Nov 092018
 

 

Dra. Guadalupe Pérez Ortiz. Directora de los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz. mgperort@gmail.com

Francisco González Lozano. Rector del Seminario Metropolitano San Atón de Badajoz. fglozano@hotmail.com

 PROVISIONAL

RESUMEN. El trazado de genealogías se ve ampliamente respaldado en el marco de los archivos de la Iglesia. Sin embargo, esta fuente de contenidos es inversamente proporcional a los medios, a la formación, al tiempo, etc., tanto por parte de los archiveros como de los usuarios. Somos conscientes que para la consecución de un buen estudio genealógico es imprescindible utilizar un método como herramienta de recolección de información, representación y análisis. A lo largo de este trabajo ofreceremos pautas que nos conduzcan hacia una nueva praxis archivístico-eclesiástica en contenidos genealógicos. Especialmente significativos serán los apartados dedicados al conocimiento de los archivos parroquiales de la Baja Extremadura que desde 2013 se han concentrado en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz.

 

  1. Introducción

 

En los últimos años la genealogía ha adquirido un despertar muy importante, en cuanto a su carácter de ciencia auxiliar de la historia, la demografía, la economía, la sociología, etc. Sin embargo, los estudios sobre la historia de las familias se afrontan en muchas ocasiones sin una formación en la materia; cualquier persona puede interesarse por los orígenes de su familia.

Los archiveros eclesiásticos dan fe de que en la actualidad un número elevado de sus usuarios carecen de formación específica al respecto; nos referimos con ello tanto a aspectos archivísticos como de tipo genealógico propiamente dichos. Sin embargo, las cuestiones genealógicas son un tipo de trabajo que se sitúa dentro de una disciplina científica y eso conlleva la utilización de una metodología y herramientas determinadas.

Los archivos eclesiásticos, especialmente los parroquiales y diocesanos, en aquellas diócesis donde se ha producido una concentración de registros parroquiales[1], día a día, se ven repletos de usuarios que intentan localizar datos que les permitan trazar historias, ya sea para investigaciones exhaustivas que dan lugar a estudios y publicaciones sobre temas genealógicos, ya sea para la simple localización de sus antepasados. Ante ello, el archivero eclesiástico debe estar preparado. Asimismo, consideramos que la formación de nuestros usuarios es también una cuestión primordial en todo este proceso, que incluye, claro está, la enseñanza y la investigación, pues estos aspectos son ineludibles para alcanzar unos satisfactorios resultados. Somos conscientes de que que analizar esta problemática es una cuestión absolutamente necesaria en el siglo XXI, cuando podemos afirmar que estamos ante un boom genealógico.

 

  1. Aproximación a las fuentes de información

 

En la antigüedad la tradición oral era fundamental en cuestiones de carácter genealógico pero el devenir de los tiempos nos sitúa el documento como la primera y principal fuente de datos fiables para el trazado de genealogías.

Una de las reglas básicas de la genealogía consiste en no dar por cierto nada hasta que no ha sido constatado por medio de un documento.

Para la construcción de un perfil genealógico se necesitan datos que proporcionen la suficiente información sobre nuestros parientes o sujetos de interés: nombres, apellidos, fechas, lugares, etc., relacionados con nuestra ascendencia. Estos son los datos que los usuarios deben localizar en los archivos; para ello, es muy útil y facilitaría enormemente la labor del archivero que el usuario sepa dónde y cómo localizar esos contenidos, es decir, que pueda utilizar las herramientas con las que contamos en nuestros centros: inventarios, guías, cuadros de clasificación, etc.

En España, las fuentes principales para la investigación genealógica son dos: los archivos civiles y los eclesiásticos, de estos últimos los más relevantes son los registros parroquiales en los que profundizaremos a lo largo de nuestra investigación (registros de bautismos, matrimonios y defunciones); aunque existen otras tipologías archivístico-eclesiásticas que contienen datos para el trazado de genealogías: archivos diocesanos (especialmente los que tienen concentrados los registros parroquiales), archivos de órdenes religiosas, archivos de beneficencia y archivos de seminarios. También existen, aunque en menor medida e importancia, los archivos familiares que en algunos casos son fuente de datos genealógicos muy relevantes. En base a ello podemos detectar dos problemas: en primer lugar, nuestros usuarios desconocen a qué archivos deben acudir; si nos centramos en los archivos eclesiásticos no saben más allá de los registros parroquiales, qué otros archivos eclesiásticos pueden proporcionales datos de carácter genealógico; y en segundo término, dónde y cómo localizar los contenidos genealógicos dentro de los cuadros de clasificación de los diferentes archivos.

Veamos brevemente cada uno de estos tres grupos de archivos que contienen datos de carácter genealógico:

Respecto a los archivos particulares o familiares, numerosas personas conservan documentación referida a su familia, que puede resultar de suma utilidad, incluso algunos han bosquejado árboles genealógicos que han servido de referencia para enriquecer ciertas investigaciones. En España la mayor parte de los archivos personales y familiares se hallan custodiados en instituciones públicas, entre las que destacan los archivos estatales[2]. Podremos encontrar documentos tales como fotografías, cartas, diarios, invitaciones, libros de familia, cartillas militares, libros de escolaridad, títulos de propiedad, carnés, recortes de obituarios, etc.

En cuanto a los archivos civiles en España, el primero se puso en marcha en el año 1841 y fue sustituido por un nuevo sistema, todavía vigente en la actualidad, a partir del 1 de enero de 1871[3]. Anteriores a esa fecha los datos útiles para investigaciones genealógicas se sitúan exclusivamente en los archivos eclesiásticos, de ahí la afluencia máxima que en los últimos tiempos acontece en nuestros archivos.

Los archivos civiles fueron creados siguiendo la estructura de los eclesiásticos; sus registros recogen anotaciones de nacimientos, matrimonios y defunciones independientemente de la condición religiosa del individuo.

Los documentos fundamentales del registro civil son: la partida de nacimiento, la de matrimonio y el certificado de defunción.

En la partida de nacimiento constan el nombre y los apellidos del recién nacido, hora, día, mes y año, población, calle, número en donde se produjo el nacimiento o clínica, pero en dicho caso figura el domicilio de los padres; fecha, lugar de nacimiento, estado, edad y profesión de los mismos, así como sus nombres y apellidos y lugar de nacimiento, estado y nombre de los abuelos paternos y maternos, profesiones y fecha en que se extendió el asiento, así como los testigos presentes en el acto de la inscripción y la firma de todos ellos.

En la partida de matrimonio, el nombre y apellidos de los contrayentes, con indicación de estado, domicilio y nacionalidad, fechas y lugares de sus nacimientos y nombres de sus padres, naturaleza de los mismos, fecha del acta y testigos.

Finalmente en el certificado de defunción, el nombre y apellidos, estado, nacionalidad, profesión y fecha de nacimiento, nombre del padre y de la madre, hora, día, mes y año y lugar del fallecimiento, causa del mismo y cementerio en donde recibió sepultura el cadáver, nombre del padre y de la madre, del consorte e hijos, si los tuviere, así como la fecha de cuando se extendió el asiento, nombre del declarante y nombre del médico que extendió el certificado.

Respecto a los archivos eclesiásticos, son considerados como las fuentes más relevantes para el trazado de genealogías, especialmente cuando no existían los registros civiles[4]. A partir de la celebración del Concilio de Trento en 1563, las parroquias quedan obligadas a recoger en libros los datos de sus feligreses, especialmente los relativos a nacimientos, matrimonios y defunciones[5]. Esta normativa será de aplicación obligatoria en España desde el 12 de julio de 1564, fecha en que el rey Felipe II decretó oficialmente la ejecución de lo acordado en el Concilio[6].

Aunque los archivos parroquiales son la fuente fundamental de contenidos genealógicos desde el siglo XVI en España, no son los únicos que proporcionan este tipo de datos en el marco de los archivos de la Iglesia. Nuestros usuarios deben por tanto conocer otros archivos eclesiásticos portadores también de estos contenidos, máxime cuando algunos archivos parroquiales han desaparecido por diferentes vicisitudes a lo largo de los tiempos (guerras, incendios, expolios, saqueos, etc.). Estos archivos, como ya hemos señalado en párrafos anteriores, son los archivos diocesanos, de órdenes religiosas, de beneficencia y de seminarios. Cada uno de ellos contiene información de las personas que han pasado por sus instituciones, aportando en muchos casos datos únicos a los estudios genealógicos, especialmente interesantes a aquellos que van más allá de la mera consecución de un árbol genealógico.

 

  1. Procedimiento para una consulta eficaz (técnicas y métodos)

 

Los archiveros eclesiásticos dan fe de que en la actualidad un número elevado de sus usuarios carecen de formación para emprender estudios de carácter genealógicos.

Una cuestión importante a nivel metodológico que debe comprometer a los archiveros eclesiásticos es transmitir a sus usuarios que la ejecución de un método conlleva una serie de principios o reglas que les van a facilitar ejecutar una correcta reconstrucción genealógica, a saber:

  1. Optar siempre por fuentes documentales frente a las de tipo oral.
  2. Dar prioridad absoluta a los testimonios oficiales sobre los relatos de tipo personal.
  3. Contrastar los datos a partir de los documentos.
  4. Saber que las fuentes cuyo autor están más cercanas en el tiempo y lugar a los hechos que se investigan serán prioritarias.
  5. Comprobar la veracidad de los documentos y la identidad de las personas que en ellos aparecen, pues uno de los fallos más comunes en nuestros usuarios es la confusión entre personas con un mismo nombre o incluso con los mismos nombres y apellidos, y ante esta situación nuestros usuarios deben cerciorarse de la identidad concreta de cada miembro de la familia en base a otros datos o fechas.
  6. Tener presente que es muy aconsejable, especialmente en documentos antiguos, revisar el papel, las tinturas, la escritura y tipografía empleada, con el fin de ver que esos elementos concuerdan con la época en la que se sitúan sus búsquedas.

La investigación genealógica es un tipo de estudio que precisa del conocimiento de muchas temáticas para conseguir unos resultados positivos; en definitiva precisa de un método. En principio, cualquier técnica o método de investigación puede ser dirigida a los estudios genealógicos, lo cierto es que hay uno que está especialmente ligado a ellos, por cuanto consiste básicamente en la reconstrucción de las relaciones familiares.

En la investigación social, la antropología se ha destacado por desarrollar técnicas de recolección de datos y análisis conceptual conocidas como método genealógico[7]. Podemos definir el método genealógico como el procedimiento técnico por el cual un investigador efectúa una recolección de datos sobre los integrantes -tanto ascendientes como descendientes- de una o más familias y efectúa después el procesamiento y análisis de esa información[8].

Como primera tarea para utilizar este método deberemos recoger la información y registrarla en forma sistemática. Comenzamos con Ego, nuestro informante, y empezamos a anotar los nombres y datos de cada una de las personas que éste o ésta considera sus parientes. Utilizaremos algunas convenciones para graficar estos datos[9].

En nuestra familia reconocemos dos tipos básicos de relaciones, aquellas definidas por la relación conyugal o afín, la que identificaremos conectando un triángulo, nuestro símbolo para hombre, con un círculo, nuestro símbolo para mujer, a través de dos líneas horizontales paralelas. Podemos escoger diferenciar el tipo de línea para identificar un matrimonio legal de una unión consensual y podemos cruzar estas líneas por una diagonal para representar que la relación ha sido descontinuada. De la misma manera cruzaremos el símbolo que identifica el sexo de la persona, cuando ésta ha fallecido.

Imagen n.º 1- Relación conyugal o afín

El otro tipo de relación será la relación consanguínea[10] que será la que representa la relación de Ego con sus padres, sus hermanos y sus hijos y que representaremos conectando a Ego y sus consanguíneos a través de una línea vertical u horizontal.

Imagen n.º 2- Relación de consanguinidad

Existe una tercera posibilidad de parentesco que deberemos tomar en consideración y seria el parentesco ficticio o ritual para la cual también deberemos establecer una convención[11].

Imagen n.º 3- Relación ficticia o ritual

Además, el método genealógico nos permite adentrarnos en otros patrones como oficios, localizaciones, escolaridad, conductas, matrimonios, fecundidad, educación, enfermedades, etc.

Los datos que nuestros usuarios van recopilando en el archivo, tras la consulta de los documentos, pueden ir anotándose en unas tarjetas. Si creamos un modelo tipo, facilitaremos a los usuarios, especialmente a aquellos con menor formación en contenidos genealógicos, unos patrones de búsqueda que darán efectivos resultados porque evitarán que se dispersen en las consultas, una de las principales problemáticas que encontramos, y se concentren en los datos que les van a ser realmente útiles en sus investigaciones.

Registro genealógico en archivos eclesiásticos

 

Nº:       RELACIÓN CON X:

 

NOMBRES:                             APELLIDOS:

 

DATOS PERSONALES:EDAD         SEXO             OTROS

 

LUGAR DE NACIMIENTO: RURAL     URBANO

 

MOVIMIENTOS ESPACIALES: DESDE   HACIA

 

DATOS MÉDICOS: (ENFERMEDADES O TENDENCIAS):

 

ESCOLARIDAD:

 

PROFESIÓN U OFICIO:

 

LUGAR  DE TRABAJO:

Imagen n.º 4- Registro de datos

Esta tarjeta es un modelo mínimo que consideramos puede ser de gran utilidad en el marco de los archivos eclesiásticos. Posteriormente y dependiendo del interés específico de la investigación pueden incluirse más datos para ser consultados en archivos civiles: religión, afinidad política o sindical; cuestiones económicas, etc.

 

  1. Los archivos parroquiales principal fuente de contenidos genealógicos

 

La iniciación de los libros parroquiales en concreto puede variar dependiendo de qué país se trata para el que tratas de averiguar información, pero es en la Edad Media cuando se empiezan a anotar los datos de actos religiosos oficiales. Entradas más detalladas comienzan a partir de mediados del siglo XIX.

Como ya indicábamos, a partir de la celebración del Concilio de Trento en 1563, las parroquias quedaron obligadas a recoger en libros los datos de sus feligreses, especialmente los relativos a nacimientos, matrimonios y defunciones[12]. Por tanto, los registros parroquiales se convierten en la primera fuente de consulta para el trazado de genealogías.

Los genealogistas deberán consular los registros sacramentales contenidos en los archivos parroquiales. Esta primera serie agrupa a su vez, en líneas generales, las series correspondientes a los registros de actas de cinco o seis de los siete sacramentos administrados por la Iglesia; excepto el del Orden sacerdotal, que aparecerá en archivos de obispados y de seminarios. Además pueden localizarse registros especiales, como registros de bautismos reservados, de bautismos de expósitos, de primeras comuniones o de defunciones en hospitales, etc.

De Bautismos. Esta serie contiene las inscripciones de actas de bautizos. Al nombre del bautizado, fecha del bautizo, nombre del padre y sacerdote oficiante, se añadieron poco a poco otras circunstancias y nombres, como lugar de nacimiento, legitimidad o no del bautizado, profesión del padre, nombre de la madre, nombre de los abuelos, nombre de los padrinos, las parroquias de donde son naturales, etc. Las partidas van numeradas y en los márgenes de las mismas, además del nombre del bautizado y sus dos apellidos, puede haber diversas anotaciones: niños mellizos, partos prematuros, cambio de párroco, confirmación o matrimonio posterior con referencia exacta en el registro correspondiente, etc.

 

Libros de Bautismo
 

·               el nombre de los padres/ a veces los padrinos

·               el nombre de la localidad

·               hoy en día: la fecha completa, algunas veces la hora del nacimiento, el santo abogado bajo cuyo patrocinio nació, abuelos paternos y maternos, testigos.

Imagen n.º 5- Libro de bautismo

Imagen n.º 6- Registro bautismo

 

En los libros actuales, al margen se señala la fecha de confirmación, matrimonio u orden sacerdotal, datos de sumo interés para las investigaciones genealógicas.

 

De Matrimonios. En las actas registradas se suele indicar además del nombre de los contrayentes su estado de libertad y soltería, naturaleza y vecindad, la no existencia de impedimentos, la ejecución de las tres canónicas amonestaciones pertinentes, las dispensas eclesiásticas si las hubiese, el nombre y apellido de los padres y padrinos, el nombre del sacerdote oficiante, de los testigos, etc. Al margen suele inscribirse el nombre completo de ambos contrayentes.

Libros de matrimonios
 

·               la fecha del matrimonio

·               nombre y edad de la pareja,  así como el nombre y procedencia de sus padres

·               el consentimiento al matrimonio de los padres

·               el nombre de los padrinos y testigos

·               el grado de parentesco de los novios, con su correspondiente dispensa, si se necesitara en caso de parientes consanguíneos.

Estos libros nos informan sobre la nupcialidad, sobre la edad y el origen de los novios, sobre el celibato masculino y femenino y también sobre la duración de los matrimonios.

Imagen n.º 7- Registro de matrimonio

 

De Comuniones. Aquí queremos comprender únicamente aquellos libros en que se hayan registrado actas o listas de personas que comulgaron o confesaron.

De Confirmaciones. No en todas las parroquias existía un libro en el que constaran relaciones nominales de confirmados; en muchos de los casos, se solían anotar en el libro de bautismos. Algunas anotaciones complementarias como nombre del obispo confirmante, padrinos, etc., figuraban casi siempre en el encabezamiento o final de las listas. En estos registros es muy interesante la figura del padrino porque en muchos casos se aporta la relación de parentesco o no, que mantiene con el confirmado, ampliando por tanto el marco de referencia genealógico.

De Defunciones. Esta serie corresponde a actas de fieles que han recibido el sacramento de la unción, extremaunción y sepultura eclesiástica. En algunos lugares junto a los datos prosopográficos (fecha, nombre, apellidos, estado civil, edad y profesión del difunto, causa de la muerte, nombre del cónyuge del difunto, datos de los padres, etc.) se registraban también sus últimas voluntades. Al margen suele inscribirse el nombre completo del difunto.

Libros de defunciones
 

·               fecha del fallecimiento

·               nombre de la persona fallecida

Hoy en día: el lugar de sepultura, padres, pareja e hijos, causa de fallecimiento, si hizo testamento con cláusulas a favor de la Iglesia, si recibió los últimos sacramentos en su postrera enfermedad.

Hay también información sobre el índice de mortalidad, mortalidad infantil, causas de esta mortalidad como puede ser enfermedades, epidemias, catástrofes naturales y malas cosechas.

Imagen n.º 8- Registro de defunción

 

  1. Los fondos parroquiales de la Baja Extremadura concentrados en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz

 

Los diferentes contenidos expuestos en los apartados anteriores son concretados y puestos en práctica en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz.

El masivo uso que se está dando de los registros parroquiales para el trazado de genealogías en España desde hace más de dos década hizo replantearse a los obispos de las diferentes diócesis españolas la necesidad de salvaguardar a la vez que dar uso del patrimonio archivístico que contenían sus parroquias.

La Asociación de Archiveros de la Iglesia y un nutrido grupo de expertos recomendó a los prelados emprender tareas de concentración de archivos parroquiales en un único lugar con el fin de prestar mejor servicio pero sobretodo de proteger un patrimonio único.

En el marco de unas nuevas instalaciones, inauguradas por el arzobispo don Santiago García Aracil en septiembre de 2007, y con la firme idea de salvaguardar el patrimonio archivístico que custodian las parroquias distribuidas por la geografía de la baja Extremadura, así como de dar una mejor atención a los usuarios, se decide el traslado de dichos fondos a los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz, situados en Badajoz capital.

En un primer momento, esta medida supuso un foco de controversia entre diferentes colectivos pero los hechos nos permiten constatar que la concentración de archivos, cada vez más usual en las diferentes diócesis españolas, permite a los investigadores acceder de una forma más provechosa a los recursos existentes. Debemos tener en cuenta que en los Archivos Eclesiásticos de Mérida Badajoz se concentran además de los registros parroquiales, los fondos diocesanos, de la orden de Alcántara, de la orden de Santiago y de la catedral. De este modo cuando los investigadores, especialmente aquellos que vienen de fuera, acceden a nuestras instalaciones multiplican los recursos documentales a los que pueden acceder de forma muy significativa y sin moverse de lugar.

Para ello, en el año 2011, se acondiciona una amplia sala-depósito y durante los años 2012-2013 se produce el traslado de los diferentes depósitos parroquiales a los archivos eclesiásticos, gracias a la encomiable labor realizada por los párrocos, que debieron inventariar la documentación y prepararla para su traslado, y por el archivero del momento que organizó y coordinó el traslado.

Imagen n.º 9. Depósitos archivos parroquiales de Mérida-Badajoz

En la actualidad salvo excepciones (Bienvenida, Entrín Alto y Bajo, Quintana de la Serena, Higuera de la Serena, Magacela, Reina (matrimonios y defunciones), Peraleda del Zaucejo, Puerto Hurraco y Villanueva de la Serena) cuya documentación desapareció por diversos avatares: guerras, incendios, etc., se custodian y se ponen a disposición de nuestros usuarios en nuestras instalaciones los fondos archivísticos de todas las parroquias de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz.

La cronología de dicha documentación se distribuye entre los siglos XV al XX. Siendo la fecha de datación más antigua la referida a un libro de bautismos de la localidad de Llerena (Parroquia de Nuestra Señora de la Granada) cuya fecha de inicio es el año 1440. La fecha límite que se fijó en el traslado era del año 1900 pero por la propia estructura de los libros sacramentales algunas poblaciones abarcan fechas más reciente. Teniendo en cuenta este hecho, deberemos seguir siempre las directrices vigentes en cuanto a la protección de datos se refiere y por tanto, no se podrá consultar documentación con una fecha de datación inferior a los cien años de antigüedad.

Los fondos provenientes de las parroquias de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz pueden ser divididos en dos grandes bloques:

Registros sacramentales: bautismos, matrimonios, defunciones, defunciones de párvulos y confirmaciones. Son los que utilizan principalmente nuestros usuarios para los estudios genealógicos.

En la actualidad tenemos en el archivo más de 20 personas confeccionando sus árboles genealógicos y desde principios de año hemos atendido más de 200 solicitudes vía postal y mail. Para ello se les pide a nuestros usuarios mediante un sencillo formulario que aporten de la forma más precisa posible el nombre completo, la población y el año. Hay que tener en cuenta que nuestros archivos no se encuentran indexados y la gran mayoría de los libros no aportan índices, por lo que nuestros usuarios deben ser muy precisos a la hora de realizar sus solicitudes, porque de este hecho depende que las búsquedas genealógicas den resultados positivos o no.

 

Otras grandes temáticas: cofradías y hermandades, fundaciones, libros de cuentas, padrones, testamentos, libros de fábrica, libros becerro, etc.

 

Los padrones parroquiales son una fuente muy interesante para el estudio de las poblaciones y son de utilidad para nuestros usuarios cuando las búsquedas en los libros sacramentales no aportan los datos que esperan. Las principales problemáticas son que en el caso de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz únicamente un reducido número de parroquias (10%) aporta estos libros y por otra parte, que los usuarios desconocen esta fuente como importante para el trazado de perfiles genealógicos.

 

  1. Distribución de los archivos parroquiales de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz por población y año

 

Exponemos a continuación una amplia tabla con los diferentes pueblos que integran la Archidiócesis de Mérida-Badajoz en la que se incluyen los registros parroquiales y las fechas extremas que cada una de estas poblaciones abarca.

Está tabla es de gran utilidad para nuestros investigadores que realizan estudios sobre cuestiones genealógicas dado que es la primera toma de contacto con estas cuestiones cuando llegan a nuestro archivo y les permite trazar un mapa cronológico de la Baja Extremadura en cuanto a registros sacramentales se refiere.

 

LOCALIDAD BAUTISMOS ÍND. MATRIMONIOS ÍND. DEFUNCIONES ÍND. CONFIRMACIONES
ACEUCHAL 1511-1899 2 1572-1909 1629-1905 1816-1927
AHILLONES 1549-1898 2 1611-1891 1711-1892
ALANGE 1669-1932 1600-1953 1745-1914
ALBUERA, LA 1742-1921 1815-1939 1769-1934
ALBURQUERQUE. San Mateo 1589-1906 1 1580-1900 1 1566-1905 1 1860-1927
ALBURQUERQUE. Santa Maria 1564-1903 1 1607-1899 1 1603-1908 1 1716-1829
ALCONCHEL 1610-1902 1663-1909 1669-1900
ALCONERA 1710-1893 1 1594-1866 1641-1899
ALJUCÉN – CARRASCALEJO 1657-1905 1 1656-1913 1657-1905
ALMENDRALEJO 1518-1899 1574-1899 1637-1899
ALMENDRAL. La Magdalena 1545-1903 1 1581-1913 2 1636-1960
ALMENDRAL. San Pedro 1553-1898 1 1565-1887 1648-1906
ARROYO DE SAN SERVÁN 1531-1913 3 1626-1908 1 1798-1913 1
ATALAYA 1564-1881 1 1564-1885 1655-1883
AZUAGA 1562-1900 3 1576-1900 2 1676-1900 1 1599-1824
BADAJOZ. San Andrés 1865-1921 3 1564-1917 1636-1914 1741-1893
BADAJOZ. La Concepción 1865-1917 1 1564-1915 1 1633-1915 2 1848-
BADAJOZ. San Fernando 1899-1916 1 1899-1940 1899-1926 1900-1969
BADAJOZ. San Juan Bautista 1549-1899 6 1657-1916 1 1657-1913 1783-1931
BADAJOZ. Santa María la Real 1554-1903 5 1581-1907 3 1638-1904 3 1580-1808
BARCARROTA. Santiago 1569-1909 2 1603-1903 1 1723-1909
BARCARROTA. Soterraño 1549-1913 2 1586-1915 1686-1911
BENQUERENCIA DE LA SERENA 1579-1901 1 1567-1905 1826-1906
BERLANGA 1834-1898 2 1743-1905 1894-1900 1
BIENVENIDA
BODONAL DE LA SIERRA 1541-1898 3 1564-1898 1673-1897
BURGUILLOS DEL CERRO (2) 1848-1902 1848-1897 1847-1898
BURGUILLOS DEL CERRO. San Juan 1565-1902 1564-1907 1603-1902
BURGUILLOS. Santa María de la Encina 1555-1848 1587-1844 1627-1847
CABEZA DEL BUEY 1509-1898 2 1761-1891 1 1629-1899
CABEZA LA VACA 1570-1913 1564-1902 1750-1917
CALAMONTE 1737-1906 1641-1897 1773-1905
CALERA DE LEÓN 1565-1912 1592-1904 1699-1902
CALZADILLA DE LOS BARROS 1546-1899 1579-1890 1771-1890
CAMPANARIO 1511-1903 2 1571-1897 1656-1903
CAMPILLO DE LLERENA 1565-1908 1 1578-1911 1743-1915
CARDENCHOSA, La 1719-1914 1719-1965 1719-1920
CARMONITA 1612-1905 1781-1916 1737-1883 1
CASAS DE REINA 1852-1907 1853-1919 1882-1908
CASTUERA 1852-1898
CHELES 1610-1908 1601-1963 1670-1915
CODOSERA, La 1592-1893 1 1590-1890 1677-1887 1960-1922
CORDOBILLA DE LÁCARA 1581-1912 1 1584-1892 1 1873-1916
CORONADA, La 1647-1911 1586-1908 1667-1916
CORTE DE PELEAS 1816-1903 1816-1916 1816-1920
DON ÁLVARO 1612-1901 1 1633-1890 1 1732-1891
ENTRÍN ALTO Y BAJO
ESPARRAGALEJO 1613-1903 1733-1899 1711-1901
ESPARRAGOSA DE LA SERENA 1723-1896 1617-1870 1716-1901
ESPARRAGOSA DE LARES 1594-1901 1 1901-1911
FERIA 1501-1903 1 1564-1896 1 1637-1900
FREGENAL. Santa Catalina 1531-1900 1 1579-1899 1622-1891
FREGENAL. Santa Ana 1550-1899 1 1564-1891 1 1622-1894 1
FREGENAL. Santa María 1545-1893 2 1564-1891 1622-1900
FUENTE DE CANTOS 1555-1913 2 1590-1913 1 1634-1917 1878-1915
FUENTE DEL ARCO 1565-1896 1613-1895 1737-1892
FUENTE DEL MAESTRE 1554-1900 2 1564-1903 1 1654-1903 1815-1906
FUENTES DE LEÓN 1547-1899 1 1593-1902 1650-1906 1887
GARROVILLA, La 1714-1911 1577-1905 1714-1918
GRANJA DE TORREHERMOSA 1790-1900 1819-1900 1860-1898
GUARDA, La 1852-1922 1852-1919 1852-1922
HABA, La 1623-1906 1701-1902 1652-1906
HELECHAL 1891-1903 1891-1908 1847-1904
HIGUERA DE LLERENA 1654-1915 1743-1900 1769-1902
HIGUERA DE VARGAS 1669-1932 1 1679-1914 1669-1917
HIGUERA DE LA SERENA
HIGUERA LA REAL 1546-1897 3 1586-1893 2 1613-1898 1
HINOJOSA DEL VALLE 1732-1903 1797-1907 1812-1907
HORNACHOS 1584-1897 1 1565-1890 1 1670-1900
HOYA DE SANTA MARÍA 1792-1902 1859-1896 1863-1902
JEREZ. San Bartolomé 1559-1898 1566-1896 1638-1885
JEREZ. Santa Catalina 1566-1899 2 1586-1886 1 1638-1897
JEREZ. San Miguel 1574-1896 1 1583-1894 1 1638-1899
JEREZ. Santa María 1542-1897 1 1609-1878 1638-1891
LAPA, La 1843-1894 1843-1856 1856-1894
LLERA 1699-1904 1 1771-1900 1714-1907
LLERENA. Santiago 1524-1899 1564-1902 1710-1904 1587-1954
LLERENA. Nstra. Señora de la Granada 1440-1913 4 1591-1904 1509-1909 1571-1963
LOBON 1600-1899 1 1602-1853 1627-1895
MAGACELA
MAGUILLA 1663-1902 1 1663-1910 1768-1906
MALCOCINADO 1733-1891 1848-1894 1848-1899
MALPARTIDA DE LA SERENA 1692-1899 1 1744-1913 1 1725-1904
MEDINA DE LAS TORRES 1512-1909 1712-1909 1607-1902
MÉRIDA. Santa María 1526-1902 5 1594-1909 1 1616-1906 2
MÉRIDA. Santa Eulalia 1566-1917 1 1595-1927 1629-1917
MIRANDILLA 1612-1920 1686-1912 1817-1905
MONESTERIO 1509-1897 1 1573-1898 1617-1895
MONTEMOLIN 1551-1905 1571-1920 1791-1905
MONTERRUBIO DE LA SERENA 1501-1897 1 1592-1876 1632-1896 1877-1924
MONTIJO 1594-1906 5 1645-1901 1807-1883
MORERA, La 1528-1919 1564-1743 1851-1910
NAVA DE SANTIAGO La 1616-1913 1708-1888 1655-1938
NOGALES 1602-1900 2 1680-1897 1649-1904
OLIVA DE LA FRONTERA 1607-1914 3 1668-1912 1 1695-1912 1818-1927
OLIVA DE MÉRIDA 1579-1912 1598-1909 1716-1900
OLIVENZA. Santa María 1797-1907 2 1797-1903 2 1793-1909 2 1799-1869
OLIVENZA. La Magdalena 1796-1905 7 1786-1923 1 1797-1902
PALLARES 1785-1892 1785-1901 1813-1907
PALOMAS 1587-1896 1706-1908 1786-1891
PARRA, La 1590-1900 1710-1911 1647-1900
PERALEDA DEL ZAUCEJO
PUEBLA DE LA CALZADA 1644-1902 2 1705-1903 1645-1885 4
PUEBLA DE LA REINA 1834-1895 1887-1907 1891-1904
PUEBLA DE OBANDO 1871-1927 1889-1954 1900-1921
PUEBLA DE SANCHO PÉREZ 1531-1901 1 1564-1892 1606-1879
PUEBLA DEL MAESTRE 1610-1899 1627-1903 1681-1903
PUEBLA DEL PRIOR 1551-1895 1693-1898 1711-1901
PUERTO HURRACO
REINA 1820-1899
RETAMAL DE LLERENA 1592-1909 1630-1907 1606-1915
RIBERA DEL FRESNO 1518-1896 1561-1891 1629-1900
ROCA DE LA SIERRA, La 1700-1909 1699-1934 1700-1917
SALVALEON 1548-1917 2 1629-1897 1 1636-1921
SALVATIERRA DE LOS BARROS 1587-1918 1554-1900 1632-1921
SAN BENITO DE LA CONTIENDA 1788-1926 1764-1901 1811-1898
SAN JORGE DE ALOR 1800-1910 1771-1928 1737-1910
SAN PEDRO DE MÉRIDA 1595-1897 1701-1905 1802-1906
SAN VICENTE DE ALCÁNTARA 1588-1935 21 1587-1938 2 1721-1936 3
SANCTI SPIRITUS 1596-1899 1658-1858 1851-1907
SANTA MARÍA DE NAVA 1792-1902 1790-1925 1790-1926
SANTA MARTA DE LOS BARROS 1564-1900 2 1584-1896 1 1645-1896 1
SANTO DOMINGO 1794-1923 1760-1851 1762-1894
SANTOS DE MAIMONA, Los 1563-1914 1 1591-1901 1660-1863
SEGURA DE LEÓN 1567-1910 2 1566-1910 1 1627-1906
SOLANA DE LOS BARROS 1548-1916 1670-1906 1662-1908
TALAVERA LA REAL 1533-1901 1 1566-1901 1635-1893
TÁLIGA 1789-1925 1798-1934 1766-19083
TORRE DE MIGUEL SESMERO 1573-1921 1625-1903 1697-1916
TORREMAYOR 1598-1906 1717-1925 1762-1908
TORREMEJÍA 1813-1920 1 1814-1924 1814-1918
TRASIERRA 1512-1901 1697-1882 1825-1900
TRUJILLANOS 1606-1913 1777-1909 1764-1887
USAGRE 1553-1909 2 1603-1902 1673-1913
VALENCIA DE LAS TORRES 1851-1904 1835-1902
VALENCIA DEL MOMBUEY 1672-1902 1688-1906 1669-1902
VALENCIA DEL VENTOSO 1532-1900 1564-1909 1618-1900
VALLE DE LA SERENA 1864-1876
VALLE MATAMOROS 1563-1905 1610-1882 1634-1901
VALLE SANTA ANA 1601-1912 1627-1898 1 1639-1909
VALVERDE DE BURGUILLOS 1535-1906 1618-1896 1712-1900
VALVERDE DE LEGANÉS 1701-1907 1 1797-1907 1 1809-1915
VALVERDE DE LLERENA 1527-1900 1564-1898 1751-1895
VALVERDE DE MÉRIDA 1562-1913 1565-1891 1793-1920
VILLAFRANCA DE LOS BARROS 1545-1900 6 1620-1899 2 1683-1900
VILLAGARCIA DE LA TORRE 1548-1908 1 1566-1917 1629-1913
VILLAGONZALO 1784-1920 1873-1906 1680-1901
VILLALBA DE LOS BARROS 1545-1900 1682-1899 1683-1898 1886-1925
VILLANUEVA DE LA SERENA
VILLANUEVA DEL FRESNO 1672-1916 1676-1916 1674-1918
VILLAR DEL REY 1607-1904 1702-1895 1701-1903 1774-1905
VILLARREAL 1801-1924 1798-1902 1851-1889
ZAFRA 1534-1898 4 1564-1890 4 1647-1897 4
ZAHINOS 1736-1916 1750-1918 1738-1916
ZALAMEA DE LA SERENA 1818-1883 2 1777-1808 1860-1899 3
ZARZA DE ALANGE 1525-1916 2 1598-1912 1 1773-1906

Tabla 1. Registros sacramentales en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz

 

  • Conclusiones

 

  1.  

El boom genealógico que se está desarrollando en la actualidad obliga a los archiveros, muy especialmente a los eclesiásticos, a replantearse algunos de sus métodos de trabajo, así como a ofrecer a sus usuarios formación y herramientas que les permitan realizar consultas para la obtención de resultados satisfactorios.

El estudio de las relaciones de parentesco sólo puede hacerse mediante una comprensión adecuada del método genealógico, dado que es una herramienta de vital importancia, tanto para la recolección de información como para la representación y el análisis posterior de los contenidos genealógicos.

La base para la construcción de un buen perfil genealógico implica, además de los datos obtenidos a través de entrevistas, los datos contenidos en los documentos de archivo, porque son el reflejo fiel de nuestro pasado. El método genealógico permitirá a los investigadores estudiar, más allá de los contenidos nominales, otros importantes patrones, tales como desplazamientos geográficos, escolaridad, afiliación política y sindical, patrones de matrimonio, enfermedades, educación, religión, etc.

Los archivos eclesiásticos son vitales para el trazado de genealogías en nuestro país fundamentalmente debido a su antigüedad (s. XVI) y a su continuidad en el tiempo. No sólo los registros parroquiales contienen datos de utilidad para los estudios genealógicos. Como ya hemos visto los usuarios deben acceder a otros archivos eclesiásticos tales como de obispados, de beneficencia, de órdenes religiosas y de seminarios, para completar sus investigaciones genealógicas.

La ubicación en un mismo lugar de los fondos parroquiales de la Baja Extremadura permite por una parte la salvaguarda de un patrimonio único y por otra facilita a los usuarios el mejor aprovechamiento de su tiempo dado que en unas mismas instalaciones pueden acceder a fondos de diversas poblaciones.

La indexación y posterior digitalización de los fondos parroquiales son dos tareas pendientes en la gran mayoría de los archivos eclesiásticos españoles. En el caso de Mérida-Badajoz la amplitud de los fondos, tanto en volumen como a nivel cronológico, y la escasez de medios hacen muy difícil estas tareas. Hasta el momento y mientras las condiciones físicas de los registros sacramentales nos lo permitan facilitaremos a nuestros usuarios estos registros como fuente documental única del pasado y de la historia.

 

  • Bibliografía[13]

 

 

Alfaro de Prado, Antonio (2004) – El Registro Civil de 1841-1870, 30 años de provisionalidad. [Consultado 1 de febrero de 2018] Disponible en http://www.genealogiahispana.com/archivos/el-registro-civil-de-1841-1870

 

Belmonte García, Adrián (2011) – Archivos personales y familiares de la región de Murcia. Tejuelo. 11, p. 5.

Davinson Pacheco, Luis (2007) – Una mirada al método genealógico y un ejemplo de su aplicación en un pueblo de Tlaxcala, México. Familia y Diversidad en América Latina. Estudios de casos. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Diego, Natividad de (2000) – Los archivos españoles de la Iglesia Católica. Cuadernos de historia moderna. 25, p. 339-372.

Fugueras, R.; Mundet, Juan Ramón (2004) – El árbol genealógico. La averiguación de nuestros antepasados. Madrid: Alianza Editorial.

García Pérez, Mª Sandra (2009) – Apuntes sobre los archivos parroquiales en España. Biblios. 33-34, p. 1-11.

Jociles, María Isabel (2006). Método genealógico e historias familiares… Revista Venezolana de Sociología y Antropología. 47,16, p. 793-835.

Murdock, George (1994) – Guía para la clasificación de los datos culturales. México: UNAM.

Ruiz Pérez, Sonia (1994). El método genealógico. Boletín de la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía. 6, p. 1-2.

 

 

[1] Sirva de ejemplo la provincia de Badajoz donde han sido concentrados en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz.

[2] BELMONTE, 2011: 5.

[3] ALFARO DE PRADO, 2014.

[4] Fugueras; Mundet, 2004: 58.

[5] DIEGO, 2000: 341.

[6] GARCÍA PÉREZ, 2009: 3.

[7] JOLICES, 2006; PICÓ, 1996; RUIZ PÉREZ, 1994.

[8] MURDOCK, 1994: 110.

[9] RUIZ PÉREZ, 1994: 71-77.

[10] DAVINSON PACHECO, 2007: 169, 175.

[11] RUIZ PÉREZ, 1994: 71-77

[12] DIEGO, 2000: 341.

[13] Existe una amplísima bibliografía en relación a los contenidos genealógicos. En este apartado exponemos exclusivamente la que ha sido utilizada para la elaboración de este trabajo.

Nov 072018
 

Teodoro Martín Martín.

(R. S. G.)

Resumen.

El objetivo de esta comunicación es llevar a cabo una reflexión personal sobre lo realizado por mí en lo que a investigaciones sobre la región extremeña se refiere. Tras una breve introducción los contenidos se estructuran en tres capítulo, más una coda provisional. Comienza con mi primer artículo, que se remonta a 1972, para concluir con los llevados a cabo en el pasado más reciente. Creo que reflexiones de este tipo, muy alejadas del autobombo sirven para, tras echar la vista atrás, evaluar lo que se ha realizado. También poner en conocimiento de otros investigadores temas y épocas ya estudiadas para complementarlas y si es necesario superarlas.

Introducción

Era costumbre entre los antiguos que cuando se llegaba a una cierta edad en su evolución vital, volviendo la vista atrás, hicieran un balance de lo que habían realizado en todos los ámbitos de su existencia. Mi propuesta aquí no tendrá ese alcance, solo intentará mostrar, con toda modestia, una faceta que me ha entretenido a lo largo de mi vida: Mi obra histórica relacionada con Extremadura.

Lejos de mi la intención de mostrar algún tipo de vanidad u orgullo por ello, todo lo contrario. Mi propósito con esta reflexión es hacer una evaluación de lo realizado para proseguir y mejorar mi trabajo. Pero a la vez proporcionar a los extremeños que les interese y a otros estudiosos de la región, qué es lo que he hecho sobre la Historia en nuestra comunidad. En esta relación solo aludiré a trabajos científicos y no a colaboraciones ocasionales en periódicos o revistas divulgativas.

El concepto confesión de autor lo tomo en homenaje a la tertulia que, dirigida por el llorado escritor Manuel Andújar, teníamos hace ya años en el cafetín Croché de San Lorenzo de El Escorial. En ella aprendí lo bueno y brillante que tenían nuestras letras en los años ochenta y noventa del pasado siglo, con ocasión del paso por dicha tribuna de lo mejor de la literatura y el pensamiento español.

Si es cierto el aserto de que es de bien nacidos ser agradecidos debo dejar constancia de la obra benefactora que llevaron a cabo seres normales como Manolo Míguez y Kiky González. Además de los múltiples conferenciantes que pasaron por allí, sin duda lo más granado de nuestro mundo cultural. Su mención sería pretenciosa e injusta dada la brevedad de esta introducción.

Primeros intentos

Mi primera aportación a la historia de Extremadura se remonta a 1972. En ese año ya aludí a los efectos que el fenómeno de la desamortización tuvo en la comarca de la Vera[1]. Fue una extensión del estudio de esta temática que inicié con mi tesis de licenciatura en el Viejo Estudio salmantino. Al citado trabajo le siguieron otros dos titulados; La Desamortización en Extremadura en el Trienio Liberal (1820-1823)[2] y la Desamortización en Extremadura (1836-1895).[3] La pretensión de los mismos era adquirir, a la altura de los años setenta del pasado siglo, una visión general a través de estadísticas globales. No era su cometido abordar con fuentes primarias una profundización en la cuestión, cosa que afortunadamente han hecho ya otros investigadores vinculados a nuestra Universidad. Pienso en los trabajos de los profesores García Pérez, Naranjo Sanguino y Roso Díaz.

Consciente de que había que ahondar en espacios y tiempos concretos llevé a cabo estudios específicos que se plantearon las causas y las consecuencias de la exclaustración. En este caso limitados a la comarca de la Vera. En esta línea se contemplan los artículos siguientes: Conflicto y desamortización en la Vera[4] y Desamortización y élites locales en la Vera de Plasencia[5]. También abordaron esta temática los que dediqué en concreto a nuestro más querido cenobio y que fueron: La exclaustración en el Monasterio de Yuste[6], la Desamortización en Yuste[7], Ruina y abandono en Yuste[8], el Expolio de Yuste[9] y también Crisis y resurrección en Yuste[10].

De igual modo hice una aproximación a la situación de los conventos de la Vera, estudiando su dominio territorial en vísperas del proceso desamortizador, que se plasmó en un artículo con dicha denominación[11]. Todos estos trabajos me sirvieron para ahondar más en esta problemática pero ya fuera de nuestra región: Salamanca, Madrid; o con otro enfoque, como fueron la desaparición de las capillas musicales o las bibliotecas y pinacotecas conventuales.

De estos primeros años es también el análisis de la reforma provincial y eclesiástica que tiene lugar en Extremadura en el Trienio Liberal que se plasmó en otro trabajo[12]. A este periodo histórico le dedique más tarde otras dos colaboraciones. La primera sobre la reforma de los conventos[13] y la segunda sobre la actividad política de un personaje destacado de la Extremadura de comienzos de siglo XIX, Francisco Fernández Golfín[14]. Así mismo en estos mis primeros años de investigación deben situarse los comentarios que hice sobre el catálogo inventario de los documentos del Monasterio de Guadalupe, obra de Luís de la Cuadra Escrivá de Romaní en 1976[15]. La percepción de la gran mole de Gredos desde nuestra región también fue analizada por mí en La imagen de Gredos[16].

Otra temática que me preocupó y que ha dado pié a múltiples artículos míos es el monasterio al que decidió retirarse en 1555 el Emperador Carlos V. En 1999 inicié una aproximación a su historia para mí tan querida. No me olvido que nací en Aldeanueva de la Vera a cinco mil metros del cenobio. Fruto de ella fue un artículo sobre las fuentes documentales para su estudio[17]. A este le siguieron, a parte los ya citados en el apartado de la desamortización, los que se mencionan a continuación y cuyo título expresa fielmente su contenido.

El Dominio territorial del Monasterio de Yuste[18], el Alcaide de Yuste[19], Yuste en la poesía de Álvaro Valverde[20], Carlos V en las Doloras de Campoamor[21], Carlos V según Carlos Mª Esquivel[22], Luís de Santa María monje de Yuste[23], Yuste en 1656[24], El Monasterio de Yuste fundación y bienhechores[25], la Vida en Yuste según las actas capitulares de la orden jerónima[26] y Noticia de Yuste[27].

Cuadro 1. Monasterio de Yuste

Este último vino a poner de manifiesto la existencia de un manuscrito hallado por mí en la Real Biblioteca de Palacio en Madrid. En él el autor francés Félix Desvignes, se aproxima a la abdicación, retiro y muerte de Carlos V en Yuste. Se escribió en 1861 en francés y está dedicado a la Reina Isabel II. Se halla inédito y pretendemos hacer una edición bilingüe del mismo, dado su interés y novedad en algunos de sus planteamientos. Para Desvignes Carlos V imita a Diocleciano en su actitud de renuncia a la vida pública. Es posible que los planteamientos de autores como W. Sterling Maxwell, A. Mignet, A. Pichot o C. A. Saint Beuve deban ser reinterpretados a la luz de este novedoso trabajo.

Consolidación de un tema

A partir del año 2000 se produce en mí un evidente interés por las cuestiones históricas que atañen a Extremadura. Ello fue compatible con seguir trabajando en otros temas como jardines, la acción exterior de España o conventos y monasterios a nivel nacional. También la herencia hispana en ciudades como Lovaina, o temas relacionados con Salamanca, ciudad donde cursé mis estudios universitarios o Madrid ciudad en la que resido.

De esta inquietud surgió lógicamente aproximarme a la problemática histórica de mi lugar de nacimiento. Así apareció el artículo sobre El Convento de Santa Catalina de Siena a finales del Antiguo Régimen[28]. Al que le siguió otro sobre Las fuentes para su estudio[29]. Y sobre todo el libro El Convento de Santa Catalina de la Vera (1445-1845)[30]. Más tarde aparecería La huella dominicana en Aldeanueva[31], con lo que cerraba el ciclo sobre este cenobio aldeanovense.

No así el interés por la orden de predicadores en nuestra región, siguiendo el proyecto del padre Barrado, extremeño, de llevar a cabo un amplio estudio sobre la huella de los hijos de Santo Domingo en Extremadura. Fruto de este proyecto aún vivo han sido otras tantas colaboraciones como son: El Convento dominico de la Fuente Santa de Galisteo (Cáceres): Fuentes para su estudio[32], más El Convento de Santa Ana en Belvis de Monroy[33]. Aún no publicado pero sí concluido puede citarse el titulado Las dominicas de la Encarnación en Puebla de Sancho Pérez.

Un personaje que me ha preocupado y ocupado de manera persistente ha sido don Pedro de Godoy, último representante de la Escuela de Salamanca, catedrático de Teología en su Universidad y obispo de Osma y Sigüenza, ciudad donde está enterrado. Este personaje, natural de Aldeanueva, ha sido, por razones obvias, un acicate para mí en la investigación del tema de las biografías. El resultado de este esfuerzo son los siguientes trabajos citados en orden cronológico de aparición. El libro Dos escritores de la Vera en el siglo XVII Pedro de Godoy y Martín de la Vera[34]. Pedro de Godoy confesor de Felipe IV[35]. La imagen de Pedro de Godoy en Sigüenza[36]. Licentia docenti por Salamanca[37]. El testamento de Pedro de Godoy[38] y la voz Pedro de Godoy[39]en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia.

Cuadro 2. Obispo Godoy

Otra biografía que me interesó fue la del 15º prior del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, fray Martín de la Vera. Este personaje, autor de una singular obra escrita, había nacido en Garganta la Olla. Murió desterrado por el poder político del momento, el valido Conde Duque de Olivares, en el convento de Ávila en 1637. Su recia personalidad, fue además discípulo de Arias Montano y del padre Sigüenza, me fascinó y de esta atracción surgieron los artículos: Dos imágenes y una figura fray Martín de la Vera[40] y Biografía de fray Martín de la Vera [41]. La investigación inserta en el libro: Dos escritores de la Vera en el siglo XVII completó lo hecho por mí a cerca de esta figura privilegiada de la orden jerónima.

Sobre personajes extremeños relevantes debo citar los siguientes trabajos: Recuerdos de Carmelo Solís desde la Vera[42] y Vargas Carvajal un obispo del Renacimiento[43]. Sobre el militar Francisco Fernández Golfín, héroe de la libertad en España, aparte del ya citado al hablar del Trienio Liberal, cabe mencionar el estudio Francisco Fernández Golfín en la Real Academia de la Historia[44], donde abordo su discurso de ingreso en aquella Docta Institución a fines del siglo XVIII. Del también político liberal José María Calatrava Pintado, natural de Mérida y autor del primer código penal español, realicé estos dos trabajos: El pensamiento político de José Mª Calatrava[45] y José Mª Calatrava liberal desventurado[46]. Fue también presidente del Gobierno de España y presidente de su Tribunal Supremo, una figura paradigmática del primer liberalismo hispano.

Cuadro 3. Benito Árias Montano

Son también mencionables dentro de este género de las biografías abiertas el estudio sobre Arias Montano y la Universidad de Lovaina[47], en el siglo XVI o el referido a Luisa de Carvajal y Lovaina[48]. Por último sería digno de reseñar la aproximación biográfica que hice hacia la figura de mi paisana Juana Valleros Mateos, maestra y doctora ejemplar en la ciudad del Tormes[49].

Como era previsible el acercamiento a mi pueblo de nacencia había de ocupar parte de mis esfuerzos investigadores. Comencé con un breve artículo titulado Aproximación a la Historia de Aldeanueva[50], al que le siguieron La fuente del boticario[51] y Las coladas ganaderas de Aldeanueva[52]. El libro titulado Aldeanueva de la Vera un pueblo con Historia[53], supuso la primera visión sintética en la evolución del municipio y sus gentes desde los orígenes prehistóricos hasta nuestros días. Proseguí después con otras cuestiones interesantes en trabajos como: Alfonso XIII en Aldeanueva[54], Aproximación a la Educación en Aldeanueva[55], Crimen y violencia social en la Vera[56], Aldeanueva industrial[57], Dos alcaldes de Plasencia oriundos de Aldeanueva[58] y Aldeanueva de la Vera a fines del Antiguo Régimen[59]. Creo que todos ellos proporcionan una visión bastante cercana a lo que ha sido la evolución histórica de los pencones, gentilicio con el que se conoce a los habitantes de mi pueblo.

Consciente de la personalidad y el protagonismo que tienen los pueblos de nuestra región en su devenir histórico he llevado a cabo aproximaciones a algunos de ellos para conocer su singularidad. Sean un ejemplo los trabajos titulados: Trujillo en el siglo XVII[60], El Guijo de Santa Bárbara una retrospectiva histórica[61] y la Fuente del Maestre a fines del Antiguo Régimen[62].

A lo largo de mi vida ha habido otros temas abordados por mí y que también tenían como preocupación o como fondo poblaciones extremeñas. Sean ejemplos de ello mis impresiones sobre la ciudad del Jerte en mi etapa de alumno en el colegio de San Calixto y que expresé en mi artículo Vivencias en el tiempo[63]. Me aproximé a la importancia y regulación de las rentas decimales en la diócesis placentina en el siglo XVII a través de un artículo titulado El diezmo en la diócesis de Plasencia[64]. Muy tangencialmente me ocupé de la importancia de las instituciones de caridad en: Fuentes para el estudio de las cofradías en el Antiguo régimen con ejemplos en La Vera y Madrid[65]. El cometido y transcendencia que tuvo el colegio de la orden alcantarina en la universidad salmantina lo analicé en el trabajo: El colegio de la Orden de Alcántara en Salamanca[66].

Cuadro 4. Escudo de la Orden de Alcántara

Hacia un jardín deleitoso

Desde mis años de estudiante en Salamanca y después, desarrollando mi vida profesional en Barcelona y Madrid, siempre he concebido a nuestra región como un jardín delicioso. Un lugar a donde volver para disfrutar, recrearme y reflexionar sobre lo que se tercie, a veces meras banalidades. Es un poco la visión que hoy día se tiene de Extremadura como espacio ecológico. La falta de industrialización y sus peculiaridades geográficas han hecho de ella un lugar sin excesos medioambientales provocados por un perverso desarrollismo.

Estas dos concepciones sobre la región extremeña, la personal mía y la social o colectiva, han generado en mí un especial interés por el tema de la Naturaleza. Contemplada esta en sus dos vertientes: la salvaje y espontánea; pero también la naturaleza ordenada por el hombre, no otra cosa es lo que hoy llamamos jardines. Estos son espacios donde la mente y el espíritu humano son capaces de relajarse, pensar, sentir y a la vez gozar de lo más inmediato que nos ofrece el planeta Tierra en el que habitamos.

Por todo lo dicho se puede desprender que los jardines hayan sido uno de mis temas favoritos. Ya lo mostré en mi trabajo sobre el jardín musical de la Casita del Infante don Gabriel en San Lorenzo de El Escorial (2011). O en el que dediqué al estudio de la idea de jardín en La Constancia de Justo Lísio (2014). También lo he intentado plasmar en el territorio extremeño. Sean una prueba de ello los siguientes estudios:

En primer lugar el libro sobre un jardinero catalán del siglo XVI, perteneciente a la orden jerónima. Fue un personaje peculiar que sirvió a los dos grandes monarcas hispanos de aquella centuria. Me estoy refiriendo a fray Marcos de Cardona, jardinero de Carlos V en Yuste y de Felipe II en El Escorial [67]. En este lugar se halla enterrado, poniendo de manifiesto las antiguas y profundas conexiones de Cataluña con el resto de España, tan en cuestión en estos últimos años. El hallazgo de este personaje y su obra fue reconocido por la histórica villa de Cardona, que en el año 2009 me invitó a pronunciar una conferencia sobre su antepasado el día de San Jordi y puso el nombre de Marc de Cardona a su Biblioteca Municipal.

A este libro le siguieron otras investigaciones con la misma temática como son: Los jardines de Aldeanueva[68], donde analizo y describo dos curiosos espacios ajardinados de origen privado, existentes en mi pueblo. La imagen que de otro jardín histórico extremeño, hoy lamentablemente desfigurado, tuvieron diez visitantes que desde el siglo XVI lo contemplaron, la expreso en Visiones de la Abadía[69]. Dos jardines señoriales que pertenecieron a los Manrique de Lara en Pasarón y a los condes de Oropesa en Jarandilla los estudio en Jardines señoriales en la Vera de Plasencia[70]. Por último hice una aproximación a algunos jardines de Cáceres y Badajoz en la centuria pasada en el artículo que lleva por título Sobre jardinería extremeña en la primera mitad del siglo XX[71].

Estos temas sobre la naturaleza organizada son sin duda un campo abierto y sugerente por donde pueden deambular nuevas investigaciones. Animo a los jóvenes historiadores e investigadores en general, a proseguir en el análisis y profundización en esta tierra, que aún tiene mucho que decir y demandar para lograr ser conocida, después de lo cual podrá ser oída y reconocida. En esto último queda mucho por andar. Yo seguiré caminando por una senda que hasta ahora me ha dado muchas satisfacciones.

A modo de coda provisional

De lo expuesto en las páginas precedentes no ha de concluirse que cierro mi ciclo de investigaciones sobre la región extremeña. Todo lo contrario. Mientras goce de salud y buen ánimo proseguiré en mi empeño por conocer más y mejor el lugar donde nací. Además hago mía la frase de Marie Curíe de que no hay que pensar nunca en lo que se ha hecho, sino en lo que queda por hacer. Si además este trabajo te produce satisfacciones y puede ser compartido por colegas y estudiosos del saber más que mejor.

El lector que haya seguido con atención lo hasta aquí expuesto habrá observado mi interés por determinados temas como son: El diezmo, el Trienio Liberal, la desamortización y la exclaustración de regulares, La Vera y el Monasterio de Yuste o la orden de predicadores. Además de los que directamente afectan a mi pueblo natal: Historia de Aldeanueva, el Convento de Santa Catalina de Siena y el Maestro Pedro de Godoy. También me han preocupado notables biografías como las de: Arias Montano, Martín de la Vera, Fernández Golfín y José María Calatrava. Los jardines y su problemática han sido también uno de mis gozos en esta labor de estudio, que pienso proseguir y que hasta ahora lo que he hecho es un provisional balance.

Es mi deseo personal con esta comunicación a los XLVII Coloquios Históricos de Extremadura, que se celebran todos los años en la encantadora ciudad de Trujillo, unirme a las conmemoraciones del VIII Centenario del VIEJO ESTUDIO SALMANTINO. Para los que somos doctores por Salamanca y antiguos alumnos de su Universidad es siempre un honor y a las vez un privilegio poner de relieve estas vinculaciones y más si se hacen desde nuestra tierra tan deudora de esta ALMA MATER hispana.

[1] Revista de Estudios Extremeños Volumen XXVIII nº 2. Badajoz 1972.

[2] Revista de Estudios Extremeños Volumen XXXI nº 1. Badajoz 1975.

[3] Revista de Estudios Extremeños Volumen XXXIV nº 3. Badajoz 1978.

[4] Boletín de la Real Sociedad Geográfica Volumen CXXVI-CXXVII Madrid 1991-92.

[5]Actas de los XXX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2001.

[6] Actas de los XXX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2001.

[7] Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2004.

[8] VIII Congreso de Estudios Extremeños. Badajoz 2007.

[9] Simposio sobre La Desamortización. San Lorenzo de El Escorial 2007.

[10] La Comarca de la Vera nº 20. Jaraíz de la Vera 2008.

[11] Alcántara nº 192. Cáceres julio-septiembre 1978.

[12] Revista de Estudios Extremeños Volumen XXIX nº 3. Badajoz 1973.

[13] Actas de los XL Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2011.

[14] Actas de las IV Jornadas históricas de Tierra de Barros. Almendralejo 2013.

[15] Alcántara nº 177. Cáceres octubre-diciembre 1974.

[16] Boletín de la Real Sociedad Geográfica. Volumen CXXXIII. Madrid 1997.

[17] Simposio sobre la orden jerónima y sus monasterios. Volumen II. San Lorenzo de El Escorial 1999.

[18] Boletín de la Real Sociedad Geográfica Volumen CXXXIX-CXL. Madrid 2003-04.

[19] La Comarca de La Vera nº 5. Jaraíz de la Vera 2004.

[20] Revista La Vera nº 83. Jarandilla de la Vera mayo 2005.

[21] La Comarca de la Vera nº 10. Jaraíz de la Vera 2005.

[22] Actas de los XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2005.

[23] Actas de los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2007.

[24] La Comarca de la Vera nº 18. Jaraíz de la Vera 2007.

[25] Actas de los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2007.

[26] Actas de los XXXIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2010.

[27] Revista Cultural Pencona nº 13. Aldeanueva de la Vera 2017.

[28] Actas de los XXIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2000.

[29] Archivo Dominicano Volumen XXII. Salamanca 2001.

[30] Editorial San Esteban. Salamanca 2002.

[31] La Comarca de la Vera nº 25. Jaraíz de la Vera 2009.

[32] Archivo Dominicano Volumen XXXVII. Salamanca 2015.

[33] Actas de los XLVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2017.

[34] Editorial Asociación Obispo Manzano. Jaraíz de la Vera 2003.

[35] Revista La Vera nº 72. Jarandilla junio 2004.

[36] Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2004.

[37] Papeles del Novelty nº 13. Salamanca 2006.

[38] Revista Cultural Pencona nº 3. Aldeanueva de la Vera 2007.

[39] Voz en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia Volumen VIII. Madrid 2010.

[40] Simposio sobre El Escorial y la pintura. San Lorenzo de El Escorial 2001.

[41] Actas de los XXX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2001.

[42] Actas de los XXXI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2002.

[43] Actas de los XXXV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2006.

[44] Actas de las V Jornadas históricas de Tierra de Barros. Almendralejo 2014.

[45] Monografías ASPUR nº 5 .Madrid 2008.

[46] La Aventura de la Historia nº extraordinario. 25 españoles para la libertad. Madrid noviembre de 2014.

[47] Boletín de la Real Academia de Extremadura Volumen XXIII. Trujillo 2015.

[48] Actas de los XLIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2014.

[49] La Comarca de la Vera nº 14. Jaraíz de la Vera 2006.

[50] Revista Cultural Pencona nº 1. Aldeanueva de la Vera 2005.

[51] Revista Cultural Pencona nº 2. Aldeanueva de la Vera 2006.

[52] Revista Cultural Pencona nº 4. Aldeanueva de la Vera 2008.

[53] Editado por El Ayuntamiento de Aldeanueva de la Vera 2009.

[54] Revista Cultural Pencona nº 7. Aldeanueva de la Vera 2011.

[55] Revista Cultural Pencona nº 8. Aldeanueva de la Vera 2012.

[56] Actas de los XLII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2013.

[57] Revista Cultural Pencona nº 10. Aldeanueva de la Vera 2014.

[58] Revista Cultural Pencona nº 12. Aldeanueva de la Vera 2016.

[59] Actas de los XLV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2016.

[60] Actas de los XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2009.

[61] Actas de los XLI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2012.

[62] Actas de las VIII Jornadas históricas de Tierra de Barros. Almendralejo 2016.

[63] Revista La Vera nº 57 y 60. Jarandilla marzo y junio de 2003.

[64] Revista de Estudios Extremeños Volumen LX nº 2. Badajoz 2004.

[65] Simposio sobre la Iglesia y las instituciones de caridad. San Lorenzo de El Escorial 2006.

[66]Primer Congreso Nacional de las Ordenes Militares en Extremadura. Ed. Extremadura Histórica. Garrovillas 2015.

[67] Editorial Cocheras del Rey. San Lorenzo de El Escorial 2008.

[68] Revista Cultural Pencona nº 9. Aldeanueva de la Vera 2013.

[69] Actas de las VI Jornadas históricas de Tierra de Barros. Almendralejo 2014.

[70] Actas de los XLIV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2015.

[71] Actas de las VII Jornadas históricas de Tierra de Barros. Almendralejo 2015.

Nov 052018
 

Alicia Díaz Mayordomo.

Universidad de Extremadura.

adiazmay26@gmail.com

Resumen: El objetivo de este texto es reflexionar, a través del concepto de paisaje urbano histórico, sobre la gestión de la ciudad antigua patrimonio de la humanidad de Cáceres para, finalmente, plantear propuestas de mejora. La zona monumental de Cáceres, tal como la conocemos y percibimos en la actualidad, es el resultado de un extenso proceso de hechos históricos y sociales que dieron forma al conjunto de edificaciones monumentales ubicadas en el interior del recinto amurallado. La importancia de esta herencia patrimonial posibilitó que, en la Asamblea General de la UNESCO, celebrada en París los días 25 y 26 de noviembre de 1986, la ciudad fuese declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Sin embargo, los paradigmas de protección, gestión y conservación desde el momento de dicha declaratoria han cambiado, situándonos en la actualidad en el entorno de trabajo de los paisajes culturales, considerándolos una de las herramientas más novedosas. Concretamente, desde el Memorando de Viena (2005) y tras años de debates e intensas reuniones, en la 36ª Conferencia General de la UNESCO se adoptaron nuevas aproximaciones a la conservación de los conjuntos históricos, cuya concepción principal fue la de paisaje histórico urbano.

Por lo tanto, planteamos el paisaje urbano histórico como la herramienta idónea para las tareas de gestión y conservación con criterios de sostenibilidad y multidisciplinariedad patrimonial del conjunto monumental cacereño.

 

  • INTRODUCCIÓN.

La 36ª Conferencia General de la UNESCO planteó en 2011 las Recomendaciones sobre el paisaje urbano histórico. Esta nueva figura de protección, la cual podría considerarse una categoría adscrita a los paisajes culturales, se posiciona como un avance teórico y práctico favorable a aspectos próximos a la visión integrada del patrimonio y su entorno o la incorporación de la perspectiva ambiental, además de tener en cuenta a la ciudadanía como una parte decisiva del todo. Estas formulaciones continúan en el tiempo y, actualmente, son un gran número de entidades y gobiernos los que aplican el paisaje urbano histórico con un claro afán integrador del patrimonio y la sociedad afectada.

En la actualidad, Cáceres y su Plan de Gestión de la Ciudad Vieja se encuentran en periodo de revisión tras más de 30 años desde la inclusión en la Lista de Patrimonio Mundial, en los que únicamente se han realizado modificaciones puntuales. El Ayuntamiento de Cáceres ha puesto a cargo de esta tarea a un grupo de profesionales que, desde su adjudicación en 2017, poseen 24 meses para para su desarrollo[2].

Es por ello por lo que, siendo la parte antigua uno de los principales recursos que hoy día tiene la ciudad como producto turístico, nos vemos en la necesidad de plantear un estudio sobre el paisaje urbano histórico y su posible implantación en Cáceres como herramienta de gestión patrimonial. Además, se ha de tener en cuenta que las ciudades se han convertido en verdaderos iconos del turismo mundial, siendo la condición de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO un sello de calidad interpretado, a menudo, en términos de recursos económicos.

Así pues, se ha estructurado este trabajo en cuatro apartados claves. El primero, dedicado al estudio del patrimonio de la ciudad monumental de Cáceres, sin querer llegar a plasmar un conocimiento exhaustivo, pero con el que se pretende mostrar un panorama general. Tras ello, un apartado destinado al concepto de paisaje urbano histórico, su origen, desarrollo y evolución a partir de una revisión del concepto de patrimonio y las diversas cartas y documentos relativas a la conservación de los conjuntos históricos. En tercer lugar, se inserta el capítulo principal, las aportaciones para la protección y gestión del paisaje urbano histórico en Cáceres. Y, finalmente, una conclusión a modo de reflexión sobre el desarrollo de este trabajo.

  • BREVES APUNTES SOBRE EL PATRIMONIO DE LA CIUDAD MONUMENTAL DE CÁCERES.

Comprender el desarrollo monumental del patrimonio en Cáceres implica conocer, al menos de una manera general, su historia. Por ello, considerando la imposibilidad de abordar con detalle la totalidad de la Historia de la ciudad de Cáceres y la inutilidad de la misma en los fines de este trabajo, en la presente ocasión, tratamos de revisar con brevedad las diferentes etapas y acontecimientos destacados del devenir cacereño.

Los primeros testimonios de presencia humana en Cáceres se encuentran en el complejo kárstico de la zona, conocida hoy como Arroyo del Marco, que alberga una serie de cuevas que llevan escritos en sus suelos y paredes los primeros capítulos de la historia de Extremadura[3]. Como han demostrado recientes investigaciones, el enclave vital es la Cueva de Maltravieso, donde algunas de sus pinturas de arte rupestre han sido datadas de una antigüedad de, al menos, 66.700 años, modificando la cronología más del triple de lo que se estimaba hasta el momento, siendo los neandertales quienes realizaron estas pinturas[4]. No obstante, el motivo más conocido lo constituyen las más de setenta manos en negativo, algunas de ellas con el dedo meñique amputado, y motivos ideomórfos realizados en la etapa del Paleolítico por el homo sapiens.

La barrera que marca en nuestro territorio la entrada a la época netamente histórica es la presencia romana. Entre los años 155 a 152 a.C., la contienda lusitana va a determinar la intervención del cónsul Servilio Cepión, que se abrirá camino a través de la creación de una arteria que comunique la Península Ibérica de norte a sur, La Vía de la Plata. De esta forma surge Castra Caecilia, emplazamiento romano con función militar de control entre el Tajo y el Guadiana. Este primer emplazamiento como campamento militar, será abandonado por las necesidades de tierra de labor y vivienda segura para los veteranos de las legiones, lo que hace surgir la colonia, asentándose sobre un valle alto, limitado por dos arroyos, Aguas Vivas al oeste y El Marco al este. La nueva colonia tomó el nombre de su fundador, el procónsul Cayo Norbano Flacco y pasará a denominarse NORBA CAESARINA, siendo la fecha de su fundación el 35 a.C.[5].

De la presencia romana en la Ciudad Monumental de Cáceres se conservan numerosos vestigios. En primer lugar, la ordenación urbanística está definida por la adaptación a la planimetría impuesta por el carácter de las colonias romanas, trazado hipodámico, dos vías principales perpendiculares que comunicaban las cuatro puertas, de la ciudad de las cuales, en la actualidad, únicamente se conserva la del Cristo, en el lado meridional de la muralla (Figura 1). Todo el conjunto se encontraba delimitado por una muralla de sillares graníticos colocados a soga y tizón, de la cual solo se conserva, en algunas zonas, el nivel inferior, puesto que fue reaprovechado su material y, posteriormente, empleada por la presencia árabe de la ciudad. Cabe señalar, igualmente, importantes documentos como son los restos romanos hallados en el Palacio Mayoralgo, donde en sus excavaciones apareció una thoracata de bronce, custodiada por el Museo Municipal de Cáceres[6].

Figura 1. Arco del Cristo o puerta del río. Vista extramuros. Fuente: Archivo personal

Con la llegada de los primeros pueblos germánicos, a comienzos del siglo V, y la posterior caída del Imperio Romano, la colonia Norba Caesarina perdió gran parte del desarrollo obtenido hasta el momento. No será hasta mediados de la Edad Media, en el siglo XII, con el dominio de Abu Ya´qub Yusuf, el momento en el que la posición de Cáceres, como atalaya en el curso medio del Tajo, comience a interesar a la presencia musulmana en la Península y se lleve a cabo la toma de la ciudad por lo almohades. Estos serán los que reconstruyan el recinto fortificado romano, con una muralla de tapial de argamasa recubierto con una pintura almagra en tono rojizo y la parte superior con merlones blancos. Además, cuenta con diversas torres que jalonan irregularmente el perímetro dependiendo, en su mayor o menor concentración, de las condiciones del terreno a defender, siendo las más destacadas las albarranas como la Torre del Horno, la de la Hierba y la de Bujaco, pero sin restar importancia al conjunto total de torres que constituyen testimonio de esta época[7].

Otra construcción destacable de las manifestaciones artísticas árabes en Cáceres es el magnífico aljibe, de arcos de herradura, único testimonio de lo que fue su alcázar. Este se localizaría bajo el patio de armas de la fortaleza y se caracterizaría por sus proporciones y ser uno de los más antiguos de la Península[8].

El final del dominio musulmán de Cáceres se produjo cuando la ciudad fue recuperada definitivamente por Alfonso IX de León el 23 de abril de 1229. En este momento de la Reconquista y su posterior proceso de repoblación es cuando se comienza a forjar el aspecto actual de la ciudad, puesto que fue dicho rey quien otorgó la Carta de Población en mayo de 1229, la cual ha llegado hasta nosotros en función de Privilegio Rodado de Fernando III, de 12 de mayo de 1231, implantando de esta manera el Fuero que convirtió a Cáceres en una villa se realengo libre y franca[9].

En un primer momento, la tarea de repoblación fue ardua pues, a pesar de las disposiciones favorables a la llegada de nuevo pobladores, no existía un interés por venir a Cáceres ante la inseguridad y la escasa fertilidad de los suelos. Por lo tanto, hubo necesidad de conceder a los primeros pobladores derechos excepcionales por acudir al llamamiento real[10].

Con el transcurso del tiempo y la llegada de pobladores del norte de la Península, la sociedad cacereña de los siglos XIII al XV evoluciona de una forma progresiva hacia un elitismo nobiliario. Se asentó, en una primera etapa, una nobleza compuesta de castellanos, gallegos y asturianos, la cual formó, podríamos denominar, la primera fila de nobles cacereños. Tras ellos, y de la mano de políticas matrimoniales, desembocó una segunda nobleza en el siglo XVI, procedente de Salamanca, Galicia y León, de fuertes troncos familiares, directamente relacionados con el poder real, quienes en la actualidad se encuentran representados en los cientos de escudos presentes en el Conjunto Monumental de Cáceres: Ovando, Ulloa, Mogollón, Sande, Carvajal, Golfines, Solís, Pizarro, Espadero…[11] (Figura 2).

FIGURA 2. Detalle de la fachada principal con su respectivo escudo de la Casa del Sol perteneciente a la familia Solís.

Fuente: Archivo personal.

Es en este momento y con la presencia de dichas familias nobiliarias, cuando, en gran medida, se forma la tipología urbana medieval que presenta Cáceres en su actualidad.

FIGURA 3. Plaza de Santa María.

Fuente: Archivo personal.

Dentro del recinto amurallado existen dos espacios fundamentales que demarcan el desarrollo urbano en torno a ellos: la plaza de Santa María y la de San Mateo, ambas áreas irregulares herederas de la formulación medieval. La plaza de Santa María (Figura 3) desde su configuración en esta primera etapa medieval y hasta el siglo XVI, fue centro religioso y político, ya que en su puerta se reunía semanalmente el Concejo. La iglesia, edificio de la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI, aunque con testimonio de una fábrica anterior, fue el lugar de enterramiento de algunas de las principales familias de la nobleza. Junto a ella se desarrolló, en el siglo XV, el convento de Santa María de Jesús que a finales del siglo XIV era un beaterio, ampliado un siglo después, y que ocupa un solar donde hoy está la Diputación Provincial.

En segundo lugar, la plaza de San Mateo, ubicación con la altura más elevada de la Parte Antigua. Está formada por la confluencia de varias plazoletas, calles y construcciones. La parroquia de San Mateo responde, a una edificación del siglo XVI con añadidos posteriores, aunque a juicio de algunos historiadores y por menciones en textos del siglo XV de un templo de pequeñas dimensiones, se levantaría una edificación primitiva sobre el solar de una mezquita[12].

Por lo tanto, en el transcurso de los siglos XV y principios del XVI, entre los reinados de Fernando IV y los Reyes Católicos, es el momento en el que la nobleza cacereña levanta gran parte de sus palacios y casas fuertes, aunque, ciertamente, poseen reformas, en su mayoría, del siglo XVI. La arquitectura de la etapa inicial es reflejo de una sociedad cerrada, ya que son construcciones que conservan un acusado carácter de fortaleza, aspecto que pervivirá durante el siglo XV, lo que queda de manifiesto por la amplia presencia de torres defensivas adosadas a las viviendas. Se caracterizan por ser obras austeras, con paramentos lisos de mampostería, reforzados en los vanos y en las esquinas con sillares graníticos. En oposición, a finales del siglo XVI, eclosionan y alcanzan su máximo apogeo la nueva tipología de renacentista de casas-palacios, estructuradas desde un patio interior, de una u dos alturas, de arquerías simples o superpuestas.

De esta primera fase se conservan algunos restos del palacio de los Toledo-Moctezuma, el Palacio Episcopal, el Palacio de los Mayoralgo, así como la amplia actividad constructiva que se dio en torno a la iglesia de San Mateo, iniciada en esta etapa y continuada con posterioridad, realizándose en su cercanía las casa de los descendientes de Ulloa, la de Lorenzo Fernández de Ulloa y Diego García de Ulloa (comendador de Alcuescar), la de los Cáceres-Ovando o de las Cigüeñas, la de los Espadero Pizarro o del Mono, la de los Golfines de Arriba y la de los Becerra[13]. Todos ellos confieren una unidad constructiva a la villa alta, conformando el conjunto actual más homogéneo gótico-renacentista peninsular, con una treintena de torres palaciegas y defensivas (la mayoría desmochadas por Isabel la Católica), que, junto a las espadañas de las iglesias intramuros y extramuros, perfilan la silueta monumental de Cáceres[14].

Además de la imperiosa arquitectura nobiliaria y religiosa, en el Conjunto Monumental de Cáceres se conserva testimonio de una serie de viviendas populares, la villa del llano, abierta, mercantil y pechera. Se desarrolla principalmente en el espacio que bordea a la muralla, adosadas a la misma y formando un barrio, entre otros, en la parte oriental que, ya desde documentos del siglo XV, se denominaba judería vieja. Se encontraba a la sombra del alcázar, el actual Palacio de las Veletas y contó con sinagoga, convertida en ermita cristiana tras la expulsión de esta población por los Reyes Católicos[15].

Finalmente, en esta etapa medieval también es el momento en el que se comienza a configura el espacio actual de la Plaza Mayor, puesto que, debido al crecimiento de la ciudad, se empezó a extender por el lado oriental, en el lugar donde se celebraba la feria. En esta zona se instalaron tiendas, talleres de artesanos, algunas viviendas y determinadas construcciones religiosas, como ermitas. El espacio rectangular contó con soportes de vigas de madera que se sustituirán en el siglo XVI, por arcos sobre pilares, bajo los que se instalaron los gremios de artesanos dando nombre por su comercio a los distintos tramos de los portales: Portal de la Botica, de los Escribanos, Plateros, etc.[16].

Este gran desarrollo constructivo realizado en el siglo XV y durante gran parte del XVI fue, en gran medida, síntoma del fuerte impulso económico proveniente de la Conquista y Colonización de América. Aunque se debe señalar que la aportación al movimiento migratorio hacia ultramar de Cáceres fue escasa, en comparación a otros núcleos extremeños como Trujillo[17].

Durante el siglo XVI y la entrada en la etapa de la Edad Moderna, se plantea un crecimiento económico y demográfico, con el ya señalado desbordamiento extramuros de la ciudad, momento en el que se levantan las dos únicas iglesias fuera de la ciudad antigua, la de Santiago y la de San Juan de los Ovejeros, esta última vinculada a las actividades de la Mesta, además del convento de San Francisco, aunque la fundación inicial de esta data del siglo XV[18].

La ciudad en este momento reflejaba dos zonas claramente diferenciadas. Por una parte, la zona intramuros con un aspecto urbano muy definido por las construcciones eclesiásticas y nobiliarias y, por otro, la parte exterior, la cual es clara heredera del estamento social agrícola. La mayoría de las casas de este último enclave, constaban de una sola planta, sin presentar claras separaciones de espacios entre personas y animales, desarrollándose por este motivo condiciones de higiene y sanidad deplorable que desembocaron en plagas e infecciones sanitarias que diezmaron a la población en gran medida[19].

FIGURA 4. Fachada principal de la Iglesia de San Francisco Javier y colegio, Fundación de los Jesuitas.

Fuente: Archivo personal.

Durante el siglo XVII Cáceres sufrió una profunda gran crisis, cuyos rasgos fueron paulatinamente atenuados en el XVIII, con la llegada de la dinastía de los Borbón que supuso la introducción de nuevas ideas en la vida cultural de la Ilustración. Una muestra de esta recuperación lo plasman las dos grandes obras llevadas a cabo en el conjunto monumental. En primer lugar, entre las iglesias de Santa María y San Mateo, se construye el hito de la iglesia y colegio de los Jesuitas (Figura 4). De innegables proporciones, se localizan en el espacio céntrico del casco histórico, caracterizándose por sus dos grandes fachadas barrocas, correspondientes al estilo de la Compañía, que se salen de la proporción del resto de los edificios.[20] La obra se atribuye al arquitecto salmantino Andrés García de Quiñones[21]. En segundo lugar, y plasmando una situación importante, la pérdida de la jerarquía de la muralla y sus torres, se permite parte de la demolición de sus lienzos, tanto para el aprovechamiento de su material en nuevos edificios, como para su adaptación a la vida moderna y al movimiento de vehículos como carruajes, dando lugar a la construcción del conocido como Arco de la Estrella a cargo del arquitecto barroco Manuel de Larra Churriguera. Igualmente, en este siglo XVIII, en la búsqueda de una modernidad para la ciudad, se continúa la modificación de palacios, convento y ermitas. Sin embargo, el hecho más destacado que aporta a Cáceres, de nuevo, un atisbo de protagonismo es la inauguración de la Real Audiencia de Extremadura en 1791.

En el siglo XIX, en un primer momento, la Ciudad Monumental se ve muy afectada por las leyes de Desamortización de Mendizábal, desapareciendo varios inmuebles religiosos. Las funciones pasarán a ser más administrativas que de otro tipo[22]. Cáceres se convertirá en una ciudad con poca actividad, permaneciendo su trazado urbano casi inalterado hasta finales de este siglo e inicios del siguiente cuando se diseñan los planes de ensanche: calles que unen la Plaza Mayor con la Plaza de San Juan o el futuro Paseo de Cánovas, cuyo patrimonio de casas herederas de este estilo decimonónico se perderá, casi en su totalidad, a lo largo del siglo XX[23].

 

FIGURA 5. Vista de la Torre de Espadero y de la Plazuela del Socorro desde la Cuesta del Maestre, Cáceres.

Fuente: Archivo personal

Sin embargo, en este momento y debido a su expansión urbanística, la población de Cáceres se duplica, pasando de 7.340 habitantes en 1829 a 15.442 en 1897, para cuadriplicarlo en 1930 y alcanzar las 25.869 personas censadas. Los hitos explicativos de este dinamismo fueron tres. En primer lugar, la consecución de la capitalidad de provincia en 1833. Tras ello, el descubrimiento de los fosfatos en Aldea Moret (1866), cuya explotación minera se prolongará durante un siglo. Y, en último lugar, la llegada paralela a la mina del ferrocarril, que rompió con el aislamiento de Cáceres[24].

Finalmente, y como aspecto destacable desarrollado en el siglo XX en el espacio de la Zona Monumental de Cáceres, se han de señalar las intervenciones llevadas a cabo por el arquitecto-conservador, José Manuel González Valcárcel. Este, formado en la conservación llamada “Estilo Bellas Artes”, favoreció una restauración iluminista y la descolocación de elementos patrimoniales en favor de unos ideales de protección de “arquitectura de pedigrí” en detrimento de los problemas socioeconómicos del Conjunto en el momento, como fue el abandono progresivo de la población de este espacio[25].

Hoy Cáceres es una ciudad heredera del crecimiento poblacional de finales del siglo XX, con funciones universitarias y administrativas, cuyo casco antiguo representa, tanto en su patrimonio material como inmaterial, la historia que ha sobrepasado y ha permanecido en el tiempo y fuera de si propio tiempo.

Por lo tanto, vemos como Cáceres es una ciudad que ha evolucionado muy lentamente, sin sufrir grandes cambios hasta épocas muy recientes, por lo cual aún podemos ser testigos de su contenido histórico. Hasta el siglo XIX ha prevalecido sin excesivas reformas con su conformación y organización medieval basada en una población de la antigüedad romana[26].

  • EL CONCEPTO DE PAISAJE URBANO HISTÓRICO: de la concepción del patrimonio como objeto al interés del desarrollo y la gestión sostenible.

La disciplina de la Historia del Arte o, en general, la cultura le ha otorgado al paisaje un papel predominante en la práctica, puesto que desde las obras artísticas de la Antigüedad fue empleado como fondo decorativo. No obstante, su definición histórica es tardía, debido a que no fue hasta el siglo XVI el momento en el que los pintores se especializaron en los llamados géneros menores. Se dejó de lado cualquier justificación narrativa, el arte dejó de ser una ilustración de la historia para plasmar la naturaleza por su propio ser. Fue en el Romanticismo, tras la crisis iconoclastia protestante y el moralismo reformista del siglo XVIII, el momento en el que el paisaje llegó a su culmen, se desarrolló, se volvió sublime[27]. Prueba de ello lo constituyen artistas del denominado como paisajismo inglés: William Turner, Caspar David Friedrich, John Constable o, entre muchos otros, Camile Corot.

Esta cuestión de protagonismo perduró hasta las primeras vanguardias del siglo XX. Tras ello, el arte contemporáneo ha prescindido de los límites establecidos hasta el momento y pone en entredicho la idea de lo bello. Hoy, el término de género y, específicamente, el paisajístico, se trata de algo ambiguo al entrar en juego nuevas formas y medios de producción como la fotografía, el cine, videojuegos u ordenadores[28].

Sin embargo, dejando a un lado el desarrollo del género paisajístico en la Historia del Arte, en el panorama actual el paisaje es valorado como una figura de protección patrimonial, como integrante de la calidad de vida y de la identidad cultural, hasta el punto de emerger como parte del derecho a unas condiciones de vida saludables y dignas[29]. Se podría decir, coincidiendo con la argumentación de José Javier Cano Ramos, director del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Extremadura, que, actualmente, en medio de la era posmoderna, el protagonismo del paisaje ha sobrepasado el arte y las ciencias sociales para ser uno de los ejes que determina el territorio a la hora de gestionarlo[30].

De esta manera, el concepto de paisaje que en la actualidad se emplea, es consustancialmente distinto al que se presentaba a principios del siglo XX. La percepción tradicional basada en la idea de que el paisaje es un elemento de permanencia se trata de una creencia falsa, ya que ha manifestado la velocidad de cambio de nuestro entorno y, debido a su relación intrínseca con el patrimonio y con la cultura, ha dado lugar a la producción de cartas y textos a nivel internacional para su protección, gestión y salvaguarda.

A partir de esta base se va a elaborar un recorrido por los diferentes documentos, reuniones, convenios y cartas elaborados por los organismos internacionales, tales como UNESCO, ICOMOS o ICOM, con la finalidad de plasmar el progreso del término de patrimonio y su faceta actual de gestión con los paisajes culturales, concretamente con el Paisaje Urbano Histórico. Las fronteras fundamentales de este trabajo se establecerán en torno a cinco hitos: La Carta de Venecia (1964), La Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural (1992), la creación de la categoría de paisaje cultural en La Guía operativa para la implementación de la Convención del Patrimonio Mundial y, finalmente, El Convenio Europeo del Paisaje del año 2000 junto con las Recomendaciones sobre el paisaje Urbano Histórico (2011)[31].

FIGURA 6. Esquema desarrollado para la comprensión del concepto de paisaje urbano histórico.

Fuente: elaboración propia.

Primeramente, la evolución del concepto de patrimonio se desarrolla de forma paralela a los diferentes periodos que una sociedad experimenta en la búsqueda de su identidad. Por lo tanto, su percepción, sin duda, está relacionado con su contexto, lugar y la sociedad y su forma de vida. En el ámbito europeo, el concepto y la atribución de valores al patrimonio se materializa tras la Revolución Francesa (1789-1799), momento en el que el Gobierno y la sociedad gala fueron conscientes de las pérdidas sufridas y deciden intervenir para recuperar el monumento, vinculado exclusivamente al patrimonio arquitectónico histórico-artístico y la obra de arte, del cual se reconocen su singularidad e identidad cultural.[32] Tras ello, y continuando en la órbita francesa, será el arquitecto Viollet-le-Duc (1814-1879), quien continúe la plasmación teórico/práctica de la revalorización del patrimonio por medio de las intervenciones de conservación. Este, por primera vez, define en qué consiste la intervención en un monumento, concretamente la restauración, la cual consistió en devolver al monumento al estado de plenitud que hubo de tener.

El trabajo violletiano hoy día se conoce como “restauración en estilo” y plantea el problema de otorgarle prioridad a un periodo concreto, vulnerando y eliminando las demás secciones anteriores o posteriores. Por lo tanto, el problema radicó en la prioridad hacia lo medieval que plantearon, hecho provocado por el momento en el que se desarrollaron sus teorías, Francia buscaba una proyección de grandeza nacional a través de lo medieval, de un estilo gótico superior.

            En el mismo periodo de tiempo, aparece el trabajo del crítico inglés John Ruskin (1819-1900). Defendió al monumento como un documento que refleja la relación de estilos que sobre él han ido sucediéndose y entendió que la conservación es la única manera de intervenir sobre ellos. Respeta la superposición de estilos y las actuaciones de conservación, únicamente se limitan a cuidadosas limpiezas e incorporación de elementos que impidan la pérdida de algún fragmento. En resumen, con Ruskin aparece el valor de la ruina, introduciendo en el ámbito del patrimonio europeo la búsqueda de la verdad en relación con la esencia y el alma de los edificios y su visión de la arquitectura como un arte protagonizado por la belleza[33].

            En cierto modo, las doctrinas de Ruskin tuvieron continuidad con las teorías del arquitecto Camilo Boito (1836-1914) y del historiador Gustavo Giovannoni (1873-1947), quienes participaron en la elaboración de la Carta de Atenas de 1931. Este documento introduce dos novedades consustanciales: la importancia de valorar qué uso ha de tener el monumento y el acuñamiento del término ambiente, así como su protección.

El paso dado con la consideración del ambiente, como un objeto especial y como la medida de proteger el empleo de los monumentos históricos en favor de un uso público, posibilita el avance hacia una concepción del patrimonio en la que no sólo se protejan los bienes de una manera superflua, sino que haya tras ella una labor de investigación y de contextualización. Esta nueva mirada, significa un primer paso hacia la contemplación paisajística de los edificios y, en especial, a la protección de los entornos, los centros históricos, considerando la ciudad como un todo unitario[34].

Tras estas consideraciones iniciales, el posicionamiento que emprendió camino hacia un cambio de mentalidad donde el patrimonio se acercó a la ciudad y a la población, fue La Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de los Monumentos y Sitios de 1964, conocida habitualmente como Carta de Venecia. Esta planteó la valoración de las arquitecturas menores en relación con la dimensión de los monumentos. En su Artículo 1 recoge los nuevos principios del monumento:

“La noción de monumento histórico comprende la creación arquitectónica aislada, así como el conjunto urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refiere no sólo a las grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural[35]”.

Así pues, a partir de los años sesenta del siglo XX se muestra un cambio de mentalidad, donde, a pesar de que el objeto por excelencia continúa siendo el monumento y la obra de arte, las teorías previamente referidas colaboran en la tarea de ampliar la noción de patrimonio y se empieza a considerar el espacio de la ciudad como un todo unitario. Marca un punto de inflexión, cuestionando las teorías de restauración y conservación llevadas a cabo hasta el momento y planteando nuevas ideas y conceptos, focalizando la atención no en el objeto patrimonial, sino en el conjunto histórico, del que se valoran tanto sus aspectos formales como su percepción[36].

A este magno desarrollo debemos seguir agregándole acuerdos e iniciativas como fue La Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural adoptada por las UNESCO en 1972, de la cual su producto principal fue la creación de la Lista de Patrimonio Mundial, cuya función es el control del patrimonio de valor universal excepcional. Igualmente, la tarea novedosa llevada a cabo fue la diferenciación de los bienes patrimoniales[37] en dos categorías básicas: culturales y naturales. En los artículos 1 y 2 plasma las diferentes acepciones de estas nuevas categorías, de las que reflejamos el patrimonio cultural que implica a los centros históricos:

“Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia[38]”.

            Esta convención es considerada renovadora puesto que enfoca la protección desde un punto de vista colectivo e integra su protección en los programas de planificación general, como se indica en su Artículo 5. Los valores de los bienes ya no se limitan a su contenido histórico-artístico, sino que con el surgimiento del concepto de patrimonio cultural se comienzan a tomar en cuenta los valores económicos, ambientales, sociales, urbanos o, entre otros, simbólicos. Se supera así, de manera definitiva, el concepto de patrimonio como objeto u obra de arte exenta para pasar a considerarse como un contenedor de patrimonio[39].

En sintonía con el reconocimiento de los conjuntos arriba definidos, surgen nuevas reflexiones a tener en cuenta. La más relevante es La Recomendación relativa a la salvaguarda de los conjuntos históricos o tradicionales y su función en la vida contemporánea, implantada por la UNESCO en 1976. Su desafío principal fue la rapidez de la urbanización a nivel global, aunque con especial atención en los países en vías de desarrollo. Uno de los aportes más destacados fue el planteamiento, por primera vez, del término “marco natural”, entendido como medio o territorio y vinculado al asentamiento humano por los lazos sociales, económicos y culturales. Así, en las definiciones trabajadas en el documento fruto de la Recomendación, se recoge el “conjunto histórico o tradicional”, en cuyo segundo apartado se define esta nueva aportación:

“Se considera “medio” de los conjuntos históricos el marco natural o construido que influye en la percepción estática o dinámica de esos conjuntos o se vincula a ellos de manera inmediata en el espacio o por lazos sociales, económicos o culturales[40]”.

En la misma línea se encuentra La Carta internacional para la conservación de las ciudades históricas y áreas urbanas históricas (1987), conocida como Carta de Washington. El aporte fundamental de este documento es la consideración de los valores espirituales que determinan la imagen de una población y el valor de la composición urbana, pues protege la edificación y la trama de la ciudad, así como la relación entre ambas y la sociedad[41]. Es, pues, una parte fundamental de las políticas de cambio de concepción en torno al patrimonio, pues se tiene en cuenta la implicación de la sociedad con éste.

Analizando ya a la aparición de la figura de “paisaje cultural” hemos de plantear la iniciativa que se desarrolla con la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco de 1992 en la que surge, en la amalgama de conceptos, el paisaje cultural, definido como:

“Los paisajes culturales son bienes culturales y representan las “obras conjuntas del hombre y la naturaleza” […]. Ilustran la evolución de la sociedad humana y sus asentamientos a lo largo del tiempo, condicionados por las limitaciones y/o oportunidades físicas que presenta su entorno natural y por las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas[42]”.

Así, desde la aportación de dicha Convención se ha desarrollado una abundante literatura científica y enfoques muy diversos sobre el paisaje, extendiéndose el concepto, en las últimas décadas, de forma acelerada. Aún más cuando ha existido un cierto empeño en calificarlo y acotarlo, por su función o característica principal o por el interés y fin que determina la configuración del paisaje particular. Su consideración como espacios y referentes a conservar y preservar y utilizar sosteniblemente es lo que ha hecho que se consideren vitales desde diferentes entidades como es UNESCO, el Consejo de Europa con el Convenio Europeo del Paisaje celebrado en Florencia en el año 2000 y normas de diferente escala espacial y temática[43].

El Convenio ha llevado a cabo el trabajo de crear una figura que incorpora el territorio al ámbito patrimonial, situando el paisaje en un primer plano de las políticas europeas en materia de Patrimonio Cultural, Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Sus dos novedades principales consistieron en fusionar los conceptos de Patrimonio Cultural y Natural en una visión integral del paisaje; además de introducir una visión social otorgándole, como ya se ha mencionado, una consideración de elemento de bienestar[44]. No obstante, debido a la propia definición de esta figura (por «paisaje» se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos[45]) establece que todo territorio es paisaje y, además, no lo concibe como un bien patrimonial, sino que se vincula con el individuo y su bienestar, introduciendo, a nuestra percepción, un enorme grado de complejidad en la práctica.

Por lo anteriormente señalado, a partir de los problemas planteados en el Memorando de Viena[46], y después de años de intensos debates, en la 36ª Conferencia General de la UNESCO en 2011se adoptaron las Recomendaciones sobre el paisaje urbano histórico, las cuales son susceptibles a considerarlas como una categoría específica del paisaje cultural y proponen una nueva aproximación a la conservación de los conjuntos urbanos históricos, cuyo elemento principal es el paisaje urbano histórico. Discurre como una modalidad innovadora de preservación del patrimonio y de la ordenación de las ciudades históricas. No obstante, a diferencia de las aportaciones del Convenio Europeo del Paisaje, al ampliar la mirada patrimonial y crear la necesidad de nuevos recursos, se considera más como una herramienta de gestión que como una figura de protección.

La definición recogida en su respectivo documento revela la dimensión patrimonial de esta nueva mirada:

  1. Definición.
  2. “Se entiende por paisaje urbano histórico la zona urbana resultante de una estratificación histórica de valores y atributos culturales y naturales, lo que trasciende la noción de “conjunto” o “centro histórico» para abarcar el contexto urbano general y su entorno geográfico.Este contexto general incluye otros rasgos del sitio, principalmente su topografía, geomorfología, hidrología y características naturales; su medio urbanizado, tanto histórico como contemporáneo; sus infraestructuras, tanto superficiales como subterráneas; sus espacios abiertos y jardines, la configuración de los usos del suelo y su organización espacial; las percepciones y relaciones visuales; y todos los demás elementos de la estructura urbana. También incluye los usos y valores sociales y culturales, los procesos económicos y los aspectos inmateriales del patrimonio en su relación con la diversidad y la identidad.
    […] La noción de paisaje urbano histórico tiene en cuenta las tradiciones y percepciones de las comunidades locales a la vez que respeta los valores de la comunidad nacional e internacional[47]”.

Por lo tanto, el paisaje urbano histórico supera la visión estática de los documentos anteriores en relación con el patrimonio material e inmaterial, dejando de lado la idea de edificio único y aislado para pasar a una percepción dinámica de la ciudad. Igualmente, una de sus características principales es priorizar el contexto en el que se ubica el patrimonio y, de esta manera, hacer partícipe al propio ciudadano, un protagonista desde a participación social, la cual ha de estar coordinada por los diversos poderes públicos.

Como resumen, puede afirmarse que el concepto de patrimonio ha dejado de focalizar su atención en el monumento o la obra de arte para centrarse en el paisaje y su relación con la sociedad, adquiriendo una dimensión holística y compleja de manejar. Ante ello, el buque insignia planteado por la UNESCO como herramienta clave para la gestión sustentable de la ciudad es el paisaje urbano histórico, donde la participación ciudadana y la inclusión de la interdisciplinariedad patrimonial forman los pilares básicos de esta nueva concepción.

  • PROPUESTAS DE GESTIÓN DEL PAISAJE URBANO HISTÓRICO DE LA CIUDAD MONUMENTAL DE CÁCERES.

Los últimos trabajos de la UNESCO promueven un planteamiento holístico de estrategias de conservación y puesta en valor del patrimonio urbano, que se concentran en objetivos de desarrollo sostenible, como se ha podido ver en el apartado previo. Nos encontramos ante la evolución del concepto de patrimonio y, en particular, en un cambio de concepción en torno a los conjuntos urbanos inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial, como es el caso de la Ciudad Vieja de Cáceres, la cual justifica su inclusión en 1986 bajo dos criterios (iii) y (iv)[48]:

“Las murallas de Cáceres aportan un testimonio excepcional de las fortificaciones realizadas por los Almohades en España. Comparada con la Torre de Espantaperros de Badajoz o la Torre del Oro de Sevilla, la Torre Mochada de Cáceres se integra en un conjunto de muros y torres representativos y largo tiempo conservado.” Criterio (iii).

“Como varias ciudades de Italia, Cáceres ofrece un ejemplo eminente de villa dominada, de los siglos XIV al XV, por poderosas facciones nobiliarias rivales, que dictaron la organización del espacio mediante la implantación de casas-fortalezas, casas-palacios y torres. Este ejemplo es considerado único por las características históricas específicas de esta villa de Extremadura, donde se concitan, desde la Edad Media al Clasicismo, las influencias artísticas más diversas y más contradictorias (el islam, gótico del norte, renacimiento italiano, de América, etc.)”. Criterio (iv).

FIGURA 7. Plaza Mayor de Cáceres.

Fuente: Archivo personal

.

Actualmente, en el panorama general de actuación, no se habla solo de ciudades históricas, sino que se aborda el paisaje urbano histórico, como concepto más amplio que permite pensar las Ciudades Patrimonio de la Humanidad desde una perspectiva más abarcante, desvelando las interacciones territoriales y temporales que las dotan de identidad[49]. Se tratan de espacios continuos, espaciales y temporales, en los que la población, presente, pasada y futura, van dejando sus huellas en la historia, ciudades vivas. El planteamiento de los centros urbanos ricos en patrimonio percibidos como guetos de preservación histórica han dejado de considerarse tales, para ser gestionados como un activo social, cultural y económico, cuyas medidas bien aplicadas pueden funcionar como un catalizador del desarrollo económico a través del turismo, el comercio y la revalorización del suelo y los inmuebles, generando, a su vez, los ingresos necesarios para costear su mantenimiento, restauración y rehabilitación[50].

El caso de estudio que venimos planteando, Cáceres, se presenta como una ciudad en la que, a falta de otros motores industriales que la apoyen, el turismo es uno de los impulsores de su economía, siendo el Conjunto Monumental su mayor reclamo. En el año 2017 recibió un total de 711.153 visitantes, aumentando con respecto a 2016 en un 11%. Las pernoctaciones son consustancialmente menores, aunque también se elevan con respecto a años anteriores, con un total de 432.000. Así, el principal problema que se presenta es el corto periodo del turista en la ciudad y la estacionalidad de este. Pese a ello, Cáceres se sitúa como el principal destino nacional de turismo de interior en crecimiento de generación de empleo en este sector (11,4%)[51].

En las labores más recientes llevadas a cabo en la ciudad para la mejora del singular patrimonio de la Parte Antigua de Cáceres, se encuentra la reelaboración del ya citado Plan Gestión, el cual debe responder a las nuevas dificultades y perspectivas que se presentan, entre ellas el turismo. De esta manera, a falta de su publicación e implantación en el plazo previsto de 24 meses desde su concesión por el Ayuntamiento en 2017, apostamos por el Plan de Gestión de Cáceres como un nuevo plan con propuestas innovadoras, más que una revisión del existente, en el que se encuentren relaciones directas con la UNESCO, así como con los demás organismos de gestión de niveles provinciales, autonómicos y estatales, además de ser las herramientas vinculadas al paisaje urbano histórico su principal enfoque de trabajo.

Así pues, mediante el estudio previo de la experiencia de ciudades en las que se ha implantado el paisaje urbano histórico y las directrices dadas por la UNESCO desde 2011, nos vamos a limitar a mostrar una serie de propuestas, las cuales consideramos óptimas y necesarias, para las mejoras de conservación y gestión de Cáceres[52].

En primer lugar, el espacio paisajístico e histórico de Cáceres ha de seguir tres perspectivas de trabajo esenciales, estructurándose estas e interrelacionándose entre sí: una escala territorial, es decir, la geografía local presente en la ciudad, la penillanura Trujillano-Cacereña[53]; el propio paisaje interior de la ciudad, desde la zona antigua hasta la zona denominada como “amortiguamiento” que representan igualmente la historia de Cáceres; y el paisaje cultural, vinculado a los dos anteriores y que, además, incluye el patrimonio intangible.

Para ello, plasmando los conceptos generales del Plan de Gestión de Salamanca[54], en relación con el valor universal de la ciudad y los principios de la UNESCO, en Cáceres tendrían que desplegarse los siguientes contenidos:

  • Identidad cultural: distinción del Conjunto Monumental como unidad física, así como el patrimonio inmaterial adscrito a él.
  • Densidad monumental: continuidad del espacio protegido y su homogeneidad.
  • Habitabilidad urbana: riqueza y solvencia de la vida urbana con disposición de usos en relación con su hábitat.
  • Calidad ambiental/Paisaje: legibilidad de los espacios urbanos y unidad de los lugares reconocibles y valores paisajísticos
  • Ciudadanía: sentimiento de pertenencia y participación ciudadana.

Las acciones y estrategias planteadas poseen un doble componente, una gestión de los ciudadanos y del patrimonio, se piensa como un proceso continuo de administración de recursos a partir de sus valores históricos, urbanos y ambientales. Por ello, en función de los objeticos a cumplir se plantean dos tipos de estrategias:

  • Estrategias/actuaciones de conservación.
  • Estrategias/actuaciones de puesta en valor.

En el primer grupo de actuaciones se expone un enfoque hacia la gestión directa del Patrimonio, incluyendo una nueva normativa específica a las herramientas implantadas del paisaje urbano histórico, así como acciones preventivas y de control, además de una definición clara y sencilla del marco político e institucional de gestión. Entre ellas planteamos la revisión del catálogo de patrimonio monumental y arquitectónico, para implantar una visión más interactiva y cercana a la perspectiva de los paisajes urbanos históricos, contemplando no sólo el patrimonio físico sino su interrelación con el territorio y con el patrimonio intangible, para conseguir eliminar la lectura aislada imposible de conjugar con este planteamiento. En segundo lugar, y de vital importancia, ampliar la zona de protección actual, no solo al Centro Histórico y sus inmediaciones, sino a un territorio más extenso puesto que aumenta el valor paisajístico de la ciudad y por ello ha de ser protegido[55].

Tras ello, el segundo grupo de actuaciones, las estrategias de puesta en valor estarían enfocadas a introducir el paisaje urbano histórico como elemento clave de conservación del conjunto de la ciudad. De esta manera, tras un análisis visual tanto de la ciudad vieja como de su ampliación de espacio protegido, habría de considerar los puntos, miradores o espacios preferentes que se representan con las vistas tradicionales de la ciudad, para valorar y definir “paisajes preferentes” y “paisajes de intervisibilidad” como espacios para preservar la imagen de la ciudad[56].

Paralelamente, y como herramienta dinámica de evaluación paisajística, a modelo del que se estableció en Salamanca con su Plan de Gestión en 2008, se desarrollaría un modelo virtual en tres dimensiones de la Ciudad Monumental de Cáceres, que permitiría evaluar las posibles modificaciones urbanísticas precisas a su implantación, facilitando así la toma de decisiones en lugares y situaciones con una protección especial.

En relación con la planificación sostenible, es inamovible la participación ciudadana, considerándola como una pieza indispensable en la toma de decisiones. Se debe dar voz a los habitantes, los cuales de esta manera aumentan el valor del patrimonio de su ciudad, al ser partícipes e involucrarse en ella. El órgano de gestión encargado debe habilitar dispositivos concretos, fijos y abiertos a la participación. Para ello, proponemos la creación de una aplicación para dispositivos móviles personales, en la que de una manera sencilla e intuitiva, cada ciudadano interesado pueda tener, en su teléfono personal, información básica histórico-artística sobre el patrimonio protegido; actualización de las actividades y estrategias llevadas a cabo por el organismo competente, así como la posibilidad de una evaluación previa y posterior; una agenda del programa cultural del momento; además de una adaptación de esta misma para los diferentes públicos, contando en todo momento con el rango de edad más corto, para comenzar a concienciar en valores culturales desde un primer momento.

Por último, en cuanto a las estrategias y actividades de puesta en valor, no podemos obviar la relevancia del turismo en Cáceres que, como ya se ha mencionado, ha de seguir mejorando sus actuaciones para implementar el número de visitantes y sus pernoctaciones. Para ello es necesario mejorar y expandir la imagen de la ciudad, actualizando la perspectiva a las nuevas concepciones de paisaje urbano histórico, así como implementar los eventos culturales y los servicios favorables y de calidad. Igualmente, plantear las diferentes variantes del turismo y la adaptabilidad de la ciudad, en la medida de lo posible. Y, finalmente, continuar en la búsqueda de medios de transporte de calidad que favorezcan y faciliten la llegada de visitantes que no posean su propio vehículo.

  • CONCLUSIONES.

De la investigación realizada se infiere que el concepto de patrimonio en el siglo XXI se encuentra intrínsecamente unido a la diversidad de valores culturales que plasma la sociedad de la globalización. Este amplio y variado aspecto no hace sino alumbrar el inicio de una nueva etapa en el ámbito patrimonial, en el que este aporta bienestar y calidad de vida a los ciudadanos. Nuevas herramientas de gestión, de la mano de organismos internacionales como son la UNESCO o el Consejo de Europa, entre otros, facilitan políticas de gestión, planificación y puesta en valor. No obstante, la cultura, debido a la variedad y unicidad, se presenta junto con cierto grado de complejidad, debiendo ser conscientes de su fragilidad a la hora de intervenir.

Destacando la complejidad de nuestro ámbito de estudio, Cáceres, al poseer la singularidad de la pertenencia a la Lista de Patrimonio Mundial, en el que se pretende revalorizar lo que ya tiene valor, hemos apostado por la gestión de su patrimonio, material e inmaterial, con estrategias de la mano de los paisajes urbanos históricos.

Consideramos las herramientas conjuntas al paisaje urbano histórico como un mecanismo idóneo para hacer de las ciudades, creación humana vinculada a la propia realidad por su carácter funcional, un espacio en el que se abandone la concepción de estos Centros Histórico como islas de memoria o simples contenedores de lo histórico, para continuar con estrategias de adaptabilidad a la vida contemporánea y activa de la ciudad, incidiendo en los lugares menos estables y en los valores intangibles que aportan, al integrar a la ciudadanía, la sostenibilidad planteados por la UNESCO en sus últimos trabajos.

Cáceres, una ciudad en la que su Conjunto Histórico Monumental, protegido desde el año 1986 por su singularidad mundial, al conjugar una rica mezcla de culturas, como es la romana, árabe, cristiana o judía y por poseer monumentos excepcionales, debe poseer una protección permanente de este patrimonio de capital importancia para el conjunto de la comunidad internacional. Por ello, nuestro trabajo, aunque se ha limitado a mostrar un planteamiento inicial de gestión y puesta en valor por medio del concepto del paisaje urbano histórico, pretende con las pautas y propuestas señaladas, configurar una síntesis operativa de estrategias para alcanzar el objetivo final, conservar e implementar la cultura de la ciudad.

Como colofón y entre otros objetivos a largo plazo, se propone una ampliación del trabajo aquí realizado, habiendo consultado el nuevo Plan de Gestión que se está llevando a cabo en la actualidad por parte del Ayuntamiento de Cáceres, así como extender esta formulación a otras villas extremeñas con similar patrimonio en volumen e importancia, proponiendo las ciudades de Trujillo, Guadalupe y Alcántara, enclaves necesarios de una justa declaratoria de protección internacional.

[1] El presente trabajo es fruto del proyecto Paisajes patrimoniales en la ciudad histórica Patrimonio de la Humanidad de Cáceres realizado a través de la convocatoria 2017 de la Acción II: Becas de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación para no Doctores correspondiente al Plan de Iniciación a la Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación de la Universidad de Extremadura.

[2] BERMEJO TRIJO, José Luis, La Parte Antigua se juega su futuro, Periódico Extremadura, 17/12/2017. http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/caceres/parte-antigua-juega-futuro_1059893.html

[3] PIZARRO GÓMEZ, Francisco Javier (Coord.), Nosotros. Extremadura en su patrimonio, España, Caja de Extremadura & Lunwerg Editores, 2006, p. 21.

[4] NÚÑEZ, Cristina, Descubren en Cáceres las huellas de arte neandertal más antiguas del mundo, Periódico Hoy, 22/02/2019. https://www.hoy.es/caceres/primer-arte-obra-20180222200319-nt.html [Fecha de consulta: 09/08/18].

[5] CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio, Estructura y paisaje urbano de Cáceres, Cáceres (España), Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura, Delegación de Cáceres, 1982, pp. 33-34.

[6] PIZARRO GÓMEZ, Francisco Javier (Coord.), Nosotros… Op. Cit., p. 106.

[7] Para ampliar información consultar: MARQUEZ BUENO, Samuel & GURRIARÁN DAZA, Pedro, “La muralla almohade de Cáceres: aspectos constructivos, formales y funcionales”, Revista de Arqueología y Territorio Medieval, Universidad de Jaén, Nº10, Vol. I, (2003), pp. 57-118.

[8] Ibid., pp. 147-148.

[9] CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio, Estructura… Op. Cit., pp. 36-37.

[10] Ibid., p. 37.

[11] Ibid., p. 38.

[12] FERNANDEZ LÓPEX, José y PIZARRO GÓMEZ, Fco. Javier (Coords.), Extremadura. La España Gótica, Ediciones Encuentro, S.A., España, 1995, pp. 103-115.

[13] Ibid., pp.113-114.

[14] REGINFO GALLEGO, Juan Ignacio, CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio-José y SÁNCHEZ MARTÍN, José Manuel, “El turismo en la ciudad de Cáceres (1986-2010): un cuarto de siglo emblemático” en Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, Nº67 (2015), p. 382.

[15] Ibid., pp. 113.

[16] Ibid., pp. 113.

[17] “Las cifras relativas a las salidas de habitantes de la villa, entre 1534 y 1592, señalan la existencia de únicamente 36 pasajeros hacia el continente americano y 1 hacia Filipinas”. FUENTE: RUBIO Y MUÑOZ BOCANEGRA, Ángel: “La emigración extremeña a Indias: Siglo XVI. Aportación documental para un fichero de emigrantes extremeños del mismo siglo” en Revista del Centro de Estudios Extremeños, IV. 1930, pp. 49-53, a través de la publicación CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio, Estructura… Op. Cit., pp. 52-53.

[18] LOZANO BARTOLOZZI, M. Mar, El desarrollo urbanístico de Cáceres (Siglos XVI-XIX), España, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1980, pp. 163-164.

[19] MARTÍN JIMENEZ DE MUÑANA, Miguel, Historia de Cáceres, España, Ediciones Égloga, 2011, p. 91.

[20] LOZANO BARTOLOZZI, M. Mar…, Op. Cit., p. 115.

[21] PIZARRO GÓMEZ, Francisco Javier (Coord.), Nosotros… Op. Cit., p. 279.

[22] LOZANO BARTOLOZZI, M. Mar…, Op. Cit., p. 15.

[23] Ibid., p. 292.

[24] REGINFO GALLEGO, Juan Ignacio, CAMPESINO… Op. Cit., p. 382.

[25] Ibid., pp. 382-383.

[26] LOZANO BARTOLOZZI, M. Mar…, Op. Cit., p. 14.

[27] CANO RAMOS, José Javier (Dir.) Paisajes Culturales de Extremadura I, España, Dirección General de Bibliotecas, Museos y Patrimonio Cultural. Dirección General de Turismo, 2016, pp. 19-24.

[28] Ibid., p. 24.

[29] ZOIDO NARANJO, Florencio, Los paisajes como patrimonio natural y cultural. Recurso web disponible en:http://paisajeyterritorio.es/assets/los-paisajes-como-patrimonio-natural-y-cultural.-zoido-naranjo,-f..pdf [Fecha de consulta: 05/08/18].

[30] CANO RAMOS, José Javier (Dir.) Paisajes Culturales… Opus Cit., p. 22.

[31] La estructura planteada de selección y revisión de documentos se encuentra, en parte, basada en el artículo de REY PEREZ, Julia, “Del patrimonio como objeto arquitectónico hacia la patrimonialización del paisaje: un recorrido por las cartas y textos internacionales del Patrimonio Cultural” en Estoa, Revista de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca, Nº10, Vol. 6, (2017), pp. 35-48.

[32] REY PEREZ, Julia, “Del patrimonio… Opus Cit., p. 36.

[33] Ibid., p. 37.

[34] ICOMOS, Carta de Atenas para la restauración de los monumentos históricos, (1931). Recurso web disponible en: http://www.icomoscr.org/doc/teoria/VARIOS.1931.carta.atenas.restauracion.monumentos.historicos.pdf [Fecha de consulta: 06/08/18]

[35] ICOMOS, Carta Internacional sobre la conservación y la restauración de los monumentos y los sitios, (1964). Recurso web disponible en: https://www.icomos.org/charters/venice_sp.pdf [Fecha de consulta: 06/08/18]

[36] REY PEREZ, Julia, “Del patrimonio… Opus Cit., pp. 39-40.

[37] La Comisión Franceschini (1964-1967) aportó a la valoración del patrimonio un cambio terminológico realmente significativo al sustituir el término “patrimonio histórico-artístico” por el de “bien cultural”, el cual, según parte de la definición aportada es “cualquier bien que constituya testimonio dotado de valor de civilización”. FUENTE: MARTÍNEZ PINO, Joaquín, La Comisión Franceschini para la salvaguardia del patrimonio italiano. Riesgo, oportunidad y tradición de una propuesta innovadora. Recurso web disponible en: https://www.academia.edu/6647907/_La_Comisi%C3%B3n_Franceschini_para_la_salvaguardia_del_patrimonio_italiano._Riesgo_oportunidad_y_tradici%C3%B3n_de_una_propuesta_innovadora_Revista_Patrimonio_Cultural_y_Derecho_n._16_2012._P%C3%A1gs._189-208 [Fecha de consulta: 07/08718].

[38] UNESCO, Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, (1972), Recurso web disponible en: http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13055&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html [Fecha de consulta: 07/08718].

[39] REY PEREZ, Julia, “Del patrimonio… Opus Cit., pp. 40-41.

[40] UNESCO, La Recomendación relativa a la salvaguarda de los conjuntos históricos o tradicionales y su función en la vida contemporánea, (1976). Recurso web disponible en: http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13133&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html [Fecha de consulta: 07/08718].

[41] REY PEREZ, Julia, “Del patrimonio… Opus Cit., p.42.

[42] UNESCO, Convención del Patrimonio Mundial (1972). Recurso web disponible en: https://whc.unesco.org/archive/opguide05-es.pdf [Fecha de consulta: 07/08718].

[43] ALVARADO CORRALES, Eduardo, “Los Barruecos y Granadilla (Cáceres). Paisajes patrimoniales singularizados para el turismo y el desarrollo rural”, LOZANO BARTOLOZZI, Mª del Mar y MENDEZ HERNÁN Vicente (Coords.), Patrimonio cultural vinculado con el agua: paisaje, urbanismo, arte, ingeniería y turismo, España, Editorial Regional de Extremadura, 2014, p. 22.

[44] MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES. Gobierno de España, El Convenio europeo del paisaje ratificado por España. Recurso web disponible en: https://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areas-cultura/patrimonio/Convenio_europeo_paisaje.pdf [Fecha de consulta: 09/08/18].

[45] CONSEJO DE EUROPA, Convenio Europeo del Paisaje, (2000). Recurso web disponible en: https://rm.coe.int/CoERMPublicCommonSearchServices/DisplayDCTMContent?documentId=09000016802f3fbd [Fecha de consulta: 07/08718].

[46] La Conferencia “Patrimonio Mundial y arquitectura contemporánea” (Viena 2005), conocida como Memorando de Viena, se establece como un aporte a los problemas de desarrollo que amenazaban a los conjuntos históricos, monumentos o paisajes culturales. Especial atención se les prestó a los casos estudiados previamente por la Comisión, como el centro histórico de Viena o la Catedral de Colonia, ambos patrimonios afectados y en peligro por la construcción de estaciones ferroviarias. FUENTE: LALANA SOTO, José Luis, “El Paisaje Urbano Histórico: Modas, paradigmas y olvidos” en Revista Ciudades, Nº14 (1), (2011), pp. 18-19.

[47] UNESCO, Recomendaciones sobre el Paisaje Urbano Histórico, (2011). Recurso web disponible en: http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=48857&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html [Fecha de consulta: 07/08718].

[48] UNESCO, Old town of Caceres. Recurso web disponible en: https://whc.unesco.org/en/list/384 [Fecha de consulta: 12/08/18].

[49] DE LAS RIVAS SANZ, José Luis y VÁZQUEZ JUSTEL, Gregorio, “El Paisaje Urbano Histórico de la “Ciudad Vieja” de Salamanca, claves para un Plan de Gestión” en Revista Ciudades de la Universidad de Valladolid, N.º 14(1), (2011), p. 63.

[50] UNESCO, NUEVA VIDA PARA LAS CIUDADES HISTÓRICAS. El planteamiento de los paisajes urbanos históricos. Recurso web disponible en: https://whc.unesco.org/document/128593 [Fecha de consulta: 12/08/18].

[51] EUROPA PRESS, Cáceres gana turismo extranjero pero debe trabajar en aumentar las pernoctaciones. 25/06/2018. Recurso web disponible en: http://www.europapress.es/extremadura/noticia-caceres-gana-turismo-extranjero-debe-trabajar-aumentar-pernoctaciones-20180625175427.html [Fecha de consulta: 13/08/18]

[52] Las ciudades estudiadas serán, en primer lugar, Salamanca (España), a partir del trabajo DE LAS RIVAS SANZ, José Luis y VÁZQUEZ JUSTEL, Gregorio, “El Paisaje Urbano Histórico de la “Ciudad Vieja” de Salamanca, claves para un Plan de Gestión” en Revista Ciudades de la Universidad de Valladolid, Nº 14(1), (2011), pp. 57-80 y, en segundo lugar, los ejemplos mostrados en el documento NUEVA VIDA PARA LAS CIUDADES HISTÓRICAS. El planteamiento de los paisajes urbanos históricos, publicado como recurso web por la UNESCO.

[53] El territorio que comprende el entorno de Cáceres, en la llanura Trujillano-Cacereña se trata de un espacio ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves) con un total de 19 elementos protegidos, entre ellos 11 hábitats, representados por una amplia zona subesteparia, destacando formaciones de Quercus, así como retamales. A nivel de especies animales, se protegen invertebrados, reptiles y lobos. Además, cabe destacar, en último lugar, que en el Casco Antiguo se presenta un ave silvestre que recoge esta normativa de protección, el Cernícalo Primilla.

[54] DE LAS RIVAS SANZ, José… Op. Cit., pp. 67-70.

[55] Según se ha anunciado en julio de 2018, el nuevo Plan de Gestión de la Ciudad Vieja de Cáceres ampliará el área de amortiguamiento con 70 hectáreas. FUENTE: https://www.hoy.es/caceres/plan-gestion-blindara-20170714082843-ntvo.html [Fecha de consulta: 13/08/18].

[56] DE LAS RIVAS SANZ, José… Op. Cit., p.71.

Oct 312018
 

Manuel García Cienfuegos.

Cronista Oficial de Montijo y Lobón.

Resumen.

El estudio de la ponencia que presento en esta edición de los Coloquios Históricos de Extremadura tiene como temática la epidemia de la gripe española que tiñó de luto nuestros pueblos y ciudades, al cumplirse este año el centenario de la propagación de la misma. En “La epidemia de la gripe española (año 1918) en Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón”, se focaliza y analiza las consecuencias que ésta tuvo sobre tres poblaciones de la comarca de las Vegas Bajas del Guadiana, en la provincia de Badajoz.

Para ello he realizado recuentos sobre 2.200 partidas de defunciones en el período 1916-1920. Estudiando 622 de ellas, pertenecientes a 1918, año de mayor penetración de la epidemia. Así mismo he practicado recuentos sobre 505 partidas de bautismos con la finalidad de estudiar el crecimiento vegetativo, utilizando en el vaciado documental fuentes civiles y eclesiásticas.

La gripe española se cebó especialmente con la población joven, entre 16 a 40 años, falleciendo en este segmento de edad prácticamente la mitad de los afectados, teniendo en los meses de octubre y noviembre los de mayor frecuencia de óbitos inscritos.

El estudio analiza las condiciones higiénicas en las que vivía la población. Las Tasas Brutas de Mortalidad (TBM), Mortalidad Específica (TME) y Crecimiento Vegetativo (TCV), la edad de los finados, en la que se refleja una elevada mortandad en los párvulos. Las zonas más afectadas por la epidemia en la población, los funerales, los acuerdos municipales que se tomaron desde las Juntas de Sanidad y Beneficencia, entre las que destaca la urgencia en la construcción de nuevas sepulturas en los cementerios. Siendo estudiada, en un apartado especial, la causa de la muerte en adultos y párvulos.

El contexto social en el que se desarrolló la epidemia de la gripe se ve inserto en la I Guerra Mundial (1914-1918) que, a pesar de la neutralidad española, ocasionó una fuerte inflación, erosionando el poder adquisitivo de los salarios, junto a la falta de trabajo, creando un malestar social de por sí ya intenso en nuestros pueblos. Tiempos en los que tomaron protagonismo el asociacionismo, las reivindicaciones y la lucha colectiva como una vía de actuación pública en defensa de los intereses de la clase obrera.

 

INTRODUCCIÓN

 

La gripe es una enfermedad aguda muy contagiosa que se propaga rápidamente, produciendo serios problemas en términos de morbilidad y mortalidad que ha afectado al hombre a lo largo de la historia[1]. Descrita por Hipócrates en el año 412 antes de Cristo, encontramos explicaciones sobre catarros epidémicos unidos a épocas estacionarias, las cuales posiblemente sean episodios de lo que hoy conocemos como gripe.

España sufrió epidemias en 1833 y 1834, en 1854, 1865 y 1885, convirtiéndose en el gran asesino de la población española, pues se calcula en cerca de 800.000 las víctimas causadas por la cadena de epidemias de cólera sufridas a lo largo del siglo XIX[2]. Una vez más, el clasismo era uno de los criterios de expansión de la enfermedad. Ya lo había sido con la tuberculosis que afectaba menos a los bien alimentados y a los que vivían en mejores condiciones; con la fiebre amarilla pasaba lo mismo, pues quien podía alejarse de la costa e ir a vivir al interior también se libraba de ella. En el caso del cólera, los barrios que disponían de una mejor red de aguas y cuya densidad de usuarios, era menor, tenía menor incidencia de afectados[3].

La gripe española provocó un número inusual de muertes debido probablemente a que causaba una tormenta de citoquinas en el cuerpo. El virus H1N1 de la gripe española infectaba las células pulmonares, lo que provocaba una sobreestimulación del sistema inmune a través de la liberación de citoquinas en el tejido pulmonar. Esto conducía a una amplia migración de leucocitos hacia los pulmones que causaba la destrucción de los tejidos pulmonares y la secreción de líquido dentro del órgano[4].

 

1.- LA GRIPE ESPAÑOLA

Algunos autores sugieren que la Peste de Atenas, narrada por Tucídides[5], podría corresponder a una epidemia de gripe. En el siglo XIV, esta enfermedad, comienza a ser denominada en Florencia como ‘influenza’ (di freddo, influencia del frío, di stelle, influencia de las estrellas), en Francia, posteriormente, fue denominada ‘grippe’, término del que se traduce al español: atrapar, agarrar. En Alemania se le conoce como grupen, que significa temblar de frío. La enfermedad se puede manifestar de diversas formas: esporádica, epidémica y pandémica. A lo largo del siglo XX, cuatro pandemias de gripe[6] causaron la muerte de un importante número de personas.

La epidemia más grave del siglo XX, la gripe, se propagó con rapidez ante la inoperancia gubernamental para atajar aquel azote. Aquella plaga, que se desencadenó en la primavera de 1918, llevó a la tumba a cerca de 40 millones de personas[7]. En España, sus repercusiones fueron espantosas: murieron 300.000 personas a pesar de que las cifras oficiales redujeron las víctimas a sólo 147.114. Pero el país más castigado fue la India, donde fallecieron 15 millones de los afectados por la epidemia, alcanzando la mortalidad, en ciertas zonas, al 20% de la población.

En la virulencia de la epidemia gripal de 1918 se aunaron varios factores que provocaron más del doble de víctimas que la Gran Guerra. En primer lugar, la específica mutación del virus gripal de ese año. Existe la teoría de que fue el resultado de una recombinación genética entre un virus animal, concretamente la gripe porcina, y otro humano, ante la cual la memoria inmunológica de la humanidad era inexistente.

Aparte de las complicaciones pulmonares conocidas, esta gripe afectaba especialmente al sistema neurológico, provocando la llamada encefalitis de Von Economo, (encefalitis letárgica o epidémica)[8], la Gran Guerra fue decisiva para su expansión. Los primeros casos aparecieron en Kansas, el 4 de marzo de 1918, entre soldados del ejército norteamericano que esperaban acuartelados su traslado a Europa. Es curioso que, a pesar de este claro origen norteamericano -en EE.UU. causó unas 600.000 muertes-, la enfermedad fuese conocida como gripe española[9].

El hecho de que la epidemia de 1918 siga conociéndose como gripe española se debe a que los periódicos europeos no incluían ninguna noticia sobre la enfermedad para no sembrar la alarma entre las tropas entonces inmersas en la I Guerra Mundial[10], donde imperaba la censura. Los periódicos de España, al margen de la contienda, sí daban cuenta de la epidemia. Por eso las referencias que se tienen procedían de fuentes españolas.

 

2.- TRES ETAPAS

La gripe en España tuvo tres etapas: en la primavera de 1918 (pandemia normal), el otoño del mismo año (pandemia asesina) y primavera de 1919 con una disminución de los efectos negativos. El comienzo de la pandemia se produjo en el frente occidental y se ocultó para mantener la moral de los ejércitos. En esa misma época habían aparecido gripes de alta virulencia en África Occidental (Sierra Leona) y en China, y fueron posiblemente trabajadores chinos quienes la exportaron a Estados Unidos y de ahí por medio de los soldados americanos a Europa a través de Francia durante la guerra.

Una vez en Francia, la expansión mundial de la gripe fue muy sencilla. Los transportes masivos exigidos por la guerra estimularon el tránsito de hombres y mercancías, con lo que barcos y ferrocarriles se convirtieron en vías de transmisión. Ello hizo que, rápidamente, se extendiese por los países neutrales. Si a ello se añaden los graves problemas alimenticios que sufrían, gran parte de las poblaciones y las limitaciones que aún tenía la medicina, se comprenderá la gravedad de la epidemia[11].

 

3.- PRIMERA OLEADA. CONTEXTO SOCIAL

La primera oleada de la gripe llegó a España en mayo de 1918, en los trenes que transportaban obreros españoles y portugueses de regreso de Francia, afectando sobre todo a Extremadura, Madrid, Andalucía y puntos de Castilla León[12].

En Madrid coincidió con las fiestas de San Isidro cuyos festejos, con gran participación popular, favorecieron el contagio. Los cuarteles con su hacinamiento y sus deficientes condiciones higiénicas se convirtieron en los focos más virulentos.

Aquel 1918 fue el primer año del llamado, por su efervescencia social, trienio bolchevique. Inflación, escasez de carbón, alimentos y medicamentos provocaron gran malestar social, plasmado en cientos de huelgas. El campo sufría aún más esta situación, lo que suscitó una masiva emigración hacia las ciudades, contribuyendo al contagio.

La neutralidad de España en la I Guerra Mundial produjo, de una parte, un excepcional boom económico a ciertas economías (vasca, asturiana y catalana), pero sumió, a la economía española en un círculo inflacionista sin precedentes en su historia.

Los precios de los productos de primera necesidad se duplicaron entre 1914 y 1919, beneficiando a las clases más pudientes y grandes propietarios, provocando el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores quedando reflejada esta grave situación en la oleada de reivindicaciones huelguísticas que estalló a partir de 1914. En ese año hubo 212 huelgas, 463 en 1918 y 1.060 en 1920, la unidad moral y social del país sufrió un deterioro muy grave[13].

A partir de 1917 el panorama obrero y campesino cambió de forma notable, comenzaron a surgir asociaciones, círculos y agrupaciones socialistas, con una inspiración cada vez más radicalmente marxista y revolucionaria[14]. En Montijo, en 1918, se fundó en la Casa del Pueblo[15] la Agrupación Socialista. Su reglamento fue redactado por Sebastián Gabardino, Francisco Zambrano y Pablo Martín[16]. En Puebla de la Calzada se crearon la sociedad Unión Obrera que años más tarde pasó a llamarse La Defensora del Derecho, con sede en la Casa del Pueblo, en la calle Nueva, y el Sindicato Agrícola[17].

Fueron tiempos de fuertes tensiones sociales con manifestaciones y huelgas, en las que la clase trabajadora pedía reducir la jornada laboral y mejoras salariales. Lobón contó con el Círculo de Unión Obrera, que en 1920 se transformó en la Casa del Pueblo, sede de la UGT y de la Agrupación Socialista[18], y el Sindicato Católico Agrario.

A mediados de año se desata en Lobón, al igual que en otros pueblos de la comarca y de Extremadura, el conflicto con los segadores portugueses que llegan para trabajar en la recolección. El alcalde, Joaquín Chorot de Coca[19], manifiesta en el pleno del 18 de junio “algunos obreros han pretendido que no se dejara entrar en el pueblo ni en el término a los portugueses para segar, por el perjuicio que habían de proporcionar a los obreros del pueblo y quizás a la salud pública”. Expresando “que su pretensión no podía ser atendida, pero les prometí reconocer las cartas de sanidad que tuviese y si alguno no la tenía ordenar su expulsión”. El alcalde, ante algunos rumores en contra de los obreros portugueses, dirigió un oficio al Gobernador pidiéndole fuerza de la Guardia Civil en prevención de alteración del orden público, llegando a Lobón una pareja que fue enviada por el teniente de línea del puesto de Montijo[20].

En el campo político la crisis de los grandes partidos era cada vez mayor, tanto que Alfonso XIII amenazaba con abdicar y la sombra de un golpe militar era cada vez más afilada. El ambiente político y social se había deteriorado y la violencia en las calles era constante. El otoño comenzó con una larga huelga de panaderos, a la que siguió la de cocheros y la de carteros. El medio millón de españoles que regresaban de la vendimia francesa y los soldados portugueses repatriados tras la guerra se encargaron de extender la enfermedad por las estaciones del ferrocarril[21]. Por este motivo, la propagación de la enfermedad se vio favorecida por factores propios e inherentes al conflicto como fueron el hacinamiento, la desnutrición, la falta de higiene, la falta de medicinas, las migraciones, los desplazamientos masivos de personas, etc.[22].

 

4.- SEGUNDA OLEADA

Al igual que en primavera, el Gobierno trató de ganar tiempo; tranquilizaba a la población negando la epidemia o subestimándola, esperando que desapareciese por sí sola. Por ello, hasta el 27 de septiembre, nadie se atrevió a decretar oficialmente el estado de epidemia. En cientos de pequeños pueblos los enfermos se quedaron sin asistencia por muerte o huida de los médicos. Familias enteras enfermaron sin que nadie les atendiera o alimentara. En el mundo rural, donde el atraso, la pobreza y la malnutrición eran factores crónicos, la gripe causó importantes estragos.

Cuando el 23 de noviembre se pudo, por fin, debatir el tema en las Cortes, los diputados socialistas Besteiro y Largo Caballero denunciaron el atraso de la asistencia médica, así como las nefastas condiciones de vida de la población que había contribuido a la mortandad. Maura pagó parte de la factura de la gripe y, a principios de ese mes había abandonado el poder[23].

 

5.- LA GRIPE EN EXTREMADURA

La causa de la muerte en la Extremadura de la Restauración continuó siendo obviamente diversa, pero en buena parte mantenía una estrecha dependencia de las ancestrales situaciones de desnutrición y miseria, siendo presa fácil tanto de los brotes epidémicos, como de cualquier otra enfermedad infectocontagiosa. A finales del siglo XIX tuvieron lugar las dos últimas invasiones coléricas. La de 1885 en Extremadura, según las estadísticas oficiales, fue muy exigua. La epidemia del cólera en 1890 fue aún mucho más débil y tuvo en Llerena, donde se produjeron algunos fallecimientos, uno de sus focos más importantes. Si el cólera dejó de significar en esta etapa el factor de muerte que había sido en la época de Isabel II, otras enfermedades protagonizaron la mortalidad catastrófica, bien entrado ya el siglo XX. Entre ellas hay que destacar la gripe. La epidemia gripal de 1918 tuvo funestas consecuencias demográficas, causando una fuerte elevación de las tasas de mortalidad.

El quinquenio 1916-1920 supuso una parada en la tendencia decreciente que afectó a la serie. Mientras en los otros cuatro años de ese lustro la media de fallecimientos en Extremadura fue de 26.800, en 1918 hubo 38.132. Teniendo en cuenta el número de fallecimientos que por término medio en un año normal producía la gripe, podemos calcular en unas 12.000 las víctimas que originó la epidemia en la región en los últimos meses de 1918. Aproximadamente uno de cada cien extremeños falleció a consecuencia de la gripe ese año[24].

La pirámide poblacional de la provincia de Badajoz sufrió la entalladura correspondiente a la mortalidad de 1918 ocasionada por la gripe, especialmente acusada en la capital, junto a una elevada mortalidad infantil[25]. Es la crónica del diario independiente Correo de la Mañana, que se editaba en Badajoz, la que informa el 1/X/1918 que “de varios pueblos de la provincia se reciben noticias de haberse extendido rápidamente la epidemia de la gripe”[26].

Las causas habituales de la muerte que afectaban duramente a la población extremeña para el período estudiado eran y por orden cuantitativo: Enteritis, tuberculosis, paludismo, fiebres tifoideas, viruela, sarampión, difteria, tifus… Las crisis agrarias y de subsistencias agravaban los crónicos estados de desnutrición de las clases más desfavorecidas por la falta de trabajo[27].

Más que la inanición como causa directa de la muerte, la repercusión demográfica más trascendental era el debilitamiento general de los organismos que quedaban con menos defensas y fácilmente expuestos a los efectos letales de los agentes patógenos. En este estado, el movimiento obrero y campesino extremeño conoció una expansión sin precedentes. En ambas provincias se alcanzó un importante grado de movilización que afectó a los trabajadores de todos los sectores productivos. Las causas de la expansión de asociaciones obreras son múltiples.

Junto al ambiente de crisis generalizada de todo el sistema político-social, característico de aquellos años, hay que situar en primer plano los efectos y las repercusiones de la I Guerra Mundial en España, a pesar de su neutralidad, como anteriormente indicamos. La inflación galopante erosionó el poder adquisitivo de los salarios, lo que incrementó un malestar social de por sí ya intenso en la región[28].

La acción colectiva apareció como una vía de actuación pública muy operativa para defender los intereses de la clase trabajadora, frente al latifundismo, rentistas y oligarcas. Se puede decir que se desató una verdadera fiebre de asociacionismo que afectó a todos los estamentos de la comunidad[29].

 

6.- LA GRIPE EN MONTIJO

Para estudiar la repercusión que la gripe tuvo en Montijo se ha consultado para la elaboración y cuantificación de los datos, el archivo de la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, utilizando para ello los Libros de Defunciones números XI (1907-1917) y XII (1917-1926).

Durante el quinquenio 1916-1920 se producen en Montijo 1.137 fallecimientos, correspondiendo a los adultos 659 (57,9%) y a los párvulos[30] 478 (42,1%). La tabla nos informa de la distribución por años.

 

Año Adultos Párvulos Total %
1916 103 91 194 17,07
1917 132 96 228 20,05
1918 206 130 336 29,56
1919 115 72 187 16,45
1920 104 88 192 16,87
TOTAL 659 478 1.137 100,00

 

La mayor cuantía de fallecimientos se concentra en el año 1918, con 336, perteneciendo 171 a los hombres (50,8%) y 165 (49,1%) a las mujeres. Vemos ahora cómo estos 336 fallecimientos se distribuyen por meses, obteniendo que durante octubre y noviembre se registran un total de 82 y 78 defunciones respectivamente, prácticamente la mitad de los óbitos producidos de la totalidad del año.

 

Meses Adultos Párvulos Total %
Enero 11 7 18 5,36
Febrero 10 5 15 4,46
Marzo 7 4 11 3,27
Abril 8 5 13 3,87
Mayo 8 4 12 3,57
Junio 7 11 18 5,36
Julio 11 12 23 6,85
Agosto 9 16 25 7,44
Septiembre 10 14 24 7,14
Octubre 60 22 82 24,40
Noviembre 55 23 78 23,22
Diciembre 10 7 17 5,06
TOTAL 206 130 336 100,00

 

La causa de esta elevada mortandad para octubre y noviembre está representada en la gripe, a causa de ella hay registrados 82 fallecimientos[31], significando el 24,4% del total de los fallecidos del año, correspondiendo 66 defunciones a los adultos y 16 a los párvulos. En el siguiente cuadro reflejo la comparativa entre la mortandad total y la tipificada por causa de la gripe.

 

Mes Fallecidos Fallecidos por gripe %
Octubre 82 34 41,46
Noviembre 78 47 60,25
Diciembre 17 1 1,22
TOTAL 177 82 46,32

 

De los 177 fallecimientos que se registran para los meses de octubre-diciembre de 1918 en Montijo, 82 son debidos a causa de la gripe, el 46,3% del total de los registros. El resto de los fallecidos se reparten entre las enfermedades del aparato digestivo (gastroenteritis, enteritis y enterocolitis), aparato respiratorio (tuberculosis, pulmonía, bronquitis, asma y catarro), otras infecciones (fiebres infecciosas, meningitis, gangrena y paludismo), enfermedades cardiovasculares y desgaste orgánico.

La gripe hizo su aparición en Montijo el 15 de octubre de 1918 con la muerte de una mujer, María Campos Cerezo, casada con Alonso Cerezo Pajuelo, de 40 años, hija de Telésforo y Bernarda, viviendo en la calle Méndez Núñez[32]; al día siguiente está en la calle Alameda, cuatro días después llega a la calle Senador Piñero, Puerta del Sol, Huertas, San Gregorio, Arriba, Badajoz, Mártires, Hernán Cortés, López de Ayala, Carrera, Plaza de Jesús, Moreno Nieto… En poco menos de doce días la gripe estaba extendida prácticamente por todo el casco urbano.

El anotador parroquial, Juan Pérez Amaya, párroco de San Pedro Apóstol, al registrar los fallecimientos a causa de la gripe y siguiendo los partes de los facultativos, emplea la siguiente terminología: gripe, bronconeumonía gripal, fiebre gripal, infección gripal, pulmonía gripal, neumonía gripal, bronquitis gripal, edema pulmonar gripal, pleuritis purulenta gripal.

La zona oeste del casco urbano de Montijo fue la más castigada por la gripe ya que en ella se producen 33 fallecimientos (40,2%) registrados en las calles Conde, Cervantes, Plazuela de Jesús, Piñuela, Badajoz, Valle, Mártires, Huertas, Espronceda, Muñoz Torrero y Bailén. Mientras que la zona este de Montijo, calles de San Gregorio, Arriba, Nueva, Puerta del Sol, Moreno Nieto y Méndez Núñez, hay 21 fallecidos (25,6%). En ambas zonas es donde se distribuían las clases populares, en las que vivían jornaleros y braceros[33].

Esta distribución por áreas geográficas del casco urbano tiene también un reflejo similar con los enterramientos denominados de caridad, produciéndose dieciocho a lo largo del año[34], correspondiendo, once a los párvulos y siete para los adultos, repartidos por las calles Conde, Mártires y Huertas con tres entierros en cada una de ellas; dos para Moreno Nieto y San Gregorio y uno para Bailén, Valle, Piñuela, Hernán Cortés y San Antonio.

 

7.- ESTADO HIGIÉNICO-SANITARIO

La situación higiénico-sanitaria fue determinante, en buen grado, para la aparición de condicionantes en el desarrollo de enfermedades y epidemias. Muchas zonas de la población servían de basureros y vertederos, apenas existía red de saneamiento, las calles poco empedradas y sucias por los excrementos de los animales y las inmundicias que sobre ellas se arrojaban eran verdaderos focos de infección muy perjudiciales para la salud pública.

El agua empleada para la higiene y el consumo provocaba la extensión de enfermedades que encontraba en ella una importante vía de difusión al surtirse el vecindario de aguas insalubres. En las casas, algunas habitaciones no tenían ventilación directa, solían vivir dos y tres familias en la misma casa, causando un problema de hacinamiento. Muchas viviendas contaban en sus corrales con graneros y pajares, alojándose los animales que se utilizaban en las labores agrícolas, aves de corral y cerdos, conviviendo así el hombre con éstos, siendo muy frecuentes los estercoleros. Otra incidencia negativa eran las aguas estancadas que proliferaban por la población.

Los productos habituales de consumo no aportaban todos los componentes que el cuerpo humano necesitaba. La dieta alimenticia era desequilibrada, de mala calidad, generalmente escasa, y ocasionalmente inexistente, perjudicando a los mecanismos de defensa del cuerpo. Junto a ello, los enfermos no encontraban en la asistencia médica la solución a sus males.

El atraso en el que estaba inmersa la medicina de la época y el escaso número de profesionales que la ejercían eran las causas de esta situación. Téngase presente que la penicilina no fue descubierta por el escocés Fleming hasta el año 1928, pero su utilización terapéutica no se inició hasta el año 1943[35]. Cualquier infección hacia verdaderos estragos en los pacientes.

El aumento de la esperanza de vida ha sido el resultado, en primer lugar, de un decrecimiento de la mortalidad infantil, que a su vez está relacionada con el nivel de pobreza, la higiene, la disponibilidad de una alimentación adecuada y muchos otros factores sociales, económicos y culturales[36].

En cuanto al desarrollo de la higiene, las medidas más importantes relacionadas a la disminución de la enfermedad, como son: la ventilación de las habitaciones, el lavado del cuerpo y de la ropa, la higiene de los alimentos, alcantarillado, pavimentación y la disposición de los cementerios, entre otras. Enfermedades como el cólera, el sarampión, la viruela, la tuberculosis, la fiebre tifoidea… eran una amenaza constante para la población[37].

En Montijo ejercían la medicina los facultativos Esteban Amaya Moro y Manuel Zúñiga. Las medicinas que prescribían se expendían en las farmacias de Francisco Alonso Llinas y Juan Camacho Pichardo[38]. Entre la diversidad terapéutica empleada para cortar la gripe destacaron las sales de quinina, opio y sus derivados, yodo y yoduros, digital y sus derivados, acetato y carbonato amónicos, antipirina, aspirina, entorina, piramidón, esparteína y sus sales, cafeína y sus sales, estricnina y sus sales, adrenalina, colesterina, benzoato sódico, alcanfor, salicilato sódico, novocaína, desinfectantes y sueros[39].

El Correo de la Mañana, diario pacense, informa que se aplicaba para los más necesitados: leche condensada, caldos, cloruro, quinina, junto con calderas de agua hirviendo para desinfectar ropas y enseres[40].

Mucho y bueno fue lo que ayudaron las instituciones de la Iglesia como la Conferencia de San Vicente de Paúl, que regentaba el Hospital Municipal, junto con los desvelos que pusieron en ayudar a las clases más desfavorecidas los párrocos de Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón, Juan Pérez Amaya, Constantino Lázaro y Álvaro Martín Núñez. El obispo de Badajoz, Adolfo Pérez Muñoz[41], concedió, a varias poblaciones, donativos destinados a las clases más desfavorecidas[42]. Asimismo, el prelado pacense publicó una pastoral elogiando el comportamiento del clero durante la epidemia de gripe, en la que hizo constar el fallecimiento de veintiún sacerdotes a consecuencia del contagio[43].

 

8.- LA GRIPE EN PUEBLA DE LA CALZADA

En la cercana villa de Puebla de la Calzada se inscriben durante 1912-1918 un total de 857 actas de defunciones. 470 adultos (54,84%) y 387 párvulos (45,16%)[44]. La siguiente tabla informa de la distribución de las defunciones por años.

 

Año Adultos Párvulos Total %
1912 49 41 90 10,50
1913 55 52 107 12,48
1914 38 61 99 11,55
1915 55 37 92 10,73
1916 62 51 113 13,18
1917 69 58 127 14,82
1918 142 87 229 26,73
TOTAL 470 387 857 100,00

 

La mayor cuantía de fallecimientos se concentra en el año 1918, con 229, perteneciendo 125 a los hombres (54,59) y 104 (45,41%) a las mujeres. Vemos ahora cómo estos 229 fallecimientos se distribuyen por meses, obteniendo que durante octubre y noviembre se registran un total de 70 y 48 defunciones respectivamente, la mitad de los óbitos producidos de la totalidad del año.

 

Meses Adultos Párvulos Total %
Enero 10 3 13 5,68
Febrero 4 2 6 2,62
Marzo 1 1 2 0,87
Abril 1 7 8 3,49
Mayo 1 17 18 7,87
Junio 8 8 16 6,98
Julio 7 9 16 6,98
Agosto 4 6 10 4,36
Septiembre 7 3 10 4,36
Octubre 53 17 70 30,58
Noviembre 41 7 48 20,97
Diciembre 5 7 12 5,24
TOTAL 142 87 229 100,00

 

La causa de esta elevada mortandad para octubre y noviembre está representada en la gripe, a causa de ella hay registrados 80 fallecimientos, significando el 34,94% del total de los fallecidos del año, correspondiendo 71 defunciones a los adultos (88,75%) y 9 a los párvulos (11,25%). En el siguiente cuadro se refleja la comparativa entre la mortandad total y la tipificada por causa de la gripe.

 

Mes Fallecidos Fallecidos por gripe %
Julio 16 1 6,25
Agosto 10 1 10,00
Octubre 70 43 61,42
Noviembre 48 33 68,75
Diciembre 12 2 16,66
TOTAL 156 80 51,28

 

La llegada de la gripe a Puebla de la Calzada se produce de manera incipiente en el verano, el 14 de julio[45] y 27 de agosto[46], para llegar con gran intensidad en los meses de octubre y noviembre, con porcentajes superiores al sesenta por ciento de los óbitos inscritos[47]. Los días 28 y 29 de octubre fueron los de mayor virulencia, registrándose siete y ocho fallecidos por gripe. En similitud con los datos de Puebla se encuentra la ciudad de Zafra pues el mayor registro de muertes por gripe se inscribe en octubre, llegando a darse cinco fallecidos por día[48].

Si comparamos los datos de los óbitos producidos en Puebla de la Calzada con los registrados en Montijo la conclusión es esclarecedora en tanto que la Tasa Bruta de Mortalidad[49] es de 35,36 ‰ para Montijo, 49,78 ‰ para Puebla de la Calzada y 51,81 ‰. para Lobón. Montijo duplica en población a Puebla de la Calzada y los fallecidos por gripe registran un total de 82 y 80 casos respectivamente. En este sentido, la Tasa de Mortalidad Específica[50] (TME) reafirma aún más el análisis de las cifras ya que Montijo presenta una TME del 8,63 ‰, Puebla de la Calzada registra una TME del 17,39 ‰ y Lobón del 3,63‰; este último dato nos dice el bajo índice de la TME, al registrase solamente cuatro casos de gripe en los fallecidos.

Si equiparamos estos datos con los de la población de Los Santos de Maimona, en el que la pandemia de la gripe de 1918 se hizo notar, ésta presenta una TBM del 31 por mil, con una TME del 7 por mil[51], tasas muy por debajo de las que se producen en Montijo. Con los datos obtenidos sobre las tres poblaciones estudiadas en el año de la gripe ha sido elaborada la siguiente tabla.

 

Concepto Montijo Puebla Lobón
Núm. habitantes 9.500 4.600 1.100
Núm. fallecidos 336 229 57
Fallecidos por gripe 82 80 4
TBM 35,36 49,78 51,81
TME 8,63 17,39 3,63

 

El anotador parroquial de Puebla de la Calzada, Constantino Lázaro, cuando inscribe las 229 actas de defunción[52], detalla los funerales que se le hacen al difunto que iban desde los considerados de primera clase hasta los de caridad. Se registran 14 funerales de primera, segunda y tercera; 191 de cuarta y quinta, y 24 de caridad. Percibiéndose por las cifras anterior reseñadas las desigualdades sociales de la época.

La gripe española se cebó especialmente con la población joven, de entre 11 a 40 años, falleciendo más de la mitad de los afectados por esta epidemia. El cuadro que a continuación se inserta asevera esta información.

 

EDAD MONTIJO PUEBLA LOBÓN TOTAL %
0-7 15 8 1 24 14,46
8-10 1 3 4 2,41
11-15 5 5 10 6,02
16-20 7 7 14 8,43
21-30 14 17 1 32 19,28
31-40 18 19 1 38 22,90
41-50 9 8 1 18 10,84
51-60 5 8 13 7,83
61-70 6 2 8 4,82
71-80 2 2 4 2,41
81-90 1 1 0,60
TOTAL 82 80 4 166 100,00

 

9.- LA GRIPE EN LOBÓN

La Corporación Municipal, en el final del verano, adopta dos acuerdos; el primero ordenando la vigilancia en las eras para impedir que se hiciesen extracciones de grano, especialmente de trigo. El otro acuerdo preveía que antes de que comenzasen las lluvias y los plazos de la siembra, se procediera al empedrado de las calles, comenzando por la calle Madrid, calle principal que atraviesa el casco urbano, que estaba en muy mal estado[53]. Un recuento por las actas del Registro Civil de Lobón nos ofrece el número de inscripciones por fallecimientos que se producen en el quinquenio 1916-1920[54].

 

Año Adultos Párvulos Total %
1916 18 18 36 17,48
1917 25 22 47 22,81
1918 27 30 57 27,67
1919 18 11 29 14,08
1920 18 19 37 17,96
TOTAL 106 100 206 100,00

 

Las cifras reflejan una mayor frecuencia en la mortalidad para el año 1918. Así mismo queda reflejada la aproximación entre el número de adultos y párvulos fallecidos. El 51,45% para los primeros y el 48,55%. En este sentido las cifras de Montijo son del 57,05% para los adultos y 42,05 en los párvulos. Para Puebla de la Calzada los adultos representan el 54,84% y los párvulos el 45,16%.

En 1918 el libro de defunciones de la iglesia parroquial de Lobón registra 57 fallecidos (27 adultos y 30 párvulos). En el vaciado documental de las partidas inscritas solamente se han localizado tres casos cuya causa de la muerte es bronconeumonía gripal. Tres defunciones que se producen en un mismo día, el 25 de octubre[55]. Son cifras muy insignificantes si las comparamos con las poblaciones cercanas de Montijo y Puebla de la Calzada.

 

10.- ACUERDOS MUNICIPALES SOBRE LA EPIDEMIA DE GRIPE

Se estudian los acuerdos que toman las Corporaciones Municipales de los pueblos afectados por medio de los informes que emiten las Comisiones de Sanidad y Beneficencia. En este sentido la Corporación Municipal de Lobón acuerda en la sesión del 22/X/1918, tres días antes de producirse los primeros óbitos, autorizar al alcalde para que con los informes del médico Paulino García Ronquillo y los demás que crea oportunos, “socorra con los elementos de alimentación que sean necesarios a los pobres de solemnidad y sus familias que se encuentran enfermos por la gripe muy fuerte que hay en esta villa, con cargo al apartado de Beneficencia”[56].

En Puebla de la Calzada se repartían trescientos litros de caldo sustancioso gratis a los enfermos pobres, pidiéndose medicamentos, leche condensada y huevos desinfectados al Gobernador Civil; destacándose la labor de ayuda del farmacéutico Francisco Hernández Piñero y de los facultativos Sancho Nevado y Vicente Gragera que asistían a más de doscientos enfermos cada uno. Y de forma muy destacada la incansable labor del párroco Constantino Lázaro por el reparto realizado de muchos cientos de pesetas[57].

El Ayuntamiento de Montijo “en vista del desarrollo que tiene la epidemia reinante en algunos pueblos de la provincia y principalmente en el inmediato pueblo de La Garrovilla[58] y haberse presentado algunos casos, ninguno de carácter leve en esta localidad consideraba oportuno constituir una Junta de Socorros para en caso de que se extendiera la epidemia poder auxiliar a las familias pobres con su inscripción que se abriera al efecto y la cual debía encabezar el Ayuntamiento en primer término”.

La Corporación por unanimidad acordó “se constituya dicha Junta y que el sr. alcalde en unión del Cura Párroco, Juan Pérez Amaya, designe las demás personas que han de componerla y que el Ayuntamiento se inscriba con doscientas cincuenta pesetas que se abonarán en vista de la urgencia y lo agotado de los respectivos capitulares del presupuesto de la partida cuarta del artículo segundo del Capítulo segundo en el cual resultara sobrante de su consignación”[59].

Los integrantes de la Corporación Municipal de Montijo vuelven a tratar la epidemia de la gripe española en la sesión que celebra el Día de los Difuntos, 2/XI/1918, en la que el alcalde, Francisco Rodríguez Cavero, manifiesta que “en virtud del excesivo número de defunciones que están ocurriendo con motivo de la epidemia reinante, están para agotarse los nichos construidos en el Cementerio[60] y en previsión de ello y no haber consignación en el presupuesto había tratado del particular por la urgencia que implicaba con el Maestro de Obras que construyó los últimos, el cual se comprometía a efectuarlo por el precio y condiciones de los construidos y esperar a percibir su importe al ponerse en vigencia el presupuesto del año próximo, lo que ponía en conocimiento de la Corporación para el acuerdo conducente”[61].

La Corporación por unanimidad y en virtud de lo urgente del asunto acordó que se construyan los necesarios en las condiciones expuestas por el alcalde. Así mismo y “viendo necesario emplear algunos jornaleros en abrir sepulturas por no bastar las que puede hacer el sepulturero por sí solo, se acordó que durante las circunstancias actuales se ocupen los necesarios para la regularización de dicho servicio pagándose su importe con cargo a la consignación respectiva y caso de agotarse ésta del capítulo de imprevistos”[62]. En los últimos días de diciembre se acordaba “datar al Depositario de la cantidad de trescientas pesetas por jornales invertidos en la apertura de sepulturas durante la epidemia de la gripe con cargo al capítulo de imprevistos por no haber consignación para dicho objeto”[63].

La Junta Provincial de Badajoz dispuso clausurar los establecimientos públicos y privados de enseñanza de la provincia y de los espectáculos públicos en local cerrado, junto con la supresión de ferias y mercados[64]. En este contexto destaca el telegrama enviado por el ministro de la Gobernación al Gobernador Civil, notificándole el acuerdo de prohibir la entrada de todas las personas en el cementerio el Día de Difuntos[65].

 

11.- CAUSA DE LA MUERTE EN MONTIJO

Tras el vaciado de las 336 actas de defunción que se inscribieron, en 1918, en la Parroquia de San Pedro Apóstol, se ha estudiado la causa de la muerte para el año de la gripe en Montijo que ofrecemos en el siguiente cuadro.

 

Causa de la muerte Adultos Párvulos Total %
Aparato digestivo 11 38 49 14,58
Aparato respiratorio 26 16 44 13,09
Otras infecciones 23 22 45 13,39
Total enfermedades infecciosas  

60

 

76

 

138

 

41,07

Aparato digestivo 10 2 12 3,57
Aparato respiratorio 67 23 90 26,79
Total enfermedades sin un claro carácter infeccioso  

 

77

 

 

25

 

 

102

 

 

30,15

Enfermedades cardiovasculares y del sistema nervioso central  

 

47

 

 

2

 

 

49

 

 

14,28

Traumatismos 1 1 2 0,59
Otras causas 21 26 47 13,91
TOTAL 206 130 336 100,00

 

Dentro de las enfermedades infecciosas relacionadas con el aparato digestivo se incluyen: gastroenteritis, enteritis y enterecolitis. Las del aparato respiratorio las forman: bronconeumonías, bronquitis, tuberculosis, pleuresía, pulmonía y asma. Y en otras infecciones las identificadas con meningitis, fiebres perniciosa e infecciosa, hipertermia, septicemia, paludismo, gangrena, carbunco, viruela y escarlatina.

En las enfermedades sin un claro carácter infeccioso se han incluido las del aparato digestivo, entre las que se encuentran la úlcera de estómago y gastralgia, hernia, cirrosis, cólico hepático y hemorragia intestinal; junto con los del aparato respiratorio: anginas de garganta, catarro y gripe.

Las enfermedades cardiovasculares y del sistema nervioso central son las catalogadas por la asistolia, angina de pecho, paradas cardiacas, miocarditis, colapsos, insuficiencias, lesiones del corazón; más las relacionadas con las arterias: arterosclerosis, ateroma, aneurisma y hemorragia cerebral, neurobiosis, apoplejía y hemiplejia.

En los traumatismos solamente se han localizado dos casos: ingestión de sosa y herida por arma de fuego. En la primera se trata de un párvulo de veintinueve meses en la calle Muñoz Torrero y en la segunda un hombre casado de treinta y cuatro años en la calle del Conde. Y en otras causas se reflejan en los adultos: desgaste orgánico, consumición por senectud, carcinoma (cáncer) anemia, aborto e ictericia; y en los párvulos raquitiquismo, falta de desarrollo, miseria fisiológica, debilidad congénita y atrepsia.

La causa de la muerte en 1918 estuvo determinada en Montijo para los adultos, en las enfermedades sin un claro carácter infeccioso, influidas por la gripe. Sin ella, los montijanos fallecían mayoritariamente de tuberculosis, bronconeumonía, pulmonía, gastroenteritis, fiebres tifoideas, infecciosas, meningitis y gangrena, y un segundo sector representado en las enfermedades del corazón y del aparato circulatorio.

Los niños morían principalmente de gastroenteritis, enteritis y enterocolitis, seguidas por meningitis, fiebres infecciosas, bronquitis y bronconeumonías[66]. En el apartado de enfermedades sin un claro carácter infeccioso, incide los dieciséis fallecimientos por la gripe, los catarros y las anginas de garganta. Por último, en otras causas se reflejan el raquitiquismo, la falta de desarrollo, la debilidad congénita y la atrepsia (atrofia general de los recién nacidos).

Conozcamos a qué edad fallecían los habitantes de las tres poblaciones estudiadas en el año de la gripe.

 

EDAD MONTIJO PUEBLA LOBÓN TOTAL %
0-7 131 87 30 248 39,89
8-15 27 14 1 42 15,79
16-20 11 8 2 21 3,38
21-30 29 21 4 54 20,30
31-40 22 21 2 45 7,24
41-50 17 13 2 32 5,14
51-60 19 16 35 5,63
61-70 30 20 1 51 8,20
71-80 27 22 11 60 9,65
81-90 22 7 3 32 5,14
91-100 1 1 2 0,32
TOTAL 336 229 57 622 100,00

 

En Montijo, la primera oleada se produce en la población infantil, ya que desde el nacimiento hasta la edad de siete años fallecen 131, lo que representa el 39,89 % del total de los fallecimientos del año, diciéndonos claramente las dificultades ante la expectativa de vida que había[67].

La segunda abarca las edades entre 21 y 60 años, en los que se registran 87 fallecimientos (25,89%); si bien está cifra para el año 1918, no es demostrativa ya que 41 de ellos son a consecuencia de la gripe. La tercera y última oleada es razonable al coincidir con edades avanzadas. Otro tanto ocurre en Puebla de la Calzada[68]. En Lobón el número elevado de párvulos alcanza el 52,63% sobre el total de los finados[69].

 

12.- CRECIMIENTO VEGETATIVO Y TASA ANUAL

Se analiza, en el final de este estudio, la repercusión que la gripe española dejó en el crecimiento vegetativo en las tres localidades estudiadas. El crecimiento vegetativo o natural de la población es la diferencia entre el número de nacidos y el número de fallecidos en un lugar durante un año, dividido por el número de habitantes y expresado normalmente en tantos por cien. Es positivo cuando el número de nacidos supera al de fallecidos; es negativo cuando las muertes superan a los nacimientos.

 

POBLACIÓN NACIMIENTOS DEFUNCIONES CRECIMIENTO VEGETATIVO

%

Montijo 296 336 -0,42
Puebla de la Calzada 165 229 -1,39
Lobón 54 57 -0,27
TOTAL 515 622 -0,70

 

En las sociedades preindustriales, caracterizadas por unas altas tasas de natalidad contrarrestadas por otras igualmente altas de mortalidad, el crecimiento natural era muy bajo, situándose entre el 0,5 y el 1 %. En ello intervenían de manera decisiva las periódicas crisis de subsistencia que ocasionaban hambre y enfermedades de carácter epidémico, cuyo resultado era una mortalidad catastrófica.

La Tasa Anual de Crecimiento Vegetativo es la diferencia entre las tasas de natalidad y mortalidad, referida a mil habitantes.

 

POBLACIÓN TASA BRUTA DE NACIMIENTOS TASA BRUTA DE

DEFUNCIONES

TASA DE

CRECIMIENTO VEGETATIVO

 

Montijo 31,15 35,36 -4,21
Puebla de la Calzada 35,87 49,78 -13,91
Lobón 49,09 51,81 -2,72

 

La rotundidad de las cifras resume el drama que los ciudadanos de estas tres poblaciones padecieron a causa de la epidemia de la gripe española de 1918.

 

13.- CONCLUSIÓN

Las convulsiones de 1917 y los acontecimientos que, como consecuencia, en gran medida, al impacto de la I Guerra Mundial se desarrollan entre aquella fecha y el verano de 1923, supondrán la quiebra definitiva de la monarquía liberal parlamentaria. La Dictadura del general Primo de Rivera, la caída de la propia monarquía y la proclamación de la II República, constituyen las principales derivaciones de dicha quiebra[70].

Aunque España se mantuvo neutral en el conflicto bélico mundial, su actitud no impidió una subida exagerada de los precios de los alimentos y de los productos agrícolas, apareciendo una fuerte inflación, beneficiando de manera notable a las clases más pudientes y a los grandes poseedores de tierra, no sufriendo ningún incremento ni mejoras los jornales de la clase trabajadora. En esos años se crearon en Montijo varias industrias: bodegas y almazaras, elaboración del corcho, la Banca Porras, la Sociedad Anónima la Electro-Harinera[71], junto con la construcción del edificio de la Comunidad de Labradores[72].

El período comprendido entre 1918-1921 es conocido en la historiografía española como Trienio Bolchevique, por, entre otros aspectos, las expectativas que entre los obreros habían suscitado el trienio bolchevique en Rusia, produciéndose importantes conflictos sociales en nuestro país, con protestas, manifestaciones y huelgas, donde la clase trabajadora reivindicaba mejoras en sus condiciones laborales. Nuestros pueblos no fueron ajenos a estos acontecimientos.

La gripe de 1918 tiñó de negro luto las casas de nuestros pueblos. Las condiciones higiénicas no eran las más favorables para frenarla. La carencia de fármacos apropiados y de profesionales sanitarios, jugaron también un papel determinante. La gripe española se cebó especialmente con la población joven, de entre 16 a 40 años, falleciendo prácticamente la mitad de los afectados por la gripe, teniendo en octubre y noviembre[73] los meses más cuantiosos por los óbitos que se producen.

Cuando las familias apenas habían salido del dolor producido por la enfermedad y la muerte, el invierno de finales de 1918 y comienzos de 1919 zozobraba aún más a la sociedad en aquellos días: “Igualmente, y en virtud de la crisis obrera por que se atraviesa por consecuencia de los temporales se acordó por unanimidad se proceda a dar ocupación al mayor número de obreros posible en el arreglo de calles y caminos y demás trabajos que sean susceptibles el utilizarlos y que se invite a la Comunidad de Labradores de esta villa a que cooperen en lo que le sea posible a aliviar dicha crisis en reparaciones de caminos de este término Municipal de Montijo”[74].

Aquella generación que vivió durante la epidemia de la gripe y sobrevivió a ella, tuvo que padecer, dieciocho años más tarde, las graves secuelas que dejó en la sociedad española la Guerra Civil (1936-1939), más la dureza de la posguerra.

 

FUENTES DOCUMENTALES

Archivo Municipal de Montijo: Libro de Actas Sesiones, 1918-1919. Archivo Parroquia de Montijo: Libros de Defunciones números XI, 1907-1917 y XII, 1917-1926. Registro Civil de Montijo: Libros de nacimientos. Tomo IVL, 1917-1918 y Tomo VL, 1918-1919. Archivo Parroquia de Puebla de la Calzada: Libro X Difuntos, años 1912-1918. Registro Civil de Puebla de la Calzada: Libro de nacimientos. Tomo IVL, 1917-1919. Archivo Municipal de Lobón: Legajos 85,1 y 86,2. Archivo Parroquia de Lobón: Libro de Defunciones, Tomo XI (1907-1926). Registro Civil de Lobón: Libros de defunciones. Tomo XV, 1915-1918, Tomo XVI, 1918-1920 y Tomo XVII, 1920-1923. Libros de nacimientos. Tomo XX, 1916-1920.

 

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SANTOS RAFAEL, E.: Mortalidad y gripe en Llerena en 1918. Actas XIII Jornadas de Historia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Producida por un virus respiratorio, del cual se pueden hallar varios tipos y cepas que varían con frecuencia de un año a otro. Es muy contagiosa y se distribuye de forma pandémica, epidémica o esporádica. Se caracteriza por fiebre más o menos alta, malestar general, dolores articulares y musculares, disminución del apetito y alteraciones de las vías aéreas superiores.

[2] En Montijo, en los meses de junio y julio de 1855 fallecieron 136 adultos y 64 párvulos. En igual período, fallecen en Puebla de la Calzada 36 adultos y 6 párvulos. Conf. GARCIA CIENFUEGOS, M: La epidemia del cólera morbo en asiático en Puebla de la Calzada. Actas de los IV Encuentros de Historia en Montijo. Montijo 2001, pp. 145-148. En Lobón se registran para igual período 16 actas de defunciones por cólera morbo, sobre 56 defunciones totales para 1855. Conf. GARCÍA CIENFUEGOS, M: Lobón en su historia. Parlamento de Extremadura. Badajoz 2014, p. 267.

[3] LOSADA ÁLVAREZ, J.C.: Las grandes plagas. De la peste de Atenas a la gripe española. Portadoras de la muerte. En http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/10/07/

[4] SANTOS RAFAEL, E.: Mortalidad y gripe en Llerena en 1918. Actas XIII Jornadas de Historia en Llerena. Llerena 2013, p. 363.

[5] Tucídides, II, 48. Considerado como el padre de la Historiografía científica.

[6] La española, la asiática, la de Hong Kong y la gripe rusa.

[7] El país más castigado fue la India, donde fallecieron quince millones de los afectados por la epidemia, alcanzando la mortalidad en ciertas zonas al 20% de la población.

[8] Constantine Von Economo, fue el encargado de identificar esta enfermedad y describirla, basado en la epidemia que se desarrolló en Viena en 1916.

[9] LOSADA ÁLVAREZ, J.C.: La gripe española: la epidemia más grave del siglo XX. La Aventura de la Historia, núm. 56, año 2003, pp. 36-43.

[10] En su momento, la epidemia de gripe no tuvo una importancia relevante porque el mundo estaba inmerso en una contienda que iba a reestructurar de forma temporal las fronteras del viejo continente. Conf. NEILA MUÑOZ, C.M.: La epidemia de gripe de 1918 en las ciudades de Cáceres y de Plasencia (Extremadura). Actas XLIII Coloquios Históricos de Extremadura, año 2014, p. 510.

[11] LOSADA: La epidemia más grave del siglo XX… Op. cit. pp. 36-43.

[12] En Montijo apenas tuvo repercusión, tan sólo he localizado un fallecimiento que se produce el día 4 de julio, tipificado como neumonía gripal, en una mujer de 86 años en la calle Méndez Núñez. Conf. ARCHIVO PARROQUIA MONTIJO (APM). Libro XII Difuntos, años 1917-1926, fol. 30 vto. Lo mismo ocurre en Puebla de la Calzada, al registrarse la defunción de una mujer de 74 años debido a una neumonía gripal. Conf. ARCHIVO PARROQUIA PUEBLA DE LA CALZADA (APPC). Libro X Difuntos, años 1912-1918, fol.159.

[13] FUSI, J.P. y PALAFOX, J: España: 1808-1996. El desafío de la modernidad. Madrid 1998, p. 185.

[14] CARDALLIAGUET QUIRANT, M.: Historia de Extremadura. Badajoz 1993, p. 251.

[15] Que tenía como objetivo agrupar a los trabajadores de todos los oficios con el fin de mejorar sus condiciones y luchar por la emancipación de su clase. Conf. MOLANO GRAGERA J.C.: Miguel Merino Rodríguez. Dirigente obrero y alcalde de Montijo (1893-1936)”. Badajoz 2002, p. 44.

[16] CAÑETE RUBIO, R.M.: La Casa del Pueblo de Montijo. Vanguardia del movimiento obrero. Badajoz 2010, p. 49.

[17] MOLANO GRAGERA, J.C.: La izquierda en Puebla de la Calzada (desde mediados del s. XIX hasta mediados del s. XX). Autoedición. Badajoz 2014, pp. 32, 40 y 42.

[18] ARCHIVO MUNICIPAL DE LOBON (AML). Legajo 85, Carpeta 1.

[19] También presidente del Círculo de Recreo (casino) y presidente del Sindicato Católico Agrario.

[20] AML. Legajo 86, Carpeta 2. La fuerza de la Guardia Civil estaba formada en Lobón por un cabo y cuatro guardias.

[21] Medina del Campo, enclave vallisoletano donde los trenes rumbo a Portugal cambiaban de vías, sufrió especialmente el azote de la gripe.

[22] NEILA MUÑOZ: La epidemia de gripe de 1918… Op. cit. p. 510.

[23] Para el período analizado (1917-1920) los gobiernos se sucedían uno tras otros en cortos períodos de tiempo: García Prieto, Antonio Maura, Romanones y Eduardo Dato. Conf. COMELLAS, J.L.: Historia de España moderna y contemporánea”. Madrid 1989, p. 355.

[24] SÁNCHEZ MARROYO, F.: La restauración en Extremadura: predominio oligárquico y dependencia campesina. En Historia de Extremadura Tomo IV, Badajoz 1985, pp. 918-920. La Tasa Bruta de Mortalidad en 1916-1920, fue del 26,0 para Badajoz, 31,1 en Cáceres, 28,0 en Extremadura y 24,6 en España. El CORREO DE LA MAÑANA informaba el 9/XI/1918 que la estadística de la Inspección Provincial de Sanidad, faltando aún algunos pueblos donde había focos de infección, se habían registrado 60.000 invasiones de gripe, habiendo fallecido 2.000 atacados en la provincia pacense. Conf. Núm. 1.551.

[25] ROSIQUE NAVARRO, F.: Historia civil y procesos económicos-sociales. En Historia de la Baja Extremadura. Tomo II. Badajoz 1986, p. 1.241.

[26] Diario CORREO DE LA MAÑANA, Año V, núm. 1.517.

[27] Situación que se trasladaba a los hijos debido a una falta de alimentación adecuada. En Montijo, durante 1918 fallecen 17 párvulos, de los 131 registrados, por raquitismo, falta de desarrollo y miseria fisiológica. En Puebla de la Calzada fallecen 8 párvulos de atrepsia. Lobón registra 4 defunciones de párvulos por atrepsia y anemia.

[28] En el trabajo de SÁNCHEZ DE LA CALLE, J.A.: Mortalidad infantil, crisis económicas, bélicas y epidemiológicas en los ámbitos urbanos y rurales del norte de Extremadura, 1800-1970, refiere las quejas por el elevado precio de las materias primas alimenticias, debido a las exportaciones masivas destinadas a las potencias europeas contendientes en la I Guerra Mundial, se produjo una carestía de la vida. El trigo, el aceite y la carne fueron algunos de los artículos que acabaron siendo racionados al menos en Cáceres y Plasencia. Conf. Actas de los IV Encuentros de Historia en Montijo. Montijo 2001, p. 156.

[29] SÁNCHEZ MARROYO. La restauración en Extremadura… Op. cit. p. 985. En la cercana villa de Lobón, el alcalde, Joaquín Chorot de Coca informó a las concejales en la sesión del 18/VI/1918 que algunos obreros se le habían acercado con la pretensión de que no se dejara entrar en el pueblo ni en el término a inmigrantes portugueses para segar, por el perjuicio que habían de proporcionar a ellos y quizás a la salud pública. Conf. AML. Legajo 86, Carpeta 2.

[30] La consideración de párvulo se toma a los niños que nacen hasta la edad en la que cumplen siete años.

[31] Son los meses de más elevada mortandad ya que en diciembre sólo se registra un óbito a causa de una pulmonía gripal, una joven de trece años que vivía en la calle del Conde.

[32] APM. Libro XII de Difuntos, años 1917-1926, fol. 46.

[33] Otras calles que se ven afectadas por defunciones debido a la gripe fueron las de Cervantes, Espronceda, Mérida, Moreno Nieto, Virgen de Barbaño y las plazuelas de Jesús y Mendizábal, con un total de siete fallecimientos.

[34] Representando el 5,3% sobre el total de los fallecimientos. Para aquella época y de acuerdo con la capacidad económica del difunto y su familia existieron entierros de primera a quinta clase y de caridad, que se correspondían con aquellos pobres de solemnidad, cuyas exequias solía sufragar la Conferencia de San Vicente de Paúl, institución de caridad de la Iglesia. Estas diferencias sociales en las exequias quedaron suprimidas con la llegada del Concilio Vaticano II.

[35] CURTIS, BARNES, SCHNEK, MASSARINI.: Curtis Biología. Sección 5/la diversidad de la vida. 2008, p. 468.

[36] La esperanza de vida en el año de la gripe era de 40,9 años en los hombres y 42,6 en las mujeres. Conf. NICOLAU NOS, R.: Población, salud y actividad. En Estadísticas históricas de España. S. XIX y XX. Volumen I. Fundación BBVA, 2005, p.86

[37] PINEDA NÚÑEZ, L.F. y PERAL PACHECO, D.: Años de mayor mortalidad y principales epidemias ocurridas en Los Santos de Maimona durante los siglos XIX y XX. Revista de Estudios Extremeños, año 2009. Tomo LXV, núm. III, p.1.272.

[38] El 22 de agosto de 1918, a dos meses de que comenzará la epidemia de gripe en Montijo, falleció el farmacéutico Hermenegildo Bautista Guzmán. Conf. APM, Libro XII Defunciones, años 1917-1928.

[39] PORRAS GALLO, M.I.: Sueros y vacunas en la lucha contra la pandemia de la gripe de 1918-1919 en España. En Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y la Ciencia, vol. LX, núm. 2, 2008, p. 270. Desde el diario el CORREO DE LA MAÑANA, se aconsejaba emplear para la desinfección, al penetrar los gérmenes de la enfermedad por la boca y la nariz, la utilización de Etymentol (seis gotas) con agua templada en seis cucharadas soperas, junto con agua caliente y la toma de inhalaciones. Conf. Núm. 1.538, 25/X/1918.

[40] Conf. Núm. 1.529, 15/X/1918.

[41] Su pontificado en la diócesis pacense fue desde 1913 hasta 1920.

[42] Algunas de estas poblaciones fueron La Garrovilla, Villalba de los Barros, Cabeza la Vaca, Calera de León, Barcarrota, Santa Marta y Olivenza. Conf. Diario CORREO DE LA MAÑANA, números 1.529 (15/X/1918), y 1.553 (12/XI/1918).

[43] Ibidem. núm. 1.564, 24/XI/1918.

[44] APPC. Libro X de defunciones, años 1912-1918.

[45] APPC. Libro X de defunciones años 1912-1918, fol. 160 vto.

[46] Ibidem, fol. 163.

[47] El 20 de octubre se informa desde el diario CORREO DE LA MAÑANA que ha surgido la gripe en Puebla de la Calzada. Conf. Núm. 1.534.

[48] CALDERÓN MORALES, M.T.: La salud pública en Zafra entre 1900 y 1925. En Cuadernos de Çafra. Zafra 2003, p. 149.

[49] La Tasa Bruta de Mortalidad (TBM) es la relación entre el número de defunciones de un año concreto y la población media de dicho año. Expresa el número de fallecidos por cada mil habitantes.

[50] La Tasa de Mortalidad Específica (TME) es la proporción de personas que mueren en una población por una causa concreta en un período, pudiendo expresarse en defunciones por mil habitantes.

[51] PINEDA y PERAL: Años de mayor mortalidad y principales epidemias ocurridas… Op. cit. p.1.282.

[52] APPC. Libro X de defunciones años 1912-1918. Recuento realizado sobre las actas inscritas.

[53] AML. Legajo 86, Carpeta 2. Sesiones del 30 de agosto y 10 de septiembre.

[54] REGISTRO CIVIL DE LOBON (RCL) Libros de defunciones Tomo XV, 1015-1918, Tomo XVI, 1918-1920 y Tomo XVII, 1920-1923.

[55] Los finados vivían en las calles Derecha, Ventosilla y Madrid. ARCHIVO PARROQUIA DE LOBÓN (APL) Libro de Defunciones, Tomo XI (1907-1926). Fols. 125 vto. y 126. En el Registro Civil, no obstante, aparecen inscritos estos tres óbitos y otro más producido en párvulo de tres años. Conf. RCL. Libro XVI de Defunciones, 1918-1920, fol. 32.

[56] AML. Legajo, 86, Carpeta 2.

[57] Diario CORREO DE LA MAÑANA. Núm. 1.539, 26/X/1918.

[58] El 10 de octubre la Junta Provincial de Sanidad informa que existía epidemia gripal en esta población cercana a Montijo. Un día después las noticias hablan de 400 personas atacadas por gripe -la población contaba con 1.500 habitantes- encontrándose entre los atacados los médicos y farmacéutico, no habiendo quien visite a los enfermos ni despache medicamentos. El alcalde, Bartolomé Pérez Codes, comunica que la gripe se había extendido entre los empleados del Ayuntamiento y del Juzgado Municipal. Al día siguiente, el Gobernador Civil, Ricardo Aparicio, visitaba La Garrovilla organizando una Junta de Socorros, entregando latas de leche y elaborando caldos para los afectados. El 15 de octubre se informa que se registran de diez a once defunciones diarias debido a la gripe. Conf. CORREO DE LA MAÑANA. Números 1.525, 1.526 y 1.529.

[59] ARCHIVO MUNICIPAL DE MONTIJO (AMM). Libro de Actas 1918-1919. Sesión celebrada el 12/X/1918, fol. 45 vto.

[60] Inaugurado en 1914 según proyecto del arquitecto provincial Ventura Vaca, construido por el maestro de obras Modesto Cabezas de la Riva en el precio de 25.600 pesetas La construcción de los primeros nichos fue adjudicada a José Marín Rodríguez a finales de abril de 1915. El primer sepulturero fue José Arnela Pavón, al que el Ayuntamiento le ajustó un salario diario de dos pesetas.

[61] El importe fue aprobado en la sesión del 3/V/1919, abonándose al maestro de obras José Marín Rodríguez la cantidad de 2.014 pesetas por la construcción de 19 grupos de nichos en el Cuartel de la Virgen del Carmen, y 2.016 pesetas por 21 grupos de nichos en el Cuartel de la Virgen de Barbaño del Cementerio Municipal Católico. Conf. AMM. Libro de Actas 1918-1919. Fol. 78 vto.

[62] AMM. Libro de Actas 1918-1919, fol. 48 y vto.

[63] Ibidem. Sesión municipal del 30/XII/1918. Fol. 56 vto.

[64] Diario CORREO DE LA MAÑANA. Núm. 1528, 13/X/1918.

[65] Ibidem. Núm. 1539, 26/X/1918.

[66] En este apartado se ha incluido también la viruela y la escarlatina, con dos casos para cada una de ellas. No hay ninguna inscripción de muerte en los párvulos por sarampión durante 1918.

[67] Ese año de 1918, en los 131 óbitos registrados, 38 corresponden a niños en los que la causa de la muerte era: gastroenteritis, enteritis y enterocolitis.

[68] Los párvulos en Puebla de la Calzada fallecen de enteritis y gastroenteritis: 27 casos (31,0%), junto con 17 de bronquitis (19,54%) y 12 de meningitis (6,41).

[69] De los 30 fallecimientos inscritos, 19 mueren de enteritis, gastroenteritis y diarreas.

[70] LUIS MARTÍN, F: La quiebra de la monarquía (1917-1923). Historia contemporánea de España, Tomo II. Barcelona 2000. p. 431.

[71] Los terrenos fueron cedidos por el Ayuntamiento el 13/I/1919. Conf. AMM. Libro de Actas 1918-1919, fol. 60 vto. 61 y vto. En su construcción intervinieron los maestros Modesto Cabezas, Antonio Cabezas, José Marín, Cristóbal Sánchez y Antonio del Viejo.

[72] Al que se le concedía licencia de obras el 1/II/1919. Conf. AMM. Libro de Actas 1918-1919, fol. 65 vto.

[73] PORRAS GALLO, M.I.: Las repercusiones de la pandemia de gripe de 1918-1919 en la mortalidad de la ciudad de Madrid. Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, XIV, I, 1996, p.80.

[74] AMM. Libro de Actas 1918-1919. Sesión celebrada el 15/II/1919, fol. 68 y vto.

 

Oct 292018
 

 J. Cambero-Santano

Universidad de Extremadura

RESUMEN

 

A lo largo de la historia, muchos autores, al hablar del Arcipreste de Trujillo, Don Juan Pizarro, han enmarañado su figura llegándose a producir confusiones entre dos primos hermanos que, compartiendo nombre y apellido, coincidieron en el tiempo. El principal motivo se debe a que en muchos casos es difícil, casi imposible, conocer la verdadera descendencia debido a la falta de información y documentación al respecto, así que siguiendo los árboles genealógicos de varios autores se tratará, en primer lugar, de definir las figuras de ambos personajes.

            En cuanto al Arcipreste Juan Pizarro cabe destacar que fue uno de los personajes más influyentes del s. XVI en Trujillo. Como sacerdote de Santa María la Mayor y Arcipreste de Trujillo realizó en dicha ciudad numerosas obras de caridad a lo largo de su vida. A su muerte, dejó un testamento para que estas actuaciones en beneficio de los más desfavorecidos no desaparecieran, actuaciones que en determinados casos dieron lugar a pleitos entre los beneficiados y los testamentarios.

En este caso se presenta un pleito inédito. Por un lado el licenciado Gonzalo Luis, de la ciudad de Trujillo, colector y administrador de la memoria que dejó el arcipreste Juan Pizarro contra Juan de Mayda, cura de Santo Domingo de la dicha ciudad. El motivo de este pleito: no respetar las últimas voluntades del Arcipreste con el único fin de recibir unos estudios remunerados en la Universidad de Salamanca, centro muy ligado a Juan Pizarro, donde recibió sus primeros años de formación.

  • INTRODUCCIÓN

El primer Pizarro del que se tiene constancia será D. Gonzalo Sánchez Pizarro, padre de cuatro hijos: Alonso Martínez Pizarro, Gonzalo Fernández Añasco, Mateo Ferrández Añasco y Sancho Martínez Añasco Pizarro. Este último sería el padre de Diego Hernández Pizarro, el cual casaría en primeras nupcias con Sevilla López de Carvajal, aproximadamente en el año 1400, y ambos iniciarían la rama de los Pizarro Carvajal. Tuvieron cinco hijos: Álvaro, Rodrigo, Juana, Teresa y María. Posteriormente, Sancho se casaría en segundas nupcias con Isabel García de Ávalos.[1]

ILUSTRACIÓN 1. Árbol genealógico de la familia Pizarro. Fuente: Elaboración propia a partir de NARANJO ALONSO, C. (1983) y MUÑOZ DE SAN PEDRO, M. (1952)

 

Por otro lado, surgiría la rama de los Pizarro Vargas, también conocida como la rama de los “Pizarro Conquistadores”. El primero de ellos sería Hernando Alonso Pizarro, quien casó con Teresa Martínez Pizarro, mencionada anteriormente. Ambos fueron padres de otro Hernando Alonso Pizarro que casó con Isabel Rodríguez, de linaje desconocido. Tuvieron tres hijos: Gonzalo, Diego y Juan. [2]

Gonzalo, conocido como “El Coronel”, fue un ilustre guerrero que se distinguió en conflictos bélicos como los de Granada, Italia o Navarra. Diego casó con Aldonza de Hinojosa y junto a su hermano Juan, ambos militares, pasarían a América. Este Juan será con el que equivoquen a su primo, el Arcipreste, pues como dice Naranjo Alonso:

… Juan, que no fue arcediano de Jaén ni arcipreste de Trujillo, ni clérigo siquiera, sino militar. Este último murió allí y sus bienes los heredaron sus hermanos Diego y Gonzalo.[3]

 

Respecto a la rama de los Pizarro Orellana, cabe destacar que fueron dos veces Pizarro, ya que enlazaron Fernando Pizarro Orellana con Francisca Pizarro Mercado, relación directa con Diego Hernández Pizarro y, tal vez, también del padre de Hernando Alonso Pizarro. Del segundo matrimonio de Diego Hernández con Isabel García de Ávalos nació Don Juan Pizarro, que sin duda casaría con alguna señora del apellido Orellana. De este matrimonio nació Alonso Pizarro y Orellana, que según Naranjo Alonso casó con María Gil de Carvajal, siendo padres de Don Juan Pizarro Carvajal, conocido como “El Magnífico” o “El Gordo”[4] y que otros autores, como Muñoz de San Pedro, reproduce en su libro “Crónicas trujillanas del siglo XVI” que se casó con Estefanía de Tapia.[5]

            Don Juan figuró como uno de los principales caballeros de Trujillo de inicios del s. XVI. Aunque no se conoce con certeza a qué se debe este mérito, se tiene constancia de que poseía grandes riquezas al igual que su mujer, doña Juana García de Hinojosa y que su cuantiosa fortuna se utilizó en ilustrar, ennoblecer y en preparar a sus diez hijos para que fuesen destacados; y así fue, todos ellos resultaron muy salientes en aquel siglo.

Entre otros fueron padres de: Sancho Pizarro, Diego Pizarro, que fue el fundador del señorío de Torrecillas; Gabriel Pizarro, Estefanía Pizarro de Tapia, otro fundó el marquesado de San Juan, Alonso Pizarro, padre del Inquisidor de Granada Don Gabriel Pizarro Hinojosa; Fray Gonzalo Pizarro, fraile Jerónimo de Salamanca o del ilustre Arcipreste de Trujillo don Juan Pizarro.

Aunque aparece como gran hacendado y ganadero, en sus años de juventud fue un adelantado militar en las guerras de Granada, donde puso a su costa varias lanzas como se puede leer en su testamento.[6]

 

  • EL ARCIPRESTE DON JUAN PIZARRO CARVAJAL: VIDA, TESTAMENTO Y SU RELACIÓN CON LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

 

Una vez que se ha desarrollado y explicado con la mayor claridad posible el árbol genealógico de ambos, vamos a desarrollar y aunar las pocas referencias bibliográficas que en la actualidad se han podido recopilar del Arcipreste, pues en palabras de Naranjo Alonso “parece increíble que se ignore en esta ciudad de todo el punto al personaje…”

Como ya se ha comentado, el ilustre Don Juan Pizarro Carvajal, fue hijo del magnífico señor D. Juan Pizarro y Doña Juana de Hinojosa, que debió nacer en la primera mitad del s. XVI. Aunque desconocemos detalles de su vida porque todo cuanto de él sabemos es gracias a lo que Naranjo recogió de su testamento, el cual fue otorgado en 1586[7]. Debió haber recibido una educación exquisita y poseía una cultura sobresaliente, resaltando entre los principales personajes ilustres de la ciudad. Fue un alumno aventajado de la Universidad de Salamanca y en los últimos años de estudios eclesiásticos viajó hasta Roma, donde se encontraba a la muerte de su madre en el año 1549.[8]

Una vez llegó a Trujillo como sacerdote, fue nombrado Arcipreste de Santa María y vicario del Arcediano, cargo que con mucho gusto desempeñó con el entusiasmo propio de un hijo amante de su patria”.[9]

En esta época el culto en Santa María llegaría a su punto de máximo esplendor, y las reformas materiales que se llevaron a cabo durante su ejercicio en las funciones eclesiásticas le deben que, en gran medida, el templo se encuentre tan bien conservado en la actualidad.

Tal fue su importancia entre los eruditos y caballeros de la época que consiguió ser el hombre de confianza de algunos de ellos. Por ejemplo, en 1567, Gonzalo de las Casas emitiría una carta de poder al Arcipreste Juan Pizarro. Lo más frecuente era que el emigrante otorgara estos privilegios a sus parientes más directos: padres, hermanos, tíos o hijos; pero en determinados casos, como el que aquí se presenta, aparecían también personas cuya condición profesional y cargos que ostentaban les otorgaba, a ojos del suscriptor, el crédito y la eficacia suficientes para hacerse cargo y gestionar las propiedades de los emigrantes al Nuevo Mundo.[10] En 1574, seguiría ostentando el poder que Gonzalo le confirió, pues se conserva un documento fechado en octubre de dicho año en el que estaban concluyendo el Palacio de los Marqueses de Santa Marta de Trujillo.

Se trata de una carta de contento a favor del Arcipreste, encargado “de las rentas, juros y haciendas” de Gonzalo de las Casas durante la ausencia de este, que se encontraba en México, por “haber dado buena cuenta de lo gastado y edificado”[11]

Pero si por algo destacó el Arcipreste sería por las cuantiosas obras de caridad que llevó a cabo, así como las mandas piadosas que dejó a favor de sus paisanos.

En 1584 adornó la capilla de San Juan, que era sepulcro de sus padres, y amplió su dotación para que se celebrase una misa diaria y otra todos los domingos indulgenciada al modo de la del Cardenal Gaete. De esta Capilla fueron robados un magnífico lienzo de la Santísima Virgen y San Juan y una maravillosa escultura dorada de María Santísima[12] además de sufrir muchos destrozos por las tropas francesas. Actualmente, en el altar se encuentran tres tablas de San Juan Evangelista a la derecha, san Juan Bautista a la izquierda, y encima Cristo Crucificado con San Francisco y San Jerónimo a los pies. En el inventario de 1595 aparecen documentadas así: “otro retablo en la capilla de los piçarros dondestan una ymagen de bulto de nra. s. º con su niño jesús a los lados sant juº baptista y evangelista de pincel”. La advocación de la imagen que existía en la hornacina central era de: “nuestra señora de la dulzura”[13]

ILUSTRACIÓN 2: Capilla de la familia Pizarro en la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo. Fuente: imagen propia

Pero no fue lo único que hizo en la iglesia de Santa María. Consignó diecisiete mil maravedíes de renta para que, en dicho templo, se celebraran tres días por semana lecciones públicas de teología dogmática y moral con casos de conciencia a todos los aspirantes al sacerdocio.

También dejó doce mil maravedíes todos los años para vestir a doce pobres. Catorce mil maravedíes a cada una de tres doncellas pobres de la ciudad para dote matrimonial, y otras cuantías económicas que explicaremos posteriormente con motivo de plantear las relaciones que Juan Pizarro tuvo con la Universidad de Salamanca.

Mil cien fanegas de trigo para el pósito de siete parroquias, entre las cuales figuraban Santiago y Santa María de Trujillo. Doscientos ducados anuales para redimir cautivos trujillanos y si volvían a dar gracias a la Santísima Virgen de la Asunción se les ayudaría con algo más. Un real de plata diario para los enfermos pobres vergonzantes para su convalecencia. Cincuenta ducados y seis camas para cada uno de los dos hospitales de la ciudad.

El 16 de agosto de 1569, llevó a cabo, ante Pedro Carmona, una escritura de censo que tomó la ciudad de Trujillo por valor de 1.512 ducados. La redención del censo fue con fecha 17 de abril y 15 de mayo de 1670, ante Alonso Rodríguez y Juan Velardo, respectivamente.[14]

ILUSTRACIÓN 3: Fragmento del censo de escritura. Fuente: Imagen propia

 

Después de todos lo anteriormente desarrollado, también fundó una Obra Pía con el nombre de Obra de niños Expósitos o de La Pila y que, al parecer, fue la más importante de todas las que se habían creado en Trujillo; ordenó que de sus bienes restantes se sacara la renta que fuera necesaria para atender a la crianza y educación de todos los niños que se depositaran a las puertas de las iglesias de Santa María y Santiago de Trujillo.

Inicialmente, las tareas y cuidados que la institución necesitaba fueron desarrollados por mujeres honestas y libres que eran pagadas para que realizasen su trabajo, pero, con posterioridad, se creó una especie de hospicio en una casa, propiedad del arcipreste, que al parecer debió estar en la actual Plazuela de San Judas.

Al crecer en importancia, años después tomó parte el Ayuntamiento con algunos recursos y hasta muchos caballeros particulares contribuían con limosnas para este fin, consistente en un subsidio fijo de cuatrocientos trece mil maravedíes anuales que debían sacarse de los impuestos de varios pueblos del partido en esta forma: Abertura: 26.000, Escurial: 40.000, Zorita, Alcollarín y El Campo: 30.000 cada uno; Robledillo: 20.000, Villamesías: 12.000, Madrigalego: 24.000, Herguijuela: 8.000 y la ciudad: 233.000.

Este considerable subsidio, por el deprecio de la moneda y la reducción que se hizo para nivelarla en el año 1727, que fue un 3%, se redujo a la cantidad de unos 7.000 reales, pero gracias al aporte que dejó el Arcipreste (además de lo económico, dieciocho dehesas o heredades en todo o en parte; treinta mil reales de principal en censos, y algunas casas y huertos de su propiedad) y lo que de donaciones particulares se pudo recolectar, contó anualmente con unos 15.000 reales, con lo cual esta obra de beneficencia pública se sostuvo muy bien, y hasta con desahogo, hasta que con el paso del tiempo otras personas lograron desviar estos ingresos y separarlos del inicial objetivo caritativo.[15]

 

  • LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA DURANTE EL SIGLO XVI

 

La Universidad de Salamanca fue fundada, aproximadamente, en el año 1218, por el rey Alfonso IX de León. Hasta 1254, Alfonso X el Sabio no efectuaría la primera organización del Estudio y hasta 1411 no se efectuarían las primeras constituciones que documentalmente se conocen de dicha Universidad que durarían poco, pues el papa Martín V promulgaría unas nuevas en 1422 que dieron una base sólida y definitiva a la estructura universitaria salmantina.[16]

El intervencionismo y la preocupación por parte de monarcas y papas será intensa hasta llegar al Siglo de Oro, momento en que disminuye la autoridad papal y se afirma la autoridad monárquica. A partir de este momento, las constituciones de Martin V se complementarán con los estatutos.

Pero será con Felipe II cuando se llegue al máximo intervencionismo real, sustituyendo cualquier iniciativa papal y enviando numerosos visitadores con el fin de que se guarden y cumplan los estatutos y constituciones.[17] Entre ellos se encontraban: Dr. Cano (1557), Dr. Hernán Pérez (1557), Licenciado Montalvo (1559), Dr. Anaya (1560), D. Diego de Covarrubias, de cuya visita salieron nuevos estatutos (1560), Licenciado Pedro López de Arrieta (1562), Licenciado Villagómez (1564), Doctor Simancas (1566), Pedro Valarde (1574), con quien se produce una nueva legislación, aunque nunca llegase a tener la aprobación real, y por último, en 1594, Felipe II enviaría al Licenciado D. Juan de Zúñiga, del Consejo de la Inquisición, confeccionándose con él nuevos estatutos.[18]

Estos cambios seguramente vengan dados por la situación que España vive durante el siglo XVI y la necesidad de tener universidades de referencia. En este caso, la Universidad de Salamanca se convirtió en una de las grandes universidades europeas y la más importante de las Universidades clásicas españolas.[19]

A causa de la importancia que la Monarquía Hispánica otorgó a los estudios jurídicos como uno de los pilares en los que apoyaba su estructura, la Universidad de Salamanca se convirtió en el principal centro de formación de juristas que pasaban después a formar parte de la burocracia del Estado Moderno y de la Iglesia.[20]

Durante este siglo, esta Universidad también se incorporaría a las nuevas corrientes humanistas, y la confluencia de Derecho, la Teología tomista, las nuevas lógicas y las lenguas clásicas cristalizan en la llamada “Escuela de Salamanca”, significada en la figura de Francisco de Vitoria. Entre sus aportaciones destaca la reflexión práctica sobre determinados problemas derivados de la expansión europea y colonización y transculturación americana: naturaleza del poder y de la justicia, derechos de la persona y del Estado, comunidad internacional y derecho de gentes, conflictos internacionales y guerra justa.[21] No podemos olvidar que España se encuentra en un momento de cambios importantes en su cultura, su política y en su geografía, es la época de los descubrimientos y colonizaciones en el Nuevo Mundo, África y Asia; con personajes como Hernán Cortés, Francisco Pizarro, San Francisco Javier o San Juan de la Cruz, de poetas como Garcilaso de la Vega o Fray Luis o de ardorosos inquisidores como Fernando Valdés.[22]

 

LA RELACIÓN DEL ARCIPRESTE JUAN PIZARRO CON LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

 

Para Juan Pizarro la buena educación siempre estuvo en las primeras filas de su vida, gracias a su nivel cultural y a los estudios que recibió en Salamanca[23] y Roma, quiso dejar en su testamento una importante partida económica para que las relaciones entre Extremadura y la Universidad de Salamanca no cesasen. De esta manera, los trujillanos tendrían la oportunidad de formarse en dicho centro gracias a los diecisiete mil maravedíes anuales que Juan Pizarro dejó a cada uno de los siete estudiantes que quisieran hacerlo en la Universidad de Salamanca, con la única condición de que debían ser pobres y de probada virtud, buenos latinos y pertenecer a la feligresía de la Iglesia de Santa María o de la de Santiago, hecho que, como veremos más adelante, dio lugar a pleitos entre los administradores de la voluntad del arcediano y los pupilos que disfrutaron de esa formación. Además, dejó otros cuarenta mil maravedíes para tres estudiantes de su familia que quisieran desplazarse hasta Salamanca, con el objetivo de recibir formación universitaria, pero esta vez también podrían desplazarse a la Universidad de Alcalá que, junto a la de Valladolid, formaban las tres universidades mayores del s. XVI.

Con estas dos cláusulas, la Universidad de Salamanca recibiría con seguridad siete alumnos trujillanos, más otros tres si en algún año los tres estudiantes de su familia también elegían la Universidad salmantina como centro de enseñanza donde podrían adquirir una formación de cara a la mejora de un futuro que con total seguridad estaría vinculado por la burocracia monárquica de los Austrias o de la Iglesia.[24]

Para poder acceder a la Universidad de Salamanca, los estudiantes debían tener 14 años para poder acceder a los estudios de Gramática, hasta los 23 o 25 años con los que normalmente se finalizaba la etapa académica, siendo los 18 años lo habitual para acceder a los denominados estudios mayores.[25]

Partiendo que el testamento del Arcipreste fue otorgado en 1586, suponemos que no falleció muchos años más tarde. Los resultados del testamento pueden verse reflejados en las cifras de estudiantes extremeños que se matricularon en Salamanca. En palabras de Rubio Muñoz, en el curso 1574-1575, años antes de dejar la memoria, los extremeños matriculados en las aulas salmantinas suponían un 5,4, mientras que en el curso de 1594-1595, estas cifras se verían incrementadas hasta el 8,4%,[26] sin tener en cuenta a los manteístas, es decir, aquellos estudiantes que no estaban adscritos a ningún colegio.

En la década de 1570, Extremadura tendría un total de 407 estudiantes matriculados, número que no dejaría de crecer durante los decenios siguientes, aumentando en 543 el número de estudiantes en 1585, y 576 estudiantes para diez años después. En este último período está claro que el aumento viene dado por el número de estudiantes a los que el Arcipreste Juan Pizarro da la oportunidad de estudiar en Salamanca.

Para aproximarnos más a nuestra hipótesis de que el número de estudiantes enviados desde Trujillo a Salamanca fue gracias a Juan Pizarro y, siguiendo con el exhaustivo estudio de Muñoz Rubio, quien nos muestra en sus líneas más detalladamente la procedencia de los estudiantes por núcleos de población, vemos como en la década de 1590, la Diócesis de Plasencia, a la que pertenecía Trujillo, enviaba ligeramente más estudiantes que la diócesis de Coria (174 frente a 172). Gran parte de este contingente lo envían las ciudades más pobladas de la diócesis, Trujillo como era de esperar, Béjar y Plasencia. Muñoz Rubio continúa diciendo:

 

 En el contexto general de las diócesis y de la nación de Extremadura, Trujillo es una de las ciudades que más estudiantes aporta en todos los cursos, entre 30 y 35 según los libros de matrículas. En este sentido, durante el curso 1574-1575 lidera a las diócesis extremeñas junto con Cáceres (38 estudiantes), mientras que diez años más tarde lo hace junto a Plasencia (39 estudiantes frente a los 35 de Trujillo), superando a Cáceres en contingente estudiantil. Sin embargo, a finales de la centuria, Plasencia decae hasta los 16 estudiantes a la vez que sube Cáceres hasta los 40, mientras que Trujillo sigue manteniéndose con 30 efectivos[27]

¿Se podría decir que Trujillo mantiene su número de estudiantes gracias a la financiación del Arcipreste? Probablemente si, pues como hemos mencionado anteriormente, una media constante de entre 7 y 10 trujillanos se matriculaban en esta Universidad. Además, la facultad de Cánones fue la más demandada por los estudiantes procedentes de la Tierra de Trujillo.

Pero como en muchos ámbitos de la vida, la picaresca ha jugado un papel importante. En el tema que nos ocupa en este artículo, en ocasiones algunos jóvenes, ante la necesidad o deseo de conseguir unos estudios en la Universidad de Salamanca, infringieron los requisitos exigidos en las voluntades testamentarias del arcipreste. El pleito que a continuación se presenta es un claro ejemplo de ello.

 

  • PLEITO DEL LICENCIADO GONZALO LUIS, DE LA CIUDAD DE TRUJILLO, COLECTOR Y ADMINISTRADOR DE LA MEMORIA QUE DEJÓ EL ARCIPRESTE JUAN PIZARRO CONTRA JUAN DE MAYDA, CURA DE SANTO DOMINGO DE LA DICHA CIUDAD.[28]

 

 

Respecto al pleito propiamente dicho, el mismo se interpone por el licenciado Gonzalo Luis, de la ciudad de Trujillo, a la sazón colector y administrador de la memoria que dejó el Arcipreste Juan Pizarro, contra Juan de Mayda,[29] cura de Santo Domingo de la misma ciudad.

En concreto, estamos ante un manuscrito en el que el licenciado hace un estudio exhaustivo y alega, ante la autoridad competente, los motivos o razones jurídicas en que basa sus pretensiones, que no son otras que las de salvaguardar el cumplimiento de las últimas voluntades del Arcipreste.

Así, en el comienzo del mismo, el licenciado Gonzalo Luis realiza una exposición de las mandas ordenadas por el Arcipreste Juan Pizarro, relativas a las ayudas que por testamento destinaba a estudiantes en sus estudios en las Universidades de Salamanca y Alcalá. En concreto, haciendo referencia a la cantidad de diecisiete mil maravedíes destinados a dicho fin.

Continúa el licenciado haciendo hincapié en cuáles eran las circunstancias que debían concurrir en los estudiantes para ser destinatarios de mencionadas cantidades:

… ser buenos latinos,[30] virtuosos y de buena fama y que sean feligreses de la Parroquia de la iglesia de Santa María, o de la parroquia de Santiago de la dicha ciudad de Truxillo y no de las otras

 

Una vez fijadas estas condiciones, y siempre según las últimas voluntades del Arcipreste, afirma el licenciado que se procedió al nombramiento de la parte contra la que se dirige el pleito sin el cumplimiento de aquellas.

Ante estas circunstancias, se lleva a cabo la interposición de la causa: en primer lugar ante el denominado ordinario (figura similar a la que hoy se conoce como Juez de 1ª Instancia), resultado de lo cual se dicta sentencia a favor de Juan de Mayda, que recordamos es frente a quien se dirige el procedimiento.

Ante el dictamen de esta sentencia tan perjudicial para las últimas voluntades de Juan Pizarro, se lleva a cabo interposición de Apelación ante el Arcidiano de Trujillo, Juez Apostólico (por ser el superior jerárquico del ordinario mencionado), resultado de lo que, el 7 de abril de 1615, se dicta nueva resolución por la que se revoca “como injusta y agraviada la del ordinario y dio por libre a mi parte”.

Ante este cambio en el devenir de las circunstancias, y ante mencionada resolución perjudicial para Juan de Mayda, éste interpone nueva apelación ante aquella, aunque incurriendo en el error de no llevar a cabo su presentación en forma, dejando transcurrir los denominados “fatales” que en este pleito se cifran es dos años y que no eran si no el plazo exigido legalmente para su interposición.[31]

Ante ello, los encargados del cumplimiento de las voluntades del Arcipreste, persiguen un objetivo bien definido y que no es otro que se de por firme la sentencia dictada por el juez apostólico y en la que se le reconocen todas sus pretensiones, y que se declare como “deserta”, es decir, no eficaz e inexistente, la apelación de contrario. Para todo lo anterior, su baza principal no es otra que la inexistencia de “los requisitos que expresamente mandó el dicho fundador como tengo dicho”

En definitiva, la justicia que se pretende será basada en dos objetivos:

Primero: que se considere firme la sentencia dictada a favor de los intereses de Juan Pizarro y las acciones interpuestas por la otra parte dejadas sin efecto, y

Segundo: que la sentencia se considere justa y por ello se confirme.

Ya desde un punto de vista única y exclusivamente jurídico se lleva a cabo en el manuscrito una exposición del derecho aplicable al procedimiento, haciendo incluso referencia a los doctores que fijan mencionada doctrina. Pero nosotros, para no incidir demasiado en términos latinos meramente jurídicos, otorgaremos mayor atención al desarrollo de los basamentos del pleito.

El propio Juan de Mayda llega a reconocer que en la apelación por él planteada no concurren todos los requisitos exigidos por la norma, pero aún así exige el pago de la totalidad de las cuantías a las que asciende el beneficio otorgado por el Arcipreste. Así, esta restitución debe ser denegada porque “la parte contraria no tiene las calidades que mandó el fundador que tubiesse la persona que havia de ser nombrada para gozar de la manda dejada por el dicho fundador…”

Por todo ello, y desgranando lo anterior se indica, en cuanto al requisito de ser buen latino que en el momento del nombramiento no consta que “tubiesse la d(ic)ha calidad”, circunstancia que nos lleva a la conclusión de que el nombramiento fue nulo y de ningún valor y efecto.

En cuanto al requisito de ser feligrés de algunas de las parroquias mencionadas, tampoco se cumple, conduciendo a la misma consecuencia que la anterior, la nulidad del nombramiento.

Pero aún así, en un intento de conseguir los beneficios mandados por el Arcipreste, la parte frente a la que se dirige el proceso alega que si bien no es parroquiano ni feligrés de esas parroquias, sí lo es accidentalmente porque al emanciparse de sus padres eligió una de las exigidas.

Para contradecir esto, Gonzalo Luis afirma que ni consta la emancipación ni la elección de parroquia, y por lo tanto “jamas se metio por feligres de la d(ic)ha parroquia ni esta puesto por tal en la menuta de los patronos y parroquianos de la d(ic)ha yglesia”

Además, continúa manifestando el licenciado, en Trujillo hay costumbre por la que “nadie se puede mudar de una feligresía a otra si no es mudando estado de soltero a casado o a orden sacro”, no habiéndose cumplido esto por la parte contraria. Pero yendo más allá, incluso en aquellos supuestos en que se hubiese producido el cambio de feligresía:

no por esto puede concurrir a gozar de la d(ic)ha manda y legado como los parroquianos y feligreses naturales de aquellas parroquias… el d(ic)ho legado no lo pueden consiguir sino los naturales nativos y no los que lo son por privilegios o por otras causas…siendo así expresamente indicado por el testador:

…con que queda muy claro y llano que no siendo la parte contraria feligres natural de una de las d(ic)has parroquias no puede de ninguna manera conseguir el d(ic)o legado, y si de otra manera dixeramos cada uno pudiera escoger la feligresía de las dichas parroquias para gozar de d(ic)ho legado en perjuizio manifiesto de los feligreses naturales lo que no se ha de admitir.

 

Otra de las razones por la que se considera como no concurrente en el destinatario de las mandas del Arcipreste a Juan de Mayda es que “es rico y siempre lo fue” y “estudio sin tener necessidad de los d(ic)os maravedís”; pero es que, aun siendo pobre, el mero transcurso del tiempo sería causa de no entrega de las cantidades correspondientes, ya que como se indica en el manuscrito objeto de estudio “habiendo ya passado el d(ic)ho tiempo cessa el dicho legado”

 

ILUSTRACIÓN 4: . Fragmento final del manuscrito del pleito entre Gonzalo Luis y Juan de Mayda. Fuente: imagen propia.

 

Finalmente, terminan las alegaciones realizadas por el licenciado manifestando lo siguiente: “y con esto y con todas las razones susodichas queda muy clara y evidente la justicia de mi parte et ita indubitati iuris ese censeo saluo est” y así la certeza del derecho es seguridad.

 

CONCLUSIONES

Para concluir, en primer lugar , y una vez bien diferenciado de su primo, cabe resaltar la figura del arcipreste D. Juan Pizarro Carvajal, hijo del Magnífico Juan Pizarro y de Dña. Juana García de Hinojosa.

Juan Pizarro fue un trujillano con una educación y cultura sobresalientes para la época, con total seguridad influenciado por la figura de su padre. Gracias a aquel, la educación de los trujillanos experimentó una mejora notable en cuanto a la posibilidad de que muchos de ellos pudieran acceder a la Universidad de Salamanca, hecho que de otra manera les hubiera sido imposible. Para este, como para otros muchos fines de beneficencia, constituyó en su testamento una serie de legados por los que destinaba ingentes cantidades de dinero para alcanzar esos objetivos.

Tal fue la importancia que durante el siglo XVI alcanzó la Universidad de Salamanca, cuna de grandes eruditos de la época, que el acceso a la misma resultaba inalcanzable de todo modo a aquellas personas con escasos recursos económicos. Ante esta circunstancia, la figura del Arcipreste Juan Pizarro viene a romper con estas limitaciones, permitiendo, tras voluntad testamentaria, que siete trujillanos y tres familiares suyos pudieran acceder al ámbito universitario.

En algunas ocasiones, el intento desesperado de algunos aspirantes a acceder a dicha Universidad, les conducía a falsear u omitir información de algunos de los requisitos exigidos para dicho fin. Tal es el caso de Juan de Mayda, que llegó a ser cura de la Iglesia de Santo Domingo de Trujillo, el cual no era feligrés de ninguna de las parroquias exigidas testamentariamente y, además, gozaba de una situación económica lo suficientemente holgada como para no requerir de ningún tipo de ayuda para sus estudios. Por todo ello, casi con total seguridad, el procedimiento dirigido contra Mayda resultó un éxito para los defensores testamentarios de la memoria del Arcipreste, sobre todo habida cuenta de la regulación tan exhaustiva que jurídicamente hablando existía a este respecto y, en la que se reflejan de manera muy pormenorizada situaciones idénticas a la recogida en este manuscrito.

 

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[1] Naranjo, C. (1983). Trujillo. Sus hijos y monumentos. Madrid, Tercera Edición, 270-272

[2] Op Cit, Naranjo C. (1983). Trujillo…, 273.

[3] Íbidem, 273

[4] Íbidem, 276-279.

[5] Muñoz de San Pedro, M. (1952). Crónicas trujillanas del siglo XVI, Trujillo, Publicaciones de la Biblioteca y Archivo Histórico de Cáceres, 292.

[6] Op. Cit. Naranjo, C. (1983). Trujillo…, 302.

[7] Actualmente el testamento se encuentra en paradero desconocido pues se ha llevado a cabo una búsqueda exhaustiva en el Archivo Municipal de Trujillo y en el Archivo Parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo y no ha sido localizado.

[8] Sanz, F. (2003). Arquitectura y mecenazgo de los Pizarro en Trujillo. En XXXI Coloquios Históricos de Extremadura: 23 al 29 de septiembre de 2002: homenaje a la memoria de don Carmelo Solís Rodríguez. Trujillo, 483-520. En Naranjo, C. (1983) Trujillo…, 312.

[9] Op. Cit. Naranjo, C. (1983). Trujillo…, 312.

[10] Sánchez, R. (1989). La emigración extremeña a Indias en las fuentes locales: los protocolos notariales de Trujillo durante el siglo XVI. La emigración española a Ultramar, 1492-1914. I Reunión Científica de la Asociación de Historia Moderna, 275.

[11] Fernández, Y. (2007). Francisco Becerra. Su obra en Extremadura y América. Universidad de Extremadura, 809. Tesis Doctoral.

[12] Tena, J. (1988). Trujillo histórico y monumental, 427-428.

[13] Cartelería informativa elaborada por D. Javier Godoy Barrado y colocada en la capilla de San Juan en la Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo

[14] Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 40, carpeta 7, 13 folios. En Rol, Mª.L. (2007) Archivo Municipal de Trujillo. Catálogo I (1256 – 1599), pág. 123.

[15] Naranjo, C. (1922-1923). Trujillo y su tierra: historia, monumentos e hijos Ilustres. Trujillo. Tomo II, 242 – 245.

[16] Archivo Universidad de Salamanca, fol. 46 v. En Alejo, F.J. (1990). La Universidad de Salamanca en el siglo XVI: la reforma educativa de D. Juan de Zúñiga (1594). Universidad de Salamanca.

[17] Íbidem, pág. 154.

[18] Alejo, F.J. (1990). La reforma educativa de Juan de Zúñiga en la Universidad de Salamanca (1594). Historia de la Educación, 9, pág. 187. Universidad de Salamanca

[19] Vivas, A. (2000) Documentación del archivo universitario de Salamanca: Análisis descriptivo de sus series documentales. Anales de documentación, 3, 167. Universidad de Extremadura.

[20] Rubio, F.J. (2011). La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca durante su etapa clásica, Norba, Revista de Historia, 24, 225-256.

[21]http://fundacion.usal.es/ced/la-universidad-de-salamanca/9-la-universidad-de-salamanca. Consultado el 13/08/2018.

[22] Fernández, F. y Díaz, A. (1987). Los Austrias Mayores y la Culminación del Imperio (1586-1598), Historia de España, 7, 184. En op. Cit. Alejo, F.J. (1990) La reforma educativa…

[23] La Universidad de Salamanca, en el ámbito eclesial, el derecho canónico y la Teología fueron establecidos como condición sine quae non para la formación del clero y para conseguir las más altas dignidades eclesiásticas. Hernández, S. (2004) Juristas y estudiantes de Derecho en la Universidad de Salamanca (siglos XV – XVIII). Ediciones Universidad de Salamanca, 249-269.

[24] Rubio, F.J. (2016) Solidaridad estudiantil y actitudes ante la vida y la muerte en la Universidad de Salamanca del siglo XVI: la nación de Extremadura, Revista electrónica de Historia Moderna, 8(32), 178-203.

[25] Rodríguez-San Pedro, L.E. (1991) La Universidad de Salamanca: Evolución y declive de un modelo clásico, Studia Historica: Historia Moderna, 9, 31.

[26] Rubio, F.J. (2013) Estudiantes y paisanos. Los extremeños en la matrícula universitaria salmantina de finales del siglo XVI: la Tierra de Trujillo. En XLI Coloquios Históricos de Extremadura: Extremadura y la Constitución de 1812 en el bicentenario de su promulgación: Trujillo del 24 al 30 de septiembre de 2012. Asociación Cultural Históricos de Extremadura, 711-750.

[27] Op. Cit Rubio, F.J. (213), 723.

[28] El pleito en estudio es un manuscrito perteneciente a la colección privada de D. Enrique Elías Cortés.

[29] Juan de Mayda Figueroa, fue cura de Santo Domingo y Comisario de Santo Oficio de la Inquisición. Archivo Parroquial de Santa María de Trujillo. Libro 1 de Obras Pías (1567 – 1805), pág. 27

[30] La expresión “buenos latinos” hace referencia a hombres que entiendan y sepan escribir con propiedad la lengua latina. Calixto, P. (1828) Elementos de retórica: con exemplos latinos de Cicerón, y castellanos de Fr. Luis de Granada, para uso de las Escuelas Pías. IBARRA.

[31] Larrain, H. (1994) Lecciones del Derecho Civil. Editorial Jurídíca, 120.

Oct 292018
 

Marciano Martín Manuel.

A rebufo del filojudaísmo que emanaba en los círculos progresistas españoles como consecuencia del descubrimiento en el norte de Marruecos, en 1860, de una comunidad sefardita descendiente de los expulsados de España y de la campaña de sensibilización del senador Ángel Pulido en 1904, los hombres de letras extremeños mostraron interés por la temática judaica, sin desprenderse de los prejuicios xenófobos, los mitos antijudíos y las fantasías románticas que fertilizaban el imaginario judío. Las narrativas de los literatos regionales con una sólida formación cultural no estuvieron exentas del lastre de la cultura antijudía de transmisión oral, como el apólogo del judío errante en Juan de Padilla (1855–1856), de Vicente Barrantes; el judío deicida y traidor en La pedrada, de Gabriel y Galán; el judío nigromante de Jarilla (1873), de Carolina Coronado; el judío embaucador de Supersticiones extremeñas (1902), de Publio Hurtado, cuyo «engreimiento y osadía, haciendo rebosar la copa, ocasionaron grandes trastornos y dieron lugar a que los Reyes Católicos estableciesen un Tribunal Inquisitorial, en Guadalupe, para perseguir a la herética pravedad muy extendida en aquella comarca»[1]; y las narraciones teosóficas cabalísticas de Mario Roso de Luna (1923–1925), herederas de los resabios literarios del romanticismo español[2].

En la historia regional emergió el canónigo Eugenio Escobar Prieto (Herrín de Campos, Valladolid, 1843–Plasencia, 1917) con el ensayo «Los judíos en Guadalupe y otros pueblos de Extremadura». Un repertorio de noticias espigadas aleatoriamente en la archivística y la bibliografía publicado por entregas en la revista El Monasterio de Guadalupe desde el 1 de agosto de 1916 al 1 de marzo de 1917, el año de su deceso[3].

El canónigo había compuesto su trabajo con el ánimo decidido de ofrecer datos fidedignos de la historia de las comunidades judías extremeñas que contribuyeran a solventar la ausencia de noticias en el concierto historiográfico nacional, y con «la esperanza de que sirvan a otros de estímulo para escribir con más acierto este capítulo de la historia regional»[4]. Pero, especialmente, lo había escrito para justificar, desde la perspectiva ideológica del integrismo católico, «el convencimiento de la justicia, con que en esta ocasión, como en tantas otras, procedieron la Iglesia y el Estado» con la expulsión de los judíos y el castigo ejemplar de los cristianos nuevos judaizantes de Guadalupe: el tema cardinal de su tesis.

                                                                       Fig 1. D. Eugenio Escolar Prieto

España atravesaba una grave crisis política que había dado pie a la creación de las Juntas de Defensas Militares. En los ambientes progresistas se habían alzado voces de protestas contra la actuación de los Reyes Católicos y la Inquisición, cuyas manifestaciones criticó el canónigo. «Estudiados a la luz de aquellos sucesos los Reyes Católicos, la Inquisición y los Monjes de Guadalupe, se admiran la fe ardiente y acendrado patriotismo, de que todos ellos estaban animados, y los más recelosos se convencerán de la necesidad urgente de castigar a los pérfidos e ingratos judíos con la expulsión del territorio español», concluyó el historiador[5]. Su discursiva histórica rasaba con la mirada xenófoba de Publio Hurtado.

El deán de Plasencia incidió en los tópicos maniqueos de la tradición literaria del adversus judaicus, en la línea de sus contemporáneos, con las adjetivaciones negativas de la conducta depravada, la perfidia judía, las traiciones y las prácticas supersticiosas de la raza deicida, amén de otras caracterizaciones fisiológicas peyorativas. Para el canónigo, el pueblo de Jacob no albergó el más mínimo sentimiento afectivo con la comunidad cristiana extremeña, salvo aquellos judíos de buen corazón que habían apostatado voluntariamente de la fe de Moisés y habían abrazado con sinceridad la fe verdadera de Cristo, asimilándose plenamente en el seno de la iglesia católica, como los conversos Gonzalo García de Santa María, que asumió la prelacía de la diócesis de Plasencia (1424–1448), y Francisco I de Toledo, que rigió el episcopado de Coria (1475–1479).

El deán de Plasencia reservó la última parte de su ensayística para exponer de manera lacónica los problemas que arrostraron los frailes cristianos nuevos judaizantes del monasterio de Guadalupe con la Inquisición extremeña en 1485, contemplado a la luz de nuevas referencias documentales, con las que trataba de rectificar las inexactitudes históricas y, de paso, arremeter contra las críticas aceradas de los detractores de la iglesia católica.

LOS JUDÍOS EN LA ÉPOCA ROMANA

En la sección «Antecedentes históricos de los judíos de Extremadura», el autor abordó el tema de la llegada de los judíos a Hispania, que vinculó con la destrucción por Nabucodonosor del primer templo de Jerusalén, en el año 340 antes de Cristo (errata por 587 a. C.). La quimera de la antigüedad de los judíos españoles había sido difundida por la tradición judía, recogida por el poeta Mosé ibn Ezra (1055–1135)[6] y por el cronista Salomón ibn Verga (siglos XV–XVI)[7], de donde saltó a las fuentes cristianas, Refundición de la crónica de 1344, a mediados del siglo XV. Posiblemente, recaló en la historiografía extremeña a través de los autores cristianos del Renacimiento y del Barroco. Del obispo fray Prudencio de Sandoval (1615)[8], el deán de Plasencia recogió la ficción que presentaba a los «rabinos de Toledo» pronunciándose en contra de la condena a muerte de Jesucristo en tiempo de Poncio Pilatos. Al hilo de la crónica, el canónigo refirió que cuando Alfonso VI conquistó la taifa musulmana de Toledo, los judíos presentaron al soberano de Castilla dos cartas escritas en hebreo y en árabe, que les habían enviado los judíos de la sinagoga de Jerusalén pidiéndoles su parecer sobre la sentencia de muerte de Jesucristo. Con estas misivas, los judíos de la taifa toledana, y por extensión todos los judíos de Sefarad, quedaban exonerados de su participación en el deicidio porque residían en la península ibérica.

Sobre este hecho en particular, fray Prudencio de Sandoval notificó: «Escribiéronse en hebreo, y mandólas traducir en arábigo Galifre Rey de Toledo, y en latin y romance el Rey Don Alonso, como se halláron y conserváron en el archivo de la ciudad, hasta el año 1494». E. Escobar Prieto reseñó: «los judíos allí residentes justificaron dicho extremo, y los documentos de prueba parece que se conservaban todavía en aquella capital en 1494».

El jesuita Juan de Mariana, en Historia General de España, otro de los textos consultados por E. Escobar Prieto, había anunciado la deportación de familias judías jerosolimitanas a Extremadura, concretamente, a la capital de la Lusitania romana en tiempo de los emperadores Vespasiano y Tito[9]: «Grande fue el numero de los Judios cautivos: parte dellos enviados a España hicieron su asiento en la ciudad de Merida». Sin embargo, el canónigo no hizo eco de esta noticia.

Del Compendio Historial (1571), de Esteban de Garibay[10], espigó la repoblación de Granada por una colonia de judíos desterrados por el emperador Adriano en el año 137, que Garibay había leído en «la Crónica del moro Rasis», de Ahmad ibn Muhammad al–Razi (888–955). Sorprende que el deán de Plasencia no citara la segunda llegada de los judíos a la capital de la Lusitania romana en el siglo II, como había anunciado Garibay en el mismo folio que hablaba del suceso de Granada. Quizá la precipitación con la que manejaba los textos no le hizo reparar en la noticia.

MISCELÁNEAS HISPANOVISIGODAS Y MEDIEVALES

La base documental para elaborar la historia de las comunidades judías en la época hispanovisigoda se hallaba principalmente en el corpus legislativo, que marcó la línea de actuación política y religiosa del Estado y de la Iglesia goda arriana y católica, con su dilatado programa de persecuciones, conversiones forzadas y exilio. Pero hubo otras fuentes eclesiásticas, como la carta IX que Gregorio Magno (590–604) dirigió a Recaredo, en la que ensalzó su pundonor por no haber aceptado el soborno de los judíos de Toledo (30.000 sueldos) para que extendiese su protección jurídica a las comunidades judías, trasladada por E. Escobar Prieto. Algunos historiadores han entendido la actitud del pontífice como una medida preventiva de la iglesia para atajar conflictos interreligiosos. Para otros, Gregorio Magno trató de conciliar en su discursiva teológica la flexibilidad política con la intransigencia religiosa.

En el último tercio del siglo XIX, el panorama historiográfico nacional abrió nuevas rutas de investigación, merced a los trabajos de J. Amador de los Ríos, Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos en España (Madrid 1848) y la Historia de los Judíos de España y Portugal (Madrid 1875–1876), a los que recurrió E. Escobar Prieto en función de sus intereses doctrinarios.

Sobre la historia de los judíos de Extremadura en el siglo XI, E. Escobar Prieto tenía conocimiento de la conquista de la taifa de Toledo por Alfonso VI, en 1085, y de la rebelión de los almorávides contra el emperador que les hizo frente en las cercanías de Badajoz, en Azagala: «Iban en sus haces hasta cuarenta mil hebreos», espigó de la Historia de los judíos, de J. Amador de los Ríos[11]. Empero, el deán de Plasencia aventuró una hipótesis de trabajo: «es de presumir que muchos de ellos fueran reclutados en Extremadura. También los hubo, y en gran número, en el campo enemigo»[12]. En realidad, E. Escobar Prieto no había mencionado un solo dato histórico de los asentamientos judíos en Extremadura, como tampoco había citado un solo nombre judío que atestiguara su morada en la región.

En la bibliografía de los cronistas religiosos y en la archivística eclesiástica de los siglos XII y XIII, las dos fuentes que utilizó para redactar la historia medieval de los judíos, tampoco halló una sola noticia de los judíos extremeños. Era evidente que en las desavenencias políticas entre los soberanos de Castilla y León «hallaron los judíos terreno abonado para sus bajas empresas, aunque las crónicas guardan silencio sobre el particular», glosó E. Escobar Prieto con su mirada perspicaz para detectar la proverbial astucia del pueblo judío con los negocios. La influencia lesiva del judío imaginario le jugó malas pasadas. De los Anales Toledanos tomó prestada la fábula del infante Sancho Fernández, hermano de Fernando III, que acaudilló un ejército de más de cuarenta mil soldados judíos y cristianos en el estío de 1220, con la misión de realizar una incursión militar en Marruecos, a los que pagaría una cuantiosa suma de dinero. Pero el infante Sancho Fernández se desvió de la ruta prevista, pobló el castillo de Cañamero, un plantígrado acabó con su vida, luego vino un rey moro, apresó a los soldados y mandó descabezarles.

Las referencias a los falsos cronicones de los autores cristianos, a los que E. Escobar Prieto confirió crédito histórico, lastraron su trabajo de investigación. Al canónigo hay que reconocerle el mérito de haber exhumado noticias inéditas de los judíos trujillanos en el siglo XIII procedentes del archivo del monasterio de Guadalupe[13], como la venta de la tercera parte de la dehesa de Las Abiertas por Leonor Alfonso a don Zague y don Sayas, de Trujillo, el 2 de abril de 1281 (la compraron por ocho mil maravedíes en abril de 1347), la adquisición de las otras dos terceras partes de la dehesa en 1350, y su venta al monasterio de Guadalupe por 17.000 maravedíes en 1363. También dio fe del pago de las oncenas por los judíos al ayuntamiento de Badajoz en 1235 (escribió, erróneamente, 1253).

Del archivo de la catedral de Plasencia extrajo el dato de Iguda Dalba, arrendador del impuesto del portazgo de Plasencia, y don Zag Abernafla [Çag Abenafla], su fiador, que pagaron a don Gómez García, tesorero real, y a don Zag Abergatiel [Çag Abengariel], recaudador, la fiscalización de la corona en 1376[14]. Hubo comunidades judías en el siglo XIV –las más pujantes de las diócesis extremeñas, según su criterio–, en Coria, Plasencia, Cáceres, Trujillo, Valencia de Alcántara, Mérida, Béjar, Brozas y Garrovillas. En esta centuria, no hay constancia de judíos en los dos últimos lugares. Faltaban por reseñar casi todas las aljamas judías de la diócesis de Badajoz y de la orden militar de Santiago. También señaló el valle de Cañamero como núcleo judaico. Quizá se refería a los cristianos nuevos procedentes de Guadalupe que se derramaron por los pueblos del entorno.

En el repartimiento del servicio y medio servicio de los judíos a la corona de Castilla en 1464 (de nuevo erró la fecha: 1474), que empezaban a citar los historiadores como una referencia clave, descubrió nuevas comunidades judías[15]: Galisteo, Aldeanueva del Camino, Cabezuela del Valle, Jaraíz, Cuacos, Pasarón, Garganta la Olla, Valverde de la Vera, Jarandilla, Belvís, Hervás, Trujillo, Jaraicejo, Montánchez, Medellín, Granadilla, Villanueva de la Sierra, Santa Cruz de Paniagua, Gata y Arroyo de la Luz. Los cuadernos fiscales patentizaron el expansionamiento del judaísmo por el territorio extremeño como consecuencia de la oleada migratoria que desde las grandes zonas urbanas de Castilla y de Andalucía se desplazaron a las zonas rurales bajo dominio de la nobleza.

La «moneda forera» era un tributo especial que pagaban los vasallos de las tres religiones al monarca castellano cada siete años, en reconocimiento de señorío sobre las tierras y las personas, a razón de ocho maravedíes de la moneda vieja de Castilla por cabeza. La familia Zúñiga expropió la derrama a la corona y lo gravó sobre los vasallos ricos, llanos y abonados de las villas y aldeas del señorío de Plasencia, de 1452 a 1482. Los impuestos fiscalizadores se distribuyeron por los sexmos placentinos de la Trasierra, el Valle, la Vera, el Campo Arañuelo y las aldeas menudas. La casa de Béjar cargó el gravamen, especialmente, sobre las minorías religiosas. La comunidad cristiana de Plasencia satisfizo cuarenta pechas al conde Zúñiga, en cambio, la comunidad judía, menos del diez por ciento de la población, pagó cincuenta, y la comunidad musulmana, veintinueve, por valor de dieciséis maravedíes cada moneda. A las aldeas de la tierra le correspondían pagar cuatrocientas cinco pechas. Los judíos de Jaraíz de la Vera y los de Cabezuela del Valle contribuyeron con dos monedas cada uno[16]. V. Paredes también publicó un extracto de las rentas fiscales placentinas, que consultó en el archivo municipal de Plasencia[17].

  1. Escobar Prieto interpretó erróneamente la fiscalidad de la moneda forera de los lugares y aldeas menudas del señorío de Plasencia con asentamientos judíos: Aldeanueva de la Vera, Collado, Saucedilla, Casatejada, Jaraíz, Arroyomolinos, Gargüera, Jerte, Losar, Vadillo, Navaconcejo, Ojalbo, Piornal, Esperilla, Segura, Cabezabellosa, Villar, Gargantilla, Albalat, Campana de la Mata, Toril, Casares, Millanes, Las Casas de Millán, Puerto del Castaño, Casas de Gómez, Serradilla, los lugares entre Almonte y Tajo, Cabezaolid, Jarilla, Oliva, Malpartida, Guijo de las Monjas, Valdecañas, Aldeanueva de Beringues, Miajadas y Mirabel. Esta inconsecuencia histórica transcendió en J. L. Lacave[18]. Seducido por el rimero de aldeas con población judía, el canónigo de Plasencia llegó a la conclusión de que «bien se puede afirmar que no hubo pueblo en Extremadura sin agrupación de judíos más o menos numerosa».

Para dar fe de las actitudes sacrílegas de los judíos extremeños con la liturgia de la iglesia católica, E. Escobar Prieto trasladó literalmente el texto de la calumnia religiosa del apedreo por los judíos a la cruz de Casar de Palomero que había publicado el padre franciscano Torrejoncillo en su panfleto antijudío Centinela contra judíos[19]. Sorprende que no citase el panegírico antijudío de R. Martín Santibáñez, cuyo libelo arrasaba la historiografía extremeña como los fuegos estivales los montes cacereños[20].

Al hilo del discurso, E. Escobar Prieto resaltó en la segunda entrega del ensayo[21] el falso apedreo por los judíos de Garrovillas de Alconétar al cristo de las Injurias, extraído de las crónicas franciscanas, y ensartó un rosario de noticias de los judíos de Plasencia divulgadas por fray Alonso Fernández, el capellán Barrio y Rufo, Vicente Paredes y José Benavides Checa. Del archivo catedralicio placentino procedía la transcripción parcial del documento de venta por la comunidad judía de Plasencia de la necrópolis de El Berrocal al deán Diego de Jerez[22]. Una primicia histórica. También publicó recensiones de la donación de la sinagoga nueva por los Reyes Católicos al cabildo de clérigos de Plasencia, la destrucción del santuario en el incendio provocado durante la guerra de las comunidades de Castilla, el acompañamiento de los judíos expulsados de Plasencia por el capitán Francisco Fernández Floriano hasta la raya portuguesa, y la imposición de los estatutos discriminatorios de limpieza de sangre en las órdenes militares de Extremadura, que justificó como una coraza defensiva de la iglesia católica para «conservar sin mancha sus limpios blasones» frente a la impureza de la comunidad conversa.

LOS JUDÍOS EN LA HISPANIA VISIGODA

En el tercer capítulo[23], E. Escobar Prieto esbozó un breve apunte de la historia de los judíos bajo el dominio hispanovisigodo. Articuló el eje vertebrador en las medidas legislativas promulgadas por la Iglesia y el Estado contra los judíos, reflejo fiel de las virtudes que enaltecieron a los pueblos y a los individuos, pero también de los vicios y crímenes que les degradaron, subrayó el historiador. En el concilio provincial de Agdé, el primer concilio general del reino de Toulouse, celebrado en 506, los obispos de la iglesia católica, presidido por el obispo Cesáreo, dictaron medidas antijudías para frenar las conversiones simuladas al cristianismo. El canon 34, trasladado literalmente por E. Escobar Prieto, estableció que el catecumenado de los cristianos nuevos en la doctrina católica se desarrollaría durante ocho meses, tiempo suficiente para verificar que el converso había renunciado definitivamente al culto mosaico. Si el futuro feligrés se hallaba en peligro de muerte podía recibir las aguas bautismales, cuyo dato omitió. Asimismo, el canon 40, que tampoco mencionó, prohibió a los sacerdotes y feligreses cristianos participar en los ágapes de los judíos[24]. E. Escobar Prieto justificó la artillería conciliar antijudía para frenar «los numerosos ejemplos de apostasía entre ellos ocurridos».

Pocas semanas después, Alarico II (484–509) publicó la legislación del Breviario. Un recopilatorio jurídico que aglutinó diez de las cincuenta leyes del Código Teodosiano del bajo imperio romano. De la confluencia de intereses políticos entre la monarquía arriana visigoda y el primado Cesáreo de la provincia de Arles, no hizo comentario alguno.

Los concilios visigodos de la época arriana regularon el marco de las relaciones sociales y políticas entre las comunidades judías y cristianas. El concilio provincial de Epaona, de 517, renovó la prohibición a los cristianos de «asistir a los convites de los judíos» (canon 15). El deán de Plasencia seleccionó algunas medidas conciliares antijudías para remozar su tesis sobre la conducta punible del pueblo de Jacob con el catolicismo. Así, el concilio provincial de Clermont, de 537, (canon 9), articuló que «los judios no deben ser colocados para juzgar à los christianos». Y el segundo concilio de Orleáns, de 538, (en realidad, fue el tercero) «les prohibe andar con los cristianos desde el Jueves Santo hasta el segundo día de Pascua, y además el mezclarse en las reuniones católicas»[25].

Del conciliar narbonense, celebrado en 589, E. Escobar Prieto recogió el canon 9, que prohibió a los judíos entonar cánticos fúnebres en los sepelios e instó a efectuar las inhumaciones según el uso y las costumbres rituales del pueblo de Moisés[26]. No mencionó la actitud tolerante del obispo extremeño Masona (571–605) con los miembros de las tres religiones, mecenas de un hospital de beneficencia, el xenodochium, que construyó en Mérida para socorrer las necesidades perentorias de la ciudad y acoger «a cualquier enfermo que encontraran, siervo o libre, cristiano o judío, cogiéndolo en sus brazos lo llevaran al hospital y acomodándolo en lechos apropiados le proporcionaran alimentos escogidos y aptos»[27].

Con la abjuración por Recaredo de la doctrina arriana y su conversión a la doctrina católica, sellado en el escenario del tercer concilio de Toledo, en 589, cuyo programa secundó la nobleza goda, los reyes hispanovisigodos marcaron un punto de inflexión en la política antijudía, que tomó cuerpo en la legislación de los concilios toledanos. E. Escobar Prieto efectuó un repaso somero por los cánones conciliares de la iglesia, con la única finalidad de resaltar «el carácter pérfido y revolucionario de los judíos […] y el extremo adonde había llegado su odio contra los cristianos». El tercer concilio toledano (escribió: 627), cuya asamblea articuló la política religiosa del reino, legisló que los judíos no podían ostentar cargos públicos, el siervo circuncidado podía retornar a la religión cristiana y recobrar la libertad, vetó los matrimonios mixtos y los hijos recibirían las aguas bautismales (canon 14)[28]. E. Escobar Prieto también mencionó el episodio del soborno judío recogido en la epístola de Gregorio Magno.

Los diez cánones sancionados por la asamblea eclesiástica visigoda en el cuarto concilio de Toledo, de 633, bajo la presidencia de Isidoro de Sevilla, regularon la situación jurídica de las comunidades judías durante el régimen de Sisenando. El prelado de la iglesia de Coria había tomado parte en el concilio, enunció E. Escobar Prieto. La asamblea reprobó las conversiones forzadas al cristianismo y aplicó medidas cautelares contra los cristianos nuevos que retornaban subrepticiamente a la religión de Moisés. Se reeditaron viejas medidas, como la prohibición del testimonio de los conversos judaizantes en los juicios y su inhabilitación para desempeñar cargos públicos[29]. La injerencia del poder político en las asambleas conciliares quedó de manifiesto en el sexto concilio de 638, al sancionar los padres de la iglesia algunas de las leyes de Chintila, como el decreto de expulsión de los judíos y el juramento de fidelidad del monarca a las leyes del reino en el que, bajo ninguna circunstancia, el jefe del Estado, según la hermenéutica de E. Escobar Prieto, debía[30] permitir que los judíos violen esta católica fe; que no favorecerá de ningún modo a su perfidia, ni llevado de ningún desprecio o codicia abrirá paso para la prevaricación a los que caminan a los precipicios de la infidelidad, sino que hará que subsista firme para en adelante lo que con gran trabajo se ha adquirido en otro tiempo.

Los siguientes concilios recopilaron la casuística legislativa antijudía de la monarquía desde Sisebuto hasta Ervigio. En el concilio doce, celebrado en 681, el Estado y la iglesia católica regularon veintiocho leyes de nueva composición, pero no hubo disposiciones canónicas sobre los judíos en el concilio de 683, como reseñó E. Escobar Prieto[31]. En las deliberaciones del concilio dieciséis, año 693, Égica (687–702) ofreció a los cristianos nuevos las mismas condiciones fiscales que a los cristianos viejos, con vistas a facilitar su integración en la sociedad. La pertinacia de los judíos y cristianos nuevos en la conspiración contra la monarquía católica –prosiguió el canónigo–, cuya conjura fue descubierta por Égica, determinó en el concilio diecisiete –no hubo distinciones entre los asuntos religioso y los de cariz político–, la confiscación de los bienes judíos, la reducción de los cristianos nuevos a la esclavitud y la disgregación de la familia: los hijos mayores de siete años serían apartados de sus padres y entregados a los preceptores cristianos para educarles en la fe de Cristo.

A modo de colofón, el deán de Plasencia estigmatizó la figura negativa del judío para legitimar, al hilo de la normativa de la iglesia conciliar, su eterna perinquina contra la monarquía católica. Los judíos abrieron las puertas a la invasión musulmana. «Resentidos los judíos de las disposiciones antes citadas, con la falsía y astucia en ellos proverbiales, prepararon la venganza, que fue harto cruel», notificó el deán de Plasencia. En el ejército de Tarik, melek Chulani, o Julani, acaudilló un ejército compuesto por judíos expulsados por Egica que mantenían relaciones comerciales con los que permanecieron en España. En premio por su deslealtad con los cristianos, los musulmanes permitieron que poblaran Córdoba y Sevilla; luego, se sublevaron en el Pirineo y, posteriormente, en Toledo, pero su milicia sería reprimida por los musulmanes con mayor rigor que los cristianos.

En sus crónicas, los historiadores árabes referenciaron la historia de la sublevación de Julan en el año 715, su coronación como rey de los judíos, melek, en hebreo[32], la confederación con los cristianos en el año 720, y su detención y crucifixión por los musulmanes. V. de la Fuente identificó a melek Julan con el poema legendario de los amores del rey Rodrigo con Florinda la Caba, la hija del conde don Julián, que desencadenó la invasión musulmana[33]. Vicente Barrantes, en su alegoría dramatizada La Corona de Castilla (1857), abordó, con una mirada xenófoba, la pérdida del reino de España por la traición del conde don Julián y del rey don Rodrigo, con la colaboración de los infames judíos[34]:

Cenobita.– (Levantándose.)    Vuestras cadenas se estienden

                                                       desde Narbona hasta el Africa.

                                                       Toledo, la que del moro

                                                       burló mil veces la saña,

                                                       ¡ay! el domingo de Ramos,

                                                       dia de memoria infausta,

                                                       por los infames judíos

                                                       vendida fué y entregada,

                                                      mientras los cristianos iban

                                                      á orar en Santa Leocadia.

LOS JUDÍOS EN LA EXTREMADURA MEDIEVAL CRISTIANA

A la hora de componer la historia de los judíos en la Edad Media, E. Escobar Prieto se inspiró en las legislaciones antijudías de la iglesia católica enfatizando la actitud insidiosa de «los judíos tan enemigos irreconciliables de la fe de Cristo, como perturbadores de la tranquilidad pública». En vida de E. Escobar Prieto se había consolidado la idea de la celebración del concilio de Coyanza en 1050. Hubo dos redacciones del acta. La que recogió los resultados de la asamblea conciliar convocada por Fernando I y Sancha de León en 1055, y la edición portuguesa de 1050[35], manejada por el canónigo de Plasencia. El capítulo VI del texto portugués articuló la prohibición a los cristianos de convivir con los judíos, so pena de siete días de penitencia, y la excomunión durante un año al que incumpliese la normativa, salvo los menores de edad, que se les aplicaría cien azotes[36].

Del concilio provincial de Valladolid de 1228, E. Escobar Prieto trasladó la discriminación de los judíos en barrios separados de los cristianos y el uso del distintivo de la rodela, pero obvió que los monarcas rechazaron las medidas enajenatorias de la jerarquía episcopal. Y del concilio de 1322 espigó la prohibición por la iglesia católica a judíos y musulmanes de participar en los actos litúrgicos, las celebraciones a los esponsales y los ritos fúnebres, pero permitió que los judíos que abrazasen la conversión pudieran acogerse a la caridad de los hospitales de beneficencia (canon 22). También mencionó los concilios provinciales de Lérida de 1229, Tarragona de 1239 y 1282 y Salamanca de 1335, que redactaron medidas discriminatorias, sin entrar en pormenores.

El archivo de la catedral de Coria, donde E. Escobar Prieto había desempeñado las funciones de deán, atesoraba un traslado del concilio provincial compostelano, celebrado en Zamora en 1313, al asistió el prelado cauriense. Las autoridades episcopales recogieron las disposiciones antijudías del concilio general de Viena. Entre otras materias, los obispos prohibieron trabajar a los judíos el día de viernes santo, «porque non puedan facer escarnio de los Christianos, que andan doloridos por la memoria de la pasión de Jesuchristo», practicar la usura, desempeñar cargos públicos en las administraciones civiles de la corona y de la nobleza, ejercer la medicina y asistir a los ágapes de los cristianos, las judías no podían ser nodrizas de los cristianos y las comunidades que hubiesen reformado sus sinagogas debían volver a su estado primitivo, de lo contrario, serían confiscadas.

Del concilio provincial de Palencia, convocado por el cardenal Pedro Luna en 1388, E. Escobar Prieto resaltó la normativa discriminatoria que impelió a la separación de los judíos en barrios especiales, prohibió la venta de mercancías a judíos y musulmanes los domingos y festivos, ejercer cualquier tipo de trabajo durante las festividades cristianas y confió la tutela de las leyes a los jueces seculares y eclesiásticos, pero encubrió que las cortes de León y Castilla desestimaron las normativas segregacionistas de la iglesia por considerarla contraria a sus intereses políticos[37].

En la cuarta entrega del ensayo[38], E. Escobar Prieto trajo a colación los sínodos diocesanos de Coria de 1406 y 1462, cuya asamblea secundó la normativa antijudía de los concilios provinciales. La diócesis de Coria, cuya historia conocía el deán[39], no vio con buenos ojos que los judíos apadrinasen niños cristianos (1406) y ordenó extremar precauciones con el hurto de las hostias consagradas que compraban los infieles para cometer maleficios (1462). El deán de Plasencia justificó la imposición de las medidas sinodales porque albergaban

el fin tan santo como patriótico de evitar el contagio de los cristianos y poner coto a las demasías de la turbulenta raza judaica, son demostración clara y evidente de la falsía y tenacidad característica como que siempre han procedido los judíos en España, principalmente, así como también de la justicia, benignidad y paciencia desplegadas por la Iglesia para atraerles al buen camino, y salvar los intereses de la Iglesia y del Estado.

Remitió a los investigadores y eruditos al estudio de las legislaciones del fuero juzgo de Béjar, Plasencia, Coria, Cáceres, Usagre, Badajoz y Mérida «para convencerse de la relativa benignidad con que fueron tratados los judíos en aquellos siglos de dureza». Sucedió todo lo contrario de lo escribió el deán de Plasencia. Las cartas forales extremeñas manifestaron la atmósfera de tolerancia de los reinos cristianos con judíos y musulmanes. Alfonso X reguló el préstamo usurario judío en las cortes de Valladolid 1258, y su hijo Sancho IV extendió «su protección hasta declarar la inviolabilidad de las juderías». Los pueblos reconvinieron los favores que los monarcas y los señores feudales prodigaron a los judíos –prosiguió el deán– y elevaron sus protestas a los procuradores del reino. Las cortes de Burgos de 1315, las de Valladolid de 1325, las de Medina del Campo de 1328 y las de Madrid de 1329 articularon una serie de medidas para cortar de raíz los abusos y atropellos judíos, como la regulación del préstamo usurario y el ejercicio de la recaudación de los impuestos fiscales, arguyó el deán de Plasencia.

Del gobierno de Pedro I, el autor destacó su política benevolente con el pueblo judío, pese a la imposición de algunas medidas restrictivas en las cortes de Valladolid, como la prohibición de utilizar nombres cristianos, pero les confió cargos de responsabilidad en la administración del Estado. Su hermanastro Enrique II, que había desarrollado una política de hostilidad durante la deflagración civil, apenas se mostró beligerante cuando asumió el poder, como dejó de manifiesto en las cortes de Burgos de 1367 y 1377 y en las de Toro de 1371. El monarca, según la mirada sesgada del deán de Plasencia, se disculpó «con sobrada tibieza en lo de no prohibirles el cobro de las rentas reales», con el pretexto de que no había profesionales cristianos.

Según el criterio de E. Escobar Prieto, Juan I adoptó en las cortes de Burgos de 1379 y en las de Soria de 1380 las «oportunas precauciones para evitar los subterfugios inventados por la astucia de los judíos con el objeto de eludir el cumplimiento de la ley». La permisividad y la tolerancia de las administraciones de Juan II y Enrique IV coadyuvaron «a que al amparo de ellas resucitaran los judíos su culto, sus intrigas y sus abominables prácticas supersticiosas, que las fervorosas predicaciones de San Vicente Ferrer y otros celosos Misioneros habían aminorado, ya que no lograron desarraigar por completo», como había enunciado Diego de Valera en la Crónica de los Reyes Católicos[40]. De nuevo afloró en la discursiva del deán de Plasencia la imagen caricaturesca del adversus judaicus, con la figura peyorativa del judío medieval aplicado a las prácticas supersticiosas, legatario de las narrativas de Vicente Paredes, Carolina Coronado, Roso de Luna y la ensayística de Publio Hurtado.

En el quinto capítulo[41], E. Escobar Prieto transfirió datos documentales inéditos de las comunidades judías de Coria y Granadilla en el siglo XV. En el archivo municipal de Granadilla, hoy, en la casa de Alba[42], consultó las condiciones de los préstamos usurarios judíos en el señorío de Granadilla regulados por el señor de la villa, en 1484. Tres años después, los Reyes Católicos estipularon las condiciones de la usura a «los judíos de Lagunilla, Colmenar, Horcajo y Cristóbal», aldeas del señorío de Montemayor del Río. Un texto que E. Escobar Prieto no debió leer correctamente porque en los citados lugares no hubo constancia de asentamientos judíos[43]. También hizo referencia a la provisión de la casa de Alba, de 26 de octubre de 1487, en la que reguló la participación de dos judíos en la confección de los padrones fiscales para evitar conflictos e irregularidades financieras. Judá de Alba había sido testigo de la publicación de la ordenanza[44].

No pudo contener E. Escobar Prieto su animosidad contra el pueblo de Israel. Sus digresiones antijudías articularon la arquitectura de su historia. Vinculó el apartamiento de los judíos de Granadilla, en enero de 1489, con «el atropello del Casar de Palomero» –la calumnia religiosa del apedreamiento judío a la cruz–, que ya había editado en un trabajo anterior[45]. Tras la conversión de los judíos al cristianismo en 1492, los cristianos nuevos extremeños dieron pruebas de su «odio a la Religión católica y de la justa desconfianza que inspiraban sus conversiones, calificadas de maliciosas por el P. Fr. Alonso de Oropesa en su famoso libro ya citado Lumen ad revelationem gentium». El falso suceso de la profanación de la hostia consagrada por los cristianos nuevos de Aldeanueva del Camino y de Hervás en 1506 –consultó la versión manipulada del archivo del monasterio de Guadalupe[46] que situaba los hechos en 1519–, corroboraba la hostilidad sempiterna de los cristianos nuevos contra la religión católica.

LA INQUISICIÓN EN GUADALUPE

  1. Escobar Prieto consagró la sexta publicación del ensayo a «La Inquisición en Guadalupe»[47]. La conducta perniciosa de los falsos conversos y los crímenes perpetrados por los judíos contra la religión católica persuadieron a la reina Isabel «a expulsar del suelo patrio [a] la raza deicida». A los monjes del santuario mariano de Guadalupe, objeto de veneración por los monarcas, señores feudales y peregrinos que depositaban valiosas ofrendas en el templo, les sorprendió que acudiesen judíos «malvados, que ocultos, en la sombra, conspirasen con tenaz empeño, digno de mejor causa, para destruir a la vez la Religión y la Patria. En esto vemos la historia de siempre, la lucha del mal contra el bien, más viva precisamente donde éste crece y prospera». E. Escobar Prieto atribuyó el génesis de la ruina espiritual del monasterio a la relajación de costumbres de los primeros cuatro priores seculares del cenobio, cuando se hallaba fuera del área de influencia de la regla jerónima. Al calor de los oropeles y de las riquezas del templo mariano acudieron los judíos que «pervirtieron a muchos cristianos, y, en varias ocasiones, les arrastraron a motines y algaradas contra el Monasterio», apostilló el cronista.

El deán de Plasencia no estableció diferencias entre judíos y cristianos nuevos, como ninguno de los historiadores, ensayistas y narradores de la región hasta bien avanzado la segunda mitad del siglo XX. En el ecuador de la centuria decimoquinta no había rastros de judíos en la Villa y Puebla de Guadalupe. La comunidad conversa controlaba una parte de los resortes de la economía de la Villa, y en el santuario jerónimo moraban cristianos nuevos que mantenían en el más estricto secreto la observancia de los preceptos mosaicos. El conflicto entre los cristianos viejos y nuevos laicos se recrudeció en 1476, con motivo del homicidio de un judío por un cristiano viejo en tierras de Oropesa que acabó entre rejas. Un sector de la sociedad cristiana se amotinó contra la autoridad civil y se vio obligada a liberarle del presidio, pero la justicia ordinaria mandó prender a los sediciosos. Unos fueron desterrados; a otros les enviaron a la cárcel. Los familiares de los reos solicitaron clemencia al padre prior «disiendo que avia seydo cosa piadosa lo que los dichos delinquentes avían fecho soltando un cristiano que no padeciese por la de un judío», y prometieron suspender las juntas y monipodios contra los conversos. El comportamiento insidioso de los cristianos viejos –argumentó E. Escobar Prieto–, estaba motivado por «las maldades y supersticiones de los judíos y los vicios y malas doctrinas fomentadas por el descuido y flojedad, que caracteriza el reinado de D. Enrique IV». Pese a la sabiduría del cardenal Mendoza, el celo insobornable del padre inquisidor Torquemada y las predicaciones proselitistas de los padres dominicos y otros notables misioneros de la iglesia católica, el pueblo de Dios no alcanzaba «a contener los daños causados por los atrevidos, herejes, blasfemos, sacrílegos y apóstatas». Para atajar la heterodoxia de los cristianos nuevos, los Reyes Católicos solicitaron a Sixto IV el establecimiento del tribunal del Santo Oficio, que concedió el 1 de noviembre de 1478[48].

  1. Escobar Prieto había tenido acceso a un manuscrito de V. Barrantes que contenía un resumen de los autos de fe de los monjes jerónimos cristianos nuevos procesados por el delito de judaísmo en 1485. Consultó un artículo que el arqueólogo Rafael Monje había editado en El Semanario Pintoresco Español (1847)[49] –plagado de inexactitudes históricas, según E. Escobar Prieto–, que trasladó V. Barrantes en el misceláneo Virgen y mártir. Nuestra Señora de Guadalupe (Badajoz 1895). Asimismo, revisó las actas capitulares del monasterio de Guadalupe, manejó el Libro de la Invención de esta Santa Imagen de Guadalupe; y de la erección y fundación de este Monasterio y de algunas cosas particulares y vidas de algunos religiosos de él (c. 1514), de fray Diego de Écija, la Historia de Nuestra Señora de Guadalupe consagrada soberana Majestad de la Reyna de los Ángeles, milagrosa patrona de este santuario, de fray G. de Talavera, y el trabajo de investigación del padre F. Fita y Colomer sobre la Inquisición[50]. Sus principales herramientas de investigación.

El canónigo mencionó la formación de dos tribunales en Guadalupe, en 1485. En el interior del monasterio jerónimo se habilitó una inquisición para castigar la herejía de los monjes criptojudaizantes, como fray Diego de Marchena y fray Diego de Burgos. Y otro en la Villa contra los cristianos nuevos laicos judaizantes. En el auto de fe de 20 o 21 de agosto, los reverendos padres inquisidores mandaron arrojar «al fuego dos cargas de libros heréticos y los huesos de 45 [cristianos nuevos], que fueron desenterrados. También fue llevado al suplicio el hijo de Lope García, que trató de suicidarse en la cárcel».

En el octavo y noveno capítulo[51], E. Escobar Prieto resaltó la ponderada caridad de la comunidad cristiana y «la prudencia y bondad con que procedieron la Inquisición y los monjes de Guadalupe en la represión y castigo» de los cristianos nuevos heréticos. Su principal línea de trabajo. Con los bienes confiscados a los cristianos nuevos judaizantes, la comunidad jerónima financió la construcción de la hospedería de los Reyes Católicos, adosada al monasterio jerónimo. No obstante, la corona prohibió la confiscación de los contratos de ventas, trueques y bienes firmados con anterioridad a 1479. Tampoco podían embargarse los bienes que habían sido transmitido por los reos a sus hijos en concepto de dote nupcial. En cuanto a las deudas que los cristianos debían a los cristianos nuevos pasarían a engrosar las arcas del monasterio.

El deán de Plasencia puso de relieve la actuación de la facción anticonversa jerónima en el capítulo general de 1486, encabezada por el padre fray Rodrigo de Orenes y los definidores, para establecer una inquisición en el monasterio que depurara las prácticas judaicas, y la imposición de un estatuto de limpieza de sangre que entorpeciera el acceso de los cristianos nuevos a la religión. Fray Rodrigo de Orenes mostró a los cristianos nuevos el acta capitular con el acuerdo de la implantación de la normativa discriminatoria. Cuando la noticia transcendió en los monasterios jerónimos, estalló la polémica entre los monjes cristianos viejos y los nuevos. Los frailes jerónimos proconversos esgrimieron la bula Humani Generis Inimicus, de Nicolás V, de 1409, que prohibía hacer distinciones entre judíos, musulmanes y cristianos. La facción conversa movilizó sus peones. Cuenta E. Escobar Prieto que «fray García de Madrid, profeso desta Casa, anduvo mucho sembrando esta zizania y poniendo mucho scándalo, desonrrando por su boca a los frayles de la Orden con palabras injuriosas». El autor mostró querencia por el partido anticonverso jerónimo: «Y andando este por los monesterios a publicar la dicha bulla de Nicolao daba mucho escándalo en todos aquellos que lo oyeron». El canónigo de Plasencia desconocía que Juan Daza, capellán y delegado de la corona, había ejercido su influencia sobre los monarcas para que depurara el estatuto racial en 1486. En el capítulo privado de 1487, la comunidad jerónima nombró a los inquisidores, y en los acuerdos de 1492 y de 1493 la religión dio luz verde para conseguir un breve contra la admisión de los cristianos nuevos. Finalmente, en el privilegio de 1496, Alejandro VI extendió el veto a la orden a los descendientes de «judíos, moros o de otra secta reprobada, o que hayan sido castigados por el Santo Tribunal de la Inquisición» hasta el cuarto grado, y la inhabilitación de los monjes conversos en los cargos de prior, vicario y confesor. Los frailes cristianos nuevos que desempeñaban cargos en la institución no serían relegados «y, aun quando sus oficios vacaren, puedan ser reelegidos en los mesmos oficios, o a qualquier dellos». Para no promover la piedra de escándalo, la religión jerónima ordenó en un capítulo privado que la normativa se tuviese en «secreto y no sea divulgado, salvo á los Priores ó Vicarios que no fueren confessos».

LA CONSPIRACIÓN DE LOS JUDÍOS

Con idea de torpedear las diatribas que los intelectuales y anticlericales progresistas lanzaban contra la esclarecida memoria de los Reyes Católicos por el decreto de expulsión de los judíos, E. Escobar Prieto condensó en «Los judíos en Guadalupe» –la décima y última entrega del ensayo–, «un breve resumen histórico y razonado de las vicisitudes de esa raza en España, de las desdichas por ellas ocasionadas y de lo ineficaces que resultaron los medios de corrección hasta entonces usados»[52].

En la jurisprudencia canóniga y civil hispanovisigoda, el canónigo rastreó síntomas evidentes de la «organización perfecta, secreta y misteriosa de los judíos habitualmente entregados a la conspiración y a otras malas artes, mordiendo siempre la mano que aparentaban besar con hipocresía burlada refinada». La naturaleza intrigante de los judíos estaba latente también en los concilios eclesiales y civiles de Toledo y en las crónicas árabes del siglo IX. En tiempo del rey Wamba (672–680), el godo Hilderico, conde de Nimes, se sublevó en la Galia contra la corona y los judíos se aliaron con los rebeldes, a los que se unieron los expulsados de España por Sisebuto (613), pero fueron derrotados y expatriados de la Galia[53]. Poco después vendría la teoría de la confabulación de los judíos con el conde don Julián «para vender a los musulmanes la independencia de la patria». De las crónicas árabes espigó las maquinaciones fraguadas por los judíos en Toledo, la más notable, la revuelta de 828. Ciertamente, durante el reinado de Muhamed I hubo graves desórdenes en la ciudad, pero los judíos permanecieron fieles al gobierno local musulmán[54]. De nuevo irrumpió en la discursiva la perversión y la codicia del pueblo judío. E. Escobar Prieto sugirió que mientras los cristianos y musulmanes libraban una titánica contienda, los judíos, al fragor de la batalla, «si es que no la fomentaron y con sus enredos procuraron hacerla más desastrosa, aumentaban sus fortunas a costa de los combatientes, apelando para ello a la usura».

El odio y el desprecio que generaron los judíos en la sociedad española por su infame conducta –adujo E. Escobar Prieto– prosiguieron durante los reinos cristianos. Los procuradores de las cortes de los siglos XIII al XV no supieron atajar a tiempo la lujuria judaica, pero los predicadores y misioneros apostólicos de las órdenes religiosas «tomaron a su cargo la noble empresa de convertir a los judíos por medio de la persuasión y la controversia». Varones ilustres, como el dominico Vicente Ferrer, «lograron la conversión de muchos y que se cerrasen a principios del siglo XV las sinagogas más principales», como sucedió con la comunidad de Plasencia, aunque E. Escobar Prieto no tenía noticia del suceso. La falta de consenso político en los reyes de Castilla y en los dignatarios feudales, y su política tolerante –resaltó el historiador–, dio alas a la conducta sacrílega de los judíos, expresada en los actos de la profanación de la hostia consagrada en la sinagoga de Segovia (1406), las muertes rituales de niños cristianos en un pueblo del señorío de Almanza (1457), en Sepúlveda (1468) y en La Guardia (1491), el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués (1485) y otros crímenes atribuidos a los judíos, que recogió del Fortalitium fidei (1459), del franciscano Alonso de Espina, y del libelo Centinela contra judíos[55]. No obstante, tuvo unas palabras condenatorias contra los pueblos que se tomaron la justicia por su mano y cometieron atropellos contra las comunidades judías: «El catolicismo les reprueba con la mayor energía, pero a la vez acrimina los espantosos infanticidios y sacrílegas profanaciones de aquella perversa raza, así como también la maldad de los magistrados, que, por dinero unos y otros por proselitismo, los dejaban sin castigo».

  1. Escobar Prieto lanzó una crítica acerada contra los desatinos de Juan II y Enrique IV, títeres del valido Álvaro de Luna y de Beltrán de la Cueva, amigos de los judíos, y el envilecimiento sin límites de la nobleza feudal, contraria a los intereses políticos de la corona. Las debilidades de Enrique IV abrieron las puertas al encumbramiento de los cristianos nuevos en las instituciones del Estado. En el colegio de San Bartolomé de Salamanca, los descendientes de judíos se negaron a acatar la orden de expulsión decretada por el estatuto de limpieza de sangre, implantado en 1414. La reina Isabel de Castilla ordenó –según el imaginario judío de E. Escobar Prieto–, que «si al punto no salían por la puerta los echasen por las ventanas». Los estatutos del colegio salmantino contemplaban que los colegiales debían ser ex puro sanguine, pero el sentido de la expresión, en referencia a los cristianos nuevos, no estaba nada claro, como han expuesto Albert Sicroff[56] y A. Domínguez Ortiz[57].

Las arcas del reino estaban exhaustas y los judíos astutos se apresuraron a ofrecérselo en grandes cantidades a los Reyes Católicos, a cambio de la abrogación del edicto expulsorio, naturalmente. Pero el inquisidor Torquemada –continuó su narrativa el deán de Plasencia–, con el crucifijo en la mano, le dijo al rey Fernando: «Señor, los judíos compraron a Cristo por treinta dineros, y a Vuestra Alteza se le quiere vender ahora por treinta mil maravedís»[58]. En tan críticos momentos, oyó Dios las preces del misericordioso pueblo católico, y fiel a su promesa, recordando la sangre derramada por sus valerosos soldados en la Reconquista, puso fin a tan anárquico estado. Defensor a ultranza de la política antijudía de la monarquía católica, el deán de Plasencia exhortó:

los Reyes Católicos, viendo a los judíos cada vez más tenaces en su proselitismo concitar las iras populares con horrendos sacrilegios y bárbaros homicidios, absorber la riqueza del país con sus contratos usurarios, explotar los vicios de las clases elevadas y turbar la tranquilidad pública con frecuentes motines; atentos los reyes, como siempre, al gran principio de que la unidad de creencias constituye el fundamento de la unidad política y de la grandeza nacional […] decretaron la expulsión de los judíos del territorio nacional.

Los judíos traidores que propiciaron la invasión de los musulmanes tenían bien merecido el castigo de las majestades católicas. Si el decreto de expulsión no hubiese estado guiado por el carácter religioso de la monarquía, a buen seguro que los Reyes Católicos no habrían sufrido las acres censuras de los desafectos a la iglesia, concluyó el deán de Plasencia.

Por otra parte, el autor criticó las calumnias y las desafecciones de los historiadores anticlericales contra los monjes jerónimos de Guadalupe, en las que argumentaban que los frailes, persuadidos por la avaricia de la religión, habían denunciado a los judíos (cristianos nuevos) a los inquisidores con el fin de apoderarse de sus bienes raíces. En cuanto al exilio judío, E. Escobar Prieto consideró exagerada la cifra de 800.000 judíos exiliados. Trasladó la versión de Alonso Barrantes Maldonado[59], que cifró la salida de judíos por la frontera de Zamora a Miranda (Portugal) en 30.000 almas, por Ciudad Rodrigo en dirección al Villar (Vilhar Formoso) 25.000 (Bernáldez señaló 35.000), por Valencia de Alcántara a Marvão 15.000, y por Badajoz a Yelbes (Elvas), 10.000. También salieron por la frontera de Navarra, Laredo, Vizcaya, Guipúzcoa, Sanlúcar y Cartagena; omitió el Puerto de Santa María. Los judíos del reino de Aragón se dirigieron a Cataluña rumbo a Italia, no señaló Alemania, y los de Valencia partieron a Túnez y Fez, no refirió Tremecen.

Los historiadores progresistas se rasgaban las vestiduras por la pérdida de los judíos –comentó E. Escobar Prieto–. Pero en la guerra de la Independencia habían fallecido 400.000 españoles «y nadie se ha cuidado de atribuir a ella la despoblación de España y la ruina y atraso de la agricultura e industria». Por otra parte, las dos guerras coloniales y la afluencia migratoria americana fueron notorias «sangrías que han extenuado a la patria harto más que la manoseada expulsión». Cargó las tintas contra las comunidades judías, los enemigos tradicionales del catolicismo, revestido con el consabido estereotipo del deicidio, el mito del judío errante y otros arquetipos negativos del mismo calibre:

Es indudable que desde el horrendo crimen cometido por los judíos pesa sobre su raza la maldición del cielo y el desprecio de la Humanidad. Desterrados de su patria, andan errantes de pueblo en pueblo, sin lograr asiento fijo en ninguno de ellos, ni que desaparezca la animadversión general, que perdura a través de los siglos hasta en las naciones más descreídas. Animados siempre del más rabioso encono contra el Catolicismo y contra toda la autoridad legítima, ocultan tan diabólicos sentimientos bajo impenetrable misterio, y a fin de hacerse menos repulsivos, sustituyen las nobles ideas de patria y nacionalidad, de que han renegado, con un cosmopolitismo que no deja de ser frío y escéptico, a pesar del hipócrita y blando humanitarismo con que procuran vestirle.

Un nuevo elemento irrumpió en la arquitectura del judío imaginario extremeño: el contubernio judeo–masónico. La masonería se propaló por Extremadura en el último tercio del siglo XIX, fundamentalmente, durante la Restauración. La prensa católica radical atribuyó a los masones extremeños el marbete de sociedades secretas antinacionales, enemigas acérrimas de la patria que conspiraban en sus logias contra la ruina del país. El periódico integrista La Lid Católica (25 agosto 1893 y 19 diciembre 1896) tenía como «principal tarea combatir a judíos, masones y liberales»[60]. El siguiente tranco histórico fue la vinculación de los masones con los judíos formando una estrecha alianza, un complot internacional, para demoler los cimientos de la patria y apoderarse de las principales fuentes financieras: las minas y los ferrocarriles. Una fábula que reverberó en los relatos xenófobos El pagaré (1886), y El oratorio de Isabel la Católica (1896), de Carolina Coronado, y en las Supersticiones extremeñas de Publio Hurtado. Historiadores y literatos estaban sembrando en los anales de Extremadura la semilla del apólogo del contubernio judeo–masónico. El legado histórico–literario de la España antijudía romántica a la ensayística extremeña.

  1. Escobar Prieto había detectado en diversas épocas de la historia de España la presencia de comunidades judías maquinando con otras organizaciones secretas la manera de destruir a la religión católica y a la patria. Había encontrado ejemplos paradigmáticos en la jurisprudencia canóniga y civil de la Hispania visigoda (s. VII), en el reinado de Muhamed I (s. IX) y en la Villa y el monasterio de Guadalupe (s. XV). La polémica desatada en Francia por el proceso Dreyfuss, que defendió con encono Zola, reverdeció la naturaleza conspiradora de los judíos. E. Escobar Prieto había dado crédito al falso congreso de Lemberg, supuestamente celebrado en 1911, en el que un rabino había alentado a los judíos europeos al acaparamiento de las bolsas europeas, los ferrocarriles, las minas, las fábricas, la prensa y la magistratura. Pero el enemigo por excelencia de los judíos no era otro que la Iglesia católica, como había manifestado el imaginario rabino de Lemberg:

En primer lugar, nosotros tenemos que luchar implacablemente y en todos los terrenos contra el clero católico. Nosotros tenemos que apoderarnos de la escuela. La religión cristiana tiene que desaparecer […] con el fin de llegar a la total destrucción del Catolicismo, que ha sido y es, según hemos demostrado, el ideal de sus aspiraciones.

Era un eslabón más en la cadena truculenta del mito de la conspiración sionista mundial, el germen de las falsificaciones de los Protocolos de los Sabios de Sión, un fake news inventado y difundido por la policía secreta zarista. Arturo Barea, en La llama, compuso la figura del nacionalsocialista Solorza que achacaba la ruina económica y moral de España al contubernio judeo–masónico, que revitalizó el almirante Carrero Blanco en la España católica del dictador Franco, al que añadieron los comunistas como compañeros de aventuras[61].

EPÍTOME

El deán de Plasencia interpoló en «Los judíos en Guadalupe y otros pueblos de Extremadura» un repertorio de noticias documentales inéditas exhumadas en los archivos eclesiásticos de Plasencia y Coria y otros municipales, con datos extravagantes espigados en los falsos cronicones religiosos, como los Anales Toledanos, escritores árabes, crónicas franciscanas e historiadores, como Garibay y Sandoval, salpimentado con los prejuicios ideológicos antijudíos de la España medieval cristiana. E. Escobar Prieto adaptó su versión de la historia de los judíos extremeños al servicio de la ideología integrista de la iglesia católica. Su ensayo era un panegírico antijudío en el que loaba la expulsión de los judíos y el establecimiento del tribunal de la Inquisición por los Reyes Católicos como instrumento de protección contra la maldad del pueblo judío y los cristianos nuevos extremeños; y confirió veracidad a la calumnia religiosa del apedreamiento judío a la cruz de Casar de Palomero, el ultraje de la hostia consagrada por los cristianos nuevos en Aldeanueva del Camino, el apedreo al cristo de las Injurias en Garrovillas y el maltrato al cristo del Colada en Guadalupe.

Apéndice fotográfico

NOTAS

[1] Supersticiones extremeñas (Cáceres 1902) pp. 48, 49, 55, 61, 65 y 123.

[2] Véase mi artículo «La teosofía cabalística de Roso de Luna», Clarín. Revista de Nueva Literatura, año XVI, mayo–junio 2011, pp. 50–56.

[3] El Monasterio de Guadalupe, I, 1916, núms. 3, 4, 7–9, 11–12; y II, 1917, núms. 14, 15 y 17.

[4] «Los judíos en Guadalupe», (1 agosto 1916), pp. 60–64: p. 60.

[5] En mi ponencia, «El judío imaginario en la narrativa y la historiografía extremeñas: de la década moderada a la Restauración (1844–1923)», Memoria Histórica de Plasencia y comarcas, XVI edición, Ayuntamiento de Plasencia, Plasencia 2018, pp. 103–120.

[6] Libro de la disertación y el recuerdo, I, traducción y edición M. Abumalham Mas, Madrid 1985, pp. 28–29; también conocido como Poética hebraica.

[7] La vara de Yehudah, traducción de J. Mª CANO, Barcelona 1991, p. 74.

[8] Historia de los Reyes de Castilla y de León Don Fernando el Magno, primero de este nombre, infante de Navarra: Don Sancho, que murió sobre Zamora: Don Alonso, sexto de este nombre, Madrid 1792, pp. 232–234 y 325.

[9] Historia de España, Madrid 1780, 14ª ed., p. 185.

[10] Los XL Libros del Compendio historial de las chronicas y universal historia de todos los reynos de España, Amberes 1571, p. 1045.

[11] Historia de los judíos de España y Portugal, tomo I, Desde la venida de los judíos hasta Alfonso el Sabio, Madrid 1984, p. 185.

[12] «Los judíos en Guadalupe», (1 agosto 1916), I, p. 62.

[13] Véase mi libro Judíos y cristianos nuevos de Trujillo, Badajoz 2008, pp. 31–38; los documentos se hallan actualmente en el Archivo Histórico Nacional.

[14] El dato en el Archivo de la Catedral de Plasencia: «Tomo 2º. Extracto de los papeles del archivo que comprende del nº 174 hasta 642», fols. 151–151v, donde pudo leerlo el autor.

[15] Los repartimientos fiscales de los judíos de los obispados de Coria y Plasencia en el siglo XV pueden consultarse en mi libro, Documentos para la Historia de los judíos de Coria y Granadilla, docs. 34–52, Ayuntamiento de Coria, Coria 1991, pp. 104–141.

[16] Archivo Histórico Nacional [=AHN], Nobleza, Osuna, leg. 300, núms. 9/1 y 9/18; M. A. LAREDO QUESADA, El siglo XV en Castilla. Fuentes de renta y política fiscal, Barcelona 1982, pp. 168–265.

[17] Los Zúñigas, señores de Plasencia, Cáceres 1903, pp. 64–67; editado por capítulos en Revista de Extremadura, 5–11, 1903–1909.

[18] «Los judíos en Extremadura antes del siglo XV», Actas de las Jornadas de Estudios Sefardíes, Cáceres 1981, pp. 201–213: 212–213; rectificó el yerro en Juderías y sinagogas españolas, Madrid 1992, p. 411.

[19] Centinela contra judios, puesta en la torre de la Iglesia de Dios, consultó la edición de Madrid 1691, pp. 157–162. El texto fue muy criticado por J. Amador de los Ríos, Historia de los judíos, I, p. 20, que lo calificó «de baja ralea». Para J. Caro Baroja, Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, II, Madrid 1978, p. 450, era un compendio misceláneo de «cartas apócrifas, textos históricos, diatribas de predicadores, cuentecillos, `sucedidos´ inverosímiles o grotescos, todo es reunido y mezclado en el Centinela». H. C. Lea, Historia de la Inquisición Española, Madrid 1992, p. 72, enunció «en esta popular exposición del rencor cristiano ningún relato es considerado lo bastante disparatado y absurdo para no darle crédito si ilustra la innata e incurable perversidad del judío y su insaciable deseo de hacer el mal al cristiano». Para Antonio Domínguez Ortiz, Los judeoconversos en la España Moderna, Madrid 1983, pp. 151–152, se trataba de la obra de un fanático.

[20] Véase mi ensayo, «El legado judío de Casar de Palomero (Cáceres): el fruto de la intolerancia», El legado de la España de las tres culturas, Llerena 2017, XVIII Jornadas de Historia de Llerena, Sociedad Extremeña de Historia, Badajoz 2018, pp. 129–139.

[21] «Los judíos en Guadalupe», I, (15 agosto 1916), pp. 74–76.

[22] Sobre los judíos de Plasencia, véanse mis trabajos «Documentos sobre los judíos de Plasencia en el Archivo Catedralicio (1411–1492)», Sefarad, 59, 1, (1999), pp. 53–76; y 2, (1999), pp. 263–307; y en mi libro electrónico, Historia de los judíos de Plasencia y su tierra: I. De los orígenes a la Inquisición, siglos XII–XVII, II. Colección Diplomática (1187–1823), Sevilla 2001; 2ª ed. Sevilla 2009.

[23] «Los judíos en Guadalupe», I, (1 octubre 1916), pp. 152–156.

[24] CHARLES–LOUIS RICHARD O. P., Los sacrosantos concilios generales y particulares celebrado por los apóstoles en Jerusalen hasta el Tridentino, II, 1793, pp. 248 y 274–275; resumió los cánones 37 al 41, procedentes del concilio de Vannes de 465; el canon 12 «prohíbe á todos los Clérigos ir á comer con los judíos».

[25] CHARLES–LOUIS RICHARD, Los sacrosantos concilios, pp. 292, 325, 331 y 335, no citó el canon 13 que «prohibe á los judíos el obligar á sus esclavos christianos á cosas opuestas á la Religión de Jesus Christo; y á los christianos el contraer matrimonio con los judíos y comer con ellos»; y el canon 10 reguló que no se separase a los cristianos nuevos que hubiesen contraído matrimonio incestuosos por ignorancia.

[26] Véase J. VIVES, Concilios visigodos e hispanoromanos, Barcelona–Madrid 1963, pp. 147–149; y E. A. THOMPSON, Los godos en España, Madrid 1990, 3ª reimpresión.

[27] A. CAMACHO MACÍAS, El libro de las vidas de los santos padres de Mérida, Mérida 1988, p. 102.

[28] J. VIVES, Concilios visigodos, p. 129.

[29] J. VIVES, Concilios visigodos, pp. 210–214.

[30] J. VIVES, Concilios visigodos, p. 236 tradujo: que no debía «permitir que los judíos violen esta fe católica, que no favorecerá de ningún modo su infidelidad, ni que por cualquier negligencia o codicia, abrirá las puertas de la prevaricación a los que caminan a los precipicios de la infidelidad, sino que hará que subsista firme en adelante lo que con gran trabajo se ha conseguido en nuestro tiempo».

[31] J. VIVES, Concilios visigodos, p. 395.

[32] Las leyendas en P. F. DE BORBÓN, Carta ilustrativa sobre la época del Reynado de D. Pelayo y Batalla de Covadonga primera que dirige al señor don Francisco Masdeu, Madrid 1794; de donde lo toma FR. R. DE HUESCA, Teatro histórico de las iglesias del reino de Aragón, VIII, Pamplona 1802, pp. 27–29.

[33] V. DE LA FUENTE, Historia eclesiástica de España, II, Barcelona 1855, p. 15.

[34] V. BARRANTES, La corona de Castilla, Madrid 1857, p. 5.

[35] G. MARTÍNEZ DÍEZ, «García–Gallo y el Concilio de Coyanza. Una monografía ejemplar», Cuadernos de Historia del Derecho, 2011, 18, pp. 93–113.

[36] En las Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, I, Madrid 1883, introducción M. Colmeiro, consultada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, la ordenanza sobre los judíos está inserta en el artículo 1, pero no contempla las sanciones.

[37] J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia Española, III, Madrid 1851, pp. 617–618.

[38] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, I, (15 octubre 1916), pp. 173–175.

[39] Publicó «La catedral de Coria», Revista de Extremadura, 1, 1903, pp. 193–203.

[40] Crónica de los Reyes Católicos, ed. y estudio J. M. Carriazo, Madrid 1927, cap. XL, p. 125: «la pereza e floxedad e poco cuidado que el rey don Enrique tobo en mirar el servicio de Dios y el bien de sus reynos, dieron a los malos suelta liçençia de vivir a su libre voluntad».

[41] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, I, (1 noviembre 1916), pp. 194–196.

[42] En mi texto Documentos para la Historia de los judíos de Coria, doc. 171, pp. 266–268. Tras la expropiación forzosa de Granadilla, un vecino domiciliado en Cataluña sustrajo del archivo municipal más de veintidós documentos del siglo XV y los vendió a la casa de Alba, están inventariados en la caja 346. La casa de Alba, según confesión del archivero, no tiene por costumbre comprar documentos, pero esta adquisición ha permitido a los historiadores rescatar un importante fragmento de la historia medieval de Granadilla.

[43] C. CARRETE PARRONDO, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. I Provincia de Salamanca, Salamanca 1981. No he encontrado el documento original.

[44] P. TELLO LEÓN, «La judería extremeña de Granadilla», Exilio y Diáspora. Estudios sobre la historia del pueblo judío en homenaje al Profesor Haim Beinart, Jerusalén 1991, pp. 146–156, no recogió los textos de 1484 y 1487. Desconozco en qué archivo se encuentra el documento de 1487.

[45] «Granadilla», Revista de Extremadura, 7, 1905, pp. 379–388: 386–388.

[46] El suceso tuvo lugar en 1506, véanse mis textos, La capa de Elías, Sevilla 2015, pp. 43–57; y «Calumnias antijudías cacereñas», Actas de las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos, Badajoz 1996, pp. 205–248.

[47] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, I, (1 diciembre 1916), pp. 242–244.

[48] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, I, (15 diciembre 1916), pp. 269–272.

[49] «El monasterio de Guadalupe», El Semanario Pintoresco Español, II, Madrid 1847, pp. 268–269.

[50] «La Inquisición en Guadalupe», Boletín de la Real Academia de la Historia, 23, (1893), pp. 283–343; he consultado los documentos originales en AHN, Inquisición, legs. 131, 133, 134, 140, etcétera; un traslado en AHN, Clero 1423, núm. 89, s. f.

[51] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, II, (15 enero 1917), pp. 26–28; y (1 febrero 1917), pp. 50–51.

[52] «Los judíos en Guadalupe», El Monasterio de Guadalupe, II, (1 marzo 1917), pp. 102–106.

[53] Historia Gothica en castellano, arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, ms. 1401–1500, fol. 54v, he consultado la edición de la Biblioteca Digital Hispánica.

[54] Véase E. ASHTOR, The Jews of Moslem Spain, I, Philadelphia 1973, p. 101.

[55] Centinela contra judios, pp. 129, 148 y 157–162; el asesinato del inquisidor Arbués procede de otra fuente.

[56] Les controverses des statuts de «pureté de sang» en Espagne, París 1960, p. 88.

[57] Los judeoconversos en la España moderna, Madrid 1992, pp. 138–139.

[58] L. ZAPATA, Miscelánea, en Memorial Histórico Español, XI, Madrid 1859, p. 424, pone la frase en boca de fray Hernando de Talavera.

[59] Ilustraciones de la Casa de Niebla, II, Madrid 1857, pp. 396–397.

[60] F. LÓPEZ CASIMIRO, «La masonería extremeña en el tránsito el siglo XIX al XX», Revista de Estudios Extremeños, LIV, 1998, pp. 654–674: p. 668.

[61] Véase una parodia del mito judeo-masónico en mi novela La llama azul, Sevilla 2018, pp. 81–89.

Oct 292018
 

Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa.

juancarlosrm@unex.es

Resumen.

Durante el Medievo hubo varias “Extremaduras”, extremos de la Reconquista medieval, cuyas delimitaciones fueron imprecisas. A medida que avanzó la Reconquista de la Extremadura castellano-leonesa hacia las regiones meridionales, las fronteras cristiano-musulmanas, que eran sumamente cambiantes, fueron desplazadas hacia el sur, y con ellas sus límites o extremaduras. La Reconquista hizo de Trujillo un lugar estratégico para los dos bandos enfrentados. Tras la reconquista cristiana de la ciudad trujillana se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano, un territorio soberano de la Corona de Castilla.

La organización territorial de la Península Ibérica tras la Reconquista fue confusa y compleja. Con los siglos se fue diluyendo el concepto de las “extremaduras” medievales y se transfirió el nombre a la región que hoy conocemos como Extremadura. La pluralidad jurisdiccional se acompañaba de la administrativa, lo cual dificultaba aún más la identificación de las diversas y cambiantes unidades administrativas que formaban parte de la historia institucional extremeña durante la etapa moderna. La actual comunidad autónoma de Extremadura, exceptuando algunos cambios en sus límites, ya era en el siglo XVII un espacio identificable y tangible, pero carecía de instituciones propias consolidadas y de una definición administrativa unitaria. La falta de voto en Cortes impedía a Extremadura constituirse oficialmente como provincia, lo que significaba que su legitimidad radicaba únicamente en el poder otorgado por la ciudad de Salamanca, intitulándose esta ciudad como “cabeza” de Extremadura hasta el XVIII.

  1. Introducción

El concepto geográfico de Extremadura como tierra de frontera apareció, posiblemente, en la Castilla medieval de mediados del siglo XI. No obstante, sus límites fueron poco nítidos, pues el concepto de “frontera” es, y ha sido siempre, algo móvil y variable[1], en continua dependencia de los avatares políticos, y aún más en la historia medieval peninsular, empujada por el ideal de recuperar el suelo peninsular ocupado por la media luna: “…Extrematura o Extremadura no es otra cosa que un abstracto derivado de Extremo o Extremado, del mismo modo que rapadura, matadura, andadura y demás vocablos creados con el sufijo –ura, que con verbos o adjetivos forma nuevos sustantivos derivados. La palabra Extremo para designar las tierras fronterizas o límites del reino la encontramos ya en Castilla en el siglo IX…”[2].

Según algunas hipótesis, el término Extremadura o Extrematura ya era utilizado durante el Medievo para denominar a los territorios fronterizos localizados en la frontera de los reinos cristianos de León, Castilla y Portugal con los reinos musulmanes de Badajoz, Toledo y Lisboa: “…en la actual Extremadura sólo eran “extremadura” las tierras de Plasencia, Trujillo y Medellín; el resto era territorio incluido en la designación meramente geográfica de la Trasierra leonesa y más al Sur en el reino de Badajoz bajo dominación musulmana…”[3].

La palabra Extremadura, con su indiscutible significado de “extremo” de un reino o país, se aplicó a las actuales provincias de Salamanca, Segovia, Ávila y Soria que constituyeron la zona fronteriza de los reinos cristianos. Esos “extremos” o confines de los reinos hispanos, estaban sometidos a la presión, las razias y las algaradas de unos y otros, musulmanes y cristianos[4]: “…se llamaban en la Edad Media extremaduras a los territorios por donde iban expandiéndose los estados cristianos durante la Reconquista, que al principio en las márgenes del Duero (…). Después, el sentido de este nombre se corre en Castilla a Segovia; y más tarde al sur del Tajo. En Aragón se aplicó a la ribera del Cinca, cuando allí estaba la frontera con los moros. En León quedó el nombre de Extremadura en las actuales provincias de Cáceres y Badajoz; y en la desembocadura del Tajo está la Extremadura portuguesa…”[5].

Efectivamente, durante la Edad Media hubo varias “Extremaduras”, extremos de la Reconquista medieval. Así, nadie discute la existencia de una Extremadura castellana (su capital era Ávila), una Extremadura leonesa (su capital era Salamanca) y una Extremadura portuguesa (continuación de la leonesa), cuyas delimitaciones fueron imprecisas, porque en ninguno de los tres reinos existió una unidad administrativa que llevase su nombre.

A medida que avanzó la Reconquista de la Extremadura castellano-leonesa hacia las regiones meridionales, las fronteras cristiano-musulmanas, que eran sumamente cambiantes, fueron desplazadas hacia el sur, y con ellas sus límites o Extremaduras. A partir de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades dejaron de ser un peligro y comenzó la definitiva Reconquista de las Extremaduras leonesa y castellana. Del mismo modo, se produjo una enorme complejidad en la administración del territorio como consecuencia de la Reconquista y Repoblación. Así pues, la Extremadura leonesa pasó a denominarse “Transierra” y la Extremadura portuguesa, la zona de Lisboa, cuyas tierras han conservado hasta el día de hoy estos nombres, a diferencia de lo sucedido con los nombres las Extremaduras castellanas[6] que han desaparecido.

Con el paso del tiempo las Extremaduras del Medievo perdieron su nombre, pasando a denominarse “Extremadura” a las tierras de las actuales provincias de Cáceres y Badajoz. El desplazamiento del nombre de Extremadura desde las tierras segovianas, abulenses, sorianas y salmantinas hacia la actual Extremadura era una realidad en el siglo XV[7], pues según la Crónica de Juan II de 1429: “…los infantes don Enrique y don Pedro en rebeldía contra el rey desde Trujillo hacían guerra y robaban toda la tierra de Extremadura…”[8]. Dicha “Extremadura” citada en las crónicas ya iba definiendo la Extremadura actual.

La división territorial de la Corona de Castilla tras la Reconquista fue confusa y compleja en Extremadura. El territorio extremeño formó parte de la llamada Provincia de Salamanca; integrada por los partidos de Salamanca, Trujillo y León de la Orden de Santiago. Extremadura, era un territorio soberano de la Corona de Castilla cuyos pobladores se hallaban sujetos a una triple realidad jurisdiccional: realengo, señorío (tanto laico como eclesiástico) y órdenes militares.

La situación de Trujillo y su tierra, durante el citado periodo, era de dependencia directa de la Corona, convirtiéndose así en tierra de realengo. La frontera se situó más al sur y Trujillo y su tierra, al igual que otras zonas extremeñas, pasaron alternativamente a manos cristianas y musulmanas. Tras la conquista de Trujillo se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. Trujillo era el principal núcleo del conjunto del término. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano.

El reinado de los Reyes Católicos, en su conjunto, fue para España un periodo de renovación y de crecimiento que la llevó con rapidez y decisión hacia la hegemonía europea. Cuando los Reyes Católicos consiguieron la unidad del estado español, comenzaron a realizar profundas modificaciones en diversas instituciones con el fin, tanto de mostrar el poder de la monarquía, como de lograr una administración unificada más eficaz, entre estas instituciones se encontraban los Consejos y las Cancillerías, a partir de los cuales se consolidó la estructura estatal.

A efectos fiscales, las actuales tierras de Extremadura se englobaban a finales del XVI en diferentes unidades, llamadas provincias y partidos. Estas circunscripciones creadas a finales del siglo XVI carecían de cualquier valor jurídico o administrativo y tenían un caracter meramente fiscal.

En la segunda mitad del siglo XVIII y en el marco renovador de la Ilustración, la administración borbónica impulsó un paquete de medidas encaminadas a mejorar las tareas de gobierno. Una de ellas fue el establecimiento de las Audiencias provinciales, entre ellas la de Extremadura. Una vez constituida la corporación se llevó a cabo la composición de Partidos, dando lugar a la primera concepción territorial y jurisdiccional de Extremadura.

  1. La Reconquista de Extremadura por las Órdenes Militares

Para muchos historiadores el comienzo de la Reconquista se inició en Asturias, el año 722, con la batalla de Covadonga, a manos del Don Pelayo. Otros estudiosos, consideran las campañas de Alfonso I como el inicio formal de una guerra heroica, la llamada “Reconquista”[9]. Durante la primera mitad del siglo XII, los diversos reinos y señoríos de la “España cristiana” conocieron grandes cambios feudales, religiosos y territoriales en sus fronteras, que pusieron en peligro su existencia frente al creciente poder musulmán. Los cambios feudales y religiosos vinieron con las “reformas gregorianas”, impuestas sobre la Iglesia por el Papa Gregorio VII y por la influencia cluniaciense, forjadas y extendidas por toda Europa desde los monasterios franceses.

A la muerte de Alfonso VI de León (1109), llamado “el Bravo”, estallaría un enfrentamiento feudal entre Castilla, Aragón, el naciente Condado de Portugal y las nuevas instituciones religiosas –imitadas del Islam- nacidas en Tierra Santa, que se llamaron las Órdenes de Caballería para la defensa de la Cristiandad y de los Santos Lugares[10].

En el siglo XII los reinos cristianos de Portugal y León se repartieron el territorio del Guadiana occidental para su conquista. Badajoz fue tomado en el años 1230 por Alfonso IX de León, pero no se consolidó el dominio leonés sobre el resto de la actual provincia hasta el reinado de su hijo Fernando III de Castilla y de León (1230-1252). En la conquista, dominio, repoblación y explotación de ese extenso territorio cabe destacar el protagonismo de las Órdenes militares y religiosas de Santiago y de Alcántara, sin olvidar el de los concejos ciudadanos y señoríos laicos.

En el siglo XII los territorios extremeños son fronterizos y como tales muy inestables, la zona sufrirá avances y retrocesos tanto por parte musulmana como cristiana. La sociedad extremeña durante los siglos XII y XIII pasará por dos fases clara y nítidamente diferenciadas. Puede hablarse de una primera etapa de frontera[11] y de otra segunda etapa de retaguardia. La segunda comenzará con posterioridad a la batalla de las Navas de Tolosa (1212), considerando “Las Navas”, como el hecho fundamental de La Reconquista, que marcará el declive del poderío almohade. En ella, castellanos y leones unificarán esfuerzos para luchar contra la Media Luna[12].

Los años precedentes a la Batalla de Las Navas están caracterizados por continuos avances y retrocesos. El asentamiento cristiano definitivo en Extremadura se produce con la reconquista de Coria efectuada en el año 1142 por el rey castellano-leonés Alfonso VII (1126-1157). Durante las campañas de Alfonso VII en Extremadura, Salamanca fue su cuartel general, por cuya razón quiso ponerla en estado de defensa: “…á este fin los alcaldes y jurados acordaron, en 1147, fabricar ó rehacer el muro de la ciudad propiamente dicha, y levantar otra cerca comprendiendo en ella los arrabales. De esta época data el engrandecimiento de Salamanca y su opulencia…”[13]. El control cristiano de Coria permitió establecer en el río Tajo la frontera entre la Extremadura cristiana y la musulmana.

La muerte de Alfonso VII trajo consigo la separación entre las coronas de León y de Castilla. Del mismo modo, en las disputas permanentes por el espacio extremeño destacó el avance leonés a manos de Alfonso Téllez Meneses[14] y la conquista de Plasencia, ésta última a manos del monarca castellano Alfonso VIII, quién constituyó una fuerte expedición contra los sarracenos[15], irrumpiendo por la parte nordeste de Extremadura en el 1180 y fundando la ciudad de Plasencia[16].

Consecutivamente, Alfonso VIII continuó su campaña hacia el sur consiguiendo llegar a Trujillo y apoderarse de dicha población, concediendo en 1195 a la Orden militar de Trujillo el castillo y la villa[17]: “…tocaba Trujillo en la antigua jurisdicción, con tierras de Cáceres y Montánchez, al Poniente; del condado de Medellín y vizcondado de Puebla de Alcocer, por Mediodía; con tierra de Talavera por Saliente, y con tierra de Plasencia por el Norte…”[18]. Así pues, la conquista de Trujillo se produjo cuando todos los territorios al norte del Guadiana eran cristianos, su alfoz territorial se extendió desde los ríos Almonte al Guadiana y del Tamuja al macizo de las Villuercas. La tierra de Trujillo era zona de frontera en la que se sucedieron las incursiones devastadoras desde ambos lados y el avance-retroceso de los límites de la misma.

En 1185 se llevó a cabo la primera incursión de Alfonso VIII en territorio musulmán, le acompañó como fuerza la Orden de Alcántara, y entraron en Talavera, Trujillo, la Serena hasta Sevilla. El monarca iba avanzando en sus conquistas y tomando castillos a los sarracenos: Albalat, Monfragüe, Mirabel, pasó el Almonte y llegó a Trujillo y Santa Cruz, cuyo castillo destacó en el más elevado punto de su sierra. Alfonso VIII tomó Trujillo hacia 1186 y otros castillos de su tierra, como los de Cañamero y Logrosán[19]. El monarca castellano (Alfonso VIII) no se conformó y extendió su conquista por las tierras bajo extremeñas irrumpiendo en los alfoces sevillanos e incluso amenazando a Córdoba, ello conllevó a que los musulmanes, viendo peligrar sus reinos, solicitaron ayuda al Norte de África dando lugar, en 1190, a la invasión almohade que tuvo consecuencias muy negativas para los cristianos[20].

Después de la derrota de la Batalla de Alarcos, el poderoso ejército almohade recobró gran parte de los territorios cristianos de la región extremeña, como Montánchez, Trujillo o Plasencia, de tal modo que dichos territorios tornaron nuevamente a manos sarracenas[21]. La derrota cristiana en la Batalla de Alarcos en 1195 dio paso a una nueva situación para Castilla, viéndose obligada a reorganizar sus fuerzas mediante la creación de “nuevas órdenes militares territoriales”. Estas “nuevas órdenes”, con plenitud de atribuciones y más comprometidas con los monarcas para la defensa de los territorios y relativamente menos dependientes del Papa, van a gobernar la mayoría del territorio extremeño[22]. La permanente inseguridad de los territorios extremeños, conquistados durante el largo proceso de reconquista, dio lugar a la consolidación de órdenes militares. Los caballeros de las órdenes militares tuvieron un importante protagonismo en la conquista de Extremadura. Las órdenes militares, llamadas por el rey, tenían una doble función: por una parte defendían los territorios frente a los posibles ataques musulmanes, y por otro lado explotaban las riquezas del lugar.

La región extremeña acogió a dos de las milicias más importantes nacidas en la Península, Alcántara[23] y Santiago, una de carácter internacional, el Temple, fundada en Tierra Santa en 1118, y otras dos de vida prácticamente efímera, Monfragüe-Montegaudio y Trujillo. Dichas órdenes militares, gracias a su disciplina interna, eficaz jerarquización y sistema de organización mediante encomiendas, llegaron a ser un pilar básico para la monarquía cristiana en la lucha contra el Islam, puesto que fueron un instrumento de la Iglesia para su defensa y un vehículo de carácter ideológico, ya que dependieron en última instancia del Papa.

2.1. La conquista de Trujillo y su territorio (1232)

El monarca castellano Alfonso VIII, tras la derrota de Alarcos, fue el protagonista de la reconquista definitiva de las tierras extremeñas, abatiendo a los musulmanes en la Batalla de las Navas de Tolosa, llevada a cabo en el mes de julio de 1212.

La conquista de Extremadura se inició por las tierras de Alcántara (1213) al oeste, junto con Alburquerque, cuyo castillo fue ocupado en 1218 por Alfonso Téllez Meneses[24]. Casi de manera simultánea, por el este, fueron conquistándose las diferentes fortalezas situadas en los alrededores de los vados que concurrían en el Guadiana, extendiéndose el dominio castellano hacia Puebla de Alcocer y Herrera, poblaciones incorporadas a Castilla entre 1220 y 1225. A partir de ese momento, Alfonso IX de León, tomó Cáceres (1229), Montánchez, Mérida (1230), Badajoz (1230) y su hijo, Fernando III El Santo conquistó Trujillo, Medellín y demás fortalezas extremeñas, internándose en Andalucía para ocupar el Valle del Guadalquivir.

La conquista definitiva de Trujillo se produjo en tiempos de Fernando III (El Santo) el 25 de enero de 1232, en ella participaron como capitanes los maestres y comendadores mayores de las órdenes militares, entre los que destacaron el Maestre de Alcántara don Arias Pérez Gallego, y el obispo de Plasencia don Domingo, junto a ellos también otros caballeros de los tres linajes protagonistas de la historia local trujillana: los Altamirano, los Bejarano y los Añascos “…entre ellos sobresalió de forma singular Fernán Ruiz Altamirano un cristiano valeroso, intrépido, que al frente de un puñado de leales logró abrir la puerta del muro y facilitar la entrada de las tropas cristianas al recinto amurallado y así poder tomar la fortaleza…”[25].

Tras la toma o conquista de Trujillo en el 1232 (para otros autores en el 1233), su concejo mantendrá bajo su jurisdicción, sin una limitación clara y exacta hasta finales del siglo XIII, un amplio territorio[26]: “…cuyos límites estaban prácticamente definidos por los dominios jurisdiccionales circundantes, (Plasencia, Cáceres, Puebla de Alcocer), allí dónde los accidentes naturales marcaban una línea divisoria clara –ríos Tamuja, Almonte y Gargáligas-, o que se fueron definiendo en años posteriores donde esa línea divisoria no lo era tanto, como ocurría con Talavera, Toledo y Montánchez. En todos los casos y muy tempranamente y siempre antes del siglo XIII y estaban fijados con claridad sus límites jurisdiccionales, con un territorio de aproximadamente 3.400Km, que se extendía desde el Almonte al Guadiana y del Tamuja al macizo de las Villuercas…”[27]. La conquista de Trujillo se produjo cuando todos los territorios al norte del Guadiana eran cristianos. Un año más tarde caerá el último reducto musulmán en esta latitud, que había hecho fuerte en el castillo de Santa Cruz y sus tierras se adherirán a las de Trujillo para conformar un extenso alfoz.

La recompensa a las órdenes militares que habían prestado ayuda no se hizo esperar. El Maestre de la Orden de Alcántara, D. Arias Pérez, pidió al monarca la villa de Trujillo, pero el Rey no accedió a esta petición, a cambio le entregó un heredamiento en Medellín y la villa de Magacela con su castillo, sin embargo, se reservó Trujillo para la Corona.

La división territorial de la Corona de Castilla tras la Reconquista fue confusa y compleja en Extremadura. El territorio extremeño formó parte de la llamada Provincia de Salamanca; integrada por los partidos de Salamanca, Trujillo y León de la Orden de Santiago[28]. Extremadura, era un territorio soberano de la Corona de Castilla cuyos pobladores se hallaban sujetos a una triple realidad jurisdiccional: realengo, señorío (tanto laico como eclesiástico) y órdenes militares.

La pluralidad jurisdiccional se acompañaba de la administrativa, lo cual dificultaba aún más la identificación de las diversas y cambiantes unidades administrativas que formaban parte de la historia institucional extremeña durante la etapa moderna. Sobre el Rey recaía la suprema autoridad en el proceso de repoblación del espacio que hasta ese momento se consideraba “tierra de nadie”, puesto que la invasión musulmana había roto toda la vinculación con el orden jurídico anteriormente existente y nadie podía ejercer derecho de propiedad, ya que según el ordenamiento jurídico del momento, le correspondía a la Corona. Esta condición inicial de realengo que poseen todas las tierras incorporadas a La Corona no duraría mucho tiempo, debido a las continuas concesiones y donaciones del Rey a Órdenes Militares, Nobleza e Iglesia.

La situación de Trujillo y su tierra, durante el citado periodo, era de dependencia directa de la Corona, convirtiéndose así en tierra de realengo[29]. La reclamación del territorio por el Maestre de la Orden de Alcántara, debido al compromiso y promesa que tuvo Fernando III antes de llevar a cabo la empresa conquistadora, no se llevó a cabo, debiéndose contentar con las concesiones al sur del Guadiana (encomienda de Magacela). La frontera se situó más al sur y Trujillo y su tierra, al igual que otras zonas extremeñas, pasaron alternativamente a manos cristianas y musulmanas.

Tras la conquista de Trujillo se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. Trujillo era el principal núcleo del conjunto del término. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano. Aldeas dependientes del concejo, situadas en sus tierras y con una organización más o menos complejas. Los ejidos se crearon como zona vital para la expansión comunitaria. Por lo general, los ejidos solían estar a las salidas de las aldeas, villas y poblaciones rurales que diferían de los demás terrenos con los que compartía ciertas similitudes (dehesas boyales y baldíos) en que no se permitía roturarlos y, por lo tanto, no se podían sembrar. De igual modo, los ejidos servían de asiento para las eras.

A Trujillo se le concedió una extensa tierra y un amplio y diverso término. El límite geográfico venía marcado, en la mayoría de los casos, por un accidente geográfico: ríos y montañas. En su antigua jurisdicción lindaba con las tierras de Cáceres y Montánchez, el Condado de Medellín y Vizcondado de Puebla de Alcocer, Concejo de Talavera, Condado de Deleitosa y Plasencia, Monroy y Torrejón, constituían sus vecindades.

A lo largo de todo el siglo XIII, durante los reinados de Alfonso IX, de Fernando III y Alfonso X (El Sabio), se agregaron a Castilla y León una nutrida población musulmana, a la que se dio el nombre de mudéjares, población muy laboriosa y próspera, que mantuvo su propia lengua –la aljamía- y costumbres.

Una fecha importante en todo el reino de Castilla-León, lo marcó la rebelión general de “los moros” en 1263, extendida por las zonas y comarcas de reciente ocupación. Rebelión que indujo al rey Alfonso X a la deportación de la mayoría de los mudéjares hacia Granada o África; lo que provocó el abandono de extensos campos y explotaciones; aparte de la repercusión que tuvo en la producción artesanal y la paralización del comercio y del intercambio de productos. La beneficiada de este abandono de campos y cultivos fue La Mesta (La Hermandad de Ganaderos Trashumantes de Castilla), a la que el Rey Sabio, en 1273, otorgó enormes privilegios y preeminencias sobre campos, dehesas y pastos de toda Extremadura que quedaron abandonados por la expulsión de los mudéjares; a donde sus inmensos rebaños venían a invernar desde Castilla Vieja, Tierra de Campos y el norte de León. A esta crisis económica se unió, desde finales del siglo XIII, la “cuestión sucesoria” a la Corona castellana, entre Sancho IV (El Bravo), hijo segundo de don Alfonso, y sus sobrinos los Infantes de La Cerda (hijos del primogénito, don Fernando, que ya había muerto), dejando sus derechos al trono al mayor de estos Infantes[30].

El triunfo de Las Navas aseguró a Castilla la posesión definitiva de los términos situados entre el Tajo y el Guadiana. Debido a ello, el Concejo de Talavera, pasó a extender su dominio por el sur hasta las estribaciones occidentales de los Montes de Toledo, el Guadiana y su afluente el Estena, y por el oeste, el Ibor que actuaba de frontera con Extremadura. Sería en Valladolid, el 15 de mayo de 1293, cuando Sancho IV (El Bravo), concedió a Talavera tres dehesas: la de Jevalillos, Iván Román (llamada posteriormente de los Guadalupes) y el Castrejón de Ibor, alcanzando con ello el punto máximo de su expansión. Transcurrido un tiempo, tras esta sorprendente ampliación del término talaverano, brotaron ciertas dificultades y debates por cuestiones de límites territoriales entre Talavera y Trujillo. Será en el reinado de Alfonso XI cuando se producirá la pérdida de una parte de la dehesa de Iván Román, con motivo de la fundación de la Puebla de Santa María de Guadalupe.

El rey Alfonso XI recorrió estos parajes por su afición a la caza mayor y a la cetrería. Incluso, los dejó bellamente descritos con todo lujo de detalles en su Libro de la Montería (1342-1345). Como botón de muestra, en el citado libro aparecen ciertas alusiones a la Sierra de Pela, dividida en dos: Sierra Menor y Sierra Mayor[31], tratándose de un espacio de vegetación frondosa y refugio de osos, venados y jabalíes. Asimismo, cita dentro de la misma un “Colmenar del Villar” que podría ser el origen de la población de Navalvillar de Pela: “… La Sierra de Pela es muy realmente de Osso en invierno, e algunas vezes en verano, e ay siempre buenos Puercos, e son las bozerias, la una por cima de la cumbre de la sierra, e si yuguiere el Venado catáte el Aldea Dorellana en el valle de la Fuente del Azor. E son las armadas, la una en la Loma de sobre Senda Nueva, e otras dos en los Prados, que son entrel Pilar Menor e la Fuente del Azor, e si yoguiere el Venado catáte a la Parriella sobrel Colmenar del Villar, es la bozeria esso mismo por cima dela sierra los rostros cótra la Parriella. E son las armadas, la una al Colmenar del Villar, e la otra al Enzinar, que nó passe contra Valde Palacios: e la otra armadaen la cima de la Loma de sobre la senda Nueva, e de mas desto en los cabeços dela sierra ha menester omes, q desseñen con canes de renuevo, porq es el monte grande. La Xariella de Iuste es buen monte de Puerco en verano, e en tiempo de los Panes: e non ha bozeria. E es ela armada en las Navas. La Sierra de Pela la menor es bué monte de Puerco en invierno, e algunas vezes ay Osso, e son las bozerias, la una por cima de la cumbre dela sierra, e la otra en la senda q es entre Pela la mayor, e este monte que non passe a Pela la mayor, e la otra al Canto desta sierra catante a la Puebla del Alcocer. E son las armadas, a los Prados, que son entre Pela la mayor el la menor catante la Fuente del Açor…”[32].

  1. La Tierra de Trujillo (del siglo XIII al XV)

El gobierno de Alfonso X fue uno de los reinados más favorables a la ciudad de Trujillo. El rey Sabio otorgó en Segovia (el 27 de julio de 1256) Fuero Real a Trujillo, en éste se concretaron sus privilegios y se amplió su jurisdicción. Del mismo modo, Trujillo se convirtió en una localidad libre, vinculada a la Corona con las lógicas repercusiones que tendría para la vida de una ciudad cristiana bajomedieval: concejo, acotamiento del término, legislación, etc. Igualmente, en este Fuero Real se otorgó poder al concejo para tener montes y dehesas.

Al iniciarse el segundo tercio del siglo XIII quedó configurado el espacio que pasó a depender del concejo de la Villa. Trujillo quedó como principal núcleo del conjunto del término, un amplio y diverso territorio sobre el que la Ciudad-concejo ejerció un dominio concreto. A toda ciudad medieval le correspondía “una tierra” donde ejercer la jurisdicción de la ciudad, el alfoz, su naturaleza era el marco en el que convergían los factores políticos, económicos y sociales. El gobierno de la ciudad y su tierra se confió a tres familias: Altamiranos, Bejaranos y Añascos, que fueron los tres linajes en los que se dividieron los primeros caballeros villanos. Las familias principales de Trujillo se adscribieron a uno de estos tres linajes, estos caballeros dirigieron en un primer momento el gobierno local de la Villa. Los Altamiranos se afincaron en las inmediaciones del Guadiana, por donde después se levantó Orellana la Vieja. Seguidamente, entre Orellana la Sierra (entonces Orellana la Nueva) y Navalvillar de Pela, se establecieron los Bejaranos, mientras que los Añascos (familia de los Pizarro), ocuparon los campos de Zorita, Alcollarín y la Zarza (hoy Conquista de la Sierra).

El concejo de Trujillo salvaguardó bajo su jurisdicción un amplio territorio en el que se promovieron repartos de tierras y pobladores. Tras el definitivo paso a poder cristiano, se definió el territorio concedido a Trujillo y sobre el que ejercerá su señorío. Un amplio alfoz delimitado por el norte y noroeste por el río Almonte, al sur por el Guadiana y el Gargáligas, por el este, el río Tamuja marcaba los límites con las tierras cacereñas. Plasencia, Cáceres, las Órdenes militares de Santiago y Alcántara, Medellín y las Tierras de Toledo y Talavera conformaban las jurisdicciones vecinas de Trujillo.

3.1. La repoblación de la Tierra de Trujillo: un espacio amplio y diverso

La amplitud del término asignado a Trujillo favorecerá el desarrollo de un importante número de aldeas y lugares que conformarán un territorio y una población con unas particularidades concretas. El concejo de Trujillo poseerá, en nombre de la Corona, el derecho y la jurisdicción de alto, bajo, mixto y mero imperio sobre un amplio territorio, incluidos lugares y poblados, ejerciendo Trujillo su dominio en este espacio, por real gracia, un gran señorío, con idéntica autoridad a las que disfrutase cualquier institución civil, eclesiástica con título nobiliario.

El fenómeno reconquistador debía ir acompañado de un proceso repoblador, una parte de las líneas repobladoras esbozadas la justifica la toponimia. El número y significación de los topónimos que anuncian un crecimiento zonal más intenso es elocuente en lo que se refiere al origen del poblamiento rural, pues alude a la consolidación de las formas desarrolladas después de la frontera y con lugares que van precedidos por los sufijos Val-, Nava-, Fuente, apuntan hacia un poblamiento aldeano más consistente en cuanto a su localización en zonas en las que era posible el aprovechamiento mixto, es decir, se desarrollará esencialmente en zonas llanas y de abundantes recursos. Muchos de ellos aparecen al sur de la cuenca del Tajo y valle del Guadiana.

La toponimia de algunas aldeas, lugares y dehesas nos revelan el tipo de terreno en el que están situados: “…Pizarroso, Berrocal; al tipo de vegetación: monte alto, monte bajo, Mohedas; Abertura alude a la tala que hubo que hacer en el denso monte; Logrosán proviene de Lucus (bosque); o las distintas especies dominantes en ellas: Madroñera, La Zarza, Robledillo, o alguna circunstancia especial como Herguijuela de eclesiola (iglesia pequeña) y antes era llamada La Calzada que ha permanecido el nombre en un título de la Casa Ducal de Alba, el Condado de la Calzada…”[33].

En esta misma línea, la toponimia permite aventurar hipótesis más interesantes por la relación que propone entre la terminología empleada y el nacimiento de un poblamiento esencialmente cristiano en aquellos espacios que como los del sur del Guadiana se caracterizan por mantener una relativa presencia del elemento musulmán. Este grupo de poblamiento cristiano está constituido por las poblaciones que van precedidas de Granja de-, Puebla de-, Torre de-, Villa-, Cortijo-. El número de topónimos y su distribución cronológica y espacial apunta las tendencias anteriormente expuestas. Si bien hemos considerado el desarrollo del poblamiento rural apoyado básicamente en la toponimia mayor, la toponimia menor supone un complemento esencial al corroborar la totalidad del proceso.

El reparto de topónimos como villar-, casar-, sugiere algunas ideas interesantes. La primera de ellas es la proliferación de iniciativas particulares que desarrollaron pequeños asentamientos dispersos. El número de casares, entendidos como pequeñas explotaciones-aldeas aumenta en los primeros años del siglo XIV y se localizan esencialmente en espacios de intensa despoblación, constituyendo reducidos asentamientos aislados germen de futuras aldeas. Otro tanto podemos decir de las menciones a villares como forma de poblamiento alejada y típica de los primeros momentos de la colonización púes solo se mantienen hasta 1290. En el siglo XIV las referencias se reducen y adoptan otra significación[34].

El origen de los repobladores del territorio extremeño, según la documentación disponible, fue de una gran diversidad, destacando leoneses, castellanos y portugueses[35]. También hay constancia de la presencia judía en tierras pacenses desde fechas muy tempranas: “…en 1263 Alfonso X El Sabio, para beneficiar a Badajoz ordenó que los judíos de su término pagasen un tributo (el onceno) al concejo de dicha ciudad…”[36].

La peste negra o bubónica, la terrible epidemia que asoló a Europa a mediados del siglo XIV, se abatió también sobre Castilla, y el rey Alfonso, que se encontraba sitiando Gibraltar, fue una de sus víctimas en el año 1350. Esta muerte daría ocasión a una nueva y prolongada guerra civil entre el nuevo rey Pedro I, cuya crueldad y espíritu vengativo sería resaltado por los cronistas de la época y sus hermanos los Infantes de Trastámaras, ensangrentando de nuevo las villas y ciudades de Extremadura, ya bastante devastadas y despobladas a causa de la terrible enfermedad.

Durante los siglos XIV y XV, el territorio extremeño siguió siendo escenario de continuas luchas entre las banderías de nobles, partidarios de la Corona y otros contra ella, que redundaron en la ruina de la región y la destrucción de los recursos agrícolas y ganaderos. Los escasos documentos que se conservan hasta mediados del siglo XIV no ofrecen información sobre los núcleos poblacionales pertenecientes a Trujillo. Hemos de suponer que los repartos de tierras efectuados por el concejo, a partir del momento de la conquista, fueron enmarcados en una doble finalidad. En primer lugar, la propia defensa de la tierra. Este objetivo debió tener un corto periodo de validez, ya que Trujillo constituía un último reducto del dominio musulmán en tierras de la actual provincia de Cáceres, cercado, excepto en cierta parte del sur, por tierras conquistadas en los años anteriores (Cáceres, 1229; Montánchez, 1230; Mérida 1230; Badajoz, 1230; Puebla de Alcocer 1220-1225). En segundo lugar, la ocupación y dominio del territorio concedido a Trujillo.

No sabemos como se llevó a cabo el proceso repoblador, ya que Trujillo no contó, en un primer momento, con fuero que registrase su estructura interna y organización territorial. Tampoco se conservan libros de repartimientos (si es que existieron) que nos dieran luz sobre el asentamiento humano en su tierra[37]. Así pues, Plasencia por el norte, Cáceres por el occidente, Medellín al sur y Talavera a oriente, configuraron los límites del alfoz de Trujillo que inició el proceso de poblamiento y organización de su territorio.

Una vez reducido este “embolsamiento”, la frontera se alejó rápidamente de las tierras trujillanas, pasando éstas a la retaguardia y perdiendo efectividad el carácter defensivo que pudieron tener los núcleos de población, ya que el Guadiana fue inmediatamente sustituido por el Guadalquivir como escenario de los intereses expansivos de la Corona castellano-leonesa. La Corona ordenó revisar aquellas propiedades en la que parecía existir diferencias en cuanto a los límites entre los propietarios y el concejo. El juez asignado para ello recorrió una parte importante del territorio trujillano al objeto de determinar los límites precisos de las tierras concejiles. Un total de veintiocho sentencias sobre dichos términos hace que dispongamos de un importante número de datos en cuanto al poblamiento de dichas zonas[38]. Será a partir de esa fecha, cuando localizaremos información que nos permita conocer el poblamiento de la tierra trujillana, todo parece apuntar que se trataba de un espacio débilmente poblado, especialmente las zonas situadas al sur del término.

El proceso de repoblación fue lento, ya que algunos fenómenos acaecidos como la expulsión de los judíos, la peste, etc., ralentizaron este fenómeno[39]. La repoblación fue un fenómeno complejo, tanto que para tratar el tema con mayor propiedad, habría que hablar de repoblaciones, habida cuenta que una parte significativa del territorio se está repoblando en el siglo XIV, y aun en el siglo XV persisten amplias zonas despobladas, que se están colonizando entonces. Algunas tierras situadas al sur del término de Trujillo se estaban poblando en la segunda mitad del siglo XIV.

Para repoblar un lugar era necesario que el rey primeramente concediese los términos, para que posteriormente el concejo o el señor beneficiado dispusiesen todo lo relativo al asentamiento de los nuevos pobladores, al reparto de las tierras, a la defensa del territorio y a todo lo concerniente al poblamiento. Primero fue necesario constituir la autoridad local que había de regular el asentamiento de los que llegasen, mediante la concesión de las correspondientes tierras y, en ocasiones, lugares de residencia ya construidos o solares para edificarlos[40]. Igualmente, la repoblación de un lugar conllevaba cargas de servicios y tributos a favor del concejo[41].           

3.2. El amojonamiento y deslinde del ejido de Navalvillar (1418)

Durante el reinado del débil y acomodaticio Juan II de Castilla (1406 y 1454), parece posible que el término de Trujillo, al sur y hasta donde llegaban los límites jurisdiccionales del territorio, fuese en un inicio un espacio débilmente poblado y con una escasa afluencia de efectivos poblacionales. El poblamiento de esta zona, muy lento, se impulsó durante el siglo XV, como ponen de manifiesto el proceso de repartimientos encaminados a hacer atractivo el asentamiento de los hombres en las tierras trujillanas del sureste, al tratarse de un espacio aislado, mal comunicado y escenario, a finales del siglo XIII, de las correrías de los Golfines[42], dedicados posiblemente al merodeo desde los castillos que poseían, como tantos otros nobles de la época: “…esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes…”[43].

La pretensión del concejo de Trujillo[44] tendente a asegurar el control y poblamiento de estas tierras acuerda el 18 de marzo de 1418 el deslindamiento y amojonamiento del ejido de Navalvillar para aumentar su población[45]. Los ejidos eran terrenos propios de las aldeas en los que no se podía realizar labor salvo con licencia del concejo, de aprovechamiento común. Los ejidos estaban a disposición de los vecinos de la localidad, eran tierras comunales y libres para pastos y también para viñas, huertas, molinos, etc., por eso estaban cercanos al núcleo de población. Los ejidos de las aldeas solían ser de un tiro de ballesta a su alrededor.

Seguidamente, realizaremos la transcripción literal de parte del legajo de Amojonamiento y Deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez:“…el primer mojon es en la fuente del Rayo, e luego en su derecho va a dar a la majada del mesto e desde su derecho a la cabezuela e desde como va a dar el resto de la jara e de las huertas e en su derecho de Navamojada quedando la nava en el exido e desde justo en su derecho como va a dar al azuchal de la pedriza, e desde su derecho como va a dar a la huerta del membrillo e en su derecho como va al camino que va de la Parrilla a Navalvillar e su derecho como da por la linde y mojones de entre ambas Pelas e desde su derecho tornando al primer mojon hincado, a salvo de los q aparecieren a Navalvillar que puedan ir e tornar al turcal e a la veguilla por este dicho termino amojonado de sus uso por donde dijeron, q por cuanto esto era servicio del dicho Sr Rey e por honra del dicho Concejo e la dicha tierra sea bien poblada que por ello daban y dieron el dicho ejido, asi de su uso declarando a todos los que ahora moran en el dicho lugar y moren de aquí en adelante e ahi vinieran a vivir para que vivan todos igualmente…”[46].

Otro incentivo propuesto por el concejo para garantizar el poblamiento de estas tierras tan distantes, fue la entrega de heredades a quienes se asentaban en aquellas zonas fijando incluso lugares repoblados por iniciativa privada, como la desparecida aldea de Valdepalacios[47], pueblo matriz de Logrosán (Cáceres). El lento proceso de crecimiento de población del concejo de Trujillo a lo largo del siglo XV, especialmente la zona situada al sur del territorio, parece acelerarse en los últimos veinte años del mismo, así lo reflejan las licencias concedidas en ese periodo, donde podemos apreciar que el Lugar de Navalvillar será uno de los lugares más solicitados para las mismas[48].

  1. El concejo de Trujillo y su alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna

El reinado de los Reyes Católicos, en su conjunto, fue para España un periodo de renovación y de crecimiento que la llevó con rapidez y decisión hacia la hegemonía europea. Don Fernando y Doña Isabel consiguieron la unidad del estado español y comenzaron a realizar profundas modificaciones en diversas instituciones con el fin, tanto de mostrar el poder de la monarquía, como de lograr una administración unificada más eficaz.

Un cambio de dinastía, totalmente imprevisto, tuvo una gran importancia para el nuevo rumbo de la Historia de España y para la Historia de Extremadura, que conoció en el siglo XVI grandes cambios sociales y económicos. Muertos los Reyes Católicos sucedió en el trono de los reinos unidos de Castilla, León, Aragón, Granada, Sicilia y Navarra su nieto el invicto Carlos I de España y poco después V Emperador de Alemania. El Emperador tiene todavía una parte de monarca medieval, de continuador de la labor realizada por sus abuelos los Reyes Católicos. Debemos destacar la estrecha relación que mantuvo el Emperador con la ciudad de Trujillo y el gran protagonismo que tuvo durante este reinado, principalmente en tres apartados: Trujillo renacentista, Trujillo relacionado con el imperio europeo y con el imperio americano. La aceptación del monarca Carlos I como Rey de España supuso un motivo de pacificación y concordia para el concejo de Trujillo[49].

En el siglo XVI, en la España de los Austrias, el eje de la administración estaba en la fiscalidad. La mayoría de las ciudades, villas y aldeas que hoy formaban parte de Extremadura (ninguna de las cuales tenía en aquellos años representación en Cortes) se englobaban en grandes unidades fiscales, provincias y partidos, que dependían de Salamanca, una de las dieciocho ciudades que en aquellos momentos tenían voto en Cortes.

A efectos fiscales, las actuales tierras de Extremadura se englobaban a finales del XVI en diferentes unidades, llamadas provincias y partidos. Estas circunscripciones creadas a finales del siglo XVI carecían de cualquier valor jurídico o administrativo y tenían un carácter meramente fiscal. Entre estas provincias se repartían, especialmente en tres (Salamanca, Trujillo y la provincia de León de la Orden de Santiago), las distintas localidades que han terminado formando parte de la región extremeña y otras que, más tarde, tras siglos de relación, pasarían a los territorios limítrofes[50].

La zona norte de Extremadura pertenecía al Partido de Salamanca. Allí, además de los señoríos de Casar de Palomero, Cilleros, Garganta la Olla, Marchagaz, Palomero, Pasaron, Robledillo de Gata, San Martin de Trebejo, Tejeda, Trebejo, Villamiel y Descargamaría, en la Tierra de Béjar se incluían las localidades de Hervás, Baños y La Garganta. No obstante, los enclaves esenciales eran los de las tierras de Coria (Coria, Torrejoncillo, Pedroso, Portage, Pescueza, Cachorrilla, Casillas, Casas de D. Gómez, Huélaga, Calzadilla, Guijo de Coria, Morcillo, Perales, Hoyos y Acebo) y Granadilla (Granadilla, La Alberca, Soto Serrano, Pinofranqueado, Obejuela, Sauceda, Mestas, Encina, Masegal, La Muela, Robledo, Abellanal, Orcajo, Aldehuela, Las Herias, Abadía, Aldeanueva, La Granja, La Zarza, Guijo de Granadilla, Ahigal, Santibañez, El Bronco, Cerezo, Ribera de Oveja, La Pesga y Mohedas). Como podemos apreciar, en éste ámbito fiscal se englobaban localidades que luego, mucho más tarde, tras formar parte de Extremadura pasaron a Salamanca, como La Alberca y Soto Serrano[51].

La provincia de León, de la Orden de Santiago, contenía tanto ciudades, como otras localidades, algunas ya despobladas y otras actualmente incluidas en las provincias de Badajoz, Cáceres, Huelva y Sevilla. La Extremadura leonesa, con unos 40.000 km2 (relegada a un segundo plano dentro del contexto fiscal y militar de la Corona castellanoleonesa), subsistía bajo la dependencia administrativa de las autoridades salmantinas.

La provincia de Trujillo, provincia de la Corona de Castilla y posteriormente de España se mantuvo hasta la creación de la Provincia de Extremadura, comprendía buena parte de la Extremadura actual e importantes enclaves de otras limítrofes. Estaba constituida por diversos señoríos, villas eximidas, localidades no adscritas y varias comarcas: Tierra de Trujillo, Tierra de Cáceres, Tierra de Alcántara, Tierra de Badajoz, Tierra de Belalcázar, Tierra de Plasencia, Tierra de Siruela, Tierra de Capilla, Tierra de Valverde, Tierra de Medellín, Tierra de Magacela y Tierra de Galisteo. Por todo ello, podemos decir que el partido de Trujillo, dentro de la Provincia de Salamanca, contenía ya a finales del siglo XVI una buena parte de las tierras que constituirán definitivamente la Extremadura actual[52]. La Provincia de Extremadura (Provincia de Estremadura en castellano antiguo), aparece por primera vez con esa denominación en 1548, en el Libro de las grandezas y cosas memorables de España de Pedro de Medina.

  1. La ciudad de Trujillo y su Tierra en crisis: el impacto de la Guerra de Restauración Portuguesa (1640-1668)

La vida del Reino prosiguió y a los múltiples escenarios militares que mantuvo la Monarquía de Felipe IV en Europa y América, y que sirvieron de justificación de las ventas citadas anteriormente, vinieron a sumarse a partir de 1640 los levantamientos de Cataluña y Portugal que acercaron los conflictos militares a una tierra que había visto, hasta entonces, la guerra como algo costoso pero lejano.

La Guerra de Separación de Portugal (conocida también como Guerra de la Independencia, Secesión o Restauración de Portugal 1640-1668), situó Badajoz en el centro de una región en guerra. La acción continua de bandas dedicadas al pillaje y la concentración de efectivos y operaciones en la frontera extremeño-alentejana, provocaron la devastación de los pueblos situados en este espacio, mientras que la propia ciudad de Badajoz se convirtió en la principal plaza de armas contra Portugal. En ella se creó en 1646 la Capitanía General de Extremadura, donde se estableció el grueso del Real Ejército de Extremadura y su Capitán General. Extremadura se convirtió en escenario fundamental del levantamiento luso y Trujillo en antesala de dicho teatro. El conflicto portugués tuvo una repercusión directa en al conjunto de la Tierra de Trujillo afectando en primer lugar a sus recursos humanos.

A mediados del siglo XVII se concedió previo pago voto a dos territorios que no se identificaban con una ciudad: Galicia (hasta entonces representada por Zamora) y Extremadura (que lo era por Salamanca). Para el caso de Extremadura el dinero para la compra lo aportaron seis localidades (cuatro ciudades, Badajoz, Mérida, Plasencia y Trujillo y dos villas, Alcántara y Cáceres; otras dos invitadas, Jerez de los Caballeros y Llerena, no aceptaron). De forma genérica, a partir de 1651, un territorio llamado Extremadura tenía presencia en Cortés. Para algunos esta compra del voto de Cortés supondría un primer acto que mostraría la presencia de Extremadura como entidad territorial[53]. En 1651 se otorgaría a Trujillo la merced de voto en Cortes para lo cual tendría que hacer un desembolso de cinco millones de maravedís.

Desde 1647 a 1652, en cinco años, la serie de catástrofes que se sucedieron sobre toda la región debieron ser terribles, a juzgar por la cantidad de rogativas, procesiones penitenciales y oraciones públicas que se hicieron en todos los pueblos. Hay que tener en cuenta que en estos aciagos años lo que no destruían las lluvias, la heladas o los calores sofocantes del verano, era robado o asolado por las partidas de portugueses que incursionaban en los pueblos desde la frontera; o bien los propios ejércitos castellanos, acuartelados en Extremadura, que tenían que vivir sobre el terreno de lo que saqueaban o incautaban a los campesinos. En la década siguiente, en 1662 y 1663, volvieron a emprenderse acciones militares en toda la frontera, con idénticos resultados.

Cuando en 1665 subió al trono el último representante de la dinastía austriaca, Carlos II de España (el Hechizado), Trujillo tenía encima un desastre económico tan pronunciado que necesitó mucho tiempo para recuperarse. Desde 1676 hasta 1685 se volvieron a repetir las desgracias y reveses de la década anterior; acontecimientos desdichados que fueron creciendo y azotando con mayor fuerza a medida que avanzaba el conflicto y reinado del débil monarca Carlos II, el último de los Austria[54].

La nueva y larga Guerra de Sucesión a la Corona estalló en 1701, cuando ya había sido jurado por las Cortes Generales del Reino Felipe V de Borbón, como un nuevo monarca. Nuevamente, Extremadura se vio transitada por tropas foráneas de ejércitos castellanos, portugueses, franceses e ingleses.

  1. La Tierra de Trujillo en el siglo de la Ilustración

El siglo XVIII se considera, en la historia general de España, un periodo de crecimiento demográfico, de reformas políticas y de expansión económica, donde se llevarán a la práctica nuevas organizaciones territoriales que perseguirán la finalidad de reformar el Estado. Con Felipe V de Borbón se inicia una intensa centralización, que marcará nuestra organización territorial prácticamente hasta la actualidad, aunque este centralismo no terminará con la diversidad que ya existía en determinados territorios. A partir del 1718 el territorio se distribuirá en unidades administrativas, primero denominadas “intendencias”[55] y luego, provincias. Al frente de cada una se sitúa un funcionario, que será el representante del rey. Desde el punto de vista económico, las reformas de Felipe V tuvieron efectos positivos, ya que durante el siglo XVIII algunos núcleos de la Península Ibérica comenzaron un despegue económico posibilitado por el proceso de industrialización de sus materias primas. Estas zonas son mínimas en comparación con el resto peninsular que sigue basando su economía en la tierra, como era el caso de Extremadura.

Extremadura era un mosaico de jurisdicciones confusas, de infraestructuras administrativas dominadas por señores feudales: “…esta realidad se mantiene vigente hasta fecha muy tardía, 30 de mayo de 1790, momento en que la Monarquía decide crear la Real Audiencia de Extremadura, a petición de las ciudades y villas con voto en Cortes (Badajoz, Mérida, Plasencia y Alcántara). Así, a fines del siglo XVIII, el territorio extremeño estaba articulado en torno a nueve Partidos Jurisdiccionales: Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena…”[56]. La agricultura y la ganadería constituyen las fuentes indispensables de riqueza que articulan la vida social, política y económica de sus habitantes. Los señoríos eran muy numerosos, las percepciones de derechos feudales muy frecuentes, el control de los vasallos muy importante y la confusión jurisdiccional un verdadero problema. Estos rasgos permiten definirla como tierra de frontera, como espacio marginado que conduce a la sociedad que se asienta aquí a la emigración.

De igual forma, el siglo XVIII trajo consigo un aumento importante de las fuentes para conocer la evolución de la población española y averiguar su realidad histórica de la manera más amplia y fiable mediante Interrogatorios y Cuestionarios para satisfacer estos deseos de conocimiento. Los datos que facilitan las contestaciones a las preguntas formuladas son elementos muy valiosos para conformar la historia de cada localidad[57].

En la segunda mitad del siglo XVIII y en el marco renovador de la Ilustración, la administración borbónica impulsó un paquete de medidas encaminadas a mejorar las tareas de gobierno. Una de ellas fue el establecimiento de las Audiencias provinciales, entre ellas la de Extremadura: “…lo primero era conocer el territorio y para ello los máximos responsables de la nueva Audiencia (Regente, Oidores y Alcaldes) se comprometieron en una visita que abarcó toda Extremadura. Entre los meses finales de 1790 y los primeros de 1791 los diferentes partidos fueron inspeccionados e interrogados por un miembro del Tribunal, a fin de obtener un informe detallado de cada municipio que recogiera sus particularidades y deficiencias susceptibles de mejora…”[58].

La creación de la Real Audiencia de Extremadura en 1790, por Real Cédula de Carlos I, fue uno de los acontecimientos más relevantes de la historia regional en este siglo de la Ilustración, que designó a Cáceres como sede de este alto Tribunal de Justicia, intentando preservar su independencia y autonomía frente a la Real Intendencia o a la Capitanía General que se ubicaban en Badajoz. El 27 de abril de 1791, en el discurso que sirvió para la apertura de la Real Audiencia de Extremadura, Juan Meléndez Valdés, desgranó la situación social y el atraso secular de su tierra amada: “…Extremadura ha sido hasta aquí, en el imperio español, una provincia tan ilustre y rica como olvidada (…). Todo está por crear en ella, y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, industria ni comercio, todo pide, todo solicita y demanda la más sabia atención, y una mano reparadora y atinada para nacer á su impulso, y nacer de una vez sobre principios sólidos y cierto, que perpetúen por siempre la felicidad de sus hijos, y con ella nuestra honrosa memoria…”[59].

Una vez constituida la corporación se llevó a cabo la composición de Partidos, dando lugar a la primera concepción territorial y jurisdiccional de Extremadura, pues todavía en 1791 se consideraba Extremadura (Estremadura) como una única provincia:“…hasta principios del siglo XVIII no harán su aparición los primeros organismo con sus correspondientes cargos -Capitanía General, Intendencia del Ejército y Provincia (1720) y, el más importante de todos, la Real Audiencia de Extremadura (1791) – que, si bien no pueden ser calificados como típicamente extremeños, extenderán, como tribunal llerenense, sus competencias y radio de acción por todo el territorio de la Provincia de Extremadura. Todos otorgarán, poco a poco, una cierta personalidad jurídica y político-administrativa al territorio regional, pero no conviene olvidar que ni eran organismos exclusivamente extremeños ni sus actuaciones, sujetas a las directrices emanadas del Poder central, se encaminaron de manera clara y decisiva a la resolución de los agudos y peculiares problemas socioeconómicos que aquejaban a la Provincia…”[60]. Se dividió el territorio extremeño en Partidos Judiciales, que en un principio fueron nueve (Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena)[61], correspondientes a los pueblos y ciudades de mayor importancia, iniciándose inmediatamente visitas de cada uno de los Ministros de la Audiencia para que informasen de la situación y condiciones de su población; y enviar un informe al Consejo Real con los resultados[62].

Con la fundación de la Real Audiencia de Extremadura llegó a estas tierras un grupo de profesionales e intelectuales cuyas funciones no se limitaron exclusivamente al conocimiento de los partidos que recorrieron, sino que desplegaron un fuerte compromiso social que se tradujo en la propuesta de soluciones para hacer frente a los problemas que, heredados de siglos, acuciaban a la Provincia y a cuantos aquí habitaban[63].

[1] Martínez Díez, Gonzalo.“Extremadura: Origen del nombre y formación de las dos provincias”. Anuario de la Facultad de Derecho. Número 2. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 1983. Página 67.

[2] Martínez Díez, Gonzalo. “La Extremadura castellana: del fuero de Sepúlveda al fuero de Alcaraz”. Homenaje al Profesor José Antonio Escudero. Tomo III. Editorial Complutense. Universidad Complutense. Madrid, 2012. Página 155.

[3] Martínez Díez, Gonzalo. “Extremadura: Origen del nombre…”. Opus cit. Página 77.

[4] Domené Sánchez, Domingo. “Origen y formación de Extremadura”. Universo Extremeño. Nº 1. Club Universo Extremeño. Cáceres, 2006. Página 2.

[5] Carrtero, Anselmo. Las nacionalidades ibéricas: (Hacia una federación democrática de los pueblos hispánicos). Ediciones de las Españas. México, 1962. Página 26.

[6] Callejo Serrano, Carlos. “Barones catalanes en la Reconquista de Extremadura”. Revista de Estudios Extremeños. Vol. 42. Nº 3. Badajoz, 1986. Página 664.

[7] Martínez Díez, Gonzalo. “Extremadura: Origen del nombre…”. Opus cit. Página 81.

[8] Domené Sánchez, Domingo. Opus cit. Página 8.

[9] “…Alfonso I (…) ataca con furia a los musulmanes obligándoles a desplazarse hacia el Sur. Avanza, cautiva, extermina, ocupa numerosas ciudades, y sus vanguardias hostigan sin descanso a los fugitivos desde los páramos leoneses hasta los estribos de Gredos. Tras liquidar a cuanto musulmán encontraba a su paso…”. Terrón Albarrán, Manuel. “IV Historia Política de la Baja Extremadura en el Período Islámico”. Historia de la Baja Extremadura. Periodo Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 319.

[10] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia (Crónicas y reportajes de una ciudad singular). Librería Figueroa. Cáceres, 2017. Páginas 56 y 57.

[11] “…En la primera etapa, la Extremadura actual se convierte en uno de los espacios de más intensa lucha, debido a los intereses contradictorios de las monarquías occidentales (Castilla, León y Portugal) y a la frontera cristiano-musulmana (…). Durante este periodo, sólo excepcionalmente los cristianos controlaran lugares al sur del Tajo, como Cáceres y Trujillo. Su ocupación será en todo caso efímera (…). Durante esta etapa, la Extremadura actual, como corresponde a tierra de frontera, está poco poblada (…). Después de Las Navas, Extremadura conocerá ya solamente la ofensiva cristiana…” Clemente Ramos, Julián. “La sociedad rural extremeña (siglos XII-XIII)”. Revista de Estudios Extremeños. Volumen XLVI. Número 3. Diputación de Badajoz. Badajoz, 1990. Páginas 541 y 542.

[12] Mazo Romero, Fernando y del Pino, José Luis. “El Régimen Señorial en Badajoz durante la Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Período Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 684.

[13] “…Por los años de 1156, los caballeros salmantinos D. Suero Fernández y su hermano don Lope fundaron la orden militar de Álcantara, es decir, una sociedad religiosa y militar que á la vez de practicar las virtudes cristianas, hacía la vida del campamento…”. Picatoste, Valentín. Descripción é Historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Consejo de Instrucción Pública. Madrid, 1891. Página 35.

[14] Hacia el año 1200 Alfonso Téllez Meneses había conquistado y poblado la villa de Alburquerque, plaza que quedará en posesión de su familia hasta el advenimiento de la dinastía Trastámara, constituyendo el primer caso, en el tiempo, de un señorío nobiliario en tierras de Badajoz. Mazo Romero, Fernando y del Pino, José Luis. “El Régimen Señorial en Badajoz durante la Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Período Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 684.

[15] Fernández, Alonso. Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Biblioteca Extremeña. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de los JONS. Cáceres, 1952. Páginas 24 y 25.

[16] “…Don Alfonso VIII de Castilla era emprendedor como su abuelo don Alfonso VII y como su tío Don Fernando II de León. A vueltas con los cabecillas moros y coadyuvando á las sublevaciones de éstos contra los almohades, procuraba entretanto ir fortificando la frontera meridional del reino de Toledo, y ocupando otros lugares del lado sudoriental, como Cuenca y sus pueblos comarcanos. Hacia 1185 debió ser cuando vino á Extremadura y fundó la ciudad de Plasencia, pués en el siguiente le vemos ya en ella firmando documentos en el que se dá á la ciudad este nombre. El arzobispo toledano se limita a decir en tono ampuloso que el insigne monarca convirtió a manos á nuevos trabajos (después de los militares en que antes se ocupara) y edifico la ciudad de la gloria, á la cual constituyó por fortaleza y le puso por nombre Plasencia, atrayendo á ella pobladores, ensanchando sus términos y poniendo allí sede episcopal…”. Martínez y Martínez, Matías Ramón. Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana. Tip. y librería de Antonio Arqueros. Badajoz, 1904. Página 250.

[17] “…En marzo de 1195, Alfonso VIII concede a la Orden militar de Trujillo el castillo y villa de Trujillo junto con otros castillos en lo que posteriormente será su tierra: “Sanctam Crucem, prope Trugellum, situm in monte Arduo, et alia duo castella, quórum alterum vocatur Cabannas, reliquun vero Zuferola”. Esta mención, unida a la que se hace del castillo de Cañamero en 1220 y del castillo de Logrosán, constituyen las únicas referencias con las que contamos del periodo anterior a 1232. Hemos de resaltar en todas ellas el evidente y marcado carácter defensivo, como es obvio por su situación y el momento. Sin embargo, podemos suponer que al amparo de estas fortalezas se concentraría una población atraída precisamente por la posibilidad de protección que podrían proporcionar. Pese a esta escasez de noticas, hemos de suponer que una gran parte de los 23 lugares y aldeas que dependen del concejo de Trujillo en 1485, constituyeran ya algún tipo de agrupamiento antes de 1232…”. Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Página 39.

[18] Naranjo Alonso, Clodoaldo. Trujillo sus hijos y monumentos. ESPASA-CALPE, S.A. Madrid, 1983. Página 89.

[19] Galiana Núñez, Magdalena. Trujillo en sus textos históricos y en sus documentos (de los árabes al s.XX). CISAN. Trujillo (Cáceres), 2004. Página 23.

[20] Rodríguez Amores, Lorenzo. Crónicas Lugareñas Madrigalejo. Tecnigraf, S.A. Badajoz, 2008. Página 86.

[21] “…El día 15 de abril de 1196 sale de Sevilla la tropa al mando del propio califa, internándose en Extremadura y cruzando el Guadiana por las cercanías de Medellín para avanzar hasta Montánchez (…). A continuación los almohades prosiguen su avance arrollador hacia Santa Cruz, cuyos habitantes habían huido, y hacia Trujillo, que también se lo encuentran evacuado (…). Las tropas musulmanas cruzan el Tajo y cercan Plasencia, defendida por Alfonso Téllez de Haro, la toman al asalto haciendo cautivos a los pocos defensores que quedaron con vida, entre ellos el obispo y sus canónigos (…). El ejército almohade siguió por tierras castellanas asolando los campos, pero sin poder tomar, a pesar de los correspondientes asedios, Talavera, Maqueda ni Toledo, puesto que, según parece, los calores veraniegos hacen desistir de la lucha al califa, que toma la decisión de regresar a Sevilla, oportunidad que aprovecha Alfonso VIII para recuperar Plasencia en el mismo año de 1196. Sin embargo, este monarca no logra rebasar el Tajo y todo el territorio que hay desde Trujillo hacia el sur queda en poder de los almohades…”. Ibídem. Página 87.

[22] Sobre las Órdenes Militares en Extremadura véanse Pereira Iglesias, J. L. “Gobierno, administración y recursos de las Órdenes Militares en la Extremadura de los siglos modernos”. Las Órdenes Militares en la Península Ibérica. Vol II. Edad Moderna. Ed. Universidad de Castilla la Mancha. Cuenca, 2000. De la Montaña Conchiña, José Luis. La Extremadura Cristiana (1142-1350). Poblamiento, poder y sociedad. Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Badajoz, 2002.. Bullón de Mendoza, Alfonso. “Las Órdenes Militares en la Reconquista de Extremadura”. MILITARIA. Revista de Cultura Militar. Número 15. 2001.

[23] “…Por los años de 1156, los caballeros salmantinos D. Suero Fernández y su hermano don Lope fundaron la orden militar de Álcantara, es decir, una sociedad religiosa y militar que á la vez de practicar las virtudes cristianas, hacía la vida del campamento…”. Picatoste, Valentín. Descripción é Historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Consejo de Instrucción Pública. Madrid, 1891. Página 36.

[24] Adámez Díaz, Antonio. Los Señoríos de Orellana la Vieja y Orellana la Sierra. Muñoz Mora Editores Extremeños. Badajoz, 2005. Páginas 30 y 31.

[25] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 25.

[26] Martín Nieto, Dionisio A. y Díaz Díaz, Bartolomé. Los Priores de la Magacela de la Orden de Alcántara (la mal llamada sexta dignidad de la Orden). Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz, 2002. Páginas 70 y 71.

[27] Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 112.

[28] Pereira Iglesias, J,L. “Gobierno, administración y recursos de las Órdenes Militares en la Extremadura de los siglos modernos”. Las Órdenes Militares en la Península Ibérica. Vol II. Edad Moderna. Ed. Universidad de Castilla la Mancha. Cuenca, 2000. Página 1828.

[29] Realengo es la calificación jurisdiccional que tienen los lugares dependientes directamente del rey, es decir, cuyo señor jurisdiccional es el mismo rey. Se utiliza como término opuesto a señorío.

[30] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Páginas 69 y 70.

[31] Castaño Fernández, Antonio M. Los nombres de Extremadura. Estudios de Toponimia Extremeña. Editora Regional de Extremadura. Badajoz, 2004. Páginas 229 y 230.

[32] Libro de la Montería que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alfonso de Castilla y León. Acrecentado por Gonçalo Argote de Molina. Dirigido A la S.C.R. M. del Rey Don Philipe Segundo. Sevilla, 1582. Página 91.

[33] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 34.

[34] De la Montaña Conchiña, José Luis. La Extremadura Cristiana (1142-1350). Poblamiento, poder y sociedad. Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Badajoz, 2002. Página 80.

[35]…el principal aporte demográfico, siempre según la información disponible, procede del antiguo reino de León. Asturgalaicos en su mayor parte, leoneses propiamente dichos, y más tarde gente procedentes de Zamora y Salamanca (…). El segundo gran contingente en importancia fue el de las gentes procedentes del reino de Castilla, repartidas por las tierras por ellos conquistadas, en particular por los concejos de Plasencia, Trujillo y Medellín. La mayor parte procedían del concejo de Ávila, pero también se ha detectado la presencia de segovianos, burgaleses, sorianos, vallisoletanos, emigrantes naturales de los valles cantábricos (Quintana), para finalmente rastrear también la presencia de inmigrantes procedentes de los concejos de Toledo y Talavera…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Siglos XIII al XV. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 274.

[36] Mazo Romero, Fernando y Luis del Pino, José. “Aspectos demográficos, sociales, económicos e institucionales del Reino de Badajoz durante la Baja Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Periodo Islámico. Tomo I. Real Academia de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 749.

[37] Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Página 40.

[38] Ibídem. Página 41.

[39] Sobre la repoblación del Concejo de Trujillo véase Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Páginas 59-61.

[40] Izquierdo Benito, Ricardo. Reconquista y repoblación de la Tierra Toledana. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. Diputación Provincial. Toledo, 1983. Página 17

[41] “…el conjunto de tierras entregadas a los repobladores se fundaba, sobre todo, en los servicios que también habrían de prestar como contrapartida a su disfrute. Junto con la casa o el solar, podían recibir distinta cantidad de tierra, generalmente la suficiente para cultivarla con una yunta de bueyes (una yeguada) y además, en ocasiones, viña, huerto o arbolado. Se procuraba que los lotes fuesen similares. La parte principal que se entregaba a los repobladores, que solía ser la que se iba a dedicar a la labranza, generalmente de cereales, recibía el nombre de quiñón. La tierra laborable llevaba consigo la carga de servicios y tributos (pechos) a favor de la comunidad concejil o del señor…”. Ibídem. Página 19.

[42] Los golfines aparecen en las tierras convertidas en frontera entre el Tajo y el Guadiana. Eran bandoleros o bandidos de frontera, quienes habían hecho del robo y del secuestro su modo ordinario de vida.

[43] Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación… Opus cit. Página 116.

[44] Corporación o grupo de personas integrado por un intendente y varios concejales que se encarga de administrar y gobernar un municipio.

[45] “…Navalvillar estaba encontrando tantísimas dificultades para poblarse que en 1418 el concejo se ve obligado a concederle término propio para facilitar la atracción de nuevos pobladores, en medio de un mar de dudas sobre sus posibilidades de supervivencia, finalmente despejadas hacia finales de este siglo cuando se produce un intenso movimiento roturador, documentado a través de 23 licencias de rompimiento de terrenos en el breve transcurso de 6 años…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 114.

[46] Archivo Municipal de Trujillo. Amojonamiento y deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez. Legajo 2, carpeta 4. Folios 1r-2r. Legajo 3. Folios 258r-259v. Se hizo un segundo amojonamiento por el corregidor de Trujillo, Álvaro Porras, en Acedera, a 16 de octubre de 1492, ante Alfonso Rodríguez de Almazán. Legajo 2, carpeta 4. Folios 2r-4r. Legajo 3. Folios 259v-262r. Hay un segundo cuadernillo que contiene un traslado de 15 de febrero de 1629 y una copia del acta de restitución que se hizo a la ciudad de Trujillo de un pedazo del ejido de Navalvillar. En Navalvillar, a 3 de mazro de 1418. Legajo 2, carpeta 4. 13 folios.

[47] “…Sea por las condiciones del terreno ó por las escasas aguas, ó bien, como dice la tradición, por el crecido número de hormigas y otros insectos que pululaban por aquella zona, es lo cierto que el primitivo pueblo de Valdepalacios (1), que comenzó allí á fundarse á raíz de la reconquista, hubo de ser trasladado del actual ó absorbido por él, recibiendo éste por antonomasia el nombre de lugar sano, lucus sanus, de donde por corrupción se formó después, Lugursan, Lugurusan ó Logrosán. (1). A la iglesia de Valdepalacios perteneció la actual campaña del Ayuntamiento. En la iglesia parroquial se conserva un cáliz y varios libros también de aquella. Hoy solo se ven sus ruinas transformadas en pajar. Dicese asimismo que los Concejales del nuevo pueblo le Logrosán tenían obligación de asistir todos los años á cierta fiesta ó ceremonia conmemorativa celebrada en aquellos sitios el día de Pascua de Resurreccion…”. Roso de Luna, Mario. Logrosán (Legajo Histórico). Por el doctor Mario Roso de Luna. Académico C. de la Historia y Caballero de varias Órdenes. Año 1898. Excmo. Ayuntamiento de Logrosán. Cáceres, 2007. Folios 54 y 55.

[48] “… Esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes. Para tratar de poner remedio a esta situación el concejo de Trujillo solicitó a la reina D. María en 1295 la constitución de una heredad a favor de Garci Sánchez de Trujillo, a quien se facultó para formar una aldea por poblar la zona y ahuyentar a los bandidos…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 116.

[49] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 256.

[50] Sánchez Marroyo, Fernando. “Estructura Político-Institucional de Extremadura (1808-1874)”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIX. Número 1. Centro de Estudios Extremeños. Diputación de Badajoz. Badajoz. 2013. Página 144.

[51]Ibídem. Página 145.

[52]Ibídem. Página 147.

[53] Sánchez Marroyo, Fernando. “Estructura Político-Institucional de Extremadura (1808-1874)”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIX. Número 1. Centro de Estudios Extremeños. Diputación de Badajoz. Badajoz. 2013. Página 148.

[54] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Página 111.

[55] Institución de origen frances, implantada en España en el siglo XVIII y cuyo titular ostentaba poderes militares, hacendísticos, judiciales y policiales.

[56] Corrales Álvarez, Álvaro. “La villa de Fuente de Cantos a finales del Siglo XVIII. Análisis histórico a partir del Interrogatorio de la Real Audiencia”. VII Jornada de Historia de Fuente de Cantos. Organizada por “Lucerna”, Asociación Cultural de Fuente de Cantos en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Fuente de Cantos. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 147.

[57] Otras fuentes documentales básicas de finales del siglo XVIII, son el Interrogatorio de Tomás López y el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791. Dichas fuentes, pretenden conocer mediante cuestionarios la realidad socioeconómica del reino de Castilla y sus provincias, entre las que se encuentra Extremadura y dentro de ella la población de Navalvillar de Pela, localidad donde más nos interesa proyectar todos sus valores.

[58] Granjel, Mercedes. “Médicos y cirujanos en Extremadura a finales del siglo XVIII”. DYNAMIS. Vol. 22. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada. Granada, 2002. Páginas 158 y 159.

[59] Meléndez Valdés, Juan. Discurso de Apertura de la Real Audiencia de Extremadura (27 de abril de1791). Ed. de M.A. Lama Hernández. Mérida, 1991. Páginas 63 y 64. “Discurso sobre los grandes frutos que debe sacar la provincia de Extremadura de su Nueva Real Audiencia, y plan de útiles trabajos que ésta debe seguir para el día solemne de su instalación y apertura, 27 de abril de 1791”.

[60] García Pérez, Juan. “El problema de la personalidad regional. Algunas reflexiones sobre elementos configuradotes de la identidad colectiva en Extremadura”. Alcantara. Revista del Seminario de Estudios Cácereños. Nº13-14. 1988.

[61] “…A fines del siglo XVIII, el territorio extremeño estaba articulado en torno a nueve Partidos Jurisdiccionales: Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena…”. Corrales Álvarez, Álvaro. “La villa de Fuente de Cantos a finales del Siglo XVIII. Análisis histórico a partir del Interrogatorio de la Real Audiencia”. VII Jornada de Historia de Fuente de Cantos. Organizada por “Lucerna”, Asociación Cultural de Fuente de Cantos en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Fuente de Cantos. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 147.

[62] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Página 128.

[63] Melón Jiménez, Miguel Ángel. “Extremadura a finales del Antiguo Régimen”. Actas de las Jornadas de historia de las Vegas Altas «La batalla de Medellín» (28 de marzo de 1809). Medellín-Don Benito, 26 y 27 de marzo de 2009 / coord. por José Angel Calero Carretero, Tomás García Muñoz. Badajoz, 2009. Página 29.

Oct 132018
 

José Luis Barrio Moya

El Real Hospital de Jesús Nazareno de Mérida fue fundado en 1724 por los frailes hospitalarios de aquella advocación para recoger en él a los enfermos convalecientes sin recursos. Las obras del nuevo edificio se iniciaron en 1725, ingresando los primeros enfermos en 1734. No obstante el hospital no quedó totalmernte finalizado hasta mediados del siglo XVIII, pues durante muchos años fue objeto de ampliaciones y reformas.

El hospital de Jesús Nazareno contó con la protección de don Pedro Rodríguez Campomanes (1725-1803), político, jurisconsulto y economista que tuvo una destacada actuación durante el reinado de Carlos III, y con la generosidad de algunos particulares que nombraron a la institución sanitaria emeritense como heredera de sus bienes. Prueba de esto último lo encontramos en don Pedro Manuel Benito de Vera Ladrón de Guevara, hijo de los condes de la Roca, quien en su testamento, otorgado en Madrid el 2 de junio de 1781, legaba todos sus bienes al hospital emeritense.[1]

Don Pedro Manuel Benito de Vera Ladrón de Guevara nació en Madrid, siendo hijo de don Pedro de Vera Ladrón de Guevara vizconde de Sierrabraba y conde de la Roca, y doña Mariana Catani, difuntos que no hago memoria a parte fija donde lo fueron.

Declara en primer lugar que está enfermo en la cama por lo que hace y otorga su testamento. Pide ser enterrado, amortajado con el hábito de san Francisco, en la iglesia de san Sebastián de esta Corte donde al presente soy feligres o en la que lo fuere al tiempo de mi fallecimiento, y que lleven su cuerpo el numero de hermanos de la Venerable Orden Tercera de nuestro padre san Francisco, y que su sepelio sea en secreto con la dezencia posible.

Establece que al día siguiente de su entierro se celebrase por su alma una misa cantada de cuerpo presente con vigilia, responso, diácono y subdiácono, y seiscientas mas, estas rezadas, pagando tres reales de limosna por las quinientas de ellas y por las cien restantes, cuatro reales, todas en altares privilegiados.

Envía quince reales de vellón a los santos lugares de Jerusalén y redención de cautivos y ocho reales a los hospitales General y Pasión de Madrid.

Manda a Polonia Eburreba por lo bien que me ha asistido y asiste quatrocientos reales de vellon y una cubierta de cama que es de serafina. [2]

Asimismo manda a Ángela García criada de la casa en la que al presente me hallo, cien reales de vellón y la misma cantidad a Getrudis y Antonia Martínez..

Legaba a doña Isabel Martínez y doña Feliciana Cabrera dueñas de el quarto que avito y he vivido hace algunos años, trescientos reales de vellón y a don Pedro de Medina sargento de Ymbalidos en esta plaza dos bestidos de los mas usados.

A todos ellos les pide encarecidamente que le encomienden a Dios y confiesa que es su voluntad que se den a Nuestra Señora de la Encarnacion que se venera en Jerez de los Caballeros una sortija de diamantes y unas bueltas de encajes de las de mi uso

Confiesa que en poder de don Diego de Vargas ya difunto, vecino que fue de Jerez de los Caballeros, puse por via de deposito cinquenta doblones de a ocho de oro, de que me hizo resgurado, por lo que pide a sus testamentarios que cobren aquella cantidad de su heredero, don Manuel de Vargas, residente en la citada ciudad extremeña..

Declara por último que despues de cumplido y pagado mi testamento, instituyo y nombro por mi hunico y universal heredero de todo ello al Hospital de Jesus Nazareno sito en la ciudad de Merida para alivio de los pobres enfermos de el, y que lo haian y hereden en posesion y propiedad y a todos los que en el se hallasen al presente como a los que en lo subcesivo entren en el a curarse sus enfermedades les ruego me encomienden a su Divina Magestad.

Nombró por sus albaceas testamentarios a don Lázaro Maestro y don José de Larruga, ambos procuradores y residentes en esta Corte.

Tras la muerte de don Diego de Vargas, fray Juan de Nuestra Señora recibió los cinquenta doblones que don Pedro Manuel Benito de Vera Ladrón de Guevara tenía depositados en el mencionado don Diego, y que pasaron a las arcas del hospital emeritense.

El 24 de mayo de 1782 fray Juan de Nuestra Señora confirmaba el cobro de aquella cantidad, mediante el siguiente otorgamiento.

He recivido del señor Don Manuel de Vargas Carbajal vecino de la ciudad de Merida cinquenta doblones dea ocho antiguos que tubieron de falta diez y siete reales y seis maravedis de vellon, a cuia moneda añadiendo mil reales de vellon por razon de la subida que Su Magestad dio al oro, hazen diez y seis mil quarenta y un reales y veinte y dos maravedis de vellon, los mismos que en onze de julio de mil setecientos setenta y dos entrego y deposito en poder del señor Don Diego de Vargas Carbajal, hermano ya difunto de dicho señor Don Manuel, el señor Don Pedro de Vera Ladron de Guevara, capitan que fue de Guardias Españolas, y en aquella razon le era agregado a la plaza de Badajoz, quien por su testamento otorgado en esta Corte en dos de julio de mil setecientos ochenta y uno ante Ramon Antonio Aguado, escribano de Su Magestad, ha instituido por su heredero universal al Hospital de Jesus Nazareno de dicha ciudad de Merida, a cuio favor se ha de imponer por mi a censo la referida catidad de la de diez y seis mil quarenta y un reales y veinte y dos maravedis de vellon con el importe de todos los demas bienes y muebles que quedaron por su fallecimiento con declaracion que el resgurado original dado por dicho señor Don Diego de Vargas se a de entender cancelado y las letras por mi libradas hasta en cantidad comprehendida en este r ecibo y carta dee pago por haverse satisfecho su importe el Yllmº. conde de Campomanes, a quien tengo dado el corresponciente recibo en quince de marzo de este año como presidente y hermano mas antiguo que soy del dicho hospital, doy el presente resguardo al referido señor Don Manuel y firmo en Madrid a 24 de mayo ede 1782.

Son 16040 rs y 22 mrs. Hermano Juan de Nuestra Señora. [3]

Como ya se ha dicho don Pedro Rodríguez de Campomanes fue protector del hospital emeritense, y en su casa madrileña falleció fray Juan de Nuestra Señora, pues en ella se alojaba cuando residía en la Corte para el recogimiento de limosnas y habitaba de continuo de muchos años a esta parte en casa de dicho Yllmº señor conde gratuitamente por la devocion que este tiene al expresado santo hospital.

Fray Juan de Nuestra Señora murió en Madrid, en la casa del conde de Campomanes, el 13 de marzo de 1783, y dos días mas tarde se hizo el ymventario de los efectos que quedaron por fallecimiento del hermano Juan de Nuestra Señora, presidente del Real Hospital de Jesus Nazareno de la ciudad de Merida. [4]

El documento se inicia afirmando que estando en la casa del Yllmº señor Don Pedro Rodriguez de Campomanes, conde de Campomanes, cavallero de la distinguida Orden de Carlos tercero, del Consejo y Camara de Su Magestad, su primer fiscal, ministro de la Real Junta de la Ynmaculada Concepcion y de la Suprema de Sanidad del reyno, subdelegado general de penas de Camara y Gastos de Justicia y presidente del Honrado Concejo de la Mesta, general de estos reynos de Castilla, Leon y Granada, donde murio el dia trece del corriente el hermano Juan de Nuestra Señora, presidente del Real Hospital de Jesus Nazareno de la ciudad de Merida, que se hallaba en esta Corte para el recogimiento de limosnas y habitaba de continuo de muchos años a esta parte en casa de dicho Yllmº señor conde grartuitamente, por la devocion que este tiene al expresado santo hospital procediendo su orden verbal y hallandose presente el hermano Julian de la Asuncion, yndividuo del mismo Hospital y don Martin de Velasco, mayordomo de Su Yllmª. a fin de que en todo tiempo consten los efectos que han quedado poe dicho fallecimiento y para los demas que haya lugar, ente mi el escribano de Su Magestad se princiopio ynventario extrajudicial en la forma siguente.

– primeramente se ponen por ynventario mil quatrocientos ochenta y dos reales y diez y siete maravedis de vellon que se encuentran entre la ropa del mencionado hermano Juan, en quatro doblones y medio de a ocho y dos escudos veintenos, 1482 rs y 17 mrs.

Seguidamente se resgistraron las modestas ropas del hermano difunto, consistentes en dos túnicas, dos mantos, tres escapularios, dos ajustadores de sayal y seis pañuelos.

Fray Juan de Nuestra Señora poseyó en Madrid una pequeña biblioteca formada por treinta y cinco tomos, de los que diez y seis eran de las Meditaciones sobre los novisimos para los dias del mes, eeguramente las de Giovanni Pietro Pinamonti, además de la Guía de pecadores, de fray Luis de Granada, la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempìs, el Cathecismo o exposición de la doctrina christiana, de fray Pedro José Portillo, la Explicación de la doctrina christiana, de fray José Faustino Cliquet, dos tomos del Diccionario histórico, de Claude Fleury, el Despertar de dormidos, del navarro Ildefonso Vereterra y Labayru, el Penitente instruido, de Paolo Segneri, etc. Como obra de temática no religiosa tenía la Historia de sucesos memorables del mundo con reflexiones instructivas para todos, del francés Isaac Lemaistre de Sacey en la traducción de Leonardo de Uría y Orueta.

Como era lógico no podía faltar en la biblioteca de fray Juan de Nuestra Señora los tres tomos de los Estatutos de la Congregación del Real Hospital de Jesus Nazareno de Merida.

LIBROS.

– un atado de libros con diez y seis tomos de Meditaciones sobre los novisimos para los dias del mes (Giovanni Pietro PINAMONTI.- Breves meditaciones sobre los novisimos repartidos para todos los días del mes traducidos del idioma toscano al castellano por un deseoso del bien de las almas, Madrid 1759), [5]

– yd tres libros, uno del Oficio de difuntos y dos del oficio parvo.

– yd otros dos en pasta de Doctrina christiana, uno por Don Francisco Feliz Games y otro por Maldonado (Alonso MALDONADO.- Preguntas y respuestas de la doctrina cristiana, Madrid 1632).

– yd otros quatro en pasta Compendio de la religion, Explicacion de la Semana Santa, de la Doctrina christiana por el Rdº Pe. fray Josef fautisno Cliquet y de la misma por el Pe. Don Pedro del Portillo (fray Pedro José PORTILLO.- Cathecismo o explicación de la doctrina christiana, Madrid 1769) fray José Faustino CLIQUET.- Explicación de la doctrina christiana, Madrid 1781) [6]

– yd otros tres libros en quarto de pergamino que son Vida del venerable Gregorio Lopez, Cronicon del mundo y Guia de pecadores (fray Alonso REMÓN.- La vida del siervo de Dios Gregorio López, natural de Madrid, Madrid 1627), fray Luis de GRANADA.- Guia de pecadores, Salamanca 1569).

– yd otros dos en octavo primero y segundo de Fleuri (Claude FLEURY.- Cathecisme historique, París 1682, 1ª. ed. castellana traducida por Carlos VELBEDER, París 1717) [7]

– yd otro Catecismo.

– yd otro libro Carta pastoral de Valero (Francisco VALERO Y LOSA.- Carta pastoral en que manifiesta a todos sus súbditos los motivos que hay para tener que la ignorancia de las verdades christianas es mayor de lo que se haze juicio para que todos en quanto les sea posible soliciten el remedio (s.l), 1720.

– yd otro Catecismo de Tapia (fray Pedro de TAPIA.- Breve catecismo del texto y explicación de la doctrina christiana, Madrid 1666).

– yd otro el Kempis (Tomás de KEMPIS.- Imitación de Cristo traducida al castellano por Juan Eusebio NIEREMBERG, Amberes 1656).

– yd otro Despertador de dormidos (Ildefonso VERETERRA Y LABAYRU.- Despertador de dormidos y descuidados con singulares y diferentes exemplos, Madrid 1746).

– yd otro Suma Espiritual (tal vez Gaspar de la FIGUERA.- Suma espiritual en que se resuelven todos los casos y dificultades que ay en el camino de la perfección, Valladolid 1635).

– yd otro el penitente instruido (Paolo SEGNERI.- El penitente instruído, Madrid 1695). [8]

– yd otros dos Doctrinas de Arbiol (fray Antonio ARBIOL.- Explicación de todo el sagrado texto de la Doctrina Christiana, Zaragoza 1723),

– yd otro Sucesos memorables del mundo (Isaac LEMAISTRE DE SACEY.- Historia de los sucesos memorables deol mundo con reflexiones instructivas para todos traducida por Leonardo dce URÍA Y ORUETA, Madrid 1751).

– yd otro Explicacion de la doctrina christina de Christoval.

– yd otro Carta pastoral del obispo de Cordova.

– yd tres libros Estatutos de la Congregacion del Real Hospital de Jesus Nazareno de Merida.

VARIOS PAPELES.-

– diez y ocho cedulas impresas de las concedidas por Su Magestad para que en los Reynos de Yndias se pudiese pedir limosna por quatro años.

– yd un atado de papeles de las herencias que el referido Real Hospital tubo de Don Pedro Manuel Benito de Vera, entre los quales se halla el testamento que este otorgo en dos de julio de mil setecientos ochenta y uno ante Don Ramon Antonio Aguado escrivano de esta Corte.

– el poder que por el mismo hospital se otorgo a favor del señor Don Francisco de Campomanes y el nominado hermano Juan de Nuestra Señora para percibir todas quantas cantidades correspondiesen al dicho Real Hospital por la misma razon de herencia.

– el ynventario de los bienes que a dicho Don Pedro pertenecieron

– una minuta o cuenta de lo que importaron las alajas vendidas por su precio y valor.

– y tambien los papeles y cartas de pago que se dieron con motivo de haber satisfecho los testamentarios la disposicion del difunto Don Pedro y misas que por su anima de celebraron.

– yd un atado de papeles de la correpondencia del citado Don Pedro.

– yd otro atado que comprende varios memoriales impresos, borradores de otros que en diversos tiempos de han dado a nombre del expresado Real Hospital.

– yd dos letras libradas en tres de agosto y tres de septiembre del año proximo pasado por los hermanos Santiago de la Santisima Trinidad y Juan de Jesus Maris, a la orden de Don Vicente Mateos Malpartida, y la primera de seiscientos quarenta reales de vellon y la segunda de quinientos veinte contra el hermano Juan de Nuestra Señora, las que consta segun el recibi del dorso, se pagaron a dicho Malpartida en los dias siete de agosto y veinte y siete de septiembre referidos, las que se unen a este privativo y protocolo correspondiente reubricados por mi el escrivano para asi conste igualmente que un resguardo firmado por el exprasado hermano Juan de Nuestra Señora en veinte y quatro de mayo de mil setecientos ochenta y dos en que manifiesta haber recibido la cantidad de diez y seis mil quarenta y una reales y veinte y dos maravedis de vellon del señor Don Diego de Bargas Carvajal, hermano ya difunto de dicho señor Don Manuel y el referido Don Pedro de Vera cuya cantidad expreso dicho Don Martin de Velasco ser la misma que se halla imputada en la dipitacion de los cinco Gremios Mayores.

Una vez finalizado el inventario de los bienes que fray Juan de Nuestra Señora tenía en Madrid, don Martín de Velasco y fray Juan de la Asunción declaraban que aquellos eran los unicos efectos que se han encontrado pertenecientes a dicho hermano Juan, los que por aora quedan en el quarto donde fallecio y no se han inventariado los muebles de la cama por ser propios del nominado Yllmº y para que conste lo firmaron de que doy fe. Martin de Velasco, Hermano Julian de Asuncion. Ante mi = Agustin Carrasco de Villanueva.

Por último don Martín de Velasco confesaba tener en su poder veinte y ocho mil ciento setenta y cuatro reales y cuatro maravedis de vellón en treinta y quatro doblones de oro nuevos y quarenta y ocho viejos, que eran los mismos que dicho hermano Juan le habia entregado para que los tubiese en custodia a fin de acudir a las urgencias de sus encargos y como tal lo declara asi.

Como ya se ha dicho el Real Hospital de Jesús Nazareno de Mérida se fundó en 1724, utilizando como material de construcción algunos elementos de un antiguo templo romano. En 1751 se levantó el claustro con restos de una basilica visigoda y una mezquita árabe, y como dato curioso a destacar es el hecho de que en el jardín del hospital se organizó una primera colección de restos arquelógicos romanos.

El Real Hospital de Jesús Nazarenio emeritense mantuvio su actividad sanitaria hasta el primer tercio del siglo XIX, viéndose afectado por las leyes desamortizadoras y pasando a ser propiedad de la ciudad de Mérida que lo dedicó a los usos mas diversos. En 1848 y según Madoz estaba habilitado para casa de locos. [9] Posteriormente se convirtió en cárcel del Partido. En 1933 se llevó a cabo una restauración del edificio para convertirlo en Parador Nacional de Turismo, actividad que aún mantiene.

A pesar de sus muchas reformas y diveros usos a los que tuvo que adaptarse, el antiguo hospital emeritense todavía conserva muchas de sus estructuras originales como la iglesia, claustro, enfermeria y celdas, que hacen de él uno de los edificios mas singulares de la Mérida dieciochesca.

[1] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 18976, folº. 243-246 vltº. Escribano = Ramón Antonio Aguado

[2] .- Se conocía con el nombre de serafina un tipo de tejido de lana, parecido a la bayeta, adornado con variedad de flores y dibujos.

[3] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21445, folº. 58-58 vltº. Escribano = Agustín Carrasco de Villanueva.

[4] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21445, folº, 53.57 vltº. Escribano = Agustìn Carrasco de Villanueva.

[5] .- Giovanni Pietro Pinamonti (Pistoia 1632. Orta (Novara) 1703). Muy joven ingresó en la Compañía de Jesús, estudiando en Roma retórica, filosofía y teología. Gran catequísta acompañó a Paolo Segneri en sus misiones populares, lo que le valió gran celebridad.

[6] .- Fray José Faustino Cliquet, de familia flamenca, nació en Madrid en 1673 y falleció en la misma ciudad en 1760.Ingresó muy joven en la orden agustina, donde ocupoó altos cargos, como lector de artes y teología, calificador del Santo Oficio y examinador sinodal del arzobispado de Burgos, de cuyo convento de su orden fue prior. En 1714 regresó a Madrid, ciuidad en la que murió en 1760. Fue notable teológo autor de numerosdas obras, siendo la más célebre la titulada Flor del Moral o Recopilación legal, firme y apulenta de lo mas florido y selecto que se halla en el jardin ameno y dilatado campo de la Theología Moral con un fácil y claro estilo para la resolución de los casas, publicadqa en madrid en 1733 y que fue reimpresa diez veces entre 1737 y 1796. Sobre lads obras del padre Cliquet véase AGUILAR PIÑAL, F.- Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Tomo II, Madrid, Consejo Superior der Investigaciones Científicas. Instituro “Miguel de Cervantes”, 1988, pp. 439-442.

[7] .- Claude Fleury (París 1640- París 1723) fue un monje cisterciense, abogado e historiador. Éstudió en el célebre Colegio de Clermont y fue abogado en el Parlamento de París en 1658. En 1667 se hizo monje cisterciense. Protegido por Bossuet fue tutor de los príncipes de Conti y de los duques de Borgoña, Anjou y Berry, nietos de Luis XVI. Su obra Diccionario Histórico , en la que trabajó por espacio de treinta años, fue muy elogiada por Voltaire.

[8].- Paolo Segneri (Nettuno 1624-Roma 1694) fue un jesuíta italino que alcanzó gran fama en su época como predicador. Una grave enfermedad le hizo perde el sentido del oido, lo quer favoreció su dedicación al estudio. El papa Inocencio XII le llamó a Roma para que ocupase el cargo de teólogo del palacio. Autos muy prolífico, sus obras fueron muy leidas en España.

[9] .- MADOZ, P.- Diccionario geográfico-estadístico- histórico de España y sus posesiones de ultramar, Tomo XI, Madrid 1848, p. 389.

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