Dic 022022
 

SERAFÍN MARTÍN NIETO

 

En esta nueva edición de los Coloquios completamos los trabajos presentados en 2019 y 2020 relativos a la fundación ex novo de la actual Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad,  en 1582, a instancias del obispo de Coria don Pedro García de Galarza,  y a la serie de hermandades que agregó a este instituto.

Hemos reservado para el final la cofradía y hospital de Santa María la Vieja, por ser la que ofrece una mejor diacronía gracias a que se ha conservado un libro que abarca desde 1493 a 1582[1].

Es inherente a todas las cofradías, además de las prácticas piadosas, el ejercicio de la caridad, conforme al mandato de Jesucristo de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. A lo largo de su historia, todas han sido fieles a ambos preceptos; si bien, cada una con su propia idiosincrasia.

La fundación de Cofradía de Virgen de la Misericordia el día de la Virgen de Agosto de 1498 en la catedral de Lisboa, auspiciada por la reina regente doña Leonor, marca el inicio de las venerables Santas Casas de la Misericordia, que aún mantienen en el país hermano su ingente obra sociosanitaria y que constituyen una institución reconocida y bastante estudiada.

En Cáceres y su Tierra, podemos constatar la existencia de hermandades de dicha advocación, en algunos casos anteriores a la de su homónima portuguesa. En Arroyo del Puerco, Aliseda y Malpartida, corría de su cuenta el hospital de la localidad. Para cumplir con este piadoso fin, mantenían la propiedad de los hornos de poya de pan. Con sus arriendos, atendían a las necesidades de los pobres enfermos y transeúntes y mantenían un hospitalero para su cuidado. El hospital de Arroyo fue incluido en el edificio de su actual ayuntamiento y su imagen titular, un crucifijo, se venera en la parroquia. El de Aliseda fue vendido durante la Guerra de la Indepedencia para con su producto atender a los constantes suministros de tropas. El de Malpartida desapareció a consecuencia de la guerra secesión portuguesa cuando fue destruido por las tropas lusas.

La cofradía de la Misericordia de Cáceres fue fundada en 1464, pero, como ya existían numerosos hospitales en la villa, se especializó en el acompañamiento y entierro de los reos condenados a muerte, que compaginó con la de Virgen de la Caridad. Además, la cofradía de Santa María la Vieja, con sede también en la parroquia de Santiago, ya cumplía la función hospitalaria.

La palabra hospital procede del latín “hospitalis”, derivado del anfibólico “hospes”, que designaba tanto al que hospeda como al hospedado. Se trataban de casas, con o sin capilla, en las que podían alojarse un determinado número de días los pobres pasajeros o bien“se daban por Dios” para recogimiento de pobres locales. En Cáceres, en época medieval existían la alberguería de San Pablo, núcleo del actual convento de esta advocación; el de San Mateo del Postigo, anexionado al palacio de los Golfines de Arriba; el de la Puerta de Coria, arrimado a la torre albarrana, hoy vivienda particular, conocida históricamente por ello como Torre de los Pobres; el de Santa María de los Caballeros fundado por Diego García de Ulloa en la Puerta de Mérida; el de Sancti Spíritus o de las mujeres, de larga historia; el de Santa María la Vieja, del que nos ocuparemos en detalle. De época renacentista, los de San Salvador en la  de San Juan de los Olmos junto al horno de pan de Pintores, que el obispo Galarza anexionó al convento de San Pedro; el de Santa Marina, en las traseras de San Juan. Posteriores, el de la Piedad y los del padre Rosalío. Sólo el de Sancti Spíritus y el de la Piedad se asemejaron a la acepción moderna de centro sanitario, pues estuvieron dotados con médicos y cirujanos.

El sínodo de Coria de 1537, convocado por el obispo don Francisco de Mendoza y Bovadilla revela la especial preocupación por la atención a los pobres: “Dévese, asimismo, platicar y proveer con especial cuydado acerca de las faltas de los hospitales y lugares píos en que suelen y deven remediar los pobres e miserables personas[2]. Para su remedio intentó agregar la cuarta parte de los ingresos de las numerosas cofradías, cuyas nuevas fundaciones trataba de limitar, a un hospital: “En las cofradías que tuvieren bienes, gasten la quarta parte lo que rentaren en el hospital donde fuere la dicha cofradía (…). Y las que no tuvieren señalado hospital, Nos, por a presenrte, les señalamos el hospital del lugar donde fuere la advocación de la dicha cofradía. E si huviere muchas cofradías, dentro de quatro meses los mayordomos e officiales dellas declaren y elijan los hospitales donde quieren dedicar y gastar lo suso dicho[3]. Tal medida episcopal, desencadenaría la protesta unánime de las cofradías cacereñas en 1545, de lo que nos ocupamos en la primera parte de este trabajo.

Como de la inmensa mayoría de las cofradías medievales cacereñas, desconocemos también la fecha de fundación de Santa María la Vieja. El único libro conservado se remonta a 1493, sin embargo hay que retrotraerla, cuando menos, a medio siglo antes. Gracias a que el 22 de enero de 1616, el mayordomo de la Soledad, Francisco Jiménez Hurtado, solicitó ante el alcade mayor, licenciado García Pizarro, el traslado de una escritura muy antigua de censo, tenemos constancia de su existencia en 1456, que ya se denominaba entonces de Santa María la Vieja, lo que denota su antigüedad. El 6 de mayo de dicho año, “el cabildo e confrades omes buenos y Rodrigo Alfón, mayordomo, e Alfón Nuñes de Castro e Gonçalo Fernandes Bravo, alcaldes”, ante el escribano público y del número Rodrigo Alfón, dieron a censo perpetuo por 315 maravedís anuales a Tristán Sánchez “unas casas que nos el dicho cabildo e cofrades hemos, tenemos e poseemos dentro en la villa a la collaçión de Señora Santa María, que han por linderos de la una parte casa que dizen del Poso, que son de Juan Copete, e a las espaldas casas de la muger e fijo de Diego Fernandes de la Rua” y por delante, la calle real. Fueron testigos Diego Alfonso Silgado, Juan García Ferresuelo y Bartolomé de la Puebla Prieto[4].

Dicha casa fue conocida como del Peralejo. El 27 de diciembre de 1505, estando en cabildo, Gonzalo Romero ofreció 55 maravedís más de mejora de censo sobre los 315 que pagaba Tristán Sánchez con la condición de que se la tenían que adjudicar en el día de la fecha. El mayordomo Jerónimo Paniagua pujó por lo mismo que Romero, motivo por el que se aplazó el remate hasta el cabildo general del segundo domingo de enero[5]. Sin embargo, no serían ninguno de los dos los que conseguirían, sino el comendador Hernando de Ovando por 426 maravedís[6], quien las incluyó en el hoy conocido como palacio de Ovando en la plazuela de Santa María.

LAS ORDENANZAS

La cofradía contaba con sus ordenanzas, que no habían sido debidamente aprobadas por la autoridad eclesiástica, es decir, por el obispo cauriense. Así lo manifestó el licenciado Francisco Rojo en el transcurso de la visita girada el 26 de septiembre de 1577: “Por quanto consta que contra lo estableçido por constituçión synodal deste obispado tienen confradía y hordenanzas e las guardan e husan dellas syn estar confirmadas por el hordinario conforme a la dicha constituçión, conforme a ella an yncurrido en pena de tres mjll maravedís por no estar conformadas”. Pero usando una vez más de su benignidad, no les aplicaría las penas, si las presentaban en el plazo de ocho días[7].

Aunque solo se conservan unos retazos, podemos inferir que no difieren sobremanera de las de las cofradías coetáneas. Se radicaba en Santiago, donde tenía el altar de su advocación, Santa María la Vieja, aunque, a veces es denominada como “Nuestra Señora Santa Marja Candelaria”, por celebrar su fiesta principal el 2 de febrero, día de las Candelas. Al cura de Santiago le competía presidir la misa principal; aunque, en dos ocasiones se trasladaron a la ermita de San Blas, so campana de dicha parroquia, concretamente, en 1494[8] y 1520[9].

El mayordomo tenía la obligación de encargar la misa de la fiesta con sus vísperas, la de los difuntos el día de las cuentas y una por cada cofrade que falleciere[10].

Siguiendo una costumbre generalizada entre las cofradías cacereñas, la misa por los difuntos se amplió, por corto periodo, a todos los meses del año. El 21 de octubre de 1535, estando de visita el provisor y canónigo, licenciado Gonzalo de Calvo, recordó al mayordomo nuevo Pablos Picón, la obligación de mandar decir la misa mensual por los cofrades difuntos a la que debían asistir todos los cofrades[11]. Sin embargo, en la visita del doctor Pedro de Salcedo, de 6 de mayo de 1558 solo recoge las de ordenanza, es decir, la del día de la Candelaria con sus vísperas, la de réquiem el domingo siguiente y la misa por cada cofrade que muriese[12].

Para cumplir con la obra de misericordia corporal de enterrar a los cofrades, poseían unas andas para el traslado de los despojos mortales. El domingo 5 de febrero de 1503, “hordenaron todos los cofrades que, quando algund cofrade fallesçiere, que los alcaldes lleven las antorchas so pena de ocho maravedía para la cofradía; e sy no estovjeren los alcaldes en la villa, que el mayordomo las mande levar otros cofrades so la dicha pena[13].

Igualmente, acompañaban los cuerpos de las personas que se encomendaban. El 11 de mayo de 1556, se le cargó a Alonso de Solís “el entierro del arçediano de Plasenzia, don Françisco de Carvajal, lo que se djere[14]. Este personaje fue uno de los grandes mecenas de la villa de Cáceres.

La cofradía era regida por un mayordomo, dos alcaldes y un escribano. Por su trabajo, el primero recibía cien maravedís anuales; el segundo, cincuenta, “y si se comiere una cáñama y comer a la cuenta y a la comjda[15]. Los elegidos debían aceptar los nombramientos. Los que rehusaban eran compelidos bajo las penas de ordenanza prescritas para quienes no aceptaban los oficios. A este respecto, el 10 de enero de 1529, estando en cabildo general, “mandaron a mj, el dicho Françisco Picón, escrivano de la dicha cofradía, que tornase a noteficar al dicho Juan de Cáçeres, clérigo, que husase de la mayordomja de que avja sido helegydo el año pasado de mill e quinientos e veinte y ocho; e tomase la cuenta al mayordomo viejo, como es obljgado, e cobrase los çensos e rrentas de la dicha cofradja[16] so pena del pago de un ducado en el plazo de tres días y, en caso de no abonarlo, de expulsión.

Contaban con un peñero, encargado de cobrar las penas que se impusieran. Anualmente, se remataban en el mejor postor.

AÑO PEÑERO MARAVEDÍS
1493 Juan del Herena 18
1494 Hernando de Robles 20
1498 Juan del Herena 18
1499 Juan del Herena 24
1506 Lorenzo de Montanos 24

Era tradición en las cofradías medievales cacereñas la organización de una comida que se ofrecía a los cofrades: la cáñama o el yantar. Las ordenanzas proscribían que se diera la comida a los cofrades ausentes; si bien, la mujer podía recibirla por el marido y la madre por su hijo. Estas son las únicas referencias a la mujer en todos los documentos. También prohibía darla a los curadores, si se hallaban ausentes los menores tutelados[17].

Se trataba de un verdadero banquete repleto de viandas, detalladas en el acta de la sesión celebrada el domingo 11 de febrero de 1498: “e luego en el dicho cabildo, Gonçalo de Llerena, çapatero sacó por de menos la yantar de la cofradía para el año venjdero, porquel dicho mayordomo nuevo (Alonso de Llerena) le ha de dar e pagar de la dicha cofradja mill e quatroçientos e treynta maravedís. E el dicho Gonçalo de Llerena se obljgó ansjmismo e a todos sus bienes rrayzes e muebles de dar perdjzes e conejos e vaca e pan e vjno tjnto e blanco de yantar e cáñamas”, “y si no diere perdizes que dará entre dos cofrades una galljna que sea buena[18].

Tan arraigada estaba estaba práctica que, en el segundo domingo de enero de 1512,  mandaron rayar (expulsar) a Martín Alonso porque “no avía querydo dalles la comyda, e quera siendo mayordomo. Mandaron que se oviese por rraydo e ansy lo mandaron al dicho escrivano que se lo noteficase. E luego, Gonçalo Romero dixo que él darja la comjda e quera por que en lugar de Martín Alonso le rreçibiese a su fijo. Los dichos cofrades lo açetaron e le dieron poder para usar el ofiçio de mayordomo e le rreçibieron a su fijo Martín por cofrade[19].

Pero la comida suponía un fuerte dispendio. Así, el domingo 10 de enero de 1524, para reducir su coste “por quanto tenja pocos djneros la dicha cofradja, que no djese el mayordomo más de a veynte maravedís en djnero de cáñama[20]. El 2 de febrero de 1527, trataron nuevamente de economizar: “por quanto la rrenta de la cofradja hera poco e el gasto que se hazja en el dar la cuenta hera mucho, que mandavan que, daquj adelante, el año que se comjese, que se diese a cada alcalde de cáñama veynte e çinco maravedís; e que, por ser alcalde, que quando se djese a comer, que fuese a comer allj adonde es costunbre de la dar a comer e que allj se tomase la cuenta al mayordomo. E ansymesmo hordenaron e mandaron que el año que no se comjese, que los alcaldes fuesen a tomar la cuenta a casa del mayordomo e que no gastase con cada ofiçial más de un rreal. E ansymesmo hordenaron e mandaron que daquj adelante no ovjese mas de dos alcaldes, e que aquellos se pongan quando el mayordomo; e que, ansymesmo, aquel año que los pusyeren no an de yr a tomar la cuenta nj a comer hasta el año adelante venjdero nj les an de dar nada por ser alcaldes nj an de gozar hasta adelante como está dicho”.  Aunque muy pronto se vieron obligados a rectificar: “mandaron que esta hordenança de arryba en que dezja que no ovjese más de dos alcaldes, mandaron que ovjese quatro, e que se diese de comer e gozasen como se acostunbrava[21].

El número de cuatro alcaldes se refiere a los dos salientes o viejos y a los dos entrantes o nuevos.

EL HOSPITAL

Como ya hemos anticipado, se trataba de una casa, ubicada en el entorno de la iglesia de Santiago el Mayor, que acabaría siendo absorbida por el palacio de Godoy.

A partir del cabildo de 4 de febrero de 1509 la casa  empieza a ser denominada como hospital. Reunidos “en cabildo en lospital de Nuestra Señora Santa Marja”, “dentro de las casas y ospital de Nuestra señora Santa María la Vieja”, “en dos djas del mes de hebrero dja de la Purificaçión de Nuestra Señora año de mill e quynientos e quarenta e seys años, estando presentes algunos de los cofrades de Santa Marja la Vjeja en su ospital en cabildo”, son expresiones comúnmente utilizadas[22].

No obstante, hay constancia de que con anterioridad ya funcionaba como hospital y contaba con una hospitalera, a la que se menciona como “sayona”, Muna. Su nombre revela su origen musulmán, el único que hasta el momento he hallado en las fuentes escritas. El  domingo 5 de febrero de 1503 ordenan que la sayona Muna cobrase de salario 30 maravedís y le diesen de comer y beber el día de la cofradía[23]. Su función era la limpieza y aseo del edificio y de los pobres acogidos en él. A partir de la década de 1530, acogerá a mujeres pobres a las que se les permitía vivir de por Dios.

El hospital generaba continuos desembolsos en pequeñas reparaciones para mantenerlo en un estado decente. En las cuentas de 1537 rendidas por Pedro Paniagua se descargó del importe empleado “en hazer las puertas e en adobar las casas a las pobres[24]. Diego Martín Sotoval, en las suyas correspondientes a 1547 y 1548 justificó el gasto en “madera e teja e cal e arena e maestros que se adereçaron el cabjldo e ospital[25].

Una parte de la casa se arrendaba para la cilla de Santiago, dada la proximidad a la parroquia.

Pero este edificio venerable tenía ya sus días contados. El cacereño Francisco de Godoy, a su regreso del Perú, donde adquirió grandes riquezas, cambió las gestas militares por el anhelo de la perpetuación del linaje: matrimonio, fundación de mayorazgo, adquisición de la morada eterna con la compra de la sacristía de Santa María para capilla funeraria y construcción de la morada terrenal en un largo proceso de tratos con los propietarios colindantes. El lugar que eligió para levantar el suntuoso palacio renacentista de Godoy fue en la plazuela de Santiago, esquina a la calle Oscura. Y una de las casas precisas para esta magna obra era el hospital de Santa María la Vieja. Ya en el ocaso de su vida, cuando se hallaba bastante avanzado el edificio, se concertó con los cofrades en trocarles el hospital por otra casa que poseía en el cementerio de Santiago, libre de las cargas que la lastraban, y mil maravedís crecientes y menguantes en la dehesa de Palazuelo de Hernando Álvarez (Lám 1).

Lám 1. Palacio de Godoy, que absorbió el hospital de Santa María la Vieja.

Foto: Serafín Martín Nieto.

 

En veynte días del mes de otubre de mjll e qujnientos e çincuenta e un años, estando los cofrades e mayordomo de la dicha cofradja juntos en su cabjldo segund que lo tiene de costunbre, algunos e más parte dellos e los que podjan hazer cabjldo para quel señor Françisco de Godoy quiere quel cabjldo donde ellos se juntan, se lo den en trueco e canbjo de una casa que hes en el çementerio de Santiago, que al presente tiene en ella la mejora el ljçençiado bocarro, que sea en gloria, e sus herederos, con más lo que les paresçiere a los dichos cofrades que les dé de renta o como a ellos e a la dicha cofradja les sea más útil e provechoso. E por mj, el dicho escrivano, les tomé juramento a cada uno dellos para que en Djos e su conçiençia determjnasen lo que les pareçía lo que hera más pro e provecho de la dicha cofradja. E so cargo del dicho juramento, todos a una concordja los que ay se allaron determinaron lo sjgujente:

Dixeron que sj el dicho Françisco de Godoy djese la casa que avja dicho ljbre, que es en el çementerio de Santjago, que tjene en ella Juan Vara en suelo e propjedad seteçientos e çincuenta maravedís y un par de gallinas y el ljçençiado Bocarro e sus herederos la mejora, que se le dé con tanto que sobre ello djese mjll de yerva donde los ofiçiales de la dicha cofradja fuesen contentos, creçiendo e menguando. E más, quel dicho Françisco de Godoy truxese a su costa la ljçençia del perlado para afetuar lo susodicho. Lo qual mandaron a su mayordomo Álvaro Martjn que se lo dixese.

Luego, algunos djas que pasaron en este dicho año, que se lo dixo el dicho Álvaro Martjn al dicho señor Françisco de Godoy, dixo quél hera contento de hazer lo que los dichos señores cofrades le pedjan, que hes de dar aquella casa quél aseñaló ljbre para que en ella se hiziese cabjldo e traer la ljçençia para el dicho trueco a su costa e que aseñalava demás de la casa mjll e de hierva perpeutos para sjenpre jamás, creçiendo e menguando, en el Palaçuelo de Hernando Álvarez. Lo qual todo se me dixo a mj Martjn Romero como ecsrivano desta dicha cofradja e a muchos cofrades della e lo açetaron e lo ovjeron por bien e quel señor Françísco de Godoy truxese la ljçençia e que luego se harja de una parte e de otra el recaudo que para ello fuese menester. En fe de lo qual lo firmé de mj nombre, Martjn Romero[26].

Por la generosidad de la oferta, mucha necesidad y empeño tenía Godoy en conseguir este inmueble. El proceso de adquisición de los solares se prolongó largos años[27]. Hurtado de San Antonio lo achaca a la tacañería de Godoy[28].

El traslado fue inmediato. El 2 de febrero de 1553, ya estaban “los cofrades desta cofradja de Santa Marja la Vjeja en su cabjdo que al presente lo tjene en unas casas que djo Françisco de Godoy, que es en çementerjo de señor Santiago[29]. Ya no se volvería a hablar más del hospital, sino solo de la casa del cabildo, que por su antigüedad, precisó de continuos arreglos, como ya lo evidencian las cuentas de 1553 de Diego Martín Sotoval[30].

A partir de 1561, se alude a ella como ermita, acaso por haber levantado en la casa un altar. En las cuentas del clérigo Aparicio Martín de 1560, se asienta el siguiente descargo: “hallóse aver gastado en rreparo de la hermita y casa de pobres y misas de defuntos y çera y otras cosas complideras al serviçio de Dios y de la dicha cofradía”. Pero, las misas se seguían celebrando en Santiago. El 1 de marzo de 1561, el doctor don Pedro de Salcedo “visitó la hermjta de Nuestra Sra Santa María la Vieja, digo confradía, que tiene su advocaçión en la parrochial de Santiago[31].

RENTAS

Las rentas de que gozaba la cofradía eran cortas, aunque suficientes para sus fines. En el siguiente cuadro, comparamos los ingresos fijos que poseía en 1505, según rendición de cuentas del mayordomo Jerónimo Paniagua; cargo en 1527 a Francisco de Villalobos, y las asentadas por el escribano Martín Romero al que el 2 de febrero de 1544 entregaron el libro de la cofradía con la recomendación de que averiguase las rentas[32].

JERÓNIMO PANIAGUA 1505 FRANCISCO DE VILLALOBOS 1527 BENITO MARTÍN  1544
500 mrs de la casa de Caleros en que vivía Pedro González Higuero De las casas de Tomaso que son en la calle de Caleros qujnjentos mrs. 500 maravedís de renta de censo contra Diego Pantoja por unas casas en Caleros, linde por las espaldas con las de Hernando de Castro y las que fueron de los hijos de Pedro García de la Herrada y de la mujer de Gonzalo Martín Cajujo
426 mrs de la casa del Peralejo que tenía a censo Tristán Sánchez De las casas del Comendador Ovando, 315 315 maravedís sobre unas casas que metió en las suyas el comendador Ovando
100 mrs de la casa de Toribio Rodríguez De Gonçalo de Fygueroa de unas casas que metió dentro en las suyas que es establo, çien mrs. 100 maravedís sobre casas en calle de Godoy que metió en las suyas Gonzalo de Figueroa
240 mrs del molino del Garzón que tenía Hernando García de Robles De Danjel Gutierres del molino del Garçón 240 240 maravedís de los herederos de Daniel Gutiérrez de un día en el molino del Garzón
100 mrs del molino de la dehesilla que tenía  el herrrador Alonso Pérez y  después García, hijo de Gonzalo de Ulloa De Martjn Dagujrre del moljno de la Dehesjlla çien mrs.

 

100 mrs sobre la huerta de Álvar Sánchez Becerra  
125 mrs sobre casa de Lope Fernández de la Aldihuela De las casas de Diego Ximenes hijo de la Florençia, 125 125 maravedís sobre casas en Godoy, por cima de las del cabildo, que fueron de Benito Jiménez, que poseía Hernando de Solís
De Mjcael de la Rocha, 105
  200 contra Juana Rodríguez, viuda de Lope Lorenzo sobre casa en Juan de la Peña, casi al cabo yendo para la Plaza, linde las de Francisco Jiménez Sanguino y las del zapatero Gonzalo Martín
De la çilla quatroçientos mrs. Más si se hechare algún trigo  e çebada e çenteno de los diezmos de señor Santiago en el ospital y cabjldo de la dicha cofradía, los quatroçientos maravedís que suelen dar
Total  1.521 mrs. Total  1.885 mrs. Total 1.880 mrs.

El 10 de febrero de 1499, el cabildo aceptó la propuesta de Hernando de Robles de cambiar el censo sobre el molino del Garzón por otro bien suyo, con la condición de que pagase los gastos que ocasionara[33].

El 19 de octubre de 1552, Isabel de la Cerda, viuda de Juan de Figueroa, vendió, en 3.150 maravedís horros de alcabalas, a Gutierre de Solís y a Gómez de la Rocha 105 maravedís de renta de censo perpetuo que tenía sobre una huerta en la ribera, entre el Molino Nuevo y el de los Escribanos, propiedad de los citados Solís y Rocha, que ella hubo de la cofradía de Santa María la Vieja[34].

El 23 de enero de 1530, se anota la primera visita. Suero Díaz, juez de comisión, tomó cuentas a Alonso Martín, clérigo y mayordomo, y las halló correctas[35].  Como las cuentas se rendían de forma muy generalizada, los visitadores, con tenaz perseverancia, trataron de que se dieran de forma detallada. A este efecto, fue muy admonitaria la realizada el 2 de diciembre de 1574 por el obispo de Coria don Diego de Deza, quien, “aviendo visitado la yglesia parrochial de Señor Sanctiago della, visitó la confradía de Sancta María la Vieja de la dicha yglesia adonde tiene su altar”, no aprobó las del mayordomo Rodrigo Picón por ser muy generales, ordenándole que la rindiera pormenorizadas, con recibo de gastos y cartas de pago, “conforme a la constituçión synodal deste obispado, declarando cada cosa de qué es, so pena de excomunión mayor y que no se le passarán en quenta los gastos[36]. Pero no les resultaría fácil cambiar la costumbre. Los mayordomos hicieron caso omiso de los continuos apercibimientos. Así lo manifestó el 26 de septiembre de 1577 el visitador el licenciado Francisco Rojo, quien subrayó que los mayordomos habían contravenido los mandatos de las sinodales y del obispo de exhibir los libros de recibos y gastos, motivo por el que se les podría ejecutar, “pero husando de benjnjdad e mjsiricordia se les buelve a amonestar e mandar que de aquj adelante los mayordomos, que son e fueren de la dicha confradía, guarden e cunplan lo que les es mandado por su Señoría Ilustrísima en la visitaçión pasada so las penas en ellas contenjdas, las quales se executarán por ynhubidientes e syn remjsión njnguna[37]. El 27 de febrero de 1578, el visitador, doctor Ramírez, arcediano de Valencia por el obispo don Pedro Serrano, no le pasó en cuenta a Nufrio Paniagua el descargo “por no mostrar cartas de pago como le está mandado en la visjtaçiones pasadas” al tiempo que le daba un plazo de nueve días para que pagase a la cofradía 3.165 maravedís del montante de los gastos no justificados[38]. Batalla perdida. El 22 de agosto de 1581, el visitador, doctor Antonio Correa, dispuso que los mayordomos tuvieran un libro de recibo de gastos de por menudo[39]. Las de Alonso Martín Tejado, correspondientes a 1581, son las útltimas cuentas. Por cierto, incompletas. Con ellas, se acaba el libro[40].

Los visitadores insistían también sobremanera en la correcta administración de la cofradía, haciendo especial hincapié en el cobro de las rentas y cuotas de entrada. El 19 de abril de 1532, Juan Soriano, maestro en Santa Teología, por el obispo de Coria, el cardenal de Santa Cruz fray don Francisco de Quiñones, “primeramente mandó el dicho señor Visitador a todos e qualesqujer personas, así clérigos como legos o de qualqujer estado o condiçión que sean que deven o devieren qualesqujer maravedí, trigo, çenteno o otra qualqujer cosa a la dicha cofradía de Santa María la Vieja, lo den e paguen rrealmente e en efeto a la dicha cofradía e a su mayordomo en su nonbre dentro de nuebe días primeros siguientes después que con este mandato fuesen rrequeridos o como del parte supieren en qualqujer manera so pena de excomunión mayor e de ser hevitados de las honras[41]. El impago de las rentas eclesiásticas acarreaba la excomunión latae sententiae, que se publicaba mediante edicto fijado a las puertas de la iglesia. El condenado era apartado de la participación en los actos religiosos, lo que significaba el ostracismo en una sociedad teocrática.

El 2 de febrero de 1546, se asentó en el libro, por si se pudiera cobrar el alcance, la “cuenta de Benjto Martín notarjo, que se tomó después de muerto e no se pagó el alcance porque no uvo de qué. Está en esta oja por memorja”. No pudo rendirlas porque falleció en Granada, donde estaría practicando diligencias en la Chancillería.  La cofradía traía pleito con sus herederos o cuñados por los 1.484 maravedís en que fue alcanzado[42].

Los gastos fijos eran el importe de la comida, de la cera para las ceremonias, salarios de mayordomo y escribano, misas, arreglos de las casas. Como extraordinario, debemos resaltar los 742 maravedís del empréstito al emperador en 1527 y su devolución en 1532 “con lenpréstito del enperador que le pagaron, que fueron qujnjentos setenta y ocho maravedís[43].

El 2 de julio de 1553, Álvaro Martín justificó los gastos ocasionados por la toma de posesión de la renta de la dehesa de Palazuelo de Hernando Álvarez, la escritura otorgada y el pago a Luis Delgado “porque djo su pareçer sj estava bjen hecha en pro de la dicha cofradja”. Al nuevo mayordomo, se le cargó por primera vez los 1.000 maravedís del arrendamiento de la renta de invierno más 70 del verano y agostadero[44].

El mayordomo nuevo nada más acceder al cargo tomaba la cuenta del año anterior a su antecesor. Como es natural, se rendían después de cumplido el ejercicio, que se iniciaba un 2 de febrero y finalizaba el mismo día del año siguiente.

 

LOS COFRADES

Su número estaba limitado, en un principio a cincuenta[45]. En el cabildo de 15 de enero de 1511 decidieron “que, por que mejor sea para la dicha cofradía e para que aya dineros en la renta della para ljmosnas e para las cáñamas” solo fueran cuarenta los cofrades. Sin embargo en esta acta está tachada dos veces la palabra cincuenta, lo que deja suponer que la limitación a cuarenta es posterior. Cuando en 1547 Martín Romero redactó la lista de los vivos, “la copia de cofrades, conforme a la ordenança, quarenta[46]. Poco después, el 2 de febrero de 1549, los resumieron a treinta. En este mismo cabildo dispusieron que sólo sería aceptado el hijo de cofrade que heredare la cofradía a la muerte de su padre (“no se resçiban njnguno sj no fuere hijo de cofrade que herede por fjn y muerte de su padre”), por este motivo rechazaron la solicitud de Juan de Figueroa, hijo de Gonzalo de Figueroa, a quien “mandóse raher porque se alló que su padre no hera cofrade”.[47].

Los nuevos cofrades eran recibidos en el cabildo anual. La limosna de entrada estaba fijada en quinientos maravedís. Para los hijos de los cofrades, se minoraba en tres reales (102 maravedís) y una libra de cera si bien, en la visita de 6 de mayo de1558 del doctor Pedro de Salcedo figuran solo cien maravedís más la cera[48]. Como preceptuaban las ordenanzas, dicha cantidad debía ser abonada en el momento del recibimiento (“el cofrade que no pagare luego en reçibiéndole que no valga”)[49] y la renuncia a la cofradía estaba castigada con una pena de quinientos maravedís[50]. Por cabildo de 2 de enero de 1535, se penalizó el traspaso de la condición de cofrade: “que njnguno sea obljgado a traspasar la cofradja a otro a menos que dé el que ansí entrare qujnientos maravedís e una ljbra de çera[51], es decir, como si fuera de nuevo ingreso.

El muñidor era un personaje habitual en las demás hermandades de la villa de Cáceres. Provisto de unas campanillas, con su toque por las calles, convocaba a los cofrades a los cabildos, entierros, celebraciones. El 2 de febrero de 1568 “reçjbieron por su muñjdor a Juan del Erena, y por cofrade por vida, y que no pueda entrar otro en su lugar en njngún tiempo; y que cada vez que el cabildo quiera, lo pueda despedir y que no tenga a la cofradía más derecho que antes que se asentase y ansí me mandaron a mj, Juan Bocarro, escrivano de la cofradía lo asentase y yo lo asenté por mandado del cabildo[52].

Quien actuaba en detrimento de la cofradía, se enfrentaba a la expulsión o al pago de cierta pena pecuniaria. El domingo 2 de febrero de 1494, “e por quanto el dicho Cristóval Hernandes, mayordomo nuevo, e Lorenço de Montanos, cofrades que presentes estavan, fizyeron çierto desmonstramjento de enojo, lo qual hera en grand mengua de la dicha cofradía e cofrades que presentes estavan”, ordenaron “que los mandaran rraher de la dicha cofradía o que pagasen cada uno dellos dos rreales de plata para la dicha cofradía[53]. El 2 de febrero de 1522, encomendaron al escribano que notificase a Benito Jiménez, por cuanto había tratado pleito a contrajusticia, que pagase las costas causadas a la cofradía; e igualmente al clérigo Juan de Cáceres y al bachiller Cabezalbo, quiens se habían avenido[54].

Las listas de cofrades y los acuerdos de recibimiento de nuevos miembros ofrecen una información relevante para establecer genealogías en un periodo de escasa documentación por pérdida de los protocolos notariales y por la inexistencia de los registros sacramentales.

Abundaban los zapateros. Sin duda, dada la proximidad de la Zapatería a la parroquia de Santiago, a cuya colación perteneció siempre tanto la Zapatería Vieja como el Portal de los Zapateros en la Plaza. De entre los de este gremio, destacan los Herena o Llerena, que desempeñaron cargos de oficiales. A finales del siglo XV eran cofrades Juan del Herena, hijo de Francisco del Herena; Diego del Herena y después su hijo Francisco y su nieto Diego; su pariente Gonzalo del Herena el Viejo, padre de Benito del Herena (cuyos hijo Alonso y nieto Alonso le sucedieron en la cofradía) y de Gonzalo del Herena el mozo, padre de Juan y de Gonzalo.

También artistas. Los pintores Juan Gutiérrez y sus hijos maese Pedro y Alonso; el cantero Valentín Blázquez.

Escribanos públicos, tales Manuel García, Nuño González y su hijo Gonzalo, Diego López y su hijo Macías, Juan Holguín, Sancho Martín; y Alonso Manuel, hidalgo, que la heredó de su padre.

Numerosas son las sagas familiares de condición hidalga:

Los Romero. Diego Romero y su hijo Gonzalo Romero y los hijos de éste, Martín Romero (recibido en 1512 en lugar de Martín Alonso) y el clérigo Gonzalo Romero. En 1568, 1571 y 1573, fueron admitidos Antonio Bocarro, Gonzalo Romero y Gómez Bocarro, hijos de Juan Bocarro, el cua había entrado por su padre el licenciado Bocarro.

Los Picón. El herrador Ruy López Espadero Picón y su hijo Luis López, también herrador, padre de Cristóbal Picón. A Ruy le sucedería su nieto Rodrigo Picón, hijo de Daniel Gutiérrez, “e y le mandaron que lo asentasen aquj e quitasen el nonbre del dicho Ruy Lopes Pycón”, cuyos  hijos Daniel Gutiérrez, Cristóbal y Pedro Picón también serían cofrades. Miembros de esta misma familia eran Pablos Sánchez Picón  y su Francisco Picón  y sus nietos Francisco, Diego, Fabián, Francisco Picón. El bachiller Antonio Picón y algunos familiares más.

Figueroa, Solís, Copete, Paniagua, Montanos, Delgado son otras tantas familias cuyos miembros engrosaron la lista de cofrades.

***

El 28 de noviembre de 1582, el obispo don Pedro García de Galarza instituyó la cofradía de la Soledad, a la que agregó la de Santa María la Vieja con todos sus cofrades y rentas. De esta forma, por decreto episcopal, desapareció la institución que acabamos de estudiar.

  

  APÉNDICES

CUADRO DE CUENTAS EN MARAVEDÍS

 

2.- RELACIÓN DE OFICIALES

AÑO MAYORDOMO ALCALDES ESCRIBANO
1456 Rodrigo Alfón Alfón Núñez de Castro y Gonzalo Fernández Bravo
1492 Macías Picón, herrador Hernando de Robles y Diego Delgado Juan Holguín
1493 Diego del Herena, zapatero Aparicio Martín y Juan del Herena
1494 Cristóbal Hernández Nuño González de Figueroa y Diego de Paniagua
1495 Álvaro Manuel Macías Picón y Álvaro Paniagua
1496 Alonso Martín Chaviano Ferrán Martín y Diego del Herena, zapateros
1497 Lorenzo Delgado Bartolomé Fernández y Sancho Martín, zapateros
1498 Alonso del Herena, zapatero Lorenzo de Montanos y Cristóbal Fernández, zapatero
1499 Lorenzo de Montanos Alonso Manuel y Francisco Durán
1500 Lorenzo de Montanos Juan del Herena y Bartolomé Martín, zapatero
1501 Lorenzo de Montanos Hernando de Robles y Gonzalo de Figueroa Alonso Manuel
1502 Lorenzo de Montanos Diego Delgado y Lorenzo Delgado
1503 Lorenzo de Montanos Alfonso Martín y Gonzalo del Herena, zapateros
1504 Cristóbal Fernández zapatero Martín Alonso y Juan del Herena, zapatero
1505 Jerónimo Paniagua Diego Paniagua y Alfonso del Herena
1506 Álvaro Paniagua Cristóbal Fernández y Macías Picón, herrador
1507 Diego Paniagua Ruy López Picón y Ferrán Martín, zapatero
1508 Gonzalo Romero Sancho Martín y Bartolomé Martín Daniel Gutiérrez
1509 Gonzalo del Herena Alonso Martín y Cristóbal Hernández
1510 Pablos Picón Gonzalo Romero y Aparicio Martín
1511 Martín Alonso Álvaro Paniagua y Alonso Martín, carpintero
1512 Benito Jiménez Pablos Picón y Gonzalo del Herena
1513 Mateo Paniagua Diego Paniagua y Sancho Martín
1514 Gonzalo del Herena Alonso Martín Chaviano y Gonzalo de Figueroa
1515 Diego Picón Gonzalo Romero y Hernán Martín
1516 Francisco Picón Álvaro Paniagua y Benito Jiménez
1517 Francisco Picón Gonzalo del Herena y Gonzalo del Herena, primos
1518 Alonso Martín Chaviano Francisco Picón y Cristóbal Hernández
1519 Diego de Montanos Francisco Picón y Sancho Martín
1520 Benito del Herena, zapatero Francisco Picón y Sancho Martín
1521 Gómez Montanos Pablos Picón y Diego Paniagua
1522 Gonzalo del Herena el Viejo Diego Picón y Diego de Montanos
1523 Pedro Paniagua Benito del Herena y Gonzalo del Herena
1524 Cristóbal Hernández Pablos Picón y Gonzalo del Herena el Viejo Francisco Picón
1525 Hernán Martín Mateo Paniagua y Gómez Montanos
1526 Diego Martín, herrador Pedro Paniagua y Cristóbal Fernández
1527 Francisco de Villalobos Diego Martin, herrador, y Hernán Martín
1528 Juan de Cáceres clérigo Cristóbal Hernández y Pedro Paniagua
1529 Alonso Martín, clérigo Juan de Cáceres, clérigo, y Martín Romero
1530 Cristóbal Picón, clérigo Alonso Martín, clérigo, y Francisco Paniagua
1531 Cristóbal Fernández, zapatero Pablos Picón y Hernán Martín
1532 Benito del Herena, zapatero Gonzalo de Figueroa y Francisco del Herena
1533 Gonzalo  Romero, clérigo Gómez Montanos y Gonzalo del Herena el Mozo
1534 Martín Romero Cristóbal Picón, clérigo, y Benito del Herena, zapatero
1535 Pablos Picón Cristóbal Fernández y Diego Martín, herrador
1536 Gonzalo de Figueroa Francisco de Villalobos y Gonzalo Romero
1537 Pedro Paniagua Pablos Picón y Martín Romero
1538 Francisco Paniagua Francisco del Herena y Benito Martín, procurador
1539 Cristóbal Fernández, zapatero Pedro Paniagua y Benito del Herena
1540 Diego Martín, herrador Martín Romero y Francisco Paniagua
1541 Diego Martín, herrador Gómez Montanos y Cristóbal Fernández, zapatero
1542 Pedro Paniagua Juan de Cáceres y Francisco del Herena
1543 Pedro Paniagua Diego Martín Sotoval y Benito Martín
1544 Benito Martín, notario Francisco Paniagua y Benito del Herena Martín Romero
1545 Francisco Paniagua Cristóbal Hernández y Pedro Paniagua
1546 Francisco Paniagua Diego Martín Aparicio y Diego de Montanos
1547 Diego Martín Sotoval Juan de Cáceres, clérigo, y Francisco del Herena, zapatero
1548 Diego Martín Sotoval Diego de Montanos y Benito del Herena
1549 Pedro Paniagua Francisco de Villolobos Robles y Hernando de Solís
1550 Pedro Paniagua Juan de Cáceres y Álvaro Paniagua, clérigos
1551 Álvaro Martín Juan Picón y Diego Martín Sotoval
1552 Álvaro Martín Alonso de Solís y Pedro Paniagua
1553 Diego Martín Aparicio, mercader Benito del Herena, zapatero, y Francisco del Herena
1554 Diego Martín Sotoval Álvaro Martín y Pedro Paniagua
1555 Alonso de Solís Aparicio Martín, clérigo, y Francisco del Herena
1556 Alonso de Solís Diego Martín Sotoval y Bartolomé Paniagua
1557 Rodrigo Picón Lorenzo Delgado y Gonzalo Jiménez Gonzalo Romero, clérigo
1558 Rodrigo Picón Álvaro Paniagua, clérigo, y Francisco del Herena
1559 Aparicio Martín, clérigo Bachiller Antonio Picón y Alonso de Solís
1560 Aparicio Martín, clérigo Esteban Martín, clérigo, y Rodrigo Picón
1561 Álvaro Paniagua, clérigo Bartolomé Paniagua y Diego del Herena
1562 Álvaro Paniagua, clérigo Aparicio Martín, clérigo, y Álvaro Martín
1563 Esteban Martín, clérigo Juan del Herena, clérigo, y Bartolomé Paniagua
1564 Esteban Martín, clérigo
1565 Juan del Herena, clérigo Juan Picón y Juan Bocarro
1566 Juan del Herena, clérigo Bachilleres Antonio Picón y Lorenzo Delgado Juan Bocarro
1567 Juan Picón Esteban de Solís, clérigo, y Diego del Herena
1568 Juan Picón Juan del Herena, clérigo, y Juan Paniagua
1569 Hernando de Robles Alonso de Solís y Álvaro Martín
1570 Hernando de Robles Juan Paniagua y Nufrio Paniagua
1571 Bachiller Antonio Picón Juan Picón y Álvaro Martín
1572 Bachiller Antonio Picón Hernando de Robles y Gonzalo Martín Sotoval
1573 Álvaro Paniagua, clérigo Alonso de Solís y Lorenzo de Figueroa
1574 Álvaro Paniagua, clérigo Bachiller Antonio Picón y Nufrio Paniagua
1575 Gonzalo Martín Sotoval Alonso de Solis y Diego del Herena
1576 Gonzalo Martín Sotoval Cristóbal Picón y Hernando de Solís
1577 Nufrio Martín Paniagua Alonso Martín Tejado y Hernando de Solís
1578 Nufrio Martín Paniagua Bachiller Antonio Picón y Gonzalo Martín Sotoval
1579 Esteban de Solís, clérigo Sancho Martín y Diego Delgado Picón
1580 Esteban de Solís, clérigo Diego del Herena y Pedro de Grajos
1581 Alonso Martín Tejado Lorenzo de Figueroa y Gabriel de Solís
1582 Alonso Martín Tejado Esteban de Solísy Diego del Herena

 

 

3.- ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.100.

A quantos la presente escriptura de troque e cambio vieren sea çierto y manyfiesto cómo yo, Françisco de Godoy, vezino que soy de la muy noble e leal villa de Cáçeres, de la una parte, e nos el mayordomo e ofiçiales e cofrades de la cofradía de Santa María la Vieja de la dicha villa, que se syrve en la iglesia de señor Santyago, estando juntos en nuestro cabildo en la casa de la dicha cofradía donde e segund tenemos por costunbre de nos juntar para hazer e hordenar las cosas cunplideras a la dicha cofradía; conviene a saber, yo, Álbaro Martín, mayordomo; e yo Alonso de Solís, e yo Pedro Panyagua, alcalde; e yo, Martín Romero, escrivano;e yo, Gonçalo de Figueroa; e yo, el bachiller Luys Delgado; e yo, Diego Martín;e yo, Françisco del Erena;e yo, Diego de Montanos; e yo, Benito del Erena, cofrades de la dicha cofradía, por nosotros e por los otros cofrades de la dicha cofradía, de la otra parte; en aquella vía, modo e forma que podemos e de derecho más puede valer, por virtud de la liçençia e facultad que abemos y tenemos del muy magnífico e reverendo señor provisor del obispado de Coria, que es escripta em papel e sygnada de notario segund por ella paresçía, su thenor de la qual es este que sygue:

Aquí entra la liçençia

Por ende, por virtud de la dicha liçençia e husando della, nos, anbas las dichas partes, otorgamos e conosçemos por esta presente carta que hazemos la una con la otra troque e cambio e permutaçión en esta forma: que los dichos mayordomos e cofrades de la dicha cofradía de Santa María la Vieja, y en su nonbre e de los otros cofrades della, damos a vos, el dicho señor Françisco de Godoy, que estades presente, una casa que la dicha cofradía tiene en el arraval de la dicha villa, en la calle que se dize de Godoy, en la collaçión de señor Santyago, que, de una parte, alinda con casa de don Hernando de Sotomayor, e de otra parte con casa de Mari Sanches, donde nos juntamos a hazer nuestros cabildos, e por delante las puertas, la calle real, e por do mejor parte e partyr puede; con todas sus entradas, saljdas, husos e costunbres, derechos e servjdunbres e açiones, quantas a e aver puede de fecho e de derecho, libre de todo çenso e tributo, obligaçión e ypoteca; porque vos el dicho señor, Françisco de Godoy, days a la dicha cofradía e a nosotros en su nonbre en trueco de la dicha casa mill maravedís de renta de yerva crescçiendo e menguando, con su verano e agostaderos e granjllo e sylos toviere, e con sus aguas estantes e corrientes e manantes, pastos e abrebaderos en la dehesa que dizen el Palaçuelo de Hernandalvares, que es en el término de la dicha villa, e ajnda, de una parte, con la dehesa de Malgarrida e, de otra parte, con la dehesa de Çentolla, e por do mejor parte; estando arrendada la dicha dehesa de Palaçuelo de Hernandalvares, de ynvierno, en sesenta y çinco mill maravedís. E porque nos dais, ansymysmo, una casa que avéys e tenéys en larraval de la dicha villa al çementerio de señor Santyago, que, de una parte, alinda con casa de la muger e hijo de liçençiado Bocarro e, de otra parte, con casa de Miguel Gonçales e, por delante las puertas, el dicho çementerjo, e por mejor parte; e libre de çenso e tributo alguno; e con todas sus entradas e saljdas, husos e costunbres, derechos e servidunbres e açiones quantas los dichos mjll maravedís de renta de hierva e casa han e aver pueden e deven de fecho e de derecho, troque por troque, canbjo por canbjo. E yo, el dicho Françisco de Godoy, que a lo que dicho es presente soy, digo que doy a vos, los dichos mayordomo e cofrades de la dicha cofradía de Santa María la Vieja, los dichos mjll maravedís de renta de yerva, cresçientes e menguantes, en la dicha dehesa de Palaçuelo de Hernandalvarez, de suso deslindada, e la dicha mj casa, por vos declarada, segund está por vos dicho y espaçificado, por la dicha casa que hera de la cofradía de suso ansymjsno desljndada e declarada; en tal manera que los dichos mjll maravedís de remta de yerva suso dichos e la dicha mj casa por vos de suso declarada sean de la dicha cofradía; e la dicha casa de la dicha cofradía, que ansy me days en el dicho trueco, sea mja e de mjs herederos e subçesores perpetuamente para siempre jamás. (fórmulas de rigor).

En testimonio e firmeza de lo qual, otorgamos desto que dicho es dos escripturas en un tenor para cada parte la suya por ante Diego Pacheco, escrivano de sus magestades e del número en la dicha villa de Cáçeres e su tierra por sus magestades. Al qual rogamos las escryviese o fiziese escrivyr e las sygnase con su sygno e diese a cada parte la suya como guarda de su derecho. E rogamos a los presentes, fueren dello testigos. La qual dicha escriptura otorgó el dicho señor Françisco de Godoy. Presentes los dichos ofiçiales e cofrades en la dicha casa de Santa María la Vieja, a veyntitres dyas del mes de otubre, años de nasçimiento de nuestro salvador Jesuchristo de mjll e qujnientos e çinquenta e dos años. Testigos que fueron presentes Djego Delgado clérjgo presbjtero e Jusepe de Montanos e Domyngo Rosyllo, vezinos de la dicha villa. E fermólo de su nonbre en el registro desta carta.

Françisco de Godoy                          Passó ante mí

                                                           Djego Pacheco escrivano                 

 

 

[1] ARCHIVO DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES. Parroquia de San Mateo de Cáceres (A.D.C-Cc. P. S. Mt.). Cofradía de Santa María la Vieja. Libro 97: Asiento de Hermanos, acuerdos, cuentas y otros. 1544-1582.

[2] GARCÍA GARCÍA, Antonio: Synodicon hispanum. V. Extremadura: Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia. B.A.C.  Madrid, 1990. Pág. 175.

[3] Ibid. Págs. 292-293.

[4] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.Cc.). Protocolos de Benito Sánchez Magdaleno. Caja 4.017. Año 1616. Fols. 22-28v. Contiene la escritura original y el traslado.

[5] A.D.C-Cc. P. S. Mt. Op. cit. Fol. 19.

[6] Ibid. Fols. 19v-20. Cuentas del mayordomo Jerónimo Paniagua rendidas el 2 de febrero de 1506.

[7] Ibid. Fols. 71-72.

[8] Ibid. Fol. 10v. El domingo 2 de febrero de 1494, después de la misa de Santa María “que se dixo en la iglesia de San Blas, que es en el exido de la dicha villa”, tuvo lugar el cabildo de elecciones.

[9] Ibid. Fol. 29v. El 5  de febrero de 1520, “en la hermjta de señor San Bras, después de dicha la mysa del yantar”.

[10] Ibid. Fol. 1v.

[11] Ibid. Fol. 40.

[12] Ibid. Fols. 57 y v.

[13] Ibid. Fols. 16v.-17.

[14] Ibid. Fols. 55-56.

[15] Ibid. Fol. 1v.

[16] Ibid. Fol. 34.

[17] Ibid. Fol. 1v.

[18] Ibid. Fol. 12v.

[19] Ibid. Fol. 9.

[20] Ibid. Fol. 31v.

[21] Ibid. Fols. 10 y v.

[22] Ibid. Fols. 22, 26v., 45v.

[23] Ibid. Fols. 16v.-17.

[24] Ibid. Fol. 41.

[25] Ibid. Fols. 47v.-48.

[26] Ibid. Fols. 50v.-51.

[27] A.H.P.Cc. Escribano Francisco Borje. Caja 3.561. El 9 de julio de 1549, Francisco de Godoy permutó con la cofradía de San Benito 200 maravedís perpetuos sobre unas casas en la Plaza en el portal de Reloj por otros 200 que la cofradía tenía sobre unas casas en la colación de Santiago.

[28] HURTADO DE SAN ANTONIO, Ricardo: Francisco de Godoy. Un conquistador cacereño con fortuna. Padilla libros. Sevilla, 2007. Pág. 139.

[29] A.D.C-Cc. P. S. Mt. Op. cit. Fol. 52.

[30] Ibid. Fols. 53 y v.

[31] Ibid. Fols. 59 y v.

[32] Ibid. Fols. 19v.-20, 33v.-34, 6 y v.

[33] Ibid. Fol. 13.

[34] A.H.P.Cc. Protocolos de Sancho Giménez. Caja 3.941. Años 1552-53-54.

[35] A.D.C-Cc. P. S. Mt. Op. cit. Fol. 35.

[36] Ibid. Fol. 68.

[37] Ibid. Fols. 71-72.

[38] Ibid. Fols. 73-74.

[39] Ibid. Fols. 78-79.

[40] Ibid. Fol. 79v.

[41] Ibid. Fols. 38 y v.

[42] Ibid. Fol. 45.

[43] Ibid. Fols. 34 y v., 37v.  Cuentas de Francisco de Villalobos y de Benito del Herena.

[44] Ibid. Fols. 52v.-53.

[45] Ibid. Fol. 9.

[46] Ibid. Fol. 7.

[47] Ibid. Fol. 46.

[48] Ibid. Fols. 57 y v.

[49] Ibid. Fol. 1v.

[50] Ibid. Fol. 9. El 31 de enero de 1505, día del yantar, ordenaron que el cofrade que no pagase al plazo que se diere cuando fuese aceptado, sería borrado y se recibiría a otro en su lugar.

[51] Ibid. Fol. 1v.

[52] Ibid. Fol. 64.

[53] Ibid. Fol. 10v.

[54] Ibid. Fol. 9.

Nov 242022
 

Manuel Quesada Fernández

 

INTRODUCCIÓN

La Hermandad, entendida como una relación de afecto y solidaridad que existe entre un grupo de personas o pueblos, desde siempre ha tenido un sentido de fraternidad entre hermanos, de ayuda a los desfavorecidos y de colaboración entre semejantes para la consecución de un mismo fin.

Jamás pude imaginar que, al realizar la investigación para la presente comunicación, me encontraría con todos estos detalles elevados a su máxima expresión, llevados a cabo por vecinos de un barrio de Trujillo, la Villa, que fue y es mucho más que un barrio, cuyos moradores han logrado darle mayor grandeza de la que atesoran sus edificios y monumentos, pues en la humildad de sus vidas, solo podía haber corazones puros y de los corazones puros, solo pueden salir cosas grandes.

La Hermandad del Cristo del Perdón, tiene un gran arraigo en la ciudad de Trujillo, no hace falta publicitar su existencia, pues de sobra es conocida por todos; sin embargo, la solera del tiempo ha logrado tapar la gran labor social que con su creación se asumió bajo el manto protector del Cristo del Perdón y de la Virgen de la Asunción.

La mayoría de las cofradías y hermandades de la Semana Santa de Trujillo, surgen para acrecentar la devoción de sus titulares y para encargarse de procesionar a sus imágenes en los días de la Semana Mayor. Luego, una vez consolidadas, se afanan en realizar otras labores sociales o culturales. En el caso de la fundación de la Hermandad del Cristo del Perdón ocurrió al contrario, surgió para atender a las necesidades de los vecinos de la Villa, asistidas por los propios vecinos.

EL BARRIO DE LA VILLA

Para comprender la grandeza de la misión que con la fundación de la Hermandad pretendían los fundadores, es necesario conocer la situación de las personas que habitaban el barrio de la Villa durante gran parte del siglo XX, pues tras los muros de la grandeza de tiempos pasados, se encontraba la pobreza, la marginación y el abandono.

La Villa, convertida entonces en un amasijo de ruinas, hizo de cobijo para muchas personas que, con escasísimos recursos, encontraron en esas ruinas su morada.

Para poder conocer exactamente como era la situación del barrio de la Villa, contamos con un relato recogido en el Periódico “La Opinión” de Trujillo, que redactó y vivió en primera persona D. Marcelino González-Haba, recogiendo de primera mano la cruda realidad que día tras día se vivía en este histórico barrio trujillano: “POR ARRIBA LA VILLA – Una visita a la casa de los Naranjos – Eran las cuatro y media de la tarde de un día frío del mes de Febrero, rubia de luz, azul pureza de cielo. Atravesamos una piña de calles estrechas, silentes y tortuosas que nos conducen al lugar de nuestro objetivo. Flotaba en el ambiente el eco misterioso de grandezas pretéritas, hazañas heroicas, de recuerdos gloriosos, cuya rutilancia y esmalte se esfuman y tornan opacos al tocar la realidad triste del presente. Más allá de unos muros derruidos aparecen las copas agudas de unos cipreses que se elevan al cielo como una oración, y en el fondo del paisaje se divisa el sol como un disco de oro que desciende lentamente a su lecho de púrpura tiñiendo de rubor áureo la campiña y la vieja ciudad que se funden en un sortilegio de ensueño. La casa de los Naranjos fué en otro tiempo espléndida morada de la opulencia como así lo delata su actual estructura y semblante de prócer venido a menos. Hoy es el amplio recinto en donde la tragedia íntima del dolor palpita con el ritmo señero de la mísera pobreza, de la desesperación triste; ni la cristiana caridad de los hombres, ni los lazos eternos de humanidad que los une, han desplegado un valor suficiente para contener el desbordamiento de las humanas desgracias que rebasan sobre toda ponderación. Penetramos en el interior del edificio. Hay un patio central en forma cuadrada; unos niños de semblante famélico y semidesnudos, juegan sin la peculiar alegría de la infancia, y en el frente hay una escalera de piedra vetusta que da acceso a otro piso. Contigua a la escalera hay una habitación espaciosa y oscura sin más amueblado que el de un tablado próximo al suelo con un pajero sin sábanas y solo una manta. En esta cama duermen, una madre con seis hijos de diferentes sexos y edades; con más razón pudiera decirse que muere lentamente una familia entera en el más punible de los abandonos. La imaginación no puede soñar un cuadro de mayor penuria y tristeza. Pero estas escenas forman legión en la casa de los Naranjos; las vibraciones estridentes del dolor se extienden por todo su ámbito. En otra vivienda de la planta baja vimos a una mujer sola; su lecho es un montón de harapos en donde sin abrigo descansa cuando la necesidad física – hambre, frío…, o la necesidad moral – tedio tristeza…, la rinden. En el piso principal, son varias las familias que viven sin lo más esencial para la conservación de la vida; sin alimentos, sin abrigo, sin camas, nada de sábanas ni de ropa interior; perecen de hambre y de frío, y en una y en otras habitaciones viven en horrorosa promiscuidad de sexo, padres e hijos, hermanas, hermanos. No hace muchos días que la Conferencia de San Vicente de Paúl socorrió a uno de estos pobres que estaba enfermo con pulmonía, sin ropa con que abrigarse, sin alimentos…; pero esta caritativa institución no puede resolver este problema de carácter general, que incumbe de un modo directo a los poderes públicos y a la sociedad por entero. Pensamos seriamente, después de nuestro recorrido por el ámbito del dolor, y deducimos, que, mientras la justicia social no imponga jurídicamente las prestaciones necesarias para evitar estos cuadros espantosos de miseria, no puede haber en ningún pueblo civilización, ni progreso, ni esperanza de gloria y de prosperidad, porque la miseria es el factor social más importante en la criminalidad, en la inmoralidad, en la revolución, en todas las enfermedades que arrebatan la vida a la juventud: la tuberculosis, el alcoholismo, la avarosis… . Por caridad primero y por instinto de conservación, debieran preocuparse las autoridades locales y las clases acomodadas en la resolución de un problema que tantos estragos produce.” [1]

La cruda realidad de este relato que describe la dureza en que vivían los vecinos que habitaban en la Villa, nos sobrecoge a más no poder, lamentando profundamente que la situación descrita no ahondara en el corazón de los muchos lectores suscritos al noticiero y removiera conciencias de aquellos que tenían el poder y los medios para frenar estas estampas de miseria y abandono. Únicamente, el narrador de esta historia, hizo un acto de caridad el día de Jueves Santo de aquel año, con aquella pobre gente: “Al medio día, y a presencia de nuestros distinguidos amigos don Marcelino González y don Juan Parrilla, se sirvió una comida extraordinaria a las familias pobres que habitan en la antigua casa de los Naranjos, costeada por el primero de dichos señores, y cuyo acto caritativo consignamos a ruegos de aquellos humildes vecinos que nos expresan su deseo de hacer público su agradecimiento al donante.”[2]

Lógicamente esto no vino a solucionar el gravísimo problema que allí existía, y, lejos de pretender juzgar la labor llevada a cabo, probablemente lo único que se consiguiera o pretendiera era limpiar la conciencia de aquel bendito hombre que un día quiso conocer y pregonar las condiciones de vida en el mísero barrio de la Villa.

Esta situación que atravesaba aquel barrio llevó a la Villa a ser considerada como el barrio marginal de Trujillo, donde la sociedad arrinconó aquello que le avergonzaba, volviendo la cara, en la mayoría de los casos, a aquellos que imploraban misericordia.

Aquellos niños criados al abrigo de la más absoluta de las miserias, que vieron desde temprana edad la cruda realidad de vivir sin recursos o de morir en el abandono de una sociedad que miraba a otro lado e incluso los despreciaba, se caracterizaban por su pillería, por actitudes poco comunes a la hora de relacionarse con el resto de la población, por su analfabetismo, por su falta de educación o por su salvajismo. Todo ello consecuencia de las condiciones de vida que había en el seno de la familia donde les había tocado nacer. Tomamos de ejemplo un relato recogido en el periódico La Opinión de Trujillo: “En otro lugar de este número se anuncia el concurso para ejecución de obras municipales, entre ellas unos evacuatorios en la parte antigua de la población. ¡Buena falta hace que en la villa se hagan estas mejoras urbanas y otras de saneamiento, necesarias para la salud y para evitar el mal efecto que a los turistas que a diario visitan las antigüedades del Trujillo histórico le producen las suciedades que a diario se observan no obstante la limpieza que los empleados municipales hacen y la vigilancia de los policías! Y es que entre aquellos moradores los hay tan desaprensivos que es para ellos una jactancia antigua burlar la vigilancia de la autoridad y cooperar al descrédito de la fama que Trujillo goza de ser un pueblo limpio y sano. ¿Cómo se evitan tantos desmanes de incultura? Con severidad en el cumplimiento de las ordenanzas municipales y sobre todo haciendo responsables a los padres de los daños que causan los hijos, cuya falta de educación se nota progresivamente en toda la población, siendo vergonzoso que en una ciudad como Trujillo, bien dotada de escuelas y colegios, se observe en los niños tanta desobediencia y respeto a las personas como un decidido afán en la destrucción de árboles, plantas y pájaros. El Alcalde de Cáceres, recientemente, ha tomado medidas severas para que desaparezcan los tirantillos que allí como aquí y como en todas partes tantos perjuicios causan en manos de los chicos. ¡Buena prueba de ello pueden dar la farola del paseo y otras bombillas eléctricas, cristales y árboles. Y no es solo ya con los tirantillos, es también a pedrada limpia; últimamente, el pasado domingo, nosotros mismos tuvimos que intervenir para evitar que un grupo de pequeños villanos que en brutal guerrilla acometieron a unas niñas y mozas del arrabal de la Magdalena, las persiguieran y las que se vieron precisadas de huir en carrera para no ser alcanzadas por las piedras. ¡Es mucho el salvajismo!” [3]

La ayuda humanitaria que a este barrio llegaba era escasa, la fama que invadió cada rincón de la Villa hizo que la gente que contaba con mayores recursos huyera de extender su caridad hacía esta pobre gente y en lugar de ayudar a paliar la situación que vivían e invertir en su reeducación, miraban para otro lado, marginando y hundiendo en la miseria a los moradores de la Villa.

He de decir que no toda la población trujillana obviaba la situación de este barrio, unas pocas personas, entre las que podíamos encontrar a D. Marcelino González – Haba, se preocupaban de lo que allí ocurría e intentaban ayudar en la medida de sus posibilidades, siendo estas escasas para las necesidades que había que cubrir.

También desde la Iglesia extendían su ayuda fomentando la asistencia a los escasos cultos que se celebraban en la Iglesia de Santa María, con una ayuda caritativa que se daba condicionada a la asistencia a los cultos. Así lo relataba el noticiero local: “Misión en la Villa. Por falta de espacio omitimos decir en el número de la semana anterior que durante seis días misionaron a la parte de la feligresía de Santa María la Mayor, enclavada en la Villa, el párroco don Fernando Marcos y los sacerdotes don Juan Tena Fernández y don Jerónimo Casillas, quienes vieron satisfechos sus trabajos, pues comulgaron ciento veintitrés padres de familias, hombres y mujeres, y multitud de niños y de niñas. Merced a la caridad de tres personas se dió un pan a cada uno de los que comulgaron, se sortearon un traje de pana, un juego completo de cama y cinco mantas. En todos los actos de la misión, que fueron cuatro cada día, todos los asistentes se condujeron con grande orden y se mostraron muy agradecidos.” [4]

Las condiciones higiénicas que tenían los habitantes de este barrio eran lamentables, y en la crueldad de la sociedad trujillana, vino a extenderse un mote para los niños de la Villa, basado en la higiene que presentaban las madres lactantes que amamantaban allí a sus hijos. Así estos niños eran conocidos como los de “la Teta Negra”.

Sin embargo, a pesar de todo ello, fueron estos niños, los que ya entrados en la edad adulta trataron de paliar con medios propios las carencias de sus vecinos. Muchos de los que allí vivían se unieron para repartir los pocos recursos con que contaban entre los vecinos más necesitados.

Y es en este momento y para conseguir este fin, para lo que se funda la Hermandad del Cristo del Perdón.

FUNDACIÓN DE LA HERMANDAD

De la fundación de esta Hermandad hasta el momento conocíamos muy pocos detalles y en muchos de los casos detalles erróneos, sobre todo a la hora de fijar un año concreto de fundación.

Todos los autores consultados para la realización de la presente comunicación fijan la fundación de esta Hermandad en 1952. José Antonio Ramos en su libro de la “Historia de la Semana Santa en Trujillo” [5] determina esa fecha como fecha de su fundación. Más tarde, en el año 2002, Manuel Miguel Díez, que por aquel año era presidente de esta Hermandad, publica un artículo en la revista de Semana Santa de Trujillo, en el que habla de la fundación en los siguientes términos: “Como esta revista no sólo llega a los trujillanos, queremos dar unas notas para todos aquellos que no conozcan un poco de la historia de esta Hermandad. Como anteriormente se ha citado, data de los orígenes del Siglo XVII, que fue interrumpido el culto por la revolución francesa, retomándose de nuevo en el año 1947. Tras otra larga pausa gracias al auge de la Semana Santa y a un grupo de trujillanos con iniciativa, se retomó con más fuerza si cabe en el 1982.” [6] Otros autores consultados fijan ese mismo año de 1952 como el año de fundación de la Hermandad del Cristo del Perdón. Sin embargo, ninguno de ellos apoya su afirmación en documento alguno, ni expresa razonamiento alguno que abale ese año de fundación. Así, entre todos los textos consultados, que no han sido pocos, destaco uno que vino a relatar de primera mano la fundación de esta Hermandad, siendo uno de sus protagonistas el artífice del texto y quien me puso en la pista para garantizar y fijar de manera rigurosa el año de fundación de esta Hermandad.

El libro editado por la Hermandad del Cristo del Perdón para conmemorar el 25 aniversario de su refundación recoge el testimonio de D. José Antonio Fernández Trevejo, quien fuera socio fundador de esta Hermandad, un testimonio que viene a corroborar todas y cada una de las averiguaciones que previamente había recogido para mi estudio. Este testimonio recogido en el libro, editado en el año 2009, dice lo siguiente: “Yo tenía no más de 16 años y hoy tengo 62.” Echando unas pocas cuentas podemos situar la fundación que este señor nos relataba, entre los años 1963 – 1964. Lejos quedaría el año de 1952 que se había tenido como referencia hasta el momento para situar a esta Hermandad en el tiempo.

Para mí, hubiera sido este testimonio suficiente para acreditar la fecha de fundación de esta Hermandad, sin embargo, he de reconocer que los testimonios lejanos en el tiempo, en ocasiones, suelen ser certeros en el fondo del asunto, pero pueden fallar en la determinación de las fechas, todo depende de la brillantez de memoria que tenga el relator, que en el caso que nos incumbe era excelente, como trataré de demostrar.

La necesidad de fundar la Hermandad del Cristo del Perdón y la Virgen de la Asunción surge para hacer una llamada de atención a la sociedad trujillana, para paliar una situación injusta que los vecinos de la Villa vivían en el día a día, viendo como todos les volvían la espalda, viendo como nadie acudía a socorrerles y les marginaban. Aquellos niños de la “Teta Negra” que hoy eran hombres, no querían que sus hijos y nietos vivieran lo que ellos habían sufrido en sus propias carnes, y se les ocurrió unirse para ayudar a sus propios vecinos con los escasos recursos con que seguramente contaban, demostrando con ello tanta generosidad que deslumbró a aquellos que con reticencia miraban hacia esta pobre gente.

Así, en el año 1964, un grupo numeroso formado por ochenta vecinos de la Villa, se unieron para repartir misericordia entre los vecinos del barrio y socorrerse en sus necesidades tanto espirituales como materiales, fundando lo que en un primer momento denominaron Hermandad de la Misericordia y que desembocaría en la que hoy conocemos como Hermandad del Cristo del Perdón. Así lo relató el noticiero local: “La Villa es hoy noticia desde un ángulo que no es historia ni arte. La información periodística viene de la calle por boca de ochenta vecinos habitantes en aquellas calles y plazuelas de la vieja ciudad y los cuales se han agrupado para ayudarse en sus necesidades espirituales y materiales en la entidad que llaman Hermandad de la Misericordia, pues el ejercicio de sus catorce obras será programa de sus intentos y realidades. Este programa, exponente de sus laudables actividades, ya le han redactado y pronto lo someterán a la aprobación de las autoridades. Ecos del sentir de los ochenta socios hasta el día en que estas notas entran en prensa, han sido el mutilado de la División Azul, José Luengo Navarro, y Agustín Fernández y Fernández. Otras cosas dijeron al Cronista que contará cuando la prudente oportunidad llegue. Entre tanto sepan todos que se les estimulará y favorecerá, si ellos son constantes en sus propósitos y no se desvían del cauce que es el amor de hermanos entre sí. Ha sido enorme equivocación esperar que todo se nos dé hecho y no trabajar cada uno por el bien de los demás. Todo ser humano puede hacer algún bien. ¿Habrá llegado la hora de que la Villa además de ser noticia histórica y arqueológica sea también información Cristiana, cultural y sociológica, esto último en su alto sentido y no en el peyorativo de espesos males, como ha venido siendo?” [7]

La crónica de este noticiero coincide a pies juntillas con el testimonio de José Antonio Fernández Trevejo, que como decíamos anteriormente quedó recogido en el libro conmemorativo del 25 aniversario de esta Hermandad. Así relataba su fundación: “En aquella época un grupo de hombres que vivían en la villa, sintieron la necesidad de que el resto de sus conciudadanos vieran y observaran que tenían unas inquietudes para resolver un problema que había en nuestro pueblo, que bien se podría calificar de marginación. Y decidieron fundar una hermandad, que hoy perdura en el tiempo.” [8] Esta marginación se puede vislumbrar también en el relato del periódico, en el que el redactor cuestiona la capacidad de conseguir el fin marcado y se atreve a juzgar la inacción de la gente del barrio hasta la fecha, considerando que estaban esperando a que todo se diera hecho. El relato seguido por el redactor del periódico es inusual, ya que acostumbraban a elogiar todas las iniciativas que surgían en Trujillo, llama la atención que en el caso que nos concierne lejos de motivar y elogiar la loable labor que iban a llevar a cabo, se limita a cuestionar y juzgar la iniciativa.

Una importante coincidencia encontramos también en las personas que fundaron la Hermandad, el periódico consultado nos da dos nombres que coinciden también con los que relata el socio fundador en el citado libro, que recoge lo siguiente: “JOSE FERNANDEZ FERNANDEZ, fue el primer presidente, junto a Juan Acero, Luis Ortiz, Federico Grande, Lucas Díaz, José Luengo, Ferrer, Manuel y Agustín Fernández y que me perdonen los familiares de los que dejo u omito, pues de no tener o consultar el acta fundacional me es imposible acordarme de todos.”

Con todo ello, está suficientemente claro que ambos relatos coinciden y que ambos sitúan la fundación de esta Hermandad en el año 1964. Sin embargo, al no coincidir el nombre de la Hermandad, ya que en el Periódico La Opinión de Trujillo la denominan Hermandad de la Misericordia, puede existir cierta reticencia a considerar que la Hermandad que titulan como de la Misericordia, sea en definitiva la del Cristo del Perdón. Esta duda que puede suscitarse y que en un primer momento, al realizar la investigación para la presente comunicación, tuve yo mismo, no tardó mucho tiempo en resolverse ya que unos pocos meses después de relatar en el noticiero local la fundación de la Hermandad, encontramos un anuncio que utiliza ambos nombres: “La Hermandad de misericordia del Cristo del Perdón y Virgen de la Asunción, se complace en invitar al pueblo de Trujillo, al solemne Via Crucis que procesionalmente saldrá de la Iglesia de Santa María, el Viernes de Dolores, a las 8 de la noche.” [9] Antes de finalizar el año 1964 la Hermandad perdió el título de Misericordia para terminar titulándose del Cristo del Perdón y Virgen de la Asunción.

Como venimos diciendo, en un primer momento la Hermandad se funda con el objetivo de ayudarse entre los vecinos del barrio tanto en las necesidades materiales, como en las espirituales. Los fines de la Hermandad estaban fundamentados en las catorce Obras de Misericordia. Estos fines que establece la Iglesia Católica en siete Obras Espirituales y siete Corporales, se basaban fundamentalmente en la enseñanza que Cristo dejó: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. [10]

Podemos decir, por tanto, que los fines fundacionales de la Hermandad eran catorce y recogían las siguientes acciones misericordiosas; dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos, enterrar a los muertos, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a Dios por vivos y difuntos. Estos fines recogían todas y cada una de las necesidades que imploraban los vecinos de la Villa, que pocos trujillanos supieron ver y que los propios Villanos, con escasos recursos quisieron poner de manifiesto y solventar en la medida de sus posibilidades con la fundación de la Hermandad.

Pero por si la consecución de los fines fuera poco, fueron capaces de acrecentar la devoción entorno al Cristo del Perdón y a la Virgen de la Asunción. Fomentaron un fervor tan grande en sus titulares que hoy en día podemos definir como una de las devociones más grandes que hay en la ciudad.

De las obras misericordiosas llevadas a cabo por la Hermandad no queda ninguna mención en los noticieros consultados. Estas obras suelen pasar desapercibidas y no se les suele dar publicidad, sin embargo, estoy convencido de que fue mucha y muy buena la labor llevada a cabo por aquellos fundadores a este respecto.

De lo que no queda duda es de la brillantez de sus acciones para fomentar la devoción a sus titulares. Desde un primer momento fomentaron la devoción al Cristo del Perdón. Con apenas un par de meses de vida, la Hermandad organizó un Vía Crucis con el Cristo del Perdón por el barrio el viernes de Dolores, siendo así la primera vez que la Hermandad procesiona al Cristo del Perdón. Así recogió la crónica el noticiero local: “El Viernes de Dolores, a las ocho de la tarde, salió del templo histórico y bello de Santa María La Mayor, un piadoso Via Crucis, organizado por la Hermandad de Misericordia, del Cristo del Perdón y de la Asunción. Organizados en sus largas filas, niños, mujeres y hombres de este barrio trujillano. Fue dirigido por el señor coadjutor de la Parroquia de Santa María la Mayor, don Emilio Bravo (…) Hizo el recorrido, por varias calles de este barrio tan cargado del aroma de siglos, de glorias y triunfos. En cada estación, un seglar hacia piadosas consideraciones propias de la via dolorosa de la Pasión del Señor, que abrió, desde las cumbres del Calvario, los horizontes de la redención y misericordia. Por último, y tras los cantos penitenciales, propios de estos santos y devotos días, al regresar a Santa María la Mayor, el cortejo religioso, el señor Ortiz, don Luis, después de dar algunas consignas para los días sucesivos, dedicó unas emocionadas palabras a la Virgen bendita y dolorosa de la Soledad (…)” [11]

Como decía, esta sería la primera vez que la Hermandad sacara en procesión al Cristo del Perdón, haciéndolo de la misma manera que lo haría Fray Álvaro de Córdoba, que introdujo el Vía Crucis en España y que junto con las procesiones de disciplinantes, supuso la instauración de los desfiles procesionales de Semana Santa tal como los conocemos hoy.

Pocos años después y ante las dificultades que atravesaba la Cofradía del Santo Sepulcro de nuestra ciudad, por la poca implicación de la gente a la hora de cargar con los pasos, vieron en los grupos religiosos constituidos y afianzados una solución al problema que se presentaba a la hora de portar los pasos, tal caso fue por ejemplo el seguido por los antiguos Cruzados Eucarísticos que por estas fechas se hicieron cargo de la Virgen de la Soledad. El interés de la Cofradía del Santo Sepulcro por contar en las procesiones de Semana Santa con un Crucificado y la reciente y fervorosa proliferación de la devoción entorno al Cristo del Perdón, llevó a sus dirigentes a implicar a los propios de la Hermandad del Cristo del Perdón para que participaran con su titular en la procesión del Viernes Santo. Así, se inicia la participación de esta Hermandad en dicha procesión que quedaría desde entonces afianzada y que perduró hasta nuestros días.

LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LA ASUNCIÓN

La labor de esta Hermandad se hace más intensa si cabe cuando entra el mes de agosto. Ya, desde los inicios, se hicieron cargo de la organización de las fiestas de la Virgen de la Asunción. Esta fiesta de la Asunción de María tiene su celebración mayor el 15 de agosto. En Trujillo, desde hace bastante tiempo, es tradicional que esta fiesta se celebre en el templo de Santa María la Mayor, ya que es allí donde se encuentra la imagen de la Virgen de la Asunción. Además, esta tradición se extiende en el tiempo, desde el punto de vista religioso. Fue la Hermandad, la que se encargó de instaurar y fomentar los festejos populares. Así, podemos encontrar ya en los inicios del siglo XX, alusiones a esta festividad en el periódico local: “El domingo, á las nueve de la mañana, se celebrará en el grandioso templo de Santa María, la fiesta solemne á N. S. de la Asunción, que por la grande devoción que Trujillo la profesa y por las críticas circunstancias que atravesamos, promete ser muy concurrida de fieles, que se postrarán á sus plantas implorando clemencia para la afligida Patria; el sermón está á cargo del virtuoso párroco don Apolinar García; por la tarde, á las seis, se cantarán completas, estando expuesto el Santísimo.”[12]

Como estamos viendo, existía una gran devoción entorno a la Virgen de la Asunción, no solo en el barrio de la Villa, sino en todo Trujillo. Pero, sin duda, en aquellos años ya existía una implicación notable de los Villanos. Como ejemplo pondremos una crónica recogida en el periódico la Opinión de Trujillo en la que relata, entre otras cosas, la colaboración que ofrecían los vecinos: “Muy solemne, cual ocurre todos los años, resultó la fiesta que el domingo anterior se celebró en el templo de Santa María en honor de la Asunción de la Virgen á los cielos, concurriendo gran número de fieles, pronunciando el presbítero don Fabián Rodríguez un notable sermón referente al misterio que se conmemoraba. La Capilla, acompañada de un terceto, cantó una bonita misa, y por la tarde, á las cinco, después del canto de las completas y de la salve, se verificó la procesión de Minerva alrededor del templo, terminando con la reserva. Las vecinas de aquellos contornos, siguiendo la costumbre de otros años, levantaron, adosado á las paredes del templo, un bonito altar, el que fué muy visitado la noche de la víspera y el día de la fiesta.”[13]

Sin lugar a duda, la implicación del barrio en la organización de las fiestas de la Asunción es una tradición que se ha ido pasando de generación en generación y que se ha mantenido en el tiempo. Esta práctica que estaba bastante arraigada en el barrio antes de la institución de la Hermandad se vio consolidada y mejorada con su fundación, fomentando la devoción a la Virgen de la Asunción y trabajando para acrecentar el culto y los festejos populares.

Desde la formalización de la Hermandad en 1964, se hacen cargo de la organización de la fiesta, colaborando estrechamente con la Junta Parroquial e instaurando ya las primeras celebraciones populares. La primera publicación que el periódico la Opinión de Trujillo hace en la que se recoge la participación de la Hermandad es la siguiente: “Solemne novenario a la Asunción – Debido a las obras que se están efectuando en el templo principal de nuestro pueblo, Santa María la Mayor, dedicado al misterio de la Asunción de la Virgen a los cielos, este año  los cultos se celebrarán en el histórico templo de Santiago, con lo que el vecindario de la Villa puede asociarse más fácilmente a tan piadosos actos marianos, según es el deseo de la Junta Parroquial de Santa María la Mayor y de la Cofradía de la Asunción y del Cristo del Perdón, en comunidad con toda la feligresía. Las fiestas preparatorias de tan solemne festividad, comenzarán el próximo día 7, por la mañana, con Misa de Comunión armonizada a las 9, en el templo de Santiago, rezándose a continuación las oraciones de la novena a la Virgen, para aquellas personas piadosas que no puedan asistir por la tarde. Todas las tardes, a contar desde el día 7, se hará el ejercicio de la novena, a las ocho, con exposición mayor de S. D. M.. Santo Rosario, oraciones de cada día, cantos, bendición con el Santísimo, reserva y Salve final cantada. En la próxima semana, daremos cuenta a nuestros lectores de los demás cultos que han de celebrarse con el feliz motivo de tan hermosa festividad, tanto en las vísperas como el día 15 de este mes de agosto, dedicado al misterio encumbrado de la Asunción de María Santísima a los cielos, en cuerpo y alma. La Junta y la Hermandad, ruegan al vecindario de La Villa que para adornar el altar y el templo de Santiago, lleven macetas, las más floridas que posean, de forma que este templo tan histórico y bello, aparezca adornado con las mejores galas para cantar las glorias de la Santa Madre de Dios y Madre nuestra la siempre Virgen María, en tan española y universal advocación.”[14]

La crónica de la celebración de la fiesta ese año publicada en el mismo noticiero, recogía la celebración de una puja organizada por la Hermandad: “(…) fueron subastados numerosos objetos que habían regalado a la Virgen, alcanzando una suma de consideración justo premio al vivo interés de la naciente Cofradía de la Asunción y del Cristo del Perdón, y los cofrades que tanto han contribuido con su personal esfuerzo y devoción al éxito de estas fiestas asuncionistas.”[15]

Así la Hermandad, desde su fundación, fue introduciendo poco a poco los festejos populares, como la citada puja, en la programación de las fiestas de la Asunción, dando con ello un aliciente en el fomento de la devoción a la Virgen de la Asunción.

Ya el año siguiente podemos ver como además de la organización de la fiesta y la puja, se encargan de organizar un aperitivo en el salón parroquial para todos los asistentes a la fiesta: “(…) fueron obsequiados los asistentes por la Cofradía de Nuestra Señora de la Asunción y del Cristo de la Misericordia, en el salón parroquial.” [16]

La implicación que todo el barrio de la Villa muestra con la Hermandad y con la fiesta de la Asunción no pasa desapercibida para el resto del pueblo trujillano, que a través de estas colaboraciones empieza a tomar en consideración a la gente del barrio y a valorar su valía y su buen hacer. Muestra de ello es el cambio en las crónicas publicadas en el noticiero local que, como vimos anteriormente miraban con mucha reticencia la fundación de la Hermandad, pero solo bastó un año para demostrar que estaban equivocados. Así, el redactor del noticiero local enaltece la colaboración de la Hermandad y del barrio de la Villa: “El vecindario de la Villa ha contribuido con su asistencia personal, con su colaboración familiar, sumándose cordialmente a los cultos sagrados, en honor a la Reina de los cielos y tierra, bajo la gloriosa advocación de este misterio sublime de María Santísima. Muy bien, por la aportación de macetas para el adorno del templo. Muy bien por el afán de que se celebren estas fiestas en el noble y viejo templo. Y muy bien por la personal aportación para la limpieza y preparación hecha con tanto agrado y fervorosa fe, por estas mujeres de la Villa, tan amantes de las glorias de María. Y nuestra felicitación a la Hermandad asuncionista y del Cristo de la Misericordia que tanto se ha afanado en honor de la Virgen en este resplandeciente misterio.”[17]

La bonita labor que motivó la fundación de la Hermandad de llevar a cabo con sus convecinos las catorce Obras de Misericordia, demuestra la pasta de la que están hechos los Villanos que ante la marginación vieron en la Hermandad una forma de ayuda mutua que fue mucho más allá de la consecución del objetivo inicial. La Hermandad supuso para la gente del barrio el establecimiento de un canal de comunicación con el resto de la población, a través del cual, pudieron demostrar su valía. Un puente que les sirvió para que los trujillanos conocieran su situación, sus reivindicaciones y sus necesidades, una pasarela que los fundadores de la Hermandad supieron aprovechar muy bien, fomentando un acercamiento de los Villanos al resto de los barrios de Trujillo y siendo el principal pilar para superar la marginación que durante tantos años sufrieron.

Sin embargo, a pesar de las adversidades y las situaciones que los Villanos padecieron, no se apreció ni se aprecia en ellos un atisbo de rencor, al contrario, convirtieron su despreciable mote en su vocación y sino, llevando por bandera a su barrio y enorgulleciéndose de ser de los de la “Teta Negra”, de ser Villanos.

Hoy en día la Hermandad del Cristo del Perdón se ha convertido en una de las más importantes de Trujillo, mejorando día a día y año tras año y contagiando a sus cofrades de ese espíritu Villano que hace que la pertenencia a una Hermandad sea especial.

Es mi deber hoy, quitarme el sombrero por los Villanos, por los de antes y por los de ahora, por aquellos niños de la “Teta Negra” que tanto sufrieron y que supieron crecerse ante la adversidad y por los niños de ahora que conocen sus raíces y se enorgullecen de ellas. Va por todos ellos esta comunicación que es un homenaje a la labor que durante tantos años viene realizando la Hermandad por Trujillo.

 

[1] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 740 de 23-2-1922.

[2] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 748 de 20-4-1922.

[3] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 1171 de 29-5-1930.

[4] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 903 de 8-4-1925.

[5] Ramos Rubio, JA. Historia de la Semana Santa en Trujillo. Cáceres 1993, p.47.

[6] Revista de Semana Santa de Trujillo. Año 2002. Archivo del autor.

[7] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 2924 de 26-1-1964.

[8] Hermandad Cristo del Perdón y Ntra. Sra. de la Asunción. Edición especial 25 aniversario. Año 2009.

[9] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 2933 de 18-3-1964.

[10] Nuevo testamento. San Pablo División Comercial. 1977. Mt 25: 35-36.

[11] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 2934 de 25-3-1964.

[12] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 85 de 12-8-1909.

[13] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 400 de 19-8-1915.

[14] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 2953 de 6-8-1964.

[15] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 2955 de 20-8-1964.

[16] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 3007 de 19-8-1965.

[17] Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Periódico “La Opinión” de Trujillo nº 3007 de 19-8-1965.

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