Oct 012008
 

Manuel Rubio Andrada, Manuel Ignacio Rubio Muñoz  y  Francisco Javier Rubio Muñoz.

  1. INTRODUCCIÓN

Al comienzo nos ofrecía dudas su denominación. Según el mapa manejado si la fin- ca donde se ubica recibe el nombre de La Caballería del Muerto, el del Castillejo corres- ponde al nombre del cortijo más próximo. Ya hace varias décadas este topónimo nos había servido de pista para localizar el posible asentamiento y por ello debería corres- ponderle pero resulta demasiado abundante y por ello confuso. Actualmente también es conocida la finca como la Caballería de los Sánchez, que es el apellido de la familia propietaria. Finalmente decidimos incluir los dos nombres toponímicos para evitar equí- vocos.

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Oct 012007
 

Manuel Rubio Andrada,  Francisco Javier Rubio Muñoz y  Manuel Ignacio Rubio Muñoz.
1. INTRODUCCIÓN
La ausencia de precisión en los hallazgos es un problema importante con el que se debe contar al acercarse a los trabajos arqueológicos realizados sobre el pasado de la sierra de Sta Cruz; se sitúan generalmente en lugares poco concretos, otras incorrectos y distantes.
Son varios los estudios que sitúan determinados objetos en la extensa sierra como si fuera un lugar único de asentamiento que ha ido evolucionando a través de los tiempos con la consiguiente superposición de culturas. En este aspecto se puede concluir que, a veces, se ha deformado intencionadamente la ubicación como recurso elemental para eludir las visitas necesarias; indudablemente a esos autores les falta el conocimiento directo de la sierra y sus trabajos, por ello, resultan deformados.

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Oct 012006
 

Manuel Rubio Andrada,  Manuel Ignacio Rubio Muñoz y Francisco Javier Rubio Muñoz.

INTRODUCCIÓN

En Trujillo, como en la mayor parte de su comarca, existe una baja actividad relativa a la investigación prehistórica y los pocos aficionados o profesionales que nos hemos dedicado a ello, no vemos expresado el fruto de nuestras investigaciones en determinados trabajos que, dedicados a poblaciones cercanas, han proliferado en los últimos años.

Ante ese panorama algunos, desde luego más bien pocos, seguimos realizando en el ámbito comarcal, una serie de trabajos en los que intentamos quedar constancia impresa, lo más científicamente que nos es posible, medidas, descripciones, dibujos, fotografías…, de diversos bienes patrimoniales que presentan un alto riesgo de desaparecer y que, sin saber por qué no son inventariados por la Consejería correspondiente que, en este aspecto parece no existir. Esperamos que, a pesar de todo este “espléndido” panorama, no se deterioren nuestros bienes o se pierdan para que el prehistoriador de oficio o de afición no los ignore y los sepa aprovechar. En esta línea de trabajo traemos este año las pinturas rupestres de la cueva Larga del Pradillo publicada su reseña ya hace tiempo.

1. Localización

Este monumento se encuentra situado cerca del centro de la ciudad, al NE. El punto geográfico que ocupa está muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.

Para visitar este abrigo y observar las pinturas, debéis partir de la Plaza Mayor de Trujillo y tomar la avenida de la Coronación en sentido de Huertas de Ánimas; antes de llegar al cruce con la carretera de Plasencia, hacia la mitad del trayecto, divisaremos a nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de ellas, unas bellas formas de granito; grandes volúmenes curvos, de aspecto caótico y deslizados suavemente hacia el este donde se abre la boca del covacho.

Podemos aproximarnos a través de una calleja, algo cerrada por la vegetación, que se abre en la parte izquierda hacia la mitad de la citada Avenida.

Actualmente no está en terreno público por lo que son necesarios las correspondientes autorizaciones y permisos tanto de la Consejería de Cultura y Patrimonio como de la propiedad. No obstante, no existe puerta de acceso, ni cartel de prohibición alguna y si se continúa la alambrada que surge a la derecha nos conduce, sin posible pérdida, a las inmediaciones de la cueva.

2. Antecedentes

En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por D. Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas. Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve reseña en un artículo de contenido más amplio (Rivero de la Higuera, 1972-73).

Posteriormente, en el año 1978 acometí un estudio más pormenorizado y presentado en los IV Coloquios Históricos de Extremadura, su pérdida, ha motivado la realización de este nuevo estudio con el fin de quedar al menos una realidad impresa del mismo.

En 1991 se da una breve reseña de su localización en un artículo de carácter general en el que se alega el fenómeno de la meteorización para excluir enumerar sus contenidos (Alvarado y González, 1991).

En lo anecdótico, cabe reseñar que: en el año 2005, la construcción de viviendas adosadas a la parte sur del morro que contiene la cueva, fue objeto de denuncias por no cumplirse varias condiciones requeridas en la actual Ley de Patrimonio. Gustosamente acompañé a su visita a las partes en litigio. Ignoro el resultado de dicha denuncia aunque los resultados prácticos pueden observarse.

3. El paisaje

La mole de granito, sin apenas tierra fértil que la fecunde, presenta, sobre todo en umbría, notables variedades de flora mediterránea entre los que destacan numerosos arbustos plenamente autóctonos, generalmente encina joven. Sin excesivos antropismos, ofrecía milagrosamente hasta hace unos años, a unos pasos de la plaza, un singular conjunto. Salpicado de líquenes y musgos su cromatismo varía intensamente según la estación. La naturaleza abstracta de sus formas, generalmente curvas, presenta con difícil intermitencia un instante del movimiento natural del magma deslizándose, aquí y allá, siempre hacia el este…donde se formó la cueva(Lám I y II).

img01Lam. I

img02

Lam. II

Más hacia el sur y en parecidas condiciones, aunque menor y más olvidada, se ofrece su mole compañera, quizás más estática; también presenta abertura en semejante dirección. Entre ambas se realizó, en general, un tardío urbanismo -mediados del s. XX-, en él, tras años de indecisión constructiva, se acabó arrasando este extremo del Pradillo; no se atendió a solucionar con corrección los espacios comunes, naturaleza y ciudad, ello, a pesar de las diversas evidencias denunciadas, fundadas y competentes. Ahí están los aciertos y errores.

Hacia el oeste, en mayor altura, se presenta “Cabeza de Zorro”, ya muy alterado, sirvió para que los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables estos solamente desde época romana. Lo más característico de este cabezo granítico es su época musulmana con la maravillosa alcazaba emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente urbanizado: la ciudad de Trujillo.

Todavía debemos mencionar otro “cabezo”, hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más rotundo y cortante.

4. Descripción de la cueva

Ya hemos mencionado que esta pequeña cueva se abre al este. Sus formas son redondeadas aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más intensidad están las caras y aristas superiores. Aunque da la impresión de ocupar la base de la masa rocosa, en realidad se abre a unos 2 o 3 m de altura del terreno que, a partir de ella, decae con suavidad hacia naciente. Un lindero de unos 2m de altura impide la visión general desde la entrada, sin él, disfrutaría de gran capacidad de observación por su amplitud de mira hacia el vallecillo de esa parte.

Su entrada mide 2 m de ancho y 1,95 m de alto, la longitud total, ligeramente ascendente, está en torno a los 11 m. El volumen que guarda está claramente dividido en dos partes de igual longitud -5.50 m-

La entrada se formó con un gran volumen de granito de aproximadamente 1,50 m de alto, 4 m de ancho y 5 m de largo que hace de cubierta, más allá se formó con otros menores. Este gran bloque parece deslizado desde la parte superior y se apoya lateralmente en otros volúmenes también considerables, más quebrados los del lado derecho; las formas de estos tienden a ser alargadas en dirección este-oeste y se extienden más allá de la boca formando un pasillo de unos 3 m de largo (Lám III y IV).

img03Lam. III

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Lam. IV

Su base está formada por el mismo tipo de roca con una ligera capa de tierra negra acumulada en la superficie de la entrada. Aquí, una zarza se ha introducido entre los racheados de la derecha y dificulta el acceso. Pronto, en esta misma parte, se ofrece una considerable pared lateral vertical, muy lisa y escasamente alterada a pesar de la composición del granito; en ella se organizó bastante centrado en el espacio, un conjunto, que ocupa una pequeña superficie del espacio disponible. Continuemos por este mismo lado y enseguida se abre, hacia el norte y de forma caótica de indudable belleza, un vano alargado compuesto por formas caprichosas.

Más regular es el lateral sur formado por una pared hasta la mitad, continúan grandes bloques cuyas superficies internas son bastante verticales; no parecen poseer restos de pinturas.

El fondo es cada vez más angosto y llegados a unos 5,50 m, hacia su mitad, la cueva se estrecha cada vez más -1,65 m al comienzo y 0,70 al final-; su altura en cambio se eleva -comienza con 0,60 m y termina con una altura de 2,60 m.

En la cubierta de esta segunda parte de la cueva los volúmenes son menores, en los comienzos se han desprendido y han propiciado la fijación de una capa de tierra de mayor grosor -aproximadamente 0,40 a 0,60 m- su superficie presenta numerosos restos de cerámicas aparentemente actuales. En la articulación de esta última parte hay superiormente una roca central que presenta superficie hacia el sureste, lisa pero muy alterada, parduzca y oscura, en ella se aprecian numerosos restos de pigmentos que posibilitan la clara observación de una única figura.

5. Las pinturas

El escaso número de pinturas y su convencionalismo no deben restar importancia a su ejecución. Pese a no ser espectaculares son un testimonio inequívoco de que nuestros ancestros de pasados milenios utilizaron esta covacha con determinadas finalidades. No hay tantos testimonios de sus obras, sobre todo en esta penillanura dónde los batolitos de granito parecen ser una excepción aquí confirmada. Por esto, a pesar de su humildad, debemos conservarlas en lo posible como parte fundamental de nuestro Patrimonio en esta parte de nuestro pasado tan escasamente estudiado.

Estas obras, como el resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufre desde su ejecución un progresivo deterioro, unas más que otras; de manera cierta acabará con su desaparición si no hay alguna “bárbara” acción que las elimine antes. Como en cualquier estudio de estas características, nuestra relación con ellas ocupa un momento histórico preciso de ese deterioro físico, también del nuestro, y debe estar presidido por la atención, el cuidado, la delicadeza etc.

Conjunto I

El soporte.- Hemos señalado que en la primera parte de la cueva, en el lateral derecho, había una considerable superficie lisa con el conjunto I, así pues se orienta a solana. Este espacio mide 97 cm. de alto y 1,25 m de ancho en su zona media. Solamente se utilizó una pequeña parte de la zona media superior, además está bastante centrada en el espacio que ocupa. La parte inferior a las formas está invadida por un liquen verde que se hace ceniciento a medida que profundizamos; la parte superior del soporte donde se trazaron estas formas está limpio de formaciones. El granito presenta pequeños racheados que a través del tiempo van alterando las figuras originales.

Las pinturas

Su color actual es rojo vinoso -tinto claro- y su estado de conservación es aceptable. En su centro y parte derecha está bastante bien definida; en la izquierda por el contrario la continuidad de los trazos cambia constantemente de dirección sobre todo en el cuarto inferior. A veces da la impresión que el autor hubo de utilizar algún objeto para manipular las pinturas en algunos trazos ya que, por su finura, les hace imprescindible.

Este conjunto se trazó a unos 1,80 m de altura y lo debió realizar una persona bastante alta. Se ejecutó algo inclinado hacia la izquierda; esto puede ser debido a la dificultad que ofrece el lateral de la cueva en ese lugar ya que allí presenta una angulación considerable desde una buena altura y no permite acercarse a la superficie utilizada con facilidad. Para realizar la pintura no pudieron apoyar los pies en el mismo plano pues no se llega al muro; uno, generalmente el izquierdo, debe estar más elevado, flexionado y apoyado sobre la pared inclinada, esto motiva la elevación de la mano derecha, el posible apoyo del brazo izquierdo sobre la pierna flexionada y doblando la columna determinaríamos una posición de equilibrio bastante estable que permite acercarnos más a la pared, elevar la mano derecha y realizar de forma inclinada hacia la izquierda -sinistrógira- los trazos.

Suponemos que el autor realiza un retrato de alguien y algo que está frente a él, presente o representado en su cerebro; en la descripción, como ocurre en la reflexión, los lados se cambian, el derecho corresponde al izquierdo y viceversa (Lám V. Fig 1).

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Lám V. Conjunto Pradillo I, fig 1, 2, 3, 4
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Fig 1. Conjunto Pradillo I, fig 1, 2, 3 y 4

Fig 1.- Esta figura está formada por una forma humana, antropomorfo, tendente a la posición vertical, claramente esquemático, dibujado sin titubeos con trazos decididos y rectos. Lo componen una línea vertical de 25,5 cm. que dobla ligeramente hacia la derecha en su mitad y tiene en torno a 1 cm. de ancho. Representa la cabeza y el tronco. Dos trazos angulares, escasamente caídos, indican las extremidades, más abiertas las superiores y disminuida la extremidad derecha inferior.

Fig 2.- Ésta se situó a la derecha del antropomorfo 1, en la zona media de su lado izquierdo y a 3 cm. de ella; tiene forma lineal curva, de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al exterior; su trazado nos ha llegado bastante intermitente.

Fig 3.- A la izquierda de la representación esquemática humana, correspondiente al lado derecho del modelo y por ello el más importante a la hora de aprehender algo con la mano, hay un trazado, ciertamente complejo, que intentaremos describir.

Primeramente señalaremos su intermitencia en los trazados y los continuos cambios de dirección en los mismos.

Escasamente a 1 cm. bajo la terminación de su extremidad derecha hay realizados cinco tracitos ligeramente inclinados hacia la parte inferior izquierda; centralmente bajo ellos se realizó una línea que dobla hacia la izquierda a 1,6 cm. formando en un trazo algo más grueso una forma de corta U cuya parte izquierda es de menor altura; en su centro inferior hay un corto tracito que enseguida termina en una gruesa puntuación de apariencia irregular, continúa inferiormente paralelo a la extremidad inferior de este lado con al menos dos pequeñas líneas muy intermitentes quizás por estar invadidas por los líquenes verdes. Esta parte ocupa unos 15 cm. desde su comienzo en las proximidades de la parte inferior de la extremidad superior hasta terminar en el mismo plano que la extremidad correspondiente del antropomorfo; es decir, esta parte de lo representado ocuparía desde el fin de la mano hasta el suelo.

Fig 4.-El conjunto continúa hacia la parte superior a partir del trazo externo de la figura en U ya descrita. Asciende en grueso trazo de unos 12 cm. de longitud y algo más ancho que el antropomorfo al que ligeramente sobrepasa; intermitente en su zona media y con alguna coloración esparcida en las proximidades de la parte inferior del lado izquierdo. En su parte superior se realizó un trazo de tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte inferior sobre todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada, cuya extremidad superior derecha acaba con bastante rectitud siendo más curvada la izquierda; las extremidades inferiores solamente se apuntaron con unos tracitos inconexos. Esta figura posee en torno a su cintura una serie de pequeñas puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba algún objeto en esa parte del cuerpo.

Comentario

La reconstrucción de las formas a través del dibujo ofrece una posibilidad de interpretar y conocer lo que en este conjunto se nos muestra. Es indudable que se representó un personaje principal, Un tracito en la parte inferior del tronco puede mencionar un corto puñal. El personaje exhibe cerca de su parte izquierda un trazo arqueado intermitente que puede reconstruirse sin problemas: debe ser la representación de un arco. En su derecha, asido, hay un objeto desconocido, algo pesado ya que motiva que el tronco de nuestro protagonista flexione ligeramente hacia la parte contraria para mantener el equilibrio. Posiblemente otro personaje, sin duda de menor relieve, acompaña a nuestro protagonista y su objeto. Esto es ciertamente lo representado.

Ahora nos adentramos en el mundo de lo posible e intentaremos suponer qué es lo que se nos mostró en ese objeto del cuadrante inferior izquierdo.

Desde los primeros dibujos y detenidas observaciones que hicimos de este conjunto nos llamó la atención que todos los trazos de apariencia caótica ocuparan el cuarto izquierdo inferior de la composición. Los trazos reconocibles no presentan graves deterioros que impidan reconocer las figuras y no hay razones físicas, corrientes de agua, intemperie etc., para que los situados en este cuadrante lo estén. También dadas las extensiones de las figuras reconocibles lo probable es que debería pertenecer a una sola figura. Concluyendo: los trazos caóticos que se realizaron deben representar un objeto que, según la intención del autor, debería sernos reconocible aunque la ausencia del dominio por éste, del esquema de lo representado nos impide conocerlo.

Debemos tener en cuenta los posibles convencionalismos que a veces utilizan algunos artistas primitivos que, claramente se manifestaban en uno de los conjuntos de la cueva de La Panda en el término de Talarrubias, en Badajoz -mostrar las puntas de los venados de forma rectangular y doblar sus astas para representarlas en un espacio reducido-. (Rubio Andrada, 1997). Parece que nuestro autor utilizó levemente el primero de esos recursos y nos dejo dos tracitos rectangulares unidos en su parte superior por una fina línea, serían representativos de dos puntas del asta derecha de un venado. Están situados en la parte superior del cuadrante con trazos caóticos -inferior izquierdo-, muy cerca de la extremidad derecha del personaje central.

Reconstruyamos la figura con las posibilidades que ofrece de esa pequeña línea con sus trazos. Sus inicios estarían en las cercanías de la figura antropomorfa mayor, la terminación en el corto lateral izquierdo de la U. Nos mostraría el asta de una cuerna con sus pequeñas puntas representadas por pequeños rectángulos. La abultada parte central de la línea en U sería el testuz del animal; del lado derecho de la U parte la otra punta, corta y mal realizada por no encontrar espacio suficiente ya que enseguida encontró su par ya realizado. Bajo ésta se puede suponer, más bien adivinar, un pequeño cuello; entre los demás restos colocados inferiormente reconstruir un cuerpo disminuido y grotesco; linealmente inferior hay otros tracitos de tendencia vertical y poco definidos, pueden ser las representaciones de unas cortas extremidades, colgantes, intermitentes por la invasión de líquenes y mal realizadas.

De esta manera podemos suponer que el personaje, un cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus puntas en posición horizontal y cuya mirada se perfiló desplazando algo el hocico hacia la derecha con el fin de que se observe bien el trofeo.

La escasa valoración del resto del cuerpo y las dificultades propias de su dibujo contribuyeron a realizar una pésima figura, mal trazado, por esto, más que por el deterioro, nos ha llegado irreconocible.

Con respecto al trazado de la figura número 4 diremos que posiblemente el autor llegó a su límite de extensión natural, es decir, la dificultosa posición para pintar, ya indicada, no le posibilitaba dominar superiormente más espacio para pintar. Posiblemente las extremidades inferiores le quedaron excesivamente cortas porque ya había realizado las demás figuras. El resultado está a la vista.

Conjunto II

El soporte

El segundo conjunto de pinturas se realizó en la zona media de una superficie situada en el bloque que, suspendido desde la cubierta, amenaza con estrangular la cueva en su parte media; de tendencia rectangular (trapecio), tiene unos 65 cm. de alta y 1,30 m de ancha y se orienta al SE. La superficie que nos ofrece aunque en general es lisa, está bastante alterada, presenta un color parduzco y sufre en épocas de lluvia una intensa correntía; esto motiva que los colores estén muy desvaídos y sus formas muy alteradas e imprecisas.

Las pinturas

Un fino racheado corta la superficie de arriba abajo; en general la mayoría de las pinturas se sitúan a la derecha. Su color es parecido a las anteriores aunque los trazos son bastante más gruesos, en torno a 1,7 cm. (Lám VI, VII, VIII y IX. Fig 2, 3 y 4).

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Lam. VI
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Lam. VII
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Lam. VIII
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Lam. IX

Fig 1.- Solamente distinguimos en la parte central un corto y grueso cruciforme cuyos brazos iguales miden 8 cm. En el resto la coloración, presente en sus proximidades, no nos ha permitido limitar los contornos de otras figuras por lo que renunciamos a cualquier tipo de descripción o representación de las mismas.

CONJUNTO III

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Fig 2. Conjunto Pradillo III, fig 1 (inferior) y 2 (superior).
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Fig 3. Conjunto Pradillo III, fig 3.
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Fig 4. Conjunto III, fig 4.

El soporte.-El tercer conjunto se situó en una superficie ofrecida por la gran roca de granito que forma la cubierta de la cueva; este espacio tiene tendencia horizontal aunque algo convexo en el tercio de la parte norte. Tiene unos 5 m de largo en dirección E-W y 2 m de ancho en el N-S. Está desprovisto de los habituales líquenes y se ofrece clara y limpia aunque con zonas verdes, rojizas o negras.

Las pinturas.- Son de pigmentos semejantes a los empleados en los conjuntos anteriores; las figuras se situaron en sentido N-S y solamente son reconocibles con cierta claridad dos figuras el resto tienen un contorno poco preciso.

Fig 1.- La primera figura que describimos se situó en la zona media del espacio cerca de la parte abombada. Es una línea vertical de 7 cm. de longitud y 1 cm. de ancho realizada en el sentido apuntado; su extremo norte termina algo afilado y el sur (la cabeza) lo hace algo engrosado de forma triangular (1,5 cm. de lado); en la parte derecha de esta figura hay un corto pero evidente trazo de 2 cm. que correspondería a una extremidad superior. Por ello debemos suponerla como la representación de un antropomorfo.

Fig 2.- Superiormente a 3 cm. de la fig 1, hacia el sur hay un doble ancoriforme de 15,6 cm. en disposición semejante. Se compone de un trazo vertical para la cabeza, tronco y largo falo prolongado intermitentemente hacia la fig 1 con cuyo eje corporal se corresponde. Dos trazos angulares, muy agudos hacia la parte inferior y ligeramente cóncavos, indican las extremidades superiores y otros dos en semejante disposición, indican las inferiores.

Fig 3.- A 16 cm. de la fig 2 y en el mismo sentido, el sur, hay otros trazos ya menos definidos. El número 3 es una línea oblicua de 4,5 cm., elevada hacia la izquierda unos 50º; a su derecha hay numerosos restos intermitentes y muy desvaídos; parecen apuntar una forma alargada semejante a los antropomorfos descritos. En ese caso el trazo más visible sería la represtación de un objeto alargado que portaría en su extremidad superior izquierda, tal vez una espada.

Fig 4.- En la misma superficie de la cubierta, unos 15 cm. hacia el sur, en el lateral derecho de una mancha triangular de color verdoso se observan restos de otra figura parecida, en tonalidad semejante y de unos 7,5 cm. de longitud.

Entre la zona estudiada y la entrada se puede observar una zona con un manchón de una pigmentación de color semejante; su contorno no es alargado y su parte media es intermitente.

Comentario

La proximidad y disposición de las figuras 3 y 1 parecen reclamar una relación de parentesco directo es decir la persona representada en la figura 1 procede, es hija de la número 2; nos apoyamos en el hecho de que se dirigen hacia ella los trazos surgidos del pene de esta figura. Entendida la escena como la representación particular de un hecho general, ésta nos deposita en unos momentos culturales, de época poco precisa, en los que, en general y de manera global, no está claro el hecho de la paternidad en su relación causa efecto o al menos ofrecía dudas. Parece que el autor de cabeza triangular o tal vez su padre, que no presenta esa forma, dominaba el tema y así lo expresó.

También puede ser la representación de un hecho particular, es decir, la aclaración de determinada paternidad entre un padre con respecto a su hijo debido quizás a su escaso parecido en alguna parte corporal tal vez la forma de la cara.

6. Relaciones

Formalmente y temáticamente poco tienen que ver con las pinturas realizadas en el canchal cercano al arrabal de Belén en Trujillo (Rubio Andrada, 2001). En el panorama provincial los batolitos granitos que nos son próximos, Plasenzuela y Malpartida de Cáceres, ofrecen también realizaciones artísticas de este tipo. En las de Plasenzuela resulta más dudoso o por ser mínimamente testimonial ya que no ha sido presentado a la comunidad científica trabajo alguno que ofrezca algo de las formas del único conjunto prospectado (Alvarado y González, 1991). En Malpartida se observa una mayor cantidad con notables semejanzas cromáticas y formales aunque sus temas aparentemente tienen poco que ver con los aquí tratados (Alvarado y González, 1979) (Sauceda Pizarro, 2001). Con esta breve enumeración quedan nuestras pinturas asociadas con cierta simpleza al resto de las representaciones sobre los granitos que nos son más próximos.

El tema previsto en el conjunto representado en el Pradillo I encajaría bien en el cinegético y ciñéndonos a la pintura esquemática, en el ámbito provincial, hemos de indicar su relativa abundancia comparada con la escasez que ofrecen otros espacios hispanos en este tema.

En los cacereños es evidente el predominio de fondos en los que el hecho cinegético se realiza con otras artes más primitivas en los que esta ausente el arco y la flecha. Bien mediante acoso individual como ocurre en Torrejón I del P. N. de Monfragüe; de una cuadrilla de cazadores y perros como ocurre en sendos conjuntos de La Burra y El Joyu en Cañamero o mediante reclamos y trampas como se evidencia en el Risquillo de Paulino en Berzocana (Rubio Andrada, 1994).

7. Cronología

Hemos visto que, en la mayoría de las ocasiones, en este tipo de pinturas -el esquematismo-, resulta difícil acercarnos al conocimiento verdadero de los temas, cuestión que surge también en los fondos pictóricos actuales dada su naturaleza abstracta. Cronológicamente este tipo de monumentos, por pequeño que sea, entraña numerosos problemas cuyas incógnitas son difíciles de resolver aunque si debemos acercarnos a su situación temporal.

Para ir buscando solución a todos estos problemas nos referiremos primeramente a los conjuntos I y III cuya situación temporal les suponemos muy próxima dadas las semejanzas de cromatismo, igualdad de trazado en los antropomorfos y el escaso número de estos representados en ambos conjuntos. En otro impreciso momento se debió de realizar el conjunto II de trazos más gruesos, inclusión de cruciformes etc., y que, dado su estado de conservación, poco más podemos decir de él.

Referente a los conjuntos mencionados en primer lugar, la primera duda que deberíamos aclarar en lo posible es si estas pinturas son de época histórica o si pertenecen a la Prehistoria. El hecho de la posible representación del arco en la izquierda del personaje del conjunto I limita el tiempo de su ejecución al postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular (Arias González, R. A. 113). El hecho de la marcada desnudez de algunos personajes y la utilización de los esquemas corporales propios del esquematismo prehistórico les aleja de cualquier periodo histórico y sobre todo del periodo islámico por su prohibición coránica.

Entre los temas de pintura esquemática o naturalista de época temprana -Neolítico Calcolítico-, cinegéticos o de otra índole, no suele haber representaciones individualizadas o son muy escasas comparadas con el número de temas en las que el grupo humano es lo predominante por otro lado conservan detalles naturalistas propios del periodo estilístico al que parecen pertenecer. Citemos como ejemplos de esas representaciones grupales entre otros muchos, los conjuntos de “Los Varones”, en el abrigo de Torrejón I-C-I, en el P. N. de Monfragüe (Rubio Andrada, 1991); Bonete del Cura en Ciudad Rodrigo (Bécares Pérez y Rivero de la Higuera).

Una de las excepciones individuales que presentamos de esa primera época es “el acoso individual” expresado en el conjunto cinegético del “Despeñado” Torrejón I-A-II también del P. N. de Monfragüe; los útiles de caza allí representados nos inducen a sospechar que el protagonista no debía conocer el arco y la flecha, por ello la situamos en un Neolítico temprano (Rubio Andrada, 1991).

También la pintura naturalista levantina ofrece algunos ejemplos de temas de caza individualizados, ya con arco, en medio de la multitud de escenas colectivas de cazadores y guerreros. Se viene situando en época neolítica ya plenamente desarrollada con toda la problemática que sugiere su realización, Mencionemos como ejemplo el arquero con arco y flechas de la Cueva de la Vieja en Alpera, Albacete (Beltrán Martínez, 1982).

A pesar de las posibilidades que proporciona lo expuesto nos inclinamos por suponer la realización de estos dos conjuntos del Pradillo, de temas bastante individualizados, en las cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce pues en ellos existen también una clara tendencia a la supresión y simplificación abstracta lineal eliminando paulatinamente parte del esquema corporal cuestión que parece acentuada hacia los finales del Bronce y que es evidente en las figuras 4 del conjunto Pradillo I y figura 1 de Pradillo III.

Repetimos, aunque no están en estas pinturas de manera general y evidente, las supresiones propias de finales del Bronce en las que barras y puntos son lo predominante, creemos que comienzan a indicarse. La tendencia a suprimir la cabeza en el segundo antropomorfo del conjunto I y la ausencia clara de cabeza y extremidades inferiores en la figura 1 del conjunto III constituyen indicios de que ya era conocido el proceso que llevaría desde el esquematismo a la abstracción lineal. Por lo tanto de encajar en esta evolución estilística y seguir el camino de las supresiones apuntado nos serviría para datar con cierta probabilidad estos dos conjuntos en la transición del Calcolítico al Bronce en torno a los comienzos del segundo milenio a. C.

8. Conclusiones

Según pasaba el tiempo, las funciones de nuestra cueva debieron ser diversas.

En el mencionado aspecto cinegético no cabe duda de que es un excelente sitio de observación del amplio valle que se extiende hacia el E. En él pastarían diversos animales salvajes. En el estío los puntos de agua serían muy escasos y por ello privilegiados lugares para el rececho. Es probable que, nuestro antepasado nos dejo el resultado singular de uno de esos lances en esta instantánea.

Tampoco debe descartarse la utilización de la cueva como habitación y refugio en un Neolítico temprano cual ocurre en otras zonas del berrocal trujillano (Rubio Andrada, 1998, 199 y 2000) e incluso su utilización temporal con carácter funerario aunque estas cuestiones deberá resolverlas una apropiada excavación.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Arias González, L. y Jiménez González, C. ( ): “Puntas de flechas líticas del Calcolítico Ibérico”. Revista de Arqueología. nº 113. Madrid.
  • Becares Pérez, J., Rivero de la Higuera, M. C. y otros ( ): Las pinturas rupestres de Bonete del Cura, Ciudad Rodrigo (Salamanca). Zephyrus XXX y XXXI, pág 131 y ss.
  • Beltrán Martínez, A. (1982): “De cazadores a pastores. El Arte Rupestre del Levante Español”. Ediciones Encuentro. Madrid.
  • De Alvarado Gonzalo., M. y González Cordero, A. (1979): “Pinturas esquemáticas en Malpartida de Cáceres”. Alcántara, 195, 16-22. Cáceres.
    • (1991): “Pinturas y grabados rupestres de la provincia de Cáceres, estado de la investigación”. Extremadura Arqueológica II, pág 141. Mérida-Cáceres.
  • Rivero de la Higuera, M. C. (1972 – 1973): “Nuevas estaciones de pintura rupestre esquemática en Extremadura”. Zephyrus XXIII-XXIV, pág 297.
  • Rubio Andrada, M. (1991): “La pintura rupestre en el P. N. de Monfragüe” (Cáceres). Cáceres.
    • (1994): “Reflexiones en torno a cuatro escenas de contenido cinegético representadas en la pintura rupestre esquemática de la provincia de Cáceres”. XXIII Coloquios Históricos de Extremadura”, pág 425. Trujillo (Cáceres).
    • (1997): “Las pinturas rupestres en el término de Talarrubias, Badajoz”. XXVI Coloquios Históricos de Extremadura, pág 421. Trujillo (Cáceres).
    • (1998, 1999, 2000): “Tres poblamientos prehistóricos del berrocal trujillano”. XXVII – XXVIII – XIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo (Cáceres).
  • Rubio Andrada Manuel y Cáceres Herrera José María (2001): Una hoja de cobre endurecido en el berrocal trujillano. XXX Coloquios Históricos de Extremadura, pag 489. Trujillo (Cáceres).
  • Sauceda Pizarro, M. I. (2001): Pinturas y grabados rupestres esquemáticos del Monumento Natural de los Berruecos. Malpartida de Cáceres. Memorias, 2. Museo de Cáceres.

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