Oct 182023
 

Esteban Mira Caballos

 

RESUMEN

La epístola que transcribimos y analizamos en este artículo fue publicada en el año 1947 por el erudito y sacerdote villanovense José V. Corraliza (1891-1983). Es una misiva que el metelinense Hernán Cortés dirigió a su tía Inés Gómez de Paz, fechada en la gran ciudad de Tenochtitlan, el 25 de octubre de 1524. Se trata de un documento de un valor extraordinario pues, aunque el extremeño escribió mucho, dejó pocas muestras de su carácter más íntimo y familiar. Por eso, merecía la pena volverlo a transcribir desde el original y releerlo, observando los detalles de un Hernán Cortés muy tierno y sensible con los suyos.

Palabras clave: Hernán Cortés, Inés Gómez de Paz, Salamanca, Medellín, México.

 

 

SUMMARY

The epistle that we transcribe and analyze in this article was published in 1947 by the Villanovense scholar and priest José V. Corraliza (1891-1983). It is a letter that Hernán Cortés addressed to his aunt Inés Gómez de Paz, dated in the great city of Tenochtitlan, on October 25, 1524. It is a document of extraordinary value because, although the man from Extremadura wrote a lot, he left few samples of its most intimate and familiar character. For this reason, it was worth transcribing it again from the original and rereading it, observing the details of a very tender and sensitive Hernán Cortés with his people.

Keywords: Hernán Cortés, Inés Gómez de Paz, Salamanca, Medellín, Mexico.

 

1.-INTRODUCCIÓN

Las nuevas tecnologías permiten acceder a muchos documentos online con las facilidades que eso supone. Ello permite revisar el original cuantas veces se desee, admitiendo un análisis paleográfico detenido. En este estudio analizamos pormenorizadamente la carta que Hernán Cortés envió a su tía Inés Gómez de Paz, desde México-Tenochtitlan, el 25 de octubre de 1524. Este documento fue dado a conocer por el americanista y sacerdote extremeño José V. Corraliza (Villanueva de la Serena, 3 de julio de 1891- Sevilla, 10 de abril de 1983). Se trató de un gran hallazgo documental, que se publicó en 1947 en la madrileña Revista de Indias, del C.S.I.C., siendo reeditada posteriormente en la Revista de Estudios Extremeños y, en fechas mucho más recientes, en un libro recopilatorio de la obra del villanovense[1].

El documento original estaba fechado y firmado por Hernán Cortés, desde México-Tenochtitlan, el 25 de octubre de 1524 y estaba en poder de Francisco Cortés, canónico de la catedral de Palencia. Del original se sacó un traslado en 1546, ante Martín Cortés, II marqués del Valle de Oaxaca. Sin embargo, la letra del documento conservado en la Biblioteca Nacional es probablemente del siglo XVIII por lo que estamos ante una copia manuscrita del traslado de 1546 y, por tanto, ni es de puño y letra del conquistador de Medellín ni tiene su firma ológrafa. En cualquier caso, se trata de un manuscrito muy singular porque es la única epístola privada en la que el conquistador metelinense Hernán Cortés muestra sus sentimientos más íntimos. De hecho, hay mucha documentación escrita de su puño y letra, pero se trata de relatos de la conquista o de documentos oficiales o judiciales. Incluso, en los últimos años han aparecido un buen número de misivas de carácter personal, pero prácticamente todas están relacionadas con la gestión de su hacienda o de los muchos pleitos en los que estuvo inmerso durante buena parte de su vida[2]. Sin embargo, apenas disponemos de cartas privadas, ni anotaciones personales, ni muchos menos de algo parecido a un diario personal. Probablemente escribió cartas a sus familiares más cercanos, como sus padres, Catalina Pizarro y Martín Cortés, su esposa, o sus primos más cercanos. Así, por ejemplo, Bernal Díaz mencionó que, después de la jornada de la Noche Triste, cuando dejó regresar a Cuba a algunos de sus hombres, aprovechó la ocasión para envió con ellos unas cartas a su mujer, Catalina Suárez, y a su cuñado Juan Núñez, contándoles las desgracias y trabajos que nos habían acaecido y cómo nos echaron de México[3]. Pero, por desgracia, la única que se ha conservado es ésta que ahora comentamos dirigida a su tía Inés.

 

2.-ANÁLISIS DE LA MISIVA

Hay que empezar diciendo que la carta objeto de este estudio, aunque no se cita expresamente, está dirigida a su tía Inés Gómez de Paz. Por la lectura de la misma se deduce que es una respuesta a una misiva previa que ella le había remitido por mediación de sus propios hijos, Rodrigo y Alonso de Paz[4]. El texto es relativamente breve porque el propio metelinense le dice a su tía que no se extendía porque su hijo, Rodrigo de Paz, que estaba con él, le daría de todo, larga cuenta[5]. Eso explicaría su concisión, pues obvia noticias de la tierra y se limita solo a expresarle sus sentimientos de afecto por la misiva recibida.

Antes de comenzar el desarrollo de su contenido hemos de destacar un detalle, el lugar y la fecha en la que está firmada, en la ciudad de Tenochtitlan, el 25 de octubre de 1524. Y digo que es importante porque la historiografía había dado por seguro que Hernán Cortés había partido a las Hibueras el 12 de octubre de ese mismo año, abandonando la antigua capital mexica[6]. A tenor de la carta debemos retrasar su fatídica y mal planeada expedición a Honduras con posterioridad a ese 25 de octubre de 1524.

En este escrito, el metelinense muestra una gran ternura hacia ella, un aspecto que ya resaltó José V. Corraliza y la historiografía posterior. Le dice a su tía que recibió tanta merced con su carta como si hubiese procedido de su madre Catalina Pizarro, pues no olvidaba las mercedes y caricias que vuestra merced me hizo en mi niñez[7]. Son sin duda unas palabras muy sentidas que nos ofrecen la visión más íntima que conocemos del extremeño. Por supuesto, disponemos de decenas de testimonios similares de emigrantes que mostraron esas mismas emociones hacia sus seres más queridos, plasmándolas en sus epístolas más personales. Por citar un solo ejemplo, Antonio de Arrién, escribió desde México a su padre, el 20 de abril de 1734 mostrando una gran añoranza por su ausencia y los cariños que gozaba a su lado[8].

Asimismo, en la carta, Hernán Cortés muestra su decepción por el hecho de que su primo Hernán Martínez, y sus hermanos no le hayan escrito nunca, ni le hayan solicitado favor alguno. De nuevo se trata de una actitud que es constante en muchísimos de los emigrantes a Indias: la añoranza por la lejanía de los seres queridos les llevan a pedir, con insistencia, que mantengan el hilo mediante la correspondencia. Así, por ejemplo, Alonso de Torres, vecino de Veracruz, escribió, en 1555, a su esposa, residente en Torrijos (Toledo), suplicándole que le escribiese con asiduidad porque padecía mucho su ausencia[9]. Por su parte Francisca Hernández, en 1572, escribía desde Panamá a su sobrina agradeciéndole su carta, pues le gustó tanto que la hubiera pesado a oro[10]. Y por exponer un último caso, Pedro de Solórzano escribió desde México a su hermano, el 9 de abril de 1582, pidiéndole que le mantuviese informado regularmente porque era el mayor regalo que tenía para estar al tanto de las cosas de España[11].

Por la decepción que muestra ante sus primos, parece que eran parientes muy cercanos con los que había tenido mucho contacto, al igual que con Inés Gómez de Paz. De hecho, a esta última le pide que les reprenda y que si no los ayudaba era por la propia culpa de sus primos, ya que no le habían querido encomendar ningún favor. Esta idea del metelinense es otra constante en personas que prosperaron en las Indias y que querían compartir lo que tenían con sus parientes y allegados[12].

Era una norma en la mayoría de los emigrantes que tejiesen redes clientelares en sus entornos más íntimos. Para la administración de los asuntos económicos o judiciales siempre se confiaba más en la parentela. Así, por ejemplo, Antonio Farfán, escribió desde México, el 4 de abril de 1576, a su hermana pidiéndole que le mandase a su sobrino que miraría por su hacienda como si fuera suya, no como los criados que tenía[13]. Hay casos emblemáticos como los de Francisco Pizarro, Hernando de Soto o el propio Hernán Cortés. Empezando por el primero se llevó a su gobernación de Nueva Castilla a todos sus hermanos varones, Hernando, Gonzalo, Juan, y a su medio hermano Francisco Martín de Alcántara, así como a un buen número de parientes y amigos de Trujillo[14]. No menos claro es el caso de Hernando de Soto que se presentó en España, con el oro de Cajamarca y con la intención de reclutar una expedición para ir a la jornada de La Florida. Según Garcilaso de la Vega acudieron caballeros de todas partes de España, y el 46, 5 por ciento de los 762 hombres reclutados eran extremeños, un porcentaje muy alto de Barcarrota, Jerez y Badajoz[15]. Y el caso de Hernán Cortés es también muy significativo pues se rodeó de una legión de parientes y de paisanos que gozaron de su confianza. De hecho, en su juicio de residencia se le acusó de ir contra las pragmáticas del reino, designando para los principales cargos a parientes, amigos y paniaguados[16]. En realidad, continuaba con una larga tradición medieval en la que disponer de conexiones familiares entre las huestes era fundamental para minimizar deslealtades y deserciones[17].

Bien es cierto que, dado que el viaje era largo y peligroso, eran los más jóvenes los que se decidían a cruzar el charco a reunirse con su afortunado pariente, mientras que las personas de más edad no se atrevían a dar el paso por miedo a no sobrevivir a la travesía[18]. Entre esas personas de confianza estuvieron sus primos carnales, hijos de Inés Gómez de Paz: dos de ellos citados en la carta, Rodrigo y Alonso de Paz, Pedro de Paz que llegó a Nueva España en 1528, y Francisco Núñez, que fue durante muchos años su apoderado en España. Asimismo, colaboraron estrechamente con él sus primos Francisco Cortés de San Buenaventura, Palacios Rubios Cortés, Juan de Ribera y Diego Hurtado de Mendoza, hijos de Juan Cortés de Monroy. Y otros parientes como Francisco de Las Casas, Blasco Hernández o Álvaro de Saavedra Cerón, así como algunos paisanos como Gonzalo de Sandoval o Alonso Hernández Portocarrero[19].

 

3.-INÉS GÓMEZ DE PAZ Y SUS HIJOS

En la epístola se alude a varios nombres propios: la destinataria, Inés Gómez de Paz, los hijos de ésta, Rodrigo y Alonso de Paz, así como a sus primos Hernán Martínez y sus hermanos y, finalmente, sale a relucir la persona que conservaba la carta, el canónico de la catedral de Palencia, Francisco Cortés.

Su tía Inés Gómez de Paz, vivía en Salamanca, y estaba desposada con Francisco Núñez de Valera, un judeoconverso originario de Trujillo, aunque se formó en Salamanca, donde se desempeñó como escribano[20]. Dado que era frecuente que las familias con ascendencia judaica emparentaran entre ellas, no podemos descartar que Inés Gómez de Paz también lo tuviera[21]. Durante la estancia de Hernán Cortés en Salamanca, vivió en casa de este matrimonio, desarrollando grandes vínculos que se prolongaron en el tiempo a través de los cinco hijos de la pareja: Hernán Núñez Valera, escribano, el licenciado Francisco Núñez y Pedro, Alonso y Rodrigo de Paz. Este último, además de regidor del cabildo de México, fue secretario y mayordomo de Cortés. Fue injustamente ejecutado en 1525 por el granadino Gonzalo de Salazar, quien, creyendo muerto a su primo, ajustició a algunos de sus más leales partidarios y saqueó sus bienes[22]. Mucho más tarde llegó a México otro de los hermanos, Pedro de Paz. Exactamente, después de haber pasado una temporada probando fortuna en La Española y en Cuba, arribó a Veracruz en 1528, cuando ya su célebre primo había zarpado rumbo a España[23]. De regreso en México Hernán Cortés lo acogió y le dio un puesto entre sus hombres de confianza. Cuando el 5 de enero de 1540 el de Medellín se embarcó para España, por segunda vez, entre sus acompañantes figuraba su primo salmantino[24]. La amistad entre Pedro de Paz y Cortés fue mucho más duradera que la que tuvo con su hermano de aquel, el licenciado Francisco Núñez. De hecho, esa buena relación se prolongó durante la vida del II marqués del Valle de Oaxaca, Martín Cortés, pues, de hecho, se desposó con Francisca Ferrer que era una de las damas de honor de su esposa[25]. En cambio, su primo Francisco Núñez fue durante muchos años su apoderado en España, exactamente hasta el 5 de marzo de 1544, en que se produjo un distanciamiento, revocándole el marqués sus poderes[26]. Este enfriamiento en la relación explicaría porqué en 1546, poco antes de su muerte, aludiese a su tía salmantina, otrora tan querida, como una fulana de Paz, sin añadir nada más al respecto. Un olvido con cierto matiz despectivo que evidencia el deterioro de las relaciones con su hijo Francisco Núñez.

 

 

4.-¿QUIÉN ERA HERNÁN MARTÍNEZ?

En su escrito cita expresamente a sus primos Hernán Martínez y a sus hermanos a los que reprocha que nunca le hubiesen escrito. Sabemos que, aunque era hijo único, tuvo una gran cantidad de primos hermanos, pues su familia era muy extensa. Y es que solamente su tío carnal, hermano de su padre, Hernando Cortés de Monroy tuvo seis vástagos. El pequeño de los varones, llamado Diego, debía tener aproximadamente la misma edad que él por lo que posiblemente tuvo una relación muy cercana con él en su infancia[27]. También tenía primos tanto en la Zarza de Alange como en esta última localidad. Así, por ejemplo, Pedro Cortés de Monroy, bautizado en La Zarza de Alange (Badajoz) el 15 de abril de 1536, se consideraba primo de Hernán Cortés cuando en octubre de 1555 se embarcó con su padre y una hermana rumbo a Chile, en el séquito del gobernador de esta demarcación, García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués de Cañete[28]. Y, por cierto, fue un verdadero superviviente, pues tuvo una vida muy longeva, pese a luchar durante muchos años en la guerra de la Araucanía. Empezó como un simple arcabucero de a caballo y por su valentía fue ascendiendo después a capitán, sargento mayor, maestre de campo y coronel general[29]. Tuvo una amplia descendencia, que se considera una de las familias fundadoras de Chile. Y ¿de quién descendía exactamente? Pues era nieto por parte de madre de Leonor Cortés de Monroy, natural de Medellín y hermana del padre del conquistador, e hijo de María Mateos Cortés de Monroy, también natural de Medellín, y de Juan Regás, natural de La Zarza de Alange y de familia originaria de Salamanca. También de La Zarza era natural Juan Cortés de Monroy, que fue sucesivamente gobernador de Jamaica y de Veragua, y que probablemente también descendía del tronco familiar de Martín Cortés el Viejo, abuelo del conquistador metelinense[30].

Pese a la cercanía que debió tener con sus primos apellidados Martínez, no los tenemos identificados. Hay un Hernán Martínez, al parecer natural de Fregenal de la Sierra, que estuvo con el de Medellín en la expedición conquistadora, y que falleció en torno a 1520 a manos de los naturales[31]. Pero no tiene ninguna relación con la persona del mismo nombre que se alude en la misiva. Tampoco parecen tener relación alguna con otros dos miembros de su hueste, el soldado Alonso Martínez, natural de Santa Marta (Badajoz), y Rodrigo Martínez, que se desempeñó como capitán de artillería[32]. Asimismo, no parece que estos Martínez fuesen hijos de las otras dos hermanas de su padre, porque María Cortés de Monroy se desposó con Gonzalo Alonso Cortés y Leonor Cortés probablemente con un hombre apellidado Carrasco. Asimismo, conocemos un Alonso Martínez Cortés, natural de La Zarza de Alange, labrador, que obtuvo su licencia para pasar a Nueva España el 25 de agosto de 1578[33]. La Zarza es una localidad vinculada a la familia de Hernán Cortés, por lo que no podemos descartar que los primos de este fueran los Martínez Cortés de La Zarza.

Eso sí, resulta curioso que aludiese a su primo como Hernán, pero en cambió él firmó como Fernando Cortés, aunque probablemente sea una licencia del copista y que en la rúbrica pusiese Hernando Cortés que es cómo firmaba antes de ser el marqués del Valle de Oaxaca. Por aquel entonces, ignoraba el propio conquistador que pasaría a la historia con el diminutivo Hernán que él usaba para referirse a su pariente. Todavía, en 1652, en un informe sobre la naturaleza del indígena del obispo Juan de Palafox, de refería a él como Hernando Cortés[34]. La abreviación a Hernán o a Fernán la popularizó Antonio de Solís, quien publicó su Historia de la conquista de México en 1684, teniendo muchas reediciones posteriores[35].

 

5.-VALORACIÓN FINAL Y NORMAS DE TRANSCRIPCIÓN

Es importante destacar la versión más familiar e intimista de Hernán Cortés. Como todos los personajes históricos también tenía una vida privada y, como todo ser humano, buscaba el apego y el apoyo de los suyos. Asimismo, sorprende que después de tantos siglos estudiando su figura siga habiendo personas de su entorno próximo, como sus primos los Martínez de los que no sabemos prácticamente nada.

Dado el interés de esta carta me he permitido volver a transcribirla del original, corrigiendo pequeñas erratas que se le pasaron al gran investigador de José Corraliza. Antes de presentar el texto de la regla de 1570 quisiera especificar detalladamente los criterios de transcripción paleográfica que hemos adoptado. Y en este sentido, debemos decir que, aunque conocemos las principales obras metodológicas de paleografía y de tratamiento de fuentes, como las de Rafael Altamirano o Agustín Millares, hemos optado en este caso por otros criterios alternativos. En esta ocasión nos hemos inclinado más bien por seguir las directrices de transcripción de Alberto Blecua[36] en cuanto a modernización de todas las grafías y desarrollo de las abreviaturas que presenta el texto. Y todo ello lo hemos hecho reiteradamente en el texto sin advertencia previa en cada caso. Sin embargo, sí que hemos querido conservar intactas todas las construcciones gramaticales, incluso en los casos en los que hemos encontrado alguna incorrección.

Asimismo, hemos creído conveniente colocar la tilde a las palabras que les correspondía llevarlas. También hemos procedido a la revisión, y en su caso rectificación, de los signos de puntuación que presentan los originales que son escasos y, en ocasiones, inoportunos. Y para finalizar, hemos unificado a números romanos las numeraciones de los capítulos que aparecen aleatoriamente con letra o número.

Y hemos tomado la decisión de modernización del texto para favorecer su comprensión a los lectores. Presentar el texto tal cual aparecía tenía poco valor porque tampoco es un original sino una copia más o menos libre. En cambio, la modernización de las grafías tenía el gran atractivo de poder presentar el texto de forma coherente facilitando, asimismo, el acercamiento del lector a su contenido.

 

BIBLIOGRAFÍA

Blecua, Alberto: Manual de crítica textual. Madrid, Castalia, 1983.

 

Benítez Romero, Pedro David, “Correrías del zarceño Pedro Cortés de Monroy durante la conquista de Chile”, Hoy de la Zarza, 20 de octubre de 2016.

 

Corraliza, José R., «Hernando Cortés, una carta familiar», Revista de Indias n.º 30. Madrid, 1947, pp. 893-895. Revista de Estudios Extremeños, Vol. XXI, n. 1, 1965, pp. 149-193

 

—–, Extremadura. Villanueva de la Serena (ed. de Agustín Jiménez Benítez-Cano), Asociación Cultural Torres y Tapia, Villanueva de la Serena, 2007.

 

Cortés, Hernán, Cartas y memoriales (edición, estudio y notas de María del Carmen Martínez), Junta de Castilla y León, León, 2003.

 

Díaz del Castillo, Bernal: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Sopena, Madrid, 1970.

 

Gayangos, Pascual: Cartas y relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V, París, Imprenta Central de los Ferrocarriles, 1866.

 

Góngora Marmolejo, Alonso de, Historia de las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado, ed. de Miguel Donoso, Madrid, Iberoamericana, 2010.

 

Grunberg, Bernard:  Dictionnaire des Conquistadors, París, L`Harmanttan, 2001.

 

Harari, Yuval Noah: Operaciones especiales en la Edad de la Caballería, Madrid, Edaf, 2018,

 

Hurtado, Publio, Los extremeños en América, Sevilla, Gráficas Mirte, 1992.

 

Manzo Robledo, Francisco: Yo, Hernán Cortés. El juicio de residencia, Madrid, Pliegos, 2013.

 

Martínez, José Luis (Comp.): Documentos Cortesianos, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.

 

Martínez Martínez, M.ª del Carmen: «Los amigos de Hernán Cortés», Logos hellenikós: homenaje al profesor Gaspar Morocho Gayo, J. María Nieto Ibáñez (coord.), vol. II, 2003, p. 868.

 

—–, Desde la otra orilla. Cartas de Indias en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (siglos XVI-XVIII). Salamanca, Universidad de León, 2007.

 

—–, “Inquietudes, viajes y equipajes”, Viajeras entre dos mundos, Sara Beatriz Guardia, coord., 2012, pp. 55-79.

 

—–, «Hernán Cortés en España (1540-1547): negocios, pleitos y familia», en El mundo de los conquistadores, Martín Ríos Saloma (ed.), Madrid, Sílex, 2015, pp. 577-598.

 

Mira Caballos, Esteban: Hernán Cortés. El fin de una leyenda. Badajoz, Fundación Obra Pía de los Pizarro, 2010.

 

—–, Hernando de Soto. El conquistador de las tres américas. Badajoz, Ayuntamiento de Barcarrota, 2012.

 

—–, Hernán Cortés. Una biografía para el siglo XXI. Barcelona, Crítica, 2021.

 

Navarro del Castillo, Vicente, Epopeya de la raza extremeña en Indias, Mérida, autoedición, 1978.

 

Otte, Enrique: Cartas privadas de emigrantes a Indias. Jerez de la Frontera, Consejería de Cultura, 1988.

 

Pérez Miguel, Liliana: “Mujeres ricas y libres”. Mujer y poder: Inés Muñoz y las encomenderas en el Perú (s. XVI), Sevilla, Diputación Provincial, 2020.

 

Romero Galván, José Romero: “Juan de Palafox y Mendoza: de la naturaleza del indio”, en Descubrimiento, conquista e institucionalización: de la expedición al Yucatán a la consolidación de la Nueva España, T. II., Luis René Guerrero Galván y Alonso Guerrero Galván, coords. México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2022, pp. 93-141.

 

Sánchez-Rodas Navarro, Cristina: “Inés (Gómez) de Paz —deuda de Hernán Cortés— primera pensionista de viudedad de la Nueva Galicia de la Nueva España en 1577”, e-Revista Internacional de la Protección Social, vol. IV, n.º 1, 2019, pp. 4-8.

 

Sánchez Rubio, Rocío: “Extremeños con Hernando de Soto en la expedición a la Florida”, en Hernando de Soto y su tiempo. Badajoz, Junta de Extremadura, 1993, pp. 19-52.

 

—–, La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI, Mérida, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1993.

 

Sánchez Rubio, Rocío e Isabel Testón Núñez: El hilo que une. Relaciones epistolares en el Viejo y el Nuevo Mundo (Siglos XVI-XVIII). Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1999.

 

Schäfer, Ernesto: El Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias en la administración colonial, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2003.

 

Thomas, Hugh: Quién es quién de los conquistadores. Madrid, Salvat, 2001

 

 

 

 

 

 

Apéndice I

Carta de Hernando Cortés a su tía Inés Gómez de Paz, Ciudad de Tenochtitlan, 25 de octubre de 1524.

Rodrigo de Paz y Alonso de Paz, mis primos, me dieron una real carta de vuestra merced y por ser la primera que de vuestra merced he visto la certifico. Y recibí con ello tanta merced y holgué tanto como si de Catalina Pizarro, mi madre, fuera porque aun no tengo olvidadas las mercedes y caricias que vuestra merced me hizo en mi niñez que demás del deudo no poco me obliga a que yo mucho desee su servicio. Y para este efecto y para que vuestra merced de mi conozca, holgué mucho con la venida de mis primos en estas partes porque, a más de gozar yo de su conversación, por su carta conozca vuestra merced mi deseo. Y porque así de las cosas de estas partes como de lo que toca a sus personas de Rodrigo de Paz, que al presente se halla aquí, escribirá a vuestra merced y le dará de todo larga cuenta, y cuanto a esto en mi carta seré excusado. Solo quiero decir que vuestra merced puede estar muy sin congoja de lo que a ellos les toca porque hasta ahora sus personas están muy buena (sic) y, en tanto que yo viviere, no tendrán necesidad, no la teniendo yo.

Algo estoy quejoso y aun figúreseme que, con alguna razón, de Hernán Martínez, mi primo, y aun todos sus hermanos que nunca han querido escribirme pues no pueden alegar que no saben dónde ni con quién. Vuestra merced se lo mande reprehender pues con sus cartas me he de holgar tanto como de personas con quien tanto deudo tengo y vuestra merced, asimismo, me escriba porque de verdad holgaré con sus cartas tanto cuanto he dicho. A todos esos señores deudos míos suplico a vuestra merced mande dar mis encomiendas y les diga que por su culpa será si alguna cosa dejare yo de hacer que les convenga porque será por falta de no querérmelo encomendar. Nuestro Señor guarde y aumente la persona y casa de vuestra merced como desea. De la grande ciudad de Temistotan (sic) de esta Nueva España, a 25 de octubre de 1524. Al servicio de vuestra merced. Fernando Cortés.

Este traslado se sacó del original que en su poder tiene don Francisco Cortés, canónico de la santa iglesia de Palencia, y la corrijo yo por mi mano y está reconocida por el dicho Fernando Cortés, siendo ya Marqués del Valle, en Madrid, año de 1546 y firma el Marqués del Valle.

(Biblioteca Nacional Msc/10713, fol. 33r-33v. Se puede consultar en línea en la Biblioteca Digital Hispánica.  http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000145022&page=1

 

 

 

 

 

 

 

Apéndice II

Genealogía de Inés Gómez de Paz, tía del conquistador Hernán Cortés.

 

Francisco Núñez Valera, escribano & Inés Gómez de Paz
Pedro de Paz
Rodrigo de Paz
Licenciado Francisco Núñez
Hernán Núñez, escribano& Constanza Gómez de Paz

 

Inés Gómez de Paz

Andrea de León de Dey

Antonio de Paz
Jerónimo de Paz
Alonso de Paz

(Fuentes: Sánchez-Rodas, 2019)

 

 Imagen I, Biblioteca Nacional Msc/10713, fol. 33r.

Imagen II, Biblioteca Nacional Msc/10713, fol. 33v-34r.

 

 

[1] Corraliza, José R., «Hernando Cortés, una carta familiar», Revista de Indias n.º 30. Madrid, 1947, pp. 893-895. Revista de Estudios Extremeños, Vol. XXI, n. 1, 1965, pp. 149-193 y en Corraliza, José R., Extremadura. Villanueva de la Serena (ed. de Agustín Jiménez Benítez-Cano), Villanueva de la Serena, Asociación Cultural Torres y Tapia, 2007, pp. 221-227.

[2] Cortés, Hernán, Cartas y memoriales (edición, estudio y notas de María del Carmen Martínez), León, Junta de Castilla y León, 2003.

[3] Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Sopena, Madrid, 1970, p. 430.

[4] Hugh Thomas interpretó mal el encabezamiento de la carta y sostuvo que iba dirigida a los hermanos Rodrigo y Alonso de Paz. Thomas, Hugh: Quién es quién de los conquistadores. Madrid, Salvat, 2001, p. pp. 404-405.Como se puede observar en la misiva, ellos estaban junto al metelinense y lo que hicieron fue entregarle una carta de su madre lo que motivo que éste decidiese darle una breve respuesta.

[5] Véase el apéndice.

[6] Yo mismo no me percaté de este detalle y, siguiendo al resto de la historiografía, situé la salida de Tenochtitlan el 12 de octubre de 1524, algo que desmiente esta carta. Mira Caballos, Esteban: Hernán Cortés, una biografía para el siglo XXI. Barcelona, Crítica, 2021, pp. 48 y 250.

[7] Véase el apéndice.

[8] Martínez Martínez, M.ª del Carmen (ed.): Desde la otra orilla. Cartas de Indias en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (siglos XVI-XVIII). Salamanca, Universidad de León, 2007, p. 411.

[9] Martínez, Desde la otra orilla…, Ob. Cit., pp. 162-163.

[10] Otte, Enrique: Cartas privadas de emigrantes a Indias. Jerez de la Frontera, Consejería de Cultura, 1988, p. 246.

[11] Ibídem, pp. 103-105.

[12] Martínez Martínez, M.ª del Carmen: “Inquietudes, viajes y equipajes”, Viajeras entre dos mundos, Sara Beatriz Guardia, coord., 2012, p. 47.

[13] Otte: Ob. Cit., p. 95.

[14] Pérez Miguel, Liliana: “Mujeres ricas y libres”. Mujer y poder: Inés Muñoz y las encomenderas en el Perú (s. XVI), Sevilla, Diputación Provincial, 2020, pp. 152-153.

[15] Mira Caballos, Esteban: Hernando de Soto. El conquistador de las tres américas. Badajoz, Ayuntamiento de Barcarrota, 2012, p. 63. Sánchez Rubio, Rocío: “Extremeños con Hernando de Soto en la expedición a la Florida”, en Hernando de Soto y su tiempo. Badajoz, Junta de Extremadura, 1993, p. 26.

[16] Manzo Robledo, Francisco, Yo, Hernán Cortés. El juicio de residencia, Madrid, Pliegos, 2013, p. 268.

[17] Harari, Yuval Noah, Operaciones especiales en la Edad de la Caballería, Madrid, Edaf, 2018, p. 56.

[18] Por poner algún caso concreto, María Gómez, en 1567 escribió a su marido, residente en México, reprochándole que no se hubiese ocupado de ella ni de sus tres hijos y dio que no se embarcaba a su encuentro porque soy vieja y enferma y me temo que si en camino tan largo me metiese que moriría. Sánchez Rubio, Rocío e Isabel Testón Núñez: El hilo que une. Relaciones epistolares en el Viejo y el Nuevo Mundo (Siglos XVI-XVIII). Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1999, p. 61.

[19] Para saber más de todos estos parientes y paisanos que estuvieron en la conquista de la confederación mexica y en años posteriores véase mi obra: Hernán Cortés, una biografía para el siglo XXI. Barcelona, editorial Crítica, 2021. También puede verse a Grunberg, Bernard: Dictionnaire des Conquistadors, París, L`Harmanttan, 2001.

[20] Su hijo, el licenciado Francisco Núñez, cuando probó su hidalguía, hizo interrogatorio en Salamanca y en Trujillo. Martínez, José Luis (Comp.): Documentos Cortesianos, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, T. IV, p. 306.

[21] Véase Sánchez-Rodas Navarro, Cristina: “Inés (Gómez) de Paz —deuda de Hernán Cortés— primera pensionista de viudedad de la Nueva Galicia de la Nueva España en 1577”, e-Revista Internacional de la Protección Social, vol. IV, n.º 1, 2019, p. 5.

[22] Relación del cabildo de México sobre lo ocurrido durante la ausencia de Hernán Cortés, 20 de febrero de 1526. AGI, Patronato 184, R. 3. Publicado en Gayangos, Pascual, Cartas y relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V, París, Imprenta Central de los Ferrocarriles, París, 1866, p. 342.

[23] Thomas, Ob. Cit., p. 404.

[24] Martínez Martínez, María del Carmen, «Hernán Cortés en España (1540-1547): negocios, pleitos y familia», en El mundo de los conquistadores, Martín Ríos Saloma (ed.), Sílex, Madrid, 2015, p. 706.

[25] Thomas, Ob. Cit., p. 404.

[26] Martínez Martínez, María del Carmen, «Los amigos de Hernán Cortés», Logos hellenikós: homenaje al profesor Gaspar Morocho Gayo, J. María Nieto Ibáñez (coord.), vol. II, 2003, p. 868.

[27] Y quizás en su honor, bautizó al indio principal de Cuernavaca con el nombre de don Diego Cortés.

[28] El matrimonio formado por Juan Regás y María Mateos Cortés de Monroy tuvo al menos tres hijos: Pedro Cortés de Monroy, María Cortés de Monroy y Alonso Hernández Regás. Las partidas sacramentales fueron publicadas por el erudito local Antonio Dorado y aparecen citadas en Navarro del Castillo, Vicente, Epopeya de la raza extremeña en Indias, autoedición, Mérida, 1978, pp. 489-491. Sánchez Rubio, Rocío, La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI, Sociedad Estatal Quinto Centenario, Mérida, 1993, pp. 786-787. Hurtado, Publio, Los extremeños en América, Gráficas Mirte, Sevilla, 1992, p. 176.

[29] Góngora Marmolejo, Alonso de, Historia de las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado, ed. de Miguel Donoso, Iberoamericana, Madrid, 2010, pp. 328 y 546. Véase también a Benítez Romero, Pedro David, “Correrías del zarceño Pedro Cortés de Monroy durante la conquista de Chile”, Hoy de la Zarza, 20 de octubre de 2016.

[30] Schäfer, Ernesto, El Consejo Real y Supremo de las Indias. La labor del Consejo de Indias en la administración colonial, Junta de Castilla y León, Salamanca, 2003, T. II, p. 486. Hurtado, Ob. Cit., p. 253.

[31] Grunberg : Ob. Cit., p. 317.

[32] Mira Caballos, Esteban: Hernán Cortés. El fin de una leyenda. Badajoz, Fundación Obra Pía de los Pizarro, 2010, pp. 369-370.

[33] Real cédula a los oficiales de la Casa de la Contratación, Madrid, 25 de agosto de 1578. AGI, Indiferente General 1969, L. 22, fol. 179v.

[34] Romero Galván, José Romero, “Juan de Palafox y Mendoza: de la naturaleza del indio”, en Descubrimiento, conquista e institucionalización: de la expedición al Yucatán a la consolidación de la Nueva España, T. II., Luis René Guerrero Galván y Alonso Guerrero Galván, coords. México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2022, p. 117.

[35] Mira Caballos: Hernán Cortés, Una biografía para el siglo XXI…, Ob. Cit., p. 13.

[36] Blecua, Alberto: Manual de crítica textual. Madrid, Castalia, 1983.

Dic 162016
 

 Esteban Mira Caballos.

 

1.-LA DISPUTA

Probablemente la cuestión más controvertida sobre el llamado conquistador de las Tres Américas sea su lugar de nacimiento, pues él jamás se refirió a su patria chica[1]. Todas las alusiones a su naturaleza parten de terceras personas y no de su testimonio personal. Esto ha provocado que varias localidades se hayan disputado el honor de ser la cuna del célebre conquistador, fundamentalmente Barcarrota y Jerez de los Caballeros.

De Hernando de Soto teníamos la certeza de que era hijo de Francisco Méndez de Soto y de la badajocense Leonor Arias Tinoco y que tenía al menos un hermano mayor, llamado Juan Méndez de Soto, y dos hermanas, Mencía y Catalina[2]. Hasta el siglo XX nadie dudó de su nacimiento en Barcarrota pues el Inca Garcilaso de la Vega, basándose a su vez en el manuscrito hoy desaparecido de Juan de Coles, aludió a su naturaleza barcarroteña:

 

Fue el Adelantado Hernando de Soto, como al principio dijimos, natural de Villanueva de Barcarrota, hijosdalgo de todos cuatro costados de lo cual, habiéndose informado la cesárea Majestad, le había enviado el hábito de Santiago…[3]

 

Desde entonces, todos los historiadores clásicos fueron unánimes a la hora de afirmar su nacimiento en Barcarrota, desde el cronista Antonio de Herrera al erudito Luis Villanueva y Cañedo, pasando por Juan Solano de Figueroa, Ascensio de Morales, Ramón Mélida, José V. Corraliza, Publio Hurtado y Constantino Bayle, entre otros[4]. Esa certeza, nunca cuestionada antes de 1929, hizo que el 25 de julio de 1866, inauguraran un monumento al conquistador, financiado por suscripción popular, a petición del alcalde de la localidad en esos momentos, Joaquín Portella.

Fotografía 1.- Estatua de Hernando de Soto en Barcarrota, inaugurada el 25 de julio de

1866 y financiada por suscripción popular.

 

La polémica surgió en pleno siglo XX, a raíz de la publicación de su testamento y del expediente para su ingreso en la Orden de Santiago, así como de la edición en castellano de la obra del Fidalgo de Elvas[5]. Desde entonces la tesis jerezana ha cobrado muchísima fuerza gracias al respaldo documental. Analicemos minuciosamente estas tres pruebas:

La primera, es su testamento, otorgado en La Habana, el 10 de mayo de 1539, pocos días antes de su partida a la Florida. En dicho instrumento afirmó que, en caso de fallecimiento, quería que lo llevasen a sepultar a la iglesia de San Miguel de Jerez, donde estaba inhumada su progenitora[6].

La segunda, es su expediente de ingreso en la Orden de Santiago, fechado en 1538 y cuya pesquisa se realizó en la ciudad de Badajoz. Yo siempre afirmé que el documento tuvo un defecto de forma por realizarse en esta última ciudad y no en Barcarrota o Jerez. Obviamente, todos los interrogados conocían a la perfección a su familia materna –que era de Badajoz- pero apenas sabían nada de sus ascendientes paternos. Ya veremos más adelante, que no fue exactamente un error, sino más bien una estrategia interesada del propio conquistador. Lo cierto es que de la decena de declarantes, tan sólo uno, Suero Vázquez de Moscoso, afirmó que sabía que el adelantado era natural de la ciudad de Jerez[7].

Y la tercera, fue la primera edición en castellano de la obra del Fidalgo de Elvas (1952), la cual terminó por afianzar la tesis jerezana, al escribir que el adelantado era hijo de un escudero de Jerez de Badajoz[8]. Ahora bien, dicho esto también conviene observar que el Fidalgo tampoco dijo exactamente que el gobernador hubiese nacido en Jerez sino que su padre era natural de esta última localidad aunque, como luego analizaremos, tampoco esto era cierto.

Así estaban las cosas cuando en el año 2003 publiqué un libro sobre Barcarrota y América en el que expuse varios argumentos en favor de la tesis barcarroteña. Mi objetivo principal fue tratar de documentar al tal Juan de Coles y encontrar su manuscrito, al que aludió el Inca Garcilaso para fundamentar su afirmación de que el adelantado nació en Barcarrota. La localización del manuscrito titulado Breve relación de la conquista de la Florida y de las hazañas de Hernando de Soto y sus sesenta compañeros resultó totalmente infructuosa[9]. Y realmente, es improbable que se haya podido conservar porque ya el propio Inca Garcilaso afirmó que él lo encontró en mal estado y bastante carcomido[10]. Lo más probable es que haya desaparecido para siempre, salvo que el propio Garcilaso se hubiese molestado en realizar un traslado. En cambio, sí conseguimos documentar al autor del citado manuscrito, a Juan de Coles El Joven. Éste era hijo de Juan de Coles El Viejo y de Luisa Rodríguez, nacido en Zafra a principios del quinientos[11]. Siendo aún joven se trasladó a vivir a la entonces llamada Villanueva de Barcarrota, donde se terminó desposando con una viuda del pueblo[12]. Años después, se enroló en la expedición de Hernando de Soto a La Florida por lo que queda claro que, al igual que el Fidalgo de Elvas, Juan de Coles, cuando escribió sobre el adelantado, no lo hacía de oídas sino que sabía perfectamente de quién estaba hablando. Y lo hacía desde una cercanía aún mayor que la del Fidalgo, pues mientras éste era portugués, aquél estaba afincado en la localidad natal del conquistador, desposado con una barcarroteña. Lo que quiero decir con ello es que la fiabilidad de Juan de Coles, cuando decía que era de Barcarrota, era mucho mayor que la del Fidalgo de Elvas, cuando afirmaba que su padre era natural de Jerez.

Además, documentamos en Barcarrota a otros miembros de la familia del conquistador, especialmente al hermano del adelantado, Juan Méndez de Soto, heredero del mayorazgo familiar[13]. Llama la atención que el primogénito viviese en Barcarrota y no en Jerez si no es porque su linaje estaba asentado en la primera localidad. Asimismo, en la misma expedición a la Florida viajaba Diego de Soto, natural de Villanueva de Barcarrota y sobrino del adelantado que desgraciadamente perdió la vida de manera trágica, en combate, hacia 1540. Y con posterioridad, se han documentado otros miembros del linaje, como Cristóbal Méndez de Soto que, en 1612, era abogado natural y vecino de dicha villa de Barcarrota[14].

Las demás pruebas eran mucho más circunstanciales, como el enorme poder de convocatoria que tuvo en Barcarrota cuando reclutó a los hombres para su campaña por Norteamérica. Hasta la fecha, hemos localizado a treinta y tres barcarroteños enrolados frente a tan solo cinco que se alistaron en la ciudad de Jerez[15]. De Badajoz fueron nada menos que sesenta y cinco y, aunque la población de esta ciudad era muy superior a la de Barcarrota, demuestra nuevamente la gran vinculación del adelantado con aquella ciudad.

En el año 2009 publiqué un nuevo trabajo en el que aporté referencias inéditas  sobre su origen. El primer dinero que obtuvo en la  conquista del Perú, cuando residía en Cuzco, unos 400 pesos de oro, los envió a España en 1535. Y los consignó nada más y nada menos que sus hermanos, Juan Méndez de Soto y Mencía de Soto, ambos vecinos de Villanueva de Barcarrota[16].

¿Cómo estaba la tesis de su origen a día de hoy? Está claro que los Méndez de Soto poseían la mayor parte de sus bienes raíces en el término de Barcarrota, localidad en la que debían poseer una casa solariega y varias fincas rústicas. A mi juicio, había pocas dudas sobre su nacimiento en Barcarrota. Pero seguía sin respuesta una cuestión: ¿Por qué el adelantado nunca se refirió a su lugar de nacimiento? Efectivamente, han aparecido varios documentos en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla firmados por él; donde otros ponían fulanito de tal, natural de… y residente o estante al presente en Sevilla, él omitía lo primero y respondía directamente a lo segundo. En su testamento, redactado en La Habana antes de partir a su expedición descubridora, ocurrió exactamente lo mismo; en casi todas las escrituras de última voluntad, como un formulismo más, se añadía el nombre del testador, señalando quiénes eran sus padres, dónde nació y en qué lugar residía. Pues bien, como de costumbre, el barcarroteño se salto el formulismo de su lugar de nacimiento para ir directamente a las cláusulas testamentarias.

En las páginas que vienen a continuación demostraremos que no se trataba de un capricho personal ni de un desliz sino que respondía a una intencionalidad clara, tendente a salvaguardar su gran secreto.

Fotografía 2.- Grabado de Hernando de Soto, anónimo, 1949

2.-SU GRAN SECRETO

Después de repensar durante largo tiempo esta problemática he encontrado una explicación plausible para dicha interrogante que de paso deja fuera de toda duda su naturaliza barcarroteña. Siempre pensé que cuando omitía su nacimiento en Barcarrota, e incluso, permitía que algunos pensasen que era de Jerez de los Caballeros lo hacía por una cuestión de prestigio. Durante años interpreté que pretendía simplemente dar un mayor lustre a su hidalguía, haciendo creer que sus orígenes estaban en la señera ciudad de Jerez y no en la pequeña villa de Barcarrota. Dada la importancia que se daba en aquellos tiempos al linaje y a la honra, había una gradación social que variaba en función de la prestancia de cada localidad. No era lo mismo ser un hidalgo de una pequeña villa rural que de una ciudad más importante como Sevilla, Badajoz, Trujillo o la propia Jerez. Precisamente, esta última había obtenido el título de ciudad a principios del siglo XVI y poseía una importante élite nobiliaria[17]. Para un escudero de ascendencia nobiliaria, residir en una localidad de tanta solera como Jerez de los Caballeros –entonces Jerez de Badajoz- era un punto más de señorío. Un caso que no es único pues, por ejemplo, la familia de Hernán Cortés, tenía la mayor parte de sus propiedades en Don Benito pero por una cuestión de prestigio residía oficialmente en la villa matriz de Medellín, desde donde se administraba y defendía todo el condado[18]. Sin embargo, tras leer el libro sobre los Peñaranda, dueños de la famosa Biblioteca de Barcarrota, obra del recordado Fernando Serrano, he llegado a la conclusión de que el conquistador tenía un motivo mucho más confidencial que no era otro que su origen judaico[19].

Hay casos muy similares, relativamente cercanos a él, como el del Almirante de la Mar Océana Cristóbal Colón que jamás se refirió a sus orígenes, lo que Salvador de Madariaga atribuye a una posible ascendencia judía[20]. Y esa misma sospecha tengo yo sobre Hernando de Soto, sobre la cual quiero argumentar en las líneas que vienen a continuación.

Sabíamos de la existencia de una nutrida comunidad judeoconversa en la villa, que buscaba preferentemente lugares fronterizos a Portugal, para tener una salida fácil en caso necesario[21]. Recientemente, José Ignacio Rodríguez Hermosell ha publicado un interesantísimo padrón vecinal, realizado en la villa el 3 de noviembre de 1461. En él se mencionan uno a uno los nombres de todos los vecinos, entre los que se incluyen nada menos que cuarenta y un judíos o judeoconversos, equivalentes a más de un centenar y medio de personas[22]. Aunque probablemente no disponían de una aljama propia, al menos que sepamos, la comunidad era muy numerosa, algunos judíos practicantes y otros conversos. Pero es más, Fernando Serrano, en su ya citado trabajo, incluye entre los apellidos judeoconversos, a los Mesa, Mexía, Milano, Mangas, Fonseca, Sánchez, Méndez y Méndez de Soto[23]. Es decir, la estirpe del adelantado de La Florida estaba vinculada secularmente al grupo judeoconverso de la localidad.

Estos linajes fueron perseguidos por la Inquisición y sus descendientes marginados de la administración, de los más prestigiosos colegios mayores, de las órdenes militares, e incluso, de determinadas congregaciones religiosas, como la jerónima. Fueron considerados linajes deicidas, con una permanente deuda de sangre. Además implantaron en España una perniciosa tradición, que en algunos sectores sociales ha llegado hasta la Edad Contemporánea, de que simplemente basta la sospecha para excluir a alguien. Los estatutos de limpieza sirvieron a los cristianos viejos para limitar la capacidad de los neófitos de acceder a las instituciones castellanas[24].

Es indudable, pues, que Hernando de Soto tenía una ascendencia judeoconversa por parte de padre y le interesaba silenciar lo más posible dichos orígenes. Es bien sabido que el recurso más frecuente usado por estas minorías religiosas era cambiar los apellidos, mudarse de localidad o falsear su genealogía. Hernando de Soto buscó su protección usando nada más y nada menos que los tres medios. Para empezar trocó su apellido Méndez de Soto por el de Soto a secas. Era frecuente en esta época replegar los apellidos compuestos, seleccionando el más prestigioso de los dos o el menos sospechoso[25]. Así se deshizo del Méndez, muy vinculado con el judaísmo en su villa natal. Bien es cierto que Juan Solano de Figueroa, que conocía bien la historia de la Baja Extremadura, lo sigue llamando en su obra por su nombre original, Hernán Méndez de Soto[26].

Asimismo, y para más seguridad, trató de airear lo menos posible su origen barcarroteño, especialmente cuando se hizo su probanza para su ingreso en la Orden de Santiago. El supuesto defecto de forma del que yo he hablado durante lustros, al hacerse el interrogatorio en Badajoz y no en Barcarrota, no fue tal sino una decisión bien meditada. Supongo que no tuvo demasiados problemas para compensar a Suero Vázquez Moscoso para que dijera que era natural de Jerez de Badajoz, pues además el resto de los testigos sabía tan poco de su familia paterna que no podían negarlo. En un  estudio relativamente reciente, se ha puesto de manifiesto el fraude generalizado en las genealogías y en las probanzas de muchas familias nobles de España, especialmente de aquellas que trataban de esconder un origen judeoconverso[27]. El Fidalgo de Elvas pudo decir que era hijo de un hidalgo de Jerez, porque él no sabía nada de la familia del conquistador y se limitó a repetir lo que había escuchado o lo que Hernando de Soto había querido que creyera. En cambio, a Juan de Coles no lo pudo engañar porque él conocía perfectamente a los Méndez de Soto, y sabía que era un linaje barcarroteño.

Hernando de Soto trataba de escamotear su pasado judaico porque, entre otras cosas, eso le hubiese dificultado el acceso al hábito de Santiago, además de acarrearle otros problemas. Su estrategia fue de lo más simple: interrogar solo a testigos de Badajoz, consiguiendo que estos abundasen en el pasado de su familia materna, libre de toda sospecha hebraica. En cambio, apenas supieron decir una palabra sobre la paterna, más allá de lo que habían oído o de lo que el propio Hernando de Soto había querido que supieran o que dijeran. De esta forma, su origen judeoconverso se convirtió en el secreto mejor guardado del conquistador.

Y por si fueran pocas las pruebas aportadas sobre la ascendencia conversa de Hernando de Soto hay otro aspecto más que la confirma plenamente. Se desposó con otra conversa, Isabel de Bobadilla, hija del gobernador de Castilla del Oro Pedrarias Dávila. Actualmente está totalmente demostrado que el abuelo del suegro de Hernando de Soto, fue Ysaque Benacar, convertido al cristianismo con el nombre de Diego Arias Dávila, que llegó a ser contador mayor del rey Enrique IV[28]. Y digo que confirma mi hipótesis porque era absolutamente normal que un converso se desposase con otra persona de su mismo origen, aunque tanto los Soto como los Arias Dávila negaran y trataran de ocultar dicha mancha de sangre en su linaje.

Queda claro que la tesis del origen converso de los Méndez de Soto es mucho más que plausible, yo diría que segura, al igual que el origen barcarroteño de toda la familia, incluido, por supuesto, el conquistador. Y ello explicaría su comportamiento un tanto extraño en relación a su tierra natal. Trató de disimular sus orígenes, no abundando en su nacimiento barcarroteño, e incluso tratando de difundir su origen jerezano. Ahora bien, eso lo podía hacer en Badajoz o en La Florida, pero no en su tierra natal donde todo el mundo sabía que Los Méndez de Soto eran conversos de Barcarrota. Como ya hemos afirmado, eso explicaría los testimonios errados de Suero Vázquez Moscoso y del Fidalgo de Elvas.

 

3.-CONCLUSIÓN

El Adelantado de la Florida nunca dijo cuál era su lugar de nacimiento, una circunstancia que alimentó la disputa entre Barcarrota y Jerez de los Caballeros por ser su localidad natal. Todo apuntaba hacia la primera de ellas, pero algunas afirmaciones de personas poco allegadas al personaje, señalaron la segunda.

El origen judeoconverso del apellido Méndez de Soto, puesto de manifiesto en los recientes trabajos sobre la emparedada Biblioteca de Barcarrota, nos ha aportado claves para interpretar sus orígenes. Ello le empujó a cambiarse el apellido Méndez de Soto, demasiado implicado y señalado, por el Soto a secas, mucho menos sospechoso. Al mismo tiempo, trató de no airear su cuna barcarroteña, para evitar cualquier vinculación con el judaísmo. De hecho, difundió hasta donde pudo su origen jerezano, algo que pudo dar por válido el Fidalgo de Elvas, que era portugués y no conocía a su familia paterna, pero no el cronista Juan de Coles, que era barcarroteño y no lo podía engañar.

Y todo ese juego de engaños, de cambios de apellidos y de vecindad, tenía como objetivo escamotear su pasado converso. Una circunstancia que le podía perjudicar seriamente en su sueño de ascensión social y particularmente en la obtención del deseado hábito de la Orden de Santiago.

Esta ascendencia manchada nos ha permitido entender muchas de las actuaciones del conquistador. Gracias a ello hemos podido encajar por fin todas las piezas del puzle, despejando todas las dudas sobre su origen barcarroteño.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

BARRANTES, Vicente: Aparato Biográfico para la historia de Extremadura. Badajoz, Institución Juan de Valencia, 1977.

 

CANTERA BURGOS, Francisco: Pedrarias Dávila y Cota, capitán general y gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua: sus antecedentes judíos. Madrid, Cátedra de Lengua Hebrea e Historia de los judíos, 1971.

 

CORRALIZA, José V.: Extremadura. Villanueva de la Serena (Ed. de Agustín Jiménez Benítez-Cano). Villanueva de la Serena, Asociación Cultural Torres y Tapia, 2007.

 

DIAGO HERNANDO, Máximo: “Caballeros e hidalgos en la Extremadura castellana medieval (siglos XIII-XV)”, en La España Medieval, Nº 15. Madrid, 1992

 

FIDALGO DE ELVAS: Expedición de Hernando de Soto a Florida. Madrid, Austral, 1965.

 

GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del inca. Barcelona, Red Ediciones S.L., 2016.

 

GITLITZ, David: Los Arias Dávila de Segovia: entre la Sinagoga y la Iglesia. San Francisco, International Scholars Publications, 1996.

 

HERNÁNDEZ BERMEJO, María Ángeles e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: “Tiempo de Inquisición. (La represión social en la Extremadura del siglo XVI)”, Hernán Cortés y su tiempo, T. I. Mérida, Editora regional de Extremadura, 1987, pp. 376-389.

 

HERNÁNDEZ FRANCO, Jesús: Sangre limpia, sangre española. El debate de los estatutos de limpieza (siglos XV-XVII). Madrid, Cátedra, 2011.

 

MADARIAGA, salvador de: Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón. Buenos aires: Editorial Sudamericana, 1944.

 

MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, Matías Ramón: El libro de Jerez de los Caballeros. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1993 (original de 1892).

 

MENA GARCÍA, Mª del Carmen: Un linaje de conversos en tierras americanas. Los testamentos de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua. León, Universidad, 2004.

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “Nuevos aportes a la historia de la demografía extremeña: el censo de Barcarrota de 1538”, Revista de Estudios Extremeños, T. L, N. III. Badajoz, 1994, pp. 579-598.

 

—– Barcarrota y América: flujo y reflujo en una tierra de frontera. Badajoz, Consejería de Cultura, 2003.

 

—– “Nuevas pruebas sobre el origen barcarroteño de Hernando de Soto”, XXXVII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2009, pp. 231-245.

 

—– Hernando de Soto. El conquistador de las tres Américas. Badajoz, Fundación Obra Pía de los Pizarro, 2013.

 

RODRÍGUEZ HERMOSELL, José Ignacio: Noticias bajomedievales de Villanueva de Barcarrota. Barcarrota, Colección Altozano 2016.

 

SALINERO, Gregorio: “Sistemas de nominación e inestabilidad antroponímica moderna”, en Un Juego de Engaños. Movilidad. Nombres y apellidos en los siglos XV al XVIII. Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 9-26.

 

SOLANO DE FIGUEROA, Juan: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz (Ed. de Francisco Tejada Vizuete). Badajoz, Diputación Provincial, 2013.

 

SÁNCHEZ RUBIO, Rocío: “Extremeños con Hernando de Soto en la expedición a la Florida”, en Hernando de Soto y su tiempo. Villanueva de la Serena, 1993, pp. 39-51.

 

SERRANO MANGAS, Fernando: El secreto de los Peñaranda. El universo judeoconverso de la Biblioteca de Barcarrota, siglos XVI y XVII. Badajoz, Alborayque, 2010.

 

SOLAR Y TABOADA, Antonio del y RÚJULA Y OCHOTORENA, José de: El Adelantado Hernando de Soto. Breves noticias y nuevos documentos para su biografía. Badajoz, 1929.

 

SORIA MESA, Enrique: La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad. Madrid, Marcial Pons, 2007.

 

TAVIANI, Paolo Emilio: Cristóbal Colón. Génesis del Gran Descubrimiento. Barcelona, Instituto Geográfico de Agostini, 1983.

 

VILLANUEVA Y CAÑEDO, Luis: Hernando de Soto. Badajoz, Imprenta Arqueros, 1929.

[1]MIRA CABALLOS, Esteban: Hernando de Soto. El conquistador de las tres Américas. Badajoz, Fundación Obra Pía de los Pizarro, 2013, p. 17.

 

[2]Ibídem, p. 18.

 

[3]GARCILASO DE LA VEGA, Inca: La Florida del inca. Barcelona, Red Ediciones S.L., 2016, p. 385.

 

[4]Solo citaremos el testimonio de un gran americanista de Villanueva de la Serena, José V. Corraliza, cuya obra completa ha sido reeditada recientemente. Él citaba sin ningún género de dudas a Hernando de Soto como natural de Villanueva de Barcarrota. Bien es cierto que ese texto lo publicó en 1923, es decir, seis años antes de que apareciera la obra de Antonio del Solar y José de Rújula en la que se dio a conocer el testamento del conquistador y su expediente de ingreso en la Orden de Santiago. CORRALIZA, José V.: Extremadura. Villanueva de la Serena (Ed. de Agustín Jiménez Benítez-Cano). Villanueva de la Serena, Asociación Cultural Torres y Tapia, 2007, p. 72.

 

[5]SOLAR Y TABOADA, Antonio del y RÚJULA Y OCHOTORENA, José de: El Adelantado Hernando de Soto. Breves noticias y nuevos documentos para su biografía. Badajoz, 1929. FIDALGO DE ELVAS: Expedición de Hernando de Soto a Florida. Madrid, Austral, 1965

 

[6]El testamento, descubierto y publicado por los citados Antonio del Solar y José de Rújula, lo transcribí de nuevo del original, corrigiendo algunas erratas, y lo publiqué en un apéndice documental de mi libro: Barcarrota y América: flujo y reflujo en una tierra de frontera. Badajoz, Consejería de Cultura, 2003, pp. 118-123.

 

[7]MIRA CABALLOS: Hernando de Soto…Ob. Cit., p. 22.

 

[8]FIDALGO DE ELVAS: Ob. Cit., p. 37.

 

[9]MIRA CABALLOS: Barcarrota y América…Ob. Cit., p. 101. MIRA CABALLOS: Hernando de Soto… Ob. Cit., p. 23.

 

[10]BARRANTES, Vicente: Aparato Biográfico para la historia de Extremadura. Badajoz, Institución Juan de Valencia, 1977, p. 314.

 

[11]MIRA CABALLOS: Barcarrota y América…Ob. Cit., p. 102.

 

[12]El nombre de esa viuda lo desconocemos, pero sí sabemos que tenía tres hijas de su primer matrimonio, llamadas Beatriz, María y Catalina. MIRA CABALLOS, Esteban: “Nuevos aportes a la historia de la demografía extremeña: el censo de Barcarrota de 1538”, Revista de Estudios Extremeños, T. L, N. III. Badajoz, 1994, pp. 597-598.

 

[13]MIRA CABALLOS: Barcarrota y América…Ob. Cit., p. 102.

 

[14]VILLANUEVA Y CAÑEDO, Luis: Hernando de Soto. Badajoz, Imprenta Arqueros, 1929, p. 24.

 

[15]SÁNCHEZ RUBIO, Rocío: “Extremeños con Hernando de Soto en la expedición a la Florida”, en Hernando de Soto y su tiempo. Villanueva de la Serena, 1993, pp. 39-51.

 

[16]MIRA CABALLOS, Esteban: “Nuevas pruebas sobre el origen barcarroteño de Hernando de Soto” XXXVII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2009, pp. 231-245.

 

 

[17]MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, Matías Ramón: El libro de Jerez de los Caballeros. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1993 (original de 1892), pp. 75-86.

 

[18]Se han documentado casos similares en Castilla y en la Extremadura Castellana, donde con frecuencia los caballeros estaban avecindados en las cabeceras jurisdiccionales aunque de hecho residiesen habitualmente en alguna de las aldeas del entorno o en una casa de campo. DIAGO HERNANDO, Máximo: “Caballeros e hidalgos en la Extremadura castellana medieval (siglos XIII-XV)”, en La España Medieval, Nº 15. Madrid, 1992, p. 35.

 

[19]SERRANO MANGAS, Fernando: El secreto de los Peñaranda. El universo judeoconverso de la Biblioteca de Barcarrota, siglos XVI y XVII. Badajoz, Alborayque, 2010.

 

[20]Él jamás se refirió a sus orígenes familiares, administrando la verdad, como afirmó Salvador de Madariaga, con notoria cautela. MADARIAGA, salvador de: Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón. Buenos aires: Editorial Sudamericana, 1944, p. 43. Y en este mismo sentido, afirmaba Paolo Taviani, que Colón desarrolló la costumbre de no contar nunca toda la historia a una sola persona, de descubrir siempre sólo una parte del argumento, contribuyendo notablemente al misterio y a la confusión en torno a su persona. TAVIANI, Paolo Emilio: Cristóbal Colón. Génesis del Gran Descubrimiento. Barcelona, Instituto Geográfico de Agostini, 1983, p. 27.

 

[21]HERNÁNDEZ BERMEJO, María Ángeles e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: “Tiempo de Inquisición. (La represión social en la Extremadura del siglo XVI)”, Hernán Cortés y su tiempo, T. I. Mérida, Editora regional de Extremadura, 1987, T. I, p. 384.

 

[22]RODRÍGUEZ HERMOSELL, José Ignacio: Noticias bajomedievales de Villanueva de Barcarrota. Barcarrota, Colección Altozano 2016, pp. 41-56.

 

[23]SERRANO MANGAS: Ob. Cit., p. 62 y 66.

 

[24]En la Península, las probanzas comenzaron a mediados del siglo XV y sirvieron para discriminar de los altos cargos de la administración a los conversos, es decir, a los neófitos. Y ello porque se entendía, como se estableció en la Sentencia-Estatuto del cabildo de Toledo de 1449, que independientemente de su fidelidad al cristianismo, tenían un origen manchado y un linaje perverso. Dado que los apellidos sospechosos eran fácilmente sustituibles se hizo necesario establecer mecanismos para verificar el linaje de cada persona, proliferando así las probanzas de limpieza de sangre. Sobre el particular puede verse el excelente trabajo de HERNÁNDEZ FRANCO, Jesús: Sangre limpia, sangre española. El debate de los estatutos de limpieza (siglos XV-XVII). Madrid, Cátedra, 2011.

 

[25]SALINERO, Gregorio: “Sistemas de nominación e inestabilidad antroponímica moderna”, en Un Juego de Engaños. Movilidad. Nombres y apellidos en los siglos XV al XVIII. Madrid, Casa de Velázquez, 2010, p. 24.

 

[26]SOLANO DE FIGUEROA, Juan: Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz (Ed. de Francisco Tejada Vizuete). Badajoz, Diputación Provincial, 2013, p. 79.

 

[27]SORIA MESA, Enrique: La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad. Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 300-317.

 

[28]MENA GARCÍA, Mª del Carmen: Un linaje de conversos en tierras americanas. Los testamentos de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua. León, Universidad, 2004, pp. 15-74. Sobre el particular también pueden consultarse otras dos obras citadas en el libro anterior y que abundan en el pasado judeoconverso de los Arias Dávila. CANTERA BURGOS, Francisco: Pedrarias Dávila y Cota, capitán general y gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua: sus antecedentes judíos. Madrid, Cátedra de Lengua Hebrea e Historia de los judíos, 1971 y GITLITZ, David: Los Arias Dávila de Segovia: entre la Sinagoga y la Iglesia. San Francisco, International Scholars Publications, 1996.

 

Jun 182015
 

 

Esteban Mira Caballos.

 

1.-BREVE SEMBLANZA

 

Hernando Pizarro fue el único hijo varón legítimo de Gonzalo Pizarro. Nació en la ciudad de Trujillo entre 1502 y 1503, llegando al Perú siendo un joven de poco menos de treinta años[1].  Era orgulloso y, como decía Antonio de Herrera, más inclinado a severidad que a mansedumbre[2].

Abandonó el Perú en dos ocasiones, la primera en 1533, cuando acudió a Sevilla enviado por el gobernador para llevar el quinto real, justificar la actuación de los Pizarro en la conquista y, de paso, solicitar nuevas mercedes. Conseguido sus objetivos regresó a Nueva Castilla, en el primer tercio de 1535[3].  El 3 de abril de 1539 retornó de nuevo a España, con la intención de justificar lo injustificable, es decir, la ejecución del gobernador de Nueva Toledo, Diego de Almagro El Viejo. Sin embargo, las cosas no salieron según lo esperado; nada más pisar tierras peninsulares comenzaron sus problemas con la justicia, agudizados por su falta de liquidez ya que le embargaron gran parte del capital repatriado. Los almagristas se habían encargado de difamarlo en la Corte, acusándolo de ser el causante de las rebeliones de Manco Cápac y de Diego de Almagro así como del ajusticiamiento de éste último. Tres meses después, su desprotección se acentuó a raíz del asesinato de su propio hermano en su palacio limeño. Lo cierto es que, carente de apoyos y de  argumentos para su defensa, fue apresado y encarcelado.

Alonso Enríquez de Guzmán, gentilhombre de la Casa real y albacea testamentario de Diego de Almagro, solicitó la pena de muerte así como una indemnización de 126.000 ducados para él por haberle robado su hacienda, y de 500.000 pesos más para Diego de Almagro El Mozo[4]. Asimismo, exigió la confiscación de las valiosísimas piezas de oro y plata que había traído consigo y que, según decía, se las había arrebatado previamente al difunto Almagro[5]. El fiscal Villalobos procedió contra él con los cargos de asesinato de un gobernador Real, de negligencia en la acción contra los indios y de fraudes, robos y desfalcos a la hacienda pública[6].

escanear0001

Imagen 1: Castillo de la Mota en Medina del Campo.

 Se ordenó su prisión sin fianza a la espera de juicio, recluyéndolo en el Alcázar de Madrid desde el 14 de mayo de 1540[7]. Consciente de que se jugaba la cadena perpetua e incluso la pena de muerte, buscó los servicios de los mejores juristas del momento, como Sebastián Rodríguez y Juan de Uribe, ambos solicitadores de causas en el Consejo de Indias. El primero, había trabajado para su hermano Francisco Pizarro, cobrando trescientos ducados anuales, justo la misma cuantía que el licenciado Francisco Calderón cobraba por defender a Hernando. Sin embargo, decidió hacerse con los servicios del primero para el pleito con los almagristas, y dejar al segundo para otros asuntos menores. No obstante, tuvo ciertas diferencias con Sebastián Rodríguez porque sólo le ofreció cien ducados anuales[8]. Finalmente, el jurista aceptó pese a la rebaja de salario, probablemente por el prestigio que le podía reportar defender a uno de los conquistadores del Perú. La carta de apoderamiento a favor de Sebastián Rodríguez y de Juan de Uribe se escrituró en el Alcázar de Madrid, el 23 de mayo de 1540. El primero estuvo ayudado por los doctores Rivera y Buendía, primero, y después por el licenciado Castillo y por Francisco Hernández de la Canal, con un salario anual de 50.000 maravedís cada uno.

Otros muchos apoderados se encargaron de la gestión de su hacienda y de afrontar otros muchos pleitos que el trujillano mantenía, como el licenciado Francisco Calderón, Juan de Reina, Íñigo López de Mondragón, Diego Rodríguez de Narváez, Francisco Morán, Juan Sánchez de Casas y Martín Alonso, vecinos de Trujillo[9]. Toda una legión de abogados, letrados y procuradores necesarios para defenderse de la veintena de pleitos a los que simultáneamente tuvo que enfrentarse desde su regreso a España[10].

Pasó casi dos décadas en prisión, exactamente desde 1540 a 1559, los primeros años en Madrid y el resto en el castillo de Medina del Campo[11]. El 3 de marzo de 1545 se dictó la sentencia por la que se conmuto la pena de destierro a la frontera africana por su permanencia carcelaria en la Mota[12]. Y finalmente, el 20 de abril de 1562, tras más de dos décadas de pleitos y apelaciones, se otorgó la sentencia definitiva por la que se le obligó al pagó de diversas indemnizaciones, entre ellas 2.000 ducados a los hospitales del Perú[13].

Huelga decir que pese a su reclusión privilegiada, dispuso de una amplia capacidad de movimientos, pudiendo gestionar pacientemente su patrimonio familiar. De hecho, encontramos numerosas escrituras, otorgadas en la citada fortaleza, en la que con frecuencia aparecía entre los testigos el alcaide de la misma, Hernán Ruiz Vaca. Inicialmente padeció graves problemas financieros ya que las remesas de capitales del Perú llegaban a cuenta gotas y a veces, incluso, sufría la confiscación de los oficiales reales. Intentó eludir el fisco, introduciendo oro y plata sin registrar pues aunque fue condenado por ello en alguna ocasión es posible que en otras hubiese tenido más suerte[14]. De hecho, en 1544, en la carta escrita a su hermano Gonzalo le decía que estaba tan endeudado –declaraba deber unos 25.000 ducados- que prefería estar preso que suelto[15]. Y aunque un año antes había apoderado al padre Diego Martín para que acudiese al Perú a cobrar lo que pudiese de su hacienda, lo cierto es que el dinero aún tardaría algunos años en llegar[16].

 

2.-ANÁLISIS DEL TESTAMENTO DE 1557

Conocíamos hasta la fecha un solo testamento y fundación de mayorazgo, protocolizado el 30 de julio de 1578, mientras que unos días después formalizó su codicilo, exactamente el 8 de agosto de ese mismo año[17]. Asimismo, teníamos noticias de otra escritura de última voluntad otorgada en Sevilla el 6 de octubre de 1534, antes de reembarcarse hacia Nueva Castilla. Sin embargo, este último documento nos consta solo por su revocación, formalizada en la Mota el 7 de junio de 1552[18].  El testamento que ahora transcribimos y analizamos era totalmente desconocido por la historiografía y aporta varios datos de interés para el conocimiento de la vida del más longevo de los hermanos Pizarro.

escanear0002

Imagen 2.- Retrato en piedra de Hernando Pizarro, en la fachada del palacio de la Conquista que él mismo mandó construir (fotografía del autor).

El 10 de octubre de 1557, el trujillano tenía la condición de abintestato, pues había revocado cinco años antes el otorgado en 1534. Sin embargo, de forma repentina enfermó gravemente y, temiendo un fatal desenlace, otorgó la escritura en la que básicamente dejó atado todo lo que después amplió en 1578. Lo primero que me ha llamado la atención es que si Hernando Pizarro hubiese fallecido en 1557, no habría cambiado prácticamente nada la historia posterior. Es decir, por aquellas fechas, más de dos décadas antes de su óbito, había conseguido aglutinar la mayor parte de la fortuna familiar y había dejado ya suficiente descendencia como para perpetuar su linaje.

Empieza, como era habitual en la época, invocando el dogma de la Santísima Trinidad, manifestando su condición de buen cristiano y encomendando su alma a Dios. Se trata de una fórmula notarial rutinaria pero también una manifestación clara de las creencias del otorgante y el deseo de garantizarse la vida eterna. Prueba de ese temor a la otra vida son dos cláusulas sorprendentes: una a favor de los indios y otra en recuerdo de los almagristas. En relación, a los primeros reconoce que bajo amenazas les arrebató ilícitamente cierto oro por valor de hasta 500 o 600 ducados. Como forma de restitución, con la idea de que Dios le perdonase sus pecados, ordena que se inviertan hasta 1.000 ducados en rentas para que sus réditos se distribuyan entre los pobres. Y no es la única limosna que deja a los menesterosos, pues, en otra de las cláusulas dispuso que el día de su entierro se repartiesen 50 ducados de limosna, de la forma que su esposa ordenase. Las disposiciones a favor de los pobres son una constante en los testamentos españoles de la época, correspondiendo siempre a los albaceas –en este caso a uno sólo, su propia esposa- su distribución[19]. Y en relación a los segundos, es decir a los de Chile, inserta la siguiente cláusula:

Ítem, mando por las ánimas de las personas que se les dieron en un reencuentro que tuve con Almagro, cien misas y den a los sacerdotes que las dijeren lo acostumbrado[20].

 

Parece que se refiere a la batalla de las Salinas (1538), en la que no sólo resultaron derrotados los almagristas sino que a los supervivientes se les persiguió con saña, rematando a los heridos. Se ve que tenía cierto cargo de conciencia que pretendía aliviar o limpiar, dejando un centenar de misas por las almas de los fallecidos en aquella contienda.

Como manifestó siempre, tenía la intención última de ser enterrado en su Trujillo natal. Para ello encarga que depositen su cuerpo temporalmente en alguna iglesia o  monasterio, para que en cuanto fuera posible se trasladase al templo trujillano que su esposa eligiese. No sugiere ninguna iglesia en particular ni para su depósito temporal ni para el definitivo. Sin embargo, sabemos que dos de sus hijos fallecidos prematuramente, mientras estaba encerrado en la Mota, fueron inhumados provisionalmente en la iglesia del convento dominico de San Andrés de Medina del Campo[21]. Con toda probabilidad, éste hubiese sido el templo elegido para custodiar temporalmente sus restos hasta su traslado a Trujillo. Por cierto, menciona un dato que desconocíamos hasta la fecha: su padre estaba enterrado en la iglesia del lugar de la Zarza, ordenando que se trasladasen a su misma sepultura en Trujillo.

Manifiesta su intención de que su entierro no sea fastuoso sino de pompa moderada.  Y bien es cierto, que teniendo en cuenta su cuantiosa fortuna, sus honras fúnebres fueron modestas, repartiéndose los sufragios de la siguiente forma:

 

Cuadro I

Misas establecidas en su testamento

Beneficiario
500 Hernando Pizarro
200 Sus padres, Gonzalo Pizarro e Isabel de Vargas
100 Por los almagristas
100 Su hermano Francisco Pizarro
100 Su hermano Juan Pizarro
100 Su hermano Gonzalo Pizarro
50 Su hermana Francisca Rodríguez
50 Su hermana María de Aguilar
50 Ánimas del Purgatorio
TOTAL: 1.250

 

Como ya hemos dicho, no dispuso ni de un funeral excesivo ni tampoco dejó dispuestas un gran número de misas por su alma. Medio millar de sufragios por su alma no es una cantidad excesiva, teniendo en cuenta que muchas personas con una fortuna muy inferior a la suya fundaron capellanías a perpetuidad, con un número de sufragios muy superior. Por poner algunos ejemplos ilustrativos, en 1600, el perulero metellinense Alonso Velázquez terminó de disponer el alma de su hermano Juan Velázquez, estableciendo 2.800 sufragios, que se celebrarían en Medellín, Mérida, Trujillo y Usagre[22]. Por su parte, la carmonense Elvira de Castellanos que amasó una pequeña fortuna, en su testamento otorgado en Veracruz el 30 de abril de 1605, al margen de la fundación de una capellanía, dejó un total de 2.172 misas, a oficiar en las iglesias de su ciudad natal o en Sevilla[23]. Y por poner un último ejemplo, el badajocense Francisco Amado de la Parra, dispuso 2.000 misas por su alma a celebrar en templos de su ciudad natal[24]. Estos ejemplos son suficientes para verificar la modestia de su pompa fúnebre y de los gastos en sufragios dispuestos por el hermano del gobernador de Nueva Castilla.

Otra cuestión que no por sabida deja de llamarnos la atención es el hecho de que, pese a estar encerrado en la Mota, dispusiese de un amplio cuerpo de servicio, pues menciona en su escritura a numerosos criados. Parece que había dos asistentas especiales: Mari Velázquez y María de Cabrera, a quienes deja la suma de 300 y 100 ducados respectivamente. Y en relación a la segunda de ellas, encomienda a su esposa que mire mucho por ella y le ayude en su casamiento. Además, alude a un ama que servía en su casa, a quien le deja ocho ducados de limosna, al tiempo que ordena pagar los salarios que se debiesen a todos los demás mis criados y criadas. Y aunque, no se citan en el manuscrito, también disponía de esclavos, como un tal Antonio, negro, que en 1558 tuvo una hija con una india libre que presumiblemente también pertenecía al cuerpo de servicio del castillo[25]. Se verifica algo que ya intuíamos y es que, en la Mota, el matrimonio Pizarro dispuso de algo así como una corte principesca. Más adelante, hay una cláusula en la que el trujillano ordena que todas las joyas que había regalado a su esposa, pese a no existir escritura, eran de propiedad exclusiva de ella, disponiendo que ningún heredero se las pudiese reclamar. Y eso sin contar con los vestidos suntuarios que poseía la ilustre mestiza: sayas, basquiñas de terciopelo, chamelotes bordados de oro, sombreros de terciopelo, tocas con rostro de oro, etc.[26]

Aclara datos relativos a su descendencia que desconocíamos. Tradicionalmente, la historiografía había sostenido que con su esposa Francisca Pizarro Yupanqui tuvo tres hijos: Francisco, el primogénito, Juan y una hija fallecida con corta edad, en julio de 1553, llamada Inés[27]. Conocíamos la existencia de un cuarto hijo, llamado Gonzalo, que murió siendo un niño y cuyo cuerpo quedó depositado el 15 de febrero de 1555 en el convento dominico de San Andrés, ubicado en Medina del Campo[28]. Pues bien, en el texto que ahora estudiamos, se mencionan tres hijos: Francisco, Juan y doña Isabel Pizarro, además de señalar que su esposa, estaba en esos momentos preñada. Por tanto queda claro que, si el embarazo de su esposa llegó a término, Hernando Pizarro tuvo al menos seis hijos legítimos. Eso sí, de todos ellos solo dos alcanzaron la edad adulta: Francisco y Juan. El primero de ellos, Francisco Pizarro Pizarro, se convirtió en el heredero del mayorazgo, establecido por Hernando en 1557 y ratificado dos décadas después. Quedaba regulado que si éste fallecía pasaría a Juan Pizarro y si éste también moría pasaría a su hija legítima Isabel Pizarro, y en adelante volverían a heredar de varón en varón, siempre respetando la primogenitura.

A sus hijos ilegítimos, habidos con Isabel de Mercado, Francisco y Francisca Pizarro, les dejaba 4.000 ducados a cada uno que se les debían entregar cuando  contrajeran esponsales. Ahora bien, ponía una condición muy clara: debían obedecer a Francisca Pizarro Yupanqui y si alguno de ellos les fuere desobediente y contra su voluntad se le saliere de casa o de su dominio, perderían su herencia. Mientras no se casasen permanecerían bajo la tutela de la mestiza quien se encargaría de administrar los 8.000 ducados, alimentándolos y si fuera posible, incrementando el capital. Todo ello, siempre y cuando permaneciera viuda, porque –decía- estoy confiando de su humildad y honra que no se casará sino que criará y administrará sus hijos. En caso de contraer matrimonio en segundas nupcias, la curaduría de sus hijos recaería en Juan Cortés, una persona de la más absoluta confianza de la familia Pizarro[29]. Si este último fallecía, pasaría a Martín de Chávez y tras el óbito de éste a Juan Hinojosa de Vargas.

Por cierto, dicho sea de paso, que la línea legítima de Francisco Pizarro y Pizarro se terminó extinguiendo por lo que el marquesado de la Conquista y el mayorazgo familiar pasaron a la línea ilegitima iniciada por Francisca Pizarro Mercado.

También se vislumbra entre las páginas de la escritura la gran actividad económica desplegada por Hernando desde el castillo. Menciona una compañía que tenía con Rafael Arrayol, que se encargaba de vender brocados y otros productos textiles. Asimismo, declaró que había enviado a Antonio Ribera 5.775 escudos para que, en la feria de Flandes, los invirtiese en sus negocios. También hace alusión a la llegada de caudales en las flotas de 1556 y 1557, así como las deudas que tenía pendiente de cobro por distintos préstamos que había formalizado.

 

Cuadro II

Deudas pendientes de cobro por

Hernando Pizarro[30]

 

Deudor Naturalezao vecindad Capitalprestado Capitalpendiente de cobro
Juan Matienzo de Prado Trujillo 900 900
García Val de Orellana Orellana 1.000 500
Gaspar de Osorio, corregidor, y su mujer Medina del Campo 300 300
Juan Pereira Medina del Campo 800 400
Alonso Téllez Girón Puebla de Montalbán ¿? ¿?
TOTALES 3.000 2.100

 

Las deudas no cobradas ascendían pues a 2.100 ducados, lo que no dejaba de ser una pequeña cantidad, comparado con el capital que reclamaba a la Corona: más de 25 millones de maravedís, suyos y de su esposa, que habían llegado en las flotas de 1556 y 1557 y que estaban retenidos en la Casa de la Contratación.

Ahora bien, una persona con esa actividad económica y con ese volumen de ingresos y de gastos también tenía deudas. Así, por ejemplo, declaró deber a Pedro Barrantes, vecino y regidor de Trujillo, cierta cantidad de los 40.000 maravedís al año que le pagaba por una cantidad a censo que le entregó, a través de su mayordomo Diego Moreno.

Finalmente, conocemos dos de sus albaceas testamentarios, ambos de la máxima confianza del otorgante: su esposa Francisca Pizarro y el ya citado Juan Cortés, vecino y regidor de su ciudad natal.

Este nuevo documento, con ser un pequeño aporte nos permite perfilar mejor la biografía de Hernando Pizarro. Una vida de la que aún sabemos poco, por haberse situado siempre a la sombra de su hermano. Sin embargo, Hernando fue una pieza clave, pues fue el único Pizarro que sobrevivió a la conquista y consiguió culminar el sueño de ennoblecimiento de su estirpe.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

CUESTA, Luisa: “Una documentación interesante sobre la familia del conquistador del Perú”, Revista de Indias Nº 8. Madrid, 1948.

 

FERNÁNDEZ DOMINGO, Jesús Ignacio: Estudio del testamento de don Hernando Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca. Badajoz, Diputación Provincial, 1999.

 

FERNÁNDEZ MARTÍN, Luis: Hernando Pizarro en el Castillo de la Mota. Valladolid, C.C.B.S., 1991.

 

FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias. Madrid, Atlas, 1992.

 

GARCÍA MUÑOZ, Tomás y Esteban MIRA CABALLOS: “Los Velázquez de Medellín: fundaciones y donaciones de una familia de peruleros”, XLII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2014 (en prensa).

 

HERRERA, Antonio de: Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1991.

 

MÉNDEZ VENEGAS, Eladio: Fundaciones de indianos badajocenses. Badajoz, autoedición, 1990.

 

MIRA CABALLOS, Esteban: “El retorno a España de Hernando Pizarro (1534): documentos inéditos”, Actas de los XLI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2013.

 

MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “La última disposición del último Pizarro de la conquista”, B.R.A.H., T. 126, Cuaderno I y II. Madrid, 1950.

 

MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “La sombra de doña Isabel de Mercado”, Revista de Estudios Extremeños, T. XXVI, N. 1. Badajoz, 1970.

 

PÉREZ DE TUDELA BUESO, Juan: Documentos relativos a Pedro de La Gasca y a Gonzalo Pizarro. Madrid, Real Academia de la Historia, 1964.

 

VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, Luis: Tirso y los Pizarro. Aspectos histórico-documentales. Kassel, 1993.

 

VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, Luis: “Hernando Pizarro versus Gonzalo, su hermano, gobernador del Perú: la Mota de Medina, 2-XII-1544”, Actas de los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2008.

 

APÉNDICE I

 

Testamento de Hernando Pizarro, La Mota, 10 de octubre de 1557

 

En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, señor y conservador de todas las cosas, el cual por su omnipotencia me libro por la su sabiduría del pecado en que incurrimos piadosamente o nos redimimos por la su infinita bondad, esperamos que nos ha de glorificar al cual como a juez universal hemos de dar estrecha cuenta de todas cuantas cosas en esta vida hablamos, pensamos y hacemos y de cuantas indulgencias tomamos por la cual cuenta… Yo Hernando Pizarro, vecino de la ciudad de Trujillo, estante al presente en la Mota, fortaleza de la villa de Medina del Campo, estando como estoy malo y enfermo del cuerpo de enfermedad que Dios nuestro Señor Jesucristo fue servido de me dar, por sano y libre de mi juicio y entendimiento natural, creyendo como creo en todo aquello que todo fuel cristiano debe creer, otorgo y conozco que hago y ordeno este mi testamento y última voluntad a servicio de Dios Nuestro Señor… en la forma y de la manera siguiente:

Primeramente, mando y encomiendo mi ánima a Dios nuestro señor Jesucristo que la crio, compró y redimió por la preciosa sangre y el cuerpo a la tierra para lo que fue hecho.

Ítem, mando que si Dios Nuestro señor fuere servido de me llevar de esta presente vida de la enfermedad que ahora tengo que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia y monasterio donde a doña Francisca Pizarro, mi mujer, quisiere y le pareciere para que de allí sea llevado mi cuerpo a mi naturaleza que es en la ciudad de Trujillo o donde (a) ella le pareciere porque yo lo dejo a su elección.

Ítem, mando que por cuanto yo he tenido y tengo escrúpulos de conciencia en lo que he habido de algunos indios que me han dado, así por amenazas como en otra manera que podrá ser hasta en cuantía de quinientos o seiscientos ducados poco más o menos, lo cual lo he comunicado con mi confesor. Por ende, porque Dios me perdone mis pecados (y) haya mérito de mi alma, quiero y mando y es mi voluntad que se dé y reparta entre los pobres, los más menesterosos y que más pobreza tengan, hasta en cuantía de mil ducados y que se empleen en renta que esté situada para que se gaste y distribuya para pobres, como a mis testamentarios les pareciere.

Ítem, mando que den de mis bienes a Mari Velázquez, mi criada, que al presente es, por el servicio que a mi y a la dicha doña Francisca, mi mujer, nos ha hecho trescientos ducados, sin que la dicha m i mujer sea obligada a le dar otra cosa alguna de su parte por razón del dicho servicio…

Ítem, mando que se den a María de Cabrera, mi criada, de mis bienes, cien ducados de más y allende de lo que doña Francisca, mi mujer, le diere. A la cual ruego y encargo mire mucho por ella y le ayude para su casamiento.

Ítem, mando que el día de mi entierro me entierren con pompa moderada, no mirando a las cosas del mundo.

Ítem, mando que el día de mi enterramiento se den cincuenta ducados de mis bienes de limosna a elección y parecer de la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer.

Ítem, mando que se digan por mi ánima el día de mi enterramiento, todas las misas que se pudieren decir en las iglesias y monasterios del pueblo donde mi cuerpo sea enterrado y en los días siguientes se diga por mi ánima, a cumplimiento de quinientas misas y por ellas se pague lo acostumbrado.

Ítem, mando que se digan por las ánimas de mis padres, que sean en gloria, doscientas misas, las cuales se digan en la ciudad de Trujillo y por ellas den lo acostumbrado.

Ítem, mando que los huesos de mi padre que están en la iglesia del lugar de la Zarza, cerca de Trujillo, depositados, se traigan y pasen a la parte donde la dicha doña Francisca Pizarro me enterrare e hiciere entierro para mí y para ella porque así es mi voluntad.

Ítem, mando que digan por las ánimas del marqués, don Francisco Pizarro, y Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro,  mis hermanos, difuntos, que sean en gloria, por cada uno de ellos mando que se digan cien misas y por las decir se dé lo acostumbrado.

Ítem, mando que por cuanto yo y Juan Cortés, vecino y regidor de la ciudad de Trujillo, quedamos por albaceas y cumplidores del ánima y testamentarios de Juan Pizarro, mi hermano, y yo quedé por su heredero y no tengo mayoría no está acabado de cumplir, mando que lo que estuviere por cumplir se haga conforme y como el dicho Juan Pizarro, mi hermano, por su testamento, dejó dispuesto y mandado.

Ítem, mando se digan por las ánimas de Francisca Rodríguez, mi hermana, y de María de Aguilar, mi hermana, difuntas, que Dios perdone, por cada una de ellas cincuenta misas y den a los sacerdotes o frailes que la dijeren lo acostumbrado.

Ítem, mando que se diga por las ánimas del purgatorio cincuenta misas.

Ítem, mando por las ánimas de las personas que se les dieron en un reencuentro que tuve con Almagro, cien misas y den a los sacerdotes que las dijeren lo acostumbrado.

Ítem, mando que paguen a todos los demás mis criados y criadas, todo lo que pareciere que yo les debo de salario.

Ítem, mando que den a la ama que sirve en casa que se dice Paca?, demás y allende de lo que se le debiere de su servicio, ocho ducados.

Ítem, mando que se den a la dueña Ribera treinta ducados porque ruegue a Dios por mi alma.

Ítem, digo y declaro que Juan Matienzo de Prado, vecino de Trujillo, me debe novecientos ducados que creo que hizo conocimiento de ellos. Mando que se cobren de él.

Ítem, mando se cobren de don García Val de Orellana, vecino de Orellana, cien ducados que debe por virtud de un conocimiento que contra él tengo de mil ducados y ha pagado los quinientos, debe los otros quinientos.

Ítem, digo y declaro que Gaspar de Osorio, corregidor que fue de la villa de Medina del Campo, y la señora doña Ana de Luzón, me deben trescientos ducados, los doscientos… mando se cobre los dichos trescientos ducados.

Ítem, digo y declaro que yo tengo una obligación contra Juan Pereira, vecino de la dicha villa, en cuantía de ochocientos ducados de los cuales me pagó hasta cien mil maravedís… Mando no se cobren de él cuatrocientos ducados.

Ítem, digo y declaro que yo dí a vender ciertos brocados con Rafael Arrayol, los cuales vendió a don Alonso Téllez Girón, señor de la Puebla de Montalbán. Mando que se cobre de los herederos de Rafael Arrayol, la escritura y razón que dejó acerca de lo susodicho porque los brocados eran…

Ítem, digo que por cuanto entre mi y Rafael Arrayol, que Dios tenga en su gloria, hubo ciertas cuentas, dares y tomares y la feria de mayo próxima pasada no se averiguaron, mando que las dichas cuentas se averigüen con los herederos del dicho Rafael Arrayol y lo que por ellas pareciere que se me debe, se cobre de los dichos.

Ítem, mando que todo lo que pareciere que yo debo a mercaderes vecinos de esta villa de cosas y mercadurías que desde la feria de mayo acá se han traído de sus tiendas, lo cual sabe Villaescusa, sastre, que se pague de mis bienes.

Ítem, digo y declaro que yo debo a Pedro Barrantes, vecino y regidor de la ciudad de Trujillo, ciertos maravedís de que le pago cuarenta mil maravedís de censo en cada un año que le vendió Diego Moreno, mi mayordomo. Mando que el dicho censo se quite lo más presto que ser pudiere de mis bienes.

Ítem, tengo y declaro que yo envié, la feria de mayo próxima pasada, a Flandes a don Antonio Ribera, cinco mil setecientos y setenta y cinco escudos y cédulas de cambio para mis negocios y no son menester allá. Y le (he) escrito que me los torne a remitir. Mando se cobre de lo de quien los hubiere de pagar.

Ítem, declaro que tengo una carta ejecutoria y memoria del Consejo Real de Indias contra Su Majestad, como albacea testamentario y heredero de Juan Pizarro, mi hermano, de veinte y nueve mil ducados (que) son del mayorazgo y vínculo del dicho Juan Pizarro. Mando que se procure de cobrar para el dicho mayorazgo y que se cobren los frutos corridos de los dichos veinte y nueve mil ducados. Hay pleito pendiente ante los señores del dicho Real Consejo de Indias y es ya pasado y término probatorio, y mis probanzas están presentadas y mando que se concluya hasta que en ello se dé sentencia. Y los frutos que se adjudicaren por la dicha sentencia sean del cuerpo del dicho mayorazgo del dicho Juan Pizarro porque en la clausula del testamento como parece por ella manda que no entren en sus bienes en poder del heredero hasta tanto que estén comprados de bienes raíces. Y como éstos no han sido comprados, ni situados juros por ellos, parece que conforme a la dicha cláusula lo corrido y registrado será del dicho mayorazgo del heredero.

Ítem, digo y declaro que su Majestad me debe por dos cédulas, según parece por fe del contador Zarate, contador de la Casa de la Contratación de Sevilla, veinte cuentos y cincuenta y nueve y tantos mil maravedís y más lo corrido del interés. Mando que se procure de cobrar de su majestad. Tengo en mi poder las dichas cédulas y recaudos de todo lo susodicho.

Ítem, digo y declaro que en la flota que vino el año pasado de mil quinientos y cincuenta y seis de Nombre de Dios, trajeron para la dicha doña Francisco Pizarro, mi mujer, y mío, hasta once mil y tantos pesos de oro, que los nueve mil de ellos que son de la dicha doña Francisca, mi mujer, y ni los unos ni los otros, no se han cobrado de Su Majestad. Mando se cobre de Su Majestad o de quien en su nombre los hubiere de pagar. Y lo que toca a la dicha mi mujer que se dé a ella porque es suyo y le pertenece.

Ítem, declaro que todo lo que está comprado por los privilegios y escrituras en nombre de doña Francisca Pizarro, mi mujer, que es suyo propio de su dote, que lo tenía antes y al tiempo que conmigo casase.

Ítem, declaro que (a)demás de lo susodicho he habido y debo a la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, de su propia hacienda que tenía antes que conmigo se casase, cuatro mil y setecientos pesos de oro. Mando que se pague de mis bienes porque son suyos de su propia hacienda.

Ítem, digo y declaro que han escrito que en estos navíos que ahora son venidos a Sevilla que llegaron a seis del mes de septiembre próximo pasado de este presente año traía seis mil y trescientos y treinta y un pesos de oro o plata que son de Francisca Pizarro, mi mujer…

Ítem, digo y declaro que todos los demás bienes que yo tengo, los dejo por privilegios de Su Majestad y escrituras de compras que por los dichos privilegios y escrituras parecerá lo que es, que dineros no dejo ningunos, ni barras de oro, ni plata, ni tejuelos, sino es la plata labrada para servicio de la casa.

Ítem, mando que den de mis bienes a doña Francisca Pizarro, mi hija natural, cuatro mil ducados de mis bienes para ayuda a su casamiento, casando con voluntad de la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, y no de otra manera. Y su caso fuere que la dicha mi hija falleciere sin hijos legítimos de legítimo matrimonio, que los dichos cuatro mil ducados vuelvan a mis herederos.

Ítem, mando a don Francisco Pizarro, mi hijo natural, otros cuatro mil ducados y que si muriere sin hijos legítimos, de legítimo matrimonio, que vuelvan a mis herederos y que los dichos cuatro mil ducados se le den casando con voluntad de la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, y no de otra manera.

Ítem, digo que por cuanto yo he mandado en estos dos capítulos de sus escrituras a doña Francisca y don Francisco Pizarro, mis hijos naturales, cada cuatro mil ducados con ciertas condiciones en ellos contenidos, que (a)demás de las dichas condiciones es mi voluntad que no se les den hasta que se casen y que quede de procuradora y administradora de ellos y de sus bienes la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, a la cual se los encomiendo y de sus frutos de los dichos ocho mil ducados los alimente y la renta de lo cual sea para que les vaya creciendo y si alguno de ellos les fuere desobediente y contra su voluntad, se le saliere de casa y de su dominio, mando que pierda la dicha herencia porque así es mi entera y determinada voluntad. Y debajo de dicho gravamen se lo mando y no de otra manera.

Ítem, mando y declaro que todos los bienes y hacienda que en las Indias y provincias del Perú haya de doña Francisca Pizarro, mi mujer, son suyos y que yo no tengo entrada ni salida a ellos.

Ítem, mando a la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, todas las joyas que yo le he dado porque se las dí y no les hice carta de arras y por razón de su virginidad la doy y mando las dichas joyas.

Ítem, confirmándome de los bienes que tengo digo que el tercio y quinto de todos mis bienes muebles y raíces, oro, plata y joyas y dinero que tengo en estos reinos de España, como en las provincias e Indias del Perú, llamada Nueva Castilla y Nuevo Toledo, minas y casas, y rentas y derechos y acciones que yo tengo, así por escritura como por mercedes como en otra cualquier manera a don Francisco Pizarro, mi hijo  mayor legítimo, y de doña Francisca Pizarro, mi mujer, para que los haya y tenga y posea por bienes vinculados de mayorazgo sin los poder vender, trocar, ni cambiar, ni en otra manera enajenar sino que siempre estén en pie, sujetos y obligados a restitución del heredero que derecho sucediere en ellos, que ha de ser su hijo mayor varón legítimo de legítimo matrimonio que lo haya con el dicho vínculo y gravamen. Y si su hijo varón mayor muriere que lo haya el segundo debajo del dicho gravamen y los demás hijos los hayan sucesivamente y de allí adelante sus hijos y nietos y herederos de su hijo mayor varones sin que lo pueda heredar hija porque es mi voluntad de que este dicho vínculo y mejora y mayorazgo y en ningún tiempo lo herede hija porque yo las excluyo. Y si por caso, el dicho mi hijo mayor no tuviere hijos legítimos de legítimo matrimonio haya y herede el dicho mi mayorazgo y mejora mi hijo segundo con las dichas condiciones y gravámenes. Y si el segundo muriere sin hijos legítimos como está dicho, lo haya el tercero, y si sucediere que todos los dichos mis hijos muriesen, lo cual Dios no quiera, sin herederos como dicho es quiero y es mi voluntad que por esta vez los haya y herede doña Isabel Pizarro, mi hija, y de la dicha doña Francisca y de allí en adelante vaya de varón en varón que no entren más en poder de mujer. Y si en algún tiempo faltare a mis sucesores hijos varones que lo herede el pariente más cercano que sea de mi linaje de los Pizarro y el nombre de Pizarro. Y si hubiere dos parientes o más en igual grado que lo herede el mayor en días que viniere por línea de varón, con las mismas condiciones y vínculos, por manera qque ahora ni en ningún tiempo se puedan perder, ni vender, ni trocar, ni cambiar, ni enajenar. Y que todos los que lo heredaren se llamen de nombre y alcurnia de los Pizarro como yo me llamo y no lo puedan heredar ninguno de ellos de otra manera. Y es mi voluntad que si alguno de los dichos mis herederos y sus sucesores en algún tiempo hicieren o consintieren delito o delitos por donde merezcan perder sus bienes que(…) antes que piensen de hacer y cometer su delito le relevo y aparto de la dicha herencia y bienes (…).

Ítem, mando a su pariente y heredero del vínculo y mayorazgo de Juan Pizarro, mi hermano, que sea en gloria, con cargo que después de mis días lo haya y herede mi hijo segundo y que se llame Juan Pizarro conforme a la voluntad del testamento. Y que no habiendo más de un hijo lo haya y herede en dicho mi vínculo, con cargo que después adelante, habiendo dos herederos se torne a dividir y apartar y que el dicho mayorazgo del dicho Juan Pizarro herede el hijo segundo y el mío, el mayor con las condiciones y vínculos y de la forma y manera que el dicho Juan Pizarro lo hubiere dispuesto. Y mando que así se haga y cumpla porque así es m i voluntad.

Ítem, mando que todo lo remanente de mis bienes, sacado el dicho tercio y quinto, lo hayan y hereden mis hijos e hijas legítimas y de la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, que son los dichos don Francisco Pizarro, mi hijo mayor, y Juan Pizarro y doña Isabel y lo que Dios diere a la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, de que está preñada, por iguales partes porque así es mi voluntad.

Ítem, mando que la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, quede por curadora y tutora y tenedora de mis bienes e hijos en (…) y porque yo estoy confiando de su humildad y honra que no se casará sino que criará y administrará sus hijos, mando que quede por – y señora de todos mis bienes por sus días y hasta tanto que mis hijos sean de edad (…) y goce como heredera de los bienes, n o se casando, y si lo hiciere que le sea quitada la curaduría de sus hijos y la tenga Juan Cortés, vecino y regidor de la dicha ciudad de Trujillo, y después de sus días Martín de Chávez, hijo de Luis de Chávez, vecino y regidor de Trujillo, y si falleciere antes que ellos tengan edad, tenga la dicha curaduría Juan de Hinojosa de Vargas, hijo de Francisco de Hinojosa, mi primo, y encargo y pido por merced a la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, que haga la misma mejora de sus bienes en nuestro hijo mayor juntamente con la que yo hago para que todo se haga un cuerpo y quede vinculado para siempre jamás.

Y para cumplir y pagar este mi testamento y las mandas y legados en él contenidas nombro por mis testamentarios a la dicha doña Francisca Pizarro, mi mujer, y a Juan Cortés, vecino y regidor de Trujillo y a Catalina de la ¿? A los cuales (…)

Y por esta presente carta revocó, ceso y anulo y doy por ninguno y de ningún valor y efecto otro cualesquier testamento o testamentos, codicilo o codicilos y poder que pareceré que hasta el día de hoy haya hecho y otorgado, así por escrito como por palabra, los cuales quiero y es mi voluntad que no valgan ni hagan fe ni prueba en juicio ni fuera de él, salvo éste mi testamento que al presente hago y otorgo, el cual quiero que valga por testamento… Otorgué esta escritura de testamento y todo lo en ella contenido ante Juan de–, escribano público del número de la dicha villa de Medina del Campo, por la majestad real al cual rogué que la signase con su signo que fue fecha y otorgada en la Mota y fortaleza de ella, a diez días del mes de octubre de mil y quinientos y cincuenta y siete años, testigos que fueron presentes a lo que dicho es … Y yo el presente escribano doy fe que conozco y lo firmo de su nombre. Y asimismo, los testigos que dijeron saber firmar y por los que no supieron. Y asimismo fue testigo de lo susodicho Hernando Xiques Jiménez, vecino de la dicha villa, Hernando Pizarro, Cristóbal de Arada, Antonio de Escobar.

(AGI, Escribanía 496B, Pieza 2ª, fols. fols. 5r-11v).

 

 

Apéndice II:

Hijos de Hernando Pizarro

 

Hernando Pizarro
Isabel de Mercado
Francisca Pizarro Yupanqui
Francisca Pizarro Mercado (h.1545-1609) & Fernando de Orellana y Tapia
Francisco Pizarro Mercado (murió joven)
Francisco Pizarro Pizarro, desposado con Francisca Sarmiento, luego con Estefanía de Orellana y, finalmente, con Micaela Manrique
Juan Pizarro Pizarro
Inés Pizarro Pizarro (fallecida en 1553)
Gonzalo Pizarro Pizarro (fallecido en 1555)
Isabel Pizarro Pizarro
¿?, Francisca Pizarro estaba embarazada en 1557

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Hernando Pizarro no había nacido en 1500 como ha señalado la historiografía sino entre 1502 y 1503 que es cuando su padre y su madre se desposaron, pues no debemos olvidar que era legítimo. Sin embargo, tampoco es posible retrasar más allá de 1503 su nacimiento, pues conviene recordar que está documentada su presencia en Navarra junto a su progenitor. El 27 de julio de 1521 se expidió en Gante una real cédula por la que se ratificaba el nombramiento de capitán de Infantería expedido por el capitán general en sustitución del traidor Juan Nicorte que se había pasado al bando francés. En el mismo documento se alude al buen servicio que prestaron Hernando Pizarro y su padre en el cerco de Logroño. AGI, Patronato 90A, n. 1, r. 1.  Está claro que si en 1521 fue nombrado capitán de Infantería debía tener al menos 18 años, retrotrayendo su nacimiento hasta 1503. Lo cierto es que cuando lo reclutó Francisco Pizarro era ya el heredero del mayorazgo de Gonzalo Pizarro y, además se había criado dentro del mundo del privilegio que le otorgaba su condición de hidalgo.

[2] HERRERA, Antonio de: Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1991, T. III, p. 630.

[3] Sobre este primer retorno del trujillano, véase mi trabajo: “El retorno a España de Hernando Pizarro (1534): documentos inéditos”, Actas de los XLI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2013, pp. 523-551.

[4] A.D.A. Carpeta 170, Leg. 17, doc. 2.

[5] Alonso Enríquez denunció que se las quitó de su casa y las sacó a subasta con un testaferro para quedárselas con un desembolso mínimo. Hernando Pizarro se defendió con dos argumentos: uno, que las piezas eran originariamente propiedad de su hermano, el marqués, y que se las robaron cuando entraron los almagristas en la ciudad de Cuzco. Y dos, que en cualquier caso, Almagro, tras arrebatárselas al mayordomo del marqués Antonio de Cisneros, se las entregó en pago de alguna deuda a Alonso del Valle y que éste a su vez las sacó a subasta pública para obtener liquidez. Pero lo cierto es que sus argumentos no convencieron y en 1542 se ordenó la confiscación de dichas piezas mientras se dirimía el juicio. Pleito entre el fiscal y Hernando Pizarro, 1542. AGI, Justicia 1065, N. 6, R. 1.

[6] Los cargos se relacionan en una Real Provisión dirigida al acusado y fechada en Madrid, el 22 de agosto de 1562. A.D.A., Carp. 170, Leg. 32.

[7] Nunca se tuvo claro donde recluir a una persona como Hernando Pizarro pues, por un lado, se estaba en deuda con una familia que había aportado tantos territorios a la Corona y, por el otro, pesaban sobre él graves acusaciones. Del Alcázar, que estaba situado en el mismo solar donde ahora está el Palacio Real,  pasó a las casas del Comendador Ludeña y de allí a una casa grande en la calle de Teresa Gil, todas ellas en Madrid. Finalmente, se decidió su traslado al castillo de la Mota, en Medina del Campo, donde como es bien sabido cumpliría la mayoría de su condena. Declaración de Alonso de Montalván, vecino de Madrid, a la pregunta décima de la probanza de Sebastián Rodríguez. AGI, Justicia 1053 A, N. 1.

[8] Desconocía el letrado que sólo le abonaría el primer año de servicios por lo que entabló un pleito con el trujillano, solicitando los 250 ducados que le debía de salario y que éste se había negado a abonarle. Pleito entre Sebastián Rodríguez y Hernando Pizarro, 1544-1545. AGI, Justicia 1053A, N. 1.

[9] Toda la lista de apoderados salen por aquí y por allá en el extenso pleito con Sebastián Rodríguez, 1544-1545. AGI, Justicia 1053A, N. 1.

[10] En la pregunta séptima de la probanza de Sebastián Rodríguez se mencionan algunos de los procesos en los que estuvo inmersa la defensa de Hernando Pizarro: el pleito principal sobre la muerte de don Diego de Almagro, otro con el fiscal del Consejo y otros con Juan de Antona sobre trece cántaros de plata, con Hernán Sánchez de Badajoz, con Diego del Castillo, con Hernando de Villanueva, con un Chillón vecino de Granada sobre la muerte de un hermano suyo, con Alonso Enríquez de Guzmán que le reclamaba 50.000 pesos de oro, con Hernando de Sosa que reclamaba 20.000 pesos de oro, con Alonso de Zayas, vecino de Zafra sobre la muerte de un hermano y de su padre, con Pedro de León, con Pedro Román y sus hijos, con Sebastián Rodríguez, con varios conquistadores por el oro entregado para el servicio del rey, etc. Citados en AGI, Justicia 1053 A, N. 1.

[11] MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “La sombra de doña Isabel de Mercado”, Revista de Estudios Extremeños, T. XXVI, N. 1. Badajoz, 1970, p. 83. FERNÁNDEZ MARTÍN, Luis: Hernando Pizarro en el Castillo de la Mota. Valladolid, C.C.B.S., 1991, p. 18. VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, Luis: Tirso y los Pizarro. Aspectos histórico-documentales. Kassel, 1993, p. 206.

[12] FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias. Madrid, Atlas, 1992, T. V, p. 253. Ambas partes apelaron la sentencia, a los denunciantes por parecerles demasiado condescendiente con el trujillano, y al acusado por parecerle excesivamente dura. En cualquier caso, aunque el proceso prosiguió por algún tiempo la sentencia no se revocó. FERNÁNDEZ MARTÍN: Ob. Cit., p. 29.

[13] Real Provisión a Hernando Pizarro, Madrid, 22 de agosto de 1562. A.D.A. Carp. 170, Leg. 32.

[14] El 7 de marzo de 1544 se dio emplazamiento a Diego Velázquez en el pleito que tenía por haber desembarcado 2.500 marcos de plata para Hernando Pizarro en Lisboa sin registrar en la Casa de la Contratación. A.D.A., Carp. 170, Leg. 38.

[15] PÉREZ DE TUDELA BUESO, Juan: Documentos relativos a Pedro de La Gasca y a Gonzalo Pizarro. Madrid, Real Academia de la Historia, 1964, pp.166-170.

[16] VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, Luis: “Hernando Pizarro versus Gonzalo, su hermano, gobernador del Perú: la Mota de Medina, 2-XII-1544”, Actas de los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2008, p. 829.

[17] Publicados por CUESTA, Luisa: “Una documentación interesante sobre la familia del conquistador del Perú”, Revista de Indias Nº 8. Madrid, 1948, pp. 885-892; y MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “La última disposición del último Pizarro de la conquista”, B.R.A.H., T. 126, Cuaderno I y II. Madrid, 1950, T. I, 387-425 y T. II, 527-560.

[18] FERNÁNDEZ MARTÍN: Ob. Cit., p. 58. Aunque en el archivo sevillano se conserva el volumen de Pedro de Castellanos de ese año de 1534, no lo he podido encontrar porque faltan algunas hojas que coinciden precisamente con la fecha de dicha escritura.

[19] FERNÁNDEZ DOMINGO, Jesús Ignacio: Estudio del testamento de don Hernando Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca. Badajoz, Diputación Provincial, 1999, p. 25.

[20] Véase el apéndice documental.

[21] FERNÁNDEZ MARTÍN: Ob. Cit., p. 57.

[22] GARCÍA MUÑOZ, Tomás y Esteban MIRA CABALLOS: “Los Velázquez de Medellín: fundaciones y donaciones de una familia de peruleros”, XLII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2014 (en prensa).

[23] Véase mi libro: Carmona en la Edad Moderna. Religiosidad y arte, población y emigración a América. Sevilla, Muñoz Moya Editor, 1999, pp. 358-359.

[24] MÉNDEZ VENEGAS, Eladio: Fundaciones de indianos badajocenses. Badajoz, autoedición, 1990, p. 78.

[25] FERNÁNDEZ MARTÍN: Ob. Cit., p. 46.

[26] Ibídem.

[27] Véase por ejemplo a VÁZQUEZ FERNÁNDEZ: Tirso y los Pizarro…, p. 6.

[28] FERNÁNDEZ MARTÍN: Ob. Cit., p. 57.

[29] Juan Cortés era un hidalgo trujillano que pasó a las Indias, en 1530, como escudero de su paisano Hernando Pizarro. En agosto de 1531, estando en Coaque, recibió un indio que se tasó en cinco pesos de oro. Tomó parte en el reparto del botín de Cajamarca. En 1534 regresó a España junto a Hernando Pizarro con 9.430 pesos de oro y 362 marcos de plata. Fue regidor del cabildo de Trujillo y apoderado de los hermanos Pizarro. Como albacea testamentario de Juan Pizarro dio poder en Trujillo, el 19 de marzo de 1551 a Juan de Uribe para que cobre en Sevilla 29.000 ducados que el finado envió a España y fueron secuestrados en Sevilla. En los últimos años de su vida alcanzó el cargo de regidor del cabildo de Trujillo.

[30] Las cifras están expresadas en ducados.

El contenido de las páginas de esta web está protegido.