Monserrat Avis González y Juan Francisco Murillo Romero
Fotos: María Teresa Pérez Zubizarreta.
(Fot. 1) Aquel montón de piedras que divisáis a lo lejos es el islote berroqueño llamado Trujillo, donde a golpes de siglos y de cincel, escupieron tal vista, por eso dicen los viejos del lugar:
Si fueres a Trujillo
por dónde entrares,
hallarás una lengua
de berrocales.
Nos acercamos ¿no?… (Fot. 2) adentre monos en las entrañas del berrocal para ver las románicas piedras de la iglesia de Santa María… bueno, luego os la representamos. Tiremos ahora dar una vuelta por sus rincones, sus plazas y sus piedras cubiertas de musgos históricos y con sus diferentes cinceles en las mareas artísticas: desde celtas… hasta hoy.
(Fot. 3) Y tras silenciosos y bulliciosas calles empinadas, desembocamos en la Plaza Mayor: aquí sucedieron los más extraños hechos, y en donde con diferentes estaturas, se alzan torres, palacios… y, ¡como no!, las cigüeñas, dejando sus nidos como broches en las alturas…
En lo alto, el castillo pone sus inmensos y mágicos sillares irregulares y las torres mirando a todos los horizontes.
A la derecha, San Martín presidiendo la plaza con sus cuatro siglos de vejez, su reloj de cuyas anécdotas cuentan del retraso. Además de sus agujas, también vemos bajo la capa de bronce a Francisco Pizarro.
(Fot. 4) Más arriba se encuentra el palacio de Santa Marta, entre estos muros correteó como niño Francisco de las Casas, capitán que anduvo por tierras jamaicanas. Además vivieron aquí los padres de Hernán Cortés… Y a la izquierda, una pintoresca y exótica torre con una aguja al final llamada “Torre del alfiler”. Los datos históricos muestran que en 1432, el rey de la época, Juan II de Castilla, concede el título de ciudad a Trujillo, algo así como: “a la muy Noble y Leal Ciudad de Trujillo”.
(Fot. 5) Esta torre aunque fue un punto estratégico de defensa, fue Alcázar de la Casa de la Cadena (su fachada ligada a la Plaza Mayor), se cree que fue torre conmemorativa al título de ciudad. En sus piedras se pueden ver las arrugas del siglo XV, con esas ventanas góticas y el escudo de la familia Chaves, ya que era típico de esa época.
Bajo este cielo azul y mientras nuestras cigüeñas extremeñas descansan sobre sus torres berroqueñas… soñemos, soñemos con la mitología trujillana.
(Fot. 5.1) Dios García de Paredes: Hércules en los campos de Bolonia.
(Fot. 5.2) Dios Orellana: Neptuno en las aguas dulces del Amazonas.
(Fot. 6) Dios Pizarro: Júpiter sobre tierras incas. Su figura ¡ah…! contemplando el tiempo junto a su caballo (animal mítico también). Otra estatua gemela a esta descansa sobre Lima en tierras peruanas.
(Fot. 6.1) En el punto más alto del berrocal: el castillo, las huellas romanas y árabes se dejan ver en sus robustos muros o en sus almenadas torres. Llegaron los romanos creando un campamento, crucial en tales siglos, quedando los sillares primeros (Fot. 6.2).
Por el año 711, los árabes invaden la Península, y en Trujillo dejaron esta fortaleza con ese sinuoso arco de herradura por donde subían las caballerías moras a través de la singular rampa (Fot. 6.3).
Después, por el 1232, llegaron los cristianos y, tras sucesivos avances, un día, cuando la lluvia no cesaba de caer, consiguieron entrar por una de las puertas de la muralla, gracias tanto a los dioses, como a una imagen encontrada y llamada La Victoria (Fot. 7). Tres siglos más tarde, el Concejo mandó que se hiciera, entre las dos torres, una capilla donde La Victoria estuviera a la vista de todos… (Fot. 8). Fue concebida bajo el cincel de Diego Durán y policromada y dorada en 1531. Llegaron los franceses, como siempre incordiando, en el año 1808. Enterraron a la Virgen y tras 46 años la pusieron otra vez en el castillo.
(Fot. 9) He aquí; en esta torre se firmó el tratado “tanto monta”. Isabel mando desmochar todas las torres de la ciudad, en el Alcázar de Luis de Chaves el viejo. Las torres hacen de murallas. Esta primera es robusta (Fot. 10). La otra torre alta y esbelta está unida al arco de Santiago, guardan sus alturas un ventanal mudéjar más otra ventana con finos módulos.
Ese arco de Santiago hecho con manos árabes, así como las otras seis puertas que circundan la ciudad antigua… todas las noches se lanzaba a los vientos el toque de queda hasta el amanecer… los franceses desmoronaron la escultura de Santiago que estaba en la hornacina superior.
Vamos a entrar a la antigua ciudad (Fot. 11)… y éste es nuestro objetivo: la iglesia de Santa María. Nació con los árabes siendo una mezquita, los cristianos la derriban y la purificaran con agua y sal, nada menos, y la bautizaron como Santa María. Esta iglesia mantienen en sus piedras la huella de numerosos hechos históricos: voces de reyes y obispos, representaciones teatrales, así como todo un pueblo…
(Fot. 12) Sobre la piedra de este templo se yuxtaponen diferentes corrientes artísticas. De los árabes sólo quedan los cimientos. El edificio pertenece al románico de transición. Posee otra puerta, la principal, que se construyó en la edad de oro trujillana: el siglo XVI. Tiene un abovedado con archivoltas muy robustas y de forma peculiar en los laterales, dos leopardos vigilan y sonríen misteriosamente. La nave central se alza sobre sus dos compañeras laterales dando una imagen de espiritualidad elevada.
La torre que veis en primer plano es románica, con tres cuerpos para las campanas… y llegaron dos terremotos con epicentro en Lisboa quedando derruida. Más tarde un polvorín la quedó totalmente destrozada, fue entonces cuando se descubrió que habían restos romanos, por lo que se cree que fue una torre conmemorativa a julio César, de ahí su nombre Torre Julia. La vista de ahora es una reconstrucción de principios de siglo.
Sigamos… en 1550 esta torre agrava su poca solidez, el clero construye otra torre siendo el último cuerpo de principios del siglo XVIII. Tiene solidez y termina con una pequeña cúpula.
Escuchad…
El sonido discurre sobre el berrocal desde la altura, estallando en el aire. Estos acordes dejaron de expandir su eco, pues corroídas y maltratadas, cesaron sus campanadas hasta que en 1964 un párroco adquirió cinco campanas con nombres diferentes, pesando de 250 kilos a 500 kilos.
Se puede ver también una parte de este inmenso rosetón a base de geometrísmos circulares a modo de planetas o símbolos ancestrales.
Vamos a entrar en las profundidades, veamos lo que se encierra tras estos muros graníticos:
La luz penetra por estos apuntados arcos góticos para hacer un interior con proyecciones de figuras, colores…y alegra a través de sus vidrieras; unas vidrieras que marcan la decoración en esta ventana cuyo pequeño rosetón trilobulado, muestra los cinceles extremeños.
Tras el gótico de los ventanales, el más fiel románico se funde en los capiteles de la puerta sur y del crucero.
Los pilares poligonales con trazos rectos y curvos, separados en cuerpos por molduras; molduras con vida propia, creando figuras humanas, geometrismos variados y vegetales graníticos. El dintel se adorna con rosetas alternando con juegos geométricos. La columna se divide en líneas verticales, siendo recorridas transversalmente por los aliados del románico, dos molduras salientes.
Vemos ahora el rosetón que a modo de ojo tremendo, da luz al coro de esta iglesia. Por encima, sobre una pequeña ménsula, salen los nervios que recorren toda la bóveda.
Este coro con la clara mueca de una mente plateresca… nos muestra esa balaustrada acompañada de caprichosas tribunas laterales en donde los canteros aprovecharon los capiteles románicos.
El coro conoció una sillería de nogal con 17 asientos; la carcoma del tiempo lo invadió; ya no se conserva.
Las tribunas dieron cobijo a Isabel y Fernando. Al morir el padre de Fernando, los funerales se celebraron en esta iglesia de Santa María.
Aquí bajo frías y oscuras losas, tienen su vida los enterramientos, labrando en ellos los diferentes linajes trujillanos, unos bajo suelo, otros en la capilla incluida como en este caso.
El enterramiento más famoso por lo que tiene de extraño y de leyenda es el del “Sansón Extremeño”. Los restos de Diego García de Paredes fueron traídos desde los campos sangrientos de Bolonia, en donde fue capitán, y muerto su hijo, fundó la ciudad de Trujillo de Venezuela. Los franceses también subieron aquí para profanar con el único fin de llevarse hebillas, a nichos y todo tipo de pertenencias que guardarían todos los aquí enterrados.
Sancho Cabrera, maestro de canteros y trujillano, realizó la bóveda con una peculiar diferencia; la bóveda es de las llamadas trasdosadas y semiplanas, creando una difícil construcción en la nave central tan alta… y plana y por donde se cruzan y cruzan nervios, muriendo en las claves, las claves góticas.
La obra esencial de esta iglesia viene dada por las pinturas del retablo. Éste se abraza al poligonal ábside; que desde 1580 ilumina los sentidos artísticos del gótico.
¿Quién fue su autor?…
Fue Fernando Gallego, de estirpe flamenca. Puso sus pinceles en el retablo de la catedral vieja de Salamanca, pero su etapa de plenitud y su pulso sereno los encauzó aquí en estas tablas.
Y veinticinco… veinticinco son las tablas que lo forman. En los extremos se encuentran San Gregorio y San Agustín, y los cuatro evangelistas.
En el siglo XVIII desaparecen tres tablas para ampliar la hornacina central. Se cree que Fernando anduvo por tierras de los Países Bajos y que conoció los pinceles de Van der Weyder, Merling, etc.
El caso es que, ese amor a los pequeños detalles con entornos siempre intimistas y domésticos, se ve plasmado en las escenas religiosas de María y Jesús. El sentido humano del color, la imagen y los sentidos, se ven resurgidos en esta anunciación.
En toda la iglesia vaga la técnica de la luz ambiental suave…
Expresiones poéticas, plegados ángulos, sinuosos, sonrisas y perspectivas aéreas recorren por la pintura en forma de sorpresa.
Y por último el retablo de una de las capillas laterales, atribuido a otro pintor: Luis de Morales que contribuye a la misma sensación pictórica.
Bueno, amigos, no ha sido muy completo, démonos la vuelta y salgamos… ya empieza a anochecer.
La ciudad sumerge su rostro en sábanas oscuras, cubre sus ojos tristes con un melancólico suspiro y tras las siluetas de toda una ciudad, nos despedimos de Santa María que permanece ahí, entre las sombras de este mar de piedras cinceladas, en donde; musgos, piedras, vientos y silencios, se envolvieron sus ojos en historia y… en mágicas fragancias nocturnas.