Oct 011989
 

Pilar Montero Curiel.

“Duérmete, mi niño,

duérmete, mi sol,

duérmete, la prenda

de mi corazón…”

(Popular)

LA PRIMA EDAD DE LA VIDA Y LA TRADICIÓN POPULAR

 

Tradicionalmente, el ciclo de la vida humana se ha estudia­do en función de cuatro momentos o etapas: nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte, que, con palabras del profesor Gómez Tabanera, “son y serán siempre cuatro crisis fundamentales y universales a la hora de estudiar el circuito temporis de la vida del hombre dentro del folklore”[1]. Tomando como punto de referencia esta divi­sión, en el presente trabajo se analizan algunas creencias popula­res de Madroñerasobre el nacimiento y sus ritos. Toda la informa­ción etnográfica ha sido facilitada por mujeres naturales de Madroñera[2]  y, en líneas generales, coincide con los usos y costumbres de otras zonas españolas y extranjeras, como se deduce de la docu­mentación allegada; pero en esta localidad se encuentran variantes peculiares de gran valor.

Nos centramos en tres puntos para exponer esta recopilación de creencias:

 

a) Ritos prenatalicios, referidos a la fecundación y a la esterilidad.

b) Ritos de la madre gestante, sobre el embarazo y la mater­nidad.

c) Ritos del nacimiento, el parto y la manipulación del re­cién nacido.

 

El material etnográfico que sirve de base a este análisis ha sido recogido mediante encuesta oral en los meses de diciembre de 1987 y enero de 1988. Son prácticas populares que, fuera de la memoria de las personas mayores, no gozan hoy de ninguna vigencia; de ahí nuestro interés por rescatarlas antes que el paso del tiempo las condene definitivamente al olvido.

 

 

1. RITOS PRENATALICIOS.

 

En todas las sociedades rurales, la procreación es un rasgo intrahistórico del matrimonio, que convierte a la esterilidad en punto conflictivo. La conciencia popular atribuye la esterilidad a la mujer, excepto en un caso: cuando dos hermanos son gemelos o mellizos, uno de los dos nace estéril. En cambio, las hermanas gemelas o mellizas pueden ser las dos fértiles.

Las prácticas populares encaminadas hacia la fecundidad son escasas en Madroñera, frente a la situación que ofrecen otras re­giones españolas, lógicamente, enclavadas en la misma tradición cultural[3]. Sólo hemos podido constatar un vestigio insignificante de la antigua costumbre de encomendarse a los santos para conse­guir la fecundidad, en los versos finales de la oración de Santa Rita, cuyo santuario se encuentra en la localidad de Santa Cruz de la Sierra; dice así:

 

“Rita, abogada de los imposibles

la apellidan en Italia.

Cuentan sus maravillas a montañas;

digan sus milagros los de Casia.

Por su salud la reclaman los enfermos,

los mudos allí acuden por el habla,

quien la sucesión le pide la consigue

hasta a los muertos nos los deja en paz”.

 

Para adivinar si una mujer es fértil se arrancan tres hojas de un olivo y se cubren bien con la tierra; pasado un tiempo, se desentierran y, si permanecen verdes, la mujer podrá concebir.

Ninguna de las informantes encuestadas habla de la esterilidad como un maleficio divino; es, sencillamente, un fenómeno natural, “porque tiene que haber de todo en la vida”.

 

 

2. RITOS DE LA MADRE GESTANTE.

 

La maternidad concentra a su alrededor una enorme variedad de creencias y supersticiones. A menudo, se considera que la mujer embarazada, sobre todo en los primeros meses, es un ser débil y vulnerable; el refranero popular español está repleto de máximas alusivas a este hecho, del tino “Bendito sea el mal que a los tres meses se ha de quitar”, extraído del Vocabulario de refranes y fra­ses proverbiales de Gonzalo Correas.

Hace algunos años, el embarazo estaba rodeado de numerosas creencias que limitaban seriamente las actividades femeninas, incluso en el desarrollo normal de las tareas hogareñas. Hoy apenas se practican en Madroñera, salvo algunas que, inspiradas por un cier­to aire de religiosidad supersticiosa, tardarán mucho tiempo en desaparecer[4]. Hasta fechas relativamente recientes, la embarazada tomaba una serie de medidas preventivas para evitar complicaciones en el parto: no podía devanar madejas porque, si lo hacia, el niño corría el riesgo de nacer con el cordón umbilical liado al cuello y con síntomas de asfixia[5]; tampoco podía andar descalza por el suelo ni por el agua; no podía ser madrina de otro niño, porque, en es te caso, moriría el hijo que llevaba en su vientre[6]; no podía coser a máquina, dado que el pedaleo perjudicaba al embrión. Entre los alimentos prohibidos para la madre, la liebre ocupaba un lugar privi­legiado, ante el temor de que el niño pudiera nacer con el labio leporino o partido[7]; además, el sentir popular considera que la lie­bre tiene un ciclo menstrual semejante al de la mujer, y su sangre es perjudicial para la embarazada.

Otro capítulo interesante lo constituye la creencia en los antojos y la necesidad de complacerlos de inmediato, para evitar que el niño nazca con manchas en la piel. Las manchas pueden pro­venir también de una caída durante el embarazo y, antiguamente, cuando se traía el agua en cántaros apoyados en las caderas, se atribuían a la opresión que el cántaro ejercía sobre el vientre de la madre.

En general, los antojos se refieren al deseo de comer determinados alimentos. En Madroñera se piensa que un antojo no satisfecho puede producir un orzuelo en el ojo de la embarazada, y esta creen­cia se presenta, con ligeras variantes, en otros puntos de la geo­grafía española, como en Anguiano (Logroño), donde se estima que un orzuelo aparece por haberse reído de una embarazada.

Es un tópico que la mujer embarazada coge manías. Una infor­mante de Madroñera cuenta que una señora cogió manía a su marido cuando lo veía con una gorra bilbaína en la cabeza; otra embarazada mostraba auténtico rechazo hacia su vecino .y vomitaba cada vez que se encontraba con él. El hecho de sentir asco por determinados alimentos y olores es inevitable en el embarazo, de forma que una joven, en los primeros meses de gestación, sentía náuseas cuando veía ante sus ojos carne de pollo, hasta tal punto que incluso los pollos vivos y los que salían en los anuncios de televisión le hacían vomitar.  La tradición popular conoce v  arias formas de adivinar el sexo de la criatura que va a nacer. En Madroñera, las más comunes son las siguientes:

 

– Se mira la forma del vientre de la madre: si es picudo y alto, nacerá un niño; si es plano y se observa que la criatura es­tá repartida a lo ancho, es decir, el vientre de la madre es redondo), nacerá una niña[8].

 

– La luna influye poderosamente en la determinación del sexo, como se desprende del adagio recitado por una de nuestras informan­tes:

 

“Si nace en menguante

eh como lo de antih;

si en crecienti,

eh diferenti”[9].

 

Este dicho popular supone que el punto de referencia es el parto an­terior de la misma madre.

 

– En otros casos, el sexo puede adivinarse lanzando una mone­da al aire: si sale cara, será niño; si sale cruz, niña.

 

En otros tiempos, cuando el embarazo se iba acercando a su fin, la futura madre hacía la novena de San Ramón Nonato. Incluso, durante el parto, la madre y la suegra de la parturienta rezaban la oración consagrada al Santo. Todavía algunas ancianas refieren esta costumbre, aunque la oración ha sido olvidada por completo.

Íntimamente relacionado con este tema se encuentra el referi­do a la alimentación de la mujer después del parto. Antiguamente, durante tres días consecutivos, el alimento único era la leche. En la cuarentena, la mujer recién parida no podía tomar garbanzos ni morcilla fresca; los garbanzos, porque producen gases de estomago, y la morcilla fresca, por estar hecha a base de sangre. En este periodo de cuarenta días, la mujer se trasladaba al domicilio paterno porque necesitaba recibir cuidados especiales y adaptarse a una dieta equilibrada; el mejor alimento era el caldo de gallina, que permitía, a la vez, aprovechar el obsequio de las vecinas. Esta costumbre pertenece al acervo de la cultura popular española, co­mo reflejan en su “Manual de folklore” Luis de Hoyos Sáinz y Nieves de Hoyos Sancho: “el caldo de gallina es la panacea alimenticia de todos los lugares españoles…, de lo cual ha venido el re­galo de estas aves a toda parturienta”[10], Por las tardes, para me­rendar, la mujer tomaba chocolate con pringáh (rebanadas de pan frito) o bihcochoh (fabricados a base de huevo, azúcar y harina). La cena consistía en una sopa de jamón y un vaso de leche con yema de huevo y azúcar[11].

La primera salida de la madre se producía una vez pasada la cuarentena; acudía a la iglesia y allí se unía a dos amigas que la esperaban con sendas velas encendidas en las manos; las tres entraban en el templo para asistir a la celebración de la misa. Esta entrada en la iglesia puede interpretarse como un ritual de purificación que, salvando las distancias, recuerda mucho al que se describe en el Levítico (XII, 4-5):

 

“Mas ella permanecerá treinta y tres días     purificándose de su sangre. No tocará ninguna cosa santa, ni entrará en el santua­rio hasta que se cumplan los días de su purificación”.

 

Si el embarazo le había dejado manchas en el rostro, podía limpiarlas con flor de lirio, agua de rosas, rosas de Santa María y pétalos de rosas silvestres. Una vez transcurrida la cuarentena, la nueva madre abandonaba el domicilio paterno para instalarse en su casa y enfrentarse, de nuevo, a las tareas cotidianas del hogar.

 

 

3. RITOS DE NACIMIENTO: LA MANIPULACIÓN DEL RECIÉN­ NACIDO

 

3.1. El parto

 

Según la opinión popular, las fases de la luna influyen en la llegada del parto; la luna llena es, sin duda, la fase más propicia para el nacimiento y hay, alternativamente, “luna de niños” y “luna de niñas”.

Si el recién nacido presenta una cruz en el paladar o letras diversas en la lengua se dice que “tiene gracia” y que puede ser curandero o saludador[12]. La posibilidad de tener gracia puede ser advertida ya por la madre durante la gestación, cuando la criatu­ra que lleva en su vientre emite una especie de gemido suave. El niño nace con esta virtud siempre y cuando la madre sepa mantenerlo en secreto. Ahora bien, hay que tener en cuenta una creencia que plantea serias dificultades: no puede haber más de un saludador en un radio de siete leguas, porque, en el caso de que haya más de uno, morirá el que menos gracia tenga, a los 21 meses, después de haberse visto atacado tres veces, una cada siete meses, por fuertes ataques de fiebre.

Tradicionalmente se ha dicho que hay días fastos y nefastos para nacer. En Madroñera se cree que nacer en martes trae mala suerte, y que el trece y martes es pésimo. En otros lugares se estima que el día más favorable para nacer es el sábado y el menos,    el viernes Santo[13].

Hasta mediados de la década del 70, aproximadamente, todas las mujeres de Madroñera daban a luz en sus propios domicilios o en el de sus padres, y pocas veces se trasladaban a un centro sanitario. En la actualidad, es muy raro que un niño nazca en el pueblo. El parto en casa suponía un auténtico ritual de sabor tradicional: la asistencia correspondía a la comadrona, ayudada por las vecinas de confianza y por la madre y la suegra de la parturienta. El marido permanecía en una habitación cercana, pero no solía entrar en el dormitorio donde daba a luz la esposa.

Según la posición del feto al nacer, se pensaba que si venía de pies tendría buena suerte en la vida; lo normal era nacer de cabeza. El Parto de nalgas era, desde luego, el más funesto, en opinión de todas las informantes[14].

Para facilitar el parto, cuando llegaba su momento, se acu­día a prácticas muy elementales, como subir y bajar escaleras, ra­ra para acelerar el proceso de la dilatación; tomar tila caliente, y vapores de agua caliente en una palangana. Como alimento útil para favorecer la dilatación del útero era muy aconsejable la col coci­da con miel, costumbre que también se recoge en varios puntos de la provincia de Salamanca.

La mujer puede calcular la fecha aproximada del parto, de acuerdo con los días de su última menstruación; ella lo expresa siempre según sus cuentas, desde la primera falta que acusa. A los nueve meses de gestación dice que está cumplida y que comienza a salir de cuentas, hasta que se produce el parto. Pese a sus cálcu­los, quien rige los destinos del acontecimiento es la naturaleza, como se deduce del siguiente dicho popular: “Bien cuenta la madre, mejor cuenta el infante”.

Los dolores del parto son terribles, en opinión de todas las mujeres encuestadas que han conocido esta experiencia; la intensi­dad del dolor aumenta cuando en un parto nace niño y en el siguiente nace niña. Una de las informantes considera que cuanto más grandes son los dolores, mejor jara la madre; cuando la parturienta grita “¡que me muero!”, el niño viene enseguida. En estos momentos es fundamental la ayuda de la comadrona.

 

 

3.2. El recién nacido.

 

Si el parto se ha desarrollado sin problemas, lo primero que hace el niño es llorar; en el caso de que no llore, hay que reani­marlo con una pequeña paliza o unos golpes suaves en la espalda. El método es infalible, y su finalidad consiste en comprobar que el aparato respiratorio del recién nacido funciona.

El primer baño del niño se efectuaba después de haberle cor­tado el cordón umbilical, con agua templada en una palangana y lo que la gente mayor llama “habón de olol”. Lo bañaba, generalmente, una vecina. Este primer baño tenía que ser corto y se hacía para quitar al niño la sangre que sacaba pegada a la piel. A continuación había que vestirlo con ropas que se adecuasen a la estación climática en la que se producía el nacimiento: en verano, jerséis de hilo y en invierno de lana, con camisitas bordadas debajo y los corres­pondientes pañales y mantillas.

Durante los primeros días, la cuna se colocaba en un lugar oscuro del dormitorio, porque se pensaba que el exceso de luz era perjudicial para el recién nacido, quien, por otra parte, no demostraba ver nada hasta su tercer día de vida, porque al pasarle las manos delante de los ojos abiertos no parpadeaba.

El cordón umbilical se eliminaba de acuerdo con un estricto ritual supersticioso. Primero se cortaba con unas pinzas muy lim­pias para separar a la criatura de su madre; a continuación, se anudaba y se enrollaba en vendas de tela; se tapaba con una faja especial llamada ombliguera, ombriguera o lumbriguera. Existía en Madroñera la costumbre de coser en la venda ombliguera una crucecita de madera de nogal, como amuleto para preservar al niño con­tra algún daño exterior. La misma cruz, colgada en el cuello con una cadena servía para evitar que el niño fuera atacado por los efectos perniciosos de la luna.

A los cinco o seis días del nacimiento, se caía la trinilla del cordón umbilical, ya seca; algunas personas la quemaban y otras la guardaban para utilizarla después como remedio contra algún mal. Sir. J. Frazer, en “La rama dorada” refiere una curiosa costumbre mejicana sobre el destino del cordón umbilical:

 

“En el antiguo México acostumbraban a dar a los guerreros un cordón umbilical de niño para que lo enterrasen en el campo de batalla y así el niño adquiriese pasión por guerrear. En cambio, el cordón de las niñas lo enterraban junto al hogar doméstico, por creer que esto le inspiraría amor al hogar y gusto en cocinar y hornear”[15].

 

Íntimamente ligada a la manipulación del cordón umbilical se halla la de la placenta y las secundinas. Frazer dice que estas partes “permanecen en simpatética conexión con el cuerpo, después de haber sido separadas físicamente de él” [16]. La costumbre popular de Madroñera está fundamentada sobre este principio: las vecinas que ayudaban en el parto se encargaban de recoger la placenta y los secundinas, las depositaban en un cubo y las llevaban lejos de la casa, para enterrarlas en un lugar al que no tuviesen acceso ni los perros ni los gatos, porque era peligroso para el recién nacido que estos animales lamiesen o devorasen la placenta[17].

Otro episodio inherente al nacimiento era la perforación del lóbulo auricular en las niñas para colocarles los pendientes; era una tarea encomendada a la comadrona: enhebraba una aguja con hilo de seda untado en alcohol, perforaba con cuidado al lóbulo y deja­ba un aro de hilo en el pequeño orificio, que era movido por la madre cada mañana con saliva, hasta que cicatrizaba y se colocaba el pendiente. Como anestesia casera podía utilizarse un trozo de hie­lo, para mitigar el dolor.

Sobre el hecho de cortar las uñas por primera vez al recién nacido, existe una creencia muy arraigada todavía: se dice que hay que cortar las uñas por primera vez detrás de una ventana, un lu­nes o un sábado, para que el niño cante bien; o que se las corte una persona que cante bien para que transmita la virtud al recién nacido[18].

El niño comenzaba a mamar poco después de nacer; cuando una mujer no podía dar de mamar a su hijo se utilizaba una cría de pe­rro para que le vaciara los pechos, hasta que se retiraba la leche hasta que la criatura aprendía a chupar. En algunos lugares, el cachorro era sacrificado una vez cumplida su misión, porque se pensaba que, por este motivo, podía adquirir y después transmitir la rabia. En Madroñera no se practica esta creencia.

La época de la lactancia materna duraba más de dos años. Para destetar al niño, la madre se colocaba en el pecho un trozo de piel de borrego o de conejo, o un cepillo de cerdas duras, para que le diera miedo y abandonaría definitivamente la costumbre de mamar. En ocasiones, se untaba el pezón con un producto de sabor desagradable, hasta que el niño aborrecía la leche materna[19]. La misma práctica se aplica con el chupete.

Entre las clases sociales más adineradas era frecuente la costumbre de la lactancia mercenaria. Las llamadas nodrizas, amas de cría o madres de leche eran mujeres jóvenes, en muchos casos solteras, que mientras criaban al pecho a sus propios hijos, entra­ban en las casas de los ricos como miembros privilegiados entre la servidumbre. Las únicas tareas que se le encomendaban eran dar el pecho al niño y sacarlo a pasear. Las amas de cría recibían cuidados especiales: antes de dar el pecho al niño tomaban un vaso de leche y su alimentación era extraordinaria. Tanto es así que algunas informantes relatan, con cierta ironía, que a veces las nodrizas se ponían más guapas que la madre del niño y el marido se enamoraba de ellas.

El primer rito religioso para el recién nacido tenía lugar a los nueve días del nacimiento, cuando lo llevaban a la iglesia para bautizarlo. La madre no acudía al bautizo, puesto que permanecía durante toda la cuarentena en casa, como se ha apuntado en páginas anteriores. En su lugar, era la madrina quien acudía a la iglesia con el niño y protagonizaba, junto con el padrino y los familiares invitados, la ceremonia religiosa. Hoy se procura retrasar la fecha del bautizo hasta que el niño tiene más de un mes y siempre está presente la madre en el momento en que el niño entra a formar parte de su comunidad cristiana.

 

 

4. LOS CUIDADOS DEL RECIÉN NACIDO

 

Durante su primer año de vida, el niño recibe cuidados especiales: la crianza, en las sociedades rurales estaba acompañada de una serie de costumbres, muchas de las cuales se han perdido ya; citare­mos a continuación las más populares:

 

– Cuando el niño está estreñido, se le introduce una cerilla o una hoja de geranio untadas en aceite por el orificio anal[20].

 

– El hipo se quita con un trozo de hilo untado con saliva y colocado sobre la frente del niño en forma de cruz[21].

 

– Si los niños bostezan se les hace la señal de la cruz en la boca y, tomando como extremos de la cruz las líneas centrales de los labios y las dos hendiduras, se dice: “Jesuh, corona, clavo y cruz”.

 

– No conviene hacer cosquillas a los niños, porque, según el sentir popular, se les contraen los músculos y pierden fuerza.

 

– Para aliviar el dolor de oídos se aplican gotas de leche de una mujer que esté criando varón, o hilachas de jamón con algodón,

 

– Como amuletos contra los perjuicios de la luna se empleaban la cruz de Alcarabaca (de Caravaca) y la cruz de nogal.

 

– La cruz de Alcarabaca imponía una serie de exigencias de carácter mágico: para que tuviera virtud, había que tallarla en madera de moral, cortada un viernes cualquiera del mes de marzo, al salir el sol.

 

– En la cuna de los niños se colocaba una imagen de la Virgen niña o la figura de un angelito, en un medallón de metal que se conocía popularmente como la placa de la cuna.

 

– Desarrollo importante en la vida del niño es la aparición de los dientes. Las informantes de Madroñera recuerdan un refrán que dice así: “niño que endientece, niño que hermanece”, puesto que, según la opinión popular, al echar los dientes el niño muerde a su madre mientras mama y ese proceso acelera el destete; al retirarse la leche, es más fácil que la mujer vuelva a quedarse embarazada.

 

– El niño empieza a sonreír al mes de nacer; hay un dicho popular que relaciona el aprendizaje de la risa con la psicología de la madre:

 

“Madre tonta tuvihte,

si al meh no te rehte”.

 

Finalmente, hay que aludir al fenómeno le la adquisición del lenguaje y la costumbre popular que aconseja dar agua al niño desde que nace para que hable pronto y claro. Siendo esto así, nuestros niños no entienden bien por qué, a menudo, recriminamos sus palabras con consejos como “vosotros ver, oír y callar”.

 

 

5. BIBLIOGRAFÍA.

 

– ALZOLA, Concepción Teresa: “Costumbres cubanas relacionadas con la infancia”, en: Actas del I Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares. Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 1969, págs. 253-267­.

 

– CASAS GASPA. R. Enrique: “Costumbres españolas de nacimiento, noviazgo casamiento y muerte”. Madrid, Escelicer, 1947.

 

– DOMÍNGUEZ MORENO, José María: “Cultos a la fertilidad en Extremadura”, en: Cuadernos Populares de la Editora Regional de Extremadura, 1987.

 

– FRAXER, Sir James George: “La rama dorada”. México, Fondo de Cultura Económica, 1931.

 

– GÓMEZ TABANERA, José Manuel (y otros): “El folklore español”. Madrid, Instituto Español de Antropología Aplicada, 1963.

 

– GONZÁLEZ HONTORIA, Guadalupe, “El nacimiento, el matrimonio y la muerte en Badajoz”, en: Narria, XXV-XXVI, 1982, págs. 33-35.

 

– GRIERA, A.: “Triptic: la naixerira, les esponsalles, la mort”, en: Bole­tín de Dialectología Catalana, 17, 1929, págs. 79-135.

 

– HOJA FOLKLÓRICA del Centro de Estudios Salmantinos.

 

– HOYOS SÁINZ, Luis de y HOYOS SANCHO, Nieves de: “Manual de folklore”. Madrid, Istmo, 1985.­

 

– HURTADO, Publio: “Supersticiones extremeñas”. Cáceres, 1902.

 

– OLAVARRÍA Y HUARTE, Eugenio de: “Supersticiones españolas de medicina popular”, incluido en: Black, Medicina popular, Barcelona, Alta fulla, 1982, págs. 325-340­.

 

– PALACIO NACENTA, José Eduardo, “Noviazgo, matrimonio y nacimiento en la Ribagorza”, Actas del II CNACP, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 1974, págs. 169-183.

 

– PRIETO RODRÍGUEZ, Laureano, “Vida del individuo. Tierra de la Gudi­ña (Orense)”, en: RDTP, III, 1947, págs. 558-578.

 

– RODRÍGUEZ PASTOR, Juan, “Las supersticiones. (Su estado actual en Valdecaballeros)”, en: Revista de Estudios Extremeños, 1987, NÚM. 3, tomo XLIII, págs. 759-778.

 



[1] Vid. José Manuel Gómez Tabanera, “El curso de la vida humana”, en: El folklore español, Madrid, Instituto de Antropología Aplicada, 1968, pág. 67­

[2] Quiero hacer constar mi especial gratitud a Josefa Miguel, Concepción García, Aurora Costa, Ana Díaz y Antonia Sánchez, todas naturales y vecinas de Madroñera, que respondieron generosamente a mis preguntas y, con su experiencia, me ayudaron a mejorar el cuestionario.

[3] Vid, entre otros, Griera, “Triptic: la naixença, les esponsalles, la mort”, Boletín de Dialectología Catalana, 17, 1929, págs. 84-131; Luis Maldonado Ocampo, “Sobre fecundidad y esterilidad”, Hoja Folklórica del Centro de Estudios Salmantinos, núm. 31 (15-VI­-1952) y núm. 32 (22-VI-1952); José Eduardo Palacio Nacenta, “Noviazgo, nacimiento y matrimonio en la Ribagorza”, en: Actas del II Congre­so Nacional de Artes y Costumbres Populares, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1974, págs. 169-183; Inmaculada Jiménez Arques, “Ritos fecundantes en el Pirineo Catalán”, en: Narria, II, 1976, pág. 28; Guadalupe González-Hontoria, “El nacimiento, el matrimonio y la muerte en Badajoz”, en: Narria, XXV-XXVI, 1982, págs. 33-35; José M. Domínguez Moreno, Cultos a la fertilidad en Extremadura, en: Cuader­nos Populares, Editora Regional de Extremadura, 1987.; etc.

[4] Los tabúes relacionados con el embarazo aparecen reflejados en la mayoría de las obras que abordan el estudio de las supersticiones populares. Para Extremadura puede verse la obra de Publio Hurtado, Supersticiones Extremeñas, Cáceres, 1902, págs. 213-223­.

[5] Vid. Publio Hurtado, ibid., pág. 214; añade que, en algunos lugares, “se aconseja que rara preservar a los humanos embriones de tal dogal, sus madres no miren al cura celebrante cuando se ciña el cíngulo” (págs. 214-215). También recoge supersticiones semejantes en la zona ribagorzana José Eduardo Palacio Nacenta, “art. cit.” pág. 180.

[6] Vid. Eugenio Olavarría, “Supersticiones españolas de medicina popular”, apud. G. W. Black, Medicina popular, Barcelona, Alta Fulla, 1982, pág. 333.

[7] Ibíd., Black, op. cit., pág. 41; Publio Hurtado, op. cit., pág. 246.

[8] Ibíd., Concepción Teresa Alzola, “Costumbres cubanas relaciona­das con la infancia”, en Actas del I Congreso Nacional de Artes y Cos­tumbres populares, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 1969, pág. 255. Otros métodos se encuentran en las obra de Enrique Casas Gaspar, Costumbres españolas de nacimiento, noviazgo, casa­miento y muerte, Madrid, Escelicer, 1947, Pág. 31.

[9] Vid. Publio Hurtado, op. cit., pág. 214; J. Rodríguez Pastor, “Las supersticiones (su estado actual en Valdecaballeros)”, en: Revista de Estudios Extremeños, 1987, 3, tomo XLIII, pág. 775.

[10] Manual de folklore, Madrid, Istmo, 1965, pág. 347.

[11] Vid. Luis Maldonado Ocampo, “Después del parto”, Hoja Folkló­rica del Centro de Estudios Salmantinos, núm. 70 (15-111-1953).

[12] Para las definiciones de saludador pueden verse, entre otros, D.R.A.E., s. v. saludador; Antonio Viudas, Diccionario Extremeño, 2• ed., Cáceres, 1988, ss.vv. saludadora y saludaor; Publio Hurtado, op. cit., págs. 186-187; Juan Rodríguez Pastor, “art. cit.”, pág. 774.

[13] Cf. Publio Hurtado, op. cit., págs. 218-219; Juan Rodríguez Pastor, “art. cit.”, pág. 774, etc.

[14] Vid. Luis Maldonado Ocampo, “Varias creencias”, en: Hoja Folkló­rica del Centro de Estudios Salmantinos, núm. 12 (13.-II-1952).

[15] Vid. Sir J. Frazer, “La rama dorada”, México, F.C.E., 1981, pág. 66.

[16] Ibíd., pág. 65.

[17] Cf. Frazer, ibíd, pág. 65; Eugenio Olavarría, op. cit., pág. 338; José Eduardo Palacio Nacenta, “art. cit.”, pág. 128; Luis Mal donado Ocampo, “Costumbres de parteras y partoleras”, en Hoja Folkló­ricadel Centro de Estudios Salmantinos, núm. 49 (19-X-1952).

[18] Prácticas similares se encuentran en la región de Ribagor­za, descritas por J. Eduardo Palacio Nacenta, “art. cit.”, pág. 183; en Valdecaballeros, Juan Rodríguez Pastor, “art. cit.”, pág. 776; en Cuba, Concepción Teresa Alzola, “art. cit.”, p. 264; etc.

[19] Vid. José Eduardo Palacio Nacenta, “art. cit.”, pág. 183: “se untaba el pezón de ajo, sal, miel amasada en ajenjo, o colocando la­na de oveja negra para que se asustara el niño”.

[20] Concepción Teresa Alzola, “art. cit.” Pág. 261, recoge la misma costumbre en Cuba.

[21] Vid. Concepción Teresa Alzola, ibíd., pág. 262; Juan Rodrí­guez Pastor, “art. cit.”, pág. 770.

Oct 011988
 

Pilar Montero Curiel.

1. Introducción

La mayoría de los estudios publicados en España sobre la magia son de alta erudición, y apenas abordan el análisis de las manifestaciones que esta antigua actividad desarrolla en la vida popular. La bibliografía que se ocupa de interpretar las acciones brujeriles es abundante; nombres como el de Julio Caro Baroja o Luis García Bonilla, entre otros, son insoslayables a la hora de consultar cualquier trabajo sobre brujas y brujería[1]. La perspectiva que adoptan es, fundamentalmente, histórica: son relatos biográficos de brujas célebres, implicadas en famosos procesos inquisitoriales que condonaban perversas hazañas, como la producción de tempestades, antropofagia, vampirismo, y otras muchas acciones propias de una sabiduría diabólica.

El carácter de las actividades hechiceriles y mágicas recogidas en Madroñera es bien distinto, de forma que, en la actualidad, pueden verse como puras anécdotas del pasado, relatadas con la gracia y el ingenio de las personas mayores, que las recuerdan como diversiones de antaño.

E1 propósito que ha animado esta investigación ha sido, precisamente, el rescate de las últimas manifestaciones de la brujería en la vida popular de Madroñera, a principios del siglo XX, en una línea semejante a la que postula Adriano García Lomas en su “Mitología y supersticiones de Cantabria”:

“Aún quedan aldeanos de Psicología elemental e infantil que creen en los olvidados espíritus de las antiguas magias, especialmente en ciertas prácticas pseudos-religiosas de la brujería, en las que obraban empleando, como niños enajenados, el signo de la cruz y el agua bendita con alternancias inconscientes e irreflexivas» [2].

También Julio Caro Baroja, en su “Análisis de la cultura. Etnología. Historia. Folklore”, dice que el campesino de cualquier región española oree en la magia y en la existencia de espíritus y seres malignos y benignos[3].

Sólo con estos sentidos pueden interpretarse las prácticas mágicas recogidas en Madroñera en sucesivas encuestas orales llevadas a cabo con varios vecinos mayores de la localidad[4]. Las actividades que relatan son muy elementales, casi siempre de carácter lúdico, lejos del aspecto tópico que la hechicería ostenta en otras zonas peninsulares, como Galicia o el País Vasco, donde se encuentran «noticias muy concretas (y extraordinariamente antiguas), sobre aquelarres y conciliábulos»[5].

2. La magia y sus tipos.

Las prácticas brujeriles recogidas en Madroñera, como manifestaciones folklóricas, ofrecen diversidad de matices. La necesidad de clasificarlas con un criterio más o menos racional se impone desde el principio. Si aceptamos que son actividades de carácter mágico, es preciso recordar la definición académica del término magia como «arte de controlar lo sobrenatural, o de controlar la naturaleza por medios sobrenaturales»[6]. Pero esta definición no nos saca de dudas a la hora de agrupar el acopio de materiales que ha proporcionado la conversación con los informantes.

Las clasificaciones de los hechos mágicos han preocupado seriamente a los estudiosos; ya en 1890, Sir James Frazer publicó la primera edición de su monumental obra “La rama dorada”, donde establecía una división de la magia en función de los dos principios sobre los que ésta se asienta: el primer principio dice que lo semejante produce lo semejante, y que todo efecto se parece a su causa; el segundo principio defiende que las cosas que alguna vez han estado en contacto continúan influyéndose recíprocamente, aun después de separadas y de haber perdido el contacto físico. Al primer principio lo llama Frazer «ley de similaridad» y al segundo, «ley de contacto o contagio»[7]. De ambas leyes deriva la llamada «ley de afinidad», que indica que todas las cosas actúan unas sobre otras a través de una relación secreta cuyo impulso es transmitido «por intermedio de lo que podemos concebir como una clase de éter invisible”[8].

Hay que reconocer que las argumentaciones de Frazer están sólidamente fundadas; no obstante, es preciso tratarlas con suma prudencia: la primera ley lleva a pensar que las cosas que se parecen son lo mismo, y que se destruye a un enemigo destruyendo una fotografía suya, o que derramando agua sobre la tierra se produce lluvia. De la misma forma se puede mirar la segunda ley: si las cosas que han estado en contacto alguna vez continúan estándolo después de separadas, no es descabellado pensar que se puede actuar a distancia sobre una persona actuando sobre sus cabellos caídos, sobre una muela extraída de su dentadura o sobre sus uñas, una vez cortadas.

Estas limitaciones llevaron a Julio Caro Baroja a opinar que de las tesis de Frazer resulta una interpretación muy intelectualista de la magia[9].

Sentadas estas bases, hay que dilucidar ahora sobre el carácter de las prácticas brujeriles recogidas en Madroñera; la tarea es ardua, dada la gran variedad de manifestaciones diferentes que se ofrece. Sería arriesgado adscribirlas todas a un único tipo (por ejemplo, al segundo, a la «ley de contacto o contagio»), porque en muchas de ellas se detectan elementos propios de las dos leyes, difíciles de separar por completo. Para salvar esta dificultad se adoptará un criterio de clasificación puramente temático, can la exposición de diversos ejemplos de magia y sus correspondientes testimonios ilustrativos. Esta agrupación permite abordar el estudio del folklore mágico como una conjunción muy precisa de creencias y acciones derivadas de viejos ritos, que han llegado hasta nosotros a través de una dilatada tradición.

3. La brujería en Madroñera

Tal vez el elemento singularizador de las prácticas que se van a exponer es el hecho de que muchas de ellas son acciones femeninas. La tradición demuestra que los maleficios eran un patrimonio exclusivo de las brujas, y rara vez de hechiceros varones, cuyos dominios quedaban relegados, más bien, al campo de la magia medicinal. En 1902, Publio Hurtado escribía en su obra “Supersticiones Extremeñas”:

“… de las brujas y no de los brujos, porque esta cualidad parece que fue siempre oficio, profesión, ministerio ó lo que sea más propio de hembras que de varones”[10].

La genuina bruja tiene que ser una mujer vieja, cargada de experiencia, conocedora de plantas medicinales y de las virtudes extraordinarias de los animales. La palabra bruja se identifica con un arquetipo plástico legendario: vieja, legañosa, desdentada, con verrugas en la nariz, pelos en el bigote y en la barba, un poco jorobada, vestida con harapos oscuros, y capaz de seducir al más fuerte con palabras melosas y falsamente ingenuas. La vejez justifica la experiencia, en opinión de Publio Hurtado; lo raro es encontrar en una bruja popular todos estos rasgos físicos.

Cuando los informantes de Madroñera hablan de la existencia de brujas y hechiceras en el pueblo se refieren más a las actividades de estas mujeres que al aspecto físico. Las hechiceras reconocidas como tales en la localidad eran mujeres cercanas, perfectamente integradas en la sociedad, con un cierto aspecto misterioso para los vecinos, que sentían un extraño respeto por ellas. Así, el informante José Barquilla, cuando recuerda que la madrina de su abuelo era hechicera, no oculta este parentesco y lo dice con total naturalidad. Lo curioso es observar cómo el citado informante, en la actualidad, se plantea si aquellas acciones eran reales o se trataba de simples alucinaciones sin sentido:

«Aquí abía muchah bruhah, muchoh cuentoh de bruhas. Nih agüeloh tienen unoh cuantoh cuentoh, que eso loh a pasao y bien dicen que era berdá…. Y eh que antiguamente se creía en loh encantoh, que abia cosah encantás…»[11].

Un testimonio de este tipo nos permite ver cómo José Barquilla se debate entre la veracidad de los hechos que narra y el carácter anecdótico que los impulsa, como simples creencias o pasatiempos de la imaginación. La cita oral que se acaba de reproducir encabeza la narración de unos hechos extraños que el informante recuerda haber oído, o incluso presenciado, en su juventud. La veracidad de la información es mayor cuando se trata de contar las hazañas de las alcahuetas yarreglamorios que responden al arquetipo literario de Celestina. Marcelino Barrado habla así de estas mujeres:

«Eran unah muhareh que eran mu cucharonah, pa lah mortahah, pa loh nobiahoh, pa loh biudoh,… Eran como el diablo emplumao».

Las mismas consideraciones sociales recibían las mujeres -y también los varones- que practicaban conjuros con fines terapéuticos: nadie dudaba de su eficacia, porque los resultados eran fáciles de advertir. La ignorancia de unos, el fanatismo de otros, el temor, la fe pura, son las fuentes de las supersticiones, de estos ensalmos extravagantes[12].

Las distinciones que se acaban de esbozar no son exclusivas, pero atisban una división general de la hechicería popular de Madroñera en tres grandes bloques: los encantamientos, la magia medicinal y la magia amorosa.

3.1. Los encantamientos.

La cuentística popular de todos los países deja ver entre sus páginas que, desde tiempos remotos, hubo lugares en los que el vulgo situaba guaridas de monstruos o de seres humanos condenados a vivir eternamente recluidos, por haber sido víctimas de encantamientos y maleficios. En el siglo XVIII, el Padre Feijóo, el gran detractor de lo popular, calificaba de «extravagantes» a estas creencias:

«¿No es cosa para perderse de risa el oír en este, en aquel y en el otro país no sólo a rústicos y niños, pero aun a venerados sacerdotes, que en tal o tal parte hay una mora encantada, la cual se ha aparecido diferentes veces?»[13].

El pueblo comprende que estas acciones derivan de maleficios; así lo expresa José Barquilla, con palabras llenas de experiencia popular acumulada:

«Antiguamente, se creía que abía enoantoh, ¿no?, que abía cosah encantáh, que loh padreh a una iha que loh desobedecía o tenían dihguhtoh, loh padreh la echaban una maldición: permita Dioh tal y tal…, y se ponían encantáh, en pozoh, en sierrah, en barioh sitios».

La situación que plantea este testimonio literal nos acerca más a episodios propios de leyendas que a hechos reales. Publio Hurtado, por su parte, alude a estas historias como “hechos inverosímiles”[14]. Un episodio jocoso narrado por José Barquilla viene a confirmar este carácter de inverosimilitud. La situación que plantea es sencilla: en cierta ocasión, varios vecinos de Madroñera gastaron una broma a un humilde zagal que, criado en el ambiente popular de los primeros años de este siglo, creía en los encantamientos:

«Abía entooeh en el pueblo una panda de amigoh mu candongoh, muy amigoh de hadel bulrah y de hadel de rabial a loh muchachoh, de ma que le hidieron creel a tío Pintol cuando era muchacho que abía una moza encantá metía en un zarzal y ese zar zal ehtaba a la orilla de una fuente natural que tenía un agua mu limpia; de ma que allí abía una moza encantá y el que la sacara era millonario, aluego iba a sel rico y tal y cual… De ma que uno de loh amigoh pueh hido asín con una tihera, se metió en el zarzal con un cántaro roto, con muchoh buheroh asín, poh puso una bela, y, claro, por ca buhero del cántaro se bía una luh. Y se metió en el zarzal. Y le mandaron il a por agua a tío Pintol, ya a la pardilla, cuando vinieron de aral. De ma que fue, ¡cago en díeh!, y cuando ehtaba cohiendo el agua, él no se fihó, y dice el que ehtaba ehcondio, con boh de muhel: -¡Jovencito! Cuando ve to el zarzal lleno de luceh…: -«Mira, que soy una moza encantá mu guapa, y si me sacah de aquí tú bah a sel millonario. Ahora, que tieneh que aguanta!, porque bah a bel -pa sacalmi de aquí- un toro negro bramando, pero no tengah mieo que no te hadi na. Aluego ba a pasal por aquí una serpiente silbando, pero no tengah mieo que no te hadi na si te aguantah. Y aluego un perro rabioso. Y sib matah a la serpiente, tú me sacaráh de aquí y te casaráh conmigo…

El otro cohió loh trahteh y salid corriendo pal cortiho y decia: -¡Yo no buelbo a por agua a esa fuente, eh! Y loh otroh se tupieron de reil con él, que decía: -No, allí ay una moza encantá en un zarzal y ay muchisimah luceh y tal y cual…».

Esta narración que se acaba de apuntar es muy rica en elementos propios de los cuentos folclóricos. Para hablar de la verosimilitud o inverosimilitud de la situación que se plantea, habría que analizar algunos factores interesantes, por ejemplo la edad y el carácter del individuo burlado: como se ve, es un muchacho de corta edad, posiblemente muy habituado a oír narrar cuentos, por lo que no resulta extraña su capacidad para creer lo que está viendo; en cambio, los burladores son hombres maduros, con una innegable experiencia, que se limitan a parodiar una historia propia de leyendas, para comprobar sus efectos en la vida real, José Barquilla remata así su cuento:

«El muchacho creía, porque entoceh creíamoh que abía mozah encantáh y que esoh encantoh benían por unah maldicioneh que se echaban unah personah a otras».

En estas narraciones aparecen como protagonistas insustituibles animales a los que la sabiduría popular atribuye virtudes extraordinarias o convierte en portadores de grandes peligros para el ser humano. Muchas veces, estos animales son brujas metamorfoseadas, que adoptan la apariencia animal para ejecutar sus perversas acciones. En este sentido, hay un animal doméstico que se convierte en motivo recurrente de numerosos testimonios: se trata del gato negro, animal íntimamente unido al mundo de la hechicería y de la magia. El informante José Barquilla relata una fórmula para hacerse invisible, con el citado felino:

«Abia que echal en una caldera un gato negro, y echalle allí y que se friera allí, freil, freil, freil, hata que se dehpriende la carne de loh güesoh, y aluego se compra un ehpeho y no se pué miral hata que se dehpriende el gato de eso. Se dehcomponían toh loh güesoh del gato negro y la persona se ehtaba mirando al ehpeho, y se iba metiendo en la boca toh loh gtiesoh, y dicen que tiene un güeso el gato negro que aluego se miraba al ehpeho y no se bía. Y con ese güeso en la boca se hacían inbisibleh y no loh bía naide».

Otras veces, las brujas se metamorfoseaban en animales como el cerdo, el asno y algunas aves cercanas al hombre. Julio Caro Baroja recuerda en cierta ocasión el testimonio de Fray Martín de Castañega, que en el siglo XVI escribió un libro sobre la brujería, donde mencionaba al pájaro, al gato y al raposo como algunos de los animales en los que las brujas se podían convertir[15]. En apoyo a esta afirmación, se reproducen las siguientes palabras de Marcelino Barrado:

«A un ombre se le apareció un guarro en el camino y cuando le iba a pegal un palo, pegó en el suelo, porque el guarro abía desaparecío de pronto».

También el asno aparece en múltiples narraciones brujeriles. José Barquilla cuenta que una vez su abuelo tuvo la ilusión de ver un burro abandonado en un camino, y no duda sobre la posibilidad de que no fuera una bruja metamorfoseada en burro:

«Un agüelo mío, cuando era mozo, benía toah lah nocheh a bel a la nobia, y allí en esa encrucihá que ay en el mataero bio un burro. Mi agüelo llebaba unah alforhah de esah que se echa la hente de doh senos. Pueh aquella noche dice que llebaba doh pareh y una botella de aceite, y un cacho tocino en lah alforhah, de ma que bio al burro y, ¡cagu en dieh!, -¡poh aora monto en ehte burro y echó la alforha, y boy montao, y aluego mah que le doy larga y quelse baya! De ma que le echó lah alforhah en el burro, fue a montal y dice que se arrengó y se cayó en el suelo, y cuando miró poh lah alfor hah ehtaban baciah y no bolbió a bel al burro ni na. Y ya te digo, eso le pasó a un agüelo mío».

3.2. Magia medicinal

La medicina folclórica es un conglomerado de las teorías médicas antiguas y de los conocimientos empíricos de la naturaleza, apoyados en vestigios de la magia primitiva. Esta magia se basa en el dualismo que existe entre las fuerzas del bien y del mal, dicho con pocas palabras, y considera a la enfermedad como un don enviado por el demonio, que entra en el cuerpo de las personas por medio de una maldición. Hay que conjurar esta maldición con remedios en los que intervienen palabras mágicas, amuletos y rezos escritos.

El acervo popular de remedios contra las enfermedades, en una localidad como Madroñera, es abundantísimo. En esta ocasión, interesa ofrecer solamente un reducido corpus de prácticas terapéuticas de carácter mágico, en las que el valor sagrado de la palabra es fundamental.

A continuación, se describen varios remedios de carácter mágico, para curar las tercianas, para que la dentadura adulta sea fuerte y para curar las hernias infantiles.

3.2.1 Conjuro para curar las tercianas

El término tercianas nos suena hoy a enfermedad endémica de antaño. Es el nombre popular de unas fiebres que se producían en días alternos y que, por lo general, no solían ser graves. Una señora de Madroñera, que padeció estas fiebres en su juventud, cuenta cómo las combatió con un conjuro que le había recomendado una vecina suya en el campo. La práctica terapéutica recibe el nombre popular de «ahogal lah tercianah» y es conocida en todo el territorio español[16]:

«Na máh que pehcal un puñau de sal grande y tiral.li en una charca, y decil:

Teroianah tengo,
tercianah son,
aquí lah queu,
quéate con Dios.

Y aluegu te bah sin miral pa atráh y te se quitan lah tercianah».

El mismo remedio, con ligeros cambios en la fórmula central del conjuro, lo relataba otra informante: se coge un puñado de sal, se tira en una charca y sé dice:

«Tercianah tengo,
tercianah son,
aí te lah quedo,
San Simón».

Y se va la persona sin mirar hacia atrás.

3.2.2. Conjuro para que la dentadura adulta sea fuerte

En las primeras décadas de este siglo, se practicaba un sencillo conjuro en Madroñera -y en otros muchos lugares- para favorecer la fortaleza de la dentadura adulta. Cada vez que al niño se le caía un diente, lo titaba al tejado de su casa y pronunciaba las siguientes palabras mágicas:

«Dientecito, dientecito,
te tiro al tehadito
pa que salgah máh bonito»
[17].

En los años cincuenta se perdió esa costumbre, suplantada por la creencia en el Ratón Pérez, un roedor bondadoso que se lleva los dientes de leche de los niños y les deja a cambio un pequeño obsequio. Frazer interpreta así el sentido de esta creencia:

«… en muchas partes del mundo es costumbre colocar los dientes extraídos en algún lugar donde fácilmente puedan ser hallados por un ratón o rata, en la esperanza de que por medio de la simpatía que sigue existiendo entre el diente y su anterior propietario, sus otros dientes adquirirán la firmeza y la excelencia de dichos roedores”[18].

3.2.3. Conjuro para curar las hernias infantiles.

Hay un conjuro muy extendido en la tradición folclórica española y extranjera para curar a los niños quebrados. Se trata de una sencilla práctica conocida popularmente con la expresión «pasal al niño pol la mimbre», y así la relata Eladio Gil:

«En la mañana de San Juan, un Juan y una María se ponían en una mimbreta abierta en doh mitadeh, uno a ca lao; pasaban al niño por la endidura con cuidao, treh beceh, mientrah rezaban el Padre Nuehtro y decían:

Juan, pol la gracia que tú tienes,
y pol la que Dioh te da,
toma a ehte niño quebrado
y sano me lo darás»

Cuando lah doh parteh de la mimbre buelben a unilse, el niño ehtá curao”[19].

3.3. Magia amorosa

Para entender el sentido último de la hechicería amorosa, conviene recordar aquí unas palabras de Julio Caro Baraja, cuando dice que la hechicera castellana ejerce«su menester en relativo secreto, acompañada de unas pocas comadres, como la Canidia horaciana. Las cuestiones eróticas son las que más le preocupan paralelamente. Como las magas antiguas, su clientela mayor la constituyen enamorados no correspondidos, particularmente mujeres”[20].

Según se observa en las encuestas orales realidades en Madroñera, el principal campo de acción de las actividades brujeriles es el amoroso. En esta ocasión, la bruja genuina se tiñe de otras connotaciones y se acerca más al tipo de la alcahueta que al de la hechicera tradicional. Marcelino Barrado emplea el término bufonaspara referirse a estas mujeres, y las califica como cucharonas, adjetivo que en Madroñera alude a las personas cotillas. José Barquilla las llama alcahuetas.

Las alcahuetas o bufonas tienen como misión prioritaria la de concertar citas amorosas, arreglar noviazgos y resolver la situación civil de los viudos. No difieren en nada del tipo de mujer creado por Rojas -o por el anónimo autor del primer auto- para Celestina, en la “Tragicomedia de Calisto y Melibea”:

“¡Sí, santo Dios! Y remediaba por caridad muchas huérfanas y erradas que se encomendaban a ella. Y en otro apartado tenla para remediar amores y para se querer bien…”[21].

Las alcahuetas de Madroñera actuaban por grupos; se hacían llamar entre ellas comadres, y sus acciones eran semejantes a esta que describe Marcelino Barrado, sobre un grupo de mujeres que acudía a dar el pésame a un viudo, estando la esposa de cuerpo presente:

“Llegaban y decían al biudo: mira, Fulanito, tiéh que casalte.
-Sí, aora ehtoy yo pa eso -contestaba el viudo muerto de pena-.
-Ca, ca, tonto, no seah asín. Tiéh que casalte, y la que pega bien pa ti eh fulana.
-No, no, dexaimi aora.
Y llegaban a ella:
-Mira, Fulana ba a benil. A bel lo que bah a hadel so tonta…
Eran una cosa mala, como el diablo emplumao…».

A veces, las comadres actuaban como plañideras, y acudían a las casas de los difuntos a amortajarlos o a llorar, con su habitual desenfado. Marcelino Barrado cuenta la historia de una joven de Madroñera que murió hace años de una enfermedad venérea; su amante la compró un vestido verde de seda, bordado con vistosos colores, y aquella historia de amor quedó reflejada para siempre en un sendillo epitafio compuesto por una de las comadres:

«De berde bah behtidal
con aderezo colorado,
poco te llebah del mundo,
con tanto como ah ganado».

Hay que analizar un hecho interesante en este mundo de la hechicería, que es la «actuación a distancia» de las brujas, para influir sobre los corazones de los enamorados. En este sentido, José Barquilla cuenta la historia de dos mozos que se disputaban el favor de una moza, y cómo las brujas procuraban apartar de la doncella a uno de los dos pretendientes, con un conjuro que le impedía avanzar cuando caminaba hacia la casa de la moza:

«Abia mozoh que si tenían nobia y abía otro mozo que la quería, y otra familia que la quería a ella, y ehte mozo que era el nobio poh benía pol la calle alante y llegaba a un sitio y ya no poía andal más. Y na, apretal, apretal p’alante, y se tenia que bolbel p’atráh porque no poía andal ni pasal».

El poder de estas alcahuetas era tan grande, que conseguían todo lo que se proponían, por difícil que pudiera parecer:

«No, y si se empeñan esah echicerah, si se empeñan, te tienih que casal con Fulana. Y te teniah que casal porque, aúnque no la quisierah te entraba gana de querel.la y te guhtaba y ibah pol tu propia boluntá, pol lah cosah que te daban o pol lo que fuera».

A pesar de la «buena voluntad» de las alcahuetas, muchas personas se negaban a recibir sus favores, por una mezcla de temor y escepticismo, como le ocurrió al abuelo de José Barquilla, después de una discusión con su novia:

«La madrina de mi agüelo era echicera dé esas. Y yo no sé, una beh se dehó de con la nobia, porque riñeron pol lo que sea. Y le diho: -«No, no te apureh, prenda ¿Tú quierih que esa te pida perdón y benga en beh de il tú a ella, benga ella a berte a tí?». Y mi agüelo la diho: -«No, no, no. ¡Yo no quiero na! Yo quiero que sea natural, que sea de corazón y no de supertición ni de echizo…».

Acciones como estas que se acaban de describir son abundantísimas y brotan espontáneamente en la conversación de las personas mayores encuestadas. Hoy por hoy, no se conocen datos oficiales que justifiquen estas prácticas de una forma sistemática; algunos informantes confiesan que todavía quedan alcahuetas en el pueblo, que trabajan más o menos subrepticiamente junto a «la clientela eterna de los amantes»[22].

Bibliografía

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  • ROJAS, Fernando de: La Celestina. Madrid: Cátedra, 1976.
  • VIUDAS CAMARASA, Antonio: Diccionario Extremeño. Cáceres, 1988.

NOTAS:

[1] Véase: CARO BAROJA, Juli: Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1966; Ibídem: Brujería Vasca. San Sebastián, Txertoa, 1995; GARCÍA BONILLA, Luis: Historia de la hechicería y de las brujas. Madrid, Biblioteca Nueva, 1962.

[2] Vid: GARCIA-LOMAS, Adriano: Mitología Y supersticiones de Cantabria. Santander: Diputación Provincial, 1964, pág. 14

[3] CARO BAROJA, Julio: Análisis de la cultura. Etnología. Historia. Folklore. Barcelona: Centro de Estudios de Etnología Peninsular, 1949, pág. 238.

[4] E1 método de trabajo con encuesta, realizada bajo la modalidad da la conversación dirigida, ha permitido interrogar a varios informantes: José Barquilla, de 87 años; Marcelino Barrado, de 96; Concepción García, de 72; Eladio Gil, de 66; Antonia Sánchez, de 73, todos naturales y vecinos de Madroñera.

[5] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, pág. 199.

[6] Diccionario de la Real Academia Española. Vigésima edición. Madrid: Espasa.-Calpe, 1984, s.v. “magia”.

[7] FRAZE, Sir J.: La rama dorada. México: Fondo de Cultura Económica, 1981, págs. 33 y 34.

[8] Ibid., pág. 35

[9] CARO BAROJA, Julio: Los fundamentos del pensamiento antropológico moderno. Madrid, CSIC, 1985, pág. 42.

[10] HURTADO, Publio: Supersticiones extremeñas. Cáceres, 1902, pág. 75.

[11] Para reproducir las palabras pronunciadas por los informantes se utiliza una transcripción fonética normalizada, basada en los criterios que usa Antonio Viudas Camarasa en su Diccionario Extremeño (25 edición). Cáceres, 1988, pág. XXXII: se elimina la grafía (v) para el fonema /b/; se representa con el mismo signo ‘h’ la aspiración de `-s’ y de otras consonantes o grupos de consonantes en posición implosiva; también con el grafema (h) se representa la aspiración del fonema castellano /x/ y de la h- aspirada procedente de f- latina; se prescinde de la grafía (h) para la ´h’ muda. La transcripción de los testimonios es textual: se respetan las «torpezas» de expresión, las muletillas y el léxico dialectal utilizado por los sujetos encuestados, para reflejar fielmente los rasgos característicos del habla popular en este rincón de la provincia de Cáceres.

[12] La fe popular es un factor imprescindible en la eficacia de la medicina folclórica. Vid. PINA, Luis de: «Medinina popular (segundo a tradiçáo de Guimaraes)», en: Revista Lusitana, XXV, 1923-1925, pág. 207; CASTILLO DE LUCAS, Antonio: «La medicina popular y su proyección en el folklore español», en El folklore español, de José Manuel Gómez Tabanera, Madrid, Itsmo, 11968, págs. 132-133; PUIGDENGOLAS, Monserrat: Medicina popular. Barcelona, Dopesa, 1978, págs. 15, 24 Y 33.

[13] Vid: FEIJÓO, Benito Jerónimo: Teatro Crítico Universal. Madrid: Cátedra, 1980, pág. 203.

[14] HURTADO, Publio, op. cit., pág. 47.

[15] Vid: CARO BAROJA, Julio: Las brujas y su mundo. Madrid, Alianza Editorial, 1966, pág. 195

[16] Vid: HURTADO, Publio, op. cit., págs. 168-170, en Alcuéscar (Cáceres) y Zalamea de la Serena (Badajoz); CORTÉS VÁZQUEZ, Luis: Medicina popular riberana y dos conjuros de San Martín de Castañeda, en: R.D.T.P., VIII, 1952, págs. 531-532

[17] Vid: OLAVARRÍA, Eugenio: Supersticiones españolas de medicina popular, apud. W. BLAOK, Georges: Medicina popular. Un capitulo en la historia de la cultura. Barcelona: Alta-Fulla, 1982, pág. 339; DOMÍNGUEZ MORENO, José M.: Cultos a la fertilidad en Extremadura. Cuadernos Populares de la Editora Regional de Extremadura, 1987, págs. 5-6.

[18] Sir J. Frazer, óp. Cit., pág. 64.

[19] Vid: HERNÁNDEZ DE SOTO, Sergio: “Práctica supersticiosa. Pasar al niño por la mimbre», en: El folklore frexnense y bético-extremeño, edición facsímil, Badajoz-Sevilla, 1987, págs. 136 y 137. CONSIGLIERI PEDROSA, Z.: «Elementos para una mitología popular portuguesa”, ibid., pág. 231.

[20] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, p. 143.

[21] ROJAS, Fernando de: La Celestina. Madrid: Cátedra, 1976, pág. 76.

[22] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, p. 143.

Oct 011987
 

Pilar Montero Curiel.

“Cogí un garrote para usar de un remedio que
había oído decir a un viejo; que, la experiencia
los ha señalado, saben más que los mozos”
.

V. ESPINEL, Vida del escudero Marcos de Obregón.

En las páginas que siguen, se intentará llevar a cabo una presentación de la medicina popular en Madroñera, pueblo situado en la provincia de Cáceres, a catorce kilómetros de Trujillo y a sesenta kilómetros de Cáceres capital.

La explicación de estos remedios caseros y populares se realiza a través de la disposición de los mismos en tres grandes bloques: por un lado, se exponen los remedios que tienen como base una planta o una hierba a las que el saber Popular atribuye propiedades terapéuticas; por otro, los remedios que tienen una base mágica o simbólica, muy cercanos al campo de la superstición y los conjuros. Finalmente, cabe situar en un lugar aparte una serie de prácticas masajísticas empleadas para curar problemas musculares en general.

No obstante, hay que señalar que esta división en bloques es una mera convención metodológica, Puesto que es muy fácil encontrar remedios caseros en los que se unen elementos naturales y mágicos, en una proporción semejante. Así pues, lo complicado -por no decir imposible- es deslindar estos campos para establecer una separación racional[1].

Al ser éste un trabajo de campo realizado con encuesta, ha sido preciso mantener conversaciones reiteradas con varios informantes del pueblo, cuyas edades se hallan comprendidas entre los setenta y dos, y los noventa y cuatro años[2]. A ellos se deben los mejores materiales obtenidos para elaborar esta muestra de medicina popular, en el transcurso de las vacaciones de navidad de 1986.

Uno de los informantes preguntaba: “¿Entonceh vah a hacel un trabaju del curaero que no venden en la botica?”[3]. Surgió así la primera definición utilizada como punto de partida en las conversaciones, a través de la cual se puede ver cómo entiende el pueblo el significado básico de estos remedios caseros. Son, ante todo, métodos de curación o prácticas curativas que pueden prepararse en casa, con productos de la tierra, o con sencillas ceremonias basadas en misteriosas creencias, entre las cuales se conservan testimonios de clara antigüedad. Porque lo cierto es que, en nuestros pueblos, ante cualquier mal físico aparece enseguida el remedio casero.

I. APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE “MEDICINA POPULAR”.

Una serie de definiciones muy simples, extraídas de varias fuentes, puede servir para entender qué es la medicina popular y en qué consisten esas prácticas curativas que se conocen con el nombre de “remedios caseros”.

  • En el Tomo XIV del Diccionario Enciclopédico Salvat Universal se define el sintagma “medicina popular” como “conjunto de concepciones y creencias populares, sin base científica crítica, relativas a la enfermedad y su tratamiento”[4].
  • De la misma forma, en el Tomo V del Diccionario Enciclopédico Informator-9 se habla de las prácticas supersticiosas y de la magia como “los misteriosos auxiliares de la medicina”[5].
  • Por su parte, Jesús Taboada, en un artículo sobre la medicina popular en el noroeste de la Península Ibérica, habla del carácter tradicional de los remedios populares y su aplicación, “ya en forma de recetas baratas y caseras (…), ya de ensalmos y conjuros de sentido mágico y esotérico, ya de oraciones de tipo religioso”[6].
  • En un artículo más reciente, José Pérez Vidal se refiere a la medicina popular como “raíz y principio, en no escasa medida, del arte académico del curar”[7].

Estas definiciones van orientadas en una misma dirección, en la medida en que todas ellas tratan de presentar a la medicina popular como una medicina creencial en la que perduran viejos ritos. Los remedios caseros y las prácticas mágicas perviven todavía en nuestros pueblos con plena vigencia entre las personas de edad avanzada, y en algunos casos se constatan testimonios muy antiguos, lo cual nos lleva a pensar en una característica de estos remedios: su transmisión oral[8].

Hay un factor que confirma el triunfo de la medicina popular es la fe que el pueblo tiene en los remedios caseros, cuyos depositarios son ya los ancianos y, por tanto, los hombres “experimentados”, los “sabios”. Incluso, en el caso de los remedios elaborados con hierbas, a la fe popular se une la confianza de que no dañan, por ser productos naturales[9]. La misma fe nos explica el éxito de los remedios de carácter mágico o mítico, así como el arraigo que la superstición alcanza en las sociedades agrícolas y rurales, puesto que todas estas prácticas parecen gozar de una “gracia divina”.

Así pues, se están manejando dos valores primordiales: la confianza del pueblo en la eficacia de esta medicina y el carácter oral de su transmisión a lo largo de los siglos. La idea de la transmisión oral -como ya se ha apuntado- es importantísima a la hora de buscar las raíces de estas creencias y el origen de, las prácticas curativas populares. Un rico testimonio de Marcelino Barrado puede servir para ilustrar esta circunstancia: el tío Marcelino, hablando de la antigüedad de su estirpe, pretendía demostrar de qué forma habían llegado a él los remedios caseros que practica en la actualidad, y cómo, en ocasiones, no existen remedios caseros ni facultativos Para vencer el dolor y las muertes:

“Mi agüelo me hablaba de abaté de cuando se fundó ehte pueblo; me hablaba del bisagüelo de su tataragüelo, de toh esoh de allá ¡Claro!, y no me ehtraña, porque yo tengo tataranietoh ya bien mayorcitoh… Y hablaba pol lah conversacioneh de aquélloh, porque, claro, él no noía conocerlo. Y resulta de que por aquí pasaron de ahí de la feria de San Juan de Garciaz loh de Serradilla, que atrocharon por aquí pa il dende Trujillo p´allá. Y ehto entoceh ehtaba abandonao, y había mucha flol de cepa, de marrolla, y toa clase de yerbah y plantah. Y dijo mi antepasao: “Chacho, ¿qué sitio tan bueno pa ponel cormenah?” y se puson allí. Y aluego tuvon que pedil permiso a García de Paredeh, éhte de Trujillo, que dicen que era el que corría con todo ehto. Y dicen que era mu travieso mi antepasao, y que hubo un reptil pa esa parte del berrocal, que solía salil a loh cabritoh y rebañoh, loh cogía y loh ataba al anillo, y loh ehtrangulaba y se loh comía. Y él, si eh verdá, era bien bruto; pol lo vihto, tenía un uinto de material de bahtante anchura, y lo ehtalló, porque se ceñía mucho. Y él pensó que el animal iba a hacel lo mihmo, se lo dejó lial y lo que hizo fue matarle el animal a él, no en el inte, pero sí que le quedó nerjudieao. Tuvo que tenel un resorgaero mu malo…”

Un testimonio como éste puede aclarar muchas incógnitas sobre la idea de la transmisión oral, idea que el informante recalca con insistencia, desde el momento en que su abuelo “hablaba ya pol lah conversacioneh de aquélloh”. Quiere decir non esto que la noticia acerca de la existencia de aquel antepasado le ha llegado a través de su abuelo; pero el abuelo la conocía por una transmisión oral anterior, que se remonta a varias generaciones. Y así, Marcelino Barrado, para reforzar este argumento se apoya en varias muletillas: “y él, si era verdá…”“dicen que era mu travieso…”“pol lo vihto…”, y otras expresiones semejantes. Se enlaza así con la teoría expuesta por Menéndez Pidal acerca de “la enorme coacción que sobre el individuo ejercen las ideas y sentimientos de sus coetáneos y más aún de sus antepasados”[10].

II. CLASIFICACIÓN DE LOS REMEDIOS CASEROS SEGÚN SU BASE.

No es tarea fácil la de separar los remedios para agrupar los en bloques, porque en todos ellos existen elementos en común que se repiten bajo muy distinta forma. Sin embargo, se puede realizar una división muy sencilla, teniendo en cuenta pequeños rasgos diferenciadores cuya presencia se constata a través de una simple revisión de los remedios caseros. A estos pequeños rasgos diferenciadores se ha decidido llamarlos “base” en el sentido de que constituyen el elemento más característico de cada remedio o, en otras palabras, su elemento “básico”.

Con esta aclaración, conviene recordar los tres tipos de prácticas curativas apuntados al principio de este trabajo: por un lado, aquéllas cuya base tiene un carácter natural, es decir, una hierba con propiedades terapéuticas, una planta medicinal, una flor o determinados frutos. Otros remedios se asientan sobre la superficie de una base mítica o simbólica: números mágicos, agua de tormenta, ciclos de las estaciones, fases lunares, animales míticos y otros elementos muy cercanos al campo de los conjuros y las creencias supersticiosas. En un lugar aparte se situaba una serie de prácticas muy típicas en nuestros pueblos, a base de masajes y de preparados con productos naturales, que se aplican sobre torceduras y contusiones musculares. Son “habilidades” de personas privilegiadas por haber nacido con ese don.

Casi todos los remedios caseros tienen un carácter remoto: se conocen y se practican desde tiempos inmemoriales, según el testimonio del informante José Barquilla, que aclaraba esta circunstancia en los siguientes términos:

“La fuerza de lah cosah son toah antiguah: no creah que ehtoh remedioh son modernoh; hay remedioh dende Salomón, dende Avicena y dende toh loh sabioh primitivuh que hubu, y de ahí viene caveh máh, ca veh máh, ehtudiando lah plantah y hadiendo ehnrimentoh y cosah hahta llegal a nuehtroh días[11].

Lo interesante es saber cómo alcanzaron nuestros informantes el conocimiento y la práctica de esta medicina popular, y, en este sentido, aparte de la idea, de la transmisión oral ya señalada, hay que tener presente la importancia que tiene para el desarrollo de estos remedios el ambiente rural y campesino en el que surgen, sobre todo, cuando la base del remedio viene dada por una hierba. Por su parte, los remedios de carácter mágico, constituyen el exponente de un saber ancestral que nos lleva a pensar en ciertos elementos antropológicos y sociales, como la adaptación del hombre al medio ambiente natural, o su dominio de las fuerzas de la naturaleza.

Por lo que se refiere a la curación de torceduras y problemas musculares, el pueblo habla de una “gracia”, de una “virtud” y que, normalmente, suele aflorar por la necesidad de curar anima les en un momento de urgencia. Una vez experimentado el éxito en los animales, se aplica la misma técnica masajística, a las personas, y lo que apareció en su momento como necesidad inmediata, se convierte -para la creencia popular- en un don del cielo propio y exclusivo de personas “privilegiadas”. Igualando ambas situaciones, se asiste al paso de la veterinaria popular a la medicina popular.

III. REMEDIOS CASEROS CON HIERBAS y PRODUCTOS NATURALES.

1. Para las enfermedades del aparato digestivo.

Los hombres del pueblo no hablan de “males del aparato digestivo”: los designan con otros nombres diferentes. Además, saben que no todos los padecimientos son iguales: cada enfermedad tiene sus propios síntomas, por lo cual necesita un remedio específico.

Cuando una persona se deshidrata, porque su cuerno pierde líquidos, se dice que padece “ehtancamiento”, y que el organismo humano se queda “ehtancado”. Hay un remedio natural muy eficaz, a base de jugo de limón, naranja, romero e hinojo.

Estas pérdidas de líquidos tienen su origen en varios males, entre los cuales se encuentra la diarrea, que se llama “diarrera” o “vientre suelto” en Madroñera. Según la información ofrecida por José Barquilla, no es lo mismo la diarrea que la colitis, porque la colitis es un padecimiento crónico. Él las distingue en los siguientes términos:

“La colite necesita que el enfermo se ehté medicinando de continu y a temporáh se contiene; y aluegu, cuando menoh mirah, eh mu corsaria a reproducilse, que no se quita del to. Algunah cosillah de ehtah velequí -se refiere a las hierbas medicinales- son mu buenah pa eso, porque la con tienen, y si se vía de hacel cinco evacuacioneh, no se hace máh que doh o tres. En cambio, la dia rrera eh que te hace daño la comía o la cena y ehtás doh o treh díah en el retrete. Se pasa poniéndose a dieta”.

Esta diferencia que se observa en los síntomas de los dos padecimientos y en su curación se observa también en los términos utilizados para referirse a ellas: así, a la colitis se la nombra con expresiones como “dehcompohtura”, “cagancia”, “salir mucho fuera”, “cagar a virote”, “irse a hilo”, mientras que a la diarrea se la designa con otras expresiones que indican su carácter pasajero: “tener el vientre suelto”, “tener eso que anda” (en el caso de que la diarrea sea epidémica).

Los vómitos, que acompañan a estos males, se desarrollan en varias etapas:

  • Tener pesadez de estómago o estómago “arrevuerto”.
  • Tener “ansias”.
  • Provocar los “gómitos”.
  • Y, por último, “gomital” o “agomital”.

Estos trastornos intestinales, normalmente, producen mal aliento, que puede contrarrestarse de varias formas:

  • Mascando perejil.
  • Chupando flor de romero.
  • Tomando infusión de manzanilla serrana, infusión de flor amarilla o té gitano.
  • Mordiendo cáscara de naranja.
  • Chupando cualquier planta aromática.

Siempre que se sufre algún padecimiento de estómago o de cualquier otro punto del aparato digestivo, se recomienda comer y beber con moderación, hasta que la enfermedad esté controlada. Hay un alimento muy saludable que se conoce con el nombre de “ehtrumpío”: “se echan doh o treh cachinuh de pan fritu en aceiti -lo que llamamuh cohcurruh- en el caldu que anteh habíamuh hechu con ajo frito en aceiti, sal y agua”. Antiguamente se cantaba una copla que reflejaba el uso de este alimento; así la recita José Barquilla:

“Lah acetunerah vienen,
por el lugal van entrando,
el caldo con el ehtrumpío
ya le ehtarán preparando”.

El sentido de la copla es claro: en Madroñera -como en toda Extremadura- se recogen las aceitunas durante los meses de diciembre y enero; en esas fechas, el frío es intenso y se convierte en el peor enemigo de los aceituneros y las aceituneras. Por ello, no es extraño que se les ofrezca, después de una jornada dura de trabajo, un alimento reconfortable como el “ehtrumpio”, para que “entren en calor y se leh asiente el ehtómago”.

Junto a estos remedios, los más utilizados son los preparados a base de hierbas. Se conocen varias hierbas con excelentes propiedades terapéuticas para combatir las enfermedades del aparato digestivo, entre las cuales se encuentran las siguientes[12]:

  • Trébol blanco o trébol romano: (“menyantes trifoliata”). Según la información de José Barquilla, es una de las múltiples variedades del trébol: “ehti tieni una flol blanca; otroh la tienin arrosá o amarilla. Y eh mu buenu pa diarrerah y pal ehtómago. Se conoce ya dende loh romanos”.
  • Flor de malva: (“malva silvestris”).
  • Salvia: (“salvia officinalis”): “eh el té del campo que llamamos”. Se utiliza para calmar los dolores del estómago y para regular el perfecto funcionamiento de los intestinos.
  • Manzanilla: (“matricaria chamomilla”).
  • Orégano: (“origanum vulgare”) “se toma cocío” y se encuentra entre las piedras y cerca de los muros.
  • Sumidades del tomillo: (“thymus vulgaris”), de excelentes propiedades tónicas y digestivas.
  • Arándano: (“naccinium myrtillus”).
  • Poleo: (“mentha pulegium”), mezclado con trébol blanco y té del campo en infusión.
  • Olivarda: su nombre científico no ha sido determinado en este trabajo; no obstante, el nombre vulgar se explica por una sencilla etimología popular: “eh bahtante alta y tiene las hojas igual que loh olivos: por eso la llamamoh olivarda”).

También se utilizan frutas, hortalizas y otros productos naturales para curar los problemas digestivos:

  • Manzana rallada: muy buena para combatir la diarrea.
  • Membrillo: en forma de jarabe. “Ehte eh el nombre que viene en loh libroh, aunque aquí lo llamamoh y lo vemoh llamao siempre Zamboa”, según la aclaración de José Barquilla.
  • Madroño: fruto muy abundante en Madroñera[13].
  • Níspero.
  • Zanahoria: cocida con arroz, cogollos de zarza y una hierva: Regaliz (“glycyrrhiza glabra”).
  • Bellotas de roble molidas.

2. Para las enfermedades del aparato respiratorio.

Pueden aplicarse las plantas en infusiones, inhalaciones o vapores. Hay varias plantas cuyo uso se recomienda para la curación de estas enfermedades:

  • Eucalipto: (“eucaliptus”), llamado en Madroñera “ucalito” y “ocalito”. Se toma cocido en apua o en forma de vapores. Según explica José Barquilla, el eucalipto “se cuece y cuando ehtá coco se lo echa en una bacía o palancana, y se dan fumigacioneh arropaoh en una manta”.
  • Flor de saúco: (“sumbucys nigra”). El informante José Barquilla dice “saúgu”[14].
  • Árnica (“arnica montana”) y Amapola (“papaver rhoeas”), muy eficaces contra la tos.
  • Orégano: (“origanum vulgare”), cuyos efectos se observan en la curación de la bronquitis.
  • Hiel de la tierra: nombre vulgar de una planta llamada Centaurea Menor (“erythraea centaurium”)[15]. Es muy recomendable contra la fiebre; tiene un sabor amargo, por el cual se conoce esta planta con el nombre de hiel.

Para curar el catarro complicado con dolores se hace un remedio que consiste en mezclar y cocer un preparado a base de: tomillo sansero, higos pasados y vino de Jerez.

Cuando el catarro provoca afonía o ronquera se toma infusión de ajos y amapolas, e inhalaciones de eucalipto, pino y menta.

El hombre del campo utiliza todos los instrumentos que tiene a su alcance para aplicar los remedios caseros. Un testimonio del informante Marcelino Barrado lo refleja así:

“Entoceh se tomaban vapores. La gente hilaba mucho lino; lah ruecah tenían un rocaol que era de arriba mu ehtrecho, y mi padre era muy cahtigado pa las anginas; de ma que, como sabía el remedio, allí mihmo, en el campo, tenía un pucherinu, lo ponía en la lumbri, y cuando tenía mucho vapol lo ponía en lo ehtrecho del rocaol y tomaba vapores, pa ponel loh medioh antes de que le atacaran las anginas”.

Una buena forma de prevenir la aparición de estas enfermedades es la costumbre popular de calentar las habitaciones con el típico brasero de picón, una vez que éste se ha encendido y ha pasado a ser ascua, como explica José Barquilla. También para evitar los problemas respiratorios durante el invierno, comenta la señora Catalina González, que es muy recomendable inhalar el humo que desprenden las carboneras en el transcurso de la fabricación del carbón, poco antes de la llegada del mal tiempo.

Conviene siempre curar completamente los constipados, para no llegar al dicho popular que reza así: “Cohtipao mal curao, tísico declarao”.

3. Para las enfermedades cutáneas y externas.

3.1. Erupciones, granos y sarna

Se utilizan varias plantas en in fusión, todas ellas con propiedades depurativas, como las que se citan a continuación:

  • Lúpulo: (“humulus lupulus”).
  • Lampazo o bardana: (“arctium lappa”).
  • Matacaballos: (“lobelia dortmana”).
  • Ruda: (“ruta graveolens”).
  • Pensamientos: (“viola arvensis”).
  • Hiel de la tierra: (“centaurea menor”- “erythraea centau rium”), para las escoceduras de los niños causadas por la baba.

El informante José Barquilla conoce un buen remedio contra estas erupciones que consiste, según sus propias palabras, en “darse friegas con el agua de cebolla cocía”. Un efecto semejante producen las “hojas de olmo cocías”.

3.2. Hemorroides o almorranas

En Madroñera, popularmente se las llama “almorroides”. Se conocen varios remedios para combatirlas:

  • Puede hacerse una mezcla de ajo cocido o crudo con vinagre y sal, para aplicarlo directamente sobre la superficie dañada.
  • Raíz de Arzolla, planta de fruto oval y espinoso.
  • También da resultados excelentes la hiel del cochino aplicada sobre las almorranas.
  • Otro procedimiento consiste en aplicar baños de asiento de saúco, de cogollos de zarza y de álamo negro.
  • Un remedio eficaz es el tocino “rancioso” de cerdo, cuyo empleo en la curación de las almorranas está registrado literariamente por Marciano Curiel Merchán en uno de sus Cuentos extremeños[16].

3.3. Quemaduras

Las quemaduras de la piel se tratan de varias maneras:

  • Aplicando sobre la superficie afectada una mezcla a base de yema de huevo batida con aceite, y cubriendo la herida con un paño de hilo muy suave.
  • Tapando la herida con masa de patata bien cocida.
  • Haciendo una mezcla de sal con aceite y aplicándola sobre la quemadura.

3.4. Picaduras de insectos

  • Ajo machado con aceite y sal, o con vinagre, que es más fuerte que el aceite.
  • Barro hecho con vinagre en vez de agua, para las picaduras de avispas.
  • Hay algunas hierbas insecticidas; así, para matar las pulgas el informante Marcelino Barrado recomienda matranzo y marrubio (“marrubium vulgare”). Se coloca el matranzo en una silla cercana a la cabecera de las camas, para evitar que se acerquen las pulgas. Otras hierbas como la torbisca y la ceborrancha (“sicilla maritima”) surten efectos semejantes.
  • El jabón casero se recomienda para ahuyentar las moscas[17].
  • Los clavos de condimentar determinados guisos sirven, pinchados en naranjas, para alejar moscas y mosquitos.

3.5. Los sabañones.

Esta enfermedad, tan íntimamente relacionada con el frío en el invierno, puede curarse con varios remedios:

  • Ajo crudo o asado, aplicado directamente sobre las heridas que los sabañones causan en las manos, los pies y las orejas.
  • Baños de agua tibia con sal, moviendo los dedos para facilitar la circulación de la sangre.
  • Una superstición muy extendida en el pueblo recomienda guardar un nabo en un bolsillo y llevarlo durante todo el invierno; a medida que el nabo se arruga, cuando se seca, desaparecen los sabañones. Esta creencia viene a ser un apoyo para el refrán que dice: “¿Con qué se curan los sabañones? -Con agua de mayo”. Ambos hechos demuestran que, en realidad, los sabañones se curan cuando termina el invierno.

3.6. Verrugas.

Es muy bueno utilizar el líquido que sale de los cogollos de higuera tronchados. José Barquilla lo explica con pocas palabras: “Se troncha un tallo de higuera, y el líquido lechoso que suelta se unta en lah verrugas y se secan, porque esa ehpecie de leche eh mu fuerte y lah quema”.

4. Para las enfermedades de los niños

4.1. Dentición

Para calmar las molestias propias de la dentición se aconseja que los niños chupen objetos fríos. También hay hierbas que se emplean en estos casos, como la raíz de Malvavisco (“althaea officinalis”), para calmar el ardor de las encías y la raíz de Malva (“malva silvestris”). Igualmente, es recomendable la corteza de pan para chupar.

4.2. Sarampión.

Se le llama en Madroñera “sarampique”, con un claro matiz afectivo; para curarlo, conviene aplicar cualquier remedio que ayude a los niños a sudar. Dice José Barquillas “eh mu buenu sual, poque se ehpursan loh maloh humoreh que se crían en loh organihmoh del cuerpo”. Para que los niños suden hay que abrigarlos a ser posible con una manta roja, porque -según la más extendida creencia popular- el color rojo ayuda a que el sarampión brote más deprisa y dure menos tiempo la incubación.

A veces, el sarampión produce irritaciones en los ojos, que desaparecen de varias formas:

  • Con infusión de manzanilla aplicada sobre los ojos con un algodón.
  • Infusión de yaúco.
  • Infusión de hojas de nogal.
  • Agua de claveles.
  • Con el jugo que sueltan las hojas de la vid cuando se podan.
  • Con agua de rosas.

4.3. Alteraciones del sistema nervioso

Según información de José Barquilla, cuando los niños están intranquilos, bien “porque loh haiga cogío la luna o pol otrah cosíllah, como la dentaúra, los doloreh de barriga” se pueden hacer varios remedios:

  • Conviene bañar a los niños antes de acostarlos, porque existe la creencia popular de que el agua debilita y agota a las personas; así, el sueño aparece antes.
  • Si las molestias proceden del aparato digestivo, la mejor solución es darles anís en grano cocido con un poquito de azúcar.
  • Un remedio semejante a éste se hace con “un poquínu de infusión de manzanilla, cuando la plorijera viene del ehtómago o desarregloh en loh ihtantinos”.

5. Para colmar dolores y molestias en general

5.1. Dolor de muelas

Se coge un manojo de perejil, se pone bien caliente con un poquito de sal debajo del oído, junto al dolor de la muela. Y en el hueco de la muela se ponen unas hilas de algodón empapado de anís. De la misma forma, el anís puede utilizarse haciendo “bochinches” en el hueco de la muela dolorida.

5.2. Dolor de cabeza

Se utilizan plantas calmantes en infusión, como el Tilo Común (“tilax vulgaris”), la Melisa o Toronjil (“melissa officinalid”) y la Malva (“malva silvestris”). Las personas que padecen fuertes dolores de cabeza deben utilizar “un gorro de lana, que hace que vibre la oreja y la mete en calol”, según tío José.

Hay una copla muy curiosa, a propósito del dolor de cabeza, que canta así Marcelino Barrado:

“Si te duele la cabeza,
acércate a mi cintura.
Yo traigo la hierbabuena
que todos los males cura”.

Es tan ambigua la copla como la explicación que da de ella el señor Marcelino: “Esa yerbabuena no eh la de comel; eh una que tiene la forma de un matranzo y no se cría en toh loh sitioh. Y eh buena hata pa lah pulgah, porque huyen de ella máh qu´el demonio”.

5.3. Dolores reumáticos

Tenemos algunas hierbas de excelente poder analgésico:

  • Romero: (“rosmarinus officinales”), tomado en infusión o bañándose la parte dolorida con esa infusión.
  • Beleño: (“hyoscyamus niger”), mezclado con AMAPOLA (“papaver rhoeas”), tomado en pequeñas dosis o “en cataplahma en el sitiu dolorio. Y, si puiera sel, bañoh de pie to lo caliente que se puiera resehtil. Y hay que arropalse pa vel si se acarrea suol. Ehto se hace al tiempu de ilse a acohtal”,según explicación de José Barquilla.

6. Para las enfermedades propias de la mujer

6.1. Menstruación

“Pa esu eh mu buena la yerbabuena y el perejil, que evacua muchu esu, tomao cuando llega el punto y se retrasa”. José Barquilla piensa que es muy aconsejable introducirse perejil por la vagina, o tomar perejil por vía oral. También se puede tomar hinojo, manzanilla y marrubio.

6.2. Abortos

Hay muchas plantas abortivas, como las hojas de berza, el cornezuelo de centeno, la maya (“bellis perennis”), la ruda (“ruta graveolens”), sabina y tizón (“grano negro que sale en las espigas de trigo y cebada”). José Barquilla, a quien se debe esta información, aconseja el uso de estas hierbas sólo hasta la quinta o sexta semana de gestación; después son peligrosas.

6.3. Parto y posparto

Se dice que una mujer, cuando espera un hijo, está “embarazá,”, “embrazá”, “encinta”, “preñá” o que “ha cogío vientre”. Una vez llegado el momento del parto, la mujer se pone “de mala manera”; es muy bueno que coma col cocida con miel cuando está cercana la hora del parto. Al tener el hijo, la mujer “se desenrea”. En este tiempo se recomienda que tome reconstituyentes naturales, como la infusión de hinojo, que aumenta la secreción de leche en las madres lactantes. También puede tomar zanahorias.

Cuando el embarazo deja manchas en la cara se utilizan algunos remedios naturales para limpiarlas:

  • Flor de lirio.
  • Agua de rosas: se echan pétalos de rosa en un recipiente que contenga dos litros de agua hirviendo, se tapa y eso, según José Barquilla, “atrahmina aluego al olol de rosas”, es decir, huele muy bien.
  • Rosas de Santa María: que suavizan el rostro y “atrahminan”.
  • Rosas silvestres: que se crían en las paredes viejas.
  • Zumo de limón.

7. El vino, el aceite y la miel en los remedios caseros.

Ya se ha visto cómo, en muchas ocasiones, estos tres productos intervienen como elementos básicos en determinados remedios caseros, por sus virtudes terapéuticas, de ahí la decisión de incluirlos en un grupo aparte para señalar algunos ejemplos más.

7.1. El vino.

Es un elemento de carácter folklórico en la tradición occidental. Forma parte de muchos remedios caseros, por sus propiedades curativas:

  • El vino mezclado con romero en una proporción de medie litro de vino y medio de infusión de romero es un buen reconstituyente del apetito. Hay que esperar que pasen nueve días y, cuando se “haiga tomao y reposao la suhtancia, eh mu aperitiva pa entral en ganah de comel”[18].
  • El vinagre de vino mezclado con romero evita la calvicie.
  • Para estimular el apetito conviene tomar un vaso de vino antes de comer.

Cuando el vino se bebe en exceso sobreviene la típica borrachera, que en Madroñera se designa con nombres como,”mohca”, “pea”, “peo inerte”, “tranca”, “bendo”, “cogorza”; emborracharse es “enmohcalse” o “ponelse caliente”. Hay varios remedios para controlar las borracheras:

  • Beber un vaso de leche.
  • Mojar la cabeza del borracho con agua fría.
  • Darle amoniaco para que lo huela.

El vino alegra la vida y hace rejuvenecer. Pero lo más importante es que cura todos los males[19] y da alegría[20].

7.2. El aceite

  • Tomar una cucharada de aceite de oliva en ayudas es muy aconsejable para combatir el estreñimiento.
  • Para los niños estreñidos se coge una hoja de geranio, se unta el tallo con aceite y se introduce en el orificio anal. El efecto es inmediato.
  • Los mismos efectos surten las cerillas untadas en aceite.
  • Contra la diarrea es muy buena la yema de huevo batida con aceite: “el efecto es contrario al del aceite en ayunas”, según José Barquilla.

7.3. La miel

Ha ocupado siempre un puesto Privilegiado en la medicina popular, hasta el momento en que fue sustituida por el azúcar[21]. Forma parte de muchísimos remedios caseros, entre los cuales se encuentran los siguientes:

  • La miel es muy recomendable para curar los males del estómago.
  • Tomada en ayunas, según información de José Barquilla, “hace cambial el paladal y quita el mal aliento”.
  • Para la gripe, se mezcla con leche caliente y se toma antes de dormir, por la noche.
  • Para las llagas de la boca es muy eficaz la miel, mezclada con un poco de alcohol.
  • La miel cocida con vino y tomada la mezcla bien caliente es excelente para curar el catarro.

IV. REMEDIOS CASEROS DE BASE MÍTICA O MÁGICA.

Muchas veces, la medicina popular se apoya sobre la base de un elemento de carácter mítico o simbólico, íntimamente relacionado con las creencias de la sociedad en que surge. En estos casos hay que contar con circunstancias meteorológicas concretas, como los cambios de estación y el clima, o con la posición de la luna y los astros como agentes directos de ciertos males.

Los remedios utilizados para combatir estos males y otros no se basan en la fabricación o elaboración de sustancias naturales, como las infusiones de hierbas. En ellos, la superstición y las creencias mágicas son los ingredientes básicos, unidos a una serie de elementos distintos, algunos de carácter folklórico: los números nones, determinados días de la semana, o amuletos relacionados con la fe religiosa, como se verá a continuación.

1. Remedios contra las afecciones cutáneas

Hace muchos años en Madroñera, según información de José Barquilla, se utilizaban dos remedios para curar la piel irritada de los niños:

“Antiguamente, cuando mih muchachah se criaban, y cuando me criaba yo, tenían lah mujereh la cruz de alcaravaca, se la ponían al cuello a loh niñoh y dormían con ella. Y tenían tamién pa lah ehcociurah de loh niñoh y pa que no loh cogiera la luna con lah pierninah coloraínah y tan eso que se pone casi ericentao, un alfilitero (andi se entran lah abujah) con azogue. Y tenía la gente la manía de que cuando loh niñoh se ehcocían mucho loh había cogío la luna. Loh ponían esoh remedioh y era como una supertición”.

Cuando las infecciones que se producen en la piel presentan heridas se aplica otro remedio muy sencillo: la bilis de curato, animal que es una especie de gusano, de color negro, con unas manchas rojas en la parte superior de su cuerpo. El remedio lo explica así Marcelino Barrado:

“Una paisana tenía una nacencia en un deo. La di un remedio que hay que hacehle en su tiempo, no siempre. Y eso se hace porque hay un animal, que se llama curato, que tiene una bile muy fuerte, y no se cría máh que en la primavera. Se echa la bile en la nacencia y desaparece. Yo lo probé en loh animaleh: yo tenía un burro que le salió una nacencia y, siendo hembra, hubiera sío mu malo, porque en lah hembrah se reproduce”.

También conoce Marcelino Barrado una solución muy eficaz para curar las erupciones. El elemento básico de este remedio es el rocío:

“A un niño le saltan unah irucioneh y no se le quitaban con lah medecinah de la botica. Yo le di un remedio (el clima hace mucho): hay que cogel a ehte niño y llevahle a la cerca; quedahle en cueros y revolcahle bien en el rocío; se necesita lleval una manta pa que, cuando se revuelque, se enjugue. Poco a poco va desarareciendo la irución”[22].

2. Remedios contra las tercianas o cuartanas

José Barquilla recomienda un curioso método para combatir las tercianas:

“Yo, cuando tenía 19 añoh, me entró el paludihmo. Y entonceh había tamién tercianah (un día te daba fiebre y otro no) y había cuartanah (ehtabah doh díah sin fiebre y al tercel día, ¡te daban unah calenturah…!). Tomé to lo que había en la botica -entonceh no conocía yo remedioh caseroh-. Un día mi madre masando (velehí lo que son lah cosah de lah viejah, entonceh había que masal) habló con una mujel: “Tengo priesa, porque hoy a mi chiquitu le toca la calentura, que hadi onci mesih que tiene cuartanah”. La mujel la dio un remedio y aquella noche mi madre, cuando venía con lah aguaeráh de pan, me dijo el re medio, lo hicimoh y la primera me dio mah chica, la segunda, un poco dehtemplao, la tercera, desapareció y no he vuelto a sentilmi. La dijo la mujel a mi madri: -”A vel si tieneh una cajita reonda de metal; vah a cogel un “lacrán” vivo, lo meteh en la caja, lo forrah con un trapito bien cosio y esa caja, con una cinta o ataero, la tieni que tenel consigo tu chiquitu de nochi y de día”. Y lo hicee. Me la puse y por la noche sonaba así ehcarabajeal. Yo no me acuerdo si la tuvi que tenel 29 ó 30 díah. A la hora que lo tuvi ahí, poh en la primera calentura ya el lacrán se iba muriendo; a la segunda ya se meneaba mu poco; y a la tercera, a loh siete díah, ya se murió el lacrán y el paludihmo…”.

Por su parte, Marcelino Barrado conoce otro remedio distinto:

“Había otrah veceh unah tercianah muy considerableh, que no se curaban con ná de lah boticas. De ma que, un niño de loh míoh, que ya le empezaban a sel cuartanah, ehtaba en el horno de su agüela, y le mandaron il d’encá mi suegra a mi casa corriendo en medio de la lluvia y la tormenta: con el agua de la tormenta se cogió una cala y le desaparecieron lah fiebreh”.

3. Para mantener sana la dentadura

Marcelino Barrado, a sus 5 años, había conseguido mantener sana su dentadura poniendo en práctica un sencillo remedio:

“Se da el caso de que hay quien eh muy cahtigado con la dentaúra o quien no padece, porque yo, sin sel cahtigado, lo hice, y hahta hace doh añoh, he tenlo mi dentaúra completa. Se da el caso de que tié que sel un luneh: cortarse lah uñah de la mano derecha y lah del pie izquierdo; al luneh siguiente, lah de la mano izquierda y lah del pie derecho (que cruce). Y tiene que hacelse treh veceh seguidah, y luego una veh al meh. Tié que sel loh luneh”.

4. Para los reumas.

Utilizando como base el agua de las tormentas, Marcelino Barrado aplica el siguiente remedio para curar el reuma:

“Eh una cosa de cogel una “cofaina” y llenarla de agua de lluvia y tormenta, que tién “trecidá.”. Se echa solbre el sitio donde haiga un dolol de reúma y asín se va quitando el reúma”.

A veces, en un mismo remedio se encuentran elementos simbólicos y naturales. Esto ocurre en el siguiente caso, que es un remedio muy bueno para combatir la tenia o solitarias

“El ajo crudo eh muy bueno para lah lumbriceh y para la tenia, bien molío, y tomao con leche, mata a la tenia que ahtá metía en toh loh ihtantinoh. Yo la tuve -explica José Barquilla- cuando era muchacho: me picaba asín el posaero y ehtaba, ¿sabeh?, dehcoloriu; no tenía ganah de comel y el médicu me diju que tenía lumbriceh, que tenía que tenel la solitaria. Y empezamoh a hadel remedíoh, y la ehpursé con un remedio casero. Me acuerdo bien del remedio. Mi padrinu era lagarero (vivía en un lagal de la sierra) y me dijo que la raíz de granao acéu tomá en ayunah eh mu buena. Pero, al fin y al cabo, la eché con otra cosa: la dijeron a mí madri que me tomara en ayunah leche con hollín. Se lo echa por la noche en remojo; se echa el hollín en una tacina y se calienta una poca de leche, se la deja to la noche en infusión. Me la tomaba colá, porque el hollín ehtaba mu malo y mu margo. No me acuerdo si fueron 3, 7 ó 9 lah mañanah que me lo tomé. Lo que sí recuerdo eh que mi madre decía:-”Mira a vel, cuando rijah el vientre, si echah la cabeza”: De manera que vi que echaba cachoh como unah lumbriceh bien anchah. Cuando me se quitó del to, me entraron máh ganah de comel, “eché la ruiaera”. El micobrio de la tenia, al comel sólo leche con hollín, se murió”.

V. TORCEDURAS Y PRÁCTICAS MASAJÍSTICAS.

En este grupo se describen formas de curar torceduras de tobillos, tirones musculares, lesiones en los tendones, ligamentos, etc. En general, el remedio puede experimentarse primero en los animales, y de ahí se aplica después al ser humano. A veces, surge como una pequeña “aventura”, ante un caso de urgente necesidad. Se han recogido dos testimonios ilustrativos:

El primero lo refería Guadalupe Fernández, que tiene fama de buena curandera:

“Yo ehtaba en la mahá, y el primeru que curé fue un mozu que fue y, en una siega, fue a aral. Y le diji:

– Buenu, ¿y cómu ehtáh aquí anandu si eh tiempu de siega?

– Poh mirihté, tengu ehta manu que no sé lo que me pasará en ella.

– A vel, trai que yo te la vea.

Poh se la cogí y se la curé. Y aluegu ya curé mucha genti en Garciaz y aquí en el pueblu tamién. Pero velehí yo sin andal a lau ningunú ni na, mahque esa gracia que Dioh m’a dau y ya ehtá. Y yo lo notus si eh rotu, u eh cahcau, u eh carni dehpegá, u son tendonih u eh ehchangau, fuera de su sitiu loh güesoh. Lo rotu y esu ya no. Leh doy masahih y lo vendu con tela, y loh pongu un poquitu de sal y vinagri, y un poquinu de aceiti. Esa “gracia” la noté a loh 40 añoh en Garcías (Garciaz)”.

El segundo testimonio se debe a José Barquilla. Dice así:

“No hay yerbah pa dihlocacioneh de tendoneh. Yo curo ehto hace años; empecé por cural loh animaleh: ca veh que curaba alguno, veía cómo sanaban y comprendí que yo tamién poía cural. Y empecé dende que era joven, dende dihpuéh de casalme, de 26 o 28 añoh. El daño eh de curandería, no de yerbah: lah yerbah no puén cural, porque, si ehtá torcío, lah yerbah no lo dehtuercen, como no te den unoh masaheh pa que vuelva a su sitio lo que ehtá dihlocao. Con lah yemah de loh deos sabemoh onde ehtá el daño: al refalal (resbalar) lah yemah indican ónde ehtá el daño y cómo eh”.

BIBLIOGRAFÍA:

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  • MADUEÑO BOX, Manuel, Cultivo de plantas medicinales, Madrid, Publicaciones de Extensión Agraria, 1973.
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  • ZAMORA VIGENTE, Alonso: “Dialectología Española”. Madrid: Gredos, 1979.
    • El habla de Mérida y sus cercanías, en: Anejo XXIX de la Revista de Filología Española. Madrid, 1943.

DOCUMENTOS

  • Libro de becerro de la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción de Madroñera.

NOTAS:

[1] “Pudiéramos establecer aquí una clasificación racional que dividiese la terapéutica popular en empírica, nosomántica y religiosa; pero discriminar los campos es tarea ardua. Remedios hay en que se mezclan religión y magia, como lo empírico se apareja con cualquiera de los otros dos”. TABOADA, Jesús: “La medicina popular en el Valle de Monterrey (Orense)”, HDTP, T. III (1947-48), p. 31.

[2] Los informantes, encuestados en Madroñera entre los días 22 de diciembre de 1986 y 11 de enero de 1987, fueron los siguientes: -José Barquilla, agricultor de 86 años, natural y vecino de Madroñera. Sabe leer y escribe con buena ortografía. Ha viajado por diversas ciudades españolas, como Cáceres, Badajoz, Madrid, Barcelona, Ávila, Navarra, San Sebastián, Granada, y, en más de una ocasión, ha atravesado las fronteras del país: norte de África y la ciudad francesa de Toulouse. -Marcelino Barrado, agricultor y ganadero jubilado de 94 a años. Lee y escribe. Es natural y vecino de Madroñera y ha viajado con frecuencia por diferentes puntos de la geografía española: Madrid, Badajoz, Sevilla – Guadalupe Fernández, ama de casa, de 72 años, natural y vecina de Madroñera. Ha vivido gran parte de su vida en el campo, es semianalfabeta y sus viajes se reducen a salidas esporádicas a la capital de la provincia por motivos de salud. También ofrecieron algunas informaciones otras dos mujeres: Josefa Miguel, de 74 años y Catalina González, de 67 años, ambas naturales y vecinas de Madroñera, amas de casa y semianalfabetos.

[3] Para la transcripción del fonema aspirado de la “s” implosiva se siguen las normas fonéticas establecidas por Antonio Viudas Camarasa (Diccionario Extremeño. Anejo núm. 1 del Anuario de Estudios Filológicos de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 1980. P. XXIII-XXVII), teniendo en cuenta una peculiaridad del habla de Madroñera: la “s” implosiva en final de frase, antes de pausa o en posición final absoluta no se aspira. Las mismas normas se siguen en la transcripción de la “h” inicial aspirada procedente de “f” inicial latina.

[4] AA.VV.: “Diccionario Enciclopédico Salvat Universal”. Barcelona: Salvat Editores S.A., 1981, t. XIV, p. 117.

[5] AA.VV.: “Diccionario Enciclopédico Informador”. Madrid: EDAF Ediciones S.A., 1976, t. V, p. 2.246.

[6] TABOADA, Jesús: “La medicina popular en el Valle de Monterrey (Orense)”, en: R.D.T.P. t. III (1947-48), p. 31.

[7] PÉREZ VIDAL, José: “De la medicina galénica a la medicina popular”, en: R.D.T.P., t. XXXV (1979-80), p. 116).

[8] Don Ramón Menéndez Pidal, en una obra titulada “Caracteres primordiales de la literatura española” (obra citada por José Luis Alborg en la pág. 15 del tomo I de la “Historia de la Literatura Española”) habla de “la enorme coacción que sobre el individuo ejercen las ideas y sentimientos de sus coetáneos, y más aún de sus antepasados”.

[9] “… estos medicamentos han adquirido carácter popular; el pueblo tiene, fe en ellos, y asimismo, sin necesidad de médico ni de receta, los recomienda y adquiere. Daño, desde luego, no hacen…”. PÉREZ VIDAL, José: Art. cit., p. 122.

[10] MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: Op. cit. (Alborg, p. 15).

[11] Puede verse un resumen conciso de la historia de la medicina popular en la página 120 del ya citado Diccionario Enciclopédico Salvat Universal. Barcelona: Salvat Editores S.A., 1931, t. XIV. Asimismo, se encuentran algunas notas sobre la evolución de estas prácticas en el artículo citado de José Pérez Vidal “De la medicina galénica a la medicina popular”, en: R.D.T.P., Tomo XXXV, (1979-80), pp. 113-133.

[12] Para confirmar la veracidad de las informaciones obtenidas por encuesta sobre la utilidad de las plantas medicinales se han consultado varias obras: MADUEÑO BOX, Manuel: “Cultivo de plantas medicinales”. Madrid: Publicaciones de Extensión Agraria, 1973. El autor de esta obra habla de las plantas medicinales y su cultivo centrándose en veinte puntos concretos: familia botánica; nombre científico; etimología; nombres vulgares en español, francés, inglés, alemán e italiano; partes de la planta utilizadas; descripción de la planta; suelo y clima adecua dos; medios de reproducción; época de siembra y plantación; cantidad de semilla o planta por área; labores preparatorias; abonado; cuidados culturales; recolección; desecación y almacenado; rendimiento; cuidados posteriores; composición; riqueza y principios activos; aplicación. PHILIPS, Roger: “Flores silvestres”. Barcelona: Editorial Blume, 1986. El objetivo de esta obra -cuyo autor es un fotógrafo profesional- se centra en crear un sistema de identificación visual para clasificar las flores silvestres. POLETTI, Aldo: “Hierbas y plantas medicinales”. Barcelona: Parramón Ediciones, 1980. FONT QUER, Pío: “Plantas medicinales”. Barcelona: Labor, S.A., 1985.

[13] El madroño es un arbusto ericáceo de fruto esférico, comestible, de color rojo. El sentir popular explica la etimología del topónimo Madroñera por la abundancia de madroños que hay en sus campos.

[14] De los nombres del saúco habla Dámaso Alonso en un artículo titulado “El saúco entre Galicia y Asturias. (Nombre y superstición)”, en: R.D.T.P., t. 11 (1946), pp. 3-32.

[15] Vid. MADUEÑO BOX, Manuel: Op. cit., p. 162.

[16] Vid. CURIEL MERCHÁN, Marciano: “Cuentos Extremeños”. Madrid: C.S.I.C., 1944. El cuento se titula “El escrupuloso”, pp. 328-329, y uno de sus motivos es, precisamente, el trozo de tocino rancio que es arrebatado por un mozo hambriento en una posada, para comérselo con gran apetito, sin saber que ese tocino era utilizado por la vieja para curar sus almorranas.

[17] El jabón casero es un producto fabricado con aceites usados, sosa cáustica y, a veces, con un poco de detergente biodegradable añadido a la mezcla anterior para que, al ser utilizado el jabón, haga espuma. Esta no es la única fórmula para la fabricación del jabón casero: en un viejo recetario de cocina, escrito por un antepasado familiar a mano, se encuentra otra fórmula, con «un cuarto de kilo de sal; un litro de aceite y una cucharada de harina disuelta en el aceite; litro y medio de agua. La sosa se disuelve en el agua y después se junta despacio, moviéndolo todo durante un cuarto de hora». La fórmula lleva por título «Para hacer jabón en frío».

[18] «La acción tópica del vino está indicada en cualquier clase de llagas, siendo frecuente su empleo Previa cocción con romero. El vino para cauterio y heridas tiene antigua tradición».Vid. TABOADA, Jesús: «Art. cit.», pp. 36-37.

[19] Ibídem, pp 35-36. «El vino tiene excelentes propiedades terapéuticas, ya administrado por vía oral, ya en aplicación tópica, por vía oral tiene un valor reconstituyente y vigorizador de primer grado. Con ciertos aditamentos de hierbas, Elena, la hija de Zeus, logró alejar recuerdos y tristezas del corazón de Telémaco. Hipócrates dice que: un poco de vino puro apacigua el hambre de un enfermo».

[20] «El vino templado con agua da fuerza al corazón, color al rostro, quita la melancolía, alivia el camino, da coraje al más cobarde, templa el hígado y hace olvidar todos los pesares». Vid. ESPINES, Vicente: “Vida del escudero Marcos de Obregón”. (Descanso IX, en Ángel Valbuena Prat: “La novela picaresca española”. Madrid: Aguilar, 1957, p. 957.

[21] «El azúcar se incorporó a la materia médica, y en ella inició el proceso de su rápida fama; a través del tiempo iba a ser apreciada no sólo por sus propias virtudes, sino por otras -como la de curar las nubes de los ojos- heredadas de la miel, a la que poco a poco irá desplazando». Vid. PÉREZ VIDAL, José: Art. cit., p. 115.

[22] Para curar los herpes, “en Saucelle… el día de San Juan por la mañana hay que ir a un valle y revolcarse, pero como su madre le parió, en cueros, antes de salir el sol. Darse unas vueltas en el suelo». Vid: CORTÉS VÁZQUEZ, Luis: «Art. cit., p. 530.p. 530.

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