Abr 032014
 

Esteban Mira Caballos.

Cuando se cumplen exactamente quinientos años del descubrimiento del Mar del Sur se impone una mirada crítica desde nuestro tiempo. Como dijo Fernan Braudel, toda historia es hija de su época y pretende dar respuestas a los problemas del tiempo en que fue escrita. Por tanto, urge plantear una nueva interpretación de la conquista en general y del descubrimiento de Vasco Núñez en particular. En  realidad, la historia es una visión del pasado pero realizada desde el presente, lo que provoca que cada autor narre los hechos desde lo sucedido después. El historiador trabaja, en definitiva, como quería Reinhart Koselleck, con un futuro del pasado y reinterpreta éste en base a sus propias experiencias e inquietudes[1].

Eric Hobsbawm, historiador recientemente fallecido, decía con toda la razón que vivíamos una época neo-descriptiva, donde volvía a hacerse hueco la historia mitológica. Esto está provocando una grave crisis en la ciencia histórica, pues ya pocos confían en su utilidad social[2]. Por ello creo que es necesario que los historiadores recuperemos el compromiso social y nos impliquemos en el análisis del pasado, para evitar esa falsa historia mitológica de héroes y santos que nos han contado. No se trata más que de aprender del pasado –por duro que éste sea- con el objetivo de buscar un presente y un futuro mejor para todos.

1.-UNA HISTORIA SAGRADA DE LA CONQUISTA

Desde los orígenes de la Civilización, ha existido una visión de la historia única y además excluyente. Las cosas ocurrieron de una forma determinada y cualquier visión alternativa era opuesta a la verdad. Y esta verdad indiscutible siempre se ha impuesto desde el poder. Y es que todos los regímenes políticos han disfrutado de una historia oficial, encargada de justificar su sistema. El Imperio Romano tuvo sus historiadores oficiales al igual que los imperios modernos y, por supuesto el actual capitalismo neoliberal. Todos los imperios crearon una estructura teórica para justificar la expansión ante sus ciudadanos. Llama la atención que ya en el siglo I d. C., Cornelio Tácito en su obra Historias afirmara que todos los pueblos que habían sometido a otros, lo habían hecho bajo el pretexto de llevarles la libertad. Quince siglos después, Ginés de Sepúlveda alabó la expansión romana en Hispania pues, aunque en su opinión, generó algunos abusos, no fueron comparables a las ventajas, especialmente el haber traído a la Península Ibérica el latín. E igualmente justa y necesaria fue la expansión de la civilización occidental por el Nuevo Mundo en el siglo XVI.

En el siglo XIX hubo grandes defensores del imperialismo que lo enaltecían aludiendo al triunfo definitivo de la civilización sobre la barbarie. Incluso, el trabajo científico de Charles Darwin y su evolución de las especies fue usado por muchos para justificar la sumisión de unos hombres a otros. Pero lo cierto es que, aunque Darwin en su famosa obra no se refirió específicamente a la especie humana, muchos interpretaron que  los grupos más civilizados terminarían exterminando o asimilando a las razas salvajes del mundo. El citado científico sí llegó a escribir que la selección de las especies en el caso humano podría debilitarse debido precisamente a la civilización.

Lamentablemente, en el siglo XX esta línea de pensamiento que justificaba el predominio del hombre blanco se ha mantenido con más vigor que nunca. En relación a la conquista de América, ha prevalecido siempre una historia gubernamental. Una etapa considerada sagrada e intocable, uno de los signos de identidad de la patria hispana. La historia patria se fundamentó en esa historia pseudo-mítica cuyos pilares fundamentales fueron algunas de las figuras más preeminentes de las Indias como Cristóbal Colón, Vasco Núñez, Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Hernando de Soto. Por ejemplo, en 1923, el historiador jesuita Constantino Bayle veía en Balboa a poco menos que un elegido por Dios para extender por el Pacífico la civilización cristiana y española[3]. Esta interpretación de los hechos, puede entenderse en el marco en la que fue escrita pero no en nuestros días. Dado que este tipo de historia ya no se la cree nadie, urge replantearse nuestros posicionamientos para hacerlos verosímiles. Extremadura se ha prodigado en obras clásicas sobre su vinculación con América, sobre la conquista y sobre los conquistadores. Trabajos como los de Rubio y Muñoz-Bocanegra, Publio Hurtado, el Conde de Canilleros o Vicente Navarro del Castillo forman hoy parte de la más clásica literatura de la conquista. Y entre ellos hay títulos tan significativos que marcaron una época en la historiografía, como La epopeya de la raza extremeña en Indias o La tierra donde nacían los dioses. Aunque, en realidad, por más que los nativos lo creyesen, no eran dioses sino hidalgos venidos a menos y personas empobrecidas que se vieron obligados a abandonar su terruño para buscarse un futuro mejor a miles de kilómetros de la tierra que les vio nacer. Una realidad no tan lejana en el tiempo, pues desgraciadamente se volvió a repetir en el siglo XX, cuando ¡casi un millón de extremeños!, apremiados por el paro y la pobreza, tuvieron que abandonar su tierra y marchar a distintos puntos de España, Europa y América. Y lo peor de todo es que no podemos descartar que vuelva a ocurrir en pleno siglo XXI.

Vasco Núñez, como hicieron otros guerreros, aventureros, conquistadores y caudillos a lo largo de la historia, destruyó un mundo. El mundo indígena que poblaba las tierras del actual estado de Panamá. Estos nativos vivían en la Edad de Piedra, y su potencial militar era insuficiente para frenar el avance de la invasión europea por pocos que fuesen sus efectivos. Pero, pese a su retraso civilizatorio, poseían su estructura social, sus costumbres, sus religiones y vivían adaptados a su medio natural. No eran exactamente salvajes, aunque –al igual que los propios españoles- tuviesen numerosas costumbres bárbaras. El grupo privilegiado gozaba de un cierto nivel de bienestar, pues de hecho la vivienda del cacique Comogre, aunque distaba de ser un palacete europeo, disponía de ciertas comodidades:

Era de ciento y cincuenta pasos de largo y de ochenta de ancho, estaba fundada sobre muy gruesos postes, cercada de muros de piedra, entretejida (de) madera en lo alto como zaquizamí, por tan hermosa arte labrada, que los castellanos quedaron espantados de verla y no sabían dar a entender su artificio y hermosura; tenía muchas cámaras y apartamiento, y una que era como despensa, estaba llena de bastimentos de la tierra, de pan y carne de venados y puercos y otras muchas cosas. Había otra gran pieza como bodega, llena de vasos de barro, con diversos vinos blancos y tintos, hechos de maíz y raíces de frutas… Había una gran sala o pieza muy secreta, con muchos cuerpos de hombres muertos, secos, colgados con unos cordeles de algodón, vestidos y cubiertos con mantas ricas de lo mismo, entretejidas con joyas de oro y ciertas perlas y piedras que ellos tenían por hermosas, y estos eran sus padres y abuelos y deudos, a quien Comogre tenía en suma reverencia y por sus dioses, y aquellos cuerpos los secaban al fuego para hacerlos perpetuos, sin corrupción[4].

 

Está claro que las sociedades que aniquilaron los conquistadores estaban en un nivel civilizatorios más atrasado que el europeo y poseían algunas costumbres muy bárbaras –como el canibalismo ritual-  pero no más que otras que traían los propios hispanos, como la quema en la hoguera de infieles, paganos y herejes, es decir, potencialmente de todo el que no pareciese cristiano.

 

2.-EL PROBLEMA DE LAS FUENTES

Para reconstruir la vida de Vasco Núñez encontramos un problema casi insalvable: la falta de documentación. Su caso no es muy frecuente entre los conquistadores ya que no han quedado apenas documentos sobre su descubrimiento, sobre su praxis conquistadora ni sobre su vida. De hecho, la investigadora Bethany Aram, que estuvo varios años buscando papeles sobre él, dice que cada vez que lo intentaba salían nuevos testamentos, codicilos y documentos varios de Pedrarias Dávila y de otros conquistadores, pero nunca de Vasco Núñez[5]. Y ello a pesar de que el jerezano redactó de su puño y letra cinco extensas cartas de relación, similares a las de Hernán Cortés, de las que sólo se han conservado dos. Balboa nunca fue un escritor depurado pero sí bastante prolijo. Asimismo, encargó al escribano de la expedición, Andrés de Valderrábanos, que levantara un diario de la jornada. El libro existió pero el último que lo tuvo en sus manos fue Gonzalo Fernández de Oviedo en tiempos del adelantado y nunca más ha aparecido.

Cabría preguntarse: ¿a qué se debe esta ausencia de documentación? La respuesta es clara; sus enemigos, fundamentalmente Pedrarias Dávila, que le sobrevivió bastantes años, se encargaron de eliminar toda aquella documentación que pensaban que podría ser comprometedora para ellos[6].

La carencia de fuentes es tal, que todavía hoy, siguen siendo las crónicas la mejor forma –y en ocasiones la única- de acercarnos a su vida y a sus hechos. De entre ellas, la de Gonzalo Fernández de Oviedo es la más valiosa ya que dispuso de los papeles de Valderrábanos y, por tanto, su información es muy fiable. También son de cierto interés los textos de Pedro Mártir de Anglería, Pascual de Andagoya, fray Bartolomé de Las Casas y Francisco López de Gómara, aunque dispusieron de muchas menos fuentes primarias.

Por no saber no sabemos cuando nació, ni cuándo pasó a las Indias, ni siquiera el día exacto en el que fue ejecutado en Acla, allá por enero de 1519. Si propia fecha de nacimiento se suele situar en 1475 porque, en 1510, el padre Las Casas dijo que tendría unos 35 años o pocos años más. Pero huelga decir que todos los datos relacionados con su biografía hay que tomarlos con la precaución que la falta de documentación impone. En cuanto a su vinculación con las Indias, es posible que siendo paje del señor de Moguer, se desplazase con frecuencia o viviese en esta localidad muy vinculada al Descubrimiento[7]. Allí, siendo un adolescente debió observar como muchos se embarcaban en una aventura a lo desconocido, tentaciones a las que no pudo sustraerse.

 

De entre las biografías sobre el jerezano, hemos de empezar hablando de la de Ángel de Altolaguirre y Duvale, publicada en Madrid en 1914 y que sigue sin estar superada. El autor recopiló todo lo que se sabía del adelantado así como la poca documentación alusiva a su obra y hechos. Desde entonces, han aparecido numerosas biografías pero es importante recalcar que no han aportado datos nuevos de significación, simplemente porque no ha aparecido material diferente que cambie lo que ya sabíamos. De entre las decenas de biografías destacaremos algunas que han estado bien redactadas o que han tenido un cierto impacto entre los lectores, como las clásicas de Constantino Bayle S. J. (1923), L. G Anderson (1944) y Kathleen Romoli (1955). Entre los trabajos más recientes debemos destacar las síntesis de Omar V. Garrison (1977), J. R. Martínez Rivas (1987) y, sobre todo, de Manuel Lucena Salmoral (1988), así como el excelente estudio comparado de Pedrarias y Balboa, firmado por Aram Bethany (2008). En relación al entorno en Tierra Firme, en los años del descubrimiento del Mar del Sur, resulta imprescindible el estudio de María del Carmen Mena (2011) sobre el oro del Darién. Y en lo concerniente a sus relaciones con Francisco Pizarro son de obligada consulta los trabajos de José Antonio del Busto Duthurburu.

Queda claro que si no aparece algún acervo documental nuevo, cosa que no parece muy probable, es imposible aportar datos nuevos sobre la temática. Solamente es posible –y deseable- ofrecer nuevas interpretaciones o puntos de vista sobre la base de lo que ya sabíamos.

 

3.-EL CONQUISTADOR PACÍFICO

Vasco Núñez, nacido en Jerez de los Caballeros, hacia 1475, en el seno de una familia hidalga de orígenes gallegos, se convirtió en breve tiempo en uno de los mitos de la conquista, junto a Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Hernando de Soto. Aunque las crónicas no lo dejan en demasiado buen lugar la literatura romántica inició su encumbramiento como héroe, enalteciendo la figura de una persona que de la nada descubre un océano y es ejecutado por la envidia de su propio suegro. Los primeros que lo elevaron a los altares fueron Washington Irving y Manuel José Quintana, quienes hablaron de esa persona humilde que llegó al Darién con lo puesto y que se convirtió en uno de los grandes descubridores del Nuevo Mundo. Y a lo largo de buena parte del siglo XX, sus distintos biógrafos agotaron los calificativos heroicos, para un personaje que se había convertido, como diría Antonio de Larragoiti, en el Ulises español[8]. El fugitivo convertido en un héroe a la usanza de la antigüedad. Con posterioridad, la historiografía lo convirtió en el arquetipo de héroe del pueblo, frente a Pedrarias que Carmen Mena lo califica de héroe cortesano. Este perfil heroico que ha tenido durante siglos dificulta el acceso a la persona.

El jerezano tiene un amplio reconocimiento en España donde tiene calles, plazas, jardines y monumentos dedicados a su persona. También en Panamá goza de todo tipo de reconocimientos: monumentos, calles, plazas, uno de los puertos del Canal de Panamá y hasta la propia moneda panameña usa su nombre en su honor. Incluso la máxima distinción que otorga el gobierno panameño se llama la Orden de Vasco Núñez de Balboa. Y está bien que tenga un hueco en la historia por lo que representó para la expansión de Occidente y por su importancia en la con construcción del mito de la patria hispana. Yo no estoy en contra de eso, ni a favor de que se quiten monumentos, ni nada parecido. Las estatuas de Balboa, como las de Hernando de Soto, Hernán Cortés, Simón Bolívar, San Martín o Carlos III, son testimonios del pasado y en mi opinión deben seguir ahí.

En lo que sí estoy en contra es que en pleno siglo XXI sigamos dándole el tratamiento de héroe, o en que se intenten ocultar las atrocidades que en el marco de la guerra de la conquista cometió para dar una imagen  más benigna de él. La historia no la podemos falsear y ya es hora de afrontar la verdad histórica, por dura que ésta sea. En este mismo año 2013 se siguen escribiendo libros, tratándolo como si de un héroe de caballería se tratase. En una noticia aparecida en la prensa nacional e internacional se citaba la presentación de un libro sobre Balboa, y en el subtitulo se decía: la publicación muestra que el descubridor del océano Pacífico fue un conquistador más pacífico que otros (nemotecnia incluida)[9]. A ello habría que añadir un par de objeciones:

Una,  la tesis de que Balboa fue más humanitario que otros conquistadores no es nueva, pues tiene sus orígenes incluso en la historiografía decimonónica. Ésta defiende que el jerezano nunca eliminó ni maltrató a los caciques y que siempre pretendió preservar la paz. Esta idea expresada en estos términos es insostenible, entre otras cosas porque el propio Balboa se jactaba de haber ajusticiado a más de una treintena de caciques. Llevaba consigo a Leoncico, el hijo del famoso Becerrillo, adiestrado para despedazar naturales en un santiamén, y que uso cada vez que lo creyó conveniente[10].

En su juicio de residencia, ordenado por Pedrarias Dávila y efectuado por el licenciado Gaspar de Espinosa, salió libre de la responsabilidad en la muerte de Diego de Nicuesa y los agravios al bachiller Martín Fernández de Enciso, en atención a sus servicios, pero según Bartolomé de Las Casas, nadie alegó los robos, matanzas y cautiverios de indígenas porque eso nunca se tuvo en estas Indias por crimen[11]. Históricamente se contrapuso la crueldad del héroe cortesano Pedrarias Dávila frente a la bondad del héroe popular Núñez de Balboa. Sin embargo, no es más que un mito, pues es difícil –o imposible- encontrar conquistadores bondadosos. Según fray Bartolomé de Las Casas, escribió al rey informándole que se había visto obligado a ahorcar a una treintena de caciques por el poco número que había de españoles, para así disuadirlos de una eventual insurrección[12]. Por lo demás, Balboa fue muy dado a azuzar los canes a los nativos, para que destripasen algunos de ellos y los demás se sometieran[13].

En una reciente monografía sobre el Darién, Carmen Mena escribió en relación a esta supuesta humanidad de Balboa, lo siguiente:

En cierta ocasión alguien atribuyó el éxito de Balboa en sus correrías por el Istmo a la política de atracción y tolerancia desarrollada con los cacicazgos indígenas que invadió. Esta opinión arraigó por mimetismo y con tal fuerza en la historiografía convencional que terminó forjando la leyenda glorificadora del héroe Balboa y sirvió para contraponerla hábilmente con la de su rival el maligno Pedrarias. Desde luego a Balboa no le faltaban cualidades, pero entre éstas no se encontraban la tolerancia ni la compasión hacia el indígena. A cualquiera que se documente en los textos escritos en aquellos días le resultaría muy difícil compartir semejante criterio[14].

 

Pero por si acaso alguien piensa que Carmen Mena es partidista, podemos tomar referencias de cualquier otro de los especialistas, como Manuel Lucena Salmoral, Bethany Aram, o incluso su hagiógrafa Kathleen Romoli, y afirman más o menos lo mismo. Veamos las palabras de Bethany Aram:

A diferencia de Pedrarias, Balboa encarna al héroe popular. Las calles y estatuas erigidas en su honra, son testigos de la constante importancia popular de su leyenda… Pero por otra parte, la documentación acerca de Balboa tampoco se corresponde con ningún ideal de paz, altruismo o inocencia[15].

 

Mucho más contundente se muestra Kathleen Romoli, una de las grandes enamoradas de la gesta del jerezano y que incluso comparó su descubrimiento con el realizado por el mismo Cristóbal Colón. Sus simpatías por Vasco Núñez están fuera de toda duda, lo que otorga un valor añadido a su opinión sobre el supuesto pacifismo del gobernador del Darién:

Vasco Núñez de Balboa no era un tipo seráfico, ni siquiera excesivamente idealista. Es imposible ser simultáneamente un conquistador y un santo pacifista… Cuando el empleo de la fuerza era necesario para sus fines la utilizaba sin vacilar, y aprobaba la esclavitud de los caníbales u otras tribus, recalcitrantes y, desde luego, la de los negros africanos…[16]

 

Y otra, no creo que el debate deba centrarse en defender cuál conquistador era más violento y cuál menos. Yo no sabría decir si Balboa fue más o menos sanguinario que Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Tampoco creo que sea relevante. Eran conquistadores, eran guerreros, nada más y nada menos que eso. Y ser conquistador implicaba conquistar y saquear territorios a sangre y fuego. El jerezano aplicó los mismos métodos usados en la guerra de su tiempo y, por supuesto, en la guerra contra los nativos. Quizás la única innovación propia, fue el uso sistemático de los perros que colocaba siempre en primera línea, causando la desbandada entre sus oponentes que eran así más fácilmente perseguidos y derrotados[17]. No se trata de calibrar la mayor maldad o bondad de los conquistadores, sino de modificar las categorías con las que trabajamos. Vasco Núñez de Balboa ajustició, aperreó, mutiló y descuartizó a cuantos se le opusieron. Especial crueldad mostró frente a los sodomitas que algunos caciques acostumbraban a tener en su entorno. Pero aunque puedan parecernos actuaciones brutales, no hay que olvidar, como escribió A. A. Kirkpatrick en el siglo pasado, que eran castigos corrientes no solo en la América de la Conquista sino en también en la civilizada Europa[18].

 

4.-LA HUESTE

Aunque Panquiaco le había advertido que para cumplimentar su empresa necesitarían al menos un millar de hombres, el jerezano se conformó con seleccionar 190, con los que partió desde la villa de Santa María del Darién, recorriendo el espacio comprendido entre la costa atlántica y la pacífica. Gonzalo Fernández de Oviedo, que tuvo delante el diario de Andrés de Valderrábanos, debió copiar del original el listado de las 67 personas que contemplaron por primera vez el Mar del Sur y de los que estuvieron en la primera toma efectiva del nuevo océano en el golfo de San Miguel, el 29 de septiembre de 1513, y justo un mes después, el de la segunda toma de posesión, en este caso en el golfo que bautizó como de San Lucas[19].

Balboa sabía que necesitaba presentar una gran hazaña y enviar un buen puñado de pesos de oro para que la Corona lo reconociese como gobernador de los nuevos territorios. Por ello, en cuanto pudo, informó a las autoridades reales de su gesta. El problema fue que, cuando se tuvo noticia de su descubrimiento, ya habían nombrado por gobernador al segoviano Pedrarias Dávila, debiéndose conformar el jerezano con el título de adelantado de la Mar del Sur y de gobernador de Panamá y Coiba, pero sometido siempre a la autoridad suprema de Pedrarias[20]. Desde el primer momento, muchos supieron -y así lo señalan los cronistas- que el choque de colosos llegaría antes o después y que sólo uno de ellos sobreviviría.

 

5.-LUCES Y SOMBRAS DE SU EMPRESA DESCUBRIDORA

Vasco Núñez llegó al Darién de polizón en el barco del bachiller Enciso, teniente de Alonso de Ojeda, estando presente en la fundación de la villa de Santa María de la Antigua. Consiguió quitarse de encima con rapidez a Diego de Nicuesa y al bachiller Enciso, que se había mostrado como una persona poco carismática. Tras una rebelión apresaron y reembarcaron hacia España a este último, que ostentaba la alcaidía mayor y era la máxima autoridad legítima, delegada por Alonso de Ojeda. Descabezada la élite política, era el momento de alzarse con el poder, por lo que consiguió que el cabildo de la villa lo nombrase alcalde ordinario, junto a Martín de Zamudio. Poco después, convenció a éste para que fuese a Castilla a dar cuenta de lo realizado, consiguiendo de esta forma quitarse de encima a todos los posibles rivales. Los emisarios, encabezados por Zamudio, pasaron por Santo Domingo y aprovecharon la ocasión para hablar con el almirante y gobernador Diego Colón, quien nombró a Balboa gobernador interino y lugarteniente en Tierra Firme a la espera de la confirmación real[21]. Una vez, conseguido lo primero, no fue difícil que la Corona, basándose en los hechos consumados, le reconociese, por cédula del 23 de diciembre de 1511, como gobernador y capitán interino del Darién[22]. Entre 1511 y 1514, el jerezano vivió su mejor época, descubriendo en ese período el océano Pacífico y siendo reconocido con el título de gobernador y adelantado del Mar del Sur[23].

Antes del descubrimiento, realizó tres expediciones previas que le sirvieron para adquirir experiencia en el modo de guerrear de los naturales, sellando de paso alianzas con algunos de los caciques. Una de ellas fue la famosa expedición al Dabaibe, en marzo de 1512, en busca de una especie de dorado panameño[24]. Se trataba de una mera invención de los nativos, lo cual fue una táctica comúnmente usada por ellos en su desesperado intento por que los españoles abandonasen su tierra. Una y otra vez conseguían engañar a las huestes, cegadas por el afán de conseguir oro. Fue en una entrada por el interior del golfo de Urabá, en tierras del cacique de Abibaibe, cuando éste, para deshacerse de ellos, les dijo que allí no había oro pero que podría llevarlos al Dabaibe, donde abundaba el codiciado metal amarillo. Poco después el cacique se escapó y se confederó con otros para rebelarse contra los hispanos[25]. Pese a la evidencia del engaño, el jerezano siempre mantuvo vivo su interés por encontrar este reino áureo. Apenas consiguió reunir, después de muchos sufrimientos, 7.000 pesos de oro, que para colmo de males se hundieron en una canoa que los transportaban por el golfo de Urabá[26].  Un verdadero desastre en términos de vidas humanas y de rentabilidad económica, aunque desde un punto de vista geográfico supuso un avance ya que por primera vez pudo divisar las estribaciones de la inmensa cordillera de los Andes[27].

 

A primero de septiembre de 1513, zarpó de Santa María de la Antigua a bordo de un galeón y nueve canoas, con un total de 190 españoles y unos 600 nativos[28]. Desembarcaron en Acla, donde fueron bien recibidos por el cacique Careta, ya sometido previamente por el gobernador del Darién. De ahí marcharon por tierra rumbo al sur, culminando la jornada el 29 de septiembre con la toma de posesión del Mar del Sur. Luego regresaron por otra ruta, estando de vuelta en Santa María de la Antigua en enero de 1514. Dadas las noticias que traían y, sobre todo, el importante botín, hubo un gran regocijo entre los hispanos estantes en la villa, olvidándose todas las rencillas existentes hasta ese momento. Sin embargo, esta jornada ha sido mitificada, siendo ensalzada y comparada, incluso con la hazaña descubridora de Cristóbal Colón y con  la primera vuelta al mundo de Magallanes- Elcano[29]. Y es cierto que el descubrimiento tuvo su trascendencia para Occidente, pero conviene que hagamos una crítica objetiva para alejarnos de la leyenda y acercarnos a la historia:

Primero, la historiografía clásica ha ponderado la hazaña, calificándola de heroica y terrible caminata a través del istmo de Panamá[30]. Otros incluso imaginaron grandes cadenas montañosas, comparables a los Andes, que se interponían en el camino al Mar del Sur, constituyendo un puro y perenne obstáculo[31]. Simple imaginación para presentar al jerezano como un héroe digno de los textos de Homero[32]. En realidad, el trayecto desde el Atlántico al Pacífico tenía apenas 60 millas de anchura, unos 108 kilómetros e, incluso, menos si hubiera sido posible recorrerlos en línea recta[33]. Lo podía haber realizado tranquilamente, sin apresurarse demasiado, en tan sólo quince días[34]. Asimismo, el camino de vuelta lo podía haber realizado por la misma brecha trazada en la ida, pero prefirió hacer una gran gira por diversos cacicazgos para aumentar el botín[35]. Además, aunque la selva virgen era muy tupida, no había barreras orográficas insalvables más allá de algunas sierras, una vegetación densa y algunas zonas pantanosas. Si tardaron más de cuatro meses fue porque estuvieron robando oro, perlas, esclavos y alimentos por todos los cacicazgos y pueblos por los que pasaban. De hecho, partieron del Darién  a primeros de septiembre de 1513 y regresaron el 19 de enero del año siguiente, con un botín considerable[36]. Es obvio que tanto la distancia como las condiciones ambientales fueron mucho más asequibles que las que encontraron Diego de Almagro en Chile, Francisco de Orellana en el Amazonas o Alvar Núñez Cabeza de Vaca en Norteamérica, por citar solo algunos ejemplos. La jornada fue tan llevadera que no murió ni uno solo de los 190 que le acompañaron a lo largo de toda la jornada[37]. El propio jerezano se jactó de ello en las cartas que escribió a principios de marzo de 1514, pocas semanas después de regresar de su jornada descubridora[38]. El padre Las Casas, siempre crítico con los conquistadores, ofreció otra versión del motivo por el que no hubo ningún percance entre las huestes:

No eran grandes hazañas las que hacía venciendo, como pelase con gallinas, que son todos los indios desnudos… mayormente llevando las escopetas que nunca habían visto ni oído, ni gente tan extraña y feroz como los nuestros son, comparados a aquellos que por armas tienen sus barrigas y pellejos desnudos…[39]

 

Ni un solo pueblo de la zona se rebeló contra él, pues previamente tuvo la precaución de cometer algunos actos de barbarie de manera que los amedrentados nativos en vez de plantar cara a los extranjeros, huyeron a la selva, desamparando sus pueblos[40]. Poco antes de tomar posesión del Mar del Sur, el cacique Chiape mostró su hostilidad, negándose a proveerlos de alimentos y a ofrecerles su amistad[41]. Sin embargo, fue fácil hacerle cambiar de actitud; bastaron varias andanadas de arcabuces para que los naturales, que obviamente desconocían la pólvora, temblaran aterrorizados en medio de la huida generalizada[42]. Lo cierto es que el jefe indígena se lo pensó mejor y, tras ofrecerles garantías de la conservación de su propia vida, se ofreció como leal vasallo de la corona de Castilla[43]. Por lo demás, el adelantado como buen baquiano sabía bien que la amenaza no era tanto la belicosidad indígena como el hambre. Por ello, se preocupó de estar siempre bien abastecido durante el trayecto, robando sistemáticamente las reservas de todos los pueblos por los que pasaba[44]. Por todo ello, concluye Carmen Mena que, dado el corto espacio recorrido y la escasa resistencia indígena, dicha empresa fue mucho más fácil de lo que tradicionalmente se ha sostenido[45].

Segundo, el descubrimiento tuvo ciertos aspectos cómicos, con esa teatralidad y parafernalia tan propia de la época. Corriendo un martes 25 de septiembre de 1513, sobre las diez de la mañana, los nativos advirtieron a Balboa que desde la próxima cima se podía divisar el nuevo mar. Éste ordenó inmediatamente a sus hombres que se detuvieran para ser él, el primero en divisar el citado océano, consciente de la importancia de su descubrimiento. Una vez más se verifica la percepción que ellos mismos tenían de la importancia y de la trascendencia de los hechos de armas que estaban protagonizando. La literatura ha comparado sus sensaciones al contemplar el nuevo mar con las de Aníbal cuando, orgulloso, mostró a sus hombres desde la cima de los Alpes el territorio romano que pretendía conquistar[46]. Tras todo un ritual de aspavientos, alzamiento de manos y arrodillamiento mandó llamar a sus hombres para que compartiesen el hallazgo, al tiempo que se arrodillaban y el clérigo de la expedición, Andrés de Vera, entonaba un emocionante Te Deum Laudamus[47]. El entonces gobernador del Darién los arengó, agradeciéndoles su fe en él, y destacando los servicios realizados a Dios y al rey así como la posibilidad de que todos ellos, con el favor de Cristo, se convirtiesen en los más ricos españoles que habían pisado las Indias[48]. Iniciaron el descenso y pasaron por el poblado del cacique Chiape que atemorizado por las noticias de los Tibá los recibió bien y les entregó el oro que tenía. El 29 de septiembre el jerezano decidió tomar posesión del nuevo mar: seleccionó a 26 de sus hombres, todos vestidos con las mejores galas, y junto a su perro Leoncico, y al cacique Chiape tomó posesión oficial del citado océano. Bajaron a la costa, Balboa y sus hombres vadearon el nuevo Océano hasta la rodilla, y blandiendo en alto su espada con la mano izquierda y con la derecha el invicto pendón de Castilla, tomó posesión solemne de aquel mar, en nombre de la corona de Castilla[49]. Dado que dicho día coincidió con la onomástica del arcángel San Miguel, le puso al golfo este nombre. Pero, tan gratificante acto era digno de ser vivido dos veces, por ello, justo un mes después, el 29 de octubre, el jerezano volvió a tomar posesión del nuevo océano, en esta ocasión en la playa de la isla de las Perlas[50]. Se habían acercado allí en busca de otro botín, el de las perlas que los nativos no valoraban en exceso, pues cogían las ostras simplemente para comer, acumulando las perlas que encontraban, aunque sin darles un valor suntuario[51].  Tras un amplio recorrido de regreso, sometiendo y robando a otros caciques, el 18 de enero de  1514 estaban de vuelta en Santa María del Darién con un amplio botín de guerra y con noticias prometedoras de lo descubierto.

Tercero, conviene insistir que el jerezano no lo hacía tanto por un afán descubridor como por encontrar oro. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo lo dijo con una claridad meridiana:

El principal intento de Balboa era conseguir oro, e indios e indias de que se sirviesen[52].

Fue el hijo de Comagre, Panquiaco, el que indignado por las disputas de los hispanos por repartirse el oro robado a su propio padre, les indicó que más al sur, en el otro mar, había un pueblo muy rico que usaba vajillas de oro para comer y que tenían más metal dorado que España cobre[53]. Dado que debían viajar durante seis días por la Mar del Sur y que debían enfrentarse a grandes reyes, parece claro que se refería al Imperio de los Incas, del que había oído hablar. En realidad, se trataba de la vieja estrategia de despertar la ambición de los hispanos, en particular de Balboa y Pizarro, para conseguir que se fueran de su territorio para así librarse de su yugo. Sin embargo, en esta ocasión no era exactamente un mito, tenía conocimiento indirecto del gran reino de los incas y lo usó con ese objetivo, aunque no pudo conseguir su objetivo de librarse de los hispanos que muy al contrario habían arribado a Castilla del Oro para quedarse. De hecho, al regreso, como el océano Pacífico no producía oro que era lo que quería el jerezano, realizó una amplia caminata por otros pueblos, situados más al noroeste, robando los cacicazgos de Teoca, Pacra, Bugue, Bononaima y Chiorizo para ampliar su botín. Los naturales solían entregar pectorales de oro que usaban los guerreros; Oviedo dice que un indio principal entregó quinces. Por cierto, que por ese afán de asimilación con lo que conocían, ellos llamaban a estos pectorales circulares patenas[54].

Contaba irónicamente Oviedo que él leyó las actas del viaje levantadas por el escribano oficial Andrés de Valderrábanos y  no se consignaron pero muchas hubo, y muchos indios hizo atormentar y a otros aperrear en este camino para que le diesen oro. Y a unos se tomaban las mujeres y a otros las hijas; y como Vasco Núñez hacía lo mismo, por su ejemplo o dechado, sus mílites se ocupaban en la misma labor, imitándole[55]. De hecho, cuando el cacique de Pacra le dijo que no sabía dónde se encontraban las minas lo torturó hasta la muerte, sin conseguir que dijese un sitio que seguramente no conocía[56].

Cuando regresaron a Santa María de la Antigua, el 19 de enero de 1514, traían consigo 2.000 pesos de oro, además de perlas, prendas de algodón y unos 800 naborías en colleras. Balboa, a diferencia de otros descubridores, como Hernán Cortés o el propio Cristóbal Colón que pretendieron encontrar el Mar del Sur para ampliar el comercio, no pensó tanto en eso como en la posibilidad de encontrar nuevos pueblos con mucho oro[57]. Si había otro océano, habría otros pueblos, según decían los nativos muy ricos, y por tanto habría más riquezas que robar o rescatar. Quede claro que aunque avistara o descubriera el Pacífico, Balboa no fue ni de acción ni de vocación un descubridor sino un conquistador.

Cuarto, por obvio que resulte no podemos olvidar que eso de descubrir el océano Pacífico era más que relativo. Los nativos de Centroamérica y de Sudamérica lo tenían más que descubierto y, por supuesto, las milenarias civilizaciones orientales. Pero es más, los portugueses hacía años que navegaban por él, comerciando con las islas de la Especierías, conocidas como las Molucas. En realidad, el avance geográfico se limitó al descubrimiento para Europa del Pacífico americano porque el Pacífico asiático estaba más que descubierto.

 

Quinto, el descubrimiento y la posterior fundación de la ciudad de Panamá fue tan positivo para Occidente como nefasto para las altas civilizaciones andinas. Supuso la apertura de la puerta al Tahuantinsuyu. El propio Balboa fue el primero que ensambló los primeros barcos en el Pacífico americano, construyendo dos bergantines para explorar la isla de las Perlas y bajar hacia el sur. El gran imperio de los Incas tenía los días contados.

Dicho todo esto, ¿qué méritos caben atribuirle al jerezano? Hay que reconocerle algunos, a saber:

Uno, pretendió siempre establecer enclaves estables, estando presente en la fundación de la villa de Santa María de la Antigua, que jugaría un papel destacado en el proceso descubridor centroamericano[58]. La influencia de este establecimiento es sólo comparable a la ejercida por Veracruz en la costa Atlántica de Nueva España. En ese momento se abrió un nuevo ciclo en la historia americana que culminaría con el descubrimiento del Mar del Sur.

Dos, consiguió verificar por primera vez la existencia de un océano al otro lado, algo buscado e intuido incesantemente por Cristóbal Colón y otros marinos pero solo conseguido por el jerezano. Y además lo recorrió por una de las partes más estrechas de todo el continente americano, muy cerca de donde actualmente discurre el célebre canal de Panamá. Gonzalo Fernández de Oviedo lo dijo con gran claridad:

Pero este servicio deste descubrimiento de la mar del Sur, y ser el primero de los cristianos que la vido, y con grandísima diligencia que la buscó y halló, a sólo Vasco Núñez se debe este trofeo…[59]

 

Bien es cierto que los españoles en realidad lo que buscaban era un estrecho que, desgraciadamente para ellos, nunca apareció. Perdida toda esperanza, aprovecharon la estrechez del istmo para plantear numerosos proyectos para comunicar la costa atlántica y la pacífica, pero ninguno de ellos se llevó a efecto[60]. Sin embargo, el avistamiento del Pacífico y en una zona tan estrecha como la actual Panamá tuvo una importancia vital en la expansión de la frontera occidental. El corto recorrido que había entre los dos mares en el actual estado de Panamá, demostrado por Balboa, supuso el nacimiento de un extraordinario comercio entre el Atlántico y el Pacífico que se hacía en recuas de mulas entre Nombre de Dios o Portobelo y Panamá y actualmente a través del estratégico canal de Panamá. El hallazgo de Vasco Núñez cambió para siempre la historia de la navegación, del transporte y de la comunicación mundial. De hecho pocos meses después, partió la expedición de Magallanes-Elcano con el objetivo de dar la vuelta al mundo y descubrir la isla de la Especiería, el sueño que el jerezano nunca pudo realizar[61]. Lo cierto es que para cualquier panameño, Balboa es y será siempre, guste o no, uno de los fundadores de su patria.

Tres, no sólo descubrió el Pacífico americano sino que, inmediatamente después, construyó unos bergantines y viajó a la isla de las Perlas. Aunque su objetivo fue económico, es cierto también que fue el primer occidental que surcó las aguas del Pacífico americano, iniciando un tráfico comercial que no ha cesado de aumentar hasta nuestros días.

Cuatro, fue uno de los más genuinos conquistadores, nada más y nada menos que eso; una persona que estaba dispuesta a matar y a morir por conseguir honra y fortuna. Y así lo hizo. Gonzalo Fernández de Oviedo, no ocultaba su simpatía hacia él, al decir, que aunque no le faltaba codicia, era una persona muy valerosa en el combate[62]. Anglería, también lo elogió, aludiendo a su ímpetu descubridor porque un alma grande no sabe estarse quieta[63].

Y cinco, fue un personaje querido por su gente, por los suyos, y ello porque curaba y ayudaba a sus hombres como a hijo o hermano suyo, y siempre los recompensaba con  generosidad[64]. Esta idea fue destacada por los cronistas de su tiempo y la ha recalcado y quizás exagerado la historiografía posterior[65]. Así, por ejemplo, cuando regresó de su expedición descubridora, sacó el quinto real y repartió el botín entre sus hombres, incluyendo a su perro Leoncillo, cuya parte, 500 castellanos, se embolsó obviamente él[66]. Por tanto,  esta claro que fue leal con las personas que confiaron en él, aunque por desgracia pocos de sus hombres le fueron recíprocos.

 

6.-¿FUE UN TRAIDOR?

Vasco Núñez, como buen conquistador, pagó con su vida las codicias propias y las ajenas. En sus ambiciones expansionistas se cruzó pronto otro noble castellano, el segoviano Pedrarias Dávila, nombrado nuevo gobernador de Tierra Firme, llamada ahora Castilla de Oro. Balboa quedaría en una incómoda segunda posición, supeditado al segoviano. El enfrentamiento entre los dos caudillos estaba servido, ante la atenta mirada de Francisco Pizarro que, de momento, permanecía en la sombra a la espera de su oportunidad. La tensión entre ambos contendientes no cesó de aumentar, pese al compromiso de boda del jerezano con María de Peñalosa, una hija del gobernador. Este futuro enlace fue auspiciado por fray Juan de Quevedo, obispo de Tierra Firme, con el objetivo de limar diferencias entre uno y otro[67]. Era un viejo recurso, usado tradicionalmente por la propia monarquía para mantener la paz con los estados de su entorno. En teoría ganaban los dos, Balboa conseguía el apoyo del gobernador en sus planes expansivos y Pedrarias la lealtad de su futuro yerno[68]. El prelado siempre pensó que eso sería suficiente para evitar el enfrentamiento entre los dos titanes. Pero no fue así, marchó a España, y mientras tanto, poco después se produjo el apresamiento y posterior ajusticiamiento del jerezano[69].

En 1516 Pedrarias Dávila le autorizó a proseguir sus descubrimientos en el Mar del Sur por espacio de dos años. El adelantado se demoró porque debió transportar desde Acla las maderas y la jarcia para construir varios bergantines. De forma absurda, Pedrarias Dávila, a través de Gaspar de Espinosa, le acuso de traición por no haber regresado al punto de partida tras vencerle la licencia[70]. Pero es más, cuando supo del nombramiento del nuevo gobernador, Lope de Sosa, envió unos emisarios para informarse pues en caso de ser cierto pretendía acabar unos bergantines y proseguir sus descubrimientos fuera del alcance de la nueva autoridad[71]. Ésta era toda la traición que tenía en mente, es decir, nada de rebelarse contra la Corona de Castilla sino una simple estrategia para ganar tiempo en sus planes expansivos. Como veremos a continuación, en realidad él no fue el traidor sino el traicionado; veámoslo:

Andrés Garabito, uno de sus más cercanos colaboradores, estaba enamorado de Anayansi, una joven india hija del cacique Careta que éste entregó al jerezano y con la que éste mantuvo una relación. Incluso, en una ocasión, aprovechando la ausencia de Balboa, intentó sin éxito forzarla[72]. Cuando lo supo el jerezano le recriminó duramente su actitud[73]. Éste, que aparentemente mostró su arrepentimiento, se sintió despechado por lo que escribió a Pedrarias Dávila que el adelantado se había alzado en la zona del rio de la Balsa, contra su autoridad y la de su Majestad. El segoviano, que en el fondo siempre receló del jerezano, creyó o fingió creer el testimonio de Garabito y ordenó su apresamiento[74]. Así, estando de regreso en la ciudad de Antigua fue apresado, bajo la acusación de tramar una rebelión. Entre los que participaron personalmente en el arresto estaba su antiguo amigo y colaborador Francisco Pizarro. En ese justo momento, Balboa intentó disuadir a su antiguo capitán, diciéndole: no solíais vos antes salir así a recibirme, pero Pizarro se limitó a responder que cumplía órdenes del gobernador[75]. Fue encadenado y encerrado en la casa más segura de la villa de Acla, la de Juan de Castañeda. Probablemente, el apresamiento se produjo por la defección de personas cercanas a él, las mismas que le juraron lealtad hasta la muerte, cuando tomaban posesión del océano Pacífico[76]. Ya los cronistas se extrañaron por el hecho de que nadie advirtiese al jerezano de las verdaderas intenciones de los enviados de Pedrarias Dávila. Según Antonio de Herrera ninguno lo hizo por miedo a la posible represalia del segoviano[77]. Pero es más, incluso después de su ejecución no se produjeron ni tan siquiera protestas de los hombres que habían hecho historia con él durante varios años[78]. Tuvo que ser su hermano Gonzalo Núñez de Balboa el que, varios años después, reivindicara su memoria para así recuperar algunas de sus posesiones, en especial su enjundiosa encomienda[79].

 

Fue trasladado a Acla donde se le instruyó un juicio sumarísimo, plagado de testigos comprados que testificaron en su contra. En enero de 1519 fue condenado  a morir decapitado junto a otros cuatro de sus incondicionales, a saber: Fernando de Argüello, Luis Botello, Hernán Muñoz y Andrés de Valderrábanos[80]. Los cargos fueron los mismos de siempre: la muerte de Diego de Nicuesa, la expulsión del bachiller Enciso, el fracaso en el Dabaibe y el haber sobrepasado en nueve o diez meses el plazo que tenía de exploración en el mar del Sur[81]. Sin embargo, de los dos primeros casos ya había sido absuelto, y los otros dos cargos no tenían peso suficiente ni para encausarlo. El jerezano protestó y alegó con fundamento que jamás pensó en la rebelión contra la corona de Castilla, pues de haber sido así jamás se hubiese dejado apresar. Y no le faltaba razón, en el momento de su arresto disponía de 300 hombres bien armados y adiestrados y cuatro navíos, suficientes para resistir a cualquier hueste que se hubiese enfrentado a ellos.

Según algunos cronistas, Gaspar de Espinosa, consciente de la injusticia que se estaba cometiendo, cedió, pues aunque mantuvo su acusación de traición, añadió que por sus muchos méritos merecía evitar la pena capital, sugiriendo su envío a España. Pero, Pedrarias Dávila, haciendo gala a su apelativo de furor domini, insistió: Pues si pecó, muera por ello[82]. Efectivamente, Espinosa cumplió la orden, dándole tiempo eso sí, a confesar y a comulgar; de nada sirvió su defensa, pues, como dijo Girolamo Benzoni, donde reina la fuerza de nada vale defenderse con la razón[83] No menos claro lo dijo Fernández Oviedo para quien nadie creía en la traición del jerezano pero la ejecución la permitió Dios como pago por la muerte de Diego de Nicuesa[84].

En enero de 1519, fue conducido al cadalso mientras un pregonero voceaba: ésta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro señor y don Pedrarias Dávila, su lugarteniente, por traidor y usurpador de las tierras sujetas a su real corona[85]. Murió  jurando que todo era mentira y que ni siquiera pensó que se pudiera imaginar de él esa posibilidad[86]. Y era cierto porque pudo huir y no lo hizo, pues nunca sospechó lo que le esperaba. Pero, daba igual, el viejo Pedrarias se quitaba un incómodo rival de encima al igual que Francisco Pizarro, que tuvo desde entonces el camino despejado hacia el Tahuantinsuyu.

Su ejecución en Acla, cuando debía tener unos 44 años de edad,  fue absolutamente injusta porque no hubo rebelión contra la autoridad vigente, ni hizo nada diferente de lo que hacían habitualmente el resto de sus compatriotas[87]. El autor moral, Pedrarias Dávila, no era menos codicioso ni tenía menos muertes a sus espaldas, mientras que el licenciado Espinosa, el ejecutor material, causó tantos estragos en tierras del cacique Quema que, según Las Casas, dejó 40.000 ánimas en los infiernos plantadas[88].

Ahora bien, quien a hierro mata a hierro muere, y eso exactamente fue lo que le ocurrió al guerrero extremeño. De hecho, Balboa condenó a una muerte segura a Diego de Nicuesa, cuando le obligó a zarpar rumbo a la Española en un bergantín en mal estado, el 1 de marzo de 1511. Y ello a pesar de que incluso suplicó que le permitiesen quedarse como un soldado más[89]. Lo cierto es que nunca más se supo de él ni de los 16 files que le quisieron acompañar, por lo que se supuso, cuenta Anglería, que se fueron todos a pique con el mismo barco[90]. Los cronistas justificaban por norma las ejecuciones como un castigo divino por los pecados cometidos en vida. El padre Las Casas que denunció los robos y atropellos de  Balboa y sus hombres, como los de otros conquistadores, se consolaba diciendo que la mayoría de ellos no pudo disfrutar del botín porque tuvo un mal final, muriendo en breve plazo[91]. En cambio, Fernández de Oviedo también creía en la inocencia del jerezano, pero su ejecución la permitió Dios como castigo por la muerte de Nicuesa[92].

El extremeño se la jugó en varias ocasiones, a sabiendas de que podría salirle mal como de hecho le salió. En el mismo año de 1510, cuando viajó de polizón en la nao del bachiller Enciso, estuvo a punto de ser abandonado en una isleta y se salvó milagrosamente. No llevaba más que lo puesto, además de su espada y de su perro Leoncico; ahí pudo haber acabado todo, cuando aún era un desconocido[93]. Pero en ese momento tuvo la suerte que le faltó en otros momentos. Bien es cierto que las traiciones en la conquista fueron una constante, igual que Balboa condenó a Nicuesa, Pedrarias Dávila a Balboa, Sebastián de Belalcázar a Jorge Robledo, Hernán Cortés a Cristóbal de Olid, Hernando Pizarro a Diego de Almagro el Viejo, y Diego de Almagro el Joven a Francisco Pizarro, etc. Como podemos observar, la conquista no sólo implicó la desaparición del mundo de los vencidos sino también un sinfín de traiciones y asesinatos entre los vencedores. En una ocasión, salió Balboa a hacer una de sus expediciones descubridoras y dejó la villa de Acla al mando de Diego Albítez. Pues bien, cuando regresó se encontró que éste había ido a la Española a solicitar autorización de los padres jerónimos para poblar una villa en Nombre de Dios y continuar los descubrimientos en el Mar del Sur[94]. Queda bien claro, que durante la Conquista se sucedían las traiciones de unos a otros sin el más mínimo miramiento, pues todos aspiraban a tener su propia gobernación y no ser segundones de nadie.

¿Por qué fracasó? pues por distintos motivos, el primero de ellos por la falta de protectores en la Corte y en las propias Indias, y en cambio por los muchos enemigos que su rápido encumbramiento le granjeó[95]. Sin embargo, la principal causa fue simplemente una cuestión de tiempo; su descubrimiento llegó tarde por unos meses o quizás un año. Pedrarias fue nombrado capitán general y gobernador de Castilla del Oro el 27 de julio de 1513, mientras que el descubrimiento del Mar del Sur se produjo en septiembre y no se conoció en la Corte hasta mayo de 1514[96]. Es decir, si el descubrimiento del Mar del Sur se hubiese producido un año antes, la historia para Balboa habría cambiado radicalmente, pues nunca se hubiese nombrado por gobernador al segoviano. El jerezano conocía el problema, de hecho a finales en 1512, cuando ya intuía la existencia de otro mar en la otra orilla, envió a Colmenares y a Caicedo, informando de su posible existencia[97]. En mayo del año siguiente estaban ante el rey, causando una grata impresión, aunque no lo suficiente como para cambiar la mala fama que el jerezano tenía en los medios cortesanos[98]. En enero de 1513 volvió a escribir a la Corona, solicitando bastimentos para abastecer a la villa de Santa María de la Antigua, aunque tampoco tuvo demasiada repercusión[99]. Y poco después envió con poderes al gallego Sebastián de Ocampo, con tan mala fortuna que enfermó en Sevilla y murió en julio de 1514[100].

Desgraciadamente, no les prestaron mucha atención porque a esas alturas la Corona ya no creía en promesas sino que quería realidades. De nuevo, una vez que regresó de su descubrimiento, en enero de 1514, envió delegaciones a Santo Domingo, donde entregó un buen presente al poderoso tesorero Miguel de Pasamonte, y a España, llevando al rey su quinto real y un buen  presente de perlas. Para tal cometido comisionó al bilbaíno Pedro de Arbolancha un hombre de su más absoluta confianza que lo había acompañado en toda la jornada y, por tanto, conocía de primera mano todo lo sucedido[101]. La alegría en la Corte fue considerable y decidieron nombrarle adelantado de la Mar del Sur, olvidando las traiciones a Nicuesa y Enciso. Sin embargo, había un problema, hacía un año que se había despachado al segoviano Pedrarias Dávila, como gobernador de Castilla del Oro. Y el motivo de su envió había sido precisamente la mala fama del jerezano, difundida por enemigos acérrimos como el bachiller Enciso, que habían calado hondo en la Corte[102]. El descubrimiento del Mar del Sur y el rico presente cambió la actitud de la Corona pero era demasiado tarde, la suerte estaba echada; era cuestión de tiempo que estallase un conflicto entre ambos, como había ocurrido cada vez que se había establecido una bicefalia en el mando. Si el descubrimiento del Mar del Sur hubiese ocurrido un año antes es posible que la gobernación hubiese recaído directamente sobre el jerezano y, por tanto, la gran armada de Pedrarias Dávila nunca hubiese sido concebida ni despachada[103].

 

CONCLUSIONES

El jerezano fue un hombre de su tiempo que se comportó de la manera que todos esperaban que se comportase. Un conquistador, nada más y nada menos que eso, a medio camino entre el refinamiento de Hernán Cortés y el analfabetismo de Francisco Pizarro. Pero compartía con ellos lo esencial, era un hombre de acción, dispuesto a todo tipo de transgresiones con tal de lograr su objetivo de engrandecimiento social y económico, de pasó que servía a los intereses reales y divinos.

Fue leal a las personas que confiaron en él. Y por ello, en el contexto de su época, debemos valorarlo. Eso no impide que podamos juzgar e incluso denunciar formas de actuar del pasado, como el uso reincidente y recurrente de la guerra o la  tolerancia con la esclavitud. Precisamente, si en algo puede ayudar la historia a la sociedad actual es en destapar los errores del pasado para intentar construir un mundo más justo y humano. Sin este componente transformador del presente la historia no tiene demasiado sentido. El hecho de que la guerra o la esclavitud estuviesen plenamente aceptadas en la época no nos exime de nuestra obligación de denunciar esas actitudes del pasado para evitar que se sigan repitiendo miméticamente en el presente y en el futuro. Ello es lo que da sentido a nuestro trabajo como historiador.

Su descubrimiento del Mar del Sur fue un hito más en el proceso de expansión de Occidente, es decir, la llegada a las puertas del Tahuantinsuyu, que a corto o medio plazo terminó provocando su dramático derrumbe. Un capítulo más en la historia de la humanidad, donde el más fuerte siempre se impuso al más débil. No es que no se pueda celebrar la efeméride pero, al menos debían cumplirse dos condiciones:

Una, saber exactamente lo que conmemoramos y otra, aprovechar la ocasión para trazar puentes entre Europa y América, fomentando la cooperación y aprendiendo juntos de las experiencias traumáticas del pasado. Tampoco estaría mal, de paso, recuperar la memoria histórica, rescatando del olvido a los perdedores, a las miles de víctimas que murieron luchando contra unos extranjeros que terminaron destruyendo su mundo. Conocemos bien a los vencedores pero no a los vencidos: reyezuelos como Pocorosa, Panquiaco o Chiape y miles de pobres nativos que perecieron esclavizados en las minas o en las colleras donde iban porteando los víveres y el oro que los propios hispanos les habían robado previamente. Este recuerdo del pasado, con todo su dramatismo intrínseco, nos podría animar en nuestro empeño por crear un mundo mejor y más justo para todos. Éste es el perfil que a mi juicio debería tener este V Centenario.

Probablemente el adelantado Vasco Núñez no fue más que otra víctima de la vorágine de la conquista que se llevó por delante no sólo a millones de nativos, sino también a cientos de conquistadores, adelantados, descubridores, ambiciosos y visionarios. Tanta mala fortuna que decía irónicamente Fernández de Oviedo, que nadie en sus cabales querría llevar el título de adelantado[104] Toda una generación de guerreros, cegados por el ansia de honra y fortuna, que terminaron sus días de manera tan dramática como los amerindios a los que sometieron con la coartada de la civilización.

Restituyamos al mito al terreno de la Historia, Núñez de Balboa fue un conquistador, con todo lo que esa palabra indica. No intentemos ver en él aspectos bondadosos o humanitarios de los que él mismo se ruborizaría.  

 

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[1] KOSELLECK, Reinhart: Futuro pasado. Contribución semántica de los tiempos históricos. Barcelona, 1993, pp. 19-20.

[2] Sobre el estancamiento de la historia y las nuevas propuestas de análisis histórico puede verse el reciente libro de BOLDIZZONI, Francesco: La pobreza de Clío. Crisis y renovación en el estudio de la historia. Barcelona, Crítica, 2013.

 

[3] BAYLE, Constantino S.J.: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Administración de Razón y Fe, 1923, p. 108.

[4]HERRERA, Antonio de: Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, T. I. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1991,  p. 556.

[5] BETHANY, Aram: Leyenda negra y leyendas doradas en la conquista de América. Pedrarias y Balboa. Madrid, Marcial Pons, 2008, p. 33 y 228.

[6] LUCENA SALMORAL, Manuel: Vasco Núñez de Balboa, descubridor de la Mar del Sur. México, Editorial Anata, 1991, p. 5.

[7] CABAL, Juan: Balboa, descubridor del Pacífico. Barcelona, Editorial Juventud, 1958, pp. 14-15.

[8] LARRAGOITI, Antonio S. de: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Talleres Gráficos Victoria, 1958, p. 121.

[9] El libro en cuestión era el de BLAS ARITIO, Luis: Vasco Núñez de Balboa y los cronistas de Indias. Panamá, 2013.

[10] El uso de perros adiestrados para el combate contra animales o contra otros seres humanos tenía una larga tradición que como mínimo se remontaba a la antigüedad. Estos perros de la conquista habían sido adiestrado para despedazar indios, como indicó fray Bartolomé de Las Casas y otros cronistas. Sobre los aperreamientos de indios véase los trabajos de MIRA CABALLOS, Esteban: Conquista y destrucción de las Indias. Sevilla, Muñoz Moya, 2009, pp. 208-209  y de ROJAS, José María: La estrategia del terror en la guerra de conquista, 1492-1552. Medellín, Hombre Nuevo Ediciones, 2011, pp. 75-81.

[11] LAS CASAS, Fray Bartolomé de: Historia de las Indias, T. III. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1951, p. 36. El 18 de julio de 1513 Pedrarias recibió una real cédula por la que se le ordenaba que instruyese un juicio de residencia al jerezano por el tiempo que fue alcalde mayor del Darién. Publicada en ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, Ángel de: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendencia e Intervención Militares, 1914, pp. 35-36.

[12] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 576.

[13] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 595.

[14] MENA GARCÍA, María del Carmen: El oro del Darién. Entradas y cabalgadas en la conquista de Tierra Firme (1509-1526). Sevilla, Consejería de la Presidencia, 2011, p. 155.

[15] BETHANY: Ob. Cit., p. 249.

[16]ROMOLI, Kathleen: Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Pacífico. Madrid, Espasa Calpe, 1967,  p. 369.

[17] Pedro Mártir de Anglería afirma que colocaba los escuadrones de perros, que guardaban en la pelea la primera línea, y jamás rehusaban pelear. ANGLERÍA, Pedro Mártir de: Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Editorial Polifemo, 1989,  p. 165.

[18] KIRKPATRICK, F. A.: Los conquistadores españoles. Madrid, Espasa Calpe, 1986, pp. 42-43.

[19] FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias, T. III. Madrid, Atlas, 1992, p. 217.

[20] El título de adelantado de un mar, en este caso el del Sur, tenía algunos precedentes en la Castilla bajomedieval,. Por ejemplo, en 1260 el rey nombro adelantado mayor de la mar a Juan García. ORTUÑO SÁNCHEZ-PEDREÑO, José María: “El triste final del adelantado de la Mar del Sur, Vasco Núñez de Balboa”, Anales de Derecho Nº 19, Murcia, 2001, p. 176.

[21] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 553. Este hecho lo citan con pocas variantes casi todos sus biógrafos. Véase, por ejemplo a BAYLE: Ob. Cit., p. 28.

[22] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. 9.

[23] En las Partidas de Alfonso X se decía que un Adelantado era un hombre metido adelante en algún hecho señalado, por mandado del rey. En la Castilla bajomedieval venía a ser una persona que ostentaba el mando en una zona fronteriza o recién conquistada y que tenía poderes civiles y militares.  VIGÓN, Jorge: El ejército de los Reyes Católicos. Madrid, Editora Nacional, 1968, p. 151. En América, los Adelantados solían firmar una capitulación con el rey por la que se comprometía a descubrir o conquistar un determinado territorio a cambio de varias prerrogativas, entre ellas las inherentes al propio título. El caso de Balboa era singular ya que se le hizo adelantado no de un territorio sino de un mar.

[24]Dabaibe era la madre del dios creador y, según la leyenda, tenía un tempo de oro macizo donde se realizaban sacrificios humanos. Los nativos lo ubicaban a unas 40 leguas de la villa de Santa María de la Antigua. MÉNDEZ PEREIRA, Octavio: Núñez de Balboa. El tesoro del Dabaibe. Madrid, Espasa-Calpe, 1975,  pp. 51-52. MARTÍNEZ RIVAS, J. R.: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Quorum, 1987, pp. 39 y ss.

[25] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., pp. 62-69.

[26] MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., p. 40.

[27]PEREIRA IGLESIAS, José Luis: “Vasco Núñez de Balboa y el descubrimiento del océano Pacífico”,  en Extremadura y América, Vol. II. Badajoz, 1988, p. 197.

[28] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. LXXXVIII.

[29] Por ejemplo, la historiadora norteamericana Kathleen Romoli  sitúa al mismo nivel el descubrimiento del Pacífico con el de América y con la primera vuelta al mundo. ROMOLI: Ob. Cit., p. 183.

[30] Véase, por ejemplo, a LUMMIS, Carlos F.: Los exploradores españoles del siglo XVI. Vindicación de la acción colonizadora española en América. Madrid, Espasa Calpe, 1968, p. 48.

[31] RUIZ DE OBREGÓN Y RETORTILLO, Ángel: Vasco Núñez de Balboa. Historia del descubrimiento del Océano Pacífico, escrita con motivo del Cuarto Centenario de su fecha.  Barcelona, Casa Editorial Maucci, 1913, p. 67.

[32] Ibídem, p. 68.

[33] KIRKPATRICK: Ob. Cit., p. 43.

[34] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 76.

[35] Octavio Méndez afirma que hizo otra ruta de regreso para tener un más amplio conocimiento del istmo, sin embargo, el gran botín obtenido en oro, ropa y esclavos, indican que su objetivo era bastante más crematístico.  MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 84.

[36] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 10.

[37] En la campaña del Dabaibe sí que perdió a algunos de sus hombres y él mismo resulto herido. LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, pp. 46-47. No obstante, él siempre socorría a los compañeros heridos, pues estimaba que era poca reputación para con   los indios perder ningún vivo. HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 554.

[38] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 184.

[39] LAS CASAS: Ob. Cit., p. 11.

[40] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 555. También en MENA: El oro del Darién, p.p. 186-187.

[41] LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia General de las Indias, T. I. Madrid, Orbis, 1985, p. 105.

[42] GARRISON, Omar V: Balboa el conquistador. La odisea de Vasco Núñez descubridor del Pacífico. Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1977, p. 215.

[43] Ibídem.

[44] El propio Balboa a su regreso del descubrimiento del pacífico, en enero de 1514 escribió que a veces pasaron tal hambre que preferían una cesta de maíz que otra de oro. Cit. en La conquista de América. Antología del pensamiento de Indias (ed. de Ricardo Piqueras). Barcelona, Península, 2001, p. 129.

[45] MENA: El oro del Darién, p. 177.

[46] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 166.

[47] LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 594. La emoción de este momento ha sido recreado por la literatura. Véase por ejemplo a GARRISON: Ob. Cit., pp. 212-213.

[48] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 76. MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., pp. 66-67.

[49] Con ligeras variantes se ha reproducido en decenas de obras el ceremonial de a toma de posesión. Véase, por ejemplo, a GARRISON: Ob. Cit., p. 217-218.

[50] MORALES PADRÓN, Francisco: Historia del descubrimiento y conquista de América. Madrid, Editorial Gredos, 1990, p. 208.

[51] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., pp. 88-89.

[52] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 219.

[53] Al parecer, cuando pesaban el oro arrebatado a su padre, dio un golpe en la mesa donde estaban las balanzas  y dijo que si por tan poca cosa discutían, que él les mostraría una tierra al sur donde había oro suficiente para calmar su codicia. LAS CASAS: Ob. Cit., T. II, p. 573.HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 556.Tambin citado en KIRKPATRICK: Ob. Cit., p. 43.

[54] La patena era el platillo circular dorado que se usa para colocar la Hostia consagrada en la celebración de la misa.

[55] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T.  III, p. 219.

[56] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 90.

[57] Manuel José Quintana, prestigioso historiador decimonónico, en su afán por ensalzar su hazaña aumentó el botín con el que regresó hasta los 40.000 pesos de oro, cifra exagerada y sin fundamento documental. QUINTANA, Manuel José: Vasco Núñez de Balboa. Madrid, Ediciones Ambos Mundos, s/f., p. 69.

[58] PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, p. 194.

[59] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 221.

[60] Finalmente, en 1915, se abriría al tráfico naval el canal, cuatrocientos dos años después del descubrimiento del jerezano. CABAL: Ob. Cit., p. 184.

[61] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 124,

[62] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 209.

[63] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 1163.

[64] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 209.

[65] Bayle haciéndose eco de los textos de Oviedo afirma que con sus soldados era como un padre, aspecto en el que ningún otro conquistador le igualó. BAYLE: Ob. Cit., p. 31.

[66] LÓPEZ DE GÓMARA: Ob. Cit., T. I, p. 110.

[67] Obviamente el enlace nunca se llegó a celebrar por lo que años después lo hizo con Rodrigo de Contreras, sucesor de su suegro en la gobernación de Nicaragua.

[68] BETHANY: Ob. Cit., p. 118.

[69] Fernández de Oviedo afirma que si el obispo hubiese permanecido en Castilla del Oro, la ejecución del jerezano nunca se habría producido. FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, pp. 252-253. Una versión parecida defiende LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, pp. 77-78.

[70] ORTUÑO: Ob. Cit., pp. 176-177.

[71] GARRISON: Ob. Cit., pp. 271-274.

[72] Al parecer, la intentó convencer de que sería pronto repudiada por el jerezano dado que había aceptado los esponsales con la hija mayor de Pedrarias. Sin embargo, la india, pese al disgusto de la noticia, rechazó a su  pretendiente, provocando el conflicto. ROMOLI: Ob. Cit., p. 364.

[73] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 128.

[74] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 84.

[75] QUINTANA: Ob. Cit., p. 97. MÉNDEZ PEREIRA Ob. Cit., p. 132; BAYLE: Ob. Cit., pp. 103-104. GARRISON: Ob. Cit., p. 276.

[76] CABAL: Ob. Cit., p. 106.

[77] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 715.

[78] LUCENA SALMORAL: Ob. Cit., p. 124. BETHANY: Ob. Cit., p. 138.

[79] BETHANY: Ob. Cit., p. 230.

[80] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 256. También en BETHANY: Ob. Cit., p. 124.

[81] BETHANY: Ob. Cit., p. 134.

[82] Esta postura dubitativa de Espinosa la recogió el padre Las Casas y siguiéndole a él, Antonio de Herrera y una buena parte de la historiografía moderna y contemporánea. LAS CASAS: Ob. Cit., T. III; p. 86. HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 716. GARRISON: Ob. Cit.,  pp. 278-279. Sin embargo, este episodio lo omite Gonzalo Fernández de Oviedo, que interpreta que Espinosa, como enemigo capital del jerezano, no dudó a la hora de dictar la pena capital. Cit. en BAYLE: Ob. Cit., p. 105.

[83] BENZONI, Girolamo: Historia del Nuevo Mundo. Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 142.

[84] FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Ob. Cit., T. III, p. 256.

[85] ORTUÑO: Ob. Cit., p. 179.

[86] MARTÍNEZ RIVAS: Ob. Cit., p. 153.

[87] Aram Bethany intenta demostrar que la traición no se produjo contra Pedrarias sino contra el que iba a ser su sucesor en la gobernación de Castilla del Oro. BETHANY: Ob. Cit., p. 140. Balboa nunca lo admitió, ni las fuentes son suficientes como para sostener tal hipótesis.

[88] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 76.

[89] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 32.

[90] ANGLERÍA: Ob. Cit., p. 114.

[91] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 10.

[92] Cit. en BETHANY: Ob. Cit., pp. 227-228.

[93] ROMOLI: Ob. Cit., p. 71.

[94] LAS CASAS: Ob. Cit., T. III, p. 78.

[95] ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., p. XXXVIII.

[96] El citado nombramiento está publicado en ALTOLAGUIRRE: Ob. Cit., pp. 31-35.

[97] PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, p. 198.

[98] MÉNDEZ PEREIRA: Ob. Cit., p. 63.

[99] La Citada misiva fue publicada por Martín Fernández de Navarrete, y aparece reproducida en PEREIRA IGLESIAS: Ob. Cit., Vol. II, pp. 198-199.

[100] Poco antes, el 26 de junio de 1514, estando enfermó, además de otorgar su codicilo traspasó su poder en su primo Alonso de Noya, adelantándole cincuenta ducados de oro. Fondo Otte, Carp. 26. Lo cierto es que entre una cosa y otra, las gestiones se demoraron.

[101] HERRERA: Ob. Cit., T. I, p. 611.

[102] BETHANY: Ob. Cit., p. 87.

[103] MORALES PADRÓN: Ob. Cit., p. 210.

[104] MIRA CABALLOS: Ob. Cit., p. 260.

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