Oct 011979
 

Patricio Guerin Betts.

A los Coloquios Históricos de Trujillo podemos ofrecer este año algunos datos sobre un Alcalde Mayor de Cáceres, procedente de Cantabria.

Nace en Mazcuerras, pueblo importante dentro del antiguo Valle de Cabezón y muy poblado. En 1 de septiembre, 1653, testó su abuelo paterno, el abogado Pedro de Hoyos, casado con María Isabel de Hoyos. Fueron padres de Nicolás el licenciado Bernardo de Hoyos y María Gómez. Su padre testa en 1661 y muere en Mazcuerras el 5 de enero 1662. Tenían también dos hijas, Ángela y María. Estudió Nicolás en la Universidad de Valladolid, donde obtuvo el título de bachiller en cánones en marzo de 1682. Se casó en Santillana el 5 de abril,1684, con doña Catalina Antonia de Valdivielso, hija de Andrés y de Catalina de Mier. Fue nombrado abogado el 19 de noviembre de 1687. En 21 de junio, 1688, fue designado alcalde de Sahagún y Carrión y ejerció el cargo hasta el 18 de noviembre de 1691. Durante su mandato fue canonizado San Juan de Sahún.

Mientras le fueron naciendo los hijos: Ángela María y Josefa en Santillana en 1685 y 1688 respectivamente. María Antonia en Mazcuerras en l686. Juan Manuel nació en Sahagún en 1690. José Andrés en Mazcuerras el 14 de marzo, 1692 y finalmente Pedro Nicolás en Mazcuerras el 17 de enero de 1694.

Consta por el testamento de Pedro Nicolás, fechado en Mazcuerras en 16 de abril, 1754, que su padre fue Alcalde Mayor de Cáceres y por otro documento del archivo de la familia Cabeza (Cóbreces) que fue enterrado en la iglesia de San Juan Bautista de dicha Villa en 24 de marzo, 1696 y lo avala el escribano de Cáceres, Juan Vega Muriel, que estuvo presente en el entierro. Llevaron el féretro D. Diego de Aponte y Zúñiga, Caballero de Alcántara, regidor perpetuo de Cáceres y Señor de la torre de Arjaiz; Joaquín de Ovando, Caballero de Calatrava, Gonzalo de Carvajal, un don Juan y don Fernando de Contreras.

Es solamente una constancia, pero en la historia de Cáceres es importante. El alcalde es el alma de la población que preside, en este caso de la Villa. Era un alcalde ya experimentado por su mandato en Sahagún y Carrión, que son también poblaciones repletas de historia.

Entre sus hijos merece especial mención Pedro Nicolás, nacido según hemos dicho, en Mazcuerras. Este Pedro Nicolás Hoyos: Calderón de la Barca fue sobrino de don Francisco Valdivielso, conde de San Pedro del Álamo, marqués de Aguayo y mariscal de Campo, el cual a su vez fue albacea del alférez Real Juan Blanco, natural de Lozana, parroquia de San Juan de Berbio, concejo de Piloña (Oviedo).

El Conde delegó sus poderes en Pedro Nicolás y éste gastó prácticamente sus mejores energías en erigir la fundación de Infiesto, que aún subsiste. Tras muy grandes dificultades la escritura de fundación se redactó en 13 de noviembre de 1740 ante Julián de Pumarada y Vendujo, escribano de Oviedo. En una relación jurada de 19 de marzo, 1741, cuenta Hollos los pasos que tuvo que dar para conseguir la fundación. Aparte de la documentación existente puede verse sobre la Obra Pía de Piloña el libro del mismo título publicado por Manuel Rodríguez Salas en La Coruña en 1962.

No decimos más y no decimos menos. Hemos hecho mención de un alcalde de Cáceres, tema muy propio de Extremadura. Los fuera aportamos datos que ordinariamente traemos de fuera, pero que tienen relación con Extremadura. Todo está relacionado. Como dijo en un libro el P. Merton, ningún hombre es una isla y añadimos, ninguna nación, ninguna provincia, ninguna ciudad ni pueblo. Todo tiene su razón de ser y se debe tener todo en cuenta. La historia local es lo más fácil hasta cierto punto y lo que más justa, pero enseguida se extiende. Para entender lo uno, hay que conocer lo otro y las mutuas interdependencias.

Oct 011976
 

Patricio Guerin Betts.

De gran importancia para los Coloquios Históricos Religiosos de Extremadura ha de ser cuanto se refiera a Alcántara. Tratase de un punto estratégico en la Reconquista y que dio nombre definitivo a una de las más importantes Ordenes militares.

Sobre Alcántara han escrito varios extensamente. Nosotros queremos dar a conocer al presente una obra de más de cuatrocientas páginas, acaso ignorada por muchos. Lo cierto es que no se cita en la bibliografía del artículo del Diccionario de Historia Eclesiástica de España de D. W. Lomax, tan reciente.

Sin embargo, ahí está la obra escrita con la competencia y seriedad propias del padre Roberto Mufiiz, autor de la Médula Cisterciense, que consta de nueve tomos y el séptimo va dedicado entero a la historia de Alcántara.

Tan desconocido como será para muchos, tan conocido y apreciado es de los que nos ocupamos de la historia de la Orden cisterciense en España. Antonio Dionisio Muñiz: Rodríguez nació en Sabugo (Avilés) el 9 de octubre de 1739 y fue bautizado el mismo día por D. Antonio Muñiz. Hijo de José y Ana. En 3 de mayo 1755 tomó el hábito en el monasterio cisterciense de Matallana, y cambió el nombre por el de Roberto. De sus estudios no tenemos datos, aunque por aquella época es casi seguro que cursaría filosofía en el colegio del monasterio de Meirá y luego pasaría a Salamanca o Alcalá. Lo que sí consta es que se apreciaban sus dotes, ya que fue designado sucesivamente abad de Rioseco, Sacramenia y San Martín de Castañeda. Fue, además, Examinador Sinodal del arzobispo de Sevilla y confesor en las Huelgas de Valladolid y de Burgos. Todos estos cargos suponen cierto grado de cultura, si bien no tienen relación directa con la historia. De su afición y estima de la misma son prueba manifiesta esos nueve tomos de la Médula, especialmente el último, que es, nada menos, que la Biblioteca Cisterciense Española. El padre Muñiz hubo de morir alrededor de 1803, algo prematuramente.

MEDULA HISTÓRICA CISTERCIENSE -TOMO VII- ORIGEN, PROCESOS, MÉRITOS Y PRERROGATIVAS DE LA INCLITA MILICIA DE ALCÁNTARA DE LA ORDEN DE CISTER. Valladolid, 1789.

Lo dedica a su paisano Jovellanos. Muñiz era muy asturiano y en Asturias había mucho amor a la cultura y a la investigación científica. Además Jovellanos era alcantarino. La dedicatoria está firmada en el colegio de San Martín de Castañeda en 10 de marzo, 1789.

En la Introducción Muñiz indica que en el tomo anterior de la Médula había prometido tratar de Alcántara. Mientras en 1763 y no mientras sino algunos años antes habíase publicado la obra de Torres y Tapia, pero bien advierte Muñiz que fue con ciento treinta y dos años de retraso y que en aquella época ni estaba tan adelantada la crítica, ni tan fáciles de adquirir las noticias y que desde luego que no era plagiario, como advertirá el lector. Se queja de que no le han franqueado noticias quienes fácilmente lo hubiesen podido hacer, las cuales hubiesen concurrido al mayor lustre de la Orden de Alcántara.

Divide la obra en títulos y estos en capítulos. Bajo el primer título trata de la fundación, confirmación, unión con la Orden cisterciense, toma de posesión de Alcántara, descripción del Convento entre otras cosas. En el segundo habla de los castillos, lugares y Villas que fue adquiriendo, de los monasterios y hospitales en cuya fundación influyo. De las monjas. De las cartas de hermandad.

El tercero está dedicado a los méritos de la Orden. Aquí procede por orden de los diversos reinados hasta la incorporación a la corona. El cuarto es sobre las gracias y prerrogativas de la Orden. Unas son de origen pontificio: otras provienen de los reyes. Finalmente hay un tratado genealógico de los Maestres. A partir de la página 361 a la 402 hay un apéndice de escrituras de indiscutible valor histórico. Termina la obra con un índice alfabético.

Muñiz sin duda leyó y aprovechó todo lo anterior a él. Escribe en un momento en que se va depurando el sentido crítico. Sobre su obra no sabemos que se haya trabajado, por eso conviene darla más a conocer, a fin de que los estudiosos no se pierdan esta fuente importante. Aparte el rigor histórico con que escribe, tiene un estilo ameno. Donde empieza a hablar directamente de Alcántara es en la página 55. El mismo dice que va a dar una sucinta noticia de la situación de la Villa y fábrica de su puente. Cita entre otros a Ponz. La descripción del Convento es de gran interés, por revelar cuál era su estado en esta época.

La enumeración y aclaración de las dignidades y Encomiendas y prioratos es otra buena aportación. Ante todo había el Maestre, luego el Prior del Sacro Convento, seguido por el Comendador mayor. En cuarto lugar el clavero, después el sacristán y por fin el Prior de Magacela, que usaba mitra y báculo. Casi parecía una jurisdicción como la de la abadesa de Las Huelgas de Burgos. Páginas 114 y 115, catálogo alfabético de las Encomiendas. En la 121 empieza otra lista alfabética de los castillos, lugares y Vullas adquiridos. Termina en la 129.

En la pagina 132 estudia la relación de la Orden de Alcántara con Trujillo y se adhiere a la tesis de que la ciudad, al ser tomada a los moros en 1185, ciudad o castillo o lo que fuese, fue donada al Maestre de Alcántara por el rey Alfonso VIII. Pocos años más tarde se volvió a perder.

Menciona el colegio Imperial fundado por Carlos V en Salamanca para los de Alcántara con ocho plazas. Dice que él mismo es testigo de la inalterabilidad de las constituciones de este colegio. Informa que a solicitud de la Orden se habían fundado otros colegios en Jurisdicción suya, nada menos que tres en la Villa de Alcántara, que enumera y varios más y asimismo hospitales.

Pasa después a referir el origen de las monjas alcantarinas, a partir de 1520. Parece que hubo solo dos monasterios, el de S. Pedro de la Villa de Brozas, fundado en 1570 y anteriormente el de Sancti-Spiritus en la misma Alcántara.

En la página l51 trata de las hermandades de la Orden de Alcántara. Y cita a su paisano Campomanes: «Dos fines tenían estas alianzas: uno para guardar entre sí la recíproca correspondencia que les era precisa… y otro fin consistía para defender sus bienes de las injustas ocupaciones…» Y es un gran ejemplo que Dios quiera imiten hoy quienes tienen algún influjo sobre el pueblo, para que se busque al bien común y no la mutua destrucción.

Sobre los méritos de la Orden en orden a promover la reconquista, ya muy adelantada, no cabe duda que ésta y las otras Ordenes Militares contribuyeron notablemente. El P. Muñiz, como era su deber en una obra histórica alega méritos con datos.

Explica, por ejemplo, cómo no intervino Alcántara en la batalla tan importante de Las Navas de Tolosa. Alcántara estaba más bien bajo la égida del rey de León y defendían la misma causa, pero en otro terreno. Refiere Muñiz cómo los de Alcántara tomaron en 1229 Cáceres, Montánchez y Mérida.

En el reinado de San Fernando, Alcántara intervino en la reconquista de Trujillo en 25 de enero de 1232. El Maestre de Alcántara, animado con este éxito siguió adelante y conquistaron Magacela y Zalamea. También tomaron parte en la conquista de Jerez. Y sería largo de contar todo lo que refiere Muñiz sobre la acción bélica de estos alcantarinos, todo lo cual referirá con la documentación que tuvo al tiempo de escribir y que examinaría con el espíritu crítico que entonces cabía y al cual se refiere expresamente más de una vez.

No es mucha la bibliografía que cita, tampoco habría mucha más. En cuestiones cistercienses es un experto y aún en plan de Historia no es del todo un principiante.

Lo triste fue que llegaron tiempos de división civil, un rey y otro posible rey. Había que decidirse por uno o por otro. Muñiz cuenta todas estas vicisitudes.

Y de todos los privilegios de esta Orden de Alcántara, tal como los refiere Muñiz no quiere hablar. Mi intención ha sido llamar la atención hacia esta obra, probablemente desconocida para la mayor parte de los participantes en estos Coloquios y cualquiera de ellos sabe lo que supone componer con seriedad dentro de lo que permita la época, en este momento fines del siglo XVIII, una obra de cuatrocientas cuarenta y tres páginas y que tengo una grandísima satisfacción en dar a conocer, parte como historiador a historiador y parte como cisterciense a cisterciense.

Abadía de Viaceli, Cóbreces, 17 de junio 1976

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