Oct 282023
 

Serafín Martín Nieto

 

La historia cacereña está plagada de datos erróneos que se van transmitiendo entre los historiadores sin ningún cuestionamiento. Es más en numerosas ocasiones, aunque se prueben las equivocaciones, se siguen repitiendo, bien por inercia, bien por no contradecir a los consagrados como modelos de nuestra historiografía local.

En el presente trabajo, vamos a deshacer el que atañe a la ermita de San Salvador, San Juan Evangelista y San Benito de la Plaza.

En 1303, Fernando IV concede a la villa de Cáceres las rondas de la muralla en juro de propiedad, si bien del propio documento se deduce que ya en tiempos de su padre, Sancho IV, había comenzado la expansión extramuros.

El testamento de García Blázquez, otorgado el 19 de abril de la era hispana de 1380, es decir del año 1342, apenas un siglo después de la reconquista definitiva de la ciudad, nos evidencia, por medios de las mandas piadosas, que la villa se había estructurado en torno a sus cuatro parroquias históricas y que se había erigido una serie de institutos religiosos. Concretamente cita las ermitas de San Pedro (en la actualidad denominada de las Candelas) y la del Espíritu Santo, “que están çerca de aquí de Cásçeres”; pero no eran las únicas existentes, pues dona sendos maravedís a todas las del término cacereño[1].

Es tradición que fueron los judíos los que, rebasando el ghetto de la antigua judería, se asentaron en la entonces denominada Plaza de la Feria y en sus aledaños, primeramente, sin duda, con puestos ambulantes. El Ayuntamiento, auspiciando esta función mercantil, promovió la edificación de seis casas-tiendas, en los Portales de Arriba, es decir, los inmediatos al recinto murado, las cuales, a mediados del siglo XV, dio a censo enfitéutico perpetuo a diversos vecinos, tanto hebreos como cristianos. Para un mejor acceso, se había abierto la Puerta Nueva, hoy Arco de la Estrella.

Debido a la tardía configuración urbanística de la hoy Plaza Mayor, no se alza, como hubiese correspondido a la importancia cívico-social adquirida, ninguna de las cuatro parroquias históricas de Cáceres, edificadas dos intramuros, Santa María la Mayor y San Mateo, en los emplazamientos de la mezquitas aljama y la del alcázar; y  dos extramuros, inmediatamente después de la Reconquista, a la vera de importantes caminos.

En cambio, en la Plaza de la Feria, en fecha desconocida, se erigió una ermita dedicada al Salvador del Mundo, advocación tan frecuente en templos emplazados en lugares pasajeros. Pero su importancia no radica tanto en su función religiosa, sino sobre todo en la cívica, por haberse convertido en lugar eventual de reuniones del Cabildo Municipal y, en permanente, de la elección del Procurador del Común.

 

  1. UBICACIÓN

La ubicación de esta ermita ha sido objeto de controversia entre los historiadores cacereños, sin que hasta ahora se hayan puesto de acuerdo.

Don Simón Benito Boxoyo[2], ilustrado presbítero, que durante muchos años compaginó su ministerio como capellán de la casa de los Golfines con su apasionamiento por la historia cacereña, cuyos documentos supo catalogar, hasta el punto de que es raro no encontrar rastro de su característica letra en los libros de inventario de las distintas cofradías cacereñas y demás institutos religiosos, precisó el emplazamiento de la ermita: “esta tuvo su asiento en la segunda casa del portal del reloj, desde su torre, en la plaza mayor; he visto escritura que la cita, y también consta se celebraban en ella los Ayuntamientos en 1451”. Sin embargo, al tratar sobre la de la Paz, afirmó que se enclavaba donde “había en lo antiguo otra iglesia de San Juan Evangelista y San Benito, cuyas imágenes existen”, por lo que supuso que se trataba de dos distintas[3].  Publio Hurtado, pretendiendo precisar esta  información de Boxoyo -de quien tantas noticias tomó-, erró en su emplazamiento: “Pequeño templo sito también en la misma Plaza, en el área de la segunda casa, partiendo en dirección Este de la torre del Bujaco[4]. Floriano, queriendo enmendar a Hurtado, introdujo un nuevo error en la historia de nuestra ciudad, repetido hasta la saciedad por sus seguidores. De manera enfática, de la lectura de las cartas de censo enfitéutico de las ya mencionadas de casas-tiendas, dedujo que la ermita de San Benito se levantaba donde la actual de la Paz y, “a continuación (de la escalera de doble derrame) estaban las casas de Alvar González casado con Teresa González, la de Gonzalo Delgado y la de otro judío Haym Alvelia, terminando la manzana por esta parte con la ermita de San Salvador (…) por lo que no cabe confundirla con la alineación de casas que están al NE de la Torre del Bujaco, como cabría pensarlo dada la situación imprecisa que D. Publio Hurtado asigna a la Iglesia de San Salvador[5].

Una vez más, son las fuentes históricas las que nos dan la clave de un enigma, que no era tal, pues como lógicamente se podía deducir, la ermita de San Salvador se levantaba donde hoy se encuentra la de la Paz.

En el transcurso del vaciado de todos los protocolos cacereños del siglo XVI, hemos hallado numerosas escrituras que nos permiten conocer a la perfección la distribución de esta parte de la Plaza. Los puntos de referencia son la Torre Nueva (Bujaco) y las escaleras – que aún se mantienen-, por cierto denominadas durante siglos de San Salvador.

Contigua a la torre, en dirección sur, se alzaba una casa, a la que seguía la ermita de San Salvador. El 4 de junio de 1563, Leonor de Cigales, viuda del bolsero Benito Carrasco, y el clérigo Benito Sánchez Borje, “por quanto en las nuestras casas, que nos avemos y tenemos en la Plaça Pública de esta villa, questán junto a la Torre Nueva e a la yglesia de San Salvador, nosotros avemos hecho y edificado un entresuelo; y ençima de él, una açotea desde la que se descubre alguna parte de la Plaça; y en el dicho entresuelo, está una ventana baxa que cae e sale al corral de los toros; y sobre la dicha ventana, están otras ventanas de arcos de la dicha açotea, que ansimismo caen ençima del dicho corral de los toros”, se obligaron a cerrar con llave todas las que daban al toril cuando en él hubiera toros para la celebración de fiestas, sin que nadie se pudiese asomar hasta tanto no se hubiesen sacado los animales, pudiendo servirse de ellas el Concejo para su servicio[6]. Sobre esta casa pesaba un censo de trescientos maravedís anuales perpetuos que el clérigo Antonio Cano traspasó al también clérigo Álvaro Ruiz el 6 de julio de 1568. Una vez más, la ubicación es inequívoca: “en la Plaça desta villa, junto a la yglesia de San Salvador, que alindan por una parte con la dicha yglesia de San Salvador y por la otra parte con la Torre Nueva del Relox, y por la parte detrás con el corral de los toros y por delante de las puertas el portal de la dicha yglesia y la dicha Plaça[7]. El 10 de junio de 1570, Leonor de Cigales y el clérigo Benito Sánchez vendieron al regidor Sancho de Paredes Golfín un censo de quinientos maravedís de renta que impusieron sobre dichas casas “en la Plaça pública desta villa, que alindan por la una parte con la yglesia de Señor San Salvador y por otra parte alindan con la Torre Nueva y por la parte de detrás alindan con los muros y çerca desta dicha villa[8]. El 13 de agosto de 1588, el mencionado clérigo Benito Sánchez dio en arriendo, por espacio de nueve años, por el precio anual de cien reales y dos gallinas, a Isabel Jiménez, viuda de Francisco Muñoz, dicha casa “que está debaxo del portal de Señor San Salvador, en la Plaça Pública desta villa, que alinda por la una parte con la Torre de Buxaheme y por la otra parte con la yglesia de Señor San Salvador[9].

Indiscutiblemente, la actual ermita de la Paz ocupa el solar de San Salvador y el de la casa de Leonor de Cigales.

El lugar que Floriano, erróneamente, señalaba para dicha ermita era una de las casas tiendas que el Concejo acensuó a Gonzalo Delgado y que, un siglo después, constituía el hogar de la familia del escribano Francisco Borje, que luego heredaron sus descendientes los Pérex Salazar, varios de cuyos miembros fueron también escribanos.

Contigua a ella, se alzaba la del judío David Alvilia, jubetero, quien el 20 de agosto de 1459, ante Diego Fernández, vendió su derecho a Pedro Dávila[10]. Esta casa perteneció posteriormente a Antonio Julián  e Isabel González y, después, a sus hijos. El 4 de diciembre de 1599, Hernando Arias, barbero, y su mujer Teresa Jiménez donaron a su hermano, el clérigo Luis Blázquez de Cáceres, hijo natural del deán de Plasencia, su parte en estas casas “en la Plaça pública desta villa a los portales de arriba, que alindan por una parte con las escaleras que dizen de San Salvador que van de la Plaça desta villa a la Puerta Nueva, e de otra parte alindan con casas de Leonor Sánchez, hija de Borje”[11]. Luis Blázquez la vendió a Diego Durán Mena, cura de Santiago, quien, en su testamento cerrado de 30 de septiembre de 1580, ante Martín de Cabrera, legó a su sobrino Juan de Mena Gutiérrez “la casa que conpré de Luis de Cáceres clérigo, que es a las escaleras questán junto a San Salvador[12].  De Juan de Mena heredó el cabildo eclesiástico mencionada “cassa bodegón en la Plaça desta villa que fue cassa de Luis de Cáçeres[13]. El 10 de febrero de 1642, el presbítero Francisco de Figueroa, abad del Cabildo Eclesiástico, dio en arriendo una casa en la Plaza en los portales de abajo “alindando con las escaleras que van de dicha Plaza a la Puerta Nueva y corral de los toros y con casas en que vive Pedro Hernández, sonbrerero”, por nueve años a razón de ciento treinta y dos reales anuales al regidor don Jerónimo de Godoy Ovando, comisionado de la Villa “para que tuviesse pesso zerrado para pessar el trigo y harina y demás cosas del Concejo[14].

Esta selección de citas nos permite afirmar que la ubicación propuesta por Floriano y sus seguidores es totalmente desacertada.

 

II.- SAN SALVADOR, ENCLAVE CÍVICO: 

La primera noticia de la utilización de este recinto religioso para un acto institucional data de 11 de octubre de 1445, cuando dentro de la iglesia, los regidores cacereños Diego Rodríguez y Alfonso Gil Mogollón presentaron al teniente de corregidor, el licenciado Pedro González de Carabeo, las capitulaciones de la Concordia por la que los cacereños aceptaron el señorío del Príncipe don Enrique, futuro Enrique IV[15].

El Ayuntamiento de Cáceres, al carecer de casas consistoriales en propiedad, se sirvió de diferentes lugares para los cabildos. Primeramente bajo la finestra de Santa María, como recoge el Fuero, y más tarde, en el portal de dicha iglesia, siguiendo la tradición de los concejos hispanos, atestiguada en la cercana localidad de Arroyo del Puerco[16]. Más tarde, como evidencian los documentos conservados, se congregó en diferentes lugares: junto a la Puerta Nueva, según acta de 31 de marzo de 1328, para redactar una ordenanza con el fin de no recibir juez pesquisidor, si no fuese pedido con consentimiento del Concejo[17]; en unas casas entre las torres del Horno y de la Hierba, alquiladas al mayorazgo de la Casa de Mayoralgo, que siglos después se conocerían como el Consistorio Viejo; e incluso, el 15 de abril de 1406, en los portales de la Plaza de la Feria[18].

Desde la segunda mitad del siglo XV, debido al mal estado, como afirma Rubio Rojas, de las mencionadas casas arrendadas, con mayor frecuencia se celebraron en San Salvador los cabildos municipales, e incluso se renovaron importantes acuerdos de vecindad[19], hasta que en 1501 se trasladaron las sesiones a las nuevas Casas Consistoriales[20]. Pero se mantuvo durante todo el siglo XVI y gran parte del XVII como lugar de elección del Procurador del Común y de los diputados de las cuatro parroquias.

En el pleito de hidalguía de Gómez Suárez de Figueroa, natural de Cáceres y vecino de Écija, iniciado en 1535, el testigo Alonso de las Peñas, hidalgo, ermitaño de San Antón, declaró que conoció a Gutierre y Vasco Porcallo, padre y abuelo del litigante, “en la hermita y ospital de Sant Luis, que hera en la dicha villa de Cáçeres, se solían juntar muchas vezes los cavalleros hijosdalgo della a faser sus ayuntamientos” y, en ocasiones, también en San Salvador[21].

El Portal de San Salvador era propiedad del Ayuntamiento. Así lo declaraba Juan Bardal, mayordomo de la villa en 1551, al rendir sus cuentas el 26 de enero de 1552: “el qual portal es de la Villa[22]. Y como tal, se encargaba de su arreglo. Por mandato del concejo el mayordomo maese Vasco gastó, en 1512, ochocientos veintiún maravedís “en adobar el portal de San Çalvador et en poner una viga[23].

Foto 1. Portal de la ermita de la Paz

El 10 de septiembre de 1642, el corregidor don Juan Morante de la Madrid mandó sacar a pregón y almoneda la obra del tejado del portal de san Benito. Se comisionó a don Rodrigo de Godoy. El 21 de noviembre, el albañil Juan Sánchez se comprometió a quitar todas las vigas y ponerlas nuevas de madera redonda de los pinares de Navas del Madroño y a encañar el portal y echar un suelo para las tejas, que hasta entonces iban vanas, por el precio de seiscientos cincuenta reales más los despojos de las maderas y tejas viejas. Tras las sucesivas rebajas entre Gonzalo Carrasco y los hermanos Alonso y Blas Martín Nacarino, se remató en Carrasco en trescientos setenta reales el 27 de noviembre[24].

En él, como revelan las cuentas de Propios de Hernando de Sanabria, mayordomo en 1505, se asentaba el Peso de la Harina: “paresçe por otro libramjento de la justiçia e regidores e del escrivano del Conçejo dio e pagó al que tyene cargo de pesar la farjna en el portal del Sant Salvador, ques Alonso Çigales, seysçientos e sesenta e seys maravedís, et quatro cornados del terçio segundo[25].

También los herreros acudían allí a vender sus productos. El 30 de diciembre de 1514, bajo pena de dos mil maravedís para las obras públicas, se prohibió que “de aquj adelante nyngún herrador pueda estar en el Portal de San Salvador[26]. Con esta medida, se reservaba el portal para la venta de granos. Allí, debían acudir los labradores a vender la cosecha. En el cabildo celebrado el 16 de julio de 1546, “se acordó e mandó pregonar que ninguna persona sea osada de comprar trigo, si no fuere después de descargado en el portal de San Salvador o en la Plaça, so pena que el que lo conprare en las calles o camino sin estar descargado en el portal e plaça pague el alcavala del pan que conprare e pague de pena tres reales cada vez, las dos partes para el alhóndiga, e la terçia parte para el que acusare e denunçiare[27]. El  Ayuntamiento, en 17 de diciembre de dicho año, acordó “y mandó que la alhóndiga desta villa tome todo el trigo que sobrare de lo que vjnjere a venderse al portal de Sant Salbador, como sea bueno e como no suba la hanega a más de a catorze rreales[28]. El 31 de diciembre, fecha en que se elegían los cargos y oficios para el año siguiente, el regidor Lorenzo de Ulloa nombró por pesador de la harina del portal de San Salvador a Ginés Méndez y, mientras éste sirviese la vara de alguacil, a Antonio Julián[29], a quien dos años después, se le comisionaría para que pusiera precio al trigo que se traía a vender al Portal[30]. El valor que alcanzaba allí, variable según la fecha del año y la abundancia o escasez de cosecha, se convertía en oficial para la villa y su Tierra[31].

El peso se recogía en la mencionada casa que se alzaba entre la torre de Bujaco y la ermita. El clérigo Benito Sánchez, al darla en arriendo, en 1588, a Isabel Jiménez, formulaba la siguiente condición: “que yo el dicho Benjto Sánchez tengo de aver y e de cobrar los seisçientos maravedís que esta villa me da por que en la dicha casa se guarde el peso y pesas del peso de la harina, sin que por ello me descontéis cosa alguna[32].

Como las tiendas se montaban en el centro de la Plaza, las ferias y mercados resultaban ciertamente caóticos. El 9 de junio de 1572, los capitulares decidieron poner orden en esta confusión. Con motivo de haber sido desempedrada y limpiada la Plaza, dispusieron que las carretas y los cerdos se quedasen en la Corredera, que el centro de la Plaza se reservase para la gente de a caballo y de a pie; que las tiendas, agrupadas por materias, se levantasen en los soportales: las mercerías desde la casa de Juan Higuero hacia abajo hasta donde llegasen; los paños, en el Portal del Picón; los caldereros, desde la Torre Nueva hacia abajo; los cuchilleros y herreros en el otro portal de Benito Sánchez Costilla; los zapateros en los portales debajo de sus casas y, los que no tuvieran casa en la Plaza en los portales junto con los de su oficio[33].

En las inmediaciones de la ermita, se alzaban dos símbolos de la jurisdicción de la Villa: el capitolio y la picota.

La justicia, en consonancia con su carácter, se administraba en un lugar público. Seguramente, en los primeros momentos de la ciudad reconquistada, en el portal de Santa María. Posteriormente, en los de la Plaza hasta la construcción de las casas consistoriales. Sin embargo, junto a la Torre Nueva, se mantuvieron los actos públicos relacionados con el arrendamiento de las rentas reales y las almonedas de los bienes embargados. Para realzar la condición de villa de realengo, el 1 de junio de 1612, se comisionó al regidor don Diego de Galarza para “que, en los estrados donde se hazen las rrentas rreales y conçejiles, haga poner a un pintor las armas rreales y lo demás que pareçiere convenir[34].  Pero, ayer como hoy, las obras públicas no se caracterizaban por su celeridad. El 6 de diciembre de 1627, como el sitio donde se hace “el ahaçimiento de las rrentas rreales y las desta villa está muy desabtoriçado e yndeçente y con muchos hoyos”, comisionaron al regidor don Gonzalo de Carvajal Ulloa, caballero de Santiago, para que se arreglase con lustre y ornato y “en la pared se pongan las armas rreales”, ya a jornal, ya por el tanto. La obra se financiaría con el valor de la bellota de ese año, que libraría su administrador, Francisco de la Cruz[35]. Carvajal no dilató el encargo. El 18 de dicho mes y año, contrató con el arquitecto Gabriel Pentiero, por estar “muy indecente y no con la autoridad y suntuosidad conveniente respeto de hacerse en él las rentas reales y sus almonedas y remates a que siempre asisten la justiçia y comisarios de las dichas rentas, se haga un capitolio”. La pared cabecera del portal la presidiría el escudo de Felipe IV, orlado con el toisón de oro y el águila acolada, y al pie se colocaría un poyo de cantería para la justicia. Desde la casa de Francisco de Tovar hasta la pared de la Plaza, se levantaría una grada y se enlosaría todo con cantería. Pentiero debía terminar la obra a primeros de marzo de 1628, pero el 27 de dicho mes no solo no estaba realizada, sino que se añadieron nuevas condiciones, entre ellas, las de hacer una pasera desde el capitolio a la calle Empedrada, asentar sendas gradas en los dos arcos laterales sin que sobresalieran a la Plaza. La conclusión se fijó para el día de San Bernabé, 11 de junio, feria de Cáceres[36].

Simón Benito Boxoyo, que alcanzó a conocerlo, nos ofrece la siguiente descripción: “Al pie de esta torre (de Bujaco) había una gradería, rematando en forma de teatro (se deshizo en 1788), su alto de tres varas; en su medio y plano, arrimado a la torre, había un semicírculo de cantería muy bien labrada y a sus lados dos poyos de la misma piedra, capaces cada uno de cuatro personas. Quieren algunos sirviese este sitio en lo antiguo de pública audiencia, en que se oían y sentenciaban causas. La pared, hasta la altura de cinco varas y todo el ancho que ocupaba la gradería, estaba adornado de pincel, cuyas figuras ya no se distinguen[37].  Por entonces, las subastas y almonedas se habían trasladado al Portal Llano.

Hasta su demolición para cumplir con la Real Provisión de Felipe II por la que se mandaba sacarlas fuera de la población, Cáceres, durante un tiempo, contó con dos picotas: la antigua de la Plaza y la enclavada en la Peña Redonda[38], trasladada posteriormente al Paseo del Rollo, hoy Paseo Alto.

El 15 de octubre de 1543, el cabildo convocó a alarde a los caballeros a fuero. Con este motivo, “en esste ayuntamiento el señor Paulo de Mayoradgo, procurador general de la Villa, dixo que rrequerja a los señorres justiçia e rregidores que se mude la picota como está acordado otras muchas vezes. Y que asy rrequjere que se haga, e que sea ponerla çerca del portal de San Salvador, adonde menos enbaraça y que no sea con tanto rruedo de gradas para que no enbaraçe tanto”. Gutierre de Ovando, Cristóbal de Ovando y Diego de Cáceres se adhirieron a la petición, porque cabe la Torre Nueva no perjudicaba a nadie y la plaza quedaba más libre al quitarla del medio; Diego Enríquez también para que la plaza quedara más libre los días de regocijos, alegrías y juegos de cañas[39].

En el cabildo de 21 de noviembre de 1580, “se acordó e mandó que atento que en los pueblos prinçipales destos rreynos se an qujtado las picotas e rrollos que thenjan en las plaças e dentro de los pueblos, e atento questa villa tiene rrollo e picota fuera del pueblo; mandavan e mandaron  que el rrollo e picota questá en la plaça desta villa sea desechada e qujtada della, e que de la piedra della se hagan gradas para el almonedas e otras cosas públicas pegadas a la Torre Nueva, e que por orden de los señores corregidor e don pedro Dovando, regidor, e Alonso de Ribera, procurador general, se haga e cunpla lo susodicho[40]. Dicho trabajo se encargó al cantero cacereño Francisco Martín Paniagua. El 13 de abril de 1584, se le mandó librar el importe de su trabajo de derribar la picota de la Plaza, de la piedra que aportó para las gradas y de la traza que modeló[41]. Este graderío de Paniagua sería sustituido, como ya hemos desarrollado, por el capitolio de Pentiero.

Justo detrás de la ermita y entre la muralla, junto a la Puerta Nueva y el Torrico (Torre de los Púlpitos), en un callejón se emplazaba el toril donde se encerraban los toros que se corrían en la Plaza los días de regocijo.

Por aquel entonces, el Portal de San Salvador era muy diferente al actual de la Paz, y no debía diferir mucho de los restantes de la Plaza, que seguían más el modelo de las plazas castellanas de entramado de madera. El primero en reemplazar las vigas de madera por pilares fue el clérigo Benito Jiménez. A tal innovación, se opuso el Ayuntamiento, que, en su cabildo de 5 de julio de 1577, ordenó al procurador y al solicitador salir a la causa sobre el poste que el referido clérigo había empezado a hacer en los Portales, “questá mandado enbaraçar por el señor corregidor”. Sin embargo, no todos los regidores estaban de acuerdo con esta medida, es más, don Gonzalo de Carvajal se oponía al pleito contra Jiménez “porque él entiende que la dicha obra conviene mucho a todos los portales della, questán sobre vigas e muy peligrosos, se hagan sobre arco, ansy de la parte que sale a la Plaça como en las traviesas que dividen una casa de otra”, al tiempo que instaba al corregidor a que enviara oficiales a visitar la obra, “atento que en los mysmos portales ay otras cosas de mucho más yncovinjente que la obra que de nuevo se haze”. Aunque la mayoría de los regidores eran partidarios de que, sin consultar a nadie, se derribara lo obrado, siguiendo la opinión expresada por Pedro Alonso Golfín de “queste portal es de la villa e sytio suyo, e como tal a puesto a su costa poyos de cantería en que se syenten, en el qual se juntan en la Plaça todos los cavalleros, y están en el dicho portal syenpre que salen a la Plaça; y asy no conviene que la villa le dé nynguna cosa del dicho portal e sytio, porque vendría a estrecharse de manera que no cupiese nadie en él. Demás de que, syn liçençia desta villa e por su propia autoridad, a querido tomar el dicho sytio haziendo un  poste de cantería e de ladrillo con un hescondimjento que se puede poner en él un ombre e dos y de noche o de día secutar su voluntad syn que nadie le vea”. No obstante, don Gonzalo de Cáceres, alegando que no se trataba de dar sitio alguno a nadie, sino mejorar los portales en su ornato y en provecho de las casas, logró imponer su tesis de “que conforme a esto se mande a él e a los demás que edificaren, que hedifiquen debaxo desta traça e orden, e no se dé ynconvinjente a que cada uno edifique como hasta agora están hechos[42]. Tan convincentes resultaron sus argumentos que, un año después, el 9 de junio, lo comisionaron “para que por su orden se dé traça al hedificar en los portales de la Plaça desta villa en la forma que lo an de hazer los que quisieren labrar y hedificar[43].

Desde fecha inmemorial, en el portal de San Salvador se reunían cada primero de enero, a voz de “pregonero público por tres vezes diziendo bía a Conçejo, bía a conçejo, bía a conçejo, según la costunbre antigua que dello se a tenjdo y tiene[44], los buenos hombres pecheros para elegir a su procurador personero: “nos los buenos honbres pecheros de la noble e muy leal villa de Cáçeres, estando como al presente estamos juntos en el portal de la hermita de Señor San Salvador y San Benito, questá en la Plaça Pública de la dicha villa, adonde tenemos de uso y costunbre de nos juntar el primero día del mes de henero de cada un año a elexir e nonbrar procurador de nos, los dichos buenos honbres pecheros de la dicha villa y diputados de las parroquias della[45]. Y aún, a pesar de que la ermita se denominase ya popularmente de San Benito, las actas de tales elecciones suelen mencionar su antigua advocación. Por ejemplo, en la de Lorenzo Martín Barquero, que tuvo lugar en 1 de enero de 1617: “estando como al presente estamos juntos a canpana tañida segund que lo avemos de husso y costunbre de nos juntar el primer día del mes de enero de cada un año en la iglesia de Señor San Salvador e portal della, questá en la Plaça Pública desta dicha villa[46]. En 1625, aún se mantenía la fórmula inmemorial[47]. Una vez arruinada la ermita, las reuniones se celebraban “en las casas del Ayuntamiento[48].

 

III.- SAN SALVADOR, EDIFICIO RELIGIOSO

¿Cuándo se construyó la ermita? Pensamos que simultánea a la expansión en esta zona.

La primera noticia de que tenemos constancia se remonta al testamento de Juana Gil, viuda de Alfón Durán de Mérida, hija de Juan Pérez, de 24 de octubre de la era de 1420, anno domini 1382, ante Alfón Pérez: “et mando a Sancti Spiritus, Sant Salvador e Sant Pedro, iglesias de çerca de esta dicha villa tres maravedís a cada una dellas para aseite[49]. En los albores del siglo XV, concretamente e1 7 de octubre de 1405, Marina Alonso, viuda de Fernán Alonso de los Nidos, otorgó testamento, en el que, además de las habituales mandas de maravedís a las ermitas del término de Cáceres, legó “a San Salvador e a San Pedro e a Santi Spíritus e a Sancta María Madalena sendos maravedíes a cada una dellas para azeyte[50].

La coexistencia de varias cofradías o ermitas de la misma advocación no resultaba un hecho insólito en el Cáceres de antaño. Así, sucedió igualmente con San Salvador. En la parroquia de San Juan, existía un altar dedicado al Salvador, como se verifica por el testamento del carpintero Francisco Martín, quien se mandó enterrar dentro de dicha iglesia “junto a la grada del altar de San Salvador[51]. En las Seguras, se levantó otra ermita con esta advocación, cuya capilla mayor llegó a fotografiar Tomás Martín Gil antes de que sus piedras fueran reutilizadas. El 19 de octubre de 1541, ante Jerónimo Gutiérrez, Pedro de Ovando, hijo de Hernando de Ovando y marido de doña Francisca de Paredes Perero otorgó testamento. En él, “mando que den a la hermjta de Señor San Salvador, questá en el heredamiento de las Seguras, térmjno de esta villa, quatro ducados que mj hija doña Ynés le mandó”. “Yten. Mando que de çiertos terralgos que yo he cobrado de la dicha hermjta de Señor San Salvador, que se haga cuenta con doña Françisca de Paredes Perero, mj muger, de lo que yo he gastado por la dicha hermjta de Señor San Salvador y el que alcançare al otro que se le pague[52]. En el siglo XVI, se fundó el hospital y ermita del Salvador del Mundo entre las calles de Solanas y Gallegos, cuya cofradía agrupó a los recueros.

El ayuntamiento, velaba por el buen estado de la ermita. El 6 de julio de 1546 “se acordó que los veynt’ o veynt’ y dos ducados que se aplicaron a San Salvador para rreparar e hazer la iglesia, los dé Gonçalo Téllez dentro de tres días, so pena de caer en las penas en que caen los deposytarios que no acuden con los depósytos. E se le mandó notificar[53]. Sin embargo, esta decisión fue objeto de controversia por parte del regidor Pedro de Sande, quien, el 19 de diciembre de 1547, propuso que el concejo recuperase el dinero invertido “porque a su notyçia hera venjdo que los scrivanos lo an gastado e gastan en cada un año en comer e otras cosas. Por tanto que pide e rrequjere al señor corregidor lo mande cobrar con lo que an rrentado”. Apremiado, el corregidor Antonio Vázquez de Cepeda ordenó al censatario Hernán Pérez de Toro que no diese nada a los escribanos ni a su cofradía so pena de pagarlos, “e quel mayordomo de la cofradía esiba el título de la conpra dentro de tres días so pena de mill maravedís[54]. No obstante, el 21 de abril de 1548, “se acordó que acabada la obra de la cárçel se haga la obra de la yglesya de San Salvador[55]. El 21 de enero de 1549, “se acordó e mandó que se haga la yglesia de San Salvador e el portal a manera que se haga sobre él alhóndiga de pan, porque la que agora ay, sea para casa del Corregidor[56]. Para la financiación de esta obra, se dispuso del referido censo perteneciente a la cofradía de San Juan de los Escribanos. El 25 de dicho mes y año, se comisionó a los regidores Antonio de Sotomayor y Sancho de Paredes “para que sepan qué çenso es lo que conpraron a los cofrades e cofradía de los scrivanos e procure al señor Pero Alonso Holgujn si los qujere comprar e sy no quisyere lo vendan a otra persona e sepan lo que se debe de los años corridos”. Parece que Pedro Alonso Golfín no lo quiso, pues, tres días después, el 28, se los facultó “para que vendan el çenso al qujtar que la cofradía de San Salvador de los scrivanos tiene e hagan que se adereçe la yglesia como les pareçiere que se pueda dar mjsa en la dicha yglesia, aunque sea de prestado hasta que la villa tenga dineros; e que mandan que la casa del Corregidor que está començada se haga e el portal de la cárçel se cubra e faga como conviene a la villa[57]. El 29 de abril de 1549, para allegar fondos, se tomó la decisión de dar la alegría de un toro. Sancho de Paredes sería el depositario de la recaudación[58]. Pero una vez más, se pospuso esta obra, pues el 13 de mayo ordenaron a Paredes que los seis ducados recaudados se empleasen en hacer los lavaderos; si bien, lo comisionaron, junto con Diego de Ulloa, para ocuparse de la obra de San Salvador[59]. El 26 de julio de 1549, Paredes justificó haber empleado la mitad del dinero del toro en pagar al famoso camtero Pedro Gómez la obra del Portal de la cárcel[60]. La escritura de censo no debió de encontrar comprador, por cuanto el 26 de septiembre de 1550, “se acordó e mandó que la escritura que se djo de la cofradía de San Salvador, se dé al mayordomo del Rosario para que se haga la yglesia de San Salvador[61].

Entretanto, el tejado de la ermita se hundió. Por este motivo, reunidos los escribanos, acordaron el 13 de noviembre de 1551 ceder a la cofradía del Rosario el censo contra Hernán Pérez de Toro para que esta acometiese la reparación[62].

La ermita servía como punto de referencia para los relevos en la procesión del Corpus. El 14 de junio de 1555, el concejo encargó cuatro varas blancas para que las llevasen los caballeros regidores más modernos, porque los seis más antiguos portaban el palio y los otros seis, las hachas “y mudarse a San Salvador, que los cavalleros de las hachas tomen las varas del palio y los de las varas del paljio tomen las hachas[63]. Así seguía a finales de dicho siglo. El 16 de junio de 1600, confirmaron que las varas del palio las sacasen de Santa María los regidores más antiguos “e se muden por antigüedad en la Plaça junto a la yglesia de San Salvador, como es costumbre[64].

En la ermita tenían lugar los actos de la publicación de la bula de la Santa Cruzada y de ella partía la procesión hasta Santa María.

Durante muchos años, por la comodidad de su ubicación, la cofradía de la Vera Cruz de los Disciplinantes celebró en ella sus cabildos, excepto el de salida, que tenía lugar en San Francisco momentos antes de iniciar la procesión del Jueves Santo. Pero, a partir de 1672, a causa del mal estado de la ermita, se congregarían en el hospital de Sancti Spíritus. El acuerdo adoptado el 30 de marzo de 1677 revela la inexorable ruina de la ermita: “por quanto los acuerdos que a la dicha confradía se ofreçían açer de por año se açían en la hermita de señor San Juan y San Benito, que está en la Plaça de esta villa; y por averse caído y no estar deçente la dicha hermita para açerse en ella los dichos cavildos, acordaron pueda açer la cofradía los cavildos que se le ofreçieren en las partes de las yglesias y hermitas desta villa adonde más cómodamente pareçiere conveniente sin que por raçón de ello ninguna yglesia, hermita ni el dicho hospital adonde de presente se açen los dichos cavildos se pueda llamar a posesión[65].

En 1686, el vicario de la villa, licenciado don Juan Cantero, intentó restaurarla, llegando a obtener, en 22 de julio de dicho año, ayuda para ello de la Villa: “En este Auntamiento se acordó que, por quanto la hermita de señor San Benito está cayda y que se tracta se redifique por el lizenziado don Juan Cantero, vicario de esta villa, pide a esta Villa ayuda de costa para ello. Y por ser una cosa tan antigua, y que de ella sale la bulla, y se elige el procurador del común cada año, se libren tres mill reales libra(dos) en lo que se estuviere deviendo de los adbitrios para la satisfación de los donativos. Y para que ajusten la quenta de toda, se da comisión a los señores don Diego de Carvajal y a don Diego de Aponte[66].

En 1695, los escribanos y procuradores del número, por cuanto en ella tenían sus santos titulares, San Juan y San Benito, donde celebraban su fiesta, se elegía al procurador y diputados, se publicaba la bula y en ella convocaba la Vera Cruz sus cabildos, con vistas a la reedificación, acordaron dar limosna ocho maravedís los procuradores por cada petición y doce los escribanos por cada despacho en los pleitos en que intervinieran. El 27 de julio empezaron la recaudación. Sin embargo el corregidor don Juan Pacheco Padilla, caballero de Alcántara, a instancias del procurador síndico Francisco de Colmenares, y en cumplimiento del acuerdo del cabildo de 5 de septiembre, ordenó anular esta medida que incrementaba el costo de los pleitos,  pues eran los clientes los que los pagaban. El 16, el alcalde mayor, don Nicolás de Hoyos, convocó a todos los escribanos y procuradores para que cesaran en esta práctica[67].

Por ello, no tuvo efecto la anhelada restauración, antes bien, abandonada, con las paredes cayéndose, la ermita entró en un periodo de franca decadencia, hasta que el 24 de abril de 1724, la recién fundada cofradía de Nuestra Señora de la Paz solicitó, con éxito, su solar para reedificarlo. A partir de este momento, la ermita volvió a florecer, pero bajo una nueva advocación, la de Nuestra Señora de la Paz, con que se conoce hoy, con mayor extensión de la que tuviera la de San Salvador, al añadírsele la casa de Leonor de Cigales, la que durante siglos se emplazó entre la Torre de Bujaco y San Salvador. Pero esto es otra historia, que ya pormenorizó brillantemente el conde de Canilleros[68].

San Salvador fue sede de diversas cofradías, de las que ofrecemos los escasos testimonios documentales que hemos hallado.

La cofradía de San Salvador: Hay indicios de su existencia en 1525, a tenor de la mención de una casa de su propiedad en la Plaza, al portal de los Zapateros: el 6 de noviembre de dicho año, ante el escribano Francisco Ruiz, doña Leonor de la Cerda, monja en el monasterio de Santa María de Jesús, en calidad de testamentaria de su hermano García Golfín, para la celebración de un aniversario perpetuo en San Mateo, entregó a Suero Díaz Barroso, abad del Cabildo Eclesiástico, ciento cincuenta maravedís que gozaba sobre las casas que Hernán Arias tenía acensuadas cabe la Torre de la Buraca, linde con casas de la cofradía de San Benito y casas de la cofradía de San Salvador[69].

Parece que muy pronto se agregó a la de San Juan de los Escribanos. El 29 de diciembre de 1541, Pedro de Grajos, escribano, mayordomo de la cofradía de San Salvador de los Escribanos entregó a censo ocho mil maravedís, por la renta anual de seiscientos sesenta y siete, a Diego Téllez, vecino de Torrequemada, avalado por el cacereño Hernán Pérez de Toro, que impuso sobre diferentes bienes, entre ellos sus casas en dicho lugar, linde las del prior Valdivieso[70].

La antigua Cofradía de Nuestra Señora del Rosario: No consta la fecha de erección, pero sí su existencia a comienzos de 1514, es decir, con anterioridad al establecimiento de los dominicos en Cáceres. Lamentablemente, la pérdida de sus libros nos limita el conocimiento de la historia y su devenir a las pinceladas desgranadas de los documentos notariales conservados, que seguidamente relacionamos.

Rodrigo de Godoy, hijo de Pedro de Godoy y de Teresa Álvarez, en su codicilo otorgado el 22 de diciembre de 1519, ante el escribano Gaspar Sánchez, dispuso que la cofradía del Rosario acompañara su cuerpo, que había de ser enterrado en la capilla que acababa de construir en la parroquia de San Mateo[71].

En 1532, Juan de la Huerta se encomendó también a esta cofradía: “Yten mando que den a la cofradía e cofrades del Rosario desta villa qujnjentos maravedís y una ljbra de çera si me enterraren los dichos cofrades; et si no, que no se la den[72].

Para llevar a cabo las obligaciones de ordenanza, las cofradías empleaban el dinero en rentas de censos, que les aseguraban unos ingresos fijos anuales. A continuación relacionamos las imposiciones de esta cofradía que hemos hallado.

El 30 de abril de 1514, ante el escribano Francisco de Figueroa, el mayordomo Alonso Pizarro compró a García Holguín cien maravedís sobre el suelo y propiedad de unas casas a la colación de San Juan, en la calle del horno de Gonzalo de la Rocha[73].

El 30 de octubre de 1549, por escritura otorgada en la dehesa de la Zafra, junto a la ermita de Nuestra Señora del Salor, el mayordomo Diego Amigo, platero, compró, en 37.500 maravedís, mil maravedís de renta de hierba que Francisco Becerra y su mujer, doña Teresa de Ovando, tenían en la dehesa de la Pedraza[74].

El 22 de julio de 1558, el mayordomo Diego Martín dio a censo catorce mil maravedís de principal, por la renta anual de mil, a  Antonio Sánchez y Ana Rodríguez, quienes hipotecaron su casa en la colación de San Juan, linde las de Álvaro de Aldana Ulloa y las que fueron de Juan Gentil[75].

La cofradía poseía una casa en la Judería vieja, a San Antonio de la Quebrada, que lindaba con casas caídas de la difunta doña Isabel de Paredes, mujer que fue de Álvaro de Sande, y las de Gonzalo de Carvajal. El 21 de diciembre de 1573, el mayordomo Jerónimo Martín, los alcaldes Felipe de la Rúa y Benito Vara, el escribano Diego Pacheco; los cofrades Diego Martín Hanique, Diego del Herena, Marcos Pérez, Hernando de Sanabria, Francisco Serrano y Benito Martín, “estando juntos en nuestro cabildo, a canpana tañida en la hermita de señor San Salvador desta dicha villa, donde nos solemos juntar”, acordaron darla a censo enfitéutico a Alonso Pérez Grajos y a su mujer Catalina Rodríguez por 510 maravedís anuales, obligándose los compradores, además de a las condiciones habituales, a levantar el tejado y el sobrado delantero que se hallaban caídos[76].

El 12 de diciembre de 1571, el presbítero Luis Blázquez de Cáceres vendió al pelaire Jerónimo Digán una casa en Villalobos, linde las de Miguel González y las de María de Burgos, sobre la cual la cofradía del Rosario gozaba de mil setecientos maravedís y un par de gallinas de renta anual[77].

A comienzos del último cuarto del siglo XVI, tenía entablado pleito con la cofradía de la Cruz de Disciplinantes, fundada el 3 de mayo de 1521, por cuestiones de preeminencia, a causa de la persistente pretensión de la Vera Cruz -que lograría con el tiempo- de presidir a las restantes cofradías cacereñas. Por dicho motivo, el 30 de junio de 1577, reunidos los cofrades de la cofradía del Rosario, “que se syrve en la yglesya del San Salvador, que es en la Plaça Pública”, el mayordomo Benito Sánchez Costilla, los alcaldes José de Cabañas y Juan Criado,  los cofrades Francisco González, Cristóbal Hernández, Benito Martín, Diego del Herena y el clérigo Alonso de Cabañas ratificaron todas las diligencias obradas en dicho pleito, al tiempo que daban poder al referido alcalde José de Cabañas y a los clérigos presbíteros Alonso de Cabañas y Sancho Blázquez de Mayoralgo, a  procuradores de las audiencias de Cáceres, Coria, Salamanca o cualquier otra justicia seglar o eclesiástica “para el pleyto que la dicha cofradía e nosotros en su nonbre tratamos con la Cofradía de la Cruz de los Disçiplinantes de la dicha villa, cofrades y ermanos della, açerca e sobre rrazón de la posesyón, derecho e açión de lugar e antigüedad que la dicha Cofradía del Rosario, e nosotros en su nonbre, tyene e tenemos de tienpo ynmemorial a esta parte, ansy en los entierros, proçesyones e congregaçiones et atos públicos[78].

Pero sus días estaban ya contados. Los frailes dominicos, cuyo convento cacereño se acogía al patronazgo de Nuestra Señora del Rosario, habían fundado una cofradía de esta advocación que pretendía anexionar a la antigua, a pesar de la oposición de sus cofrades. El 29 de octubre de 1578, congregada “la cofradía antigua de Nuestra Señora del Rosario, que se syrve y canta en la yglesya Mayor de Nuestra Señora Santa María[79] desta noble e muy leal villa de Cáçeres”, con la asistencia del mayordomo Benito Sánchez Costilla, de su escribano Francisco González, de  los alcaldes Hernando de Sanabria y Francisco Cisneros, del diputado Sancho Jiménez y de los cofrades Juan de Herena, Francisco Carrillo y Cristóbal Hernández, en presencia del cura de Santa María, licenciado Francisco Rojo, y el mayordomo de dicha parroquia don Rodrigo de Godoy, dieron poder a pocuradores de Cáceres, Plasencia, de las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada, de la Corte de Madrid para que “podades paresçer y parescades ante el yllustre y reverendo señor canónygo Gamarra, de la Santa Yglesia de Plasençia, juez conservador apostólico, que se dize ser, a pedimiento de los frayles y convento de Señor Santo Domjngo de la dicha villa de Cáçeres; e rresponder y rrespondáys a uu mandamiento o mandamientos e demandas por él dado e que nos ayan sido puestas por el dicho monesterio sobre y en razón que nos piden se pase y traslade la dicha nuestra cofradía a el dicho monesterio con las ynsinjas, ymágenes y estandartes y bienes della[80].

Foto 2. Altar de la Virgen del Rosario. Archivo fotográfico del autor

 En 1580, la antigua cofradía ya había perdido la batalla y se hallaba integrada en la nueva. Así lo verifica la manda del testamento de Diego González Holguín por la que declara “que la antigua del Rosario, de que yo soy cofrade, está acordado se digan más que por los de la nueba, aunque anbas están ya juntas[81].   seguir

No obstante, se mantuvo en la ermita un altar, con su retablo confeccionado por los escultores portugueses Proenza, asentados en Cáceres,, presidido por un cuadro de la Virgen del Rosario, desaparecidos ambos con motivo de la última restauración en los años sesenta del siglo XX.

Cofradía de San Juan de los Escribanos: Como se puede deducir por su título, se trataba de una cofradía gremial, que aglutinaba a los escribanos y procuradores del número. Por ello, a veces, es citada esta ermita también como de San Juan Evangelista, cuya su imagen titular, del siglo XVI, de bulto redondo, estofada y policromada, aún se conserva expuesta a la devoción pública.

Los datos son muy fragmentados. He aquí algunas noticias recopiladas en los miles de documentos consultados: El 21 de abril de 1569, Marina González, viuda de  Francisco Jiménez, vendió, en veintiocho ducados, al entallador Juan de Santillana la mejora de unas casas al Arco del Rey, junto a la torre de la Burraca, linde la de los hijos del difunto tejedor Bartolomé Delgado; sobre la que estaban cargados mil quinientos maravedís y dos gallinas de censo, de los que quinientos correspondían a la cofradía de la San Juan de los Escribanos[82]. El 13 de junio de 1576, Santillana reconocería este censo[83]. El 9 de septiembre de 1603, su viuda, Catalina González, en su testamento, declararía que la cofradía gozaba de novecientos maravedís y dos gallinas de renta sobre la casa en cuestión[84]. El 19 de julio de 1605, reconocería la carga a instancias del mayordomo Juan Ojalvo[85].

***

Pero no fue el único lugar sagrado existente en la Plaza. En la Torre de Bujaco, el doctor Enríquez de Ribera fundó una capilla pública bajo la advocación de Nuestra Señora de los Remedios. El 31 de agosto de 1535, el cerrajero Juan Cervigón y su mujer Teresa Sánchez se obligaron a hacer “en la capylla de Nuestra Señora de los Remedios, que vos el doctor Enrryque de Ribera tenéys en la Torre Nueva de la Plaça de esta villa, una rrexa de hierro de la hechura de la rrexa que está hecha en la capylla de los Bezerras, en la yglesja de Nuestra Señora de esta villa, eçeto que no a de ser más gorda que aquella, antes menos gorda e no a de llevar follaje nynguno; e los dos pylares de las esquinas an de ser tan gordos como los de la dicha capylla de los Bezerras. La qual dicha rrexa pondré en la dicha capylla a mj costa con sus soleras altas e baxa. La qual dicha rrexa a de yr bañada de estaño de hoja (tachado e avéys de dar vos el dicho Doctor Rybera el hierro y estaño) e me avéys de pagar a qujnze maravedís y medio por cada una ljbra de las que pesare la dicha rrexa”. Para acometer la obra, que debía entregar en un plazo de tres meses, Cervigón recibió al contado seis ducados. Cuando estuviese a la mitad, dos; y una vez acabada y asentada, el resto[86].

En 1610, ya estaba recogida la imagen en la ermita. El 4 de agosto, María Jiménez, mujer de Francisco de Prado Figueroa legó en su testamento: “a la ymajen de Ntra Sra del Remedio, questá en la ermita de Sant Juan y Sant Benito en la Plaça, unos manteles para su altar[87].

Foto 3. Capilla y tribuna del doctor Enríquez

 

En tiempos de Boxoyo, ya no cumplía función religiosa alguna, sino de tribuna pública, e incluso casi se había perdido la memoria de su primigenio uso: “En esta fachada de torre, a su siniestro lado y tercio de su altura, hay un arco rebajado con bastante fondo; sobre él, dos canes de cantería y señales de que sostenían tejado; debajo, una tribuna con antepecho y, en su medio, un escudo de armas partido en cuatro cuarteles, idénticas con las que se ven en un sepulcro labrado en la parroquia de Santa María, que dice es del doctor Rivera. La tribuna está fundada sobre cuatro canes de cantería bien labrados y ejecutada con notable valentía por lo mucho que avanzan; en la moldura y faja del antepecho se conoce había letras; hoy se descubren poco por haberse deshecho y no se pueden leer; el arco parece estaba pintado y no falta quien diga era capilla pública con capellán dotada; a la tribuna se entra por el portal de la iglesia de nuestra Señora de la Paz”[88].

A finales del siglo XVIII, se intentó construir un nuevo edificio religioso en en este lugar. En su casa de la Plaza, Antonio José López del Río tenía una imagen, el Cristo de la Piedad. Para aumentar la devoción que los cacereños le profesaban, en la primera mitad del XVIII, solició al ayuntamiento la cesión de un solar en la parte baja, cercano a su domicilio, para levantar una ermita con portal. A este efecto, se comisionó al regidor don Pablo de Ovando. Sin embargo, el obispo mandó depositar la imagen en la Paz; pero, ante el descontento del propietario, se trasladó definitivamente a Santo Domingo[89].

 

  1. LA ERMITA DE SAN BENITO DE DENTRO LA VILLA

En las inmediaciones de la parroquia de Santiago, entre las calles de Juan de la Peña y Nidos, se hallaba el lugar conocido desde antiguo como “los Hospitales”, en el que se concentraban varias ermitas.  El 13 de junio de 1532, Francisca Gutiérrez, mujer de Diego García de Mena, arrendó a Hernán García una casa “que aljnda con los ospitales[90]. En la actual plazuela de la Audiencia, se alzaban las de San Antón de los Vaqueros y la de San Bartolomé. En su testamento de 4 de abril de 1556, Benito Martín legó a su mujer, Juana de Molina, el usufructo vitalicio de la “casa en que al presente moramos yo e ella, que es en la calle que dizen de Juan de la Peña, que alinda de una parte con la yglesia y hermita de Sant Antón e de otra parte con la hermjta de San Bartolomé[91].

Inmediato, en el callejón que aún lleva su nombre, se ubicaba la ermita y hospital de San Benito. Se la conocía como de dentro la villa para diferenciarla de su homónina del campo, sita en la dehesa de los Alcoces. El 29 de abril de 1544, Juana González, viuda de Pablos Picón, tomó a censo trescientos maravedís a favor de Catalina de Figueroa sobre casa en la calle de Juan de la Peña que“alinda con casas de Françisco Martín clérigo e con el ospital de San Benito e por las espaldas alinda con casas de Françisco Picón[92].

El 4 de mayo de 1545, “estando en la hermjta que dizen de señor San Benito, ques en el arraval de la dicha villa”, donde tenían por costumbre celebrar los cabildos, el mayordomo Pedro de Grajos, escribano del número; los alcaldes Lorenzo Hernández y Benito Gómez; Francisco Gómez, escribano del número y de la cofradía; el clérigo Jerónimo González, capellán de la cofradía, y los cofrades el escribano Francisco Borje, Juan Solana, Benito Sánchez, Martín Hernández, Macías Hernández, Francisco Pavón se opusieron a la pretensión del obispo cardenal don Francisco de Mendoza y Bovadilla de agregar la renta que la cofradía tenía gracias a su trabajo y a la generosidad  de sus devotos. En Cáceres, se habían creado muchas cofradías a devoción de las ermitas[93].

La ermita contaba con corral que lindaba con el de Hernando de Escobedo -cuñado del indiano Juan Durán de Figueroa-, quien residía en Monroy al servicio de la casa marquesal, el cual, el 16 de abril 1570, dio poder a Juan García Calvo para demandar a la cofradía a fin de que pagase la mitad del importe de levantar de nuevo la tapia medianil entre ambos corrales[94].

Sobre su fachada pintada la imagen del santo, la compró, cuando se desacralizó, el hospital de mujeres de Sancti Spíritus. El 24 de mayo de 1565, su mayordomo, Diego González Holguín, dio a censo enfitéutico al pelaire Juan González Buenamor y su mujer Leonor Alonso, por 1.636 maravedís, una casa en el arrabal “que la dicha casa solja ser yglesia y ermyta de señor San Benjto, que aljnda de una parte con casa de los hijos y herederos de Diego Climente, difunto, e de la otra parte aljnda con casa de Hernando de Escobedo”.[95] En ella, en 1581, murió María Juárez, viuda[96]. El 29 de diciembre de 1592, Buenamor se la vendió en catorce ducados al cardador Bartolomé Sánchez[97]. Pero el hospital, no considerando seguro el cobro de la renta debido a la pobreza de Sánchez, hizo valer su derecho de tanteo. El 6 de abril de 1593, el arriero Juan Lorenzo solicitó su compra. Contando con la autorización del obispo Galarza de 11 de mayo de dicho año, cuatro días después, el mayordomo Jerónimo Holguín, clérigo se la dio a censo al referido arriero por los catorce ducados, el precio de las costas del proceso, limosna de dos ducados para el hospital y la obligación en el plazo de un año de gastar otros veinte en repararla[98].

Los propietarios se sucedieron. El 30 de abril de 1602, Juana Gómez, viuda de Pedro de Toledo, vendió a Juan Pérez Muriel dos casas “que en tiempo pasado fueron hermita de señor Sant Benito”, en seis mil maravedís y la carga de cuarenta y ocho reales a favor de mencionado hospital[99]. El 18 de febrero de 1608, Muriel traspasó a Juan de Villoldo y a su mujer María Sánchez las dos casas “que solían ser anbas casas una y heran la hermita de señor San Benito”, en dieciocho ducados más el censo[100]. En 1632, pertenecían a Juan Laso[101]. Finalmente, el edificio de la ermita quedó incluido en el Hospital de la Piedad, hoy sede del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.

Foto 4. En las hornacinas laterales se veneraban las imágenes de San Juan y San Benito. Archivo fotográfico del autor

 

El obispo don Pedro García de Galarza, en su afán de reducir las numerosas cofradías cacereñas, algunas duplicadas, mandó que la imagen y todas sus pertenencias se trasladasen al recién fundado convento de San Pedro, “en lo qual su señoría a fecho y haze fuerça y agravio”. Para oponerse a esta decisión, “por quanto la dicha confradía tenía e tiene su advocaçión en la hermita e iglesia que está en la Plaça pública desta villa y en ella estava su ymajen y se dezían las misas de la dicha confradía de muchos años a esta parte”, los cofrades, el 10 de noviembre de 1591, dieron poder al mayordomo Alonso Lucas, al mercader Francisco Hernández Calvo, al diputado Francisco Sánchez diputado, al alcalde Juan Sánchez Nevado y a procuradores de las distintas audiencias para que se anulase el mandato episcopal y se restituyeran la imagen y sus ornamentos a la ermita[102]. No sabemos si la cofradía logró su propósito, pero, en el mencionado convento, desde sus inicios, hubo siempre un altar de dicha advocación[103]. También en la ermita, que fue sustituida en 1773-1774 por la actual, obra de Antonio José de Proenza[104].

El 22 de agosto de 1610, se juntaron, a campaña tañida, los cofrades de San Benito, “en su yglesia que es en la Plaça”, para, por fallecimiento de Pedro Delgado, elegir escribano de la hermandad. Nombraron a Francisco de Tovar Velázquez, a lo que se opuso Gaspar Nieto, alegando que su hermano Pedro González Maldonado no se hallaba presente. Como había sido avisado y citado por el muñidor, dieron por válida la elección de Tovar, al que, so pena de dos arrobas de cera, mandaron que aceptase el cargo y recogiese los libros y papeles que andaban en poder de los escribanos de la cofradía. En el fondo subyacía otro conflicto. Maldonado, como alcalde viejo, había reclamado ante el obispo don Pedro de Carvajal una llave del cepo y otra de la troje de la cofradía “questá en la yglesia que el dicho santo tiene en el canpo”. El mayordomo tenía la única llave del archivo de caudales y una de las dos de la troje. La otra la guardaba el alcalde Juan Delgado, persona de mucha confianza y crédito. Por ello, requirieron a Maldonado para que no siguiera el pleito por injusto, bajo pena de diez libras de cera[105]. Parece, pues, que ambas cofradías de San Benito, la de la Plaza y la del Campo o de los Alcoces, estaban reunificadas.

Pero, antes de finalizar la presente comucación, aún queda por dilucidar si, como tradicionalmente vienen afirmando los historiadores, coexistieron dos ermitas en la Plaza: la de San Salvador y la de San Benito.

Una vez más, los documentos nos revelan que San Salvador y San Benito fueron la misma ermita. Traemos a colación varias de las numerosísimas citas que así lo avalan. El 1 de enero de 1583 “nos los buenos honbres pecheros de la noble e muy leal villa de Cáçeres, estando como al presente estamos juntos en el portal de la hermita de Señor San Salvador y San Benito, questá en la Plaça Pública de la dicha villa, adonde tenemos de uso y costunbre de nos juntar el primero día del mes de henero de cada un año a elexir e nonbrar procurador de nos, los dichos buenos honbres pecheros de la dicha villa, y diputados de las parroquias della[106]. El 1 de enero de 1587, “sepan quantos esta carta de poder vieren como (roto) de la villa de Cáçeres, del estado común della, estan(do como) al presente estamos juntos a canpana tañida según que lo abemos de huso e costunbre de nos juntar el (prime)ro día de cada un año en el portal de la hermita de San Salvador, que agora es la hermita de Señor San Benito en la Plaça Pública de la dicha villa para elegir e nonbrar procurador del dicho estado común e diputados de las feligresías de la dicha villa”[107]. El 19 de julio de 1590, el clérigo Benito Sánchez Borje fundó dos aniversarios en Santa María. Para ello dejó al Cabildo Eclesiástico cierta limosna sobre su casa en la plaza “cuya puerta sale y está en el portal del peso de la harina, entre la torre del rrelox y la yglesia de Sant Benito y por las espaldas alinda con el muro y corral de los toros[108].  El 22 de noviembre de 1608, Juana Jiménez solicitó ante el doctor Fernando Bravo, alcalde mayor, la posesión de la casa que el ya mencionado Juan de Mena Gutiérrez le había arrendado, la cual lindaba “por otra parte con las escalerillas de la hermita de Sant Benito, que antes solía ser de Sant Salvador[109].

Muchos más ejemplos podríamos aportar, pero estos cuatro bastan para afirmar con rotundidad que San Salvador, San Benito, San Juan, Nuestra Señora de la Paz son cuatro advocaciones para una misma ermita.

 

 

 

 

 

 

 

[1] LODO DE MAYORALGO, José Miguel: Los Blázquez de Cáceres, los Mayoralgos y los Ovandos: Estudio crítico sobre su origen y genealogía. (Siglos XIII al XV) en Estudios Genealógicos y Heráldicos. Asociación Española de Estdios Genealógicos y Heráldicos. Madrid, 1985. págs. 145-150.

[2] Aunque actualmente dicho apellido se escriba como Bohoyo, en el el caso de don Simón Benito, respetamos la ortografía con que tradicionalmente es citado.

[3] BOXOYO, Simón Benito: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento de F.E.T. y de las J.O.N.S. Cáceres, 1952. Págs. 114 y 111.

[4] HURTADO, Publio: Ayuntamiento y Familias cacerenses. Cáceres, 1918. Pág.180.

[5] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio: Documentación histórica del Archivo Municipal de Cáceres. Tomo I. Cáceres, 1934. Págs. 71-72.

[6] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.Cc.). Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 4.418.

[7] A.H.P.Cc. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.632.

[8] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro González. Caja 3.827. Fol. 54.

[9] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego de Hinojosa. Caja 3.870. Años 1588-1592.

[10] A.D.C-Cc. Parroquia de San Mateo. Legajo 18, doc. 12. Cabildo Eclesiástico.

[11] A.H.P.Cc. Protocolos de Benito González. Caja 3.819.

[12] A.H.P.Cc. Clero. Caja 190, expte. 3.

[13] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.890. Fols. 474-477v. 29 de julio de 1627.

[14] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.905.

[15] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio. Documentación histórica del Archivo Municipal de Cáceres (1229-1471). Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1987. Págs. 173-174.

[16]Nos el conçejo del Arroyo del Puerco Estando Juntos en conçejo por canpana tannida segund que lo avemos de uso e de sotunbre so el portal de la yglesia de Santa maria del dicho lugar”. (FLORIANO. DocumentaciónOp. cit. Pág. 131).

[17]  FLORIANO. DocumentaciónOp. cit. Pág. 73. “A la puerta nueva Asy como lo Avemos fuero uso e costumbre”.

ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES (A.M.Cc.). Libro Becerro. Fols. 211 y v. Dicha acta la sellaron con las dos tablas de los sellos de Castilla y León.

[18]  FLORIANO. DocumentaciónOp. cit. Págs. 109, 130, 147 (“estando ayuntados por pregon en Concejo entre la Torre de la Yerba è la Torre del Horno”). Pág. 133 (“estando sentados so los portales que son en la plaça de la feria”).

[19] GARCÍA OLIVA, Mª Dolores: Documentación histórica del Archivo Municipal de Cáceres (1475-1504). I. C. El Brocense. Cáceres, 1988. Págs. 27 y 36. 12 octubre 1481, “Estando juntos en su consistorio e ayuntamiento en la iglesia de Señor san Salvador”, renuevan el acuerdo de vecindad entre el Concejo de Cáceres y don Fernando de Monroy, señor de dicha villa.

Pág. 36. Allí se firma, el 23 septiembre 1482, el acuerdo de vecindad entre Cáceres y Montánchez.

[20] RUBIO ROJAS, Antonio: Cáceres. Resumen de Historia Local. tomo I. (Desde los orígenes al año 1598). Madrid, 1986. Pág. 102.

[21] LADRÓN DE GUEVARA E ISASA, Manuel. Pleitos de Hidaguía. Extractos de sus expedientes en Granada. REINADO DE CARLOS I. 1516-1536. Ediciones Hidalguía. Granada, 2015. Fols. 297-298.

[22] A.M.Cc. Expedientes varios del siglo XVI. Caja 13. Cuentas de Propios de 1551.

[23] A.M.Cc. Ibid. Cuentas de Propios de 1512.

[24] A.M.Cc. Clero. Caja 17/11. Expte. 8.

[25] A.M.Cc. Expedientes varios del siglo XVI. Caja 13. Cuentas de Propios de 1505.

[26] A.M.Cc. Libro de las Ordenanzas de Cáceres. fol. 612.

[27] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. fol. 151.

[28] Ibid. Fol. 194v.

[29] Ibid. Fol. 197v.

[30] Ibid. Fol. 278v. Cabildo de 13 de agosto de 1548.

[31] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.108. El 19 de julio de 1541, el corredor Diego Mirueña y su mujer María Gómez se obligaron a pagar al regidor Diego de la Plata las cincuenta fanegas de cebada que le habían comprado fiadas al precio que costasen en el mes de diciembre “en el portal de San Salvador”.

[32] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego de Hinojosa. Caja 3.870. Años 1588-1592. 13 de agosto de 1588.

[33] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1569-1574. fols. 308v-309.

[34] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1606-1615. Fol. 473.

[35] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1621-1628. Fols. 403v-404.

[36] A.H.P.Cc. Protocolos de Lucas Conejero. Caja 3.718.

[37] BOXOYO: op. cit. Pág. 62.

[38] BOXOYO: op. cit. Pág. 83. Narra que en 1596, dos muchachos, acusados de sodomía, fueron llevados a ajusticiar a la Peña Redonda. El cortejo iba presidido por un crucifijo de la cofradía de la Misericordia, encargada de la asistencia a los reos, el cual, por dos veces se desenclavó para probar la inocencia de los acusados. Desde entonces, el cristo sería conocido como el de los Milagros.

[39] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 10v.

[40] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1574-1584. fol. 349.

[41] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1574-1584. fol. 574.

Dos siglos y pico después, el mismo escenario serviría de patíbulo, aún a pesar de que las Cortes de Cádiz habían abolido el suplicio de horca. Don Álvaro Gómez Becerra, con ironía, afirmaría que habían ahorcado a la Torre de Bujaco a causa de las dos piedras que habían puesto a sus pies para sostener la horca (Asociación de Cáceres. Cáceres. Año 1813. Tomo I. Edición facsimilar. UBEx. Badajoz, 1998. nº 15, 22 de febrero de 1813).

[42] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1574-1584.  Fols. 165v-166 .

[43] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1574-1584.  Fol. 206.

[44] A.H.P.Cc. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas y Anaya. Caja 3.603. Años 1606-1607. 1 de enero de 1607.

[45] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.236. Año 1583. 1 de enero. Elección de Francisco Hernández.

Los testimonios son abundantes.

[46] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.141. Años 1617-1618.  Igualmente en la de Juan Ortiz, de fecha 6 de enero de 1611 (ante este mismo escribano, Caja 4.137. Años 1611-1612).

[47] A.H.P.Cc. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.046. Año 1625. 1 de enero. Elección de Francisco Hernández Burgueño.

[48] A.H.P.Cc. Protocolos de Alonso Conejero. Caja 3.717. Año 1683. 1 de enero.

[49] ARCHIVO DE LA FUNDACIÓN TATIANA PÉREZ DE GUZMÁN EL BUENO. Mayorazgo de Cáceres. Legajo 32,1.

[50] MAYORALGO Y LODO, José Miguel de: La Familia de doña Mencía de los Nidos. Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura. Cáceres, 1994. Pág. 113.

[51] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro González. Caja 3.830. Año 1579, 4 de febrero.

[52] FUNDACIÓN CASA DEL SOL. ARCHIVO DEL MARQUÉS DE OVANDO. Legajo 2, expte. 6.

[53] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 150.

[54] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 253v.

[55] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 268.

[56] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 302.

[57] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fols. 302v.-303.

[58] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 311.

[59] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 312v.

[60] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 318v.

[61] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1543-1551. Fol. 388.

[62] A.H.P.Cc. Protocolos de Sancho Jiménez, Caja 3.938. Fols. 399 y v. Véase el apéndice.

[63] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1551-1556. Fol. 312.

[64] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1599-1606. Fols. 174 y v.

[65] A.D.C-Cc. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Libro nº 110. Cofradía de la Cruz de los Disciplinantes: Acuerdos. Entradas de Hermanos. 1634-1778. Fols. 155v-156.

[66] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1680-1686.

[67] A.M.Cc. Clero. Caja 17/13. Expte 41.

[68] La cofradía cacereña de Nuestra Señora de la Paz”, en Revista de Estudios Extremeños. Badajoz, 1949.

[69] A.D.C.-Cc. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 21, doc. 22. Cabildo Eclesiástico.

[70] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.108.

[71] A.D.C.-Cc. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 40, doc. 43. Cabildo Eclesiástico.

[72] Aunque el testamento fue otorgado el 27 de noviembre de 1532 ante el escribano Bartolomé Manuel, se conserva inserto en los protocolos de Pedro de Grajos del año 1544 (A.H.P.Cc. Caja 3.924. Año 1544. Testamentos).

[73] A. D. C-Cc. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 19, documento 16. Cabildo Eclesiástico.

El 14 de septiembre de 1490 ante el escribano Luis Fernández, Juan Pulido había vendió a Fernando de Mohedas e Inés de Aguilar dicha renta perpetua por 1.000 de principal. Por entonces, la casa lindaba con las de Juan Mellado y las del pelaire Gonzalo Gutiérrez.

El 21 de abril de 1521, ante Francisco Ruizel clérigo Cristóbal Picón donó dicho censo al abad y cabildo eclesiástico.

[74] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.111.

[75] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.101.

[76] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.935.

[77] A.H.P.Cc. Protocolos de Alonso Pacheco. Caja 4.102.

[78] A.H.P.Cc. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.642.

[79] La expresión “se syrve y canta en la yglesya Mayor de Nuestra Señora Santa María”, debe entenderse que estaba bajo la jurisdicción de dicha parroquia, no que tuviera su sede en el propio templo parroquial.

[80] A. H. P. Cc. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.642.

[81] A. H. P. Cc. Protocolos de Pedro López. Caja 3.975. 22 de abril de 1580. Fol. 230v.

[82] A. H. P. Cc. Protocolos de Antonio Gutiérrez. Caja 3.912.

[83] A. H. P. Cc. Protocolos de Alonso de Solís. Caja 4.369. En dicha carta de obligación, se señala que la casa de Santillana lindaba con la torre del muro desta dicha villa que dizen de la Bujaca.

[84] A. H. P. Cc. Protocolos de Pedro Pérez de Osma. Caja 4.149.

[85] A. H. P. Cc. Protocolos de Pedro de Salazar. Caja 4.274.

[86] A.H.P.C.Cc. Protocolos de Jerónimo Gutiérrez. Caja 3.914.

[87] A. H. P. Cc. Protocolos  de Juan Romero. Caja 4.256. Fols 547-550.

[88] Boxoyo: .op. cit. … págs. 62-63.

[89] MARTÍN NIETO, Serafín: Una ermita en la Plaza. Publicado en Diario Hoy el 10 de abril de 2023 en la Sección Plaza Mayor.

[90] A.H.P.Cc. Protocolos de Jerónimo Gutiérrez. Caja 3.914.

[91] A.H.P.Cc. Protocolos de Antonio Gutiérrez. Caja 3.908.

[92] A.H.P.Cc. Protocolos de Sancho Giménez. Caja 3.939.

[93] A.H.P.Cc. Protocolos de Sancho Giménez. Caja 3.939.

[94] A.H.P.Cc. Protocolos de Hernando Pizarro, escribano de Monroy. Caja 2.064.

[95] A.H.P.Cc. Protocolos de Alonso Pacheco. Caja 4.106.

[96] A.D.C.-Cc. Parroquia de Santiago de Cáceres. Libro nº 30. Difuntos. 1579-1601. Fol. 38v.

[97] A.H.P.Cc. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.648.

[98] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro López. Caja 3.977. Fols. 222-225v.

[99] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Ojalvo. Caja 4.086.

[100] A.H.P.Cc. Protocolos de Alejo Michel. Caja 4.058.

[101] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Vega el Viejo. Caja 4.429. El 24 de septiembre de 1632, doña María de Sanabria y doña Leonor de la Rocha, mujer del licenciado de la Cadena vendieron un censo a favor de la disposición del licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado sobre sus casas en la calle de San Benito linde casas del dicho hospital y casas de Juan Laso “que fueron ermita de San Benito”.

[102] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.243. Se reunieron en la ermita Sancho de Paredes Golfín, Pedro Alonso Golfín, Sancho de Paredes Ulloa, Cristóbal de Ovando, D. Lorenzo de Godoy, antonio gutiérrez, Alonso Lucas, Francisco Hernández Calvo, Nufrio Martín, don Sancho de Paredes, Francisco Sánchez Mostazo, Juan Solana el Viejo y el Mozo, Bartolomé Martín, Rodrigo Vara, Francisco de Solís, Pedro Hernández, Benito Sánchez Higuero, Benito Martín de Cubillos, Francisco Sánchez Palmillero, Pedro Martín Florencio, Pedro Gómez Mirueña, Juan Martín Delgado, Francisco Cervigón, Juan Rodríguez, Juan Sánchez Nevado y Gonzalo Jiménez Solana.

[103] MARTÍN NIETO, Serafín: El exconvento de San Pedro, un nuevo caso de destrución en Cáceres Patrimonio de la Humanidad. XXII Coloquios Históricos de Trujillo. 1993. Pág. 292.

[104] MARTÍN NIETO, Serafín: Aportaciones documentales para la historia de tres imágenes cacereñas del Señor Amarrado a la Columna. XXIV Coloquios Históricos de Trujillo. 1995. Pág. 323.

[105] A.H.P.Cc. Protocolos  de Diego Martín Pulido. Caja 4.027. Fols. 166-168. Asisten el mayordomo Cristóbal delgado, el alcalde Juan delgado, los diputados Baltasar Gómez de Herrera y el escribano Diego Martín Pulido, que actuaba como escribano de la cofradía, los cofrades Cristóbal Delgado, Benito Martín Santos, Francisco Cervigón, el escribano Benito Magdaleno, Diego Martín Pulido, Francisco Bravo, Andrés Jiménez, Juan Jiménez de Aguilar; los clérigos Tomás de Sanabria, Antonio Sánchez Nevado y Gaspar Nieto; el carpintero Bartolomé Sánchez. También eran cofrades Francisco Gemio Bustamante, Pedro González Maldonado  y los escribanos Francisco de Tovar Velázquez y Pedro Pérez de Osma.

[106] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.236.

[107] A.H.P.Cc. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.647.

[108] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.242.

[109] A.D.C.-Cc.  Parroquia de San Mateo. Legajo 25, doc. 7.

Nov 302021
 

Serafín Martín Nieto

 

El pasado 3 de mayo, sin apenas gloria, se cumplió el quinto centenario de la cofradía de la Cruz de los Disciplinantes, hoy conocida como Ilustre y Real Cofradía de la Santa y Vera Cruz.

En los XXVI Coloquios Históricos de Extremadura, celebrados en 1997, abordamos el estudio comparado de las ordenanzas de tres de las cuatro denominadas cofradías mayores: Vera Cruz, Soledad y Nazareno. En los presentes, vamos a ahondar en los inicios de esta venerable institución que llena la tarde-noche del Jueves Santo cacereño.

Desde aquel 3 de mayo de 1521, en que, auspiciada por fray Juan de Illescas, morador en el monasterio de San Francsico el Real de Cáceres, naciera oficialmente mediante la redacción de sus ordenanzas fundacionales, la cofradía ha ido evolucionando al hilo de los acontecimientos, pero siempre ha guardado esa impronta que animó su nacimiento.

Por suerte, se ha conservado una gran parte de su documentación, hoy custodiada en el Archivo de la Diócesis de Coria-Cáceres  adonde fue transferida desde la casa parroquial de San Mateo, donde comenzamos a estudiar sus fondos.

LAS ORDENANZAS FUNDACIONALES

Las cincuenta ordenanzas fundacionales de 1521 están recopiladas en un precioso libro[1] pergamino in folio con inicial miniada y 14 páginas recto y verso. Incluye algunos acuerdos posteriores, hasta el 3 de febrero de 1544. Falta la sanción eclesiástica. Por entonces, era obispo electo de Coria el flamenco Carlos de Lalaing, nombrado el año anterior por Carlos I, quien nunca pisaría la sede. Además, en la villa de Cáceres centelleaban aún los ecos de su pasado comunero: hacía poco que había retornado a la obediencia al Rey.

Dichas ordenanzas constituyen el marco jurídico por el que se va a regir la cofradía. Notable es sobremanera el preámbulo, insigne declaración de motivaciones e intenciones, verdadera profesión de fe:

 

 Lám 1. Cofradía de la Vera Cruz 1. Fotografía de Serafin Martín Nieto

 

En la noble villa de Cáceres, tres días del mes de mayo año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jessu Christo de mill et quinientos et veinte et un años. A honra de Dios y de su preçiosa Madre fue jnstituida la cofradía que se dize de la Cruz en el convento de Señor Sant Françisco de los flayres menores de la dicha villa et fueron ordenados los presentes estatutos et ordenanças por el mayordomo et cofrades de la dicha cofradía, su tenor de lo qual es este que se sigue. Jnvocación a Nuestro Señor Dios. Per lignum Crucis de inimicis nostris libera nos Deus Noster. Exaudi nos Deus salutaris noster et per triumphum sancte crucis a cunctis nos defende periculis per Christum Deum Nostrum. Amen.

Sea nuestro Señor Dios comienço, medio y fin de nuestra obra. Amen. Sea bendita la gloriosa Virgen Santa María abogada de los pecadores, agora et siempre sea en nuestra ayuda. Amen. Et queriendo nos solamente gloriar en el árvol de la preçiosa cruz de Nuestro redemptor Jhesu Christo, por la qual somos hechos salvos y libre, et pensando y contenplando cómo el manso et umillde cordero, Hijo de Dios Verdadero, Señor Nuestro, en aqueste tan bendito árvol quiso ser crucificado et derramar su preciosa sangre por nosotros et por todo el humanal linaje, nos el mayordomo y cofrades de la cofradía vulgarmente llamada de la Cruz, que es en el monesterio de Señor Sant Francisco de la dicha villa, maguer indignos, aviendo deseo en memoria de la sagrada Passión de Nuestro Redemptor Jhesu Christo et en remissión de nuestras culpas pecados de derramar nuestra humana sangre por tan buen Señor, desde agora para siempre jamás con entera fee et verdadera esperança y entrañable amor de coraçón a este santíssimo árvol e la Sancta Cruz nos arrimamos y con ella nos abraçamos et junto con ella queremos morir et a esta bendita cruz tomamos por nuestro escudo y defendimiento todos los días de nuestra vida et a la ora de la muerte contra las tentaciones et peligros deste mundo; para lo qual, con mucha humildad y reverencia et devoción, ordenamos et estableçemos desde agora para siempre jamás para nosotros et para los que después vinieren de nos aquesta santa hermandad et cofradía vulgarmente llamada de la Vera Cruz de los deçiplinantes de lo qual et para lo qual ordenamos, hazemos y estableçemos esta regla y ordenanças, las quales sean fechas a serviçio de Dios et de la Virgen María, su madre, et para salvaçión de nuestras ánimas y honrra de nuestras personas. Amen.

La expresión “vulgarmente llamada” no presupone su preexistencia, como en ocasiones se ha entendido, sino a su conexión con las numerosas cofradías de la Vera Cruz de disciplinantes que florecían en España. Sin ir muy lejos, la de Salamanca despuntó en 1506; casi coétanea, si no es un poco anterior, la de Alcántara, se data entre 1504 y 1506, lo que la sitúa entre las primeras de su género en Extremadura, y anterior a la de Ceclavín, establecida el 1 de abril de 1512[2].

Pocos años antes, se había fundado en Cáceres otra cofradía de la Cruz en la capilla de la Santa Cruz de Jerusalén[3] en el edificio que fuera sinagoga nueva, lo que nos indujo al error de creer que la de los disciplinantes existía con anterioridad a la fecha oficial. El hallazgo de las ordenanzas de la primera, nos ha hecho desistir de dicha equivocación. La de los disciplinantes se funda el 3 de mayo de 1521, a estançya e ynterçessyón del reverendo y devoto frayle frey Juan de Liescas, de la orden de señor san Françysco[4]. Se radicó en el monasterio de San Francisco, aún en obras, en la capilla de Santa Elena en el claustro gótico. La fiesta principal se estableció el 3 de mayo, festividad de la Invención de la Santa Cruz, con procesión claustral con hachas encendidas y misa. Una vez acabada, el mayordomo agasajaba con una comida a los religiosos. La víspera, se celebraba la vigilia, renovación de cargos y, seguidamente, la cáñama que se ofrecía a todos los cofrades.

Como aclara el acuerdo de 2 de mayo de 1529, el mayordomo y los alcaldes montaban cuatro altares en el claustro “por do avya de andar la proçeçyón”. Dicho día, determinaron que “que de aquy adelante se hizyese para syenpre gamás y que tuvyesen cargo los alcaldes de lo hazer y que entre ellos los repartyense como lo hagan y el mayordomo le favoresca y ayude[5]. Como en tantos aspectos, acabaría convirtiéndose en motivo de fricción[6].

Asimismo, se conmemoraba con solemnidad el día de San Francisco. Y todos los miembros estaban obligados a asistir a la misa mensual por los difuntos y encomendados.

En esto, se diferencia poco de las restantes cofradías cacereñas. Su singularidad consistió en la organización de la procesión de la sangre, de la que trataremos más abajo, y en su carácter de cofradía casi general frente a las que entonces proliferaban en Cáceres, todas con escaso número de cofrades y muchas de ellas circunscritas a determinadas familias o gremios.

La Vera Cruz nació, pues, con un propósito muy diferente, hasta el punto de casi mudar el derecho a heredar la cofradía que imperaba en las demás a la reducción de la limosna de entrada. La ordenanza 15ª prescribe: “puedan entrar por cofrades los que quisieren hasta trezientos, por evitar confusión, y haziendo cabildo general para todos y el que se resçibiere por cofrade sea ombre llano et pague lo arriba contenido. Este número de trezientos se entiende de los ombres”. Si les sumamos los nobles y las mujeres, la cifra casi se triplicaría, lo que la distinguía notablemente de las demás; aunque, conforme a la ordenanza 9ª, “no a de entrar onbre ni muger que no sea vezino”.

Se conserva la larga lista de los fundadores[7], separados por sexos y por estados.  Al mayordomo fundador, Juan Michel, en las cuentas de su mandato de 1521-1522, se le hizo cargo de las entradas de 286 cofrades y “cofradas”, al precio de ciento dos maravedís cada uno[8]. Como curiosidad, entre los disciplinantes se halla asentado Juan, el negro de Françysco de Ovando el Ryco[9]. Pero, dada la acumulación de ingresos, Michel no tuvo tiempo de asentar a todas las mujeres, “las quales cada dja se lyan y tenyan diferençya con él sobre hellas”. Por este motivo, el 1 de julio de 1526, le dieron de plazo hasta el primero de agosto para que las asentara en el libro[10].

Las mujeres “cofradas” no podían participar en la procesión ni en los cabildos, ni ser elegidas para los cargos. Solo se beneficiaban de las gracias espirituales.

Los cofrades varones se dividían en dos clases: de hacha y disciplinantes. A los de hacha, antecedentes de los actuales de escolta, pertenecían los caballeros, hidalgos y ciertos cofrades exentos por sus profesiones. Según la ordenanza 18ª estaban “obligados a levar sus hachas ençendidas en todas las proçesiones que se hizieren de noche et que las hachas que levaren sean conformes a las de la cofradía”. La misión de los disciplinantes, que años después se fijarían en un máximo de doscientos, era la de azotarse en las procesiones del Jueves Santo, y también en aquellas de rogativa que se pudieren organizar, de conformidad con la ordenanza 16ª: “Item. Que quando fuésemos rrogados por el cabildo o rregimiento o por la villa que por hanbre o pestilençia o por otra qualquier tribulaçión nos disçiplinemos, ordenamos que sobre ello hagamos nuestro cabildo. Si los más cofrades acordaren de lo hazer, que lo hagamos (…)”.

Toda la comunidad franciscana en virtud de la ordenanza 17ª “son nuestros hermanos para rogar a Dios por nosotros”. Y los clérigos de la villa, los cuales pagaban por su entrada lo mismo que los disciplinantes. Aunque el 3 de mayo de 1523 se acordó no recibir ninguno más por el momento, sin embargo el 18 de marzo de 1526, dispusieron aumentar a quinientos maravedís el dinero que debían pagar por su ingreso, más la cera, y, modificando la ordenanza fundacional, enterrar solo sus personas y ningún sobrino o criado que tuvieren[11].

La Ordenanza 20ª instituye la solidaridad con el hermano necesitado: “Item más. Hordenamos que quando algún cofrade fuere pobre o enfermare o viniere a mucha pobreza quel nuestro mayordomo a aquellos a quien el mayordomo lo mandaren, visiten con alguna limosna si la cofradía la toviere et si no el nuestro mayordomo señale dos cofrades que lo demanden por las buenas gentes et el ansí señalado que no quisiere hazer, pague un real et señale el mayordomo otro en su lugar que pida dicha limosna”. Y de su práctica, hay constancia en las cuentas.

Además, como toda hermandad, practicaba la obra de misericordia de enterrar a sus miembros difuntos. Así, las ordenanzas 21ª, 22ª y 23 preveían que todos los cofrades, previamente convocados por medio del muñidor, debían acudir a casa del difunto para sacar el cuerpo y acompañarlo en el entierro, so pena de cuatro maravedís. Si alguien se negaba a portar las andas, debía entregar media libra de cera. La cofradía se encargaba de aplicarle una misa con su vigilia y de sufragar los derechos de apertura de la tumba. Y durante dichos actos hasta su finalización tras un responso, debían alumbrar las velas en los momentos determinados.

Para mayor honra de los difuntos, adquirieron una tela rica de brocado para adorno de las andas funerarias. “Por quanto ellos y la más parte dellos havya mandado y conterbuydo para conprar un paño de brocado que conpraron para honrrar la cofradja y a sus defuntos, y algunos cofrades havyan sydo y fueron rrebeldes y no quysyeron mandar ny contrebuyr para conprar el dicho paño de brocado”, el día de San Francisco de 1526, mandaron al escribano que diera al mayordomo una lista de los hermanos que rehusaron contribuir para que ni ellos ni sus mujeres  y descendientes luciesen dicho paño en sus exequias[12].

Muchas debían de ser las ausencias injustificadas a tan piadosos actos, pues, según nota al margen, el 6 de diciembre de 1523 aumentaron la cuantía de la pena a ocho maravedís y acordaron que el peñero (cobrador de las penas) que no acudiese a los entierros, pagase un cuarterón de cera.

El cobro de las penas se sacaba en arriendo anualmente. Por ejemplo, el 23 de mayo de 1529, “se rremataron las penas de los enterramyentos, a la puerta del Sol de Señor San Juan” en Gonzalo Montenegro en 408 maravedís. Presentó por fiador a Juan de Plasencia[13]. Pero no parece que fueran muy diligentes en el cobro, por cuanto el 3 de mayo de 1529, les ordenaron que cobrasen las penas dentro del plazo de los treinta días siguientes a su imposición; y si así no lo hiciesen, los hermanos no estarían obligados a pagarlas; salvo que se hallasen fuera de la villa, en cuyo caso pagarían a su regreso[14].

Su recaudación acarreaba serios disgustos. De hecho, las ordenanzas ampliadas le dedican varios capítulos. Abundan las expulsiones de quienes se negaban a su pago[15]. Otros, recurrían a la argucia de ausentarse “y por no estar los cofrades en casa, las mugeres no davan las prendas y las vezes los mysmos cofrades se negavan en sus casas por no pagar lo que devyan”. Para evitarlo, el 3 de diciembre de 1531, “de aquy adelante mandava que los alcaldes y mayordomo sacasen las prendas aunque los cofrades no estuvyesen en casa. Y sy las mugeres defendjesen la prenda, que los cofrades tuvyesen la pena como sy ellos la defendiesen, por que cada cofrade sea omylde y mande a su muger que no defyenda la prenda por que la cofradja sea byen servyda[16].

Dado el contexto histórico en que surgió, apenas sofocada la revuelta comunera que durante muchos meses tuvo alborotada la villa de Cáceres, las ordenanzas insisten mucho en la tranquilidad y armonía que debía reinar en los cabildos y entre los cofrades. A este punto, la ordenanza 10ª preceptuaba que “el que dixere mal de la cofradía o injuriare algund cofrade en cabildo o fuera del sobre negocio de la cofradía, pague un quarteron de çera”. La 12ª estaba encaminada a evitar los alborotos y discusiones en los cabildos: “Item más. El que hablare en nuestros ayuntamentos sin tiempo, pague por cada vez quatro maravedís et para que en esto aya orden, mandamos que aya una vara colorada que tenga el mayordomo, sin la qual ninguno pueda hablar so la dicha pena, la qual vara traya el mayordomo en la procesión para rregir los cofrades”. La 13ª insiste en este asunto: “Item más. Hordenamos que el que fuere reboltoso et dixere mal de algund cofrade o de la cofradía o no quisiere andar en ella, pague una libra de çera”.

Y dadas las aún recientes belicosidades entre facciones, la 11ª prohíbe taxativamente portar armas en los actos de la cofradía: “Item. El que traxere armas, que el nuestro mayordomo gelas mande quitar et, si no quisiere, pague un quarterón de çera, esto se entiende en cabildo o proçesión o enterramiento”.

De hecho, perduraban algunas reminiscencias. En este sentido hay que interpretar la actitud de uno de los más distinguidos comuneros cacereños, Francisco de Saavedra, quien fue expulsado en el cabildo celebrado el 22 de abril de 1526. En él, el alcalde Hernán Pérez, zapatero, y Diego Martín Longanizo se quejaron de que, habiendo ido a cobrarle la pena por no haber asistido a la procesión del Jueves Santo, se negó a pagarla “y demás desto dixo que no avya de yr alumbrar a los açotados y que más querya dar su acha a que alunbrase el sagraryo que no a ellos y que la rayasen y otras cosas feas[17].

El también comunero Francisco Pavón, batanador, protagonizó otro altercado al negarse a aceptar el cargo de alcalde y resistirse a que los alcaldes Francisco Mirueña y Francisco Cordero y el peñero Alonso Hernández le cobrasen dos libras de cera de pena, “para los quales se harmó el dicho Françisco, batanador, y les dixo muchas cosas feas”, “y luego el dicho Havyán Rodrygues, mayordomo, dixo cómo él andando guntando los alcaldes para çyerto negoçio de la cofradja que allegó a llamar al dicho Françisco, batanador, en presençya de my Hernando de Ulloa y dixo que él ya lo avya dicho muchas vezes, que no la avya de servyr, porque no avya de servyr él a cavalleros, y sobre esto muchas palabras muy feas que no son de poner aquy. Luego los señores del cabyldo vyendo esto, mandavan que lo rrayesen y por más gustyfycar la causa, pydjeron por merçed Alonso Gerra que de parte del cabyldo fuese a Françisco, batanador, y le dixese de su parte que pagase al peñero de la çera çynco lybras de çera que devya, las tres porque el dja de la Crus no avya llevado hacha y las dos porque no avya querydo servyr el hofyçyo de alcaldja y que todavya fue y syrvyese de alcalde y esto que le davan térmyno asta seys dyas, que fue asta el sábado; el qual fue el dicho Alonso Gerra aluego al dicho batanador y se lo dixo y dende a tres dja se fynó Gusdado y se encomendó a la crus y el dicho Francisco, batanador, no quyso yr a serbyr de hofyçyo de alcalde. Luego el domyngo adelante se guntaron el mayordomo y alcaldes y fueron a casa de Alonso Gerra y le dixeron cómo Françisco batanador no avya querydo servyr al enterramiento de Gusdado y luego dixeron a my Hernando de Ulloa escryvano que lo rrayese como lo avyan mandado en el cabyldo pasado sy no servyese[18].

Existía la costumbre de pedir limosnas (la demanda) por las calles de la villa para allegar recursos. El 3 de mayo de 1528, para solucionar que entre “caballeros e deçeplinantes avya entre ellos deferençya sobre las demandas de la cofradja que demandan cada domyngo para la çera de la crus por la villa, dyziendo los deçeplynantes demande los de hacha, pues que las hordenanças no los rreservan. Y vyendo todos esta defernçya, entre todos acordaron todos que los cavalleros aseñalasen seys u quatro cavalleros; y los deçeplynantes aseñalasen otros seys, y lo que estos señores todos acordasen, que aquello se hiziese”. Los nobles señalaron a: Hernán Pérez de Monroy, Juan de Narváez, Alonso de la Rocha y García de Paredes Toledo; los disciplinantes a: Vasco Rodríguez, agujetero; Juan Muñoz, zapatero; Mateo Gutiérrez, zurrador; Pedro Maldonado, Juan García, criado de Carvajal; Juan Ojalvo. “Los quales se apartaron a la capilla de Peralvares Holgyn y acordaron todos estos señores que, vyendo el gran gasto que la cofradja tyene de çera de enterramyentos y de mysas y de otras cosas de servyçyo de la cofradja, y vyendo y consyderando la poca rrenta que tyene, que no se podrya sofryr sy la demanda se quytase, y vyendo que en todas las vyllas y çyudades destos rreynos todos los cavalleros y hijosdalgos demandan para la çera de la Crus, ellos por la comysyón que a ellos le hera rremetydo por el cabyldo; acordavan y mandavan que daquy adelante ansy cavalleros y hidalgos y de qualquiera estado que sea, syendo cofrade y hermano desta devota cofradja demande por las collaçyones como es costunbre de los años pasados y el que no quysyer demandar que page la pena como en las hordenanças está[19]. Este sería el origen de los diputados por el estado noble y el común que ejercerían a lo largo de los siglos.

Con estas ordenanzas y las medidas adoptadas, trataban de mantener la paz y armonía necesarias en toda hermandad.

La organización, conforme a las tantas veces mencionadas ordenanzas fundacionales, corría a cargo del mayordomo y “sus quatro”, que inicialmente denominan diputados, luego alcaldes. Todos tenían que ser personas llanas, es decir no nobles, y casados. El mayordomo, además abonado, o sea pudiente. Si alguno no aceptaba la designación, incurría en la pena de dos reales, y si persistían en su actitud, se le apartaba de la cofradía. Además, contaba con un escribano, encargado de recoger los hechos y de leer a los hermanos las ordenanzas para que las conocieran. Los primeros oficiales, de 3 de mayo de 1521 al mismo día de 1522, es decir, los que asumieron el compromiso de iniciar la cofradía fueron: como mayordomo Juan Michel; escribano, Jerónimo Holguín; alcaldes, Hernando de Ulloa, Alonso Guerra, Alonso Sevillano, Benito Hernández Jarón.

Como el trabajo era mucho, en 1527 aumentaron a seis el número de alcaldes: “que agora vyendo cómo es mucho el trabajo de los alcaldes, que heran quatro, que este año avyan mandado que fuesen seys, en que se qreçyeron dos alcaldes cada haño y que por los vyejos y nuevos heran por todos doze y los mayordomos vyejo y nuevo[20]. Pero no todos estaban dispuestos a servir ni a acudir a los cabildos mensuales, por lo que en 1528, volvieron a cuatro alcaldes, pero introdujeron la novedad de nombrar seis diputados para los cabildos mensuales, dos por el estado noble y el resto por el Común. El 3 de mayo se celebraba el cabildo general, que era donde se adoptaban las decisiones relevantes[21].

Lám 2. Gráfico de cuentas

Capítulo importante era el de las finanzas. La economía se basaba en el cobro de las rentas de bienes inmuebles y censos, las limosnas de los devotos y encomendos y en la que se pagaba por el ingreso en la hermandad. Para las mujeres estaba estipulado un real y libra de cera; los hombres dos reales y una libra de cera  que, en el caso de ser caballero se incrementaba en una libra más. El 1 de abril de 1543, actualizaron las entradas: mil maravedís y libra de cera para los cofrades de hacha no hidalgos; dos ducados y libra de cera para los disciplinantes; quinientos maravedís y libra de cera para las monjas del convento de Jesús. Los hidalgos y caballeros según criterio del mayordomo y escribano[22]. Así, el 6 de mayo de 1548,  reçybieron a Juan Dovando por hermano por dos ducados a tal condiçyón que él se yva al Río de la Plata, que sy no pasase, que dyese otros dos ducados y, que sy Dios Nuestro Señor lo traxese a España, que dyese quatro ducados y con esta condycyón fue rreçibido el dicho Juan Dovando[23].

Por otra parte, el mayordomo comisionaba a ciertos cofrades para que pidiesen públicamente en los días de las fiestas principales de la cofradía (Jueves y Viernes Santo, Cruz de Mayo y día de San Francisco), y un domingo al mes.

El mayordomo debía rendir cuenta anual detallada de su ejercicio. No siempre era fácil cobrar las rentas a su tiempo y, por ende, abonar el alcance en los plazos previstos. El dinero se guardaba en un arca del que se sacaba para efectuar los pagos y para emplearlo en nuevas rentas. Lo cierto es que la Vera Cruz llegó a contar con un importante patrimonio, del que sería desprovisto en los sucesivos procesos de desamortización.

LA PROCESIÓN DE LA SANGRE

Con anterioridad a 1521, desconocemos si se celebraba públicamente la Pasión de Cristo en las calles de Cáceres, con independencia de los autos teatrales, o, si, simplemente, se reducía a los actos litúrgicos dentro de los templos.

La cofradía de la Cruz instaura en la Semana Santa de 1522 en Cáceres el ejercicio de la disciplina pública integrada en un cortejo procesional, que aparece claramente definido en las ordenanzas fundacionales, que persistirá, aún a pesar de la barroquización de la procesión con la introducción de pasos en la segunda mitad del XVII, hasta la supresión de los disciplinantes en 1777 en virtud de Real Cédula de Carlos III.

En Cáceres, se cumple la puntualización de Sánchez Herrero para Castilla de que las cofradías de la Vera Cruz precedieron a las restantes en la organización de procesiones penitenciales[24].

Las cuentas del mayordomo fundador Juan Michel evidencian la adquisición de las preseas necesarias para la primera procesión en 1522. La principal, el encargo en Plasencia de los crucifijos que irían encabezando las postas. Así, dio en descargo tres mil maravedís (suma considerable) “que costaron los cruçifixos como en tres florjnes que costaron a pintar e en los camjnos que hizo a Plasençia en los yr a echar a hazer e traer”; además del gasto de las campanillas, libro de ordenanzas y diferentes efectos tanto para la procesión como para la vida espiritual de la cofradía[25].

En 1524, el mayordomo Hernán Pérez se los entrega a su sucesor Pedro Martín  bajo el siguiente inventario: “Más, se hyzo a cargo de tres crcyfixos con sus caxas y crus y un velo de seda y sus fundas de las cruçes y tres anafyles y unas andas y un paño de grana y dos arcas, la una de la cera y la otra de las lymosnas y quatro cruzes y dos canpanyllas para muñyr y tres bolsas y çyertas esponjas y una vanasta y una pala y un açadón y dos hachas”. “Más, se le carga dentro en el arca de las lymosnas, un lyvro de los contratos y una haza y dos palyas y una canpanylla y un mysal con su letrjl, dos vynageras y unos manteles y un ostaryo y unos corporales y unas letras de consagraçyón[26].

Las ordenanzas 6ª, 7ª, 8ª y 19ª regulan el desarrollo de la procesión, que se concretaran más en acuerdos posteriores.

En la tarde del Jueves Santo, todos los cofrades debían confluir en la iglesia monacal de San Francisco para particiar in coena Domini. El mayordomo y los cuatro alcaldes debían preguntar bajo juramento a todos si venían confesados[27], bajo pena de libra de cera en caso contrario, aplicable también a los oficiales en caso de incuplimiento de sus funciones. Debían acudir provistos con las hachas para alumbrar o los aparejos de disciplina según su condición.

Acabados los oficios y encerrado el Santísimo en el Monumento, el mayordomo y los cuatro alcaldes debían comparecer ante el padre guardián para suplicarle que autorizase la procesión y designase seis frailes revestidos con sobrepellices que los acompañasen durante la procesión asistidos de dos o cuatro muchachos también con sobrepellices llevando dos crucifijos y cantando durante el recorrido motetes de Semana Santa, como se sigue haciendo en la noche del Jueves Santo en Casar de Cáceres, y el salmo Miserereen alta boz en memoria de la passión de Nuetsro Señor Jhesu Christo”.

Al caer la noche, salía el cortejo por el atrio de San Francisco, encabezado por los tres añafiles moriscos que lo anunciaban y el pendón negro para dirigirse a las cuatro parroquias de la villa. Primeramente subían a San Mateo y de allí, por la Cuesta, a Santa María para seguir a Santiago y de allí, por la Plaza y Pintores, a San Juan, para regresar finalmente a San Francisco. En cada templo hacían estación de penitencia arrodillándose delante del Santo Sacramento y rezando un pater noster.

Los disciplinantes iban azotándose “honesta et ordenadamente”, es decir sin aspavientos, durante todo el itinerario. Tenían prohibido llevar “en la proçesión cosa señalada por donde sea conosçido”. Todos, tanto los que alumbraban como los que se disciplinaban o llevaban las insignias no debían cometer “alguna cosa desonesta o desaguisada en este acto de la procesión”, so las penas de ordenanza.

Una vez recogida la procesión, en el claustro gótico tenía lugar el lavatorio. El mayordomo estaba obligado a tener preparado “esponjas y tovajas” y todo lo necesario para lavar y curar las heridas infligidas por los azotes. Seguidamente, los obsequiaba con una colación, extensiva a los religiosos que los habían acompañado, consistente en “pan et queso et otra cosa conella”. Sin embargo, el 27 de marzo de 1523, incursos en la construcción del Humilladero, dejaron en suspenso este convite “asta que la cofradja tenga tanta rrenta para ello y para los gastos que tyene”. Acaso por ello, algunas personas se inmiscuyeron, con el consiguiente escándalo, como se señala en el cabildo de 18 de marzo de 1526, “por quanto el Jueves Santo en la noche después de hecha la deçeplina, muchas persona con devoçyón davan a los deçyplinantes colaçyón y algunos davan bozes y reñyan sobre el tomar de la colaçyón en que a muchas personas quytavan la devoçyón que por esto y por otras cosas que de ally se (…), que agora ordenavan y mandavan  que acabada la deçeplyna todos se sienten y estén quietos de manera que nenguno no demande que le den de comer ny beber, sy no que los que lo dyeren anden por todos y que sy alguno lo pedjere y hablare alto para que parezca cosa deshonesta, que pague medja lybra de çera y que el peñero esté en la tal colaçyón para que sea luego sentada la pena, por que en tal paso no aya bozes ny otra cosa que sea desonesta [28].

La recogida se hacía de una forma atropellada, pues los primeros llegados, cuando trataban de salir, taponaban la entrada de los rezagados. El 4 de abril de 1540, “ordenaron y mandaron que de aquy adelante para syenpre gamás mandavan que nengún cofrade el Jueves Santo desque buelven los deçeplinantes y entran en la caostra a se lavar y se vysten, que nenguno no sea osado a volver a salyr por la puerta de la caostra que sale a la saqurestanya ny a las capyllas asta que toda la prosyçyón y croçefyçyo postrero entre en la caostra. Y el que salyere antes que acabe de entrar la proçysyón y croçefyçyo como dicho es, que page de pena una lybra de çera para la cofradja, porque los postreros no pueden entrar salyendo como salen y pasan mucho trabajo[29].

El mayordomo, en su año de mandato, no estaba obligado a disciplinarse, pero sí los demás cofrades de esta categoría, salvo que se hallaran ausentes más allá de tres leguas de Cáceres. Muy pronto, algunos empezaron a incumplir.

Lám 3. Procesión de la Vera Cruz 2. Fotografía de Serafín Martín Nieto

Los cofrades de hachas y los que enarbolaban llevaban túnica negra; los disciplinantes camisa con la espalda al descubierto y capuz blancos, como aún perdura en Bercianos de Aliste.

Para la mejor organización, el mayordomo designaba algunas personas que regían las diferentes postas. “En X del mes de abryl de myll y quynientos y XXIIII años, estando juntos en Señor San Françisco en cabyldo a donde lo tenemos de costunbre los hermanos y cofrades de la devota cofradja de la Crus, estando presente el reverendo padre Francisco de Torres, Guardyán del dicho monesteryo, pareçyó Juan Michel, hermano de la dicha cofradía, y dixo que por quanto él avya prençypyado esta cofradja y tenya deseo de la servyr, que pedja por merçed le djesen la vara para regyr las proçyçyones y enterramyentos. Y vyendo os señores que su enteçyón hera buena, se la hotorgaron tanto que no se entyenda el Jueves de la Çena y mandaron a my el dicho Hernando de Ulloa, escryvano de la devota cofradja, que ansy lo asentase[30].

Para regir la procesión, se cometía a cinco cofrades a los que se les entregaba una vara roja rematada en cruz como símbolo de autoridad.  Pero la vanidad era, y es, mucha y se suscitaban sonoras controversias. A este respecto, el 7 de marzo de 1557 “se proveyó e mandó en este dicho cabjldo que porque ay enconvinjentes sobre el tomar las varas para regir la proçesyón el Jueves Santo, que las dichas varas las den los alcaldes de la dicha cofradía en esta manera: que ocho días antes del Jueves Santo los dichos alcaldes sean obljgados de yr a casa del mayordomo que fuere, el qual entregue las dichas varas a los dichos alcaldes, los quales las den a las personas que se mandaren dar en cabjldo, levándoselas a sus casas ocho días antes del dicho Jueves Santo los dichos alcaldes. E a las personas que se dieren las dichas varas sean obljgadas a venir a la procesión del dicho Jueves Santo a la rregir, so pena que los que fueren e pasaren contra lo aquj contenjdo ayan e yncurran en pena de una ljbra de çera apljcada para la cofradía[31].

También, los dos crucifijos que encabezaban cada tramo dejaron de asignarse muy pronto a los muchachos y se adjudicaron a ciertos cofrades. El 3 de junio de 1529, “hordenaron y mandaron que de quy adelante lleven los croçefyçyos que solyan llevar Hernando Mogollón y Alonso Gerra las personas que el mayordomo mandase en las proçeçyones que la cofradja haze cada año y que el cofrade que no quysyere llevar que page una lybra de çera[32].  Así, “En el cabyldo del mes de gulyo de 1554 años, mandaron los señores mayordomos y alcaldes y del cabildo reçybieron por hermano y cofrade a Sancho de Fygeroa Mogollón y le hizyeron que leve el croçefyxo postrero en todas las proçyçyones de noche que la cofradía hizyese después de la vyda de Hernando de Ulloa por toda su vyda, estando en la villa y que otro no lo pueda, porque con esta condjçyón entró y djo quatro ducados[33]. “En el cabyldo del mes de março del año 1556 mandaron los señores que presentes se hallaron que el croçefyçyo que llevava Hernando Mogollón, que lo lleve daquy adelante Gonçalo Mogollón, porque lo pydió a los señores del cabyldo muchos dyas a[34]. Sin embargo, la sucesión al del escribano Hernando Ulloa, que lo portó de por vida, originó  un gran revuelo. En el acuerdo de 4 de abril de 1557, “se previó e mandó que en lo que toca a levar los crucifijos el Juebes Santo en la noche en la procesión y deçiplina, visto que algunas personas los an pedido para levarlos por toda su vida e otros diziendo que ellos los abían de levar por averlos lebado sus padres, diziendo que ellos los heredaban, lo qual todo fue contradicho por parte de los alcaldes y mayordomo y diputados de la diçiplina diziendo que les pareçía y era justo que porque los alcaldes trabajaban todo el año en los entierros que se hazían y lebaban el cruçifijo e cajas a los dichos entierros, pidieron e suplicaron a los dichos señores que presente se hallaron sus merçedes fuesen serbidos de mandar se los diesen a ellos los dicho crucifijos por que los dichos alcaldes los lebasen las dichas noches de la deçiplina; e asimismo fuese e se hiziese lo mjsmo con los alcaldes que vinieren e sirvieren a la cofradía los años venideros. Lo que oydo y visto por los dichos señores del cabildo, mandaron tiniendo consideración a que Hernando de Ulloa a servido tanto y tan bien, quanto a todos es notorio a la dicha cofradía, que el cruzifijo que a él se le a dado todos los años pasados no se le quite por todos los días de su bida, sino que él lo lebe como lo a lebado, y que si, por su vejez y flaqueza estubiere para no poderlo levar, lo lleve la persona que él señale y nonbrare para ello y el otro por consentimiento de todo el cabildo se mandó lo leve Gaspar Hernandes para este presente año y por el otro se echó suertes entre los alcaldes y cupo a Juan Brabo[35].

La cofradía velaba por la correcta utilización de la indumentaria y trataba de corregir todo abuso. El 1 de septiembre de 1549, “por quanto çyertos cavalleros desta villa avían salydo un día del mes de agosto próximo pasado, dja de fyesta, desfraçados a gugar cañas con mançeras y adaragas, vestydos de las camysas de los deceplynantes con que se haze la deceplyna en rrenenbrança de la Pasyón de Nuestro Señor Jesuchristo, viendo ser desacatos de la tal rrenenbrança y ermandad, mandaron hazer una ordenança sobre ella y asentalla en este lybro, la qual está a setenta y syete capítulos y mandaron que se guarde para syenpre gamás[36].

EL HUMILLADERO

Desde Publio Hurtado, la historiografía tradicional situaba en esta ermita el nacimiento de la cofradía de la Cruz, de donde se trasladaría en 1500 al convento de San Francisco. Falsa especulación, pues su edificación es posterior al nacimiento de la hermandad, aunque ésta acometió muy pronto su construcción. Se trataba de un pequeño humilladero erigido sobre un promontorio a la vera de la calzada de la Plata entre el monasterio de San Francisco y la Fuente Nueva o pilares de San Francisco, a cuyas espaldas se extendía la fértil ribera de Cáceres al sitio llamado el Alcadozo donde se levantaba el molino de su nombre, transformado después en lavadero de lanas, actual Museo Casa Pedrilla.

En X del mes de abryl de myll y quynientos y XXIIII años, estando juntos en Señor San Françisco en cabyldo, a donde lo tenemos de costunbre, los hermanos y cofrades de la devota cofradja de la Crus, en concordja de todos mandaron que por quanto Hernán Perez çapatero mayordomo de la devota cofradja en su año él avya començado el devoto omylladero de la Crus y en su año no se podja acabar, que al mayordomo que acabase el homylladero, que ençyma del arco que sale a camyno, que se ponga un rétulo como los hermanos y ermanas de la devota cofradja avyan hecho aquel homylladero a su costa y que se começó prymero de hebrero año de myll quynyentos y XXIIII años, syendo mayordomo Hernán Peres çapatero y se acabó en el año del mayordomo que fuere que se nonbre en las letras que se pusyeren y mandaron a my el dicho Hernando de Ulloa que ansy lo asentase[37]. De hecho, Hernán Pérez, en sus cuentas de 1523-1524, se descargó del gastó de 22.803 maravedís, casi la mitad del gasto de dicho año, que se elevó a 56.685 maravedís y medio[38]. Su sucesor, Pedro Martín, empleó tan solo 6.062 maravedís en el remate de la capilla[39].

Lám 4. Humilladero de Cáceres. Fotografía de Gabriel Llabrés

 

De cortas dimensiones, según se adivina en la fotografía de Llabrés, que ilustra este trabajo, de forma semicircular, de bóveda de horno similar a las existentes de San Blas o San Marquino y a la de la también desaparecida de San Marcos el Viejo. Cerraba la capilla una reja que permitía a los viajeros contemplar su interior y encomendarse, al inicio del viaje o al regreso, a los titulares desde el corto patín al que se accedía por unas gradas de cantería[40]. En 1527, se colocó en la reja un arca para recaudar limosnas. Sobre la fachada, se colocaría la inscripción referida en el acuerdo arriba citado.

Los libros de cuenta aluden a múltiples pagos de arreglos y mejoras de la ermita[41]. El mayordomo Gonzalo de Montegro compró en 1528-1529 una estera[42], según la costumbre en Cáceres de esterar los suelos de los templos.

Su aseo corría a cargo de una persona asalariada o que entraba gratis como hermano con esta condición[43].

Por devoción,  Alonso Hernández Bejarano y su mujer obtuvieron indulgencias papales para los devotos de la cofradía. La cofradía, agradecida, les mandaba decir un aniversario en la ermita el día de la Santa Cruz.

Los días que se ganan mill y quinientos días de perdón en el humilladero de la cofradía de la Cruz por bulla de nuestro muy sancto Padre y de sus delegados son los sigujentes: El día de la Cruz de mayo, el día de la Resurrectión de Christo, el día de Sant Francisco, el día de Sant Juan Bautista, el día del Espíritu Sancto[44]”.

Estos días, gracias a las indulgencias concedidas, la cofradía obtenía importantes limosnas. En un principio, el encargado de exponer las bulas esos días era el mayordomo, pero el trabajo se le acumulaba. Por ello, el 2 de mayo de 1527 decidieron que se repartiesen también esta tarea los alcaldes:“Por quanto los mayordomos pasados avyan tenydo mucho trabajo en el servyçyo de la cofradja, que des aquy adelante para syenpre jamás, los alcaldes tengan cargo de los perdones del homylladero et de rrepartyr los djas de las fiestas entre sy y dar quenta de lo que ganaren los perdones y hechallos en el arca de la lymosnas y el alcalde que cupyere el dja y no pusyere rrecado con delygençya, que page todo lo que otro dja de perdones se hizyer y allegare de lymosnas[45].

Este primer humilladero lo debió de presidir el símbolo de la Cruz hasta que Isabel de Ocampo, moradora en la villa de Cáceres, regaló a la cofradía una imagen de la Virgen, por carta de 11 de abril de 1540. Como la benefcatora especifica, se trataba de una talla, realizada en Flandes, con un encasamento con las efigies de Santa Catalina y Santa Bárbula a cada lado. La donación sería válida aun a pesar de que llegara a abandonar Cáceres y en caso de no hacerla efectiva, “quel dicho mayordomo e cofrades puedan comprar e conpren otra ymajen de Nuestra Señora de la mesma lavor e otro tal encaxamento[46]. En las misas de tabla estaban asentadas “tres mysas por día de la Crus en el omylladero por Ysabel de Ocanpo. Estas se an de dezir myentras biviere Hernando de Ulloa, porque dio la ymagen de Nuestra Señora con esta condicyón; y después dél muerto, no se las an de dezir más[47]. Recibió la advocación de Nuestra Señora del Madroño, sin duda, por algún fruto que portara en sus manos. La estética de algunas de las vírgenes de Roque Balduque puede ayudarnos a imaginarla.

En 1553, acordaron mandar pintar toda la capilla con escenas religiosas: “Domyngo cynco días del mes de março de mjll y quynientos y cynquenta y tres años, estando en Señor San Francisco, en nuestro cabildo a do lo avemos de costunbre los hermanos y cofrades de la cofradya de la Crus, el mayordomo y alcaldes y los del cabyldo que al presente se hallaron, acordaron y mandaron al mayordomo Álvaro Martín, a Gonçalo Semón y a my Hernando de Ulloa escrivano de la cofradja que tuvyésemos cargo de mandar y hazer pintar las puertas y paredes de dentro del Omylladero, como de ymágenes y cosas de devoçyón, porque les pareçyó que estando como estava Nuestra Señora, que hera bien que estuviese aconpañada de ymágenes y cosas de devoçyón[48].

Entre 1779-1781, el mayordomo Francisco Pascual Angulo encargó a un pintor que la retocara, tal vez a Ignacio Hidalgo a quien el año anterior había confiado la pintura de la ermita[49]. Pero sus días estaban contados. El 11 de enero de 1792, el visitador don Sebastián Martín Carrasco, “haviendo visittado su merced la hermitta que llaman del Humilladero, que corre al cargo de estta cofradía, halló no esttar decentte para el culto la ymagen tittulada de Nuestra Señora del Madroño y así para evittar toda irreverencia mandó se quitte y enttierre como prebienen los sagrados rrittos[50]. La cofradía se resistió a su cumplimiento, hasta el punto que fue precisa su reiteración. Se hizo efectivo bajo la mayordomía de Antonio Montero, en vísperas de la Guerra de la Independencia: pagó 36 reales “de blanquear la capilla del Christo del Humilladero, enterrar en ella a Nuestra Señora del Madroño como estaba mandado en varias visitas y otros gastos” y otros 30 “de una ymagen de Nuestra Señora que se compró para colocarla en la capilla del Santísimo Christo del Humilladero en lugar de Ntra Sra del Madroño que se enterró en ella de mandatos de visita[51].

Pronto les resultó pequeña la ermita y pensaron en agrandarla. Pedro Jiménez Grajos, en su mayordomía de 1544-45, empleó la gran suma de 33.761 maravedís de los 46.581 de que disponía en obras en el humilladero, que no se especifican[52].

Pero no concluyeron dicho año, sino que las prosiguió su sucesor en el cargo: “Prymero de hebrero de myll y quynyentos y quarenta y cynco años, se djo Pedro de Grajos la quenta de lo que avya rrecebydo para hazer la obra del homylladero en la manera sygyente: que parece que rrecybyó he se sacó del arca con más tres myll y dozyentos e quatro maravedjs que rrecybyó de Francisco Sylvestre, con cyen maravedjs que djo de lymosna el señor Corregydor. Monta en todo ello vente y quatro myll y trezyentos y noventa y quatro maravedjs. Que pareçe que gastó en la dicha obra según parecyó por el lybro de gasto que djo en cabyldo trenta y dos myll y cynquenta maravedjs. Queda a cargo de pagar la dicha cofradja dozena y media de chilla a Cabeçón (que la prestó) y tres rreales a un carrete(ro) de Malpartida porque no se le pagaron. Más lo que gastare en la obra[53].

Acomodada la ermita, el 5 de julio de 1551 se concertaron con el clérigo Antón Pérez para que todos los lunes y viernes del año dijera en la ermita una misa por los cofrades vivos y difuntos a razón de veintiocho maravedís cada una. Las empezó al día siguiente[54].

Sin embargo, la reforma importante, que le daría su configuración, estaba por venir. Confiaron al prestigioso cantero Pedro Gómez la traza de la ampliación. Parece que comenzó la obra el cantero Moreno, no sabemos si Luis o de Francisco, insignes canteros que, por entonces, trabajan con Rodrigo Gil de Hontañón en la capilla mayor de la parroquia de Santiago. Así se deduce de un asiento de las cuentas de Benito Rodríguez de Sanabria de su año de mayordomía de 1555-1556: “dio a Moreno cantero ocho mjll e ochocientos e diez e nueve maravedís para la obra del Omjlladero[55].  Pero quien, realmente, la ejecutaría, sería Hernán López Paniagua, como mejor postor en remate público, quien la puso en veintiocho mil maravedís. El 8 de agosto de 1556, suscribió la carta de obligación por la que se comprometía a tenerla acabada para el día de las Candelas de 1557. Primeramente, debía reforzar la estructura ya construida mediante una cimentación alrededor para asegurar el talud situado detrás del ábside hacia la  parte de la ribera. En la primitiva capilla, debía levantar “un encaxamiento para donde esté el altar e rretablo, si lo oviere, o la ymagen de Nuestra Señora, que ahora está, y esto a de ser de buena piedra de cantería de buen grano”. Y a ella, debía unir el cubo nuevo que iba a construir con sus veneras “con que se buelva la obra de quadrado en ochavo”, recortado de falsa cantería en donde no hubiere piedra, “y a de subir el arco y entrada della tanto quanto diere lugar la forma de la capilla que agora está hecha”, de manera que “esta obra que se a de hazer se a de ligar e asir con la questá hecha”. Del precio final, le descontarían los materiales que la cofradía tenía a pie de obra y los despojos de cantería labrada o sin labrar que sacase de la unión de ambas partes[56]. Ya en ejecución, la cofradía introdujo algunas mejoras: “Domjngo veynte e cinco días de otubre (1556) en el cabjldo que se hizo en el monesterio de Señor San Francisco este dicho día, se mandó por los señores diputados e alcaldes e mayordomo que porque la obra que se haze en el Omjlladero se mandó adelantar más de lo que se dio por la traça e condiçión en que se rremató la dicha obra, e porque sea çierto e seguro Hernán López que lo que se le mandó adelantar e mejorar en la obra, se lo pagará la cofradía por tasaçión e averjguaçión de maestros, lo mandaron asentar en este ljbro que la dicha cofradía se lo pagará e sy hera neçesarjo los dichos señores diputados e alcaldes e mayordomo obljgan para la dicha segurjdad los propios e rrenta de la dicha cofradía[57].

El mayordomo Miguel de Zamora pagó en 1556-1557 “en vezes, a los maestros que tienen a cargo de hazer la capilla del Omjlladero veynte e syete mjll e quatroçientos e treynta e çinco maravedís, que son en para en parte en pago de lo que los dichos maestros an de azer por rrazón de la dicha capilla[58].

El mayordomo Bartolomé Martín, 1557-1558, terminó de pagar la obra. “Yten que pareçe que pagó a los ofiçiales que hizieron la capilla del Humjlladero treynta mjll y dozientos y treynya y ocho maravedís y con esta cantidad quedaron acabados de pagar de toda la costa que huvo en hazer la diha capilla[59].

El cubo estaba abierto por sus tres caras externas, cerrado con rejas que, en un momento de su historia, se mandaron tabicar. El cubo tenía la impronta renacentista, con casetones y putti, que Pedro Gómez imprimió en sus obras conocidas y que contrastaba con el gótico de la primitiva capilla. Sanguino Michel, en su lamento por el derribo, la describió así en el Diario de Cáceres: “Seguían a la bóveda ojival tres o cuatro arcos paralelos elípticos. O acaso adintelados, que arrancaban de graciosas ménsulas con capiteles, y en los espacios que dejaban los arcos, prolija labor de recuadros simulaba vistoso artesonado, hasta llegar al ábside cerrado por asurcada bóveda de concha[60].

En el cabildo que se hizo a treze días de setienbre de 1556 años, que en el altar principal de la capilla nueva que se haze en el Omylladero, esté un cruçifixo, porque es de la advocación de la Cruz, e que la ymagen de Nuestra Señora se ponga en otra parte de la dicha capilla, adonde esté deçentemente con pareçer de ofiçiales[61].

Lám 5. El Humilladero. Fotografía de Serafín Martín Nieto

Por ende, en esta fecha, se entronizó un crucifijo gótico, de bella factura, denominado precisamente del Humilladero, que se conserva hoy en la antigua ermita del Espíritu Santo, titular de la nueva cofradía de su advocación fundada en 1950[62]. Imagen gótico-tardía, estilísticamente, está muy estrechamente relacionado con el crucifijo que preside el altar mayor de la cercana parroquia de San Esteban de Torrequemada con el que guarda muchas concomitancias no solo en la ejecución general, sino también en los menores detalles. Ambas representan a Cristo ya muerto. Presumiblemente, sean obra de un mismo artista.

Como era habitual en los crucifijos, el Cristo del Humilladero llevó enaguas – así lo atestiguan las cuentas de diferentes mayordomos-, y la cabeza cubierta con un velo. Fue restaurado entre 1670 y 1674 por el acreditado pintor Francisco Mendo Montejo[63]; a medidados del siglo XVIII por Francisco Antonio Tallo[64] y, a finales de dicha centuria por Tomás Hidalgo[65]. Más recientemente, gracias a la generosidad del arquitecto Ulecia, por el equipo de Restauración Gótico, para su reincorporación en 1992 a la procesión de la noche del Jueves Santo y, actualmente, en pleno proceso por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

Publio Hurtado, dejándose llevar por la euforia que le produjo el contemplarlo, cuando lo reputaba desaparecido, fantaseó haciéndolo presidir la procesión de la Sangre durante siglos. Nada más lejos de la realidad. Tal vez fuera uno de los tres crucifijos encargados en Plasencia por el mayordomo fundador Juan Michel, pues solo utilizaban dos para el cortejo del Jueves Santo. Y, desde luego, no tiene nada que ver con el que en 1689 incorporó como tercer paso al desfile, acaso el que recibía culto en la capilla claustral del vicario Paredes, que fue sustituido al año siguiente por el Señor del Huerto.

El 3 de abril de 1607, “en este ayuntamiento se acordó que se enpiedre un pedazo del camjno junto al Humilladero y se trate con el cabildo de la cofradía de la Cruz ayude con alguna parte de lo que costare, atento ques el paso por donde a de pasar la proçeçión de la dicha cofradía el Jueves Santo en la noche”. Mandaron dar libranza en Juan Pérez Muriel, receptor de las penas de los montes, el importe que el regidor comisionado, don Hernando Golfín, declarase de costo[66].

Ante su altar, como en el de otras ermitas extramuros, solían ser abandonados niños recién nacidos[67].

Las cuentas de los sucesivos mayordomos evidencian el cuidado que tuvo la cofradía de mantenerla en perfecto estado. En las del mayordomo Fernando Calderón (1676-1677) figuran “ciento y cinco reales que pagó por adereçar un pedaço de pared que se avía derribado en el Umilladero[68].

Así como  de su decoración. El mayordomo José Mateos Vivas (1756-1757) se descargó de 60 reales pagados a José Moreno Galván por haber pintado dos frontales para el altar del santo Cristo del Humilladero, y 16 al carpintero Francisco Javier por los bastidores para los mismos[69].

En 1805, el ya citado mayordomo Antonio Montero mandó al albañil Blas Gallardo que tapiara las rejas de los arcos de la ermita[70]. En vísperas de la Guerra de la Independencia, entre 1807 y 1808, pagó 724 reales “a la madre abadesa del convento de la Concepción de esta villa, importe de un cáliz, casulla, alba y demás vestiduras para celebrar en la capilla del Christo del Humilladero”. Para guardar estos ornamentos, encargó al alarife Blas Gallardo la construcción de una alacena, que importó 105 reales. Abonó 166 reales al maestro carpintero Sebastián Paredes por las puertas y 114 al herrero Alonso Polo Sanguino de la hechura de candado, llaves, guardaladrones y otros efectos para la reja de la capilla del humilladero[71].

Poco podía imaginar este mayordomo que todas las mejoras que emprendió se perderían con la llegada del Francés[72]. Con la primera ocupación, en 1809, se vio compelido a “trasladar las ymágenes de la cofradía al convento de Santa Clara, por haber violado o profanado los enemigos y destrozado la yglesia del convento de San Francisco[73]. Los invasores destrozaron gran parte de la verja del arco principal. Por este motivo, entre 1810 y 1811, Montero se descargó de 430 reales pagados al maestro carpintero Sebastián de Paredes del importe de las puertas que hizo para el humilladero “por haber quitado los franceses parte del yerro que tenía antes dicha capilla” y 129 a Blas Gallardo por los materiales y jornales de colocarlas[74]. Ya desde el camino dejaba de ser visible el interior. Al año siguiente, vendió los despojos de la verja en 281,16 reales, por cuanto pesaron siete arrobas y media de hierro, a razón de real y medio cada libra.

Las desamortizaciones de Godoy y Mendizábal despojaron a la cofradía no solo de sus rentas, sino sobre todo de su sede canónica, el convento franciscano. Las imágenes fueron llevadas a San Mateo, donde se radicaría hasta el presente. El Humilladero ya les quedaba a trasmano y, falta de recursos, poco a poco se fue abandonando.

El 11 de octubre de 1849, el alcalde José María Moreno notificaba lo siguiente al intendente general de rentas Nacionales: “Atendiendo a que ningún destino se les da a las hermitas de San Marcos y el Humilladero, que se encuentran en las afueras de esta población, he resuelto, consiguiente con que se me ordena por el Sr. Gefe Superior Político de esta provincia, en comunicación del día de ayer, demoler la primera y cerrar el portado que da entrada a la segunda para evitar que en lo subcesivo sea el albergue de los bagamundos que andan rehuyendo la vijilancia de las autoridades[75].

En 1854, la solicitó para vivienda Andrés Garrudo en estos términos:

Yllmo. Sor. Obispo de esta Diocesis de Coria

Andrés Guerrudo, natural y vecino de la villa de Cáceres a V.S.Y., respetuosamente expone: Que en las afueras de la misma villa, a la inmediación del puente de San Francisco, hay un pequeño edificio que en otro tiempo fue hermita dedicada al culto del Santo Cristo del Humilladero. Ya hace muchos años que en la referida hermita no se egercen ningunos actos religiosos ni se conserva Altar ni hay Santas Ymágenes, ni siquiera vestigios de haber sido un pequeño templo, de manera que por semejante estado de abandono y por la circunstancia de estar a la margen de un camino público muy distante de la población, servía a veces de albergue a cuadrillas de mendigos transeúntes; y lo que es peor, de vagamundos de ambos sexos. También, por hallarse en despoblado, aislada y espuesta al rigor de la intemperie toda la fábrica del edificio, ha venido sufriendo un considerable deterioro en términos de estar el tejado casi hundido, no esistir ya las puertas de madera, lo que ha dado motivo a que se tapie la entrada, y conservarse tan solo las cuatro únicas paredes, que tampoco parece están muy lejos de amenzar ruina.

Para nada puede ser ya útil la espresada hermita: su reconstrucción o reparación sería muy costosa y esto mismo alejaría a cualquier comprador si se tratara de venderla, además de que por su localidad y reducida estensión, pues es un cuadrado de diez y seis varas escasas de superficie, no puede destinarse a uso alguno.

El esponente, que es un jornalero de las labores del Campo, harto pobre y sin ningunos medios más que su trabajo para sostenerse a si propio y a su esposa, ve en aquel mezquino predio un asilo que le sería muy grato aceptar, si se le cediera como una donación o limosna a que se considera acreedor, ya por ser natural del pueblo, ya por su situación menesterosa y, ya, en fin, porque goza el concepto de hombre honrado y laborioso, cual podrán informar el Alcalde de aquella capital, el Párroco de Santiago de cuya iglesia es feligrés y el Administrador de Bienes del Culto y Clero que allí reside. En consideración a todo lo espuesto, humilde y encarecidamente

Suplica a V.S.Y. se digne concederle en plena propiedad y dominio perpetuo la mencionada hermita para repararla por sí mismo y establecer en ella su habitación, pudiéndola transmitir por herencia a sus hijos y descendientes.

Cáceres, 5 de marzo de 1854

A ruego de Andrés Guerrudo

Antonio Nágera

El  23, desde Coria, el obispo don Antonio María Sánchez Cid y Carrascal  comisionó al arcipreste de Cáceres, don Pedro Chaves Flores, quien evacuó informe el 22 de abril en el que refería que en la última sede vacante, los Gobernadores del obispado, por haberse autorizado por Real Orden de 25 de julio de 1846 la cofradía sacramental del Espíritu Santo, y en consideración a que “esta Hermandad se ocupaba en la reparación de la antigua hermita de dicha advoción, con objeto de conserbar un monumento de la religiosidad de nuestros mayores porque se habían hecho en ella los enterramientos de cadáberes hasta la construcción del nuevo cementerio, y a fin de promover la deboción de los fieles a tan sagrado misterio, tubo a bien conceder a referida cofradía la hermita del Santísimo Cristo del Humilladero, que se halla también en el término de dicha Parroquia (San Mateo), y para que con su producto en venta o en renta, se ausiliasen los insuficientes fondos destinados a la reparación y conserbación de la fábrica de dicha herita del Espíritu Santo”, motivos por los que se debía desestimar la petición. El 29, el obispo así lo consideró, si bien, el 2 de mayo, autorizó al arcipreste “para que usara de la capilla según conviniera a su derecho, procurando que en adelante no sirva la dicha capilla de obstáculo a la moralidad y al buen ornato público[76].

En este informe, hallamos la respuesta al motivo del traslado del Cristo del Humilladero a la ermita del Espíritu Santo.

En 1876, el obispo don Pedro Núñez y Pernía recibió una nueva petición.

Ylustrísimo Sr. Obispo de Coria

El que suscribe, vecino de Cáceres, a V.S.Y. pide la gracia de que le conceda el material que tiene una capilla ya en estado ruinoso, conocida por el Umilladero, situada en la carrera de San Francisco, o sea, cerca del combento, hoy ospital. La capilla que cito es pequeña, pues solo mide de largo unos diez metros, de ancho 4 m. y de alto 4 id. Su fábrica es de mampostería, y como una vara de cantería. Está sin tejado y además cuarteada. No esajero Ylmo. Sr, con decir que no bale nada, ni nadie se acordará de aprobechar sus materiales, si no diera el caso de hoy estar el que pide este fabor construyendo un edificio al pie de la referida capilla y combenirle como parte economía.

Cáceres 6 de febrero de 1876

Francisco B. Viniegra

El 10, el obispo requirió el informe del párroco de San Mateo, don Antonio Cisneros Cazallo, quien lo emitió el 15, después de haberlo inspeccionado el maestro albañil de la parroquia. Parte de la ermita estaba cuarteada, por lo que, en caso de restauración, habría que echar a tierra tanto toda la bóveda como los muros laterales, lo que resultaría muy costoso, pero “una vez restaurada no sería fácil tenerla abierta al público por ser un santuario que carece de habitación para que en ella pudiera vivir un hermitaño que cuidara de su asistencia”, por lo que quedaría “espuesta a que sus tejados fueran de nuevo destrozados por las pedradas de los muchachos y a servir sus muros de juegos de pelotas, como lo están siendo desde que cesó de estar al cuidado de los religiosos de San Francisco” -más bien debería haber dicho de su cofradía-, a lo que añadía el inconveniente de que a metro y medio de sus muros, el ayuntamiento había concedido permiso para construir un parador. Por todo ello, el cura se mostraba favorable a la venta, de cuyos materiales pensaba recaudar de dos a tres mil reales, según tasa del albañil. Sin embargo, el presbítero de dicha parroquia, don Tomás Palomar, el 17 de marzo remitió un informe reservado al obispo, del que no deseaba constestación, pues su objetivo era enterarle del asunto. En él señalabq que, en efecto, don Francisco Vitalis Viniegra estaba construyendo enfrente un gran edificio para moler harina y algunas casas, por lo que “muchos crehemos que la población se estienda por el lado de dicha fábrica” y la ermita, “de buena construcción, y la he visto por dentro”, podría habilitarse para el culto, pues “podía fácilmente suceder que el amo de la fábrica quisiese tener los domingos misa en la capilla tan inmediata para los empleados[77].

 

 

 

 

 

Lám 6. Ermita del Humilladero. Fotografía de Gustavo Hurtado

Parece que este contrainforme surtió su efecto, pues no se vendió la ermita.

Veinte años después, el párroco de San Mateo, don Francisco Polo Cantos, asumió la restauración que confió al maestro alarife Emilio Hernández y al maestro capintero Jesús de la Concepción. Los jornales de los albañiles, el citado Hernández, Martín Rojo, Vicente Floriano y Santiago García, junto con los materiales importaron 144,63 pesetas, la parte de carpintería 33,75[78]. Fue un pequeño remiendo.

En 1901, azotó Cáceres una epidemia de difteria. En la «casa denominada Humilladero«, acaso la que figura en la foto de Hurtado, falleció uno de los hijos de Felipe Vázquez. El 28 de marzo de dicho año, el alcalde, don Manuel Muro, dispuso el pago de la factura que presentaba la Inspección de Policía Urbana, que arrojaba un total de 36 pesetas y 50 céntimos por los efectos quemados de dicha casa[79].

El fin de la varias veces centenaria ermita estaba ya muy próximo. En el verano de 1903, ante la indiferencia general, como se dolía Sanguino Michel, se derribó este interesante edificio para levantar en su solar la fábrica de harinas que se denominó del Humilladero, ya también desaparecida. Sus restos se aprovecharon en la nueva obra. Sobre su puerta principal colocaron sendas cabezas de angelitos, muy del estilo de Pedro Gómez, en recuerdo del venerable edificio.

APÉNDICE

OFICIALES DE LA COFRADÍA

 

AÑO MAYORDOMO ALCALDES ESCRIBANO
1521-1522 Juan Michel Hernando de Ulloa, Alonso Guerra, Alonso Sevillano, Benito Hernández Jarón Jerónimo Holguín
1522-1523 Juan Muñoz, zapatero Luis de Cabañas, Pedro Martín, Mateo Gutiérrez, zurrador; Alonso Amigo.
1523-1524 Hernán Pérez, zapatero Juan Michel, Benito Ramos, Lorenzo Hernández, peraile; Enrique de Bravante Hernando de Ulloa

Del 4-1-1523 al 25-5-1556

 

1524-1525 Pedro Martín, zapatero Juan Muñoz, Benito Francés, Benito Sánchez, pelaire; Miguel Tocado, zapatero
1525-1526 Benito Francés Alonso Serrano, Benito Jiménez, cordonero; Hernán Pérez, zapatero; Andrés Vara
1526 Gonzalo Rodríguez
1528-1529 Gonzalo de Montenegro, platero Alejo Michel, maese Pedro, pintor; Benito Blanco, carpintero; Cristóbal Martín Macotela
1529-1530 Benito Ramos Fabián Rodríguez, Diego Sánchez Picapiedra,  peraile; Gonzalo Rodríguez, zapatero; Gabriel Matatoro, pelaire; Mingo López y Alonso López tejedores
1530-1531 Juan de Plasencia Francisco Ballestero, Miguel del Hierro, pelaire;  Juan Gentil, pelaire; Benito Martín Hrenández, carpintero;  Juan García, criado; Hernán Martín, herrero.
1531-1532 Alejo Michel Juan Martín, pelaire; Sebastián González, Juan de Sanjuán, Diego González, Juan Coronado, carpintero; Gonzalo Romero, cantero
1532-1533 Benito Blanco, carpintero Lorenzo Martín, Juan Carrasco, corchero; Diego López, tejedor; Juan Caballero, cantero
1533-1534 Benito Blanco, carpintero Juan de Sanjuán, sastre; Diego López, tejedor; Lorenzo Martín, bancalero; Pedro de Medina, zapatero
1534-1535 Juan Martín Bustamante Francisco Calderón, peraile; Juan Gómez, bancalero, Francisco de Valencia, Luis Cordero
1535-1536 Juan Martín Bustamante Alvaro Martín Bhuenijo, Francisco de Valencia, Sebastián Cabrera, Alonso García Machacón.
1536-1537 Diego Gemio, barbero JUan Cervigón, Andrés Martín Gentil, Alonso García, tejedor; Juan Blanco, sillero
1537-1537 Martín de Solís Juan García, ollero; Andrés Martin Becerro , Alonso Martín Nacarino, peraile; Juan Blanco, sillero
1538-1539 Mateo Gutiérrez, zurrador
1539-1540 Mateo Gutiérrez, zurrador Juan García Ollero, Jerónimo Martín, tejedor; Alonso González Costasanas, Andrés Vázquez
1540-1541 Gabriel Matamoro Juan Cotrina, Gonzalo Sánchez, Juan Jiménez, albañil; Rodrigo Lorenzo
1541-1542 Juan González Juan de Lezcano, Francisco Durán, barbero; Hernán Durán y Juan Solana
1542-1543 Alonso García Machacón Juan Sánchez, Francisco Martín Maderuelo, Francisco Silvestre, Bartolomé González Hanique
1543-1544 Francisco Silvestre Francisco Flores, Bartolomé Delgado, Juan de Llerena, Macías de Porras
1544-1545 Pedro Jiménez Grajos Garci Laso, Juan Coronado, Benito Sánchez Gabriel, Rodrigo Lorenzo, bancalero
1545-1546 Diego Sánchez Picapiedra Juan de Sanjuán, Juan Coronado, Diego Martín Hanique, Gonzalo Conejo
1546-1547 Juan Solana Diego Sánchez, Diego Martín Longanizo, Francisco Gómez Benito Gómez
1547-1548 Hernán Martín, herrero Alvar Váez, Bartolomé Martín, zapatero; Andrés Vivas, zapatero; Pedro Gutiérrez, zurrador.
1548-1549 Diego Martín Hanique, zapatero Alonso de la Peña, tintorero; Francisco Hurraco, herrador; Benito Sánchez, tundidor; Pedro Gutiérrez, zurrador.
1549-1550 Juan de Hervás, boticario. Benito Martín Criado, Alvaro Martín, Martín Sánchez Becerro y Alonso, yerno de Benito Francés.

 

 

[1] ARCHIVO DIOCESANO DE CORIA-CÁCERES. Parroquia de San Mateo de Cáceres (A.D.C-Cc. S.Mt.). Cofradía de la Cruz de los  Disciplinantes. Libro nº 107: “Ordenanzas. 1521”. Actual 119.

[2] Para una visión de conjunto, puede consultarse el estudio de Antonio Rubio Rojas, Las cofradías de la Vera Cruz en Extremadura, in Actas del I Congreso Internacional de las Cofradías de la Santa Vera Cruz. CEIRA, 1995. Págs. 207-222.

[3] MARTÍN NIETO, Serafín: De Sinagoga Nueva a capilla de la Santa Cruz de Jerusalén del cacereño Palacio de la Isla. In XLII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2013.

[4] A.D.C-Cc. S. Mt. Cofradía de la Vera Cruz. libro nº 96: Ordenanzas. acuerdos. asientos de hermanos. cuentas. 1522-1553. Actualmente catalogado como libro nº 108 y así lo vamos a citar en adelante. Fol. 53v.

[5] Ibid. Fol. 53v.

[6] Ibid. libro nº 121: Ordenanzas 1521. Hermanos 1546-1595. Fol. 128v. Acuerdo de 3 de mayo de 1552: “Por quanto entre los alcaldes huvo dyferencya y a avydo otras sobre hazer los altares para el dja de la Santa Cruz de mayo, que mandavan y mandaron que daquj adelante para syenpre gamás hechen suertes sobre los altares y el alcalde o alcaldes que no hiziere su altar y lo adereçare, que pague tres libras de cera, y que las pague dentro de los ocho días, y sy no las pagare, que el nuestro escryvano lo quyte del lybro y que no pueda más ser nuestro hermano”.

[7] Ibid. libro nº 108. Fol. 13v.

[8] Ibid. Fol. 13v.

[9] Ibid. Fol. 5.

[10] Ibid. Fol. 51.

[11] Ibid. Fol. 50.

[12] Ibid. Fol. 51.

[13] Ibid. Fol. 54.

[14] Ibid. Fol. 53v.

[15] Ibid. Fol. 52v. El 6 de octubre de 1527, expulsaron a Diego Hernández Gallego “por revelde y porque se quexaron los peñeros de la çera dél, que no avyendo él venydo a la deçeplyna del año pasado y conforme las hordennças, él devya dos lybras de çera y le fueron a sacar las prendas y él no la quyso dar, antes las defendjó y les dixo çyertas palabras deshonestas”.

[16] Ibid. Fol. 54v.

[17] Ibid. Fol. 50.

[18] Ibid. Fol. 52. 6 de julio de 1527. El 4 de agosto de 1527, decidieron “que en nengún tyenpo más no fuese hermano ny cofrade porque sea escarmyento y castygo a todos los que le fuesen hechados hofyçyo y no lo quysyesen servyr”.

[19] Ibid. Fols. 52v.-53.

[20] Ibid. Fol. 51v.

[21]Ibid. Fol. 51v. 3 de mayo de 1527. “Ordenaron y mandaron que por quanto ay una hordenança que todos los cavalleros hermanos que syrven a la cofradja el dja de la Crus son hoblygados a traer sus hachas a la proçeçyón el dja de la Crus y no las traxeron y queryan yntentar de quytallas aquel dja, y ellos tenyan mandado que para los cabyldos de todos el año no fuesen más de los alcaldes y mayordomo y seys personas que fuesen señaladas y a estos los avyan remetydo todas las cosas de la cofradja, que agora mandavan que quanto a esto de las hachas, que ellos no las puedan quytar en nenguna manera y que sy los cavalleros desto se syntyesen agravyados, que lo pydan el dja de la Crus, que es cabildo general y que ally se verá sy fuer gustyçya”.

[22] Ibid. Libro nº 121. Fol. 59.

[23] Ibid. Fol. 127v.

[24] SÁNCHEZ HERRERO, José:  Las cofradías de Semana Santa de Sevilla durante la modernidad. Siglos XV a XVII in Las Cofradías de Sevilla en la modernidad. Universidad de Sevilla, 1998. pág. 52: “Son éstas (las cofradías de la Vera Cruz),en la mayoría de los lugares, las primeras cofradías de Semana Santa conocidas y de las que se hace mención, al mismo tiempo que se las califica en la posteridad como más antigua. Son éstas, en toda Castilla con Andalucía y Murcia, las primeras cofradías penitenciales de Semana Santa que incorporaron la disciplina, flagelación o cofrades de sangre.

[25] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 108. Fol. 13v.

[26] Ibid. Fols. 15v-16.

[27] Ibid. Libro nº 121. Fol. 59v. El 4 de mayo de 1544, bajo la presidencia de fray Diego Roco, guardián del convento aquilataron el modo de la confesión: “que de aquy adelante los hermanos y cofrades de la cofradja de la Crus se confyesen la quaresma en esta manera: que pasado el prymero domyngo de quaresma se confyesen y vayan a se confesar asta bysperas de Ramos y que a todos los confesaran y que de ally adelante la Semana Santa y Pasqua no an de confesar a nenguno”.

 

[28] Ibid. Libro nº 108. Fol. 50.

[29] Ibid. Fol. 57v.

[30] Ibid. Fol. 48.

[31] Ibid. Libro nº 121. Fol. 131.

[32] Ibisd. Libro nº 108. Fol. 54.

[33] Ibid. Libro nº 121. Fol. 129.

[34] Ibid. Fol. 129.

[35] Ibid. Fols. 131 y v.

[36] Ibid. Fol. 127v.

[37] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 108. Fol. 48.

[38] Ibid. Fols. 15-16v.

[39] Ibid. Fols. 16v-17v.

[40] Ibid. Libro nº 114. cuentas y otros. 1655-1682. Fols. 44v-63. Cuentas del mayordomo Francisco Pérez Barquero (1657-1658). “Más, se le pasan en quenta seis reales que pagó de adereçar las gradas del Umilladero. Del albañil quatro reales y dos de cal”.

[41] Ibid. Libro nº 108. Fols. 27 y v. En las cuentas del mayordomo Benito Blanco de 1533-34, figura una partida de gastos “en adobo del omylladero”.

[42] Ibid. Fols. 19v-20.

[43] Ibid. Libro nº 121. Fol. 52. Entre los cofrades vivos en 1548, figura Catalina Jiménez, mujer de Juan García, encargada de alumbrar el Humilladero toda su vida.

Ibid. Libro nº 114. Cuentas y otros. 1595-1655”. Fols. 70-81v. Cuentas del mayordomo Diego Ojalvo Jiménez (1641-1642). El hortelano Diego Hernández Jarón entró “por que limpiase en los dos años de su maiordomía y asease la hermita del Humilladero que está a cargo de la dicha confradía y no se saca la suma”.

[44] Ibid. Libro nº 121. Fol. 2v.

[45] Ibid. Libro nº 108. Fol. 52.

[46] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.Cc.). Protocolos de Jerónimo Gutiérrez. Caja 3.915.

[47] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 121. Fols. 3 y v.

[48] Ibid. Fol. 128v.

[49] Ibid. Libro nº 116: Cuentas y otros. 1754-1793. Fols. 120-132. Pagó 80 reales “a Ygnazio Hidalgo pintor por pinttar la capilla del santísimo Christo de el Umilladero”.

[50] Ibid. Fols. 156-157.

[51] Ibid. Legajo 8, doc.13. Cuentas de Antonio Montero desde 25 de septiembre de 1805, en que en virtud de providencia judicial se despojó de la mayordomía a Pedro Rosado Bermejo, hasta el 3 de mayo de 1807.

[52] Ibid. Libro nº 108. Fol. 40 y v.

[53] Ibid. Fol. 60.

[54] Ibid. Libro nº 121. Fol. 128.

[55] Ibid. Fol. 70v.

[56] A.H.P.Cc. Protocolos de Antonio Gutiérrez. Caja 3.908. No reproducimos la carta de obligación en el apéndice por haberlo ya hecho Tomás Pulido en sus Datos para la Historia artística cacereña.

[57] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 121. Fol. 130.

[58] Ibid. Fol. 72.

[59] Ibid. Fol. 74v.

[60] Número 73. Lunes 24 de agosto de 1903. Firma bajo el seudónimo de Un Cacerense.

[61] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 121. Fol. 130v.

[62] Véase nuestro trabajo titulado La ermita cacereña del Espíritu Santo, publicado en las Actas del XXXIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2010.

[63] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 114. Cuentas y otros. 1595-1655. Cuentas del mayordomo Gonzalo Pavón de los años 1670-1674. Recibió por hermanos a Francisco Mendo Montejo y su mujer María de Aldana “por mandado del cabildo por aver hecho limosna a la cofradía en barnizar el Santo christo del Humilladero y entró para no servir”. Además le pagó 3.740 maravedís, de los que 50 reales los dio de limosna don Alonso de Perero.

[64] Ibid. Libro nº 115. Cuentas y otros. 1682-1754.  José Aragonés de Velasco, mayordomo de 1747-1749, pagó 44 reales a Francisco Antonio Tallo pintor por retocarlo de barniz.

[65] Ibid. Libro nº 116. Cuentas y otros. 1754-1793. El mayordomo Francisco Javier Bravo (1784-1787) le abonó 128 reales por pintar la capilla y retocar el Cristo del Humilladero.

[66] ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES (A.M.Cc). Actas Capitulares. 1606-1615. Fols. 88v-89.

[67] A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 3. Bautismos. 1662-1771. Fol. 429. “El día quatro de nobienbre de mil setezientos y treynta y un años se baptizó o balticé en esta yglesia de señor San Matheo a una niña que se halló puesta en la rexa del santo Christo del Humilladero, camino de Nuestro padre San Francisco. Recogióla el maiordomo de la cofradía de la Santa Cruz. Fue su padrino Juan Andrés y llamóse o se puso por nombre María de la Cruz del Humilladero. Decía una cédula que traía que avía nacido el día dos de dicho mes y año y para que conste la firmó. Gonzalo Digán Muesas y Sanabria”.

A.D.C-Cc. S. Mt. Libro nº 115. Cuentas y otros. 1682-1754. Fol. 506v.  Cuentas de la mayordomía de Lucas Mogollón de 1737-1739. Se descargó de cien reales que gastó en pañales y en el ama de la niña que echaron en el Humilladero y en su traslado a la Pila de Trujillo.

[68] Ibid. Libro nº 114. cuentas y otros. 1655-1682. Fol. 270v.

[69] Ibid. Fols. 20v-27v

Ibid. Legajo 8, doc. 10. Cuentas del mayordomo Vicente Villar de 9 meses y 25 días que la sirvió desde 12 julio en que fue nombrado por muerte de  Micael Alonso Guerra hasta el 3 de mayo de 1799: “Yten. Lo son sesenta y quatro reales pagados al sastre Francisco González por las echuras y composturas de una cortina negra para el Cristo del Humilladero, componer dos túnicas de cola y todas las de los hermanos y demás cosas que constaban de recibo que presentó”-

[70] Ibid. Legajo 8, doc.13. Pagó 680 reales “al maestro alarife Blas Gallardo del costo y materiales para tapiar la reja de la capilla del Santísimo Christo del Humilladero, hacer altar a la romana y otros reparos”.

[71] Ibid.

[72] Sobre la ocupación francesa de Cáceres, pueden consultarse nuestros trabajos La Guerra de la Independencia y los institutos religiosos de la villa de Cáceres. Parte I y II. In XXXVII y XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2008 y 2009. Y La documentación en francés relativa a la Guerra de la Independencia existente en el archivo Municipal de Cáceres in Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo 22, 2014.

[73] A.D.C-Cc. S. Mt. Legajo 8, doc.13. Pagó por ello 20 reales.

[74] Ibid.

[75] A.H.P.C. Clero. Caja 11.

 

[76] A.D.C-Cc. Solicitudes 1850-1860.

[77] A.D.C-Cc. Papeles varios sin clasificar.

[78] A.D.C-Cc. Cuentas de Fábrica.

[79] A.M.Cc. Actas Capitulares. 1901.

Dic 182020
 

Serafín Martín Nieto

 

En los Coloquios Históricos de Trujillo del año pasado, abordamos la fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad bajo los auspicios del obispo de Coria don Pedro García de Galarza. A ella, anexionó una serie de cofradías. La principal, justamente la que aportó la ermita, la de Santa María de los Caballeros, fue también entonces objeto de nuestro estudio. En 2020, lo completamos con la exploración de las restantes a partir de los pocos y dispersos datos hallados en diferentes archivos.

 

SAN MIGUEL

San Miguel era una de las más antiguas ermitas de Cáceres. En su testamento otorgado en Sevilla el 16 de octubre de 1340[1], ya la cita Juan Alfonso de la Cámara, primer señor de Orellana la Vieja: “e mando a Santa María de Cáçeres para la obra diez maravedís e mando a Santa María Magdalena del Alcázar de Cáçeres diez maravedís para la luminaria e mando a todas las otras yglesias de la villa e del arrabal de Cáçeres e a San Miguel e San Pedro sendos maravedís a cada una para la obra”[2]. Pero, ¿dónde se ubicaba esta ermita? Desde luego, en el arrabal, no muy lejos de la villa. La afirmación en las ordenanzas de la Soledad de que estaba incardinada en la ermita de Santa María de los Caballeros nos hace suponer que este templo podría haber estado dedicado en sus inicios al príncipe de los arcángeles, toda vez que los cambios de advocación de las ermitas no resulta un hecho inusual[3].

La fundación de su cofradía se sitúa en torno a 1570, según se deduce de la carta de censo otorgada el 1 de diciembre de 1574 por el tejedor Benito Sánchez Amigo y su hermano Francisco Sánchez, junto con sus respectivas mujeres, Leonor Martín y María Alonso, de quinientos maravedís de renta al quitar, por siete mil de principal, a favor de la cofradía de San Miguel, “nuevamente ordenada e ynstituyda”, “la qual dicha cofradía se sirve y canta en la yglesia de Nuestra Señora Santa María de los Cavalleros”, y de su mayordomo, el carpintero Francisco Martín, sobre casas que confinaban con dicho templo[4].

En los pocos años de existencia, procuró reunir bienes para cumplir con sus fines. El 23 de abril de 1577, Blas García traspasó, por siete maravedís, a la cofradía de San Miguel quinientos maravedís sobre unas casas de Francisco Sánchez Redondillo y su mujer Teresa Jiménez en la calle que iba de San Juan a San Antón (hoy San Pedro), colindantes con las de Juan de Ávila Figueroa, que dos décadas después se integrarían en el convento de San Pedro[5].

La penuria de datos nos impide conocer más acerca de su origen e historia.

 

SANTA MARÍA DEL PRADO

Para atender a las necesidades religiosas, los particioneros de los distintos asentamientos edificaron una serie de ermitas en los pagos y dehesas del término de la villa. Para la defensa de sus intereses, solían agruparse en torno a cofradías dotadas de ordenanzas cuyo objeto era no sólo el bien espiritual, sino sobre todo la conservación de sus cultivos. No se conservan las ordenanzas de esta época de Santa María del Prado, pero sí la de otras ermitas del entorno, cuyo tenor apenas se diferenciaba de unas a otras[6].

Y este es, sin duda, el origen del santuario de la hoy patrona del Casar de Cáceres, ubicado en el sitio de la Jara, rodeado de viñas con lagares y vasijas pertenecientes a vecinos de la villa de Cáceres. Este paraje sería conocido a lo largo de la historia como las viñas de Santa María del Prado. Su cofradía estuvo incardinada en el templo parroquial de San Juan y existía ya en 1498, como veremos.

Parte de la primitiva imagen de Nuestra Señora del Prado, entronizada en un retablo rococó tallado por Vicente Barbadillo, se encuentra embutida en la actual. En la segunda mitad del siglo XVIII, en Cáceres, entre las cofradías que se lo pudieron permitir, se generalizó la costumbre de enviar a Madrid las antiguas imágenes marianas para dotarlas de ojos de cristal a fin de adaptarlas al gusto de la época. De entonces, debe datar la brutal transformación de la Virgen del Prado.

La actual capilla mayor se levantó a comienzos del siglo XVI (Foto 1).

 

Foto 1. Capilla mayor de Santa María del Prado. Foto: Serafín Martín Nieto

 

Para su construcción, Alonso Holguín donó ocho mil maravedís, que pagaría su hijo el camarero Sancho de Paredes Golfín, el cual añadió otros 15.650 para completar la obra. Por este motivo, la clave de la bóveda blasona las armas de los Golfines:

“Conosco yo, Juan Mateos, mayordomo de Nuestra Señora Santa María del Prado, que resçibí de vos, el señor Sancho de Paredes, Camarero de la Reyna nuestra señora, que aya santa glorja, tres mjll maravedís de los ocho mjll maravedís, con qujnientos más quel señor Alonso Holgujn, que aya glorja, me avja dado, los quales son para en cuenta e pago de los ocho mjll maravedís que mandó para la obra de Señora Santa María del Prado, los quales dichos ocho mjll maravedís, no enbargante quel dicho Alonso Holgujn los mandó dar e se me djeron los dichos tres mjll maravedís, se deven a vos el dicho Sancho de Paredes; por otra parte a vos el dicho Sancho de Paredes qujnze mjll e seysçientos e çinquenta maravedís, por los quales tenéys dos obligaçiones del orno questá arrendado para Santa Marja del Prado e un poder mjo para recabdar e cobrar los dichos maravedís. E porques verdad, rogué a Gonçalo Djaz que lo fermase por mj de su nonbre, porque yo no sé escrivjr. A ocho de otubre de mjll e qujnientos e çinco años. Gonçalo Djez (firmado y rubricado)”[7].

El concejo del Casar entabló pleito contra Juan Mogollón, mayordomo del Prado, a consecuencia de las penas impuestas a los lugareños por los daños que causaban sus ganados en las viñas. Interpretando laxamente una ejecutoria ganada en Granada, pretendían que llevasen al corral del Casar los animales prendados y las penas fueran similares a las que se imponían en el lugar. Benito Delgado, mayordomo de 1578, ante el teniente de corregidor, licenciado Diego de Valdivia, declaraba que el Casar sólo poseía por término media legua alrededor del pueblo y que era allí donde ellos podían poner guardas para la conservación de las viñas y heredades contenidas en dicho término, pero las viñas del Prado estaban a más de legua y media y dentro de la jurisdicción de Cáceres y las penas que se aplicaban eran las contempladas en las ordenanzas de la villa. Y, cargando las tintas contra los casareños, añadió que “e aún convenía que las dichas penas fuesen muy mayores, espeçialmente contra los vezinos del lugar del Casar por ser, como son todos, muy dañinos e perjudiçiales e que asuelan y destruyen las heredades de tal manera que no solamente no se pueden criar plantas de nuevo, pero las que están criadas de muy atrás las destruyen”[8].

El lugar del Casar trató en múltiples ocasiones de alcanzar la condición de villa, eximirse de la jurisdicción de Cáceres y gozar de término propio. Por ello, con frecuencia, como hemos visto, las relaciones eran tensas. El 21 de marzo de 1588, Bartolomé Sánchez Melón el viejo y los clérigos Hernando Gil y Benito González, en su nombre y en el de los demás “herederos y señores del pago de viñas que dizen Santa María del Prado”, donde poseían “muchas heredades de viñas e higuerales e nuestras casas e lagares de mucho valor e calidad”, otorgaron poder a procuradores de Cáceres y de la Corte para oponerse a dicha pretensión por cuanto “recibiríamos mui notable daño y pérdida”[9].

Una vez agregada a la cofradía de la Soledad, los particioneros siguieron nombrando mayordomo y alcaldes que velaran por sus haciendas. El 24 de septiembre de 1599, congregados “en el çimenterio de la parrochial de Señor Sant Juan de esta villa”, los clérigos Benito Gil, Diego Alonso Mariño, Gonzalo Sánchez y Andrés Sánchez; Antonio Sánchez de Dios, Vasquiáñez de Soto, el cerero Alonso López, el barbero Francisco Ruiz, el sastre Pedro González sastre, Juan Franco, Gonzalo Jiménez Corchado, el escribano Juan Romero, todos vecinos de Cáceres, eligieron mayordomo del pago de Santa María del Prado a Pedro González y por alcaldes a Gonzalo Gil y a Antonio Sánchez “para la guarda y conservaçión” de dicho pago, otorgándoles poder cumplido para cuantas acciones judiciales o extrajudiciales debieran llevar a cabo[10].

La agregación del obispo Galarza no afectó a la cofradía existente en Casar de Cáceres en honor de la que hoy es patrona de la localidad.

De este periodo de su historia solo conocemos los escasos datos relativos a escrituras de censos que hemos hallado en los protocolos notariales.

El 31 de diciembre de 1498, ante Pedro de Moreda, Pedro Martín Gazapo y María González vendieron a la cofradía 200 maravedís perpetuos anuales por 2.300 de principal que impusieron sobre casa en la calle del Horno de la Feria (calle Andrada) que lindaba con la de Pedro Juan y con el arroyo de Caganchas (Río Verde). La cofradía dió la casa a censo perpetuo a García Michel e Isabel García por 200 maravedís anuales el 2 de septiembre de 1526 ante Francisco de Figueroa. Tras pasar por varios propietarios descendientes de Michel, acabó por el mayorazgo de doña Clara de Ribera en la familia Perero, la cual lo redimió en 1785[11].

Otra escritura contra los bienes de Gonzalo de Figueroa otorgada el 1 de noviembre de 1527[12].

450 maravedís sobre casa en Barrio Nuevo que la cofradía vendió a censo enfitéutico al clérigo Mateo Delicado el 22 de junio de 1533 ante Francisco de Figueroa[13].

228 maravedís sobre el suelo y propiedad de unas casas en la calle de Morales, luego Sancho Blázquez y Barrio Nuevo, linde las de Cristóbal Martín Macotela y las del clérigo Jerónimo González, y por la espalda “con el camino que iva a el Matadero donde jugavan a los birlos”. Como llevaban más de treinta años derrumbadas y convertidas en solar sin cobrar la renta, el 28 de octubre de 1543, ante Francisco Borje, las traspasaron al mencionado clérigo Jerónimo González por 114 maravedís anuales sobre viña en Santa María del Prado al sitio conocido como el Pozo de Solís[14], “en el camino de la Xara a Nuestra Señora de Altagraçia”[15].

250 maravedís y una gallina sobre el suelo de una casa en la calle del Horno[16].

200 maravedís y dos pollos sobre acera en la dehesilla de Arriba, a orillas del cauce de la rivera y a la vera de la calleja que iba del molino a las viñas del Calerizo[17].

Año Mayordomo Alcaldes Escribano
1498 Alfonso Martín de Loriana
1507 Juan Mateos
Benito Gómez
1526 Juan Sánchez Montero Francisco García, sastre Alonso González

 

SAN ANTÓN EL VIEJO

En la colación de Santiago, se alzó un emporio de ermitas, entre las cuales, la de San Antón el Viejo o San Antonio de los Vaqueros. Su ubicación exacta radicaba en la calle de Romero, llamada también de Juan de la Peña y de Antonio Gutiérrez, en la actual plazuela de la Audiencia. Se la denominaba el Viejo por cuanto fue anterior en el tiempo a la ermita y cofradía de San Antón de los Escambriones, que se emplazó en la actual calle que lleva su nombre.

Desconocemos el momento de erección de esta ermita que se desacralizó en fecha no muy posterior a 1562. El 30 de julio de dicho año, Juan Miguel, viudo de Catalina López, con motivo de la boda de su hijo Benito Martín con Elvira López, hija de Lorenzo Jiménez y Catalina Gómez, vecinos de Sierra de Fuentes, les ofreció, entre otros bienes, la mejora de la casa que le dejó Benito Martín, abuelo del novio, en la calle de Juan de la Peña, linde la que fue de Pablos Picón y la iglesia de señor San Antón, sobre las cuales tenía un censo la cofradía de la ermita[18].

Una vez desafectada, se transformó en casa de morada. La imagen del santo se trasladó a la ermita de San Lázaro, donde se le rindió culto hasta que tras la guerra de Sucesión fue mandada derruir por el obispo don Sancho de Velunza y Corcuera.

La decisión del obispo Galarza de agregarla a la recién fundada cofradía de la Soledad, no sentó bien. Por ello, congregados el 13 de febrero de 1583, apoderaron al mayordomo y a procuradores de Cáceres para comparecer ante el prelado y ante cualquier otra justicia para que “podáis contradezir e contradigáis la junta que su Señoría Yllustrísma pretende hazer de la dicha confradía de Señor San Antonjo con la confradía de Nuestra Señora de la Soledad y pedir y suplicar a su Señoría se sirva de no las mandar juntar, antes que la dicha confradía de San Antonio se esté dividida y apartada de por sí, como sienpre a estado, sirviéndose en la dicha hermjta de señor San Lázaro, donde tiene su altar e rretablo, porque de se juntar viene mucho daño y perjuizio a la dicha confradía de San Antonio y a la de señor San Lázaro y a la de San Andrés, que asímismo se sirve y canta en la dicha hermjta”.

Ante el apremio del obispo, el 10 de agosto de dicho año, confirieron poder al mayordomo, los alcaldes y a procuradores de Cáceres para responder a un mandamiento del obispo Galarza “que nos a sido notificado en rrazón de dezir que se a de juntar la dicha confradía de señor San Antonio con la confradía de Nuestra Señora de la Soledad. Y que se ysiban y entreguen los papeles, escrituras y rrecados” y oponerse a él de todas las formas legales, incluida las recusaciones de abogados y jueces y la posibilidad de recurrir al rey.

Cuatro días más tarde, reunida la cofradía de San Lázaro bajo la presidencia del mayordomo Benito Martín Santos y los alcaldes Diego Martín y Lorenzo Martín, con asistencia de los cofrades Alonso de Solís y Yuste Martín, apoderaron al mayordomo y a procuradores de Cáceres para pedir al obispo que no se llevase de dicha ermita a la cofradía de San Antón de los Vaqueros ni la agregase a la de la Soledad, pues “está obligada a rreparar la dicha yglesia de señor San Lázaro y que la confradía de señor San Lázaro es pobre y se perderá la dicha yglesia porque no tiene con qué poderla sustentar. Y de que la dicha yglesia de señor San Lázaro se aumente y no venga en demjnuçión, conviene a esta villa y a sus veçinos y espeçialmente a los comarcanos mucha utilidad y provecho por la dicha yglesia de mucha devoción, y le pedir se sirva de la juntar con la dicha confradía de señor San Lázaro la de señor San Antonio y que estén juntas e yncorporadas una con otra”[19].

De nada valieron tales súplicas ni la perspectiva de pleitos: el obispo se mantuvo firme en su decisión. Y la cofradía con todos sus bienes se fusionó con la de la Soledad. Sin dilación, el primer mayordomo de la Soledad, Hernando Cambero Valverde, solicitó a su mentor, el obispo, permiso para vender a censo enfitéutico la antigua ermita, cuya “abocaçión estava en el arraval de la dicha villa, a la collaçión de señor Sanctiago, en la calle que diçen de Juan de la Peña, que alinda por una parte con casas de Benito Martín, perayle, y por otra con casas de Mençía Alonso, veçinos de la dicha villa; e junto con la dicha hermjta de suso deslindada tenja una casa con sus corrales”. Sin duda, la tradicional casa del ermitaño, o santero, como se les denominaba en Cáceres.

El 18 de marzo de 1583, por cuanto convenía a sus planes, don Pedro García de Galarza rápidamente lo autorizó argumentando que llevaba ya muchos años en usos profanos[20].

“Don Pedro Garçía de Galarça, obispo de Coria, etc. Por quanto por parte de Hernando Cambero Valverde, mayordomo de la confradía de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario y vezino desta villa de Cáçeres nos fue presentada la petiçión siguiente:

Ilmo. Sr. Hernando Cambero Valverde, mayordomo de la confradía de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario digo que por mandado de V. Sia Ilma se juntó y allegó a esta sancta confradía la confradía que se deçía de Sanct Antón el Viejo, la qual la dicha confradía tenía su yglesia con una casa y corrales, y no es ya de ningún effecto para la dicha confradía como a V. Sía le es notorio. Por tanto, pido y suplico a V. Sia mande dar liçençia en forma, usando de su poder ordinario para que la dicha casa se venda o dé a çenso en almoneda pública en el que más diere, para lo qual, etc.

Por tanto, Nos, vista la dicha petiçión, attento que nos consta que la dicha yglesia de la confradía dicha de Sanct Antón está muchos días ha profanada con liçençia de nuestro anteçessores, y que la casa y corrales son de muy poco o ningún efecto, y que vendiéndose o dándolo a çenso será más útil y provechoso a la dicha confradía. Por la presente, damos liçençia para que las dichas casas y corrales se pongan en almoneda pública en la qual anden y se pregonen por spaçio de un mes, y en la persona que más diere por ellos o a luego pagar o a çenso al quitar se le rematten, tomando el dicho mayordomo la seguridad y fianças neçessarias de manera que a la dicha confradía no pueda venir daño ninguno, porque siendo por su culpa, lo pagará de su hazienda y de todo, él pueda hazer qualquier scriptura o scripturas públicas en forma por ante scrivano que para la validaçión y firmeza dellas damos esta nuestra liçençia y facultad. En Cáçeres, a diez y ocho días del mes de março de MDLXXXIII años

Petrus episcopus cauriensis

Por mandado de Su Sia Yllma

Juan Sánchez de Ledesma, secretario”.

Una vez alcanzada la licencia, Valverde dejó la mayordomía. A su sucesor, Pedro González, sastre, le cupo todo el proceso de la almoneda de la antigua ermita con la casa contigua y el corral. Se remató en Juan de Luján por cincuenta y siete reales de renta de censo perpetua, pagadera en los dos plazos habituales y con la obligación de mantenerlas en perfecto estado. Luján las traspasó al escribano Alonso Pacheco y a su mujer Beatriz Gómez, a quienes otorgó carta de venta el mayordomo el 27 de abril de 1584[21] (Foto 2).

 

Foto 2. Ubicación de la ermita de San Antón el Viejo. Foto: Serafín Martín Nieto

 

Con ello, se simplificaban las devociones, antaño tan duplicadas en Cáceres. Así. el 25 de octubre de 1588, Alonso Sánchez Sevillano, mayordomo de la cofradía de San Antón de los Escambriones a la que ya denomina de los Vaqueros, junto con los mayordomos Diego Hernández Cotrina, de la Vera Cruz; Juan Moreno, del Dulce Nombre de Jesús; Juan Martín Pérez, del Santísimo Sacramento; Rodrigo Vara, de Nuestra Señora del Rosario; Francisco Sánchez Mostazo, de San Benito; Francisco Lorenzo, de Santa Catalina; Gonzalo Hernández, de los Mártires; Alonso Gómez Pozo, de Nuestra Señora de la Concepción; Diego Durán, de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario; Juan Sánchez Sevillano, de San Andrés; Andrés García, de Nuestra Señora de la Misericordia; Alonso Lorenzo, de San Blas; Juan de Ávila Maldonado, de San Jorge; Pedro González, de Nuestra Señora de la Caridad; Simón Sánchez Ojalvo, de Santa Ana, otorgaron poder a favor de los procuradores de Cáceres y de la audiencia episcopal de Coria, de la metropolitana de Salamanca, de la Corte de Madrid y de Granada para que pudieran comparecer ante el Supremo Consejo y el juez metropolitano del arzobispado de Santiago con residencia en Salamanca y ante el obispo Galarza para presentar alegación contre un auto proveído por el licenciado Francisco Rojo, visitador general del obispado, “en que manda que los mayordomos de las cofradías desta dicha villa no conpren bienes nj rrenta ni otra cosa alguna para las dichas cofradías syn licencia e mandado del obispo deste obispado so ciertas penas como del dicho auto se contiene”[22].

En su testamento, el licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado dispuso que en sus casas principales se fundara un hospital con capilla donde hubiera sagrario y un retablo bueno con las imágenes de bulto de San Antón y San Benito. Curiosamente los titulares de las dos ermitas cercanas a su morada[23].

El corregidor don Francisco Ramírez de Haro, caballero de Santiago, “tomó para la obra del dicho hospital y plazuela que se hizo delante de las puertas prinzipales de él dos casas que se derribaron para el dicho efecto, la una de ellas que fue de Francisco Sánchez Bravo, enterrador, en la calle de Juan de la Peña, donde asimismo se edificó el dicho hospital, lindando con la calleja del horno de Rodrigo de Ovando y con otra casa que fue de Alonso Pacheco”, “la qual fue hermita de San Antón”. Ambas se compraron “a los dueños de ellas para las derribar como las derribaron para hornato del dicho hospital y hazer, como se hizo, la dicha plazuela”[24]. En el momento del derribo, el edificio de la ermita servía de cilla de la parroquia de Santa María. La ermita y casa del ermitaño lindaban solo por arriba con las casas del mencionado enterrador.

El 14 de septiembre de 1640, la cofradía solicitó el reconocimiento de ambos censos, que ascendían a 72 reales de renta, ya que, por las ocupaciones de su residencia y brevedad de su partida, no lo hizo el corregidor Ramírez de Haro[25].

La imagen de San Antón, de pequeño tamaño, recibió culto en la cercana ermita de San Lázaro mientras esta permaneció en pie. Después, pasó a la iglesia de Santiago, donde ha recorrido varios altares. Actualmente, se custodia en la sacristía (Foto 3).

Foto 3. Imagen de S. Antón (Foto: Serafín Martín Nieto)

Las rentas que poseía eran las siguientes:

El 9 de junio de 1532, Pedro González Pulido, mayordomo de la cofradía de Santo Toribio, y Francisco Picón, hijo de Macías Picón, mayordomo de la de San Antonio de los Vaqueros dieron a censo a Juan del Quarto y Benita González una casa que ambas cofradías tenían en la calle de los Moros, linde la de los compradores, por 210 maravedís para la de Santo Toribio y 90 para la de San Antón, con las obligaciones de rigor de tener la casa siempre en buen estado[26].

250 maravedís sobre el molino de la Torrecilla, propiedad de Alonso de Paredes Delgadillo.

400 maravedís perpetuos sobre casa en la calle de Pedro de Sande, linde las de Miguel Gutiérrez y las de Teresa Gómez, que el escribano Alonso Pacheco compró a Juan Gutiérrez de Ulloa[27].

80 maravedís sobre el suelo y propiedad del corral de la casa en que vivía Teresa Gómez, viuda de Diego Sánchez Solana, que pagaba su difunto padre Hernando Blanco, en la calle de Sande, linde la que fue de Beatriz de Ulloa, que poseía el arriba citado escribano, y las del tejedor Cristóbal González.

115 maravedís sobre casa con corral en la calle de Roa, por otro nombre de Sande, que el cardador Miguel Gutiérrez heredó de su padre Gutierre Sánchez una casa con corral en la calle de Roma, que también se llama de Pedro de Sande, linde la de Alonso Pacheco escribano y la de Francisco Lorenzo[28].

250 maravedís sobre siete días que en el molino del Garzón poseía María Gutiérrez de Sanabria, viuda de Rodrigo Picón[29].

450 maravedís sobre casa en Barrio Nuevo de la citada viuda, linde las de Cristóbal clérigo y la de la capellanía de los Escobar[30]

335 maravedís perpetuos sobre casa en la calle de Romero que el cardador Benito Martín Miguel heredó de su abuelo, Benito Martín Botero, linde con casa de dicha cofradía y por abajo con la de Antonio Gutiérrez de Sanabria[31].

510 maravedís sobre casa contigua a la ermita, en la calle de Juan de la Peña linde con la calleja del horno de Rodrigo de Ovando, que se derribó para hacer la plazuela[32].

Estos son los únicos nombres de los cofrades que hemos encontrado.

Año Mayordomo Alcaldes Cofrades
1532 Francisco Picón
1582-83 Andrés Martín Macho Hernán Sánchez Juan Macho, Nicolás Rodríguez, Alonso Martín Durán, Francisco de Molina, Benito Martín, Juan Martín Maderuelo, Juan Martín, Tomé García Cabezalbo
1583-84 Alonso Martín Durán Benito Martín y Alonso Martín Nicolás Rodríguez, Francisco de Molina, Francisco Martín Caballero, Alonso García
1588 Alonso Sánchez Sevillano

 

SANTA MARINA

De la cofradía de Santa Marina, “que se sirve en el altar de su advocaçión en la yglesia de San Juan”, los datos son también muy parvos: se limitan a unas escasas noticias encontradas en los protocolos notariales referentes a las dos casas que poseía y a algunas rentas de censos.

En actual plaza de San Juan, paralela a la Corredera, se alzaba una manzana de casas que, por las traseras, daba origen a la estrecha y reducida calle de Ovando, desaparecida en 1902[33]. En ella, la cofradía poseía dos casas colindantes.

La grande, lindaba por abajo con casas de los hijos de Sebastián Jiménez Ballesteros. La cofradía se la había dado a censo perpetuo, el 27 de febrero de 1539 ante Diego González, por 500 maravedís y 2 gallinas anuales al tejedor Alonso González Heredia, quien se la mandó en dote a su hija Isabel Rodríguez para casarla con Juan Valdivieso, hornero que fue del cercano horno de poya. Heredia se reservó su usufructo vitalicio, sin embargo el 10 de mayo de 1572 renunció a él[34]. Hernando de Ovando Becerra compró esta casa junto con las que colindaban con los corrales de sus casas principales. Sin embargo, su hija, doña María de Ovando Becerra la vendió al presbítero Gabriel de Grajos, quien, el 22 de abril de 1597, reconoció a la cofradía de la Soledad como propietaria de dicha carga[35]. Seguramente la venta solo tendría validez mientras viviese la vendedora, como ya hubo hecho su padre Hernando con Isabel González, viuda de Juan Bravo, “posehedora de unas casas que le dio por los días de su vida Hernando de Ovando”. Diego Criado Ojalvo la compró al concurso de acreedores a los bienes de doña Teresa de Perero Ovando, mujer de don Jerónimo de Godoy Ovando. De él, la heredó su hija doña Josefa Gertrudis Flores Tejado, mujer de don Juan Nicolás Pizarro Estopani, quien reconoció el censo el 12 de septiembre de 1725 ante Francisco Martín Pozo Andrade.

Esta casa se alzaba en la calle que iba de la Corredera a la de Gallegos y Postigo, frente a las traseras del horno, y hacía esquina con la calleja que va de esa calle a la iglesia de San Juan y calle Gallegos, colindante con una casa pequeña que poseían don Rodrigo de Ovando Godoy y doña Francisca Espadero y Torres; por la parte de la calle donde se abría la puerta principal, con casa del mayorazgo de Rodrigo y Gutierre de Ovando que poseía don Diego de Ovando Ribera y Córdoba. Pizarro se la vendió a Juan Ramos Berrocal, quien, como nuevo poseedor, reconoció el censo a instancias del mayordomo Pedro Gutiérrez el 6 de agosto de 1750[36].

La pequeña, colindante con la anterior y la de Juan Rodríguez Criado, hacía esquina a la calle de Ovando y la calleja que va de San Juan a la subida del Postigo y a la calle de los Gallegos. La tenían acensuada Andrés Gentil y su mujer Inés Martín, quienes vendieron las mejoras realizadas en ella a su hermano Juan Gentil por tres ducados de oro. Pero el mayordomo Pedro Holguín Cabezón reclamó el derecho de tanteo, cuya escritura se otorgó el 13 de octubre de 1539[37]. Posteriormente, se dedicarían a morada de gente pobre. El licenciado Gonzalo Martínez Espadero ofreció dar a la cofradía por estas casas, “que se suelen dar para en que bivan personas pobres”, otras que él tenía en las cercanías, en la calle de Carniceros, que había comprado a Alonso de Perero, linde las de Rodrigo de Ovando y las del corredor Juan Pérez. Contando con licencia del obispo don Diego de Deza de 11 de enero de 1572, el 1 de mayo, estando reunidos en los poyos a la puerta del Sol de San Juan, efectuaron este trueque que les resultaba muy beneficioso por cuanto la casa de la cofradía tenía una sola planta y estaba situada en una rinconada húmeda, mientras que las del licenciado Espadero tenían dos y se emplazaban en un lugar más saneado y porque, además, les daba cien maravedís de renta perpetua.

“Don Diego de Deça, por la graçia de Dios y de la Sancta Yglesia de Roma, obispo de Coria, del Consexo de la Magestad Real, etc. Vista la petiçión que por Françisco Cotrina Delgado, en su nombre y como mayordomo de la Confradía de Señora Sancta Marina, que se sirve en el altar de su advocaçión en la parrochial yglesia de Señor Sant Juan de la villa de Cáçeres, de nuestra diócesis, nos fue dada diziendo que la dicha confradía tenía una casa en la collaçión de Señor Sant Juan, linderos casa de Alonso Gonçález Heredia y calleja que va de la dicha yglesia a la calle de los Gallegos, que se suele dar para en que bivan pobres; y por estar en unas rrinconadas inmundas y en sitio secreto y húmido, enfermo y ascondida, avían acordado de darla en trueco al liçençiado Spadero, vezino de la dicha villa, por otra que él tenía en la dicha collaçión, en la calle de Carniçeros, linderos casas de Rodrigo de Ovando y de Juan Pérez, conque el liçençiado diese y pagase demás de la dicha su casa a la dicha confradía perpetuamente çien maravedís de rrenta de çenso cada año y le pusiese unas puertas en la pieça baxa y una vigueta y toçones en lugar de otros questavan quebrados. Y con esto el dicho trueco era evidentemente provechoso a la dicha confradía y pobres, y más por estar en muy mejor calle y sitio enxuto, sano y apazible y tener alto, lo qual no tenía la de la dicha confradía, pidiendo mandásemos dar liçençia para ello y aprobar y confirmar el dicho trueco. Y visto ansimismo el pareçer que estando juntos los offiçiales y confrades de la dicha confradía por nuestro mandado, dieron firmado de sus nombres ante notario de como a la dicha confradía era útil y provechoso y a los pobres hazerse el dicho trueco y convenía en la forma de la dicha petición, mandamos dar la presente por el thenor de la qual y por nuestra auctoridad ordinaria en la causa y forma que mejor podemos y a lugar de derecho, damos liçençia a la dicha confradía y confrades della para que lo hagan y efectúen, conforme a la dicha petiçión y en rrazón dello otorguen en favor del dicho lieçençiado Spadero y rreçiban en él de la dicha confradía la scriptura o scripturas que se rrequieran, con las fuerças, vínculos, firmezas, sumissiones, rrenunçiaciones de leyes y obligaçiones que convengan y sean nesçesarias, a que ynterponemos nuestra auctoridad y decreto judiçial, tanto quanto podemos y a lugar de derecho. Dada en Cáçeres a onze días del mes de enero de mill y quinientos y setenta y dos años.

Didacus episcopus. Por mandado del obispo Françisco Sánchez del Arroyo, secretario. Firmado y rubricado” [38].

Poco tiempo la conservó el licenciado Espadero. Ya porque se arruinaran o porque las mandara derribar, en 1573 estaba convertida en un solar que, el 12 de febrero de dicho año, dio a censo perpetuo a Pedro Bravo, “el qual dicho sitio y solar quedó de una casa que la cofradía y cofrades de Santa Marina desta villa me dio en trueco por otra que yo le di en la calle de Carnjçeros, conque yo avía de dar más a la dicha cofradía y cofrades della çien maravedís de rrenta de çenso perpetuo para syenpre jamás, ynpuestos y cargados sobre las casas de Alonso Gonçález Heredia”[39].

La nueva casa de la calle de Carniceros mantendría el uso asistencial como comprobamos a través de la venta otorgada el 8 de agosto de 1583 por parte del cardador Jerónimo Digán, viudo de María Sánchez la Muriela, de la parte de casa que a sus hijos les correspondía de sus abuelos maternos en la calle de Carniceros, linde “con casas de la confradía de Santa Marina desta villa que se da la bivienda por amor de Dios”[40]. Aún lo mantenía en 1599[41].

Además, contaba con estas rentas:

15 maravedís perpetuos sobre casa en la colación de San Juan, linde con los corrales de las casas de Cristóbal de Ovando. El 20 de noviembre de 1540, Antonia González, viuda de Alonso de Escobar, y su yerno Pedro Gutiérrez, marido de María de Escobar, vendieron la casa con esta carga a Diego Alonso y a Juana González[42].

100 maravedís sobre casa en la calle Gallegos, linde las de don Francisco de Perero y las del sastre Diego Jiménez, conforme al trueque realizado por el licenciado Espadero[43].

Año Mayordomo Alcaldes Escribano Cofrades
1539-1540 Pedro de Grajos, escribano Pedro Holguín Cabezón
1571-72[44] Francisco Cotrina Delgado, tintorero Martín Delgado, tintorero Hernando Alonso, clérigo Bartolomé Delgado, tintorero; Juan Mogollón, Miguel González Parrón

 

SAN JULIÁN

Aunque no figura en las ordenanzas fundacionales de la Soledad entre las agregadas, sin embargo, lo cierto es que la de San Julián lo fue a la par que las otras. Fue una cofradía de escasísima vitalidad y que apenas ha dejado rastro.

La única renta que hemos hallado, es la siguiente:

115 maravedís sobre casa en Barrio Nuevo que fue de Hernando de Osma[45].

 

SAN BARTOLOMÉ DEL PIZARRAL

Cáceres, cuenta con uno de los términos municipales más extensos del reino. Para colonizarlo, desde muy pronto, se concedieron tierras a los vecinos. Una de las modalidades fue el heredamiento, que contaba con un pequeño núcleo de población con sus casas, cercados, zahúrdas, tierras de pasto y labor, huertos, etc. El número de particioneros variaba mucho de unos a otros.

El del Pizarral, en los campos del río Salor, no lejos del actual poblado de colonización de Valdesalor, contaba con muy pocos herederos, que, por sucesivas compras ventas[46], quedaron reducidos únicamente a cinco.

Pero no por ser pocos, estaban exentos de discordias y litigios por el aprovechamiento de los pastos comunes. Diego de la Rocha y Francisco de Paredes ganaron ejecutoria en Granada el 11 de diciembre de 1536 para que ningún comunero labrase otras tierras que no fuesen las que la justicia de Cáceres les asignase. En virtud de esta real carta, el 19 de febrero de 1543, ambos requirieron al teniente de corregidor, licenciado Alonso Pérez, por el corregidor don Alonso de Castilla, para que señalara a cada heredero la tierra para labrar. El 19 de enero de 1544, el pregonero Martín Hernández pregonó en la plaza el señalamiento de las tierras, que llevaría a cabo el alguacil de campo Pedro de Obregón el 10 de febrero en el Pizarral[47].

La Guerra de Sucesión retrasó el que trataban entre sí los herederos. Para solucionar el atolladero en que se encontraban, el 12 de diciembre de 1711, don Pedro Alonso Golfín Ulloa, caballero de Alcántara y clérigo de menores, don Juan Durán de la Rocha Carvajal y Roco, don Diego Antonio de Ovando Rol y Castejón, don Martín Francisco de Figueroa Carrillo y don Sancho Flores de Vargas, a fin de evitarse más gastos y costas de pleitos, acordaron dividir en cinco partes iguales el heredamiento, que estaba proindiviso, dando a cada uno la parte contigua a su casa a fin de evitar más litigios por los daños que pudieran hacer los ganados si tuvieran que desplazarse por todo el heredamiento, salvo para ir a abrevar. Para ello, harían venir de Zorita al agrimensor Francisco Hernández Burgueño. Aunque las ordenanzas antiguas prescribían que los herederos debían gozar los pastos con sus propios ganados sin poderlos arrendar a extraños, convinieron que los que no tuvieran animales podrían arrendar su parte a pasto y labor[48], pero siempre sería preferido por el tanto uno de los particioneros frente a los extraños. Este contrato tendría una vigencia de seis años. Luego se atendrían a las ordenanzas antiguas mientras no se sustanciara el pleito pendiente[49].

El 19 de febrero de 1723, el regidor don Gutierre de Solís Ovando y Paredes, capitán de caballos corazas, poseedor del mayorazgo de Diego García de Paredes y del Pizarral, dio poder a procuradores de Cáceres para pleito contra don Diego Antonio de Ovando Castejón, don Juan Durán de la Rocha, don Alonso Antonio Golfín Ulloa, don Martín de Figueroa y don Sancho Flores de Vargas, por haberle despojado de su posesión y expulsado los ganados, so pretexto que eran los únicos herederos[50]. Tal vez reclamaba la parte que Hernán Martín Melón, hijo de Francisco Sánchez Melón, vendió en 16 reales a Francisco de Solís, la cual lindaba con la casa de los Melón[51].

Don Diego Antonio de Ovando era propietario por herencia de sus antepasados Francisco de Ovando el mayorazgo, quien el 10 de septiembre de 1559 había trocado con Álvaro de Aldana Ulloa 11.530 maravedís de renta en el Collado más 12.500 en dinero por el tercio del campillo de los Duranes y en el Pizarral un solar de casas, cercas y corrales y alcacerillo[52]; y Pedro Rol de Ovando y Cerda, alférez mayor, quien, en 1608 había comprado en 450.000 maravedís a don Gonzalo Gómez de Carvajal y a su mujer doña Catalina de Paredes Saavedra, heredera de su tío Martín de Paredes, el asiento, casa, tierras, corrales, alcaceres, zahúrdas y casares del Pizarral en virtud de la cláusula de su testamento por la que facultaba la venta de bienes para comprar renta para un vínculo, por cuanto el asiento del Pizarral era de muy poco provecho y las casas y cercados estabam malparados[53]. Pedro Rol también había comprado en pública almoneda ante el notario Francisco Tello las tierras que en el Pizarral tenía la cofradía de San Bartolomé[54].

Don Sancho Flores lo había heredado de sus ascendientes Pedro Sánchez[55], ovejero, y Bartolomé Sánchez Melón –quien vinculó la posesión. El 22 de junio de 1552, Juan de Ulloa Paredes vendió a Bartolomé Sánchez, hijo de Alonso Sánchez Melón y nieto de Pedro Sánchez ovejero, en 15.000 maravedís unas casas en el heredamiento del Pizarral, con su horno, zahurdas, corraladas, pasto, que había comprado a Bartolomé Rodríguez, incluidas las mejoras que había efectuado[56]. Esta nueva adquisición incrementaba su participación en el heredamiento: El 26 de julio de 1549, su padre le había donado el pasto en el Pizarral que había comprado a su hermano Francisco Sánchez y otro en Seguras y Mogollones que había heredado de su padre Pedro Sánchez[57].

Su descendiente don Juan Flores de Vargas enajenó en 1799 una parte de la propiedad a favor de don Manuel de Arizcún y Orcasitas, marqués de Iturbieta[58]. El referido marqués llevaba muchos años arrendando la dehesa y, como tantos trashumantes, se benefició de las leyes desvinculadoras para hacerse con la propiedad de las tierras en que tradicionalmente pastaban sus ganados[59]. Con anterioridad al marqués, durante muchos albergó la cabaña merina del monasterio riojano de Valbanera[60].

Aunque Bartolomé Sánchez Melón trató de reunir todas las partes que fueron de su antepasado Pedro Sánchez, ovejero, que se habían repartido entre sus herederos y, para ello, no dudara en entablar pleitos contra sus parientes[61], no lo consiguió totalmente. Pues María Sánchez Berrocal, viuda de Pedro Sánchez Melón, curadora de sus hijos, obtuvo licencia judicial para vender en almoneda al mejor postor el asiento del Pizarral que su marido había heredado. Se remató en el licenciado Gabriel de Picida, presbítero, que lo traspasó al licenciado Pedro del Pozo Bustamante, el cual, el 24 de marzo de 1629, reconoció como dueño, por haberlo pagado, a su padre el rico comerciante Pedro González del Pozo[62]. El 19 de noviembre de 1674, el licenciado Juan de Figueroa Carrillo, presbítero, compró esta parte del concurso de acreedores de doña Isabel de Torres y Tapia, viuda de don Alonso del Pozo Bustamante[63].

El 30 de agosto de 1628, Bartolomé Sánchez Melón reclamó por el tanto de 450 ducados, alegando que era de su patrimonio y abolengo, y que se declarase de mayorazgo el asiento con casa y tierras en el Pizarral que sus deudas doña María de Bustamante y doña Juana Melón, hijas de Toribio Sánchez Melón, habían vendido a don Pedro Rol de Ovando y Cerda, caballero de Alcántara, alférez mayor de Cáceres[64]. A pesar de los pleitos en Cáceres y Granada[65], don Pedro Rol se consolidó como uno de los particioneros. Los pleitos, entonces como hoy, se dilataban desmesuradamente, puesto que ya el 25 de febrero de 1614, María García Melón había otorgado poder a procuradores de Granada para el pleito que Rol trataba con Francisco de la Rocha y Bartolomé Sánchez Melón por pretender ser particionero y que le diesen muchas escusas[66] y que sus ganados pastasen en el baldío[67].

Los Durán de la Rocha lo poseían por herencia del mencionado Diego de la Rocha y por las compras por parte de Francisco de la Rocha, en 1605, a Gonzalo Gómez de Carvajal, heredero de Francisco de Villalobos Carvajal[68], y en 1612 al regidor don Pedro de Carvajal Ulloa, caballero de Alcántara, nieto del referido don Gonzalo[69].

El 9 de junio de 1578 Gonzalo Sánchez Gutiérrez, natural de Cáceres y morador en Granada, hijo de Alonso Sánchez y Catalina Gutiérrez de Paniagua vendió al cerero Antonio Pérez tres pastos en Pizarral, Ventosa y Cintado, que había heredado de sus abuelos maternos Diego Paniagua y Catalina Gómez, a razón de 612 maravedís cada uno[70]. El del Pizarral, junto con otros, los heredó su hija Juana González, mujer del escribano Pedro de Pérex, quienes los vendieron el 2 de abril de 1609 a Cristóbal Delgado, hijo de Cristóbal Delgado[71].

Tal vez, sea esta la parte que gozó don Pedro Alonso Golfín Portocarrero[72], no sin antes tener que hacer valer su derecho, pues el licenciado Sancho Flores le había expulsado el ganado del heredamiento y le había embargado un par de bueyes. Ante este hecho, el 4 de noviembre de 1631, solicitó al alcalde mayor un traslado de los testimonios quee Diego Alonso Cáceres, Juan Hernández Franco y Francisco Jiménez Hurraco hubieron depuesto contra el difunto Bartolomé Sánchez Melón[73]. A pesar de las oposiciones de los demás herederos[74], la Chancillería de Granada falló a favor de Golfín, quien el 22 de noviembre de 1639 confirió poder a Pedro Salgado para tomar la posesión del Pizarral conforme al mandamiento del alcalde mayor de Cáceres, el licenciado Francisco de Villarroel, en cumplimiento de la sentencia de Granada que le amparaba con los mismos derechos que a los restantes herederos[75].

Además de a pasto de invierno, las tierras se daban a labor. El 12 de enero de 1772, don Juan de Solís Figueroa y don Juan Flores de Vargas arrendaron, por espacio de nueve años, a los labradores malpartideños Francisco Plata, Juan Cubillana, Miguel Carlos, Julián Manzano y Francisco Julián, las partes que les correspondían, que estaban proindivisas porque no habían podido averiguarse las lindes y mojoneras, desde enero de 1771 en que entraron a roturar 100 fanegas, por el precio de 2.200 reales y un sexto de terralgo anuales; pero la hierba y pasto quedaba a favor de los propietarios para poder venderlas. Ambos tenían casa en el terreno, pero llevaban mucho tiempo arruinadas. Los labradores se obligaron a reedificar en cada una de ellas un pajar[76].

En junio de 1772, Francisco Mata y sus hijos incendiaron las mieses que Juan Bocadulce Pache, José Simón y don José Benito Fernández tenían sembradas en la dehesa del Pizarral al Cuarto del Santo[77].

También se producían contratos entre los herederos. El 25 de octubre de 1613, Francisco de la Rocha dio en arriendo por un año a Bartolomé Sánchez Melón y a su prima María García la Melona, viuda de Lorenzo Jiménez Paniagua, el asiento, casa y tierras y escusas en el Pizarral que había comenzado el día de San Miguel por 6.500 maravedís[78].

En la finca hoy conocida como El Santo, se alzan la capilla mayor y los restos de la ermita visigoda dedicada a San Bartolomé Foto 4.

Foto 4. San Bartolomé del Pizarral. Foto: Serafín Martín Nieto

 

Su cabecera, de sillares en hilada[79], con bóveda de canón de herradura, es rectangular como la de la cercana de Santa Olalla del denominado Pago Ponciano en la Aldihuela. Conforme a la datación fijada por el profesor Cerrillo[80], habría que fijar su construcción en el siglo VII.

 

En lo alto de un promontorio, frente a la ermita, se encuentran las ruinas de una de las casas del heredamiento.

Resulta paradójico que, con la escasez de edificios visigodos en nuestra región, no haya suscitado el interés de la Consejería de Patrimonio para su conservación ni se haya iniciado la excavación del entorno.

Los particioneros de las diferentes dehesas y heredamientos se regían por las ordenanzas para la mejor conservación de los predios. Como en casi todos existía una ermita para el servicio religioso de las personas que vivían en ellos, se constituían a su vez en cofradía, a la que solo podían pertenecer los propietarios. Para contar con congrua para la conservación del edificio y de los objetos litúrgicos necesarios para el culto, se las dotaba con una porción de tierra[81] y cierta cantidad de dinero que se empleaba en rentas de censos que anualmente cubrían las necesidades.

Dentro de la villa, la cofradía celebraba sus cultos en la ermita de Santa María de los Caballeros. Allí se servía ya el 3 de mayo de 1545, cuando el mayordomo y los cofrades, junto con los de las restantes hermandades de la villa, dieron poder a procuradores de diversas instancias para oponerse a las pretensiones del obispo de Coria, don Francisco de Bobadilla y Mendoza, cardenal de la Santa Iglesia, que había convocado sínodo en Cáceres para el 10 de dicho mes, de disolver las cofradías con el fin de aplicar sus rentas a ciertos hospitales. Querían exponer a los concurrentes que las cofradías había obtenido las rentas con su esfuerzo y haciendas, que enterraban a cuantas personas se encomendaban a ella y que si se las despojase de sus bienes, se arruinarían muchas ermitas[82].

Al fundarse la de la Soledad, pasó temporalmente a la parroquial de Santa María. El 12 de noviembre de 1583, Juana de Tovar, viuda del herrador Jerónimo González, vendió “a los confrades y confradía de Señor Sant Bartolomé de Piçarral, que se sirve en la yglesia de Nuestra Señora de esta villa, y al señor Martín de Paredes, vezino della, que está presente, en su monbre y como su mayordomo”, cierta renta de censo que detallaremos más abajo[83]. El obispo Galarza no la anexionó a la nueva archicofradía por el carácter patrimonial que sobre ella gozaban los herederos del Pizarral. Como este documento manifiesta, su mayordomo era justamente uno de los cinco herederos del asiento.

No obstante, en 1602, había vuelto a la ermita de la Soledad, según se afirma en la carta de censo que tomó Nufrio Martín. Pero pronto, se fundió con la de San Bartolomé de los zapateros o del ejido. El 25 de octubre de 1611, la viuda de Francisco Cortés, al reconocer el censo sobre las casas de sus padres, afirmó que la cofradía del Pizarral “de presente está junta y agregada a la confradía de San Bartolomé del exido”[84].

En 1608, el serrano Juan González, vecino de Navamojada, estando enfermo en casa de su amo Bartolomé Sánchez Melón, otorgó testamento por el que fundó un aniversario en la ermita: “Yten. Mando que cada un año perpetuamente me digan en la hermita de señor sant Bartolomé del Piçarral seys misas rezadas por mi ánima, una cada domjngo de los seys domjngos de quaresma a buena ora para que los herederos y rresidentes en aquel heredamiento puedan oyrla como es costunbre y el saçerdorte al tienpo del ofertorio diga y encomjende al pueblo un pater noster y se le dé al saçerdote quatro reales de limosna cada una”. Dejó por patrono al referido Melón[85].

A continuación, relacionamos las rentas de censos que hemos hallado en los protocolos notariales, las cuales pasarían a la ermita del ejido. Su pérdida ocasionaría el declive de la capilla del Pizarral y su ruina, pues si los herederos, como hemos visto, no reparaban sus casas del asiento, menos la iglesia.

100 marevedís de renta de censo sobre la mitad de una casa en la calle de Fuente Nueva que el clérigo Bartolomé Martín legó al cabildo eclesiástico. El 16 de febrero de 1568, el abad Álvaro Paniagua se lavendió por un ducado perpetuo a Alonso Gómez y Leonor Gil, propietarios de la otra mitad proindivisa. Lindaba con las de Alonso Hernández y las de Benito Martín Longanizo[86].

12 de noviembre de 1583. Juana de Tovar, viuda de Jerónimo González, tomó a censo 300 maravedís por el principal de 4.200, que cargó sobre su casa de morada en la Plazuela de la Soledad, linde la de Juan Martín de Tovar y “la calle que va dende la dicha plaçuela a la rrinconada de la calle de Cornudilla” y sobre otros bienes al Calerizo[87].

El 25 de septiembre de 1589, Isabel Alonso, viuda de Francisco Ojalvo, tomó a censo 500 maravedís por el principal de 7.000 sobre casas en la calle de la Soledad, linde las de Jerónimo Ojalvo y las de Jimena González, viuda de Juan Martín, y sobre viña al calerizo[88]. El 1 de julio de 1623, Jerónimo de Solís, a instancias del mayordomo de San Bartolomé de los zapateros, Diego Jiménez Ojalvo, reconoció los 350 maravedís en que habían quedado reducidos[89].

4 de noviembre de 1593. Censo del procurador Francisco Hurraco y su mujer Isabel Gutiérrez, avalados por Baltasar Gómez de Herrera, de 250 maravedís de renta y 3.600 de principal, que impusieron sobre sus casas de vivienda en la calle que va de San Juan a San Antón, linde las de Juan Martín, cocinero del obispo, y las de los hijos de Alonso de Solís[90].

16 de septiembre de 1602. El albañil Nufrio Martín y su mujer Catalina Pérez vendieron a la cofradía de San bartolomé del Pizarral 1.000 maravedís de renta al quitar por 14.000 de principal que señalaron sobre sus casas de morada frente a la ermita de la Soledad, linde las del ovejero Diego Jiménez, las de Miguel Sánchez y la calle que va a los Pilares, que dicen de la Fuente Nueva; y sobre viña y olivar al Calerizo[91].

El 29 de septiembre de 1604, don Francisco de Sotomayor Bravo tomó 500 maravedís por el principal de 7.000 que cargó sobre 22.700 maravedís que tenía de renta de juro sobre las alcabalas de Cáceres[92].

El 23 de abril de 1607, Juan Martín Ojalvo y María Díaz tomaron 500 maravedís por 7.000 de principal que impusieron sobre casa en Fuente Nueva, linde la de Lorenzo Rodríguez Manzano y la calle llamada de Serrano, y el corral con casas de Pedro Hernández Redondillo[93]. Ojalvo compareció el 13 de junio de 1626, ante el vicario licenciado Gonzalo Bocarro Espadero para redimirlo. El 21 de enero de 1628, contando con la aprobación de los oficiales de la cofradía de San Bartolomé del ejido, Nicolás Domínguez, hijo de Alonso Domínguez y Ana Jiménez difuntos, tomó a censo esta cantidad proveniente de la cofradía del Pizarral[94].

El 25 de octubre de 1611, la viuda de Francisco Cortés reconoció 4.000 maravedís de renta de censo sobre casa en Solanas, que fue de sus padres Francisco Parrón e Isabel Martín, que lindaba con las que fueron de Vasco Martín y las de Hernando de Ulloa[95].

Año Mayordomo Alcaldes Escribano Cofrades
1545 Pedro Martín, botero Juan Cervigón, cerrajero Diego de Tovar, Hernán López, Gonzalo Jiménez Solana, Alonso Sánchez carpintero, Juan Durán, Alonso Martín
1583 Martín de Paredes
1589 Juan Solana, tejedor
1593 Alonso García, carretero
1602 Juan Gómez Mateo
1604 Juan Gómez Mateo
1607 Juan Gómez Mateo

 

Queda aún el estudio de la cofradía y hospital de Santa María la Vieja que, por cuestiones de espacio, dejamos para la próxima edición de los Coloquios.

 

 

 

 

 

 

[1] ADÁMEZ DÍAZ, Antonio: Los señoríos de Orellana la Vieja y Orellana de la Sierra. Muñoz Moya, Editores. 2005. Págs. 316-318. Aunque en el título el autor lo data en 1340, en la fecha del testamento figura la era de 1368. Sin duda hay un error en una de las dos: o bien se otorgó en el año de 133 o en 1378 de la era hispana.

[2] Ibid. Pág. 316.

[3] La antiquísima de San Pedro de los Caballeros, mencionada en dicho testamento, fue conocida también como de San Blas y, desde el siglo XVI a la actualidad, como de la Consolación o Candelas; la de San Salvador se denominó de San Benito y, posteriormente, de Nuestra Señora de la Paz.

[4] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (A.H.P.Cc.). Protocolos de Pedro González, escribano de Caceres. Caja 3.829.

[5] Ibid. Protocolos de Pedro González. Caja 3.830.

[6] Ibid. Protocolos de Juan Sánchez del Pozo. Caja 4.339. Fols. 121-123. El 4 de noviembre de 1757, el presbítero don Juan Rubio y Molina, mayordomo de las viñas de la Mata y Matillas de San Jerónimo, “en donde se halla su hermita para oír misa”, afirmaba que los dueños de dicho pago, para su conservación y preservación de todo tipo de ganado, lo habían elegido mayordomo, y por ende se encargaba de buscar los guardas que se juramentaban por la justicia de Cáceres, quienes tenían licencia para embargar y prender los animales que causaren daño. Ni los propios dueños podían pastar con sus animales. Contraviniendo las ordenanzas, el poderoso don Matías Jacinto Marín, futuro I marqués de la Isla, poseedor de una viña en el pago, sin hacer caso de las advertencias, introdujo treinta y siete reses vacunas y dos mulos cerriles con la excusa de haber arrendado la pámpana de su viña y la del clérigo don Diego Michel. El mayordomo exigió el cumplimiento de las superiores providencias al corregidor don Francisco de Laraíz y Olaeta, “quien para dilatarlo y complazer en ello al dicho don Mathías mediante su íntima y partticular correspondenzia”, no las peticiones de que mandase expulsar el ganado de Marín o el de cualquier otra persona que lo introdujera. Por ello, al mismo tiempo, otorgaba poder a procuradores de Granada.

[7] ARCHIVO FUNDACIÓN TATIANA PÉREZ DE GUZMÁN EL BUENO. Cáceres. Legajo 32, 8.

[8] ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES (A.M.Cc.). Caja 16/36. Expte 9. El licenciado Vadivia se inclinó por la interpretación de los dueños de las viñas del Prado.

[9] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro López. Caja 3.973.

[10] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.247.

[11] A.M.Cc. Fondo Perero. Caja 16/48. Expte. 249.

A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. Año 1749.

[12] Ibid. Protocolos de Juan Pérez Escallón. Caja 4.144. Así se constata en el inventario de escrituras del mayorazgo que poseía el indiano Lorenzo de Figueroa que, el 16 de julio de 1659, recibió su sobrina Mariana de Figueroa, mujer del carpintero Manuel Correa.

[13] Ibid. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. Fols. 158-159v. El 25 de noviembre de 1749, el clérigo don Pablo de Mayoralgo y Ovando, capellán de la que fundó doña María de Sanabria Picón, reconoció el censo.

[14] Ibid. Id. Caja 3.689. Año 1749.

[15] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.238. El 4 de febrero de 1586, el clérigo Hernando Gil, administrador de la capellanía de su tío, el también clérigo Jerónimo González, reconoció el censo a petición del mayordomo de la Soledad.

[16] Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.038. El 9 de marzo de 1591, Gonzalo García Pulido, a instancias de Francisco Cervigón, mayordomo de la Soledad, reconoció este censo sobre la casa que había comprado a María Gómez, criada de Borje, linde la de Pedro de Santillán y la del tejedor Martín Pérez.

[17] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.238. El 28 de enero de 1586, el clérigo Benito Sánchez de Figueroa, a petición del mayordomo de la Soledad, Cristóbal Delgado, reconoció esta carga que pesaba sobre la parte que fue de Diego Hernández Borrella y de su mujer María Rodríguez.

Ibid. Id. Caja 4.259. Fols. 319-320v. Antonio de Orellana vendió la mitad de la acera que había heredado al licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado. Por ser de tan pequeña cuantía, contando con licencia del obispo don Pedro de Carvajal, Francisco Sánchez Mostazo, mayordomo de la Soledad, recibió los cuatro mil veinte maravedís de la mitad del principal.

[18] Ibid. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.113.

[19] Ibid. Protocolos de Alonso de Solís. Caja 4.372.

[20] ARCHIVO DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES (A.D.C-Cc.). Parroquia de San Mateo de Cáceres (S.Mt.). Caja 5. Doc. 7.

[21] A.H.P.Cc. Protocolos de Alonso de Solís. Caja 4.372.

[22] Ibid. Protocolos de Pedro López. Caja 3.973.

[23] Ibid. Protocolos de Juan Vega el Viejo. Caja 4.428. El 18 de mayo de 1631, se abrió el testamento que dicho licenciado había otorgado cerrado ante Juan Romero el 21 octubre 1612.

[24] Ibid. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. El 24 de noviembre de 1749, el patrono de sangre de hospital reconoció ambos censos a favor de la cofradía de la Soledad.

[25] A.D.C-Cc. S.Mt. Caja 5. Doc. 7. Así tuvo lugar el 8 de noviembre de 1640 ante Juan Guerra (A.H.P.Cc. Caja 3.903). El 24 de noviembre de 1749, a petición del mayordomo Pedro Gutiérrez, volvió a reconocerlo el patrono del hospital, don Antonio Alonso Arias de Paredes (A.H.P.Cc. Caja 3.689).

[26] Ibid. Protocolos de Jerónimo Gutiérrez. Caja 3.914.

[27] Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.037. Año 1590. Ambos son reconocimientos a instancias del mayordomo Juan Pérez.

Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.258. En el proceso de redención de los censos de escasa cuantía que había recibido de las cofradías agregadas, 1 de noviembre de 1612, el mayordomo Francisco Sánchez Mostazo otorgó carta de pago de los seis mil maravedís del principal a favor de su hijo don Juan de Paredes Ovando.

[28] Ibid. Id. Caja 4.238. Reconocimientos de 28 de enero de 1586.

[29] Ibid. Id. Reconocimientos de 28 de enero de 1586.

[30] Ibid. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. Año 1749.

[31] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.238. Reconocimiento de 28 de enero de 1586. El 4 de marzo de 1606, ante este mismo escribano (Caja 4.252), Pedro González Maldonado vendió esta casa, que servía de caballeriza, al licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado, linde con la casa principal del comprador, y por la parte de arriba con la casa de Alonso Pacheco que servía de granero y cilla del diezmo de Santa María y por las espaldas con corral de la casa del citado Pacheco.

Tras la muerte de Benito Martín, se hizo pleito de acreedores de sus bienes y se graduó a la cofradía de la Soledad en tercer lugar. Para el pago el defensor Damián Blázquez pidió el remate en almoneda de dicha casa y unas viñas, que compró el clérigo Benito Jiménez, quien las traspasó al canónigo de Coria Gaspar de Villagutierre, quien, a su vez se las vendió a Maldonado junto con las viñas en 200 ducados, precio del remate. A instancias del mayordomo Benito Pavón, Maldonado reconoció el censo el 8 de julio de 1605 (Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.040).

[32] A.D.C-Cc. S.Mt. Caja 5. Doc. 7. Ante Juan Vega, el 15 de octubre de 1622, el enterrador Francisco Sánchez Bravo reconoció el censo sobre esta casa que había heredado de sus padres Silvestre Marín y Mencía Alonso y de su tía Ana Bravo Romero.

[33] Sobre la desaparición de esta calle y su edificio más singular, el horno de pan de la Corredera, véase nuestra ponencia “La iglesia de San Juan Bautista de Cáceres. Algunas circunstancias constructivas” in XXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1994. Págs. 253-256.

[34] A.H.P.Cc. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.934.

[35] Ibid. Protocolos de Juan Maderuelo. Caja 3.999.

[36] Ibid. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. Año 1750. Fols. 168-169v.

[37] Ibid. Protocolos de Diego González. Caja 3.821.

 

[38] Ibid. Protocolos de Cristóbal de Cabrera. Caja 3.637. Espadero los cargó sobre sus casas principales frente a la puerta del Sol de San Juan, linde las de la mujer e hijos de Antonio Martínez Gemio y la de la mujer e hijos de Juan Rodríguez Longuete. Espadero les entregó las casas libres del censo que a su favor tenía la cofradía del Rosario.

[39] Ibid. Protocolos de Pedro González. Caja 3.828. El comprador se obligó a pagar 300 maravedís al licenciado Espadero y 100 a la cofradía de Santa Marina.

[40] Ibid. Protocolos de Pedro López. Caja 3.970.

[41] Ibid. Protocolos de Juan Ramos. Caja 4.231. El 4 de noviembre de 1599, Inés Jiménez, hija de Diego Jiménez y de Mencía Alonso, mandó fundar dos aniversarios en Santa María, impuestos sobre unas casas en la colación de San Juan, en la calle que por detrás de la iglesia y casa del licenciado Espadero daban al Postigo, las cuales lindaban con casa del cardador Francisco Silvestre y con casa de la cofradía de Santa Marina “que se da por Dios”.

[42] Ibid. Protocolos de Diego González. Caja 3.821.

[43] Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.037. El 12 de noviembre de 1590, doña Juana de Paredes, poseedora de la casa por herencia de sus padres el licenciado Espadero y doña Estefanía de Paredes, reconoció la carga a favor de la cofradía de la Soledad.

[44] Ibid. Protocolos de Tomé García Cabezalbo. Caja 3.803. El 16 de diciembre de 1571, los oficiales de la cofradía otorgaron poder general a procuradores.

[45] Ibid. Protocolos de Pedro José Cisneros. Caja 3.689. La casa la compró el procurador Gabriel de Porras con este y otros censos el 30 de agosto de 1571 ante Gonzalo Jiménez, los cuales reconoció el capellán de la de María Gutiérrez de Sanabria el 25 de noviembre de 1749.

[46] A.M.Cc. Caja 16/57. Protocolos de Fernando Conde. El 27 de diciembre de 1528, Pedro Martín Florencio vendió a Hernán Clemente dos pastos, uno en el Pizarral y otro en la Aldihuela por 800 maravedís, un borrego y 2 quesos.

[47] A.H.P.Cc. Protocolos de Francisco Borje. Caja 3.561.

[48] Sin embargo, hay constancia documental de que algún heredero arrendaba su parte. El 11 de mayo de 1698, don José Carrillo Montenegro, vecino de Brieva, dio poder al procurador Francisco Vázquez y a Juan Valiente Borregón para defenderlo en el pleito promovido por don Miguel de Figueroa Carrillo para reclamarle el pago de las 47 cabezas de ganado que había entrado de más en el acogimiento que le hizo en el Pizarral de cien carneros (Ibid. Protocolos de Juan Sánchez del Pozo. Caja 4.345).

[49] Ibid. Id. Caja 4.348.

[50] Ibid. Protocolos de Francisco Tiburcio Maderuelo. Caja 3.991. El 20, los particioneros confirieron poder para su defensa.

[51] Ibid. Protocolos de Cristóbal de Cabrera. Caja 3.632. Escritura incompleta, sin fecha, incluida en el legajo de 1568.

[52] Ibid. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.101.

[53] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.254.

[54] Ibid. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Caja 3.596. La reseña, aunque sin más datos, figura en el inventario de bienes de don Francisco de Castejón, marqués de Camarena, que se inició el 4 de junio de 1701.

[55] Ibid. Protocolos de Pedro González. Caja 3.830. El 24 de enero de 1579, Pedro García Macotela vendió al clérigo Álvaro Paniagua en un ducado la parte del Pizarral que había heredado de su madre Inés García, hija de Pedro Sánchez.

[56] Ibid. Protocolos de Diego González. Caja 3.793.

[57] Ibid. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.111.

[58] Ibid. Protocolos de Francisco Rodríguez Andrada. Caja 3.520. El 25 de mayo de 1799, don Juan Flores de Vargas solicitó la enajenación de 200 maravedís de renta de hierba creciente y menguante en la dehesa del prado del heredamiento del Pizarral, que le rentaban anualmente 568 reales y 8 maravedís. Los peritos Diego Vivas y Pedro Martín Rubio, los tasaron en 28.411 reales y 26 maravedís. El 14 de julio, se remataron en 25.500 reales a favor del procurador Getino, quien traspasó la compra a don Vicente Marrón, apoderado del citado marqués. El 17, se depositó todo el importe en la Real Caja de Amortización y, el 29, se otorgó la escritura de venta. El 17 de agosto, Marrón efectuó diligencias para su anotación en los libros de hierbas.

[59] Ibid. Protocolos de Esteban Ramón Sanabria. Caja 4.280. El 28 de marzo de 1774, don P edro Matías Golfín, conde de Torres Arias; don Pedro de Ovando Vargas, administrador de su sobrina doña María Sinforosa Ovando; don Juan Flores de Vargas; don Nicolás Pablo Nacarino, administrador de don Francisco de Paula Durán de la Rocha, vecino de Segovia; don Vicente Marrón, administrador de don Juan de Solís Figueroa, vecino de Brozas, dieron en arriendo el Pizarral al marqués de Iturbieta por seis inviernos a razón de 3.125 reales anuales.

[60] Ibid. Protocolos de Benito Sánchez del Pozo. Caja 4.333. El 3 de noviembre de 1740, don Bartolomé Miguel de Figueroa dio en arriendo los pastos del Pizarral a fray Anselmo Ruiz, administrador de la cabaña del monasterio de Valbanera, en 1.650 reales cada uno de los seis invernaderos del contrato.

Ibid. Protocolos de Diego Nicolás del Pozo. Caja 4.174. El 23 de abril de 1773, don Juan de Flores Vargas y Vicente Marrón, apoderado de don Juan de Solís Figueroa, vecino de Brozas, por el mayorazgo de Juan de Figueroa Carrillo, partícipes en dos quintas partes del Pizarral, dieron en arriendo a Pedro de la Riva, mayoral de la cabaña del monasterio de Valbanera, los pastos por 8 inviernos desde San Miguel al 25 de abril en 4.600 rs anuales.

[61] Ibid. Protocolos de Pedro Salazar. Caja 4.278. El 26 de agosto de 1622, Pedro Sánchez Melón confirió poder a procuradores de Cáceres para el pleito que Bartolomé Sánchez Melón y consortes le tenían puesto por la casa y asiento del Pizarral. El 22 de septiembre, Alonso Bejarano vecino de Plasenzuela, marido de Juana García Melón, hija de los difuntos Alonso Sánchez Melón y Juana García Macotela, se sumó al pleito.

[62] Ibid. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas y Anaya. Caja 3.611.

[63] Ibid. Protocolos de Pedro Caballero. Caja 3.623.

[64] Ibid. Protocolos de Benito Michel. Caja 4.063.

[65] Ibid. Protocolos de Juan Vega el Viejo. Caja 4.428. El 14 de mayo de 1628, Bartolomé Sánchez Melón Flores, don Francisco Corajo de la Rocha, por sí y por su hermano don Pedro Durán de la Rocha, dieron poder al licenciado don Sancho Flores Melón para proseguir en Granada el pleito que contra ellos trataba don Pedro Rol.

[66] RAE. Diccionario panhispánico de dudas. “derecho que concede un ganadero a sus pastores para que puedan apacentar ganado propio como parte de la retribución”.

[67] A.H.P.Cc. Protocolos de Alejo Michel. Caja 4.060.

[68] Ibid. Protocolos de Juan Vega. Caja 4.437. El 6 de noviembre de 1664, don Pedro Durán de la Rocha Carvajal trocó con don Francisco Cotrina Topete esta parte del heredamiento del Pizarral por 82 maravedís y medio en la dehesa de Caraquinto, linde el prado del Pizarral.

[69] Ibid. Protocolos de Juan Vega. Caja 4.437. El 4 de noviembre de 1664, don Pedro donó a su hermano don Diego Durán de la Rocha Carvajal, porque no tenía bienes, el derecho del Pizarral.

[70] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.123.

[71] Ibid. Protocolos de Pedro de Salazar. Caja 4.276.

[72] Ibid. Protocolos de Pedro Ramos. Caja 4.220. En el inventario de bienes de Inventario de bienes del citado don Pedro Golfín de Carvajal, iniciado el 26 de noviembre de 1712, se reseña la donación, fechada el 18 de mayo de 1434, de Juana Fernández a su hijo Álvar Sánchez de Figueroa de varias propiedades, comprendidas las tierras del Pizarral que ella había heredado de su hijo Fernán García.

[73] Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.049. Inserto en el cuaderno de 1630.

[74] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Vega el Viejo. Caja 4.429. El 15 de junio de 1632, el licenciado Sancho Flores Melón, mayordomo del prado, y don Pedro Durán de la Rocha otorgaron poder a procuradores para oponerse a la pretensión de Golfín.

[75] A.H.P.Cc. Protocolos de Benito Vega. Caja 4.393.

[76] A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Nicolás del Pozo. Caja 4.174.

[77] A.H.P.Cc. Protocolos de Francisco Andrada Rodríguez. Caja 3.515. El 18 de marzo de 1773, dieron poder a los procuradores Francisco Andrada Sanabria, Diego Cisneros Flores y Pedro Gómez de Solís para el pleito que habían iniciado.

[78] A.H.P.Cc. Protocolos de Alejo Michel. Caja 4.059.

[79] En la capilla, se pueden observar, reutilizadas, tres estelas romanas que han estudiado los profesores José Salas y Juan Rosco: “Epigrafía latina inédita de Cáceres” in Revista Norba, nº 10. Cáceres 1989-1990. Págs. 80-84.

[80] CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES, Enrique: “Las ermitas de Portera y Santa Olalla. Aproximación al estudio de las cabeceras rectangulares del siglo VII” in Zephyrus: Revista de prehistoria y arqueología. Año 1981.

[81] A.H.P.Cc. Protocolos de Cristóbal Durán de Figueroa. Caja 3.775. El 7 de mayo de 1666, don Francisco Antonio de Ovando Rol tomó a censo de la obra pía de los Figueroa 1.837 reales que carga sobre cinco fanegas de tierra junto a la ermita San Bartolomé del Pizarral que antes habían sido del santo.

[82] Ibid. Protocolos de Sancho Giménez. Caja 3.939.

[83] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.236.

[84] Ibid. Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.880.

[85] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.254

[86] Ibid. Protocolos de Cristóbal de Cabrera. Caja 3.631.

[87] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.236.

[88] Ibid. Protocolos de Pedro López. Caja 3.974.

[89] Ibid. Protocolos de Antonio García Sillo. Caja 3.816.

[90] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.130.

[91] Ibid. Id. Caja 4.132.

[92] Ibid. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.652.

[93] Ibid. Id. Caja 3.653.

[94] Ibid. Protocolos de Francisco Medrano. Caja 4.048.

[95] A.H.P.Cc. Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.880.

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