Luis Núñez Secos.
Estando en puertas de la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América por Cristóbal Colón, es lógico que se posponga cualquier trabajo a presentar en estos XVI Coloquios Históricos de Extremadura que se celebran en Trujillo, para dedicar el presente trabajo al trascendental papel desempeñado por nuestra región en la conquista y colonización de dicho continente; pues a pesar de lo poco que se está contando con ella para esta celebración, fue in dudablemente Extremadura la región de entre todas las de España que contribuyó con mayor número de hombres (pues pasaron de los 6.000) en tan histórica gesta.
Y como siempre la leyenda negra ha trabajado contra España para echar por tierra tanto heroísmo y sacrificio derrochado, queriéndolo atribuir a motivos exclusivamente ambiciosos.
Quiero ser completamente imparcial al juzgar los acontecimientos acaecidos en aquella fecha, y si bien es cierto que hubo actos de brutalidad, es mucho más cierto que fueron muchos más los actos de sacrificio y trabajo a favor de los pueblos colonizados.
¿Cómo no iba a haber actos de barbarie cuando se encontraron con indígenas que practicaban en sus ritos religiosos los más cruentos sacrificios humanos? ¿Es que los conquistadores hubieran podido reprimir actos tan crueles repartiendo caramelos?
Cierto es que se cometieron expolios, pero verdad es que los indígenas que ya tenían su civilización y cultura propia, al trocar oro y esmeraldas por trozos mucho más grandes de vidrios de colores y espejos, creían ser ellos los que ganaban en el cambio, siendo por lo tanto su codicia también grande.
Yo voy a citar en este trabajo varios nombres suficientemente conocidos como los de Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Francisco de Orellana, Hernando de Soto, etc… Pues son innumerables los hombres que dieron gloria a Extremadura y por lo tanto a España.
Habiendo encontrado por casualidad un pequeño libro escrito por don Publio Hurtado editado en Barcelona en el año 1899 con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, en cuyo libro se dan datos bibliográficos de los extremeños en América, quiero citar a algunos de ellos entre los que figura alguno apenas conocido a pesar de su gran labor en aquellas tierras.
Comenzaré citando a frey don Nicolás de Ovando, que si bien accidentalmente nació en Brozas era hijo de ilustre familia cacereña. Desde muy joven obtuvo la Encomienda de Lares juntamente con el hábito de la Orden de Alcántara, llegando a ser Comendador de dicha Orden. Tuvo mucho valimiento en la corte de los Reyes Católicos, siendo nombrado por estos para desempeñar altos cargos al lado del príncipe don Juan, y como debido a esto los freyres le trataron mucho y llegaron a tenerlo en muy gran concepto por su prudencia y sagacidad.
Era entonces capital de todas las posesiones de ultramar la llamada isla de La Española, y para remediar la desastrosa administración que en ella ejercía Francisco de Bobadilla, los reyes enviaron a ella a Ovando con el cargo de Gobernador y Capitán General, tomando posesión de dicho cargo en marzo de 1502 siendo acompañado de muchos hidalgos y hombres de armas, todos ellos extremeños.
Al poco tiempo de posesionarse en su cargo tuvo noticias de que se tramaba una sublevación en la provincia de Jaragua. Entonces Ovando invitó a los caciques de aquella provincia a una fiesta a la cual acudieron éstos, bien en exceso confiados en su fuerza, o bien sabiéndose inocentes del delito que se les imputaba. Sucedió el caso que cuando estaban en plena fiesta Ovando dio una señal a los suyos, los cuales acometieron de imprevisto a los indefensos convidados siendo unos pasados a cuchillo y quemados otros en una gran hoguera.
En dicha matanza se libró de la muerte la reina Anacaona, mujer de grandes prendas físicas e intelectuales, la cual fue llevada a Santo Domingo y sometida a un proceso por pura fórmula siendo condenada a morir ahorcada. Se sospecha qué razones de Estado tan contradictorias a todo sentimiento humanitario obligaron a Ovando, contra su voluntad, a inmolar a aquella mujer, modelo de generosidad y aún de caridad hacia los españoles, a pesar de deber a uno de ellos la deshonra de su hija.
Tras la provincia de Jaragua se levantó también la de Higuey, la cual fue sometida y su cacique ahorcado.
Una vez conseguida la paz por tan expeditivos medios se acreditó Ovando como gran administrados y legislador, dándose el caso de que algunas de sus leyes aún rigen en ciertos territorios americanos. Fue tan grande su escrupulosidad administrativa que para volver a España tras siete años de gobierno necesitó pedir prestados 500 pesos.
Durante su gobierno fundó varias ciudades y patrocinó expediciones de grandes capitanes como Núñez de Balboa, Alonso de Ojeda, sobresaliendo de entre todos ellos su nunca bien ponderado amigo y pariente, Hernán Cortés.
Luis López Ortiz: natural de Plasencia. La vida de este humilde placentino puede demostrarnos que los extremeños que marchaban a América no sólo iban a guerrear y a hacer grandes fortunas en poco tiempo a costa de la miseria y de la sangre de los desventurados indígenas. Su gran religiosidad y su pacificó temperamento se lo impedían.
Era comerciante y pensando que no serían muchos los que en su gremio se lanzarían a llevar sus mostradores y anaqueles a aquellas tierras, decidió hacerlo él ¿Para hacer riquezas rápidas y disfrutarlas algún día? Nada de eso. Trabajó y aguantó privaciones para aumentar el culto divino en aquellas tierras.
Llegado a Bogotá, se estableció en Santa Fe abriendo una tienda frente a la Catedral. Su gran honradez, su moralidad y las módicas ganancias que consiguió comerciando con los españoles y con los indígenas, le hicieron muy estimado de todos resultando que vendiendo mucho aunque ganando poco, en detalles consiguió una gran fortuna, la cual dedicó al engrandecimiento de su nueva patria. Fundó varias obras benéficas y conventos, tanto en Santa Fe como en su tierra natal a la cual nunca olvidó.
Como puede verse, pasó su vida en América haciendo el bien igualmente a los indios que a los españoles, quedando al morir su memoria enaltecida para siempre y demostrando que los españoles que marchaban a América no iban a matar indios y a apoderarse de sus riquezas.
Garci-Fernández Barrantes: natural de Alcántara. Con el gran descubrimiento de Colón exaltósele la imaginación de este hidalgo extremeño y se marchó al Nuevo Mundo en compañía del almirante en su segundo viaje en el año 1493, mereciendo por su honradez y lealtad muy pronto la confianza de Colón.
Se encontró en el descubrimiento de la isla de Santo Domingo, de la de Guadalupe, de la de Jamaica y en la expedición a Cuba. Sostuvo siempre con gran tenacidad la causa de Colón (que era la real), en contra de los levantiscos e insubordinados capitanes de los soldados españoles.
Hallábase en la ciudad del cacique Guariomen (hoy Isla de la Concepción) al frente de un destacamento de sólo treinta españoles, cuando se le presentó el turbulento Francisco Roldán que se había sublevado contra el gobierno de Colón, y exhortole a que siguiera su ejemplo, primero con promesas y después con amenazas. Garci-Fernández no escuchó las primeras y virilmente rechazó las segundas, encerrándose dispuesto a defenderse en la casa fuerte que tenía por cuartel. Ante la amenaza de Roldán de incendiar la casa, Garci-Fernández le retó a hacerlo, pero comprendiendo Roldán que con semejante reto se produciría un desastre. Se retiró llevándose las provisiones que el cacique tenía para las escasas tropas de Barrantes. En pago de sus servicios fue nombrado Alcaide de la ciudad de Santiago y jamás cometió injusticias ni crueldades con los indios.
Era tan grande la opinión que le tenía Colón, que cuando fueron sometidos los rebeldes de Roldán, estimando el almirante que era necesario en España personas que defendieran su causa contra las calumnias de los insurrectos que habían regresado y que con sus insidias minaban en la corte su reputación, eligió a Garci-Fernández juntamente con el veterano capitán Baellester para que abonasen ante los Reyes su intachable conducta tan vilipendiada entonces, como hoy ensalzada.
Con la semblanza de estos tres extremeños creo retratar lo que fueron los españoles en la conquista y colonización de América, la cual si se cometieron grandes errores fueron más numerosas las grandes virtudes.
Estas grandes virtudes las siguieron sembrando los misioneros enviados por la corona de España. Citaremos como ejemplo a Paraguay descubierto por Juan de Solís en 1515 y conquistado después de grandes combates con los indios.
En 1590 los españoles habían fundado diez ciudades y cuarenta colonias y los indígenas, por el sistema de encomienda, quedaron reducidos a la esclavitud.
Era inútil que en España los reyes dieran las mejores leyes y órdenes a favor de los indígenas pues a tan larga distancia los encomenderos hacían caso omiso de ellas o las desfiguraban a su manera, siendo el resultado el odio de los indígenas a los españoles y su huida a los bosques del interior.
Los misioneros decidieron acompañar a los primeros expedicionarios, pero en razón a la conducta de estos vieron muy poco avance en su predicación de la fe de Cristo, decidiendo por lo tanto seguir a los indígenas en su huida, protegiendo así su libertad lo que provocó gran animosidad contra los misioneros entre los encomenderos. Pero a pesar de ello, el rey Felipe III prestó a las misiones su debida protección autorizando a los indios a poseer armas de fuego.
La acción de los misioneros fue de gran beneficio para los indígenas hasta que en el siglo XVIII fueron expulsados los Jesuitas por el rey Carlos III.
Citaremos como caso curioso que Fray Bartolomé de las Casas llegó a América como encomendero, pero viendo la conducta de éstos decidió proteger a los indios contra la injusticia, dictando su justas “Leyes de Indias” y exigiendo su cumplimiento.