José-Manuel González González.
La prensa es fundamental a la hora de analizar algunos fenómenos históricos, pues no solo da noticias sino que expresa opinión[1]. En este sentido, el turismo es uno de los temas que aparecen con cierta frecuencia, refiriéndose tanto los sitios escogidos por los lugareños para descansar fuera de la ciudad como las bondades que Badajoz oferta para el viajero.
En la prensa regional lo primero en aparecer son las reseñas sobre los vecinos que se marchan a Portugal o a tomar los baños. El fenómeno del turismo fue en un primer momento cosa de ricos, y fue visto como algo extravagante. Tan solo razones de salud eran aducidas para buscar una lógica de este gusto por viajar. La extensión generalizada del turismo tardaría en llegar por las condiciones sociales del país. Sería en los setenta cuando una cantidad importante de familias badajocenses empezarían a llegar a las playas de Huelva.
Al mismo tiempo se van a vender las bellezas de nuestra tierra, dedicando amplios reportajes cuando se acerquen las fechas festivas o significativas de pueblos y ciudades extremeñas. Es en los años veinte y treinta cuando esto es más evidente, después serán los castillos y las iglesias los principales objetos de atracción. La naturaleza apenas es objeto de atención turística en estos momentos, si bien en los sesenta con el auge de los pantanos comienza a plantearse la creación de complejos deportivos y de ocio.
En Badajoz se apostará por lo histórico, especialmente por la Alcazaba y su entorno, por la Catedral, por la Puerta de Palmas y por sus jardines.
La historia y evolución de la concepción que del turismo se ha tenido en España no deja de ser sugestiva y sorprendente. Porque sin duda, en sus orígenes, fue algo ajeno a nuestras costumbres y más propio de forasteros; no olvidemos los grandes viajeros ingleses y franceses principalmente que recorrieron la península en los siglos anteriores[2]. De hecho, el término ‘turista’ es un galicismo, y por tanto importado.
Todavía en 1900 los sentimientos hacia el viajero que visitaba Badajoz no eran muy benévolos, siendo vistos con desconfianza y desdén. No olvidemos que la ciudad más poblada de Extremadura era una plaza fuerte fronteriza que había sido atacada por tropas extranjeras varias veces. Fijémonos ahora en el comentario efectuado ese mismo año en uno de los periódicos de mayor tirada de nuestra región:
“Se repiten con demasiada frecuencia los casos en que se toman apuntes y se dibujan las fortificaciones de esta plaza y sus afueras. Anteayer, al mediodía, ha sido la última vez que un caballero, al parecer extranjero, estaba tomando con una máquina instantánea fotografías de la Puerta de la Trinidad por el lado de afuera.
Valga por lo que valga, creemos de nuestro deber llamar la atención de las autoridades sobre éstos touristas que tanto se afanan por gravar en su memoria cosas que no les importan” [3].
Sin embargo, una minoría de badajocenses también habían comenzado a practicar turismo aunque determinado a una temporada concreta, el verano, por razones de salud y recreo. Los ‘veraneantes’ eran familias de acomodada posición social y solían ir o bien a balnearios de la región o a las playas de Portugal[4], fundamentalmente a Figueira da Foz. Figueira se convierte en las primeras décadas del siglo XX en el núcleo más significativo, con un animado movimiento social que impulsará la construcción de chalets y hoteles. Abundan por esta causa los anuncios que incitan a visitar dicha localidad[5], y las reseñas de viajeros locales que emprenden camino hacia dichas tierras, en muchas ocasiones utilizando el ferrocarril[6]. Los baños más conocidos entonces serán los de Montemayor en Cáceres y El Raposo y Alange en Badajoz.
Hasta los años treinta no serán otras playas objeto de atención de los badajocenses, cuando Cádiz comienza a convertirse en reclamo turístico. Es entonces cuando proliferan anuncios de prensa en este sentido, anuncios que ya incluyen alguna ilustración evocadora y sugerente, casi siempre relativa al cosmopolitismo de la ciudad, al encanto y seguridad de sus playas y de sus gentes. A pesar de su cercanía, el auge de las playas onubenses no se desató hasta los años sesenta; de nuevo los anuncios nos advierten sobre ello si bien ahora lo que se publicitan son solares y apartamentos. La Antilla será ocupado desde entonces en verano por numerosas familias de la localidad, en un momento en que el turismo cobra fuerza y se generaliza desde los años setenta a todas las clases sociales.
En la capital el aumento de los visitantes generó en un primer momento preocupación, pues el estado de lugares como la Torre de Espantaperros, la Alcazaba o Puerta de Palmas no eran de lo más aconsejable. De hecho las visitas guiadas que se hacían provocaban el sonrojo de los cicerones locales. Se pedía para remediarlo limpieza e higiene, e incluso se aconsejaba la instalación de un parque en el desolado cerro amurallado[7].
Las críticas en este aspecto arreciaron a partir de 1928, cuando la proximidad de la inauguración de la Exposición Iberoamericana en Sevilla se suponía que iba a atraer a la ciudad a numerosos extranjeros desde el puerto de Lisboa[8]. Junto a la necesidad de adecentamiento también se comprobó la falta de instalaciones hoteleras importantes y modernas. Una de las críticas afirma:
“Realmente resulta denigrante para la ciudad el abandono en que se encuentran las calles que circundan aquel valioso monumento[Torre de Espantaperros], lugares visitados frecuentemente por los forasteros y turistas que pasan por Badajoz.
Al tratar de estos temas artísticos y espirituales – no sólo de pan vive el hombre – recordamos como se estrellaron siempre los intentos diversos de la Comisión de Monumentos en pro de la limpieza y buen aspecto de los parajes en que se alzan nuestros monumentos arqueológicos”[9].
Hay que tener en cuenta que Extremadura participó en la muestra con un pabellón propio en el que se exhibió una película cinematográfica que no solo resumía la historia regional, sino que apuntaba las principales localidades objeto de interés turístico, y en esa lista sobresalía la capital bajoextremeña. Sevilla, pues, se convertirá en un foco de atracción interesante que creará moda arquitectónica incluso.
En los años treinta la prensa también criticó la suciedad acumulada en las cercanías de las murallas, especialmente en Puerta de Trinidad, Puerta Nueva o Puerta de Pajaritos, lo que daba mal aspecto a la ciudad y a los turistas[10]. Todavía era insignificante el número de viajeros a los que se podía conceder tal calificativo, y lo seguiría siendo hasta final de siglo, pues la existencia de focos más interesantes como Mérida, Zafra, Cáceres, Trujillo o Guadalupe era evidente.
Es en esta época cuando se comienzan a vislumbrar las posibilidades económicas de esta actividad para Badajoz, comentando lo sucedido en otros países como Suiza[11]. Este interés por el turismo a finales de los años veinte se verá concretado en la creación del Patronato Provincial de Turismo, entre cuyas primeras decisiones figura la de impulsar una oficina de información en la capital. La oficina turística pensó en instalarse a la entrada de la ciudad, en la cabeza del puente o en la Plaza de Alfonso XII mediante un kiosco artístico, aunque finalmente se dispuso en los bajos de las casas consistoriales[12].
El patronato también influyó en la rápida construcción del puesto aduanero de Caya, en el que a mediados de los años treinta llegaron a colaborar en su construcción mediante un proyecto de mejora que incluía abastecimiento de agua y luz, de los que hasta entonces carecía, y una gran marquesina con un bello mapa provincial para informar a los turistas[13]. Además, la institución editó un pequeño folleto explicativo de la localidad con grabados de sus monumentos[14], y se preocupó de fomentar la arqueología y el embellecimiento urbano[15].
Después de 1936 siguió la fascinación por este tema. En 1938 se dictó una circular en la que se fomentaba desde el Gobierno la difusión artística de los pueblos a través de visitas guiadas y estudios locales, con una clara voluntad de aleccionar al pueblo[16]. Diez años después se inauguraba en Caya un puesto de turismo, bajo una arquitectura de estética popular al modo de las casas rurales de nuestra región[17]. En los años cincuenta se proyectaría aquí un pequeño albergue[18].
Sin duda, a principios de los cincuenta Badajoz concebía un futuro prometedor animado por la llegada cada vez más masiva de visitantes, como demuestran numerosos artículos y editoriales de entonces que convierten el asunto en verdadero tema estrella. Es por esos años cuando el turista comienza a distinguirse en la población por sus vestimentas, cortas y llamativas, lo que en muchas ocasiones chocaba con la moral y costumbres de nuestro país[19]. Como muestra del atraso en estas cuestiones y de la pobreza de algunas clases sociales se evidencia cómo en esos años la chiquillería perseguía los coches de los turistas en busca de limosna[20].
En los sesenta continuaron las reprensiones por el estado de abandono de las partes altas de la ciudad, y empiezan a colocarse algunos carteles orientativos para poder llegar a los monumentos más destacados. También ahora se pide el desarrollo de las comunicaciones por carretera para facilitar la llegada de visitantes; la mejora en infraestructuras será básica para el aumento del número de turistas que nos visitarían. Algunos historiadores y periodistas comienzan a reclamar la idea de Badajoz como destino apetecible, pues en la capital de siempre se tuvo la sensación de que no era una ciudad atractiva y que aquí no había nada que ver[21]. Fue habitual también que en las guías de festejos de la localidad se dibujase algún plano de la ciudad para orientar al visitante.
Entre 1966 y 1967 se reformaba la oficina municipal de turismo, que era trasladada al nuevo Pasaje de San Juan junto a la calle del mismo nombre[22]. Es entonces cuando a nivel provincial se convoca por primera vez el Concurso de Embellecimiento de Núcleos Urbanos y Rurales, torneo curioso que gana en 1966 Zafra y que sin duda deseaba mostrar una imagen más amable de la región[23]. En 1969 Badajoz recibía su primer congreso nacional, como antecedente de las posibilidades que este tipo de turismo podía generar[24]. De hecho, hoy se cuenta con un palacio de congresos, moderno y llamativo, que pretende impulsar estas reuniones y los beneficios económicos que generan.
En los setenta la Plaza Alta se convirtió en elemento clave sobre el que actuar, abundando las reseñas en el sentido de liberar la plaza del mercado metálico para poder aumentar las posibilidades turísticas del casco histórico[25]. La Plaza Alta, aunque ha mejorado mucho en la última década, todavía espera su rehabilitación definitiva[26].
Badajoz mejoró con la instalación de una nueva oficina de turismo dependiente del ministerio, con la firma de acuerdos con los empresarios lusitanos y con el Premio Nacional de Turismo 1973 otorgado a su estación de ferrocarril, beneficiándose de ser ciudad de paso hacia Portugal[27]. También se barajó la posibilidad de instalar un camping en el Parque de Tres Arroyos aunque desgraciadamente no prosperó la idea[28].
El número de hoteles fue aumentando con el paso de los años. Si las principales instalaciones de principio de siglo ocupaban lugares céntricos y edificios antiguos, en los sesenta y setenta se construyeron varios hoteles de gran altura y moderna arquitectura a las afueras, para facilitar la llegada y acercarse a las carreteras principales[29]. Un nuevo auge se viene experimentando en la última década, si bien ello abre el camino para estudiar el turismo del siglo XXI.
Diario La Lbertad, Diario Hoy,
junio de 1932 junio de 1972
[1] La prensa es la base de nuestra tesis doctoral sobre la arquitectura y el urbanismo de Badajoz en el siglo XX, tesis que dirige la Dra. Dª Pilar Mogollón Cano-Cortés.
[2] Véase GARCÍA MERCADAL, José: Viajes de extranjeros por España y Portugal. 6 tomos. Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999; y MAESTRE, María Dolores: Doce viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843). 2ª edición, 1995. 1ª edición: Cáceres 1990.
[3] Nuevo Diario de Badajoz de 30-10-1900: p. 2, col. 5.
[4] Nuevo Diario de Badajoz de 09-09-1904: p. 2, col. 3 y 4.
[5] Nuevo Diario de Badajoz de 25-07-1913: p. 2, col. 5. “La mejor playa de baños. Muy frecuentada por distinguidas familias españolas”. Entre otras cosas poseía casinos, cafés, teatros y una plaza de toros.
[6] Entre otros los arquitectos Ventura Vaca y Luis Saldaña, y el decorador Adel Pinna; véase Nuevo Diario de Badajoz de 23-07-1913: p. 3, col. 1; y La Región Extremeñade 17-07-1908: p. 2, col. 3; 12-08-1916: p. 2, col. 4.
[7] Véase Correo de la Mañana de 18-03-1914: p. 3, col. 1; y Nuevo Diario de Badajoz de 12-09-1923: p. 1, col. 1.
[8] Véase Correo de la Mañana de 07/08-04-1926: p. 1, col. 3 y 4, con artículos del conocido escritor Arturo Gazul; y Correo Extremeño de 01-08-1928: p. 3, col. 1-4; y 09-08-1928: p. 3, col. 2.
[9] Correo Extremeño de 05-07-1928: p. 4, col. 4 y 5.
[10] La Libertad de 02-09-1932: p. 6, col. 4 y 5 con el titular “Badajoz turístico. El estado de suciedad de las murallas”; y 19-11-1932: p. 1, col. 4 y 5.
[11] Nuevo Diario de Badajoz de 31-03-1920: p. 1, col. 3 y 4.
[12] Correo Extremeño de 21-11-1929: p. 2, col. 3 y 4; y La Libertad de 21-11-1929: p. 2, col. 6; 07-01-1931: p. 6, col. 5; y 16-02-1933: p. 5, col. 3.
[13] Diario Hoy de 02-08-1935: p. 2, col. 3. Se invirtieron 14.445,37 pesetas. Véase también La Libertad de 04-12-1929: p. 2, col. 4.
[14] La Libertad de 15-06-1933: p. 7, col. 3; y diario Hoy de 23-06-1935: p. 4, col. 1-6.
[15] Diario Hoy de 20-01-1934: p. 2, col. 6; 24-03-1934: p. 4, col. 1; 06-12-1935: p. 3, col. 1; y 16-04-1936: p. 2, col. 1.
[16] Diario Hoy de 12-11-1938: p. 5, col. 3 y 4.
[17] Diario Hoy de 08-11-1949: p. 2, col. 2; foto día 9: p. 4.
[18] Diario Hoy de 13-03-1955: p. 2, col. 2 y 3.
[19] Véase Hoja Oficial del Lunes de 20-08-1951: p. 2, col. 1 y 2, sección Crónica de la Ciudad. “Badajoz, ciudad de turismo”; “Estas visitas nos han hecho concebir esperanzas de que pronto pueda figurar Badajoz en los itinerarios turísticos que España ofrece a sus visitantes extranjeros. Pero para ello precisamos de un poco más de ambición y preocupación”. Más en diario Hoy de 21-08-1951: p. 2, col. 1; y 25-08-1951: p. 6.
[20] Hoja Oficial del Lunes de 17-09-1951: p. 2.
[21] Diario Hoy de 21-04-1961: p. 2, col. 1 y 2; 18-03-1962: p. 8, col. 1-3; 08-11-1962: p. 5, col. 1 y 2; 02-01-1963: p. 10; 26-02-1963: p. 5, col. 3 y 4; y 13-03-1964: p. 3.
[22] Diario Hoy de 24-03-1966: p. 3, col. 6 y 7; y 23-06-1967: p. 11.
[23] Diario Hoy de 27-04-1966: p. 4, col. 5-7; y 19-11-1966: p. 7, col. 5 y 6.
[24] Diario Hoy de 08-05-1969: p. 3, col. 1-5, editorial.
[25] Diario Hoy de 16-05-1970: p. 9, col. 1 y 2; y 10-09-1970: p. 9, col. 2.
[26] Véase GONZÁLEZ GONZÁLEZ, José-Manuel: La rehabilitación de la Plaza Alta de Badajoz. Edita Universidad de Extremadura, Madrid 2006.
[27] Diario Hoy de 29-05-1971: p. 9, col. 2; 24-06-1971: p. 13 del especial sobre las Ferias de San Juan; 07-07-1973: p. 8; 15-07-1973: p. 11; y 12-12-1974: p. 12.
[28] Diario Hoy de 04-11-1972: p. 9.
[29] Sobre la creación del Hotel Río véase diario Hoy de 06-10-1965: p. 3; y 23-08-1966: p. 3, col. 1; sobre el Hotel Lisboa véase diario Hoy de 07-04-1973: p. 9, col. 2 y 3; y 24-11-1973: p. 11.