Oct 011988
 

Agustín Vivas Moreno.

Introducción.

Lo que se intenta conseguir en esta ponencia, como ya se decía en el breve resumen, es una reflexión sobre el tan traído y llevado, y a veces mal usado, término“historia”.

Lo primero que se ha de hacer es decir de qué modo vamos a llevar a cabo la reflexión. El problema que nos ocupa no es evidentemente definir la historia, ni tampoco saber con exactitud que es lo que pertenece a sus dominios y que no, pues entre otras cosas no se lograría.

La reflexión acerca de la historia, la vamos a hacer desde una perspectiva generalizada, de manera que podamos observarla más objetivamente. La vamos a llevar a cabo desde el punto de vista de la mentalidad de los pueblos, como sujetos colectivos que son del hombre.

Hemos de hacer una aclaración antes de comenzar directamente con la cuestión que nos distrae; y es que siempre que hablemos de historia, podemos determinarla y concretizarla en el campo extremeño. Así pues, siempre que aparezca la idea o palabra historia, podemos pensar en la historia de Extremadura.

La segunda parte de esta ponencia tratará, en correlación con la primera, de la labor de todo historiador. Esto se debe a que reflexionando acerca de la historia, lo estamos haciendo también, aún sin darnos cuenta, del historiador. Intentaremos ver cuál debe ser la fiel misión de toda persona que se dedique al estudio de la historia.

Creo, como también decía en el resumen, que estas reflexiones pueden ayudar a despertar el sentido verdadero de la historia de Extremadura, para así llevar a nuestra región al lugar que le corresponde en el V Centenario del Descubrimiento de América.

I.- La historia como historia de las mentalidades

Hemos de empezar aclarando, lo más brevemente posible, el concepto «historia». La historia no es solamente la narración y exposición verdadera de los acontecimientos pasados y cosas memorables. No es sólo, ni siquiera, la sucesión de hechos o manifestaciones de la actividad humana.

Un modo de empezar a saber qué es historia, es recordando el sentido que le da Pedro Laín Entralgo. Éste, cuando habla de historia, se refiere a las mudanzas en el modo de ser hombres, que los hombres sin dejar de ser tales, han ido experimentando a través del tiempo. Esto nos enlaza con lo que queríamos exponer.

Hay una cosa clara, y de la que debemos partir: el hecho es historia, pero la historia es algo más que la sucesión indeterminada de hechos sucedidos en un espacio geográfico determinado (que en este caso bien pudiera ser Extremadura), y en un, también, campo ambital concreto.

Hay que recordar inevitablemente al hablar de este tema a José Antonio Maravall, que en su libro «La cultura del Barroco», nos expone que el objeto del conocimiento histórico son los conjuntos históricos y no el simple hecho, individual, singular a ultranza e irrepetible, pues esto haría caer a la historia en un nominalismo insuperable. Sigue explicando su teoría diciendo que toda historia está hecha de datos evidentemente, y que cuantos más y más depurados sean mejor, pero que el objeto de la historia no se satisface con ellos y que no se detiene en su trabajo hasta llegar a poder presentarse como un conocimiento de conjuntos: los conjuntos históricos.

Para captar una realidad histórica (ya sea la Revolución Francesa o la Conquista de América) tiene que haber una relación inteligible entre las partes y el todo, es decir, entre el hecho y el conjunto histórico.

Hay que seguir, por tanto, en el objeto de la historia, hasta llegar a crear una estructura histórica. De esta forma el conocimiento verdadero de una totalidad supone conocer la estructura orgánica como realización de toda la complejidad de relaciones entre las partes de esa totalidad. Estructura histórica es para nosotros la figura -o construcción mental- en la que se nos muestra un conjunto de hechos dotados de una interna articulación que entre tales hechos se da.

Podemos poner un ejemplo: la Conquista de América, en la que Extremadura tuvo extraordinaria importancia, no es un hecho. Y tampoco lo son miles de hechos si en ellos no advertimos el nexo que los relacione en un conjunto estructurado. Este nexo del que se depende el objeto del estudio histórico es la cultura, el modo de pensar que caracteriza a un pueblo o a una generación, es decir la mentalidad.

Y es aquí cuando llegamos a uno de los puntos neurálgicos: la mentalidad de un pueblo, la mentalidad de Extremadura, que en el fondo es lo que caracteriza sus actos, sus hechos.

El pueblo con su mentalidad característica e irrepetible, fruto de sus circunstancias, es portador en sus raíces de la mentalidad que le ha precedido y paso necesario para que se den innovaciones que harán posible la creación de una nueva mentalidad, que conllevará una nueva sociedad.

Todo dará lugar a la formación de un pensamiento característico, una concepción de su sentido de vivir distinto al de cualquier otro pueblo; una, en el fondo, original y vanguardística, en aquel momento, mentalidad.

Siguiendo con el ejemplo anterior, no podemos ver la Conquista de América solamente como una lucha o un enfrentamiento entre pueblos distintos. Hay que observar, más bien, uno de los datos más principales: la historia como choque de mentalidades; la conquista como el enfrentamiento entre dos mentalidades distintas, dos mentalidades que pertenecían a dos pueblos también distintos. Sinceramente pienso, que es esta lucha, la de las mentalidades y no le física, la más «cruel» de la conquista. Pero hay un dato fundamental, y es que en este sentido no podemos hablar ni de vencedores ni de vencidos, porque lo que se consiguió principalmente, fue fraguar una nueva mentalidad distinta a ambas.

Pero hay que seguir reflexionando. Hay que intentar averiguar quién modela la mentalidad de un pueblo. La contestación se centra en el problema de la historia: modela la historia quien la hace y a la vez sobre quien recae. La respuesta, por tanto, podría ser fácil en un primer término: el pueblo es el único modelador. Pero el pueblo, como ya hemos dicho anteriormente, es el sujeto colectivo del hombre, de la persona. Así pues, todos, unos, eso sí, en mayor grado que otros, somos modeladores de la mentalidad que caracteriza a un pueblo. Toda persona inconsciente e inevitablemente, a la vez que modela la mentalidad de su pueblo, recae en sus actos la presencia y «presión» de esa mentalidad creada por todos. Podemos hablar, en este sentido, de la importancia de la intrahistoria por decirlo en términosunamuniescos. La intrahistoria sin nombres y sin épocas, sin héroes ni protagonistas. Es la intrahistoria el sujeto real de la historia y, como tal, la principal modeladora de la mentalidad del pueblo.

Todos los aquí presentes tenemos nuestra propia intrahistoria. Inconscientemente estamos formando parte de la intrahistoria colectiva de nuestro pueblo, y como consecuencia, de la historia de ese pueblo. Estamos haciendo posible que ese pueblo cree una determinada mentalidad, tome un verdadero y concreto sentido de su existir; sea sujeto activo y no objeto paciente de la historia. Podemos así decir que la historia está rellena de intrahistoria.

Por consiguiente, todos hacemos historia, tenemos una sola mentalidad, que se representa en nuestros hechos incrustados en una cultura.

II.- El historiador como estudiosa de las mentalidades.

No muy distinto al problema anterior es la cuestión acerca del trabajo o misión de todo historiador. La historia escrita no es otra cosa que el relato de una serie de mudanzas históricas, tal como éstas se reflejan en la conciencia de un hombre: el historiador.

Pero éste no debe, tan sólo, contar los acontecimientos que han sucedido, sino también, y quizás sea lo más importante, investigar basándose en los hechos para dar sentido a la mentalidad de un pueblo. Si la historia es ante todo historia de las mentalidades, un historiador será más fiel a su misión cuanto más se acerque al estudio de las mentalidades.

El historiador tiene que intentar crear una historia con sentido, y para eso se tiene que basar en la mentalidad del pueblo. No debe quedarse satisfecho cuando al investigar descubre un hecho. Debe ir más allá. Debe preguntarse por el porqué de ese hecho. De este modo, la labor del historiador es hacer filosofía de la historia.

Así pues, podemos decir que todo estudioso de la historia, debe pensar en crearla lo más razonadamente posible, lo que se consigue investigando las causas y averiguando las consecuencias del hecho en cuestión, teniendo en cuenta que tal hecho es así por estar incrustado en una mentalidad concreta. Por consiguiente, toda persona dedicada a la historia, debe hacer filosofía de la historia de las mentalidades.

Continuando con el ejemplo, el historiador al estudiar el tema tan comprometido de la Conquista de América, no debe parar su investigación cuando ha encadenado varios hechos que antes estaban aislados. Debe proseguir, para así intentar comprender el porqué de la actuación de esos hechos. La mejor manera de hacerlo, es mediante el estudio de las mentalidades, de la cultura, de la forma de pensar tanto de los españoles y portugueses, como de los indígenas de aquellas lejanas tierras. Sólo así, podremos ver los hechos y las actuaciones lo más objetivamente posible. Y sólo así también, el historiador podrá comprender lo que se fraguó de aquella conquista: una nueva mentalidad distinta a las anteriores. De esta manera, el historiador, para hacer su fiel misión, ha pasado del estudio de los simples hechos, válidos y muy significativos, a la aplicación del entendimiento, de la investigación y de la disertación en el plano de las mentalidades de los pueblos, para así llegar a comprender la cultura, el pensamiento, los hechos o actos de sus habitantes.

Pero la labor del historiador no se estanca ahí. De igual manera debe intentar comprender con su reflexión la mentalidad del pueblo actual. La sociedad en la que vivimos, cualquier persona con su determinada intrahistoria debe ser parte del estudio del historiador, pues éste debe interesarse por el sujeto de la historia, y en este momento determinado ese sujeto lo estamos siendo nosotros.

Debe interrogarse por el sentido que se da a sí misma la sociedad actual, y por el sentido de su existencia. Debe preguntarse, en el fondo, por el problema de una básica y coherente mentalidad.

En ambos aspectos, tanto en la reflexión sobre las mentalidades de los pueblos que han existido a lo largo del tiempo, como en el interés por la mentalidad del pueblo actual, el historiador debe tener en cuenta una cosa: su propia mentalidad condicionada evidentemente, por las circunstancias y por la sociedad en la que tiene su función.

Antes decíamos que la historia escrita no es otra cosa que el relato de una serie de mudanzas históricas, tal como éstas se reflejan en la conciencia del historiador. Pero esta conciencia, a su vez está situada, por el hecho mismo de existir humanamente, históricamente, detenida en un punto de su propio mudar y configurada por la ocasional singularidad «histórica» de dicho punto temporal.

Así pues, el historiador cuando haga filosofía de la historia debe tener en cuenta su circunstancia, su intrahistoria, su vida concreta; cuando analice algo debe saber que lo está haciendo desde una sola perspectiva, y esto hace que su análisis sea subjetivo en un doble aspecto:

  • El primero y más simple. Porque el análisis al estar realizado por un grupo de gente o una persona o sujeto, puede ser distinto al efectuado por otros sujetos (esto no se opone a que el resultado obtenido pudiera ser verdadero).
  • El segundo. Porque al igual que cualquier otro sujeto está incrustado en el tiempo, en la historia, y su pensamiento y análisis corresponden al tipo de mentalidad característica del tiempo en que lo hace.

Continuando con el mismo ejemplo, para así poder observar una continuidad, al estudiar el tema de la Conquista de América hay varias teorías de su realización, de sus causas y consecuencias. Pero tanto unas como otras no dejan de tener, desde una perspectiva, un lado subjetivo, por estar analizadas desde muestra mentalidad en el tiempo. El hecho podrá ser cada vez más objetivo, pero el conjunto histórico tendrá siempre un lado subjetivo. El historiador así, al hacer filosofía de la historia de las mentalidades, compara, analiza e interpreta las infinitas mentalidades desde nuestra mentalidad en el tiempo.

Cabe decir, a modo de conclusión, que nuestra sociedad, Extremadura, no sólo ha estado incrustada en la historia, sino que también lo está ahora. Por consiguiente, todo historiador debe preguntarse por el sentido que se da a sí misma la sociedad extremeña, por el sentido de su existir, debe plantearse en el fondo, el problema de una básica y coherente mentalidad. Una mentalidad en la historia y una mentalidad en la actualidad. Somos nosotros ahora los sujetos de la historia de Extremadura y como tales nos corresponde reflexionar sobre las vicisitudes de esta tierra. No somos nosotros los que pasamos por la historia, es la historia la que pasa por nosotros.

Estas reflexiones, a buen seguro, que ayudan a despertar el sentido verdadero de la historia de Extremadura, y llevar a nuestra región al lugar que le corresponde en el V Centenario del Descubrimiento de América; y al historiador le conducirá a hacer historia de las mentalidades y a reflexionar sobre los hechos relacionados con Extremadura, para hacer así filosofía de la historia de Extremadura.

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