Oct 012011
 

María Estela González de la Granja.

El convento de San Vicente Ferrer de Plasencia es, sin duda, uno de las instituciones religiosas más importantes de la Extremadura de los Tiempos Modernos. Ello se debió a tres cuestiones fundamentales: en primer lugar, su emplazamiento en la ciudad de Plasencia, uno de los núcleos urbanos más poblados y con una economía más dinámica en la Extremadura moderna. En segundo lugar, la importancia que en este período histórico van a tener las llamadas “órdenes mendicantes”, sobre todo dominicos y franciscanos, en la propagación de la fe católica por los territorios recién descubiertos por los europeos y, por extensión, como firmes baluartes del catolicismo en el turbulento período de la Reforma protestante. Y por último, su carácter de fundación nobiliaria, y no de cualquier familia aristocrática, sino de los Zúñiga, que en el momento de la fundación eran, además de señores de Plasencia, una de las familias nobiliarias más importantes de la Corona de Castilla, acumulando títulos y posesiones territoriales que, durante la Edad Moderna, la convirtieron en uno de los grandes linajes de la nobleza española.

En este trabajo nos centraremos en el análisis de una de las vertientes que tuvo el monasterio de San Vicente Ferrer como institución religiosa en la Plasencia moderna. Nos referimos a la enseñanza, ya que en una época en la que las administraciones públicas solían desentenderse, con raras excepciones, de la educación de niños y jóvenes, la Iglesia debía hacerse cargo de esa misión, como lo hizo de otros ámbitos que también ahora consideramos “servicios públicos”. Y dentro de la Iglesia las órdenes religiosas, especialmente franciscanos, dominicos y jesuitas, fueron los principales mantenedores de escuelas y facultades donde se enseñaba desde los rudimentos de la lectura y escritura hasta las licenciaturas universitarias.

Este trabajo se centra, por ello, en estudiar cómo se desempeñó esa función educativa en el monasterio que los dominicos poseyeron en Plasencia, examinando en primer lugar la influencia de la Orden de Predicadores en la educación española durante la Edad Moderna, para pasar a continuación a relatar brevemente la historia del convento y, centrándonos en el tema que nos ocupa, analizar la fundación del monasterio y su relación con la enseñanza, un tema sobre el que existe una tradición “históriográfica” que como veremos no se corresponde con la realidad histórica, y las donaciones y fundaciones que diversos particulares e instituciones realizan en el convento en los siglos XVII y XVIII para dotarlo de diversos estudios.

1. LOS DOMINICOS Y LA EDUCACIÓN EN LA ESPAÑA DE LOS TIEMPOS MODERNOS

La aportación de la Orden de Predicadores a la historia de la educación en España se centró en los propios Estudios de la Orden y en su proyección en los colegios mayores, algunos de los cuales alcanzaron el rango de universidad. Tampoco hay que olvidar el enorme papel desempeñado por la orden en la evangelización de América y en la creación de las primeras instituciones educativas de corte europeo en el Nuevo Continente, aunque no sea éste el lugar para hablar de ello.

En el ámbito hispánico, el papel desempeñado por la Orden de Predicadores en la educación española va a ser muy importante, aunque va a ir disminuyendo a medida que nos acerquemos al siglo XIX, debido a la incapacidad de los dominicos para adecuar sus métodos y enseñanzas a los cambios científicos y pedagógicos experimentados durante toda la Edad Moderna.

De esta manera, podemos decir que el siglo XVI presencia el auge de la enseñanza dominica en España1; buena parte de la responsabilidad de este desarrollo se debe a la reforma que vive la orden desde principios del siglo XV, la llamada observancia dominica, uno de cuyos componentes principales, que como veremos tuvo gran importancia en el convento placentino, fue la preocupación por los estudios y por tener bien surtidas y ordenadas las bibliotecas. Los capítulos y los superiores provinciales nombraban visitadores, que debían recorrer los conventos para observar la marcha de las comunidades, y una de cuyas obligaciones era examinar las librerías o bibliotecas de los conventos. El capítulo de Salamanca de 1489 pide que estén bien provistas las bibliotecas, y carga la conciencia de los superiores con la obligación de proveer a los hermanos de los libros que necesiten.

No es de extrañar, por lo tanto, que en el siglo XVI se consoliden importantes instituciones que habían surgido en el siglo XV, como los monasterios de San Esteban de Salamanca, San Pablo de Valladolid o Santo Tomás de Ávila. Estos monasterios con vertiente educativa tenían todos el rango de Estudio General, aunque se podían diferenciar entre aquellos que también tenían el título de Universidad (en el siglo XVI Santo Tomás de Sevilla, Santo Tomás de Ávila, Nuestra Señora del Rosario de Almagro, Santo Domingo y San Jorge de Tortosa, Nuestra Señora del Socorro de Orihuela y Santa Catalina Mártir de Jaén), y los meros Estudios Generales, que figuraban como colegios y cuyos títulos eran reconocidos por las universidades, como San Esteban de Salamanca, San Gregorio de Valladolid, San Pablo de Burgos, San Pedro Mártir de Toledo, etc.

Durante el siglo XVII2 se acrecienta el número de Estudios Generales hasta 30 (incluyendo las universidades), incluyéndose entre ellos, como veremos, San Vicente Ferrer de Plasencia. En cuanto a las universidades, el principal cambio se produjo en Santo Tomás de Ávila, que por bula del Papa Inocencio X concedida en 1645 pudo dar grados en filosofía, derecho y medicina, además del de teología que ya tenía desde el siglo XVI. En el siglo XVIII los cambios sociales e ideológicos que se producen en toda Europa explican que en esta centuria no se cree ningún Estudio General dominico.

La enseñanza en estos centros respondía a esquemas plenamente tomistas y escolásticos, algo lógico si tenemos en cuenta que Santo Tomás de Aquino es posiblemente la figura más importante de la Orden de Predicadores desde el punto de vista cultura, pero que en una época de cambios radicales como fue la Edad Moderna supuso un lastre en el nivel de las enseñanzas impartidas por los dominicos, demasiado aferradas al Medievo.

Ello no obstante, por lo menos en los inicios del Renacimiento sí se introdujeron algunas novedades; por ejemplo, para la enseñanza de la gramática se usaba el método ideado por Antonio de Nebrija a finales del siglo XV. En lógica se seguían usando las medievales Súmulas Logicales de Pedro Hispano, libro de texto fundamental hasta el siglo XVII, aunque a mediados del XVI se comenzaron a usar como textos oficiales las Súmulas, Físicos y Dialéctica de fray Domingo de Soto.

Donde se mantuvo inalterable la tradición fue en el estudio de la filosofía y la teología, ya que la referencia intelectual fue siempre Santo Tomás de Aquino, enseñándose la filosofía con sus comentarios a Aristóteles y la teología con la Summa Theologica. Podemos considerar comprensible esta práctica en el siglo XVI, e incluso en el XVII, en un contexto marcado por las disputas religiosas en toda Europa, pero resulta llamativo que en 1757, es decir, en pleno Siglo de las Luces, el Maestro General de la Orden obligase a todos los colegios dominicos a enseñar solamente las doctrinas teológicas del Santo de Aquino3, una prueba más de la cerrazón de la orden en el ámbito educativo, y que la llevó a ser considerada como símbolo de oscurantismo cultural e ideológico. Ello, de paso, contribuyó al retraso de las universidades españolas con respecto al resto de Europa, ya que desde principios del siglo XVII la inmensa mayoría de las cátedras de teología fueron ocupadas por dominicos.

Hemos de citar por último a las figuras más importantes de la educación dominica en España que no por casualidad vivieron en el siglo XVI. Nos referimos a fray Francisco de Vitoria, fray Melchor Cano y fray Domingo de Soto; Vitoria, catedrático en la Universidad de Salamanca, renueva el método teológi- co, haciéndolo más humanístico y crítico, creando la famosa Escuela Teológico- Jurídica Salmantina o Española. Melchor Cano, catedrático de Teología en San Gregorio de Valladolid y en Salamanca, es enviado por Carlos V al concilio de Trento y destaca por sus aportaciones a la ciencia teológica. En cuanto a Soto, perteneciente a la Escuela de Salamanca y teólogo imperial en Trento, escribió numerosas obras sobre teología, derecho, filosofía y lógica, todas de orientación tomista, destacando además desde el punto de vista científico su reflexión sobre la caída de los cuerpos, considerada precursora de la teoría de Galileo Galilei.

En el siglo XVII el nivel de los maestros dominicos desciende claramente; podemos mencionar, por ejemplo, a fray Juan de Santo Tomás, catedrático de teología en la Complutense, y cuya obra más famosa es Cursus Philosophicus, tratado sobre filosofía tomista, y fray Francisco de Araujo, catedrático de teología en Salamanca, con sus Comentarios a la Metafísica de Aristóteles. El siglo XVIII certifica la crisis de la enseñanza dominica, ya que sus catedráticos, centrados casi exclusivamente en la teología, son incapaces de aportar novedades frente a academias y otros centros culturales ilustrados.

2. FUNDACIÓN Y PRIMEROS AÑOS DEL MONASTERIO DE SAN VICENTE FERRER

El establecimiento de los dominicos en Plasencia no puede ser explicado sin el señorío que sobre la ciudad ejerció desde mediados del siglo XV la poderosa familia de los Estúñiga o Zúñiga, bajo cuyo patronato se fundó el convento de San Vicente Ferrer, tal y como demuestran diversos documentos y la simbología heráldica que alberga el monasterio4.

A pesar de que, según Benavides Checa, existió en Plasencia un pequeño cenobio dominico desde mediados del siglo XIII5, lo que sí está documentalmente probado es su presencia a partir de 1464, una presencia que estará ligada, por un lado, al proceso de expansión que la orden vive en la segunda mitad del siglo XV y, por otro, al señorío de los Zúñiga sobre la ciudad del Jerte.

En cuanto al primer punto, hay que señalar que, tras la crisis del siglo XIV la recuperación demográfica y económica se tradujo en un amplio movimiento de reforma religiosa, con dos vertientes, la herética (movimientos de Jan Huss, John Wyclyff…) y la que permanece fiel a la Iglesia pero intenta recuperar la espiritualidad, compromiso y pobreza originales. Ello se refleja sobre todo en las órdenes religiosas, y más concretamente en las órdenes mendicantes, en cuyo seno surgen corrientes que buscan el retorno a sus principios fundadores y que reciben el nombre de “observancia”.

En la orden dominicana, los primeros pasos hacia esa reforma fueron dados a finales del siglo XIV en Alemania e Italia; en España encarnó ese movimiento reformista a principios del siglo XV el beato Álvaro de Córdoba, y fue un movimiento lento, con sus avances y retrocesos hasta conseguir su encauzamiento y empuje final en el último cuarto de ese mismo siglo XV, hasta coronarse la obra en el capítulo de Burgos de 1506. El señorío de los Zúñiga sobre Plasencia va a ser, como decíamos, el otro motivo fundamental para la creación de un convento dominico en esta ciudad; desde luego, y a pesar de las hipótesis ya mencionadas que apuntan a una presencia más antigua de la orden en la ciudad, lo que sí está claro es que la promotora de la fundación de un convento dominico en la ciudad fue la segunda mujer de Álvaro de Zúñiga, Leonor Pimentel, convencida muy posiblemente por su confesor fray Juan López, fraile del también dominico convento de San Esteban de Salamanca6.

Tradicionalmente se ha descrito la fundación de esta institución religiosa como un acto de agradecimiento a San Vicente Ferrer; sin embargo, y tal y como ponen de manifiesto autores como José María López Martín7, es difícil creer en esta versión, toda vez que en las cartas de donación otorgadas por los duques, y de las que hablaremos a continuación, no se alude en ninguna ocasión a ese motivo que, si hubiera existido, habría sido sin duda señalado. Como se puede deducir de las cartas de fundación y donación del convento, junto a la piedad religiosa es más que probable que los señores de Plasencia quisieran con este monasterio dar más lustre aún a su casa, en una práctica típica de la nobleza española anterior y posterior a este período histórico8.

En todo caso, lo que sí es cierto es que los duques recibieron la bula del papa Paulo II autorizando la fundación del convento el 15 de octubre de 14649, pero que las obras no comenzaron hasta 10 años más tarde10; mientras tanto, la pequeña comunidad dominica que ya residía en Plasencia bajo la dirección de fray Juan López tuvo como sede provisional una casa conocida como “Santo Domingo el Viejo”, situada entre las casas del conde de Torrejón y la puerta de Trujillo11. Para la construcción del convento, y además de la asignación de buena parte de sus bienes, los duques consiguieron de Enrique IV de Castilla un juro perpetuo de 50.000 maravedís sobre el servicio y montazgo del Puerto de Malpartida de Plasencia, concedido el 10 de junio de 1472.

El poder de la familia Zúñiga y su absoluto control de la ciudad de Plasencia se plasma, además, en la “expropiación” de importantes bienes raíces y rentas que pertenecían a otras fundaciones religiosas que según los duques no se estaban llevando a cabo. De este asunto hablaremos más adelante, pues tiene íntima relación con la dedicación a la enseñanza del monasterio.

Una vez comenzadas las obras, los duques procedieron a ratificar oficialmente la fundación del convento y la donación tanto del nuevo monasterio en construcción como del antiguo a la Orden de Predicadores mediante diversos documentos otorgados por los duques, en pareja o por separado, entre 1476 y 1486. En 1476 los duques donan al nuevo monasterio de San Vicente Ferrer “…la iglesia y monasterio pequeño que se llama San Vicente que está cabe la Puerta de Trujillo…” y unas casas en Béjar, nombrando como patrono tras su muerte a sus hijos don Juan, doña Isabel y doña María, sus herederos y descen- dientes.

Al año siguiente, en 1477, don Álvaro dona a fray Pedro de Barrionuevo, prior del convento de San Vicente el Viejo, el terreno sobre el que ya se estaba edificando el convento; se trataba del llamado “Cerro de la Mota”, una elevación del terreno que dominaba una quebrada o pequeño arroyo sobre el cual se levantó la muralla de la ciudad en el siglo XIII y que fue, al menos desde el siglo XIV, la judería12. Zúñiga, amparado en el poder que le daba el ejercicio del señorío sobre la ciudad, expropió para sí todo el terreno, dedicando la parte más occidental para el convento y la zona oriental para construirse su propio palacio, ahora conocido como de los Marqueses de Mirabel13. Por último concedía al monasterio la dehesa de Macarra y la exención del pago de alcabala, sisa y cualquier otro impuesto sobre lo que comprase o vendiese, exención que prescribió cuando Plasencia volvió a la jurisdicción real.

Siete años más tarde, en 1484, la duquesa Leonor Pimentel dirige al prior fray Alonso Maldonado la que es la definitiva carta de donación del convento. Fechada en Béjar el 22 de agosto y ampliada el 10 de octubre de 1484, es una relación detallada de cómo deberá ser el convento, además de hacer referencia a la cátedra que funda en el convento, y de la que hablaremos en el próximo apartado. Dos años más tarde, en 1486, la duquesa otorga dos documentos muy importantes; por un lado, dona y entrega el edificio ya construido a fray Julián de Sancti Spiritus, provincial de la provincia de España14. Muy pocos días después confirma la donación en su testamento, encomendando a sus albaceas la terminación del monasterio15; aunque este mandato no se había cumplido totalmente, al año siguiente se procedió al traslado de los religiosos y fray Pedro de Villalobos, visitador general del obispado de Plasencia, bendijo lo que estaba ya construido de la nueva iglesia, claustro y sala capitular16.

Una vez establecido el convento, la siguiente etapa fue su reducción a la observancia regular, dentro del plan de reforma de la vida religiosa que estaba siendo patrocinada por los Reyes Católicos. Dicha reducción se produjo el 13 de septiembre (y no el 17 de noviembre, como señala erróneamente Crescencio Palomo17) de 1492, siendo el encargado de transmitir las bulas papales y cartas reales ordenando dicha reducción Fray Juan de Zazo, visitador general de la Provincia de España18.

Según Crescencio Palomo, el paso a la observancia se produjo en el caso del monasterio placentino sin los traumas y conflictos que supuso dicho proceso en otros conventos dominicos sometidos a la llamada “regla claustral”, probablemente debido a las relaciones entre el convento placentino y el de San Esteban de Salamanca, uno de los que no necesitó reforma por su rigurosa aplicación de la regla original de Santo Domingo19. No obstante, los frailes del convento, atemorizados ante posibles represalias e intentos para quitarles sus bienes, se dirigieron a los reyes porque “…se temen e recelan que los frailes claustrales e otras algunas personas a injusta e non debidamente les quieran molestar e fatigar así en la posesión de la dicha casa como en algunos heredamientos e otras rentas que tienen y poseen en término de la dicha ciudad de Plasencia…”; por ello, el 17 de noviembre de 1492 se emitía una real cédula por la que el convento de San Vicente quedaba bajo el amparo y protección de la Corona y de sus justicias20

El último paso que tendría que dar el convento de San Vicente Ferrer en lo que a su fundación y establecimiento se refiere fue el pleito que emprendió en 1515 contra los duques de Béjar don Álvaro y doña María de Zúñiga como sucesores de los fundadores del convento, al defender los dominicos que al morir dichos fundadores “…dejaron dispuesto que de su hacienda y mayorazgo se proveyese hasta acabarse, de suerte que la obra nunca cesase (el subrayado es nuestro)”, y que por tanto los dueños de dicha hacienda debían contribuir a la continuación de la fábrica de la iglesia y convento, la compra de libros, ornamentos sagrados, etc. El pleito finalizó con un acuerdo entre las dos partes, por el que el duque actual donó la cantidad de un millón de maravedís, por lo que el convento “…le dio por libre para siempre y nunca le sería pedido ni demandado por este convento otra cosa alguna en tiempo alguno…”21.

3. LA FUNDACIÓN DE LOS ESTUDIOS EN SAN VICENTE FERRER

Fundado y establecido definitivamente, comienza en el edificio la vida conventual como tal, en la que junto a las obras de finalización y reforma que van a tener lugar en estos siglos, tuvieron un especial protagonismo los estudios de teología que, como hemos visto, ordenaba fundar la duquesa Leonor en la carta de donación otorgada en 1484, así como la biblioteca, que debido a circunstancias favorables consiguió acumular un importantísimo patrimonio bibliográfico.

En la ya mencionada carta de donación del monasterio a la Orden de Predicadores, fechada en Béjar el 22 de agosto y ampliada el 10 de octubre de 1484, la duquesa de Plasencia doña Leonor Pimentel ordenaba que el convento tuviera capacidad para cuarenta religiosos, de los cuales veinte debían ser sacerdotes y cinco estudiantes de teología, pues quería dejar rentas para una cátedra de dicha disciplina, y que se comprasen los libros necesarios para una biblioteca de renombre22.

La fundación de esta cátedra ha sido tradicionalmente considerada como un intento de los Zúñiga por “diversificar” la dedicación de sus dos posesiones más importantes, Plasencia y Béjar, asignando a la primera la función cultural y a la segunda la industrial23; de hecho, fray Alonso Fernández en su Historia y Anales de la ciudad y obispado de Plasencia, publicada en 1627, afirmaba que “el motivo que tuvieron los duques en la fundación de su convento fue querer remediar la ignorancia que avía en aquellos tiempos en esta tierra, que no sería poca ni de pequeña lástima, antes de que la Orden de Predicadores viniese y asentase en Plasencia. Con este intento quisieron que por lo menos se leyese siempre una Cátedra de Teología Moral, para que los Eclesiásticos pudiesen con facilidad aprender lo que debían saber para la administración de los Sacramentos. Fue un remedio general para Estudiantes pobres, que no pueden ir a estudiar a las Universidades. Bien se dexa entender, que en la provincia de Estremadura, aunque tan rica y de tanta nobleza, sería este convento el primero que profesase leer Teología y instituyese Cátedra para esto, aviendo sido los moradores desta provincia y en los tiempos pasados más dados al exercicio de Armas que de Letras”24; sin embargo, creemos que esta hipótesis, elaborada desde luego mucho después de la fundación del convento, no es en absoluto correcta ya que hay que tener en cuenta dos importantes factores.

En primer lugar, ya hemos visto en la primera parte de este trabajo que la vocación educativa de los dominicos tuvo como consecuencia el surgimiento de un importante número de estudios y colegios en los monasterios de la Orden de Predicadores; por lo tanto, la fundación de una cátedra de Teología en San Vicente no fue algo extraordinario ni excepcional, sino un paso más en la conformación de un amplio conjunto de estudios en los principales conventos dominicos castellanos (San Esteban de Salamanca, Santo Tomás de Ávila, San Pablo de Valladolid…).

Por otra parte, existe un hecho fundamental que se produce también, y creemos que no por casualidad, en 1484. El día 19 de mayo de ese año25 el papa Sixto IV confirmaba las sentencias emitidas por el juez apostólico Rodrigo de Borja (el futuro papa Alejandro VI), y que a su vez confirmaban las emitidas por el canónigo Juan de Gata, don Martín de Yanguas en 147426; esas senten- cias añadían a los bienes del convento parte de las dehesas de Valtravieso y Mironcillo, dejadas por Álvaro de Carvajal para fundar un convento, las casas, viñas, molino y la cuarta parte de la dehesa de Aldeanueva de Beringues, que Sevilla López dejó en Galisteo para fundar una monasterio de la orden de Santa Clara, 3000 maravedís de renta que dejó Estefanía Suárez en la heredad de Fresnedilla, unas casas, parte de la dehesa de la Bazagona, dos viñas y parte de la dehesa de la Herguijuela dejados por Catalina Jiménez para fundar un hospital y las dehesas de San Esteban y el Guijo, que pertenecían al priorazgo de San Marcos, que además fue disuelto.

Es decir, el papa “regalaba” a los Zúñiga un enorme patrimonio en tierras y rentas para que culminaran su fundación que, por otra parte, carecía hasta ese momento de bienes propios; el dominio que don Álvaro ejercía sobre la ciudad permitió una clara usurpación ilegal de esos bienes, ya que los testamentos de los fundadores de esas instituciones sí se estaban cumpliendo, como perfectamente atestigua Domingo Sánchez Loro27.

El expolio fue aún más sangrante en el caso del llamado priorazgo o priorato de San Marcos, un pequeño cenobio cisterciense fundado en el siglo XIV y para cuya disolución se inventaron bulos que el papa, buen amigo de los duques, no tuvo ningún reparo en creer; se decía, por ejemplo, que el priorato “…estaba e está en un lugar muy deshonesto e cerca de él han estado e están e moran públicamente malas mujeres en el dicho monesterio donde no habrá más de un fraile o dos, los cuales han tenido vida agena fuera de la dicha religión, e ayuntándose muchas veces a malas mujeres en gran peligro de sus ánimas e oprobio de la dicha religión e pernicioso ejemplo e escándalo de muchos…”28.

A primera vista, no se aprecia la relación que podría haber entre esta lluvia de bienes para el convento y su dedicación a la enseñanza; sin embargo, es muy profunda, ya que en la bula de Sixto IV se añadió una interesantísima cláusula para autorizar al convento a quedarse con los bienes del priorato de San Marcos, y es que “…estando dicha casa en pacífica posesión del dicho priorazgo y eremitorios desde entonces haya en la dicha casa una cátedra de teología con lector suficiente y docto que sea elegido no por favores sino por idoneidad y suficiencia que lea dicha cátedra a todos los que quisieren oírlo(el subrayado es nuestro)”29.

Esta cláusula es aún más importante porque hasta ese momento los diversos documentos por los que los duques de Plasencia procedían a la fundación del monasterio dominico no hacían ningún tipo de mención a la fundación de una cátedra o de otro tipo de institución educativa en él. Y resulta más llamativo aún que sea precisamente después de la concesión de la bula, en agosto de 1484, cuando doña Leonor Pimentel otorgue la llamada “carta de donación” del monasterio, y en ella aluda por primera vez a estudios de teología, ya que “…de los quales dichos quarenta religiosos los veinte a lo menos sean sacerdotes continuos, e más cinco estudiantes theólogos, que continuo oyan e estudien la leçión de teología, los quales no sean ocupados en oficio alguno salvo en su estudio para los quales quiero que vos el dicho frey Alonso Maldonado hagays apartadamente hedificar sus cámaras e estudios como vos viéredes que cumple. E los religiosos que así fueren recibidos en el dicho número de cinco para estudiar teología sean de tal forma recibidos que después que fueren letrados no se vayan a otros monesterios, salvo que se hagan de la dicha casa naturales porque yo quiero dexar apartadamente, allende de la que para sustentación del dicho monesterio entiendo dar, señalada renta para la dicha cátedra e para los dichos cinco estudiantes para todas las cosas necesarias…”30.

Debemos insistir en que, hasta ese momento, nunca se había dado a entender la creación de una cátedra de teología en el monasterio por parte de sus fundadores, por lo que nuestra hipótesis es que lo hicieron obligados por la cláusula de la bula del papa Sixto IV otorgada en 148431 y que de no ser así hubieran tardado tiempo en establecerse, aunque posiblemente la tradición pedagógica de los dominicos hubiera hecho surgir en San Vicente Ferrer unos estudios similares a los de otros monasterios de la orden. De hecho, los bienes concedidos por el pontífice a los duques fueron los únicos con los que se dotaron los estudios en San Vicente, ya que aunque Crescencio Palomo indica que el duque dotó la cátedra de teología con la dehesa de Macarra, en el Libro Becerro del convento sólo se anota que el mismo debía pagar con las rentas de dicha dehesa una serie de mandas pías, misas y memorias por el alma de don Álvaro32.

4. LOS ESTUDIOS DE SAN VICENTE EN LA EDAD MODERNA.

Establecidos, pues, definitivamente los estudios en el convento, su desarrollo va a ser mucho más positivo y rápido que su complejo proceso de fundación. Apenas conocemos nada de la evolución de la cátedra de teología en el siglo XVI, debido a la práctica ausencia de documentación; en todo caso, sospechamos que su desarrollo fue muy importante, ya que el convento es conceptuado durante todo el siglo XVII como una institución educativa de primer orden. Y, por supuesto, siempre siguiendo los principios escolásticos y tomistas, considerados como elementos indisociables de la teología dominicana.

La primera mención importante a los estudios en el monasterio placentino aparece en la Historia General de Sancto Domingo y de su Orden de Predicadores, publicada entre 1613 y 1615 por fray Juan López, obispo de Monopoli. De esta forma el Monopolitano indica que se leen dos lecciones de Teología y una de Artes (filosofía), aunque precisando que “…todas las casas donde se lee tienen dos liciones de Teología y cursos de Artes…”; es decir, el caso de San Vicente no es nada excepcional en el conjunto de monasterios dominicos españoles, aunque hay que resaltar que eso suponía que durante el siglo XVI se amplió notablemente la capacidad del convento en lo que a la enseñanza se refiere. Señala asimismo que sin duda San Vicente es el principal colegio e universidad (haciendo referencia evidentemente a su función educativa, no a un título oficial) de Extremadura y que sus cursos eran admitidos en la Universidad de Salamanca para graduarse en Artes33.

En 1627 el ya mencionado Fray Alonso Fernández en su Historia y Anales de Plasencia y su Obispado34 señalaba que San Vicente Ferrer “…es la principal Universidad y Colegio que tiene la provincia de Extremadura y de los más graves y calificados Estudios de toda la provincia de España…”. De nuevo reitera que uno de los motivos de los duques al fundar el convento fue “el estudio de las Letras para desterrar las ignorancias que en aquellos tiempos avía”, aludiendo sin embargo de manera significativa a la bula de Sixto IV. Incluso habla de un proyecto del obispo placentino don Pedro Ponce de León, Inquisidor General de España, para trasladar la sede del tribunal inquisitorial extremeño a Plasencia “… para que se ayudase aquel santo tribunal de las letras, erudición, talento y prudencia de los lectores y padres graves que siempre florecían en este convento”.

Habla de un importante número de estudiantes, tanto de Teología como de Artes, y de su admisión en la Universidad de Salamanca, en términos prácticamente idénticos a los usados por fray Juan López, fuente que sin duda utilizó. También expone una larga lista de maestros que leyeron Teología en el monasterio y que luego ocuparon importantes cargos, como fray Juan Vicente, catedrático de Durando y Vísperas en Salamanca, fray Diego de Yanguas, regente de San Gregorio de Valladolid, fray Diego Álvarez, arzobispo de Trápani, fray Alonso de Alvarado, Catedrático de Prima en la Universidad de Toledo, y varios provinciales de la provincia de España.

Y para finalizar, explica que en 1606 el convento pidió al Papa Paulo V la concesión de un estatuto de limpieza de sangre (y no un privilegio de colegios mayores, como erróneamente señala Crescencio Palomo35) utilizando seis argumentos, de los cuales dos tienen relación con su labor docente: el tercero, “…porque en toda esta provincia de Estremadura no hay estudio de Teología tan principal como éste, donde con tanto primor y puntualidad se lean y enseñen las Artes y Teología, y la doctrina de Santo Tomás… Y este estudio es, ha sido y será el Seminario de las letras de Estremadura…, en el qual estudian y han de estudiar todos o los más curas y confesores deste Obispado”; y el cuarto, “…porque a instancia de los Duques de Béjar, que entonces lo eran desta ciudad de Plasencia fundadores de este convento, el pontífice Sixto Quarto le adjudicó gran parte de la hazienda que tiene con estrecha obligación de que en él hubiese estudio y desde entonces ha sido y es juntamente convento y colegio donde se ha leído y se lee la sagrada Teología con eminencia y ventajas grandes, y en él florecen las letras con aplauso, admiración y utilidad de la ciudad y Ovispado, y ha avido y hay en él maestros y lectores eminentes que salen para las principales Universidades de España”.

La vocación docente del convento estaba, pues, perfectamente asentada a principios del siglo XVII, y fue confirmada con la creación en él por parte del capítulo general de la orden dominicana, celebrado en Toulouse en 1628, de uno de sus Estudios Generales36. La financiación de estos estudios va a estar, además, asegurada gracias a diversas donaciones que fue recibiendo el convento durante este siglo.

La primera de esas donaciones no lo fue en su origen para el convento; en 1630 el regidor placentino don Pedro Gómez de Carvajal fundó por su testamento una memoria en el Colegio de la Compañía de Jesús para que creara una escuela de niños para enseñar a leer y escribir; esa donación, consistente en la tercera parte de un censo de 5.000 ducados de principal contra el Estado del señor de Monroy, fue rechazada por los jesuitas, y en 1648 el obispo don Diego de Arce y Reinoso decidió aplicar al convento de San Vicente la manda “…para que en este convento se ponga segundo curso de artes, distinto del que tiene en el qual puedan cursar y aprovechar todos los que quisieren y venga a ser como universidad general en esta provincia de Extremadura…”; la donación, que en 1648 ascendía a la enorme cantidad de casi 43.000 reales y que tenía como obligación el pago de 20 ducados al año para el Colegio de los Irlandeses de Salamanca y para los franciscanos del Santo Sepulcro de Jerusalén, fue aceptada por el convento el 20 de noviembre de 164837; sin embargo, los herederos del regidor placentino emprendieron un largo pleito que no se resolvió hasta muchos años más tarde38.

Por otra parte, el año 1655 el señor don Gregorio de Vargas Chamizo, chantre de la Catedral, dejó al convento un censo de 4.000 ducados de principal que tenía contra el cabildo mayor para que en el convento se leyese el curso de Filosofía. El autor del Libro Becerro del convento indica que ya antes de esa fecha se leía el curso de Súmulas y Lógica, con lo cual esta donación vendría a completar el curriculum docente del monasterio en lo que a filosofía se refiere. Sin embargo, dicho cabildo mayor entabló un pleito contra el convento sobre la validez del censo, que tras diversas sentencias y apelaciones fue resuelto a favor de los frailes de San Vicente en el último cuarto del siglo XVII39.

La última donación en relación con los estudios en San Vicente Ferrer de la que tenemos noticia se produce en 1684; el 10 de enero de ese año otorgaba su testamento ante el escribano Antonio de Oliva el licenciado don Juan Antonio Mengíbar, típico miembro de la oligarquía placentina, que había sido muchos años abogado de los Reales Consejos y regidor de la ciudad, pero que al quedar viudo en 1679 de su esposa doña Estefanía de Medina Yáñez se ordenó como clérigo presbítero. En ese testamento don Juan Antonio decía que “…ha muchos años que deseo hacer en dicho convento de San Vicente unas escuelas con tres generales de artes y una grande de theoloxía por la mucha necesidad que de ellas tiene el convento, y para mayor adorno suyo…”. Nos informa también de que hace unos años vino a Plasencia un maestro de arquitectura (no dice el nombre) que elaboró dos plantas de esos estudios generales y valoró la obra en unos 3.000 ducados, que son los que precisamente deja para que la obra se realice, 2.000 procedentes de una manda que dejó a su disposición su esposa y los mil restantes que añade él mismo.

Para la ejecución de la manda ponía varias condiciones y mandas pías, de las cuales la única que afecta a los estudios es aquella en la que nombraba como patrona de las escuelas a Santa Rosa de Santa María, ordenando que se pusiera una imagen de la santa “…en nicho que se ha de hazer sobre la puerta del general mayor de teología, y a los pies de la imagen se ha de poner una piedra grande de cantería, en que se ha de esculpir un letrero con letras grandes y legibles que digan así: estas escuelas fundaron y mandaron hazer a su costa el lizenciado don Juan Antonio de Menxibar, presbítero, abogado de los Reales Consejos, que primero fue rexidor perpetuo de esta ciudad de Plasencia, y doña Estefanía de Medina Yáñez su muxer, y elixieron por patrona de ellas a su madre Santa Rosa de Santa María…”. Por último, ordenaba que si los dominicos no aceptaban la manda en el plazo de cuatro meses a partir de su muerte, dicha donación pasase al convento de Santa Catalina del Arenal, pero no para fundar las escuelas, sino para establecer dos fiestas anuales en honor de Santo Domingo Soriano. Ello no sucedió, ya que tras la muerte de don Juan Antonio, los frailes de San Vicente Ferrer se apresuraron a aceptar la fundación en los tres tratados pertinentes y con la licencia del provincial de la Provincia de España, aceptación fechada el 26 de enero de 168540.

Gracias a esta generosa donación, se construyeron en una amplia zona hasta entonces dedicada a huerta, los llamados Generales Nuevos, una gran nave de dos pisos con una arcada inferior donde desde ese momento los estudiantes y novicios que residían en el convento podían seguir sus estudios. Nos consta la ampliación de la capacidad docente del monasterio, ya que sabemos que en 1719 del conjunto de frailes residentes en el convento había un catedrático decano, un maestro de estudiantes, dos lectores de teología, 8 lectores de artes, un lector de lógica y un lector de súmulas41.

Las mandas y donaciones no sólo fueron destinadas a sufragar los distintos estudios impartidos en el convento; de hecho, un elemento fundamental para la enseñanza era la existencia de una buena biblioteca. Ya en la carta de donación otorgada en 1484 la duquesa Leonor Pimentel ordenaba que se comprasen los libros necesarios para una biblioteca cumplida42; a esa manda y a los libros que lógicamente iría adquiriendo el monasterio durante el siglo XVI para sus necesidades se unieron en el siglo XVII dos donaciones de libros, una inédita hasta ahora y otra sobradamente conocida.

La primera donación a la que hacemos referencia es la que hizo el licenciado don Juan Martínez de Salazar, arcediano de Plasencia, en 1615; en su testamento otorgado ante el escribano Blasco Gil el 18 de marzo de 1615, solicitaba que fuese enterrado en el capítulo del convento de San Vicente Ferrer y se le dijesen dos misas cada mes a perpetuidad por su alma. A cambio de ello donaba al monasterio toda su librería, aunque se la entregaba a su sobrino don José Martínez de Salazar por los días de su vida a cambio de 60 ducados anuales que debía abonar al convento hasta tanto éste no tuviera en su poder la biblioteca43. Los frailes aceptaron la manda el 25 de junio de 1615, aceptación gracias a la cual y a distintas cartas de pago tenemos constancia de esta manda44, ya que el legajo donde se debería conservar el testamento se ha perdido, por lo que desconocemos el contenido de esa librería.

Mucho más importante, generosa y conocida es la otra donación de libros que recibió el convento de don Rodrigo Ignacio de Carvajal y Nieto45; la historia de la biblioteca de este noble placentino es muy interesante, ya que en su origen perteneció a don Francisco de Mendoza y Bobadilla, cardenal arzobispo de Burgos, a cuya muerte en 1556 fue vendida. La mayor parte de los libros pasó a manos de don García de Loaysa y Girón, arzobispo de Toledo y ayo del futuro Felipe III, quien en su testamento legó su biblioteca a sus sobrinos don Pedro de Carvajal, obispo de Coria, y don Álvaro de Carvajal, obispo de Zamora, los cuales a su vez la legaron a su sobrino don Diego Esteban de Carvajal y Nieto, padre del mencionado don Rodrigo Ignacio.

El último poseedor de la biblioteca decidió donarla al convento dominico de Plasencia en 1650, por razones desconocidas aunque podemos suponer que le era gravoso mantener en buen estado la enorme cantidad de libros y manuscritos que la componían. La donación se efectuó el 30 de mayo de 1650 y en ella don Rodrigo Ignacio estableció como condiciones que el convento dijese 1250 misas rezadas en la capilla que poseía en la iglesia parroquial de San Nicolás, otras 1.500 en el propio convento por el alma de su padre don Diego Esteban de Carvajal y Nieto y una misa cantada en el altar mayor de la iglesia conventual por todos los antepasados del donante en la octava de Todos los Santos. Obligaba también al convento a “…tener la librería en pie y conservarla…”, y le permitía vender aquellos libros que tuviesen duplicados o que estuviesen escritos en griego o hebreo. Por último, establecía que él y sus sucesores deberían tener siempre una llave de la librería y que se había de poner un letrero en la biblioteca diciendo que:

“EL SEÑOR GARCÍA DE LOAYSSA, ARZOBISPO DE TOLEDO Y MAESTRO DEL PRÍNCIPE DON FELIPE III, DEJÓ SU LIBRERÍA A SUS SOBRINOS DON PEDRO DE CARVAXAL, DEÁN DE TOLEDO YOBISPO DE CORIA, Y DON ÁLVARO DE CARVAXAL, CAPELLÁN Y LIMOSNERO MAYOR DE SU MAJESTAD Y ABAD DE SANTA LEOCADIA, ELECTO OBISPO DE ZAMORA, LOS CUALES LA DEJARON AL SEÑOR DON DIEGO ESTEBAN DE CARVAXAL Y NIETO, COMENDADOR DE CASTROVERDE DE LA ORDEN DE SANTIAGO SU SOBRINO Y SU HIJO DON RODRIGO YGNACIO DE CARVAXAL, CABALLERO DE LA DICHA ORDEN, LA ENTREGÓ A ESTE CONVENTO CON ALGUNAS CARGAS, COMO CONSTA DE ESCRITURA. AÑO DE 1650”46.

El contenido de la biblioteca, que ha sido perfectamente analizado por Ricardo Luengo Pacheco47 abarcaba 258 manuscritos y 2.593 obras impresas, incluyendo 52 incunables; el 31% del total eran obras de temática religiosa (Biblias, vidas de santos, libros de sermones, etc.), el 12,1% trataba temas de derecho y política, entre los que se encontraban libros sobre derecho canónico, índices inquisitoriales, constituciones de órdenes militares, títulos de arbitristas, las obras de Justo Lipsio y Jean Bodin y obras de importantes dominicos como Domingo de Soto o Bartolomé de las Casas.

Los libros sobre ciencias ocupaban el 5,4% del total, abundando los libros de astronomía, matemáticas, historia natural, medicina, arquitectura (como las obras de Palladio y Serlio) o geografía (incluyendo la Geographia de Tolomeo). Muchos más abundantes eran los libros de Humanidades (el 30%), entre los cuales destaca sin duda la Historia, con libros de hechos de nobles, biografías de la monarquía e historias de distintos reinos de la Península y de fuera de ella (como la Historia General de España del padre Juan de Mariana).

La literatura de ficción tiene un peso considerable; hay algunos libros de caballería, como el Amadís de Gaula, aunque curiosamente no está el Quijote; encontramos también poemarios, obras de autores clásicos como El Asno de Oro de Apuleyo, así como un importante número de ediciones de las obras de Dante, Petrarca y Bocaccio, tanto en italiano como en castellano.

En cuanto a la filosofía, materia importante para el convento al impartirse los cursos de Artes, se centra en Aristóteles, bien como obras originales bien como comentarios sobre lógica, metafísica o física. No se pueden olvidar, por supuesto, las obras de Santo Tomás de Aquino.

También es significativo el número de clásicos grecolatinos (casi un 10% del total de la biblioteca), entre los que destaca Cicerón, Estrabón, Pomponio Mela, Vitrubio, Tito Livio, Julio César, Ovidio, Plinio, Séneca o Virgilio. Por último, hay que destacar el importante número de diccionarios de griego, hebreo, italiano o latín y algunas obras de gramática, incluyendo alguna de las obras del extremeño Francisco Sánchez el Brocense.

La biblioteca permaneció intacta en manos del convento algo menos de un siglo; en marzo de 1739 don Juan de Iriarte, bibliotecario de la Real Biblioteca fundada por Felipe V, negoció con el convento la entrega de 136 impresos y 106 manuscritos, a cambio de los cuales los dominicos placentinos recibieron 232 impresos sobre ciencias eclesiásticas48.

Unos años más tarde, en noviembre de 175249, el oidor de la Audiencia de Sevilla Ascensio de Morales, que estaba revisando por orden del secretario de Estado don José de Carvajal y Lancáster los archivos y bibliotecas del país, localizó la biblioteca de San Vicente Ferrer, y propuso a Carvajal que se enviase una real orden a la comunidad dominicana para que entregasen los manuscritos y documentos más útiles a los propósitos de Morales. La orden fue expedida en febrero de 1753 y desde ese momento Ascensio de Morales procedió a la selección de 146 manuscritos, que fueron remitidos a Toledo el 31 de marzo de 1753; los códices fueron valorados en 12.000 reales y como compensación el convento debería recibir 95 volúmenes impresos50. Sin embargo, en 1779 toda- vía no había recibido todos los libros, ya que el convento otorgó el 21 de octubre su poder a un dominico madrileño para que “…pueda percibir y perciba de su majestad y su real biblioteca y demás personas que fueren parte legítima todos los libros que se le entregasen en recompensa del valor dado a los que se extrajeron de dicha librería…”51. Hemos de decir, en todo caso, que los códices manuscritos fueron extraídos de la biblioteca conventual con plena autorización y consentimiento de los frailes dominicos, para quienes no resultaban útiles para su dedicación religiosa y docente.

Aparte de lo ya dicho, poco más sabemos de la trayectoria del convento en el siglo XVIII debido a la ausencia de documentación, tanto en líneas generales como en lo que respecta a la “universidad” placentina; parece, no obstante, que el Siglo de las Luces no debió de ser negativo para los dominicos de Plasencia. Así, según el Catastro del Marqués de la Ensenada el convento contaba en 1751 con 30 religiosos de misa, 9 in sacris, 11 clérigos de menores y 11 legos52, y en 1769 el número de religiosos, criados y huéspedes del monasterio ascendía a 5253. Por último, en la respuesta que el Concejo placentino daba a la pregunta 24 del Interrogatorio formulado por la Real Audiencia de Extremadura en 1791, se decía que el convento dominico contaba “…con una escuela completa de filosofía y teología escolástica y moral…”54

La historia del convento sufrirá un cambio fundamental y definitivo a principios del siglo XIX; la Guerra de la Independencia supondrá para los dominicos placentinos, al igual que para el resto de Extremadura y España, un desastre desde todos los puntos de vista; para conocer los efectos directos de la presencia francesa en Plasencia sobre el convento de San Vicente Ferrer contamos con el relato hecho por el propio prior José María Ramos Monroy a la Junta Central55; siguiendo dicho relato, a finales de julio de 1809 llegó a Plasencia la noticia de la aproximación de las tropas francesas al mando del mariscal Ney, por lo que la comunidad de frailes abandonó el convento. El 2 de agosto llegaron a la ciudad los franceses, y al día siguiente ocuparon el edificio, destrozaron todos los muebles y lo dejaron en un estado deplorable; el 5 quemaron el algodón almacenado en el convento por orden del capitán general español, con lo que provocaron un enorme incendio que afectó a la portería, paneras, coro y parte de la iglesia, destrozaron los edificios habilitados para la labor, mataron el ganado y destruyeron la bodega. También destruyeron o quemaron toda la madera que había en el convento, incluyendo marcos de puertas y ventanas, arrasaron la biblioteca, la librería coral y la sillería del coro. Asimismo, la iglesia fue utilizada como cuadra, sus retablos usados como leña y las imágenes y sepulcros mutilados o simplemente destruidos.

Una vez acabada la guerra, los dominicos volvieron al convento e intentaron restaurar la vida religiosa y las clases que impartían; prueba de su relativo éxito es que el ayuntamiento de la ciudad les pidiera ayuda en 1816 para fundar una universidad en el propio convento a semejanza de la Universidad de Santo Tomás de Ávila. El proyecto quedó en el olvido, pero en la década de 1820 se mantuvo e incluso aumentó el número de alumnos matriculados en los cursos de Teología, Moral y Metafísica.

La historia del convento como institución religiosa y docente acabó, como la de tantos otros monasterios, con la desamortización decretada por el Gobierno de la Nación en 1834 y que supuso la disolución del convento, la venta de sus bienes entre 1835 y 183656 y la del propio edificio conventual en 184857. Se ponía así fin a casi cuatro siglos de historia tan fecunda desde el punto de vista espiritual, económico, social y cultural. Afortunadamente, poco a poco vamos sabiendo más sobre esta institución, sin duda una de las más importantes de la Extremadura moderna, y esperamos que este trabajo amplíe ese conocimiento.

5. FUENTES INÉDITAS Y BIBLIOGRAFÍA

5.1.  Fuentes

Archivo Histórico Nacional:

Clero, Clero secular y regular, legajo 1406 y carpeta 415, documentos del monasterio de San Vicente Ferrer de Plasencia.

Estado, Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, legajo 27E. Archivo General de Simancas:

Dirección General de Rentas, 1ª remesa, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, libro 147 (Plasencia).

Registro General del Sello, amparo al monasterio de san Vicente de Plasencia nuevamente reformado, Barcelona, 17 de noviembre de 1492.

Archivo Histórico Provincial de Cáceres:

Protocolos, legajos 237, 581, 693, 1073-1074, 1874 y 2871.

Hacienda, sección Clero, legajo 1 bis, carpeta 37.

5.2.  Bibliografía

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1   HERNÁNDEZ, R. y GALMÉS, L: “Los dominicos y la educación en el siglo XVI”, en DELGADO CRIADO, B. (coord..): Historia de la Educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos XVI_XVIII), Madrid, 1993, pp. 79-85.

2   HERNÁNDEZ, R. y GALMÉS, L: “Los dominicos y la educación en el siglo XVII”, en DELGADO CRIADO, B. (coord..): Historia de la Educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos XVI_XVIII), Madrid, 1993, pp. 457-261.

3  HERNÁNDEZ, R. y GALMÉS, L: “Contribución de los dominicos a la educación en el siglo XVIII”, en DELGADO CRIADO, B. (coord..): Historia de la Educación en España y América. La educación en la España Moderna (siglos XVI_XVIII), Madrid, 1993, p.p. 720-721.

4  Sobre la historia de los Zúñiga, sus vínculos con Extremadura y, en especial, con Plasencia, se pueden consultar los siguientes artículos: LORA SERRANO, G.: “La organización de la defensa militar de un estado señorial y el potencial bélico de un noble a mediados del siglo XV”, Historia, Instituciones, Documentos, 18, 1991, 297-338; IBIDEM: “El ducado de Arévalo (1469-1480): un conflicto señorial en tierras abulenses a finales de la Edad Media”, Historia, Instituciones, Documentos, 25,, 1998, págs. 369- 394; GRANDE QUEJIGO, F. J.: “Don Alonso de Zúñiga y la Glosa de Alonso de Cervantes”, Revista de Estudios Extremeños, LXIII (1), 2007, págs. 405-428.

5  Según este autor, ese primitivo convento estaría situado fuera del recinto amurallado de la ciudad: BENAVIDES CHECA, J.: Prelados Placentinos. Notas para sus biografías y para la historia documental de la Santa Iglesia Catedral y Ciudad de Plasencia, Plasencia, 1999, p. 151.

6   FERNÁNDEZ, A.: Historia y anales de la Ciudad de Plasencia y su Obispado, Madrid, 1627, pp. 107-108; MATÍAS GIL, A.: Las Siete Centurias de la ciudad de Alfonso VIII, Plasencia, 1984, pp. 139-140; TORO, L. de: Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia, Plasencia, 1961, p. 31; PALOMO IGLESIAS, C.: “El convento de San Vicente Ferrer, de Plasencia”, Revista de Estudios Extremeños, XXXIV, 1978, pp. 139-141.

7  LÓPEZ MARTÍN, J. M.: Paisaje urbano de Plasencia en los siglos XV y XVI, Plasencia, 1993, p. 322.

8  En la carta de donación otorgada por Leonor Pimentel en 1484 la fundadora dice claramente que “…tengo confiança avrá en el dicho monasterio personas notables en vida, ejemplo e ciencia de donde seguirá aumento al serviçio de Dios e provecho a mí e a mi casa e señorío (el subrayado es nuestro)”: PALOMO IGLESIAS, C., “Carta inédita de la Duquesa de Plasencia, doña Leonor Pimentel, donando a los dominicos el convento de San Vicente Ferrer de la ciudad de Plasencia (22 de agosto y 10 de octubre de 1484)”, Revista de Estudios Extremeños, XXXI (I), 1975, págs. 45-55.  9 FERNÁNDEZ, A.: Historia y anales…, op. cit., p. 108.

10  LÓPEZ MARTÍN, J. M.: Paisaje urbano…, op. cit., p. 323.

11  Así se recoge en el llamado Libro Becerro del convento de San Vicente Ferrer, una recopilación y transcripción de documentos relacionados con el convento que se elaboró a mediados del siglo XVIII, y que fue publicado íntegramente por Crescencio Palomo Iglesias en Archivo Dominicano entre 1982 y 1984; el primer documento que reseñan es “…una escritura de donación de nuestros fundadores don Álvaro de Zúñiga y doña Leonor Pimentel en la cual dicen que por cuanto ellos han edificado a su costa una iglesia y monasterio pequeño, que se llama de San Vicente, en la ciudad de Plasencia que está cabe la Puerta de Trujillo y hoy se llama de Santo Domingo el Viejo…”.

12  En las obras de restauración realizadas en el convento para su conversión en parador de turismo se han hallado numerosos restos de la ocupación judía, tanto de elementos cotidianos como de la antigua sinagoga, cuya ubicación coincide exactamente con la del convento dominico: MATENSAZ VERA, P. y SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, C.: “Elementos judíos en la intervención arqueológica en el convento de San Vicente Ferrer de Plasencia (Cáceres)” en ROMERO CASTELLÓ, E. (coord..): Judaísmo hispano: estudios en memoria de José Luis Lacave Riaño, volumen 2, Madrid, 2003, págs. 507-517.

13  Según el duque, el motivo para dicha expropiación fue que la Mota era “…el lugar más convenible e sano que se pudo fallar en la dicha mi çibdad de Plasençia, en especial segund la quantidad e largueza e anchura e espacio que ha menester el dicho monasterio para ser excelente e famoso segund que lo yo e la dicha duquesa mi mujer lo desseamos…”: PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro del convento de san Vicente Ferrer de Plasencia (III)”, Archivo Dominicano, V, 1984, págs. 256-257.

14  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro del convento de san Vicente Ferrer de Plasencia (I)”, Archivo Dominicano, III, 1982, p. 246.

15  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro… (III)”, op. cit., p. 187.

16  FERNÁNDEZ, A., Historia y anales…, op. cit., p. 179.

17  PALOMO IGLESIAS, C., “El convento de San Vicente Ferrer…”, op. cit., págs. 142-143.

18   Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Clero, Clero secular y regular, legajo 1406, documentos del monasterio de San Vicente Ferrer de Plasencia, testimonio de cómo este convento de San Vicente fue reducido a la observancia en 13 de septiembre de 1492.

19  PALOMO IGLESIAS, C., “El convento de San Vicente Ferrer…”, op. cit., p. 144.

20  Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Registro General del Sello, amparo al monasterio de san Vicente de Plasencia nuevamente reformado, Barcelona, 17 de noviembre de 1492.

21  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro del convento de san Vicente Ferrer de Plasencia (II)”, Archivo Dominicano, IV, 1983, págs. 171-172.

22  PALOMO IGLESIAS, C.: “Carta inédita…”, op. cit., p. 50.

23  SENDÍN BLÁZQUEZ. J.: “Convento e iglesia de Santo Domingo. Los dominicos en Plasencia”, Alcántara, 64, 2006, págs. 95-123.

24  FERNÁNDEZ, A., Historia y Anales…, op. cit., p. 109.

25  Es curiosa la divergencia existente sobre la fecha de la bula papal, ya que en una traducción de dicha bula que se conserva en el Archivo Histórico Nacional se da como fecha el 13 de junio (AHN, Clero, clero secular y regular, legajo 1406, documentos referentes al convento de San Vicente Ferrer de Plasencia, Bula de Sixto IV y sentencias de Rodrigo de Borja). Por su parte, Crescencio Palomo indica que se publicó el 19 de junio (PALOMO IGLESIAS, C.: “Los dominicos y su labor universitaria en Plasencia”, Archivo Dominicano, 25, 2004, pp. 211-235), basándose supuestamente en el ya mencionado Libro Becerro de San Vicente Ferrer. Sin embargo, en dicho Libro Becerro se señala que la bula fue otorgada en “13 kalendas junii”, es decir, el 13 de las calendas de junio, que convertido a nuestro calendario actual resulta ser el 19 de mayo, fecha en la que sin duda se otorgó esta importante bula de Sixto IV (PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro… (III)”, op. cit., p. 180).

26   AHN, Clero, Clero secular y regular, legajo 1406, documentos del monasterio de San  Vicente Ferrer de Plasencia, bulas y sentencias sobre los bienes del convento, sentencias de Juan de Gata y Martín de Yanguas.

27  SÁNCHEZ LORO, D.: Historias placentinas inéditas, Cáceres, 1983 volumen III, págs. 225-228.

28   AHN, Clero, Clero secular y regular, legajo 1406, documentos del monasterio de San Vicente Ferrer de Plasencia,  bulas y sentencias sobre los bienes del convento, sentencia del doctor Ruy García de Salamanca adjudicando al monasterio los bienes del priorazgo de San Marcos de Plasencia.

29   AHN, Clero, Clero secular y regular, legajo 1406, documentos del monasterio de San Vicente Ferrer de Plasencia.

30  PALOMO IGLESIAS, C.: “Carta inédita…”, op. cit., p. 52.

31  Crescencio Palomo afirma que la obligación de poner cátedra de teología en el convento aparece en la bula de Sixto IV de 10 de marzo de 1474 por la que daba permiso a la duquesa para aplicar al monasterio las obras pías, memorias y fundaciones no cumplidas (PALOMO IGLESIAS, C.: “Los dominicos…”, op. cit., p. 29). Sin embargo, nosotros hemos podido consultar el original de dicha bula, conservada en el Archivo Histórico Nacional, y en ningún momento se menciona cátedra de teología alguna: AHN, Clero, Clero secular y regular, carpeta 415, documento nº 2.

32  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro… (I)”, op. cit., p. 211.

33  LOPEZ, J. (O. P.): Tercera Parte de la Historia General de Sancto Domingo y de su Orden de Predicadores, Valladolid, 1613, libro 3, pp. 197-198.

34  FERNÁNDEZ, A., op. cit., pp. 111-112.

35  PALOMO IGLESIAS, C., “Los Dominicos…”, op. cit., p. 31.

36  PALOMO IGLESIAS, C., “El convento de San Vicente Ferrer…”, op. cit., p. 144.

37  Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPC), Protocolos, escribano Juan González León, legajo 1073, sobre memoria de don Pedro Gómez Carvajal, noviembre de 1648.

38  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro… (I)”, op. cit., 201.

39  PALOMO IGLESIAS, C., “Libro Becerro… (II)”, op. cit., p. 173.

40  AHPC, Protocolos, legajo 1874, escribano Antonio de Oliva, año 1684, testamento del licenciado don Juan Antonio Mengíbar y año 1685, aceptación de fundaciones que hizo el convento de San Vicente Ferrer, s/f.

41   AHPC, Protocolos, legajo 581, escribano Martín Elizondo de Berrueta, año 1719, aprobación para hacer obras en el tejado del convento, s/f.

42  PALOMO IGLESIAS, C., “Carta inédita…”, op. cit., p. 15.

43  AHPC, Protocolos, legajo 237, escribano Francisco Díaz del Campo, 25 de junio de 1615, s/f.

44  AHPC, Protocolos, legajo 2871, escribano Francisco Díaz del Campo, 5 de febrero de 1626, s/f.

45   Los poderes otorgados por el donante, la aceptación del convento, la licencia concedida por el padre provincial y un inventario completo de la biblioteca en AHPC, Protocolos, legajo 1074, escribano Juan González León, 30 de mayo de 1650, s/f

46  Curiosamente, en la biblioteca actual no se conserva dicho letrero, bien porque fue destruido bien porque nunca se llegó a colocar.

47  LUENGO PACHECO, R.: Libros y lectores en Plasencia (siglos XVI-XVIII), Cáceres, 2002, pp. 232-258.

48  FERNÁNDEZ POMAR, J. M.: “Libros y manuscritos procedentes de Plasencia. Historia de una colección”, en Hispania Sacra, XVIII, 1965, pp. 33-102.

49   ANDRÉS, G.: “Historia de un fondo griego de la Biblioteca Nacional de Madrid. Colecciones Cardenal Mendoza y García de Loaisa”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tomo LXXVII, 1, enero-junio de 1974, pp. 5-65

50   CARRASCO GONZÁLEZ, G.: “La comisión de don Ascensio de Morales en Plasencia: una muestra de la biblioteca del convento de San Vicente Ferrer de los Padres Dominicos”, en Jornadas de Estudios Históricos. VIII Centenario de la Diócesis de Plasencia (1189-1989), Plasencia, 1990,

pp. 243-254.

51   AHPC, Protocolos, Legajo 693, escribano Luis de la Flor, poder otorgado el 21 de octubre de 1779, folios 361-362.

52   AGS, Dirección General de Rentas, 1ª remesa, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, libro 147 (Plasencia), folio 150.

53   AHN, Clero, clero secular y regular, legajo 1406, documentos referentes al monasterio de San Vicente Ferrer de Plasencia, testimonio firmado por Luis de la Flor, escribano de la ciudad de Plasencia, para pedir licencia para comprar bacalao y salmón en Bilbao, 18 de agosto de 1769.

54   RODRÍGUEZ CANCHO, M. y BARRIENTOS ALFAGEME, G.: Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Plasencia, Badajoz, 1995, p. 626.

55  AHN, Estado, Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, legajo 27E, carta de José María Ramos Monroy, prior del Convento de San Vicente, orden de Predicadores, de Plasencia, informando a la Junta de los destrozos causados por las tropas napoleónicas. Plasencia, 28 de noviembre de 1809.

56  AHPC, Hacienda, sección Clero, legajo 1 bis, carpeta 37.

57  Boletín Oficial de la Venta de Bienes Nacionales, número 2054, Madrid, sábado 29 de enero de 1848.

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María Estela González de la Granja.

1.  INTRODUCCIÓN

A lo largo de los últimos años, se vienen realizando en diferentes lugares de la comunidad obras que representan a personas ilustres de la región, acontecimientos, fenómenos históricos, culturales y sociales, etc. (la vendimia, la tras- humancia, la Guerra Civil, etc…).Un buen ejemplo de este tipo de obras es el monumento que la villa de Brozas dedicó a uno de sus hijos más ilustres, Francisco Sánchez “El Brocense” en 1987, con motivo de los actos que se celebraron para recordar el IV Centenario de la publicación de su obra más importante, La Minerva.

Los motivos que nos llevaron a la elección de la obra fueron, en primer lugar un conocimiento de la localidad lo que nos sirvió de base para saber que existía documentación sobre la obra, y en segundo lugar la posibilidad de acceder a ella. Una vez puestos manos a la obra para buscar el expediente no pudimos localizarlo ni en la fecha de 1985 que era la que teníamos como más pro- bable ni en las inmediatas; por lo tanto tuvimos que intensificar la búsqueda hasta localizarlo fechado en 1965. Cuando por fin estaba en nuestro poder y al hacer un primer estudio sobre él, comprendimos el motivo por el cual la fecha era esa; junto a la documentación de la obra existía otra documentación de los años 60 donde se explica la colaboración que tuvo el Ayuntamiento con un busto realizado para el Instituto El Brocense de Cáceres. De este modo el trabajo se ve ampliado con esta documentación que aunque breve merece ser citada.

Con esta documentación, nuestro propósito ha sido no tanto hacer un estudio artístico de la obra, aun cuando es inevitable analizar sus principales características formales y su proceso de elaboración, cuanto descubrir, a través de esta obra, cómo se planea, desarrolla y ejecuta un proyecto de escultura pública en Extremadura. Mostraremos, pues, cómo surgió la idea de realizar este monumento, los pasos dados por el ayuntamiento de Brozas para la obra y su financiación, la implicación de la población local en el proyecto y el resultado final.

No queremos finalizar esta introducción sin expresar nuestro más sentido homenaje y agradecimiento a Ubaldo Cantos Gil, artista cántabro de nacimiento y cacereño de adopción, sin cuya ayuda, colaboración y apoyo no hubiéramos podido realizar este trabajo.

2. EL BROCENSE Y SU MONUMENTO

Francisco Sánchez de las Brozas o “El Brocense”, como él mismo se denominaba1 nació en Brozas (Cáceres) en una fecha indeterminada situada entre 1521 y 1523. Gracias a sus tíos Pedro y Rodrigo Sánchez, estudió latín y humanidades en Évora y Lisboa, ocupando importantes cargos cortesanos hasta su traslado a Salamanca en 1545. En la universidad salmantina inicia una larga carrera como profesor de Gramática, Griego y Retórica, publicando diversos tratados sobre temas tan variados como cronología, topografía, historia sacra, literatura y sobre todo gramática, materia a la que dedica su obra más conocida, Minerva sive de causis linguae latinae, publicada en 1587. Su vida sin embargo estuvo llena de sinsabores, primero con las autoridades académicas salmantinas y en los últimos años de su vida con la Inquisición; de hecho, se encontraba en arresto domiciliario bajo la custodia de su hijo en Valladolid cuando muere a finales de 1600.

Este apunte biográfico, a pesar de su brevedad, pone de manifiesto la gran importancia que la figura del Brocense tuvo en el panorama cultural de la España del siglo XVI, y lo califica como uno de los personajes clave en la cultura extremeña de todos los tiempos. Por ello, no es de extrañar que su villa natal decidiera erigirle un monumento, con motivo del cuarto centenario de su obra cumbre, la Minerva.

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 Lám. 1. Monumento a Francisco Sánchez “El Brocense”. Vista general.

Para ubicar este monumento, el ayuntamiento brocense eligió la Plaza Príncipe de Asturias (conocida en el pueblo como la “Plaza Vieja”)2, auténtico centro neurálgico de la población al situarse en ella el ayuntamiento y la imponente iglesia parroquial de Santa María de la Asunción. La estatua se colocó en la parte baja de dicha plaza, en un paseo que salva el desnivel natural del terreno, y construido con sillares graníticos y elementos de forja; este paseo existía desde mediados del siglo XX y fue restaurado expresamente para disponer en él el monumento.

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Lám. 2. Monumento al Brocense. Pedestal.

Dentro de dicho paseo, la localización exacta de la escultura no es casual; a su espalda tiene el ábside de la mencionada iglesia de Santa María, sin duda el monumento más importante de la villa y cuya construcción (en su parte inicial) se corresponde con el período histórico que correspondió vivir al personaje homenajeado. Asimismo, la estatua “dirige” su mirada hacia una de las calles que nacen del conjunto de la plaza, que se llama precisamente “Calle el Brocense”; ya que la salida hacia esta calle se encuentra considerablemente por debajo del nivel del terreno en el que se enclava la escultura, el acceso al paseo por ese lado se realiza por una escalera de considerable altura, lo que realza aún más el monumento, que es perfectamente visible desde más de 100 metros por ese lado.

En cuanto al monumento en sí, se trata de una estatua de cuerpo entero, realizada a tamaño natural con una altura aproximada de 1.80 metros. Está fundida en bronce patinado y se dispone sobre un pedestal revestido de granito gris, de 1,40 metros; la altura total del monumento es, pues, de 3,20 metros, lo que lo eleva por encima del resto de elementos urbanos de la plaza. En el pedestal se dispone una reproducción del que entonces se suponía escudo de la villa (aunque el escudo oficial es bastante distinto y el histórico aún más), y una leyenda en letras de bronce dispuestas sobre la piedra que originalmente decía

EL BROCENSE

1523-1600

Tras la lamentable mutilación producida en esta leyenda poco después de la inauguración del monumento, el ayuntamiento decidió sustituirla por una inscripción realizada en la propia piedra granítica del pedestal.

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 Láms. 3 y 4. Monumento al Brocense. Vistas de frente y de espaldas

Con respecto al estilo, se trata de una escultura figurativa; el personaje es representado de pie, aunque apoyado o recostado en un pilar por el lado izquierdo y sosteniéndose en un bastón con la mano derecha, y con atributos que según el autor lo identifican como quien es: una apariencia y ropas que mezclan el estilo propio del siglo XVI (sobre todo la gola al cuello y el rostro con barba recortada y bigote); a ello se unen otros elementos propios de la labor académica y humanista del personaje: un libro bajo su mano izquierda, una especie de toga que le cubre todo el cuerpo desde el cuello hasta los pies, ceñida a la cintura con una especie de cinturón, y un manto que le cubre la espalda, sosteniéndolo con la mano derecha y que le alcanza hasta el hombro y brazo izquierdos.

Según el autor, para realizar esta imagen se inspiró en un grabado conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, fechado en 1791 y que es la repre- sentación más antigua que conservamos del Brocense, aunque por la fecha es evidente que no se realizó en vida del personaje, del cual desconocemos su auténtica apariencia física.

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Láms. 5 y 6. Litografía3 que inspiró al autor de la escultura y primer plano de la misma

El monumento a “El Brocense” es obra del escultor extremeño Ricardo García Lozano. Nacido en Villanueva de la Serena (Badajoz) en 1946, comienza su carrera profesional a mediados de la década de los años 1970. Su primera obra pública fue el monumento al escritor villanovense Felipe Trigo (1981), coincidiendo con la convocatoria de la primera edición del premio literario que lleva el nombre del escritor. A partir de ahí se inicia una carrera en la que se mezclan monumentos a personajes conocidos de la historia, la literatura o el arte, y siempre vinculados con el pueblo o ciudad que le homenajea, con obras dedicadas a representar y ensalzar fenómenos sociales, a simbolizar una determinada ciudad o a homenajear el marco político e institucional vigente. Entre los primeros, sus obras son bastante numerosas, y se pueden dividir a su vez en tres tipos: por un lado, las dedicadas a personajes extremeños por pueblos ligados a ellos por nacimiento, entre las que destacan (aparte del monumento al Brocense analizado en este trabajo) el monumento a Bartolomé José Gallardo en Campanario (Badajoz), el monumento a Santa Ángela de la Cruz en Villafranca de los Barros o el dedicado al popular “cura Jesús” en Almendralejo; en segundo lugar, los que representan a personajes que, sin ser oriundos de la localidad correspondiente, tienen con ella un especial vínculo, como la estatua de Quinto Cecilio Metelo en Medellín o el monumento a Pedro Calderón de la Barca en Zalamea de la Serena (Badajoz). Y por último, las obras que recuerdan a personajes destacados de la vida nacional, como la estatua de Enrique Tierno Galván en Don Benito.

El segundo gran grupo de obras realizadas por este autor agrupa monumentos de carácter alegórico o simbólico, con temas de especial relevancia social o histórica. Podemos mencionar así, la estatua que representa a la ciudad de Badajoz, el monumento conmemorativo a la Constitución de 1978 erigido en Villafranca de los Barros, la estatua que homenajea a los corcheros en San Vicente de Alcántara, el monumento al arriero en La Zarza o el monumento al agricultor en Fuenlabrada de los Montes. A este tipo se adscribe su última obra documentada, el monumento erigido en honor de los caídos en la batalla de Medellín, uno de los enfrentamientos más sangrientos de la Guerra de la Independencia, y que fue inaugurado el 28 de marzo de 2009.

Otra vertiente de la obra escultórica de Ricardo García Lozano es la integrada por obras de pequeño formato destinadas a entrega de premios y otros actos, como la que se entrega con ocasión de los Premios de la Semana de la Radio en Extremadura, la escultura “Nuevo Encuentro” que se entregó a los presidentes de los países participantes en la Primera Cumbre Iberoamericana o “la oveja merina”, escultura realizada con motivo del Congreso Internacional del Merino que se celebró en Zafra.

3. HISTORIA DEL MONUMENTO

Como indicábamos más arriba, el expediente conservado en el Archivo Municipal de Brozas sobre el monumento a Francisco Sánchez “El Brocense” se inicia en la temprana fecha de 1965. La explicación se encuentra en que dicho expediente se abrió para recoger la documentación relacionada con el busto al humanista erigido por el Instituto “El Brocense” de Cáceres. Dicha documentación consiste íntegramente en la correspondencia mantenida entre Daniel Serrano, director del Instituto y Manuel Garlito, Alcalde de Brozas en esos momentos:

  • En una primera carta con fecha 11 de Octubre de 1965 se recogen el ofrecimiento que hace desinteresadamente el Ayuntamiento de  la  localidad natal del escritor para la realización de un monumento a su citada persona y que se colocará en un lugar preeminente de dicho Instituto. Se solicita saber la cuantía de la aportación para ponerse cuanto antes a la realización del proyecto.
  • Carta enviada por Manuel Garlito a Daniel Serrano con fecha 18 de Noviembre de 1965; en ella se recoge la cuantía de 15.000 pesetas como donación para el proyecto. Se específica cuándo y dónde se tomó el acuerdo y cuándo se debe hacer efectiva la subvención; se recoge en la documentación de la siguiente manera: “… ha acordado, en sesión Plenaria celebrada el día 12 de los corrientes conceder una subvención de 15.000 pesetas para la finalidad indicada, rogándole a Vd. Que con la antelación suficiente participe a este Ayuntamiento la terminación del citado monumento para proceder al pago de la subvención”.
  • Carta del 21 de Diciembre de 1965 donde, por una parte, se informa de la lectura de la carta remitida con anterioridad por el Ayuntamiento y a la vez se aportan nuevos datos sobre el proyecto, se recoge en el texto de la siguiente manera: “El artista que ha de ejecutar la obra está procediendo a la confección del oportuno proyecto definitivo, del que nos complaceremos en remitirle una copia en breve, pudiendo anticiparle que es idea suya que el busto sea de ta- maño natural, en piedra de Sepúlveda o Almorquí e irá colocado sobre un pedestal de piedra de granito gris, con la consiguiente inscripción.”

La verdad es que pocos son los datos que nos aporta esta correspondencia, pero tal vez para compensar esta carencia de información, la suerte puso ante nosotros un documento de prensa de la inauguración del monumento.

  • Saluda del 22 de Marzo de 1966; está dividido en dos partes: en la primera de ellas se hace mención a lo que fue el acto de inauguración de la obra, donde se informa que se envían fotografías del acto “…como recuerdo del mis- mo…” y también se pide al Ayuntamiento que le sean facilitadas “ las cuarti- llas que se leyó en dicho acto con el fin de sacar una copia de las mismas, ya que propósito del centro hacer una edición de los actos celebrados el día de Santo Tomás, conferencias, etc. para su distribución a los Centros de Enseñanza Media.”

Aunque no contamos con la documentación aquí citada, podemos deducir que en el acto de inauguración se contó con una representación del Ayuntamiento, aunque no se específica en la carta quién fue la persona que acudió a la cita; no obstante, el hecho de que la representación municipal existiese implica como ya he dicho antes la importancia que dio el ayuntamiento brocense al acto no tanto como homenaje a uno de sus hijos ilustres como para promocionarse ante las autoridades provinciales.

En la segunda parte de la carta se recoge brevemente la forma en que se puede hacer efectiva la ayuda para los gastos del busto.

  • La carta del 24 de Mayo de 1967 dice así: “Ruego a usted que a la mayor urgencia posible, se sirva de hacer efectiva a D. Daniel Serrano, Director del Instituto de Enseñanza Media de esta Capital, la cantidad de QUINCE MIL PESETAS, como subvención concedida por esta corporación para la realización del Monumento a “El Brocense”, recogiendo el oportuno justificante que se servirá de enviar, y cargando su importe en la cuenta de este Municipio.”
  • Saluda del 8 de Mayo de 1967 enviada por Daniel Serrano al Ayuntamiento donde le informa de haber recibido el pago como se copia textualmente: “y al acusar recibo de la subvención de 15.000 pesetas, concedida por este Ayuntamiento para la erección del busto a “El Brocense”, que se ha recibido con fecha 3 de los corrientes…”.

Estas dos últimas comunicaciones se refieren exclusivamente al pago de la cantidad concedida para la realización de la obra.

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 Lám. 7. Imagen de la inauguración del monumento al Brocense en 1966

Los documentos relacionados con esta estatua finalizan en 1967. Afortunadamente, para completar esta información hemos podido contar con el testimonio personal del autor de la obra, Ubaldo Cantos Gil, quien nos refirió que la escultura fue un encargo personal del director del instituto, realizándose la fundición en Madrid donde el propio escultor trasladó personalmente el modelo en barro, y que la inauguración fue un acto de especial relevancia en el Cáceres de los años 60, puesto que acudieron todas las autoridades locales y provinciales e incluso el Director General de Enseñanza Media.

De dicha inauguración tenemos dos testimonios: por un lado, las fotografías que nos proporcionó el señor Cantos y por otro una nota de prensa publicada en el diario “ABC” el 18 de marzo de 1966.

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Lám. 8. El capellán del instituto bendiciendo la estatua

Desde ese momento se inicia la parte del expediente relacionada directa- mente con el monumento cuyo estudio está ocupando estas páginas. La cantidad y variedad de documentos conservados (copias de las actas del pleno del Ayuntamiento, bandos, presupuestos, cartas…) nos obligan a analizarla siguiendo un orden cronológico.

Iniciamos así su estudio con la copia del ejemplar para el Archivo del acta plenaria celebrada en Brozas el 23 de Abril de 1982 donde en el epígrafe sexto se plantea la “SOLICITUD A LA INSTITUCION CULTURAL “EL BROCENSE”, DE UNA ESTATUA PARA EL BROCENSE Y DE ACTOS ACADEMICOS Y CULTURALES EN MEMORIA DEL MISMO”. El alcalde, Hilario Moreno Barrera, argumenta la petición exponiendo la valía de la figura del humanista y su vinculación con Brozas y señalando el hecho de que no exista en el pueblo ningún recordatorio más hacia su figura que algún letrero con su nombre en las calles y en los locales públicos. A continuación “se dirige a la Institución Cultural de la Excma. Diputación de Cáceres que lleva su nombre para que, ante la imposibilidad de acometer este Ayuntamiento por sí y debido a sus escasas posibilidades económicas la labor de honrar como se merece a este hijo ilustre, reconsidere la Institución la posibilidad de elevar alguna estatua al referido humanista en esta localidad, así como que se llevaran a cabo anualmente actos académicos y culturales en honor a su figura…”. Este documento será el pri- mero de los muchos que formarán parte del expediente y en él se recogen claramente por un lado la intención del Ayuntamiento de hacer un monumento al humanista y por otro la búsqueda de fondos porque, como queda constancia en dicho documento, es una empresa muy grande para que las arcas municipales la asuman en solitario.

El siguiente documento con el que contamos es del año 1984 y se trata de una carta que envía el escultor Ricardo García Lozano adjunta a la cual envía una fotografía de un monumento a Calderón de la Barca que está realizando para Zalamea de la Serena. Es en este momento cuando tenemos la primera noticia de la identidad del escultor encargado de realizar la obra; al transcurrir dos años entre la primera decisión municipal sobre el monumento y este dato sobre el autor nos asalta la duda: ¿fue un encargo del Ayuntamiento a García Lozano, o por el contrario fue éste quién se ofreció directamente al consistorio brocense para hacer la estatua? Sea cual sea la hipótesis correcta, lo que sí está claro es que no tenemos noticias de que se hiciera un concurso público para ejecutar este monumento y que hubo más artistas interesados en participar en el proyecto, aunque sus ofrecimientos se rechazaron.

Conseguido ya un autor, la preocupación fundamental del alcalde de Brozas va a ser la obtención de financiación; así lo demuestra la carta enviada el 16 de mayo de 1984 a Manuel Veiga, presidente de la Diputación, en la se recogen varios aspectos; por una lado pone nuevamente de manifiesto el sentimiento que tiene el pueblo hacia la figura del humanista y la ausencia de un monumento en su localidad natal. Aparece también el primero de los presu- puestos enviado por Ricardo García Lozano, que asciende a 675.000 pesetas. En esta carta también se pide que la Diputación sufrague la obra; Moreno intenta justificar esa subvención “… teniendo en cuenta que también ese Organismo, viene haciendo uso del nombre de tan insigne humanista, y consideramos sea ello reconocido…”.

En la descripción del monumento se muestra un croquis donde se especifican las partes de que consta:

  •  Busto de Francisco Sánchez de las Brozas.
  • Escudo de la ciudad.
  • Placa con la leyenda de la dedicatoria.
  • Peana.
  • Pedestal.
  • Basamento

image017Lám. 9. Busto en escayola del primer proyecto de monumento, conservado en el Ayuntamiento de Brozas

El busto se realizaría en bronce a tamaño de 1.25, es decir, una vez y cuarto más grande que el natural, y la altura total de la escultura sería de 2,95 metros; también se informa que en la Corporación se encuentra un boceto del busto realizado en escayola y que para su realización se ha usado el grabado que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid4.

Sobre el escudo afirma que será realizado en bronce y con unas medidas de 40 x 40, siendo el Ayuntamiento el que proporcionará una fotografía; para la placa de la leyenda también se usaría el mismo material, con letras en relieve, y para la peana, el pedestal y el basamento se emplearía el granito.

Al detallar el presupuesto en el apartado Ámbito del Presupuesto dice así: “Este presupuesto abarca la realización e instalación del monumento, del escudo y de la placa en barro, la confección de las copias en escayola de los mismos para la fundición, transportes de escayolas a Madrid, vaciado en bronce de los elementos escultóricos y transportes de Madrid a Brozas de dichos ele- mentos en bronce. Por otra parte la realización de la Peana, pedestal y Basamento en piedra, así como transporte a Brozas de las citadas piezas, para su instalación en el emplazamiento elegido.

Se indica que el importe asciende a 675.000 pesetas y cómo se efectuará el pago: un 30% a la aceptación del presupuesto o firma del contrato, un 40% a la terminación de los originales en barro y el 30% restante a la entrega de la obra.

En respuesta a esta carta y la documentación aneja, la Institución Cultural “El Brocense”, dependiente de la diputación provincial, confirmó su intención de colaborar con la cantidad de 500.000 pesetas.

En este punto del expediente nos hallamos ante otro proyecto de monumento realizado por Ubaldo Cantos Gil5, fechado en Cáceres a 30 de Julio de 1984; el proyecto es también de un busto sobre un basamento formado por un bloque de granito blanco, en cuya cara interior llevaría el escudo de la ciudad de Brozas fundido en bronce y la leyenda: “El Ayuntamiento de Brozas a su hijo predilec- to, FRANCISCO SANCHEZ DE LAS BROZAS “EL BROCENSE”.1984”. El busto seria una fundición en bronce a su tamaño natural o un poco mayor ataviada con ropajes de la época y propios del Brocense, tal y como se dice en el texto. En esta ocasión se sugiere como lugar para ubicar la escultura un jardín para que así le de mayor interés a la obra cuyo precio final, ya colocada en su emplazamiento, sería de 625.000 pesetas.

Sobre este presupuesto poco es lo que hay que decir, ya que no existe más documentación que el mismo; ya que no hubo correspondencia entre el escultor y el Ayuntamiento, la aparición en la copia del presupuesto enviado por Cantos Gil de un número de teléfono nos permitía suponer que, tal vez, la comunica- ción entre las dos partes se realizara por vía telefónica. Esta hipótesis fue confirmada cuando pudimos conversar con el propio Ubaldo Cantos, quien nos informó de que no hubo ningún tipo de concurso público para realizar la estatua, que él se enteró por terceras personas y que el ayuntamiento le comunicó telefónicamente que el proyecto ya estaba concedido a otro autor, sin ni siquiera decirle su nombre.

El proyecto no genera más documentación hasta marzo de 1985, documen- tación que estará relacionada otra vez con el asunto de la financiación del proyecto; el 11 de ese mes el alcalde informa al consejero de Educación y Cultura Francisco España Fuentes sobre la intención de erigir un monumento al Brocense, que el importe total de la obra será de 1.500.000 pesetas y que la Diputación provincial aportará un tercio, por lo que solicita a la consejería una subvención de la misma cuantía que la de la Diputación: “…asciende a la cantidad total de un millón quinientas mil pesetas (1.500.000), de las cuales, 500.000 ptas. subvenciona la Excma. Diputación provincial de Cáceres; otra cantidad igual, que esperamos subvencione ese organismo, y el resto correrá a cargo de este Muni- cipio.” El consejero respondió manifestando su interés por el proyecto y solicitando el envío del proyecto y su presupuesto detallado para su estudio.

Ricardo García Lozano en el nuevo presupuesto a fecha 21 de marzo de 1985 dice así: “Se trata de un monumento de cuerpo entero y tamaño natural del personaje, según se ve en dibujo que mandamos como ilustración.

La escultura que representa el personaje seria de realizada en bronce patinado y tendría la altura aproximadamente un metro y ochenta centímetros, esta escultura iría instalada en un pedestal de obra de albañilería revestido de piedra de granito desconcertado con las medidas de aproximadamente 1,20 metros en planta cuadrada por 1,40 metros de altura con lo que el monumento tendría en total una altura de 3,20 metros.

En el pedestal iría una reproducción del escudo de la ciudad de brozas realizado en bronce igualmente patinado que la escultura de unas medidas próximas a 40 por 50 ctms.

El importe de la obra seria de //1.500.000.-pts//UN MILLON QUINIENTAS MIL PESETAS//

En el importe dado se incluyen, realización del modelo en barro, obtención del vaciado en escayola, portes a fundición, vaciado en bronce, y portes de escultura y escudo en bronce hasta Brozas, también incluye el revestimiento de piedra para el pedestal.

Las condiciones definitivas se verterán en un contrato realizado al efecto que ambas partes de común acuerdo firmaran. Villanueva de la Serena 21 de marzo de 1985

De estos tres documentos se desprende como hecho más importante que el proyecto original, presupuestado en 675.000 pesetas, fue modificado y ampliado para convertirse en una escultura de cuerpo entero; desconocemos las razones de este cambio tan drástico, pero quizás tuviera algo que ver en ello el presupuesto más barato enviado por Ubaldo Cantos; queremos decir que al haber una posibilidad cierta de ejecutar el monumento por menos dinero, y estar ya de acuerdo el ayuntamiento con Ricardo García, se modificara sustancialmente el proyecto para evitar una posible reclamación del otro autor o protestas por parte de los grupos políticos de la oposición. Lo que sí está claro es que ambas partes, ayuntamiento y escultor, consiguieron su objetivo, ya que el consejero España confirmó poco después una subvención de la Junta de Extremadura de otro medio millón de pesetas.

La situación del proyecto en abril de 1985 se encontraba, pues, de este modo: por un lado tenemos un proyecto mucho más ambicioso del que partíamos, ya que se pasó de un busto a una obra de cuerpo entero con un presupuesto mucho mayor, y por otro lado tenemos dos aportaciones económicas importantes, ambas de 500.000 pesetas, una concedida por la Diputación de Cáceres y otra concedida por la Consejería de Educación y Cultura.

Con estas novedades importantes, el alcalde informa al pleno del ayuntamiento el 26 de Abril de 1985; señala que ya se tiene un millón de pesetas, aportado a partes iguales por la Diputación y la Junta de Extremadura, pero que todavía faltan 500.000 para sufragar la totalidad del proyecto. Esa parte debería corresponder a la aportación municipal; ésta, sin embargo, no se realizará vía presupuestos, sino que el alcalde propone “…podrían sacarse por suscripción popular, mostrándose de acuerdo el resto de los Concejales.”

Para garantizar el éxito de esta suscripción el ayuntamiento emprendió una campaña de información y sensibilización entre los ciudadanos y las instituciones locales; para ello el ayuntamiento abrió cuentas corrientes en todas las entidades bancarias de la localidad, a quienes también se solicitó una aportación económica para financiar el proyecto, se dictaron diversos bandos e incluso se enviaron invitaciones personales a todos los vecinos para informarles del proyecto e invitarles a realizar aportaciones.

Del 9 de Agosto de 1985 conservamos un Bando del Ayuntamiento que dice así:

SE RECUERDA A TODO EL VECINDARIO, Y EMIGRANTES QUE SE ENCUENTRAN DISFRUTANDO SUS VACACIONES EN ESTA VILLA, QUE SIGUE ABIERTA LA SUSCRIPCIÓN PARA EL MONUMENTO DE FRANCISCO SANCHEZ “EL BROCENSE”, PUDIENDO TODO AQUEL QUE LO DESEE CONTRIBUIR, ENTREGAR SU APORTACIÓN EN CUALQUIER EN- TIDAD BANCARIA DE ESTA POBLACIÓN, POR LO QUE ESTA CORPORACION QUEDARA AGRADECIDA.

EL ALCALDE”

El ya mencionado e intuido acuerdo tácito entre el ayuntamiento de Brozas y García Lozano empieza a quedar confirmado cuando consultamos el borrador del contrato realizado por el escultor el 23 de julio de 1985; en este borrador aparece el sorprendente dato de que el importe total de la obra es de 1.250.000 pesetas, en vez del ya conocido y comentado de 1.500.000. Ese importe aparece, sin embargo, como nota en la parte inferior izquierda del documento.

Las sospechas de que había algo raro se confirman leyendo la carta enviada por el alcalde al escultor el 5 de Noviembre de 1985, por la que le informa del envío del contrato por importe de 1.250.000 pesetas para su firma y devolución al ayuntamiento, y de que “…al propio tiempo te envío otro contrato por duplicado, igual al anterior, pero por el importe que te indiqué de 1.500.000 ptas. que es el necesario para solicitar la subvención por tal cantidad (el subrayado es nuestro), rogándote igualmente que los firmes y nos devuelvas ambos ejemplares

Ante este documento poco es lo que hay que decir ya que aclara todas las cuestiones que se habían planteado; es decir, existe un doble contrato donde hay una diferencia de 250.000 pesetas de las que desconocemos su destino. Cabría pensar, por un lado, que la suscripción popular no tuviese mucho éxito (como indica en parte la reiterada petición de aportaciones a los vecinos) y que éste fue un acuerdo al que se llegó con el escultor y que no se quiso comunicar a Junta y Diputación para que no rectificasen su aportación, que en el caso de la Junta ya se había transferido; también cabe la posibilidad de que el ayuntamiento no pudiese o no quisiese gastar 500.000 pesetas en este proyecto y decidiera aportar sólo la mitad. Son muchas las cuestiones que se nos pasan por la cabeza, pero nuestra misión aquí es contar la historia del monumento y no hacer juicios de valor sobre donde fue a parar el dinero. Por lo tanto sobre este aspecto concluimos que existieron dos contratos por dos importes diferentes.

La información queda recogida en un modelo de contrato que no presenta novedades; en primer lugar se recogen las dos partes (contratante y contratada) y a continuación se van desgranando los detalles:

  • Quien y a quien se le encarga la obra y qué tipo de obra es
  • Cómo será esa obra, tamaño, material y ubicación.
  • Trabajos que se incluyen en el presupuesto y que corren a cargo del escultor.
  • Importe de la obra.
  • Condiciones de pago.

Fecha de entrega.Una vez firmado el contrato, el proyecto estaba definiti- vamente en marcha; por ello, el 27 de febrero de 1986 el Ayuntamiento envía al escultor fotocopia del escudo de la Villa, obtenido del Diccionario Espasa Calpe. Al día siguiente, el ayuntamiento solicitaba a la Institución Cultural “El Brocense” el abono de la subvención concedida para la realización del monumento, ya que “…según el contrato suscrito por este Ayuntamiento con el escultor D. Ricardo García Lozano, en el cual se estipulan tres condiciones de pagos, de las cuales fue abonada la primera, consistente en el 30% del precio total, a la firma del contrato, si bien la segunda del 40%, sería a la terminación de los originales en barro tras el visto bueno de esta Corporación, ya que ha prestado su conformidad, pero se encuentra pendiente de su abono; es por lo que me dirijo a V.I., para que si a bien lo tiene, se sirva de ordenar sea transfe- rida a este Ayuntamiento, a la mayor brevedad posible, la subvención concedida por dicho consejo, con el fin de poder satisfacer dicho 40%”.

A pesar de lo adelantado del proyecto, todavía el 21 de mayo de 1986 se dirigió al ayuntamiento otro escultor; se trataba de José María Jabato Amado6, escultor natural de Brozas, quien enterado del proyecto de monumento al Brocense se ofreció al ayuntamiento de su pueblo natal para ejecutar dicha obra; lógicamente, el alcalde Moreno le respondió agradeciéndole su interés pero informándole de que la escultura estaba siendo realizada por García Lozano y que se encontraba ya en fase de terminación.

De este documento podemos sacar varios datos; en primer lugar, que a finales de mayo la escultura ya estaba casi acabada cumpliendo así con las cláusulas del contrato, ya que en él se establecía que la obra debería estar acabada seis meses después de su firma (que se produjo el 5 de noviembre). Y el otro dato que revela es el conocimiento de la realización de la obra y el consiguiente interés que los artistas de la zona presentaban hacia ella. También en este punto hay que señalar que en esta ocasión sí tenemos un documento que nos indica que existió comunicación entre el Ayuntamiento y el artista interesado, no como en el caso de Ubaldo Cantos en el que la comunicación se realizó por teléfono.

No debió de haber ningún problema posterior, y el monumento ya estaba listo para la fecha prevista, ya que el expediente continúa con las invitaciones enviadas por el ayuntamiento a los actos que se iban a celebrar con motivo del IV Centenario de la Publicación de “La Minerva”. En primer lugar encontramos la Saluda que por la que se invita a los concejales, a continuación las copias de los telegramas que envía el Ayuntamiento al Presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que mediante una saluda con fecha de envió 26 de Mayo y fecha de entrada en el Ayuntamiento 28 del mismo “se lamenta de haber podido asistir por tener contraídos compromisos anteriores” y al consejero de Educación, Francisco España Fuentes. Toda esta documentación fue enviada el 19 de Mayo de 1987. El 20 de Mayo el Alcalde a través de un bando comunica al pueblo los actos que se van a realizar y les hace extensible la invitación a los mismos.

Hasta aquí la documentación que hace referencia a la escultura erigida en la Plaza Príncipe de Asturias en homenaje al humanista Francisco Sánchez “el Brocense”, pero en el expediente se hallan todavía otros dos documentos que aunque ya pertenecen al principio de la década de los 90 pasamos a citar por encontrarse en dicho expediente. El primero de ellos es la decisión que toma el Ayuntamiento de adquirir bustos de “El Brocense” en el documento se dice lo siguiente: “El Sr. Alcalde da cuenta a los reunidos de la resolución adoptada por el mismo, para adquirir diez bustos del “Brocense”, con el fin de contar con existencias de estos, teniendo en cuenta que cierto número de ellos serán distribuidos a las diversas Autoridades que harán su presencia en esta Villa, con motivo de la celebración del “Día de la Tenca”; quedando enterados.” Y se firma en Brozas a 19 de Julio de 1990. De tal documento sólo podemos concluir la intención de comprar bustos, pero desconocemos el autor al que se le encargó la realización de la obra y en último caso tampoco sabemos si realmente este proyecto se culminó con éxito, ya que no tenemos más documentación que nos pueda aportar algún dato nuevo.

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Láms. 10 y 11. Vista frontal y posterior del busto al Brocense, donde se aprecia la firma y fecha de la obra

Y el último documento con el que contamos es un presupuesto enviado por Ricardo García Lozano al Ayuntamiento con intención de realizar un monumento a Fray Nicolás de Ovando, que debió de ser incluido dentro de este expediente no sabemos si bien por error o bien por el vinculo creado entre el escultor y la estatua de “El Brocense”.

Antes de cerrar este capítulo, merece la pena aportar otro dato en relación con la creación de obras sobre “El Brocense”. En esta ocasión carecemos de la documentación pero sí tenemos una de las obras, ya que se realizó una serie de 200 bustos en los que se representa al personaje, bustos que están numerados, fechados y firmados.

4. REPERCUSIÓN EN LA PRENSAA lo largo de los primeros meses de 1987 aparecen diferentes noticias recogidas en la prensa regional sobre los actos que se celebraban con ocasión del IV centenario de la Minerva:

  • Extremadura, martes, 24 de marzo de 1987. En la página 8 el periódico se hace eco de la noticia con el siguiente titular: “Simposium sobre la obra de “El Brocense”; es un texto extenso donde se informa sobre los actos que se van a celebrar y el motivo de los mismos, la lista de personas interesadas en participar y como novedad se anuncia que la Diputación sufragara los gastos de remo- delación de la plaza donde se instalará la estatua, argumentando que la misma hará juego con la esplendida iglesia brocense y con la propia estatua.
  • Hoy, 15 de Mayo de 1987, en la página 17 de la sección de Regional se habla del Simposio sobre “El Brocense” y su obra “La Minerva” que tendrá lugar en Brozas del 20 al 22 de mayo. Se informa brevemente de los actos que se llevarán a cabo al mismo tiempo que el lugar de celebración de los mismos.
  • Hoy, 20 de Mayo de 1987, en la página 13 de la sección regional se recoge una noticia con el siguiente titular “Hoy comienza el simposio en homenaje a “El Brocense”. En la noticia se recogen las fechas en las que los actos se van a celebrar, el motivo por el cual se producen dichos actos, quiénes son los organizadores del simposio, los participantes y su importancia, los actos que se llevan a cabo además del simposio y en último lugar se recoge la información de la inauguración de la escultura y del descubrimiento de la placa en su casa natal.
  • Extremadura, 22 de Mayo de 1987: se recoge la noticia de la inauguración de la escultura con un titular que dice “En Brozas, su pueblo natal, inaugurada una estatua dedicada a “El Brocense”. En esta ocasión aparece acompañando una fotografía donde se recoge el momento en el que la estatua es descubierta. En el texto se recoge que el acto de descubrimiento de la obra fue llevado a cabo por el presidente de la Diputación de Cáceres y por el alcalde de la localidad. También se hace eco la noticia del descubrimiento de una placa en la casa donde nació el humanista

5. CONCLUSIONES

A lo largo de las páginas precedentes hemos ido analizando el proceso de creación, realización y erección del monumento a Francisco Sánchez de las Brozas en su villa natal; creemos, pues, que esta obra es un buen ejemplo de la escultura pública que se realiza en Extremadura durante el período democrático. Formalmente, esta obra es de una calidad técnica y estética bastante acorde con lo que se ha hecho y hace en Extremadura en este tipo de monumentos. Por otra parte, en lo que atañe al procedimiento de adjudicación y la relación entre escultor y promotor (en este caso, el ayuntamiento brocense), llama poderosamente la atención la falta de un criterio a la hora de elegir el proyecto, ya que ni siquiera el coste económico de la obra fue puesto en duda y se desecharon otras propuestas de menor cuantía, y suponemos que la relación personal (de origen desconocido) entre el autor y la corporación municipal y su alcalde fue la única razón de que esta escultura se realizase tal y como la vemos hoy en día.

6. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Para realizar este trabajo, y como se deduce de su lectura, la principal fuente inédita que hemos empleado ha sido el expediente depositado en el archivo del ayuntamiento de Brozas, que abarca un largo período comprendido entre 1965 y 1990. Asimismo, hemos podido consultar documentos textuales y gráficos conservados en su archivo personal por Ubaldo Cantos Gil. Para nuestro pesar, el señor Cantos Gil ha fallecido recientemente; desde aquí le expresamos nuestro más sentido pésame a su familia y nuestro más sincero agradecimiento y admiración.

Por último, desde el punto de vista bibliográfico, dos han sido nuestras referencias más importantes; por un lado, para conocer la vida y obra del Brocense nos ha sido fundamental el artículo publicado por el profesor de la Universidad de Extremadura Manuel Mañas Núñez en la revista Alcántara. Desde el punto de vista artístico, la obra de María del Mar Lozano Bartolozzi sobre escultura conmemorativa en la provincia de Cáceres nos ha servido para tener otra opinión sobre los dos monumentos citados en este trabajo.

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1 El grueso de esta nota biográfica ha sido extraído del artículo publicado por Manuel Mañas Núñez en la revista Alcántara (MAÑAS NÚÑEZ, M.: “Sanctius Brocensis, “El Brocense”, Alcántara, 61, 2005, pp. 11-26), aunque no podemos olvidar las distintas biografías publicadas sobre este insigne humanista extremeño, desde la primera de Gregorio Mayans incluida en el primer tomo de su publicación de la Opera Omnia de este autor, que apareció en 1766, pasando por las del Marqués de Morante (1859), Eugenio Escobar Prieto (1901), Pedro Urbano González de la Calle (1922) o Anthony Bell (1925).

2  La ubicación de la estatua fue un tema bastante debatido en Brozas; para “dilucidar” este proble- ma, la revista local Aldehuela realizó una encuesta entre sus lectores, en la que la plaza Príncipe de Asturias fue la opción mayoritariamente elegida con el 29% de los votos: “Encuesta sobre “El Brocense”, en Aldehuela. Revista cultural de la Asociación Francisco Sánchez de las Brozas, nº 21, enero-febrero 1987.

3  Litografía realizada por Rafael Esteve Vilella en 1791 sobre un dibujo de José Luis Enguídanos. Se conserva en la Biblioteca Nacional, Sala Goya, Bellas Artes, signatura IH 8523.

4  En realidad, Ricardo García Lozano no se inspiró en el grabado que menciona para realizar este primer busto sino para hacer la versión definitiva de la estatua, tal y como dijimos en el apartado correspondiente.

5   Como hemos visto, este escultor y dibujante fue el autor del busto dedicado al Brocense por el instituto cacereño del mismo nombre en 1966

6   José María Jabato Amado es autor del monumento al doctor Viera López en Coria: LOZANO BARTOLOZZI, Mª M.: Escultura pública y monumentos conmemorativos en Cáceres, Cáceres, 1988, pp. 89-91

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