Oct 011987
 

Josiane Polart Plisnier.

No pretendo biografiar a Francisco de Orellana, no tengo preparación científica ni material suficiente, tampoco quiero escribir «historias» lo que es más fácil y cómodo, sólo voy a intentar recordar en un breve resumen, las aventuras gloriosas del descubrimiento del Río Grande.

Nació Francisco de Orellana en Trujillo por los años 1511, sus padres fueron: Francisco de Orellana y Francisca de Torres Orellana (en una petición al Cabildo de Quito dice ser Caballero, hijodalgo de solar conocido y persona de honra) desconocido es su retrato como la historia de sus años mozos. No se sabe cuando marcho a Nicaragua o quizás a México, ni como pasó al Perú con sus parientes los hermanos Pizarro, a quienes ayudó en sus empresas.

A ninguno de los que participaron en aquella desgraciada y tan desacertada expedición a las tierras del Dorado y la Canela se les ocurrió dejar información y pienso que debido a la muerte y falta de heredero del protagonista, nadie revindicó sus hazañas, sólo Fray Gaspar e Carvajal, fraile de la Orden de Santo Domingo de Guzmán (testigo de vista) y capellán de la famosa empresa (el descubrimiento del Río de las Amazonas) escribió la relación de aquel viaje, siguiendo la corriente de un río, el mayor del mundo, que atravesaba inmensas y desconocidas regiones.

La relación del viaje de Francisco de Orellana ha sido también tratada por dos cronistas Herrera y Oviedo quienes vieron los Memoriales (hoy desaparecidos) y además supieron en Santo Domingo de la boca del propio Orellana las primicias del descubrimiento.

Fray Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición de Orellana, nació en Trujillo hacia el año 1604. Marchó a Perú en 1536 en compañía de Fray Vicente Valverde (electo Obispo de la provincia del Perú). E n 1538 encontramos al Padre Carvajal, vicario provincial, defendiendo el derecho de asilo en el primer convento de dominicos que tenia fundado en Lima (datos esos de un pleito. Archivo de Indias).

Es cuando Francisco de Orellana, después de haberse cubierto de honor en Lima, Trujillo, Cuzco y Puerto Viejo, ciudad donde pierde un ojo y toma asiento (en un acuerdo del Cabildo de Guayaquil, se habla mucho de su casa “que fue siempre asilo y reparo de los Españoles que a ella llegaban desde el norte”, dice el Cabildo “que si no fuera por él, perecerían muchos”) recibe de Francisco Pizarro (en reparto) la provincia de Culata. Él mismo hablando de Pizarro dice “me mandó y dio provisiones para que en nombre de su majestad y en el suyo viniese a conquistar y conquistase con cargo de Capitán General la provincia de Culata, en la cual fundase una ciudad”; la que funda con el nombre de Santiago de Guayaquil.

En esa nueva ciudad y en la de Puerto Viejo (fundada en 1535), ciudades que estaban destinadas a abrir a Quito una puerta de comunicación con el mar, desempeña Francisco de Orellana el cargo de Capitán General y teniente de Gobernador.

A reemplazo de Sebastián de Belalcázar, llega como Gobernador de las provincias de Quito Gonzalo Pizarro (diciembre de 1540), con el propósito de realizar desde allí una gran expedición a las tierras del Dorado y la Canela. En cuanto Orellana supo los proyectos de su pariente, amigo y nuevo jefe, le visita en Quito, poniéndose a su disposición y de paso le ofrece acompañarle. Así lo cuenta el Padre Carvajal “… diciéndole cómo quería ir con él en servicio de su Majestad y llevar sus amigos y gastar su hacienda para mejor servir”.

Gonzalo Pizarro sale de Quito en febrero de 1541, con fray Gaspar de Carvajal como Capellán, Antonio de Ribera como Maestre de Campo y Juan de Acosta como Alférez General, sin esperar a su Teniente General Francisco de Orellana quien abandona sus tierras (“y gasta más de cuarenta mil pesos de oro en sus aprestos”) para con 23 hombres abrirse paso en la selva, siguiendo las huellas del Gobernador Gonzalo Pizarro, el cual alcanza un mes más tarde ( a unas treinta leguas de Quito en el valle de Zumaco). El padre Carvajal que les recibe en el campamento cuenta: “no llevaba sino una espada y una rodela y sus compañeros por el siguiente”. Puede ser por esa razón que Orellana queda en retaguardia, mientras Gonzalo Pizarro con 80 hombres de a pie y unos guías indios, en avanzada, encuentran con desilusión los escasos árboles de la Canela (eso al cabo de 60 días de grandes trabajos sufrimientos y hambre). Para no contagiar a los demás con el desaliento, Gonzalo Pizarro siguió adelante para después asentar campamento y enviar a buscar a los demás que aún permanecían en Zumaco.

Estando todos reunidos (en Quema) mandó al Gobernador a Antonio de Ribera con 50 soldados a explorar hacia adelante (cosas que hizo en 15 días entre ir y venir). Éste encontró una zona muy poblada con muchos indios que andaban en canoas en un río muy grande, y allí se fueron todos a la orilla de aquel río (con gran necesidad y falta de comida). Después de diez meses vagando casi sin rumbo, extenuados, es cuando decide Gonzalo Pizarro construir un bergantín para llevar a los enfermos, las municiones y las herramientas, (“la mayor parte de los indios de servicios hablan muerto”) y también para rondar las orillas del río en busca de alimento. Dice Gonzalo Pizarro “… lo cual todo hice con intención, si no topásemos buena tierra para poblar, de no parar hasta salir a la mar del norte”, según la relación de Fray Gaspar de Carvajal.

Orellana se opuso a la construcción del bergantín, dice que “algunos buenos respetos, habiendo sido de opinión que regresando a las sabanas donde había estado el campamento, se buscasen los caminos que pudieran llevarles a Pasto y Popayán”.

Tenemos que tener fe en el padre Carvajal, testigo de mayor excepción y casi único, quien quizás recibe lugar a bordo por las consideraciones debidas a su estado sacerdotal, y le hace participe en el descubrimiento donde pierde un ojo. Él escribe que Orellana se opuso a la fabricación del bergantín pero que después obedeciendo al jefe, trabajará más que nadie en su construcción.

Es entonces cuando aparece la posibilidad de encontrar un sitio (donde se juntaba otro río grande como este) a final de diciembre de 1541, a una jornada río arriba donde podía haber comida. Francisco de Orellana propone a Gonzalo Pizarro adelantarse en busca de alimento. Por ese motivo cargaron el bergantín con 60 hombres, los objetos más pesados, parte de la ropa de los expedicionarios, tres arcabuces y otras tantas ballestas, escasas provisiones y cinco canoas. Gonzalo Pizarro escribirá después: “confiando en que el Capitán Orellana lo haría así como le decía, porque era mi teniente, dije que holgaba fuese por la comida y que mirase que viniese dentro de doce días y por ninguna manera pasase de las juntas de los ríos” (no podía suponer que el viaje no tendría posible retorno).

Muchos historiadores copiaron de López de Gomara, de Zarate, Cieza de León y Francisco de Jerez, hasta el Inca Garcilaso cuenta falsedades, como que Orellana“… llevó mucho oro, plata y esmeraldas y que llagó a maltratar al padre Carvajal”. Todas mentiras y malas interpretaciones de la carta de Gonzalo Pizarro mandada al rey desde Quito el 3 de septiembre de 1542; carta escrita por un hombre apasionado, violento e irritada por su desastrosa expedición al Dorado y país de la Canela, y por el asesinato de su hermano mayor Francisco Pizarro (26 de junio de 1541). Y es a partir de esas acusaciones que Francisco de Orellana pasa a la posteridad como farsante, embustero y traidor … ¿Cómo iba a recibir un traidor la capitulación extendida a su favor para el descubrimiento y población de Nueva Andalucía? (el 13 de febrero de 1544) Pero allí no terminan sus problemas, cantidad de dificultades tendría para emprender su expedición como Adelantado por la mafia de la corte (prueba de ello son las cartas de los oficiales de Sevilla sobre los aprestos, abril 1545) y la falta de dinero que le obligan a casarse con una solterona adinerada de Sevilla llamada Ana de Ayala.

Y es por fin el 11 de mayo de 1545, desde Sanlúcar de Barrameda con cuatro navíos y 300 hombres de guerra que marcha hacia Nueva Andalucía, con la mala suerte de perder una embarcación nada más llegar a Tenerife y por causa «de ser la tierra enferma, morir 98 hombres en Cabo Verde”, y poco tiempo después tener que abandonar otro navío.

Así muere el titán que cruzó en primer lugar las vírgenes y majestuosas aguas del Río Orellana, en noviembre de 1546; más de apuros y sufrimientos que de enfermedades después de 11 meses perdido por el río, salvándose solo 44 hombres y Ana de Ayala su viuda.

Hace solo unos años que, sin apasionamiento, los escritores estudiaron las crónicas de Fray Gaspar de Carvajal, las de Oviedo y Herrera y los testimonios de los participantes en el descubrimiento, descartando el abandono y la deserción.

Verificada la expedición de Francisco de Orellana, el río Marañón comienza a llamarse de las Amazonas o de Orellana y es desgraciadamente el que menos prevalece hoy, el de su descubridor Francisco de Orellana.

Enterrado está al pié de unos de los árboles, de los bosques siempre verdes que baña la corriente del majestuoso río que descubrió. «Digno sepulcro» de un trujillano.

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