Abr 052014
 

 Teodoro A. López López.

 Durante  el  periodo democrático  de los últimos  veinticinco años, la creación  de la  Provincia Eclesiástica en Extremadura ha sido el evento históricosocio-   religioso  más importante de nuestra Iglesia particular. Tal vez no suficientemente  ponderado  por algunos, porque lo hayan visto bajo un prisma localista.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Una provincia eclesiástica  es una agrupación de diócesis que existe en ciertas iglesias cristianas. Consta de una archidiócesis metropolitana  y de un cierto número de diócesis, conocidas  como sedes sufragáneas. El arzobispo  de la metrópoli  es el metropolita de la  provincia.

 Antecedentes históricos

 En el Imperio Romano  de Oriente  aparecieron las primeras provincias  eclesiásticas  como fueron las de Antioquia de Siria, Éfeso, en la provincia de Asia Menor,  Alejandría en Egipto, Roma en Italia. Estas Iglesias madres, de aquí  en griego metropolitanas, fueron respetadas como tales por las iglesias cristianas  fundadas posteriormente.  A partir  de la mitad del siglo II el obispo  que  se enmarcaba dentro del mismo área geográfica y se reunía en concilios y sínodos, que presidía el obispo de la  capital provincial, ocupan  una cierta posición superior y recibe el nombre de metropolita. Concretamente el Concilio de Nicea (325)  reconoce  definitivamente  sus derechos sobre los otros obispos y  diócesis de la provincia.  Pero será el sínodo de Antioquia (341)  quien ordena que toda provincia civil sea una provincia eclesiástica bajo la dirección suprema del metropolitano.

 Posteriormente   en Occidente  se sigue parecido camino  a partir del siglo IV  en que aparece el primer  metropolitano en Cartago sobre todas  las diócesis del norte de África; aunque los límites  de esas provincias no coincidían  con las divisiones del Imperio. Un  similar desarrollo  se produjo en España.

 Concretamente la carta  47  de  San Cipriano, obispo  de Cartago a las Iglesias de Mérida y Astorga, primer documento escrito más antiguo que hoy conservamos, nos referencia la organización jerárquica de obispos, presbíteros y diáconos y procedimiento que se sigue  en sus elecciones  y la existencia, en esta fecha ya, de “provincia eclesiástica”, cuyos obispos han intervenido en la elección que se discute (“ Episcopi eiusdem provinciae  proximi quisque conveniant …… quod et apud vos factum esse videmus”)[1]   

 

En la concretización de las mismas se ha querido  ver una relación muy estrecha entre el origen de las demarcaciones eclesiásticas  y las divisiones civiles del Imperio; pero esto es sólo exacto en cuento que se da una repetida coincidencia entre unas y otras sin que esto obedezca a una  intención preconcebida. De hecho  en la Lusitania  “Scalabis”  fue cabeza de “conventus iuridicus” y nunca fue sede episcopal y Ebora siempre tuvo obispo  sin dicha categoría civil. La primera  disposición   en el sentido de aceptar las divisiones civiles   aparece por primera vez en el Concilio de Calcedonia, el año 451, siendo tal vez la formulación canónica de una  costumbre  que  venía  desde los tiempos del primer concilio de Nicea (325) canon 4º, reconociéndole el derecho de aprobar en su “provincia” la elección de sufragáneos y de alguna manera están agrupados, coincidiendo con las imperiales de Diocleciano. Las sedes episcopales  no llegan formalmente  a su término  hasta  finales del siglo VII[2].

 La provincia lusitana  con su metrópoli Emérita tuvo  las sedes  sufragáneas:

 Provincia de Recesvinto:

            De origen romano: Avila, Evora, Lisboa y Faro.

           De origen visigodo: Calabria, Coria, Beja y Salamanca.

           De origen suevo: Viseo, Coimbra, Idahna y Lamego.

 

De origen mozárabe: Badajoz.

 En el episcopologio emeritense, que  conservamos,  será Florencio, (antes de 347 – antes del 380),  quien asiste  el 347 a  Concilio de Sárdica.  Se le supone  el “primer metropolitano emeritense”, porque durante su pontificado se celebra  el Concilio I de Antioquía (año 341) que regula  el ejercicio de tal dignidad. Pero  el primero  en denominarse  metropolitano fue San Mausona, al firmar las actas del III Concilio de Toledo año 589. Posteriormente  Ariulfo (antes del 839-después del 862) es uno de los metropolitanos  que interviene en el concilio de Córdoba, en el año 589.

 

En una última  fase  aparece el título de “arzobispo”  aplicado al “metropolitano”. Comienza como título honorífico. Proficio, obispo emeritense, es el primer español que se  intitula “arzobispo” (año 666), para terminar  significando una función jurisdiccional. 

 

No faltaron la celebración de  concilios provinciales  en Mérida, aunque  solo nos han llegado las actas del clausurado el 6 de  noviembre de 666 en que  podemos conocer la situación  religiosa de la provincia eclesiástica y las preocupaciones pastorales de los once obispos sufragáneos participantes, ausente  solo el de Viseo.

 

La invasión sarracena, llevada a cabo por el mismo Muza ben Nosair   el 30 de junio de 713 hizo claudicar  al duque Sacarus, cuando firma la capitulación.  Después comienza la ciudad de “Bathalios” y surge la diócesis mozárabe (897), que la historiografía contemporánea  ha sabido recomponer y documentar. En lo albores de este nuevo milenio  una voz aislada ha querido  anular  este periodo con argumentos discutibles. La Bula de Gregorio IX que manda instaurar obispado en Mérida  y Badajoz, respectivamente, “porque antes lo tuvieron”, no deja de tener su fuerza probatoria.

 

Pero retomando el hilo de nuestro “excursus”,  diremos que los tres siglos de convivencia árabe, judea y cristiana  fueron tiempos de tolerancia y luchas de alternancia. El palio arzobispal  que  durante casi tres siglos estuvo vacante  pasa a Compostela  el año 1120 a petición de Diego Gelmírez  Con la reconquista definitiva el  1230 por Alfonso IX las diócesis dentro de las fronteras españolas pertenecen a la Provincia Compostelana, a saber, las diócesis de Coria, Badajoz, Plasencia y los prioratos de las Ordenes Militares de Alcántara y Santiago. Será  la reforma de Isabel II  el año 1851, cuando las sedes episcopales  de Coria y  Plasencia pasan  a formar parte de la provincia eclesiástica de Toledo y Badajoz a la de Sevilla, una vez que  la bula “Quo gravius” de Pío IX suprime  la Ordenes Militares el 1873 y manda que  cada parroquia se anexione a la diócesis más cercana y a su correspondiente provincia eclesiástica.

 Nueva creación

La creación de la nueva provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz el 28  de julio de 1994, coincidiendo  en su mayor parte con la región de Extremadura, no se debe únicamente a unas exigencias pastorales sino que  se tuvo muy en cuenta a la implantación de las Autonomías  por la Constitución Española del Estado (1977), como  afirman en su comunicación pastoral los obispos extremeños, Mons. Antonio Montero, Ciriaco Benavente y Carlos López. En el nuevo periodo democrático se goza  ya de Parlamento, Gobierno, Tribunal Superior de Justicia y Distrito universitario propios.

 

En efecto, las necesidades pastorales ya se venían sintiendo en los años de la posguerra. Desde el año 1946 y por el Concordato de 27 de agosto de 1953  las altas autoridades eclesiásticas y civiles venían  trabajando en la creación de una nueva diócesis en Mérida. Comienza el plan de ejecución el año 1958, cuando  se  incorporan a la diócesis de Badajoz el arciprestazgo de Castuera con las parroquias de Benquerencia, Cabeza del Buey, Helechal y la Nava, Peraleda del Zaucejo y Puerto Urraca hasta ahora  de la diócesis de Córdoba, y  los pueblos de Puebla de Obando, San Vicente de Alcántara, que eran de la diócesis de Coria- Cáceres. Simultáneamente las parroquias pacenses del arciprestazgo de Montánchez  con las parroquias  de Albalá, Alcuéscar, Almoharín, Arroyo Molino de Montánchez, Casas de Don Antonio, Torre de Santa María, Valdefuentes y Valdemorales pasa a la diócesis de Coria-Cáceres[3].  El Concilio Vaticano II (1962-1965) reafirma la identidad y configuración de las diócesis y provincias eclesiásticas. “El bien de las almas  exige una delimitación conveniente, no sólo se  las diócesis, sino también de las provincias eclesiásticas….para satisfacer mejor las necesidades del apostolado, según las circunstancias  sociales y locales, y para que se hagan más fáciles  y fructíferas las comulaciones de los obispos entre sí…., e incluso con las autoridades civiles” (“Christus Dominus”, 39) (1965).

 

Volvamos  al proceso evolutivo del nuevo proyecto.  La Conferencia Episcopal  Española, única  institución competente, propone el 1979, a petición de Mons. Doroteo Fernández, obispo de Badajoz; Jesús Domínguez, de Coria – Cáceres y Antonio Vilaplana, de Plasencia, abrir el expediente correspondiente. En la Asamblea plenaria  de noviembre de 1980 fue estudiada la historia, territorialidad, demografía y  actividad pastoral del momento.  Se tuvo muy en cuenta  la implantación  por la Constitución Española de las Autonomías y dentro de ellas, la de Extremadura con su capitalidad en Mérida.

 

El Código de Derecho Canónico de 1983),  codifica el nuevo espíritu  conciliar así: “para promover una acción pastoral común en varias diócesis, según las circunstancias de personas  y de lugares, y para que se fomenten de manera más adecuada  las relaciones recíprocas entre los obispos diocesanos, las iglesias particulares han de ser agrupadas en provincias eclesiásticas delimitadas territorialmente”  (Can. 431, 1).

 

Durante la década siguiente Roma estudia  diversos expedientes españoles y acepta algunos, entre los cuales figura la Provincia Eclesiástica de Mérida- Badajoz, siendo éste  el nombre también  para la capitalidad  de  la misma, según lo establecido en estos casos. De nuevo es  refrendado por la  Asamblea Plenaria de los Obispos Españoles  en noviembre de 1992.

 Tabla 

 

  Etapas   Proyecto Determinantes   Culminación
  Años 1946-1958 Concilio Vaticano  II  1979-1994
 Motivación Necesidades pastorales Juan XXIII y Pablo VI Necesidades pastorales
 Objetivos Creación de una  diócesis  en Mérida Anuncio  del Concilio  V. II. el 25 de enero de 1959 Creación de Provincia  Eclesiástica Mèrida-Badajoz
 Contenidos Limites territoriales Celebrado desde 11 de  octubre de 1962 al 8 de diciembre de 1956. Agrupación  de diócesis
Situación social Plan BadajozNumerosas vocaciones….. Aplicado de los documentos conciliares partir del 1969… Emigración, crisis de vocaciones, secularizaciones…..
 Régimen  civil Confesional católicoProvincias Constituciones, decretos y declaraciones  Democrático aconfesional  Constitución Española 1977Regiones Autonómicas 1985
 Documentación en el  A.D.B.  Expediente… “Sub secreto pontificio” hasta  el 1995 (Caja  s/n) Conferencia Episcopal  Española  Bula “Universae Ecclesiae” (Bulario s. XX)
Publicaciones Apuntes para la historia de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz. La diócesis de Badajoz: Historia ya conclusa. (2000). La Antigua Sede Metropolitana de Mérida.  Proceso evolutivo de una “Iglesia local” (2006) La diócesis de Badajoz: Historia ya conclusa.  (2000). La Antigua Sede Metropolitana de Mérida.  Proceso evolutivo de una “Iglesia local” (2006) Sínodo diocesano pacense el año 1992. Acta Apostolici Sedis  (1994)  y Boletín del Arzobispado de Mérida- Badajoz nº 1.

 

¿Por qué Mérida – Badajoz?

 En primer lugar,  por  el devenir histórico de los hechos. La fundación romana Emérita (s. I a. Xto) y la árabe  Badajocense (s. IX p. Xto.),  con un intervalo de diez siglos justifica un orden  cronológico incuestionable. La historiografía actual es unánime  y  el  pueblo  en general  con las  celebraciones culturales – festivas  comienza  a tomar conciencia de las efemérides badajocenses.

 

En segundo lugar, La sucesión apostólica por la imposición de manos desde el colegio apostólico a través de los tiempos hasta nuestros días es una realidad eclesiástica, que  se encarna en nuestros obispos, según consta  por las listas generacionales que  conservamos, aunque con las consabidas lagunas inevitables  por  la caducidad de los tiempos. Este deseo de  entroncamiento con  los apóstoles  ha llevado  a  errores históricos  graves, como incurrieron en el s. XVI y XVII nuestros insignes historiadores locales, Rodrigo de Dosma, Juan Solano de Figueroa…, basándose en el nuevo título  de “ Dioecesis Pacensis” (1255) para la instaurada diócesis bajoextremeña, unieron ésta a la iglesia visigoda de Beja (Portugal) – instaurada en el s. XVIII- hasta  empalmar con  los obispos del siglo I.  Una lectura de nuestra historia eclesiástica, superada ya en  la época contemporánea, no debe influir  en el interrogante que nos planteamos.     

 

Cuando desaparece alguna diócesis por los avatares históricos Roma da la titularidad de las mismas como “diocesis nullius”. Concretamente antes  de la Bula Pontificia “Universae ecclesiae” del 28  de julio de 1994 el nuncio Apostólico en lo Países Bálticos, Mons. Mullor tuvo que renunciar al título de Arzobispo de Mérida. 

 

En tercer lugar,  la nueva archidiócesis  de Mérida-Badajoz asume  la herencia histórica de la antigua Emerita Augusta, metropolitana de la provincia Lusitania, que fue la sede episcopal  de este territorio y población (s. III-IX) y la diocésis conquistada por Alfonso IX el 1230, pasando la primera  a la jurisdicción de la Orden Militar de Santiago y la segunda fue instaurada por Alejandro IV, perteneciendo ambas  a la Provincia Eclesiástica  de  Santiago de Compostela hasta la Bula “Quo gravius” de 1873, en que Mérida  pasa  a la diócesis de Badajoz, pasando a  la metrópoli hispalense desde el Concordato de 1851.

 

Las diócesis sufragáneas son Coria- Cáceres y Plasencia, una, que tras la Reconquista  se incorpora en 1142 y otra,  como ciudad fundada por el Rey Alfonso VIII en 1180 y como diócesis el 1189 por el Papa Clemente  III.  Ambas, la curiense y placentina, menores  en población y  geográficamente  peor situada, hicieron que se tomara la decisión de tomar como metrópoli Mérida-Badajoz.     

    

Movimiento “popular” 

 

Con frecuencia  se  atilda  a los Obispos extremeños la falta de sensibilidad pastoral  sobre el problema que nos ocupa. Hoy podemos  conocer toda  la  documentación pertinente desde el año 1946 hasta 1994 y que los investigadores pueden estudiar, una vez  que se levantó el 1995 el  “secreto pontificio”, propio en estos casos.

 

No faltaron precursores según  sus participantes de un movimiento formado por unos pocos clérigos al que se unieron algunos seglares. El extremeñismo no estaba muy  arraigado. Si leemos el interesante y documentado estudio de  investigación de Gonzalo Martínez Díez en  su libro Origen del nombre de Extremadura (1985), no explica tal actitud.  

 

Pero fue la carta “Una Iglesia unida en una Extremadura unida” de Juan B. Lobato, sacerdote de Plasencia en el diario “HOY”  el 29 de julio de 1976, que fue la chispa que desencadeno  el movimiento reivindicativo, eclesial y cívico. Otra del cura Leocadio Curiel “Extremadura necesita un Arzobispo/ Legitimidad histórica de su restauración en Mérida”, “HOY” 3 de agosto de 1976.  Sucedieron  otros, como “Extremadura no existe” de A. González Conejero, director de “HOY” y otros  de Antonio Bellido Almeida sobre la “Iglesia  extremeña” en  la que se invita a los extremeños de buena voluntad, que quisieran secundar estas ideas.

 

Se crea un equipo de trabajo a favor de la causa en septiembre del mismo año con las primeras conclusiones  con el título  “Pueblo de Dios en Extremadura” y se envía a todas las autoridades  eclesiásticas  y civiles.   Posteriormente vendría la publicación del  “Libro blanco de la Iglesia en Extremadura”: “Extremadura como región… no existe para la Iglesia”, se  afirmaba categóricamente.

 

El 1  de mayo de 1978 se celebró en Guadalupe el Primer  Encuentro de los  Obispos Extremeños y se  toma en cuenta la Comisón Eclesial Extremeña, quien aporta un dossier  informativo  desde diversos  aspectos  socio-religiosos.  Sus componentes creían  que  el tema  dormía el sueño de los justos.   

 

No obstante,  la gestión del nuevo proyecto – ya  expusimos que el primero de creación de una nueva diócesis en Mérida se aparcó por la celebración Concilio Vaticano II- se abre  en la Conferencias Episcopal Española  el 1979 a petición de los Obispos extremeños y estudiado en la Asamblea plenaria en noviembre del 1980. La propuesta de la creación de una nueva Provincia Eclesiástica fue refrendada por los obispos españoles  en noviembre  de 1992.  

 

Bula de JUAN PABLO OBISPO, SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS

Para memoria perpetua del Hecho

               Teniendo sobre Nos la responsabilidad de los asuntos y de las preocupaciones de la Iglesia universal, procuramos cuidar con toda solicitud de que las instituciones católicas proponen a los fieles las ayudas oportunas y se acomoden adecuadamente a sus necesidades.

Por lo que ahora dirigimos nuestro pensamiento hacia la región de España. Concretamente 0hacia el territorio autonómico civil que lleva el nombre de «Extremadura», cuyos Prelados han solicitado que se erija allí una nueva Provincia Eclesiástica.

En razón de lo cual, con el acuerdo de la Conferencia Episcopal Española, así como también con el parecer favorable del Venerable Hermano Mario Tagliaferri, Arzobispo titular de Formina, Nuncio Apostólico en España, a propuesta de la Congregación para los Obispos, en virtud de nuestra Potestad apostólica nos  determinamos cuanto sigue.

Erigimos la Provincia Eclesiástica que se  llamará de Mérida-Badajoz y segregamos de la Iglesia Metropolitana de Sevilla a la Sede Episcopal de Badajoz, cuyo nombre, por este mismo acto, se cambia por el de Mérida-Badajoz, y la elevamos al rango de Iglesia metropolitana.

La nueva Sede arzobispal asume la rica herencia y las tradiciones eximias tanto de la histórica Iglesia Metropolitana de Mérida, cuanto de la antigua diócesis de Badajoz. La Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz, de nueva erección, esta formada por la Iglesia de este mismo nombre y por las diócesis sufraga-neas de Coria-Cáceres y de Plasencia, que hasta hoy han pertenecido a las Provincias eclesiásticas de Sevilla y de Toledo.

Al hasta ahora Obispo de Badajoz, el Venerable hermano Antonio Montero Moreno, le promovemos al grado y dignidad de Arzobispo metropolitano de la nueva Provincia Eclesiástica, otorgándole los derechos y obligaciones que corresponden a esta condición según las normas del Derecho.

El Arzobispo metropolita podrá residir tanto en Badajoz como en Mérida y establecer las oficinas archidiocesanas en uno y otro lugar.

Elevamos al rango de Concatedral el templo parroquial de Santa Maria la Mayor, sito en la ciudad de Merida, dedicado a Dios en honor de la Asunción de la Bienaventurada Virgen Maria, con todos los dere­chos y privilegios que corresponden a tales edificios sagrados. Podrá también erigirse allí -si se estima oportuno- un Cabildo de Canónigos, conforme a lo prescrito por el Derecho.

Para llevar a cumplimiento todo lo antedicho delegamos al Venerable Hermano Mario Tagliaferri, anteriormente nombrado, con las oportunas facultades de subdelegar en cualquier otro constituido en dignidad eclesiástica.

Realizada la ejecución de lo antedicho, redáctense los documentos oportunos, de los que se enviaran con la mayor diligencia ejemplares auténticos a la Congregación de los Obispos, sin que obste nada en contrario.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 28 del mes de julio de 1994, año XVI de nuestro Pontificado.

+ Angelus Card. Sodano Secretario de Estado

+ Bernardin Card. Gantin, Prefecto de la Congregación de Obispos[4]

 Nos encontramos ante un documento o diploma que  necesariamente  hemos de estudiarlo, ya que su Paleografía se trata de una escritura con ciertos rasgos que intenta imitar la escritura gótica, pero sólo imitar. Algunas consonantes tienen los astiles alargados, pero no todas las consonantes (d,p,n,l,g,h,f). Toda la letra es muy uniforme y se mantiene dentro de la caja. Al ser documentación oficial de la santa Sede, la bula está escrita en latín ya que es la lengua oficial de la Iglesia Católica.

 

Según  la  Diplomática archivística este documento- instrumento  es un testimonio escrito destinado a dar fe de un hecho y además a ser fuerza jurídica en aquello de ser  legalmente valido para ser prueba  jurídica. En sentido diplomático estricto  en el mismo concurren determinadas y especiales formalidades, dándole fuerza  de prueba, que tienen a un tiempo  carácter histórico y jurídico.

 

Según la Archivística eclesiástica nos encontramos por sus caracteres externos con una Bula y por su contenido con una ejecución.

 

Génesis  del documento

 Es decir, filiación o procedencia, nacimiento y desarrollo.

 Actúan tres personas:

 Primera, el autor, o sea aquella persona que ya directamente, ya a través de otra que actúa por su mandato  o en su nombre hace el documento: El Papa Juan Pablo II es el autor en todo su conjunto, precisamente, porque pone o realiza la acción jurídica que en este se contiene. La acción pontificia es un acto administrativo que está regulado en el Título IV del Libro I del Código de Derecho Canónigo, y  recibe  el  específico nombre de decreto singular (Can. 48).

Segunda, el destinatario. Es aquel a quien va dirigido el documento y que algún modo u otro ha de existir siempre, Hacia la región de España, concretamente el territorio autonómico civil que lleva el nombre de «Extremadura». Es sujeto  no es solo de la acción jurídica de la Bula, sino  también de su  entidad material, que constituye para  él un título de derechos y posesiones y que por ello suele guardarse cuidadosamente. Lógicamente, se encuentra  guardado  en el  Archivo  capitular, que custodio y recientemente ha sido catalogado en la serie de Pergaminos, ubicada en  la carpeta 18 nº 14, junto a  privilegios rodados reales, cartas diplomadas, breves, constituciones sinodales…..  Además es protegida  con una carpetilla  de producto Melinex 75 micras y protegido el sello de plomo en una bolsita de lino.

 Tercera,  el rogatorio, que es quien por encargo o a ruego – de aquí su nombre- de cualquiera de los dos anteriores  prepara el documento, redactándolo, escribiéndolo y poniéndole los demás elementos externos de  validación, registro y expedición…son los cardenales Sodano  y  Gantin,   Secretario de Estado y Prefecto de la Congregación de Obispos, respectivamente.

  

La división tripartita  que acabamos de  hacer entre las personas que concurren a la preparación  y nacimiento del  documento viene muy oportuno  distinguir dos fases principales:

 

La primera  está claro que se refiere a la acción o hecho jurídico contenido en él y del cual se derivan los correspondientes derechos y obligaciones, correspondería a la “Actio”, en la que puede distinguir.

 

– La Petitio, o súplica o ruego. Es lo que llamamos solicitud o instancia. Los Prelados extremeños han solicitado que se erija con sus iglesias particulares una nueva Provincia Eclesiástica.

– La Intercessio,  de la Conferencia Episcopal Española, que con su aprobación en dos Asambleas Plenarias lo  apoyaron.

– Las Interventio  y consentio  responde  a la participación en la misma de las aquellas personas  cuyo parecer y consentimiento se tiene en cuanta al  realizar  la acción jurídica con vista a la documentación de la misma.  Tal es el caso  del legislador cuando se va de otras provincias eclesiásticas de  Sevilla y Toledo, afectadas, de las que  eran sufragáneas las diócesis extremeñas.

– La Testificatio de consejeros que refuerzan la eficacia de la acción  del legislador  con su prestigio, la ayuda moral  y el parecer favorable como fue la  del Nuncio Apostólico en España, Mario Tagliaferri, Arzobispo titular de Formina,

 

La segunda  se refiere  a la consignación por escrito de esa acción, con sus derechos y obligaciones, que sería la “Conscriptio”.  En nuestro caso se  producen simultáneamente. Las fases, se producen  en la Congregación de Obispos, son  las siguientes:

 

La “Iussio”  o mandato que sirve  de ocasión para que se inicie la  “conscriptio”.

La “Minuta” o borrador es la hechura o confección  del documento así en su aspecto interno (redacción)  como en el externo (escritura).   

La “Expeditio” contribuye a hacerla eficaz prácticamente mediante  la expedición del documento al destinatario.       

El “Mundum” o limpio es documento definitivo  como   lo presentamos, que  ha de  ser  objeto propio de la Paleografía. Está escrita en pergamino apaisado, en un texto latino ampuloso, sin llegar a artificioso.

La “Recognitio” que no es otra cosa sino la comprobación de que existe  conformidad entre el deseo y el plan del autor y la bula correspondiente a dicho deseo.  Pudo ser ejercida por  el Secretario de Estado Cardenal Sodano.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

La “Validatio” tiene una doble manifestación: la de los signos y suscripciones o firmas con que se cierra  el documento para darle fuerza de derecho como son las de +Angelus Card, Sodano y  +Bernardin Card, Gantin, siendo las firmas de lo más corriente.  EL distintivo o contraseña del sello, que se añade a la materialidad  del documento-bula  para ratificar esa misma fuerza, y, sobre todo, como garantía de de su autenticidad. El sello pontificio de plomo  con la figura del Papa Juan Pablo II, que viene  a representar  su personalidad jurídica y el anverso de los Santos Pedro y Pablo, pendiendo una trenza amarilla, protegida por otra pequeña sobre protectora. La catalogación diplomática: Medidas  59 x  37 y fecha  28 de julio de 1994.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

 

Contenido

 

El texto de la bula recoge   la  expresión de las disposiciones, objeto del acto administrativo en cuestión y el nombramiento de ejercutor con las facultades  que para cumplimiento de su encargo se le otorgan.

 

Nombra a Antonio Montero Moreno, primer Arzobispo de la nueva Archidiócesis que está formada por la Iglesia de este mismo nombre y por las diócesis sufragáneas de Coria-Cáceres y de Plasencia, que hasta hoy han pertenecido a las Provincias eclesiásticas de Sevilla y de Toledo. Podrá residir el Metropolita en Mérida o  Badajoz y ubicar  los oficios archidiocesanos en otro lugar.

 

Está fechada  el 28 de julio de 1994, año décimo sexto del pontificado de Juan Palo II .

 

Se expresa la motivación de cuanto se dispone, a saber, que las instituciones  católicas sean eficaces y se adapten  a las necesidades. 

 

Se establece el nombre  Emeritensis Augustana- Pacensis, cuya capitalidad  esté en Mérida – Badajoz, recibiendo la  rica herencia y eximias tradiciones, tanto de la antigua Iglesia Metropolitana de Emérita Augusta como la vieja Iglesia Pacense.    

 

Se eleva a la dignidad  de concatedral  la Iglesia de Santa María la Mayor de Mérida, en donde podrá erigirse un cabildo catedral.

 

 Se nombra ejecutor de la Bula al propio Nuncio Apostólico Mons. Tagliaferri.

 

Solemne proclamación

 

El teatro  Romano de Mérida, que se ha convertido  en la mejor plaza de Extremadura para albergar cualquier acto de significación regional, prestó sus piedras  para la ocasión. No faltaron  algunas críticas  que recuerdan  funciones profanas “pero aquí Mérida y Extremadura celebran sus acontecimiento más señeros” salía  al encuentro el nuevo metropolita.

 

La solemnidad y asistencia multitudinaria al proclamarse la provincia eclesiástica con la ejecución de la Bula de Juan Pablo II se crea la archidiócesis de Mérida – Badajoz y el nombramiento del primer Arzobispo Mons. Montero, estuvieron presentes en tan singular evento.  Participan  16  prelados  entre  cardenal, arzobispos, obispos y Nuncio Apostólico, junto  a las 4500 personas, que llenaban el foro. Entre los distintos lugares destacan además  de las ciudades colindantes, Portugal, Méjico,  Venezuela. Estaba también el presidente de  la Junta Carlos Rodríguez  Ibarra, alcaldes, jueces y militares[5].

 

El  acto, duró casi dos horas,  constó de dos partes principales: una, en que el protagonista es  Mons. Taghliaferri, quien, leída la Bula  Pontificia por el Secretario Canciller del Arzobispado, D. Jerónimo Hernández  Felix, quien la muestra a los interesados de   las  diócesis afectadas, como símbolo de ejecución.   Además  el Sr. Nuncio subraya  “una finalidad misionera, irradiar cristiandad desde un centro al resto de la provincia, un mejor servicio a los hombres. Ahora las tres diócesis tendrán  una acción pastoral común”, anunciando que el  próximo 29 de junio  en Roma  recibirá del  Papa  el palio arzobispal; otra, la concelebración eucarística presidida por Mons. Montero con una  homilía esperanzada  sobre la convivencia fraternal ante este nuevo reto. Seguidamente pasaron a la  concatedral  de Santa María para celebrar un sencillo acto mariano con asistencia del Cabildo pleno metropolitano.        

 

Aplicaciones

 

El 12 de octubre de 1996 el Nuncio de su Santidad en España,  monseñor Lajos Kada bendijo las oficinas de la Curia Arzobispal de Mérida[6]. También  presidió el  rezo de  Vísperas y la Eucaristía con las que inicia el servicio litúrgico la sección del cabildo Metropolitano en la Concatedral de Santa María. 

 

Con ello se da cumplimiento a los que  decía la Bula “ Universae Ecclesiae sustinentes” : “Elevamos al rango de concatedral el templo parroquial de Santa María la Mayor, sito en la ciudad de Mérida, dedicado a Dios en honor de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, con todos los derechos y privilegios que corresponde a tales edificios sagrados. Podrá también erigirse  allí un cabildo de canónigos, conforme a lo prescrito por derecho”.En efecto, un único cabildo con servicio en Badajoz y Mérida, respectivamente. El año 2013  se  crea  el nuevo cabildo de Mérida y se  suprimen las oficinas arzobispales emeritenses, una vez  trascurrido  un tiempo ad experientiam.

 

 

                                         APENDICE.

 

NOMBRAMIENTO DE  SAN JUAN DE RIBERA, OBISPO DE BADAJOZ.

 En la nómina  de obispos locales, que figuran en el episcopologio emeritense-pacense,  Juan de Ribera no se  hallaba en el archivo capitular de  la  catedral  precisamente el del único obispo pacense que ha  llegado al honor de los altares.  

Con motivo  del IV  centenario de  su muerte nos ocupamos  de conseguir una copia  de Archivo Secreto Vaticano. Bula de Pío IV.  Registros Vaticanos  212-213. Mi  gratitud  y complacencia a ambos maestros que  han hecho posible que vea luz este  trabajo de investigación, trascripción y traducción.

 

 I. La trascripción paleográfica ha sido  realizada gentilmente por la Doctora Doña  María Desamparado Cabanes Pecourt, catedrática de Ciencias y Técnicas Historiográficas, y especialista en Paleografía de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, valenciana  de  cuna  y vecina  a un tiro de piedra del Colegio del Corpus Christi de Valencia, en donde  reposa los   restos  mortales  del Patriarca..         

 

En notas anexas  expone que  en  los  números   volados, después de  doble barra(//), está  indicado  el número  de folio en su inicio, en negrita alguna  palabra  dudosa, entre [ ] las restituciones  de palabra o sílaba  supuestas o corregidas por equivocadas. Encuentra  una dudosísima puntuación, advirtiendo  que el registrador vaticano no  aparece muy fuerte en latín, pues hay palabras   no muy correctas  respecto al latín clásico.   

 

 

Bula del Papa Pio IV

 

Texto Latino transcrito

 

 

1562, mayo 27 Roma, junto a San Pedro.  El Papa Pío IV  envía a Juan de Ribera su nombramiento  como obispo de Badajoz y la formula de juramento que debe hacer.

 

Archivo Secreto  Vaticano, Reg. Vat. 1893, ff 212r-213v.

 

M. Ang. Spata

 

Pius, etc. Dilecto filio Joanni de Ribeira, electo Pacensi. Salutem. Romani Pontificis quem Pastor ille celestis et Episcopus animarum potestatis plenitudine sibi tradita ecclesiis pretulit universis sollicitudo requirit ut circa cuisuslibet statum ecclesie sic vigilanter excogitet, sicque provideat diligenter, ut per eius providentiam circumspectam nunc per simplicis provisionis officium, quandoque vero per ministerium translationis acomode prout personatum locorum et temporum qualitas exigit et ecclesiarum utilitas persuadet Ecclesiis singulis Pastor accedat idoneus et Rector providus deputetur, qui populum sibi commissum salubriter dirigat et informet; ac bona Ecclesie sibi commissae, non solum gubernet utiliter, sed etiam multimodis efferat incrementis. Sane, Ecclesia Pacensis, quae de iurepatronatus charissimi in Christo filii / nostri / Philippi, Hyspaniarum regis catholici, ex privilegio apostolico, cui non est hactenus in aliquo derogatum esse dinoscitur, ex eo quod nos hodie venerabilem fratrem nostrum Christophorum, episcopum Cordubensem tunc Pacensem, licet abentem a vinculo quo dicte Ecclasie, cui tunc praeerat, tenebatur, de fratrum nostrorum consilio et apostolice potestatis plenitudine absolventes illum ad Ecclesiam Cordubensem tunc certo modo vacantem, de simile consilio apostolica auctoritate transtulimus praeficiendo ipsum illi in Episcopum et Pastorem, pastoris solatio destituta, Nos, ad provisionem dicte Ecclesie Pacensis celerem et felicem ne longe vacationis exponatur incommodis, paternis et solicitis studiis intendentes, post deliberationem quam de praeficiendo Ecclesie Pacensi huiusmodi personam utilem et etiam fructuosam, cum eisdem fratribus habuimus diligentem. Demum ad te clericum Hispalensis, clericali caractere insignitum et forsan in sacris ordinibus constitutum, qui dilecti filii nobilis viri Petri Fan de Ribeira, ducis de Alcala et in Regno Neapolitano, pro dicto Philippo rege pro regis, natus existis. Et quem idem Philippus rex nobis ad hoc per suas litteras praesentavit cuique apud nos de litterarum scientia, vitae munditia, honestate morum, spiritualium providentia et temporalium circunspectione aliisque multiplicium virtutum donis fide digna testimonia perhibentur, direximus oculos nostre mentis, quibus omnibus debita meditatione pensatis, \te a quibusvis excomunicationis [etc.] censentes/, de persona tua nobis et fratribus praedictis ob tuorum exigentiam meritorum accepta praedite EcclesaePacensi de fratrum eorumdem consilio, auctoritate praedicta providemus teque illi in Episcopum preficimus et pastorem curam et administrationem ipsius Ecclesie Pacensis \super cuius mense episcopalis fructibus, redditibus, et proventibus, una vel plures, antique pensiones annuae alicui seu aliquibus personis ecclesiasticis, illam vel illas annuatim percipienti seu percipientibus  dicta auctoritate reservate sunt/ quam seu quas, salvam seu salvas et volumus/ tibi in spiritualibus et temporalibus plenarie commitendo, \non obstante constitutionem et ordinationem apostolicis ac dicte Ecclesie Pacensis iuramento, confirmatione apostolica vel quavis firmitate alia roboratis,statutis et consuetudinibus /ceterisqueI contrariis quibuscumque/, in illo qui dat gratias et// 302 v.  largitur premia confidentes quod dirigente Domino actus tuos prefata Ecclesia Pacensis sub tuo felice regimine regetur utiliter et prospere dirigetur ac grata in eisdem spiritualibus et temporalibus suscipiet incrementa. Iugum igitur domini tuis impositum humeris prompta devotione suscipiens curam et administrationem predictas sic exercere studeas sollicite, fideliter et prudenter, quod ipsa Ecclesia Pacense gubernatori provido et fructuoso administratori gaudeat se comissam; tuque praeter aternae retribuitionis praemium, nostram et dictae Sedis benedictionem et gratiam exinde uberius consequi merearis. Quo circa dilectis filiis, capitulo et vasallis dict Ecclesie ac clero necnon populo civitatis et diocesis Pacensis, per apostolica scripta mandamus quatenus capitulum tibi, tamquam patri et pastori animarum suarum humiliter intendentes, exhibeant tibi oboedientiam et reverentiam debitas et devotas; ac clerus te pro nostra et dicte Sedis reverentia benigne recipientes et honorifice pertractantes, tua salubria monita et mandata suscipiant humiliter et efficaciter adimplere procurent. Populus vero te, tanquam patrem et pastorem animarum suarum devote suscipientes ac debita honorificentia prosequentes, tuis monitis et mandatis salubrius humiliter intendant. Ita quod tu in eis devotionis filios et ipsi in te per consequens patrem benevolum invenisse gaudeatis. Vasalli autem praefati te debito honore prosequentes tibi fidelitatem solitam necnon consueta, servitia et iura tibi ab eis debita integre exhibere procurent. Alioquin sententiam sive poenam quamque respective rite tuleris \seu statueris/ in rebelles, ratam habebimus, et faciemus auctore Domino usque ad satisfationem condignam inviolabiliter observari. Rogamus quoque et hortamur attente praefatum Philippum regem necnon venerabilem fratrem nostrum archiepiscopum Compostellanum, ipsi achiepiscopo per eadem scrita mandavimus quatenus te et praedictam Ecclesiam Pacensem ipsius archiepiscopi suffraganeam habentes pro nostra et dictaeSedis reverentia propensius commendatos sic te benigni favoris auxilio prosequantur quod tu eorum fultus praesidio in commisso tibi cure pastoralis officio possis, Deo propicio, prosperari ac eidem Philippo regi a Deo perennis vite praemium et a nobis condigna proveniat actio gratiarum. Ipseque archiepiscopus divinam misericordiam ac nostram et eiusdem Sedis benedictionem exinde valeat uberius promereri. Praeterea ad ea, quae ad tue commoditatis augmentum cedere valeant, favorabiliter intendentes, tuis in hac parte supplicationibus inclinati, tibi, ut a quocumque,quem malueris, catholico antistite, gratiam et communionem dicte Sedis habente, accitis et in hoc sibi assistentibus duobus vel tribus catholicis episcopis similes gratiam et communionem habentibus, munus considerationis recipere valeas ac eidem antistiti ut munus ipsum recepto prius per//303r eum a te, nostro et Romane Ecclesie nomine, fidelitatis debite solito iuramento, iuxta formam praesentibus annotatam auctotitate nostra impendere libere tibi possit, plenam et liberam concedimus earumdem tenore praesentium facultatem. Volumus autem ac statuimus et apostolica auctoritate praedicta decernimus quod si praedictus antistes non recepto a te per eum dicto iuramento munus prefatum tibi impendere et tu illud suscipere praesumpseritis antistes predictus a pontificalis officii exercitio et tam ipse quam tu, ab administratione tam spiritualium quam temporalium Ecclesiarum vestrarum, suspensi sitis eo ipso. Praeterea etiam volumus quod formam a te tunc praestiti iuramenti huiusmodi nobis de verbo ad verbum per tuas patentes literas tuo sigilo munitas per proprium nuntium quanto citius destinare procures quodque per hoc prefato Archiepiscopo cui Ecclesia ipsa metropolitico iure subesse dinoscitur nullum imposterum praeiudicium generetur. Forma autem iuramenti quos praestabis haec est:

 

Ego Joannes, electus pacensis, ab hac hora in antea fidelis et oboediens ero Beato Petro Sancteque Apostolice Romane Ecclesie ac domino nostro domino Pio, pape quarto, suisque successoribus canonice intrantibus. Non ero in consilio, consensu vel facto ut vitam perdant aut membrum, seu capiantur, aut in eos manus violenter quomodolibet ingerantur, vel iniure aliquae inferantur quovis quesito colore. Consilium vero quod mihi credituri sunt per se aut nuncios seu litteras ad eorum damnum me sciente nemini pandam. Papatum Romanum et regalia Sancti Petri adiutor eis ero ad retidendum et defendendum contra omnem hominem. Legatum Apostolice Sedis in eundo et redeundo honorifice tractabo et in suis necessitatibus adjuvabo. Iura, honores, privilegia et auctoritatem Romane Ecclesie, domini nostri Papae et seccessorum praedictoum conservare, defendere, augere et promovere curabo. Nec ero in consilio, facto vel tractatu, in quibus contra ipsum dominum nostrum vel eandem Romanam Ecclesiam aliqua sinistra vel preiudicialia personarum, iuris, honoris, status et potestatis eorum machinentur. Et si talia a quibuscumque procurari novero vel tractari, inpediam hoc pro posse et quantocius potero commode significabo eidem domino nostro vel alteri per quem ad ipsius notitiam perveniat. Regulas Sanctorum Patrum, decreta, ordinationes, sententias, dispositiones, reservationes, provisiones et mandata apostolica totis viribus observabo et faciam ab aliis observari; haereticos, scistamicos et rebelles domino et successoribus//303v praedictis, pro posse persequor et impugnabo. Vocatus ad Sinodum veniam nisi prepeditus fuero, prepeditione canonica, apostolorum limina, Romana Curia exeunte[7] citra, singulis annis, ultra vero montes singulis bienniis visitabo per me aut per meum nuncium, nisi apostolica absolvar licentia. Possessiones vero ad mensam meam pertinentes non vendam neque donabo neque impignorabo neque de novo infeudabo vel aliquo modo alienabo etiam cum consensu capituli Ecclesiae meae inconsulto Romano Pontifice. Sic me Deus adjuvet et hec Sancti Dei Evangelia.

Data Romae, apud Sanctum Petrum, anno millesimo quingentésimo sexagésimo secundo, sexto Kalendas iunii pontificatus nostri anno tertio.

 

Clx                                                                                                         F. de Lyon

Jo. Rivetius

A, de Avila

A. Cll. Cae: Capellus

 

 II.  La traducción española del  Doctor Padre José Antonio Gonçalves, profesor  de lenguas clásicas en Ebora (Portugal), especialista en latín eclesiástico y compañero en la vecina ciudad de Elbas.   

 

En notas anexas  expone que hace las algunas correcciones al texto latino: licet immeritis, dispositione Summi Pastoris, qui pro suis ovibus por las pababras  «inveneritis»: / nostri/; [etc.] /ceterisqueI o la palabra  «disponere»: o  «quibus», que pueden ser  lapso  y  la  costumbre  de  poner “e”  en lugar de “ae”: caelestis, praetulit, ecclesiae, dictae, absentem, apostolicae, longae,  nostrae, praeditae Ecclesiae, praeficimus, mensae, antiquae, dicta, reservatae, praemia, praefata, praedictas,aeternae, dictae Ecclesiae, dictae Romanae Ecclesiae, debitae, praefatum, praedictus, praefato, curae, vitae, tuae, Sanctaeque Apostolicae Romanae Ecclesiae, papae, membrum, iniurae, quaesito, eadem, praeiudicialia, praepeditus, praepeditione, Ecclesiae meae, y haec. Así como otras mal copiadas por el amanuense, como son constitutione et ordinatione, Domini, Pacensis, Domino, persequar, consecrationis,existente y  absolvar.

   

 

                                                      Traduccuón   castellana

 

Pío, etc., al querido hijo Juan de Ribera, [obispo] electo de la diócesis de Badajoz, salud. La solicitud del Romano Pontífice, a quien aquel Pastor celeste y Obispo de las almas colocó al frente de todas las Iglesias, con la plenitud del poder a si confiada, requiere que escrute vigilantemente lo que se refiere a cualquier iglesia y examine diligentemente todo lo que le es necesario de forma apropiada, según la naturaleza de las personas, de los lugares y de los tiempos, a través de su atenta providencia, ya por medio del oficio de simple provisión, ya así mismo por el ministerio de la transferencia, e también aquello que el bien de las iglesias aconseja; de tal manera que a cada una de las iglesias se envíe un pastor idóneo y se le dé un guía próvido, que dirija y forme saludablemente al pueblo a si confiado por medio de su prudente atención, y no sólo gobierne con provecho los bienes de la Iglesia a si confiada, mas también la haga crecer de muchos modos. Verdaderamente, quedando destituida del apoyo de un pastor, la Iglesia de Badajoz, que se sabe que es del patronato de nuestro carísimo hijo en Cristo Felipe, rey católico de España, por privilegio apostólico que hasta hoy no sufrió derogación alguna, debido al hecho de que nuestro venerable hermano Cristóforo, ahora obispo de Córdoba y antes de Badajoz, aunque ya sin el vínculo que lo ligaba a dicha Iglesia, a la que anteriormente presidía, habiéndolo Nos desligado del mismo, según el parecer de nuestros hermanos y con la plenitud del poder apostólico, haber sido hoy transferido por Nos a la Iglesia de Córdoba, que estaba de cierto modo vacante, según el mismo parecer y con la autoridad apostólica, siendo colocado al frente de ella como Obispo y Pastor; entonces Nos, mirando con empeño paterno y solícito para la provisión rápida y feliz de dicha Iglesia de Badajoz, con el fin de que no quede expuesta a los peligros de una vacancia prolongada, después de la diligente deliberación que tuvimos con nuestros hermanos acerca de la forma de colocar al frente de la referida Iglesia de Badajoz una persona útil y también provechosa, dirigimos por fin los ojos de nuestra mente para ti, clérigo Hispalense, distinguido con la dignidad clerical y tal vez constituido en las órdenes sagradas, que eres hijo de nuestro querido hijo, el noble señor Pedro Fan de Ribera, duque de Alcalá y Virrey del reino de Nápoles, en substitución de dicho rey Felipe, tú que nos fuiste presentado para esta misión por el mismo rey Felipe, por medio de una carta, habiendo llegado a Nos testimonios fidedignos sobre ti, en lo referente a tu formación literaria, a la pureza de tu vida, a la honestidad de tus costumbres, a tu solicitud en las cosas espirituales, a tu modestia en las cosas temporales y a otros dones de tus múltiples virtudes. Ponderadas todas estas cosas con la debida meditación acerca de tu persona, que Nos y los referidos hermanos aceptamos, porque tus méritos así lo exigen, considerando  que tú [etc.] de cualquier pena de excomunión, te designamos para dicha iglesia de Badajoz, según el parecer de los referidos hermanos y con la supradicha autoridad, y te ponemos a su frente como Obispo y Pastor, confiándote plenamente el cuidado pastoral y la administración de esa Iglesia de Badajoz en las cosas espirituales y temporales. Sobre los frutos, rendimientos y provechos de su mesa episcopal fueron reservadas, con la supradicha autoridad, una o varias antiguas pensiones anuales para alguna o algunas personas eclesiásticas que la reciben o las reciben, y queremos que esa o esas pensiones queden salvaguardadas, no obstante alguna constitución o determinación apostólica, bien como estatutos o costumbres y cualesquiera otras cosas contrarias, confirmados por juramento a dicha Iglesia de Badajoz, por confirmación apostólica o cualquier otra resolución. Confiamos en aquel que concede las gracias y distribuye los premios, pues siendo el Señor quien dirige tus acciones, la referida Iglesia de Badajoz será, bajo tu dirección, provechosamente gobernada, prósperamente dirigida y recibirá ventajosos incrementos en las cosas espirituales y temporales. Por tanto, aceptando tú con manifiesta devoción el yugo del Señor colocado sobre tus hombros, debes empeñarte de tal manera en ejercer el mencionado cuidado pastoral y la administración solícita, fiel y prudentemente, que la propia Iglesia de Badajoz se alegre de haber sido confiada a un próvido gobernador y a un administrador provechoso. Y que tú, además del premio de la retribución eterna, merezcas por eso mismo alcanzar más abundantemente nuestra bendición y gracia, bien como la de la Sede Apostólica. Por lo que, por medio de esta carta apostólica, ordenamos a los queridos hijos, que son el Cabildo y los súbditos de la referida Iglesia, el clero y el pueblo de la ciudad y de la diócesis de Badajoz, lo siguiente: que el Cabildo, considerándote como padre y pastor de sus almas, te preste la debida y devota obediencia y reverencia; que el clero, recibiéndote benignamente (en virtud de la reverencia que es debida a Nos y a la Sede Apostólica), y tratándote honoríficamente, acepte humildemente tus órdenes y advertencias saludables y procure cumplirlas eficazmente; que el pueblo, aceptándote devotamente como padre y pastor de sus almas y siguiéndote con la debida veneración, atienda humildemente a tus advertencias y órdenes de la manera más saludable, de tal forma que tú te alegres por haber encontrado en ellos unos hijos devotos, y ellos a su vez se alegren por haber encontrado en ti un padres benévolo; que los arriba mencionados súbditos, además, siguiéndote con la debida veneración, procuren demostrar para contigo la habitual fidelidad, bien como los acostumbrados servicios y derechos que te son debidos íntegramente. En caso contrario, cualquier sentencia o pena que tu dictares convenientemente o establecieres contra los rebeldes, Nos la ratificaremos y, con la autoridad del Señor, haremos que sea observada inviolablemente en orden a su condigna satisfacción. Rogamos también y exhortamos vivamente al supra mencionado rey Felipe, bien como a nuestro venerable hermano Arzobispo de Compostela, siendo que se trata de una orden que damos a este mismo Arzobispo, por medio de la misma carta (en virtud de la reverencia que es debida a Nos y a la Sede Apostólica), para que, al recomendarles tu persona y la supradicha Iglesia de Badajoz, sufragánea de ese Arzobispo, de tal forma te apoyen con la ayuda de un benigno favorecimiento, que puedas, con la ayuda de Dios, prosperar en la tarea del cuidado pastoral que te fue confiado, sustentado por su protección; y que el rey Felipe alcance de Dios el premio de la vida eterna y de Nos una condigna gratitud. Que el propio Arzobispo consiga por eso merecer más abundantemente la misericordia divina, bien como nuestra bendición y la de la misma Sede Apostólica. Además de eso, dirigiéndonos favorablemente para aquellas cosas que contribuyen para aumentar tu comodidad, inclinados como estamos para con tus súplicas en lo que respecta a este punto, te concedemos, según el tenor de la misma carta, facultad plena y libre, para que consigas recibir el “munus” de la consagración de manos de cualquier obispo católico, de tu preferencia, que esté en gracia y comunión con la Sede Apostólica (después de llamados, para que le asistan en el acto, dos o tres obispos católicos, que estén en igual gracia y comunión); y al referido obispo concedemos facultad plena y libre, para que pueda, con nuestra autoridad, concederte libremente ese “munus”, después de recibir primero de ti, en nuestro nombre y en el de la Iglesia Romana, el acostumbrado juramento de debida fidelidad, según la fórmula anexa. Además, queremos, establecemos y con la mencionada autoridad apostólica decretamos que, si el referido obispo osar concederte el mencionado “munus”, sin recibir de ti dicho juramento, y tú osares recibirlo, dicho obispo sea por causa de eso suspendido del ejercicio del oficio pontifical y, tanto él como tú, seáis suspendidos de la administración de las cosas espirituales y temporales de vuestras Iglesias. Además de eso, también queremos que nos envíes, lo más rápidamente posible, por un mensajero particular la fórmula del referido juramento por ti prestado, palabra a palabra, en carta abierta, sellada con tu sello, y que con esto no se cause ningún problema futuro al supra mencionado Arzobispo, al que esa Iglesia está sometida, por derecho metropolitano, como es sabido. Así pues, la fórmula del juramento que tú prestarás es ésta:

Yo, Juan [obispo] electo de Badajoz, a partir de este momento, seré fiel y obediente a San Pedro y a la Sede Apostólica de la Iglesia Romana, así como a nuestro Señor el Papa Pio IV, y a sus sucesores canónicamente elegidos. No tomaré parte en consejo, acuerdo o hecho [con hombres] que pierdan la vida o algún miembro, o que sean detenidos, o contra los cuales se levanten violentamente las manos, sea de la manera que fuere, o que contra estos se lancen algunas injurias con cualquier pretexto. Ciertamente, siendo yo conocedor, no revelaré a nadie el plan que esos me han de confiar, por si mismos, por mensajeros o cartas, en prejuicio suyo. Seré su cooperador solo para mantener e defender, contra cualquier hombre, el Papado Romano y los bienes de San Pedro. Trataré con honor al Legado de la Sede Apostólica, tanto en su llegada como en su partida, y lo ayudaré en sus necesidades. Trataré de defender, aumentar y promover los derechos, los honores y los privilegios de la Iglesia Romana, de nuestro Señor el Papa y de los mencionados sucesores. Ni tomaré parte en consejo, acción o plan donde se maquinen perversidades y cosas prejudiciales  contra el proprio señor nuestro o la misma Iglesia Romana, relativas a sus personas, a su derecho, honor, estatuto o potestad. Y si supiese que tales cosas son practicadas o promovidas, yo lo impediré de la mejor forma que pueda y, lo más rápidamente posible, lo notificaré convenientemente al mismo nuestro señor o a otra persona por cuyo intermedio la noticia pueda llegar hasta él. Observaré con todas las fuerzas y haré que otros observen las reglas de los Santos Padres, los decretos, ordenanzas, sentencias, disposiciones, reservas, provisiones y órdenes apostólicas; perseguiré y combatiré a los herejes, cismáticos y a los que se insurjan contra el mencionado señor y sus sucesores. Una vez llamado a Sínodo, iré si no estuviere impedido por impedimento canónico. Si la Curia Romana residiere de este lado de los montes [Alpes], haré la visita ad Limina Apostolorum todos los años, pero si residiere más allá de los montes, haré la visita cada dos años, por mi proprio o por mensajero, al menos que fuere dispensado por licencia apostólica. No venderé las propiedades que pertenecen a mi mesa, ni las donaré, ni las hipotecaré, ni de nuevo las enfeudaré, incluso con el consentimiento del Cabildo de mi Iglesia, sin consultar al Romano Pontífice. Así Dios me ayude y estos Evangelios del Dios Santo.

Dada en Roma, junto a San Pedro, en el año de mil quinientos sesenta y dos, en el día veinte de Mayo, tercer año de nuestro pontificado.

LA BULA

Teo 2013a

                                                        REGISTRO VATICANO 212 r.    

Teo 2013b

 


 

[1] Aquilino  Camacho Macías. La Antigua Sede Metropolitana de Mérida. Mérida 2006 pág. 54.

[2] Ibídem págs. 72-73.

[3]  Ibídem. Apéndice  Ultima andadura 1946-1993. por Teodoro A. López López págs. 495-509.

[4]  Archivo capitular  de Badajoz.  Serie pergaminos  carpeta 18.  Traducción  española de José Diez Medina.

[5] Diario  Regional  “HOY” 30 de octubre 1996.

[6]  Diario  “Extremadura”  13 octubre 1994.

[7] Na cópia que me foi dada está a palavra exeunte. Só pode ter sido mal copiada da palavra existente.

Abr 052014
 

Jaime Martín Grados Reguero.

Presbítero. Licenciado en Estudios Eclesiásticos. Cronista Oficial de Alcántara.

1. 1.     Introducción.

La situación geopolítica en el reino de Castilla se acaba de consolidar en 1492 al reconquistarse el reino de Granada, último bastión musulmán que persistía en la península Ibérica. La construcción de un estado fuerte e independiente del poder de la nobleza, gracias a los buenos quehaceres de los Reyes Católicos, estaba en marcha. La defensa de nuestros intereses en Europa todavía no suponían grandes esfuerzos económicos y militares. Ésto nos hacía mirar de una manera despejada y enérgica hacia la empresa Americana.

Estas razones pueden ser algunas de las causas por la que muchos militares y personas de otros oficios encaminaran sus pasos hacia la nueva singladura que se le ponía por delante a España.

La procedencia de los estamentos a los que pertenecían estos nuevos emigrantes era variada, ya que encontramos nobles, hidalgos, clérigos, criados, etc., al igual que  iban tanto hombres como mujeres, aunque éstas al principio en menor número. Hay que decir que las personas que pasaban eran escogidas, ya que no podían ser penitenciados por la Inquisición, tener antecedentes penales, ser judío o morisco. En el estamento clerical si cabe era más riguroso el estudio que se hacía del candidato propuesto. Todo ello según los datos que nos aporta el Archivo General de Indias de la ciudad de Sevilla.

Entre finales del S. XV y el XVI salieron de Alcántara alrededor de unas cien personas, cuando no más, hacia el nuevo Continente descubierto, entre ellos personajes de primer orden de su sociedad.

Esta población estaba bajo el radio de acción de influencia de la Orden de Caballería que lleva su nombre. En estos momentos militarmente dentro de nuestras fronteras había dejado de tener sentido, en cierto modo, al haber concluido ya la Reconquista.

El Maestrazgo de la misma, al igual que el de todas las Órdenes Militares, había pasado a ser ejercido con autoridad Apostólica por los monarcas de Castilla, siendo los primeros los Reyes Católicos, privando de ellos a las poderosas familias nobiliarias.

El ejercicio del poder de municipal estaba en manos de las familias nobles de la misma, siendo las más sobresalientes los Barrantes, los Oviedo, los Aponte, los Botello, los Barco, los Cabrera, los Perero y algunas pocas más. Y junto a éstas algunas menos influyentes y ricas que se sumaban a las anteriores formando banderías.

En ella vivía el Gobernador del Partido de Alcántara, cargo de nombramiento regio, que extendía su poder por las actuales comarcas de Alcántara, Valencia de Alcántara y  Sierra de Gata.

Además tenía allí su sede el Prior del convento de San Benito que ejercía su poder espiritual sobre el Priorato de Alcántara que abarcaba los arciprestazgos de Alcántara, Valencia de Alcántara y ciertos pueblos y lugares de Sierra de Gata.

 

  1. 2.     ¿Quién era Don Alonso de Grado?

 

Don Alonso de Grado nació en la villa de Alcántara a finales del S. XV. Pertenecía a una familia que se había asentado en ella como muy tarde en el S. XIV. Pertenecía al estamento noble ya que era hidalgo[1]:

Alonso Grado natural de la villa de Alcántara, hidalgo y criado de su Magestad…

Cuando el rey Juan de Portugal asedió la plaza fuerte del castillo de la villa a finales del S. XIV, siendo rey de Castilla Enrique III, el Doliente, aparece en el listado de los defensores un personaje con el mismo apellido[2]:

…pero he visto memoriales antiguos de los cavs. y hijosdalgo naturales que estaban dentro en la defensa de la villa que eran Gonzalo Shz. de Alcantara, Garci Frz. Barrantes […] Alonsso de Grados,…

Ocupa este linaje cargos en el gobierno de la misma ya que en la Visita que se realiza a Arciprestal de Santa María de Almocóvar de Alcántara en 1499 nos encontramos con Pedro de Grado, Regidor[3].

Algunos de sus miembros pertenecieron a la antigua Cofradía Alcantareña de Hidalgos del Sancti Spiritu, que sustentaba un hospital homónimo desde la Edad Media. Así aparece en un documento de 1527[4]:

…Gregorio de Godoy, mayordomo, Sebastian Lopez y Francisco Pacheco e Juan de Grado, e Juan Rojo, diputados […] de la dha Cofradia (del Sancti Spiritu)…

El capitán Bernal Díaz del Castillo en su Crónica de la conquista de Nueva España lo describe así[5]:

…, porque era hombre muy entendido y de buena plática y presencia, y músico e gran escribano,…

Describe en pocas palabras que dedica a nuestro personaje y lo presenta como un caballero renacentista, es decir, que dominaba las letras y las artes. No se dice nada de ningún título académico pero su preparación nos indica que sí recibió estudios. En su villa natal nunca faltaron preceptores de gramática. No podemos olvidar que Elio Antonio de Nebrija, escritor de la Primera Gramática Castellana, vivió en Alcántara en el S. XV a la sombra de su amigo, y último Maestre de la Orden, Frey Juan de Zúñiga. Por otro lado hay que decir que éste fue un gran mecenas de las Artes y las Ciencias en sus dominios alcantareños[6].

A pesar de su posición y preparación decidió emprender el viaje a las nuevas tierras recién descubiertas. Las razones pueden ser múltiples: las noticias de grandes riquezas, las ganas de aventuras, ampliar el patrimonio familiar, colonizar América, etc.

No sabemos el año de su partida, sí que en 1514 ya se encontraba en la Isla de Cuba, pues el 21 de diciembre de ese año se encontraba presente en el reparto de cierta encomienda[7].

 

  1. 3.     Periplo americano de Don Alonso de Grado.

 

Hernán Cortés en el año 1519 fleta una pequeña armada para recalar en tierra firme sorteando muchas de las reticencias del gobernador de Cuba don Diego de Velázquez. Ésta consta de once barcos de entre setenta y cien toneladas, con una dotación de cien marineros y quinientos ochenta soldados, con doscientos cubanos y varios negros. Contaban además con dieciséis caballos y varias yeguas[8].

En una larga lista de nombres de los soldados que se embarcaron para este fin se encuentra nuestro hidalgo:

Primeramente, el mismo marqués don Hernando Cortés […] y paso don Pedro de Alvarado […] y pasó Gonzalo de Sandoval […] y pasó un Cristóbal de Olí(d) […] y pasó un Alonso de Grado, y era en hombre mas de entender en negocios que guerra…[9].

Cortés estuvo costeando antes de tomar tierra definitivamente y fundar Villa Rica de Vera Cruz. En esta nueva fundación había dejaba como alguacil a Juan de Escalante mientras él se internaba dentro del Continente.

El 2 de noviembre de 1519 se enfrentaron con las fuerzas de Xicotencalt, cacique de Tlaxcala. Este pueblo pasó de ser combativo a un fiel aliado. Después de esta jornada nuestro personaje tuvo ciertos problemas con Cortés:

Este Alonso de Grado era uno de los que siempre fue contrario de nuestro capitán Cortés porque no fuésemos a Méjico y nos volviésemos a Villa Rica, cuando hubo en lo de Tlascala ciertos corrillos…[10]

También se encuentra presente en la batalla de Cholula, donde Moctezuma tiende a los españoles una trampa antes de llegar a la capital.

El día 8 de noviembre de 1519 entran las huestes castellanas en la ciudad de Méjico, siendo recibidas con honores de teules, dioses en su lengua.

Juan de Escalante, envía a dos emisarios suyos a Gualpopoca, gobernador de la provincia de Mautla, para pedirle que se sometieran a la corona de Castilla, éste los manda ajusticiar. Desde Vera Cruz, con su alguacil a la cabeza, parten tropas en expedición de castigo. En ésta muere Escalante. Hernán Cortés al saber lo ocurrido pone bajo su custodia a Moctezuma y le pide cuentas, éste le entregó Gualpopoca para que los juzgase. Como teniente de Vera Cruz envía a nuestro hidalgo[11]:

Acordó mandar nuestro capitán (Cortés) a la Villa-Rica por teniente della a un soldado que se decia Alonso de Grado, porque era un hombre muy entendido y de buena plática y presencia…

No se sabe bien si por insidias o por mala gestión de la tenencia de Villa Rica el nuevo gobernador fue enviado preso a Méjico a la presencia de Cortés, que después de hablar con él y explicarle lo sucedido lo puso en libertad y fraguaron una gran amistad:

Y como Alonso de Grado era un hombre muy plático y hombre de muchos medios, hizo grandes ofrecimientos a Cortés que le sería muy servidor, y luego le soltó; y aun desde allí adelante vi que siempre privaba con Cortés,…[12]

Este privar con Cortés, es decir, que le consultaba los asuntos de cierta importancia, nos lleva a pensar que fueron más rencillas vecinales de los habitantes de Vera Cruz que acusaciones verdaderas, pues la confianza fue plenamente devuelta y aumentada.

Mientras tanto arribó a la costa una armada fletada y enviada por el Gobernador de Cuba, don Diego Velázquez, al mando de Pánfilo de Narváez con el fin de prender a Hernán Cortés. Éste enterado de la incursión pone en pie de guerra a su tropa para hacerle  frente y se ausenta de Méjico.

Después de resolver este conflicto regresa y se encuentra que Pedro de Alvarado había cargado contra los mejicanos cuando celebraban un baile ritual ya que tenía noticias de que se trataba de una conspiración. El ambiente estaba muy tenso y Cortés viendo que se fraguaba una insurrección contra ellos decide abandonar la ciudad.

Planificaron varias salidas que resultaron fallidas. Intentaron utilizar a Moctezuma como moneda de cambio pero debido a una herida provocada por sus súbditos murió al poco tiempo.

Ya como operación desesperada, viéndose acorralados en la ciudad, organizó la salida como fuera. Así el treinta de junio de 1520, después de ocho meses, salieron todos los soldados e indios aliados de Méjico no sin grandes bajas y perdiendo toda la artillería, todo sus bienes y bagaje. Es la conocida como la Noche Triste. Los supervivientes se batieron en retirada perseguidos por el enemigo. Habían quedado reducido los españoles a unos cuatrocientos hombres, entre ellos algunas mujeres.

El gran enfrentamiento entre las fuerzas castellanas y las nativas tuvo lugar en Otumba, el siete de julio de 1520, donde los españoles más preparados en la liza en campo abierto, aunque en menor número, derrotaron a sus opositores haciendo valer su pericia y valor. No fue esta la única batalla a la que tuvieron que hacer frente y de las que salieron victoriosos.

En las dos se encontró don Alonso de Grado; del primer episodio salió ileso y del segundo triunfador.

Cortés manda llamar a las tripulaciones de los barcos que había traído Pánfilo de Narváez, la artillería y pólvora, además de la de otro navío que había llegado de la península Ibérica, todo ello con las miras puestas en la definitiva conquista de la ciudad de Méjico.

Manda realizar embarcaciones para ser utilizada en el lago Texcoco, que circunda Méjico, y así asediarla también por agua.

Todos los preparativos estaban ultimados en la Navidad de 1520. La ofensiva comenzó en abril de 1521 y duró hasta el trece de agosto del mismo. Debido a que las calles de la ciudad estaba transitada por canales era necesario rellenarlos con escombros y cascotes ya que a través de ellos se escapaban muchos de los enemigos o bien los castigaban.

Nuestro hidalgo, se encontraba entre las tropas mandadas por Cortés. Entró en la ciudad por la calle de en medio que llaman de Cuahuecatitlan[13]. Lo hizo acompañado del tesorero Julián de Alderete y otros setenta castellanos, veinte mil indios, ocho caballos, doce azadoneros y muchos gastadores para cegar los caños de agua, allanar las puentes y derribar casas [14].

Después de la toma, pacificación y reconstrucción de la Capital los capitanes de Cortés se dividieron por toda Centro-América ganando súbditos y territorios para la Corona.

En 1522 Grado se une a la expedición de Gonzalo de Sandoval para que fundar una villa con fines comerciales a la que pusieron Espíritu Santo, por fundarse en la Pascua de Pentecostés. Fue uno de sus primeros habitantes[15].

En 1523 uno de los capitanes de Cortés, Cristóbal de Olid, le traiciona al aliarse con el gobernador de Cuba e inicia por su cuenta la conquista de Honduras o como se la conocía Las Hibueras. El Gobernador de Nueva España manda tras él a sus tropas, incluso él mismo se pone en camino para apresarle. En esta expedición se enrola don Alonso, que se le tiene como vecino de Méjico[16].

Encontramos también a nuestro personaje acompañando a don Luis Marín en la pacificación de Chiapas. Para este trabajo se concedió la encomienda de la mitad de los indios de la Provincia cuando se conquistara. Debido a esta donación tuvo problemas con Marín que lo envía de nuevo a Méjico[17].

 

  1. 4.     Oficios que desempeñó en América.

 

Al llegar a Cuba fue encomendero, es decir, persona a la que se le asigna un territorio con cierto número de indios para que los cuide y ellos trabajen para él las tierras encomendadas[18].

El cinco de agosto de 1519 era Alcalde Ordinario de Vera Cruz[19]. Los alcaldes ordinarios solían desempeñar funciones administrativas en los concejos, debido a que éste era muy entendido […] y gran escribano…[20] encaja perfectamente para este oficio, además fue también aquí teniente de Capitán General y su Justicia Mayor[21] en nombre de Cortés.

Cuando el Contador, Alonso de Ávila, fue enviado a  Santo Domingo en 1520 se le agració con la Contaduría de Nueva España[22].

Pero sin duda el cargo de más responsabilidad que ocupó fue el de Visitador General de Indios de toda Nueva España. Tiene como primera misión deshacer los graves problemas y agravios que habían ocasionado Gonzalo de Salazar y Pero Almíndez Chirino, cuando desempeñaron la función de gobernador por Hernán Cortés mientras estaba en la expedición a Las Hibueras. El nombramiento data de veintisiete de junio de 1526[23]:

Yo Hernando Cortés, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España y partes de ella por el Emperador D. Carlos Rey e Reina Dª. Juana N. S.S. […] confiando de vos Alonso de Grado vecino de la ciudad de Temixtitan, que sois tal persona que bien e fiel e diligentemente hareis e cumplireis lo que por mi os fuese cometido y encargado, en nombre de S. S. M. M., os nombro e hago mi juez visitador general de toda esta Nueva España […] fecho en la ciudad de Temixtitan a veinte y siete días del mes de junio de 1526 años.

Como se dice en la célula era vecino de Temixtitan, es decir, Méjico, aunque ya lo era cuando acompaña a Gonzalo de Sandoval a fundar la villa de Espíritu Santo y así se vuelve a repetir cuando va en la marcha contra Cristóbal de Olid. Su casa estuvo ubicada en la calle Iztapalata, después conocida como del Rastro, y ya vivía allí en 1524. El 26 de agosto del mismo año el cabildo de la ciudad de Méjico realiza una concesión de terrenos junto a su casa para la construcción del Hospital de Jesús[24]:

…tras de las casas de Alonso de Grado, que es al presente Hospital,…

 

  1. 5.     Otros sucesos.

 

Si duda uno de los acontecimientos que marcan históricamente al personaje en cuestión es su matrimonio.

El Emperador Moctezuma, en el lecho de muerte, había confiado sus hijos a Hernán Cortés. Entre ellos estaba su hija Teciuchpotzin. Ésta había matrimoniado la primera vez con su tío Cuitlanhuac, la segunda Cuauhtemoc[25]. A la muerte de éste se convierte al cristianismo y se bautiza pasándose a llamar Isabel de Moctezuma y Cortés la da en matrimonio a nuestro hidalgo alcantareño[26]:

Doña Isabel de Mocteçuma. Hija del gran Mocteçuma, último rey indio del gran reyno y ciudad de Mexico, que bautizada y siendo cristiana caso con Alonso Grado natural de la villa de Alcántara, hidalgo y criado de su Magestad que havia servido y servia en muchos offis. en aquel reyno […]Me pareció que según la calidad de la persona de la dicha Doña Isabel, que es la mayor y legítima heredera del dicho señor Motezuma y que más encargada me dejó y que su edad requería tener compañía, le he dado por marido y esposo a una persona de honra Hijo-dalgo y que ha servido a S. M. en mi compañía desde el principio…

El enlace se celebró en 1526, ya que la carta dotal se da el veintisiete de junio del mismo año[27].

En este enlace Cortés da en arras a la princesa azteca una gran dote que recaerá en ella y sus herederos. Comprende los siguientes bienes[28]:

(Cortés)le prometo y doi en arras a la dha Doña Isabel  y sus descendientes en nombre de su Magestad  […] el señorio y pueblo de Tacuba que tiene ciento y veinte casas y yeteve que tiene cuarenta casas y izqui luca otra estancia que tiene cuarenta casas y chapulma loyan que cuarenta casas y Escapulcan nango que tiene 20 casas y Xiloango que tiene cuarenta casas y otra estancia que se dice ocoiacaq y otra que se dice castepeque y otra que se dice taluco y otra que se dice goatrizcoy otra que se dice Duotepeque y otra que se dice tacala que podrá haber en todo mil docientas cuarenta casas las cuales dichas estancias y pueblos son sujetos de Tacuba y al señor de ellas.

Entre ellas la más importante es el señorío de Tacuba ya que quedó enseguida dentro de la nueva ciudad de Méjico por lo que este Concejo pagaba unas rentas vitalicias a sus sucesores.

No obstante el Visitador General ya poseía bienes de cierta consideración e importancia. Además de las remuneraciones por sus diferentes cargos poseía un buen repartimiento de indios que era el pueblo de Chiausa[29].

Por destacar alguna faceta de su personalidad podemos decir que suscribe favorablemente un informe en el que pide condiciones dignas para los nativos de aquellas tierras colonizadas:

A los indios de Su Sacra Majestad los debe mandar dar por vasallos mandando hacer consideración a la calidad de la persona de cada uno y a lo que en la conquista y pacificación de la Nueva España hobiere servido porque por esta manera serán más prestos industriados en las cosas de nuestra santa fe…[30]

Está en la línea de lo que quedó dispuesto la reina Isabel la Católica en su testamento, que se considerara a los habitantes de las tierras recién descubiertas súbditos de su corona y recibieran la fe católica y que después los demás monarcas que ocuparon este trono mantuvieron y los académicos de la Universidad Pontificia de Salamanca defendieron.

El diecinueve de marzo de 1527 ya había fallecido don Alonso de Grado pues Cortés en una célula de donación a doña Marina de Moctezuma, hermana de doña Isabel, hace referencia a la muerte del hidalgo[31]. Bernal Díaz lacónicamente dice que murió de su muerte[32].

 

  1. 6.     Conclusión.

 

Al hacer un recorrido por todo lo que fue la conquista, en algunos casos, y colonización de parte del Norte, Centro y Sur de América encontramos personajes de primera fila como Cristóbal Colón, Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Juan Ponce de León, Gonzalo Jiménez de Quesada o Vasco Núñez de Balboa, sobre todo en este año en que se celebra el V Centenario del descubrimiento del Océano Pacífico, o como lo llamaron las demás potencias el Lago Español.  Pero junto a éstos no podemos dejar de lado a todo un ingente número de personas que abandonaron su patria por diferentes motivos y que también son artífices de este impresionante proyecto que llevó a cabo España.

Para alcanzar todo esto tuvieron que salvar muchas diferencias personales, tragarse orgullos hidalgos y poner todo lo que tenían en común; primero para salvar sus vidas, segundo para salir victoriosos de esta contienda en la que estaban inmersos.

Son aquellos que al principio ejercieron como soldados y después ocuparon puestos en la administración de los nuevos virreinatos. Sin éstos no hubieran sido posibles los sueños y anhelos de aquellos.

Todos estos trabajos, salvando los desmanes que pudieran cometerse, que los hubo, han dejado como premio un Continente en el que ha nacido una cultura propia de raíz española, que ha creado unos lazos de hermandad que duran hasta hoy. Éste es uno de aquellos que si bien fueron movidos por motivos de índole personal también supieron transmitir una serie de virtudes y valores que sumados a los que ellos tenían han fructificado en una sociedad que puede decir una palabra interesante y vital en el mundo global en el vivimos.



[1] R.A.H. Colección Muñoz. A/104, fols. 315-317.

[2] B.N.E. Mss.-17.996. Noticias de Alcantara escritas por Pedro Barrantes Maldonado en 1572, recogidas y anotadas en 1722 por don Fabián de Cabrera y Barrantes. Fols. 11v-12r.

[3] A.H.N. OO.MM. Ach. Hº de Toledo. Exp. 26708.

[4] A.H.N. OO.MM. Exp. 26299.

[5] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Pág.: 97.

[6] D. A. Martín Nieto, Antonio Nebrija y sus hijos. Relaciones con Extremadura, Asociación Cultural Torres y Tapia, Fondo Cultural Valera, Fundación Academia Europea de Yuste y Documet. Campanario-Villanueva de la Serena. MMVII. Págs: 25-26.

[7] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 65.

[8] En la cronología y en la recogida de algunos datos sigo el siguiente autor: Hammond Innes, Los Conquistadores Españoles (The Conquistadors), Ed. Noguer, Barcelona, 1969. Págs.: 38-197.

[9] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Págs.: 299-301.

[10] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Pág.: 97.

[11] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Pág.: 97.

[12] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Pág.: 97.

[13] Francisco López de Gomara, Historia de las conquistas de Hernando Cortés, T. II. Méjico, 1826. Pág.: 62.

[14] Francisco López de Gomara, Historia de las conquistas de Hernando Cortés, T. II. Méjico, 1826. Pág.: 62.

[15] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, T. IV, Madrid, 1796. Págs.: 13-14.

[16] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, T. IV, Madrid, 1796. Pág.: 195. Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 74.

[17] Francisco López de Gomara, Historia de las conquistas de Hernando Cortés, T. II. Méjico, 1826. Pág.: 229.

[18] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 66.

[19] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 66.

[20] Enrique de Vedia. Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, T. II. Madrid, 1862. Pág.: 97.

[21] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 66.

[22] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 70.

[23] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Págs.: 74-76.

[24] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, T. IV, Madrid, 1796. Págs.: 13-14; 195. Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 73. Dr. Xavier López Medellín “Hospital de Jesús: Bastión Cortesiano latente en México” en Revista de Historia de las Vegas Altas, Diciembre 2012, nº3, p. 10.

[25] Giovanni Francesco Gemelli Careri, Viaje a la Nueva España, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2002. Pág.: 120.

[26] R. A. H. Colección Muñoz. A/104, fols. 315-317.

[27] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 79.

[28] R.A.H. Colección Muñoz. A/104, fols. 315-317.

[29] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 80.

[30] Amada López de Meneses, “los Extremeños en América”: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año XL, I. Trimestre, 1932. Pág.: 78.

[31] A.G.I. Sección Justicia. Leg. 124.

[32] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, T. IV, Madrid, 1796. Pág.: 470.

Abr 032014
 

Tomás García Muñoz y Esteban Mira Caballos.

1.-INTRODUCCIÓN

            La atención dedicada a los conquistadores y a la conquista ha relegado al olvido a cientos de colonizadores que llegaron después, incluso a aquellos que amasaron una gran fortuna allende los mares, invirtiendo parte o todo su caudal en su localidad natal. Y ello sin tener en cuenta que, en muchas ocasiones, a efectos económicos tuvieron mucha más repercusión que los propios conquistadores.

En la España del siglo XVI se popularizó la palabra perulero para aludir a aquella persona que había hecho una gran fortuna en el Perú y regresaba rica. Con el tiempo, terminó designando a todo aquel que se enriquecía comerciando con cualquier lugar de las Indias. Juan Velázquez de Acevedo se ajusta perfectamente al perfil de perulero, pues se enriqueció en el Perú, mediante el comercio, y regresó inmensamente rico a su tierra natal. Conquistadores como Hernán Cortés y peruleros como los Velázquez, influyeron sobremanera en el ánimo de aquellas personas que no tenían nada en la Península y que, siguiendo su ejemplo, se animaron a probar suerte en las colonias. De hecho está documentado el paso a las Indias de más de 900 personas oriundas de la tierra de Medellín a lo largo de la época colonial[1].

De Juan Velázquez de Acevedo no sabíamos hasta la fecha casi nada, más allá de su propio nombre inscrito en la licencia otorgada por la Casa de la Contratación para marchar al Perú en compañía de su familia. Y este vacío historiográfico es especialmente llamativo ya que hablamos de una persona muy acaudalada que consiguió traer a su terruño una buena parte de su fortuna. Como tendremos ocasión de demostrar en este trabajo, la repercusión económica que tuvo para la villa fue excepcional, incomparable con los pocos capitales que remitieron otros paisanos, incluidos el célebre Hernán Cortés. Insisto que me parece extraño el olvido de un personaje tan señalado y poderoso económicamente como Juan Velázquez y que tanto influyó en la economía de la villa condal. Debió ser una persona muy conocida en su tiempo, admirado y envidiado por su fortuna y por su capacidad para los negocios, no sólo en su villa natal sino seguramente en toda la Baja Extremadura. La desaparición de los archivos metellinenses y el escaso desarrollo de la historiografía local ha contribuido al olvido.

En este trabajo, intentaremos ofrecer la verdadera dimensión de una persona que consiguió el sueño que otros nunca lograron, es decir, el de regresar triunfantes a la tierra que varias décadas antes los vio partir con las alforjas casi vacías.

2.-FUENTES

            Como ya hemos afirmado, el caso de este metellinense es especial porque la carencia de fuentes ha provocado su olvido por parte de la historiografía. En Medellín no se ha conservado documentación municipal, notarial ni parroquial referente al siglo XVI lo que ha condicionado en buena medida la investigación. De hecho, nos ha sido imposible localizar las decenas de escrituras notariales que con un negocio como el suyo debió formalizar. Tampoco hemos podido localizar su fecha de nacimiento, ni la de sus padres, hermanos y primos. Bien es cierto que, el erudito local Eduardo Rodríguez Gordillo extractó y publicó algunos documentos, entre ellos, el testamento del licenciado Luis Velázquez, tercer patrono de la fundación de los Velázquez, redactado en Medellín, ante el escribano Juan Cortés, el 4 de febrero de 1626[2].

            Pero, es más, ni tan siquiera se ha conservado documentación de significación en el Archivo General de Indias, más allá de su licencia de embarque. En cambio, sí que disponemos de documentos esenciales que hemos encontrado en el Archivo de Protocolos de Zafra. Resulta que esta villa de señorío –al igual que Medellín- funcionaba de alguna forma como puerta de Extremadura a las Indias, lugar de partida y de llegada de capitales indianos a tierras extremeñas[3]. Juan Velázquez mandaba desde Lima capitales a su hermano Alonso, que usualmente permanecía en Zafra a la espera de los arrieros y apoderados con los caudales de Indias. Una vez que Juan Velázquez y su esposa Inés de Cabañas regresaron a Medellín, la situación no cambió demasiado, pues frecuentemente enviaban a Alonso Velázquez a Zafra con el mismo cometido, es decir, recibir los caudales enviados desde las Indias[4].

Pues bien, a Inés de Cabañas le sorprendió la muerte sin acabar de redactar su escritura de última voluntad por lo que acordó que la terminara su esposo Juan Velázquez. Sin embargo, a éste le volvió a ocurrir lo mismo que a su difunta esposa, su enfermedad avanzó tan deprisa que no pudo concluir su testamento, por lo que fue su hermano Alonso el que lo formalizó en Zafra, el 3 de marzo de 1600, incluyendo las cláusulas de su hermano y las de su cuñada. Asimismo, adjuntó en el mismo otorgamiento, el testamento y el poder que Juan Velázquez de Acevedo otorgó con anterioridad en Valdetorres, jurisdicción de Medellín, el 5 de mayo de 1598, ante el escribano Juan de Morales y que finalmente la justicia declaró apócrifos[5]. Asimismo, disponemos de otros manuscritos, localizados en este mismo archivo y en el General de Simancas que detallan la actividad económica y la magnitud de la fortuna que consiguieron amasar estos peruleros metellinenses. También se conservan dos valiosos y extensos documentos impresos en la biblioteca del Palacio Real de Madrid, sobre el litigio entre Francisco de Vinuesa y los Velázquez, sobre el patronazgo, fechados en el primer tercio del siglo XVII[6]. Estos últimos nos han permitido perfilar definitivamente toda la genealogía de la familia Velázquez, y los sucesivos herederos hasta acabar en manos de los Vinuesa.

Con total seguridad, debe conservarse documentación sobre esta familia en el Archivo de Protocolos de Sevilla, sobre todo en la última década del siglo XVI. Y lo sabemos por algunas alusiones a escrituras otorgadas ante notario en la capital Hispalense. Sin embargo, dado que había veinticuatro escribanías, algunas de ellas con dos o tres libros por año, el trabajo de localización del material puede llevar bastante tiempo. Por ello, quiero dejar claro que dejamos para una segunda fase la búsqueda de este material que puede alumbrar mucha luz sobre las actividades económicas de la familia.

 

3.-EL FUNDADOR: JUAN VELÁZQUEZ DE ACEVEDO

            Juan Velázquez era el mayor de los varones del doctor Alonso Velázquez, habido con su primera esposa Guiomar de Acevedo. El patriarca de la estirpe, a juzgar por su titulación, muy inusual en la época, debía pertenecer a una familia acomodada de Medellín. No tenía vinculación alguna con Juan Velázquez Dávila de la Torre (1501-1572), hijo de Francisco Dávila y de Isabel Mexía de Ovando, señor de Loriana y Don Llorente. Y ello, a pesar de que tanto los Velázquez Dávila de Loriana como los Velázquez de Medellín terminaron entroncando con los Ovando de Cáceres[7].

Siguiendo con el padre del fundador, el doctor Alonso Velázquez, nos consta que tenía por costumbre donar seis hachas de cera para el acompañamiento del Santísimo Sacramento en la festividad del Corpus Christi de Magacela, tradición que trataron de continuar sus hijos[8]. No hemos encontrado vinculación alguna de esta familia con la localidad de Magacela[9]. Lo más plausible es que simplemente se trate de un signo de ostentación de un cristiano viejo, puesto que se entendía que la fiesta del Corpus fue instituida para rendir a Dios públicas adoraciones y resarcir en el modo posible los ultrajes que los herejes hacen a Dios Sacramentado[10]. El desfile de Magacela debía tener un componente especial al tratarse de una villa de mayoría morisca. En cambio, es mucho más probable una vinculación con la ciudad de Mérida, pues tanto Juan Velázquez de Acevedo como su hermano dejaron bastantes mandas a favor de instituciones religiosas emeritenses, e incluso, trataron de fundar el colegio conventual en dicha ciudad. Tampoco podemos descartar en este sentido que el emeritense Juan Velázquez, soltero, que en 1573 pasó al virreinato del Perú, tuviese alguna vinculación con los Velázquez de Medellín, aunque de momento no hemos podido verificar dicho extremo[11].

El doctor Alonso Velázquez se desposó con Guiomar de Acevedo y, tras enviudar, se casó en segundas nupcias con la zafrense Beatriz López, procreando con ambas mujeres un total de nueve vástagos:

Desconocemos la fecha exacta de nacimiento de Juan Velázquez de Acevedo, pero podemos situarla entre 1520 y 1525, pues casi todos los testigos presentados en el pleito por su herencia declararon que, en el momento de su fallecimiento, era muy mayor, cercano a los 80 años. En cambio, sí que nos consta el embarque rumbo al Perú, el 6 de febrero de 1569, del doctor Alonso Velázquez, su esposa Beatriz López, y al menos tres de sus hijos, Juan, Isabel y Gutierre Velázquez[12]. También viajaba con ellos un niño de nueve años, hijo probablemente de Isabel Velázquez, que llegaría a hacer una dilatada carrera eclesiástica, pues estudio en los elitistas colegios reales de San Felipe y San Marcos, pasando posteriormente a la universidad de San Marcos donde obtuvo el título de doctor en teología (1585)[13]. Allí impartió clases en la cátedra de Teología, ostentando el cargo de rector en dos ocasiones, compatibilizando su cargo con el arcedianato de la catedral de Lima[14]. Al parecer, sus restos reposan en la capilla del Arcediano de la Catedral de Lima que él mismo dotó y cuyo coste ascendió a 14.000 pesos de oro[15]. Sorprende la tardía marcha a las Indias de la familia Velázquez, y digo tardía porque el doctor Velázquez era un septuagenario, mientras que su hijo Juan Velázquez de Acevedo debía tener entre 44 y 49 años.

Una vez en Perú, la estirpe tuvo una suerte dispar; mientras Gutierre Velázquez tuvo la desdicha de fallecer al poco tiempo, Juan consiguió establecer un enorme negocio dedicado a la captación de caudales de indianos extremeños para su envío a la Península, a cambio de una comisión. Allí conoció a una viuda, llamada Inés de Cabañas, con la que terminaría desposándose. Desconocemos de dónde era originaria, pero lo más probable es que fuese extremeña, lo que fundamentamos en los siguientes argumentos: primero, que el apellido, aunque de origen castellano, estaba muy extendido en Extremadura, probando hidalguía algunos de ellos ante la Chancillería de Granada[16]. Segundo, que una sobrina suya profesó en el convento concepcionista de Usagre, en la provincia de Badajoz. Tercero, que existía una pequeña aldea de ese nombre en Extremadura, desde la que partieron para las Indias, solamente en el siglo XVI, al menos 39 emigrantes[17]. Y cuarto, que conocemos a otros personajes de este apellido en el Perú que eran originarios de Extremadura y que muy probablemente eran parientes de ella. Entre ellos, Martín de Cabañas, natural de Logrosán (Cáceres), que obtuvo licencia para pasar al Perú el 24 de febrero de 1540[18].

Ignoramos el nombre del primer marido de Inés de Cabañas, con el que tuvo un hijo que fue fraile profeso en el convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima, fray Diego de la Serna. Ni la madre ni su padrastro contaron con él cuando formalizaron sus testamentos. Ello provocó un largo pleito que causó un grave perjuicio para todos los herederos del patrimonio de los Velázquez. Efectivamente, el hijo, tras conocer el óbito de su progenitora y el contenido del testamento se apresuró a presentar una demanda contra Juan Velázquez de Acevedo, recibiéndose el proceso en la Chancillería de Granada el 4 de agosto de ese mismo año[19]. El largo litigio y el presumible fallo a su favor del monje profeso, impidió la erección del colegio conventual previsto en la cláusula testamentaria.

Juan Velázquez de Acevedo y su esposa decidieron regresar a España en 1596, pues justo antes de la partida, concretamente el 29 de marzo de 1596, formalizaron una escritura en Lima, ante el escribano Pedro Arias Cortés, por la que se otorgaban mutuamente poderes para que el que sobreviviese de los dos dispusiese la última voluntad de ambos[20]. No sabemos la fecha exacta de regreso, pero debió ser aproximadamente a mediados de 1596. Ambos sobrevivieron a la travesía pero ella por poco tiempo puesto que murió un año y medio después, concretamente a mediados de enero de 1598, sin tiempo de acabar su testamento, cuya escritura había empezado a redactar ante Pedro Pérez, escribano de Medellín, el 13 de enero de 1598[21]. Fue inhumada en la iglesia de Santa Cecilia de Medellín, ofreciéndole su marido un novenario y 400 misas por su alma que debían oficiar los religiosos de San Francisco en el citado templo parroquial[22].

Tampoco vivió mucho más Juan Velázquez, pues falleció exactamente entre las 5 y las 6 de la mañana del 23 de noviembre de 1599[23]. Poco antes de las 8 de la mañana Juan de Castro, boticario, se presentó en la casa y certificó su muerte, dado que el doctor Marroyo estaba enfermo[24]. Debía tener en torno a 80 años, estaba torpe y falto de memoria y pocos días antes había sido operado de cataratas[25]. No obstante, su muerte fue más o menos inesperada, pues estuvo firmando escrituras y realizando negocios hasta el día antes. Y al igual que su mujer, murió sin terminar su testamento, atribución que con un falso poder se atribuyó su medio hermano Alonso Velázquez.

Tanto el cuerpo de Inés de Cabañas como el de su marido Juan Velázquez se depositaron provisionalmente en la capilla mayor de la iglesia de Santa Cecilia de Medellín, junto a la peana del altar mayor[26]. Para el entierro y honras fúnebres, el alcalde mayor encargado del inventario y del depósito de los bienes del finado, mientras se resolvía la herencia, entregó de ellos 300 ducados a Alonso Velázquez para que los sufragase[27]. En teoría, cuando se finalizase el colegio o el convento de monjas, previsto en el testamento, sus cuerpos debían trasladarse allí. En el testamento de Alonso, fechado en 1600, se recoge el boato fúnebre que debía rodear a los actos del traslado de los restos desde Santa Cecilia al colegio o monasterio:

Es mi voluntad que el día que fuere nuestro Señor servido que los cuerpos del dicho señor Juan Velázquez de Acevedo, mi hermano, y de la dicha señora doña Inés de Cabañas, su mujer, fueren trasladados y pasados de la sepultura de la iglesia de señora Santa Cecilia, donde están depositados a la capilla del dicho colegio o cualquiera de los monasterios que tuviere efecto según como lo dejó mandado y ordenado el dicho señor Juan Velázquez de Acevedo, mi hermano, y yo asimismo lo mando y ordeno en la cláusula antes de ésta que el dicho día diga misa por sus ánimas y acompañen sus cuerpos a la entrada de la villa, ciudad o lugar donde el dicho colegio o monasterio se hiciere, todos los clérigos y frailes que se hallaren en ella y se digan por sus ánimas una misa cantada con sus vigilias y nueve lecciones y con sus responsos cantados y a todos se les den los oficios de los nueve días han ido y van los frailes de señor san Francisco de la dicha villa cada semana un día que es miércoles y han de ir todo el año y entretanto que las dicen estén encendidas sobre la sepultura del dicho Juan Velázquez de Acevedo, mi hermano, cuatro hachas y los frailes que dicen las misas salen a decir un responso sobre la dicha sepultura, las cuales siete misas cada semana que así van diciendo han de decir hasta ser cumplido el año del entierro del dicho Juan Velázquez de Acevedo, mi hermano, y por su ánima mando se paguen de la hacienda[28].

Sin embargo, debido a los pleitos a que hicieron frente sus herederos, se terminó desechando la posibilidad del traslado de dichos restos al convento de las agustinas de Medellín que finalmente dotaron. En la misma iglesia de Santa Cecilia, Juan Velázquez y Elvira González instituyeron la llamada capilla de los Velázquez, el fundador era hermano del padre de Juan Velázquez de Acevedo, y la construyó para enterrarse él mismo y sus descendientes, como hicieron el licenciado Gutierre Velázquez y el clérigo Alonso Velázquez. Parece obvia, la vinculación de toda la estirpe con este templo, de donde debían ser parroquianos.

Lápida epigráfica localizada en la capilla de los Velázquez, en la iglesia de Santa Cecilia. (Fotografía de José María Custodio Simón). Dice así: Aquí están sepultados Juan Velázquez y Elvira González, su mujer, fundadores de esta capilla, y el licenciado Gutierre Velázquez y Alonso Velázquez, clérigo, sus hijos. (Hemos desarrollado las abreviaturas y colocado las tildes y las comas).

Pero al final todo quedó en la misma familia, pues el patronazgo de la capilla y el del convento de las agustinas, al terminar la descendencia de la línea principal de los Velázquez, terminó recayendo en la misma persona, es decir, en Juan Velázquez de Ovando[29]. Como es sabido, éste había accedido al cargo de relator del Consejo de Indias el 13 de noviembre de 1618, ignorándose el período de tiempo que lo desempeñó, probablemente en torno a una década[30]. Además ostentó el rango de alcalde de los hijosdalgo de Medellín y fue asimismo cofrade de los Santos Mártires. Como ya hemos dicho, en él confluyeron el legado de los fundadores de la capilla y el de los fundadores del convento de monjas de la villa.

Imagen I: árbol genealógico de los fundadores de la capilla de los Velázquez en Santa Cecilia    y sus descendientes, parientes de los Velázquez de Acevedo. Academia de la Historia, Colección

Salazar y Castro, (sig. D-35, fol. 83).

Las memorias de misas, las limosnas y las obras pías que cumplimentó Alonso Velázquez, tras la muerte de su hermano, fueron muchas aunque sólo una pequeña parte de ellas se llegaron a cumplir, debido a los pleitos subsiguientes. No obstante, las enumeramos a continuación:

Cuadro I

Misas establecidas por

Alonso Velázquez (1600)

Número Oficiante y templo Intención
1.000 Frailes del convento de San Francisco de Medellín Alma de Juan Velázquez
400 Curas de Santa Cecilia de Medellín Alma de Juan Velázquez
400 Frailes del convento de San Andrés de Mérida Alma de Juan Velázquez
200 Frailes del convento de San Francisco de Mérida Alma de Juan Velázquez
200 Frailes franciscanos de Mérida Alma de Inés de Cabañas, mujer de Juan Velázquez
200 Frailes del convento de San Francisco de Trujillo Alma del doctor Alonso Velázquez, padre de Juan y de Alonso.
200 Frailes franciscanos de Mérida Almas del Purgatorio.
100 Vicario del convento de las monjas Concepcionistas de Usagre Alma de Juan Velázquez
100 Frailes franciscanos de Trujillo Alma de Mari Álvarez que Alonso Velázquez denomina como su señora, difunta.
50 Franciscanos del convento de Medellín Alma de Gutierre Velázquez, hermano del otorgante.
50 Franciscanos del convento de Medellín Juan Velázquez, del que dice que murió en Salamanca y que no identifica pero que es sin duda un primo o tío.

Como puede observarse, además del entierro, vigilias y demás pompa fúnebre, se ofrecieron un total de 2.800 sufragios, todos con su correspondiente limosna que recayeron en religiosos seculares y regulares de Medellín –más de la mitad, concretamente 1.500-, Mérida, Trujillo y Usagre. Las donaciones y limosnas también fueron considerables:

Cuadro II

Limosnas establecidas por

Alonso Velázquez (1600)

Concepto Beneficiario/os Cuantía
Limosna para reparos de obras La ermita de San Blas de Medellín 3.400
Limosna para reparos de obras La ermita de San Pablo de Medellín 3.400
Limosna para reparos de obras La ermita de los Benditos Mártires de Medellín 3.400
Donación para hacer una imagen de Santa Cecilia Iglesia parroquial de Santa Cecilia de Medellín 10.200
Limosna para obras y reparos Iglesia parroquial de San Martín de Medellín 3.400
Limosna para obras y reparos Iglesia parroquial de Santiago de Medellín 3.400
Limosna para obras y reparos Iglesia parroquial de Santa María del Castillo de Medellín 3.400
Limosna para que a cambio celebren una misa cantada y con su vigilia por la memoria de Juan Velázquez y la comunidad rece por su alma. Convento de la Limpia Concepción de Medellín 30.000
Limosna para que a cambio celebren una misa cantada y con su vigilia por la memoria de Juan Velázquez Convento de San Francisco de Medellín 10.200
Limosna para reparos y gastos de camas de los pobres Hospital de Medellín 6.800
Limosna de seis hachas de cera blanca Cofradía de San Pedro de Medellín ¿?
Limosna Cofradía del Santísimo Sacramento de Medellín 1.496
Limosna Cofradía del Nombre de Jesús de Medellín 1.496
Limosna Cofradía de la Cruz de Medellín 1.496
Limosna Cofradía de los Mártires San Fabián y San Sebastián de Medellín 1.496
Limosna Cofradía de San Blas Medellín 1.496
Limosna Cofradía de la Magdalena de Medellín 1.496
Inversión total 86.576

Los donativos para distintas instituciones religiosas de la villa ascendieron a más de 86.000 maravedís, una cifra bastante estimable para la época. Una verdadera inyección de liquidez que de haberse cumplimentado íntegramente hubiesen tenido una notable repercusión en una parte del vecindario. Además, se citan un total de seis cofradías en la villa, lo cual tiene su importancia ya que hasta la fecha sólo se tenía constatada la existencia de la de los Mártires, por referencia de Solano de Figueroa. Hubo otras mandas establecidas por Juan Velázquez y ratificadas por su hermano, concretamente dos, a saber: una dote de 400 ducados a favor de Mayor de Cabañas, sobrina de Inés de Cabañas, para que profesase como monja en el convento de la Concepción de Usagre y la ahorría de sus esclavos Francisco y Ana, así como de los hijos de ésta, Leonor, Ana, Petrona y Simón[31]. Además dispuso el pago de distintas cuantías anuales a cada uno de ellos en concepto de alimentos: 45 ducados a Leonor, 36 ducados en total para Ana y Petrona y una libra y media de pan más cuatro maravedís diarios para Francisco. Como luego veremos, solo una pequeña parte de estas disposiciones llegaron a cumplirse porque, Alonso Velázquez debió enfrentarse a largos pleitos que además perdió, dilapidando una parte de la fortuna familiar y la suya propia.

4.-LA FALLIDA FUNDACIÓN DEL COLEGIO

Según Alonso Velázquez, la voluntad de Juan Velázquez de Acevedo y de la esposa de éste Inés de Cabañas, fue la fundación de un convento colegial de dominicos que debía establecerse en la casa de señor San Andrés de la ciudad de Mérida, para lo cual se destinaron 500 ducados que debían invertirse en rentas para el mismo. El dinero procedería íntegramente de los bienes de Inés de Cabañas que, al menos en teoría, era la auspiciadora del citado colegio.

Éste estaría habitado inicialmente por 18 colegiales, nombrados por el fundador de entre los religiosos dominicos. Una vez fallecido el fundador serían elegidos, dos de ellos por el rector, otros dos por el patrono y los catorce restantes por el rector y los colegiales, con tal de que procediesen cada uno de alguno de los siguientes centros: colegios de San Gregorio de Valladolid, San Esteban de Salamanca, San Pablo de Sevilla y Santa Cruz de Granada y de los conventos de Toledo, Ávila, Nuestra Señora de Atocha de Madrid, Talavera de la Reina, Palencia, Trujillo, Cáceres, Badajoz, Zafra y dos del de Lima[32]. Se preveía el futuro incremento de colegiales cuando aumentasen las rentas del mismo, sobre todo mediante las donaciones de los antiguos alumnos que alcanzasen altos cargos en la jerarquía eclesiástica, pues debían abonar la tercera parte del salario que adquiriesen el primer año del desempeño de su dignidad o de su magisterio.

            Asimismo, se preveía que el centro funcionase también como residencia de aquellos religiosos dominicos de los reinos de Perú y Lima viejos e impedidos, que decidiesen volver a España a descansar. Ahora bien, debían entregar para tal fin la hacienda que tuviesen para de esta forma poder recibir a más residentes y además no ser gravosos para el centro. Los colegiales estaban obligados a leer y enseñar gramática, retórica, artes y teología a todo el que quisiere oír sus lecciones, tanto religiosos como laicos.

            La comunidad seguiría de cerca los estatutos del colegio de San Gregorio de Valladolid y estaría dirigido por un rector. El primero de ellos debía ser fray Andrés de Almaguer O. P., atendiendo a que había sido muchos años colegial y es muy religioso y docto y persona muy ejemplar y de buen gobierno.

En caso de que no se pudiese establecer el colegio en dichas casas o por cualquier otra causa habría un plan alternativo: el establecimiento de un convento de monjas concepcionistas en la localidad de Villanueva de la Serena, adscrito a la provincia franciscana de San Miguel[33]. Para ello se le dotaría de los mismos recursos, es decir, de 500 ducados de renta, procedentes de un juro que tenían sobre las alcabalas de dicha villa, facilitando de esta forma su cobro por parte de las religiosas. Además de ese dinero, procedente de los bienes de Inés de Cabañas, Juan Velázquez añadió 300 ducados más de rentas de su propio erario para que las religiosas tuviesen más descanso para dedicarse al culto. Sin embargo, su hermano Alonso, poco después, redujo la dotación del cenobio hasta los 400 ducados de renta anual, incluyendo en dicho cargo el gasto de las monjas así como el del vicario que hiciese las funciones de capellán.

La iglesia se consagraría a la advocación de San Juan Bautista y en la capilla mayor se enterrarían Juan Velázquez y su esposa Inés, mientras que a los lados de la misma podrían inhumarse los herederos del patronazgo. Las monjas fundadoras del mismo serían sus tres hermanas, Sor María de San Bernardo, profesa en el cenobio de Concepcionistas de Medellín, María de San Antonio y María de San Rafael, estas dos monjas de velo negro en el cenobio de la misma advocación de Usagre. En ese orden debían alternarse como superioras cada tres años y, pasados los tres trienios, quien saliese elegida anualmente de las tres. Asimismo, se otorgarían dotes gratuitas a seis religiosas, a propuesta del patrono que iría cumplimentando el número cada vez que una plaza vacase.

Obviamente, el patronazgo lo ostentaría Alonso Velázquez y, tras su muerte, su hijo mayor Juan Velázquez y, después de éste, sus descendientes, prefiriendo siempre al varón mayor, como era usual en la época. En caso de terminarse la descendencia de Alonso Velázquez, el patronazgo pasaría a Juan Velázquez, hijo mayor de su hermana Beatriz Velázquez y a sus descendientes, prefiriendo de nuevo al varón sobre la mujer y por orden de edad.

El patrón recibiría 500.000 maravedís anuales, para lo que se destinaron los dos juros que Juan Velázquez tenía situados sobre las rentas reales de la villa de Alcuéscar. El vicario del mismo sería fray Juan Bautista de Cáceres, guardián del convento de San Francisco de Medellín, quien ostentaría el cargo de vicario y fundador a perpetuidad.

Dado que las rentas del colegio o en su defecto del monasterio debían proceder del caudal de Inés de Cabañas y que éste fue reclamado por su hijo, nunca se llegaron a realizar ni uno ni otro. A cambio de ello, se estableció una obra pía con las siguientes obligaciones:

Primero, un aniversario anual a celebrar el 23 de noviembre, que fue el día que murió Juan Velázquez, con la pompa fúnebre y en la iglesia que al patrón de la obra pía le pareciese.

Segundo, un día al año se celebraría en Santa Cecilia el oficio de cabildo mayor con los curas y beneficiados, acompañados por los frailes franciscanos, oficiando una misa por el eterno descanso del alma de Juan Velázquez. Al día siguiente, se realizarían otros dos oficios, uno por los franciscanos de la villa y otro por la cofradía de San Pedro, que era de la clerecía de Medellín.

Tercero, un millar de misas anuales por el alma de Juan Velázquez, poniendo una cruz con cuatro hachas de cera sobre su sepultura. A esas habría que sumar otras 365 misas por su alma, una cada día del año, excepto los lunes y sábados que se debían dedicar a las almas del purgatorio.

Cuarto, se sufragaban anualmente seis hachas de cera blanca para que alumbrasen el Santísimo el Jueves Santo y otras seis para la procesión del Corpus, en Medellín o en la localidad donde el patrón decidiese.

Quinto, se compró el patronazgo perpetuo de la cofradía de San Pedro de Medellín por una cuantía anual de 60 ducados, además del compromiso de reedificar con cargo a la obra pía la iglesia de San Pedro y San Pablo[34]. A cambio, la corporación se comprometía a reconocer a los Velázquez como patronos de dicho instituto y a rezar anualmente doce aniversarios por el alma del fundador de la obra pía.

Y sexto, ese dispuso el gasto del grueso del dinero de la obra pía en lo que al patronero le pareciese mejor, prefiriendo siempre a beneficiarios de la familia. La memoria quedaba muy abierta:

…Conforme a las necesidades presentes, pueda elegir lo que más útil le pareciere al servicio de Dios, ora sea casando huérfanas o haciendo decir misas, sacrificios o repartiendo trigo o pan (a)masado o soltando presos de la cárcel o metiendo monjas o haciendo limosna a los templos o a personas eclesiásticas o religiosas o repartiendo otras limosnas las pascuas y días festivos del año o haciendo fiestas al Santísimo Sacramento o a Nuestra Señora o a los santos que tuviere devoción y en fin eligiendo en cada un año las obras que le parecieren más pías…[35]

Como ya hemos dicho, estas fundaciones finalmente no se hicieron porque el testamento de Juan Velázquez, terminado por su medio hermano fue declarado apócrifo. Con posterioridad, el tercer patrono, es decir, el licenciado Luis Velázquez, nieto del fundador, decidió dotar otro convento, pero no en Villanueva de la Serena, ni en Mérida sino en la propia villa de Medellín.

5.-SU ACTIVIDAD ECONÓMICA

            ¿Cómo consiguieron su fortuna los Velázquez? El negocio estaba muy claro. Los hermanos Alonso, Gutierre y Juan Velázquez eran naturales de la villa de Medellín, hijos del doctor Alonso Velázquez. El primero residía habitualmente en Zafra, de donde era originaria su madre, por eso se casó y testó allí. En cambio, Gutierre y Juan Velázquez marcharon a las Indias, residiendo largos años en Lima. Gutierre murió en el virreinato peruano prematuramente, sin embargo, Juan Velázquez, que era el alma del negocio familiar, consiguió con esfuerzo y tesón amasar una gran fortuna.

Juan Velázquez, era socio y amigo del zafrense Hernando Martel de Mosquera. De hecho, cuando en 1581 este último y una hija suya, llamada María Martel, regresaron a su villa natal con una licencia de cuatro años, para solucionar ciertos negocios, dejó la administración de sus bienes y de su encomienda en manos del metellinense. Su amistad no fue óbice para que años después se detectase un fraude de 8.200 reales, que Juan Velázquez se obligó a devolver por escritura otorgada en Medellín, ante Pedro Pérez, el 3 de junio de 1598[36].

El cometido del metellinense era captar capitales indianos, casi siempre en el virreinato peruano pero en alguna ocasión también en Castilla del Oro y traerlos personalmente o remitirlos a su hermano Alonso Velázquez. También a Hernando Martel le enviaba capitales una vez que este último regresó a Zafra. De hecho, sabemos que le remitió 270.000 maravedís de Juan Yuste, difunto, natural de Logrosán, para que los invirtiera en rentas con las que establecer una capellanía en su localidad natal[37]. El dinero lo adquirió el duque de Feria, sin embargo, lo redimió en 1599 por lo que Juan Velázquez, que estaba por aquel entonces de vuelta en Medellín, envió a Zafra a su hermano Alonso para que recibiese la renta, la reinvirtiese y acudiese con la renta al capellán de la misma, Francisco Hernández[38].

En Lima recibió asimismo, de fray Andrés de Almaguer O.P., una partida de dinero para invertirla en España. Una parte se la entregó en Lima y la otra se la envió a Medellín, junto a una cadena de oro de tres libras, seis onzas y tres adarmes sin quilatar, por valor, excluyendo la joya, de 19.066 reales, con cuyo capital se compraron rentas, reconociéndose el capital principal y los réditos por escritura otorgada ante Pedro Pérez, escribano público de Medellín, el 25 de noviembre de 1598[39]. A veces se trataba tan sólo de invertirlos en rentas descontando, por supuesto, los costes de los fletes, las averías, las licencias, los escribanos así como las comisiones de los peruleros y arrieros. En otros, el cometido era algo más complejo; así, el 3 de marzo de 1596, Juan Velázquez recibió en Lima 1.400 ducados del religioso Pablo Núñez de Paredes, por mediación de Melchor Núñez de Prado, con un cometido muy específico: debía solicitar una licencia del Santo Pontífice para que autorizase el regreso a España de Pablo Núñez, invirtiendo el sobrante en rentas, previendo un pronto retorno de éste. En algunas ocasiones Juan Velázquez también remitía capitales propios para que su hermano los invirtiese en rentas. Así, en 1591 Martín Alonso de Ampuero, mercader y alcalde ordinario de Lima, embarcó hacia Sevilla mercancías por valor de 78.795 pesos de oro, siendo una parte de ellas propiedad de Juan Velázquez de Acevedo, vecino de Lima, con la intención de entregarlas a su hermano Alonso Velázquez[40].

Está claro que el negocio de los Velázquez procedía de las comisiones por la repatriación de capitales para su inversión en rentas. La comisión era elevada, acorde con los riesgos, pues la pérdida del mismo, la confiscación o una errónea inversión, podían acarrearle graves perjuicios económicos. De hecho, cuando regresó Juan Velázquez trajo consigo un cofrecillo con tejuelos de oro, suyos y ajenos, que le fue confiscado por la Casa de la Contratación, alegando que el contenido no venía registrado. Un fraile dominico de Panamá, propietario de uno de los tejuelos reclamó su importe, y Alonso Velázquez lo abonó, aunque eso sí, descontando averías, fletes y comisiones.

Ahora bien ¿qué porcentaje cobraban por su tarea?, pues sólo tenemos una referencia exacta de la cuantía, pero nos puede servir de aproximación. En 1597 recibió de Alonso Niño de Guzmán, vecino de Lima, por mediación de Pedro Cerrato, 952 ducados para invertir en Sevilla. Cuando en 1600 se presentó en Medellín el hijo del inversor, fray Rodrigo Niño de Guzmán O.P., para recuperar su dinero se le descontaron 15.062 maravedís que les había pagado ya Juan Velázquez en rentas y 50 ducados por traer el dinero y solicitar la licencia del prelado[41]. Es decir, que al menos en este caso, el coste del traslado del capital y del propio hijo del inversor, así como las gestiones, ascendió al 5,25% del total importado.

Pues bien, tras amasar una gran fortuna, el matrimonio formado por Juan Velázquez e Inés de Cabañas decidió regresar a Extremadura, y más concretamente al pueblo natal del primero, Medellín, donde se encontraban en 1597. En esos tres años continuó con el negocio, pues recibió a comisión numerosos capitales de indianos para invertirlos en rentas.

            El caudal que obtuvo Juan Velázquez fue considerable y en buena parte lo trajo a Medellín, invirtiéndolo en rentas que pudieron disfrutar sus descendientes. Eso no impidió que en el último año de vida sufriese alguna falta de liquidez debido a los muchos negocios que tenía y a algunas contingencias que sufrió en algunos de ellos. Por ello, el 1 de febrero de 1599, recibió 28.000 reales a censo de Elvira González, viuda de su tío Juan Velázquez. Su hermano Alonso, en su testamento de 1600, dispuso el pago de dicha cuantía y la redención del citado censo[42]. A continuación, enumeramos algunas de las propiedades y rentas adquiridas en Medellín desde su retorno:

Cuadro III

Rentas compradas por Juan

Velázquez en España (1597-1599)

Lugar y Fecha Situado Inversión Renta
Madrid, 30-VII-1597 La mitad sobre las alcabalas de la villa de Alcántara y su partido y la otra mitad sobre las de Zalamea. 11.250.000 803.571
Sevilla, 23-IX-1597 Sobre los impuestos reales de la villa de Alcuéscar 5.025.000 314.062
Medellín, 2-II-1599 Sobre los impuestos reales de la villa de Alcuéscar 3.000.000 187.500
Totales 19.275.000 1.305.133

            Como puede observarse, entre 1597 y 1599, el perulero invirtió en juros cerca de veinte millones de maravedís por los que cobraba una renta anual de 1,3 millones. Un provecho elevadísimo que debió incentivar la economía no sólo de Medellín sino también de Zafra y de otros pueblos de la Baja Extremadura.

            Sin embargo, su supuesto heredero, Alonso Velázquez, se debió enfrentar a dos pleitos, uno con sus propios hermanos y el otro con el hijo de Inés Cabañas. Ambos los perdió en primera instancia, apelándolos a la Chancillería de Granada, lo que no le evitó ciertos períodos de cárcel así como gastos millonarios en gestiones. Durante varios lustros la herencia estuvo embargada y los herederos no pudieron tocarla, en perjuicio de su administración. Cuando fue desembargada, debían más de 2.000 ducados de las rentas corridas de varios censos que tenía situados la hacienda de los Velázquez a favor de distintas personas[43]. Para colmo al administrador de la hacienda durante el tiempo del litigio, Diego Otáñez Sarabia, se le imputó un desfalco de más de 50.000 reales.

Cuadro IV

Rentas vinculadas al

Patronazgo en 1615 y en 1626

Situado Capital Renta anual
Rentas reales del concejo de Alcuéscar 8.020.000 401.000
Rentas reales del concejo de Alcuéscar 340.340 24.310
Rentas de las alcabalas del concejo de Alcántara 2.856.000 204.000
Rentas reales del concejo de Alcuéscar 1.760.000 110.000
Dehesa de pasto y labor en Valdegamas ¿? ¿?
Totales 12.976.340 739.310

            El capital había mermado considerablemente aunque, pese a ello, seguía siendo cuantioso. Exceptuando la dehesa, el capital había disminuido, con respecto a 1599, un 32,67% y las rentas un 43,44 %. Entre 1615, cuando el patrono era Alonso Velázquez, y 1626, cuando hizo su testamento el licenciado Luis Velázquez, el volumen de las rentas no varió[44]. Posteriormente, concretamente desde el 23 de diciembre de 1676, dado que las renta de las alcabalas de Alcántara no producían lo suficiente, cambiaron la ubicación de la renta a las alcabalas y tercias de la ciudad de Soria, lo que de paso facilitaba su cobro por los Vinuesa.

Pero volviendo a los Velázquez, debemos decir que no eran los únicos de la familia que se dedicaban al comercio, de hecho, un hermano de su padre, Rodrigo Velázquez, el hijo de éste, Juan Velázquez, y el nieto Diego Velázquez poseían una tienda de productos textiles en Medellín y se acercaban periódicamente a Zafra para comprar género[45]. No eran peruleros, pero si mantenían una intensa actividad económica, comprando género para su tienda. A continuación, mostramos algunas de las transacciones que esta familia formalizó en Zafra, aunque no hemos pretendido ser exhaustivos:

Cuadro V

Contratos de compra de género textil

en Zafra por los Velázquez[46]

FECHA COMPRADOR VENDEDOR CUANTÍA
11-VIII-1590 Rodrigo Velázquez, mercader, en nombre de Juan Velázquez, ambos de Medellín Fernando Franco y otros, vecinos de Toledo 32.368
12-XI-1591 Rodrigo Velázquez, mercader, con poder de su hijo Juan Velázquez Pedro Ortiz, Marcos Pérez y Baltasar Ortiz, vecinos de Laredo 176.639
24-VI-1592 Diego Velázquez, mercader, con poder de su padre Juan Velázquez, también mercader Juan Fernández y Andrés Sánchez Fernández, vecinos de Córdoba 67.116
25-VI-1592 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Juan de Herrera, jurado, y su hijo Alonso de Herrera, vecinos de Laredo 337.662
26-VI-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Diego Rodríguez, jurado, vecino de Córdoba, o quien su poder tuviese 145.761
26-VI-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Diego Rodríguez, jurado, vecino de Córdoba, o quien su poder tuviese 65.331
26-VI-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Hernando Francisco y otros socios, vecinos de Laredo 123.743
1-X-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Juan Rodríguez y Andrés Sánchez Fernández, jurados, vecinos de Córdoba 55.267
1-X-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Andrés Sánchez, jurado, y Juan Fernández, su hermano, vecinos de Córdoba 112.574
1-X-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Alonso Fernández de Córdoba y Alonso Fernández, su hijo, vecinos de Córdoba 20.026
1-X-1595 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Pedro Ortiz, Melchor Pérez y Baltasar Ortiz, vecinos de Laredo 173.275
26-VI-1596 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Alonso Rodríguez Yáñez, jurado, vecino de Córdoba 44.914
26-VI-1596 Diego Velázquez, con poder de su padre Juan Velázquez Juan de Herrera, jurado, y Alonso de Herrera 150.975
TOTAL 1.506.651

            Las cuantías abonadas por esta rama de los Velázquez fueron formidables, nada más y nada menos que de más de un millón y medio de maravedís. Sólo en 1595 compraron género por valor de casi 700.000 maravedís lo que nos indica el potencial económico de esta rama familiar. Y ello a pesar de que la mayoría de las veces solían comprar fiado, a pagar en el plazo de un año, la mitad en San Juan del año siguiente y la otra por San Miguel[47].

Había otros Velázquez, radicados en Zafra, que se dedicaban también al comercio con América. Así, en 1595 Lucía Velázquez, tía de Juan y Alonso Velázquez y viuda de Luis Sánchez el Mayor, vecinos de Zafra, tenía dos hijos, Luis Sánchez Velázquez, residente en la Villa Imperial de Potosí, al que encargó el cobro de todos los dineros que le debiesen[48], e Isabel Velázquez que ingresó como monja en el convento de la Concepción de Segura de León[49].

6.-LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE AGUSTINAS DE MEDELLÍN

 

            Como ya hemos dicho, a Juan Velázquez de Acevedo le sorprendió la muerte sin haber terminado de disponer su última voluntad, curiosa coincidencia con lo que le ocurrió a su propia esposa dos años antes. Alonso Velázquez ideó todo un fraude, falsificando un poder de su hermano finado para formalizar un testamento a su favor que finalmente la justicia declararía apócrifo.

Alonso Velázquez, aunque natural y vecino de Medellín, ya hemos dicho que pasaba buena parte de su tiempo en Zafra. Por eso no tuvo nada de particular que se desposase con una zafrense, Isabel Gutiérrez de Mexía, hija de un acaudalado mercader, Alonso de Mesa y de Leonor López. Prueba del poder económico de ambos es que ésta recibió en concepto de dote la cuantiosa cifra de 3.000 ducados aunque, eso sí, abonados en distintos plazos[50]. Fruto de este matrimonio nacieron tres hijos: Juan Velázquez, que heredaría todo el patrimonio familiar y el patronazgo de la fundación a través del mayorazgo, María Álvarez y Leonor López. Estas dos últimas profesaron como monjas de velo negro en el convento de Santa Catalina de Zafra, con una dote cada una de 500 ducados[51].

Bóveda de la nave de la iglesia del exclaustrado convento de agustinas de Medellín. El entresuelo que se observar es obra contemporánea para facilitar su uso como secadero de tabaco. (Fotografía de Manuel Viola)

Los planes de Alonso Velázquez se truncaron, pues se gastó una parte de la fortuna en abogados, y encima terminó perdiendo ambos litigios. No obstante, el capital seguía siendo mucho y los primeros patronos dispusieron de una enorme fortuna. Alonso Velázquez compaginaba sus actividades comerciales con el tradicional negocio de la ganadería, pues disponía de miles de reses que pastaban en sus dehesas y en otras que arrendaba periódicamente[52]. El segundo patrono, Juan Velázquez, hijo de Alonso, murió sin descendencia por lo que, el patronato pasó a otra rama familiar, recayendo en Luis Velázquez, beneficiado de San Martín y vicario de la villa. Éste a su vez, dado que era religioso y no tuvo descendencia, lo que legó a su sobrino Juan Velázquez de Ovando, relator del Consejo de Indias, desposado con María Velázquez de los Ríos y Toro[53]. Curiosamente, estos tampoco tuvieron hijos, por lo que en 1529 ostentaba el patronazgo su viuda María Velázquez.

Según consta en el testamento de Luis Velázquez, otorgado en Medellín, el 4 de febrero de 1626, se destinaron las rentas de la Fundación y de la Obra Pía de la familia a la erección de un convento de monjas agustinas recoletas en la propia villa de Medellín[54]. Las rentas de que disponía Luis Velázquez sobre las alcabalas de Alcuéscar delatan que al menos una parte del patrimonio con el que pretendía dotar el convento era el mismo que se había adquirido con el legado del perulero Juan Velázquez de Acevedo. Que se optara por fundar un cenobio en el pueblo tenía su razón de ser ya que el patrono Luis Velázquez era beneficiado de San Martín, vicario eclesiástico de Medellín y visitador general del obispado de Plasencia. El convento dispondría de las rentas de la fundación y, a cambio, sus inquilinas rezarían dos misas semanales por las almas de los fundadores. El citado vicario pretendió siempre la erección de un convento de monjas carmelitas descalzas, sin embargo, a mitad de las gestiones le sorprendió la muerte[55]. El heredero del patronazgo fue su sobrino el licenciado Juan Velázquez, relator del Consejo de Indias, que se convertiría en el cuarto patrono de la fundación de Juan Velázquez de Acevedo. Éste y su hermano, el clérigo Alonso Velázquez, acudieron a la Condesa de Medellín, Ana de Córdoba, para solicitar autorización, y al parecer fue ésta, muy devota de la orden agustina, la que los convenció para que el cenobio fuese de esta orden[56]. Obviamente, no fue casualidad la elección de las descalzas agustinas, pues desde principios del siglo XVII, tanto Felipe III como su esposa Margarita de Austria habían favorecido a esta orden, fomentando la fundación de varios conventos de monjas agustinas, intitulados de Descalzas Reales[57].

Inicialmente llegaron cuatro religiosas, a saber: Catalina de Jesús, procedente del convento de Villafranca del Bierzo, la primera priora, Antonia de la Santísima Trinidad, maestra de novicias, Josefa de San Gabriel, sub-priora, e Inés de la Asunción, monja de coro o de velo negro[58].

Como no podía ser de otra forma, se dedicó a la advocación de San Juan Bautista, constando su fundación oficial el 31 de enero de 1628, cuando llegaron las primeras religiosas. Sin embargo, puede interpretarse que la fundación efectiva no ocurrió hasta poco después, es decir, hasta el 24 de febrero de 1628 en que se celebró la fiesta de San Matías, se colocó el Santísimo, y las religiosas se recogieron en su clausura[59]. Como capellán del convento se designó a Alonso Velázquez, clérigo, hermano del patrono. Por cierto que éste había pasado al Perú en 1590 y era arcediano de la catedral de Lima desde 1609[60]. Debió regresar para acabar sus días en Medellín ocupando dicho cargo, pero tal hipótesis no la hemos podido verificar.

El cenobio pasó por muchas dificultades por la negativa del patrono a entregar los 400 ducados de renta que había comprometido su tío Luis Velázquez. Al parecer, la fundación pasó por algunas dificultades económicas que repercutió en un abandono a su suerte del cenobio. A punto estuvieron sus fundadoras de abandonarlo. Sin embargo, el ingreso de una nueva monja, originaria de Medellín, sor Mariana de San José, animó a algunos vecinos a proporcionar la ayuda necesaria para su perpetuación[61]. El convento que cubría una necesidad social de la villa, pues ampliaba la capacidad del pueblo para recoger a aquellas mujeres que no habían podido o no habían querido desposarse. Como ya hemos afirmado, se mantuvo en activo por espacio de más de dos siglos, exactamente hasta su abandono en 1835[62].

7.-EL PATRONAZGO: DE MEDELLÍN A SORIA

Como ya hemos indicado, los largos pleitos a los que se enfrentaron los Velázquez terminaron mermando la fortuna del perulero y malogrando una buena parte de las fundaciones inicialmente previstas. Todos tenían motivos para litigar ya que se dirimía el destino de una fortuna que los propios interesados calcularon en 80.000 ducados[63].

El primero de los pleitos lo planteó un profeso del convento del monasterio del Rosario de Lima, hijo de Inés de Cabañas que reclamaba su herencia y que. Y el otro, se produjo entre los propios hermanos del finado y sus descendientes. A Juan Velázquez de Acevedo le sorprendió la muerte sin haber terminado de redactar su testamento que se apresuró a terminarlo por poderes su hermano Alonso Velázquez. Pero la finalización y formalización del testamento era decisiva: si finalmente se aceptaba, el heredero y patrono de la fundación sería Alonso Velázquez, hermano de padre de Juan Velázquez de Acevedo, mientras que para los demás apenas quedaban unas migajas. Y había grandes perjudicados, sobre todo Juana de Torres, hija de Mayor Hernández e Isabel Velázquez, estas dos últimas hermanas de padre y madre del finado. Es decir, si se aceptaba el testamento toda la fortuna se la llevaría un medio hermano y sus descendientes, mientras que si se daba por nulo, los nueve hermanos y medios hermanos del fallecido se repartirían a partes iguales la fortuna.

Alonso Velázquez recibió el apoyo de su hermana Beatriz Velázquez y las esclavas Leonor y Ana, así como los hijos de éstas que, en caso de darse por válido el testamento obtendrían su libertad. Francisco de Vinuesa y Juana de Torres estaban ayudados por la hermana de ésta, Isabel Velázquez, y por otras dos medio hermanas Francisca y Leonor, monjas profesas en esos momentos en la Concepción de la villa de Usagre.

Francisco de Vinuesa, en nombre de su esposa Juana de Torres y de la hermana de ésta Isabel Velázquez, acusó a Alonso Velázquez no sólo de haber manipulado el testamento, pagando grandes sumas al escribano de Valdetorres Juan de Morales, sino de haber envenado a su hermano. En relación a lo primero escribió que el escribano era muy pobre y, gracias a las dádivas que le había entregado Alonso Velázquez, había prosperado económicamente[64]. En cuanto, al asesinato, declaró que Alonso Velázquez mantenía relaciones sexuales con la esclava de Juan Velázquez a quien ofreció incluir su libertad en el testamento, a cambio de que envenenase el almendrado que todos los días solicitaba su señor[65]. Según el demandante, el acusado tenía sobrados motivos para matarlo porque su propio hermano lo había sorprendido manteniendo relaciones sexuales con la esclava y le había amenazado con desheredarlo pues no quería que se gastase su hacienda con putas[66].

La defensa de Alonso Velázquez decidió centrarse no tanto en rebatir sus argumentos como en desacreditar a Francisco Vinuesa y culparlo asimismo del asesinato. Según su versión, Francisco Vinuesa era una persona de mala vida, que tenía antecedentes sangrientos, pues estando en Villanueva le dio una estocada a un mozo llamado Juan Campos, que murió pocos días después. Asimismo, afirmó que la esposa de éste y sus hermanas tenían más motivos que él para asesinarlo, pues pensaban que Juan Velázquez no había redactado su testamento y esperaban que muriese abintestato. En el memorial impreso de este pleito aparecen más de 150 folios con testigos de un lado y otro, comprados, que hablan a favor de una parte u otra según sus intereses.

La justicia dictaminó en primera instancia que no hubo envenenamiento y que la defunción se produjo por causas naturales. Por sentencia dada el 9 de diciembre de 1600 se condenó a Alonso Velázquez por falsificar el testamento, con la pena capital y 4.000 ducados de multa, la mitad para Juana de Torres e Isabel Velázquez y la otra mitad para la cámara, más los gastos de la justicia[67]. El escribano Juan de Morales, que ya había sido sometido a tormento en los interrogatorios, fue condenado a 200 azotes, amputación de la mano, inhabilitación perpetua para el ejercicio del oficio de escribano y cuatro años de destierro de la tierra de Medellín[68].

Obviamente, Alonso Velázquez apeló la sentencia, permaneciendo al frente del patronazgo él y sus descendientes mientras se dirimía un contencioso que se prolongó por espacio de varios lustros. El documento que hemos manejado está inconcluso y no aparece el fallo definitivo. Sin embargo, es seguro que finalmente se produjo el fallo en contra de Alonso Velázquez y su descendencia porque el patronazgo pasó a los Vinuesa Velázquez. Efectivamente, la fundación terminó recayendo en el hijo de Francisco de Vinuesa y de Juana de Torres, Fernando de Vinuesa y Velázquez, desposado con María de Cuéllar Carrasco, ambos avecindados en la ciudad de Soria. Y de nuevo el hijo de estos, Alonso de Vinuesa y Velázquez, tomó posesión de las rentas de la obra pía por escritura otorgada el 25 de abril de 1671[69]. Así fue como la fundación de los Velázquez, pese al empeño de Alonso Velázquez para que se mantuviese en poder de su linaje, quedó vinculado a los Vinuesa. Es decir, pasó de Medellín a Soria en menos de tres décadas lo que probablemente contribuyó al olvido de la memoria de los Velázquez.

Los descendientes posteriores del patronato, los Vinuesa Velázquez, mencionan en sus escrituras otros dos patronazgos cuyo origen desconocemos: uno, el del colegio de San Juan y San Antonio, cuya ubicación ignoramos totalmente. Y otro, el de la capilla mayor del convento de Santo Domingo de Llerena, del que tampoco conocemos detalles. Sólo nos consta documentalmente que Alonso de Vinuesa y Velázquez, en quien recayó el legado de Juan Velázquez de Acevedo, tomó posesión de ambos patronazgos. Lo cierto es que la fundación de este cenobio, en extramuros de Llerena fue aprobada por una licencia real, dada en Valladolid el 19 de enero de 1554[70]. Era inicialmente modesto, pues en 1575 estaba habitado por tan solo doce religiosos, siendo su prior fray Miguel de Toledo. El patronazgo de los Vinuesa debió ser sólo de la capilla mayor, a cambio presumiblemente de su reforma o reconstrucción. La bibliografía que hemos consultado sobre dicho convento no ha arrojado hasta ahora ninguna luz.

El destino quiso que, pese a los desvelos del primer patrono por que éste quedase perpetuamente vinculado a los Velázquez de Medellín, heredando siempre los varones de mayor edad, éste terminase vinculado nada más y nada menos que a los Vinuesa Velázquez de Soria. Los numerosos clérigos de la familia, la falta de descendencia masculina y los pleitos entre sobrinos terminaron provocando esta situación.

 

8.-CONCLUSIONES

Como hemos podido comprobar a lo largo de este artículo, los Velázquez, fueron una de las familias comercialmente más activas de Medellín en los siglos XVI y XVII. Nuevamente se vuelve a verificar que el origen hidalgo no era incompatible con la actividad empresarial. En la familia Velázquez había numerosos licenciados y doctores, cristianos viejos, que muy probablemente ostentaban como mínimo la hidalguía. Sin embargo, ello no supuso problema alguno para que muchos de sus miembros desempeñasen una importante carrera mercantil.

El dinero que trajeron a Medellín Juan Velázquez de Acevedo y su mujer Inés de Cabañas y que heredaron inicialmente su hermano Alonso Velázquez y después el hijo de éste, Juan Velázquez, pese a los pleitos, debieron dinamizar y revitalizar la economía de la zona. Una inyección de capital de varios millones de maravedis que se invirtieron en su mayor parte en la propia localidad. Vuelve a verificarse la importancia de la plata indiana, responsable de la creación de obras pías, capellanías, capillas privadas y limosnas. Con dinero indiano se sufragaron obras de arte como la imagen antigua de Santa Cecilia, que presidía el altar mayor, cofradías como la de la clerecía, capillas, como la fundada por Hernán Cortés en San Francisco u obras pías para socorrer a los pobres de la localidad. Igualmente, se dotaron las rentas necesarias para la fundación y el sostenimiento de un convento de monjas en la localidad, el de las Agustinas Recoletas, que se mantuvo en activo hasta su desaparición en el siglo XIX.

         No deja de sorprender que el numerario obtenido por un perulero en sus negocios ultramarinos terminase primero en Medellín y luego nada menos que en Soria. Un destino que jamás pudo imaginar el propio fundador. Ello probablemente contribuyó al olvido de la familia Velázquez en la memoria histórica de Medellín. El presente trabajo viene a llenar un vacío, y de paso a hacer justicia con uno de estos comerciantes que tuvieron más impacto económico en la localidad que conquistadores de la talla de Hernán Cortés.

APÉNDICE

Lám V. Los Velázquez

[1] MIRA CABALLOS, Esteban: “Medellín y América hasta la Guerra de la Independencia: estado de la cuestión”, Jornadas de Historia de las Vegas Altas. La batalla de Medellín. Medellín, 2010, p. 481.

[2] RODRÍGUEZ GORDILLO, Eduardo: Apuntes históricos de la villa de Medellín (Provincia de Badajoz). Cáceres, s.a. (h. 1916), pp. 169-170.

[3] Sobre el particular puede verse mi trabajo: “Zafra, puerta de Extremadura a las Indias, siglos XVI al XVIII”, Cuadernos de Çafra. Zafra, 2012 (en prensa).

[4] La vinculación de los Velázquez con Zafra fue muy estrecha, tanto que el doctor Alonso Velázquez, se desposó en segundas nupcias con la zafrense Beatriz López, padres del primer patrono Alonso Velázquez. Y éste a su vez se casó con otra zafrense, Isabel Gutiérrez de Mexía, padres del segundo patrono Juan Velázquez. Véase el árbol genealógico adjunto al final de este trabajo.

[5] AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco, año 1600, fols. 549r-580v y 1601, fols. 581r-590v. El testamento y el poder supuestamente otorgado por Juan Velázquez de Acevedo fueron judicialmente declarados apócrifos. Aparecen reproducidos íntegramente en el Memorial del pleito entre Alonso Velázquez y Francisco Vinuesa y otros, 1599-1650. Biblioteca del Palacio Real, Sig. VII/50, fol. 7r-13v. En adelante citaremos los testamentos de Juan y Alonso Velázquez, omitiendo el resto de la referencia, y las alusiones al pleito conservado en el Palacio Real como Memorial del pleito, seguido del folio.

[6] Memorial del pleito…, Biblioteca del Palacio Real, signatura VII/50. Y Alegaciones de Alonso Velázquez al memorial impreso redactado por el relator en el pleito que sigue con Francisco de Vinuesa sobre la autenticidad del testamento otorgado por Juan Velázquez de Acevedo, Signatura XIV/3035.

[7] Sobre los Velázquez de Don Llorente véase a CARMONA CERRATO, Julio: La aldea de Don Llorente y sus vínculos con Don Benito (de la leyenda a la historia). Don Benito, Excmo. Ayuntamiento, 2005, pp. 91-121. En la obra de Mayoralgo y Lodo se puede observar que no hay ningún entronque en la ascendencia y descendencia de ambas familias, pese a compartir el apellido y pese a la cercanía entre Medellín y Don Benito. MAYORALGO Y LODO, José Miguel: La Casa de Ovando (Estudio Histórico-Genealógico). Cáceres, Real Academia de Extremadura, 1991, pp. 371 y ss.

[8] Alonso Velázquez decidió mantener esta tradición de su padre, disponiendo que cada hacha tuviese como mínimo cuatro libras de cera y que, luego, quedase en manos del mayordomo del Santísimo de Magacela o de la parroquia para que alumbrase al Santísimo mientras fuese posible. Asimismo, Alonso Velázquez dispuso otros seis hachones para el mismo fin, en aquella villa donde viviese el titular del patronazgo y del mayorazgo y otras seis para la iluminación del Santísimo el Jueves Santo en la iglesia o monasterio que decidiese el patrón. Testamento de Alonso Velázquez.

[9] No hemos encontrado la más mínima alusión a la presencia de personas de apellido Velázquez en esta localidad. Véase a MIRANDA DÍAZ, Bartolomé y Francisco de CÓRDOBA SORIANO: Los moriscos de Magacela. Badajoz, Diputación Provincial, 2010.

[10] Así consta en el mandato Nº 7 de la visita realizada a Almendralejo por el licenciado Lorenzo Cano, juez ecónomo de la provincia de León en junio de 1798. Archivo diocesano de Mérida Badajoz, Almendralejo Leg. 1082, Exp. 34.505.

[11] NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida, Gráficas Solinieve, 1978, p. 322.

[12] BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal y otros: Catálogo de pasajeros a Indias, Sevilla-Madrid, 1930-1986, Vol. V, T. I, Nº 1870.

[13] El colegio Real de San Felipe y San Marcos era el más elitista del virreinato peruano, pues para cursar allí sus estudios los colegiales debían hacer un importante desembolso económico y acreditar en una probanza su pureza de sangre. Por ello, los colegiales de San Marcos tenían preferencia en los actos públicos a los colegiales de otros centros de menor prestigio. Véase el trabajo de COELLO DE LA ROSA, Alexandre: “Pureza, prestigio y letras en Lima colonial. El conflicto entre el colegio de San Martín y el colegio Real de San Felipe y San Marcos (1590-1615)”, en El peso de la sangre, limpios, mestizos y nobles en el mundo hispánico. México, 2011, pp. 137-168.

[14]NAVARRO DEL CASTILLO: Ob. Cit., p. 302. SÁNCHEZ RUBIO, Rocío: La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI. Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1993, p. 617. PALAU Y DULCET, Antonio: Manual del librero Hispano-Americano, T. XXXVI. Barcelona, Librería Palau, 1953, p. 44.

[15] Debo éste y otros datos al investigador de Medellín José María Custodio Simón, que prepara un trabajo sobre heráldica metellinense.

[16] Véase por ejemplo a GONZÁLEZ-DORIA, Fernando: Diccionario heráldico y nobiliario de los reinos de España. Madrid, Editorial Bitácora, 1987, p. 472.

[17] Se trata de Cabañas del Castillo, como puede verse en la Web http:/www.cabañasdelcastillo.es (Consulta del 14 de febrero de 2013). Los emigrantes originarios de ese pueblo en SÁNCHEZ RUBIO: Ob. Cit., pp. 497-498.

[18] Luchó como arcabucero en las guerras civiles del lado de Gonzalo Pizarro, por lo que tras la derrota final en Jaquijahuana fue condenado a la pérdida de sus bienes y al destierro a Chile, donde todavía vivía en 1565.BUSTO, José Antonio del: Diccionario histórico biográfico de los conquistadores del Perú, T. I. Lima, Ediciones Studium, 1986, p. 288. Véase también a NAVARRO DEL CASTILLO: Ob. Cit., p. 263.

[19] Así se menciona en el testamento de Alonso Velázquez.

[20] Testamento de Juan Velázquez de Acevedo.

[21] Ibídem.

[22] Ibídem.

[23] La fecha la deducimos de tres documentos diferentes. Por un lado, el 3 de marzo de 1600 Alonso Velázquez ordenó su testamento y declaró que su hermano era ya finado. Testamento de Alonso Velázquez. Y por el otro, en un traslado de las memorias fundadas por los Velázquez de Acevedo se ordena hacer un aniversario el 23 de noviembre que es el día que murió el dicho Juan Velázquez, en la iglesia que el patrón de la fundación le pareciese más oportuno. Traslado de las memorias fundadas por Juan Velázquez de Acevedo, Soria, 27 de octubre de 1677. AGS, Contaduría de Mercedes 380. En el pleito conservado en el Palacio Real de Madrid, los testigos declaran no sólo la fecha sino también la hora del deceso. Biblioteca del Palacio Real, Sig. VII/50, fol. 2r.

[24] Memorial del pleito, fol. 144v.

[25] Sorprende la operación a la que se había sometido el anciano poco antes de su muerte. Los testigos afirman que estaba casi ciego y que, tras la operación, se le pidió que estuviese unos días sin exponerse a la luz del sol. Supongo que este tipo de operaciones no estaba al alcance de todo el mundo, sino de una persona acaudalada como él.

[26] Testamento de Alonso Velázquez.

[27] Memorial del pleito, fol. 2v.

[28] Ibídem.

[29] Véase al árbol genealógico que adjuntamos al final de este trabajo.

[30] SCHÄFER, Ernesto: El Consejo Real y Supremo de las Indias, T. I. Salamanca, Junta de Castilla y León, 2003, p. 359. En 1629, su esposa María Velázquez, decía ser viuda y ostentaba el patronazgo, dado que no tenían herederos forzosos.

[31] Dado que Simón murió poco después, se decidió ahorrar en su lugar a otro hijo llamado Juan.

[32] Salen en total 19 aunque el número inicial se fijó 18.

[33] Testamento de Alonso Velázquez.

[34] En el documento se cita así, pero parece claro que debe tratarse de la ermita de San Pablo, situada en extramuros, exactamente entre el puente y la puerta de Portaceli. Sin embargo, este templo terminó siendo abandonado, pues, en 1653, según Solano de Figueroa, estaba ya en ruinas.

[35] Traslado de las memorias y obras pías fundadas por Juan Velázquez de Acevedo, traslado dado en Soria, 27 de octubre de 1677. AGS, Contaduría de Mercedes 380.

[36] Se produjo cierta disputa porque el metellinense sólo le quiso pagar a Hernando Martel la mitad, al entender que la otra mitad no le correspondía a éste sino a su esposa María Martel. Testamento de Alonso Velázquez.

[37] Ibídem.

[38] En diciembre de 1599 el capellán se presentó en Medellín, en casa de Juan Velázquez, y éste le abonó personalmente el tercio de la renta anual. Ibídem.

[39] Ibídem.

[40] GARCÍA FUENTES, Lutgardo: Los peruleros y el comercio de Sevilla con las Indias, 580-1630. Sevilla, Universidad, 1997, pp. 101-102.

[41] Ibídem.

[42] Ibídem.

[43] Concretamente tenían gravado un censo de 28.000 reales de principal a favor de Elvira González, a razón de 15.000 el millar y otro de algo más de 24.000 reales a 16.000 el millar a favor de fray Andrés de Almaguer O.P. Traslado de las memorias y obras pías fundadas por Juan Velázquez de Acevedo, traslado dado en Soria, 27 de octubre de 1677. AGS, Contaduría de Mercedes 380.

[44] La única diferencia radica en que las rentas sobre las alcabalas de Alcántara, según Rodríguez Gordillo eran de 240.000 maravedís pero debe ser un error o un simple baile de cifras porque en realidad ascendía a 204.000. RODRÍGUEZ GORDILLO: Ob. Cit., p. 169-170.

[45] Alonso Velázquez en su testamento menciona a su primo Juan Velázquez, diciendo que era difunto. No era la única tienda que había en Medellín, pues Alonso Velázquez dispuso el pago de 460 reales que su difunto hermano debía a Antonio Ruiz Maroto, vecino de Medellín, por cierto genero que había adquirido en su tienda. Testamento de Alonso Velázquez.

[46] Las cifras están expresadas en maravedís. Fuentes: AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco 1590; 1591, fols. 570r-571v; 1592, fols. 540r-540v; 1595, fols. 472v-474v;

[47] Véase por ejemplo el contrato firmado el 26 de junio de 1596. AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco 1596, fol. 45r.

[48] Poder otorgado en Zafra, el 29 de noviembre de 1595. AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco 1595, fol. 734r. Curiosamente, en ese mismo año vivía un homónimo en Medellín que era clérigo presbítero, al que Juan Ramírez de Prado encargo el arrendamiento de las dehesas del concejo o de particulares para que pastasen sus animales. Poder otorgado en Zafra, 27 de diciembre de 1595. AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco 1595, fols. 690r-690v.

[49] Compromiso de dote de Lucía Velázquez y Luis Sánchez, su hijo, a favor de su hija y hermana Isabel Velázquez, de 400 ducados, Zafra, 4 de enero de 1587. AMZ, Rodrigo de Paz Tinoco 1587, fols. 283r-283v.

[50] En Zafra, el 11 de abril de 1588, compareció ante el escribano Rodrigo de Paz, Alonso Velázquez, vecino de Medellín y estante en Zafra, declarando que al tiempo que concertó el matrimonio con Isabel Gutiérrez, su mujer legítima, hija de Alonso de Mesa, mercader, y de Leonor López, su mujer, vecinos de Zafra, le dieron 3.000 ducados de dote que valieron 1.125.000 maravedís. Sin embargo, le habían entregado en varias pagas un total de 938.296 maravedís por lo que faltaban, a cumplimiento de los 3.000 ducados, 186.704 maravedís, de que se dio por pagado y entregado. A.M.Z., Rodrigo de Paz Tinoco 1588, fols. 130r-131v.

[51] Patente de monja, otorgada en el convento de Santa Cruz de Granada, 21 de junio de 1593. A.M.Z., Rodrigo de Paz Tinoco 1593, fol. 739r.

[52] Poder de Alonso Velázquez de Acevedo, vecino de la villa de Medellín, a Juan Ramírez de Prado, vecino de Zafra, y a Juan Parejo, mayoral del dicho Juan Ramírez, vecino de Don Benito, para que en su nombre pudiesen arrendar del señor conde de la Puebla, las dehesas de la Cardenita, Sotos del Palazuelo y Llano del Palazuelo, que están en término de la villa de Medellín y son de propiedad de la casa y mayorazgo del dicho señor conde por el precio y tiempo en que se concertare. Zafra, 26 de junio de 1597.

AMZ, Juan de Paz Tinoco 1597, fols. 454r-454v.

[53] MAYORALGO Y LODO: Ob. Cit., p. 825.

[54] RODRÍGUEZ GORDILLO: Ob. Cit., pp. 169-170.

[55] VILLERINO, padre Alonso de: Solar esclarecido de las religiosas recoletas de nuestro padre San Agustín. Y vidas de las insignes hijas de sus conventos. Madrid, 1690, Libro XI, p. 427.

[56] Ibídem.

[57] ATIENZA, Ángela: Tiempos de conventos. Madrid, Marcial Pons, 2008, p. pp. 133-141.

[58] VILLERINO: Ob. Cit., p. 427.

[59] Ibídem. El erudito local Rodríguez Gordillo, retrasa la celebración de la primera misa hasta el 26 de febrero de 1631, aunque no ofrece su fuente. RODRÍGUEZ GORDILLO: Ob. Cit., p. 170.

[60] NAVARRO DEL CASTILLO: Ob. Cit., p. 302.

[61] VILLERINO: Ob. Cit., pp. 429-430.

[62] RODRÍGUEZ GORDILLO: Ob. Cit., pp. 176-177.

[63] En la querella presentada por Francisco de Vinuesa y otros contra Alonso Velázquez, el 1 de julio de 1600, afirmó que se quiso excluir a su parte de la herencia de Juan Velázquez que superaba los 80.000 ducados. Memorial del pleito, fol. 5v.

[64] Memorial del Pleito, fol. 6r.

[65] Todos los detalles de este proceso se encuentran en el Memorial del pleito, fols. 6r y ss.

[66] Ibídem, fol. 133v.

[67] Ibídem, fol. 125v. Y Alegaciones de Alonso Velázquez al memorial impreso, h. 1601. Biblioteca del palacio Real XIV/3035 (3), fol. 13r. (en adelante lo citamos como Alegaciones, seguido del folio).

[68] Alegaciones, fol. 11r.

[69] Toma de posesión de varias rentas a favor de la obra pía fundada por Juan Velázquez, por su patrono Alonso de Vinuesa, 25 de abril de 1671. Traslado de la libranza que se dio a don Alonso de Vinuesa por los años desde el de 1681 hasta el de 1684. Traslado de las memorias y obras pías fundadas por Juan Velázquez de Acevedo, traslado dado en Soria, 27 de octubre de 1677. AGS, Contaduría de Mercedes 380.

[70] RODRÍGUEZ-ZAMBRANO Y JARAQUEMADA, Antonia: La fundación y patronato del convento de Santa Ana de Llerena. Llerena, Imprenta Escandón, 1986, p. 54. Sobre el particular puede verse también el trabajo de HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador: “Notas para la historia del desaparecido convento de Santo Domingo de Llerena: una donación de platería de 1640”, Revista de Fiestas Mayores Patronales. Llerena, 2000, pp. 65-66.

Abr 032014
 

Esteban Mira Caballos.

Cuando se cumplen exactamente quinientos años del descubrimiento del Mar del Sur se impone una mirada crítica desde nuestro tiempo. Como dijo Fernan Braudel, toda historia es hija de su época y pretende dar respuestas a los problemas del tiempo en que fue escrita. Por tanto, urge plantear una nueva interpretación de la conquista en general y del descubrimiento de Vasco Núñez en particular. En  realidad, la historia es una visión del pasado pero realizada desde el presente, lo que provoca que cada autor narre los hechos desde lo sucedido después. El historiador trabaja, en definitiva, como quería Reinhart Koselleck, con un futuro del pasado y reinterpreta éste en base a sus propias experiencias e inquietudes[1].

Eric Hobsbawm, historiador recientemente fallecido, decía con toda la razón que vivíamos una época neo-descriptiva, donde volvía a hacerse hueco la historia mitológica. Esto está provocando una grave crisis en la ciencia histórica, pues ya pocos confían en su utilidad social[2]. Por ello creo que es necesario que los historiadores recuperemos el compromiso social y nos impliquemos en el análisis del pasado, para evitar esa falsa historia mitológica de héroes y santos que nos han contado. No se trata más que de aprender del pasado –por duro que éste sea- con el objetivo de buscar un presente y un futuro mejor para todos.

1.-UNA HISTORIA SAGRADA DE LA CONQUISTA

Desde los orígenes de la Civilización, ha existido una visión de la historia única y además excluyente. Las cosas ocurrieron de una forma determinada y cualquier visión alternativa era opuesta a la verdad. Y esta verdad indiscutible siempre se ha impuesto desde el poder. Y es que todos los regímenes políticos han disfrutado de una historia oficial, encargada de justificar su sistema. El Imperio Romano tuvo sus historiadores oficiales al igual que los imperios modernos y, por supuesto el actual capitalismo neoliberal. Todos los imperios crearon una estructura teórica para justificar la expansión ante sus ciudadanos. Llama la atención que ya en el siglo I d. C., Cornelio Tácito en su obra Historias afirmara que todos los pueblos que habían sometido a otros, lo habían hecho bajo el pretexto de llevarles la libertad. Quince siglos después, Ginés de Sepúlveda alabó la expansión romana en Hispania pues, aunque en su opinión, generó algunos abusos, no fueron comparables a las ventajas, especialmente el haber traído a la Península Ibérica el latín. E igualmente justa y necesaria fue la expansión de la civilización occidental por el Nuevo Mundo en el siglo XVI.

En el siglo XIX hubo grandes defensores del imperialismo que lo enaltecían aludiendo al triunfo definitivo de la civilización sobre la barbarie. Incluso, el trabajo científico de Charles Darwin y su evolución de las especies fue usado por muchos para justificar la sumisión de unos hombres a otros. Pero lo cierto es que, aunque Darwin en su famosa obra no se refirió específicamente a la especie humana, muchos interpretaron que  los grupos más civilizados terminarían exterminando o asimilando a las razas salvajes del mundo. El citado científico sí llegó a escribir que la selección de las especies en el caso humano podría debilitarse debido precisamente a la civilización.

Lamentablemente, en el siglo XX esta línea de pensamiento que justificaba el predominio del hombre blanco se ha mantenido con más vigor que nunca. En relación a la conquista de América, ha prevalecido siempre una historia gubernamental. Una etapa considerada sagrada e intocable, uno de los signos de identidad de la patria hispana. La historia patria se fundamentó en esa historia pseudo-mítica cuyos pilares fundamentales fueron algunas de las figuras más preeminentes de las Indias como Cristóbal Colón, Vasco Núñez, Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Hernando de Soto. Por ejemplo, en 1923, el historiador jesuita Constantino Bayle veía en Balboa a poco menos que un elegido por Dios para extender por el Pacífico la civilización cristiana y española[3]. Esta interpretación de los hechos, puede entenderse en el marco en la que fue escrita pero no en nuestros días. Dado que este tipo de historia ya no se la cree nadie, urge replantearse nuestros posicionamientos para hacerlos verosímiles. Extremadura se ha prodigado en obras clásicas sobre su vinculación con América, sobre la conquista y sobre los conquistadores. Trabajos como los de Rubio y Muñoz-Bocanegra, Publio Hurtado, el Conde de Canilleros o Vicente Navarro del Castillo forman hoy parte de la más clásica literatura de la conquista. Y entre ellos hay títulos tan significativos que marcaron una época en la historiografía, como La epopeya de la raza extremeña en Indias o La tierra donde nacían los dioses. Aunque, en realidad, por más que los nativos lo creyesen, no eran dioses sino hidalgos venidos a menos y personas empobrecidas que se vieron obligados a abandonar su terruño para buscarse un futuro mejor a miles de kilómetros de la tierra que les vio nacer. Una realidad no tan lejana en el tiempo, pues desgraciadamente se volvió a repetir en el siglo XX, cuando ¡casi un millón de extremeños!, apremiados por el paro y la pobreza, tuvieron que abandonar su tierra y marchar a distintos puntos de España, Europa y América. Y lo peor de todo es que no podemos descartar que vuelva a ocurrir en pleno siglo XXI.

Vasco Núñez, como hicieron otros guerreros, aventureros, conquistadores y caudillos a lo largo de la historia, destruyó un mundo. El mundo indígena que poblaba las tierras del actual estado de Panamá. Estos nativos vivían en la Edad de Piedra, y su potencial militar era insuficiente para frenar el avance de la invasión europea por pocos que fuesen sus efectivos. Pero, pese a su retraso civilizatorio, poseían su estructura social, sus costumbres, sus religiones y vivían adaptados a su medio natural. No eran exactamente salvajes, aunque –al igual que los propios españoles- tuviesen numerosas costumbres bárbaras. El grupo privilegiado gozaba de un cierto nivel de bienestar, pues de hecho la vivienda del cacique Comogre, aunque distaba de ser un palacete europeo, disponía de ciertas comodidades:

Era de ciento y cincuenta pasos de largo y de ochenta de ancho, estaba fundada sobre muy gruesos postes, cercada de muros de piedra, entretejida (de) madera en lo alto como zaquizamí, por tan hermosa arte labrada, que los castellanos quedaron espantados de verla y no sabían dar a entender su artificio y hermosura; tenía muchas cámaras y apartamiento, y una que era como despensa, estaba llena de bastimentos de la tierra, de pan y carne de venados y puercos y otras muchas cosas. Había otra gran pieza como bodega, llena de vasos de barro, con diversos vinos blancos y tintos, hechos de maíz y raíces de frutas… Había una gran sala o pieza muy secreta, con muchos cuerpos de hombres muertos, secos, colgados con unos cordeles de algodón, vestidos y cubiertos con mantas ricas de lo mismo, entretejidas con joyas de oro y ciertas perlas y piedras que ellos tenían por hermosas, y estos eran sus padres y abuelos y deudos, a quien Comogre tenía en suma reverencia y por sus dioses, y aquellos cuerpos los secaban al fuego para hacerlos perpetuos, sin corrupción[4].

 

Está claro que las sociedades que aniquilaron los conquistadores estaban en un nivel civilizatorios más atrasado que el europeo y poseían algunas costumbres muy bárbaras –como el canibalismo ritual-  pero no más que otras que traían los propios hispanos, como la quema en la hoguera de infieles, paganos y herejes, es decir, potencialmente de todo el que no pareciese cristiano.

 

2.-EL PROBLEMA DE LAS FUENTES

Para reconstruir la vida de Vasco Núñez encontramos un problema casi insalvable: la falta de documentación. Su caso no es muy frecuente entre los conquistadores ya que no han quedado apenas documentos sobre su descubrimiento, sobre su praxis conquistadora ni sobre su vida. De hecho, la investigadora Bethany Aram, que estuvo varios años buscando papeles sobre él, dice que cada vez que lo intentaba salían nuevos testamentos, codicilos y documentos varios de Pedrarias Dávila y de otros conquistadores, pero nunca de Vasco Núñez[5]. Y ello a pesar de que el jerezano redactó de su puño y letra cinco extensas cartas de relación, similares a las de Hernán Cortés, de las que sólo se han conservado dos. Balboa nunca fue un escritor depurado pero sí bastante prolijo. Asimismo, encargó al escribano de la expedición, Andrés de Valderrábanos, que levantara un diario de la jornada. El libro existió pero el último que lo tuvo en sus manos fue Gonzalo Fernández de Oviedo en tiempos del adelantado y nunca más ha aparecido.

Cabría preguntarse: ¿a qué se debe esta ausencia de documentación? La respuesta es clara; sus enemigos, fundamentalmente Pedrarias Dávila, que le sobrevivió bastantes años, se encargaron de eliminar toda aquella documentación que pensaban que podría ser comprometedora para ellos[6].

La carencia de fuentes es tal, que todavía hoy, siguen siendo las crónicas la mejor forma –y en ocasiones la única- de acercarnos a su vida y a sus hechos. De entre ellas, la de Gonzalo Fernández de Oviedo es la más valiosa ya que dispuso de los papeles de Valderrábanos y, por tanto, su información es muy fiable. También son de cierto interés los textos de Pedro Mártir de Anglería, Pascual de Andagoya, fray Bartolomé de Las Casas y Francisco López de Gómara, aunque dispusieron de muchas menos fuentes primarias.

Por no saber no sabemos cuando nació, ni cuándo pasó a las Indias, ni siquiera el día exacto en el que fue ejecutado en Acla, allá por enero de 1519. Si propia fecha de nacimiento se suele situar en 1475 porque, en 1510, el padre Las Casas dijo que tendría unos 35 años o pocos años más. Pero huelga decir que todos los datos relacionados con su biografía hay que tomarlos con la precaución que la falta de documentación impone. En cuanto a su vinculación con las Indias, es posible que siendo paje del señor de Moguer, se desplazase con frecuencia o viviese en esta localidad muy vinculada al Descubrimiento[7]. Allí, siendo un adolescente debió observar como muchos se embarcaban en una aventura a lo desconocido, tentaciones a las que no pudo sustraerse.

 

De entre las biografías sobre el jerezano, hemos de empezar hablando de la de Ángel de Altolaguirre y Duvale, publicada en Madrid en 1914 y que sigue sin estar superada. El autor recopiló todo lo que se sabía del adelantado así como la poca documentación alusiva a su obra y hechos. Desde entonces, han aparecido numerosas biografías pero es importante recalcar que no han aportado datos nuevos de significación, simplemente porque no ha aparecido material diferente que cambie lo que ya sabíamos. De entre las decenas de biografías destacaremos algunas que han estado bien redactadas o que han tenido un cierto impacto entre los lectores, como las clásicas de Constantino Bayle S. J. (1923), L. G Anderson (1944) y Kathleen Romoli (1955). Entre los trabajos más recientes debemos destacar las síntesis de Omar V. Garrison (1977), J. R. Martínez Rivas (1987) y, sobre todo, de Manuel Lucena Salmoral (1988), así como el excelente estudio comparado de Pedrarias y Balboa, firmado por Aram Bethany (2008). En relación al entorno en Tierra Firme, en los años del descubrimiento del Mar del Sur, resulta imprescindible el estudio de María del Carmen Mena (2011) sobre el oro del Darién. Y en lo concerniente a sus relaciones con Francisco Pizarro son de obligada consulta los trabajos de José Antonio del Busto Duthurburu.

Queda claro que si no aparece algún acervo documental nuevo, cosa que no parece muy probable, es imposible aportar datos nuevos sobre la temática. Solamente es posible –y deseable- ofrecer nuevas interpretaciones o puntos de vista sobre la base de lo que ya sabíamos.

 

3.-EL CONQUISTADOR PACÍFICO

Vasco Núñez, nacido en Jerez de los Caballeros, hacia 1475, en el seno de una familia hidalga de orígenes gallegos, se convirtió en breve tiempo en uno de los mitos de la conquista, junto a Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Hernando de Soto. Aunque las crónicas no lo dejan en demasiado buen lugar la literatura romántica inició su encumbramiento como héroe, enalteciendo la figura de una persona que de la nada descubre un océano y es ejecutado por la envidia de su propio suegro. Los primeros que lo elevaron a los altares fueron Washington Irving y Manuel José Quintana, quienes hablaron de esa persona humilde que llegó al Darién con lo puesto y que se convirtió en uno de los grandes descubridores del Nuevo Mundo. Y a lo largo de buena parte del siglo XX, sus distintos biógrafos agotaron los calificativos heroicos, para un personaje que se había convertido, como diría Antonio de Larragoiti, en el Ulises español[8]. El fugitivo convertido en un héroe a la usanza de la antigüedad. Con posterioridad, la historiografía lo convirtió en el arquetipo de héroe del pueblo, frente a Pedrarias que Carmen Mena lo califica de héroe cortesano. Este perfil heroico que ha tenido durante siglos dificulta el acceso a la persona.

El jerezano tiene un amplio reconocimiento en España donde tiene calles, plazas, jardines y monumentos dedicados a su persona. También en Panamá goza de todo tipo de reconocimientos: monumentos, calles, plazas, uno de los puertos del Canal de Panamá y hasta la propia moneda panameña usa su nombre en su honor. Incluso la máxima distinción que otorga el gobierno panameño se llama la Orden de Vasco Núñez de Balboa. Y está bien que tenga un hueco en la historia por lo que representó para la expansión de Occidente y por su importancia en la con construcción del mito de la patria hispana. Yo no estoy en contra de eso, ni a favor de que se quiten monumentos, ni nada parecido. Las estatuas de Balboa, como las de Hernando de Soto, Hernán Cortés, Simón Bolívar, San Martín o Carlos III, son testimonios del pasado y en mi opinión deben seguir ahí.

En lo que sí estoy en contra es que en pleno siglo XXI sigamos dándole el tratamiento de héroe, o en que se intenten ocultar las atrocidades que en el marco de la guerra de la conquista cometió para dar una imagen  más benigna de él. La historia no la podemos falsear y ya es hora de afrontar la verdad histórica, por dura que ésta sea. En este mismo año 2013 se siguen escribiendo libros, tratándolo como si de un héroe de caballería se tratase. En una noticia aparecida en la prensa nacional e internacional se citaba la presentación de un libro sobre Balboa, y en el subtitulo se decía: la publicación muestra que el descubridor del océano Pacífico fue un conquistador más pacífico que otros (nemotecnia incluida)[9]. A ello habría que añadir un par de objeciones:

Una,  la tesis de que Balboa fue más humanitario que otros conquistadores no es nueva, pues tiene sus orígenes incluso en la historiografía decimonónica. Ésta defiende que el jerezano nunca eliminó ni maltrató a los caciques y que siempre pretendió preservar la paz. Esta idea expresada en estos términos es insostenible, entre otras cosas porque el propio Balboa se jactaba de haber ajusticiado a más de una treintena de caciques. Llevaba consigo a Leoncico, el hijo del famoso Becerrillo, adiestrado para despedazar naturales en un santiamén, y que uso cada vez que lo creyó conveniente[10].

En su juicio de residencia, ordenado por Pedrarias Dávila y efectuado por el licenciado Gaspar de Espinosa, salió libre de la responsabilidad en la muerte de Diego de Nicuesa y los agravios al bachiller Martín Fernández de Enciso, en atención a sus servicios, pero según Bartolomé de Las Casas, nadie alegó los robos, matanzas y cautiverios de indígenas porque eso nunca se tuvo en estas Indias por crimen[11]. Históricamente se contrapuso la crueldad del héroe cortesano Pedrarias Dávila frente a la bondad del héroe popular Núñez de Balboa. Sin embargo, no es más que un mito, pues es difícil –o imposible- encontrar conquistadores bondadosos. Según fray Bartolomé de Las Casas, escribió al rey informándole que se había visto obligado a ahorcar a una treintena de caciques por el poco número que había de españoles, para así disuadirlos de una eventual insurrección[12]. Por lo demás, Balboa fue muy dado a azuzar los canes a los nativos, para que destripasen algunos de ellos y los demás se sometieran[13].

En una reciente monografía sobre el Darién, Carmen Mena escribió en relación a esta supuesta humanidad de Balboa, lo siguiente:

En cierta ocasión alguien atribuyó el éxito de Balboa en sus correrías por el Istmo a la política de atracción y tolerancia desarrollada con los cacicazgos indígenas que invadió. Esta opinión arraigó por mimetismo y con tal fuerza en la historiografía convencional que terminó forjando la leyenda glorificadora del héroe Balboa y sirvió para contraponerla hábilmente con la de su rival el maligno Pedrarias. Desde luego a Balboa no le faltaban cualidades, pero entre éstas no se encontraban la tolerancia ni la compasión hacia el indígena. A cualquiera que se documente en los textos escritos en aquellos días le resultaría muy difícil compartir semejante criterio[14].

 

Pero por si acaso alguien piensa que Carmen Mena es partidista, podemos tomar referencias de cualquier otro de los especialistas, como Manuel Lucena Salmoral, Bethany Aram, o incluso su hagiógrafa Kathleen Romoli, y afirman más o menos lo mismo. Veamos las palabras de Bethany Aram:

A diferencia de Pedrarias, Balboa encarna al héroe popular. Las calles y estatuas erigidas en su honra, son testigos de la constante importancia popular de su leyenda… Pero por otra parte, la documentación acerca de Balboa tampoco se corresponde con ningún ideal de paz, altruismo o inocencia[15].

 

Mucho más contundente se muestra Kathleen Romoli, una de las grandes enamoradas de la gesta del jerezano y que incluso comparó su descubrimiento con el realizado por el mismo Cristóbal Colón. Sus simpatías por Vasco Núñez están fuera de toda duda, lo que otorga un valor añadido a su opinión sobre el supuesto pacifismo del gobernador del Darién:

Vasco Núñez de Balboa no era un tipo seráfico, ni siquiera excesivamente idealista. Es imposible ser simultáneamente un conquistador y un santo pacifista… Cuando el empleo de la fuerza era necesario para sus fines la utilizaba sin vacilar, y aprobaba la esclavitud de los caníbales u otras tribus, recalcitrantes y, desde luego, la de los negros africanos…[16]

 

Y otra, no creo que el debate deba centrarse en defender cuál conquistador era más violento y cuál menos. Yo no sabría decir si Balboa fue más o menos sanguinario que Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Tampoco creo que sea relevante. Eran conquistadores, eran guerreros, nada más y nada menos que eso. Y ser conquistador implicaba conquistar y saquear territorios a sangre y fuego. El jerezano aplicó los mismos métodos usados en la guerra de su tiempo y, por supuesto, en la guerra contra los nativos. Quizás la única innovación propia, fue el uso sistemático de los perros que colocaba siempre en primera línea, causando la desbandada entre sus oponentes que eran así más fácilmente perseguidos y derrotados[17]. No se trata de calibrar la mayor maldad o bondad de los conquistadores, sino de modificar las categorías con las que trabajamos. Vasco Núñez de Balboa ajustició, aperreó, mutiló y descuartizó a cuantos se le opusieron. Especial crueldad mostró frente a los sodomitas que algunos caciques acostumbraban a tener en su entorno. Pero aunque puedan parecernos actuaciones brutales, no hay que olvidar, como escribió A. A. Kirkpatrick en el siglo pasado, que eran castigos corrientes no solo en la América de la Conquista sino en también en la civilizada Europa[18].

 

4.-LA HUESTE

Aunque Panquiaco le había advertido que para cumplimentar su empresa necesitarían al menos un millar de hombres, el jerezano se conformó con seleccionar 190, con los que partió desde la villa de Santa María del Darién, recorriendo el espacio comprendido entre la costa atlántica y la pacífica. Gonzalo Fernández de Oviedo, que tuvo delante el diario de Andrés de Valderrábanos, debió copiar del original el listado de las 67 personas que contemplaron por primera vez el Mar del Sur y de los que estuvieron en la primera toma efectiva del nuevo océano en el golfo de San Miguel, el 29 de septiembre de 1513, y justo un mes después, el de la segunda toma de posesión, en este caso en el golfo que bautizó como de San Lucas[19].

Balboa sabía que necesitaba presentar una gran hazaña y enviar un buen puñado de pesos de oro para que la Corona lo reconociese como gobernador de los nuevos territorios. Por ello, en cuanto pudo, informó a las autoridades reales de su gesta. El problema fue que, cuando se tuvo noticia de su descubrimiento, ya habían nombrado por gobernador al segoviano Pedrarias Dávila, debiéndose conformar el jerezano con el título de adelantado de la Mar del Sur y de gobernador de Panamá y Coiba, pero sometido siempre a la autoridad suprema de Pedrarias[20]. Desde el primer momento, muchos supieron -y así lo señalan los cronistas- que el choque de colosos llegaría antes o después y que sólo uno de ellos sobreviviría.

 

5.-LUCES Y SOMBRAS DE SU EMPRESA DESCUBRIDORA

Vasco Núñez llegó al Darién de polizón en el barco del bachiller Enciso, teniente de Alonso de Ojeda, estando presente en la fundación de la villa de Santa María de la Antigua. Consiguió quitarse de encima con rapidez a Diego de Nicuesa y al bachiller Enciso, que se había mostrado como una persona poco carismática. Tras una rebelión apresaron y reembarcaron hacia España a este último, que ostentaba la alcaidía mayor y era la máxima autoridad legítima, delegada por Alonso de Ojeda. Descabezada la élite política, era el momento de alzarse con el poder, por lo que consiguió que el cabildo de la villa lo nombrase alcalde ordinario, junto a Martín de Zamudio. Poco después, convenció a éste para que fuese a Castilla a dar cuenta de lo realizado, consiguiendo de esta forma quitarse de encima a todos los posibles rivales. Los emisarios, encabezados por Zamudio, pasaron por Santo Domingo y aprovecharon la ocasión para hablar con el almirante y gobernador Diego Colón, quien nombró a Balboa gobernador interino y lugarteniente en Tierra Firme a la espera de la confirmación real[21]. Una vez, conseguido lo primero, no fue difícil que la Corona, basándose en los hechos consumados, le reconociese, por cédula del 23 de diciembre de 1511, como gobernador y capitán interino del Darién[22]. Entre 1511 y 1514, el jerezano vivió su mejor época, descubriendo en ese período el océano Pacífico y siendo reconocido con el título de gobernador y adelantado del Mar del Sur[23].

Antes del descubrimiento, realizó tres expediciones previas que le sirvieron para adquirir experiencia en el modo de guerrear de los naturales, sellando de paso alianzas con algunos de los caciques. Una de ellas fue la famosa expedición al Dabaibe, en marzo de 1512, en busca de una especie de dorado panameño[24]. Se trataba de una mera invención de los nativos, lo cual fue una táctica comúnmente usada por ellos en su desesperado intento por que los españoles abandonasen su tierra. Una y otra vez conseguían engañar a las huestes, cegadas por el afán de conseguir oro. Fue en una entrada por el interior del golfo de Urabá, en tierras del cacique de Abibaibe, cuando éste, para deshacerse de ellos, les dijo que allí no había oro pero que podría llevarlos al Dabaibe, donde abundaba el codiciado metal amarillo. Poco después el cacique se escapó y se confederó con otros para rebelarse contra los hispanos[25]. Pese a la evidencia del engaño, el jerezano siempre mantuvo vivo su interés por encontrar este reino áureo. Apenas consiguió reunir, después de muchos sufrimientos, 7.000 pesos de oro, que para colmo de males se hundieron en una canoa que los transportaban por el golfo de Urabá[26].  Un verdadero desastre en términos de vidas humanas y de rentabilidad económica, aunque desde un punto de vista geográfico supuso un avance ya que por primera vez pudo divisar las estribaciones de la inmensa cordillera de los Andes[27].

 

A primero de septiembre de 1513, zarpó de Santa María de la Antigua a bordo de un galeón y nueve canoas, con un total de 190 españoles y unos 600 nativos[28]. Desembarcaron en Acla, donde fueron bien recibidos por el cacique Careta, ya sometido previamente por el gobernador del Darién. De ahí marcharon por tierra rumbo al sur, culminando la jornada el 29 de septiembre con la toma de posesión del Mar del Sur. Luego regresaron por otra ruta, estando de vuelta en Santa María de la Antigua en enero de 1514. Dadas las noticias que traían y, sobre todo, el importante botín, hubo un gran regocijo entre los hispanos estantes en la villa, olvidándose todas las rencillas existentes hasta ese momento. Sin embargo, esta jornada ha sido mitificada, siendo ensalzada y comparada, incluso con la hazaña descubridora de Cristóbal Colón y con  la primera vuelta al mundo de Magallanes- Elcano[29]. Y es cierto que el descubrimiento tuvo su trascendencia para Occidente, pero conviene que hagamos una crítica objetiva para alejarnos de la leyenda y acercarnos a la historia:

Primero, la historiografía clásica ha ponderado la hazaña, calificándola de heroica y terrible caminata a través del istmo de Panamá[30]. Otros incluso imaginaron grandes cadenas montañosas, comparables a los Andes, que se interponían en el camino al Mar del Sur, constituyendo un puro y perenne obstáculo[31]. Simple imaginación para presentar al jerezano como un héroe digno de los textos de Homero[32]. En realidad, el trayecto desde el Atlántico al Pacífico tenía apenas 60 millas de anchura, unos 108 kilómetros e, incluso, menos si hubiera sido posible recorrerlos en línea recta[33]. Lo podía haber realizado tranquilamente, sin apresurarse demasiado, en tan sólo quince días[34]. Asimismo, el camino de vuelta lo podía haber realizado por la misma brecha trazada en la ida, pero prefirió hacer una gran gira por diversos cacicazgos para aumentar el botín[35]. Además, aunque la selva virgen era muy tupida, no había barreras orográficas insalvables más allá de algunas sierras, una vegetación densa y algunas zonas pantanosas. Si tardaron más de cuatro meses fue porque estuvieron robando oro, perlas, esclavos y alimentos por todos los cacicazgos y pueblos por los que pasaban. De hecho, partieron del Darién  a primeros de septiembre de 1513 y regresaron el 19 de enero del año siguiente, con un botín considerable[36]. Es obvio que tanto la distancia como las condiciones ambientales fueron mucho más asequibles que las que encontraron Diego de Almagro en Chile, Francisco de Orellana en el Amazonas o Alvar Núñez Cabeza de Vaca en Norteamérica, por citar solo algunos ejemplos. La jornada fue tan llevadera que no murió ni uno solo de los 190 que le acompañaron a lo largo de toda la jornada[37]. El propio jerezano se jactó de ello en las cartas que escribió a principios de marzo de 1514, pocas semanas después de regresar de su jornada descubridora[38]. El padre Las Casas, siempre crítico con los conquistadores, ofreció otra versión del motivo por el que no hubo ningún percance entre las huestes:

No eran grandes hazañas las que hacía venciendo, como pelase con gallinas, que son todos los indios desnudos… mayormente llevando las escopetas que nunca habían visto ni oído, ni gente tan extraña y feroz como los nuestros son, comparados a aquellos que por armas tienen sus barrigas y pellejos desnudos…[39]

 

Ni un solo pueblo de la zona se rebeló contra él, pues previamente tuvo la precaución de cometer algunos actos de barbarie de manera que los amedrentados nativos en vez de plantar cara a los extranjeros, huyeron a la selva, desamparando sus pueblos[40]. Poco antes de tomar posesión del Mar del Sur, el cacique Chiape mostró su hostilidad, negándose a proveerlos de alimentos y a ofrecerles su amistad[41]. Sin embargo, fue fácil hacerle cambiar de actitud; bastaron varias andanadas de arcabuces para que los naturales, que obviamente desconocían la pólvora, temblaran aterrorizados en medio de la huida generalizada[42]. Lo cierto es que el jefe indígena se lo pensó mejor y, tras ofrecerles garantías de la conservación de su propia vida, se ofreció como leal vasallo de la corona de Castilla[43]. Por lo demás, el adelantado como buen baquiano sabía bien que la amenaza no era tanto la belicosidad indígena como el hambre. Por ello, se preocupó de estar siempre bien abastecido durante el trayecto, robando sistemáticamente las reservas de todos los pueblos por los que pasaba[44]. Por todo ello, concluye Carmen Mena que, dado el corto espacio recorrido y la escasa resistencia indígena, dicha empresa fue mucho más fácil de lo que tradicionalmente se ha sostenido[45].

Segundo, el descubrimiento tuvo ciertos aspectos cómicos, con esa teatralidad y parafernalia tan propia de la época. Corriendo un martes 25 de septiembre de 1513, sobre las diez de la mañana, los nativos advirtieron a Balboa que desde la próxima cima se podía divisar el nuevo mar. Éste ordenó inmediatamente a sus hombres que se detuvieran para ser él, el primero en divisar el citado océano, consciente de la importancia de su descubrimiento. Una vez más se verifica la percepción que ellos mismos tenían de la importancia y de la trascendencia de los hechos de armas que estaban protagonizando. La literatura ha comparado sus sensaciones al contemplar el nuevo mar con las de Aníbal cuando, orgulloso, mostró a sus hombres desde la cima de los Alpes el territorio romano que pretendía conquistar[46]. Tras todo un ritual de aspavientos, alzamiento de manos y arrodillamiento mandó llamar a sus hombres para que compartiesen el hallazgo, al tiempo que se arrodillaban y el clérigo de la expedición, Andrés de Vera, entonaba un emocionante Te Deum Laudamus[47]. El entonces gobernador del Darién los arengó, agradeciéndoles su fe en él, y destacando los servicios realizados a Dios y al rey así como la posibilidad de que todos ellos, con el favor de Cristo, se convirtiesen en los más ricos españoles que habían pisado las Indias[48]. Iniciaron el descenso y pasaron por el poblado del cacique Chiape que atemorizado por las noticias de los Tibá los recibió bien y les entregó el oro que tenía. El 29 de septiembre el jerezano decidió tomar posesión del nuevo mar: seleccionó a 26 de sus hombres, todos vestidos con las mejores galas, y junto a su perro Leoncico, y al cacique Chiape tomó posesión oficial del citado océano. Bajaron a la costa, Balboa y sus hombres vadearon el nuevo Océano hasta la rodilla, y blandiendo en alto su espada con la mano izquierda y con la derecha el invicto pendón de Castilla, tomó posesión solemne de aquel mar, en nombre de la corona de Castilla[49]. Dado que dicho día coincidió con la onomástica del arcángel San Miguel, le puso al golfo este nombre. Pero, tan gratificante acto era digno de ser vivido dos veces, por ello, justo un mes después, el 29 de octubre, el jerezano volvió a tomar posesión del nuevo océano, en esta ocasión en la playa de la isla de las Perlas[50]. Se habían acercado allí en busca de otro botín, el de las perlas que los nativos no valoraban en exceso, pues cogían las ostras simplemente para comer, acumulando las perlas que encontraban, aunque sin darles un valor suntuario[51].  Tras un amplio recorrido de regreso, sometiendo y robando a otros caciques, el 18 de enero de  1514 estaban de vuelta en Santa María del Darién con un amplio botín de guerra y con noticias prometedoras de lo descubierto.

Tercero, conviene insistir que el jerezano no lo hacía tanto por un afán descubridor como por encontrar oro. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo lo dijo con una claridad meridiana:

El principal intento de Balboa era conseguir oro, e indios e indias de que se sirviesen[52].

Fue el hijo de Comagre, Panquiaco, el que indignado por las disputas de los hispanos por repartirse el oro robado a su propio padre, les indicó que más al sur, en el otro mar, había un pueblo muy rico que usaba vajillas de oro para comer y que tenían más metal dorado que España cobre[53]. Dado que debían viajar durante seis días por la Mar del Sur y que debían enfrentarse a grandes reyes, parece claro que se refería al Imperio de los Incas, del que había oído hablar. En realidad, se trataba de la vieja estrategia de despertar la ambición de los hispanos, en particular de Balboa y Pizarro, para conseguir que se fueran de su territorio para así librarse de su yugo. Sin embargo, en esta ocasión no era exactamente un mito, tenía conocimiento indirecto del gran reino de los incas y lo usó con ese objetivo, aunque no pudo conseguir su objetivo de librarse de los hispanos que muy al contrario habían arribado a Castilla del Oro para quedarse. De hecho, al regreso, como el océano Pacífico no producía oro que era lo que quería el jerezano, realizó una amplia caminata por otros pueblos, situados más al noroeste, robando los cacicazgos de Teoca, Pacra, Bugue, Bononaima y Chiorizo para ampliar su botín. Los naturales solían entregar pectorales de oro que usaban los guerreros; Oviedo dice que un indio principal entregó quinces. Por cierto, que por ese afán de asimilación con lo que conocían, ellos llamaban a estos pectorales circulares patenas[54].

Contaba irónicamente Oviedo que él leyó las actas del viaje levantadas por el escribano oficial Andrés de Valderrábanos y  no se consignaron pero muchas hubo, y muchos indios hizo atormentar y a otros aperrear en este camino para que le diesen oro. Y a unos se tomaban las mujeres y a otros las hijas; y como Vasco Núñez hacía lo mismo, por su ejemplo o dechado, sus mílites se ocupaban en la misma labor, imitándole[55]. De hecho, cuando el cacique de Pacra le dijo que no sabía dónde se encontraban las minas lo torturó hasta la muerte, sin conseguir que dijese un sitio que seguramente no conocía[56].

Cuando regresaron a Santa María de la Antigua, el 19 de enero de 1514, traían consigo 2.000 pesos de oro, además de perlas, prendas de algodón y unos 800 naborías en colleras. Balboa, a diferencia de otros descubridores, como Hernán Cortés o el propio Cristóbal Colón que pretendieron encontrar el Mar del Sur para ampliar el comercio, no pensó tanto en eso como en la posibilidad de encontrar nuevos pueblos con mucho oro[57]. Si había otro océano, habría otros pueblos, según decían los nativos muy ricos, y por tanto habría más riquezas que robar o rescatar. Quede claro que aunque avistara o descubriera el Pacífico, Balboa no fue ni de acción ni de vocación un descubridor sino un conquistador.

Cuarto, por obvio que resulte no podemos olvidar que eso de descubrir el océano Pacífico era más que relativo. Los nativos de Centroamérica y de Sudamérica lo tenían más que descubierto y, por supuesto, las milenarias civilizaciones orientales. Pero es más, los portugueses hacía años que navegaban por él, comerciando con las islas de la Especierías, conocidas como las Molucas. En realidad, el avance geográfico se limitó al descubrimiento para Europa del Pacífico americano porque el Pacífico asiático estaba más que descubierto.

 

Quinto, el descubrimiento y la posterior fundación de la ciudad de Panamá fue tan positivo para Occidente como nefasto para las altas civilizaciones andinas. Supuso la apertura de la puerta al Tahuantinsuyu. El propio Balboa fue el primero que ensambló los primeros barcos en el Pacífico americano, construyendo dos bergantines para explorar la isla de las Perlas y bajar hacia el sur. El gran imperio de los Incas tenía los días contados.

Dicho todo esto, ¿qué méritos caben atribuirle al jerezano? Hay que reconocerle algunos, a saber:

Uno, pretendió siempre establecer enclaves estables, estando presente en la fundación de la villa de Santa María de la Antigua, que jugaría un papel destacado en el proceso descubridor centroamericano[58]. La influencia de este establecimiento es sólo comparable a la ejercida por Veracruz en la costa Atlántica de Nueva España. En ese momento se abrió un nuevo ciclo en la historia americana que culminaría con el descubrimiento del Mar del Sur.

Dos, consiguió verificar por primera vez la existencia de un océano al otro lado, algo buscado e intuido incesantemente por Cristóbal Colón y otros marinos pero solo conseguido por el jerezano. Y además lo recorrió por una de las partes más estrechas de todo el continente americano, muy cerca de donde actualmente discurre el célebre canal de Panamá. Gonzalo Fernández de Oviedo lo dijo con gran claridad:

Pero este servicio deste descubrimiento de la mar del Sur, y ser el primero de los cristianos que la vido, y con grandísima diligencia que la buscó y halló, a sólo Vasco Núñez se debe este trofeo…[59]

 

Bien es cierto que los españoles en realidad lo que buscaban era un estrecho que, desgraciadamente para ellos, nunca apareció. Perdida toda esperanza, aprovecharon la estrechez del istmo para plantear numerosos proyectos para comunicar la costa atlántica y la pacífica, pero ninguno de ellos se llevó a efecto[60]. Sin embargo, el avistamiento del Pacífico y en una zona tan estrecha como la actual Panamá tuvo una importancia vital en la expansión de la frontera occidental. El corto recorrido que había entre los dos mares en el actual estado de Panamá, demostrado por Balboa, supuso el nacimiento de un extraordinario comercio entre el Atlántico y el Pacífico que se hacía en recuas de mulas entre Nombre de Dios o Portobelo y Panamá y actualmente a través del estratégico canal de Panamá. El hallazgo de Vasco Núñez cambió para siempre la historia de la navegación, del transporte y de la comunicación mundial. De hecho pocos meses después, partió la expedición de Magallanes-Elcano con el objetivo de dar la vuelta al mundo y descubrir la isla de la Especiería, el sueño que el jerezano nunca pudo realizar[61]. Lo cierto es que para cualquier panameño, Balboa es y será siempre, guste o no, uno de los fundadores de su patria.

Tres, no sólo descubrió el Pacífico americano sino que, inmediatamente después, construyó unos bergantines y viajó a la isla de las Perlas. Aunque su objetivo fue económico, es cierto también que fue el primer occidental que surcó las aguas del Pacífico americano, iniciando un tráfico comercial que no ha cesado de aumentar hasta nuestros días.

Cuatro, fue uno de los más genuinos conquistadores, nada más y nada menos que eso; una persona que estaba dispuesta a matar y a morir por conseguir honra y fortuna. Y así lo hizo. Gonzalo Fernández de Oviedo, no ocultaba su simpatía hacia él, al decir, que aunque no le faltaba codicia, era una persona muy valerosa en el combate[62]. Anglería, también lo elogió, aludiendo a su ímpetu descubridor porque un alma grande no sabe estarse quieta[63].

Y cinco, fue un personaje querido por su gente, por los suyos, y ello porque curaba y ayudaba a sus hombres como a hijo o hermano suyo, y siempre los recompensaba con  generosidad[64]. Esta idea fue destacada por los cronistas de su tiempo y la ha recalcado y quizás exagerado la historiografía posterior[65]. Así, por ejemplo, cuando regresó de su expedición descubridora, sacó el quinto real y repartió el botín entre sus hombres, incluyendo a su perro Leoncillo, cuya parte, 500 castellanos, se embolsó obviamente él[66]. Por tanto,  esta claro que fue leal con las personas que confiaron en él, aunque por desgracia pocos de sus hombres le fueron recíprocos.

 

6.-¿FUE UN TRAIDOR?

Vasco Núñez, como buen conquistador, pagó con su vida las codicias propias y las ajenas. En sus ambiciones expansionistas se cruzó pronto otro noble castellano, el segoviano Pedrarias Dávila, nombrado nuevo gobernador de Tierra Firme, llamada ahora Castilla de Oro. Balboa quedaría en una incómoda segunda posición, supeditado al segoviano. El enfrentamiento entre los dos caudillos estaba servido, ante la atenta mirada de Francisco Pizarro que, de momento, permanecía en la sombra a la espera de su oportunidad. La tensión entre ambos contendientes no cesó de aumentar, pese al compromiso de boda del jerezano con María de Peñalosa, una hija del gobernador. Este futuro enlace fue auspiciado por fray Juan de Quevedo, obispo de Tierra Firme, con el objetivo de limar diferencias entre uno y otro[67]. Era un viejo recurso, usado tradicionalmente por la propia monarquía para mantener la paz con los estados de su entorno. En teoría ganaban los dos, Balboa conseguía el apoyo del gobernador en sus planes expansivos y Pedrarias la lealtad de su futuro yerno[68]. El prelado siempre pensó que eso sería suficiente para evitar el enfrentamiento entre los dos titanes. Pero no fue así, marchó a España, y mientras tanto, poco después se produjo el apresamiento y posterior ajusticiamiento del jerezano[69].

En 1516 Pedrarias Dávila le autorizó a proseguir sus descubrimientos en el Mar del Sur por espacio de dos años. El adelantado se demoró porque debió transportar desde Acla las maderas y la jarcia para construir varios bergantines. De forma absurda, Pedrarias Dávila, a través de Gaspar de Espinosa, le acuso de traición por no haber regresado al punto de partida tras vencerle la licencia[70]. Pero es más, cuando supo del nombramiento del nuevo gobernador, Lope de Sosa, envió unos emisarios para informarse pues en caso de ser cierto pretendía acabar unos bergantines y proseguir sus descubrimientos fuera del alcance de la nueva autoridad[71]. Ésta era toda la traición que tenía en mente, es decir, nada de rebelarse contra la Corona de Castilla sino una simple estrategia para ganar tiempo en sus planes expansivos. Como veremos a continuación, en realidad él no fue el traidor sino el traicionado; veámoslo:

Andrés Garabito, uno de sus más cercanos colaboradores, estaba enamorado de Anayansi, una joven india hija del cacique Careta que éste entregó al jerezano y con la que éste mantuvo una relación. Incluso, en una ocasión, aprovechando la ausencia de Balboa, intentó sin éxito forzarla[72]. Cuando lo supo el jerezano le recriminó duramente su actitud[73]. Éste, que aparentemente mostró su arrepentimiento, se sintió despechado por lo que escribió a Pedrarias Dávila que el adelantado se había alzado en la zona del rio de la Balsa, contra su autoridad y la de su Majestad. El segoviano, que en el fondo siempre receló del jerezano, creyó o fingió creer el testimonio de Garabito y ordenó su apresamiento[74]. Así, estando de regreso en la ciudad de Antigua fue apresado, bajo la acusación de tramar una rebelión. Entre los que participaron personalmente en el arresto estaba su antiguo amigo y colaborador Francisco Pizarro. En ese justo momento, Balboa intentó disuadir a su antiguo capitán, diciéndole: no solíais vos antes salir así a recibirme, pero Pizarro se limitó a responder que cumplía órdenes del gobernador[75]. Fue encadenado y encerrado en la casa más segura de la villa de Acla, la de Juan de Castañeda. Probablemente, el apresamiento se produjo por la defección de personas cercanas a él, las mismas que le juraron lealtad hasta la muerte, cuando tomaban posesión del océano Pacífico[76]. Ya los cronistas se extrañaron por el hecho de que nadie advirtiese al jerezano de las verdaderas intenciones de los enviados de Pedrarias Dávila. Según Antonio de Herrera ninguno lo hizo por miedo a la posible represalia del segoviano[77]. Pero es más, incluso después de su ejecución no se produjeron ni tan siquiera protestas de los hombres que habían hecho historia con él durante varios años[78]. Tuvo que ser su hermano Gonzalo Núñez de Balboa el que, varios años después, reivindicara su memoria para así recuperar algunas de sus posesiones, en especial su enjundiosa encomienda[79].

 

Fue trasladado a Acla donde se le instruyó un juicio sumarísimo, plagado de testigos comprados que testificaron en su contra. En enero de 1519 fue condenado  a morir decapitado junto a otros cuatro de sus incondicionales, a saber: Fernando de Argüello, Luis Botello, Hernán Muñoz y Andrés de Valderrábanos[80]. Los cargos fueron los mismos de siempre: la muerte de Diego de Nicuesa, la expulsión del bachiller Enciso, el fracaso en el Dabaibe y el haber sobrepasado en nueve o diez meses el plazo que tenía de exploración en el mar del Sur[81]. Sin embargo, de los dos primeros casos ya había sido absuelto, y los otros dos cargos no tenían peso suficiente ni para encausarlo. El jerezano protestó y alegó con fundamento que jamás pensó en la rebelión contra la corona de Castilla, pues de haber sido así jamás se hubiese dejado apresar. Y no le faltaba razón, en el momento de su arresto disponía de 300 hombres bien armados y adiestrados y cuatro navíos, suficientes para resistir a cualquier hueste que se hubiese enfrentado a ellos.

Según algunos cronistas, Gaspar de Espinosa, consciente de la injusticia que se estaba cometiendo, cedió, pues aunque mantuvo su acusación de traición, añadió que por sus muchos méritos merecía evitar la pena capital, sugiriendo su envío a España. Pero, Pedrarias Dávila, haciendo gala a su apelativo de furor domini, insistió: Pues si pecó, muera por ello[82]. Efectivamente, Espinosa cumplió la orden, dándole tiempo eso sí, a confesar y a comulgar; de nada sirvió su defensa, pues, como dijo Girolamo Benzoni, donde reina la fuerza de nada vale defenderse con la razón[83] No menos claro lo dijo Fernández Oviedo para quien nadie creía en la traición del jerezano pero la ejecución la permitió Dios como pago por la muerte de Diego de Nicuesa[84].

En enero de 1519, fue conducido al cadalso mientras un pregonero voceaba: ésta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro señor y don Pedrarias Dávila, su lugarteniente, por traidor y usurpador de las tierras sujetas a su real corona[85]. Murió  jurando que todo era mentira y que ni siquiera pensó que se pudiera imaginar de él esa posibilidad[86]. Y era cierto porque pudo huir y no lo hizo, pues nunca sospechó lo que le esperaba. Pero, daba igual, el viejo Pedrarias se quitaba un incómodo rival de encima al igual que Francisco Pizarro, que tuvo desde entonces el camino despejado hacia el Tahuantinsuyu.

Su ejecución en Acla, cuando debía tener unos 44 años de edad,  fue absolutamente injusta porque no hubo rebelión contra la autoridad vigente, ni hizo nada diferente de lo que hacían habitualmente el resto de sus compatriotas[87]. El autor moral, Pedrarias Dávila, no era menos codicioso ni tenía menos muertes a sus espaldas, mientras que el licenciado Espinosa, el ejecutor material, causó tantos estragos en tierras del cacique Quema que, según Las Casas, dejó 40.000 ánimas en los infiernos plantadas[88].

Ahora bien, quien a hierro mata a hierro muere, y eso exactamente fue lo que le ocurrió al guerrero extremeño. De hecho, Balboa condenó a una muerte segura a Diego de Nicuesa, cuando le obligó a zarpar rumbo a la Española en un bergantín en mal estado, el 1 de marzo de 1511. Y ello a pesar de que incluso suplicó que le permitiesen quedarse como un soldado más[89]. Lo cierto es que nunca más se supo de él ni de los 16 files que le quisieron acompañar, por lo que se supuso, cuenta Anglería, que se fueron todos a pique con el mismo barco[90]. Los cronistas justificaban por norma las ejecuciones como un castigo divino por los pecados cometidos en vida. El padre Las Casas que denunció los robos y atropellos de  Balboa y sus hombres, como los de otros conquistadores, se consolaba diciendo que la mayoría de ellos no pudo disfrutar del botín porque tuvo un mal final, muriendo en breve plazo[91]. En cambio, Fernández de Oviedo también creía en la inocencia del jerezano, pero su ejecución la permitió Dios como castigo por la muerte de Nicuesa[92].

El extremeño se la jugó en varias ocasiones, a sabiendas de que podría salirle mal como de hecho le salió. En el mismo año de 1510, cuando viajó de polizón en la nao del bachiller Enciso, estuvo a punto de ser abandonado en una isleta y se salvó milagrosamente. No llevaba más que lo puesto, además de su espada y de su perro Leoncico; ahí pudo haber acabado todo, cuando aún era un desconocido[93]. Pero en ese momento tuvo la suerte que le faltó en otros momentos. Bien es cierto que las traiciones en la conquista fueron una constante, igual que Balboa condenó a Nicuesa, Pedrarias Dávila a Balboa, Sebastián de Belalcázar a Jorge Robledo, Hernán Cortés a Cristóbal de Olid, Hernando Pizarro a Diego de Almagro el Viejo, y Diego de Almagro el Joven a Francisco Pizarro, etc. Como podemos observar, la conquista no sólo implicó la desaparición del mundo de los vencidos sino también un sinfín de traiciones y asesinatos entre los vencedores. En una ocasión, salió Balboa a hacer una de sus expediciones descubridoras y dejó la villa de Acla al mando de Diego Albítez. Pues bien, cuando regresó se encontró que éste había ido a la Española a solicitar autorización de los padres jerónimos para poblar una villa en Nombre de Dios y continuar los descubrimientos en el Mar del Sur[94]. Queda bien claro, que durante la Conquista se sucedían las traiciones de unos a otros sin el más mínimo miramiento, pues todos aspiraban a tener su propia gobernación y no ser segundones de nadie.

¿Por qué fracasó? pues por distintos motivos, el primero de ellos por la falta de protectores en la Corte y en las propias Indias, y en cambio por los muchos enemigos que su rápido encumbramiento le granjeó[95]. Sin embargo, la principal causa fue simplemente una cuestión de tiempo; su descubrimiento llegó tarde por unos meses o quizás un año. Pedrarias fue nombrado capitán general y gobernador de Castilla del Oro el 27 de julio de 1513, mientras que el descubrimiento del Mar del Sur se produjo en septiembre y no se conoció en la Corte hasta mayo de 1514[96]. Es decir, si el descubrimiento del Mar del Sur se hubiese producido un año antes, la historia para Balboa habría cambiado radicalmente, pues nunca se hubiese nombrado por gobernador al segoviano. El jerezano conocía el problema, de hecho a finales en 1512, cuando ya intuía la existencia de otro mar en la otra orilla, envió a Colmenares y a Caicedo, informando de su posible existencia[97]. En mayo del año siguiente estaban ante el rey, causando una grata impresión, aunque no lo suficiente como para cambiar la mala fama que el jerezano tenía en los medios cortesanos[98]. En enero de 1513 volvió a escribir a la Corona, solicitando bastimentos para abastecer a la villa de Santa María de la Antigua, aunque tampoco tuvo demasiada repercusión[99]. Y poco después envió con poderes al gallego Sebastián de Ocampo, con tan mala fortuna que enfermó en Sevilla y murió en julio de 1514[100].

Desgraciadamente, no les prestaron mucha atención porque a esas alturas la Corona ya no creía en promesas sino que quería realidades. De nuevo, una vez que regresó de su descubrimiento, en enero de 1514, envió delegaciones a Santo Domingo, donde entregó un buen presente al poderoso tesorero Miguel de Pasamonte, y a España, llevando al rey su quinto real y un buen  presente de perlas. Para tal cometido comisionó al bilbaíno Pedro de Arbolancha un hombre de su más absoluta confianza que lo había acompañado en toda la jornada y, por tanto, conocía de primera mano todo lo sucedido[101]. La alegría en la Corte fue considerable y decidieron nombrarle adelantado de la Mar del Sur, olvidando las traiciones a Nicuesa y Enciso. Sin embargo, había un problema, hacía un año que se había despachado al segoviano Pedrarias Dávila, como gobernador de Castilla del Oro. Y el motivo de su envió había sido precisamente la mala fama del jerezano, difundida por enemigos acérrimos como el bachiller Enciso, que habían calado hondo en la Corte[102]. El descubrimiento del Mar del Sur y el rico presente cambió la actitud de la Corona pero era demasiado tarde, la suerte estaba echada; era cuestión de tiempo que estallase un conflicto entre ambos, como había ocurrido cada vez que se había establecido una bicefalia en el mando. Si el descubrimiento del Mar del Sur hubiese ocurrido un año antes es posible que la gobernación hubiese recaído directamente sobre el jerezano y, por tanto, la gran armada de Pedrarias Dávila nunca hubiese sido concebida ni despachada[103].

 

CONCLUSIONES

El jerezano fue un hombre de su tiempo que se comportó de la manera que todos esperaban que se comportase. Un conquistador, nada más y nada menos que eso, a medio camino entre el refinamiento de Hernán Cortés y el analfabetismo de Francisco Pizarro. Pero compartía con ellos lo esencial, era un hombre de acción, dispuesto a todo tipo de transgresiones con tal de lograr su objetivo de engrandecimiento social y económico, de pasó que servía a los intereses reales y divinos.

Fue leal a las personas que confiaron en él. Y por ello, en el contexto de su época, debemos valorarlo. Eso no impide que podamos juzgar e incluso denunciar formas de actuar del pasado, como el uso reincidente y recurrente de la guerra o la  tolerancia con la esclavitud. Precisamente, si en algo puede ayudar la historia a la sociedad actual es en destapar los errores del pasado para intentar construir un mundo más justo y humano. Sin este componente transformador del presente la historia no tiene demasiado sentido. El hecho de que la guerra o la esclavitud estuviesen plenamente aceptadas en la época no nos exime de nuestra obligación de denunciar esas actitudes del pasado para evitar que se sigan repitiendo miméticamente en el presente y en el futuro. Ello es lo que da sentido a nuestro trabajo como historiador.

Su descubrimiento del Mar del Sur fue un hito más en el proceso de expansión de Occidente, es decir, la llegada a las puertas del Tahuantinsuyu, que a corto o medio plazo terminó provocando su dramático derrumbe. Un capítulo más en la historia de la humanidad, donde el más fuerte siempre se impuso al más débil. No es que no se pueda celebrar la efeméride pero, al menos debían cumplirse dos condiciones:

Una, saber exactamente lo que conmemoramos y otra, aprovechar la ocasión para trazar puentes entre Europa y América, fomentando la cooperación y aprendiendo juntos de las experiencias traumáticas del pasado. Tampoco estaría mal, de paso, recuperar la memoria histórica, rescatando del olvido a los perdedores, a las miles de víctimas que murieron luchando contra unos extranjeros que terminaron destruyendo su mundo. Conocemos bien a los vencedores pero no a los vencidos: reyezuelos como Pocorosa, Panquiaco o Chiape y miles de pobres nativos que perecieron esclavizados en las minas o en las colleras donde iban porteando los víveres y el oro que los propios hispanos les habían robado previamente. Este recuerdo del pasado, con todo su dramatismo intrínseco, nos podría animar en nuestro empeño por crear un mundo mejor y más justo para todos. Éste es el perfil que a mi juicio debería tener este V Centenario.

Probablemente el adelantado Vasco Núñez no fue más que otra víctima de la vorágine de la conquista que se llevó por delante no sólo a millones de nativos, sino también a cientos de conquistadores, adelantados, descubridores, ambiciosos y visionarios. Tanta mala fortuna que decía irónicamente Fernández de Oviedo, que nadie en sus cabales querría llevar el título de adelantado[104] Toda una generación de guerreros, cegados por el ansia de honra y fortuna, que terminaron sus días de manera tan dramática como los amerindios a los que sometieron con la coartada de la civilización.

Restituyamos al mito al terreno de la Historia, Núñez de Balboa fue un conquistador, con todo lo que esa palabra indica. No intentemos ver en él aspectos bondadosos o humanitarios de los que él mismo se ruborizaría.  

 

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[1] KOSELLECK, Reinhart: Futuro pasado. Contribución semántica de los tiempos históricos. Barcelona, 1993, pp. 19-20.

[2] Sobre el estancamiento de la historia y las nuevas propuestas de análisis histórico puede verse el reciente libro de BOLDIZZONI, Francesco: La pobreza de Clío. Crisis y renovación en el estudio de la historia. Barcelona, Crítica, 2013.

 

[3] BAYLE, Constantino S.J.: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Administración de Razón y Fe, 1923, p. 108.

[4]HERRERA, Antonio de: Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, T. I. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1991,  p. 556.

[5] BETHANY, Aram: Leyenda negra y leyendas doradas en la conquista de América. Pedrarias y Balboa. Madrid, Marcial Pons, 2008, p. 33 y 228.

[6] LUCENA SALMORAL, Manuel: Vasco Núñez de Balboa, descubridor de la Mar del Sur. México, Editorial Anata, 1991, p. 5.

[7] CABAL, Juan: Balboa, descubridor del Pacífico. Barcelona, Editorial Juventud, 1958, pp. 14-15.

[8] LARRAGOITI, Antonio S. de: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Talleres Gráficos Victoria, 1958, p. 121.

[9] El libro en cuestión era el de BLAS ARITIO, Luis: Vasco Núñez de Balboa y los cronistas de Indias. Panamá, 2013.

[10] El uso de perros adiestrados para el combate contra animales o contra otros seres humanos tenía una larga tradición que como mínimo se remontaba a la antigüedad. Estos perros de la conquista habían sido adiestrado para despedazar indios, como indicó fray Bartolomé de Las Casas y otros cronistas. Sobre los aperreamientos de indios véase los trabajos de MIRA CABALLOS, Esteban: Conquista y destrucción de las Indias. Sevilla, Muñoz Moya, 2009, pp. 208-209  y de ROJAS, José María: La estrategia del terror en la guerra de conquista, 1492-1552. Medellín, Hombre Nuevo Ediciones, 2011, pp. 75-81.

[11] LAS CASAS, Fray Bartolomé de: Historia de las Indias, T. III. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1951, p. 36. El 18 de julio de 1513 Pedrarias recibió una real cédula por la que se le ordenaba que instruyese un juicio de residencia al jerezano por el tiempo que fue alcalde mayor del Darién. Publicada en ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, Ángel de: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendencia e Intervención Militares, 1914, pp. 35-36.

[12] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 576.

[13] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 595.

[14] MENA GARCÍA, María del Carmen: El oro del Darién. Entradas y cabalgadas en la conquista de Tierra Firme (1509-1526). Sevilla, Consejería de la Presidencia, 2011, p. 155.

[15] BETHANY: Ob. Cit., p. 249.

[16]ROMOLI, Kathleen: Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Pacífico. Madrid, Espasa Calpe, 1967,  p. 369.

[17] Pedro Mártir de Anglería afirma que colocaba los escuadrones de perros, que guardaban en la pelea la primera línea, y jamás rehusaban pelear. ANGLERÍA, Pedro Mártir de: Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Editorial Polifemo, 1989,  p. 165.

[18] KIRKPATRICK, F. A.: Los conquistadores españoles. Madrid, Espasa Calpe, 1986, pp. 42-43.

[19] FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias, T. III. Madrid, Atlas, 1992, p. 217.

[20] El título de adelantado de un mar, en este caso el del Sur, tenía algunos precedentes en la Castilla bajomedieval,. Por ejemplo, en 1260 el rey nombro adelantado mayor de la mar a Juan García. ORTUÑO SÁNCHEZ-PEDREÑO, José María: “El triste final del adelantado de la Mar del Sur, Vasco Núñez de Balboa”, Anales de Derecho Nº 19, Murcia, 2001, p. 176.

[21] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 553. Este hecho lo citan con pocas variantes casi todos sus biógrafos. Véase, por ejemplo a BAYLE: Ob. Cit., p. 28.

[22] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. 9.

[23] En las Partidas de Alfonso X se decía que un Adelantado era un hombre metido adelante en algún hecho señalado, por mandado del rey. En la Castilla bajomedieval venía a ser una persona que ostentaba el mando en una zona fronteriza o recién conquistada y que tenía poderes civiles y militares.  VIGÓN, Jorge: El ejército de los Reyes Católicos. Madrid, Editora Nacional, 1968, p. 151. En América, los Adelantados solían firmar una capitulación con el rey por la que se comprometía a descubrir o conquistar un determinado territorio a cambio de varias prerrogativas, entre ellas las inherentes al propio título. El caso de Balboa era singular ya que se le hizo adelantado no de un territorio sino de un mar.

[24]Dabaibe era la madre del dios creador y, según la leyenda, tenía un tempo de oro macizo donde se realizaban sacrificios humanos. Los nativos lo ubicaban a unas 40 leguas de la villa de Santa María de la Antigua. MÉNDEZ PEREIRA, Octavio: Núñez de Balboa. El tesoro del Dabaibe. Madrid, Espasa-Calpe, 1975,  pp. 51-52. MARTÍNEZ RIVAS, J. R.: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Quorum, 1987, pp. 39 y ss.

[25] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., pp. 62-69.

[26] MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., p. 40.

[27]PEREIRA IGLESIAS, José Luis: “Vasco Núñez de Balboa y el descubrimiento del océano Pacífico”,  en Extremadura y América, Vol. II. Badajoz, 1988, p. 197.

[28] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. LXXXVIII.

[29] Por ejemplo, la historiadora norteamericana Kathleen Romoli  sitúa al mismo nivel el descubrimiento del Pacífico con el de América y con la primera vuelta al mundo. ROMOLI: Ob. Cit., p. 183.

[30] Véase, por ejemplo, a LUMMIS, Carlos F.: Los exploradores españoles del siglo XVI. Vindicación de la acción colonizadora española en América. Madrid, Espasa Calpe, 1968, p. 48.

[31] RUIZ DE OBREGÓN Y RETORTILLO, Ángel: Vasco Núñez de Balboa. Historia del descubrimiento del Océano Pacífico, escrita con motivo del Cuarto Centenario de su fecha.  Barcelona, Casa Editorial Maucci, 1913, p. 67.

[32] Ibídem, p. 68.

[33] KIRKPATRICK: Ob. Cit., p. 43.

[34] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 76.

[35] Octavio Méndez afirma que hizo otra ruta de regreso para tener un más amplio conocimiento del istmo, sin embargo, el gran botín obtenido en oro, ropa y esclavos, indican que su objetivo era bastante más crematístico.  MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 84.

[36] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 10.

[37] En la campaña del Dabaibe sí que perdió a algunos de sus hombres y él mismo resulto herido. LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, pp. 46-47. No obstante, él siempre socorría a los compañeros heridos, pues estimaba que era poca reputación para con   los indios perder ningún vivo. HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 554.

[38] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 184.

[39] LAS CASAS: Ob. Cit., p. 11.

[40] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 555. También en MENA: El oro del Darién, p.p. 186-187.

[41] LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia General de las Indias, T. I. Madrid, Orbis, 1985, p. 105.

[42] GARRISON, Omar V: Balboa el conquistador. La odisea de Vasco Núñez descubridor del Pacífico. Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1977, p. 215.

[43] Ibídem.

[44] El propio Balboa a su regreso del descubrimiento del pacífico, en enero de 1514 escribió que a veces pasaron tal hambre que preferían una cesta de maíz que otra de oro. Cit. en La conquista de América. Antología del pensamiento de Indias (ed. de Ricardo Piqueras). Barcelona, Península, 2001, p. 129.

[45] MENA: El oro del Darién, p. 177.

[46] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 166.

[47] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 594. La emoción de este momento ha sido recreado por la literatura. Véase por ejemplo a GARRISON: Ob. Cit., pp. 212-213.

[48] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 76. MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., pp. 66-67.

[49] Con ligeras variantes se ha reproducido en decenas de obras el ceremonial de a toma de posesión. Véase, por ejemplo, a GARRISON: Ob. Cit., p. 217-218.

[50] MORALES PADRÓN, Francisco: Historia del descubrimiento y conquista de América. Madrid, Editorial Gredos, 1990, p. 208.

[51] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., pp. 88-89.

[52] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 219.

[53] Al parecer, cuando pesaban el oro arrebatado a su padre, dio un golpe en la mesa donde estaban las balanzas  y dijo que si por tan poca cosa discutían, que él les mostraría una tierra al sur donde había oro suficiente para calmar su codicia. LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 573.HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 556.Tambin citado en KIRKPATRICK: Ob. Cit., p. 43.

[54] La patena era el platillo circular dorado que se usa para colocar la Hostia consagrada en la celebración de la misa.

[55] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T.  III, p. 219.

[56] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 90.

[57] Manuel José Quintana, prestigioso historiador decimonónico, en su afán por ensalzar su hazaña aumentó el botín con el que regresó hasta los 40.000 pesos de oro, cifra exagerada y sin fundamento documental. QUINTANA, Manuel José: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Ediciones Ambos Mundos, s/f., p. 69.

[58] PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, p. 194.

[59] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 221.

[60] Finalmente, en 1915, se abriría al tráfico naval el canal, cuatrocientos dos años después del descubrimiento del jerezano. CABAL: Ob. Cit., p. 184.

[61] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 124,

[62] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 209.

[63] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 1163.

[64] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 209.

[65] Bayle haciéndose eco de los textos de Oviedo afirma que con sus soldados era como un padre, aspecto en el que ningún otro conquistador le igualó. BAYLE: Ob. Cit., p. 31.

[66] LÓPEZ DE GÓMARA: Ob. Cit., T. I, p. 110.

[67] Obviamente el enlace nunca se llegó a celebrar por lo que años después lo hizo con Rodrigo de Contreras, sucesor de su suegro en la gobernación de Nicaragua.

[68] BETHANY: Ob. Cit., p. 118.

[69] Fernández de Oviedo afirma que si el obispo hubiese permanecido en Castilla del Oro, la ejecución del jerezano nunca se habría producido. FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, pp. 252-253. Una versión parecida defiende LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, pp. 77-78.

[70] ORTUÑO: Ob. Cit., pp. 176-177.

[71] GARRISON: Ob. Cit., pp. 271-274.

[72] Al parecer, la intentó convencer de que sería pronto repudiada por el jerezano dado que había aceptado los esponsales con la hija mayor de Pedrarias. Sin embargo, la india, pese al disgusto de la noticia, rechazó a su  pretendiente, provocando el conflicto. ROMOLI: Ob. Cit., p. 364.

[73] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 128.

[74] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 84.

[75] QUINTANA: Ob. Cit., p. 97. MÉNDEZ PEREIRA Ob. Cit., p. 132; BAYLE: Ob. Cit., pp. 103-104. GARRISON: Ob. Cit., p. 276.

[76] CABAL: Ob. Cit., p. 106.

[77] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 715.

[78] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 124. BETHANY: Ob. Cit., p. 138.

[79] BETHANY: Ob. Cit., p. 230.

[80] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 256. También en BETHANY: Ob. Cit., p. 124.

[81] BETHANY: Ob. Cit., p. 134.

[82] Esta postura dubitativa de Espinosa la recogió el padre Las Casas y siguiéndole a él, Antonio de Herrera y una buena parte de la historiografía moderna y contemporánea. LAS CASAS: Ob. Cit., T. III; p. 86. HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 716. GARRISON: Ob. Cit.,  pp. 278-279. Sin embargo, este episodio lo omite Gonzalo Fernández de Oviedo, que interpreta que Espinosa, como enemigo capital del jerezano, no dudó a la hora de dictar la pena capital. Cit. en BAYLE: Ob. Cit., p. 105.

[83] BENZONI, Girolamo: Historia del Nuevo Mundo. Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 142.

[84] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 256.

[85] ORTUÑO: Ob. Cit., p. 179.

[86] MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., p. 153.

[87] Aram Bethany intenta demostrar que la traición no se produjo contra Pedrarias sino contra el que iba a ser su sucesor en la gobernación de Castilla del Oro. BETHANY: Ob. Cit., p. 140. Balboa nunca lo admitió, ni las fuentes son suficientes como para sostener tal hipótesis.

[88] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 76.

[89] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 32.

[90] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 114.

[91] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 10.

[92] Cit. en BETHANY: Ob. Cit., pp. 227-228.

[93] ROMOLI: Ob. Cit., p. 71.

[94] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 78.

[95] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. XXXVIII.

[96] El citado nombramiento está publicado en ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., pp. 31-35.

[97] PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, p. 198.

[98] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 63.

[99] La Citada misiva fue publicada por Martín Fernández de Navarrete, y aparece reproducida en PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, pp. 198-199.

[100] Poco antes, el 26 de junio de 1514, estando enfermó, además de otorgar su codicilo traspasó su poder en su primo Alonso de Noya, adelantándole cincuenta ducados de oro. Fondo Otte, Carp. 26. Lo cierto es que entre una cosa y otra, las gestiones se demoraron.

[101] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 611.

[102] BETHANY: Ob. Cit., p. 87.

[103] MORALES PADRÓN: Ob. Cit., p. 210.

[104] MIRA CABALLOS: Ob. Cit., p. 260.

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