Jul 092016
 

 Carlos Zamora López. (Provisional)

 1. INTRODUCCION

El día 8 de agosto de 1837 la Diputación Provincial de Cáceres acuerda enviar a la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII y madre de Isabel II, la siguiente misiva:

 

“Señora: Los males que afligen a esta desventurada Provincia, yendo cada día en aumento, mueven el ánimo de esta Diputación a exponer a la vista de V.M. un cuadro fiel y sucinto del estado actual de este País, talado por las diversas vandas de forajidos que le infestan, esperando del ánimo venéfico y paternal de V.M. que será escuchada y aliviada en cuanto sea posible la queja de sus desgraciados abitantes: Señora, los recientes sucesos de Miravete, Navalmoral y Peraleda de la Mata, tendrán un lugar muy señalado entre los mas sangrientos de esta revolución, principalmente en los dos últimos puntos, se cree con bastante fundamento ascienda el número de huerfanos a 100, acreedores en un todo a los desvelos de la Patria….. : La muerte de los desgraciados de Navalmoral y Peraleda, ha alentado a los enemigos de la Patria, y llenado de consternación todo el Pais….”( 1)            

 

Esta carta refleja fielmente la situación del Campo Arañuelo en el verano de 1837 después de los sangrientos sucesos acaecidos en Peraleda de la Mata el 27 de julio de ese año, en el que murieron una treintena de guardias nacionales a manos de los carlistas, 28 de ellos vecinos de Navalmoral, y el resto de localidades cercanas como Casatejada o Valdehúncar.

 

Es sorprendente la desinformación e ignorancia que existe sobre este sangriento suceso en Navalmoral, que ni tan siquiera es recordado en documentos oficiales, dedicatorias  de calles o  similares  y que ha llegado a  nuestros días como  un

 

  1. Acta de pleno 08/08/1837

asunto que no  merece ser recordado y que más bien, parece como algo molesto e inoportuno, por aquello de ser una acción de guerra que se perdió de una forma un tanto anómala, contra una facción de carlistas que a la postre perdieron esta contienda y las posteriores.

 

  1. LOS ANTECEDENTES

 

A la muerte de Fernando VII, acaecida en 1833, el infante Carlos María Isidro, hermano del rey, no reconoce a su sobrina Isabel como reina, lo que propicia el estallido de la Primera Guerra Carlista, que va a durar hasta agosto del año 1839, en el que se firma el convenio de Vergara por el cual se pone fin a las hostilidades con la reconciliación de los ejércitos liberal y carlista, mediante el abrazo que se dan los generales Espartero y Maroto, confirmando públicamente el final de la primera guerra carlista.

 

Esta primera contienda fue, -en opinión de la mayoría de los historiadores- desorganizada y extremadamente cruel, que a despecho de creencias y motivos ideológicos, buscaba mas bien la eliminación física del adversario, (ninguno de los dos bandos respetaban los derechos de los prisioneros y heridos, siendo ajusticiados inmediatamente),  cuando no el saqueo, el robo y la rapiña, motivado por las difíciles condiciones socio económicas por las que atravesaba el país desde la pasada Guerra de la Independencia.

 

En Extremadura se van a dar una serie de circunstancias particulares motivadas por su posición marginal, deficiencias de comunicaciones, baja densidad de población y el hecho de que la población campesina no tenía acceso a la propiedad de la tierra, que estaba en manos de nobles y órdenes religiosas. Todo esto, unido a la escasez y carestía de los alimentos motivados por años climatológicamente secos, habían sumido a la región en una grave crisis económica, donde el hambre y la miseria campaban a sus anchas. Esta misma situación, aunque con algunas variantes, podríamos decir que se daba en Navalmoral y toda su comarca circundante, y que más adelante podemos determinar.

 

 3. EL CARLISMO EN EL CAMPO ARAÑUELO

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Las circunstancias generales antes enumeradas en la región extremeña pueden tener validez para la comarca arañuela, si bien convendría matizar algunos aspectos que tienen que ver con su situación geográfica de proximidad a la Mancha así como el nudo de comunicaciones que en ella se enclavan además de su proximidad al río Tajo, el eje Madrid-Badajoz y el control de la barca de Almaraz, que añaden otro factor decisivo en el interés por controlar esta parte de Extremadura que ambos bandos se disputaron con desigual fortuna.

 

Si las acciones de los carlistas procedentes de Portugal (nación donde se encontraba exiliado el pretendiente), fueron numerosas e importantes en la parte occidental de Extremadura, no lo es menos la penetración de las partidas desde las provincias de Toledo y Ciudad Real, zonas donde las características del terreno permitían su fácil movilidad. Así los ataques a las localidades extremeñas colindantes con estas dos provincias cobraron inusitada virulencia a lo largo de los seis años de contienda, como fueron los asaltos a Guadalupe, Alía , distintos pueblos de los Ibores, así como Navalmoral, Peraleda, Casatejada, Millanes, Belvís, Talavera la Vieja, etc,. También son de destacar otras incursiones habidas desde las provincias de Salamanca y Avila, que intentaban controlar y desestabilizar las vecinas comarcas de la Vera y el valle del Jerte, con la ciudad de Plasencia incluida.

 

Si en un principio el Campo Arañuelo no padeció acciones de guerra dignas de mencionar, el 8 de mayo del año 1834 ya tuvo lugar un hecho importante al ser desbaratada la facción de Alfonso Muñoz, capitán por sus hechos en la Guerra de la Independencia, originario de Cabezuela del Valle,  en la  dehesa de San Benito, cercana a Navalmoral, con el resultado de algunos prisioneros y la ejecución de dicho cabecilla en Plasencia tres días después. Anteriormente ya hubo alguna escaramuza cerca de Navalmoral, más concretamente el día 15 de marzo,  cuando algunos componentes de la partida de Cuesta intentaron entrar en la localidad y fueron rechazados por la población con palos,  piedras y alguna escopeta. (2)

 

  1. Recio Cuesta, J.P. “Entre la anécdota y el olvido” pág. 133

 

  1. LAS PARTIDAS CARLISTAS

 

Tienen su origen en las partidas de guerrilleros que se enfrentaron a los franceses en todo el territorio nacional durante la Guerra de la Independencia y posteriormente en sus actuaciones durante el trienio constitucional que media entre 1820 y 1823. Sus componentes no se adhirieron a la causa de D. Carlos por motivos religiosos o ideológicos, más bien  eran el hambre y la miseria que campaban a lo largo y ancho de nuestra región lo que engrosaba las partidas carlistas. El lema de “Dios, Patria y Rey” era un simple grito que escondía el objetivo de saqueo y la obtención de víveres y avituallamientos, cuando no dinero en metálico, que solían exigir a los poderes municipales, so pena de fusilamiento inmediato si no se cumplían sus enérgicas pretensiones. La mayoría de sus integrantes procedían  la mayor parte de las veces de campesinos y jornaleros que eran captados por antiguos jefes guerrilleros con la promesa de mejoras en  su vida cotidiana, así como una minoría de nobles o personas acaudaladas aparte de algunos integrantes del bajo clero. Su composición era muy variable pero no solían ser grandes formaciones, ya que casi siempre lo componían grupos de 50 a 100 hombres y muy raramente su número superaba la cifra de los 200 integrantes.

 

La prensa liberal se refería de una manera despectiva e injuriosa a estos jefes guerrilleros, otrora ensalzados y vitoreados cuando luchaban contra los franceses, llamándolos por motes o apodos, como eran los casos de “Boquique”, “Patagorda”, “Perdiz” “Latumba” y otros alias semejantes. En nuestra comarca estos guerrilleros estaban al frente de partidas que tomaban nombres pomposos y semejantes a verdaderos cuerpos de ejército y así nos encontramos con partidas que se titulaban “División Carlista de Toledo y la Mancha”, “Columna Carlista de la Izquierda del Tajo”, “Columna Volante de Extremadura” o la más llamativa de “Regimiento de Caballería del Príncipe de Asturias”.

 

La falta de ciudades o localidades de importancia que se unieran a la causa carlista, la debilidad numérica de sus efectivos, la ausencia de verdaderos jefes y estrategas militares y la amplitud del territorio son las causas mas significativas del poco desarrollo de la causa carlista en el Campo Arañuelo, lo que hacía que las partidas no tuvieran una base geográfica fija y estuvieran continuamente en movimiento acosadas por la Milicia Nacional, y en algunas ocasiones por efectivos del ejército. Los enfrentamientos en el territorio extremeño comenzaron bastante tarde, siendo el año de 1836 (24 acciones) y 1837 (25 acciones) cuando ocurrieron la mayor parte de los hechos de guerra,(3) que la mayoría de las veces se situaron en zonas de carácter rural y núcleos de  mediana población como Plasencia, Trujillo o Navalmoral de la Mata. Las acciones bélicas en nuestra comarca se reducían principalmente a la toma de localidades durante un breve período de tiempo y tras acaparar dinero, armas y provisiones, las partidas salían de las mismas hacia sus seguros refugios para evitar en lo posible el enfrentamiento con grandes contingentes de tropas leales a la causa isabelina.

 

  1. LA MILICIA NACIONAL

 

En 1812 las Cortes de Cádiz establecen la Milicia Nacional, establecida en la Constitución, y destinada a defender el Estado Liberal que se organizaba a nivel provincial y local. El hecho de ser destinada a defender uno de los bandos de la nación, condicionó en lo sucesivo el devenir de ésta, que era abolida cuando gobernaban los absolutistas y repuesta una vez que los liberales alcanzaban el poder. Dependían de las diputaciones provinciales que las controlaban y nombraban a sus mandos, y su principal cometido era el de enfrentarse a las partidas carlistas siendo mas tarde destinadas a la persecución de ladrones y malhechores que tanto abundaban en el medio rural.

 

Aunque en un principio sus integrantes pertenecían en su mayor parte a la clase media (comerciantes, funcionarios, empleados, etc,), posteriormente sus filas se engrosaron con campesinos y jornaleros como podremos ver mas adelante en los milicianos moralos que combatieron durante  esta primera guerra carlista. Se implantaron leyes de reclutamiento que abarcaban la mayoría de las veces a los varones que tuvieran entre los 16 y 40 años, cantidad que algunas veces se ampliaba, al objeto de poder aumentar la base de reclutamiento. Para un mejor control del territorio se crearon los llamados “cantones” que no eran otra cosa que los recientes creados partidos judiciales y al frente de los mismos se solía nombrar la mayoría de las veces a jueces, escribanos o notarios, que eran afectos a la causa liberal.

 

Si los carlistas obtenían sus recursos de robos de ganado, dinero y asaltos a diligencias y casas  particulares, los isabelinos  recurrieron  a la requisa   de caballos en

 

  1. Recio Cuesta, J. P. Guerra y contrarrevolución en el s XIX, Revista Estudios Extremeños. Pág. 348

todas las poblaciones, actuando muchas veces  también con actos de vandalismo  en las localidades y comarcas en las que ejercían su poder. Algunos jefes militares obtenían sus recursos con actos de extorsión y continuas amenazas a los ayuntamientos y sus integrantes con amenazas y actos de represalia.

 

Las autoridades regionales y provinciales pusieron en marcha medidas excepcionales para la obtención de recursos, tales como la implantación de nuevos impuestos, – los llamados “repartimientos”- , así como gravámenes a ciertos productos agrícolas y ganaderos, sin contar con la apropiación algunas veces de los diezmos y primicias que se reservaban a la Iglesia Católica, lo que provocó numerosas reclamaciones y enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica.

 

  1. LOS COMIENZOS DE LA GUERRA

 

Si bien en el año 1833 carecemos de noticias relevantes sobre hechos de guerra acaecidos en nuestra comarca, asistimos ya a pequeños incidentes y enfrentamientos que denotan el estado de efervescencia que reinaba en toda la región. A los intentos de levantamientos y pronunciamientos carlistas en Plasencia y el valle del Jerte, se suceden escaramuzas como la que ocurrió con unos vecinos de Ceclavín que se enfrentaron a los restos de una cuadrilla facciosa, que merodeaban por El Toril y la venta de La Bazagona, los cuales se habían apoderado de uno de los correos que circulaban por aquella zona. El resultado fue la captura de tres de sus integrantes, así como de las armas que portaban, siendo entregados posteriormente a las autoridades placentinas(4). Sin embargo es en el siguiente año de 1834 cuando asistimos ya a los preparativos  y proyectos de defensa de cara a hacer frente a los intentos de invasión por parte de los afectos al carlismo, que ya se van a suceder en las zonas limítrofes con la Mancha.

 

Por otra parte, unos días después de esta acción se sucede la toma de varios pueblos pertenecientes al partido de Navalmoral en el mes de mayo, como son Garvín, Peraleda de San Román, Fresnedoso y Deleitosa, por parte de los hermanos Cuesta, siendo destruida esta partida el día 25 de mayo y capturándose a la mayoría de sus componentes, además de 16 caballos, 14 lanzas y diverso utensilio militar que dejaron abandonadas  en  la  localidad  de Deleitosa.(5)  Pocas  semanas más tarde y en el mes de

 

  1. La Revista Española. 05/01/1834
  2. La Revista Española 27/05/1894

julio, uno de los prisioneros de esta facción, de nombre Gaspar Gallego, soltero y natural de Jaraicejo,  es fusilado a las 10,30 de la mañana en Romangordo y enterrado en dicha localidad.(6) Posteriormente el 23 de octubre de ese mismo año, dichos hermanos Cuesta son fusilados en la ciudad de Badajoz.

 

Como antes hemos comentado, es el día 8 de mayo de este año cuando la partida de Alonso Muñoz, alias “La Tumba” es destruida en la finca de San Benito cercana a Navalmoral,  donde se habían refugiado, quizás acogiéndose a la hospitalidad del Marqués de Mirabel, que apoyaba financieramente a la causa carlista. Sea como fuere, dicho cabecilla es capturado por una partida compuesta por 11 miembros de la Milicia Nacional conducida por el teniente del ejército Antonio González y en la que interviene activamente el escribano del ayuntamiento moralo Marcos Lozano Moreno, el cual logra reducir al cabecilla rebelde que estaba herido y matar a otros tres por su mano, además se capturan  cuatro prisioneros y se dejan otros siete carlistas muertos en el campo. Esta acción le va a suponer a Lozano el ser nombrado Notario de Reynos el 20 de Mayo,(7) iniciando así una fulgurante carrera tanto militar como político-económica que le convertirá en una figura relevante en esta contienda. Mientras, Alonso Muñoz es conducido a Plasencia donde tres días después, el 11 por la mañana, fue ejecutado en el fuerte de dicha ciudad.

 

  1. UN AÑO DE TRANSICION

 

Sin duda alguna el año de 1835 es de “relativa” calma en cuanto a acciones de guerra se refiere. Asistimos a una serie de precauciones defensivas y de captación de voluntarios para formar las Milicias Urbanas en todo el territorio de la provincia cacereña, cuestión un tanto peliaguda pues la escasez de voluntarios era más que patente en algunas ciudades. En noviembre de este año se reciben en Navalmoral, procedentes de los almacenes de Badajoz, armamento y pertrechos militares destinados a los pueblos

del partido, de los cuales 125 fusiles, 16 lanzas y 18 espadas de caballería, son destinados a la milicia morala  y que costaron al consistorio la cantidad de  1120 reales y 14 maravedís. En ese mismo mes se confeccionan las listas de los hombres que deben alistarse hasta completar la cifra de cien mil con el que el gobierno nacional piensa hacer  frente  a los  seguidores de  D. Carlos. De  acuerdo a los  deseos de la Diputación

 

  1. Pª Sta. Catalina. Libro II, Partida 46, folios 6 y 7
  • Junta Armamento y Defensas. Legajo 1º

Provincial, al partido de Navalmoral le corresponde contribuir con 140 hombres, de los cuales nuestra localidad aporta 20 efectivos, Peraleda de la Mata 14, Villar del Pedroso, Castañar y Casatejada 11 cada uno, y así en cifras descendentes hasta los 32 pueblos que integraban dicho partido.(8)Es en julio de este año cuando suenan las alarmas en la parte de las Villuercas cacereñas cuando se recibe información por parte del alcalde de Castañar de Ibor de que una facción de unos 500 hombres había entrado en Guadalupe el día 18, habiendo ocupado anteriormente la localidad de Alia; esta facción, al igual que otras muchas, provenía de la región manchega y mas concretamente de la Jara toledana.(9)

 

  1. AÑO DE 1836

 

Es a finales de este año cuando asistimos a una verdadera eclosión de las acciones armadas por parte de las partidas carlistas, las cuales- en su gran mayoría- van a proceder de las zonas limítrofes de La Mancha y otras, menos numerosas, que penetran por el norte de la región, como pueden ser las provincias de Avila y Salamanca. Así en septiembre de dicho año se constata los movimientos e invasiones en la zona de la Jara y Puente del Arzobispo por parte del cabecilla Basilio, (Basilio de la Iglesia, natural de Espinosa del Rey), el cual reclama cuantiosas cantidades de dinero, caballos, municiones y otros pertrechos, con la amenaza de represalias caso de no percibir lo que reclama. Por aquellos días ya se tenían noticias, igualmente, de las andanzas de Felipe, (Felipe Muñoz, oriundo de la Nava de Riscomalillo), guerrillero indultado que por desgracia va a ser muy conocido en toda la comarca arañuela y sobre todo en Navalmoral, como mas adelante veremos.

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Sin embargo la acción más famosa de este año es la llamada “Expedición de Gómez”, que se refiere a la campaña organizada por el general Miguel Gómez Damas, que recorrió gran parte del territorio nacional conquistando varias ciudades para la causa carlista. Dicho general había salido el 26 de junio de la localidad de Amurrio (Álava), al mando de  un gran  cuerpo  expedicionario,

 

  • Carpeta 75. Cuentas. 16/11/1835
  • Carpeta 76. Carta del Alcalde de Castañar. 19/07/1835

entrando en territorio extremeño el 26 de octubre, conquistando numerosas localidades llegando finalmente a Trujillo el día 29; una vez en dicha ciudad se toma un descanso y llega a Cáceres al mediodía del día 31 conquistando la ciudad sin resistencia alguna. Una vez tomado el puente de Alcántara, el 3 de noviembre Gómez inicia la marcha con objeto de pasar el Tajo por Almaraz, pero la presencia del general Rodil en Jaraicejo le hace cambiar de planes y marcha hacia Miajadas, para ir a la provincia pacense y entrar en Andalucía el 7 de dicho mes.

 

Todo lo anterior ocurría a pesar de los esfuerzos de los generales isabelinos por reforzar las defensas y tomar precauciones de cara a impedir las invasiones y ataques de las partidas.  Rodil  se encontraba el 2 de noviembre en Peraleda haciendo un puente de carretas en el Tajo frente a Talavera la Vieja,(10) de la misma forma que unos días después se habilitó el puente de barcas de Almaraz, lo que iba a permitir a las fuerzas isabelinas asegurarse de momento el poder atravesar el Tajo por estos dos puntos. Posteriormente, y viendo la proliferación de acciones por parte de las gavillas carlistas, la escasez de medios para perseguirlas y el escaso ardor que presentaban los componentes de la milicia nacional y la general indiferencia de la población, Rodil, a la sazón Ministro de la Guerra, asume todo el mando  y declara el estado de sitio en nuestra Región el 5 de noviembre de este mismo año.

 

Casi finalizado 1836 es ocupada por una facción la localidad de Jarandilla,(11) sembrando la alarma en todo el norte extremeño ya que las correrías de las mismas eran abundantes en el Valle del Jerte y era previsible su extensión a la comarca verata dada las características del terreno. Una fuerza de la milicia sale de Navalmoral y logra que dicha localidad sea liberada, huyendo la partida realista hacia las localidades de Cabezuela y Tornavacas, bastiones carlistas desde principios de la contienda.

 

El 26 de diciembre se recibe una circular de la Junta Provincial de Armamento y Defensa sobre la requisa de caballos destinados a la milicia, señalándose para el día 28 de dicho mes la comparecencia en la plaza mayor de Navalmoral de todos los vecinos presentando los caballos que fueran de su posesión. En dicho día y a las diez de la mañana  se  procedió  al  alistamiento de  dichos  animales  llegándose  a la  cifra  de  36

 

  1. El Eco del Comercio. 06/11/1836
  1. El Eco del Comercio. 25/12/1836

caballos, que en días posteriores quedarán reducidos a 29, ya que fueron desechados en el reconocimiento seis de ellos por no dar la talla y otro que fue declarado inútil.(12)

 

  1. EL AÑO MÁS DESASTROSO DE LA GUERRA

 

Comienza este fatídico año de 1837 con la esperanzadora noticia que proporciona el Capitán General de Extremadura dando cuenta del apresamiento del cabecilla Rincón en Trujillo y su posterior fusilamiento. Este hecho, ocurrido en los primeros días de enero, no se va a traducir en nada bueno para la causa isabelina, ya que inmediatamente a este enfrentamiento de Trujillo, el resto de la partida de este cabecilla ocupa Castañar de Ibor el 2 de febrero con 80 componentes y 30/40 caballos.(13)

 

En el mes de marzo se recibe una circular de la Regencia de la Audiencia de Cáceres alertando a las autoridades sobre la vigilancia que han de tener sobre el clero sospechoso de simpatizar con los carlistas, impidiéndoles llegado el caso, confesar y predicar. Esta precaución de las autoridades provinciales –que se extendía por toda la Nación-, venía a poner de manifiesto la poca confianza en una parte considerable del clero que no disimulaba sus simpatías con la causa de D. Carlos. Así en nuestra diócesis hubo serios problemas con el obispo de Plasencia,  Cipriano  Varela, nombrado en 1826 y de fuertes ideas absolutistas que le granjearon la enemistad de la misma curia y el ayuntamiento placentino y que después de varias algaradas tuvo que ser desterrado a Cádiz en 1835. Igualmente se suscitaron problemas con algunos canónigos pertenecientes a la vecina diócesis de Coria, así como con el párroco de la iglesia de San Andrés de Navalmoral Don Manuel Eusebio Fernández, el cual fue encausado al final de la contienda “por su desafección a la Constitución de 1837 y sus íntimas relaciones con los cabecillas…”.(14)

 

A principios de verano Marcos Lozano Moreno es nombrado comandante del cantón de Navalmoral que abarcaba todas las localidades del partido. Una de sus primeras decisiones será solicitar al vecino cantón de Jarandilla el envío de municiones para defenderse de la posible invasión de la localidad, al comprobar que la partida de Felipe se está aproximando  peligrosamente a los  límites de la provincia. Por estos días

 

  1. Carpeta 77. Diligencias. 21/12/1836
  2. Eco del Comercio. 10/02/1837
  3. Carpeta 76. Oficio del Comisario Cesáreo Lozano al Alcalde de Navalmoral de 19/10/1840

el consistorio moralo es fuertemente recriminado por el Gobierno Político de Cáceres ya que continúa sin efectuar las obras de fortificación que se le tenía ordenado: “ queda al descubierto la tibieza y falta de interés patriótico de esa corporación …para librar al pueblo de los terribles desastres que sufriría si llegaran a entrar en él los facciosos, lo que al presente no les fuera difícil, vista la indolencia de ese ayuntamiento en preparar lo necesario para su defensa”. (15)Esta premonitoria advertencia redactada el 17 de junio, se vería fatalmente confirmada en sus temores casi un mes mas tarde.  

 

El 26 de junio tiene lugar un terrible hecho que iba a marcar el inicio de las numerosas acciones que vendrían después en toda la parte nororiental de la provincia cacereña: En el puerto de Miravete y junto a su casa de postas, tiene lugar una emboscada que llevan a cabo los integrantes de la facción de Cuesta a resultas de la cual son abatidos 20 soldados y un oficial adscritos al 2º Regimiento de la Reina, y que desempeñaban labores de escolta al correo procedente de Madrid. En esta acción, que tuvo una gran repercusión a todos los niveles, se salvaron tan sólo dos soldados de dicho regimiento.(16)

 

Mientras, y casi finalizado el mes de junio, Navalmoral asiste gozoso y con festejos a la promulgación y juramento de la constitución progresista de 1837 cuyo texto es recibido en la localidad el día 29 de dicho mes. Con tal motivo se organizan los festejos y actos protocolarios para el domingo siguiente 2 de julio, en el que previo repique de campanas y salvas de fusilería por parte de la Milicia Nacional, el ayuntamiento en pleno y todas las autoridades, junto con el vecindario, se dan cita en la iglesia de San Andrés para una misa solemne de acción de gracias. Durante la misma, y antes del ofertorio, fue leída  íntegramente dicha constitución, que fue jurada por todos los asistentes al concluir el oficio, entonándose posteriormente un “Te Deum” tras el cual y una vez de regreso a la plaza, se repitieron las salvas de fusilería y el repique de campanas, concluyendo la jornada con diversos actos lúdicos que tenía organizados el consistorio.(17)

 

De esta forma tan festiva comienza al fatídico mes de julio en el que se produce el saqueo de Valdeverdeja por parte de la facción  de Felipe con una partida de

 

  1. Carpeta 76. Oficio del Gº Político de la P. de Cáceres del 17/06/1837 al Alcalde de Navalmoral.
  2. El Español. 27/071837. Correspondencia de Badajoz del 22/07/1837
  3. Testimonios del 29/06/1837 de M. Lozano como Escribano del Ayto.

70 hombres, la quema del correo en Miravete y el asesinato del administrador de la estafeta de Jaraicejo Miguel Téllez,(18) y los persistentes rumores de que una partida de 150 hombres tiene invadida la vecina localidad de Casatejada, lo que hace cundir la alarma en toda la comarca, y propicia deserciones entre algunos integrantes de la milicia nacional, como manifiesta el jefe del cantón de Jarandilla, al constatar que 12 milicianos desertan ante los rumores de que iban a ser enviados a luchar a las riberas del Tajo….Esto ocurría el día 23 en que finalmente la localidad de Peraleda es invadida y saqueada por la partida de Felipe Muñoz, y al siguiente 24, el alcalde de dicha localidad, Julián Juárez,  enviaba a Navalmoral un correo informando de la llegada a Talavera la Vieja de un contingente del ejército compuesto  de 200 infantes y 50 caballos coraceros para hacer frente a Felipe. (19)

 

 

  1. LA BATALLA DE PERALEDA

 

A las cinco de la mañana de este día 24 se reciben en Navalmoral los alarmantes informes de que hombres desconocidos y sospechosos andaban a caballo recogiendo la yeguada en la dehesa de La Mata, del término de Peraleda. Inmediatamente se dispuso la salida de 22 caballos y 25 infantes, estos últimos pertenecientes al cantón de Jarandilla al mando de su teniente D. Agustín Parrón, los cuales se dirigen a dicha dehesa al objeto de efectuar el correspondiente reconocimiento.

 

Este contingente ya sabían al salir de Navalmoral que la villa de Peraleda estaba tomada por los carlistas, lo que les hizo salir tan sólo con las fuerzas mas arriba mencionadas, en prevención de que se tratara de una emboscada y la realidad fuera distraer fuerzas de la localidad morala y con ello propiciar la invasión largamente apetecida de Navalmoral; con tal motivo se quedan en la villa una compañía de infantería al mando del teniente José Ramos.

 

  1. El Español. 11/07/1837
  2. Carpeta 76. Oficio del Alcalde de Peraleda al Cte. Del Cantón

Al llegar a Peraleda los milicianos nacionales se disponen de la siguiente manera: Por el lado del poniente el teniente Parrón ataca con la infantería mientras que por el saliente la caballería tomaba el camino de Talavera la Vieja, lugar por donde la facción debería huir. Así se hizo pero los carlistas, en número de 70,  lograron burlar el asedio y escapar, salvo tres de sus integrantes, que entretenidos en el pillaje fueron abatidos por los milicianos nacionales. Tras estas escaramuzas y comprobando que la localidad estaba libre de la invasión, los milicianos retornan a Navalmoral, con 4 caballos, 2 lanzas y alguna escopeta que capturaron a la partida.

 

Pero una vez en Navalmoral, llegan noticias de que nuevamente la partida carlista se halla en Peraleda, por lo  que algunos componentes  de infantería de la Milicia en número de cuarenta individuos con el teniente Ramos a la cabeza  piden volver al objeto de “destruir a la canalla”. Así pues se retorna a Peraleda y a la llegada observan que la partida ya no está en la localidad lo que les hace pensar que han huido ante la llegada de los milicianos nacionales. Estos últimos, convencidos de dicha huida, se adentran en el camino de Talavera la Vieja, a “la parta allá del pueblo” y al adentrarse en una llanura se toparon con la partida carlista que les estaba esperando parapetada en las faldas de un montículo desde donde,- de una forma inesperada-, comenzaron a abrir fuego sobre los milicianos, que fueron sorprendidos en una emboscada y no supieron reaccionar a tiempo. A pesar de las órdenes del  teniente Ramos y el Nacional de caballería D. José Páez, el desconcierto fue general y con la huida de algunos componentes de la infantería, se desató el pánico entre los demás, lo que propició, que a pesar de que algunos milicianos se batieran con denuedo,  la destrucción de la compañía de los milicianos fue casi total,  ya que ni siquiera disponían de caballería que les protegiera en la retirada. Así, acabada la batalla, quedaron tendidos en los campos de Peraleda los cuerpos inermes de una treintena de componentes de la milicia, entre ellos veintiocho milicianos de Navalmoral que fueron  “sacrificados inhumanamente en defensa del trono legítimo y la libertad”

 

Hasta aquí la versión que nos ha llegado de los hechos narrada por uno de los mandos de la milicia, el cual se lamentaba amargamente del resultado de esta terrible emboscada y su queja por la falta de ayuda que podrían haber recibido de las fuerzas estacionadas en Talavera la Vieja, que en número de 200 infantes y 50 coraceros muy superior a la facción carlista podría haber pasado el vado del Tajo y el resultado hubiera sido una gran victoria en vez de una derrota tan dolorosa y que este mando de la milicia acababa narrando así : “¿Y esta compañía no oyó nuestras descargas?, ¿No pudo decírsela que la facción estaba en Peraleda y aún aseguran que batiéndose con las compañías de Navalmoral y no pudieron pasar el río en esta dirección? ¡que diversos aspectos presentaríamos! ¡que derrota tan completa hubiera sufrido el orgulloso Felipe! (20)

 

Al acabar el informe sobre la batalla, el mando militar expresa su consternación y desconsuelo por los milicianos caídos y sus familiares, el peligro inminente de invasión de la capital del cantón, con el temor de que haya nuevas víctimas, a la vez que trazaba un cuadro dantesco de la villa morala, y expresaba su enorme queja por el estado de abandono que según él se había dejado a esta localidad por parte de las autoridades provinciales, que cuando era manifiesto que los carlistas iban a invadir la capital del cantón, como así ocurrió a los pocos días después, no tuvieron la precaución de enviar fuerzas que pudieran hacer frente a dicha acometida.

 

  1. EL DIA DESPUES

 

A las pocas horas del suceso debió llegar la noticia a Navalmoral y con ella la desolación, el estupor y la rabia, que junto a los llantos y gritos de venganza pintaban un aspecto totalmente desolador. De este ambiente poseemos un testimonio directo en la carta que el día 28 de julio desde Talayuela escribe Mateo Samaniego, secretario del ayuntamiento, a su buen amigo Marcos Lozano, comandante del cantón: “Querido Marcos: Ayer estuve en Navalmoral y presencié los quejidos de las familias que han perdido sus padres, hijos, maridos, hermanos y parientes: no hay familia que no tenga parte en tantas desgracias. Todo el pueblo está cubierto de luto y todo él infunde la mayor tristeza: No se puede mirar con indiferencia tanta lástima, cada cual está furioso y deseando tomar venganza…….todo el pueblo en general respira el mismo dolor, el 24 de julio será memorable en Navalmoral. Ayer empezaron los funerales que cada cual en particular aplica a su desgraciado, las campanas anunciarán sus clamores por espacio de 28 días a que se han prolongado tantas víctimas…” 

 

  1. Carpeta 76. Informe de la batalla de Peraleda sin datar ni firmar.

 En esta extensa carta en la que Samaniego describe pormenorizadamente el desolador aspecto que presentaba la localidad, comunica a su amigo Lozano los informes que le llegan del “faccioso Felipe” a través del antiguo alcalde de la Puebla de Nasciados: “Nicolás estuvo ayer en Navalmoral quien dijo había estado con el cabecilla Felipe el día de la ocurrencia por la tarde en su casa tomando un vaso de agua y haciéndole varias preguntas (motivado por la amistad que se profesan), le contestó Felipe: Estoy muy desazonado pero no puedo menos de haberlo hecho; los campos de Peraleda quedan llenos de moralos ynocentes, que han muerto todos por los escesos que su Comandante Lozano cometió con los míos y mi pueblo el ynvierno pasado, aún no he vengado todavía aquello…”(21)

 

Este último comentario se refiere a un oscuro episodio ocurrido en Sevilleja (Toledo) el 10 de diciembre de 1836, por el cual se acusaba a Marcos Lozano de diversas tropelías, robos y saqueos efectuados en dicha población y sobre todo, por el hallazgo de diverso material comprometedor en la casa del suegro del cabecilla Felipe.(22)

Al final de la misiva se enumeran los nombres de los fallecidos moralos dando cuenta de que fueron enterrados por regidores y otros comisionados por el ayuntamiento de Navalmoral, haciendo la observación de que “excepto el maestro y otro que no se puede conocer por lo desfigurado que tenía el rostro, los demás todos están enterrados en el Campo Stº de Peraleda”. Esta última observación coincide en gran parte con el acta de defunción que al día siguiente, inscribe el párroco de Peraleda en el que hace constar el enterramiento de 25 personas con sus nombres y apellidos, mas “ocho cadáveres restantes que no han podido ser reconocidos en cuya virtud mandaron sus señorías que mediante estos dichos cadáveres inflados y principiados a corromper se pase inmediatamente a darles sepultura en el campo santo…”. (23)

 

Por otro lado, el mes de julio finaliza de la peor manera posible: Como era de temer, las huestes carlistas al mando de Felipe invaden Navalmoral el día 29, exigiendo

 

  1. Carpeta 76. Carta de Mateo Samaniego, Secretario del Ayto. a M. Lozano fechada en Talayuela el 28/08/1837.
  2. Hemeroteca Digital. Diario de las Sesiones de Cortes nº 38.
  3. Pª Santiago Apóstol. Libro 8 de Difuntos, página 32 y vuelto.

al Ayuntamiento 70.000 reales, llevándose de momento 19.702 que el ayuntamiento tenía recaudados, así como al alcalde en calidad de rehén y amenazado de muerte.(24)

 

  1. RELACION DE LOS MILICIANOS FALLECIDOS

 

El ayuntamiento moralo, y tras varios escritos de la Diputación Provincial confecciona una primera relación de los milicianos muertos en Peraleda con fecha nada menos que de 18 de agosto, confeccionando otra posterior el días 8 de septiembre con expresión de sus nombres, situación familiar y económica, y que nosotros ampliamos al entorno familiar de cada uno de ellos. Dicha relación es la siguiente:

 

Fulgencio Ramos: Militar de 32 años, tenía 6 hijos, Celestino (12 años), Tomasa (10 años),  Joaquín (8 años), Félix (6 años), Ángel (4 años),  y María. Su mujer se hallaba embarazada el día de su fallecimiento. Sin casa ni haberes de fortuna.

Félix Ramos: Hermano del anterior, de 40 años, tenía 3 hijos, Úrsula, Teodora y Ramona. Su mujer estaba dudosa de embarazo. Propietario de una pequeña casa.

Bernardo Rebate: 20 años, tenía un hijo llamado Vicente Rebate (10 años). De oficio menestral.

Joaquín Mirón: 27 años, dejó 4 hijos, Felipe (9 años), Marcela (6 años),  Florencio (4 años),  y Vicente (3 meses). Familia indigente.

Benito Mirón: Hermano del anterior, de 32 años,  tenía 2 hijos,  María Teresa (2 años) y Fermín (1 año). Su mujer estaba embarazada a su fallecimiento, naciendo un hijo el 30-12-1837 de nombre  Santiago. De oficio menestral.

Enrique Millanes: 31 años,  dejó 3 hijos, Claudio (10 años), Concepción (9 años), y María (4 años). Se encontraba embarazada. De oficio menestral.

Sebastián Moreno: 34 años, casado, dejó 1 hijo, Cirilo (3 años), naciendo después un hijo póstumo, Raimundo, nacido el 15-3-1838. Su vivienda era una pobre choza.

Gregorio Fernández: 23 años, casado,  No tenía hijos y su oficio era el de jornalero.

José del Monte: 35 años, casado,  tenía una hija de pocos meses llamada Agueda.  Su vivienda era un revolcadero techado miserable.

 

24.AHANM. Carpeta 61 -. Cuentas

Ramón García: 34 años, casado, tenía 3 hijos, Domingo (10 años), Pedro (5 años) y Manuela (1 año). Vivían en un “zaquizami” (cuchitril) miserable.

Pablo Marcos: 36 años, casado, su mujer dudosa de embarazo. De oficio jornalero.

Francisco Millanes: 25 años, casado, dejó 2 hijos, Ángel (5 años) y Valentín  (4 meses). De oficio jornalero.

Faustino Nuevo: 33 años, casado, tenía 3 hijos, Gabriela ( 12 años), Teodoro ( 7 años) y Basilio ( 3 meses). Tenía  una pequeña casa.

Manuel Mateos: 19 años, casado, dejó un hijo, Eugenio (2 años), y su mujer embarazada. De oficio menestral.

Fausto Ruiz: 38 años, casado, tenía un hijo, Antonio.  De profesión jornalero.

Carlos Alcázar: 38 años, casado, dejó 5 hijos Valentín (13 años), Anselmo (8 años), Isidro (6 años) Felipe (3 años) y Ramón (1 año). Al poco tiempo falleció su mujer. Vivian en un miserable albergue.

Marcos Caballero: 30 años, casado, tenía 2 hijos, Teodoro  (2 años), y Rita (5 meses). De oficio jornalero.

Nicolás Martín: 25 años, casado, dejó 2 hijos,  Francisco (2 años) y Nicasia (9 meses). De profesión barbero.

Eugenio Marcos: 22 años, casado, tenía 2 hijos, Francisco y Fernanda Marcos Muñoz. Vivía en una pequeña casa que era de su propiedad.

Guillermo Pablos: 35 años, hijo de Francisco Javier Pablos y Fulgencia Rodríguez, nació el 10-2-1802, soltero, mantenía a su madre viuda.

Antonio Mazarrazi: 19 años,  hijo de Alejandro Mazarrazi y Francisca Martín, nació el 4-4-1818, soltero, mantenía a su madre y a una hermana menor.

Narciso Pérez: Soltero, vivía a expensas de su trabajo.

Ponciano Barranco: Viudo, era maestro de niños.

Andrés Sánchez: 21 años, casado, sin hijos; el 8-9-1837 se publicaron las amonestaciones para contraer nuevo matrimonio su viuda. Tenía una pequeña casa y un pequeño haber.

Francisco Yuste: 25 años, casado, tenía una hija,  Ana (1 año). Su mujer estaba embarazada, naciendo Cándido el 3-10-1837. Menestral indigente.

Mariano Páez: 16 años, hijo de José María Páez y Ramona Rodríguez, soltero. Su padre era el cirujano titular de la villa y uno de los milicianos que dirigían el grupo de nacionales.

Laureano Tomillo: 34 años, casado, tenía 2 hijos, Fernando (2 años) y Antonio (4 meses). De oficio jornalero.

Andrés Gómez: Soltero, hijo de ¿? Gómez y María Serrano, soltero, mantenía a su madre viuda.(25)

A estos milicianos hemos de añadir a Juan de Mata Alonso, vecino de Valdehúncar, de estado casado y del cual no disponemos de más datos, de igual forma sabemos de un tal Martín, vecino de Casatejada y que pertenecía a la caballería de la Milicia.

 

Como podemos observar, la mayor parte de los fallecidos eran de extracción totalmente humilde, siendo la mayoría de ellos jornaleros o menestrales, y tan sólo una minoría era gente relativamente acomodada, como era el caso del maestro de primeras letras, el barbero y el teniente Ramos. En cuanto a su edad, de los datos que nos ha sido posible obtener, 14 de los milicianos eran mayores de 30 años, 8 mayores de 20 y 3 menores de 20 años, desconociendo la edad de los restantes. Hemos de destacar, asimismo, el caso de algunas viudas dudosas de embarazo, otras que tuvieron hijos después de quedar viudas y alguna que contrajo nuevo matrimonio muy poco tiempo después motivado quizás por el estado de miseria y abandono en que quedaron después de la tragedia. Otro caso trágico de mencionar es el de la viuda del miliciano Carlos Alcázar, que falleció pocos días después, dejando cinco hijos que quedaron totalmente huérfanos de padre y madre.

 

  1. LAS CONSECUENCIAS

 

La batalla de Peraleda va a propiciar una desmoralización general en las filas isabelinas de la provincia y por ende la invasión de Navalmoral y gran parte del Campo Arañuelo y la Vera por parte de las facciones capitaneadas por Felipe y Basilio que entran en la villa morala el día 29 de julio, personándose ante el ayuntamiento y exigiendo el  pago de cuantiosas cantidades como anteriormente hemos comentado. Las amenazas de los carlistas y su extrema movilidad hacen que todo el noreste de la provincia cacereña quede bajo su control en muy pocos días, dando lugar a una verdadera desbandada tanto en las autoridades judiciales y de ayuntamiento como por parte de los integrantes de la milicia.

 

25.Pª San Andrés Apóstol. Libros 7 de Matrimonios y 11 de Bautismos.

Los ayuntamientos se abstuvieron de celebrar reuniones y algunos de sus componentes tuvieron que huir de sus localidades por temor a represalias y amenazas de muerte; los partes semanales y otras comunicaciones también dejaron de enviarse, con el consiguiente desconocimiento de la situación real de la comarca; los artículos de primera necesidad (trigo, centeno, cebada etc,) comenzaron a escasear y el alza de los precios fue generalizada, pues las partidas reclamaban continuamente toda clase de avituallamientos para poder continuar con sus acciones. A grandes rasgos,  podemos resumir el resto del año 1837 de la siguiente forma:

 

A los pocos días de los sucesos de Peraleda, el alcalde de Cuacos escribe sobre la situación de pavor y desánimo que impera entre la población, a la vez que desde Garganta la Olla llegan noticias de que nadie quiere alistarse a la milicia nacional. Las localidades de Valverde y Villanueva de la Vera son invadidas y el día 18 los carlistas entran en Jaraíz donde recaudan 20.000 reales, llevándose numerosas provisiones y otros pertrechos ocurriendo lo mismo en la vecina Cuacos donde entran el día 20 y se llevan 2000 reales y  pertrechos,  amén de cuantiosos destrozos en las casas del alcalde y secretario de la localidad que tuvieron que huir ante las amenazas de muerte contra ellos, sin en un plazo determinado de días no les entregaban monturas, armas y caballos en el cuartel carlista que se encontraba en la localidad de Valdecañas “ allende el Taxo”. En dicha localidad la partida hizo picar la lápida de la Constitución y rompieron el retrato de Isabel II  “ vertiendo las voces más injuriosas y tremendas”. (26) En vista de la situación tan dramática, algunos alcaldes de la zona dejan de enviar noticias por estar seriamente amenazados de muerte finalizando el mes de agosto con otra quema del correo Madrid-Badajoz, esta vez en el mismo Navalmoral.

 

En el mes de septiembre son enviados 400 caballos y 300 infantes a Navalmoral(27) al objeto de recuperar la comarca para la causa isabelina y restablecer la normalidad, ya que durante más de 60 días todo el Arañuelo estuvo completamente a merced de las partidas que entraban y salían a su antojo, exigiendo enormes cantidades de dinero, que en el caso concreto de nuestra localidad fueron entregados por algunos de sus habitantes más pudientes (el alcalde y algunos industriales), y que años más tarde les serían devueltos por el consistorio.

 

26.AHANM. Carta del Alcalde de Cuacos Miguel Arjona del 20/08/37 al Juez y Cte. Militar del Cantón.

27.El Eco del Comercio. 07/09/1837

Y así se llega a Octubre cuando Marcos Lozano es nombrado comandante de los cantones unificados de Jarandilla y Navalmoral,(28) quedando bajo su mando un extenso territorio que abarcaba prácticamente todo el noreste de la provincia cacereña. Por otra parte hemos de destacar el enorme poder que acumuló  Lozano, ya que prácticamente estaba investido de una autoridad absoluta, la cual ejercía plenamente y que le llegó a acarrear no pocas enemistades con las autoridades municipales de los pueblos bajo su mando.

 

En noviembre los carlistas entraban en Belvís de Monroy, amasando en dicha localidad 30 fanegas de pan para dirigirse posteriormente a la comarca verata, no sin entran antes en Casatejada el día 14 con 150 hombres, mientras el cabecilla Felipe levantaba una partida con 600 hombres que ocupaban Mohedas, Villar del Pedroso y Valdelacasa. El día 30 de este mes, el alcalde moralo, Ángel Mirón, escribe al comandante Lozano dándole cuenta de que el “ titulado capitán Fray Bartolomé Medina” ha dado un plazo de 8 días para que se entregara las cantidades que correspondían a esta localidad por las recaudaciones de repartimientos, con la amenaza de “ afusilar los integrantes del ayuntamiento sin que sirviese de excusa el haberlo entregado a la Diputación” Y para mayor desgracia, habiéndose enterado dicho cabecilla de la venta de parte del trigo almacenado en el pósito local, hubo que entregarle los 4000 reales provenientes de la venta de dicho cereal.(29)

 

Con fecha 24 de noviembre y desde la localidad de Aldeanueva de la Vera, publica un  bando el comandante Lozano dirigido a los pueblos del cantón de Jarandilla censurando “la indolencia y criminal apatía que por tanto tiempo se ha observado en la mayor parte de los pueblos de este cantón”. En dicho bando- aparte de censuras y reproches- se  anima y arenga a todos los habitantes para que hagan causa común  y defiendan sus localidades contra los facciosos y a tal efecto dicta siete artículos para que entre otras cosas las autoridades locales tomen las medidas oportunas para la defensa (toque de campanas, fortificaciones, etc),  los habitantes que dispongan de mas de 6000 reales de patrimonio quedan obligados a comprar un arma  y tres paquetes de cartuchos, se moviliza a todos los hombres comprendidos entre los 16 y 50 años, el ciudadano que no coopere será tratado como traidor y puede ser condenado a muerte, las autoridades municipales serán responsables de no acatar sus órdenes,  etc…(30)

 

  1. O.P de Cáceres del 20/10/1837
  • Carpeta 76. Comunicaciones.

Por otra parte, las obras de fortificación continuaban sin realizarse en Navalmoral, lo que provocó que  Lozano enviara una durísima circular a su ayuntamiento con fecha 13 de diciembre urgiendo a la finalización de dichas obras con la amenaza de multas a los integrantes del consistorio, que en este caso ascendían a la cantidad de veinte ducados, a cada individuo del ayuntamiento. Decía así la misiva: “No pudiendo mirar con indiferencia la apatía y abandono que advierto en ese ayuntamiento para cooperar a la fortificación…observando que a pesar de mis amistosas prevenciones hechas repetidas veces no he podido conseguir que ese ayuntº conozca su deber….estarán en mi poder a las doce de este día en punto, apercibidos que de no berificarlo y corregir su escandalosa conducta tomaré medidas mas serias”.(31)

 

Se cierra el año con una buena noticia para la causa isabelina cuando en los campos de Majadas de Tiétar tiene lugar la segunda derrota del cabecilla Montejo, (anteriormente había sido ya derrotado en la sierra de Gata), famoso por sus correrías en el norte extremeño y en tierras portuguesas donde encontraba refugio y apoyo. Nada menos que 40 carlistas fueron muertos en dicha batalla, amén de capturarse 48 caballos y abundante material de toda clase cuando el cabecilla había pasado el río Tiétar y se disponía a pasar el Tajo por la barca de Almaraz. Dicha acción fue conseguida por la excelente combinación entre el ejército regular y los milicianos nacionales.(32)

 

  1. AÑO DE 1838

 

Comienza el año con una nueva quema del correo que llevaba la correspondencia de Madrid a Badajoz tanto en la barca de Almaraz como en el puerto de Miravete, cuando el ayuntamiento de Navalmoral solicita permiso para vender varios terrenos al objeto de poder fortificar la villa, cuestión esta que incomprensiblemente se venía demorando a no ser por la precariedad económica del consistorio. La Barca de Almaraz continuaba siendo objeto de continuos enfrentamientos por su control, como lo demuestra el que a primeros de este año los carlistas fusilan a Luis Melo, albañil que fue enterrado  en  Romangordo  y   cuyo delito  fue  haber  pasado  alguna  comunicación a

 

  • Carpeta 76. Comunicaciones.
  • Carpeta 76. Carta dirigida al Sr. Presidente e individuos del Ayto. de esta villa
  • Carpeta 76. Carta de Josef Mateos al Cte. Del Cantón del 17/12/1837

Marcos Lozano, quién le había contratado para hacer una casa “para la Guardia de la Barca del Camino Real”. (33)

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De Marcos Lozano sale la orden de fusilar a tres carlistas en el mes de marzo, que son enterrados el día seis en la localidad de Romangordo y que seguramente fueron hechos prisioneros en alguna acción ocurrida en el puerto de Miravete. Dichos “facciosos” eran Miguel Manglano, casado, natural de la localidad de Valdecañas, y los vecinos de Higuera de Albalat, también casados, Pedro Vadillo y Esteban Fernández.(34)

 

En el mes de mayo el panorama era desalentador para la causa isabelina: Las facciones se habían vuelto a rehacer y en un número que se calculaba superior a los 300 efectivos, dominaban completamente el valle del Tiétar y la Vera. El estado de la Milicia Nacional distaba mucho de ser óptimo, pues a la continua escasez de medios y recursos se añadía la más que probada ineficacia y falta de coordinación entre las diversas fuerzas, que permitían a los carlistas moverse libremente por todo el territorio. Sirva de ejemplo la carta que el 16 de junio de este año dirigía Marcos Lozano al ayuntamiento de Navalmoral solicitando la cantidad de 1500 reales “ para arreglar el estado de miseria en que se ve la Milicia Nacional bajo mi mando que debe ir a la Vera Alta de orden del Capitán General” (35)

 

Por fin en el mes de junio, y casi un año después de la invasión carlista, la localidad de Navalmoral tiene finalizadas sus obras de fortificación, (alzado de la torre del templo de S. Andrés), que había dirigido el maestro de obras Gaspar Moreno Tomillo. Dichas obras duraron 47 días y en las mismas trabajaron 27 operarios y 8 carpinteros (algunos venidos de localidades del cantón), ascendiendo la suma total de lo gastado a 7.019,00 reales según la relación que éste presenta al ayuntamiento. (36)

 

Así las cosas, en el mes de Octubre los carlistas en número de 30 a 40 individuos, vuelven  a  tomar  la  localidad de Millanes  para  proseguir  a  continuación

 

  1. Pª Sta. Catalina. Partida 104. Folio 17 y vuelto.
  2. Pª Sta. Catalina. Partida 181. Folio 20 y vuelto.
  3. Carpeta 76. Carta del 15/06/1838
  4. Carpeta 61. Cuentas.

hacia Saucedilla y Casatejada, al mando de Felipe, donde se produce un enfrentamiento con efectivos del Regimiento de la Reina,  en el que son abatidos 7 facciosos, capturándose 6 caballos, 3 escopetas, 1 pistola, varias cananas y algunos sables y muchas ropas, huyendo el cabecilla carlista perseguido por una partida de 20 efectivos a caballo, a las órdenes de Lozano. Este hecho, magnificado por la prensa de la época,  va a ayudar notablemente a levantar el decaído ánimo de los habitantes de la comarca y de la milicia nacional.(37)

 

  1. EL FINAL DE LA GUERRA

 

Y así se llega al año de 1839 en el que tiene lugar el famoso “abrazo de Vergara” escenificado el 29 de agosto como al principio comentamos, y que supone el fin de las hostilidades entre carlistas y liberales, aunque todavía quedan pequeños restos de partidas en nuestra comarca y represalias sobre aquellos que no aceptan las condiciones pactadas en dicha localidad guipuzcoana.

 

La Capitanía General de Extremadura desde su sede en Badajoz, envía varios escritos al ayuntamiento moralo al objeto de recabar diversa documentación (partidas de bautismo, de matrimonio, certificados, etc, ), que sirvan de justificante al objeto de poder cobrar una pensión destinada a las viudas ó madres de los caídos en Peraleda. En el mes de septiembre de este año, se reciben finalmente las listas de dichas personas con los oficios correspondientes que son entregadas a las beneficiarias de “las reales órdenes de concesión de pensión”(38) De esta manera y  después de dos largos años, las viudas y huérfanos de los caídos en Peraleda ven como el gobierno de la Nación reconoce su derecho a esta compensación económica, que de alguna manera aliviaba un poco su precaria situación. Por otro lado, y casi finalizado el año, se tienen noticias de la rendición del  odiado cabecilla Felipe al comandante de la columna de la izquierda del Tajo.

 

Todavía en el año 1840 el partido de Navalmoral no estaba libre de choques y acciones entre ambos bandos. Así el día 2  de febrero de dicho año tiene lugar un enfrentamiento cerca de Romangordo en el que resulta herido el carlista Nicolás Cuesta, sobrino  del famoso general carlista Cuesta, el cual fallece unos días después a causa de

 

  1. O.P de Cáceres, 16. de Octubre 1838
  2. Carpeta 76. Comunicaciones

sus heridas, especificándose así en el acta de defunción: “ Dí sepultura en el Campo Santo a Nicolás Cuesta, que habiendo sido herido gravemente y preso la noche del dos de febrero, falleció el tres del mismo en la mañana…. Recibió los Santos Sacramentos de Penitencia y Extremaunción, no el Sagrado Viático por el vómito que le causó la herida del vientre. Me entregó para que le dijera una misa (cuando muriera)…”(39)

.

El Ayuntamiento de Navalmoral conoce y aprueba los gastos ocasionados por la invasión carlista nada menos que en el año 1840, cuando el 10 de noviembre el que fuera alcalde en 1837, Ángel Mirón, da cuenta detallada de lo que se tuvo que entregar a los carlistas y que sumaba la cantidad de 83.773,00 reales. Para hacer frente a estas exigencias se hicieron varios “repartimientos” y como quiera que hucho individuos que no podían sufragar las cantidades que les eran asignadas, se recurrió a otros para que adelantaran dichas cantidades. Aparte de los consabidos avituallamientos como eran el pan, la carne y el vino, llama la atención la exigencia de los carlistas de otros productos tales como varios litros de aguardiente, arrobas de arroz,  345  herraduras y una arroba de clavos,  100 pasaportes, 16 pares de zapatos, 79 libras de tocino, 32 camisas etc.(40) De la mayoría de estas entregas se formalizaron los correspondientes recibos, algunos de ellos firmados por Felipe, el padre Medina y otros cabecillas. Con la aprobación de estas cuentas se ponía punto y final a otro capítulo de estos fatídicos años.

 

  1. 16. CONCLUSION

 

Como decimos al principio, la desinformación y el olvido es la característica principal en cuanto a la historia de esta Primera Guerra carlista en nuestra comarca, lo que cabría decir igualmente para toda la provincia cacereña. Si bien hemos de insistir que en nuestro suelo no se dieron grandes batallas, ni concentraciones de envergadura de ambos bandos, es bien cierto que afectó notablemente a la población de nuestra localidad, hundió más todavía su precaria economía a la vez que los recursos agrícolas y ganaderos fueron dañados considerablemente.

 

El fin principal de este trabajo no es otro que sacar a la luz los terribles años que padeció el Campo Arañuelo entre 1833 y 1840, y más que nada rendir un pequeño homenaje a todas las personas que se vieron obligadas, de una forma u otra, a participar

 

  1. Pª Sta. Catalina. Partida 124, folio 20 vuelto.
  2. Carpeta 61. Cuentas.

en esta absurda contienda civil. El recuerdo de los 28 milicianos moralos que fueron abatidos en Peraleda y cuyos nombres hemos dado a conocer, pensamos se merecían un trabajo que recuperara de alguna forma esta amnesia histórica y que fueron los auténticos protagonistas de esta gran desgracia que fue conocida y sentida a nivel nacional.

 

 

Navalmoral de la Mata, 10 de agosto de 2015

 

Carlos Zamora López

 

 

 

BIBLIOGRAFIA

Archivo Histórico Diputación Prov. de Cáceres, (AHDPCC).

Archivo H. Provincial de Cáceres (AHPCC) – Actas de las Juntas de Armamento y Defensa.

Ayuntamiento de Navalmoral de la Mata – Archivo histórico. (AHANM)

Biblioteca Nacional de España – Hemeroteca Digital.

–          Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres

–          Revista El Eco del Comercio

–          Revista El Español

–          Diario Sesiones Cortes Españolas

–          La Revista Española

Parroquia San Andrés Apóstol de Navalmoral.

Parroquia Santa Catalina de Romangordo.

Parroquia Santiago Apóstol de Peraleda de la Mata.

Recio Cuesta, Juan P.: “Guerra y contrarrevolución durante el s. XIX: La primera carlistada en la provincia de Cáceres” Rev. Estudios Extremeños, 2013.

Recio Cuesta, Juan P. “Entre la anécdota y el olvido, la Primera Guerra Carlista en Extremadura” 1833-1840 – ACTAS,  Colección Larramendi. 2015

 

 

 

 

Jun 242016
 

Ángela López Vacas

Los actuales trabajos de catalogación en los archivos eclesiásticos de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, concretamente en el Archivo Diocesano de Badajoz ha permitido que salgan a la luz viejos documentos y hojas sueltas olvidadas en cajas y compactos. Este es el caso de la ordenanza más antigua de la cofradía de la Virgen de la Soledad de Fuente del Maestre que, de forma casual, ha sido encontrada entre documentación sin catalogar. Esta ordenanza pone de relieve la antigüedad y peso, tanto religioso como social, de dicha cofradía que a pesar de los vaivenes de la historia perdura hasta nuestros días.

El nacimiento de las cofradías penitenciales va a ser impulsado en gran medida por el Concilio de Trento como medio de defensa frente a las nuevas ideas luteranas. De este modo, la Semana Santa que hasta ahora se había circunscrito a celebraciones litúrgicas dentro del templo salta ahora a la calle con un fin pedagógico y, en cierto modo, propagandístico. Es por ello que estas cofradías aúnen un fuerte sentimiento religioso, procedente de su origen teológico, con un sentimiento más profano y festivo, emanado de la propia condición humana. A estos sentimientos hay que unirles que las cofradías se van a convertir en uno de los pocos cauces asociativos legitimados por la Iglesia durante el Antiguo Régimen, donde las normas comunes para todos o la aspiración a cargos de responsabilidad permitía en gran medida prestigio social, especialmente entre los cofrades de baja extracción social[1].

Pues dentro de este ambiente religioso-social va a nacer, en torno a 1587, en la entonces villa de Fuente del Maestre la cofradía de la Virgen de la Soledad, primera cofradía penitencial fontanesa aunque es cierto que desde 1548 hay constancia de la existía de otra cofradía anterior pero de corte sacramental, la cofradía de la Vera Cruz. El estudio y análisis de sus primitivas ordenanzas nos va a permitir conocer el origen de su Semana Santa así como otras celebraciones festivas, al tiempo que nos ofrece una visión social de la época. Sin embargo, y para evitar caer en un localismo extremo, es interesante compararla con su homónima de la ciudad de Trujillo (Cáceres), ciudad que acoge estos interesantes Coloquios Históricos. Por ello y gracias al estudio realizado por D. Antonio Cantero Muñoz en estos mismos Coloquios hace ya ocho años titulado “Religiosidad popular y Semana Santa en Trujillo: la Semana Santa de Trujillo en época de Cervantes, a través de las ordenanzas de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, Angustias y Dulce Nombre de Jesús[2] será posible comparar las más numerosas semejanzas que diferencias que presentan ambas cofradías, muy cercanas en el tiempo pero bastante alejadas en el espacio.

Como ya se ha dicho la fuente principal será el estudio y análisis de las primitivas constituciones de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Fuente del Maestre (anexo 2) para después ver sus similitudes y diferencias con la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Trujillo. Intentando seguir un orden lógico de estudio se parte de la fundación de la cofradía para después estudiar su organización y economía pasando finalmente a sus actividades cofrades en tres aspectos: labor de culto, social y benéfica.

 

1.- FUNDACIÓN DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD DE FUENTE DEL MAESTRE.

            Las ordenanzas objeto de nuestro estudio no están fechadas aunque sí lo está la confirmación canónica que tuvo que producirse poco tiempo después, concretamente el 24 de marzo de 1627. Sin embargo ésta no es la fecha real del nacimiento de la cofradía ya que al principio del texto, el mayordomo de la misma, Pedro Guerrero, y dos de sus regidores, Alonso Zambrano y Pedro Guerrero Becerra, afirman “que habrá cuarenta años más o menos que se constituyó y fundó en la dicha la dicha cofradía para gloria y honra de Dios nuestro señor y su bendita madre y las constituciones que entonces se hicieron para el buen régimen y gobierno de la dicha cofradía se han perdido por negligencia y descuido de los mayordomos que han sido y aunque a razón de esto se ha hecho grandes diligencias no ha aparecido todo”. Por tanto podemos afirmar con muy poco margen de error que la fecha de su nacimiento está en torno al año 1587.

Foto 1

FOTO Nº 1: Primera página de las ordenanzas.

Hasta el momento sólo tenemos constancia de la existencia de otra cofradía anterior a ésta. Es la cofradía de la Vera Cruz, de la cual tenemos sus primeras noticias a partir del año 1548 gracias a las visita de los visitadores de la orden de Santiago. Sin embargo esto no resta valor a la cofradía de la Soledad puesto que al ser la cofradía de la Vera Cruz una cofradía de corte sacramental, la de la Soledad se va a erigir como la primera cofradía penitencial de la villa de Fuente del Maestre, y por lo tanto la primera que va a materializar los principios tridentinos.

Pocos son los testimonios que acreditan la continuidad de su existencia posterior a 1627. El más importante aparece en el año 1675 en el libro parroquial de defunción por el pago por parte del mayordomo de una serie de misas. Llama la atención que la cofradía de la Soledad no aparezca entre las otras de posterior creación en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Cáceres (1798) cuando sí nombra a la cofradía de la Virgen de la Cabeza, cofradía de Santa Bárbara o San Antonio de Abad. Igualmente tampoco se encuentra documento alguno en los archivos diocesanos santiaguistas que solicite su creación o reestructuración por lo que me anima a pensar que más que hablar de su desaparición es necesario hablar de un largo letargo del que despertó con fuerza ya entrado el siglo XX, y que hoy forma parte activa de la Semana Santa.

Esta cronología es bastante similar  con respecto a la cofradía de la Virgen de la Soledad de Trujillo, dentro de la diócesis placentina. En ambas, sus primeros estatutos nacen ante la necesidad de aprobación eclesiástica aunque hay testimonio de una fundación anterior pudiendo remontarnos al año 1587 en Fuente del Maestre y 1565 en Trujillo. A pesar de esta diferencia de veinte años, poco significativa, ambas cofradías  van a compartir a pesar de la distancia física los mismos avatares históricos y especialmente teológicos, pues las dos son fruto y reflejo del gran impulso contrarreformista del Concilio de Trento (1545-1563) a través del fomento de las cofradías penitenciales.

La advocación mariana en la figura de Nuestra Señora de la Soledad está clara en ambas cofradías extremeñas sin embargo, tanto una como a otra se les unen otras devociones.  La cofradía de la Soledad de Fuente del Maestre se adosa además la veneración de la Invención de la Cruz, mientras que Cantero Muñoz recoge en su estudio una vinculación entre la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Trujillo con la del Dulce Nombre de Jesús. Para él, esta vinculación en la ciudad de Trujillo viene determinada por la presencia de la orden predicadora de dominicos que monopolizaron y favorecieron en sus conventos dicha advocación ya que promoviendo la fundación de cofradías en sus conventos vinculaban el mayor número posibles de vecinos a los mismos, obteniendo recursos económicos que permitían soportar los cuantiosos gastos derivados de su mantenimiento. Paradójicamente, Fuente del Maestre también comparte esta realidad puesto que desde 1500 hasta 1620 existió un convento de monjas dominicas extramuros de la villa. Esta coincidencia en espacio y tiempo puede llevarnos a pensar la relación entre la veneración del Santo Sepulcro y la cofradía de la Soledad. Sin embargo la falta de cualquier referencia a dicha comunidad dominica en las constituciones pone en evidencia una vinculación intrínseca entre ambas (cofradía-dominicas) en Fuente del Maestre. De igual modo, tampoco es aplicable la influencia de la orden franciscana con respecto a la advocación de la Vera Cruz, pues aunque aquellos promovieron dicha advocación no llegarán a Fuente del Maestre hasta 1646. Por lo tanto, mientras que en Trujillo es clara la relación directa entre la cofradía de la Soledad y la orden dominica, no ocurre lo mismo en Fuente del Maestre donde la advocación anexa a la Soledad será promovida por el pueblo, y en el mejor de los casos por el clero.

Otro aspecto que pone en duda tal relación es que a diferencia de la cofradía de la Soledad de Trujillo que establece su sede en la iglesia y convento dominico de Nuestra Señora de la Encarnación, no ocurre lo mismo en Fuente del Maestre donde la dicha cofradía establece su sede canónica en la ermita de San Juan y no en el convento de Nuestra Señora de la Hermosa perteneciente a las hermanas dominicas. Sin embargo la ubicación en la ermita de San Juan no tuvo que ser cuestión casual e intrascendente ya que dicha ermita fue en su origen sinagoga judía. Qué mejor lugar para asentar la primera cofradía penitencial auspiciada por la Contrarreforma que en una ermita cristiana que representa el triunfo del cristianismo frente a otras religiones como la judía tras su expulsión definitiva de Fuente del Maestre en el año 1494.

 

2.- ORGANIZACIÓN Y ECONOMÍA

Las ordenanzas en su segundo artículo muestra el carácter abierto de la cofradía con respecto a los hermanos al no establecer ninguna causa de exclusión ya fuera profesional, de posición social e incluso por sexo puesto que las ordenanzas hacen referencia a los cofrades, independientemente sea hombre o mujer “que cada persona que uviere de entrar por cofrade de la dicha cofradía aya de pagar y pague de limosna dos reales para cera a la dicha cofradía aunque sea hijo de familia”. Esta apertura en cuanto a número, sexo y condición social de los hermanos nos hace ver que se trata de una cofradía popular donde la pertenencia a la misma aportaba a sus miembros gracias tanto espirituales como materiales así como ocasiones y festividad. Los cofrades, especialmente los de baja extracción, no obtenían grandes beneficios materiales pero sí psíquicos ya que la pertenencia a una cofradía, y más aún, el desempeño de cargos directivos en ella aumentaba la autoestima, reforzaba su imagen pública, y por lo tanto, su consideración social. En definitiva consistía en la mejor vía para sentirse integrado en su comunidad. Por eso no resulta extraño que esta primera cofradía pasionista y popular reuniese a un importante número de hermanos aunque por desgracia el libro donde se registraba a los hermanos, y que recoge las ordenanzas, no ha llegado hasta nuestros días aunque al comienzo de éstas el mayordomo pide su aprobación eclesial “porque de todo punto no se pierda una cofradía tan antigua y calificada como esta” por lo que debía de gozar de una importante posición.

Llama la atención la idea de igualdad, en una sociedad recordemos legítimamente desigualitaria, puesto que en esta cofradía destaca la uniformidad de todo los hermanos sin divisiones en cuanto a la forma de ingreso o de pago de la cuota de entrada que es común a todos, aspecto que no ocurre en Trujillo. Así en la cofradía de la Soledad de Trujillo el ingreso puede ser de nueva entrada o por herencia, en cuyo caso discriminaba a la mujer ya que no podía acceder por esta vía, además las ordenanzas trujillanas diferenciaban entre hermanos de disciplina y de luz con una cuota de entrada mayor en este último caso ya que estaba en función de su capacidad económica.

Por otro lado y “para la buena administración y gobierno de la cofradía” se hace necesario un órgano de gobierno que se encargue de la organización y toma de decisiones. Tanto las ordenanzas de la cofradía de la Soledad de Fuente del Maestre como las de Trujillo establecen de forma muy clara este órgano. Centrándonos en las primeras que son nuestro objeto de estudio establecen: un mayordomo y cuatro regidores que sirvan a la cofradía por espacio de un año, al cabo del cual debían ser nuevamente elegidos. Por ello cada 3 de mayo, día de la Invención de la Cruz que constituía una de las dos festividades que celebraba la cofradía, el órgano de gobierno al completo junto con el cura párroco y el notario debían realizar “la dicha elección se haga en el coro de la parroquial de esta dicha villa y no en otra parte”.

El procedimiento de elección era el siguiente. Finalizado el año de mandato y reunidos todos en el coro de la Iglesia parroquial el equipo de gobierno saliente elige al nuevo mayordomo, en caso de que dos personas estuvieran “en autos iguales”  se echaría a suerte. Para el nombramiento de los regidores se meterían en un cántaro cédulas o papeles donde estaba escrito el nombre de un miembro de la junta de gobierno. En este momento un niño de corta edad va sacando a suerte el nombre de un regidor que elige a un futuro regidor y así sucesivamente hasta nombrar a los cuatro regidores, los cuales junto al mayordomo electo constituyen el nuevo equipo de gobierno.

Dos aspectos llaman la atención de este procedimiento. Por un lado, la nula participación del cura párroco que comparece como testigo puesto que no posee ningún tipo de jurisdicción ni voto; es por lo tanto una cofradía del pueblo para el pueblo pues aunque la aprobación de sus constituciones incluye la visita de la orden de Santiago le quita cualquier tipo de poder y toma de decisión al cura párroco otorgándole unas amplias potestades al mayordomo y regidores. Por otro lado, este modo de elección retoma la idea de igualdad entre los hermanos anteriormente comentada puesto que no establece ningún requisito de tipo social y/o económico para poder acceder a dichos cargos, de modo que el criterio de elección será la valía personal y la capacidad de aportar y dirigir dignamente la cofradía. Este aspecto que hoy puede pasar desapercibido es de gran valor social ya que no olvidemos que estas constituciones están incardinadas en una sociedad legítimamente desigual, con una división social cerrada y estricta. Por lo que esta cofradía se convierte ya a finales del siglo XVI en uno de los pocos cauces asociativos que permitía al pueblo desempeñar cargos directivos aumentando así la autoestima, reforzando la imagen pública y, por lo tanto su consideración social. En definitiva la cofradía se convierte en la mejor vía, sino la única, de integración de la sociedad.

Continuando con las constituciones, éstas no establecen con lujos de detalle las competencias asignadas a cada miembro del equipo de gobierno sino que más bien actúan como un único ente. De este modo, tanto el mayordomo como los regidores tienen como principal función organizar la festividad de la Invención de la Cruz y del Viernes Santo; además poseían una amplia potestad en cuestiones económicas pues pueden “gastar a costa de la dicha cofradía todo lo que les pareciere así en comprar adornos para la dicha cofradía como en otras cuales quiera cosas” siempre que sea por acuerdo de todos los oficiales. Estos gastos debían ser recogidos en un libro de cuentas que se unían a otros dos, uno para el registro de los cofrades y otro para las elecciones de mayordomos y oficiales. Como misión exclusiva del mayordomo se encontraba la de designar cada domingo a cuatro cobradores entre los hermanos para pedir limosna por la villa. El incumplimiento de cualquiera de estos oficios conllevaba el pago de multas económicas así como censuras por parte del cura.

A pesar de la amplia capacidad decisoria de la junta de gobierno la confirmación de la constitución por el licenciado Andrés Pérez de Ibarra elimina cualquier facultad para añadir, modificar o suprimir la dicha constitución “so pena de diez mil maravedíes para gastos de guerra”.

En este aspecto organizativo las diferencias entre las cofradías de Nuestra Señora de la Soledad de la Alta y la Baja Extremadura son más notables. En primer lugar, y siguiendo nuevamente a Cantero Muñoz, la junta de gobierno está constituida por el escribano, el mayordomo del arca, el mayordomo de la cera, y dos diputados, todos ellos con amplias atribuciones pues este órgano decisorio tenía entre sus competencias la de añadir, suprimir o modificar las ordenanzas. Sin embargo esta junta de gobierno y sus decisiones quedaban supeditadas bajo la figura del alcalde que era quien presidía al tiempo que constituía la máxima autoridad. Uno de las figuras más destacadas era la del escribano ya que por él pasaba todo lo que se ordenase en la cofradía, además era el encargado de custodiar el libro de cuentas, el de entrada de hermanos y los libros de ordenanzas y rentas. Al igual que su correspondiente en Fuente del Maestre, la elección de cargos era anual y se celebraba la víspera del 1 de enero,  día de una de las principales festividades de la cofradía, Dulce Nombre de Jesús. El proceso es muy parecido entre ambos lugares puesto que reunidos en cabildo deliberaban qué personas podían servir mejor a la cofradía, en caso de empate cada oficial designaría  tres cofrades que participarían en el proceso, proponiendo cada uno el que le pareciera más conveniente.

Los recursos económicos de la cofradía es uno de su aspecto más mundano pero de vital necesidad para poder sufragar funciones religiosas y asistenciales. Las distintas fuentes de ingreso vienen recogidas en la constitución, pudiéndose dividir en tres apartados: las cuotas de ingreso; la limosna de los domingos y las multas por incumplimiento.

En cuanto a la primera la constitución establece una cuota de entrada general para todos los hermanos independientemente de su sexo, condición social “aunque sea hijo de familia”, es decir, sus padres ya pertenecían a la cofradía. Esta cuota de entrada o limosna ascendía a dos reales que iban destinados para cera. Solamente esta cuota de entrada ascendía considerablemente cuando el hermano que aspirase a pertenecer a dicha cofradía estuviera enfermo y muriese de dicha enfermedad, cuando en ese caso la cuota ascendería a 12 reales. Este dinero constituía la única cuota de pago ya que no se menciona cuotas mensuales o anuales, ni en metálico ni en especie, por lo que se hace necesario otro tipo de ingreso como son las limosnas dominicales. Para ello el mayordomo debía designar cada domingo a cuatro hermanos que actuarían como cobradores que debían pedir limosna en nombre de la cofradía por toda la villa, dos recorriendo una mitad y los otros dos recorriendo la otra mitad. Esta limosna se complementaba perfectamente con la cuota de ingreso pues tenemos que pensar que nos situamos en una villa agrícola con un importante número de jornaleros y arrendatarios que no podían permitirse una cuota fija, sin embargo las limosnas dominicales, dadas de forma anónima y esporádicas, permitían a los hermanos y pueblo en general ayudar al mantenimiento de la cofradía, al tiempo que ésta se aseguraba ingresos reducidos pero periódicos. Finalmente, la última fuente de ingreso venía dada por las multas de incumplimiento de estatutos por parte de los hermanos. Las ordenanzas contempla dos situaciones punibles, por un lado cuando los hermanos no cumplan con la obligación de ir a pedir cada domingo en cuyo caso, en cuyo caso de no tener un impedimento legítimo como estar enfermos o ausentes, tendría una pena de cuatro reales además de ser expulsados de la cofradía. La multa se mantenía en el tiempo ya que si esta persona quisiera volver a pertenecer a la cofradía debería de pagar cuatro reales en lugar de dos que era la cuota de ingreso general. Por otro lado, los regidores tenían la obligación de ayudar al mayordomo en las festividades de la Cruz y Viernes Santo, y en caso de incumplimiento de ésta tendrían como pena una libra de cera.

El extravío de los libros de cuenta impide conocer la solvencia económica de la cofradía aunque la baja cuota de ingreso así como la ausencia de cuotas periódicas y la posesión de bienes rústicos o urbanos hacen pensar que se trate de una cofradía humilde adecuada a su entorno rural. De igual modo el no contar con estos registros de cuentas desconocemos si recibía donaciones y aportaciones puntuales de hermanos o simpatizantes a través de testamentos u obras pías.

Haciendo una comparación con la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Trujillo lo primero que destaca es la importante riqueza de la misma debido a su alta cuotas de entrada así como otros ingresos por entierros o renta de bienes propios, reflejo de una población urbana como era Trujillo a finales del siglo XVI y principios del XVII. Así por ejemplo frente a los dos reales de cuota de entrada en Fuente del Maestre en Trujillo se ascendía a 10 ducados y 2 libras de cera, aunque tanto en una como en otra localidad los hermanos cofrades estaban obligados a pedir limosna bajo multa. Si ya la cuota de ingreso constituía una importante fuente de ingreso la cofradía trujillana tenía otras fuentes de ingresos significativas. Así aparece por ejemplo el entierro de encomendados, es decir, la presencia de la cofradía en el funeral de aquellos trujillanos que sin ser cofrades así lo solicitasen bajo pago de una cantidad en función del tipo de oficio religioso; el arrendamiento a particulares de bienes rústicos y urbanos adquiridos en virtud de mandas pías; alquiler de las túnicas procesionales o su venta para quien quería ser inhumado con el hábito; o la venta de cera entre los cofrades.

3.-. ACTIVIDADES COFRADES

Todo lo analizado hasta ahora sobre la fundación de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Fuente del Maestre, así como su estructura directiva y organización económica alcanza su pleno sentido en las actividades que la propia cofradía se atribuye a sí misma. Estas actividades giran en torno a tres pilares básicos: función religiosa, función asistencial y función socializadora. Estas tres funciones están unidas intrínsecamente entre sí, de modo que más que complementarse se necesitan pues una alcanza su sentido tanto en cuento se desarrollen las otras.

 

FUNCIÓN RELIGIOSA

En primer lugar es necesario hablar sobre la función religiosa de la cofradía de la Soledad puesto que al nacer en el seno de la Iglesia nace con un objetivo teológico concreto “fundó en la dicha villa la dicha cofradía para gloria y honra de Dios nuestro señor y su bendita madre”. Pero este fin tan espiritual debe materializarse en momentos y actos de cultos concretos, como son la Invención de la Cruz y el Viernes Santo con la Adoración de la Cruz. Cierto es que al ser una cofradía penitencial su acto de culto central se celebra el Viernes Santo pero no hay que olvidar que el 3 de Mayo constituía un día de vital importancia para la misma, pues además de la misa mayor y procesión en honor a la Invención de la Cruz, ese mismo día también tenía lugar formación de la nueva junta rectora.

  1. Fiesta en honor a la Invención de la Cruz.

El día 3 de mayo la Iglesia conmemora la festividad del hallazgo de la Santa Cruz por parte de Santa Elena, madre del emperador Constantino, en el año 326. Las constituciones que estamos estudiando establecen que dicho día tenga lugar una misa cantada con ministros en el altar de la ermita de San Juan, sede canónica de la cofradía. Esa misa es ofrecida por todos los hermanos de la cofradía, tanto vivos como difuntos. Acabada la misa tiene lugar una procesión donde la Santa Cruz recorre el mismo trayecto que se realiza el día del Corpus Christi y su octava. A pesar de ello, el texto constitucional determina perfectamente este recorrido “salga de la dicha ermita de San Juan y por la calle de la Corredera abajo sin torcer a parte alguna hasta llegar a las Pizarras donde subirá a la calle la Puerta Nueva y entrará por la traviesa que va a la calle del Garlito y subirá la dicha calle arriba hasta la calle del Pozo por la cual irá hasta el Altozano y de allí a la calle Quebrada por la cual irá hasta la traviesa del Pozo por la cual bajará a la calle de los Lechones y se irá por ella hasta salir a la calle de la Corredera  por la parte de arriba y volverá  a entrar en la dicha ermita de San Juan de donde salió”

El pago al cura y clérigos de esta villa por los derechos de misa y procesión corren a cargo de la cofradía. Además, como ya se ha dicho este día tenía una importancia vital para la dicha cofradía ya que ese mismo día se constituía el nuevo órgano de gobierno. Las constituciones no dice si este acto se realizaba antes o después de la misa y procesión aunque sí determina que esta elección se lleve a cabo en el coro de la Iglesia parroquial.

  1. Viernes Santo.

Como ya se ha dicho, el Viernes Santo constituía el día central de la cofradía de la Soledad, con actos de culto que se desarrollaban a lo largo del día, por lo que las ordenanzas recogen de forma muy específica su organización. Los actos dan comienzo el Viernes Santo por la tarde cuando en la zona extramuros de la villa conocida como el Calvario tenía lugar el descendimiento de la cruz y entierro de Cristo, representado éste por una imagen articulada que aún hoy procesiona con el Santo Entierro. Esta teatralización del descendimiento, tan propia de la época e impulsada por las ideas tridentinas, debía de tener un fin básicamente didáctico como medio de preparación espiritual de un pueblo analfabeto. Llevado a cabo el descendimiento, la urna funeraria realiza una “procesión muy solemne con la decencia y compostura que a tan alto Señor se debe” hasta la ermita de San Juan, sede canónica de la cofradía donde se coloca el sepulcro en un monumento “que para este efecto estará muy bien compuesto” y que es venerado hasta la noche cuando tiene lugar el acto central de la cofradía de la Soledad: la procesión de su titular.

La noche del Viernes Santo tiene lugar por lo tanto la procesión de la Virgen de la Soledad como culmen de todo un día de actos de cultos que comenzó con la representación del descendimiento y entierro de Cristo, su procesión hasta la llegada a la ermita de San Juan donde tenía lugar su exposición en el monumento. Este ambiente espiritual que rodea el día del Viernes Santo tendría su cenit con el desfile procesional de la imagen de la Soledad. A diferencia de las otras dos procesiones que celebraba la cofradía a lo largo del año (el día de la Invención de la Cruz y el Viernes Santo por la tarde) esta procesión constituía el acto central, no siendo una procesión más como así lo recoge las ordenanzas ya que ordena “que la noche del Viernes Santo de cada año se haga procesión de sangre por los hermanos de la dicha cofradía”.

Lám 2

FOTO Nº 2: Recorrido procesional de la Virgen de la Soledad el Viernes Santo

La procesión de sangre o disciplinante consistía en la disciplina pública por parte de los hermanos. En ella los penitentes, que iban con la espalda desnuda, se azotaban con unas madejas o ramales. La inflamación lógica de la espalda era paliada con pequeños cortes que permitía que la sangre congestionada brotase. Terminada la procesión, las heridas eran curadas con ungüentos. Esta penitencia disciplinar venía respaldada por una bula y privilegio del papa Paulo III (1534-1549) fechada el 7 de enero de 1536 que concedía a todos los cofrades de las hermandades de la Vera Cruz la absolución general de todas sus culpas y pecados. No hay constancia de la llegada de esa bula al Priorato de Llerena, y menos aún en Fuente del Maestre, pero sí está claro que el mensaje papal tuvo que influir de un modo u otro, como sí lo hizo en otras cofradías penitenciales tanto de Andalucía como de Castilla. La bula comienza así “… en memoria de la pasión de Cristo y de su preciosísima sangre que para redimir nuestros pecados quiso derramar, a todos y a cada uno de los cofrades de la cofradía de disciplinantes o de la Sancta Cruz, llamados de la Penitencia, así hombres como mujeres, de cualquier estado y condición que sean, quienes el día de Viernes Santo de la semana mayor,  procesionan disciplinándose, y todos los que con cirios u otras luces a la misma procesión se asociasen, que estén verdaderamente arrepentidos y confesados, o que tengan el propósito de confesarse, se les concedan todas y cada una de las indulgencias plenarias”.

En cuanto al trayecto del recorrido procesional aparece recogido minuciosamente en las ordenanzas, siendo el mismo que el que realiza la cofradía el día 3 de mayo en honor a la Invención de la Cruz y que se puede observar en el mapa. Pero hay algo que llama especialmente la atención a este respecto y es que este recorrido no puede ser modificado por nadie bajo pena de cuatro mil maravedíes para la cofradía. Con ello se impedía que ninguna persona poderosa e influyente pudiera variar el recorrido para que pasara por su casa, haciendo así a los actos religiosos ajenos a las características influencias de la época.

El texto que se está analizando es bastante parco a la hora de detalles como el orden de las distintas personas en la procesión, muy improbable que no existiera en una sociedad estrictamente jerarquizada; la descripción de los pasos, que por lo extraído del documento fueron varios, a saber: la Cruz para el día 3 de mayo, cruz y Cristo articulado para el Descendimiento, urna funeraria para su traslado a la ermita de San Juan, imagen de Nuestra Señora de la Soledad que procesiona el Viernes Santo por la noche; o las insignias que caracterizaban dicha cofradía que no son descritas pero que sí debieron de existir pues en la confirmación eclesial de la misma el 24 de marzo de 1627 el licenciado Andrés Pérez de Ibarra, de la orden de Santiago exige para su aprobación que “la dicha cofradía llamada tenga la obligación de acudir a las procesiones generales con sus insignias y cera”.

Intentando hacer un paralelismo entre los actos cultuales de la cofradía de la Soledad de Fuente del Maestre y su homónima en Trujillo es posible establecer las siguientes relaciones.

Por un lado, la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Trujillo tiene dos citas muy concretas. Por un lado, el 1 de enero con las fiestas al Dulce Nombre de Jesús, advocación unida a la cofradía, que era celebrada con misa y procesión. Además durante ese día se hacían públicos los nombramientos de los nuevos oficiales. Como se puede ver una celebración muy parecida a la conmemoración de la Invención de la Cruz el día 3 de mayo en Fuente del Maestre. Por otro lado, el Viernes Santo, en torno a que giraba el mayor programa de cultos. De este modo, los actos comenzaban al igual que en Fuente del Maestre con el Descendimiento del Cristo articulado aunque en Trujillo iba precedido por la plática del sermón de las Siete Palabras. En cuanto a la procesión ambas cofradías coinciden en considerarla en acto central por lo que los hermanos están obligados a ir, ya sea disciplinándose o no. Igualmente en ambas queda muy bien detallado el trayecto del desfile procesional, aunque la procesión en sí debió ser rica en Trujillo pues sus ordenanzas hablan del orden detallado de las insignias y pasos, así como el acompañamiento de dos bandas de música.

Por otro lado, además de estos dos días centrales la cofradía de la Soledad de Trujillo celebra al cabo del año otras funciones religiosas como son: cuatro misas rezadas ofrecida por todos los cofrades vivos y difuntos, otras cuatro misas por el estado de la cristiandad, tres misas vótivas cantadas con responsos y vísperas solemnes por los hermanos vivos y difuntos, y otra misa rezada el día de San Miguel. El pago de estas misas, ceras y limosnas demuestran la gran riqueza económica de la cofradía con respecto a la Soledad de Fuente del Maestre, cofradía más austera.

FUNCIÓN ASISTENCIAL

Aunque son los motivos religiosos los que dan origen a las cofradías, éstas no pueden ser ajenas al espíritu de fraternidad y solidaridad intrínseco al cristianismo. Esta dimensión se hacía más necesaria si tenemos en cuenta el contexto histórico del Antiguo Régimen donde la gestión pública no se hacía cargo de las necesidades más básicas de la asistencia social. Es en esta coyuntura donde las cofradías toman un importante papel bajo la obligación moral de ayudar al prójimo, y más especialmente a los hermanos. Siguiendo estas premisas, la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Fuente del Maestre va a hacer suya una las obras de misericordia cristina: enterrar a los muertos.

Sólo un artículo de las ordenanzas hace referencia a esta función social pero, aunque de forma escueta, queda muy clara esta función. Ante la muerte de un hermano cofrade, la cofradía debía acompañar con el pendón y dos hachas ardiendo desde la casa del difunto hasta la iglesia donde se le diría una misa de réquiem cantada con ministro el mismo día del entierro o si no fuera posible el siguiente. Los gastos que ello generaba eran pagados por la cofradía. De este modo, los hermanos se aseguraban los pagos derivados del entierro con una única cuota de entrada, especialmente cuando la mayor parte de sus miembros eran personas de condición social humilde que de forma individual no podrían hacer frente a estos gastos, por otro lado, inevitables.

Este acompañamiento asistencial el día de la muerte del hermano va unido al acompañamiento espiritual que la cofradía proporciona al hermano difunto a lo largo del tiempo. De este modo, la cofradía sufragaba los gastos de las misas aplicadas a los hermanos por la salvación de su alma. Como ya se dijo anteriormente no se conservan los libros de cuentas que nos permitan comprobar sus gastos, pero en el libro de defunciones número 1 (fol.205 vlt. nº 320) de Fuente del Maestre, entre las partidas de defunciones del 4 al 30 de agosto de 1675 aparece esta nota “Pedro Alonso Zambrano mayordomo de Ntra. Sra. de la Soledad, vec. de esta villa pago de limosna de trescienta y veinte misas para decir por los fundadores y cofrades vivos y difuntos de dicha cofradía”. Esta escueta nota pone de manifiesto la importancia que la cofradía le da a la  función de asistencia espiritual para con los hermanos tanto el día de su entierro como de su posterior salvación.

En Trujillo, al igual que en Fuente del Maestre, cuando un cofrade fallecía, todos los hermanos harían lo posible para facilitarle el paso a la vida eterna, especialmente mediante la celebración de misas, pues las oraciones y penitencias que se practicaban servían para acortar la dura estancia en el Purgatorio. Sin embargo, el mayor poder económico de la cofradía trujillana también se demuestra en esta faceta asistencial por lo que también alcanzaba a cofrades con dificultades económicas, viudas pobres e incluso a cinco pobres cada año a los que la cofradía estaba obligada a enterrar.

FUNCIÓN SOCIAL

El originario fundamento religioso unido al necesario motivo de caridad cristiana se verían, desde mi punto de vista, incompletos sin otra función que, si no es igual de importante si es al menos igual de necesaria teniendo en cuenta el contexto de los siglos XVI y XVII. Y es que otra razón que explica la pertenencia y auge de las cofradías es la función social que éstas ejercen no sólo sobre sus miembros sino también sobre el conjunto de la sociedad, puesto que más allá del carácter religioso, la cofradía coloca a sus hermanos dentro de las relaciones sociales. Estos momentos caracterizados por una sociedad legalmente desigualitaria  pertenecer a un grupo legitimado por la Iglesia, que aporte sus propias normas, estatutos e insignias, que se regía por normas comunes para todos, donde la renovación de cargos era anual y donde cualquier hermano podía aspirar a cargos de responsabilidad permitía, especialmente para los cofrades de baja extracción social, el mejor medio de prestigio social así como la mejor vía de sentirse integrado en la comunidad.

Además la realidad cofrade estaba totalmente incardinada en el conjunto de la sociedad, siendo especialmente importante para el pueblo llano ya que se convertía en un cauce de convivencia. Los recorridos procesionales, especialmente la representación del Descendimiento, así como la visita al monumento que durante la tarde del Viernes Santo estaba expuesto constituían actos religiosos cargados de momentos de ocio y de convivencia. Días de fiesta para el pueblo que rompía con su rutina, el cual, bajo un precepto religioso, salía a la calle con el orgullo de sentirse miembro de una institución que lo avalaba. Esta función social, aunque festiva, no debe ser menospreciada como motivo del auge cofrade.

Las ordenanzas de la cofradía de la Soledad de Trujillo no recogen tampoco ningún artículo referido a esta función, sin embargo se puede extraer entre líneas. Así la idea Barroca por la cual se confería carácter sagrado a los escenarios públicos hizo que el Viernes Santo, el desfile procesional tuviera que pasar por siete iglesias que representaban las siete Angustias de la Virgen. Esto unido al Descendimiento dotaba a Trujillo de un ambiente festivo así como una excusa obligada para romper con la monotonía.

 

CONCLUSIONES

El análisis de las ordenanzas de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Fuente del Maestre (Badajoz) y su comparación con el estudio ya realizado de las ordenanzas de la misma cofradía en Trujillo (Cáceres) nos presenta dos realidades muy semejantes, que a pesar de su lejanía en el espacio están muy cercanas en el tiempo.

Dos grandes diferencias aparecen a simple vista. Por un lado, el articulado de la cofradía trujillana es mucho más extenso y detallado que el articulado de las constituciones fontanesas, más escueto y parco en detalles. Por otro lado, las celebraciones ponen de manifiesto la diferencia económica entre ellas, reflejo del lugar donde está incardinadas cada una, puesto que va de una sociedad rural como era Fuente del Maestre, a una sociedad urbana como Trujillo.

Sin embargo y a pesar de ello, son más numerosas y estrechas las vinculaciones entre ambas especialmente en lo referente a las actividades cofrades que ambas llevan a cabo. Ambas nacen en el contexto concreto de la Contrarreforma y desarrollaron un importante papel religioso, asistencial y social, que en mayor o en menor medida ha perdurado a través de los siglos. La revitalización que en las últimas décadas ha vivido la Semana Santa ha olvidado, en muchos casos, la esencia de su origen centrándose casi exclusivamente en la función social de las cofradías, olvidando su parte religiosa y asistencial. Por ello con este estudio se ha pretendido recuperar las señas identificativas de estas cofradías para ser, en la medida de lo posible, recuperadas al tiempo que se pone de manifiesto el estrecho vínculo espiritual entre ambas cofradías que nos une como algo más que cofrades, hermanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANEXO 1: CUADRO COMPARATIVO

FUENTE DEL MAESTRE TRUJILLO
 

 

ASPECTOS JURÍDI-COS

Nacimiento 1587

Aprobación eclesiástica: 24 marzo 1627

1565

Aprobación eclesiástica: 8 febrero de 1609

Advocación Titular: Nuestra Señora de la Soledad.

Otra advocación: Invención de la Cruz

Titular: Nuestra Señora de la Soledad.

Otra advocación: Dulce Nombre de Jesús

Sede canónica Ermita de San Juan Iglesia y convento dominico de Ntra. Sra. de la Encarnación.
 

 

 

 

 

ASPECTOS ORGANI-ZATIVOS Y ECONÓMI-COS

Hermanos Cofradía abierta en cuanto al número y procedencia social.

No diferencia entre los hermanos

Cofradía abierta en cuanto al número y procedencia social. Sí diferencia entre los hermanos:

-Nueva entrada o de herencia

-Discriminación de la mujer que no puede entrar por herencia.

-Según la capacidad económica hermano de disciplina (cuota más baja) o de luz (cuota más alta)

Órgano de Gobierno Junta: – Mayordomo

-4 regidores

Otros: – 4cobradores de limosna

-Notario

– Cura: sólo testigo

 

·No pueden modificar las ordenanzas.

· Elección anual (3 mayo)

· Modo de elección: reunido el cabildo decidían qué persona poseía una valía personal digna

 

Junta:- Mayordomo del arca

-Mayordomo de la cera

– 2 diputados

– Escribano

Supeditada por el alcalde

 

·Sí pueden modificar las ordenanzas.

· Elección anual (1 enero)

· Modo de elección: reunido el cabildo decidían qué persona poseía una valía personal digna

 

 

Recursos económicos Fuente de ingresos:

-cuota de ingreso (2 reales)

-limosna de los domingos

-multa por incumplimiento

 

 

 

 

 

 

 

 

Cofradía humilde, reflejo de una sociedad rural.

Fuente de ingresos:

-cuota de entrada (10 ducados y 2 libras de cera)

-limosna

-multa por incumplimiento

-entierro de encomendados

-arrendamiento de bienes rústicos y urbanos

-alquiler/venta de túnicas, hábitos

-venta de cera entre los cofrades

 

Cofradía rica, reflejo de una sociedad urbana.

 

 

 

 

 

 

 

ACTIVIDA-DES COFRA-DES

Función religiosa 1)Fiesta en honor de la Invención de la Cruz (3 mayo)

· Misa cantada con ministros

·Procesión de la Santa Cruz

·Formación nuevo órgano de gobierno

 

2)Viernes Santo

· Tarde: Descendimiento de la cruz y entierro de Cristo. Procesión de la urna funeraria y colocación en un monumento.

 

·Noche: Procesión de sangre acompañando a la Virgen de la Soledad.

 

 

 

 

Acto central: Procesión Soledad

– Sí desfile procesional

-No orden en el desfile

-No descripción de los pasos

-No insignias

1)Fiesta en honor al Dulce Nombre de Jesús (1 enero)

· Misa

·Procesión

·Formación nuevo órgano de gobierno

 

2)Viernes Santo

·Plática del sermón de las 7 palabras.

· Descendimiento de la cruz.

· Procesión de la virgen de la Soledad

 

3)Otras funciones religiosas

· 4 misas por los cofrades

·4 misas por la cristiandad

· 3 misas por los hermanos

·1 misa el día de San Miguel.

 

Acto central: Procesión Soledad

– Sí desfile procesional

-Sí orden en el desfile

-Sí descripción de los pasos

-Sí insignias

Función asistencial Obra de caridad:

Enterrar a los muertos.

 

Acompañamiento físico (traslado del difunto a la iglesia) y espiritual (misas, oraciones y penitencias)

Obra de caridad:

Enterrar a los muertos.

 

Acompañamiento físico (traslado del difunto a la iglesia) y espiritual (misas, oraciones y penitencias)

Función social · Integración en la sociedad a través de los cargos de responsabilidad.

· Cauce de convivencia que rompía la monótona rutina.

· Integración en la sociedad a través de los cargos de responsabilidad.

· Cauce de convivencia que rompía la monótona rutina.

 

 

ANEXO 2: ORDENANZAS DE LA COFRADÍA DE LA SOLEDAD.

Pedro Guerrero vecino de la calle Nueva mayordomo de la cofradía de nuestra señora de la Soledad de la villa de Fuente del Maestre y Alonso Zambrano de Bartolomé Pérez                                                 y Pedro Guerrero Becerra del Arroyo  regidores de la dicha cofradía y vecinos de la dicha villa decimos que habrá cuarenta años más o menos que se constituyó y fundó en la dicha villa la dicha cofradía para gloria y honra de Dios nuestro señor y su bendita madre, y las constituciones que entonces se hicieron para el buen régimen y gobierno de la dicha cofradía se han perdido por negligencia y descuido de los mayordomos que han sido y aunque a razón de esto se han hecho grandes diligencias no ha aparecido todo, lo cual es perjuicio y notable daño de la dicha cofradía por la poca claridad y razón que hay para  poder gobernar, y porque de todo punto no se pierda una cofradía tan antigua y calificada como ésta como tales mayordomos y regidores en nuestro nombre y de los demás cofrades fundadores de la dicha cofradía y para que en todo tiempo haya luz y claridad y se pueda gobernar por los dichos cofrades habemos establecido y ordenado estas constituciones de que hacemos presentación ante Vuestra merced  firmada de nuestros nombres para que tenga por bien darles confirmar, por tanto a vuestra merced. Pedimos y suplicamos tenga por bien de este y pase ahora y en todo tiempo por las dichas constituciones y las mande confirmar y confirme interponiendo en ella su autoridad y decreto judicial que en lo haber así vuestra merced administrara justicia haciendo a Dios grande servicio en esta.

Pedro Guerrero Becerra (Rúbrica)                     Pedro Guerrero (Rúbrica)

       Primeramente constituimos y ordenamos que para la buena administración y gobierno de la cofradía  haya un mayordomo y cuatro regidores que sirvan los dichos oficios y por tiempo y espacio de un año y acabado hay de elegir y nombrar a otros cuatro por el año siguiente.

      Item. Tenga cada persona que hubiere de entrar por cofrade de la dicha cofradía haya de pagar y pague de limosna dos reales para cera a la dicha cofradía aunque sea hijo de familias.

  Item. Constituimos y establecemos que el día de la fiesta de la invención de la santa Cruz se diga misa cantada con ministros en el altar donde está fundada dicha cofradía que está en la ermita del señor San Juan donde está la imagen de nuestra señora de la Soledad la cual se diga por todos los hermanos vivos y difuntos y acabada la misa se haga procesión llevando en ella la santa Cruz la cual a salir y salga de la dicha ermita de San Juan y por la calle de la Corredera abajo sin torcer a parte alguna hasta llegar a las Pizarras donde subirá a la calle la Puerta Nueva y entrará por la traviesa que va a la calle del Garlito y subirá la dicha calle arriba hasta la calle del Pozo por la cual irá hasta el Altozano y de allí a la calle Quebrada por la cual irá hasta la traviesa del Pozo  por la cual bajará a la calle de los Lechones y se irá por ella hasta salir a la calle de la Corredera  por la parte de arriba y volverá  a entrar en la dicha ermita de San Juan de donde salió que son las calles por donde suele ir  las procesiones del día del Corpus Christi y su octava y pagando los derechos de la dicha misa y procesión a el cura y clérigos de esta dicha villa y siempre se guarde esta costumbre para siempre jamás.

           Item. Establecemos y ordenamos que en cada un año, el día de la dicha fiesta de la Invención de la Cruz se junte el mayordomo y regidores que hubieren sido  aquel año y con asistencia del cura. Por ante notario que de ello de fe elijan y nombren a otros tales oficiales que sirvan los dichos oficios el año siguiente y en la dicha elección se guarde este orden conviene a saber que el dicho  mayordomo haya de ser electo por nosotros y aquel que lo sea que tuviere la mayor parte y si dos estuvieren en autos iguales se echen suerte entre ambos y aquel cuya suerte saliere sea mayordomo y para elegir y nombrar regidores se metan cédulas en un cántaro escrito en ellas los nombres de los mayordomos y regidores votando de donde las irá sacando un niño de poca edad y aquel que saliere primero nombre un regidor y así consiguientemente se irán sacando cédulas hasta que se nombre los cuatro regidores para que lo sean por aquel año con el mayordomo electo y la dicha elección se haga en el coro de la parroquial de esta dicha villa y no en otra parte y por asistir el dicho cura en esta elección no sea votos atribuírsele ninguna jurisdicción ni tener voto en ella, el cual haya de tener asiento primero y mejor y el mayordomo el segundo lo cual no se entienda con los regidores.

Item. Ordenamos que cualquiera hermano cofrade muriere se les haya de llevar y lleve                                                        el pendón de la dicha cofradía y dos hachas las cuales hayan de arder desde casa del difunto hasta la iglesia sin que por ello se le lleve cosa alguna y así mismo se ha de decir por cada uno una misa de réquiem cantada con ministro el día del  enterramiento si fuere hora y sino a otro día siguiente pagando la limosna la dicha cofradía.

Item. Ordenamos que si alguna persona entrare por cofrade enfermo de la enfermedad que muriese haya de pagar y pague de limosna doce reales para la dicha cofradía y con esto se les dé el pendón y las hachas y se les diga misa cantada como a los demás cofrades y goce de lo que ellos.

Item. Establecemos y ordenamos que el viernes santo por la tarde de cada un año se haga en el calvario el descendimiento de la cruz y entierro del señor redentor Cristo                                       trayendo su imagen crucificada en el sepulcro con procesión muy solemne con la decencia y compostura que a tan alto Señor se debe y se venga con la dicha procesión a entrar                                                                                                                                                por la calle Nueva, plaza del Corro y Corredera hasta llegar a la dicha ermita de San Juan sin torcer a parte alguna a donde se pondrá el sepulcro en un monumento que para este efecto estará muy bien compuesto.

Item. Establecemos y ordenamos que la noche del Viernes Santo de cada año se haga procesión de sangre por los hermanos de la dicha cofradía saliendo con ella de la dicha ermita de San Juan y irá por la calle de Corredera abajo y por las demás calles y pasos que anda                       la procesión de el día de la invención de la Cruz sin que fuera alguno ni persona poderosa la pueda llevar y mandar a esta  por otra parte so pena de cuatro mil maravedíes aplicados para la dicha cofradía y que a ello les pueda apremiar el cura con censuras y para ello se le dé comisión en forma y el dicho cura si fuere omiso  en mandar ejecutar la tenga la dicha pena.    

Item. Establecemos que se pida limosna por la villa  todos los domingos del año como se acostumbra hacer y para esto el mayordomo que fuere nombre cuatro cobradores para cada domingo y pidan todo el lugar los dos la mitad y los otros dos la otra mitad los cuales si no tuvieren legítimo impedimento estando enfermos o ausentes tengan obligación a pedir la dicha limosna so pena que el que no pidiere tenga de pena cuatro reales para cera a la dicha cofradía y demás de esto se borren de cofrades y si quisieren volver a asentar paguen cuatro reales cada uno por la entrada y que a ello le pueda apremiar el cura con censuras por la dicha comisión.    

Item. Ordenamos que haya un libro donde se tomen las cuentas y otro en que se asienten los cofrades y otro para hacer las elecciones de mayordomos y oficiales en el cual también se asienten los acuerdos que los dichos oficiales hicieren en forma de cabildo para el buen régimen y aumento de la dicha cofradía y el dicho mayordomo ejecute la mayor parte de los votos habiéndose hecho los dichos acuerdos por ante notario.

Item. Que el mayordomo que hubiere sido de la dicha cofradía acabado el año de su oficio haya de dar cuenta de lo que hubiere sido a su cargo la cual le haya de tomar como  juez             el cura que fuere de la dicha villa  por ante notario o escribano con cargo y descargo para que la revisen los señores visitadores de esta provincia y provean  lo que más convenga y los maravedís en los que fuere alcanzado los entregue dentro de nueve días al nuevo mayordomo el cual se le haya de hacer cargo de ellos y que de por su cuenta el cobrarlos y este de por su cuenta el cobrar y este orden seguirá para siempre.

Item. El mayordomo que dejare de serlo después de haber dado su cuenta           entregue los bienes de la dicha cofradía por inventario al que le sucediese en el dicho oficio por ante notario y a ello le pueda apremiar el cura en virtud de comisión.

Item. Que los regidores hayan de ayudar al mayordomo en todo lo necesario en la festividad de la cruz y viernes santo y el que no acudiere a lo suyo o pague de pena una libra de cera para la dicha cofradía a lo cual le pueda apremiar el dicho cura por la dicha comisión.

Item. Para el aumento y cosas necesarias para la dicha cofradía puedan acordar los dichos mayordomos y oficiales la mayor parte se pueda gastar a costa de la dicha cofradía todo lo que les pareciere así en comprar adornos para la dicha cofradía como en otras cuales quiera cosas y en seguir algunos por estos si se le ofrece a la dicha cofradía.                                                                                                                  

 Y lo que el mayordomo así gastare con cuenta y razón se le pase en la que fuere de su oficio sin que para su descargo sea menester mas recado que el acuerdo de los dichos oficiales y la mayor parte de ellos y cartas de pagos de lo que gastar.

            Y con esto nosotros Pedro Guerrero Becerra  de la calle Nueva  mayordomo de la dicha cofradía y Alonso Zambrano de Bartolomé Perez y Pedro Guerrero Becerra del Arroyo                   regidores de ella acabamos las dichas constituciones y pedimos y suplicamos a el señor visitador de esta provincia de león las confirme para gloria y honra de Dios nuestro señor y su bendita madre y buen régimen de esta santa cofradía y para siempre vaya en aumento y no en disminución y firmamos lo que supimos entre regidores

Pedro Guerrero Becerra (Rúbrica)             Pedro Guerrero Becerra (Rúbrica)

 

CONFIRMACIÓN

            En la villa de Almendralejo en  veinte y cuatro días del mes de marzo de mil seiscientos y veinte siete años el licenciado Andrés Pérez de Ibarra de la orden de Santiago consultor del  Santo Oficio de la Inquisición vicario perpetuo de la vicaria de nuestra señora santa María de Tudía y juez ordinario eclesiástico en ella por la dicha  orden provicario general de la provincia de León. Por su señoría  don Francisco Sánchez de Tena prior del consejo del rey nuestro señor vicario ausentose visto esta petición constituciones y ordenanzas fechas por los hermanos de la dicha cofradía de nuestra señora de la Soledad de la villa de Fuente del Maestre de esta provincia para el buen régimen y gobierno de la dicha cofradía y  atento que parece que también hechas y ordenadas y son convenientes para el dicho gobierno dijo que las confirmaba y confirmo como en ellas se encuentra y mando se guarden cumplan y ejecuten según y como en ellas se declaran y que persona alguna no añade ni quite cosa alguna de las dichas ordenanzas so pena de diez mil maravedíes para gastos de guerra, todo lo cual sea y se entienda con las condiciones siguiente= que las constituciones que dice que el cura actúe con censura se entienda teniendo comisión del ordinario y no de otra manera .

            Ítem. Que se visiten en todas las visitas generales y particulares de la orden.

            Item. Que ayudan a los jueces eclesiásticos sobre los pleitos de la hacienda de la dicha cofradía y gobierno de ella. Uno a jueces seglares so pena de cincuenta mil maravedíes. Y con que siendo la dicha cofradía llamada tenga la obligación de acudir a las procesiones generales con sus insignias y cera. Y con estas condiciones se confirman las dichas ordenanzas y manda que persona alguna de cualquiera calidad y condición que sea no haya contra las dichas ordenanzas ni en parte alguna de ellas so pena de evitación  de las horas y oficios diferentes     y diez mil maravedís aplicada para la dicha cofradía y ante mi lo proveyó mandó y firmó

 

Licenciado Andrés Pérez Ibarra (rúbrica)

Ante mí Alfonso Macías notario

Confirmación de ordenanzas de cofradía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1]López Vacas, Ángela. “Labor social de las cofradías durante el Antiguo Régimen en Fuente del Maestre” en Actas de  XLIII  Coloquios Históricos de Extremadura. 2014.

 

[2]Antonio Cantero Muñoz en Actas de XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz. 2006.pp. 127-154.

 

Jun 162016
 

      Esteban Mira Caballos.

      Doctor en Historia de América.

 

La historiografía tradicional entendía la expansión occidental como una gesta protagonizada por unos hombres que ensancharon los dominios de la civilización y de la cristiandad[1]. España era vista como un prodigio de espiritualidad, como la gran abanderada del catolicismo, luchando contra los bereberes, los árabes, los turcos, los protestantes europeos y, cómo no, contra los paganos amerindios. Según esta línea historiográfica los conquistadores fueron unos instrumentos de la providencia para hacer llegar la palabra de Dios a los rincones más ignotos. Se trataba de forjar la historia patria en torno a símbolos imaginarios que aglutinaran al colectivo. Esta leyenda apologética y legitimadora se ha mantenido vigente hasta el siglo XXI, pues es posible rastrearla sin solución de continuidad desde la misma época de los descubrimientos hasta la actualidad. Sin embargo, desgraciadamente la historia no fue tan heroica; aquello fue una guerra en la que unos eran los conquistadores, es decir, los invasores, y otros, los conquistados o invadidos. En ese sentido, todas las reacciones de los naturales por defenderse, fuesen o no crueles, debemos verlas como legítimas[2].

En particular, en lo referente a Hernán Cortés, continuamente aparecen biografías hagiográficas que repiten una y otra vez lo ya dicho desde hace cinco siglos. En esta ponencia trazaremos un recorrido por algunos de los mitos que han rodeado su vida y sus hechos[3]. Entre los aspectos que analizamos destacan sus orígenes familiares, su parentesco con Francisco Pizarro, su paso por la Universidad, el desguace de los barcos en Veracruz, el asesinato de su primera esposa y la derrota de la confederación mexica.

 

1.-LA BATALLA DE LA PROPAGANDA

La comparativa entre Hernán Cortés y Francisco Pizarro es siempre inevitable, pues ambos conquistaron dos vastas estructuras estatales. Dos personajes que se desenvolvieron en contextos similares pero que tuvieron personalidades muy diferentes. Así, mientras el metellinense fue ante todo un político y un diplomático, el trujillano fue un militar, con todas sus consecuencias.

Ahora bien, el de Medellín se preocupó por crear toda una literatura en torno a su persona, utilizando su oratoria, sus dotes de escritor y rodeándose de biógrafos oficiales de la talla de Francisco López de Gómara o de Francisco Cervantes de Salazar. Creó su propia leyenda pues, como buen político, tuvo una capacidad excepcional para tergiversar los hechos a su antojo, presentando como éxitos sus propios fracasos y culpando de sus males a otros. Hay que recordar que su gran instrumento de propaganda fueron sus propias Cartas de Relación, el primer gran best seller de la historia, pues se vendieron miles de ejemplares y en pocos años se tradujo a varios idiomas. Justo en ese momento comenzó a forjarse su leyenda.

Ésta destacaba la capacidad de Hernán Cortés, convirtiendo a su máximo rival, Francisco Pizarro, en un mero imitador. Desde el mismo siglo XVI se generalizó la idea de que el trujillano lo tuvo presente en todo momento, entre otras cosas por la mayor antigüedad de la obra cortesiana que, desde mediados de los años veinte del siglo XVI, todo el mundo conocía. Es cierto que en el proceso de conquista se observan paralelismos, sin embargo, como ha recordado Matthew Restall, existía una forma de hacer la guerra indiana que comenzó en La Española en 1493 y que se basaba en tres premisas: primero, en el uso de la caballería, arma contra la que sus oponentes tenían pocos recursos defensivos. Segundo, en la guerra psicológica, impresionando a las tropas enemigas con prácticas aterrorizantes. Y tercero, en la captura del jefe local para conseguir el sometimiento del resto de los nativos. Estas estrategias se usaron ya en 1493 con la captura de Caonabo que fue apresado, torturado y ejecutado para someter a su cacicazgo[4]. Esta misma táctica fue empleada por los españoles de forma reiterada hasta el final de la conquista.

Francisco Pizarro no las aprendió de su sobrino sino que las usaba ya en Tierra Firme, bastantes años antes de que el metellinense conquistase la confederación mexica. El problema es que el trujillano jamás se preocupó de forjar su leyenda. Contó con algunos cronistas, como Francisco de Jerez, Miguel de Estete o Pedro Sancho de la Hoz, que hicieron las veces de pajes o secretarios y que fueron algunos de los encargados de redactar los sucesos protagonizados por él. Pero las dotes literarias de estos no son comparables con las del sabio y erudito Francisco López de Gómara o con la pluma directa y siempre aguda del propio metellinense. Podemos concluir en este sentido que éste ganó la batalla de la propaganda, creando el mismo la ficción de ser el arquetipo de conquistador y relegando a su tío a un papel de mero imitador, una idea falsa que sorprendentemente perdura hasta nuestros días[5].

 

2.-SUS ORÍGENES FAMILIARES

De sus orígenes familiares, infancia y juventud en tierras del condado de Medellín conocemos muy poco. Y ello en el género biográfico se suele solventar a base de imaginación. Dalmiro de la Válgoma y, siguiéndole a él, la mayor parte de la historiografía, ensalzaron sus orígenes nobiliarios. Hacía descender a su padre directamente de don Fernando de Monroy y de una tal María Cortés. De este linajudo matrimonio nacieron dos vástagos, Rodrigo de Monroy y Martín Cortés de Monroy, padre del conquistador[6]. Sin embargo, en los últimos tiempos algunos estudios genealógicos han desmentido esta versión, pues, ni Fernando de Monroy estuvo casado con María Cortés, ni tuvo más descendencia que Rodrigo de Monroy[7]. En realidad, como demostré en el libro que sobre el conquistador publiqué en el año 2010, el conquistador de Nueva España tenía orígenes nobiliarios, pero mucho más modestos de los que se le atribuían.

Su familia paterna procedía de tierras del antiguo reino de León, seguramente de Salamanca. Su bisabuelo, el hidalgo Nuño Cortés, fue el último que permaneció en tierras castellanas, siendo su hijo, Martín Cortés el Viejo, el primero en establecerse en el condado de Medellín. Arraigaron en la tierra, llegaron a ser una familia extensísima, con bienes raíces hasta la Edad Contemporánea. Martín Cortés el Viejo, abuelo del conquistador, sirvió con su caballo en la vega de Granada, a las órdenes de los casi legendarios Álvaro de Luna y Pedro Niño. En recompensa por sus servicios, el rey Juan II de Castilla, el tres de julio de 1431, lo armó solemnemente caballero de Espuela Dorada[8]. Tras finalizar su etapa como militar, se asentó definitivamente en tierras de Medellín. Una decisión que no tenía nada de particular, pues Extremadura se repobló básicamente con castellano-leoneses.

 

Cuadro 1

Como otros caballeros, disponía de una casa solariega en la villa matriz, pero pasaba la mayor parte del tiempo en una aldea del entorno, concretamente en Don Benito, donde tenía sus propiedades rústicas. Las tierras las adquirió seguramente en compensación por sus servicios de guerra, siendo normal que los caballeros recibiesen entre cuatro y doce yugadas[10]. Procrearon al menos seis hijos legítimos –cuatro varones y dos mujeres-, además de una hija ilegítima. El padre del conquistador, era el más pequeño de los hijos varones de Martín Cortés El Viejo, nacido en torno a 1449, probablemente en la casa solariega que la familia poseía en el centro de la villa de Medellín, en la calle Feria. En el concejo de la villa condal desempeñó distintos cargos, como regidor y procurador general. Se desposó con Catalina Pizarro Altamirano, una mujer de ascendencia hidalga, cuyo linaje procedía de Trujillo a donde había llegado en el siglo XIII, procedente de Ávila. El matrimonio tuvo un solo hijo varón, el futuro conquistador de México.

La situación económica de la familia era modesta, pues aunque Martín Cortés El Viejo, abuelo del conquistador, tuvo una considerable fortuna, debió repartirla entre su extensa prole. Las rentas de Martín Cortés de Monroy apenas superaban los 30.000 maravedís anuales, incluyendo varios réditos de vacas de hierba, un viñedo, algunas fanegas de trigo y un molino de trigo en el río Ortigas, conocido como de Matarratas. El peculio era suficiente pero, en años de malas cosechas, la escasez y las estrecheces debían hacerse patentes en el hogar familiar.

 

3.-SU PARENTESCO CON FRANCISCO PIZARRO

Siempre se ha dicho que ambos conquistadores eran primos segundos. Así se recoge en las principales biografías tanto de Francisco Pizarro como de Hernán Cortés, así como en infinidad de páginas Web. Sin embargo, como veremos a continuación, esta afirmación tampoco es exacta.

Efectivamente estaban emparentados lejanamente, pues compartían unos rebisabuelos, Hernando Alonso de  Hinojosa y Teresa Martínez Pizarro. Es bien sabido que fue esta última la que antepuso a sus hijos el apellido de los Pizarro al de los Hinojosa. Al parecer, hubo un enfrentamiento con otro linaje en el que resultó muerto el bisabuelo de Francisco Pizarro, Hernando Alonso de Hinojosa, y dado que la familia no vengó su muerte, su esposa decidió que sus hijos, Martín, Gracia y Hernando Alonso –abuelo de los conquistadores del Perú- antepusieran el apellido Pizarro[11]. Por tanto, queda claro que el abuelo del conquistador del Perú fue el primero por línea de varonía en apellidarse Pizarro. Bien es cierto que los Hinojosa también constituían una familia linajuda, cuyos descendientes decían descender nada menos que de un primo del Cid Campeador, llamado Nuño Sancho.

Sin embargo, casi nadie se había percatado que la línea de Hernán Cortés había corrido una generación más que la de Francisco Pizarro. Y ello por un motivo muy simple: el abuelo de Francisco Pizarro, Hernando Alonso Pizarro, había sido el hijo menor y hasta póstumo de Hernando Alonso de Hinojosa, y se llevaba casi veinte años de diferencia con su hermano mayor Martín Pizarro de Hinojosa, bisabuelo materno de Hernán Cortés. En el árbol genealógico se ve con una gran claridad:Ascendencia comparada de Francisco

Cuadro 2

Hasta donde yo conozco el único historiador que había señalado esta confusión había sido José Antonio del Busto Duthurburu[13]. Sin embargo, introdujo otro error al decir que los padres de la progenitora de Hernán Cortés eran Hernán Sánchez Pizarro y María Altamirano y Vivero. Y digo que es un error porque en la probanza de Hernán Cortés para su ingreso en la Orden de Santiago hubo testigos que declararon que conocieron a los abuelos maternos del conquistador que se llamaban Diego Alfón Altamirano y Leonor Sánchez Pizarro, ambos avecindados en Medellín[14]. Francisco Pizarro era primo segundo de Catalina Pizarro Altamirano y, por tanto, Hernán Cortés era su sobrino en tercer grado. Aclarado queda este pequeño error biográfico sobre el parentesco de los dos conquistadores extremeños.

 

4.-SUS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

La historiografía ha sido tajante en ese sentido, llegó a Salamanca en 1499 con catorce años y regresó a Medellín en 1501 con dieciséis, pasando dos años por las aulas de la Universidad de de Salamanca[15]. Como el lector puede imaginar, los datos no cuadran, primero porque era demasiado joven para cursar estudios universitarios y, segundo, porque dos cursos académicos resultaban a todas luces insuficiente para adquirir los sólidos conocimientos jurídicos y latinistas que el metellinense demostró tener. Por muy aplicado que fuese, es imposible que hubiese dominado la gramática, las leyes y el latín en solo dos años. Como veremos a continuación, no debieron ser dos sino entre tres y cuatro los años que estudió junto a su tío político en Salamanca. Teniendo en cuenta que debió nacer hacia 1484, habrá que suponer que llegó a Salamanca en un arco de años comprendido entre 1496 –como propone Hugh Thomas- y 1498. La cuestión no es baladí, pues dado que en 1501 regresó precipitadamente a su Medellín natal, habría estado en la ciudad castellana entre tres y cinco años, aprendiendo junto a su tío político. Obviamente, dada la corta edad que tenía a su llegada, el bagaje educativo que podía traer de su localidad natal eran unas enseñanzas de primeras letras. Pero si prolongamos su estancia en Salamanca durante tres o cuatro años sí que resulta factible que pudiese aprender, como lo hizo, leyes, latín y gramática.

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 Lám. 1. Retrato de Hernán Cortés en el Ayuntamiento de Medellín.

 

Ya estamos en condiciones de abordar otra de las grandes interrogantes: ¿pasó realmente por las aulas de la Universidad? La respuesta no admite duda alguna y es así de rotunda: ¡no! Su paso por esta señera institución no es más que otro de los grandes mitos que han rodeado su vida. Y no se trata sólo de una opinión propia: ya en el siglo XIX Lucas Alamán dudó de sus supuestos estudios universitarios, una idea que retomó Demetrio Ramos en un excelente trabajo publicado hace tres lustros en el que desmontó definitivamente dicho mito. Realmente, ni tenía la edad adecuada para cursar estudios universitarios, ni estudios previos. Como ya hemos dicho, cuando se presentó en Salamanca poseía solo una formación elemental, entre otras cosas porque en su Medellín natal solo existía una infraestructura educativa básica. Y además, conviene señalar que en los archivos de la Universidad de Salamanca, pese a estar muy completos, no aparece ni un solo dato referente a Hernán Cortés, ni jamás la institución aludió en ningún momento al hecho de que éste hubiese estudiado en sus aulas.

Ahora bien, como ya hemos dicho, aunque no cursó estudios superiores, el extremeño aprovechó bien su estancia de tres o cuatro años en la ciudad de sus antepasados paternos. De hecho, aunque nunca obtuvo ningún título universitario, aprendió junto a su tío político, el esposo de Inés Gómez de Paz que a la sazón era jurista.

Otro enigma sin respuesta clara es el porqué de esa marcha tan repentina e inesperada. Todo parece indicar que simplemente carecía de vocación estudiantil, pues su abandono fue voluntario, presentándose en su casa con gran disgusto de sus progenitores. Se dice que Martín Cortés se enojó al verlo porque quería que se hubiese titulado en leyes, buscando siempre un futuro más digno para su hijo que el que le esperaba en su arruinado terruño. Lo cierto es que, tras tres o cuatro años en Salamanca, creyó que había llegado el momento de enfrentarse a la vida y luchar por un destino mejor para él y los suyos. Probablemente le pudo su deseo aventurero de enrolarse en alguna expedición de guerra, bien en Italia a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, o bien, en las Indias Occidentales. Los progenitores se resignaron, sin ocultar su entristecimiento, convencidos de que sería imposible cambiar la terca voluntad de su intrépido hijo. Ya atisbaban el carácter aventurero de su joven vástago, heredado de su abuelo paterno.

 

5.-SU LLEGADA A AMÉRICA

El período comprendido entre su salida de Salamanca en 1501 y su embarque rumbo a la isla Española en 1504 es probablemente el más desconocido de toda su biografía. Apenas disponemos de dos o tres datos sueltos proporcionados por las crónicas que, a veces, incluso, se contradicen entre sí. La historiografía sostiene que pensó primero en ir a Italia a enrolarse en las tropas del ya afamado Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. Varios cronistas de la época, como Cervantes de Salazar, lo ubicaron en Valencia, ciudad desde la que pretendía embarcarse hacia Nápoles, cambiando de opinión a última hora. Siguiendo los pasos de otros metellinenses, marchó a Sevilla con la idea de enrolarse en la flota del nuevo gobernador de las Indias frey Nicolás de Ovando. Es posible que el viaje de regreso lo realizara a través de Granada, pues, por algunas alusiones suyas sabemos que conocía personalmente la ciudad y muy especialmente sus hilaturas de seda.

La armada del nuevo gobernador se aprestó a lo largo de 1501 y en las primeras semanas de 1502, zarpando de Sanlúcar de Barrameda en febrero de este último año. Fue la mayor escuadra enviada hasta entonces al Nuevo Mundo, pues estuvo formada por una treintena de buques y unos 1.200 pasajeros, además de la tripulación, instrumental, animales, material litúrgico, etcétera[16]. Pero, ¿por qué no se embarcó finalmente? Se trata de otra incógnita no resuelta de su biografía. Los cronistas de la época aluden a dos argumentos más o menos compatibles: el primero, un lío de faldas en las semanas previas a su embarque. Al parecer, cortejó a una mujer casada y, en uno de los encuentros, en la quinta donde vivía, se subió a una tapia poco sólida que terminó derrumbándose con gran estruendo. El marido de su amante, un hidalgo viejo que ya sospechaba de sus veleidades, cogió inmediatamente su espada y sin dar tiempo al joven Cortés a huir se abalanzó sobre él. Cuentan los cronistas que si no intervinieran la suegra de aquél y otros vecinos alertados por el ruido, allí mismo lo hubiese asesinado. Al parecer, del golpe sufrió una dolencia que le impidió el embarque. En cambio, el segundo de los argumentos resulta algo más creíble, aunque igual de infundado desde el punto de vista documental; padeció nuevamente fiebres cuartanas, una variedad de malaria, que le obligó a regresar a la casa paterna para recuperarse.  Esta versión resulta más plausible en 1502 que en 1499 cuando regresó de Salamanca. Probablemente, el abandono de los estudios debió ser voluntario, pero desertar de su sueño indiano debió estar motivado, ahora sí, por alguna causa mayor.

Una vez recuperado de su larga enfermedad, a finales de 1502 o en 1503 volvió a salir de su villa natal, esta vez con destino a Valladolid, para ponerse de nuevo bajo el tutelaje de su apreciado tío Francisco Núñez, esposo de Inés Gómez de Paz. Éste se había mudado a la ciudad del Pisuerga con su familia, al ser designado relator del Consejo de Castilla. Con su tío pudo completar su formación humanística y jurídica, llegando a dominar el latín y a conocer los corpus jurídicos tradicionales, especialmente las Siete Partidas. Al parecer, su formación teórica se completó con un trabajo al lado de un escribano.

Afirma el cronista y sobrino político del conquistador, Juan Suárez de Peralta, que de Valladolid volvió directamente a Sevilla donde trabajó junto a un escribano, lo cual le permitió subsistir durante varios meses en la puerta y puerto de las Indias. En 1504 se embarcó rumbo a La Española en la nao de Alonso Quintero pero, por motivos que desconocemos, regresó a la Península a finales de ese mismo año, para reembarcarse dos años después. Y ello lo sabemos porque en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla se conserva la carta de pago del padre del conquistador por el pasaje de su hijo, en la nao San Juan Bautista, fechada el 29 de agosto de 1506[17].

En diciembre de 1506 estaba de nuevo en la isla Española, una fecha muy tardía que explica su escasa promoción social. Vivió -o malvivió- como asistente de la notaría de Azua, cuya titularidad ostentaba Diego Velázquez. El salario debió ser tan escaso como la limitada actividad legal de la villa, completando sus ingresos con una pequeña encomienda en el Dayguao, concedida por el gobernador frey Nicolás de Ovando. No consiguió fortuna, pero sí algo más valioso: una amistad más o menos interesada con el influyente Diego Velázquez. En 1511 viajó a la vecina isla de Cuba como su secretario, adquiriendo en breve plazo un gran prestigio social y una buena posición económica. En esta isla caribeña sí que ostentó el mérito de ser uno de los primeros conquistadores y pobladores, siendo nombrado en 1512 escribano de la capital, Santiago de Baracoa. En los primeros años mantuvo unas magníficas relaciones con el teniente de gobernador Diego Velázquez, gozando de su apoyo y protección. Disfrutó de un buen repartimiento de indios que usó lo mismo en la extracción de oro que en la cría de ganado. Todo ello le reportó una buena posición económica y un gran prestigio social que a la postre le sirvieron para consolidar su liderazgo. Entre 1514 y 1515 se desposó con una de las pocas españolas casaderas de la isla, Catalina Suárez Marcaida, fallecida siete u ocho años después en circunstancias muy extrañas como luego analizaremos.

 

6.-EL EPISODIO DE LOS BARCOS EN VERACRUZ

En cuanto a la quema de naves en Veracruz es otro viejo mito sostenido durante siglos y que sorprendentemente ha sobrevivido hasta el siglo XXI. Según Hugh Thomas, el error partió de Cervantes de Salazar que en un documento leyó quemando en vez de quebrando. El Marqués de Polavieja, ya en el siglo XX, continuó sosteniendo la tesis de la quema, aprovechando el dato para ensalzar su heroísmo, pues, según él, si otros capitanes actuaron así antes, nunca con un ejército tan pequeño. La fabulación de sus hagiógrafos hizo el resto, representando a Cortés con la tea en la mano, quemando sus buques. Pero, sorprende que se haya perpetuado porque ya algunas cronistas de la época y el mismísimo Cortés advirtieron que no las quemó sino que simplemente dio con los barcos al través. De hecho, según relató Andrés de Tapia, los navíos estaban en tan malas condiciones que no eran aptos para navegar por lo que se encallaron en la costa para romperlos porque se excuse el trabajo de sostenerlos[18]. Al parecer, tan sólo preservaron tres navíos, aquellos que a juicio de los pilotos y maestres estaban en mejor estado. En teoría lo hizo para permitir el retorno de los desafectos a su causa. Una inteligente y perspicaz manera de enterarse de quiénes y cuántos eran. Cuando lo supo ajustició a los cabecillas, incorporó al resto y uso los buques para mejores menesteres. Concretamente, el que estaba en mejor estado sirvió para trasladar a España, en 1519,  a sus procuradores Francisco de Montejo y a Hernández Portocarrero, con informes y presentes para el Emperador mientras que, los otros dos, se quedaron aderezados en el puerto de Veracruz para suplir cualquier eventualidad que pudiese surgir.

Ahora, bien, ¿por qué los hundió?, la versión oficial ha sostenido que lo hizo para evitar que sus hombres diesen un paso atrás. Crónicas y documentos insisten en ello[19]. Sin embargo, el objetivo real no era tan heroico; más bien pretendía evitar que algunos aprovecharan la primera ocasión que se les presentase para retornar a Cuba e informar a Velázquez de la defección de su capitán[20]. Pero, obviamente esta explicación no era políticamente correcta por lo que el mismo metellinense se encargó de difundir el falso motivo.

Por tanto, en la misma época de la Conquista tuvieron claro que los buques no los quemaron sino que más bien, dado su lamentable estado, los encallaron para luego desguazarlos, utilizando la jarcia para los bergantines que después construyó para la toma de Tenochtitlan[21]. De paso, se aseguró que se cortaba toda relación entre su expedición y Diego Velázquez[22]. En definitiva, ni ardieron las naves ni se hizo valerosamente para cortar el retroceso. Pero, es más, aunque lo hubiese hecho así, tampoco habría constituido un hecho excepcional, como una parte de la historiografía ha dado a entender. Existen decenas de precedentes, algunos muy lejanos en el tiempo pero otros sorprendentemente cercanos. Sin ir más lejos, en 1508, al llegar la expedición de Diego de Nicuesa a Veragua, rompieron los navíos en la costa, para que los hombres no confiasen en la partida. Y siete años después, es decir en 1515, el tristemente recordado conquistador Gonzalo de Badajoz quemó sus naves en el puerto de Nombre de Dios precisamente con el mismo objetivo, es decir, para evitar que sus hombres huyeran.

 

7.-LA DERROTA DE LA CONFEDERACIÓN MEXICA

¿Quiénes eran estos mexicas o aztecas? formaban una confederación de tres ciudades, Texcoco, Tlatelolco y Tenochtitlan, una especie de imperio que tenía su propio emperador, Moctezuma II. La capital estaba situada en Tenochtitlan, una ciudad fundada en torno al año 1325 en el centro de una gran laguna. Según la mitología mexica, en la elección del sitio medió el dios de la guerra, Huitzilopochtli, quien les indicó que debían hacerlo en el lugar donde encontrasen a un águila sobre un nopal, devorando a una serpiente. Es difícil imaginar en la actualidad lo que debió ser el entorno de la capital, en medio de más de 2.000 Km2 de lagos, incluyendo el central, que era el Texcoco, y los menores, Zumpango, Xaltocan, Xochimilco y Chalco[23]. Había muchos peces, mientras que en las tierras de aluvión circundantes se practicaba una agricultura irrigada muy productiva que permitía los altos índices de población de la zona. La urbe llegó a disponer, en su período más álgido, de una población que debía rondar los 200.000 habitantes, siendo una de las ciudades más pobladas del planeta, comparable con Constantinopla o Nápoles[24]. Para alimentar a una población como esa se requerían al menos 4.000 cargadores diarios que la abasteciesen, lo que implicaba un trasiego constante de personas y amplísimo mercado[25]. Fernández de Oviedo la describió como una ciudad palaciega, edificada en medio del lago, con casas principales, porque todos los vasallos de Moctezuma solían tener residencia en la capital, donde pasaban al menos una parte del año. Era una metrópoli refinada, con baños públicos, con una treintena de palacios que albergaban finas cerámicas y elegantes enseres textiles. El más importante de todos era el de Moctezuma que ocupaba, incluyendo sus jardines, una extensión de dos hectáreas y media. Los propios mexicas se sentían orgullosos de su capital así como de los grandes logros que habían conseguido, especialmente en las décadas inmediatamente anteriores de la llegada de los hispanos. Está claro que la confederación mexica constituía una compleja organización estatal que tenía su emperador, sus gobernantes, sus funcionarios, sus militares, etcétera. No tenía nada que ver con otros grupos seminómadas que los españoles habían conocido hasta entonces en el área antillana y en Tierra Firme.

 

 

Reconstrucción de la ciudad lacustre de Tenochtitlán en 1519, obra del artista mexicano Tomás Filsinger.

 

Lo más difícil de la conquista fue la toma de la capital mexica, debido a su ubicación en medio de una laguna. Unida a tierra firme exclusivamente a través de varias calzadas y puentes, se prestaba bien a una defensa numantina. Parecía una ciudad inexpugnable, algo de lo que además se jactaban los propios mexicas. Cortés sabía que, antes de iniciar su asalto, debía someter a todos los pueblos aliados del entorno. Por ello, se encargo de provocar la defección de todos hacia Tenochtitlan, dejándola totalmente aislada. Logró sendas alianzas de los tlaxcaltecas con cempoaleses y cholutecas, pese a que eran viejos enemigos. Los mexicas fueron traicionados por todos, excepto por Tlatelolco, pues incluso Texcoco, la segunda ciudad más grande de Mesoamérica se había terminado adhiriendo a los españoles. En el fondo, muchos de los pueblos sometidos a los mexicas lo estaban bajo el yugo del temor y con un soterrado descontento que Cortés supo canalizar en su favor. Lo cierto es que, como declaró Pedro de Sepúlveda, tras ese tiempo, no quedó de guerra otra cosa sino la misma ciudad de México[26].

Asimismo, sabedor de las dificultades que la toma de la capital podía entrañar, dictó unas Ordenanzas militares, expedidas en Tlaxcala el 22 de diciembre de 1520, para preparar tácticamente a su hueste. En ellas, el metellinense se mostró convencido de que su inferioridad numérica sólo podía ser suplida mediante una tropa disciplinada. Por ello, estructuró a sus hombres en compañías autónomas, dirigidas por un capitán con capacidad de decisión propia. A su vez, estas compañías se subdividirían en cuadrillas de veinte hombres, al mando de un cabo. Se trata de los celebres escuadrones, formados por pequeños contingentes de hombres bien armados y disciplinados, que tantos éxitos había dado a España en las guerras de Europa[27]. Estas ordenanzas iban encaminadas a estructurar y organizar a su hueste, ante el reto que tenían ante sus ojos que no era otro que la conquista de la gran ciudad de Tenochtitlan.

Para colmo, la viruela se cebó con los sitiados; desde mucho antes de comenzar el asedio, los mexicas ardían en calenturas. De hecho, el valiente y arrojado Cuitláhuac, sucesor de Moctezuma II, pereció en dicha epidemia, quedando de nuevo descabezada la más alta jerarquía de mando. Entre los supervivientes cundió el desánimo, pues, otra vez interpretaron que se trataba de nuevas señales del más allá que vaticinan su final. Como sucesor del tlatoani fallecido se nombró a Cuauhtémoc, un hombre de veinticinco años, señor de Tlatelolco, hijo de Ahuizotl, hermano y antecesor de Moctezuma. Éste, a diferencia de su tío, resultó ser otro valiente guerrero que se negó a entregar Tenochtitlan y que se conjuró con sus hombres para morir en su defensa[28].

Su sacrificio resultó en todo caso inútil porque Cortés ató todos los cabos detenidamente. Para empezar, justificó ante sus hombres y ante el mundo la legalidad de su conquista, alegando el traspaso de soberanía de Moctezuma a Carlos V, cuyo representante en esos momentos era él. De esta forma, presentó ante sus hombres el asedio no como una conquista sino como una reconquista de lo que legítimamente le pertenecía.

Antes del asalto final llegaron algunos refuerzos más, entre ellos, una carabela del capitán Alonso de Ávila, con varias decenas de hombres frescos y bien armados, y unos cuantos caballos[29]. Las huestes constaban con más refuerzos que nunca, casi 850 soldados de a pie, incluidos unos 180 ballesteros, 86 hombres a caballo, así como varias piezas de artillería y unos 7.000 indios amigos, casi todos tlaxcaltecas, y ello sin contar con los que permanecían en Veracruz. Lo planeó todo minuciosamente. Además, tuvo la precaución de enviar cuatro buques a La Española a comprar, caballos, armas y pólvora, con misivas pidiendo el favor de Rodrigo de Figueroa.

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Plano de la ciudad de Tenochtitlan, publicado en Núremberg en 1524.

Asimismo, organizó, aconsejado por Martín López, una pequeña flotilla de doce chalupas –él los llamaba bergantines-, labrados con la jarcia de los buques desguazados en Veracruz que contribuyeron decisivamente al bloqueo. Se ha discutido mucho si la victoria se debió más a los medios terrestres o a los navales, pero el planteamiento no deja de ser bizantino porque el éxito se debió precisamente al asedio simultáneo terrestre y naval. Por supuesto, lo primero que hicieron fue cortar el acueducto de Chapultepec, una importante decisión, pues, redujo la disponibilidad de agua potable de los sitiados[30]. La idea no era novedosa, pues, desde la Antigüedad clásica se usó sistemáticamente en todos los cercos[31]. La respuesta de Cuauhtémoc fue inmediata: ordenó a sus hombres que acudieran con su flota de canoas para romper el bloqueo. Nuevamente, el sacrificio fue infructuoso por dos motivos: primero, por su inexperiencia en batallas navales, pues las canoas sólo las utilizaban para el  transporte. Y segundo, por la desigualdad ofensiva entre canoas y chalupas. Se libró una batalla naval verdaderamente asimétrica. Un solo bergantín podía destrozar en una acometida a más de una decena de canoas. De hecho, Juan Jaramillo, una noche realizó una incursión en la laguna y destruyó doce canoas, entre grandes y chicas, matando a casi todos sus tripulantes.

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Lám. 3. Plano de la ciudad de Tenochtitlan, publicado en Núremberg en 1524.

Cortés lo tenía todo controlado; la ciudad estaba totalmente aislada. Era absolutamente impensable que alguien pudiera acudir en su defensa. A los invasores les hubiese bastado con esperar a la rendición por hambre, sed y desesperación. Sin embargo, no querían treguas. El metellinense se empeñó en tomarla al asalto, causando un enorme sufrimiento, especialmente entre los defensores, y destruyendo la ciudad que tanto admiraba.

La formación de ataque fue la siguiente: Pedro de Alvarado y sus hombres atacarían por la calzada de Tlacopán, Cristóbal de Olid por la de Culiacán y Gonzalo de Sandoval por la de Itzapalapa. Los españoles fueron acompañados de unos 7.000 tlaxcaltecas, comandados por Chichimecatecle, lugarteniente de Xicontencatl El Mozo. Además, no hacía falta motivarlos en el combate, pues, su ardor guerrero se alimentaba de un odio visceral que sentían contra los mexicas desde mucho antes de la aparición de los españoles.

Acechado por los hispanos, a Cuauhtémoc se le ocurrió una brillante idea para salir victorioso. Decidió vestirse con un traje de plumas que le regaló su padre y que representaba a un búho de Quetzal. Decían que era mágico, pues, con sólo verlo, los enemigos huían despavoridos. Obviamente, el milagro no se obró y todos se desmoralizaron cuando vieron que no funcionaba. Y aunque terminaron aprendiendo de sus enemigos el valor de los ataques sorpresa, de las emboscadas y de los asaltos nocturnos, cuando se quisieron dar cuenta ya era demasiado tarde.

La resistencia de Tenochtitlan fue heroica, total, brillante y suicida. Heroica porque en inferioridad de condiciones y con la causa perdida decidieron presentar combate. Total, porque participaron en la defensa niños, mujeres y ancianos, es decir, todo el que tenía capacidad para coger una piedra o cavar un foso. Al principio, las mujeres, los ancianos y los niños fueron meros auxiliares, pero cuando fueron cayendo los hombres se incorporaron como los demás a la primera línea del combate[32]. Brillante, porque los asediados desplegaron todo su ingenio bélico y diplomático. Sembraron las principales calzadas de piedras y obstáculos punzantes para dificultar la movilidad de la caballería. Mientras tanto, nunca cejaron en su intento de convencer a los tlaxcaltecas de que se pasasen de bando. Y suicida porque, traicionados por  todos, incluidos sus tradicionales aliados, fueron conscientes al menos en la fase final de que, pese a la resistencia, el final de su mundo se encontraba próximo.

Probablemente hubo disensiones internas pero Cuauhtémoc consiguió mantener el control y llevar adelante su idea de resistir o morir. Además, Cortés lo tentó en varias ocasiones, mandando emisarios con propuestas de paz. Pero siempre decidió, con el apoyo de sus principales capitanes, morir peleando, antes que capitular. Contaba Bernal Díaz que los sacerdotes le habían prometido que al final ganaría, por lo que decidió que mataría a todo aquel que le demandase la paz. Cuauhtémoc sabía que sin la ayuda externa toda resistencia resultaría inútil pero siempre albergó la esperanza de que, al final, otros pueblos acudirían en su ayuda. De hecho, consiguió romper el cerco en más de una ocasión y enviar a pueblos del entorno cabezas de caballo desolladas, así como pies y manos de algunos soldados españoles sacrificados. Con ello pretendía que se convenciesen de que la victoria era posible, y animarlos de esa forma a adoptar una actitud beligerante. Su tenacidad apenas tiene precedentes históricos, pues, incluso los numantinos, viendo la defensa perdida, enviaron una embajada a Escipión para intentar formalizar la paz.

Hubo también una guerra psicológica, pues, tanto los asediadores como los asediados, se machacaban continuamente. Los mexicas, cuando se enfrentaban a los tlaxcaltecas, les recordaban que a ellos les iba a tocar reconstruir la ciudad, tanto si ganaban unos como si lo hacían los otros. Pero, nada hacia mella en la moral del pueblo tlaxcalteca, conscientes de estar en el bando vencedor y de la posibilidad que tenían de vengarse de los agravios pasados. Y de hecho, buena parte del mérito de la caída de Tenochtitlan la tuvieron estos aliados que fueron los que realmente hicieron efectivo el cerco. Sin esta alianza la caída de Tenochtitlan no hubiera sido posible, al menos en 1521, dados los pocos efectivos de que disponían los españoles.

Pese a la resistencia de los sitiados, todo resultó en vano porque Cortés se había encargado personalmente de dejarlos totalmente aislados. El cerco propiamente dicho duró setenta y cinco días, período en el que los defensores padecieron todo tipo de calamidades, hambre, sed, enfermedades, suciedades, olores nauseabundos de los combatientes muertos, etcétera[33].

 

Al final, Cuauhtémoc, viendo que había llegado el final, sugirió a sus capitanes supervivientes alcanzar un honroso acuerdo de rendición. Pero estos se negaron; incluso, los sacerdotes le prometieron que, si persistía en la defensa, los dioses le darían la victoria. La guerra prosiguió mientras fue posible. Finalmente, viendo todo perdido decidió huir en canoa, junto a su familia y a otros capitanes. Sin embargo, fue rápidamente interceptado y detenido. El joven tlatoani volvió a cometer un error pueril. Prepararon medio centenar de piraguas, con sus capitanes y sus familias, embarcándose él y otros nobles en la más lujosa. De esta forma, los españoles no tuvieron ningún problema en identificarla y detenerlo, sin darle opción alguna a escapar. Viéndose descubierto, decidió identificarse, suplicando que dejasen en libertad a sus mujeres y a sus hijos. Obviamente, no fue escuchado. Era el martes 13 de agosto de 1521, festividad cristiana de San Hipólito. La toma de Tenochtitlan había concluido. Con ella caía finalmente el quinto sol mexica, y nacía una nueva era, la de un imperio en el que pronto el sol nunca se pondría.

Los cabecillas fueron apresados, pero al resto de la población se le permitió abandonar libremente la ciudad. Ello sorprendió a los propios vencidos. Mientras salían del recinto, las mujeres más guapas se ensuciaron la cara con barro para evitar que los españoles se fijaran en ellas y las retuvieran. Querían permanecer con sus hombres en la victoria y en la derrota, en los momentos más álgidos y también en la zozobra más absoluta. Una fidelidad que les honra.

El enfrentamiento había sido totalmente desigual como lo evidencian las bajas. Se estima que en el asedió murieron poco más de medio centenar de hispanos así como varios miles de indios aliados, frente a cerca de 100.000 mexicas. Cifras elocuentes del padecimiento de los asediados. Cuenta la tradición que el agua del lago Texcoco quedó totalmente teñida de grana, con restos de cuerpos mutilados en sus orillas. Igualmente sorprendidos se quedaron los españoles cuando entraron en la ciudad y comprobaron que el hambre padecida por los defensores fue tal que se comieron las raíces y las cortezas de los árboles. Fernández de Oviedo comparó la destrucción de Tenochtitlan con la de Jerusalén, porque el número de muertos más lo tienen por incontable y excesivo al de aquella ciudad judía. Y realmente, el asedio y la defensa de Tenochtitlan puede considerarse como uno de los más dramáticos y luctuosos de la Historia. Comparable, por supuesto, a los no menos famosos de Sagunto, Cartago, Numancia o Berlín.

El destino de Cuauhtémoc fue trágico; Garci Holguín fue el primero que llegó a su canoa y lo apresó, llevándole sin hacerle daño ante su capitán. Contaba Antonio de Solís que le preguntó a Cortés si no acababa con su vida, a lo que éste le respondió, con la solemnidad que le caracterizaba, lo siguiente:

 

No sois mi prisionero, sino prisionero de un príncipe tan poderoso, que no lo hay superior en toda la tierra, y tan benigno que de él podéis esperar no sólo la libertad, sino el imperio, mejorado con el título de la amistad.

 

Puro teatro porque, en realidad, pretendía hacer con Cuauhtémoc lo mismo que había hecho con Moctezuma. Era el tlatoani, el señor al que todavía entonces, incluso después de haber perdido la guerra, muchos naturales obedecían. De esta forma pretendía controlar a los vencidos y, de paso, evitar posibles insurrecciones. Además, esperaba que, antes o después, confesara dónde se encontraba el oro que abandonaron en la huída de la Noche Triste.

Y el tlatoani cumplió con su cometido. De hecho, sabemos que convocaba a sus súbditos por todo el imperio, lo mismo para construir casas que para hacer caminos. Pero su ejecución era cuestión de tiempo porque si algo tenían claro los vencedores era que el emperador de los mexicas no podía sobrevivir. No parece que el trato que le dio Cortés fuese especialmente cordial. De hecho, el doctor Cristóbal de Ojeda declaró que lo curó muchas veces, pues recibió tormento por parte del medellinense, quedándole una cojera permanente[34]. Y el propio verdugo reconoció dicho suplicio aunque, en su descargo, dijo que lo hizo a pedimento del tesorero de Su Majestad, Julián de Alderete. En 1524 se lo llevó consigo en la conocida expedición a Honduras. Allí, en medio de la desazón de una lamentable campaña que nunca debió emprender, estando en la provincia de Acatlán, fue acusado de conspiración. El 25 de febrero de 1525 lo ahorcó, sin el menor miramiento. El infortunado tuvo tiempo, antes de morir, de recordarle a Cortés la injusta muerte que le daba y que Dios había de demandarle. Así perdió la vida el último soberano mexica, el más digno de los tlatoani. Un final heroico y a la vez dramático del señor de Tlatelolco. Algunos justifican su muerte, diciendo que evitaron posibles alzamientos indígenas como los protagonizados en el Perú por Manco Cápac o, mucho después, por Túpac Amaru. Y también es cierto que Cuauhtémoc no era ningún santo sino un guerrero sanguinario, aunque no más que su oponente Hernán Cortés o que su tío Moctezuma II. Pese a todo, todavía hoy causa estupor su ejecución por innecesaria, pues su mundo había ya desaparecido definitivamente.

 

8.-EL ASESINATO DE SU PRIMERA ESPOSA

Se trata de uno de los aspectos más oscuros en su biografía. La postura sostenida tradicionalmente es que Catalina Suárez Marcaida murió en octubre de 1522, en condiciones extrañas, pocos minutos después de haber mantenido una fuerte discusión con su marido[35]. Al parecer, la finada estuvo en una fiesta con su marido hasta más allá de las diez de la noche. En ese momento, según numerosos testigos, los esposos tuvieron una pequeña disputa, ella se sintió ridiculizada en público y se marchó llorando a sus aposentos[36]. Según su camarera personal, la cosa no fue a mayores, pues, verificó que la ayudó a cambiarse y la dejó acostada aparentemente sana y tranquila. Poco más de una hora después, antes de mediar la media noche, estaba muerta. En ese momento, Hernán Cortés avisó a cinco mujeres para que la amortajaran: se trataba de la camarera personal de Catalina, Antonia Hernández, las tres doncellas de la casa, Juana López, Ana Rodríguez, Violante Rodríguez y el ama de llaves de Juan de Burgos, María de Vera. La más afectada fue sin duda su camarera personal, Antonia Hernández, que había vivido con Catalina desde 1514 y que quedó verdaderamente desolada. En cambio, Cortés se mostró extremadamente nervioso, dando puñetazos en las paredes, por lo que debieron llamar a fray Bartolomé de Olmedo para que lo calmara. Esos son a groso modo los hechos ocurridos.

Históricamente ha habido un ardoroso debate entre los que pensaban que la muerte fue natural y los que sostenían la tesis del asesinato. Yo debo reconocer que durante mucho tiempo pensé y hasta publiqué que la acusación debía ser una difamación más de los muchos enemigos del metellinense[37]. Sin embargo, después de leer y releer los testimonios de los testigos presenciales, fundamentalmente los de las mujeres que la amortajaron, debo reconocer que albergo bastantes dudas, por las circunstancias cuanto menos extrañas en las que perdió la vida.

La tesis hispanista fundamentaba la negación del homicidio en el carácter enfermizo de Catalina Suárez. Ellos sostenían que ésta padecía gravemente del corazón y que con frecuencia quedaba gran rato amortecida y fuera de su sentido[38]. Al parecer, la hermana de Catalina también falleció joven, de forma repentina y con los mismos síntomas. Esto, a juicio de los que niegan el homicidio, podría indicar alguna enfermedad congénita de las dos hermanas. Para estos historiadores, las acusaciones de homicidio, fueron promovidas por la primera Audiencia de México con la intención de acabar con el abrumador dominio político del conquistador de México[39].

También argumentan los detractores de la tesis del homicidio que el metellinense mostró públicamente su pesar tras su fallecimiento. Según Salvador de Madariaga, llevó luto prácticamente hasta su boda con doña Juana de Arellano y Zúñiga en 1529[40]. Además, dispuso una conmemoración anual que por su alma debía celebrase en la capilla del hospital de la Concepción. Asimismo, aunque no tuvo hijos con ella, sabemos que de los once vástagos que tuvo, entre legítimos y naturales, nada menos que a tres hijas le puso el nombre de Catalina.

Bueno, aun aceptando la idea de que mantuvo el luto hasta 1529, lo cierto es que la apariencia era algo importante en la sociedad de la época, y además parecía lo más conveniente para defender su inocencia. El hecho de que, posteriormente, pusiera el nombre de Catalina a tres de sus hijas implica posiblemente un acto de recuerdo o de arrepentimiento hacia su difunta esposa. Ahora bien, pese a los argumentos de los detractores de la tesis del homicidio, lo cierto es que la noche en que ocurrieron los hechos, Hernán Cortés mostró algunos comportamientos muy sospechosos, a saber:

Primero, la finada durante la fiesta no mostró el más mínimo síntoma de estar enferma. Más bien, al contrario, se mostró muy alegre y tranquila hasta la disputa con su marido.

Segundo, cuando Hernán Cortés dio la voz de alarma, ya estaba muerta su esposa. No dio ninguna señal de alerta durante el trance. Simplemente envió a su camarero Alonso de Villanueva para que buscase a las mujeres para que preparasen el cadáver.

Tercero, de las declaraciones de estos testigos presenciales se desprende que observaron en el cadáver algunas cosas que les parecieron raras y que levantaron sus sospechas, a saber: tenía moratones en el cuello, estaba toda descabellada como si hubiese opuesto resistencia a alguien[41], se había orinado encima[42] y había cuentas rotas de una gargantilla de color azabache. Por ello, en ese momento murmuraron entre ellas que la había matado Cortés, pero no se atrevieron a decir nada por miedo a sus represalias. Sólo una de ellas, la más atrevida, María de Vera, le preguntó por los cardenales del cuello, a lo que Cortés respondió que se los produjo él al tirarle del collar cuando la vio amortecida. Luego comentó a sus compañeras que el metellinense la había ahogado igual que el Conde Alarcos hizo con su mujer[43]. Todas ellas declararon esas circunstancias, menos la camarera personal de doña Catalina, Juana López, que negó haber visto moratones algunos, ni las cuentas rotas de la gargantilla[44]. A las ocho de la mañana llegaron a ver el cadáver María Hernández y una tal Gallarda y le quitaron la toca que le cubría la cabeza, hallando síntomas de ahogamiento y de resistencia, por los ojos salidos y muy abiertos –dijeron-, así como una gota de sangre encima de la frente y un rasguño en la ceja[45].

Y cuarto, el de Medellín ordenó taparle bien el cuello, meterla en un ataúd y clavar la tapa. Cuando Bartolomé de Olmedo le pidió que mostrara el cuerpo al pueblo para contrarrestar las sospechas que había de asesinato él se negó rotundamente. Tan sólo vieron sus restos mortales, además de Cortés, algunos de sus hombres de confianza y un grupo de mujeres que estuvieron en el entorno de la finada.

Es cierto que, Juan Suárez de Peralta, hermano de Catalina, continuó manteniendo una buena relación con Hernán Cortés. Pero, es más, unas décadas después, los sobrinos de doña Catalina no le reprochaban nada al conquistador, sino más bien al contrario, mostraban una cierta admiración por su célebre tío político. Sin embargo, todo ello son pruebas circunstanciales. Hernán Cortés y sus herederos gozaron de una fortuna considerable y de una gran influencia política. Enfrentarse a ellos era algo que no estaba al alcance de todos. La madre de la finada, María Marcaida, siempre estuvo convencida de que su hija murió asesinada, pero todos le desaconsejaron emprender un juicio contra el hombre más poderoso de Nueva España. En 1529, las cosas habían cambiado considerablemente. El poderoso conquistador había sido desalojado del poder y ahora sí que parecía factible hacerle pagar viejas deudas. Por ello, animada por Juan Suárez de Peralta, hermano de Catalina, se decidió a plantarle cara en dos procesos paralelos, uno en el que lo acusó de homicidio y otro, reclamando para ella y sus herederos el dinero de gananciales que obtuvo mientras estuvo desposado con su difunta hija. Cuesta creer que una madre, emprendiera todas estas acciones legales sólo por capricho o por dinero.

 

9.-RECOMENDADO EN LA CORTE

Los problemas que sufría en México eran crecientes: insubordinaciones de algunos a los que creía leales y enfrentamiento con otros que no habían podido ser recompensados adecuadamente. Además, tenía enfrente a casi todas las autoridades indianas, desde los oidores de Nueva España, al gobernador de Cuba, Gonzalo de Guzmán. En julio de 1526 se había iniciado un penosísimo juicio de residencia contra él, en el que no tardó en comprobar los numerosos enemigos que tenía. No sólo altos cargos de la administración sino también un sinfín de colonos descontentos por no haber podido ascender socialmente todo lo que hubiesen querido. El pesquisidor Luis Ponce de León falleció en circunstancias extrañas después de comer requesón, encargándose de continuar el juicio el anciano Marcos de Aguilar, que también perdió la vida al poco tiempo. Los oficiales reales, encargados de proseguir su juicio de residencia, lo desterraron de la ciudad de México. Lo cierto es que el que ganara la Nueva España se encontró una situación tan difícil, que la única opción que le quedó fue acudir personalmente a la Corte a reclamar sus derechos. Desconocía todavía que detrás de algunos de los recortes en sus privilegios y de algunas usurpaciones de sus posesiones, protagonizados por la audiencia, estaba la propia Corona quien pretendía preservar la Nueva España dentro de los territorios de realengo.

En España, su situación no era mucho mejor; hacía años que estaban llegando cartas de diversas personas, recelosas de su poder, que ponían en entredicho su buen nombre. Incluso circuló el falso rumor de que quería independizar a la Nueva España de la Corona de Castilla.

En 1528 el metellinense interpretó que había llegado el momento de retornar a España para hablar con el Emperador personalmente de los muchos agravios que sufría en Nueva España y de paso solucionar algunas cuestiones familiares. De sus asuntos en España estaba dedicado de lleno su padre Martín Cortés, quien además de pactar las capitulaciones matrimoniales con doña Juana de Arellano y Zúñiga, se encargó, por expreso deseo de su hijo, de solicitar su ingreso en la orden militar de Santiago y también de pedir un título nobiliario, el marquesado del Valle de Oaxaca. Pues bien, el futuro enlace con una noble como doña Juana de Arellano y Zúñiga, hija del conde de Aguilar y éste a su vez cuñado del influyente Duque de Béjar, dio unos excelentes resultados.

En 2010, cuando publiqué su biografía manifesté mi sorpresa por el buen trato recibido en la Corte, pese a que hacía años que estaban llegando cartas y memoriales, criticando su excesivo poder y poniendo en entredicho su buen nombre. Y ello a pesar de que en febrero de 1527 arribó a la Península otro de sus grandes enemigos, Pánfilo de Narváez, quien no tardó en presentar un memorial, quejándose amargamente de él[46].

Pues bien, en una de mis últimas visitas al Archivo General de Simancas localicé una carta de recomendación que el Duque de Béjar envió al Emperador, y que esta fechada en Béjar el 7 de julio de 1529[47]. Parece que las gestiones de un Grande de España, como el Duque de Béjar, pudieron contrarrestar todas estas informaciones. Ello explicaría en parte el buen trato dispensado por el Emperador al conquistador de Nueva España. Además, el aristócrata se permitió suplicar a Carlos V, un tanto osadamente, que le concediese los favores que pedía para que el Marqués del Valle conozca la merced que Vuestra Majestad le hace a mi suplicación. Es decir, que el interesado notase que los honores se le hacían gracias a su intervención. Lo cierto es que el ya Marqués del Valle de Oaxaca regresaría en 1530 a Nueva España con numerosos reconocimientos, en parte gracias a la intervención del Duque de Béjar.

 

10.-VALORACIÓN DE SU FIGURA

La conquista de América se inserta dentro de un proceso expansivo de Occidente iniciado en la antigüedad, con el mundo grecolatino, y culminado con el imperialismo contemporáneo. En realidad, todo ser vivo, y en particular el humano, tiende a expandirse y a colonizar nuevos espacios donde propagar su especie o su genética[48]. De hecho, las propias capitulaciones, la toma de posesión de los territorios y el repartimiento de tierras y solares, tan usuales en la conquista, fueron prácticas similares a las usadas por Roma en su proceso de expansión por el Mediterráneo, mil quinientos años antes.

En cuanto a Hernán Cortés, su figura sigue despertando pasiones encontradas en pleno siglo XXI. Pero lo cierto es que ni fue un caballero andante ni un santo sino ni más ni menos que un conquistador. Una persona con las mismas virtudes y defectos que la mayor parte de las personas de su época. Un conquistador con suerte, pero a fin de cuentas un conquistador, con sus éxitos y sus fracasos, compasivo o cruel, dependiendo de las circunstancias. Fue sumamente implacable con los paganos que no querían aceptar las aguas del bautismo. Es bien sabido que, cuando entró en Culiacán, derribó el templo y, porque un indio principal no quiso ayudar en ello, lo mandó ahorcar y lo ahorcó con los diablos a cuestas. También infringió durísimos escarmientos a los indios rebeldes. Por ejemplo, en 1523 los nativos de Pánuco acometieron a los hombres de Francisco de Garay, matado a varias decenas de ellos. Hernán Cortés mandó a su capitán Gonzalo de Sandoval para que castigase sin cuartel a los responsables. Mató a cientos de ellos, despedazándolos después de tal forma que los demás nativos ya no se atrevían ni a levantar un dedo contra su poder. A veces también sabía actuar con dureza con sus propios hombres si lo creía oportuno. En una ocasión el metellinense vio como uno de sus soldados, robaba dos gallinas a un indio y lo quiso ahorcar, impidiéndoselo Pedro de Alvarado que cortó a tiempo la soga del infortunado.

Pero, para una adecuada valoración de su figura es importante no extraerlo de su contexto histórico. Estaba inmerso en ese cristianismo intransigente que desde finales de la baja Edad Media había llevado al exilio a todos aquellos que no profesaban la religión cristiana. Por otro lado, se trataba de una sociedad intolerante que justificaba y legitimaba el uso de la fuerza para conseguir sus objetivos o imponer sus ideales. Es obvio que la tolerancia o la razón son conceptos anacrónicos en aquella época, caracterizada justo por lo contrario por la intolerancia, la intransigencia y la sinrazón. También formaba parte de una civilización occidental etnocéntrica que se consideraba mejor y, por tanto, con el derecho a ocupar y a civilizar a los pueblos inferiores. ¿Se le puede censurar por ello? Evidentemente no; no se le puede criminalizar por pensar y actuar de una forma que estaba generalizada en la España de su tiempo. Pertenecía a su época y, obviamente, actuó de acuerdo a los principios que la sociedad de su tiempo le exigía.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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APÉNDICE

Carta de recomendación de Hernán Cortés que el Duque de Béjar dirige al Emperador, Béjar, 7 de julio de 1529.

El Marqués del Valle me escribió ahora como había hecho un correo a Vuestra Majestad para le hacer saber lo que habían hecho contra él y contra su hacienda aquellos jueces que Vuestra Majestad envió ahora nuevamente a la Nueva España y también diciéndome que él se partía luego a informar de todo a Vuestra Majestad. Muy poderoso señor, yo tengo muy creído que lo que aquellos jueces han hecho contra el Marqués del Valle, contra su honra o contra su hacienda que vuestra majestad no fue sabedor de ello ni se hizo con voluntad de Vuestra Majestad pues que acá se ha visto muy claro las mercedes y honras y favor y buen tratamiento que Vuestra majestad ha hecho al Marqués del Valle por gratificarle los servicios que a Vuestra Majestad ha hecho y bien se muestra en que ha parecido que se ha tenido Vuestra Majestad de él por bien servido y ha tenido voluntad de le gratificar y hacer merced, más como vuestra Majestad muchas veces por experiencia ha visto hay muchos que pensando que sirven, exceden en algo de lo que debían hacer ni se les manda y otros acaece qe lo hacen por pasiones o por sus intereses propios, a Vuestra Majestad no se le puede decir cosa que no la tenga muy presente, según su excelente juicio y la real condición de Vuestra majestad a la cual suplico que por me hacer a mi señalada merced como otras muchas veces me ha hecho sobre estos mismos negocios Vuestra Majestad quiera conceder lo que sobre esto le suplicare el Marqués del Valle pues ha de suplicar a Vuestra Majestad le mande castigar como a su criado y servidor y pues parece que Vuestra Majestad se dé de él por servido y que es sin cargo, Vuestra Majestad le mande mirar y favorecer como a criado y servidor y cómo parece que Vuestra Majestad lo ha hecho con él hasta ahora. Y que los que se lo han levantado o le han hecho agravio sean tratado como merecen y se debe hacer porque no es razón que a Vuestra Majestad ningunos criados ni servidores suyos le digan sino la verdad pues el mayor servicio que se puede hacer a los príncipes es conservarles los criados y servidores buenos como es razón. Y muy señalada merced recibiré de Vuestra majestad en que con justicia mande favorecer al Marqués del Valle y que si pesquisidor hubiere menester que lo mande dar como él se lo suplicare porque Vuestra Majestad sea bien informado de toda la verdad y el que tuviere la culpa sea castigado y el que hubiere servido sea gratificado como lo suele hacer Vuestra Majestad. Y suplico a Vuestra Majestad que en todo mande proveer como se lo suplico y protesto de manera que el Marqués del Valle conozca la merced que Vuestra Majestad le hace a mi suplicación.

Nuestro Señor la muy real persona y estado de Vuestra Majestad guarde y por muchos tiempos ensalce y prospere con acrecentamiento de muchos más reinos y señoríos. De Béjar a siete de julio de 1529.

(AGS, Estado 17-46)

[1] Miquel Izard, justamente crítico con esta leyenda apologética, la ha calificado de providencial, machista, racista, franquista, españolista y reaccionaria. IZARD, Miquel: “Los indios son allí todavía indios y vagan en la barbarie esperando la Hispanidad”, Boletín Americanista Nº 45. Barcelona, 1995, p. 195.

[2] ESPINO LÓPEZ, Antonio: La conquista de América. Una revisión crítica. Barcelona, R.B.A., 2013, p. 27.

[3] La palabra mito es polisémica pues alude, por un lado al conjunto de creencias y valores religiosos o folclóricos, como la mitología griega, que no son exactamente falsos, y por el otro, a ideas que son falsas y se admiten como ciertas. Nosotros, siguiendo a Matthew Restall, cuando hablamos de los mitos cortesianos nos referimos a esta segunda acepción, simplemente a premisas falsas que comúnmente se aceptan como verídicas. RESTALL, Matthew: Los siete mitos de la conquista española. Barcelona, Paidós, 2004, p. 21.

[4] Ibídem, p. 56.

[5] Ibídem, p. 19.

[6] VÁLGOMA, Dalmiro de la: Linaje y descendencia de Hernán Cortés. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1951.

[7] SANTOS CANALEJO, Elisa Carolina de: “Linajes y señoríos en la alta Extremadura: Monroy y Carvajal”, en Hernán Cortés y su tiempo, T. I. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1987, p. 189.

[8] El documento de concesión de la caballería de espuela dorada y las sucesivas renovaciones de sus herederos está publicado en MIRA CABALLOS, Esteban: Hernán Cortés: el fin de una leyenda. Badajoz, Palacio Barrantes Cervantes, 2010, pp. 484-536.

[9] Ibídem, p. 543.

[10] Según el Diccionario de la R.A.E. la yugada equivalía a 50 fanegas de marco real, es decir, a poco más de 32 hectáreas. Por tanto Martín Cortés El Viejo, abuelo del conquistador, recibió entre 128 y 384 hectáreas.

[11] Esta cuestión fue analizada detalladamente por MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “Francisco Pizarro debió apellidarse Díaz o Hinojosa. Las rencillas familiares trujillanas y el cambio de apellidos en los ascendientes del conquistador del Perú”, Revista de Estudios Extremeños, T. VI Nº 3-4. Badajoz, 1950.

 

[12] Fuente: ROMERO DE TERREROS, Manuel: Hernán Cortés. Sus hijos y nietos caballeros de las Órdenes Militares. México, Antigua librería Robledo de José Porrúa e hijos, 1944, p. 10; BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del: La tierra y la sangre de Francisco Pizarro. Lima, Universidad, 1993, pp. 37-41.

[13] BUSTO: Ob. Cit., pp. 56-57.

[14] ROMERO DE TERREROS: Ob. Cit., p 10.

[15] En esta aseveración coinciden los principales cronistas, como López de Gómara o Cervantes de Salazar, quienes afirman rotundamente que fue enviado con catorce años de edad. Cit. en MADARIAGA, Salvador de: Hernán Cortés, Madrid, Austral, 1986, p. 35.

[16] En un reciente estudio sobre la armada de 1502 se ha descartado totalmente la presencia del metellinense en la misma. MIRA CABALLOS, Esteban: La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando, 1501-1502. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2014, p. 228.

[17] Archivo Histórico Provincial de Sevilla –leg. 2171, fols. 102r-102v. Publicada en THOMAS, Hugh: La Conquista de México. El encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios. Barcelona, Planeta, 2000, p. 694.

[18] El texto de Andrés de Tapia se titula “Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy ilustre señor don Hernando Cortés” y fue editado en Crónicas de la Conquista de México, T. II. México, 1939. Cit. en ESTEVE BARBA, Francisco: Historiografía Indiana. Madrid, Editorial Gredos, 1992, p. 172.

[19] Por ejemplo, Martín Vázquez declaró en 1525 que se desguazaron para mejor poblar y conquistar esta tierra. Probanza de méritos de Martín Vázquez, 1525. AGI, México 203, N. 5. Cronistas como Pedro Mártir de Anglería explicaron igualmente que el principal motivo fue quitar a sus soldados toda esperanza de fuga, idea que se repite de forma parecida en la Real Provisión del 7 de marzo de 1525. En este último documento, en el que se le concedió a Cortés un escudo de armas, se mencionó que lo hizo para impedir el retroceso de las huestes.

[20] Antonio de Herrera, en el siglo XVI, sí que captó perfectamente el motivo real, al escribir que los echo al través por quitar la esperanza a los amigos de Velázquez de volverse a Cuba.

[21] También se ha destacado su visión excepcional a la hora de transportar los bergantines desde Veracruz al lago de Tenochtitlan. Sin embargo, ya advirtió hace varias décadas el historiador Georg Friederici que era una vieja táctica usada frecuentemente por Normandos, bizantinos y turcos. FRIEDERIZI, Georg: El carácter del descubrimiento y de la conquista de América. México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 466.

[22] Pese a que a Todorov le pareció una decisión asombrosa, lo cierto es que para mí fue una decisión lógica, justificada y cabal si quería tener alguna posibilidad de éxito en esa arriesgada rebelión en la que se embarcó. TODOROV, Tzvetan: La conquista de América. El problema del otro. México, Siglo XXI, 1999, p. 62.

[23] ESCALANTE GONZALBO, Pablo: “Los mexicas en vísperas de la conquista española”, Itinerario de Hernán Cortés, Catálogo de la exposición. Madrid, Canal Isabel II, 2015, p. 49.

[24] ROJAS, José Luis: “Tenochtitlan”, Itinerario de Hernán Cortés, Catálogo de la exposición. Madrid, Canal Isabel II, 2015, pp. 61-63. A modo de comparación diremos que la ciudad más populosa de España en esos momentos era Sevilla, que contaban con unos 60.000 habitantes.

[25] Ibídem, p. 63.

[26] Información de Pedro de Sepúlveda, México, 30 de marzo de 1531. Pregunta 9ª. AGI, México 203, N. 14.

[27] En las mismas ordenanzas, vedó que sus hombres entrasen a robar en las casas indígenas o que acopiasen oro mientras durase el combate, so pena de veinte pesos de oro. Además, para evitar la codicia de sus soldados, dispuso que todo el oro que se rescatase le fuese entregado para que, en el momento adecuado, él mismo supervisase el reparto. Asimismo prohibió los juegos de naipes, a los que él mismo era muy aficionado, todo con la intención de evitar distracciones y enfrentamientos entre sus propia tropa. Sus compañeros de juegos solían ser Julián Alderete, Rodrigo Rangel y Pedro de Alvarado. Esta afición por los juegos de naipes la mantuvo toda su vida. Así, el 6 de julio de 1541 ganó una ejecutoria por la que se obligaba a Nuño de Guzmán a devolverle el tercio de los 4.000 pesos de oro que le ganó jugando a los dados y a los naipes. Archivo Ducal de Alba, Carp. 68, Doc. 31.

 

[28] Si Cortés pasa por ser un ardoroso guerrero con amplias dotes diplomáticas, no menos lo fue su contrincante. Cuauhtémoc, tenía el mismo espíritu de lucha y, al igual que aquél, lo sabía compaginar con una buena habilidad diplomática. El joven tlatoani tenía buenas dotes para la oratoria que utilizó en más de una ocasión para enfervorizar a sus hombres y convencerlos de la importancia de su sacrificio. No le faltaba tampoco una gran capacidad diplomática. Tenía claro que no se podía ganarla guerra sin conseguir alianzas. Por ello, se pasó gran parte de la guerra enviando emisarios para obtener alianzas con reyezuelos y caciques de las ciudades vecinas. No lo consiguió porque el predominio mexica se basaba en su antigua superioridad militar, inexistente ya en plena guerra con los extranjeros. Y eso él lo tenía muy claro; significaba el final de su mundo, era una cuestión de tiempo. Pese a ello, no decayó su ardor guerrero, defendiendo la plaza hasta el final. No obstante, cometió un error táctico que precipitó su derrota: no acopió alimentos suficientes como para resistir un largo asedio, quizás porque nunca pensó que pudiera prolongarse tanto tiempo. Al igual que Cortés, tan pronto era indulgente con los suyos como se veía en la obligación de tomar cruentas decisiones. Sus manos, como las de su contrincante, también estaban manchadas con la sangre de las muchas atrocidades que cometió.

[29] Véase la información de Hernando de Salazar, pidiendo mercedes, 1597. AGI, Patronato 70, R. 13.

[30] Y digo que solamente se redujo porque durante el tiempo que estuvo cercada llovió de forma abundante, reduciendo en cierta medida los efectos del corte del suministro de agua potable. Mucho más difícil les resultó conseguir alimentos. MIRALLES, Juan: Hernán Cortés, inventor de México, Barcelona, Tusquets Editores, 2001, p. 319.

[31] Por ejemplo, en el asedio del general romano Escipión Emiliano sobre Numancia lo primero que hizo fue cortar el suministro de agua dulce, una de las claves de su éxito.

[32] Por ejemplo, Cervantes de Salazar afirmó: no menos que ellos, porfiaron las mujeres, queriendo morir con sus maridos y padres, teniendo en poco la muerte, después de haber trabajado en servir los enfermos, curar los heridos, hacer hondas y labrar piedras para tirar. Peleaban como romanas, desde las azoteas, tirando tan recias piedras como sus padres y maridos. CERVANTES DE SALAZAR, Francisco: Crónica de la Nueva España, T. II. Madrid, Atlas, 1971, p. 237.

[33] CORTÉS, Hernán: Cartas de relación (Edición de Mario Hernández). Madrid, Historia 16, 1985, p. 272. A lo largo de la Historia encontramos asedios a ciudades que duraron unas pocas semanas pero otros que duraron más de un año. Por ejemplo el asedio de los francos a San Juan de Acre duró desde junio de 1189 a julio de 1191. O el de Toulouse por Simón Monfort, desde octubre de 1217 a junio de 1218. CONTAMINE, Philippe: La guerra en la Edad Media. Barcelona, Labor, 1984, p. 127.

[34] GUTIÉRREZ-COLOMER, Leonardo: “Médicos y farmacéuticos con Hernán Cortés”, Revista de Indias Nº 31-32. Madrid, 1948, p. 5. Asimismo, se acusó a Cortés de atormentar a otro indio principal, cercano a Cuauhtémoc, por si sabía dónde estaba el tesoro. De resultas del suplicio murió, por supuesto, sin confesar nada. Tan bien lo escondieron que todavía hoy, una parte del tesoro de Moctezuma, sigue reposando en algún recóndito lugar de la antigua ciudad de los lagos.

 [35]Momentos después de la disputa cuentan que apareció muerta con un collar roto y múltiples cardenales en el cuello. MADARIAGA: Ob. Cit., pp. 479-480. Fue enterrada en la iglesia del convento de San Francisco de México. CONWAY, G. R. G.: Potrera voluntad y testamento de Hernando Cortés, Marqués del Valle. México, Editorial Pedro Robledo, 1940, p. 62.

[36] Véase, por ejemplo, la declaración de Isidro Moreno, 1529. MARTÍNEZ, José Luis (Comp.) (1990): Documentos Cortesianos, T. II. México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 87-89.

[37] Véase a MIRA CABALLOS, Esteban: “Aportes a la biografía de Hernán Cortés: su matrimonio con Catalina Suárez”, en Fray Bernardino de Sahagún y su tiempo. León, Universidad, 2000, pp. 321-328.

[38] Pesquisa secreta del juicio de residencia de Hernán Cortés. MARTÍNEZ: Ob. Cit., T. II, p. 299. En esta línea se mostraron historiadores tan solventes como Salvador de Madariaga: su salud no era nada buena. Padecía de asma y es seguro que hallaría difícil aclimatarse a la altura de México después de tantos años al nivel del mar en Santiago de Cuba. MADARIAGA: Ob. Cit., p. 479. En el interrogatorio sobre su muerte, realizado en 1529, varios testigos aludieron a este carácter enfermizo de doña Catalina. Así, por ejemplo, Antonio Velázquez declaró lo siguiente: Que muchas veces vio a la dicha Catalina enferma y así la tenían por mujer enferma y que era delicada y que algunas veces le tomaba un mal que estaba como muerta y que quedaba del dicho mal muy fatigada.

[39] Fernández del Castillo cita una carta dirigida por fray Juan de Zumárraga a Carlos V en la que denunció las injustas acusaciones que se estaban dirigiendo contra Cortés. FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, Francisco: Doña Catalina Xuárez Marcayda. Primera esposa de Hernán Cortés y su familia. México, 1929, (reed. En 1980), pp. 23 y ss.

[40] MADARIAGA: Ob. Cit., p. 480.

[41] Testimonio de Juan de Burgos de lo que, supuestamente, le contó después su ama de llaves María de Vera, México, 29 de enero de 1529. MARTÍNEZ: Ob. Cit., T. II, p. 54.

[42] Véanse, por ejemplo, las declaraciones de Ana y de Violante Rodríguez. Ibídem, T. II, pp. 81-83 y 84-86.

[43] Como destaca José Luis Martínez, la comparación es muy acertada porque los sucesos fueron muy similares. Según un antiguo romance castellano el Conde Alarcos actuó así: “Echóle por la garganta/una toca que tenía,/ apretó con las dos manos/ con las fuerzas que podía;/ no le aflojó la garganta/ mientras que vida tenía./ Cuando ya la vio el Conde/ traspasada y fallecida,/ desnudole los vestidos/ y las ropas que tenía;/ echola encima la cama,/ cubriola como solía;/ desnudóse a su costado,/ obra de un Ave María;/ levantóse dando voces/ a la gente que tenía:/ ¡Socorre, mis escuderos,/ que la Condesa se fina!/ Hallan la Condesa muerta los que a socorrer venían. Ibídem, T. II, p. 85.

[44] Declaración de Juana López, camarera de Catalina Suárez, 1529. Ibídem, T. II, p. 75.

[45] Declaración de María Hernández, 1529. Ibídem, T. II, pp. 94-96.

[46] Sobre todo tachaba de falsas las Cartas de Relación, especialmente la segunda, donde no quedaba él demasiado bien parado. No sólo consiguió que el Emperador prohibiese nuevas impresiones, sino que como, desde 1522, circulaba una edición impresa de la segunda misiva, se quemaron ejemplares en Sevilla, Toledo, Granada y en otras partes.

[47] He revisado las colecciones documentales, especialmente el gran regesto de José Luis Martínez –Documentos cortesianos– y no aparece. Por ser inédita y dado su interés la reproducimos en el apéndice documental.

[48] Véase sobre el particular el sugerente artículo de ALMAGRO-GORBEA, Martín: “El hombre, animal colonizador: Medellín antes de Cortés”, en Itinerario de Hernán Cortés, Catálogo de la exposición. Madrid, Canal Isabel II, 2015, pp. 17-23.

 

May 222016
 

Teodoro Martín Martín.

(Catedrático y A. Correspondiente de la Real Academia de la Historia)

 

Introducción

 

Dentro del proyecto de estudio que llevo a cabo y que pretende catalogar los espacios ajardinados construidos por la nobleza en el oeste de España a lo largo de la Historia se hallan estos dos ejemplos, existentes en esta comarca cacereña. Se trata de los jardines de Pasarón y Jarandilla de la Vera.

En pleno siglo XVI, e imitando a la realeza, en la mayoría de los países europeos el estamento nobiliar decide construir mansiones campestres en las que manifestar su poderío y a la vez concentrarse en épocas de holganza o descanso. Surgen así estos castillos o palacios rurales en los que intentan emular las pautas establecidas por los poderosos y potentes señores italianos de aquel siglo.

Con más o menos éxito tratan de llevar a cabo en sus dominios aquello que estableció Palladio (1508-1580) sobre la arquitectura y su integración en el paisaje. Decía este célebre artista italiano en su libro Architectura: “Aunque es muy conveniente para un caballero tener una casa en la ciudad, donde no podrá dejar de ir alguna vez, ya porque tenga un cargo en el gobierno, o para atender sus asuntos particulares, de todas maneras su mayor rendimiento y placer se lo proporcionará su casa en el campo, donde gozará en ver la tierra aumentando su riqueza o ejercitándose en paseos a pie o a caballo y donde conservará su cuerpo fuerte y sano, y su mente reposará de la fatigas ciudadanas, ya quietamente, aplicándose al estudio, ya contemplando la Naturaleza”.

Con este exordio Andrea di Pietro trataba de justificar la casa de campo ideal que ejemplifica en Villa Rotonda, cerca de Vicenza. Sin pretender tanto la nobleza española, muy sometida a la influencia italiana, tratará de realizar otro tanto en algunas de sus posesiones. Es lo que pretendemos analizar en este trabajo, pero centrándonos sobre todo en los jardines que rodeaban o complementaban estas residencias nobiliares.

 

La Casa de los Manrique de Lara en Pasarón

 

  1. Fuentes consultadas

Lamentablemente no existen documentos manuscritos que nos hablen de la construcción y diseño del jardín que embellecía esta casa. Por ello nos hemos limitado consultar la bibliografía existente sobre la población o sobre la provincia de Cáceres. Merecen destacarse las siguientes obras:

-Sánchez Prieto José Antonio: Estudio de un municipio de la Vera. Pasarón de la Vera 1971.

-Velo y Nieto Gervasio, médico y Correspondiente de la Real Academia de la Historia, escribió para la revista Hidalguía, nº 10, mayo-junio de 1955 un artículo titulado Señores de Pasarón, páginas 361-380. Este complementaba lo que un año antes en 1954 había escrito para el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1-4º Trimestre, con una extensión de 14 páginas. Este último se llamaba El Solar de los Manrique de Lara en la Villa de Pasarón. Una síntesis de ambos la llevó a cabo con la edición en 1956 de su libro “Señores de Pasarón”. Colección Sierra de Gata. Madrid 1956. Consta de 92 páginas. Alguna referencia a nuestro tema plantea este autor en su trabajo “Castillos de Extremadura: Cáceres”, editado en Madrid en 1968.

-Inventario artístico de la Provincia de Cáceres. Ministerio de Cultura. Madrid 1989, tomo I, páginas 370-371.

-El Viaje de España de don Antonio Ponz y el informe que el párroco de Pasarón eleva a don Tomás López para su Interrogatorio no hablan para nada del palacio ni de los jardines que lo contorneaban. Tampoco hallamos datos en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1751.

-Herrero Leandro: El monje del Monasterio de Yuste. Editado por el Apostolado de la Prensa en Madrid en 1923.

-Ximénez de Sandoval Felipe: Romancillo de Pasarón. Diario ABC de Sevilla de 20 de abril de 1958, página 35.

Estas dos últimas obras hablan de los jardines pero de una forma fantaseada, eso sí dejando constancia desde la literatura de la existencia de jardines como complemento del palacio.

-El Catálogo Monumental de la Provincia de Cáceres de don José Ramón Mélida, publicado en Madrid en 1924, no hace referencia ni siquiera al palacio, mucho menos a los jardines que lo embellecían.

-El sistema SIGPAC, vía Internet, nos ha servido para complementar y perfilar datos de dimensiones y configuraciones topográficas del lugar en el que encuentra la edificación. La visita a pie tanto al palacio como a los jardines y huertas colindantes han sido básicas para hacernos una idea de cómo podría haber sido este espacio verde, construido en el siglo XVI. Este método de observación de campo es el que ha terminado de rematar nuestro trabajo.

 

  1. b) El palacio y sus señores

La villa de Pasarón se halla situada al norte de la provincia de Cáceres, dentro de la comarca natural de la Vera. A una altitud de 596 meros, se encuentra enmarcada por la garganta Redonda y el arroyo Godino, que desembocan en el río Tiétar. Su extensión superficial es de 38,45 kilómetros cuadrados.

Desde los tiempos de la Reconquista fue aldea dependiente de Plasencia, perteneciendo a su Comunidad de Villa y Tierra. Pronto, hacia 1331, se formó un señorío con la aldea de Torremenga, que Alfonso XI cedió a un hijo de los Infantes de la Cerda. Tras una serie de cambios de dominio en 1531 don Garci Fernández Manrique de Lara se convierte en Señor de Pasarón. Era a la vez tercer Conde de Osorno y Señor de Galisteo.

Garci Fernández, casado con María de Luna, estuvo al lado del Emperador en su coronación en Bolonia. “Su viaje a Italia contribuyó a que se aficionase por el Renacimiento italiano, tan en boga en aquel tiempo, y al regresar a la patria decidió dar comienzo a la casa palacio de Pasarón, residencia preferida por los descendientes de su hijo Alonso, progenitor de la segunda rama de los Manrique de Lara, que se perpetuó por varonía hasta mediados del siglo XVIII”[1].

El complejo residencial se empezó a construir en 1531. ”Se levanta en un altozano dominando el municipio. También pertenecen al palacio los bancales de regadío que le rodean por su parte posterior, en otro tiempo jardines”[2]. Estaba terminado hacia 1544.

“Está constituido por tres pisos, aunque por la fachada principal parece que solo tiene dos. Esta tiene tres cuerpos, con portada de cantería adintelada en el central. Dicha portada tiene encima el escudo de los señores de Pasarón y remata en una galería abalaustrada, con columnas de orden jónico, también adintelada… A la derecha de la portada existe una curiosa ventana con un antepecho de balaustres y dos columnas en las jambas.

Por encima del tejado se pueden admirar dos monumentales chimeneas, a las que hay que añadir las otras tres de que dispone el palacio. Todas ellas imitan formas fantásticas de castillos y son de de sabor manierista e italianizante.

En el lado sur, por donde el edificio tiene más altura dado el desnivel del terreno, con tres pisos, nos presenta una gran loggia, dividida en cuatro vanos adintelados con pilares cuadrangulares y cajeados, rematados en capitel con zapatas, que son del más puro estilo renacentista. Encima carga el entablamento decorado con cinco medallones de cabezas humanas de relieve…

En el ángulo noroeste del edificio, en la zona que se abre a los jardines, se superponen dos elegantes balcones de esquina, con parecidos capiteles, pilastras y zapatas a los del lado sur. A ellos se añaden unas interesantes gárgolas. También en la parte central de la fachada que da a los jardines hay una loggia de dos pisos…

En el interior, junto a la puerta principal y hacia la izquierda, se observa una noble escalera renacentista…Tiene el edificio grandes sótanos con bóveda de cañón que se destinan a bodegas y a otros servicios de la casa. Hay que destacar el salón llamado de los azulejos, que tiene un buen artesonado de madera, y la capilla, cubierta con una pequeña bóveda de crucería”[3].

Este palacio fue habitado en los meses veraniegos por los condes de Osorno según nos dice el padre Alonso Fernández en su obra sobre el obispado de Plasencia. El hecho de que siempre tuviera vida quizás influyó en su conservación a lo largo del tiempo. “En 1851, el último descendiente del señorío se lo vendió a Simón Sánchez, vecino de Pasarón y arrendatario del palacio y su huerta. Esta venta se plasmó en escritura pública ante el escribano de Plasencia el día 19 de junio del citado año, por la cantidad de 14.666 reales 22 y 2/3 de maravedises. Después pasaría al farmacéutico Tarsicio Lozano y de este a sus descendientes actuales”[4].

Aunque los autores que hemos citado no aluden a ello, se observa en la construcción dos momentos. Uno más antiguo que correspondería a la parte este del palacio frente a la plaza. Contiene elementos pertenecientes a un posible edificio sede de los regentadores del señorío anterior a 1531. Tiene esta parte un cierto estilo goticista final y es de menores dimensiones y contextura que el segundo, correspondiente al lado sur y oeste, de tres pisos, con una imponente loggia ya descrita.

Sin documentación que lo avale y con toda la provisionalidad que es menester en estos casos hallaríamos pues dos construcciones, la primitiva más sencilla y enriquecida con el balcón a la parte oriental, de claro influjo renacentista. En cambio la mayor parte del bloque que se orienta al sur es plenamente renacentista, correspondería al periodo constructivo de 1531-1544. La decoración interior y las chimeneas son posteriores y con cierto gusto manierista.

De la observación del terreno y la disposición general de la mansión nos parece intuir la existencia de una segunda vía de acceso al palacio. Esta se realizaría desde la actual calle de la Magdalena. En la fachada oeste y separando el edificio de la huerta es visible una gran portada con dos grandes pilastras de granito, hoy cegada. Creemos que este podría ser otro itinerario de entrada por el oeste al palacio pasando por el jardín. Entendemos que por la misma se llegaría a la mansión a caballo o en comitiva. Ello justificaría los dos elegantes balcones de la esquina noroeste, que sin este acceso no tendrían mucho sentido.

Agradezco las facilidades y la información que sobre estos temas me proporcionó la familia Lozano, propietaria de la finca hoy día. Sus atenciones y precisiones artísticas, así como detalles que en un principio no percibíamos, son de agradecer para todo investigador digno de tal nombre.

 

  1. La zona ajardinada

Con más o menos extensión todas las fuentes consultadas nos hablan de la existencia de unos jardines y huertas complementando el conjunto. A este respecto Velo y Nieto señala: “A la dicha casa solar de los Manrique de Lara pertenece la fértil tierra de regadío que la rodea por los lados noroeste; y en ella se trazaron, en otros tiempos, jardines caprichosos y se cultivaron flores y arbustos en profusión. A excepción de una pequeña parcela cubierta de emparrados donde aún sus propietarios cuidan flores y plantas olorosas y fragantes, es hoy extenso olivar, que asciende al altozano, y pródiga huerta poblada de frutales que facilita sabrosas y variadas hortalizas”[5].

También Ximénez de Sandoval nos habla de esta casa palacio de estilo renacimiento “rodeada de jardines, hoy desaparecidos”[6].

La literatura en clave de novela histórica o de romance popular también nos habla de estos jardines. La obra de Leandro Herrero alude a ellos en multitud de ocasiones. “El pequeño jardín encerrado, dentro de los pardos muros de la altiva morada señorial, ostentabase ya radiante de belleza, presentando a sus dueños las primicias del florido mes. Las plantas erguían sus tiernas corolas hasta besar las ramas de los árboles y estos parecían inclinar sus brazos amorosamente hasta las plantas para recibir sus inocentes caricias y confundirse con ellas en ósculos de misteriosa ternura.

Junto al albaricoque, cargado ya con el peso de sus frutos dorados, crecía el gallardo cerezo de racimos de carmín, y cerca de ellos mecían sus verdes coronas en las nubes el naranjo y el limonero, saturando los aires de azahar y de ambrosía.

Brillaba el rojo alelí de hojas de terciopelo cerca de la azucena de albas vestiduras y seno de oro; crecía el clavel de pétalos encendidos cerca de la humilde violeta, que ofrece al hombre su perfume escondiéndose de su vista; inclinaba el lirio su flexible tallo sobre el liquido espejo de las fuentes para verse retratado en sus aguas, y el tierno botón de la rosa salía de sus verdes cárceles para recibir orgulloso los homenajes del pensil, completando la atmósfera balsámica del odorífero panorama”[7].

Y más adelante inserta este diálogo:

“Abuelo querido, respondió Magdalena, ¿no os refrescan estas brisas perfumadas?, ¿no os encantan estas dulces flores?… Vamos a sentarnos en aquel cenador rodeado de mirtos y laureles y entoldado de verdes parrales”[8].

Hay una leyenda en Pasarón que nos habla de los amores de Jeromín en 1557 con una hija de los señores de la villa. Se trataría de Magdalena, descendiente de don Alonso Fernández Manrique de Lara, hijo segundo de don Garci Fernández. Esta leyenda no solo sirvió de base argumental a la novela que Leandro Herrero escribió en 1883, también al Romancillo de Pasarón, que Ximénez de Sandoval editó hace algunos años. El mismo se halla inserto en la obra de Sánchez Prieto. En él hay una estrofa que dice:

Estanques de rica pesca,

jardines con lindas flores,

nadando en el agua fresca

de rientes surtidores[9].

La visita que llevamos a cabo al jardín y huerta nos posibilitó la realización de fotos y mediciones sobre la actual estructura de las zonas verdes. De todo ello dedujimos que lo que es la zona llana, donde se ubica la mansión y sus dependencias tendría unos 4.200 metros cuadrados. De ellos 800 corresponderían al edificio, 600 al jardín y la zona de huerta y huerto unos 2.800 metros cuadrados. Hoy en el jardín se pueden contemplar una fuente en el ángulo noroeste, y un gran seto de boj que le separa por el lado norte. Emparrados, dos grandes palmeras y otros arbustos junto al cuidado césped completan lo que actualmente es este espacio ajardinado.

En un ordenado cuartel de forma rectangular ocupando el norte y oeste de la casa palacio podríamos encontrar en el siglo XVI un ejemplo de pensil italianizante. En él hallaríamos un jardín cerrado, con un cenador y emparrado complementario. A su alrededor flores de alelí, azucenas, claveles, violetas, lirios y rosas, además de laureles y arrayanes. También un huerto en el que se cultivasen el albaricoque, el cerezo, el naranjo y el limonero, junto a otros frutos propios de las condiciones edafológicas y climáticas de la región verata. La huerta surtiría de frescas y suculentas hortalizas a sus propietarios. Estanques con sus fuentes y surtidores ayudarían a completar este espacio que sin ser idílico, si era un remanso de paz, donde el sosiego y la meditación fueran posibles[10].

 

El castillo de los Oropesa en Jarandilla

 

  1. Fuentes consultadas

Carentes de documentación manuscrita a cerca del diseño y construcción de los jardines que rodeaban esta residencia hemos utilizado la observación directa, el trabajo de campo y el método comparativo a la hora de llevar a cabo nuestro cometido.

Las fuentes documentales del siglo XVIII, Respuestas Generales del Catastro de Ensenada y el Interrogatorio de don Tomás López, nada nos dicen sobre este castillo residencial. Por ello la bibliografía que citamos, junto a las visitas al lugar, han sido las fuentes más importantes consultadas. De aquellas citamos las siguientes:

-Salvador Andrés Ordax: Monumentos artísticos de Extremadura. Ed. Regional. Mérida 1988.

-Luís Merchán y Valentín Soria: Jarandilla de la Vera. Ed. La Vera. Jaraíz 1996.

-José Ramón Mélida: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Volumen II. Madrid 1924.

-Gervasio Velo y Nieto: Castillos de Extremadura: Cáceres. Madrid 1968.

-Fernanda Castelao: Monografía: Historia del castillo de Jarandilla. Revista del Centro de Estudios Extremeños. Badajoz 1936.

-Federico Ruíz: Vista del palacio castillo del Emperador en Jarandilla. Madrid 1862. Estampa en la sala Goya de la Biblioteca Nacional.

-Francisco Quirós Linares: Las ciudades españolas a mediados del siglo XIX. Planos de Francisco Coello. Ed. Ámbito Valladolid 1991.

-Gabriel Azedo de la Berrueza: Amenidades y florestas de la Vera. Madrid 1891.

-Aquilino Camacho Macías: Gabriel Azedo de la Berrueza. “Alminar” nº 46, Badajoz, junio 1983.

-Alfonso Franco Silva: El condado de Oropesa. “Cuadernos Abulenses” nº 35. Ávila 2006.

 

  1. El castillo y sus castellanos

El señorío de Jarandilla hunde sus raíces en los conflictos entre la nobleza y la monarquía en la Baja Edad Media. En 1366 Enrique II comenzaba su reinado otorgando todo tipo de mercedes a los que apoyaron su ascenso al trono[11]. Fue exactamente el 11 de mayo del citado año cuando el precitado monarca castellano concedió un juro de heredad de 50.000 maravedises, más las villas de Oropesa, Jarandilla y Tornavacas, entre otras, a don García Álvarez de Toledo, primer señor de los mencionados lugares. Le sucedió su hijo Fernando, y fue el sucesor de este, otro García Álvarez de Toledo, el que bajo Enrique III y Juan II utilizó por primera vez el título de Señor de Jarandilla. El IV señor de Jarandilla lo fue don Fernando Álvarez de Toledo y Zúñiga que sirvió fielmente a los Reyes Católicos. El nuevo título de conde de Oropesa se lo concedió a este la reina Isabel en 1475.

Ya en el siglo XVI le sucedió en el título su hijo don Francisco Álvarez de Toledo y Pacheco, segundo conde de Oropesa, que sirvió y bien a Carlos V [12]. La línea sucesoria en el condado y señoríos adyacentes continuó en la figura de don Fernando Álvarez de Toledo y Figueroa, III conde de Oropesa y VI señor de Jarandilla y otras villas. Este fue el que acogió a Carlos V en 1556 alojándole en su castillo durante el tiempo en que se daba remate a las obras del palacio de Yuste. Su escudo expresa en dos campos los símbolos de las cinco hojas de higueras y el jaquelado característico de la casa de los Álvarez de Toledo en Oropesa[13].

Juan Álvarez de Toledo y Monroy (Oropesa 1550-Jarandilla 1619) sucedió a su padre Fernando en 1572. Le correspondieron los títulos de IV conde y VII señor de las villas antes citadas. Se había casado en 1570 con Luisa Pimentel y Enríquez, hija de los duques de Benavente. Por orden de Felipe II le correspondió el traslado de los restos del Emperador de Yuste al Monasterio del Escorial. Nos hallamos pues con una saga nobiliar muy vinculada a la Corona desde los tiempos de los Trastamara y que se reafirma con la nueva dinastía Habbsburgo.

“Separado del pueblo por la carretera de Oropesa, descubrimos la Aliseda, como los jarandillanos denominan la finca y castillo, antigua residencia de los condes, debido sin duda a la gran cantidad de alisios que la pueblan”[14].

Según Luís Merchán y Valentín Soria, la fortaleza se comenzó a levantar a mediados del siglo XV, exactamente el 30 de agosto de 1447 por orden de don Fernando Álvarez de Toledo y para convertirla en su residencia de verano. Estos autores se apoyan en un documento publicado por Domingo Sánchez Loro en sus Historias placentinas inéditas. En esa fecha la ciudad de Plasencia protesta ante el conde por haber comenzado la edificación en tierras de la jurisdicción de la ciudad del Jerte[15].

Se trata de una enorme construcción de planta rectangular y torres cilíndricas en los ángulos. Del 12 de noviembre de 1556 al 3 de febrero del siguiente año aquí estuvo alojado el Emperador Carlos V. “Ocupó una confortable habitación, situada en la parte baja y lado izquierdo del palacio, a partir de la puerta principal, que da a un lado del jardín y disponía de útil y bien emplazado mirador que la permitía admirar la bella lejanía del monasterio”[16].

Esta residencia veraniega tenía tres recintos cuadrangulares concéntricos, fabricados en mampostería y sillería, prevaleciendo la regularidad en su trazado.

“Del recinto exterior solo son visibles escasos restos, constituyéndose a modo de muro de contención en los flancos occidental y meridional, con gran altura dado el desnivel existente.

En el segundo recinto pueden destacarse los lienzos del flanco septentrional, jalonados con cubos cilíndricos. Así mismo se aprecian muros de escasa altura en el oriente y mediodía. En la confluencia de estos destaca una interesante estructura constituida por dos cubos o torrecillas cilíndricas, entre las que se abre la puerta de acceso de este recinto. Se conservan también aquí restos del primitivo foso, el cual se superaba originariamente con un puente levadizo.

El recinto interior es de forma rectangular, organizado en torno a un patio central, flanqueados en todos sus lados por edificaciones adosadas a los lienzos, consta de dos plantas, completándose con torres en los ángulos, cilíndricas al mediodía y prismáticas al norte. La puerta de acceso se abre en el lienzo del mediodía. En el ala septentrional se encuentran los pabellones más nobles, abiertos al patio a través de una atractiva galería, con cuatro arcos escarzanos sobre pilares octogonales en la planta baja y otros tantos arcos carpaneles en la superior, protegida esta última por una balaustrada de tracería gótica”[17].

Como ya dijimos la construcción es de mampostería y sillares de granito, y las torres se coronan con doble hilera de canecillos de cantería y lo mismo la muralla del occidente[18]. F. Castelao en su obra incorpora un croquis del castillo en la página 19. Lo mismo hace Velo y Nieto en la página 283 del trabajo que citamos.

Tras la crisis del Antiguo Régimen el castillo sufrió un largo periodo de abandono y desidia que parecía anunciar su inminente ruina. Fueron providenciales las modificaciones que en 1911 llevaron a cabo los arquitectos Lorite y Cuartero que, aunque en parte algo lo deformaron, apuntalaron su conservación. En 1966, siendo aun propiedad de los duques de Frías, fue restaurado como parador nacional, uso que hoy día sigue teniendo.

A lo largo de los siglos XIX y XX esta fortaleza ha sido objeto no de estudio pero sí de contemplación. Conservamos un plano de Jarandilla, obra de F. Coello y su equipo, a escala 1/20.000. Es de 1849. En la zona junto al castillo se observa una parte ajardinada o al menos cercada y cultivada, tanto por el este como por el norte y el oeste. En la parte delantera, la meridional, hallamos una gran alameda y delante de la misma lo que el documento cartográfico denomina paseo de la Corredera[19].

En una estampa a plumilla, realizada en 1862, se observa el castillo desde el oeste, por el lado del mirador del Emperador. Es palpable la situación de abandono en que se halla, dado el estado de los muros y torreones. Al no existir la actual carretera Alcorcón-Plasencia, que hoy le circunda, todo este frente aparecía lleno de vegetación, sobre todo de grandes árboles y arbustos. También el patín o terraza llamado huerto de los naranjos (hoy olivar con piscina)[20].

El trabajo de Fernanda Castelao de 1936 incorpora varias imágenes del fotógrafo Díez, en las que se ve la fuente gótica que se hallaba en el centro de la plaza de armas, debió de ser del tiempo de la construcción de las dos galerías del norte. En otra  vista desde el norte se observan, delante de las dos grandes torres cuadradas y de los tres cubos redondos del segundo recinto, varios árboles, arbustos y un gran muro que está frente al estanque. Este se divisa parcialmente y se percibe un personaje sobre un puente o rampa de acceso al estanque[21].

El autor de este artículo conserva diez fotografías en blanco y negro que gentilmente le donó Valentín Soria y al que desde aquí manifiesto mi agradecimiento más sincero. Son de antes de la construcción del parador y de cuando se estaba comenzando a acondicionar. Todas ellas reflejan esa situación de abandono y la gran profusión de arbolado que por los cuatro puntos cardinales le contorneaban, produciendo una impresión fantasmagórica y de tiempos recios.

En los años cincuenta del siglo pasado Velo y Nieto se expresaba así: “A día de hoy ha desaparecido casi totalmente su cerca exterior, como así mismo sus preciosos jardines, huertas y otros anejos a la finca, que habían convertido a las tierras circundantes en auténtico vergel[22]. Veamos como era este remanso de paz en tiempos históricos.

 

  1. Un jardín de recreo

Para la descripción de las zonas verdes del castillo de los condes de Oropesa en Jarandilla nada mejor que transcribir lo que nos apunta Azedo de la Berrueza, jarandillano de pro y conocedor del sitio, ya que vivió en el siglo XVII y nos legó una obra básica para interpretar la comarca en aquel tiempo. Nos estamos refiriendo a “Amenidades y Florestas de la Vera”, editada en Madrid en 1667. La misma reza así:

“Está sito este famoso castillo en lo más eminente de la villa, algo apartado, aunque poco distante de ella, pues solo le media, aunque con subida levantada, un espacioso llano que tiene con dos ordenadas carreras de frondosos castaños que le hacen calle y hermosean… Así como se entra en la puerta del principal del castillo de quien vamos tratando, se descubre una hermosa y espaciosa plaza, acompañada de altos y famosos cuartos de casa, con buen pozo que tiene y unos hermosos naranjos que le adornan. Tiene mucha vivienda y famosos terrados, desde donde, por la parte septentrional, se descubre un grande y famoso estanque, con mucha pesca que tiene de anguilas y tencas, que hizo el señor don Juan Álvarez de Toledo”[23].

Sobre esta zona Fernanda Castelao nos dice lo siguiente: “Próximo a los muros del castillo hay un hermoso estanque que sirve de espejo a la airosa silueta del edificio, y a los dueños de él de recreo y expansión, distrayendo sus ocios con la pesca, entonces en boga. Es de forma rectangular, y en el centro tiene un cenador, donde, según la tradición, cenaba el Emperador cuando el tiempo lo permitía, siendo también tradicional que en dicho lugar se celebró un consejo de ministros.

Por si los accidentes naturales fueran pocos a defender el castillo, le rodean frondosos jardines poblados de corpulentos arboles, variados arbustos y delicadas flores, que le envuelven como un manto protector y dificultan su vista a gran distancia. El aroma de sus vergeles perfuma el ambiente y los surtidores y fuentes dan frescura en abundancia”[24].

Pero es Azedo el que se muestra más detallista a la hora de describirnos las zonas ajardinadas del castillo. Dice así: “Tiene el Marqués (?) dentro de su castillo y palacio hermosos jardines y grandiosas huertas con mucha diversidad de arboledas, que llevan regalados frutos. Son los jardines muy entretenidos por los muchos y diversos surtidores que tienen de burlescas aguas y diversidad de cuadros enlazados y entretejidos unos con otros de verdes murtas, olorosos arrayanes, y de otras muchas y diversas flores y odoríferas hierbas que la generosidad de la tierra produce, animadas con las dulces y regaladas aguas de las alabastrinas fuentes que las riegan. En medio de estos jardines está el referido estanque, con su cenador en medio de las aguas, a donde los señores muchas tardes se entretienen surcando las aguas de una parte a otra con su barco, y allí pescan y meriendan.

Sus márgenes por de fuera son cuatro calles que le circundan y todas pobladas y adornadas de muchos frondosos árboles. Allí se topa el oloroso limón, la hermosa cidra, el apetitoso ceotí, las dulces limas y hermosas toronjas. Allí los hermosos claveles, las castas azucenas, las minutisas, los tulipanes, la peonía, el alelí, con otras muchas diversidades de plantas, flores y rosas.

Tiene formados en sus calles, de la murta y arrayanes que hay en ellas, muchos monstruos y animales que, a la primera faz, unos meten horror y otros causan mucha alegría. (Hallamos por primera vez en la Vera una referencia al arte topiario, tan abundante hoy día en los pueblos veratos).

Está una sierpe al arrimo de la testera del dicho estanque, como mirando sus aguas, que ella misma si se mirara tuviera miedo de sí misma si se viera; y a no conocer que era aborto de una rama, cualquiera la temiera: tal es su fingimiento y ferocidad. Está puesta en carrera y a los alcances de un oso que, amedrantado, huye al sagrado de su cueva, y a cualquiera engaña”[25].

Castelao apunta que “gustaba mucho el Emperador pasear por los floridos jardines del castillo, y sobre todo en un huerto llamado de los naranjos, que tiene la puerta junto al puente levadizo y al cual dan sus habitaciones”[26].

Si ello fuera así debemos pensar que al menos parte de los jardines de esta casa existirían antes de 1556. Lo cual no es extraño por cuanto ya otros nobles hispanos, sometidos al gusto y estética italiana, habían construido o estaban a punto de iniciar atractivas zonas ajardinadas que embellecerían sus mansiones campestres. El caso de los duques de Frías en Cadalso de los Vidrios, el de Béjar en su Parque, los Manrique de Lara en Pasarón o los Alba en Abadía confirman esta proposición. Era de buen tono para el estamento nobiliar rodearse de residencias para el boato y el esparcimiento, donde manifestar su poder y holgar en tiempos de ocio. Los citados anteriormente son muestras en modo alguno poco comunes.

Hemos llevado a cabo varias visitas de estudio a los contornos de este castillo, tratando de contractar lo que nos dicen los textos con lo que hoy permanece. Todo ello aplicando algún tipo de método arqueológico sobre lo hoy existente. La adaptación del castillo a parador transformó ostensiblemente algunas zonas de arbolado en el segundo recinto, sobre todo en sus lados este y norte. Menos transformación experimentó por el lado meridional la zona de arboleda y en el oeste el llamado jardín de los naranjos, hoy convertido en un olivar con piscina.

Un gran paseo con dos fuentes modernas de piedra berroqueña separa el castillo del estanque por el lado norte. Este sigue teniendo su cenador y dos pasarelas de acceso. Sus calles siguen pobladas de frutales, olivos preferentemente, también eucaliptos y otros árboles. Como podemos comprobar bastantes transformaciones respecto a lo que sería en el siglo XVI este vergel y bosquejo encantador. El agua provenía de un depósito existente donde hoy se halla la sede de la Universidad de Verano por el lado norte, y muy cerca del llamado camino ganadero o La Manga. El patio de armas también ha sufrido cambios, hay un pequeño estanque de factura moderna y cuatro palmeras, más una arizónica en lugar de los tradicionales naranjos de la Vera.

Hemos calculado por Internet, a través del SIGPAC cuál sería la extensión de toda la zona residencial alrededor del actual parador, incluyendo el estanque y el parque municipal de la Aliseda. Nos da una posible extensión de 3,668 hectáreas, lo que equivaldría a 36.680 metros cuadrados. Si la zona del castillo ocupaba unos 2.224 metros cuadrados, el resto sería espacio ajardinado o bosque, con una extensión de 34.456 m2.Por supuesto estos datos están sometidos a revisión si hallamos documentación más precisa sobre el espacio que tratamos.

A modo de coda

 

Estos dos espacios ajardinados, situados en la comarca de la Vera, nos recuerdan que “primero fue el jardín y el hombre su habitante. Un paraíso donde el ser humano se enfrenta por primera vez con su propio destino”[27]. En la tradición judeocristiana el jardín precisa la imagen del paraíso perdido sin entrar en descripciones, añadidas después por la imaginación poética o la nostalgia.

Hay dos aspectos básicos que normalmente caracterizan a los jardines históricos, y estos de la Vera sin duda lo son: Primero el estar compuestos por elementos naturales, en segundo lugar que estos elementos estén ordenados por el hombre[28].

Otra singularidad hallamos en estas dos casas y es la práctica inexistencia de frontera entre el huerto y el jardín, entre lo útil y lo bello. El establecimiento de espacios productivos es compatible con el disfrute de los sentidos. El jardín es lugar de mucho embeleso, en el que el alma se solaza y se pone a buscar armonías esenciales. Floral ornamento que es lenguaje esencial para el amor y las artes. El huerto es el espacio en el que la naturaleza condescendiente con el ser humano, se hace alimento en frutos de exquisito sabor, botica vegetal para milagrosas medicinas, productoras de pócimas que calman o avivan la pasión.

Posiblemente nuestros dos jardines puedan catalogarse como manieristas. “La primera característica de este tipo de jardines es que son obras de arquitectura. Es como una gran proyección en el suelo de una de las fachadas de la casa. El jardín va a anexionarse a la casa… Un simple aficionado podría trazar un jardín del Renacimiento. Pero para el jardín manierista se necesita un arquitecto, que debe ser también especialista en hidráulica… Lo mismo que la arquitectura el agua es también una característica fundamental de este tipo de jardines”[29].

 

 

 

 

 

 

[1]Velo y Nieto Gervasio: Castillos de Extremadura: Cáceres. Madrid 1968 páginas 252-254. También del mismo autor Señores de Pasarón. Madrid 1956 página 23.

 

[2]Sánchez Prieto José Antonio: Estudio de un municipio de la Vera. Pasarón de la Vera 1971 página 64.

 

[3]Inventario artístico de la provincia de Cáceres. Ministerio de Cultura Madrid 1989, tomo I páginas 370-371. Gervasio Velo y Nieto describe el palacio en su obra Señores de Pasarón, páginas 33 a 37 y 72 a 83.

 

[4]Sánchez Prieto J A.: Ob. cit. página 27. También G. Velo y Nieto: Señores de Pasarón, Madrid 1956.

 

[5]Velo y Nieto G.: Señores de Pasarón, página 34.

 

[6]Ximénez de Sandoval Felipe: Romancillo de Pasarón. ABC de Sevilla, 20 abril 1958, página 35.

 

[7]Herrero Leandro: El monje del Monasterio de Yuste. Apostolado de la Prensa. Madrid 1923, páginas 120 y 121.

 

[8]Herrero Leandro: Ob. Cit. página 128. También hay citas del jardín en las páginas 90 y 127 de esta novela.

 

[9]Sánchez Prieto J. A.: Ob. Cit. El apéndice ocupa las páginas 123 a 126. Esta estrofa se halla en la página 123.

 

[10]Sobre las posibilidades reflexivas de los jardines puede verse mi estudio: “La idea de jardín en la Constancia de Justo Lipsio”. Revista La ciudad de Dios. Volumen CCXXVII número 1. San Lorenzo de El Escorial, enero-abril 2014, páginas 161-178.

 

[11]Rivero Isabel: Compendio de Historia Medieval Española. Istmo, Madrid 1982, página 240.

 

[12]Merchán, Luís y Soria, Valentín: Jarandilla de la Vera. Jaraíz 1996, página 18.

 

[13]Velo y Nieto G.: Castillos de Extremadura: Cáceres. Página 284 y siguientes. También J. Ramón Mélida: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Página 241 y Alfonso Franco Silva: “El condado de Oropesa”. Cuadernos Abulenses, número 35, Ávila 2006, páginas 85-224.

 

[14]Castelao Fernanda: Historia del Castillo de Jarandilla. Revista de Estudios Extremeños Badajoz 1936, páginas 8 y 9.

 

[15]Merchán, Luís y Soria, Valentín: Ob. Cit. Páginas 29 y 30.

 

[16]Velo y Nieto G.: Castillos de Extremadura: Cáceres. Página 294.

 

[17]Andrés Ordax Salvador: Monumentos artísticos de Extremadura. Editora Regional. Mérida 1988, páginas 342 y 343.

 

[18]Mélida J. R.: Ob. Cit. Página 241.

 

[19]Quirós Linares F.: Las ciudades españolas a mediados del siglo XIX. Planos de F. Coello. Ed. Ámbito Valladolid 1991. Página 203.

 

[20]Ruíz Federico: Vista del castillo del Emperador Carlos V en Jarandilla. Madrid 1862. Estampa en la sala Goya de la Biblioteca Nacional de Madrid.

 

[21]Castelao F.: Ob. Cit. Varias páginas.

 

[22]Velo y Nieto G.: Castillos de Extremadura: Cáceres. Página 292.

 

[23]Azedo de la Berrueza Gabriel: Amenidades y florestas de la Vera. Madrid 1891. Páginas 91 y 92. Es posible que el estanque se hiciera imitando el que frente a su palacio tenía Carlos V e Yuste. Véase mi obra: Fray Marcos de Cardona jardinero de Carlos V y Felipe II en Yuste y el Escorial. Cocheras del Rey San Lorenzo del Escorial 2009.

 

[24]Castelao F.: Ob. Cit. Página 10.

 

[25]Azedo de la Berrueza G.: Ob. Cit. Páginas 93 y 94.

 

[26]Castelao F.: Ob. Cit. Página 13.

 

[27]López Barxas Francisco: “Lisboa, ciudad de jardines escondidos”. Revista Album, número 40. Madrid 1994, página 52.

 

[28]Fundación Casas Singulares: Jardines históricos privados. Actas de las jornadas celebradas en Madrid en el año 2000. Madrid 2002, página 15.

 

[29]Tablate Miquis Jesús: “El jardín manierista”. Revista Album, número 34. Madrid 1993, página 56.

 

May 072016
 

Pablo Iglesias Aunión

 

Introducción General: Planteamiento Metodológico del Estudio

 

“Quizás, ningún fenómeno histórico haya sido concienzudamente ignorado por los historiadores como la muchedumbre. Pocos negarían que la muchedumbre ha desempeñado –con diversos disfraces- un papel significativo en la Historia. Sin embargo, durante muchos años ha sido considerada como un tema apto para ser estudiado más por la psicología o la sociología, que por los historiadores.” [1]

 

En el año 1998 presentaba en estos mismos Coloquios Históricos de Extremadura una comunicación que me permitió conocer desde su temática el rico y complejo mundo de las cofradías[2]. Ahora, ahondando y profundizando más en este fenómeno pero de manera especial en las llamadas Cofradía de Penitencia, quiero acercarme al conocimiento de lo que sin duda es uno de los comportamientos más interesantes desde el punto de vista de la investigación histórica para Extremadura  y que siempre desde un principio nos obliga a adentrarnos en el mundo de las llamada Historia de las Mentalidades pues como asociaciones públicas de la Iglesia que son las cofradías, éstas son auténticos amplios focos de religiosidad y piedad popular, lo que endurece[3] aún más su estudio.

Ya en aquel momento pude exponer una fundamentación temática quedaba más que de justificada metodológica e historiográficamente, pero sobre todo esa justificación nos llegada de la aportación que realizan a la investigación histórica las propias cofradías desde el mismo momento de su fundación que en Extremadura las tenemos en el siglo XVI e incluso en el último tercio del siglo XV productoras de series documentales como son los libros reglas y ordenanzas, libros de fundación, libros de asiento de hermanos, mayordomía y libros de fábrica y contaduría, etc.

Un elemento más hemos de añadir ahora a aquel estudio y que sin duda es el gran aporte novedoso y original en estos Coloquios del 2015, un elemento que sirve de condimento metodológico y este es nada más u nada mennos que el llamado fenómeno de la pública penitencia o disciplina que de por sí se eleva el mismo  y desde una identidad muy propia, en un aspecto ricamente complejo[4] dentro de las formas religiosas que han acompañado de manera tan especial a España y obviamente a Extremadura a lo largo de los siglos de la Edad Moderna. Un fenómeno que tuvo una considerable y problemática prolongación en el siglo XIX a pesar de sus prohibiciones (actualmente todavía existen estas formas de expresión como todos podemos recordar).

El papel que juegan las Cofradías en el ritual de actos públicos y festivos y de manera especial en el llamado mundo de las cofradías de penitencia, pasión o sangre (que más adelante determinaremos en relación a su adecuada tipología), nos deben siempre conducir a la definición de lo que entendemos por cofradías de pasión que también son conocidas como cofradía de sangre o disciplina pública y que abordaremos en nuestros primeros capítulos.

Finalmente dos aspectos para comprender el por qué de este estudio. El primero el referido al espacio-temporal en el que nos situamos. El tiempo de la Modernidad porque los siglos XVI, XVII y XVIII son indudablemente siglos de esplendor para las cofradías en Extremadura y para el propio fenómeno de la pública penitencia. Tenemos ya constancia de que las hay que hacen su aparición histórica a finales del siglo XV o a lo largo del XVI para enfrentarse a una serie de circunstancias peculiares y propias en cuanto a normativas de prohibición y control tanto desde el Estado como desde la Iglesia en el siglo XVIII (que no supone ni mucho menos su desaparición).

El segundo elemento a tener en cuenta, el geográfico. Una demarcación territorial que en esos siglos nos centra en la llamada Diócesis Cuariense (actual Diócesis Coria-Cáceres) pero que como podremos observar a lo largo del estudio nos permite hacer muchas incursiones en la Diócesis Pacense de la Edad Moderna (hoy Archidiócesis de Mérida-Badajoz).

En definitiva, se trata de un estudio concreto del comportamiento complejo del hombre extremeño en torno a toda una serie de ritos, expresiones de fe, religiosidad y excesos comprendidos, unas veces amados y otros señalados como deleznables por quienes ante lo habían asumido: el pueblo, el Estado y la Iglesia.

 

P.1. Las Cofradías de “Sangre”. Los Orígenes de la Penitencia Pública. La Diócesis Cuariense

 

1.1. Tipología Cofrade desde la religiosidad popular: Gloria y Penitencia

 

El fenómeno de las Cofradías en la historia y muy especialmente en la Historia de la Iglesia de Extremadura sirve de claro vehículo de expresión de lo que llamamos la religiosidad y piedad popular[5] que a su vez nos introduce en el apasionante terreno de la Historia de las Mentalidades extremeña como ya he señalado.

Una religiosidad popular que es sobre todo y por encima de todo, expresión del pueblo, un pueblo poco formado en cuestiones teológicas (nada formado podríamos afirmar sin equivocarnos), pero de un alto nivel en prácticas religiosas especialmente las llamadas prácticas piadosas. A lo largo de los siglos estas expresiones populares-religiosas han chocado –y lo siguen haciendo- con la jerarquía eclesiástica interesada (o no, es una cuestión de profundo debate historiográfico y teológico) en formar a ese pueblo que se asocia, se organiza, se estructura en torno a la devoción de un personaje vinculado a la bella imagen de un Dios que entra en sus vidas, que forma parte de su quehacer cotidiano incluso de un pueblo que lo venera con mucho amor, nada más y nada menos que a través y en la persona de Jesucristo y para el caso concreto que nos ocupa, directamente vinculado e identificado este pueblo extremeño con la Pasión, Muerte y su Resurrección.

Asociacionismo con orígenes medievales-gremiales en mucho de sus casos o vinculados a determinados aspectos en los que ahora no podemos entrar aquí por obvias cuestiones de espacio, pero que han sido ampliamente estudiados para nuestra geografía[6] y que suponen una de las más tipificadas variedades dentro del asociacionismo público y eclesial y que para el caso concreto de las cofradías de penitencia, es mejor denominarlas de sangre en cuanto a las que se citan y recogen en este estudio, pues podemos encontrarnos con cofradías que siendo de pública penitencia no contengan en regla o normativa la expresa realización del rito de la flagelación.

De esta manera sabemos que las cofradías pueden generalmente ser divididas en dos grandes bloques: gloria y de penitencia. Ambas están amparadas por el mismo marco jurídico eclesiástico es decir son “asociaciones de hombres y mujeres, hombres y su familia, pertenecientes o no a una misma corporación, profesión, gremio o estamento socio-económico. Abierta o cerrada numéricamente, que se une por y para diferentes fines o causas, especialmente piadosas y benéficas, aunque también profesionales, sociales, recreativos, políticos, etc. Bajo la advocación de un santo, marianas, cristológicas, sacramentales o penitenciales, u otra persona de la Trinidad, patrón o protector. Con una organización más o menos amplia, no necesariamente con estatutos, con o sin aprobación episcopal.”

Pues bien, ante esta realidad que creo queda perfectamente definida, una cofradía de penitencia conlleva que en sus normativas asuma y acepte la llamada pública penitencia es decir, el autocastigo que por lo general consistía en la denominada “autofleglación” y de ahí que reciban el nombre coloquial de “cofradías de sangre.”

Aparecen igualmente estrechamente vinculadas al espacio y tiempo litúrgico de la Semana Santa puesto que el mencionado acto de penitencia es una clara imitación de los tormentos y sufrimientos de Cristo en su pasión y muerte. Insistimos en la idea de que no todas las cofradías de pasión, es decir que están advocadas en torno a una momento de esa pasión y muerte de Cristo, tengan que recoger entre sus actos el castigo corporal puesto que existen cofradías de tal naturaleza que en sus estatutos u ordenanzas no recogen estas actividades.

Las cofradías de penitencia que para el caso extremeño en la diócesis cauriense he podido estudiar, tiene normalmente como titular a Cristo o en su defecto son de alguna advocación mariana que representa el sentir de dolor de la Madre en su acompañamiento a la persona de Cristo. Incluso pueden ser cofradías que adolezcan de imágenes. Predominan además (lo analizamos más adelante), las llamadas cofradías de la Vera-Cruz o Santa Cruz de manera que la Diócesis de Coria nos presenta en los siglos de la Modernidad la posibilidad de estudiar este fenómeno a partir del siguiente esquema metodológico de estudio:

 

  • Origen y sentido de las cofradías de penitencia. El tema del franciscanismo. Aplicación al caso extremeño.
  • Tipología de las cofradías de penitencia: el fenómeno de la penitencia pública. La flagelación.
  • Rasgos y características de las cofradías de penitencia en la diócesis cauriense.
  • Situación espacial y valoración.

 

1.2. Origen y función de las cofradías de penitencia como génesis de la disciplina pública: realidad geográfica de la Diócesis.

 

En los orígenes mismos de las cofradías de penitencia en la diócesis cauriense, el interés de la propia Iglesia es el mismo que para cualquier otra cofradía. En este caso les interesa una formación y una relación del pueblo ante el importante momento de la vida de Cristo frente a su pasión y muerte. Pero a diferencia de las llamadas cofradías de gloria, éstas tendrán que enfrentarse a una fuerte oposición en el siglo XVIII tanto desde la misma Iglesia como del Estado que empieza a no ver con buenos ojos lo que ya se consideraba como irracional expresión. No estamos refiriendo a la penitencia pública.

Estas cofradías de penitencia en Extremadura, tuvieron una importancia extraordinaria ya que, si bien se dan en menor número en cuanto a los tipos y advocaciones con respecto a las de gloria y a las sacramentales, su presencia en los pueblos de la diócesis es también considerable. Frente a los cincuenta y nueve pueblos de las cofradías de gloria-sacramentales, las de penitencia lo hacen en cincuenta y tres, teniendo en cuenta que su número es inferior (sesenta y dos cofradías), lo que nos demuestra que aparecen en la práctica totalidad de la diócesis cauriense en las que se hacen presentes este tipo de asociacionismo religioso, siendo más normal que, en aquellos lugares donde tan sólo aparece una cofradía, lo sea de penitencia.

¿Dónde está el origen de estas cofradías? Es importante realizar este análisis para que posteriormente se pueda descender al caso extremeño. Si dentro del fenómeno de la religiosidad y piedad popular el fenómeno de lo social hay que tenerlo en cuenta, en este tipo de manifestación cofrade hemos de hacerlo mucho más. Elementos sociológicos que sobrepasan cualquier época y que se convierten en una de las constantes en el momento estudiado. De la misma forma hay que tener en cuenta el modo de ser de cada pueblo, de cada región o de cada comunidad. Desde ambos terrenos, se originará un tipo de cofradía penitencial, por cuanto a lo que se refiere a esta diócesis extremeña no va a salirse de los parámetros generales que la investigación histórica ha dado para el resto del territorio peninsular.

Predominan las cofradías bajo la advocación de la Vera-Cruz y en segundo lugar, las denominadas cristológicas con representación de los distintos momentos de la pasión y muerte de Cristo. Pero gozaba de la peculiaridad, de que aún estando en el marco de lo “español” tienen su modo de ser extremeño es decir, predominio absoluto de las cofradías veracrucenses y por tal del fenómeno de la disciplina pública que se define como sacrificio físico imitador (veremos cuál y qué se toma como modelo) movido en este caso por un elemento de fe.

Estas cofradías tienen un origen para el territorio peninsular estrechamente vinculado con la presencia franciscana. Obviamente no voy a proceder a un detenido estudio del fenómeno franciscano pero sí será conveniente introducirse brevemente en él. En Extremadura y en el caso cauriense la acción del franciscanismo significa dentro del tema de la religiosidad popular, la aceptación por parte del pueblo, enormemente piadoso en la época Moderna, de un régimen ascético impuesto por la Iglesia a los públicos pecadores penitentes y reconciliados.

El hombre sencillo, el hombre del pueblo que es el gran protagonista de las cofradías, no entiende de grandes liturgias ni de grandes corrientes literarias en torno al misticismo pero si de aquellas formas de “idea religiosa” que le lleven a la reconciliación con su fe, admitiendo la imagen de hombre pecador que se “limpiará” por medio de la pública penitencia (introducido en España en la Edad Media por la regla franciscana). Cambia el “vestido mundano” por el “hábito religioso”: “Que cada hermano tenga una camisa como alba hasta los pies, que tenga su capilla, para que vayan cubiertos y que no se les conozcan, abierta por detrás, para la disciplina del Jueves de la Cena (Jueves Santo), con su disciplina. Y que los cofrades de la dicha, vayan de cuerpo y los pies descalzos, alumbrando a los disciplinantes. Y las mujeres cofradas vayan son sus velas a libra de cera.”[7]

Muchas ordenanzas de las cofradías de la Vera-Cruz, recogen y regulan la denominada “camisa del penitente como si fuera un alba” (no he encontrado ningún caso, en el que las ordenanzas de las cofradías de gloria se preocuparan por el hábito del hermano). Es sin duda una clara inclinación de preferencias. El hombre extremeño de la diócesis cauriense, acepta y participa al amparo de la colectividad de toda una serie de actividades público-religiosas.

Atendemos al siguiente modelo tipológico para las cofradías en la diócesis de Coria en función al pueblo, advocación y año de fundación o aparición: Acehúche, Vera-Cruz año 1715; Ahigal, Vera-Cruz año 1659 y Cristo de los Remedios para el año 1756; Arco, Vera-Cruz, año 1660; Alcántara, Vera-Cruz año 1754 ; Alcuéscar, Vera-Cruz año1564; Aldea del Cano, Aldeanueva del Cano, Vera-Cruz año 1564; Aliseda, Vera-Cruz año1732;  Aldeheula del Jerte, Vera-Cruz año1810;  Almoharín, Vera-Cruz año1686; Arroyomolino de Montánchez, Vera-Cruz año 1867; Benquerencia, Cristo Resucitado año 1791 y Vera-Cruz año 1640; Botija, Vera-Cruz año 1704; Brozas, Misericordia año 1706, Vera-Cruz año 1791 y Virgen de los Dolores, 1785; Cachorilla, Stmo. Cristo de los Dolores, año 1791 y Vera-Cruz año 1674; Calzadilla, Vera-Cruz año 1791 y Cristo de la Misericordia año 1791; Carcaboso, Vera-Cruz año 1732; Cáceres, Stmo. Cristo año 1547 y Ntra. Sra. De la Misericordia año 1464; Corbajo, Vera-Cruz año 1791; Casar de Cáceres, Vera-Cruz año 1611; Casas de Don Antonio, Stmo. Cristo año 1736 y Vera-Cruz año 1650; Ceclavín, Vera-Cruz año 1791; Descargamaría, Vera-Cruz año 1682; Galisteo, Vera-Cruz año 1821; Garrovillas, Dolores y Gozo año 1798; Gata, Vera-Cruz año 1672; Granadillas Stmo. Cristo año 1736 y Vera-Cruz año 1678; Guijo de Coria, Ntra. Sra. de la Soledad año 1755, Vera-Cruz  año 1598; Guijo de Galisteo, Vera-Cruz año 1598; Herreruela de Alcántara, Vera-Cruz año 1741 Herreruela, Vera-Cruz año 1650; (Ladrillar, Vera-Cruz año 1919); Malpartida de Cáceres, Vera-Cruz año 1631; Membrío, Vera-Cruz año 1623; Mestas, Stmo. Cristo de la Agonía año 1887; Montánchez, Vera-Cruz año 1666; Moraleja, Vera-Cruz año 1685; Portaje, Vera-Cruz año 1685; Portezuelo de Zarzón, Vera-Cruz año 1683; Riolobos, Vera-Cruz año 1844; Salvatierra de Santiago, Jesús Nazareno año 1701 y Vera-Cruz año 1605; Santiago del Campo, Ntra. Sra. De la Soledad año1743; Sierra de Fuentes, Vera-Cruz año 1574; Torre de Don Miguel, Vera-Cruz año 1845; Torres de Sta. María, Vera-Cruz año 1625; Torrecillas de los Ángeles, Vera-Cruz año 1747; Torrejoncillos, Vera-Cruz año 1665; Villar del Rey, Vera-Cruz año 1714;Villanueva de la Sierra, Vera-Cruz año 11753; y Zarza de Granadilla, Cristo de la Misericordia año 1750, Vera-Cruz año 1680.

De esta realidad geográfica conocemos localidades con cofradías de penitencia 52 pueblos; sin cofradías de penitencia 11 pueblos; sin ninguna cofradía: 17 pueblos. La realidad de esta diócesis del territorio extremeño nos habla de sesenta y dos cofradías de penitencias. De ellas una, nace en el siglo XV, basándonos en el libro de reglas de la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia de Cáceres;  cuatro nacen en el siglo XVI; veintidós en el siglo XVII y, veintiséis en el XVIII, con anterioridad en esta centuria a los Reales Decreto. El resto (concretamente mueve cofradías) nacerán en el siglo XIX y posteriores. La comprensión del fenómeno penitencial se observa con más claridad, representándolo en un gráfico comparativo donde aparecen también, las cofradías de gloria y las sacramentales desde su nacimiento a través de los siglos de la modernidad:

Los movimientos alcistas se corresponden por igual a los siglos XVI y XVII, que para el caso de las otras cofradías ya analizadas, especialmente esta última centuria. La presencia de Trento es el más claro exponente de esta alza. De la misma forma que afirmaba para las cofradías de gloria y sacramentales, que el concilio tridentino no podía ser la única causa de esta explosión de las cofradías, en el caso de las penitenciales hay que afirmar lo mismo. Una vez más, Trento es sin duda nuestro punto de referencia pero, el hombre extremeño de la diócesis cauriense entendió determinados problemas relacionados con su forma de expresar el sentimiento religioso a través de estas cofradías penitenciales por motivos y causas que merecen una atención especial. Insistir en la idea de que las cofradías de penitencia tendrán especialmente su momento de alza, desde inicios del siglo XVII hasta las dos últimas décadas del siglo XVIII. A partir de los Reales Decretos, durante esta centuria, en poco más de veinte años, tan sólo hay constancia del nacimiento de cuatro cofradías de penitencia y a partir de aquí, hasta la entrada del siglo XX sólo nueve cofradías de penitencia.

Primeramente tendríamos que analizar el por qué la centuria del siglo XVII es terreno abonado para el nacimiento de tantas cofradías penitenciales, con una clara proyección hacia el siglo XVIII ( tiene como límite el año 1785), variables que difieren en su evolución ligeramente, de las cofradías de gloria y sacramentales.

Desde dos grandes elementos nos ayudan a la hora de dar una explicación del desarrollo extremeño de las cofradías penitenciales. El primero de ello es efectivamente Trento, con la promoción del culto a Cristo en su pasión, fenómeno que tiene incluso sus raíces en los momentos finales de la Edad Media. El segundo de ellos, el propio sentimiento religioso que desarrolla a lo largo del siglo XVII que hará que entendamos el propio fenómeno de la disciplina en una actitud del hombre ante la muerte y la comprensión de la vida ante un sentimiento de ahogo y culpabilidad que le hace huir por medio de estos actos públicos y que presenta una mayor resistencia mental al cambio, por lo que se prolonga a lo largo del siglo XVIII.

Sobre el primero de los aspectos, la presencia del fenómeno de culto a Cristo desde su pasión, no podemos afirmar que nazca con el Concilio de Trento si bien tendrá un gran empuje desde él. El nacimiento de la devoción por Cristo lo tenemos en la Baja Edad Media, incluso hay importantes estudios realizados que nos remontan a los mismos Padres de la Iglesia como pudieran ser San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo o San Gregorio Magno. Incluso, muchos de los temas que mueven a estas advocaciones nacen de la propia mística cisterciense.

Lo que no deja de resultar interesante es que en todo este proceso se fue dando un enriquecimiento con el aporte del mencionado tema del franciscanismo, el cual difundió ciertas formas de piedad que arrancan ya a finales del siglo XIII invadiendo los dos siglos siguientes y convirtiéndose en un elemento ya esencial en el XVI. Con la llegada de la cultura barroca toma una fuerza especial encontrando como veremos, un campo abonado para que el hombre extremeño exprese estas formas de piedad y en definitiva, de religiosidad popular.

El inicio a mediados del siglo XVI del Concilio de Trento reforzó todo aquello que tenía que ver con la pasión y muerte de Cristo impactando sobre el pueblo una serie de ideas, que le llevan a la realización de un conjunto de actividades que están plasmadas en las cofradías caurienses y claramente tipificadas en sus ordenanzas.

Dentro de esos rasgos generales, las cofradías de disciplina de la Diócesis tienen como denominador común todas ellas la celebración de sus actos más importantes en la Semana Santa, tiempo litúrgico tras la Cuaresma que la Iglesia dedica a recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Insisto en la idea de que no interesa aquí la Semana Santa como tal, sino comprender que es el momento donde estas cofradías se expresan abiertamente y mejor se nos ofrecen para su estudio. Hay un esquema simple que nos ayudará a conocerlas. Las cofradías de disciplina extremeñas recogen en sus ordenanzas la celebración y participación de los hermanos en los diferentes actos litúrgicos (los denominados “oficios o Triduo Pascual”[8]). Aquí escucharán largos sermones como herramienta perfecta de adoctrinamiento por excelencia y desde donde contemplará la necesidad de recibir el sacramento de la penitencia por medio de la confesión y mirarán los cuadros o misterios de la pasión. Veamos algunos ejemplos en las cofradías de penitencia de la jurisdicción cauriense.

Con respecto a la celebración de los denominados días del Triduo, la cofradía de la Vera-Cruz de Acehúche específica que ésta “ha de hacerse el Jueves de la Cena, en anocheciendo, vengan todos a la iglesia, donde está encerrado el Santísimo Sacramento…”[9] La cofradía de la Vera-Cruz de Descargamaría señala en el título octavo de sus ordenanzas: “Ítem, que el Jueves Santo, en la tarde, en acabando el mandato (en referencia a las palabras de Cristo sobre la celebración de la Eucaristía) se lleven los crucifixos, pendón y manga a la hermita de la Santa Vera-Cruz, y en ella se señale la hora para hacer la procesión.”[10] Los mismo ejemplos encontramos en cofradías de la Vera-Cruz para Aldea del Cano, Herreruela, Corbajo o Carcaboso.

De la misma forma encontramos celebraciones muy especiales en este tiempo de la Semana Santa con advocaciones a Cristo en momentos claves de esa pasión y muerte. En el Interrogatorio de 1791, aparecen ejemplos de ello para algunos pueblos de la diócesis cauriense. Así ocurre con Aldeanueva de la Vera, donde la cofradía de Pasión dice “se instituyó en memoria de la pasión y muerte de Cristo.”[11]; en el mismo lugar encontramos otras dos cofradías con las mismas afinidades. Por un lado la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, “en memoria de la soledad de María Santísima” o titulaciones de cofradías como la del Santísimo Cristo del Sepulcro “para recordar tal acto.” [12]

El mencionado adoctrinamiento lo observamos en la obligatoriedad que estas cofradías imponían a sus hermanos acerca de estar confesados para poder participar en los actos organizados:”…han de estar confesados y para que mejor se pueda saber los que están confesados, ordenamos y establecemos que el mayordomo y diputados vean al cura que les enseñe el padrón o matrícula de los confesados sopena de quatro libras de cera.”[13] Recordemos que una de las normas nacidas de Trento fue, que en las parroquias se tuviera un padrón de aquellos individuos que se confesaban (padrón que por otro lado se ha convertido en fuente de estudio para los análisis demográficos) o bien, en la puerta fuera colocada en la conocida “tabla” (anterior a Trento pues las Órdenes Militares tanto de Alcántara y Santiago, ya existían como reflejan las visitas) la lista de los confesados, conversos, etc.

La imagen se repite en otros lugares donde se dan estas cofradías, como el caso de Descargamaría donde su Libro de Ordenanzas dice: “Y que todo los hermanos vengan confesados y comulgados a la dicha procesión, pena de una libra de cera, excepto los que se hallaren fuera de lexítimamente impedidos.”

Además se produjo una tipificación de los días y una reproducción anual de esa misma tipificación. El viernes de cada semana era considerado como si fuera el Viernes Santo; el jueves se pensaba en la Cena y el sábado era contemplado con la imagen de Nuestra Señora sola mientras Cristo permanecía en el sepulcro. Con ello las cofradías extremeñas tiene repartidas a lo largo del año todas estas celebraciones apareciendo incluso una terminología que ha estado vigente hasta después incluso del Concilio Vaticano II.

Hubo una penetración del culto a Cristo en su pasión en todos los servicios litúrgicos de tal manera que, el fiel iba reconociendo y descubriendo la repetición de los suplicios infligidos. De ahí que en las cofradías de penitencia de la diócesis caurienses, en sus libros de ordenanzas recogieran en los denominados encabezamientos, esos momentos de la pasión y muerte de Cristo a la vez que, al leerlos públicamente en los cabildos, la cofradía recordaba al hermano, para qué había sido creada  y cuál era la obligación de aquellos que entraban. Veamos claros ejemplos que se constituyen en la diócesis extremeña en exponentes muy claros: “En el muy noble y leal lugar de Aldea del Cano, tres días del mes de mayo, año del nacimiento de nuestro Salvador Iesuxripto, de mil y quinientos y veinte y un años. A honra de Dios y su preciosa Madre, fue instituida la cofradía que se dice de la Cruz, en la iglesia del Señor San Martín…En el árbol de la preciosa cruz de Nuestro Redentor Iesuxripto y de su preciosa sangre, por la que somos hechos salvos y libres…En memoria de la sagrada Pasión de Nuestro Redentor y en remisión de nuestras culpas e pecados, derramamos nuestra preciosa sangre (aceptación de la penitencia pública, de la disciplina) por tan buen Señor, desde agora para siempre jamás. Con entera fe y verdadera esperanza y entrañable amor de corazón, ante el Santísimo Árbol de la Santa Cruz, nos arrimamos y con ella nos abrazamos e juntos con ella queremos morir.”[14]

Palabras que no sólo van dirigidas a recordar sino también a implicar bajo un sentido de culpabilidad al hombre extremeño, que éste se sintiera en la obligación de redimir todas sus culpas y poner remedio a los males del mundo –del que se consideraba lógicamente causante- entregándose como veremos sin remisas al asociacionismo que proponían estas cofradías y a sus actos, entre los que se encontraba la pública disciplina.

Hay pues una clara aceptación de imitar y seguir los pasos de Cristo a través de su pasión: “…queriendo no solamente gloriar en el árbol de la preciosa Cruz y de nuestro Señor Redentor Iesuchristo, por la que somos salvos y libres, pensando y contemplando como el manso y humilde cordero hijo de Dios verdadero, señor nuestro, en aqueste tan bendito árbol quiso ser crucificado…”[15] Hasta las horas de los Oficios divinos se recordaban estos momentos de la pasión. Especial lugar se le dio a las Vísperas de las que se puede afirmar que no existe una sola cofradía de penitencia en la diócesis de Coria, que no tipifique en sus estatutos la celebración solemne de las Vísperas.[16]

Estas cofradías comenzaron a relacionar los sufrimientos de Cristo, no ya solamente con las oraciones y las ceremonias, sino con aquellos actos más simples de la vida cotidiana. No era necesario esperar a que llegaran ciclos festivos de los Tiempos Fuertes. Ante cualquier anomalía o alteración de la vida cotidiana como la hambruna, pestilencias o la sequía, la cofradía salía en rogativas y los flagelantes hacían rápidamente acto de presencia. Así lo expresa la cofradía de la Vera-Cruz de Aldea del Cano: “Por la villa, si por hambre o pestilencia, o por otra cualquier turbación, nos disciplinásemos, ordenamos se haga sobre ello nuestro ayuntamiento, donde se acordará conjuntamente si nos disciplinamos o no.”

Podemos observar como el hombre de la Diócesis de Coria buscó rápidamente esos elementos que lo relacionaran con el tema de la pasión de Cristo. De esta forma, en el siglo XVII encajan perfectamente con la mentalidad barroca expresiones conectadas con el sufrimiento de Cristo, sus momentos por la Vía Dolorosa, los signos externos que hemos visto de la pasión (sangre derramada), todo ello con un fervor que claramente alcanzaron los excesos. Ningún momento de la vida de Cristo fue tan popular como la Pasión y, ninguna imagen estuvo tan difundida como la de Cristo crucificado. Nuestras cofradías extremeñas titulan sus imágenes en analogía a este tema: Santísimo Cristo del Humilladero (cofradía de la Vera-Cruz de Descargamaría); Santísimo Cristo de los Dolores (cofradía del mismo nombre de Cachorrilla); Santísimo Cristo de la Agonía (para Mestas); Santísimo Cristo del Sepulcro (para Aldeanueva de la Vera); Nuestro Padre Jesús Nazareno (cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia y Jesús Nazareno para Cáceres); etc.

La impronta de la pasión quedó rápidamente reflejada en los inicios de la modernidad y extendida en los momentos siguientes a Trento unida a la herencia de los años anteriores. Johan Huizinga afirmaba: “Tan abigarrado y chillón era el colorido de la vida, que era compatible el olor de la sangre con el de las rosas.”[17]

Sin olvidar que estas cofradías de penitencia fueron igualmente asociaciones importantes donde el hombre moderno extremeño encontró salida a interrogantes como la vida, el mundo y la propia muerte. Cuando observamos las prácticas de autoflagelación en las cofradías veracrucenses de la diócesis de Coria, parece como si existiera un desprecio por la vida y en general por el mundo que rodea al hombre. Quizás de todo estos temas, es el de la muerte el que más llama la atención.

Desde un primer momento y por medio de la predicación al pueblo con el empuje desde finales de la Edad Media por las órdenes mendicantes, el tema de la muerte adquirió una papel especial en las mencionadas predicaciones y en las propias cofradías como hemos visto en los encabezamientos de los libros de ordenanzas. Todo parece moverse en torno a la muerte y a la idea de caducidad de la vida. Destaca sobremanera, el motivo de la danza de la muerte que ya indicaba en las cofradías de gloria (Ánimas Benditas del Purgatorio por ejemplo), esa muerte arrebatadora que provocaba una enorme angustia en el hombre, especialmente en el hombre barroco.

En la primera mitad del siglo XVI el espíritu del hombre medieval parece estar presente adquiriendo en el hombre moderno un papel especial con sus propias visiones. Basta que recordemos para finales del siglo XVI grandes expresiones que de ello nos han llegado. Julio Caro Baroja nos recuerda las rapsodias o refundiciones, como por ejemplo la obra de Miguel de Carvajal, que alcanzó en su momento gran fama y que fue terminada por Luis Hurtado de Toledo “Las cortes de la muerte”, publicada en Toledo en 1557 y en la que se hace referencia acontecimientos de la época.[18]

Miguel de Cervantes incluye en la segunda parte del Quijote, en el capítulo XI, la narración del diálogo con un grupo de comediantes por parte del hidalgo y Sancho, los cuales venían de un pueblo próximo de representar en la Octava del Corpus, el “Auto sobre las cortes de la muerte.” En esta misma segunda parte, Cervantes reproduce ante los ojos atónitos de don Quijote el paso de los disciplinante auto flagelándose.[19]

El pueblo entendió rápidamente todo lo que en estas asociaciones podía encontrar en temas tan complejos y que no entendía desde un dogmatismo teológico alejado de ellos. Las palabras que Huizinga recoge de la pluma de Jacobo Burckhartd lo resumen claramente: “Una religión poderosa despliéguese en todas las cosas de la vida y tiñe con sus colores todos los movimientos del espíritu y todos los elementos de la cultura. Con el tiempo, sin embargo, reaccionan todas estas cosas, a su vez, sobre la religión; más aún, el verdadero núcleo de ésta puede estar sofocado por el círculo de representaciones e imágenes que ella había hecho entrar en su esfera. La santidad de todos los aspectos de la vida, tiene su lado fatal.”[20]

Y ciertamente esta afirmación de Burckhardt nos pone en contacto con el segundo elemento o conjunto de ideas que nos explica el fenómeno de las cofradías de pasión. Jamás ha existido una religión por completo independiente de la cultura de los pueblos y de la propia vida. La vida de la cristiandad desde época medieval, está penetrada y completamente saturada por representaciones religiosas en todos sus aspectos. En época moderna, esta imagen continúa presente y acrecentada. Todo se dirige a una interpretación religiosa de las cosas. Hasta tal punto que se habían ido desarrollando en la Iglesia tal cantidad de usos y conceptos que llenaban de espantos a muchos teólogos pero sin embargo, sectores de la Iglesia participaban en algunas de ellas.

En las cofradías de la diócesis de Coria no existe documentalmente prueba alguna en el que aparezca la negativa por parte del clero a participar en los actos públicos de disciplina. Obviamente no se dan casos de autodisciplina en el clero, pero tampoco negativa o prohibición[21] porque estos actos se llevaran a la calle. Durante todo el siglo XVII, las cofradías de penitencia desarrollarán una gran actividad en la diócesis de Coria, prologándose a lo largo de buena parte del siglo XVIII y, en menor medida, a partir de aquí.

Interesa previamente al análisis profundo de los rasgos típicos y característicos de estas cofradías de disciplina, desarrollar en alusión a la tipología, una pequeña presentación desde el punto de vista que aún predominando las cofradías de la Vera-Cruz, son muy escasos las cofradías de penitencia de la diócesis que se titulan bajo otros nombres. Nos encontramos para los siglos modernos, las siguientes cofradías:

De las setenta y dos cofradías de penitencia que se nos dan tenemos como cofradías que no son del tipo Vera-Cruz: Cristo de los Remedios (Ahigal); Santísimo Cristo, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora de la Misericordia (Cáceres); Santísimo Cristo (Casas de don Antonio); Santo Cristo (Granadilla); Santísimo Cristo de la Agonía (Mestas); Jesús Nazareno (Salvatierra de Santiago); Cristo de la Misericordia (Zarza de Granadilla); Santísimo Cristo de los Dolores (Cachorrilla); Santísimo Cristo del Sepulcro y Nuestra Señor de la Soledad (Aldeanueva de la Vera).

Todas las demás cofradías de penitencia en la diócesis de Coria son cofradías de la Vera-Cruz lo que supone cerca de un 83,87% del total, con presencia en la práctica totalidad de los pueblos de la diócesis inclusive pueblos con una sola cofradía como Guijo de Galisteo, Ladrillar o Villanueva de la Sierra.

 

P.2. Rasgos y Características de las Cofradías de Penitencia en la Diócesis de Coria

 

2.1. Una forma peculiar de religiosidad y piedad popular

 

Las cofradías de penitencia, de pasión o “sangre” en la diócesis extremeña estudiada, se configuran en relación a su estructura, origen y finalidad sobre una base clara. Podemos desde un principio decir que dos grandes rasgos las caracterizan: desde el punto de vista interno la tipología de los cargos es decir, de  las responsabilidades que adoptan los hermanos cofrades, los cuales a diferencia de las cofradías de gloria y sacramentales, son más variados y el protagonismo del pueblo es mucho mayor.

Por otro lado desde el punto de vista externo, en el que las cofradías de penitencia articulan un número importante de sus ordenanzas en relación por un lado al acto público de la penitencia, sobre el que gira toda la cofradía y por otro, la actuación asistencial y a los pobres, sobre los que descarga buena parte de sus actividad social, teniendo casos incluso de cofradías de penitencia que tras las medidas del siglo XVIII, quedarán exclusivamente para la asistencia a los pobres: “…no posee más fondos que aquellos que recibe de los hermanos para sus gastos…teniendo como especial atención, la asistencia a los hermanos difuntos.”[22] Por tanto, en función al estudio de los Libros de Ordenanzas, estas cofradías presentan de manera global una estructura que se desarrolla de la siguiente forma:

1.- Celebran vigilias y festividades en torno al titular. En las cofradías de la Vera-Cruz, se centran en el día 3 de mayo, día de la “invención y exaltación de la cruz”.

2.- Enorme tipificación de los hermanos cofrades.

3.- Llevan a cabo las denominadas procesiones de penitencia, previa realización del sermón. La mayoría de las cofradías de nuestra diócesis, al estar tipificadas como “Vera-Cruz” organizan el acto de disciplina que consiste en la “autoflagelación”, especificando quienes han de realizarlo y cómo.

4.- Actividades cultuales en torno a la Semana Santa.

5.- Conservación del altar y de la imagen de la Cofradía.

6.- Asistencia a los hermanos cofrades enfermos y difuntos, pobre y desamparados.

 

2.2. Tipificación de los cargos: los hermanos en las Cofradías de Disciplina para la Diócesis de Coria.

 

La estructura que estas cofradías otorgan a la organización interna -en este caso de los hermanos cofrades- es mucho más compleja. Nos vamos a encontrar los mismo cargos de responsabilidad que en las cofradías de gloria y sacramentales es decir: mayordomos, alcaldes, diputados, oficiales, escribanos, notarios, muñidores, ermitaños y veladores. Pero en los hermanos que no desempeñan ningún cargo de responsabilidad y en aquellas cofradías que recogen el acto de la disciplina aparecen cinco tipos de hermanos: de sangre; de luz o de vela; de espalda o portadores; hermanos de ronda; y, hermanos de asiento.

…Mayordomos y alcaldes: no hay diferencias en los cargos fundamentales de aquellas cofradías de disciplina que no corresponde al tipo veracrucense. Sin embargo en estas cofradías de la diócesis de Coria, los cargos de mayordomos y alcaldes eran elegidos siempre el día 3 de mayo con la celebración de Cabildo o Ayuntamiento. La primera condición e indispensable, muy importante para nuestro análisis dentro de lo que es el papel de control social que juegan las cofradías, es ser del estado llano y además casado: “Ítem más, que cada año, el día de la Santa Cruz de mayo, elixamos nuestro mayordomo y alcaldes. E que el mayordomo que elixamos, al qual entregamos las cosas de la cofradía, sea hombre llano, e abonado sin revuelta e sin engaño. Que sea casado. E los alcaldes, para con él, sea casados. El que no quisiere ser mayordomo después de haber sido elexido, pague dos libras de cera.”[23]

La cofradía de la Vera-Cruz de Descargamaría recoge lo mismo en sus ordenanzas en cuanto al nombramiento de los cargos, la cual reproducimos como ejemplo por la amplitud de los que quedan tipificados: “Que el alcalde y diputados, en el cabildo del día de la ynvención de la Santa Cruz, nombren alcaldes y diputados que dixan y gobiernen esta Santa Cofradía. Escribano, mayordomos..”

La función principal del mayordomo auxiliado por los alcaldes residía, a parte presidir los cabildos y actos fundamentales que organizaba la cofradía, en la asistencia al hermano de sangre en el acto de la disciplina el cual, analizaremos y estudiaremos detenidamente en apartados posteriores.

..Hermanos de Sangre: son los hermanos que se disciplinan, mediante azote o flagelación. Respecto a las condiciones para poder ser hermano de sangre las cofradías establecían en primer lugar, tener cumplido los diecisiete año, lo que no quiere decir, que no pudieran pertenecer a la cofradía:“…que ningún hermano se discipline ni pueda vestirse en la procesión hasta los diez y siete años…”[24] Pagaban, a diferencia del resto de los hermanos una cantidad que oscilaba sobre un real y media libra de cera; debían de ser aceptados por todos los hermanos (condición que se extendía a cualquier persona que quisiera estar en la cofradía). Debían de ir confesados y comulgados: “Y que todos los hermanos vayan confesados y comulgados a la dicha procesión, pena de una libra de zera…”[25]

Por último, se obligaban a que fueran individuos de moralidad y conducta adecuada: “Ordenamos también que todos sean buenos hermanos, e nos amemos unos a otros en buen amor.”[26] Las ordenanzas también establecían quienes no podían ser hermanos de sangre: los menores de la edad establecida y las personas superiores a los cincuenta años; las mujeres; los mayordomos y los caballeros: “E aquellos caballeros que quisieren entrar en la cofradía, entren e paguen dos reales e dos libros de cera por su entrada. E sean obligados a llevar sus hachas encendida en todas las procesiones que se hicieren…”[27]

…Hermanos de luz o de vela: definido como aquel que acompañaba al hermano de sangre “iluminándolo” con su vela encendida”…e que cada uno de los que se disciplinare esté acompañado por dos hermanos que les ilumine con sus hachas encendidas.”[28] Esencialmente era la mujer la que hacía esta función, pero la práctica totalidad de los hermanos a lo largo del año llegaban a desempeñar esta función pues, en actos como el día de la Cruz de Mayo, en los sermones acompañando al predicador o en procesiones como el Corpus, eran portadores de las velas y hachas encendidas[29]: “En este día, vendremos todos a la misa en procesión, con nuestros cirios encendido, la Sancta Cruz delante, por la dicha iglesia. E después estemos todos en la misa, en la qual, avemos de encender las velas desde el dicho Sanctus hasta el Paternostra.”[30]

..Hermanos de espalda o portadores: aquellos que “cargaban” con las imágenes, crucifijos e insignias de la cofradía. Normalmente pagaban una cantidad por ser portadores y en algunas ocasiones, eran designados por los mayordomos, muchachos que por su edad no podían participar en la procesión: “…que aquellos hermanos que paguen por portar alguna imagen o insignia…”[31]

..Hermanos de ronda: encargados de auxiliar a los hermanos que se disciplinaban especialmente en el caso de sufrir algún problema de carácter físico provocado por el castigo que se infringían. Eran nombrados por el mayordomo o alcalde y asistían a estos hermanos incluso en sus casas, teniendo potestad para no permitir que volvieran a la procesión: “…que durante la procesión al disciplinar sufrieran algún desmayo, no les permiten en caso alguno, una vez se laven, vuelvan a la disciplina y se marchen a sus casas.”[32]

..Hermanos de asiento: que asistían y acompañaban los cortejos en las distintas funciones religiosas de la parroquia, iglesias y ermitas. Aquí podemos encuadrar los velados, encargados de las ermitas y de los altares cuando estos quedaban vacíos por los actos públicos y que no corresponden con los que se encargaban de velar al hermano enfermo o difunto.

Antes de profundizar en el acto de disciplina, sus procedimientos y estipulaciones en los libros de regla de las cofradías de la Vera Cruz, no quisiera dejar pasar por alto la importancia que para estas cofradías tenía la celebración del día 3 de mayo[33]. Esta era la fecha, no ya sólo para la elección de los cargos como he dicho anteriormente sino que en este mismo día, aparecen las fundaciones de la práctica totalidad de estas cofradías. Conjuntamente era el día señalado para la celebración de la fiesta principal de la cofradía: misa cantada, sermón, convocatoria de cabildo y procesión.

Encontramos en las ordenanzas de estas cofradías de la diócesis de Coria, innumerables cita y regulaciones con este día: “Que la elección del mayordomo, diputados y muñidos se faga el domingo primero después del día de la ynvención de la Cruz…el día siguiente de la ynvención de la cruz, alrededor de la iglesia, todos los hermanos con la cruz y el crucifijo canten el vexita regis y que al finalizar, el cura diga sermón…una misa al mes en recuerdo de la Cruz…Se diga una misa cantada por los hermanos vivo y difuntos el día de la Cruz…El mayordomo haga señal de campana…Se hagan dos cabildos al año, uno el primer Domingo de Lázaro[34] por la tarde y el segundo, el día de la ynvención de la Santa Cruz…Que el alcalde y diputados sean nombrados el día de la ynvención de la Cruz…que se faga sermón y se pague por el veinte y quatro reales el día de la ynvención de la Cruz…Que se faga vigilia de la Santa Cruz de mayo…”[35]

 

2.3. La disciplina y la pública flagelación en las cofradías de la Vera-Cruz de la Diócesis de Coria.

 

“En la noche del Jueves Santo, con disciplinantes y una cruz, todos los hermanos cofrades han de disciplinarse, estando sin pecado. E aquellos que no se disciplinasen, lo harán después de la procesión. Aquellos cofrades que fuesen a la procesión y realizaran alguna otra actividad, serán penados con una libra de cera. El mayordomo aparecerá con toallas, esponjan, para lavar los espaldas, junto con pan y queso. También serán penados aquellos que dixeren cosa mal de esto o de la cofradía o injunria ayuntados o fuera de él, paguen un cuarterón de cera.”[36]

La disciplina pública o acto de flagelación[37] es la característica más sobresaliente y a la vez más enigmática de las cofradías de penitencia de la diócesis de Coria. Insistir primeramente en la idea de que son exclusivamente las advocadas al nombre de Vera-Cruz aquellas que encierran este acto. No se ha dado ningún caso de cofradías que no fueran de esta tipología, que recogiesen en sus libros de reglas actos de autoflagelación de los hermanos. Se dan actos de penitencia entendiendo por tal, la salida en procesión, con hermanos encapuchados o con hábito, portando imágenes, descalzos, con cruces en los hombros etc., pero en ningún momento, con flagelantes.

Para Extremadura en el caso de la diócesis de Coria, el fenómeno de la disciplina y por tal la figura del disciplinante es exclusiva de las cofradías de la Vera-Cruz. De la misma manera se puede pues decir que es este fenómeno el que da idiosincrasia a las cofradías veracrucenses. Encontrarse una cofradía de este tipo sin la disciplina carece de sentido en este territorio extremeño.

Tampoco hemos de caer en el error de ceñirnos a una comprensión de lo que en sí es el propio acto, queriendo con ello resaltar por ejemplo, la crudeza de la flagelación o el sufrimiento del hermano disciplinante. Se trataría más bien, evitando la exaltación sentimental o el intento de ser susceptible con un tema que corresponde claramente a una época determinada. Comprender qué movió desde el punto de vista ideológico y mental al hombre moderno extremeño como para que escogiera esta forma de expresión religiosa.

Indirectamente aparecerán estos elementos pero siempre supeditados al conocimiento histórico de un fenómeno que tuvo para Extremadura y en la diócesis estudiada[38], donde se produce una auténtica explosión de estas prácticas a partir del siglo XVII, con el nacimiento de numerosas cofradías de la Vera-Cruz.

Creo interesante aclarar el mismo término de la disciplina. La disciplina es verdaderamente un elemento simbólico que pertenece a un mundo o universo totalmente sacralizado y secularizado. Cuando hablamos de hermanos disciplinantes no lo hacemos sobre sacerdotes o clérigos, siempre hombres del pueblo y hombres sencillos de los grupos más llanos, lo que no ha dejado de ser un aliciente para aquellos investigadores que consideran que allí donde se dan los disciplinantes, los niveles de aculturación son bajos. A este respecto es cierto que ni Cáceres, ni Coria como importantes núcleos de población, tipifican documentalmente cofradías de la Vera-Cruz.

Junto a ello, en ese mundo sacralizado hay una simbiosis entre hombre y medio. En el mismo acto de disciplina aparecen toda una serie de elementos, de personajes ocultos a simple vista, que en el tiempo estudiado, se inicia con fuerza en el siglo XVIII, siglo por excelencia para la disciplina y que utilizando el símil de Maravall[39], se responde al más puro estilo de contradicciones del barroco. Eso sí, está dentro de un ritual religioso globalizado, aceptado y bien articulado. No es fruto ni mucho menos de la casualidad, tiene sus raíces, su evolución y su dinámica en la que entra una “aparente muerte.”

Las mismas manifestaciones religiosas que estamos estudiando son representaciones claras de una cultura, de un medio y de unos hombres que se ritualizan bajo unos patrones –insisto- sacralizados: la disciplina o el disciplinante que realiza tal acto está plenamente convencido de que lo que está realizando agrada a Dios, a la Iglesia y al pueblo cristiano. La misma Iglesia acepta unas ordenanzas que obligan al disciplinante a estar confesado y haber comulgado en la mayoría de los casos, con una clara implicación del clero en el proceso. Hay sermones o pregones anteriores a las disciplinas donde sin duda, el hermano de sangre era adoctrinado respecto al paralelismo entre lo que iba hacer y los sufrimientos de Cristo en su pasión lo que a su vez no quiere decir que desde la Iglesia se alentara ni mucho menos a ello.

Se ponen en relación al hombre con sus semejantes, puesto que no es tampoco un hecho de fe individual ya que las mismas cofradías no son expresiones de fe individuales y porque además la mentalidad en torno a la religiosidad popular no lo es. Es la manera de acceder al “qué” en cuanto a los medios de conducta utilizados por el hombre moderno extremeño en materia de religiosidad y por tal, el fenómeno de la disciplina encaja perfectamente dentro del estudio de la Historia de las Mentalidades[40].

Es pues la mentalidad, la expresión del individuo asociado a sus semejantes, lo que se nos revela como uno de los canales rectores de esa conducta de una forma prioritaria y una mentalidad que se resistió enormemente al paso del tiempo. Esto es lo que proporciona el nacimiento de un juego dialéctico que se establece entre estas asociaciones y el resto de los sistema culturales. En los pueblos de la diócesis de Coria, se paralizarían todos los actos cuando los disciplinantes llenaban las calles. No cabe en el momento de desarrollo de este fenómeno planteamientos de cuestiones morales o valores éticos de lo exagerado de la disciplina: es una ideología y como tal, es innato al individuo, ha sido educado en ello cuando las propias cofradías regulan la preferencia de pertenencia a los hijos de los hermanos fallecidos.

Por otro lado al igual que estamos ante un fenómeno colectivo, estamos también ante un fenómeno externo. En ninguna de las cofradías de la Vera Cruz, no ya solo para el caso de la diócesis de Coria, sino para toda Extremadura que se han podido estudiar, existe el ejemplo de una disciplina individual en un espacio cerrado y oculto, siempre en medios externos y dentro del ejercicio de una procesión o desfile. Y son experiencias heredadas y aprendidas dentro de esa misma cultura. Únicamente de esta forma, por medio del descendimiento hasta las ideología de una sociedad concreta, es como podemos acercarnos a las pautas que rigen el lenguaje expresivo de la disciplina.

 

A Modo de Conclusión: ¿Qué ideología, qué cultura?

 

Dos interrogantes con sus respectivas reflexiones nos puede servir a modo de conclusión: ¿cuál es esa ideología? ¿A qué cultura corresponde? La ideología nos llega expresada por la propia mentalidad religiosa del hombre moderno. La cultura, por la explosión en el tiempo del fenómeno extremeño es decir en la cultura del barroco, como contradictorio y como en contra de ella lo fue la cultura de la ilustración. Este hombre moderno extremeño expulsó aquello que había canalizado como angustia sobre el mundo y la vida, sobre el mismo sentido de la muerte, hacia la idea de unidad con Dios, para así poder volver a introducirse en unos planes de salvación divina de la que él mismo creía salir constantemente por todos los males que le rodeaban. ¿De qué forma sino, podemos explicar las innumerables acciones de rogativas públicas por un mal determinado?

Ya he expresado la continúa tendencia del hombre extremeño –y muchos son los estudios sobre este aspecto en Extremadura- de salir en procesión flagelándose ante una sequía, hambre o epidemias. Lo que realmente mueve el hombre moderno a todo ello es el enorme anhelo de salvación. Las cofradías son un claro exponente de ese anhelo de salvación por el concepto popular de éstas que la misma Iglesia protege y difunde. Esa salvación se ve amenazada por la idea de condenación eterna. Una vez más encontramos la oposición de ideas, la lucha de contrarios que tanto ha caracterizado el siglo XVII: hay un sentimiento de salvación de “gozo eterno”, frente a un sentimiento colectivo y dramático del pecado y de la condenación.

Nos ubicamos dentro de una cultura que se centraliza en el momento de auge y dominio de las cofradías de penitencia en la diócesis cauriense para el siglo XVII como he indicado ya anteriormente. El nacimiento de un sentimiento de querer “purgar” a través de la valoración del sacrificio y del sufrimiento, única salida que comprende el hombre de este momento ante la crudeza de la vida (no olvidemos quien es el gran protagonista en las cofradías, el pueblo y, sus condiciones de vida) aumentada aún más por la presencia de la idea del pecado.

El mismo sentido del barroco se presenta como contradicción, que nace de una época en la que el hombre encontrará un vacío en su propia naturaleza humana que a penas le hace esperar nada de sí mismo. Está inserta en ello la misma idea del nacimiento de las cofradías en general: buscan en ellas una colectividad que persigue unos fines los cuales por sí sólo una vez más, no alcanzaría. Luego nos encontramos en los actos de penitencia y de disciplina, conceptos como la “fugacidad de la vida”, la presencia continuada de Dios como “juez”, lo que hace reaccionar al hombre extremeño moderno con actitudes vitalistas, sensualistas[41] y enérgicas que intentan ocultar y disimular la auténtica cara de un mundo pasajero.

Los propios sermones que los predicadores lanzaban en las ermitas e iglesias antes de la salida pública de los hermanos a la disciplina y a la penitencia, iban cargados de mensajes que asentaban en el hombre ideas de un pecado adquirido desde el mismo momento del nacimiento, apareciéndoseles como un lastre, como una especie de “deuda” que debía ser saldada en el más allá, pero que tenía como condición indispensable el ganarla aquí. Lo vemos en las cofradías de penitencia de la diócesis extremeña.

La cofradía de la Vera-Cruz de Descargamaría por medio de su libro de Ordenanzas de 1753 insta a sus hermanos a asociarse en ella para “…poder librarse del príncipe de las tinieblas.” Hay deseos de redención, incluso de morir por imitar a Cristo. Así lo expresa en 1564 la cofradía de la Vera-Cruz de Aldea del Cano al aseverar que los hermanos que la forman lo hacen con el expreso deseo de “…abrazarnos a ella (la cruz) e junto con ella queremos morir.” Igualmente en este deseo se encuentra esa salida de la que hacía referencia anteriormente para el hombre que se ve ahogado por el mundo que le rodea: “A esta bendita cruz tomamos por nuestro escudo y defendimiento, todos los días de nuestra vida. A la hora de la muerte y contra las tentaciones y peligro de este mundo.”

La presencia inmediata de la muerte es igualmente entendida. Podemos decir que se lleva mejor esa idea de morir por medio del asociacionismo cofrade. La única finalidad por ejemplo de la cofradías de la Vera-Cruz de Arco, de Calzadilla, o de Corbajo es la de “asistir a los hermanos en su entierro.” El fenómeno de la disciplina, de la penitencia, es producto de la angustia del hombre entre lo que se cree y lo que se vive, entre lo que se desea y se teme. Una verdadera contradicción como lo es, repito una vez más esta idea, el mismo espíritu barroco.

Y el papel jugado en todo ello por la Iglesia es de total y absoluto dirigismo, fiel en todo momento a las disposiciones tridentinas acera de construir una religión materializada[42], que sea capaz de penetrar sensorialmente en los cristianos sencillos, convirtiéndose en impulsor del rito público. Aprovechó sin duda esos miedos populares exteriorizados, nunca los promovió directamente. No podemos en ningún momento afirmar que la Iglesia Católica alentó, animó y organizó los actos de disciplina desde el plano espiritual y dogmático, pero si supo canalizar ese sentimiento de “desprotección” que expresaba el hombre para convertirse en “madre” y “protectora”. Algo que cambiará radicalmente a finales del siglo XVIII.

Se justifica así una religión basada en un corpus de prácticas externas que no molestó a la Iglesia hasta que las mismas cofradías tomaron actitudes tan extremas, que el Estado adoptó una actitud importante contra ellas de una manera directa. Las protestas en el siglo XVIII –y anteriormente pero sobre todo en el siglo XVIII- sobre los excesos y abusos de las cofradías (actos públicos, gastos económicos, riquezas acumuladas), chocará con la misma actitud de la Iglesia en momentos anteriores cuando conduce a un pueblo atemorizado, tenso y sensibilizado. Incluso la propia Iglesia como institución entra en ese mundo de contradicciones.

Una Iglesia que difundió prácticas como la confesión, que para el caso concreto de las cofradías de penitencia de la diócesis de Coria aparecerá en todas ellas bajo la necesidad de que el hermano que se disciplina o que asiste a los diferentes actos que organiza, estén confesados y comulgados. La confesión era lo únicamente válido como expiación del mal, enormemente propagado desde el púlpito y desde los sermones. Expiar las culpas internamente mediante la confesión y la participación por tal directa de la Iglesia y, expiar las culpas externamente, ante el pueblo y desde el pueblo por medio de la disciplina.

De todo este conjunto nace una moral claramente encaminada al abandono de los goces terrenales y a un atesoramiento de las prácticas piadosas, de realizar buenas obras, de una moral vitalista de la que el hombre sencillo se va a ver involucrado dentro de una espiritualidad que también es agobiante y nuevamente contradictoria. Gracián lo expresaba con aquellas palabras de que “la vida de cada uno no es otra cosa que una representación trágico y cómica.” En una palabra, estamos ante un sistema órfico, místico, arcaico y oscuro que presenta la vida como una fase en la que el alma está en cuerpo humano como en prisión o en sepulcro…el mal rige la tierra afirma Caro Baroja en sus estudio sobre las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI-XVII). De esta manera, unido al misticismo para la contemplación divina, de la misma manera que se mira a Cristo como modelo y maestro (Imitatio Christi), con la intención de atraer su misericordia, el hombre moderno realiza las expresiones más radicales de su fe y de esa imitación por medio de la pública disciplina. El hombre moderno extremeño de la diócesis cauriense ni mucho menos fue una excepción.

El fenómeno cofrade en general y el de las cofradías penitenciales que recogen y ofrecen estos actos de pública penitencia se desgranan aún en multitud de aspectos que perfectamente pueden y son recogidos en estudios dentro del rico fenómeno que ya hemos expresado en varios momentos en este estudio, el de la Historia de las Mentalidades así como un rica aportación que el mundo de la religiosidad popular ofrece en el terreno de la documentación y archivística.

 

Fdo.: Pablo Iglesias Aunión

 

XLIV Coloquios Históricos de Extremadura

Dedicados a Hernán Cortés y su Tiempo, Descubrimiento, Conquista y Colonización

 

Trujillo, 21 al 17 de Septiembre

 

[1] DOMÍNGUEZ ORTÍZ, Antonio: Sociedad y Estado en el siglo XVIII. Editorial Ariel. Barcelona, 1976.

[2] IGLESIAS AUNIÓN, Pablo: Una aproximación a la religiosidad y piedad popular por medios de las cofradías en Extremadura durante los Tiempos Modernos. Actas XXVII Edición Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1998.

[3] Hoy en día el campo de las Mentalidades y en especial desde la metodología histórica es decir, la Historia de las Mentalidades ha quedado sobradamente cerrado desde una perspectiva temática. Pero es un proceso todavía quizá en algunos temas relativamente reciente ya que hasta hace pocos años, en la investigación histórica muchos contenidos que no sabían donde encuadrarse metodológicamente iban a esta especie de cajón de sastre. Las Cofradías y muchos aspectos relacionados con ellas se incluían aquí y de esta manera.

[4] A este respecto es muy conveniente la lectura de la obra de Julio Caro Baroja titulada Las formas complejas de la vida religiosa. Siglos XVI y XVII. Sarpe. Biblioteca Básica de la Historia. Madrid, 1985.

[5] IGLESIAS AUNIÓN, Pablo: Historia, religión y fe en nuestra Señora de Barbaño. Piedad y Religiosidad Popular en Montijo. Edita: Parroquia de San Pedro Apóstol. Montijo, 1999. También en La expresión de la piedad popular en Extremadura a través de las Cofradías. Normativa y reglas en las series documentales de los archivos parroquiales (siglos XVI-XVIII). MEMORIA ECCLESIAE. Número XXXIV. “Fiestas religiosas y civiles y archivos de la Iglesia. Santoral Hispano-mozárabe en la diócesis de España.” Actas del XXIII Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia. Oviedo, 2010. Págs. 597-618.

[6] CROCHE DE ACUÑA, Francisco: Gremios y Cofradías en la villa de Zafra durante los siglos XVII-XVIII. Edita: Excmo. Ayuntamiento de Zafra. Zafra, 1996. Obra que puede valernos a modo de ejemplo para la vinculación gremial de las cofradías extremeñas. Si ampliamos el marco de estudio a Castilla y Andalucía tendremos indudablemente presente la obra de Rafael Sánchez Mantero, León Carlos Álvarez Santaló o José Sánchez Herreros.

[7] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas, Cuentas, Acuerdos y Asientos de Hermanos de la Cofradía de la Vera-Cruz. Años: 1536-1801. Número, 26. Parroquia de San Juan Bautista. Acehúche.

[8] El denominado Triduo Pascual es el verdadero centro de las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa. Corresponde al Jueves Santo (donde actuarán de manera destacada las cofradías de la Vera-Cruz), día en que la Iglesia recuerda la institución de la Eucaristía. Viernes Santo, segundo día del Triduo en el que Cristo muere en la cruz. Sábado Santo que por medio de la Vigilia Pascual, el pueblo cristiano celebra la Resurrección de Jesús.

[9] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas, Cuentas, Acuerdos y Asientos de Hermanos de la Cofradía de la Vera-Cruz. Años: 1536-1801. Número, 26. Acehúche.

[10] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas de la Santa y Bendita Cruz. Revisadas sobre las antiguas ordenanzas. Año 1735. Número, 22. Parroquia de San Julián. Descargamaría.

[11] A.H.P. de Cáceres. Sección: Real Audiencia. Interrogatorio de 1791 para la división del Reino en Provincias. Legajo 14-B. Aldeanueva de la Vera.

[12] Ibíd.

[13] A.H.D. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas, Acuerdos, Cuentas y Asientos de Hermanos de la Cofradía de la Vera-Cruz. Años: 1732-1801. Número, 25. Parroquia de San Juan Bautista. Acehúche.

[14] Libro de Ordenanzas de la Cofradía de la Vera-Cruz. Años: 1564-1679. Sobre las antiguas ordenanzas del año 1521. Número, 21. Parroquia de San Martín. Aldea del Cano.

[15] Ibíd. Cofradía de la Vera-Cruz de Acehúche. Años: 1732-1801. Número, 25. Parroquia de San Juan Bautista. Acehúche.

[16] Respecto a la celebración de las Vísperas en las cofradías de penitencia, hay que realizar una aclaración a diferencia de las mismas celebraciones en las cofradías de gloria. Ahora, cuando se habla de que estas cofradías de pasión celebran las vísperas, nos referimos a aquellos actos de culto que recordaban los lamentos de María junto al cadáver de su Hijo en regazo.

[17] J. Huizinga: El otoño de la Edad Media. Ediciones Altaya, S.A. Barcelona, 1997. Página, 213.

[18] Julio Caro Baroja: Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI y XVII). Sarpe. Madrid, 1985. Pág. 315.

[19] Miguel de Cervantes Saavedra: Don Quijote de la Mancha. Tomo II. Ediciones “Grandes Clásicos Universales.” Barcelona, 1981. Capítulo XI.

[20] HUIZINGA, J.: El otoño de la Edad Media. Ediciones ALTAYA, S.A. Barcelona, 1997.

[21] Las prohibiciones llegarán en el siglo XVIII, pero desde los Reales Decretos de Carlos III y desde la alta jerarquía eclesiástica.

 

[22] Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección: Interrogatorio de la Real Audiencia. Interrogatorio para la división del Reino en Provincias. Año, 1791. Interrogatorio 10. Legajo 5-a. Calzadilla de Coria.

[23] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas. Transcripciones, Acuerdos y Asientos de Hermanos. Años: 1521-1679. Número, 21. Parroquia de San Martín. Aldea del Cano.

[24] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas de la Cofradía de la Santa Bendita Cruz. Año 1735. Número, 22. Descargamaría.

[25] Ibíd.

[26] Ibíd.

[27] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas. Transcripciones, Acuerdos y Asientos de Hermanos. Años: 1521-1679. Número, 21. Parroquia de San Martín. Aldea del Cano.

[28] Ibídem, nota 27.

[29] Merece especial atención, hacer una pequeña aclaración con respecto a la utilización de dos términos que aparecen con bastante frecuencia: velas y hachas. Las primeras era utilizadas principalmente en funciones de culto, en los interiores del templo. Para actos como la disciplina o fechas de gran importancia, utilizaban las hachas, antorchas de gran dimensión.

[30] Ibídem nota 27.

[31] A.D.C. Sección: Cofradías. Libro de Ordenanzas de la Santa Bendita Cruz. Año 1735. Número, 22. Descargamaría.

[32] Ibíd.

[33] En el calendario de festividades cristianas, mayo es el mes dedicado a las flores en relación, que es lo que nos interesa, con el “renacer” comparado a la resurrección de Cristo desde el árbol de la cruz. Por ello, es el día elegido por estas cofradías donde la veneración de la cruz no encuentran parangón en otra asociación religiosa.

[34] El Domingo de Lázaro puede hacer referencia a dos momentos importantes dentro de las festividades de la Iglesia: el 17 de diciembre, cuando se realiza la lectura del Evangelio en la que se narra la resurrección de Lázaro por parte de Jesús o bien, el momento en que se da lectura a la narración evangélica en la que Jesús opone a la figura del rico Epulón la del pobre Lázaro.

[35] Todas las citas están tomadas de los diferentes libros de ordenanzas de las cofradías de la Vera-Cruz de Acehúche, Descargamaría, Salvatierra de Santiago, Aldea del Cano, etc.

[36] A.D.C. Sección. Cofradías. Libro de Reglas de la cofradía de la Vera-Cruz. Año: 1663. Número, 33. Parroquia de Santiago. Salvatierra de Santiago.

[37] Las personas que se disciplinasen, fueran cubiertos para que no se les reconociera, con una abertura en las espaldas, donde se aplicaban el autocastigo, llegando a ser muy variado los objetos, pero teniendo fundamentalmente como denominador común en su uso, lo que se conoce como “manojos de rodezuelas” que consistían en unos bolillos de cera, cubiertos con hilo basto, cuyas extremidades terminaban en punta y en su centro, figuraba una rueda embutida de piedrecitas. Creo que la descripción del objeto de disciplina aclara la carga y profundidad del acto.

[38] Puedo asegurar que si utilizamos la expresión “para toda Extremadura”, no cometería ningún error. He podido estudiar este tipo de cofradía en muchos puntos opuestos de la geografía y, el comportamiento es exactamente igual. Como muestra, el estudio realizado sobre la Comarca de Lácara en el territorio de la Orden Militar de Santiago para los siglos XIV-XVIII. Pablo Iglesias Aunión: Historia de la Comarca de Lácara. Del Medievo a los Tiempos Modernos. Excma. Diputación Provincial de Badajoz. Adecom-Lácara. Puebla de la Calzada, 2000.

[39] José Antonio Maravall: La cultura del Barroco. Editorial Ariel. Séptima Edición. Barcelona, 1998.

[40] Ni que decir acerca de la pervivencia de estas prácticas en el tiempo. Encontramos en Cáceres, en torno a la Vera el famoso fenómeno de los empalados. En Jerez de los Caballeros, para la provincia de Badajoz, exactamente igual. Claros ejemplos de la pervivencia de una mentalidad que lleva al hombre de hoy a comportarse religiosamente exactamente igual que lo hiciera en los siglos XVI, XVII o XVIII.

[41] Julio Caro Baroja ha llegado a afirmar que en los actos de flagelación hay un cierto ritual sensual. El hombre, dominador de la sociedad en la que nos movemos, se autocastiga ante la mujer. Muchos estudios antropológicos encuentran todavía hoy en este fenómeno para lugares como La Vera, las mismas expresiones.

[42] En ningún momento se puede afirmar que en el tema concreto de la disciplina, el Concilio de Trento estableciera nada. Pero el papel de la Iglesia en las cofradías se plasma esencialmente en el mismo momento de la crisis del siglo XVIII.

May 062016
 

Ismael López Martín.

Universidad de Extremadura

Introducción: notas sobre la presencia de Hernán Cortés en la literatura

La figura y legado del extremeño universal Hernán Cortés han concitado ingentes estudios a partir de perspectivas muy distintas, desde los puramente históricos hasta los antropológicos o sociológicos. Sin embargo, desde su contemporaneidad comenzó a forjarse cierto halo de leyenda y de heroísmo o villanía que fue aprovechado tanto por sus partidarios como por sus detractores, extendiéndose esto, también, a las distintas posturas críticas sobre el descubrimiento, conquista y colonización de las Indias. Esta evolución, paralela a los estudios históricos, y en nada desdeñable si se pretende conocer al metelinense completamente, abarcó desde el siglo XVI (cuando además cabe destacar el papel que en la conformación del personaje Cortés desempeñaron las distintas crónicas de Indias) hasta, fundamentalmente, el período decimonónico. A partir del siglo XX continuaron las manifestaciones, pero en general presentan menor relevancia, y sobre todo se centran en el género del ensayo.

Así, Gabriel Lobo Lasso de la Vega escribe un poema épico sobre el descubridor, titulado Cortés valeroso, y Mexicana (1588), donde podemos leer, por ejemplo, el siguiente fragmento encomiástico relacionado directamente con la toma de la ciudad de Tabasco:

 

Llamanle Potonchán los naturales,

Y es la ciudad que oy nombran la Vitoria,

Donde Cortés las armas imperiales

Vitorioso hijo con tanta gloria;

Dando de su valor claras señales

A eternizar comiença su memoria;

Fue la primer ciudad que en esta tierra

Ganó con rigurosa, y dura guerra.[1]

 

El propio Miguel de Cervantes también dedicó palabras a las hazañas de Cortés, como la referida al hundimiento de sus naves para impedir que sus soldados intentaran huir de las nuevas tierras que estaban conquistándose; un suceso, por otra parte, que ha inspirado a varios autores para componer sus obras alabando la valentía y heroísmo del extremeño y comparándolas con las de generales grecolatinos tan destacados como Cayo Julio César. En un momento del octavo capítulo de la segunda parte del Quijote, de cuya publicación se celebra en este año dos mil quince su cuadragésimo aniversario, advertimos:

 

¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César? Y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo?[2]

 

Ya en el siglo XVIII podemos citar un ejemplo de Nicolás Fernández de Moratín a propósito del mismo pasaje que reseñaba Cervantes en el Quijote de 1615: el hundimiento de las naves. Se trata de una obra publicada póstuma en 1785, Las naves de Cortés destruidas, cuyo comienzo, siguiendo la estela de las clásicas epopeyas, como la Ilíada de Homero o la Eneida de Virgilio, es el siguiente:

 

Canto el valor del capitán hispano

Que echó á fondo la armada y galeones,

Poniendo en trance, sin auxilio humano,

De vencer ó morir á sus legiones.[3]

 

Una poeta extremeña del siglo XIX, Carolina Coronado, dedicó en 1845 un poema al conquistador de México, en el que podemos leer:

 

Cuando a su casa venga el extranjero,

¿qué osará responder la noble dama

si anhela ver, llevado por su fama,

la tumba del ilustre caballero?

«Ved, le dirá, si el cementerio ibero

guarda un sepulcro que de Hernán se llama,

que a mí, pues heredé ya su fortuna,

ni su tumba me importa ni su cuna.»[4]

 

Como se ha comprobado, escritores de todas las épocas y géneros literarios[5] utilizaron a Hernán Cortés como personaje de sus obras, aunque no fue desarrollado en todas ellas con la misma profundidad, como es evidente. Han llegado hasta nosotros, pues, algunos textos literarios de escritores de primera línea que contienen referencias al conquistador o que, incluso, describen con maestría su figura y la utilizan para ejemplificar o glosar las realidades o las ideas que desean transmitir al lector en sus obras. Es posible encontrar, además, textos dedicados a algún episodio concreto de su proceso de conquista y colonización.

La selección que se ha ofrecido se sitúa en la línea de defensa de Cortés porque será la que desarrolle el autor ilustrado sobre el que nos vamos a centrar en estas páginas, Cadalso. No son ejemplos aislados, pues otras plumas como Bernardo de Balbuena o Lope Félix de Vega Carpio también dedicaron parte de sus esfuerzos a recordar hazañas del conquistador de México.

 

  • La valoración de los héroes en el Neoclasicismo literario español

 

 

Con la llegada del movimiento ilustrado a Europa en el siglo XVIII se acentuó la idea generalizada (y, a la vez, tan vana), del «buen gusto». Culturalmente, todo lo que no podía englobarse bajo ese marbete según la intelectualidad dominante carecía de esencia y, por tanto, era producto de la barbaridad y de la ignorancia. En el campo de la literatura, los productos basados en la estética barroca o posbarroca eran desdeñados por el reducido círculo de pensadores ilustrados neoclásicos de España. Sin embargo, en países como Francia tuvo mayor incidencia este nuevo movimiento, y desde su posición privilegiada para clasificar qué pertenecía al «buen gusto» y qué no criticaron con extrema dureza las letras patrias, negando a nuestro país el éxito de sus aciertos culturales y literarios a través del conformado tópico del «¿Qué se debe a España?». Como no podía ser de otra forma, los españoles respondieron a esos ataques defendiendo la nación (una idea muy ilustrada también, por otra parte) de las injerencias intelectuales extranjeras, rescatando y promoviendo el culto y ejemplo a figuras históricas y casi legendarias españolas, aquellas que formaron el glorioso pasado de la antigua Hispania. Una de esas figuras era, podemos adelantar, Hernán Cortés.

Pero, retomando las diatribas sobre la incapacidad española para legar a la Humanidad algo de provecho cultural, debemos comenzar por el año 1738, cuando Louis-Adrien Du Perron de Castera publicó en París los Extraits de plusieurs pièces du théâtre espagnol; avec des réflexions, et la traduction des endroits le plus remarquables. Se trataba de una obra que reflexionaba terriblemente sobre la dramaturgia española, que había gozado de un éxito sin parangón en todo el continente europeo a través de la comedia nueva barroca. Concretamente, el texto de Du Perron se orientaba a la incapacidad de los españoles para escribir tragedias que siguieran los preceptos clasicistas que, nuevamente, imperaban en la Europa llamada «de la Ilustración».

Blas Antonio de Nasarre y Férriz era una autoridad intelectual incuestionable en la España neoclásica, y se hizo eco de algunas de las afirmaciones que el crítico francés propugnó en su obra de 1738. Nos vamos a encontrar, en este momento, con una de las primeras reacciones de los pensadores españoles a las críticas que se vertían desde las regiones transpirenaicas. En su Disertación o Prólogo sobre las comedias de España (1749), que abre el primer tomo de su edición de las Comedias y entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, el autor del Don Quixote, divididas en dos tomos, el erudito español concede que la obra del crítico francés advierte justas críticas a las «comedias malas»[6], pero que, aunque gozaron del mayor de los éxitos, no cree que sean las mejores del país. Defendió, además, que en España había mucho más teatro escrito que el que dieron a la imprenta o a las tablas tanto Lope de Vega como Calderón de la Barca, dos genios atacados por quienes defendían los mandatos del Neoclasicismo. Y es que, para Nasarre, Lope era considerado el iniciador del declive de la dramaturgia española, el que la envenenó con ese Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609) considerado por el oscense como «la más evidente prueba de su desorden»[7], pues basaba sus comedias en el mal gusto; y esto es de vital importancia, pues los cánones dramáticos del momento se ordenan en función de ese «buen gusto» ilustrado que funciona como una reinterpretación de la preceptiva clasicista, cánones en los que no suele estar el Fénix de los Ingenios.

Al año siguiente, en 1750, Agustín de Montiano y Luyando dio a la imprenta su Discurso sobre las tragedias españolas[8], en el que también respondió a Du Perron negando que en España no se hubieran escrito tragedias al modo clásico:

 

En el «Teatro Español» [Du Perron de Castera] que se imprimió en París el año de 1738 se afirmó, con más ligereza de la que corresponde al asunto juicioso de la obra, que no hay tragedias en castellano, o, por mejor decir, que los españoles no conocemos estos poemas […]. Poco había leído en nuestros poetas el juez que pronunció decisión tan absoluta. Si hubiese abierto nuestra Bibliotheca Hispana de Don Nicolás Antonio, obra bien conocida de los literatos de Europa, no fuera, como lo es, indisculpable el agravio con que nos trata.[9]

 

Además, se permitió dedicar espacio a algunos autores que él consideraba que habían escrito tragedias clasicistas, como Antonio de Silva, Juan de la Cueva, Andrés Rey de Artieda, Miguel de Cervantes Saavedra, Cristóbal de Virués, Cristóbal de Mesa, Luis Mejía de la Cerda, Alfonso Hurtado de Velarde, Francisco López de Zárate, Guillén de Castro y Bellvís o el propio Lope Félix de Vega Carpio. Montiano incluso publicó dos tragedias originales de su autoría en esos Discursos: Virginia (1750) y Ataúlfo (1753).

En esta primera década del siglo todavía no se recurría a figuras del pasado imperial español, como Cortés, para ejemplificar la gloria nacional y los valores patrios, sino que a través de escritos de corte polemista se respondía directamente a las afirmaciones que venían de los extranjeros. Y precisamente de Francia volvió a venir otra invectiva contra la aportación española a la cultura universal. Esta vez fue Nicolas Masson de Morvilliers, quien en 1782 escribió el artículo «Espagne» para el primer volumen de la Encyclopédie méthodique ou par ordre des matières. Géographie moderne y dio forma definitiva al título de la controversia («¿Qué se debe a España?») con el siguiente fragmento, a todas luces mucho más incendiario e injustificado que el de Du Perron:

 

Aujourd’hui le Danemark, la Suède, la Russie, la Pologne même, l’Allemagne, l’Italie, l’Angleterre & la France, tous ces peuples ennemis, amis, rivaux, tous brûlent d’une généreuse émulation pour le progrès des sciences & des arts! Chacun médite des conquêtes qu’il doit partager avec les autres nations; chacun d’eux, jusqu’ici, a fait quelque découverte utile, qui a tourné au profit de l’humanité! Mais que doit-on à l’Espagne? Et depuis deux siècles, depuis quatre, depuis dix, qu’a-t-elle fait pour l’Europe?[10]

 

Como hemos explicado con anterioridad, las reacciones de Nasarre, de Montiano y de otros como el zafrense Vicente García de la Huerta se adscriben a esa corriente de necesidad de defender las letras patrias españolas frente a las duras –y, a veces, injustificadas– críticas extranjeras, especialmente francesas.

Además de justificar las grandezas culturales y literarias de los españoles, nuestros escritores ilustrados acudieron a personajes históricos que compartían el ideal del valor patrio, germen que cosechó los éxitos en el pasado y la grandeza del Imperio español. Algunos de los héroes tratados en obras del siglo XVIII ya habían pasado a la literatura en épocas anteriores, pero vuelven a aparecer para fortalecer la grandeza de España frente a las críticas de otros países europeos.

En cuanto a la conquista de Hispania por los romanos, los ilustrados defendieron el honor y grandezas de España recurriendo al valeroso episodio de la resistencia y asedio a Numancia, como se ve en la tragedia Numancia destruida de Ignacio López de Ayala, escrita en 1775, o se hubiera constatado en la obra La Numancia de José Cadalso, hoy perdida. También hubo lugar para la figura de Viriato –que también protagonizó obras en Portugal–, en España tenemos El mayor rival de Roma, Viriato, de Luciano Francisco Comella, obra de teatro de 1798.

Sobre el período de la Reconquista y la formación de los reinos cristianos los diferentes autores trataron sobre el legado del último rey visigodo, don Rodrigo, en La Egilona, viuda del rey don Rodrigo (1785) del dramaturgo Antonio Valladares de Sotomayor o, desde una preocupación por la importancia de la mujer, en la tragedia Florinda de María Rosa Gálvez, publicada en 1804 pero de estética neoclásica. Don Pelayo –primer rey de los astures– está presente en la tragedia Pelayo (1769) de Gaspar Melchor de Jovellanos y en Hechos heroicos y nobles del valor godo español (1784), comedia histórica de Luis Moncín, entre otros. En la figura de Fernán González, I conde de Castilla, están basadas El castellano adalid y toma de Sepúlveda por el conde Fernán González (1785) de Manuel Fermín de Laviano y la pieza anónima titulada La conquista de Madrid por el rey don Ramiro y conde Fernán González, representada en 1786, ambas dramáticas. Sobre el Cid, por ejemplo, escribió Laviano la obra teatral titulada La afrenta del Cid vengada en 1769 y compuso unas quintillas en la segunda mitad del siglo Nicolás Fernández de Moratín, la «Fiesta de toros en Madrid», donde el héroe aparece como un torero. Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, también está presente en la literatura dieciochesca, como prueban la tragedia Guzmán el Bueno (1771) de Moratín padre o la obra teatral del mismo título de Tomás de Iriarte, esta de 1791.

Además de los de la conquista romana de Hispania y la reconquista de los reinos cristianos (el más frecuente), el otro gran ciclo del que se extraen figuras histórico-legendarias para la defensa de la identidad nacional es el de la conquista de América y la formación del Imperio español. Se prestó atención al almirante Cristóbal Colón como descubridor de América en la obra Cristóbal Colón (1790) del dramaturgo Luciano Francisco Comella; al emperador Carlos V en la pieza teatral Carlos V sobre Túnez (1749) de José de Cañizares; a Hernán Cortés, conquistador de México, en la comedia Hernán Cortés triunfante en Tláscala (1768) de Agustín Cordero o en fragmentos de la novela de José Cadalso titulada Cartas marruecas (1793), como más adelante se verá; y a Francisco Pizarro, conquistador de Perú, en la tragedia neoclásica Francisco Pizarro, del emeritense Juan Pablo Forner, de fecha desconocida.

Como puede observarse, la mayoría de los textos son obras dramáticas de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando verdaderamente triunfó el Neoclasicismo en España. Y una de las necesidades del espíritu neoclásico español era la de forjar o rescatar para la literatura (no habían sido olvidadas por la estética barroca)[11] figuras heroicas del pasado nacional, y por eso tantos autores cultivaron el subgénero de la comedia histórico-militar. Esta segunda parte de la centuria se convirtió en la base sobre la que se desarrollaron, ya en el siglo XIX, numerosos textos literarios protagonizados por los héroes y personajes históricos anteriormente citados y otros, dando lugar a una nómina realmente interesante sobre este particular; no olvidemos, además, que el período decimonónico constituyó el afianzamiento de las conciencias nacionales y los Estados en la Europa occidental, y España no fue ajena al momento geopolítico que se vivía en su entorno, si bien los albores del Estado nacional español podrían remontarse a comienzos del siglo XVI.

 

  • El capitán Hernán Cortés desde la óptica de José Cadalso

 

 

Anteriormente hemos explicado cómo las duras críticas extranjeras hacia España fueron respondidas por varios ilustrados nacionales, entre los que se encuentran los ya citados Blas Antonio de Nasarre y Férriz, Agustín de Montiano y Luyando y Vicente García de la Huerta además de Gaspar Melchor de Jovellanos, fray Benito Jerónimo Feijoo o el propio José Cadalso y Vázquez.

El neoclásico gaditano encontró en el episodio de la conquista de México y en la figura del metelinense Hernán Cortés unos filones explotables desde una triple perspectiva historicista, nacionalista y pragmática (en términos de actualización del mito para que sirva de ejemplo a su contemporaneidad) para acallar las invectivas extranjeras. Además, murió Cadalso como coronel de caballería y miembro de la Orden de Santiago, y su condición de militar le dotó de un especial sentido patriótico, que fue atemperado en los distintos lugares a los que fue destinado –no siempre de su agrado– y amoldado al incipiente nacionalismo identitario español de corte ilustrado y borbónico. Por lo tanto, en Cadalso se conjugan varios factores que determinan la admiración histórica y personal por el también militar Hernán Cortés, que pretendió convertir en un símbolo de la modernidad española y de su grandeza imperial, militar y moral.

La vinculación del escritor al estamento militar facilitó que los comentarios que sobre el conquistador de México vertió Cadalso en sus obras inspiraran una de las necesidades más acuciantes de la milicia española del momento: la formación[12]. El conocimiento de tácticas de combate, del armamento y de las batallas y acontecimientos históricos más celebrados del pasado de una nación debían formar parte de la formación reglada de las academias militares del siglo XVIII, además de otras materias instrumentales. Pero la desidia de los oficiales y el escaso interés que mostraba la tropa y marinería, unidos a la falta de previsión y de voluntad política de los mandos gubernamentales, impidieron sólidas reformas en ese sentido más allá de modificaciones de ordenanzas que, en la práctica, no se cumplían convenientemente y hacían del español un ejército atrasado y con perspectivas muy negativas de cara a su mejor formación y profesionalización. Cadalso, como intelectual ilustrado y miembro destacado de la milicia, no podía tolerar ese desapego por la cultura y la formación e intentó, en algunas de sus obras, paliar esa situación, y tal hizo en las Cartas marruecas a través de la ponderación de Hernán Cortés.

El escritor andaluz apostó por la defensa de la conquista del Nuevo Mundo y de Cortés en varias de sus obras, algunas de contenido didáctico ilustrado y muy destacadas y apreciadas por la crítica. Veamos las alusiones en las obras, ordenadas cronológicamente.

Una de las primeras obras cadalsianas en las que habló el neoclásico sobre las hazañas de Cortés fue en la Defensa de la nación española contra la Carta persiana LXXVIII de Montesquieu, finalizada, según Cañas Murillo[13], en 1768 o, como muy tarde, a principios de 1771. En la decimosegunda nota relaciona una serie de acontecimientos que se erigen en garantes del valor histórico de los españoles, y ahí sitúa la conquista de México, aunque no la cita explícitamente; sin embargo, a tenor de las afirmaciones posteriores de las Cartas marruecas puede establecer una inequívoca correspondencia con dicho suceso histórico del siglo XVI. El texto del de Cádiz es el siguiente: «conquistar un medio mundo con un puñado de aventureros (hazaña gloriosísima por más que la quieran eclipsar la preocupación, envidia e ignorancia de los extranjeros empeñados en pintarla como una serie de inhumanidades)»[14].

Cadalso publicó Los eruditos a la violeta, ó Curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones para los siete dias de la semana en 1772, en el imprenta de Antonio de Sancha, y casi al final de la obra se refiere a una crónica del siglo XVII que trata sobre la conquista de México y sobre el descubridor extremeño, que pone a la altura de grandes personajes clásicos de epopeyas: «Repetid que tan poca fe dais al Alejandro, de Quinto Curcio, y al Cortés, de Solís, como al Aquiles de Homero»[15]. Sin duda, como se verá más adelante, el escritor conoció la crónica que cita[16], además de otras, y de ella extraerá algunos de sus ideales. Adaptó la necesidad de formación al estamento militar años después, cuando en 1790 publicó póstumamente El buen militar a la violeta. Lección pósthuma del autor del Tratado de los eruditos, aunque en este texto no habló sobre el conquistador del imperio azteca.

En la imprenta de Antonio de Sancha publicó también su libro de poemas Ocios de mi juventud; fue en 1773. Una de las composiciones, titulada «A la Fortuna» y compuesta por ciento cuarenta y ocho versos en tercetos encadenados, contiene algunas referencias a la hazaña cortesiana. Así, escribe Cadalso lo siguiente sobre la fascinación que siente acerca de algunos personajes –Alejandro Magno y Hernán Cortés– que ya habían aparecido en otras obras suyas, así como sus cronistas:

 

Llenábase mi pecho de furores

al leer de Curcio y de Solís la historia,

de Alejandro y Cortés aduladores.

Envidiaba a los dos la fiera gloria

de ver en Moctezuma y en Darío

caprichos de la suerte y la victoria.

Un héroe sabio y un monarca pío

parecíanme indignos de su cuna;

su libro indigno del estudio mío.[17]

 

La declaración que hace el poeta sobre sus lecturas y las características que para él revisten los personajes nos dan pistas inequívocas sobre las fuentes y la finalidad de Cadalso a la hora de presentar, en el caso que nos ocupa, la figura de Cortés en sus Cartas marruecas. Avanzando en el poema expresará el escritor neoclásico que insignes hechos históricos complacen su alma, enumerando «de Numancia, Sagunto y de Lepanto,/de Méjico, de Cuzco y de Pavía,/de San Quintín, de Almansa y Camposanto,/de Roncesvalle y tanto crudo día»[18], donde recuerda la conquista de México por Hernán Cortés en 1521 y la de Perú por Francisco Pizarro, esta última a través de la batalla de Cuzco, en 1534.

Hacia 1776[19] terminó los Epitafios para los monumentos de los principales héroes españoles, que permanecieron inéditos, junto con otros textos, hasta 1894, cuando fueron publicados por Raymond Foulché-Delbosc en el primer número de la Revue Hispanique y, ese mismo año, con posterioridad, en un libro exento. El epitafio número cuarenta y cuatro, referido a la conquista de América, es del siguiente tenor literal (la cursiva no es mía):

 

De viris omni laude dignissimis

utpote

Ferninandi Cortes fortitudinis, religionis, et gloriæ sociis

inter hispanorum castrorum in America præcipuos milites et duces,

Olid, Lercano, Alvarado, Iuste,

Arguello, Tapia, Marin, Montejo, Lugo, Dominguez,

Portillo, Escalante, Moron, Moral, Sandoval, Diaz,

Saucedo, Ramirez, etc…..

tacente invidiá loquatur Posteritas,

et hoc commune in eorum memoriam

Monumentum[20]

 

Le sigue una traducción española, que ofrecemos por ser texto de Cadalso, pero que, como se comprobará, es incompleta en relación al texto latino precedente:

 

Monumento

á cuya vista calle la envidia y hable la posteridad

en perpetuo elogio

de los caudillos y soldados más dignos de su gefe

Hernan Cortés

en la conquista de América

á saver

Olid, Lercano, Alvarado, Iuste, Arguello, Tapia,

Marin, Montejo, Lugo, Dominguez, Portillo, etc…[21]

 

Junto con Los eruditos a la violeta (1772) y las Noches lúgubres (publicadas por primera vez en el Correo de Madrid en 1789, en el volumen de varios titulado Miscelánea erudita de piezas escogidas en 1792 y como libro exento en 1798), las Cartas marruecas forma la trilogía más afamada del escritor gaditano, superando esta última a todas las demás.

Las Cartas marruecas de José Cadalso son una novela ilustrada y neoclásica española escrita en forma epistolar, a lo largo de cuyo texto, que presenta una serie de características comunes y elementos narrativos que unen las noventa cartas que intercambian Gazel, Ben-Beley y Nuño Núñez entre sí, se analizan –con mayor o menor grado de profundidad, dependiendo de la intención del autor– distintos temas que preocupaban a la intelectualidad neoclásica del siglo XVIII en general y a Cadalso en particular con finalidades concretas según el caso.

Tomando como fuente fundamental las Lettres persanes o Cartas persas (1721) de Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (que nuestro escritor había leído y criticado años antes, como se ha visto), Cadalso expone en su obra una elevada variedad de contenidos, entre los que pueden citarse el ideal de hombre de bien, la decadencia de la lengua castellana, el patriotismo, el sentido práctico de los ilustrados, la historia de España y de Europa, el atraso de las ciencias españolas, ciertas ideas lingüísticas y literarias y la conquista de América, entre otros, tema que ocupa el presente trabajo junto con el papel que, en ese sentido, juega Hernán Cortés. Las Cartas marruecas gustan del intercambio epistolar entre tres personajes de edades distintas y en el marco de narrativo de un libro de viajes en el que se narran experiencias y se dan consejos y correcciones sobre los temas descritos.

Fechado entre 1774 y 1778, el manuscrito 10688 de la Biblioteca Nacional de España contiene la versión más antigua y próxima al original de Cadalso. Las Cartas, concluidas en 1774, fueron publicadas con variantes con respecto al texto canónico actual y otro orden en el Correo de Madrid en varios números impresos entre 1788 y 1789, póstumamente. Como libro exento vio la luz por primera vez en la imprenta de Antonio de Sancha en 1793[22].

El tema de la conquista de América es frecuente en la obra, y es tratado en algunas cartas específicamente o de manera fragmentaria, es decir, añadiendo ejemplos y apostillas a otros temas o sacando a colación el episodio en momentos determinados. Con todo, son constantes las referencias al Nuevo Mundo (carta XXVI), a las Indias (cartas III, XVIII), a América (cartas III, V, IX, XLI), a los indios como pobladores de aquellas tierras (cartas IX, XLV), a momentos concretos como la conquista de México (cartas V, IX) o al personaje de Hernán Cortés (cartas IX, X, XVI, XXVI, XXXVI, LXXX, LXXXVII), entre otros.

El tratamiento y función de cada uno de estos particulares responde a distintos criterios, aunque pueden englobarse bajo la idea de recuperación de la historia española y valoración nacional de la conquista de América como una empresa heroica y positiva, sin aceptar connotaciones de la denominada «leyenda negra» como las masacres de los pueblos autóctonos de esas zonas o el enriquecimiento de la metrópoli como consecuencia de la explotación y expoliación de las tierras y de su mano de obra esclavizada y maltratada. Cadalso no considera que existieran este tipo de situaciones en la mayoría de los casos, y cree que estas leyendas tan negativas formaban parte de maniobras de desprestigio de España que se llevaban a cabo desde otros países de Europa, especialmente de Francia, y también de Inglaterra. En cualquier caso, el escritor neoclásico no defenderá siempre la conquista de América en su totalidad, y concede que durante la toma del imperio inca por Francisco Pizarro se hicieron más barbaridades que en el caso de la heroica contienda que sostuvo Hernán Cortés, por el que Cadalso sentía una clara predilección fundada en sus valores militares, intelectuales, patrióticos, humanos y morales. Sin embargo, el autor gaditano acepta que las campañas cortesianas también tuvieron efectos negativos y propiciaron derramamientos de sangre, pero los justifica teniendo en cuenta el comportamiento de los indios.

No se trataba de que Cadalso reescribiera la historia de la conquista, sino de adherirse a una corriente positivista y, entendían ellos, realista, que consideraba la toma de América a nivel general como un hecho glorioso español, de donde podían tomarse modelos para su presente ilustrado, tanto para España como para otros países europeos que criticaban a España. De hecho, fue a partir del siglo XIX cuando se cosecharon las mayores críticas hacia la campaña, sin obviar que desde el propio siglo XVI ya había detractores, como fray Bartolomé de las Casas; aunque también defensores, como Bernal Díaz del Castillo.

Varias son las cartas que dedica Cadalso a tratar sobre el papel que jugó América como territorio conquistado en el conjunto del Imperio español. En la Carta III, que Gazel dirige a Ben-Beley, expone de modo sucinto la historia de España desde los tiempos de los romanos hasta la llegada de la dinastía borbónica. No dice nada del siglo XVIII previsiblemente por prudencia y temiendo la censura, pues podría haber hablado de la Guerra de Sucesión con que se inauguró la centuria tras la muerte sin descendencia de Carlos II, pero ya se trataba del reinado de Felipe V, padre del que fue rey en tiempos de la redacción de las Cartas marruecas, Carlos III. Sin embargo, sí menciona en un par de ocasiones la importancia de América para la corona española. En primer lugar, destaca que el descubrimiento de estos territorios concedió a España un imperio mayor que el mítico de Roma, y que podría haber sido más duradero si los gobernantes hubieran sido más apropiados, con la sola excepción de Carlos I. Llama la atención que Cadalso asuma, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la opinión generalizada de la sociedad y clase dirigente de la época, que el todavía existente Imperio español estaba en decadencia desde hacía tiempo, circunstancia que algunos intentaron enmendar con medidas como la creación de reinos (no virreinatos) en los territorios de Nueva España, Perú y Nueva Granada al mando de los cuales estaría algún miembro de la familia real española y todos ellos dirigidos por un emperador, que sería el rey de España. Sin embargo, esta y otras medidas no prosperaron. Pero además de la extensión geográfica del territorio español y de las potencialidades de la zona, el escritor neoclásico también se refirió en la Carta III a que la venida de oro y riquezas de las Indias hizo que los españoles basaran su economía en esos materiales y en el veloz aumento patrimonial de los ciudadanos, sin que las autoridades, la burguesía o el pueblo se dignaran en dotar al Estado de una economía industrial, mucho más dinámica que la dependencia generalizada del oro de América. Esta mala gestión de los recursos, que critica Cadalso, era una de las causas del atraso de nuestro país en comparación con otros, especialmente a finales del siglo XVII, momento en que finaliza la narración del pasaje.

Los mismos interlocutores intervienen en la Carta V, donde Gazel muestra su intención de hablar sobre la conquista de México como contexto general de la colonización de América, parte esencial de la historia de España. Reconoce Gazel que únicamente ha leído a autores españoles, y accede a leer a extranjeros para formarse una opinión que sea del todo imparcial, tal y como propugnaba Cadalso en su vida como neoclásico. Bien sabe el escritor –y lo desarrollará en cartas posteriores– que la mayoría de los autores extranjeros son muy duros en sus críticas contra la conquista española, pero su mente ilustrada le impide formar su idea sobre el particular (las Cartas marruecas son también una novela ideológica) en una sola postura. Basándose en tópicos clasicistas como el in medio virtus o el aurea mediocritas el autor gaditano hace una declaración de intenciones sobre esta cuestión, que resolverá en la Carta IX, acaso la más interesante desde el punto de vista de la valoración de la conquista del imperio azteca.

Como hecho históricamente destacado anota el descubrimiento de las Indias orientales y occidentales en la Carta XVIII, que Gazel envía a Ben-Beley. En este caso se trata del ejemplo de un suceso notable que refiere, junto a otros, para señalar que aún más que todos ellos le sorprenden las disputas entre padres e hijos, con lo que Cadalso utiliza la exploración americana para un asunto moral en sus Cartas.

Como ejemplo para ilustrar otro tema es utilizada, de nuevo, la conquista de América, esta vez en la Carta XLI, que Gazel dirige a su maestro Ben-Beley. En esta epístola Cadalso reflexiona sobre el lujo, su importancia para el desarrollo de las sociedades y su conveniencia. El andaluz aduce que durante los años posteriores a la conquista del continente americano no existían industrias que trataran la materia prima tan rica que se obtenía en aquellas tierras, y que eso no imposibilitaba que hubiera lujo. Este lujo estaba fundamentado en la idea de abundancia, y como se pensaba que era una fuente de riqueza casi inagotable, se despilfarró sobremanera, lo que no es del gusto de Cadalso, que hubiera preferido que se gastara «lo preciso»[23] –como sostiene explícitamente– y ello hubiera revertido en la industrialización y modernización de España.

Al comienzo de la Carta XLV, con los mismos interlocutores, Cadalso habla sobre la ciudad de Barcelona. A lo largo de la carta subraya los destacamentos militares tan importantes que tiene el municipio, ofreciendo algunas notas sobre este particular. Pero lo que a nosotros nos interesa es que promueve nuevamente la idea de la industrialización de España como medio para conseguir ser un país moderno, algo que preocupaba notablemente a los ilustrados y a la nueva dinastía borbónica de corte francés. Pone a la ciudad condal como ejemplo de lugar donde el carácter de sus habitantes les hace ser profesionales en labores industriales o manufactureras, y consiente en que es esto lo que verdaderamente otorga riqueza a nuestro país, y no la «pobreza de tantos millones de indios»[24] que puedan estar esclavizados en América.

La valoración implícita que Cadalso ofrece de los indios ha sufrido una evolución con respecto a épocas anteriores. A este respecto cabe citar el trabajo de Yagüe Bosch[25], en el que explica que el ilustrado gaditano no emplea una concepción salvajista de los indios en términos de atraso intelectual, como utilizó Diego de Torres Villarroel en sus Visiones y visitar de Torres con D. Francisco de Quevedo por la Corte, publicadas desde 1727.

Cadalso tampoco se adscribe siempre en sus Cartas marruecas a la idea del «buen salvaje» que desarrollaron otros autores de la Ilustración y también anteriores, como el francés Michel de Montaigne. Un pasaje de la Carta LIX, citado por Yagüe Bosch[26], se adscribiría a esta tendencia: «algunos sabios de los que habrá sin duda a su modo entre aquéllos que nosotros nos servimos llamar salvajes»[27].

Con todo, la idea que más defiende Cadalso en relación a la naturaleza de los indios (y es la que más defiende por una cuestión de extensión y de vehemencia en la defensa que hace de la conquista de México, especialmente en la Carta IX, como veremos más adelante) la tomó de otro autor dieciochista, que consideraba que los indios no eran más que unos animales (y, por tanto, no personas) debido a algunos de sus comportamientos, especialmente los referidos al canibalismo que practicaban algunos pueblos precolombinos –no todos–, aunque esta afirmación se generalizó injustamente en algunos casos. Cadalso toma sus ideas sobre los indios del también ilustrado fray Benito Jerónimo Feijoo. Este autor dieciochesco, en su Teatro crítico universal o Discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes, publicado en ocho tomos entre 1726 y 1739, escribió dos discursos titulados «Glorias de España. Primera parte» y «Glorias de España. Segunda parte», que hacen los números XIII y XIV (los dos últimos), respectivamente, del cuarto tomo de la obra, que vio la luz en 1730. El vigesimoquinto y último parágrafo del primero de estos discursos (que hace una relación de los principales hechos heroicos de nuestra historia desde la época romana hasta el reinado de Carlos I, desechando el propio autor los dos últimos siglos anteriores a su contemporaneidad por la distorsión que supone la cercanía histórica) recoge la siguiente afirmación sobre la conquista de América y la naturaleza existencial de los indios:

 

Batallaban los españoles con unos hombres que apenas creían ser en la naturaleza hombres, viéndolos en las acciones tan brutos. Tenía alguna apariencia de razón el que fuesen tratados como fieras los que en todo obraban como fieras. ¿Qué humanidad, qué clemencia, qué moderación merecían a unos extranjeros aquellos naturales, cuando ellos, desnudos de toda humanidad, incesantemente se estaban devorando unos a otros? Más irracionales que las mismas fieras, hacían lo que no hace bruto alguno, que era alimentarse de los individuos de su propia especie.[28]

 

Esta idea de Feijoo es especialmente dura, pues justifica la dureza con que los conquistadores se enfrentaron contra los indios porque algunos de estos pueblos autóctonos realizaban sacrificios humanos a sus dioses y desarrollaban el canibalismo. Para un hombre ilustrado como Feijoo no parece un comportamiento racional, como explica él mismo, y por eso no debía haber ningún problema en erradicar esas conductas. Cadalso no es tan claro en sus Cartas marruecas, aunque de la atenta lectura de su obra, especialmente de la Carta IX, puede extraerse que la influencia del benedictino en el neoclásico gaditano era patente, ya que, como recoge Yagüe Bosch[29], de otro modo no hubiera podido justificar y reivindicar tan directamente la figura de Hernán Cortés, como también hizo Feijoo. Además, ambos estaban influidos por la ya citada Historia de la conquista de México, población, y progressos de la America Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España de Antonio de Solís y Rivadeneyra, publicada por primera vez en 1684 y muy editada durante el XVIII. Esta Historia era muy condescendiente con la figura del conquistador de Medellín, ya que además tomó como fuente principal la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (que participó en la conquista como soldado junto a Cortés), publicada en 1632 pero finalizada en el último tercio del siglo XVI, muy procortesiana.

Una vez que se han comentado las apreciaciones que ofrece Cadalso en sus Cartas marruecas sobre la importancia de la conquista de América y la naturaleza de los indios es el momento de analizar a uno de esos exploradores, Hernán Cortés, tan admirado por el neoclásico andaluz en varios aspectos. Sin embargo, antes de dedicarnos al estudio de su figura como personaje heroico y literario debemos comentar un breve pasaje de la Carta XXVI, de Gazel a Ben-Beley, donde Cadalso trata sobre el carácter de los distintos pueblos que componen la diversidad regional de España. Así, de Extremadura destaca que «produjo los conquistadores del nuevo mundo», aunque asume que son poco duchos en las letras, salvo los más sobresalientes. Evidentemente, entre esos conquistadores del Nuevo Mundo parece recoger Cadalso, entre otros, a Francisco Pizarro, Pedro de Valdivia, Hernando de Soto, Inés de Suárez, Vasco Núñez de Balboa, Pedro Cieza de León, Francisco de Orellana y, sobre todo, Hernán Cortés.

Ya hemos apuntado que Feijoo defendió la valentía y gestas de Cortés en su Teatro crítico universal. Opinaba el monje benedictino que el conquistador extremeño, en igualdad de esfuerzos que el medieval Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, venció a un poderoso imperio a pesar de todos los engaños y desencuentros que encontraba entre sus propias filas. Además, procedió a desmentir a los críticos extranjeros que achacaban la victoria de los europeos a la superioridad de las armas españolas, arguyendo que el número de indios era considerablemente mayor al de españoles –además de su ferocidad–, y que ni la «pericia militar» ni la «calidad de las armas» de los españoles debían impedir el reconocimiento del glorioso triunfo[30].

Cadalso utiliza la figura de Hernán Cortés como ejemplo ante temas y situaciones dispares, y tal es lo que sucede en la Carta X, de Gazel a Ben-Beley. El tema que se trata en esta epístola es el de la poligamia, con diferencias de tolerancia entre los musulmanes y los cristianos, religiones a las que pertenecen los personajes de la obra. Refiere Gazel haber encontrado un hombre que estaba con dieciocho mujeres cada día del año, por lo que el agonista cadalsiano calculó que era seis mil quinientas setenta el total anual, identificando a ese personaje con un «Hernán Cortés del género femenino»[31] por sus conquistas amorosas en lugar de las territoriales.

Al mismo efecto de ejemplificar le sirve la Carta XXXVI, también de Gazel a Ben-Beley. Con brevedad reflexiona Cadalso sobre el lenguaje y su corrupción, haciendo notar que defectos o vicios había tanto en el siglo XVII como en el XVIII, solo que el propio de la época barroca era el hablar equívoco y, el de la Ilustración, la antítesis. Así, pone un ejemplo ficticio de cada uno de ambos recursos y, en el caso del dieciochesco, relativo a la antítesis, indica que podría leerse el siguiente texto, no falto de complejidad, relativo a una expedición de españoles a América: «Estos españoles hicieron en estas conquistas las mismas hazañas que los soldados de Cortés, sin cometer las crueldades que aquéllos ejecutaron»[32], donde puede entreverse cierta contradicción con respecto a su valoración de Hernán Cortés en el conjunto de las Cartas marruecas y de su obra, en este caso amparada en el uso de la antítesis y en la técnica de poner ese fragmento en boca de un posible gacetista.

La Carta LXXX, dirigida por Gazel a su preceptor, trata la práctica española de la generalización de la fórmula de tratamiento don, con raíces nobiliarias y una evolución devaluada que permitía a cualquiera intitularse así. Cadalso explica que su origen etimológico remite a dominus, que significa señor, de tal manera que es costumbre anteponer las formas señor don para referirse a una persona, sin importar la redundancia. Admira el gaditano que las antiguas firmas en monumentos o, por ejemplo, en las portadas de libros, expresaban todos los títulos y oficios de la persona, pero generalmente sin anteponer el don, hecho que no es del todo cierto, pues sí se usaba en numerosas ocasiones, solo o ennoblecido con el tratamiento de excelencia, por ejemplo. Así las cosas, el escritor neoclásico explica que, a pesar de sus muchos empleos, insignes y antiguos personajes no utilizaban el don, como por ejemplo Hernán Cortés, al que cita[33]. Una vez más, Cadalso yerra, ya que sí se antepuso el don a Hernán Cortés en numerosas ocasiones durante su vida; baste citar el pleito del fiscal con el tesorero de Nueva España, Alonso de Estrada, y el contador Rodrigo de Albornoz por haber intentado sublevar el pueblo contra «don Fernando Cortés», de 1525[34] (antes de ser nombrado marqués) o la propia cédula del emperador Carlos V, fechada en Barcelona el 20 de julio de 1529, otorgando el título de marqués del Valle de Oaxaca a Cortés, donde puede leerse: «á vos D. Hernando Cortés nuestro Gobernador y Capitan General de la Nueva España […] que agora y de aquí adelante vos podáis llamar, firmar é titular, é os llamedes é intituledes Marques del Valle, que ahora se llamaba Guajaca […] é por la presente vos hacemos é intitulamos Marques del dicho Valle llamado Guajaca»[35].

La Carta LXXXVII, de Gazel a Ben-Beley, pone como ejemplo a Cortés de capitán a cuyo ejército se le apareció el apóstol Santiago –siguiendo la estela de su iconografía militar de Santiago Matamoros– en la conquista de América, y ello les dotó de un especial valor. Cadalso hace hincapié en el santo patrono de nuestro país como garante de la victoria en algunas de las grandes batallas de la historia de la patria. España era la guardiana de la fe católica, y no debemos olvidar el pretexto de cristianización de las conquistas de las tierras americanas para comprender incluso las tradicionales invocaciones al apóstol Santiago el Mayor como guerrero con la expresión «¡Santiago, y cierra España!», a pesar de que no fue declarado oficialmente patrón de la nación hasta 1630, con el papa Urbano VIII. Pero desde los tiempos de la Reconquista se tenía por tal.

Con los mismos interlocutores aparece la Carta XVI, destinada a la crítica conjunta a Francia y España por el poco acierto que demuestran a la hora de honrar a sus héroes y personajes históricos, en cuyo honor no erigen monumentos, caso contrario al de Inglaterra. Recuérdese que Cadalso escribió los Epitafios para los monumentos de los principales héroes españoles, también para paliar literariamente esa situación. Así, recuerda algunos de los nombres más insignes de la historia francesa y española, entre los que incluye, claro está, a «Hernán Cortés, héroe mayor que los de la fábula»[36], situado al lado de otros tan ilustres como don Pelayo, Ramiro I, Alonso Pérez de Guzmán, el Cid Ruy Díaz, Fernando III el Santo o Gonzalo Fernández de Córdoba. José Cadalso sitúa al metelinense en la órbita de los héroes españoles.

Pero sin lugar a dudas es la Carta IX, también de Gazel a Ben-Beley, la que contiene mayor cantidad de referencias directas y laudatorias hacia Hernán Cortés y su hazaña en la conquista de México. Cadalso intenta, en esta epístola, desmembrar poco a poco el mito de la denominada «leyenda negra», al menos en lo relativo a la conquista de México por el de Medellín, que planeaba sobre la corona española desde el siglo XVI. Ya en la Carta V adelantó el autor neoclásico que, sobre este particular, había leído a españoles, pero no a extranjeros, y que necesitaba conocer ambas posturas para formarse su opinión, que debía ser, como mandaban los cánones ilustrados, imparcial. Ahora manifiesta el gaditano, a través del personaje Gazel, que ya ha leído a esos autores, y que en sus obras encuentra todo tipo de críticas a la conquista de América, muy al contrario de lo que publicaban las prensas españolas, si bien es cierto que no todas era favorables a la labor de los conquistadores, como es sabido. En cualquier caso, asume que se trata de un «asunto dignísimo de un fino discernimiento, juiciosa crítica y madura reflexión»[37], y por eso ha tenido que conocer todas las opiniones, de tal manera que el relato que hará seguidamente se adscribe a la corriente positivista y heroica de las hazañas de los conquistadores desmontando los argumentos de sus detractores, fundamentalmente extranjeros. Y a ellos va dirigida la narración muy especialmente, pero no solo para que acepten lo que Cadalso considera «historia verdadera», en términos de Díaz del Castillo, sino para que también asuman que ellos mismos están cometiendo atrocidades peores –a juicio del escritor– en su tiempo, en el siglo XVIII[38], y se refiere al tráfico de esclavos provenientes del continente africano, que Inglaterra tenía muy desarrollado; dice Cadalso que esos países que critican la toma de América son «los mismos que van a las costas de África a comprar animales racionales[39] de ambos sexos»[40].

Realiza Cadalso lo que bien podría ser una historia de la conquista de México procortesiana y resumida, con visos de didactismo si nos atenemos a la estructuración en veintiún apartados enumerados, cada uno de ellos refiriéndose a distintas etapas de la conquista y aportando valores destacables del capitán español. Además de estar influido por las ideas de Feijoo, el gaditano sigue la línea de una conocida crónica de Indias del siglo anterior y que ya ha sido cita, se trata de la Historia de la conquista de México, población, y progressos de la America Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España (1684) de Antonio de Solís y Rivadeneyra, que fue muy difundida en el período dieciochesco. Pero es que esta Historia está fundamentalmente basada en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (1632). No obstante, Cadalso introduce algunas diferencias, aunque sobre todo las mantiene con la Historia de las Indias y conquista de México (1552) de Francisco López de Gómara, que es más crítica con la labor del conquistador extremeño. Cabe destacar que, incluso, Cadalso sostiene diferencias con las Cartas de relación del propio Hernán Cortés, escritas entre 1519 y 1526. Veamos un par de ejemplos sobre las particularidades en el uso de las fuentes por el autor de las Cartas marruecas, siempre teniendo en cuenta que la obra de Solís es la principal y la que sigue en una narración casi lineal, aunque la obra dieciochesca es más sintética.

En el punto tercero de la enumeración se refiere a unas señales de la providencia sobre el futuro de la expedición acaecidas tras el rescate de Jerónimo de Aguilar, hecho que citan tanto el propio Cortés en sus Cartas de relación como López de Gómara, pero no Díaz del Castillo ni Solís, por lo que parece que el ilustrado las toma de alguna de las fuentes más antiguas, hecho que implica que también las había manejado.

En el apartado octavo, referido al nombramiento del conquistador como alcalde y justicia mayor en la recién fundada Villa Rica de la Vera Cruz, Cadalso se aparta del texto de Solís cuando este recoge, como Díaz del Castillo, que el extremeño ya había planeado y buscado tal nombramiento, y no fue voluntad del ayuntamiento de la villa sin más, como sostienen el andaluz y el propio Cortés en sus Cartas de relación.

José Cadalso era militar, pero un militar ilustrado neoclásico español del siglo XVIII. Vivió en un tiempo muy diferente al de Hernán Cortés, pero admira al conquistador extremeño porque considera que es un héroe nacional con unos valores inmortales extrapolables a su época –la de Cadalso– que le convierten en un símbolo de la identidad nacional española o hispánica y en un modelo de comportamiento y de existencia del hombre moderno. El escritor gaditano admira el conocimiento de las tácticas militares de Cortés y su conciencia de soldado, de subordinación hacia sus superiores y sus dotes de mando en una compañía. Destaca la altura y astucia intelectuales como político y estadista para establecer no pocas alianzas con pueblos autóctonos (como los tlaxcaltecas) para unirse frente al poderoso emperador azteca Moctezuma II. Alaba su patriotismo al realizar sus campañas en nombre de España y del emperador Carlos V, a quien dio relación de lo ocurrido. En los términos acuñados por Feijoo, distingue la humanidad del metelinense al erradicar los sacrificios y el canibalismo de algunas naciones amerindias. Y además, de manera implícita, valora la moralidad cortesiana, aunque sin dedicar líneas al espíritu religioso y cristianizador que inspiró oficialmente la conquista de América. Estas apreciaciones convierten a Cortés, a los ojos de Cadalso, en un hombre moderno que contiene valores y principios que han de regir la vida y comportamiento de los ciudadanos ilustrados, aunque con algunas notas negativas propias de la evolución de la sociedad y del mundo en doscientos años. Sin embargo, seguramente el neoclásico gaditano entendiera que el conquistador extremeño era un personaje avanzado a su tiempo en ciertos aspectos, pero adaptado a él, sin embargo.

Cadalso considera que Cortés es un ejemplo a seguir porque no entiende que sus conquistas hayan sido tan nocivas para la corona española ni para los pueblos precolombinos como los extranjeros estaban mostrando. Al final de la narración resuelve que las masacres se llevaron a cabo en defensa propia ante las traiciones de los mexicanos, su ferocidad y los sacrificios humanos que atemorizaban a los españoles. Para evitar que les sucediese a ellos, los españoles «llenaron la ciudad de cadáveres»[41], único momento en que perdieron la humanidad; es la justificación que ofrece Cadalso. Sin embargo, el andaluz ilustrado es menos condescendiente con la conquista de Perú por Francisco Pizarro, donde «mataron muchos hombres a sangre fría»[42]. Acto seguido, sin embargo, vuelve a recordar la esclavitud que defienden otras naciones europeas, acaso para expresar que no solo los españoles han cometido barbaridades, sino que otros países incluso las siguen cometiendo.

 

  • Conclusión

 

 

La conquista de América y, concretamente, de México, siempre fue del agrado de los cronistas desde el siglo XVI. Pero, además, la figura de Hernán Cortés no fue tan denostada como pueda parecer a primera vista, sino que su carácter y campañas en las Indias se incluyeron en numerosos textos literarios. Pero es que en el siglo XVIII, cuando la Ilustración española estaba forjándose, se publicaron varias obras relativas a este particular, donde Cortés era protagonista[43].

José Cadalso, uno de los neoclásicos más relevantes, y también militar, aprovechó en varias de sus obras para destacar el papel heroico e histórico del conquistador extremeño. En las Cartas marruecas, acaso la obra más afamada del escritor, el gaditano muestra por qué Cortés podía ser considerado un ejemplo para varios temas, además de destacar los aspectos positivos de su papel en la conquista de México y de valorar su maestría militar, intelectual, patriótica, humana y moral. Más que reinventar la historia o reivindicar las campañas militares en sí mismas, Cadalso destaca a Cortés y sus proezas; personaliza en el capitán de Medellín las proezas de su ejército, pero consigue convertirlo en el alma de esa milicia, sin la cual hubiera sido imposible acometer las campañas.

Las cualidades que Cadalso destaca de Cortés lo convierten en un modelo de ciudadano ilustrado, con sus particularidades de época. Pero ese ejemplo debe servir a los lectores para conocer cuál debe ser el comportamiento y la meta a seguir para convertirse en buenos patriotas. Y todo ello en el marco de una literatura eminentemente didáctica, como era la neoclásica. Por este motivo, más allá del aprecio personal que Cadalso podía sentir por Cortés, este se convierte en un personaje literario que engloba el virtuosismo deseado por el andaluz para la educación de la sociedad, que podía tener perfectamente como guía a un militar dinámico y de éxito.

Pero es que, además de conseguir un nuevo héroe literario y de querer dar a conocer a los lectores tan importante figura histórica, Cadalso pretende, con sus apreciaciones sobre los temas tratados con anterioridad, recuperar la historia de España, restaurarla, reivindicarla frente a las injerencias extranjeras, defender a nuestros patriotas y fortalecer la formación de un modelo arquetípico de héroe nacional desde la órbita literaria para facilitar los moldes de una incipiente identidad nacional.

 

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[1] Gabriel Lobo Lasso de la Vega, Primera parte de Cortés valeroso, y Mexicana, Madrid, Pedro Madrigal, 1588, fol. 31r.

[2] Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. de Luis Andrés Murillo, Madrid, Castalia, 1991, tomo II, p. 96.

[3] Manuel José Quintana, Tesoro del Parnaso Español. Poesías selectas castellanas desde el tiempo de Juan de Mena hasta nuestros días, París, Librería Europea de Baudry, 1838, p. 441.

[4] Carolina Coronado, Poesías, ed. de Noël Maureen Valis, Madrid, Castalia/Instituto de la Mujer, 1991, p. 446.

[5] En el caso del teatro podemos hacer referencia a La sentencia sin firma de Gaspar de Ávila, a La conquista de México de Fernando de Zárate, ambas barrocas, o a El pleito de Hernán Cortés con Pánfilo de Narváez, obra escrita por José de Cañizares en 1716.

[6] Blas Nasarre, Disertación o Prólogo sobre las comedias de España, ed. de Jesús Cañas Murillo, Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1992, p. 75.

[7] Blas Nasarre, op. cit., p. 74.

[8] Tres años más tarde vio la luz su Discurso II sobre las tragedias españolas.

[9] José Checa Beltrán, Pensamiento literario del siglo XVIII español. Antología comentada, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2004, p. 64.

[10] Jean Mondot, Regard de/sur l’étranger au XVIIIe siècle, Burdeos, Presses Universitaires de Bordeaux, 2007, p. 111.

[11] Palacios recuerda que tanto el romancero como la comedia barroca contribuyeron notablemente a que las figuras legendarias continuaran en el imaginario colectivo. Cfr. Emilio Palacios Fernández, «El teatro popular», en El teatro en la España del siglo XVIII. Homenaje a Josep Maria Sala Valldaura, ed. de Judith Farré, Nathalie Bittoun-Debruyne y Roberto Fernández, Lleida, Universitat de Lleida, 2012, p. 163.

[12] En este sentido puede consultarse el trabajo de Francisco Andújar Castillo, «La educación de los militares en la España del siglo XVIII», en Chronica Nova, 19, 1991, pp. 31-55.

[13] José Cadalso, Cartas marruecas, ed. de Jesús Cañas Murillo, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2016, p. 30.

[14] José Cadalso, Defensa de la nación española contra la Carta persiana LXXVIII de Montesquieu, ed. de Guy Mercadier, Toulouse, Université de Toulouse, 1970, p. 21.

[15] José Cadalso, Los eruditos a la violeta, ed. de Nigel Glendinning, Madrid, Anaya, 1967, p. 118.

[16] Se trata de la Historia de la conquista de México, población, y progressos de la America Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España, publicada por Antonio de Solís y Rivadeneyra en 1684.

[17] José Cadalso, Ocios de mi juventud, ed. de Miguel Ángel Lama, Madrid, Cátedra, 2013, p. 168, vv. 40-48.

[18] José Cadalso, Ocios de mi juventud, op. cit., p. 169, vv. 61-64.

[19] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 26.

[20] Raymond Fouché-Delbosc (ed.), Obras inéditas de don José Cadalso, Madrid, Librería de M. Murillo, 1894, p. 36.

[21] Raymond Fouché-Delbosc (ed.), Obras inéditas de don José Cadalso, loc. cit.

[22] Para observar la historia editorial del texto véanse los apartados «Datos externos» (pp. 42-46) y «Bibliografía incompleta» sobre el texto (pp. 83-84) de la edición utilizada: José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit.

[23] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 248.

[24] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 260.

[25] Javier Yagüe Bosch, «Aspectos de la visión de América en los ilustrados», en Cauce, 14-15, 1992, pp. 639-668.

[26] Javier Yagüe Bosch, op. cit., p. 646.

[27] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 293.

[28] Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, ed. de Ángel Raimundo Fernández González, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 199-200.

[29] Javier Yagüe Bosch, op. cit., p. 646.

[30] Benito Jerónimo Feijoo, op. cit., pp. 197-198.

[31] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 165.

[32] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 238.

[33] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 365.

[34] Pertenece al Archivo General de Indias y tiene la signatura JUSTICIA, 1017.

[35] Martín Fernández de Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sainz de Baranda, Colección de documentos inéditos para la historia de España, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1842, I, pp. 106-107.

[36] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 181.

[37] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 154.

[38] Véase la opinión de Hans-Joachim Lope, «Cadalso y Hernán Cortés», en Dieciocho. Hispanic Enlightenment, 9, 1-2, 1986, p. 192 y ss.

[39] Adviértase, como hemos explicado anteriormente, el concepto de «animal» que maneja Cadalso, obtenido de Feijoo, para referirse a los humanos susceptibles de ser esclavizados, según los criterios que él también adopta. Además, en este punto se está refiriendo a africanos, no a los indios precolombinos.

[40] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 154.

[41] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 162.

[42] José Cadalso, Cartas marruecas, op. cit., p. 162.

[43] Véanse Hans-Joachim Lope, art. cit., pp. 188-190, Javier Yagüe Bosch, art. cit., p. 647, n. 16 y Antonietta Calderone, «Traducción y adaptación de piezas de tema americano en el teatro español del siglo XVIII», en Teatro y traducción, ed. de Francisco Lafarga y Roberto Dengler, Barcelona, Universitat Pompeu Fabra, 1995, pp. 83-93.

May 062016
 

Enrique Meléndez Galán.

Introducción

El presente escrito tiene como objeto el profundizar en un período de la historia de la ciudad de Cáceres ligado a la enseñanza de las Bellas Artes. Encuadrado dentro de la Tesis Doctoral Las Enseñanzas Artísticas en Extremadura: historia, personajes, ambientes y actualidad, con este trabajo se pretende dar a conocer un período muy concreto de esta investigación. En la década de los veinte, las paredes de esta escuela fueron testigos de la educación en las artes, los oficios y las ciencias de decenas de cacereños que optaron por ampliar su conocimiento a través de dicha Institución. Esta recuperación se ha podido llevar a cabo a través del estudio de las fuentes documentales depositadas en diferentes archivos de la capital cacereña y a la recuperación en prensa de noticias de la época.

  1. Antecedentes de la Escuela

            Las enseñanzas artísticas en la ciudad de Cáceres conforman un entramado sucesivo de entidades que ejercen la labor educativa desde los primeros conatos de magisterio artístico, en el siglo XIX, hasta la época actual. Es en este siglo XIX donde habría que buscar los antecedentes de lo que fue la Escuela Municipal de Artes y Oficios y, así, habría que mencionar la Academia Popular de Dibujo, gestionada por la Diputación y en la que desempañaba la labor docente el badajocense Rafael Lucenqui y Martínez, quien también fue el primer profesor de Dibujo del instituto cacereño[1]. De dicha Academia de Dibujo sabemos pocos datos; por lo que se puede leer en disposiciones de actas provinciales, se puede entender que estaría de algún modo vinculada al instituto de Cáceres y que habría continuado con su labor hasta finales del siglo XIX, cuando el alcance prácticamente municipal que cubría planteaba a la Diputación el cambiar la gestión hacia el Ayuntamiento, quien mantuvo la titularidad durante prácticamente la primera década del siglo XX[2]. Por aquel entonces, la labor educativa era llevada a cabo por el artista cacereño Higinio Pérez[3], que aparece mencionado ya en la obra de Nicolás Díaz y Pérez de 1884[4].

En 1897, contamos con una petición por parte del claustro de profesores del Colegio de 2ª Enseñanza de San Jorge, incorporado al Instituto Provincial, para que se procediese a la apertura de una Escuela de Artes y Oficios en la capital cacereña, pues ello sería una manera de “aportar medios para la mayor cultura de la juventud industriosa de este pueblo”. Inspirado en el Reglamento de la Escuela de Artes y Oficios de Ávila, consiguieron dar impulso a la creación de una Escuela de Artes y Oficios[5] que habría sido de algún modo continuadora de la Academia de Dibujo que había estado rigiendo Higinio Pérez[6]. Tras ella, contaría Cáceres con la creación de una Escuela Provincial Elemental de Artes Industriales y que recibiría también la denominación de Escuela de Artes y Oficios, entre 1908 y 1910. Aunque esta institución comenzó con grandes esperanzas “de transformación de nuestros sistemas de trabajo, hoy rutinarios, de planteamiento de nuevas industrias, de mejores en los jornales, de revelación de inteligencias geniales…[7] acabó por cerrar sus puertas debido a la falta de interés de la sociedad obrera cacereña. Esta falta de interés se traducía en una baja matriculación y escasa presentación a los exámenes finales salvo en Gramática, Dibujo Geométrico y Dibujo Artístico, que por aquel entonces era enseñado por el artista Conrado Sánchez Varona[8]. Con gran disgusto, D. Luis Grande Baudesson, principal impulsor de esta iniciativa, escribía así en El Adarve:

 

“¡Qué ejemplo el que acaba de dar Cáceres! Ahora precisamente en que por todas partes de España se oyen voces clamando por estos Centros donde los obreros se educan y adquieren los indispensables conocimientos para la lucha por la vida; ahora que casi diariamente aparecen en la «Gaceta» decretos creando nuevas escuelas de esta índole y elevando a superiores las elementales, es cuando nosotros nos vemos precisados a cerrar la nuestra por falta de alumnos.

                                               Ello es una gran vergüenza para nuestro pueblo porque denota la incultura en                             que yace”[9].

 

            No obstante, la población de Cáceres no se quedó sin la oferta de enseñanza artística en su ciudad, ya que tras el cierre de esta Institución se abrió el Centro Provincial de Enseñanza del Obrero, el cual continuaba con la enseñanza de Dibujo y Modelado junto a las asignaturas con mayor presencia de alumnado de la anterior Escuela[10]. Dirigido por D. Manuel Castillo, el centro se encontraba vinculado al Instituto General y Técnico y continuaba con disposiciones muy similares a las llevadas a cabo por la Escuela de Artes Industriales[11]; entre ellas, la continuidad de Gustavo Hurtado Muro y de Conrado Sánchez Varona al frente de las enseñanzas artísticas[12].

 

  1. Primeros pasos

            A pesar de contar con el Centro Provincial de Enseñanza del Obrero a lo largo de la segunda década del siglo XX, la cultura cacereña demandaba un centro en el que se pudiese ofrecer a los obreros una educación más amplia y de mayor calidad. De este modo, el 30 de Marzo de 1921, varios concejales de la corporación municipal presentaron una propuesta para la creación, en la capital cacereña, de una Escuela de Artes y Oficios «mirando por la cultura técnica y profesional de los trabajadores de Cáceres y principalmente de la juventud obrera«. Pedían, para ello, una suma de 15 000 ptas. con el fin de que la Escuela contara con “profesorado competente” y “buen material”. La propuesta inicial fue bien recibida y aprobada por el Consistorio[13], pero pocos debieron de haber sido los movimientos llevados a cabo por este Ayuntamiento, ya que, el 7 de Octubre de ese mismo año, los concejales volvieron a elevar una propuesta reiterando la necesidad de esta Escuela y recordando al Ayuntamiento su compromiso alcanzado meses atrás.

Los concejales firmantes eran D. Antonio Canales, D. Pablo Valiente, D. Jacinto Herrero, D. Manuel Rodríguez, D. Vicente Floriano, D. Miguel Gil Durán, D. Ángel Limón, D. Antonio Martín y D. Victoriano García Rojo. En su petición, entendían los gastos a los que había tenido que hacer frente el Ayuntamiento durante los primeros meses en los que se rige el Presupuesto de cada ejercicio, pero pedían que en dicho presupuesto estuviera presente la consignación de las 15 000 ptas. para la Escuela Municipal de Artes y Oficios. En este escrito, además, pedían al Ayuntamiento que se instalase dicha escuela en el Instituto General y Técnico; que quedase baje la dirección de D. Antonio Silva, director del Instituto, y que el profesorado de dicho centro fuese el mismo que compusiese la Escuela; que la titularidad de la Escuela estuviese al cargo del municipio hasta que, por el número de alumnos, se encargase de su sostenimiento el Estado Español; que las 15 000 ptas. quedasen a disposición del Instituto General y Técnico para cubrir el gasto de material y los honorarios del personal de la Escuela de Artes; y que los adultos que ingresen en ella hiciesen un pago de una peseta en concepto de matricula, con el fin de ayudar al gasto en material. El Ayuntamiento, ese mismo día, acordó que con urgencia pasase a la Comisión de Instrucción Pública para que dictaminase y se convocó la reunión por el Sr. Alcalde accidental, D. Miguel Gil Alberola, para el 25 de Octubre[14].

La Comisión de Instrucción Pública, que acabó reuniéndose el día 26 de Octubre, estaba presidida por el Sr. Alcalde accidental D. Miguel Gil Alberola, y compuesta por  los concejales D. Julián González Ulecia, D. Vicente Floriano Santillana, D. Pablo Valiente Paredes y D. Germán Rubio Andrada, por el Director del Instituto General y Técnico D. Antonio Silva, por el Director de la Escuela Normal de Maestros, D. Eladio Rodríguez y por el Secretario del Ayuntamiento, D. Florencio Quirós Beltrán. En dicha reunión se decidió por unanimidad que un comité conformado por D. Pablo Valiente, D. Antonio Silva y D. Eladio Rodríguez estudiasen y creasen las bases con las que reglamentar la Escuela Municipal de Artes y Oficios[15].

El día 3 de Noviembre de 1921 vio la luz el Reglamento que elaboró el comité encargado para ello. En él, se presenta una Escuela Municipal de Artes y Oficios costeada por el Ayuntamiento de esta capital como “un centro de cultura, donde los vecinos de Cáceres puedan recibir la instrucción ordinaria que en estos establecimientos se proporciona”. El objetivo, recogido en este reglamento, de que se instalase en las dependencias del Ayuntamiento o en un local aún mayor forma parte de la problemática que será estudiada en el siguiente epígrafe. Dicho reglamento, también recogía las asignaturas destinadas a enseñarse: Gramática, Caligrafía, Física y Química, Aritmética y Contabilidad, Geometría y Elementos de Construcción, Dibujo Lineal, del Natural y del Adorno, y Nociones de Mecánica y Electricidad. De todas las asignaturas, la de Dibujo sería la única que sera impartida todos los días y además de la docencia reglamentada, la Escuela pretendía organizar charlas de divulgación científica, bien impartidas por profesores o bien por personal ajeno a la escuela pero de “reconocida autoridad” en el mundo científico o artístico[16].

En el Reglamento se recogía también el horario de la Escuela, muy significativo en tanto a que se pretendía tildarla de Escuela “nocturna”, como se menciona en documentos anteriores[17], y el cual sería de 18 a 21 horas. Para la recepción de alumnado, únicamente se pedía saber leer y escribir, tener 14 años, la cartilla de vacunación al día y buena conducta; no obstante, tendrían preferencia los alumnos que se dedicasen a profesiones manuales. El resto de la reglamentación aporta las funciones de la dirección y del profesorado. Ello permite saber que el director era designado por el Ayuntamiento y que la docencia iba a ser impartida únicamente por cuatro profesores, nombrados por concurso público. Cada uno de estos profesores recibiría un sueldo anual de 2000 ptas. repartido en mensualidades. Aparecen también registrados como cargos ligados a la Escuela el de Inspector, encargado de la adecuada marcha del establecimiento y de velar porque el personal actúe en función de su cargo; el Secretario Administrador, cuyo objetivo era el de organizar y llevar adecuadamente los diferentes libros de registro de la Escuela; y el Ordenanza, el cual tenía las funciones de vigilar por el correcto estado del material y del local[18].

Al día siguiente, se acordó convocar a los concejales del Ayuntamiento ocho días después para que estudiasen el Reglamento y proponer las bases para el nombramiento del profesorado. Por otra parte, y a petición de D. Pablo Valiente, se organizaría una Comisión conformada por los directores del Instituto General y Técnico y de la Escuela Normal de Maestro, junto con el Arquitecto Municipal, con el fin de observar los locales del Ayuntamiento destinados a albergar la futura Escuela Municipal de Artes y Oficios, valorar su estado y velar por la correcta adecuación a dicho fin[19].

El día 11 de Noviembre, ocho días después de que viera la luz, el Ayuntamiento  aprobó el Reglamento de la Escuela, con lo que la implantación de ésta quedaba únicamente a expensas de encontrar una localización adecuada[20].

 

  1. La problemática del local

Como ya se mencionó con anterioridad, el local destinado a albergar la Escuela Municipal de Artes y Oficios, según indicaba el Reglamento, iba a ser el propio Ayuntamiento de la capital cacereña. De este modo, el día 10 de Noviembre el Ayuntamiento solicitó a D. Antonio Silva, a D. Eladio Rodríguez y al Arquitecto Municipal, que elaborasen un informe acerca de si el local del 2º piso de las Casas Consistoriales, en el ala derecha, “reúne las condiciones para instalar en él la Escuela Municipal de Artes y Oficios”. En dicho escrito, además, se pedía que remarcasen las reforman que viesen necesarias para adecuar este espacio a lo que exigía la Ley para este tipo de establecimientos[21].

La respuesta a ese oficio llegó el día siguiente por parte de D. Eladio Rodríguez, quien fue claro y contundente en lo que respectaba a la situación de los locales destinados a Escuela en las Casas Consistoriales:

 

En contestación al oficio de V. S. fecha de ayer, debo significarle que de la                   inspección ocular que he verificado de la planta alta de esas Casas Consistoriales he                                sacado la impresión de que aquellas habitaciones distan no poco, por su disposición,                           capacidad y número, de las cualidades precisas para instalar en ellas la Escuela                          Municipal de Artes y Oficios. Ahora bien, como «la realidad es el ideal venido a                           menos»; la carencia de local es notoria, y las urgencias por la apertura de la Escuela                            es muy natural y plausible en esa digna Corporación, podría instalarse desde luego,                     como se proyecta, en la planta alta del Ayuntamiento, del siguiente, o parecido modo,                                 aunque sea a manera de iniciación, y por tanto, siempre a reserva de instalación más                  amplia y adecuada en otro sitio”.

 

Continuando su informe, explica que requerirán de un mínimo de dos aulas, una de ellas dedicada exclusivamente a las asignaturas de Dibujo, debido a que iba a impartirse todos los días y a los requerimientos especiales que se necesitan para el desempeño de dicha actividad, mientras que el otro aula quedaría para las demás asignaturas. Recomienda, además, una tercera clase a fin de tener un espacio para conferencias o cualquier tipo de imprevisto que surgiese. Además, tiene en cuenta reservar un espacio de entrada a modo de vestíbulo y servirse de algún cuarto contiguo para sala de profesores. Además, aconseja la resolución de espacios para acomodarlos a las enseñanzas y alude a la necesidad de hacer otra habitación para guardar útiles de docencia. Por último, alude a que dicho espacio podría llegar a acoger una matrícula de unos 100 alumnos, suponiendo que quedaran repartidos equitativamente entre el primer y el segundo curso y concluye exponiendo que quedará a merced de lo que dispusiese el Arquitecto Municipal y el otro Director[22].

No debieron de distar mucho las opiniones de los otros, pues el Ayuntamiento avaló que, hasta que se adecuasen los locales y se recibiese el material, que se diera la opción a los directores del Instituto General y Técnico y de la Escuela Normal de Maestros de ofrecer sus espacios para albergar con carácter temporal la Escuela Municipal de Artes y Oficios, con el fin de comenzar las clases a la vuelta de las Navidades; lo que indica que se tuvo que tener en cuenta el plan de acomodación propuesto por D. Eladio Rodríguez. D. Pablo Valiente apuntó que si ambos directores ofreciesen sus centros, lo más adecuado sería darle la escuela al local que más capacidad tuviese y no por sorteo como se había mencionado, aprobando la Comisión dicha propuesta y así se acordó enviar la petición a los Sres. Antonio Silva y Eladio Rodríguez[23].

El 29 de Noviembre, el Ayuntamiento se dirigió a ambos directores con la posibilidad de depositarse la Escuela en sus centros y que los profesores de ese claustro dieran las clases, teniendo a su disposición una remuneración por dichas funciones. Además, solicita que la respuesta sea a lo más breve para no dilatar más en el tiempo la apertura de esta Institución[24]. La respuesta de D. Antonio Silva llegó el 1 de Diciembre, manifestando que no existía inconveniente alguno para instalar en el Instituto que él dirigía la Escuela, pero con la condición de que fuesen los profesores de dicho centro los que se encargasen de impartir la docencia, así como que los gastos ocasionados corriesen por cuenta de la Corporación Municipal[25]. Del mismo día consta la respuesta de la dirección de la Escuela Normal, aludiendo a la incapacidad de las aulas para acoger las enseñanzas de la Escuela Municipal de Artes y Oficios, sobre todo para la asignatura de Dibujo. Lamentando esta situación, ofrece la posibilidad de que fuesen los profesores D. Ramón Segura, D. José María Rubio, D. Enrique de la Monja, D. Julián Rodríguez Polo y el auxiliar D. Francisco Cisneros los que diesen las asignaturas si así se requiriese, aunque sin presentar ninguna opción de maestro para las asignaturas de Dibujo[26].

Ante ambas respuestas, la Comisión dictaminó el 9 de Diciembre el aceptar la primera y agradecer el ofrecimiento del director de la Normal y de los profesores de dicho claustro. Se iniciarían, por tanto, las clases de la Escuela Municipal de Artes y Oficios en el Instituto General y Técnico, con los profesores de dicho claustro impartiendo, con un carácter temporal, las asignaturas. Ello permitía abrir la Escuela a la vuelta de las Navidades, por lo que era preciso comenzar a gestionar la apertura de matrícula en las oficinas municipales, siguiendo lo expuesto en el Reglamento[27].  El día 13 de Diciembre el Ayuntamiento le comunicó oficialmente a D. Antonio Silva la aceptación de su ofrecimiento informándole de las decisiones tomadas por la Corporación que él presidía, con lo que exhortaba a que los profesores se preparasen para afrontar la docencia de la nueva Escuela al finalizar las vacaciones de invierno[28].

 

  1. El dilema de la reglamentación y el profesorado.

            Paralelo a la problemática respecto al local que debía acoger este centro, se desarrolló otra respecto al papel que debía jugar la oficialidad de la Escuela respecto a los derechos del profesorado y su nómina. El planteamiento que se estableció en las bases dispuestas el 11 de Noviembre de 1921 para contratación del personal docente, por el cual se hacía a los profesores que se rigiesen por el Reglamento de la Escuela y no por el que tenía dispuesto el Estado para este tipo de centros, fue el germen del problema. El someterse al Reglamento, con sus derechos y deberes, condicionaba a que el profesorado no pudiese “alegar los que disfrutan los empleados municipales en el (Reglamento) de orden interior (…) ni podrán alegar derechos pasivos de clase alguna en relación con el Municipio”. Por otra parte, el resto de las bases se amoldaban a lo que sería la norma, con un cuadro de preferencias para los Doctores en Ciencias o Filosofía y Letras, cuya cátedra hubiesen logrado por oposición; Licenciados en dichas materias con cátedra por oposición; Profesores de Escuelas Normales con plaza por oposición; etc. Para la cátedra de Dibujo, se pide que los aspirantes presenten títulos y méritos de su carrera artística, en consonancia con las preferencias anteriores. En total se pretendían cubrir cuatro plazas para cuatro bloques de asignaturas y cada plaza tendría una asignación de 2000 ptas. anuales, como se establecía en el Reglamento[29].

Dichas bases no debieron de satisfacer a los concejales, ya que varios de ellos presentaron opiniones de que el modelo que debía tomarse para cubrir las plazas docentes de la Escuela debía ser el oficial, siguiendo el R. D. del 16 de Enero de 1910. Se acordó, tras ello, reunir nuevamente a la Comisión de Instrucción Pública para elaborar unas nuevas bases, ya sí adaptadas a la reglamentación estatal[30]. No obstante, a la hora de reunirse la Comisión junto con los directores del Instituto y de la Escuela Normal, decidieron desistir de ajustar la Escuela Municipal de Artes y Oficios a la normativa vigente y así quedaba registrado:

 

…que del estudio del Reglamento y demás disposiciones legales que rigen el                               funcionamiento de estas escuelas hay que desistir por completo aun cuando no pueda                               solicitarse la subvención del Estado porque habría que amoldarse a los sueldos, al                        número de asignaturas, derechos de jubilaciones, excedencias forzosas, etc. etc. que                                importarían muchísimo más, aun con la subvención del Estado, que lo que el Ayuntamiento       Ayuntamiento va a destinar para la creación de la Escuela[31].

 

Decididos a seguir con la Escuela, aún cuando ésta no se adaptase a la reglamentación tipo, se acordó desde la Comisión volver a la idea original de que esta institución bebiese únicamente de la reglamentación acordada para ella. Siguiendo esto, lo único que quedaba por disponer era la selección de profesorado y en esta misma sesión acordaron basar la decisión por oposición libre ante tres tribunales: el tribunal de Ciencias estaría conformado por el Director del Instituto, un Ingeniero de Caminos y un Profesor de la Escuela Normal; el de Letras por el profesor más antiguo de la Escuela Normal y dos abogados; y el de Dibujo estaría conformado por el profesor del Instituto de la Cátedra de Dibujo y dos arquitectos. Para cubrir la plaza de Dibujo, se solicitaba, además, que el candidato tuviera como mínimo el Bachiller en Artes. Se quería dejar claro también desde la Corporación Municipal que si hubiese que cerrar el centro por escasez de alumnos u otro problema similar, como ocurrió en ocasiones anteriores, los profesores no tendrían derechos pasivos derivados de su contratación[32].

Hasta la instalación definitiva de la Escuela, como ya se ha visto en el apartado dedicado al local, fueron finalmente los profesores del Instituto General y Técnico los encargados de impartir las materias; en un principio con carácter temporal pero que acabaría siendo definitivo, así como su localización. El optar así por crear una Escuela con una reglamentación propia, independiente de lo expuesto desde el Estado, permitió una solución efectiva a corto plazo, aunque dejaba en el aire algunos aspectos, sobre todo, referentes a competencias entre la Dirección y la Corporación Municipal. Ejemplo de ello, se encuentra a finales de la década de los veinte, cuando tras el fallecimiento de D. Cipriano Guerra, catedrático de Gramática Castellana y secretario de la Escuela, D. Antonio Silva decidió contratar a D. Juan Saco Maureso[33] para cubrir la docencia de dicha asignatura, mientras que la Corporación Municipal optó por designar a D. Arturo García y Merino[34]. Finalmente, el Ayuntamiento tuvo la última palabra y así se le impuso esta decisión al director de la Escuela Municipal de Artes y Oficios[35].

 

  1. El desarrollo de la Escuela: cambios y mejoras

            Con la Escuela Municipal de Artes y Oficios asentada con carácter temporal en el Instituto General y Técnico, que más tarde pasó a llamarse Instituto Nacional de 2ª Enseñanza, y con el asunto del profesorado solventado también de forma transitoria, ya sóloquedaba publicitar la Institución para animar a la clase obrera cacereña a matricularse. El anuncio de la Escuela se elaboró el día 10 de Diciembre y rezaba así:

 

Acordado por el Excelentísimo Ayuntamiento el funcionamiento de la Escuela                            Municipal de Artes y Oficios se hace saber a los vecinos de esta ciudad que desde el                              lunes 12 del actual queda abierta la matrícula de esta escuela (…) en la se secretaría                              del Excmo. Ayto. Desde las 9 a las 15 y hasta el 31 del natural, pudiendo los interesados          interesados matricularse de las asignaturas siguientes.

                                               Gramática, Caligrafía práctica, Nociones de física y química, Aritmética y                      Nociones de contabilidad, Geometría práctica y elementos de construcción, Dibujo                             lineal, natura y de adorno y Nociones de mecánica y electricidad.

                                               Los solicitantes pedirán su ingreso en la Escuela en papel de 10 céntimos y                    reunirá las siguientes condiciones.

                                               Saber leer y escribir, haber cumplido 14 años, declarar estar vacunado o                        revacunado en el trascurso de los dos años anteriores, obrar con buena conducta y                      entregar como derecho de la Escuela una peseta por acceso.

                                               Estas circunstancias se justifican con cualquier documento a excepción del                    certificado de conducta que será evacuado por la Inspección Municipal[36].

 

El día 9 de Enero de 1922, a las seis de la tarde, comenzaron las clases de la Escuela Municipal de Artes y Oficios impartidas “interinamente” en el edificio del Instituto General y Técnico, informando de ello el director de ambas instituciones, D. Antonio Silva[37]. Las clases de la Escuela se prolongarían hasta mediados de Mayo, cuando llegó el momento de valorar los resultados del medio año de docencia impartida.  Se reunió, así, la Corporación Municipal el día 22 de Septiembre con el fin de tratar diversos puntos relacionados con la Escuela. Fue acordada, por propuesta del concejal García y Merino, la concesión de premios con carácter anual a los alumnos más destacados de dicha Institución, con el fin de estimular la docencia y, además, se decidió reunir a la Comisión de Instrucción Pública para solventar todas aquellas deficiencias que se hubieran detectado a lo largo del curso[38].

En el mes de Octubre, la Comisión se reunió por dos ocasiones; en la primera reunión se planteó hacer una revisión del Reglamento de la Escuela por parte de los concejales Soto de la Lastra y García y Merino [39] y en la segunda se emitió un dictamen mediante el cual, teniendo en cuenta el número de alumnos existentes –sobre todo para las asignaturas de Dibujo y Aritmética–, se invitaba al director a crear dos plazas de auxiliares con un sueldo de 1000 ptas. anuales y a que se aumentase la consignación de los porteros en 250 ptas. más. Además, se pide en esa segunda reunión que se adquiera nuevo material de matemáticas y escuadras y cartabones[40]. La necesidad de dos auxiliares para la Escuela permite tener un indicador, un termómetro social, del interés que habría causado este centro en su primer año de vida, alzándose con gran éxito y disposición entre la clase obrera de la ciudad cacereña. A los pocos días de esa segunda reunión se le envió el oficio a D. Antonio Silva mediante el cual se le autorizaba para designar dos auxiliares y aumentar el sueldo de los porteros[41].

Durante el siguiente curso 1922/1923, continuó la Escuela Municipal de Artes y Oficios en los locales del Instituto cacereño. Las adaptación de los locales del Ayuntamiento se encontraba en un punto muerto y ni la Corporación Municipal ni el Instituto se encontraban incómodos con el alojamiento, por lo que en las reuniones el tema del traslado a un nuevo centro no ocupaba ningún punto del día. No obstante, sí continuaban las reformas propuestas desde la Comisión de Instrucción Pública y así, al finalizar ese curso, se dictaminó sobre diversos asuntos de la Escuela a propuesta, nuevamente, del concejal García y Merino. La primera de ellas afectaba a la apertura del curso, la cual pasó a realizarse todo primero de Octubre y a ella, para darle mayor solemnidad al acto, debía acudir una representación del Ayuntamiento, lo más numerosa posible. En segundo lugar, se dictaminaba que el curso escolar finalizase siempre el día 30 de Abril, porque era el momento en el que comenzaba a descender la asistencia a clase del alumnado, y que en dicho acto se leyese la propuesta de los premios para los matriculados. Se continuaba así la idea de los premios que surgió en el curso anterior, dictaminando ya aquí que recibirían premio los alumnos más brillantes, un total del 5% de matriculados, y que esos premios, además de diplomas, serían de libros o material que les ayudase en las enseñanzas. Por último, se acuerda que dichos premios se entreguen en la ceremonia de inauguración de curso y que en tal acto se lea una memoria del curso anterior, junto con las propuestas de cambio destinadas a mejorar la Escuela[42].

El tema de los premios fue tratado en varias reuniones más de la Comisión, repartiéndose las competencias entre ella, el profesorado y la dirección para asignar la concesión de los reconocimientos[43]. Se decidió, finalmente, que la ceremonia de entrega de los premios no se celebrase en la apertura de curso, sino en las vacaciones de Navidad, aunque tal idea no se llegó a dictaminar hasta Octubre de 1923[44]. Esas vacaciones de Navidad fueron las primeras en otorgarse premio a los alumnos de la Escuela Municipal y quedaron repartidos “con toda solemnidad[45] de la siguiente forma: tres premiados para Mecánica, cinco premiados por asignatura en Caligrafía, Gramática y 2º de Aritmética, seis premios para la asignatura de Aritmética de primer curso y diez premios para las asignaturas de Geometría y Dibujo[46]. Lo más interesante de este asunto de los premios es que permite conocer el número de alumnos que se encontraba matriculados en esos primeros años de la década de los años veinte, pues al extrapolar las cifras entendemos que el alumnado oscilaba entre los sesenta de la asignatura de Mecánica y los doscientos de las asignaturas de Dibujo.

Además, en los años centrales de la década de los veinte se conoce que no hubo ningún tipo de incidencia con el alumnado ni por comportamiento ni por impago de matrículas. Por otra parte, la Escuela continuaba con su labor docente que se aplicaba, además de en conferencias “con el aparato de proyecciones y con el cinematógrafo del Instituto”, en clases prácticas con el alumnado, al cual le eran entregados libros, facilitados por los propios profesores, para apoyar su aprendizaje[47].

La buena salud de la Escuela Municipal de Artes y Oficios se puede constatar años después con el progresivo aumento de su profesorado al encontrar, en el año de 1928, siete profesores vinculados a la docencia en dicho centro, casi doblándose la cifra inicial de maestros, ya que a finales de 1924, a los dos auxiliares de Dibujo y Aritmética se les sumó uno para Caligrafía por petición del propio Director[48]. Entre ellos habría que destacar las figuras del profesor de Dibujo, D. Gustavo Hurtado Muro y su auxiliar D. Julián Perate Barrueta[49], quienes junto a D. Antonio Silva protagonizaron un episodio sumamente interesante ligado a su actividad docente y también política. El golpe de estado de Primo de Rivera, entre sus primeras consecuencias tuvo el que se desmantelaran las cabezas de las Corporaciones Municipales y así ocurrió en Cáceres, pasando a ocupar la alcaldía D. Antonio Silva. Junto a él, fueron elevados a cargos de concejal, entre otros, D. Gustavo Hurtado y D. Julián Perate. Una de las primeras decisiones que tomaron fue la de renunciar a su sueldo como profesores de la Escuela Municipal de Artes y Oficios, aunque seguirían desempeñando su labor docente[50]; aunque fue una decisión aplaudida por el Gobernador Civil Rodríguez-Arias[51], sus compañeros concejales, encabezados por D. Jacinto Herreros defendían que si seguían desempeñando su labor como profesores, debían cobrar sus honorarios como tales y así se acordó en sesión del Ayuntamiento con los votos en contra de los Sres. Silva, Hurtado y Perate[52]. No obstante, no debió de resolverse el asunto en ese momento, ya que varios meses después, la Corporación Municipal aprobó nuevamente que recibieran sus honorarios como profesores a petición del concejal Álvarez Javato[53]. Años después D. Gustavo Hurtado Muro acabó finalmente por abandonar la política, en 1929, para dedicarse en exclusiva a la docencia[54], opción que puso por delante de tantos otros aspectos de su vida, incluida la creación artística, algo de lo que siempre se lamentaba el panorama cultural extremeño: “¡Qué lástima que Hurtado no pinte más y que su actividad tan grande la deje llevar por otros caminos…![55]. Por otra parte, tras el fallecimiento de D. Julián Perate en los años treinta, su cargo pasaría al artista cacereño Juan Caldera, quien sería de las figuras de mayor recorrido en la docencia artística de la ciudad de Cáceres.

En 1930, la Escuela contaba con un total de 184 alumnos matriculados y había implicación por parte del alumnado en asistencia y aprovechamiento. Prueba de ello se tiene en el acto de entrega de premios de ese año, en el que tanto el Gobernador Civil, como el Alcalde, expresaron su satisfacción con el trabajo de la Escuela. Tal era así, que desde esta entidad se animaba al Ayuntamiento a que crease una Biblioteca Municipal para mayor cultura de la ciudad de Cáceres[56].

Se veían cumplidos, por tanto, los objetivos que desde el Ayuntamiento se marcaron al comienzo de la década; se superaba el miedo a que la Escuela cerrase por falta de alumnado y se lograba que la sociedad obrera cacereña tuviese un centro donde formarse en las Artes además de en las otras materias. De este modo se consolidaba esta  Escuela, la cual no tendría un fin drástico como los anteriores, sino que se transformaría y modificaría en pos de una mejora de la calidad de la enseñanza.

 

  1. A modo de epílogo: el final de la Escuela Municipal de Artes y Oficios

            La vida de la Escuela Municipal de Artes y Oficios se continuó hasta que el 19 de Octubre de 1932, el por aquel entonces alcalde de Cáceres, Jacinto Herrero Hurtado, elevó una petición de transformación de la Escuela a la Diputación de Cáceres. Con ella rogaba que desde dicha corporación se sufragasen los gastos pertinentes derivados de la transformación de la Escuela Municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo y Capataces Agrícolas. Aludía, para ello a los “indudables beneficios” que reportarían a una tierra con gran población dedicada al sector primario pues, de este modo, se abrirían los estudios a las prácticas agrícolas y se pasaría a expedir el título de capataz. Se buscaba que esta nueva institución contase con una doble subvención, desde la Provincia y desde el Ayuntamiento, con la intención de que para el año siguiente comenzase a funcionar y entrase ya en los presupuestos. La propuesta fue aprobada el día 5 de Diciembre, momento en el que comenzó la transformación en Escuela Elemental de Trabajo y de Capataces Agrícolas.

Dicha transformación venía auspiciada por el sentimiento de los “candidatos agrarios” quienes para las elecciones municipales de 1931, en su manifiesto, ya presentaban propuestas de adecuación de las Escuelas de Artes y Oficios a sus intereses:

 

En cuanto a instrucción pública, abogaremos por fomento de las construcciones        construcciones de escuelas, por la rápida instalación de los nuevos edificios para                          Normales y por la creación de nuevas cátedras en las de Artes y Oficios en donde se dé                        la enseñanza profesional agraria[57].

 

Finalmente, la conversión final en Escuela Elemental de Trabajo y Capataces agrícola acabó siendo regulada por el art. 37 del Estatuto de Formación Profesional del 21 de Diciembre de 1928 y por los art. 17 y 18 del Estatuto de Enseñanza Industrial del 31 de Octubre de 1924. Por tanto, se incluía la docencia artística y de los oficios dentro de la oficialidad estatal, a diferencia de lo ocurrido anteriormente. Se despedía la Escuela con más de doscientos alumnos matriculados en su último curso académico[58] y se inauguraba un período docente muy fructífero, continuado y con una amplia esperanza de vida[59].

 

 

  1. Conclusiones

Como se ha podido comprobar, el estudio acerca de la Escuela Municipal de Artes y Oficios ofrece una perspectiva acerca del entramado de centros, competencias, profesores y artistas que se dieron a principios de siglo en la ciudad de Cáceres. Extrapolando este conocimiento, se permite ver el complejo continuum de escuelas de enseñanza artística en Cáceres, no siendo esta Escuela, sino una pieza más dentro de este enrevesado puzzle. No obstante, tras estas líneas se permite vislumbrar un poco más una parte de nuestra historia artística extremeña, interesante y extensa, de la cual queda mucho por desgranar y conocer.

Por otra parte, esta Escuela presenta la particularidad de encontrar una continuidad que no presentó ninguna de las anteriores del siglo XX y supuso las bases para asentar sobre ella la Escuela Elemental de Trabajo y Capataces Agrícolas, que mantuvo la labor docente en las artes, además de en los otros campos ya vistos, hasta mediados del siglo XX; labor que será estudiada en consonancia con el resto de centros mientras dure esta investigación.

Finalmente, habría que destacar el acervo cultural que en aquel momento cuajó en la Corporación Municipal. Para sacar adelante esta Escuela fueron numerosas las reuniones, los encuentros y carteos que pusieron de manifiesto el interés del Ayuntamiento por explotar la cultura y ofrecer a la ciudadanía una oportunidad de educarse en las artes y los oficios. Fue, además, destacable el hecho de que no partiese, como había sucedido en otras ocasiones, de iniciativas particulares, sino que fue el propio Consistorio el que impulsó el centro, sorteando dificultades y tomando decisiones, en algunos casos difíciles, que si bien alejaban esta Escuela de la reglamentación estatal, se hacía por ofrecer a Cáceres un tipo de docencia mas asequible  aunque de gran calidad. Desde la perspectiva contemporánea, se debe valorar este tipo de iniciativas, ya que son la base educativa sobre la que se sostuvo la enseñanza de las artes en el siglo XX, con escuelas como ésta, en donde entre todas las materias se encontraban unas pocas dedicadas a las artes pero que, sin las cuales, no podrían haberse iniciado en su carrera artística la gran mayoría de los creadores que ha dado a luz la tierra extremeña.

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN

 

Archivos

           

Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres.

 

Archivo Histórico Municipal de Cáceres

 

Archivo del Museo de Historia y Cultura “Casa Pedrilla”.

 

Bibliografía y hemerografía

 

            BAZÁN DE HUERTA, M., “Notas sobre la Escuela de Bellas Artes de Cáceres” en Aguas Vivas. Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias. Segunda Época. Nº5, Extremadura, 1987.

 

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LOZANO BARTOLOZZI, Mª. M. (Coord.), Plástica Extremeña, Badajoz, Fundación Caja de Badajoz, 2008.

 

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Redacción, “El manifiesto de los candidatos agrarios” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 07/04/1931.

 

Redacción, “El pleno se reunió anoche en sesión extraordinaria” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 11/09/1929.

 

Redacción, “La enseñanza del obrero” en El Noticiero, 12/09/1908.

 

Redacción, “La Escuela de Artes de la Diputación” en El Noticiero, 27/09/1910.

 

Redacción, “La primera Exposición Regional de Arte en Cáceres ayer tarde fue inaugurada” en Extremadura, 28/05/1924.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 05/10/1923.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 30/11/1923.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 21/03/1924.

 

Redacción, “La sesión de esta mañana de la Comisión Permanente” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 08/11/1926.

 

Redacción, “Noticias. En la reunión…” en El Noticiero, 10/10/1910.

 

Redacción, “Se reúne la Comisión Permanente” en La Montaña, 23/12/1924.

 

Redacción, “Sesión celebrada anoche por la Corporación Municipal” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 31/12/1931.

 

Redacción, “S. T.” en Extremadura, 09/10/1923.

 

RODRÍGUEZ SUERO, F., “Enseñanzas Artísticas. Un sello de Calidad y Prestigio” en Institución Cultural “El Brocense”. 25 Aniversario, Badajoz, Institución Cultural “El Brocense”, 2005, pp. 89-131.

 

X, “Fiestas Académicas” en El Noticiero, 02/10/1908.

[1]     Francisco J. PIZARRO GÓMEZ, “Pintura extremeña del siglo XIX: los Lucenqui” en NORBA: Revista de Arte, n.º 9, 1989, p. 176.

[2]     X, “Fiestas Académicas” en El Noticiero, 02/10/1908.

[3]     Diputación Provincial de Cáceres, “Extracto de la sesión celebrada por la Diputación Provincial el 24 de Abril de 1896” en Boletín Oficial de la Provincia de Caceres n.º 82, 1896, p. 326.

[4]     Nicolás DÍAZ Y PÉREZ, Diccionario histórico, biográfico, crítico y bibliográfico de autores, artistas y extremeños ilustres, Madrid, Pérez y Boix, 1884, pp. 207 y 208.

[5]     Expediente num. 21, “S. T.” en Archivo 19/356 del Archivo Histórico Municipal de Cáceres.

[6]     Diputación Provincial de Cáceres, “Extracto de la sesión celebrada por la Diputación Provincial el 2 de Junio de 1896” en Boletín Oficial de la Provincia de Caceres n.º 12, 1896, p. 48.

[7]     Redacción, “La enseñanza del obrero” en El Noticiero, 12/09/1908.

[8]     Edmundo COSTILLO MARÍN, “Futuros artistas: Lucas Burgos” en El Bloque, 28/11/1916.

[9]     Luis GRANDE BAUDESSON, “La Escuela de Artes y Oficios: triste realidad” en El Adarve, 10/09/1910.

[10]   Redacción, “La Escuela de Artes de la Diputación” en El Noticiero, 27/09/1910.

[11]   Manuel CASTILLO, “Centro Provincial de Enseñanza del Obrero” en El Noticiero, 16/09/1911.

[12]   Redacción, “Noticias. En la reunión…” en El Noticiero, 10/10/1910.

[13]   “Petición al Ayuntamiento para implantar una Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 30/03/1921 en Expediente num. 6 de la Secc. de Instrucción Pública, Neg. 2º, “Expediente instruido para la implantación de una Escuela Municipal de Artes y Oficios” en Archivo 20/459 del Archivo Histórico Municipal de Cáceres.

[14]   “Carta de varios concejales al Ayuntamiento de Cáceres” del 07/10/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[15]   “Acta de la reunión de la Comisión de Instrucción Pública” del 26/10/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[16]   “Reglamento elaborado por la Comisión para la Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 03/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[17]   “Carta de varios concejales al…op. cit.

[18]   “Reglamento elaborado por la Comisión…op. cit.

[19]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 04/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[20]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[21]   “Oficio del Ayuntamiento a los Sres. Directores de Instituto y Escuela Normal de Maestros y Arquitecto” del 10/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[22]   “Informe de D. Eladio Rodríguez para el Sr. Alcalde de Cáceres” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[23]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 16/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[24]   “Oficio del Ayuntamiento a los Sres. Directores de Instituto y Escuela Normal de Maestros” del 29/11/1921 en Neg. 2º, n.º 2029 y 2030 en Expediente num. 6… op. cit.

[25]   “Carta de D. Antonio Silva al Alcalde de Cáceres” del 01/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[26]   “Carta de D. Eladio Rodríguez al Alcalde de Cáceres” del 01/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[27]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 09/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[28]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Director del Instituto General y Técnico” del 13/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[29]   “Bases para el nombramiento de profesores para Escuela Municipal de Artes y Oficios, acordada implantar en esta ciudad por el Excmo. Ayuntamiento” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[30]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 18/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[31]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 25/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[32]   Ibídem.

[33]   “Carta de D. Antonio Silva al Sr. Alcalde” del 15/03/1928  en Expediente num. 6… op. cit

[34]   “Carta del Sr. Alcalde a D. Antonio Silva” del 13/03/1928  en Expediente num. 6… op. cit

[35]   “Carta del Sr. Alcalde a D. Antonio Silva” del 28/03/1928 en Expediente num. 6… op. cit

[36]   “Anuncio de apertura de Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 10/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[37]   “Carta de D. Antonio Silva al Alcalde de Cáceres” del 10/01/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[38]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 22/09/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[39]   “Acuerdo de la Comisión de Instrucción Pública” del 10/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[40]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 26/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[41]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Director del Instituto General y Técnico” del 30/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[42]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 22/05/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[43]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 28/08/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[44]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 30/10/1923  en Expediente num. 6… op. cit.

[45]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Secretario de la Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 07/11/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[46]   “Carta de D. Cipriano Guerra, secretario de la Escuela Municipal de Artes y Oficios al Sr. Alcalde” del 15/12/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[47]   Redacción, “La sesión de esta mañana de la Comisión Permanente” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 08/11/1926.

[48]   Redacción, “Se reúne la Comisión Permanente” en La Montaña, 23/12/1924.

[49]   “Nóminas del personal de la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Enero de 1928” del 31/01/1928 en Expediente num. 6… op. cit.

[50]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 05/10/1923.

[51]   Redacción, “S. T.” en Extremadura, 09/10/1923.

[52]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 30/11/1923.

[53]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 21/03/1924.

[54]   Redacción, “El pleno se reunió anoche en sesión extraordinaria” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 11/09/1929.

[55]   Redacción, “La primera Exposición Regional de Arte en Cáceres ayer tarde fue inaugurada” en Extremadura, 28/05/1924.

[56]   Redacción, “Reparto de premios a los alumnos de la Escuela Municipal de Artes y Oficios” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 13/12/1930.

[57]   Redacción, “El manifiesto de los candidatos agrarios” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 07/04/1931.

[58]   Redacción, “Sesión celebrada anoche por la Corporación Municipal” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 31/12/1931.

[59]   “Solicitud de Subvención para transformar la Escuela Municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo” del 06/12/1932 en Neg. 2º Pueblo de Cáceres, Expediente para transformar la Escuela municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo y Subvención para instalarla en un nuevo local. Años 1932-41. Archivo 02993/21 del Fondo de la Diputación Provincial de Cáceres, Servicios, Educación, Fondo Educación (General), Serie: Subvenciones.

Abr 262016
 

Juan Pedro Recio. Licenciado en Historia.

Universidad de Extremadura.

 

  1. Las expediciones militares: los intentos de los carlistas de generalizar la guerra en la Península

La Primera Guerra carlista, conflicto civil que a su vez trajo consigo amplias repercusiones internacionales, sumió a España en una prolongada lucha entre carlistas e isabelinos que se extendió desde 1833 hasta 1840. Tras la muerte del Rey Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 hasta el momento en el que, con sus tropas, el general carlista don Ramón Cabrera abandonó España en julio de 1840, se sucedieron toda una serie de desencuentros y acciones bélicas entre ambos bandos. En esta encrucijada histórica no solamente se dirimió el pleito dinástico que tuvo como principales litigantes, por un lado, al Infante don Carlos María Isidro de Borbón, quien defendió sus derechos a la sucesión de la corona estando con vida su hermano, Fernando VII, y por otro lado, a la que sería Reina Gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y su hija Isabel II –mujer e hija del último, respectivamente-, sino que en el fondo de todo ello en realidad existían asuntos de mayor trascendencia y en el conflicto se produjo “una lucha entre dos formas de entender el poder y de organizar todas las esferas de la sociedad española, tanto las públicas como las privadas”[1].

Durante la contienda, el bando carlista, en cuya cúspide se encontraba don Carlos -titulado Rey de España como Carlos V-, llegó a constituir una alternativa real de poder, se dotó de una estructura estatal así como de un Ejército regular en toda regla en las zonas geográficas en las que su causa adquirió un mayor arraigo (como fueron Navarra, las provincias vascas o el Maestrazgo) y por grandes espacios peninsulares contó con toda una serie de guerrillas que defendieron sus intereses, siendo buen ejemplo de ello las que actuaron por regiones como Castilla La Mancha, Valencia e, incluso, Extremadura.

Y descendiendo ya al tema que en este texto abordaremos, en el desarrollo de la guerra civil, aparte de producirse un gran número de encuentros bélicos entre los dos bandos litigantes, también dentro del campo carlista cabe destacar el fenómeno de las expediciones militares. Las de mayor importancia tuvieron lugar en el período comprendido entre junio de 1835 –mes en el que se produjo la muerte del general don Tomás de Zumalacárregui- y agosto de 1838, cuando la guerra se intensificó en el Frente del Este –provincias del Levante español-. Con estas expediciones no sólo se pretendía “extender la guerra a otros puntos de la Península” y “alentar la sublevación y posterior consolidación de los carlistas locales”[2] de los sitios por las que las mismas transitaban, sino que también se perseguía descongestionar la presión a la que los isabelinos tenían sometido al Frente del Norte y, además, tener ocupadas por un tiempo, en otros territorios, a una serie de tropas a las que costaba mantener y pagar.

A la hora de poner en marcha este sistema de expediciones, no faltaron diversidad de opiniones, pues existieron militares partidarios de realizarlas y otros se posicionaron en contra. Pero pese a estas posiciones enfrentadas, el sistema de expediciones fue empleado por don Carlos y se llegaron a ejecutar una decena de ellas que recorrieron grandes espacios geográficos de la Península, destacando nosotros aquí dos de las más conocidas. En primer lugar, la que estuvo dirigida por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, una de las expediciones que trataremos en este texto y que, entre junio y diciembre de 1836, recorrió diversos espacios de la geografía peninsular tales como Asturias, Galicia, ambas Castillas, Andalucía o Extremadura. En segundo lugar, de gran importancia fue la Expedición Real, contingente militar encabezado por el propio don Carlos y que en septiembre de 1837 se presentó ante las murallas de Madrid. Aparte de estas dos expediciones de renombre, otra serie de militares carlistas como don Basilio Antonio García y Velasco, don Juan Antonio de Zaratiegui o don Ignacio de Negri –Conde de Negri- encabezaron otras por diferentes puntos de la Península durante los años de 1836, 1837 y 1838. Pese a darse circunstancias muy particulares en cada una de estas expediciones puestas en marcha por los carlistas en el trazo temporal ya indicado, por lo general, gran parte de ellas no tuvieron los efectos esperados por don Carlos.

Realizada esta pequeña introducción, en los epígrafes que siguen nos vamos a encargar de analizar al detalle, por una parte, dos de las grandes expediciones carlistas que partieron desde el Frente del Norte y que pasaron por Extremadura. También, por otra parte, otorgaremos unas breves notas sobre las que tuvieron como punto de origen y destino poblaciones extremeñas: expediciones de menor envergadura en cuanto a integrantes, que estuvieron compuestas por guerrillas reunidas tanto de carlistas extremeños como manchegos y que llegaron a poner en serio peligro -e incluso a ocupar temporalmente- núcleos de población importantes como Cáceres, Plasencia, Villanueva de la Serena o Trujillo.

 

  1. Las expediciones carlistas procedentes del Frente del Norte y sus efectos en Extremadura

En este apartado vamos a detenernos en las dos grandes expediciones militares que pasaron por Extremadura durante esta guerra civil. Ambas partieron desde el Frente del Norte y su paso por la región trajo consigo toda una serie de consecuencias, en su mayor parte desfavorables para el bando isabelino. Una de estas expediciones fue la capitaneada por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, que pasó por Extremadura los últimos días de octubre y los primeros de noviembre del año de 1836. La otra fue la comandada por don Basilio Antonio García y Velasco, la cual transitó por suelo extremeño entre los meses de marzo y mayo de 1838. Otorgadas estas consideraciones generales, para un mejor entendimiento de ambas, vayamos por partes.

II.I. El paso de la expedición del General Gómez

El mes de octubre de 1836 conoció una frenética actividad, pues coincidió con la llegada a Extremadura de la mayor fuerza carlista que había pisado su suelo desde los inicios de la guerra civil. La expedición comandada por el general carlista jiennense don Miguel Gómez Damas, denominada el Ejército Real de la Derecha, que salió el 26 de junio de 1836 de Amurrio (Álava), contando con un total de 2.700 infantes y 180 jinetes, además de portar “un obús y un cañón de montaña al cargo de un sargento de artillería y nueve artilleros”[3], arribaba a territorio extremeño cuatro meses después, tiempo en el que había recorrido grandes espacios de la geografía peninsular. Pero para entender mejor su corta estancia en Extremadura, así como las luctuosas consecuencias que tuvo para los liberales, vayamos por partes y centrémonos en los momentos inmediatamente previos a su llegada.

Como primera medida de precaución, ya que Gómez y sus hombres, al paso por diferentes pueblos los habían ocupado e incluso algunos paisanos se habían unido a sus filas, desde el Ministerio de la Gobernación se trasladaba una orden que se circuló por toda Extremadura a principios de octubre y que contenía una serie de artículos con el fin de evitar que ningún pueblo extremeño fuera ocupado así como también para disuadir y castigar a las personas que se enrolaran en sus filas[4].

Dictado lo anterior y conforme avanzaba el mes, fue cuando empezó a cundir el pánico a lo largo y ancho de Extremadura, ya que cada día se veía más cerca la entrada en la región de la gruesa fuerza capitaneada por Gómez. A partir del 16 de octubre, día que se informaba desde Castuera de los movimientos de la expedición[5], hasta la llegada de ésta a últimos de mes, se sucedieron una serie de comunicados y disposiciones por parte de las principales autoridades provinciales que conviene reseñar para observar cómo fue aumentando la preocupación.

Una de ellas fue dirigida por don Antonio Pérez Aloe, actuando como Jefe Político y Comandante General interino de la provincia de Cáceres, en la que señalaba que por la posición de Gómez era “muy de temer que esta Provincia sea invadida dentro de muy pocos días” y dictaba una serie de órdenes a los pueblos de su mando (que informasen de los movimientos de los carlistas, que movilizasen a su Milicia Nacional, etc.)[6]. Lo propio se hizo desde el Gobierno político de Badajoz en el que su responsable, don José Zepeda del Río, encargó “á todas las autoridades y ayuntamientos que por ningun pretesto se alejen ni abandonen sus respectivos pueblos y jurisdicciones”[7], pues los más destacados liberales de algunas poblaciones extremeñas ya las habían abandonado por lo que pudiera suceder.

Pero de muy poco sirvieron estas medidas destinadas a conservar el orden público. A pesar de los partes que daban cuenta de los movimientos de Gómez[8], de las medidas puestas en marcha durante estos días de octubre para hacerle frente, a partir del día 20 en muchos espacios de Extremadura comenzó a cundir el pánico y se produjo una auténtica desbandada. En este sentido, son llamativos los casos de Cáceres y de Trujillo. En la capital cacereña, donde ya se notaba una “confusión estrepitosa”, la vida político-administrativa se paralizó por completo[9]. Además, ante el riesgo que conllevaba que los presos de la Audiencia Territorial fuesen liberados por Gómez, estos, en un número aproximado de 40, fueron trasladados a Badajoz[10]. Incluso, se barajó que la misma Audiencia pasase a la citada plaza pacense, cosa que finalmente no se llevó acabo. Por otra parte, similar tuvo que ser el pánico que se vivió en Trujillo, pues abandonaron la población las personas encargadas de las oficinas de Rentas Nacionales, las de Amortización, las de Correos y las del propio Ayuntamiento[11]. Por su parte, otros puntos, en principio menos amenazados por la expedición, también tomaron medidas, como el caso de Badajoz, que se puso en estado de defensa[12].

Así, reinando este desconcierto y temor en muchos puntos de la geografía extremeña, la entrada de Gómez y sus hombres, procedentes de la provincia de Ciudad Real, se produjo el 26 de octubre de 1836 por Siruela, cuatro meses después de que su expedición había iniciado su andadura desde la localidad alavesa de Amurrio.

Hasta su llegada a Extremadura, había sufrido reveses, pero también había cosechado notables triunfos. A pesar de la implacable, pero no muy afortunada persecución a la que estaba siendo sometido por los generales Alaix, Rodil y Narváez, entre otros, justamente antes de pisar suelo pacense, Gómez consiguió una victoria importante al hacer capitular, el día 24 de octubre, la villa y fuerte ciudadrealeña de Almadén. Aquí se rindió la guarnición liberal que resistió casi durante más de dos días el sitio de los carlistas. Como resultado de esta acción, “los cristinos sufrieron diecisiete muertos, cuarenta y seis heridos y 1.767 prisioneros”[13]. Dentro de este elevado número de prisioneros, para nuestro interés, se encontraba don Jorge Flinter –militar irlandés que prestó importantes servicios a la causa isabelina como Comandante general de Extremadura sobre la línea con La Mancha-, quien había acudido en socorro de Aranguren, encargado de la defensa de Almadén.

Así, tras esta victoria y portando los carlistas una gran cadena de presos liberales, como ya hemos avanzado, se presentó Gómez en Siruela el día 26[14], continuó hacia Talarrubias y pernoctó en Navalvillar de Pela. El 27 prosiguió su itinerario y llegó a Guadalupe por la tarde, no sin antes enviar una avanzadilla a las órdenes del coronel don Francisco Fulgosio para tener conocimiento de la guarnición allí establecida. Éste informó que en la villa guadalupana había una fuerza de 1.500 individuos de los movilizados de Extremadura. Una fuerza para hacer frente a los carlistas que, sin embargo, de muy poco sirvió, pues cayeron prisioneros 267 de los movilizados, otros tantos se presentaron voluntarios a engrosar las filas de Gómez y el resto –exceptuando a unos 100 que “siguieron fieles a sus jefes”[15]-, tras arrojar las armas, se dispersó voluntariamente. Un hecho éste que inmediatamente tuvo su repercusión en otros puntos de la geografía extremeña, pues, exceptuando dos batallones que se hallaban uno en Badajoz y otro en Plasencia, “todos los movilizados de Extremadura se fueron a sus casas, quedando la provincia en la mayor tranquilidad”[16].

Acaecido este episodio en Guadalupe, aparte de pronunciarse las mujeres de este punto “contra Flinter pidiendo a gritos su cabeza”, Gómez reflexionó acerca de sus posteriores movimientos. Y fue aquí cuando supo que el Puente del Arzobispo, camino natural hacia Madrid, estaba ocupado por 2.800 hombres al mando de don José Carratalá, lo que hizo cambiar de estrategia al general carlista –teniendo en cuenta que Alaix también estaba cerca de sus pasos- y decidió marchar hacia Cáceres.

De este modo, la gruesa fuerza carlista continuó la marcha: el 28 pasaba por Cañamero y Logrosán para arribar el 29 por la tarde a Trujillo, tras haber pasado también por Zorita y Conquista de la Sierra, lugar este último en donde los carlistas realizaron una junta.

En Trujillo descansó la expedición el 30 de octubre, día que también fue aprovechado por los partidarios de don Carlos para ocuparse de varias cuestiones que conviene señalar. En primer lugar, se licenció a los milicianos nacionales que traían prisioneros desde Almadén. En segundo lugar, aprovecharon para hacerse con provisiones[17], pues aunque habiendo abandonado Trujillo las autoridades liberales, una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, no fueron puestas a salvo y todo ello quedó en poder de Gómez y sus hombres[18]. Y en tercer y último lugar, se volvió a celebrar otra junta en la que los diferentes generales carlistas que componían la expedición, como don Ramón Cabrera, el Trigre del Maestrazgo, don José Miralles o don Joaquín Quílez, conversaron sobre diferentes temas. El principal objeto de esta junta fue “someter a su examen y deliberación en qué punto del Reino podría hacer la guerra este Ejército con más ventajas de la legítima causa del Rey N.S.”[19]. Tras una concienzuda deliberación, se decidió que don Ramón Cabrera, “en la primera ocasión favorable”, marchase a socorrer la plaza de Cantavieja (en Teruel), debido al sitio que estaba practicando sobre ella el general cristino don Evaristo San Miguel[20]. Decidida esta opción, Cabrera marcharía desde Cáceres.

Solventados ya estos asuntos, partieron hacia la capital cacereña el día 31 de octubre[21], punto al que llegaron a las tres de la tarde de ese mismo día “en medio de los vivas y aclamaciones de toda la población”[22] que salió a recibirlos. Junto a la expedición, entraron a la ciudad algunos de los jefes de guerrilla cacereños como Francisco Montejo o Rafael Pulido. Además, el Vizconde de la Torre de Albarragena, título que ya destacó en el Trienio Liberal por su destacada adhesión a la causa realista, actuando como encargado de la jurisdicción local, mandó un repique general de campanas mientras los carlistas entraban en Cáceres[23] y aquella noche dio alojamiento al general don Ramón Cabrera[24]. Esa misma tarde, también Gómez autorizó a “un gefe extremeño llamado Cuesta, que quedó en aquella Provincia con unos 500 hombres del país y algunos caballos”[25].

Establecida pues la fuerza carlista en Cáceres sin encontrar ninguna resistencia, el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, Gómez aprovechó esta parada para observar y adquirir noticia de los movimientos de las fuerzas liberales, principalmente de las de Rodil y Alaix, y para realizar varias cuestiones de intendencia. Por un lado, nombró, respectivamente, comandante y capitán de partida a los naturales don Francisco Rincón y a don Genaro Morales[26], este último nacido en Oliva de Plasencia, que había formado parte del cuerpo de los Voluntarios Realistas tanto de su pueblo natal como de Gargantilla –donde también desempeñó el cargo de Secretario de su Ayuntamiento- y procedente de una “familia de la que habían sido algunos jefes realistas en tiempos de la revolución del año 20”[27]. Por otro lado, se dio libertad a un gran número de hombres que pertenecían al grupo de los prisioneros “después de habérseles tomado juramento de no volver á las armas en contra de la causa de don Carlos” [28] y se perdonó la vida “a un oficial y dos sargentos que habían hecho por su cuenta exacciones pecuniarias”[29]. También durante este día se reunió dinero y hombres. Por lo que respecta al dinero, tenemos constancia de que se realizaron varias exacciones, como al cura ecónomo de la Iglesia de Santa María,  don Antonio Vives, a quien el tesorero de la tropa carlista exigió mil reales[30]. En lo relativo a los hombres, Gómez hizo público un bando para que “todos los mozos solteros se presentasen sin escusa alguna para que siguiesen con su compañía”[31] y también recibió voluntarios para que marcharan en la expedición, destacando el caso del hijo del ya citado Vizconde de la Torre de Albarragena, don Narciso María de Cabrera, de veintiún años de edad[32].

Al tiempo que Gómez se encargaba de supervisar lo anterior, muy pendiente por otra parte de los movimientos de los liberales que tenían tomado el puente del Cardenal, decidió que don Francisco Rincón con 40 caballos y 30 infantes se dirigiera a tomar el puente de Alcántara, lo cual se logró no sin entablar una refriega con el destacamento cristino allí acantonado y a pesar del riesgo que esto suponía para los carlistas al hallarse en la frontera portuguesa una fuerza de su Gobierno liberal que “amenazaba entrar en la provincia, si nosotros permanecíamos en ella o nos acercábamos a Portugal”[33].

Habiendo tomado el puente de Alcántara la avanzadilla carlista, el grueso de la expedición de Gómez salió para allá el 2 de noviembre por Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), pero a una legua de Cáceres tuvieron que dar marcha atrás por la noticia de los movimientos de Alaix y Rodil. A su vuelta a la capital cacereña, punto que de nuevo sirvió para modificar la ruta, fue cuando se produjo la marcha de don Ramón Cabrera hacia Aragón, la cual no debió estar exenta de polémica debido a la disconformidad de este con las tropas que se debía llevar[34]. El Tigre del Maestrazgo, cumpliendo órdenes, dejó el grueso de la expedición y el día 3 marchó por Valdefuentes a Montánchez, lugar donde pernoctó antes de pisar territorio manchego.

Por su parte, la expedición abandonó también Cáceres y el día 3, pasando por Torreorgaz y Torrequemada, pernoctaron en Torremocha, con la intención de marchar sobre Trujillo y pasar el Tajo por la barca de Almaraz. Pero las noticias que a los carlistas les llegaron en Torremocha les hicieron cambiar, nuevamente, de planes, puesto que Rodil se encontraba en Jaraicejo, Alaix en Siruela y que Narváez, “con una División de 5.800 hombres, de un día a otro debía incorporarse con el primero”[35]. Tras conocer esto y no contar Gómez con un auxilio seguro de alguna otra fuerza que saliera del Norte, decidió volver a Andalucía. Fijado este nuevo trayecto, el día 4, pasando por Arroyomolinos de Montánchez y Almoharín, llegó a Miajadas, punto en donde pasaron la noche y se separaron de la expedición los jefes de partida ya citados Rincón y Morales. Al día siguiente, el 5 de noviembre, pisaron ya territorio pacense[36] y pasaron por Villar de Rena y Rena, núcleo en el que vadearon el Guadiana construyendo un puente de carros y se hicieron con 1.200 reales que les entregó su alcalde[37], e hicieron noche en Villanueva de la Serena. El día 6 pasaron por La Haba, La Guarda, Quintana y Zalamea de la Serena y el 7 abandonaron Extremadura, pasando por los núcleos de Berlanga y Ahillones, llegando a Guadalcanal.

Con la internación de Gómez en Andalucía, tocaba a su fin la estancia de la mayor fuerza carlista que transitó por Extremadura durante los casi siete años que duró esta guerra civil, pues una pequeña descripción nos indica que en el momento de su salida de Cáceres la expedición estaba compuesta, como ya hemos avanzado, por algo más de 12.000 hombres[38], un imponente contingente que a su vez se dividía en diferentes unidades militares si atendemos a los interesantes y valiosos datos que recientemente ha proporcionado Rodríguez Plaza, quien ha localizado hasta una quincena de unidades, las cuales listamos aquí por su interés: Batallón de Granaderos, 2º Batallón de Castilla, 4º Batallón de Castilla, 6º Batallón de Castilla, 7º Batallón de Castilla, 8º Batallón de Castilla, Escuadrón de Caballería 2º provisional, Escuadrón de Caballería 3º provisional, Escuadrón de Caballería 4º provisional, Escuadrón de Caballería 5º provisional, División Dalmacia, División de Aragón, Artillería, Brigada de Municiones y Compañía de la Legitimidad[39].

En fin, como hemos tenido la oportunidad de ver, poco más de diez días permaneció en nuestro suelo, sin encontrar apenas resistencia, pero las consecuencias de esta expedición iban a ser desastrosas para la causa liberal. Aprovechando su temporal estancia, los carlistas extremeños se envalentonaron y, lo que fue aún peor, el espíritu público proclive a Isabel II recibió un mazazo del que no se recuperó en mucho tiempo, pues 1837 fue el año en el que mayores progresos experimentaron los carlistas en Extremadura.

 

II.II. La expedición militar de don Basilio

Don Basilio Antonio García y Velasco, militar riojano, partió desde el Frente del Norte el 28 de diciembre de 1837 con esta expedición compuesta por cuatro batallones y dos escuadrones, tras ser comisionado por don Carlos para “organizar la guerra en La Mancha y restantes regiones de la España central”[40]. Durante los meses de enero y febrero de 1838, recorrió grandes espacios de las provincias de Cuenca, Ciudad Real o Toledo –de ahí el potencial peligro que veían las autoridades extremeñas de la posible penetración en su territorio-, aunque sin cosechar grandes éxitos y siendo continuamente hostigado por diferentes columnas liberales. A principios de marzo sus movimientos se empezaron a aproximar a Extremadura y ello acarreó una estrecha vigilancia desde la región. Don Basilio, ocupaba Almadén a principios de marzo y ello dio lugar a que se generaran partes acerca de su posición desde diferentes pueblos extremeños. Por ejemplo, desde la Justicia de Don Benito se enviaban partes a la Audiencia Territorial, acerca de sus movimientos, su número de integrantes y su posición[41]. Del mismo modo, el Comandante general de la provincia de Cáceres, recomendaba a la capital que tomara medidas de precaución por si penetraba en Extremadura[42] y que se dedicara a “los preparativos de defensa y conclusión de fortificaciones”[43]. Ante estos preocupantes movimientos de la fuerza expedicionaria carlista de don Basilio, incluso don Santiago Méndez Vigo, Capitán General de Extremadura, ordenaba el 6 de marzo “que la columna de Crespo, un Escuadron de la Reyna y 400 hombres de Ynfant[eria] marchen hacia Siruela por Medellín”[44], punto a donde él mismo se dirigió esa misma noche, dejando así el cuartel general que tenía establecido en Trujillo.

Mientras se vigilaban de cerca estos movimientos desde puntos como Siruela o Cabeza del Buey, los principales núcleos de población de Extremadura que quedaban más expuestos a ser atacados en el caso de que se produjera la invasión de los carlistas, inmediatamente activaron medidas para su defensa. En este sentido, tres casos son los más representativos: Cáceres, Plasencia y Trujillo, ciudades en las que saltaron todas las alarmas, pues el paso de la expedición de Gómez en noviembre de 1836 y sus desastrosas consecuencias aún estaban muy recientes.

En Cáceres, resulta de interés señalar que la capital se puso en estado de defensa, teniendo un papel importante en los trabajos que se llevaron a cabo (acopio de víveres, reparto de armamento, cerramiento de accesos, etc.) la Diputación, su Ayuntamiento y el Comandante militar de la ciudad[45]. Por su parte, desde Plasencia se aseguraba que, si se diera el caso de la presentación de don Basilio en sus proximidades, estaban dispuestos a hacerla frente, ya que se tenía preparado un proyecto de defensa de la ciudad[46]. Aún con todo, se tomaron una serie de precauciones, como dotar de agua y municiones a la casa fuerte –se eligió como tal a la Catedral y Palacio Episcopal-, cerrar a cal y canto las puertas de Berrozana y Talavera, y la construcción de un tambor delante de la puerta del Palacio Episcopal[47]. En último lugar, el Comandante General de la provincia de Cáceres, puso de relieve la necesidad de que la plaza de Trujillo fuera ocupada por tropas liberales y que se pusiera también en estado de defensa, solicitando para ello varios efectos[48].

A la vez que se acordaban estas medidas de defensa para los principales núcleos poblacionales de la provincia de Cáceres, las fuerzas liberales de Extremadura se reunían en los puntos cercanos a La Mancha como Valdecaballeros, Siruela, Puebla de Alcocer o Cabeza del Buey[49], sin desatender otros puntos igualmente importantes como Medellín o Guadalupe[50]. Todo ello con el objetivo de hostigar a Basilio, que ya era perseguido por otras columnas manchegas al mando de Flinter, y evitarle el paso a territorio extremeño.

Esta persecución emprendida sobre la fuerza expedicionaria carlista no daba seguridad a los extremeños, y la Diputación de Badajoz, ante esta situación de inestabilidad, dio a conocer una exposición que envió al Congreso Nacional en la que se detenía en las calamidades por las que estaba pasando el conjunto de la región (alarma e inseguridad constante, reducción considerable de la cabaña ganadera en su zona más oriental, grandes gravámenes que ocasionaban el sostenimiento de las tropas, etc.)[51]. Unas mismas quejas que, con motivo de los gravámenes que suponía el racionamiento de la fuerza desplegada, fueron secundadas por numerosos ayuntamientos, destacando el caso concreto de Mérida, la cual manifestaba los apuros que experimentaba su consistorio para racionar a las tropas que se encontraban acantonadas en su jurisdicción[52].

Con el fin de levantar este abatido estado de espíritu público, también se sucedieron exhortos patrióticos por parte de las autoridades, destacando el emitido por el Jefe Político de Badajoz, don Ramón Ceruti, en el que arengaba a la Milicia Nacional y pedía al conjunto de los liberales pacenses que mantuvieran la unidad e hicieran frente a las bandas carlistas que osasen penetrar en su suelo, haciendo con ello referencia directa a la expedición de don Basilio, mandada por don Carlos para “invadir otra vez el centro de la monarquia, para tentar locamente de decidir en ella la guerra que nos devora”[53]. Mientras, en Cáceres, se ultimaban los detalles de cara a una posible invasión, solicitando una serie de víveres y útiles necesarios para proveer el fuerte interior de la ciudad[54], y la Intendencia cacereña pedía catorce carros para llevar los efectos y caudales a un punto más seguro, señalando al Ayuntamiento de la capital que se trataba de un urgente e imperioso servicio[55].

Ínterin, los peores presagios llegaban a cumplirse y la fuerza expedicionaria de don Basilio se internaba en la demarcación pacense el 24 de marzo, más concretamente en término de Herrera del Duque. En este núcleo pernoctó el militar riojano y en la cercana pedanía de Peloche, hicieron lo propio los cabecillas don Juan Vicente Rugeros, el extremeño don Fernando Sánchez y el hijo de Pedro Valencia, quienes acompañaban a don Basilio. El 25 salieron estos últimos de aquel punto con objeto de inutilizar la barca que existía sobre el río Guadiana y hacer idéntica operación con la existente al frente de Talarrubias, pueblo en donde entraron al mediodía unos 100 efectivos de la caballería carlista junto a otro contingente que se dirigió a Puebla de Alcocer, aunque enseguida regresaron para volver a unirse a don Basilio, quien abandonó Herrera del Duque el 25, realizando una contramarcha hacia Siruela, donde se tenía conocimiento de que había pernoctado esa misma noche[56]. A pesar de la persecución de la que estaba siendo objeto desde el mismo mes de enero, de los descalabros que le habían propinado las fuerzas liberales, como en Valdepeñas, y de la difícil relación con algunos cabecillas carlistas manchegos[57], lo cierto es que don Basilio entraba en Extremadura con un contingente más que respetable, compuesto por más de 4.000 hombres, ya que había reunido bajo su mando, en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Mancha, Toledo y Cuenca, a “todas las todas las facciones de la Mancha y Toledo asi como las que habian quedado en Estremadura”[58], lo que motivó que las autoridades extremeñas se pronunciaran ante esta considerable fuerza. Por un lado, al tener noticia de sus movimientos, la Diputación pacense acordó dirigir a sus pueblos una alocución “digna de su patriotismo ecsortandola [sic] á la defensa, y que presten cuantos ausilios de Nacionales, vagages [sic] y raciones q[ue] necesiten las tropas de la nacion y de la Reyna»[59]. Lo mismo hizo el Jefe Político, don Ramón Ceruti, solicitando a las justicias que dieran parte de todos sus movimientos, que se vigilaran las casas en las que habitaban personas tenidas por desafectas del distrito y, por último, llamando a los pacenses a hacer frente a esta nueva expedición carlista[60]. En la provincia cacereña, también su Jefe Político, don Juan Antonio Garnica, trataba de desmentir los rumores inexactos que circulaban sobre la posible presentación de don Basilio en la capital, donde afirmaba que había “más de mil acérrimos defensores de la libertad” dentro de su recinto. Pero lo cierto es que aquí se seguían tomando precauciones. Aun sabiendo lo improbable de una muy hipotética marcha de don Basilio hacia Cáceres, el Jefe Político confinó a varios “visionarios carlistas” que se estaban encargando de menoscabar el espíritu público y de aumentar las noticias sobre la expedición carlista[61]. Por su parte, la Audiencia Territorial, como había sucedido ya en octubre de 1836 ante la proximidad de la expedición de don Miguel Gómez, remitió a Badajoz “por punto seguro y á cubierto de la imbasion [sic] de los enemigos” una veintena de presos, de entre los más comprometidos, que permanecían en la cárcel de Corte cacereña[62].

Sin embargo, pronto fueron a menos los temores y preocupaciones por la irrupción de don Basilio en la región, pues no cesaba la persecución sobre su persona y sobre sus hombres por parte de las tropas liberales, tanto de las fuerzas extremeñas como de otras columnas mandadas por Pardiñas, Azpiroz o Flinter. Además, en núcleos como Medellín, Campanario o Don Benito, Méndez Vigo había acantonado a varios contingentes militares para evitar que penetrase en el interior de la provincia pacense, como también hizo más al norte –en Guadalupe o Zorita- con el fin de impedir que la fuerza carlista se dirigiera hacia las codiciadas serranías de Las Villuercas. Don Basilio, sabiéndose acosado por prácticamente todos sus flancos, abandonó el suelo extremeño y partió hacia Almadenejos[63], volviendo así a pisar de nuevo territorio de Ciudad Real. A primeros de abril, levantaron el campamento que parte de las fuerzas carlistas tenían establecido en Almadén, y Palillos se quedó con su caballería en Agudo[64]. Don Basilio marchó hacia núcleos como Villarta de San Juan y Villarrubia de los Ojos, donde, de nuevo, dividió su fuerza “al sentirse tan perseguido por Pardiñas”[65], con objeto de dirigirse el militar riojano hacia Castilla la Vieja a unirse a otra expedición carlista que había salido de las provincias del Norte a mediados de marzo como era la dirigida por don Ignacio de Negri y Mendizábal, más conocido como el conde de Negri[66].

Ante estos movimientos de la fuerza expedicionaria carlista, el Capitán General Méndez Vigo afirmaba desde Cabeza del Buey, que habían “desaparecido por ahora los temores que había de que el rebelde Basilio invadiese esta provincia”. No obstante, el Jefe Político pacense ordenaba que las justicias notificaran cualquier dato que consideraran de interés en lo relativo a los movimientos de don Basilio[67].

Dicho lo cual, siguiendo su recorrido hacia Castilla la Vieja, don Basilio se volvía a acercar a los confines de Extremadura, esta vez ya a su paso por la vecina provincia de Toledo. Así, la Diputación cacereña recibía un oficio del Comandante de Armas del Puente del Arzobispo en el que pedía refuerzos ante su aproximación a aquel punto y manifestaba que había pasado a la derecha del Tajo para proteger la barca de Almaraz[68]. Ya el 9 de abril, el Comandante de los cantones de Jarandilla y Navalmoral, don Marcos Lozano, informaba que había enviado hacia el Puente del Arzobispo un pequeño contingente atendiendo a la solicitud elevada por su Comandante de Armas[69].

Mientras, el carlista riojano trataba de reorganizar y aumentar sus fuerzas. Por una parte, con el fin de reorganizarlas, desde Anchuras se comisionaba al jefe Felipe Muñoz, a quien se había otorgado el cargo de Comandante del Ejército carlista de la izquierda del Tajo, “para recoger y reunir todos los dispersos y disueltos de ambas armas” y que los dirigiera “donde tenga el Cuartel General con Oficiales de confianza”, encargándole también que hiciera saber al cabecilla apodado como el Francés y al extremeño Francisco Barbado, que se presentaran ante don Basilio para “darles una comisión de interés”[70]. Por otra parte, con el fin de aumentarlas, don Basilio realizaba una saca de mozos en los pueblos por los que transitaba, por lo que el comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, señalaba la conveniencia “de reunir la juventud de los dos cantones de su mando”[71] para evitar que fueran llevados por los carlistas e impedir así que estos aumentaran su fuerza expedicionaria.

En este contexto, aun teniendo en cuenta que sus pasos eran seguidos muy de cerca por las columnas liberales, sobre todo por la del general don Ramón Pardiñas, don Basilio se movía con bastante facilidad por la comarca de la Jara toledana, llegando a establecer su cuartel general a finales de abril en Sevilleja de la Jara, pueblo y alrededores en donde se encontraba con su fuerza que oscilaba entre 800 y 1.000 efectivos[72]. Desde aquí, lanzó diferentes intentonas con el objetivo de ocupar los puntos fronterizos de Espinoso del Rey, Oropesa o Puente del Arzobispo y, con ello, cruzar el Tajo, lo que alertó a núcleos extremeños de envergadura como Trujillo, ciudad a la que se envió una remesa de víveres por si Basilio se acercaba a sitiarla[73].

Y desde la Jara toledana, Basilio y los demás cabecillas que le acompañaban, pasaron a Extremadura con intención de cruzar el valle del Tiétar e internarse en Castilla la Vieja. Volviendo a pisar suelo extremeño por segunda vez la expedición carlista, merece reseñar algunos hechos destacables. En primer lugar, don Basilio ordenó a Felipe Muñoz que, con una avanzadilla compuesta de entre 200 y 300 efectivos de caballería, dirigiese un ataque a las poblaciones de Oropesa y Navalmoral de la Mata el 27 de abril. Este último pueblo, que rechazó el ataque, fue evacuado la mañana del 28 ante la aproximación del grueso de la expedición[74], la cual permaneció este día y hasta las 4 de la tarde del 29 acantonada en el citado punto de Navalmoral y también en Peraleda de la Mata, contando con unos 2.000 efectivos. De Navalmoral partió la expedición el 29 a las 4 de la tarde con dirección al Puerto del Pico por Jarandilla de la Vera[75]. Siguiendo bien de cerca los pasos de sus enemigos, los liberales, cuando los carlistas ya habían emprendido su marcha, intentaron que no rebasaran el Tiétar y cerca ya de la comarca de la Vera se entabló una refriega bastante desfavorable para las armas leales a Isabel II, pues en el primer encuentro que ambos bandos sostuvieron, quedó seriamente afectada la infantería y la caballería de la columna mandada por el Comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, y la del propio Comandante general de la provincia de Cáceres. Estos dos, intentando escapar de la persecución posterior de los carlistas –que duró unas seis horas-, perdieron a varios hombres que fueron hechos prisioneros y a otros tantos que perecieron durante el combate y en el subsiguiente acoso citado[76].

Dispersadas estas columnas liberales, los carlistas continuaron su itinerario, como ya hemos dicho, con la intención de escapar del continuo hostigamiento al que estaban siendo sometidos y de unirse a la expedición del conde de Negri. Así, pasando por las estribaciones montuosas de la vertiente sur de Gredos y dejando ya atrás, por su izquierda, a Plasencia, arribaron a Béjar el 3 de mayo de 1838. Aquí pretendía don Basilio hacerse del famoso paño bejarano para uniformar a su tropa e impuso una contribución al vecindario. Lo que muy seguramente no se esperaba, fue lo que vino inmediatamente después. Pardiñas, que seguía sus pasos desde Navalmoral, de donde salió el 29 de abril, se dirigió a Plasencia y desde aquí inmediatamente a Béjar en cuanto tuvo noticia de que en esta villa salmantina permanecía la fuerza carlista. Su plan no pudo salir mejor: cogió por sorpresa a la misma, la cual no tuvo oportunidad ni siquiera de defenderse. Solamente se entabló una pequeña refriega antes de que la división mandada por Pardiñas tomara Béjar y, con ella, a la práctica totalidad de la expedición carlista. El número de prisioneros ascendió a “125 jefes y oficiales […] y 493 individuos de tropa”[77], y cayeron muertos 35 carlistas, entre los que se encontraba el coronel don Francisco Fulgosio.

Entre este elevado número de prisioneros –que comprendía a personas procedentes de muy diferentes lugares de España-, algunos de ellos eran jefes carlistas destacados como el Brigadier don José Jara o los coroneles manchegos don Cándido Tercero y don Matías Ovejero. También, los liberales apresaron a significados carlistas extremeños como el Coronel graduado don Félix Cuesta, natural de Torrecillas de la Tiesa, el Comandante don Pablo Bote, de Zorita, el Teniente don Andrés Palacín, de Zarza de Granadilla, el Capitán graduado don Juan Cano, de Aldea del Obispo, el Teniente don Manuel Sánchez Matas –viejo conocido carlista del norte extremeño-, de Hervás, el Subteniente don Tomás Pérez de Guzmán, de Mérida, y ya en clase de soldado, sobresale el caso de Juan Nepomuceno alias “Corcho”, íntimo amigo de los ya asesinados hermanos don Feliciano y don Francisco Cuesta[78].

El fin de la expedición de don Basilio trajo consigo un enorme alivio para muchos núcleos extremeños, destacando el caso de Plasencia, en donde, de nuevo, se había decretado el estado de sitio debido a la relativa cercanía de la tropa carlista. Allí arribó la división de Pardiñas el 6 de mayo por la tarde, portando una gran cadena de prisioneros, siendo recibida con dos arcos triunfales y colocándose en la plaza una “pirámide, colgando los retratos de S.M.M. [sic] al público”[79].

III. Las expediciones conjuntas de carlistas extremeños y manchegos por la región

 

Una vez analizadas las expediciones carlistas que partieron del Frente del Norte y que transitaron por Extremadura, no menos interesantes son las que se produjeron entre unos puntos y otros de la geografía regional y que estuvieron compuestas por diversas guerrillas reunidas tanto extremeñas como, en menor medida, manchegas. Las más reseñables, lógicamente formadas por un menor número de efectivos que las ya citadas de Gómez y de don Basilio, tuvieron lugar en la etapa de mayor predominio carlista en Extremadura, esto es: en el trazo temporal que transcurrió entre octubre de 1836 y agosto de 1838. Y dentro de este período, cabe resaltar la situación que se instaló en prácticamente toda Extremadura en 1837, año en que mayores progresos experimentaron los carlistas. Tan sólo por ofrecer unos breves apuntes, a lo largo de 1837, se produjeron movimientos de interés de varias guerrillas reunidas entre unos puntos y otros de Extremadura y en esta especie de expediciones, cabe destacar los siguientes episodios.

En primer lugar, en marzo de 1837, más concretamente el día 10, se producía la toma temporal de Trujillo por una fuerza carlista compuesta por 100 infantes y 350 caballos a las órdenes del brigadier don José Jara y García, don Fernando Sánchez y don Mariano Peco. Procedente del sur de Extremadura tras ser rechazada en Siruela y Talarrubias, los carlistas lograron entrar en la ciudad el 10 de marzo ocupándola durante unas horas, hasta que efectivos de la Guardia Real e incluso tropa venida desde La Mancha lograron arrojar a los carlistas de sus posiciones causándolos 20 muertos y provocando con ello su retirada de la ciudad a media tarde, aunque estos permanecieron los días posteriores recorriendo núcleos colindantes como Zorita o Aldeacentenera, a pesar de la letal persecución que enseguida se activó por parte de las tropas de la línea de La Mancha, reuniendo estas unos 700 efectivos[80].

En segundo lugar, en el mes de octubre del mismo año, cuando ya los carlistas se habían apoderado de una gran franja territorial al este de la provincia de Cáceres –logrando un dominio efectivo de núcleos como Alía o Guadalupe y sus alrededores- cabe citar dos expediciones que recorrieron diversos pueblos de la provincia cacereña. Por una parte, una fuerza mandada por el brigadier carlista don José Jara, quien, ensayando una especie de expedición partiendo desde las serranías de Guadalupe, se presentó ante las murallas de Plasencia el 11 de octubre, comandando unos 300 caballos y 200 infantes, con intención de tomar la ciudad, pues bien conocía su valor estratégico para dominar la zona a la derecha del Tajo. Jara, instó varias veces al gobernador militar de la plaza a que se rindiera, pero éste resistió pese a la corta fuerza de la que disponía para su defensa[81]. Desistiendo el brigadier carlista de este objetivo, tomó la dirección del Puerto, y a la altura de la ermita, se trabó combate con la fuerza liberal que estaba en su persecución, compuesta por una compañía de la Diputación y por otra de la Reina Gobernadora. Tras un sostenido fuego de los carlistas, la caballería liberal se vio obligada a retirarse y la infantería se dispersó, cayendo prisioneros unos 40 hombres[82]. Jara, tras este triunfo, prosiguió su camino y se dirigió hacia núcleos como Villar de Plasencia, Granadilla – pueblo que ocupó el 13 de octubre- o la villa de Hervás, en la que se “le presentaron mas de ciento y tantos que habian sido realistas”[83]. Seguidamente, aumentada la fuerza carlista manchega con efectivos extremeños llegando a estar compuesta por más de 800 hombres, se internó en territorio salmantino, permaneciendo en Béjar desde el 15 hasta el 19 de octubre. Por otra parte, ya a finales de este mismo mes de octubre de 1837, más concretamente el día 29, a un par de leguas de distancia de la capital cacereña, se presentó una fuerza carlista capitaneada por los jefes extremeños don Fernando Sánchez y don Francisco Barbado, que ascendía a entre unos 300 y 400 efectivos, la mayoría de ellos a caballo. La misma partió desde Monroy el 28 por la noche y llegó al Casar de Cáceres, punto que fue cercado por la caballería carlista a primeras horas de la mañana del 29, logrando entrar en él tras coger por sorpresa tanto a la poca guarnición allí acantonada como al propio vecindario que se encontraba escuchando misa, pues era domingo. Ante la presencia de los carlistas en el vecino núcleo del Casar, desde Cáceres partieron una treintena de efectivos isabelinos y la ciudad se puso inmediatamente en estado de defensa. Los carlistas sostuvieron una refriega con los isabelinos cacereños que fue desfavorable para estos últimos, y tantearon el asalto a Cáceres, pero desistieron al comprobar que todos los puntos de acceso a la ciudad se encontraban tapiados y que dentro de la misma una parte de su vecindario se encontraba decidido a defenderla hasta el extremo de entregar su vida. Por estos motivos, Barbado, Sánchez y sus hombres, variaron sus planes y se dirigieron hacia el pueblo de Malpartida de Cáceres. Seguidamente, pasaron por Alcuéscar, continuaron por los alrededores de Montánchez y a primera hora ya del día 30 de octubre penetraron en Santa Amalia. Saliendo de este núcleo, se encontraron con un convoy que transportaba algunos quintos desde Magacela a Badajoz, el cual fue interceptado y los mozos quedaron en manos de los carlistas. A partir de aquí, la fuerza ya dividida en varios grupos, transitó por Madrigalejo, Garcíaz, Abertura o por diferentes núcleos pacenses como Don Benito o Medellín.

Y en tercer y último lugar, para finalizar con este breve recorrido por estas expediciones que tuvieron como marco la región extremeña[84], la madrugada del 12 de noviembre de 1837 caían el brigadier don José Jara y el extremeño don Fernando Sánchez, comandando unos 1.500 hombres, sobre Villanueva de la Serena y Don Benito, respectivamente. Don Benito fue ocupada por la fuerza mandada por el cabecilla extremeño, en donde permaneció hasta la tarde del 13, y en Villanueva de la Serena, Jara hizo que la corta guarnición que defendía el pueblo –unos 65 carabineros, en unión con 30 nacionales y algunos vecinos liberales- se atrincherara en el fuerte habilitado, sin tener víveres y esperando a que los carlistas se marcharan, lo que sucedió también la tarde del día 13. Los cabecillas Jara y Sánchez se llevaron un suculento botín de ambos pueblos; además, vieron aumentadas sus filas -dado que se les presentaron voluntarios casi un centenar hombres- y se hicieron con unos 100 caballos. Hacía allí corrió en cuanto tuvo noticia de los hechos el brigadier cristino don Dionisio Marcilla, pero ya era demasiado tarde pues los carlistas, tranquilamente, volvían a su cuartel general establecido, no olvidemos, en los núcleos cacereños de Alía y Guadalupe.

 

  1. Conclusiones

El sistema de expediciones militares puesto en marcha por los carlistas, sin duda constituye uno de los episodios más singulares de la guerra civil que tuvo lugar en España desde 1833 hasta 1840. Si analizamos este fenómeno desde una perspectiva global –a nivel nacional-, los partidarios de don Carlos no lograron todos los objetivos que, en un principio, con ellas se proponían, pero en el caso de Extremadura el paso de los dos grandes contingentes militares procedentes del Frente del Norte ya analizados, sí que tuvo efectos favorables para los carlistas, sobre todo los que derivaron del tránsito de la expedición Gómez, la cual estimuló tanto la formación como las acciones de las guerrillas carlistas en la región y sumió a los isabelinos en un estado de abatimiento del que les costaría recuperarse. Por su parte, como se ha tenido la oportunidad de ver, el incremento de efectivos de las guerrillas carlistas tanto extremeñas como manchegas en el año de 1837 junto con ese factor ya mencionado de abatimiento de las fuerzas isabelinas, hizo que los carlistas realizaran diferentes expediciones entre unos núcleos y otros de la geografía extremeña que llegaron a amenazar seriamente a importantes núcleos de población como fueron Cáceres, Plasencia o Trujillo, solamente por citar a algunos de los que han aparecido a lo largo de este texto.

ANEXO: GRABADOS Y MAPAS

Fig. 1. Los carlistas cruzando el río Guadiana por un puente realizado con carros

Fig. 1. Los carlistas cruzando el río Guadiana por un puente realizado con carros[85]

Mapa 1. Recorrido de la expedición del general Gómez a su paso por Extremadura. Octubre-noviembre de 1836. Elaboración pr~1

Mapa 1. Recorrido de la expedición del general Gómez a su paso por Extremadura. Octubre-noviembre de 1836. Elaboración propia

 Mapa 2. Recorrido de la expedición de don Basilio por la provincia de Cáceres. Abril-mayo de 1838. Elaboración propia

Mapa 2. Recorrido de la expedición de don Basilio por la provincia de Cáceres. Abril-mayo de 1838. Elaboración propia

 

[1] MONTERO, Manuel y VILLA, Imanol, Las batallas de Zumalacárregui. Aciertos y limitaciones de un líder militar legendario, San Sebastián, Txertoa, 2012, p. 54.

[2] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra carlista, Madrid, Actas, 1992, p. 288.

[3] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984,  p. 23.

[4] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz (en adelante BOPBA), 06/10/1836.

[5] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Cáceres (en adelante AHDPCC), Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 17 octubre de 1836. En esta misma sesión ya se manejaba la posibilidad de que Cáceres fuese invadida por Gómez y se temían las consecuencias que esto podría acarrear. Además, se acordó elaborar una lista “de todas las personas notables no solo por sus ideas marcadas de desafeccion, sino mas bien por su conducta moral relajada”.

[6] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (en adelante BOPCC), Suplemento, 17/10/1836.

[7] BOPBA, 20/10/1836.

[8] Por no detenernos en todas y cada una de las órdenes y medidas aparecidas en los días previos a la llegada de Gómez, y perdernos así quizá en un relato un tanto repetitivo, tan solo señalamos algunas que nos parecen de interés y que ponen también de manifiesto la enorme actividad que en esas jornadas se vivió. Así, en BOPCC, 21 y 24/10/1836, se informaba de la situación y el estado de la expedición carlista; en BOPCC, Suplemento, 24/10/1836 se otorgaban nuevas medidas y en BOPBA, 25/10/1836, se circulaban órdenes sobre cómo actuar en el caso de que Gómez y sus hombres  penetrasen en un pueblo.

[9] AHDPCC, Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 19 octubre de 1836. Una prueba más de la inestabilidad e inseguridad que se vivió antes, durante y después del paso de la expedición de Gómez la tenemos en que del 24 de octubre al 4 de diciembre no se reunió la Comisión de Armamento y Defensa. Tampoco, del 28 de octubre al 7 de noviembre, se publicó el Boletín Oficial de esta provincia.

[10] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Real Audiencia, Leg. 359, carp. 16. Algunos reos de consideración se escaparon durante el trayecto según se especifica en BOPCC, 28/10/1836.

[11] BOPBA, 16/03/1837. No quedó todo en buen recaudo al abandonar Trujillo las autoridades liberales, pues un tiempo después se acusaba a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, de todo lo cual se apoderaron Gómez y sus hombres.

[12] Archivo Histórico Municipal de Badajoz (en adelante AHMBA), Actas Municipales. Sesión del 27 de octubre de 1836.

[13] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 153.

[14] En su entrada a Extremadura por Siruela, según los datos localizados en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia, desde el Cuartel General del Excelentísimo Señor Marqués de Rodil, Madrid, Imprenta de Cruz González, 1836, T. IV, p. 83, la expedición carlista ascendía a 12.000 hombres –contando también a los prisioneros hechos en Almadén-, llevaba “á su vanguardia el botin á lomo en mas de mil caballerías” y tenía “sobre ochocientos caballos de armas”.

[15] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 155.

[16] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el General andaluz D. Miguel Gómez, San Sebastián, Gráfico-Editora, 1943,  p. 64.

[17] En Trujillo la expedición pidió “12.000 raciones y 3.000 de cebada”. Hasta el 4 de noviembre, cinco días después de la estancia de Gómez en la ciudad, no llegó a la misma un contingente isabelino. A su llegada, resulta de interés la descripción que se ofrecía de Trujillo: “Un silencio sepulcral ha reinado en Trujillo á nuestra entrada; las calles estaban desiertas, las puertas cerradas, todo melancólico. Sabido es que es pueblo de tildada opinión, muchos se habían comprometido con la facción, la parte liberal había emigrado, otros emigraron por nuestra llegada, y el pueblo estaba casi desierto”. Vid. AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 102.

[18] BOPBA, 16/03/1837. Como ya hemos indicado páginas atrás, se acusó a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo esta serie de objetos.

[19] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., pp. 100-102. Aquí se puede consultar el acta correspondiente a la junta celebrada en Trujillo, en la cual participaron don José Puertolas, don Joaquín José Lloréns de Villarreal, don Pedro del Castillo, don Antonio Moya, don José María Arroyo, don Francisco Fulgosio, don Manuel Armijo, el Marqués de Bóveda de Limia, don Joaquín Quílez, don Ramón Cabrera, don José Miralles y don Miguel Gómez, este último en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Derecha y como Presidente de la Junta.

[20] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 157.

[21] En un manuscrito anónimo y titulado “Relación de la expedición del General Carlista Gómez por Aragón, Valencia, Andalucía, Extremadura en 1836” que hemos hallado en la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4), se apunta que finalmente se decidió marchar hacia la capital cacereña debido a que el día 30, cuando se estaba celebrando la mencionada Junta, “llegó [a Trujillo] una Diputación de la Ciudad de Cáceres felicitando al General [Gómez], manifestándole el deseo de que pasase el Exercito a ella”.

[22] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 65. Aunque pueda parecer exagerado el recibimiento a las tropas carlistas, no lo descartamos ya que las autoridades liberales, que huyeron en masa de Cáceres, dejaron abandonado a su suerte al vecindario de la capital.

[23] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, Nº. 79, 2014, p. 73. Por su minuciosidad, recomendamos la consulta de este interesante artículo para conocer mucho más a fondo todos los pormenores derivados de la estancia de Gómez en Cáceres.

[24] MORAL RONCAL, Antonio Manuel, “La nobleza española ante la Primera Guerra carlista”, Ayer, nº 40, 2000, p. 204.

[25] RAH, Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4). La autorización recayó en don Félix Cuesta, hermano de don Feliciano y don Francisco, guerrilleros naturales de Torrecillas de la Tiesa y asesinados, tras ser capturados por los isabelinos, en el verano de 1834.

[26] Don Genaro Morales siguió actuando tras el paso de Gómez por Extremadura y en septiembre de 1837 estaba bajo la orden de búsqueda y captura dada por el Gobierno Político cacereño. En la misma, disponible en BOPCC, 13/09/1837, se proporcionan algunos datos sobre su apariencia física y su vestimenta que son los que siguen: “estatura más de dos varas, de mucha humanidad, cara proporcionada, nariz regular, barba negra, y muy poblada, color trigueño, edad como 35 años, pantalón y chaqueta de paño pardo con sombrero voleado”.

[27] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.

[28] DE GUZMAN, Juan P., “Crónica de la provincia de Cáceres” en RUBIO, GRILO y VITTURI (Eds.), Crónica general de España ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, Madrid, Imprenta de J. E. Morete, 1870, p. 59.

[29] BULLON DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 159.

[30] Archivo Histórico Municipal de Cáceres (en adelante AHMCC), Libro de Acuerdos. Sesión del 18 de agosto de 1837. Tanto en la documentación de la Diputación como en la del Ayuntamiento encontramos diversas reclamaciones de vecinos a los que Gómez reclamó dinero. Por ejemplo, en las sesiones de la Diputación, tiempo después del paso de la expedición, se trataron dichas reclamaciones, lo que es bien visible en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesiones del 1 de mayo y del 9 de agosto de 1837.

[31] AHMCC, Caja 19/115, exp. 23.

[32] AHMCC, Caja 19/120, exp. 9. Como es lógico, en esta documentación no se especifica que marchara voluntariamente con Gómez, sino que señala, en un listado realizado ya en abril de 1838, que “parece se lo llevó Gómez, con otros mozos de esta capital, el 4 de noviembre de 1836, según se dice de público, y cuyo paradero se ignora”.

[33] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.

[34] Así lo pone de manifiesto la recopilación de diversos testimonios que figuran en BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., pp. 160-169.

[35] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 67.

[36] En los diferentes pueblos de la provincia de Badajoz por los que transitó la expedición, Gómez extendió un bando en el que decía “que Dios protege su causa, que esperan todo de la lealtad estremeña, que estén tranquilos los guardias nacionales, que á nadie incomoda”. Además, antes de abandonar la región, trató de crear dos batallones extremeños. Todo ello figura en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 110.

[37] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Badajoz (en adelante AHDPBA), Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de abril de 1839. Casi tres años después, en esta sesión se señalaba que este dinero se devolviese a los vecinos, ya que eran contribuciones suyas ante la demanda de Gómez.

[38] El Eco del comercio, 16/11/1836. Si bien esta descripción indica que la expedición se componía de más de 12.000 hombres, matizaba que “solo cuenta unos 3.000 que puedan batirse en regla: la caballería solo un escuadrón es lo que vale algo, porque la demás trae los caballos en mal estado, pues aunque muchos son de Córdoba, los tienen muy mal cuidados”.

[39] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Op. cit., pp.  79-82.

[40] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra… Op. cit., p. 313. En este sentido, debemos al menos citar la narración de LICHNOWSKY, Félix, Recuerdos de la guerra carlista (1837-1839), Madrid, Espasa-Calpe, 1942,  ya que éste Príncipe partidario de don Carlos estuvo en la expedición hasta abril de 1838.

[41] AHPDCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 13 de marzo de 1838.

[42] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de marzo de 1838.

[43] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 14 de marzo de 1838.

[44] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio fechado en Trujillo el 6 de marzo de 1838.

[45] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 9 de marzo de 1838. En la misma se trataron todos estos pormenores.

[46] Archivo Municipal de Plasencia (en adelante AMP), Actas Capitulares. Sesión del 9 de marzo de 1838.

[47] AMP, Actas Capitulares. Sesión del 11 de marzo de 1838.

[48] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de marzo de 1838.

[49] A este pueblo llegó una orden circulada por don Basilio, según hizo saber su justicia a la Diputación pacense en AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 6 marzo de 1838.

[50] BOPCC, 15/03/1838.

[51] BOPBA, 17/03/1838. En esta exposición se listan los recursos que, a finales de febrero, se habían repartido para el sostenimiento de las tropas, los cuales consistían en “540.000 reales; 9.109 fanegas de trigo; 19.606 de cebada; 57.009 arrobas de paja; 2.619 libras de tocino; y 7.831 arrobas de menestra”, lo que nos hace tener una idea de la carga económica que suponía costear unos efectivos que en el conjunto de Extremadura ascendían a 6.000 hombres según figuraba en el repartimiento existente en BOPCC, 29/03/1838.

[52] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 20 de marzo de 1838.

[53] BOPBA, 20/03/1838.

[54] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 26 de marzo de 1838. Entre estos víveres y útiles se encontraban algunos de los siguientes: tocino, menestra, aguardiente, vino, aceite, bacalao, carbón, sal, etc.

[55] AHMCC, Caja 19/118, exp. 31. Oficio de la Intendencia de Cáceres dirigido al Ayuntamiento de la capital con fecha 26 de marzo de 1838.

[56] BOPBA, 29/03/1838.

[57] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315. Aquí se narra con mayor detenimiento esa difícil relación entre don Basilio y algunos cabecillas manchegos, especialmente con Palillos, a quien acabaría separando de su expedición.

[58] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio del Capitán General don Santiago Méndez Vigo, con fecha 28 de marzo de 1838, enviado desde Campanario.

[59] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 26 de marzo de 1838.

[60] BOPBA, 27/03/1838. Como dato anecdótico, en este número se informaba que la jovencísima Carolina Coronado, contando con apenas 17 años, se había encargado de bordar con sus propias manos la bandera que fue entregada  como obsequio a uno de los batallones de Milicia Nacional de la provincia de Badajoz, que estaba sostenido por su Diputación.

[61] BOPCC, 31/03/1838. Uno de ellos se trataba de D. Rafael Carrasco, que se ordenó saliese confinado para la ciudad de San Sebastián.

[62] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 3 de abril de 1838. La Audiencia Territorial, viéndose afectada directamente por la magnitud a la que llegó la guerra a finales de 1836 y durante todo el año de 1837, ya se pronunció en enero de este año de 1838, momento en el que llegaron las primeras noticias de la cercanía de don Basilio a territorio extremeño, sobre la necesidad de trasladar al fuerte interior establecido intramuros de Cáceres tanto los propios presos como a su Archivo, si se hacía efectiva su llegada, según aparece en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 21 de enero de 1838.

[63] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 31 de marzo de 1838.

[64] BOPBA, 03/04/1838.

[65] OYARZUN, Román, Historia del carlismo, Valladolid, Editorial Maxtor, 2008, pp. 112-113.

[66] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315.

[67] BOPBA, 03/04/1838.

[68] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 7 de abril de 1838.

[69] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 9 de abril de 1838.

[70] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 192, exp. 2. Carta interceptada que iba dirigida al citado cabecilla, enviada desde Anchuras el 7 de abril de 1838 por don José de Echevarría, Secretario del Comandante General de la Mancha, Toledo y Cuenca del Ejército Real.

[71] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de abril de 1838.

[72] ASENSIO RUBIO, Manuela, El Carlismo en Castilla-La Mancha, Ciudad Real, Almud ediciones, 2011, p. 128.

[73] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 25 de abril de 1838.

[74] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 29 abril de 1838. De resultas de la llegada de don Basilio a Navalmoral, el Ayuntamiento placentino trató la conveniencia de activar las medidas de defensa de su ciudad si la expedición se aproximaba hacia su término.

[75] BOPBA, 03/05/1838.

[76] BOPBA, 12/05/1838. Sin duda fue una acción desfavorable para los liberales, en la que, suponemos, para lavar su imagen, señalaron que en la misma había muerto el cabecilla extremeño don Fernando Sánchez, información que también trasladaron a la Secretaria de Estado y del Despacho de la Guerra (Gaceta de Madrid, 11/05/1838), y que según la documentación manejada hemos descubierto que es falsa.

[77] Según el parte que el propio Pardiñas redactó en Béjar el mismo 3 de mayo de 1838, tal y como aparece en BODET Y ORFILA, Manuel, Memoria de la campaña por Andalucía y La Mancha por los generales Sanz y Pardiñas en el primer semestre de este año, Madrid, Imprenta de Don Nicolás Arias, 1838, pp. 69-70. No obstante, esta cifra varía según la fuente que consultemos, ya que, por ejemplo, en otro parte que aparece en BOPCC, 05/05/1838 se señala que el número de prisioneros ascendía a 700, “entre ellos 140 Oficiales”. Por su parte, GALLEGO, José Antonio, “El carlismo en Castilla la Vieja”, en AYUSO, Miguel (Ed.), A los 175 años del carlismo. Una revisión de la tradición política hispánica, Madrid, Itinerarios, 2011,  p. 73, ofrece como número de prisioneros “134 entre los jefes y oficiales y 576 entre las clases de tropa”. Fuera una cifra u otra, el caso es que en la sorpresa de Béjar se acabó de un plumazo con la expedición carlista.

[78] Muchos más extremeños de diferente rango (oficiales, soldados…), junto a españoles de muy diversos puntos de la geografía peninsular, aparecen en los listados de prisioneros que figuran en BOPCC, 15/05/1838; 17/05/1838 y 19/05/1838 y BOPBA, 19/05/1838, en donde se ofrece una información completa de cada uno de los mismos (clase, nombre, pueblo de su naturaleza y provincia).

[79] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 6 de mayo de 1838. El consistorio placentino costeó con sus fondos, los días que estuvo la tropa y los prisioneros en la ciudad, “setecientas raciones de carne y pan para los prisioneros y seiscientas de pan, carne y vino para la tropa”, según se lee en AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 9 de mayo de 1838. El 11 de mayo, un gran número de estos prisioneros -128 oficiales y 495 soldados- fueron trasladados a Cáceres, a donde llegaron esa misma tarde. Y desde este punto, es cuanto menos curiosa la descripción que se hacía de los soldados carlistas: “los mas son gente lucida, y por el pantalón encarnado se daba á entender que eran de los que Basilio trajo de las Provincias del Norte” (BOPCC, 12/05/1838). La Milicia Nacional cacereña se encargó de escoltar el convoy de presos desde Cañaveral hasta la propia capital según obra en AHMCC, Caja 19/119, exp.15.

[80] BOPCC, 13/03/1837. A raíz de este episodio, que sin duda mostraba el potencial que estaban adquiriendo las guerrillas carlistas, Trujillo comenzaría a fortificarse haciendo obras de reparación en sus murallas o reforzando la casa-fuerte del Colegio viejo, entre otras medidas destinadas a su defensa.

[81] FLORES DEL MANZANO, Fernando, Plasencia y su entorno durante el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840), Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2004. pp. 352-353.

[82] Gaceta de Madrid, 27/10/1837.

[83] BOPCC, 30/12/1837.

[84] Para un conocimiento más detallado de las expediciones aquí señaladas y de otras tantas de menor envergadura que, principalmente, tuvieron lugar en el año de 1837, remitimos a nuestra obra sobre la Primera Guerra carlista en la región. Vid.  RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido. La Primera Guerra carlista en Extremadura (1833-1840), Madrid, Actas, 2015, pp. 202-255.

[85] Imagen extraída de: Panorama español, crónica contemporánea. Obra pintoresca con 30 láminas en acero, y 75 grabados en madera en cada tomo; destinada á esponer todos los acontecimientos políticos desde octubre de 1832 hasta nuestros días; con los retratos de los personajes que han figurado durante la revolución, en uno y otro partido, y las principales acciones y escaramuzas de la guerra civil de los últimos siete años, Madrid, Imprenta del Panorama Español, 1842, T. III, p. 182.

Mar 212016
 

Francisco Javier Timón García.

 Desde el 14 de diciembre de 1808, día en el que tropas al servicio de Napoleón Bonaparte entraron en Navalmoral de la Mata por primera vez, hasta el 30 de marzo de 1813 cuando las últimas partidas enemigas abandonaron definitivamente la comarca del Campo Arañuelo extremeño, los abusos de todo tipo cometidos por los soldados franceses en el contexto de la Guerra de la Independencia Española contra los comarcanos, sus bienes y sus haciendas, fueron constantes. Tales quebrantos, sumados al hambre, las epidemias y las enfermedades que surgieron como consecuencia de la guerra, convirtieron esa «Mesopotamia» entre los ríos Tajo y Tiétar en un espacio inhóspito, carente de lo más necesario para subsistir, insalubre y peligroso durante gran parte de dicho periodo; hasta el punto de que a lo largo de 1809 la mayoría de sus pobladores se hallaron ausentes de sus hogares debido a la incertidumbre y al miedo, refugiados en otros pueblos lejanos más seguros, u ocultos «como alimañas» en habitáculos improvisados en las soledades de montes y sierras, de donde no se atreverían a salir hasta bien entrado 1810.

La crónica general de aquel conflicto registra el desarrollo de sus grandes acontecimientos, así como los nombres y experiencias de quienes, para su gloria o su deshonra, fueron protagonistas destacados de hechos concretos —decisiones políticas o acciones militares—, y no las identidades y vivencias de otros muchos personajes menores de todo género y condición que, muy a su pesar y con motivo de aquellos grandes sucesos, hubieron de afrontar en su devenir cotidiano las más extremas circunstancias y sufrir sus consecuencias sin más socorro que su ingenio o su buena estrella, ni más fiel de fechos de sus fatigas que la apatía del anonimato. Aunque, si se indaga, la investigación en el ámbito de lo local —donde se hallan muchas de las fuentes que nutren la intrahistoria— nos sorprende a veces con el discreto pero valiosísimo testimonio de algún humilde espectador de primera fila que tuvo la intuición suficiente como para darse cuenta de la trascendencia histórica de los acontecimientos del día, y el talante y acervo necesarios como para detenerse a contarlo desde la óptica de su propia experiencia.

En este sentido y en tal contexto, caso verdaderamente excepcional fue el de don Manuel Talabán Mateos, cura rector de la parroquia de Santiago Apóstol el Mayor de la villa cacereña de Belvís de Monroy antes y durante los años de la Guerra de la Independencia; testigo y víctima coyuntural de tan dramático episodio de nuestra historia, en el que ser clérigo no fue, precisamente, un salvoconducto para la supervivencia, sino todo lo contrario. Personaje respetado y apreciado entre sus feligreses, a los que impartió el pasto espiritual de la fe católica durante gran parte de su vida; culto, informado, curioso y diligente, según se extraen de la multitud de escritos, de verbo fácil y letra sencilla y clarísima, que nos ha dejado, insertos en muchas páginas de la literatura canónica y registral de la mayoría de los libros propios de dicha parroquia que él conoció y manejó. Algunos de esos textos y anotaciones se refieren al capítulo de la Guerra de la Independencia, y nos permiten conocer hoy importantes detalles del drama que aquel conflicto provocó en su vida y, sobre todo, en la de los vecinos de la villa y señorío de Belvís de Monroy y su entorno. Libros y documentos por los que don Manuel mostró gran interés y extraordinario celo desde su aparición en esa villa arañuelana, de la que no era natural, y que, luego, tras los destrozos producidos en ella por parte de los franceses a primeros de agosto de 1809, se preocupó de resguardar —hasta niveles insospechados, como veremos—, renovar y reconstruir en forma y contenido en cuanto se lo permitieron las circunstancias. Gracias principalmente a esa actitud, y además de lo referido, se ha conservado hasta hoy una muy importante base de datos que aglutina buena parte de la historia de Belvís de Monroy, en concreto la que tiene que ver con las costumbres y tradiciones religiosas, e incluso con la genealogía y pedagogía de sus vecinos, mucho más allá del año fatídico de 1808; cosa nada baladí, si se tiene en cuenta la importancia que esta villa alto-extremeña tuvo en el pasado, cuando su nombre trascendió incluso la barrera del marco continental.

Sirvan, pues, estas páginas como reconocimiento particular a la figura de don Manuel Talabán Mateos por su determinación en pro de la salvaguarda de una parte sustancial e insustituible de nuestra memoria escrita —la de todos—, y como recuerdo y homenaje a este «cronista accidental» que se empeño en dejar constancias de los dramáticos sucesos que le tocó vivir, «para memoria de los venideros», como él mismo apuntó —requien in gloriam Dei—. Personalidad que, por otro lado, debería ser motivo de orgullo y objeto de honores por parte de los vecinos del municipio de Belvís de Monroy[2] de ahora y de mañana, principales usufructuarios de su legado que también se pretende perpetuar a través de las páginas de este trabajo.

 

EL PERSONAJE Y SU ENTORNO ANTES DE LA INVASIÓN NAPOLEÓNICA

  • Belvís de Monroy en el umbral del siglo XIX

Olvidados ya los trastornos que la Guerra de Sucesión Española (1701-1714) provocó en la zona en ciertos momentos de su desarrollo, la vida en los pueblos de la comarca del Campo Arañuelo extremeño había transcurrido sin mayores sobresaltos a lo largo del resto del siglo, al ritmo pausado y discreto de los trabajos del campo y sus oficios y al paso solemne de las costumbres y los ritos seculares propios del Antiguo Régimen, cuyo orden aparecía representado de manera paradigmática en la pequeña villa arañuelana de Belvís de Monroy. En ella el devenir de sus vecinos giraba en torno a sus abundantes tierras comunales, a las dehesas, pequeñas industrias y propiedades de su señor feudal y alrededor de las diversas fincas rusticas pertenecientes a sus numerosas instituciones religiosas; a saber: las vinculadas al rico convento de dominicas llamado de Santa Ana, al más modesto de monjas clarisas titulado de San Juan de la Penitencia y, en menor medida, a las propiedades de sus parroquias y a las muy pocas del humilde convento extramuros de franciscanos descalzos llamado de San Francisco del Berrocal, desde el que partiera en 1523 la primera misión encargada de evangelizar a los indios de Nueva España, cuyos miembros pasarían a la historia como «Los Doce Apóstoles de México».

A propósito de sus peculiaridades en este periodo finisecular, bien conocidas son las informaciones registradas en los «famosos» Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura, incoados al hilo de la fundación de este instituto (30 de mayo de 1790) y encargados por él con el objeto de recabar noticias puntuales respecto del estado de los pueblos y ciudades de cada uno de los ocho partidos de la Provincia[3], que en Belvís de Monroy, del partido de Plasencia, fue cumplimentado por los señores de su Justicia y Ayuntamiento con fecha de 10 de marzo de 1791. En resumen, y teniendo en cuenta otras informaciones[4], aquellos comisionados dijeron que Belvís de Monroy junto con su pedanía de Casas de Belvís, «las Casas», formaban un municipio que se componían de 147 vecinos (unos 600 habitantes)[5], la mayoría «labradores de pan sembrar» y jornaleros, además de siete tejedores de lienzos, dos sastres, un zapatero y tres herreros. Que era villa de señorío particular que incluía los pueblos de Valdehúncar, Valdecañas y Mesas de Ibor, entonces bajo la jurisdicción del duque de Alba, don José María Álvarez de Toledo y Gonzaga[6], con residencia en Madrid[7], quien cada año y a través de un administrador ejercía su derecho por privilegio Real sobre la elección de los representantes municipales de los pueblos del señorío, como siempre lo habían hecho sus antecesores.

En cuanto a la sanidad, cuidaban del vecindario un médico, un boticario y un cirujano, y otro cirujano en el barrio por voluntad y a costa de sus vecinos, aunque también había en la villa un pequeño hospital titulado de San Pedro, para enfermos pobres de ella y pueblos de su estado, fundado por patronato de doña Beatriz de Monroy y Ayala en 1575, con una capilla y cuatro camas fijas, atendido por una enfermera y administrado por un rector nombrado por el titular del señorío, patrono de dicha institución.

En el aspecto religioso, Belvís de Monroy pertenecía a la diócesis de Plasencia y al vicariato de Jaraíz. Además de los referidos conventos, contaba con dos parroquias, una en la villa titulada de Santiago Apóstol el Mayor, bajo la potestad de un cura rector, y otra en el barrio, bajo la advocación de San Bernardo y gobernada por un cura teniente del párroco de la villa[8]. Anejas también a la de Santiago Apóstol eran las parroquias de Valdehúncar, Valdecañas, Mesas de Ibor y Millanes, dirigidas por tenientes del cura del párroco titular de Belvís. La secular presencia en la villa de dichos conventos hizo que el sentimiento religioso tuviera en Belvís-Casas especial significación, de manera que sus principales ritos y tradiciones giraban en torno a las fiesta y celebraciones de la Iglesia Católica, su liturgia, sus símbolos y sus santas imágenes, entre las que destacaba la de Nuestra Señora del Berrocal, pues gozaba de gran devoción incluso más allá de los límites del señorío; su pétrea representación se venerada en la ermita extramuros del mismo nombre, la única de las tres ermitas que hubo en el municipio de Belvís que se conservaba en pie al tiempo del Interrogatorio, y aún hoy. Junto con los párrocos, los vicarios de los conventos femeninos y el guardián de los franciscanos eran dignidades que gozaban de gran predicamento entre belvisos y caseños[9].

La educación pública se aplicaba por medio de una escuela «laica» de patronato particular, pero fundada con permiso Real fechado en la Corte el 3 de abril de 1772, gratuita para los hijos de vecino y para los parientes del fundador. Era su único patrono el cura párroco de la villa por merced de la voluntad del benefactor don Buenaventura Pérez Sánchez, que fue natural de ella y presbítero en el arzobispado de la ciudad de México, donde residió, y desde donde envió una importante suma para que se cumpliese su deseo de la fundación de dicha escuela y su dotación de una cátedra de primeras letras y otra de latinidad, además de dos becas de estudios superiores en el Seminario Conciliar de Plasencia, de las que podían beneficiarse estudiantes de la villa y de los pueblos anejos al curato de Belvís. Ese dinero enviado por don Buenaventura Pérez se recibió en Belvís el 2 de julio de 1767 junto con un soberbio y valioso ajuar para uso y ornato de la iglesia de su pueblo natal, alhajas que, a la postre, tuvieron un destino mucho menos piadoso, como en su momento veremos.

En definitiva, ese sólido entramado político-administrativo, económico, social, cultural, arquitectónico incluso, y, sobre todo, religioso que se había ido tejiendo a lo largo de 500 años, en medio del cual se forjó la personalidad de aquellos, estaba a punto de quebrarse como consecuencia de las desazones generales y particulares que provocaría la Guerra de la Independencia, germen de las extremas novedades que alumbraría el nuevo siglo.

  • Notas sobre la biografía y la intelectualidad de don Manuel Talabán Mateos

En tal contexto sociológico vivió y desarrolló su sagrado ministerio nuestro particular protagonista a lo largo de los últimos 27 años de su existencia, y si bien pudo sentir aquellos cambios que promovió la Guerra de la Independencia ya no viviría para afrontarlos.

Primogénito del matrimonio entre Pablo Talaván Talaván y Teresa Mateos Valencia, vecinos y naturales de la villa de Casar de Palomero, nació en ella el día 7 de julio de 1757, y fue bautizado en su iglesia parroquial del Sancti Spiritus al día siguiente por el cura rector don Domingo Álvarez, actuando como sus padrinos Manuel Gómez y su mujer, Ana Monforte. Recibió el sacramento de la Confirmación, junto con su hermano Francisco, el día 15 de octubre de 1760, de la mano del obispo de la diócesis de Coria don Juan José García Álvaro[10].

Tras completar su formación sacerdotal con el grado de «Bachiller», probablemente en el Seminario de Plasencia, fue su primer destino la parroquia de La Asunción de la villa de Serradilla, perteneciente al obispado placentino, en la que ejerció como cura teniente durante dos años (desde enero de 1784 hasta febrero de 1786), para hacerse cargo seguidamente del curato de la parroquia de Santiago Apóstol el Mayor de la villa de Belvís de Monroy, en sustitución de don Ubaldo Fernando Mendo. Él mismo dejó constancia de la fecha de la toma de posesión de su nuevo curato, así como de una de sus principales preocupaciones desde ese momento, como fue la salvaguarda de los libros y documentos de su parroquia:

«El día seis de Marzo de 1786 años yo el B.r Man.l Talaban Mateos natural de la villa del Casar de Palomero Obispado de Coria empecé a servir este Curato de Belbis de Monroy, y advirtiendo en su archivo Parrochial alguna falta de libros, y papeles, vistos los anteriores ynventarios, se lo participé à S.S. Ylma., quien resolvió unicam.te hiciere las posibles dilig.as para recuperar los extraviados, y no pudiéndose haver, no procediese à mas; Solicité en la siguiente S.ta visita se me formase ynventario de ellos, para q.e por él se pidiese quenta en adelante: Nada se ha determinado: En cuia virtud, y que el hacer constar la existencia de libros y papeles Parrochiales es asunto mui interesante, me hé tomado el entretenimiento de leerlos, y compendiar; en los libros de Bautizados sus Partidas con orden Alfhabetico; en los de Casados… Todos estos papeles y libros Parrochiales estaban custodiados en un escritorio de estructura mui peregrina, colocados en un nicho de la Sacristía vieja con cerraduras en gran manera extrañas, empero con la injuria de un invierno húmedo, y paredes salitrosas no solo se descolaron las piezas, se desencajaron, se pudrieron, y se desvarató todo el escritorio, cundiendo la humedad y el salitre hasta los papeles, quedando libros y sus aforros sin virtud ni consistencia para su duracion. Visto esto coloqué en el mismo sitio un cajón mas tosco, pero mas libre de comunicar à los papeles la humedad de las paredes, y la de las colas como el anterior: en donde quedaron custodiados con dos puertas abrazadas con falleva, y una cerradura con dos llaves, que existen en poder del Parrocho los libros y papeles siguientes…»[11]

Además de esa preocupación por las cosas que afectaban a su entorno cercano, también se interesó de cuanto sucedía más allá de los límites de su jurisdicción eclesiástica, a tenor del resguardo de un boletín de suscripción de la Gaceta de Madrid a su nombre, correspondiente al primer sexenio del año 1796, que se conserva entre las hojas del Libro de Difuntos nº 2 (1732-1776) de la Parroquia de Santiago Apóstol de Belvís. Por ese tiempo, las autoridades e instituciones eclesiásticas españolas —a instancias de la Corona— participaban en la recogida de fondos para el pago de la deuda nacional y gastos de la guerra contra Gran Bretaña, incluso proclamando aquel conflicto como «cruzada contra los enemigos acatólicos», lo que vino a significar la prórroga de contribuciones por bula e indultos para aliviar o excusar ayunos y penitencias promulgadas con motivo de la pasada guerra contra La Convención francesa. De ello quedó constancia en el Archivo Parroquial de Belvís de Monroy por mano de don Manuel Talabán en la trascripción de varias circulares enviadas a las parroquias de su diócesis por don José González Laso de San Pedro, obispo de Plasencia, registradas allí entre 1796 y 1801[12].

A propósito del desarrollo en Europa de las campañas de Napoleón, adalid de los principios de la Revolución francesas y ya aliado de España, la Gaceta de Madrid de aquellas fechas informaba cada día extensamente de su pormenores, campañas de las que don Manuel debió de estar bien informado, al menos por ese periodo en el que, a ciencia cierta, estuvo suscrito al rotativo oficialista, y, probablemente, también después.

 

COMPORTAMIENTO DE DON MANUEL TALABÁN DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

  • Los primeros compases de la guerra en Belvís de Monroy

Comenzó 1808 en el municipio de Belvís de Monroy bajo la expectación que siempre despertaba el proceso de selección de los maestros de su escuela, que se inició el 10 de enero. Este asunto, de interés nacional[13], dependía directamente de la autoridad de don Manuel Talabán, por ser el único patrono de la fundación de «las escuelas de don Buenaventura Pérez”» gracias a su condición de párroco titular de la villa, y responsable, por tanto, de su adecuado funcionamiento[14]. Se trataba entonces de cubrir la vacante de la «cátedra de Latinidad» de dichas escuelas, que fue obtenida finalmente por don Alonso González Trejo, de 51 años de edad, casado y natural de Logrosán, donde ejercía como Maestro de Gramática, quien tomó posesión de su nuevo cargo el día 27 de abril[15].

Al tiempo que se desarrollaba aquel concurso oposición en la villa de Belvís, se sucedían en la Corte los acontecimientos que culminaron la evidente debilidad «del infeliz Carlos quarto»[16], como el mismo don Manuel Talabán definió por entonces a aquel rey linfático, bonachón e inútil que no supo imponerse ante los acontecimientos que habrían de desencadenar el mayor desastre nacional, que dio comienzo a partir de los bien conocidos sucesos de Madrid del lunes 2 de mayo. Ese mismo día, los alcaldes de Móstoles signaron y cursaron su famoso bando, que llegó al día siguiente a Navalmoral de la Mata, desde donde sus autoridades municipales se encargaron de reenviarlo sin dilación hacia Badajoz, capital de la Provincia de Extremadura y sede de su Capitanía General, y de poner sobre aviso a los pueblos de su entorno, como Belvís de Monroy. Nada más recibir el informe de los alcaldes de Móstoles, los responsables del Ayuntamiento de Navalmoral, pueblo que contaba entonces con unos 700 vecinos (alrededor de 2.800 habitantes), nombraron una Junta Local de Gobierno o Junta Local de Guerra, conscientes del peligro que se les avecinaba debido a la evidente situación geográfica del municipio, en la carretera Real Madrid-Badajoz, que cruzaba el río Tajo por el cercano puente de Almaraz, o de Albalat, alrededor de la cual se desarrollarían buena parte de los episodios militares de la Guerra de la Independencia en el territorio extremeño. La Junta Suprema de Extremadura, que se creó el 31 de mayo bajo la presidencia del brigadier y flamante Capitán General de la provincia don José Galluzo y Páez, puso enseguida en marcha la formación de un ejército provincial que garantizase la seguridad de su territorio frente a los intereses de Napoleón, y para ello promovió el alistamiento general por cupo entre los varones «útiles» de 16 a 40 años de toda la provincia a través de las autoridades responsables de cada partido. La orden de alistamiento de los 41 soldados del cupo que correspondieron al municipio de Belvís, por sus 164 vecinos contribuyentes con los que contaba entonces, llegó por Plasencia a esta villa el día 8 de junio[17], y para su inmediato cumplimiento el alcalde, Francisco Martín Ballestero, la comunicó a los interesados en los siguientes términos, que ponían ya de manifiesto la importancia capital de los libros parroquiales para los intereses de la España rebelde en aquella coyuntura:

«… p.a q.e llegue a noticia del público mando se publique en la forma acostumbrada citándose a los individuos del Ayuntamiento p.a el Alistamiento q.e se manda p.a el q.e se pasará el debido recado à los Curas Párroco y Teniente a fin de q.e concurran en el día de mañana a las ocho de ella con sus libros de bautismales…»[18].  

En primera instancia resultaron inscritos 60 solteros y 52 casados, de entre los que saldrían los 41 soldados preceptivos según su categoría o «clase». De las filiaciones y edades de los alistados dieron fe los libros de bautismo de las dos parroquias del municipio, presentados respectivamente por el cura párroco de la villa de Belvís, don Manuel Talabán, y por el cura teniente de las Casas, don Leonardo Antonio Rodríguez Solano. El día 10 se despachó al Corregidor de Plasencia el informe de aquella relación de reclutados junto con el inventario del número y clase de armas que se había solicitado previamente, para proceder luego a su embargo, y que resultaron ser cuatro alabardas, una espada, dos pistolas y veintiuna escopetas. Entre los vecinos que declararon aquellas armas estaba nuestro protagonista, quien entregó una escopeta[19].

El 19 de junio se encontraban ya reclutados 37 de los 41 soldados que tocaron a Belvís-Casas, todos solteros. Éstos, junto con los de Valdehúncar y Millanes, quedaron concentrados en un primer momento en el «Cantón de Belvís» a la espera de novedades[20], con la vista puesta en el cercano puente de Almaraz al menor atisbo en el horizonte de amenaza enemiga. Seguían las directrices del oficial encargado de organizar la resistencia en el partido de Plasencia, el comandante general don Antonio Vicente de Arce, que se hallaba acuartelado en Navalmoral de la Mata. Al Ayuntamiento de Belvís le correspondió la pesada carga de pagar los prestes correspondientes a los movilizados de su municipio y de Valdehúncar hasta el día 20 de julio, cuando cesaron dichas asignaciones por orden del general De Arce[21]. Por cierto que ya el jueves 16 de junio, aquel año festividad del Corpus Cristi, había mostrado el Ayuntamiento de Belvis problemas para atender a tan urgente fin, como así consta en el Libro de Cuentas de su Ermita de Nuestra Señora del Berrocal, en el que don Manuel Talabán escribió:

«Se [a]nota que los 554 reales que dice la quenta y Cargo de este Maiordomo [Gabriel Serrano] tener archivados en el de la Parroquial provenientes de una Escritura Real de Censo, están prestados a la Justicia Real de este pueblo para los fines que dice el recibo que reservó, con lo que se evitó el que hubiese un tumulto por no pagar dicha Justicia a los alistados día del Corpus de 1808»[22].

Ciertamente, la Iglesia extremeña aportó importantes cantidades para la formación del Ejército Provincial y demás gastos originados por la guerra, sobre todo en estos primeros momentos, muchas veces a instancias de la Junta Central o de la Junta de Gobierno de la Provincia. En este sentido, a principios de junio los obispos de las tres diócesis (Plasencia, Coria y Badajoz) habían ordenado a sus súbditos la entrega de las alhajas de oro y plata de sus iglesias, además de todo lo que no fuese imprescindible para el culto[23]. Por su parte, la parroquia de Santiago Apóstol de Belvís de Monroy, a través de don Manuel Talabán, aportó 842 reales y 23 maravedíes pertenecientes a los fondos de la ermita de Ntra. Sra. del Berrocal, que fueron llevados al vicario de Jaraíz por orden del obispo de Plasencia, «para subvenir a los gastos del exército, día 7 de julio de 1808»[24]. También por esas fechas la misma parroquia contribuyó con alguna cantidad de plata, según consta en su correspondiente Libro de Cuentas de Fábrica[25], que, de haber sido en forma de alhajas y no de «plata machucada», tampoco debieron de ser muchas ni de gran valor, pues no se especifica, ya que las más suntuosas no salieron entonces de su iglesia.

  • Formación de la Junta de Guerra de Belvís

Desbordados por la gravedad de toda aquella situación, especialmente por la amenaza de alborotos y revueltas por parte de los alistados acantonados en Belvís debido a los problemas que surgieron respecto de su paga y sostenimiento, los responsables municipales, junto con el administrador del señorío confiscado[26], acordaron la creación de una Junta de Guerra, con el fin de atender de la mejor manera posible los imprevistos derivados de tal crisis. La revelación de esta noticia supone un descubrimiento de gran importancia para la reconstrucción de nuestra historia general y particular —a juicio de quien suscribe—, pues evidencia, una vez más, la activa inquietud de nuestros antepasados frente a tan colosal empresa, al menos al principio del conflicto, que en la pequeña villa arañuelana de Belvís de Monroy se tradujo en la implicación formal a través de los representantes de todas las seculares instituciones del municipio, tanto civiles como religiosas, en la lucha por la independencia de su país frente a las fuerzas extranjeras de ocupación. La fundación de aquella Junta de Gobierno se formalizó en la casa consistorial de Belvís el día 26 de junio de 1808; he aquí un fragmento del convenio, que contó con el visto bueno del general don Antonio Vicente de Arce:

«Habiendo dictado quantas providencias han parecido conformes à arreglar un método y orden equitativo y prudente à este Pueblo, y conservar à el corto número de habitantes y sus derechos p.a poder defendernos del enemigo común de qualquiera invasión q.e intentase alguna porción de individuos de su exército q.e se derramase por estos campos, y no habiendo bastado, à pesar del continuo celo que hemos interpuesto, juzgando ser mui conforme el que se formase una Junta de Gobierno con personas de la mayor gerarquía de este pueblo, q.e ilustrarán nuestros cortos y rústicos dictámenes con los de su conocida ciencia y prudencia; tuvimos por conveniente el consultar con el Exmo. Sor. Comandante General del Campamento del puente de Albalat para q.e àcerca de este particular dijese lo q.e estimase por más oportuno; y haviendo condescendido y adoptado el plan q.e se le propuso, determinó su creación valiéndonos de los sugetos q.e hubiere en el Pueblo de la mayor atención y esfera, y de quien en tiempo alguno se pudiese sospechar de su conducta. Llevando adelante este negocio tan urgente como necesario según lo exigen las críticas circunstancias del día…»[27].

Además del escribano público y otros miembros del Ayuntamiento, firmaron el referido acuerdo los que habrían de formar parte de la nueva Junta, en la que no podía faltar nuestro protagonista; por este orden fueron: el párroco titular don Manuel Talabán Mateos, el vicario del convento de Santa Ana fray Miguel Martín de Plasencia, el vicario del convento de San Juan de la Penitencia fray Alonso Valverde, el administrador del estado de Belvís don Ramón Pérez Salcedo, el cura teniente de las Casas don Leonardo Antonio Rodríguez Solano y fray Clemente de Valverde, morador en el convento de San Francisco del Berrocal, por ausencia del guardián del mismo. Quedaba como presidente Francisco Martín Ballestero, alcalde del municipio.

En los días sucesivos al de su creación, la Junta de Gobierno de Belvís de Monroy se ocupó principalmente de favorecer los medios para proveer y asegurar los recursos para el sustento de la tropa allí acantonada, además de otros menesteres. Sin embargó, a pesar de la buena voluntad de sus componentes, dicha Junta tendría una vida muy corta, pues no llegaría más allá de mediado diciembre, que fue el tiempo en que la feroz presencia del enemigo comenzó a sentirse en el municipio, desbaratando aquel intento de organización formal de la resistencia popular, aunque algunos miembros de ella, como don Manuel Talabán, tendrían en adelante ocasión de contribuir a tal insurrección y de tomar decisiones importantes para su comunidad.

  • Belvís de Monroy, 14 de diciembre de 1808

La entrada victoriosa de Napoleón Bonaparte en Madrid el día 4 de diciembre le permitió seguir con su plan de adueñarse de Portugal. Para ello decidió adentrarse en Extremadura, llave del suroeste peninsular, por la ruta de Talavera de la Reina hacia Badajoz y Alcántara, mandando por delante las divisiones de caballería de los generales Milhaud y Lasalle. Estas unidades habrían de preparar el terreno al 4º Ejército de la Armada francesa a cargo del mariscal Lefebvre, duque de Danzig, y asegurarle el paso del Tajo por el “«estratégico y, por tanto, codiciado» puente de Almaraz[28], que era imprescindible ganar frente al débil Ejército de Extremadura, medianamente recompuesto tras sus escandalosas derrotas en Burgos y Somosierra con los dispersos de aquellas batallas y no pocos voluntarios.

Milhaud y Lasalle tomaron Talavera de la Reina el 11 de diciembre, y el 14 entraba el arrogante y temible general Antoine Charles Louis Lasalle en Navalmoral de la Mata al frente de su poderosa división de caballería formada por cazadores, dragones y lanceros polacos. Desde ese día y hasta la tarde del 28 del mismo mes cuando el mariscal Lefebvre se retiró con sus tropas del Campo Arañuelo cruzando el Tiétar camino de Plasencia[29], los franceses dominaron el territorio con bastante comodidad, pues el Ejército de Extremadura, dirigido entonces por don José Galluzo, tuvo que evacuar sus posiciones a la izquierda del Tajo y huir hacia el sur ante el decidido empuje de sus enemigos, perdiendo así el puente de Almaraz y abandonando a su suerte a las poblaciones que había dejado atrás. Como consecuencia de aquella primera campaña, Navalmoral sufrió un durísimo saqueo, e incluso se vio perjudicada la integridad física y moral de algunos de aquellos vecinos que osaron permanecer, pues la mayoría habían huido antes de la llegada de Lasalle y sus jinetes. Uno de los malparados fue su cura párroco, don Blas Ramón Santos, quien recibió tres golpes de sable de un soldado francés, de cuyos efectos vino a fallecer en Navalmoral el 25 de noviembre del año siguiente[30]. Su casa fue saqueada, y resultó dañado el archivo de su parroquia de San Andrés Apóstol, si bien la iglesia no sufrió daños de consideración. En la villa de Casatejada los destrozos materiales resultaron aún mayores, pues, desamparada totalmente de sus vecinos, fue ocupada por los franceses el día 19, quienes la saquearon a placer, «robaron la Yglesia y quemaron el archivo…»[31], según dejó escrito su párroco don Manuel Fernández Ballestero, de modo que se perdieron algunos de sus libros y documentos parroquiales. Dos días más tarde los franceses llegaron a Toril, que ya devastaron casi por completo, con la consiguiente pérdida irreversible de todos sus archivos, tanto civiles como religiosos. La misma pérdida sufrió Almaraz, pues, debido a su particular situación estratégica, quedó ya prácticamente destruida de resultas de aquella primera invasión, mientras que en el resto de pueblos de la zona se produjeron también saqueos y destrozos considerables con desigual efecto sobre su memoria escrita.

La villa de Belvís de Monroy y su barrio de las Casas tampoco pudieron librarse de la barbarie y los abusos propios de la soldadesca francesa, de modo que el 14 de diciembre, al tiempo que los enemigos saqueaban Navalmoral de la Mata, una partida suelta de ellos entró repentinamente en la villa, y destrozaron cuanto no encontraron de su utilidad. La mayoría de los vecinos del municipio, incluidos los párrocos y miembros de las comunidades religiosas, ya no se hallaban en él, pues habían huido de sus hogares apenas con lo puesto, para ocultarse en un primer momento en los campos cercanos y riberos del Tajo a la espera de que amainase el peligro. Pero, el día 17 entró el propio general Lasalle en la villa al frente de 1.500 dragones, y la tomó como base de operaciones de sus correrías contra las tropas y guerrillas españolas que defendían el puente de Almaraz. Los jinetes enemigos se acomodaron en los conventos, iglesias, casas particulares y demás inmuebles a propósito dentro del caso urbano, haciendo lo propio con su caballos, algunos de los cuales fueron incluso alojados en la capilla del hospital de San Pedro, mientras que el general Lasalle instaló su residencia en la casa de don Ramón Pérez Salcedo, administrador del señorío[32]. Un testigo presencial de aquellos sucesos declaró años más tarde «ser de todos conocidos los perjuicios incalculables»[33] que hicieron los franceses en Belvís entonces, «ya rompiendo, ya quemando papeles así en la casa Administración de este Estado, como en todas las demás oficinas de Ayuntamiento, Parroquias y Conventos, q.e así en las existencias de unas y otras corporaciones como en las de los particulares destrozaron quanto no les servía»[34]. Sin embargo, don Manuel Talabán registró más tarde que ni la iglesia de Santiago Apóstol, ni los ricos tesoros que albergaba y que el párroco había logrado poner a buen recaudo ocultándolos en los sepulcros de la nave del templo, ni sus estimados libros y documentos archivados en la sacristía sufrieron quebranto alguno a resultas de aquella primera invasión.

  • El exilio voluntario de don Manuel Talabán

Una vez que las tropas al servicio de Lefebvre abandonaron la zona, don Manuel Talabán pudo salir de su refugio temporal y anotar en sus libros eclesiales las cuestiones pertinentes; así, con fecha de 31 de diciembre, dio fe de haberse bautizado en aquel año a nueve varones y a tres hembras «solamente»[35]. Como el párroco de Belvís, los habitantes arañuelano pudieron «disfrutar» entonces de varias semanas de una relativa calma, tiempo que muchos aprovecharon para regresar a sus maltrechos hogares y recuperar lo que pudieron y más necesario para huir de nuevo a refugios más seguros, pues los franceses no tardaría en hacerse presentes y en número más crecido.

Fue el mariscal Víctor, duque de Belluno y general en jefe del 1er Ejército de la Gande Armée, el encargado ahora de entrar definitivamente en el interior del territorio extremeño con vistas a apoyar desde él la campaña del mariscal Soult en Portugal, movimiento que comenzó a desarrollarse a partir del día 11 de enero desde Toledo, donde se hallaba acuartelado el mariscal[36]. Ante tal horizonte, ya fuese por prudencia o temiendo realmente por su vida, pues debió de conocer la agresión sufrida por el párroco de Navalmoral, don Manuel Talabán decidió abandonar su parroquia para marchar lejos del radio de acción del enemigo. Su huida tuvo que ocurrir poco después del 19 de enero de 1809, pues a esta fecha corresponde la caligrafía de la última partida sacramental registrada de su puño y letra en ese año, aunque se trata de una ceremonia de Bautismo celebrada por fray Francisco Zanca de Gata, «morador» del convento extramuros de San Francisco del Berrocal, quien actuó entonces con licencia de don Manuel, y también en repetidas ocasiones durante la ausencia del párroco, además de otros clérigos.

El destino del forzado viaje de don Manuel Talabán fue Casar de Palomero, su pueblo natal, en cuyos libros parroquiales también dejó testimonio escrito de su estancia. En ellos consta que tuvo allí ocasión de derramar las aguas del Bautismo sobre varios niños a lo largo de 1809 y 1810, e incluso que celebró algunos matrimonios en ese periodo, siempre con licencia o por ausencia del cura rector, salvo en la primera ocasión en la que ofició, de la que se trae este extracto como prueba documental de su particular destierro:

«En la ermita de Santa Cruz, en que está la parroquia de Sancti Spiritus de esta villa del Casar de Palomero[37], a 27 días del mes de abril del año de 1809, yo, D. Fernando Terrón, presbítero y capellán de ella, con licencia expresa de D. Vicente Sánchez, cura rector de la misma, puse los santos óleos y sagrado crisma, a una niña llamada Antonia [Martín Martín], la que en caso de necesidad fue bautizada sin solemnidad por el Sr. D. Manuel Talaván, residente en esta villa y cura rector de la de Belvís de Monroy…»

Curiosamente, el infortunio de su auto-exilio le dio la oportunidad de bautizar el 28 de mayo de 1809 a su sobrino Antonio Faustino, que había nacido dos días antes, hijo de su hermano Pedro Talaván y de su esposa Ramona Santibáñez, como quedó recogido de su puño y letra en la correspondiente partida, en la que se reconoce como «cura rector de la villa de Belvís de Monroy, obispado de Plasencia, con licencia del actual cura rector…»[38]

Para entonces, don Manuel ya se había convertido en un insurrecto para el Gobierno de José Bonaparte, quien el 1 de mayo de 1809 firmó un decreto según el cual todos aquellos eclesiásticos y empleados públicos que se hubieran ausentado de sus destinos y prebendas desde el 1 de noviembre de 1808 deberían reintegrarse a ellos en fecha inmediata, pues de lo contrario serían privados de sus empleos y de sus bienes, acusados de contribuir con su conducta a alarmar a las gentes en su contra y castigados con el mayor rigor[39].

  • Belvís de Monroy, 4 de agosto de 1809

De annus horribilis para los habitantes del Campo Arañuelo en particular puede calificarse aquel de 1809, pues, sin lugar a dudas, ha sido el más catastrófico y dramático de la historia de esta comarca, que tuvo que soportar, con todas sus funestas consecuencias, el paso por su territorio de tres grandes ejércitos: el español, víctima constante de una Administración pésima, a pesar de la sobriedad de sus soldados, el francés desconsiderado y tirano, y el inglés, insaciable en sus demandas a la Junta Provincial y a los pueblos para el sostenimiento de sus tropas, que derrocharon más de lo que consumieron[40].

La pesadilla comenzó con la llegada del mariscal Víctor y su 1er Cuerpo de la Armada, quien consiguió derrotar a las tropas del Ejército de Extremadura, dirigido ahora por el general don Gregorio García de la Cuesta, primero el 18 de marzo en Mesas de Ibor, acción que forzó la retirada de los españoles del puente de Almaraz, que dejaron ya inutilizado, y el 28 de marzo en los campos de Medellín, donde sucumbió buena parte de la juventud masculina extremeña. A pesar de esta aplastante derrota, Cuesta consiguió recomponer su ejército en un tiempo récord, y en alianza con las tropas británicas mandadas por el general Wellington poner a raya a Víctor en la batalla de Talavera de la Reina, que se desarrolló durante las jornadas del 27 y el 28 de julio. Pero las celebraciones de aquella corta victoria sólo duraron hasta que apareció en escena el poderoso y temido ejército del mariscal Soult, duque de Dalmacia, quien, al mando del 2º Cuerpo de la Armada Imperial, bajó desde Salamanca por el puerto de Baños en apoyo del mariscal Víctor, aunque con retraso; y lo hizo acompañado del 5º Cuerpo a las órdenes del mariscal Mortier y del 6º del mariscal Ney, En definitiva, una fuerza de algo más de 50.000 hombres bajo la autoridad del duque de Dalmacia, que actuaba en jefe sobre los otros dos mariscales de Napoleón. La vanguardia de aquel súper ejército entró en la ciudad de Plasencia el día 1 de agosto, y seis días más tarde todos sus efectivos se hallaban estratégicamente distribuidos por el territorio entre Navalmoral de la Mata y más allá de Oropesa.

Atenazado entre Soult y Víctor, que reaccionó de inmediato, Cuesta se retiró de Talavera y se hizo fuerte en Puente del Arzobispo, cubriendo la retirada hacia Portugal de Wellington. El inevitable enfrentamiento entre españoles y franceses tuvo lugar en la villa puenteña el día 8 de agosto, con resultado absolutamente desfavorable para Cuesta, que tuvo que retirarse con los restos de su ejército hacia el interior de Extremadura. Después de la batalla, Soult se estableció en Plasencia y Mortier en Talavera, haciéndose dueños absolutos de todo ese espacio hasta vísperas de la batalla de Ocaña.

Si desastroso para los intereses de sus comarcanos resultó el paso de ida y vuelta del ejército de Víctor por el Campo Arañuelo a lo largo del primer semestre del año, de «plaga bíblica» puede calificarse la impetuosa llegada y prolongada estancia en el territorio de la armada bajo las órdenes de Soult, pues sus soldados arrasaron de nuevo con todo, aplicando las prácticas más destructivas y ruines; incluso consiguieron dar con muchos paisanos de los que se hallaban escondidos en montes y sierras, a los que obligaron a regresar y permanecer en sus respectivas poblaciones para asistir a las tropas en sus continuas y variadas demandas. La crónica del desastre es similar en todos aquellos lugares de la tierra de Plasencia de los que hay constancia, y en todos se destaca el ensañamiento contra las instituciones religiosas, tal vez como respuesta a la ya íntima implicación de la Iglesia extremeña —en particular— en el entramado de la resistencia[41].

También la villa de Belvís de Monroy sería saqueada de nuevo por los franceses, pero ahora con mayor determinación y acierto. Ocurrió el día 4 de agosto y siguientes, «día aciago y desgraciado para este pueblo y Campo Arañuelo», como escribió don Manuel en una partida de difuntos[42]. Al parecer, fueron dragones de las divisiones del general Lorges o del general La Houssaye quienes protagonizaron tal acción, los cuales, además de dar buena cuenta ahora de los tesoros de la iglesia de Santiago el Mayor, entre otros desmanes, dejaron su particular marca de destrucción en el archivo del ayuntamiento, en los archivos parroquiales y, sobre todo, en el convento de San Francisco del Berrocal. Varias de las notas y escritos que don Manuel Talabán dejó en los libros eclesiales tras su regreso definitivo a Belvís hacen especial mención a aquellos sucesos, como en este texto, del que se trae un fragmento, que debió de ser escrito a finales de 1810 o principios de 1811, y es parte inicial de un informe de dos hojas que, con el título de «Advertencia», abre el nuevo Libro de Casados que tuvo que habilitar don Manuel tras su regreso definitivo, pues el que regía fue destruido casi en su totalidad por los franceses como expuso en este mismo escrito, además de otras informaciones:

«A mediados del mes de Diciembre del año de mil ochocientos y ocho bajaron las tropas Francesas a este Campo Arañuelo, y aunque saquearon los Pueblos y algunas Iglesias de ellos, tuvimos aquí la felicidad de no haber tocado a esta Parrochial en todas las incursiones que cometieron. Pero haviendo subido desde la Extremadura baja por el paso de barcas, que se fabricó por bajo de donde estaba roto el famoso puente de Almaraz o de Albalat, nuestro ejército combinado con el inglés a fin de atacar al enemigo, que iba en retirada hacia Talavera de la Reina, trabose allí la batalla, y después de una gran matanza y de haver quedado el Campo por nuestro, bajó por el Puerto de Vaños a Plasencia y de allí a este Campo otro Exército Francés a combatir la retaguardia del nuestro, quien tuvo que huir volviendo a pasar el Tajo por Almaraz y Puente del Arzobispo, quedando abandonados todos estos Campos al Exército Enemigo. Entonces fue quando sufrimos todos sus moradores las maiores inhumanidades, violencias y saqueos que jamás pudiéramos imaginar. Entonces fue cuando, como fieras rabiosas, no perdonando ni aun lo más sagrado de los templos. Y entonces, por decirlo de una vez, fue cuando entraron en esta Parrochial, respetada siempre por las tropas que habían habitado aquí en las continuas vicisitudes que ocurrieron de subir, bajar y permanecer en esta villa. El infausto día quatro de Agosto de 1809 y siguientes, la saquearon completamente. Abrieron cincuenta y tres sepulcros de ella, hasta encontrar las alhajas de oro y plata que tenía, hicieron burla de las santas Ymágenes, destrozando algunas, el órgano y el archivo de papeles; entre éstos fue el libro moderno que actualmente regía donde se anotaban las Partidas de Casados,….[43]

En similares términos y con fecha de 19 de noviembre de 1810 escribió don Manuel el siguiente texto, que da inicio al nuevo Libro de Difuntos que tuvo que abrir, pues el original también había resultado destruido por los franceses:

«En el mes de agosto de mil ochocientos y nueve años, habiendo entrado el Exército francés en esta mi Yglesia, no sólo robó todas sus alhajas de plata y oro; sus ornamentos sagrados y utensilios preciosos de que estaba bien provista; sino también el libro de difuntos que actualmente regía, habiendo encontrado tan solamente dos hojas de él, que van aquí incorporadas, en cuya virtud empieza a servir este cuaderno de libro, en que se asienten las Partidas de los que fallezcan en esta mi Parrochial del Señor Santiago Apóstol el Maior, desde mediados de Diciembre del año de mil ochocientos y ocho, época en que el exército enemigo empezó a asolar este Campo Arañuelo, aunque a la [iglesia] Parrochial había respetado y dejado intacta hasta el referido Agosto y año siguiente, en que una División venida desde Salamanca por el puerto de Baños y Plasencia hizo los maiores estragos y fierezas que se pueden imaginar; sin perdonar a lo más sagrado de nuestros Sacramentos, Ymágenes Religiosas y Ministros del Altar; entonces fue cuando quemaron el convento de Religiosos Franciscos descalzos, llamado del Berrocal, extramuros de esta Villa; Y entonces [fue] cuando las gentes vivieron mucho tiempo escondidas en las montañas y en las grutas que los riberos del Taxo las franqueaban; pero habiendo permanecido el enemigo tiempo dilatado en este País, supo sus escondrijos, halló a mucha de las gentes, y otras se refugiaron a las sierras de Guadalupe y Vera de Plasencia…»[44]

Tal vez porque pudiera delatar cierto «afrancesamiento», y sin duda porque el resultado de este segundo saqueo fue especialmente desastroso para los bienes y propiedades de su iglesia y parroquia, conviene destacar el interés que mostró don Manuel Talabán por distinguir la diferente actitud de las tropas francesas al ocupar la villa en diciembre de 1808 y en otras ocasiones que sucedieron a aquella, y la que ocurrió en agosto de 1809, circunstancia que queda de manifiesto en las citas anteriores, y aún más en la siguiente, que registró en el Libro de Becerro de su parroquia:

«En principio de Agosto de 1809 años saqueó el enemigo esta mi Parrochial; y encontró todas las alhajas que tenía enterradas en los sepulcros de ella, robolas y destrozó todos los utensilios de seda y lino que servían al Sto. Sacrificio de la misa, y sólo pudo haberse 16 libras de plata machucada y algunas telas de seda que se encontraron. De cuia sacrílega acción se habían abstenido desde el Diciembre inmediato, que empezaron a habitar en el pueblo; y sólo estos malditos nuebamente venidos desde Plasencia fueron los desacatados…»[45]

Motivos sobrados tenían el párroco para mostrarse tan vivamente dolido con la acción de los soldados de Soult, aun cuando no dañaron la estructura del templo parroquial, pues en lo que se refiere a la calidad y al valor de las alhajas robadas probablemente superaban con creces las del resto de las iglesias de la zona, riquezas de las que nuestro sacerdote-cronista sin duda debería de estar bien orgulloso. Entre otros objetos, se trataba de aquel ajuar de ornamentos y vasos sagrados, principalmente elaborados en plata, que había regalado a la parroquia de la villa de Belvís su destacado hijo el presbítero don Buenaventura Pérez, quien lo envió desde la ciudad de Méjico en 1767.

Igual destino que aquel tesoro corrió el ajuar que pertenecía a la imagen de Nuestra Señora del Berrocal, compuesto de muchas joyas de plata y ricos vestidos para su adorno, que, según nota de don Manuel Talabán, «perecieron todas en agosto de 1809, cuando los Franceses saquearon todo este País; castigo de nuestros pecados»[46].

Además de los destrozos causados en los referidos libros de partidas, el párroco dejó constancia igualmente de los habidos en otros volúmenes y legajos de su archivo, como en el «Libro de Cuentas del Patronato de las Escuelas», del que la mayoría de sus hojas fueron «destrozadas y hurtadas por los enemigos, que vinieron á esta día 4 de Agosto de 1809»[47], según anotó don Manuel con fecha de 15 de octubre de 1810.

También hubo que lamentar el la villa de Belvís alguna víctima personal como resultado de aquella entrada de los enemigos, pues Rosa Alcón (sic) “falleció en ella, en fuerza de las torpes y horrendas Violencias que contra su pundonor y notoria Castidad cometieron los Soldados Enemigos aun con hallarla postrada en cama; día quatro de Agosto de mil ochocientos y nueve años”, según registró don Manuel en el correspondiente Libro de Difuntos tras su regreso definitivo[48].

  • La suerte de los libros parroquiales de la villa Belvís y el regreso de don Manuel

Las campañas de Soult en Andalucía primero y de Masséna en Portugal después convirtieron el sur de Extremadura en un territorio vital para Napoleón en su empeño de adueñarse de la Península Ibérica, lo que significó un mayor trasiego de tropas y convoyes de diferentes banderas por todo el territorio de la provincia a lo largo del año 1810. Tal circunstancia se notó especialmente en el Campo Arañuelo, debido, una vez más, a la importancia estratégica del puente de Almaraz, o ya más bien a la del vado que existía un poco más abajo, frente al Lugar Nuevo, conocido como vado de Albalat. Este punto, que casi siempre estuvo controlado por tropas francesas, se vio reforzado a principios de la primavera por efectivos de su caballería, encargados de velar por el buen desarrollo de la ejecución e instalación de un imponente paso flotante de balsas, que fueron fabricadas por artesanos locales con madera extraída de los pinares del Tiétar. A pesar de tan incómoda presencia, pues aquellos soldados a menudo sacaban de los pueblos del entono cuanto necesitaban, a partir de ese tiempo la situación mejoró sensiblemente para los paisanos residentes en comparación con las dramáticas experiencias pasadas, lo que favoreció el regreso de los huidos a sus maltrechas poblaciones, aunque de manera lenta y recelosa.

Noticioso, sin duda, de estas novedades y del comportamiento pasado de las tropas de Soult en el territorio arañuelano, don Manuel Talabán se atrevió también a salir de su refugio y regresar a Belvís de Monroy para hacerse cargo de los estragos cometidos allí por los enemigos, y, quizás, con la idea de quedarse. Este viaje tuvo que iniciarlo el 18 de abril o muy poco después, teniendo en cuenta que tal día bautizó a una niña en la ermita de Santa Cruz de su villa natal[49], y que el 22 se encontraba ya en Belvís, según consta, en este caso, en la siguiente nota autógrafa, que se conserva en el Libro de Becerro de su parroquia de Santiago Apóstol:

«En el año de 1808 y 1809 estubieron en este Campo los Franceses que saquearon el Pueblo, de que resultó gran detrimento en los libros y papeles Parroquiales que no pude evitar, por lo cual el dicho índice y árboles genealógicos fueron destruidos [se refiere a casamientos y relación de parentesco], pero espero en Dios renovarlos luego que regrese en paz desde esta villa [Belvís] a el Casar de Palomero a donde estoi refugiado. Hoy 22 de Abril de 1810»[50].

Pero, no debió de ver don Manuel muy clara la garantía de su seguridad en Belvís, por lo que decidió regresar poco después a Casar de Palomero. Sin embargo no lo hizo sin más, sino dejando un encargo en verdad original y sorprendente, además de arriesgado, como fue el de que se llevasen a su pueblo los libros parroquiales —tal vez, no todos— junto con lo poco de valor que había quedado tras el saqueo de la iglesia. Esta decisión fue registrada en el nuevo Libro de Cuentas de Fábrica habilitado en 1816, tres años después de la muerte de don Manuel, por el nuevo párroco titular don José María López, aunque da comienzo con el balance de 1808 a partir de las indagaciones hechas por este sacerdote. La nota que se trae aparece en la data relativa al año de 1810, y dice lo siguiente:

«Conducción……… Por conducir la plata y vestiduras y Libros al Casar de Palomero por disposición del S.or Cura p.a libertarlo de los franceses, pago……….76 [reales]»[51].

 

Una vez que el 2º Ejército a cargo del general Reynier abandonó la tierra de Plasencia por el camino de Zarza la Mayor para entrar en Portugal en apoyo de Masséna, y poco antes del 26 de septiembre, don Manuel Talabán se atrevió a regresar de nuevo a la villa de Belvís, y lo haría ya para quedarse. El retorno de los libros parroquiales se produjo poco después, y estuvo originado por la Real Orden expedida por la Junta Central desde el Alcázar de Sevilla con fecha 11 de enero de 1810, que instaba a las Juntas provinciales para que se encargasen de movilizar 100.000 hombres para completar los reemplazos correspondientes a cada ejército, de los cuales 6.000 debería ser de la provincia de Extremadura[52]. Su Junta de Gobierno vio entonces el momento oportuno para insistir en la necesidad de que los pueblos bajo su jurisdicción aportasen aquellos mozos que, por los motivos que fuere, no se habían incorporado a filas tras el primer alistamiento general de junio de 1808, ni lo hicieron tampoco como consecuencia del segundo convocado en febrero de 1809. Al efecto, y en lo que se refiere al partido de Plasencia, sus autoridades responsables cursaron las superiores órdenes por los pueblos del distrito, que no pudieron ejecutarse entonces en tiempo y forma debido a la amenaza de la presencia enemiga en muchos lugares de dicha demarcación. Hasta el día 26 de septiembre no pudo llegar al ayuntamiento de Belvís de Monroy la copia impresa de la normativa correspondiente, en la que constaba que el municipio —y otros muchos de la provincia— no había aportado al Ejército Provincial ningún hombre en la leva proclamada en el mes de febrero de 1809, tiempo en el que la villa y su barrio extramuros estuvieron prácticamente abandonados de sus vecinos, como ya sabemos. En definitiva, según aquella nueva orden de alistamiento correspondía aportar 24 soldados al municipio de Belvís, pues la Capitanía General sólo contempló el alistamiento previo de 17 en el de junio de 1808, lo que significó reclamaciones posteriores por parte del Ayuntamiento, que alegó haber dado 25 hombres en primera instancia de los 41 exigidos[53].

Nada más recibir la citada orden, los representantes municipales, con su alcalde a la cabeza y con la colaboración imprescindible de los curas párroco y teniente, se pusieron manos a la obra en el asunto, de manera que al día siguiente certificaron un primer borrador con los nombres de aquellos vecinos sorteables que había en el pueblo, en el que figuraban 31 correspondientes a la villa y 13 al barrio[54]. Pero, el ambiente que rodeó este sorteo era, en general, bien distinto al que se dio en el primero, cuando la euforia patriótica de aquellos tiempos iniciales en los que aún no se había visto por la zona el feroz rostro del enemigo facilitó la recluta. Ahora las cosas habían cambiado en extremo, hasta el punto de que, en todas partes, los alistados se agarraban a cualquier pretexto para excusarse de ser movilizados, sabedores de la infinidad de calamidades por las que habrían de pasar en el seno de los Ejército nacionales, antes de enfrentarse a las temibles «águilas» de Napoleón. Por todo ello, se produjeron en Belvís numerosas reclamaciones y protestas difíciles de resolver por parte de las autoridades locales, debido principalmente a la pérdida de los certificados relativos al sorteo primero por causa de los destrozos provocados por el enemigo en el archivo municipal, y también a la falta de los libros de bautismo de la parroquia, que aún se hallaban en Casar de Palomero. Además, merodeaban por las zona partidas francesas avisadas de que se reclutaba gente contra su Armada, circunstancia que preocupó sobremanera a los responsables municipales, teniendo en cuenta que había paisanos dispuestos a informar al enemigo sobre la celebración de los sorteos con tal de salvarse de la recluta. Frente a este panorama, incapaces de continuar con los alistamientos preceptivos, con fecha de 29 de septiembre de 1810 los Justicias de Belvís de Monroy dirigieron un escrito a la Junta de Gobierno de Plasencia solicitando ayuda al respecto, escrito que no daría los resultados apetecidos, y del que se trae este fragmento, que delata la actitud y el papel de don Manuel Talaván ante aquella situación extrema:

«[…] Que se hallan los Franceses aunq.e en corto número (según se dice) a siete leguas de distancia en las V.as de Oropesa y Puente del Arzobispo y sus avanzadas a menor, q.e p.r esta circunstancia es muy posible llegue a su noticia, y q.e nos sorprehendan acaso en el acto del sorteo, de q.e VV.SS. pueden conocer las funestas consecuencias que surtiría este acto.

Tampoco podemos executar o cumplimentar la superior orden con la prontitud q.e se nos previene, y nosotros deseamos, p.r falta de libros Parroquiales de Bautismo, p.r no haberlos traido a su regreso de la emigración q.e ha hecho de esta V.a su Cura Rector el B.r D. Manuel Talabán Mateos, quien juzgó conveniente no exponerlos a caer segunda vez en poder de los franceses, q.e aún a su venida permanecían en este país, habiendo mandado este S.or p.r ellos el veinte y séis del q.e rige p.r la noche tan luego como supo eran indispensables p.a cumplir esta orden…»[55]

Los libros parroquiales debieron de llegar a Belvís no después del 4 de octubre, pues ese día se reanudó aquel nuevo proceso de alistamiento y se procedió a tallar a los 24 mozos que exigía la orden superior, para lo cual eran imprescindibles los pertinentes de bautismo, que fueron los únicos de partidas de la parroquia de Santiago Apóstol que se salvaron de los saqueos.

Ciertamente arriesgado para don Manuel Talabán tuvo que ser el momento de su regreso a la villa, pues los enemigos seguían haciendo estragos por la zona, tal como él mismo registró en ese momento en su citado prefacio del nuevo Libro de Casados:

«[…] quienes todavía amenazan el País con sus frecuentes incursiones, saqueos y todo genero de hostilidades y violencias, que tienen a las Gentes en un continuo ahogo, y sobresalto, pues ni se come, si se duerme con sosiego; ni se abraza el cultivo de los campos con gusto, ni la cría de ganados se fomenta y adelanta…»[56] 

A pesar de todo, nuestro protagonista quiso ver entonces un destello de esperanza en forma de intercesión divina, a la cual concedió también la gracia de que no se hubiesen producido en Belvís mayores desastres hasta aquel momento, como en verdad ocurrieron en otros lugares del partido. Así lo anotó don Manuel a continuación del párrafo anterior:

 «… Pero la amorosa y extraordinaria Providencia de ntřo Dios y Señor está derramando su bendición sobre los Campos mas alla de Talavera de la Reina donde el año de 1810 se cogio una cosecha tan copiosa y florida de trigo, que se vende aquí el pan de dos libras muchos días á un real de vellón:Y qunq.e otros Pueblos, como Casatejada, Navalmoral, Millanes, Valduncar, y Mesa de Ybor padecieron mucho y murieron muchos de la peste, en este (a Dios gracias) no fue cosa lo q.e se encarnizó la muerte, ni tampoco mataron los Franceses á Paisano alguno, como sucedió en otros Pueblos»[57].

Teniendo en cuenta tal optimismo, no cabe duda de que fue gracias a su consejo por lo que su hermano Ramón solicitó al Ayuntamiento de Belvís, «por justos motivos», se le admitiese allí como vecino; súplica que formuló éste por carta fechada en Casar de Palomero el 24 de octubre de 1810. Más tarde le fue admitida favorablemente aquella solicitud, dispensándose al interesado incluso del preceptivo visto bueno del Ayuntamiento de su lugar de origen, «por respeto a su hermano el Sr. Cura Rector, párroco respetable»[58].

A propósito del destino de los libros parroquiales, es cierto que toda aquella documentación que don Manuel había intentado salvar de las garras de los franceses quedó de nuevo expuesta a los mismos peligros, pero no por ello debe negarse el valor y la oportunidad de la iniciativa del párroco, quien, tal vez, no sólo intentó proteger aquellos volúmenes de los enemigos de la Patria, a juzgar por la actitud de algunos vecinos incluidos en los alistamientos, quienes, en cierto momento y con la intención de alterar su inminente destino, llegaron incluso a amotinarse contra las autoridades civiles del municipio. Esta sospecha se extrae de ciertas palabras que escribió el ya citado don José María López en una «Advertencia» fechada el 15 de mayo de 1818 e inserta en el Libro de Cuentas de la Ermita del Berrocal, y que dejan en entredicho la honradez de ciertos anónimos vecinos de municipio; palabras que incluyen también un explícito reconocimiento a la impecable labor administrativa realizada por don Manuel Talabán:

«Encontre este libro destrozado sin haber quedado de el mas hojas que las preced.tes. Dudo mucho que le destrozasen los franceses, y me inclino mas a que seria alguno interesado en que no se viese lo que había en el, y las escelentes notas que tenía puestas mi celoso Antecesor, que bastante da a entender en la llana anteced.te»[59].

  • La actitud de don Manuel Talabán en los últimos compases de la guerra

Las constantes inseguridades e incertidumbres halladas a su vuelta, no mermaron la profesionalidad de don Manuel en lo relativo al orden y al cuidado de las cosas de su competencia, de manera que, nada más regresar a Belvís, se puso manos a la obra en el arreglo de los destrozos provocados por los franceses en las propiedades de la parroquia, incluida la casa del curato, y de manera especial en el acondicionamiento del maltrecho archivo eclesiástico. Pero no sólo se ocupó de la restauración de sus libros y de habilitar los nuevos ejemplares que habrían de sustituir a los perdidos, en los que fue incluyendo su particular relato de los episodios bélicos acaecidos y demás incidencias, sino que también se empeñó en la tarea de recoger, hasta donde pudo, aquellas informaciones que desaparecieron con dichos volúmenes, y también las que no fue posible registrar formal y puntualmente debido a los contratiempos ocasionados por la guerra, como ocurrió en el caso de la muerte del «Preceptor de Latinidad de las escuelas de la villa», aquel don Alonso González Trejo, que había tomado posesión de su cargo el día 27 de abril de 1808, y que murió de muerte natural el 1 de febrero de 1809[60]; o lo relativo a la información que incluye esta partida que sigue, que se encuentra igualmente en el nuevo Libro de Difuntos:

«Ambrosia Pérez moza soltera e hija legítima de Manuel Pérez y Feliciana Gómez, vecinos de esta villa, falleció a orillas del Tajo, huyendo del enemigo; fue sepultada en la número 73 de esta Parroquial en el mes de septiembre de mil ochocientos y nueve, de que doy fe»[61].

Nada fácil debió de resultarle esa tarea recopiladora en un principio, al menos en lo relativo a los finados desde diciembre de 1808, debido a la dispersión del vecindario aún a su llegada por causa de la referida presencia en la zona de tropas enemigas:

“[…] por cuia causa permanecen hasta el presente año de 1810 muchos vecinos esparcidos y acaso muertos, de los q.e no puedo dar noticias, por lo q.e sólo anotaré los que fueron aquí sepultados…»[62] 

De cualquier modo, se adelantaba así el párroco a la orden dada, ya después de su muerte, por el Fiscal General Eclesiástico de la diócesis de Plasencia con fecha de 12 de marzo de 1814, que instaba a los sacerdotes encargados de las iglesias de los pueblos de ese obispado para que hiciesen lo posible por recuperar los datos incluidos en aquellos libros de partidas eclesiásticas que se perdieron durante la francesada. Y bien seguro estaba don Manuel de la trascendencia y calidad de su trabajo, a juzgar por lo que escribió en la citada «Advertencia» del nuevo Libro de Casados:

[…] Aunque fue destrozado dicho libro q.e comprendía todos los casados por mí y D.n Ubaldo Fernando Mendo, mi Antecesor, no obstante en el Yndice que tengo formado de todos los bautismos y matrimonios que constaban en los libros de esta mi Parrochia pueden hallarse los matrimonios atestados en ellos, a que si nuestro Prelado Eclesiástico interpone su autoridad, deberá darse entera fe, pues declaro y juro in verbo sacerdotis que dicho Yndice está legalmente y con toda verdad extractado como y en la manera que lo hallé en los referidos libros. Los de Bautismo pude recogerlos intactos, y son cuatro libros de a folio; los de Casados son dos, excluso éste que ahora empieza, en cuyo principio se ven dos partidas que con mi licencia celebró Fr. Alonso Rodríguez Blanco, del Orden de Predicadores y Vicario de estas Religiosas Dominicas de la Sra. Santa Ana, rubricadas con mi letra y firma. Las Reales Pragmáticas que sobre la celebración de matrimonios y validación de esponsales rigen y deben observarse en el día, pueden verse en el libro de Colección de Encíclicas Episcopales y demás órdenes pertenecientes a los Párrocos, que aún conservo en este mi archivo Parrochial con los demás libros y papeles que por especial beneficio del Señor, no acabaron de destruir los Enemigos…»[63]

 

                   Llegó el año de 1811 al Campo Arañuelo, y con él nuevos, peligros y nuevas inquietudes, aunque don Manuel no anotó incidencia alguna destacable relativa a dicho año. A lo largo de su primer semestre, varios pequeños ejércitos expedicionarios franceses hicieron tránsito por el territorio, hasta que mediado junio el mariscal Marmont, duque de Ragusa, responsable ya de l´Armée de Portugal, cruzó el Tajo con parte de sus tropas por el vado de Albalat para reunirse con Soult en Mérida. Luego, volvió sobre sus pasos y asentó su cuartel general en Navalmoral de la Mata a lo largo de gran parte del verano, tiempo que dedicó al descanso de sus tropas y a la supervisión de los trabajos que mandó realizar para fortalecer con una doble cabeza de puente el paso del Tajo por el vado de Albalat. Para ello, se levantaron dos fortines, uno a la orilla izquierda, grande y poderoso, y otro más discreto a la orilla derecha. Ambos fueron construidos por alarifes y obreros de la zona, y en gran medida con escombros sacados de las ruinas de Almaraz.

A partir de 1812 la dirección del conflicto cambia de rumbo, y la campaña de Rusia obliga a Napoleón a derivar hacia aquellos frentes tropas veteranas que actuaban en éstos, de manera que la iniciativa de la guerra en la Península Ibérica pasó entonces definitivamente a manos aliadas.

Tras la dramática reconquista de Badajoz por fuerzas anglo-lusas el día 7 de abril, Wellington decide empujar a los franceses hacia el norte y recuperar el control sobre la línea del Tajo, para lo que se hacía imprescindible ganar el paso del vado de Albalat, y por tanto los dos fuertes mandados construir por Marmont que controlaban los extremos del puente de barcas, y que se hallaban bien provistos de bastimentos y de artillería. Fue el general inglés Rowland Hill el encargado de desalojar a los franceses de esas posiciones, lo que consiguió el día 19 de mayo ayudado del Marqués de la Alameda y de voluntarios extremeños. Aquel asalto supuso un gran éxito para las tropas e intereses aliados, pues además de causar numerosas bajas entre los contrarios, forzó su huida precipitada hacia Oropesa, obligándoles a abandonar gran cantidad de provisiones y armamento de todo género[64]. Desde la atalaya de Belvís de Monroy, así lo vio nuestro sacerdote-cronista, que certificó aquella importante acción en la siguiente partida de difuntos, en la que se delata la interacción connivente entre paisanos y tropas Imperiales, en un momento de la guerra en que era ya imposible la supervivencia de los unos sin la colaboración de los otros en medio de una tierra totalmente devastada:

     «En este mes de maio, y dho. año (1812) murió Juan Ballestero, marido de Ramona Manzano; Gaspar Villanueba, marido de Luisa [Martín] Aparicio, vecinos de esta villa en la vera de Plasencia [Villanueva]. Y el día 19 de dho. mes y año fallecieron ahogados en el Tajo al sitio del puente de Almaraz, Martha Huertas, muger de Jph. Rodríguez; Román Gómez, hijo de domingo; Antonio Calderón, hijo de Gregorio, en el acaecimiento de ir huiendo de ntras. tropas, que atacaron desde el Lugar Nuevo a las francesas, y tomaron por asalto aquella plaza y fuertes, que éstas tenían allí fabricados y al pasar estos infelices el puente de varcas para abrigarse del lado de acá, y venir a esta villa, rompieron los ntros. soldados dho. puente con una granada y quedaron sumergidos en las aguas con varios francese, que también venían huiendo. Entonces quedaron dhos. Lugar Nuevo, plaza y fuertes de una y otra orilla reducidos a cenizas, y varias piezas de artillería y municiones arrojadas en el agua; y muchos particulares enriquecidos con los despojos hallados en el río. También resultó ahogado del mismo modo Julián, hijo legítimo de los dhos. Martha y Jph. Rodríguez. Parece que dha. varca fue hundida con el peso de tanta gente, y no rota con granada»[65].

Esa acción fue la última destacable que se dio en territorio extremeño, y resultó de capital importancia para el desarrollo futuro de los acontecimientos bélicos, pues gracias a ella el ejército de Marmont quedó aislado del ejército de Soult que actuaba al sur, lo que favoreció la decisiva victoria de Wellington sobre el duque de Ragusa en la Batalla de Los Arapiles el 22 de junio de 1812. No obstante, siguieron produciéndose encuentros y escaramuzas entre tropas móviles francesas y fuerzas españolas (regulares o guerrilleras) en torno al puente y vado de Almaraz-Albalat, de manera que, aún en los primeros meses de 1813, algunos pueblos de La Vera y del Campo Arañuelo sufrían las «razias» de los soldados franceses. De tan incómodas «visitas», así como del sufrimiento de la población a lo largo de aquella funesta e interminable guerra, también dejó constancia don Manuel Talabán, cuando el 1 de enero de 1813 escribió en el correspondiente Libro de Bautismos de su parroquia:

«Han sido bautizados en este año de 1812 cinco varones y dos hembras solamente; cuia decadencia consiste en las muertes y expatriación que han acarreado las actuales guerras, pues de 110 vecinos [418 habitantes, contando sólo los de la villa de Belvís] que componían esta Parrochia apenas han quedado 10 [38 habitantes], y aún cada día se ausentan más y más a causa de los enemigos y el hambre que se nos causa»[66].

El 30 de marzo de 1813, según ciertos testimonios[67], dejó de sentirse las presencia de tropas enemigas en el municipio de Belvís y pueblos de su entorno, de modo que ese día terminó la Guerra de la Independencia para aquellos paisanos, si bien no sus incomodidades, pues el tránsito de tropas nacionales por el territorio y la necesidad de asistirlas de manera directa o indirecta, siguió agobiando al paisanaje aún por muchos meses.

A modo de epílogo, vienen muy a cuento las palabras con las que nuestro particular cronista concluyó su citada «Advertencia» inserta en el nuevo Libro de Casados, que, si bien debió de registrarlas a finales de 1810, o poco después, encajan igualmente en el contexto de ese momento final en el que los enemigos campeaban aún por el Campo Arañuelo. En ellas, don Manuel evitó culpar directamente al invasor de los desastres e incomodidades de la guerra, males que achacó a los «pecados» de la Monarquía española y de sus cortesanos, consciente de la debilidad de aquellos monarcas y buen conocedor de las intrigas palaciegas previas al alzamiento del 2 de Mayo; de todo ello dejó acerada e irónica constancia:

«Lo que para memoria de los venideros, y para q.e tributen al Señor continuas gracias [sus parroquianos], cuando haian logrado poseer sus bienes en paz, y vivir en sus hogares sin tales sobresaltos y horrores, me ha parecido oportuno [a]notarlos y sepan que no en vano se repiten las oraciones en el ofrecim.to del rosario, pidiendo a la Madre de Dios el que nos alcance la tranquilidad y sosiego y paz entre los Principes cristianos. He aquí porque siempre los Sumos Pontífices y demás que conceden Yndulg.as nos piden que para ganarlas hagamos estas suplicas ál Señor fervorosam.te; como que, ó han visto, leído ó experimentado cuan necesario es a la Stã. Yglesia la paz, para exercer líbreme.te sus religiosas funciones.

El S.or Todopoderoso se digne apiadarse de nosotros, y perdone a los Españoles las culpas innumerables que están mereciendo estos azotes; haga abrir los ojos a los Reies, para q.e jamás ocasionen (como al presente) tales desgracias en sus vasallos; no persigan a su Esposa la Iglesia [se refiere a la Alianza Trono-Altar]; ni tengan a su lado Validos tan distinguidos y honrados (Godoy); no duerman en inacciones y sensualidades, que así conseguiremos tener sosiego y paz en esta vida, que se junte con la eterna de la otra. Amen…»[68]

 

LA MUERTE DE DON MANUEL TALABÁN

Poco tiempo pudo disfrutar el párroco de la paz por la que tanto había rogado, ni lograría terminar su labor recopiladora y restauradora iniciada a finales de 1810[69], pues falleció de muerte natural en la villa de Belvís de Monroy el día 19 de julio de 1813 a la edad de 56 años. Su funeral debió de ser oficiado por don Antonio González Vizalo, encargado entonces de aquella parroquia y más tarde de la de Casas de Belvís, ya que fue este sacerdote quien firmó su partida de defunción el 13 de agosto siguiente[70]. En ella se dice que don Manuel pudo recibir los sacramentos de Penitencia y Extremaunción, pero no el de Eucaristía, «por no permitirlo la enfermedad»[71]. Su agonía tuvo que ser breve, teniendo en cuenta que había celebrado en su iglesia de Santiago Apóstol una misa de cuerpo presente el día 11 y un bautizo el día 14 del mismo julio. Esta partida de defunción incluye el testamento eclesiástico de don Manuel, que había sido registrado el día 7 de enero de 1808 por el entonces secretario del Ayuntamiento de Belvís don Antonio Berrocoso y Vergara, documento que aporta ciertos detalles sobre la vida y la personalidad de nuestro particular cronista. Quiso ser enterrado en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol de la villa, «y sepultado en el número trece donde lo fue su madre, y si no en donde hubiere lugar en la misma capilla mayor…[72]; en orden a la mortaja se pida a esta Parroquia ó a otra de sus Anexos los vestidos sacerdotales de color morado pagados a precio justo…»[73]. En lo que se refiere a la retahíla de misas de novenario, de aniversario y votivas encargadas, conviene destacar la que dejó «en reverencia de la SSmã. Cruz q.e se celebra en el Altar de la Hermita sita en el pueblo de su naturaleza dando seis r.s de limosna»[74], las diez en memoria de sus padres, una en memoria de su hermano Francisco, cuatro por la de sus abuelos, diez por la de sus feligreses; «en cada pueblo [de las parroquias anexas] se repartirá a los pobres una fanega de pan amasado; Yd. en cada Convento de Religiosas se le diga una misa cantada, su limosna treinta r.s cada una…; Yd. otra cantada con vigilia de tres lecciones y señal de campana la noche antes en la Parroquial de la Serradilla, su primer curato, su limosna veinte r.s al celebrante y seis al sacristán. En el Pueblo de su naturaleza otra misa con vigilia y señal de campana precedente con la limosna acostumbrada en aquella Parroquia, y se pagará de sus bienes patrimoniales. Y de misas comunes ciento quarenta misas rezadas q.e repartirán sus testamentarios entre los Religiosos de los dos Conventos de Monjas, sacerdotes de sus Anexos que eligiesen…»[75]. A la Demanda de Ánimas de la villa de Belvís mandó donar el «huerto de la Mimbrera», de su propiedad, con el cargo de una memoria en su recuerdo[76]. Fueron sus testamentarios, además del presbítero don Antonio Fernández, sus cuatro hermanos, Pablo[77], Ramón, Pedro y Antonio, a quienes dejó por herederos de sus bienes patrimoniales, pues los eclesiásticos los donó a los pobres de la villa y sus anejos.

En agosto vino a sustituir al difunto don Manuel Talabán, aunque como cura ecónomo, el religioso franciscano observante fray Antonio Matas, personaje cuya vida fue aun más azarosa y compleja que la de nuestro protagonista; pero esa es ya otra historia.

Imagen 1. Partida de nacimiento de D. Manuel Talabán

Imagen 1.

Partida de nacimiento de don Manuel Talaván Mateos. (Copia digitalizada -ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO).

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Imagen 2.

Caligrafías y firmas de don Manuel Talaván Mateos. (Fotografía de un documento original  -ARCHIVO PARROQUIAL DE BELVÍS DE MONROY).

 

 

 

 

[1] Por respeto a la memoria de nuestro protagonista, que siempre firmó “Talabán” y no “Talaván”, se mantendrá en adelante la primera de estas grafías, si bien en su tiempo, e incluso en el seno de su propia familia, se emplearon ambas fórmulas.

[2] El municipio de Belvís de Monroy está compuesto por dos núcleos de población, la antigua villa de señorío de Belvís, “la de los Monroy”, y su barrio extramuros de Casas de Belvís.

[3] Interrogatorio de la Real Audiencia, Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Plasencia, “Belvís de Monroy”, nº7, pp. 119-133. Asamblea de Extremadura, Primera Edición. Mérida, 1995.

[4] Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada (1749-1756). Villa de Belvís de Monroy, Provincia de Extremadura, 15 de noviembre de 1752. Biblioteca virtual del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (Copia microfilmada extraída del original del Archivo General de Simancas).

[5] Se ha aplicado un índice de conversión de 4 habitantes por cada vecino.

[6] Conviene aclarar que, en realidad, la titular del ducado de Alba y del señorío de Belvís era su esposa y prima doña María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, duquesa de Huéscar, condesa de Oropesa, condesa de Deleitosa, marquesa de Jarandilla, etc., títulos y estados de los que tomó posesión el día 28 de abril de 1770.

[7] El antiguo catillo-palacio, situado en lo más alto de dicha villa, entonces deshabitado ya y casi arruinado, daba fe de un pasado más sonoro.

[8] Hoy las parroquias de Santiago Apóstol de Belvís y de San Bernardo Abad de las Casas siguen siendo independientes, aunque las dirige el mismo sacerdote adjunto al arciprestazgo de Navalmoral de la Mata, diócesis de Plasencia.

[9] Al momento del Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, el convento de Santa Ana contaba con 10 monjas, el de San Juan de la Penitencia con 17 y la comunidad de frailes del Berrocal con 15 religiosos.

[10] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO (en ARCHIVO DIOCESANO DE CÁCERES); Libro de Bautismos nº 2 (1747-1801), fol. 103.

[11] ARCHIVO PARROQUIAL DE BELVÍS DE MONROY, Parroquia de Santiago Apóstol (en adelante APBM), Libro de Becerro, fol. 186 y vto.

[12] APBM. Libro de Misceláneas, ff. 26 y 27 vto.

[13] Gaceta de Madrid del martes 26 de enero de 1808, núm. 8, pág. 95.

[14] APBM. Colegio de Gramática y Latinidad: Oposiciones, 1780-1808.

[15] Ibídem, ff. 211 vto. y 212.

[16] APBM. Libro de Becerro, fol. 97 vto.

[17] En el reparto general de la Provincia de Extremadura para la formación de su Ejército Provincial tocó a Plasencia y su partido el total de 3.966 soldados, que se concretó en 4 reclutas por cada 40 vecinos,

[18] ARCHIVO MUNICIPAL DEBELVÍS DE MONROY (en adelante AMBM), “Asuntos Militares”, Caja 10, Carpeta “Circular 1808”.

[19] Ídem.

[20] Ídem.

[21] Ídem.

[22] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita de Ntra. Sra. del Berrocal (1790-1834): “Libro de quentas que tengo yo Gabriel Serrano Mayordomo de N.ta S.a del Berrocal en el año de 1807 y 1808”.

[23] GARCÍA PÉREZ, Juan y SÁNCHEZ MARROLLO, Fernando: “Guerra, reacción y revolución (1808-1833)”. En Historia de Extremadura. Tomo IV, pp., 661, 662. Badajoz, 1985.

[24] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita de Nuestra Señora del Berrocal (1790-1834).

[25] APBM. Libro de Cuentas de Fábrica (1808-1882); folio 5.

[26] Al momento del estallido de la guerra, el señorío de Belvís de Monroy, incluido en el condado de Oropesa, estaba bajo la jurisdicción de don Diego Fernández de Velasco, duque de Frías, quien abrazó abiertamente la causa de Napoleón y colaboró con ella. Por tal motivo, el gobierno provisional español, declaró confiscados todos sus bienes, posesiones y estados, haciéndose cargo de los correspondientes en Extremadura su recién creada Junta Suprema, con fecha de 28 de agosto de 1808, embargo revalidado por Real Decreto de 2 de mayo de 1809, conocido como “Ley de Partida”.

[27] AMBM. Reales Despachos, Caja 2, Exp. 78.

[28] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra de la Independencia Española, Memoria Histórica y Colección Diplomática. Primera Parte, p. 76. Imprenta Uceda Hermanos, Badajoz, 1908.

[29] PAREDES GUILLÉN, Vicente: “Los franceses en Plasencia en 1808 y 1809; entrada primera”; en Revista de Extremadura, vol. 10, p. 171. Cáceres 1908.

[30] ARCHIVO PARROQUIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA, Parroquia de San Andrés Apóstol, Libro de difuntos nº 3, 1809-1834, fol. 1. El testimonio fue recogido por el sacristán Ramón Ruiz, quien, al parecer, permaneció en la villa en circunstancias tan arriesgadas.

[31] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASATEJADA, Libro de Difuntos, 1730-1853. Leg. 2, Carp. 2 (citado por LÓPEZ MORENO, Eugenio: El paso de los franceses por el Campo Arañuelo; en Coloquios Histórico- Culturales…; Ob. Cit., p. 82).

[32] AMBM. “CERTIFICADOS”, Caja nº8, Exp. 67.

[33] Ídem.

[34] Ídem.

[35] APBM, Libro de Bautismos nº 4 (1759-1815), fol. 273 vto.

[36] GARCÍA DE LA CUESTA, Gregorio: “Manifiesto que presenta a la Europa el Capitán General de los Reales Ejércitos Don Gregorio García de la Cuesta, sobre sus operaciones militares y políticas desde el mes de junio de 1808 hasta el día 12 de agosto de 1809 en que dejó el mando del ejército de Extremadura”; Imp. Miguel Domingo. Palma de Mallorca, 1811, pág. 31.

[37] La ermita de la Santa Cruz servía entonces de parroquia porque a ella se había trasladado la de Sancti Spiritus por orden del obispo de Coria, cuya iglesia amenazada ruina desde hacía tiempo. La primera partida registrada que se firmó en dicha ermita por tal circunstancia está fechada el 17 de junio de 1802.

[38] Algunas de estas partidas me han sido facilitadas por el religioso dominico don Crescencio Palomo, erudito natural de Casar de Palomero.

[39] A.H.N. ESTADO. Leg. 2993.

[40] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra… Ob. cit., Primera Parte, pp. 152 y 153.

[41] “Noticias para el recurso a S.M. por Plasencia y su tierra, en razón de la devastación del País”. Biblioteca y Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres, Legado Eugenio Escobar Prieto.

[42] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853), fol. 5.

[43] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 1 y vto.

[44] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853), fol. 1 y vto.

[45] APBM. Libro de Becerro, fol. 78 vto. El subrayado es mío.

[46] Ibídem, fol. 93.

[47] APBM. “Convenio con el Colegio y Fundación de las dos Cáthedras de Primeras Letras y Latinidad en la villa de Belvís (1774-1824)”.

[48] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 5.

[49] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO, Libro de Bautismos Nº 3 (1801-1826), fol. 91 vto.

[50] APBM. Libro de Becerro, fol. 112 vto.

[51] APBM. Libro de Cuentas de Fábrica (1808-1882), fol. 7.

[52] ARCHIVO MUNICIPAL DE PLASENCIA, Caja: Disposiciones de 1810 habidas en enero.

[53] AMBM. Caja Reales Órdenes (Alistamiento de 1810). Exp. 38.

[54] Ídem.

[55] Ídem. El subrayado es mío.

[56] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto.

[57] Ibídem. Tal vez porque el primero no murió en Belvís y la segunda no fue directamente asesinada por los franceses, no quiso apreciar don Manuel Talaván en este escrito las muertes del cirujano titular de la villa don Vicente Jiménez, que perdió la vida por mano de los enemigos el día 19 de diciembre de 1808 a las afueras de Navalmoral, ni la citada de Rosa Alcón, muertes que registró don Manuel en el nuevo Libro de Difuntos que habilitó tras su regreso definitivo.

[58] AMBM. Año de 1811, Expedientes Varios; Caja nº 4, Exp. 46. El subrayado es mío.

[59] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita del Berrocal nº 3 (1790-1834), fol. 36.

[60] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 2 vto.

[61] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 5 vto.

[62] Ibídem, fol. 1 vto.

[63] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto.

[64] Esta hazaña dio origen a la conmemoración popular que desde el año 2005 viene celebrándose, por las mismas fechas, en el pueblo cacereño de Romangordo y su entorno, conocida como “Ruta de los ingleses”.

[65] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 17 vto.

[66] APBM. Libro de Bautismo nº 4 (1759-1815), fol. 289 vto.

[67] AMBM. “CERTIFICADOS”, Caja nº8, Exp. 67.

 

[68] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto. El subrayado es mío.

[69] Al inicio del nuevo Libro de Colecturía que inició don José María  López  escribió este sacerdote con fecha de 26 de febrero de 1818: «El libro que habia perecido en la invasión de los franceses y no se volvió a formar otro p.r dicho S.or Cura sin duda por q.e esperaba que se acabase del todo la Guerra p.a hacerlo con tranquilidad…»

[70] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 22 vto.,  23 y vto.

[71] Ídem.

[72] También había costumbre entre los feligreses del municipio de mandar ser enterrados en las iglesias de los conventos de la villa.

[73] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 22 vto.,  23 y vto.

[74] Ídem.

[75] Ídem.

[76] Ídem.

[77] Este hermano fue también sacerdote, y ejerció como cura teniente de la parroquia de Casar de Palomero desde 1813 hasta 1815. También figura como capellán y “clérigo sesmero” en Belvís de Monroy en la década de los 70 del siglo XVIII.

 

Mar 192016
 

Álvaro Meléndez Teodoro.

 

RESUMEN:

En 1750 el Ingeniero militar don Antonio de Gaver recorrió la frontera de Portugal en Extremadura, por encargo del rey Fernando VI, levantando planos de las fortificaciones que la cubrían y de los elementos más significados para su defensa o, en su caso, para una posible invasión de Portugal. Fruto de aquel trabajo sería un detallado Informe sobre el estado de las mismas, las obras a efectuar para su mejora y sobre la guarnición de que deberían disponer para una eficaz defensa del territorio.

En este trabajo presentamos la trascripción de la segunda parte de dicho Informe, con las anotaciones que Gaver dispuso sobre las plazas y fortificaciones de Badajoz, Alburquerque, Valencia de Alcántara, Alcántara, Moraleja, Trevejo y Salvaleón.

Nuestro objetivo es meramente la divulgación de un documento que puede resultar atractivo para los interesados en la historia local de Extremadura y, muy especialmente, para los ciudadanos de las localidades estudiadas. Si a la satisfacción de la curiosidad del lector siguiera una profundización en el estudio de este tema, merced a la bibliografía recomendada, nuestro objetivo sería doblemente cumplido.

Palabras clave:

Fortificación abaluartada, Badajoz, Valencia de Alcántara, Alcántara, Moraleja, Trevejo, Valverde del Fresno, Salvaleón.

 

 

Badajoz. Existtencia y estado de sus obras.

Por pedir el asunto ser breve sin faltar a la claridad excuso las noticias históricas de su etimología y antigüedad, por ser notorio y no Conduzir a la materia, solo sí hago el preziso acuerdo de los fértil y abundante de las llanuras de toda esta Probinzia; y que se une y Comunica con las Andaluzias, Mancha y Toledo, por cuya razón es puerta a la yntruducion del reino, sin tener otra Plaza en estado en esta Frontera ni en lo interior de él, solo a su derecha en la Probª de Castilla, Ciudad Rodrigo que dista unas treinta y seis leguas, con la fazilidad de ynttroduzion en este ynterbalo que quedan dichas en la parte primera, razones que obligan a mirar a esta capital como escudo para todo el pingüe y dilatado Pays que cubre.

Se hacen frente, de la otra parte del Guadiana, a la corta distancia de 3 a 5 leguas, en el Reino Vezino, las Plazas de Yelbes, Campomayor y Guromeña y de la deste lado la de Olibancia. Vadeasé este río por tres partes: a la hizquierda de la Plaza, hazia las hazeñas y por el más distante sin ser descubiertos de ella, pueden yntroduzirse en sus cercanías, pues por la poca corriente en el Verano quedan sus Aguas como estancadas, la poca precauzion de permitir los lavados en aquellos Conttornos y los desagues de algunas Tenerías mottiban la mayor parte de las enfermedades, las que se esperimentan mayores en los barrios más cercanos; el calor es excesivo en los meses de Junio, Julio y Agosto y parte de Septiembre, en los quales elevándose infectados vapores dél, yntroduziendose con el ayre que se respira es la causa efizientte de las regulares calenturas intermitentes que se padecen, a lo que contribuye lo grueso de las Aguas de su cercanía y fogosa estación en los meses referidos, mottibo que obliga a no recelar por entonces yntroducion de exercitto, ni menos que deje de acampar sin contingencia el nuestro como se experimentó en estas últimas Guerras.

En la Probinzia de Alenttejo, con quien confina, no se esperimentta ygual ynterperie en las referidas Plazas por estar más distantes del Guadiana y tener mejores aguas y fuentes, suponer aquella Probinzia de ygual fertilidad se opone a la experiencia de la continua ynttroduccion que abrazan de la nuestra, por lo que siempre en dicha Probinzia será costoso mantener un pie de exercito.

Contiene estta Plaza en su recinto ocho Baluartes y uno medio unido con el Castillo, en poca diferencia yguales, la mayor carrera es de quarentta tuesas, sus flancos rectos llegan a la extensión de veinte y cinco, la mampostería de mala calidad y construcción, y en el estado presente por parte arruinados y por otras imperfectos; sus parapetos, aunque todos deben arreglarse según el actual camino cubierto, se allan sin exercicio ni poder correr los fuegos en todo el frente desde el baluarte de San Juan, ymmediatto a la Puerta del Pilar, astta el de San Bizente en las orillas del Río; con las escabaciones que se ejecutaron quedan desbastados el Cuerpo y terraplén de los revellines, dos de ellos empezado su rebesttimientto hasta la altura de una tuesa.

Contiene la Población dos mil trescientos quarenta y dos vecinos; siguiendo la muralla recta y sin defensa por la parte del Río.

La contraescarpa y camino cubierto que le circuye es de sólida y buena mampostería, construida nuevamente, ejecutado con todas las ventajas, que pudieron lograrse de los preceptos del Arte a vista del terreno, particularmente la porción que prosigue frente a la Puerta de la Trinidad ganado la altura del antiguo Castillo delante del Baluarte de San Pedro, en el que en 1705 abrió Brecha el enemigo (el todo ajustado al Proyecto que se ejecutó para esta Plaza).

Al Lebante de la Ciudad se eleva el terreno, exttendiendose de medio día al Nortte doszientas tuesas[1], y de Lebante a Poniente ciento, cuya altura domina a la Ciudad y la Campaña, fue la antigua población en donde todavía se mantienen algunos edificios y una Parrochia donde se celebra, habiéndose despoblado desde que los señores Obispos por un yncendio se bajaron a la Ciudad (Cuyo Palazio sirve de Hospital) a lo que llaman el Castillo; está murado a lo antiguo de sólido tapial y mampostería, sus faldas por la parte de la campaña son de difícil acceso, lo yrregular de su pendiente, que quasi forma una curba, no deja descubrir desde lo alto su pie; tiene a su frente, de la otra parte del Río, una altura llamada de Sn Christobal, a distancia de doscienttas y treinta tuesas[2] y a corta diferencia de nivel (que ambas se elevan sobre el del Agua unas treinta y cinco[3]) aunque lo más alto del castillo o Ciudad antigua la barre con alguna superioridad.

Esttá ocupado este Padrasto con un quadrado yrregular (del propio nombre) cuyo frente por la parte que mira a la campaña, cubierto con un ynutil revellín, es de quarentta y dos tuesas su polígono exterior; y para descubrir una pequeña cañada que forma el regular pendiente de este frente se ben besttijios de un segundo camino Cubierto que adelantaron en figura de obra coronada; de despreciable extensión sus Flancos siguiendo la campaña de la otra parte en bastante distancia quasi de nivel al pie de sus muros, la que con insensible pendiente a la hizquierda barre libremente astta la Cabeza del Puentte, desde donde se manifiesta la Comunicazion que sigue paralela al borde del río, de uno a otro fuerte, con su foso y ángulos salientes, cuyas tierras se lebanttaron en las Guerras pasadas lo que oy está imperfecto.

Por la derecha es de dificultad la subida de su falda pues con Violenta ynclinazion se une en las llanuras donde desborda el Hebora; con prevención que están sus muros y defensas en muy mal estado, solo si que poco á se a construido de nuevo un pequeño Baluartte al entrar de la Puertta y los Corttos edificios para cuerpos de Guardias.

Escuso extenderme en explicar las Dimenciones de este Fuerte, como asimismo lo haré tratando de los demás, en el supuesto de que en todo tiempo se an de tener a la Vista los correspondientes planos.

Por el frente de la puerta de la trinidad, a doszientas y cinquenta tuesas[4] [y] a corta distancia del natural pendiente del Glasis, forma una altura que domina toda aquella parte de la Plaza, llámase la Picuriña, el terreno de su frente se extiende a ciento y cinquenta tuesas[5] quasi de Nivel, adelantado hazia la Campaña, desde donde empieza el pendiente hazia ella y por la hizquierda a Unos olivares, que asimismo a poco trecho forman berttientte cubierto de la Plaza; a su derecha se extiende y corre la falda con suavidad asta la cañada y arroyo de Ribillas, formada con el pendiente de otra altura que, a distancia de quinienttas tuesas tiene a su derecha [y] llamada de Pardaleras, la que haze frente a la parte de la Ciudad por la Puerta del Pilar, desde la que ba elbandose el terreno Ynsensiblementte como el de la antecedente, queda formada la referida altura suficiente para dominar y servir de Padrasto por esta parte; extiendese el terreno de su frente quasi de Nivel a unas ochenta tuesas y por la hizquierda pasadas de ciento. Cuyo berttientte es el que forma y prosigue con la referida cañada y Arroyo avenida para la Plaza del perjuicio que se reconoce; y por la parte del Río corre el terreno con menos subidas, formando a la ymmediacion de sus orillas, frente al baluarte de Sn Bizente unas lomas y terreno por donde el enemigo desde los expresados vados y Huertas de Tena puede conducir sus ataques.

La primera altura o Padrasto de la Picuriña está ocupado con un fuerte, abiertas las escabaziones, quasi en estado el terraplén, faltándole el revestimiento y solo tiene perfeccionado su camino cubierto y comunicación astta la Plaza en el revellín de la Trinidad; con particulares ventajas no solo descubriendo las citadas avenidas y cañadas, sino está también barriendo la falda del Castillo, por el terreno que llaman la Quebrada.

El de las Pardaleras está ocupado con una obra coronada antigua, de mala construcción, reducida y Ynutil, siendo el Puesto que debe ocuparse para lograr mayores ventajas la Plaza.

A todos los domina y barre con superioridad el Castillo, descubre las avenidas y campaña vezina, circunstancia que manifiestta lo útil y ventajoso destte puesto.

En esta Plaza solo ay dos quarteles (quitada alguna corta abitacion en el Castillo y Casas que se alquilan en prezision) el uno ynmediato a la Puerta de las Palmas, el que podía contener dos Batallones y medio, pero habiéndose recompuesto de nuevo estte año, lebanttado su techo, dado más ventilación a las quadras y dividido; se a dispuesto en una de las Crugias bajas pesebres para ochenta Caballos y abittacion para los soldados, y la otra parte de división para un Batallón, que actualmente lo ocupa el del reximiento de Milán[6]; es de buena mampostería, tiene de largo treinta y seis tuesas[7] y de ancho cinco[8].

El terreno del circuito destte quartel, hasta el terraplén de la muralla es llano y capaz para extenderse formando quattro cuerpos yguales al antecedente (cuyo ynttentto tuvieron sin duda, como lo manifiestan los dentellones[9] o Lambordas en sus extremos) formando un patio en el centro, y pueden contener entonces, ampliamente, quatro reximientos, y esta disposizion, además de ser cómoda en qualquier Plaza, se añade ser esencial disponerlo así en esta, respecto de que por los excesivos calores no pueden de noche abittar los soldados y, siendo preziso permitirles salir a la Puerta se an experimentado grabes yncombenientes; incluirá un pozo que se alla en la ymmediazion del existente, aunque el agua es un poco gruesa. El paraje más a propósito para esta obra es en el terreno yncluido entre las paredes del Combento de san Fco y terraplén de la muralla de su frente.

El otro, capaz de dos Battallones, ymmediato de Stº Domingo, tiene de largo quarenta y tres tuesas y de ancho cinco, de buena mampostería con Contrafuertes de una y otra parte a proporcionadas distanzias; el primer piso cubierto con bobeda de ladrillo (sirvió antes para la caballería) el segundo a tejavana le ocupa el Reximiento de Yrlanda.[10]

No ay más Almazen de Pelttrechos que el que está en el baluarte de san Juan, ninguno de Viberes, no exttiendome más en estte asumptto, ni lo que pertenece a Cuarpos de Guardia, respecto de suponer se abran remitido de aquella Dirección lasrelaciones correspondientes a los reparos que se están ejecutando, siendo punto de la primera attenzion la notable falta de un Hospittal, reduciéndose al presente al corto del castillo y frente de Sn Francisco unas casas de particulares que sirven a este fin.

Dicttamen

Graduadas las ventajas que logra esta Plaza por sus circunstancias y situación, es constante an de extenderse sus fortificaciones de modo que se haga respetable y sirva de repuesto y Almazen general; pero así mismo es preziso (además de tener presente las reflexiones que a estta relación prezeden) hacerse cargo y atender a lo siguiente.

Se supone aquel reino con fuerzas para conquistar o Yntrudución de un exercito en el nuestro o no. Si lo primero, debe atenderse igualmente a todos los puestos que cubren en poca diferencia la misma enttrada, Uno dellos es la Plaza de Alconchel, añadiéndose a que con la referida de Badajoz yncluyen en medio, yntroduzida en nuestro terreno, la de Olibencia, que por aquel Príncipe (en caso de la supuesta fuerza) debe mirarse como a repuesto general y puerta para la Conquista, mayormente quando sirven de segunda Línea de Plazas (de que careze el nuestro) las referidas de Yelves, Campomayor y Gurumeña.

Y si lo segundo, no será combenientte extender esta Plaza de modo que necesite un crezido número de tropa para su Guarnición, porque las fortificaciones sin esta no son más que un embarazoso agregado de cal y canto, en cuyo caso supuesto superior nuestro exercitto bastará sean las Plazas de estta Fronttera de mediana extensión y menores las intermedias según el lugar que ocupan, repartiendo los viberes y Peltrechos a proporción en ellas, no exponiendo el todo en Una, respecto de que habiendo de servir para abrigo del exercito operante se allará igualmente socorrido, sin las conttingenzias que tiene en caso de ser cortado, bajo cuyos […] sentada la fuerza del dilema y deseando no extender este discurso dejándolo para la recopilación total que junto en uno expondré de las quattro Probincias, es mi dictamen el siguiente:

Para completar ambos fines debe irse por partes, demoliendo y reedificando el recinto según el proyecto, ajustadas sus alturas con relazion a la Contra escarpa y camino cubierto ejecutado, rebisttiendo los terraplenes que existen para sus rebellines; perfizionar la contraguardia del Baluarte de la Trinidad y tenaza que desde él corre hasta la cara del Baluarte de Sn Pedro, y la primera con la mayor urgencia, pues la cara derecha del revellín destacado de Sn Roque no tiene otra defensa y aún esta escasa, a no adelantarla más a la Campaña; y por fin según el orden de preferencia que entonces propondrían: finalizar y cerrar el recinto prosiguiendo la obra empezada por la parte del Río.

Aunque el Proyecto según lo manifiestan los trazos, escabaciones y noticias que dél tengo, es de lo más ajustado, nunca hubiera empezado en el mayor esfuerzo de sus obras, si no es por las del Castillo o Ciudad antigua, dejándolo en un estado de defensable Ciudadela con los Quarteles y Almazenes necesarios, no solo a la Guarnizión de su defensa, sino también capazes para la que tuviese la Plaza; después della la precisa ocupación de la Alttura o Padrasto de las Pardaleras con un quadrado de un polígono capaz y proporzionado a que lo saliesen las partes ajentes o flanqueantes a su defensa; rematando la obra de la Picuriña.

Estta indispensable obra, además de barrer la campaña por todas partes, correspondiéndose los fuegos con los de la Picuriña, barriendo el Glasis de una y otra parte de los Baluartes de la Trinidad astta el de Sn Joseph, que es en poca diferienzia con el que se encierra la Plaza, se logra que como a Segunda Ciudadela, comunicada con la Plaza, quede la guarnición destta reducida a menor termino su estensión, no tratando al presente sobre las defensas -que reconozco prezisas- ideadas; el fuerte avanzado en la Huerta de Aznar ni batería sobre la Peña y Calzada del Molino frente al baluarte de Sn Bizente, no pareciéndome esenciales la cortadura que se propone desde la falda del castillo asta el borde del Guadiana, ni el reduzido Hornabeque que se propone al pie de la altura de Sn Christobal con idea de impedir la yntriduzion entre el Río y su falda por estar descubierto del castillo, de la Ciudad y […] parajes de ellas.

 En la otra altura quasi de Nivel delante del frente de Sn Christobal, seria preziso formar un Hornabeque con comunicación al primero, y desde este formar otra [comunicación] astta la cabeza de la Puentte, siguiendo las escabaziones que se reconocen de la que provisionalmente formaron en tiempo de Guerra (mejorada la disposición) sin estender mucho más el Hornabeque que cubre el Puentte, que en caso preziso admite recomposizion, concluyendo así mismo las Plazas de armas y camino cubierto.

Mejorado el puesto de Sn Christobal, ocupado como se a dicho Pardaleras y rematado el de la Picuriña, no solo obligan a una numerosa tropa para circumbalar esta Plaza, que sin duda no podrán con esta facilidad darse la mano los quarteles, sino también tendrá el enemigo en una yndiferenzia para encaminar sus ataques de yntento o verdaderos a uno de los referidos tres puestos; la razón es la relación de defensa que guardan entre si lo que las mejora y haze respetable, la superioridad a ellos del Castillo o Ciudadela, lo poco que se adelanta en ganar uno solo por ser tan manifiesto; concretando lo que por partes he ydo refiriendo, tanto por lo que mira a su ataque como para su defensa; concluyo repitiendo que ocupados los puestos como dejo referido y graduadas las demás Plazas dependientes a ella, le basttaran en qualquier caso de yrrupcion con aquel reino seil mil hombres de guarnición, combiniendo en que los quarteles y almazenes sean capazes a lo correspondiente asta los seis mil que supongo nezesarios al descanso de un campo Volante.

Prezisa Prevencion

Aunque doy por supuestto que en la secretaria de Guerra paran los Proyecttos aprobados correspondientes a esta Plaza, con las relaciones muy por menor de sus motivos y particulares circunstancias, para el acierto en la situación de las partes al que dirija la obra, me a motivado a esta digresión el ver que estos prezisos instrumentos no se enquentran en el Archibo de la Dirección destta Plaza, ni en la Contaduría, (sino solo las condiciones y contrata) en donde debían [estar] según Capítulo de ordenanza; y siendo así que estrabiandose alguno dellos en el decurso del tiempo y resolviese S. M. la prosecución destta obra, no solo sería exponerse quizás a infructuosos gastos, sino es también a algún perjudicial herror en la dirección de los trazos y colocazion de las piezas, por cuyo motivo sería importante que desde luego se passase del todo copia a las referidas oficinas y al propio paso formar de nuevo los correspondientes Plano y Perfiles, no bastando con ser numerados estos sino también acompañarles de una ynstruccion en la qual se repittan las referidas dimensiones por escrito, por no exponerse a la fazil equibocazion del número, que es conttingentte a no mandarlo efectuar quién lo proyectó o a lo menos que lo dirija sujeto de Ynteligenzia que por conjetura pueda corregir el herror; respecto la Campaña vezina amplificando en dicha ynstruccion quanto parezca combenientte al fin que lo propongo, pues o por los accidentes de muerte de aquel sujeto, yndisposiziones o prezisas ausencias commmobidas de la obediencia, parando en otras manos y en sujeto menos Ynstruido del echo, aunque capaz, está expuestto a un herror, todo lo que me ha parecido preziso exponer por la seriedad del asumptto y para otros casos de la misma naturaleza.

Plaza de Alburquerque. Existtenzia y estado de sus obras.

Está situado este Castillo en un cerro de Peña escabroso, elevado sobre el nivel de la campaña por la parte del mediodía unas 55 tuesas[11], descubre por la dirección del cerro de las Dos Hermanas (que tiene a disttanzia de una legua)[12] en día sereno la Plaza de Badajoz, de la que distta seis leguas[13]; a la parte del Nortte por su falda, algo más acesible, se extiende la Villa, astta correr la mayor parte por la llanura, la que está sin Murallas, solo las tiene la que llaman antigua, que la circuyen, y se unen con las del elevado castillo, el que es fuerte por naturaleza, no permitiendo a el Arte su reduzido espacio, extenderse para su aumentto.

Prosigue la Peña de su situación, en forma de Cuchillo o Caballete, escabrosa, ynacesible, dirigiéndose azia el Noruestte de unas 500 tuesas[14] (en cuyo exttremo haze intermisión), está ocupada de dos reduzidos reducttos, llamados el primero Torre de la….y el último de las Bacas, con comunicación de una a otra hasta el castillo, sin permitirle el referido Caballete más anchura en parajes que escasamente unos tres pies; a esta misma dirección, a distancia de una 80 tuesas[15], tiene a su frente la citada torre de las Bacas una pequeña altura o reduzido cabezo (a quien domina) llamado del Pozo de la Nieve, en cuyo yntermedio pasa el camino de la Codosera, prosiguiendo por la otra parte de corta anchura en su falda una colina escabrosa astta las del Reino de Portugal, del qual se descubre el lugar de Ubela [sic][16] de la otra parte del Hébora[17].

 Por la otra parte de las dos Batterías alta y baja que tiene este Castillo, al pie de la Torre del omenaje,  y hazia el suestte tiene dos alturas que las mismas [son] como Padrastos, el primero es el reduzido Cerro de Mesones, un poco más elevado que la Batteria Baja y de su falda, prosiguiendo unas trezientas tuesas el Picacho de Sta Luzia por estar allí la Hermitta destte nombre; a todos domina con superioridad la Torre del omenaje y interior recinto del castillo sin que la extensión destas colinas embarazen el que por todas partes se descubra una dilatada campaña; confina con los términos de Ubela y Arronches en Portugal; sirviendo a dos leguas de Linea de división la ribera de Abrilongo.

Este castillo en lo yncluido por sus muros tiene de Largo unas 600 tuesas[18] y de ancho 30[19]; quando estuvo en poder de los Portugueses atendiendo a la obliquidad de sus fuegos, ocasionada de la excesiva altura, idearon muy al propósito circuir el frente de la Ciudad con otro recintto al pie de la Peña, de unas 13 tuesas[20] más bajo que el primero, uniéndose con los muros destta de una y otra parte; existe actualmente la mayor parte destta obra, a una altura de 2 tuesas 3 pies, de deteriorada mampostería, cuya dirección por lo poco flanqueado entre sí con quatro ángulos salientes, de unos reduzidos medios Baluartes, es despreciable aunque azertado el fin, desde este puesto se impide y barren los Sitios donde desde ellos se pueden dirigir los ataques a la Ciudad, particularmente a la hizquierda del Combtº de Sn Francº extramuros, donde pusieron sus Batterías.[21]

La prezision de conservar este puesto es manifiestta, considerando tener entre esta Plaza y la de Alconchel a Badajoz, pues es constante que en todos Casos an de sobstenerse mutuamente y de que es así en la regular […] que deben situarse los puestos para lograr esta Venttaja y fin.

Encierra este castillo la Torre del Omenaje de 6 tuesas en quadro[22], de sólida sillería elevado 91 tuesas sobre su piso y estta contiene en el principal un Almazén de Polbora capaz de 600 Barriles, pero sin Bentilación padece allí este género, y sobre este dos bobedas: una de ellas con tres dibisones donde se tienen algunos géneros de Arttillería; desde este piso se pasa, por medio de un puente con arco a otro torreón, llamado de las tres esquinas, contiene otro Almazen de Polbora y Peltrechos, y lo alto de ambas por estar cubiertas de Bobedas de unos cinco pies de grueso sirben de Plataforma, desde las que se descubren los caminos de la Liseda, Brozas y Alcanttara, todos corriendo por la llanura en donde puede jugar la Caballería; se descubre así mismo, a disttanzia de siete leguas, Marbaon, Lugar de Portugal; al pie de dichas Torres ay dos quarttos, el uno poco haze renovado, en donde está el horno; a la parte de la Villa otros descubiertos que fueron Palazio del Duque, tiene su Yglesia y Sacristía, todo de Bobeda y la última sirve de sala de armas; su azotea sirve de Plataforma; tiene un quarttel de 14 tuesas de largo y 6 de ancho[23]; contiene este edificio lugar para tres Compañías y Almazen de Peltrechos, ay otras cortas abitaziones, dos Cuerpos de Guardia y tres Cistternas; las Batterias alta y baja que hacen frente a los Cerros de Santta Luzia y Mesones que se an recompuesto de nuevo.

Los Muros de la Ciudad son de mediana mampostería, suficiente grueso, con camino de Rondas y torres quadradas, siendo su mayor altura de 5 tuesas[24] con un foso imperfecto que las circuye solo en la puerta de Alcántara, en donde formaron los Portugueses un pequeño valuarte que la cubre y existe, los que tuvieron ynttento y empezaron a fortificar el recinto de la Villa.

En ésta y a la derecha, en la entrada de la Puerta de Alcántara está, en la Plaza de Armas, un quartel de [¿17?] tuesas de largo y 8 de ancho[25], dividido por una muralla que se eleva hasta su Caballete o pendiente del tejado, caben en las dos 112 camas, sin las que se pueden disponer en crugía en el ynttermedio de los Pilares; el pabimento es de toda piedra él, cubierto a teja llana, las ventanas capazes para su Ventilazion, ynmediato al muro está el quarto para el oficial de Piquette u cozina para tropa, el todo reparado poco haze y en buen estado, como assi mismo los Cuerpos de Guardia en las Puerttas y dos torreones de las murallas.[26]

A la hizquierda, entrando por la citada puerta, ay un pozo manantial capaz de buen Agua y abierto en Peña Viva, sirve para la Poblazion y antes para la Caballería que ocupaba el mencionado quartel y actualmente está un Battallón del reximiento de Ultonia.[27]

No ay más Hospital para los Militares que extramuros la Hermitta que fue del Spirittu Santto pared en medio de las Monjas de San Frncº, muy reduzido y Yncomodo, en mal estado, sirbiendose de la corta Capilla o Yglesia además de otros quartos reducidos para quadra de los enfermos, sin más Agua de pie que un Pozo para lo más preziso y, por fin, destta falta son grabes los perjuicios que se siguen a la Tropa.

Dicttamen

En la misma descripción destte puesto dejo dicho lo útil de su conservación y, por consiguiente, preziso el reedificar la obra que empezaron los Portugueses, mejorada su disposizion; en la Torre de las Bacas formar una batteria circular o hierro de caballo, disponiendo por orden las comunicaciones hasta el Castillo, mejorando éste en la unión de ello según pide el desnivel y superioridad con que queda; sería ynutil obra alguna que se idease en el despreciable cerro del Pozo de la Niebe, que sin sin duda si se pensó ocupar fue creyendo embarazar el que el enemigo, arrimado por aquella falda, dirigiese con fazilidad sus aproches, pero ese recelo aunque lo desbaneze la dicha Battería, lo imposibilita sin otra dilixencia un flanco que en la nueva disposizion de la obra de los Portugueses, barrerá quasi de nivel aquella avenida, según mi delineazion.

Por la parte interior de la Batteria alta, paralelamente a distancia de 8 tuesas[28] de su parapeto, hallo conveniente, prosiguiendo la testtera de la Yglesia hazia la derecha, y quarttel actual de la tropa, un Caballero quasi en la misma altura que en la Plataforma de aquella, cuyo espacio será capaz para diez cañones, bajo de la qual, a la prueba, se tendrá un espacioso quarttel, completando de estte modo los medios para dejar anulada las obras con que se pensasen ocupar las alturas de Stª Luzia y Mesones; y estte Castillo con lo necesario a una vigorosa defensa, el que asegura la Villa de qualquier yntento, cuyas Murallas son suficientes para desde ellas hazer un regular Defensa, pero no a la de un sitio formal.

Considero en esta Plaza necesario, a lo menos, un reximientto de Ynfantería (siempre con el supuestto de las Compañías de Conserbazion formadas de los Paysanos) con ochenta Caballos para defenderse y darse la mano con la dottacion que según mi Dicttamen he considerado prezisa en los antecedentes.[29]

Plaza de Valenzia de Alcanttara. Existencia y estado de sus obras.

Estta Villa y castillo demolido está al Nortte Noruestte de Alburquerque durante cinco leguas y de la rivera de Seber una y media, que sirve de Dibision a ambos reinos; tiene en el de Portugal, sobre una elevada colina, distante dos leguas hazia el Poniente, el Lugar de Marbon; al oeste quarta a Norueste Casttel Dabid distante tres, ambos murados con Guarnizion pero despreciables.[30]

Está situado al Lebante de la Poblazion, dominando su terreno a ésta de unas cinco a seis tuesas, pero por la parte del Poniente y abenida de Alburquerque, es toda su falda peña viva, a cuyo pie corre la ribera de Abid, sobre la que se eleva unas 15 tuesas; de la otra parte destta son sus tajos escabrosos, y montuoso el terreno, con barias cañadas, aunque sin embarazo puede barrer muchas de sus alturas el castillo; al Nor Noruestte, y a distancia de 400 tuesas[31], tiene un cerro o cabezo de dilatada y suave falda por estta parte con plantío de olivos, dejando una porzion de llanura entre ella y el lugar, en cuyo inttermedio está la Hermitta de Sn Lázaro y Pozo de la Niebe; domina al Castillo, ay en ella la Hermitta de Ntrª Srª de los Remedios, con suficiente espacioso terreno de [¿desnivel?]; a su frente y a distancia de unas 70 tuesas[32] existen los bestigios de una Atalaya que en el tiempo de Guerra serbia para observar el movimiento y Yntroduzion del Enemigo por su falda, por donde pasa el Arroyo Alburrel, que desagua en el Tajo,; siguiendo en adelante el terreno con algunos accesos pasa a Portugal, pero fáciles para correr las Partidas de Caballería.

Al sudueste del referido Castillo está el Combento de Sn Francº, distante unas 200 tuesas y 80 de la Villa [280][33], está situado en un espacioso prado y alameda quasi a la orilla de la referida ribera de Abid; tiene en su immediazion una fuente abundante, de buena construcción con quatro caños.

Al Oestte y a la otra parte del Lugar está la meseta o Cabezo de la empezada Hermita de Stª Bárbara, cuyo terreno se estiende de Nivel casi con los tejados de la Villa y corre azia la zitada Hertª de los Remedios; domínale el Castillo, de quien dista 800 tuesas, y siguiendo hazia la Campaña del frente de estta Hermitta ba elevándose [¿durante unas 70?] tuesas sobre ella y a disttanzia de unas Cientto unos Peñascos intratables, desde cuya altura y por la vertiente de sus faldas, en el frente derecha e hisquierda se descubre suficiente Campaña y las cañadas de los escabroso destta Fronttera, con prevención que a su pie se juntan los caminos de Marbaon y otros lugares de Portugal.

Prosigue la falda del Castillo hazia el Nordestte y después de una corta llanura vuelve a elevarse el terreno quasi de su Nivel que comprehende la dehesa de los Caballos (por cuyo inttermedio pasa el camino de Alburquerque) en estte sitio pusieron los portugueses la Battería el año de 1705, yntroduziendose abrigados de la falda de la altura de los Remedios.[34]

Al otro lado, hazia Sn Francº tiene este Castillo, a distancia de unas 70 tuesas un espacio de Peña Viba, cuyo frente corre en pendiente aspera hasta la Ribera en donde anttiguamentte había un fuerte llamado la torreta del Gallo, desde cuyo puesto se barre con fazilidad el referido prado de Sn Francº, frente correspondiente a la Villa por la parte de las relixiosas de Sta Clara y en bastante extensión la Cañada y avenida de la referida tierra de Abid.

Fue estta Poblazion murada particularmente en una pequeña altura ymmediatta al Combtº de las dichas religiosas y frente de Sn Francº, tenía ocupado un pequeño […] llamado el fuerte del Matadero.

Consiste el espacio que ocupaba el Casttillo (en el que se manifiestan los bestigios de sus muros y torre del Omenage) en una longitud de cien tuesas y latitud de sesenta[35]; el terraplén aunque deteriorado aún manifiesta la figura de los reduzidos Baluarttes, que con yndiferenzia se puede colegir fueron cinco o seis; respecto de que se adelanta hazia la Villa una porzion de tierra que creo fue revellín, ymmediato del qual y pie de la torre del omenage está la Yglesia Parroquial, de buena mampostería y bobeda de sillería regular (aunque baja) lo que manifiesta lo dicho y una porzion de muralla que de la antigua fortificazion está ynmediata a ella que se yncluia en su rezinto.

Dicttamen

En la parte primera y al referir los puesttos antecedentes, he dejado referida la Utilidad destte puesto, lo ymmediato de Portugal, la fazilidad de entradas de aquel reino, tanto para ymbadir sus terrenos circumbezinos como para yntroduzirse a la empresa de Alcántara, y desde allí a todo el territorio yncluido destta parte del Tajo, por cuyos superiores motivos a de restablecerse estte Castillo, disponiendo los Baluartes más capazes y de menos número, formando en lo interior los Quarteles a la prueba, no tanto por la hostilidad de las Bombas como al de que sirvan de Caballero para barrer con superioridad todo el Circuyto del terreno referido; sería ynutil estta obra si no se ocupase con otra la Alttura y Cerro de la Hermitta de los Remedios, que bastará sea con un fuerte destacado, suficiente para treszientos hombres, con cuya dilixenzia se hacen mutuamente respetables, extienden la circumbalazion, alejan el enemigo dejándolo con yndeterminazion, qual atacar primero o si todos junttos, siendo estos los dos objetos principales de la defensa, y para aumentar esta, y bentajas referidas de sus terrenos, es preziso poner dos reduzidos reductos: uno en la torre del Gallo, a las dichas 70 tuesas del Castillo, y otro en el peñascal frente a la Hermitta de Stª Bárbara.

Es preziso asimismo, y el terreno ofrece todas las ventajas necesarias, formar un proporzionado quarttel de Caballería en las ymmediaziones de Sn Francº y fuente, pero no reconozco necesario murar la Poblazion, pues ocupados los puesttos son los que an de disputar la entrada.

Para todo lo dicho en tiempo de Guerra basttará prefijar su Guarnición a 800 Hombres de Ynfanttería, 50 Caballos, con los 300 Paisanos habitadores.[36]

Plaza de Alcanttara. Existencia y estado de sus obras.

Estta Plaza situada en terreno irregular y fragoso en la misma orilla del Tajo, elevado sobre él unas 50 tuesas (distante de Valenzia de Alcántara 8 leguas y de la raya de Portugal una) tiene sus murallas en muy mal estado, de laja o pizarra) única Piedra que se arranca en sus circuitos), sus baluartes reduzidos y poco flanqueados; la parte más elevada es la del medio día, que haze frente a la Attalaya llamada Torre del Rey, distante 320 tuesas[37], en su mitad tiene un medio Baluartte llamado de la Cruz, puesto más elevado de toda la muralla, pues estta corre por la derecha con suficiente pendiente astta el Baluartte de Pan y Agua, tan reduzido que sus caras no llegan a 10 tuesas y sus flancos de quattro, desde el qual corre la muralla con bastante pendiente astta la Puertta de san Juan frente al Puente y unirse con un cerro de murallas antiguas y estas con las de la Ciudad, incluyendo el Combtº de religiosas de la Orden y lugar para tropa que se dirá adelante (a lo que llaman vulgarmente la Fortaleza)

Por la hizquierda del referido Baluarte de la Cruz, astta el de san Pedro, corre con menos Ynclinazion astta su medianía, donde está la Puertta del Postigo, y ganado asta él la altura en poca diferienzia como el anttezedente.

Todo el terreno destte frente es Yrregular, con barias cañadas y una dellas la de la Huerta del Marqués, que se forma por el Pendiente del Glasis y el de la torre del Rey; el citado Baluartte de Sn Pedro tiene delante de la cara hizquierda y prolongazion de la derecha la Contraguardia de San Anttón y, a distancia de cien tuesas destta en poca diferienzia formando con ella un triángulo equilátero, están los dos fuertes avanzados de San Lázaro y San Pedro, de muy mala construcción y quasi inútiles, el primero de unas 22 tuesas[38] de cara con su foso, y el segundo, aunque algo menor, precaucionado con el mismo y camino cubierto; el terreno en donde están sittuados se ocupó muy al propósito por descubrir la cañada al pie de los olivares de Galabis, que con sensible pendiente, formando una cañada entre ella y la Plaza ban corriendo sus berttientes astta el Tajo,  sin otras avenidas que descubren, de bastante perjuicio para la Plaza y abenidas de Alburquerque.

Desde el referido Baluartte vuelven los muros de la Ciudad a correr por la hizquierda siguiendo las irregularidades del terreno, astta que desde el Baluarte de la Concepción (el más capaz de todos) es lo más, bajo la puertta destte nombre; pero luego volviendo a subir la muralla astta el Baluartte de la Magdalena, se eleva estte de modo que domina el Combento de Sn Francº extramuros que a tiro de fusil tiene a su frente y los Cerros de Palomares y [¿Abusadezas?]. Todo quasi en la misma disttanzia; a la otra parte del Arroyo Meldero, que así mismo desagua en el Tajo, y siguiendo la muralla astta la del frente deste solo ynttermedio, está sirviendo de la misma el empezado, sólido y bien consttruydo edificio del Priorato y Freiles de la orden de Alcántara, a cuyo pie y notablemente más bajo que el Baluarte de la Magdalena y muy inmediatto al Arroyo, se be en la elebazion de cerca de 2 tuesas empezado un Baluarte de regular mampostería, grueso y contrafuertes, de 20 tuesas[39] de cara, el Ángulo flanqueado excesivamente obstuso, sin discurrir al fin que pudo yenarse en aquella hondura y cañada, pues de la otra parte del arroyo, a su frente y quasi de Nivel a la Galería del Combento de los Frailes está la altura que llaman los Llanos ó Olibares de Sn Juan, en donde puso el Enemigo sus Batterias; cerrándose la otra parte de la Ciudad Ynaccesible paralela al Tajo.

Se reduzen los edificios militares destta Plaza, además de los Cuerpos de Guardia en las Puerttas del Posttigo, Sn. Juan y principal de la fortaleza o puentte, de la Cañada y Concepción, reduzidos aunque algunos dellos reparado con prebenzion que el conducto de la muralla ymmediato a la de San Juan se le a de dar el debido desague por evitar el estrago que ocasionarán las aguas que allí hacen remanso de los berttientes de la Plaza, de la Corredera, fortaleza y demás Calles que allí desbocan; tras de la Parrochia de Stª María ay una Plaza de 28 tuesas[40] de largo, en uno de los extremos estta la Casa del Ayuntamiento y en todo su frente onze arcos que forman el Pórtico bien construido y condicionado, en cuyos extremos está el quartto del Ofizial y en el otro Cuerpo de Guardia para los Soldados, este es el lugar para el Bibac y la Plaza sirve para la parada; ay otro Cuerpo de Guardia en el baluartte de la Magdalena y otro reduzido quarto en el de la Cruz, asimismo ymmediatto al Baluarte de Sn Antton costeó otro la Ciudad para 30 Caballos.

Al entrar de la puerta del postigo Ymmediato a la Plaza de la Corredera (de 53 tuesas de largo y 17 de ancho[41]) ay un corto edificio de unas 10 tuesas de frente, incluye un Almazen de Polbora y algunos quartos de poco serbizio, fue antiguamente Hospittal y el que actualmente sirve a estte fin, capaz de 300 camas, se reduze a un edificio situado en la misma Plaza de 21 tuesas de frente y 18 de fondo, el frontispicio es de orden Dórico y solo sirven de frente unas 12 tuesas por estar lo demás arruinado.

Dos quarteles que están en la fortaleza se reduzen uno a una Yglesia Anttigua, sus Murallas de cinco pies de grueso, cubiertas a teja bana, tiene 9 tuesas de largo y 4 de ancho, abitan los Ymbalidos; otro ymmediato a él, con segundo alto el todo dél, Mala construcción de siete tuesas de Largo y tres de ancho, se retechó de nuevo, pero se a de repellar.

Ymmediato al referido quarttel o Yglesia ay otro Cuerpo de edificios de cattorze tuesas de Largo cubierto el primer piso con Bobeda de Ladrillo de rosca, contiene cinco divisiones y en una dellas el Almazen de Polbora y las demás para peltrechos, encima está la Armería con fusiles y cañones ynutiles; y todo este edificio necesita de recomposizion que es a lo que se reduzen los puesttos para la tropa y en caso de aumentarse ésta se alquilan unas casas de particulares en la Calle de la Cañada.

En estte año se an echo a los referidos edificios unos reparos de poca entidad y se an puesto algunas Puerttas nuevas en la Ciudad y otras recompuestas.

En el Puente ay tres Cuerpos de Guardia, dos en sus extremos, reduzidos y en mal estado, en medio se eleva un arco de ocho pies de grueso no tanto al fin de quedar cortado el paso por sus dos puertas como por la Ynscripcion que en el tiempo de la magnífica construcción destte puentte dejó por memoria Trajano en el año de 276 y reparado por el Sr Carlos quinto; arrimado a esta sillería y sobre la Archibolta de la primer puerta ay otro Cuerpo de Guardia de mala construcción y a tejavana, llaman al agregado nido del Águila, por haber una ymperial en el escudo, el todo a de repellarse y recomponer.

Al extremo y salida del puente, elebada sobre él de unas diez tuesas, arrimada a la misma peña, ay una torre de cinco tuesas en quadro, de buena mampostería, circuydo lo alto de un machaculi o pedrera que corre por todos los frentes, reduziendose a un parapeto elevado de 8 pies situado sobre canes; por el yntermedio de los quales y las troneras de sus murallas, sirve de defensa a la cabeza del Puente, llamase Torre del oro; contiene dos Bobedas, la una sirve de cobertura y plataforma y la otra bajo su piso de un oscuro calabozo; a de subirse por escalera de mano o cuerda y por una escalerita practicada en la Peña con parapetto, para resguardo de la avenida y como cuerpo de Guardia destacado asegura de una sorpresa.

Dicttamen

Los Padrastros y terreno quebrado de que está circuida esta Plaza no son de reparo alguno para dificultar el poderse dejar en estado de defensa, porque en este caso poco se debiera al arte y a la vista se tienen sin otros distintos exemplares terrenos destta naturaleza; Gerona en Cataluña y Orán en África; la dificultad consiste en graduar las ventajas deste puesto, añadiéndose a que habiendo reconozido con cuidado las colinas y cañadas que sus faldas forman, pueden ocuparse con fazilidad algunas con obras reduzidas, las que ympediran y dilattaran el enemigo los aproches [……] que las mismas cañadas pueden favorecer [……..] las de su tiempo y ocasión.

En este supuestto y en el de que estta Plaza debe conservarse para mantener la prezisa Comunicazión por su Puente con la Extremadura Alta, se debe conservar estte paso formando dos reductos en las dos Lomas: Uno de cada lado en donde remata el repecho; es prezisa esta obra (no por discurrir Yntroducción del Enemigo por el Puentte desfiladero de 3 Tuesas de ancho, […] caso de racional discurso) para facilitar el paso de nuestros socorros con la Moraleja, Trebejo y Puerttos de la Sierra de Gatta y en caso de mandar alguna Partidda para correr aquellas campañas de su frente detta parte de la ribera de Eljas, en donde están los lugares de Estorninos, Piedras Albas, Zarza, etc… Y por si alguna Parttida los superase se pudieran retirar sin desorden, como sucedería con seguro destravío a no tener la cabeza del Puentte y los dos referidos reductos, bajo cuyo fuego pueden abrigarse reazerse, esperando los Socorros de la Plaza, o demás puestos fortificados, siendo estta la Obra de la primera attenzión por ser constante que, a menos de pasar el Puente de Almaraz o por las tres Barcas intermedias, es la única Comunuicazión de la Esttremadura Altta y baja, de la que es extremo y para mi concepto nezesaria su consetrbazión, siendo destta porción de Frontera, considerando a Badajoz por centro, la hizquierda, y Alconchel la derecha.

Todo el frente desde el referido Baluarte de Pan y Agua, astta la Contraguardia de San Anttón, se puede reducir a un frente con tres Baluartes capazes, mejorando el de la Cruz formándole en su gola y parte del terraplén un elevado Caballero; reedificar y extender el Fuerte destacado de Sn. Pedro; […] así mismo el Baluarte que frente los olivares de Galabis defiende la Cañada, pero reedificado de buena mampostería y mejorados sus flancos y orejones, con lo que perfizionado el camino cubierto y adelanttada la muralla frente al ángulo entrante de la Puerta del Postigo, de modo que corran desde los Baluartes de Santa Cruz y San Anttón dos cortinas astta el puesto avanzado de Sn. Marcos, formando allí otro Baluarte, con cuyas Obras y sin extenderse a ocupar la Torre del rey ni la alttura de la Cruz de los Caballeros, a la prolongación de la Capittal del baluarte de la Concepzión, quedará estte frente en estado de disputarle a qualquier bigoroso ataque.

Assimismo prosiguiendo la redificazión de la muralla hasta el Baluarte de la Magdalena (anulando los reduzidos ynttermedios y mejoradas las direcciones de la Corttinas) el que se ha de reformar espacioso, con un capaz Cavallero desde el que se batan todas las avenidas de su derecha, Cruz de los Cabballeros y olivares de los Llanos, frente del Combento de los Frailes, y se asegura aquel costado mayormente, poniendo en la Loma de Palomares una Torre capaz de 25 hombres, desde la qual se descubren por aquella parte diferentes avenidas y está a tiro de fusil de la Plaza.

El Frentte que mira al Tajo desde el Baluartte de Pan y Agua asta la fortaleza o murallas que circuyen el Combento de las Religiosas puede asi mismo con facilidad dejarse en defensa por la cortta estensión y astta la Puerta de San Juan a de tener sus defensas de aquel flanco y no es presumible que por aquella parte ynttente introducción el Enemigo.

El puesto llamado la fortaleza puede repararse y formar una Plattaforma para una batería que mire y barra las alturas y avenidas de la otra parte del Río, formando algunos Almazenes y quarteles, pero para esto el mejor paraje y más propio a dos Battallones será prolongando y finalizando el edificio que en la Plaza de la Corredera sirve de Hospital, como así mismo en la dicha fortaleza un Almazen de Pólbora a la prueba, en el lugar más cómodo y retirado, con lo que queda asegurada estta Plaza y sin más esttensión de sus obras, y por qué el Enemigo antes de emprender su sittio ha de haber ganado Valenzia de Alcánttara, se haze en estte modo respetable y se asegura de ser embestida según toda reflexión militar, lo que da también su esencialísimo Puente paso para la Estremadura Altta y comunicación de las dos Castillas, no permitiendo la cláusulas de una relación extenderse en referir por menor sus Proyecttos, pero quedan en mi poder y manuales todas las nottas precisas para su delineación siempre que se me mande.

La Guarnizión que considero nezesaria para lo propuesto se reduze a 200 Ynfantes, 50 caballos y 400 Paysanos armados.

 

Plaza de la Moraleja. Existencia y estado de sus obras.

Distta esta Plaza de la de Alcántara 7 leguas[42], situada en una llanura de una legua de extensión para todas partes, siendo estte Puesto, aunque a la vista insensible, el bajo de toda ella. Báñale sus muros, por la parte del Puentte, la Ribera de Gatta, de poca anchura y vadeable en el verano; es su figura un heptágono aproximadamente regular, toda obra de tierra y en muy mal estado, de modo que por las suaves rampas que forman sus terraplenes, por la parte que da a la campaña, no ay embarazo a subir los hombres y animales; el foso que la circuye tiene 4 tuesas[43] de ancho; el camino cubierto totalmente destruido y abandonado pues por todo el circuito ay huertas y sembrados de modo que para ympedir estte abuso passé un ofizio al Gobernador, a fin de que publicase la prohibición y quedase luego se talase a unas 30 varas[44] en contorno, como en efecto se puso en ejecución, y asimismo el que desde aquel día se conociesen los Baluartes por respecto militar y por los incombenientes que se siguen de no distinguirse por sus nombres los puesttos que se guarnecen: Empezando desde el donde está la Casa de la Encomienda, llamando a estte San Luis y siguiendo los demás siempre a la hizquierda, por su orden, con los nombres de Sn. Tiago, Sn. Carlos, Sta. Bárbara, Sn. Fernando, Sta. Ysabel y Sn. Phelipe, y al revellín que cubre la puertta de Coria Sn. Anttonio; cuya copia de carta y otras prebenziones para remediar las enfermedades epidémicas en estte Pueblo quedan sus originales en mi poder y no ynsertto por no extender el discurso.

Su mayor Cortina no excede de 77 tuesas[45], ni la menor baja de cinquenta, el mayor Flanco es de 14 y el menor de 10 (contados por la parte Ynterior del parapeto por no tener regularidad los muros donde debía estar el Cordón) y aunque en la parte primera [¿he tratado?] de sus enttradas y País que cubre, repito ser el más fértil, abundante de cosechas y ganados en la vega de Plasenzia y Coria, La Zarza y sargentía mayor de Alcántara; tiene al norte y a tres leguas [sic] el Casttillo de Trebejo a la falda de la Sierra de Gatta (únicos con los demás referidos puesttos destta frontera). Sin estta Plaza, con fazilidad el Enemuigo se yntroduze desde Salbattierra[46], vadeando la Ribera de Elja, por las ynmediaziones de la Zarza, quedando con esta libre ynttroduzión dueños los Partidarios para ejecutar sus obstilidades,  por todo lo que y otras ventajas que destte puesto no refiero, es de la primera atención para la Estremadura alta, pues con ella no solo se aseguran los embarazos referidos, sino también se impedirán los saqueos que esperimenttaron en las Guerras pasadas los lugares de la falda de la Sierra de Gatta, incluidos desde el Castillo de Trebejo con quien se an de dar la mano las Correrías astta Balberde del Fresno.

Tiene solamente estta Plaza en sus dos Puerttas, dos reduzidos cuerpos de Guardia y, contiguos a la Casa de la Encomienda un almazén de Pólbora, sirbiendo la mitad para Pertrechos, circuido con un muro de resguardo, los que se repararon estte año.

Dicttamen

La necesidad de reedificar estta Plaza es evidente, siendo la figura más conveniente circuir el terreno existente con un [¿heptágono?] regular, cuyo polígono exterior sea de 180 tuesas[47], capacidad que reconozco suficiente pero prezisa a las ventajas que se siguen destte puesto al frente de la Campaña que mira al […….] donde han de situarse los tres Baluarttes, quedando el del medio que a la derecha deje la altura llamada del Reducto y a la hizquierda la del Teso de la Cruz; estta la primera a la prolongación de la Capital del Baluarte de San Felipe, de quien distta 200 tuesas[48], dominando al referido baluarte de unas 5, llámase del Reducto por haberse empezado en él uno de 20 tuesas en quadro que existe, de mediana mampostería, a unos tres pies de altura, uniéndose su falda por todas partes insensiblemente con el nivel de la Campaña (conocido por los del Pueblo con el nombre de Cerro del Castillo); el del Teso de la Cruz está a la hizquierda del referido, a distancia de unas 530 tuesas y de la Plaza a unas 350. Todo el terreno, yncluido en estos puesttos, ba elevándose desde la Plaza, pero el último cabezo o Teso de la Cruz con superioridad al todo, tiene a su hizquierda una cañada que se encamina al Barrial y olivares de las Suertes y respecto de que las faldas de estos referidos cabezos unidas corren insensiblemente hasta ser unas con la Campaña de la otra parte en su frente; facilita la referida cañada la yntroduzion y ataque del Enemigo y respecto de que en toda la Campaña vezina no ay otros Padrastros que estos cortos excesos que se elevan de la misma (pero lo son de consideración respectto a la Plaza) deben ocuparse el del Reducto con otro de poca más extensión y distinta figura, con su foso y comunicación a la Plaza, que dispuesta como propongo no excederá de unas 70 tuesas astta su camino cubierto; el otro a de ocuparse con un fuerte mayor, a lo menos de 26 tuesas de cara, con flancos de 12 para la Campaña, regularmente su Gola y así mismo la comunicación con el antecedentte.

Las ventajas desttos dos fuertes son de la primera considerazion, pues obligarán al Enemigo a acampares por toda la llanura fuera del tiro de cañón, por lo que abrá de ser su Circumbalazión numerosa, o a lo menos separados sus quarteles; para ganarlos se ha de perder mucho tiempo y gente, quedándole después tres ventajosas baterías quasi de su nivel con los caballeros que an de ocupar los tres referidos baluartes que se les oponen, con lo que después, supuestolo perdido servirá de poca ventaja lo ganado.

Los dos baluartes que miran al Poniente, sittuados a la orilla de la Ribera de Gatta, como así mismo los dos revellines colaterales, se an de cubrir con contraguardias, igualando con el Artte este frente a las ventajas que logran las alturas de la otra parte por naturaleza.

Los aloxamientos y Almazenes se formarán con bóvedas paralelas am las Cortinas y otras debajo de los Caballeros.

La Guarnizión para ella será suficiente (según mi total reflexión destta Porzión de Frontera) de 1500 Ynfantes, 150 caballos sin los Paisanos armados; la que hasta en un supuesto sitio para repartirla en sus tterzios y maniobras necesarias, con prebenzion que los quarteles y Almazenes, tanto en estta como en las demás quedan ideados y serán capazes no solo para la guarnición, sino también para que tengan pronto alojamiento en sus tránsitos los Campos Bolantes, como tengo referido en otra parte, por las malas consecuencias y embarazos que trae tras de sí lo contrario.

Casttillo de Trebejo. Existencia y esttado de sus obras.

Está estte Casttillo a tres leguas [sic] de la Plaza de Moraleja y a su norte, situado en un Cerro o Cabezo de Peña Viba que, unido a la falda de Sierra de Gatta, corre de Lebante a Poniente con término a la villa de Villamiel, distante una 700 tuesas[49] por línea rectta a su Nortte; a la otra parte del arroyo de la Rossa, formado por los berttientes destos dos puestos a quién domina dicho Castillo, corriendo su loma desde 350 tuesas desde Lebante a Poniente, situada su zona en estte exttremo y elevado sobre el Nivel de la campaña 80 [toesas][50], tiene a su medio dia el Lugar de Silleros, distante una legua, de manera que queda en una ensenada formada por la Sierra de Gatta, cerro de Jálama y al medio día, uniéndose con la de Sta. Olaya que […] y corre astta Silleros, quedándole solo por el Poniente una Cañada que se puede considerar como llanura astta el Lugar de Balberde del Fresno de quien distta dos leguas (menos lo que interrumpe la sierra de Sn. Simón que atraviesa de parte a parte) por lo que ni descubre ni defiende, solo sirve para que ocupado de tropa, la más propia fusileros del campo[51], para que dándose la mano con la Villa de Eljas, como se dirá más adelante, guarden la falda de Sierra de Gatta y puerttos de ella; en este Puestto tiene estte Castillo (que es lo principal que consiste) una Torre pentágono irregular de sólida y bien labrada sillería interior y exteriormente, de una tuesa de grueso sus muros y el mayor frente se reduze a dos pisos con divisiones de la misma Construcción aunque de menor grueso, formando algunos quarttos para abittación del Gobernador y tropa, cubiertto su terrado con un encaballado a teja senzilla, quedando lugar en el grueso del muro de todo el Circuitto para hazer fuego desde sus Almenas, cuia elebazión destta Torre de 10 tuesas; por la parte de la Poblazion descubre con superioridad los circuitos; cíñenle por la parte de la Puerta unos muros de la misma naturaleza aunque detteriorados que encierran un espacio al nivel del Puentte de 15 tuesas[52] de largo y [¿7?] de ancho manifestando haber sido abittazión sin duda de la Orden del Pereiro[53] que después pasó a Alcántara; sigue al frente destte y más bajo de 3 tuesas y de Una de grueso otro muro que ba corriendo con algún pendiente quasi todo alrededor; arrimado a estte por la parte de la Poblazion más bajo 6 tuesas que el piso del Casttillo ay otro muro de poca elevación y en mal estado que contiene un espacio de 18 tuesas de largo y las mismas de ancho[54] formando una Plaza de Nivel del techo de las Casas más ynmediattas,  y a su hizquierda saliendo del Casttillo a tres tuesas más bajo la reduzida Yglesia única del Lugar.

Dicttamen

Estte puesto debe conservarse mirándolo como una Casa fuerte, cubriéndose la Torre con Bobeda, la que puede practicarse por lo sólido de sus muros, poniendo sobre ella quatro cañones de a quatro con tarugos en el parapeto para jugar desde ellos los mosquettes, arma prezisa en estte puesto; el espacio descubiertto referido delante del Puente cubrirle en Bobeda repartida en dos con cuya capacidad y la de la Torre es la que basta para guarnición y quarteles; la muralla que se refirió 3 tuesas más baja que la del edificio debe rebajarse y formarse en ella una batería para las llanuras del frente de Balberde; el terreno o plaza frente al Lugar es muy preziso circuirlo de muralla preparada para el fusil mejoraría su disposición; y en ella arrimada a la Peña, un reduzido quarttel para 25 caballos; siendo asi mismo preziso que en el otro extremo de la loma, un poco más allá de la Hermitta derruida de los Marttires, formar una Torre capaz de contener 8 ó 10 hombres para hazer fuego desde lo alto y descubrir la falda por aquella parte de la Cañada del Ahigal, frente al cabezo del garduño y camino de Silleros, con lo que y poniendo una Atalaya en la Alttura de Sta, Olaya para descubrir las avenidas del Lugar antezedente y sus llanuras, por descubrirse desde allí todas las de Moraleja, que estte puesto útil para los fines que se propone y abrigo de nuestra tropa al transittar destta Probincia a la de Castilla.

La Tropa nezesaria a su defensa y destacamentos que an de salir para abrigar los Pueblos de los Ynsultos de los Parttidarios es el número de 300 Ynfantes, la mayor parte fusileros de Montaña, y 25 caballos, añadiéndose a estta los Paisanos que de su reduzido Pueblo se uniesen para las supuestas maniobras.

Villa de Balberde del Fresno

Estta Villa contiene 275 vezinos, los 170 capazes de Tomar Armas, aunque no es murada ni tiene Castillo alguno es preziso hazer mención della; en estte lugar por tratar con más conocimiento del Castillo demolido de Salbaleón, distante dos leguas, situado hazia su medio día, en la misma raya de ambos Reinos.

Está estta Villa en la misma falda de Sierra de Gatta, en el ángulo que forma estta con la de Nabas Frías, que dibide el Reyno (como por menor queda esplicado en la parte primera); tiene a su Lebante dicha Villa, a media legua la de Eljas, en un cuchillo y porción de Sierra de Gatta que se descuella hazia la llanura, la que tiene un Castillo con la torre del omenaje de buena construcción cubierta de Bobeda circuida de otras murallas, que aunque a lo antiguo, hizo en las Guerras pasadas el grande valor de su Gobernador Dn. Eduardo Nangle vigorosa defensa, que hubiera proseguido a no haberse quemado estte digno oficial con la Pólbora que a sus soldados reparttia, los que se rindieron por su falta; y habiendo Yo reconozido estte puesto y viendo el abandono con que lo tenía aquel Cabildo, sin atender a que puede servir a su defensa o a los fines que S. M. hallase combeniente, les mandé de su Real Orden (pasando la copia de la mía en su Archivo) tuviesen en adelante el Cuidado de su Conserbazión, como de la sillería que existe de los [derribos], pues en las maniobras referidas puede servir recompuestto con más utilidad que el de Trebejo, pues guarda el Puertto practicable y correspondiente a su Villa, que también cubre.

De lo referido puede formarse el concepto de que Trebejo está en un ángulo y Balberde en el otro de las faldas (en esta distancia) de Sierra de Gatta, en la que se yncluyen los puesttos dichos en la parte primera, y Eljas en el Centro.

Casttillo demolido de Salbaleón

Al medio día de Balberde, y a dos leguas, como queda referido se alla el puesto donde se ben los bestigios de la Poblazion y Castillo de Salbaleon; estaba situado en un pequeño Cerro, circuido de varias Lomas y Cañadas que forman sus faldas por cuyo medio solo se descubre por entre una dellas al Nortte el castillo de […] Peñamacor en Porttugal; sin otra extensión la vista de él porque inmediatamente termina por los referidos cabezos, por cuya razón ni cubre país ni le descubre, lo que existe se reduze a un espacio de unas 85 tuesas[55] de largo y poco menos de ancho (en lo más elevado de lo que fue lugar, manteniéndose aún la mayor parte de los muros, corriendo a distancia de 85 tuesas azia el medio día) circuido de un esttrecho foso, manifestándose con ebidenzia que fueron sus murallas dispuestas sin orden y solo al fin de enzerrar aquel terreno, sin defensa ni a lo antiguo ni a lo moderno, por lo que, lo que llevo referido, y por lo registrado en las bisittas generales de la Orden de Alcántara ( a quién dieron los Reyes Católicos con otros destta naturaleza) es constante que fue demolido y abandonado poco después de la Expulsión de los Moros, confirmándose por las noticias de los anzianos de Balberde, por Tradición y por los Libros de Baptismos y Desposorios que estta Yglesia conserva en su Archibo, por lo que queda verificado no haber los Porttugueses demolido estte puesto, ni haberlo abandonado por motivos de la Guerra por nuestra parte.

A su falda, a 70 tuesas[56] por el Poniente le circuye la Ribera de Basaliga que divide los Reynos (y por aquella parte a disttanzia de tres Leguas y media tiene a Peñamacor) y por el Lebante de la Elja, las que se junttan ynmediattas a su pie, corriendo ambas desde allí dividiendo el Reyno con el nombre de la última astta desaguar en el Tajo como queda dicho en la parte primera.

A fin de que quede confirmado lo ynutildestte Puetto, ha de formarse la Ydea que todo el referido terreno  […] corre desde las cercanías de Balberde con anchura de más de media leua, paralelamente a los llanos de Trebejo (de quien distta 3 leguas) astta las inmediaciones de la Zarza, sin que aunque hubiese Parttidas en estte puesto de Fusileros de Montaña no solo podrían impedir los pasos que por menor se an citado en la parte primera desde él a Balberde, sino es que también quedarían Yndefectiblementte cortados, como sucedió a una Parttida de la misma espezie que quiso adelantarse para atacar un destacamentto de Partidarios Portugueses quedando totalmente derrotados.

Con estte mottibo y por el concepto que suele formarse de oir nombrar algunos Casttillos antiguos como el referido, diré de paso que a una legua de la Zarza y mediano a la Ribera de Elja que sirve de demarcación, ay otro Casttillo demolido, llamado de Peñafiel[57], que sino tan ynutil como el antezedentte en poco diferencia lo mismo, y debe despreciarse por los fines a que se dispone estta Relazión; sin embargo siempre es conbeniente que los Pueblos que tuviesen Casttillos o Puesttos en que se defiendan los Paysanos, como se manifiesta en la Yglesia de Balberde, circuida con un quadrado, la de Silleros y otras se mande los mantengan en estado por lo que pueden importar en lo venidero,

Asimismo prevengo que tratando de la Plaza de Badajoz en la parte primera dije declararía en estta en qué se reduze el puesto de Telena, como pretendía efecttuarlo con el de la Codosera, pero no siendo preziso en estte lugar lo dejo para el completto de los expedientes.

Plan para el reparto de la Tropa en las Guarniziones de las Plazas destta frontera ejecutados sus Proyecttos en caso de Guerra: otros puesttos que deben ocuparse y la que se nezesita para un Campo Bolante en caso de la yntroduzión de un exercitto enemigo por estta parte, aunque esto nunca se ejecutta mejor que a la vista de las fuerzas y movimientos del enemigo.

 

  Ynfantteria Caballería Paisanos
Encinasola 150 40 800
Frexenal de la Sierra 100 50 300
Xerez de los Caballeros 200 60 500
Alconchel 650 80 300
Barcarrotta 0 80 250
Badajoz 6000 200 800
Alburquerque 1300 80 500
Valenzia de Alcanttara 800 50 300
Alcanttara 200 50 400
Moraleja 1500 150 50
Trebejo 300 25 20
Eljas y dependienttes 150 25 1000
Campo Bolante 3000 200 0
Tottal 14350 1090 5220

 

Reflexión

Supuesto de que por si aquel Prinzipe, el regular pie de Exercitto que puede poner en Campaña no excede de 25000 hombres, y de que no puede dejar sin proporzionada guarnición sus Plazas fronteras, se a sujetado y dispuestto estte Plan de Tropa, repartido en las Plazas y puesttos según la extensión que se supone en sus guarniciones, rematados sus Proyecttos y operaciones, que les permitan la Campaña bezina, auxiliados de los Paisanos armados, con el supuesto de haberlos señalado con algún aumento para poderse destacar algunos piquetes y formar de ellos otras dos columnas alternándoeste número con dichas compañías de alternación, para destacar dos campos Bolantes a la frontera de Andaluzia y otra ala de Castilla, para con mayores fuerzas sujetar las hostilidades de los Partidarios, sino es también caso de algún fundado rezelo reforzar aquel puesto o plaza que se sospechase ser embestida.

En estte supuesto caso el menor exercitto, aunque se hallase nuestra Corona con algún Ympensado empeño, en todo tiempo incorporadas las Milizias del Reyno [¿convocando?] el referido reparto sin embarazo se tendrá siempre en él un exercitto de 30000 hombres, número suficiente para guarnecer en las Plazas Ynteriores y las demás en aquella porción de frontera, por donde no se rezelase pretender Ynternarse para Conquistar, siendo fazil penetrar los designios de una diversión y en tal caso la supuesta conducta de los Generales disminuyen las guarniciones de las Plazas para aumenttar en otras, pareziendome sea acertado el dictamen, que siempre que el supuesto Enemigo tuviese fuerzas para empresa (tan remota) de esta naturaleza, se le intente o amgue una diversión por la parte que pareziese más conveniente, o en el modo que insinué en la Yntroduzión de las Reflexiones Milittares.

Alcánttara 31 de octubre de 1750.

Dn Antonio de Gaver [firmado el original]

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN:

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BERMEJO CASTRO, Carlos, “Valencia de Alcántara- Castelo de Vide. Frente a frente” en Revista de Estudios Extremeños, T. LXII nº 3, Badajoz, Diputación Provincial,2006.

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LÓPEZ CANO, Eugenio, La Villa de Alburquerque, Edición del Ayto. de Alburquerque, Graficas CISAN, 1997.

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LÓPEZ RODRÍGUEZ, José Antonio, “El castillo Templario de Fregenal de la Sierra. Reflexión histórico-jurídica” en Revista de Estudios Extremeños, T. LXVIII nº 1, Badajoz, Diputación Provincial, 2012.

 

MIRANDA DÍAZ, Bartolomé, “La villa de Valencia de Alcántara a mediados del siglo XVI: La visitación de P. Manrique de Lara y frey P. Gutiérrez Flores (1550-1551)”, en Revista de Estudios Extremeños, T. LXIV nº 2, Badajoz, Diputación Provincial, 2008.

NAVAREÑO MATEOS, A. y MALDONADO ESCRIBANO, J. (2004): “El recinto abaluartado de Alcántara. Génesis de una fortificación fronteriza en el siglo XVII”. NORBA-ARTE, vol. XXIV. Cáceres, pp. 86 y ss.

 

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SORIA, Valentín, “Fortalezas, Castillos y Torres de Extremadura Medieval” en Revista Gladius, VIII,  CSIC 1969, pags. 71-77.

VELO NIETO, Gervasio, “El castillo de Trevejo” en Revista de Estudios Extremeños, T. XIII nº 2, Badajoz, Diputación Provincial, 1957.

VILLARROEL ESCALANTE, Juan J. “La fortaleza de Alcántara. El tesoro ignorado” en Revista de Estudios Extremeños, T. LXIV nº 3, Badajoz, Diputación Provincial,2008.

 

[1] 389’8 mts.

[2] 448’3 mts.

[3] 68’22 mts.

[4] 487’3 mts.

[5] 292’4 mts.

[6] Posteriormente Regimiento de Caballería del Rey nº 1, disuelto en 1931.

[7] 70’17 mts.

[8] 9’745 mts.

[9] En arquitectura clásica un dentellón o dentículo es un pequeño bloque usado como ornamento repetitivo en el saliente de la cornisa. Esta ampliación sería ejecutada unos años después, según proyecto de Martín de Gabriel de 1764, sería conocido como Parque de Artillería. Curiosamente, en los años 60 del pasado siglo se derribó, para construir un hotel, toda esta ampliación quedando en la actualidad solo el frente original que describe Antonio de Gaver en este documento.

[10] GARCÍA BLANCO, Julián, “El cuartel de caballería de Santo Domingo” en Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz V, Badajoz, Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País, 2004.

TEIJEIRO, J y MELÉNDEZ, A. La fortificación abaluartada de Badajoz, Badajoz, 2000, página 85.

 

[11] 107’2 mts.

[12] 5’572 kms.

[13] 33’435 kms.

[14] 974’5 mts.

[15] 155 mts.

[16] Ouguela.

[17] Río Gévora, que desemboca en el Guadiana en las inmediaciones de Badajoz.

[18] 1.169 mts.

[19] 58’47 mts.

[20] 25’34 mts.

[21] Conocida como “Línea de los Portugueses”, es una plataforma con pequeños redientes (salientes) que debió tener su parapeto y cañoneras y amén de las cualidades tácticas ejercíar un dominio muy eficaz sobre la villa para evitar levantamientos de sus habitantes.

[22] Unos 130 m2.

[23] Unos 320 m2.

[24] 9’745 mts.

[25] Unos 515 m2.

[26] Hasta no hace muchos años los restos del mencionado Cuartel se apreciaban en la unión de las actuales calles Travesía de la Puerta de Valencia y Plaza de Armas.

[27] Regimiento de irlandeses católicos al servicio de la Corona española. Se levantó en 1709, como Regimiento de McAuliff (nombre de su primer coronel) para la Guerra de Sucesión, y se disolvió en 1818, tras la Guerra de la Independencia. Se reorganizó en 1939, combatió en la Campaña de Ifni-Sáhara en 1958 y se disolvió en 1986.

[28] 15 mts.

[29] Sobre Alburquerque recomendamos la lectura de las obras de Eugenio López Cano reseñadas en la Bibliografía.

[30] Marvâo y Castelo de Vide.

[31] Unos 780 mts.

[32] 136 mts.

[33] 545 mts.

[34] Tomada tras fuerte resistencia y rapiñada por el ejército aliado anglo-portugués en mayo de 1705. El Ejército aliado tomaría también La Codosera y Alburquerque y pondría sitio a Badajoz. La plaza estaba gobernada por Alonso de Madariaga y Gaviria, caballero de la Orden de Alcántara, que por su valor sería investido con el título de marqués de Villafuerte en 1707.

[35] Unos 22.800 m2.

[36] Sobre Valencia de Alcántara recomendamos la lectura de las obras reseñadas en la Bibliografía.

[37] Unos 620 mts.

[38] 42 mts.

[39] 39 mts.

[40] 54 mts.

[41]  Unos 3.400 m2.

[42] 39 kms.

[43] 8 mts.

[44] 25 mts.

[45] 150 mts.

[46]  Salvaterra do Extremo, Portugal, a unos 10 kilómetros por carretera, unos siete campo a través.

[47] 350 mts.

[48] 389 mts.

[49] 1’3 kms.

[50] 155 mts.

[51]  Fusileros de Línea, por contraposición a los fusileros de Montaña que reclama para otras guarniciones.

[52] 30 metros

[53] La Orden de San Julián del Pereiro, fundada en 1156, tomó el nombre de Alcántara hacia 1218.

[54] 1230 m2 aprox.

[55] 165 mts.

[56] 136 mts.

[57] Castillo de Peñafiel o de Racha-Rachel, levantado en el siglo IX, los restos conservados responden a reformas del siglo XVI. Perteneció a la Orden de Alcántara, Está situado a unos tres kilómetros de Zarza la Mayor. Vid.

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