Oct 012008
 

Jennifer Rol Jiménez.

“Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe… Sólo la cultura da libertad… No programéis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamien- to. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.”

Miguel de Unamuno.

La escuela es hoy un espacio de sociabilidad común para toda la infancia. Ella cobija en nuestras sociedades los trabajos y los días de los más pequeños. La institucionalización de la educación como servicio público despega con los orígenes del régimen liberal, en los tiempos, ya lejanos, de las primeras Cortes- constituyentes, pero no llega a hacerse efectiva con carácter general hasta fe- chas relativamente cercanas a nosotros, justamente en los años de la transición democrática del siglo XX.

 

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Oct 012007
 

Jennifer Rol Jiménez.

Durante los últimos años venimos asistiendo a un desarrollo casi espectacular de espacios museísticos de ámbito regional y local, de carácter principalmente etnológico e histórico en Extremadura. Estos museos, entre otras cuestiones, se caracterizan, o al menos esa ha sido y continúa siendo la tendencia, por prestar una atención preeminente a la animación participativa y comprometida del público así como a mostrar unas señas de identidad determinadas. De manera que pueden verse ligados a un elemento enormemente interesante, que es el despertar de la conciencia colectiva sobre la realidad del propio patrimonio cultural, o, lo que es lo mismo, el hecho de que en la región extremeña cada día sean más sensibles ante su propia realidad y su identidad cultural.

Es a partir de este hecho identitario desde el que nos planteamos el estudio de un nuevo marco socio-cultural y económico, cuyo marco espacial se va a ajustar a la región extremeña, siendo abarcado temporalmente desde la nueva concepción museística surgida hace varias décadas.

Por otro lado, debemos señalar que los museos, exponentes únicos de la diversidad cultural, se ven inmersos en la actualidad en una sociedad postmoderna y global, la sociedad en la que nos sumergimos, nuestra sociedad. Esta situación ha tenido una gran ventaja como es la mayor comunicación gracias al avance de las tecnologías de la información y la comunicación. La labor de los museos viene siendo fundamental y sus piezas o colecciones son un recurso para la creatividad humana que debe facilitar su uso para el progreso de las diferentes comunidades, interpretando las viejas y nuevas culturas desde la tolerancia y la interculturalidad, hecho que venimos comprobando se produce a través de la emergencia de museos etnográficos en nuestra región.

Para poder abordar este aspecto a través de las siguientes páginas, debemos señalar que la sociedad extremeña está compuesta por un conjunto de rasgos culturales que pueden considerarse como diversas formas de vida materiales, sociales y simbólicas, entre otras formas, convirtiéndose la cultura en uno de los atributos que caracteriza al ser humano, siendo un instrumento o herramienta que el hombre va a utilizar para adaptarse al medio en el que vive y que al mismo tiempo será lo que le confieran unas determinadas señas de identidad. Por su parte, hoy en día, los museos etnográficos se han convertido en un lugar donde se conserva la cultura, más allá de ser un sitio donde se almacenan o muestran diferentes obras y objetos del patrimonio. Algunas de sus funciones han adquirido en la sociedad actual unas dimensiones casi desconocidas en comparación con las funciones tradicionales y convencionales que históricamente ha venido asumiendo la museología tradicional.

Por otra parte, el patrimonio, ya sea cultural, natural o ambiental, tangible o intangible, es una realidad única de la región extremeña, aunque diversa. Esta aparente paradoja se explica por la unicidad que aporta el concepto de patrimonio y la diversidad que corresponde a las numerosas realidades que lo comprenden. De este modo, todo puede ser patrimonio, pero únicamente lo es aquello que ha pasado por lo que denominamos proceso de patrimonialización. Esto significa que para que esa parte de la cultura, de la naturaleza o del medio ambiente se convierta en patrimonio, debe haber experimentado un proceso de adhesión por parte de determinados individuos o grupos. En lo que se refiere al patrimonio cultural hablamos de un proceso de patrimonialización de la cultura de una sociedad concreta con unos determinados rasgos que la van a identificar.

Desde el punto de vista antropológico, el significado del término patrimonio cultural parece girar en torno a interpretaciones positivas, que nos sugieren riqueza material o simbólica, prestigio o beneficio. Sin embargo, todo lo que tiene de positivo el término lo tiene de impreciso e, incluso, indefinido. Podríamos decir que su interpretación social está marcada por una visión histórica y legislativa. Esto significa que cuando hablamos de patrimonio, enseguida lo vinculamos al pasado, en relación directamente proporcional al paso del tiempo, de manera que se aumenta el valor del patrimonio en relación al prestigio que el tiempo concede. También debemos recordar que el patrimonio, por sí mismo, carece de todo tipo de valor. En realidad, es el ser humano el que se lo confiere y, por eso, los valores cambian en función del tiempo y de los diferentes contextos culturales desde los que se analicen. De este modo, la dimensión social y humana del patrimonio cultural son tan importantes que, sin ellas, el patrimonio carecería de valor y, por tanto, de sentido.

Podemos considerar la necesidad de valorar lo cotidiano como sustrato para la construcción de una cultura presente, que da cuenta de formas de comportamiento, de hábitos culturales, de modos de pensamiento y, en definitiva, de unas formas características de cultura que podemos, desde el presente, comprender a partir de una gama de matices no difuminada por el paso del tiempo.

Por otra parte, la dimensión social del patrimonio, es decir, la imposibilidad de que exista una cultura sin patrimonio y una sociedad sin memoria, convierten al patrimonio del presente en una realidad imprescindible para la comprensión de esas culturas y sociedades a sí mismas y, también, para permitir su comprensión a generaciones posteriores. Ante la necesidad de preservar las señas de identidad y la cultura material va a surgir la emergencia de los museos etnográficos en Extremadura.

De este modo, podemos hablar de procesos de construcción de identidades a partir de los elementos patrimoniales de la sociedad extremeña. Asimismo, la relación patrimonio-individuos-valores, nos lleva a la necesidad de contextualizar ese patrimonio en espacios físicos, pero también sociales, culturales, etc. Por otra parte, el patrimonio de cada contexto va a ser característico del mismo, resultado de su historia, de su espiritualidad, de su composición social, de sus actuaciones políticas, etc. La idea de continuidad está asociada a la noción de patrimonio y a su dimensión humana, en la medida en que ha de poder ser transmitido de unas generaciones a otras. En este sentido, en palabras de Fontal Merillas, puede considerarse como “un hilo que cose esa memoria común de la humanidad”.

Por lo tanto, si pretendemos llegar a definir una base conceptual para abordar la emergencia de los museos etnográficos en Extremadura, deberíamos prestar atención al menos a estas cinco dimensiones:

–         Si se presenta en un soporte material e inmaterial.

–         Si está sujeto a una atribución de valores.

–         Si define y caracteriza a los individuos y su identidad.

–         Si caracteriza contextos.

–         Si se transmite generacionalmente.

A partir de esta idea, hay que destacar la idea de patrimonio cultural como bien intangible, así como su confirmación como un instrumento o una herramienta de gran utilidad en el desarrollo cultural, social y económico para una comunidad determinada, en la medida en que sus visitantes son tanto los miembros de la comunidad como los visitantes que llegan a esa población. Vendríamos a tener, en consecuencia, una extensión o ampliación del patrimonio cultural gracias a la creación de los museos etnográficos.

Pero además, el concepto de bien intangible y patrimonio cultural, plasmado en los museos etnográficos, vendría a configurarse como un modelo museístico concebido como un sistema abierto, vivo, participativo, interactivo, definido por la participación activa de los miembros de la comunidad y por el diálogo permanente con la población. Un sistema dominado, en consecuencia por conceptos clave como identidad, democracia cultural, desarrollo sostenible o concienciación.

Si tenemos presente que una de las finalidades de los museos etnográficos va a constituir el resultado por legar a las generaciones venideras un testimonio de cómo fueron los modos de vida y de trabajo en nuestra región, se podría afirmar que la idea de poder entregar dichos testimonios culturales deriva de la creación de los museos etnográficos. Su contenido puede contrastarse y complementarse con los diversos elementos que se encuentran en los museos, atendiendo tanto a textos como a fotografías y otros elementos de la cultura material. De ahí el hecho de que los museos etnográficos se utilicen para comprender que una persona en gran parte no es sino la síntesis de las costumbres, tradiciones y cultura que ha recibido de sus mayores, de la historia que le ha precedido; y cuanto mejor la conozca, mejor podrá conocerse a sí mismo.

En el caso de la sociedad extremeña se ha desarrollado a su vez una sensibilidad mayor hacia los procesos y, como consecuencia, se ha sentido la urgencia por registrar los estadios sucesivos de su evolución. Esto se observa especialmente en los museos etnográficos, que, frente al impulso globalizador de la industria, pretenden preservar formas de vida en peligro de extinción, costumbres populares y objetos relacionados con las prácticas artesanales, cuya producción ha llegado a ser marginal ante la irrupción masiva de objetos propios del mundo industrial.

La dimensión social que se ha querido dar a los museos etnográficos se expresa a través del enriquecimiento de sus tipos, las estrategias de difusión y la traslación de ciertos hábitos científicos y culturales al plano de ocio y consumo cultural. Todos estos museos tienen algo en común como va a ser el hecho de querer salvaguardar la memoria de la sociedad extremeña del siglo XX, explicar procesos y preservar el pasado próximo. Esta actitud conservacionista encubre un cambio de mentalidad en la consideración del pasado y también un compromiso con el futuro.

Por su parte, la creación y el desarrollo de los museos etnográficos en Extremadura están vinculados a la coordinación de los centros existentes con anterioridad a su creación y a la realización de nuevos proyectos. Para estas situaciones, la legislación vigente en Extremadura recoge lo que es un museo y las condiciones que debe cumplir para obtener dicha consideración. Esta definición la encontramos en la Ley 2/1999, de 29 de marzo, de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, por la que se regula el Sistema de Museos de Extremadura, que, en su artículo 61 señala: “Son museos las instituciones de carácter permanente, sin fines de lucro, al servicio del interés general de la comunidad y su desarrollo, abiertas al público, destinados a acopiar, conservar adecuadamente, estudiar y exhibir de forma científica, didáctica y estética conjuntos y colecciones de valor o interés cultural y que cuenten con los medios necesarios para desarrollar estos fines. Los museos deberán orientarse de manera dinámica, participativa e interactiva”.

Desde el punto de vista temático, teniendo en cuenta que los museos etnográficos conservan, investigan, diseñan y divulgan los elementos y significados que se consideran relevantes y dignos de ser mostrados al interior y al exterior, se hace necesaria la configuración en diferentes cauces referentes al patrimonio cultural a través de los cuales se dibujan las identidades. Así pues, se han ido ampliando las temáticas de los museos etnográficos con el objetivo de mostrar la pluralidad de realidades que definen a Extremadura, apostando por una visión cultural y antropológica, intentando difundir las diferentes formas de vida arraigadas en nuestra región.

Una de las consecuencias más relevantes que implica la instauración de los museos etnográficos es el conocimiento y la divulgación de nuevas realidades que al mismo tiempo posibilitan transmitir al público y a la sociedad la importancia de los conocimientos difundidos. Van a constituir una serie de proyectos locales y comarcales que pretenden reactivar social, cultural y económicamente determinadas zonas junto a su patrimonio cultural. De este modo, la implantación de los diversos museos etnográficos contribuye de una manera pragmática y efectiva a la regeneración del tejido económico, social y cultural de la sociedad extremeña dentro de un modelo de desarrollo sostenible y de la difusión de un turismo cultural. Con sus referencias al entorno social y natural, implica una dimensión distinta y diferenciada donde el interés se centra sobre todo en la comunidad, en la sociedad, constituyendo toda una apuesta por la consecución de un ámbito más participativo, democrático y cultural.

Otras de las posibles definiciones que presentamos a continuación de los museos etnográficos extremeños como “bancos de la memoria” y “lugares vivos de encuentro”, está basada en la definición de museo de la directora del Ecomuseo de Bergslagen, Ewa Bergdahl, en Suecia y es del año 1998: “Un museo debe formar un banco de la memoria colectiva de la sociedad, pero debe ser también, un lugar vivo de encuentro, una parada en el tiempo, donde se ofrezca a la gente la posibilidad de analizar y discutir juntos, tanto sus puntos de vista históricos como sus perspectivas de futuro. Un museo debe estimular las inquietudes y plantear antes las preguntas claves que dejar dadas las respuestas” (Ewa Bergdahl, Directora del Ecomuseo de Bergslagen, Suecia, 1998.)

Por su parte, Maria da Luz Nolasco, museóloga del Museo de Aveiro en Portugal, afirma que el museo debe actuar como “un elemento activo de creación de identidades” y “una entidad viva”, su definición corresponde al año 2000: “El museo debe ser un elemento activo de creación de identidades adecuadas al devenir de la sociedad contemporánea; una entidad viva, inserta orgánicamente en las distintas culturas regionales; un espacio de valorización y promoción del pluralismo, que proporcione la innovación y la experimentación necesarias, sugiriendo modos distintos de mirar el universo cultural y social y global” (Maria da Luz Nolasco, museóloga, Museo de Aveiro, Portugal, 2000.)

Podemos señalar que todas estas nuevas definiciones de museos se ajustan de un modo adecuado a la estructura de los denominados museos etnográficos establecidos en la región extremeña.

La visión o declaración de objetivos de un museo etnográfico, por otra parte, nos va a revelar cómo el museo entiende el entorno en el que existe, la relevancia y la propiedad del papel que se ha atribuido y su relación con su público y la comunidad. De ahí la importancia de establecer una serie de objetivos que debe perseguir y alcanzar un museo. En el caso de los museos etnográficos extremeños, podemos señalar los siguientes:

  1. Estudio de la relación entre el público y la comunidad.
  2. Servicios que provee el museo.
  3. Búsqueda de una identidad cultural.
  4. Mejora de la calidad de vida.

En el caso de los museos etnográficos se van a mostrar las diversas culturas locales desde una perspectiva positiva, primero a los miembros del grupo cultural representado en el museo y, segundo, a los miembros de la sociedad general. Estos museos pretenden consolidar nexos comunitarios alimentando, a través de objetos y obras de arte, las ideas y símbolos que refuerzan sus identidades culturales.

El problema surge, sin embargo, cuando los museos etnográficos atraen de forma casi exclusiva a los miembros de sus propias comunidades, sin alcanzar a otros grupos ni difundir sus ideas culturales a la sociedad en general. El personal de estos museos tiende a implicarse en las cuestiones y preocupaciones cotidianas de su comunidad, desviando recursos y métodos de investigación e interpretación de las colecciones. Al mismo tiempo, tratarán de combinar los recursos museísticos con la educación formal.

Por su parte, debemos señalar la proliferación en los últimos años de los museos etnográficos en la región extremeña. Estos centros están destinados a atender al público y su función prioritaria es la interpretación de los valores del lugar mediante proyección de audiovisuales, información textual, diseño de guías e itinerarios, etc. Junto con esta orientación también es necesario que estimulen a los visitantes a recorrer el entorno y que faciliten su comprensión, así como la búsqueda de una identidad colectiva.

Uno de los planteamientos de los museos etnográficos va a incidir sobre la misma población y trabajar para asegurar el futuro de la zona, estableciendo lazos de relación con su entorno físico y humano, debiendo mantener una estructura dinámica y dando un papel prioritario a la participación de la comunidad.

Desde este punto de vista, el museo etnográfico se va a ver como un ente social que, además, se adapta a las necesidades de la sociedad. Es un museo vivo, participativo, que se define por el contacto directo que se establece entre el público y los objetos mantenidos en su contexto y que podemos asociar a los museos etnográficos extremeños.

A diferencia de Bordieu, no vamos a considerar el museo etnográfico como un espacio de reproducción estructural, sino más bien como un lugar de producción de conocimiento y reflexión, tanto a nivel subjetivo como social. Para que esto suceda, las propuestas museográficas deben reflexionar sobre el plan de acción que las guían, reafirmando su función pública.

Es por ello, que pretendemos poner de manifiesto la importancia de estos museos en relación con el estudio y la comprensión del análisis antropológico y el concepto de identidad que pretenden desarrollar.

Por otro lado, tenemos que señalar que dentro de los museos etnográficos extremeños la cultura material no tendría mayor sentido si no tuviera una relación o interacción con el espectador, con el público o visitante del museo. Este proceso de interrelación que da vida al mensaje o discurso museográfico a lo largo del recorrido se va a convertir en uno de los objetivos principales de estos museos.

Por otro lado, tenemos que señalar que el interés cultural por el pasado y por proteger lo que nos queda de él, de las ideas y costumbres, de las tradiciones y la identidad, no es exclusivo de nuestra época contemporánea. En muchos períodos de la Historia ha existido alguna forma de conciencia del valor de las tradiciones y los objetos. Pero es igualmente cierto que es en nuestra época más reciente cuando se ha producido un crecimiento extraordinario de las actuaciones de conservación y recuperación sobre nuestro patrimonio, como no se ha dado anteriormente, muestra de ello es la emergencia de los museos etnográficos extremeños. Un mayor grado de acceso a la cultura de amplios sectores de la población, un mayor desarrollo de los estudios históricos y una creciente sensibilización sobre el valor del arte y la cultura, sobre los bienes tangibles e intangibles, han hecho posible que se produzca este fenómeno.

En definitiva, podemos decir que los museos etnográficos son una institución cultural fundamental, un lugar de encuentro, disfrute y entretenimiento, un edificio y unas colecciones, un espacio y un recorrido, un equipo de profesionales, un proyecto de renovación, un programa de investigación y didáctica, un logotipo para la comunicación, en definitiva, una unidad dotada de gran diversidad. Para el caso de los museos etnográficos extremeños también tenemos que hablar de una puesta en valor del patrimonio cultural de una comunidad que al mismo tiempo se constituye como su propia seña de identidad. En la actualidad, se han convertido en el lugar donde se conserva la cultura y la identidad, más allá de ser un sitio donde se almacena o se muestran diferentes obras y objetos del patrimonio. Algunas de sus funciones han adquirido en la sociedad actual unas dimensiones casi desconocidas en comparación con las funciones tradicionales y convencionales que históricamente ha venido asumiendo.

Los museos etnográficos extremeños, pues, podrían definirse así como museos de interés local y comarcal, que exponen, divulgan y potencian los rasgos  y los recursos culturales de una comunidad de referencia en un sentido amplio y abierto. De esta manera, se consigue una conexión directa entre los mensajes emitidos y los valores culturales de la comunidad que los acoge. Son museos ligados a diferentes sociedades y territorios que han desarrollado y desarrollan actividades económicas y culturales denominadas tradicionales, capaces de vincular  el pasado con el desarrollo actual de la comarca y sus posibilidades de futuro.

Se van a concebir como centros de dinamización comarcal, tanto en el plano cultural como económico, y de difusión y divulgación de cara a un extenso público de carácter tanto local, comarcal, regional, nacional como internacional. Este sistema de retroalimentación forma parte de una de las principales pretensiones y estrategias llevadas a cabo por los museos extremeños.

 

Para concluir, podemos señalar que los museos etnográficos en Extremadura van a actuar como espacios de interés local y comarcal, así como regional, encargados de potenciar y concienciar acerca de los rasgos culturales e identitarios de una comunidad determinada. En este sentido, la figura de los museos etnográficos extremeños ha significado la creación de una serie de centros ligados a sociedades y territorios concretos y ha contribuido a potenciar el desarrollo de actividades tradicionales específicas relacionadas con la producción económica y cultural, fomentando el desarrollo y la evolución actual de una región determinada con posibilidades de futuro, optimizando los recursos naturales, materiales y patrimoniales y potenciando el turismo cultural, al mismo tiempo que son los encargados de poner en valor la identidad de una determinada población.

 

Bibliografía.

 

–         ALONSO FERNÁNDEZ, L. (2003): Introducción a la nueva museología, Madrid: Alianza.

–         BARROSO VILLAR, J. (2004): “El discurso museográfico y la comunicación del patrimonio”, en R. CALAF y O. FONTAL (Coords.):Comunicación educativa del patrimonio: referentes, modelos y ejemplos. Gijón: Ediciones Trea. Pp. 51-66.

–         BORDIEU, P. (2000): La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Madrid: Taurus (trabajo original publicado en el año 1979).

–         CALAF, R. Y FONTAL, O. (Coords.) (2004): Comunicación educativa del patrimonio: referentes, modelos y ejemplos. Gijón: Trea.

–         CALDERA DE CASTRO, P. (2005): “La Red de Museos de Extremadura”, Revista de Museología, nº 32. Pp. 13-19.

–         HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, F. (1994): Manual de Museología, Madrid: Síntesis.

–         MONTANER, J. Mª. (1995): Museos para un nuevo siglo, Barcelona: Gustavo Gili.

–         RICO, J. C. (ed.) (1994): Los espacios expositivos. Museos, arquitectura, arte. Vol. I, Madrid: Sílex.

–         ROLDÁN, J. L. (1992): Museos de Extremadura, Fundación EFE, Madrid.

–         THOMSOM, G. (1998): El museo y su entorno, Madrid: Akal.

Oct 012006
 

Jennifer Rol Jiménez.

Introducción

La población objeto de estudio en nuestro caso ha sido la villa de Madroñera y para ponernos en situación con respecto a su ubicación geográfica, comenzaremos diciendo que la historia de nuestros pueblos se mueve entre los tópicos, las leyendas y unos cuantos hechos más o menos documentados que han llegado hasta nuestros días. Desde las líneas de nuestro estudio, intentaremos hacer llegar unas simples notas o apuntes para acercarnos a lo que fue el pueblo, en donde se ubica la ermita, en tiempos pretéritos. Comenzaremos por una coplilla, tomada del Diccionario Geográfico Popular de Extremadura, editado en 1963 que realiza una somera descripción geográfica del lugar de localización de Madroñera.

Santa Cruz de la Sierra
está en un cerro,
Trujillo en un berrocal,
y la Madroñera hermosa
entre dos sierras está
[1].

Un vistazo a la hoja 706 del Mapa Topográfico Nacional también nos serviría para ubicar a Madroñera en la comarca trujillana entre el Cerro de Trujillo y el Cerro de Pedro Gómez, el punto más elevado de la Cuerda de Valdelamadera con 1.003 m. de altitud. De este modo, Madroñera está situada en la Meseta meridional, en el sureste de la provincia de Cáceres, de cuya capital la separan 62 km. Tiene una superficie de 139.91 km² y está a 589 m. de altura sobre el nivel del mar. Limita al norte con Aldeacentenera, al sur con Santa Cruz de la Sierra, al este con Garciaz y al oeste con Trujillo. Dista algo más de dos kilómetros del “Cruce”, una carretera provincial, la 524, que va desde Plasencia a Logrosán, para enlazar con otras vías que, formando un entramado de redes, comunican y relacionan a varios núcleos activos de la provincia (Miajadas, Guadalupe, Logrosán, etc.)[2]. Quizás, este relativo “aislamiento” de su carretera principal, haya podido suponer un obstáculo para un mayor desarrollo del municipio.

Podemos seguir señalando que la villa de Madroñera está situada entre las tierras de la meseta Trujillano-Cacereña y la Sierra de las Villuercas. Atraviesan sus tierras las aguas de los ríos Almonte y Magasca. Predomina el paisaje adehesado, combinando con olivares y tierras de labor. Su vegetación es típica de bosques mediterráneos, encinas y alcornoques, también robles, melojos o rebollo, castaños y, por supuesto, madroños, que dan nombre a ésta tierra. En la fauna destacan conejos, perdices, tórtolas, liebres, patos, jabalíes y zorros. Y en cuanto a la pesca hay tencas y carpas, que pueden pescarse en sus pantanos.

Es probable que los orígenes de Madroñera se remonten a tiempos bastante remotos, ya que en lugares cercanos se han encontrado vestigios de culturas antiguas, como el poblado de asentamiento celtíbero en Aldeacentenera o algunos restos del periodo visigodo en Santa Cruz de la Sierra. Pero quizás sea la cercanía a Trujillo, ciudad donde estuvieron romanos, visigodos y árabes, entre otros, la que pueda conferir a Madroñera una discreta existencia en los tiempos antiguos. Lo que parece estar claro es que el nombre del pueblo tiene su origen en el topónimo “madroñera” como nombre derivado de un arbusto, el madroño, dentro de la amplia toponimia de pueblos extremeños cuyos nombres evocan vegetales (Aceuchal, Oliva, Acebo, Jaraicejo, Hinojal, Robledillo, etc.). En este sentido, la abundancia de esta planta arbustiva, de hoja perenne, color verde oscuro brillante y fruto rojo comestible, por estos parajes, favoreció que desde mediados del siglo XVI se conociese a este lugar como la “Villa de las Madroñeras”. No se sabe el año de su fundación, pero sí que en 1551 lo estaba, ya que en 1558 don Gonzalo Carvajal, Obispo de Plasencia, compró a “Su Majestad” haciéndole villa, y falleciendo en 1559, hizo cesión de la compra en don Alonso Ruíz de Albornoz, regidor de la ciudad de Trujillo[3].

Cuando el conocido “lugar de las madroñeras” dejó de pertenecer en jurisdicción a la ciudad de Trujillo, tenía poco más de cien habitantes dispersos entre el recorrido del arroyo el Hornillo y los cerros que circundan por el norte y, sobre todo por el este de sierras pizarrosas, redondas, conformado entonces por colmenas y lagares. Debió de ser hacia la segunda mitad del siglo XVI, fecha oficial de su fundación, según reza en el Libro de Becerro del archivo parroquial[4], un desorden de casas de una sola planta construida con materiales pobres donde sus pobladores se dedicaban a labores agrícolas, a la apicultura y al pastoreo. Estas actividades ocuparían la mayor parte de sus quehaceres y apenas dispensarían un par de días al año para rendir gratitud a algún benefactor santo de los muchos que proliferaron en la Baja Edad Media. Cronológicamente estaríamos hablando de lo que los historiadores llaman Edad Moderna, cuando todavía se andaba con la resaca de la Reconquista y se había instituido una monarquía basada en los principios del Cristianismo, del Catolicismo, y en el discurso político y filosófico de Maquiavelo, tan de moda entre las incipientes monarquías absolutas, institución representada en los territorios de las Españas por los Reyes Católicos y en la unidad de los reinos peninsulares.

De sus monumentos, podemos destacar la iglesia de la Purísima Concepción, perteneciente al siglo XVII y de estilo barroco, con órgano instalado en 1759 que pertenecía a la parroquia de San Martín de Trujillo; la conocida Mona del Rollo o Picota, pertenece al tercer cuarto del siglo XVI, rematada por blasones de los señores de la villa (actual escudo de Madroñera), así como la denominada “Ermita Vieja», dedicada a la Virgen de la Soterraña, patrona del pueblo y que cuenta la leyenda que entre los años 1500 y 1600 se apareció la Virgen en una roca que se encuentra frente a la ermita, a un pastor que andaba por esas tierras aún despobladas. Una fuerte tormenta de nieve y granizo le sorprendió y se puso a rezar a la Virgen pidiendo auxilio y ella acudió en su ayuda ofreciéndole refugio en la cueva, y por este motivo, es tradición de las gentes del lugar llevarse un trocito de pizarra de la cueva y tirarlo a su tejado para que les proteja de las tormentas. En lo referente a esta cuestión es la ermita “Virgen de la Soterraña” donde centraremos nuestro estudio y que va a constituir el tema central que nos ocupa. La ermita “Virgen de la Soterraña”, situada en las afueras del pueblo, es una construcción moderna, no anterior a finales del siglo XVIII, a pesar de que la leyenda la sitúe entre 1500 y 1600, aunque podrían referirse a una ermita anterior, considerada como la verdadera ermita del pueblo, en la actualidad desaparecida, que era la ermita de San Gregorio, según se recoge en el informe del párroco de Madroñera en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, fechado el 3 de abril de 1791 y que dice lo siguiente:

“Que hai solo una Hermita de San Gregorio Ostiense, inmediata al pueblo y en su día se trae en procesión el santo a la yglesia parroquial, donde se zelebra su fiesta”[5].

Respecto a sus orígenes se ha barajado la hipótesis de que el nombre de Soterraña, con el que se conoce a la ermita dedicada a esta Virgen, proviene de la palabra de raíz latina, que significa “lo que está debajo del suelo”, lo subterráneo. Es posible que el origen de la Virgen de la Soterraña, también conocida como la Virgen de las Nieves, se pueda hallar al final de la Baja Edad Media y en consonancia con el pastoreo y, sobre todo, con la trashumancia, asunto que trataremos en páginas posteriores, ya que la ermita se encuentra muy cerca del camino que conduce a Garciaz. Así, tenemos constancia de que el pueblo segoviano de Santa María del Real de la Nieva, también tiene como patrona a Ntra. Sra. de la Soterraña, pudiendo existir alguna relación entre ambas. Sin embargo, la tradición popular, tanto de este pueblo castellano, como la de Madroñera, narra que la imagen de la Virgen fue encontrada enterrada, de ahí podría proceder su denominación de “Soterraña” o subterránea.

La población actual de Madroñera, haciendo una referencia aproximada a la revisión de los padrones de población de los últimos años, se encontraría en torno a los 3.500 habitantes, con una sex ratio bastante igualada entre hombres y mujeres, si tenemos en cuenta que nacen más niños que niñas, pero al igual que sucede en el resto de España, la esperanza de vida es más elevada entre las mujeres. Por otra parte, los aspectos económicos de Madroñera, ligados a su soporte físico y demográfico, se han modificado sustancialmente en las dos últimas décadas. De ser un pueblo de economía rural dependiendo de la agricultura y la ganadería, ha pasado a ser económicamente un pueblo terciario, donde una buena parte de sus habitantes dependen del sector servicios. Por su parte, el Diccionario Estadístico-histórico de Pascual Madoz, publicado hace más de ciento cincuenta años, refiere que las principales dedicaciones de los vecinos de este pueblo estaban en la producción de trigo, cebada, centeno, avena, ganado lanar, cabrío, porcino y caza menor, “pero todo por la jurisdicción de Trujillo, por falta de terrenos del pueblo”[6]. La escasez de tierras de labor, bien por lo reducido del término o por la existencia de grandes latifundios, y esto ha supuesto un endémico obstáculo al crecimiento, ha propiciado que en Madroñera durante mucho tiempo se haya practicado una economía primaria de subsistencia, a veces de servilismo, que se ha perpetuado hasta la segunda mitad del siglo XX, probablemente, a causa de la emigración y de un radical cambio en las actividades económicas del pueblo.

En resumen, podemos decir que Madroñera es un pueblo de carácter terciario que poco a poco ha ido sustituyendo su economía agropecuaria por actividades del sector de la construcción y del sector servicios que podrían consolidarse y aumentar en un futuro inmediato. De este modo, los diferentes aspectos económicos, así como su desarrollo y proceso de formación, podrían resultarnos de gran interés para la realización de nuestro estudio histórico-antropológico y poner de manifiesto las posibles causas del abandono y recuperación de la ermita “Virgen de la Soterraña”, sometida a los avatares del proceso de emigración producido hacia la segunda mitad del siglo XX.

– El enclave de la ermita “Virgen de la Soterraña”.

Para el desarrollo de este apartado, comenzaremos poniéndonos en situación ante la temática planteada. En la población de Madroñera, en la actualidad, existen dos ermitas, conocidas como la “Ermita Nueva” y la “Ermita Vieja”, ambas consagradas a la advocación de la Virgen de la Soterraña. La “Ermita Nueva” sustituyó a la “Ermita Vieja”, que quedó en desuso por razones de la situación de ruina en que fue declarada hacia el año 1966. Por ello, la Virgen de la Soterraña, talla que data del año 1916, se llevó a la villa de Madroñera, donde sería custodiada por su mayordoma durante casi tres décadas, hasta que fue trasladada a la sacristía de la parroquia “Purísima Concepción” de Madroñera. Actualmente, se está restaurando de nuevo la denominada “Ermita Vieja”, cuyo enclave geográfico dista pocos kilómetros de la denominada “Ermita Nueva”.

El dato que nos remite a la mayor antigüedad y que consta en el archivo parroquial, es una reseña histórica, que se redacta con motivo de la visita que realizó el arcipreste al párroco y le recomienda que se preocupe de corregir algunas pequeñas imperfecciones que hay en el tejado de “esa pequeña ermita a la que la gente muestra una gran devoción”. De este modo, señala que se preocupe el párroco de pedir limosna, puesto que es una ermita muy pequeña y que debido a las condiciones del temporal se encuentra en un mal estado. Así dicen algunos de los gozos dedicados a la Virgen de la Soterraña, cuya devoción entre su pueblo, consta por escrito desde el año 1859: “Se halla en el término jurisdiccional de esta Parroquia una Ermita de Nuestra Señora bajo el título de Soterraña”[7].

Por otro lado, suponemos que en el año 1859, la ermita ya estaba construida, y que antes de 1791 no estaba levantada, ya que hacia esta fecha se han encontrado unos escritos de la parroquia en los que consta que no existía ninguna ermita más que una conocida como la Ermita de San Gregorio. Dicha ermita es la que aparece mencionada en un documento del año 1791, recogido por el Interrogatorio de la Real Audiencia que se realizó por los diversos pueblos y municipios de la comunidad extremeña. En este sentido, se contestó desde el Ayuntamiento y desde la Parroquia de la población de Madroñera, señalando que había una ermita dedicada a San Gregorio, lo que significa o podemos deducir que la Ermita de la Soterraña, o no tenía resonancia popular, o no existía. Parece ser que esta última opción sea la más considerable. Aparece otro dato que podría resultarnos relevante, como es el hecho de que la gente iba en romería a una quinta conocida como la Rinconada, a cumplir un voto o una promesa, debido a la existencia de una ermita en dicha finca, que a pesar de su carácter privado, era accesible al resto de la población de Madroñera.

La estructura de la ermita de la Soterraña consta de una planta de cruz latina, formada por una nave central de pequeñas dimensiones, atravesada por el transepto y coronada por una linterna que se conserva en la actualidad ubicada en el crucero de la nave central. En el ábside de pequeñas dimensiones se encontraría depositado el cuadro con la imagen de la Virgen, para su veneración. Podríamos estar hablando de la existencia de un exvoto pictórico, hecho muy frecuente en siglos anteriores ante la falta de tallas de las imágenes religiosas. La imagen de la Virgen de la Soterraña, venerada por la población de Madroñera, fue adquirida en el año 1916, como ya hemos señalado, sustituyendo al cuadro que se encontraba en el lugar en que se adoraba a la Virgen en la ermita, de la que se encuentran los datos en el archivo parroquial señalando la existencia en el año 1859 de dicha ermita. Del mismo año hay un escrito del visitador del arciprestazgo, que fue a encontrarse con el párroco de Madroñera y le habló de la existencia de una pequeña ermita donde se veneraba una efigie de la Virgen de la Soterraña a la que el pueblo profesaba una gran devoción. La ermita estaba muy deteriorada y el visitador recomendó al párroco de la villa que se lo comunicase a los fieles para que le ayudaran, contribuyendo con alguna limosna, para poder reconstruir el tejado, dado que el pueblo sentía una gran devoción por la Virgen.

Posteriormente, la pequeña ermita fue ampliada en dos terceras partes, entre los años 1916 y 1920, por los párrocos que entonces se encontraban en la villa de Madroñera, que eran dos hermanos, don Donato y don Vicente, que tras las obras de ampliación de la ermita, colocaron una imagen de talla, y en el caso de la existencia del cuadro, podría haber quedado ocultado en la pared. En su lugar colocaron una efigie que parece ser imitación de la imagen que se venera bajo la advocación de la Virgen de la Soterraña, en Santa María de Nieva, provincia de Segovia, y donde también encontramos otra Virgen similar conocida como Nuestra Señora de la Soterraña en la provincia de Ávila, ubicada en un santuario dedicado a ella. De estas tierras castellano-leonesas, parece ser que pudiera haber llegado la devoción a Madroñera, pudiendo haberse difundido a través de la trashumancia, con lo cual, los mismos pastores podrían haber traído la imagen de la Virgen como recuerdo y memoria de donde ellos venían, junto con algún cuadro que colocaron en una pequeña ermita en el lugar que llamamos la “Ermita de la Soterraña”, y allí se encontraría durante casi tres siglos la imagen de la Virgen, venerada por los lagareros y otras gentes del lugar. En este sentido, podríamos poner de manifiesto la existencia de una teoría de carácter difusionista, desde el punto de vista antropológico, dado el carácter extensivo de la transmisión cultural por difusión. Para confirmar la existencia del carácter trashumante de la zona, el texto de Julius Klein nos servirá para ponerlo de manifiesto, así como el carácter conflictivo de la práctica trashumante con la monarquía de la época:

“El aspecto más significativo de este programa para el cumplimiento de las resoluciones adoptadas por las Cortes de Toledo de 1480, fue la política francamente agresiva llevada a cabo por la nueva autocracia respecto a villas y ciudades. Las justicias locales, y más adelante los corregidores reales, tenían orden de informar anualmente, a fines de abril, sobre la administración de las leyes referentes a los peajes reales. Al poco tiempo hallamos una comisión de veedores recogiendo estos datos durante cada primavera. Cáceres, Plasencia, Trujillo y otros centros de pastoreo, que en tiempos se consideraban muy por encima de estas decisiones, se vieron pronto enfrentados con una Monarquía que estaba dispuesta a hacer cumplir sus edictos”[8].

Las siguientes aportaciones también nos conducen a poner en relación la construcción de la ermita “Virgen de la Soterraña” como consecuencia de las prácticas trashumantes que se llevaron a cabo durante varios siglos en la región extremeña. Atendiendo a las palabras de Diago Hernando, podemos señalar que dichas prácticas se llevasen a cabo considerando bastante probable que entre los mesteños predominasen entonces los modestos ganaderos de comarcas serranas que sólo trashumaban para sobrevivir, aunque entre ellos también hubiese algunos grandes propietarios de origen social muy diverso. A lo largo de las generaciones, reclutarían en los siglos subsiguientes sus pastores y mayorales los grandes propietarios que “se volcaron en la cría de ganados trashumantes cuando esta actividad adquirió mucho mayor desarrollo gracias al incremento espectacular de la demanda de lanas” [9]. Podríamos estar ante dichos y hechos que se transmiten de un sitio a otro, así como valores y costumbres que en cada lugar se recogen, dejando entrever un carácter propiamente difusionista.

Por otro lado, también podemos barajar la posibilidad de que la construcción de la ermita “Virgen de la Soterraña” se hiciese a través de la influencia de los monjes dominicos, por cuanto que en Trujillo existía un convento bastante representativo de esta Orden, y por lo que nos consta, el santuario de Santa María de Nieva en Segovia, estaba atendido por monjes de la orden dominica, pudiendo ser que uno de ellos, procedente de Trujillo, quien condujera la devoción de la Virgen hasta la villa de Madroñera. En este sentido, podemos señalar que hasta el momento, se desconoce esta advocación en otro lugar de la provincia de Cáceres, aunque sí existe el caso de la Virgen de Soterraño en Barcarrota, provincia de Badajoz[10], que podría resultar de carácter similar. No obstante, en diversas provincias podemos encontrar analogías con la Virgen de la Soterraña, tales como Segovia, Ávila, Tarragona y Córdoba, entre otras. Podría tratarse de un hecho muy concreto y bastante significativo desde un punto de vista espacio-temporal.

– Leyenda y transmisión oral.

En torno a la leyenda y respecto a la transmisión oral y divulgación popular que nos habla del “mito de origen”de la Virgen de la Soterraña, se narra la aparición de la Virgen a un humilde pastor, cuando éste se refugiaba de una gran tormenta en el abrigo de una pequeña cueva, al que la Virgen le indicó que deberían construir una ermita para su veneración y advocación, en señal de gratitud por haberle salvado y prestado su auxilio durante la fuerte tormenta. De un modo general, se trata de la narración que circula entre la población de Madroñera, aunque pueda sufrir alguna variación en función de quién nos la cuente y nos la transmita, con una aportación de información más o menos extensa.

Uno de los problemas sin resolver que podemos encontrar con respecto a la religiosidad, es el del nacimiento de las leyendas y los mitos de creación y su fijación por diferentes manuscritos. En este sentido, se señala que el potencial poder benéfico que la tradición atribuye a ciertas imágenes, les otorga por su supuesta facultad de incidir en la salud, “el rol de intercesoras en el contexto levistraussiano de la eficacia simbólica”[11], en este sentido, nos estamos refiriendo al poder de los símbolos y de las imágenes dentro de una sociedad. Por otro lado, lo que también nos parece sugerente es la posibilidad que ofrecen los exvotos, en su versión de tablillas y objetos simbólicos, a la hora de establecer, lo que se pueden denominar áreas de gracia de cada devoción y sus fluctuaciones y modas en una visión tanto retrospectiva o diacrónica, como actual, para tratar de valorar la vigencia del fenómeno. Para el caso de Extremadura, en general, la información que poseemos acerca de los exvotos desde la perspectiva histórico-temporal que se nos ofrece, tenemos de un lado, la documentación historiográfica, como los Libros de Milagros, y del otro, la bibliografía pertinente. En este sentido, los libros de milagros, que inspiran determinadas tablas votivas, sobre todo durante los siglos XVI, XVII y XVIII, no son más que una fuente de segunda mano, teniendo en cuenta que, generalmente, se basan al mismo tiempo en relatos orales anteriores a las fechas en que se escribieron. Estos documentos e impresos tienen por objeto dejar por escrito lo que, frecuentemente, andaba de boca en boca, pretendiendo divulgar el culto y extender el conocimiento acerca de sus benefactoras virtudes. En el caso de la ermita “Virgen de la Soterraña” en la localidad de Madroñera, no tenemos constancia de que se conserve ningún tipo de documento, manuscrito o libro de milagros, relacionado con la leyenda en torno a la aparición de la Virgen.

Por otra parte y desde un enfoque científico, al margen de la fe y del estricto ámbito de las creencias, hay que tener presente que los divulgadores de este tipo de leyendas relacionadas con la transmisión oral, suelen ser clérigos o personas próximas en su afecto a las poblaciones, santuarios y devociones que historian. Además, también se pone de manifiesto que el recurso explicativo remite a lo mitológico, de forma que los hechos históricos se confunden en un proceso consciente con los de carácter legendario.

A todo ello, queremos aportar otro dato de gran interés que nos ha legado la transmisión oral, como es el hecho de coger un trozo de pizarra de la cueva próxima a la ermita a la que nos estamos refiriendo, donde habría tenido lugar la aparición de la Virgen, para enterrarlo en una vivienda cuando se realiza su construcción, o arrojarlo al tejado, si ya está construida; todo ello con la finalidad de que la Virgen de la Soterraña, ofrezca su protección ante las tormentas. De este modo, con motivo de las tormentas, los devotos toman pequeños trozos de la cueva para evitar que caiga un rayo en sus casas, por advocación contra las tormentas. Asimismo, tenemos que señalar que este mismo gesto también se produce en Santa María de Nieva, en Segovia.

En este sentido, podemos señalar que la mayoría de las veces “los hechos históricos se confunden en un proceso consciente con los de carácter legendario o fantástico, pudiendo dar respuesta a las diversas estrategias que emplearían miembros de la cultura oficial para penetrar en las capas populares y hacer más sugestivo el mensaje”[12], como ya hemos señalado anteriormente.

– Abandono y recuperación.

En este apartado, queremos reflejar un dato, como ha sido el hecho del abandono que sufrió la ermita, hacia los años sesenta del siglo XX, probablemente por causa del fenómeno de la emigración que tanto afectó a nuestros pueblos, y que en la actualidad, ha mostrado un notable retroceso, junto con la reconstrucción de la ermita, seguramente a la par que la recuperación de la economía y la identidad cultural del pueblo de Madroñera, puesto que el estado de la ermita se encontraba en una situación casi de ruina total.

Con motivo del fenómeno de la emigración hacia la segunda mitad del siglo XX, los diversos grupos humanos que habitaban diferentes parajes de la villa de Madroñera, emigraron a las ciudades y su entorno quedó deshabitado, asimismo, el camino que daba paso a la ermita dejó de ser transitado, dificultando su acceso a la misma. Durante algún tiempo, el santuario permaneció en el olvido, aunque no sucedió lo mismo para la mayoría de sus devotos, ya que se seguían produciendo visitas de forma esporádica.

Respecto al abandono de la ermita, podríamos pensar que el hecho de ubicarse en un paraje húmedo, que con los temporales de agua afectaría al interior y exterior de la ermita, junto con la aparición del fenómeno migratorio; porque pensemos que la emigración contribuyó a que diversas zonas se quedaran despobladas, al mismo tiempo que la mayoría de todos los lagares que existían en el entorno donde estaba situada la pequeña ermita, van a ser dos factores de gran importancia a la hora de referirnos a su abandono. De este modo, los efectivos humanos marcharían a las ciudades, quedando en situación de despoblamiento los enclaves del lugar. El sitio de acceso sería menos frecuentado, al encontrarse el camino de paso en condiciones cada vez más adversas y podría ser este hecho el que contribuyese a que gran parte del tejado se cayera en el año 1966 y se trasladase la imagen de la Virgen al pueblo, al mismo tiempo que se producía un total abandono del lugar.

Respecto a su recuperación, podemos señalar que todo se conjuga. Pensemos que después de los últimos coletazos producidos por el fenómeno migratorio, la gran mayoría de los habitantes de Madroñera habrían ido adquiriendo una mayor calidad y nivel de vida y un mejor bienestar, todo ello podría haber contribuido a que las gentes del lugar quisieran recuperar todo aquello que anteriormente había formado parte de su cultura, de su identidad y de sus creencias, volviendo posteriormente al intento de rescatar sus raíces. Tal vez con un sentido de nostalgia o un sentido de vacío, con el trasfondo de un mayor nivel de vida y la puesta en marcha de una serie de nuevos valores que se han ido adquiriendo con la entrada al nuevo milenio, así como con el crecimiento, el desarrollo y la existencia de un mayor poder adquisitivo; podemos referirnos a la recuperación de la ermita “Virgen de la Soterraña” de una forma paralela y al mismo tiempo que los parajes del entorno que la rodean.

En este sentido, la adquisición de los antiguos lagares por nuevos propietarios, dispuestos a invertir grandes sumas de dinero en su restauración y recuperación, en una clara apuesta por el desarrollo sostenible, así como la imposición de nuevos valores y modas con respecto a un estilo pseudo-rústico, nos lleva a hablar de la clara necesidad de la recuperación del entorno, como creación o habilitación de una de las denominadas zonas verdes, al igual que si de un ámbito urbano se tratase. De este modo, se pueden percibir las nuevas construcciones que se han producido durante los últimos tiempos. A todo ello, podemos añadir que con la recuperación del camino y la mejora de las condiciones de acceso a la ermita, se ha producido un mayor incremento de las visitas a la misma. Junto con la recuperación del enclave paisajístico y de los lagares que se han ido recobrando y reconstruyendo, al mismo tiempo, se ha contribuido a hacer el lugar más accesible.

En la actualidad, se encuentra restaurada, reconstruida y ofreciendo una mayor amplitud a su entorno paisajístico, tal vez como expresión de unos nuevos valores culturales que enraízan en el pasado o quizás por la nostalgia de un pueblo al intentar recuperar lo que algún día fue suyo y lo que en algún tiempo le perteneció. Todo ello para seguir manteniendo viva la leyenda de la Virgen de la Soterraña, así como sus valores y creencias, además de mantener activo el engranaje socio-cultural del municipio de Madroñera.

– La “cultura” como determinante demográfico y social.

Para el desarrollo de este apartado, nos referiremos al concepto de “cultura” como determinante de un sistema social concreto. Para ello, se nos ofrecen diversos puntos de vista, así como diferentes autores. Se exponen de forma general, los diferentes modelos que encontramos en la literatura antropológica referidos al estudio de sociedades relacionadas con sus medios y formas de producción así como la construcción de sus ideas y creencias religiosas. Pero antes, vamos a distinguir las orientaciones de tipo materialista de aquellas no materialistas o culturalistas. Para ello, a lo largo del presente apartado, pueden verse los presupuestos metodológicos y las posiciones teóricas, y a pesar del gran abanico que forman, se pueden clasificar a partir de la consideración según la cual la cultura definida como sistema de representación determina el modo de vida social de las diversas comunidades o grupos humanos, en este caso nos referiremos al punto de vista culturalista[13]. Por otro lado, desde el punto de vista materialista, a partir de la consideración según la cual los recursos disponibles, los productos obtenidos, los modos de obtenerlos y las relaciones de producción van a determinar la cultura, las estructuras sociales y su historia, se incluye al materialismo histórico como una de dichas formas. En el segundo caso, sin embargo, la polarización aparece más claramente en torno a los cambios en las condiciones materiales de su existencia como fundamento de los cambios sociales e históricos.

Por otro lado, nos encontramos ante un concepto de naturaleza geográfica que se apoya sobre las características del medio físico. En este sentido, el punto de vista difusionista puede permitir aclarar cuestiones de tipo histórico, y señalamos también, a modo positivo, que la noción de área cultural es muy útil, aunque no es un instrumento eficaz de análisis en sí a no ser que se complemente por el estudio de las relaciones entre los grupos de la sociedad o las clases[14]. En este sentido, no debemos olvidar también el factor temporal. Para la aplicación en el caso que nos compete, hemos empleado la perspectiva difusionista para la creación y construcción de la ermita “Virgen de la Soterraña”, bien a través de la trashumancia o de la orden de los dominicos.

De este modo, podemos señalar que nos referimos a un momento en el que las referencias descriptivas abundan y son de gran valor, tanto por el detalle y la minuciosidad con los que han sido recogidas, como por su gran número. En este marco, los detalles referentes a la esfera del campo social aparecen estudiados desde la perspectiva de la identificación y del valor adaptativos de los medios de trabajo. Los dos puntos básicos serían, por un lado, la importancia otorgada a la tecnología de los grupos estudiados, y por otro, la prioridad dada a la adaptación con el medio en el que se hallan dichos grupos, junto con el componente demográfico. Aplicadas estas características al caso que nos ocupa, podemos referirnos al abandono de la ermita, como adaptación al nuevo medio, producido por el fenómeno de la emigración, cuya influencia se basa en el desarrollo tecnológico, así como el “proceso de mecanización”, que se produce durante los años sesenta del siglo XX en la región extremeña.

En este sentido, podemos ver cómo la influencia del fenómeno de la emigración y la modernización sobre el sector económico podrían haber afectado de una forma u otra tanto al abandono como a la recuperación de la ermita “Virgen de la Soterraña” de Madroñera, por medio de la influencia de nuevas técnicas aplicadas, como por medio de nuevas formas de organización del trabajo. Sin embargo, ello puede parecer insuficiente si tenemos en cuenta que no se hace mención sobre los factores que están en la base de dicha influencia. En este sentido, los análisis presentados se detendrían en un plano más bien ideal, de carácter religioso, sin entrar en un análisis más profundo de las causas estructurales. Por lo tanto, la necesidad de utilizar conceptos más operacionales, nos va a conducir hasta los estudios sobre la economía y las formas de religiosidad basados en el materialismo histórico.

Si tenemos en cuenta que la sociedad en la que vivimos actualmente, conocida como la sociedad de masas, se contrapone al estilo de sociedad tradicional y es una consecuencia del proceso de industrialización a que se han visto sometidas ese tipo de sociedades, abocadas a una forma de vida impregnada de gasto y consumo, podremos esclarecer algunas de las claves hacia el intento de recuperación de un determinado espacio físico. Mientras que para unos, el término consumo podría tratarse de un adjetivo impuro de enorme capacidad contaminante, para otros puede ser sinónimo de bienestar, prueba irrefutable de igualitarismo económico y hasta garantía de las libertades individuales. Puede tratarse de un concepto polivalente, tan apto para anunciar el advenimiento del nuevo Apocalipsis como para constatar el reino de Jauja. Por otra parte, “el consumo de productos inútiles o superfluos constituye un impulso irrefrenable para hombres y mujeres en todas las edades y niveles sociales y culturales, sabiamente alentado y dirigido por quienes dominan la mecánica del consumismo”[15]. En este sentido, nos atreveríamos a señalar que el hombre puede convertirse en un consumidor de espacios, a lo que podríamos atribuir el hecho de la recuperación de la ermita de la Soterraña en Madroñera en relación con la sociedad de consumo en la que nos movemos, donde podemos entrever un claro trasfondo de carácter económico que podría sustentar el hecho al que nos venimos refiriendo.

Por otro lado, para poder acercarnos al estudio antropológico de nuestro estudio desde el punto de vista del materialismo cultural de Marvin Harris, debemos tener presente que la estrategia de investigación seguida por éste, enfatiza en la infraestructura como una causa de la estructura y la superestructura, y a esto es a lo que se le llamará “materialismo cultural”[16]. En este concepto se utilizará el patrón universal integrado por tres divisiones principales: infraestructura, estructura y superestructura.

En el caso que nos compete, como aplicación práctica podemos referirnos al hecho de buscar una infraestructura como la causa y la consecuencia de que se produzca el abandono y, posteriormente, la recuperación de la ermita como puede ser el absentismo rural y la emigración a las ciudades, por necesidades económicas, como resultado de un contexto espacio-temporal determinado, así como de unas causas relacionadas con los requisitos mínimos de subsistencia y el crecimiento demográfico. Para el caso de la estructura, podríamos referirnos al tipo de organización económica de carácter político que va a influir en el hecho del abandono y recuperación de la ermita, constituida por actividades económicas y políticas de carácter capitalista, mediante las cuales se va a organizar la población de Madroñera, así como el tipo de relaciones internas y externas entre la sociedad global. En último término, la superestructura estaría integrada por la conducta y el pensamiento dedicados a las actividades religiosas, como la advocación hacia la Virgen de la Soterraña, junto con otros aspectos ideológicos, tales como la búsqueda o recuperación de una identidad cultural.

Sin embargo, desde el estructuralismo, corriente antropológica defendida por Claude Lévi-Strauss, podemos establecer un patrón general en nuestro estudio antropológico, si tenemos en cuenta que el hecho migratorio hizo que se despoblase una zona determinada y, posteriormente, con el auge y el bienestar económico se volviera a recuperar. En este sentido, la estructura inconsciente que podría subyacer sería la idea del intento de recuperar un espacio abandonado, por motivos económicos como la falta de recursos que conllevó a la emigración de una mayoría de los grupos humanos, del mismo modo que su reconstrucción se debería igualmente a la intervención de los factores económicos, con el crecimiento de una economía favorable que propició el retorno de los efectivos humanos que habían emigrado durante la década de los años sesenta del siglo XX, dispuestos a recuperar tanto la ermita “Virgen de la Soterraña” de Madroñera como su entorno socio-cultural.

Conclusiones finales.

A modo de conclusión, podemos señalar que el ejercicio de nuestra labor investigadora nos ha servido para poner de manifiesto que en el mundo de las creencias, el factor económico puede jugar uno de los papeles más relevantes en la historia del hombre, al mismo tiempo que el fenómeno de la emigración parece estar presente en la mayoría de la sociedades en circunstancias determinadas. Para ello, a través de la realización del estudio presente, así como siguiendo el recorrido de estas páginas, podemos incidir y apreciar una de las ideas que subyacen a lo largo de nuestro análisis defendiendo el desarrollo y la aparición de diversos factores tales como el crecimiento económico, el proceso de emigración, así como los cambios socio-culturales que se han venido produciendo en la sociedad durante las últimas décadas. Dichas causas podrían haber contribuido de una manera notable a los resultados que se han producido en la actualidad y que tienen como reflejo la recuperación de una ermita abandonada y de una serie de principios, valores y símbolos asociados.

Por otro lado, hemos podido constatar que la religiosidad dentro del ámbito de la población de Madroñera es un instrumento de integración y cohesión social, siempre que la percepción que se que tenga de la sociedad esté ligada a la condición religiosa del hombre. En este sentido, el culto religioso será un instrumento de cohesión social en el momento en que la sociedad esté dispuesta a aceptarlo como tal y destine ciertos lugares para su culto y celebración, así como para su manifestación. En el caso que nos compete nos referimos a la ermita “Virgen de la Soterraña”.

Otro de los aspectos que podemos señalar es la construcción de una nueva identidad a partir de la recuperación de un edificio de carácter religioso, como puede ser la ermita y que podría dejarnos entrever otra serie de aspectos que han resultado de especial interés para llevar a cabo nuestro estudio. También podemos señalar que el fenómeno de la emigración podría ser más proclive a la adaptación de una sociedad de carácter rural que urbana, pudiendo producirse una concepción diferente del espacio físico en ambos casos.

Por otro lado, podríamos plantearnos la idea de si volvería a abandonarse, a lo que añadiremos que, ya el hecho de haberse reconstruido, podría aportar una mayor consistencia y una mejor reestructuración que lo haría más difícil; sin embargo, si formulamos un patrón general, es decir, si tenemos en cuenta que cuando las necesidades económicas apremian y la población debe emigrar, la ermita se abandona, en contraposición a los tiempos de bonanza y crecimiento económico, en los que existe una intencionalidad de recuperar lo perdido, la respuesta sería afirmativa.

Sin embargo, la actitud o el hecho de mantener y conservar un determinado espacio físico o geográfico podría poner de manifiesto la expresión y manifestación de una identidad cultural, con una raíz en común, en lo que significa la fe y la advocación de la Virgen de la Soterraña para el pueblo de Madroñera. De este modo, crecer y madurar en el sentido de convivencia, de unidad y de cohesión social, podría conducir a que las nuevas generaciones, recogieran la antorcha y el relevo de sus antecesores, pero con la incorporación de los nuevos valores surgidos. Desde el punto de vista de nuestro estudio histórico-antropológico, hemos intentando reflexionar y entender cómo el proceso migratorio ha contribuido en gran medida a ampliar las miras y las perspectivas de la población de Madroñera como hecho reflejado en la recuperación de su ermita.

En esta línea, podemos hacer referencia a cómo las personas tienen un lenguaje vivo junto a las formas de expresar su fe, su devoción y hasta su inventiva y, en el trasfondo, lo que se ve es la existencia de una devoción hacia la Virgen de la Soterraña, arraigada en el pueblo y sus gentes, cuya base se encontraría en el sistema económico de la población. Otra de las teorías defendidas en nuestro estudio histórico-antropológico que aquí presentamos, hace referencia al hecho de que se haya relacionado una misma advocación con la que ya existía en otros pueblos y que se celebra actualmente en otros lugares como en Segovia, fruto de una transmisión difundida entre diferentes grupos humanos, partiendo de una base económica específica como ha sido la práctica trashumante durante varios siglos. Por otra parte, podemos señalar que en el fondo de la cuestión, subyace una dimensión religiosa, bastante profunda, que podría haber quedado diluida y difuminada, de una manera ambigua, con motivo del fenómeno migratorio durante los años sesenta del siglo XX, como consecuencia de la búsqueda de nuevos efectivos económicos.

De este modo, podemos referirnos al fenómeno de la emigración como una de las aportaciones culturales y manifestaciones ancladas en espacios temporales, que testimonian épocas y muestran valores, mitos, organizaciones sociales y símbolos que configuran la historia de nuestros pueblos, reproduciendo también un modo cultural específico de un tiempo, un espacio y una sociedad.

Para concluir, sólo nos queda poner de manifiesto el gran acercamiento al terreno de la Antropología Social y Cultural que ha supuesto para nosotros la realización del presente estudio histórico-antropológico. Para ello, finalizaremos con las palabras del profesor Lisón Tolosana, puesto que “ni las gentes del pasado ni las más remotas y aisladas culturas nos son radicalmente ajenas”. Es por ello que “reconstruimos, naturalmente; imaginamos desde nuestra coyuntura histórica y situación personal, sin duda, pero podemos captar porciones del Otro, quienquiera que sea, porque con todos compartimos una cierta afinidad espiritual, porque también peregrinamos y escribimos y leemos, porque también creemos y dudamos, porque también nos equivocamos, sufrimos, gozamos y creamos”[17]. Esperamos no habernos equivocado demasiado en la realización del presente estudio histórico-antropológico, no obstante, siempre nos quedará el consuelo de reflexionar acerca del Otro, para conocernos mejor a nosotros mismos, porque también “creemos y dudamos, porque también nos equivocamos, sufrimos, gozamos y creamos”.

ANEXO

– Dossier fotográfico

img01
Enclave geográfico de la ermita “Virgen de la Soterraña” (Madroñera).
img02 img03
“Ermita Nueva” de la Virgen de la Soterraña. “Ermita Vieja” de la Virgen de la Soterraña.
img04 img05
Cueva donde se “apareció” la Virgen de la Soterraña, según la tradición oral. Talla de la Virgen de la Soterraña realizada en el año 1916.
img06 img07
Réplica del campanario anterior en la actualidad. Conservación de la antigua linterna de la ermita sobre la reconstrucción actual.
img08
Detalle de la Virgen de la Soterraña con el Niño en brazos.
img09 img10
Emita de la Soterraña en 1955. Antes de ser abandonada. Ermita de la Soterraña en 2006. En proceso de recuperación.
img11
Vista exterior de la ermita “Virgen de la Soterraña”.

Agradecimientos:

A don Jesús Mateo Izquierdo Gil, párroco de Madroñera, por su inestimable ayuda y a la Fundación “Fernando Valhondo Calaff” (Cáceres).

BIBLIOGRAFÍA:

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  • Diccionario Geográfico Popular de Extremadura, 1963.
  • GARCÍA ROL, J. M., Madroñera. Imágenes y letras, Mileto, Madrid, 1999.
  • GARCÍA ROL, J. M., Ordenanzas de Madroñera del año 1443, Gráficas Geximp, Madrid, 2004.
  • GEERTZ, C., El antropólogo como autor, Barcelona, Paidós, 1997.
  • HARRIS, M., Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid, 2001.
  • KLEIN, J., La Mesta, Alianza Universidad, Madrid, 1979.
  • LÉVI-STRAUSS, C., Antropología estructural, Paidós Básica, Barcelona, 2000.
  • LIPOVETSKY, G., La era del vacío, Ed. Anagrama. Barcelona, 1990.
  • LISÓN TOLOSANA, C., Individuo, estructura y creatividad. Etopeyas desde la Antropología Cultural, Akal Universitaria, Madrid, 1992.
  • MARCOS ARÉVALO, J., “La religiosidad y el fenómeno votivo en Extremadura. El caso de la Virgen de Soterraño (Barcarrota)”, en S. Rodríguez (Edit.).Religión y Cultura, vol. II. Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pp. 51-60.
  • RUBIO-ARDANAZ, J. A., La Antropología marítima subdisciplina de la Antropología sociocultural. Teoría y temas para una aproximación a la comunidad pescadora de Santurtzi (Bizkaia). Universidad de Deusto, Bilbao, 1994.

NOTAS:

[1] Diccionario Geográfico Popular de Extremadura, 1963.

[2] J. M. García Rol, Madroñera. Imágenes y letras, Mileto, Madrid, 1999, pág. 15.

[3] J. M. García Rol, Madroñera. Imágenes y letras, Mileto, Madrid, 1999, pág. 15.

[4] J. M. García Rol, Ordenanzas de Madroñera del año 1443, Gráficas Geximp, Madrid, 2004, pág. 7,

[5] J. M. García Rol, Madroñera. Imágenes y letras, Mileto, Madrid, 1999, pág. 19.

[6] J. M. García Rol, Madroñera. Imágenes y letras, Mileto, Madrid, 1999, pág. 15.

[7] Documento del Archivo Parroquial de Madroñera.

[8] J. Klein, La Mesta, Alianza Universidad, Madrid, 1979. Pp. 280-281.

[9] M. Diago Hernando, Mesta y trashumancia en Castilla (siglos XIII a XIX), Arco/Libros, Madrid, 2002. Pág. 65.

[10] J. Marcos Arévalo, “La religiosidad y el fenómeno votivo en Extremadura. El caso de la Virgen de Soterraño (Barcarrota)”, en S. Rodríguez (Edit.). Religión y Cultura, vol. II. Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pp. 51-60.

[11] J. Marcos Arévalo, “La religiosidad y el fenómeno votivo en Extremadura. El caso de la Virgen de Soterraño (Barcarrota)”, en S. Rodríguez (Edit.). Religión y Cultura, vol. II. Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pp. 51-60. Pág. 53.

[12] J. Marcos Arévalo, “La religiosidad y el fenómeno votivo en Extremadura. El caso de la Virgen de Soterraño (Barcarrota)”, en S. Rodríguez (Edit.). Religión y Cultura, vol. II. Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pp. 51-60.

[13] J. A. Rubio-Ardanaz, La Antropología marítima subdisciplina de la Antropología sociocultural. Teoría y temas para una aproximación a la comunidad pescadora de Santurtzi (Bizkaia). Universidad de Deusto, Bilbao, 1994. Pág. 40.

[14] Ibídem. Pág. 47.

[15] G. Lipovetsky, La era del vacío, Ed. Anagrama. Barcelona, 1990.

[16] M. Harris, Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid, 2001. Pág. 32.

[17] C. Lisón Tolosana, Individuo, estructura y creatividad. Etopeyas desde la Antropología Cultural, Akal Universitaria, Madrid, 1992. Pág. 6.

Oct 012005
 

Jennifer Rol Jiménez y Ángela Alonso Sánchez.

Área de Arqueología
Departamento de Historia
Universidad de Extremadura

Para comenzar, debemos tener presente que Extremadura cuenta con un gran número de viajeros que, movidos por razones diversas, han recorrido, a lo largo de los siglos y en todas direcciones, la heterogénea geografía de esta región. De este modo, nos encontramos ante la existencia de un gran conjunto de obras en las que sus autores han plasmado, con mayor o menor fortuna, sus impresiones personales sobre aquellos lugares y gentes que encontraron en su camino. Hay que destacar que los viajeros de habla inglesa ocupan uno de los lugares más relevantes, especialmente a partir de los siglos dieciocho y diecinueve, atravesando el territorio extremeño y plasmando en sus “diarios de viaje” el efecto que les causó esta experiencia. Esto no quiere decir que todos los relatos ofrezcan una misma impresión, ya que la opinión que cada uno de ellos extrae de lo que ve, se encuentra influida por diferentes factores, como pueden ser el clima, el estado de ánimo del viajero, su salud, la prisa con la que atraviesa la región, su condición social, el motivo de su viaje, el itinerario, etc.

En este sentido, se plantea un acercamiento, por un lado, a la visión de los viajeros que entran o salen de España por Portugal, y se les obliga a pasar por Extremadura, pero casi sin detenerse. Todos son viajeros instruidos y formados[1] y una de las características de sus relatos es que omiten toda referencia a esta región, o hacen breves comentarios sobre el despoblamiento, la desolación del paisaje o la falta de cultivos agrícolas[2]. Otro tipo de viajeros sería el de aquellos soldados franceses e ingleses que participaron en la Guerra de la Independencia y estuvieron en Extremadura, haciendo referencia a la tarea de espionaje que desempeñaron algunos como el teniente coronel Sir Benjamin Badcock, y, por otro lado, los viajeros que vienen ex profeso a Extremadura, que suelen ser viajeros ilustrados y románticos y son los que producen los mejores relatos, ofreciendo diferentes puntos de vista y diversos aspectos a tratar. Es en la mirada que estos últimos nos ofrecen, donde haremos mayor hincapié. Nos centraremos en la visión que los escritores plasman a través de sus experiencias personales o sobre la información que recogen de Extremadura, intentando ofrecer una visión diacrónica, donde se puedan apreciar los cambios producidos entre una época y otra, en lugar de ofrecer una visión sincrónica o de un momento determinado.

El período en el que este tipo de viajeros comienza a visitar nuestra región con una mayor asiduidad parece coincidir con la segunda mitad del siglo dieciocho y con lo que se conoce como la moda del Grand Tour[3]. Hay autores que creen ver en el llamado Grand Tour del siglo XVIII un precedente del turismo moderno. Era un viaje por motivos educativos que solían hacer los jóvenes aristócratas destinados por su familia a ejercer altas tareas de gobierno, sobre todo en el Reino Unido, aunque también en otras naciones, por países como Francia e Italia, para concluir el proceso formativo. Se trataba de viajes de largo recorrido y larga duración, que se hacían con séquito de sirvientes y a las órdenes de un tutor, que solía ser el encargado de programarlo con todo detalle, fijando la fecha de salida, las ciudades a visitar, los contactos a establecer, las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar, si es que no se contaba con medios propios, las formas de alojamiento a emplear, en general, en casas de amigos, y la fecha de regreso. También se podía hacer sin tener nada programado, improvisando, según el tránsito de un lugar a otro.

La mayor parte de los viajeros que recorrieron tierras extremeñas, se adentraban en Extremadura siguiendo el itinerario más común que une Madrid con Lisboa. Esta ruta transcurría por algunos pueblos y ciudades extremeñas en los que, a veces, a ojos de estos trotamundos se detenían brevemente bien para admirar algunos de sus monumentos o para descansar del exhaustivo viaje. Así, por ejemplo, muchos de ellos cuentan sus impresiones de lugares tales como Trujillo, Cáceres, Badajoz, Mérida o Guadalupe, entre otros.

Con respecto a la opinión que presenta la región extremeña entre la segunda mitad del siglo dieciocho y principios del veinte, y centrándonos en dicha temática, no se puede decir que sea muy positiva. En este sentido, Extremadura aparece como una provincia “terriblemente árida no produciendo otra cosa para relajar la vista que alcornoques muy diseminados y aquí o allá unos cuantos olivos deformes”[4], según Cumberland[5]. Pero hay que señalar que esta visión no es compartida por todos y cada uno de los viajeros que visitan Extremadura. Es más, para algunos viajeros el mayor atractivo que podía ofrecer esta región a los visitantes extranjeros era el de ser un lugar que poseía todavía una riqueza natural, casi intacta.

De este modo, un tema presente en todos lo viajeros, que en algunas ocasiones puede considerarse un tópico, es su constante referencia a la despoblación que sufría esta región: “Desde este elevado punto (el puerto de Miravete) empezamos a formarnos una idea de los despoblados o dehesas de Extremadura, inmensa extensión de llanuras que se pierden de vista sin que aparezca, leguas y leguas, el más pequeño pueblo en el horizonte”[6]. Se puede señalar que eran varias sus causas, entre las cuales se puede hablar de la expulsión de los moros que se produjo en el siglo XIII dejando pueblos enteros desiertos y grandes extensiones de tierra sin cultivar. Otra de las causas, según Ponz[7], que afirma que hacia finales del siglo XVIII, la población extremeña rondaba los cien mil habitantes, podía ser la peste de 1348, que destruyó dos tercios de la población de España, y en consecuencia, hizo que vastas extensiones de tierra quedaran sin cultivos, y se introdujera el descuidado sistema trashumante de pastoreo, nómada, que impedía la emergencia de una población sedentaria y concentrada que fuera en aumento. Por otro lado, también se hace referencia a la fuerte emigración que hubo hacia América por parte de los extremeños en busca de fortuna, “por ser país pobre y de escasos recursos”, o, como expone Laborde[8] porque “los conquistadores del Nuevo Mundo que eran de esta provincia; enardecieron la ambición de sus ciudadanos; se fueron a combatir bajo sus banderas y conquistar las riquezas en los países que habían sometido. Esta emigración fue la más numerosa de todas las otras provincias de la monarquía española”[9]. Asimismo, encontramos opiniones contrarias a esta teoría, como la de Richard Ford que afirma, poniendo como ejemplo a Inglaterra, que “la colonización nunca despobló a un Estado vigoroso y bien condicionado. La causa real es un mal gobierno, civil y religioso, que puede observarse por todas partes”[10]. Sin embargo, a la hora de referirse a la despoblación hay que tener en cuenta la condición de estos viajeros, que eran todos ellos hombres de ciudad, que se movían en numerosos círculos sociales, por lo que no debe extrañarnos que se asombren de la soledad de las dehesas extremeñas y de la despoblación general que sufría la región, en contraste con su tan poblada e industrializada isla, debido a la numerosa concentración de población en los núcleos industriales durante la Revolución Industrial y posteriormente. Además, podemos señalar que tanto la región extremeña como el resto de España, sufría los mismos desequilibrios sociales y la misma mala administración que el resto de la Península, ya que España se encontraba treinta años por detrás del resto de Europa.

Por otro lado, lo mismo que mencionan el despoblamiento, no dejan de señalar, como contraste, la fertilidad de su suelo, las excelentes cosechas que se producen allí donde se cultivan los campos, y la magnífica producción agrícola que podría obtenerse si éstos se cultivaran más. “Su suelo es muy fértil (…). Si da algunas producciones, no se debe a la industria de los hombres; es ella sola quien actúa, y se puede asegurar que sería una de las provincias más fértiles de España, si no fuera la menos cultivada”, en palabras de Laborde. Asimismo, Ford también reafirma esta característica hablando de “vastos distritos de tierras fértiles, y con un clima beneficioso que están abandonados al paso de las ovejas”. Son constantes las referencias a que Extremadura era un vergel y un granero cuando estaba poblada por moros y romanos, y, como prueba de ello, aluden a la importancia que tuvo Mérida, como capital de la Hispania Ulterior en la época romana y los numerosos vestigios que quedan aún de su antiguo esplendor. Pero, sugieren también que los campos no se cultivaban por comodidad de los propietarios, que no querían arriesgarse a tener malas cosechas, ya que “su renta es siempre la misma y siempre igualmente segura teniendo sus tierras como pastos; los arriendan para servir a los numerosos rebaños que van todos los años hacia el otoño y pasan el invierno”[11]. En este sentido, la Mesta, es un tema a tratar por casi todos, por considerarla generalmente la causa principal del despoblamiento y de la falta de cultivos, y prueba de ello es que la consideraban como una institución abusiva, con una gran cantidad de privilegios, que estaba en contra de los extremeños, convirtiéndose en la causa principal por la que se entablaron innumerables disputas entre los agricultores extremeños y los ganaderos trashumantes.

Por otro lado, entre las muchas preocupaciones que rondan a los viajeros mientras recorren la región extremeña, ocupa un lugar predominante la cuestión del alojamiento y de la comida. Ambos temas se hallan estrechamente unidos, ya que resulta bastante común abastecerse de alimentos en el lugar en el que se pernocta. Sin embargo, en la Extremadura de aquella época, la escasez en general, era una de las características más prominentes: escasez de alojamiento, de carreteras, de alimentos y de medicinas. Así pues, no es de extrañar que fuese una práctica relativamente común, entre la mayoría de los visitantes que deambulan por nuestra región, proveerse de alimentos antes de iniciar el viaje y, cuando las provisiones disminuían, aprovechar cualquier oportunidad para reponerlas.

En este sentido, hay que señalar que las alusiones a la comida en los diarios de viajes no suelen ser ni muy numerosas ni excesivamente extensas, a pesar de su importancia. Sin embargo, en buena parte de las anotaciones que los escritores hacen sobre este particular se suplen esas deficiencias con comentarios muy jugosos en los que se destacan la calidad de los productos locales o se muestra el asombro con el que algunos viajeros reaccionan ante algún plato novedoso e incluso inusual. En Jaraicejo, Robert Southey[12] se sorprende ante la obtención de abundantes alimentos por un módico precio, “nos vendieron un conejo, una liebre y cuatro perdices por un dólar”, y cuando llegan a Miajadas añade “nuestra despensa para el viaje no ha estado nunca mejor provista: dos liebres, dos conejos, un par de perdices, un jamón, […] y el lomo adobado, una memorable lista de comida”. Sin embargo, en la mayoría de los viajeros predominará la imagen de la carencia de alimentos en la Extremadura del siglo diecinueve que perdurará en su literatura hasta finales de siglo y muchos viajeros temerán aventurarse por nuestra región, por miedo a esa falta de víveres, como le sucedió a Southey en su visita a Trujillo, donde no pudo hacerse con provisión alguna, “ni tan siquiera un huevo”.

A las puertas del siglo veinte, Main[13], uno de los viajeros que visita Mérida trata de calmar el desasosiego de sus conciudadanos con respecto al tema de la alimentación con la descripción del menú que le sirvieron en una posada y que según él consistía en lo siguiente: “una buena sopa seguida de riñones estofados, lo mejor que he comido jamás. Pescado frito muy caliente y sin aceite; estaba buenísimo. Deliciosas chuletillas y ensalada. Repostería de primera clase […], dulce de membrillo y pastelillos. Postre de melón, naranja, etc. El vino estaba especialmente bueno”. Además de los alimentos mencionados, los viajeros aluden también a los productos regionales que por una razón u otra les llaman la atención. En su viaje a Logrosán, Cook[14] reconoce que los productos agrícolas más importantes de esa zona son el aceite y los cereales; de la misma manera, señala la escasa producción de vino, si bien alaba sin reparos su calidad. Por otra parte, Roberts[15], a su paso por Cuacos se refiere a otro producto típico del lugar, en concreto a los pimientos rojos que se utilizan para fabricar el tradicional pimentón de esa región. Le llama la atención que en una de las habitaciones de la posada en la que se aloja en Plasencia, y también en la casa que los acoge en Torrejón, el método tradicional que se empleaba en Extremadura, y probablemente en otras partes de la Península, para conservar diversas frutas hasta el invierno: “el techo estaba adornado […] con una buena fila de melones”.

En lo relativo a los productos extremeños, también se destaca la calidad de algunos productos, tales como el chorizo, los jamones o el tocino, de los que se abastecía al resto del país, siendo indispensables para la olla o el puchero. Esta importancia se manifiesta en varios de los dichos populares que circulaban en la época: “No hay olla sin tocino, ni sermón sin Agustino”, o la versión parecida: “Ni boda sin tamborino. Ni olla sin tocino”. Por otro lado, se pone de manifiesto la importancia que tenía el cerdo en la economía extremeña, y, de igual modo, podemos referirnos a otro famoso refrán que pone de manifiesto la gran calidad de éste: “el extremeño jamones trae en vez de doblones”, pudiendo aludir, al mismo tiempo, a la importancia que tenía la matanza dentro de la vida doméstica extremeña, que se celebraba en el mes de noviembre. Asimismo, uno de los productos de gran fama en la región y, posiblemente, fuera de ella, siguiendo el comentario de Roberts, es el jamón de Montánchez; los jamones de Montánchez no son sólo, como dice Ford a sus lectores, “famosos en el mundo entero hoy en día”, sino que han disfrutado de esta fama al menos desde hace varios siglos. Esta explicación la basa este autor en su propia experiencia, cuando se hizo con dos jamones de siete kilos cada uno, y fue dando cuenta de ello en el viaje desde Mérida a Granada pasando por Sevilla.

Por otra parte, los viajeros que atraviesan Extremadura, entre finales del dieciocho y principios del veinte, se encuentran con dificultades a la hora de hallar un lugar mínimamente decente donde reponerse de las fatigas y pernoctar. Debemos tener en cuenta que los visitantes, por lo general, estaban acostumbrados a las comodidades que les ofrecían las diversas posadas y hoteles de su país. Sin embargo, y en contraposición, no todos los comentarios son negativos, pues de vez en cuando nos topamos con las observaciones de algunos viajeros que alaban sin reparos la calidad del establecimiento donde se alojan. De una de las posadas de Trujillo, Badcock, en 1835, dice que era muy buena y limpia. Años más tarde, en 1844, Cook se aloja también en Trujillo y, a pesar de asegurar que Extremadura es la región de España con las peores posadas, considera que el establecimiento en el que se hospeda en esta ciudad es de una gran calidad, aunque echa de menos la comodidad que supone tener cristales en todas las ventanas: “encontramos una amplia y excelente posada regentada por una respetable señora. Es una posada realmente española, limpia y cómoda, una de las mejores del reino”. Estas alabanzas que los viajeros dedican al alojamiento que encuentran en Trujillo[16] se repiten también en el diario de viajes de Roberts, que recorre Extremadura en el año 1860. En efecto, este autor dice que “Trujillo no sólo es una vieja ciudad típica, con estrechas y tortuosas calles, llena de casas pintorescas, sino que contiene la mejor posada con la que nos hemos encontrado entre Madrid y Sevilla”. Por su parte, Richard Ford, también se refiere a una posada de Trujillo muy decorosa y limpia que responde al nombre de “Posada de los Caballeros”, llevada por una viuda. “Está en la parte alta de la ciudad aunque el camino pasa por la parte de abajo. La ciudad antigua se eleva a la izquierda, y ofrece desde su situación un efecto imponente, que desaparece tan pronto se entra en ella”[17]. Probablemente, se refieran a la misma posada.

Por otra parte, Southey[18] vierte algunas críticas referentes a la posada de Venta Nueva[19], ya que los rústicos camastros descansaban en cuatro troncos a los que nunca se había despojado de la corteza y la Corte había usado toda la ropa de cama: “Mi catre está colocado sobre palos de los que no se ha retirado la corteza. Las camas son malas, y la Corte ha manchado toda la ropa blanca”[20]. Sin embargo, en Casas de Miravete se hospedan en una posada mejor, “encontramos una casa de postas con el honorable nombre de las casas del Puerto de Miravete[21], y donde gustosamente acordamos pasar la noche. Para nuestra gran comodidad encontramos unas camas limpias en las que descansar”. En los Santos de Maimona, Robert Semple, se siente encantado con la posada en la que se hospeda, “la casa de postas era muy buena, y el grado de limpieza que imperaba en el interior, habría sido tenido en cuenta hasta en Inglaterra”. Llama la atención a los viajeros en diferentes posadas, el hecho de que las ventanas tengan o no cristales. En el caso de Baretti[22], cuando decidió visitar a su familia, no dejó de subrayar, respecto a su alto en Badajoz, que las ventanas de la posada de Santa Lucía, igual que las de Portugal, carecían de “cristales y tenían solamente postigos que excluían la luz si se cerraban para protegerse de la lluvia, viento o frío. No había cajones, armarios ni espejos”, ofreciendo, además, una crítica a la escasez de mobiliario que presentaban las posadas.

En contraposición a la calidad de los alimentos y casas de posta, y en lo referente al tema de la salud en nuestra región, hay que señalar que es tratado por Dalrymple[23] y Cook de diferente modo. El primero tiene la impresión de que los habitantes de Badajoz sufren de ictericia[24] y con respecto a toda la región, opina que los extremeños “son propensos a las calenturas y a las fiebres palúdicas, lo que le da un aspecto enfermizo”. Cook cree que el problema de las fiebres, que él denomina tercianas, tiene su origen en una mala alimentación y, en especial, “en el uso desordenado de alimentos vegetales”. Por su parte, Richard Ford, advierte en su obra que “las cantidades de “Chorizo” y de “Pimentesco”[25] que se comen en Extremadura producen el carbunco[26]”, estando equivocado en las causas que producen dicha enfermedad, ya que esta enfermedad se transmite por el ganado ovino, vacuno y cabrío, incluso equino, pero no tiene nada que ver con chorizo ni con el pimentón. Otra patología destacable es la aparición de la viruela. Baretti, en su paso por Trujillo, hace referencia a dicha enfermedad y dicho lugar, que le parece un sitio desagradable; sus calles “mal pavimentadas con cantos de pedernal, las casas irregulares y muy bajas, y la pobre posadera había perdido aquella mañana a sus dos hijos, víctimas de la viruela”, haciendo referencia al atraso que sufría la región extremeña, ya que “se desconocía la vacunación” [27].

En lo referente a los aspectos climatológicos, Southey relaciona el mes de enero en la región extremeña, tan templado, con el mes de junio en Inglaterra, “las violetas estaban en flor, o la falta de mantas durante la noche no significaba grave quebranto. Hemos encontrado a un hombre cabalgando sin chaqueta ni chaleco, con la camisa abierta y las mangas subidas, un fresco desnudo para enero”[28]. También le llama la atención que la mayor parte de las mujeres y los niños anden descalzos.

En el caso de Badcock[29], cuyo objetivo principal en su viaje a España, era averiguar si habían entrado en Portugal algunas fuerzas españolas y enterarse de qué pensaban hacer los españoles, cuando tomó una diligencia hasta Trujillo, y una vez allí, señala que el calor fue demasiado intenso para andar recorriendo sus calles. Jaraicejo, que era la siguiente etapa, ofrecía tan desolador aspecto que le pareció “como si un ejército lo hubiese evacuado veinticuatro horas antes”[30]. Por su parte Beckford[31], que atraviesa Extremadura en invierno bajo unas condiciones climáticas difíciles y en un estado de salud bastante malo, ofrece una impresión sombría de las ciudades por las que pasa. De ahí que el adjetivo que aplica a Badajoz y sus habitantes sea el de “fúnebre” y que defina a Trujillo como una “lóbrega ciudad […], situada en un oscuro altozano”, añadiendo a continuación que fue esta ciudad “la que vio nacer al despiadado Pizarro, el azote de los peruanos y el asesino de Atabaliba[32]”, frases extraídas de esa leyenda negra que durante siglos alentaron algunas naciones de Europa.

En lo referente a los rasgos fisiológicos y al carácter de la población extremeña, la extrañeza que les produce a estos viajeros una cultura y tradiciones que, en principio, les son muy ajenas, les lleva a consignar en sus diarios, hechos ciertamente curiosos. Este es el caso, por ejemplo, de los campesinos extremeños de la zona de Fuente de Cantos, a los que Semple[33] describe como “increíblemente robustos, aunque no altos”. Posteriormente, su reflexión sobre el campesinado de nuestra región le lleva a emitir un juicio muy particular en el que llama la atención sobre las grandes semejanzas existentes entre los campesinos escoceses y los de algunas partes de España. En este sentido, en el diario de viaje de Luffmann, publicado a principios del siglo veinte, encontramos una breve alusión a los campesinos de la zona de Cáceres, capital en la que se les describe como “pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses”.

En este sentido, les resultan significativos los hábitos de ciertos individuos, como sucedía con el campesinado, además de llamarles notablemente su atención, el aspecto físico y el carácter de los habitantes de esta región, encuentran relevantes otros aspectos como los referentes a los monasterios de Yuste y Guadalupe y, sobre este último, la leyenda de la aparición de la Virgen y su devoción, los numerosos rebaños que tenía en propiedad, así como la inmensa riqueza de la orden. En este sentido, podemos aludir al famoso dicho popular de la época que corría de boca en boca hasta llegar a oídos de estos viajeros refiriéndose al monasterio guadalupense y que dice así: “Quien es conde y desea ser duque, meterse fraile en Guadalupe”.

Por otro lado, hay un aspecto, en la región extremeña, que puede resultar de gran interés y que sería el tema de las Hurdes, a las que Sir John Talbot Dillon[34] se refiere como tierras de salvajismo y paganismo entre sus habitantes, de desdicha y miseria. Todo ello va a formar parte de la leyenda, mantenida por diferentes autores hasta bien entrado el siglo diecinueve, acerca del atraso y barbarie de los hurdanos, como Javier Marcos[35] recoge en su trabajo sobre la historia de la antropología extremeña. Dillon anotará que “en alguna parte de este desgraciado país, si preguntan donde están las Hurdes, algunos le dirán, un poco más adelante, y cuando llegue, otro le informará que está a una pequeña distancia por detrás; nadie quiere reconocerse como habitante de este desgraciado país de las Hurdes”.

En otras ocasiones, los comentarios de estos trotamundos giran en torno a la hermosura de la mujer extremeña. Para algunos, el origen de la belleza de la mujer española se halla precisamente en ese atractivo que posee lo exótico, y en particular los países del sur de Europa, para los habitantes del norte y, en especial, para los de habla inglesa, por ser estos los que con más frecuencia nos visitan. Badcock, hace una comparación entre la mujer española y la portuguesa, encuentra la razón del atractivo de las primeras en su andar elegante, sus ojos oscuros y sus costumbres moras. En concreto, este autor afirma de las mujeres españolas que “su carácter en el amor está lleno de extrema pasión, celos y furia que las conduce a cometer cualquier exceso”. Mientras que para Badcock, las damas portuguesas, aunque por lo general no son tan hermosas, son más agradables. “Todas tienen los ojos muy brillantes, y son muy apegadas, fieles y hogareñas”.

Otro de los temas de gran interés, con numerosas descripciones al respecto, son las referencias a la cultura material. En lo referente a las opiniones que a todos ellos les merecen las ciudades extremeñas varían notablemente debido a numerosos factores. En el caso de Baretti[36], refiriéndose a Mérida, destaca que encontró que los habitantes se sentían orgullosos de sus restos antiguos, pero parecía, lamentablemente, que no les importaba demasiado. El puente era “noble, largo, espacioso y todo él de piedra”; Otro ejemplo lo representa el capellán Edward Clarke[37], que atraviesa Extremadura de forma rauda y apresurada, describiendo la ciudad de Trujillo como “situada en una colina en cuya cima hay un castillo”[38]. De Mérida dice que “…está construida a orillas del Guadiana sobre el que hay un majestuoso puente […]. Hay algunos restos de un anfiteatro, de un acueducto, de un circo, todo romano”. En este sentido, se trata de una visión meramente descriptiva, sin ofrecer ningún comentario crítico al respecto. Otro dicho popular utilizado por Davillier en su obra, es el referido a Trujillo y a la orografía del terreno con su conjunto de batolitos graníticos: “Por doquiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”[39]. Richard Ford[40], también hace referencia a este dicho y afirma en su obra que “Trujillo es un triste monumento de ciudad desgastada en la cual los armazones de una anterior grandeza se burlan de la presente pobreza; ahora el pueblo es agrícola y sin vida ni tiendas, ni comercio –meros cultivadores de la tierra-, o criadores de cerdos, principalmente de esto último, ya que la tierra está abandonada sin cultivar, puesto que en su mayor parte es pedregosa y pobre”, de aquí el dicho, “por do quiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”.

En este sentido, las descripciones de Cook [41] cuando toma una diligencia de Badajoz, camino de Trujillo, señala que a su paso, no pudo por menos de anotar que el puente destruido en Almaraz[42] continuaba aún quebrado, y Trujillo le pareció, a pesar de su ruinoso estado, “una vieja ciudad de gran belleza”, que pasa a describir con considerable detalle antes de proseguir hacia Logrosán, motivo primordial de su viaje. También era un pretexto para llegar a Guadalupe, que atesoraba todavía obras de Zurbarán “no dañadas ni tocadas”, y que, a su juicio, debieran llevarse al Prado antes de sufrir el funesto destino de la biblioteca, casi desaparecida.

De este modo, hay que referirse a la visita que hace el capitán de navío Cook[43], a la sierra de Guadalupe, a mediados del siglo diecinueve, en el año 1843, con el ánimo de comprobar la situación de la fosforita y la finalidad de visitar varias minas, especialmente en Logrosán, permitiéndole recorrer algunos pueblos de la zona. Antes de llegar a ellas, se detiene en Trujillo durante un período de tiempo, suficiente como para permitirle visitar con detenimiento los principales monumentos de la ciudad, afirmando que son “extremadamente interesantes” y prueba del interés que en él despierta, la dan las numerosas páginas que en su relato dedica a su descripción.

Otra de las ciudades extremeñas que llaman la atención, entre los relatos de los viajeros O´Shea, O´Really y Luffmann, es la ciudad de Cáceres. Narrando sus impresiones de la ciudad, el primero de ellos cuenta en su obra de 1865 que Cáceres, que tiene una población de 13.466 habitantes y un invierno muy suave, “por su situación apartada y por la falta de carreteras, se halla en un rincón ignorado de Extremadura, siendo aburrida, sin vida, sucia y lúgubre”. Esta opinión tan poco halagadora que O´Shea formula de la ciudad, no parece compartirla cincuenta años después O´Reilly[44], que hace referencia a varias cuestiones dialécticas; de este modo, el habla de los habitantes de Cáceres, al que califica de “castellano puro”, comparado con el de Andalucía, al que se refiere como “descuidado dialecto andaluz”, no suponen un mismo dialecto. Esta alusión a la pureza de la lengua que se habla en Cáceres tiene su eco en el relato de Cook, quien ya en 1844 ensalza la forma de hablar de las gentes de Trujillo calificándola de “dialecto extremadamente puro”. Por otro lado, Luffmann[45], que visita Cáceres en 1910, describe la ciudad en términos muy halagadores haciendo especial hincapié en la limpieza de sus calles y en los rasgos regulares de sus habitantes. Así, por ejemplo, en cuanto a su pulcritud, manifiesta que “está inmaculadamente limpia”. También añade que “Cáceres es hoy suficientemente limpia como para merecer escapar a cualquier forma de contagio, ya que no hay ninguna calle, casa, individuo o vestimenta sucios”. Llama notablemente la atención algunos de los contrastes que encontramos entre diferentes autores sobre un mismo tema, como puede ser el de la limpieza. En cuanto a sus habitantes comenta, como se ha señalado anteriormente, que “los campesinos son pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses” y que las mujeres de Cáceres “tienen rasgos sorprendentemente regulares y algunas son increíblemente hermosas”.

De este modo, Ford, aunque no había conocido, por desgracia, la ciudad de Cáceres, en su primera edición encontramos un pasaje en que se dice: “poca cosa hay que ver aquí, y la población es apagada y porcina”. En la tercera edición, el pasaje se modifica y amplía, llamando la atención la nueva visión descriptiva que ofrece: “Cáceres abunda en arquitectura feudal, macizas casas señoriales, con portalones de granito y escudos de armas. Incluso cabe citar que la heráldica y los jamones se han desmandado…; la parte más alta de la villa conserva sus viejas murallas y torres. Son de notar dos aljibes, el arco de Estrella y los pasajes que llevan a la plaza…; el amante de las casas antiguas se fijará en la de Veletas, el alcázar moruno, la de los Golfines, con sus mosaicos, la de los condes de la Torre, y especialmente la mansión del duque de Abrantes, en la que destacan las ventanas”.[46]

Es destacable que la mayoría de los viajeros que atraviesa nuestra región presta una atención especial a su riqueza arquitectónica así como a la belleza natural de algunos de sus parajes. En algunos casos, esas descripciones se ven enriquecidas con comentarios de diversa naturaleza y en los que tienen cabida un sinfín de temas que por una u otra razón despertaron el interés del viajero.

Por otro lado, en los escritos de los viajeros que visitan nuestra región nos topamos a veces con retazos de información sobre aspectos de poca importancia, en apariencia, pero que pueden resultar de gran interés hoy en día. Así, por ejemplo, a Southey, a principios del siglo diecinueve, le parece que los cántaros de barro de Trujillo están mejor hechos y se han utilizado mejores materiales en su fabricación que cualquiera de los que ha visto en Inglaterra, aunque también encontró platos fabricados en este país. Esta industria trujillana parece haberse mantenido al menos durante todo el siglo diecinueve, ya que en el diario de Chapman y Buck, a principios del siglo veinte, se testifica su existencia así como la de la fabricación de collares de hierro con púas para perros.

Sin embargo, por otro lado, se destaca la escasez de manufacturas que había en esta región y su poca importancia, enumerando las pocas industrias existentes: “Se reducen a una fábrica de sombreros en Badajoz […] Dos fábricas semejantes en Zafra. Un gran número de curtidurías también en Zafra y en Casar de Cáceres. Una manufactura de paños gruesos en Arroyo del Puerco[47]. Todavía quedan algunos telares de paños en Hervás…”[48]. También se hace referencia a la descripción de un martinete, que había en Guadalupe, donde se trabajaban utensilios de cobre bastante comunes y, en alguna ocasión, se considera como el único representante de toda la industria del distrito.

Esta escasez de manufacturas, unidas al abandono de la Corona y a las tareas devastadoras y ruinosas llevadas a cabo por la misma, a su paso por la región, se convierten en un excelente caldo de cultivo que conduce al atraso y al inmovilismo de los pueblos extremeños. Podemos señalar uno de los pasajes que destaca Southey, referente a los viajeros que marchaban a la zaga de la Corte, y que describe de la siguiente manera: “Nunca he presenciado un panorama de tan melancólica devastación. Su católica majestad se desplaza como el Rey de los Gitanos; su séquito despoja el campo sin pagar por nada, duerme en los bosques y quema los árboles. Encontramos muchos árboles ardiendo aún. El hueco de un hermoso alcornoque utilizado como fogón. Los de los alrededores destruidos para usarlos como combustible. Si el más leve viento se levantase ahora, el bosque entero sería pasto de las llamas. Mulas, caballos y burros tendidos, muertos a lo largo del camino”. En este sentido, comenta que cuando llegaron a Jaraicejo, la hospedera de este pueblo les dijo, entre lágrimas, que los gastos de la escolta del Rey en su casa ascendían a más de mil reales, de los cuales no había recibido ni tan siquiera uno. “Su Majestad y su escolta habían quemado los árboles, copado los caminos, ensuciado las ropas de cama, y devorado las provisiones”[49]. Del mismo modo, este otro caso, que también encontramos en los relatos de Southey, puede resultar anecdótico, ya que al entrar en la aldea del Puerto de Santa Cruz, donde cenaron, la gente les rodeó, preguntándoles si eran ellos los caballeros que venían a pagar las deudas del Rey.

Otro de los diferentes temas que encontramos, es el referente al tipo de transeúntes que deambulaban por aquellos caminos, que además, de estar compuesto por el séquito de la Corte del Rey, también estaba formado por los bandidos que vagaban por aquellas tierras, considerados como un problema que afectaba a la región extremeña. En el relato de Cumberland, se manifiesta que recibió aviso de mantenerse en guardia contra los ladrones en la zona entre Trujillo y Miajadas. Años más tarde, Southey informa al lector de que la región entre Plasencia y Trujillo se hallaba plagada de bandidos. Badcock, por citar un ejemplo, refiriéndose a la comarca que va desde Navalmoral a Plasencia afirma que esta zona “se encontraba infestada de bandidos y que los viajeros y la gente del lugar la atravesaban únicamente en grandes grupos armados”. Sin embargo, a pesar de los comentarios realizados sobre el tema de los bandidos en sus relatos, la mayoría de los viajeros, no parece haberse encontrado cara a cara con estos personajes, por lo que se puede hablar de un conocimiento teórico del asunto. También aparece reflejado, en algunos relatos, el tema del contrabando, señalando su importancia para la economía de algunos extremeños.

Otros de los aspectos que se tratan en los diferentes relatos están relacionados con diferentes temas. En este sentido, Cook y Chapman muestran su admiración ante la riqueza ornitológica de Extremadura, además, el primero se lamenta de la escasez de buenas mulas, cuando en el pasado, dice, “esta provincia tenía fama por criar las mejores mulas de España”. También son reseñables los comentarios de Badcock refiriéndose a la queja de los altos precios de la región, así como los aspectos comparativos que Whittinhton[50] realiza entre España y Portugal, diciendo que en España “las posadas son pequeñas, ni buenas ni malas durante todo el viaje, pero las de Portugal son peores que las de España”. Del mismo modo, al referirse al Camino Real dice que no está bien cuidado y que en algunos tramos es pedregoso y estrecho, y en otros, se convierte en un ancho sendero de arena, mientras que el camino portugués está pavimentado en casi su totalidad. De los caballos de postas españoles, afirma que, generalmente, dos de cada cuatro son muy buenos, son pequeños y galopan bien, mientras que en Portugal raramente se encuentra uno bueno de cada cinco, poniendo de manifiesto la gran calidad de los caballos españoles.

Para concluir, podemos señalar que la visión que estos viajeros nos ofrecen de Extremadura, relacionada con el tipo de visita que han llevado a cabo en la región, refiriéndose al despoblamiento, o a los malos caminos y hospedajes, puede relacionarse con los ensayos interpretativos acerca de la situación extremeña y su visión dominada por un tono más bien triste, que presenta una región abandonada por la Corona, con un nivel demográfico muy bajo, y con un escaso interés por parte de sus habitantes en superarse, abandonados a su destino, como recoge Davillier[51] en la famosa décima de Gregorio de Salas:

“Espíritu desunido
Domina a los extremeños;
Jamás entran en empeños
Ni quieren tomar partido:
Cada cual en sí metido
Y contento en su rincón
Huye de toda instrucción;
Y aunque es grande su viveza,
Vienen a ser, por pereza,
Los indios de la nación”.

Como contrapunto, a lo señalado anteriormente, todos están de acuerdo que podía ser una región rica, como lo fue en el pasado, con una importante producción agrícola, si hubiera un mayor esfuerzo por parte de todos. De todas formas, el enfoque que presentan es una visión general, casi esteriotipada, que tienen del país, tanto los viajeros ilustrados como los románticos. Sin embargo, conviene tener en cuenta el género de informantes locales que lograron, ya que a veces pueden estar reproduciendo una opinión meramente reflejo de arquetipos nacionales. Así pues, sería interesante conocer cuáles fueron sus fuentes de informantes y para ello, sería de gran interés, recurrir al trabajo de campo antropológico para contrastar su información con la que ofrecen los diferentes autores y viajeros españoles de la época, que conocen la zona.

Como conclusión final, podemos añadir que en el retrato de Extremadura que emerge de la pluma de estos viajeros no impera únicamente ese tono oscuro y sombrío que se pueda pensar. En esas pinceladas que dibujan nuestra región existen, asimismo, algunas zonas que destacan por su colorido, vistosidad o animación[52]. Así, es verdad que la impresión general de algunos de los viajeros sobre Extremadura está teñida de coloraciones ciertamente grisáceas o si para estos viajeros nuestra región no es sino un páramo desierto sin vida, para otros, sin embargo, nuestra tierra resplandece con ese brillo que le otorga una riqueza natural casi intacta. Si sus pueblos y ciudades merecen para la mayoría de los viajeros, los calificativos de míseros, pobre y en deterioro, para otros, son limpios y pintorescos. Lo mismo podemos afirmar de la comida o del alojamiento, pues si la escasez de productos alimenticios elaborados es un hecho para la mayoría de estos peregrinos, así como la escasez y poca calidad de las posadas, también es cierto que abunda en la región la caza y otros alimentos naturales, y que en algunos lugares, el alojamiento puede competir a nivel de igualdad con el de otros países más prósperos. Esta imagen ambivalente de Extremadura, que se asoma tanto en los relatos de viajeros extranjeros que visitan nuestra región en las últimas décadas del siglo dieciocho, como en los diarios de viaje de los que recorran tierras extremeñas a lo largo del diecinueve y principios del veinte, incorpora a nuestro rico acervo cultural un valioso punto de vista externo que nos permite comprender y apreciar, en mayor medida, los múltiples valores que conforman nuestra identidad como región. Ante todo, no debemos olvidar que nos movemos en el pasado para construir el presente y alcanzar el futuro; un futuro incierto, pero optimista, como es el que presenta nuestra identidad extremeña, perfilada a lo largo de los tiempos.

Agradecimientos:

A Manuel Prieto Matías y a Pedro Prieto Ramiro, por su inestimable ayuda.

Este trabajo ha sido financiado por la Fundación Valhondo Calaff a través de su programa de becas destinadas a postgraduados de la Universidad de Extremadura.

Bibliografía:

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  • Romero de Tejada, P., “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), Editora Regional, Mérida, 1989.

NOTAS:

[1] Pilar Romero de Tejada, “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), 1989.

[2] Hay que tener en cuenta, que las rutas que realizan son las de Badajoz a Madrid o a Sevilla, que se caracterizan por ser las zonas donde se encuentran las grandes dehesas, así como Sierra Morena.

[3] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910), Badajoz, 2002, pp. 13-27.

[4] R. Cumberland, Memoirs of Richard Cumberland griten by himself, Londres, 1806-1807.

[5] Richard Cumberland nace en 1732. En Inglaterra era conocido sobre todo como dramaturgo, su verdadera vocación, aunque tuvo que alternar la literatura con otras actividades vinculadas a la política. Viajará a España entre 1780-1781 encargado de firmar un tratado. Habiendo fracasado en su cometido, Cumberland abandonó su carrera política y administrativa y se retiró al campo, dedicándose plenamente a su vocación de escritor. Sus obras más conocidas son las comedias sentimentales The Brothers (1769) y The West Indian (1711). Fue el creador de un periódico “de ensayo” titulado The Observer. Murió en 1811.

[6] Davillier, 1984, vol. II, pág. 86.

[7] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. (En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843), 1995, pág. 227.

[8] Alexandre Louis Joseph, conde de Laborde. Nace en París en el año 1773. Escritor y político francés. Diputado liberal en 1822, participó en la revolución en 1830. Más tarde fue colaborador de Luis Felipe. Autor de varias obras tales como Itinerario descriptivo de España (1808) y Viaje histórico y pintoresco por España (1806-1820). Muere en París en el año 1842.

[9] Laborde, Itinerario descriptivo de España, París, 1808, vol. I, pág. 373.

[10] Richard Ford, A handbook for travellers in Spain and readers at home, Londres, 1845, vol. I, pág. 516.

[11] Laborde, 1808, vol. I, pág. 374.

[12] Robert Southey nació en 1774 en Bristol y se educó en Westminster y Balliol, Oxford. Mantuvo una estrecha relación de amistad con Words-worth y Coleridge y jugó un papel importante en el movimiento romántico inglés. Escribió una gran cantidad de obras en verso y en prosa destacando especialmente en su faceta epistolar. En 1808 se convirtió en un colaborador asiduo de la revista The Quarterly Review. Entre sus obras destaca el libro que apareció en 1797, Letters Written during a Short Residence in Spain and Portugal. Toda su vida siguió interesado por España. Murió en 1843.

[13] E. Main, Cities and sights of Spain. A Handbook for Tourists, Londres: George Bell and Sons, 1899.

[14] Capitán Samuel Edward Widdrington, hijo de una rica heredera, adquirió el rango de capitán de navío. Visitó España a partir de 1829. Fue elegido miembro de la Royal Society. Vuelve a España acompañando al destacado científico, el Dr. Daubeny, profesor de Botánica y de Química de Oxford, interesados en las minas de fosforita de Logrosán. Una de sus obras más destacables es Sketches in Spain during the years 1829, 1830, 1831 y 1832.

[15] Richard Roberts, An Autumn Tour in Spain in the Year 1859, Londres: Saunders, Otley, and Co., 1860.

[16] La mayoría de los viajeros comenta que la posada de Trujillo, se supone que “La de Caballeros”, era buena y limpia. Según los indicios, esta posada se situaba en la calle de la Encarnación.

[17] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 361.

[18] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, pág. 173.

[19] Lugar Nuevo.

[20] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 208.

[21] Actual municipio de Casas de Miravete.

[22] Giuseppe Baretti. A Journey from London to Genoa through England, Portugal, Spain and France. Nació en Torino en el año 1719. Muere en 1789, año de la Revolución Francesa. Muere en Inglaterra. Realizó un largo viaje por Lisboa, España, Francia, después retornó a Milán y a Venecia. Realizó una gran descripción de la gente y paisajes de la España del 1760. En el año 1765 debido a la polémica suscitada por alguno de sus escritos, se estableció definitivamente en Inglaterra, donde murió en el año 1789.

[23] John Dalrymple, nació en New Hailes, Escocia, en el año 1737. Hidrógrafo y navegante británico que surcó los mares del Sur y levantó un mapa de las islas visitadas, del cual se sirvió Cook en su primer viaje en 1768. Muere en Londres en 1808.

[24] Enfermedad que consiste en ciertos trastornos hepáticos que producen aumento de bilis en la sangre, y se manifiesta generalmente por la coloración amarilla de la piel y las conjuntivas.

[25] Debe querer decir pimentón.

[26] El carbunco o carbunclo es una enfermedad contagiosa, virulenta y mortífera que sufre el ganado lanar, vacuno y cabrío, y a veces en el caballar, que puede transmitirse al hombre, denominándose ántrax maligno. La origina el Bacillus anthracis. No tiene, por tanto, nada que ver con el chorizo y el pimentón.

[27] Baretti, pág. 59. Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855. Ian Robertson.

[28] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura. En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843. Pág. 211.

[29] El teniente coronel Sir Benjamín Badcock, el autor de Rouge Leaves from a Journal Kept in Spain and Portugal during the Years 1832, 1833 and 1834(1835) formó parte de una misión militar inglesa que debía estudiar la situación en Portugal, al comienzo de la lucha fratricida entre don Pedro y don Miguel. Llevaba Badcock la comisión específica de averiguar los movimientos e intenciones de los españoles en la frontera de Portugal, y a poco de llegar a Lisboa salió para Badajoz. Encontró a los españoles suspicaces en demasía: en realidad hicieron en cuanto estaba en su mano por ocultarle los hechos. Intentó, a pesar de todo, sacar el mayor provecho posible de la embarazosa y molesta situación en que se encontraba, y le animó pensar que tal vez tuviera ocasión de volver a alguno de los lugares conocidos durante su anterior visita a España: no por nada era un veterano de la guerra de la Independencia, y buen conocedor de la región fronteriza.

[30] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 269.

[31] W. Beckford, Italy, with Sketches of Spain and Portugal, 2 vols., Londres, 1834.

William Beckford nació en 1759 en el seno de una familia inmensamente rica con plantaciones y esclavos en Jamaica. Recibió una educación refinada de los mejores maestros de la época. Sin embargo, combinó su sed de conocimientos con una devoción casi enfermiza por los placeres ilícitos. Su riqueza le permitió viajar y escribir. Su primer tour por Europa lo realizó a los veinte años viajando por Holanda, Francia, Italia, Suiza… Su obra tiene influencia de los romances satíricos de Voltaire. Murió en 1844.

[32] Probablemente el autor se refiere al emperador inca Atahualpa. Este tipo de errores en la transcripción de nombres propios, sobre todo nombres de personas y topónimos, resulta muy común en los escritos de los viajeros de habla inglesa.

[33] Robert Semple, viajero inglés que nace en 1766. Visita la Península en dos ocasiones: la primera en 1805 y la segunda durante la guerra de la Independencia, en 1809. De esta segunda visita da cuenta en su diario publicado en Londres en ese mismo año y que tituló A Second Journey in Spain, in the Spring of 1809; from Lisbon through the Western Skirts of the Sierra Morena, to Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga and Gibraltar; and thence to Tetuan and Tangiers.

[34] J. T. Dillon, Travels through Spain: with a view to illustrate the natural history, Londres.

[35] Javier Marcos Arévalo, “Etnografía y folklore en Extremadura”, en La Antropología cultural de España, Barcelona, 1986, pp. 321-379.

[36] Joseph o Giuseppe Baretti, nació en Turín en 1719, pasando sus últimos cuarenta años de vida en Inglaterra. El primer viaje a España lo efectuó en 1760, y lo publicó en italiano, su segundo viaje fue durante 1768-1769. Refleja lo que ve, impregnando sus descripciones de sus propios y buenos sentimientos.

[37] Edward Clarke nació en 1730. Se formó en la Universidad de Cambridge. Desempeñó funciones como clérigo en su país natal. Viene a España en 1760 como capellán del conde de Bristol, embajador a la sazón de su Majestad británica ante la Corona española. Durante su estancia en Madrid se dedicó a reunir información sobre el país para terminar con las erróneas visiones de España. En 1761 todos los miembros de la Embajada británica abandonaron precipitadamente la Península ante la inminencia de una guerra. En 1763 parte hacia Menoría como capellán y secretario del general Johns, puesto que continuó desempeñando con sucesivos gobernadores. Muere en 1786.

[38] E. Clarke, Letters Concerning the Spanish Nation: Griten at Madrid during the Years 1760 and 1761, Londres, 1763.

[39] Davillier, 1984, vol. II, pág. 88.

[40] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura, 1995, pp. 360-361.

[41] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 232.

[42] Puente de Albalat, denominado por la mayor parte del vulgo de Almaraz, por su cercanía con este municipio.

[43] S. E. Cook, Spain and the Spaniards, in 1843, Londres, 1844.

[44] E. B. O´Reilly, Heroic Spain, New York, 1910.

[45] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910.

[46] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910, pág. 316.

[47] Se refiere al actual municipio de Arroyo de la Luz.

[48] Laborde, 1808, vol. I, pág. 376.

[49] María Dolores Maestre, Doce viajeros por Extremadura, pág. 211.

[50] George Downing Whittington recorre la Península en el año 1803. Sus impresiones sobre España y Portugal verán la luz en 1808, en la obra que lleva por títuloTravels through Spain and Part of Portugal, publicada en Londres.

[51] Jean Charles Baron de Davillier y Gustavo Dore, Voyage en Espagne, Libraire Hachette, París, 1862, vol. II, pág. 85.

[52] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de los viajeros de habla inglesa. (1760-1910), Badajoz, 2002.

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