Oct 011971
 

Tomás Moral, O.S.B.

En abril de 1958, en la X Semana de Estudios Monásticos, convocada por la Sociedad de estudios monásticos Española en el monasterio Jerónimo de Yuste (Cáceres), tuve ocasión de presentar a los semanistas los primeros frutos de mis estudios sobre el «premontré» español[1]. Aquella conferencia, recogida después en diversas publicaciones nacionales y extranjeras[2] informó a los participantes del estado actual de las fuentes y el valor crítico de cada uno de los estudios consagrados a la orden de San Norberto en España.

Esta ha sido la razón por la que los organizadores del Congreso Histórico Religioso de Trujillo hayan pensado en mí para una breve intervención, en la que ponga de relieve la vinculación de Extremadura a la preclara orden blanca premonstratense.

En España, la orden premonstratense, fundaba en 1120 en un valle selvático de las cercanías de León, que se decía Couey, por San Norberto ,obispo después de Magdeburgo, no penetró hasta 1143[3]. Contó, hasta los mismos días de la exclaustración de 1835, con dos circarias o provincias: la de Gascuña que agrupaba los monasterios sitos en Cataluña, Mallorca y Navarra, en número de nueve; y la de España, más rica, que comprendía los monasterios esparcidos por Castilla, León, Asturias y Bilbao, alrededor de una treintena[4].

La documentación que hasta ahora he podido examinar no hace para nada mención de fundaciones premonstratenses en tierra extremeña. Muy próxima estuvo la de Santa Sofía de Toro, en Zamora[5] y la de Ciudad Rodrigo[6], pero sin irradiación directa en Extremadura. No obstante, esto justifica el título que hemos dado a nuestro trabajo, las monografías, enciclopedias y diccionarios bibliográficos aluden a algunos personajes oriundos de Extremadura que llegaron a vestir el habito blanco de los Hijos de San Norberto. De ellos quiero dejar aquí constancia.

El más célebre de todos fue sin duda alguna el arzobispo Juan Pérez de Galavís , natural de Robledo de Gata, donde nació el 9 de marzo de 1683 , fue Alumno en su Universidad, pronto se sintió atraído por la vida religiosa, abrazando la regla de San Norberto en el célebre monasterio de Santa María de la Caridad, cerca de Ciudad Rodrigo. En el monasterio fundado en 1165 por el rey de León Fernando II y Arnoldo, obispo de Coria y antiguo canónico regular del monasterio premonstratense de La Vid (Burgos) terminó allí su formación religiosa hasta que por sus relevantes dotes Intelectuales fue llamado a ocupar la cátedra de Sagrada Escritura en la Universidad Salmanticense. Desde 1720 a 1723 fue abad en el monasterio del espíritu Santo, de Ávila, extramuros de la ciudad, coincidiendo su abadiato con el de mayor prosperidad de la casa en sus seis siglos de existencia. De aquí pasó a ocupar el generalato de la Congregación premonstratense española[7], independiente del «prémontré», que ya en el siglo XVI habían establecido el rey Felipe II y el cardenal Ormaneto[8].

Pero al nombre del celebrado extremeño era ya demasiado conocido, no solo en toda la orden, sino también en la Corte. En el curso del año 1729 pensaron en él para ocupar la sede arzobispal de Santo Domingo. Ocho años de incansable actividad pastoral gastados en la reorganización de la, diócesis y del bien espiritual de la feligresía a él confiada. Felipe V juzgó ya suficiente su labor en esta sede y excesivos sus méritos. Por bula del Papa Clemente XII era trasladado a la mitra arzobispal de Santa Fe de Bogotá el 17 de diciembre de 1737. De viaje para su sede, se hallaba en Mérida en Julio de 1739 y entraba en su capital el 29 del mismo mes. Forzosamente su actuación debió reducirse a entablar los primeros contactos con las autoridades locales, pues el mismo virrey, Don Sebastián Eslava, que llegó a Cartagena en abril del 1740, fijó su residencia y trono en la capital porteña, más movida y peligrosa que la mediterránea Santa Fe. Meses más tarde, el 14 de noviembre, expiraba el arzobispo, dejando el gobierno de la diócesis a su cabildo[9]. Así terminó sus días el Monje premonstratense de Robledo que nunca perdió la vinculación a la orden que le recibió en su seno y a la tierra que le vio nacer, según lo confirman algunas de sus cartas, Dignas de darse a luz, así como su biografía completa.

Otra figura extremeña que profesó en el «premontré» fue Bernardo Conde y Corral. Después de ocupar los más importantes cargos en la orden, al sobrevenir la exclaustración hubo forzosamente de secularizarse. Sus dotes de gobierno y cualidades intelectuales que dio a conocer ocupando Diversas cátedras en los seminarios, le merecieron el ser promovido a la sede de Plasencia (21 de diciembre de 1857), diócesis que rigió como celosísimo pastor desde 1858 hasta 1863 en que fue trasladado a Zamora. Al inaugurarse el 8 de diciembre de 1869 el Concilio Vaticano I acudió a Roma y permaneció en la Ciudad Eterna como Padre Conciliar durante todo el desarrollo del magno acontecimiento que se prolongó desde los primeros meses de 1870 y que una serie de condicionamientos históricos impidieron llevar a feliz término. Nuestro obispo tuvo su intervención el 14 de mayo en la 51 Congregación General en la que se comenzó a discutir el esquema de «Constitución primera sobre la Iglesia»[10]. Tras la misa del arzobispo de Granada, habló el obispo Bernardo. El obispo de Zamora alabó el esquema, de modo especial el orden en que se habían dispuesto las materias, aunque echaba en falta en el capítulo primero el testimonio de los Padres como testigos de la Tradición. Todavía examinó el asunto más despacio en la discusión especial que se tuvo después. Mans dice que el discurso del obispo Bernardo fue breve, pero muy directo y discreto[11]. Después de él será cuando las intervenciones de los Padres españoles se harán más frecuentes. Murió el obispo Corral en su sede zamorense algunos años después cargado de años y de méritos.

El examen detenido del breve ensayo que el canónigo premonstratense Norbert Backmund[12] consagra a la orden nos permite localizar algunos nombres más extremeños que profesan la vida premonstratense y giran en torno a los monasterios de Ciudad Rodrigo, Salamanca y Ávila. Pero solo nos da sus nombres y apellidos, de indudable origen extremeño. Tal vez exhumando Documentos podamos seguir su pista. Pero eso será objeto de otras disertaciones sobre temas premonstratenses. Por hoy baste dejar consignadas las figuras de varios eminentes obispos extremeños que honraron el instituto con sus dotes de gobierno y sus virtudes.

Extremadura no se mantuvo, pues, al margen de este movimiento religioso que tan rápidamente se propagó en España y, por desgracia, a causa de los decretos desamortizadores del siglo pasado, su espíritu solo pervive hoy en un monasterio femenino, lindando precisamente con tierra extremeña.

Abadía de San Salvador de Leyre (Navarra)

NOTAS

[1] Véanse crónicas en Revue d’Histoire Ecclesiastique (Universidad de Lovaina), vol. 102 1969, pp.500 y Yermo, 2, 1968, pp.70-74

[2] Cf.T. MORAL, Los premonstratenses en España, en Hispania sacra, 21.1968, pp.59-85; Hacia la Historia de la orden premonstratense en España y Portugal, en Boletín de la Real Academia de la Historia. 165. pp.219-253; bases para una historia del «premontré» en España en Analecta praemonstratensia, 44, 1968, pp.202-308.

[3] Según una tradición muy antigua, todavía no corroborada con documentos fehacientes, la establecieron dos nobles castellanos, Sancho de Ansúrez y Domingo Gómez de Candespina. Atraídos por la santidad de vida y doctrina de San Norberto, profesaron la observancia premonstratense en León, de donde pasaron a España en 1143 para erigir, el primero la abadía de Retuerta y el segundo la de La Vid, en la margen izquierda del Duero, al sur de la provincia de Burgos. Estas dos fundaciones dieron origen a toda esa hermosa constelación de monasterios diseminados por toda la geografía española.

[4] Véase N. BACKMUND, Monasticon praemonstratense, 3,Straubing, pp.209-326. Es el mejor resumen que hasta ahora poseemos, a falta de una historia crítica y documentada.

[5] Es de monjas. Por eso ha podido subsistir hasta nuestros días, al no afectarle tan directamente las leyes de exclaustración como a los monasterios de varones .

[6] En Ciudad Rodrigo existió el de Santa María de la Caridad, el más cercano a Extremadura, donde profesarán casi la mayor parte de los monjes extremeños que hemos podido localizar.

[7] Cf.N.BACKMUND, Los abates trienales de la Congregación premonstratense de España, en Hispania sacra, 11,1958, pp.130 y ss.

[8] J. GOÑI GAZTAMBIDE, La reforma de los premonstratenses españoles del siglo XVI, en Hispania sacra, l3 1960, pp.5-96 .

[9] J.M. GROOT. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, 2, Bogotá, l890. pp.31-33; J. RESTREPO POSADA . Arquidiócesis de Bogotá, 1, 1564-1819. Bogotá, 1961, pp.l65-171;ANTONIO DE EGANA, Historia de la iglesia en la América Española, Madrid, 1966, pp.980-981.

[10] COLLANTES, La cara oculta del Vaticano I, Madrid,1970, p.39.

[11] MANSI, Summa conciliorum, 52, c.58-59.

[12] J.MARTIN TEJEDOR. España y el ConciliO Vaticano I, en Hispania sacra, v.20, 39, 1967, p.149. 13- N.BACKMUND, MonaSticon..3, pp.209 y ss.

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