Oct 012003
 

D. José Mª González-Haba y Guisado.

Siempre que deseo conocer algo sobre María, acudo a Ella, para de su mano llegar a la verdad.

Hoy me atreví a interrogarla sobre el sentido y porqué de su Coronación, hace ya medio siglo.

Mis fuentes va a ser San Lucas Evangelista, las tablas de la Anunciación, Visitación Dormición , Asunción y Coronación de la Reina de los cielos y de la tierra que nos dejó en la Iglesia de Santa María Fernando Gallego. Finalmente, dos fechas históricas: los días 25 de enero de 1232 y 18 de octubre de 1953.

En definitiva, averiguar quien es María, el amor de un pueblo a su Virgen y unas pinturas, recuerdo colorista de lo anterior.

LA ANUNCIACIÓN

La referencia evangélica es primorosa: El concepto de cielo sobre aquella mujer y lo que la Nazaretana piensa de Sí.

Es el instante de la Maternidad divina luego que la incomparable María fuese elegida para un prodigio de amor y de un incomprensible encargo a Gabriel. María única mujer nacida absolutamente para ser Madre, a la vez, de Dios y de los hombres.

Antes, el Ángel entra en la luz de la casa, en el silencio y en la oración de María.

Como pórtico del mensaje, una invitación a la alegría, porque llegan los tiempos mesiánicos.

¡María!, alégrate: Es el primer anuncio y la primera lluvia de gozo desde el cielo. Entonces, y para siempre, donde esté Ella, vivirá la alegría para el cielo, para la tierra, para los ángeles, para los hombres y para Dios.

Luego, el saludo de esta manera: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita Tú entre todas las mujeres”.

“Has hallado gracia ante los ojos de Dios”.

¡Llena de gracia!, expresión no de origen humano y sí definición increíble que el cielo da de su persona.

María, desde su historia humana es, recibe plenitud de gracia y que en el instante de la Encarnación recoge una nueva y singular totalidad de la misma.

Todo porque creyó.

Dice San Lucas que con la presencia del Ángel se turbó, mas silencia el desconcierto del mensajero, ante la más maravillosa criatura salida de las manos de Dios.

Tras el saludo, aparece en los labios del Arcángel, el futuro de María: Concebir y dar a luz un Hijo que se llamará Jesús. La Virgen, ahora de los ojos bajos, dice no ser posible. No conoce ni conocerá varón.

Gabriel insiste. Será el Espíritu Santo, que descenderá sobre Ella y por la virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra.

Toda la creación está pendiente de una mujer morena por el sol de la alegría y austera pueblerina.

María se define como la esclava del Señor, y responde con estas palabras, que son la mayor expresión de la libertad humana: “Hágase en Mí Tu palabra”.

No dice que sí, contesta con un rotundo “hágase”. Un día leí esto: ¿Qué hiciste para la Encarnación del Verbo?. Hacer, hacer, no hice, con Mi hágase deseé dejarme hacer”.

El resultado de la escena lo describe así García Lorca:

“Dios de salve, Anunciación,
morena de maravilla,
tendrás un Niño más bello
que los tallos de la brisa”.

Es el momento, en que, dice Valvidielso, formaron de la sangre pura de la Niña hermosa, el Padre, el Hijo y el Amor divino, un cuerpo hermoso de clavel y rosa.

Gabriel ha de volver al Padre. No puede entender tanto misterio, que Dios se encarne aunque fuere en tanta maravilla.

María, la primera redimida, donde Dios se permite el lujo de fabricar a su propia Madre. Dice San Ildefonso que “sólo Dios podía encarnarse en una Virgen sin dejar de serlo”.

He intentado buscar cuales fueron sus cualidades de María para su Maternidad divina. Un día me detuve en estas palabras del “Regina Coeli”, cuando se afirma que “mereció llevarlo en su seno”. Impresionante.!

Antes de marcharse el Ángel, me atreví a preguntar: ¿Cómo eran los ojos de Aquella Mujer?. Los poetas dijeron que verdes en Navidad, azules en la Asunción y negro azabache en la Pasión. Me sonrió, sin respuesta. Pero lo adiviné, en sus ojos estaba Dios.

Se marchó, y apareció la primera Soledad de María.

LA ANUNCIACIÓN DE SANTA MARÍA.

Extraída del Evangelista San Lucas. Tabla que por su luz, dice Ramos Rubio, es la más emotiva de todo el conjunto. Refiere la llegada del Arcángel, mientras María estaba en oración.

Nada dice el relato bíblico, sobre esta particular. Quizás, añado, por ser Ella una Virgen silente y orante, sin reclinatorio.

Se encuentra frente a un libro donde no es posible averiguar el contenido. A diferencia de la Anunciación de Fray Angélico, que está abierto por Isaías, cuando anunció que “una Virgen concebirá y dará a luz a un Hijo al que pondrán de nombre Emmanuel”.

LA VISITACIÓN

La casa de Nazaret, era de luz y de alegría que solicito Gabriel. La de Ella no tiene límites, porque la inicial fue tocada por el Espíritu Santo.

Hay un gozo que precisa de estallar hacia fuera el impulso de la Maternidad divina. El Evangelista lo refleja en el deseo de María de visitar a su prima Isabel, ya que la felicidad no es tal hasta ser compartida.

Necesidad de revelar su secreto “aceleradamente”. Acudir a las montañas de Judea y a la residencia de los suyos en Ain-Karin.

Montesinos cuenta que

“Con pasos acelerados
iba la Virgen
por los valles y collados …
Oh!, si la vieras cual iba
Por aquel recuesto arriba …”

Un viaje de cuatro o cinco días, donde María era nave ligera empujada por la brisa. La primera procesión del “Corpus”. Va en compañía de extraños, pero en soledad. En silencio, pero hablando con su Hijo que es la Palabra.

Llega a casa de Zacarías, esposo de Isabel, que entrada en años se encuentra en avanzado estado de gestación. Lo mismo fue escuchar la prima el saludo de María que como un eco de Nazaret, repite las palabras del Arcángel. “Bendita Tú eres entre todas las mujeres” y añade ser bendito el fruto que guarda en sus entrañas.

Dos mujeres extrañamente madres. Una, por su edad y esterilidad, otra, por su virginidad. Hablan así porque creyeron ambas. Zacarías, por incrédulo, permanece en la mudez.

La criatura de Isabel se exulta y anuncia a Dios pateando el interior de su madre.

María, ya no tiene nada que explicar. Su prima ha sido iluminada de todo lo acontecido.

Es el instante en que María con el máximo goce e infinita alegría entona el Magnificat:

“Engrandece mi alma al Señor,
y se regocija mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque se fijó en la bajeza de su sierva,
pues mirad que desde ahora
me felicitarán todas las generaciones;
porque hizo en mi favor grandes cosas en Todopoderoso,
y cuyo nombre es santo …”

Ruborosa y humilde en el Ángelus, exultante en el Magnificat, que no es sino la repetición gozosa, en voz alta, de lo que había dicho en silencio desde lo más hondo e íntimo de su alma.

¿Dónde, dice San Bernardo, se ve que alguna vez fuere María locuaz?. María es el silencio y la interioridad. Conservaba todas las cosas dentro de Sí, meditándolas en su corazón.

Exulta de divinidad, y se anonada la mujer que, a su vez, proclama la infinitud del Creador.

Dice Santo Tomás de Villanueva que el motivo que la impulsó a cantar fue “la humanización de la divinidad, la clausura que en su seno se sujeta Dios en forma de Niño”.

Juan Pablo II, ve la pronunciación del Magnificat en un éxtasis de amor y de agradecimiento al Señor por las maravillas que en Ella había hecho.

La esclava profetiza su grandeza, y anuncia a ser bendita por todos los pueblos y por todos los hombres. En Ella hizo el Padre maravillas. En el acto de la Anunciación el Ángel dice ser plena de gracia, ahora es Ella la que lo proclama.

Himno de la alegría por se el de la esperanza. Mosaico bellísimo de citas veterotestamentarias, que en sus labios están animadas por un espíritu renovador que se han actualizado y encierran sentimientos desconocidos. Las viejas promesas se han cumplido por María, y María desgrana el himno de su gratitud.

María compositora y cantora, en música de Dios. Salmo viviente, María los cantaba y los salmos cantaban a María. Con razón pudo decir Pemán, que el nombre de María es la más bella música que han podido formar cinco letras.

María, valiente hasta la audacia, canta la victoria de los humildes, de los sin voz, de los obedientes, sumisos a la Voz de Dios.

Maravillas imposibles de comprender. Veinte siglos transcurrieron desde aquél ayer. Las más grandes inteligencias, los más hondos pensares de los Santos, únicamente lograron descifrar como dogmáticas la Inmaculada Concepción, la Virginidad, la Maternidad y su Asunción gloriosa en cuerpo y alma a las alturas.

Atónito se queda uno. Me resta el recuerdo de la promesa de Cristo de las maravillas preparadas para quienes honran al Padre, entre ellas la plenitud de María.

LA VISITACIÓN EN SANTA MARÍA LA MAYOR.

Otro reflejo del Evangelista Lucas. El emocionante abrazo de las dos primas. Mas Gallego sitúa la escena en la calle. El texto sagrado, lo fija en interior de la casa en una escena sin verdadero interés pictórico.

DORMICIÓN, ASUNCIÓN Y CORONACIÓN DE MARÍA.

Tres instantes de la existencia de María. Sus últimos instantes en la tierra, su Asunción en cuerpo y alma a los cielos y la Coronación por la Trinidad.

Sin la Trinidad no es concebible María.

Nada de esto aparece en los Evangelios. Hay que mirar a la tradición recogida en los Apócrifos, a la declaración dogmática de la subida de Ella a las alturas, donde no se especifica si la muerte se atrevió a acercarse a la Madre concebida sin mácula, y finalmente la Coronación.

Poco voy a decir de la muerte, porque la muerte de María tiene colores de absurdo.

Me limito a llamar a los poetas.

Céspedes, dice que “en éxtasis dulcísimo asaz tierno muere de amor del Hijo soberano”.

De Lope de Vega son estas expresiones:

“Dulce la muerte de la que encendió la vida”.

“Ha de seguir el trance de la muerte pues murió para vencer la muerte”. “Su muerte fue como su maternidad”.

El Rey Sabio así dice: Cuando María sube al cielo, Santo Tomás la ve ascender y pregunta que adonde va. Ella responde que su alma se la lleva mi Hijo, y mi cuerpo lo llevan ahora estos Ángeles a su reino y voy con ellos.

Dice un poeta: ¿Qué es la Asunción?

“Después de morir la Virgen
como se duerme una estrella
cien Ángeles la levantan,
y al cielo se van con Ella”.
“Quedó el mundo entristecido
y desde entonces las flores
lloran gotas de rocío”.

La Asunción es el momento cumbre de la atracción de los dos más grandes amores que han sido. El de la Trinidad y el de la sencilla mujer de Nazaret.

Síntesis suprema, apoteosis sublime de la vida de la maravillosa mujer. Conjunción del Amor del Padre, del Amor del Hijo y del Amor del Esposo. El enamoramiento de la Trinidad del ser más bello que fue creado para la recreación de la divinidad, nacido de la Incontaminación, Virginidad intacta y Maternidad de María.

El primer título que el Concilio Vaticano II asigna a María es la de Hija predilecta del Padre.

Para los hombres, la Asunción es, además la fiesta más humana de María: la de su belleza física. Belleza que jamás se marchita y que iba con aumento con el tiempo. Cuando a Bernadeta Soubiroux, le presentaron la primera imagen de María dijo que Nuestra Señora, es incomparablemente más hermosa. Imagen perfecta de Dios. Como afirmó Calderón de la Barca, su belleza pasma a la naturaleza.

¡María!. Qué fácil y que difícil es hablar de Ti. Si se te mira, o en Ti se piensa, los labios estallan en piropos y requiebros, en alabanzas y loas que despiertan al corazón que quiere sumarse a todo e impide proseguir, porque en mitad del sendero, en la garganta, brota un nudo que impide continuar.

Pruebas de tales piropos están en los textos evangélicos: “Llena de gracia” te dice el cielo. Bendita la Madre que te parió, benditos los pechos que te amamantaron, dirigidos a Cristo cantaron los hombres.

María eres pedagoga del Evangelio y Evangelio vivo, y tienes Tu centro de enseñanza en tus santuarios repartidos por toda la geografía. Camino de bellezas en una letanía de nombres que no son otra cosa que un rosario de cariño.

Ni la pluma puede narrar, ni los pinceles colorear, ni las gubias tallar, lo que es la apoteosis de la subida de María a los cielos.

Todos los luceros, todos los soles, todas las estrellas rivalizan en ser Tu adorno. Todas las flores acudieron para entregarte su precioso cromatismo y deliciosos perfumes. Los Coros celestiales celebran el inerrable espectáculo. La Creación toda está allá para aclamar a quien es ya su Reina.

Sólo faltaron las nieves, de las alturas, porque conocían aquello de ser toda pulcra, y se avergonzaron de su negritud, ante la infinita blancura de María.

Al no existir allá en el Cielo el tiempo, al ser todo eternidad, eterna será la Asunción y Coronación de María como Reina de todo.

Rubén Darío Te dijo así:

“ … Reina más que todas ellas,
la Reina de las estrellas,
la Dulce Virgen María”.

San Bernardo, al hablar de la Asunción destaca el recibimiento en la Jerusalén celestial. Es el pago de la Trinidad y por Aquél a quien María recibió al venir a este mundo, con espectáculo inconcebible.

No hubo en la tierra lugar tan digno como su seno virginal, ni en el cielo trono tan excelso como el que el Hijo preparó a su Madre.

María, dice la Lumen Gentium. “fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vendedor del pecado y de la muerte”.

María, con su Asunción no abandonó al hombre.

Luis Rosales lo afirma así:

“No se pierde, no se va
y se queda
coronada de cielos, tierra añora
y baja en descensión de Mediadora,
rampa de amor, dulcísima vereda”.

La citada Lumen Gentium, recoge este mismo sentir, de esta literal manera: “Una vez recibida en los celos, no deja su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación”.

DORMICIÓN, ASUNCIÓN Y CORONACIÓN EN SANTA MARÍA.

Fernando Gallego se inspiró para la Dormición en el Pseudo Evangelio de José de Arimatea. Para la Asunción mirá el libro de Juan Arzobispo de Tesalónica.

En el primer caso, la Tabla recoge a María en el lecho mortuorio, con San Pedro a la cabecera y a San Juan con la Palma que bajó un Ángel y preceder el cortejo funerario.

En la Asunción, la más linda de las tablas, en mi criterio, aparece María revestida de sol, idea del Apocalipsis, en el instante en que lanza el cinturón con el que ciñeron su cadáver. Situación recogida en otras representaciones, cual ocurre en el Misterio de Elche.

No me convencen las obras de arte que rodean a María de Ángeles que la suben. Pecheco escribió que es únicamente para dar a entender que la acompañan como gloria merecida a su majestad al ser recibida por la Trinidad.

Para mí, es una subida por atracción de amores y no dable de expresar. Así el P. Cué Romano, escribe que tales acompañamientos, sólo retrasan o estorban la subida.

La Coronación, es pura creación de Gallego. Se sale del pintar clásico, de ser Coronada por el Padre y el Hijo, con presencia del Espíritu Santo, y así las obras de Velázquez, el Greco, Ribalta, Juan de Juanes entre los españoles.

La Coronación, por el Hijo, como hace Gallego es original, y sólo encontré una pintura de Vivarini.

Nada digo de otras obras pictóricas trujillanas, cuales son la Asunción de Llop, en San Francisco, la Anunciación en piedra de la portada de La Encarnación y la del altar de los Altamiranos en Santa María.

SIGNIFICADO DEL 25 DE ENERO DE 1232.

El nuevo y moderno Trujillo nace el día 25 de enero de 1.232, en su amanecer, cuando es arrebatado definitivamente al invasor agareno.

Su significado no es sólo guerrero, que entraña su incorporación a la cultura cristiana.

Dice nuestro historiador Naranjo que cercando las tropas cristianas las murallas del lugar «un vivo resplandor les alentó con visión sobrenatural, en la que todos reconocieron a la celestial Señora que confortaba a sus hijos … aclamando con todo el ejército a la Santísima Virgen …»

He aquí la primera proclamación del pueblo trujillano a su Reina Madre. Ha brotado una relación de gratitud y de amor que va a plasmarse muy pronto en el Escudo de Armas de Trujllo. “En campo de plata, una imagen de Nuestra Señora de la Victoria con el Niño Jesús en sus brazos, puesta encima de la muralla almenada y acostada en dos torres, todo de gules y mazonado de plata, el cual fue confirmado por el Rey Fernando III”.

El Concejo no hizo otra cosa que recoger la maravillosa visión que los ojos trujillanos presenciaron.

Esta aparición, hoy, está representada de una manera bellísima, el sábado víspera del día grande. Vuelve María, no en carne asunta, no cuando brilla la aurora, sino cuando la noche baja para abrazar a la Ciudad.

Llega la Virgen de piedra que labró el corazón de Trujillo. No trasladada por Ángeles, sino portada por hombros trujillanos. No se detiene en el pináculo del Castillo, que desciende hasta el balcón del atrio de la Plaza Mayor. No la alumbran candelas celestes, y sí la mano del hombre para iluminarla.

Detenida y aureolada por la luz de una perfecta circunferencia, los corazones de este pueblo exultantes prorrumpen en alabanzas y, como linda paradoja, a la par que se entona su Salve, se llora.

Allá en la lejanía se notan lágrimas y sollozos de los ausentes que no pudieron estar al lado de su Madre de la Victoria.

Después de la reconquista del suelo de piedra trujillano, peor muy cercano en el tiempo, se levanta el primer templo cristiano, dedicado al misterio de la Asunción de María a los cielos.

En el Arco del Triunfo, se coloca una imagen de María. En la portada del templo se sitúa una imagen de María que va a presidir las sesiones del Concejo que allí se celebren. Y ante el altar mayor de la iglesia se jurarán los cargos concejiles. Así hasta el Siglo XVI, cuando se inicien las obras del actual templo.

De manera paralela, sucede en la puerta de las Limas de la iglesia de San Martín, cuando allá se congregue el municipio.

Templo de Santa María, eje de la vida mariana de este pueblo. Por un voto hecho, el día de la Asunción, se celebrará con toda solemnidad la fiesta de su Patrona, y el pueblo entero, acompañará al clero y a las autoridades en procesión hasta el Arco del Triunfo, donde se va a entonar el Ave Maris Stella.

En el año de 1531, el Concejo acuerda levantar una Capilla en el Castillo, para venerar a la Virgen de la Victoria, como nueva Patrona de Trujillo, por lo que se modifica el anterior itinerario, al novísimo Santuario.

Hoy, año de 2003, desde hace escasísimos años, un núcleo escasísimo de trujillanos, el día de la Asunción, luego de la Misa Mayor en la iglesia de Santa María, acuden otra vez, el Arco de Triunfo para cantar a la Virgen la Salve Regina.

A fines del siglo XV, se concluyen las Casa Consistoriales en la Plaza Mayor, y en el Salón de Sesiones, se dedicó un altar que persiste – hoy Sala de Vistas de los Juzgados – con una bellísima pintura de la Virgen de la Asunción, ante la cual se celebraba la Santa Misa por el Capellán del Concejo y asistencia plena de éste.

María ha sido, es y será el alma de nuestro pueblo, de nuestros hombres y de nuestras piedras. Sí de nuestras piedras que tienen su alma. Sin María, Trujillo no existiría.

Tu pueblo te canta como flor y te proclama su Reina y algún día llegó la oscuridad, el corazón del pueblo te levantaba otro altar.

Trujillo es peregrino, como María, y cuando sus hombres marcharon a América a su lado llevaron la fe.

Únicamente citaré el recuerdo del más célebre de su hijos, Francisco Pizarro.

Antes, quiero parafrasear unas palabras de Juan Pablo II: Decir Trujillo (Él, dijo España), es decir María. Decir Iberoamérica, es también decir María. Palabras que, entiendo, son una reproducción de las de Calderón de la Barca: Son grandes las maravillas que Dios obró y obró la Pura Virgen María sin Mancha, desde el día que en Perú entró.

Pizarro en su testamento, ordena que la Catedral de Lima, y las iglesias de Trujillo y Jauja se llamen de la Concepción. La de Cuzco se dedique a la Asunción.

Que todos los sábados se cante la Salve, y antes de terminar el documento, se copie literalmente el himno del Ave María Stella.

¿No es sino una reminiscencia de la devolución y devoción mariana?

Cuando vuelve, por primera vez a España, su más grande tesoro, una Virgen de la Guía, que siempre le acompañó, le regala a su Reina Dª Juana.

Allende los mares, cuando se encontraba en la isla del Gallo, todas las tardes los trece de la fama, entonan a María la Salve.

Trujillo, caminante, peregrino y misionero, como María, con dirección única: Dios.

En ese andar, Trujillo miró a la Estrella y allá estaba María.

De manera cierta se habían cumplido la promesa del Magnificat, todas las generaciones la llamaron la Bienaventurada.

Pero, faltaba un dato más.

DÍA 18 DE OCTUBRE DE 1953

Trujillo 18 de octubre de 1.953. El día más transcendental para nuestra Ciudad desde el punto de vista mariano. Su Virgen de piedra, va a ser coronada canónicamente porque se han cumplido los requisitos exigidos para tal acción. El marco, también de piedra, no puede ser más bello: La Plaza Mayor, que en labios de un peruano, es la “plaza más española de España”, y si lo es por española ha de serlo por mariana.

Momento donde el Magnificat de un pueblo exultante de alegría ve a su Reina elevada como palma de Cades, signo del triunfo.

Una nueva morada será su nuevo trono. Allá donde apareció será venerada, y se hará verdad la expresión del Marqués de Lozoya cuando definió nuestro pueblo, como un pueblo de piedra postrado ante su Virgen de piedra.

Brotó en todos y cada uno de los corazones de Trujillo el deseo de San Juan de Ávila que rogaba a la Virgen diese ojos para saber mirarla, porque, añado, sólo es capaz de admirar quien aprendió a mirar.

Hoy, se cumplen cincuenta años de tal y maravilloso acontecimiento. Una vuelta al ayer, para revivir las maravillas de aquel acontecimiento.

De mis recuerdos extraigo estas secuencias que tuve el honor de vivir:

Viejas campanas de Santa María y de Santiago, de San Francisco y de San Martín hicisteis a vuestros bronces cantar a vuestra Reina anunciando la grande fiesta.

Espadañas de los conventos de religiosas, que al llegar la luz del día hicisteis alegres las campanas, con sus alegres volteos.

La campana del Concejo se unió a vuestra alegría y convocó a la Ciudad con su tañido, para que nadie faltare a la fiesta.

Cuando sobre las sienes de María la corona los corazones de todos se abrazaron porque fue obra de todos, con su joyas, alianzas y monedas. Hasta las más modestas más la alegraron, por ser de los más menesterosos.

Todo el berrocal rezumó sus esencias para llevar a sus pies los pilares de sus palacios, de sus Alcázares, torreones e iglesias que habían nacido a su pies.

No hubo en el mundo tumba de un trujillano, sin que su piedra funeraria se interrogare que suceso acontecía ya que en su seno algo se sentía.

Plaza Mayor de Trujillo, jamás presenciaste algo igual y caso no vuelvas a vivirlo.

Trujillo, las gargantas todas de tus hijos e hijas pudieron repetir aquella estrofa del Congreso Mariano de 1.919:

“ en el cielo sólo te aman mejor”.

Trujillo, 29 de Agosto de 2003.

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