Oct 011973
 

Angel Paule Rubio.

… Hace ya …. no importa el tiempo, fue ayer. Caló muy hondo. El presente histórico está desempolvando loa hechos, presentándolos con vitalidad, energía, limpidez; el antaño se confunde con el hogaño. Es un abrazo íntimo del ayer y del hoy. Vamos a renacer, a saborear. Somos quintos.

Hoy 23 de Agosto. Mañana es la feria del Campo. Hay que hacer las listas. Tu irás al Juzgado. No hace falta. Verás Empecemos por la calle Larga. Florinda, Isabel, y Félix, etc. etc. ¡Ves! No nos hemos quedado ningún mozo ni moza por relacionar. ¿Ves, qué fácil? Esta noche hay que «echar los novios. ¿Has avisado a los quintos del año que viene? ¡Claro! ¿Dónde nos reuniremos? En el bar de «Pona». Es el mejor sitio. Adiós, hasta las once. Allí estábamos todos, salientes y entrantes. Empieza la fiesta vendiendo la secular bota. Discutimos su precio y arreglado. La bota para los quintos del próximo año. Con ese dinero y al son del tamboril, flauta y castañuelas se recorría el pueblo. Las mozas estaban nerviosillas, corrían de acá para allá como alocadas cervatillas. ¡Van a echar los novios! La ronda continua. ¿Qué hora tienes? Las doce. Al parecer todo dormita, pero ¡no!, las muchachas escuchan, cada ventana y balcón tiene detrás unos oídos atentos. un corazón palpitante. Quieren saber ¿qué? Que novio le va a tocar.

Los quintos se disocian en dos grupos. Vosotros al álamo del Egido. Nosotros al de la puerta de la Iglesia. El pueblo separa ambos árboles. Todo está a punto. Un quinto con voz de trocho, lanza su «vamos a empezar» ¡Preparados! Los de arriba contestan ¡Si! No con menos hercúlea voz. La suerte iba a unir aunque fuera por un solo día a un mozo y una moza, en fortuito noviazgo. En una bolsa aguardan los mozos, otra es para las mozas. Se mezclan, se revuelven y ya está. Un quinto saca una papeleta. Le lee en alta voz. A pleno pulmón lanza al aire un ¡Benito Gómez! Mientras esto ocurrir arriba, el grupo de abajo hacia lo mismo. ¡Juana Sánchez! ¡Va bueno! ¡Bueno va! Coreando se, danzaba el estribillo:

A la puerta de la novia, hay un sillón colorado donde se sienta Benito y Juana al otro lado. Así, una tras otra se iban formando parejas.

Terminaba con la aurora. El día venía. Los mozos y mozas dormitaban. Los quintos, no se cansan, siguen. Ya es día 24. Corros por todas partes. Se comenta. Has tenido suerte. Te ha tocado buen novio. El mío, viejo, pero rico. Etc. etc.

Los quintos habían terminado. Los entrantes, con bota vieja, pero con vino viejo, empezaban su turno. Era así como el cetro de su autoridad, como la savia que con solera vieja daba nueva energía. Ya están investidos. Desde hoy son los organizadores de los bailes domingueros. Invulnerables, intocables. Unidos con lazos férreos, más que los de Fuenteovejuna. Nadie dañara con palabras u obras a uno de ellos sin que le costara cara le felonía. Si te encuentras alguna vez con ellos, trátalos como se merecen. Son tranquilos, acogedores. Te ofrecerán vino de su bota. Bebe aunque no te apetezca. Tiene sabor recio, añejo, ancestral.

Ya es 7 de septiembre. Nos reuniremos a las 9 de la mañana en el bar de Bautista. ¿Estamos todos? Vamos por el macho cabrio. Adornado con cintas de colores. Dale pan mojado en vino. Ya está borracho. Salgamos, Orquesta, tamboril flauta y castañuelas. Las calles se animan. Viejos y jóvenes, hombres y mujeres salen a la calle, Pasan los quintos. Es una institución secular. Ha terminado la ronda. Hay que sacrificar el macho. Carne para dos días. Las madres preparan la comida. Comen y beben juntos. Ya estamos día 8. Los quintos no han dormido. Hay que dar la alborada. Es la fiesta de los Melones (Natividad de Nª Señora). Tocan a misa. Misa solemne. El Sr. Alcalde espera en la puerta. Va delante. Nosotros detrás en retaguardia. La música ameniza la marcha. También espera el párroco. Un momento y sale felicitándonos. Caminamos hacia la iglesia. El templo nos abre sus puertas. Comienza la misa. Se aproxima el momento sublime: La Consagración. Sones de tamboril, notas de flauta, castañueleo. El sacerdote eleva a Cristo. Ahora los sones son pausados, místicos, sublimes, inolvidables. Con que ilusión lo hacíamos. Que contentos estarían los ángeles. Que orgulloso estaría Dios. Sus quintos le alababan con notas salidas de lo mas recóndito de sus almas. Termina la misa. Salida.

Calle abajo caminan los quintos. Hay baile gratis. Lo pagan los quintos. Es la hora de comer. Carne de macho cabrío, vino tinto. La comida está animada. Se habla del Ofertorio de la tarde. ¡Qué ofrecemos! Se discuten las ofrendas. Al fin todos de acuerdo. Es para la Virgen. La procesión llega a la plaza. La Virgen preside, colocada sobre una mesa el Ofertorio. Sacerdote y acólitos sentados en bancos. Ofrecen los quintos: Gallos, botellas. Siguen mozas, mujeres niños. Bizcochón, velas, melones, dinero, gallos. Las Hijas de María recogen las ofrendas. Empieza la venta. El sacerdote pone precio. Se vende todo. Aquel grupito de aprendices a mozas, compran un gallo. Es para comérselo en santa unión. Aquellos otros compran la botella. Hay que celebrarlo. Es nuestra Señora de los Melones. Ya camina la procesión hacia el templo.

Baile más baile.. Alegría, bullicio, algazara, emoción, amor. Es hora de cenar. Los quintos anuncian: ¡Hasta luego! Si, con el estómago lleno continúa la danza.

Calle abajo caminan. Van alegras. Unidos por lazos estrechos, imperecederos, imborrables. La cena está preparada. Siéntate. No quiero cenar. Una madre de un quinto espontáneamente dice: para bailar hay que tener la barriga llena. Son las doce de la noche. El salón vuelve a llenarse. La juventud se divierte. Alguna mujer novio. El que le gusta termina de bailar con ella. Abre los ojos, ensancha el corazón.

Es la hora de descansar. Termina la fiesta.

Solo los incansables contienen. Dame la bota que eche un trago. ¡Que se mueva la botella de coñac. Ese instrumento toca mal. Ahí va la grasa. Un buen trago y adelante. Rompe el alba. Adiós, adiós. El grupo se disgrega. Hasta Diciembre. Es la segunda y última fiesta.

Pasa el tiempo. De vez en cuando se toman unas copas juntos No de manera oficial. Llega Diciembre. Es el mes de bailar las mozas.

Martes y sábados de cada semana del citado mes. Tamborilero y flauta, quintos y castañuelas animan las veladas por las calles y Casas villanovenses. Casa por casa, donde hay mozas llega el bullanguero grupo. Unos golpes a la puerta y una voz potente dice ¡Bailas! Si o no, es la respuesta. De estos dos monosílabos depende que en la casa y con su moza bailen los quintos. La pareja baila, los demás miran, la bota circula. El padre invita. Los quintos caminan. Así y no de otra forma, recorren las casas del pueblo.

Ya es 24 de Diciembre. Hay que madrugar. Otro macho cabrío, engordado por los quintos en los huertos de los vecinos, sin que nadie objete. Todos acatan. También forma parte de este secular rito.

Recorre el pueblo engalanado con sus cintas y cencerro. Va detrás. Conoce a sus dueños. Todos en animado grupo, caminan por las empinadas calles entre las gentes que salen a felicitarlos con su presencia.

Son las once de la mañana. El macho cabrio va a ser sacrificado. Carne para Navidad. Hoy es día de preparación. Mañana es la fiesta central. Todo gira en su torno. Comida y charla. ¿Quien será la Pantasma?. ¡Ya está!, serás tu, Antolín. Bueno, si no quiere otro, seré yo. ¿Quien llevará el sable? Juan es un buen mozo, dice uno. Juan arruga el entrecejo. ¡Qué va a hacer!. No hay mas que hablar y él llevará el sable.

!Ah! Falta el del saco. No hay problema. ¿A qué hora viene la orquesta? Esta tarde, sobre las ocho. ¿Os habéis olvidado de las naranjas? Esta noche hay que…. De comprarlas nada. El huerto de José las tien muy buenas. Se puede saltar bien, pero cuidado con el pozo. Con el saco de naranjas al hombro, bajo la luz de la luna, llegamos a nuestro aposento. Ya es muy de noche. Unos a dormir, otros como espartanos continúan la velada. Viene el día. Hay que dar la alborada. Se hace con gran silencio. Solo se deja oír las notas de los instrumentos. Termina la ronda.

Ya es hora, hay que vestir la Pantasma. Dos mozas, lo visten de saya charra, pañuelo de manila sobre los hombres, pendientes y pañuelo de colores sobre la cabeza. Labios pintados, coloretes sobre el rostro. Ya no es Antolín, yo diría es Antolina, aunque por pocas horas.

Juan tiene el Sable limpio, sable que estuvo en la guerra de África. Lleva pinchadas seis naranjas y la séptima en la punta. Lleva guantes blancos. Está de gala. Sable, naranjas y Juan en un ensamble perfecto, con la verticalidad de la plomada. Preparado para salir, no al campo de batalla, si no a pedir, ¿la paz? ¡No!, el chorizo.

Todos en la calle. Hay orquesta, tamboril y castañuelas. Las puertas de las casas se abren. Sube el Pantasma. Va hacia la cocina, donde se acostumbra a colgar los chorizos. Si nadie sale a su pase, coge el mejor y al saco. Si hay alguien, el pantasma es prudente, espera la dádiva que le ofrecen generosamente. Dinero y chorizo es el binomio conjunción. Todo va al saco. Todo el pueblo es espléndido con sus quintos. Ellos también saben agradecerlo. Termina.

Suenan las campanas. Misa solemne. Al igual que en la fiesta de la Virgen de las Melones, se recoge al Sr. Alcalde, marcha el séquito. El Sr. Cura, espera. Estamos en el templo. Don Rogelio el párroco y D. Telesforo, el alcalde, se dirigen a sus sitios. Los quintos a la tribuna. La iglesia está abarrotada. No se cabe. Es el día de Navidad. El emocionante acto de la Consagración se repite. Termina la misa. Hay que adorar al Niño-Dios. Va delante el Sr. Alcalde. Detrás los quintos. Ofrecen y besan los pies del recién nacido.

Marchamos hacia el salón. Baile. Pagan los quintos. Todo corre de su cuenta. Se baila la jota al son de castañuelas. Todas las mozas quieren tocarlas. Están orgullosos de sus quintos.

El tamborilero, a la sazón Basilio, coge sus doce mejores chorizos. Cobra sus trabajos melodiosos y hasta siempre.

Esta es la historia de nuestro tradicional folklore. Pena da al cronista que esto se esfume, se pierda en oscuridad de los tiempos. Es una riqueza que debe conservarse. Algo que queda grabado en el corazón de la juventud, que cuando lo recuerda, lo añora lo vive, lo transmite a sus hijos, como un cadencioso cuento, que sin embargo es una realidad histórica. Proyecto a mis hijos, para que en su día, ellos realicen los que su padre viviera unos años antes.

A Vds., mis amigos, que en estas sesiones de trabajo habéis querido conservar el patrimonio de nuestros mayores. Gracias por haber escuchado estas páginas, que no son ni más ni menos que trozos de nuestra historia, en una simbiosis de religioso y profano, teñidos y aderezados con el amor de la unidad.

Soy con ustedes.

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