Oct 011981
 

Gumersindo Martín Hernández.

Entre los siglos XVI y XVIII es relativamente fácil encontrar en Extremadura figuras y hechos de primera magnitud que, en los más variados campos de la actividad humana, destacaron con carácter regional, nacional e incluso mundial. Es natural que esto sucediera si consideramos que el motor impulsor de toda actividad humana lo ha constituido siempre el cultivo de los valores intelectuales y Extremadura, en aquella época, fue un verdadero centro de irradiación cultural, reflejo, tal vez, de la próxima y prestigiosa Universidad de Salamanca.

Consideremos que, en algunos de estos momentos, funcionaron simultáneamente en Plasencia hasta siete Colegios Mayores, en los que dominicos, franciscanos y jesuitas, rivalizaban por ofrecer la más alta preparación para sus alumnos. Algunos de estos Colegios Mayores estaban facultados para expedir, de por sí, títulos universitarios, como los de Derecho y Teología de los Dominicos o los de la Escuela de Humanidades de la calle de Cartas, dependiente de la Universidad de Salamanca. Y no digamos nada del foco difusor de cultura que supuso el Monasterio de Guadalupe, en el que las ciencias, las letras y las artes brillaron a una considerable altura. Fue especialmente destacada su facultad de medicina, donde, según algunos autores, se verificó por primera vez en España la disección de cadáveres. De este monasterio salieron científicos, artistas, humanistas y místicos que plagaron nuestra geografía regional de hombres eminentes, que proporcionaron un ambiente cultural de singular importancia.

Son de destacar, en algunos de estos momentos, las tertulias culturales que semanalmente se celebraban en el palacio del Marqués de Mirabel, en Plasencia, a las que acudían las más preclaras mentes de la nación y donde, con frecuencia, solía ser estrenada la representación de alguna obra teatral en los albores del renacimiento de este género literario.

Es este, a mi juicio, y no otro el motivo de la grandeza de cualquier país o región; ya que las riquezas naturales (clima, suelo, materias primas, agua…) e incluso la fortaleza y el trabajo del hombre, no son nada si no son aunadas y dirigidas por una mente preparada para ello: una inteligencia cultivada, una imaginación fértil, unas dotes de mando y organización… una dotación cultural, en suma, que permita mirar y ver más allá de las simples y concretas formas materiales de las cosas.

Un necesario, pero desastrosamente llevado, plan de desamortizaciones, cercenó de raíz nuestras “fábricas de cerebros», relegándonos, en poco tiempo, al atraso, la miseria, la indigencia y el subdesarrollo, y a ser considerados, desde entonces, como los “indios de la nación”.

Grande ha sido la desgracia que nos ha llevado a la postración actual. Pero mayor desgracia es aún el que seudo-investigadores foráneos, interpretando a su arbitrio unas estadísticas muy localizadas de alguna población nada representativa del total regional, con un mal disimulado desprecio hacia quienes supieron darlo todo por la gloria de España, vengan a colgarnos el «INRI» de nuestra crucifixión, mancillando nuestra historia e intentando despojarnos de lo único que nos han dejado: el recuerdo de nuestra pasada grandeza.

Hemos tenido ocasión de escuchar desde hace algún tiempo, como una machacona cantinela, que la razón -imposible de razonar- de la Conquista de América fue la huída de la indigencia de nuestra tierra; que nuestros conquistadores –Los Dioses- no eran más que vulgares “ganapanes» buscando el sustento que no tenían en su Extremadura; que su despotismo y crueldad eran consecuencia de una ambición sin límites… y otras cosas por el estilo que trastocan el tradicional concepto de la historia, avalado por el más elemental sentido común.

Soy consciente del gran valor que nos aportan las estadísticas para reflejar unos hechos concretos, en un momento determinado, y que su interrelación y tratamiento matemático puede proporcionarnos pautas de conducta y previsión con un margen de error tan pequeño como queramos, pero resulta menos fiable el intentar extraer, de esas frías colecciones numéricas, conclusiones tipificadas que llevan a generalizar, para toda una región, algo tan sumamente complejo como son los móviles que incitan a cada comarca, ciudad o individuo a un comportamiento determinado en el tiempo y el espacio. Son éstas, conjeturas o suposiciones subjetivas, dependientes en gran manera de las aptitudes, disposición y estado de ánimo del tratadista, que en ningún caso pueden elevarse a definitivas ni intentar imponerlas con carácter dogmático.

Unas investigaciones de este tipo exigen, en primer lugar, un gran poder de abstracción, conocimientos y gran imaginación para situarse en el momento histórico que se estudia, tratando vivir con el pensamiento las circunstancias a estudiar. Es imprescindible la objetividad, necesaria en toda investigación seria, pero, además, es preciso un gran amor por las gentes y la época que se estudia, sin dejarse llevar por los criterios y formas de pensar actuales, que, indudablemente, difieren en gran medida de la filosofía y forma de ver la vida de otras gentes pretéritas.

Así, cuando hablamos de las barbaridades, crueldades e injusticias de la Inquisición, lo estamos haciendo desde una mentalidad actual, sin tener en cuenta que la vida de aquella época se centraba en lo religioso; que todo el ambiente revestía la misma dureza y crueldad, y que el mantenimiento de un orden social, con las supersticiones de la época, exigía unas medidas de policía que estaban encomendadas a la iglesia (sin que con esto pretendamos en ningún momento recriminar ni justificar nada). Cuando tachamos de bárbaras e inmorales las costumbres de un aborigen australiano, porque tomaba como esposas a sus hermanas, cuñadas y viudas del clan, no estamos situándonos en la extrema dureza de los desiertos de Australia, donde la supervivencia de una mujer no era posible sin la proyección de un hombre. Igualmente, cuando recriminamos el tremendo infierno de la vida de los obreros en las fábricas en los comienzos de la era industrial, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, estamos enjuiciándolo desde nuestra riqueza, confort y capacidad de holganza actuales, sin pensar que ese «horroroso infierno», era un gran avance para las gentes de aquella época; prueba de ello es el masivo éxodo del campo hacia la ciudad, huyendo de un medio aún más hostil e inhumano.

Algunos nos han mostrado los datos de emigración de las tierras libres o de realengo, como muy superiores a las emigraciones de las tierras de señorío; cosa que nos revelan como cierta los datos extraídos de los registros. Pero lo que ya no tiene carácter científico, es que, de estos datos que creemos considerar fidedignos, saquen la conclusión de que ello fue debido a que los hombres libres de las tierras del rey o con fuero propio, emigraron en mayor cantidad porque vivían en mayor miseria e insatisfacción que los que eran siervos en las tierras de los señores. Nosotros, en cambio, deducimos -creemos que con una mayor lógica- que si de los primeros territorios marcharon a América muchos más, fue debido a que, en su condición de hombres libres, podían ir y venir donde les viniese en ganas, sin tener que solicitar el permiso del señor, que, lógicamente, no concedería con mucho agrado, puesto que, desprenderse de un siervo, era despreciar una mano de obra casi gratuita.

Blandiendo estas mismas estadísticas y juzgando a Extremadura por su postración actual, arguyen, que la emigración hacia América, fue debida a la miseria de nuestra región en relación a las restantes regiones de España; cosa que en aquel tiempo no era cierta, pues si bien su agricultura no pudo desarrollarse en la medida que fuera de desear, por la preponderancia de la Mesta, su papel en la base ganadera de la nación era de una extraordinaria importancia: por sus pastos de invierno y, sobre todo, como principal vía de la trashumancia norte-sur, Y se contradicen en sus aseveraciones al presentar las estadísticas por regiones, y son ellos mismos los que nos aseguran que la aportación extremeña al nuevo Mundo supuso el 14%, del total nacional.

Confundiendo el glorioso éxodo hacia América con la desgraciada y lamentable emigración de nuestros días, se han atrevido a decirnos que Extremadura pobló América de un ejército de proletarios desarrapados e incultos, y que sus hazañas, no fueron tales, sino la consecuencia de la lucha desesperada, por la supervivencia.

Sin necesidad de ser un investigador profundo, y solamente conociendo superficialmente la primera legislación de Indias, cualquiera puede constatar que, para obtener el permiso de embarque para América, era necesario, sobre todo, demostrar «pureza de sangre», ser cristiano viejo y ostentar, al menos, título de hidalgo. Así, Hernán Cortés, estaba emparentado con la poderosa familia de los Monroy, de Plasencia, y Francisco Pizarro, aun con su leyenda de sus años de porquero -versión extremeña del cuento de la Cenicienta-, la verdad es que era hijo de don Gonzalo Pizarro, destacado capitán de las campañas de Flandes, por no citar más que dos conquistadores de los más conocidos. Al contrario que otras naciones, que deportaban a sus colonias a los proscritos, la nuestra envió a las suyas lo más noble de su estirpe, quedando en la metrópoli una nube de harapientos y pícaros que tan bien describen nuestros literatos del siglo XVI.

Siendo el analfabetismo y la incultura la nota dominante de la época, no parece que este mal afectase a nuestros paisanos en mayor medida que al resto de las otras regiones, pues si bien desconocemos a ciencia cierta el grado de formación cultural de los conquistadores -salvo los estudios de Hernán Cortés en la universidad salmantina-, la realidad demuestra que de este, según dicen, 14% de emigrados españoles (¡Y ésta es nuestra grandeza!), salieron los capitanes que dirigieron al 86% restante, y ellos fueron los organizadores de la administración y el gobierno de las nuevas tierras.

No tenemos prueba alguna de que la emigración hacia América en la época de la Conquista tuviese como motivo la búsqueda de un medio de subsistencia y, sin embargo, sí sabemos, porque no se recetan en decirlo los textos de la época, que a América se iba «en busca de fama y fortuna». No se trataba pues de un movimiento de proletarios en busca del puesto de trabajo, sino de una emigración masiva de empresarios, como lo demuestra la denominación de empresas a las actividades por ellos ejercidas.

La Conquista fue, sobre todo, un logro de la iniciativa privada. Jamás se hubiera conquistado, explorado y dominado un continente en el exiguo plazo de poco más de medio siglo, con tropas regulares; se precisaba el incentivo de la posible ganancia y obtención de poder y fama; aquellos móviles, en suma, que llevan al hombre a realizar empresas, poniendo en marcha los resortes de la ambición, el espíritu de riesgo y el afán de aventuras.

En un mundo inmerso en el concepto económico del mercantilismo, se supo, de alguna manera, anticiparse en dos siglos a lo que sería el liberalismo económico. Empresarios de la guerra patrocinaban sus expediciones y reclutaban, a sus expensas, las tropas, que acataban la autoridad y ponían su confianza, no en un capitán de escalafón, sino eligiendo a su albedrío al jefe que consideraban más capaz para la culminación de la empresa.

Considerando estas y otras cosas que pudieran ser sacadas a colación por personas con más autoridad que la mía, debemos procurar terminar con este tipo de seudo-investigaciones, que tanto dañan a la historia de nuestra Extremadura y siembran de confusión las mentes de nuestros escolares y estudiantes. Autoridades importantes tenemos en el terreno de la historia que pueden, con su buen criterio, salir al paso de estas afirmaciones sin fundamento. Y estos Coloquios Históricos que tan prestigiosa mente se vienen celebrando en Trujillo, pueden servir de decantación de todos los trabajos que sobre estos temas se realicen.

Oct 011981
 

José María Gómez Blanco.

Como hemos expresado en el resumen de esta comunicación, la música extremeña no está suficientemente estudiada y por eso mi pretensión es precisamente dar a conocer los estudios que se han hecho hasta ahora acerca de la música de nuestra región con la esperanza de que las investigaciones no se detengan aquí. La bibliografía existente, hasta ahora, no es especialmente abundante ni en el estudio de la música clásica ni en el campo del folklore.

En el campo de la música clásica destacamos los estudios que se han hecho sobre la figura de Juan Vázquez, polifonista pacense del siglo XVI:

  • Festival Ibérico de Música, II. Badajoz, 1974: “Juan Vázquez, estudios sobre el polifonista pacense por M. Querol, E. Russell, E. Sánchez Pedroche y C. Solís Rodríguez”. Badajoz, 1974.
  • R. Gómez Guillen: “Juan Vázquez en la Catedral de Badajoz”. En la Revista de Estudios Extremeños, 1973.
  • Juan Vázquez: “Recopilación de sonetos y villancicos a quatro ia cinco”. Sevilla, 1560. Transcripción y estudio de Higinio Anglés. Barcelona, 1946.
  • S. Kastner: “La Música en la Catedral de Badajoz”. En Anuario Musical, XII, 1957.
  • M. Querol: “Juan Vázquez. En Die Musik in Geschichte und Genenwart”. Kassel, 1966.
  • C. Solís Rodríguez: “Juan Vázquez en la Catedral de Badajoz”. En Revista de Estudios Extremeños, 1974, pp. 127-151.

También en el campo de lo clásico incluimos la música litúrgico-clásica de diversos autores:

  • Barrado: Catálogo del Archivo Musical, del Monasterio de Guadalupe. En Revista de Estudios Extremeños, 1947.

Por lo que se refiere a la música folklórica la bibliografía es más abundante:

  • A. Álvarez Morujo: “Cantos de Navidad en la villa de Alburquerque”. Badajoz, 1980.
  • “Amigos de la Coral y el Folklore Villanovense: Memorias 1979 y 1980”. Villanueva de la Serena, 1979, 1980.
  • A. Capdevielle: “Cancionero de Cáceres y su provincia”. Madrid, 1969.
  • Rafael García Plata: “Geografía popular de Extremadura”. En Revista de Extremadura, I, 1899. pp. 320-332.
  • García Matos: “Danzas populares de España: Extremadura”. Madrid, 1946.
  • Id. “Lírica popular de la Alta Extremadura”. Madrid, 1946.
  • B. Gil García: “La canción taurina en la tradición extremeña”. En Revista de Estudios Extremeños, 1956. pp. 225-245.
  • Id. “El canto de relación en el folklore infantil de Extremadura. Badajoz, 1943.
  • Id. “Cancionero popular de Extremadura”. Contribución al folklore musical de la región. Tomo I (1930) y tomo II (1956).
  • Id.“Las flores en la tradición extremeña”. En Revista de Estudios Extremeños, 1962.
  • Id. “Folklore extremeño: Extremadura y la posible regionalización de su música popular de tradición extremeña y su evolución”. Badajoz, 1938.
  • Id. “Hallazgo de veintiocho canciones populares de Extremadura, recogidas en los años 1884-85”. En Revista de Estudios Extremeños, -1946. pp. 429-447.
  • Id. “Juegos infantiles de la provincia de Badajoz”. En Revista de Estudios Extremeños, 1953, págs. 637-651.
  • Id. “Nuevos dictados tópicos de Extremadura. En Revista de Estudios Extremeños. 1952. págs. 123-156.
  • Id. “El pajarillo en la tradición extremeña”. En Revista de Estudios Extremeños, 1958.
  • E. González Barroso: “Cancionero popular extremeño”. Salamanca, – 1980.
  • V. Gutiérrez Macias: “Alta Extremadura, carnestolendas”. En Revista de Estudios Extremeños, 1968.
  • Id. “Coplas del baile del pandero”. En Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 1961. pp. 401-415.
  • A. Rodríguez-Moñino: “Dictados tópicos de Extremadura. Materiales para una colección folklórica”. Badajoz, 1931.
  • Id. “Diccionario geográfico popular de Extremadura”. Madrid, l965.
  • Id. “Diccionario geográfico popular de Extremadura: Colección de refranes, cantares, romances, apodos, pasquines, relaciones, etc., relativas a las provincias de Cáceres y Badajoz”. En Revista de Estudios Extremeños, 1960-63.
  • D. Sánchez Loro: “Jota de Guadalupe armonizada para rondalla”. Cáceres, 1953.
  • Id. “El cantar del limón. Jota de Zorita”. Cáceres, 1953.
  • Id. “La copla de los pitos”. Cáceres, 1953.
  • Id. “En el portal de Belén. Villancico de Navalconcejo armonizado para rondalla”. Cáceres, 1953.
  • Id. “Que bonitas son…. Jota de Cáceres”. Cáceres, 1953.
  • P. Tejada Vizuete: Diversos artículos sobre folklore extremeño en la revista Alminar de la Excma. Diputación de Badajoz en los años 1979-80.

Tras esta relación de publicaciones, es fácil advertir como la bibliografía referente a la música extremeña es a todas luces incompleta.

Pasamos ahora a ofrecer un sucinto análisis de la discografía existente que, como la bibliografía, es también bastante parca.

Música clásica

Se caracteriza, sobre todo, por su especialización puesto que se centra casi exclusivamente en la discografía referente a la obra de Juan Vázquez, pudiéndose destacar una selección de temas suyos, incluidos en la Colección de Discos que el M.E.C, envía a los Centros Oficiales para la asignatura de Historia de la Música, los edita la casa Movieplay y se grabaron en 1975.

También música de Juan Vázquez ha sido incluida en el segundo LP del grupo Adarve (CPS 9639 30 cm. / 33 rPm. (LP). Columbia 1980).

Música folklórica

Es el apartado discográfico más abundante, pudiéndose distinguir en él la labor llevada a cabo por los Grupos de Coros y Danzas de Badajoz, Olivenza y Cáceres, de la antigua Sección Femenina del Movimiento, los grupos de música folk y los solistas de este mismo género. Sus referencias discográficas son las siguientes:

Grupos de Coros y Danzas

  1. Canciones y Danzas de Badajoz. Por los Grupos Mixtos de Coros y Danzas de Badajoz, Olivenza y Cáceres. 18-1377, 30 cm. / 33 rpm. (Lp) Hiapavox, 1976. Serie Clave.
  2. Canciones y Danzas de Cáceres. Por el Grupo Mixto de Coros y Danzas de la Sección Femenina del Movimiento. 18-1149, 30 cm. / 33 rpm. (LP). Hispavox, 1976. Serie Clave.
  3. Grupo de Danzas de Orellana la Vieja (Badajoz). Sc-2326, 30 cm. / 33 rpm. (LP). Discophon, 1978.
  4. Magna antología del folklore musical de España. Bajo la dirección de Manuel García Matos. Varios intérpretes. 66-171, 33 rpm. / 30 cm. (11 LPs). Hispavox, 1960.
  5. Cancionero popular extremeño. Por los Jateros. 64-29074, 30 cm. / 33 rpm. (IP). Fontana Especial, 1971.
  6. Los Jateros. Por los Jateros de Fregenal de la Sierra (Badajoz). 64-29197. 30 cm. / 33 rpm. ( LP ). Fonogram, 1974.

Grupos de Música Folk

  1. Extremadura. Por Adarve. Cps. 9606. 30 cm. / 33 rpm. (LP). Columbia, 1979.
  2. Del “coló” de la tierra. Por Adarve. Cps. 9639. 30 cm. / 33 rpm. (LP). Columbia, 1980.
  3. Nochebuena de Extremadura. Por Auroros de Zarza-Capilla (Badajoz). 3 VLF 3008. 45 rpm./ (S). Musical Pax.

Intérpretes Solistas

En este apartado incluimos dos tipos distintos de intérpretes de la música extremeña. Uno de ellos es el que agrupa a aquellos intérpretes solistas con una fuerte raíz folklórica y que después han evolucionado hacia un tipo de música de carácter social (cantautores); este es el caso de Pablo Guerrero quien, en sus comienzos, fue lanzado como cantante folk, allá por los años 60, con un single “Amapolas y espiga”, hoy descatalogado y que más tarde ha evolucionado hacia la canción social. De su extensa discografía citamos como el disco más completo y representativo en el que se unen las dos tendencias “Pablo Guerrero en el Olympia” (S. 32679 B. 30 cm. / 33 rpm. (ZP). Movieplay, Serie Gong, 1975)

El segundo tipo de intérpretes es el que reúne a cantantes que ponen su voz y su música a textos de poetas extremeños. Entre ellos cabe destacar a los siguientes:

  1. José Juan. Canta el poema de Luis Chamizo “La Nacencia”. C-3139-A, 45 rpm. / (S). Musical Pax, 1969.
  2. Cantares de ojos abiertos. Por F. Espinosa que pone música al poeta pacense Manuel Pacheco. (EAPSA 1010 / E. cm. / 33 rpm. (LP), 1976.

Finalmente, a la hora de hablar de discografía extremeña, debemos citar a una serie de intérpretes que, si bien no componen una música netamente extremeña, son conocidos a nivel mundial: Luis Pastor, cacereño afincado en Vallecas (Fidelidad. S-32681-B, 30 cm. / 33 rpm. Lp Movieplay, Serie Gong, 1975); el gran pianista Esteban Sánchez (Recital Farué. ENY-102, 30 cm. / 33 rpm. Lp. Discos Ensayo, 1972) Joaquín Parra, Miguel del Barco (recordemos sus ilustraciones musicales para la “Lisístrata” de Martínez Mediero), etc.

En conclusión, hemos pretendido un simple avance hacia un mejor y más completo conocimiento de la música extremeña. Estos datos son los que hemos podido reunir por falta de ediciones, tanto en un campo como en otro. Todavía queda mucho por hacer porque nuestro bagaje cultural es enormemente amplio y se necesita un estudio más profundo y continuado. Esto es sólo el comienzo.

Oct 011981
 

María Coronada Díaz Tortonda.

Tengo la gran satisfacción de acercarme por segunda vez a estos Coloquios Históricos de Extremadura, afortunadamente ya en su onceava edición, para presentar a un fecundo escritor, villafranqués de nacimiento, aunque frexnense de corazón: Don Vicente Sánchez-Arjona y Sánchez-Arjona. Nació en Villafranca de los Barros en 1837 y murió en Fregenal de la Sierra, el 23 de diciembre de 1960. Su nacimiento en aquella ciudad fue un hecho accidental, como en el caso de otro gran porta extremeño, José de Espronceda, su madre visitaba a sus padres en Villafranca y llegó la hora de dar a luz y el niño vio la luz por primera vez en la tierra de sus abuelos maternos, por esto Don Vicente se considerará siempre hijo de Fregenal, pero nosotros a pesar de todo ello nos sentimos orgullosos de poder destacarlo en nuestra modesta lista de hijos ilustres de Villafranca.

En Fregenal don Vicente recibió sus aguas bautismales y pasó la mayor parte de su vida.

Sus padres fueron don Rodrigo Sánchez-Arjona y Sánchez-Arjona y doña Fernanda Sánchez-Arjona y Cabeza de Vaca, ambos procedían de la rancia nobleza y estirpe de los Sánchez-Arjona. Su padre fue un hombre activo, emprendedor y muy ilustrado, cualidades que heredó su hijo Vicente. Su madre, una mujer sencilla, bondadosa y caritativa.

Fue, don Vicente hombre culto, afable, cortés, atento y muy servicial, aunque poco amigo de Casinos y tertulias, y supo ganarse la estimación, el respeto y la simpatía e todos sus paisanos. Sus familiares dicen de él que, a pesar de todas sus cualidades, tenía un pequeño defecto, el ser excesivamente caprichoso, dando fe de ello, la casa que tenía en el pueblo y el castillo de la dehesa de Cegón, en ambos lugares no faltaba ningún detalle, por pequeño que este fuera, o como señala José Quintero de Fregenal [1] “a don Vicente le gustaba estar al día en todos los inventos aparecidos en el mercado y quiso también tener su propio automóvil, fue el suyo uno de los primeros que empezaron a verse por Fregenal, habla que verlo, tieso ante el volante, con el orgullo de un niño que tiene entre las manos las primicias de un nuevo juguete, consiguiendo asustar a las caballerías o hacer huir a chiquillos y mujeres ante aquella invención del diablo”.

Tuvo don Vicente, una niñez y juventud consentida debido a su posición económica y a un ambiente familiar muy cordial y hogareño, pero su felicidad se vio truncada por una serie de hechos luctuosos, casi consecutivos, que le dejaron marcado hasta el final de sus días. Siendo joven todavía le sorprendió la muerte de su madre, a la que iban dedicados sus primeros poemas. No recuperado de este gran golpe, muere su joven esposa, Isabel Sánchez-Arjona y Vargas Zúñiga, de la que tan enamorado estaba y que fue musa delicada de sus versos. Dos años más tarde desapreció su padre, y con él el ideal de su vida. No habían pasado tres años cuando falleció su único hijo varón, Rodrigo, en el que tenia puestas sus más ambiciosas esperanzas. Pasados unos años perdió en un corto espacio de tiempo a su segunda esposa y dos hijas más. Todos estos tristes acontecimientos hicieron de él un hombre de aspecto acabado.

En esta etapa su labor poética fue más abundante, porque su soledad, sus esperanzas truncadas y sus deseos inalcanzables fueron una fuente inagotable de inspiración.

Su obra poética es prolífica y delicada, invadida de todos los géneros de la literatura, desde la lírica a la dramática. Su poesía es rica en imágenes y no describe del todo mal. Sánchez-Arjona ha dado pruebas en su obra poética de una gran sensibilidad, cualidad esta que es esencial en cualquier poeta, gracias a ella las percepciones sensitivas o anímicas que a todos nos influyen son transformadas y adquieren la categoría de obra de arte en sus expresiones poéticas.

Su producción es muy abundante, y abarca diferentes temas, como lo demuestran los 200 títulos que relaciono a continuación que, sin lugar a dudas, debieron ser algunos más pero nos limitamos a mencionar los que tenemos en nuestra Biblioteca[2] algunos de ellos son de baja calidad, como él mismo reconoce en algún que otro prólogo, pero cada uno de ellos está escrito siempre en un momento determinado y responde a una situación anímica especial.

OBRAS

  • “El Alcázar de Toledo”. Sevilla, s.a.
  • “Al pasar ante las horas. (Pensamientos vulgares)” Tomo I. – Sevilla 1955.
  • “Al pasar ante las horas. (Pensamiento vulgares)” Tomo II. Sevilla, 1955.
  • “Al pasar ante las horas. (Pensamientos vulgares)” Tomo III. Sevilla, 1955.
  • “Al pasar ante las horas (Pensamientos vulgares)”. Tomo IV. Sevilla, 1955.
  • “Al pasar ante las horas”. Tomo V. Sevilla, 1956.
  • “Amor y flores”. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo I. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo IÍ. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso” Tomo III. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo IV. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo V. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo VI. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo VII. Sevilla, 1955.
  • “Anales del paraíso”. Tomo VIII. Sevilla, 1956.
  • “Antología de mis antologías de mis doce mil sonetos” Sevilla, 1959.
  • “Antología de mis cantares”. Sevilla, 1944.
  • “Antología de mis poemas cortos, pensamientos y madrigales”. Sevilla, 1945.
  • “Antología de mis, hasta ahora, seiscientos sonetos”. Sevilla, 1945.
  • “Antología de mis sonetos (de los 600 a los 4000)”. Tomo II. Sevilla, 1952.
  • “Antología de mis sonetos”. Tomo III. Sevilla, 1954.
  • “Antología de mis versos”. Tomo IV. Sevilla, 1954.
  • “Antología de mis sonetos”. Tomo V. Sevilla, 1955.
  • “Antología de mis sonetos”. Tomo VI. Sevilla, 1956.
  • “Antología de mis sonetos”. Tomo VII a IX. Sevilla, 1958.
  • “Antología de mis sonetos”. Tomo X. Sevilla, 1959.
  • “Antología de mis últimos sonetos”. Tomo VII. Sevilla, 1959.
  • “¡Cajón de sastre!”. Sevilla, 1956.
  • “Cantares de mi juventud”. Tomos I al IX. Sevilla, 1957.
  • “Cantares de mi juventud”. Tomos X al XIX. Sevilla, 1957.
  • “Cantares de mi juventud”. Tomos XX al XXIX. Sevilla, 1957.
  • “Cantares viejos. Sevilla, s.a.
  • “Carmina”. Sevilla, 1957.
  • “Cien letrillas”. Sevilla, 1951.
  • “Los con razón olvidados”. Tomo I. Sevilla, 1955.
  • “Cuatrocientos espineles”. Sevilla, 1952.
  • “Chispazos (agri-dulces en tiempos pasados)”. Tomo I. Sevilla, 1942.
  • “Chispazos (agri-dulces de tiempos pasados)”. Tomo II. Sevilla, 1943.
  • “Chispazos”. Tomo III. Sevilla, 1945.
  • “De puertas adentro: Poesías intimas”. Tomo I. Sevilla, 1954.
  • “De puertas adentro”. Tomo II. Sevilla, 1954.
  • “De puertas adentro. (Todo en broma)”. Tomo III. Sevilla, 1954.
  • “De puertas adentro”. Tomo IV. Sevilla, 1954.
  • “De puertas adentro”. Tomo V. Sevilla, 1954.
  • “De puertas adentro”. Tomo VI. Sevilla, 1956.
  • “De puertas adentro” Tomo VII y VIII. Sevilla, 1958.
  • “De varios colores”. Sevilla, 1955.
  • “Dedicatorias de mis libros”. Tomo I. Sevilla, 1956.
  • “Dedicatorias de mis libros. Tomo II. Sevilla, 1956.
  • “Dedicatorias de mis libros”. Tomo IV-XI. Sevilla, 1957.
  • “Del pasado y del presente”. Sevilla, 1954.
  • “Del periodo marxista: Poesías”. Sevilla, 1938.
  • “Del periodo marxista: Poesías” Sevilla, 1958.
  • “Del tiempo en que fuisteis ¡ángeles!”. Sevilla, 1953.
  • “Deuda Sagrada. (Poesía). Fregenal de la Sierra, 1924.
  • “Deuda Sagrada (Poesía). Sevilla, 1960. 29 edic.
  • “El día familiar. (Cuatro años, del 1941 al 1944)” Sevilla, 1956.
  • “Diario de un ingeniero”. Sevilla, 1954.
  • “Divagar…”. Tomo I. Sevilla, 1948.
  • “Divagar… (de mis archivos). Versos de juventud y… vejez”. Tomo II. Sevilla, 1948.
  • “Divagar…”. Tomo III. Sevilla, 1949.
  • “Doscientas obras… ¡en una!”. Sevilla, 1957.
  • “De el… ¡siglo pasado!”. Sevilla, 1954.
  • “De mi álbum de firmas. Semblanzas de ilustres varones”. Tomos I, II y III. Sevilla, 1956.
  • “De mis cantares inéditos”. Tomo I. Sevilla, 1948.
  • “De mis ocho mil sonetos”. Sevilla, 1955.
  • “De mis poesías inéditas. Tomo I. Sevilla, 1948.
  • “De mis poesías inéditas”. Tomo II. Sevilla, 1949.
  • “De mis soledades vengo”. Sevilla, 1959.
  • “De mis veinte mil cantares”. Sevilla, 1950.
  • “Ecos del paraíso”. Tomo I. Sevilla, 1955.
  • “Ecos del paraíso”. Tomo II. Sevilla, 1955.
  • “Ecos del paraíso”. Tomo III. Sevilla, 1955.
  • “En familia: Poesías”. Sevilla, 1930.
  • “En la espera del biznieto”. Sevilla, 1952.
  • “Equilibrios poéticos de un… desequilibrado”. Tomo I. Sevilla, 1956.
  • “Equilibrios poéticos de un… desequilibrado”. Tomo II. Sevilla, 1956.
  • “Equilibrios poéticos de un… desequilibrado”. Tomo III. Sevilla, 1956.
  • “Equilibrios poéticos de un… desequilibrado”. Tomo IV. Sevilla, 1956.
  • “Espigando en mi heredad”. Tomo I. Sevilla, 1952.
  • “Espigando en mi heredad.” Tomo II. Sevilla, 1953.
  • “Espigando en mi heredad”. Tomo III, Sevilla, 1955.
  • “Espigando en mi heredad”. Tomo IV. Sevilla, 1955.
  • “Espigando en… ¡mi heredad!”. Tomo IV, Sevilla, 1955.
  • “Espigando en…mi heredad”. Tomo IV. Sevilla, 1955.
  • “Espigando en mi heredad de ochenta y dos obras más” Sevilla, 1958.
  • “La fantasía en sonetos”. Tomo I. Sevilla, 1955.
  • “La fantasía en… sonetos”. Tomo II. Sevilla, 1955.
  • “La fantasía en… sonetos” Tomo III. Sevilla, 1955.
  • “La fantasía en…Sonetos”. Tomo III. Sevilla, 1955.
  • “La fantasía en… Sonetos”. Tomo IV. Sevilla, 1955.
  • “Flores sin aroma”. Tomos I, II, II y IV. Sevilla, 1956.
  • “Glosas”. Sevilla, 1950.
  • “Granos de arena”. Tomo I. Sevilla, 1952.
  • “Granos de arena”. Tomo II. Sevilla, 1953.
  • “Granos de arena”. Tomo III. Sevilla, 1953.
  • “Homenaje. Poesías dedicadas a la eximia poetisa Eva Cervantes en ocasión de sus onomásticas y otros varios motivos”. Sevilla, 1966.
  • “Humoradas”, Sevilla, 1951.
  • “Idealidad…”. Sevilla, 1954.
  • “Idealidad”. Sevilla, 1954.
  • “Intimas. (Poesías de los tiempos idos)”. Tomo I. Sevilla, 1954.
  • “Íntimas. (Poesía de los tiempos idos).”. Tomo I, Sevilla, 1954.
  • “Intimas. (Poesías de los tiempos idos)”. Tomo II, Sevilla, 1954.
  • “Ironías”. Tomo I. Sevilla, 1948 .
  • “Ironías”. Tomo II. Sevilla, 1953.
  • “Ironías”. Tomo III. Sevilla, 1953.
  • “Ironías”.Tomo IV. Sevilla, 1954.
  • “Ironías”. Tomo IV. S-villa, 1954.
  • “Ironías”. Tomo V. Sevilla, 1955.
  • “Ironías”. Tomo VI. Sevilla, 1958.
  • “Ironías y sutilezas con honores”.Sevilla, 1960.
  • “Juventud y… desencanto”. Sevilla, 1953.
  • “Un libro más de cantares”. Sevilla, s.a.
  • “Lo que se piensa… soñando”. Sevilla, 1951.
  • “Los con razón olvidados”. Tomo I. Sevilla, 1955.
  • “Lluvia menuda”. Tomo I. Sevilla, 1954.
  • “Lluvia menuda. (Pensamientos intrascendentes)”. Tomo II. Sevilla, 1954.
  • “Lluvia menuda”. Tomo III. Sevilla, 1954.
  • “Magdalena. Poesías”. Sevilla, 1958.
  • “Maravillas”. Sevilla, 1955.
  • “¡Maravillas!”. Sevilla, 1955.
  • “Marina”. Sevilla, 1959.
  • “¿Mas sonetos…Todavía?”. Tomos I y II. Sevilla, 1959.
  • “¿Más sonetos… Todavía?”. Tomos III y IV. Sevilla, l959.
  • “Mil y cuatro sonetos”. Sevilla, 1955.
  • “Mil y tres sonetos”. Sevilla, 1954.
  • “Mil y un cantares”. Sevilla, s.a.
  • “Mil y un cantares”. Sevilla, s.a.
  • “Mil y un sonetos”. Sevilla, 1951.
  • “Místicas”. Tomo I. Sevilla, 1947.
  • “Místicas”. Tomo II. Sevilla, 1949.
  • “Místicas.”. Tomo III. Sevilla, 1952.
  • “Místicas. Tomo IV. Sevilla, 1952.
  • “Místicas”. Tomo V. Sevilla, 1953.
  • “Místicas”. Tomo VI. Sevilla, 1954.
  • “Los momentos de la Raza”. Sevilla, 1934.
  • “Los momentos de la raza. Romances”. Tomo II. Sevilla, 1942.
  • “Los momentos de la raza. Romances”. Tomo III. Sevilla, 1941.
  • “Mujer… ¡Coqueta!”. Sevilla, 1957.
  • “Nada de Toledo”. Sevilla, 1951.
  • “La ociosidad en sonetos”. Tomo I, II y III. Sevilla, 1957.
  • “La ociosidad en sonetos”. Tomos IV, V, y VI. Sevilla, l957.
  • “La ociosidad en sonetos”. Tornos VII, VIII y IX. Sevilla, 1958.
  • “La ociosidad en…Sonetos” Tomos X, XI y X-I. Sevilla, l958.
  • “Para… ¡quemarlos’. “. Tomo I. Sevilla, 1956.
  • “Para… ¡quemarlos!”. Tomo II y III. Sevilla, 1956.
  • “Para ti”. Sevilla, 1952.
  • “Paráfrasis a varias composiciones del bellísimo libro: En vuelo herido, de la egregia poetisa Eva Cervantes”. Sevilla, 1957.
  • “Paráfrasis pequeñas a la gran obra mística: Estrellas Mínimas, de la egregia poetisa Eva Cervantes”. Sevilla, 1958.
  • “Pensamientos”. Tomo I. Sevilla, 1952.
  • “Pensamientos”. Tomo II. Sevilla, 1952.
  • “Pensamientos “. Tomo III. Sevilla, 1954.
  • “Pensamientos malos”. Tomos I, II y III. Sevilla, 1958.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo I-IV. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”.Tomos V-VIII. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo IX-XII. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XIII-XVI. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XVII-XX. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XXI-XXIV. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XXV-XXVIII. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomos XXIX-XXXII. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XXXIII-XXXVI. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XXXVII-XL. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomo XLI-XLIV.= Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomos XLV-XLVIII. Sevilla, 1957.
  • “Pensamientos y sentires”. Tomos XLIX-LII. Sevilla, 1957.
  • “Los pies de Carlos”. 11 edición, Sevilla, 1935.
  • “Los pies de Carlos”. 29 edición. Sevilla, 1958.
  • “Poesías”. Sevilla, 1931.
  • “Poesías”. Sevilla, s.a.
  • “Por mis soledades voy…”. Sevilla, 1959.
  • “Ramos… ¡Ortigas!”. Tomo I. Sevilla, 1954.
  • “Ramos de ¡Ortigas!”. Tomo II. Sevilla, 1954.
  • “Romances”. Tomo I-IV. Sevilla, 1958.
  • “Romances al atardecer”. Sevilla, 1953.
  • “Romances cortos”. Tomo I, II y III. Sevilla, 1959.
  • “Romances de última hora”. Sevilla, 1956.
  • “Seguidillas”. Sevilla, 1957.
  • “Según los años… se piensa”. Libros I, II y III. Sevilla, 1957.
  • “Seiscientos sonetos”. Sevilla, 1949.
  • “Selecciones”. Tomo I. Sevilla, 1960.
  • “Selecciones… Ironías… Relámpagos”. Tomos I, II y III. Sevilla, 1959.
  • “¡Sevilla!” Sevilla, 1957.
  • “Simplezas de amor (de tiempos pasados)”. Tomo I, Sevilla, 1955.
  • “Simplezas de amor. (De tiempos pasados)”. Tomo II. Sevilla, 1955.
  • “Simplezas de amor”. Tomo III. Sevilla, 1956.
  • “Simplezas de amor. (De tiempos pasados)”.Tomo IV. Sevilla, 1956.
  • “Sin pies ni cabeza. Poesías.” Sevilla, 1934.
  • “Sombras que se hicieron luz”. Sevilla, 1958.
  • “Sonetos al cuarto de hora”. Tomos I, II, III y IV. Sevilla, 1959.
  • “Sonetos al… cuarto de hora”, Tomos V, VI, VII y VIII, Sevilla 1959.
  • “Sonetos intrascendentes que mis torpezas dan ¡por evidentes!”. Tomo I, Sevilla, 1956.
  • “Sonetos intrascendentes”. Tomo II. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos intrascendentes”, Tomo III. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos intrascendentes”. Tomo IV. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos de juventud”. Sevilla, 1941.
  • “Sonetos vulgares”. Tomo i y II. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos vulgares”. Tomo III y IV. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos vulgares”. Tomo V y VI. Sevilla, 1956.
  • “Sonetos vulgares”. Tomo VII y VIII. Sevilla, 1957.
  • “Treinta sonetos”. Sevilla, 1936.
  • “Tú, en presencia”. Sevilla, 1944.
  • “Tú, en presencia”. Sevilla, 1958, 24 edic.
  • “Los últimos… ¡hasta ahora!” Tomos I-IV. Sevilla, 1959.
  • “Los últimos… ¡hasta ahora!”. Tomo V. Sevilla, 1959.
  • “Versos de juventud y…vejez”. Sevilla, 1951.
  • “La vida en sonetos. Sonetos de juventud”. Tomo I, Sevilla, 1941.
  • “La vida en sonetos. Sonetos de juventud”. Tomo II. Sevilla, 1943.
  • “La vida en sonetos. Sonetos de juventud”. Tomo III. Sevilla, 1944.
  • “La Virgen de los Remedios”, Sevilla, 1956.
  • “Ya, con el pie en el estribo”. Tomo I, Sevilla, 1959.
  • “Ya, con el pie en el estribo”. Tomo II. Sevilla, 1959.
  • “Ya, con el pie en el estribo”. Tomo III. Sevilla, 1959.

Su poesía, lejos de todo conceptismo o culteranismo, es directa, sencilla, mantiene una línea tradicional, sin ningún tipo de rebuscamiento. Siente predilección por el soneto, de los que llegó a escribir hasta doce mil.

Su temática es muy amplia, variada, delicada y sensible; en las de carácter sentimental, como vemos en sus “Cantares de juventud”, “Chispazos”, “Amor y flores”…, es respetuosa y sincera; en las de tema religioso, entre las que citaremos “La Virgen de los Remedios” y sus seis tomos de “Místicas”; y, por último, es recia y dura en las de su etapa final, donde el recuerdo de sus seres queridos es transportado a los sonetos, apuntaremos como títulos más representativos de esta su última etapa: “Juventud y desencanto”, “Por mis soledades vengo”, “En familia” y una larga lista.

Fue D. Vicente un hombre que escribió poesías por el placer de hacerlo, pues no lo llevaba a ello sacar ningún beneficio económico. Él mismo, debido a su posición económica, costeaba todos los gastos de edición, haciendo de ellas un reducido número de ejemplares, que luego repartís entre sus parientes y amigos. Si no un gran poeta si un poeta de lo sencillo, lo familiar que deja a sus lectores un regusto agridulce y una sensación de placidez.

BIBLIOGRAFÍA

  • QUINTERO Y CARRASCO, José. “Historia de Fregenal”. Don Benito: Minusval II, 1981.
  • SÁNCHEZ-ARJONA Y SÁNCHEZ-ARJONA, José. “En familia: Poesías”. Sevilla, 1930.

NOTAS:

[1] QUINTERO CARRASCO, José. “Historia de Fregenal de la Sierra”, página 322.

[2] Me refiero a la Biblioteca del Complejo Cultural “Santa Ana” de Almendralejo

Oct 011981
 

Juan Antonio Vera Camacho.

Nació el escultor Julio Antonio, uno de los más valiosos artistas anterior a los años veinte, en Mora de Ebro (Tarragona), falleciendo de tuberculosis el 15 de marzo de 1919, en plena juventud, a los 29 años de edad cuando su obra no era una promesa, sino una acabada realidad.

Lo traemos hoy a estos Coloquios porque Julio Antonio vivió dos años en el pueblo de Almadén, colindante con Extremadura; y de Almadén fue el escultor Lozano, que le hizo la mascarilla el día de su muerte, en cera, y que luego pasó al bronce el madrileño Codina, obra que hoy se encuentra en el Museo Camón Aznar de Zaragoza.

La cercanía de Almadén a las tierras extremeñas, dentro de lo que se llamó la “Mancha Baxa”, que abarcaba desde el propio Almadén hasta Siruela, en la provincia de Badajoz, hizo que Julio Antonio visitara a menudo La Siberia Extremeña, a la que quería profundamente -y son palabras de un discípulo suyo- y que en la serie de esculturas titulada «Los Bustos de la Raza», incluyera, junto a «El novicio» y a «El minero de Almadén», dos tipos extremeños “El Cabrero», inspirado en un hombre del Baterno, y «El ventero», en otro de Peñalsordo, pueblos ambos de la provincia pacense.

Relativo a la Mancha Baxa existe un croquis en el Monasterio de Guadalupe, del que yo di una copia el año pasado a nuestro amigo Elías Diéguez, y que fue confeccionado por un escribano de Trujillo llamado Francisco Pedro de Soto, en el año 1803.

He tenido la suerte, hace un año, de conocer a José Leonor, grabador, repujador, pintor y encuadernador de Arte, 3ª Medalla de la Nacional de Bellas Artes en 1932 y ganador de otras Medallas más, entre ellas una en Lieja (Bélgica), por su labor artística. José Leonor, al que el novelista Alejandro Núñez Alonso escribió «que infundía en su arte ese sentimiento básico de humanidad vibrante por el cual la obra inerte se asocia a las palpitaciones del momento que le da vida», fue durante dos años discípulo de Julio Antonio.

Leonor, con larga estancia en París, donde vivió y encuadernó un precioso libro de Malraux para el Presidente de la República, Auriol, nos cuenta que a Julio Antonio se lo presentó Salazar, amigo de Benlliure; y que Julio Antonio fue un excelente artista, bohemio y raro, que trajo normas nuevas al Arte y que hoy se encuentra quizá injustamente olvidado. Nos dice asimismo que Julio Antonio gozaba de muy buena presencia, que cuantas mujeres lo veían se enamoraban de él, y nos cuenta la anécdota de que una vez entró en una pastelería, a comprar, y que la dependienta, una joven, no le cobró el importe, ni se lo cobraría cuantas veces fuera; pero el escultor era muy orgulloso y por tal motivo no volvió a entrar en aquélla tienda.

Quizás este atractivo del sexo femenino hacia el artista fuera causa de su muerte, de «peste blanca», como se llamaba entonces a la enfermedad que le acometió.

Nos cuenta Leonor que el primer maestro de Julio Antonio fue Mariano Pedrol, luego Blay. Que compartió el escultor gran parte de su vida con su pariente y también artista Miguel Villadrich, que en 1931 se retiró a trabajar a Fraga, donde le hicieron hijo adoptivo. Y aquí otra curiosa anécdota: los amigos; en los ratos de bohemia, para picarle, le decían «higo adoptivo de Fraga», aludiendo a los ricos higos que se crían en esa ciudad aragonesa. Ganó Julio Antonio el premio del concurso del Monumento a los muertos en el asalto de Tarragona, en el año 1911, y esculpió el grupo «Mater Dolorosa». No pudo acabar, por su temprana muerte, los bustos de Wagner, Chapí, Rubén Darío y otros.

A Almadén llegó a vivir con unos parientes suyos, uno de los cuales ostentaba un alto cargo en las minas de mercurio, y desde allí se desplazó a los pueblos extremeños colindantes para buscar motivaciones a su obra escultórica. Amaba a Extremadura tanto como Cataluña, a pesar de haber nacido allí -nos cuenta su discípulo, José Leonor.

Nuestro amigo ya fallecido, Luis Cavanillas Ávila, periodista que fue, natural de Almadén, dedicó varios trabajos a las andanzas extremaras y manchegas del escultor de Mora de Ebro, y él nos enseñó fotografías diversas de su obra. Julio Antonio tuvo amigos de mucha clase intelectual: el caricaturista Bagaría, con el que vivió cierto tiempo en el estudio de la calle del Rosario, en Madrid; el dibujante Rafael de Penagos, en otro estudio de la Guindalera; el doctor D. Gregorio Marañón, que le visitó como amigo y como médico cuando estaba en las últimas; y Sebastián Miranda…. y los Cañedos, aristócratas que le dejaron el local para su estudio, a los que hizo sendos bustos y que estaban emparentados con el conde de Agüera; el duque de Tarancón, etc., etc. Hizo un busto a la hija de D. Ramón Menéndez Pidal, Piedad, que le salió muy bonito, pero le costó mucho trabajo hacerlo, porque según frase de Julio Antonio que nos transmite su discípulo Leonor, Piedad «no tenia en su rostro nada interesante, artísticamente hablando».

Y aquí terminamos estas pinceladas de un escultor que se interesó por Extremadura y en nuestra tierra buscó motivaciones para dos o tres de sus obras más interesantes.

Oct 011981
 

Wilfredo Rincón García.

El Ducado de Feria en Extremadura, a partir del siglo XVIII, ha estado vinculado a la Casa Ducal de Medinaceli, y esta es la razón de que su vecindario se publicara en el año 1787[1] en un libro donde se recogía la obra pía y fundación que hizo la Excma. Sra. Doña María Luisa del Rosario Fernández de Córdoba, Duquesa de Arcos de la Frontera, Maqueda y Nájera por su casamiento con el Duque de los mismos títulos, ya difunto, D. Francisco Ponce de León.

Doña María Luisa del Rosario Fernández de Córdoba era hija de D. Luis Antonio Fernández de Córdoba, Spínola de la Cerda, Figueroa y Aragón y Doña Teresa de Moncada y Benavides, su primera mujer, marqueses de Priego, Duques de Medinaceli Feria, Segorbe, Cardoa y Alcalá (Andalucía). Había nacido en el año 1732 y era hermana del entonces Duque de Medinaceli D. Pedro de Alcántara Fernández de Córdoba y Moncada, casado en segundas nupcias con María Petronila de Alcántara Pimentel, Marquesa de Malpica y de Macera; de Ana María, entonces Duquesa de Santiesteban por su matrimonio con D. Antonio de Benavides, duque del mismo título, y de María de los Dolores, casada con Joaquín Ginés de Oca Moctezuma, Marqués de Tenebrón y Conde de Moctezuma.

Muerta la Duquesa el día 17 de noviembre del año 1773 sin haber hecho testamento que supliera el testificado el día 13 de julio del año 1768 por el notario y escribano de la Corte de Madrid Diego Trigueros y Dueñas, por el que nombraba heredero a su cuñado D. Antonio Ponce de León, en aquel momento Duque de Arcos, pero existiendo entre sus papeles una memoria escrita de su puño y letra el día 18 de septiembre de 1773 en la que hacía algunas disposiciones que suplían a las del año 1768, se reunieron D. Manuel Ventura de Figueroa, Decano del Consejo de Castilla, el Padre D. Juan Andrés Comenge, presbítero de la Real Congregación de San Felipe Neri, confesor de la Duquesa y el Duque de Arcos, su cuñado, D. Antonio Ponce de León, para conocer los puntos establecidos en sus últimas voluntades y proceder así a la realización de las mismas.

La obra pía y fundación que establecía la Duquesa debía ser siempre de patronato de laicos, y por ello no podía ser nunca reconocida por juez eclesiástico, nombrando para ello unos patronos que serían los señores Decano del Real y Supremo Consejo de Castilla, el Vicario de Madrid y el Cura del Real Palacio de Su Majestad, quienes debían nombrar un administrador para los bienes de la fundación. Por último, además de establecer varios aniversarios, disponía que el resto de las rentas de la Fundación se distribuyeran por mitad, entregando una parte para dotes de mujeres honestas que quisiesen tomar estado de casadas o entrar en religión en los estados de su hermano el Duque de Medinaceli y la otra, igualmente, para las vasallas de su cuñado el Duque de Arcos de la Frontera, Maqueda y Nájera. La cantidad que se asignaba a cada una de ellas, por una sola vez era de 1.100 reales de vellón, pues, como las llamadas a ello debían ser pobres, consideraba suficiente esta cantidad como dote matrimonial o de entrada en Religión, exhortando a los Patronos que tuvieran cuidado de hacer extensivo el beneficio a todos los pueblos de los diversos estados.

El día 20 de enero del año 1775 quedaba formalizada la Fundación, previa aprobación del Duque de Arcos, quien ordenó que comenzara a tener vigencia.

Para poder llevar mejor a cabo el reparto de dotes, en la reunión de los patronos del día 30 de diciembre del año 1783, se acordó solicitar a los Duques de Medinaceli. Condes de Oñate y Altamira y Marqués de Peñafiel, como propietarios de sus respectivos estados, que remitiesen listas de los pueblos y vecinos de cada uno de ellos.

Las listas llevan fechas diversas: el día 3 de octubre de 1781 la del Conde de Altamira; el día 11 de diciembre del mismo año la del Marqués de Peñafiel; el día 14 de enero de 1782 la del Conde de Oñate y por último, el día 27 de enero de 1787 la del Duque de Medinaceli.

Poco después, en la reunión de los Patronos del día 1 de Julio del mismo año 1787 se acordó hacer imprimir la referida Fundación y Obra Pía con las listas enviadas por sus respectivos poseedores, haciendo un ejemplar para enviar a cada pueblo al que correspondiera dote, debiendo ser colocado en su archivo[2].

El Ducado de Medinaceli en el año 1787

El día 26 de enero de 1787 el Secretario del Duque de Medinaceli, D. Melchor de Pando, certificó los estados que el Duque poseía, con los pueblos de cada una de ellos y el vecindario que en aquel momento los componían.

Entre los numerosos estados que lo componían figuraban el Ducado de Feria en Extremadura y el Marquesado de Villalba, correspondiente a este Ducado[3].

Unión de las Casas Ducales de Medinaceli y Feria

A la muerte en 1711 del Duque Luis Francisco, de la casa de la Cerda-Foix, sin herederos, puesto que su hija Catalina, habida en su matrimonio con María de las Nieves Téllez de Girón, había fallecido a la edad de tres años en 1681, y su hijo natural Luis, había muerto en 1695 combatiendo contra los argelinos siendo capitán de galeras del Papa Inocencio XIII; el Ducado de Medinaceli con todas sus posesiones pasó a la rama colateral femenina representada por los herederos de la hermana mayor del Duque, Feliche María Josefa de la Cerda y su marido Luis Francisco Mauricio Fernández de Córdoba-Figueroa, marqués de Priego y Duque de Feria, siendo el primer duque de ambos títulos Nicolás Fernández de Córdoba-Figueroa de la Cerda.

El Ducado de Feria

El Ducado de Feria, antes condado del mismo título, tiene su origen en Ramón Pérez, señor de Figueroa, rico-hombre del emperador Alfonso VII que murió en la batalla de Alarcos en el año 1195. Su hijo, Ruy Remóndez, fue Merino Mayor de Galicia y combatió en Las Navas de Tolosa. Fernán Ruiz de Figueroa, rico-hombre de Alfonso X el Sabio pobló Écija el año 1240. Fue a Lorenzo Suárez de Figueroa a quien, siendo señor de Feria y Zafra, el rey Enrique IV le concedió el condado de Feria. Había sido consejero del rey Juan II de Castilla y Capitán General de la frontera con Portugal. En el año 1567 el condado fue elevado a ducado con grandeza. En el matrimonio de Lorenzo de Figueroa y Catalina Fernández de Córdoba, señora de Aguilar de la Frontera y marquesa de Priego se estipuló que los apellidos y títulos de la esposa se antepondrían a los del marido, llevando desde entonces la familia el apellido Fernández de Córdoba Figueroa.

En 1711 se unieron ambas casas ducales en la figura de Nicolás Fernández de Córdoba-Figueroa de la Cerda.

Los primogénitos del ducado de Feria llevaban como título el de Marqués de Montalbán.

Posteriormente a la unión de ambas casas ducales, el título de duque de Feria se separó del ducado de Medinaceli en la figura de Antonio Fernández de Córdoba, nacido en 1820 y muerto en el año 1853, por cesión de su hermano Luis Tomás de Villanueva Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli que lo detentaba, pasando a su muerte a engrosar nuevamente la casa de Medinaceli.

Junto al ducado de Feria aparece el marquesado de Villalba, correspondiente al mismo ducado, título del Reino que fue creado el año 1567.

POBLACIONES NÚM. DE HABITANTES
Villa de Zafra 1.706
Villa de Feria 480
Villa de la Parra 350
Villa de la Morera 60
Villa de Nogales 200
Villa de Salvaleón 450
Villa de la Torre 155
Villa de Almendral 500
Villa de Alconera 145
Villa de Salvatierra 460
Villa de Oliva 636
Villa de Valencia de Mombuey 154
Villa de Palacio, despoblada
Villa de Bejarana, despoblada

Cuadro I. Vecindario del Ducado de Feria

En total, en el año 1787 el vecindario del Ducado de Feria reunía 14 villas, con un total de 5.296 vecinos. Si tomamos como coeficiente 5 personas por vecino, veremos que el Ducado de feria tenía 26.480 habitantes.

Poblaciones Núm. de habitantes
Villa de Villalba 245
Villa de Santa María 540
Villa de la Solana 47
Villa de Cortepeleas 16

Cuadro II. Vecindario del Marquesado de Villalba

El Marquesado de Villalba reunía 4 villas con un total de 848 vecinos. Tomando como coeficiente 5, el número de habitantes asciende a 4.240.


NOTAS:

[1] El libro del que se ha partido para la elaboración de este trabajo no tiene las primeras ni las últimas páginas, no pudiéndose por ello asegurar que la fecha de 1787 sea la de su publicación.

[2] El que se ha utilizado parece corresponder al pueblo soriano de Romanillos de Medinaceli y actualmente se encuentra en propiedad de Encarnación García Valladares.

[3] Vecindario publicado por el autor en la Revista Celtiberia del Centro de Estudios Sorianos, núm. 60, pp. 203-212. Soria, 1980.

Oct 011981
 

Francisco Fernández Serrano.

En esta década de los 80, Plasencia, ciudad, alfor, tierra, partido por una parte; y Plasencia-Diócesis, por otra, se aprestan a celebrar su octavo centenario. Buena ocasión para rememorar y repasar sus ocho centurias; para cribar y limpiar su escasa bibliografía impresa, y para completar el conocimiento de un pasado no muy remoto. No necesita Plasencia de apelar a problemáticos antecedentes griegos, latinos, visigodos y árabes para contar con glorioso pasado, fundamento del presente honrado y orientación para un gran porvenir. Porque Plasencia es parte muy principal e integrante de la Extremadura castellano-leonesa; porque Trujillo, sede de los Coloquios Históricos de Extremadura, lleva ocho siglos vinculado a la diócesis de Plasencia; y porque el autor hoy, como hace cuarenta años en Roma, se proclama placentino de diócesis, me parece oportuno traer a Trujillo unas consideraciones sobre el episcopologio diocesano.

1. Como la diócesis placentina nace en plena Edad Media, no se pueden conocer uno a uno a todos sus obispos, desde el burgalés don Bricio hasta el navarro Juan Pedro Zarranz y Pueyo, fallecido en 1973.

2. Un historiador tan eficiente como laborioso, el chantre don José Benavides Checa, el chantre por antonomasia de Plasencia, publicó ya en 1896 el episcopologio placentino, aunque esquelético y fundamental, pero válido para todos los tiempos. A él fácilmente se pueden agregar los últimos obispos de Plasencia después del último reseñado por Benavides: D. Francisco Jarrín, D. Manuel de Torres, D. Ángel Regeras, D. Justo Rivas, D. Feliciano Rocha y D. Juan Pedro Zarranz.

3. No es frecuente establecer la división de obispos diocesanos, en Plasencia y fuera, en permanentes y transeúntes: los que a Plasencia llegaron y permanecieron hasta el fin, de ordinario hasta la muerte; y los que por Plasencia pasaron con parada, ya fuera larga o corta.

4. En la conciencia y el ambiente medieval el obispo era el pastor de su diócesis, pero también el padre de los diocesanos y el esposo de la diócesis. Por eso junto o al báculo había recibido su anillo en señal de desposorio: de uno, con una y hasta la muerte. Pero el siglo XIV con el Cisma de Occidente se trastornó también la mentalidad cristiana y la administración eclesiástica. Había diócesis con dos papas y con dos obispos, uno en cada obediencia. En el siglo XV se inician los traslados episcopales y en el siglo XVI el diocesano, a la vez que jefe de la iglesia, empieza a convertirse en funcionario de la curia romana que rompe los vínculos diocesanos con absoluciones y aumenta los traslados. El obispo ya no es el esposo de la diócesis hasta la muerte, aunque conserve el anillo, sino un funcionario de categoría elevada que busca sus ascensos y cuando llega a un tope de edad es jubilado para dar paso a otros más jóvenes y más eficaces. La diócesis ya no es la esposa de un solo esposo, sino a veces de un colegio episcopal, y el obispo pasa de matrimonio de matrimonio diocesano, hasta la inutilización física con reiterados divorcios espirituales y físicos.

5. Los obispos “transeúntes” en Plasencia no se inician hasta el siglo XV. Gonzalo de Zúñiga, fervoroso seguidor del papa Benedicto XIII en su obediencia, al terminar el Cisma, es trasladado a la diócesis de Jaén, y el judío convertido D. Gonzalo de Santa María viene a Plasencia desde la diócesis de Astorga, y después de permanecer luengos años en Plasencia, es trasladado a la de Sigüenza. Han empezado los obispos “transeúntes”, no permanentes en Plasencia.

La situación seguirá repitiendo en los siglos posteriores.

En el siglo XVI fray Martín de Córdoba llegara a Plasencia desde Tortosa; pero quedará desvinculado de Plasencia a los cinco años para marchar a su patria, Córdoba. En el siglo XVII pasan por Plasencia don Francisco de Mendoza, para situarse en Toledo en calidad de gobernador; don Diego de Arce y Reinoso, para quedarse únicamente de Inquisidor General; lo mismo que D. Diego Sarmiento Valladares; el placentino don Cristóbal de Lobera, que había pasado por Osma, Pamplona y Córdoba y ya estaba designado como arzobispo de Santiago de Compostela cuando la muerte le sorprendió todavía en Plasencia; y el malagueño don Alonso Enríquez de Santo Tomás, que había llegado a Plasencia desde la diócesis de Osma, abandonó Plasencia por la sede malacitana, antes de regir esta diócesis extremeña un año. El trasiego episcopal el placentino del siglo XVII es bien notable.

Dos prelados del siglo XVIII pasan por Plasencia y marchan a dos arzobispados, D. Francisco de Perea y Porras, que va al de Granada; y D. Francisco Antonio de Lorenzana, al de México.

El siglo XIX cambió el panorama económico de la diócesis placentina, y la que en los siglos pasados había sido meta donde terminaban su carrera muchos obispos españoles, empieza a figurar como punto de partida para muchas ascensiones episcopales. A los cinco años de su obispado placentino D. José Ávila y Lama es trasladado al obispado de Orense; y pocos más años que Lama estuvo en Plasencia su sucesor Conde y Corral, que ascendió a la sede zamorana. En el siglo XX sólo un obispo, D. Ángel Regueras López “pasó” por Plasencia, y fue trasladado en 1923 a Salamanca. Los otros prelados de la mitad del siglo XIX y todos los del XX, fueron permanentes, pero su permanencia fue consecuencia de su edad avanzada, motivo por el que se quedaron: Jarrín, López de Zaragoza, Rivas Fernández, Rocha Pizarro; o debido a su repentina muerte: Torres y Torres, sin cumplir el año de estancia placentina. Una excepción fue el último obispo fallecido, D. Juan Pedro Zarranz y Pueyo, que permaneció en Plasencia 27 años, desde 1946 hasta 1973. Pero los que le conocimos y tratamos sabemos que sus aspiraciones juveniles -tenía 42 años cuando llegó a Plasencia- no eran las de morir en Plasencia, sino las de “pasar” pocos años, y subir a diócesis de mayor relumbrón y mejores perspectivas. Salamanca fue su sueño dorado, principalmente, pero el hombre propuso, aunque fuera obispo, y Dios con las circunstancias, dispusieron de otra manera. Timidez, sueños, fracasos personales, aislamientos y otras causas le hicieron perder aquellas ilusiones para así conformarse con vivir y aún morir en Plasencia. A la fuerza, vino a continuar la lista de aquellos obispos placentinos que se eternizaban en la sede: D. Adán el conquistador de Trujillo; D. Gutiérrez de Carvajal, el obispo arquitecto del siglo XVI; fray Francisco Laso de la Vega en el siglo XVIII, y el austerísimo D. Pedro Casas y Souto, a caballo entre los siglos XIX y XX.

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