Sep 192013
 

Laureano Becerra Noriega.

Junto a su encanto, guardan nuestros pueblos una gran cantidad de valores histórico-artísticos tal, que aún esa nueva legión de investigadores modestos y localistas que recientemente vienen prodigando la sencilla y callada tarea, resultan demasiado pocos para conseguir que no desaparezcan esas frágiles reliquias por la incuria de los tiempos.

Y no es otra mi intención al participar una vez más en estos coloquios históricos de Extremadura, venturosamente ya en su décima edición, que la de dar no sólo a conocer una de esas obras a la que estoy seguro merece la pena prestar atención, sino la de aprovechar este momento tan especial por las personalidades que aquí concurren, a fin de rogarles tomen cartas en el asunto y se interesen por ella.

Se encuentra en mi pueblo, Feria, esa pequeña pero al mismo tiempo gran villa que duerme a la sombra de su roque­ro castillo, descansando de la tan movida época de su juventud en que aún daba su nombre a las más linajudas fa­milias, arcos y monumentos romanos, Condado y Ducado.

En su iglesia parroquial, dedicada a San Bartolomé, edi­ficio de una sola nave con bóvedas de crucería de finales del siglo XV, en el presbiterio, sobre la pared del lado de la epístola, y a la espera tan sólo de una delicada lim­pieza, aguarda nuestra mirada desde hace doscientos sesenta y un años un cuadro.

La obra a la que me refiero tiene unas dimensiones de: 2,50 x 4,50 metros, está, demostrado que es una pintura al ó­leo y se encuentra únicamente al descubierto el ángulo su­perior izquierdo que deja ver a San Bartolomé, de pie, con los brazos abiertos y la venerable cabeza en éxtasis . En esta pintura visible, lo mismo las carnes que los vestidos y fondos, son de gran calidad de cierto em­paste y buen color.

E1 resto de la obra se encuentra blanqueado, por lo que no puede apreciarse el conjunto artístico más al creer de algunos entendidos parece referirse a cierta escena del apóstol en Etiopía donde según el historiador Só­crates viajó para llevar el Evangelio.

Desde el mismo día de su descubrimiento, feliz coin­cidencia que fuese precisamente el día 24 festividad de San Bartolomé, no se ha dejado de investigar sobre tal obra desde el sitio que cada hijo del pueblo ocupa.

Y fue precisamente D. Carmelo Solí Rodríguez el primero que nos dio una pista. Recordaba, nos dijo que algo había leído sobre un cuadro de San Bartolomé en sus investigaciones por archivos para aquel trabajo sobre los órganos en Extremadura…

Afortunadamente algunos libros de fábrica aún pueden leerse, y un grupo de esos modestos investigadores lo­calistas se pusieron tras la aprobación del Párroco, D. Pedro, a leer lo posible al objeto de dar con el origen de aquel hallazgo.

Así en el libro de fábrica que data del año 1708, leímos:

 

“En la villa de Feria a cinco días del mes de junio de mil setecientos y veinte y uno. el Señor Don PEDRO LEON Y CAR­VAJAL, Visitador General del Obispado, hizo comparecer ante si a Don DIEGO DE VILLALOBOS Y BOTAFOGO cura de la Parroquia de esta villa y mayordomo de la fabrica de ella para que diese la cuenta de su mayordomía desde el veintidós de no­viembre de 1718 hasta finales de diciembre de 1720, el cual estando presente la dio y se le formó con cargo y data en la manera siguiente…”.

 

Se encuentran a continuación citados interesantes cargos entre los que merecen ser citados, los:

 

“- Ocho mil ciento treinta reales que se impusieron a censo sobre las rentas de la fábrica para dorar el retablo.

– Ciento cincuenta reales que se dieron a los doradores y pintor en diligencia, para comer, según el ajuste dado.

– Setecientos nueve reales que pagó a Miguel Muñoz y com­pañeros albañiles por blanquear la iglesia, sacristía, capilla del batisterio, coro, correr los tejados, solar de la iglesia, estucar el cuadro, poner otro y rejas del altar mayor.

– Ochocientos y diez y nueve reales que se pagó a Francia Ramírez Gordillo, rejero de Zafra, por la varandilla que hizo para el altar mayor donde se canta la epístola y el evangelio”.

 

Y por fin, casi a punto de perderse su lectura, podemos leer aún a pesar de la nitidez de las letras.

 

“- Un mil y quinientos y noventa reales que pago a DON FRANCISCO DOMINGUEZ, maestro de pintor, por doscientos y doce días que se ocupó en pintar el retablo y el cuadro de San Bartolomé que está en el lado de la epístola, a razón de siete reales y medio cada día.

-Item. Setenta y cuatro reales que importaron los colores que compró para la pintura del cuadro”.

 

Puestos al habla con la Biblioteca de la Fundación Universitaria Española, se consultó el Diccionario Histórico de Ceán Bermúdez, Viñaza y Veneci, se consultaron trabajos de Navarro del Castillo, Covarsí, Ponz, Vivas Tevero, siendo inútil toda búsqueda por encontrar más datos sobre el au­tor de la referida obra.

De todas maneras, y como decía al principio, no quiero desaprovechar esta ocasión para solicitar ayuda a fin de descubrir por completo la obra, y no es que las autoridades no se hayan interesado, pues desde el Sr. Presidente de la Diputación, el Sr. Delegado de Cultura, pasando por D. Pedro           García Moya, restaurador del Castillo, el Sr. Llopás, restaurador del retablo de Tentudía hasta llegar al res­taurador oficial el Sr. Fernández Moreno, el cual hasta hizo ciertas declaraciones en la prensa diciendo acometería la empresa, todos se han preocupado pero sigue siendo cierto que mientras nuestros más expresivos conjuntos y monumentos están siendo objeto de una bien cuidada y artística restauración, no es menos cierto que junto a estas excepciones produce rabia tener que decir que son numerosos los que se encuentran en un estado de abandono tal que de seguir así muchos de ellos desaparecerán, y con ellos algunos de nuestros pueblos sólo podrán guardar el sabor de su encanto pueblerino, su olor a era y a mosto, poco más.

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