Rosario Rubio de Orellana-Pizarro.
Pretendemos en este trabajo considerar algunos aspectos de la Conquista que la configuran y le dan singularidad, si bien del modo somero que el ajustado tiempo de exposición permite.
No se trata de narración de hechos que dieron lugar a la incorporación de tierras americanas a la Monarquía Hispánica, sino de aspectos referentes a la infraestructura del sistema y su organización, coincidentes en general, no obstante la diversidad de expediciones y lugares a los que se dirigieran.
Son estos los relativos a la situación geográfica de sus puntos de partida, a la plural geografía objeto de descubrimientos y exploraciones, a algunas de las características que componían la figura del conquistado por antonomasia: el capitán de conquistadores, a los que hemos tomado como arquetipos, tenemos presentes en este trabajo y en los que consideramos los más principales y emblemáticos: Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa, Pedro de Valdivia, Hernando de Soto.
Nos referiremos también al internamiento que en los desconocidos territorios se realizaron en son de paz; y de guerra si la resistencia de los naturales lo requería.
También, ambiciosamente en tan breve espacio de tiempo, hemos intentado rememorar la fundación de poblaciones y la general españolidad de la empresa.
Hay un marco o escenario geográfico desde el que se proyectan las empresas de exploración o conquista. Desde las que se piensan y sobre todo desde las que se inicia su realización que se corresponde con las islas próximas al continente y a determinado espacio del propio continente en los que se escalona el desarrollo y puesta en práctica de aquellas expediciones y a lo que podemos llamar lineamiento de la Conquista. Son esencialmente la isla Española y los centros continentales de Coro, Panamá y Méjico.
Con el segundo viaje de Colón, en 1493, se abre la era de los conquistadores llevando con él un gran número de embarcaciones y de expedicionarios. Se inicia con ello la colonización del nuevo mundo.
A ésta sucedieron otras muchas expediciones llamadas sevillanas por su lugar de organización y procedencia, verdaderas armadas, cuyas naves las componían, en general, dos grupos de viajeros: uno, el noble, cortesano, militar; el otro, el plebeyo, menestrales y labradores. Las embarcaciones iban bien pertrechadas de cuánto pudiera considerarse necesario para los fines de colonización y conquista. Las encabezaron personajes ilustres próximos a la Corona, y nombrados por el propio Rey, quienes, no obstante su brillantez, ninguno llegó a alcanzar la altura de gran conquistador. En ninguna de tales expediciones se anota el resultado de una Fundación memorable y ninguna de ellas puede decirse que tenga una incidencia importante, decisiva. Tuvieron más importancia gubernativa u administrativa, que propiamente colonizadora.
Entre los renombrados jefes de expediciones figuraron Pedrarias Dávila, Don Pedro de Mendoza y Don Pedro Fernández Lugo.
Aunque importantes estas flotas resultaban ser insuficiente medio para acometer, con eficacia, tamaña empresa. Supuso sin embargo una muy valiosa colaboración por su aportación de hombres y materiales al verdadero medio eficaz y decisivo que promovió y potenció la Conquista: el llamado “factor americano”, es decir, expediciones organizadas desde el mismo suelo americano por españoles afincados en América, forjados en el crisol de las mayores dificultades y adversidades, con una posición que les capacitaba para asumir los riesgos tanto de fines como pecuniarios de tan aleatorias como costosas empresas. Las provisiones y víveres procedían de sus propias explotaciones agrícolas y ganaderas, conocidas por el nombre de “estancias”.
Como es sabido, el motivo principal de aquellas acciones era la de fundar poblaciones. Lo que así se empezó ha hacer, desde, prácticamente, el principio. Sólo en Cuba se fundaron, en breve tiempo más de siete poblaciones (lo que no es de extrañar si recordamos el gran número de españoles que pasaron a Indias) Puede verse en el caso de la isla de Haití que llegó a contar con diez o doce mil españoles, cuando la gobernó el comendador Nicolás de Ovando, cuyo prestigio arrastró a los extremeños que con él o en pos de él pasaron a aquellos territorios. A él hay que agradecerle el espíritu de la conquista y la de haberlo transmitido a los, más tarde, llamados conquistadores de los que en gran medida fue su educador. Las Casas hace de él un encendido y extenso elogio, lo que en su caso evidenciaría sus cualidades y virtudes, si estas no hubieran sido tan notorias y evidentes.
Era desde Panamá desde donde partían las expediciones asistidas por Méjico y el núcleo antillano, puede decirse de modo autorizado, examinado su creación, desenvolvimiento y peripecias, que todas las expediciones, felices o desgraciadas, bien o mal conducidas, eran americanas por la mayoría de los elementos y materiales que la componían, por la experiencia de sus jefes, soldados en el continente, incluso por la cooperación de los indios aliados en ocasiones, y por las propias bases territoriales que apoyaban la acción.
EVOLUCION DE LAS EXPLORACIONES
Los primeros descubridores, todavía no conquistadores se singularizan como pilotos, dado que sus exploraciones eran principalmente marítimas. Más tarde el carácter de aquellas exploraciones lo serían tanto marítimas como terrestres. Así el caso de Vasco Núñez de Balboa, que una vez que atraviesa el istmo de Panamá inicia el tipo de conquistador naviero siendo en este tiempo cuando se empieza la aplicación práctica del pilotaje marítimo a toda empresa de exploración o conquista en tierra firme. Los pilotos practicaban en la selva las observaciones con que se guiaban en alta mar. De ahí que llegara a decirse que las Indias estaban llenas de pilotos y que había casi tantos en las alturas del Potosí como en los puertos del Caribe. Su empleo se generaliza con la publicación, por parte de Martín de Enciso, fracasado conquistador, de la “Suma Geographica”. A partir de entonces todos los conquistadores se asesoraban de un piloto para las determinaciones de “altura y grados de aquella tierra que iban pisando. Su ausencia, por ejemplo, daría lugar a la pérdida de Hernando de Soto en una temeraria penetración que hizo en el Missisipí. Según relata la crónica “su ejercito no llevaba instrumento para llevar la altura ni había quién lo procurase o mirase en ello”
CARACTERISTICAS PRINCIPALES DE LOS HOMBRES DE LA CONQUISTA
Dentro de las afinidades y similitudes que se daban en los personajes que protagonizaran la conquista, está la de la ausencia de antecedentes militares en casi todos ellos. Pedro de Valdivia es la excepción: soldado de carrera, un gran soldado. Sin embargo los que carecían de tal condición y formación aunque si tenían la rica escuela de América, resultaron ser no sólo unos grandes soldados, sino unos genios de la guerra, así calificados por consagrados tratadistas de este arte y equiparados por algunos de estos, con las hazañas de Aníbal, Alejandro y Napoleón, según nos recuerda el historiador Ballesteros Gaibrois.
Tampoco fueron militares, entre tantos de primera fila, Almagro, Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcazar, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, y tantos, cuya formación militar fue fruto de una variada experiencia en un medio adverso, ignoto, valiente e inteligentemente asimilada. Todo lo cual les había convertido inicialmente en prósperos colonos, en avezados hombres de negocios, con capital y crédito, con arrojo para exponerlo y exponerse.
De ahí a pasar capitanear acciones de exploración o conquista había un sólo paso que algunos se decidieron a dar con variada fortuna.
Así resulta ser este conquistador, ni un cruzado idealista, ni una bestia de instinto destructor. Es un guerrero que ha sido empresario y reúne las cualidades que aquél precisa: astucia, sutileza habilidad y un sentido del “trato”, de la negociación, decimos hoy, altamente útil en la nueva función que asume.
LAS EXPEDICIONES
Como queda dicho pretendemos contemplar algunos aspectos del inmenso mural de la historia que resulta ser la aventura americana. Refiriéndonos a los arquetípicos grandes conquistadores españoles, referidos, es decir, a aquellos que establecen los grandes núcleos de civilización europea y cuya implantación pretenden hacerla de un modo pacífico. Cuando no se consigue es necesario acudir a medios violentos; surgirá entonces el conflicto, es decir, la fuerza de las armas junto con un acto simultaneo de penetración y de lucha contra el indígena que rechaza a un invasor.
La presencia del indio, en muchas ocasiones es importante. Su colaboración, en ciertos casos, resulto ser muy valiosa para la dominación de los españoles en América. La consecución de estas adhesiones de los nativos es un mérito a favor de aquellos colosos a los que hemos olvidado anotarles en su haber tan hábiles logros.
Se ha hablado de superioridad de los españoles. La realidad fue en el mejor de los casos, y no muchas veces, de equilibrio de fuerzas. Las nuevas armas de fuego estaban en sus inicios y fueron más sorprendentes que eficientes. El uso del caballo fue neutralizado en gran parte también por los indios con el uso de la bolea. En definitiva, fue el infante, el soldado de a pie, el factor decisivo de toda campaña.
No se suele hacer mención del perro, como instrumento de ataque. Este no fue empleado en las grandes conquistas; no lo fue en la del Perú, ni en la de Méjico. No podía ser de gran provecho contra enemigos preparados para tal eventualidad y lanzado de manera numerosa. Sólo había tenido una clara eficacia su aplicación, en tierras de indios desnudos. En todo caso fueron muchas las ocasiones de salvación de españoles por sus perros, en lances desesperados.
Las famosas y espectaculares armaduras, escasas, eran de muy fatigoso y entorpecedor uso. La caballería sólo en el llano podía tener efectividad como arma de guerra y no sólo de transporte.
Son la espada y la lanza, las que pueden decirse que salvan las situaciones comprometidas, no por sí mismas sino por quienes las empuñaban, al servicio de unas estrategias, a las que se ha ignorado y cuyo estudio ha permitido apreciar que las acciones derivadas de aquella respondían a unos planes que han sido calificados como geniales. Tal es el caso de Hernán Cortes, Pizarro – estratega y táctico; como ejemplo de su estrategia puede citarse la distribución que de sus capitanes hizo en las direcciones más precisas, en una tierra que desconocía y de la que carecía de mapas, para conseguir el dominio del paso de Abancay. Este sentido fue el que le hizo subir hasta Cajamarca y el que le impulsó a ordenar la marcha por los llanos, camino del Cuzco, entre tantas acciones guerreras.
LOS POBLADORES
Se exploraba y se peleaba esencialmente para poblar. Hoy los conquistadores aparecen bajo un aspecto que sus contemporáneos no contemplaban, ignoraban. Les faltaba perspectiva para apreciar el valor y la importancia de aquellas gloriosas y fructíferas correrías y a los que censuraban por esta causa, opinando de ellos, de manera equivocadamente utilitaria y mezquina; ejemplo de tales actitudes es la del caso de Pizarro y Almagro, a los que aquellos motejaban respectivamente de “carnicero” y “recogedor”. La verdad es que aquellos supuestos aventureros realizaron más fundaciones que cuantos les criticaban llegaron a lograr. Sentando los cimientos de su propia obra.
Se empieza a poblar en las grandes Antillas, pasando de allí a Venezuela y el Istmo; y a Méjico. Más tarde en el interior de Nueva Granada. Se pueblan las costas y más a continuación las que se forman en el Océano Pacífico.
Frente a sueños, quimeras o deseos, siempre llevaban con ellos el pensamiento de la colonización a tono con la preocupación y afán de la Corona, para lo que ésta disponía mandar labradores y artesanos. Es el Comendador de Lares, Don Nicolás de Ovando, quién funda ya ocho poblaciones para lo que previamente había llevado de España doscientas familias.
El buen conquistador, antes que capitán de conquistadores, fue ganadero. Todo poblador tenía que ver mucho y muy de cerca con los menesteres de labranza, ganadería y economía doméstica. Una muestra más de cuanto venimos diciendo, son las ordenanzas dadas por Cortes para que las tierras se poblaran y tanto los españoles como los naturales se perpetuaran.
La mujer desempeña un papel importante como pobladora. Su importancia social compensa, cuantas diferencias prolíficas pudieran darse respecto de las indias, ocupando siempre un lugar preeminente. La función de la mujer española fue más de ejemplaridad y de enseñanza que de acción directa, sin que esto quiera decir que no hubiera mujeres que se distinguieran en diversos momentos en duras y difíciles circunstancias y hubieran de adoptar decisiones de gran responsabilidad.
La mujer del conquistador aparece también enseñando a las indias labores tales como el bordado, aclimatando plantas útiles y decorativas, creando instituciones benéficas, y sobre todo, formando la base moral de las nuevas sociedades.
ESPAÑOLIDAD DE LA CONQUISTA
La conquista fue una empresa nacional independientemente de que unas regiones contribuyeran más que otras al esfuerzo y de la que cabe distinguir tres períodos:
- el de los Reyes Católicos
- el que domina Fernando El Católico
- el período correspondiente al reinado del emperador Carlos V.
En tanto vivió la reina Isabel sólo pasaban a Indias los súbditos o vasallos de los señoríos correspondientes a la reina. Más tarde gobernando el rey Fernando, autoriza a todos sus vasallos del reino de Aragón y demás señoríos al acceso al Nuevo Continente. Más tarde el emperador Carlos lo extendió a todos los vasallos que se encontraban bajo la monarquía hispánica.
A la conquista concurrieron, como decíamos, elementos de todas las regiones españolas, si bien se manifestaron de un modo particularmente activo los andaluces, los castellanos, los extremeños y los astur-leoneses, extremo que avala la afirmación autorizada del investigador Rufino J. Cuervo “que los primeros españoles de América representaban todas las coderas de la península ibérica”, traspasando a aquella una España lingüísticamente castellana.
El gran valor cualitativo de Extremadura en la Conquista de América, no ha podido ser explicado por el hecho, como algunos han pretendido, de la condición de extremeño de Nicolás de Ovando, quién había sido enviado por los Reyes en 1502 y con el que había ido una brillante juventud.