Oct 011994
 

Marcelino Cotilla Vaca.

Las siguientes palabras pretenden revisar una temática muy presente en los versos de Carolina Coronado. Con ellas intento demostrar que el tema de España no represente una serie de referencias aisladas en la producción lírica coronadiana, sino que, muy al contrario, constituye una base ineludible para comprender, no sólo su dilatada vida, enmarcada en un siglo de convulsiones profundas para nuestro país, sino, además, su obra literaria y su poesía en concreto, que no deja de ser una de las más autobiográficas de toda la literatura española. Gerardo Diego así lo entiende y proclama el error que supondría considerar a Carolina Coronado como la cantora de la autóctona naturaleza extremeña y de los amores de Alberto.[1]

La concepción que de España tiene Carolina no se halla muy lejos de ese narcisismo por la patria que analiza José Luis Abellán en relación con las preocupaciones noventayochistas.[2]

Pero su sentimiento patriótico es muy anterior a la problemática que sobre España se plantea en las últimas décadas del siglo. Si nos atenemos a los índices de aparición de las voces español España ya en la segunda edición de sus Poesías, en 1852, comprenderemos con Ruiz Fábregas su novedosa dimensión patriótica[3]. Lo más interesante es que dicha dimensión se trasvasa desde la exaltación romántica hasta el análisis concienzudo del Regeneracionismo, manteniendo, al mismo tiempo, una línea personal durante más de media centuria. Sólo Núñez de Arce y, en menor medida, García Tassara colaboran junto a ella en esa inusitada temática del medio siglo.

Carolina desarrolla ampliamente la personificación tópica, pero valiosísima por cuantas sugerencias emotivas despierta, de la madre-patria:

la madre patria que nos dio sus brazos
en el bendito hogar donde nacimos.
[4]

La imagen puede dar pie, como en el poema A España a un desarrollo más explícito de las funciones de la madre para con sus hijos:

Yo que en su misma entraña me he nutrido,
y en su pecho he bebido
su ardiente leche, con amor la adoro,
y por saber me afano
si al pie de su tirano
reposa, canta o se deshace en lloro.

Además, la voz poética hija impreca a la hermandad nacional, que debe fundirse con ella en el amor a la madre:

Venga el pueblo que a madre tan querida
debe también la vida.
[5]

La condición de española es algo tan consustancial a ella que no puede concebir la hipotética desaparición de la patria sin una anulación instantánea de la propia personalidad:

¡Mejor morir!… antes que gente extraña
pregunte por burlar nuestros sonrojos:
¿En qué lugar de Europa estuvo España?
[6]

Y más explícitamente:

…con la patria
quiero exhalar el último suspiro.
[7]

Como más tarde para Ángel Ganivet, no se trata tanto de un determinismo geográfico como de la fidelidad al elemento moral del suelo[8]. Es el suelo que ha propiciado el conocimiento de la persona querida y, aún más, el fortalecimiento de los vínculos con su hermano Pedro, que ahora se dispone a abandonar la madre patria, a la que se halla unido por gracia divina:

Cuando sola una sombra
divises de este suelo
donde ha querido el cielo
nos viésemos los dos,
dando postrer mirada
a mi rincón lejano
aunque llores, hermano,
di, ¡Carolina, adiós!
[9]

Las playas, como último trozo de la piel de la madre, son también lo último que abraza el hermano:

¡Y cuando ya no veas
las playas españolas
que tan tristes y solas
van a quedar sin ti!
[10]

Pero el amor de la poetisa a su patria no le impide observar, aunque con dolor, el estado de postración en el que se encuentra y que no beneficia en nada a sus hijos. El título de un poema de 1847 parece por sí mismo bien significativo: “La desgracia de ser hijos de España[11]”.

En “La lira moderna”, donde describe la preocupante situación española poco antes de la revolución de 1868, y ante su madre natural, se lamenta, por medio de la tópica personificación del tiempo como padre, del destino de sus hermanos, descendientes de la patria, que han buscado en la guerra una fama absurda:

¡Ay, que en la noble lucha perecieron
del siglo ingrato los mejores hijos…!”
[12]

Como bien señala Alberto Castilla[13], es un poema, fechado en ese año tan emblemático, que conecta con el dolor por España del poeta norteamericano Bryant, frecuente visitante del hogar de los Perry- Coronado por esos días.

Carolina se queja constantemente en sus versos del olvido al que han sido sometidos los hijos más ilustres de la patria. Se lamenta por la memoria de Murillo, cuyos lienzos ha robado Francia[14]. Por Cervantes, miserable en vida[15]. Por Cienfuegos, muerto en el exilio, perseguido bajo la falsa acusación de afrancesado… [16] Por Hernán Cortés, cuya figura causara tanta admiración en la poetisa:

Arde la flota, irrítase la gente
a quien cierra la huida acción tamaña;
solo, perdido sobre tierra extraña,
Cortés la doma, al bárbaro hace frente;
y conquístalo, y tórnase el valiente
a rendir su laurel glorioso a España,
que… lo destierra, lo aprisiona en vida
y lo desprecia en muerte… agradecida.”
[17]

Rechaza incluso, como Jovellanos un siglo antes, la vana costumbre ibérica por la fama póstuma, aunque esto parece aflorar ya en su poesía de madurez, como en “Camoens a Calderón en el centenario de éste”, de 1881[18].

Pero el apego a la tierra madre tiene connotaciones muy peculiares en la poesía de Carolina. Puesto que no deja de presentarse como profundamente extremeña, muestra muchas veces ese sentimiento de madre patria vinculado a nuestra región. Las promesas de avance técnico y económico que se perfilan con la implantación del ferrocarril en Extremadura le llevan a sonreír emocionada:

Por el terso carril marchen ligeros
los hijos de la rica Extremadura.
[19]

Es la misma madre que se enorgullece por Quintana, uno de los cantores más distinguidos que ha dado a luz.[20]

Asimismo, la Coronado se sentirá enormemente vinculada a su patria chica, su Almendralejo natal, a pesar del paso de los años y las décadas:

Yo en una tabla me salvé, y llorando
vengo a ver el hogar de nuestros padres.
[21]

Por otro lado, el carácter femenino y feminista de su escritura le llevará a identificar patria y reina y, en consecuencia, presentar a ésta con las mismas atribuciones de madre de todo español. Madre venturosa, alma agradecida[22], llega a llamarle.

En otra ocasión, con motivo del atentado a Isabel II, del que ésta sale con vida, y por la amistad personal que le une a ella, Carolina dedica una serie de sentidos poemas a la madre joven del pueblo que te adora.[23]

Pero las esperanzas vertidas en esta joven reina se verán truncadas con el paso de los años, que traen una larga serie de gobiernos corruptos; un rey de origen italiano (Amadeo I) que, acosado por los intereses personales de todos, apenas se pasea por el trono; una efímera república -apretada en convulsiones- y un país, al fin, donde la Restauración borbónica sabe a restauración del viejo régimen: oligarquía, caciquismo y desastre.

A pesar del dolor que ello implica, su ilusión por España, solar de culturas, permanece presente siempre. Es la ilusión que le hace exclamar en cuatro apretados versos:

¡Oh mi España! ¡Oh mi patria! ¡Oh templo augusto
de piedad y de honor! ¡Oh pura gloria,
a quien le rinde su holocausto justo
de admiración y de virtud la Historia!
[24]

Ilusión también por la historia hispánica e ibérica que le lleva a analizar en sus versos toda la esencia del ser español. Como Rodrigo Caro ante Itálica, la extremeña posa su mirada en las reliquias del esplendor romano, pero en Mérida.[25]

De paso, Carolina considera el sustrato godo, pero distanciándose de él y, en cierto modo, acusando a Rodrigo, último rey godo en la Península, de traición a la patria.[26]

La poetisa siente que su propia fisonomía conecta directamente con el poso artístico del paisaje extremeño:

¿Es culpa tuya que tenga
el puente romanas formas
y la torre arquitectura
árabe, morisca y gótica?[27]

Gómez de la Serna describe la belleza de Carolina ante el cuadro de Madrazo de este modo:

Baila y es altiva como si llevase sobre sus hombros la herencia oriental de los Algarves.
Tiene una preciosa nariz árabe española -decían los arquitectónicos y eso se apreciaba mucho […] – Es una mujer de raza -solían decir […]
[28]

No todo es entusiasmo lírico de quien, considerándose con orgullo sobrino-nieto de la poetisa, pronuncia estas palabras. La almendralejense se aferraba a un fuerte sentimiento arábigo, pues se sabía portadora de mucha sangre mahometana por sus venas. Por medio del paisaje (como otras tantas veces), el símbolo de la palma, que aparece desde su poesía más temprana[29], ofrece una vinculación con el norte de África:

en tanto que tu sombra, humana palma,
en las playas del África esparcida,
se retrata en la orilla de los mares.
[30]

La tórtola, otro símbolo frecuente en sus versos, puede sobrevolar sin dificultad el escaso margen de mar que separa su nido africano de la costa gaditana:

Pregúntale a la tórtola africana,
si al cruzar por las costas españolas,
no me encontró llorando esta mañana
al pie de las marinas banderolas.
[31]

En “La adoración de los pastores” identifica por sinécdoque generalizante a los judíos con los árabes[32]. Cabe ver en ello que Carolina no disocia la identidad cultural (árabe y judeo- cristiana) en el ser español.

Profundamente castellana (en sinécdoque, pero particularizante esta vez, desde el rasgo genérico de española) y cristiana (no muy lejos del espíritu de la Reconquista), sus versos rezuman una religiosidad proverbial que le permiten contemplar al propio Santiago Matamoros, patrón de la España reconquistadora:

Y, por el mismo Santiago,
que en un alazán brioso
vuestro talle y apostura
dar pueden al santo enojos.
[33]

Al mismo tiempo, subyace un constante maniqueísmo, propio de una religiosidad hondamente católica, que presenta en el extremo del bien a la Madre de Dios, la angelical figura pintada por Murillo:

Y de la Virgen describió a la gente
el celestial contorno, el colorido
albo- azul de su frente, confundido
de su mejilla entre el carmín naciente;
y retrató su seno transparente
la leche al dar a su Jesús querido
y aquel amor con que a Jesús miraba,
y aquella luz que a entrambos circundaba.
[34]

Por otro lado, personifica obviamente en el demonio los poderes del Mal en España. Así, le conjura al poeta García Tassara:

El diablo que en las noches te acompaña,
cuando solo, a la luz de los tizones
tronando por la suerte de la España
rompe en un torrente tus canciones.
[35]

Es la misma religiosidad hispánica que le lleva a exclamar “En la catedral de Sevilla”:

Yo tengo un templo, un Dios que me consuela
depositando en él mis oraciones.
[36]

Tal riqueza cultural trae a la poesía de Carolina un luminoso concepto del ser español. Es preciso hacer notar, sin embargo, que sus sentimientos patrióticos no se ahogan con las fronteras físicas de España en el siglo XIX.

Como señala Alberto Castilla en un reciente y lúcido artículo[37], la extremeña, consciente de la importancia de la base latina de ambos pueblos, afirma que portugueses y españoles habían logrado mantener, a través de los siglos y de las sucesivas oleadas y acumulaciones de invasiones, las semillas del pueblo romano, y habían conservado en sus idiomas, más que cualquier otro, la herencia y la riqueza del latín.

Por eso, entre los asuntos de su obra lírica y narrativa, se encuentra la idea, entrañablemente acariciada, de unir la entera Península bajo un solo gobierno, la aspiración a la unidad Ibérica.

Tales consideraciones conectan directamente con la salida política del Partido de la Unión Ibérica que dirige Olózaga y que ya desde las revueltas de 1866 tanto molestan a Juan Prim.[38]

Pero en Carolina esa salida es, ante todo, lírica, por medio de una sensibilidad luso- extremeña que saborea el paisaje fronterizo de Badajoz, el Gévora, la ermita de Bótoa, el Caya y Elvas. Por eso su filo-lusismo le viene desde su poesía más temprana, precisamente cuando habita entre una vasta extensión de encinares que penetra en el país vecino junto al glorioso Tajo, burlando toda frontera artificial. El paisaje que presenta “La encina de Bótoa” se ubica en un lugar impreciso y cuasi- mágico, en esa raya que divide y une España y Portugal,

discurriendo entre las sombras
de unas encinas lejanas
que van formando una gruta
con sus copas enlazadas.
[39]

Los versos de “La amapola de la raya” son un manifiesto emocionado con respecto a esa mirada sobre el paisaje común hispano- portugués:

he visto el horizonte lusitano
lindando con los prados de mi tierra;
y he dibujado con mi propia mano
su hermoso valle y su cercana sierra
y he cogido las dobles amapolas
que ni son portuguesas ni españolas.

Una corona roja que mecía
la fresca brisa del humilde Caya,
de una amapola que nació en la raya
el nombre de ambos reinos confundía;
[40]

La interpretación de esa amapola nos la da Alberto Castilla. En la línea de percepción y sentimiento de la naturaleza que caracteriza su mejor poesía, Carolina invoca

una tierra y un paisaje común, en el que la amapola representa una sangre y un destino común para ambos pueblos.[41]

Luego, durante los años en Lisboa, en ese destierro voluntario/ de alma desesperada[42],como ella misma dice, su deseo de ver unidas las dos naciones se afianza. En 1881, en el centenario de Calderón, entona, en palabras de Torres Nebrera, un sincero canto a la unidad ibérica[43], del que extraigo algunos versos emocionados, puestos en labios de Camoens:

Hijos somos los dos del pueblo ibero,
que la insolencia rechazó del moro;
él era en nuestra patria el extranjero;
yo puedo unirme a tu sagrado coro.[44]

La fusión peninsular está propuesta, además, en sus versos como salida histórica a los imperialismos pujantes de Inglaterra y Francia. En “A Herminia” hay una referencia implícita a la guerra de la Independencia, todavía no muy lejana, cuando las dos potencias tomasen como campo de sus afanes expansionistas la península:

los pueblos nos mueven guerra
por sólo pisar a España,
cual transeúnte cabaña
lamiendo el suelo al pasar.
[45]

Por eso, se queja con dolor de profetisa:

…allá en las edades venideras
irán los peregrinos de Occidente
enseñando al francés en su ignorancia
a qué desierto se llamaba Francia.

Y a contar al inglés, que oyendo atento
de su patria estará las aventuras,
en qué vasto erial, en qué llanuras
la populosa Londres tuvo asiento.
[46]

A excepción de “La empresa de ferrocarril en Extremadura”[47], poema sumamente anglófilo en opinión de Ruiz- Fábrega[48], los adelantos técnicos, cuando son aplaudidos, suelen utilizarse como motivo de ataque frente a ingleses y franceses. Un caso muy curioso lo conforman los versos dedicados “Al triunfo del submarino español”, invento presentado como adalid de victoria, puramente hispánica, frente a Inglaterra y las demás potencias navales:

Guardad las flotas, hijos de la nieve,
bárbaros de los grandes océanos;
no vengáis en el siglo diecinueve
a luchar con marinos castellanos.
[49]

No quisiera terminar este estudio del sentimiento patriótico y del sustrato histórico en los versos de Carolina Coronado sin insistir en su inclinación a presentar, de modo muy novedoso para la poesía española, el paisaje extremeño como muestra palpable de la concepción metafísica de la patria. Así la ha conocido ella, así quiere hacérselo ver a su propio marido:

Cuando el aire aterido de Castilla
secos tiene los álamos del prado,
¿no es verdad que en el valle de Jarilla
la flor de mis almendros ha brotado?
[50]

Los recursos fono estilísticos de este último verso, por ejemplo, evocan esa primavera repentina y esplendorosa, aunque fugaz luego, de la tierra extremeña.

Por último, y para conectar con la próxima ponencia, donde hablaré del exhaustivo análisis con el que opera la poetisa sobre la realidad circundante, siempre bajo el marco de la historia, quisiera finalizar con sus propias palabras:

Cuando mi indocto afán me lleva y fija
a estudiar en el mapa nuestra historia,
no sé si me entusiasme o si me aflija.
[51]

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:

a) Fuente:

  • CORONADO, Carolina: Obra poética, 2 vols., Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1993. Edición, notas y estudio preliminar a cargo de Gregorio Torres Nebrera.[52]

b) Estudios:

  • ABELLÁN, José Luis: La crisis contemporánea I II (1875- 1939), en Historia crítica del pensamiento español, vols. VIII y IX, Barcelona, Círculo de Lectores, 1992.
  • CARR, Raymond: España (1808- 1975), Madrid, Ariel, 1988. 4ª ed.
  • CASTILLA, Alberto: Carolina Coronado de Perry, Madrid, Ediciones Beramar, 1987.
  • __________: “Portugal en la obra de Carolina Coronado”, Cuadernos del Aldeeu, vol. IX, 2, Noviembre de 1993, pp. 181- 190.
  • DIEGO, Gerardo: “Primavera de Carolina Coronado”, Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XXXVIII, 1962, pp. 385- 409.
  • GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón: Mi tía Carolina Coronado, Buenos Aires, Emecé, 1942.
  • RUIZ FÁBREGAS, Tomás: La obra poética de Carolina Coronado (1820- 1911). Tesis doctoral inédita. Dirigida por el Dr. D. Francisco Ynduráin. Universidad Complutense. 1978.
  • SANDOVAL, Adolfo de: Carolina Coronado y su época, Zaragoza, Librería General, 1944.
  • TORRES NEBRERA, Gregorio: “Presencia de poetas extremeños en La Ilustración Española y Americana”, Revista de Estudios Extremeños, XLVIII (2), 1992.

NOTAS:

[1] “Primavera de Carolina Coronado”, Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XXXVIII, 1962, pp. 385- 409.

[2] La crisis contemporánea II (1875- 1939), en Historia Crítica del Pensamiento Español, vol. VII. Barcelona. Círculo de Lectores. 1992.

[3] La obra poética de Carolina Coronado (1820- 1911). Tesis doctoral inédita. Universidad Complutense. 1978. Dirigida por el profesor D. Francisco Ynduráin. Quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento al Sr. D. Mariano Fernández- Daza y Fernández de Córdoba, director de la valiosísima biblioteca de la Institución Cultural Santa Ana de Almendralejo, porque gracias a él he podido consultar la tesis antes señalada y porque con su amabilidad, disponibilidad e incluso, en ocasiones, orientación bibliográfica ha favorecido la configuración final de estas ponencias.

[4] Cito por la edición de la Editora Regional de Extremadura, preparada por Gregorio Torres Nebrera y aparecida en dos volúmenes en 1993. Estos versos corresponden al poema que comienza “Vates, la muerte que cercana vemos”, pp. 499- 502.

[5] “A España”, ed. cit., pp. 773.

[6] Vid. nota 4.

[7] “La lira moderna”, ed. cit., pp. 447- 449, vv. 51- 52.

[8] Abellán, José Luis, op. cit., pp. 256.

[9] “Adiós, España, adiós”, ed. cit., pp. 554.

[10]”Acuérdate de mí”, ed. cit., pp. 556.

[11] Ed. cit., pp. 796.

[12] Ed. cit., pp. 447- 449, vv. 73- 74.

[13] Carolina Coronado de Perry, Madrid, Ediciones Beramar, 1987, pp. 184.

[14] “La Virgen de Murillo”, ed. cit., pp. 606- 611. Especialmente vv. 41- 96.

[15] “La Virgen de Murillo”, vv. 73- 74.

[16] “Cienfuegos”, ed. cit., pp. 669- 671, especialmente vv. 5- l6.

[17] “A Hernán Cortés”, ed. cit., pp. 700- 702, vv. 57- 64. Véase también “A la comisión de monumentos históricos y artísticos de Badajoz”, pp. 725-727.

[18] Ed. cit., pp. 625- 631

[19] “La empresa del ferrocarril en Extremadura”, ed. cit., pp. 827- 830.

[20] Como bien advierte Torres Nebrera, esta aparente incoherencia se debe a que en época de Carolina no estaba muy claro el lugar de nacimiento de Quintana, a quien se consideraba erróneamente nacido en Cabeza del Buey, donde residía su familia. Vid. el poema A Quintana, ed. cit., pp. 661- 4.

[21] “De mi huerta de Almendralejo. La casa en donde nací”, ed. cit., p. 969, vv. 7- 8.

[22] “No hay reina tan querida como tú”, ed. cit., p. 920, v. 3.

[23] “A la reina herida perdonando al reo”, ed. cit., p. 833, v. 9.

[24] Ed. cit., p. 966.

[25] “Mérida”, ed. cit., pp. 697- 9.

[26] “A Neira. Golondrinas, grullas y patos”, de. cit., pp. 382- 5, v. 72.

[27] “Un paisaje”, de. cit., pp. 188- 9.

[28] Mi tía Carolina Coronado, Buenos Aires, Emecé, 1942.

[29] Aludo, sin duda, al poema “A la palma”, ed. cit., pp. 105- 8, publicado a los diecinueve años.

[30] “En el álbum de una amiga ausente”, ed. cit., pp. 905- 7, vv. 39- 41.

[31] “Yo tengo mis amores en el mar”, ed. cit., pp. 264- 7, vv. 25- 8.

[32] Ed. cit., pp. 575- 581, vv. 57- 58.

[33] “A un amador”, ed. cit., pp. 270- 271.

[34] “La Virgen de Murillo”, ed. cit., pp. 606- 613, vv. 9- 16

[35] “A Tassara”, de. cit., pp. 453- 457, vv. 69- 72.

[36] Ed. cit., pp. 703- 707, vv. 97- 98.

[37] “Portugal en la obra de Carolina Coronado”. Cuadernos del Aldeeu. Noviembre de 1993, Vol. IX, 2, pp. 181- 190.

[38] Véase Carr, Raymond: España (1808- 1975). Madrid. Ariel. 1988. 4ª ed., pág. 289 y sigs.

[39] “La ermita de Bótoa”, ed. cit., pp. 582- 590, vv. 35- 38.

[40] “En un álbum portugués. La amapola de la raya”, pp. 885- 886, vv. 3- 12.

[41] “Art. cit.”, p. 229.

[42] “A Cabrera”, ed. cit., pp. 751- 754, vv. 57- 58.

[43] “Presencia de poetas extremeños en La Ilustración Española y Americana”, Revista de Estudios Extremeños, XLVIII(2), 1992, pág. 519.

[44] “Camoens a Calderón en el centenario de éste”, pp. 625- 631, vv. 77- 80.

[45] Ed. cit., pp. 376- 379, vv. 21- 24.

[46] “A Cuba”, ed. cit., pp. 78- 783, vv. 109- 116.

[47] Vid. nota 19.

[48] Vid. nota 3. Remito a la p. 248 de dicho trabajo.

[49] Ed. cit., p. 755.

[50] “A Horacio”, ed. cit., pp. 203- 6, vv. 57- 60.

[51] “A Publio”, de. cit., pp. 847- 9, vv. 1- 3.

[52] En esta magna obra puede encontrarse, por lo demás, una bibliografía muy detallada sobre Carolina Coronado y su obra.

Oct 011994
 

Mª del Pilar Cárdenas Benítez.

RESUMEN

Nos encontramos hoy aquí para hablar de don Francisco Pizarro, conquistador del Perú, el Marqués Gobernador. Pero no hemos venido a narrar descubrimientos y conquistas, penalidades y fatigas o grandes hazañas heroicas, no. Queremos dedicar nuestras breves palabras a describir los escudos de armas que, en diversos momentos de su vida, le fueron concedidos a nuestro protagonista.

Ciudades amuralladas, fieros leones, pacíficas ovejas, imaginarios grifos y, cómo no, cabezas de indios y divisas reales pasaron a formar parte de las armas del gran conquistador del Perú, sin olvidar las pertenecientes a su linaje paterno: el pino, los dos osos empinados y las lascas de pizarra a sus pies.

Así, prescindiremos de hablar de su nacimiento y sus orígenes, de su aprendizaje como Capitán y Teniente de Gobernador, en las islas y en Tierra Firme. Igualmente, vamos a dejar de lado los heroicos episodios de las islas del Gallo y de Puná y los conflictos surgidos con Diego de Almagro, centrándonos en la descripción de sus emblemas heráldicos y el por qué de los mismos.

1.- INTRODUCCION.-

Se hace necesaria una breve introducción para explicar qué es la heráldica, sus orígenes y los cambios que se realizan en ella en los albores del Renacimiento[1]. Igualmente es necesario explicar en pocas palabras el proceso seguido para la concesión de nuevas armas o la confirmación de las mismas.

Según Asensio y Torres, la heráldica es «la ciencia o el arte que enseña a descifrar y a componer con acierto los escudos de armas conforme a las leyes y reglas, usos y costumbres de cada nación». Aparece en España en los inicios del siglo IX. Los escudos eran entonces muy sencillos, con particiones muy simples y ocupados por pocos muebles. A medida que fue pasando el tiempo, estos escudos fueron haciéndose cada vez más complejos, llegándose al máximo de confusión en el siglo XVI, como puede observarse en los concedidos por el Emperador Carlos a los Conquistadores de Indias. Una muestra de esta evolución es la que pretendemos con el estudio de las diversas armas concedidas a Francisco Pizarro, como veremos más adelante.

La heráldica española alcanza un punto culminante en el siglo XIII. Posteriormente y en paralelo a los grandes cambios ocurridos en la Península, con la finalización de la reconquista y el descubrimiento de América, junto con la llegada de influencias europeas y la difusión del espíritu renacentista, nuestro sistema heráldico va a acusar toda una serie de transformaciones que van a verse plasmadas en sus representaciones plásticas.

La primera novedad a destacar es el aumento de tamaño de dichas representaciones, en general. Aparecen también nuevos elementos provenientes del Nuevo Mundo o relacionados con los descubrimientos: salvajes, navíos y barcos, islas, fieras americanas…

Igualmente, las piezas y los muebles se multiplican. El aspecto externo del escudo también va a verse afectado por estos cambios, ya que es ahora cuando surgen los ornamentos exteriores: yelmos, lambrequines, lemas, hábitos de órdenes militares, soportes, tenantes, cimeras, divisas…

Es entonces cuando se difunden los primeros tratados heráldicos castellanos, como el Nobiliario Vero, de Ferrán Mexía (Sevilla, 1492).

Así pues, los escudos se van haciendo cada vez más complejos, acordes con el afán renacentista de ganar fama y gloria, de dejar memoria de sus personas.

Vamos a centrarnos ahora en los trámites que son necesarios para la concesión de nuevas armas, tomando el caso de los conquistadores de Indias.

Los expedientes van a ser tramitados en el Consejo de Indias, siendo su estructura muy simple, con pocas variantes. Lo normal es que se inicie con un memorial del interesado o de su procurador, en el que se pongan de manifiesto los méritos y servicios realizados para obtener las armas que se solicitan. Estas pueden encontrarse incluidas en el texto o bien ir dibujadas aparte. Los trámites realizados en el Consejo se plasman gráficamente en el propio memorial, al dorso o en sus márgenes.

Por último, encontramos el PRIVILEGIO DE ARMAS, documento real redactado en forma de Real Provisión por el que se conceden las armas solicitadas. Se caracteriza por contener algunos giros y cláusulas más solemnes que en el resto de las provisiones reales.

Los documentos que hemos utilizado para la realización de este pequeño estudio pertenecen a este último grupo. Como es de suponer, son las copias que quedaron en el registro del Consejo las que se conservan en el Archivo General de Indias, ya que los privilegios originales se les entregaban a los peticionarios.

Una vez conocidos todos estos datos, pasamos al análisis de los escudos concedidos a Francisco Pizarro.

2.- LOS ORIGENES DE LA FAMILIA PIZARRO.-

Los diversos autores consultados no parecen ponerse de acuerdo en el origen primigenio del linaje: unos, como Gratia Dei, cronista del rey Juan II de Castilla, dice que sirvió con Don Pelayo en sus primeras luchas contra los moros, pasando desde Asturias a otras regiones; otra versión los hace oriundos de Galicia, de un lugar llamado Pinos, del que no se ha logrado confirmar su existencia[2]. Hay una tercera versión, que coloca sus orígenes en la Montaña, en Santander, y parece justificarse por su blasón, casi parlante, de pinos, osos y pizarras[3].

Lo que sí puede ser demostrado históricamente es que el apellido Pizarro aparece entre los caballeros que participaron en la reconquista de Trujillo, el 25 de enero de 1232, durante el reinado de Fernando III el Santo.

En esta ciudad fundaron nueva casa y usaron como blasón el que describimos a continuación:

«De plata, un pino de sinople frutado de oro, acostado de dos osos rampantes de sable y pisando cada uno de ellos una losa de pizarra de su color».

El pino, por su elevación, es símbolo de pensamientos altos y por su condición resinosa, apta para arder, de un corazón fogoso. Algunos autores dicen también que es representación de perseverancia. El oso significa ser un hombre magnánimo y generoso.[4]

Este sería el blasón del linaje de los Pizarro, el que esculpirían en la fachada de su casa y en la losa de su sepultura. Y Francisco Pizarro lo incluye también en lugar preferente en el último de los que le fueron concedidos.

En este escudo de los Pizarro, como venía siendo común durante el bajo medioevo, hemos podido observar la simplicidad de sus formas y la utilización de símbolos parlantes, como la pizarra. A partir del reinado de los Reyes Católicos y, sobre todo, tras la llegada a España de Carlos I, se va a dejar notar cada vez más la influencia europea en este campo: la utilización e intercambio de divisas,[5] la complicación cada vez mayor de las particiones y de los muebles que las pueblan… Hay una característica que se introduce después de la iniciación de la conquista de América: la utilización del indígena en las representaciones heráldicas.

Paralelamente a la introducción de estos cambios en la heráldica española, nuestro protagonista, Francisco Pizarro, pasaba a Indias, primero a las islas, Española y Cuba; de allí a Panamá, desde donde iniciaría las expediciones de la conquista del Perú, junto a sus socios en la empresa, Diego de Almagro y Hernando de Luque.

3.- 1529 Y EL PRIMER ESCUDO DE ARMAS CONCEDIDO A PIZARRO.-

Después de todas las penalidades sufridas durante la primera expedición, Francisco Pizarro llega a España en 1529 para tratar directamente de la conquista del Perú con el Emperador Carlos y obtener algunos beneficios tras las dificultades superadas. Fueron múltiples las cédulas y provisiones expedidas a Pizarro y sus compañeros, incluso le fue concedido el hábito de la orden de Santiago. Pero la que nos interesa es la fechada en Madrid el 13 de noviembre de 1529, firmada por la reina doña Isabel de Portugal,[6] en la que se concede a Pizarro el siguiente escudo de armas, además de las que tenía de sus antecesores, tal y como se recoge en dicho documento:

«Un águila negra, con una corona, la cual tenga abrazadas dos columnas que nos traemos por divisa, y la dicha ciudad de Tumbez que vos hallásteis en la tierra, cercada y almenada, al propio como ella está, con un león y un tigre que el portero de la puerta principal de ella, tiene para guarda de su entrada, con cierta parte de mar y navíos, a la manera de los que hay en aquella tierra, y por orla, ciertos ganados de ovejas y otros animales, con unas letras que digan CHAROLI CESSARIS AUSPICIO ET LABORE YNGENIO AC YNPENSSA DUCIS PIÇARRO YNVENTA ET PACATA».[7]

En la misma cédula podemos contemplar la representación gráfica del citado escudo.[8] Así, observamos que el águila negra se coloca en el tercio superior, lo que en heráldica se denomina JEFE, y sobre campo de oro. La ciudad de Tumbez parece reposar sobre un campo de azur, que representaría el cielo y el agua.

Estas figuras o muebles tienen cada una su significación propia, su simbolismo. Así el águila, la reina de las aves, no puede simbolizar otra cosa que el reinado, apareciendo coronada. Se representa generalmente con las alas abiertas; sólo pueden concederse a aquéllos que exceden en valor y generosidad a los demás hombres. Va sosteniendo dos columnas, divisa del Emperador Carlos, y colocada en la parte superior del escudo. Seguramente Pizarro quiso con ello poner de relieve que su misión de conquista la realizó en nombre del Emperador, verdadero soberano de los nuevos territorios.

La ciudad de Tumbez se representa según la idea plasmada en el dibujo realizado por Pedro de Candía, enviado por Pizarro a reconocer dicha ciudad; aparece amurallada y guardada su puerta por un tigre y un león, siendo éste símbolo de vigilancia, autoridad, dominio y bravura y, aunque su postura natural es la rampante, no siendo necesario especificarlo, es de suponer que por su colocación en este escudo se represente pasante como el tigre. Los navíos aparecen con sus velas desplegadas, incluyendo también otro barco más semejante a los usados por los españoles. La orla no parece tener el campo de ningún color, apareciendo en su interior, intercaladas entre las letras, ocho animales que bien pueden ser ovejas o llamas (los llamados carneros americanos).

Para concluir este capítulo, podríamos decir que en este escudo se representa tanto el valor demostrado por Pizarro durante la primera toma de contacto con el mundo peruano, como el reconocimiento de la soberanía real que, por encima de él, dominaría los territorios conquistados y en cuyo nombre se realizaron tales conquistas.

4.- 1537, EL AÑO DECISIVO.-

Por estas fechas, muerto ya Atahualpa, la conquista del Perú se encuentra muy avanzada y los problemas surgidos con Diego de Almagro van creciendo cada vez más. 1537 va a ser un año decisivo para la vida de Pizarro y para la conquista del Perú. Pero no adelantemos acontecimientos y comencemos por el principio, por el 19 de enero.

Con esta fecha se expide una Real Provisión dirigida a «Don Francisco Pizarro, Adelantado y Capitán General de las provincias de la Nueva Castilla, llamada Perú»,[9] en la que se concede una nueva ampliación de sus armas, recogiendo la descripción del anterior escudo, así como las grandes hazañas realizadas en servicio al rey y a Castilla. En ella podemos leer la descripción de las nuevas armas:

«Un escudo hecho en tres partes: en la primera alta, la dicha ciudad del Cuzco, al propio como ella está, en memoria de haberla vos conquistado y poblado, y en la otra segunda parte, un león en lo alto, que tenga una letra F en la mano, en campo de azul; y la otra tercera parte de abajo, que es la principal del dicho escudo, un león pardo que tenga en la cabeza una corona de oro, que esté preso por la garganta con una cadena de oro, en señal de haber vos preso al dicho cacique Atabalipa, en campo verde, e por orla de dicho escudo, siete grifos, que cada uno tenga una banda azul en la mano, que estén presos por la garganta, en campo colorado, en memoria de los otros caciques que así prendisteis, e por timbre un yelmo abierto, con rollo e dependencias e follajes de azul y oro, e por devisa encima del dicho yelmo, un león con una espada desnuda en la mano».

Esta vez no sólo se describen los muebles que se incluyen en el escudo, sino también sus complementos exteriores: timbre (yelmo), follajes (lambrequines) y cimera (león). Pero me gustaría comentar primero el tipo de partición del mismo. Tal y como se describe en la citada provisión podemos intuir que se trata de un escudo mantelado, cuyas características coinciden con dicha descripción: división en tres partes, dos arriba y una en la parte inferior, siendo esta última la parte principal. Aquí podemos observar una de las novedades que comienzan a introducirse en la heráldica moderna, y es la utilización del escudo mantelado con un sentido diferente al de su origen, que no era otro sino la combinación de dos armerías; así, en la parte superior, dividida en dos, correspondería a una de ellas y la parte inferior, a la principal. Observamos que esto no ocurre en el escudo que estamos comentando, y que las tres partes del mismo contienen muebles bien diferentes. Lo que en su origen surgió para diferenciar las ramas secundarias de las principales de un linaje, se va a difundir como una forma más de partición de los escudos.

Por tanto, comenzaremos la explicación por la parte principal del mismo. El león pardo, que se representa pasante o leopardado y aparece coronado y acolado o acollarado sobre campo verde o de sinople, simboliza al vencido Atahualpa, como soberano del Imperio Inca, como viene indicado en el documento que comentamos. En la parte superior, encontramos la imagen de la ciudad de Cuzco, capital del imperio, por lo que se coloca sobre ella una corona real, con una borla roja, signo externo de la soberanía del Inca. El león con la F, en actitud rampante sobre campo de azul, representa a Pizarro, por su autoridad, dominio y bravura. Los siete grifos de la orla representan a otros tantos caciques indígenas a los que nuestro valeroso protagonista tuvo que vencer. Cada grifo,[10] de oro sobre campo de gules, porta una bandera; éstas se utilizan en España como un adorno exterior del escudo y se incluyen por haberlas ganado al enemigo. Aparece timbrado de un yelmo, especificando que es abierto; el rollo bien podría ser el burlete, círculo de seda con los colores del escudo, que sólo sirve de adorno, no indicando título ni grado de nobleza. El follaje se refiere a los lambrequines; éstos, en su origen, no eran más que unas tiras de tela que salen de detrás del yelmo y han terminado teniendo un aspecto parecido a las hojas de acanto. Encima del yelmo se coloca la cimera; así, volvemos a contemplar a Pizarro simbolizado en un león, en actitud de combatir, con la espada desnuda. Ya hemos dicho anteriormente que el león significa autoridad, dominio y bravura; todas estas cualidades las demostró Pizarro en el campo de combate.

El mismo no pudo realizar los trámites para la concesión de esta ampliación de su escudo, por hallarse inmerso en la conquista. Parece ser que le fueron llevadas al Perú por el Capitán Camporredondo y que fueron concedidas tal como las había solicitado.[11]

El tiempo siguió su curso y fueron pasando los días, agravándose a cada paso las diferencias entre Pizarro y Almagro, siendo el punto principal de las mismas la posesión del Cuzco, capital del Incario y que ambos consideraban dentro de sus respectivas gobernaciones.

Volvemos a dar un salto en el tiempo, dejando de lado los avatares de la conquista, para centrarnos en la concesión del último escudo de Francisco Pizarro, el que heredaron sus descendientes, el que encontramos esculpido en la esquina de la casa-palacio de los Pizarro, en la plaza mayor de Trujillo.

Con fecha de 22 de diciembre de 1537, encontramos otra Real Provisión con una nueva ampliación de armas para nuestro protagonista. En este caso se dirige al «Marqués don Francisco Piçarro, nuestro pariente, Gobernador y Capitán General de las provincias de la Nueva Castilla, llamada Perú».[12] En ella, además de confirmar las armas concedidas con anterioridad, así como la posibilidad de incluir las de su linaje paterno, añade a las mismas al «dicho cacique Atabalipa, abiertos los brazos y puestas las manos en dos cofres de oro y una borla colorada en la frente, que es la que el dicho cacique traía, con una argolla de oro en la garganta asida con dos cadenas de oro, y por orla siete indios capitanes de la provincia, que se dicen Quizquiz, Chalcuchimac, Yncurabalipa, Uragaraga, Uanchullo, Luminambi, Maitatopanque, con sendas argollas a las gargantas, presos con una cadena de oro asida a las dichas argollas, con la cual estén todos los siete caciques presos, y las manos atadas». Continúa el documento describiendo los adornos exteriores del escudo, cuya única diferencia con el anterior radica en la adición de un coronel o corona de marqués, que se colocaría sobre el yelmo, por ostentar Pizarro por entonces dicho título, y que la espada de la divisa es sangrante. También se especifica que todas estas armas concedidas sean representadas en un sólo escudo.

Se hace innecesario explicar el significado de los indios presos, como señal de haberlos vencido, y de los cofres de oro que representarían el rescate pagado por Atahualpa para intentar salvar su vida.

Sí parece, en cambio, necesario comentar algunas variaciones que parecen incluirse en las armas de concesión anterior, como es el caso de las palabras PLUS ULTRA junto a las dos columnas de la divisa imperial, del primer escudo que comentábamos, o la orla de una de las partes del escudo mantelado, la que contiene la ciudad del Cuzco, y en la que debía leerse: «YNDEFESO LABORE MEO FIDEM PRO OCULIS HABENS TOT COMPARAUI DIVITIAS». Lo que parece curioso es que se describan detalles que en los documentos y representaciones anteriores no se especifican y, en cambio, se omitan otros que nos parecen importantes, por no decir imprescindibles, como son los campos de las diversas particiones, con un impreciso «como más largo en los privilegios y provisiones que para ello vos mandamos dar, se contiene».

5.- EPILOGO.-

Termina así uno de los años más importantes de la conquista del Perú y de la vida de Francisco Pizarro; incluso por estas mismas fechas había otorgado su testamento. Pero aún le quedan por vivir buenos y malos momentos, hasta su muerte en junio de 1541.

Su hermano Hernando, el único que logró regresar a España, casó con su sobrina Francisca Pizarro. Así pudieron fundirse la sucesión del conquistador con el legítimo heredero del linaje de los Pizarro. GRACIAS.

Sevilla, agosto de 1994.
Fdo. Mª del Pilar Cárdenas Benítez.

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFIA.-

Los documentos consultados se encuentran conservados en el Archivo General de Indias, en las secciones de Gobierno (subsección Lima, legajo 565, libro 1, folios 71v-73 y libro 2, folios 254v y 327r-329r) y Mapas y planos (Escudos, 7), procedente este último de Patronato 90 A, número 1, ramo 1, y que puede consultarse en microfilm (rollo 15). El resto está digitalizado, por lo que puede consultarse a través del sistema de informatización. Gracias a este sistema y a su posibilidad de impresión, ha sido obtenida la copia del documento que se adjunta.

En cuanto a la bibliografía utilizada, es la siguiente:

  • BALLESTEROS, Manuel: «Francisco Pizarro». Perteneciente a la serie de biografías publicadas por Historia 16 y Quorum titulada «Protagonistas de América». Madrid, 1986.
  • BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del: «La tierra y la sangre de Francisco Pizarro». Lima: Universidad, 1993.
  • BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del: «Francisco Pizarro, el marqués conquistador». Madrid: Rialp, 1964.
  • CARDONA CASTRO, Francisco Luis: «Pizarro». Barcelona, 1991.
  • CEBALLOS ESCALERA Y GILA, Alfonso de: «Novedades y cambios en la heráldica castellana. 1480-1550». Actas del VII Congreso Internacional de Heráldica. Madrid: Dirección de Archivos estatales, 1993.
  • COLOMAR ALBAJAR, Mª Antonia: «Heráldica indiana», dentro del curso de verano organizado por la Universidad Complutense y la Fundación San Telmo, «Heráldica y sigilografía para archiveros».
  • GARCIA CARRAFFA, Alberto y Arturo: «Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano Americana». Tomos I, II y LXXII.
  • MENDIBURU, Manuel: «Diccionario Histórico Biográfico del Perú». Tomo IX. Lima, 1934.
  • MENENDEZ-PIDAL DE NAVASCUES, Faustino: «Los emblemas heráldicos: una interpretación histórica». Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia. Madrid, 1993.
  • «Nobiliario de conquistadores de Indias». Sociedad de Bibliófilos españoles. Madrid, 1892.

ANEXOS

  1. 1537, diciembre, 22. Valladolid.
    Real Provisión concediendo escudo de armas al marqués don Francisco Pizarro.
    Lima, 565, libro 2, folios 327r-329r.
  2. Escudo del linaje de los Pizarro.
  3. Escudo concedido por Real Provisión de 13 de noviembre de 1529.
  4. Escudo concedido por Real Provisión de 19 de enero de 1537.
  5. Escudo concedido por Real Provisión de 22 de diciembre de 1537.

NOTAS:

[1] Los cambios a que nos referimos tienen lugar entre 1.480 y 1530 aproximadamente.

[2] García Carraffa, Alberto y Arturo: «Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano Americana». Tomo 72.

[3] Busto Duthurburu, José Antonio del: «La Tierra y la sangre de Francisco Pizarro».

[4] García Carraffa, A. y A. Op. cit. Tomo I.

[5] Las divisas constituyen la parte más personal del escudo. No son hereditarias, aunque los descendientes tienden a su conservación. Como representan a la persona que las detenta, pueden intercambiarse o concederse como signo de amistad.

[6] La reina Isabel había quedado como lugarteniente y gobernadora en Castilla, asistida por el Consejo Real, tras la partida del Emperador Carlos para ser coronado en Bolonia.

[7] A.G.I. sección Mapas y Planos, Escudos, 7 y A.G.I. sección Gobierno, subsección Lima, legajo 565, libro 1, folios 71v-73.

[8] Ha sido publicado recientemente en color, en la revista BUENAVISTA DE INDIAS, nº5, p.7-23, dentro del artículo de Natalia Hallo: «Breve historia de las familias nobles incas». Aldaba, 1992.

[9] El documento al que nos referimos ha sido el publicado en «Nobiliario de conquistadores de Indias», por la Sociedad de Bibliófilos españoles en Madrid, en 1892. Esta obra utiliza como fuentes los documentos conservados en el Archivo de los Duques de Alba. Así mismo, hemos localizado una copia parcial del mismo en A.G.I. sección Gobierno, subsección Lima, legajo 565, libro 2, folio 254.

[10] El grifo es un animal imaginario, mitad águila, mitad león. Es muy utilizado en las representaciones heráldicas y simboliza la fuerza, la prontitud y la vigilancia de las cosas puestas a su cuidado.

[11] Mendiburu, Manuel de: «Diccionario Histórico Biográfico del Perú». Tomo IX. Lima, 1934.

[12] La Real Provisión podemos encontrarla en A.G.I., sección Gobierno, subsección Lima, legajo 565, libro 2, folios 327r-329r. En el «Nobiliario de conquistadores de Indias» hemos encontrado publicada una copia que se realiza en 1578, a petición de doña Francisca Pizarro, por haberse perdido el original.

Oct 011994
 

José-Pablo Blanco Carrasco.

Universidad de Extremadura

El mundo moderno podría definirse por ser, en su base, un mundo esencialmente rural[1], y ello pese al conjunto de transformaciones de todo tipo que empiezan a emerger y propagarse al tiempo que nace el concepto mismo de Mundo Nuevo, -esto es, el capitalismo mercantil, la burguesía comercial, la política universalista y el nacimiento del Estado absoluto…, por citar sólo aquellos procesos que están en la mente de todos-; la vida, o la que afectaba a un mayor número de personas, residía y tenía lugar en la proximidad del seno de la comunidad aldeana, y, dentro de ella, en la actividad campesina, fuertemente ligada al campo y al tiempo cíclico y ritual de la cosecha. La sociedad se desarrolla y evoluciona dentro de un entorno plenamente agrario y no es más que una constatación habitual en la historiografía advertir que nada parece cambiar en este cuadro desde el siglo XVI al XVIII en el viejo continente europeo[2].

La particularidad del caso Español hace que la afirmación anterior tenga validez hasta los umbrales del siglo XX en la mayor parte del territorio nacional. En España se da, en efecto, un retraso considerable en el asentamiento generalizado de los nuevos parámetros económicos, sociales y de todo tipo impuestos por la Revolución Industrial[3]. No obstante, gran parte de los esfuerzos desarrollistas llevados a cabo por la corona en el siglo XVIII, aunque basados en la reorganización de los cultivos y la fiscalización del campesinado, proporcionarán una base para el crecimiento de la población que, si es cierto que no propició un crecimiento sostenido de la industria -embrionaria o arcaica, según las zonas-, sí permitió, con una base agraria, el crecimiento sostenido de la población durante más de ciento cincuenta años[4].

La política de reformas agrarias emprendida por los últimos borbones españoles tiene su reflejo concreto más relevante en Extremadura en la figura de las Nuevas Poblaciones [5] y, a finales del siglo XVIII, en los interrogatorios de 1791 y 1792, de desigual intensidad, divulgación y utilidad historiográfica[6]. El primero de ellos, conservado prácticamente en su totalidad, está siendo objeto en la actualidad de una meritoria edición fascímil que ya ha deparado sus primeros frutos[7]. Menos conocido es el segundo, encaminado a promover la agricultura enla agostada y paupérrima provincia. Conservado sólo parcialmente, su contenido, de enorme riqueza histórica, será el centro de nuestro trabajo[8]. En torno a su análisis girarán la mayor parte de nuestras conclusiones.

I. Caracterización de la fuente. Limitaciones y posibilidades.

El Interrogatorio a solicitud de la Real Audiencia de Extremadura, sobre cultivos de tierras, manutención de sus colonos, progreso de la agricultura, felicidad y aumento de la población forma parte de un conjunto de cuestionarios remitidos por la corona para el mejor conocimiento de la realidad española de finales del siglo. Ejecutados por la Real Audiencia[9], en este caso, su fin concreto era recavar información puntual sobre el número de labradores con tierra propia, así como el número de los arrendatarios o colonos; la extensión del término del concejo, de sus tierras de labor de propiedad común y particular, de olivares, viñedos y finalmente la superficie dedicada a dehesas, ya fuera en dominio de particulares como las sujetas a propiedad común[10].

Cronológicamente, los informes se realizaron entre agosto de 1792 y agosto de 1794, si bien es cierto que varios núcleos remiten sus contestaciones a las realizadas en años anteriores (1786). Desde el punto de vista geográfico, lo conservado en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres atañe a la práctica totalidad de laProvincia, Por razones de espacio y de concreción, nosotros nos limitaremos a analizar el partido de Coria[11] (mapa VI), que reúne una muestra muy significativa de núcleos circunscritos a la mitad occidental de la provincia de Cáceres, junto a algunos pueblos antaño extremeños y actualmente en suelo salmantino (Apéndice I).

Son varias las razones que apoyarían esta elección. El total de núcleos con declaración explícita en la parte del interrogatorio que nos atañe ahora es de 46, aproximadamente un 12% del total de núcleos extremeños antes de la organización biprovincial de 1833, lo cual depara una representatividad numérica suficiente pese a su concentración espacial. La presencia de núcleos de montaña, vega y penillanura facilita, por su parte, la extrapolación de las observaciones al conjunto de pueblos extremeño, pero es necesario situarse con cierta distancia de la generalización absoluta. Es justo advertir que, en lo esencial, los resultados obtenidos en el presente trabajo se centran y tienen valor solamente en los núcleos informados. La elaboración de proyecciones globales sobre estos datos, de carácter parcial, pretenderá exclusivamente plantear hipótesis que el trabajo posterior habrá de satisfacer o, sencillamente, desechar.

El partido de Coria lo componía un conjunto tan similar como heterogéneo de localidades, conjugándose en su seno algunas características que lo señalan especialmente como zona de estudio histórico dentro del conjunto regional. Jurisdiccionalmente, el señorío es la fórmula general en la que están sumergidos la totalidad de los pueblos informados; al ducado de Alba pertenece más del 75 por ciento de la muestra; el 21 por ciento al duque del Arco; el 4 por ciento restante pertenece al señorío de la Comendadora del convento de Santi-Spiritus de Salamanca.[12] Por otro lado, frente a la presencia de núcleos montañeses, conviven a su lado localidades con una fuerte dedicación agrícola, hogar de campesinos acomodados o rentistas más o menos autosuficientes. Ante una mayoría de aldeas y villas de pequeño tamaño, una ciudad, Coria, que lejos de ser centro económico y decisorio en lo comercial, es, cuando menos, epicentro de la cultura -ligada a la Iglesia y a la enseñanza religiosa- residencia temporal de obispos y, por consiguiente, amparo de una tímida pero eficiente corte de intereses capitulares, amén de centro y morada ocasional de los extensos dominios del duque de Alba, marqués de Coria. Existe pues, no sólo una complementariedad de funciones políticas y culturales, cuanto económicas y posiblemente también sociales. La importancia de esta complementariedad, conjugada con una diversidad geográfica y económicamente patente, nos prestará un escenario de contornos precisos para entender algo más de la Extremadura de finales del Antiguo Régimen.

II. Población y distribución de la propiedad.

La Extremadura de finales de siglo es, ante todo, el reflejo de una sociedad fuertemente polarizada y con un enorme desajuste entre el terreno disponible, el suelo cultivado y el número de propietarios presentes en cada comunidad. Cada pueblo mantiene una cantidad proporcionalmente importante de desposeídos y ese número es creciente durante toda la segunda mitad del siglo XVIII y primera parte del XIX, como ocurre en las Hurdes[13], comarca en la que el aumento proporcional de los pobres y jornaleros entre 1754 y 1829 está cercano a la duplicación. [14]

En torno a 1787, la región contaba con 412.041 habitantes, lo cual la sitúa entre las zonas menos pobladas del antiguo Reino de Castilla y en una posición bastante alejada demográficamente de los territorios de la corona de Aragón y del litoral andaluz. Si seguimos una explicación puramente poblacionista de la realidad histórica, parece evidente en Extremadura que la densidad de población, también débil, no facilitará la difusión de técnicas intensivas de aprovechamiento del suelo; a esto debemos sumar una distribución de la propiedad centrada en grandes dominios nobiliarios y eclesiásticos que hará de la población extremeña un tipo dominado por los arrendatarios -aparceros-, los jornaleros y, en el extremo de la sociedad, los pobres. Una sociedad de fuertes contrastes, pues, en la que ya son visibles los signos oscuros de la pobreza.

El cuadro I puede ilustrar con cierta claridad el punto que queremos abordar. En él hemos intentado resumir uno de los caracteres esenciales de la distribución social de la riqueza en el Antiguo Régimen, el acceso a la propiedad y al cultivo de la tierra.

Cuadro I.

Número de propietarios y colonos según dos clasificaciones standard. 46 localidades.

Habitantes % Propietarios % Arrendatarios % pA
Montaña 9803 35 110 15 632 85 76
Penill. 14961 54 138 10 1177 90 88
Llanura 2879 11 0 0 245 100 85
D. Alba. 20965 76 160 10 1482 90 78
D. Arco 6436 23 70 13 486 87 86
S-Spíritu. 1114 1 18 17 86 83 93

* Los tantos por ciento de propietarios y arrendatarios se calculan sobre la población empleada en el laboreo. pA corresponde al porcentaje por 1000 de la población agrícola con respecto al total de la población. Es pues una tasa bruta.

Como se desprende del cuadro anterior, el número de propietarios es muy reducido en toda la muestra, independientemente de la localización geográfica y el dominio jurisdiccional en el que se enclaven los núcleos. Frente a los casi 88 % de media en todo el antiguo partido de Coria, un escasísimo 12 por ciento justifica plenamente las quejas y protestas de todos aquellos a los que se les dio la oportunidad o se vieron obligados a escribir sobre la realidad del campo extremeño. No son escasos los lamentos de muchos párrocos en las respuestas giradas por éste a Tomás López en torno a 1790, y todo el que se para a reflexionar brevemente apunta esta realidad, en plena consonancia con lo que escribían, cerca de la corte, Jovellanos y otros ilustrados de la época.

Aunque la decadencia viene de atrás, sólo es una pequeña exageración asegurar que en estos años la realidad parece dibujar un drama de contornos bien definidos. El informe de 1792 habla en el mismo sentido: en la mayor parte de los lugares los propietarios de tierra dedicada al cultivo son escasos, o sencillamente no existen. Muchos de ellos son dueños de una porción tan reducida de terreno que la mayor parte del año prestan su servicio como jornaleros en otras tierras, o pagan las cuotas que les proporcionarán una suerte de tierra común.

…»en esta dicha ciudad no hay labrador alguno que haga labor en tierras propias pues, haunque hay barios que posehen algunas, no son las suficientes para su labranza, y aun tienen que hazerla en tierras arrendadas y en algunas otras conzegiles de común aprovechamiento que se reparten entre todos por partes iguales o yugadas con arreglo al orden de setenta

A la respuesta de la ciudad de Coria sigue una larga lista con similar contenido. Granadilla, Galisteo… Salvo escasas excepciones (Montehermoso, Cachorrilla, Torrejoncillo…) el resto de las poblaciones interrogadas a este respecto mantiene una línea que no es difícil mostrar a través del cuadro anterior. La presencia de estos índices está por descubrir para el resto de la región pero las condiciones no son muy diferentes a tenor de los continuos disturbios ocurridos en algunos lugares de la provincia de Badajoz, y especialmente en la capital. Si la presión de los campesinos obligó a la corona a autorizar los nuevos rompimientos que se llevaron a cabo en tierras del común en la ciudad de Badajoz a fin de aliviar la presión demográfica que ya se ejercía sobre los recursos, en los pueblos de la Alta Extremadura se inició a finales del siglo una política encaminada a reorientar los cultivos con el fin de aprovechar de forma más práctica los recursos. Olivo y viñedo, pero especialmente el primero, vinieron a suplir a los antiguos campos de rozas periódicas. Las transformaciones en la Vera placentina y en algunos de los pueblos de la Orden de Alcántara en la provincia de Cáceres son prueba de profundas transformaciones no sólo del espacio agrario sino de una mentalidad excesivamente apegada al cereal como único cereal comerciable. La patata, el pimentón y el olivar forman parte de esta transformación.

Quizá un planteamiento acertado de este problema -el de la presión sobre el terreno disponible- sería comprobar cuál es la densidad real, entendida ésta como presión efectiva, esto es, en términos de subsistencia, el número de habitantes por fanega cultivada. Este artificio, pese a que no tiene en cuenta la circulación monetaria ni otros elementos de la estructura económica desvinculados de la tierra -la venta de trabajo y todo lo relacionado con la estructura profesional, desarrollada al margen e independientemente de la actividad campesina, hecho altamente infrecuente en las sociedades preindustriales-[15], y por tanto desprecia en el cálculo los movimientos de capital no ligados a la tierra, es bastante relevante en aquellos núcleos en los que el mercado es reducido o la circulación monetaria se mantiene en el entorno de la comunidad doméstica -como percepción de un salario, pago de un censo de arrendamiento…-, como ocurría no sólo en el antiguo parido de Coria, sino también en la práctica totalidad de la región.

Es evidente, como demuestra el mapa I, (vid. Apéndice Gráfico) que la presión sobre la superficie cultivada puede considerarse elevada, pero es preciso hacer algunas aclaraciones a este respecto. En primer lugar, conviene advertir que la media señalada está fuertemente influida por los valores de los concejos Hurdanos, Acebo y Ribera Oveja, todos ellos con grandes limitaciones en sus espacios cultivados. La media se rebaja a poco menos de 40 fanegas/persona si excluimos estos concejos, y es, por lo demás, la que tiene más visos de ser real. Por otro lado, hemos considerado cuatro niveles de presión que se distribuyen a partir de la media ponderada; el primero de ellos refleja núcleos de baja presión; el siguiente pueblos en los que la presión es media; el tercer y cuarto niveles reflejan núcleos con fuerte y muy fuerte presión sobre el espacio cultivado. Si comparamos a esta luz los valores del mapa podemos observar que la mayor parte del territorio se encuentra inmerso en medidas de baja y media presión, quedando las fuertes y muy fuertes presiones relegadas a los concejos de montaña.

Este hecho puede desmentir la tensión que las noticias daban sobre campesinos sin tierra, pueblos enteros necesitados de terreno que cultivar y otras de tinte semejante recavadas de los informes de 1791 y de los datos de Tomás López, pero esto es consecuencia de una baja en la productividad de la tierra, como aclaran multitud de concejos en sus respectivas respuestas y no contradice en absoluto las reflexiones anteriores. Es más, a nuestro juicio pone de relieve la política de subsistencia que hace garantizar a los campesinos la continuidad de la existencia familiar en el año próximo. Se ha llegado a un óptimo en la distribución población recursos establecido en torno a una treintena de habitantes por fanega cultivada. Los núcleos que se encuentran por debajo de esta media son aquellos en los que la calidad de la tierra es mayor y disponen de mayor cantidad de terreno para el cultivo, como ocurre en la rivera de los ríos Arrago, Alagón y Jerte. Del resto cabe decir que han ajustado su nivel de subsistencia a posiciones más frágiles pero en ninguno, salvo en aquellos donde la cantidad de terreno disponible para el cultivo efectivo es escaso, se dan condiciones de vida negativas para el mantenimiento de una población creciente. En cualquiera de los casos, estos serán los primeros en acelerar el paso de sus respectivas poblaciones a dinámicas sociales centradas en la venta del trabajo.

A pesar de ello, las tensiones que genera y seguirá generando la reducida permeabilidad del sistema de venta de la tierra, y el acceso en general a la propiedad, hará del campo extremeño un instrumento incapaz de proporcionar ninguna posibilidad de cambio si no es a través de una agudización de las condiciones sociales de vida. Según el informe final que acompaña las contestaciones de los municipios encuestados, redactado al parecer por Juan Habela Dábalos en agosto de 1794, los arriendos de tierra se suelen hacer por un año, siendo la paga de renta proporcional tanto a la calidad de la tierra como a la cantidad utilizada en la sementera: en las de primera, una fanega de renta por una de simiente;

… en la de segunda por mitad, y en la de tercera por otra tal, pagándose en la misma especie de trigo, centeno o zebada, con que se siembra a el tiempo de la cosecha sin más otras condiciones.[16]

En algunos casos en cambio el precio baja y la renta es mayor, pero la compensación al dueño de la tierra es diferente.

algún otro dueño particular de las tierras que quiere mejorar su calidad ha acostumbrado poner la del descuaje de la mata de retamas de que abundan las de este término y las son nocivas, vajando algo en el precio de la renta, y haciendo los arrendamientos por tre serones o sementeras, que acostumbran a repartirse por trienios, y es condición muy útil y beneficiosa al dueño y al colono[17]

La relación beneficiosa a que hace mención el texto se resume, como ya se habrá intuido, en el incremento conseguido con la mejora de las tierras en un plazo de tres años y la mengua de la renta en ese mismo período. No obstante, pasados esos años, la situación vuelve a su lugar de origen pues la elección de los campesinos se centra casi exclusivamente en las tierras mejor capacitadas para el cultivo, y aun en las menos, ya que tienen asegurado el pago de la renta con el producto recogido de ellas.

No obstante, la vida campesina se reduce frecuentemente a una virtualidad de la supervivencia sólo superada con la ayuda de los pocos alimentos obtenidos a lo largo del año en las huertas de secano o regadío que muchos de ellos tienen para alimento de sus familias. En la mayor parte de los casos, como en Granadilla, de donde tomamos la siguiente cita, el peligro de perder la cosecha empuja a los campesinos a arrendar las propiedades por el espacio de una cosecha y, por supuesto, dado este sistema de arrendamiento, a ocupar primordialmente aquella parte del terrazgo cuya roza sea más reducida, para con ello poder optimizar no sólo el tiempo del arriendo sino también el producto a obtener. En la mayoría de los casos en cambio, la fragilidad de la supervivencia impone sus limitaciones y marca el ritmo de la vida campesina, pues…

«por estar (el terreno) muy cansado, es muy raro el año que llega a producir tal cual cosecha, y esto siempre que la primavera sea abundante de aguas, pues si estas faltan en parte no se coge la simiente como ya se ha esperimentado en diferentes años, y como estos naturales están reduzidos para su subsistencia únicamente a esto, se hallan mui ynfelices y acavados».[18]

Las dificultades por las que atraviesa el campesinado extremeño en estos años pasan por extenderse al terreno de lo más fortuito como a esa otra parte integrada por problemas puramente estructurales que determinan una desigual distribución del terrazgo en casi todos los pueblos de la región. El caso del partido de Coria nos servirá de telón de fondo en el que observar este proceso.

III. La estructuración del terrazgo. Distribución del suelo cultivado.

Uno de los primeros niveles a los que es preciso llegar antes de analizar la comunidad campesina en sí reside en la observación del suelo, desde el punto de vista de su propiedad y de su distribución por cultivos.

En la Extremadura de estos años son dos los procesos que están alterando de una u otra forma la configuración tradicional del terrazgo concejil. De una parte, una política expansiva que va a traer consigo la roturación de tierras en aquellos lugares donde la presión demográfica es más incisiva. Por otro, una desviación de terreno hacia el cultivo de olivares y viñas, pero esencialmente del primero. Muchos pueblos, entre ellos la mayor parte de los analizados ahora han conseguido arañar al monte bajo alguna extensión de tierra, a las dehesas menos productivas.

De los casos analizados en su día por M. Ángel Melón (1989), resalta sin duda e caso de Hoyos y algunos otros pueblos de la sierra, en donde la presión demográfica es patente desde la primera mitad de siglo. Pero tanto a los territorios del marquesado de Coria como a la tierra de Galisteo llegan las transformaciones. Llegados a 1794, el panorama puede seguirse con cierta comodidad a través de los apéndices II y III, en los que desarrollamos los resultados básicos del vaciado y una tabla de proporcionalidad entre el terreno cultivado y la cantidad de suelo que se dedica proporcionalmente a cada cultivo. Como puede verse (Mapa III), la superioridad del olivo es muy discutible aún, de no ser en las zonas de montaña y menos favorables a la plantación rentable de cereales.

En cualquiera de los casos, tres parecen ser las características básicas del terrazgo alto extremeño a finales del Antiguo Régimen. En primer lugar, parece claro que la propiedad colectiva sigue siendo la más extensa, seguida del labrantío de cereales y, sólo en los casos en los que el cultivo de este no es rentable, del olivo. El caso de la vid, que ha perdido preponderancia a favor del olivo, parece limitarse aún a zonas que representan un papel de complementariedad de mercado: la montaña y los territorios marginales dentro de cada concejo. De este modo, ciudades como Coria o villas y lugares intensamente poblados, como Montehermoso o Torrejoncillo, encuentran en estos pagos el vino necesario a su consumo, a cambio de otros productos, pero esencialmente a cambio de cereales panificables.

En segundo lugar, puede demostrarse una presión selectiva de la población, sobre todo en aquellos lugares donde la presión sobre la tierra es mayor, hecho que se manifiesta por el desvío de una parte importante del terreno concejil a la plantación de olivos, más rentables y algo menos sujetos a las inclemencias y rigores del clima. La relación población-suelo destinado al olivar-tierra incultivable, que mantiene un signo de correlación positivo, es visible en zonas como Acebo, Casar de Palomero, Hoyos, Marchagaz -aunque en este caso la población ejerce una presión cuando menos limitada, como ocurre en Mohedas- o Perales, todos ellos situados en la mitad norte de la muestra. Una visión comparativa de los mapas II y III puede servir de justificación (vid. Apéndice Gráfico).

La inarticulación del mercado agrario hace emerger la tercera de las consideraciones de forma evidente: cada concejo organiza su terrazgo esencialmente de la misma manera en que lo hace el campesino, conforme a los imperativos de la supervivencia o la satisfacción de sus necesidades dietéticas. Mantiene una cantidad de terreno dedicado a sólo pasto, la mayor parte la orienta al cultivo de cereal y a las nuevas y crecientemente rentables especies donde esto no pone en peligro la subsistencia, mantiene cierta cantidad de vides y, por último, incentiva el aprovechamiento de pequeñas porciones de terreno a la huerta, superficie que sí está en estrecha relación con la cantidad de pobladores. En esta orientación doméstica del terrazgo reside, a nuestro entender, la característica esencial de su organización en el antiguo régimen. Todos y cada uno de los concejos, salvo aquellos que se articulan en torno a relaciones de complementariedad -como es el caso de la tierra de Coria, que dedica sus lugares menos productivos a la obtención de vino y aceite para el abasto de la ciudad y el resto de los núcleos implicados en las regulaciones del sistema de abastos y el comercio concejil-, desarrolla un tipo de organización que apunta la autarquía. Pese a ello, se dibuja ya una tendencia a la localización precisa de los cultivos, orientándose los oleícolas y vitícolas a los terrenos marginales, e intensificándose en aquellos en que la cercanía de un mercado seguro garantiza su salida y progreso.

La propiedad adehesada representa en total, más del 12 por ciento de la totalidad del terreno declarado en las respuestas de los concejos encuestados. Por término medio, cada concejo dedica el 7.5% a dehesas comunes, saldo que se rebaja sensiblemente al hablar de las dehesas en propiedad particular. Aún con esto, la dehesa sigue siendo un elemento de primer orden en los territorios alto extremeños, y eso pese a las variaciones de la cabaña ganadera estante y el precio de lasyerbas arrendadas a los trashumantes. En este caso, quizá la geografía tenga más que decir que la historia, puesto que parece evidente la relación seguida por los concejos a la hora de establecer sus dehesas, pero no debemos olvidar que la dehesa es también un fenómeno económico y de orden social, desde el momento en que se ven involucrados en su existencia todos los individuos avencidados en un lugar determinado. La historia determinará que, por ejemplo, como demuestran los mapas siguientes (mapas IV y V), los territorios enclavados en los dominios caurienses mantengan una proporción de terreno adehesado muy superior al de sus vecinos, casi independientemente de la morfología del suelo, como sucede con los concejos de Acebo y Perales del Puerto. Otros, como toda la zona norte, más intrincada, pero también más liberada de la presión y la rigidez de la normativa de Coria, apenas si dejan espacio a los comunales adehesados, ni a las dehesas particulares dedicados a renta de hierba.

Difícilmente puede demostrarse una liberalización del suelo por causa de la presión demográfica. Sí es demostrable en cambio una reorientación progresiva de la producción agraria al mercado sobre todo en aquellos núcleos donde la población se encuentra en una posición más frágil con respecto a las subsistencias.

IV. Conclusiones.

El artificio metodológico de las Conclusiones está lejos de satisfacer en este caso lo que de él se espera no sólo en trabajos de mayor calibre, sino también en temas de igual talante. Lejos de concluir, el fin último de este trabajo descansa en la intención de alentar la investigación del campo extremeño desde el análisis histórico de sus componentes fundamentales, coincidentes a grandes trazos con la tierra y los hombres que la trabajan, en sus interacciones e intercambios.

A pesar de ello, a lo largo de estas líneas hemos podido comprobar al menos dos cuestiones básicas. La primera de ellas es que frente a la desposesión como carácter dominante del campesino extremeño, surge la imposibilidad del uso intensivo del terreno a causa de una falta casi dramática de técnicas apropiadas en el cultivo de la tierra, como demuestra la presión sobre el territorio, probablemente baja en la mayor parte de los casos, si aceptamos como válidos los límites impuestos empíricamente. El problema del campesinado extremeño es pues, no tanto su acceso limitado y coartante a la propiedad cuanto un aparente mal uso de la tierra disponible.

En segundo lugar, parece obvia una tendencia al cambio en los cultivos, una racionalización de éstos conforme avanza el siglo XVIII, estableciéndose los cultivos oleaginosos y vitivinícolas en las tierras marginales de montaña. Este cambio en los cultivos parece demostrar por su parte, un cambio en la racionalidad del campesino, que no sólo induce estos cambios sino que es plenamente consciente de su conveniencia.

Posiblemente, el proceso de cambios que se están dando desde mediados del siglo sea mucho más complejo de los que aquí hemos intentado aclarar. Es poco probable, en cambio, que las transformaciones en el seno de la comunidad campesina extremeña estén consumadas durante todo el Antiguo Régimen, pero parece obvio el hecho de que en los últimos años del siglo XVIII se da el preludio de la transformación sufrida en el campo extremeño durante el siglo XIX.

APENDICE BIBLIOGRAFICO

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  • V.V.A.A., 1985, Historia de Extremadura. vol III. «Los tiempos modernos». Badajoz.

MAPA I

map1Presión de la población total (1787) sobre el terreno cultivado.

MAPA II

map2Terreno inculto. (%)

MAPA III

map3Olivar

MAPA IV

map4

Proporción de terreno adehesado común sobre el total de terreno disponible.

MAPA V

map5

Proporción de terreno adehesado particular.

MAPA VI. Muestra

map6

1. Ladrillar* 13. Granadilla 25. Montehermoso 37. Pescueza
2. Casares 14. Abadía 26. Valdeobispo 38. Portaje
3. Nuñomoral 15. Pozuelo Zarzón 27. Huélaga 39. Torrejoncillo
4. Pino 16. Aceituna 28. Calzadilla 40. Pedroso
5. Camino 17. Santibáñez B. 29. Carcaboso 41. Holguera
6. Vva. Sierra 18. Cerezo 30. C. de D. Gómez 42. Riolobos
7. S.C.Paniagua 19. Ahigal 31. Coria 43. Acebo
8. C. de Palomero 20. G. de Granadilla 32. Morcillo 44. Hoyos
9. Marchagaz 21. Z. de Granadilla 33. Galisteo 45. Perales
10. Palomero 22. Granja 34. Aldehuela
11. Pesga 23. G. de Coria 35. Casillas
12. Mohedas 24. G. de Galisteo 36. Calzadilla

* Los cinco concejos Hurdanos se reducían a tres antes de 1833 (Nuñomoral, Caminomorisco y Pinofranqueado), pero se han representado los cinco a efectos de cómputo global. Bronco y Pesga, que aparecen en el listado general, no tienen término propio y, por lo tanto, no se representan. Alberca y Sotoserrano, con el mismo resultado, pertenecen actualmente a Salamanca.

APENDICE ESTADISTICO

I. DATOS BRUTOS

Nucleo ST. LC LP H. DC DP O. V. TI
Abadía 2924 711 633 18 300 1090 160
Acebo 8126 38 0 20 630 6936 301 141
Aceituna 4000 1700 800 8 500 0 778 200 14
Ahigal 3104 1310 1342 2 0 400 30 20
Alberca 650 0 0 50 200 0 400
Aldehuela
Bronco 1200 750 40 30 100 200 70
Cachorrilla 2522 1200 318 4 800 200
Calzadilla 5863 550 3130 103 1290 700 100 0
Caminomorisco 30 18 1 150 20
Carcaboso
Casar de Palomero 2500 50 500 150 0 1000 600 200
Casas de Don Gómez 2327 580 900 700 20 100 25
Casillas de Coria 2650 800 700 200 100 60
Cerezo 800 370 290 140 6
Coria 14595 7300 1405 60 1900 3100 280 550 0
Galisteo 9320 4919 2776 25 1600 480 107 0
Granadilla 1422 1278 96 0 18 30 0
Granja 1530 106 1021 32 350 7 13
Guijo de Coria 7880 6890 0 200 1300 150 60
Guijo de Galisteo 6184 2524 1040 200 600 1098 545 177
Guijo de Granadilla 4200 248 3710 4 15 27
Holguera 4900 2600 1550 630 20 100
Hoyos 550 0 0 20 0 0 250 180 100
Huélaga 1157 20 64 62 300 10 0 1
Marchagaz 700 250 15 0 0 350 40 5
Mohedas 2572 450 900 60 0 0 1100 80 12
Montehermoso 9000 2220 6216 264 0 0 200 100
Morcillo 270 50 8 26 200 12
Nuñomoral 40 4 6
Palomero 1240 150 650 40 0 0 300 100 0
Pedroso 3500 444 2504 16 400 96 40
Perales 3500 931 6 292 1500 553 218
Pescueza 2782 1800 630 0 200 12
Pinofranqueado 66 0 44 0 0
Portaje 9067 2245 6585 6 750 200 1 30
Pozuelo 350 1400 10
Ribera Oveja 350 0 30 5 0 0 300 7 5
Riolobos 6000 3359 1 800 1800 0 40 0
Santa Cruz de Paniagua 5600 1700 600 30 500 2470 300
Santibáñez el Bajo 4615 1900 2400 15 1200 1100 600 150 50
Sotoserrano 2414 120 34 2 60 1902 20 196
Torrejoncillo 10830 2700 5300 30 1700 1300 150 150
Valdeobispo 1840 1500 0 30 300 0 0 10
Villanueva de la Sierra 4279 150 3900 8 70 0 615 294 133
Zarza de Granadilla 1304 534 770 0 0 56

Leyenda: ST. superficie del territorio concejil; LC. Labantío común; LP. Labrantío Particular; DC. Dehesas del Común; DP. Dehesas de dominio Particular; H. Huertas; O. Olivares; V. Viñas; TI. Tierra Inculta. Todas las cantidades se expresan en fanegas, que, aunque era esencialmente una medida de áridos, se utilizaba corrientemente como medida de todo tipo de superficies (1 fanega castellana era igual a 64 áreas y 536 miliáreas). Los casilleros vacíos corresponden a información errónea, ausente, o no asimilable a las medidas de superficie tenidas en cuenta.

APENDICE II. Porcentajes

Núcleo %LC %LP %DC %DP %H %O %V %TI
Abadía 24,32 21,65 10,26 0,00 0,62 5,47 0,00 37,28
Acebo 0,47 0,00 7,75 0,00 0,25 3,70 1,74 85,36
Aceituna 42,50 20,00 12,50 0,00 0,20 5,00 0,35 19,45
Ahigal 42,20 43,23 0,00 0,00 0,06 0,97 0,64 12,89
Alberca 0,00 0,00 30,77 0,00 7,69 0,00 0,00 61,54
Aldehuela
Bronco 62,50 3,33 8,33 0,00 2,50 5,83 0,00 16,67
Cachorrilla 47,58 12,61 31,72 0,00 0,16 0,00 0,00 7,93
Calzadilla 9,38 53,39 22,00 11,94 1,76 1,71 0,00 0,00
Caminomorisco
Carcaboso
Casar de Palomero 2,00 20,00 0,00 0,00 6,00 24,00 8,00 40,00
Casas de Don Gómez 24,92 38,68 30,08 0,00 0,00 4,30 1,07 0,86
Casillas de Coria
Cerezo 46,25 36,25 0,00 0,00 0,00 0,75 0,00 17,50
Coria 50,02 9,63 13,02 21,24 0,41 3,77 0,00 1,92
Galisteo 52,78 29,79 17,17 0,00 0,27 1,15 0,00 5,15
Granadilla 89,87 6,75 1,27 0,00 0,00 2,11 0,00 0,00
Granja 6,93 66,73 22,88 0,00 2,09 0,00 0,85 0,46
Guijo de Coria 87,44 0,00 0,00 2,54 0,00 1,90 0,76 16,50
Guijo de Galisteo 40,82 16,82 9,70 0,00 3,23 8,81 2,86 17,76
Guijo de Granadilla 5,90 88,33 0,00 0,00 0,10 0,36 0,64 0,00
Holguera 53,06 31,63 0,00 12,86 0,00 0,41 2,04 0,00
Hoyos 0,00 0,00 0,00 0,00 3,64 32,73 18,18 45,45
Huélaga 1,73 5,53 25,93 0,86 5,36 0,09 0,00 0,00
Marchagaz 0,00 35,71 0,00 0,00 2,14 5,71 0,71 50,00
Mohedas 17,50 34,99 0,00 0,00 2,33 3,11 0,47 42,77
Montehermoso 24,67 69,07 0,00 0,00 2,93 2,22 1,11 0,00
Morcillo 18,52 0,00 9,63 74,07 2,96 0,00 4,44 0,00
Nuñomoral
Palomero 12,10 52,42 0,00 0,00 3,23 8,06 0,00 24,19
Pedroso 12,69 71,54 0,00 0,00 0,46 2,74 1,14 11,43
Perales 26,60 0,00 0,00 8,34 0,17 15,80 6,23 42,86
Pescueza 64,70 22,65 0,00 7,19 0,00 0,00 0,00 0,43
Pinofranqueado
Portaje 24,76 72,63 0,00 8,27 0,07 0,01 0,33 2,21
Pozuelo
Ribera Oveja 0,00 8,57 0,00 0,00 1,43 2,00 1,43 85,71
Riolobos 0,00 55,98 13,33 30,00 0,02 0,67 0,00 0,00
Santa Cruz de Paniagua 30,36 10,71 0,00 8,93 0,54 5,36 0,00 44,11
Santibáñez el Bajo 41,17 52,00 26,00 23,84 0,33 3,25 1,08 13,00
Sotoserrano 4,97 1,41 2,49 0,00 0,08 0,83 8,12 78,79
Torrejoncillo 24,93 48,94 15,70 12,00 0,28 1,39 1,39 0,00
Valdeobispo 81,52 0,00 0,00 16,30 1,63 0,00 0,54 0,00
Villanueva de la Sierra 3,51 91,14 1,64 0,00 0,19 6,87 3,11 14,37
Zarza de Granadilla 40,95 59,05 0,00 0,00 0,00 0,00 4,29 0,00

Leyenda: Ver Apéndice I.


NOTAS:

[1] La historiografía moderna ha querido que la historia rural sea, per se una historia separada de las demás, con una metodología ecléctica pero decididamente propia. Marc Bloch (1978: versión española) es un ejemplo clásico. Pedro García Martín (1989), por su parte representa una síntesis amena y de fácil lectura. La abultada bibliografía que sería preciso incluir en este trabajo me ha inclinado a prescindir en las referencias a pie de página, siempre que no conlleve una perdida evidente de claridad en la exposición, de comentarios bibliográficos. En el aparato bibliográfico final incluiré los volúmenes y artículos que han servido de apoyo a este trabajo, pero en ningún caso quiere llegar a ser un compendio completo ni exhaustivo de la materia. Para alcanzar este objetivo, si se da el caso, el lector puede acudir al libro ya citado de P. García Martín. Por último señalaré que he usado en todo momento la notacióninglesa de citas.

[2] A pesar de las corrientes historiográficas que adelantaron todos los procesos «revolucionarios» ocurridos en las economía, la sociedad y la cultura europeas de la edad moderna -entendiendo por ésta el período cronológico que abarca convencionalmente los siglos XVI, XVII y XVIII-, la opción más convincente indica una transición más tardía, cuando menos iniciada en la segunda mitad del siglo XVIII. La lectura de Abel (1935), Slicher Van Bath (1974) o Cipolla (1979: vol 2), puede reiterar sin esfuerzo esta tesis.

[3] Nadal y Oller, J. (1992)

[4] Una de las aportaciones más valiosas de la historiografía reciente consiste en la conceptualización de la llamada revolución agrícola sucedida a partir del siglo XII en Europa. Siguiendo una interpretación malthusiana del crecimiento de la población, algunos autores consideran a la agricultura como el motor de los cambios acaecidos en Inglaterra desde mediados del siglo XVII, y desde finales del XVIII en casi toda Europa occidental. La introducción de técnicas de cultivo novedosas en España no será clara hasta la llegada del siglo XIX (Anes, G.:1970). Para conocer los cambios cuantitativos que el crecimiento agrario ejerció sobre la población nacional, conviene revisar a Nadal (1966).

[5] «Toda la atención de nuestro soberano y las providencias dictadas por sus sabios ministros no se dirigen a otra ydea más que a la del vien común de los pueblos y aumento de Nuevas Poblaciones; esto sin duda motibó para la Extremadura la Orden Real de 26 de Maio de 1770, y otras posteriores, las que franquean el rompimiento de Dehesas de Propios a favor de los vecinos de los pueblos…» Este es uno de los párrafos con que empieza su relación el Licenciado Mariano Carrasco, encargado de llevar a buen término la labor interrogadora en el Partido de LLerena. (Leg. 648, exp. 34, pp. 55)

[6] Rodríguez Cancho, M. (1992). Melón Jiménez, M.A. (1989).

[7] Asamblea de Extremadura: 1993: Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Recientemente ha visto la luz el volumen dedicado al partido de Coria.

[8] Ynforme que haze la ciudad de Coria y Pueblos de su Partido en cumlimiento del Orden (sic) expedido en 7 de Julio de 1792 por los Señores del Aquerdo. de la Real Audiencia de Esta Probincia. A.H.P.C., Secc. REAL AUDIENCIA, leg. 128.

[9] Desde su creación en 1791, la Real Audiencia de Extremadura recogió o promovió la ejecución de numerosos interrogatorios y cuestionarios, entre ellos los ya mencionados de 1791 y 1792-1794, los referidos al estado de la población en los ayuntamientos de 1813, y otros con el mismo fin en 1821, 1825 y 1829. Un estudio sistemático de estos censos queda pendiente, pese a los esfuerzos que ya se han realizado en este terreno -el de la historiografía extremeña- en el seno del Área de Historia de la Universidad de Extremadura, en concreto y especialmente los trabajos de Miguel Rodríguez Cancho, mencionados en este trabajo. El citado se reparte entre los leg. 648, que contiene las contestaciones de casi todos los partidos judiciales, con casi 200 pueblos interrogados; el 228, donde se guardan las respuestas de Coria y su partido, texto que en lo esencial compone el centro de nuestro trabajo; y, finalmente, el legajo 226, en el cual se puede encontrar (exp. 34) un resumen de las contestaciones generales de los encargados de realizar el interrogatorio en cada partido y los avatares que su confección siguió a lo largo de los dos años desde su publicación por Real Orden. Todos los legajos, por supuesto, se encuentran en el A.H.P.C., sec. Real Audiencia.

[10] La relación literal de las preguntas es como sigue: ..«el número de vecinos labradores de tierras propias, el de colonos o arrendatarios, las fanegas de tierra de que se componen sus respectibos términos, según cómputo prudencial, con separación de las que sean labrantías de dominio particular y las que fuesen de común aprovechamiento, las de huertas, olivares y viñedo, las que se aprovechasen de común para pasto, y las que siendo de terreno ynculto no se sirviesen los vecinos de ellas para lavor, ni para pasto o sólo para rozas quando su monte bajo esté criado» La relación que antecede la tomo de la declaración realizada por el ceoncejo de Caminomorisco.

[11] Este territorio, y el resto de la información no contenido en el leg. 648 ayudarán a matizar alguna de las afirmaciones vertidas por M. Angel Melón y Alfonso Rodríguez Grajera en el primero de los intentos no parciales de análisis del espacio agrario extremeño de finales del Antiguo Régimen (1986: 851, 853).

[12] El reparto proporcional de jurisdicciones en suelo extremeño está muy influido por la presencia de pueblos bajo jurisdicción señorial. Es discutible una generalización de los procesos centrada en la pertenencia o no a determinadas jurisdicciones pues se pierden de vista una serie de elementos fuera de la influencia de este tipo de estructuras en el desarrollo de la sociedad extremeña.

[13] Aunque este caso muestre un ejemplo extremo de agudización creciente del nivel general de vida. J.P. Blanco Carrasco (1994)

[14] Miguel Ángel Melón (1989: 394-401) recae, aunque de forma un tanto imprecisa, sobre el problema de la agudización de las condiciones de vida seculares en Extremadura haciéndose eco de las noticias remitidas por los concejos a la audiencia en 1791 para la confección del Interrogatorio. Julio Fernández Nieva, en un artículo memorable en la parte que analiza la nobleza y clero, (1985: 586-600), analiza sólo superficialmente el campesinado y la clase campesina extremeña.

[15] En la ciudad de Coria, de la cual se ha realizado un estudio sistemático de su estructura socio profesional teniendo en cuanta la procedencia de los ingresos de todos y cada uno de los miembros de la unidad familiar, se desprende que la practica totalidad de la suma de vecinos sujetos a pecho, los profesionales no vinculados directamente a la tierra lo están en segundo orden, bien -más en forma de renta, bien ejerciendo -como ocurre con mucha frecuencia- su trabajo de forma directa, ligados a alguna forma de tenencia campesina. (Blanco Carrasco, J.-P. 1993)

[16] Ynforme que hace la ciudad de Coria… A.H.P.C. Sec. Real Audiencia. Leg. 128. sin foliar.

[17] Ibid.

[18] Ibid. Granadilla.

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