Manuel Núñez Chamorro.
En mi comunicación del pasado año 1980, leída en estos Coloquios Históricos Extremeños, que titulaba “Plazas de toros de Mérida”, daba cuenta de la haber existido en dicha Ciudad dos plazas de toros; una de ellas en las ruinas, entonces visibles, del Teatro Romano, de la que quedaban noticias documentales hasta el año 1851.
Otra, la actual, que se inicia su construcción en 1902 y se da por finalizada en el año 1914.
Pues he aquí que, cumpliéndose esa trilogía o predilección por el número tres, por la Fiesta de los Toros, aparece una segunda plaza de toros, intermedia entre ambas.
Hablo de la preferencia de la Fiesta por el número tres, y podemos comprobar que figura en casi todos los aspectos que la componen. Tres matadores, tres subalternos de a pié, cada uno, tres picadores cada uno, incluido el reserva, tres tercios en que se divide el anillo o ruedo, tres tercios de que consta la lidia, tres lotes de toros, tres divisiones en cuanto a acomodación de espectadores se refiere, a saber: Sombra, Sol y sombra-Sol, tres avisos de clarín, señalando el tiempo transcurrido, tres mulillas que arrastran al toro muerto, tres trofeos que se otorgan, dos orejas y el rabo, y por ultimo diré que la presidencia la asume un señor, compartida con dos asesores, veterinario y artístico, que igualmente suman tres.
Ya tenemos las tres Plazas de Toros en Mérida.
Dicha plaza, según fotocopia de comunicación del Ayuntamiento de Mérida al Gobierno Civil de Badajoz, con fecha 28 de Octubre de 1883, se daba cuenta de que había finalizado su construcción, por el vecino de Sevilla, Andrés Fernández, y previa supervisión del ayudante de Obras Públicas, D. José Pedro Rubio, quien certifica reunir las condiciones de solidez necesarias para evitar que puedan ocurrir desgracias personales.
Esta Plaza era toda ella de madera. El lugar donde dicha Plaza estaba enclavada es en lo que hoy llamamos Avenida de José Fernández López y exactamente en lo que se conocía como “Corralón de D. Antonio Pacheco”.
En parte de este solar se construyó la primera vivienda propiedad del famoso ginecólogo e hijo predilecto de Mérida, Don Andrés Valverde López.
Con fecha 30 del mes de Octubre y año de 1883, ya citados, se concede permiso por el Gobierno Civil de Badajoz para su inauguración que, según cartel que obra en mi poder y del que adjunto fotocopia, se lleva a cabo el día 11 de noviembre, domingo, del referido año (no se pudo celebrar por avenida del río Guadiana).
El espectáculo inaugural, consiste en una magnífica capea, con “un toro de muerte”, de la acreditada ganadería de Badajoz, propiedad de D. Juan Antonio Romero Falcó.
El espada a actuar en la muerte de dicho toro, es Antonio Fernández (a), “el Amiguito” de Sevilla.
Actúan de picadores, Antonio Gálvez Puerto y Pablo Toro Sánchez. Banderilleros: Manuel Bellido “Maolín”, Antonio Castillo “El Niño”, Joaquín Infante “Chuchi” y Manuel Moreno “Chanes”.
Puntillero: José Gálvez “Pintor”.
La llave del toril, según consta en dicho programa, será recogida por el vecino de Mérida, al que se califica de simpático, Juan Pito (a) “Cortador”.
Los precios de las entradas son: Preferencia, 5 reales; Sombra, 3 reales; y Sol, 2 reales.
Ya en esa época están en vigencia disposiciones que sancionan con 25 pesetas de multa a quien arroje objetos al ruedo que puedan dificultar la labor de los lidiadores, como asimismo que si algún lidiador se inutilizase el público no podía pedir la presencia de otros.
Las localidades, se expendían en el entonces llamado Café Iberia, situado en la calle de Santa Olalla, haciéndose la advertencia que quedaba prohibido tomar dinero en las puertas de la Plaza.
Todos estos datos pertenecen a la corrida de inauguración.
Poseo tres carteles más, con fecha de: 23 de diciembre del año 1883; 13 de abril; y 22 de mayo del año 1884, en los que se anuncian festejos celebrados en dicha plaza de toros.
El 23 de diciembre, domingo, vuelve a actuar el ya citado “Amiguito”, con toros de la misma ganadería del día de la inauguración.
En el cartel correspondiente a este día, se anuncia que el que quiera entradas de palco, habrá de llevar las sillas el día anterior.
El 13 de abril de 1884, se anuncian tres “toros de capea” y uno “de muerte”, dando incluso la capa o pinta y edad de cada uno de ellos, a saber: el primero: retinto carinegro, 4 años; el segundo: negro estrellado, 4 años; y el tercero: retinto ojinegro, 3 años.
El espada a actuar era conocido por Miguel de la Hera (a) Cerote, natural de Madrid, actuando de sobresaliente Francisco Zamora (a) Zarorita, de Córdoba. Picador: Antonio Gálvez Puerto. Banderilleros: Francisco Zamora “Zamorita”, Manuel Bellido “Maolin” y Eloy Moreno “Morenito”, estos dos últimos de Sevilla.
Y tenemos el cartel día 22 de Mayo del mismo año, jueves, en el que figura como matador el espada extremeño Manuel Mejías Luján, de Bienvenida, anunciándose así ya que este extremeño, fundador de la ya famosa dinastía Bienvenida, no utilizó el nombre de este pueblo extremeño, como apodo.
Se anunciaban dos “toros de capea y dos toros de muerte”, de la ganadería también de Badajoz, de D. Ruperto Navarro, procedentes de D. Joaquín Gallardo de Sevilla. Como picador actúa Rafael Alonso “Bastoncito”, de Sevilla. Banderilleros: Antonio de la Rosa “El Pollo”, Antonio Sánchez “Fatiga” y Manuel Bellido “Maolín”.
Como datos que el tiempo se encarga de convertir en anecdóticos, señalaré que en el cartel últimamente citado, se anuncia que los toros estarán expuestos dos días antes de la corrida, en la Dehesa “El Prado”, para su reconocimiento y aprobación por el vecindario.
Huelga decir, que dichos toros eran trasladados desde Badajoz a ésta a pie, pero sí me interesa dejar constancia del traslado de dichas reses, desde la finca “El Prado”, hasta la Plaza. Éste se efectuaba cruzando dichos toros el río Guadiana, por el vado que existía en “La Molineta” que había aguas abajo del puente del ferrocarril, tomando luego el camino de Aljucén a Mérida, pasando por el Molino de Pancaliente, hasta ser encerrados en los recintos destinados a tal uso en la plaza de toros.
Esta conducción, se solía hacer previo aviso al vecindario, para evitar daños personales posibles siendo, no obstante, presenciada por numerosos vecinos que se situaban en lugares seguros o incluso en carros que se situaban en el itinerario para poder presenciar la llegada de estos a la Plaza.
Para mí, aficionado a cuanto se relaciona con la fiesta de toros, existía un periodo de tiempo, desde el año 1851, fecha en la que se datan las ultimas pruebas documentales que poseo sobre la existencia de una plaza de toros en el teatro romano (entre otras, el permiso del gobierno político de Badajoz para la celebración de una corrida de novillos con fecha 11 de Agosto de 1840 para celebrar las “felices noticias de la conclusión de la guerra carlista”) hasta 1914, año en el que se inaugura la actual Plaza de San Albín, en el que me resistía a admitir que Mérida no hubiese tenido coso taurino.
Esto es lo que me ha llevado a bucear, con mi escaso tiempo y mis modestas posibilidades, hasta hallar esa segunda plaza taurina, intercalada entre la primitiva y duradera del teatro romano, los Festejos Reales celebrados en la Plaza Mayor y la actual.
Para mayor abundamiento en la tradición taurina de esta Mérida grandiosa, diré que el primer dato que existe en los Archivos de nuestra Biblioteca Municipal, data del año de 1624, en el que en un Decreto Municipal se lee: “Que se libre de cargo trescientos reales por los toros que mató en la fiesta de San Gregorio, de este año, conforme al parecer de lo acostumbrado”.
Es verdad, que existe otra referencia a los toros en esta población, fechada en el año 1400 pero no se puede aseverar porque resulta prácticamente casi indescifrable, debido a los caracteres de la escritura, a pesar de los esfuerzos y comprobaciones hechas por el archivero de dicha biblioteca a quien obligadamente tengo que agradecer las facilidades que me dan para estas pequeñas investigaciones, así como a su director y todo el personal que la integran.
De esta forma, quiero demostrar mi cariño a esta Emerita-Augusta, que ojalá fuésemos capaces entre todos de elevarla al lugar que ocupó hace cientos de años.