Rubén Núñez Quesada.
- INTRODUCCIÓN
- EL COMIENZO DEL CULTO A LA VIRGEN MARÍA
- LA CORONACIÓN CANÓNICA: INICIO Y SIGNIFICADO
- ORIGEN DE LA DEVOCIÓN POR NUESTRA SEÑORA DE LA MONTAÑA DE CÁCERES.
- LA CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VIRGEN DE LA MONTAÑA:
- El detonante: Marcial Higuero Cotrina en las Asambleas Parroquiales de 1923. Se constituye la Junta de Coronación.
- Libro conmemorativo escrito por P. Fr. Ángel Ortega O.F.M.
- La corona.
- Las vísperas, el Cardenal Reig y los Juegos Florales.
- La Coronación.
- Medalla Conmemorativa y otros objetos para el recuerdo.
- INTRODUCCIÓN
El 12 de octubre de 1924 se llevó a cabo la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Virgen de la Montaña. Al cumplirse 100 años de aquel acontecimiento, haremos un breve recorrido por el evento que tuvo un profundo impacto en una ciudad con una ferviente devoción por su patrona. Repasaremos los actos que se llevaron a cabo en la ciudad intentando reproducir una cronología exacta de todo lo acontecido, las publicaciones que suscitó e incluso las medallas conmemorativas que se vendieron en 1924. Pero antes de llegar a ese día, exploraremos el origen de la advocación, la Cofradía y la devoción a la Virgen de la Montaña, comenzando por cómo se inició el culto a la Virgen María y los objetivos y requisitos necesarios para lograr la Coronación Canónica de una imagen de la Madre de Dios.
- EL COMIENZO DEL CULTO A LA VIRGEN MARÍA.
Es sorprendente que, a pesar de que la Virgen María es una de las figuras más veneradas en el catolicismo, solo hay cuatro momentos en el Nuevo Testamento en los que ella misma se expresa[1]. En los Evangelios de Mateo y Marcos, María no recibe un tratamiento especial en comparación con otros parientes y seguidores de Jesús, siendo parte del grupo que lo acompañaba. Sin embargo, es en el Evangelio de Juan donde María adquiere una relevancia especial, presentándola como la madre de la Iglesia en un pasaje profundamente significativo. En este relato, Jesús, al ver a su madre y al discípulo que tanto quería, dice: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dirige sus palabras al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Desde ese momento, el discípulo la acogió en su casa[2]. La figura de María se convierte así en un puente espiritual entre Jesús y la comunidad de creyentes, destacando su intercesión y cuidado maternal. A través de los evangelios, especialmente el de Juan, María se erige como un símbolo de amor maternal y protección, consolidando su papel como la madre de la Iglesia[3]. La figura de María en los Evangelios es relativamente discreta, aunque desempeña un papel en el ministerio de su hijo y es clave en la Anunciación y en la fundación de la Iglesia de Jerusalén. En el Nuevo Testamento, que consta de 27 libros, solo se menciona a María por su nombre en cuatro de ellos: los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, y el Hecho de los Apóstoles. En otros textos, se le refiere simplemente como «su madre» o «la madre».
No es hasta la segunda mitad del siglo II que la figura de María cobra relevancia con la Doctrina de la Nueva Era de Justino e Ireneo, quienes argumentaban que su obediencia y virginidad reparaban parcialmente los pecados de Eva. En este período, la devoción a María se populariza en Egipto. Esta veneración tiene paralelismos con la diosa egipcia Isis, conocida por su rol protector y maternal, y su estrecha asociación con Osiris y Horus en el panteón egipcio.
Con la llegada de Alejandro Magno en el 332 a.C., la civilización egipcia experimentó una helenización, que también afectó a la religión. Isis se asimiló a deidades griegas como Démeter, y surgió la deidad Serapis, una combinación de Osiris, Apis y elementos griegos. Desde mediados del siglo V a.C., el culto a Isis se extendió por el Mediterráneo, incluyendo Grecia y Roma, donde ganó popularidad entre las clases bajas. Aunque el culto oficial en Roma fluctuó, su influencia se mantuvo viva incluso tras la caída de santuarios bajo Teodosio y la clausura del templo de Filé por Justiniano en el 535 d.C.
En los primeros siglos del cristianismo, se produjo una asimilación de características de deidades paganas para facilitar la aceptación de la nueva religión. Templos dedicados a Isis fueron consagrados a la Virgen María, acentuando esta identificación. Isis, protectora y diosa de la fertilidad, simbolizaba la seguridad y prosperidad, cualidades que fueron transferidas a María. La iconografía de Isis amamantando a Horus se transformó en la representación de María como Galaktotrophoussa, la «Virgen de la Leche», que ha perdurado hasta nuestros días. La absorción de estos atributos ayudó a consolidar la figura de la Virgen María como un símbolo de maternidad y protección en la tradición cristiana.[4]
Las primeras evidencias de la veneración a la madre de Jesús se encuentran en el Protoevangelio y en el papiro con la oración Sub Tuum Praesidium del siglo III d.C., descubierto en Egipto. También se menciona en el ánfora de Basilio a principios del siglo IV d.C. Estos hallazgos sugieren a los investigadores que la veneración mariana comenzó en comunidades cristianas heterodoxas egipcias, cuyas prácticas fueron gradualmente aceptadas por los cristianos proto-ortodoxos a comienzos del siglo IV[5]. Este proceso puede explicar el silencio inicial de los Padres de la Iglesia respecto a la figura de la Virgen. Fue en este siglo cuando la veneración a María se extendió definitivamente por la parte oriental del imperio. A finales del siglo IV, aparecen las primeras evidencias materiales de este culto, como frescos y medallones de vidrio encontrados en las catacumbas romanas, aunque inicialmente la devoción a María se situaba al mismo nivel que la adoración de otros santos y santas.
En el siglo V, poco después del Concilio de Éfeso, el Papa Sixto III construyó la primera iglesia dedicada a la Virgen María en Roma (432-440). Con el tiempo, el culto a la Virgen María pasó de ser una devoción popular a una parte importante de la doctrina oficial de la Iglesia, respaldada por el Vaticano. En el 640, se estableció el 2 de febrero como el día de la Presentación de Jesús en el Templo; durante el pontificado de Teodoro I se celebró la Asunción de la Virgen; en el 650 se instituyó la fiesta de la Anunciación; y entre el año 660 y el 670 se instauró la Celebración de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre.
Y es durante la Edad Media cuando la devoción a la Virgen María alcanzó un notable apogeo en Occidente. Las prácticas teológicas, iconográficas y de culto, originadas en la cristiandad oriental, se trasladaron con creciente fuerza al mundo occidental. Este fenómeno se vio favorecido por la conversión al cristianismo de diversos pueblos como los latinos, germanos, celtas y eslavos, quienes aportaron sus propias sensibilidades y tradiciones culturales a las expresiones de devoción a la Madre de Dios[6].
En la Edad Media, los teólogos profundizaron en el papel singular de María en el plan de la Redención, estableciendo que debía recibir una veneración superior a la de otros santos y ángeles, conocida como hiperdulía. La devoción popular hacia María se manifestó en numerosas formas de adoración y afecto, que permeaban tanto la vida religiosa como la secular. Esta admiración por María se reflejaba en toda la literatura de la época, desde la popular hasta la erudita, destacando su importancia en la fe cristiana. Esta profunda veneración ha perdurado hasta nuestros días, abarcando tanto los aspectos teológicos como los populares.
- LA CORONACIÓN CANÓNICA: INICIO Y SIGNIFICADO
La práctica de las coronaciones canónicas surgió para exaltar la devoción hacia una imagen específica de la Virgen María, ya sea en pintura o escultura, no en reconocimiento a una advocación particular, sino por la tradición y popularidad de una imagen concreta. Esta tradición comenzó en Italia en el siglo XVI, promovida por los Hermanos Capuchinos, quienes fundían joyas obtenidas en sus misiones para crear coronas que honraban a las imágenes locales de la Virgen. Este acto no solo celebraba la fe, sino que también combinaba las riquezas del Nuevo Mundo con las tradiciones europeas, dando lugar a la fundación de la Pía Opera dell’Incoronazione.
En el siglo XVII, la tradición se expandió bajo el impulso del jesuita y cardenal Alejandro Sforza Pallavicini, quien, en su testamento, dejó fondos para coronar las imágenes más veneradas en Roma, marcadas con el escudo de los Sforza. La primera imagen coronada fue La Madonna de la Febre del Vaticano en 1631. A partir de entonces, la gestión de las coronaciones pasó a estar bajo la jurisdicción de la Santa Sede, concentrándose principalmente en Italia hasta finales del siglo XIX. En 1897, la Coronación Canónica fue incluida en el Pontifical Romano, permitiendo que esta distinción pudiera ser concedida a nivel diocesano sin la intercesión directa del Vaticano.
Esta tradición se expandió por toda la Iglesia Católica, estableciendo ciertos criterios básicos para la coronación de una imagen de la Virgen María:
- Antigüedad: La veneración por la imagen debe tener al menos 100 años.
- Devoción: La devoción hacia la imagen debe ser constante y demostrada, extendiéndose a lo largo del año y no limitándose a una celebración puntual.
- Petición: La solicitud de coronación debe ser realizada por una cofradía, hermandad o grupo de ciudadanos. Sin embargo, la petición no garantiza automáticamente su aprobación.
Existen por lo tanto dos tipos de coronaciones en función de quién conceda esta distinción: la diocesana cuando lo hace un Obispo y la pontificia si lo hace directamente la Santa Sede. El día que se elige para el acto de la coronación debe ser un día de solemnidad o festividad importante de la Virgen, y en su defecto, un día festivo que no coincida con las grandes solemnidades del Señor o con días de carácter penitencial.
- ORIGEN DE LA DEVOCIÓN POR NUETRA SEÑORA DE LA MONTAÑA DE CÁCERES.
Francisco Paniagua, oriundo de Casas de Millán, hijo de Francisco Paniagua y María Sánchez[7], nació en el último cuarto del siglo XVI, a finales de este siglo se traslada con su familia a Jaén donde se establecen en la colación de San Ildefonso, en la calle Puerta Nueva, Allí muere parte de la familia por unas pestes sólo quedando en aquella ciudad su hermano Alfonso cuando él decide volver para recorrer la comarca cacereña con una imagen de la Virgen pidiendo limosnas. En 1621 llegó a Cáceres para alojarse con su primo Jerónimo Ximénez y sus hijos. Con un profundo espíritu eremítico, Paniagua encontró en las crestas cuarcíticas de la Sierra de la Mosca el lugar ideal para su retiro, dedicándose a la contemplación y la oración, con el apoyo espiritual de don Sancho de Figueroa Ocano, párroco de la iglesia de Santa María.
Paniagua construyó una cabaña en un abrigo rocoso y colocó en una oquedad la imagen de la Virgen que llevaba consigo. Esta construcción ha sido considerada por algunos como la primera capilla de la Virgen de la Montaña, aunque esta creencia es más una fabulación bien intencionada que un hecho histórico verificado. Entre 1621 y 1626, Paniagua labró la primera capilla en la roca, añadiéndole un cerramiento. Este espacio, conocido hoy como «la cueva», incluye en su fondo las estancias originales que ocupó Paniagua.
El 21 de marzo de 1626, el vicario de la diócesis, don Gonzalo Bocarro de Espadero, junto con músicos y clérigos, visitó la primitiva ermita. Gracias a la intervención de Figueroa y a los permisos del obispo, se comenzaron a celebrar misas de forma puntual, la primera el 25 de marzo de 1626. Posteriormente, el obispo permitió el culto en días de devoción, formalizando las misas en la capilla en 1628.
Francisco Paniagua, con la imagen de la Virgen, recaudaba limosnas en la ciudad, ganando el afecto de la comunidad. El obispo de Coria, don Jerónimo Ruiz de Camargo, y el vicario, don Gonzalo Bocarro, autorizaron el culto a la Virgen de la Montaña. El 25 de enero de 1635, Sancho de Figueroa, impulsado por el creciente fervor, solicitó la fundación de una cofradía y donó «cinco ducados anuales» para este propósito, estableciendo el primer bien de la cofradía. Los regidores también donaron terrenos en la sierra para la ermita, y las ordenanzas de la cofradía fueron aprobadas en agosto de 1635 por el obispo de Coria, fray Juan Roco de Campofrío.
Inicialmente conocida como Virgen de Montserrat, la festividad principal se celebraba el 25 de marzo, aunque podía trasladarse si coincidía con la Semana Santa o si llovía. La cofradía, sostenida mayormente por las clases populares, tenía cargos ocupados por menestrales y artesanos en lugar de nobles.
El 22 de mayo de 1636, Francisco Paniagua falleció en casa de don Sancho de Figueroa y fue enterrado en la ermita. Sus restos fueron trasladados al altar del nuevo edificio en el siglo XVIII. Entre la construcción original y el nuevo edificio, se erigió una segunda capilla para la cual Paniagua solicitó licencias, aunque no vivió para verla completada. Esta capilla sirvió como base para la construcción de la ermita actual.
La talla de la Virgen de la Montaña, encargada entre 1620 y 1626 por Francisco de Paniagua y don Sancho de Figueroa, tiene una autoría desconocida pero presenta características estilísticas similares a la imaginería sevillana del siglo XVI, continuadas por talleres en el siglo XVII. Es una figura de madera de nogal, esculpida y policromada, representada de cuerpo entero sobre peñas que terminan en prismas. La Virgen viste un manto azul que cae desde la cabeza y una túnica ajustada con un cíngulo rojo y dorado, con un cuello rojo oscuro.
Imagen 1. Virgen de la Montaña. Imagen en cartón recuerdo de Clodomiro Muñoz Chaves. Colección particular del autor.
En su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús, quien la mira con amor, mientras Ella dirige su mirada hacia los devotos. La imagen se distingue por sus proporciones armoniosas y la calidad de la talla, especialmente en el plegado del manto. La escultura mide 58 centímetros de altura, y el Niño 25 centímetros. Está montada sobre una base cuadrangular de 25 centímetros de lado, con una inscripción en letras capitales del siglo XVII que dice: «NUESTRA SEÑORA DE MONSERRATE». Aunque no es una talla de vestir al uso, siguiendo las modas de la época, se optó por mutilar los peñascos sobre los que se asienta la imagen para acomodar el manto[8].
La devoción a la Virgen de la Montaña creció rápidamente, estableciéndose como intercesora en momentos críticos para la ciudad. La primera procesión rogativa se llevó a cabo en 1642 debido a una sequía, y en 1650, en respuesta a una peste que azotó Cáceres tras devastar gran parte de Andalucía. La Virgen permaneció en la ciudad hasta el 3 de noviembre de ese año. En 1665, durante una epidemia provocada por soldados extranjeros en la guerra de Restauración Portuguesa, la cofradía trasladó a la Virgen a la iglesia de Santa María hasta que remitió la peste. La bajada más conocida, narrada por Boxoyo, ocurrió entre 1762 y 1763 durante la última guerra con Portugal, cuando una epidemia de tifus afectó a la ciudad. El 12 de enero de 1763, la Virgen descendió en procesión a Santa María, lo que contribuyó a la serenidad del pueblo y la erradicación de la epidemia. Estas y otras bajadas reflejan la profunda fe del pueblo cacereño en la Virgen[9]. El crecimiento del culto hizo que la segunda construcción del santuario se volviera insuficiente, lo que llevó a la decisión de construir un nuevo camarín en 1716, culminando en el edificio actual. No obstante, el acceso a la cumbre de la sierra seguía siendo complicado. En 1775 se construyó el viejo camino del Calvario, y en 1896, don Santos Floriano González revivió un proyecto de 1862 del ingeniero Rafael Clemente para construir una carretera desde Fuenteconcejo, pasando por San Marquino, hasta el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de la Montaña. Esta carretera concluía en un templete abierto en forma de capilla, con un graderío para los fieles, construido en 1782 a un coste de 2,275 reales. La mejora en la accesibilidad aumentó aún más la devoción, convirtiendo el santuario en un lugar de visita obligada para figuras ilustres como Alfonso XIII, Miguel de Unamuno y Gabriel y Galán.
La festividad dedicada a la Virgen de la Montaña comenzó el 25 de marzo de 1635, coincidiendo con la festividad de la Encarnación. Las ordenanzas de la cofradía modificadas en 1642 y 1766 mantuvieron la celebración en esa fecha, incluyendo una parte religiosa, un sermón y una comida comunitaria, similares a las actuales. En 1784, por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos aprobado por el papa Pío VI, la fiesta se trasladó al primer domingo de Pascua de Resurrección. En 1832, el obispo de Coria, don Ramón Montero, la movió al cuarto domingo de mayo. En 1860, la cofradía acordó celebrarla el 8 de septiembre. Esta fecha se mantuvo hasta 1906, cuando la Virgen de la Montaña fue nombrada patrona de la ciudad, y la festividad se trasladó al segundo domingo después de Pascua de Resurrección. En 1928 se estableció la tradición de la Bajada de la Virgen una vez al año, fijándose la fiesta en el primer domingo de mayo. Este novenario y romería se convirtieron en uno de los actos festivos más importantes de la ciudad y fueron declarados Fiesta de Interés Turístico Regional en 2018.
- LA CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VIRGEN DE LA MONTAÑA:
- El detonante: Marcial Higuero Cotrina en las Asambleas Parroquiales de 1923. Se constituye la Junta de Coronación.
El día 2 de marzo de 1906 el Papa Pío X, ratificó la sentencia por la que se declaraba “Patrona principal de la ciudad de Cáceres” a la Santísima Virgen de la Montaña, bajo el título de “Madre de la Divina Gracia”. Desde entonces, y dada la proliferación en el país de coronaciones a Vírgenes, la idea de solicitar la coronación de la Virgen de la Montaña sobrevolaba entre las ideas de los devotos y cofrades. Este anhelo no cristalizó hasta el desarrollo de las Asambleas Parroquiales celebradas en la ciudad entre el 28 y 31 de diciembre de 1923, cuando el presidente de la Acción Social Católica Diocesana, Marcial Higuero Cotrina, lanzó la idea de manera oficial, a lo que el Señor Obispo D. Pedro Segura Sáez responde con una carta de la que paso a trascribir algunos fragmentos:
“En las últimas provechosísimas asambleas parroquiales celebradas a fines del año pasado en esta ciudad, se acordó […] gestionar ante la autoridad eclesiástica la Coronación Canónica de la imagen de la Santísima Virgen de la Montaña, patrona de la ciudad de Cáceres […]. Maduradamente pensada esta hermosa iniciativa, hemos creído llegado el momento de poner manos a la obra, confiando en que contribuirá notablemente a la glorificación de Nuestra Señora […]. Este acto constituirá un homenaje diocesano a la Santísima Virgen, tan tiernamente amada por todos.
Cuán admirablemente haya interpretado este proyecto el sentir del pueblo, lo demuestra el hecho de que se están recibiendo constantes donativos, alhajas y ofertas para la corona de oro de la Virgen Santísima de la Montaña. Es especialmente significativo que la mayor parte de estos ofrecimientos no provienen de las clases acomodadas, sino del elemento de la clase media y de la clase obrera y pobre. […]
Para satisfacer este anhelo público y activar en cuanto dependa de nosotros la realización de tan hermosa iniciativa en honor de nuestra amantísima Madre y Patrona, la Santísima Virgen de la Montaña, nombramos en esta fecha la Junta Directiva encargada de llevar a cabo las múltiples y difíciles gestiones imprescindibles para convertir en realidad este hermoso proyecto. […]
Cáceres, treinta y uno de enero de 1924. Obispo de Coria[10]”
Se establece por tanto la Junta de coronación que queda presidida por el ilustrísimo señor D. Pedro Segura, obispo de la diócesis de Coria, y queda formada por las siguientes personas: la Ilma. Sra. Condesa de Trespalacios, Dª Beatriz Higuero, Dª Matilde López-Montenegro, Dª María López-Montenegro, Dª Teodora García, Dª Florencia Martín, Dª María López-Montenegro Carvajal, Dª Elia Vinuesa, Dª Soledad García, Dª Ramona García Becerra, el Ilmo. Sr. Conde de Trespalacios, D. Tomás Murillo, D. Germán Manzano, D. Ramón Jiménez, D. Marcial Higuero, D. Fernando Jiménez, y D. Elías Serradilla.[11]
El 16 de junio de ese 1924, el Sr. Obispo de Coria remite una súplica a Pío XI para que se le concediera la gracia de la Coronación de la Virgen al cumplir los requerimientos exigidos que explicaremos más adelante. El 22 de julio la Santa Sede por mediación del Capítulo de la Basílica Patriarcal de Roma, se accede a la petición, concediéndose la autorización canónica el 30 de septiembre[12].
- Libro conmemorativo escrito por P. Fr. Ángel Ortega O.F.M.ç
Uno de los primeros acuerdos tomados por la Junta de Coronación fue encargar al afamado Fr. Ángel Ortega un libro que recogiese la historia de la devoción por la Virgen de la Montaña y su Cofradía. Fray Ángel Ortega López nació el 28 de febrero de 1871 en Huérmeces (Burgos) y falleció el 1 de agosto de 1933 en Sevilla. El «O.F.M.» que se escribe siempre después de su nombre nos da bastante información sobre quién era: en latín Ordo Fratum Minorum, es decir, Orden de los Frailes Menores, o como se conoce de forma popular: Franciscano, Hermanos Menores.
Imagen 2. P.Fr. Ángel Ortega y su Historia documentada del Santuario e imagen de Nuestra Señora de la Montaña. Ejemplar de la colección particular del autor.
Fray Ángel Ortega vivió en el Convento de la Rábida y fue un erudito que publicó numerosas obras parecidas a ésta, como “La Tradición Concepcionista y la Orden Franciscana en Sevilla”, “El Convento de la Rábida, su origen y primeros progresos, desde la fundación hasta el año 1455” o “Historia de la Imagen y Santuario de Nuestra Señora de Loreto en la Provincia y Archidiócesis de Sevilla”, escrito en 1906. Para conmemorar esta celebración de la coronación canónica de la Virgen de la Montaña, escribió: “Historia documentada del Santuario e Imagen de Nuestra Señora de la Montaña, patrona de la ciudad de Cáceres” en ese año de 1924. El impresor fue Luciano Jiménez Merino, ubicado en el Portal Llano 19 de la propia ciudad de Cáceres.
La elección de Fray Ángel no fue algo arbitrario, ya que este franciscano tenía una gran fama por toda su obra escrita, su erudición y su capacidad de comunicación en conferencias. Varias veces estuvo en Cáceres dando conferencias y participando en conmemoraciones y celebraciones. En 1915, en los actos relacionados con el primer centenario de la Orden de los Hermanos de la Preciosa Sangre, ofició misa el 5 de noviembre en su iglesia titular a las 9:30h acompañado de una orquesta[13]. En marzo de 1916 impartió una conferencia en la Iglesia de Santo Domingo. Llama la atención cómo en la prensa se recuerda que “durante las conferencias de la tarde y misa de comunión no se permitirán señoras en la iglesia”[14].
Fr. Ángel divide el libro en tres partes:
- 1ª Parte: Cáceres por la Virgen de la Montaña. Se repasa el inicio de la devoción por la Virgen, habla del origen del santuario, de Paniagua y Sancho de Figueroa, al que llama “Apóstol del Santuario”. Sigue con el origen histórico del santuario y la imagen de la Virgen, así como la construcción de las primeras dos capillas.
- 2ª Parte: La Virgen de la Montaña por Cáceres. Comienza con una exaltación del amor de la Madre de Jesús por sus hijos, sigue detallando las veces que la Virgen de la Montaña bajó de su Santuario por plagas, epidemias, sequías… y cómo ésta intercedió por los cacereños. Sigue detallando vicisitudes intelectuales en los que el amor de la Virgen estuvo presente para terminar por hablar de los favores que la patrona de la ciudad hace por sus fieles.
- 3ª Parte: Cáceres por la Virgen de la Montaña y la Virgen de la Montaña por Cáceres. En este apartado se recogen testimonios del sentimiento popular, las fiestas litúrgicas, el devocionario, el cancionero y parte del patrimonio, la “herencia” de la cofradía.
Especialmente útil y significativo resulta el apartado en el que hace un recorrido por las obras que, como ésta, hicieron un repaso por la historia de la Virgen de la Montaña y su Cofradía. Hasta ese momento habían sido tres las obras que tocaban, en exclusiva este tema:
- Aparición y devoto novenario de Nuestra Señora de la Montaña. D. Eugenio García Honorato.
- Breve noticia del Origen del Santuario de la milagrosísima imagen, que con el título de la Montaña, se venera extra-muros en la muy noble y leal villa de Cáceres, provincia de Extremadura. Simón Benito Boxoyo.
- La Virgen de la Montaña. D. Juan Daza Malato.
En su libro, Fr. Ángel Ortega ofrece una semblanza de las publicaciones anteriores, siendo particularmente crítico con la de García Honorato. Entre otras cosas, menciona que la obra de Honorato es «de menos valor histórico, pues demuestra no haber visto ningún documento ni poseer el autor criterio alguno». No ocurre lo mismo con la de Boxoyo, quien en muchos puntos refuta a Eugenio García y a quien incluso llega a denominar «el historiador de la Montaña». Del libro de Daza, Ortega habla mucho menos, solo destacando que hay una parte copiada de la obra de Simón Benito Boxoyo. Es curioso cómo el propio Ángel Ortega define su propia obra: «queda perfectamente fijada la historia de los orígenes del santuario, es una historia clara, concisa, concreta, de los hechos que sucedieron…«[15]. Este libro se estuvo vendiendo durante años, al menos he documentado hasta 1931con el precio de 1 peseta en la imprenta de “El Noticiero”[16].
- La corona.
No cabe duda de que uno de los elementos principales en una celebración canónica de coronación es el objeto en sí: la corona. A menudo, simplificamos este término, olvidando que abarca un conjunto de joyas que incluyen otros elementos. En palabras de uno de los responsables de su elaboración, el padre D. Antonio Arce, se describe de la siguiente manera: “Hacemos una corona para colocarla sobre la cabeza de la Virgen; una aureola que la circunda; unos zarcillos que descienden desde la corona y encuadran el óvalo de la cara; un collar para su cuello, un cetro para su mano y una corona para su Santísimo Hijo.”
Imagen 3. Félix Granda y su afamada obra “Talleres de Arte”
Por lo tanto, estamos hablando de una imponente obra de orfebrería realizada en oro y que consta de más de 11,000 piedras preciosas en consonancia con la iconografía que muestra. Nos centraremos en la propia corona, en la que aparece en su centro una cruz de rubíes, en representación de la sangre vertida de Cristo. También se representan, con diamantes, unas azucenas que simbolizan la pureza de la Santísima Virgen, y sobre las flores, el Espíritu Santo en forma de paloma, de la que parten siete llamas con rubíes como una manera de representar sus dones. Tanto en el anverso como en el reverso de la propia corona, podemos leer varios versículos bíblicos:
- «Veni de Libano sponsa mea, veni de Libano coronaberis» (Ven del Libano esposa mía, ven del Líbano y serás coronada). Perteneciente al capítulo 4, versículo 8 del Cantar de los Cantares que realmente dice: “Conmigo del Líbano, Esposa, conmigo del Líbano te vendrás; y serás coronada desde la cumbre de Amaná, de la cumbre de Sanir y Hermón, de las cuevas de los leones y de los montes de las onzas[17].”
- “Ave María gratia plena, Dominus tecum» (Dios te salve María, llena eres de gracia), interpretación del episodio de la Anunciación recogido en el Evangelio de San Lucas, ya que en éste lo que se dice es: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”, (Lucas 1: 28)
- “Spiritu Sanctus supervinet in te, et virtus Altisimi obumbrabit tibi» (El Espíritu Santo te sobrevino, y la virtud de Dios te llenó) que aparece alrededor de la figura de la paloma y que no pertenece a ningún texto bíblico.
Esta obra de arte surgió como donación y ofrenda de todos los cacereños que entregaron sus joyas y/o dinero para elaborarla desde todas las clases sociales como expresaba el propio obispo en la carta que hemos reproducido más arriba: “Es especialmente significativo que la mayor parte de estos ofrecimientos no provienen de las clases acomodadas, sino del elemento de la clase media y de la clase obrera y pobre.”
La corona fue elaborada en los prestigiosos talleres del sacerdote Félix Granda Buylla, situados en el Hotel de las Rosas en el Paseo Izquierdo del Hipódromo de Madrid. Nacido en Pola de Lena el 21 de diciembre de 1868 y fallecido en Madrid el 23 de febrero de 1954, Félix Granda, el mayor de seis hermanos, mostró desde joven un notable talento en dibujo, pintura, escultura y orfebrería. Durante su formación, pasó algunos veranos en Muros de Nalón, donde tuvo la oportunidad de relacionarse con artistas destacados como Joaquín Sorolla y Cecilio Pla. Se ordenó sacerdote en 1881, pero nunca abandonó su vocación artística[18].
Posteriormente, Félix Granda se trasladó de su Asturias natal a Madrid, donde perfeccionó aún más sus habilidades como escultor, pintor y orfebre. Inspirado por el Movimiento de Renovación de la Liturgia en España, decidió reunir a artistas y artesanos en el Hotel de las Rosas para recuperar el esplendor del arte sacro, contrarrestando su industrialización y degradación. Este movimiento se sustentaba en tres pilares: calidad artística, calidad artesanal y un meticuloso cuidado iconográfico. Su libro «Talleres de Arte» consolidó su fama y le permitió fundar un gran taller.
Con el tiempo, la gestión de su taller le alejó de la creación artística directa. Los Talleres de Arte alcanzaron su apogeo en los años 20, coincidiendo con la fabricación de la corona para la Virgen de la Montaña y la de la Virgen de Guadalupe para sus respectivas coronaciones. No obstante, el taller sufrió un declive durante la Guerra Civil, siendo parcialmente destruido. Durante la dictadura, resurgió con la reconstrucción de templos y obras dañadas en las batallas. El padre Granda visitó Cáceres al menos en dos ocasiones: el 10 de octubre de 1925[19], un año después de la coronación, y el 21 de abril de 1927.
- Las vísperas, el Cardenal Reig y los Juegos Florales.
El 2 de octubre comenzaron los festejos de la Coronación con una procesión presidida por el Obispo para acompañar a la Santísima Virgen desde su santuario a la iglesia de Santa María y a la que acudieron miles de cacereños y forasteros. Ese mismo día se falló el primer premio de los Juegos Florales, llamado “la flor natural” al poema dedicado a la Virgen por el canónigo magistral de Zamora, D. Francisco Romero[20].
Durante los días 3, 4 y 5, el Palacio Episcopal acogió un Congreso Mariano al que asistió todo el clero de la diócesis. En este congreso, D. José Martín, Músico Mayor del Regimiento Segovia, estrenó la obra «La Virgen de la Montaña«, y el Obispo Segura Sáenz ofreció una disertación sobre la coronación de imágenes de la Virgen. Además, del 6 al 8 de octubre se celebró la Asamblea Social Femenina, centrada en los logros de la Acción Católica de España, con la participación de María Echarri, Victoria Grau y Carmen Cuesta, entre otras. También se realizaron eventos lúdicos, como la exitosa representación de la obra teatral “Echar las Cartas”, que se repuso semanas después.
En las vísperas de la Coronación, la ciudad se decoró de manera especial. La plaza de Santa María y las fachadas del Palacio Episcopal y el Palacio de Mayoralgo se iluminaron con «bombas eléctricas multicolores». El Arco de la Estrella se embelleció con frondoso «follaje» y las casas de la Plaza Mayor lucieron «ricas colgaduras» y una «iluminación espléndida». En el centro de la plaza se montó una plataforma de tres metros de altura para el acto de la coronación, que será detallada más adelante. También se engalanaron las calles General Ezponda, la Plaza de la Concepción, Moret, Alfonso XIII (actual Calle de Pintores) y San Antón. En esta calle, en la parte superior, en la confluencia con la Calle D. Luis de Armiñán (actual avenida de España), se colocó una gran arco homenaje “con follaje” para recibir al Arzobispo de Toledo, que recaló en la ciudad el 10 de octubre de ese 1924[21].
Uno de los mayores honores que recibió la ciudad en la Coronación de la Virgen fue la presencia del Cardenal Reig. Enrique Reig Casanova nació en Valencia en 1858 y falleció en Toledo en 1927 siendo arzobispo de Toledo y primado de España y llegó al sacerdocio al fallecer su esposa por cólera y trabajar durante años como abogado; al enviudar se centra en sus estudios y vocación eclesiásticos y se ordena como sacerdote en 1886. Es curioso que tras su muerte es sucedido en el arzobispado por quien era Obispo de Coria en la fecha de la Coronación y con quien compartió dicha celebración, el Sr. Segura y Sáez.
Imagen 4. Cardenal Reig y el Obispo de Coria, D. Pedro Segura
El Cardenal Reig marcha a Cáceres el 10 de octubre desde Madrid donde se encontraba visitando al contralmirante Magaz con quien “celebró una larga conferencia”[22]. Llegó a Cáceres sobre las 19:00h donde le recibieron los representantes de “todas las sociedades y fuerzas vivas de la población” junto con numerosos vecinos y visitantes. El regimiento de Segovia, con su banda de música, le rindió los pertinentes honores al pisar la estación de trenes. Desde ahí partió la comitiva a la iglesia de Santa María donde se cantó “Solemne Te Deum”. Al acabar se retira a descansar al Palacio Episcopal donde unas horas después asistiría a un acto en su honor[23].
El patio de la casa del obispo se decoró con abundantes flores alrededor de un gran retrato de la patrona, pintado por Juan Caldera, y las paredes se revistieron con valiosos tapices. En el fondo se colocó un dosel para el cardenal Reig, quien llegó acompañado del obispo de Coria y el coronel Rodríguez Arias, mientras sonaba la Marcha Real y el público aplaudía.
El acto comenzó con unas palabras del obispo, quien agradeció al cardenal su presencia y comentó: «Como verá Vuestra Eminencia, todo es sano esparcimiento. Aquí se habla, se oye, se ríe, se canta y todo lo hacemos en obsequio de nuestra amada Virgen y de Su Eminencia.» Luego, don José Murillo, presidente de la Juventud Católica, habló en nombre de la juventud, a pesar de su sus pocos años y de que generalmente solo los adultos ostentan representación. Concluyó su discurso expresando el deseo de haber reflejado los sentimientos del pueblo de Cáceres «como una alfombra de flores a sus pies«.
A continuación, Miguel Muñoz Higuero leyó unos versos dedicados al cardenal, titulados «La ofrenda de mi tierra«. El acto finalizó con la presentación del auto mariano «La Virgen del Sagrario«, interpretado por las niñas del colegio de Cristo Rey. Este auto, de Calderón de la Barca, está basado en la aparición de la Virgen en Toledo durante la Reconquista. El momento más esperado de la noche fue la interpretación de la obra musical «Romanza de la Montaña«. Aunque no he podido localizar la partitura de esta obra, las crónicas de la época destacan que en el «crescendo final» se simulaba «la entrada de la Virgen coronada en el santuario en medio del regocijo del pueblo«. El autor de la obra fue José Martín Gil, quien estuvo presente en ese momento dirigiéndola. Martín Gil fue nombrado músico mayor en el Regimiento de Infantería Segovia de Cáceres. Desde 1927, perteneció al cuerpo de directores músicos del ejército y poco después fue nombrado director de la Banda de la Academia de Infantería de Madrid. Más tarde, dirigió la Banda de la Policía Armada de Madrid y compuso, entre otras muchas obras, la «Marcha Fúnebre en honor a Publio Hurtado»[24].
El cardenal Reig agradeció el cálido recibimiento con unas palabras emotivas: “Gracias a todos, altos y bajos, por haberme robado el corazón con sus aplausos, provenientes tanto de los menestrales como de los próceres. Mi gratitud es para todos.” En su discurso, comparó la ciudad con su amada Toledo y felicitó a los participantes, destacando especialmente a José Martín, a quien describió como un «excelso compositor» por su habilidad para transformar los sentimientos del pueblo en música para la Virgen.
Reig también reflexionó sobre la peculiaridad de su rol en la coronación, considerando que debería ser el obispo de Coria quien realizara la ceremonia. Sin embargo, aceptó el ofrecimiento al pensar que, al haber sido investido con la púrpura de Cardenal, no había mejor manera de utilizar su cargo que para llevar la corona a Cáceres y rendir homenaje a la Virgen. Al finalizar, dio una bendición a todos los presentes y se retiró a descansar, acompañado nuevamente por la Marcha Real[25].
El 11 de octubre, por la tarde, el cardenal, acompañado del conde de Trespalacios, visitó la Casa Social Católica. Fueron recibidos por el consiliario Pedro Falces y la Junta de la Acción Católica, liderada por el señor Higuero, el impulsor del evento. También estaban presentes miembros de la redacción del periódico Extremadura y los socios sindicados de la Casa Católica.
Durante la visita, el cardenal sorprendió a uno de los redactores del periódico, Giménez Aguirre, al decirle: «Aguirre, le conozco, pues suelo leer sus coplas con frecuencia, especialmente cuando están en primera plana.» A lo que Aguirre respondió: «Desde hoy, monseñor, me aseguraré de que siempre salgan en primera plana para seguir mereciendo este honor.» Después, el cardenal dirigió las siguientes palabras: «De esta colmena social donde todos trabajan deben salir ríos de miel, la más dulce y pura, de la que participará toda la ciudad. Así como en la antigüedad cada señor feudal elevaba su casa dominando toda la villa, así ahora que sea esta especie de casa feudal católica de donde brote solamente el bien, la paz, el trabajo, la actividad que beneficie a todos los vecinos.”
La visita continuó por la imprenta del periódico, donde el cardenal siguió recibiendo muestras de cariño y saludó a todo aquel que se le acercaba. Además, se atrevió a dar consejos sobre la labor de la prensa siguiendo los acuerdos de la Asamblea de Toledo. Destacó la importancia de crear prensa juvenil e infantil y trabajar contra la moda de las novelas cortas «tan soeces y perniciosas para los estudiantes.[26]«
El 11 de octubre de 1924, a las 19:00 horas, llegó a Cáceres desde Madrid el representante del Rey, el conde de Moriles, Juan Vitórica Casuso. Fue recibido con honores por autoridades y ciudadanos de la ciudad, y luego acompañado al Palacio de los Golfines de Arriba, residencia del presidente de la Diputación, Gonzalo López de Montenegro. Poco después, el conde de Moriles participó en los Juegos Florales junto al señor Reig.
Estos certámenes poéticos, originados en 1906 cuando la Virgen de la Montaña fue proclamada patrona de la ciudad, contaron con la participación de figuras como el sacerdote Antonio Martínez, Luis Grande Baudessón y José Luis López Martínez (firmado como José Luis López Santana). Los Juegos Florales se organizaron formalmente el 10 de junio de 1923, tras la formación de varios grupos poéticos en los años siguientes, obteniendo La Flor Natural el escritor vallisoletano Lope Mateo Martín con un poema que ensalzaba la belleza de Extremadura[27].
La tarde-noche del 11 de octubre de 1924, se celebraron los Juegos Florales en el Palacio Episcopal. Además de la decoración del día anterior, se instaló un trono para la reina de la fiesta y su corte de amor. Joaquina López-Montenegro y López-Montenegro fue designada reina de esta gala, que se consideró «un digno epílogo del festival mariano». Asistieron al evento el señor Reig, el conde de Moriles, y los gobernadores militar y civil, Rodríguez Arias y García Crespo, quienes entraron al palacio al son de la Marcha Real.
El acto comenzó con la lectura del acta del jurado por parte del vocal de la Junta Calificadora, el señor López Cruz, párroco de la iglesia de Santiago, y el secretario, don Federico Riaño. El primer premio fue otorgado al Magistral de la catedral de Zamora, Francisco Romero, y el segundo premio a don Severo Ramos Almodóvar, joven periodista y escritor. El Magistral Francisco Riaño no asistió al evento, delegando su representación en don Tomás Murillo, quien proclamó a doña Joaquina López de Montenegro como reina de los juegos y presentó a su «Corte de Amor». La reina entró al recinto acompañada por el promotor y principal impulsor de estos juegos, el señor don Diego María Crehuet del Amo.
Con el permiso de la reina y su corte, se dio lectura a los poemas ganadores. Posteriormente, el señor Crehuet pronunció un «magnífico discurso, una magistral composición oratoria, sobria en sus frases, precisa en conceptos, profunda en contenido y perfecta en forma». En su discurso, elogió la belleza de las jóvenes seleccionadas y expresó su afecto por su añorado Cáceres, a pesar de los años de ausencia. El discurso fue tan emotivo que fue interrumpido varias veces por estruendosas ovaciones. Al finalizar, las señoritas fueron retirándose tras besar el anillo de Monseñor Reig, concluyendo la fiesta con la retirada de las autoridades y asistentes para prepararse para el verdadero gran día: la Coronación de la Virgen de la Montaña[28].
He de señalar en este momento, que debido a la falta de espacio, y que ya se han publicado en muchas ocasiones en estos 100 años, no recogemos aquí los poemas seleccionados dada su enorme extensión y su poca aportación a la historia cronológica que estamos haciendo de este acto de Coronación Canónica.
- La Coronación
El 12 de octubre se celebró la coronación canónica de Nuestra Señora de la Virgen de la Montaña, siguiendo las normas aprobadas por la Sagrada Congregación de Ritos, que designa a la Virgen como «Reina del Cielo y de la Tierra». El rito incluyó plegarias, himnos y oraciones establecidos por el capítulo cardenalicio de Roma. La ceremonia comenzó en la iglesia de Santa María, con la presencia del Rey y del obispo de Coria. La Eucaristía fue oficiada por el obispo de Badajoz, quien llegó a la ciudad el día anterior pero no asistió a los Juegos Florales. También participaron los canónigos de la Catedral de Coria, y se utilizaron ornamentos blancos conforme al protocolo litúrgico.
En el presbiterio estaban el cardenal Reig, el conde de Moriles, el obispo de Coria, el coronel Rodríguez Arias (gobernador militar), el coronel García Crespo (gobernador civil), el alcalde, el presidente de la Diputación y otros representantes públicos. La iglesia se llenó tanto que se tuvieron que abrir las puertas para que el público pudiera seguir la misa desde el exterior. la calle. Al finalizar la lectura del Evangelio, se pronunció una breve homilía que resaltó las grandezas de la Virgen. Como parte del rito, el cardenal tomó juramento al párroco, el señor Cerradilla, para conservar y proteger la corona de la Virgen, bendiciéndola en ese momento con agua bendita. Tras esta bendición, el notario Juan Zancada leyó el acta de coronación de la Virgen, y el obispo de Coria concluyó con una reflexión sobre la importancia de este acto.
A las 12:30 h del 12 de octubre, tras la Eucaristía, comenzó la procesión que llevó a la Virgen a la Plaza Mayor, la cual estaba abarrotada de ciudadanos y adornada con balcones decorados y alquilados a precios elevados. El balcón del Ayuntamiento estaba decorado con un tapiz de terciopelo rojo con el escudo de la ciudad. En el centro de la plaza se montó un gran trono, custodiado por la Guardia Civil, con dos plataformas: la inferior para las autoridades y la superior para el trono de la Virgen, rodeado de candelabros de oro y maceteros de flores. El acceso a las plataformas se hacía a través de una gran escalinata alfombrada, y el conjunto estaba adornado con guirnaldas, ramajes verdes y escudos de Cáceres.
Mientras en la iglesia de Santa María se celebraba la misa, en la Plaza Mayor se reunieron autoridades y representantes militares, incluyendo al coronel Federico Serra del regimiento Segovia y diversos oficiales de la Guardia Civil. A las 12:00 h, llegaron las tropas que rendirían homenaje a la Virgen: una compañía del regimiento Segovia con bandera y música, y una sección de Infantería de la Guardia Civil, junto con otra sección montada a caballo. Las tropas se posicionaron en la plaza en formación, con la caballería formando una U frente a la Torre de Bujaco (entonces Torre del Reloj).
Imagen 5. Publicada en el trabajo sobre la patrona de Ortí Belmonte
A las 12:30 horas, comenzó la procesión desde la iglesia de Santa María, donde se encontraba la Virgen de la Montaña. La procesión, encabezada por todas las parroquias, la Adoración Nocturna y la Cofradía de la Montaña, presidida por el conde de Tres Palacios, avanzó hacia la Plaza Mayor. Los hermanos de la cofradía llevaban las andas de la Virgen, decoradas con flores, mientras que las señoras de la Junta de Coronación la rodeaban. Detrás de la Virgen marchaban los Caballeros del Santo Sepulcro, seguidos por el alcalde, señor Muñoz y Fernández de Sanz, quien portaba la corona de oro en una bandeja de plata. A ambos lados del alcalde estaban los obispos de Coria y Badajoz, y detrás, el cardenal Reig, en vestiduras pontificales, acompañado por representantes del Cabildo de la Catedral de Coria, todos con capas pluviales y ornamentos blancos, conforme al ritual.
La representación civil en la Plaza Mayor incluyó al conde de Moriles, en uniforme de gala y con la banda de Grande de España, así como al gobernador civil, el gobernador militar, el presidente de la Diputación, varios diputados y el representante de Hacienda, señor Larrá, acompañado por el juez municipal Álvarez Uribarri.
Al llegar a la plaza, la procesión dio una vuelta por delante de la Torre de Bujaco, frente a la caballería de la Guardia Civil, mientras las parroquias se ubicaban en el paseo central. Los alumnos del Seminario Conciliar de Coria y los abanderados de la Adoración Nocturna formaron un pasillo desde la zona baja de la plaza hasta las escalinatas de la plataforma.
La Plaza Mayor estalló en manifestaciones de devoción, con las tropas rindiendo honores al sonido de la Marcha Real, interpretada por las bandas municipal y militar. La Virgen fue colocada en la plataforma superior, mirando hacia el Ayuntamiento, mientras las autoridades se situaron en la inferior. El alcalde ofreció la corona bendecida al cardenal Reig, quien la mostró al público, que respondió con vítores. Primero se coronó al Niño Jesús y luego, con la ayuda del conde de Tres Palacios y el obispo de Coria, se coronó a la Virgen.
Imagen 6. Acto de Coronación
Durante el acto, la Marcha Real y las campanas de todas las iglesias de Cáceres resonaron, siguiendo el ritual de Alejandro Sforza. Emocionado, el cardenal Reig elogió a la Virgen de la Montaña y destacó el acto de coronación, pidiendo bendiciones para el obispo de Coria, las autoridades, el Rey y todos los ciudadanos, así como para los soldados en la guerra del Rif. Concluyó diciendo: «Sed de María, ya que habéis sabido proclamarla vuestra Madre y vuestra Reina». El acto concluyó con un desfile de regreso a la iglesia de Santa María, siguiendo el mismo protocolo, pero a la inversa, acompañando así a la Virgen al templo. En este punto, es necesario mencionar un detalle sobre el atuendo de la Virgen durante la coronación. Según publicaciones actuales, se asegura que la Virgen lució un manto regalado por la reina Isabel II, descrito como de «raso blanco, recubierto totalmente de encaje de fondo de malla e hilo de oro y plata, con aplicaciones de flores bordadas en seda de color«. Sin embargo, las crónicas de la época describen el manto como de fondo verde, bordado con oro y pedrería, y una mantilla rosa sobre la cabeza. Esta discrepancia sugiere que el manto lucido podría haber sido el número 10, donado por Doña Petra Fernández en 1902, aunque no posee pedrería, o el número 14, aunque donado en 1925. No hay pruebas concluyentes para resolver esta discrepancia.[29]
Continuando con los eventos del 12 de octubre, a las 15:30 horas, la procesión salió de la iglesia de Santa María para regresar con la Virgen al santuario con la nueva corona. Aunque encabezada por las autoridades locales, ni el obispo de Badajoz ni el cardenal Reig participaron, esperándola en el santuario. La ruta incluyó la Plaza Mayor, la calle Alfonso XIII (actual calle Pintores), la calle Solana (actual calle Pizarro), Fuente Nueva y la carretera de la Montaña. Al llegar a su ermita, la imagen fue colocada en el camarín mientras se cantaba la Salve. Posteriormente, los asistentes se retiraron para descansar.
A las 20:00 horas, se clausuró el Festival Mariano con la lectura de los accésit de los Juegos Florales, incluyendo los poemas «A la Virgen de la Montaña» de Pedro Ximénez de Castro y «Águila de Blasón» de Miguel Muñoz Herrero. Las señoritas Luisa López de Montenegro, Emilia Perate, Matilde Durán, María del Pilar Grande y Niní Higuero Montenegro interpretaron el poema «Cuando las muñecas vuelven» de Blanco Belmonte. Las hermanas Carmen y Lolita Tres Palacios presentaron el diálogo «Jesús y Teresa», seguido de una jota extremeña. El obispo de Coria repartió medallas de oro y plata con la imagen de la Virgen coronada, concluyendo con el canto de «Virgen de la Montaña».
El 13 de octubre, el cardenal Reig partió en coche hacia Navalmoral, acompañado por el obispo de Coria, para tomar el tren de regreso a Madrid, cerrando así los eventos de la coronación canónica de Nuestra Señora de la Virgen de la Montaña..
- Medalla Conmemorativa y otros objetos para el recuerdo.
Se realizaron grabados con la imagen de la Virgen coronada, específicamente treinta cuadros en seda de color rosa con adornos dorados o plateados, destinados a los canónigos de la Santísima Basílica Vaticana, y uno más elaborado para el Cardenal Arcipreste. Además, se produjeron otros setenta grabados en papel para los clérigos de la misma basílica y una pintura sobre tela para su conservación en el recinto. El libro escrito en conmemoración de esta coronación, junto con otra documentación relevante, fue enviado para ser conservado en los Archivos Vaticanos.
Imagen 7. Anuncios en prensa sobre la venta de la Medalla Conmemorativa y detalles de ésta. Medalla de la colección particular del autor.
Joyerías como «El Cronómetro» o «Pozas» vendieron medallas en materiales nobles y otros más asequibles para todo tipo de bolsillos conmemorando este importante día. La medalla es ovalada con unas medidas de 4cm de alto por 3 de ancho[30]. En la parte frontal vemos a la Virgen de la Montaña con una gran corona y flanqueada por el escudo nacional y el del propio Cáceres a la derecha. En los márgenes, y circundando todo el perímetro, podemos leer:
SANCTA MARÍA DE LA MONTAÑA MATER DEI ORA PRO NOBIS PECCATORIBUS NUNC ET IN HORA MORTIS NOSTRAE
Santa María de la Montaña, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
En la parte inferior leemos:
CÁCERES MCMXXIV
Cáceres 1924
La parte de atrás es también muy interesante porque en ella, en el mismo centro, en una cartela y rodeada de una espléndida decoración floral, podemos leer:
PIO XI PON. EPO PETRO SEGURA
REGE ALPHONSO XIII FUIT
IMAGO HAEC SOLLEMNITER
INCORONATA DIE XII OCTOBRIS
Papa PIO XI. Obispo Pedro Segura. Rey Alfonso XIII. Esta imagen fue solemnemente coronada el 12 de octubre
Debajo de la decoración observamos las siglas de quien debió diseñar y tallar el molde para hacer la medalla: A.M. y en los márgenes podemos leer:
FILIA SION TOTA FORMOSA ET SUAVE ES PULCHRA UT LUNA ELECTA UT SOL
La hija de Sion, eres tan hermosa como la luna, elegida como el Sol.
PARADISI PORTAE PER TE NOBIS APERTE SUNT QUAS HODIE GLORIOSA CUM ANGELIS TRIUMPHA
Las puertas del paraíso se nos abren por ti, que hoy triunfas gloriosamente con los ángeles
Imagen 8. Medalla conmemorativa de la coronación. Colección personal del autor.
- CONCLUSIONES
La Coronación Canónica de la Virgen de la Montaña en Cáceres, realizada el 12 de octubre de 1924, fue un evento destacado en la historia religiosa y cultural de la ciudad. Más que una simple festividad, se convirtió en una manifestación de identidad y devoción colectiva, reflejando la profunda fe de la comunidad hacia su patrona y el contexto histórico y cultural de la época.
La preparación y celebración del evento evidenciaron una meticulosa coordinación y un significativo compromiso de las autoridades eclesiásticas y civiles. Desde actos preliminares, como la procesión del 2 de octubre y la presentación de un poema en los Juegos Florales, hasta la culminación con la coronación, el fervor y la participación comunitaria fueron notables. La incorporación de diversas expresiones culturales y religiosas, incluyendo representaciones teatrales y musicales, enriqueció la celebración y mostró la integración de las artes y la devoción en una expresión cultural conjunta.
El acto de coronación, con la destacada participación de figuras como el Cardenal Reig y la disposición ceremonial en la Plaza Mayor, subrayó la magnitud y solemnidad del evento. La ceremonia, cargada de rica simbología y arraigada en la tradición católica, reforzó la conexión entre la Virgen de la Montaña y la ciudad de Cáceres. La creación de medallas conmemorativas y grabados, y el envío de documentos a los Archivos Vaticanos, destacaron la importancia del evento tanto a nivel local como en el contexto eclesiástico global.
Este evento también mostró cómo la religiosidad y la identidad local se entrelazan para formar un complejo tejido cultural. Las medallas y los grabados, más allá de ser objetos de devoción personal, simbolizan un momento histórico compartido. La detallada iconografía y las inscripciones de las medallas encapsulan el espíritu de la celebración y proporcionan una conexión tangible con el evento.
En resumen, la Coronación Canónica de la Virgen de la Montaña fue un hito que unió a la comunidad en torno a una figura de gran significado espiritual, celebrando tanto la devoción hacia la Virgen como la identidad y el orgullo de Cáceres. Este evento consolidó la posición de la Virgen en el corazón de los habitantes de la ciudad y dejó una herencia cultural y espiritual que perdura en la memoria colectiva y en los símbolos que continúan celebrando este importante capítulo de la historia local.
Rubén Núñez Quesada
[1] San Lucas (1, 26-38), (1, 46-55), (2, 48) y San Juan (2, 1-5), que hacen referencia a la Anunciación, la visita a la prima Isabel, al pasaje en el que el Jesús niño se pierde en el templo y las Bodas de Caná, respectivamente.
[2] San Juan (19,25-27)
[3] María de los Evangelios. Jean-Paul Michaud. Ed. Verbo Divino. Navarra, 1992.
[4]De Isis a María: Un ejemplo de sincretismo religioso. Evolución iconográfica de la Diosa Madre desde el antiguo Egipto hasta el cristianismo. José Ramón Urios de la Iglesia. TFM. Máster interuniversitario del Mediterráneo Antiguo.
[5] Devoción y culto a la Virgen María: un estado de la cuestión para el caso hispano. José Manuel Aranda Sarvisé. Trabajo de fin de Grado. Universidad de Zaragoza. Curso 2019/2020
[6] Devoción mariana y sociedad medieval actas del simposio [Ciudad Real del 22 al 24 de marzo, 1989]
[7] Francisco Paniagua. Serafín Martín Nieto. Plaza Mayor de Cáceres. Diario Hoy, 6 mayo de 2023
[8] https://patronadecaceres.com/la-imagen.html
[9] Historia del Culto y del Santuario de Nuestra Sra. de la Montaña. Miguel Ángel Ortí Belmonte
[10] Boletín Eclesiástico de Coria; 1º de febrero de 1924.
[11] Historia documentada del Santuario e imagen de Nuestra Señora de la Montaña, patrona de Cáceres. P. Fr: Ángel Ortega, O.F.M.
[12] Historia del Culto y Santuario de Nuestra Señora de la Montaña. Patrona de Cáceres. Miguel A. Ortí Belmonte. Colección de estudios extremeños, sección de historia. 1950
[13] Diario de Cáceres: periódico independiente y de intereses morales y materiales. Año VI, número 1753 (página 2). 4 de noviembre de 1915
[14] La Montaña, diario de la mañana. Año I, número 70 (página 2). 30 de marzo de 1916.
[15] Bibliografía Histórica de la Virgen de la Montaña. Juan Carlos Fernández Rincón. L Coloquios Históricos de Extremadura. Año 2021.
[16] El Noticiero: diario de Cáceres. Año XXVIII, número 8308 (página 3). 29 de enero de 1930.
[17] Cantar de cantares de Salomón. Fray Luis de León. FreeEdition
[18] http://www.fundacionfelixgranda.org/felix-granda-y-buylla/
[19] La Montaña: diario de Cáceres. Año X, nº 2705, página 5. 10 de octubre de 1925
[20] Diario de Valencia. Año XIV, número 4597, página 3. 3 de octubre de 1924
[21] Correo de la Mañana. Año XI, número 3305, página 3. 11 de octubre de 1924
[22] El Liberal. Año XXIII, número 7963, página 3. 11 de octubre de 1924
[23] Correo de la mañana. Año XI, número 3305, página 3. 11 de octubre de 1924.
[24] Don Benito como paradigma de la vida musical en Extremadura. Carmen Colomo Amador. Cuadernos de Bellas Artes 53. Colección música.
[25] La Montaña: diario de Cáceres. Año IX, número 2397, página 5. 11 de octubre de 1924
[26] Extremadura: Diario de la Acción Católica diocesana: Número 473 Extraordinario, página 15. 12 de octubre de 1924
[27] Antología Poética de Cáceres. Miguel Muñoz de San Pedro. Madrid 1668.
[28] La Montaña: diario de Cáceres. Año IX, número 2398 página 8. 13 de octubre de 1924.
[29] La Virgen de la Montaña y sus Mantos. Carlos J. Sellers. Real Cofradía de la Santísima Virgen de la Montaña. EdiSell Publicaciones. 1997
[30] La Montaña: diario de Cáceres. Año IX, número 2401, página 2. 16 de octubre de 1924.