Francisco Rivero.
Cronista Oficial de Las Brozas
JUSTIFICACION
Cuenta la villa de Las Brozas con un hijo predilecto y notable de la escena española. Se trata del gran actor cómico Casimiro Ortas y Rodríguez, nacido el 1 de mayo de 1880, de manera casual, en esta localidad cacereña, y muerto, como un artista, en las tablas del Teatro Borrás, de Barcelona, el 10 de marzo de 1947.
¿Pero qué ocurrió a lo largo de esos 67 años intensos y exitosos de su vida artística? Eso es lo que intento descubrir a todos a lo largo de esta pequeña biografía.
Los comienzos de este trabajo nacen de una larga noche de insomnio en un invierno cualquiera. Al no poder conciliar el sueño, me levanté y me puse a releer el libro de Eugenio Escobar Prieto «Los hijos ilustres de la villa de Brozas», en cuya segunda edición intervino don Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, quien sumó varios nombres más a la primera edición, entre ellos el de Casimiro Ortas.
Eran tan escasas las noticias que traía y algún que otro dato equivocado, de acuerdo a mis por entonces pequeñas investigaciones, que decidí estudiar profundamente la vida de este importantísimo actor cómico entre los años de 1910 a 1935 y que paseó el nombre de Las Brozas por toda la geografía española y americana.
Sé, y tengo buena referencia de ello, que Casimiro Ortas no tiene buena prensa entre los brocenses. Lo sé porque, según me contaron muchos paisanos de los que le conocieron, él que se decía un enamorado de su pueblo natal, sólo quería aprovecharse en los últimos años de su vida, cuando se vio solo y abandonado, además de arruinado. Pero todo ello no quita a Ortas que hubiera sido el gran actor del sainete, del género chico y de la comedia humorística española. Fue un hombre que hoy está en la cumbre, en la historia, junto a los grandes del teatro español.
Muchas han sido las fuentes consultadas, muchos los actores hoy consagrados, y antes principiantes con Casimiro Ortas, con los que ha hablado. Cada uno me dio su punto de vista, su opinión, acerca de nuestro artista. Una palabra común le define: Maestro,
Recuerdo a Antonio Garisa cuando actuaba en Palma de Mallorca que el hombre se quedó sin cenar por atenderme entre función y función. «Y todo porque don Casimiro fue mi maestro», me dijo.
«Don Casimiro…»así hablaban todos de él. El respeto, la veneración, el recuerdo les estremecía. Era recordar sus comienzos. Hoy, como ya he dicho, todos estos actores y actrices están consagrados y son primeras figuras de la escena de nuestro país.
AGRADECIMIENTOS
Con estas sencillas palabras quiero agradecer a alcaldes, periodistas, críticos de teatro, actores, actrices, directores, propietarios de salas teatrales sus molestias e interés por hacerme llegar algún nuevo dato, más o menos extenso, acerca de la vida y actuaciones de Casimiro Ortas.
Sin embargo sólo quiero resaltar un nombre, el de Maruja García Alonso, su cuñada y excelente actriz. Ella ha sido la persona que más datos me ha podido aportar para completar la biografía. Buena parte de las ilustraciones proceden de su extenso archivo. Por todo ello, muchas gracias, Maruja.
EL NACIMIENTO EN LAS BROZAS
Eran las cuatro y media de la tarde del primero de mayo de 1880 cuando vino al mundo en la casa que hace el número 2 de la Plaza Nacional (hoy Plaza Príncipe de Asturias), en Las Brozas (Cáceres) el que, con el tiempo sería uno de los principales protagonistas de la escena española: Casimiro Eduardo de la Concepción Ortas y Rodríguez.
PARTIDA DE NACIMIENTO DE CASIMIRO ORTAS
En el folio 92, número 66 de Libro de Registros de Nacimientos, correspondiente a los años 1879-1881, archivado en el Juzgado de Paz de Las Brozas se puede ver la partida de nacimiento de nacimiento de Casimiro Ortas y Rodríguez. Dice así:
«En la villa de Brozas y siendo las diez de la mañana del día tres de mayo de mil ochocientos ochenta, ante D. Félix Berjano Sánchez, Juez Municipal Suplente en ejercicio por indisposición del propietario y D. Patrocinio Hervás y Corchado, suplente del secretario, compareció D. Casimiro Ortas, natural de Olivenza, Provincia de Badajoz, mayor de edad, casado, profesión actor dramático y domiciliado en el pueblo de… (no figura) de que se insertara en el Registro Civil un niño, y al efecto como padre del niño declaró:
Que dicho niño nació en la casa que accidentalmente habita en esta villa en la Plaza Nacional, número dos, el día 1º de Mayo a las cuatro y media de la tarde.
Que es hijo legítimo del declarante y de su mujer Dolores Pascasia Rodríguez Ríos, natural de Cala, provincia de Sevilla, mayor de edad, dedicada a las ocupaciones de su sexo y domiciliada en la de su marido.
Que es nieto por línea paterna de don Francisco Ortas, natural de Noya, provincia de Santiago de Galicia, hoy difunto, y de doña Antonia Navarro, natural de Badajoz, término municipal de ídem, dedicada a las ocupaciones de su sexo y por línea materna de D. Manuel Cayetano Rodríguez, natural de Cáceres, hoy difunto, y Dª Marcelina Ríos, natural de Málaga, término municipal de ídem. Provincia de ídem, mayor de edad, viuda, dedicada a las ocupaciones de su sexo y domiciliada en el de su naturaleza.
Que al expresado niño se le había puesto por nombre Casimiro Eduardo de la Concepción Ortas y Rodríguez.
Todo lo cual presenciaron como testigos Simón Pacheco y Victorio Hurtado, mayores de edad, casado y soltero, respectivamente y domiciliados en esta villa.
Leída íntegramente la presente acta descripción a las personas que deben suscribirla se estampó en ella el sello del Juzgado Municipal y la firmaron el señor Juez y los testigos y el compareciente y lo certifico.
Firman: Félix Berjano, Casimiro Ortas, Simón Pacheco y Victorio Hurtado.»
Lo primero que se observa es que el hecho de que Casimiro Ortas naciera en Brozas fue una pura causalidad, ya que su madre le dio a luz mientras la compañía de su marido se encontraba trabajando en esta localidad cacereña. Los más viejos del lugar de Las Brozas cuentan que la parturienta fue asistida en esta casa particular y que tuvo que quedarse a descansar un par de días, mientras que el padre marchaba a Alcántara, ya que la empresa de teatro tenía función en el pueblo cercano.
Otra observación es consecuencia de la vida nómada de los artistas de entonces: cada uno de los ascendientes había nacido en una población distinta.
Casimirín fue bautizado en la monumental parroquia de Santa María la Mayor, hoy declarada Bien de Interés Cultural el 8 de mayo y fueron sus padrinos su tío materno Eduardo Rodríguez Ríos, natural de Osuna (Sevilla) y Concepción Alberto, oriunda de Olivenza.
LA NIÑEZ
Cuenta Serafín Adame Martínez en un artículo publicado en la revista «Blanco y Negro» de 1926, bajo el título de «Cuando los maestros eran noveles» que «la niñez de Ortas no tiene ninguna nota sobresaliente. Actor de grata memoria, su padre; dedicada a las faenas domésticas la madre, Casimiro creció hecho un diablillo, como un «chavea» más de los que pululan por las márgenes del Guadalquivir, pues fue Sevilla donde pasó los primeros años de su infancia. Hasta que un día acordaron sus progenitores que el niño tenía ya edad de estudiar el bachillerato, y con tal objeto a Madrid lo mandaron».
«¿Para qué voy a decir que Casimiro era un buen estudiante…?. Aun vive -sea ello por muchos años- algunos de los catedráticos que en las aulas madrileñas le sufrieron, y ellos no me dejarían mentir, aunque tal fuera mi propósito. Forzoso es confesar que no se distinguía por su aplicación ni por su afición desmedida a los libros de texto; asistía, eso sí, a la mayoría de las clases, pero su espíritu estaba tan ausente de ellas que era como si dejase transcurrir el tiempo en el billar de cualquiera de los cafés cercanos».
«Es que aquellas horas Casimiro soñaba; el quería ser actor; llevaba en la sangre la afición a la vida nómada, alegre y pintoresca de la gente de la farándula y se sentía invadido por el veneno de los aplausos. Del estudio sólo le agradaba el de los papeles de las zarzuelas, y su carrera predilecta era la de primer actor. Verdaderamente no se puede negar que aquel pequeño vago tenía instinto certero del porvenir que le estaba reservado en la comunidad de comediantes».
«Llegaron los exámenes -¿vamos a preguntar cómo se libró de sus penosos trances ni qué resultado logró con ellos?-, y después las vacaciones, que Casimiro aprovechó para unirse con su padre que recorría en una de sus numerosas «tournées» por las provincias norteñas. Vista otra vez de cerca; con sus inquietudes y satisfacciones, con esa especie de montaña rusa aquella existencia tentó con mayor fuerza al mal aprendiz de bachiller y solicitó de su padre que le dejase «trabajar».
LA JUVENTUD
Por otra parte, J. López Pinillos, que firmaba bajo el seudónimo de «Parmeno» entrevistó a nuestro biografiado hacia 1920. La entrevista la publicó la editorial Pueyo, de Madrid, en un libro titulado «Los favoritos de la multitud. Cómo se conquista la notoriedad».
En ella, Ortas se expresaba diciendo sobre su juventud: «Mi padre no quería que fuese cómico, y me puso a estudiar el Bachillerato, «Casimirín», a ver si te tragas toda la Medicina del mundo y descubres un microbio nuevo, y juntas millones, y hasta te erigen estatuas. Me gustaría, «Casimirín». Y el deseo paternal me conquistó, y, entusiasmado, soñé algunas noches con el «microbio Ortas», que vivía en la sangre y que era más pequeño que una vaca. Pero como no se me ocurría coger los textos más que cuando me faltaban pesetas, y como las últimas pesetas que había gastado procedían de la pignoración de los libros, pues no podía estudiar y me conformaba con añadirles carnes y cuernos a mi extraordinario microbio. En cambio, me daba unos atracones de comedias, zarzuelas y sainetes… ¡Lo que yo he llorado en el paraíso del Teatro Español y lo que me he reído en los del Lara y Apolo!… Y una vez me fui a pasar las vacaciones con mi padre que dirigía una compañía, y le rogué que me permitiera trabajar. «Papaíto», ¿sabes que eso de los microbios es una perdición?… Se han descubierto tantos que no se encuentra ni uno para un remedio, y si me dedico a su persecución, voy a volverme loco y a dejarte mal encima. ¿Por qué no me das un papel?
«PARA EL TEATRO NO SIRVES»
Fueron muchas las súplicas de Casimiro a su padre para que le dejara estrenarse en el arte de Talía. Tenía, por entonces, Ortas unos 16 años. Eran los últimos días del verano de 1896 y se encontraba la compañía de su padre ampliando su estancia por tierras de Cataluña, concretamente en el Teatro Principal de Sabadell. Las vacaciones tocaban a su fin y Casimiro tenía que volver a su «microbio». Don Casimiro, por ver si su hijo servía para esto, le dejó hacer.
Lo cuenta el propio Ortas: «Y se anunció «La caza del oso», poniendo en el reparto a Casimiro Ortas (hijo) y llegó el terrible instante, y Casimiro Ortas (hijo), que hacía de dependiente de una tienda, entró en el escenario, cariñosamente empujado por el traspunte, y se quedó… ciego, sordo y mundo. No oía al apuntador. No veía a los sabadellenses y no podía hablar. Mi padre, desde la primera caja, hacía lo imposible para infundirme ánimos: «¡Pero, Casimirín, hijo, rompe!… ¡Ten valor!». Y yo, alelado. «¡Pero huye siquiera, Casimirín, que te van a tirar cosas! Y yo, sin moverme, levanté el codo… Recuerdo que cuando me sacaron de escena, unos sabadellenses decían: Uh, uh, uh» y otros se reían. Y recuerdo que, al caer en los brazos de mi padre, vomité el papelito entero y pleno. «¿Ves, papá?… ¿No me lo sé como un papagayo?». Y mi padre: «Entonces, ¿por qué no lo has dicho? Y yo: «Por el microbio. Porque se me vino a la imaginación el microbio. Porque me parece que lo voy a descubrir». Y me abrazó mi padre, y me dijo: «Pues dale gracias a Dios, ya que para esto no sirves». Los actores estuvieron conmigo muy generosos: «Anda p’a casa galán, que vas muy bien». «Lo mismo me pudo ocurrir a mí». Y yo, aquella noche, soñé que el descubrimiento del microbio Ortas, que no era como una vaca, sino como un elefante, me valía una estatua ecuestre en la Puerta del Sol».
«Lo que pasó -escribió Serafín Adame- fue que por poco queman el teatro los enfurecidos espectadores; la gritá formidable, el pateo estruendoso dio la razón al director de la compañía, y -¿cómo sería?- quitó las ilusiones al principiante. Cuando entró en su cuarto no preguntaba como la fracasada artista de «Las estrellas»: «¿Pero es que no he gustado…?», sino que como aquel otro personaje de Arniches, que él habría de crear años después, sollozó: «¡Ay, padre de mi alma, qué mal he quedado…!».
«Tenía Ortas por aquel entonces sus buenos 16 años; era, por consiguiente, un hombrecito, y reflexionó como tal. había que pensar en el mañana y que labrarse un porvenir; aquel pateo -el más grande de su vida- le decía claramente que en teatro no podía soñar, como no fuera para vender caramelos en los descansos; y decidió estudiar igual que el que más para terminar pronto el Bachillerato y seguir luego cualquier carrera. Aquel curso asombró a todos el cambio radical que en el que fuera deplorable estudiante se había operado».
SU SEGUNDA OPORTUNIDAD
«Ahora que al llegar el verano… Junto a los actores nuevamente renació su afición a interpretar zarzuelas; el descalabro anterior se le había olvidado por completo; y, aunque sólo fuese una noche y por bromas, quería probar fortuna otra vez, que en lo hondo de su alma quedaba sin contestación una pregunta: «¿Seré yo tan malo como dicen…?».
Su segunda oportunidad, tras la temporada de un intenso estudio, la tuvo en Cádiz en el papel de Melindres en «El cabo primero». Había estado rogándoselo al padre durante mucho tiempo. Estudió el papel. Se estuvo repitiendo durante ocho días que ahora hablaba en el teatro y al final… habló. Había expectación por el estreno del jovencísimo actor. Todos sabían lo de Sabadell. Estaban de uñas, pero fue tal el éxito de Casimirín que nadie se creía que pudiera ser el mismo del verano anterior. El público aplaudió a rabiar. Su padre le abrazó y le dijo: «¡Has hecho tú ese Melindres. Ya has descubierto el microbio Ortas!». Desde aquel mismo momento le autorizó a dejar sus posibles estudios de Medicina.
LA DEFINITIVA
En Sevilla, donde era idolatrado el excelente actor Cerbón, se presentó en el teatro Cervantes en el papel del soldado de «La Trapera». Le aplaudieron de una forma que no pudo olvidar. En Sevilla, su Seviyiya, como la llamaría años más tarde, trabajó y estudio muchísimo. Había nacido un actor.
Y así, con trabajo y esfuerzo, se convirtió en primera figura del teatro español. Escritores tan reconocidos de la comedia como el inventor del astracán, Pedro Muñoz Seca, o el sainetista Carlos Arniches escribieron pensando en él como primera figura. Con el tiempo, Casimiro Ortas llegó a ser en los años 30 en el teatro lo que en los años 50 ó 60 supusieron Pepe Isbert o Paco Martínez Soria. Alumnos suyos han sido Francisco Melgares, Alfonso del Real, el cineasta Juan de Orduña y Antonio Garisa, el cual me reveló que los actores le tenían tan gran respecto que siempre le llamaban don Casimiro.
Su primera representación profesional la hizo en el Teatro de la Comedia de Madrid, con una compañía que eran todas celebridades de la época, como la Pretel, la Miralles, la bellísima Fernández Molina, con Riquelme, Pinedo y Orejón; en total 32 primeras figuras. Claro que así llegaba a perder el teatro hasta ¡1.000 pesetas diarias! de las de entonces.
No pudo seguir en Madrid porque no le contrataron como primera figura, que era lo que él quería, pero en una variedad que no era la suya, principalmente dedicado y volcado en el género chico: la zarzuela y el sainete, pues era un gran tenor cómico.
Posteriormente se dedicó a la comedia y llegó a fundar su propia compañía.
El 11 de marzo de 1914, una nueva empresa, compuesta por Enrique Chicote (actor) y José Vila (sastre de actores y actrices), se hace con el Teatro Apolo. Hicieron lo imposible por levantarlo. Para ello contrataron al actor que se había hecho ya con los favores del público: Casimiro Ortas. Era en palabras de Chispero, «un actor que daba la cara ante el público». El debut de Ortas en la catedral del género chico fue con la obra «El último chulo», un sainete de Carlos Arniches y Celso Lucio, con música del maestro Vicente Lleó, compositor de la música de la zarzuela «La corte del faraón».
A Ortas le ayudaba en su papel cómico su oronda barriga, sus cortitos brazos, su estatura y su talento, al que él llamaba la buena voluntad, además de sus caracterizaciones e imitaciones que conseguía como nadie.
En la obra «La tabla de salvación», donde interpretaba a un dependiente, tenía que pavonearse, enfadarse. Se le ocurrió comprar dos pavos. Se los llevó a su casa. Los dio de comer y los vio discutir, enfadarse, cascarse las liendres. Todo ello le llevó a imitarlos en el teatro. Era su bufonada.
La primera obra que Casimiro Ortas estrenó de Carlos Arniches fue «El amigo Melquíades o por la boca muere el pez». Era un sainete de costumbres madrileñas, en un acto, dividido en tres cuadros, con música de los maestros Joaquín Valverde y José Serrano Simeón. La obra, que estaba dedicada a Antonio Illán, fue estrenada en el teatro Apolo, de Madrid, en la noche del 14 de mayo de 1914. Ortas hizo el papel de Avelino y la acción se desarrollaba en el Madrid de entonces, próximo a la ribera del Manzanares, en la Puerta de Hierro.
Carlos Arniches dedicó «La flor del barrio» a Casimiro Ortas con el siguiente texto: «Al gran actor y queridísimo amigo Casimiro Ortas. Con toda admiración. Madrid, 1 de julio de 1919». El estreno había tenido lugar el día 30 de mayo en el Apolo, se trataba de un sainete lírico de costumbres madrileñas. La música fue compuesta por Calleja y Foglietti. En esta obra, Ortas intervino como protagonista en el papel de Saturiano y también lo hizo su primera esposa, Carmen Sobejano, como doña Visita.
La primera obra que Ortas puso en escena de Muñoz Seca fue el entremés en prosa «Sanjuán y Sampedro, estrenado en la Fiesta del Entremés, celebrada en el Casino de Autores de Madrid, la noche del 16 de abril de 1920. Sólo había tres actores: Primitiva: Rosario Leonís; Sampedro: Casimiro Ortas y Sanjuán, el actor apellidado Mauri. Ortas hace el papel de Hugo Sampedro, un joven elegante de Cuenca, muy simpático y novio de Primitiva que hace lo imposible por entrar en la compañía de teatro de Sanjuán.
Casimiro Ortas no conoció su pueblo natal hasta que tuvo 46 años. Así lo definió el mismo en la revista «Blanco y Negro»: Brozas: villa limpia, y grande, y luminosa de la provincia de Cáceres. 4.700 buenas personas. Produce cereales, vino, aceite, frutas, hortalizas y… primeros actores cómicos».
En enero de 1929 se informaba que se iba a hacer un homenaje a Casimiro Ortas y que unos 500 vecinos firmaron un escrito para que se le diera una calle, la que antes se llamaba Rejas y que se pusiera allí una placa. Curiosamente esta placa no se sabe dónde está, pero el autor de esta biografía sugiere que el Ayuntamiento, apoyado por una serie de instituciones culturales hiciera otro homenaje a Ortas y colocara una placa en la casa donde nació, en la actual Plaza del Príncipe de Asturias, nº 2. Sería un atractivo más para el pueblo. Incluso sugeriría adquirir la casa que se le donó y montar allí el Museo «Casimiro Ortas».
Casimiro Ortas murió en la madrugada del lunes 10 de marzo de 1947 en Barcelona, cuando trabajaba en el Teatro Borrás, en la compañía de Paco Melgares, su discípulo, quien compadecido del maestro le dio trabajo. La obra que iban a reponer el miércoles próximo al de su muerte (12 de marzo) sería la titulada «Militares y paisanos».
Un último ruego a todos. La biografía aún no está completa. En otros Coloquios Históricos de Extremadura hablaremos de sus triunfos, sus viajes a América, su amistad con el rey Alfonso XIII, su ingreso en la masonería, sus películas, etc. Todavía se pueden aportar más datos, corregir algún error, descubrir algo nuevo. Por todo ello, ruego que si alguien sabe más sobre Casimiro Ortas y desea hacérmelo conocer se lo agradecería infinitamente. Muchas gracias.