
Manuel Jesús Ruiz Moreno
Resumen:
En este trabajo se va a estudiar las fases de la batalla, y la posible posición desde donde combatió Valdivia, en el V centenario de estos hechos.
INTRODUCCIÓN.
Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, estuvo bajo las órdenes del Marqués de Pescara, encuadrado en el ejército imperial de Carlos V, en la batalla de Pavía el 24 de febrero de 1525. Enfrentamiento que, a decir de Ricardo de la Cierva: “supuso no solamente la victoria imperial, sino que además confirmó de forma definitiva la superioridad orgánica y táctica del ejército español, basada en la infantería y los tiradores a pie, contra la medieval táctica francesa que, dentro de un ejército de lujo, combinaba la artillería de campaña con la acción de la caballería pesada”[1]. En este trabajo se va a estudiar las fases de la batalla, desde la posición donde pensamos debió combatir Valdivia.
- PINCELADAS DE LA BIOGRAFÍA DE PEDRO VALDIVIA.
Pedro de Valdivia era de la comarca de la Serena, pero no tenemos datos concretos para asegurar en que población fue su nacimiento. El cronista Alonso de Góngora Marmolejo dice que era de Castuera, Pedro de Mariño de Lobera opina que de Campanario, Antonio Herrera de Villanueva, y Juan Pinel, de Zalamea. Aunque apoyándonos en la opinión de Carmen Pumar Martínez, autora de la biografía “Pedro de Valdivia, fundador de Chile”, la opción que parece más razonable fuera la de Castuera[2].
Según la citada autora tampoco se puede concretar cuando nació, aunque si damos crédito al estudio de de Góngora, sobre ello, podemos aproximar que en un fecha cercana a 1497 [3].
El gran investigador inglés Cunninghame Graham, opina que descendía de buena familia. Su padre era Pedro Oncas de Melo, y su madre, Isabel Gutiérrez de Valdivia. Según el citado autor se desconoce el motivo por el que tomó el apellido de la familia de su madre, en lugar de la de su padre[4]. Aunque Pumar Martínez opina que lo escogió por parecerle el más distinguido de todos[5] .

Imagen 1. Fotografía de Castuera, lugar donde el cronista Alonso de Góngora Marmolejo asegura que nació Pedro de Valdivia. Fotografía propiedad de José Iván Ruiz Tosina
En 1522 encontramos a Valdivia en Italia bajo el mando de Próspero Colonna (1443-1523)[6]. Este italiano al servicio de España, fue nombrado condestable del ejército de Nápoles, por el rey Fernando el Católico. Ya bajo el reinado del rey Carlos I de España, Colonna dirigió la campaña sobre el Ducado de Milán y la conquista de Génova, siendo el autor del planteamiento de la victoria de las tropas imperiales en Bicoca (29 abril de 1522)[7].
Posteriormente, Valdivia pasó a servir bajo las órdenes del Marqués de Pescara (1490-1525), hasta que este murió, lo que para Pumar Martínez nos indica que estuvo en la batalla de Pavía encuadrado en los infantes del Marqués, pues éste murió el mismo año, poco después de la batalla[8]. Sobre la biografía de Fernando Francisco Dávalos, o Fernando de Ávalos, Marqués de Pescara, anotaremos que aunque nacido en Italia, era de abolengo español, según señala Colis Herce, y a él se le debe achacar el mérito de convertir a la infantería española en invencible en el primer tercio del siglo XVI. Su mando sobre los arcabuceros en la batalla de Bicoca fue una de las bazas principales para alcanzar la victoria de las tropas imperiales sobre los franceses. Según la opinión de Colis Herce, Pescara no creía que la misión de la infantería española fuera la de simple guarnición de plazas fuertes, sino que tenía el pensamiento de que debían ser empleadas en las batallas campales, y reservadas como elemento desestabilizador, para decantar la partida cuando las circunstancias se hicieran inciertas. Siendo Pescara uno de los primeros en utilizar a los infantes en operaciones de guerrillas, como las “encamisadas”[9]. En estas operaciones nocturnas los combatientes llevaban las camisas blancas encima de las armaduras, para poder reconocerse en la oscuridad [10]. Dario Testi anota que con ello se trataba de evitar el fuego amigo, e impedir que las partes metálicas de las corazas pudieran reflejar la luz de la luna o las luminarias de los centinelas enemigos[11].
III. LA SITUACIÓN EN ITALIA EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XVI
Desde la incursión de Francia en Italia en 1494, la península itálica se había convertido en un escenario de guerra continuo. Jean-Marie Le Gall recoge el sentir de dicha época expresada en los “Lamenti”, poemas que narran los males que aquejaban a la sociedad de esa época: “el miedo, el hambre, la escasez, los agravios al honor, las traiciones, la violencia, los asesinatos y saqueos de ciudades”, y en los que se pedía, no la venganza de los males recibidos, sino la paz[12]. Añadimos también la opinión de Guicciardini, para quien “los franceses alteraron el equilibrio de poder que el Tratado de Lodi había logrado en Italia en 1454 y desplegaron una forma de batallar basada en la brutalidad, el terror y una depravación sin precedentes”[13].
Para Le Gall, la causa de dicha entrada francesa en Italia fue debido a la desaparición de la dinastía angevina, pasando sus territorios y derechos a la casa de los Valois, de la Corona francesa. Y con ello, la reivindicación posterior del reino de Nápoles, antaño perteneciente a los Anjou, y en aquellos momentos perteneciente a una rama de la casa de la Corona de Aragón[14].

Imagen 2. Imagen de los estados italianos a finales del siglo XIV. Wikipedia
La aventura italiana de las fuerzas francesas en el primer tercio del siglo XVI, tuvo sus victorias y sus derrotas. En ella, los nobles acompañaron a su rey con un espíritu de aventuras caballerescas. Pero a decir de Le Gall, en cualquiera de las dos opciones del resultado de las batallas, “el jardín italiano se convirtió en el cementerio de la nobleza francesa”[15]. En1524 reinaba en Francia Francisco I, despechado por haber perdido la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, en favor de Carlos I de España, y sintiéndose amenazado por el acorralamiento de Francia por parte de los territorios que poseía el emperador a su alrededor (España, territorios dinásticos de Austria y los de la casa de Borgoña). Por todo ello, el rey francés se embarcó en una continuación del esfuerzo de sus antecesores, intentando anexionarse lo que ellos consideraban que por derecho les correspondía, poniendo sus ojos en el Ducado de Milán[16]. No era la primera vez que los franceses acometían esta empresa, ya en 1522 Francisco I envió un ejército que ocupó Novara y puso cerco a Pavía.
En esta ocasión la ciudad fue socorrida por parte de las fuerzas imperiales de Carlos V, bajo el mando de Prospero Colonna. Los franceses fueron obligados a abandonar el asedio, pero buscaron la batalla campal con las fuerzas enemigas. Dicho enfrentamiento se produjo en Bicoca. La noticia del avance francés en su busca, llegó a oídos de Colonna, quien mandó detener sus fuerzas y desplegarlas en una posición defensiva. Ordenó realizar un foso hondo y un terraplén, en el que dispuso la artillería y a los arcabuceros españoles, y tras ellos dos cuadros de piqueros españoles y alemanes, por último situó a la caballería. El general Martínez Campos nos relata que: “Cuando los suizos avanzaban a través de los campos, fueron segados primero por la artillería y luego por el fuego de los arcabuceros. Los que lograron avanzar hasta saltar el hundido sendero halláronse atrapados en un matadero y fueron aniquilados a mansalva por los arcabuceros que estaban situados tan alto sobre ellos que las picas suizas no podían tocarles… Finalmente los piqueros españoles (y alemanes) bajaron para terminar con ellos”. Andrés Más Chao, en su estudio “Primeras batallas”, explica que el término Bicoca “ha quedado en el lenguaje español como sinónimo de éxito obtenido con poco coste, y puede considerarse la confirmación de la eficacia de la doctrina táctica, concebida en Ceriñola por Gonzalo Fernández de Córdoba, de aprovechar el fuego del arma individual y el terreno como medio para obtener la victoria con un planteamiento de corte defensivo”[17].
El 26 de octubre de 1524, Francisco I volvió sobre Italia y conquistaba Milán, mientras sus adversarios imperiales se concentraban en Alejandría, Lodi y Pavía. El 28 de octubre los franceses iniciaron el asedio a Pavía, ciudad defendida por don Antonio de Leyva[18]. Los españoles sitiados, junto a fuerzas italianas auxiliares hicieron una defensa a ultranza y dieron tiempo al marqués de Pescara a reorganizar su ejército y salir de Lodi para socorrer la ciudad. Junto a él, otros generales imperiales se pusieron en marcha para intentar levantar del asedio de Pavía[19].

Imagen 3. Marqués de Pescara. Wikipedia
- LA BATALLA DE PAVÍA.
El lugar donde iba a llevarse a cabo el enfrentamiento era el parque de Visconteo, Claramunt Soto nos dice que era un antiguo coto de caza de los duques de Milán circundado por un muro de ladrillos de 25 km de longitud, 2,5 m de altura y 90 cm de espesor. El parque comprendía el arroyo Vernavola y espacios tanto boscosos como abiertos, incluyendo algunos núcleos de población. Siendo el más importante el palacio de Mirabello, en el centro del coto, donde se solían alojar los duques en sus días de caza[20].

Imagen 4. Parque de Visconteo. Wikipedia
David Maffi opina que los imperiales no habían pensado en atacar directamente el campamento francés, cuyas posiciones bien defendidas con parapetos, baluartes con artillería y un foso, convertiría la acción en una carnicería para los imperiales. Sino más bien en intentar apoderarse del tren de artillería enemigo, y de paso capturar al rey francés. Llevando a cabo una pinza, junto con parte de las fuerzas salientes de Pavía, bajo el mando de Leyva, sobre el campamentos francés, y de este modo dividir en dos a las fuerzas asediantes francesas y provocar su retirada[21].
Pescara y su hombres, suponemos que Valdivia entre ellos, al llegar a Pavía, y antes de que se decidiera el plan a seguir, realizaron continuas incursiones sobre las zonas controladas por los sitiadores franceses, buscando los puntos débiles y provocando numerosas escaramuzas para observar la respuesta del enemigo[22]. Con ello, Pescara buscaba entretener a sus hombres e impedir el descanso de los contrarios. De este modo, se organizaron ataques en distinto puntos del frente, tanto de día como de noche, de tal manera que tenían desvelados a los franceses y no los permitían dormir. Cuando los franceses se dieron cuenta que las amenazas eran simuladas y no tenían un propósito real de seguir adelante con la iniciativa, dejaron de prestar atención a los mismas, y los centinelas no daban la alarma cuando advertían de la presencia de los españoles. Ese fue el momento que esperaba Pescara, y en la noche del 7 de febrero reunió a sus hombres para hacer una encamisada[23]. Pescara ordenó reunir dos escuadrones de infantes encamisados, uno de españoles y otro de lansquenetes, “todos armados y con camisas encima de las armas o vestidos, salgais donde se hicieren los escuadrones y los que teneis camisas demasiadas, holgad a darlas a los tudescos que no las tienen: y que los demás, de sábanas y tiendas y sino bastare, de dos pliegos de papel de lo que en todo el campo se hallare, harán unos capotienes o sambenitillos con que blanqueen por ser conocidos”[24]. Claramunt Soto anota que las fuerzas de Pescara, y pensamos que posiblemente Valdivia entre ellos, atacaron a las fuerzas del enemigo y no hicieron prisioneros, pasándolas a cuchillo, dejando en su retirada más de 500 muertos, “el ataque nocturno de la madrugada del 7 de febrero preludiaba lo que estaba por venir dos semanas después”[25].

Imagen 5. Detalle del tapiz de Bernard van Orley en el que se observa arcabuceros encamisados. Museo del Real Bosco Capodimonte. Nápoles
Una vez decididos a continuar con el plan trazado, se eligió como uno de los primeros objetivos la toma del castillo de Mirabello, situado al norte de Pavía. Y en el que, según los espías imperiales, se hallaba el campamento del rey Francisco I. En la noche de 23 de febrero de 1525, mientras se efectuaba el avance hacia esa posición, una niebla espesa, restringió la vista de los componentes de ambas fuerzas, de tal manera que la artillería imperial y su escoltas de caballería ligera, se desorientaron, encontrándose de repente con una unidad de caballería francesa de reconocimiento. Los imperiales tras el choque tuvieron que retirarse, perdiendo la artillería en manos francesas. Mientras tanto, tras efectuar la señal convenida, Leyva con parte de la guarnición salió de la ciudad atacando a las fuerzas suizas al servicio de Francia, que estaban situadas en la zona denominada “de las cinco abadías” (San Paolo, San Spirito, San Giocomo, San Giovanni y San Pietro) al este de Pavía. Los imperiales bajo el mando del marqués de Vasto tomaron fácilmente el castillo de Mirabello, causando un gran quebranto a los franceses por la importancia de la posición tomada y las municiones y víveres que había allí almacenados, pero sin poder hacer daño en el campamento del rey francés, que se había retirado de esa posición con su artillería, a unos kilómetros de Mirabello[26].
Conquistado el citado castillo, Lannoy con fuerzas de 4000 infantes españoles y otros tantos alemanes, así como 400 lanzas (caballería pesada) marchó para apoyar la posición de Mirabello[27], consiguiendo partir en dos a las fuerzas francesas, por un lado los ejércitos de Francisco I formado por las piezas de artillería, 900 lanzas, 200 gascones y bearneses, 300 suizos y 400 lansquenetes; y por otro 3000 infantes a las órdenes de Florange y una unidad de caballería ligera mandada por Tiercelin[28]. De estas fuerzas aisladas se encargaron los lansquenetes imperiales, que los derrotaron haciéndoles huir, no sin recibir gran número de bajas. Incorporándose después a la batalla, parte de los mismos, mientras el resto perseguía a los suizos de Florange para evitar que pudieran volver a la batalla, una vez vencidos.

Imagen 6. Recreacionistas mostrando el equipo de los “aventajados”, soldados que recibían una ventaja o sobresueldo como recompensa por su servicio más arriesgado en los enfrentamientos, función equivalente a los “dopelsoldner” de los lansquenetes alemanes. Recreadores Rodrigo Ruiz Domínguez, Pedro Regalado Corral y Jesús Ruiz Moreno
Mientras tanto, el rey francés, avisado de los movimientos de los imperiales, decidió movilizar sus fuerzas y hacer un ataque decisivo sobre las líneas enemigas. El ejército francés adoptó la siguiente disposición de combate: a la izquierda 900 lanzas de gendarmes franceses (caballería pesada) bajo el mando del propio rey; en el centro los lansquenetes de las “Bandas negras”, o la “Legión negra”, que eran un grupo de soldados al servicio de Francia, que vestían jubones y calzas negras, y su armadura estaba ennegrecida al fuego para evitar la oxidación. Cuerpo de lasquentetes con los que ya se habían enfrentado los infantes españoles en la batalla de Rávena en 1512[29], y seguramente también Valdivia, pues Colonna y Pescara estuvieron dirigiendo tropas en esa batalla, y sabemos que Valdivia ya se encontraba bajo las órdenes de Colonna por aquellas fechas; y a la derecha un escuadrón de suizos; con fuerzas de infantes italianos , gascones y berneses, a su espalda, como unidad de apoyo[30]. Delante de todos la artillería, agrupadas en tres baterías[31]. A ello habría que añadir un contingente de suizos bajo el mando de Florange y caballería ligera a las órdenes de Tiercelin, que se habían quedado descolgados en el este, tras la irrupción de las tropas imperiales y la conquista de Mirabello[32]. Aunque ésta descripción de posiciones francesas no es unánime entre los historiadores, y existen algunas variantes en la posición de los suizos, que algunos sitúan todos al este, a la izquierda de Mirabello [33].

Imagen 7. Campo de batalla de Pavía. Pintura flamenca de Joachin Patenier. Museo Kunsthistorisches, Vienna.
Parece que el plan de batalla del rey Francisco I, según Esteban Ribas, consistía en: “desatar un vendaval de fuego y hierro con su artillería sobre las líneas imperiales para desgastarlas y después llegar al choque con los escuadrones. Los suizos se enfrentarían a los lansquenetes alemanes, pues era de sobras manifiesta su tradicional enemistad, y los tudescos de la banda negra atacarían a los españoles, que Francisco creía que no les podrían hacer frente. La caballería francesa la reservaría para el enfrentamiento contra su homónima imperial”[34].
Las fuerzas imperiales presentaban las siguientes posiciones en el momento de empezar la batalla: en el ala izquierda, encarando a la caballería pesada francesa, tres escuadrones de caballería bajo el mando de Alarcon, Borbón y Lannoy; en el centro los infantes de Pescara, suponemos que Valdivia en sus filas; y a su izquierda, parte de los lansquenetes de Frundsberg, que venían de derrotar a los suizos de Florange[35].
El combate empezó con las piezas de artillería francesas martilleando sobre los imperiales, causándoles un gran daño. Algunos autores describen miembros y cabezas volando por los aires[36]. El marqués de Pescara cuenta en un carta al emperador, los hechos acontecidos durante la batalla, y dice que en ese momento tuvo que mandar tirarse la suelo a su infantería tudesca y española para que se cubriesen de los cañonazos y tuviesen las menos bajas posibles. Marín Arrúe opina que, de haberse prolongado el cañoneo, los imperiales se hubieran visto obligados a retirarse[37].
La situación en el campo imperial empezaba a ser desesperada y comenzaron a plantearse diversas opciones en el campo de los imperiales, para continuar el enfrentamiento. Lannoy era partidario de continuar con sus fuerzas hasta Mirabello y hacerse fuerte allí, pero Pescara le convenció de que dado la eficacia que estaba teniendo la artillería, pronto esa posición sería machacada por los cañones y no podría ofrecer protección alguna contra ella. Aceptada su opinión por los demás jefes imperiales, Pescara mandó retroceder a sus tropas encarando a las fuerzas del rey de Francia e hizo abandonar al marqués de Vasto su posición de Mirabello y que se incorporase al resto del ejército[38].
Pero en ese momento, vino el error de los franceses, en lugar de esperar a que la artillería venciese a sus enemigos, con poca gloria para su caballería pesada bajo el mando del mismo rey, éste ordenó la carga de sus gendarmes (gente de armas) con él al frente, para ganar toda la gloria, de la que creía pronta victoria sobre los imperiales. Ello obligó a las piezas artilleras a dejar de disparar por temor a herir a su caballería. Al ver la carga de la caballería francesa, el ala derecha de las fuerzas imperiales, formada por una fuerza mixta de caballería ligera (jinetes) y caballería pesada (hombres de armas), bajo el mando de Lannoy y el duque de Borbón, se alineó y se dispuso a cargar contra ella, a pesar de ser inferiores en número y capacidad, pues los hombres de armas españoles tenían menor blindajes que los franceses. La resistencia de los imperiales fue importante pero el movimiento de rodillo de los gendarmes franceses les hizo terminar retirándose[39]. Los esfuerzos de la caballería imperial, bajo el mando de Lannoy, por aguantar el empuje de los franceses es citado en la carta de Pescara: “Estaba en la vanguardia de nuestra gente darmas, el cual no deseaba otra cosa; y como muy valeroso caballero, recogiendo y ordenando a la gente, vino a dar en la gente darmas enemiga con mucha desigualdad en número; pero su persona se paso tan adelante, y dio tan buen ejemplo a los otros, que hicieron maravillas”[40].

Imagen 8. Detalle del tapiz de Bernard van Orley en el que se observa la carga de la caballería francesa. Museo del Real Bosco Capodimonte. Napoles.
Francisco I se sentía ya vencedor y proclamó a sus tropas que ya se veía “señor de Milán”. Pero en el avance los gendarmes franceses se habían quedado descolgados del resto de sus fuerzas y se habían situado en un terreno fangoso cerca del arroyo Vernavola, que les impedía maniobrar con facilidad, por lo que viéndolo Pescara, decidió aventurarse a un contraataque. Sacó de la formación a una unidad de infantería bajo el mando del capitán español Quesada[41], compuesta por piqueros, y gran proporción de arcabuceros, que protegidos por la cobertura del bosque próximo, flanqueó a los gendarmes haciendo fuego continuo con sus arcabuces por el flanco izquierdo francés[42]. “ Y visto yo cuanta necesidad había, y que la infantería aun no estaba muy cerca, eché toda la arcabucería española al costado de dicho visorey (Lannoy), e hicieron infinito daño en los contrarios. Y en ese tiempo acudió también el duque de Borbón con la batalla, que bien mostró en sus obras la enemistad que tenía con el rey de Francia y voluntad de servir a V.M”[43]. Es decir, además de los arcabuceros, la caballería del duque de Borbón que se había retirado del enfrentamiento, regresó al combate para atacar a los gendarmes franceses por el costado.
Es curioso, que algunos autores reflejan que no solo los infantes debieron llevar la camisa sobre la armadura, Martín Arrúe anota que también debieron llevarlo las fuerzas de caballería, pues dice que: “ Con puntería certera (los arcabuceros españoles) diezman a los jinetes enemigos que distinguen de los amigos, no obstante de estar mezclados unos y otros en confusa pelea, por las camisas, que éstos llevan puesta encima de sus vestidos y armaduras”[44]. y así lo indica también el cronista Juan de Oznaya cuando escribe: “que de gente de armas se hiciesen tres escuadrones (…) y como todos llevaban camisas sobre las armas, no se pudo notar bien sus sobrevistas y divisas”[45] y después “con cuya llegada (de los arcabuceros imperiales) perdieron muchos franceses los caballos y la vida; porque, en llegando, empezaron a tirar a los escuadrones de los enemigos, porque andaban aun bien mezclados; y en la mezcla, en viendo la cruz blanca o el caballero sin camisa sobre las armas, daban con el en tierra” [46].
La mortandad de caballeros franceses fue enorme, pues directamente se les mataba sin aceptar su rendición. Y es que Pescara había asegurado a sus hombres que los franceses iban a luchar sin cuartel, es decir sin tomar prisioneros, y que los matarían a todos. Oznaya lo cuenta asi: “Sabed que el rey de Francia ha mandado echar bando o pregón que nadie tome español a vida, so pena que la perderá él que la tomare”, según Ozaya esto no era cierto, pero con ello el Marqués consiguió que sus tropas se enojaran tanto “que muchos juraron luego de no tomar hombres a vida y de antes morir mil muertes que rendirse”[47].Y de este modo, el mariscal francés de la Palise que se rindió al capitán Zúcar, ofreciendo 20.000 ducados para su rescate, fue muerto por un arcabucero español[48].
Mientras, los hombres de armas franceses iban cayendo bajo los disparos de los arcabuceros españoles, los lansquenetes de la banda negra al servicio de Francia, junto con los suizos, fueron su su auxilio avanzando desde el ala derecha de los gendarmes. Contra los primeros Pescara hizo avanzar a su infantes españoles, Valdivia podría estar en esta unidad durante la batalla, y contra los suizos mandó los lasquenetes imperiales. Del valor de las formaciones de estos lasquenetes o tudescos nos habla Valdivia en sus cartas al Emperador contando la conquista de Chile: “Aquella misma noche al cuarto de la prima dieron sobre nosotros siete o ocho mil indios y peleamos con ellos más de dos horas y se nos defendieron bárbaramente, cerrados en un escuadrón como Tudescos” [49].
Pescara lo indica así: “yo eché al Marqués de Vasto con los españoles a los alemanes, y yo con los alemanes nuestros volví a los suizos”[50]. Según Testi las fuerzas de los lasquenetes de la banda negra eran las más temidas, después de los gendarmes franceses, con una gran motivación y eficacia bélica[51]. Prudencio de Sandobal nos cuenta que para evitar la desmoralización de los imperiales ante el avance la infantería enemiga, Pescara dijo a sus tropas que aquellos eran tropas amigas salidas de Pavía en su ayuda y que juntos acabarían con sus contrincantes. Los infantes imperiales avanzaron con ánimo, hasta que llegaron tan cerca que a la vista estaba que todo había sido un disimulo y que estaban enfrente de la formación de los lansquenetes de la banda negra “los cuales venían en muy buen orden, trayendo en la vanguardia mas de cuatro mil coseletes escogidos. Delante venían hasta doscientos escopeteros”[52]. pero Pescara ya lo tenía pensado y haciéndose el sorprendido les dijo a sus tropas: “¡Oh, cuerpo del mundo, engañados veníamos, que enemigos son!. Sus, todo el mundo hincadas las rodillas haga oración, y nadie se levante hasta que yo lo diga”[53]. Era una táctica para presentar el menor blanco posible a los arcabuceros contrarios. Quienes puestos en primera línea dispararon sus armas, pero la forma de disparar era sin apuntar, pues “puesta la mecha a un palillo, teniendo en una mano la escopeta y con la otra pegaban el fuego, no mataron ni hirieron a nadie”[54]. Volviéndose a meter en el escuadrón para ser protegidos por los piqueros y alabarderos de la formación. Fue ese el momento en el que Pescara dio la orden de levantarse a sus arcabuceros y disparar sobre los contrarios. “Y comenzaron a tirar con tanto concierto que parecía había allí seis mil, no siendo mas de seiscientos los que estaban. Fue tanta la furia que los enemigos no pudieron dar dos pasos adelante, sino que caían tan espesos que las picas, cayendo unas sobre otras, parecían algún cañaveral que derribaba el viento. En medio cuarto de hora no había coselete de la vanguardia de los enemigos, puesto todos habían caído, y hallábanse después muertos con cinco arcabuzazos en el peto”[55], sin haber logrado llegar a cruzar armas con la infantería española.
Los lasquenetes de la banda negra supervivientes comenzaron a retirarse, perseguidos por los lasquenetes imperiales. Intentaban aprovechar al máximo la victoria, Pescara con un grupo de caballeros a caballo se lanzó tras ellos, pero los de la banda negra se revolvieron y rechazaron la acometida, en el enfrentamiento Las fuerzas de Pescara desaparecieron de la vista de los imperiales que le seguían. Los españoles pensaron que habían sucumbido en la batalla por lo que se comenzaron a matar a todos los enemigos, degollándoles sin piedad. Poco tiempo después encontraron a Pescara herido de varios escopetazos y golpes de alabarda, sobre su caballo que, aunque herido en las quijadas, y con las tripas arrastrando por un herida en la barriga, fue capaz de aguantar para sacar a su dueño fuera del alcance de sus enemigos[56].
Mientras tanto, los suizos al servicio de Francia, junto con los escuadrones franceses, de gascones y bearneses, avanzaron hacia la refriega, pero los arcabuceros imperiales de los lasquenetes descargaron varias salvas contra ellos, sumándose algunos arcabuceros españoles. Los suizos empezaron a caer por cientos, cosidos a balazos[57].
El flanco derecho del rey de Francia había caído, solo se mantenía combatiendo los hombres de armas liderados por el propio rey[58]. El cronista Juan de Oznaga nos dice que el rey Francisco I viendo claramente la perdición de la batalla, decidió ponerse a salvo: “iba casi solo cuando un arcabucero le mató el caballo y, yendo a caer con él”, quedando atrapada una pierna debajo del caballo, en esto llegó un hombre de armas de la compañía de D. Diego de Mendoza llamado Joanes de Urbieta y le puso el estoque en el costado pidiendo su rendición. El rey le contestó que se rendía al emperador. Después de unieron mas imperiales a su alrededor, y algunos querían matarlo porque no creían que era el propio rey, al final algunos nobles imperiales le reconocieron y le trataron como prisionero, no sin poder evitar que algunos soldados le tomaran los penachos del yelmo y le cortaran el sayo, haciéndolos pedazos para quedarse con un recuerdo el acontecimiento[59].
Imagen 9. Detalle del tapiz de Bernard van Orley en el que se observa la captura del rey de Francia Francisco I por los españoles. Museo del Real Bosco Capodimonte. Nápoles
La huida de las tropas francesas se convirtió en generalizada, los imperiales los persiguieron, tomando su campamento y saqueando su bagaje. Pavía de había convertido en la tumba de buena parte de la nobleza francesa con multitud de muertos, heridos y capturados por las fuerzas imperiales. Al rey le llevaron preso al monasterio de San Paolo, para después trasladarlo a la fortaleza de Pizzighettone[60]. Su cautiverio e Italia, y después en España se prolongó hasta el 17 de marzo de 1526[61].
Nada se vuelve a saber de Valdivia de sus aventuras en Italia. Su siguiente escenario bélico será en América, acompañando a Pizarro en la segunda expedición al Perú en 1532[62].
En 1540, Valdivia fue designado por Pizarro para continuar la conquista de Chile, abandonada por la fracasada expedición de Almagro. Valdivia con ciento cincuenta hombres y sus porteadores indios se dirigió hacia Chile. La empresa no fue fácil, Valdivia escribe sobre uno de las dificultades que se encontró para someter a los chilenos: “acometiéronnos (…) tres escuadrones bien grandes con tan gran ímpetu y alarido que parecían hundir la tierra y comenzaron a pelear de tal manera, que primero mi fe, que ha treinta años que sirvo a V.M. y he peleado contra muchas naciones y nunca tal tesón de gente he visto jamás en el pelear como estos indios tuvieron contra nosotros (…) era tanta la gente de armas enastadas y mazas, que no podían los cristianos hacer a sus caballos arrostrar a los indios”[63].
En el avance de la expedición, Valdivia fue fundando pequeñas ciudades a su paso, quedando en cada una de ellas una pequeña guarnición, con lo cual debilitó su ya pequeña fuerza de conquista. En torno al 1 de enero de 1554 acudió en socorro de uno de sus fuertes, cayendo en una emboscada, Tras la batalla, Valdivia fue hecho prisionero y muerto por los indios. Una de las crónicas que relatan su muerte dice que le metieron tierra por la boca, como si se baqueteara un arcabuz, hasta que murió. Después fue decapitado y su corazón fue comido por sus vencedores, su cabeza, cocida y adornada con pintura fue usada como copa para beber y sus canillas fueron utilizadas como flautas[64].

Imagen 10. Estatua de Pedro de Valdivia en Castuera. Fotografía propiedad de José Iván Ruiz Tosina
Este fue el fin de un gran administrador, consumado jinete, diestro en el uso de las armas de la época y un valiente soldado con coraje a toda prueba, desprecio por la muerte, paciencia en la adversidad, astucia, habilidad para elevarse hasta el pináculo aprovechando circunstancias imprevistas y con don de mando. Según Cunnighame: “Estas eran las cualidades del bravo caballero que emprendió la conquista de Chile y que consiguió con escasísimos recursos, triunfar en una empresa en la que había fracasado un comandante hábil como Almagro”[65].
[1] DE LA CIERVA, Ricardo. Carlos V, contra Francisco I de Francia: Pavía. Historia Militar de España. Tomo 2, Ejército nacional, ejército imperial. Planeta. 1984. p 175
[2] PUMAR MARTÍNEZ, Carmen. Pedro de Valdivia, fundador de Chile. Biblioteca Iberoamericana. Ediciones Anaya S.A. 1988. p 8.
[3] Ibid. p 9.
[4] CUNNINGHAME GRAHAM, R.B. Pedro de Valdivia. Conquistador de Chile. Editorial Renacimiento. 2017. p 33
[5] PUMAR MARTÍNEZ, Carmen. Pedro de Valdivia, fundador de Chile. Biblioteca Iberoamericana. Ediciones Anaya S.A. 1988. p 9.
[6] Ibid. p 12.
[7] COLIS HERCE, César. Repertorio biográfico. La Infantería en torno al siglo de oro. Ediciones Ejército. Madrid 1993 p 473.
[8] PUMAR MARTÍNEZ, Carmen. Pedro de Valdivia, fundador de Chile. Biblioteca Iberoamericana. Ediciones Anaya S.A. 1988. p 12.
[9] COLIS HERCE, César. Repertorio biográfico. La Infantería en torno al siglo de oro. Ediciones Ejército. Madrid 1993 p 479
[10] AA.VV. (Juan María Serrano San José y Emilio Marín Ferrer). Los vencedores de Pavía, 24 de febrero de 1525. Researching & Dragona. Vol.5 no 11. Mayo de 2000. p.113
[11] TESTI, Dario. La batalla de Pavía. Fuentes historiográficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 37
[12] LE GALL, Jean-Marie. Las guerras de Italia, 1494-1521. Pavía, el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones. 2025. p. 1
[13] Ibid. p. 1
[14] Ibid. p. 4
[15] Ibid. p. 6
[16] ESTEBAN RIBAS, Alberto Raúl. Las campañas de 1521 y 1522. Pavía, el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones. 2025. p. 33
[17] MÁS CHAO, Andrés. Primeras batallas. Historia de la Infantería española. La Infantería en torno al siglo de oro. Ediciones Ejército. Madrid 1993. p. 189
[18] ROJO PINILLA, Jesús A. Cuando eramos invencibles. El Gran Capitán Ediciones. 2017. p 44
[19] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel. Carlos V, el Cesar y el Hombre. Espasa Calpe 2001. p 312
[20] CLARAMUNT SOTO, Alex. Las campañas de Francisco I en Italia y la batalla de Pavía. Pavía el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones 2025. p. 282
[21] MAFFI, David. El ataque por sorpresa. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre- noviembre 2017. p. 26
[22] RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Antonio José. El sitio de Pavía. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 22
[23] CLARAMUNT SOTO, Alex. Las campañas de Francisco I en Italia y la batalla de Pavía. Pavía el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones 2025. p. 278
[24] MAFFI, David. El ataque por sorpresa. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre- noviembre 2017. p. 28
[25] CLARAMUNT SOTO, Alex. Las campañas de Francisco I en Italia y la batalla de Pavía. Pavía el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones 2025. p. 278
[26] MAFFI, David. El ataque por sorpresa. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre- noviembre 2017. p. 29
[27] Ibid . p. 30
[28] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 37
[29] MILLER, Douglas. The Landsknechts. Osprey Military serie Men-At-Arms n.º 58, 1995. p. 38
[30] AA.VV. (Juan María Serrano San José y Emilio Marín Ferrer). Los vencedores de Pavía, 24 de febrero de 1525. Researching & Dragona. Vol.5 no 11. Mayo de 2000. p. 115
[31] MARTÍN ARRÚE, Francisco. Curso de historia militar. Toledo 1898. p. 155
[32] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 37
[33] MAS CHAO, Andrés. Primeras batallas. La infantería en torno al siglo de oro. Ediciones Ejército. Madrid 1993. p. 191
[34] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 34
[35] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 37
[36] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiogáficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 39
[37] MARTÍN ARRÚE, Francisco. Curso de historia militar. Toledo 1898. p. 156
[38] DÍAZ GAVIER, Mario. Pavia 1525. La tumba de la nobleza francesa. Guerreros y batallas n.º 45. Almena. 2008. p. 50
[39] AA.VV. (Juan María Serrano San José y Emilio Marín Ferrer). Los vencedores de Pavía, 24 de febrero de 1525. Researching & Dragona. Vol.5 no 11. Mayo de 2000. p. 115
[40] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiogáficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 48
[41] CLARAMUNT SOTO, Alex. Las campañas de Francisco I en Italia y la batalla de Pavía. Pavía el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones 2025. p. 287
[42] KONSTAM, Angus. Pavia 1525. The Climax of the italian wars. Osprey military. Campaign seires n 44. 1996. p. 72
[43] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiogáficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 48
[44] MARTÍN ARRÚE, Francisco. Curso de historia militar. Toledo 1898. p. 156
[45] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiográficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 121
[46] Ibid. p. 129
[47] Ibid. p. 124
[48] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 38
[49] CUNNINGHAME GRAHAM, R.B. Pedro de Valdivia. Conquistador de Chile. Editorial Renacimiento. 2017. p 90
[50] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiográficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 48
[51] Ibid. p. 42
[52] Ibid. p. 179
[53] Ibid. p. 179
[54] Ibid. p. 180
[55] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiográficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 180
[56] CLARAMUNT SOTO, Alex. Las campañas de Francisco I en Italia y la batalla de Pavía. Pavía el gran triunfo de la infantería española 1525. Desperta Ferro Ediciones 2025. p. 288
[57] ibid. p. 289
[58] ESTEBAN RIBAS, Albergo Raúl. La acción principal. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 38
[59] TESTI, Dario. La batalla de pavía. Fuentes historiográficas y epistolares del siglo XVI. Ministerio de Defensa. 2024. p. 135
[60] LE ROUX, Nicolas. La salida de Leyva y el final de la batalla. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 48
[61] LE GALLm Jean Marie. El cautiverio de Francisco I. La batalla de Pavía. Desperta Ferro n.º 30. Octubre-noviembre 2017. p. 50
[62] CUNNINGHAME GRAHAM, R.B. Pedro de Valdivia. Conquistador de Chile. Editorial Renacimiento. 2017. p 34
[63] Ibid. p 264
[64] ALBI DE LA CUESTA, Julio. Vidas intrépidas. Españoles que forjaron un imperio. Desperta ferro Ediciones. 2023, pag 189
[65] CUNNINGHAME GRAHAM, R.B. Pedro de Valdivia. Conquistador de Chile. Editorial Renacimiento. 2017. p 185
