Oct 162023
 

Álvaro Vázquez Cabrera

 

Alfonso,  el hijo de Fernando II de León

 

            El futuro Alfonso IX, rey de León, nace en el verano de 1171, cuyos padres eran el monarca Fernando II y Urraca Alfonso de Portugal. Un matrimonio que se había contraído en irregular grado de consanguineidad y que fue disuelto[1], por este motivo, en 1175. Años después, Fernando II se casa, en segundas nupcias, con Urraca López, hermana de Diego López de Haro (señor de Vizcaya). Fruto de ese segundo matrimonio nació el infante Sancho Fernández, el principal rival para acceder al trono del reino de León.

Fernando II, que había conquistado numerosos territorios en Extremadura (Alcántara[2], Cáceres[3], Badajoz[4], el Valle del Jálama[5]…) va a fallecer el 22 de enero de 1188 en Benavente. Tras este hecho, la sucesión al trono va a ser disputada entre la viuda del rey que lucha en favor de su hijo Sancho, con el apoyo del monarca castellano Alfonso VIII, y el infante Alfonso. A esta presión castellana hay que sumar la que ejercía Sancho I de Portugal, que también apoyaba la causa de Sancho. Finalmente, Alfonso se hará con el trono apoyado por la mayor parte de la nobleza y los obispos.

Un reino, el de León, que abarcaba extensos territorios de unos 600 km de norte a sur y unos 400 de este a oeste. Esto motivó que Alfonso IX en sus primeros años de reinado no se desplazara en muchas ocasiones a Extremadura, centrándose en la capital del reino. Allí se va a celebrar las Cortes en marzo 1188, donde asistieron representantes de las ciudades, la nobleza y el alto clero. Otros lugares que fijó su interés serán Toro, Zamora (ciudad en la que nació), Astorga o Santiago de Compostela. Será en esta última ciudad donde será enterrado su padre, cumpliendo la voluntad testamentaria de Fernando II y asegurando, a su vez, el voluntarismo regio y la legitimidad sucesoria asociándola con el santuario apostólico por antonomasia. Además, será en el altar de la Catedral de Santiago donde le arman caballero, en junio de 1188.

En el periodo de tiempo entre 1191 y 1197 tiene lugar sus dos matrimonios. En 1191 va a casarse con Teresa de Portugal[6], hija de Sancho I de Portugal, pero por los mismos motivos que le sucedió a su padre con su propia madre, tuvieron que separarse en 1196. En octubre de 1197 contrae matrimonio con doña Berenguela[7], hija de Alfonso VIII de Castilla, en Valladolid. Sin embargo, en 1204 mediante la intercepción del papa Inocencio III el matrimonio será anulado, de nuevo, por ser parientes[8].

Durante su reinado, que ocupa 42 años, Alfonso IX [Fig.1] va a promulgar un gran número de textos legales con un fin integrador y con una prevalencia por imponer la justicia como mecanismo ligado a la legitimidad regia[9]. Muchas de las donaciones fernandinas fueron revocadas por su hijo, recuperando para la monarquía bienes y donaciones que se habían efectuado a iglesias, órdenes militares y nobles laicos. Pero también es cierto, que el último rey de León va a confirmar numerosas cesiones y va a promulgar otras nuevas. En definitiva, el monarca se va a hacer con el control de la situación, buscando el apoyo de la nobleza cuya soberanía era pactada y compartida.

En cuanto al objetivo de este estudio, la lucha anti-almohade no fue un problema prioritario para Alfonso IX, ya que dicha lucha contra el infiel era más un problema fronterizo con los otros vecinos reinos cristianos. Un ejemplo de esto es el ataque del califa Abu Yusuf en la batalla de Alarcos, donde el monarca leonés va a aprovechar para obtener ventajas territoriales a costa del reino castellano, incluso formalizando un pacto de alianza con el califa almohade contra el reino cristiano[10]. Viendo el papa Celestino III que el rey leonés no participó en la contienda, en Alarcos, va a excomulgarlo poniendo a todo el reino de León en entredicho.

En ese ambiente enrarecido por no participar en la contienda, donde hay que añadir que el rey de Portugal se unirá a la coalición anti-leonesa, Alfonso IX va a organizar un evento con un gran matiz propagandístico. Este es el de armarse, de nuevo, caballero, bajo la protección del Apóstol Santiago, en la catedral compostelana, con el objetivo de reivindicar y borrar, diez años después, la ceremonia que lo había convertido por primera vez en caballero, en Carrión, de manos del rey de Castilla[11]. El acto tendrá lugar en enero de 1197 que se verá como una lucha contra el papado y su cruzada contra el rey[12].

Unos años más tarde, en 1212 tendrá lugar la famosa batalla de Las Navas, donde Alfonso VIII de Castilla y numerosas tropas cristianas vencerán a las tropas musulmanas lideradas por Abu Abd Allah al-Nasir, pero sin contar de nuevo con el apoyo leonés, solo con algunos nobles del reino pero sin el respaldo del monarca, que estaba más interesado en consolidar el flanco occidental de su reino[13].

Tras la victoria cristiana en Las Navas, el régimen almohade empezó a dar síntomas de descomponerse, el rey de León va a implicarse de manera activa en la conquista de los territorios andalusíes, ya que no veía con buenos ojos que fuera el reino castellano el único beneficiario de ese derrumbamiento del poder almohade[14]. Llegará a firmar un pacto con Alfonso VIII para recibir a varias centenas caballeros que van a aglutinar a las tropas leonesas, las cuales van a consolidar la línea del Tajo mediante la ocupación de Alcántara y una primera acción en las cercanías de Cáceres (1213)[15].

En julio de 1217 tiene lugar la proclamación de su hijo Fernando, el futuro rey apodado “El Santo”, como rey de Castilla[16]. Un año después, en agosto de 1218, se firma la paz de Toro entre los dos reinos, que va a reactivar esa lucha leonesa contra el infiel. El objetivo era claro, tras tomar la ciudad de Cáceres irían hacia la línea del Guadiana e incorporar el viejo reino de Badajoz estas decisivas conquistas no van a llegar hasta los últimos años de vida del monarca, concretamente en invierno de 1230 se ocupará, de manera definitiva, plazas fuertes como Montánchez, Mérida, y la propia Badajoz, así como Elvas.

Tras llegar a la línea del Guadiana, el deseo de Alfonso IX era llegar hasta Sevilla, algo que no podrá ni conseguir ni ver, ya que será su hijo Fernando III el que lo logre, ya en noviembre de 1248[17].

Finalmente, Alfonso IX de León morirá el 24 de septiembre de 1230 en la localidad de Villanueva de Sarria, de camino a Santiago, lugar al que se dirigía para dar las gracias al Apóstol por sus victorias en el Guadiana[18].

Será en ese año cuando los dos reinos, León y Castilla, se unifiquen en uno solo bajo el reinado de Fernando III. Pero antes de eso, sabemos que Alfonso IX dejó como herederas a sus dos hijas (doña Sancha y doña Dulce) que había tenido con su primera esposa. Ambas aceptan la herencia apoyadas por varios valedores; sin embargo, los maestres de las órdenes militares se dividieron entre la candidatura de las infantas y el rey castellano Fernando[19].

Según el padre Coloma[20], la unificación de los dos reinos tuvo lugar en tierras extremeñas. Concretamente, será en Valencia de Alcántara donde se van a entrevistar las dos viudas. Doña Teresa de Portugal aceptó la propuesta de Doña Berenguela de Castilla al tercer día de reuniones entre ambas. A cambio, la reina de Castilla se comprometió en dotar a las dos infantas 30.000 doblas de oro anuales, cuyo pago procedía de la hipoteca de rentas de doce lugares. Estos compromisos fueron firmados, en Benavente, el 11 de diciembre de 1230.

 

Conquista de la Transierra

 

            Tras realizar una breve explicación de algunos acontecimientos de su largo reinado, vamos a analizar el proceso reconquistador que va a efectuar Alfonso IX en tierras extremeñas. Comenzaremos con la, denominada, transierra leonesa que comprende aquellos territorios situados en el sur del Sistema Central hasta la línea del río Alagón. Por tanto, nos centramos en el Valle del Jálama y/o Sierra de Gata.

Este territorio durante los siglos XI-XII es considerado como un desierto de población salvo algunos islotes aislados[21]. Los almohades no lo van a poblar de manera efectiva, aunque sí lo van a fortificar eficazmente. Estamos hablando de castillos, torres, atalayas o torres vigías como son Trevejo, Almenara, San Juan de Mazcoras (la actual Santibáñez el Alto), Salvaleón, Eljas, Granadilla, Santa Cruz, Palomero, Gata o Cadalso, por citar algunas[22].

Será, precisamente el río Alagón el que funcione como frontera y barrera natural que va a proteger el reino aftasí de las incursiones cristianas. En medio nos encontramos con Coria que ejerce como centro estratégico de todo este territorio, además de ser considerada como ciudad[23]. Será conquistada en 1142 por Alfonso VII[24], para ser cedida a los Templarios en 1168[25] pero que con Alfonso IX obtiene el realengo, concediendo fuero en 1227[26].

Las numerosas fortificaciones situadas en el Valle del Jálama van a ser conquistadas por Alfonso IX, en 1212, con la misma intención que tuvo su padre, Fernando II, en la expedición de 1166: llegar a Alcántara. La fortaleza de Eljas, tras su dominio, fue entregada a Coria (1259) para, posteriormente, donarla a la Orden de Alcántara (1302)[27]. La de Salvaleón, también será entregada a la orden alcantarina, dándole fuero en 1227[28]. La Almenara[29] la tomaría junto al castillo de Santibáñez, ambos muy próximos entre sí. Esta última, la de Santibáñez, domina gran parte de la sierra del norte y las vegas del sur, siendo unas cualidades y condiciones naturales que posibilitan un protagonismo dentro de ese territorio. Alfonso IX concederá esta plaza fuerte a la orden militar, al igual que todas las demás, en 1218[30]. Se le concede fuero[31] con un fin repoblador y se convertirá en una encomienda con un amplio alfoz de la que va a depender otras poblaciones y aldeas.

La toma de Alcántara y su cesión a la Orden del Pereiro

 

Tras la conquista definitiva del Valle del Jálama, el área geográfica de Alcántara va a ser el siguiente objetivo, ya que se trataba de un punto de disputa entre almohades y cristianos por la necesidad de proteger el paso del puente.

Alfonso IX llevará a la villa alcantarina una hueste de 600 caballos liderados por don Diego López y de su hijo Lope Díaz, cedida por el rey castellano Alfonso VIII[32]. El itinerario para llegar a la villa fue desde Ciudad Rodrigo, pasando por puertos como los de Acebo y el de Perales, llegando así a Coria. Desde allí, se dirige por el camino natural bordeando la orilla izquierda del río Alagón, hacia Alcántara.

Además de estas huestes, van a participar en la contienda numerosos personajes y caballeros pertenecientes a las Órdenes del Pereiro, de Santiago y del Temple[33].

Estas huestes cristianas acamparon en los alrededores del castillo: en el Cerro de las Vigas[34], en el Teso[35] y otro cerca del arroyo de la Pileta[36].

Ante tal peligro, el gobernador árabe mandó recoger las barcas de toda la comarca y avisar a las poblaciones musulmanas de Cáceres, Montánchez, Medellín, Mérida, Badajoz y Valencia (de Alcántara) para que «marchasen a toda priesa a su socorro, para assi divertir y tener a raya al exercito enemigo»[37]. A su vez, van a destruir uno de los arcos del puente romano y hundir las barcas situadas en el puente de Alcónetar para impedir que las tropas leonesas pudieran acercarse.

El cronista de la Orden, de la que seguimos su relato casi en su totalidad, nos indica que tuvo lugar una batalla en un cerro alto[38] donde los almohades se van a hacer fuertes, pero las huestes leonesas van a acometerlos, con brío y coraje, ganándoles el sitio, matando y cautivando un gran número de personas.

Esta victoria va a aminar a los cristianos, que con ayuda del hambre[39] que ya se comenzaba a sentir los habitantes que defendían la villa, van a unir todas las tropas para asediarla por dos frentes distintos. Para tal efecto, van a construir escalas y demás instrumentos necesarios para el asedio. Primero, acometieron la plaza por la actual puerta de la Villa pero atacaron, finalmente, por la puerta de Xartín sin muchas reticencias, abriendo las puertas por donde entraron los ejércitos y saquearon la población. Los defensores se instalaron en el castillo que a los pocos días tuvieron que entregar. La conquista definitiva tuvo lugar el 17 de enero de 1213, día de San Antonio Abad, cuya advocación es titular de una iglesia que se edificó tras la toma de Alcántara[40].

Muchos de los integrantes de las tropas cristianas se quedaron a vivir en la villa y poblarla. En esa conquista fueron partícipes, también, al servicio del rey de León, el maestre de la Orden del Pereiro don Benito Suárez. De la Orden de Santiago todos aquellos naturales o que tenían Encomiendas en el reino leonés, cuyo líder era don Nuño Freyle, Comendador de Santa María de la Barra. Otros partícipes de la contienda fueron los caballeros templarios, así como personas integrantes de la nobleza y «ricos ommes».

La crónica nos dice, de manera inmediata, que el rey y sus tropas tomaron la villa y el puente de Alconétar, la fortaleza de Portezuelo[41] y de camino a la ciudad de Coria, de vuelta de la conquista, tomó los castillos de Benavente y de Bernardo[42] que cedió a la Orden del Temple.

Por su parte, la villa de Alcántara será entregada a la Orden de Calatrava en 1217, en tiempos del maestre don Martín Fernández[43]. Poco tiempo después la villa[44] pasó a la Orden del Pereiro [Fig.2], cuyo núcleo principal de asentamiento estaba en las orillas del río Coa[45]. Este cambio de posesiones entre órdenes militares se va a concretar a cambio de cierta independencia en sus respectivos procesos de expansión[46].

 

Por tierras cacereñas. Intentos de conquista

 

            Otra de las expediciones para avanzar y conquistar territorios extremeños, y que tenía Alfonso IX entre ceja y ceja, va a ser la ciudad que había conquistado, un siglo antes, su padre para cederla a los caballeros de la Espada: Cáceres.

En 1218, el monarca leonés organiza una cabalgada[47], con ayuda de tropas de su hijo Fernando III de Castilla, que intimidara a los almohades. Para ello va a devastar mediante el fuego y las armas todo lo que encontró a su paso, en las cercanías de la villa. Según algunas crónicas, la ciudad no se pudo tomar por «los grandes peligros y considerarla peligrosa y poco prometedora»[48] aunque devastó árboles, viñedos y mieses[49] en un asedio que se prolongó durante un mes y medio pero que, antes de Navidad, regresaron a León.

Además de destruir campos y cosechas cercanas a Cáceres, pretendía con estos ataques reconocer el terreno y deducir si la ciudad fortificada por los almohades, con esas torres albarranas, era fácil y asequible conquistar. Por lo que va a repetir otro asedio cuatro años más tarde, en 1222.

En esta ocasión, el monarca leonés va a aglutinar tropas y caballeros de la Orden de Santiago para luchar por lo que fue su ciudad de origen. Las crónicas nos hablan de la manera que intentaron asediarla, con máquinas de guerra[50] derribando torres de defensa. Cuando estaban a punto de tomar la plaza[51] van a parar el asedio ya que el rey de Marruecos le promete grandes cantidades de dinero y riquezas. Al ver los cristianos que tenían muchas bajas en sus tropas[52], van a desistir y deciden levantar el cerco y retirarse[53]. En definitiva, estamos ante un pago de parias por parte de los almohades para que las huestes cristianas no los ataquen.

Algunos autores, como Floriano Cumbreño, consideran que hubo otras tres intentonas para tomar la plaza fuerte de Cáceres. En 1223, otra en 1225[54] y la tercera en 1226. Sin embargo, indica que no hay noticias veraces sobre si las tropas leonesas se acercaron a la ciudad, tan solo en la expedición de 1226 que fue una acción conjunta con el rey de Portugal, cuya base de operaciones fue el castillo de Alburquerque[55].

Todas las tentativas no tuvieron un buen final para las tropas cristianas, por lo que a partir de 1227 Alfonso IX empezará a preparar la campaña, que a la postre será, definitiva.

 

            Conquista del sur del Tajo, la toma de Valencia

 

            Mientras el monarca leonés Alfonso IX intentaba tomar la ciudad fuerte de Cáceres, el oeste extremeño no se había recuperado. Tan solo se había conquistado la villa de Alcántara por lo que toda la zona sur del río Tajo aún estaba bajo dominio almohade.

En esta zona destacaba por encima de todo la villa de Valencia [Fig.3] con su fortaleza[56], siendo una plaza valiosa para el monarca leonés y no olvidemos que también los portugueses la codiciaban. Por tanto, el rey Alfonso IX le concede licencia al maestre del Pereiro (y Alcántara) don García Sánchez para hacer la guerra contra los almohades[57].

Tras algunas incursiones de tanteo, el maestre junto a sus tropas van a conquistar Valencia en 1221, bajo el mandato y los pendones del reino de León[58]. El cronista, Torres y Tapia, nos menciona la conquista de esta manera:

 

«Pensaba pasar de aquella parte del río Salor a hacer la guerra a los Moros de Valencia y su partido. Todo se ordenó assi, y pasado el mes de Marzo, juntó en Alcántara un buen número de Caballos e Infantes, y partió la vuelta de aquella Villa, quiso el Cielo ayudar a sus religiosos deseos, y que muy en breve los viese cumplidos, tomandola por armas, y todas sus Aldeas y Castillos, desapoderando los Moros de ellos y echandolos de toda su tierra; y dexando buena guarnición de Soldados a regimiento de algunos de sus Freyles Caballeros, dio la vuelta a su convento de Alcántara»[59].

 

            Desde el momento de la conquista, Valencia será villa que, aunque fue conquistada por la orden militar, será cabeza de su propia Encomienda con un concejo propio y un amplio territorio donde se encontrarán aldeas y otros lugares dependientes de ella[60]. Además de ser cabeza de priorato y sede del Arciprestazgo[61]. En definitiva, estamos ante una de las villas y encomiendas más ricas de las que había conquistado la orden militar y que recibirá numerosos privilegios por parte de maestres y monarcas castellanos a lo largo de la Edad Media[62].

 

            Por fin, Cáceres

 

            A finales de 1226, el monarca se encontraba en Sabugal, desde donde va a partir hacia el norte para preparar la próxima campaña que era tomar la ciudad de Cáceres. El itinerario que va a realizar Alfonso IX es bien conocido por la historiografía: el 8 de enero de 1227 se encuentra en Ciudad Rodrigo, desde donde va a fijar los términos de San Juan de Mazcoras (Santibáñez el Alto) para ser punto de partida apoyándose en las Órdenes Militares como instrumento fundamental para alcanzar el objetivo. Tres días después está en Corujo y el 23 de ese mismo mes llega a Compostela donde va a intentar recaudar fondos para los gastos que le ocasionaba la campaña. El 6 de febrero estaba en Palas de Rey, el 10 en Lugo, el 24 en Nava del Rey, el 27 de marzo en Lugo de nuevo, el 1 de mayo en Cubillos, el 17 en Avilés y el 28 en la ciudad de Toro[63].

Será precisamente el motivo de su llegada a Compostela uno de los factores determinantes de haber fracaso en las otras intentonas de ganar la plaza de Cáceres. Es decir, esos gastos para las guerras que habían empobrecido al reino de una manera continuada en el tiempo y la búsqueda, por tanto, de caudales que va a encontrar en la ciudad compostelana. Otro factor que va a condicionar a esos fracasos será el de no tener un plan de campaña y actuar de manera improvisada según las circunstancias del momento.

En los preparativos para la contienda, Alfonso IX se va a entrevistar con el monarca castellano con el fin de obtener su colaboración en la guerra, además de que las Órdenes Militares acudieran. En febrero de 1229 se encuentra el rey en Ciudad Rodrigo y el 5 de abril lo tenemos ya ante los muros de la ciudad fortificada de Cáceres.

No tenemos datos de que cómo pudo ser el asedio, pero no debió de resistir mucho ya que, finalmente, el día 23 de abril en la festividad de San Jorge[64], cayó en poder de los cristianos de manera definitiva[65].

            Queda, por tanto, en la villa cacereña la tradición de encender hogueras en las calles y plazas para conmemorar la conquista. Unas hogueras que hacen recordar a las señales de los almohades pidiendo auxilio o, incluso, las hogueras encendidas del campamento de las tropas cristianas. Como pasa en todas las conquistas de los territorios andalusíes, queda en el poso del recuerdo relatos más o menos fantásticos y cercanos a las leyendas. En el caso cacereño, también sucede.

En el momento que las tropas de Alfonso IX acampan cerca de los muros intentando cercar la ciudad, va a enviar a una embajada para entrevistarse con el cadí árabe. En esas reuniones uno de los capitanes cristianos va a ver a una de las hijas del rey musulmán de la que se va a enamorar, siendo además correspondido por ella. Todas las noches la princesa se escapaba del alcázar por un pasadizo secreto o galería oculta, saliendo de la muralla [Fig.4] y llegando a las cercanías del campamento cristiano, cerca de la ribera del Marco. Allí, una de esas noches, el capitán le insistía la princesa de que le diera las llaves de la ciudad y, así, poder verse sin tener que escaparse de la ciudadela. Al principio, la muchacha se negaba pero, con el tiempo, finalmente accedió proporcionándole las llaves de la entrada de la galería al capitán. Este, sin miramientos, una noche entró a la ciudad junto a sus tropas hasta el alcázar, librándose cruentas batallas tanto en el palacio almohade como dentro del recinto amurallado de la ciudad, hasta que la Cáceres almohade cayó[66].

La leyenda de esta conquista añade que la princesa por traicionar a su padre y a su cultura, fue hechizada convirtiéndose en gallina que vive, de manera permanente, en el alcázar y la galería por donde ella se escapaba de la ciudad. Esta princesa recobra todos los años su aspecto de humana y recorre, de manera silenciosa y triste, las calles de la ciudad. Esa noche es, precisamente, el día de San Juan (aunque algunos otros autores han insistido que sería la misma noche de San Jorge que coincide con el día de la conquista de la ciudad)[67].

 

            Dominio del Guadiana, las tomas de Mérida y Badajoz

 

            Al conquistar, por fin, ese oppidum fortissimum como era Cáceres, Alfonso IX va a dirigir su última gran campaña hacia el río Guadiana. Desde Alba de Tormes van a partir las tropas leonesas con un fuerte ejército compuesto por caballeros de las órdenes del Temple, de Alcántara y de Santiago; a lo que hay que añadir las mesnadas de algunos obispos como los de Oviedo, León, Zamora o Coria, y sobre todo, las de Bernardo II, el arzobispo de Santiago[68]. Antes de llegar a Mérida, se apoderaron de Montánchez[69].

La campaña para sitiar la antigua ciudad romana va a comenzar el 20 de febrero de 1230 que, según Moreno de Vargas[70], se rendirá a consecuencia de un combate mientras que otros investigadores consideran que se atacó por el puente tomando la ciudad por asalto[71]. La toma de la ciudad emeritense [Fig.5] debió ser rápida, finalizando en los primeros días del mes de marzo[72].

En esas tropas cristianas tuvieron un papel destacado las huestes zamoranas [Fig.6] y la Orden de Alcántara, por lo que el monarca va a incorporar el puente romano de Mérida al escudo de la ciudad de Zamora[73], mientras que el 30 de marzo firma una carta de donación al maestre alcantarino, Arias Pérez, unas casas y bienes en la ciudad recién conquistada[74]. A pesar de las donaciones, por parte del monarca, a la orden alcantarina, finalmente la que va a asentarse y tener los derechos de la ciudad emeritense será la Orden de Santiago[75].

De manera casi inmediata, se produce una batalla cerca de Alange[76] de la que se hace eco las crónicas. Las huestes cristianas atravesaron el río Guadiana la noche del 14 de marzo, para enfrentarse en campo abierto al día siguiente. La noticia le llegó al lugarteniente y señor de Murcia,  Muhammad Ibn Hud, que llegará con sus tropas (algunos hablan de 80.000 hombres) desde Córdoba, a la zona para enfrentarse al ejército de Alfonso IX. La batalla fue sangrienta, donde los efectivos almohades sufrieron una derrota y el mismo Ibn Hud tuvo que abandonar el campo de batalla herido mientras que gran parte de sus tropas fueron masacradas durante la retirada[77]. Lucas de Tuy, en su crónica, añade a su narración ciertos tintes sacros en los que gracias a la ayuda divina (aparición de Santiago Apóstol a lomos de un corcel blanco o la aparición de San Isidoro) los cristianos van a tener éxito en su lucha contra los musulmanes[78].

La batalla de Alange tuvo unas consecuencias enormes, allanando el camino de Alfonso IX para conquistar la capital del reino aftasí, Badajoz. Las noticias que tenemos sobre la toma de la ciudad almohade más importante del occidente peninsular son escasas, ya que los cronistas de la época aportan pocos datos sobre la campaña, incluso algunos como Jiménez de Rada ni Juan de Osma la mencionan[79]. Por otra parte, tenemos el testimonio de Lucas de Tuy que sí dedica más espacio a relatar estas conquistas.

Según se desprende de los pocos testimonios que tenemos, la conquista de Badajoz tuvo que ser rápida, ya que existe un documento en la cancillería firmado el 19 de abril[80]. A pesar de esta afirmación, en crónicas se especula que la fecha exacta de la toma de la ciudad fuese el 26 de mayo, según el Cronicón Conimbricense[81], o en junio, según el Cronicón Cordubense[82]. Si fuera en junio, debería ser en los primeros días de mes ya que el día 9 tenemos a Alfonso IX en Cáceres, de camino hacia el norte empleando ya el título de Rex Legionis et Badalocii[83]. Por lo tanto, podemos negar que la toma de la ciudad fuese en los meses de mayo y de junio y sí podemos fijar como fecha exacta de la conquista de Badajoz [Fig.7] el 19 de abril de 1230, por ser el primer documento que se firma en la recién conquistada ciudad ya con ese título anteriormente citado.

Esos dos documentos firmados en Badajoz nos demuestran que Alfonso IX permaneció en la ciudad una temporada hasta que en el mes de junio está ya por tierras cacereñas (Cáceres, Galisteo, hasta que el 1 de julio se encuentra ya en Ciudad Rodrigo, para llegar un mes después a su ciudad natal). Lo más probable es que durante su estancia en la antigua capital del reino aftasí, le otorgaría fuero[84] y le concedería el título de ciudad fijando así sus términos[85]. Además, muy pronto se convertiría en obispado cuya cabeza visible sería el obispo Fray Pedro Pérez, siendo la mezquita[86] principal de la ciudad consagrada como iglesia mayor[87].

Tomada Badajoz, la expansión hacia el sur fue una realidad ocupando la Orden del  Temple territorios como Jerez[88], Burguillos[89], Fregenal[90] o Alconchel, donde el propio monarca leonés recorrió la zona ya que el 2 de junio, cerca de Zafra, dona Mérida y sus términos al arzobispo de Santiago[91].

 

            Conclusiones

 

            El largo reinado de Alfonso IX es un período continuista del de su padre Fernando II, cuya herencia otorgada va a consolidar el reino de León, fortaleciendo instituciones, repoblando y fijando sus fronteras. Su reinado se puede dividir en dos grandes períodos, divididos a su vez por la fecha de 1212. La primera parte del reinado va a caracterizarse por años de paz contra los almohades y de colaboración con ellos, pero tras la victoria de Las Navas va a dar un giro total en su política frente al Islam.

Por lo que respecta al territorio extremeño, sus primeros viajes son más para una pequeña toma de contacto por ser un territorio muy lejano de los centros de decisión, tanto a nivel político (ubicado en León) como eclesiástico (no olvidemos que la iglesia dependía de la sede metropolitana de Santiago de Compostela). Como hemos mencionado, aprovechando la victoria cristiana de 1212, el rey Alfonso IX va a protagonizar una serie de cabalgadas de manera anual, prácticamente, en suelo extremeño. Esas acciones provocarán saqueos y conquistas definitivas.

A pesar de que la historiografía ha consolidado a Alfonso IX como una persona fuerte, de aspecto formidable cuando estaba armado, valiente y algo irascible; también se le presenta como un rey menos generoso con los poderosos en contraposición a lo que fue su padre, incluso como un monarca débil y dadivoso.

Sobre sus logros conquistadores, que en este trabajo hemos analizado viendo que sus acciones fueron exitosas culminando así la conquista de gran parte de Extremadura, en parte van a ser silenciados de manera intencionada ya que las crónicas cristianas del momento son las únicas que nos pueden facilitar y ofrecer información, de primera mano, sobre estos acontecimientos.

La obra de Jiménez de Rada ensalza las acciones bélicas castellanas siendo para él, todo lo leonés negativo. Según el arzobispo, el último rey de León había cometido varios errores en sus decisiones como, por ejemplo, el dañar a su primo y suegro Alfonso VIII de Castilla en vez de atacar a los musulmanes, con los que en algún momento se alía.

En la obra del canciller de Fernando III, Juan de Osma, las acciones bélicas por parte de los reyes de León van a ser obviadas, considerando a Alfonso IX como un vasallo del monarca castellano. Además, lo considera un cruel enemigo para el rey de Castilla al firmar una coalición con los musulmanes con el único objetivo de devastar el reino de Castilla cometiendo atrocidades, poniendo impedimentos, y ser una deshonra de la religión cristiana. Este autor, va a narrar acontecimientos desarrollados en Castilla, en otros lugares de Europa y Tierra Santa antes que relatar algún acontecimiento protagonizado por el reino de León, y por supuesto, por Alfonso IX que las considera como pequeñas conquistas sin darle el valor que tienen.

Solamente será la crónica del obispo de Tuy la que ensalce, un poco, al rey de León aunque con prudencia ya que la va a elaborar en tiempos de su hijo Fernando encontrándose en un ambiente vigilado pero que aprovechará, en ocasiones, a elogiar a los reyes leoneses proyectando a Alfonso IX como un rey que nunca había sido derrotado.

En definitiva, estamos ante un rey que fue silenciado por las fuentes, en su mayoría castellanas, pero que sus acciones bélicas van a completar el proceso conquistador de los territorios andalusíes ubicados en la actual Extremadura; salvo la parte oriental de la región que culminará, tras su fallecimiento, su hijo Fernando, el futuro Fernando III el Santo, ya como rey de los dos reinos unificados.

 

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APÉNDICE FOTOGRÁFICO

Fig. 1. Alfonso IX en el Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela

 

                                                       

Fig. 2. Escudo de la Orden de San Julián del Pereiro en el convento franciscano de San Pedro de los Majarretes de Valencia de Alcántara. En este convento tomó los hábitos San Pedro de Alcántara (Fotografía del autor)

Fig. 3. Torre del Homenaje y puerta principal del castillo-fortaleza de Valencia de Alcántara, a principios del siglo XX (Archivo Histórico Provincial de Cáceres)

Fig. 4. Baluarte de los Pozos  o Coracha, sector este de la muralla de la Ciudad Monumental de Cáceres (Fotografía del autor)

Fig. 5. Alcazaba de Mérida a principios del siglo XX (Maximiliano Macías, 1913)

Fig. 6. Placa conmemorativa, en Zamora, donde se alude a las conquistas de Alfonso IX en tierras extremeñas (Fotografía del autor)

Fig. 7. Azulejo conmemorando la conquista de Badajoz por Alfonso IX en 1230

[1]José MATTOSO, D. Afonso Henriques, Lisboa, Editorial Temas e Debates, 2007, p. 292.

[2]En 1166 el rey leonés la toma pero la pierde, de nuevo, en 1174. Francisco GARCÍA FITZ, Relaciones políticas y guerra: la experiencia castellano-leonesa frente al Islam. Siglos XI-XIII, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2002, p. 118. Carlos de AYALA MARTÍNEZ, “Los obispos leoneses y las guerras santas de Fernando II”, en Homenaje al profesor Benito Ruano, Sociedad Española de Estudios Medievales, Madrid, 2010, pp. 99-194. Carlos CALLEJO SERRANO, “Barones catalanes en la reconquista de Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, 1986, nº 3, pp. 653-670. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Regesta de Fernando II, CSIC, Madrid, 1943, p. 392. Carlos DE AYALA MARTÍNEZ (ed.), Libro de Privilegios de la Orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII-XV), Instituto Complutense de la Orden de Malta, Madrid, 1995, pp. 262-263. Nicolás DÍAZ Y PÉREZ, España sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia. Extremadura (Badajoz y Cáceres), Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y Compañía, Barcelona, 1887, p. 799.

[3]La conquista de la ciudad tuvo varios episodios. En 1142, otra en 1170 y la tercera en 1183. La segunda reconquista fue el momento que se cede la ciudad a los Fratres de la Espada (germen de la Orden de Santiago) que la perderán cuatro años después por las tropas almohades lideradas por Abu Jacob. BULARIO DE ALCÁNTARA, p. 4. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, Estudios de Historia de Cáceres (desde los orígenes a la reconquista), Diputación Provincial de Cáceres, Oviedo, 1957, pp. 121-136.

[4]El caudillo portugués Geraldo Sempavor asaltó la ciudad en 1169 apoyado por el rey lusitano. Por su parte, Fernando II de León reacciona, llega a las puertas de la ciudad, la asedia y apresa al rey portugués y a Geraldo Sempavor. Matías Ramón MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana, Badajoz, 1905, pp. 240-241. Manuel TERRÓN ALBARRÁN, Extremadura Musulmana, Badajoz 713-1248, Badajoz, 1991, p. 175. David PORRINAS GONZÁLEZ, “La actuación de Giraldo Sempavor al mediar el siglo XII, un estudio comparativo”, II Jornadas de Historia Medieval de Extremadura, Cáceres, 2005, pp. 179-188. Moisés CAYETANO RODRÍGUEZ, “Geraldo Sem Pavor. Un guerrero medieval en la frontera extremeño-alentejana”, Congreso Internacional de Historia y Cultura en la Frontera, 1999, pp. 1173-1185. Carlos Jesús RODRÍGUEZ CASILLAS, “Geraldo Sempavor: las hazañas de un guerrero portugués por tierras extremeñas”, XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura, Vol. 2, 2010, pp. 693-716.

[5]Fernando II tomará en 1166 las fortalezas de Eljas, Salvaleón, Santibáñez el Alto y Trevejo. Alonso de TORRES Y TAPIA, Crónica de la Orden de Alcántara, Madrid, Tomo I, 1763, p. 65. Publio HURTADO, Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres, Editora Regional de Extremadura, 1989, p. 69. Gervasio VELO Y NIETO, Castillos de Extremadura (tierra de conquistadores), Caja de Ahorros y Monte de Piedad, Madrid, 1968, p. 496.

[6]María Alegría FERNANDEZ MARQUES, Estudios sobre la Orden del Cister, Universidad de Coimbra, Coimbra. 2008, p. 62. Inés CALDERÓN MEDINA, “Las arras de doña Teresa. El tratado entre Alfonso IX y Sancho I de Portugal de 1194”, Castilla y el mundo feudal: homenaje al profesor Julio Valdeón, Vol. 2, 2009, pp. 443-456. Gregoria CAVERO DOMÍNGUEZ, “Teresa Alfonso, infanta y reina de Portugal, a través de la historiografía y las crónicas Castellanoleonesas de su época”, Fundamentos medievales de los particularismos hispánicos, 2005, pp. 411-426.

[7]H SALVADOR MARTÍNEZ, Berenguela la Grande y su época, 1180-1246, Ediciones Polifemo, Madrid, 2012. Fray Valentín DE LA CRUZ, Berenguela la Grande. Enrique I el Chico, Editorial Trea, 2006. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Fernando III (1217-1252), Editorial La Olmeda, Burgos, 1993. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Reinado y diplomas de Fernando III, Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1980, 3 vols. Rafael RAMOS CERVERÓ, Berenguela Magna. Reina de Castilla y León (1180-1246), Tesis doctoral, 2016.

[8]Antonio SÁNCHEZ DE MORA, La nobleza castellana en la plena Edad Media: el linaje de Lara (ss. XI-XIII), Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, Tomo I, 2003, pp. 232-233. Laura GARCÍA DURÁN, “La intervención de Inocencio III en la política matrimonial de Felipe Augusto de Francia y Alfonso IX de León”, Vergentis: revista de investigación de la Cátedra Internacional conjunta Inocencio III, nº 3, 2016, pp. 221-245.

[9]Estos decreta y constituciones fueron estudiadas por los profesores Fernando de Arvizu o Carlos Estepa. Vid. Fernando DE ARVIZU Y GALARRAGA, “Las Cortes de León de 1188 y sus decretos: un ensayo de crítica institucional”, El Reino de León en la alta edad media. I, Cortes, concilios y fueros, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1988, pp. 11-141. Carlos ESTEPA DÍEZ, “La Curia de León en 1188 y los orígenes de las Cortes”, Las Cortes de Castilla y León, 1188-1988, Vol. 1, 1990, pp. 19-40. Carlos ESTEPA DÍEZ, “Los inicios de las Cortes en el reinado de Alfonso IX (1188-1230), De las cortes históricas a los parlamentos democráticos: Castilla y León, s. XII-XXI, 2003, pp. 65-75.

[10]Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, Edición y traducción de Juan Fernández Valverde, Alianza Editorial, Madrid, 1989, p. 184. Francisco GARCÍA FITZ, “La batalla en su contexto estratégico: a propósito de Alarcos”, Alarcos 1195: Actas del Congreso Internacional Conmemorativo del VIII centenario de la batalla de Alarcos, Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 265-282.

[11]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Alfonso IX, CSIC, Madrid, 1944, pp. 149-150.

[12]Carlos DE AYALA MARTÍNEZ, “Obispos, guerra santa y cruzada en los reinos de León y Castilla (s. XII)”, Cristianos y musulmanes en la Península Ibérica: la guerra, la frontera y la convivencia, XI Congreso de Estudios Medievales, León, 2009, pp. 252-256.

[13]Existe numerosa bibliografía, tanto nacional como internacional, al respecto. Por citar algunos: Bernardo JURADO GÓMEZ, “Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa”, Alcazaba: revista histórico-cultural, nº 12-13, 2012-2013, pp. 65-84. Miguel Ángel LADERO QUESADA, “1212: las Navas de Tolosa”, Nueva revista de política, cultura y arte, nº 138, 2012, pp. 175-185. Armando BESGA MARROQUÍN, “La batalla de las Navas de Tolosa. Hechos y consecuencias”, Razón española: Revista bimestral de pensamiento, nº 216, 2019, pp. 35-52. Carlos VARA THORBECK, Un burgalés, el verdadero artífice del triunfo de las Navas de Tolosa, Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, 2009. Carlos VARA THORBECK, “Las Navas de Tolosa: una batalla decisiva en la historia de España”, Anuario. Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, nº 5, 2005, pp. 61-74. Este último autor presentó su tesis sobre la batalla, apoyándose en las crónicas modernas y esclareciendo el itinerario del ejército cristiano. Vid. Carlos VARA THORBECK, La batalla de Las Navas de Tolosa. Mito y realidad, Tesis doctoral, Universidad de Málaga, 1998. Por último, vamos a destacar a dos investigadores por encima de todos que cuentan con numerosos trabajos relacionados con el estudio y análisis, detallado, de la batalla acontecida en 1212. Francisco GARCÍA FITZ, Las Navas de Tolosa, Ariel, Barcelona, 2005. Francisco GARCÍA FITZ, “Las Navas de Tolosa, ¿un punto de inflexión en las dinámicas históricas peninsulares?”, 1212-1214: El trieno que hizo a Europa: XXXXVII Semana de Estudios Medievales, Estella, 2011, pp. 47-84. Francisco GARCÍA FITZ, “El año de la batalla de Las Navas de Tolosa”, 1212, un año, un reinado, un tiempo de despegue: XXIII Semana de Estudios Medievales, Nájera, 2012, pp. 171-200. Francisco GARCÍA FITZ, “Las Navas de Tolosa y el paradigma bélico medieval”, La Península Ibérica en tiempos de las Navas de Tolosa, 2014, pp. 17-52.   Francisco GARCÍA FITZ, “La batalla de las Navas de Tolosa: el impacto de un acontecimiento extraordinario”, Las Navas de Tolosa 1212-2012: miradas cruzadas, 2014, pp. 11-36. En el caso del profesor Alvira Cabrer, su tesis doctoral es sobre esta batalla. Vid. Martín ALVIRA CABRER, Guerra e ideología en la España medieval: Cultura y actitudes históricas ente el giro de principios del siglo XIII. Batallas de las Navas de Tolosa (1212) y Muret (1213), Tesis doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 2003. Martín ALVIRA CABRER, “De Alarcos a las Navas de Tolosa: idea y realidad de los orígenes de 1212”, Alarcos, 1196: actas del Congreso Internacional Conmemorativo del VII Centenario de la Batalla de Alarcos, 1996, pp. 249-264. Martín ALVIRA CABRER, Las Navas de Tolosa, 1212: idea, liturgia y memoria de la batalla, Sílex, 2012. Martín ALVIRA CABRER, “Antes de De rebus Hispaniae. La primera versión de la batalla de Las Navas de Tolosa de Rodrigo Jiménez de Rada”, E-Spania: Revue électronique d’études hispaniques médiévales, nº 25, 2016.

[14]Algunos autores han considerado que el detenimiento de las conquistas leonesas estaba motivado por carencia de recursos materiales y humanos. María Dolores GARCÍA OLIVA, “Consideraciones sobre la estructura defensiva almohade y la expansión leonesa”, La Península en la Edad Media treinta años después: estudios dedicados a José Luis Martín, Salamanca, 2006, pp. 159-174. Francisco GARCÍA FITZ, “Relaciones políticas y guerra…ob. cit. p. 157-160.

[15]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IXob. cit. pp. 150-151.

[16]Ana RODRÍGUEZ LÓPEZ, La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana: expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III, CSIC, 1994, p. 98.

[17]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Las conquistas de Fernando III en Andalucía, Editorial Maxtor Librería, 2006. Carlos DE AYALA MARTÍNEZ, “La realeza en la cronística castellano-leonesa del siglo XIII: La imagen de Fernando III”, Monarquía, crónicas, archivos y cancillerías en los reinos hispano-cristianos: siglos XIII-XV, CSIC, pp. 247-276. Francisco GARCÍA FITZ, “Las huestes de Fernando III”, Archivo Hispalense: Revista histórica, literaria y artística, Tomo 77, nº 234-236, 1994, pp. 157-190. Francisco GARCÍA FITZ, “El cerco de Sevilla: reflexiones sobre la guerra de asedio en la Edad Media”, Sevilla 1248. Congreso Internacional Conmemorativo del 750 Aniversario de la Ciudad de Sevilla por Fernando III, Rey de Castilla y León, Centro de Estudios Ramón Areces, 1998, pp. 115-154. Alejandro GARCÍA SANJUAN, “La conquista de Sevilla por Fernando III (646 h/ 1248). Nuevas propuestas a través de la relectura de las fuentes árabes”, Hispania, Vol. LXXVII, nº 255, 2017, pp. 11-41.

[18]Luis CHARLO BREA (ed.), Crónica latina de los reyes de Castilla, Turnhout, 1997, p. 84. Lucas, obispo de Tuy, nos da noticia de este acontecimiento en su crónica. Chronicon mundi, Ms. 2248 del Colegio Mayor de San Bartolomé, 1237. Existe una edición facsímil de la obra. Crónica de España, por Lucas, obispo de Tuy, edición de Julio Puyol, Editorial Maxtor, 2007, p. 425. Ricardo ARCO Y GARAY, Sepulcros de la Casa Real de Castilla, CSIC, 1954, pp. 183-184. Anales Toledanos Terceros, en España Sagrada, vol. XXIII, p. 412.

[19]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, pp. 249-251.

[20]Luis COLOMA, Flabas de dueñas, Imprenta del Corazón de Jesús, Bilbao, 1898, pp. 10-24.

[21]José Luis MARTÍN MARTÍN, “La repoblación de la Transierra (s. XII-XII)”, Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano, Cáceres, 1979, pp. 477-497.

[22]Julián CLEMENTE RAMOS, Juan Luis DE LA MONTAÑA CONCHIÑA, “La Extremadura cristiana (1142-1230). Ocupación del espacio y transformaciones socioeconómicas”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 21, 1994, p. 90.

[23]El cronista árabe Al-Idrisi indica que Coria estaba rodeada por fuertes murallas, con una excelente fortaleza, con un territorio extremadamente fértil que producía frutos en abundancia, sobre todo uvas e higos. Muhammad AL-IDRISI, Geografía de España, Traducción por Antonio Blázquez, Valencia, 1974, p. 20.

[24]La toma de la ciudad cauriense la describió, con bastante detalle Velo y Nieto. Gervasio VELO Y NIETO, Coria. Bosquejo histórico de esta ciudad y su comarca, Madrid, 1947.

[25]Fidel FITA, “Coria compostelana y templaria”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXII, 1912, p. 346. Antonio LÓPEZ FERREIRO, Historia de la Santa, Apostólica, Metropolitana Iglesia de Santiago de Compostela, Apéndice de documentos, Nº XXXII-XXXIX, Tomo IV, Santiago de Compostela, 1901.

[26]Gervasio VELO Y NIETO, “Coria y los Templarios: Don Fernando II de León reconquista los territorios de la antigua diócesis cauriense”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo V, nº 3-4, 1949, p. 297.

[27]Gervasio VELO Y NIETO, “Castillos de Extremadura…ob. cit. p. 489. BULARIO DE ALCÁNTARA, pp. 129-131. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 464.

[28]BULARIO DE ALCÁNTARA, pp. 35-36. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 239.

[29]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 142.

[30]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 220.

[31]La concesión de fuero será por el maestre Don Gonzalo Martínez de Oviedo en 1338. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo II, pp. 17-18.

[32]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IXob. cit. pp. 150.151. Luis CHARLO BREA (ed.), “Crónica latina…ob. cit. p. 37.

[33]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 142. Biblioteca Nacional de España, Mss. 17.996. Noticias de Alcántara escritas por Pedro Barrantes Maldonado en 1572, recogidas y anotadas en 1722 por don Fabián de Cabrera y Barrantes. Fol. 31 vto. Con motivo del V centenario del nacimiento del cronista Pedro Barrantes Maldonado se editó la obra por parte de la Diputación Provincial de Cáceres. Dionisio Ángel MARTÍN NIETO, Bartolomé MIRANDA DÍAZ, Serafín MARTÍN NIETO, José María LÓPEZ DE ZUAZO Y ALGAR, Noticias de Alcántara: Pedro Barrantes Maldonado y sus antigüedades de la villa de Alcántara, Diputación de Cáceres, Cáceres, 2010, p. 195-197.

[34]Según el cronista Torres y Tapia, en un alto puesto antes del río Tajo, llamado en árabe como Gibel Alfarrias, situado a poniente.

[35]Se trataba de un cuartel situado al sur de la villa, llamado en árabe como Azobor de Mezeltuyn, que en época del cronista se denominaba “osario” por la presencia de enterramientos.

[36]Situado al norte, donde en la actualidad se encuentra la ermita de Santa Ana.

[37]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 143.

[38]Ese cerro es el que se llama, hoy día, Mira de Matamoros.

[39]En las crónicas se habla de falta de lluvias y de cosechas en esos años. Enrique FLÓREZ, España sagrada: Theato geographico-histórico de la iglesia de España, Tomo XXIII, Madrid, 1767, p. 399.

[40]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, pp. 143-144.

[41]Conquistada en 1167 por Fernando II que se la cede a los templarios, pero es recuperada por lo almohades en 1196. Tras la conquista definitiva en 1213, Alfonso IX se la cederá esta vez a la milicia alcantarina lo que provoca un pleito entre ambas órdenes militares pero el monarca sentencia a favor de la Orden de Alcántara. BULARIO DE ALCÁNTARA, pp. 23-24. Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, Francisco Manuel SÁNCHEZ LOMBA, “Reformas del siglo XVI en el sistema defensivo de Portezuelo. Una traza de Pedro de Ibarra”, En la España medieval, nº 6, 1985, p. 499. Gervasio VELO Y NIETO, “Castillos de la Alta Extremadura: El Portezuelo”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, nº 55, 1951, pp. 223-243.

[42]Ambas fortalezas, dentro del término de Zarza la Mayor, formaban parte de la línea defensiva cercana a la frontera con Portugal. Estos castillos se convirtieron muy pronto en despoblados. Antonio NAVAREÑO MATEOS, Arquitectura militar de la Orden de Alcántara en Extremadura, Editora Regional de Extremadura, 1987, pp. 133-136.

[43]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, pp. 173-176. Julio GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. p. 66. Ladero Quesada fecha la cesión un año después. Manuel Fernando LADERO QUESADA, “La Orden de Alcántara en el siglo XV. Datos sobre su potencial militar, territorial, económico y demográfico”, En la España medieval, nº 2, 1982, p. 506.

[44]Se da como fecha el 16 de julio de 1218. Publio HURTADO, “Castillos, torres y casas…ob. cit. p. 23. Pedro BARRANTES MALDONADO, Noticias de Alcántara, B.N., mss. 17.996, fol. 32r. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, pp. 181-184.

[45]BULARIO DE ALCÁNTARA, p. 21. Luis CORRAL VAL, La Orden de Alcántara: organización institucional y vida religiosa en la Edad Media, Tesis doctoral, Universidad Complutense, 1998, p. 156.

[46]El cronista calatravo apunta a un difícil mantenimiento de tener un convento en una villa tan lejos de Calatrava. Por su parte, Torres y Tapia confirma una falta de recursos económicos y humanos para establecer un convento en pleno reino de León. Francisco RADES Y ANDRADA, Crónica de las tres Órdenes y Caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara, Toledo, 1572, pp. 6-7. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 179.

[47]El papa Honorio III va a promulgar una bula de cruzada para que Alfonso IX intente conquistar la ciudadela. Demetrio MANSILLA, La documentación pontificia de Honorio III (1216-1227), Roma, Instituto Español de Estudios Eclesiásticos, 1965, pp. 414-416.

[48]Luis CHARLO BREA (ed.), “Crónica latina…ob. cit.

[49]Lucas TUY, Chronicon Mundi, traducción y estudio por Emma Falque, Turnhout, 2003, p. 96.

[50]Utilizaron, entre otras, los denominados almajaneques, que consisten en vigas oscilantes reforzadas con hierro que se golpeaban contra los muros abriendo grandes brechas en las murallas.

[51]Consiguieron derribar torres y llegar, incluso, a varios tramos del adarve y de la barbacana.

[52]Algunos autores consideran que los ejércitos cristianos sufrieron más bajas durante la retirada que en el propio asedio de Cáceres, puesto que los almohades los van a perseguir en esa retirada, matando a muchos cristianos y haciendo prisioneros. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, “Estudios de Historia de Cáceres…ob. cit. p. 156.

[53]Anales Toledanos II

[54]Este año, según Ortí Belmonte, repiten correrías por los campos de Cáceres, arrasando viñedos, huertas y olivares. Noticia que repite Lumbreras Valiente. Miguel Ángel ORTÍ BELMONTE, “Las reconquistas de Cáceres”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo III, nº 1-2, 1947, p. 125. Pedro LUMBRERAS VALIENTE, La Reconquista de Cáceres por Alfonso IX de León, Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres, Cáceres, 1956, p. 44.

[55]La fortaleza y villa de Alburquerque se había tomado en 1218 que se convirtió en señorío desde el primer momento. Aurelio CABRERA GALLARDO, “De Arqueología del Arte I: el castillo de Alburquerque”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo V, nº 2, 1931, pp. 213-221. Lino DUARTE INSÚA, Historia de Alburquerque, Badajoz, 1929.

[56]El origen de esta fortaleza es musulmana siendo, en su origen, la Torre del Homenaje una torre albarrana. Así lo confirma el hecho de dejar una guarnición tras la toma de la villa. Antonio ÁVILA VEGA, “Apuntes para la historia del castillo de Valencia de Alcántara”, I Simposio sobre Castillos de la Raya entre Portugal y España, 1984, pp. 7-28. Sobre las diferentes reformas que tuvo la fortaleza valenciana ver los trabajos de Navareño Mateos. Vid. Antonio NAVAREÑO MATEOS, “Arquitectura militar de la Orden…ob. cit. pp. 257-269. Antonio NAVAREÑO MATEOS, Arquitectura y arquitectos en el siglo XVI en Extremadura, Universidad de Extremadura, 1994, pp. 187-200.

[57]Alfonso IX le había dado a la Orden el privilegio de donarle todas las villas y castillos que conquistase a los moros en Extremadura. Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 20.

[58]En la crónica, Torres y Tapia, fecha la conquista de Valencia en 1220 aunque la historiografía posterior ha planteado, y se ha aceptado como tal, que la toma tuvo lugar un año después. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. p. 195. Miguel Ángel ORTÍ BELMONTE, “Las reconquistas…ob. cit. p. 24. Domingo BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, Ordenanzas del Concejo de Valencia de Alcántara, Institución Cultural “El Brocense”, Cáceres, 1982, p. 15. Nicolás DÍAZ Y PEREZ, “España sus monumentos…ob. cit. p. 862.

[59]Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…ob. cit. Tomo I, p. 223.

[60]Esas aldeas son la de Santiago y la de San Vicente. Mientras que otros lugares que dependían del Concejo de Valencia son Herrera, Esparragal, Mayorga o Piedrabuena (donde algunas de ellas fueron sedes de encomiendas).

[61]Título que fue concedida a la Iglesia de Nuestra Señora de Rocamador, junto al castillo-fortaleza de la villa. Se trataría de la iglesia que alude una bula de Gregorio IX en 1235 como “Ecclesiam Sanctae Mariae de Valencia”. BULARIO DE ALCÁNTARA, p. 43. José BUENO ROCHA, “Nuestra Señora de Rocamador: la difusión de su culto por España”, II Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo, 1996, pp. 121-124. El proceso constructivo del templo está bien documentado. Vid. Bartolomé MIRANDA DÍAZ, “La desdichada historia constructiva de una iglesia rayana: Nuestra Señora de Rocamador de Valencia de Alcántara (siglos XVI-XVIII), Revista de Estudios Extremeños, Tomo LVIV, 2008, pp. 1429-1567.

[62]Por citar algunos, concesión de fuero y el pecho de la Martiniega en 1262, exención de impuestos durante cinco años en 1317, el privilegio de celebrar feria anual desde 1338, y así una larga lista de mercedes y privilegios, algunos nuevos y otros confirmaciones. Estos privilegios concedidos los hemos podido estudiar Vid. Álvaro VÁZQUEZ CABRERA, “El Barrio Gótico de Valencia de Alcántara a 25 años de su declaración como Conjunto Histórico-Artístico”, (en prensa).

[63]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. pp. 201-202.

[64]Investigadores locales, a mediados del siglo pasado, tuvieron un debate acerca de la fecha de la conquista, ya que se planteó que la conquista de la ciudad de Cáceres fuese el 24 de junio de 1227, festividad de San Juan. Una hipótesis que se fundamentaba en noticias de autores clásicos como el padre Risco o el obispo de Tuy, además del análisis del fuero concedido por el rey. Vid. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, “La fecha de la Conquista de Cáceres ante los documentos”, en Homenaje a don Agustín Millares Carlo, Confederación Española de Caja de Ahorros, Las Palmas de Gran Canaria, 1975, pp. 193-204. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, Cáceres, los problemas de su reconquista y de su nombre, Oviedo, 1956. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, La villa de Cáceres, Institución cultural El Brocense, Cáceres, 1987, pp. 59-91. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, “Estudios de Historia de Cáceres…ob. cit. pp. 163-171. Pedro LUMBRERAS VALIENTE, “La Reconquista de Cáceres…ob. cit. pp. 63-73. Pedro LUMBRERAS VALIENTE, Los fueros municipales de Cáceres. Su derecho público, Cáceres, 1974. Pedro LUMBRERAS VALIENTE, Los fueros municipales de Cáceres. Su derecho privado, Institución cultural El Brocense, 1990.  Pedro LUMBRERAS VALIENTE, “A San Juan lo que es de San Juan y a San Jorge lo que es de San Jorge”, 1994. Derek William LOMAX, “La fecha de la reconquista de Cáceres”, Archivos Leoneses: revista de estudios y documentación de los Reinos Hispano-Occidentales, nº 66, 1979, pp. 309-320.

[65]Publio HURTADO, Ayuntamiento y familias cacerenses, Tipografía, Encuadernación y Librería de Luciano Jiménez Merino, Cáceres, 1918, pp. 22-23. Miguel Ángel ORTÍ BELMONTE, La conquista de Cáceres por Fernando II y Alfonso IX de León. Su Fuero Latino anotado, Diputación Provincial de Badajoz, 1947.

[66]La leyenda de San Jorge o, también llamada, de “La Mansaborá” ha sido recogida en numerosos estudios, donde vamos a citar varios. Javier ALCALÁ CALDERA, José RASERO MACHACÓN, Enrique BARCIA MENDO, La leyenda de San Jorge, Cáceres: tradición, historia, mitología, Ayuntamiento de Cáceres, 1998. José Manuel LÓPEZ CABALLERO, “Dragones en Extremadura: desde San Jorge hasta Juego de Tronos”, Revista de Estudios Extremeños, Vol. 74, nº 1, 2018, pp. 615-646. José Luis HINOJAL SANTOS, Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres, Tau Editores, 2016, pp. 148-152 y 255-257. Alonso José Román CORRALES GAITÁN, “San Jorge, protector de Cáceres”, XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura, 2004, pp. 159-189. Javier ALCALÁ CALDERA, “Una propuesta globalizada de la leyenda de San Jorge en Cáceres”, Actas del I Seminario Internacional de Cuentos y Leyendas de España y Portugal, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1997, pp. 177-182.

[67]Simón BENITO BOXOYO, Noticias históricas de Cáceres y monumentos de la antigüedad que conserva, 1794. Miguel Ángel ORTÍ BELMONTE, “Las reconquistas…ob. cit. p. 129.

[68]No hay que olvidar que Santiago de Compostela consiguió, en la primera mitad del siglo XII, arrebatar a Mérida la dignidad arzobispal y metropolitana, todo ello por la petición del obispo Diego Gelmírez al papa Calixto II. Historia Compostellana, Corpus Christianorum, Continuatio Mediaevalis, LXX, edición Emma Falqué Rey, Turnhout, 1988 (edición latina). Hay una traducción al castellano de esta crónica: Historia Compostelana, traducción de Emma Falqué Rey, Madrid, 1994.

[69]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. p. 207.

[70]Bernabé MORENO DE VARGAS, Historia de la ciudad de Mérida, 1633, Madrid, pp. 228.

[71]Cesáreo FERNÁNDEZ DURO, Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y su obispado,                               Madrid, Tomo I, 1882, p. 387.

[72]Se postula que la entrada de los cristianos en Mérida tuvo lugar el 11 de marzo de 1230. Manuel TERRÓN ALBARRÁN, Historia de la Baja Extremadura: de los orígenes al final de la Edad Media, Real Academia Extremeña de las Letras y de las Artes, Badajoz, Tomo I, 1986, pp. 448-451. Derek W. LOMAX, “El Cronicón Cordubense de Fernando Salmerón”, En la España Medieval, nº 2, 1982, pp. 595-642. Ambrosio DE MORALES, Noticias históricas sacadas del Archivo de Uclés, de sus sepulcros y calenda, Madrid, Tomo II, 1793, p. 40.

[73]Además del puente, en la Puerta de Olivares, conocida hoy día como Puerta del Obispo, cerca de la Catedral, aparece una inscripción en latín donde se hace mención a las victorias de Alfonso IX en Cáceres, Montánchez, Mérida y Badajoz sobre el rey moro Abenfuit. Ramón LUELMO ALONSO, Estampas zamoranas, Imprenta de “El Correo de Zamora”, Tomo I, 1949, p. 43.

[74]Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. Tomo II, doc. 613, p. 823.

[75]La orden santiaguista y el arzobispo compostelano tenían derechos en Mérida. Sobre las negociaciones entre ambas partes y el repartimiento de la ciudad ver Manuel LÓPEZ FERNÁNDEZ, “Mérida cristiana. El inicio de una nueva época”, en Historia de Mérida. De los antecedentes de Augsta Emerita al fin del medievo, Tomo I, Mérida, 2018, pp. 691-716. Manuel LÓPEZ FERNÁNDEZ, “Mérida y la Orden de Santiago en las décadas centrales del siglo XIII (1231-1274), Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXV, nº 1, 2009, 143-174. Ángel BERNAL ESTÉVEZ, Mérida capital y encomienda de la Orden de Santiago, Diputación de Badajoz, 2013. Esteban RODRÍGUEZ AMAYA, “La Sede Metropolitana Emeritense, su traslación a Compostela e intentos de restauración”, Revista de Estudios Extemeños, Tomo V, nº 3-4, 1949, pp. 493-559.

[76]Julio González antepone la batalla de Alange a la toma de Mérida, sin embargo nosotros hemos seguido el relato de la crónica de Lucas de Tuy, donde los acontecimientos serían de esta manera: asedio de Mérida, batalla de Alange (15 de marzo) y, por último, asedio de Badajoz. LUCAS DE TUY, “Chronicon mundi…ob. cit. pp. 114.

[77]Bernabé MORENO DE VARGAS, “Historia de la ciudad…ob. cit. p. 225. El cronista emeritense menciona el lugar donde aconteció la batalla como el “Valle de la Matanza”.

[78]LUCAS DE TUY, “Chronicon…ob. cit. p. 337.

[79]Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, en su Historia de rebus Hispaniae, menciona las conquistas de Alfonso IX de manera muy fría sin entrar en detalles. Por su parte, Juan de Osma, canciller de Fernando III, en su Chronica regum Castellae, empequeñece las campañas bélicas en Alange, Mérida y Cáceres sin entrar en detalles y en tan solo una frase. La toma de Badajoz la obvia y menciona que los habitantes de Elvas huyeron abandonando el castillo. Por tanto, estamos ante dos cronistas pro-castellanos y que, en todo momento, marginan las ideas y acciones leonesas para engrandecer a las castellanas. Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, “Historia de los Hechos…ob. cit.  Libro VII, capítulo XXV, p. 295.

[80]Documento firmado en Badajoz en el que el rey concede a su alférez Rodrigo Fernández la villa de Friera y la tierra de Aguilar. Unos días después, el 28 de abril, firma de nuevo en Badajoz otro documento para confirmar al monasterio de Melón el coto de Teelas. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. Tomo II, docs. 614-615, p. 823.

[81]Chronicon conimbricense, en España sagrada, Vol. XXIII, p. 334.

[82]Derek W. LOMAX, “El Cronicón Cordubense…ob. cit. p. 624.

[83]Alfonso IX firma un documento, en Cáceres el 9 de junio, donde manda destruir unas aceñas en Granada si es que estas le perjudican a las que poseía en sus proximidades el arzobispo de la ciudad. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. Tomo II, doc. 616, p. 823.

[84]Fuero o carta puebla que se alude en documentación de la cancillería de Alfonso X en 1258. Citado en Domingo DOMENÉ SÁNCHEZ, “Fueros y privilegios del Badajoz medieval”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXV, nº 1, 2009, p. 104. Tomás GONZÁLEZ, Colección de privilegios, franquezas, exenciones y fueros, concedidos a carios pueblos y corporaciones de la Corona de Castilla, Tomo VI, Madrid, 1833, pp. 113-114.

[85]José Luis MARTÍN MARTÍN, Historia de Extremadura. Tomo II: Los tiempos medievales, Badajoz, 1985, p. 296. Esteban RODRÍGUEZ AMAYA, “La tierra de Badajoz, 1230-1500”, Revista de Estudios Extremeños, Vol. VII, nº 3-4, 1951, pp. 395-497.

[86]Sobre la mezquita o las mezquitas en Badajoz existe numerosa bibliografía. Vid. Fernando VALDÉS FERNÁNDEZ, “La mezquita privada de Abd Al-Rahman Ibn Marwan al-Yilliqi en la alcazaba de Badajoz”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, nº 25, 2, 1999, pp. 267-290. María CRUZ VILLALÓN, “Mezquita-catedral de Badajoz”, Norba: Revista de arte, nº 12, 1992, pp. 7-28. Leopoldo TORRES BALBÁS, “La mezquita de la Alcazaba de Badajoz”, Al-Andalus, XIII, 1943, pp. 466-470. Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, “La iglesia de Santa María la Obispal de Badajoz, símbolo de la arquitectura de control en poblaciones multiculturales”, De arte: revista de historia del arte, nº 1, 2002, pp. 41-54. María Dolores GÓMEZ TEJEDOR-CÁNOVAS, “La catedral de Badajoz”, Revista de Estudios Extremeños, Vol. 14, nº 3, 1958, pp. 533-560.

[87]Nicolás DÍAZ Y PÉREZ, “España sus monumentos…ob. cit. pp. 120-122. Este autor considera que la conquista de Badajoz tuvo lugar el 19 de marzo de 1228. Es posible que tomara el dato de Rodrigo Dosma en sus Discursos patrios de la Real Ciudad de Badajoz, publicados en Madrid en 1601. Existe otra edición, estudiada por Vicente Barrantes y publicada por la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz, en 1870. Julio GONZÁLEZ GONZÁLEZ, “Alfonso IX…ob. cit. Tomo I, p. 211.

[88]Matías Ramón MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, El libro de Jerez de los Caballeros, Sevilla, 1892, pp. 55. Manuel  TERRÓN ALBARRÁN, “Historia de la Baja Extremadura…ob. cit. p. 454. Julián GARCÍA FRANGANILLO, El memorial ajustado del pleito sobre jurisdicción en la vicaría de Jerez de los Caballeros (Badajoz), Sociedad Andaluza de Estudios Histórico-Jurídicos, Córdoba, 2009.

[89]Matías Ramón MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, Apuntes para un mapa topográfico-tradicional de la villa de Burguillos, Sevilla, 1884.

[90]Fregenal es concedida a la Orden del Temple por Alfonso X en 1283. Pedro RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, Dissertaciones históricas del Orden y Cavallería de los Templarios, Madrid, 1747, pp. 288-290.

[91]Esteban RODRÍGUEZ AMAYA, “La Sede Metropolitana Emeritense…ob. cit. doc. XII, pp. 549-550.

Dic 122022
 

Álvaro Vázquez Cabrera

 

             INTRODUCCIÓN

 

            José Ramón Mélida, arqueólogo madrileño bien conocido por sus trabajos en Mérida, será el encargado de la realización de los catálogos pertenecientes a las dos provincias extremeñas.

En esos años, concretamente entre 1902-1905, se intentaba orientar la disciplina arqueológica hacia la profesionalización acercándose a las corrientes europeas del momento. Ya habían aparecido decretos que dictaban la elaboración de catálogos y la Ley de Excavaciones Arqueológicas (en julio de 1911) que planteaban preceptos más racionalistas ampliando el concepto de “monumento” para incluir los de “yacimiento y ruina”.

Motivado por los diferentes conflictos bélicos, acontecidos desde principios del siglo XIX, sumado a las desamortizaciones, el estado del patrimonio histórico y monumental del país era alarmante, por lo que se necesitaba un plan de estudio y catalogación de esa riqueza patrimonial. No existía ningún precedente en España, tan solo lo más parecido fue la publicación de Recuerdos y Bellezas de España[1].

La idea de realizar el Catálogo Monumental de España surge como iniciativa de Juan Facundo Riaño, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siempre con apoyo de Eduardo Saavedra, que por aquel entonces era presidente de la Real Academia de la Historia. El proyecto inicial era elaborar uno por provincia y con un tiempo establecido de ocho meses, siendo la encargada la Academia de San Fernando pero, a pesar de los esfuerzos de Rodrigo Amador de los Ríos y Juan de Dios de la Rada y Delgado, finalmente la Academia de la Historia también será responsable de la elaboración de los catálogos con la coordinación de una Comisión Mixta[2].

Ávila será la primera provincia que se va a catalogar, lugar al que Mélida tenía conexión por publicar algunos trabajos y alguna conferencia en el Ateneo de Madrid. Sin embargo, se elige a Manuel Gómez-Moreno, que sería el que llevaría a buen puerto todas las provincias. O eso era la idea inicial hasta que fallece su gran protector, y jefe de la Comisión Mixta, el arabista granadino Facundo Riaño. Desde el Ministerio llegaban noticias de que se debía apresurar y aligerar la empresa, por lo que se decide que no haya solo un autor: para el de Álava se elige a un joven alumno de Gómez-Moreno, Juan de Mata Carriazo; Juan Catalina García López el de Guadalajara, aprovechando su amistad con el ministro de Instrucción Pública del momento (el conde de Romanones), el de Granada Melchor Almagro Díaz, el toledano lo elaborará el conde de Cedillo, Romero de Torres el de Cádiz; mientras que Gómez-Moreno hará, finalmente, el de Ávila, León y Zamora y Salamanca[3].

Por lo que respecta a los catálogos de las dos provincias extremeñas, José Ramón Mélida se encargará del de Badajoz entre 1907 y 1910 y el de Cáceres entre 1914 y 1918. Para elaborar estos catálogos, Mélida llevó a cabo un gran trabajo de campo, ayudado por eruditos locales y recurriendo a la tradición oral. Además de todo esto, va a recopilar datos en museos y archivos extremeños pero echando mano de un gran número de colaboradores como el padre Fita, Maximiliano Macías o Vicente Barrantes, entre otros.

La estructura de los dos catálogos está plasmada de manera cronológica: “tiempos ante-romanos”, “época romana”, “época visigoda”, “época árabe” y “época de la reconquista y tiempos modernos”. Según el propio Mélida «se pide es una enumeración precisa de los monumentos […] tomando como base de clasificación la unidad histórico-cronológica»[4].

La tardanza en que los catálogos, no solo los extremeños, salieran a la luz, hará que el arqueólogo madrileño publique artículos e informes de los hallazgos acontecidos mientras que recorría las provincias[5]. El de la provincia de Badajoz se publicará en 1925 contando con tres volúmenes gracias a la intervención del académico y arqueólogo valenciano Elías Tormo.

 

  1. CATÁLOGO DE LA PROVINCIA DE CÁCERES

 

El Catálogo Monumental de Cáceres le es propuesto a Mélida el 14 de abril de 1914, siendo aprobado por Real Orden del 18 de mayo, acabándolo en mayo de 1918, aunque no se publicará hasta varios años después, concretamente en 1924. También está constituido por dos tomos de texto y tres de láminas, con la misma estructura que el de la provincia de Badajoz.

Sobre los, denominados, tiempos ante-romanos, Mélida mencionará arte rupestre, ya documentado, cuevas paleolíticas como las del calerizo cacereño o las cuevas de Castañar de Ibor, y neolíticas como las ubicadas en Aliseda, en la Sierra de Montánchez o la de Boquique, en Plasencia, por citar algunos ejemplos. En estas cronologías nombra colecciones particulares como las de Vicente Paredes o el padre Sande[6], y objetos que se conservaban en el Museo de la ciudad de Cáceres. Capítulo aparte merece el que dedica al fenómeno del megalitismo, al que dedica nueve páginas[7]. Menciona, posteriormente, sepulturas, castros y verracos, adscritos a la Edad del Hierro.

Conociendo la labor que llevaba en Extremadura desde 1906 en el yacimiento emeritense, no nos debe extrañar que el capítulo más amplio de la obra sea el que corresponde a la época romana. Empieza el epígrafe nombrando las colonias de la provincia de la Lusitania, los dos campamentos romanos dependientes de Norba Caesarina (la actual ciudad de Cáceres), Cáparra, Augustobriga, Coria y las diversas vías romanas, destacando la Vía de la Plata. También estudia, de manera separada, las ciudades de origen romano en la provincia con sus nombres latinos y los restos arqueológicos que se conservaban, entre los que se incluye Trujillo[8].

Según Mélida, no existía en toda la provincia monumento arquitectónico de época visigoda por lo que, tan solo, citará algunas inscripciones, sepulturas y fragmentos arquitectónicos[9]. En cuanto al mundo andalusí, hará referencia al Califato y los reinos de Taifas mencionando objetos de cultura material y monumentos defensivos, donde va a aparecer con gran protagonismo el patrimonio trujillano[10].

El  primer tomo del Catálogo lo va a culminar con una breve explicación sobre el proceso reconquistador de las tierras extremeñas, la participación activa de las órdenes militares, las dos sedes episcopales, el reinado de los Reyes Católicos y la aventura americana donde la región va a jugar un papel decisivo. Parte final del primer tomo y todo el segundo volumen de la obra vamos a encontrar las diferentes localidades con sus respectivos monumentos de interés histórico- artístico datados en siglos medievales y tiempos modernos.

 

 

1.1. Trujillo en el Catálogo Monumental de Cáceres

 

Como hemos mencionado anteriormente, Trujillo va a aparecer en el catálogo, de manera extensa, en el capítulo dedicado a los tiempos de dominación musulmana. La nombra como Turgielo donde residían, durante el siglo IX, la tribu berberisca de Nafza cuyo caudillo era la familia Beni-Feranic. Nos cuenta, además, que en el año 881 la ciudad va a sufrir un ataque por parte del rey astur Alfonso III, aunque no tuvo éxito de tomarla. Va a citar la obra del cronista árabe Al-Idrisi para hacer referencia que Trujillo era una plaza fuerte con buenas murallas en donde vivían tan solo gente que «se dedicaba exclusivamente a hacer correrías en territorio cristiano, asolando y saqueando los poblados»[11].

Se nombra otro cronista árabe, Ben-Sahibis-Salat, para recoger la noticia de la toma de Trujillo por parte de Fernando II de León[12], en abril de 1165[13], para volver a conseguirla unos años después el califa almohade Abu-Jacub (1184)[14].

Mélida, prosigue, mencionando las diversas conquistas y reconquistas por parte de cristianos y almohades:

 

«Tomaronla de nuevo los cristianos, pues el rey D. Alfonso VIII habla de la villa y castillo que llaman Turgello en un privilegio de donación hecho a las órdenes militares con fecha de 1195. Nuevamente la recobraron los moros, tras la victoria de Alarcos»[15].

 

Según esta cita, nos está hablando de la toma del rey castellano, Alfonso VIII, que tras fundar la ciudad de Plasencia (1186) entró en Trujillo y para atraer a las órdenes militares les concede la mitad de los diezmos y su tierra, concretamente a la Orden de Santiago que años antes se había fundado en la cercana ciudad de Cáceres[16]. Esa frontera fluctuante tiene otra reconquista almohade, tras la victoria de la batalla de Alarcos en 1196[17], para finalizar el proceso reconquistador con la toma definitiva de la ciudad por el monarca castellano Fernando III ayudado por tropas pertenecientes a las órdenes militares y el obispo de Plasencia, D. Domingo. Un acontecimiento que tuvo lugar, según nos cuenta Mélida, el 25 de enero de 1232[18].

 

1.1.1. Época árabe

 

Tras la breve reseña de acontecimientos y fechas, se va a plasmar el monumento histórico más importante de Trujillo, en cuanto a simbolismo se refiere. Se trata del, denominado, castillo, el cual se va a convertir desde el momento de su construcción en el punto de referencia y de codicia por los diferentes caudillos, monarcas y señores que pasaron por estas tierras.

Mélida, haciendo referencia al monumento, nos dice su emplazamiento en la cumbre de un cerro, en cuyo lado oriental cerraba el recinto amurallado de la villa medieval. Este recinto lo denomina como «ciudad alta o vieja», con siete puertas de las que solo se conservan cuatro[19], pero algo reconstruidas al igual que algunas torres y partes del lienzo. Además, señala que los materiales empleados son mampostería y argamasa. El castillo, al que llama alcázar también, domina la ciudad aprovechando el suave declive que ofrece por el sureste la meseta del cerro.

Es interesante señalar que Mélida hace una diferencia entre las fortificaciones castellanas y el castillo de Trujillo debido a que este último no presente torres redondas, como aquellas, sino que son cuadradas, construidas en mampostería y argamasa, destacando algunas que las identifica como «baluartes». En su interior se puede ver un recinto rectangular en cuyo lado norte, y defendida por una torre, aparece otra segunda puerta que conduce al cuerpo principal del edificio, con forma cuadrada pero irregular (la plaza de armas). Menciona que existe otro recinto, algo mayor, que se denomina plaza de San Pablo por la existencia de una ermita bajo dicha advocación (el albacar). Sobre las torres albarranas no indica absolutamente nada, pero sí indica que en un extremo hay una torre cuadrada como baluarte avanzado; por tanto, da noticia de ese tipo de torres pero sin nombrarlas explícitamente con su nombre real.

Finaliza el análisis del castillo datándolo de época árabe y que se trataría del que se habla de él durante el siglo XII[20], pero con reformas posteriores, en ambos recintos.

Tras el castillo, se menciona dos aljibes que Mélida los denomina como “A y B”. Ambos se encuentran en el recinto fortificado, uno en la plaza de armas y el otro en el albacar, que recordemos que el arqueólogo madrileño denomina como plaza de San Pablo. Sobre estos aljibes va a dar una primicia, debido a que la publicación del Catálogo se iba dilatando, en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones[21].

Sobre el aljibe A, situado en la plaza de armas del castillo, nos da las medidas, el tipo de elementos arquitectónicos empleados, así como sus materiales:

 

«Es un recinto rectangular, de 8m12 por 5m35, dividido en dos naves, por gruesos arcos y cubiertas por bóvedas de medio cañón con tragaluces o sumideros cuadrados. La fábrica es de ladrillo y el fuste de la única columna es de granito. Esta columna está en el centro, de 0m72 de altura, sin basa ni capitel. Voltean sobre ella dos arcos de medio punto y peraltados, de 1m40 y 1m50 de luz respectivamente; y a continuación de ellos hay a un lado un arco y al otro dos pequeños, pues su luz es de 0,49 a 0,70 asimismo de medio punto y peraltados […]»[22].

 

Finaliza la descripción de este aljibe comparándolo, por su semejanza, con el del castillo de Piñar y el de la Alhambra de Granada.

El segundo de los aljibes que incluye Mélida en el catálogo, es de menores dimensiones al anterior, donde nos da detalles sobre el tipo de bóvedas, arcos y materiales son los empleados para esta construcción hidráulica (tres naves con bóvedas de medio cañón, con cuatro arcos de medio punto, siendo la fábrica de ladrillo y argamasa). Finaliza fechando ambos aljibes propios del siglo XIII, aunque en el artículo que publica en 1917 plantea que fuese posterior o, incluso, mudéjar[23]. Destacamos que, tanto en el artículo como en el catálogo, aporta fotografía y planta de ambos aljibes.

 

1.2.  Monumentos de Trujillo aparecidos en el Catálogo

 

Tras mencionar los restos monumentales que posee Trujillo pertenecientes del mundo andalusí, habrá que irse hasta el segundo tomo del catálogo para encontrar más referencias de esta ciudad. Será en el epígrafe que dedica, exclusivamente, a la localidad, con una cantidad nada despreciable: hasta cuarenta hojas dedica a los monumentos de interés histórico-artísticos.

Introduce el estudio haciendo, de nuevo, una reseña histórica haciendo referencia a los diversos nombres que tuvo la ciudad por las culturas que se asentaron en el promontorio, las diferentes conquistas cristianas y almohades, cómo es el escudo de la ciudad, las diversas disputas por el control de ella[24] y, como no podía ser de otra manera, ser la cuna de conquistadores que partieron hacia América, destacando por encima de todos a Francisco Pizarro, al que denomina como el porquero de Trujillo[25].

Debido a los numerosos vestigios y monumentos artísticos que Mélida recoge en el catálogo, vamos a dividirlo en varias partes. Por un lado, analizaremos las referencias acerca a lo relativo a las defensas y fortificaciones, siguiendo por los edificios religiosos, para terminar, en un tercer subgrupo, con las casas y palacios señoriales.

 

 1.2.1. Fortificaciones

 

            Vuelve a repetir lo que ya había señalado en el primer tomo sobre las murallas que rodean el caserío, al igual que el alcázar/castillo. Sobre las siete puertas que tenía el recinto amurallado, Mélida lo duda, siendo tan solo dos propias de la Edad Media pero siempre con dos torres flanqueando dichas puertas.

Las tres puertas que son recogidas en el catálogo son las del Triunfo, la de San Andrés y la de Santiago. La primera de ellas nos dice que su nombre se refiere porque por ella fue por la que las tropas cristianas tomaron la ciudad en ese día de San Pablo de 1233. Mirando a poniente, se trata de un arco apuntado con pequeñas dovelas y, sobre él, encontramos un escudo de los Reyes Católicos sustentado por el águila de San Juan. Por su parte, la de San Andrés no está flanqueada por torres, con un arco apuntado de dovelas anchas en cuya parte superior encontramos un escudo imperial, propio del siglo XVI. Finalmente, en cuanto a la puerta de Santiago [Fig.1], situada en el sector este de la villa medieval, está flanqueada igualmente por dos torres, con una particularidad: una especie de «ventanita árabe de ladrillo». Menciona que la torre de la derecha, siempre mirando desde extramuros, es en realidad el campanario de la iglesia de Santiago. Dice, también, que encima del arco existe una hornacina gótica en donde habría en el pasado una imagen del santo. Termina la descripción mencionando los dos escudos que hay presentes en la puerta: uno de los Reyes Católicos y otro de los Altamirano/Orellana.

Otro de los monumentos defensivos que añade, es de nuevo, al castillo, pero esta vez para añadirle un número, haciendo una breve explicación del monumento. Mélida piensa que la parte del albacar es propio de los tiempos cristianos por la presencia de torres semicilíndricas y no cuadradas como las del alcázar. Este, considera que la parte más antigua es la meridional y la septentrional sería una reforma posterior. Vuelve a mencionar la ermita de San Pablo, ubicada en el albacar, siendo una capilla de tan solo una nave dividida en tres tramos por arcos ligeramente apuntados y con una bóveda de lunetos, bastante posterior, y una cabecera de tres lados.

Data a la ermita como una obra gótica del siglo XVI, finalizando por mencionar que todos los 25 de enero se celebra una fiesta cívico-religiosa para conmemorar la conquista cristiana, al igual que la existencia de la imagen de la Virgen de la Victoria, ubicada en una capilla que mira para la ciudad y que es visible desde el exterior en una hornacina entre dos torres[26].

Como vemos, el arqueólogo se hace eco de la leyenda que cierra la conquista de la villa, donde en el fragor de la batalla aparece la Virgen entre dos torres concediendo la victoria a las tropas cristianas[27].

 

            1.2.2. Edificios religiosos

 

            Trujillo, desde el momento de su conquista, cuenta con un gran número de edificios religiosos, tanto iglesias como conventos. Este apartado comienza con la parroquia más importante, situada dentro de la villa medieval: la iglesia de Santa María.

Según Mélida, poco se sabe de sus orígenes aunque conjetura que se trataría de una iglesia románica, siendo la primera iglesia que se construiría tras la reconquista. Cuenta que existe una tradición sobre el hallazgo de la imagen de la Virgen que estaría escondida en la torre, que niega (acertadamente) que sea una construcción romana; y que la imagen es la que se venera en el castillo.

Se hace una descripción del templo, fechándolo como una obra románica del siglo XIII, construida en su totalidad con cantería. Señala la presencia de un rosetón, con una portada de transición, con columnas y arquivoltas apuntadas. Recoge la noticia de la reforma de la torre efectuada en 1732 y cuyo coste fue sufragado por limosnas «cuando la torre antigua empezó a estar ruinosa». No sabemos de dónde saca esa fecha como inicio de la reforma.

A lo que hace referencia, aunque cambiando de fecha, es al terremoto de Lisboa de 1755 que va a afectar, gravemente, a la estructura de la torre desplomándose, en su esquina noroeste, tres cuerpos de vanos superiores y parte del inferior[28]. Ese estado quebradizo va a llegar hasta mediados del siglo XIX, cuando el ayuntamiento de Trujillo, ante las quejas de la población, va a iniciar los trámites necesarios para demolerla[29]. Tras varios litigios entre instituciones, finalmente, en 1871 desmontan los dos cuerpos superiores[30].

Como hemos mencionado anteriormente, niega que el origen de la torre fuese romana, aunque la denominasen como Turris Julia por ser la antigua ciudad romana de Castra Julia, citada por Plinio[31]. Esta falsedad fue copiada por numerosos autores, entre los que menciona a Díaz Pérez[32], pero, también menciona a Antonio Ponz[33] para negar esta afirmación: «no tiene apariencia de que la mandase hacer Julio César, ni de que sea la Turris Julia»[34].

A estos dos, vamos a añadir a otro par de autores, entre otros, que consideraban a Trujillo como la supuesta colonia romana. Estos serán el padre Mariana[35] y el protoarqueólogo, y juez de profesión, José de Viu[36].

Mélida habla de su estado de ruina, de sus materiales y la describe de manera detallada para, posteriormente, describir el interior del templo siendo «de tres naves, muy alta la central con arcos de medio punto y apuntados en la división de naves y en las laterales, todo esto sobre pilares cuadrados con columnas adoradas, una en cada lado, y capiteles con hojas estilizadas […]»[37].

Eso en cuanto a lo que considera obra del siglo XIII, ya que encontramos trazas góticas como son las naves de crucería, ya construidas en los siglos XV-XVI, con un crucero y ábside de  tres planos cubierta por una bóveda de crucería. Los capiteles, con decoración de cabezas y hojas, son románicos. En el lado de la Epístola estaba la sacristía, mientras que en el lado del Evangelio aparece una puerta cegada. El coro, a los pies de la iglesia, presenta bóvedas de crucería y arcos escarzanos, siendo su promotor el obispo Vargas Carvajal[38]. Sobre los púlpitos, situados a ambos lados de la capilla mayor, los describe detallando su decoración. Menciona el retablo situado en el lado del Evangelio (del siglo XVI, posible tríptico donde se representan los dos Santos Juanes, a Jesucristo en el centro y de fondo un paisaje «de Jerusalén») en donde se encuentran los sepulcros de los padres del Cardenal Cervantes, nacido en Trujillo en 1513[39]. En esa misma zona hay dos altares colaterales con tablas de la Anunciación, del siglo XVI, y del Nacimiento del Niño Jesús.

Al retablo mayor, como creemos que es lo más lógico y conveniente, lo deja aparte para describirlo debido a su importancia, pero antes recoge las pilas bautismales. Una de granito con decoración renacentista y la antigua, con una cruz de Malta y en la que recoge la leyenda de cómo Diego García de Paredes sacó esta pila para ofrecerle a su madre agua bendita por no poder escuchar los oficios.

Del retablo mayor nos dice lo siguiente:

 

«Es un importante retablo gótico, del siglo XV, con veinticinco pinturas en tabla. La parte arquitectónica es de talla dorada, formando compartimientos con arcos conopiales adornados con lobulados y grumos, frisos y crestería. El retablo así construido se adapta al fondo del ábside en forma poligonal. En el centro […] que es hueco de camarín o nicho, hoy ocupado por un grupo escultórico moderno que representa el Misterio de la Asunción de la Virgen. […]»[40].

 

Sobre las tablas, lamenta que se desmontaran en algún momento para restaurarlas; noticia que aporta por mencionarlo Ponz[41]. Indica cuáles son las tablas, de izquierda a derecha, en los diferentes cuerpos, siendo el primero imágenes que representan: el abrazo de San Joaquín y Santa Ana, el Nacimiento de la Virgen, los Desposorios de la Virgen y San José, y la Anunciación. En el segundo cuerpo, de derecha a izquierda: la Visitación, la Natividad, la Epifanía y la Circuncisión. Culmina, en el tercer cuerpo, la Huida a Egipto, la Disputa de Jesús con los doctores, la Santa Cena y la Asunción de la Virgen, con una tabla central de la Coronación de Nuestra Señora. En los extremos de los tres cuerpos hay otras seis tablas más estrechas en las que se representan a los doctores San Ambrosio y San Agustín, y los cuatro Evangelistas. En la parte del zócalo, encontramos la Oración en el Huerto, el Descendimiento, el Prendimiento, una alegoría de la resurrección de la carne, la Resurrección del Señor y su Ascensión.

Por tanto, Mélida hace una descripción muy detallada de las tablas que componen el retablo de la iglesia de Santa María la Mayor, fechándolas como góticas del siglo XV, y considerando que su autor «tira al estilo de Durero»[42] pero de mano española con tradición flamenca, para más tarde, anotar por encima del texto que se atribuían a Fernando Gallego[43].

Como cualquier otro templo religioso, cuenta en su pavimento con una gran cantidad de losas sepulcrales, pero Mélida recoge en su catálogo tan solo siete por ser, según su criterio, las más importantes. Son las de Juan de Orellana, Sancho de Bonilleja y su mujer Isabel Álvarez de Torres, el de los Vargas, el del caballero D. Luis de Carvajal y su mujer Dª Constanza de Hinojosa, el de la familia Loaisa, el del canónigo Gonzalo Blázquez y, dejando para el final, el de Diego García de Paredes.

A todos los sepulcros los describe ubicando su lugar en el templo, así como los elementos decorativos que puedan tener y sus respectivos escudos nobiliarios. Entre todos los que recoge vamos a destacar el de García de Paredes que lo describe de la siguiente manera:

 

«Está adosado al muro del lado de la Epístola, junto a la puerta del S. y es muy sencillo pues se compone tan solo del arca lisa y encima un hueco en arco apuntado, en cuyo fondo está grabado el largo epitafio. A pesar de su sencillez es notable este sepulcro por lo famoso del personaje cuyos restos contiene. Diego García de Paredes, por extraordinaria fuerza llamado el Hércules extremeño o Sansón español nació en Trujillo a 20 de Marzo de 1466; dedicado a las armas estuvo en Italia y murió en Bolonia el año 1530 […]»[44].

 

Como podemos observar, recoge las noticias de su gran fuerza y valentía en las guerras de Italia, junto al Gran Capitán; además de hacerse eco de su apodo como Hércules o el Sansón[45]. Termina todo con el epitafio grabado en latín.

Tras la descripción, bastante extensa, de la iglesia de Santa María, prosigue con la de Santiago. Señala, de nuevo, que se encuentra junto a la puerta homónima y que una de las torres de dicha puerta corresponde con la torre del campanario de la iglesia. Indica que se trata de un templo románico del siglo XIII pero con reformas del siglo XVII, hecho que se demuestra por las tres naves clásicas con pilastras toscanas, arcos escarzanos y bóvedas de arista. A ambos lados del presbiterio hace notar unos escudos de los Tapia y los Paredes, siendo la capilla mayor construida en el siglo XV con bóveda con nervios en cuyas claves destacan conchas de Santiago. El lado del Evangelio lo va a describir, con gran detalle, así como la capilla gótica de D. Diego Alonso de Tapia y su mujer Dª María de Loaisa. Termina el análisis con el retablo clásico con columnas con una imagen del santo obra de Gregorio Hernández[46].

En el nº 1083 del catálogo, incluye una imagen de Nuestra Señora de la Coronada, que ubica en la parroquia de Santiago[47]. Nos dice que perteneció a la antigua ermita del castillo, siendo la que encontrarían oculta tras la conquista cristiana en la Torre Julia, pudiéndose datar del siglo XIII, policromada, con el Niño Jesús sentado sobre las rodillas de la Virgen, la cual está sentada y llevando en la mano derecha un lirio. Según Mélida, tiene más importancia arqueológica que artística.

La tercera iglesia que se incluye es la de San Martín[48], obra de los siglos XV- XVI[49], ubicada en la plaza, con escalinatas por el oeste y una lonja por el sur. La describe aportando datos sobre sus materiales, sus dos torres, sus dos portadas[50] y su interior[51]. Destaca algunos enterramientos como los del Cardenal D. Gaspar Cervantes de Gaete[52], en el lado de la Epístola; el de los hermanos González, el de Luis de Camargo y su mujer Beatriz Álvarez. En el lado del Evangelio incluye los de Francisco de Mendoza. En las capillas del Señor de la Salud nombra el sepulcro de D. Gonzalo Hernández Regodón y en la de Santa Ana un lienzo regalado por la familia de los Bejarano que representa a la Sagrada Familia[53].

El catálogo va a proseguir con los conventos de la ciudad, léase el de la Concepción, el de San Miguel y de Santa Isabel, y el de San Francisco. Del de monjas concepcionistas nos indica que fue fundado en el siglo XV por Catalina Álvarez Altamirano sobre unas casas de su propiedad, ampliando el edificio aprovechando solares limítrofes de los Vargas Hinojosa y por los Mendoza. La torre de la iglesia corresponde al palacio de la fundadora, con ventanas góticas, mismo estilo de la portada principal del templo.

En el interior de la iglesia, Mélida incluye una escultura que le parece interesante de resaltar. Se trata de una estatua orante del caballero Gómez Sedeño de Solís, la cual se encontraba en el suelo, junto al púlpito, bajo la entrada de la capilla de los Vargas. Añade, a esto, acciones de vandalismo: «está pintarrajeada», al igual que el escudo que estaba partido.

Sobre la iglesia de San Miguel y de Santa Isabel, nos dice que se trata de un convento de monjas dominicas que fundó la mismísima reina Isabel la Católica, en cuyo interior encontramos una sola nave de bóveda de cañón, con un coro con bóveda de crucería con arcos de medio punto. Para Mélida no tiene ninguna particularidad de ser destacada salvo las losas sepulcrales, dos lienzos y la talla de una virgen. Esta se trataría de una imagen de la Dolorosa, obra del siglo XVIII, que se encontraba en el altar mayor; mientras que los dos cuadros representaban, uno a Santa Cecilia, y el otro a Santa Catalina, ambos del siglo XVII[54].

El tercer, y último, convento que se cataloga es el de San Francisco. Fundado por los franciscanos en 1502[55], con una fachada lisa, con una portada de arco de medio punto y una hornacina donde se encuentra una imagen del santo principal. En la parte izquierda aparece un escudo de Carlos V y en la otra el escudo de Trujillo, culminando el conjunto la imagen del Padre Eterno. El interior consta de una sola nave con crucero y cabecera de tres lados, todo de estilo gótico[56] con arcos apuntados, bóvedas de crucería, cúpula sobre pechinas; con capillas en los dos primeros tramos de la nave, con un coro con bóveda de crucería y arco escarzano.

El retablo mayor es barroco, con zócalo y un cuerpo con columnas de orden compuesto y una hornacina central donde se encuentra la imagen de la Virgen, posiblemente del siglo XVII y capillas laterales con esculturas barrocas del siglo XVIII. En la cúspide hay una imagen de San Francisco.

El convento presenta un claustro de estilo herreriano, siendo el piso inferior de arcos de medio punto sobre pilares toscanos y bóvedas de arista, mientras que en el superior los vanos son adintelados con columnas toscanas.

Sobre la imaginaría del convento va a destacar una talla de la Virgen con el Niño, del siglo XIII, un lienzo que representa a la Asunción[57] y una estatua orante de Hernando Pizarro [Fig.2], hermano del conquistado del Perú[58]. Esta escultura representa al caballero arrodillado sobre un almohadón, vestido con una armadura completa con adornos renacentistas, con la falta de las manos y parte de la espada; representando a un hombre entrado en años según se ve por la cabeza, barbado y con una expresión severa. En el pedestal aparece una inscripción moderna y otro que dice Propiedad de la Sra Marquesa de la Conquista.

 

1.2.3. Edificios señoriales

 

            Tras nombrar, describir y analizar los diversos edificios religiosos de la ciudad de Truijillo, vamos a llevar a cabo el estudio de todos los monumentos patrimoniales de carácter nobiliario con los que cuenta la ciudad cacereña, tanto intramuros como extramuros.

Empezamos con la, conocida como, torre del Alfiler. Nombre que procede por la aguja que lleva en el remate del chapitel. Como hace con todos los monumentos, menciona los materiales empleados y fechándolo: recoge la tradición de que se construyó en conmemoración por el título de ciudad concedido por el monarca castellano Juan II en 1432, aunque él no cree que sea así. Eso sí, nos dice que forma parte de la casa palacio de los Orellana-Chaves, también conocida como la Casa de la cadena, por unas que aparecen en la puerta del edificio y que supone que tiene derecho de asilo esta casa pero sin más interés en su interior salvo la crestería gótica calada y el escudo de las dos familias en azulejo.

Mélida nombra unas Torres llamadas del Alcázar, que viendo los tomos correspondientes a las fotografías que aporta al Catálogo, se está tratando de la casa fuerte de los Bejarano [Fig. 3]. Sobre las torres plantea la idea de que pertenecieran a dos edificios distintos cuya función era la defensa de la villa medieval y donde se cree que fue la casa donde se hospedaron los Reyes Católicos durante su estancia en la ciudad. Plantea que si las dos torres son solo de un edificio, este sería de grandes dimensiones. Las torres son de mampostería con ventanas con arcos de ladrillo siendo datadas en el siglo XIII, aunque una de ellas podría ser posterior.

Por lo que respecta a la casa de los Bejarano, además de describir cómo es la portada, hay que destacar el escudo nobiliario de la familia y la inscripción[59] en el medio de la fachada que hace referencia al águila de San Juan protector y que indica el recuerdo de haberse hospedado los monarcas en ella.

La casa de los Pizarro [Fig. 4] se encontraba, en aquellos momentos de la visita de Mélida a Trujillo, en ruinas, lo que va a lamentar profundamente: «causa penosa impresión ver arruinada la casa solariega de esta familia cuyo nombre enalteció Francisco Pizarro, el conquistador del Perú»[60]. Pero, indica bastante acertado, que no se trata de la casa donde nació, sino su padre el capitán Gonzalo Pizarro y sus ascendientes. Nos habla que lo único conservado de la casa es la portada, con un arco apuntado de influencia mudéjar, parte del muro y el escudo de la familia que consta de una encina con dos cerdos empinados. Fecha la casa como obra del siglo XV.

Otra de las casas solariegas que aparece en el Catálogo es la de los Rol-Zárate y Zúñiga, también conocida como la “Casa de las Palomas”, por las cinco que aparecen en el escudo de la familia Rol. Aparecen, también, en el blasón la banda de los Zúñiga y las hojas de álamo de los Zárate. Para Mélida lo más interesante desde el punto de vista artístico es el patio interior de la casa, con arcos apuntados sobre pilares góticos y una galería superior de arcos góticos sobre columnas jónicas y ménsulas renacentistas. Este patio presenta dos bellas escaleras góticas, siendo todo ello una casa propia de los siglos XV-XVI.

La casa de los Escobar, la denomina como “casa de la escalera” por una que hay en el exterior y que se utiliza para acceder a la vivienda. Se encuentra cerca de la puerta de San Andrés y comprendida entre las casas fuertes que formaban parte de la segunda línea de defensa, la cual corresponde la torre de la casa situada en un ángulo. Termina describiendo la torre con sus respectivos vanos y nombra el escudo de la familia (escobas por los Escobar y tres fajas por los Mejía).

La casa de Calderón presenta dos ventanas, una gótica cuadrada sobre ménsulas y la otra en arco de ladrillo. Su interior consta de un patio porticado con arcos rebajados sobre pilares góticos, donde se encontraba en un pilar el escudo de la familia. Enfrente de esta casa se encuentra la de la familia Calderón-Torres, donde describe la fachada y nombra el escudo[61], al igual que hace con la casa de los Hinojosa.

En la plaza de Santiago se encuentra una de las casas fortaleza más importantes de la ciudad a la que, Mélida, dedica muy poco tiempo. Tan solo menciona que su torre flanquea la puerta de Santiago, así como su fachada principal. Añade la rejería, del siglo XVI, el escudo con cinco llaves,  y su uso: asilo de ancianos.

En la casa de los Altamirano, con portada de medio punto y escudo de diez roeles, nos encontramos con un patio y una capilla que presenta un arco de medio punto con lacerias mudéjares, y en cuyo interior quedaban restos de un bello friso con esgrafiados renacentistas. También hay una escalera que da para un salón con chimenea en cuyo testero presenta un blasón y en las paredes se conservaba un friso con esgrafiados y el escudo de la familia.

Por lo que respecta a monumentos que se encuentran fuera de las murallas de la villa medieval, en el Catálogo aparecen más casas y palacios, tales como el de Juan de Orellana Pizarro, el de los Ballesteros, el de Juan Fernández Pizarro, el de los Vargas y Carvajal, el de los marqueses de Sofraga; edificios públicos como las casas del ayuntamiento y monumentos, algo más alejados de la plaza mayor, como el rollo jurisdiccional.

De la casa-palacio de D. Juan de Orellana Pizarro nos dice que está situado «inmediato a la puerta del Paso y las murallas», con elementos constructivos propios del siglo XVI como arcos escarzanos, galería con columnas jónicas y portada adintelada. En su interior aparece, a la izquierda, una escalera que da acceso a una cámara construida dentro de la torre donde hay un aljibe subterráneo. Mélida va a destacar el patio interior de galería de dos pisos, contando el inferior con arcos de medio punto y en el superior con dinteles, dobles ménsulas y capiteles jónicos, algo propio del plateresco. Añade que en la galería alta hay una balaustrada y el escudo flanqueado por ángeles tenantes, mientras que en la baja encontramos la cocina y al fondo la caballeriza.

En aquellos momentos que recoge Mélida la información, el palacio estaba algo abandonado hasta el punto que «el vulgo llama patio de la tahona»[62] recomendando que este palacio, del siglo XVI, debería adecentarse para su futura conservación.

La amplia información que da sobre el palacio anterior contrasta con la que va a dar de la casa perteneciente a la familia Ballesteros que tan solo hace una descripción nombrando los materiales utilizados, la fachada con el balcón corrido, la portada con columnas y el frontón, el escudo de la familia y haciendo referencia a una reforma reciente sufragada por el duque de Valencia, esposo de la heredera de los marqueses de Santa Marta[63].

Con el nº 1108 del Catálogo, aparece el, denominado por Mélida, como Palacio de D. Juan Fernando Pizarro. Lo sitúa en la plaza, en su parte poniente haciendo esquina con la calle de la carnicería[64], siendo «el palacio más suntuoso y magnífico» de todos los construidos fuera de las murallas tras la conquista de América. Lo va a fechar, suponiendo su construcción a finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, aunque hace una rectificación y añade en letra pequeña el año de 1550[65]. A partir de ahí, lo describe como hace con todos mencionando los materiales que se han usado para edificarlo y mencionando los elementos que se pueden contemplar, catalogándolo como una obra «pseudo-plateresco, en el que se deja sentir el barroco». Termina la descripción con el balcón en esquina, pero sin dar ningún detalle al escudo nobiliario de encima.

Como se puede observar, Mélida está hablando, sin ningún tipo de dudas, del majestuoso y bello palacio del Marqués de la Conquista, que en aquellos años era propiedad del marqués de Albayda.

Otro palacio situado en la plaza mayor de la ciudad es el que pertenece a los condes del Puerto, el de los Vargas y Carvajal. Se trata del que conocemos, hoy, como el de los Duques de San Carlos. Nos dice que está cerca de la iglesia de San Martín, haciendo esquina con la calle de García, siendo de estilo plateresco «un tanto barroco», del siglo XVII. Se trata de un palacio que consta de cuatro pisos, con una portada barroca y una puerta adintelada con dos columnas jónicas a cada lado y encima de todo, un escudo nobiliario. Sobre la portada hay un balcón con dos columnas jónicas coronado por un frontón y un escudo con el águila bicéfala. Nos dice que hay otro balcón que hace esquina donde resalta un busto varonil y encima aparece otra águila bicéfala sosteniendo un escudo. En la fachada que da para la calle García, hay una elegante arquería que estaba cegada, mientras que en su interior hay un patio de columnas de orden toscano y una escalera, a mano derecha, donde aparece la firma del autor y la fecha: A MERA ME FECIT MDCLXI[66]. Termina destacando las chimeneas de ladrillo y yeso que, según el autor, eran obra de moriscos.

El último palacio que es mencionado en la obra es el de los marqueses de Sofraga, que ostentaban el ducado de la Roca. Este edificio se encuentra en la plazuela de San Miguel. Se trata de un palacio de traza clásica, del siglo XVII, bastante sencillo, según indica el autor, siendo lo más notable de todo el conjunto el balcón esquinado.

Ya hemos indicado, anteriormente, que en el catálogo se va a incluir edificios con una función pública: las casas del ayuntamiento. Realmente se va a recoger tanto la casa antigua, situada en la plaza, como el nuevo ayuntamiento. Sobre el primero, que estaba destinado a escuela, nos dice que los soportales están construidos con columnas toscanas o jónicas, correspondiendo a los soportales del pan. En su fachada aparece el escudo de la ciudad y en lo alto una estatua de la Justicia, fechando el edificio gracias a una inscripción del año 1586 siendo corregidor D. Juan de Lodeña[67].

Destaca, por encima de todo, el salón con pinturas al fresco, propias del siglo XVI, del piso principal[68]. Debido a su belleza le recuerda a los frescos de la Biblioteca del Monasterio del Escorial, con cúpulas decoradas con casetones pintados, las pechinas decoradas con escudos[69]. Aparecen cartelas que contienen representaciones del Juicio de Salomón, Mucio Escévola quemándose el brazo por haber errado el golpe meditado contra Porsena, Curcio a caballo arrojándose en la cima del Foro romano por la salud de su patria y Guzmán el Bueno viendo desde los muros de Tarifa la ejecución de su hijo por los moros. En el otro extremo aparecen las virtudes de la Justicia, Fortaleza, Prudencia y Templanza. El autor califica estas pinturas de «suntuosas y apropiadas para un salón destinado al gobierno de la ciudad», pero hay otras que las superan. Estas pinturas son las que se encuentran en un altar con un frontal de azulejos de Talavera, destinado para el cabildo, en cuyo retablo existe un lienzo que representa la Ascensión de la Virgen, entre ángeles. La ejecución es tan bella que, a Mélida, le recuerda a Leonardo da Vinci[70].

Por lo que respecta al ayuntamiento actual de Trujillo, indica que se encuentra en la plaza «que se llamó del Mercadillo y hoy de Ruiz de Mendoza» construido, en su origen, para alhóndiga en el año 1585[71], teniendo otros usos como casa de comedias y como cuartel de milicias[72]. Nombra la última reforma efectuada para su función actual en 1886.

Terminamos la enumeración y análisis de los monumentos, con interés histórico, incluidos en el Catálogo con la picota. El autor la sitúa a las afueras, «a la subida de la ciudad por la plaza llamada el Campillo donde se unen las carreteras de Madrid y Logrosán»[73]. Se trata de un monumento de piedra, de estilo gótico, con cuatro gradas de planta circular en donde se alza un pilar de planta cuadrilobulada, todo coronado por la cruz de Santiago[74]. Indica la función original: «de los fustes hay una ménsula para colocar las cabezas de los ajusticiados» y la presencia del escudo de los Reyes Católicos sostenido por el águila de San Juan. Fechando el monumento como una obra de finales del siglo XV.

 

CONCLUSIONES

 

            José Ramón Mélida será el encargado de realizar los dos catálogos monumentales pertenecientes a las provincias extremeñas. Su llegada a Extremadura tendrá lugar en 1906, suponiendo un punto de inflexión para la arqueología de la región, siendo uno de los autores que más y mejor la va a conocer. Entre los años 1907 y 1910 va a elaborar el catálogo de la provincia de Badajoz, siguiendo con el de la provincia cacereña. Tarea que le va a ocupar entre 1914 y 1918.

La estructura de ambos tomos va a ser la misma, de manera cronológica, con volúmenes que van a corresponder a las láminas y fotografías que va a aportar.

Tanto el catálogo de Badajoz como el de Cáceres van a tardar varios años en salir a la luz, siendo publicados en 1924, en el caso del cacereño, y un año después, el pacense. Durante esos años, entre la finalización de la obra y su publicación, Mélida va a ir publicando artículos y diferentes informes sobre los hallazgos acontecidos mientras recorría la geografía regional. Uno de los casos, y que va a referir a algún resto monumental de Trujillo, es publicado en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, en donde va a dar noticia de dos aljibes musulmanes ubicados en el castillo de la ciudad, incluyendo una fotografía y la planta de ambos.

Durante todos los años que le ocupó la realización de los catálogos extremeños, el arqueólogo madrileño va a realizar una gran cantidad de excursiones recorriendo numerosos lugares para conocer in situ esos monumentos y poder hacer la descripción más fidedigna e, incluso, tomar fotografías. Sin embargo, se trataba de una ardua tarea y no pudo abarcar todo, por lo que va a echar mano de ayudantes, como lugareños o eruditos locales; pero también va a recoger la tradición oral o, incluso, la literatura de viajes.

De manera general, Mélida tendrá informantes y personas con gran nivel cultural y especialistas que le van a ayudar en la tarea. Ejemplos claros de esto serán el arqueólogo emeritense Maximiliano Macías, el padre Fita o Vicente Barrantes. Utilizará bibliografía ya existente con obras de José de Viu, Vicente Paredes, Hübner, Antonio Blázquez, artículos de Azuar, Hernández-Pacheco o Aurelio Cabrera, entre otros. También va a consultar colecciones privadas y objetos custodiados en el museo de Cáceres y en el de Badajoz.

En el caso de Trujillo, las diversas menciones que plasma son pertenecientes a Hübner y el padre Fita (en cuanto a los tiempos romanos) y un artículo publicado en la Revista de Extremadura por Matías Ramón Martínez para elaborar el capítulo sobre el poblamiento andalusí en el batolito trujillano y su posterior conquista por parte de las tropas cristianas.

Está claro que las descripciones que hace del castillo y sus dos aljibes son cosecha del propio Mélida. Se trata de unas descripciones bastante detalladas, con medidas, y la única manera que hay para hacerlo así es visitar el monumento. Añade, en esa parte, una lápida conservada en el recinto, que fue comunicada a la Academia de la Historia, para posteriormente ser estudiada por el arabista D. Francisco Codera[75].

En el capítulo que dedica, de manera íntegra, a la ciudad y sus monumentos de interés para ser incluidos en la obra, comenzará con la contextualización y antecedentes históricos; es decir, su posible origen celta y luego romano, para hacer una breve mención al proceso reconquistador. Este epígrafe, de gran extensión y tan solo superado a los que dedica a Guadalupe, Cáceres y Plasencia, lo dividirá en tres grandes capítulos según el tipo de monumentos a los que hace referencia: fortificaciones (murallas, puertas y castillo), iglesias y conventos; y palacios y casas señoriales.

No podemos negar la visita del madrileño a Trujillo, por el gran detalle que hace al mencionar y catalogar los monumentos patrimoniales de la ciudad. Una visita que, es posible que tuviera lugar en 1914, coincidiendo con una de las que realizó a la cercana ciudad de Cáceres. Aún habiendo conocido y recorrido la villa medieval y la ciudad extramuros, va a seguir una obra de referencia, que incluso va a nombrar en el catálogo. Se trata de una guía de Trujillo de Federico Acedo[76], publicada en 1913.

Además de este investigador, tomará datos de otros autores, siendo uno de sus principales fuentes el viaje de Antonio Ponz, que visitó Trujillo, como secretario de la Real Academia de San Fernando, a mediados del siglo XVIII.

Durante su visita a la localidad, tomará numerosas fotografías para ser incluidas en su obra. Va a aportar material gráfico del castillo (una vista exterior), de las tres puertas conservadas (Santiago, del Triunfo y San Andrés), de la parroquia de Santa María (de su ábside y de la Torre Julia), del retablo de Fernando Gallego, de la imagen de la Dolorosa ubicada en la iglesia de San Miguel, las torres del álcazar de los Bejarano, la estatua orante de Hernando Pizarro y la de Gómez Sedeño de Solís, una vista exterior de la casa-convento de la Concepción, la portada de la casa de los Pizarro, la de los Escobar, imágenes de los patios interiores de las casas de los Rol y de Juan Orellana Pizarro, varias imágenes de las pinturas al fresco del antiguo ayuntamiento de la ciudad, parte de las fachadas haciendo hincapié en los balcones en esquina de los palacios de San Carlos y de los marqueses de Sofraga, así como parte del patio donde se ven las chimeneas características del palacio de San Carlos y, por último, una imagen de la picota.

Todas las fotografías que incluye, salvo siete de ellas, son firmadas por el propio arqueólogo. Hemos intentado localizar de donde proceden estas otras imágenes y el resultado es el siguiente: la vista del castillo la pudo tomar del semanario independiente “La opinión” aunque la del catálogo es más nítida y lo más seguro es que la tomara de la guía de Acedo, la puerta de Santiago donde se aprecian las dos torres que la flanquean es posible que la tome de las que realizó Anna Christian para la Hispanic Society of América.

De la torre románica de la iglesia de Santa María la Mayor, la Torre Julia, incluye una de las fotografías tan conocidas de Jean Laurent pero no la parte donde se aprecia su estado de ruina tras el terremoto de Lisboa, sino que Mélida incluye en su obra otra de las tomas que el francés hizo de la torre.

Incluye imagen de los dos balcones en esquina de los palacios de San Carlos y el de los Sofraga, siendo el autor del primero el fotógrafo barcelonés Adolf Mas, y posiblemente también de la segunda casa señorial. Desconocemos cuál es la autoría de las fotografías que aporta de la estatua orante de Gómez Sedeño de Solís y del convento de la Concepción.

Como curiosidad vamos a señalar que no aportó ninguna imagen de, uno de los palacios más representativos de la plaza mayor y que tanto le impactó en su visita, el del Marqués de la Conquista.

            Si bien es cierto que el propósito de Mélida era recoger los diferentes monumentos de interés histórico-artístico que en sus numerosos viajes hizo por la geografía extremeña, en el caso del alcázar de los Chaves, conocido por Luis Chaves el Viejo, no menciona que fue la residencia de los Reyes Católicos todas las veces que fueron a la ciudad de Pizarro[77].

Lógicamente si no lo incluye es porque no tenía dicha información ni su informante se la podía suministrar. Es bien cierto que, será a partir de la segunda mitad del siglo XX y cuando se convierta Trujillo como uno de los destinos turísticos principales de Extremadura, el palacio de Luis Chaves sea uno de sus símbolos por su ubicación dentro del casco histórico de la ciudad, por su alta torre y por ser la presumible residencia de los monarcas.

Considerando que la obra de Mélida supuso una ardua labor para el arqueólogo, presenta ciertas lagunas. Ya en el momento de su publicación apareció alguna crítica por parte de investigadores como Mata Carriazo[78], Sáenz de Buruaga[79] o Rodríguez Moñino[80] apelando a la falta de mapas, la baja calidad de las fotografías y/o la poca dedicación por parte del autor para la elaboración de algunos capítulos.

En nuestro caso, hemos pretendido hacer un análisis a las diversas referencias que Mélida dedicó a Trujillo, siendo su catalogación bastante completa. Por tanto, podemos considerar al Catálogo Monumental como una obra fundamental para el estudio de la situación de la arqueología extremeña de principios del siglo XX.

 

            BIBLIOGRAFÍA

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APÉNDICE FOTOGRÁFICO

 Fig. 1. Vista de la Puerta de Santiago y sus dos torres que la flanquean (Mélida, 1924).

Fig. 2. Estatua orante de Hernando Pizarro (Mélida, 1924).

Fig. 3. Vista de las dos torres del alcázar de los Bejarano (Mélida, 1924).

Fig. 4. Casa de la familia Pizarro, en la villa medieval, en ruinas (Mélida, 1924).

 

[1]Publicado entre 1839-1865, en diez tomos que contemplaban monumentos, antigüedades y paisajes de algunas regiones, pero no de todas. Aparecen Cataluña (tomos 1-2), Mallorca (tomo 3), Aragón (tomo 4), Castilla la Nueva (tomos 5-6), Granada (tomo 7), Córdoba (tomo 8), Asturias y León (tomo 9), Sevilla y Cádiz (tomo 10), Valladolid y Palencia (tomo 11), y Salamanca y Ávila (tomo 12). Las litografías eran del dibujante Francisco Javier Parcerisa, mientras que los textos eran de Pablo Piferrer (los dedicados a Cataluña y Mallorca). Los restantes textos eran de José María Quadrado (Aragón, Castilla la Nueva, Asturias, León, Salamanca y Ávila), Pi y Margall (Granada) y Pedro de Madrazo (Córdoba, Sevilla y Cádiz).

[2]José Ramón MÉLIDA ANILARI, Arqueología española (Edición de Margarita Díaz Andreu), Urgoiti Editores S.L., Pamplona, 2004, p. 61.

[3]María Elena GÓMEZ-MORENO, Manuel Gómez-Moreno Martínez, Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1995, pp. 135-147.

[4]José Ramón MÉLIDA ALINARI, Catálogo monumental de España. Provincia de Badajoz, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, Madrid, 1925, tomo I, p. IX del prefacio.

[5]Trabajos publicados en la Revista de Extremadura, el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos; y en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones.

[6]José Ramón MÉLIDA ALINARI, Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, Madrid, 1924, tomo I, pp. 2-8.

[7]Nombra, describe, aporta planta y fotografías a dólmenes de Valencia de Alcántara, y tan solo menciona que cerca de Miajadas existen algunos ejemplares, pero sin dar más datos. Para saber más al respecto, Vid. Álvaro VÁZQUEZ CABRERA, Valencia de Alcántara y José Ramón Mélida. La relación del arqueólogo madrileño con la villa cacereña, Diputación Provincial de Cáceres, 2022.

[8]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 59-144. Mélida incluye tres inscripciones epigráficas que habían sido estudiadas, previamente, por el padre Fita. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 107-110. Fidel FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Trujillo”, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LVIII, 1916, pp. 163-170.

[9]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 289-290.

[10]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 309-346.

[11]Mélida nombra al cronista como Xerif el Edrisi. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 343. Antonio BLAZQUEZ, Descripción de España por Abu-Abd-Allá Mohamed Al-Edrisi (obra del siglo XII), Imprenta y litografía del depósito de la guerra, Madrid, 1901, pp. 25-26. Muhammad AL-IDRISI, Descripción de España de Xerif Aledris, conocido por el Nubiense, Imprenta Real, Madrid, 1799.

[12]La conquista la efectuó realmente el caudillo portugués Geraldo Sempavor, al igual que las de Cáceres, Monfragüe, Montánchez y Santa Cruz de la Sierra. Carlos Jesús RODRÍGUEZ CASILLAS, “Geraldo Sempavor: las hazañas de un guerrero portugués por tierras extremeñas”, XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2009, pp. 693-715. Gervasio VELO Y NIETO, Coria, Reconquista de la Alta Extremadura, Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, Cáceres, 1956,  p. 81.

[13]Floriano Cumbreño considera que la conquista fue en 1164 como aparece en el Cronicón Lusitano. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, Estudios de Historia de Cáceres (desde los orígenes a la Reconquista), Diputación Provincial de Cáceres, 1957, p. 117.

[14]Matías Ramón MARTÍNEZ, “Trujillo”, Revista de Extremadura, tomo II, 1900, p. 249.

[15]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, p. 343.

[16]El Maestre de entonces era Fray Fernando Díaz, BULARIO DE ALCÁNTARA, Madrid, 1759, p. 2.

[17]Julio GONZÁLEZ, “Repoblación de la Extremadura leonesa”, Hispania, III, 1943. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, “Estudios de Historia de Cáceres…ob. cit. p. 229.

[18]La reconquista de Trujillo tuvo lugar, realmente, en 1233. Julio GONZÁLEZ, Reinado y diplomas de Fernando III, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, Córdoba, 1980, p. 318. Manuel Jesús RUIZ MORENO, “1233, la reconquista cristiana de Trujillo”, XLII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2013, pp. 525-532. Manuel Jesús RUIZ MORENO, “Aproximación histórica a la reconquista de Trujillo (1233), XLIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2014, pp. 813-834.

[19]Esas puertas son las de Santiago, de Coria, del Triunfo y San Andrés.

[20]Entendemos que se refiere a las noticias que tenemos de Trujillo y su fortaleza durante los asedios de Geral Sempavor, Abu-Jacub o Alfonso VIII.

[21]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe de la Casa de las Veletas, en Cáceres, y referencias de los de Montánchez y Trujillo”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Vol. XXV, nº 4, Madrid, 1917, pp. 225-237.

[22]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, p. 345. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe…ob. cit. pp. 235-236.

[23]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe…ob. cit. p. 237.

[24]Ganándola, primero, D. Álvaro de Luna para ser cedida por el rey Juan II al conde de Ledesma, D. Pedro de Zúñiga, para, más tarde, cederla al príncipe Enrique, que al acceder al trono se la cede al marqués de Villena. Pero tras la Guerra Civil castellana, por apoyar a la Beltraneja, la perdió a favor de la reina Isabel. María Isabel VAL VALDIVIESO, “Resistencia al dominio señorial en los últimos años del reinado de Enrique IV”, Hispania, 126, 1974, p. 63.

[25]Denominación que saca de la obra del periodista e hispanista Charles Fletcher Lummis, Los exploradores españoles del siglo XVI en América, publicado en 1893.

[26]La obra de la hornacina fue encargada al maestro Sancho de Cabrera, aunque Mélida incluye el promotor de la reforma acontecida en 1912, el Marqués de Albayda. En esta reforma se le quitó el dorado y policromía a la imagen. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “El arquitecto trujillano Sancho de Cabrera”, Actas del V Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 1976, pp. 137-172. La reforma de 1912, costeada por D. Jacinto Orellana y Avecia, aparece en el periódico “La opinión”. La opinión: semanario independiente, Año V, nº 253, 27 octubre 1912.

[27]Juan TENA FERNÁNDEZ, Historia de Santa María de la Victoria, Ed. Sánchez Rodrigo, Serradilla, 1930.

[28]Juan TENA FERNÁNDEZ, Trujillo, histórico y monumental, Gráficas Alicante, 1967, p. 495. La torre es, anteriormente, dañada por un terremoto en 1531, lo que va a provocar edificar una nueva torre. Francisco SANZ FERNÁNDEZ, “Que sea a imitación de la torre principal de las Casas Reales de Madrid. La torre Nueva de la iglesia de Santa María La Mayor de Trujillo”, Liño: Revista Anual de Historia del Arte, 17, 2011, pp. 39-51.

[29]Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Arquitectura y urbanismo en Trujillo (siglos XVIII y XIX), Editora Regional de Extremadura, Cáceres, 1987, pp. 170-211. Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, “Abandono y ruina de la arquitectura trujillana durante el siglo XIX”, Norba, nº 2, 1981, pp. 64-66. José Antonio RAMOS RUBIO, Estudio histórico artístico de la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo, Cáceres, edición del autor, 1990. José Antonio RAMOS RUBIO, La Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo, Ed. Lancia, León, 2001. José Antonio RAMOS RUBIO, Vicente MÉNDEZ HERNÁN, El patrimonio eclesiástico de la ciudad de Trujillo, Fundación “Palacio de Alarcón”, Jaraíz de la Vera, 2007, pp. 149-265.

[30]Carlos MARÍN HERNÁNDEZ, “Especulación y quebranto de un programa conservacionista contemporáneo: El derribo de la Torre Julia de Trujillo (1861-1871), Revista de Estudios Extremeños, tomo LXIX, nº 1, 2013, pp. 645-684.

[31]Cayo PLINIO SECUNDO, Naturae historiarum Libri XXXVII.

[32]Nicolás DÍAZ PÉREZ, Extremadura (Badajoz y Cáceres), Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y Compañía, Barcelona, 1887, Tomo I, p. 929.

[33]Antonio PONZ, Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella, Madrid, 1778, Tomo Séptimo, carta VII, 20, p. 161.

[34]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 497.

[35]Juan DE MARIANA, Historia general de España, Valencia, 1744, libro XXIII, cap. XV.

[36]En la edición de su obra de 1846 no aparece ninguna referencia a Trujillo, pero sí en la de 1852. José DE VIU, Estremadura. Colección de sus inscripciones y monumentos, seguida de reflexiones importantes sobre lo pasado, lo presente y el porvenir de estas provincias, Madrid, 1852, Tomo I, p. 8.

[37]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 498.

[38]El coro fue ejecutado por el arquitecto trujillano Sancho de Cabrera. José Antonio RAMOS RUBIO, “Las capillas de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo”, Tabularium Edit, nº 1, 2014, p. 23. José Antonio RAMOS RUBIO, “La torre románica de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo”, Tabularium Edit, Vol. 1, nº 5, 2018, p. 148.

[39]En su origen había un retablo de Santa Apolonia, citado en inventarios del siglo XVI, pero durante la Guerra de Independencia va a desaparecer. José Antonio RAMOS RUBIO, “Capillas y bienes muebles de la iglesia de Santa María La Mayor de Trujillo según los libros de inventarios (1594-1708), Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXX, nº 1, 2014, p. 457.

[40]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 500.

[41]Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 163.

[42]Dato que aparece en la obra de Ponz y de donde Mélida sacaría dicho dato.

[43]El retablo está muy bien documentado en archivo, siendo profusamente estudiadas en diferentes trabajos. José Antonio RAMOS RUBIO, El retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Trujillo, Montijo, 2007. José Antonio RAMOS RUBIO, “Capillas y bienes muebles…ob. cit. pp. 441-450. José Antonio RAMOS RUBIO, “Estudio iconográfico del retablo mayor de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo”, Revista agustiniana, Vol. 46, nº 139, 2005, pp. 127-160. Juan Antonio GAYA NUÑO, Fernando Gallego, CSIC, Madrid, 1958.

[44]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 504.

[45]Es posible que esa noticia la recogiera del propio Cervantes en su Quijote. Miguel DE CERVANTES, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Parte I, cap. XLIX. Otra opción es que tuviera acceso a las Crónicas del Gran Capitán, conservadas en la Biblioteca Agustiniana de Montilla y en la Biblioteca Nacional de España, aunque no creemos que fuera así.

[46]Este dato lo saca de la obra de Ponz. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 164.

[47]Su emplazamiento original sería la ermita de La Coronada, a 10 km de Trujillo, que fue destruida por la invasión francesa en 1809 para ser trasladada a la parroquia de Santiago. Desde 1989 se encuentra en una hornacina del Evangelio de la iglesia de San Martín. José Antonio RAMOS RUBIO, La escultura medieval en Extremadura: arte, pervivencias religiosas y antropológicas, Tau Editores, 2016, pp. 300-301. Clodoaldo NARANJO ALONSO, Trujillo y su tierra, Trujillo, 1922, pp. 110-111. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 423. Sobre la ermita y su análisis descriptivo, Vid. Manuel RUBIO ANDRADA, Francisco Javier RUBIO MUÑOZ, “Estudio de la Ermita de Nuestra Señora de La Coronada”, XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2006, pp. 633-662.

[48]Existe una monografía sobre este templo. Vid. José Antonio RAMOS RUBIO, La iglesia parroquial de San Martín de Tours de Trujillo, Trujillo, 2018.

[49]Mélida indica el siglo XV por seguir a su informante, D. Federico Acedo, pero él considera que se trata de una obra del siglo XVI (no estaba del todo mal informado ya que la iglesia va a ser objeto de reformas en dicha centuria). Sin embargo, ya se tienen noticias del templo en el siglo XIV como demuestra la documentación de archivo. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1.1, nº 30, fols. 92r-94r.

[50]La portada de poniente es clásica, con columnas y frontón, y arco de medio punto. La del mediodía, más antigua, es gótica, perfilada en arco trilobulado con arquivoltas sobre finas columnas.

[51]Iglesia de una sola nave, gótica con finos baquetones en los pilares y finos nervios en los arcos, ligeramente, apuntados y en las bóvedas de crucería; con un ábside de tres lados. Con un retablo moderno, según palabras de Mélida.

[52]Situado en el presbiterio, mandado a construir por el propio Cardenal en 1561. Clodoaldo NARANJO ALONSO, “Trujillo y…ob. cit. p. 90.

[53]Originalmente el cuadro se encontraba en el monasterio de San Miguel y Santa Isabel. Se trata de un lienzo de José de Mera, como aparece la firma en el ángulo inferior, fechado en 1724. José BARRADO BARQUILLA, Vicente MÉNDEZ HERNÁN, José Antonio RAMOS RUBIO, El Monasterio de San Miguel y Santa Isabel de Trujillo, Jaraíz de la Vera, 2009. Salvador ANDRES ORDAX, “El pintor extremeño José de Mera”, Boletín del Semanario de Estudios de Arte y Arqueología, Tomo XLVIII, nº 47, 1981, p. 493. Salvador ANDRES ORDAX, “Nuevo cuadro de José de Mera en Trujillo”, Norba-Arte, V, 1984, pp. 329-334.

[54]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, pp. 511-512.

[55]Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 172. José DE SANTA CRUZ, Crónica de la Santa Provincia de San Miguel, Madrid, 1671,  pp. 340-374.

[56]Nos parece bastante extraño que Mélida indique que se trata de una iglesia gótica cuando, en realidad, es propia del Renacimiento con bóveda de cañón.

[57]Al parecer el lienzo procedía de la iglesia de Santa María atribuido a Mateo Cerezo, aunque lo duda. Sabemos que en un lateral aparece la firma del autor y la fecha: Joaquín Llop, 1914. Vid. José Antonio RAMOS RUBIO, El convento y la iglesia de San Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana, Tau Editores, 2021, p. 80

[58]Recoge que estuvo en el propio enterramiento pero se trasladó al cementerio, sobre un pedestal, a la intemperie. Algo que va a lamentar el arqueólogo madrileño. Este sepulcro aparece citado en la crónica franciscana de fray José de Santa Cruz. José DE SANTA CRUZ, “Crónica de la Santa Provincia…ob. cit. p. 370. Se le atribuye la autoría al escultor granadino Mateo Sánchez de Villaviciosa. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “El retablo mayor de la iglesia de San Francisco y la escultura barroca del XVIII en Trujillo”, XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 1998, pp. 51 y ss.

[59]La lápida es la siguiente: SVB VMBRA ALLARVUM TVARVM PROTEGENOS.

[60]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 517.

[61]Cuartelado con dos calderos y torre, cinco rosas (Loaisa), diez roeles (Altamirano) y cinco flores de lis.

[62]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 523.

[63]El ducado de Valencia aparece durante el reinado de Isabel II concediendo el título al capitán general, y presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez y Campos, en 1847. En tiempos de Mélida, el título era de José María de Narváez y Pérez de Guzmán el Bueno, siendo IV duque.

[64]Hernando Pizarro obtiene del ayuntamiento trujillano permiso, el 4 de febrero de 1498, para construir en las partes altas de las carnicerías un palacio. Archivo Municipal de Trujillo, leg. 11, fol. 377. Cit. Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, Antonio NAVAREÑO MATEOS, “Palacio del Marqués de la Conquista”, Separata de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Vol. I, Trujillo, 1983, pp. 286-287.

[65]El hermano del conquistado del Perú se casa con su sobrina Francisca en 1552, el ayuntamiento de Trujillo compra parte de una casa para ampliar las carnicerías y no se menciona nada de la casa de Hernando Pizarro, por tanto la fecha que aporta Mélida no es correcta del todo. Se plantea la construcción sobre la década de los seseta del siglo XVI. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 392.

[66]Esta inscripción ya la recoge Ponz en su viaje. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 165.

[67]La inscripción, también, la recoge Ponz y es muy posible que una mala lectura haga que Mélida la incluya en el edificio del antiguo ayuntamiento cuando en realidad el portal del pan está en el palacio de Piedras Albas, en el otro extremo de la plaza. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 166.

[68]Es posible que el autor de los frescos fuera Pedro de Mata, según el investigador Vicente Méndez. AAVV, Plástica Extremeña, Fundación Caja de Badajoz, Badajoz, 2008, p. 174. Han sufrido varias restauraciones durante los siglos XIX-XX. Vid. Salvador ANDRES ORDAX, “Humanismo y Auctoritas histórica en el Renacimiento de Extremadura. Las pinturas del Palacio Viejo del Ayuntamiento de Trujillo”, VIII Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 2007.

[69]Los escudos representados son de los Altamirano, Chaves, Paredes y Bejarano, además del escudo real y el de la ciudad. Pedro CORDERO ALVARADO, Trujillo. Guía Monumental y Heráldica, Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura, 1996.

[70]Es obra de Pedro de Mata. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 364.

[71]Los Reyes Católicos firman una Real Cédula para crear un depósito de granos en 1504 pero las obras se van a ejecutar entre 1566-1586, siendo corregidor D. Pedro Riquelme de Villaviciosa. En 1835 se habilitó el edificio como casa de comedias y en 1859 se realiza un proyecto para convertilo en cárcel pero no se llevará a cabo. Finalmente, como bien dice Mélida, en 1886 se adapta el edificio como ayuntamiento con un proyecto del arquitecto local Eduardo Herbás. Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, “Arquitectura y urbanismo…ob. cit. p. 195.

[72]Menciona a Ponz como el autor de ese dato. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 168. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 158.

[73]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 529.

[74]Su emplazamiento original fue en la Plaza Mayor, situándose en el centro de la misma. Levantado en 1497. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “La Plaza Mayor de Trujillo”, Actas del VI Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 1981, p. 279.

[75]Francisco CODERA Y ZAIDÍN, “Inscripción árabe de Trujillo”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXIV, 1914, pp. 117-120.

[76]Federico ACEDO, Guía de Trujillo: Histórica, descriptiva y práctica, Tipografía artística, Madrid, 1913.

[77]Estas visitas acontecieron el 20 de junio al 4 de julio de 1477, el 30 de mayo de 1478, el 22 de enero de 1479, del 19 de febrero al 28 de febrero de 1479, el 22 de mayo de 1479, el 5 de junio de 1479 y el 28 de agosto de 1479. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 408.

[78]Juan DE MATA CARRIAZO, “Mélida (José Ramón). Catálogo Monumental de España-provincia de cc I y II”, Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, Tomo I, 1925, pp. 335-338.

[79]José ÁLVAREZ SÁENZ DE BURUAGA, “Don José Ramón Mélida y Don Maximiliano Macías. Su obra arqueológica en Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, nº 2, 1945, pp. 193-207.

[80]Antonio R. RODRÍGUEZ MOÑINO, “Epigrafía y yacimientos romanos en el Catálogo Monumental de Badajoz, de Mélida”, Revista del Centro de Estudios Extremeños, XIV, 1940, pp. 255-270.

Dic 062018
 

Álvaro Vázquez Cabrera.

Introducción

La presencia de abundantes ejemplos de monumentos megalíticos en Valencia de Alcántara, tanto por su tamaño como por su solidez, han provocado desde hace siglos un gran interés. Esa importancia es innegable ya que desde el momento en el que se levantaron, el ser humano se ha fijado en ellos por diversas cuestiones y han sido objeto de reutilización para diferentes fines, ya sean usados para abrigo o habitáculos para pastores, zahúrdas, o incluso, para labores de vigilancia del territorio a lo largo de los conflictos bélicos transcurridos durante la Edad Media y Moderna.

Ya desde la Edad Media encontramos documentación en la que aparecen referencias a tales monumentos funerarios. Lo hacen utilizando el término “anta”, que es como siempre lo vemos y se les denomina en Portugal. Son citados como topónimos ya que a la hora de designar un paraje natural, la presencia de un elemento tan visible como era un dolmen, y más si se conservaba el túmulo, este serviría como signo identificativo de un lugar.

La particularidad que tiene el término de Valencia de Alcántara es que la gran cantidad de dólmenes en dicho término hace que la identificación entre los datos que nos aportan la documentación y la realidad, sea confusa y difícil con los dólmenes conservados en la actualidad. De hecho, una de las causas sea el cambio de los topónimos con el paso del tiempo y el uso repetido de la denominación “tapado del anta” para diferentes lugares[1].

Más adelante veremos que, además de la documentación, los dólmenes son estudiados desde el siglo XIX por numerosos autores. Desde entonces, son varios los que no han perdurado hasta nuestros días, lo que nos hace pensar que en el pasado se produjo un proceso de destrucción por diversas causas. A veces se destruyeron al realizar labores agrícolas, convertirlos en chozos o zahúrdas [Fig. 1], reutilizar los ortostatos, el expolio de los busca tesoros, etcétera.

Ejemplos claros de esto son todos aquellos dólmenes de pizarra que han desaparecido. Es el caso de los cinco dólmenes de Porqueros, los dos de Vihuela, los dos de Fuente las Yeguas o los cuatro de la Cotadilla.

Como vemos los dólmenes eran conocidos por la población, y muy pronto despertaron interés y empezaron a ser objeto de estudio por diferentes autores. Estos nombrarán a los dólmenes de diferentes maneras: garitas, antas, sacelos, aras, habitaciones…

El primero que introduce el término “garita” será Vilanova, mientras que el término “anta” para referirse a los dólmenes no nos es extraño, ya que los vecinos portugueses la utilizan. Es curioso que al referirse a estos monumentos, los habitantes valencianos no encontraran una palabra en español para referirse a ellos.

Este término lo utilizan Viu, Barrantes y Díaz y Pérez; siendo un tópico mencionar que se trata de una palabra lusa, ya que existen poblaciones en Almería, Lugo y Pontevedra con el nombre de Antas. Además en la literatura gallega también la usan para denominar a los dólmenes.

Sacelo designa a un santuario antiguo o templos. En la historiografía aparece solo en Extremadura para señalar a los sepulcros megalíticos. Serán José de Viu y Nicolás Díaz y Pérez los que popularizaron dicho término. En otras palabras, los dólmenes han sido interpretados de diferentes maneras.

En definitiva, este trabajo consiste en poner en valor estos monumentos funerarios repasando a todos los estudiosos que se fijaron en ellos. Un valor incalculable en el que deberían incluirse en el listado de la, posible, declaración de La Raya hispanolusa como Patrimonio Mundial.

HISTORIOGRAFÍA DE LOS DÓLMENES DE VALENCIA DE ALCÁNTARA

Estos conjuntos arquitectónicos, datados en la época neolítica, fueron objeto de estudio de numerosos investigadores, arqueólogos y eruditos. Serán estos últimos los que nos proporcionen las primeras noticias que tenemos sobre estos restos en la Península Ibérica. Entre ellos abundan políticos, ingenieros, geólogos, clérigos, nobles y otras gentes de variada condición. Esos primeros descubrimientos se producen en la primera mitad del siglo XIX dándoles un origen celta[2].

La primera referencia que tenemos sobre los dólmenes de Valencia de Alcántara hay que buscarla en las Ordenanzas del Concejo, elaboradas en tiempos del maestre de la Orden, Don Juan de Zúñiga, en agosto de 1489[3]. En ellas se cita el término “anta”, pudiendo, en algunos casos, identificarlo con alguno que se haya conservado, como por ejemplo el dolmen de Valdelucía:

« del camino de Alcántara y, de allí, atravesando el camino, siguiendo la loma abaxo hasta a la Piedra de Anta y, de allí, a dar en el ribero de Alpotrel »[4].

Otros son más difíciles de situar el emplazamiento al señalar: «en la labrança que dizen de los Mostrencos, donde está el Anta, asomando a la fuente de la Piçarra»[5], ya que no se ha podido localizar con exactitud el topónimo Mostrencos, así como la referencia a la fuente de la Pizarra es algo difuso puesto que son varias las que reciben en la actualidad esa denominación y ninguna con un dolmen cercano.

Tras esta primera referencia en la documentación, hemos de esperar a una obra del siglo XVII. Se trata de la Crónica de la Orden de Alcántara de Alonso de Torres y Tapia, publicada en el siglo XVIII pero que el autor escribe un siglo antes y la termina hacia 1652.

En dicha obra, el autor menciona en numerosas ocasiones a Valencia de Alcántara como «una de las más principales y ricas que tiene esta Orden […] con una valiente fortaleza y muralla que la ciñe»[6]. En relación a los dólmenes, Torres y Tapia señala:

«Vense también en su contorno unas Antas (assí las llaman sus naturales) o losas hechas de propósito de piedra berroqueña bruta, de quatro se forma una como capilla o cueba que cubre otra, y dicen que eran aras o altares donde ofrecían sacrificios a los Dioses según costumbre de los Gentiles»[7].

El autor sitúa esos dólmenes en lo que para él era el entorno del núcleo romano originario de Valencia de Alcántara, que lo localiza una legua al sur de la actual población en el camino de Mayorga.

Algunos autores consideran que el cronista está confundiendo Valencia de Alcántara con San Vicente de Alcántara, en donde existe al sur de la localidad un yacimiento romano en dirección a Mayorga. Esta afirmación tiene parte de verdad, ya que Mayorga pertenece actualmente al término municipal de la localidad pacense; sin embargo, Torres y Tapia escribe en un momento en el que la Encomienda de Mayorga aún no había sido absorbida y hacía pocos años que se había emancipado de Valencia de Alcántara.

Vemos, según la cita, que relaciona a los dólmenes con altares erigidos por la civilización romana.

Habrá que esperar al siglo XIX para ver alguna cita sobre los dólmenes valencianos. Será José de Viu[8], en 1846, en su obra titulada Colección de Inscripciones y Antigüedades de Extremadura, refiriéndose a unos dólmenes ubicados en la Encomienda de Mayorga, que como se ha mencionado anteriormente, actualmente pertenece al término municipal de San Vicente de Alcántara[9].

El propio autor nos dice sobre este dolmen:

«Todavía antes de entrar en Julia Contrasta debemos indicar que en la encomienda de Mayorga hay una porción de Sacelos o Antas colocados a iguales distancias, sirviendo algunos de ellos para zaburdas»[10].

Con Julia Contrasta se refiere a Valencia de Alcántara, que durante décadas se identificaba esta localidad cacereña con la romana. Falsedad que copiaron, tanto Viu como Madoz, de falsos cronicones de los siglos XVI-XVII. Uno de ellos es el Cronicón de Dextro de Jerónimo Román de la Higuera, que expandió toda clase de invenciones y errores de bulto que luego se adentraron en la tradición oral, como es el caso de la mencionada Julia Contrasta.

Pasados algunos años, Emilio Hübner en su Corpus Inscriptiones Latinarum menciona que la ciudad de Julia Contrasta fue «nacida de los fraudes de Higuera». Por tanto, desenmascara al cronista.

En cuanto a su localización, se trata del primitivo nombre de la localidad portuguesa de Valencia do Miño ya que así lo confirman documentos custodiados en el Archivo de La Torre do Tombo de Lisboa, datados durante el reinado de Alfonso II y Alfonso III (1210-1279), siendo este último el que cambió el nombre de Contrasta por Valencia.

Dejando a un lado ya la referencia a la ciudad romana de Contrasta, vemos como más adelante Viu indica que en los alrededores de Valencia se conservan bastantes antas que se «componen de tres o cuatro enormes piedras planas, formando una especie de tienda de campaña con otra piedra informe que trunca la pirámide»[11]. Además reflexiona sobre el origen de estos monumentos: primitivos que servían para los sacrificios y fiestas rústicas.

Viu describe cómo son los dólmenes y su posible función: relacionados con los sacrificios y la religiosidad. Asevera que hay un gran número, aunque no indica cuántos puede haber ni se refiere a ninguno en concreto e, incluso menciona el uso al que se están dando en su momento: zahúrdas. Siguiendo el texto, a pie de página, Viu se plantea que los objetos hallados en alguno de los dólmenes se remonten a tiempos primitivos; por tanto es el primero que data a estos monumentos como prehistóricos y sin ninguna relación con los romanos.

En el Diccionario de Madoz, en la edición de 1849, se habla de «antas o capillas a Júpiter Tonante diseminadas por el campo»[12]. Curioso el atribuir los dólmenes al dios romano Júpiter, mencionando el uso a los que son destinados: chozas o zahúrdas.

El colaborador de Pascual Madoz podría ser el mismo José de Viu[13], o incluso otra persona, pero lo que sí es cierto es que sigue al cronista de la Orden de Alcántara Alonso de Torres y Tapia. Este había escrito a mediados del siglo XVII la crónica, aunque no se publicó hasta 1763, refiriéndose a una inscripción romana dedicada a “IOVIS”. El colaborador de Madoz interpreta que el cronista sigue hablando de los dólmenes, por eso piensa que esa ara votiva proviene del dolmen. Este puede ser el origen de esa relación entre las antas y el dios romano.

Ese mismo error comete Ceán Bermúdez en su Sumario que hay de las antigüedades romanas que hay en España, en 1832. En la tercera parte de la obra menciona que Valencia «se llamó Contrasta cuando estaba fundada en el sitio que dicen ahora Villa vieja, distante una legua de esta villa hacia mediodía. Cerca también de esta villa hay unas antas o losas brutas, con cuatro de ellas se formaba un sacelo, en cuyo centro se colocaban aras, y sacrificaban sobre ellas los gentiles»[14]

Como vemos, Ceán menciona a Contrasta identificándola con Valencia y las antas con su posible función: votiva, de sacrificio colocando aras. También menciona el ara dedicada a Júpiter[15].

En la Exposición Universal de París de 1867 figura «dos hachas de piedra, de la segunda mitad, procedentes de Valencia de Alcántara», presentadas por D. Amalio Maestre. Esta noticia nos la da Vicente Barrantes en 1875 en su Aparato Bibliográfico[16].

El extremeño Nicolás Díaz Pérez (1841-1889) en la introducción de su obra Extremadura (Badajoz y Cáceres), publicada en 1887, menciona que en Mayorga y en Valencia de Alcántara aparecieron un gran número de Sacelos o Antas, y dentro de ellas había saetas, cuchillos y otros utensilios de pedernal. Líneas después insiste que cerca de Valencia, concretamente en la dehesa de Mayorga y a orillas del río Salor, existen otras construcciones semejantes de granito en las que también en ellas se encuentran instrumentos similares a los anteriormente citados[17].

Por tanto vemos que habla de pasada sobre los dólmenes de Valencia de Alcántara, aunque sin citar ninguno en concreto. Al igual que Díaz y Pérez encontramos otra referencia del mismo estilo, señalando la presencia de dólmenes cerca de Valencia y en la dehesa de Mayorga por el arquitecto Vicente Paredes[18].

El que fuera Catedrático y Secretario de la Comisión de Monumentos de Badajoz entre 1867 y 1905, Tomás Romero de Castilla (1833-1910), publica en el año 1896 el Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz donde da noticia sobre algunos dólmenes extremeños como origen de algunos objetos expuestos en dicho museo.

Menciona de nuevo la Encomienda de Mayorga, sin mencionar a Viu, localizándola en el término municipal de San Vicente de Alcántara; para dar noticia del hallazgo de un hacha pulimentada «en dicha dehesa abundan los Dólmenes, Antas y Menhires»[19].

En lo que se refiere a los dólmenes de Valencia, menciona dos fotografías regaladas por Don Ramiro Estévez Verdejo: una de ellas del Anta de la Marquesa, en la Aceña de la Borrega, y la otra del Anta del Cajirón[20].

A finales de siglo nos encontramos con la figura del célebre geólogo valenciano Juan Vilanova y Piera. Viaja a Valencia de Alcántara invitado por el Duque de la Victoria para visitar algunos dólmenes. Impresionado por lo que vio, Vilanova publica un informe para la Real Academia de la Historia[21], en el que cita «cinco antas, dos completas y tres en ruinas, todas con siete piedras», encontrando cuchillos de pedernal, puntas de lanzas, flechas de cristal de roca, cerámica, algunos huesos humanos y objetos de adorno.

Vilanova realiza una descripción más exacta que autores anteriores, pero no menciona ni el lugar exacto ni el nombre de los monumentos que visitó. Señala, también que han sido saqueados por buscadores de tesoros y realiza una catalogación de todas las piezas que encuentra: pertenecientes al Mesolítico.

Unos años después, en 1892, realiza una segunda visita, rápida y no informa. Sin embargo, tenemos la noticia gracias a la revista local El Curioso Averiguador de Valencia de Alcántara. Azuar escribe en 1907 como Vilanova regresa a la localidad invitado de nuevo por el Duque de la Victoria.

El Curioso Averiguador nos dice al respecto:

«Marchó al campo a practicar estudios sobre el terreno y exploró las antas de la Zafra, el Cerro Alto y el alcornocal de Valverde […] hachas pulimentadas, alguna flecha de pedernal y cerámica tosca perteneciente todo a los tiempos neolíticos […] en algunas aparecen utensilios de cobre y de bronce»[22].

De los topónimos que menciona, solo conocemos los de la Zafra. En esta segunda visita halló ejemplares de época neolítica, por lo que lo cambia la datación de su primera visita. Además menciona el haber encontrado herramientas realizadas en cobre y bronce; algo que no es propio de los dólmenes por lo que es un buen indicador de que estos monumentos fueron reutilizados con el paso del tiempo.

Es importante destacar que Vilanova tenía intención de impartir una conferencia sobre prehistoria en el Casino de Artesanos, pero que, finalmente, no pudo celebrarse ya que se tuvo que ir urgentemente a Madrid.

Antes de acabar el siglo, en 1896, Leite de Vasconcelos publica una relación de piezas arqueológicas que adquiere el Museo de Elvas, entre los que se encuentran un ídolo placa decorado por las dos caras, un fragmento de punta de lanza de sílex, cuentas de collar y fragmentos de cerámica a mano; todo ello procedente de «un anta en la propiedad denominada Aceña de la Borrega»[23].

La Aceña de la Borrega es una pedanía perteneciente al municipio de Valencia de Alcántara, por tanto el investigador portugués se está refiriendo a alguno de los dólmenes que se encuentran allí. También señala materiales, con los números 4, 15, 16 y 17; procedentes del Puerto de Aguas Claras y de Mayorga, lugares muy próximos a La Aceña de la Borrega.

En el siglo XX, Valencia de Alcántara va a ser visitada por el arqueólogo más representativo de aquel momento: José Ramón Mélida. La visita acontece en 1916 con el objetivo de elaborar su famoso Catálogo Monumental de la Provincia de Cáceres[24] y se hace eco de la noticia el diario El Noticiero de Cáceres. En él se describe la excursión de Mélida, acompañado por un natural de la zona, visitando los dólmenes de la Data y Cajirón aunque no excavaron nada ni recogen material por falta de tiempo.

El catálogo será publicado en 1924 y recoge todos esos datos de su visita a los monumentos, describiéndolos e incluyendo fotografías y dibujos de las plantas. En 1920 publica una primicia dedicada a los dólmenes de Valencia de Alcántara en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.

En ambos trabajos, Mélida menciona dólmenes situados al suroeste de Valencia de Alcántara, que son los mismos que se venían citando desde el siglo XIX aunque él sí menciona cuáles son, la planta y su localización. Estos dólmenes son cinco: el Cancho del Lobo, los dos dólmenes del Cercado de la Data, el del Cercado de la Anta y el del Cajirón.

De esos cinco dólmenes hoy perduran todos excepto el primero. Catalogado con el nº 146, Mélida dice lo siguiente:

«Dolmen, arruinado, que se halla en el sitio llamado Cancho del Lobo. Diez de sus piedras se ven, dos de ellas medio enterradas […] es el más próximo a la villa, de la que distará poco más de tres kilómetros»[25].

No sabemos cómo sería este dolmen, ya que de los cinco monumentos catalogados por Mélida es el único del que no realizó ninguna fotografía ni dibujo de su planta.

Los cuatro restantes «están más distantes, en el camino del Asiento de Topete a la Aceña de la Borrega». Estos son los nº 147 al 150.

Los números 147-148 los denomina Cercado de la Data, que son en la actualidad los Data I y Data II. En ellos hace mención de la reutilización de los ortostatos y por ser objeto de «buscadores de supuestos tesoros o codiciadores de las piedras»[26].

El siguiente que menciona es el Cercado de la Anta, actualmente conocido como el Anta de la Marquesa o El Mellizo [Fig. 2]. Finalmente, el número 150 lo sitúa en el «cerro del Regato del Cajirón» siendo denominado hoy día como Cajirón I, del que dice lo siguiente:

«Conserva la cubierta, pero está removido por haber sido despedazados algunos de los soportes y haberse vencido los del lado de poniente, habiéndole reforzado, los profanadores, con cantos»[27].

Es curioso que Mélida solo recogiera la existencia de cinco ejemplares y no incluyera el de Cajirón II, que se sitúa a unos escasos metros del Cajirón I[28].

Como se ha mencionado anteriormente, Mélida no lleva a cabo ninguna excavación ni recogida de materiales, pero al final del capítulo señala que «a pesar de estar profanados, sería conveniente explorarlos para descubrir las piedras ocultas como para recoger los objetos que aún estuvieran enterrados».

Es necesario decir que a Mélida le interesa y le da importancia a la conservación de la arquitectura, ya que hay que recordar que está elaborando un catálogo en un momento en el que se buscaba el acercamiento a las corrientes de pensamiento europeo y orientar la disciplina hacia la profesionalización completa. Además amplía el concepto de monumento al de yacimiento y ruina.

Al final del capítulo establece una visión de conjunto, relacionando los dólmenes de Valencia de Alcántara con los de San Vicente de Alcántara, concretamente con uno en la Encomienda de Mayorga, algunos de la provincia de Badajoz y con los de Portugal. En cuanto a la cronología, los data como monumentos neolíticos[29].

Tras los trabajos de Mélida habrá que esperar hasta finales de la década de los 50 para que publiquen el matrimonio Leisner[30] una especie de Corpus sobre el megalitismo peninsular, centrándose en Portugal pero incluyendo algunos dólmenes extremeños, entre los cuales señalan algunos de Valencia de Alcántara.

Georg y Vera Leisner se limitan a recoger la publicación de Mélida de 1924, señalando los cinco dólmenes catalogados por el arqueólogo madrileño añadiendo un sexto: el de la Aceña de la Borrega que citaba Leite de Vasconcelos. Además recogen el dolmen del Anta de la Marquesa en Portugal, algo que creará una gran confusión, ya que se encuentra en una pedanía de Valencia de Alcántara. Así catalogan seis ídolos placa procedentes de los dólmenes mencionados [Fig. 3].

Estos errores derivan del desconocimiento del terreno y de la mala interpretación de los datos que aportaba Leite de Vasconcelos. Es posible que, tanto Leite como los Leisner, al mencionar el dolmen de la Aceña de la Borrega se estén refiriendo al Anta de la Marquesa ya que es el más cercano a la población como también el mejor conservado.

A pesar de las confusiones, el estudio de los Leisner alcanzará una gran difusión y repercusión a nivel internacional que provocará que la zona de Valencia de Alcántara se revalorizara dentro del panorama científico europeo.

Casi al mismo tiempo que el matrimonio alemán, Manuel Bergés Soriano realiza su tesina de Licenciatura inédita sobre el Megalitismo extremeño, en la que incluye diez dólmenes inéditos de Valencia de Alcántara. Para ello visita la localidad e inicia una serie de prospecciones, acompañado por un guardia municipal conocedor del terreno, en las que mide, dibuja la planta y fotografía. Esos diez monumentos son tres situados en el Cerro de la Zafra, los dos de Las Tapias, los dos de Las Lanchas, los dos del Tapado del Anta y el dolmen de El Corchero.

Bergés es consciente que si se sigue prospectando la zona podría hallarse más monumentos e, incluso si se llevaran a cabo excavaciones arqueológicas permitiría datarlos cronológicamente.

Del trabajo de Bergés surge el interés de Martín Almagro Basch, que era el director de esa tesina. Almagro, director del Instituto Español de Prehistoria, pretendía dinamizar los estudios sobre el Megalitismo extremeño, dentro de un contexto arqueológico nacional con muchas particularidades. La presencia de Almagro en la región supone un toque de atención sobre el megalitismo, en un momento de apatía arqueológica en Extremadura, que procedía de un prestigioso arqueólogo con una larga trayectoria investigadora y con un gran peso académico y político.

Aunque sus excavaciones no fueron muy numerosas, abrió nuevos caminos, contando con colaboradores tan destacados como Sáenz de Buruaga, director del museo de Mérida, o Carlos Callejo Serrano, conservador del Museo de Cáceres y famoso por hallar las pinturas rupestres de la cueva de Maltravieso.

En lo que concierne a los dólmenes de Valencia de Alcántara, Almagro publica en 1962 el resultado de las excavaciones llevadas a cabo en los dólmenes de El Corchero y el de Tapias I. En ambos megalitos, el autor aporta planos y sección de la planta del monumento [Fig. 4], así como el hallazgo de materiales del ajuar [Fig. 5].

Dichas excavaciones arqueológicas fueron dirigidas por una de sus alumnas, Rosa Donoso, y hay que destacar que algunos materiales se adscriben a unos dólmenes de manera discutible[31].

Se publica un mapa de la zona donde se señalan, además de los ya conocidos y los dólmenes excavados, el de Tiracalzas, Huerta de las Monjas, Palancar y Morera; sin ser mencionados en el texto. También destacar en el mapa la denominación de los dólmenes de la Aceña de la Borrega. Se señala dos en el Asiento, uno en las Datas y otro en el Cajirón. Los dos del Asiento se refiere a los Datas y el de las Datas es el Mellizo; por tanto, vemos de nuevo la confusión de los dólmenes de esa zona.

En lo que se refiere a la excavación del dolmen Tapias I, menciona que ha sido objeto de saqueos en numerosas ocasiones por lo que hallaron gran cantidad de material de sílex fuera de la cámara, ya que los buscadores de oro al ver que no encontraban nada de lo que ellos buscaban arrojaban la mayoría del material fuera del monumento. Como nota curiosa destacar que aparecieron monedas medievales[32] portuguesas y un botón de infantería española de la época de Isabel II, con lo que vemos cómo estos monumentos sirvieron como refugio en todas las épocas.

Del dolmen Tapias II solo menciona que está en muy malas condiciones, estando en pie solo un ortostato y el resto deshecho «para usarlo como cochiquera».

Vemos de nuevo el uso al que han estado sometidos estos monumentos a lo largo de la historia, siendo muy diferentes a su función.

Por su parte, del dolmen de El Corchero destacar lo siguiente:

«Parece ser que hace unos treinta y cinco años este monumento se hallaba completo y fue destruido por el padre de la actual dueña, quien hizo una era con los fragmentos de las losas que faltan. La plataforma de la era puede verse allí mismo»[33].

A pesar de la confusión de los dólmenes de la Aceña y de algunos materiales hallados, el trabajo de Almagro significa la primera excavación arqueológica oficial en la zona.

Por las mismas fechas, Carlos Callejo recoge y cita nuevos dólmenes valencianos, agrupándolos en tres zonas principales: una, al este (fincas Las Tapias y la Zafra), otra, al sudeste (Las Datas, el Cajirón), y otra, al oeste (Corchero, Lanchas), lindando con Portugal[34].

En la década siguiente, el que fuera director del Museo de Cáceres, Miguel Beltrán Lloris, publica el estado de la cuestión de la arqueología extremeña destacando la presencia de 18 dólmenes en Valencia de Alcántara y, señala que se trata de la zona megalítica más rica de la provincia[35].

Un nuevo impulso y, posiblemente el mayor estudio, sea la obra de Elías Diéguez, que publicó y presentó en el V Congreso de Estudios Extremeños en 1976. Antes de esta obra había publicado numerosos artículos en periódicos regionales como el HOY de Badajoz o el EXTREMADURA, así como en diferentes revistas especializadas. En 1961 es nombrado miembro de la Comisión de Monumentos de Cáceres y en 1964 delegado de excavaciones arqueológicas en Valencia de Alcántara, lo que le permite estar presente en las excavaciones [Fig. 6] realizadas en este tipo de monumentos[36].

En su obra registra 43 dólmenes, de los cuales 23 son inéditos[37]. Aporta la ubicación de los monumentos, sus plantas y fotografías [Fig. 7]. La pretensión del estudio es dar a conocerlos, que sean objeto de investigación y salvarlos de la destrucción, degradación y el saqueo.

En esta obra se aprecia la imprecisa localización de algunos dólmenes, ya que los nombra con el nombre del propietario en aquel momento del terreno donde se encuentran. Ejemplo claro es el denominado Cachazo por el autor, que actualmente se conoce como Huerta de las Monjas.

También apreciamos que confunde, un autor más, los dólmenes de la Aceña. Diéguez llama Asiento al dolmen Datas I, al Datas II le denomina Datas I, y al Mellizo o Anta de la Marquesa, Datas II. Los dólmenes del Cerro de la Zafra les cambia la numeración. Por otra parte, realiza excavaciones junto con sus alumnos en el dolmen Lanchas I y el de Huerta de las Monjas.

Tras Diéguez, mencionaremos a la Catedrática de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares, Primitiva Bueno Ramírez.

Bueno ha publicado una gran cantidad de artículos y libros relacionados con la prehistoria, el megalitismo, pinturas rupestres, estelas antropomorfas o necrópolis; destacando entre ellos su obra titulada Los dólmenes de Valencia de Alcántara[38]. Se trata de una monografía donde cataloga y estudia de manera pormenorizada 48 dólmenes de los cuales 11 son inéditos. Presenta planos, fotografías y estudia todos los materiales existentes fruto de anteriores excavaciones así como los hallados en los dólmenes excavados por la autora y su equipo.

Entre los años 1985-1987 interviene y lleva a cabo excavaciones arqueológicas [Fig. 8] en los dólmenes del Anta de la Marquesa, Datas II, Cajirón I y Huerta de las Monjas. Los resultados obtenidos fueron una buena conservación de los túmulos en las Datas y en Huerta de las Monjas, descubrimiento del corredor en los cuatro ejemplares, documentación de los sistemas arquitectónicos empleados y recuperación de materiales originales[39].

La misma autora publicará años más tarde, en 2008, el último catálogo[40] realizado sobre los dólmenes valencianos, valorando lo ya conocido a partir de fuentes escritas y planteando un estado de la cuestión sobre el patrimonio de Valencia de Alcántara. El catálogo se presenta a modo de fichero con una numeración consecutiva a partir de la cronología y recogiéndolos de norte a sur.

Cada ficha cuenta con la información más relevante del monumento: nombre, clasificación, coordenadas, topónimo, localización en el mapa topográfico, breve descripción y si existen o no trabajos. Además, nos encontramos con imágenes ilustrativas, ya sean fotografías o planos.

Finalmente, las últimas intervenciones, hasta la fecha, son las acontecidas por la Junta de Extremadura. Dichas intervenciones fueron llevadas, durante los años 90 del siglo pasado, a cabo dentro de los programas de Cooperación Transfronteriza Interreg con el objetivo de consolidar y acondicionar algunos monumentos para así evitar la degradación progresiva de los mismos y acondicionarlos para la visita. Tras estas intervenciones, salieron a la luz una serie de trabajos encabezados por Carrasco Martins y Enríquez Navascués[41], donde nos dan información de los trabajos de consolidación de los dólmenes de El Palancar, Zafra II, La Miera o Datas I, añadiendo planta, alzados, algunos objetos de ajuar encontrados y fotografías [Fig. 9] del antes y el después de la intervención.

CONCLUSIONES

Valencia de Alcántara presenta innumerables vestigios del pasado, y los dólmenes son un ejemplo de ellos. Estos monumentos son conocidos desde antiguo, ya que en las Ordenanzas del Concejo de Valencia de Alcántara de 1489 ya se mencionan como «Antas»[42].

A pesar de ello, estos monumentos fueron objeto de expolio durante siglos, ya sea mediante la reutilización de los ortostatos, usados como habitáculos para animales y/o personas, como por los buscadores de tesoros.

En el amplio conjunto megalítico, podemos apreciar que aunque los dólmenes situados en la Aceña de la Borrega eran los más antiguamente citados, no eran los mejor conocidos, ya que Mélida, los Leisner, Almagro y Diéguez los confunden.

Los diferentes estudios realizados sobre los dólmenes contribuyeron en su puesta en valor y fiel reflejo de esto fue la declaración, en 1992, como Bien de Interés Cultural como Zona Arqueológica.

En definitiva, hay mucho trabajo realizado pero hay mucho más que hacer. Tanto por cantidad como por calidad, Valencia de Alcántara tiene mucho potencial. Potencial no solo científico o arqueológico, sino también turístico. Se debe llevar a cabo una mayor divulgación del patrimonio valenciano, no solo megalítico sino también monumental. Para ello, aunque existe una buena señalización de los dólmenes, se debería actualizar la señalización, limpieza de caminos y terrenos, mayor accesibilidad y conservación.

Sería interesante realizar alguna excavación arqueológica de manera científica en alguno de los monumentos, ya que solo tenemos las que realizaron Almagro, la Asociación de Amigos de la Arqueología, las de Elías Diéguez con sus alumnos, las de Bueno y su equipo en los años 80 y las intervenciones de la Junta de Extremadura una década después. Paralelamente es necesario elaborar una Carta Arqueológica.

Aun sabiendo que la iniciativa para declarar La Raya como Patrimonio de la Humanidad es debido a la gran presencia a ambos lados de la frontera de fortificaciones abaluartadas, creemos conveniente hacer hincapié a todo lo existente en esta zona: fortificaciones, costumbres, identidad cultural, gastronomía, paisaje compartido y, por supuesto, la gran concentración de dólmenes en todo este espacio. Por tanto, La Raya es mucho más y debemos trabajar todos en la misma dirección con el objetivo de cooperar, defender y proteger nuestro patrimonio.

APÉNDICE FOTOGRÁFICO

Fig. 1. Dolmen de La Barca destinado a zahúrda (Foto archivo Elías Diéguez Luengo).

Fig. 2. Anta de la Marquesa a principios del siglo XX (Mélida, 1916).

Fig. 3. Ídolos placa encontrados en dólmenes de Valencia de Alcántara (Leisner, 1959).

Fig. 4. Ajuar funerario hallado en dolmen Tapias I (Almagro, 1962).

Fig. 5. Planta dolmen El Corchero (Almagro, 1962).

Fig. 6. Excavación del Tapado del Anta (Foto archivo Elías Diéguez Luengo, 1961).

Fig. 7. Ajuar encontrado en El Corchero (Foto archivo Elías Diéguez Luengo, 1961)

Fig. 8. Excavación dolmen Huerta de las Monjas en 1987 (Bueno, 2008).

Fig. 9. Dolmen La Miera antes y después de su intervención (Enríquez y Carrasco, 1999).

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1] El término “tapado” procede del portugués y significa parcela. Si es cierto que existe en Valencia de Alcántara un dolmen llamado Tapado del Anta.

[2] Las primeras referencias donde se definen estos monumentos como celtas corresponden a Juan Ramis i Ramis en su publicación Antigüedades célticas de la Isla de Menorca desde los tiempos más remotos hasta el siglo IV de la era Cristiana, Mahón, 1818.

[3] Domingo BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, Ordenanzas del Concejo de Valencia de Alcántara, Institución Cultural “El Brocense”, Cáceres, 1982.

[4] Domingo BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, “Ordenanzas del Concejo…”, ob. cit. p. 163.

[5] Domingo BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, “Ordenanzas del Concejo…”, ob. cit. p. 95.

[6] Alonso de TORRES Y TAPIA, Crónica de la Orden de Alcántara, Madrid, 1763, T. I, p. 223.

[7] Alonso de TORRES Y TAPIA, “Crónica de la Orden…”, ob. cit. p. 229.

[8] José DE VIU, Colección de Inscripciones y Antigüedades de Extremadura, Concha y Compañía, Cáceres, 1846.

[9] Incluimos la referencia de estos dólmenes situados en Mayorga, ya que Valencia de Alcántara tenía derechos en estos territorios desde mediados del siglo XIV hasta tiempos modernos. Finalmente, en 1836, esta encomienda incrementará el término de la villa de San Vicente, tras agregarse ésta a la provincia de Badajoz. Antonio NAVAREÑO MATEOS, Arquitectura militar de la Orden de Alcántara en Extremadura, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1987, p. 173. Vid. Ramiro ESTEVEZ VERDEJO: Monografía de San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1907, pp.45-46.

[10] José DE VIU, “Colección de Inscripciones…ob. cit. p. 201.

[11] José DE VIU, “Colección de Inscripciones…ob. cit. p. 201.

[12] Pascual MADOZ, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Tomo XV, Madrid, 1849, p. 449.

[13] Hay que recordar que Viu vivió por un tiempo en Valencia de Alcántara, siendo Juez de Primera Instancia y Alcalde Mayor de la villa (nombrado en 1834).

[14] Juan Agustín Ceán Bernúdez, Sumario que hay de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las pertenecientes a las Bellas Artes, Madrid, 1832, pp. 423-424.

[15] Viu también menciona dicha ara, “en un olivar a la salida de Valencia”. Actualmente se conserva en el Centro de Interpretación de Valencia de Alcántara.

[16] Vicente BARRANTES, Aparato Bibliográfico para la Historia de Extremadura, T. I, Madrid, 1875, p. 454.

[17] Nicolás DÍAZ PÉREZ, Extremadura (Badajoz y Cáceres), Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y Compañía, Barcelona, 1887, pp. 21-22.

[18] Vicente PAREDES Y GUILLÉN, Origen del nombre de Extremadura, Plasencia, 1886, p. 33.

[19] Tomás ROMERO DE CASTILLA, Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz, Tip. El Progreso de Antonio Arqueros, Badajoz, 1896, p. 13.

[20] Tomás ROMERO DE CASTILLA, “Inventario de los objetos…ob. cit. p. 207.

[21] Juan VILANOVA Y PIERA, “Valencia de Alcántara en el concepto protohistórico”, Boletín de la Real Academia de la Historia, T. XV, Madrid, 1889, pp. 192-193.

[22] Antonio AZUAR, “El libro de Valencia de Alcántara”, El Curioso Averiguador de Valencia de Alcántara, Valencia de Alcántara, 1907, pp. 11-12.

[23] José LEITE DE VASCONCELOS, “Acquisições do Museu Municipal de Elvas”, O Archeologo portugês, vol. II, nº. 1, Lisboa, 1896, pp. 3-4.

[24] José Ramón MÉLIDA, Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, Madrid, 1924, pp. 21-25.

[25] José Ramón MÉLIDA, “Monumentos megalíticos de la provincia de Cáceres”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, T. XLI, Madrid, 1920, p. 57.

[26] José Ramón MÉLIDA, “Monumentos megalíticos…ob. cit. p. 58. José Ramón MÉLIDA, “Catálogo Monumental…ob. cit. p. 23.

[27] José Ramón MÉLIDA, “Monumentos megalíticos…ob. cit. p. 59. José Ramón MÉLIDA, “Catálogo Monumental…ob. cit. pp. 24-25.

[28] Para saber más sobre la localización de los dólmenes, ver Francisco BEJARANO, Guía del Conjunto Megalítico de Valencia de Alcántara, Valencia de Alcántara, 1993.

[29] José Ramón MÉLIDA, “Monumentos megalíticos…ob. cit. p. 60.

[30] George y Vera LEISNER, Die Megalithgraber der Iberischen Halbinsel. De Westen, Berlín, 1959, p. 40. Juan Javier ENRÍQUEZ NAVASCUÉS, “Notas para una historiografía de los dólmenes de Extremadura”, Extremadura Arqueológica VIII, Mérida, 2000, p. 29.

[31] Se adscriben ídolos placa, puntas de flecha y cerámicas al dolmen El Corchero cuando en realidad fueron hallados en Tapado del Anta.

[32] Martín ALMAGRO BASCH, Megalitos de Extremadura I, Excavaciones Arqueológicas en España, 3, Madrid, 1962, p. 9.

[33] Martín ALMAGRO BASCH, “Megalitos de…ob. cit. p. 11.

[34] Carlos CALLEJO SERRANO, “Un lustro de investigaciones arqueológicas en la Alta Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, T. XVIII, 1962, p. 288.

[35] Miguel BELTRÁN LLORIS, Estudios de arqueología cacereña, Zaragoza, 1973, pp. 6-14.

[36] Para saber más ver, Carmen DIÉGUEZ CASCALES, “Biografía de Elías Diéguez Luengo”, Extremadura Arqueológica VIII, Mérida, 2000, pp. 13-15.

[37] Elías DIÉGUEZ LUENGO, “Los Dólmenes de Valencia de Alcántara”, V Congreso de Estudios Extremeños, pp. 25-42.

[38] Primitiva BUENO RAMÍREZ, “Los dólmenes de Valencia de Alcántara, Ministerio de Cultura, Madrid, 1988.

[39] Primitiva BUENO RAMÍREZ y Rodrigo BALBÍN BEHRMANN, “El proyecto arqueológico «Valencia de Alcántara: El Jardinero y yacimientos megalíticos de la comarca de Valencia de Alcántara (Cáceres)»”, Extremadura Arqueológica II, Mérida-Cáceres, 1991, pp. 89-101.

[40] Primitiva BUENO RAMÍREZ y Antonio VÁZQUEZ CUESTA, Patrimonio Arqueológico de Valencia de Alcántara, Valencia de Alcántara, 2008.

[41] CARRASCO MARTINS, María Jesús, ENRÍQUEZ NAVASCUÉS, Juan Javier, “Intervenciones en los dólmenes de Valencia de Alcántara”, Ibn Marván, nº 7, Marvao, 1997, pp. 247-265. CARRASCO MARTINS, María Jesús, ENRÍQUEZ NAVASCUÉS, Juan Javier, “Sobre los dólmenes de corredor corto de Valencia de Alcántara”, Ibn Marván, nº 9-10, Marvao, 1999-2000, pp. 271-301.

[42] Domingo BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, Ordenanzas del Concejo de Valencia de Alcántara, Institución Cultural “El Brocense”, Cáceres, 1982.

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