Oct 012004
 

Andrés Ignacio Plaza Rodríguez.

El día 24 de abril del año 1477, la Reina doña Isabel duerme en Villar del Pedroso. El día 4 de abril del año 1525, es su nieto Carlos con su cortejo el que duerme en este poblado camino de Guadalupe. Han pasado 48 años.

Maria Guadalupe Jarillo Torrecillas mujer del Villar de 58 años recuerda: La reina era de regular estatura, pecosa, cara un poco bolluda (toledana) pelo taheño, su nieto Carlos de pronunciada barbilla.

Había cumplido veintiséis años, el día 22 de abril de 1477, y sabemos que en su viaje a esta revuelta tierra de Extremadura, el 23 durmió en Talavera, la tarde de aquel día había junto al castillo de Maqueda que tanto influyó en su vida; el día 24, luego de pasar el Puente del Arzobispo, construido por el arzobispo Tenorio para paso de peregrinos y cañada real de la Mesta, duerme en Villar del Pedroso, (que el Papa Sixto IV, había donado el año 1471 a la Colegial de Talavera) y el día 25, descansa en el Monasterio de Nuestra Señora la Puebla de Guadalupe.

Desde Villar del Pedroso hasta el Monasterio hay siete leguas y es una de las Rutas Marianas más famosas y concurridas

Comenzaba por la ascensión a las ventas, de los Nogales y la Magdalena y al Puerto de Arrebatacapas, dejando a la izquierda Carrascalejo y Navatrasierra para llegar al alto de Cereceda con descanso en el hospital del obispo, fundado por don Juan del Castillo. En la actualidad ni ventas ni hospital; de éste solo la capilla salvada de milagro.

Era parada obligada el hospital, donde los peregrinos recibían el viático de un pan de libra, que con humildad tomó la reina Isabel. Al atardecer, dando vistas a la mole del Monasterio. Acción de gracias en el Humilladero y descenso hasta el Santuario, trayecto que doña Isabel hizo a pie.

Dio aquel rodeo, antes de llegar a Trujillo, con el pretexto de honrar la memoria de su hermano Enrique IV. Uno de nuestros reyes de infeliz memoria y cuyo cadáver fue traído a Guadalupe por porteadores pagados por don Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo.

Cuenta alguna historia peregrina, que asomada a uno de los altos balcones de la fortaleza del Monasterio, la curiosidad femenina venció por un momento a doña Isabel, que preguntó a Fray Diego de París, prior del Monasterio, por la casa donde su hermano tuvo a la favorita, doña Guiomar de Castro y si en realidad era tan bella como la leyenda refería.

Majestad, la casa es aquella -respondió meditadamente el clérigo, señalándola con su índice extendido- (en los cristales se reflejaba el hermoso sol de la primavera), -en cuanto a su hermosura, mis votos me privan de entrar en juicios sobre la belleza femenina.

Se demoró doña Isabel en el Monasterio asistiendo como una feligresa más a los oficios sagrados y enviando misivas con su contador, Gonzalo de Baeza hasta Trujillo para conocer la actitud del capitán defensor de la fortaleza, que pertenecía a don Diego Pacheco Portocarrero y estaba confiada al capitán Pedro de Baeza, hermano de Gonzalo.

Si la ruta mariana desde el centro de España hasta Guadalupe era conocida y muy transitada, la que partiendo desde Guadalupe llegaba hasta Trujillo y Cáceres, tenia una legua más si se hacía por Puerto Llano y Cañamero, (aldea con castillo derruido por orden de Enrique IV y con fecha posterior vendido por el Emperador Carlos I, en 6.000 ducados), el lugar de Logrosán, Zorita, la Zarza y Pagos, Madroñera, solo arrabal, y Trujillo.

Había conocido la reina doña Isabel, durante su estancia en Güadalupe, la historia de las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina, en Berzocana y quiso visitarlas y adorarlas, por lo cual determinó hacer el viaje por esta ruta.

Se avisaron la los cuadrilleros de Berzocana y de Garciaz, que tomarían la custodia y guarda de la Reina, hasta entregarla a los regidores y gentes de la Santa Hermandad en los terrenos del Arrabal trujillano; el Ansadero, por donde ahora pasaban los ganados y no por Centenera. A los pastores de la Mesta se les ocurrió mudar el nombre por el de Aldea Nueva.

En la mañana del día 14 de mayo de año 1477, al alba, el pequeño cortejo que acompaña a la Reina esperaba su aparición por la puerta de la hospedería, las cabalgaduras fueron aproximadas a los tres escalones del edificio frontero (hoy Parador del Turismo), desde cuyo peldaño cimero, montarían la Reina y su camarera, la joven María Pacheco, -hermana de don Diego-, ambas discípulas del confesor de la reina, Fray Fernando de Talavera, prior del Monasterio del Prado, que no acompaña en esta ocasión al cortejo.

Los cuadrilleros de la Santa Hermandad de Guadalupe, darían escolta, continuaría bajo la vigilancia de los de Berzocana y Garciaz y en los terrenos de arrabal de la jurisdicción de Trujillo, (Ansadero y Centenera) serían los nobles trujillanos, con sus regidores y cuadrilleros los que darían escolta hasta depositar a su joven reina, en la que hoy es Plaza Mayor de Trujillo.

Uno de los acompañantes del cortejo, que se unió el día 24 en Villar del Pedroso y acompañó a la reina hasta Guadalupe, regresando posteriormente a su feudo de Oropesa, se encontraba de nuevo entre los acompañantes de la reina, el día 14 de mayo: era el joven Fernando Álvarez de Toledo, V señor de Oropesa, prometido de doña María Guiomar de Mendoza, sobrina del arzobispo, máxima autoridad entre los del mínimo Consejo que acompañaba en este viaje a doña Isabel.

La tarde del día 14 de mayo del año 1477, es imperecedera en la historia de la ciudad de Trujillo. Apeada doña Isabel, escoltada por don Pedro González de Mendoza y por su fiel servidor, Chaves el Viejo, iniciaban la ascensión.

Precedía el Cortejo don Gutierre de Cárdenas, que al igual que hiciera en Segovia, cuando la reina, luego de la muerte de su hermano se dirige a la catedral, también aquí lleva desde la Plaza Mayor, entonces solo arrabal, la espada desenvainada, hasta el palacio de los Chaves.

Les acompañaban los nobles y regidores y el pueblo llano alborozado; hasta los franciellos, las cigüeñas y las chovas que pueblan de continuo el cielo sobre Trujillo, parecían detener sus vuelos para contemplar aquel acontecer irrepetible.

No era fácil la toma de la fortaleza trujillana. El capitán defensor Pedro de Baeza, no la entregó a las fuerzas reales, hasta que personalmente se lo ordenó don Diego Pacheco Portocarrero, defensor de los derechos de la Beltraneja, que tuvo que someterse a la nueva y poderosa voluntad real. Sucedía la entrega del castillo el día 24 de junio, del año 1477.

Supuso un triunfo para la reina, que el día 30 de aquel mes, pacificada Trujillo, marchó hasta Cáceres, donde urgentes problemas de sumisión se amontonaban.

Aún no estaban los extremeños convencidos de que una nueva forma de reinar; ahora en manos femeninas, no débiles, habían tomado el relevo a la muerte del dubitativo Enrique IV, el Impotente.

Es posible que la decisión final por inclinarse Isabel por Fernando fuera la certeza de su conocida virilidad. «Mujer fuerte no quiere a hombre afeminado.» Y no cabía duda; entre el casi anciano Alfonso V, el maestre Pedro Girón y la leyenda cantada en coplas populares de la impotencia del último de los reyes, optase por el joven, Fernando de Aragón.

Mucho se ha escrito, sobre la fortaleza y dominio de Isabel sobre Fernando. Se ha olvidado que era reina de una nación más importante y, sobre todo, que tenía un año más, que a aquella edad, de 18 sobre 17 años, representaban una mayor granazón. La realidad vino a demostrar que era genéticamente apto para el amor, seis veces empreñó a la reina, vivieron cinco de sus hijos, también los cuatro bastardos. El tanto monta, monta tanto fue una realidad total, en el mando y en la descendencia.

La estancia de doña Isabel en Cáceres, donde duerme el día 30 de junio, hasta el 14 de julio que duerme en Medina de las Torres, fueron días decisivos para hacer valer su favor por los leales (los Ovando) y su rigor contra los dudosos a los que le rebaja su soberbia desmochando sus fortalezas.

Sabemos que Alfonso X, mandó rebajar el castillo de Cabañas, que Enrique IV, hizo destruir de Cañamero, de nuevo encontramos, ahora a la reina Isabel, mandando desmochar los castillos de Cáceres. Podían ser –y de hecho lo fueron- reductos para la rebelión.

Enumeramos los nombres seguros del cortejo que acompaño a doña Isabel en su primer viaje hasta la inquieta Extremadura y a la rebelde Andalucía.

Formaban la comitiva real del Consejo de la Reina, que se había opuesto a éste viaje, las siguientes personas: el arzobispo don Pedro González de Mendoza; don Gutiérre de Cárdenas y don Gonzalo Chacón, los dos naturales de Ocaña; el secretario real don Fernando Álvarez de Toledo, los también secretarios Fernando Núñez y Alonso de Palencia, Jorge Manrique, los expertos Alfonso de Quintanilla y Rodríguez de Lillo y el contador Gonzalo de Baeza. Una dama, María Pacheco Portocarrero.

Gran intuición de la Reina, al separar a los hermanos Pacheco Portocarrero.

Consignamos dos notas sugestivas, no rigurosamente históricas: Era secretario del arzobispo, don Pedro González de Mendoza y le defendía, unas canonjías de Hita y de Cuenca, Juan de Centenera, ¿vendría en el cortejo acompañando a su señor para recordar el origen de su familia? Y, ¿no es extraño que fuera Antón de Centenera el primero que mandase imprimir las Coplas de Jorge Manrique el año 1490, en Zaragoza? Centenera la dejaron atrás en su viaje hasta Trujillo, era sólo un arrabal de la ciudad.

Estaba recién terminada la Puente sobre el río Almonte, que sustituyó al Pontón a la altura de Deleitosa para el paso de las ganaderías trashumantes, su desvío a la altura de Retamosa y Ansadero. Los ganaderos llamarán Aldea Nueva, al antiguo Ansadero, nombre común de todos los ejidos. Había nacido un nuevo pueblo, comenzaba la desaparición de Centenera, ambos arrabales trujillanos

Salieron para Sevilla desde Cáceres, como aposentadores, además del arzobispo, don Pedro, don Gutiérre de Toledo y don Diego de Valladolid; lo sabemos por carta del 4 de julio de 1477 dirigida al arzobispo, que desde 1475, acompañaba siempre a Doña Isabel, para hacerle saber que llega a Sevilla, el día 25 de julio.

Doña María Pacheco Portocarrero, hija de don Juan Pacheco y hermana de don Diego, fue acompañante de la reina Isabel, ambas influidas por su común confesor, Fray Hernando de Talavera.

Muerta la esposa del primer conde de Oropesa, doña María Guiomar de Mendoza, sobrina de Cardenal, casó don Fernando Álvarez de Toledo por indicación real, con doña María Pacheco; era el año 1481.

Fueron los primeros condes de Oropesa, don Fernando y doña María padres de ocho hijos; Francisco, segundo conde, Luis que se une en Talavera de la Reina con doña Inés Duque y serán los Pacheco Duque, con palacio en la Plaza del Pan, Cristóbal caballero de la orden de Alcántara, Diego primer abad de Cabañas del Castillo, una hija casada con el conde de Orgaz y tres monjas.

Un hijo de los Pacheco Duque, sacerdote, de nombre Fernando fue nombrado, segundo abad de Cabañas por Felipe II, no aceptó.

El día 30 de agosto de 1477 es importante para la zona toledana e incluso para Aldea Nueva de Centenera. Ha sido uno de los acompañantes de la reina en este viaje por tierras de Extremadura, Fernando Álvarez de Toledo, V, señor de Oropesa, el prometido en matrimonio a doña Guiomar de Mendoza, sobrina del don Pedro González de Toledo, es elevado ese día a conde de Oropesa. Se premia la fidelidad y se satisface al arzobispo en la persona del que será su sobrino.

Firmaron el documento de concesión del título, juntamente con la reina doña Isabel, el secretario real y homónimo del conde. En alguna nota de aclaración de linajes, figura en la lista de la iglesia toledana, como judío converso, Luis, hermano del secretario de la reina. No podemos olvidar la cantidad de conversos que encontramos entre los servidores reales.

Es posible que en la entrega de la fortaleza trujillana se conocieron Jorge Manrique y Pedro de Baeza, capitanes de la reina Isabel y de don Diego Pacheco respectivamente. En fecha posterior 1479, en una lucha ante el castillo de Garcí-Muñoz (Cuenca), se enfrentan estos dos capitanes y se hieren, pero sólo el autor de las Coplas, llevado agonizante hasta Santa María del Campo, pierde la vida. Había sido dada aquella fortaleza a don Diego Pacheco a cambio de Medellín, por ser la nueva más próxima a otras de sus plazas.

(Comunicación de Andrés Ignacio Plaza Rodríguez, para los Coloquios Históricos de Extremadura, correspondientes al año 2004)

Bibliografía

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  • Compromiso e Cervera, 7 de marzo del año 1469.

Datos históricos relacionados con la Reina Isabel la Católica

Como complemento al presente escrito, se agregan las siguientes notas que detallan algunos aspectos de la vida de los Reyes Católicos.

Era doña Isabel, hija de don Juan II de Castilla y de doña Isabel de Portugal, nace en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), el 22 de abril de 1451; muere en Medina del Campo (Valladolid), el 26 de noviembre del 1504.

Fue la reina doña Isabel de rostro pecoso y abultado, de pelo taheño, herencia de su abuela doña Catalina de Lancaster la esposa de don Enrique III. De ésta escribió Fernán Pérez de Guzmán, en sus Generaciones y semblanzas: «Era alta de cuerpo, e muy gruesa, blanca y colorada e rubia y en el meneo del cuerpo, tanto parecía hombre como mujer.» La forma de andar no la heredó doña Isabel.

Era celosa en gran medida, aparatosa y espectacular, impávida y un tanto visionaria, hija de reina próxima a la locura, madre de doña Juana, rematadamente loca. «Murió la reina de cáncer de natura en partes vergoñosas.»

La infancia de aquella niña educada en parte por manos portuguesas y crecida en medios rurales, hasta donde llegaban los ecos de la Corte, que no siempre fueron gratos, sin grandes medios económicos, la fueron preparando para saber sortear las tentaciones palaciegas cuando a ellas fue conducida.

Estuvo en su pubertad en Maqueda de la que conservó grato recuerdo y la amistad de Isabel de Bobadilla, que intervino en un momento difícil de su lucha por el poder, en la ciudad de Segovia. Andrés de Moya, converso, esposo de Isabel, tesorero real de Enrique IV, puso el tesoro de la ciudad en manos de los príncipes. Al final los Moya Bobadilla, fueron muy recompensados.

En la feria de los maridos su tesón la salvó y en último momento, cuando ya todo parecía estar decido y el matrimonio concertado con el Maestre de Calatrava a punto de celebrarse, don Pedro Girón, murió en Villarrubia de los Ojos, (Ciudad Real), camino hacia Ocaña, donde estaba la infanta Isabel.

De todos los pretendientes optó la princesa por don Fernando, hijo de don Juan II de Aragón. En las Capitulaciones de Cervera día 7 de marzo de 1469, representantes de doña Isabel y de don Fernando, toman los acuerdos para el caso de celebrarse la boda e incluso los premios que recibirán cada uno de los que intervienen, en caso de no celebrarse.

En realidad vino a confirmarse la conversación entre Juan de Navarra y de Aragón y Enrique IV, el año 1457 cuando Fernando tenía cinco años e Isabel seis y concertaron este matrimonio.

La mano larga de don Juan II de Aragón, captó voluntades y allanó obstáculos, no extraña la intuición política de don Fernando, teniendo tal padre.

La venida de Fernando, desde Zaragoza hasta Valladolid, es una hazaña un tanto arriesgada y muy conocida.

El día 5 de octubre del año 1469, sale Fernando de Zaragoza, el día 12, se encuentra en Valladolid, el 14 se entrevistan los príncipes en la sala rica de la casa de Juan de Vivero, hijo de don Alonso Pérez de Vivero, el que fue muerto en Burgos, por orden de don Álvaro de Luna, arrojándolo por un balcón de la posada donde paraba el condestable, para simular un suicidio. Doña Elvira Quiñónez, sobrina del arzobispo Carillo era la esposa de Juan de Vivero. El palacio de los Vivero, confiscado, (se culpó al esposo de la muerte de doña Elvira), fue después Chancillería real.

El día 17 donación a Troilos Carrillo, hijo de arzobispo, por su intervención en la boda, de la villa de Atienza, el día 18 ceremonia civil, el 19, jueves ceremonia religiosa. Está presente el arzobispo de Toledo y por ser los desposados familiares precisan bula papal. Se lee una falsificada; oficia la ceremonia don Pedro López de Alcalá, beneficiado de San Justo.

Se había falsificado la bula a nombre de Pío II, fechada en Roma el 28 de mayo del año 1.464, ejecutada por el obispo Arias Dávila, con fecha 4 de enero del 1469 y leída el 18 de octubre del 1.469 ante el arzobispo Carrillo.

No conoció esta circunstancia doña Isabel, al final se obtuvo una dispensa matrimonial, dada por Sixto IV el 1º de diciembre del año 1471.

La suerte no le sonrió a doña Isabel: murió su hijo Juan sin quedar descendencia, supo de la locura de doña Juana, la culta y cariñosa Catalina fue desgraciada en su matrimonio, las uniones de dos de sus hijas con don Manuel de Portugal no dieron el fruto apetecido. Con todo es nuestra gran Reina.

Como todas las grandes personalidades de la Historia ha tenido sus detractores y sus entusiastas En la actualidad, es posible que nos encontremos en un periodo de baja estima de la reina doña Isabel, aunque por otra parte se le quiera elevar a los altares.

No hemos precisado los españoles de extraños para vituperarnos, en muchos momentos nos convertimos en nuestros mayores detractores.

Cualquier otra nación europea, ante una personalidad de aquellas características y aquella edad, la considerarían su genuina representación.

Hitos decisivos del reinado de los Reyes Católicos.

Creación del primer ejército. En las Cortes de Madrigal, año 1476, se refuerzan las atribuciones de la Santa Hermandad creada por Enrique IV, en principio por solo tres años, que continúan hasta el siglo XVII y son el núcleo del Ejército permanente. Cada localidad con más de treinta hogares tendría dos magistrados que reclutarían una cuadrilla para perseguir a los malhechores.

Se divide el reino en ocho provincias, cada una de ellas con un capitán que forma el concejo, presididos todos por el duque de Villahermosa, hermano bastardo del Rey que estaba considerado el mejor estratega de su tiempo.

Cortes de Toledo año 1480. Fueron consideradas durante centurias fundamentales para el desenvolvimiento de España.

Las municipalidades pidieron en ellas que se respetasen sus terrenos propios y comunales y se promulgasen los instrumentos legales que sirvieran para oponerse a los poderosos: nobles, señores, monasterios y maestrazgos, en las usurpaciones.

Se revisaron todas las prebendas otorgadas, sobre todo durante el reinado de Enrique IV, pudiendo considerarse que las medidas tomadas no tienen otra parecida hasta la Desamortización de Mendizábal. Las rentas gozadas por los particulares quedaron reducidas a la mitad, pasando de mas de 63 millones de maravedíes a unos 32. Además de las cantidades en dinero se suprimieron: alcabalas, tercias, salinas, ferrerías, servicios y aduanas. Se unificaron las pesas y medidas de líquidos y áridos y superficies.

La operación supuso un acontecimiento que impresionó a los interesados a los que se les privaba de grandes ingresos. Fueron conocidas como «las declaratorias de Toledo de 1480».

Toma de Granada, 22 de enero del año 1492.

Descubrimiento de América, 12 de octubre del año 1492.

Año 1495, Se cambia el antiguo impuesto llamado alcabala, que se inició con el 5% de las transacciones y pasó al 10. Lo pagaba el vendedor y en las permutas ambos, existía la alcabala del viento, la pagaba el forastero por los géneros que vendía, se consideraba fácil de burlar. Fueron sustituidas por los «encabezamientos» se referían a las listas de los contribuyentes de los pueblos por orden de tributación. En principio se asignó a la Corona, el importe abonado por el tercer contribuyente, a Felipe II se la asignó, además lo del primero de los contribuyentes.

Rapidez en las soluciones:

Siendo princesa manda a su criado, Pedro de la Concha hasta Trujillo, con carta para su fiel defensor Chaves, interesándose por un juro de heredad que aquí tiene, de 340.000 maravedíes, para que se atienda su colocación y cuidado.

Muere don Rodrigo Manrique; hay que elegir nuevo maestre en Uclés (los Maestres de Santiago tienen tantas rentas como la corona.) Para ello, lleva a cabo el siguiente viaje: Sale de Toro, (Zamora) el 1 diciembre, el 9 duerme en Ocaña (Toledo), personándose el 11 en Uclés (Cuenca); en pleno invierno cruzó la Cordillera Central.

Solicita y es autorizada a estar presente en la elección del Maestre. Componían la reunión 4 miembros de Consejo, 4 comendadores, 4 caballeros y el Prior de Uclés; Los trece de Santiago. Estaba prohibida otra presencia.

Propone la Reina que se nombre como Maestre a don Alonso de Cárdenas por considerar que es una institución de la Corona y debe estar en manos de persona propuesta por los Reyes. Es aceptada la propuesta quedando excluidos los aspirantes, Diego Pacheco, un hijo del Maestre don Rodrigo y el legado pontificio, Franco.

Hijos de los Reyes Católicos:

Isabel: nace en Dueñas el 1 de octubre de 1470. Se casa, en Sevilla el 18 de abril de 1490, con el príncipe Alfonso de Portugal, hijo de don Juan II y nieto de Alfonso V, los defensores de la Beltraneja; una vez viuda se une a don Manuel I, el Afortunado, primo de su primer esposo.

María: nace en Córdoba el 29 de junio de 1482, casada con su cuñado Manuel I por muerte de su hermana Isabel. Son los padres de doña Isabel la Emperatriz, esposa de Carlos I. Tuvo don Manuel un nuevo matrimonio con doña Isabel de Austria, nieta de los reyes Católicos e hija de doña Juana y Felipe el Hermoso.

Juana: nace el 6 de noviembre de 1479 en Toledo, en el palacio de Cifuentes; casada con Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano. Padres de Carlos I, y de doña Isabel de Austria, tercera esposa de don Manuel I, el Afortunado.

Juan: nace en Sevilla el 30 de junio de 1478 (tiene labio leporino) El bautizo es fastuoso; se casa con Margarita, hija de Maximiliano, hermana de don Felipe. Mucha mujer para él, que fallece de amor. A la muerte del príncipe Juan, se cambió el color del luto (de amarillo a negro), aunque lo conservó la población de Lagartera. (Toledo)

Catalina: nace en Alcalá de Henares el 15 de diciembre de 1485. Se casa con el príncipe de Gales y por muerte de éste, con su hermano Enrique VIII. Padres de María Tudor, segunda esposa de Felipe II, la de los embarazos fingidos; era vieja y fea. Felipe II, hijo obediente.

Les sucedió Carlos I, el Emperador, hijo de doña Juana y de Felipe el Hermoso.

Hijos extramatrimoniales de Fernando el Católico; dijo un día Felipe II a su hijo, ante el retrato de don Fernando: «A éste se lo debemos todo.»

A los diecisiete años, aún no casado con doña Isabel, tuvo con Doña Aldonza Roig, nacida en Cervera de Segarra hacia 1450, a don Alfonso de Aragón, que fue Arzobispo de Zaragoza y fue educado por la reina Isabel. El Arzobispo tuvo a su vez siete hijos con Ana de Guerra, la cual murió en 1520.

Con Juana Nicolau, segunda amante que nació hacia 1455 y falleció en Barcelona en febrero del 1522, tuvo a su hija Juana de Aragón, nacida hacia 1473 ó 1474 y muerta en 1521. Casada con D. Fernando de Velasco, siendo ambos los primeros Duques de Frías.

Con Toda de Larrea, portuguesa, Señora de Pereira, tuvo dos hijas, ingresadas monjas en el mismo convento sin saber su parentesco.

Muerta la reina Isabel tuvo don Fernando una segunda esposa, doña Germana de Foix, con la que casó el 19 octubre 1505, por poder, en Bloix. Actuó en su nombre D. Juan de Silva, conde de Cifuentes. El 18 de marzo de 1506 se consuma el matrimonio en Dueñas (al final le fallaron las turmas, por agotamiento.) Murió en Madrigalejo el año 1516.

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