José Antonio Sánchez de la Calle.
1.- APUNTES BIOGRÁFICOS
Pedro Casas y Souto nació el 13 de octubre de 1826 en Sobrados del Obispo, ayuntamiento de Valenzana, en la provincia de Orense, de cuya capital dista casi cinco kilómetros. En el primer tercio del siglo XIX, el pueblo contaba con una población de 545 vecinos (1.805 almas), 450 casas y dos palacios (del conde de Torremuzquiz, y el episcopal, célebre por su bodega). Había una escuela de Primeras Letras frecuentada por 300 niños de ambos sexos, y dotada con 1.100 reales. La iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora (con la aneja de Pereira), estaba atendida por un cura “de entrada”. También había 4 ermitas. El núcleo contaba con agua de cuatro pequeños arroyos que nacían en los montes del Castro, y que vertían en el río de Boutureira[1].
El futuro obispo era hijo de los terratenientes católicos José y María. Desde edad temprana fue “tutelado” por varias personas interesadas en su formación, como el maestro Rafael Balvis, que le enseñó las primeras letras en su pueblo; el presbítero Ramón Forneiro, que le instruyó en los rudimentos de Gramática Latina a los diez años; su tío Leandro Penedo Martínez, que actuó como auténtico mecenas, costeándole los estudios; y el exclaustrado franciscano Padre Francisco Blanco, que le enseñó Lengua en el pueblo zamorano de Castellanos en 1838.
En 1839, a los 13 años, y tras aprobar el examen de Latín y Humanidades, estudió Filosofía en el Seminario de Orense entre 1839 y 1842, obteniendo la calificación de Sobresaliente. A instancias de su padre, comenzó el primer curso de Teología Sagrada, pero no lo terminó pues deseaba entrar en la orden Dominica. Por este motivo, y a pesar de los intereses divergentes, el joven de 16 años se desplazó a Valladolid en 1843, donde su tío Leandro le inmovilizó reteniendo su expediente, por lo que el aspirante a dominico tuvo que desistir, quedándose, muy deprimido, un año con su familiar[2].
En 1844, con 18 años, volvió a Orense y retomó, siguiendo las directrices paternas, la truncada carrera de Teología, a cuyo término recibió la “Prima clerical tonsura” en Santiago, de manos del Arzobispo Fray Rafael Vélez. Una vez clérigo, continuó los estudios en la capital, pero tuvo una nueva e importante recaída, pues (“…su salud se resintió tanto a causa de las mortificaciones y de la tensión mental, que cayó enfermo de cuidado…) bajando las calificaciones y debiendo permanecer dos años en Sobrados para “…restablecerse y recobrar las energías perdidas). Gracias a los cuidados maternales, pudo el joven terminar como interno sus estudios de Teología y Derecho Canónigo en los siguientes siete años (1847-1854). Entre 1852 y 1861, cuando se dedicó a la enseñanza,“…padeció agudos dolores de cabeza…sin duda por la austeridad de vida y por el exceso de trabajo mental, llegando a hacerse sumamente impresionable…”[3].
En 1848 recibió del obispo de Orense, Sr. Zarandia, las Órdenes Menores. Y dos años más tarde leyó su tesis en el Seminario de Orense sobre el “Probabiliorismo”, que fue su primera obra autógrafa. La Universidad de Valladolid le otorgó el grado de Bachiller en Teología en 1851, y ejerció de Teólogo (sustituto) en el Seminario Orensano entre 1852 y 1857. En 1853 recibió las Órdenes Mayores, y en 1857 la investidura de Licenciado y Doctor en Sagrada Teología en el Seminario de Toledo, alcanzando la Cátedra de Filosofía en el mismo. Opositó a la Penitenciaria de Orense en 1858 y fue nombrado Profesor de Teología Dogmática.
En 1861 consiguió el curato de San Ciprián de Cobas, donde desarrolló su actividad durante nueve años (1861-72), acompañado de su madre (si bien su padre se quedó en Sobrados, hasta que murió en febrero de 1873). Llevó a cabo numerosas obras de rehabilitación en la iglesia, y tuvo sus escarceos con la escultura, dejando una imagen de la Purísima para el Retablo Mayor, y otra de San Pedro, de pequeño tamaño. En esta época publicaba artículos de carácter satírico impregnados de aticismo en el periódico de Orense La Nacionalidad; y ya entonces era conocido por sus obras de caridad[4].
En 1872 alcanzó la Penitenciaria Vacante de Orense, y como Catedrático de Teología Moral desterró del Seminario el “Probabiliorismo” y lo sustituyó por el “Probabilismo”.
La llegada de la revolución de septiembre de 1868 supuso la ruptura de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, por lo que se interrumpió el proceso de nombramiento de obispos. Con el triunfo de la Restauración, el Papa Pío IX había encargado al arzobispo de Valladolid, Sr. Moreno, una relación de futuros prelados. Éste se valió de Francisco Teodoro Mosquera, familiar del obispo Dámaso Iglesias, y en la lista que elaboró aparecía P. Casas para la diócesis placentina. Aunque en principio quiso renunciar (llegando a afirmar incluso que era carlista), al final aceptó y fue preconizado el 23 de septiembre de 1875, no sin antes pasar por Santiago y jurar al Santo que ofrecería incluso la vida en defensa de la verdad. En enero de 1876 fue a Madrid para consagrarse, acompañado por su futuro secretario Cayetano González Cacharrón, actuando como padrino en la capital el Marqués de Mirabel. Tomó posesión del obispado el 23 de febrero de 1876, de manos del Deán, Liberato Fernández, y el 25 a las 20:00 entró en Plasencia[5].
La diócesis placentina era sufragánea de la de Santiago y por sus grandes rentas en dehesas, fueros y fundaciones ocupaba el quinto lugar entre las más ricas de España (hasta la desamortización), siendo sus principales ciudades: Plasencia, Trujillo, Don Benito y Béjar. El ámbito diocesano tenía 168 parroquias y seis filiales, con un total de 206.500 almas, lo que suponía una densidad de población muy reducida.
Cuando llegó a la ciudad del Jerte se encontró con un importante “vacío” religioso, pues la sede estaba vacante desde que su antecesor, Gregorio María López Zaragoza, falleciera siete años antes, en mayo de 1869. De hecho, le tocó recoger los frutos que la revolución de 1868 había sembrado en el ambiente social placentino. Como consecuencia de esa dinámica se extendió un ambiente negativo fomentado por la actuación del sacerdote José García Mora y su “Iglesia Cristiana Liberal”; por la gran cantidad de matrimonios civiles (en torno al millar de uniones) celebrados durante esos años; por la existencia de numerosos pueblos sin párrocos por falta de presupuesto; y por la acusada ignorancia e indiferencia religiosa, producto todo ello de la ruptura de las relaciones entre la Iglesia y el Estado durante el Sexenio Revolucionario. No es de extrañar que en esta situación se hubieran desarrollado en la zona brotes protestantes, agnósticos, ateos y anticlericales; e incluso un efímero intento cismático en la figura del polémico cura Mora.[6]
Apenas se hizo con las riendas diocesanas, obligó a los párrocos a residir entre sus feligreses, suprimió algunos derechos eclesiásticos, confirió en junio de 1876 las primeras órdenes sagradas, y comenzó su primera visita pastoral el 28 de agosto, empezando por El Torno (hizo cuatro visitas completas a todas las iglesias diocesanas). Sus sermones eran conocidos, pues duraban cerca de las dos horas, tanto en Plasencia como (por la noche) en las iglesias visitadas.[7] También lo hacía en la catedral y en funciones particulares, por lo que se decía de él que la palabra era su elemento. Convocó en septiembre oposiciones a becas para Filosofía y Teología; y dispuso Ejercicios Espirituales para el Clero entre noviembre y diciembre, dirigidos por los Jesuitas, por quienes tenía una especial predilección. Desde el siguiente año, 1877, hasta su muerte, fundó y sostuvo de su dinero la Catequesis Cuaresmal en la parroquia de San Esteban; y restableció las “Conferencias Morales del Clero” (procedentes del s. XVII).
Durante su mandato se produjo la inauguración del Nuevo Seminario, la llegada de los Padres del Corazón de María, la fundación del Colegio de Huérfanos de la Constancia (San Calixto), del que fue Patrono, y celebró el último de los sínodos del siglo XIX (10-13 de noviembre de 1891). Durante su dirección tuvieron lugar cinco concursos generales a parroquias, la Conferencia Episcopal de la provincia eclesiástica (1903), y la celebración del cincuentenario de la Definición del Dogma de la Inmaculada.[8]
Entre los principales problemas a los que tuvo que enfrentarse estaba la falta de respeto a los intereses de la Iglesia, especialmente por la negativa de algunos ayuntamientos a satisfacer los derechos eclesiásticos de rompimiento de sepulturas (Plasencia, Béjar, Cabezuela, Don Benito, Jarandilla, etc.). Las luchas con el ayuntamiento placentino fueron constantes, no sólo por la cuestión del cementerio, sino también por el arrendamiento que hizo durante unos años del edificio que se convertiría en nuevo Seminario, destinándolo para Audiencia, pues las autoridades municipales incumplieron en ocasiones las condiciones económicas y el desalojo al finalizar el contrato. Sin olvidar las cuestiones de protocolo, trato, diplomacia y respeto con las autoridades municipales.
Enorme trascendencia tuvo también el enfrentamiento con el citado párroco de El Salvador, José García Mora, que antes de llegar el obispo ya había publicado en Barcelona El principio de autoridad vindicado y La verdad religiosa. Luegoeditó la revista “Los Neos sin Careta” (18 números) en la que se hacía apología del proceso revolucionario de la “septembrina” y el liberalismo, criticaba los pecados de los religiosos (soberbia, avaricia y lujuria, frente a humildad, largueza y castidad). Ambos religiosos, de muy fuerte personalidad, terminaron chocando por la jurisdicción de la ermita del Puerto, dependiente de El Salvador, lo que condujo a un proceso de casi veinte años, y a la suspensión de las funciones de García Mora hasta la Muerte del obispo.[9] Bajo su dirección se produjo también el caso del “Muerto Resucitado” (Eustaquio Campos), el alejamiento del sacerdote Gervasio Keerse, el asunto de la “Monja Santa” (Sor María Ana) y su devoción al Niño Jesús de Cuba, y el famoso desfalco del Colegio de la Constancia.[10]
Su postura política, claramente antiliberal, le llevó a ser considerado un auténtico líder en las filas de la ortodoxia católica. No en vano intentó, sin éxito, afincar en la ciudad a los Jesuitas, conocidos defensores del dogma cristiano. Sus escritos en contra de cualquier forma de Liberalismo, los “neocatólicos”, la libertad de prensa, la filosofía racionalista y, especialmente, contra los que atentaban negando los derechos seculares de la Iglesia, le granjearon ser elegido en dos ocasiones Senador. La primera ocasión fue por la provincia de Guipúzcoa, el 15 de febrero de 1891 (hasta 1893); y la otra por Toledo, el 26 de abril de 1896 (hasta 1898). Pese a su cargo, apenas asistió a las sesiones de la Cámara Alta, por ser enemigo declarado del Parlamentarismo, y no tomó parte en las discusiones. [11]
El prelado acogió bien el movimiento conocido como “La movilización católica”, un rasgo típico de la política de los años noventa, a través de congresos inspirados casi siempre desde el Vaticano, cuya primera edición tuvo lugar en 1889. Se trataba aplicar a España una movilización como se había hecho en Italia, uniendo a todos los católicos en una serie de obras sociales y políticas. El propósito era detener el avance del liberalismo laico; aunque lo que se pretendía desde Roma era lograr la participación de los católicos en las instituciones legales. Casas y Souto asistió sólo al de Zaragoza, pero, desanimado, pronto desistió, porque la misma Iglesia era escéptica frente a la propia Restauración. De hecho, el prelado no aceptaba que en estas asambleas se pactara con los “católicos liberales”. Por eso, los congresos fueron suspendidos por primera vez en 1894; y acabaron desapareciendo en 1902, tras seis ediciones.
En el verano de 1905 se le manifestó una enfermedad circulatoria que le afectó al lenguaje e inmovilizó parte del cuerpo; y aunque se recuperó parcialmente, un año más tarde, el 25 de julio falleció en el Palacio Episcopal. Su muerte tuvo amplio eco en la prensa local, regional y nacional, especialmente por su pública y declarada postura antiliberal, y su defensa radical de la ortodoxia católica.[12]
Fue uno de los grandes obispos que tuvo Plasencia, de recio temperamento y gran fortaleza cristiana. Tuvo una gran preocupación pastoral, llegando a publicar cuarenta y tres pastorales, algunas de las cuales provocó una crisis gubernamental, ordenando el presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta, que el Fiscal de la Audiencia asistiera a los sermones del obispo tomando nota por si hablaba contra los “intereses de la Patria”. Acabó siendo llamado “Martillo del Liberalismo”, como consta en la lápida de su sepultura, frente al Altar de la Asunción en la catedral placentina.
2.- SU LABOR EPISTOLAR
Una de las principales herramientas que este famoso prelado utilizó de manera sistemática para defender sus tesis ortodoxas, junto con la oratoria, fueron los innumerables escritos que realizó a lo largo de su vida. La primera obra autógrafa fue la tesis leída el 30 de abril de 1850 en el Seminario de Orense.[13] Se trataba de un trabajo en el que atacaba al “Probabiliorismo”, una teoría muy arraigada en algunos centros de enseñanza. Durante los años sesenta, desde su parroquia en Cobas, escribió numerosos artículos de índole doctrinal, con un estilo satírico y llenos de aticismo, que fueron publicados en el periódico orensano La Nacionalidad.
Pero los escritos más conocidos, intensos, profundos y emotivos, tal vez fueron los contenidos en sus pastorales que, en número de cuarenta y tres, acompañaron los treinta largos años de su pontificado. En los apéndices se adjunta un resumen del contenido de cada una de ellas, pero merece la pena detectar las ideas más destacadas en las que se centraba el obispo.[14]
De las cuarenta y tres publicaciones, trece están relacionadas con la labor pastoral propia de un obispo, como la publicada el 13 de febrero de 1881, donde se ocupa de la santificación de las fiestas, de los daños que se siguen por no guardar los días de precepto y de los medios que se deberían emplear para lograrlo. La del 14 de febrero de 1882 apunta contra la blasfemia, los defectos y los vicios de los pueblos, señalando a la vez el remedio necesario para desterrar y corregir tanta “abominación”. En la del 6 de febrero de 1886, motivada por el Jubileo concedido por León XIII, se exhorta a la penitencia y al arrepentimiento mediante la mortificación interior y exterior del hombre en sus potencias y sentidos. La del 6 de febrero de 1887 se centra en la necesidad de practicar la oración, el ayuno y la limosna; y la del 2 de febrero de 1888, de la importancia de la correcta educación cristiana para los fieles.
Un tema recurrente fueron las causas que influían en la disminución del cumplimiento del precepto pascual, como podía leerse en la pastoral del 6 de febrero de 1890 (pero también en la de febrero de 1891, 1896, 1897 y 1902, y en la de agosto de 1899). Entre ellas se señalaba las lecturas y conversaciones “impías”, el mal ejemplo de las autoridades, la avaricia de ciertos hacendados, los pecadores públicos y reincidentes, el indiferentismo y la pereza espiritual. Casas y Souto tuvo siempre como fundamental la idea de socorrer a los grupos sociales más desfavorecidos, y en numerosos escritos hace referencia a la falta de caridad en la sociedad actual en las clases alta, media y baja
Sus escritos incidían también en la necesidad de que los sacerdotes de la diócesis predicasen a los fieles para frenar la constante pérdida de fe producto de una sociedad en la que la modernización se traducía en un exacerbado materialismo. Esa falta de fe y caridad, afirmaba el prelado, estaba en el origen de la decadencia de España y la pérdida de sus colonias. Y defendía la lucha contra los enemigos del hombre en las tres clases de concupiscencia: la carne, los ojos y la soberbia. Por último, su devoción por el Corazón de Jesús le llevó a tratar el tema de la consagración el 8 de noviembre de 1884, el culto al mismo, el 12 de agosto de 1899, y de la renovación de las promesas el 20 de febrero de 1901, en la décimo tercera, trigésimoquinta, y trigésimo sexta pastoral.
Pero de tanto o más peso que las directrices, consejos y recomendaciones para sus diocesanos, fueron también los escritos contra el Liberalismo en todas sus acepciones: política, social, económica, científica, etc. Esta corriente doctrinal, surgida a finales del siglo XVIII, y desarrollada plenamente durante el XIX, impone una nueva concepción del mundo, acuñada por la burguesía y el capitalismo. Sus rasgos más notables eran el individualismo, el reconocimiento de unos derechos humanos inviolables (como la propiedad privada o el derecho de expresión), el desarrollo o progreso ininterrumpido, y la no intervención del Estado en el ámbito socioeconómico. Pero para que el Liberalismo arraigara era necesario suprimir los obstáculos sociales, económicos, políticos y, cómo no, también ideológicos del Antiguo Régimen. Y aquí reside la clave del perpetuo enfrentamiento entre nuestro protagonista y el modelo liberal: Casas y Souto nunca aceptó los cambios derivados del mismo que se anunciaban inevitables en todos los órdenes. Frente al “dinamismo” liberal, el religioso opuso en todo momento su visión inquebrantable y dogmática de sus creencias religiosas. Para él, los valores emanados del Catolicismo eran inmutables, e irreconciliables con la modernidad, porque la libertad del individuo podría llevarle (como de hecho así fue), a dudar de las verdades nunca antes cuestionadas en materia de religión.
Un movimiento de tan amplio espectro como el liberal, permitía la crítica desde diferentes ópticas o enfoques: la defensa del Papado y de la Iglesia, el ataque a la prensa, la crítica a la modernidad, la culpabilización sistemática de la Masonería, las nefastas consecuencias del triunfo de las revoluciones liberales durante el siglo XIX, la extensión de la persecución contra la Iglesia, el rechazo taxativo de los católicos que abrazaran de alguna manera la doctrina liberal, y la desazón que le producía la desunión de las filas católicas.
Algunos de los primeros escritos del obispo Casas estaban relacionados con la aflictiva situación del Papa Pío IX, por el despojo al que se vio sometido su Estado en el proceso de la unificación italiana desde 1870, según pone de manifiesto la segunda pastoral del 16 de abril de 1877. Un tema sobre el que volvió posteriormente dos años después en su quinta publicación, describiendo en ella la precaria y angustiosa situación del sumo pontífice, y exhortando a que los fieles contribuyeran con sus limosnas a hacerla más llevadera. Con este motivo se instituyó el “Dinero de San Pedro”, cediendo él mismo, cada mes, un día de su asignación personal hasta su muerte.[15] Pero no sólo la cabeza visible de la Cristiandad era objeto de interés por parte del prelado, sino también la propia Iglesia y sus representantes, por la incesante persecución a la que se veía sometida por parte de un sistema “desnaturalizado”, según se detecta en la tercera, vigésimo segunda y trigésimo segunda pastorales.[16]
Uno de los elementos más denostados por Casas y Souto, un auténtico caballo de batalla, fue la prensa, y ya desde muy temprano el obispo arremetió contra este medio publicitario. En febrero de 1878, en su tercera pastoral, atacaba la “mala prensa”, fijándose de una manera especial en los periódicos, e indicando seis señales para conocer sus daños. En primer lugar habría que sospechar de todo impreso que se denominara a sí mismo como “liberal”. Incluso, aunque no se denominase así, también serían sospechosas aquellas publicaciones que se sostuviesen o defendiesen los principios de esa “secta”, o que apareciese con alguna de las denominaciones de “conquistas del progreso” y “representantes de la civilización moderna”. También habría que recelar de los que ofendieran a los católicos llamándoles “neos, ultramontanos, oscurantistas, fanáticos, exagerados, intransigentes y otros motes parecidos”. Y de igual manera serían sospechosos los periódicos que juzgaran y censuraran el modo de proceder de los eclesiásticos; y las publicaciones que se imprimieran en días festivos.[17] A lo largo de las siguientes décadas la prensa sigue apareciendo como un auténtico revulsivo, y causa de los principales males que sufría la Iglesia y el país. Durante los dos últimos años antes de su muerte, Casas y Souto seguía insistiendo en que “…en el origen de la incesante persecución que se hace a la Iglesia y sus miembros…estaba la libertad de prensa (…), la gran cloaca donde se vacían todos los horrores” [18]
Tampoco los “errores de la vida moderna” escaparon a sus diatribas, pues según él, los pueblos se transmitían las equivocaciones y los aciertos de generación en generación, pero la herencia que el siglo XIX iba a dejar en el mundo occidental, sería pésima, debido al testamento revolucionario y liberal que surgió en 1789. Además, continuaba exponiendo, sospechaba que durante el siglo XX se incrementaría la legión de infieles, herejes y apóstatas que habían proliferado durante la centuria anterior. A lo largo de las décadas de dirección diocesana no dejó de fustigar “…el mal llamado progreso moderno, por ser más bien la apostasía general de la fe divina en que vivieron por mucho tiempo felices los pueblos para caer en la pérdida de la grandeza y la libertad…”. [19]
A los ocho años de hacerse cargo de la dirección diocesana publicó su décima pastoral, donde abordaba por primera vez el tema de la Masonería. Se trataba de un trabajo casi monográfico, donde exponía los medios de los que se valía para infiltrarse en diferentes ámbitos de poder y opinión; y marcaba las directrices y procedimientos para combatirla. Quince años después, en agosto de 1899, insistía en la obligación que tenían los católicos de defender la fe en público contra la política masónico-liberal descristianizadora de España, “…que se disfrazaba con palabras como vaticanismo, jesuitismo, integrismo y reacción (…), que los gobiernos liberales no combaten esta dinámica, sin cumplir los tres primeros artículos del Concordato de 1851; que los fieles deberían defender de palabra y obra a las órdenes religiosas y al culto del Sagrado Corazón de Jesús, y oponerse a los proyectos de Morayta, Blasco Ibáñez y otros, rechazar la fuerza con la fuerza, aplastar a la masonería y a sus cómplices, y protestar contra las profanaciones en Cádiz, Castellón y otros sitios a las placas del Corazón de Jesús”. El 18 de febrero de 1900, en su trigésimo sexto escrito, seguía manteniendo que “La logias maquinaron todos los tenebrosos planes de desmoralización, desorden y desquiciamiento de la familia y de la sociedad, y entronizaron en lugar de Dios la soberanía popular, extraviando toda clase de personas desde el niño al anciano, desde el militar al togado, desde el letrado al artesano, desde el rico hasta el pobre, y hasta en las sacristías y seminarios, conventos y escuelas han introducido su virus ponzoñoso”.[20]
El 23 de enero de 1885 publicó la que tal vez fuera su mejor pastoral, la undécima, centrada en su lucha contra el liberalismo, que traía aparejadas toda clase de negaciones contra la doctrina de la Iglesia. El prelado denomina como lepra liberal a la verdadera causa de los males que afligían al país, criticando la conducta ingrata de los diferentes gobiernos con la Iglesia, los errores modernos en la enseñanza oficial, y la hostilidad de esa política liberal para con los derechos de los obispos. Asimismo ponía de manifiesto el incumplimiento del Concordato, los desaires que se hacían al Papa y la rebaja de la autoridad episcopal. El revuelo que armó este escrito hizo que el gobierno apelara a Roma, acusando al prelado de injerencias en la política, por lo que el Sumo Pontífice y su Secretario de Estado, Cardenal Jacobini, amonestaron a Casas y Souto por el contenido del texto, que podría hacer peligrar las relaciones de Iglesia-Estado.[21]
El obispo placentino acató el dictamen de Roma, aunque en años sucesivos siguió atacando frontalmente a los gobiernos conservadores y liberales, como ocurrió con su décimo sexta pastoral de 16 de septiembre de 1888, que es un auténtico trabajo contra el liberalismo, apoyándose principalmente en la Encíclica “Libertas”, que acababa de salir en el Boletín Eclesiástico. En ella plantea que “…si ser liberal es ser imitador de Lucifer (…) es sin duda pecado grave, muy grave, ser liberal, que hace digno al que lo comete de condenación eterna (…). La esencia del liberalismo consiste en la negación del sumo señorío de Dios sobre el hombre (…). Es malo porque se niega la dependencia que el hombre tiene de Dios en todo (…). Tampoco es de recibo que se pueda ser católico en religión y liberal en política”. Y lo mismo puede decirse de su décimo octava pastoral, publicada el 18 de noviembre de 1889.
Esta postura motivó que se le conociera como “Martillo del liberalismo”. En esta época los sermones del prelado eran muy apasionados y comprometidos, por las injerencias en la política gubernamental, lo que motivó que el propio Sagasta encargara al Fiscal de la Audiencia que supervisase las charlas y denunciase al obispo en el caso de cometer delito. La postura de Casas, lejos de amilanarse, fue anunciar en el púlpito a los que tomaban notas de sus palabras diciéndoles que hablaría despacio para que pudieran copiar bien, pero sin dejar de condenar el Liberalismo de manera más intensa que en los anteriores sermones.
A primeros de mayo de 1889 se celebró en Madrid el Primer Congreso Católico Nacional, promovido por el Obispo Sáncha, y presidido por el Arzobispo de Zaragoza. La idea era utilizar un punto de partida para la movilización católica, emulando la que se estaba produciendo en Roma, para unir a todos los católicos en una serie de obras sociales y políticas. Pero el proyecto no fue compartido por nuestro obispo, porque entre otras cosas debería aceptar la presencia de católicos liberales a los que denominaba despectivamente “mansos”, y los cuales no gozaban de su confianza. El 22 de febrero de 1889, en su décimo séptima pastoral afirmaba que “…los liberales, especialmente los mansos, son los que más caretas usan para encubrir ante los pueblos la deformidad del liberalismo o herejía liberal que (…) es sin duda el funesto origen (…) de casi todos los trastornos religiosos, políticos y sociales de que somos testigos y víctimas a la vez”. Al año siguiente, volvía a ocuparse de la deseada y no conseguida unión de los católicos españoles, responsabilizaba a la mutua desconfianza en unos y otros, a la crueldad con que se trataban, al aliento que le daban sus enemigos, y al continuo escándalo que recibían los fieles. Y seis años después retomaba el tema de la necesaria unión, pero sólo entre los católicos “verdaderos”, lo que suponía seguir manteniendo la exclusión de los “conciliadores, acomodaticios, contagiados de liberalismo o masones; a los que seguían las enseñanzas de Kant, Hegel, Krause y otros filósofos alemanes y racionalistas; y a los que aceptaban acuerdos que permitían atentar contra los intereses de la Iglesia”. [22]
Como vemos, su intransigencia fue uno de los elementos que caracterizó la personalidad de este prelado, que llegó, en su último escrito de 23 de febrero de 1906, a insistir en lo nefasto que resultaba para la fe y a la piedad de los pueblos la presencia de la prensa católico-liberal “…empeñada en el sacrílego intento de conciliar lo inconciliable, de unir lo que no es posible unir en manera alguna, la luz con las tinieblas, la verdad con el error, los principios católicos con los liberales, la independencia de la razón con la sujeción que la razón debe a Dios y a su Santa Iglesia”. En su última pastoral, ya enfermo de gravedad, y unos meses antes de su muerte, afirmaba que los que primeros que rompieron la fe de los pueblos y prepararon el ánimo para recibir las “doctrinas impías” fueron los católico-liberales, que alardeaban de profesar un gran amor a la religión, pero aceptan leyes contrarias a la misma. En este sentido, Casas y Souto se alinea con la postura de Pío IX a la hora de condenar el catolicismo liberal, y adopta una postura críptica cuando se muestra convencido de que, dada la evidente falta de fe y los abominables vicios de que está llena la tierra, así como la presencia del naturalismo y las “libertades de perdición” en los gobiernos, se acercaba el momento del regreso del Salvador. [23]
3.- CONCLUSIONES
La figura del religioso P. Casas y Souto aparece en la distancia como un personaje controvertido. Para unos fue un hombre terco, pertinaz, obstinado, intransigente y contumaz, especialmente en todo lo referente a los dogmas religiosos. Pero también en el ámbito del respeto a los bienes de la Iglesia y sus representantes; a la responsabilidad y jurisdicción eclesiástica; y al impenitente antiliberalismo que durante toda su vida estuvo presente. Nunca condescendió con los principios democráticos derivados de la corriente liberal; pero tampoco con aquellos individuos que mostraron un carácter similar al suyo, como los religiosos J. García Mora o Evaristo Pinto Sánchez. Nunca aceptó talantes soberbios, altaneros, vanidosos o prepotentes, lo que le llevó a enfrentarse a numerosas corporaciones municipales de su extensa diócesis: Cabezuela en 1884, Hervás en 1884, Béjar en 1884 y 1885, Jarandilla y Trujillo en 1886, Navalmoral de la Mata en 1889, Don Benito en 1891, 1892 y 1898, y cómo no con Plasencia en numerosas ocasiones.
Pero hay que plantear la situación de manera lo más objetiva posible. Una persona sin inquietudes económicas, profundamente conservadora, con un sistema de valores muy anclados en la tradición, procedente de un medio rural atrasado como el gallego, y formada en centros culturales de rancio abolengo como Orense, Valladolid y Toledo, recibe de manera inesperada, el nombramiento para un elevado cargo para el que, en principio, no se encontraba preparado. Y que consiste, ni más ni menos, en hacerse cargo de una de las mayores diócesis del país, desatendida durante casi siete años, en una zona donde, además del fenómeno cantonalista y republicano, habían arraigado de manera destacada numerosos brotes derivados del fenómeno liberal y fomentados por la numerosa prensa anticlerical. El futuro no parecía planteársele muy halagüeño.
En estas condiciones, es fácil comprender que antes de recibir la consagración en Madrid, pasara por Santiago de Compostela para pedir la protección del Santo y prometerle que siempre defendería la verdad. Y lo hizo. Pero cumplió e hizo cumplir “sus” verdades, que eran las que conformaban su mundo, su cosmogonía y su idiosincrasia. Desde el punto de vista religioso exigió el cumplimiento escrupuloso de las reglas establecidas, reorganizó el Cabildo Catedralicio, giró visita nada más llegar a los pueblos de la diócesis, se enfrentó con algunos de sus propios sacerdotes que cuestionaban la ortodoxia católica, y con numerosas alcaldías que pretendían conculcar los derechos seculares de la Iglesia y, sobre todo, con la filosofía liberal que amenazaban sus valores incuestionables.
No es de extrañar que su comportamiento mereciera el unánime aplauso de los sectores católicos más radicales, así como los del propio Vaticano, que veían en él un auténtico paladín de la defensa del Catolicismo, los derechos de la Iglesia y el respecto por la jerarquía eclesiástica. Su trayectoria religiosa permaneció inalterable hasta su muerte, y sus feroces críticas continuaron hasta inquietar y comprometer a los altos cargos políticos del Gobierno Las herramientas de las que se valió para intentar detener el proceso liberal en su diócesis fueron la palabra (en los sermones) y la escritura (en sus pastorales). Nunca un prelado en nuestra diócesis desarrolló una labor pastoral tan intensa como la que realizó Casas y Souto, que convirtió sus escritos en auténticos manuales “pedagógicos” para adoctrinar a sus fieles en el mantenimiento del dogma y el rechazo de las nuevas teorías libertarias.
Hombre polémico, de carácter intransigente; pero también profundamente religioso, con una fe inquebrantable, y adornado de otros valores como la adustez, la sobriedad, la rectitud, la legalidad y la caridad. Un obispo que dejó huella en Plasencia, en toda su diócesis y en el propio país, en una época en la que las nuevas corrientes hacían presagiar a la Iglesia tiempos de cambio. [24]
4.- APÉNDICES
APÉNDICE NÚMERO 1. CRONOLOGÍA DE LOS DESPLAZAMIENTOS GEOGRÁFICOS DEL OBISPO P. CASAS Y SOUTO
En 1838 realiza estudios de Lengua en Castellanos (Zamora).
Entre 1839 y 1842 estudia Filosofía en el Seminario de Orense.
El año 1843 lo pasa en Valladolid, con su tío, sin poder entrar en la Orden Dominica.
En 1844 intenta hacer el primer curso de Teología en Orense (pero no lo consigue).
Entre 1847 y 1854 desarrolla los estudios de Teología y Derecho Canónigo en Orense.
En 1857 alcanza en el Seminario de Toledo la Licenciatura y Doctorado en Sagrada Teología.
Entre 1861 y 1872 atiende el Curato de San Ciprián de Cobas.
En 1872 actúa como Penitenciario de Orense, y como Catedrático de Teología Moral en el Seminario.
En 1875 pasa por Santiago de Compostela para prometer al Apóstol defender siempre la verdad.
En 1876 fue a Madrid a consagrarse como obispo de Plasencia
En 1878 fue a Roma para visitar al Papa León XIII.
Del 5 al 12 de octubre de 1890 fue a Zaragoza al II Congreso Católico Nacional.
En febrero de 1891, y hasta 1893, se desplazó a Madrid en varias ocasiones, por haber sido elegido Senador por Guipúzcoa.
En abril de 1896, y hasta 1898, se desplazó a Madrid en varias ocasiones, por haber sido elegido Senador por Toledo.
Desde julio a septiembre de los años 1877 a 1905, subía a la Casa de Santa Bárbara por el fuerte calor de Plasencia.
APÉNDICE NÚMERO 2
RESUMEN DE LAS PASTORALES DELOBISPO PEDRO CASAS Y SOUTO
PRIMERA: Publicada el 25 de febrero de 1876, y en ella se anuncia la paz, acomodando el Pax vobis a todas las clases y categorías de sus diocesanos: explica el significado de esta paz, y manifiesta sus propósitos en la custodia de las almas; y concluye animando a todos a practicar el bien sin concesiones al mal.
SEGUNDA: Publicada el 16 de abril de 1877. En ella se ocupa de la situación aflictiva en que se encontraba el Papa Pío IX por verse despojado de sus Estados desde el año 1870, declamaba contra los católicos indolentes ante las penalidades del Padre Común, y ordenaba que se hicieran preces y comuniones para que cesara el despojo.
TERCERA: Publicada el 8 de febrero de 1878. En el texto fustiga la mala prensa, fijándose de una manera especial en los periódicos, e indicando las seis señales siguientes para conocer los que son dañosos: 1.- Habría que sospechar de todo impreso o periódico que se denominara a sí mismo como “liberal”. 2.- Aunque no se denominase así, también serían sospechosos aquellas publicaciones que se sostuviesen o defendiesen los principios de esa “secta” (“conquistas del progreso” y “civilización modernos”, que quieran ser conciliadas con el Catolicismo). 3.- También habría que recelar de los que ofenden a los católicos llamándoles neos, ultramontanos, obscurantistas, fanáticos, exagerados, intransigentes y otros motes parecidos. 4.- Y lo mismo de los periódicos que juzgaran y censuraran el modo de proceder de los eclesiásticos. 5.- De igual modo, de las publicaciones que se imprimían en días festivos. 6.- Y por último, de aquellos escritos que, junto a la doctrina católica, colocan otros escritos impíos, escépticos, etc. en confusa mezcolanza.
CUARTA: Publicada el 21 de noviembre de 1878, volvía sobre la idea que había desarrollado en la anterior de febrero. En ella daba la voz de alerta contra los propagandistas de malas doctrinas, expresando el alcance siniestro de las pérfidas fórmulas de “separación de la Iglesia y el Estado”, “Iglesia libre en el Estado libre”, “Independencia de la política de la Religión”, la “legislación civil del Evangelio”, la “Libertad de cultos”, o el “Reconocimiento de un derecho en el hombre de profesar la Religión que quiera o de no tener ninguna”, “Matrimonio civil”, “Enseñanza laica o secularización de la enseñanza”, “Universalidad racionalista”, “Absoluta libertad de la ciencia”, “Sujeción del Clero a la potestad civil y supresión de los votos monásticos”, “Libertad de imprenta”, Hechos consumados”….Y continuaba atacando al liberalismo en todas sus formas
QUINTA: El 5 de mayo de 1879 publicó su quinta Pastoral, describiendo en ella la precaria y angustiosa situación del Papa, exhortando a que los fieles contribuyeran con sus limosnas a hacerla más llevadera. Con este motivo se instituyó el “Dinero de San Pedro”, cediendo él un día de su asignación personal mensualmente hasta su muerte.
SEXTA: Publicada el 13 de febrero de 1881, donde se ocupa de la santificación de las fiestas, de los daños que se siguen por no guardar los días de precepto y de los medios fáciles de lograrlo.
SÉPTIMA: El 14 de febrero de 1882 sacó su séptima pastoral, contra la blasfemia, los defectos y los vicios de los pueblos, señalando a la vez el remedio necesario para desterrar y corregir tanta abominación.
OCTAVA: Publicada el 18 de enero de 1883 en la cual se ocupa de los medios para vivir cristianamente, de la unión que los fieles deben tener con sus Pastores, y de los incesantes cuidados de la Iglesia con sus miembros.
NOVENA: El 10 de febrero de 1884, publicó la novena pastoral ocupándose en ella de los errores de la época actual, de sus causas y de sus remedios
DÉCIMA: El 15 de agosto editó su décima pastoral, un trabajo completo de lo que se propone la Masonería, de los medios que emplea para infiltrarse en todas partes, y de los procedimientos que deben usar para rebatirla.
UNDÉCIMA: El 23 de enero de 1885 editó su undécima pastoral, la célebre que descubre las llagas de la lepra liberal, verdadera causa de los males que afligen a la sociedad y a la Iglesia española. En ella se estudia la conducta ingrata de los gobiernos españoles con la Iglesia, los errores modernos en la enseñanza oficial, la hostilidad de la política liberal a los derechos de los obispos.
DUODÉCIMA: El 6 de febrero de 1886 editó su duodécima pastoral, motivada por el Jubileo concedido por León XIII. En ella exhorta a la penitencia y al arrepentimiento mediante la mortificación interior y exterior del hombre en sus potencias y sentidos.
DÉCIMO TERCERA: En 8 de noviembre de 1886 publicó su decimotercera pastoral, dedicada a la consagración de la Diócesis al Sagrado Corazón de Jesús.
DÉCIMO CUARTA: El 6 de febrero de 1887 publicó su décimo cuarta pastoral, dedicándola a la oración, ayuno y limosna y las falsas excusas para no ayunar.
DÉCIMO QUINTA: El 2 de febrero de 1888 publicó su décimo quinta pastoral, en la que se ocupa de la educación cristiana, exponiéndola con abundancia de doctrina y detalles extraídos de sus numerosos sermones y escritos del obispo.
DÉCIMO SEXTA: Y el 16 de septiembre de 1888 publicó su décimo sexta pastoral, que es un auténtico trabajo contra el liberalismo, apoyándose principalmente en la Encíclica “Libertas”, que acaba de salir en el Boletín Eclesiástico. En ella fustiga a los católicos liberales, calificándolos de los más perniciosos enemigos de la Iglesia: no admite el liberalismo político, ni que haya un liberalismo bueno y otro malo; y concluye censurando las iniquidades e injusticias del Gobierno italiano contra la Iglesia.
DÉCIMO SÉPTIMA: En 22 de febrero de 1889 publicó su décimo séptima pastoral, sobre la fe, los liberales mansos y la fraseología equivocada: ciencia, oscurantismo, ilustración, fanatismo, libertad, teocracia, intolerancia, tiranía clerical, explotación, patriotismo, abnegación y otras por el estilo.
DÉCIMO OCTAVA: El 18 de noviembre de 1889 publicó su décimo octava pastoral contra el liberalismo, tal vez la mejor de todas. Se trata de un texto en que se identifica el liberalismo con el error y la mentira, por lo que los fieles están autorizados para criticar y rechazar esta “maléfica” doctrina.
DÉCIMO NOVENA: El 6 de febrero de 1890 salió su décimo nona pastoral, sobre las causas que influyen en la disminución del cumplimiento del precepto pascual, entre las que señala las lectura y conversaciones impías, el mal ejemplo de las personas principales de los pueblos, la avaricia sola o acompañada de impiedad de ciertos amos, los pecadores públicos y reincidentes, el indiferentismo y la pereza espiritual.
VIGÉSIMA: El 29 de septiembre de 1890 sacó su vigésima pastoral, sobre la apetecida y nunca lograda unión de los católicos españoles, y expone las causas de la desunión: la mutua desconfianza en unos y otros, la crueldad con que se tratan, el aliento que le dan los enemigos y el escándalo continuo que reciben los fieles.
VIGÉSIMO PRIMERA: El 6 de febrero de 1891 publicó su vigésima primera pastoral, sobre las causas que impedían la confesión y la comunión en tiempo pascual.
VIGÉSIMO SEGUNDA: 22 de febrero de 1892 publicó su vigésimo segunda pastoral, que se centra en las máximas erróneas contra la fe y las prácticas cristianas, señalando a los perseguidores de la Iglesia, mencionado las principales causas de la corrupción general, e indicando los medios de contrarrestar la avalancha del error y las preocupaciones.
VIGÉSIMO TERCERA: El 16 de febrero de 1893 publicó su vigésimo tercera pastoral que constituye una auténtica apología de la Iglesia Católica, presentando los grandes beneficios que los fieles y las naciones reciben de tan santa y regeneradora madre.
VIGÉSIMO CUARTA: El 23 de enero de 1894 publicó su vigésimo cuarta pastoral, centrada en la necesidad de que los sacerdotes prediquen la divina palabra, condenando las excusas de algunos a no hacerlo.
VIGÉSIMO QUINTA: El 1 de octubre de 1894 salió su vigésimo quinta pastoral, fustigando el mal llamado progreso moderno, por ser más bien la apostasía general de la fe divina en que vivieron por mucho tiempo felices los pueblos para caer en la pérdida de la grandeza y la libertad; además, señalaba los remedios adecuados para restaurar el reinado social de Cristo; y clamaba por la unión en España de los católicos, estableciendo los pasos para esa unión.
VIGÉSIMO SEXTA: El 6 de febrero de 1895 sacó su vigésimo sexta pastoral centrada en las causas variadas sobre el desconocimiento de Dios en los pueblos, señalando los medios para solucionarlo.
VIGÉSIMO SÉPTIMA: El 10 de noviembre de 1895 publicó su vigésimo séptima pastoral, sobre los deberes de los gobernantes y autoridades (senadores, congresistas, ministros, gobernadores, magistrados, ejército, alcaldes y jueces municipales); destacando como causa de la apostasía general la perniciosa influencia del liberalismo en todos los organismos.
VIGÉSIMO OCTAVA: El 6 de febrero de 1896 salió su vigésimo octava pastoral, sobre la falta de caridad en la sociedad actual en la clase alta, media y baja, indicando los medios adecuados para restablecer esa virtud.
VIGÉSIMO NOVENA: El 4 de octubre de 1896 publicó su vigésimo nona pastoral, dedicada a promover la unión de los católicos españoles verdaderos (es decir, no conciliadores ni acomodaticios ni contagiados de liberalismo o masones). Excluía a los que seguían las enseñanzas de Kant, Hegel, Krause y otros filósofos alemanes y racionalistas; los que aceptaban soluciones que incluían ir contra los intereses de la Iglesia; los que se dicen católicos pero no practican; los masones; y los que no combaten nunca el liberalismo.
TRIGÉSIMA: El 22 de febrero de 1897 sacó su trigésima pastoral, sobre la conservación de la fe católica, las causas de perderla y los medios de recobrarla.
TRIGÉSIMO PRIMERA: El 1 de octubre de 1897 salió su trigésimo primera pastoral, sobre los funestos resultados de los vicios en las naciones, especialmente en España.
TRIGÉSIMO SEGUNDA: El 6 de febrero de 1898 salió su trigésimo segunda pastoral, que trata de la ingratitud de los hombres con la Iglesia, transgrediendo sus preceptos, la guerra violenta de los liberales y las insidias perniciosas de los católicos liberales, calificando a estos últimos de más peligrosos que los liberales fieros.
TRIGÉSIMO TERCERA: El 15 de agosto de 1898 publicó su trigésimo tercera pastoral, describiendo las causas de la decadencia de España, de la pérdida de sus colonias y la predicción de la pérdida de Filipinas por la influencia masónica.
TRIGÉSIMO CUARTA: El 6 de febrero de 1899 publicó su vigésimo cuarta pastoral, centrándose en los enemigos del hombre en las tres clases de concupiscencia: de la carne, de los ojos y de la soberbia; de los efectos que estos enemigos producen en la conciencia, oscureciéndola y haciéndola voluntariamente errónea, con el séquito de consecuencias, y el remedio para evitar la conciencia errónea voluntaria: procurar conocer los deberes religiosos y particulares, y practicarlo cada uno con constancia.
TRIGÉSIMO QUINTA: El 12 de agosto de 1899 salió la trigésimo quinta pastoral, sobre la obligación que tienen los católicos de defender la fe en público contra la política masónico-liberal descristianizadora de España, que se disfraza con palabras como vaticanismo, juesuitismo, integrismo y reacción. Los gobiernos liberales no combaten esta dinámica, sin cumplir los tres primeros artículos del Concordato de 1851. Los fieles deberían defender de palabra y obra a las órdenes religiosas y al culto del Sagrado Corazón de Jesús, y oponerse a los proyectos de Morayta, Blasco Ibáñez y otros, rechazando la fuerza con la fuerza, aplastando a la masonería y a sus cómplices, y protestando contra las profanaciones en Cádiz, Castellón y otros sitios a las placas del Corazón de Jesús.
TRIGÉSIMO SEXTA: El 18 de febrero de 1900 publicó su trigésimo sexta pastoral, según la cual los pueblos se transmiten de generación en generación sus buenas cualidades y censurables defectos, y que el siglo XIX acrecentó su pésima herencia recibida del siglo anterior en el testamento revolucionario y liberal de 1789 con los sanguinarios frutos de 1793, extendiendo por doquier el dominio de Satanás. Y sospecha que en el umbral del siglo XX la multitud de infieles, herejes y apostatas hará que los males sigan presentes mediante las logias masónico-judaicas, y porque los supremos poderes de las naciones están inspirados por el Liberalismo.
TRIGÉSIMO SÉPTIMA: El 20 de febrero de 1901 publicó su trigésimo séptima pastoral, centrada en la renovación de las promesas hechas al Sagrado Corazón de Jesús el 1 de enero del año anterior, y afirma que para poder cumplirlas es indispensable abominar de las liberales, recomendando paciencia hasta que los valores sagrados inmutables triunfen.
TRIGÉSIMO OCTAVA: El 24 de septiembre de 1901 publicó su trigésimo octava pastoral, sobre las miserias de España, atribuyéndolas a que la sociedad peca no por ignorancia sino por malicia, y la responsable es la libertad moderna, pues su objetivo es reducir el hombre a bestia y a esclavo. Y es muy difícil evitar esa esclavitud porque los poderes públicos la agravan prescindiendo de Dios y dejándose gobernar por la veleidosa opinión. Por ello, no deben extrañar a nadie las grandes catástrofes y humillaciones nacionales con que Dios ha castigado y castiga a España.
TRIGÉSIMO NOVENA: El 6 de febrero de 1902 publicó su trigésimo nona pastoral, que trata sobre las excelencias del ayuno y de las causas que debilitan en nuestros días la fe, como la gran ignorancia sobre las verdades de la Religión, los vicios, la propaganda impía, las innumerables diatribas contra la Iglesia, sus enseñanzas y ministros, de manera especial el daño que causan los “conciliadores”.
CUADRAGÉSIMA: El 25 de noviembre de 1902 sacó su cuadragésima pastoral, sobre la lucha que hay que sostener sobre los tres enemigos: mundo, demonio y carne. Todos, afirma el obispo, debemos oponernos a sus avances, todos debemos ir a la victoria. Todos debemos luchar según los talentos que el Señor nos ha otorgado: los débiles deben pelear bajo la dirección de hombres expertos y orando mucho; los sabios, esparciendo las luchas de la verdad y disipando las tinieblas del error; los ricos ayudando con sus recursos pecuniarios; y las autoridades buenas haciendo cumplir rigurosamente las leyes que favorecen a la Iglesia, y absteniéndose de ejecutar lo malo que hubiese en esas mismas leyes. Pero los gobiernos siempre han venido mermando los derechos de la Iglesia española por medio del liberalismo avanzado y del manso. Los liberales avanzados siembran ruinas, los “mansos” las legalizan y preparan el terreno para nuevas fechorías de aquéllos, en la seguridad de que, como las precedentes, serán legalizadas más tarde.
CUADRAGÉSIMO PRIMERA: El 26 de febrero de 1904 publicó su cuadragésimo primera pastoral, sobre la incesante persecución que se hace a la Iglesia y sus miembros, señalando como origen de tal guerra la libertad de prensa.
CUADRAGÉSIMO SEGUNDA: El 17 de marzo de 1905 apareció su cuadragésimo segunda pastoral, en la que afirma que está cercana la llegada por segunda vez del Salvador, dado la evidente falta de fe y los abominables vicios de que está llena la tierra. Además, en los gobiernos impera el naturalismo y están plagados de las denominadas por Gregorio XIV “libertades de perdición”.
CUADRAGÉSIMO TERCERA: El 23 de febrero de 1906 publicó su cuadragésima tercera y última pastoral, centrada en la fe, y un último palmetazo que dio al catolicismo liberal, con quien siempre sostuvo enconada lucha, incidiendo de nuevo en la nefasta, impía y liberal prensa, especialmente la católico-liberal.
APÉNDICE NÚMERO 3
GALERÍA DE FOTOGRAFÍAS RELACIONADAS CON LA VIDA Y LA OBRA DEL OBISPO DON PEDRO CASAS Y SOUTO
Foto 1 (Sobrados)
Foto 2 (Casas en 1876)
Foto 3 (Seminario)
Foto 4 (Orense)
Foto 5 (Casas siglo XIX)
Foto 6 (Catedral)
Foto 7 (Seminario)
Foto 8 (Bodas de Oro)
Foto 9 (Tumba)
5.- FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
A) FUENTES:
FOTO HAUSER Y MENS. Retrato del Obispo de Plasencia, Don Pedro Casas y Souto (junto a los prelados de Cuenca, Sigüenza y Dora). En Biblioteca Nacional, Sala Goya. Signatura IH/1869/2. En SALVADÓ, JOSÉ. Biografías de los Prelados que desde 1876 hasta la fecha han venido ocupando las diócesis de España. Barcelona, 1877. Lámina situada entre las páginas 294 y 295.
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 19 de octubre de 1902
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 26 de octubre de 1902
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 26 de marzo de 1903
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 4 de agosto de 1903
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 11 de octubre de 1904
PERIÓDICO EL DARDO, ejemplar del 1 de agosto de 1906
PERIÓDICO EL EXTREMEÑO, ejemplar del 14 de diciembre de 1879
PERIÓDICO EL EXTREMEÑO, ejemplar del 15 de febrero de 1880
PERIÓDICO EL ECO EXTREMEÑO, ejemplar del 13 de agosto de 1906
PERIÓDICO LA NUEVA UNIÓN, ejemplar del 29 de mayo de 1909
PERIÓDICO EL CRUZADO EXTREMEÑO, ejemplar de 24 de septiembre de 1903
PERIÓDICO EL CRUZADO EXTREMEÑO, ejemplar de 8 de agosto de 1906
SÁNCHEZ DE LA CALLE, JOSÉ ANTONIO. Diferentes fotografías realizadas en julio de 2006 en el pueblo de Sobrados del Obispo (Orense); así como de la tumba del prelado Pedro Casas y Souto al pie del Altar de la Asunción en la catedral placentina.
SENADO ESPAÑOL. CÁMARA ALTA Expediente Personal del Senador D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia, por la Provincia de Guipúzcoa y por el Arzobispado de Toledo. Véase en la siguiente página web: http://www.senado.es/cgi-bin/BRSCGI?CMD=VERDOC&BASE…
B) BIBLIOGRAFÍA:
BLÁZQUEZ YAÑEZ, DIEGO. El cura Mora, liberal y cismático en la Alta Extremadura. Madrid, 1983. Hijo de E. Minuesa, 275 págs., 16 X 22 cms.
CASAS Y GONZÁLEZ, JUAN BAUTISTA. Cartas Pastorales y otras exhortaciones del Excmo. e Ilmo. Dr. Don Pedro Casas y Souto. 22 años de episcopado. Tomos I y II. Madrid, 1898, 18 X 24 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. Pastoral del Venerable Obispo de Plasencia. Madrid, 1885. Revistas Religiosas, 32 págs., 12 X 18,5 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. La pastoral del venerable obispo de Plasencia. Madrid, 1886. Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (C/Juan Bravo-5), 59 págs., 20 X 28,5 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. Alegación en Derecho por el Ilmo. Sr. Obispo de Plasencia con el párroco del Salvador de la misma ciudad sobre que, por sentencia de la Rota de la Nunciatura Apostólica se ha compelido el provisor del arzobispado de Toledo a hacer que se ejecute un auto gubernativo que dictó el 16 de febrero de 1887. Madrid, 1892. Imprenta de la Viuda e Hija de Gómez Fuentenebro, 31 págs., tipo fascículo.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. Constituciones sinodales del obispado de Plasencia. Madrid, 1892. Imprenta de la Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, 530 págs., 17 X 24 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. La Unión de los Católicos Españoles. Carta Pastoral del Excelentísimo e Ilustrísimo Doctor Don Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia y Senador del Reino. Madrid, 1897, 68 págs., 11,5 X 17 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. Carta Pastoral del Reverendísimo Señor Obispo de Plasencia. ¿?, 1897, 46 págs., 10,5 X 16 cms.
CASAS Y SOUTO, PEDRO. Carta Pastoral del Reverendo Obispo de Plasencia sobre la situación de España. Madrid, 1899, 48 págs., 12 X 18,5 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Breve reseña histórica del expediente sobre la cuestión de la ermita de Nuestra Excelsa Patrona la Santísima Virgen del Puerto. Y sentencia, ya firme, dictada por el Excmo. Tribunal Superior Metropolitano de Toledo a favor del párroco del Salvador, José García Mora… contra su subordinado en dicha ermita, el Mayordomo, D. Gregorio Concha Castañeda, Presbítero Arcediano de esta Santa Iglesia Catedral. Plasencia, 1887. Tipografía de José Hontiveros, 12 págs., 15,5 X 21,5 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Lo que no se ha visto ni es posible vuelva a verse jamás en ningún Tribunal Eclesiástico del mundo católico. Folleto dedicado a la honorable Magistratura Civil y Eclesiástica de España y a cuantos abriguen sentimientos de dignidad, equidad y justicia. Plasencia, 1888. Imprenta de Evaristo Pinto Sánchez, 22 págs., 15,5 X 21 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Apuntamiento y Alegación en Derecho. Declinatoria de jurisdicción propuesta al Provisor de Plasencia, y cumplimiento de sentencia en expediente contencioso acerca de la jurisdicción de dicho párroco en el Santuario de Nuestra Señora del Puerto. Antecedentes, Adicción y Sentencia. Toledo, 1888, 9 págs., 23 X 34 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Refutación del escrito del Señor Obispo de Plasencia dirigido al Ilmo. Sr. Provisor Vicario General de Toledo sobre la cuestión del Santuario del Puerto. Por el párroco del Salvador, superior inmediato en dicho Santuario. Plasencia, 1889. Imprenta Evaristo Pinto Sánchez, 30 págs., 16 X 21,5 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Alegación en derecho precedida del apuntamiento en el pleito jurisdiccional sobre la Ermita de la Santísima Virgen del Puerto, Patrona Augusta de la Ciudad de Plasencia, ante la Sala Plena del Supremo Tribunal de la Rota. Plasencia, 1892. Imprenta, Librería y Encuadernación de José Hontiveros, 115 págs., 14 X 20 cms.
GARCÍA MORA, JOSÉ. Vida y reivindicación de Don José García Mora, Presbítero. Plasencia, s.a. (¿1909?). Talleres de Imprenta y Encuadernación de M. Ramos, 26 (calle del Marqués de Mirabel, 20), 29 págs., 14,5 X 21 cms.
LÓPEZ SÁNCHEZ-MORA, MANUEL. Episcopologio. Los Obispos de Plasencia, sus biografías. Los Santos de Maimona, 1986. Caja de Ahorros de Plasencia, 141 págs., 17,5 X 24 cms.
MADOZ, PASCUAL. Diccionario Histórico-Geográfico de Extremadura. Tomo XIII. Madrid, 1849. Edición de las Escuelas Universitarias de Santa Ana, Almendralejo (Badajoz), 885 págs., 17 X 24 cms. Tomo IV, O-Z. Cáceres, 1955. Biblioteca Extremeña. Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, 348 págs., 18 X 22 cms.
PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado del Ilmo. Sr. Doctor D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia. Por D. Inocencio Portabales Nogueira, Arcipreste de la S. I. C. Basílica de Lugo. Lugo, 1911. Talleres Tipográficos de Gerardo Castro, 337 págs., 14 X 21 cms.
RAMOS BERROCOSO, JUAN MANUEL. “En el Centenario de la muerte del Obispo Casas y Souto”. En Semana Santa 2006 Plasencia. Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Sepulcro, págs. 17-23.
SALVADÓ, JOSÉ. Biografías de los Prelados que desde 1876 hasta la fecha han venido ocupando las diócesis de España. Barcelona, 1877, págs. 315-319.
NOTAS:
[1] Desde el punto de vista económico, el sector primario estaba representado en la parte montañosa por robles, carrascas y castaños, y algunos prados con buenas hierbas dedicadas para pasto. En las zonas más llanas, destacaba la producción de trigo, centeno, maíz, vino, patatas, garbanzos, castañas y habas; ganado vacuno, mular y lanar; caza de liebres, conejos, perdices, codornices y bubillas; y pesca de anguilas. En el sector secundario había algo de industria agrícola, con molinos harineros, y algunos telares de lienzo ordinario. En el terciario, por su parte, sobresalía el comercio, con la exportación de vino y la introducción de granos y harinas. Los caminos, muy deteriorados, conectaban con los núcleos de Llariz, Orense, Celanova y Rivadavia; y el correo se recibía, a pie, de la capital provincial. Véase MADOZ, PASCUAL. Diccionario Histórico-Geográfico de Extremadura. Tomo XIII. Madrid, 1849. Edición de las Escuelas Universitarias de Santa Ana, Almendralejo (Badajoz). Tomo IV, O-Z.
[2] Las fuentes afirman que el joven quedó, “…curándose de la contrariedad que le había causado por no habérsele permitido realizar sus fervorosos deseos…”. En este sentido hay que tener en cuenta que nuestro protagonista sufrió a lo largo de varias décadas diferentes episodios de agotamiento, fatiga, decaimiento y, posiblemente, ciertos procesos depresivos, motivados por el gran esfuerzo intelectual a que se encontró sometido por imperativos familiares y particulares, así como por la probable frustración de no poder profesar en la congregación de los Dominicos.
[3] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado del Ilmo. Sr. Doctor D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia. Por D. Inocencio Portabales Nogueira, Arcipreste de la S. I. C. Basílica de Lugo. Lugo, 1911. Talleres Tipográficos de Gerardo Castro, págs. 18-19.
[4] Cuando volvió a cobrar el dinero que dejó de ingresar por la revolución de 1868, lo revirtió en los pobres y obras de beneficencia.
[5] La consagración tuvo lugar el 6 de febrero en la iglesia de San Isidro, dirigida por el Cardenal Moreno, Arzobispo de Toledo, y actuando como padrino el Marqués de Mirabel, quien le regaló un magnífico pectoral que el prelado, a su muerte, legó a la Virgen de la Asunción, en la catedral de Plasencia.
[6] El propio palacio episcopal fue convertido en salas de Juzgado, y apenas había alumnos en el Seminario (76 estudiantes externos-internos en 1878). BLÁZQUEZ YAÑEZ, DIEGO. El cura Mora, liberal y cismático en la Alta Extremadura. Madrid, 1983. Hijo de E. Minuesa, págs. 30-36.
[7] El Secretario Pegerto Megid le informó sobre el dilatado tiempo que el prelado empleaba en adoctrinar a sus fieles, y entre ambos acordaron que, pasada una hora, le tiraría de los capisayos; pero en una ocasión, al hacerlo, le preguntó al Secretario (que era su familiar): “Pero, ¿quién se cansa, ellos o tú?”. Véase en PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado del Ilmo. Sr. Doctor D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia… Obra citada, pág. 41.
[8] Véase El Dardo, ejemplar del 1 de agosto de 1906; y también SALVADÓ, JOSÉ. Biografías de los Prelados que desde 1876 hasta la fecha han venido ocupando las diócesis de España. Barcelona, 1877, págs. 315-319.
[9] De GARCÍA MORA, JOSÉ. Pueden citarse los libros siguientes relacionados con el enfrentamiento con su prelado: Breve reseña histórica del expediente sobre la cuestión de la ermita de Nuestra Excelsa Patrona la Santísima Virgen del Puerto. Y Sentencia, ya firme, dictada por el Excmo. Tribunal Superior Metropolitano de Toledo a favor del párroco del Salvador, José García Mora… contra su subordinado en dicha ermita, el Mayordomo, D. Gregorio Concha Castañeda, Presbítero Arcediano de esta Santa Iglesia Catedral. Plasencia, 1887. Tipografía de José Hontiveros, 12. IBID.: Lo que no se ha visto ni es posible vuelva a verse jamás en ningún Tribunal Eclesiástico del mundo católico. Folleto dedicado a la honorable Magistratura Civil y Eclesiástica de España y a cuantos abriguen sentimientos de dignidad, equidad y justicia. Plasencia, 1888. Imprenta de Evaristo Pinto Sánchez. IBID.: Apuntamiento y Alegación en Derecho. Declinatoria de jurisdicción propuesta al Provisor de Plasencia, y cumplimiento de sentencia en expediente contencioso acerca de la jurisdicción de dicho párroco en el Santuario de Nuestra Señora del Puerto. Antecedentes, Adicción y Sentencia. Toledo, 1888. IBID.: Refutación del escrito del Señor Obispo de Plasencia dirigido al Ilmo. Sr. Provisor Vicario General de Toledo sobre la cuestión del Santuario del Puerto. Por el párroco del Salvador, superior inmediato en dicho Santuario. Plasencia, 1889. Imprenta Evaristo Pinto Sánchez. IBID.: Alegación en derecho precedida del apuntamiento en el pleito jurisdiccional sobre la Ermita de la Santísima Virgen del Puerto, Patrona Augusta de la Ciudad de Plasencia, ante la Sala Plena del Supremo Tribunal de la Rota. Plasencia, 1892. Imprenta, Librería y Encuadernación de José Hontiveros. Y por último, Vida y reivindicación de Don José García Mora, Presbítero. Plasencia, s.a. (¿1909?). Talleres de Imprenta y Encuadernación de M. Ramos.
[10] El famoso sacerdote José García Mora, además del establecimiento de su “Iglesia Liberal”, su bibliografía enfrentada al tradicional sistema clerical, y antes de obtener el traslado mediante concurso de curatos, tuvo un enfrentamiento con el hacendado (cacique) de la sierra, Godinez de Paz, llegando a intercambiarse multitud de críticas en diferentes folletos.
[11] Expediente Personal del Senador D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia, por la Provincia de Guipúzcoa y por el Arzobispado de Toledo.Véase en la siguiente página web: http://www.senado.es/cgi-bin/BRSCGI?CMD=VERDOC&BASE… Véase también El Dardo, ejemplar del 1 de agosto de 1906
[12] LÓPEZ SÁNCHEZ-MORA, MANUEL. Episcopologio. Los Obispos de Plasencia, sus biografías. Los Santos de Maimona, 1986. Caja de Ahorros de Plasencia, págs. 85-86.
[13] El nombre de la tesis era:Licitum est sequi conscientiam quam quis eformat ex principiis reflexis, dum sequitur opinionnem vere et solide probabilem, ubi alia non ocurrit, vel probabiliorem, faventem libertati, probabilitate juris: minime vero concientiam rigurose probabilem, quae videlicet ex principiis tantum probabilibus inmediate oritur.
[14] Juan Bautista Casas y González resumió buena parte de estos escritos en dos tomos titulados: Cartas Pastorales y otras exhortaciones del Excmo. e Ilmo. Dr. Don Pedro Casas y Souto. 22 años de episcopado, que fueron publicados en 1898 en Madrid. El primer tomo expone la documentación emitida por el prelado desde el 6 de febrero de 1876 a finales de 1888; mientras que el segundo lo hace desde principios de 1889 hasta diciembre de 1897. El autor, tras elaborar una amplia biografía del obispo, acompañada de un retrato, expone las diferentes cartas pastorales, comenzando por la escrita a su llegada a la diócesis placentina. Seguida de circulares, mensajes, instrucciones, contestaciones, cumplimientos, avisos, exhortaciones, precauciones, prohibiciones, mensajes de condena, conveniencias, edictos, infracciones, comentarios, rechazos, exposiciones, adhesiones, recomendaciones, devociones y beneficios. En realidad se trata de la publicación de toda la correspondencia pastoral que este prelado tuvo con el clero, la comunidad religiosa y sus fieles. Al final del primero tomo se incluye un apéndice sobre las relaciones de la Iglesia con la sociedad.
[15] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado del Ilmo. Sr. Doctor D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia. Por D. Inocencio Portabales Nogueira, Arcipreste de la S. I. C. Basílica de Lugo. Lugo, 1911. Talleres Tipográficos de Gerardo Castro, págs. 40-43.
[16] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado del Ilmo. Sr. Doctor D. Pedro Casas y Souto…Obra citada, págs. 47, (tercera pastoral, de 3 de febrero de 1878); pág., 186 (noveno segunda pastoral de 22 de febrero de 1892); y pág. 259 (cuadragésimo primera pastoral, de 26 de febrero de 1904).
[17] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. Cit. págs. 48-49
[18] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. Cit. Pág. 44 (tercera pastoral), págs. 259-261 (cuadragésimo primera pastoral); y págs. 265-268 (cuadragésimo segunda pastoral).
[19] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. Cit. Págs. 84-85 (novena pastoral del 10 de febrero de 1884); págs. 194-196 (vigésimo quinta pastoral); y págs. 228-231 (trigésimo quinta pastoral)
[20] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. cit., págs. 91-92 (décima pastoral); y págs. 233-235 (trigésimo sexta pastoral).
[21] El contenido de la pastoral había actuado de revulsivo en el Gobierno conservador de Antonio Cánovas del Castillo (Presidente y Ministro de Estado), formado por Francisco Silvela (Ministro de Gracia y Justicia), Francisco Romero Robledo (Ministro de Gobernación), Fernando Cos (Ministro de Hacienda), y Alejandro Pidal y Mon (de Fomento). El Consejo de Ministros publicó en la primera plana de la Gaceta de Madrid el 19 de abril de 1885 que “… la pastoral en que se censuraba públicamente los actos del Gobierno, cosa expresamente prohibida por la legislación del Reino, llegando hasta dirigir irrespetuosas y transparentes alusiones a las personas más elevadas, y a las instituciones fundamentales de la Nación…había sido analizada por los ministros, y se hubieran podido tomar severas medidas (según el art. 44 del Concordato), pero que se había optado por elevar una queja a Roma para poner coto a extralimitaciones que ya antes se habían cometido, si bien no en tan alto grado, y que provocaban conflictos entre la Iglesia y el Estado”. CASAS Y SOUTO, PEDRO. Pastoral del Venerable Obispo de Plasencia. Madrid, 1885. Revistas Religiosas, 32 págs., 12 X 18,5 cms. Véase también en PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. cit. págs. 305-330 (décimo octava pastoral).
[22] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. cit. págs. 142-144 (Décimo séptima pastoral); págs. 159-150 (vigésima pastoral); y págs. 200-205 (vigésimo nona pastoral)
[23] PORTABALES NOGUEIRA, INOCENCIO. Vida y pontificado… Ob. cit. págs. 265-270 (Cuadragésima tercera y última pastoral); y págs. 259-261 (Cuadragésimo segunda pastoral).
[24] Su paso por la diócesis no fue indiferente, y algunos poetas del momento inmortalizaron su memoria con composiciones poéticas en las que alabaron sus principales características. El 6 de febrero de 1901 celebró sus bodas de Plata por el 25 aniversario de su consagración episcopal, con solemnes fiestas religiosas, veladas literarias, limosnas extraordinarias, cuantiosos donativos, obsequios, iluminación general en la ciudad, recibiendo felicitaciones desde Roma incluso. Y la poeta Luisa Torralba (Aurora Lista) le escribió el siguiente soneto: Recibid, oh Señor, el cariñoso // Saludo, que con alma y fe sincera // El pueblo que os admira y venera // Os envía sumiso y respetuoso. // De la causa de Dios, campeón glorioso, // de ciencia y de virtud clara lumbrera, // vuestra palabra varonil y entera, // vibra cual rayo ardiente y luminoso; // Laten los pechos de esperanza llenos // A tan santo denuedo y energía; // braman las huestes que abortó el abismo. // Lo mucho que valéis, malos y buenos // a su modo pregonan a porfía; // uno solo lo ignora, sois vos mismo.
El 24 de septiembre de 1903 celebró las bodas de Oro, el 50 aniversario de la ordenación sacerdotal, por lo cual el poeta José María Gabriel y Galán le escribió una composición donde destacan los siguientes versos: Venerable Pastor, que has conducido// Tu rebaño querido, // Hollando con tus plantas los abrojos, // Por las ásperas cuestas de la vida: // Tú, que ya ves con anhelantes ojos// la tierra prometida // desde las cumbres del dorado ocaso // que ganas paso a paso // con santa majestad de alma elegida, // alza tus manos al clemente cielo // y alcánzale a tus hijos el consuelo // de dilatar tu triste despedida. // ¿No ves cómo te aman? // ¿No escuchas cómo a coro // todos padre te llaman? // ¿Oyes cómo te aclaman // celebrando tus puras bodas de oro? // ¿No ves cómo a tus puertas, // siempre a la santa Caridad abiertas, // se agolpan rumorosas // las turbas de tus pobres numerosas, // que pan y bendiciones // reciben de tus manos amorosas? // Ese rumor opaco y elocuente // Que tu nombre amadísimo murmura // Es el himno amoroso más ardiente // Que de la humana gente // puede escuchar una conciencia pura. // El otro canto, el de la gloria humana, // ya sonará vibrante // cuando entres por las puertas de la Historia; // y otro más dulce, que tu triunfo cante, // ¡cuando te abra el Señor las de su gloria!