros y riojanos (7,5%), Andalucía (5%), Galicia (5%), Reino de Aragón (2,2%), Asturias (2,1%) y Murcia (0,8 %). Estas proporciones contradicen lo manifestado por Kagan, para quien Extremadura “contribuía relativamente con pocos estudiantes”. [36] Los territorios diocesanos que más estudiantes aportan serían, para el citado curso, Salamanca, con 921 matrículas (casi el 15 %), Toledo (476 matrículas y 7,5 %), Calahorra (311) y Burgos (308), con cifras cercanas al 5%. Seguidamente, Ávila, Zamora, Cuenca, Astorga, Plasencia y Palencia en torno a doscientos matriculados cada una (3%).[37]

En este tipo de estudios, un elemento a tener en cuenta en la computación del número total de estudiantes es el de las duplicaciones. Nosotros hemos hecho lo propio con los muestreos exhaustivos que hemos realizado para la nación de Extremadura, para después aplicarlo a las cifras globales del curso 1584-85.[38]

El peso de Extremadura en la matrícula salmantina supone, con 407 estudiantes, el 7,7% de los matriculados para mediados de la década de los setenta. A diferencia del total de matrículas salmantinas que observa el máximo en el curso 1584-85 y desciende a mediados de los noventa, el contingente extremeño no dejará de crecer en los decenios siguientes, aumentando en 543 y un 8,2% de la matrícula para 1585, y 576 y un 10,3% para diez años después.[39] Sin embargo, Badajoz es la única diócesis que, aun aumentando su población estudiantil, no lo hace al mismo ritmo que el resto de diócesis y disminuye su proporción en relación a la matrícula total y de manteístas a mediados de los ochenta del siglo XVI.[40]

Si echamos un vistazo al número de estudiantes de Badajoz, Coria, Plasencia y los territorios de Nullius diocesis, encontramos que Plasencia es la diócesis que más estudiantes aporta, con gran crecimiento entre los cursos 1574-75 y 1594-95 (pasa de 129 a 203 estudiantes) y el 35 % del total de la nación extremeña. No obstante, en el curso 1574-75, a pesar de que la diócesis placentina va muy igualada a Coria, ésta última está en primera posición (32% de los extremeños y 131 estudiantes). Mismamente Coria es la segunda diócesis que más estudiantes envía para el periodo, un 30% del contingente de Extremadura, seguida de los territorios de órdenes militares (21 % y entre 87 y 120 estudiantes), que son los únicos que descienden sus cifras en el último curso analizado. Por último, iría Badajoz, con un 14 % de la nación y entre 61 y 81 estudiantes.[41]

 

3.2  La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca (II): facultades

 Debido a la importancia que la Monarquía Hispánica otorgó a los estudios jurídicos como uno de los pilares en el que apoyaba su compleja maquinaria, la Universidad de Salamanca se convirtió en el principal centro de formación de juristas que pasaban después hacia la burocracia del Estado moderno y la Iglesia. Desde el principio los monarcas se apoyaron en un cuerpo de letrados que basaban su formación en los estudios de derecho. Esta burocracia administrativa articulaba una red clientelar en donde las influencias y los lazos de solidaridad de diversos tipos venían a ser parte esencial de la columna vertebral que articulaba la institución monárquica. En el ámbito eclesial, por otra parte, el derecho canónico y la Teología fueron establecidos por las disposiciones tridentinas como condición sine quae non para la formación del clero y para conseguir las más altas dignidades eclesiásticas.[42]

A parte de los estudios en leyes, la Universidad de Salamanca tenía un elenco de facultades de las que Teología se destacaba sobre el resto, además de otros estudios como los de Gramática y Retórica, Filosofía, Medicina y algunos que aparecen de forma intermitente, caso de Matemáticas. En cuanto a cátedras, Rodríguez-San Pedro habla de 26 cátedras vitalicias o de propiedad, y alrededor de 30 temporales o cursatorias para 1590. Cánones se alzaba con 6 y 4 respectivamente, seguidas de Leyes (4 de propiedad y 6 cursatorias); Teología, con 3 vitalicias y 3 temporales; Medicina (4 y 3 respectivamente); Gramática con 2 de cada tipo; Griego, con 3 cursatorias; y por último las cátedras de propiedad de Lenguas, Retórica, Matemáticas-Astrología y Música.[43]

Los estudios en Cánones, como ya vimos en la comparativa con Valladolid y Alcalá, focalizan la asistencia de los manteístas, con porcentajes que varían entre el 46 y el 52% de los estudios. En segundo lugar, la facultad de Gramática presenta para los cursos 1574-75 y 1584-85  mayores cifras que el resto, en torno al 20%, si bien ésta desciende bruscamente sus efectivos al final de la centuria (7,5%) a favor de los artistas, relacionado con dificultades en la estructuración de sus estudios. Estos problemas se vinculan a la especialización y parcelación de disciplinas en la Universidad desde el segundo tercio siglo XVI cuando Teología, Derecho y Medicina y Artes aparecen como estudios totalmente independientes de la labor de los gramáticos, y éstos ven reducido cada vez más su campo de actuación a la Gramática propiamente dicha (latín), Retórica y Griego.[44]  La facultad de Artes, por su parte, ocupa el tercer puesto con proporciones de entre el 11 y el 14 % de la matrícula, seguidos de los legistas que tienen un peso en la matrícula de entre el 8 y casi el 12%. Los teólogos se mantienen con cifras entre el 8 y el 10%, y por último, los estudios en Medicina (2-4 %).[45]

Por diócesis según las facultades, para el curso 1584-85, en Cánones destaca Toledo con casi 300 matrículas, seguido de Salamanca y Burgos con más de 200 cada una. A continuación  Calahorra, Palencia, Cuenca, y Plasencia entre otras (100-150). En el caso de Gramática, Salamanca predomina con cerca de las 400 matrículas igual que en Artes, con  más de 150. En lo que respecta a los legistas, Toledo vuelve a superar a Salamanca, con 53 y 40 matrículas respectivamente. Los estudios de Teología atraen a los salmantinos principalmente (79 matrículas) seguidos de los calagurritanos con casi 40. Por último, los estudiantes de Medicina provienen igualmente de la diócesis de Salamanca (33 matrículas) y Toledo entre otras, con 10 matriculados.[46]

Ante la relevancia del Estudio salmantino y su variedad de estudios, y dada la proximidad de las diócesis de Coria y Plasencia, que reunían en torno al 65% de los extremeños matriculados, es lógico que la presencia extremeña fuera notable, en donde además encontraban el apoyo de una nación. El peso de la nación de Extremadura en la facultad de Cánones se mantiene elevado, pasando del 7,9 % hasta prácticamente el 11% hacia 1595. Sin embargo, la mayor representatividad la encontramos en el curso 1574-75 en Leyes (10%); Retórica (20%) y Artes (10%) en el curso 1584-85, y Matemáticas y Medicina con un 18 y 14,7% respectivamente para el último de los cursos. Contingentes de extremeños superiores al 7% se dan en Artes en el primer corte; Leyes, Gramática y Medicina en los años centrales de la década de los 80, y Leyes, Artes y Teología para 1594-95.[47]

Cánones, en las diócesis extremeñas, ocupa la mayor proporción de estudiantes (34-60% en cada diócesis). Plasencia ostenta el número mayor de canonistas, (53-56% de sus estudiantes) entre los 68 y los 111 individuos. Seguidamente irían los gramáticos, que, superando el 16 % (entre 20 y 30 alumnos), continúan con la misma tendencia general de descenso para las postrimerías del siglo, concretamente hasta un 3%. Artes, a continuación, ocupa el tercer puesto (11-15%), seguida de Teología y Leyes, que van muy igualadas en cuanto a número de placentinos (del 5 al 11 %). Las disposiciones tridentinas favorecieron un auge del número de estudiantes teólogos hacia 1595, con 24 alumnos (12 %). En el caso de otros estudios como Medicina, Retórica o Matemáticas son opciones secundarias, observándose un aumento hasta el 6% de los médicos también a finales de siglo que podría estar relacionado con los prestigiosos estudios de la escuela de medicina del Monasterio de Guadalupe, los cuales daban una formación primaria que debía completarse en Salamanca. [48]

Aunque para el curso 1594-95 todos los territorios aumentan en Cánones, en proporción Coria llega a sobrepasar a Plasencia rozando el 60 %, un incremento con respecto a al curso 1574-75 de casi el doble de estudiantes en esa facultad. En lo que respecta a Gramática y Retórica, los caurienses son los más numerosos de los extremeños en todos los cursos, (24-30%), acusándose al final de la centuria la citada regresión hasta un 9%; pero incluso aquí tienen mayores proporciones que el resto. En el caso de los retóricos Coria es una de las diócesis a nivel global con mayor presencia. Esto puede ser explicable por la presencia de El Brocense, que en esos años es profesor en dicha facultad y posiblemente, como veremos, tendría gran capacidad de atracción. Por otro lado, Leyes también es una facultad bastante demandada, aunque sus cifras descienden del 20 % a aproximadamente la mitad hacia 1584-85. Artes también sufre un acusado descenso final llegando a un 6%. Teología se mantiene en torno al 3-5% de los matriculados; aquí no parece que incidieran las directrices de Trento. Medicina y Matemáticas, igual que en Plasencia, tampoco son estudios muy solicitados.[49]

Como contraste, los territorios de Nullius diocesis y Badajoz son, debido en parte a su lejanía con la Universidad de Salamanca y su proximidad a las recién fundadas  Universidades de Sevilla (1505) o Granada (1531), los lugares que aportan menos al contingente estudiantil. Los territorios de órdenes militares aportan mayores estudiantes en Cánones, entre 46 y 66 individuos (55%) y Artes, en torno al 20. Para 1574-75, Leyes, con un 19%, era la segunda facultad que acogía a mayor número de estudiantes, aunque después irá pareja a los estudios de Teología (6-10%). Gramática, empero, no tenían demasiada capacidad de atracción para este alumnado: a finales del siglo XVI no encontramos ni uno sólo. En cambio, Medicina concentraba en esos años casi igual peso que Leyes y Teología (10%).[50]

Por último, Badajoz es la diócesis que menos estudiantes envía a Salamanca, con un predominio en la tríada Cánones-Leyes-Artes que suponen entre el 80 y cerca del 90 % de los matriculados de esta circunscripción. En ella, los canonistas disminuyen en proporción durante la época de máximo crecimiento de la matrícula global. Leyes y Artes van bastante igualados, (10 y el 18%). De cerca le siguen los gramáticos (10-15%) que aminoran su presencia en el curos 1594-95 como ocurría en las otras de diócesis. Teología y Medicina son los estudios con menor número de alumnos de la diócesis pacense, entre el 4 y el 7%, aunque los primeros aumentan durante la última etapa analizada hasta el 12 %, siendo la segunda opción, junto con Artes, tras la facultad de Cánones.[51]

3.3  La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca (III): procedencia geográfica y social

Una vez examinados los contingentes de estudiantes extremeños se hace necesaria una aproximación a sus lugares de origen. La historiografía ha considerado que, excluyendo los ámbitos plenamente rurales en donde estaban ausentes las preocupaciones culturales, la Universidad atraería más al medio urbano que el rural.[52] En nuestro trabajo corroboramos esta premisa, dado que ciudades como Plasencia, Cáceres o Trujillo son las que más estudiantes envían. En ello, el apoyo de la nación de Extremadura era indispensable, pero también la presencia de figuras notables que funcionan como polos de atracción en sus lugares de procedencia. Todo ello lo comprobaremos a través de los libros de matrículas, aunque antes analizaremos unos prolegómenos de partida.

Como ya vimos, la Universidad es uno de los resortes de la Monarquía Hispánica en tanto que abastece de letrados al aparato burocrático que se pone en marcha con el surgimiento de los Estados modernos. Esto suponía una forma de promoción social, la llamada “promoción por las letras” a través de las disciplinas jurídicas, puesto que la Teología se ligaba al ámbito de la Iglesia, la Medicina requería gran especialización y las Artes estaban consideradas como estudios menores o de tránsito hacia otras facultades.[53]

Así pues, el ingreso en la Universidad obedecía previamente a diversos factores. Entre ellos cabría destacar, en primer lugar razones socio-económicas. Matricularse en la Universidad de Salamanca no resultaba aparentemente costoso.[54] Sin embargo, el mero hecho de trasladarse a una ciudad distinta encarecía el precio de los estudios, y dependiendo del estatus, los vínculos o la suerte, había diversas formas de mantenerse en una ciudad universitaria como Salamanca. Los estudiantes más pobres intentaban sobrevivir mediante algunas de las becas que otorgaban los colegios, o por medio de la protección eclesial, también como sirvientes de un estudiante adinerado, etc.[55] A continuación había un nivel superior de hidalgos con pocos recursos, hijos de labradores notables o profesionales urbanos que seguían el camino de sus progenitores. También existían vagos, pícaros o vagabundos que intentaban probar suerte entre el mundo estudiantil como forma de mejorar su situación.[56] Paralelamente había sistemas como el del pupilaje, por medio del cual un bachiller se encargaba de varios estudiantes a los que mantenía y hospedaba, además de asistirles en cuestiones educativas. Sin embargo, este tipo de alojamiento no resultaba demasiado barato.[57] Por último, un número muy reducido de nobles y caballeros estaba presente en los estudios superiores, normalmente segundones que pretendían subir en el escalafón social.

Ligado a las razones económicas, estaban las razones intelectuales. Como señala Kagan, “aunque había acusadas diferencias de riqueza y cultura dentro de esta minoría, ésta representaba a los miembros más cultivados de la sociedad, una parte de los cuales había recibido también educación latina”.[58] Esto indica que lógicamente sólo los más pudientes se podían permitir una educación de primeras letras en los lugares de origen, requisito previo para iniciarse en los estudios universitarios. Además el latín era otro de los conocimientos básicos necesarios antes de entrar en la Universidad, que en la mayoría de los casos únicamente se adquiría en un medio urbano. En contraposición, el analfabetismo era general en las zonas rurales, y sólo los núcleos más nutridos o las ciudades pequeñas había un pequeño sector de instruidos. A su vez, también aquellos que poseían ya una cierta formación confiaban en la Universidad como forma de aspirar a una posición más elevada. [59]

De cualquier forma, aparte de otros requisitos como la limpieza de sangre, hemos de tener claro que también las razones geográficas son relevantes, y en nuestro caso centran uno de los criterios que hemos utilizado para escoger el contingente estudiantil extremeño: el paisanaje. Como hemos visto, la proximidad espacial, aunque no es determinante, influye notablemente en aquellas diócesis más cercanas. A su vez, el hecho de pertenecer a una de las cofradías de estudiantes facilitaba el acceso a una red de vínculos que partían desde la propia Universidad hasta los lugares de origen y viceversa, a la par de proporcionar algunos privilegios frente a estudiantes de otras naciones. Esta forma de confraternizar daba auxilio y apoyo al estudiante en caso de necesidad una vez que llegaba a la Universidad, pero antes de ello parentelas, amistades y paisanos que confluían después en la nación ya habían tomado parte en la decisión del estudiante en potencia para escoger una universidad determinada, en este caso Salamanca.

Mismamente esos vínculos, que se forjaban tanto en el seno de los núcleos de residencia habitual, como en la propia ciudad universitaria, se entrelazaban en las naciones, las cuales los impulsaban, renovaban y ampliaban hacia los tres niveles que mencionamos al principio (en la propia nación, en el gobierno de la universidad y con respecto a otras naciones). Estos niveles podrían considerarse como internos, dado que sus límites se circunscriben al funcionamiento del Estudio.

En nuestra investigación querríamos quedar esbozado un cuarto nivel de influencia de las naciones estudiantiles: su irradiación sobre las áreas de procedencia, nivel que podría considerarse externo si lo comparamos con los otros tres. Sin embargo, no lo sería tanto si tenemos en cuenta que dichos influjos constituirían uno de los eslabones para que la cadena de atracción hacia la universidad volviera a funcionar de nuevo. Es decir, aparte de la existencia en sí de la propia nación, el hecho de que alguno de sus integrantes allegados o conocidos desempeñase algún puesto relevante, ora en lo académico, ora en la administración o gobierno de la universidad, era un elemento que tenía un “efecto llamada” sobre los jóvenes que estaban en disposición de iniciar sus estudios superiores.

Pongamos un ejemplo que creemos bastante representativo de lo explicado hasta ahora. Francisco Sánchez de las Brozas, “El Brocense”, fue un reconocido humanista y traductor de su tiempo. El Brocense se hizo con la propiedad de la cátedra de Retórica de dicha Universidad en 1573, al igual que la de Griego desde 1576, siendo profesor de ambas hasta su jubilación en 1593.[60] Ambos estudios iban ligados, como ya vimos, a los de Gramática, y precisamente los años que está ejerciendo el Brocense en esta facultad, la diócesis de Coria es la que presenta en ella mayor número y proporción de estudiantes de la nación de Extremadura, y en el caso de Retórica, una de las diócesis que más estudiantes aporta (más del 18 % de la matrícula total) para el curso 1584-85. Pero aun más, el núcleo de Brozas, donde había nacido el Brocense, es uno de los que más estudiantes envía de las cuatro áreas estudiadas hasta ese curso: la tercera durante 1574-75 (19 estudiantes), aumentando hasta 24 individuos para 1584-85. Como vemos, la capacidad de atracción de el Brocense era notoria.

Dicho esto, se hace indispensable el estudio de los estudiantes de la nación de Extremadura según los núcleos de origen, para lo cual hemos contrastado los datos obtenidos de la matrícula universitaria del curso 1594-95, hito de estudiantes de la nación de Extremadura, con los censos y recuentos de población de la época: el llamado “Libro de los millones” de 1591-94 y el “Censo de los obispos de Castilla” de 1587,  ambos recogidos por Tomás González en el siglo XIX.[61]

Para ese momento, hemos encontrado datos de las poblaciones de origen de 540 de los 576 estudiantes, teniendo tan sólo 4 sin identificar. Así las cosas, los individuos identificados se reparten en un total de 117 núcleos, como se observa en la figura 19.[62] Parece ser que, de forma general, predominan los núcleos de 500 vecinos o menos, con 74 de las 117 poblaciones (63%), y de forma específica los núcleos de entre 200 y 500 vecinos, con cerca de la mitad de todos los que tenemos datos (44%). En contraste, las poblaciones superiores a esa vecindad tienen mayor peso en la salida de estudiantes (69% del contingente y 376 estudiantes). Destacan, con proporciones superiores al 30 % del contingente estudiantil, los lugares de entre 500 y 1000 vecinos, seguidos por los núcleos de entre 200 y 500 (25%) y a continuación los mayores de 1500 vecinos (23%). Queda claro, por otro lado, lo afirmado al principio: las áreas rurales de escasa población (menores de 200 vecinos), aunque ocupan un 20% del total de procedencias, apenas envían estudiantes; tan sólo el 6%.[63]

 En esta distribución, las diócesis de Plasencia y Coria están empatadas en cuanto a núcleos que envían más estudiantes a la Universidad de Salamanca, con 36 cada una, si bien Plasencia envía ligeramente más estudiantes que la diócesis cauriense (174 frente a 172). A continuación, los territorios de Nullius diocesis envían 114 estudiantes de 31 procedencias distintas, y por último, Badajoz, con 14 núcleos de los que salen 80 estudiantes.[64]

Viendo detenidamente cada área según la figura 21, parece ser que en la diócesis de Plasencia predominan claramente los núcleos de menos de 500 vecinos, con un peso del 78%. Precisamente el contingente estudiantil proviene sobre todo de núcleos mayores de 200 habitantes (58 individuos), aunque los núcleos de un tamaño considerable (más de 1000 vecinos) envían el mayor porcentaje de estudiantes (59% y 102 efectivos). Sin embargo, las poblaciones de entre 1000 y 1500 vecinos se hallan ausentes. Gran parte de ese contingente lo envían las ciudades más pobladas de la diócesis, Trujillo, Béjar y Plasencia, pero se sale de la norma Cabezuela del Valle, que siendo un núcleo rural bastante poco poblado, (230 vecinos) también envía un número alto de individuos.[65]

Para el caso de Coria, ocurre algo similar a la diócesis de Plasencia: en la distribución de núcleos los más pequeños tienen una mayor proporción, un 70%, pero son los que menos estudiantes expulsan, un 30% (49 individuos). Por el contrario, los 7 núcleos de entre 500 y 1000 vecinos envían un 35 % de los estudiantes. Finalmente, el peso de estudiantes se lo llevan poblaciones más grandes, de más de 1000 vecinos, con el hito en la ciudad de Cáceres, que aporta 40 estudiantes, esto es, un 23% del total de la diócesis. Otros enclaves significativos son: Coria, con 15 estudiantes, Brozas (14), Ceclavín (13) o Garrovillas (12).[66]

Los territorios extremeños de Nullius diocesis, pertenecientes a la jurisdicción de las órdenes de Alcántara y Santiago, matizan el predominio en las otras diócesis de las procedencias con pocos vecinos, dándose en este área casi un empate entre los lugares con menos de 500 vecinos (51%) y los superiores a esa cifra (49%). No ocurre lo mismo, no obstante, con el número de estudiantes, los cuales salen mayormente (un 74%) de poblaciones de entre 500 y 1500 vecinos, concretamente 84 de los 114 estudiantes identificados. Los cuatro núcleos más grandes vuelven a aportar el mayor contingente, el 32 % de los estudiantes: Mérida y Llerena, con 19 y 11 estudiantes respectivamente.[67]

Por último, la diócesis de Badajoz es la que menos está representada en la nación de Extremadura con tan sólo 80 estudiantes repartidos principalmente entre sus cuatros poblaciones mayores: Badajoz, ciudad extremeña más poblada con 2805 vecinos y el 29% de los estudiantes (29); Alburquerque, Fregenal y Jerez de los Caballeros (24%), con un total de 19 entre las tres ciudades. Continúan predominando la relación entre la abundancia de núcleos pequeños (36%) que envían pocos estudiantes, en total 14, un 17% de la diócesis. De forma parecida a la diócesis de Plasencia, hay escasez de núcleos de entre 1000 y 1500 vecinos, tan sólo uno, Zafra, que envía 6 estudiantes.[68]

En resumen, a la luz de los datos, parece ser que hay dos grandes focos, Cáceres y Trujillo, que constantemente envían estudiantes. Les siguen las sedes episcopales Plasencia, Badajoz y Coria, así como Béjar, y un sector de poblaciones intermedias que se diseminan por la geografía extremeña (Brozas, Mérida, Llerena…). En torno a ellos se concentran un rosario de pequeños núcleos que están bajo su influencia y que aportan un número reducido de alumnos. Estos se ubican en los Valles del Jerte y Tiétar y las Vegas de Coria en el tercio norte, mientras que en la zona centro, la penillanura Trujillano-Cacereña, sobre todo la Tierra de Trujillo es la que alberga más procedencias. Por último, en el tercio sur, destaca la franja situada entre Tierra de Barros y el campo de Zafra con los núcleos de Jerez, Fregenal y Zafra.

Apuntados los aspectos geográficos, y en otro orden de cosas, intentaremos aproximarnos a alguno de los pocos aspectos sociales que nos dejan entrever las matrículas. Así, hemos de destacar uno que nos da una ligera idea de un grupo que establece una diferenciación con el resto de matriculados. Se trata de aquellos que aparecen inscritos con el título de “don”, particularidad que en principio indicaba un nivel bajo de hidalguía, que en el caso de los universitarios solía circunscribirse a segundones, aunque hay que tomarlo con precaución debido a los abusos que en la época se hacían al respecto.[69] Como indica Cadenas y Vicent, es necesario el cotejo de numerosa documentación en donde se indique dicha titulación, siendo ésta una de las pruebas que demostrarían que la anteposición del “don” es símbolo de un estatus nobiliario y no una impostura.[70]

En nuestro caso, aunque tenemos en cuenta esas consideraciones, resulta una tarea casi imposible identificar la veracidad de todo aquel título de “don” que nos encontramos en las matrículas, puesto que tendríamos que cotejarlo al menos con las fuentes parroquiales, cuestión que podría llevarnos años en hallar respuesta. A pesar de que, como indica Alemán Illán, el título de “don” podía reflejarse en los escritos debido a los propios notarios que lo intitularían por razones de amistad o relación profesional, sí que es cierto, como veremos en el caso de Trujillo, que normalmente suele ir acompañando a estudiantes con apellidos notablemente conocidos en los lugares de origen por su condición hidalga o noble.[71] Por esta razón, y ante la falta de otras fuentes para contrastarlo, daremos por válidos los títulos de “don” que aparecen en los libros de matrícula, al menos a efectos de cuantificación, en los que hemos de tener en cuenta las duplicaciones.

Para la nación de Extremadura, los titulados de “don” aparecen sobre todo en las facultades jurídicas y proceden de todas las diócesis. De forma general, suelen ser de 1 a 5 estudiantes canonistas principalmente, y en menor número, legistas. A éstos le siguen, de manera secundaria los “dones” de artes y gramática. Sin embargo, el caso de Plasencia en el curso 1584-85, con 12 estudiantes hidalgos, es llamativo puesto que esta diócesis acumula el mismo número de individuos de esa condición que el resto de diócesis juntas para ese curso.[72]

En el curso 1574-75 los porcentajes de “don” se mueven entre el 1,15 % de la matrícula de Nullius diocesis y el 3,81 % de los matriculados procedentes de Coria. Estas proporciones se elevan durante los años centrales de la década de los ochenta, ascendiendo al 6,31 % en el citado caso de Plasencia, seguida de Badajoz (5,8%) y los territorios de Nullius diocesis, con un 3,3%. Por último, en el curso 1594-95, Coria, con 7 titulados de “don” encabeza a las diócesis extremeñas (4,19%), a la que le sigue Badajoz y Plasencia con un 3,7 y un 2,46%, y sin hallar, empero, ninguno de esa condición bajo jurisdicción de las órdenes militares.[73]

Estas cifras indican que la mayoría de los estudiantes manteístas de la nación de Extremadura suelen provenir de un estrato social más bajo que el analizado, si bien no siempre es indicativo de falta de recursos porque, como señalamos, estudiar en una universidad no estaba al alcance de todos. Excepción a esto lo conforman hidalgos de la baja nobleza de algunas familias notables extremeñas, dentro de los cuales vamos a ver los procedentes de las dos diócesis que más aportan: Plasencia y Coria.

Al residir familias de la nobleza en ciudades como Plasencia, Trujillo, Cáceres o Béjar lógicamente no sale de la normalidad que sean las procedencias donde más titulados de “don” encontramos. Así, apellidos como Barahona, Paniagua o Solís son bastante conocidos en el círculo de la nobleza local para el caso de Plasencia, o Figueroa, Zúñiga…para el caso de Béjar. Lo mismo ocurre con las familias Altamirano, Loayssa, Escobar, Tapia, Paredes, Pizarro,… linajes que eran notables en el caso trujillano. En lo que respecta a Cáceres, apellidos como Golfín, Ovando, Portocarrero, Andrada, o Becerra atestiguan que, por norma general, el uso del título de “don” no estaba ajeno a fundamentos del linaje.

Otro aspecto que a veces muestran los libros de matrícula y que demostraría la veracidad de los presentados como hidalgos sería la aparición de hermanos o presuntamente familiares que se matriculan conjuntamente. El apoyo familiar en este sentido es importante, ya que resulta más llevadero enfrentarse a las novedades que resultan de estudiar en una ciudad universitaria lejos del seno familiar cuando se unen dos individuos en la misma situación.[74]

  1. 4.      La Tierra de Trujillo

Lo que denominamos como Tierra de Trujillo, según la división administrativa del siglo XVI, estaba situada dentro de la llamada también Provincia de Trujillo, comprendiendo ésta la mayor parte del actual territorio extremeño. Como ya vimos, junto a la Provincia de León de la Orden de Santiago formó la provincia de Extremadura en 1653.[75] La Tierra de Trujillo, según los censos consultados para la realización de este trabajo, comprendía los siguientes núcleos: Trujillo, Garciaz, Berzocana, Cañamero, Herguijuela, La Zarza (Conquista de la Sierra), Zorita, Logrosán, Navalvillar, Acedera, Madrigalejo, Alcollarín, El Campo (Campo Lugar), Abertura, Escurial, Santa Cruz de la Sierra, Robledillo de Trujillo, Orellana. La Cumbre, El Puerto de Santa Cruz, Ibahernando, Retamosa, Plasenzuela, Aldea el Pastor (Santa Ana) y Búrdalo (Villamesías).[76] Limitaba al norte con la Tierra de Plasencia, al oeste con la de Cáceres y el partido de Montánchez de la Orden de Santiago, al sur, con Medellín y con el partido de Magacela de la Orden de Alcántara, y al este con la Tierra de Talavera y el Señorío de Alcocer.[77]

En el contexto general de las diócesis y de la nación de Extremadura, Trujillo es una de las ciudades que más estudiantes aporta en todos los cursos, entre 30 y 35 según los libros de matrículas. En este sentido, durante el curso 1574-75 lidera a las diócesis extremeñas junto con Cáceres (38 estudiantes), mientras que diez años más tarde lo hace junto a Plasencia (39 estudiantes frente a los 35 de Trujillo), superando a Cáceres en contingente estudiantil. Sin embargo, a finales de la centuria, Plasencia decae hasta los 16 estudiantes a la vez que sube Cáceres hasta los 40, mientras que Trujillo sigue manteniéndose con 30 efectivos.

Si echamos un vistazo a las facultades que más demanda tienen entre los estudiantes procedentes de la Tierra de Trujillo durante el curso 1594-95, Cánones es la primera, con una proporción del 47%. Los canonistas proceden sobre todo de Trujillo (17 estudiantes), seguido de Berzocana, Cañamero y Santa Cruz de la Sierra con dos estudiantes cada una. A continuación, los artistas son los más numerosos, con un 20 % y un total de 11 matriculados trujillanos, destacando de nuevo la ciudad, con 8 estudiantes, seguida, con uno, de La Cumbre, Madrigalejo y Orellana. En tercer lugar destacan, igualados al 11% de la Tierra de Trujillo, los estudios de Leyes y Gramática, que atraen en total a 12 individuos. Son predominantemente legistas los trujillanos (5 estudiantes), mientras que también se destacan entre los gramáticos (3 estudiantes) junto a los procedentes de Berzocana (2), Garciaz, Alcollarín, el Puerto de Santa Cruz y Santa Cruz de la Sierra, con uno cada uno. En el caso de Teología, encontramos sólo a tres estudiantes de Trujillo, mientras que en Retórica sólo encontramos uno de dicha ciudad, y otro de Berzocana cursando Medicina.[78]

En el caso de la nación de Extremadura, Trujillo y su tierra estaban ampliamente representadas en la Universidad de Salamanca, puesto que, como se puede ver en la figura 25, de los 25 núcleos citados antes, encontramos estudiantes de 19 de ellos en el último cuarto del siglo XVI.[79] Se trata de núcleos de menos de 1000 vecinos, a excepción de Trujillo que superaba los 1500 vecinos. Entre ellos continúa la tónica vista para la generalidad de las diócesis extremeñas: la mayor parte de núcleos son pequeños, no llegando a sobrepasar los 800 vecinos para el caso de los tres mayores de los que tenemos datos aparte de Trujillo (Logrosán, Garciaz y Berzocana), mientras que el resto tiene entre 150 y 400 vecinos. Sin embargo, todos estos lugares no envían apenas entre un 25 y un 34 % de los estudiantes de la Tierra de Trujillo para el periodo 1574-1585. [80]

No obstante, a mediados de la década de los noventa del siglo XVI esta tendencia cambia: Trujillo, que antes enviaba contingentes de entre el 66 y el 75 % de los estudiantes, ahora se va a ver superada por la suma del resto de poblaciones menores de 1000 vecinos, si bien es por la mínima: 31 estudiantes frente a 30 que tiene la ciudad (51 y 49%).[81]

 

  1. 5.      Un estudiante trujillano de “don”: Luis de Tapia Paredes.

En un intento al acercamiento a la adscripción social de los estudiantes ya dijimos más arriba el caso de los titulados de “don”. A modo de epílogo, nos gustaría fijarnos en un estudiante de Trujillo que aparece matriculado en la Universidad de Salamanca y cuya trayectoria posterior dio como resultado una “mejora del estado por las letras”. Hablamos de Luis de Paredes, que aparece matriculado en el curso 1584-85, junto a su presunto hermano Bernardino de Tapia.[82] No hay ninguna mención en el libro de sus lazos de parentesco, pero el hecho de que aparezcan matriculados uno seguido del otro hace que intuyamos que podrían tratarse de los hermanos de Esteban de Tapia, autor de un interesante manuscrito sobre la historia de Trujillo y su heráldica.[83] Todos eran hijos de Gonzalo de Tapia, señor de Plasenzuela, Guijos y Avililla, y María de Paredes, nieta de Diego García de Paredes, el afamado militar de las guerras de Italia.[84]

De Bernardino de Tapia apenas sabemos que, de tratarse del personaje que consideramos, era el segundón de la familia y heredero, según Muñoz de San Pedro, del mayorazgo de los Paredes, ya que su hermano Esteban era el primogénito y le correspondía el de los Tapia. Desconocemos la fecha del fallecimiento de Bernardino, pero lo hizo sin descendencia, y el tercero de los hermanos, Luis, heredó dicho mayorazgo, reuniendo bastante patrimonio.[85]

Luis de Tapia Paredes, que según el conde de Canilleros firmaba también como Luis de Paredes, nació después de 1560 (su hermano mayor Esteban nace sobre esa fecha), y cursó estudios juristas en Salamanca, llegando posteriormente a ser alcalde de Casa y Corte y Consejero de Castilla e Indias.[86] Según la crónica de la orden de Alcántara, Luis de Paredes fue “colegial del Mayor del Arzobispo, Oidor de Sevilla y de Valladolid, Alcalde de Casa y Corte, del Consejo de Indias, y hoy de el Real de Castilla. Casó con D. Aldonza de Esquivel y Guzmán, natural de la ciudad de Sevilla”.[87] El hecho de fuera colegial podría parecer que nuestro Luis de Paredes era otro, ya que se encuentra matriculado entre los manteístas. Sin embargo encontramos en una obra coetánea a él la siguiente referencia:

“[…]Don Luis de Paredes, Licenciado por la Universidad de Salamanca, año de mil y quinientos noventa y seis, y el del noventa y ocho entró en el Colegio mayor del Arçobispo de la sobredicha Universidad, donde a pocos días le encomendaron la oposición de las Cátedras de Cánones, y el de seiscientos y diez y seis fue promovido por Oydor de Valladolid, y el de diez y ocho fue proveydo por Alcalde de Casa y Corte […].[88]

Por tanto, fue colegial dos años después de licenciarse (1596). Aunque las coincidencias son bastante altas, aparece matriculado en 1585, más de diez años antes de licenciarse, tiempo que podría parecer algo excesivo, aunque no mucho, para realizar sus estudios, barajando la posibilidad de una interrupción temporal o que simplemente se tomó algo más de tiempo del habitual.

De cualquier modo, el trujillano Luis de Paredes llegó a ocupar una posición muy elevada en la administración de Felipe III y Felipe IV. Su paso por las aulas salmantinas cursando estudios como manteísta en Cánones era algo bastante habitual para aquellos hidalgos segundones que querían conseguir un estatus más alto a través de una formación jurídica para pasar a las filas de burócratas de la Monarquía Hispánica. Dado que él en principio no era heredero de ninguno de los mayorazgos, es entendible su inclinación hacia las letras, aunque después la fortuna hizo que, al fallecer su hermano Bernardino, heredase un mayorazgo más grande que el de los Tapia, detentado por su otro hermano Esteban.

Durante su etapa de colegial, hasta 1606, conocería al futuro Conde-Duque de Olivares, como confirman algunas de sus cartas conservadas, y en 1618, Luis de Paredes desempeña el cargo de Consejero y Alcalde de Casa y Corte. Después de 1626, durante su etapa en el Consejo de Indias, se preocupó de reunir una serie de documentos sobre dicho Consejo hallados posteriormente en el Archivo del Conde de Canilleros, como el propio Muñoz de San Pedro indica en uno de sus artículos sobre Luis de Paredes.[89]

 

  1. 6.      Conclusiones

Los lazos de solidaridad regional juegan un papel primordial en las relaciones sociales en el momento en que un estudiante sale de su ámbito habitual. Es por ello por lo que creemos que existe una noción, aunque difusa, de identidad extremeña, al igual que la había en relación a otras procedencias geográficas dentro y fuera del ámbito peninsular. Así, se referiría no sólo al ámbito geográfico, sino también a sus habitantes, con unas características y rasgos comunes (idiosincrasia, comportamientos, peculiaridades lingüísticas, etc).

En este sentido, la existencia de las naciones respondería, entre otras razones, a una necesidad primigenia de subsistencia en un medio extraño, a lo que se suma la intención de aunar esfuerzos para alcanzar puestos de relevancia mediante los diversos cauces representativos de la universidad. A través de dichos lazos de paisanaje se ponían en contacto individuos que habían experimentado la situación de ser estudiante en sus carnes o en la de sus familiares y conocidos, o bien estaban en una situación de partida similar a la del novato. Las naciones funcionarían como polo de atracción de estudiantes de la misma procedencia, posible causa, entre otras ya apuntadas, de que un individuo se decantase por Salamanca.

En el caso de la nación de Extremadura, la tendencia en el aporte de estudiantes es constante, sin cambios bruscos, al menos, hasta la peste de 1595. De forma local se denota un aumento significativo en ciertos núcleos, a la vez que otros descienden considerablemente su representación. Esto puede ligarse, como hemos visto, a razones de paisanaje, pero en este punto, se abre el abanico de posibilidades.

Así, la mejora por las letras hizo que numerosos individuos encontrasen una vía hacia el incremento de su prestigio y poder social. Para ello, lógicamente había que destinar un dinero, que dependía de los recursos de cada futuro estudiante. Amén de otras posibilidades, fue cada vez más frecuente donar ciertos fondos para que algún familiar o allegado pudiera licenciarse en Salamanca, mostrando otra vez la preferencia de esta Universidad. Es el caso del trujillano Fray Jerónimo de Loaysa, arzobispo de Lima, que dejó un dinero para que su pariente Gutierre Espadero Paredes estudiase en Salamanca.[90]

Como hemos visto, el campo de estudio de las naciones es muy amplio, de modo que el objetivo para futuras investigaciones ha de aprovechar las cifras para analizar otros niveles posibles de relación entre Universidad y naciones de estudiantes.

 

Apéndice[1]

 

AÑOS

Matriculados

Manteístas

Manteístas de la nación de Extremadura

%

%

% manteístas

%total

1574-75

5908

100

5313

89,92

407

7,66

6,88

1584-85

7308

100

6603

90,35

543

8,22

7,43

1594-95

6199

100

5569

89,83

576

10,34

9,29

Figura 1. Evolución general de la matrícula. (1574-95)

Figuras 2 y 3. Evolución general de la matrícula de manteístas y de la nación de Extremadura (1574-95)

Fig 2Fig 3

 

Figura 4. Contingentes totales y manteístas de la nación de Extremadura (totales y porcentajes).

DIÓCESIS

1574-75

1584-85

1594-95

Totales

% total

% mant.

% extr.

Totales

% total

% mant

% extr.

Totales

% total

% mant

% extr.

Badajoz

61

1,03

1,14

14,9

68

0,94

1,04

12,7

81

1,3

1,45

14

Coria

131

2,21

2,46

32,1

164

2,24

2,48

30,2

177

2,85

3,17

30,7

Plasencia

128

2,16

2,4

31,4

191

2,59

2,87

35

203

3,27

3,64

35,24

Nullius diocesis

87

1,47

1,63

21,4

120

1,64

1,81

22

115

1,85

2,06

20

Total

407

6,88

7,66

100

543

7,43

8,22

100

576

9,29

10,34

100

 

Figuras 5 a 9. Evolución general según diócesis de la nación de Extremadura (número de alumnos y porcentajes).

 Fig 5

Fig 6

Fig 7

Fig 8

Fig 9

 Figura 10. Evolución general de los estudiantes manteístas y de la nación de Extremadura según estudios (totales y porcentajes).

 

ESTUDIOS

1574-75

 

1584-85

1594-95

Manteístas (total) Manteístas Extremadura Manteístas  (total) Manteístas  Extremadura Manteístas  (total) Manteístas  Extremadura

%

% total

% estudios

%

% total

% estudios

%

% total % estudios
Cánones

2449

46,09

194

3,65

7,92

3068

46,46

257

3,89

9,37

2943

52,84

320

5,74

10,87

Leyes

634

11,93

65

1,22

10,25

577

8,73

47

0,71

8,14

555

9,96

62

1,11

11,17

Teología

525

9,88

24

0,45

4,57

528

7,99

32

0,48

6,06

595

10,68

54

0,96

9,07

Medicina

129

2,42

11

0,2

8,52

201

3,04

15

0,22

7,46

230

4,13

34

0,61

14,78

Artes

621

11,68

49

0,92

7,89

863

13,05

87

1,31

10,08

818

14,68

80

1,43

9,77

Gramática

955

17,97

64

1,2

6,7

1351

20,46

102

1,54

7,54

417

7,48

24

0,43

5,75

Retórica

0

0

0

0

0

15

0,22

3

0,04

20

0

0

0

0

0

Matemáticas

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

11

0,19

2

0,03

18,18

Total

5313

100

407

7,66

6603

100

543

8,22

5569

100

 576

10,34

Figuras 11 a 13. Evolución general de los estudiantes manteístas según estudios (porcentajes).[2]

 Fig 11

Fig 12

Fig 13

 

Figura 14. Evolución de las diócesis extremeñas según estudios: totales y porcentajes según diócesis.

CURSO 1574-75

CURSO 1584-85

CURSO 1594-95

ESTUDIOS

BADAJOZ

CORIA

PLASENCIA

NULLIUS D

BADAJOZ

CORIA

PLASENCIA

NULLIUS D

BADAJOZ

CORIA

PLASENCIA

NULLIUS D

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Total

%

Canonistas

29

47

51

39

68

53

46

53

30

43

55

34

107

56

66

55

47

58

99

59

111

55

63

55

Legistas

11

18

26

20

11

9

17

19

10

15

18

11

9

5

10

8

8

10

24

15

19

9

11

10

Teólogos

4

7

4

3

11

9

5

6

5

7

9

5

11

6

7

6

10

12

9

5

24

12

11

10

Médicos

3

5

3

2

2

1

3

3

3

4

6

4

2

1

4

3

3

4

9

5

12

6

10

9

Artistas

8

13

15

12

14

11

12

14

11

16

27

16

29

15

19

16

10

12

10

6

30

15

20

16

Gramáticos

6

10

32

24

22

17

4

5

10

15

47

29

31

16

14

12

3

4

15

9

6

3

0

0

Retóricos

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

2

1

1

1

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

Matemáticos

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

1

1

1

1

0

0

Total

61

131

128

87

69

164

190

120

81

167

203

115

 

  Figuras 15 a 18. Evolución de las diócesis extremeñas según estudios (número de alumnos).

Fig 15    Fig 16

Fig 17   Fig 18

Figuras 19 y 20. Distribución geográfica de los estudiantes manteístas de la nación de Extremadura: cursos 1574-95 (19) y curso 1594-95 (20).

 Fig 19 Fig 20

Figuras 21, 22 y 23. Núcleos extremeños que envían estudiantes a Salamanca (en vecinos) y estudiantes. Curso 1594-95 (totales y  porcentajes). .                                                                                                                                                                                                                                               

1594-95 Badajoz       Coria       Plasencia       Nullius D.      
Vecinos Núcleos % Estud. % Núcleos % Estud. % Núcleos % Estud. % Núcleos % Estud. % Total núc. % Total est. %
<100

0

0

0

0

1

3

1

1

1

3

3

2

0

0

0

0

2

2

4

1

100-200

0

0

0

0

9

25

13

8

9

25

11

6

2

6

2

2

20

17

26

5

200-500

5

36

14

17

15

42

35

20

18

50

58

33

14

45

27

24

52

44

134

25

500-1000

4

29

18

22

7

19

60

35

6

17

56

32

11

36

48

42

28

24

182

34

1000-1500

1

7

6

8

3

8

23

13

0

0

0

0

4

13

37

32

8

7

66

12

1500-2000

3

21

19

24

1

3

40

23

2

5

46

27

0

0

0

0

6

5

105

19

>2000

1

7

23

29

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

1

1

23

4

Total

14

 

80

 

36

 

172

 

36

 

174

 

31

 

114

 

117

 

540

 

 

Fig 22 Fig 23

 

Figura 24. Titulados de «don», cursos 1574-1595 (totales y porcentajes, entre paréntesis cifra real tras restar las duplicaciones)

 

1574-75                                                                            1584-85 1594-95
ESTUDIOS BADAJOZ CORIA PLASENCIA NULLIUS D. BADAJOZ CORIA PLASENCIA NULLIUS D. BADAJOZ CORIA PLASENCIA NULLIUS D.
CÁNONES

2

2

1

1

1

1

11

2

3

4

4(3)

0

LEYES

0

4 (3)

1

0

1

3

1

0

0

2

1

0

ARTES

0

0

0

0

2

0

0

2

0

2

0

0

GRAMÁTICA

0

0

1

0

2 (0)

0

0

0

0

0

0

0

TOTAL

2

6 (5)

3

1

6 (4)

4

12

4

3

7

4

0

% sobre total dióc

3,28

3,81

2,34

1,15

5,8

2,43

6,31

3,3

3,7

4,19

1,97

0

 

 Figuras 25, 26 y 27. La Tierra de Trujillo (mapa), y distribución según facultades de la Tierra y la ciudad de Trujillo (porcentajes).

 Fig 25

Fig 26 Fig 27

 

Fiura 28. Núcleos de la Tierra de Trujillo que envían estudiantes a Salamanca (vecinos) y estudiantes. Cursos 1574-95(totales y porcentajes).

 

1574-75       1584-85     1594-95    
Vecinos Núcleos % Estudiantes % Núcleos % Estudiantes % Núcleos % Estudiantes %
<100

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

100-200

1

11

1

3

2

22

3

6

3

33

4

7

200-500

3

33

5

11

2

22

6

11

2

23

7

11

500-1000

4

45

5

11

4

45

9

17

3

33

20

33

1000-1500

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

1500-2000

1

11

33

75

1

11

35

66

1

11

30

49

>2000

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

0

Total

9

 

44

 

9

 

53

 

9

 

61

 

 

 

 


[1] Fuente: todos los elementos gráficos que aparecen en el apéndice son de elaboración propia con los datos obtenidos de los libros de matrícula del Archivo de la Universidad de Salamanca (AUSA, Libros de matrículas, años 1574/75; 1584/85 y 1594/95. AUSA 294, 302 y 308). Para el caso de los mapas, nos hemos basado en ALDEA VAQUERO, Quintín, (et alii). Diccionario de Historia Eclesiástica de España (5 vols.). Madrid: Instituto Enrique Flórez, 1972-87. Para cuestiones de núcleos de población y vecindarios, los datos del “Libro de los millones” y “Censo de los obispos”. En GONZÁLEZ, Tomás. Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla… pp. 79-83, 197-198, 237-239, 353-358 y 363-364. [Fecha de consulta: 5 julio 2012]. Disponible en <http://bib.cervantesvirtual.com /historia/CarlosV/censo1.shtml>

[2] C: Cánones; L: Leyes; G: Gramática; A: Artes; T: Teología; M: Medicina; R: Retórica; Mat: Matemáticas.

 


[1] En cifras, los estudiantes matriculados estribaron entre 5000 y 7000 en la segunda mitad del siglo XVI. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. “La Universidad de Salamanca, evolución y declive de un modelo clásico”. Studia Histórica. Historia moderna, IX. Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, 1991, p. 17

[2]MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo. “Extremadura, origen del nombre y formación de las dos provincias.” [online] Anuario de la Facultad de Derecho de Cáceres, nº2, 1983, pp. 59-119[Fecha de consulta: 1 julio 2012] Disponible en <http://www.paseovirtual.net/biblioteca/Ft/extremo1.pdf>; PALACIOS MARTÍN, Bonifacio. “Sobre el origen del nombre de Extremadura. Estudio historiográfico de la etimología duriense”. [online] Revista de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense, nº 4, 1989, pp. 409-423. [Fecha de consulta: 1 julio 2012]. Disponible en < http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=128955>.

[3] GONZÁLEZ, Tomás. “Provincia de Trujillo” y “Provincia de León de la Orden de Santiago”. En Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI. [online]. Madrid: Imprenta real, 1829, pp. 79-83. [Fecha de consulta: 5 julio 2012]. Disponible en <http://bib.cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/censo1.shtml> Habría que esperar hasta mediados del siglo XVII para que seis ciudades extremeñas (Badajoz, Mérida, Trujillo, Cáceres, Alcántara y Plasencia) alcanzasen el voto en Cortes y el distrito territorial de Extremadura se independizase del de Salamanca. En MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo. “Extremadura, origen del nombre… pp. 82-85.

[4] Hemos excluido el señorío de Belalcázar al pertenecer a territorios de Nullius diócesis que actualmente corresponden a la diócesis de Córdoba, y otros que, aun estando en la actual región de Extremadura, pertenecen a la archidiócesis de Toledo.

[5] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique. “Universidad de la Monarquía Católica Católica, 1555-1700”. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique, POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis (coords.) Historia de la Universidad de Salamanca, vol. I, Trayectoria y vinculaciones. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2002, p 115. Las ocho naciones de estudiantes eran: Galicia, Portugal, Campos, Vizcaya, Extremadura, La Mancha, Andalucía y Aragón. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. “La nación de Vizcaya en las Universidades de Castilla. Siglos XVI-XVIII”. Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante,20. Alicante, Universidad de Alicante, 2002, p. 51.

[6] ALEJO MONTES, Francisco Javier. La Universidad de Salamanca bajo Felipe II. Valladolid: Junta de Castilla y León, 1998, p. 227.

[7] Valgan de ejemplos: “Don Pedro de Barahona, natural de Plasençia. Don Íñigo de Barahona, su hermano”: Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 49 r. “Juan Garçía Fernández, natural de Trujillo, diócesis de Plasençia. Clérigo presbítero”. Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol 61 v. “Don Diego de Ulloa Porcallo, natural de Cáçeres, diócesis de Coria, menor de 14 años. Lógico” Libro de matrículas. 1594-95. AUSA 308, fol. 134 r. “Don Gonzalo de las Cassas, natural de Truxillo, diócesis de Plasençia.2º año.”

[8] “Vacose la catreda de Filosofía Natural de propiedad por muerte del maestro Enrique Hernández, oy miércoles a dos días del mes de henero de mil e quinientos y ochenta e cinco años, a la hora de las ocho de la mañana y los estudiantes que se matricularon después de la vacatura son los siguientes […]” Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 112 v.

[9] Por ejemplo “Alonso Martínez, digo, Alonso Nidos del Estoque, natural de Alburquerque, diócesis de Badajoz” Libro de matrículas. Curso 1574-75. AUSA 294, fol. 49.v

[10] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad en la España Moderna. Madrid, Technos, 1981, pp. 281-305; RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salamantina del Barroco, periodo 1598-1625. Vol. III. Aspectos sociales y apéndice documental. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca; Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1986, pp. 280 y ss;

[11] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… pp. 219- 239 y 281-305.

[12] TORREMOCHA HERNÁNDEZ, Margarita. “Los estudiantes universitarios en la Edad Moderna: líneas de investigación”. Miscelánea Alfonso IX, 2011. Ejemplar dedicado a “Historiografía y líneas de investigación en Historia de las Universidades: Europa mediterránea e Iberoamérica”. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2012, pp. 219-241.

[13] PESET, Mariano. “Historia cuantitativa y población…  pp. 21-31

[14] Ibidem, p. 15-21; TORREMOCHA HERNÁNDEZ, Margarita. “Los estudiantes universitarios… pp. 224.

[15] KIBRE, Pearl. The Nations in the Mediaeval Universities. Cambridge: Mediaeval Academy of America, 1948. Citado por RIDDER-SYMOES, Hilde de. “Administración y recursos”. En Historia de la Universidad en Europa… pp.163-170. En estas páginas Ridder-Symoes también realiza una breve recopilación de obras sobre naciones en las Universidades europeas.

[16] TAMBURRI, Pascual. “La nación de las Indias en la Universidad de Bolonia (siglos XVI-XIX). Raíces medievales de la cultura hispano-americana”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Hª Moderna, nº 13, 2000, p. 344.

[17] MARCOS DE DIOS, Ángel. Estudiantes de Brasil en la Universidad de Salamanca durante los siglos XVI y XVII”. Revista de Historia, nº 105. Sao Paulo, 1976, pp.215-230. Portugueses na Universidade de Salamanca (1550-1580). Salamanca: Luso-Española de Ediciones, 2005. Del mismo autor, “Estudiantes de Brasil en la Universidad de Salamanca durante los siglos XVI y XVII”. Revista de Historia, nº 105. Sao Paulo, 1976, pp. 215-230.

[18] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. “Declive y regionalización de la matrícula salmantina de los siglos XVII y XVIII. Aproximación descriptiva”. Studia Historica. Historia Moderna, vol 3, VIII, 1985, pp. 143-162. Del mismo autor, “La corona de Aragón en la Universidad de Salamanca: siglos XVII y XVIII”. Aulas y saberes.VI Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispánicas (Valencia, diciembre 1999). Vol II. Valencia, Universidad de Valencia, 2003, pp. 399-417; RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique y POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis “Valencianos en Salamanca”. En Historia de la Universidad de Valencia. Vol II: La universidad Ilustrada. Valencia, Unversidad de Valencia, 2000, pp. 309-317.

[19] POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis. “Estudiantes manteístas salmantinos en la Universidad de Salamanca de la primera mitad del siglo XVIII”. Studia Historica. Historia Moderna, nº 9. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1991, pp. 23-42. Véase también, POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis. La universidad salmantina del Antiguo Régimen (1700-1750). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1995. También destaca CUBAS MARTÍN, Noemí. “Procedencia geográfica de los estudiantes de la Universidad de Salamanca (curso 1584-85). Tablas estadísticas. En Miscelánea Alfonso IX, 2000 (Ejemplar dedicado a la Universidad Contemporánea). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2000, pp. 231-240

[20] MIGUEL, Luis R. “Los extremeños en la Universidad de Salamanca” [en línea]. Revista de Extremadura. Órgano de las comisiones de monumentos de las dos provincias. Historia, ciencia, artes y literatura, nº 9. Cáceres: Librería de Jiménez, 1900. [Fecha de consulta, 3 febrero 2012]. Disponible en <http://prensahistorica.mcu.es/es/publicaciones/numeros_por_mes.cmd?anyo=1900&idPublicacion=3672>

[21] RIDDER-SYMOES, Hilde de. “Administración y recursos”. En Historia de la Universidad… pp.168.

[22]Hemos tomado de Hobsbawm la definición de nación contemporánea como “conjunto de personas suficientemente nutridas cuyos miembros consideran que pertenecen a una <<nación>> [la cual] no es una entidad primaria ni invariable. Pertenece exclusivamente a un período concreto y reciente desde el punto de vista histórico”. Véase, al respecto HOBSBAWN, Eric. Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Crítica, 2004, pp. 13-18.

[23] TAMBURRI, Pascual. “La nación de las Indias en la Universidad… p. 343

[24] A falta de estudios sobre la documentación sobre dicho convento, llama la atención la relación con éste de la duquesa de Béjar y de Plasencia, María de Zúñiga, la cual en 1533 otorgó testamento y “mandó que en la Universidad de Salamanca se edificase un Colegio […] de la Orden de los Hermitaños de San Agustín […] y púsose la advocación de San Guillermo” HERRERA, Tomás de. Historia del conuento de San Agustín de Salamanca, Madrid: Imprenta de Gregorio Rodríguez, 1652. Citado por VIÑAS ROMÁN, Teófilo. “Convento de San Agustín y Colegio de San Guillermo”. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel; ROBLES CARCEDO, Laureano y RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique (eds.) Historia de la Universidad de Salamanca. Vol I, Historia y proyecciones. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1989, pp. 385-386.

[25] GARCÍA y GARCÍA, Antonio. “Consolidaciones del siglo XV”. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique, POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis (coords.) Historia de la Universidad de Salamanca, vol. I, Trayectoria  y vinculaciones. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2002, p.42. Véase también  RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique. “Universidad de la Monarquía Católica… p 100.

[26] LA FUENTE, Vicente de. Historia de las Universidades, colegios y demás establecimientos de la enseñanza en España. Madrid: Viuda e hija de Fuentenebro, 1881, vol. III, pp.90-91. Citado por RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salamantina del Barroco…  p. 441.

[27] Se hallan testimonios al respecto en el diario de Girolamo da Sommaia: “Succese in Scuola la mattina una gran mistia tra Extremenni, et Biscaini, i biscaini ne dettero” (3-XII-1603). Citado por RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salamantina del Barroco…  p. 444.  Así mismo, el propio Rodríguez-San Pedro reproduce la declaración sobre una de estas peleas ante las oposiciones a la cátedra de Código en 1611, la cual que quedó plasmada en los libros de procesos de cátedras: “[…] yendo la nación de Extremadura […] se encontraron con la nación de Vizcaya en San Benito, llevando una nación y otra armas, y allí se acuchillaron y encontraron defendiendo cada uno a su nación”. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. “La nación de Vizcaya… pp.  56-60. El mismo historiador, junto con Ángel Weruaga, hace un interesante análisis de los vítores durante la Edad Moderna en RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique, y WERUAGA PRIETO, Ángel. Elogios Triunfales: origen  y significado de los vítores universitarios salmantinos (ss. XV-XVIII). Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca, 2011.

[28] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p 29.

[29] Ibidem… pp.  295 y 298.

[30] Véase apéndice, nº 1 y 2. Para el curso 1584-85, el profesor Alejo Montes cifra en 6938 el número total de matriculados; Kagan 6633 (periodo 1585-1590), y Vidal y Díaz, 6778. Noemí Cubas, por su parte, realiza el recuento de los estudiantes manteístas y obtiene 6301 matrículas, mientras que nosotros contamos un total de 6603. En ALEJO MONTES, Francisco Javier. La Universidad de Salamanca… p.233. KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p. 293; TORREMOCHA HERNÁNDEZ, Margarita. “Los estudiantes, los estudios y los grados”. En Historia de la Universidad de Valladolid. Valladolid: Servicio de publicaciones de la Universidad de Valladolid, 1989, p. 90; VIDAL Y DÍAZ, Alejandro. Memoria histórica… p. 383; CUBAS MARTÍN, Noemí. “Procedencia geográfica de los estudiantes… p. 231.

[31] Según Kagan, los extremeños en Alcalá hacia mediados del siglo XVI representaban en torno al 1,4% de la matrícula, descendiendo al 0,5% a principios del siglo XVII. Cifras muy similares presenta el mismo historiador para los estudiantes de Extremadura en Valladolid: 1,2 % en 1570 y un descenso al 0,6% en 1620, cantidades exiguas si las comparamos con Salamanca. Hemos de decir que a la hora de establecer comparaciones con los datos de Kagan y Cubas no tendremos en cuenta los estudiantes de Nullius diocesis de la nación de Extremadura, dado que ambos los introducen bajo la misma denominación genérica sin tener en cuenta la adscripción a dicha nación. KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p. 285 y 29.

[32] Véase apéndice, figuras 1 y 4.

[33] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p. 295 y 298. Para Salamanca, véase apéndice, nº 5.

[34] El análisis que proponemos de la nación de Extremadura dentro del Estudio salmantino se basa, como ya señalamos, en la información obtenida de los libros de matrículas del archivo de la Universidad de Salamanca. Para ello hemos tenido en cuenta los estudiantes manteístas del periodo 1574-1595 según calas decenales en los cursos 1574-75, 1584-85 y 1594-95, (Archivo de la Universidad de Salamanca. Libros de matrícula, AUSA 294, 302 y 308 respectivamente). Recordemos que parte de estos y otros fondos se hallan digitalizados en la dirección URL  <http://ausa.usal.es/ausa.html>.

[35] Por ese decreto Felipe II intenta cerrar las fronteras hispanas a la salida de universitarios hacia el exterior. En De los Estudios de las universidades y su reforma. Ley I. Prohibición de pasar los naturales de estos reynos a estudiar en Universidades fuera de ellos.” [online]. Novísima Recopilación de las leyes de España. Tomo IV, Libro VIII, Título IV, Ley I. Madrid: 1805, p. 21.  [Fecha de consulta, 20 julio 2012] Disponible en< http://books.google.es/books?id=N3BFAAAAcAAJ&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false>

[36] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p. 225.

[37] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique. “Universidad de la Monarquía Católica… p. 115-117; CUBAS MARTÍN, Noemí. “Procedencia geográfica de los estudiantes… pp. 231.

[38]Para el caso de Extremadura obtenemos los siguientes coeficientes. Curso 1574-75: 5,4% de duplicaciones. (de 407 individuos se descendería hasta los 385 estudiantes reales, es decir, los que verdaderamente pasaron por las aulas salmantinas durante ese curso y no los que figuran en el registro de matrículas (que contiene los duplicados). Curso 1584-85: 7,18% y 504 estudiantes reales sobre 543 matriculados. Curso 1594-95: 5,5%, pasando de 576 matriculados a 544 en cifras reales. Matrícula global del curso 1584-85: 6,22 % aplicable al total, que pasaría de 7308 matriculados a 6750 estudiantes reales. No obstante, en el análisis de cifras a lo largo del trabajo, no hemos tenido en cuenta las duplicaciones.

[39] Véase apéndice, figuras 1, 2 y 3.

[40] Véase apéndice, figura 4.

[41] Véase apéndice, figuras 4, 5, 6, 7, 8 y 9.

[42] CARABIAS TORRES, Ana María. “Salamanca, académica palanca… pp. 25 y ss; HERNÁNDEZ VICENTE, Severiano. “Juristas y estudiantes de derecho de la Universidad de Salamanca (siglos XVI-XVIII)”. En TORRIJANO, Eugenia, et alii (coords.) El derecho y los juristas en Salamanca (siglos XVI-XX): en memoria de Francisco Tomás y Valiente. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2004, pp. 249-264.

[43] SAN PEDRO, Luis Enrique. “La nación de Vizcaya… p. 37.

[44] CODOÑER MERINO, Carmen. “Las humanidades en Latín”. En RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique, POLO RODRÍGUEZ, Juan Luis (coords.) Historia de la Universidad de Salamanca, vol. III.2 Saberes y confluencias. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, pp. 747 y ss.

[45] Véase apéndice, figuras 10, 11, 12 y 13. Estos datos contrastan con el predominio que Rodríguez- San Pedro con datos de Alejo Montes da a Teología sobre Gramáticos y Artistas. RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique. “Universidad de la Monarquía Católica… p. 114

[46] CUBAS MARTÍN, Noemí. “Procedencia geográfica de los estudiantes… pp.232- 239.

[47] Véase apéndice, figura 10.

[48] Véase apéndice, figuras 14 Y 15.

[49] Véase apéndice, figuras 14 y 16

[50] Véase apéndice, figuras 14 y 17

[51] Véase apéndice, figuras 14 y 18

[52] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salamantina del Barroco…  p. 19; KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p. 223.

[53] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salmatina… p. 23.

[54] Según los estatutos de 1561, los matriculados en Gramática pagaban 3 maravedíes; los estudiantes ordinarios y graduados, 5 y 7 respectivamente, y los nobles, 17 maravedíes. En ESPERABÉ DE ARTEAGA, Enrique. Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca. Salamanca, 1914. Tomo I, La Universidad de Salamanca y los Reyes, p. 311. Citado por KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… pp.  234.

[55] Para ilustrar la protección de los estudiantes por parte de la Iglesia, valga de ejemplo: “Juan Mateos, natural de Plasençia, mozo de coro” Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 146 r.

[56] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. “Vida estudiantil cotidiana en la Salamanca de la Edad Moderna”. En Miscelánea Alfonso IX, 2001. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2001, p. 74.

[57] Ibidem, p. 78. Véase también, del mismo autor, “Pupilajes, gobernaciones y casas de estudiantes en Salamanca (1590-1630).” En Studia Histórica. Historia Moderna, vol. I, nº 3. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1983, pp. 185-210.

[58] KAGAN, Richard L. Universidad y sociedad… p.  236.

[59]Francisco Rodríguez, clérigo presbítero, bachiller teólogo, natural de Alburquerque, diócesis de Badajoz” Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 103 r.

[60] CHAPARRO GÓMEZ, César. “Francisco Sánchez de las Brozas”. Personajes extremeños. Mérida: “HOY”. Diario de Extremadura CMESA, 1996, pp. 5 y 8.

[61] GONZÁLEZ, Tomás. Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI. [online]. Madrid: Imprenta real, 1829, pp. 79-83, 197-198, 237-239, 353-358 y 363-364  [Fecha de consulta: 5 julio 2012]. Disponible en <http://bib.cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/censo1.shtml> Somos conscientes de que el segundo de los recuentos no resulta demasiado fiable, pero dado que nuestra intención no es otra que la de aproximarnos al tamaño de los núcleos de forma referencial, hemos optado por utilizarlo de manera complementaria cuando no había datos en el “Libro de los millones”. También hemos excluido aquellos núcleos cuyo vecindario aparecía en cifras conjuntas a otros lugares.

[62] Véase apéndice, figura 19.

[63] Véase apéndice, figuras 21, 22 y 23

[64] Véase apéndice, figura 21

[65] Véase apéndice, figuras 20, 21.

[66] Ibidem.

[67] Idem.

[68] Idem.

[69] RODRÍGUEZ-SAN PEDRO, Luis Enrique. La Universidad Salamantina del Barroco…  p. 256 y ss.

[70] CADENAS Y VICENT, Vicente. “El empleo del don en los documentos hasta el siglo XVIII y su presunción de calificación nobiliaria”. [online] Hidalguía, nº 86, 1968, pp. 9-12. [Fecha de consulta 26 julio 2012]. Disponible en < http://books.google.es/books?id=R2BO2eKS1YoC&printsec=frontcover&dq=CUADERNOS

+DE+DOCTRINA+NOBILIARIA+3.+A%C3%B1o+1971&source=bl&ots=b7Z3wI2e7c&sig=9515uG93rRcHqjy275W3MCIluzk&hl=es&sa=X&ei=0dMrUNDoDI26hAeRkIC4BQ&ved=0CDQQ6AEwAA#v=onepage&q=CUADERNOS%20DE%20DOCTRINA%20NOBILIARIA%203.%20A%C3%B1o%201971&f=false>

[71] ALEMÁN ILLÁN, Anastasio. “La muerte en la sociedad murciana a finales del Antiguo Régimen: un estudio cuantitativo de testamentos”. [online] Contrastes. Revista de Historia Moderna. Universidad de Murcia, vol, 3-4, 1987-88. Murcia: Universida de Murcia, 1988, p. 14.[Fecha de consulta 26 julio 2012]. Disponible en < http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=112420>

[72] Véase apéndice, figura 24.

[73] Ibídem.

[74] “Don Pedro de Barahona, natural de Plasencia.” “Don Íñigo de Barahona, su hermano”. Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 49 r; “Don Rodrigo de Llerena, natural de Llerena del maestrazgo de Santiago, digo don Rodrigo de Portillo, natural de Llerena, del maestrazgo de Santiago”. “Don Francisco de Ribero, su hermano, natural de Llerena, del maestrazgo de Santiago”. Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 74 v; “Don Baltasar de Tobar, natural de Badajoz, gramático”. “Don Juan de Alvarado de Tobar, su hermano, natural de Badajoz, gramático”. Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 121 v.

[75] MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo. “Extremadura, origen del nombre… pp. 82-85

[76] GONZÁLEZ, Tomás. “Provincia de Trujillo” y “”Corregimientos de Plasencia y Trujilo”. En Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI. [online]. Madrid: Imprenta real, 1829, pp. 79-80 y 364. [Fecha de consulta: 5 julio 2012]. Disponible en <http://bib.cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/censo1.shtml>

[77] MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo. “Extremadura, origen del nombre… pp. 87. Véase apéndice, figura nº 25.

[78] Véase apéndice, figuras nº 26 y 27.

[79] Véase apéndice, figura nº 25. Aunque figuran en el mapa, no hemos hallado datos de población en los censos consultados de La Cumbre, Orellana, Puerto de Santa Cruz, Retamosa y Villamesías, por lo que los excluiremos de nuestro cómputo.

[80] Véase apéndice, figura nº 28

[81] Ibidem.

[82] “Don Bernardino de Tapia, vecino e natural de Truxillo, diócesis de Plasencia”. “Don Luis de Paredes, natural de Truxillo, del dicho obispado”. Libro de matrículas. 1584-85. AUSA 302, fol. 175 v.

[83] MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel. Crónicas Trujillanas del siglo XVI. Manuscritos de Diego y Alonso de Hinojosa, Juan de Chaves y Esteban de Tapia”. Cáceres: Biblioteca pública y Archivo Histórico de Cáceres, 1952.

[84] Ibidem, p. XXXI.

[85] Idem, p. XXXIII. No tenemos referencia de que Bernardino estudiase en Salamanca, por lo que posiblemente podría tratarse de algún otro pariente de su linaje debido, como dijimos, a su aparición conjunta en la matrícula.

[86] MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel. “Un extremeño en la Corte de los Austrias (documentos inéditos sobre don Rodrigo de Calderón, el Conde Duque de Olivares y el Conde de Villamedina). Revista de Estudios Extremeños, vol. II, nº 4, 1946. Pp. 381

[87] “Descendencia de Alonso de Sotomayor y Chaves”. [online] En TORRES Y TAPIA, Alonso de. Crónica de la orden de Alcántara, Tomo II. Madrid: Imprenta de Gabriel Ramírez, 1763. p. 336. [Fecha de consulta 28 julio 2012]. Disponible en < https://play.google.com/books/reader?id=B9L9XTL575MC&printsec=frontcover&

output=reader&authuser=0&hl=es&pg=GBS.PP5> Una referencia similar la encontramos en TAMAYO VARGAS, Tomás. Diego García de Paredes. Relación breve de su tiempo. [online] Madrid, 1621, p. 140-141. [Fecha de consulta 28 julio 2012]. Disponible en <https://play.google.com/books/reader?id=bSANaSfbgOQC&

printsec=frontcover&output=reader&authuser=0&hl=es&pg=GBS.PP24>

[88] LÓPEZ DE HARO, Alonso. Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España. [online] Volumen 1. Madrid: Imprenta Real de Luis Sánchez, 1622, p. 418. [Fecha de consulta 28 julio 2012] Disponible en <https://play.google.com/books/reader?id=Vs0WAAAAQAAJ&printsec=frontcover&output=reader&authuser=0&hl=es&pg=GBS.PP5>

[89] MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel. “Un extremeño en la Corte… pp. 383 y 380. Rodríguez Moñino se encargó, allá por los años 50, de realizar un catálogo sobre dicha documentación al cual no hemos tenido acceso. RODRÍGUEZ MOÑINO, Antonio. Catálogo de la colección Tapia y Paredes (memoriales al Consejo de Indias: 1626-1630). Descripción bibliográfica de de 430 rarísimos impresos y manuscritos. Madrid: Maestre, 1953.

[90] Agradecemos a la profesora Sánchez Rubio que nos facilitase este dato que ilustra las múltiples direcciones de los vínculos entre la Universidad de Salamanca y los lugares de origen de la nación de Extremadura. TESTÓN, Isabel y SÁNCHEZ RUBIO, Rocío. Aunque no hacía nada por mí, su sombra llegaba hasta acá. Solidaridades y redes relacionales en la familia castellana del siglo XVI: Los Espadero-Paredes de Extremadura. En BARBAZZA, M.C. y HEUSCH, C. Familles, pouvoirs, solidarités. Domaine méditerranéen et hispano-américan (XVe-XXe siècles). Universidad de Montpellier, 2002, pp.  35-64

Nov 232013
 

José Antonio Sánchez de la Calle.

1.- Introducción

En Plasencia y sus comarcas existe una larga historia relacionada con la tauromaquia, cuya primera referencia escrita de la que se tiene es una corrida de toros detectada en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, en el llamado “Toro de Plasencia”, donde se narra lo acontecido en una corrida celebrada en la plaza mayor de la ciudad. Actualmente Hoy la ciudad es un núcleo cuya feria taurina es ampliamente conocida y su plaza de toros pasa por ser un coso de solera. Y la prueba de ello está en la gran cantidad de revistas que han acompañado y anunciado a lo largo de casi un siglo los eventos taurinos. Si en un principio las noticias estaban incardinadas en las publicaciones de las “Ferias y Fiestas”, poco a poco fueron tomando carta de naturaleza hasta el punto de que las informaciones sobre corridas, diestros, novilladas, y ganaderías acabaron teniendo un lugar de acogida propio. Sería prolijo ir enumerando las diferentes publicaciones en las que tenían cabida, desde finales del siglo XIX, datos sobre el arte taurino (periódico, revistas…); así como todas aquellas ediciones feriales en las que, como anexo, conformaban los programas de festejos de la ciudad. Pero como este capítulo se centra específicamente en la información taurina individualizada, tenemos que hablar de varias categorías: “Monitor Taurino”,  “Plaza de Toros de Plasencia”, “Club Taurino Placentino”, “Feria Taurina”, “Ferias y Fiestas en Plasencia” y “Por Verónicas”. Antes de que las publicaciones adquirieran una cierta periodicidad anual, tenemos constancia de la existencia de carteles anunciadores de los eventos taurinos, como el que conservamos de del 10 de junio de 1945, segunda corrida, donde se lidiaron siete toros de la ganadería de Benito Martín Terrones, de Salamanca. Uno de ellos, sería rejoneado por Álvaro Domecq; y los otros seis para Domingo Ortega, “Manolete” y “Dominguín”

 01b Toros 1945

2.- El Monitor Taurino.

            Esta revista se editó a lo largo de los años cincuenta, y estaba editada por la Peña Taurina de Plasencia, ubicada en la calle de Alejandro Matías, 15. El primer número salió en el año 1952, y siguió publicándose en sucesivos años hasta, al menos, 1960. Se elaboró en las imprentas de La Victoria y en Sanguino Sucesora. Uno de los patrocinadores más destacados fuer el Bar Restaurante “El Burladero”, situado en la calle Pizarro, número 3; y su principal valedor, Faustino Rovira. En la portada se especificaba que el proveedor, Fausto Rovira. En algunas de las portadas se especificaba claramente que este vecino, obsequiaba a sus asociados y simpatizantes con este ejemplar de forma gratuita. El tamaño osciló entre los 8 X 13 y los 14 X 18 cms.; y el número de páginas subió de las 24 de los primeros años, a las 40 a finales de la década. Por su parte, las portadas incluían dibujos que representaban cabezas de toro, diestros dando un pase, o motivos locales (como la casita en miniatura del parque de Los Pinos).

            Las secciones que integraban la revista incluía el “Saludo”, y “Desde el Burladero” (crónicas taurinas de varios años pasados), también denominada “¿Sabía usted que en los años…?”, donde se señalaban anécdotas relacionadas con el mundo de los toros desde 1882 hasta el año actual, y que se nutría de datos recopilados de los periódicos madrileños El Ruedo y Dígame. También incluía “La edad del toro” (diferentes denominaciones del toro dependiendo de los años); las “Corridas celebradas en Plasencia desde…”; los “Matadores de toros que sumaron mayor número de corridas en lo que iba de siglo”; y, como era lógico, el programa de las corridas de toros de la feria del año en cuestión, así como el Programa de Festejos (día a día). También la poesía tenía cabida, como “Negro y Blanco” y “Banderillas de fuego”. Y una serie de artículo de carácter taurino centrado en el peso de los toros (la equivalencia entre kilos y arrobas); las listas de toros famosos de Miura, y varias fotos, historia de algunos toreros (como “Angelete”,  “Frascuelo”, “Lagartijo”, “Joseito de Málaga y algunos diestros fallecidos en diferentes corridas. Las publicaciones contaban con numerosa publicidad. [1]

02 Monitor Taurino 1954  04 Monitor Taurino 1960

03 Toros 1953

 Cada ejemplar, correspondiente al año en cuestión, incluía artículos (breves en general), relacionados con el mundo taurino, como “¿Sabía usted que en los años…?”, donde se señalan anécdotas relacionadas con el mundo de los toros desde 1882 hasta 1953, a base de datos recopilados de los periódicos madrileños El Ruedo y Dígame. Otras aportaciones estaban relacionadas con la edad del toro, (diferentes denominaciones del morlaco dependiendo de los años). Uno de los textos que cada temporada solía incluirse eran las corridas celebradas en nuestra ciudad desde 1900 hasta el año de publicación; así como los matadores que sumaron mayor número de corridas en lo que iba de siglo; el programa de las corridas de toros de la feria de cada edición (día a día); el programa de festejos; y un apartado que recogía noticias “De interés para el aficionado” y “Astillas de El Burladero” (con diferentes anécdotas histórico taurinas). Y en la misma línea los “Sucesos relacionados con el mundo de los toros” (años 1747, 1800, 1831, 1849, 1865, 1868, 1872, 1896, 1901, 1906, 1908, 1920, 1923, 1925, 1927, 1931, 1945, 1950, 1957, 1958, 1959 y 1960). Las biografías de algunos diestros destacados ocupaban un lugar de honor, y en esta revista se ofrecen interesantes datos de los tres “Pepetes”, “Angelete”, “Frascuelo”, “Lagartijo” y “Joseito de Málaga”. También la poesía tenía un hueco, como las composiciones tituladas “Negro y Blanco”, “Banderillas de fuego”. La revista incluía siempre diferentes fotos y numerosa publicidad que sufragaba la publicación. Entre los autores sobresale el propio Fausto Rovira, y “Rara Avis in Temis”.

 

3.- Plaza de Toros de Plasencia

             Otra revista con nombre propio fue la de Plaza de Toros de Plasencia, que tuvo una larga historia, entre finales de los años cincuenta hasta principios de los ochenta. A lo largo de estas dos décadas los talleres que se encargaron de su impresión fueron, en primer lugar, “La Victoria” hasta mediados de los setenta. Posteriormente aparecen otras como “Madrid, Taurógrafos” o las Industrias Gráficas Visedo, de Salamanca. Algunas ediciones recogían el Programa Oficial de Festejos organizados por la Comisión de Ferias y Fiestas del Excmo. Ayuntamiento, como las de los años 1963 y 1964. Otras, por el contrario, arrancaban de la iniciativa particular, donde la publicidad jugaba un papel determinante, fundamentalmente de bares, comercios y demás negocios, cuyos propietarios se encargaban de sufragar la edición. En la revista de 1968 los anunciantes especificaban en el Editorial que se agradecía a los colaboradores y anunciantes “…su continuado favor que nos sirve de estímulo para seguir confeccionando este folleto que lleva en sí la ilusión de aportar a nuestra modesta, pero entusiasta colaboración y dar más realce a nuestra ya importante Feria de junio”. [2]El ejemplar de 1966 corría a cargo del Club Taurino Placentino, aunque esta asociación tendría sus momentos de gloria en décadas posteriores. El número de páginas era muy variado, y oscilaba entre las 12 y las 84, con una tendencia creciente. Y lo mismo puede decirse del tamaño, cuya variedad fue marcada (12 X 18; 13 X 20; 16 X 18; 17 X 20; 18 X 25; y 14 X 29 cms.). Por último, las portadas son mayoritariamente dibujos, tanto a uno como a varios colores, y representan toreros faenando, picadores y majos y majas vestidas a la antigua usanza; cabezas de un toro (muy recurrentes); toreros brindando a la afición; toreros y alguaciles en el “paseíllo”; o toros saliendo de los chiqueros o arremetiendo contra caballos. Aunque también hay casos en que aparecen fotografías (monocolor, como el caso de 1966) en el que se representa a un torero rezando ante el altar. Entre los autores que dibujaban las portadas están Scarpi, Marti-Font, y Antonio Casero.

            Entre los apartados que todas las publicaciones incluían estaba el programa taurino de la feria de cada día; la presentación de los diestros (incluidas fotografías de los mismos); el historial de las ganaderías; y los precios de las localidades. A medida que transcurrían los años, sobre toda en los setenta, se hizo patente la costumbre de abrir las revistas con un Editorial; así como el Pregón de Ferias. Entre las aportaciones de los diferentes interesados en el mundo taurino sobresalen las poesías, como la “Caída” y “Bronca”, de Antonio Ximeno; “Cogida y muerte de Joselito”, de Ramón de Garcilaso; “El Encierro”, “El Tentadero” y “Fandangos camperos”, de Juan Pablo Domecq; “Romance de Toro Bravo” y “Tercio de Quites”, de Manuel Martínez Remis; “Olivos y toros”, de Ángel de la Vega”; y “El Viti”, “Si yo fuese torero” y “El toro cinqueño”, de Rafael Duyos. También el reglamento taurino tiene cabida, como queda de manifiesto en artículos como “Conozca Usted el Reglamento Taurino”; “No caben trampas en el toreo”, de Francisco Ramos de Castro; “El Peón de Confianza”, de Antonio Casero; “La suerte de varas”, de Rafael Moreno; “El peón de brega”, de M. Martínez Remis; “El mozo de espada” y “Banderilleros”, de José María Requena; “Cargar la suerte”, de Guillermo Sureda; o “El cebado del utrero”, de Juan Sagarma Bernardos.

 

05b Toros 1964                              07 Toros 1978

 

08b Toros 1979    06b Toros 1966

            Y, cómo, la historia, el pasado, los momentos de oro del toreo en gloriosas corridas del pasado; famosos toreos que dejaron huella con su arte; anécdotas que arropan este complejo mundo de entendidos. Así, destacan artículos de carácter histórico como “Los toreros portugueses en España”, de Saraiva Lima; “Así era ayer…” (cartel de la corrida del 10 de junio de 1909); el “Torero de los años 50” (Chicuelo), de Manolo Castañeta; “Los toristas y los toreistas”, de Antonio García-Ramos Vázquez; “Verónicas y medias verónicas en el recuerdo” e “Ir y venir de la torería andante”, de Mariano Tudela; “A los hombres que dejaron su miedo y su valor por esas plazas de Dios”, de Pedro Flores Guevara; “Plasencia, ciudad de gran tradición taurina”, de D. Gonzalo; o “Matadores, novilleros y rejoneadores que ocuparon los diez primeros puestos en cuanto al número de actuaciones en 1979”, y Don Andrés Godoy, acaudalado personaje, natural de Plasencia, fue un caballista y un valiente estoqueador de toros, de Don Gonzalo. En el apartado de los cuentos juega un papel destacado la sección titulada “Cuentos del Viejo Mayoral”, que incluye textos como “Gestos del Torero”, “El espontáneo recalcitrante”, “Sánchez Mejías triunfa en la corrida patriótica” o “Lagartijo, preside el entierro de Frascuelo”, de Luis Fernández Salcedo. Las anécdotas, por su parte, centran su aportación en el apartado “Anécdotas taurinas”, que recogen una variedad de temas relacionados con diestros, banderilleros, mozos, caballistas y cogidas. Sería demasiado prolijo ir detallando, década por década las características de formato, secciones, portadas y páginas. Por eso, y en aras de conseguir un texto más fluido, los interesados que quieran ver el contenido de cada uno de los ejemplares que conservamos del medio siglo que va desde 1960 hasta nuestros días, pueden verlo en la nota adjunta [3]

4.- Por Verónicas. Portavoz de la Peña Taurina Juan Mora

De la afición que existe en Plasencia y su comarca por las cosas de los toros de fe los muchos toreros jóvenes que han intentado ser matadores, y de los cuales uno ha llegado a figura del toreo, Juan Mora. Este matador, (Juan José Gutiérrez Mora), nació en Plasencia en 1963, y es hijo del novillero “El Mirabeleño”. Debutó con picadores en su ciudad natal en abril de 1977, e hizo su presentación en Madrid en 1979. Tomó la alternativa en Sevilla el 3 de abril de 1983, a los 20 años, acompañado de Manuel Vázquez y Curro Romero. Y la confirmó en Las Ventas el 24 de junio de 1984. Salió en hombros en Las Ventas en septiembre de 1994 y 1995. Su último triunfo en Las Ventas fue en el tercer festejo de la Feria de Otoño de 2010, el 2 de octubre. Recibió una cornada muy grave en el muslo derecho en Jaén en octubre de 2001.

09 Toros 2000 Por Verónicas

 

            Teniendo en cuenta la gran afición taurina existente en Plasencia, y la admiración que el torero placentino despierta en España, es natural que sus seguidores fundaran la Peña Juan Mora, con sede en el Bar Danubio, en la Plaza Mayor. La publicación ha tenido dos momentos claramente delimitados. El primero abarca los años 1990 y 1991, donde salieron tres números, el primer de los cuales vio la luz en mayo de 1990, y los otros dos en noviembre del mismo año y en diciembre del siguiente. El número de páginas oscilaba entre las 24 y las 32, y el tamaño era de 21 X 30 cms. Tras una laguna de ocho años, la publicación volvió a salir en 1999 hasta 2003, con el mismo formato y 18 páginas (excepto el número 8, que sólo tenía 14). Las cubiertas eran a todo color y presentaban un papel de buena calidad. En las portadas aparecía el diestro toreando, sacado a hombros y posando.

   10 Por Verónicas, 2003                11 Toros 2001 Por Verónicas

 

          El contenido durante la primera época (1990-1991) incluía el Sumario y el Editorial, una entrevista al torero, y la relación de corridas durante todo el año en las que participaba. También la poesía tenía cabida, a través de las composiciones de Sixto Martín Rodríguez (“Brindis” y “Día de Corpus en Toledo”). Los cuentos, por su parte, estaban representados por Faustino Rozalén y José Ayala Carranza. Otro apartado importante era el de las “Colaboraciones”, donde tenían cabida artículos de David (“Lo que cambian los tiempos”); de José A. Martínez (“Crece para adentro”); Román Gómez Guillén (“La catedral de Plasencia y la fiesta nacional”); y F. Rozalén (“Hablando con Marisa Martín”). Otra sección importante estaba representada por “En el recuerdo”, que acogía diferentes resúmenes de prensa taurina de la prensa nacional, como El Mundo, El Adelanto, Hoy, Extremadura, El País, Aragón Express, Pueblo, Diario 16, Aplauso, Seminario Taurino, Astenagusia, Diario de Navarra, El Correo Español, y el Pueblo Vasco. También se incluían algunas crónicas sobre actuaciones del diestro en Talavera de la Reina; y datos sobre la biografía de J. Mora y su padre José Gutiérrez Izquierdo (Pepe Mirabeleño), escrito por Germán Rubio Fandiño. En las páginas centrales solían insertarse fotos del diestro de gran tamaño, tipo poster.

            En 1999, tras ocho años sin publicarse, salió de nuevo la revista, con unos contenidos similares a los de la primera época: Sumario y la Introducción, de la que casi siempre se ocupaba el entonces presidente de la Peña Florencio Nuevo Sánchez. Se retomó la sección en la que se recogía la información sobre el torero en la prensa nacional, y se exponen datos extraídos de El País, El Heraldo de Aragón, 6 Toros, El Mundo, etc. Y las “Crónicas” de diferentes localidades, como las fiestas de San Isidro en Madrid, Colmenar Viejo, Ciudad Real, Guadalajara y Valladolid. Posteriormente surgió otra sección que recogía las actuaciones de Mora en Francia, Arlés concretamente, de cuya redacción se encargaba Max Tricard a través de sus artículos titulados “Carta abierta a J. Mora dese Arlés”, o “Arte y suspiros en Francia”.  También tiene un mayor protagonismo el apartado donde se recogen diferentes instantánea sobre el torero, faenando, con sus amigos y sus familiares.

Los artículos también tienen cabida en esta segunda época, como los de Diego García de la Peña (“La evolución del toro bravo”), E. Álvarez (“La catedral de Plasencia y la fiesta nacional”), Ángel F. Carrero (“Historia de la fiesta taurina en Plasencia”), Luciano Nuevo Sánchez (“El riesgo”), Vidal Antonio Herrero, Antonio Jover Sanz, José Luis Gutiérrez Valentín y Eugenio Hornero Álvarez. Otros escritores se centran en la figura del diestro placentino, como el caso de Fernando Rubio y Emilio Alvés Bernat (biografía); Vidal Herrero Zapatero (sobre el estilo y la técnica de toreo); y Francisco González Moreno (sobre la historia de la Peña).

Otros apartados que fueron cobrando importancia con el paso de los años fueron los que recogían el “Congreso de Ciudades Taurinas”, reseñado especialmente por Félix Macías Mateos; el “Aniversario de la Peña Juan Mora”, cuyo responsable era Francisco González Moreno; la “Crónica de Gijón”, de Julio Cayo; los “Viajes de la Peña”, que se realizaban cada año y el reportaje, con las fotografías pertinentes, se incluían en la revista siguiente; y la sección dedicada a la muerte de algunos toreros, realizada por Ángel F. Carrero Barril, Emilio Alves Bernat (“Ceniza eres”), y Teodoro Vallinoto. Por último, merece citarse algunas poesías, como las de Diego García de la Peña (“Tentador de machos”); o los comentarios sobre el reglamento taurino de Juan José Rodríguez Martín. La revista contaba con el apoyo económico de la Caja de Extremadura.

 

5.- Otras revistas taurinas (Ferias y Fiestas en Plasencia, Club Taurino Placentino,  Plasencia, Feria y Fiestas y Feria Taurina).

 

En este grupo se incluyen denominaciones un tanto heterogéneas, como “Plasencia. Feria y Fiestas”; y “Ferias y Fiestas en Plasencia 1958. Programa de las corridas de Toros”. Aquí tienen cabida las del Ayuntamiento de Plasencia, la Caja de Ahorros de Plasencia. Se trata de títulos que aparecían cada cierto tiempo, como lo demuestra que los años de publicación son aleatorios, como 1958, 1982, 1996, 1997, 2003 o 2004. Las imprentas de estas ediciones fueron “La Victoria”, Imprenta “Gabriel y Galán”,  Publicidad Grupo CM 10, S. L., e Impresión en Ingrafi S. A. (Talavera de la Reina). Hay una tendencia según la cual a medida que nos adentramos en la primera década del siglo XXI desaparece la reseña de los talleres en los que se elaboraron. Tal vez la fuerte competencia que existía entre las imprentas de la ciudad, inducía a obviar el nombre en el caso de las autoridades municipales o de la entidad financiera. El número de páginas oscila entre las revistas “oficiales” y las particulares. En general, estas últimas se caracterizan por presentar un reducido número, que van de las 12 a las 20; incluso en alguna ocasión se llega hasta las 48, determinadas por la gran cantidad de publicidad que se incluye en las mismas. Es el caso de el Hotel El Azar o el Bar Goya.  Por el contrario, las financiadas por el ayuntamiento o por la Caja de ahorros pasan de las cincuenta. El tamaño, por su parte, presentan las siguientes medidas: 11,5 X 20; 11,5 X 24,5; 12,5 X 20,5; 14,5 X 21, y  15,5 X 22 cms. Las portadas incluían dibujos en blanco y negro de cuatro jóvenes en la plaza de toros vestidos con trajes de majos; una flor-revolandera donde se ven varias fotos del Ayuntamiento, la Plaza de Toros y una miniatura sobre los toros; dibujos y fotos de toreros dando pases; diestros paseando por el ruedo; y matadores frente al toro.

12 Plaza Toros Plasencia 19..

13 Ferias y Fiestas 1982

15 Ayuntamiento 2003

 

Durante los primeros tiempos (años cincuenta y sesenta), el contenido de estas revistas incluía, por supuesto, una breve biografía de los toreros que actuaban en cada edición. En el caso de 1958, fueron Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez, Antonio Borrero Chamaco”, José Gómez Cabañero, Manuel Blázquez y Antonio González; así como diferentes comentarios sobre la ganadería de la que procedían los animales que iban a ser lidiados. . Asimismo, se insertaba el precio de las entradas a los espectáculos taurinos. En las páginas centrales había un estadillo para que cada espectador hiciera la reseña de cada espada, capote, varas, banderillas, muleta, estoque y resultado final. También se hacía referencia a diferentes artículos del Reglamento Taurino; textos extraídos de otras publicaciones, como El Ruedo; curiosidades sobre alguna corrida que marcó algún hito en el pasado; y alguna poesía taurina [4]

16 Feria y Fiestas 2004

 

Especial importancia tuvo la publicación de 1982 que, bajo el nombre de “Plasencia. Feria y Fiestas 1982 del 6 al 10 de junio”, estaba dedicada al I Centenario de la Plaza de Toros de Plasencia. Fue publicada por la Caja de Ahorros de Plasencia, medía 15,5 X 22 cms. y tenía 56 págs. Tras la portada, la primera página tenía por título “Plaza de Toros de Plasencia. Breve historia de un centenario, 1882-1982”. El contenido incluía un Prólogo titulado “1882-1982, un siglo, cien años cumple nuestro coso taurino”. Seguido a la “Historia de la fiesta de toros en Plasencia”,  con una variedad de temas que tocan la fiesta de toros en la Plaza Mayor; las rogativas pidiendo agua; los toros de la Virgen del Puerto y de las Ánimas; la muerte del rey Fernando VI y coronación de Carlos III; la destacadas fiestas de toros, músicas, danzas y fuegos de artificio promovidas por el obispo Dodon José Laso; los lances taurinos celebrados en La Isla; y las celebraciones por la proclamación del rey Carlos IV). Este amplio artículo está firmado por Manuel Díaz López. Al que le sigue otro titulado “Historia de la Plaza de Toros actual y crónica de la primera corrida” y “Relación de las corridas de los 100 años”, por Manuel Muñoz Palomino. Por su parte, Domingo Arroyo, es el autor de “Efemérides y anecdotario”. Y la aportación final, “Reseña de una gran corrida de toros en las ferias de junio de 1933”, es de “Burelito”.

 

Durante los años noventa y principios del siglo XX se repiten los modelos de las décadas anteriores: programa taurino día por día, los toreros y rejoneadores que intervienen (con las fotos respectivas) y algunos datos sobre su currículo y la ganadería de los animales lidiados. A partir del año 2003 la revista, financiada por la Consejería de Festejos del Ayuntamiento, aporta un nuevo empuje al contenido, con datos sobre el capote, el picador, las lesiones producidas por la suerte de varas y la clasificación de las zonas anatómicas afectadas por puyazos. También se ocupa de la pirámide de la puya, el tercio de banderillas, la muleta, el tercio de la muerte, el toro según la cornamenta, y las “señales” de orejas. No faltan los artículos sobre el tema, como “Toros en Plasencia”, de  Lorenzo Robado Martínez. Y, teniendo en cuenta que en esta época ya se había producido el cambio de localización del recinto ferial, la relación de actividades de feria, la programación festiva, el plano del recinto ferial y las recomendaciones para la llegada con vehículos al mismo, algo que, en sucesivas ediciones, se mantendrá. [5]

El Club Taurino Placentino es una asociación cultural, educativa y social cuyos objetivos son educativos y sociales, con el ánimo de difundir y disfrutar del toro de lidia, de su cultura y de su arte. En la actualidad (año 2012), el responsable es Emilio Sánchez Barrado y el local social se ubica en la calle Pizarro, 3, constando como la número 10 en el Registro de Asociaciones, y el teléfono 927423542. En los años noventa tenían su sede social en la Plaza de Santa Clara, 10, 1º, y la correspondencia se recogía en el apartado de Correos 356, el teléfono era el 927426056, contaba con unos 300 socios. En la citada década el Presidente era Carlos Sánchez-Ocaña Silos; el Vicepresidente y Secretario, Félix Pérez Ayala; el Tesorero, Ángel Hernández López; y los Vocales, José Luis Benavente García, Constancio Alonso Puertas, Emiliano Sánchez Calle y Pedro Llorente Breña. En el año 2002 la Junta estaba compuesta así: Presidente, Félix Pérez Ayala (dese 1999), el Vicepresidente y Secretario, José María Berrocoso Ginés; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle, Juan Pérez Domínguez y Marcelino González Rejo.

 17b Semana Taurina XII-XIII-1992-1993b

18b Semana Taurina XIX-XX-1999-2000

19b Semana Taurina XXI-XXII-2001-2002

            La revista que se editaba cada año con motivo de las corridas de toros que se celebraban en las ferias pertinentes tiene su origen en 1980. A partir de aquí ha visto la luz una o varias publicaciones en cada edición. Durante los primeros años de vida del Club, se imprimían en forma de tríptico, un folio de 12 X 20 cms. doblado en tres partes, impresa por los talleres “Gabriel y Galán” y financiada por la Caja de Ahorros de Plasencia. En la portada aparecían dibujos a plumilla con temas taurinos (coso, paseíllo, pases…). El contenido incluía el cartel de toros cada uno de los días, junto con el historial de las Ganaderías, y el personal de la Cuadrilla en la feria (picadores, banderilleros y auxiliadores). Por último, se hacía una breve biografía de los diferentes diestros que actuaban en las corridas de ese año.

Entre las actividades del Club destaca la celebración, a principios de cada año, de su Semana Cultural. Además, durante la Feria, a principios de junio preparan una caseta para la diversión de los socios; a la vez que viajan a buena parte de las capitales de provincia españolas para contemplar las corridas de toros. En 1996, recibieron el premio “Cossío” de la Real Federación Taurina de España. El objetivo de las jornadas culturales, organizadas por el Club es que todos aquellos que están interesados en el mundo de los toros se reúnan durante unos días para charlar y tener la oportunidad de tomar el pulso a la fiesta de la mano de sus principales protagonistas. A su Semana Cultural, en los últimos quince años han asistido profesionales del toro como: Antonio D. Olano, José Gan, el Conde de la Maza, Luis Espada, Ruiz Miguel, Paco Aguado, Carlos Ruiz Villasuso, Víctor Mendes, Luis Miguel Encabo, Víctor Berrocoso Ginés, Adolfo Rodríguez Montesinos, y José Luis Castro Jáñez, entre otros.

  Durante los años noventa las revistas homogeneizaron su tamaño en 14 X 23 cms., y 4 páginas con portadas en color con lances taurinos, plantel de diestros, toros en diferente actitud, fotos y pinturas de diestros y animales, brindis, etc. La imprenta siguió siendo la de “Gabriel y Galán”, aunque posteriormente desapareció la reseña de los talleres impresores. A medida que fueron transcurriendo los años y las “Semanas” se fueron institucionalizando, contaron con la ayuda económica del Ayuntamiento, la Caja de Ahorros y la Diputación Provincial. Las actividades se desarrollaban en el Aula Cultural de la Caja de Ahorros; si bien posteriormente se trasladaron al Hotel Alfonso VIII. Las secciones incluían un saludo, una poesía (como “El tentadero”, de Juan Pedro de Domecq, “El Duende y Sevilla” (a Curro Romero), de Juan de Dios Parejo-Obregón, o “A Sánchez Mejías”, de T. Sánchez-Gil Serrano); el programa de actos; la composición de la Junta directiva, y la convocatoria de la cena anual. Algunas revistas acogían incluían como “Los toros y sus ritos”, “Paseíllo”, o “Fiel a sus principios”.

20 XXX Semana Cultural Placentina-2010

El diestro catalán Serafín Marín y el trabajo de los mayorales y picadores fueron los protagonistas de la XXXI edición de la Semana Cultural Taurina de Plasencia, que se desarrolló como en las últimas ediciones durante cuatro viernes entre el 25 de febrero y el 18 de marzo. La edición de este año de la Semana Cultural Taurina de Plasencia incluyó cuatro conferencias que se impartieron a partir de las ocho de la tarde en el Hotel Alfonso VIII de la capital del Jerte. Así, el ciclo se inició el viernes, día 25 de febrero, con una conferencia titulada “Encaste en peligro de extinción”, impartida por el veterinario, ganadero y ex responsable del programa radiofónico “Clarín” de Radio Nacional de España, Adolfo Rodríguez Montesinos. El ciclo continuó el 4 de marzo con la charla “Mayoral, presión legendaria”, en la que participaron el director de la Asociación Nacional de Mayorales, José Luis Castro, y mayorales de varias ganaderías prestigiosas. Este día se proyectó un documental sobre la profesión de mayoral, tras el cual se realizó una mesa redonda con debate moderado por el presidente del Club Taurino Placentino, Emilio Sánchez Barrado. El 11 de marzo fue el turno de los picadores, con la conferencia “os Prieto, dos generaciones de picadores placentinos”. Cerró la semana, el día 18, el matador de toros catalán Serafín Marín, quien habló sobre el momento actual de la fiesta.

21 XX Semana Cultural Placentina-2000

22 Directiva Semana Cultural Taurina

El 17 y 24 de febrero, y el 2 y 9 de marzo tuvieron lugar la última Semana Cultural Taurina de Plasencia, la XXXII. Finalizó con la conferencia del cronista Antonio Castañares sobre la evolución del toreo a través de la fotografía.  Al término de la charla se celebró una cena de gala en la que el Club entregó los Premios ‘E’ de Excelente 2012 para reconocer a medios de comunicación, entidades o personas su contribución en favor de la fiesta. La semana de este año tuvo sabor portugués con la participación la rejoneadora Ana Rita y de los Forçados de Arronches. También recibieron sus reconocimientos, el diario Hoy, los ganaderos José Escolar, Santiago Bueso y Gabriel Hernández, de los Bayones, además del director de este portal, Antonio Castañares. [6]

6.- Conclusiones

La existencia de tan variada producción de publicaciones relacionadas con el toro en la ciudad del Jerte está relacionada con la importante tradición taurina, que se remonta a la Edad Media, cuando se recoge en las Cantigas de Alfonso X el milagro del toro sucedido en la Plaza Mayor. Posteriormente,  en la costumbre de lidiar toros en el centro urbano durante la época renacentista, recogida por el historiador Jesús Manuel López Martín[7]; o en las numerosas referencias que se recogen en las Actas de Sesiones Municipales durante los siglos XVIII y XX. Ese gusto por el toreo recibió un destacado impulso con la inauguración de la plaza de toros en el año 1882, lo que potenció la atracción que la ciudad ejercía ya sobre las comarcas del Norte de Extremadura en los ámbitos económicos, culturales, educativos y administrativos. Esta afición se plasmó en la presencia de las primeras figuras del arte de cuchares, como se detecta en las variadas revistas trabajadas a lo largo del siglo XX y primera década del XXI. Por el coso placentino pasaron diestros como Pepe-Luis Vázquez, Manuel, “Angelote”, Domingo Ortega, “Manolete”,  “Dominguín”, Antonio Ordóñez, “Chamaco”,Dominguín, Curro Romero, Paco Camino, “El Cordobés”, Palomo Linares, “El Vita”, Taquirari, los Peralta, Curro Rivera, Dámaso González, Palomo Linares, José Mari Manzanares, Campusano, José Ortega Cano,  “Espartaco”, Dámaso González, “Yayo”, Julio Aparicio, El Cordobés, Joselito y Juan Mora, entre otros. También merecen citarse algunos rejoneadores como Álvaro Domecq; o los animales que aportaron ganaderías como las de  Fermín Bohórquez y Esteban Hernández Pla, “Cerro alto” o, Eduardo Miura.

            La estrecha relación existente entre la celebración de las corridas y las Ferias y Fiestas de la ciudad, determina que las revistas se publicaran en junio), aunque algunas lo fueron en mayo (que era cuando tenían lugar las ferias hasta el primer tercio del siglo XX); o en octubre (en que se durante algunos años se conmemoraba una pequeña feria relacionada con la Hispanidad).

            La gran afición taurina en Plasencia ha favorecido la implicación desde los sectores públicos y los privados en la edición de estas publicaciones. Entre los primeros destaca el Ayuntamiento de la ciudad, la Diputación Provincial de Cáceres, y la Junta de Extremadura. Entre los segundos, destacan algunas entidades financieras como  la antigua Caja de Ahorros de Plasencia (actual Caja de Extremadura), o Caja Duero; además de diferentes peñas taurinas, como la “Peña Taurina Placentina”, el “Club Taurino Placentino” y la “Peña Juan Mora de Plasencia”, respaldadas en El Monitor Taurino, patrocinada la primera por el Bar “El Burladero”; y la tercera publicitada por la revista Por Verónicas, con sede en el Bar “Danubio”. La fama de estos eventos taurinos era tal que, en algunos casos, la publicidad era sufragada por negocios ubicados fuera de la ciudad, como el caso del Hotel-Restaurante “Madrid-Lisboa”, en Trujillo (revista Plaza de Toros).

            La gran proyección de este tipo de revistas se ha traducido en unas portadas originales, que pasaron de los dibujos y fotografías figurativas en blanco y negro, al color con diseños y composiciones fotográficas de gran colorido y un toque de abstracción, pero que siempre reflejan la idiosincrasia y el sentir de esta zona norte extremeña con tradición secular. Además, el contenido de estas publicaciones se ha caracterizado por contar con firmas de primer orden en el ámbito local, regional y nacional, responsables de popularizar y difundir los diferentes apartados del ritual taurino.

            Hoy, cuando en algunas zonas de la Península Ibérica se prohíbe la práctica de este arte (por influencia de teorías defensoras de los animales), parece que en Plasencia y el norte de nuestra región, su continuidad está asegurada.

 

 

 


[1] Las revistas que han sido trabajadas han sido localizadas en el archivo de la Biblioteca Pública de Cáceres, con la reseña BPCC: FR/1724Monitor Taurino. Peña Taurina de Plasencia. 1953: Imprenta “La Victoria”8 X 13 cms. 24 págs., Portada con una foto  en la parte inferior derecha que representa la casita en miniatura del parque de “Los Pinos”. En la izquierda, una franca vertical con los colores nacionales enmarcando un dibujo con una escena taurina. En la portada se especificaba que el proveedor, Fausto Rovira, obsequiaba a sus asociados y simpatizantes con un segundo “Monitor Taurino”, de donde se colige que debió haber antes otro librito similar (¿1952?) editado por la Peña (situada en Alejandro Matías, 15). El contenido se reparte entre artículos como “¿Sabía usted que en los años…?”, donde se señalan anécdotas relacionadas con el mundo de los toros desde 1882 hasta 1953 (datos recopilados de los periódicos madrileños El Ruedo y Dígame. También incluía “La edad del toro”(diferentes denominaciones del toro dependiendo de los años); las “Corridas celebradas en Plasencia desde 1920 hasta 1952); “Matadores de toros que sumaron mayor número de corridas en lo que iba de siglo; el programa de las corridas de toros de la feria de 1953 (día a día); el Programa de Festejos de 1953; el artículo titulado “De interés para el aficionado: el peso de los toros”(la equivalencia entre kilos y arrobas); y varias fotos y numerosa publicidad.

                Monitor Taurino. Peña Taurina de Plasencia. 1954: Faustino Rovira obsequia a sus asociados y simpatizantes, con un tercer Monitor Taurino (luego el primero debió salir en 1952). Imprenta Sanguino Sucesora, 24 págs., 8,5 X 13,5 cms. Portada con el dibujo de la cabeza de un toro. Los datos que se publican en esta pequeña agenda, se especifica, han sido recogidos de periódicos y revistas taurinas. Se incluye la poesía “Negro y Blanco”. Y “¿Sabe Usted que en los años…?” (noticias sobre toros). Condiciones del buen aficionado. “Recorte y reboleras: lista de toros famosos de Miura”. Corridas celebradas en Plasencia desde 1900 al 1920”. “De pitón a pitón” (tres Pepetes muertos de tres corridas). Se incluye una foto del interior del Bar de la Peña Taurina Placentina, en la calle Alejandro Matías, 15. “Banderillas de fuego” (con poesía incluida). En páginas centrales aparece el programa de festejos de la feria. “Taurinas de la Peña” (corridas por ciudades desde julio hasta junio del siguiente año). “Corte y recorte” (historia de “Angelete”).

Monitor Taurino. Año 1960. 40 págs., 13,5 X 18 cms. Bar Restaurante “El Burladero”. Imprenta La Victoria. Portada con un dibujado que representaba a un torero dando un pase. La revista estaba patrocinada por el Bar Restaurante “El Burladero”, situado en la calle Pizarro, número 3, y era un obsequio de Fausto Rovira. se abría con un “Saludo: Pasen… Señores… pasen”, por F. Rovira. Y seguía con “Desde el Burladero” (crónicas taurinas de varios años pasados), por Rara Avis in Temis; “Astillas de El Burladero” (anécdotas histórico taurinas), por Rovira. En este apartado se reseñaban sucesos relacionados con el mundo de los toros en los años 1747, 1800, 1831, 1849, 1865, 1868, 1872, 1896, 1901, 1906, 1908, 1920, 1923, 19251927, 1931, 1945, 1950, 1957, 1958, 1959 y 1960. El propio autor especificaba que en 1960 hacía cinco años que se había abierto el bar “Burladero”, y que desde entonces se publicaba cada año este “Monitor”. Le seguía el Programa de Festejos de las Ferias de Plasencia; y “Capote de Paseo”, un artículo sobre las plazas de toros en España, y datos sobre toreros como “Frascuelo”, “Lagartijo” y “Joseito de Málaga”, así como la revista de Toros “La Lidia”. Por último en “Banderillas, Estocadas y Puntillas” se aportaban datos sobre tomas de alternativas entre familiares, retrasmisiones por televisión, y algún nombre de toros con los que se doctoraron famosos matadores. Plasencia, 1960, 20 p. 14 cms.

[2] Véase en Plaza de Toros de Plasencia. 1968,  págs. 3. 

[3] Plaza de Toros de Plasencia, 1959. La Victoria, 12 págs., 24,5 x 18 cms. Portada con un dibujo que representa toreros, picadores y majos y majas vestidas a la antigua usanza sobre un fondo de una plaza de toros. La revista incluye el Programa Taurino de la Feria; la presentación de los diestros: Luis M. Dominguín, Curro Romero y Miguel Mateo “Miguelín”. Y los siguientes artículos: “Los toreros portugueses en España”, por Saraiva Lima. La poesía titulada “Caída”, de Antonio Ximeno. “Historia de la ganadería Sierra Grande-Señores Molero Hernández”. “Conozca Usted el Reglamento Taurino”. “¿Sabía Usted…?” (anecdotario taurino). “Faenas camperas”. Y los precios de la novillada y la corrida. BPCC:FR/2211.

Plaza de Toros de Plasencia. Año 1960: 16 págs., 13,5 X 28 cms. Imprenta La Victoria. Portada con un dibujo de la cabeza de un toro negro sobre fondo rojo, realizado por Scarpi. La revista contiene mucha publicidad de bares, comercios y demás negocios, cuyos propietarios fueron los que sufragaron la edición. Se inicia con el artículo “Se hace saber”; y continúa con “Anécdotas taurinas”; “Toreros famosos”: unos apuntes biográficos de Ignacio Sánchez Mejías; el programa de las corridas del 9 y 10 de junio; el historial de las ganaderías de Fermín Bohórquez y Ángel Rodríguez de Arce. También se ofrecen datos de los diestros Antonio Ordóñez, Diego Puerta, Juan García “Mondeño”, Andrés Hernando, Curro Montes y Manuel Martínez Carra. Y una poesía titulada “Bronca”, de Antonio Ximeno. La publicación finaliza con “Cara y cruz de la fiesta”BPCC:FR/1276.

Plaza de Toros de Plasencia. 1963.  32 págs. 12,5 X 18 cm. Imprenta La Victoria. Portada con el dibujo de un torero brindando a la afición.  Programa taurino de los días 8 y 10 de junio. “Antes del peto y después del peto”, por Curro Castañares. “Lucha de toros bravos”, por Juan Pedro Domecq. Programa Oficial de Festejos organizados por la Comisión de Ferias y Fiestas del Excmo. Ayuntamiento. “Por un primer tercio renovado”, por Paco Tolosa.  “Historial de la Ganadería de D. Laurentino Carrascosa”. “Notas para el Archivo del aficionado. Comentarios sobre algunos diestros (Pedrés, Diego Puerta, Miguelín, Domecq, El Imposible, Andrés Vázquez, Orteguita y Bohórquez (dibujos). Cuadro estadístico de las corridas celebradas en España entre 1952 y 1962, por meses, años y lugares. “Historial de la Ganadería de D. Manuel Arranz Sánchez. “Los “Chalaos” puros”, por Antonio Díez-Cañabate. Y “El coche de los toreros”, por el “Tío Caniyitas”. El ejemplar se acompaña de bastante propaganda.

Plaza de Toros de Plasencia. 1964.  Imprenta La Victoria.  40 págs. 13 X 19,5 cms. Portada con el dibujo de la cabeza de toro. Programa de las corridas de los días 8 y 9 de junio. “Cogida y muerte de “Joselito”” (foto), poesía de Ramón de Garcilaso. “Curiosidades taurinas”.  “Aquel capote único de “Curro Puya””, por Manolo Castañeta.  “Conozca Usted el Reglamento” (taurino). “Manolete, su actualidad en el toreo”, por D. Antonio. “Los Mitos”, por Benjamín Ventura Remacha.  Historial de la Ganadería de “Sierra Morena” de Doña Marina Recio de Sánchez. Comentarios sobre algunos toreros (Diego Puerta, Curro Romero, “El Cordobés”, Jaime Ostos, Paco Camino y “El Viti” (dibujos).  Historial de la Ganadería de “Cerroalto”, de los señores Cembrano Hermanos. Fotografía de una Plaza de Toros con el paseíllo. “La fiesta sigue”, por K. Hito. “No caben trampas en el toreo”, por Francisco Ramos de Castro. Programa Oficial de Festejos organizados por la Comisión de Ferias y Fiestas del Excmo. Ayuntamiento. Lance de Mariposa. Y Precios de las localidades.  Se acompaña de mucha publicidad.

Plaza de Toros de Plasencia. 1965.  40 págs. 12,5 X 28, 5 cms.  Imprenta La Victoria. Portada con un dibujo representando a un torero y los alguaciles en el “paseíllo”. Programa de las corridas de toros de los días 8 y 9 de junio. “El Encierro”, poesía de Juan Pedro de Domecq.  Lance de Delantal (dibujo).  “Mondeño ha muerto… ¡Viva Fray Mondeño!” (O la universalidad del torero) (foto), por B. V. Carande.  Programa Oficial de Festejos. “El Beso Febril”, por Barico. Dibujo de Picadores, por Mariano Rubio. Historial de la Ganadería de “Cerroalto”, de los Sres. Cembrano Hermanos.  Comentarios sobre los toreros de las ferias placentinas. Historial de la Ganadería de los Sres. Herederos de Don Carlos Núñez. “Curiosidades”. “Sabía que….”. “Así era ayer….” (cartel de la corrida del 10 de junio de 1909). “Romance de Toro Bravo” (foto), poesía de M.  Martínez Remi.  Fotografía de Enrique con el nombre “El Capote de Paseo”.  “El Peón de Confianza”, por Antonio Casero. “Aquel “monstruo” que cayó en Linares (Manolete), por Manolo Castañeta. Y Precio de las localidades. Se incluye variada propaganda.

                Plaza de Toros de Plasencia. 1966. 46 págs. 13 X 28,5 cms. Imprenta La victoria. Portada con un torero de espaldas rezando en una capilla. La revista taurina incluye un “Pregón Taurino”; el cartel de la corrida del 9 de junio, las fotografías de Fermín Bohórquez, Antonio Bienvenida, Miguel Mateo “Miguelín” y Andrés Hernando. También se inserta la poesía “El Tentadero”, de Juan Pedro Dome; “Torero de los años 50” (Chicuelo), por Manolo Castañeta; “El Mayoral”, de Baroco;  el historial de las ganaderías de Eduardo Miura, Carlos Núñez y Fermín Bohórquez; “La gracia del indulto”, por Adolfo Bollan; la corrida del día 10 y las fotos de sus diestros: Paco Camino, Manuel Benítez, “El Cordobés” y José Fuentes; el programa de la corrida del día 11 y las fotos de Manuel Cano “El Pareo”,  Paco Pallares y Sebastián Palomo Linares; y los precios de las localidades de las diferentes corridas.

Plaza de Toros de Plasencia. 1968.  60 págs. 14 X 29, 5 cts. Imprenta La Victoria. Portada con un dibujo en el que un toro está arremetiendo contra un caballo.  En el Editorial los responsables de la revista agradecen a los colaboradores y anunciantes “…su continuado favor que nos sirve de estímulo para seguir confeccionando este folleto que lleva en sí la ilusión de aportar a nuestra modesta, pero entusiasta colaboración y dar más realce a nuestra ya importante Feria de junio”. Posteriormente incluyen el Programa Oficial de Festejos. “El Capote de Paseo”, por Mahizflor. El Programa de la Corrida del día 8 de junio. Las fotografías y las biografías de César Girón, Miguelín y Palomo Linares.  “El espontáneo”. El programa de la corrida del día 9 de junio. Las fotografías y biografías de Paco Camino, Pedrín Benjumea y Sánchez Bejarano. “La Verónica” (foto), por Miguel García Peral. Programa de la corrida del día 10 de junio. Fotografías y biografías de Diego Puerta, S. M. El Viti, y Miguel Márquez. “El Arrastre” (foto). El Lance del Delantal. “Algo que el aficionado no debe ignorar”. Y Los precios de las localidades. Destaca la numerosa publicidad de la revista.

Plaza de Toros de Plasencia. 1970.  64 págs. 13,5 X 29 cms. Imprenta La Victoria. Portada con el dibujo de la cabeza de toro. La revista incluye un Editorial. Programa Oficial de Festejos. Programa Oficial de los II Festivales de España. Olivos y Toros, poesía por Ángel de la Vega. Programa de la corrida de toros del día 8 de junio. Fotografías y biografías de “El Viti”, Francisco Rivera Paquirri y Miguel Márquez. “La línea divisoria” (foto), por Julio Estefanía. “¡¡Donde está Gallito!!”, por Tomás León. Programa de la corrida del día 9 de junio. Fotografías y biografías de Antonio Ordóñez, Paco Camino y Sánchez Bejarano. Comentarios sobre las Ganaderías de D. Luciano Cobaleda, “Cerroalto” y de Don Miguel Higüero Vidarte. “Va a llegar el momento” (foto), por Julio Estefanía. “Mientras suenan los clarines”, por Vicente Martínez Zurdo. “El Natural”, por Miguel García Peral. Programa de la corrida del día 10 de junio. Fotografías y biografías de Diego Puerta, Palomo Linares y José Luis Parada. “Cara a cara”, por Julio Estefanía. “Cuentos del Viejo Mayoral: “Gestos del Torero””, por Luis Fernández Salcedo. Precios de las localidades.  Sobresale la abundante propaganda.

Plaza de Toros de Plasencia. 1971  64 págs. 13,5 X 29 cms. Imprenta La Victoria. Portada con el dibujo de la cabeza de toro. Tras el Editorial, se incluye el Programa Oficial de Festejos. “Patio de Caballos”, por Vicente Martínez Zurdo. El Programa de la corrida de toros del día 8 de junio. Las fotografías y las biografías de “El Viti”, Agapito Sánchez Bejarano y Jaime González “El Puno”. “Los amigos leales del torero”. “El maletilla”.  “El torero y la suerte”, por Jaime Ostos. “La suerte de varas”, por Rafael Moreno.  “Adornos taurinos”, por Miguel García Peral.  Comentarios de las Ganaderías de D. Manuel Francisco Garzón, Los Millares y Cerroalto. Programa de la corrida del día 9 de junio. Fotografías y biografías de Ángel Peralta, Rafael Peralta, Álvaro Domecq y José Samuel Lupi. “Fandangos camperos”, poesía de Juan Pedro Domecq.  Programa de la corrida del día 10 de junio. Fotografías y biografías de Francisco Rivera “Paquirri”, Curro Rivera y Dámaso González.  “Casa con dos puertas”, por Luis Fernández Salcedo. Y Precio de las localidades.  Se incluye abundante propaganda.

Plaza de Toros de Plasencia. 1972. 76 págs. 13,5 X 29 cms. Imprenta La Victoria. Portada con el dibujo de la cabeza de toro. Tras la introducción, titulada “A modo de brindis”, se inserta el Programa de Festejos. “Análisis de la Fiesta”, por Gregorio Marañón Moya. El Programa de la corrida del día 9 de junio. Las fotografías de Luis Miguel Dominguín, Palomo Linares y José Mari Manzanares. “La espera”, por Miguel García Peral. “Los nuevos aficionados”, por Mariano Tudela. “Y luego dicen que los toros son caros….” (fotos), por Ángel de la Vega.  Programa de la corrida del día 10 de junio. Fotografías de Paco Camino, Francisco Rivera “Paquirri” y Dámaso González.  “El quite” y “Salida en hombros”, por Mahzflor. Programa de la Caseta Municipal. Comentarios sobre las Ganaderías de Don Marcos Núñez, Cerroalto y de D. Isaías y Hermanos de D. Tulio Vázquez. “Figuras de Ayer. Manolete, Arruza, Domingo Ortega y Pepe Luis Vázquez”, por Manolo Castateña. “El peón de brega”, por M. Martínez Remis. Programa de la corrida del día 11 de junio. Fotografías de Moreno Pidal, Sánchez Bejarano, José Falcón y Morenito de Cáceres. “El mozo de espadas” (foto), por José María Requena. “Cuentos del Viejo Mayoral: el espontáneo recalcitrante”, por Luis Fernández Salcedo.  Biografías de los espadas en la Feria placentina. Y Precios de las localidades. Destaca la abundante publicidad de este número. BPCC: FR/2165.

Plaza de Toros de Plasencia. 1973. 84 págs. 17 X 20 cms. Imprenta La Victoria. Portada con el dibujo de un toro.  Bajo el título “La fiesta va a empezar”, los organizadores iniciaban el Editorial.  También se incluía el Programa Oficial de Festejos. “Los toristas y los toreristas”, por Antonio García-Ramos Vázquez. Programa de la corrida del día 8 de junio. Fotografías de los toreros “El Viti”, Niño de la Capea y Julio Robles. “Banderilleros”, por José María Requena. “Oportunidad para un maletilla”, por Juan Morales Rojas. “Verónicas y medias verónicas en el recuerdo”, por Mariano Tudela (foto).  “Las señoritas toreras”, por Sebastián Miranda. Programa de la corrida del día 9 de junio. Fotografías de los toreros Diego Puerta, Paco Camino y Julio Vega Marismeño. “Tarde de soledad sin esperanza”, por Alfonso Carlos Saiz Vadivieso. Programa de la corrida del día 10 de junio Fotografías de los toreros Francisco Rivera “Paquirri”, Gabriel de la Casa y Miguel Márquez. “El sobrero sobrante”, de Adolfo Bollain. Programación de la Terraza Municipal. “La otra “faena”” (foto),  por Miguel  García Peral. Y Precios de las localidades. El número se completa con variada propaganda.

Plaza de Toros de Plasencia. Ferias Junio 1978.  Madrid, Taurógrafos. 16,5 X 23,5 cms. 64 págs. Portada con un dibujo de Marti-Font con un toro embistiendo y un torero saltando la al interior de la Plaza.  “Pregón de Feria”, por Antonio Custodio Paz. “Ovación de Gala” (foto). “La Bravura”, por José María Requena.  “A ras de suelo” (foto), por Germán Rubio Fandiño. Programa de la corrida del día 9 de junio. “El Viti” (foto), poesía de Rafael Duyos.  “El público de los toros”, por Santiago Martínez-Fornes. Programa de la Caseta Municipal. Programa de la corrida del día 10 de junio. “Ir y venir de la torería andante”, por Mariano Tudela. “Pintas de los toros”. “Evocación” (foto), por Juan Pedro Domecq.  “La hora de la verdad: la estocada”, (foto). Programa de la corrida del día 12 de junio. “¡Silencio!, Pepe Luis está toreando”, por Alfonso Navalón. “El mozo de estoque”, por V. Martínez Zurdo. Programa de la corrida del día 13. “Manolete Córdoba y Albéniz” (foto), por Julio Estefanía.  “El percance” (foto). Y “La muerte del torero” (foto), por Mahizflor. El ejemplar tiene también abundante propaganda.

Plaza de Toros de Plasencia. Ferias de junio de 1979. 16 X 18 cms. 68 págs. Portada con un dibujo de un toro. «¿Un pregón de ferias?», por Germán Rubio Fandiño. «Madrugadores en el tendido», por Mariano Tudela. «Vestirse de torero» (foto). «Si yo fuese torero… (a modo de oración)», poesía de Rafael Duyos. Programa de las diferentes corridas de feria. «La capilla», por José María Requena. «Los banderilleros». «Cargar la suerte», por Guillermo Sureda. «El peón de confianza» (foto). «A los hombres que dejaron su miedo y su valor por esas plazas de Dios», por Pedro Flores Guevara. «Ripios taurinos, lecciones de la existencia». «La preparación». «El discreto desencanto de la torería», por Ricardo Díaz Manresa. «También el hambre da cornadas…, pero menos», por Luis Fernández Salcedo. «El toro» (léxico). Precios de las localidades. «Elegía a un toro muerto» (foto).

Plaza de Toros de Plasencia. Ferias-Junio, 1980. Portada con un dibujo con una escena de toreo, firmado por Antonio Casero. 16,5 X 24 cms. 84 págs. Industria Gráficas Visedo, Hortaleza-1. Salamanca. «Que hable la feria» (foto), por S. Rodrigo. «Plasencia, ciudad de gran tradición taurina» (dos fotos), por D. Gonzalo. «El arrastre de los sustos» (foto). «Las telas taurinas: el capote y la muleta» (foto), por José María Requena. «Ser torero» (foto), por Eduardo Bonet. Programa de festejos taurinos. «El toro cinqueño» (foto), poesía de Rafael Duyos. «Piropo a la verónica» (foto), por Luis López Anglada. «Tercio de Quites» (foto), poesía de Manuel Martínez Remis. «El monstruo descansa» (foto), por Germán Rubio Fandiño. «La responsabilidad de los maestros» (foto), por Luis Manuel Auberson. «El torero» (foto), por Rafael Ríos Mozo. «Con los ojos cerrados» (foto), por Germán Rubio Fandiño. «Ligar los pases», por Guillermo Sureda. «Cuando la suerte falta al reparto» (dos fotos), por Mariano Tudela. «Conozca usted el reglamento». «Cuentos del viejo Mayoral: Lagartijo, preside el entierro de Frascuelo», por Luis Fernández Salcedo. «Matadores, novilleros y rejoneadores que ocuparon los diez primeros puestos en cuanto al número de actuaciones en 1979». «Cuando el toro no cae a la primera».

Plaza de Toros de Plasencia. Feria de Junio de 1981. Portada con un dibujo con una escena de toreo, firmado por Antonio Casero en Madrid, 1965. 16,6 X 24 cms. 84 págs. «Apunte Alguacilillos». «La vocación del toreo», por Eduardo Bonet. «Don Andrés Godoy, acaudalado personaje, natural de Plasencia, fue un caballista y un valiente estoqueador de toros», por «Don Gonzalo», Director de «Entrebarreras». «Los problemas del toro: las manos por delante». Programa de las corridas. «El toro y su ganadero», por Rafael Ríos Mozos. «Pasodoble torero», por Gerardo Diego. «Las fotografías», por Antonio Díaz Cañabate. «La emoción del riesgo». «El pase de pecho». «Saludo a los subalternos», por Luis Manuel Aubersón. «La cornada», por José María  Requena. «Mi paso por el toreo», de Rafael Ortega «Gallito». «Salmo taurino», por Rafael Duyos. Humor taurino: «El cebado del utrero», por Juan Sagarma Bernardos. Matadores que ocuparon los 30 primeros puestos en cuanto al número de actuaciones en 1980. «Cuento del viejo mayoral: Sánchez Mejías triunfa en la corrida patriótica». Programa de actuaciones en la Caseta Municipal Torre de Lucía. «Elegía a Caminero», por Alfonso Navaleón. «Los areneros», por Ramón Cué. «Después de la corrida», por José María Pemán

Plaza de Toros de Plasencia. La corrida de hoy. Viernes 7 de junio de 1996: 8 págs. De 12,5 X 21,5 cms. Club Taurino Placentino. Portada con un dibujo de un toro saliendo de los chiqueros. La publicación incluye comentarios sobre los diestros Julio Aparicio, “El Cordobés” y José Ignacio Sánchez (nacimiento, debut, alternativa, confirmación, actuaciones, y personal de cuadrilla). También se aportan datos sobre la ganadería de “La Cardenilla” y un breve artículo titulado “Los toros, como arte y cultura” (colores del traje de luces). En la contraportada aparece el orden de lidia de los diferentes toros, con su nombre, capa, número y fecha de nacimiento.

                Plaza de Toros de Plasencia. Feria de Junio de 1996. Gran corrida del Arte del Rejoneo: 8 págs. 12 X 21 cms. Portada con fondo en amarilla-naranja y el nombre de los novilleros. Imprenta Indugraph (Badajoz). Incluye el comentario de la ganadería de La Herguijuela, los rejoneadores (Fermín Bohórquez, Luis Domecq, Pablo Hermoso de Mendoza y Antonio Domecq), y algunos datos sobre las cuadrillas de cada uno de los anteriores. Asimismo, se inserta el programad de ferias desde el 6 al 10 de junio y las actividades deportivas de las ferias.

                Plasencia. Plaza de Toros-4. Feria Taurina de Plasencia–2007. Programa Oficial del Ayuntamiento de Plasencia-Concejalía de Festejos. Salamanca, 2007. Sercom, 30 págs., 15 X 21 cms. Portada con un fondo dorado con fotos de toreo actual y dibujos de rejoneo antiguo., bajo la imagen de la Plaza de Toros. Saludo de la alcaldesa Elia María Blanco. Datos de la Ganadería “Valdealcalde”y fotos de sus seis novillos. Los novilleros (José Luis Benavente García y Francisco Javier Pajares Paramio). Primer Festejo del ciclo: Novillada picada (Luis Miguel Amado Gallego). Datos de la Ganadería “Don Luis Terrón” y fotos de sus seis toros. Los rejoneadores (Joao Antonio Romao Moura y Pablo Hermoso de Mendoza. Segundo festejo del ciclo. Corrida de rejones (Diego Antonio Espíritu Santo Ventura). Datos de la Ganadería “Don Daniel Ruiz Yagüe” y fotos de los seis toros. Los toreros (Manuel Jesús Cid Sala, Miguel Ángel Perera Díaz y Emilio Elías Serrano Justo). Datos de la Ganadería “Los Bayones” y fotos de los seis toros. Los toreros (César Jiménez, José María Dols Samper y Alejandro Talavante Rodríguez). La revista se cierra con el artículo titulado “Plasencia: 125 años de toros”, por Rafael Giménez Derecho.

 

[4] Ferias y Fiestas en Plasencia 1958. Programa de las corridas de Toros: Plasencia, 1958. Imprenta La Victoria, 12 págs., 11,5 X 24,5 cms. En la portada había un dibujo con cuatro jóvenes en la plaza de toros vestidos con trajes de majos. Este programa  taurino fue elaborado con la colaboración de numerosos comercios de la ciudad, que sufragaron la publicación, e insertaron la publicidad. En el interior se incluye una breve biografía de los toreros que actuaron ese año: Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez, Antonio Borrero “Chamaco”, José Gómez Cabañero, Manuel Blázquez y Antonio González. Asimismo, se insertaba el precio de las entradas a los espectáculos taurinos. En las páginas centrales había un estadillo para que cada espectador hiciera la reseña de cada espada, capote, varas, banderillas, muleta, estoque y resultado final. El artículo “Viejas glorias” estaba extraído de El Ruedo. Y se añadía la biografía del torero Manuel Granero y Valls; unos comentarios sobre la ganadería de Fermín Bohórquez y Esteban Hernández Pla; unos comentarios sobre los artículos 69, 90, 94 y 95 del reglamento taurino; unas curiosidades sobre una corrida en Palencia en 1869; y una poesía taurina de M. Martínez Remis.  Referencia tomada de la Biblioteca Pública de Cáceres: BPCC:FR/1289-2204.

 

[5] Ferias y Fiestas en Plasencia 1958. Programa de las corridas de Toros: Plasencia, 1958. Imprenta La Victoria, 12 págs., 11,5 X 24,5 cms. En la portada había un dibujo con cuatro jóvenes en la plaza de toros vestidos con trajes de majos. Este programa  taurino fue elaborado con la colaboración de numerosos comercios de la ciudad, que sufragaron la publicación, e insertaron la publicidad. En el interior se incluye una breve biografía de los toreros que actuaron ese año: Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez, Antonio Borrero “Chamaco”, José Gómez Cabañero, Manuel Blázquez y Antonio González. Asimismo, se insertaba el precio de las entradas a los espectáculos taurinos. En las páginas centrales había un estadillo para que cada espectador hiciera la reseña de cada espada, capote, varas, banderillas, muleta, estoque y resultado final. El artículo “Viejas glorias” estaba extraído de El Ruedo. Y se añadía la biografía del torero Manuel Granero y Valls; unos comentarios sobre la ganadería de Fermín Bohórquez y Esteban Hernández Pla; unos comentarios sobre los artículos 69, 90, 94 y 95 del reglamento taurino; unas curiosidades sobre una corrida en Palencia en 1869; y una poesía taurina de M. Martínez Remis.  BPCC:FR/1289-2204.

Plasencia. Feria y Fiestas 1982 del 6 al 10 de junio. I Centenario de la Plaza de Toros de Plasencia. Ofrecido por Caja de Ahorros de Plasencia. 15,5 X 22 cms. 56 págs. Portada con una flor-revolandera donde se ven varias fotos (Ayuntamiento, Plaza de Toros y miniatura sobre los toros). Prólogo: «1882-1982, un siglo, cien años cumple nuestro coso taurino». «Historia de la fiesta de toros en Plasencia» (fiesta de toros en la Plaza Mayor; toros en la Plaza Mayor; rogativas, pidiendo agua; toros de la Virgen del Puerto y de las Ánimas; muerte del rey Fernando VI y coronación de Carlos III; el obispo Don José Laso, grandes fiestas de toros, músicas, danzas y fuegos de artificio; toros en La Isla; y se alza el estandarte del rey don Carlos IV). Este amplio artículo está firmado por Manuel Díaz López. «Historia de la Plaza de Toros actual y crónica de la primera corrida», por Manuel Muñoz. «Relación de las corridas de los 100 años», por Manuel Muñoz. «Efemérides y anecdotario», por D. Arroyo. Y «Reseña de una gran corrida de toros en las ferias de junio de 1933», por Burelito.

                Feria de Plasencia. Junio de 1996: 20 págs., 11,5 X 20 cms. Portada con un dibujo en color de un torero dando un pase. Editado por Publicidad Grupo CM 10, S. L. Se trata del comentario de las diferentes corridas que, desde el día 7 hasta el día 10 se celebraron en la ciudad de Plasencia durante las Ferias de 1996. También se aportan datos sobre las diferentes ganaderías (La Cardenilla, Torrestrella, Puerta Dianez, y Cerroalto); los toreros (Julio Aparicio, El Cordobés, Joselito, Juan Mora, Dámasao González, Vicente Barrera, Ponce de León, Jesulín de Ubrique, y Rivera Ordoñez; y los rejoneadores Fermín Bohórquez, Luis Domecq, Pablo Hermoso de Mendoza y Antonio Domecq. La revista incluye numerosa publicidad de Plasencia y fotos en color de los diestros.

                Feria de Plasencia. Junio de 1997: 20 págs. 12,5 X 20,5 cms.  Portada con la foto de un torero andando por el ruedo movida. Impresión en Ingrafi S. A., de Talavera de la Reina. La revista incluyen comentarios sobre las tres corridas de toros y una de rejoneo, las ganaderías Zalduendo, Buenavista ,D. Diego Puerta y La Herguijuela; los toreros Joselito, Enrique Ponce, Rivera Ordoñez, César Rincón, Juan Mora, Vicente Barrera, Litri, Jesulín de Ubrique y El Tato; y sobre los rejoneadores Joao Moura, Fermín Bohórquez, Pablo Hermoso de Mendoza y Paco Ojeda. La revista incluye numerosa publicidad de Plasencia.

                Plasencia. Feria y Fiestas 2003: 50 págs., 14,5 X 21 cms. Ayuntamiento de Plasencia. Portada en color con un foto corriendo en el medio de la plaza. “Toros en Plasencia”, por Lorenzo Robado Martínez. El capote. El picador. Lesiones producidas por la suerte de varas y clasificación de las zonas anatómicas afectadas por puyazos. Pirámide de la puya. El tercio de banderillas. La muleta. El tercio de la muerte. El toro según la cornamenta. Señales de orejas. Novillada del 5 de junio.  (Javier Sous, Miguel Ángel Perera y J. Luis Benavente). Corrida del 6 de junio (Enrique Ponce, Alberto Manuel Hornos Valiente y David Fandila, el “Fandi”). Corrida del 7 de junio (José Ignacio Uceda Leal, Francisco Rivera Ordóñez y Manuel Bejarano). Corrida de 8 de junio (Juan Mora, Jesulín de Ubrique y El Juli). Rejoneo del 9 de junio (Joao Moura, Pablo Hermoso de Mendoza y Sergio Vegas). Relación de actividades de feria. Programación festiva. Plano del recinto ferial. Y recomendaciones para la llegada con vehículos al recinto ferial del Berrocal. En la contraportada, una foto en color del Ayuntamiento y la torre de Mayorga.

Plasencia. Feria y Fiestas 2004: 48 págs., 14,5 X 21 cms. Portada con un torero de espaldas y un toro de frente, y con un fondo de una vista aérea del acueducto y parte de la ciudad. Saluda de Jorge Lledó, el capitán del equipo “Plasencia Galco 2003-2004”. Informaciones sobre el capote, el picador, el tercio de la muerte, el tercio de banderillas, la muleta, el toro según la cornamenta, las señales de las orejas  (corte curvo, recto y sin desprendimiento de sustancia), programa taurino del jueves, 10, viernes 11, sábado 12, domingo 13, y rejones el lunes 14. Actividades en la Feria 2004. Actividades deportivas. Plano del recinto ferial. Y Semana de Teatro Popular 2004. Mucha publicidad.

 

[6]Las revistas que conservamos relacionadas con el Club son las siguientes: 1985, 1992, 1993, 1994,19 95, 1999, 2001 y 2002. A continuación se expone el resumen de cada una de ellas.    Toros de la Feria y Fiestas 1985. Plasencia: 6 págs., 11,5 X 20 cms. Editado por el club Taurino Placentino, Imprenta “Gabriel y Galán” y financiado por la Caja de Ahorros de Plasencia. Portada con un dibujo (parece plumilla) del interior de un coso taurino con el paseíllo preparándose. El contenido incluye el cartel de toros de los días 6 al 10 de junio de 1985. También está el historial de las Ganaderías (Heredia, De Miguel Zaballos Casado, Conde de la Maza, Fermín Bohorquez Escribano y Hermanos Sánchez Arjona. Y el personal de la Cuadrilla en la feria (picadores, banderilleros y auxiliadores). Por último, se hace una breve biografía de los diferentes diestros que actuaron en las corridas de ese año: Fermín Bohórquez Escribano, Álvaro Dome Romero, Manuel Vidrie, Javier Buendía, Francisco Ruiz Miguel, José Antonio Campuzano, José Ortega Cano, José María Manzanares, Tomás Campuzano, Antonio Ruiz “Espartaco”, Dámaso González Carrasco, Emilio Muñoz Vázquez y José Cubero Sánchez “Yiyo”.

Club Taurino Placentino. XII Semana Taurina. 27 al 31 de enero de 1992: 13,5 X 23  cms. 4 páginas. Portada con un dibujo que representa a un lance taurino con el fondo de un ruedo y una joven ataviada con una peineta, firmada por Esc/xcen/x. Imprenta Gabriel y Galán. Editada con la ayuda de Caja de Extremadura y Excmo. Ayuntamiento de Plasencia. La revista incluye un saludo, una poesía titulada “El tentadero”, por Juan Pedro de Domecq. El programa de actos desde el día 27 de enero (lunes), hasta el día 31 (viernes). También se inserta la composición de la Junta directiva, cuyo Presidente era Carlos Sánchez-Ocaña Silos; el Vicepresidente y Secretario, Félix Pérez Ayala; el Tesorero, Ángel Hernández López; y los Vocales, José Luis Benavente García, Constancio Alonso Puertas, Emiliano Sánchez Calle y Pedro Llorente Breña.

Club Taurino Placentino. XIII Semana Taurina. 25 al 29 de enero de 1993: 14 X 23,5 cms. 4 páginas. Portada con un torero dando un pase de rodillas con un fondo de público y la figura de una joven derramando flores y “Camarón de la Isla”. Editada con la ayuda de Caja de Extremadura y Excmo. Ayuntamiento de Plasencia.  La revista incluye un saludo; una poesía titulada “El Duende y Sevilla” (a Curro Romero), de Juan de Dios Parejo-Obregón; y el programa de actos de la Semana Taurina desde el lunes 25 de enero al viernes 29 en el Aula de Cultura de la Caja de Extremadura. Las actividades se cerraban con una cena. También se incluían los componentes de la Junta Directiva, cuyo Presidente era Carlos Sánchez-Ocaña Silos; el Vicepresidente y Secretario, Félix Pérez Ayala; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle y Juan Pérez Domínguez.

Club Taurino Placentino. XIV Semana Cultural Taurina. 24 al 28 de enero de 1994: Portada 14 X 23,5 cms. 4 páginas. Portada con un cartel que representa el plantel de diestros que actuaron en Plasencia el viernes 9 de junio de 1944 (Pepe-Luis Vázquez, Manuel Álvarez Andaluz y Eugenio Fernández Angelete. Editada con la ayuda de Caja de Extremadura y Excmo. Ayuntamiento de Plasencia. Saludo de la Junta Directiva y composición de la misma: Presidente era Carlos Sánchez-Ocaña Silos; el Vicepresidente y Secretario, Félix Pérez Ayala; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle y Juan Pérez Domínguez. También se incluye el programa de actos desarrollados en el Aula de Cultura de la Caja de Extremadura, la clausura en el Hotel Alfonso VIII; y una poesía titulada “¡A los toros!”, de G. G. De la R.

Club Cultural Taurino Placentino. XV Semana Cultural Taurina. 23 al 27 de enero de 1995: 14 X 23 cms. 4 páginas. Portada con un dibujo en color con un toro sobre un fondo campestre. La revista se inicia con un artículo titulado “Los toros y sus ritos”; seguido del programa de actos desde el lunes 23 de enero hasta el viernes 27, celebrados en el Aula de Cultura de la Caja de Extremadura. Editada con la ayuda de Caja de Extremadura, Excmo. Ayuntamiento de Plasencia y Excma. Diputación Provincial de Cáceres. Saludo de la Junta Directiva y composición de la misma: Presidente era Carlos Sánchez-Ocaña Silos; el Vicepresidente y Secretario, Félix Pérez Ayala; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle y Juan Pérez Domínguez.

Club Cultural Taurino Placentino. XIX Semana Cultural Taurina. 25 al 29 de enero de 1999: 14 X 23,5 cms. 4 páginas. Portada con una pintura a color con un torero ejecutando un lance y encima unos herreros trabajando. La publicación se abre con un breve artículo titulado “Paseíllo”; seguido de una poesía dedicada “A Sánchez Mejías”, por T. Sánchez-Gil Serrano. El programa de actos se ocupa de las actividades desarrolladas durante los días comprendidos entre el 25 al 29 de enero en el Aula de Cultura de la Caja de Extremadura; y la composición de la Junta Directiva: Presidente era Félix Pérez Ayala, el Vicepresidente y Secretario, José María Berrocoso Ginés; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle, Juan Pérez Domínguez y Marcelino González Rejo. Estaba patrocinada por Caja Extremadura y el Ayuntamiento.

Club Cultural Taurino Placentino. XX Semana Cultural Taurina. 14 al 18 de febrero de 2000: 14 X 24 cms. 4 páginas. Portada la foto en color de un diestro brindando con la montera y de fondo el exterior de la plaza de toros de Sevilla. “Fiel a sus principios” es el artículo que abre la revista, cuyo tema es la celebración del XX aniversario de la Semana Cultural Taurina de Plasencia. Luego sigue una poesía titulada “Fandangos Camperos”, de Juan Pedro Domecq; y el programa de actos celebrados entre el lunes 14 al viernes 18 de febrero, en el Aula de Cultura de Caja Extremadura. Durante ese año la Junta Directiva estuvo compuesta por los siguientes miembros: Presidente era Félix Pérez Ayala, el Vicepresidente y Secretario, José María Berrocoso Ginés; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle, Juan Pérez Domínguez y Marcelino González Rejo. Estaba patrocinada por Caja Extremadura y el Ayuntamiento

Club Taurino Cultural Placentino. XXI Semana Cultural Taurina. 22 al 26 de enero de 2001: 13,5 X 23,5 cms. 4 páginas. Portada con una foto en color de un diestro saludando desde la arena. La publicación se inicia con un artículo titulado “Saber estar”, firmado por la Junta Directiva; seguido por una poesía, “El Tentadero”, por Juan Pedro Domecq; y el programa de actos desarrollados en el Aula de Cultura de Caja Extremadura entre el lunes 22 y el viernes 26 de enero. La última página incluye a los miembros de la Junta: Presidente era Félix Pérez Ayala, el Vicepresidente y Secretario, José María Berrocoso Ginés; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle, Juan Pérez Domínguez y Marcelino González Rejo. Estaba patrocinada por Caja Extremadura y el Ayuntamiento de Plasencia.

Club Cultural Taurino Placentino. XXII Semana Cultural Taurina. 4 al 8 de febrero de 2002: 14 X 23 cms. 4 páginas. Portada con una pintura en color representando un toro enfurecido. “Los toros y sus ritos” es el artículo que abre la revista; seguido del programa de actos desarrollados en el Aula de Cultura de la Caja de Extremadura entre el lunes 4 y el viernes 8 de febrero. Durante esos días se expuso una colección de fotografías de Moisés (Coria) titulada “Momentos de Tauromaquia”. Por último, se incluía la composición de la Junta Directiva en el año 2002: Presidente era Félix Pérez Ayala, el Vicepresidente y Secretario, José María Berrocoso Ginés; el Tesorero, Emiliano Sánchez Calle, y los Vocales, Santiago Sánchez Rodríguez, Félix Rodríguez Cuadrado, Carlos de Pedro Calle, Juan Pérez Domínguez y Marcelino González Rejo. Estaba patrocinada por Caja Extremadura y el Ayuntamiento de Plasencia.

[7] LÓPEZ MARTÍN, JESÚS MANUEL.

Nov 232013
 

 Manuel Jesús Ruiz Moreno.

1.- Introducción

             Paseando por la parte antigua en compañía de mi familia, llegamos hasta el Arco del Triunfo. Mi hijo Rodrigo me preguntó que escudos eran los que se apreciaban sobre el arco. Le contesté que eran de las principales familias que conquistaron Trujillo en 1232. De izquierda a derecha el león de los Bejarano, los roeles de los Altamirano y la cruz de los Añasco. A lo que el me indicó que debía haber algún error porque el león de los Bejarano le acabamos de ver en su alcázar y miraba para el otro lado. La contestación de mi hijo me dejó perplejo, pero era verdad, acostumbrado a admitir sin pararme a pensar lo que los estudiosos  sobre el tema habían escrito sobre dicho escudo, no me había fijado que realmente el león de los Bejarano tiene el cuerpo rampante, con las manos levantadas, apoyada en las patas y orientado hacia la izquierda del observador, la derecha del escudo, como mandan las normas heráldicas. Pero el “león del arco del Triunfo” adoptaba la misma forma pero orientado hacia la derecha del observador en lo que se denomina “león contornado”. Podía ser un error del cantero, pero vamos a estudiar otras opciones posibles.

            Los escudos de armas de los guerreros y caballeros del siglo XII comenzaron a decorarse con motivos diversos para que su dueño pudiera ser identificado tanto en en los combates como en las justas y torneos. Emilio Male afirmaba que la iconografía medieval proporcionaba la mayoría de las figuras utilizadas en los escudos de armas y que éstos seguían una aritmética “sagrada”, en la que todo estaba regulado: elementos dimensiones, distribuciones, etc. (Messía de la Cerda y Pita. 1990: 16). Pero con el correr del tiempo, el escudo dejó de cumplir su misión principal: identificar al caballero en la lucha, para aparecer en las fachadas de sus casas y palacios con el fin de decorar y representar las alianzas de sus dueños. A finales del XV y principios del XVI las reglas de la heráldica se relajan y el artista encargado de diseñarlos se preocupa más por crear una obra original según su inspiración que de seguir los moldes clásicos  (Messía de la Cerda y Pita. 1990: 26).

            También ocurría que en ocasiones algunos canteros ignoraban las reglas que marcaban la heráldica y modificaban o giraban las figuras de los escudos según el lugar que ocuparan en un edificio para armonizar su contemplación, como aparecen en muchos de nuestros monumentos, sobre todo en la representación de “escudos partidos”, en los que se repite los motivos de los cuarteles 1º y 3º y 2º y 4º como el escudo que se aprecia en la fachada del convento de la Coria (Imagen 1). O los que se muestra en la Imagen 2 donde se observa que los leones del escudo superior de los cuarteles 2º y 3º están enfrentados cuando deberían mirar los dos hacia la derecha, lo mismo que el león que se observa en el escudo de la izquierda que está contornado.

 Imagen 1

Imagen 1: Escudo en la Fachada del Convento de la Coria

imagen 2 

Imagen 2: Escudos fachada Palacio en Cáceres,

             Pero vamos a plantear aquí una nueva hipótesis de estudio e intentar aportar algunos datos que nos han permitido apuntar a que el escudo atribuido al apellido de los  Bejaranos, podría no pertenecer directamente a esta familia, sino a otra que también formaba parte de ese linaje: el de los Bonilleja.

 

2.- El escudo de la Puerta del Triunfo

 

            Comencemos buscando la información histórica sobre esta puerta.

 Imagen 3

Imagen 3: Escudo de la Puerta del Triunfo

            Atendiendo a las investigaciones de Dª Carmen Fernández-Daza Alvear, la puerta del Triunfo o de Fernán Ruiz debe su nombre a que, según la tradición, cuando la ciudad fue sitiada por los cristianos en 1232, ésta fue la primera puerta que cedió y por la que se pudo recuperar la ciudad para los cristianos. En su parte interior puede observarse una hornacina en la que se venera una imagen de la Virgen de la Victoria, Patrona de Trujillo y bajo cuya intercesión, según cuenta la leyenda, pudo ser liberada la ciudad. A los lados de la hornacina se muestran los escudos de los linajes que según las fuentes participaron en la conquista de la villa, estos son de derecha a izquierda: Añascos, Altamiranos y Bejaranos (Fernádez-Daza. 1993: 52).         

            D. Clodoaldo Naranjo, expone en su libro: “Trujillo, sus hijos y monumentos” que poco después de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, la reina Isabel mandó reconstruir este arco, y colocar sobre sus sillares, en la parte que da al exterior, el escudo de los reinos de Castilla y Aragón, a las que se agregó la granada, símbolo del reino recién conquistado. En la parte interior se colocó una hornacina que recordara la ayuda milagrosa de la Virgen en la conquista de la ciudad. Flanqueando la misma, tres escudos de los linajes-bando que según las tradiciones orales más contribuyeron a la reconquista de Trujillo: Roeles de los Altamiranos, león rampante de los Bejarano y cruz trebolada de los Añascos (Naranjo,1983: 78).

            Esa misma asociación de escudos y familias podemos encontrarla en un manuscrito del siglo XVII, custodiado en el archivo de los Condes de Canilleros, y publicado en la revista de genealogía, nobleza y armas Hidalguía nº 127 en la que se dice que estos blasones pertenecían a los Altamiranos, Bejaranos y  Añascos (Lodo de Mayoralgo, 1974)

            Del mismo sentir son Ordax y Pizarro, quienes en su libro “El patrimonio artístico de Trujillo (Extremadura)” afirman que en la Puerta del Triunfo campean los escudos de Orellana, Añasco y Bejarano ( Andrés Ordax y Pizarro Gómez, 1987 : 31).

             Opinión contraria es la del Padre Tena, para quien los tres escudos que aparecen en la Puerta del Triunfo, restaurada por los Reyes Católicos son: “las del antiguo Reino de León, de la orden de Santiago y de los Altamiranos” (Tena. 1988: 483).

            Edward Cooper en su estudio sobre castillos señoriales de la Corona de Castilla, dibuja los tres escudos existentes en el arco del Triunfo, identificando el de los Altamiranos y Añascos, pero sobre el primero de la izquierda (el del león) no se pronuncia, aunque niega la afirmación de Tena, de que dicho escudo pudiera ser el del Reino de León (Cooper, 1991: 552).

            Cordero Alvarado puntualiza en su libro “Trujillo. Guia Monumental y Heráldica”, que el escudo que estamos estudiando pertenece a los Bejarano, pero advierte que el león está contornado (cuerpo girado hacia la derecha del observador), achacándolo quizás a algún error del cantero (Cordero Alvarado. 1996 : 91)

            Hasta ahora la información más generalizada que nos ha llegado es que dicho escudo debió pertenecer a los Bejarano pues junto a los Altamiranos y Añascos fueron las familias principales que estuvieron en la conquista de Trujillo en 1232.

             Pasemos a datar la construcción de dicho arco.

            La mayoría de los autores afirman que se hizo, o se modificó y/o restauró el ya existente en tiempos de los Reyes Católicos, momento en el cual se colocó el escudo de la monarquía en la parte exterior de dicha puerta.

            Para Sanz Fernández en su estudio “Paisaje, percepciones y miradas urbanas de una ciudad del Renacimiento, Trujillo”. La puerta de Fernán Ruiz o del Triunfo presenta una abertura recta con arcos ojivales sin clave y su construcción induce a pensar que debió ser construido a finales del siglo XIV o principios del XV (Sanz Fernández, 2009 : 239).

            Tenemos noticias de las remodelaciones que sufrió dicho arco desde principio del siglo XVI, una de ellas en 1508 (Sánchez Rubio, 1993: 77). Trabajo encargado al morisco Gutierrez de Soto (Sánchez Rubio, 1994: 377). Fecha en la que también se arreglaron sus portillos de madera según las actas de acuerdos A.M.T. Leg 9 carpeta I, f,53r. Otras fechas apuntadas por Sanz Fernández son 1509-1514 y 1620 (Sanz Fernández, 2009 : 241).

            Visto las afirmaciones anteriores podríamos dar por valida la hipótesis general de que a finales del siglo XIV y principios del XV se pudieron hacer obras de remodelación en la puerta del Triunfo, y que los escudos que allí se observan pudieron ser colocados por aquellas fechas. Escudos de los tres linajes-bando que gobernaban Trujillo en aquel tiempo, como luego veremos y tras los cuales se adherían el resto de familias que habían participado en la reconquista de Trujillo en 1232.

 3.- Los Bejarano

             De los Bejarano, la “Guia de Trugillo” de Federico Acedo comenta que fueron Señores de Orellana de la Sierra, y progenitores de los Marqueses de Sofraga. Su antigüedad se remonta a los tiempos del rey portugués Alfonso Enríquez, estando Fernando González Bexaranos, a su servicio en la conquista de la ciudad de Bexa el 29 de noviembre de 1162.  Ciudad de la que tomó el apellido que se perpetuó entre sus descendientes. Sigue Acedo argumentando que la participación de los Bejarano en la conquista de Trujillo debió de estar fuera de toda duda, mostrando como prueba de ello que su escudo se encuentra al lado de los Altamirano, en el arco de Fernán Ruiz, puerta por la que entró el ejército cristiano (Acedo. 1913: 18).        Para Fernández-Daza, los Bejarano no se asentaron en la ciudad después de su conquista, y siguieron al resto de las tropas cristianas en su reconquista hacia el sur. En Badajoz protagonizaron algunas luchas con otro bando rival, los Portogaleses, reyertas de las que salieron vencidos y por la que algunos de sus miembros huyeron hacia Trujillo (Fernádez-Daza. 1993: 167). Población en la que según Manuel Morales debieron haber perdido sus privilegios de conquista, dejando sus propiedades a cargo de otras personas (Morales. 1966: 104). Al volver a Trujillo emparentaron con los Añascos, quienes les cedieron la mitad de sus derechos de gobierno, en los que habían participado a partes iguales Altamiranos y Añascos hasta entonces. Entre las familias que en el siglo XV formaban el linaje Bejarano podemos encontrar a los Vargas, Carbajal, Paredes, Loaisa, Ramiro, Campo, Cabezas, Bonilleja, Bote, Sandoval y Valverde entre otras (Fernádez-Daza Alvear 1993: 167)    

 

4.- Las armas de los Bejarano y de los Bonilleja

 4.1.- Descripción

            Las Armas de los Bejaranos según se se refleja en  el Nobiliario español de Atienza sería: “en campo de plata un león rampante al natural y cuatro cabezas de dragones de sinople lampasados de gules, movientes de los cuatro ángulos del escudo” (Atienza. 1959: 235).

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 Imagen 4: Escudo de los Bejarano en la techumbre de la escalera de acceso al Ayuntamiento de Trujillo

            El mismo escudo de los Bejarano es descrito en el “Nobiliario de Extremadura”  de Adolfo Barredo de Valenzuela y Ampelio Alonso de Cadenas: “En plata un león rampante, de gules y cuatro cabezas de sierpe de sinople linguadas de gules movientes de los cantones”  mismo escudo con que blasona a los Bonilleja.

            Descripción que varia en los manuscritos del siglo XVI  de  Hinojosa y Tapia, que coinciden al señalar el blasón de los Bejarano como león grande en medio de cuatro cabezas de onzas (Muñoz de San Pedro. 1952: 235). Como realmente se puede observar en las numerosas representaciones de dicho blasón que se encuentran en los monumentos de Trujillo. Escudo que según el manuscrito de Tapia, compartían tanto Bejaranos como Bonillejas con quien también estaban a la hora de los repartos de cargos municipales (Muñoz de San Pedro. 1952: 237).

 Imagen 5

Imagen 5: Escudo de los Bejarano, situado en la portada de su alcázar

            El escudo de los Bonilleja aparece definido por Naranjo Alonso en su libro “Trujillo. Sus hijos y monumentos”, como un león grande en medio de cuatro cabezas de onzas pero el león contornado, es decir con el cuerpo orientado hacia el lado derecho, al contrario que el que se muestra en el de los Bejarano (Naranjo Alonso. 1983 : 269).

 Imagen 6

Imagen 6: Escudo de Sancho de Bonilleja situado en su sepulcro

 4.2.- Elementos del escudo

             La principal figura que se muestra en el escudo de los Bejarano es el león, según el trabajo de Luís Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, sobre el análisis de las características generales de la heráldica gentilicia española y de las singularidades heráldicas existentes entre los diversos territorios históricos hispanos, el león es uno de animales considerados como Reyes del Bestiario Heráldico, exactamente el rey de los animales terrestres, en oposición al águila como reina de los cielos. Como rey ocupa normalmente el centro del escudo cubriendo la mayor parte del mismo. Su color natural es el oro o el gules (rojo). Su posición es la de alzado en posición erecta que parece recordar a un hombre combatiendo y no a un animal, descansando sobre la patas posteriores y las garras delanteras levantadas en actitud amenazante, la derecha más alta que la izquierda. Su cabeza se dibuja de perfil, por lo que solo se le ven un ojo y una oreja. Su boca está abierta con la lengua fuera. Su cola suele estar muy desarrollada y se la dibuja siempre en posición alzada, unas veces casi recta y otras con el extremo doblado hacia el dorso del animal formando la letra S, terminada en una borla de pelos. Esta posición que se denomina como “rampante”, es su posición heráldica natural, por lo que si no se dice nada, ésta será su postura  con la que se le presente.  El león no es un animal de la fauna europea, pese a ello es una de las figuras animales más representados en las armerías. Ello puede ser debido a la idea de nobleza y dominio que se asocia con este animal. El Marqués de Avilés lo considera símbolo de la soberanía, la autoridad, la magnanimidad y la vigilancia, denotando al caballero clemente que perdona a los que se le humillan y destruye a los que se le resisten. El símbolo del léon es adoptado por príncipes y caballeros que se destacan por sus actos de valentía, en contraposición con el águila del poder imperial. La figura del León fue introducida en la Península ibérica por el rey Alfonso VII de León, que tras proclamarse emperador, hizo grabar un león en sus monedas en una fecha cercana al 1135. Costumbre que será seguida por sus sucesores para las armas parlantes del reino de León. Figura que también fue exportada al reino de Aragón, tras intentar apoderarse de dicho reino a la muerte de Alfonso I. Prueba de ello es el símbolo del León de la ciudad de Zaragoza. Aunque la posición de rampante es la más habitual, pueden darse excepcionalmente otras posturas, en cuyo caso es necesario precisarlas (Valero de Bernabé y Martín de Eugenio. 2007: 136).  Es el caso del león de los Bonilleja del que se dice que es contornado, es decir que todo él o solo su cabeza mira hacia el lado siniestro del escudo.

            Los dragones, son el otro animal que es descrito por algunos autores como representado en el escudo de los Bejarano. Más concretamente sus cabezas, cuatro saliendo de las esquinas del escudo y mirando hacia el interior. El dragón  según el trabajo de Luís Valero de Bernabé y Martín de Eugenio es un monstruo fabuloso cuyo origen podemos encontrarlo en oriente, en su opinión, pese a tener un aspecto  aterrador aspecto, no era considerado como un animal nocivo para los hombres, sino benéfico y tutelar. Era una criatura que estaba al servicio de las divinidades como guardián de lugares sagrados. Hay constancia de que el dragón fue el emblema del Imperio Chino, también fue utilizado por los mongoles y por las legiones romanas de Trajano. Después de las invasiones Bárbaras de Europa su utilización decayó hasta que volvió a introducirse en Europa por los Cruzados que regresaban de Tierra Santa (Valero de Bernabé y Martín de Eugenio. 2007: 250). Esta afirmación merece la pena matizarse porque en el tapiz de Bayeux en el que se narra la conquista de Inglaterra por los normandos de Guillermo “el Conquistador” en 1066, ya aparecen dragones como emblemas preheráldicos dibujados en los escudos de los guerreros normandos.

            En el mundo cristiano el dragón era considerado como la representación de los sarracenos a los que se enfrentaban los cruzados. Oponiéndose al león y al águila símbolos de muchos de los caballeros cristianos, por ello el dragón perdió su carácter tutelar y benéfico que tenía para Oriente y se convirtió en la personificación de las fuerzas del mal a las que el caballero cristiano se enfrentaba, mostrándose en sus escudos como el dragón vencido y con su cabeza cortada o con la boca abierta atravesado por una lanza a imitación de San Jorge, el matador de dragones. Este patrón de la Caballería, debe su origen en Capadocia a finales del siglo III, quien según nos relata la leyenda salvó a una dama en tierras de Libia, de ser devorada por un dragón que asolaba dicha comarca. Dicho relato, para algunos autores, se basa en la personificación de un guerrero que fue capaz de enfrentarse a los enemigos naturales que el hombre tenía en la zona media de Etiopía, con todos ellos se formó un ser de fábula, el dragón, con cabeza, patas y cola de cocodrilo, cuerpo de hipopótamo, y dorso espinoso de la perca gigante de rio. Su hazaña sería traída a Europa por los cruzados. En la heráldica su esquematización hace que la escena del caballero montado a caballo e hiriendo al dragón en la boca se convierte en una banda a cuyo extremo se representa la cabeza del dragón (Valero de Bernabé y Martín de Eugenio. 2007: 250).

            En la otra descripción del escudo de los Bejarano aparecen cuatro cabezas de onza en lugar de las cabezas de dragón. Para  Luís Valero de Bernabé y Martín de Eugenio la onza es un felino de piel con manchas que se representa de perfil, es símbolo de bravura y fiereza pero con un aspecto peyorativo. No está claro si la onza representa al lince o a la pantera . Según Martín de Riquer en su estudio sobre la heráldica Castellana en tiempos de los Reyes Católicos identifica la onza con el lince.

 Imagen 7

Imagen 7: Escudo de los Bejarano en la casa “del Cerrojón” en la calle Domingo Ramos

 

4.3.- Razonamientos de los elementos del escudo

             Para Clodoaldo Naranjo la razón de las cabezas de dragones en el blasón de los Bejarano se debe a que durante el reinado de Alfonso XI, en el que se llevo a cabo la conquista de Algeciras, participaron las fuerzas de concejo de Trujillo, como así aparece en la Crónica de Alfonso XI. Destacando por su valentía en las operaciones desarrolladas en dicho cerco, con capitanes como Alvar García Bejarano, Alonso García de Vargas, su cuñado, Álvaro Ferrández y Alfonso Ferrández Altamirano, siendo premiados con la gracia de llevar las cabezas de dragón en sus blasones, y ese es el motivo de que las lleven los Bejarano, Vargas, Bonillejas y Mendozas de Trujillo. (Naranjo Alonos. 1983: 125) .

            En los manuscritos de Tapia y de Diego y Alonso de Hinojosa, por el contrario, se relata que las armas de los Bejarano deben su origen a que un caballero Bejarano, estando en Cortes observó como otros señores faltaban el respeto al rey, quien los amonestaba diciéndoles que debían guardarle las formas porque le debían sumisión, haciéndoles ver que entre la posición de uno como señor y de los otros como vasallos había por lo menos unas onzas (medida de peso) de diferencia. Ante la desobediencia continuada de los nobles, el Bejarano saco la espada diciendo que no solo había onzas entre uno y otros, sino hasta quintales, y acabó con los irrespetuosos. En agradecimiento a su lealtad el rey le recompensó, dándoles por armas el león acosado por las onzas (animales, por el juego de palabras homónimas). (Muñoz de San Pedro. 1952: 235)

POR MOTIVOS TÉCNICOS NO SEOFRECE ESTA IMAGEN 

Imagen 8: Escudo de los Bejarano en el escudo partido de Diego García de Paredes

“el Sansón” en la iglesia de Santiago (Trujillo)

5.- Los Bonilleja

 

            Como se comentaba en la introducción de este pequeño estudio, el escudo que campea en la puerta del Triunfo pudiera no ser directamente el del apellido Bejarano, sino el de uno de las familias que conformaba este linaje-bando, los Bonilleja. Sancho de Bonilleja, pudo ser el jefe del linaje Bejarano durante la época en la que se reconstruyó la puerta del Triunfo, y podría haber puesto en él su blasón como cabeza de la familia.

            En opinión de Naranjo Alonso los Bonilleja son una de las familias más principales de Trujillo, pero de muy difícil catalogación por los numerosos enlaces que realizó con la nobleza local. Se cree que los Bonilleja provienen de Sancho Jiménez de Vargas “el Capitán”, cuyo tercer hijo se le denominaba “Ferrán Martínez de Truxillo, que casó en Medellín y fue la cabeza de los Vargas de Medellín y de Mérida. A finales del siglo XV hay dos primos Sancho Ximénez de Vargas y Sancho de Bonilleja que son representantes de los regimientos que tuvieron los Vargas en la ciudad de Trujillo, siendo éste último, Sancho de Bonilleja, según opina Naranjo Alonso, uno de los primeros de este apellido y que fundó el mayorazgo en unas heredades que adquirió en Trujillo. Sancho casó con doña Isabel Álvarez de Torres, tuvo por hijos a Francisco de Bonilleja y a Tomás de Bonillleja. Éste último debió se suceder a su padre en el mayorazgo, pues parece como regidor ocupando un cargo que ya había ocupado Sancho años antes. Termina Naranjo diciendo que no sabe decir cual fue su casa solariega pues su blasón se confunde con los Vargas-Bejarano, alterando estos escudos y utilizándolos en algunos casos indistintamente (Naranjo Alonso. 1983: 269) .

            El origen del apellido Bonilleja, nos es desconocido, para algunos vienen de “Bonus”, bueno, pero estudiando el diccionario de Apellidos españoles podemos encontrar alguna pista, en dicho trabajo observamos que el apellido Bonilla es un apellido bastante frecuente y repartido por toda España procede del tóponimo Bonilla, denominación que toman de dos poblaciones Bonilla (Cuenca) o Bonilla de la sierra (Ávila). Siendo este vocablo, según Coromines, de origen árabe buna él-läh, que viene a significar “la notable fortificación” (Faure, Ribes y García. 2002: 159). Por lo que podemos deducir que el apellido Bonilleja pudo venir derivado de Bonilla, viniendo a significar algo así como una “bonilla pequeña”, o una “pequeña pero buena fortificación”.

            Con el término Bonilleja aparecen citadas  unas casas de campo en el estudio de Pascual Madoz “Diccionario Geográfico – histórico – estadístico de España y sus posesiones de Ultramar. Situado en el Término de Torrecillas de la Tiesa, aproximada mente un kilometro al este del alto denominado Mingabrielón.

            Cortijo de la Bonilleja que también aparece en el cancionero de Torrecillas de la Tiesa: “… Aramos las Bonillejas, también los Almaracejos y vamos pa la casilla, derechos al Descansadero” (http://www.torrecillasdelatiesa.org)

            Las enciclopedias en España antes de l´Encyclopédie de Alfredo Avar Ezquerra  hacen referencia a  Fernando Pizarro y Orellana, caballero de Calatrava,del Consejo de su Majestad en el Real de las Ordenes, Comendador de Vetera, señor de la villa de la Cumbre, Manchuela y Bonilleja,  fallecido el 21 de enero de 1652. Según la documentación aportada por D.Luis Vazquez Fernández en su estudio sobre las segundas nupcias de don Fernando Pizarro y Orellana (1628) indica que en el memorial del inventario de bienes que dicho señor llevo a los esponsales aparece la dehesa de Bonilleja, comprada al señor don Luis de Paredes,  vinculada a su mayorazgo (Váquez Fernández. 2002: 578)

            Busquemos por tanto datos que puedan corroborar nuestra hipótesis principal sobre el escudo del arco del Triunfo.

              Siguiendo los estudios de María del Carmen Fernández-Daza apoyados en las crónicas del siglo XVI de Hinojosa y Tapia, son tres los linajes que dominan la ciudad en el siglo XV: los Altamirano, Añasco y Bejarano. En un principio se entiende por linaje el conjunto de tres generaciones (abuelo, padre e hijo) concepto que con el tiempo desarrollan ramas, con lo que la palabra linaje pasa a ser la denominación de las familias que tienen antepasados comunes. En el Trujillo del XV, el término linaje ha evolucionado ampliándolo al clan familiar, unidos en un linaje concreto dominante que es el que le da el nombre, aunque cada uno de ellos pueda llevar otras denominaciones. Fernández-Daza Alvear sigue matizando que el linaje también llega a entenderse como bando. Clarificando las afirmaciones anteriores, expondremos que al linaje Altamirano, pertenecían las familias: Altamirano, Orellanas, Chaves, Calderones, etc. Al de los Bejaranos: Bejaranos, Vargas, Carvajales, Paredes, Loaisas, Bonillejas, Botes, etc. y a los Añascos: Pizarros, Escobares, Tapias, Barrrantes, etc. Resaltando como curiosidad que en el linaje Añasco, el apellido Añasco ha desaparecido en el siglo XV (Fernández-Daza Alvear. 1985: 422).

            La representación del Rey, en el Trujillo del siglo XV, recae sobre el corregidor, y los regidores. Cargos que se elegían el 30 de noviembre , festividad de San Andrés, por dos años, no pudiéndose volver a presentar hasta pasados seis años, y que se reparten entre los parientes mayores o jefes de los tres linajes principales (Altamirano, Añasco y Bejarano) (Fernández-Daza Alvear. 1985: 427).

            En la documentación aportada como anexo por María de los Ángeles Sánchez Rubio en su libro “El concejo de Trujillo y su alfoz en el tránsito de le Edad Media a la Edad Moderna”, aparece Francisco de Bonilleja como regidor en 1462-64, Sancho de Bonilleja en 1482-84, en 1488-90, en 1492-94 y en 1502-04. Tomas de Bonilleja regidor de 1496-98 y 1505-1506, y Núñez de Bonilleja de 1504-06 (Sánchez Rubio, 1993: 221).

            El 6 de febrero de 1470 aparece nombrado Gonzalo de Bonilleja en un deslinde y amojonamiento entre Trujillo y Montanchez AMT. 6.1 (Sánchez Rubio, 1992: 82)

            El 26 de octubre de 1483 Sancho de Bonilleja confirma una concordia entre el concejo de la ciudad de Trujillo y el Monasterio de Guadalupe sobre los debates de la Veguilla y sus límites, la caballería de Navalvillar, etc AMT. Leg 4.9 (Sánchez Rubio, 1992: 111).

            El 26 de marzo de 1490, vuelve a aparecer Sancho de Bonilleja confirmando un Mandamiento del concejo de la ciudad de Trujillo al concejo del lugar de Herguijuela para que envíen diez hombres con Pedro de alonso de Orellana para realizar los mojones entre ejido de Herguijuela y la heredad de los Ballesteros. AMT Leg. 3.1.(Sánchez Rubio, 1992: 168).

            El 28 de junio de 1490,  Sancho de Bonilleja es nombrado como participante en la redacción de una petición a los Reyes Católicos para que confirmasen las ordenanzas sobre los salarios de algunos oficios del concejo AMT. Leg 3.1 (Sánchez Rubio, 1992: 170).

            Consta en una sentencia de 1493 dada por el corregidor de Trujillo, Alvaro Porras, sobre una reclamación que realizaron los vecinos de Berzocana a los herederos de García de Valverde sobre la heredad del Tinadon que los señores Sancho de Bonilleja, Diego de hinojosa y Juan de las Casas era regidores de la ciudad de Trujillo AMT. Leg. 3.1 (Sánchez Rubio, 1992: 191).

            El 24 de marzo de 1494 consta que Sancho de Bonilleja intervino como regidor y vecino de Trujillo en el intercambio de unas cercas en ele ejido de Trujillo entre el concejo de la ciudad y Juan García Escudero AMT Leg 3.1. (Sánchez Rubio, 1992: 200).

            El 30 de noviembre de 1494, Sancho de Bonilleja vuelve a intervenir en calidad de regidor del linaje Bejarano en la elección de cargos concejiles de la ciudad AMT leg 5.15 (Sánchez Rubio, 1992: 205).

            El 21 de junio de 1497 Tomas de Bonilleja aparece como regidor en una carta de censo sobre unas casa de la fortaleza que Inés González tomaba del concejo de la ciudad por 100 mrs. Al año. AMT leg 3.1 (Sánchez Rubio, 1994: 14). Así como de otra carta de censo el 21 de julio de 1497 de unas casas que Mohamed Zegallon tomaba del concejo de la ciudad por 200 mrs. y 4 gallinas al año (Sánchez Rubio, 1994: 16). Y una mas del 21 de julio de 1497 en el que Abrahan de la Plaza, moro, toma de unas casas por la misma cantidad (Sánchez Rubio, 1994: 17).

 Imagen 9

Figura 9. Escudo de los Bejarano en lápida sepulcral en la iglesia de Santa María

            El 21 de julio de 1497 vuelve a aparecer Tomas de Bonilleja en una carta de censo sobre un molino en el río Magasca que Alonso Martín Tripa tomaba del concejo de la ciudad por 13 fanegas de harina de trigo cada año (Sánchez Rubio, 1994: 18)

            El 25 de agosto de 1497, Tomas de Bonilleja en su papel de regidor firma una carta de censo de unas casa que García de Paredes, curtidor, toma del concejo de la ciudad por 460 mrs cada año AMT Leg 3.1.(Sánchez Rubio, 1994: 19).

            El 12 de febrero de 1498, Tomas de Bonilleja como regidor de la ciudad está presente en la carta de arrendamiento de un pedazo de tierra de la caballería de Navalvillar por el concejo de este lugar, quien se obliga a pagar al concejo de Trujillo 200 mrs durante 20 años. AMT.  Leg 3.1.(Sánchez Rubio, 1994: 21).

            El 5 de marzo de marzo de 1498 y el 3 de agosto de 1498, se repiten las participaciones de Tomas de Bonilleja como regidor de la ciudad.

 Imagen 10

            Figura 10. Escudo de los Bejarano en lápida sepulcral en la iglesia de Santa María

             En unas cartas de poder del concejo de la ciudad de Trujillo, de fecha cercana al 21 de abril de 1500, sobre el cobro de diezmos de las hiebas, se nombran como testigos a Mencia Alvarez de Canpo, mujer que fue de Francisco de Bonillleja y a Tomas de Bonilleja. AMT Leg. 3.1 (Sánchez Rubio, 1994: 31).

            En una escritura de 20 de abril de 1503 de venta de unas casas que el concejo de la ciudad de Trujillo compra a Pedro de Hinojosa, Jimena Álvarez, García de Arévalo, Teresa Sánchez y Diego de Malpartida aparece nombrado Diego Alonso de Bonilleja (Sánchez Rubio, 1994: 65).

            El 9 de septiembre de 1503, se cita a Sancho de Bonilleja en una Real provisión de los Reyes Católicos al corregidor de Trujillo para que envie al Consejo Real información sobre las obras efectuadas en la fortaleza de esta ciudad, las cuentas que se han gastado y su parecer sobre quien deberían hacerse cargo de su realización. En la que se dice que García de Vargas y Sancho de Bonilleja habían labrado e reparado torres y casas fuertes cerca de dicha fortaleza que son muy perjudiciales para la defensa de la misma (Sánchez Rubio, 1994: 73).

            Sancho de Bonilleja sigue cubriendo la plaza de regidor en 1504, apareciendo nombrado en unas diligencias de 6 de mayo de 1504, redactadas por el bachiller Juan Osorio para averiguar la verdad de las quejas presentadas ante los reyes sobre los derechos excesivos llevados a los dueños de ganados en el paso de las barcas de Albalat. AMT: Leg. 8.12 (Sánchez Rubio, 1994: 85). De igual manera Sancho de Bonilleja es nombrado en una Real Provisión de 10 de septiembre de 1504 de los Reyes Católicos dirigida al corregidor de Trujillo para que no consienta que los alguaciles, cuando van a los lugares del término, lleven los derechos doblados alegando que son de concejo AMT Leg. 8.17 (Sánchez Rubio, 1994: 101).

            Tomas de Bonilleja es nombrado como corregidor de Trujillo en una Ordenanza de 9 de junio de 1505, mandando que no se concedan nuevas vecindades a personas de fuera que arrienden dehesas en Trujillo y su tierra, ante los daños que realizan en los montes AMT Leg. 3.1 (Sánchez Rubio, 1994: 109).

            María del Carmen Fernández-Daza Alvear apunta en su trabajo sobre la participación de Trujillo en la guerra de Granada que los Reyes Católicos pidieron fuerzas a sus Concejos, entre ellos al de Trujillo. Todos los caballeros debían acudir con su montura y armas. Las noticias de la participación de Trujillo en estas campañas se conservan en el archivo en las Actas Concejiles de la ciudad, abarcando desde 1485 a 1487. Los caballeros podían acudir personalmente con su montura y armas o contribuir con dinero, repartiéndose el número de lanzas según la importancia económica del caballero en la ciudad (Fernández-Daza Alvear. 1986: 351). En el Tomo 19 de los acuerdos del Concejo de Trujillo, se hace relación de los repartimientos de las cien lanza que los Reyes Católicos pidieron como tropas para la guerra de los moros el 17 de agosto de 1485. Entre ellas aparece Luis de Chaves como personaje más importante de la ciudad junto a García de Vargas facilitando tres lanzas, Francisco de Bonilleja junto a Juan de Carvajal un lanza por mitad, y Sancho de Bonilleja e Alonso de Castro una lanza, Sancho dos tercios y Alonso uno. Cantidad similar a la que dispusieron los caballeros de Torrecillas o de Cañamero (Escobar Prieto 1904: 495)

            En el alarde de 1502 estudiado por Miguel Ángel Ladero Quesada se muestra que el linaje-bando de los Bejarano estaba representado por Juan de Vargas con quien vivían 11 escuderos, seguido por Sancho de Bonilleja con 3 (Ladero Quesada. 2004: 164).

            La última referencia a un miembro de la familia Bonilleja la encontramos en unos protocolos notariales en los que se cita al regidor don García de Bonilleja ya su mujer, doña Leonor de Herrera, quienes poseían tres esclavos, y que en 1632 realizan carta de ahorría para ellos. (Periañez Gómez. 2005: 473).

            Observando las lineas genealógicas de los Bonilleja, observamos que tiene enlaces con las principales familias que gobiernan la ciudad, con los Vargas con los que mantienen lazos de parentesco desde sus inicios, y se apoyan mutuamente en el gobierno de la ciudad, como botón de muestra indicar que en las elecciones del 30 de noviembre de 1498 Tomás de Bonilleja como regidor saliente del linaje de los Bejarano, elige a Juan de Vargas como su sucesor en los cargos del Concejo (Fernández-Daza Alvear. 1985 : 431). Con la familia del Luis Chaves el Viejo, máxima autoridad de la ciudad  a finales del siglo XV. Al haberse casado doña Francisca Calderón “la gorda” hermana de Sancho de Bonilleja con Martín Chaves “el tuerto” tercer hijo de Luis de Chaves “el Viejo” muerto en el cerco de Trujillo en 1476. Y por otro lado con la alianza con los Torres con el matrimonio de Leonor González Bonilleja, hermana también de Sancho de Bonilleja con Diego de la Torre, personaje que poseía la casa fuerte que lindaba con la puerta del Triunfo.

 6.- Situación de los escudos de los Bonilleja

             Aparte de la posibilidad de que el escudo de la puerta del Triunfo perteneciera a la familia de los Bonilleja, si tenemos constancia de la existencia de un escudo de los Bonilleja en la ciudad de Trujillo, en el enterramiento de Sancho de Bonilleja y su mujer Isabel Álvarez de Torres, situado junto a la capilla de los Vargas, en  la iglesia de Santa María la Mayor.

 Imagen 11

            Figura 11. Sepulcro de Sancho de Bonilleja y su mujer Isabel Álvarez de Torres

             León de los Bonilleja que pudo llegar a ser utilizado indistintamente por algunos miembros de la familia Bejarano como el león contornado que también aparece en una estela sepulcral en el suelo de la iglesia de Sarta Maria la Mayor, en la que se muestra junto a los apellidos Torres y Pizarro, y según mi opinión pudiera pertenecer a Pedro de Orellana Señor de Orellana de la Sierra.

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Figura 12. Lápida sepulcral posiblemente de Pedro de Orellana

             Este Pedro de Orellana era  hijo de Juan de Orellana “el Ciego” conocido como Juan Vargas, 8º señor de Orellana de la Sierra, también llamada Orellana la Nueva u Orellanita, para distinguirla de Orellana la Vieja perteneciente a los Altamiranos (Lodo de Mayoralgo. 1974: 834). El sepulcro de Juan de Orellana “el Ciego” podría ser el que se encuentra a la derecha del altar, sirviendo de muro divisorio con el arranque de la escalera a la torre románica de la iglesia de Santa María. Adornado con tres escudos de la forma de los Bejarano (león rampante con las onzas) Y que según los estudios sobre la Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo de José Antonio Ramos Rubio, muestra en el fondo de la arcada una inscripción grabada ya casi borrada que dice: “AQUI YACE SEPULTADO EL NOBLE IVAN DE ORELLANA SEÑOR DE ORELLANA DE LA SIERRA EL QVAL MANDO HASER ESTE ENTERRRAMIENTO I ALTAR. ACOBOSE EL AÑO DE MILL I QUINIENTOS I VIENTE I DOS AÑOS”

            Pedro de Orellana era hijo de Ines de Torres Pizarro, de quien heradaría las 5 torres de los Torres y el oso con el pino de los Pizarro, que también se muestran en el escudo que adorna su estela sepulcral. Ines de Torres Pizarro era hija de Isabel García Calderón y de Cristobal Pizarro “el cabezudo”, siendo Cristobal hermano de Isabel Álvarez de Torres, mujer de Sancho de Bonilleja.

            León “Bejarano” que también fue utilizado por alguno de los Bonilleja como el que se muestra en la lápida sepulcral de Francisco de Bonilleja y de su mujer Mencia Álvarez de Ocampo, y que mando hacer su hijo Tomas de Bonilleja, y que probablemente también sirve de lápida para su enterramiento y el de su mujer, que según este escudo debió pertenecer a la familia Golfín. Por eso se presenta a la derecha del escudo (izquierda del observador) las armas de los padres de Tomás (el león de los Bonilleja, en este caso el de los Bejarano y las tres fajas de los Ocampo) y las de su mujer (cuartelado de lises y castillos).

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Figura 13. Lápida sepulcral de Francisco de Bonilleja y su mujer Mencia Álvarez de Ocampo, mandada poner por su hijo Tomas de Bonilleja

             Leones rampantes o contornados que sirven para representar a la familia Bejarano ligada a los Bonilleja – Vargas, de manera indistinta. De este modo se comprenden la existencia de las imágenes de los dos leones; el  “león Bejarano” acompañado del “león de los Bonilleja” que aparece guardando el altar del linaje Bejarano que se haya en la iglesia de Santa Maria la Mayor en Trujillo, en el muro del Evangelio. Enterramiento y altar mandado hacer por Diego García de Orellana, señor de Orellana la Nueva, terminada en 1522 según se lee en las inscripciones que se conservan (Barriocanal lópez y Gallego domínguez. 2001: 32). Y que según mi opinión pudiera ser el enterramiento o de Diego García de Orellana (3º señor de Orellana la Nueva), padre de Juan de Orellana “el Ciego” (el del sepulcro de al lado) casado con Isabel de Vargas, hija de Alonso García de Vargas y Teresa Gonzalez Ramira, nieta de Sancho Jiménez, del que también descienden los Bonilleja, y comparten escudos, según Tena Fernández. Este enterramiento de Diego García de Orellana sería realizado posteriormente pues en su testamento realizado en 1492 deja encargado que depositen su cuerpo en la sepultura de su bisabuelo Alvar García Bejarano (1º señor de Orellana de la Sierra), en la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo, situada  a mano derecha del altar mayor por cima de la sacristía junto con las gradas del altar mayor (Adámez Díaz, 2005: 177).

Imagen 14

 

Figura 14. Altar del linaje Bejarano que se haya en la iglesia de Santa Maria la Mayor

             Ejemplo de los dos leones (Bejarano y Bonilleja) que también podemos observar decorando las terminaciones de una balaustrada de un balcón de una casa que los Bejarano tenían en la Plaza Mayor de Trujillo

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Figura 15. Balaustrada de balcón de una casa que los Bejarano tenían en la Plaza Mayor

             Un último apunte recogido del trabajo de D. José Ramos Lozano sobre la Heráldica trujillana en interiores en el que cita un escudo de los Bonilleja en la calle Nueva nº 88 pintado en cantería en una pared orientada al sur, y del que no hemos podido obtener imagen (Lozano Ramos. 1995: 234).

7.- Conclusión

 

            Con los datos anteriores y con los aportados en el apartado de la bibliografía hemos obtenido esta cadena de descendencia, listado que hay que tomar con las respectivas reservas pues proceden de memoriales, manuscritos y tratados cuyos datos en la mayoría de los casos no pueden ser cotejados con otras fuentes, incluso en algunos casos dan informaciones contradictorias:

             El primer Bonilleja en Trujillo citado en los documentos consultados es Francisco de Bonilleja posiblemente casado con Mencia Álvarez del Canpo, cuyo lápida sepulcral aparece en la iglesia de Santa María la Mayor (Trujillo). Su escudo lleva un león en su forma natural como el de los Bejarano, y debía haber muerto en una fecha cercana al 1500 según consta como viuda Mencia Álvarez del Canpo en el documento anteriormente citado.

            Existe en 1470 un Gonzalo de Bonilleja, del que no he podido obtener mas datos, que pudiera ser hermano de Francisco o quizás su padre.

         Francisco de Bonilleja tuvo varios hijos (ignoro el orden de descendencia):

–        Juan Alonso de Bonilleja

–        Francisca “la gorda” en ocasiones mencionada como Francisca Calderón, que casó con Martín Chaves “el tuerto”, tercer hijo de Luis Chaves “el viejo” y María de Sotomayor. Y que tuvo un hijo que se llamó Luis Chaves de la Calzada

–        Leonor González de Bonilleja, que casó con Diego de Torres, señor de las casas que lindan con la puerta del Triunfo. De la unión de Leonor y Diego tuvieron a Francisco de Torres, quien casó tres veces. Con Juana López de Tapia, con Catalina de Orellana y con Elvira de Carvajal. De esta última tuvo a Francisco de Carvajal, Inés, Juana González y Gonzalo de Torres, también llamado Gonzalo Hernández de Torres, quien casó con Ana de Orellana.

–        Sancho de Bonilleja, el personaje más importante de la familia a finales del XV y a quien pudiera deberse el escudo de la puerta del Triunfo. Casó en segundas nupcias con Isabel Álvarez de Torres, hija de Francisca Pizarro y nieta de Álvaro Pizarro. Isabel era hermana de Beatriz de Torres que casó con Tomás de Bonilleja. Isabel también era hermana de Diego Pizarro, Francisca y Cristobal Pizarro “el Cabezudo”, éste último casó con Isabel García Calderón, que era hermana de Inés de Calderón e hijas de Alvaro Calderón (regidor de Trujillo en 1462). Del matrimonio de Cristobal Pizarro “el cabezudo” e Isabel García Calderón nació Ines de Torres Pizarro quien casó con Juan de Orellana “el ciego” también conocido como Juan de Vagas (8 señor de Orellana de la Sierra), fruto de este matrimonio nació Pedro de Orellana, señor de Orellana de la Sierra y cuya lápida sepulcral pienso que sería la que está en la iglesia de Santa María la Mayor (Trujillo) en la que campea el “León de los Bonilleja”(contornado) junto a las armas de su mujer (las cinco torres de los Torres, y el arbol con los osos de los Pizarro).

–      También aparece citado en los documentos de aquella época Tomás de Bonilleja, padre de Francisco de Bonilleja, pero no hay datos que aseguren si fue hermano o hijo de Sancho de Bonilleja de su primer matrimonio, si es que hubo descendencia. Tomás aparece como regidor en los tiempos en que no lo es Sancho, y hay constancia de un Tomás de Bonilleja casado con Beatriz de Torres, hermana de Isabel Álvarez de Torres, mujer de Sancho de Bonilleja. Lo que nos indica que en caso de ser el mismo personaje, los hermanos Bonilleja se casaron con las hermanas Torres, o que el sobrino se casó con su tia, caso que me parece menos favorable, pero que también ocurrió en alguna ocasión como el enlace del que se hace eco el Conde de canilleros en su estudio sobre Diego García de Paredes, hijo, en el que indica en una nota que Lope Pizarro casó con su tia doña Juana de Loaisa, y tuvieron a Alvaro Pizarro  que fue marido de Juana de Aragón, hija del duque de amalfi, dando vida a los Piazarro-Aragón, luego marqueses de Piedras Albas (Muñoz de San Pedro, 1957: 63). Clodoaldo Naranjo opina que Tomás era el primogenito de Sancho, pero la estela sepulcral que se ha comentado anteriormente de Francisco de Bonilleja y su mujer me hace pensar que probablemente Tomás de Bonilleja fuera hermano de Sancho de Bonilleja, por eso Tomás puso a su hijo el nombre de su padre, Francisco.

Y por eso en las elecciones del 30 de noviembre de 1494 para los cargos del concejo, Sancho de Bonilleja, regidor saliente, apoyó a Francisco de Loisa y Gonzalo do Campo para que le sucedieran en su cargo como regidores pertenecientes a la familia Bejarano. Probablemente Gonzalo do Campo fuera familia de Sancho por su madre Mencia Álvarez del Canpo.

           Sancho de Bonilleja casado con Isabel Ávarez de Torres tuvieron a Francisco de Bonilleja y a Juan.

           Francisco de Bonilleja casó con Isabel Mendez, hija de Diego mendez y María Altamirano, fruto del matrimonio de Francisco e Isabel fueron:

–      Sancho de Bonilleja (que llevaba el nombre de su abuelo) casado con María de Torres el 23 de agosto de 1551. María de Torres era hija de Gonzalo de Torres y Ventura González de Bonilleja, que era viuda de Francisco de Rueda, lo que nos hace pensar que había alguna linea más de los Bonilleja, aparte de la que estamos describiendo. Sancho y Maria tuvieron a Francisco de Bonilleja y Gonzalo de Torres

–      Francisco de Bonilleja, que podía estar fallecido alrededor de 1569

–      Gonzalo

–      Diego Mendez de Bonilleja, casado con Catalina Mendez de la Torre (que aparece ya viuda en 1570), de cuya unión tuvieron a Francisca y a Francisco de Bonilleja y Torres e Isabel Méndez de Bonilleja Altamirano también citada como Isabel Méndez de Orellana

           Francisco de Bonilleja casó con Isabel (fallecida hacia 1526) con quien tuvo a García de Bonillejas, María de Torres, Leonor, Isabel, Antonia e Inés.

           Isabel Méndez de Bonilleja Altamirano casó con alonso de Tapia Altamirano

 

           Visto lo anterior creemos haber aportado los datos suficientes para poder plantear como hipótesis factible que el escudo del Léon que campea en la puerta del Triunfo en Trujillo, pudiera pertenecer a los Bonilleja. Sancho de Bonilleja, pudo ser el jefe del linaje Bejarano y persona influyente en el gobierno de la ciudad de Trujillo, durante la época en la que se reconstruyó la puerta del Triunfo, y sería su blasón el que campeara en dicho arco y no el propio del apellido Bejarano, esto es un león grande en medio de cuatro cabezas de onzas (panteras o linces) pero el león contornado, es decir con el cuerpo orientado hacia el lado derecho, al contrario que el que se muestra en el de los Bejarano.

          

8.-Bibliografía

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Nov 232013
 

Martiria Sánchez López.

Investigadora y profesora de Historia del Arte 

 

          I.-   I N T R O D U C C I Ó N

 

      Para estudiar este tema hemos consultado los documentos existentes en el Archivo Municipal de Jaraíz, especialmente los referentes a la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Del Archivo Provincial, hemos manejado el Interrogatorio de la Audiencia Provincial de Cáceres y el Interrogatorio de Ensenada, que nos aclaran cómo era la enseñanza durante el Antiguo Régimen. Hemos consultado, además, los escritos de los párrocos de Jaraíz enviados al geógrafo Don Tomás López, de la Biblioteca Nacional, que nos dan idea de la situación cultural  y del estado de  la enseñanza en el siglo XVIII. Así mismo hemos manejado los Archivos Parroquiales de las iglesias de Santa María y San Miguel, de los que hemos obtenido algunos datos interesantes para el estudio del tema.

       A partir  de la documentación consultada,  podemos afirmar que, a lo largo de los distintos períodos históricos, el analfabetismo era la nota dominante en nuestro pueblo, semejante a las demás zonas rurales extremeñas, pero muy distante a otras zonas, como el País Vasco, ya a comienzos del s. XX.

      Aquí el gran salto se dará partir de la segunda mitad del s. XX, ya que al comienzo de la Segunda  República el índice de analfabetismo aún se elevaba al 50 % de la población.

       Son varias las causas de esta lamentable situación, como analizamos en este trabajo. En primer lugar, la falta de interés de los padres por que sus hijos aprendieran  al menos a leer y escribir, ya que les preocupaba  más que estos les ayudaran en las faenas agrícolas aunque siguieran siendo analfabetos. Esta característica la hemos observado a lo largo de distintos períodos históricos.

       A este respecto, veremos cómo, a pesar de la “Ley de Escolarización” que se promulgó en el reinado de Alfonso XII, muchos padres seguían sin acatar estas normas. Por otra parte, los maestros estaban muy mal pagados, en general, pues sus sueldos dependían de los Ayuntamientos quienes, a veces, tardaban en abonarles un salario indigno. Otra causa fue la falta de locales apropiados para la enseñanza, poco higiénicos, mal ventilados y pocos pedagógicos, además del  elevado número  de niños por clase.

       A pesar de que durante la Dictadura de Primo de Rivera se intentaron  solucionar algunos de estos problemas, a Jaraíz no llegaría pronto la solución, pues  el Grupo Escolar de ocho unidades que se concedió al pueblo, no llegaría a ser una realidad hasta 1958 fecha de la  inauguración  del Grupo Escolar “César Carlos”.

 

 

II.- LA ENSEÑANZA EN LA EDAD MODERNA EN JARAÍZ.

(SIGLOS XVI, XVII Y XVIII).

 

II.- A.- CARACTERÍSTICAS GENERALES.

 

      La Enseñanza, en general, era muy deficiente en esta época. La mayor parte de la población poseía un elevado índice de analfabetismo, ya que solamente las clases privilegiadas, nobleza y clero, tenían acceso a la cultura y mostraban interés por ella.

      Es muy revelador a este respecto el testimonio que en el siglo XVIII nos dará el Vicario de la Parroquia de Santa María, Don Manuel Gutiérrez Ovejero, en sus escritos al geógrafo Don Tomás López, donde nos aclara el poco interés que tenían los padres jaraiceños por que sus hijos aprendieran a leer y escribir, con estas palabras: “Sus naturales son más inclinados al cultivo de sus tierras que al buen gusto de las letras, aunque de entendimiento agudo y sagaz, capaz de recibir toda ciencia.” (Arch. B.N.)    Por estas palabras observamos cómo el vicario pondera las cualidades intelectuales de los vecinos y se lamenta de que sólo las aplicaran para el trabajo del campo.

       No obstante, vemos cómo los pocos que escogieron el trabajo intelectual llegaron a las más altas cotas del saber, como fue el caso del Maestro Gonzalo Korreas, en el siglo XVI., catedrático y profesor de Griego, Latín y Hebreo en la universidad de Salamanca Fue un  gran estructuralista de la lengua castellana, y escribió  gran cantidad de obras, entre las que destacan la Gramática Kastellana y los Proverbios y Refranes de la lengua kastellan. En el siglo XVII destacó, entre otros, el Padre Juan de Escobar, que fue misionero en el Perú, donde desarrolló una gran labor evangelizadora y cultural. También destacó por su trabajo intelectual  y valía, el Obispo jaraiceño Juan Domingo Manzano, quien ejerció de  Obispo en Jaca, en el siglo XVIII. Aparte de su labor como prelado, fue una gran personalidad en el campo de las letras y en la enseñanza, fundando un seminario.

      Estas y otras personalidades iniciaron su formación en el Colegio de Segunda Enseñanza que se fundó en Jaraíz en el siglo XVI y  del que hablaremos más adelante.

 

 

 

 

 

 

II.- B.- LA ENSEÑANZA PRIMARIA.

 

      Estuvo controlada durante todo este período histórico por la Iglesia. Los maestros necesitaban la aprobación y licencia del obispo de Plasencia para desempeñar su cargo. Estos debían cumplir con las directrices que se les marcara desde el obispado, como era la enseñanza de la doctrina cristiana y podían ser cesados de sus funciones si no lo hacían. Los maestros de las zonas rurales eran controlados por los curas-párrocos de cada pueblo, por lo que no podían separarse de lo que les ordenara el obispado.

      A finales del siglo XVII, el Sínodo de Plasencia plasma  ya la distinción entre maestro de niños y maestra de niñas, aunque a éstas no se les da el nombre de “maestra”, sino que se la denomina “mujer que enseña a las niñas”. En esta enseñanza se da más importancia al aprendizaje de la doctrina cristiana y a las normas de educación que a leer y escribir.

      Es curioso observar cómo en las Ordenanzas Municipales de Plasencia y su Tierra, del siglo XVI no hemos encontrado ni una sola ley referente a Enseñanza, aunque están sumamente detallada la legislación referente a las demás facetas de la vida de la ciudad: agricultura, ganadería, artesanía, comercio, ferias, juegos, uso de armas, incluso disposiciones sobre las mujeres públicas. Esto demuestra que la enseñanza estuvo exclusivamente en manos de la Iglesia hasta el siglo XVIII, en que ya comenzará a intervenir el Estado.

      En este siglo XVIII, el llamado siglo de las Luces, se va a producir un avance en este aspecto, sobre todo con el rey Carlos III. En el 1783 se publica la Cédula Real, por la que la Corona comienza a interesarse por la enseñanza. Posteriormente, en el 1804, con el rey Carlos IV, se promulgan las Reales Ordenanzas, por las que se crea el Cuerpo de Maestros y el ejercicio libre de la profesión, además de elevar el nivel de la enseñanza para expedir los títulos.

      En esta fecha ya sabemos el nombre de los maestros de había en Jaraíz por el célebre Interrogatorio de Ensenada de 1753, que dice que el maestro de niños era “Don Bernardino Martín de Castro, Maestro de Primeras Letras, que percibía un sueldo de 750 reales”. Este sueldo era superior al de otros maestros extremeños que solían ganar 500 reales. Los textos nos dicen que el Ayuntamiento le pagaba 500 reales y el resto se lo abonaban los padres de los niños: “Hay un Maestro de Primeras Letras, que es Bernardo Martín de Castro, que con quinientos reales que la Villa le da, da situado ganará como setecientos cincuenta reales”. En cuanto a la maestra, sólo dice que percibía 160 reales, sin especificar nada más, ni siquiera el nombre de la profesora de las niñas.

      Como vemos, la diferencia de salarios en razón del sexo era enorme, desempeñando el mismo trabajo y el mismo horario. Esta discriminación condujo a que el pueblo se quedara sin maestra a finales del siglo XVIII, según los textos de Interrogatorio de 1791, por lo que las niñas que no querían ser analfabetas, debían asistir a la misma clase que los niños, cosa muy mal vista en la época. Esto produjo un gran malestar entre los padres de las niñas, por lo que se intenta solucionar el problema pagando un sueldo más digno a la profesora. Así lo expresa el texto: “Se juzga necesario la dotación de 700 reales para una Maestra de niñas, cuya educación está abandonada y se nota el inconveniente de que los padres que desean que aprendan sus hijas a leer, se ven precisados a enviarlas a la escuela de niños, cuya mezcla produce malas consecuencias”. (A.P.)

      Observamos por esta cita la preocupación de los padres de las niñas ante el problema de la educación de sus hijas, por lo que harán lo posible por conseguir una profesora, aunque tengan que pagarla ellos si el Estado o el Ayuntamiento no se hicieran cargo de ello.

 

II.-C.- LA ENSEÑANZA SECUNDARIA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN.

(SIGLOS XVI, XVII, XVIII).

       A partir del reinado de los Reyes Católicos se va a fomentar la cultura en general, que dará sus frutos en el llamado Siglo de Oro español; aunque serán la nobleza y el clero las que tengan acceso a la cultura, ya que el pueblo, en especial el de las zonas rurales, seguirá siendo analfabeto.

       Ahora, sin embargo, se va a dar un gran impulso a la Enseñanza Secundaria con la creación de los llamados Colegios Menores. Estos colegios pertenecían al clero, bien fuera a las órdenes religiosas o a la Iglesia en general.

       En el siglo XVI se crean alrededor de cuatro mil colegios en toda España y dos de estos colegios se fundan en La Vera. Uno de ellos, en Jarandilla, perteneciente a los Agustinos Recoletos, cuyo edificio se ha mantenido en la actualidad con diversas funciones relacionadas con la enseñanza y la cultura y su Iglesia se utiliza aún para el culto. El otro colegio de Segunda Enseñanza se fundó en Jaraíz, también en el siglo XVI,  con el nombre de Colegio de San José; fue regentado y fundado por el Vicario de la Parroquia de Santa María y estuvo funcionando hasta el siglo XIX cuando las leyes de la Desamortización de Mendizábal lo enajenaron junto a los demás bienes eclesiásticos. El Vicario de Santa María hace referencia a él en sus escritos al geógrafo, del siglo XVIII, Don Tomás López de la siguiente forma: “También hay en esta villa un Colegio con el título de San José, perteneciente en sus funciones y autorizado por el cura de Santa María” (Arch. B.N.)

       Este Colegio era una edificación de estilo renacentista con un patio central porticado, de dos plantas, al que daban las aulas y demás dependencias. Fue destruido a mediados del siglo XX para la construcción de viviendas. Sólo queda de esta magnífica construcción un hermoso relieve que estaba situado sobre el dintel de la portada principal. El relieve representa al Niño Jesús con una bella expresión en el rostro y un estudio perfecto de su anatomía. Se le representa con los brazos extendidos, portando en una de sus manitas un racimo de uvas y en la otra, una espiga, los dos símbolos de la Eucaristía: el pan y el vino. Todo el relieve está coronado por la típica “venera” renacentista. Este precioso relieve se puede admirar hoy sobre la portada de un edificio  en los números 45- 47  de la Avenida de Constitución.

       A finales del siglo XVI, el Colegio conocía su época de esplendor y en él se formaron grandes personalidades de la cultura jaraiceña como el Maestro Gonzalo Korreas, entre otras muchas, especialmente pertenecientes a la Iglesia, tanto del clero secular como del regular. También solían acudir a estos colegios los hijos de los nobles. El Colegio de San José de Jaraíz funcionaba todo el año, aunque tenía distinto horario en verano y en invierno. Según los documentos: “En invierno se entra por la mañana a las 8 y por la tarde a las 2, y en verano por la mañana a las 7 y por la tarde a las 2”. (Arch. B.N.)

       A mediados del siglo XVIII el preceptor de Gramática, que también desempeñó la Cátedra de esta asignatura, fue Don Isidro Montes, “Clérigo de menores que gana 800 reales” (Arch. B.N.) El Colegio estaba dotado, pues, de una Cátedra de Gramática, desempeñada por un especialista en la materia.

       A este respecto, hemos encontrado un documento en el Archivo Parroquial de San Miguel, referente a una donación para la Cátedra de Gramática de este Colegio. Se trata de una Memoria del licenciado Don Francisco Manzano de Carvajal que fue “dignidad de esta Villa de Jaraíz y su partido y cura rector que fue de la parroquia de San Miguel”. En su testamento fundó una Memoria para un Preceptor de Gramática y la dotó de una casa que dicho fundador tenía en la calle del Rey de Plasencia. Dice el Testamento que “si no hubiera preceptor de Gramática se la otorgaran a un maestro de escuela que tuviese ese título”. A continuación impone las obligaciones que debe cumplir el beneficiario: “Cualquiera de los referidos que goce de esta casa y rentas ha de tener obligación de hacer celebrar una Misa rezada en la Octava del Stmo. Sacramento por el Licenciado Francisco Manzano de Carvajal, y si fuese el que gozase de dicha Memoria el Maestro de escuela, ha de ser obligado a rezar un rosario por dicho fundador con los niños de su escuela…el día que se celebre dicha Misa”. Lo firma Martín Batista Herrero, ecónomo de su Mayordomo, el 28 de Mayo de 1711.

      Estas rentas parece que fueron muy importantes para mantener la Cátedra de Gramática en el Colegio, pero fueron disminuyendo con el paso del tiempo y a finales del siglo XVIII no eran suficientes, por lo que el Colegio se quedó sin Licenciado que desempeñara la Cátedra de Gramática; por esto, el pueblo decide pagar a un profesor con los bienes del Ayuntamiento, aunque pertenecía a la Iglesia. Así lo expresa el Interrogatorio: ”Aunque no hay fundación para sostener a un preceptor de Gramática por no ascender esta a más de 400 reales… y por lo mismo según el número de vecindario, se contempla el que se aumente la dotación hasta 1.500 reales, supliendo los 1.100 reales del fondo de Propios”.

      Por esta cita, podemos apreciar cierta inquietud por la Enseñanza entre nuestros vecinos, ya que hacen todo lo posible por que continúe la Segunda Enseñanza en el Colegio de San José, aunque la pague el Ayuntamiento de los bienes propios.

 

 

 

 

III.- LA ENSEÑANZA EN EL SIGLO XIX.

 

III.- A.- ÉPOCA DE ISABEL II.

      Con la guerra de la Independencia en 1808 y las Cortes de Cádiz en 1812, comienza un nuevo período histórico. Después de ser vencido Napoleón, se restaura la monarquía absolutista con Fernando VII, al que le sucedió su hija Isabel II. En este período se va a intentar mejorar la Instrucción Pública, ya que el analfabetismo seguía siendo elevadísimo, lo que suponía una enorme lacra para la sociedad.

       Las Cortes de Cádiz, en uno de los artículos de la Constitución de 1812, proclama la “Uniformidad de la Enseñanza” que se va a desarrollar en dos Reglamentos sobre la Instrucción Pública. Pero los intentos de mejora de la Enseñanza se consiguen, hasta cierto punto, con la Ley dada por Don Claudio Moyano, conocida por la Ley Moyano, que se da en 1857 y perdurará hasta principios del siglo XX. Con esta ley se unifica la Enseñanza y se articula en tres niveles: Primaria, Secundaria y Universitaria. Ahora se fundan Escuelas Primarias y se crean Institutos de Enseñanzas Medias, desapareciendo los Colegios Menores. También se fundan las Escuelas Normales para la formación de maestros. Los Institutos de Enseñanzas Medias se extienden por todas las provincias, fundándose alrededor de cincuenta.

       Ante la falta de instituciones estatales de Enseñanza, la Órdenes religiosas siguen supliendo los niveles primarios y secundarios, sin embargo, los Colegios Menores, que habían sido los encargados de las Enseñanzas Medias, desaparecen ahora y muchas zonas rurales se ven privadas de este tipo de enseñanza, como fue el caso de Jaraíz. Aquí desapareció el Colegio de San José perteneciente a la Vicaría de la Iglesia de Santa María con la Desamortización de Mendizábal, cuyas instalaciones fueron enajenadas  por lo que, desde mediados del siglo XIX, sólo existió la Enseñanza Primaria en el pueblo, hasta principios del siglo XX cuando se funda un colegio privado, como veremos más adelante.

      Jaraíz contaba solamente con dos escuelas de Primaria, sin locales propios y sin  adecuación  pedagógica,  ya que se habían habilitado dos estancias en el Ayuntamiento, un edificio del siglo XVI en mal estado de conservación y con unas dependencias e instalaciones lamentables, totalmente inadecuadas. A la “escuela de niños”, como dice el texto, asistían unos 150 niños lo que  era un número excesivo para ser atendidos por un solo maestro y dentro de un aula reducida para ese número. Sin embargo, a la “escuela de niñas” sólo asistían 30 niñas, un número más razonable para  una profesora, pero escaso para la población del municipio.

       En cuanto a los salarios que percibían los maestros, se observa una gran discriminación  entre los dos sexos. Al maestro se le pagaba de los fondos públicos y mucho más que a las maestras a las que  debían pagar los padres de las niñas. Madoz nos habla de todo esto en el siguiente texto: “Hay casa de ayuntamiento con sala de sesiones, cárcel, habitación del pregonero y local para la escuela, la cual está dotada con 3.300 reales de fondos públicos y asisten 150 niños; escuela de niñas sostenida por retribución, en la que se educan 30”.

      Observamos cómo después de un siglo, la Enseñanza en Jaraíz había sufrido un retroceso, ya que había desaparecido la Enseñanza Secundaria y la Primaria seguía en las mismas condiciones, con sólo dos escuelas, donde solamente la de los niños era pagada con los fondos públicos.

 

 

III.-B.- LA ENSEÑANZA EN EL SEXENIO REVOLUCIONARIO: 1868-1875

 

       Es interesante observar cómo durante el Sexenio Revolucionario se intenta dar un impulso a la Cultura y a la Enseñanza, especialmente en los años de la Primera República. En Extremadura se crea la Universidad libre de Cáceres, que existió desde 1869 hasta 1871, ya que en este año la Diputación Provincial retiró el dinero necesario para su funcionamiento. No obstante, el profesorado, muy comprometido con la enseñanza universitaria, no se resigna y, con el apoyo de la Audiencia, crea la Facultad Libre de Derecho y la Escuela de Prácticas Jurídicas. Pero en el período de la Restauración de la Monarquía de Alfonso XII, en el año 1875, fueron suprimidas estas dos instituciones culturales y pedagógicas en las que tanta ilusión habían puesto los extremeños, pensando en la formación jurídica de sus jóvenes.

       En las zonas rurales también se observa una preocupación por la Enseñanza a partir de la Constitución de 1869, con la Declaración de la Libertad de Enseñanza. En Jaraíz se vieron enseguida los resultados positivos de esta legislación, ya que se van a establecer “cuatro escuelas”, dos de niños y dos de niñas. Sin embargo, dada la mentalidad de la época, en lugar de considerar esto como un bien para el pueblo y  de gran trascendencia para la educación, lo considerarán como un castigo, ya que debía costearlo el Ayuntamiento, sin pensar en el perjuicio que hacían a los niños, que poco podían aprender en una clase de 150 alumnos. Por este motivo, el Sr. Alcalde Don Felipe Arjona y los concejales, acuerdan gestionar ante las autoridades provinciales la supresión de dos escuelas, ya que, como hemos dicho, la creación de otras dos escuelas nuevas lo consideraban como un castigo. Entonces argumentaron lo siguiente, con el fin de  que las autoridades educativas desistieran de este proyecto: “el Ayuntamiento no considera oportuno el mantener las cuatro escuelas por predominar en esta localidad las ideas liberales.”

        El Ayuntamiento designa a los maestros que han de continuar: “Don Pedro Moreno y Doña Lucía Galindo”. Así mismo acuerdan quiénes serán los profesores que han de cesar: “Don Pedro Cirujano y Doña Máxima Clavel”. Estas componendas del Ayuntamiento no son aceptadas por las autoridades educativas provinciales de la Primera República  y, en 1871, dan una orden por la que son repuestos en sus cargos los dos profesores cesados y, de nuevo, las cuatro escuelas vuelven a funcionar: “el Gobierno de la Provincia manda reponer en sus cargos a los dos maestros suprimidos” (Arch. Mun.).

       Además del funcionamiento de las cuatro escuelas en este período, se da otro gran paso para controlar la calidad de la Enseñanza. Será la creación de la Junta Local de Primera Enseñanza, cuya finalidad era supervisar  la educación  que se daba en los centros escolares; tenían, además, la obligación de presidir y asistir a los exámenes y controles didácticos de los alumnos.

       La Enseñanza Primaria solamente funcionó así durante este corto período del Sexenio Revolucionario. A partir de 1875 se producirán unos cambios que analizaremos a continuación.

 

III.-C.- LA ENSEÑANZA DURANTE EL REINADO DE ALFONSO XII.            (1875-1902).

 

      Durante la Restauración monárquica del reinado de Alfonso XII hay que distinguir dos períodos. En el primer período triunfan los gobiernos conservadores con Cánovas del Castillo y en el segundo período serán los liberales, encabezados por Sagasta, los que gobiernen.

      Durante el primer período o período conservador, los avances que se habían producido en la calidad de la Enseñanza del período anterior, ahora desaparecen. De las “cuatro escuelas” que se habían fundado, se van a suprimir dos de ellas, con lo que la calidad de la enseñanza vuelve a deteriorarse hasta tal punto que los dos profesores no pueden atender a tantos niños y comienzan a elevar protestas ante las autoridades para que envíen dos auxiliares de magisterio, si no vuelven a funcionar las cuatro escuelas.

      La situación cambia cuando toman el poder los Liberales y es nombrado alcalde liberal Don Celestino Sánchez Arjona, el cual intenta dar solución al problema nombrando dos auxiliares, como habían solicitado los maestros don Antonio Cirujano Parrales y Doña Lucía Galindo, ya que había más de cien niños en cada clase.

      El Sr. Alcalde accede a la petición con el siguiente razonamiento: “Considero que la Instrucción Primaria, base de la sociedad, se generalice y alcance el mayor grado de perfección posible, cual corresponde a un pueblo culto e ilustrado como el que tengo la honra de administrar”.

      Las plazas de auxiliares de escuela estaban dotadas con 800 ptas.  para  las de niños y 500 ptas. para las de niñas. Estos auxiliares serán nombrados Maestros en 1881, cuando al fin se restablezcan las cuatro escuelas. El auxiliar que pasó a ser Maestro se llamaba Don Segundo Roncero Albarrán; el nombre de la maestra no consta en el documento.

      Se crea en estos momentos la Inspección de Enseñanza Primaria para controlar el funcionamiento y la calidad de la misma. El Inspector que realizó la visita a Jaraíz fue Don Francisco Pizarro y expresó la buena calidad educativa con las siguientes palabras: “…he visto con suma complacencia el satisfactorio estado en que se encuentra la enseñanza en las dos escuelas.”

      Dado el estado tan generalizado de analfabetismo, con el 70% de la población, el gobierno comienza a preocuparse por  este grave problema. Por este motivo el Inspector plantea la creación de “Escuelas nocturnas para adultos”, también sugiere que   “se cree una escuela de párvulos”. Estos dos proyectos no constan que llegaran a realizarse en los documentos consultados. Por otra parte, la Junta Local de Primera Enseñanza se potencia más a partir de ahora y se realizan exámenes a finales de curso presididos por el Sr. Alcalde, quien queda complacido de los resultados obtenidos por los alumnos con las siguientes palabras: “nada dejaron que desear”, después de presidir estos exámenes.

      Se observa de nuevo la gran discriminación que seguía vigente en esta época con respecto al sexo, ya que vemos que los auxiliares de maestro cobraban 800 ptas. mientras las profesoras sólo percibían 500 ptas. por el mismo horario y el mismo trabajo.

 

IV.- LA ENSEÑANZA EN  EL  SIGLO XX. REINADO  DE  ALFONSO XIII.   (1902-1931)

IV.- A.- ENSEÑANZA PÚBLICA.

 

      En el campo de la Educación, Extremadura, a comienzos del siglo XX, seguía siendo una de las regiones más atrasadas del país. Mientras en algunas otras, como el País Vasco, había un 39% de analfabetos, Extremadura contaba con un 67% acentuándose este analfabetismo en las zonas rurales, como era el caso de Jaraíz, donde la tasa se elevaba hasta un 70%. En el reinado de Alfonso XIII  se realizará  un gran esfuerzo en este sentido, reactivándose durante el mandato de Primo de Rivera.

      En 1902, con el comienzo del reinado, se intenta dar un impulso a la Educación. La Instrucción Primaria había dependido de los Ayuntamientos, que eran quienes pagaban a los maestros, siempre mal remunerados y a veces de manera irregular; pero ahora, con el nuevo gobierno será el Estado quien se haga cargo de ella.

      Entonces se abolió la Ley Moyano y el Ministerio de Instrucción Pública fue ocupado por el Marqués de Romanones, con quien empieza una regeneración de la Enseñanza.

      Comienza dando una serie de decretos para regular la Enseñanza en todas sus facetas, tanto la pública como la privada. También se crean una serie de becas destinadas a profesores y alumnos sobresalientes para poder ampliar estudios en el extranjero, en los que se formaron intelectuales de gran prestigio. Se seleccionan las materias de estudio en los siguientes apartados: 1) Historia Sagrada y Doctrina, 2) Lengua Castellana, lectura y escritura 3) Aritmética 4) Geografía e Historia.

      Otro grave problema era la falta de locales apropiados. La mayor parte de ellos, en los que los niños se encontraban hacinados, tenían escasas condiciones higiénicas, estaban mal ventilados  y eran muy poco pedagógicos ya que no cumplían  las normas necesarias para una buena enseñanza; además el material escolar era muy pobre. Por este motivo se inicia una política de construcción de escuelas, que culminará con la Dictadura de Primo de Rivera. A este respecto, el 17 de Diciembre de 1922 se publica un Real Decreto con los siguientes puntos:

      1º) Todos los Ayuntamientos están obligados a instalar y conservar escuelas nacionales de Primera Enseñanza que reúnan las condiciones higiénicas y pedagógicas para la educación de los niños comprendidos en edad escolar.

      2º) El cumplimiento de esta obligación se les exige a todos los Ayuntamientos a fin de que en un período de 5 años estén las necesidades atendidas de modo normal y convenientemente.

        3º) En los pueblos que dejen transcurrir el plazo de 5 años sin haber cumplido el deber que esta obligación le impone, se llevará a cabo por la Administración una inspección encaminada a demostrar las causas de su morosidad y si esta ha sido originada por negligencia y abandono, el Ministerio de Instrucción Pública procederá a construir directamente sus locales escuelas, pero en este caso el Ayuntamiento será obligado a reintegrar al Tesoro el total importe de la construcción”.

      En Jaraíz, según la documentación consultada en el Archivo Municipal, las gestiones para la construcción de nuevas escuelas comenzaron en 1929, por lo que pensamos que todo su importe debió pagarlo el Ayuntamiento. En 1929, las autoridades municipales solicitaron la construcción de un “Grupo Escolar de ocho grados” y el 25 de Marzo comienzan a hacer las gestiones ante los organismos oficiales en este sentido.

       “Se acordó comisionar al Sr. Alcalde Don Maximino Aparicio para que informe al Exmo. Sr. Gobernador de las proyectos de este Ayuntamiento sobre la construcción de un Grupo Escolar de 8 grados para niños y niñas, y recibir instrucciones para la más acertada tramitación y ejecución del mismo”.

        La Corporación Municipal puso todo su empeño en conseguir la construcción de este Grupo Escolar. Comenzaron haciendo los trámites necesarios para la obtención de un préstamo para la realización de las obras de la siguiente forma: “El 26 de Abril se comisiona al Secretario Don Juan Muñoz Sánchez para que se traslade a Cáceres con objeto de recibir instrucciones del Instituto Nacional de Previsión de la tramitación precisa para solicitar y obtener del mismo y de la Caja colaboradora un préstamo para la construcción de un Grupo Escolar”. (Arch.Mun.) Al mes siguiente, el 17 de Junio, el Ayuntamiento no duda en hipotecar el Dehesa Boyal para que le concedan el préstamo el Instituto Nacional de Previsión y la Caja Extremeña de Previsión Social.

      Además de las unidades escolares, se preveía también la construcción de viviendas para los maestros. No pudo conseguirse nada de esto debido a la caída de la Dictadura, y los locales escolares seguirían siendo antipedagógicos durante muchos años más.

      Otro grave problema de la Enseñanza en Jaraíz era el absentismo escolar,  ya que los niños tenían que ayudar a los padres en las faenas agrícolas. Ahora se acentúa este problema ya que el cultivo del pimiento para la obtención del pimentón, requerirá mucha mano de obra. Para estas labores, los padres retenían a los niños en el campo gran parte del curso escolar y sólo asistían a la escuela durante los meses de invierno. El Estado había publicado la Ley de Escolarización, pero en Jaraíz no se cumplía y no se obligó a los padres a la escolarización de sus hijos hasta la década de los años veinte. En el 1924, el Delegado del Gobierno Civil, al percatarse del incumplimiento de esta Ley, envía un escrito al Ayuntamiento con las siguientes palabras: “Que había notado el descuido de los padres por la instrucción de sus hijos, dedicándoles con prioridad a las tareas agrícolas. La Ley determina sin excusa ni pretexto la asistencia a las escuelas públicas a los niños mayores de 6 años”.

       Poco a poco los padres irán mentalizándose de este grave problema y procurarán escolarizar a sus hijos tanto en las escuelas públicas como en las privadas, ya que estas desempeñarán  un papel de primer orden en este aspecto, como veremos a continuación. En 1930 el índice del analfabetismo bajó en Jaraíz casi a un 57% frente al 70 % al comenzar el siglo XX.

      La Enseñanza Pública se limitó a la Primera Enseñanza, con cuatro unidades didácticas, dos para niños y dos para niñas. Pero a medida que avanza el siglo, la población sufre un gran aumento, por lo que estas unidades didácticas resultaban insuficientes para la erradicación del analfabetismo. Por este motivo, las autoridades municipales de 1929, al solicitar la construcción del grupo escolar, ya lo pedirán  de “ocho grados”: cuatro escuelas de niños y cuatro de niñas, como hemos referido.

      La calidad de la Enseñanza estuvo controlada por la Junta Local de Primera Enseñanza, que desempeñó un papel importante en el desarrollo de la Enseñanza en Jaraíz, ya que hacía un seguimiento de su funcionamiento, asistiendo a los exámenes de finales de curso y premiando a los niños más aplicados, entre otras actividades.

       Es muy importante señalar cómo la calidad de la Enseñanza fue una preocupación de las autoridades en todos los sentidos, tanto a nivel local como provincial. Se interesaron por la formación del profesorado y especialmente por su actualización, organizando Congresos Pedagógicos, como el que se celebró en Cáceres en Mayo de 1929. A este congreso invitaron a todos los maestros de la provincia mediante una circular que enviaron a los diferentes municipios.

       En Jaraíz se hace público el contenido de dicha circular el 13 de Mayo de la siguiente forma: “El Exmo. Gobernador Civil de la provincia con fecha 6 del actual en B.O. 110 relativa al Congreso Pedagógico que se celebrará en breve plazo en Cáceres, advierte del apoyo moral y material que los Ayuntamientos deben prestar al mismo y de la ayuda económica que los Ayuntamientos deben prestar a los maestros y maestras que existan…” La Comisión municipal acordó por unanimidad lo siguiente: “Que se hiciera constar su satisfacción por la celebración del repetido congreso, teniendo en cuenta los beneficios que ha de reportar a la enseñanza que se da en las escuelas; ofrecer a los profesores todo el apoyo necesario, especialmente para la extinción del analfabetismo”. A continuación manifiesta la dotación que se daría a los profesores para la asistencia: “Se les dotará con 85 pts. a cada maestro para que acudan al Congreso”.

 

IV.- B.- LA ENSEÑANZA PRIVADA.

IV.-B.- 1.- LA ESCUELA DE DON MARCOS.

 

      La enseñanza privada fue de una gran transcendencia cultural para Jaraíz, no sólo como contribución eficaz contra el analfabetismo, sino especialmente con la introducción de la Enseñanza Secundaria, ya que esta abrirá las puertas de las Universidades y Escuelas de Magisterio a muchas personas de la localidad, que de otra forma no hubieran podido acceder a ella.

      Recordamos que en Jaraíz había permanecido la Enseñanza Secundaria hasta mediados del siglo XIX, cuando la Desamortización de Mendizábal terminó con los bienes eclesiásticos, entre los que se encontraba el Colegio de la Vicaría, ubicado en la calle de la Fontana, que se fundó en el siglo XVI  y estuvo funcionando durante todos estos siglos de la Edad Moderna. Ahora se dará un gran paso en este sentido gracias a la iniciativa privada, con la novedad de que algunas de ellas será escuela mixta, donde podrán asistir juntos los chicos y las chicas, como fue el caso de la prestigiosa “Escuela de Don Marcos”.

       Don Marcos García Moreno fue el pionero de la Enseñanza privada en Jaraíz, que ejerció su profesión desde 1904 hasta 1949, casi medio siglo. Profesor de gran personalidad, se entregó de lleno al duro trabajo de la enseñanza, consiguiendo formar y alfabetizar a varias generaciones en los 45 años de trabajo. Intentó erradicar el analfabetismo de nuestro pueblo con gran esfuerzo, implantando las clases nocturnas y consiguiendo buenos resultados. Pero además fue la persona que dio los primeros pasos en la implantación de la Segunda Enseñanza, con la que comenzaron  a abrirse los horizontes intelectuales a aquellos chicos y chicas a los que se les había vedado por su condición económica. Algunos jaraiceños hicieron su Bachillerato gracias a las clases impartidas por Don Marcos, por lo que luego pudieron acceder a estudios superiores, tanto chicos como chicas. Muchas de ellas pasaron a la Normal de Magisterio de Cáceres donde cursaron sus estudios, siendo las primeras maestras naturales de Jaraíz. Fue una personalidad muy elogiada por la prensa de la época y muy querido por todos; el pueblo le dedicó la calle donde residió para perpetuar su memoria: Calle  D. Marcos García Moreno.

 

IV.- B.- 2.- COLEGIO DEL NIÑO JESÚS.

 

      El gran artífice de la implantación de la Enseñanza Secundaria en Jaraíz fue Don Marcelo Giraldo, sacerdote y párroco de la iglesia de San Miguel, con un sentido del trabajo y una actividad fuera de serie. Desarrolló toda clase de actividades, tanto religiosas como culturales e, incluso, deportivas.

     Cuando llegó en 1913 se dio cuenta del bajo nivel cultural de la población y consagró toda su vida a la culturización que tanto necesitaba. Fundó las Escuelas Parroquiales para lo que construyó un gran edificio: El Colegio del Niño Jesús. Aquí se impartió la Enseñanza Secundaria en toda regla, con un equipo de profesores de cuya eficiencia son muestra un buen plantel de jaraiceños que cursaron aquí sus estudios para acceder después a la Universidad, a las Escuelas de Magisterio o al Seminario. Estos serían  después los hombres que contribuyeron de una manera eficiente a elevar el nivel cultural, religioso, económico y sanitario de la localidad.

      Don Marcelo tuvo que luchar contra toda clase de dificultades hasta ver conseguido su proyecto, pero sin duda la mayor de todas fue la incomprensión de la sociedad jaraiceña, como él bien dice en sus Memorias : “…no creyeron nunca que llevaría a cabo esta ingente obra”.

      La Inauguración del colegio tuvo lugar el 7 de Octubre de 1917, siendo un gran acontecimiento no sólo para Jaraíz sino para toda la Vera. La importancia de este hecho  la pone de manifiesto la presencia a los actos de apertura del Sr. Obispo de Plasencia, encargándose él mismo de su inauguración. También fueron invitados a estos actos las asociaciones deportivas “Los Exploradores” de Plasencia y del Losar, además de todas la “fuerzas vivas” del pueblo y , de una manera especial, la corporación municipal, cuya invitación fue acogida con gran entusiasmo, aparte de personalidades importantes de la provincia. Ante tan importante evento, el Ayuntamiento decide preparar un buen recibimiento a todos los que vinieran al acto, por lo que se nombra a una Comisión para la organización. Esta estaba compuesta por los siguientes miembros: Don Felipe Gómez, Don Manuel Beite, Don Marcelino Serradilla, Don Luis Fernández y Don Antonio Curiel. Así lo expresa el texto: “Con motivo de la inauguración de las Escuelas Parroquiales y el Colegio de Segunda Enseñanza, vendrá el Sr. Obispo y Los Exploradores de Losar y Plasencia el 7 de Octubre, siendo de parecer debiera hacerse un solemne recibimiento y algún obsequio por parte del Municipio. Quedaron conformes y se autoriza a la Comisión para que disponga los que había que hacer”. (Arch. Mun.)

     Desde entonces el Ayuntamiento colaboró con el Colegio en todo lo que estuvo de su parte; asistía a presenciar las exámenes de fin de curso, invitado por Don Marcelo, con el fin de que las autoridades comprobaran  la calidad de la enseñanza que recibían los alumnos y el buen funcionamiento del centro: “Don Marcelo Giraldo, Director de las Escuelas Parroquiales y Colegio de Segunda Enseñanza invita al Ayuntamiento y a la Junta Local de Primera Enseñanza a los exámenes que tendrán lugar a partir del 15 del presente mes de Mayo. Acuerdan contestarle dándole las gracias y diciendo que concurrirán a los exámenes”. (Arch.Mun.)

     Se establecieron varias becas para aquellos alumnos que no tenían medios económicos y eran lo suficientemente inteligentes para cursar la Enseñanza Secundaria y aspirar luego a la Universidad. Una de estas becas la obtuvo el Ayuntamiento por la cesión de un terreno para completar el solar de la obra. La primera beca se otorgó a un niño de familia humilde que reunía las cualidades necesarias para este honor, el niño se llamaba “Francisco Pérez Tovar, hijo de Abundio y Trinidad”. En el documento consultado, además del nombre del niño, se cita la comunicación enviada por Don Marcelo al Ayuntamiento donde expone la concesión de dicha beca. Dice así: “El 30 de Septiembre de 1917 se da cuenta de una comunicación de Don Marcelo Giraldo por la que se comunica a este Ayuntamiento haberle concedido una plaza en la Escuela parroquial en recompensa del trozo de terreno que cedió para la misma, para que agracien al niño que estimen oportuno”. (Arch.Mun.) Aparte de ésta, hubo otras diez becas costeadas por el industrial Don Germán Gómez Cirujano y que Don Marcelo nos relata en sus Memorias de la siguiente forma: “Este señor, Don Germán Gómez Cirujano, cuando vio la obra del Colegio terminada, se presentó en mi despacho y me dijo: -Sr Cura, yo fui uno de los que tachó la obra de locura y mi conducta, sin duda, influyó en la escasez de ofrecimientos. En reparación le ofrezco 10 becas para niños pobres”.

     El Colegio estuvo funcionando hasta 1936. Después, el edificio ha sido centro de múltiples actividades religiosas, culturales y también didácticas, ya que las Religiosas de los Sagrados Corazones tuvieron allí su primer Colegio antes de la construcción del actual.

 

IV.-B.- 3.- LA ESCUELA DE PÁRVULOS.

 

     Otras dos escuelas completaron el panorama educativo de Jaraíz en el primer tercio del siglo XX: la Escuela de Párvulos y la Escuela de Dª Cándida.

     A pesar de las reiteradas promesas que habían hecho los distintos Inspectores de Enseñanza, en sus visitas al pueblo, de la fundación de una Escuela Pública de Párvulos, ésta no se consiguió nunca. De nuevo será la enseñanza privada la que solucionará este grave problema que tanto influirá en la alfabetización.

     La Escuela de Párvulos estuvo a cargo de la profesora Dª Carmen Remón Jiménez, que vino a cubrir la laguna que el Ministerio de Instrucción pública dejó, como ya hemos referido. El trabajo y la eficiencia de esta profesora fue tan importante para la culturización del pueblo que el Ayuntamiento decidió premiar sus desvelos y su buen hacer ayudándola económicamente en la obtención de material escolar y pagándole la renta del local de su escuela. Así consta en el acta municipal del 19 de Marzo de 1928: “Se acuerda conceder a Dª Carmen Remón Jiménez 150 pts. para enseres y renta del local de la Escuela Particular de Párvulos como premio a los buenos servicios”. Se observa en todo momento y a todos los niveles el apoyo de las autoridades municipales al desarrollo de la enseñanza con el fin de la erradicación del analfabetismo.

 

IV.- B.- 4.- LA ESCUELA DE DOÑA CÁNDIDA.

 

     Dª Cándida Mateos Iglesias fue la primera mujer de la localidad que obtuvo el título de “Maestra de Primera Enseñanza” en la Escuela Normal de Magisterio de Cáceres, el 30 de Septiembre de 1914. Su escuela estuvo en funcionamiento desde 1914 hasta 1929.

     El centro regentado por Dª Cándida también cubrió otra laguna docente dentro de la sociedad jaraiceña de la época: la educación y formación de las niñas y adolescentes, que a partir de los 12 años terminaban sus estudios primarios y, lógicamente, los padres estaban interesados en que completaran su formación. Las adolescentes y jóvenes de las familias más acomodadas realizaban esta fase educativa en Colegios Religiosos ubicados en Plasencia, en Talavera o en Madrid. En estos colegios, generalmente, no cursaban la Enseñanza Secundaria, salvo raras excepciones, sino que solían darles una cultura general de tipo humanista y científica, además de cursar otras asignaturas específicas como labores, música y urbanidad. Pues bien, la escuela de Doña Cándida cubrirá esta fase educativa, y las adolescentes y jóvenes de las clases medias y bajas de Jaraíz pudieron completar su formación en el pueblo.

     La formación humanista y científica que estas alumnas recibieron fue encomiable y recordada con gran afecto por todas ellas; así mismo fueron muy valoradas  las clases de Labores, imprescindible para las chicas de aquella época, donde las jóvenes bordaban sus “ajuares” y sus mantones de Manila para los Carnavales, en lo que Doña Cándida era una experta profesora.

     La Urbanidad era otra materia importante en aquella época y se impartía en las escuelas. Eran las llamadas “Reglas de Urbanidad” que las alumnas no sólo debían saber, sino poner en práctica si se pretendía ser una joven educada, cualidades muy valoradas en aquellos tiempos.

     Quizá sea ésta una de las facetas que las alumnas hayan agradecido más a su querida y recordada profesora: “¡Qué educación nos dio Doña Cándida!” comentaban siempre sus antiguas alumnas.

 

IV.- C.- LOS SEGUROS ESCOLARES.

 

     Muy pronto, la Enseñanza Privada de Jaraíz va a conseguir su Seguro o Mutualidad acogiéndose a la legislación vigente en esta materia. La primera institución que pone en práctica todo esto fue el “Colegio de Segunda Enseñanza y Escuelas Parroquiales Niño Jesús”, regentado por Don Marcelo Giraldo, acogiéndose al Real Decreto del Ministerio de Instrucción Pública del 7 del Julio de 1911. Al año siguiente de la inauguración del Colegio, ya estaban constituidos sus Estatutos, que fueron enviados al Gobierno Civil por su director Don Marcelo Giraldo y por Don Germán Gómez y Don Manuel López con el fin de solicitar el Seguro o Mutualidad Escolar.

     En este Reglamento se establecía una Junta Directiva formada por las personas más representativas de la sociedad jaraiceña y por un número de alumnos que tenían voz pero no voto en la asociación. Este Reglamento contaba con más de veinte artículos donde se citaban los objetivos y fines de la Mutua. Entre ellos destacaban la constitución de dotes infantiles, viajes escolares, colonias, cultura, higiene, lucha anti-alcohólica…etc. Otros artículos regulan el régimen económico, como las cuotas de los socios, suscripciones, socios honoríficos…etc.

     Las Escuelas públicas también conseguirán los Seguros Escolares  unos años después. Fue en 1922 cuando se crea la Primera Mutualidad para la Escuela de Niños denominada “Mutualidad Escolar Esperanza y Caridad”. Tenía los mismos objetivos y finalidad que la anterior: dotes infantiles, colonias, cultura, viajes escolares, lucha antialcohólica, además de “socorro mutuo de enfermedad y fallecimiento”. Para el ahorro se utilizan las Cajas oficiales, como la Caja Postal de Ahorro y para las pensiones y dotes infantiles se utilizaba el Instituto Nacional de Previsión.

     Las demás escuelas públicas de Jaraíz también tuvieron sus seguros como fueron la Mutualidad de Nª Sª del Carmen y la Mutualidad de Nª Sª de la Paz, cuyos domicilios sociales eran las dos escuelas de niñas que tenían los mismos objetivos y semejantes reglamentos.

 

IV.- D.- LAS ASOCIACIONES DE MAGISTERIO.

 

     Con la Dictadura de Primo de Rivera no sólo se intenta solucionar el problema de la deficiencia de Centros escolares con la creación de Grupos Escolares modernos, sino también se intentan solucionar los problemas del profesorado, que tan abandonado había estado en épocas anteriores. Por este motivo, entre otras soluciones se consigue la fundación de la Asociación de Magisterio a nivel Nacional, Provincial y Comarcal, con el fin de que se defiendan los derechos de este colectivo tan mal pagado y tan mal tratado durante tanto tiempo. Esta Asociación comienza a funcionar en Febrero de 1923 y podían pertenecer a ella todas las personas incluidas en este grupo según los datos recogidos en el Archivo Provincial: maestros titulares, maestros interinos, maestros sustitutos y maestros jubilados.

     La Asociación organizaba actividades formativas y culturales de distintos tipos. Entre estas hay que destacar la publicación de una revista que  se publicaba en Cáceres dos veces al mes y se enviaba gratuitamente a todas las escuelas de la provincia, con noticias referentes a la enseñanza, profesorado, actividades culturales…etc. La revista se denominaba “Magisterio Cacereño” con lo que se quería poner al día los temas educativos.

     La Asociación Provincial, que tenía su sede en Cáceres, dependía de la Nacional. La Asociación Comarcal tenía su sede en Jarandilla, ya que se ubicaban en las poblaciones que fueran cabeza de  Partidos Judiciales; todas las escuelas de los pueblos de ese Partido Judicial dependían de ésta, como era la Asociación de Jaraíz.

 

V.  CONCLUSIÓN.

La Enseñanza Primaria Pública siguió evolucionando durante la Segunda República. Se hicieron  realidad las ocho escuelas conseguidas al final de la Dictadura de Primo de Rivera: cuatro grados para niños y cuatro grados para niñas.

     El Grupo Escolar, en el que tantas ilusiones habían puesto los jaraiceños en tiempo de la Dictadura, no llegó a construirse hasta 1958 y su  edificación fue dotada de los sistemas pedagógicos más modernos de la época, con aulas espaciosas y ventiladas, biblioteca, salón de actos, pistas polideportivas…etc. Este Grupo Escolar se denominó “César Carlos”, con carácter conmemorativo con motivo del V Centenario de la muerte del Emperador Carlos V. Después se crearon otros dos Grupos Escolares más.

     El analfabetismo fue descendiendo de una manera notoria, contribuyendo a ello, en parte, la fundación por parte de algunos terratenientes, de Escuelas Rurales en sus dehesas  para los hijos de los medieros, los cuales pasaban en el campo casi nueve meses con sus padres, con motivo del cultivo y recolección del pimiento y del tabaco. Pero lo que dio el golpe definitivo al analfabetismo fue el “transporte escolar” y el interés, ahora, de los padres, por lo que los niños podían ya escolarizarse durante el curso escolar completo, sin perder ninguna clase.

     La Enseñanza Secundaria Privada sufrió un retroceso durante la Segunda República, ya que desapareció el Colegio del Niño Jesús y la Escuela de Dª Cándida y solamente continuó abierta la Escuela de Don Marcos.

     A partir de la década de los años cuarenta comienzan a fundarse Academias privadas que continuarán con la Segunda Enseñanza, como fue, en primer lugar, la Academia Amor y, posteriormente, la Academia-Colegio “Virgen del Salobrar”. Los resultados fueron extraordinarios, ya que los jóvenes de las clases medias y bajas pudieron cursar sus estudios de Bachillerato y, además, sus carreras de Magisterio, incluidas las oposiciones. Como alumnos libres que eran, se examinaban en el Instituto Gabriel y Galán de Plasencia y en la Escuela Normal de Magisterio  de Cáceres. Debido a estas circunstancias, Jaraíz fue una de las poblaciones con más títulos de Maestros de la Provincia. En la década de los años sesenta, la Religiosas de los Sagrados Corazones fundaron un Colegio de Primaria para niñas, con innovadores métodos pedagógicos  para aquélla época, en el antiguo Colegio de Don Marcelo que, posteriormente, se trasladó y se convirtió en  Escuela-Hogar. Asimismo, los religiosos de los Sagrados Corazones  fundaron otro colegio para niños, hoy desaparecido.

     En 1969 se fundó el Instituto de Bachillerato “Maestro Gonzalo Korreas”, que primero fue Sección Delegada del Instituto Gabriel y Galán de Plasencia hasta 1970, en que pasó a convertirse en  Instituto autónomo. Posteriormente se creó un Centro de Formación Profesional que, en la actualidad, se halla fusionado con el Instituto de Bachillerato. Como responsable que fui durante muchos años durante muchos años del Instituto Maestro Gonzalo Korreas, como fundadora y directora de este Centro, tengo que decir con gran satisfacción que aquí se han formado personalidades intelectuales destacadísimas en todos los campos de la actualidad: Catedráticos de Universidad e Instituto, Médicos de distintas especialidades, Veterinarios, importantes Juristas, Arquitectos, Ingenieros, Informáticos, Políticos, Empresarios…etc. pertenecientes a todas las clases sociales y que hoy son el orgullo de Jaraíz.

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nov 222013
 

Carlos J. Rodríguez Casillas.

 

1. INTRODUCCIÓN.

El año de 1812 se convirtió en una fecha trascendental para la historia de España, sobre todo, por ser el contexto en el que las Cortes de Cádiz culminaron el arduo proceso de redacción de una Constitución que, en principio, traería a nuestra nación nuevos aires políticos de signo liberal que romperían con la antigua tradición política española heredada del Antiguo Régimen. Sin embargo, más allá de lo que estaba sucediendo en Cádiz, el año de 1812 fue también un año decisivo en el devenir de la región extremeña, por cuanto se sucedieron en ella grandes hitos históricos, como fue la toma y conquista de Badajoz por parte del General Wellington.

 

En este sentido, este trabajo pretende poner de relieve el importante papel que cumplieron otros significativos personajes de nuestra región que, a pesar de permanecer en Extremadura durante dicho contexto, tuvieron que organizar políticamente el territorio, reestructurar su fuerza militar o mantener comunicados y coordinados a los mandos ingleses con las instituciones políticas españolas.

 

Toda una intensa labor civil, política y militar, que fue llevada a cabo, entre otros ilustres personajes, por un almendralejense que lamentablemente ha permanecido en un inmerecido olvido hasta nuestros días: el II Marqués de Monsalud, a quien va dedicada esta monografía.

 

2. LA VIDA DEL II MARQUÉS DE MONSALUD: EL RELATO DE UN GRAN PATRIOTA.

 

La vida de Juan José Nieto Aguilar, II Marqués de Monsalud, queda enmarcada por los grandes acontecimientos bélicos que sacudieron España desde finales del XVIII y la primera mitad del XIX, en lo que bien puede considerarse como una gran carrera militar que tendría su punto álgido durante la Guerra de la Independencia española, sobre todo, durante el año de 1812.

 

2.1 Su familia y su infancia.

 

Vino al mundo el 15 de abril de 1769 en el seno de una familia nobiliar que empezaba a mostrar una creciente progresión, los Monsalud. Su padre, el primer Marqués de Monsalud, había ido ganando con el tiempo cierta relevancia entre el sector aristocrático de Extremadura durante el siglo XVIII. De tal forma, que a los títulos que ya poseía su progenitor, sumó el cargo de Regidor perpetuo de Almendralejo y el título de Señor de la Villa y Tierra de Monsalud por concesión de Carlos III en 1762[1]. Igualmente, a toda esta sucesión de títulos adquiridos por vía paterna, habría que añadir el marquesado de Villamarín, que recibiría por parte materna.

 

Sin duda, se trata de unas estructuras familiares que se amoldan a los de toda una serie de hidalgos extremeños que constituyen un importante grupo denominado como “nobleza media” o “nobleza de provincia”, surgido en los siglos XVII y XVIII. Estos grupos terminarían por consolidarse y acrecentar su patrimonio mediante la realización de diferentes estrategias, como por ejemplo el desempeño de servicios destacados en la administración o el ejército, o el desarrollo de políticas matrimoniales entre miembros de igual condición[2].

 

Sin embargo, si todo parecía presagiar una vida cómoda para nuestro protagonista, la realidad sería sumamente contraria. En este sentido, cuando contaba tan sólo con cinco años de edad, tuvo que asistir a la desgraciada muerte de su madre. Desdichado hecho que la triste fortuna de la vida repetiría seis años más tarde, esta vez en la figura de su padre. Por tanto, a la corta edad de once años, se encontraba en vías de recibir un importante patrimonio que con tanto esfuerzo había logrado conseguir su familia[3].

 

Esta nueva situación de orfandad le obligaría a marchar a la localidad sevillana de Écija junto a sus hermanas Josefa y Javiera. Allí residía su abuela, Josefa Fernández de Santillán, esposa del Conde del Águila, la cual, acabaría haciéndose cargo de los tres hermanos. El resultado de todo ello fue sin duda una infancia que, en resumidas cuentas, terminaría marcada por unos tristes sucesos que permanecerían en el recuerdo de su niñez, desarrollada entre Almendralejo y Sevilla.

 

2.2. El inicio de su carrera militar.

 

No obstante, Nieto Aguilar mostraría una fuerte voluntad a la hora de superar tan dura adversidad, comenzando a inclinarse ya en su adolescencia por el estudio del “arte de la guerra”, como recogiera al respecto Mariano Carlos Solano, V Marqués de Monsalud y Real Académico de la Historia: “lleváronle sus naturales aficiones al estudio de las ciencias militares”[4].

 

Y es que no hay que olvidar, como afirma Francisco Andujar, que ni todo el patrimonio obtenido ni todos los honores nobiliarios que había venido consiguiendo su familia serían suficientes por sí solos para asegurar la consolidación y el futuro de la casa de Monsalud, por lo que bien podría considerarse dicha inclinación militar como un interesante medio para la promoción del título[5].

 

De tal forma, fruto de ese binomio nobleza / ejército, que afectó a gran parte de la nobleza media de esa hidalguía extremeña del siglo XVIII, levantaría a su costa parte de los tres escuadrones de un regimiento de carabineros junto a otros importantes insignes extremeños (como el Marqués de la Isla). Nacía de esta manera el que sería conocido como Regimiento de Carabineros de la Reina María Luisa[6]

 

Sea como fuere, con la creación de dicho cuerpo militar, del que Monsalud sería su coronel, nacería una profunda y estrecha relación con el ejército español que le llevaría a jalonar sus hazañas militares con los grandes hechos en armas de la nación española. Así, en 1793 se encaminaría hacia los Pirineos, en lo que sería su bautismo de fuego durante la Guerra de la Convención contra los revolucionarios franceses, y en donde pudo apreciar la importancia del desarrollo de unas tácticas guerrilleras que tanta importancia tendrían en un futuro no muy lejano. Posteriormente las campañas se sucederían, destacando la de 1798 en el Estrecho de Gibraltar y en 1801 en Portugal.

 

Y aunque en estos años también prestó servicio en la Corte de Carlos IV y posteriormente su vida política cobrara importancia durante el periodo liberal (que le llevaría a padecer un injusto ostracismo por parte de Fernando VII), qué duda cabe de que gran parte de la fascinación que suscita hoy día la figura de Monsalud nace de su destacada labor político-militar desarrollada durante el contexto de la Guerra de la Independencia española.

 

2.3. Su relevancia en Extremadura durante la Guerra de la Independencia

 

Precisamente, será durante este periodo histórico cuando el II Marqués de Monsalud ocupó un papel notable dentro de la política extremeña, al frente del Ejército de Extremadura y en las más diversas partidas guerrilleras que se levantaron por toda nuestra región.

 

2.3.1. Monsalud y la Junta extremeña.

 

La Junta que se constituyó en Extremadura en 1808, ante el enorme reto que tenía por delante, como era organizar política y militarmente los recursos de Extremadura para hacer frente al invasor francés, iba a dar su confianza a Monsalud para afrontar dicha tarea, otorgándole el cargo de Vicepresidente[7].

 

Asimismo, dentro de las diferentes comisiones que se crearon, quedó integrado en la de Guerra, fruto de su gran experiencia como militar. Actuando como vocal y director de la misma, se rodearía de un grupo de consejeros con los que trataría temas de gran interés en un contexto bélico, como son la formación de unidades militares, la preparación de planes y estrategias o el reconocimiento y evaluación de las diferentes plazas. El trabajo y el esfuerzo desempeñado en la toma de resoluciones, junto a su eficacia, la convertirían en una de las comisiones más activas y dinámicas[8].

 

Posteriormente, Monsalud destacaría como miembro de la Junta. Así, en agosto de 1810 se redujo el número de Vocales de la Junta extremeña. Tras sucesivas votaciones quedó definido el nuevo organismo. Monsalud fue elegido en la primera votación, siendo nombrado Vicepresidente, probando así el reconocimiento que le profesaban sus compañeros. Una aprobación que sin duda era debida al ánimo inusitado que mantendría ante las adversas circunstancias. Así, aunque no pueda considerarse más que como voluntariosa proclamación, el Marqués, junto a otros miembros de la Junta de Extremadura, declararía la guerra a Napoleón, poniendo precio a su cabeza. No obstante, si bien ésta era una proclama descabellada, resultaba también una muestra de férreo compromiso con la causa, ya que firmar dicho documento era firmar una sentencia de muerte segura en caso de caer en manos francesas[9].

 

Posteriormente, ya a finales de 1811 y comienzos de 1812, como analizaremos más adelante, Monsalud se erigiría como la figura política y mediática más representativa de todo el contexto extremeño, como sin duda le reconocerá Wellington, cuando dijo las siguientes palabras ante la destitución de Nieto Aguilar:

 

«They have sent an inefficient person, a — —, to in command Extremadura, displacing Monsalud, with whom we have all hitherto gone on well»[10].

 

2.3.2. La relación del Marqués de Monsalud con el Ejército de Extremadura.

 

El carisma de Monsalud era indiscutido, como hemos podido apreciar en el anterior apartado. Precisamente, fue fruto de esta valía por la que sería promovido al empleo de Mariscal de Campo el día 2 de junio de 1808 por el Secretario de la Junta, López Martínez.

 

Poco tiempo después, la energía mostrada en el desempeño de su oficio, digno de admiración entre sus compañeros, haría que la Junta le nombrase Inspector de las Tropas de Extremadura tan sólo dos días más tarde[11]. Entre sus atribuciones estaba formar el Ejército de Extremadura y buscar el sustento y la financiación que pudiera sostenerlo.

 

En este sentido, crear una tropa, vestirla, armarla, aprovisionarla o poner las plazas en condiciones de defensa, como expone Gómez Villafranca[12], era algo indispensable para organizar militarmente Extremadura. Esto supuso una tarea ardua donde Aguilar demostró un gran esfuerzo. En este sentido, Monsalud efectuó una solicitud a la mayoría de las localidades y partidos para que enviasen a Badajoz todos los equinos posibles. Poblaciones como Mérida[13] o Jerez de los Caballeros se verían afectadas por dichas medidas, debiendo, además, los emeritenses entregar al Marqués suministros tales como trigo, cebada, garbanzos, aceite, vino, reses vacunas, habas o ganado lanar[14].

 

Con el paso del tiempo sus iniciativas seguían siendo numerosas, en un intento de engrosar las filas del nuevo ejército que se estaba constituyendo, llegando a ampliarlo, incluso, con desertores de otros cuerpos:

 

«Habiendo manifestado a la Junta el S.or Marqués de Monsalud la facilidad que le ofrecía el habérsele presentado el T.e Coronel de Inf.a del Rey D.n Xenaro de Rafabal de hacer venir una partida de 100 y más suizos y otros desertores de otros Cuerpos y hacer otros serv.s importantes a la causa pp.ca»[15].

 

Sea como fuere, en septiembre de 1808 la Junta de Extremadura había sido capaz de levantar un conglomerado de fuerzas que compondrían una hueste de más de 12.000 hombres, junto a unos 1.200 de caballería. Consciente de la capacidad organizativa y del celo mostrado por el Marqués en la formación del Ejército de Extremadura, como recompensa a tan arduo sacrificio, fue nombrado Teniente General el 22 de septiembre[16].

 

Ya en 1809 Cuesta relevó a Galluzo en el mando. Éste, junto a Nieto Aguilar y su equipo comenzarían a trabajar en la difícil tarea de reorganizar el Ejército de Extremadura. Si esfuerzo había costado levantar el primero, aún más costaría el segundo. Hay que partir de la premisa de que los pocos efectivos que permanecían se encontraban totalmente exhaustos y abatidos tras las sucesivas derrotas que sufrieron ante los franceses. A esto, habría que sumar el recelo de la población a integrar parte de sus filas, debido a la traumática experiencia que tuvieron los primeros soldados que lucharon contra las fuerzas imperiales.

 

A pesar de ello, a mediados de enero de 1809 la tropa se había reorganizado, con un número importante de hombres. La energía y el celo mostrados en el desempeño de este trabajo habían sido enormes, como poco después señalara el Marqués en documento mandado a la Junta Central:

 

«Esta Provincia formó sus tropas, las havilitó de lo preciso, y después de dispersas las reunió y organizó sin perdonar gasto ni fatiga. Pero estos esfuerzos la han constituido en el mayor apuro, con el peligro de que perdido este importante punto se internen los enemigos»[17].

 

Posteriormente la Junta de Extremadura, por acuerdo del 21 de julio, comunicó al Marqués que se trasladase a Sevilla, donde se encontraba el Gobierno Central. Debía solicitar en su nombre ayuda para la región extremeña, y de igual manera, debía expresar la situación en la que se encontraba la misma. Esta circunstancia, sería aprovechada por el Gobierno para nombrarle Segundo Jefe del 5º Ejército.

 

2.3.3. La implicación de Monsalud con la guerrilla en Extremadura.

 

El Marqués de Monsalud, consciente de la debilidad militar que el ejército español padecía, sobre todo tras su desorganización por las consecutivas victorias francesas, y gracias al gran conocimiento que tenía de las técnicas guerrilleras debido a su experiencia en la Guerra de la Convención, pronto advertiría la necesidad de desarrollar tácticas propias de la guerra de guerrillas. Como expone Marcelino Cardalliaguet, durante 1809 Monsalud iba organizando la guerrilla en Extremadura y se dedicaba a dar golpes de mano a los destacamentos franceses que aparecían por las zonas montañosas y boscosas[18].

 

En este sentido, desde Abril de 1809, el Marqués, por acuerdo de la Junta, dirigiría desde Tierra de Barros este tipo de acciones, estableciendo su campamento base en la población de Nogales. Allí se entablarían durísimos combates por parte de las guerrillas y el ejército francés, como se desprende del parte remitido por Aguilar y recogido por Gómez Villafranca:

 

«Esta tarde a las tres salí al frente del enemigo con el todo de esta división para ir enseñando á estos paisanos que la componen subdividiéndola en ocho columnas, y á la vista de sus avanzadas formé a batalla mandando salir dos guerrillas q.e se tirotearon con ellas, y el resultado fue que habiéndose retirado precipitada.te a S.TA Marta formó el todo de ellos detrás de la Ermita. Aunque pudiese haberlos desalojado de dicho punto, no me pareció conveniente por no ser fácil de sostener con la poca caballería que tengo, pero tan luego como me considere con fuerzas suficientes, no tan sólo los rechazaré, sino q.e les perseguiré todo cuanto pueda»[19].

 

Todavía en 1810 y 1811 continuaría manteniendo la coordinación y organización de las diversas partidas guerrilleras que actuaban en la Provincia. Éstas seguían siendo de gran valía, ya que cuanto más crecía el territorio que debían controlar los franceses, más complicado se hacía su dominio. Buena cuenta de ello da Villafranca con las múltiples acciones guerrilleras sucedidas mientras se volvía a disponer de un ejército en condiciones.  En este sentido, un claro ejemplo al respecto fue el frecuente contacto que mantuvo, entre otros, con los hermanos Cuesta[20] o con John Downie, como lo demuestra la siguiente misiva del inglés:

 

«Ecm.o S.or Marqués de Monsalud = Londres y noviem.e 17 de 1810 = Estimadisi.o S.or y mi dueño. Tengo el sumo gusto de participar a V. Ex.a que todo quanto era relativa a mi misión a este País lo tengo realizado al sumo de mis mayores deseos, de modo que los afanes y trabajos que he tenido en este desempeño no han salido malogrados, lo que me consuela, todo lo que faltava de vestuario y aprestes para la Leal Legión se embarcan en 5 días y saldré el 24 para Lisboa y puede V. Ex.a cuentar con mi presencia cosa de una semana después que reciva ésta. Llevo en mi compañía a mi hermano D.n Carlos que tendré el gusto de presentar a V. Ex.a (…)»[21].

 

2.3.4. El Marqués de Monsalud como eje central de las comunicaciones en Extremadura.

 

La falta de una red estable de comunicaciones, debido a la penetración francesa por suelo extremeño, se vería potenciada por la continuada peregrinación de la Real Audiencia y la Junta extremeña de sus sedes habituales. Una carencia que fue ocupada por la personalidad y por la propia valía de destacados personajes, como sin duda fue Monsalud, en especial para el periodo de 1811-1812[22].

 

En este sentido, Nieto Aguilar mantendría informada a la Junta Central, y posteriormente a la Regencia de Cádiz, de lo sucedido en Extremadura. Asimismo, establecería una buena diplomacia con el ejército británico y tomaría acertadas decisiones dentro de la milicia española. Además, consiguió desplegar una profunda red de información sirviéndose de las noticias que le enviaban las diferentes partidas guerrilleras que actuaban por nuestra región, a lo que habría que sumar las indagaciones obtenidas por sus confidentes.

 

Las instrucciones dejadas por el general Castaños a finales de 1811 no hacen sino ratificar esta tesis:

 

«Instrucciones generales p.a el Comandante general interino de la Provincia de Extremadura, reserva y distrito militar, Marqués de Monsalud, Ten.te Gral. de los R.a Extos. (…)

El Marqués de Monsalud como Comand.te en Gefe del distrito militar no permitirá la formación de partidas que tengan p.or objeto la tranquilidad y seguridad de los Pueblos existentes en país ocupado p.or el Enemigo: Protegerá los Esquadrones francos y partidas de Guerrilla, obligándolos con maña a q.e respeten las propiedades y se empleen solo contra el Enemigo. Del mismo modo conservará con el mayor cuidado las correspondencias de los confidentes del interior, para que no falten destos sobre que puedan emprenderse las operaciones de las tropas.

De todas las noticias de enemigos q.e reciva q.e puedan ser de algún interés p.a el Gral. Comand.te de las tropas Inglesas, y de las operaciones del 5º Exto. avisará a uno y otro Gefe con la mayor brevedad posible.

Conservará la mayor inteligencia con el General Comande interino del cuerpo de operaciones Conde de Penne Villemur, y la mayor armonía con el Teniente Gral. Hill, Comandante de las tropas Inglesas, sus Gefes y Oficiales (…)»[23].

 

A su vez, las noticias de los hechos que se iban sucediendo no sólo las difundiría entre las altas instancias, sino también entre el pueblo, a través de publicaciones como la Gazeta de Extremadura, financiada en su mayoría por el propio Monsalud. Y es que la demanda de información era muy acusada en los duros momentos de la guerra, en los que la población estaba carente de noticias, como puede verse en la siguiente carta dirigida al propio Marqués:

 

«Estos pueblos limítrofes al enemigo están sumidos en una crasa ignorancia, tanto en lo q.e toca a los sucesos gloriosos de nras. armas, como o q.e respecta a las varias providencias, q.e se han tomado en los últimos tiempos, para hacer la felicidad de la nación y en particular de la provincia, q.e en breve recobrará su antiguo explendor. Para remediar en parte esta ignorancia, origen de muchos males, en especial del de la apatía, sería muy conveniente q.e V. E. mandara en la secretaría de la Junta Sup.r se me remitieren algunos papeles públicos con los q.e se instruyesen e inflamasen estos habitantes»[24].

 

Asimismo, sería el encargado de difundir escritos tan importantes como la propia Constitución de Cádiz, llegando a dar voz a tan magno texto en lugares como Salamanca, como se recoge en la siguiente carta mandada por Aguilar desde Valencia de Alcántara:

 

«Yo espero del acreditado zelo que en todas las ocasiones ha manifestado esa Ilustre Universidad, repetirá ahora nuebas pruebas de su adhesión y patriotismo contribuyendo con sus superiores luces á tan grande obra de la Constitución, que indudablemente hará la felicidad de la Nación, instruyendo a todos en sus sabios y sólidos principios»[25].

 

A la vista de lo expuesto, qué duda cabe de que Monsalud terminaría por convertirse a lo largo del conflicto en uno de los pilares fundamentales en lo que a información se refiere, manteniendo un contacto continuado y fluido con los efectivos militares y su generalato (tanto español como británico), además de recabar todo tipo de información sobre la situación del enemigo con las partidas guerrilleras y confidentes, a la vez que daba voz de todo lo sucedido en nuestra región, y fuera de ella, al Consejo de Regencia.

 

Un magnífico caso al respecto lo encontramos en la siguiente misiva escrita por el propio Monsalud en junio de 1812 desde Valencia de Alcántara, por la que se muestra el temor de los franceses a que su correo pudiese ser interceptado por la red de espionaje española, además del sistema que los galos habían logrado desarrollar para evitar que sus mensajes fueran descifrados y cómo Monsalud fue capaz de descifrarlo y difundir dicho código:

 

Parte de un mensaje francés cifrado:

 

«Madrid le 21 Juin 1812 = a Monsieur le General Comte d´Erlon = Monsieur le General = M.r le M.al Jourdan ma commuique votre leerte du 4 Juin. 9.v0,, .^49.::, . 5.xx, 9.4;,3. 9,6v,::-, ,99, 0.v2x, x;v 9.v0,, 3, 5:v6;4.9 (…)»[26].

 

Código descifrado:

 

«Madrid le 21 Juin 1812 = a Monsieur le General Comte d´Erlon = Monsieur le General = M.r le M.al Jourdan ma commuique votre leerte du 4 Juin. l´armeé anglaie a passe l´agueda elle marché sur l´armeé de Portugal (…)».

 

3. LA RELEVANCIA DEL MARQUÉS DE MONSALUD EN EXTREMADURA DURANTE 1812

 

El año de 1812 iba a representar para Extremadura, prácticamente, el final de la guerra, cuando menos, el término de las grandes ofensivas militares. Hay que recordar, en este sentido, que ya a finales de 1811 Napoleón iniciaba el retiro de parte de sus tropas para mandarlas a Rusia, lo que causaría tanto una reducción de su número, como la pérdida de sus soldados más experimentados. Esta nueva coyuntura bélica sería aprovechada por los aliados, que desde entonces llevarían la ofensiva y el peso de las operaciones. Además, desde Cádiz terminarían por abrir las ventanas que hicieran llevarse los viejos aires rancios del Antiguo Régimen para dar la bienvenida a los nuevos vientos constitucionalistas. De todo ello sería testigo la Extremadura de 1812, en la cual Monsalud tuvo una relevancia fundamental en cada uno de estos acontecimientos, dándoles, a su vez, voz entre el común del pueblo, como ya hemos tenido ocasión de comprobar anteriormente.

 

En lo que respecta al propio Monsalud, ya desde finales de 1811, más concretamente a finales de año, el 24 de noviembre, como queda reflejada en la información conservada en el Archivo de la Abadía de Montserrat, Aguilar era investido por la Regencia con grandes facultades para actuar en Extremadura. Se le nombró Comandante General del ejército y Provincia, Presidente de la Junta de Extremadura y se le dotó con el gobierno político de la Provincia, quedándole otorgado el pleno poder[27].

 

Dicha acción terminaría por concretarse con las instrucciones que le dejaba Castaños el día 4 de Diciembre y en donde se le especificaban un sinfín de oficios a desempeñar[28]. Entre ellos, mantener viva la confianza en el ejército y las poblaciones, debiendo encargarse del suministro y sostenimiento de las tropas de reserva y cuerpos de operaciones. Sería el encomendado de mantener el rigor del sistema establecido contra la delincuencia. Habría de cuidar de la buena disciplina entre las tropas reservistas. Esforzarse por administrar el estado de los hospitales. Que las guerrillas actuasen de forma constante en acciones contra el enemigo, persiguiendo a las que hicieran daño a las poblaciones. Permanecería en continuo contacto tanto con sus superiores del Estado Mayor, como con las partidas y confidentes para tener un pleno conocimiento de la situación; al igual que debería comunicar cualquier suceso relevante a la Regencia[29].

 

De esta manera, Monsalud terminaba siendo recompensado por una larga lucha de entrega y sacrificio, en la que nunca perdió la confianza en sí mismo, ni en las posibilidades de victoria de nuestros ejércitos.

 

Ya en enero de 1812 se recibió con satisfacción la noticia de la caída de Ciudad Rodrigo en manos inglesas, lo cual dejaba vía libre para el rescate de Badajoz. Pronto, británicos y españoles aunarían esfuerzos en aislar la plaza fuerte, cortar sus comunicaciones y comenzar el asedio. Y mientras esto ocurría, Monsalud apartó los demás asuntos militares para centrarse en la resolución de este conflicto, ya que requeriría de toda su actividad, como veremos a continuación.

 

 El 11 de marzo, Wellington estableció su cuartel en Elvas, desde donde comenzaría a planear e idear el futuro sitio de Badajoz. En vista de ello, O´Lawlor, en una extensa carta desde Elvas, solicitó a Monsalud diversos planos e información sobre el estado de la zona comprendida desde el Guadiana hasta Ayamonte. Además, le requirió la aportación de víveres con carros y acémilas, empezando por Cáceres, Miajadas o La Roca.

 

El día 14 de marzo, Wellington cruzaba el Tajo en dirección a Badajoz para establecer el asedio a la plaza fuerte, comenzando sus ataques el día 16. Una de las primeras decisiones fue la de intentar cortar toda vía de auxilio a la ciudad, estableciendo un cordón de seguridad que se situó por las zonas de Los Santos de Maimona, Zafra y Llerena. Se pretendía abortar cualquier tentativa de Soult. Por esta razón, a los pocos días, Wellington envió un comunicado a Monsalud en el que se le reconocía su colaboración. El 25 de marzo, en otra carta del inglés, le exponía los planes que tenía diseñados para el asedio, indicándole que le facilitara toda la información posible sobre el estado de Sevilla, Toledo y Talavera[30].

 

Los trabajos en torno a la ciudad se sucedieron con mucho sacrificio y voluntad. Todo el día a día de lo que estaba sucediendo era conocido en Cádiz, fruto de los mensajes que Monsalud les remitía de forma constante[31].Ya en abril, producto de una costosa jornada, donde los hombres de Wellington sufrieron la pérdida de unos 5.000 hombres, la ciudad de Badajoz fue librada de los franceses. De nuevo, Monsalud pondría rápidamente en aviso al resto de instituciones de lo sucedido:

 

«A los veinte y un días de sitio fue tomada por asalto la plaza de Badajoz, a las dos de la madrugada de este día, habiendo empezado el ataque a las nueve y media de la noche del de aier»[32].

 

El deseo de venganza cegó a los británicos, saqueando la ciudad y cometiendo múltiples atropellos ante una población agotada tras los duros días de sitio. Los españoles, por su parte, pasarían por las armas a todo sospechoso de colaboracionismo. El escenario no podía ser más dantesco, como el mismo Monsalud tuvo ocasión de ver al llegar nada más conseguirse el control[33].

 

Fruto de la confianza y respeto que Wellington depositaba en él, le confirió la custodia de la capital pacense, no dejando capacidad de actuación a ninguna otra persona[34]. Entre ambos, comenzarían a planificar la reorganización del lugar, que no podía llevarse a cabo sin la ayuda del Lord inglés debido a la falta de recursos[35].

 

El ambiente era de lo más trágico y los bienes escaseaban, hasta tal punto, que el Gobierno Nacional no dotaría de recursos para la reconstrucción de la ciudad hasta llegado el mes de mayo. Los muertos tuvieron que permanecer sin sepultura hasta que no se recibió gran parte de ese dinero. Se necesitaría todo el mes de abril para que los difuntos fuesen quemados o enterrados y hacer que se limpiasen las inmundicias de las calles[36]. Además, la población que sobrevivió se moría de hambre; como escribiría el Marqués, “la población se halla mui desnutrida, particularm.te el hospital, quarteles, conventos”[37].

 

La situación era acuciante, tanto para Badajoz como para el resto de la Región y las misivas que mandara Monsalud para soliviantar con suministros a aquella plaza le serían rechazadas, debido a la incapacidad de unas poblaciones arrasadas por la guerra. Esto ocurrió con Jerez de los Caballeros[38], pero también con Trujillo[39] o Coria[40], siendo un fenómeno global a toda Extremadura. Caso paradigmático lo constituye la ciudad de Cáceres, al quedarse agotada de suministros en los primeros compases de la guerra; como bien ha documentado J. C. Martín, Mª. J. Teixidó y F. Jiménez, en el apartado dedicado en su estudio al abastecimiento de la ciudad[41].

 

Por otra parte, una vez retomada cierta tranquilidad tras los tremendos sucesos que ocurrieron en torno a Badajoz en el primer semestre de 1812, se reanudó el hostigamiento contra los franceses. Wellington decidió emprender una marcha que cortase los puntos estratégicos de acceso a nuestra región, por lo que marchó al norte, apoderándose de las rutas cercanas al Tajo. Este movimiento se vería beneficiado por la campaña de Rusia, que reclamaba cada vez más hombres, por lo que parte de los ejércitos napoleónicos continuaban el abandono de la Península, retirándose un gran número de efectivos situados en la orilla del Tajo.

 

Hill, a finales de agosto, recibió órdenes de atacar las tropas situadas en el sur de Extremadura. Sin embargo, los adversarios, que debían estar en Llerena, huían por Azuaga camino de Córdoba. Los grandes contingentes enemigos parecían alejarse definitivamente de la región. Este hecho le sería confirmado a Monsalud por Villemur que, al mando del ejército de Vanguardia, observó como los franceses habían evacuado la Provincia. El gran peligro había pasado[42].

 

Franqueados estos hechos, Aguilar pudo desempeñar su oficio como Presidente de la Junta con mayor soltura. Hay que recordar que a comienzos de 1812 el texto constitucional que se había venido gestando durante tanto tiempo comenzaba a vislumbrarse con la lectura y debate de la última parte del proyecto, en la que tanta relevancia tuvieron los representantes extremeños, como Muñoz Torrero o Calatrava. Por fin, el 19 de Marzo quedó aprobada la nueva Constitución, mostrando su adhesión y felicitación por tan ardua tarea legislativa la Junta extremeña, con Monsalud a la cabeza. Por estas fechas, sería el encargado de difundir el texto constitucional por diversos organismos que trascendían las fronteras extremeñas, como hemos podido analizar anteriormente con el caso del texto enviado por Aguilar a la Universidad de Salamanca.

 

Ya en agosto del 1812, Monsalud iniciaba el expediente para preparar las elecciones de diputados a Cortes ordinarias y para los miembros de la futura Diputación Provincial. Bajo su presidencia se constituyó una “Junta Preparatoria” que tendría lugar en Valencia de Alcántara. Dos días después se comunicaba a la Regencia las primeras diligencias adoptadas, como el calendario electoral. Mientras se esperaban los plazos indicados, fue nombrado Capitán General de la Provincia el Marqués de Palacio, que le relevaría en el cargo, disolviéndose posteriormente la Junta Provincial a la que Monsalud había prestado tantos servicios[43].

 

4. UN EPÍLOGO PARA EL FINAL DE SUS DÍAS.

 

Juan José Nieto Aguilar, como se ha podido ver en estas breves líneas, estuvo a la altura de las adversas circunstancias que el año de 1812 impuso a Extremadura. En este sentido, supo erguirse como una de las figuras más destacadas en todo el profundo proceso de trasformaciones político-institucionales, tomando parte activa en los más diversos asuntos militares y políticos que su dilatada ocupación le podía permitir.

 

Además, debido su personalidad afable y emprendedora, conseguiría mantener una relación armónica entre el ejército y la administración. Fue uno de los ejes centrales en las comunicaciones, estableciendo los cauces de una verdadera red de información y de espionaje. Esta probada actitud, no sólo quedó manifiesta en la toma de decisiones, sino que en periodos críticos, no dudaría en empuñar las armas en la lucha contra el invasor francés. Por otra parte, las relaciones con el mando del ejército británico se vieron favorecidas e impulsadas, manteniendo una gran amistad con el mismísimo Wellington.

 

Posteriormente, con el retorno de Fernando VII en 1814, mediante el llamado Manifiesto de los Persas, los cimientos de aquel nuevo Estado que se había venido gestando con tanto sufrimiento en las Cortes gaditanas se desquebrajaron por el nuevo rumbo antiliberal que imprimió la política fernandina, restableciendo el viejo orden gubernativo. La Constitución de Cádiz fue suspendida y las Cortes disueltas. Con los meses, el monarca pudo ir restableciendo las antiguas instituciones del pasado y que tan poca efectividad mostraron durante el conflicto contra los franceses.

 

Bajo este contexto, Monsalud sería llamado a la Corte para prestar servicio cerca del Infante D. Carlos, del cual sería nombrado Primer Caballerizo el 29 de febrero de 1816. Durante todo este tiempo, más que preocuparse en sí mismo y el disfrute de la vida cortesana, Nieto Aguilar siempre buscaría el bien y la mejora del pueblo y sus conciudadanos. La situación política no invitaba a ello, no obstante, se serviría de otros instrumentos de actuación, como las Sociedades Económicas de Amigos del País, para impulsar medidas que desarrollaran tanto Extremadura como la propia Nación.

 

En este sentido, a mediados de 1816 quedaba constituida la Sociedad Económica de Badajoz, incorporándose ya en agosto Monsalud. Desde entonces, los servicios prestados a dicha Sociedad serían encomiables. En este sentido, pondría todo su empeño y medios para impulsar la creación en Badajoz de una escuela de dibujo y una cátedra de agricultura, fruto de la mala situación a que la guerra había quedado postergada Extremadura. Buena prueba de la preocupación que Aguilar mostraba por el progreso de la región extremeña lo constituye una carta mandada a su amigo Manuel de Silva:

 

 «Mi apreciable amigo: Hace tiempo que nada he dicho pues que nada ocurría, pero siempre he estado trabajando a favor de la prosperidad nacional y dirigiendo mis miras hacia esa provincia, desgraciada y olvidada de toda clase de establecimientos de enseñanza pública […] no debe pasar más tiempo sin que se atienda al remedio de males que si continúan, cuando las demás provincias de la Monarquía se les ve prosperar porque a su agricultura, a sus artes y a su comercio se les protege, la desgraciada Extremadura irá disminuyendo su población, careciendo de una agricultura bien entendida, desconociendo las artes, y por consiguiente sin comercio»[44].

 

El ascenso que Monsalud había venido adquiriendo con el paso de los años era impresionante. El interés mostrado en el desarrollo de Extremadura y la nación española le hacía ser considerado entre sus contemporáneos como un personaje encomiable. Así, llegados a esta etapa de su vida, si bien todo parecía presagiar un futuro igual de prometedor, dos hechos se iban a cruzar en su vida, El Trienio Liberal y la Década Ominosa.

 

Con el pronunciamiento del Comandante Riego comenzaba a desarrollarse la segunda tentativa liberal en España. Fernando VII el día 8 de marzo de 1820 restableció la Constitución de 1812. Pero la vuelta del orden constitucional no sería más que un espejismo, que tan sólo cuatro años más tarde traería funestas consecuencias[45].

 

La Constitución sería jurada por Monsalud a mediados de marzo de 1820. A partir de entonces no se le consideraron más distinciones militares, en lo que sería el preludio de su triste futuro. En abril de 1820 cesa como Primer Caballerizo, no obstante pasaría a ocupar la presidencia del Tribunal Supremo de Guerra y Marina. Dos años más tarde fue nombrado Decano de dicho tribunal.

 

Pero sería el año de 1823 el que marcó verdaderamente un duro punto de inflexión en su vida, ya que a partir de este momento, tanto su carrera como su propia persona sufrirían una pronunciada persecución. En este sentido, por aquellos entonces, la coyuntura internacional existente se inclinaba hacia una vuelta del absolutismo y el tradicionalismo político. Fernando VII aprovechaba dicho contexto para reclamar su soberanía, siendo oído y apoyado por el resto de potencias. El temor a la expansión de acciones similares a las ocurridas en España haría diseñar a las diferentes fuerzas absolutistas un plan de actuación que se terminaría concretando en el Congreso de Verona. El rechazo a las peticiones del restablecimiento de la autoridad del rey concluiría con la invasión extranjera del Duque de Angulema a primeros de abril de 1823. Apoderándose sus tropas de Madrid en mayo del mismo año, tanto el rey como las Cortes se trasladarían primero a Sevilla y posteriormente a Cádiz. Cuando partieron el 13 de junio hacia la ciudad gaditana estalló una enorme insurrección popular sacudiendo todos los rincones de Sevilla. Monsalud sería buen testigo de lo sucedido; como él mismo relató:

 

 «Notorio es el horrible saqueo que sufrí el 13 de Junio de 1823 en Sevilla, en el que estuve ya atado y en el acto de ser fusilado, debiendo milagrosamente mi existencia á un sargento que había servido en mi regimiento y se hallaba entre los sublevados. Perdí cuanto tenía, arruinándome para siempre, siendo una de las pérdidas que más he sentido, todos mis despachos y documentos relativos a mi carrera militar» [46].

 

 Pero aún le quedaban peores y terribles sucesos que padecer. Una vez capitulada Cádiz ante las tropas francesas a primeros de octubre de 1823, Fernando VII fue restablecido en el poder. Riego sería ejecutado públicamente y las esperanzas españolas de emprender el vuelo revolucionario echadas por tierra. Comenzaba de nuevo un absolutismo que desencadenaría desde sus primeros momentos una represión durísima.

 

Tan sólo ocho días después de la toma de Cádiz, sería detenido y llevado preso a la cárcel pública de la misma ciudad por orden del monarca. En su declaración tuvo que jurar, entre otras cosas, que no pertenecía a ninguna secta, no haber hecho la guerra contra los realistas o no haber desconocido nunca la autoridad de Fernando VII. Pero éste, el Deseado, aquél por el que tanto había luchado y por el que tantos sufrimientos había padecido, le recompensaba con prisión. Aguilar permanecería incomunicado y hasta pasado más de un año no volvería a prestar declaración. Debido a la corrección y la oficialidad que siempre mostró en el desempeño de sus diferentes oficios, alejándose en todo momento de las disputas y controversias políticas, no había causa alguna por la que se le pudiera juzgar. Sin embargo seguía preso bajo la siguiente premisa, “que siga la causa y que se fastidie”[47].

 

La crueldad con el que el monarca se ensañaría con el Marqués fue enorme. Formado un expediente de impurificación contra su persona, sería declarado culpable, debiendo entregar sus despachos. Estos le serían arrebatados, al igual que sus condecoraciones en los primeros meses de 1828.

 

Nunca jamás olvidaría lo sucedido en el resto de su vida. Una vez terminado su cautiverio, volvía a pisar la calle, pero la estancia en el presidio le hizo cambiar. Aquel personaje intrépido y audaz que nunca se daba por vencido era en estos momentos un hombre cansado y hastiado. Retomaría su vida, ahora de civil, junto a su familia, que en un comportamiento ejemplar nunca se separó de él. Marcharían a Almendralejo, lugar que casi nunca volvió abandonar.

 

A pesar de todo, su regreso, que suponía la libertad a un injusto presidio, se convertiría en un auténtico suplicio en los primeros momentos a su llegada. En 1833, en mitad de la calle, a la vista de todos sus vecinos, su mujer era injuriada y agredida. Las justicias del lugar no harían nada en su favor, debiendo reclamar la aplicación de la ley a la Real Audiencia de Cáceres, lo que en el fondo demuestra el pesado lastre que arrastraba desde su presidio. Como se expone en el propio caso:

 

«remitido el proceso, formalizó el Marqués la acusación pidiendo el castigo que según las leyes se merecen no solo los abominables escesos del injuriante, más también el escandalosos perjurio de algunos de los testigos examinados en la información,  la criminal condescendencia del Padre del reo [miembro del ayuntamiento] y hasta la conocida parcialidad del Regente de la jurisdicción»[48].

 

Pero a pesar de todo ello, a Monsalud aún le quedaban muchos sucesos que vivir y todavía tendría tiempo de recobrar su dignidad. En 1832, se proclamó el Decreto de Amnistía por la Regente María Cristina. Un año más tarde, en el mes de junio se le restituyó en el uso de uniforme, distinciones, fuero y condecoraciones. No obstante se le negaría la incorporación a la vida militar.

 

Situación ésta que cambiaría un año más tarde. El terror regresaba a España. Esta vez las hostilidades no eran contra ningún enemigo venido del exterior, sino internas. Las reivindicaciones dinásticas después del fallecimiento de Fernando VII terminarían por sumir a la nación en un continuo enfrentamiento civil. Extremadura, aunque siendo asignada centro estratégico de cierta relevancia por su cercanía a Portugal, sin embargo no parece que contara con una ferviente adhesión a la causa Carlista. A pesar de ello, la pronta llegada de José Ramón Rodil a estas tierras como Capitán General del Ejército y Provincia[49], le haría ser consciente de la necesidad de contar con el favor de hombres versados en asuntos administrativos y militares. Ahora, con los avatares terribles de una guerra se necesitaban hombres expertos, de sesgo liberal, volviendo a solicitar a Monsalud su ayuda, por necesidad.

 

Bajo este contexto, por Real Decreto de 1834 se reponen en su servicio a los Gentiles Hombres, Mayordomos de Semana y Ayudas de Cámara que fueron separados en 1823. Entre los que aparecen en la lista está el Marqués, más concretamente encuadrado como Grande de España. El día 20 de junio del mismo año sería elegido Diputado por la Provincia de Badajoz para las Cortes de Madrid, pero no llegaría a tomar posesión de su asiento[50].

 

Posteriormente, el 18 de agosto de 1836 se le nombraría Capitán General de Extremadura. Monsalud, mostrando sus reticencias a ser utilizado sólo en tiempos de necesidad, se negaría. La Reina Gobernadora no aceptó la renuncia, reiterándole en el cargo expedido días antes. Personajes como Rodil o Calatrava acentuarían la presión mediante correspondencia personal para que aceptase el cargo, ya que se sentían más seguros con una persona de tanta valía al frente de la situación. Sin embargo, estaba cansado de ser manipulado y volvería a negarse, debiendo esta vez obedecerse su decisión[51].

 

A pesar de ello, que se alejara de los grandes entresijos de la política nacional, no significaba que renunciase a sus principios liberales, aquellos que le hicieron coger las armas en más de una ocasión y preocuparse por el desarrollo económico de su región en otros tantos. Así, juraría al poco tiempo de ser aprobada la Constitución de 1837. La prueba de su carácter liberal queda perfectamente ejemplificada en una de sus frases más conocidas: “Tengamos juicio, vamos adelante con la obra de despojar el suelo Español de Carlistas”[52].

 

Y es que, la personalidad de Aguilar seguía siendo reconocida entre sus contemporáneos, como se ha podido ver en la admiración que Rodil sentía hacia él. Este hecho, le llevaría a ser reelegido Senador en 1837 y en la legislatura de 1845 Senador vitalicio[53].

 

Pero los nombramientos y agradecimientos llegaban tarde. Cansado de tan larga y ajetreada vida, contaba a estas alturas con 66 años de edad. No abandonaría su Almendralejo natal, desde donde dedicó sus últimos años a luchar por el bien de sus convecinos, al formar parte de la Sociedad de Amigos del País que se constituyó en dicha localidad.

 

 El día 28 de febrero de 1851, la población que le vio nacer lloraba su muerte[54]. Se despidió de él de manera insigne y emotiva, como no podía ser de otra manera ante una personalidad tan relevante como fue Juan José Nieto Aguilar, II Marqués de Monsalud.

 



[1] SOLAR Y TABOADA, Antonio del: Del Solar de Extremadura (Notas tomadas en los archivos), Badajoz, Ed. Caja Rural de Badajoz, 1949. pp. 61-66.

[2] ARAGÓN MATEOS, Santiago: La nobleza extremeña en el Siglo XVIII, Mérida, 1990, p. 98. 

[3] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (A. H. P. CC.): Real Audiencia 17, Exp. 2.

[4] SOLANO GÁLVEZ, Mariano Carlos, “El Marqués de Monsalud”, La Ilustración española y americana, Nº XVII, Madrid, 8 de Mayo de 1809, p. 267.  La segunda parte de su vida aparece reflejada en el siguiente número de esta revista publicado el 15 de Mayo de 1809, pp. 279-283.

[5] ANDUJAR CASTILLO, Francisco: El sonido del dinero. Monarquía ejército y venalidad en la España del Siglo XVIII, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2004, p. 376.

[6] ARAGÓN MATEOS, Santiago: La nobleza extremeña en el Siglo XVIII, Mérida, 1990, pp. 447-469.

[7] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra de la Independencia. Memoria histórica, Ed. Muñoz Moya, Badajoz, 2004, p. 18.

[8] SARMIENTO PÉREZ, José: La Junta Suprema de Extremadura en la Guerra de la Independencia Española. Comisión de Gracia y Justicia (1808-1812), Ed. Junta de Extremadura, Badajoz, 2008, pp. 96-97.

[9] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Semblanzas del II Marqués de Monsalud, Web: Fundación Dos de Mayo, Madrid, pp. 26-27.

[10] Traducción: “Han enviado a una persona incompetente, — —, para estar al mando en Extremadura, sustituyendo a Monsalud, con quién todo nos ha ido bien hasta la fecha”. En, GURWOOD, The dispatches of field marshal Duke of Wellington, during his various campaigs. Volume the six, Londres, 1845, pp. 25-26.

[11] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 16.

[12] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Op. Cit., p. 37.

[13] RODRÍGUEZ GRAJERA, Alfonso y ORTIZ MACÍAS, M. Magdalena: Una ciudad en guerra. Mérida, 1808-1812. Ed. Caja Extremadura, Badajoz, 2008, p. 82.

[14] GONZÁLEZ CARBALLO, Genaro: Jerez de los Caballeros en la Guerra de la Independencia. Consecuencias del conflicto y repertorio documental, Ed. Caja Extremadura, Badajoz, 2008, p. 49.

[15] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra de la Independencia Española, colección diplomática, Ed. Hermanos Uceda, Badajoz, 1908, p. 56. 

[16] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 16.

[17] Archivo Histórico Nacional (A. H. N.): Estado, 38, C.

[18] CARDALLIAGUET, Marcelino: Historia de Extremadura, Ed. Universitas Editorial, Badajoz, 1988, p. 209.

[19] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura… Memoria histórica, pp. 123-124.

[20] A.H.N., Diversos-Colecciones, 124 N. 51.

[21] A.H.N., Diversos-colecciones, 110, N.33.

[22] Para más información ver: CARMONA GUTIÉRREZ, Jessica y RODRÍGUEZ CASILLAS, Carlos J., “El II Marqués de Monsalud y el poder de la palabra: las redes de información durante la Guerra de Independencia”, en: Actas de las I Jornadas de Historia de Almendralejo y Tierra de Barros, Almendralejo, 2009, pp. 185-198.

[23] A.H.N, Diversos-Colecciones, 137, N.50.

[24] A.H.N., Diversos-Colecciones, 97, N.13.

[25] ROMERO PAZ, Alonso, “La Universidad de Salamanca ante la Constitución de Cádiz”, VV.AA., Aulas y saberes. VI Congreso Internacional de historia de las universidades hispánicas, Volumen 1, Valencia, 1999, p. 123.

[26] A.H.N., Diversos-Colecciones, 151, N.8.

[27] Documentación del Archivo de la Abadía de Montserrat, incluida en: MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 34.

[28] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 137, N. 50.

[29] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 114, N. 27.

[30] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 36.

[31] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 109, N. 54.

[32] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 109, N. 62.

[33] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 127, N. 79.

[34] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura… Memoria histórica, p. 260.

[35] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 127, N. 79.

[36] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura… Memoria histórica, p. 260.

[37] Ibíd.

[38] GONZÁLEZ CARBALLO, Genaro: Op. Cit., p. 106.

[39] SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles, et al.: Trujillo y la Guerra de Independencia. Un triste monumento de una ciudad desgastada, Ed. Caja Extremadura, Badajoz, 2008, p. 192.

[40] BLANCO CARRASCO, J. Pablo: La Guerra de la Independencia en Coria. Crisis y pervivencia del Antiguo Régimen, Ed. Caja Extremadura, Badajoz, 2008, p. 137.

[41] MARTÍN BORREGUERO, J. Carlos, et al.: La Guerra de la Independencia en Cáceres. Las sombras de un conflicto, Ed. Caja de Extremadura, Badajoz, 2008, pp. 93-153.

[42] A. H. N.: Diversos-Colecciones, 114, N. 33.

[43] GARCÍA PÉREZ, Juan y SÁNCHEZ MARROYO, Fernando: Historia de Extremadura. Tomo IV. Los tiempos actuales, Ed. Universitas, Badajoz, 1985, pp. 718-719.

[44] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 44.

[45] FUSI, J. Pablo y PALAFOX, Jordi: España (1808-1816). El desafío de la modernidad, Ed. Espasa, Madrid, 1998, p. 30.

[46] Entre las pérdidas se encontraban todos sus despachos y recibos de los gastos desembolsados durante la Guerra de la Independencia, y que nunca recibiría; calculándose en unos 12 millones de reales de vellón. SOLANO GÁLVEZ, Mariano Carlos: “El Marqués de Monsalud (Conclusión)”, en la Revista: La Ilustración española y americana, Nº XVIII, Madrid, 15 de Mayo de 1909, p. 282.

[47] SOLANO GÁLVEZ, Mariano Carlos: Op. Cit., p. 282.

[48] A. H. P. CC.: Real Audiencia 657, Exp. 80.

[49] GARCÍA PÉREZ, Juan y SÁNCHEZ MARROYO, Fernando: Op. Cit. pp. 759-760.

[50] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 52.

[51] Archivo de la Abadía de Montserrat: Fondo Monsalud, Ms. 914.

[52] Archivo de la Abadía de Montserrat: Fondo Monsalud, Ms. 914.

[53] Archivo Histórico del Senado: HIS-0294-02.

[54] MAESTRE ÁLVAREZ, Luis: Op. Cit., p. 60.

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