Oct 011992
 

Juan García-Murga Alcántara.

Es de general conocimiento la importancia y valor de las decoraciones existentes en edificios construidos durante el siglo XVI, en los períodos correspondientes al gótico final y estilo renacentista, en particular por los aspectos simbólicos e ideológicos de los repertorios decorativos. En los edificios trujillanos de mayor interés, muchos de ellos pertenecientes al citado siglo XVI, la iconografía es reducida y sencilla, y posee un primordial sentido de afirmación cultural y enlace con nuevas mentalidades renovadoras que buscan la consecución del efecto estético y la concreción de una nueva forma de entender la existencia humana, con toda probabilidad ligada a un plano mucho más terrenal, aunque puede afirmarse que el sentido de transcendencia se encuentra presente en la idea de la persistencia del apellido o linaje ilustre, apreciable en los escudos heráldicos, como en el Palacio de Juan Pizarro de Orellana; los escudos constituyen un auténtico programa iconográfico, con valores simbólicos y decorativos a un tiempo.

Las fachadas mismas pueden llegar a estar dotadas de sentido y significado iconográfico, en cuanto al lenguaje de la imagen de un esquema constructivo propio de una determinada manera de pensar . No se trata de tener en cuenta el valor arquitectónico de una construcción o de una parte de la misma, como la fachada o el patio, sino la consideración de su simbolismo representativo, su sentido gráfico y expresivo, como en la fachada del Palacio de Santa Marta (Trujillo).

Ocasionalmente, y en particular en edificios de mayor antigüedad como la Casa Alvarado, los elementos decorativos no alcanzan a constituir un programa iconográfico, sino que rosetas, pináculos, detalles de carácter vegetal, etc., constituyen caracterizaciones sencillas del sentido decorativo de una forma constructiva gótica del siglo XV, con ausencia de repertorio de imágenes, complicado y coherente, propiamente dicho.

Aunque el estudio iconográfico se refiere expresamente al lenguaje de la «imagen», existe la posibilidad de observar en ciertos elementos constructivos, o en su misma ausencia, un valor icónico, como ocurre con los escudos heráldicos, cuyo conjunto constituye un amplio y variado programa decorativo en el núcleo urbano de Trujillo. El significado simbólico y de valor expresivo de prestigio y categoría social en este detalle del escudo heráldico, presente en la fachada o en el interior de los edificios, aparece con toda claridad en el gran escudo existente sobre el balcón de ángulo del Palacio de Hernando Pizarro o del Marqués de la Conquista, acrecentado hasta concentrar la casi totalidad del repertorio decorativo de esta fachada. En este edificio se encuentra el ejemplo de mayor complejidad en programas iconográficos sobre edificios del siglo XVI en Trujillo[1], con la finalidad de poner de manifiesto un sentido erudito y clasicista y enaltecer la figura del personaje, Pizarro, y, de manera global, realizar una alegoría del descubrimiento y conquista del Perú, ya que en uno de los intercolumnios del balcón hay un personaje masculino barbado, con pómulos muy salientes y tocado con casco, a quien se identifica con Francisco Pizarro, según tradición popular[2].

Existen también numerosos huecos en otras construcciones, vanos que poseen auténtico carácter emblemático e iconográfico, repetidos como esquemas simbólicos y tipológicos, que pueden ser interpretados desde una perspectiva explicativa y no puramente formal como la «imagen» de un determinado edificio o de un grupo de construcciones semejantes, como ocurre en el Palacio del Marquesado de Piedras Albas, situado en la Plaza Mayor de Trujillo.

Hay asimismo otros importantes ejemplos de fachadas-retablo, que acumulan los elementos decorativos, como en el Palacio Vargas Carvajal o de los Duques de San Carlos, de marcado estilo clasicista, con presencia del más significativo repertorio de la iconografía plateresca: bustos en alto relieve, escudos heráldicos omnipresentes, águilas imperiales, simbólicas cornucopias de la abundancia[3], que forman un conjunto representativo de un modo de vida que trata de ennoblecerse y significarse a través de símbolos propios de un pasado cultural de gran esplendor. En este Palacio de los Duques de San Carlos destaca en particular el vigor del tema de los escudos heráldicos, en ambos niveles de la fachada lateral, en la portada, donde la decoración alcanza su mayor desarrollo y esplendidez estética y constructiva, y en el ángulo del edificio, por encima y por debajo del balcón de esquina, de fuerte estilo clásico, con presencia de pilastras y frontón triangular con el busto en alto relieve en su interior, y de mayor purismo decorativo que el que se encuentra en el vecino Palacio de Hernando Pizarro, en la misma Plaza Mayor de Trujillo.

Las iconografías trujillanas del siglo XVI tienen influencia importante en el significado de la arquitectura como expresión de un determinado orden e interés social, con repertorios decorativos de mayor o menor amplitud, capaces de constituirse en expresiones de inquietudes y afanes culturales y de conocimiento, aunque pueda parecer poco amplio, de los repertorios decorativos de la Antigüedad, cuyos más significativos elementos se encuentran, aunque con sencillez y en número reducido, bien representados en estas construcciones del siglo XVI en la ciudad de Trujillo.

NOTAS:

[1] MOGOLLON CANO-CORTES, P.; NAVAREÑO MATEOS, A.: Palacio del Marqués de la Conquista en Trujillo. Memorias de la Real Academia de Extremadura. Volumen I. Trujillo, 1983.

[2] MOGOLLON CANO-CORTES, P.; NAVAREÑO MATEOS, A., op. cit., p. 272.

[3] ANDRES ORDAX, S.; PIZARRO GOMEZ, F.J.: El patrimonio artístico de Trujillo (Extremadura). Editora Regional de Extremadura, 1987, p. 127.

Oct 011992
 

 Mª del Pilar Cárdenas Benítez.

Noble y generoso para unos, cruel y ambicioso para otros, no podemos dejar de reconocer que Hernán Cortés es una de las grandes figuras de nuestra Historia. A pesar de toda la tinta que ha corrido por su causa, ya durante su vida, ya en los siglos posteriores a su muerte, todavía hoy quedan cosas nuevas que decir sobre su vida y su obra, en América y en España.

Su condición de «hombre de frontera», entre medieval y moderna, adquirida en una tierra como es la extremeña, acostumbrada a las luchas fronterizas, ya contra los musulmanes durante la Reconquista, ya contra Portugal, y la necesidad de mantener en ella «caballeros de cuantía», preparados para dejar sus trabajos por las armas en cualquier momento, le valieron a Cortés para considerar como «tierras de frontera» los territorios que iba conquistando.

El presente trabajo pretende dar una visión del Marquesado del Valle desde el punto de vista del análisis diplomático de los documentos constitutivos del mismo, así como dar una breve visión de los distintos aspectos que ocupan a la diplomática señorial.

INTRODUCCION

La realización de un curso de Tercer Ciclo sobre Diplomática Señorial y mi actividad investigadora en el Archivo General de Indias, gracias a una beca de la Fundación Ramón Areces, me llevaron a interesarme por el tema del presente trabajo: el estudio diplomático del señorío indiano y, más concretamente, del Marquesado del Valle de Oaxaca. Dicho estudio se planteaba, en un primer momento, en una observación en paralelo del citado señorío americano con las estructuras documentales de los señoríos españoles.

La oportunidad de concretar la investigación que me hallaba realizando me la brindó la convocatoria de los presentes Coloquios Históricos de Extremadura. Pero mi participación e interés por ellos no es sólo fruto de mi trabajo, sino también de mi amor por esa tierra, casi siempre olvidada, y que fue cuna de grandes hombres, de grandes conquistadores y de mis ascendientes. Es, por tanto, también un poco mi tierra.

Por ello, quiero daros las gracias por esta oportunidad que me ofrecéis de colaborar en el estudio de nuestra Historia, así como mostrar igualmente mi agradecimiento a los profesores Romero Tallafigo y Rodríguez Liáñez, quienes despertaron mi interés por la Diplomática y me han impulsado en todo momento.

DE «HIDALGO POBRE» A NOBLE RICO

«De buena estatura y cuerpo, bien proporcionado y membrudo, de color algo ceniciento, no muy alegre, con barbas prietas y ralas. Alto, estevado. Buen jinete y diestro en todas las armas, a pie y a caballo […]». Así es como describe a Hernán Cortés uno de sus soldados, Bernal Díaz del Castillo, en su «Historia de la conquista de Nueva España».

Nacido en Medellín en 1485, hijo de don Martín Cortés Monroy y doña Catalina Pizarro Altamirano, reúne en su persona cuatro linajes muy antiguos y honrados. Aunque de poca hacienda -sus propiedades se reducían a un molino a orillas del río Ortigas, un colmenar al sur de Medellín y una viña en el Pago de la Vega, entre el Guadiana y el camino de Don Benito, y sus rentas 60 fanegas de trigo de molino, 9 fanegas de trigo de renta, 20 arrobas de miel del colmenar, 150 arrobas de trigo y unos cinco mil maravedíes de censo sobre casas y tierras-[1], supieron dar a su hijo don Hernando una educación que le sería de gran utilidad como conquistador, enviándolo a estudiar a Salamanca, localidad de procedencia de la familia de don Martín. Allí, aunque ignoramos si obtuvo o no el título de bachiller, adquirió amplios conocimientos en latín y en leyes. No en vano, y ya en Santo Domingo, fue escribano público de la villa de Azúa y, algo más tarde, oficial del tesorero Miguel de Pasamonte y alcalde de Santiago de Baracoa (después Santiago de Cuba). Casose por entonces con Catalina Juárez y comenzó a enriquecerse al dedicarse a la crianza de ganado, mayor y menor, y a la explotación de sus minas de oro.

El regreso de la expedición de Francisco Fernández de Córdoba a Yucatán en 1517 y la tardanza en la vuelta de la encabezada por Juan de Grijalva al año siguiente, cambiaron la vida y el futuro de Hernán Cortés, llevándolo al protagonismo de la conquista de México, operación hasta entonces sin precedentes, para la cual le fue muy útil su condición de extremeño, la tradición de «hombres de frontera» de su tierra natal, su ideal de cruzada.[2]

Entre su salida de la isla de Cuba en noviembre de 1519 y el reconocimiento oficial de Cortés como Gobernador legítimo de Nueva España, en octubre de 1522, se suceden multitud de acontecimientos, victorias y dificultades, así como toda una serie de inconvenientes que le acompañarán ya el resto de su vida: los impedimentos a la salida de su expedición puestos por el Gobernador Velázquez, la quema de sus naves tras la fundación de la primera Veracruz, los primeros contactos con los embajadores de Moctezuma, su alianza con los indios totonaques, su llegada a México, el enfrentamiento con Narváez, la Noche Triste, batallas como las de Tacuba y Otumba, la fundación de ciudades como Segura de la Sierra, la conquista final de Tenochtitlán o México, las expediciones de descubrimiento y conquistas hacia el norte y hacia la mar del sur, las divisiones dentro de su propio ejército… No son estas notas más que un esbozo de la conquista de todo un imperio: el Azteca; pero no nos queda otro remedio si queremos pasar al tema fundamental de este trabajo: el Marquesado del Valle de Oaxaca.

HERNAN CORTES, MARQUES DEL VALLE DE OAXACA

El 15 de octubre de 1522, Cortés era declarado oficialmente Capitán General y Gobernador legítimo de Nueva España y sus buenos servicios son reconocidos particularmente por el Rey en una carta privada.[3]

Es ahora cuando se envían los primeros oficiales reales, cuyos sueldos casi doblan el del Gobernador y se le entregan con ellos nuevas instrucciones, no muy compartidas por Cortés.[4] A partir de entonces, don Hernando realiza una serie de ordenanzas de gobierno, de buen trato a los indios, normas arancelarias, dedicando gran parte de su atención a solicitar el envío de misioneros y a sofocar las rebeliones, tanto indígenas como independentistas.[5] Igualmente tuvo que ocuparse de las dificultades surgidas de las propias autoridades españolas, sobre todo desde la llegada de la primera Audiencia, presidida por Nuño de Guzmán. Va a ser acusado de multitud de delitos, entre ellos varios asesinatos, tales como en de su propia esposa doña Catalina Juárez o la del Licenciado Ponce de León, juez de residencia o incluso de infidelidad contra el Rey.

Todo esto, unido a la noticia de la muerte de su padre y a una carta del Presidente del Consejo de Indias en la que le pedía que fuese a España, decidieron a Cortés para poner rumbo hacia la Península el 17 de marzo de 1528. A su llegada al Puerto de Palos decidió encaminarse hacia Guadalupe, donde permaneció hasta que en otoño se dirigió a la Corte, con la esperanza de ver recompensados sus esfuerzos de conquista.

Fue nombrado Marqués del valle de Oaxaca, con amplias propiedades rurales, veintitrés mil vasallos y solares en México, Capitán general de Nueva Españae incluso Caballero de la orden de Santiago, merced ésta que nunca aceptó por no ir acompañada de encomienda.

En un primer momento, don Hernando rechazó todas las concesiones reales por considerarlas insuficientes, aunque terminó por aceptarlas ante la insistencia del soberano y su promesa de concederle mayores mercedes en adelante. No logró conseguir su mayor deseo: ser nombrado Gobernador de Nueva España. Como contrapunto, pudo entrar a formar parte de la nobleza española con el título de Marqués del Valle de Oaxaca, así como por su matrimonio con doña Juana de Zúñiga, hija del Conde de Aguilar y sobrina del Duque de Béjar.

LA CONSTITUCION DEL SEÑORIO: ANALISIS DOCUMENTAL

Con fecha de 6 de julio de 1529 son expedidas varias cartas de merced en favor de don Hernando Cortés. Según el orden que conservan en el Archivo General de Indias, sección Patronato, legajo 16, ramos 13 a 16, son las siguientes:

  • Nombramiento de Marqués del Valle de Oaxaca.
  • Concesión de ciertas villas en Nueva España y vasallos.
  • Nombramiento de Capitán General de Nueva España.
  • Concesión de dos peñoles en las afueras de México.[6]

Veinte días después se le conceden tierras y solares en México capital y el 5 de noviembre, la facultad para ir a descubrir y poblar el mar del sur.

Estas serán las bases jurídicas y territoriales de su señorío en América, y no exactamente en el Valle de Oaxaca, como se dirá más adelante. Serán también las bases de sus continuas preocupaciones durante el resto de su vida. Pero pasemos a un análisis más detenido de estos documentos.

No existe, diplomáticamente hablando, una documentación señorial en su sentido más estricto, ya que la tipología de los documentos emanados del señorío sigue los modelos de la cancillería real. Sí podemos hacer una clasificación de los documentos según el emisor y el receptor de los mismos.

Primeramente estarían los documentos recibidos en el señorío; en segundo lugar, los emitidos por el señorío; por último, los producidos por los vasallos del mismo.

Los documentos antes citados podríamos incluirlos en el primero de los apartados. Dentro de éste, cabría distinguir tres tipos de documentos:

  • Los de constitución y establecimiento del señorío.
  • Los de relaciones entre el Rey y el señor. (Ambos emitidos en forma de Carta de Merced)
  • Los de relación entre el señor y otras autoridades (Generalmente en forma de «littera solemnis»).

Pues bien, de los documentos que estamos analizando, que se presentan en forma de carta de merced (vos facemos merced, facer guardar y cumplir esta nuestra carta de merced y otras expresiones similares), podemos considerar que el referente a la concesión de villas y vasallos es el que establece y constituye el señorío (el territorio y el «personal» necesarios para poder ejercer sobre ellos la jurisdicción). Los restantes son documentos de relación entre el Rey y el señor, al que se ofrecen otras mercedes. También podríamos incluir en este último apartado el documento de fundación de mayorazgo, pero de eso ya hablaremos más adelante.

El primer documento que vamos a analizar es el que da lugar a la creación del señorío. Para la intitulación utiliza la expresión de dominio citando todas las posesiones reales (Don Carlos, etc.),[7] como es común en las cartas de merced. Va dirigida a don Fernando Cortés, nuestro Gobernador y Capitán General de la Nueva España, cargo que ejerce oficialmente desde octubre de 1522. Ello también parece indicarnos que es la primera de las cartas expedidas con fecha de 6 de julio.[8]

El expositivo recoge el reconocimiento a los trabajos y peligros del descubrimiento, conquista y pacificación de la Nueva España, así como el acrecentamiento de la fe católica, su constante fidelidad y obediencia al Rey… Por todos estos servicios, dispone lo siguiente: «vos facemos merced, gracia y donación pura y perfecta y no revocable […] para ahora y para siempre jamás», citando a continuación una amplia lista de villas y pueblos,[9] más de veinte, entre los que cabe destacar Cuernavaca, Guaxaca (Oaxaca), por haber residido en ellos largas temporadas, y Tehuantepec, por ser puerto de mar, siendo esto muy poco corriente,[10] y hasta el número de veintitrés mil vasallos «con sus tierras y aldeas y términos y vasallos, y jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero mixto imperio […]» y con todo lo demás perteneciente «al señorío de las dichas villas y pueblos».

Con esta fórmula, muy similar a la utilizada siglos atrás para la concesión de señoríos en España, se reconoce explícitamente la constitución de un señorío en un momento en que dicha institución, ya en plena Edad Moderna, va cayendo en desuso. La concesión es perpetua y hereditaria; el Rey se reserva la «Justicia real» (o apelación suprema), las minas y las salinas, prohíbe la edificación de fortalezas sin licencia, da facultad para acuñar moneda, hacer guerra y paz cuando él lo ordene… Según Juan Frielde[11] todas estas disposiciones responden a elementos conservados del medievo y considera como elementos modernos otras limitaciones impuestas que resultan novedosas, como es el caso de la instrucción que inserta más adelante sobre el buen trato a los indios.

Continúa dando poder para entrar en posesión de los pueblos y vasallos «por vuestra propia autoridad». En el caso de tener que «enajenar los dichos veintitrés mil vasallos», no puede hacerlo ni a la Iglesia ni a extranjeros «de fuera destos nuestros reinos y señoríos», sin licencia real. En varias ocasiones más se reitera la posesión del señorío: «vos damos la posesión y señorío y propiedad»… «vos constituimos por verdadero señor de todo ello», y ordena a sus autoridades que«vos hayan y reciban y tengan por señor y poseedor de las dichas villas y pueblos y cosas susodichas», así como que le entreguen la vara de la justicia.

Entrando ya en las cláusulas finales, se derogan y abrogan todas las leyes, ordenanzas y pragmáticas que vayan en contra de la presente carta de merced, así como establece la obligación de cumplir la ordenanza inserta sobre el buen tratamiento de los indios.[12] Estas terminan con una cláusula penal, en caso de no cumplir la merced concedida.

El documento concluye con la data y las suscripciones del Rey, su secretario Francisco de los Cobos, el presidente y dos consejeros del Consejo de Indias.

Antes de pasar al análisis del siguiente, me gustaría hacer unos breves comentarios sobre éste. La promesa de señoríos a los conquistadores, a pesar de la decadencia de esta institución en la España Moderna, va a ser un elemento común en la mayoría de las capitulaciones dadas a aquéllos, posteriores a 1529 y a la creación del señorío que estamos analizando. Pedro de Alvarado, Diego de Almagro, Pedro de Mendoza, Fernández de Lugo, Hernando de Soto y el propio Hernán Cortés recibieron promesas de mercedes señoriales como premio a sus expediciones de descubrimiento y conquista. Las circunstancias quisieron que, o bien fueran muertos durante sus empresas o poco después de su finalización, o bien no fueran llevadas a cabo en su totalidad y, por tanto, no pudieron gozar de aquellas promesas señoriales.

Lo cierto es que, en realidad, sólo existieron dos señoríos: el de Veragua, concedido a la familia Colón, que resultó muy efímero (no duró más que veinte años) y el de Oaxaca, que permanecerá vigente durante tres siglos. Aún existió otro más, el Marquesado de Oropesa, otorgado por Felipe II a una descendiente de la familia real incaica, con toda su jurisdicción. Hay quien también añade el Ducado de Atlixco, pero sin gozar de jurisdicción y ya en un momento muy tardío, en el siglo XVIII.

Las poblaciones que le fueron concedidas a don Hernando no se encuentran en su totalidad en el valle de Oaxaca. Teniendo en cuenta la situación de las villas antes citadas, podemos observar que, por ejemplo, Cuernavaca se halla situada en las proximidades de la capital y Tehuantepec es un puerto de mar ubicado en la costa sur del istmo del mismo nombre. Otra de las villas, Izcalpán o La Rinconada, la primera de la que Cortés tomó posesión a su regreso, se encuentra relativamente cerca de Veracruz. Por tanto, podemos decir que las poblaciones concedidas a Hernán Cortés no forman una unidad territorial, sino varios núcleos dispersos.[13]

El establecimiento del señorío en diversas zonas de la región le proporcionó tal variedad de climas que hicieron posible la introducción de gran diversidad de cultivos, tanto europeos como tropicales.[14]

Por último, hacer una breve referencia a los problema surgidos del recuento de vasallos,[15] tema éste suficientemente analizado, y a las dificultades impuestas por la Audiencia de México para la toma de posesión de las villas, como es la fundación de Antequera [16] junto a la población indígena de Oaxaca, que da nombre al Marquesado. Los pleitos se van a continuar hasta 1560, año en que don Martín Cortés, segundo Marqués del Valle, obtendrá por una Real Cédula de Felipe II, fechada el 16 de diciembre, el goce de las villas concedidas en el documento ya analizado, sin restricción alguna en el número de vasallos, aunque retira de su Estado el puerto de Tehuantepec.[17]

El segundo de los documentos es el nombramiento de Hernán Cortés como Marqués del Valle de Oaxaca.

La intitulación y la dirección son las mismas que en el anterior. El expositivo hace referencia a la concesión ya realizada de villas y vasallos, y a sus grandes méritos por la conquista de Nueva España; y para que quede de ello perpetua memoria, «es nuestra merced y voluntad que ahora y de aquí adelante os podáis llamar, firmar e intitular […] Marqués del Valle llamado Guaxaca». Concluye con las cláusulas finales: la de mandato de cumplimiento a las autoridades y a todos sus vasallos y la penal en caso de incumplirla. La data y las suscripciones también coinciden con las del documento anterior.

Cortés asume totalmente su condición de Marqués del Valle utilizando dicho título, en lugar de su nombre, a la hora de firmar sus documentos, salvo alguna que otra excepción.[18] De todas formas, hay que tener en cuenta que la mayor parte de la documentación posterior producida por Cortés lo es la hilo de sus reivindicaciones para conseguir que se cumplan las mercedes que le fueron concedidas por el Rey. Igualmente, las cartas le serán dirigidas como Marqués del Valle.

Con fecha de 27 de julio del mismo año es expedida una Real Cédula en la que se le da licencia para fundar mayorazgo, el cual no se realizará hasta 1535. También se concedió a Don Hernando por sus servicios un escudo de armas (7 de marzo de 1525) en el que figuran, dispuestos en cuatro cuarteles, un águila bicéfala, símbolo del Imperio, un león rampante que representa el esfuerzo del conquistador, tres coronas reales, las de los tres reyes de México a los que combatió y venció, y la propia ciudad de Tenochtitlán sobre las aguas. En la orla, siete cabezas de otros tantos caciques indígenas a los que venció durante la conquista. En el centro y sobre el todo, las armas de la familia Cortés: de oro, cuatro barras de gules; orla de azur con ocho cruces de San Juan de plata.

El tercer documento es el nombramiento de Capitán General de Nueva España, costas y provincias del Mar del Sur. Su estructura documental es similar a las anteriores; y digo similar porque existen algunas diferencias. Mientras las mercedes anteriores y las que veremos a continuación se realizan por donación perpetua, en cambio ésta va a ser temporal: «cuanto fuere nuestra voluntad», al igual que la Cédula de nombramiento de Gobernador y Capitán General de 1522; aquella viene a ser la confirmación de ésta pero sólo en parte, ya que el presente nombramiento no incluye el título de Gobernador. Otra cláusula que no incluye es la donación de poder para cumplir lo contenido en ella. Finaliza, como es costumbre, con la cláusula penal, la data y las suscripciones del Rey, su secretario y los consejeros de Indias.

Los dos siguientes voy a analizarlos juntos, ya que su estructura es casi exacta, exceptuando la merced que se concede en cada una de ellas: dos peñoles o ciertas casas y tierras en México, y una cláusula final en el segundo de ellos, por la que se solicita testimonio signado de escribano público, de la entrega de la citada Carta de Merced, «por que nos sepamos en cómo se cumple nuestro mandado».

Ambos van dirigidos a don Hernando Cortés, Marqués del Valle y Capitán General (ya no Gobernador) de la Nueva España.

Estos documentos son interesantes no sólo porque suponen un aumento de las posesiones de Cortés, sino porque serán también vinculados en el mayorazgo.

Por último, comentar que ambas cartas no fueron expedidas con la misma fecha: mientras que la primera está fechada, como las anteriores, el 6 de julio, la segunda lleva la data del 27 del mismo mes.

El sexto documento es el que concede a Hernán Cortés facultad para ir a descubrir y poblar el Mar del Sur, nombrándolo Gobernador de las tierras que descubriera. El mismo nos ha llegado en forma de copia simple de un traslado realizado en México en diciembre de 1539, cuatro años después de su pregón en el Puerto de Santa Cruz de la Mar del Sur, en presencia de varios testigos y de un escribano público.

Es quizá más significativo de lo que parece a primera vista pues, si bien no concede más que la gobernación de las tierras descubiertas en adelante, que no es poco, podríamos suponer que sería como una pequeña compensación al no haber sido nombrado Gobernador de Nueva España, como Cortés aspiraba. Además él pretendía encontrar un paso más accesible que el ya descubierto por Magallanes.

Tras la intitulación, la dirección: don Fernando Cortés, Marqués del Valle. En el expositivo se refleja el ofrecimiento realizado por don Hernando para «descubrir, conquistar y poblar». Se imponen ciertas condiciones: que las tierras no hayan sido ya descubiertas o estén dadas en gobernación. Inserta un capítulo de otra carta anterior en la que se le prometía la dicha gobernación. A continuación se dispone que «seáis nuestro Gobernador de las islas y tierras de suso declaradas que así descubriéredes y pobláredes y que hayáis y tengáis a nuestra justicia, civil, criminal […]». Concluye con el mandato de cumplimiento, posibilidad de librar pleitos, poner salarios en oficios de justicia, imponer penas incluso de destierro, dando poder para todo ello. Explica también la forma de cobrar las penas pecuniarias que impusiera y que se tome razón de esta carta en la Casa de la Contratación de Sevilla. Está fechada en Madrid a 5 de noviembre de 1529. Va suscrita por la Reina, lo cual parece indicarnos la ausencia del Rey.

Todos estos documentos que venimos analizando van a tenerse en cuenta para la realización de otro, bastante significativo, que supone la continuidad de todas estas posesiones y, por tanto, del señorío: es la institución de mayorazgo.

EL MARQUESADO DEL VALLE: SU CONTINUIDAD

El 9 de enero de 1535 se asegura la continuidad del Estado y Marquesado del Valle con la institución de mayorazgo. Don Hernando Cortés va a vincular en dicho documento todas las posesiones hasta ahora analizadas: las villas concedidas en la primera Carta de Merced, con sus aldeas, términos y jurisdicción, las casas que posee en la capital, México, y las tierras, molinos, peñoles en sus alrededores, lo que adquiera en la Mar del Sur y el patronazgo del Hospital de la Concepción de Nuestra Señora de México, fundado por su deseo. Establece igualmente cómo debe ser su escudo de armas, en el que incluye, distribuidos en cuatro cuarteles el que le fue concedido como conquistador de México, las armas de Zúñiga (las de su esposa), Cortés-Altamirano (ambas en un mismo cuartel) y las de Arellano. Impone algunas condiciones: la sucesión debe realizarse de varón a varón, incluso cambiando de líneas si es preciso y sólo en último caso, heredaría una mujer; el heredero no tiene obligación de dotar a sus hermanas y debe ser católico, fiel a Dios y al Rey y no haber sido ordenado. También especifica la línea de sucesión entre sus hijos.

De aquí en adelante, don Hernando se esforzará por conseguir, en Nueva España, la aceptación y toma de posesión de todas estas mercedes. Es por ello que encontramos gran cantidad de documentos de relación del señor con el Rey o con otros señores y autoridades, tales como la Audiencia de México o el Consejo de Indias, dentro de la documentación expedida o producida por el señorío, en demanda del cumplimiento de las concesiones reales. En cambio, y al parecer por la misma razón, es más difícil encontrar documentos de régimen interior, tales como ordenanzas, mandatos, donaciones y confirmaciones de mercedes, etc., no por falta de interés o por desconocimiento. Sí encontramos ordenanzas de gobierno, capitulaciones y normas arancelarias que expidió como Gobernador y Capitán General de Nueva España, mientras lo fue entre 1522 y 1529. Como Marqués del Valle quizá no pudo realizarlos por no ser real su jurisdicción sobre las villas concedidas por la corona (al menos, en parte).

En 1530 regresó Cortés a Nueva España, pasando a residir con su familia en Cuernavaca. En estos diez últimos años de residencia en tierras mexicanas participó en diversas expediciones de exploración por el Mar del Sur, llegando incluso hasta la baja California. Pero los inconvenientes, tanto en las expediciones como en los pleitos que mantenía con las autoridades españolas e indianas, no le abandonarán. Todo ello hace que se decida a regresar a España para tratar estos asuntos directamente con el Rey. Así, partió hacia la Península con dos de sus hijos: don Martín y don Luís, sin lograr obtener resultados positivos.

El 2 de diciembre de 1547, después de haber dictado testamento y codicilo días antes, falleció en Castilleja de la Cuesta (Sevilla).[19]

EL SEÑORIO DEL VALLE: CONCLUSIONES

Me gustaría finalizar estas mis notas sobre el señorío del Valle de Oaxaca con unas breves conclusiones:

Es el único señorío indiano con entidad suficiente para ser estudiado como tal.

Por su carácter americano, ofrece unas peculiaridades propias, como el tener indios por vasallos.

Don Hernando Cortés no gozó plenamente del señorío, al no poder tomar posesión de todos los territorios concedidos.

El señorío no llega a ser adulto [20] hasta 1560, con el segundo Marqués del Valle.

En esta primera fase no encontramos documentación de régimen interior del señorío.

Todas estas cartas de merced analizadas otorgan sus beneficios a perpetuidad, salvo el nombramiento de Capitán General de Nueva España.

La perpetuación del señorío se asegura con la fundación de mayorazgo.

Las concesiones son otorgadas a Cortés como descubridor, conquistador y pacificador de la Nueva España.

El señorío conserva elementos medievales e introduce otros nuevos y modernos.

La estructura documental de la carta de concesión de villas y vasallos es muy similar a otras concesiones del mismo tipo realizadas en España en los siglos anteriores.

El señorío del Valle de Oaxaca durará tres siglos, a pesar de que cuando se creó ya era una institución decadente en el occidente europeo.

Resumir en tan breve espacio tantas hazañas, pleitos, victorias, impedimentos y dificultades de un personaje como don Hernando Cortés, resulta ser un gran reto. Y más aún si pretendemos emplear para ello una breve frase para concluir el presente trabajo. Es por eso que me gustaría hacer mías unas palabras de Mateo Solana[21] para decir: «Tuvo don Hernando genial prudencia y maravillosa habilidad en todos o en casi todos sus actos; y por eso su visión política tuvo el alcance infinito de creación de un mundo, que es hacer eternidad».

REGESTA DOCUMENTAL

  1. 1529, julio, 6. Barcelona.
    Carta de merced a don Hernando Cortés, Gobernador y Capitán General de Nueva España, concediéndole a él y a sus descendientes ciertas villas y vasallos en aquellas tierras.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.14. Papel, en 24 folios. Copia de registro. Escritura procesal.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en tres pliegos. Escritura del Siglo XVIII.
  2. 1529, julio, 6. Barcelona.
    Carta de merced a don Fernando Cortés, Gobernador y Capitán General de Nueva España, nombrándolo Marqués del Valle de Oaxaca.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.13. Papel, en 3 folios. Copia de registro. Escritura procesal.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en un pliego. Escritura del siglo XVIII.
  3. 1529, julio, 6. Barcelona.
    Carta de merced a don Fernando Cortés, Marqués del Valle, nombrándolo Capitán General de Nueva España.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.15. Papel, en 4 folios. Copia de registro. Escritura procesal.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en un pliego. Escritura del siglo XVIII.
  4. 1529, julio, 6. Barcelona.
    Carta de merced a don Fernando Cortés, Marqués del Valle y Capitán General de Nueva España, haciéndole merced de dos peñoles en México.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.16. Papel, en 4 folios. Copia de registro. Escritura Procesal.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en un pliego. Escritura del siglo XVIII.
  5. 1529, julio, 27. Barcelona.
    Carta de merced a don Hernando Cortés, Marqués del Valle y Capitán General de Nueva España, concediéndole ciertas tierras y solares en México capital.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.17. Papel, en 4 folios. Copia de registro. Escritura procesal.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en un pliego. Escritura del siglo XVIII.
  6. 1529, noviembre, 5. Madrid.
    Carta de merced a don Fernando Cortés, Marqués del Valle, dándole facultad para ir a descubrir y poblar el Mar del Sur y nombrándolo Gobernador de las tierras que descubriera y conquistara.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.19. Papel, en 4 folios. Copia simple de un traslado realizado en México, 4 de diciembre de 1539. Escritura humanística.
    Acompaña: copia simple del siglo XVIII. Papel, en tres pliegos. Escritura del siglo XVIII.
  7. 1535, enero, 9. Colima.
    Fundación de mayorazgo dado por don Hernando Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca, Capitán General de Nueva España.
    B.- A.G.I. Sec. Patronato Leg.16 N.2 R.56 Fol.56r-61v. Papel, en pliegos. Es copia simple inserta en un traslado. Escritura procesal.
    Inserto: Facultad para fundar mayorazgo, dada en Barcelona a 27 de julio de 1529.
    EDT.- CUEVAS, Mariano: Cartas y otros documentos de Hernán Cortés. Sevilla, 1915.
    CORTES, Hernán: Cartas y documentos. Introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba. México: Porrúa, 1963.

FUENTES DOCUMENTALES

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS:

  • Sección Patronato, legajos 15, 16, 17, 20, 43, 170, 180 y 254.
  • Sección Justicia, legajos 220 y 757.
  • Sección Gobierno, Indiferente General, legajos 737 y 738.

BIBLIOGRAFIA

  • ALAMAN, Lucas: Disertaciones sobre la historia de América.
  • CORTES, HernánCartas y Documentos. Introducción por Mario Hernández Sánchez-Barba. México: Porrúa, 1963.
  • CUEVAS, Mario: Cartas y otros documentos de Hernán Cortés. Sevilla, 1915.
  • FRIEDE, Juan: «El privilegio de vasallos otorgado a Hernán Cortés», en Historia y Sociedad en el mundo de habla española. México, 1970.
  • GARCIA MARTINEZ, BernardoEl Marquesado del Valle: tres siglos de régimen señorial en Nueva España. México: el Colegio de México, 1969.
    Hernán Cortés: Estampas de su vida. Homenaje en su IV centenario. Prólogo y selección de Santiago Magariños. Madrid, Instituto de cultura Hispánica, 1947. Recoge textos de autores tales como Bernal Díaz del Castillo, Cervantes de Salazar, Antonio de Solís, López de Gómara, Gonzalo Illescas, Salvador de Madariaga, Mateo Solana, Alfonso Junco o Jean Babelon. MADARIAGA, Salvador deHernán Cortés. Buenos Aires: ed. sudamericana, 1945.
  • SOLANA Y GUTIERREZ, Mateo: Don Hernando Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca. México, 1970.
  • VV.AA.: colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía. Madrid, 1864.
  • VEGA, Celestino: «La hacienda de Hernán Cortés en Medellín», en Revista de estudios extremeños. Badajoz, 1948.
  • ZABALA, Silvio: «Hernán Cortés ante la encomienda», en Actas del primer congreso Internacional sobre Hernán Cortés y de las Primeras Jornadas de Colaboración de las Fuerzas Armadas. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1986.

NOTAS:

[1] VEGA, Celestino:» La Hacienda de Hernán Cortés en Medellín». En Revista de estudios extremeños. Badajoz, 1948.

[2] Mario Hernández Sánchez-Barba, en su introducción a la obra Hernán Cortés: cartas y documentos, establece como una de las cuatro claves de la política cortesana «su propia vivencia económica-territorial extremeña».

[3] Ambas cartas se encuentran en la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía vol XXVI pág 59, 65 y ss. y proceden del Archivo General de Indias.

[4] Cortés envió al Rey en 1524 su propio programa de gobierno, informándole de las razones por las que era éste más conveniente que las ordenanzas reales.

[5] Cristóbal de Olid es enviado en expedición a las Hibueras. Una vez allí, se rebeló contra la autoridad de Hernán Cortés, quien irá en persona a sofocar dicha rebelión.

[6] Peñoles es lo mismo que decir peñones y serían utilizados como cotos privados de caza.

[7] Por tratarse de una copia de registro, se abrevian los títulos imperiales con un etcétera).

[8] En las demás, se dirige al Marqués del Valle o es su nombramiento como tal.

[9] Las villas y pueblos concedidas a Cortés son las siguientes: Caynacán, Atlacabuya, Matalçingo, Toluca, Calimaya, Quanavaca o Cuernavaca, Guastepeque, Acapiptla, Conatepeque, Tepuztlán, Guaxaca, Cayulapeque, Tlantenquila, Bacoa, Tecantepeque, Yalapa, Utlatepeque, Yzcalpán, Atroyestán, Tuztlatepeca y Quetasta.

[10] El Rey no solía conceder puertos de mar en señorío y en el caso de Tehuantepec será devuelto a la corona en 1560 por don Martín Cortés, heredero de don Hernando.

[11] FRIELDE; Juan: «El privilegio de vasallos otorgado a Hernán Cortés», en Historia y sociedad en el mundo de habla española. México, 1970.

[12] Ordenanzas de Toledo, 4 de diciembre de 1528.

[13] Ver mapa anexo.

[14] ALAMAN, Lucas: Disertaciones sobre la historia de México.

[15] En los legajos 14 y 15 de Patronato del Archivo General de Indias, nos encontramos diversos documentos tanto de Cortés como de la Audiencia de México, referentes al recuento de vasallos y la tasación de tributos.

[16] Fue fundada cuatro veces en el mismo lugar por la Audiencia de México.

[17] GARCIA MARTINEZ, Bernardo: El Marquesado del Valle: tres siglos de régimen señorial en Nueva España. México, 1969

[18] Archivo General de Indias, Patronato, legajo 16, número 1, ramo 11. Es una carta de Hernán Cortés al Rey sobre los impedimentos que pone la Audiencia a sus descubrimientos. Firma con su nombre.

[19] Sobre la muerte y el testamento de Hernán Cortés consultar mi trabajo titulado «Hernán Cortés: su última aventura» en Qualat Chabir (Revista de Humanidades), pág 92-96 año II, nº 2. Kronos, julio de 1994.

[20] Expresión tomada de Bernardo García Martínez.

[21] SOLANA Y GUTIERREZ, Mateo: Don Hernando Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca.

Oct 011992
 

José Mª Cancho Sánchez.

En los XX Coloquios Históricos de Extremadura presenté un trabajo relacionado con los comienzos del cinematógrafo en Cáceres. Los datos los obtuve a partir de periódicos de la época entresacando, generalmente de las notas de sociedad, las noticias sueltas -la mayoría de las veces deshilvanadas- que se publicaban casi siempre para rellenar huecos cuando no había ninguna cosa importante que decir.

Por esa razón, en el trabajo citado, había muchas lagunas: no toda la prensa prestaba atención a estos novedosos espectáculos que de vez en cuando, aprovechando la instalación de una barraca más o menos lujosa, se iban prodigando cada vez más en la capital de la provincia. Son mucho más extensas y ocupan un lugar más preferente en las páginas de entonces las crónicas dedicadas a las representaciones teatrales de la más variada índole que se llevaban a cabo en cualquiera de los dos teatros existentes en la ciudad por aquellos tiempos: el Teatro Principal y el Teatro Variedades.

En la comunicación del pasado año, quedaba fijada la fecha de las primeras proyecciones cinematográficas en la Feria de Mayo del Cáceres de 1899, en un local de la calle del General Ezponda; saltaba luego hasta abril de 1903 en que se volvía a hablar del cinematógrafo, instalado esta vez en una barraca situada en la Corredera de San Juan (actualmente llamada Plazuela de San Juan). En septiembre de 1904 se puso otro cine ambulante en la Plaza de la Concepción. Y hasta el 13 de junio de 1907, no volví a encontrar referencia a este nuevo espectáculo, que se iba apoderando lentamente del tiempo de ocio de los habitantes del mundo civilizado del naciente siglo XX, en la documentación que hasta entonces había manejado. Tenía, pues, un hueco en los datos. Este vacío puede ser, al menos parcialmente, cubierto con las referencias encontradas en el semanario «Alma Extremeña», editado en la capital cacereña por aquellas fechas y cuya colección se conserva en la biblioteca de Tomás Pulido.

El 5 de agosto de 1905, en pleno verano cacereño, encontramos las primeras noticias relacionadas con la existencia de un cine instalado en la Plazuela de la Concepción. Es en la sección «La Semana Reporteril» de mencionado periódico y se refiere a la crónica del domingo anterior. No sé si es el mismo local que señalaba en mi trabajo del año pasado y que también estaba instalado en el mismo lugar, ya que éste fue, durante mucho tiempo el sitio habitual donde se colocaban las distintas barracas con los espectáculos más variados que pasaban a la sazón por Cáceres. No hay que olvidar que era el lugar donde se celebraban las ferias. Me inclino, por ello, a que sea otro distinto, además de creer que un año completo es demasiado tiempo para permanecer ubicado en la misma localidad. Otro dato más favorece esta creencia: el extraordinario éxito que está obteniendo, ya que en ese mismo número de «Alma Extremeña», pero en la crónica referida al martes, el periodista se queja de que «… hubo abuso en la venta de localidades y en preferencia vimos a distintas señoras y señoritas sin poder sentarse por falta de sillas…»

De cualquier manera, este cine desaparece. Pero en diciembre de ese mismo año se instala uno nuevo en un local de la Plaza Mayor, regentado por sus propietarios, procedentes de Salamanca -los señores Sánchez y González- que en un rasgo de publicidad moderna invitan a la prensa a contemplar las excelencias de su barraca en un pase previo:

«Los señores Sánchez y González nos invitan a presenciar las pruebas de su Cinematógrafo; aceptamos agradecidos y dentro del barracón pasamos un rato muy agradable viendo desfilar, película tras película, infinidad de graciosas escenas. El aparato nos parece inmejorable y la oscilación brilla por su ausencia, cosa que no en todos acontece». (9-12-1905)

Esto ocurre el día antes de su apertura al público. El Cinematógrafo Español, que así se llama, ha conquistado plenamente, al menos al anónimo cronista, ya que lo califica como «… el mejor que hemos visto en Cáceres (incluso el de la Rosa) y uno de los primeros que por España se exhiben». (9-12-1905) añadiendo que está «… lujosamente decorado, muy confortable, provisto de magnífico órgano de trompetería, hace muy agradable en la barraca la espera del público, que a diario agota todas las localidades en cuantas secciones se celebran». (9-12-1905)

La música, pues, además de amenizar las proyecciones, era utilizada también para divertir y entretener a los espectadores a la espera del comienzo del espectáculo.

Las películas que se exhiben en este primer contacto con el público  cacereño tocan los más variados temas. Por supuesto, no tenían la duración que ahora, siendo su tiempo de proyección más parecido al de los actuales cortometrajes. Estos eran sus títulos: «Los Apaches de París», «Sueño a la Luna», «Detrás de la escena» y » El Sitio de Zaragoza».

Más adelante, ya que según el cronista, el Cinematógrafo Español tiene un extraordinario éxito, se cambia el programa. Para finales de este mismo mes de diciembre las películas que se proyectaban, según el programa que se publica el día antes de Nochebuena, eran las siguientes:

«1º. Cazadores de Alfonso XIII. 2º. Guerra Infantil. 3º. El álbum maravilloso. 4º.Las tres fases de la Luna. 5º. París a vuelo de ave. 6º. Un drama en el mar (cuadro mocionante y verdaderamente artístico) y 7º. Carnaval en Niza». (23-12-1905)

Suponemos que el plato fuerte de la sesión sería el drama marino, ya que es la única que merece los adjetivos publicitarios.

Pero un percance viene a enturbiar la feliz permanencia de la instalación. Las intensas lluvias caídas durante la última semana de del año 1905 han deteriorado el órgano que tanto impresionó al periodista. Merece la pena su reparación aunque para ello sea necesario recurrir a especialistas extranjeros:

«El aire arrancó uno de los telones del barracón y el agua inundó el lujoso órgano con grave daño de la trompetería. Para arreglar los desperfectos han venido, desde París, dos mecánicos que ya han comenzado su cometido, siendo de esperar que muy brevemente continúen las exhibiciones del aparato». (30-12-1905)

Comienza el año y tenemos constancia de la primera función benéfica realizada en la barraca. Es a beneficio del Batallón Infantil (una versión local de lo que ahora llamamos majorettes) que por entonces se está intentando organizar y de los chicos acogidos en el Hospicio Provincial. Ello se reseña el 1 de enero de 1906.

Pero parece que el Cinematógrafo Español está pasando por una mala racha. El 27 de enero «Alma Extremeña» informa que se ha producido «… un conato de incendio iniciado esta mañana en el barracón. Afortunadamente los desperfectos no han sido de importancia y las pérdidas se reducen a unas varas de tela, habiendo quedado intacta la obra de carpintería».

El 10 de febrero de 1906 se han solventado todos los problemas y se organiza una función para festejar la reparación del órgano, que sigue siendo la admiración del cronista:

«El notable aparato que costó en París la friolera de seis mil duros, ha quedado después de las composturas en mejores condiciones que antes de sufrir el terrible aguacero y los Sres. Sánchez y González están satisfechísimos, pues nunca esperaron, aún contando con la pericia del Sr. Bernardi un arreglo tan perfecto y tan económico como el obtenido».

Para compensar las pérdidas habidas, así como para animar al público a no temer al frío de aquel febrero, los propietarios bajan el precio de las entradas:

«Anoche se celebraron las secciones de exhición del cinematógrafo con gran rebaja de precios. Los Sres. Sánchez y González quieren dejar entre nosotros recuerdo grato y para lograrlo ponen el precio de las localidades al alcance de todas las fortunas. Entrada de General, 10 céntimos y de Preferencia, un real».

El 3 de marzo de 1906 parece que se ha conseguido llevar público al cine, en una pugna entre dos espectáculos -cine y teatro- que se repetirá constantemente a lo largo del siglo. En este caso, en perjuicio de este último. Así lo indica «Alma Extremeña»:

«Anoche estuvo muy concurrido el Cinematógrafo de los señores Sánchez y González. ¿Dónde mejor que en el barracón puede pasarse un buen rato por poco dinero?.
La velada que en el Teatro Principal celebró el «Caballero Fonseca» se vio, por el contrario, poco concurrida».

No obstante este aparente éxito, los propietarios ya tienen decidido levantar el vuelo de la ciudad. El 10 de marzo desmontan la instalación con dirección a Mérida. Eso sí, con la promesa de volver para finales de mayo, cuando Cáceres está de fiestas.

Y en la feria de mayo, en el programa publicado en «Alma Extremeña», aparece como atracción principal la celebración de proyecciones de cine en la Plaza de la Constitución, actual Plaza Mayor, aunque suponemos que no es el mismo cine de los señores Sánchez y González, ya que el periodista entusiasta admirador del órgano, no lo menciona en ninguna de sus referencias:

«Día 28 a las nueve de la noche: Cinematógrafo público en la Plaza de la Constitución. Día 30, a las nueve de la noche: Cinematógrafo público. Bailes, Teatros y Circo». (26-5-1906)

Desde entonces hasta la feria del año siguiente no volvemos a encontrar ninguna referencia del cine en Cáceres. Quizás el público había quedado satisfecho con las exhibiciones que se hicieron en el Cinematógrafo Español y al acabar las fiestas, el espectáculo se marchó como el resto de las barracas.

Sin embargo, el cine que se instaló en la Feria de 1907, permaneció una vez terminada ésta. Y obtuvo gran éxito, como ya señalaba el periódico cacereño «El Adarve» y así lo reflejábamos en el trabajo que presentábamos a los Coloquios Históricos del año pasado.

Con esta modestísima aportación, quizá se haya rellenado alguno de los huecos que permanecen sobre la pequeña historia del cine en la capital de la Alta Extremadura.

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