Juan Pedro Recio. Licenciado en Historia.
Universidad de Extremadura.
- Las expediciones militares: los intentos de los carlistas de generalizar la guerra en la Península
La Primera Guerra carlista, conflicto civil que a su vez trajo consigo amplias repercusiones internacionales, sumió a España en una prolongada lucha entre carlistas e isabelinos que se extendió desde 1833 hasta 1840. Tras la muerte del Rey Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 hasta el momento en el que, con sus tropas, el general carlista don Ramón Cabrera abandonó España en julio de 1840, se sucedieron toda una serie de desencuentros y acciones bélicas entre ambos bandos. En esta encrucijada histórica no solamente se dirimió el pleito dinástico que tuvo como principales litigantes, por un lado, al Infante don Carlos María Isidro de Borbón, quien defendió sus derechos a la sucesión de la corona estando con vida su hermano, Fernando VII, y por otro lado, a la que sería Reina Gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y su hija Isabel II –mujer e hija del último, respectivamente-, sino que en el fondo de todo ello en realidad existían asuntos de mayor trascendencia y en el conflicto se produjo “una lucha entre dos formas de entender el poder y de organizar todas las esferas de la sociedad española, tanto las públicas como las privadas”[1].
Durante la contienda, el bando carlista, en cuya cúspide se encontraba don Carlos -titulado Rey de España como Carlos V-, llegó a constituir una alternativa real de poder, se dotó de una estructura estatal así como de un Ejército regular en toda regla en las zonas geográficas en las que su causa adquirió un mayor arraigo (como fueron Navarra, las provincias vascas o el Maestrazgo) y por grandes espacios peninsulares contó con toda una serie de guerrillas que defendieron sus intereses, siendo buen ejemplo de ello las que actuaron por regiones como Castilla La Mancha, Valencia e, incluso, Extremadura.
Y descendiendo ya al tema que en este texto abordaremos, en el desarrollo de la guerra civil, aparte de producirse un gran número de encuentros bélicos entre los dos bandos litigantes, también dentro del campo carlista cabe destacar el fenómeno de las expediciones militares. Las de mayor importancia tuvieron lugar en el período comprendido entre junio de 1835 –mes en el que se produjo la muerte del general don Tomás de Zumalacárregui- y agosto de 1838, cuando la guerra se intensificó en el Frente del Este –provincias del Levante español-. Con estas expediciones no sólo se pretendía “extender la guerra a otros puntos de la Península” y “alentar la sublevación y posterior consolidación de los carlistas locales”[2] de los sitios por las que las mismas transitaban, sino que también se perseguía descongestionar la presión a la que los isabelinos tenían sometido al Frente del Norte y, además, tener ocupadas por un tiempo, en otros territorios, a una serie de tropas a las que costaba mantener y pagar.
A la hora de poner en marcha este sistema de expediciones, no faltaron diversidad de opiniones, pues existieron militares partidarios de realizarlas y otros se posicionaron en contra. Pero pese a estas posiciones enfrentadas, el sistema de expediciones fue empleado por don Carlos y se llegaron a ejecutar una decena de ellas que recorrieron grandes espacios geográficos de la Península, destacando nosotros aquí dos de las más conocidas. En primer lugar, la que estuvo dirigida por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, una de las expediciones que trataremos en este texto y que, entre junio y diciembre de 1836, recorrió diversos espacios de la geografía peninsular tales como Asturias, Galicia, ambas Castillas, Andalucía o Extremadura. En segundo lugar, de gran importancia fue la Expedición Real, contingente militar encabezado por el propio don Carlos y que en septiembre de 1837 se presentó ante las murallas de Madrid. Aparte de estas dos expediciones de renombre, otra serie de militares carlistas como don Basilio Antonio García y Velasco, don Juan Antonio de Zaratiegui o don Ignacio de Negri –Conde de Negri- encabezaron otras por diferentes puntos de la Península durante los años de 1836, 1837 y 1838. Pese a darse circunstancias muy particulares en cada una de estas expediciones puestas en marcha por los carlistas en el trazo temporal ya indicado, por lo general, gran parte de ellas no tuvieron los efectos esperados por don Carlos.
Realizada esta pequeña introducción, en los epígrafes que siguen nos vamos a encargar de analizar al detalle, por una parte, dos de las grandes expediciones carlistas que partieron desde el Frente del Norte y que pasaron por Extremadura. También, por otra parte, otorgaremos unas breves notas sobre las que tuvieron como punto de origen y destino poblaciones extremeñas: expediciones de menor envergadura en cuanto a integrantes, que estuvieron compuestas por guerrillas reunidas tanto de carlistas extremeños como manchegos y que llegaron a poner en serio peligro -e incluso a ocupar temporalmente- núcleos de población importantes como Cáceres, Plasencia, Villanueva de la Serena o Trujillo.
- Las expediciones carlistas procedentes del Frente del Norte y sus efectos en Extremadura
En este apartado vamos a detenernos en las dos grandes expediciones militares que pasaron por Extremadura durante esta guerra civil. Ambas partieron desde el Frente del Norte y su paso por la región trajo consigo toda una serie de consecuencias, en su mayor parte desfavorables para el bando isabelino. Una de estas expediciones fue la capitaneada por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, que pasó por Extremadura los últimos días de octubre y los primeros de noviembre del año de 1836. La otra fue la comandada por don Basilio Antonio García y Velasco, la cual transitó por suelo extremeño entre los meses de marzo y mayo de 1838. Otorgadas estas consideraciones generales, para un mejor entendimiento de ambas, vayamos por partes.
II.I. El paso de la expedición del General Gómez
El mes de octubre de 1836 conoció una frenética actividad, pues coincidió con la llegada a Extremadura de la mayor fuerza carlista que había pisado su suelo desde los inicios de la guerra civil. La expedición comandada por el general carlista jiennense don Miguel Gómez Damas, denominada el Ejército Real de la Derecha, que salió el 26 de junio de 1836 de Amurrio (Álava), contando con un total de 2.700 infantes y 180 jinetes, además de portar “un obús y un cañón de montaña al cargo de un sargento de artillería y nueve artilleros”[3], arribaba a territorio extremeño cuatro meses después, tiempo en el que había recorrido grandes espacios de la geografía peninsular. Pero para entender mejor su corta estancia en Extremadura, así como las luctuosas consecuencias que tuvo para los liberales, vayamos por partes y centrémonos en los momentos inmediatamente previos a su llegada.
Como primera medida de precaución, ya que Gómez y sus hombres, al paso por diferentes pueblos los habían ocupado e incluso algunos paisanos se habían unido a sus filas, desde el Ministerio de la Gobernación se trasladaba una orden que se circuló por toda Extremadura a principios de octubre y que contenía una serie de artículos con el fin de evitar que ningún pueblo extremeño fuera ocupado así como también para disuadir y castigar a las personas que se enrolaran en sus filas[4].
Dictado lo anterior y conforme avanzaba el mes, fue cuando empezó a cundir el pánico a lo largo y ancho de Extremadura, ya que cada día se veía más cerca la entrada en la región de la gruesa fuerza capitaneada por Gómez. A partir del 16 de octubre, día que se informaba desde Castuera de los movimientos de la expedición[5], hasta la llegada de ésta a últimos de mes, se sucedieron una serie de comunicados y disposiciones por parte de las principales autoridades provinciales que conviene reseñar para observar cómo fue aumentando la preocupación.
Una de ellas fue dirigida por don Antonio Pérez Aloe, actuando como Jefe Político y Comandante General interino de la provincia de Cáceres, en la que señalaba que por la posición de Gómez era “muy de temer que esta Provincia sea invadida dentro de muy pocos días” y dictaba una serie de órdenes a los pueblos de su mando (que informasen de los movimientos de los carlistas, que movilizasen a su Milicia Nacional, etc.)[6]. Lo propio se hizo desde el Gobierno político de Badajoz en el que su responsable, don José Zepeda del Río, encargó “á todas las autoridades y ayuntamientos que por ningun pretesto se alejen ni abandonen sus respectivos pueblos y jurisdicciones”[7], pues los más destacados liberales de algunas poblaciones extremeñas ya las habían abandonado por lo que pudiera suceder.
Pero de muy poco sirvieron estas medidas destinadas a conservar el orden público. A pesar de los partes que daban cuenta de los movimientos de Gómez[8], de las medidas puestas en marcha durante estos días de octubre para hacerle frente, a partir del día 20 en muchos espacios de Extremadura comenzó a cundir el pánico y se produjo una auténtica desbandada. En este sentido, son llamativos los casos de Cáceres y de Trujillo. En la capital cacereña, donde ya se notaba una “confusión estrepitosa”, la vida político-administrativa se paralizó por completo[9]. Además, ante el riesgo que conllevaba que los presos de la Audiencia Territorial fuesen liberados por Gómez, estos, en un número aproximado de 40, fueron trasladados a Badajoz[10]. Incluso, se barajó que la misma Audiencia pasase a la citada plaza pacense, cosa que finalmente no se llevó acabo. Por otra parte, similar tuvo que ser el pánico que se vivió en Trujillo, pues abandonaron la población las personas encargadas de las oficinas de Rentas Nacionales, las de Amortización, las de Correos y las del propio Ayuntamiento[11]. Por su parte, otros puntos, en principio menos amenazados por la expedición, también tomaron medidas, como el caso de Badajoz, que se puso en estado de defensa[12].
Así, reinando este desconcierto y temor en muchos puntos de la geografía extremeña, la entrada de Gómez y sus hombres, procedentes de la provincia de Ciudad Real, se produjo el 26 de octubre de 1836 por Siruela, cuatro meses después de que su expedición había iniciado su andadura desde la localidad alavesa de Amurrio.
Hasta su llegada a Extremadura, había sufrido reveses, pero también había cosechado notables triunfos. A pesar de la implacable, pero no muy afortunada persecución a la que estaba siendo sometido por los generales Alaix, Rodil y Narváez, entre otros, justamente antes de pisar suelo pacense, Gómez consiguió una victoria importante al hacer capitular, el día 24 de octubre, la villa y fuerte ciudadrealeña de Almadén. Aquí se rindió la guarnición liberal que resistió casi durante más de dos días el sitio de los carlistas. Como resultado de esta acción, “los cristinos sufrieron diecisiete muertos, cuarenta y seis heridos y 1.767 prisioneros”[13]. Dentro de este elevado número de prisioneros, para nuestro interés, se encontraba don Jorge Flinter –militar irlandés que prestó importantes servicios a la causa isabelina como Comandante general de Extremadura sobre la línea con La Mancha-, quien había acudido en socorro de Aranguren, encargado de la defensa de Almadén.
Así, tras esta victoria y portando los carlistas una gran cadena de presos liberales, como ya hemos avanzado, se presentó Gómez en Siruela el día 26[14], continuó hacia Talarrubias y pernoctó en Navalvillar de Pela. El 27 prosiguió su itinerario y llegó a Guadalupe por la tarde, no sin antes enviar una avanzadilla a las órdenes del coronel don Francisco Fulgosio para tener conocimiento de la guarnición allí establecida. Éste informó que en la villa guadalupana había una fuerza de 1.500 individuos de los movilizados de Extremadura. Una fuerza para hacer frente a los carlistas que, sin embargo, de muy poco sirvió, pues cayeron prisioneros 267 de los movilizados, otros tantos se presentaron voluntarios a engrosar las filas de Gómez y el resto –exceptuando a unos 100 que “siguieron fieles a sus jefes”[15]-, tras arrojar las armas, se dispersó voluntariamente. Un hecho éste que inmediatamente tuvo su repercusión en otros puntos de la geografía extremeña, pues, exceptuando dos batallones que se hallaban uno en Badajoz y otro en Plasencia, “todos los movilizados de Extremadura se fueron a sus casas, quedando la provincia en la mayor tranquilidad”[16].
Acaecido este episodio en Guadalupe, aparte de pronunciarse las mujeres de este punto “contra Flinter pidiendo a gritos su cabeza”, Gómez reflexionó acerca de sus posteriores movimientos. Y fue aquí cuando supo que el Puente del Arzobispo, camino natural hacia Madrid, estaba ocupado por 2.800 hombres al mando de don José Carratalá, lo que hizo cambiar de estrategia al general carlista –teniendo en cuenta que Alaix también estaba cerca de sus pasos- y decidió marchar hacia Cáceres.
De este modo, la gruesa fuerza carlista continuó la marcha: el 28 pasaba por Cañamero y Logrosán para arribar el 29 por la tarde a Trujillo, tras haber pasado también por Zorita y Conquista de la Sierra, lugar este último en donde los carlistas realizaron una junta.
En Trujillo descansó la expedición el 30 de octubre, día que también fue aprovechado por los partidarios de don Carlos para ocuparse de varias cuestiones que conviene señalar. En primer lugar, se licenció a los milicianos nacionales que traían prisioneros desde Almadén. En segundo lugar, aprovecharon para hacerse con provisiones[17], pues aunque habiendo abandonado Trujillo las autoridades liberales, una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, no fueron puestas a salvo y todo ello quedó en poder de Gómez y sus hombres[18]. Y en tercer y último lugar, se volvió a celebrar otra junta en la que los diferentes generales carlistas que componían la expedición, como don Ramón Cabrera, el Trigre del Maestrazgo, don José Miralles o don Joaquín Quílez, conversaron sobre diferentes temas. El principal objeto de esta junta fue “someter a su examen y deliberación en qué punto del Reino podría hacer la guerra este Ejército con más ventajas de la legítima causa del Rey N.S.”[19]. Tras una concienzuda deliberación, se decidió que don Ramón Cabrera, “en la primera ocasión favorable”, marchase a socorrer la plaza de Cantavieja (en Teruel), debido al sitio que estaba practicando sobre ella el general cristino don Evaristo San Miguel[20]. Decidida esta opción, Cabrera marcharía desde Cáceres.
Solventados ya estos asuntos, partieron hacia la capital cacereña el día 31 de octubre[21], punto al que llegaron a las tres de la tarde de ese mismo día “en medio de los vivas y aclamaciones de toda la población”[22] que salió a recibirlos. Junto a la expedición, entraron a la ciudad algunos de los jefes de guerrilla cacereños como Francisco Montejo o Rafael Pulido. Además, el Vizconde de la Torre de Albarragena, título que ya destacó en el Trienio Liberal por su destacada adhesión a la causa realista, actuando como encargado de la jurisdicción local, mandó un repique general de campanas mientras los carlistas entraban en Cáceres[23] y aquella noche dio alojamiento al general don Ramón Cabrera[24]. Esa misma tarde, también Gómez autorizó a “un gefe extremeño llamado Cuesta, que quedó en aquella Provincia con unos 500 hombres del país y algunos caballos”[25].
Establecida pues la fuerza carlista en Cáceres sin encontrar ninguna resistencia, el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, Gómez aprovechó esta parada para observar y adquirir noticia de los movimientos de las fuerzas liberales, principalmente de las de Rodil y Alaix, y para realizar varias cuestiones de intendencia. Por un lado, nombró, respectivamente, comandante y capitán de partida a los naturales don Francisco Rincón y a don Genaro Morales[26], este último nacido en Oliva de Plasencia, que había formado parte del cuerpo de los Voluntarios Realistas tanto de su pueblo natal como de Gargantilla –donde también desempeñó el cargo de Secretario de su Ayuntamiento- y procedente de una “familia de la que habían sido algunos jefes realistas en tiempos de la revolución del año 20”[27]. Por otro lado, se dio libertad a un gran número de hombres que pertenecían al grupo de los prisioneros “después de habérseles tomado juramento de no volver á las armas en contra de la causa de don Carlos” [28] y se perdonó la vida “a un oficial y dos sargentos que habían hecho por su cuenta exacciones pecuniarias”[29]. También durante este día se reunió dinero y hombres. Por lo que respecta al dinero, tenemos constancia de que se realizaron varias exacciones, como al cura ecónomo de la Iglesia de Santa María, don Antonio Vives, a quien el tesorero de la tropa carlista exigió mil reales[30]. En lo relativo a los hombres, Gómez hizo público un bando para que “todos los mozos solteros se presentasen sin escusa alguna para que siguiesen con su compañía”[31] y también recibió voluntarios para que marcharan en la expedición, destacando el caso del hijo del ya citado Vizconde de la Torre de Albarragena, don Narciso María de Cabrera, de veintiún años de edad[32].
Al tiempo que Gómez se encargaba de supervisar lo anterior, muy pendiente por otra parte de los movimientos de los liberales que tenían tomado el puente del Cardenal, decidió que don Francisco Rincón con 40 caballos y 30 infantes se dirigiera a tomar el puente de Alcántara, lo cual se logró no sin entablar una refriega con el destacamento cristino allí acantonado y a pesar del riesgo que esto suponía para los carlistas al hallarse en la frontera portuguesa una fuerza de su Gobierno liberal que “amenazaba entrar en la provincia, si nosotros permanecíamos en ella o nos acercábamos a Portugal”[33].
Habiendo tomado el puente de Alcántara la avanzadilla carlista, el grueso de la expedición de Gómez salió para allá el 2 de noviembre por Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), pero a una legua de Cáceres tuvieron que dar marcha atrás por la noticia de los movimientos de Alaix y Rodil. A su vuelta a la capital cacereña, punto que de nuevo sirvió para modificar la ruta, fue cuando se produjo la marcha de don Ramón Cabrera hacia Aragón, la cual no debió estar exenta de polémica debido a la disconformidad de este con las tropas que se debía llevar[34]. El Tigre del Maestrazgo, cumpliendo órdenes, dejó el grueso de la expedición y el día 3 marchó por Valdefuentes a Montánchez, lugar donde pernoctó antes de pisar territorio manchego.
Por su parte, la expedición abandonó también Cáceres y el día 3, pasando por Torreorgaz y Torrequemada, pernoctaron en Torremocha, con la intención de marchar sobre Trujillo y pasar el Tajo por la barca de Almaraz. Pero las noticias que a los carlistas les llegaron en Torremocha les hicieron cambiar, nuevamente, de planes, puesto que Rodil se encontraba en Jaraicejo, Alaix en Siruela y que Narváez, “con una División de 5.800 hombres, de un día a otro debía incorporarse con el primero”[35]. Tras conocer esto y no contar Gómez con un auxilio seguro de alguna otra fuerza que saliera del Norte, decidió volver a Andalucía. Fijado este nuevo trayecto, el día 4, pasando por Arroyomolinos de Montánchez y Almoharín, llegó a Miajadas, punto en donde pasaron la noche y se separaron de la expedición los jefes de partida ya citados Rincón y Morales. Al día siguiente, el 5 de noviembre, pisaron ya territorio pacense[36] y pasaron por Villar de Rena y Rena, núcleo en el que vadearon el Guadiana construyendo un puente de carros y se hicieron con 1.200 reales que les entregó su alcalde[37], e hicieron noche en Villanueva de la Serena. El día 6 pasaron por La Haba, La Guarda, Quintana y Zalamea de la Serena y el 7 abandonaron Extremadura, pasando por los núcleos de Berlanga y Ahillones, llegando a Guadalcanal.
Con la internación de Gómez en Andalucía, tocaba a su fin la estancia de la mayor fuerza carlista que transitó por Extremadura durante los casi siete años que duró esta guerra civil, pues una pequeña descripción nos indica que en el momento de su salida de Cáceres la expedición estaba compuesta, como ya hemos avanzado, por algo más de 12.000 hombres[38], un imponente contingente que a su vez se dividía en diferentes unidades militares si atendemos a los interesantes y valiosos datos que recientemente ha proporcionado Rodríguez Plaza, quien ha localizado hasta una quincena de unidades, las cuales listamos aquí por su interés: Batallón de Granaderos, 2º Batallón de Castilla, 4º Batallón de Castilla, 6º Batallón de Castilla, 7º Batallón de Castilla, 8º Batallón de Castilla, Escuadrón de Caballería 2º provisional, Escuadrón de Caballería 3º provisional, Escuadrón de Caballería 4º provisional, Escuadrón de Caballería 5º provisional, División Dalmacia, División de Aragón, Artillería, Brigada de Municiones y Compañía de la Legitimidad[39].
En fin, como hemos tenido la oportunidad de ver, poco más de diez días permaneció en nuestro suelo, sin encontrar apenas resistencia, pero las consecuencias de esta expedición iban a ser desastrosas para la causa liberal. Aprovechando su temporal estancia, los carlistas extremeños se envalentonaron y, lo que fue aún peor, el espíritu público proclive a Isabel II recibió un mazazo del que no se recuperó en mucho tiempo, pues 1837 fue el año en el que mayores progresos experimentaron los carlistas en Extremadura.
II.II. La expedición militar de don Basilio
Don Basilio Antonio García y Velasco, militar riojano, partió desde el Frente del Norte el 28 de diciembre de 1837 con esta expedición compuesta por cuatro batallones y dos escuadrones, tras ser comisionado por don Carlos para “organizar la guerra en La Mancha y restantes regiones de la España central”[40]. Durante los meses de enero y febrero de 1838, recorrió grandes espacios de las provincias de Cuenca, Ciudad Real o Toledo –de ahí el potencial peligro que veían las autoridades extremeñas de la posible penetración en su territorio-, aunque sin cosechar grandes éxitos y siendo continuamente hostigado por diferentes columnas liberales. A principios de marzo sus movimientos se empezaron a aproximar a Extremadura y ello acarreó una estrecha vigilancia desde la región. Don Basilio, ocupaba Almadén a principios de marzo y ello dio lugar a que se generaran partes acerca de su posición desde diferentes pueblos extremeños. Por ejemplo, desde la Justicia de Don Benito se enviaban partes a la Audiencia Territorial, acerca de sus movimientos, su número de integrantes y su posición[41]. Del mismo modo, el Comandante general de la provincia de Cáceres, recomendaba a la capital que tomara medidas de precaución por si penetraba en Extremadura[42] y que se dedicara a “los preparativos de defensa y conclusión de fortificaciones”[43]. Ante estos preocupantes movimientos de la fuerza expedicionaria carlista de don Basilio, incluso don Santiago Méndez Vigo, Capitán General de Extremadura, ordenaba el 6 de marzo “que la columna de Crespo, un Escuadron de la Reyna y 400 hombres de Ynfant[eria] marchen hacia Siruela por Medellín”[44], punto a donde él mismo se dirigió esa misma noche, dejando así el cuartel general que tenía establecido en Trujillo.
Mientras se vigilaban de cerca estos movimientos desde puntos como Siruela o Cabeza del Buey, los principales núcleos de población de Extremadura que quedaban más expuestos a ser atacados en el caso de que se produjera la invasión de los carlistas, inmediatamente activaron medidas para su defensa. En este sentido, tres casos son los más representativos: Cáceres, Plasencia y Trujillo, ciudades en las que saltaron todas las alarmas, pues el paso de la expedición de Gómez en noviembre de 1836 y sus desastrosas consecuencias aún estaban muy recientes.
En Cáceres, resulta de interés señalar que la capital se puso en estado de defensa, teniendo un papel importante en los trabajos que se llevaron a cabo (acopio de víveres, reparto de armamento, cerramiento de accesos, etc.) la Diputación, su Ayuntamiento y el Comandante militar de la ciudad[45]. Por su parte, desde Plasencia se aseguraba que, si se diera el caso de la presentación de don Basilio en sus proximidades, estaban dispuestos a hacerla frente, ya que se tenía preparado un proyecto de defensa de la ciudad[46]. Aún con todo, se tomaron una serie de precauciones, como dotar de agua y municiones a la casa fuerte –se eligió como tal a la Catedral y Palacio Episcopal-, cerrar a cal y canto las puertas de Berrozana y Talavera, y la construcción de un tambor delante de la puerta del Palacio Episcopal[47]. En último lugar, el Comandante General de la provincia de Cáceres, puso de relieve la necesidad de que la plaza de Trujillo fuera ocupada por tropas liberales y que se pusiera también en estado de defensa, solicitando para ello varios efectos[48].
A la vez que se acordaban estas medidas de defensa para los principales núcleos poblacionales de la provincia de Cáceres, las fuerzas liberales de Extremadura se reunían en los puntos cercanos a La Mancha como Valdecaballeros, Siruela, Puebla de Alcocer o Cabeza del Buey[49], sin desatender otros puntos igualmente importantes como Medellín o Guadalupe[50]. Todo ello con el objetivo de hostigar a Basilio, que ya era perseguido por otras columnas manchegas al mando de Flinter, y evitarle el paso a territorio extremeño.
Esta persecución emprendida sobre la fuerza expedicionaria carlista no daba seguridad a los extremeños, y la Diputación de Badajoz, ante esta situación de inestabilidad, dio a conocer una exposición que envió al Congreso Nacional en la que se detenía en las calamidades por las que estaba pasando el conjunto de la región (alarma e inseguridad constante, reducción considerable de la cabaña ganadera en su zona más oriental, grandes gravámenes que ocasionaban el sostenimiento de las tropas, etc.)[51]. Unas mismas quejas que, con motivo de los gravámenes que suponía el racionamiento de la fuerza desplegada, fueron secundadas por numerosos ayuntamientos, destacando el caso concreto de Mérida, la cual manifestaba los apuros que experimentaba su consistorio para racionar a las tropas que se encontraban acantonadas en su jurisdicción[52].
Con el fin de levantar este abatido estado de espíritu público, también se sucedieron exhortos patrióticos por parte de las autoridades, destacando el emitido por el Jefe Político de Badajoz, don Ramón Ceruti, en el que arengaba a la Milicia Nacional y pedía al conjunto de los liberales pacenses que mantuvieran la unidad e hicieran frente a las bandas carlistas que osasen penetrar en su suelo, haciendo con ello referencia directa a la expedición de don Basilio, mandada por don Carlos para “invadir otra vez el centro de la monarquia, para tentar locamente de decidir en ella la guerra que nos devora”[53]. Mientras, en Cáceres, se ultimaban los detalles de cara a una posible invasión, solicitando una serie de víveres y útiles necesarios para proveer el fuerte interior de la ciudad[54], y la Intendencia cacereña pedía catorce carros para llevar los efectos y caudales a un punto más seguro, señalando al Ayuntamiento de la capital que se trataba de un urgente e imperioso servicio[55].
Ínterin, los peores presagios llegaban a cumplirse y la fuerza expedicionaria de don Basilio se internaba en la demarcación pacense el 24 de marzo, más concretamente en término de Herrera del Duque. En este núcleo pernoctó el militar riojano y en la cercana pedanía de Peloche, hicieron lo propio los cabecillas don Juan Vicente Rugeros, el extremeño don Fernando Sánchez y el hijo de Pedro Valencia, quienes acompañaban a don Basilio. El 25 salieron estos últimos de aquel punto con objeto de inutilizar la barca que existía sobre el río Guadiana y hacer idéntica operación con la existente al frente de Talarrubias, pueblo en donde entraron al mediodía unos 100 efectivos de la caballería carlista junto a otro contingente que se dirigió a Puebla de Alcocer, aunque enseguida regresaron para volver a unirse a don Basilio, quien abandonó Herrera del Duque el 25, realizando una contramarcha hacia Siruela, donde se tenía conocimiento de que había pernoctado esa misma noche[56]. A pesar de la persecución de la que estaba siendo objeto desde el mismo mes de enero, de los descalabros que le habían propinado las fuerzas liberales, como en Valdepeñas, y de la difícil relación con algunos cabecillas carlistas manchegos[57], lo cierto es que don Basilio entraba en Extremadura con un contingente más que respetable, compuesto por más de 4.000 hombres, ya que había reunido bajo su mando, en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Mancha, Toledo y Cuenca, a “todas las todas las facciones de la Mancha y Toledo asi como las que habian quedado en Estremadura”[58], lo que motivó que las autoridades extremeñas se pronunciaran ante esta considerable fuerza. Por un lado, al tener noticia de sus movimientos, la Diputación pacense acordó dirigir a sus pueblos una alocución “digna de su patriotismo ecsortandola [sic] á la defensa, y que presten cuantos ausilios de Nacionales, vagages [sic] y raciones q[ue] necesiten las tropas de la nacion y de la Reyna»[59]. Lo mismo hizo el Jefe Político, don Ramón Ceruti, solicitando a las justicias que dieran parte de todos sus movimientos, que se vigilaran las casas en las que habitaban personas tenidas por desafectas del distrito y, por último, llamando a los pacenses a hacer frente a esta nueva expedición carlista[60]. En la provincia cacereña, también su Jefe Político, don Juan Antonio Garnica, trataba de desmentir los rumores inexactos que circulaban sobre la posible presentación de don Basilio en la capital, donde afirmaba que había “más de mil acérrimos defensores de la libertad” dentro de su recinto. Pero lo cierto es que aquí se seguían tomando precauciones. Aun sabiendo lo improbable de una muy hipotética marcha de don Basilio hacia Cáceres, el Jefe Político confinó a varios “visionarios carlistas” que se estaban encargando de menoscabar el espíritu público y de aumentar las noticias sobre la expedición carlista[61]. Por su parte, la Audiencia Territorial, como había sucedido ya en octubre de 1836 ante la proximidad de la expedición de don Miguel Gómez, remitió a Badajoz “por punto seguro y á cubierto de la imbasion [sic] de los enemigos” una veintena de presos, de entre los más comprometidos, que permanecían en la cárcel de Corte cacereña[62].
Sin embargo, pronto fueron a menos los temores y preocupaciones por la irrupción de don Basilio en la región, pues no cesaba la persecución sobre su persona y sobre sus hombres por parte de las tropas liberales, tanto de las fuerzas extremeñas como de otras columnas mandadas por Pardiñas, Azpiroz o Flinter. Además, en núcleos como Medellín, Campanario o Don Benito, Méndez Vigo había acantonado a varios contingentes militares para evitar que penetrase en el interior de la provincia pacense, como también hizo más al norte –en Guadalupe o Zorita- con el fin de impedir que la fuerza carlista se dirigiera hacia las codiciadas serranías de Las Villuercas. Don Basilio, sabiéndose acosado por prácticamente todos sus flancos, abandonó el suelo extremeño y partió hacia Almadenejos[63], volviendo así a pisar de nuevo territorio de Ciudad Real. A primeros de abril, levantaron el campamento que parte de las fuerzas carlistas tenían establecido en Almadén, y Palillos se quedó con su caballería en Agudo[64]. Don Basilio marchó hacia núcleos como Villarta de San Juan y Villarrubia de los Ojos, donde, de nuevo, dividió su fuerza “al sentirse tan perseguido por Pardiñas”[65], con objeto de dirigirse el militar riojano hacia Castilla la Vieja a unirse a otra expedición carlista que había salido de las provincias del Norte a mediados de marzo como era la dirigida por don Ignacio de Negri y Mendizábal, más conocido como el conde de Negri[66].
Ante estos movimientos de la fuerza expedicionaria carlista, el Capitán General Méndez Vigo afirmaba desde Cabeza del Buey, que habían “desaparecido por ahora los temores que había de que el rebelde Basilio invadiese esta provincia”. No obstante, el Jefe Político pacense ordenaba que las justicias notificaran cualquier dato que consideraran de interés en lo relativo a los movimientos de don Basilio[67].
Dicho lo cual, siguiendo su recorrido hacia Castilla la Vieja, don Basilio se volvía a acercar a los confines de Extremadura, esta vez ya a su paso por la vecina provincia de Toledo. Así, la Diputación cacereña recibía un oficio del Comandante de Armas del Puente del Arzobispo en el que pedía refuerzos ante su aproximación a aquel punto y manifestaba que había pasado a la derecha del Tajo para proteger la barca de Almaraz[68]. Ya el 9 de abril, el Comandante de los cantones de Jarandilla y Navalmoral, don Marcos Lozano, informaba que había enviado hacia el Puente del Arzobispo un pequeño contingente atendiendo a la solicitud elevada por su Comandante de Armas[69].
Mientras, el carlista riojano trataba de reorganizar y aumentar sus fuerzas. Por una parte, con el fin de reorganizarlas, desde Anchuras se comisionaba al jefe Felipe Muñoz, a quien se había otorgado el cargo de Comandante del Ejército carlista de la izquierda del Tajo, “para recoger y reunir todos los dispersos y disueltos de ambas armas” y que los dirigiera “donde tenga el Cuartel General con Oficiales de confianza”, encargándole también que hiciera saber al cabecilla apodado como el Francés y al extremeño Francisco Barbado, que se presentaran ante don Basilio para “darles una comisión de interés”[70]. Por otra parte, con el fin de aumentarlas, don Basilio realizaba una saca de mozos en los pueblos por los que transitaba, por lo que el comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, señalaba la conveniencia “de reunir la juventud de los dos cantones de su mando”[71] para evitar que fueran llevados por los carlistas e impedir así que estos aumentaran su fuerza expedicionaria.
En este contexto, aun teniendo en cuenta que sus pasos eran seguidos muy de cerca por las columnas liberales, sobre todo por la del general don Ramón Pardiñas, don Basilio se movía con bastante facilidad por la comarca de la Jara toledana, llegando a establecer su cuartel general a finales de abril en Sevilleja de la Jara, pueblo y alrededores en donde se encontraba con su fuerza que oscilaba entre 800 y 1.000 efectivos[72]. Desde aquí, lanzó diferentes intentonas con el objetivo de ocupar los puntos fronterizos de Espinoso del Rey, Oropesa o Puente del Arzobispo y, con ello, cruzar el Tajo, lo que alertó a núcleos extremeños de envergadura como Trujillo, ciudad a la que se envió una remesa de víveres por si Basilio se acercaba a sitiarla[73].
Y desde la Jara toledana, Basilio y los demás cabecillas que le acompañaban, pasaron a Extremadura con intención de cruzar el valle del Tiétar e internarse en Castilla la Vieja. Volviendo a pisar suelo extremeño por segunda vez la expedición carlista, merece reseñar algunos hechos destacables. En primer lugar, don Basilio ordenó a Felipe Muñoz que, con una avanzadilla compuesta de entre 200 y 300 efectivos de caballería, dirigiese un ataque a las poblaciones de Oropesa y Navalmoral de la Mata el 27 de abril. Este último pueblo, que rechazó el ataque, fue evacuado la mañana del 28 ante la aproximación del grueso de la expedición[74], la cual permaneció este día y hasta las 4 de la tarde del 29 acantonada en el citado punto de Navalmoral y también en Peraleda de la Mata, contando con unos 2.000 efectivos. De Navalmoral partió la expedición el 29 a las 4 de la tarde con dirección al Puerto del Pico por Jarandilla de la Vera[75]. Siguiendo bien de cerca los pasos de sus enemigos, los liberales, cuando los carlistas ya habían emprendido su marcha, intentaron que no rebasaran el Tiétar y cerca ya de la comarca de la Vera se entabló una refriega bastante desfavorable para las armas leales a Isabel II, pues en el primer encuentro que ambos bandos sostuvieron, quedó seriamente afectada la infantería y la caballería de la columna mandada por el Comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, y la del propio Comandante general de la provincia de Cáceres. Estos dos, intentando escapar de la persecución posterior de los carlistas –que duró unas seis horas-, perdieron a varios hombres que fueron hechos prisioneros y a otros tantos que perecieron durante el combate y en el subsiguiente acoso citado[76].
Dispersadas estas columnas liberales, los carlistas continuaron su itinerario, como ya hemos dicho, con la intención de escapar del continuo hostigamiento al que estaban siendo sometidos y de unirse a la expedición del conde de Negri. Así, pasando por las estribaciones montuosas de la vertiente sur de Gredos y dejando ya atrás, por su izquierda, a Plasencia, arribaron a Béjar el 3 de mayo de 1838. Aquí pretendía don Basilio hacerse del famoso paño bejarano para uniformar a su tropa e impuso una contribución al vecindario. Lo que muy seguramente no se esperaba, fue lo que vino inmediatamente después. Pardiñas, que seguía sus pasos desde Navalmoral, de donde salió el 29 de abril, se dirigió a Plasencia y desde aquí inmediatamente a Béjar en cuanto tuvo noticia de que en esta villa salmantina permanecía la fuerza carlista. Su plan no pudo salir mejor: cogió por sorpresa a la misma, la cual no tuvo oportunidad ni siquiera de defenderse. Solamente se entabló una pequeña refriega antes de que la división mandada por Pardiñas tomara Béjar y, con ella, a la práctica totalidad de la expedición carlista. El número de prisioneros ascendió a “125 jefes y oficiales […] y 493 individuos de tropa”[77], y cayeron muertos 35 carlistas, entre los que se encontraba el coronel don Francisco Fulgosio.
Entre este elevado número de prisioneros –que comprendía a personas procedentes de muy diferentes lugares de España-, algunos de ellos eran jefes carlistas destacados como el Brigadier don José Jara o los coroneles manchegos don Cándido Tercero y don Matías Ovejero. También, los liberales apresaron a significados carlistas extremeños como el Coronel graduado don Félix Cuesta, natural de Torrecillas de la Tiesa, el Comandante don Pablo Bote, de Zorita, el Teniente don Andrés Palacín, de Zarza de Granadilla, el Capitán graduado don Juan Cano, de Aldea del Obispo, el Teniente don Manuel Sánchez Matas –viejo conocido carlista del norte extremeño-, de Hervás, el Subteniente don Tomás Pérez de Guzmán, de Mérida, y ya en clase de soldado, sobresale el caso de Juan Nepomuceno alias “Corcho”, íntimo amigo de los ya asesinados hermanos don Feliciano y don Francisco Cuesta[78].
El fin de la expedición de don Basilio trajo consigo un enorme alivio para muchos núcleos extremeños, destacando el caso de Plasencia, en donde, de nuevo, se había decretado el estado de sitio debido a la relativa cercanía de la tropa carlista. Allí arribó la división de Pardiñas el 6 de mayo por la tarde, portando una gran cadena de prisioneros, siendo recibida con dos arcos triunfales y colocándose en la plaza una “pirámide, colgando los retratos de S.M.M. [sic] al público”[79].
III. Las expediciones conjuntas de carlistas extremeños y manchegos por la región
Una vez analizadas las expediciones carlistas que partieron del Frente del Norte y que transitaron por Extremadura, no menos interesantes son las que se produjeron entre unos puntos y otros de la geografía regional y que estuvieron compuestas por diversas guerrillas reunidas tanto extremeñas como, en menor medida, manchegas. Las más reseñables, lógicamente formadas por un menor número de efectivos que las ya citadas de Gómez y de don Basilio, tuvieron lugar en la etapa de mayor predominio carlista en Extremadura, esto es: en el trazo temporal que transcurrió entre octubre de 1836 y agosto de 1838. Y dentro de este período, cabe resaltar la situación que se instaló en prácticamente toda Extremadura en 1837, año en que mayores progresos experimentaron los carlistas. Tan sólo por ofrecer unos breves apuntes, a lo largo de 1837, se produjeron movimientos de interés de varias guerrillas reunidas entre unos puntos y otros de Extremadura y en esta especie de expediciones, cabe destacar los siguientes episodios.
En primer lugar, en marzo de 1837, más concretamente el día 10, se producía la toma temporal de Trujillo por una fuerza carlista compuesta por 100 infantes y 350 caballos a las órdenes del brigadier don José Jara y García, don Fernando Sánchez y don Mariano Peco. Procedente del sur de Extremadura tras ser rechazada en Siruela y Talarrubias, los carlistas lograron entrar en la ciudad el 10 de marzo ocupándola durante unas horas, hasta que efectivos de la Guardia Real e incluso tropa venida desde La Mancha lograron arrojar a los carlistas de sus posiciones causándolos 20 muertos y provocando con ello su retirada de la ciudad a media tarde, aunque estos permanecieron los días posteriores recorriendo núcleos colindantes como Zorita o Aldeacentenera, a pesar de la letal persecución que enseguida se activó por parte de las tropas de la línea de La Mancha, reuniendo estas unos 700 efectivos[80].
En segundo lugar, en el mes de octubre del mismo año, cuando ya los carlistas se habían apoderado de una gran franja territorial al este de la provincia de Cáceres –logrando un dominio efectivo de núcleos como Alía o Guadalupe y sus alrededores- cabe citar dos expediciones que recorrieron diversos pueblos de la provincia cacereña. Por una parte, una fuerza mandada por el brigadier carlista don José Jara, quien, ensayando una especie de expedición partiendo desde las serranías de Guadalupe, se presentó ante las murallas de Plasencia el 11 de octubre, comandando unos 300 caballos y 200 infantes, con intención de tomar la ciudad, pues bien conocía su valor estratégico para dominar la zona a la derecha del Tajo. Jara, instó varias veces al gobernador militar de la plaza a que se rindiera, pero éste resistió pese a la corta fuerza de la que disponía para su defensa[81]. Desistiendo el brigadier carlista de este objetivo, tomó la dirección del Puerto, y a la altura de la ermita, se trabó combate con la fuerza liberal que estaba en su persecución, compuesta por una compañía de la Diputación y por otra de la Reina Gobernadora. Tras un sostenido fuego de los carlistas, la caballería liberal se vio obligada a retirarse y la infantería se dispersó, cayendo prisioneros unos 40 hombres[82]. Jara, tras este triunfo, prosiguió su camino y se dirigió hacia núcleos como Villar de Plasencia, Granadilla – pueblo que ocupó el 13 de octubre- o la villa de Hervás, en la que se “le presentaron mas de ciento y tantos que habian sido realistas”[83]. Seguidamente, aumentada la fuerza carlista manchega con efectivos extremeños llegando a estar compuesta por más de 800 hombres, se internó en territorio salmantino, permaneciendo en Béjar desde el 15 hasta el 19 de octubre. Por otra parte, ya a finales de este mismo mes de octubre de 1837, más concretamente el día 29, a un par de leguas de distancia de la capital cacereña, se presentó una fuerza carlista capitaneada por los jefes extremeños don Fernando Sánchez y don Francisco Barbado, que ascendía a entre unos 300 y 400 efectivos, la mayoría de ellos a caballo. La misma partió desde Monroy el 28 por la noche y llegó al Casar de Cáceres, punto que fue cercado por la caballería carlista a primeras horas de la mañana del 29, logrando entrar en él tras coger por sorpresa tanto a la poca guarnición allí acantonada como al propio vecindario que se encontraba escuchando misa, pues era domingo. Ante la presencia de los carlistas en el vecino núcleo del Casar, desde Cáceres partieron una treintena de efectivos isabelinos y la ciudad se puso inmediatamente en estado de defensa. Los carlistas sostuvieron una refriega con los isabelinos cacereños que fue desfavorable para estos últimos, y tantearon el asalto a Cáceres, pero desistieron al comprobar que todos los puntos de acceso a la ciudad se encontraban tapiados y que dentro de la misma una parte de su vecindario se encontraba decidido a defenderla hasta el extremo de entregar su vida. Por estos motivos, Barbado, Sánchez y sus hombres, variaron sus planes y se dirigieron hacia el pueblo de Malpartida de Cáceres. Seguidamente, pasaron por Alcuéscar, continuaron por los alrededores de Montánchez y a primera hora ya del día 30 de octubre penetraron en Santa Amalia. Saliendo de este núcleo, se encontraron con un convoy que transportaba algunos quintos desde Magacela a Badajoz, el cual fue interceptado y los mozos quedaron en manos de los carlistas. A partir de aquí, la fuerza ya dividida en varios grupos, transitó por Madrigalejo, Garcíaz, Abertura o por diferentes núcleos pacenses como Don Benito o Medellín.
Y en tercer y último lugar, para finalizar con este breve recorrido por estas expediciones que tuvieron como marco la región extremeña[84], la madrugada del 12 de noviembre de 1837 caían el brigadier don José Jara y el extremeño don Fernando Sánchez, comandando unos 1.500 hombres, sobre Villanueva de la Serena y Don Benito, respectivamente. Don Benito fue ocupada por la fuerza mandada por el cabecilla extremeño, en donde permaneció hasta la tarde del 13, y en Villanueva de la Serena, Jara hizo que la corta guarnición que defendía el pueblo –unos 65 carabineros, en unión con 30 nacionales y algunos vecinos liberales- se atrincherara en el fuerte habilitado, sin tener víveres y esperando a que los carlistas se marcharan, lo que sucedió también la tarde del día 13. Los cabecillas Jara y Sánchez se llevaron un suculento botín de ambos pueblos; además, vieron aumentadas sus filas -dado que se les presentaron voluntarios casi un centenar hombres- y se hicieron con unos 100 caballos. Hacía allí corrió en cuanto tuvo noticia de los hechos el brigadier cristino don Dionisio Marcilla, pero ya era demasiado tarde pues los carlistas, tranquilamente, volvían a su cuartel general establecido, no olvidemos, en los núcleos cacereños de Alía y Guadalupe.
- Conclusiones
El sistema de expediciones militares puesto en marcha por los carlistas, sin duda constituye uno de los episodios más singulares de la guerra civil que tuvo lugar en España desde 1833 hasta 1840. Si analizamos este fenómeno desde una perspectiva global –a nivel nacional-, los partidarios de don Carlos no lograron todos los objetivos que, en un principio, con ellas se proponían, pero en el caso de Extremadura el paso de los dos grandes contingentes militares procedentes del Frente del Norte ya analizados, sí que tuvo efectos favorables para los carlistas, sobre todo los que derivaron del tránsito de la expedición Gómez, la cual estimuló tanto la formación como las acciones de las guerrillas carlistas en la región y sumió a los isabelinos en un estado de abatimiento del que les costaría recuperarse. Por su parte, como se ha tenido la oportunidad de ver, el incremento de efectivos de las guerrillas carlistas tanto extremeñas como manchegas en el año de 1837 junto con ese factor ya mencionado de abatimiento de las fuerzas isabelinas, hizo que los carlistas realizaran diferentes expediciones entre unos núcleos y otros de la geografía extremeña que llegaron a amenazar seriamente a importantes núcleos de población como fueron Cáceres, Plasencia o Trujillo, solamente por citar a algunos de los que han aparecido a lo largo de este texto.
ANEXO: GRABADOS Y MAPAS
Fig. 1. Los carlistas cruzando el río Guadiana por un puente realizado con carros[85]
Mapa 1. Recorrido de la expedición del general Gómez a su paso por Extremadura. Octubre-noviembre de 1836. Elaboración propia
Mapa 2. Recorrido de la expedición de don Basilio por la provincia de Cáceres. Abril-mayo de 1838. Elaboración propia
[1] MONTERO, Manuel y VILLA, Imanol, Las batallas de Zumalacárregui. Aciertos y limitaciones de un líder militar legendario, San Sebastián, Txertoa, 2012, p. 54.
[2] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra carlista, Madrid, Actas, 1992, p. 288.
[3] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984, p. 23.
[4] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz (en adelante BOPBA), 06/10/1836.
[5] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Cáceres (en adelante AHDPCC), Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 17 octubre de 1836. En esta misma sesión ya se manejaba la posibilidad de que Cáceres fuese invadida por Gómez y se temían las consecuencias que esto podría acarrear. Además, se acordó elaborar una lista “de todas las personas notables no solo por sus ideas marcadas de desafeccion, sino mas bien por su conducta moral relajada”.
[6] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (en adelante BOPCC), Suplemento, 17/10/1836.
[7] BOPBA, 20/10/1836.
[8] Por no detenernos en todas y cada una de las órdenes y medidas aparecidas en los días previos a la llegada de Gómez, y perdernos así quizá en un relato un tanto repetitivo, tan solo señalamos algunas que nos parecen de interés y que ponen también de manifiesto la enorme actividad que en esas jornadas se vivió. Así, en BOPCC, 21 y 24/10/1836, se informaba de la situación y el estado de la expedición carlista; en BOPCC, Suplemento, 24/10/1836 se otorgaban nuevas medidas y en BOPBA, 25/10/1836, se circulaban órdenes sobre cómo actuar en el caso de que Gómez y sus hombres penetrasen en un pueblo.
[9] AHDPCC, Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 19 octubre de 1836. Una prueba más de la inestabilidad e inseguridad que se vivió antes, durante y después del paso de la expedición de Gómez la tenemos en que del 24 de octubre al 4 de diciembre no se reunió la Comisión de Armamento y Defensa. Tampoco, del 28 de octubre al 7 de noviembre, se publicó el Boletín Oficial de esta provincia.
[10] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Real Audiencia, Leg. 359, carp. 16. Algunos reos de consideración se escaparon durante el trayecto según se especifica en BOPCC, 28/10/1836.
[11] BOPBA, 16/03/1837. No quedó todo en buen recaudo al abandonar Trujillo las autoridades liberales, pues un tiempo después se acusaba a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, de todo lo cual se apoderaron Gómez y sus hombres.
[12] Archivo Histórico Municipal de Badajoz (en adelante AHMBA), Actas Municipales. Sesión del 27 de octubre de 1836.
[13] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 153.
[14] En su entrada a Extremadura por Siruela, según los datos localizados en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia, desde el Cuartel General del Excelentísimo Señor Marqués de Rodil, Madrid, Imprenta de Cruz González, 1836, T. IV, p. 83, la expedición carlista ascendía a 12.000 hombres –contando también a los prisioneros hechos en Almadén-, llevaba “á su vanguardia el botin á lomo en mas de mil caballerías” y tenía “sobre ochocientos caballos de armas”.
[15] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 155.
[16] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el General andaluz D. Miguel Gómez, San Sebastián, Gráfico-Editora, 1943, p. 64.
[17] En Trujillo la expedición pidió “12.000 raciones y 3.000 de cebada”. Hasta el 4 de noviembre, cinco días después de la estancia de Gómez en la ciudad, no llegó a la misma un contingente isabelino. A su llegada, resulta de interés la descripción que se ofrecía de Trujillo: “Un silencio sepulcral ha reinado en Trujillo á nuestra entrada; las calles estaban desiertas, las puertas cerradas, todo melancólico. Sabido es que es pueblo de tildada opinión, muchos se habían comprometido con la facción, la parte liberal había emigrado, otros emigraron por nuestra llegada, y el pueblo estaba casi desierto”. Vid. AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 102.
[18] BOPBA, 16/03/1837. Como ya hemos indicado páginas atrás, se acusó a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo esta serie de objetos.
[19] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., pp. 100-102. Aquí se puede consultar el acta correspondiente a la junta celebrada en Trujillo, en la cual participaron don José Puertolas, don Joaquín José Lloréns de Villarreal, don Pedro del Castillo, don Antonio Moya, don José María Arroyo, don Francisco Fulgosio, don Manuel Armijo, el Marqués de Bóveda de Limia, don Joaquín Quílez, don Ramón Cabrera, don José Miralles y don Miguel Gómez, este último en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Derecha y como Presidente de la Junta.
[20] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 157.
[21] En un manuscrito anónimo y titulado “Relación de la expedición del General Carlista Gómez por Aragón, Valencia, Andalucía, Extremadura en 1836” que hemos hallado en la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4), se apunta que finalmente se decidió marchar hacia la capital cacereña debido a que el día 30, cuando se estaba celebrando la mencionada Junta, “llegó [a Trujillo] una Diputación de la Ciudad de Cáceres felicitando al General [Gómez], manifestándole el deseo de que pasase el Exercito a ella”.
[22] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 65. Aunque pueda parecer exagerado el recibimiento a las tropas carlistas, no lo descartamos ya que las autoridades liberales, que huyeron en masa de Cáceres, dejaron abandonado a su suerte al vecindario de la capital.
[23] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, Nº. 79, 2014, p. 73. Por su minuciosidad, recomendamos la consulta de este interesante artículo para conocer mucho más a fondo todos los pormenores derivados de la estancia de Gómez en Cáceres.
[24] MORAL RONCAL, Antonio Manuel, “La nobleza española ante la Primera Guerra carlista”, Ayer, nº 40, 2000, p. 204.
[25] RAH, Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4). La autorización recayó en don Félix Cuesta, hermano de don Feliciano y don Francisco, guerrilleros naturales de Torrecillas de la Tiesa y asesinados, tras ser capturados por los isabelinos, en el verano de 1834.
[26] Don Genaro Morales siguió actuando tras el paso de Gómez por Extremadura y en septiembre de 1837 estaba bajo la orden de búsqueda y captura dada por el Gobierno Político cacereño. En la misma, disponible en BOPCC, 13/09/1837, se proporcionan algunos datos sobre su apariencia física y su vestimenta que son los que siguen: “estatura más de dos varas, de mucha humanidad, cara proporcionada, nariz regular, barba negra, y muy poblada, color trigueño, edad como 35 años, pantalón y chaqueta de paño pardo con sombrero voleado”.
[27] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[28] DE GUZMAN, Juan P., “Crónica de la provincia de Cáceres” en RUBIO, GRILO y VITTURI (Eds.), Crónica general de España ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, Madrid, Imprenta de J. E. Morete, 1870, p. 59.
[29] BULLON DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 159.
[30] Archivo Histórico Municipal de Cáceres (en adelante AHMCC), Libro de Acuerdos. Sesión del 18 de agosto de 1837. Tanto en la documentación de la Diputación como en la del Ayuntamiento encontramos diversas reclamaciones de vecinos a los que Gómez reclamó dinero. Por ejemplo, en las sesiones de la Diputación, tiempo después del paso de la expedición, se trataron dichas reclamaciones, lo que es bien visible en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesiones del 1 de mayo y del 9 de agosto de 1837.
[31] AHMCC, Caja 19/115, exp. 23.
[32] AHMCC, Caja 19/120, exp. 9. Como es lógico, en esta documentación no se especifica que marchara voluntariamente con Gómez, sino que señala, en un listado realizado ya en abril de 1838, que “parece se lo llevó Gómez, con otros mozos de esta capital, el 4 de noviembre de 1836, según se dice de público, y cuyo paradero se ignora”.
[33] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[34] Así lo pone de manifiesto la recopilación de diversos testimonios que figuran en BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., pp. 160-169.
[35] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 67.
[36] En los diferentes pueblos de la provincia de Badajoz por los que transitó la expedición, Gómez extendió un bando en el que decía “que Dios protege su causa, que esperan todo de la lealtad estremeña, que estén tranquilos los guardias nacionales, que á nadie incomoda”. Además, antes de abandonar la región, trató de crear dos batallones extremeños. Todo ello figura en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 110.
[37] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Badajoz (en adelante AHDPBA), Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de abril de 1839. Casi tres años después, en esta sesión se señalaba que este dinero se devolviese a los vecinos, ya que eran contribuciones suyas ante la demanda de Gómez.
[38] El Eco del comercio, 16/11/1836. Si bien esta descripción indica que la expedición se componía de más de 12.000 hombres, matizaba que “solo cuenta unos 3.000 que puedan batirse en regla: la caballería solo un escuadrón es lo que vale algo, porque la demás trae los caballos en mal estado, pues aunque muchos son de Córdoba, los tienen muy mal cuidados”.
[39] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Op. cit., pp. 79-82.
[40] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra… Op. cit., p. 313. En este sentido, debemos al menos citar la narración de LICHNOWSKY, Félix, Recuerdos de la guerra carlista (1837-1839), Madrid, Espasa-Calpe, 1942, ya que éste Príncipe partidario de don Carlos estuvo en la expedición hasta abril de 1838.
[41] AHPDCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 13 de marzo de 1838.
[42] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de marzo de 1838.
[43] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 14 de marzo de 1838.
[44] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio fechado en Trujillo el 6 de marzo de 1838.
[45] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 9 de marzo de 1838. En la misma se trataron todos estos pormenores.
[46] Archivo Municipal de Plasencia (en adelante AMP), Actas Capitulares. Sesión del 9 de marzo de 1838.
[47] AMP, Actas Capitulares. Sesión del 11 de marzo de 1838.
[48] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de marzo de 1838.
[49] A este pueblo llegó una orden circulada por don Basilio, según hizo saber su justicia a la Diputación pacense en AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 6 marzo de 1838.
[50] BOPCC, 15/03/1838.
[51] BOPBA, 17/03/1838. En esta exposición se listan los recursos que, a finales de febrero, se habían repartido para el sostenimiento de las tropas, los cuales consistían en “540.000 reales; 9.109 fanegas de trigo; 19.606 de cebada; 57.009 arrobas de paja; 2.619 libras de tocino; y 7.831 arrobas de menestra”, lo que nos hace tener una idea de la carga económica que suponía costear unos efectivos que en el conjunto de Extremadura ascendían a 6.000 hombres según figuraba en el repartimiento existente en BOPCC, 29/03/1838.
[52] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 20 de marzo de 1838.
[53] BOPBA, 20/03/1838.
[54] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 26 de marzo de 1838. Entre estos víveres y útiles se encontraban algunos de los siguientes: tocino, menestra, aguardiente, vino, aceite, bacalao, carbón, sal, etc.
[55] AHMCC, Caja 19/118, exp. 31. Oficio de la Intendencia de Cáceres dirigido al Ayuntamiento de la capital con fecha 26 de marzo de 1838.
[56] BOPBA, 29/03/1838.
[57] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315. Aquí se narra con mayor detenimiento esa difícil relación entre don Basilio y algunos cabecillas manchegos, especialmente con Palillos, a quien acabaría separando de su expedición.
[58] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio del Capitán General don Santiago Méndez Vigo, con fecha 28 de marzo de 1838, enviado desde Campanario.
[59] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 26 de marzo de 1838.
[60] BOPBA, 27/03/1838. Como dato anecdótico, en este número se informaba que la jovencísima Carolina Coronado, contando con apenas 17 años, se había encargado de bordar con sus propias manos la bandera que fue entregada como obsequio a uno de los batallones de Milicia Nacional de la provincia de Badajoz, que estaba sostenido por su Diputación.
[61] BOPCC, 31/03/1838. Uno de ellos se trataba de D. Rafael Carrasco, que se ordenó saliese confinado para la ciudad de San Sebastián.
[62] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 3 de abril de 1838. La Audiencia Territorial, viéndose afectada directamente por la magnitud a la que llegó la guerra a finales de 1836 y durante todo el año de 1837, ya se pronunció en enero de este año de 1838, momento en el que llegaron las primeras noticias de la cercanía de don Basilio a territorio extremeño, sobre la necesidad de trasladar al fuerte interior establecido intramuros de Cáceres tanto los propios presos como a su Archivo, si se hacía efectiva su llegada, según aparece en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 21 de enero de 1838.
[63] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 31 de marzo de 1838.
[64] BOPBA, 03/04/1838.
[65] OYARZUN, Román, Historia del carlismo, Valladolid, Editorial Maxtor, 2008, pp. 112-113.
[66] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315.
[67] BOPBA, 03/04/1838.
[68] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 7 de abril de 1838.
[69] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 9 de abril de 1838.
[70] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 192, exp. 2. Carta interceptada que iba dirigida al citado cabecilla, enviada desde Anchuras el 7 de abril de 1838 por don José de Echevarría, Secretario del Comandante General de la Mancha, Toledo y Cuenca del Ejército Real.
[71] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de abril de 1838.
[72] ASENSIO RUBIO, Manuela, El Carlismo en Castilla-La Mancha, Ciudad Real, Almud ediciones, 2011, p. 128.
[73] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 25 de abril de 1838.
[74] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 29 abril de 1838. De resultas de la llegada de don Basilio a Navalmoral, el Ayuntamiento placentino trató la conveniencia de activar las medidas de defensa de su ciudad si la expedición se aproximaba hacia su término.
[75] BOPBA, 03/05/1838.
[76] BOPBA, 12/05/1838. Sin duda fue una acción desfavorable para los liberales, en la que, suponemos, para lavar su imagen, señalaron que en la misma había muerto el cabecilla extremeño don Fernando Sánchez, información que también trasladaron a la Secretaria de Estado y del Despacho de la Guerra (Gaceta de Madrid, 11/05/1838), y que según la documentación manejada hemos descubierto que es falsa.
[77] Según el parte que el propio Pardiñas redactó en Béjar el mismo 3 de mayo de 1838, tal y como aparece en BODET Y ORFILA, Manuel, Memoria de la campaña por Andalucía y La Mancha por los generales Sanz y Pardiñas en el primer semestre de este año, Madrid, Imprenta de Don Nicolás Arias, 1838, pp. 69-70. No obstante, esta cifra varía según la fuente que consultemos, ya que, por ejemplo, en otro parte que aparece en BOPCC, 05/05/1838 se señala que el número de prisioneros ascendía a 700, “entre ellos 140 Oficiales”. Por su parte, GALLEGO, José Antonio, “El carlismo en Castilla la Vieja”, en AYUSO, Miguel (Ed.), A los 175 años del carlismo. Una revisión de la tradición política hispánica, Madrid, Itinerarios, 2011, p. 73, ofrece como número de prisioneros “134 entre los jefes y oficiales y 576 entre las clases de tropa”. Fuera una cifra u otra, el caso es que en la sorpresa de Béjar se acabó de un plumazo con la expedición carlista.
[78] Muchos más extremeños de diferente rango (oficiales, soldados…), junto a españoles de muy diversos puntos de la geografía peninsular, aparecen en los listados de prisioneros que figuran en BOPCC, 15/05/1838; 17/05/1838 y 19/05/1838 y BOPBA, 19/05/1838, en donde se ofrece una información completa de cada uno de los mismos (clase, nombre, pueblo de su naturaleza y provincia).
[79] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 6 de mayo de 1838. El consistorio placentino costeó con sus fondos, los días que estuvo la tropa y los prisioneros en la ciudad, “setecientas raciones de carne y pan para los prisioneros y seiscientas de pan, carne y vino para la tropa”, según se lee en AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 9 de mayo de 1838. El 11 de mayo, un gran número de estos prisioneros -128 oficiales y 495 soldados- fueron trasladados a Cáceres, a donde llegaron esa misma tarde. Y desde este punto, es cuanto menos curiosa la descripción que se hacía de los soldados carlistas: “los mas son gente lucida, y por el pantalón encarnado se daba á entender que eran de los que Basilio trajo de las Provincias del Norte” (BOPCC, 12/05/1838). La Milicia Nacional cacereña se encargó de escoltar el convoy de presos desde Cañaveral hasta la propia capital según obra en AHMCC, Caja 19/119, exp.15.
[80] BOPCC, 13/03/1837. A raíz de este episodio, que sin duda mostraba el potencial que estaban adquiriendo las guerrillas carlistas, Trujillo comenzaría a fortificarse haciendo obras de reparación en sus murallas o reforzando la casa-fuerte del Colegio viejo, entre otras medidas destinadas a su defensa.
[81] FLORES DEL MANZANO, Fernando, Plasencia y su entorno durante el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840), Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2004. pp. 352-353.
[82] Gaceta de Madrid, 27/10/1837.
[83] BOPCC, 30/12/1837.
[84] Para un conocimiento más detallado de las expediciones aquí señaladas y de otras tantas de menor envergadura que, principalmente, tuvieron lugar en el año de 1837, remitimos a nuestra obra sobre la Primera Guerra carlista en la región. Vid. RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido. La Primera Guerra carlista en Extremadura (1833-1840), Madrid, Actas, 2015, pp. 202-255.
[85] Imagen extraída de: Panorama español, crónica contemporánea. Obra pintoresca con 30 láminas en acero, y 75 grabados en madera en cada tomo; destinada á esponer todos los acontecimientos políticos desde octubre de 1832 hasta nuestros días; con los retratos de los personajes que han figurado durante la revolución, en uno y otro partido, y las principales acciones y escaramuzas de la guerra civil de los últimos siete años, Madrid, Imprenta del Panorama Español, 1842, T. III, p. 182.