Nov 222022
 

MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS

Cronista Oficial de Montijo y Lobón

 

La vida y obra de fray Diego de Ocaña, monje jerónimo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, ha sido bastante desconocida por los investigadores durante siglos. Su manuscrito[1], permaneció olvidado casi siglo y medio, hasta que su hermano del monasterio de Guadalupe, fray Francisco de San José, a mediados del siglo XVIII (1743), da noticias de su viaje al virreinato del Perú[2] a recoger donativos que los fieles, principalmente extremeños, dejaban en sus úl­timas voluntades testamentarias ofrendas a la Virgen de Guadalupe del monasterio de las Villuercas. Pero aquellas noticias sacadas a la luz a mediados de la centuria del dieciocho quedarían de nuevo silenciadas hasta los prolegómenos de la coronación canónica de Ntra. Señora de Guadalupe como Reina de la Hispanidad (12/X/1928).

El jesuita Constantino Bayle[3] con la aquiescencia del cardenal primado y arzobispo de Toledo, don Pedro Segura y Sáenz, publicaba un folleto de treinta y dos páginas bajo el título “Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura en Indias”. Folleto al que Geromín de Guadalupe daba luz y difusión publicitaria en el diario Correo Extremeño[4], valorando de manera notable la publicación del padre Bayle.

El historiador jesuita conectaba a Guadalupe con el obispo extremeño don Alonso Ramírez de Vergara (1550-1602)[5], el cronista jerónimo fray Diego de Ocaña y la devoción que los chuquisaqueños, profesan a su Mamita Gualala (Virgen de Guadalupe), patrona de la ciudad de Sucre (Bolivia)[6].

En el Archivo del Monasterio de Guadalupe se conserva el folleto publicado por Constantino Bayle[7]. Transcribo una parte de su texto:

“Para cerrar desaguaderos y asegurar que las finezas de la devoción (Guadalupe) no se desviasen contra la voluntad de los donantes, los frailes jerónimos resolvieron enviar a Indias a algunos padres por sí recogiesen las limosnas. Con este fin llegó uno al Alto Perú a principios del siglo XVII; halló en Potosí tantos extremeños, todos devotos de su Virgen, que les regaló el cuadro con que pedía, a condición de lo pusieran en el nicho principal de la capilla mayor de San Francisco; y así lo ejecutaron”.

Un año después de lo escrito por Bayle, el franciscano Carlos Gracia Villacampa (Caspe, Zaragoza 1889-Jerez de la Frontera, Cádiz 1948)[8] accedió al original del manuscrito de fray Diego, estudiando y difundiendo el entusiasmo y fecunda actividad que el jerónimo desarrolló en su viaje religioso y pastoral de unas 21.748 millas (35.000 km) a lo largo de prácticamente nueve intensos años[9]. Pues el final de sus días los pasó en Nueva España[10]. A finales de los años sesenta, del siglo XX, el entonces bibliotecario del Monasterio de Guadalupe, Arturo Álvarez[11], fue el primero que publicó la obra completa de fray Diego de Ocaña, tanto el viaje como la Comedia a la Virgen de Guadalupe, siguiendo las huellas del monje jerónimo para entender mejor su hazaña[12]. Algunos investigadores han estudiado la obra de fray Diego desde las fiestas, representaciones teatrales, aspectos literarios y del culto popular. En 2010 salió a la luz una edición crítica sobre el manuscrito del monje guadalupense, “Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605, fray Diego de Ocaña”[13].

La obra de fray Diego muestra la geografía de parte del Nuevo Mundo, así como las costumbres de sus habitantes, lo que la convierte en una auténtica crónica de Indias. El manuscrito fue redactado en Lima a partir de las notas que tomó el fraile jerónimo durante su viaje por la América española, a la que había arribado en 1599. En su relato ofrece dos dimensiones: la autobiográfica y la testimonial[14].

En esta edición de los Coloquios Históricos de Extremadura se estudia la realidad física, histórica, social y económica que vivía la sociedad indiana en algunas de las ciudades más importantes del Virreinato del Perú, que fray Diego dejó escrita en su crónica. Deteniéndonos en las ciudades de Lima, Trujillo, La Plata, Potosi y Cuzco, entre otras.

 

1.- FRAY DIEGO DE OCAÑA (1570-1608)

Antes que el manchego entrara en la Real Casa, un hijo de la Villa y Puebla de Guadalupe, Gregorio López[15], oidor de la Chancillería de Valladolid y fiscal del Consejo de Indias durante 1543-1558, había destacado como redactor de dictámenes, informes y textos sobre las Leyes de Indias. Siendo la evangelización la finalidad primera y la justificación de las guerras de conquista y de los descubrimientos. Las leyes de Indias debían reflejar tres fundamentos ineludibles: buen trato de los indios, respeto a su libertad y condena de abusos y latrocinios de algunos españoles[16].

El jurista extremeño, Antonio Agúndez Fernández, en su obra Gregorio López y las Leyes de Indias, refuerza el valor del guadalupense: “Si Colón hizo redondo el globo terráqueo, en su descubrimiento, seguido del abrazo de razas. Gregorio López le dio, por su quehacer legislativo desde el Consejo de Indias, el global ordenamiento jurídico capaz de regular las nuevas situaciones sociales que las nueva tierras exigían”[17].

Fray Diego era natural de la villa manchega de Ocaña (Toledo), hijo de Juan de Huerta y María de Salcedo. Se presupone su nacimiento allá por 1570[18]. Hizo la profesión religiosa el 8/VI/1588[19]. Era prior del Monasterio, fray Gabriel de Talavera[20]. En su manuscrito señala que es joven y había sido ordenado sacerdote cuando partió para América.

El 3/I/1599 inicia el viaje en compañía de fray Martín de Posada, dirigiéndose primero a Sevilla y, más tarde, a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde embarcaron con destino a Tierra Firme. Tras dos escalas en Puerto Rico y Cartagena de Indias, arribaron a Portobelo, atravesando el istmo para llegar a la ciudad de Panamá. Después de varios meses de reposo, ya que fray Martín estaba enfermo, navegaron a Lima, descendiendo del barco en la ciudad de Paita por la agravación de la afección de su compañero de viaje, el cual falleció en aquella población peruana.

A partir de aquella fatal circunstancia, fray Diego de Ocaña siguió el viaje en solitario, relatando en su manuscrito tanto sus penas como sus momentos de éxito[21]. La finalidad del viaje de fray Diego y fray Martín, no olvidemos, era difundir la devoción a la Virgen de Guadalupe, recoger los donativos que en aquellas tierras se hacían al monasterio extremeño y reglamentar su envío para el futuro[22].

Con la misión cumplida en el Virreinato del Perú se traslada a Nueva España, donde al parecer tenía previsto realizar la misma tarea de recoger limosnas ofrecidas a la advocación extremeña de la Virgen de Guadalupe, y difundir su devoción, en espíritu de prudencia, fidelidad y religión. Sin embargo, los años de viaje habían debilitado su salud, alcanzaba cuarenta años, falleciendo en México a mediados de 1608[23].

 

2.- EL MANUSCRITO

¿Dónde redactó fray Diego la crónica de su viaje? Todo apunta a la Ciudad de los Reyes, en Lima, en 1605, donde estuvo enfermo varios meses, hasta que se trasladó a Ica[24]. Se trata de un códice manuscrito autógrafo de trescientos dieciocho folios de texto, en papel. El autor intercaló en el texto dieciséis ilustraciones a plumilla y color, siete dibujos lineales y cuatro mapas de Chile, desatando su inteligencia, que si no son obras maestras de pintura, si están realizados con movimiento y gracia[25].

Junto a la narración de su objetivo, el monje jerónimo describe la vida, usos y costumbres de los indios, la flora y la fauna, el ambiente de la colonia y los criollos…; con infinidad de detalles[26], fruto de su enorme curiosidad y habilidad para ilustrar con dibujos algunos pasajes del relato y hasta pormenorizar sus sentimientos íntimos y estados de ánimo en aquellos momentos difíciles de enfermedad, abandono y graves contrariedades, por las que tuvo que pasar a lo largo del viaje. También incluye la comedia en honor de la Virgen de Guadalupe que fray Diego compuso.

El manuscrito se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, ms. 215, procedente del Archivo del Monasterio de Guadalupe[27]. Llegó a la sede ovetense, tras pasar por diversos propietarios, formando parte de un lote de volúmenes que el Estado adquirió a don Roque Pidal, en 1935.

Conocido en el siglo pasado, el manuscrito ha sido estudiado parcialmente por centrarse el interés de los investigadores en la comedia que fray Diego de Ocaña escribió sobre la Virgen de Guadalupe para la representación que, con motivo de las fiestas de entronización de su lienzo-imagen en la catedral de Sucre, se celebraron en enero de 1602[28].

Desde la Real Casa de Guadalupe se ha dicho sobre el manuscrito, conocido ahora por el título Viaje de fray Diego de Ocaña en el Virreinato del Perú, impreso en varias ocasiones, que contiene la Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe, escrita en verso por el mismo cronista, pintor de lienzos guadalupenses y procurador del monasterio en Indias[29]. Considera el que fue bibliotecario y archivero del Monasterio de Guadalupe, fray Arturo Álvarez, que el texto, en su vocabulario no es difícil. Aparte de las palabras usuales en la Castilla de su tiempo, emplea muchos vocablos recogidos en los pueblos de su ruta.

La vida intelectual de fray Diego fue intensa. Fue tomando apuntes de los sucesos del viaje durante sus estancias, alternando con la pintura de la Virgen, organizando las complejas fiestas barrocas de entronización de las imágenes[30].

Mucho más tiempo le tuvo que llevar la composición de la comedia a la Virgen y sus milagros. Además de su actividad religiosa de sermones y difusión del culto a la Morenita de las Villuercas. Fundar cofradías, buscar mayordomos, recoger limosnas y preparar el envío hasta Sevilla para que allí lo recogieran sus hermanos[31]. Fomentando una buena actividad de relaciones públicas, buscando apoyos para programar los desplazamientos, alojamiento en conventos, espacio para pintar los cuadros, concertar acuerdos con las comunidades religiosas para depositar los lienzos de la Virgen en sus iglesias y todo lo que esta actividad sugiere[32].

 

3.- DE GUADALUPE AL NUEVO MUNDO

Acudo al momento preciso de la partida de dos monjes de blanco y pardo sayal, que decían adiós a su convento de Guadalupe, en dirección a tierras andaluzas y al mundo virgen al que la obediencia los encaminaba:

“Partimos el padre fray Martín de Posada[33], mi compañero, y yo, de nuestra sancta casa de nuestra Señora sancta María de Guadalupe, despedidos de todo el convento y con la bendición de nuestros prelados padres y mayores, a los 3 de enero del año 1599 a la una del día, después de comer. Acompañándonos hasta la puerta de la hospedería, donde subimos a mula, todos nuestros hermanos y amigos, de los cuales nos despedimos con muchas lágrimas y sentimiento de todos; y en particular fueron en mucha copia y abundancia las que yo derramé en los brazos de mi querido y amado hermano fray Pedro de Segovia, las cuales lágrimas mi compañero y yo de continuo fuimos derramando hasta que llegamos al humilladero de San Sebastián[34], que es donde se pierde de vista la casa; y allí volvimos las riendas a las mulas y, vueltos los ojos a nuestra gloriosa patria y casa, nos volvimos a despedir de nuestra gran patrona la serenísima reina de los ángeles, como lo habíamos hecho antes en el coro, pidiéndole nos guiase en nuestro viaje y nos llevase y volviese con bien a su santísima casa, de donde con tan gran dolor y sentimiento nos apartábamos por tan largo espacio; pues veníamos en busca del Nuevo Mundo descubierto”[35].

En la ciudad de Sevilla[36] fueron a la Casa de la Contratación donde presentaron las cédulas del rey, junto con las licencias del Padre General de los Jerónimos y Prior de Guadalupe, fray Pedro de Santiago[37]. Concedidas las licencias para embarcarse en los galeones de su majestad que llegaban hasta Puerto Rico. Tras apercibir las cosas de su matalotaje (avituallamiento), partieron de Sevilla el 26 de enero, río abajo, en barco, hasta el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Punto de llegada y salida de numerosos viajes y expediciones con fines militares, comerciales, religiosos y científicos[38].

El 2 de febrero, festividad de la Purificación de la Virgen María (La Candelaria), fray Diego de Ocaña celebró misa en su altar de Barrameda[39], embarcándose en los galeones. Fray Martín de Posada lo hizo en la nave capitana con el general Francisco Coloma. Fray Diego viajó en la nave almiranta con el almirante Juan de Urdaire[40].

Fray Diego, antes de embarcar, se lamentó de no haber llegado los mozos (criados) y un donado que estuvieron esperando, con la falta grande que nos hicieron, escribió, notando su ausencia en algunos momentos del viaje. La travesía se realizó sin grandes novedades, aunque fray Diego estuvo siete días en cama de lo mareado que estaba; tras unos vómitos comenzó a estar bueno. A la vista de las islas Canarias, con una gran calma, hizo la promesa de cantar todas las noches la salve a Nuestra Señora de Guadalupe, pidiendo tener brisa y poder navegar.

Este es el itinerario que fray Diego hizo desde que salió de España hasta su muerte en México:

 

FECHA DESCRIPCIÓN
3 de enero de 1599 Parte de Guadalupe
2 de febrero de 1599 Embarca para el Nuevo Mundo, en Sanlúcar de Barrameda
24 de marzo de 1599 Arriba a Puerto Rico
Primeros de mayo de 1599 Llega a Portobelo
3 de agosto de 1599 Zarpa de Panamá rumbo al Perú
11 de septiembre de 1599 Desembarca en Paita, fallece el padre Martín de Posada
23 de octubre de 1599 Llega a Lima
8 de febrero de 1600 Embarca en Callao, para Chile
Mediados de abril de 1600 Arriba al puerto chileno de Coquimbo
18 de julio de 1600 Llega a Potosí
10 de noviembre de 1601 Arriba a Chuquisaca (Sucre)
27 de junio de 1603 Llega a Chuquiapo (La Paz)
25 de julio de 1603 Sale de Arequipa
24 de agosto de 1603 Llegó a Cuzco, camino de Lima
Enero-agosto de 1604 Reside, enfermo, en Lima
Agosto de 1604 Baja hasta Ica de Perú
Navidad de 1605 Embarca para Nueva España
1608 Fallece en México

 

Durante la travesía ocupa los días en saciar su curiosidad, observando la fauna marina, según describe, buscando la conversación instructiva para ampliar los conocimientos y fomentar la amistad:

“Traía otro gusto muy grande que era venirme parlando con el piloto mayor hasta después de medianoche, tratando del secreto de la navegación, de los grados de las alturas y de las alturas, del conocimiento de los ocho vientos principales que trae la aguja de continuo pintados; ver cómo va de continuo apuntando al norte. Y lo que mayor contento me daba era ver el movimiento de los cielos y cómo cada noche el norte se nos iba escondiendo y bajándose más hasta que vino a quedar a nuestra perspectiva orilla de las aguas, como se parece Portabello. Y con esta conversación del piloto supe muchas cosas que no sabía del globo del mundo, y pasaba las noches con mucho gusto[41].

En aquellas aguas el guadalupense, neófito en cosas del mar, vio ballenas y bufeos, marsopla o delfín, también peces voladores, al que llama dorados, depredadores de otros peces, como las sardinas.

Todo lo ameno y pacífico que resulta el traslado a América se transformará, posteriormente, en sorpresa, enfermedades, trabajos, robo, miedo a perder la vida y penalidades de todo tipo, hasta tener que empuñar las armas para defenderse.

 

4.- PORTOBELO, PAITA, PIURA, OLMOS Y SAÑA

La expedición llega a Puerto Rico el 24 de marzo, donde fueron acogidos en el convento de Santo Domingo, partiendo a Cartagena de Indias. Trescientas leguas de recorrido. Llegando el Viernes Santo, pasando tres días, embarcándose hacia Portobelo, en Panamá. Arribando el sábado por la mañana del Domingo de Quasimodo, alojándose en el convento de la Merced. Fray Diego escribe: “hay mucha falta de pan y de carne porque todo se trae de Panamá. La carne que se come es de vaca” (13 vto).

Después de quince días, bajaron los arrieros de Panamá para llevar a los pasajeros. Donde esperaron que bajasen los navíos del Perú para embarcarse por el Mar del Sur a la ciudad de Lima. Un viaje que duró tres meses, tiempo en los que estuvo en cama fray Martín de Posada, compañero de fray Diego, por unas calenturas muy recias que le dieron[42].

El 3/VIII/1599, seis meses del embarque en Sanlúcar de Barrameda, partió para la ciudad de Lima. Dieron fondo los navíos en el puerto de Paita[43] después de haber navegado treinta días por el Mar del Sur. Los dos religiosos optan por hacer el camino desde Paita hasta Lima a pie, a través de doscientas leguas con grandísimos arenales[44].

En la fiesta de la Natividad de la Virgen, 8 de septiembre, ante la gravedad de fray Martín de Posada, recibió confesión y comunión, en el convento de la Merced[45]. Tres días después el religioso jerónimo recibió la Extremaunción, y a las diez de la noche expiró en los brazos de fray Diego[46]. En el funeral se le dijo una vigilia y misa cantada en el convento de la Merced, donde se le dio sepultura junto al altar mayor.

Fray Diego escribe que las casas están hechas de bahareques (voz taína, pared de palos hincados, entretejidos con cañas y barro). En el puerto de Paita es el primer carnero que se come, trayéndose la carne desde Quito, que está a cien leguas. Las noches son serenas, la luna clara como si fuera de día y los arenales blancos. Hay mucha fruta y melones. Fray Diego confirma las cualidades del puerto de Paita: “Aquí tocan todos los navíos que vienen de Panamá y de México y los que bajan de Lima a México, para tomar refrescos de carne, y gallinas que valen baratas, a dos reales cada una”[47].

Parte de Paita con cuatro caballos alquilados a los indios de Olmos, uno para él y otro para llevar la cama[48]. A causa de las cuartanas que padecía el monje jerónimo, hace el camino por los arenales de noche, porque de día se abrasaban de calor las personas[49]. La dureza del viaje se agrava por la falta de agua, llevándose en unos calabazos grandes, para las cabalgaduras y para las personas. De Paita llegó a Piura, donde alimentaban a los carneros (llamas, alpacas, vicuñas y guanacos) con algarroba que por allí había, resultando gordos y sabrosos, los mejores del Perú. También se cultivaba algodón que se llevaba a Lima, aunque no mucho. El viajero podía comer tollo (cazón) que se cogía en el puerto de Paita. No se cultivaba trigo, trayéndose las harinas de los valles de arriba, de Trujillo. En Piura dejó nombrados mayordomos de la Virgen a Pedro Días Argüelles y a Bartolomé Sánchez, naturales de Guadalupe en Extremadura (Ocaña 28 vto.).

De Piura pasó a Olmos, precisando de un guía indio, porque las cuarenta leguas de despoblado estaba llena la tierra de arena menuda, y con el viento les cegaba y a las cabalgaduras, caminando de noche y sesteando de día. Fray Diego expone la realidad socioeconómica que vivían los indios: “los mantenimientos eran baratos. Valen seis panes de a libra, un real; dos pollos, un real; una gallina, un real; tres melones como la cabeza, un real; un cabrito, cuatro reales; doce huevos, un real; y de esta manera por el consiguiente las demás cosas de comida valen baratas”[50].

De Olmos llegó a Saña[51], con gran necesidad, por habérsele acabado la plata, no teniendo un real que gastar[52]. En Saña se curtía el cordobán y se hacía todo el jabón que se gasta en Perú. Estas dos cosas formaban los tratos de Saña. Cogían trigo para el consumo. Fray Diego describe los trajes que vestían los indios de los llanos hasta Chile. Pintando dos láminas a color en su manuscrito:

Los indios traen el cabello que les cubre todo el cuello por la parte de detrás, y por la frente le cortan dedo y medio por encima de las cejas. Traen sobre la cabeza sombrero conforme los españoles lo usan. Usan en el cuerpo, en lugar de ropilla, una camiseta de algodón sin mangas; porque si no son los caciques, que usan de jubón[53] y andan calzados y con medias y cuellos de lechuguilla[54] y con traje españolado, todos los demás traen los brazos y las piernas de fuera. La camiseta les llega por encima de las rodillas cuatro dedos. Unos zaragüelles[55] muy cortos como pañetes de lienzo, hasta las corvas debajo de la rodilla; de ordinario descalzos y algunas veces ponen unas ojotas en los pies como sandalias de frailes franciscanos, que no tiene sino la suela, que andan por el suelo con unas cuerdas atadas por encima del empeine del pie. Cúbranse por encima de los hombros con una manta cuadrada, sin ningún pliegue sino de algodón y lana, con sus cuatro esquinas como una sobremesa….El traje de las mujeres es una ropa entera como capuz[56], que no tiene más abertura que por dónde sacan la cabeza y los brazos; y de ordinario son de algodón y lana negra; y algunas los traen de colores la mitad y la otra mitad de otro color; pero lo común y más ordinario es de ser negros. Y en todo su cuerpo no trae adorno ninguno ni otra vestidura sino aquel capuz, de suerte que quitado aquel, quedan desnudas como sus madres las parieron.

Asiéntanse de continuo en el suelo sobre la arena a tejer el algodón, de que se visten; y hacen unas mantas cuadradas para los hombres, y para ellas aquellos capuces. A los niños los traen cuando van a alguna parte, no en los brazos, sino en las espaldas, envueltos en aquellos sacos como costales pequeños, los bracitos y las piernas de fuera. En toda la vida no usan de lienzo, sino de aquellas camisetas como cilicio[57].

La dieta alimenticia de los indios eran hierbas que llamaban yuyos con un poco de maíz tostado o cocido; al tostado le llamaban anca y al cocido mote. Todo lo guardaban para vender a los españoles que caminaban por los arenales hasta Lima. Una gallina valía un real; dos pollos, un real; doce huevos, un real; un cuarto de carnero, dos reales; seis panes, un real. De suerte, señala fray Diego, que todo vale por estos llanos hasta Lima muy barato; y todo esto nunca los indios lo dan de su voluntad, y aunque lo tienen dicen mana, que quiere decir no hay. De Saña el monje guadalupense, en la víspera de la festividad de San Jerónimo, parte al convento de frailes agustinos de Ntra. Señora de Guadalupe, donde había colegio y se leían artes.

El que fue bibliotecario del monasterio extremeño de Guadalupe, Arturo Álvarez, que fue el primero que publicó la obra completa de fray Diego de Ocaña, ante la escasez de datos sobre el templo guadalupense más antiguo de Suramérica que ofrece fray Diego, informa: “En 1531 el capitán Francisco Pérez de Lezcano -sevillano con raíces vascas- entra con Gonzalo Pizarro en Cajamarca, e interviene en la prisión de Atahualpa. Luego se establece con su familia en Trujillo y posee tierras en el valle de Jequetepeque, junto al pueblo de Pakatnamú, que los españoles llamaron Pacasmayo. En 1560, Lezcano, con su esposa Luisa de Mendoza, regresa con una peregrinación al santuario extremeño de Guadalupe. Allí agradeció a la Virgen haberse librado de la horca segura y afrentosa, a que por envidia le condenó el corregidor Jerónimo Benel de Trujillo (Perú). Y cumpliendo su voto, trajo una preciosa imagen de Guadalupe, labrada en cedro por un artista sevillano”[58].

Desde el monasterio agustino de Guadalupe, el jerónimo viajero llegó a Chiclayo y desde él a Etén, donde estaba por doctrinante de los indios un fraile franciscano, hijo de un escribano extremeño de Trujillo, llamado fray Francisco de Santa María. Gracias a él, fray Diego satisfizo el hambre que había pasado días antes.

 

5.- LA CIUDAD DE TRUJILLO

La víspera de la festividad de San Francisco, 3/X/1599, fray Diego de Ocaña llegó a la ciudad de Trujillo. Tras haber atravesado grandísimos arenales que tanto fatigan las cabalgaduras y los cuerpos de las personas. Así como por trasnochar al huir de la inclemencia del sol que hace arder la arena y pone al suelo de fuego[59]. Acudo a lo que narra fray Diego sobre la ciudad trujillana del Perú: “Lo que hay notable en esta ciudad es, que fue de las primeras que los españoles fundaron en aquestos valles y de donde, sacaron más riquezas a las espaldas de Trujillo, en el camino de la sierra. Por el camino real que viene desde la ciudad de Quito hasta Lima, está el tambo Piscobamba[60], donde los primeros españoles que entraron en el Perú prendieron al Inca que venía caminando desde Quito para Pachacamac[61]; y aquí, en este tambo, prometieron los indios, porque soltase a su rey, de llenarles de oro y plata” (Ocaña 43 vto. y 44)[62].

Fray Diego afirmaba: “Es una sala muy grande y hasta el día de hoy permanece en ella la raya que hicieron los españoles hasta donde los indios llenaron de plata y oro. Y de este oro y plata que los indios dieron por rescate del Inca, fue de lo primero que se le llevó al emperador de Alemania, donde estaba a esta sazón y tiempo; de que quedó más aficionado a las cosas de las Indias y acudió a la conquista de ellas con más cuidado desde entonces”. A su llegada a Trujillo fray Diego escribe:

En esta ciudad están los mayores edificios de huacas[63] (que son unos entierros donde los indios se enterraban), que hay en todo el Perú. Son estos sepulcros de adobes y barro; tienen unas paredes muy gruesas y debajo de tierra tantas cuevas y escondrijos y vueltas de unas partes a otras, que los laberintos de Creta quedan muy atrás con estas cosas, porque cuando aquellos cobraron fama y nombres en el mundo, no se habían descubierto estos edificios ni se tenía noticia de ellos; los cuales pueden ser famosos por todo el mundo, ansí por su grandeza como por los grandes tesoros y riquezas que en sí encierran y de ellos han sacado; pues ha sido tanto, que los primeros conquistadores llevaban en carretas a la ciudad el oro y la plata que de estas huacas sacaban. Y la razón de haber tanta riqueza en estos entierros y huacas sacaban. Y la razón de haber tantas riquezas en estos entierros y huacas, es que cuando moría algún cacique principal, que es decir como un duque en Castilla, enterraban con él toda cuanta riqueza tenía de oro y plata y ropas de cumbé[64], preciosas. Y así, al día de hoy hay grandísimas riqueza escondida que no saben de ella; y los indios viejos no quieren decirlo; y porque viven con un engaño que dice que si lo descubren, que luego el Zupay[65], que quiere decir el demonio, les aparece y los espanta, y que les riñe y amenaza que los tiene de llevar consigo si lo descubren; y por este engaño no quieren decir nada a los españoles. Y ponían los antiguos sobre estas huacas unas figuritas de piedra del tamaño de un dedo, al cual llaman guardahuaca, y aquel dicen que les habla y no quieren llegar a él; y de estos bultillos, que son como idolillos, llevo yo a España uno por curiosidad.

Todo el Perú costero es una inmensa necrópolis que custodia entre sus arenales el recuerdo de las culturas Paraca, Chimú y Nasca: y a pocos pasos de Trujillo tenemos las ruinas chimúes, que forman la zona arqueológica más importante. Pero es cien kilómetros al norte de esta ciudad donde están las numerosas huacas, sobre el río Jequetepeque, en el antiguo poblado de Pakatnamú. Allí, en una amplia extensión que cae al Pacífico, se aprecian las líneas borradas por el aire y los siglos de los que fue gran urbe chimú[66].

Fray Diego expresa que la ciudad de Trujillo[67] no era de mucha gente, pero la que hay es gente noble, vecinos encomenderos de indios y nietos de conquistadores:

Hay frailes y conventos de todas órdenes; de san Francisco y de Santo Domingo, agustinos y de la Merced[68]. Se coge aquí mucho trigo, y de estos valles se llevan harinas para Panamá y para toda la tierra de abajo y para todos los demás valles; y así todo el trato de aquí es harina y algunas aceitunas que cogen para agua, y son tan buenas y más gordas que las de Sevilla. Y para que los árboles den fruto, los podan cada año, como podan las vides en España. Hay también mucha azúcar, de que se hacen muchas conservas y se sustenta la ciudad de Lima con el azúcar que de estos valles se trae. El temple de la ciudad es buena y templado, ni frío ni calor. Dase el trigo todos los meses del año. Está en altura de nueve grados, un poco apartada de la mar más de dos leguas. Y desde aquí hasta Lima hay ochenta leguas, todo de arenales muy grandes y penosos de caminar, como todo lo demás (Ocaña 45).

Desde Trujillo, fray Diego prosigue viaje hasta el pueblo de Santa, donde mediaban cuarenta leguas, todo de grandes arenales. En Santa pasó tres días, en un aposento oscuro debido a los mosquitos[69]. Destacando que es un pueblo pequeño y de pocos españoles. Del pueblo de Santa partieron para la ciudad de Lima, que hay cuarenta leguas.

 

6.- LIMA. LA CIUDAD DE LOS REYES

Superados los trabajosos caminos, el jerónimo guadalupense entra en Lima el 23/X/1599[70], teniendo posada en el convento de Santo Domingo donde lo recibieron el vicario general, el provincial y prior. Acudió el religioso guadalupense ante el virrey don Luis de Velasco[71]. Visitando al arzobispo Toribio Alfonso de Mogrovejo[72], y a los inquisidores, oidores y otras dignidades. En los que se ocupó durante cuatro días[73], presentando las letras y cédulas reales que traía de España. Junto al objetivo de su viaje: “pedir limosna y asentar cofrades de Nuestra Señora de Guadalupe a todos los que quisieren serlo, como consta por su real cédula” (Ocaña 56). La petición que hizo fray Diego tuvo su aprobación, siendo nombrado mayordomo de la Virgen de Guadalupe Blasco Fernández de Toro, hidalgo conocido, natural de la ciudad de Trujillo en Extremadura, muy rico (56 vto.); quien ayudó a fray Diego a conseguir sus objetivos[74].

Al terminar de asentar cofrades de Nuestra Señora, el matrimonio extremeño, de Medellín, Alonso Ramos Cervantes y Elvira de la Serna, construyeron una ermita en las afueras de Lima, camino de Pachacamac[75], para la que fray Diego pintó un lienzo de la Virgen de Guadalupe: “Hízose una imagen muy linda y rica, del mismo tamaño que la de España, pintada en lienzo; y allí puestas muchas perlas y piedras de esmeraldas, y con tanta curiosidad, que toda la ciudad acude a verla; y le han ofrecido seis lámparas de plata, y hace muchos favores a toda la ciudad, con quien todos tienen grandísima devoción y con ella son las limosnas” (Ocaña 58)[76].

El día de la fiesta, cuando se puso el lienzo de Nuestra Señora, predicó fray Diego de Ocaña las grandezas de Nuestra Señora de Guadalupe, y el día octavo otro, y con éstos se animó toda la ciudad, y encendió en devoción, con muchos milagros que oyeron del fraile guadalupense (Ocaña 58 vto).  En esta ciudad, prosigue en su crónica;

“hay universidad con muchos doctores que la ilustran mucho, con las mismas constituciones de Salamanca. Hay cátedras de todas ciencias; provéense por oposición; tiénenlas muy buenos supuestos. Florecen mucho los criollos de la tierra en letras, que tienen muy buenos ingenios. Y en particular los conventos, donde también se leen artes y teología, y cada semana hay conclusiones en los conventos que son muchos y muy buenos, con muy curiosas iglesias” (Ocaña 60 vto).

Lima acogía cuatro colegios muy principales que ilustraban a la ciudad, como el Colegio Real, San Martin, el del Arzobispo y el seminario de los padres de la Compañía; sólo éste tiene ciento veinte colegiales, contaba fray Diego. En estos colegios se graduaban muchos en todas facultades, con lo que la universidad va aumentando y la ciudad de Lima ilustrando mucho.

Tenía hospitales para españoles y para indios, muy buenos y bien proveídos, que atendían las necesidades sanitarias, como el de San Andrés, que era de los españoles; el de Santa Ana, de los naturales; de San Pedro, donde se atendían a los clérigos pobres. Otro en las afueras de la población, el de San Lázaro, donde se curaban llagas[77]. Comenta que “hay muchas cofradías en todos los conventos, y todas hacen sus fiestas y con mucha abundancia de cera que gastan; y las noches de las vísperas ponen en las iglesias luminarias y arrojan cohetes y hacen muchas invenciones de fuegos, con que en esta tierra nueva se celebran las fiestas”(Ocaña 61). El cronista se adentra en el urbanismo de la capital peruana, narrando que:

“Está situada a orilla de un río caudaloso el cual en tiempo de aguas no se puede vadear. Del río salen muchas acequias, las cuales van por las calles y cuadras de la ciudad, sirven de limpieza de las casas, aunque algunas veces se azolvan[78] y revienta el agua y están las calles llenas de lodo y malos pasos. Y con otras acequias grandes, que va corriendo todo el valle abajo, riegan todas las tierras de pan, que se da mucho y bueno; y los alfalfales, que es una hierba, con la que se sustentan todas las cabalgaduras. Riegan las chacras, platanares y olivares; y ya comienzan a hacer aceite; llevan mucha aceituna y muy buena y gruesa, y para adobar son buenas y gustosas” (Ocaña 61 vto)[79].

Los edificios de los templos son buenos, en especial el de la iglesia mayor[80]. Los de las casas son todos de adobes de barro, secos al sol, no cocidos; y las casas que están dentro de la ciudad, son dobladas, tienen cuartos altos y bajos, y buenos balcones de madera de cedro, la cual cesta muy cara; se traen de Panamá y de Guayaquil. Hay unas cañas tan gruesas, que con tres palmos se abarcan, las cuales sirven de viga para cubrir los techos, los cuales no tienen tejados ni están cubiertos de tejas, sino con unas esteras que hacen de cañas hendidas; y sobre ellas echan mucho estiércol de las caballerizas y con esto se cubren las casas (Ocaña 62 vto.) … Hay mujeres muy hermosas, de buenas teces de rostros y buenas manos y cabellos, y buenos vestidos y aderezos; y se tocan y se componen muy bien, particularmente las criollas, que son muy graciosas y desenfadadas… El traje de los hombres es bueno y galán, porque todo cuanto gastan es seda y todos andan bien vestidos y galanes. Hay muchos caballeros y caballos, de suerte que cuando hay carrera, se juntan más de cien hombres de a caballo… Los lacayos son negros, porque en esta tierra no hay otro servicio sino negros y negras; y se pasa mucho trabajo con ellos porque se huyen de sus amos, y las mujeres no tienen de quien confiarse sino de negras para sus cosas secretas; y así le suceden mil pesadumbres y desgracias. Hay en Lima más de doscientos mil negros y muchas más negras[81], porque el español que más tiene, mejor lo pasa, porque ellos son los que andan en el campo y chacras y los que dan de comer a sus amos con los jornales que ganan” (Ocaña 63 y vto.)[82].

Fray Diego de Ocaña percibe la realidad social del momento que se vive en aquellos territorios:

“Hay muchos hombres antiguos que tuvieron mucha plata y hacienda, y por ser tan largo en el gastar, están hoy día en mucha necesidad. Esta ha sido la causa de algunos alzamientos, por donde ha estado esta tierra en puntos de perderse, como parece por las muchas cabezas de traidores al rey que están por las plazas del Cuzco y Chuquisaca y otras partes de estos reinos” (Ocaña 64).

El monje guadalupense señala las contrariedades que hay entre España y el Perú. Desde el clima[83], los tratos y contratos, el faltar en las escrituras y pagos, y en levantarse los unos con las haciendas de los otros. Esta es la rotundidad con la que deja escrita las contrariedades:

“Muchas mentiras y poca justicia en todo; particularmente en Potosí, que matan a los hombres  y después los matadores en los demás pueblos se pasean; y al fin con la plata todo se negocia y el que la tiene es honrado principal, noble y caballero; y el que no la tiene, aunque tenga todo lo dicho, no es nadie ni es estimado, ni hay quien se acuerde de él. Y de esta manera van procediendo en todas las demás cosas” (Ocaña 64 vto.).

Lima, a finales del siglo XVI, tenía dos compañías de gentileshombres, la una de arcabuces y la otra de lanzas (Ocaña 65 y vto)[84]. Dos compañías que guardaban el reino y la ciudad, las cuales guardaban la ciudad en Jueves Santo, y cuando había Auto de Inquisición[85]. “Lima es una ciudad de muchos temblores, escribe fray Diego, y después que pasó uno muy grande, que derribó mucha parte de las casas, no ha habido después acá otro ninguno, que haya hecho semejante daño; pero temblores pequeños muchos, particularmente a la entrada del verano” (Ocaña 66 vto.)[86].

La Cuaresma de Lima es muy regalada, dice fray Diego, porque “tiene abundancia de pescados y buenos, como son cabrillas y pejerreyes y chitas y tollos que traen de Panamá, y bonitos, que es un pescado como atún; y grandísima abundancia de anchovetas, que son como sardinas pequeñas y muy sabrosas. Hay también muchas corvinas y algunos pescados en abundancia; y muchas legumbres y buenas, y algunos camarones con que se hacen locros[87] muy vistosos y apetitosos. Hay mucha abundancia de frutas, uvas, higos, peras, membrillos, camuesas, y muchos melones y otras muchas frutas de la tierra, de diversos nombres, como son: aguacates, paltas, mameyes, guayabas, granadillas, pepinos de la tierra, que es una fruta muy regalada, y muchos plátanos y maní, y otras muchas frutas” (Ocaña 70).

En el tiempo cuaresmal, afirmaba el monje jerónimo guadalupense, que andan por la calle muchas negras vendiendo conservas y muchas cosas de dulces, turrones y melcochas[88], leche y natas, rosquetes y bizcochos, aceitunas y otras mil cosas apetitosas, que aunque no haya gana de ellas, como pasan por las calles convidando con ello, da ganas de comprar de ello… Y esto es lo que hay en Lima, que es el mejor pueblo en temple (temperatura) y en todo lo demás, de todas las Indias. Y fuera de esta ciudad no hay pueblo de consideración, sino en Potosí (Ocaña 70 vto.).

Fray Diego de Ocaña, el 6/II/1600 se embarca en el puerto del Callao[89] en la nave que tenía por nombre Galizabra en busca del reino de Chile. El monje guadalupense recorre: Coquimbo, Copiapó, Santiago, Chillán[90], Concepción, Angol[91], La Imperial[92], Valdivia[93], Purén[94], Osorno (Ocaña 92)[95], Chiloé[96]. Fray Diego dice de los indios de Chile:

“Generalmente son indios de razón y de traza, en particular para las cosas de la guerra: y aunque son bárbaros, no tienen las costumbres bárbaras y bestiales que tienen los de Paraguay… las armas que comúnmente usan los indios, son arco y flechas, lanza y macana[97], coselete y celada de cuero de vaca crudo. Su pelear es a pie y a caballo, cada uno como mejor se halla y con el arma que más se ha ejercitado… Lo que estos indios cogen es trigo, cebada, maíz, papas, frijoles, porotos o pallares, quinua y otras muchas semillas” (Ocaña 101 vto. y 102 vto.)[98].

 

Cuando pretendió regresar a Lima, le sorprendió la sublevación de los mapuches contra los españoles, viéndose obligado a cruzar la cordillera los Andes. Transitando una buena parte de las pampas argentinas (Ocaña 142 y vto.)[99], llegando a Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba; y, ya en su camino de regreso, atravesó el Paraguay y Tucumán para finalmente llegar a las ciudades de Potosí y La Plata[100].

 

7.- LA VILLA RICA DE POTOSÍ

Desde Tucumán a la Villa Imperial de Potosí, el religioso guadalupense sufrió unas calenturas que no se le quitaron en veinte día, no pudiendo caminar ni a pie ni a caballo; y apenas podía comer, ni tenía que, sino un poco de maíz. Y a tres jornadas de Potosí, en una chácara (pequeña propiedad rural) donde había gente, tuvo reposo durante ocho jornadas, animándose a comer[101], reparándose un poco. Partió para Potosí el 18/VII/1600, llegando a la portería del convento de Santo Domingo[102]. Donde convaleció de su enfermedad durante dos meses. También con la ayuda que le prestaron Miguel Juárez y su mujer Francisca de Ulloa, naturales de la Puebla y Villa de Guadalupe.

En la fecha en que hace su crónica fray Diego, hallábase Potosí en el cenit de su grandeza[103]. España prestó particular atención a su industria de la plata que extraían de su Cerro Rico. El monje guadalupense considera que el Cerro Rico de Potosí es la octava maravilla del mundo y la mayor de todas. “Todo de plata que no hay puñado de tierra que no sea de plata; de donde tantos millones se llevan a España cada año” (Ocaña 168 vto. y 169).

Potosí proveyó el sustento material de la maquinaria de guerra más poderosa de la época; financió el Imperio donde nunca se ponía el sol. La riqueza del Potosí fue decisiva para la formación del primer Estado territorial moderno y la primera potencia hegemónica mundial. Todo el aparato burocrático militar del Reino de España se nutrió de sus socavones; la moderna tecnología de gobierno sobre las poblaciones se forjó como producto emergente de los ingentes esfuerzos de la Corona por extender el control eficiente sobre la vida en las colonias, de donde provenían los medios de su poderío. El argentum metal era conducido desde Potosí hasta el puerto de Arica y desde él a Callao y Panamá. Embarcaciones que eran custodiadas por navíos de la Armada del Mar del Sur.

El cerro de Potosí[104], de la parte del mediodía hacia la parte sur, tiene, señala fray Diego, cuatro vetas principales, que corren desde la punta del cerro hacia abajo: que la primera se llama Mendieta, y la segunda del Centeno, y la tercera se llama la Veta Rica, y la cuarta del Estaño. Trabajan dentro de este cerro, todos los días, ocho mil indios, todos con velas de sebo, sin los que sacan los metales, que son otros cuatro mil. (Ocaña 169). Fray Diego denuncia la explotación a la que estaban sometidos los indios en el trabajo de las minas:

“Pasa esta gente gran trabajo y mueren muchos indios de enfermedad, otros despeñados, otros ahogados, y otros descalabrados de las piedras que caen; y otros quedan allá dentro enterrados… A mí me quebraba el corazón de ver cuando los indios salían los miércoles a comer a las bocas de las minas, a recibir la comida que les llevan las mujeres, los lloros y las lágrimas de ellas, de ver a sus maridos salir llenos de polvo y flacos y amarillos y enfermos y cansados, y sobre todo esto azotados de los mineros y aporreados porque no cumplieron los montones de metal que está tasado que ha de sacar cada día… Y al fin no hay libra de plata que no cueste otra tanta sangre y sudor a los miserables de los indios; pues a costa de su sangre se saca lo que se beneficia” (Ocaña 183 vto. y 184)[105].

En Potosí, el jerónimo guadalupense tomó los pinceles para hacer una imagen de la Virgen de Guadalupe, que acrecentara la devoción, pues observó tibieza en la gente[106].  Una vez terminada, fray Diego determinó colocarla en el convento de San Francisco, en la capilla mayor, sobre el sagrario, y porque en este convento hay más devoción que en los demás (Ocaña 149 vto.).

Se detiene el cronista guadalupense en describir las casas de los indios, como pocilgas o zahúrdas de pueblos; unas piedras puestas, por la mayor parte en redondo con un poco de barro, y por la parte de arriba con paja, y tan baja que apenas se puede estar en pie (Ocaña 174). La bebida ordinaria se llamaba chicha, la cual se hace de harina de maíz; la echan en agua hirviendo, y en cinco días la beben. Es tan fuerte que embriaga y emborracha mucho, y desde el sábado en la noche hasta el lunes a mediodía, no dejan de beber (Ocaña 185 vto.).

En Potosí nunca faltan uvas. Hay muchas camuesas, higos verdes, pasados y pasas. Frutas de la tierra, hortaliza y verdura, rábanos y cardos, y legumbres de berzas y otras hierbas.  Hay muchos cántaros de leche y por las calles venden requesones. Mucho pescado salado y fresco del río Pilcomayo; todos los viernes muchos sábalos. Hay mucha caza, siempre de perdices. En todo tiempo hay gallinas. Está la plaza muy proveída de tocino del pueblo de Tarija, que es la mejor cecina de todo el Perú. Una arroba de carbón vale cuatro reales, que se tiene por barato por el mucho gasto que hay de él, porque alrededor de Potosí, en aquellos lugares altos donde hace de ordinario mucho viento, hay mucha cantidad de guayras[107] (Ocaña 182,183).

En medio de las catorce parroquias de los indios, está el pueblo de los españoles, donde está la iglesia mayor en la plaza. Y alrededor de ella, están los conventos de santo Domingo y San Francisco y de la Merced y de San Agustín y los padres de la Compañía de Jesús (Ocaña 181)[108]. La gente española que en Potosí hay, es mucha, casi tanto como los indios; y muchos soldados (Ocaña 177 vto.). El trato comercial en Potosí, dice fray Diego que es todo a peso de plata. Señalando que es la mejor plaza en provisión de todo el Perú.

 

8.- LA CIUDAD DE LA PLATA

Acabadas las fiestas de Potosí, fray Diego de Ocaña emprendió viaje hacia la ciudad de la Plata[109], adonde llegó en los primeros días de noviembre de 1601, hospedándose en casa del deán[110] de Las Charcas, Juan de Larrategui. Al que define fray Diego: “un caballero muy honrado y de mucho nombre en los reinos del Perú, por el bien que a todo género de gentes hace” (Ocaña 216).  Pocos días después de su llegada, el sábado once de noviembre, vivió la experiencia de un gran terremoto que pareció ser el fin del mundo. (Ocaña 217 y vto.). Lo cogió celebrando la Santa Misa, en el Gloria, exclamando: “Madre de Dios de Guadalupe, favorecednos aquí”[111].

No parece que fray Diego tuviera intención de ir a La Plata; pero un encuentro en Potosí con el obispo extremeño, don Alonso Ramírez de Vergara, natural de Segura de León (Badajoz)[112], decidió el viaje y dio origen a la pintura en la que efigió la Morena de las Villuercas.

Así describe su autor cómo obró con sus pinceles la imagen de la Virgen de Guadalupe de las Villuercas: “Comencé, pues, en casa del deán[113] a hacer la imagen como si yo fuera el pintor más extremado del mundo, y puedo afirmar con verdad… y con la ayuda de nuestra Señora, favoreciendo a mi buen deseo, es de manera la pintura, que no han tenido que enmendar famosos pintores que después vinieron, no sin admiración de todos”. Afirmando “Se hizo una imagen tan rica como se dirá adelante, y con tantas fiestas como parecerán por la relación que se hizo y envió a España, la cual también yo pondré aquí con lo demás” (Ocaña 218).

Acabado el lienzo de  Ntra. Señora de Guadalupe, se fijó como fecha de bendición el domingo siguiente al día de Epifanía, trece de enero. La pintura de cuadros de la Virgen que fray Diego comenzó en Panamá, siguiendo en Lima, Ica, Cuzco, Potosí y La Plata, termino siendo una herramienta de evangelización, motivo de devoción y reclamo importante de limosnas para el monasterio extremeño de las Villuercas[114].

Los actos de entronización de la Virgen fueron acompañados de un novenario de fiestas que repitieron, en parte, el mismo concepto de Potosí con juegos de cañas y sortija, justas poéticas, corridas de toros, escenificación de la comedia que compuso fray Diego a la morenita extremeña[115]. La comedia compuesta por fray Diego de Ocaña, fue dada a conocer por el franciscano Carlos Gracia Villacampa. Pero antes que el franciscano Villacampa lo hizo, en un primer estudio, Vicente Barrantes (1829-1898), historiador y bibliófilo. Sin embargo, el reconocimiento a Barrantes se empaña porque adaptó su versión del texto de una copia defectuosa realizada por el entonces famoso crítico Manuel Cañete[116] y porque, al seguir los apuntes de Cañete, atribuyó como él la pieza teatral a un fray Diego de Prades[117].

A grandes rasgos, lo que cuenta la obra en la primera parte es la pérdida de España por culpa del rey Rodrigo y sus devaneos con la Cava. En la parte segunda, cuya trama sucede unos cuantos siglos después, se refiere al hallazgo milagroso de la imagen de la Virgen y la elección de ésta como patrona en la guerra contra el moro, lo que permite al rey Alfonso vencer en la decisiva batalla del Salado[118].

La comedia se basa en los libros de milagros que existen en el monasterio de Guadalupe, pero dándole carácter literario y sobre todo, aplicado a los destinatarios americanos de fray Diego: indios, mestizos y españoles[119].

Acabada las cosas en Chuquisaca el jerónimo guadalupense llega a Chuquiabo (hoy ciudad de La Paz)[120]. De allí a Chucuito, pueblo a orillas del lago Titicaca, a pocos kilómetros de Puno, donde visitó la Virgen de Copacabana. De la que llegó a decir que era una imagen muy devota que ha hecho y hace grandes y muchos milagros (Ocaña 303, vto.). Y también Carabuco, puerto costero al norte del lago. Fray Diego viajó hacia Arequipa, pasando por el volcán de los Ubinas, el más activo de Perú, llegando a la cuesta de Chihuata (Ocaña 319 vto.)[121]. En Arequipa escribió que estuvo cuatro días sin ver el sol, pues a los dos de la tarde era menester encender velas por la mucha oscurana que había, por la ceniza que andaba por el aire, con haber ya pasado cuatro años que sucedió al reventar el volcán (Ocaña 320).

De Arequipa[122], fray Diego, basándose en los informes facilitados por el contador de la Hacienda Real, Sebastián de Mosquera, y otras personas todas honradas y fidedignas, dice: “Esta ciudad es que tiene vestigios de haber sido de las mejores del Perú, la más rica y la más regalada, porque un año con otro entraban en ella setecientos mil pesos para emplear en vino, y ahora no alcanzan un poco de maíz; pero de trigo se coge y se da, lo que es menester” (Ocaña 327 y vto.)[123]. El jerónimo guadalupense partió de la ciudad de Arequipa el 25/VII/1603 para el valle de los Collaguas. Llegó a Yanque, donde estaba de corregidor Gonzalo Rodríguez de Herrera, que se había venido de Castilla con fray Diego. Desde Yanque partió fray Diego para Cuzco[124].

 

9.- CUZCO. CABEZA DEL PERÚ

Llamada así por haber tenido en ella los incas, reyes antiguos de los indios, su corte y asiento. Llegó el monje jerónimo por el camino real que viene de Chucuito al Cuzco. En este camino está la tierra más alta de todo Perú, no montuosa sino de altura natural. Llegó a la ciudad el 24/VIII/1603. Apeándose en el convento de San Francisco[125], donde los religiosos le hicieron mucha caridad, recibiéndole con muestras de alegría.

La ciudad de Cuzco, dice fray Diego, tiene todas las casas de piedra y con tejados, como en la forma de ella, se parece mucho a las de España, por no estar como otras edificadas por cuadras. Hay frailes de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, de la Merced y padres de la Compañía, y un convento de monjas de Santa Clara. Está el obispo y la catedral del Cuzco[126], que es muy grande obispado y de mucha renta. Cógese trigo en abundancia. Vino no tiene ninguno; llévase de la Nazca y de Ica (Ocaña 335 vto. y 336)[127].

Fray Diego encontró en Cuzco un pueblo sano, matizando que de diez años a esta parte ha entrado una enfermedad en la ciudad, que llaman tabardillo[128], que muere mucha gente a la entrada y salida del verano. Las muchas frutas que tienen son por haber poca salud; porque dan por ocho reales cincuenta camuesas, por un real cincuenta duraznos, y de esta manera las demás frutas. Y todo el año está la plaza llena de fruta, y no se coge en el valle de la ciudad sino en los valles de alrededor, donde están las chacras de la coca; los cuales valles se llaman los Andes del Cuzco, que quiere decir tierra caliente y de frescura y arboleda, porque el valle de la ciudad no tiene arboleda (Ocaña 338 vto.). El monje guadalupense deja Cuzco el 20/X/1603 para viajar hacia Lima, pasando por Huamanga[129], Jauja[130] y Huarochiri[131].

Fray Diego llegó a la Ciudad de Los Reyes en diciembre de 1603, destrozado por la enfermedad debido a los trabajos sufridos. Durándole la convalecencia hasta comienzos de agosto de 1604. Fecha en la que el virrey don Luis de Velasco dejaba el gobierno de los reinos del Perú, por la llegada de don Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey. El virrey Velasco, devoto de la Virgen de Guadalupe, hizo la merced de donar cincuenta fanegadas de tierra en el valle de Ica (Ocaña 352 vto.)[132], tomando posesión de aquella hacienda fray Diego.

En Ica determinó tomar trabajo y hacer una imagen de la Virgen de Guadalupe como las demás que dejó en otros pueblos. La gente acudió con devoción, haciendo solemne procesión, por haber en aquel pueblo mucha gente de Trujillo y de Extremadura (Ocaña 356 vto.)[133]. En todo aquello estuvo cuatro meses, y cuando iba a embarcar para México le dio una enfermedad que le puso al extremo de la vida, porque los grandes soles que pasé, afirmó, me hicieron mucho daño[134].

Llegada la Pascua de Navidad, fray Diego embarcó para Nueva España. Fue en Lima y México donde el jerónimo guadalupense dio cuerpo a las notas que había tomado en su viaje desde que salió del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, su casa, el 3 de enero de 1599. Seis años vividos en tierras ajenas al cobijo de las Villuercas, al silencio de los claustros y rezos de peregrinos que buscaban el altar de la bella extremeña, lucero, sol, antorcha, estrella y norte. Fue en el Virreinato de Nueva España (México), en el que terminaron sus días sin regresar a España, pues allí falleció[135].

 

10.- CONCLUSIÓN

Los jerónimos de Guadalupe envían a fray Diego de Ocaña y fray Martín de Posada con la finalidad de propagar la devoción a la Virgen de Guadalupe, catequizar mediante la creación de cofradías marianas y por ende cofrades integrados en ellas, y la recaudación de limosnas, reglamentando éstas, junto con las demandas testamentarias y donaciones.

Minuciosamente fray Diego fue relacionando las limosnas que fue recibiendo a lo largo de su periplo por el Virreinato del Perú, cifrándose en 65.750 pesos, 230 ducados y 2.000 reales[136]. Consolidando con su recorrido el sistema de recaudación y el culto guadalupano cada vez más extendido e intenso. Pero aquel viaje en el que sufrió toda clase de vicisitudes[137] acabó con su vida.

Se apunta que el motivo de la marcha a Indias de los dos monjes se justifica con la fundación del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (1562), quedando Guadalupe oscurecido. En los últimos años del dieciséis se inician amplias construcciones en la Real Casa de las Villuercas, reafirmando la importancia del monasterio recuperando glorias pasadas. Entre 1595 y 1597, el arquitecto Nicolás de Vergara, el Mozo, maestro mayor de la Catedral Primada de Toledo, construyó en Guadalupe la Capilla de San José o de las Reliquias. Un año después de conocerse la muerte de fray Diego de Ocaña, el arquitecto cortesano Juan Gómez de Mora, firmaba en Valladolid la planta de cómo se había de hacer el Retablo Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe.

Fray Diego escribió y dibujó cuanto pudo ver. Además de relatar sus aventuras y desventuras en los caminos, describe las tierras por donde pasa, pernocta y habita; da cuenta de su actividad y quehacer en beneficio de la Virgen de Guadalupe; compone un grupo de dibujos de asunto, en general, etnológico e histórico y, en ocasiones, apunta referencias a hechos de la conquista y de la colonización del virreinato del Perú[138].

Fray Diego de Ocaña quiso sacar de apuros económicos a la Real Casa de Guadalupe en las Villuercas, centro de peregrinación, a la que llegaban romeros y pobres que cada día llamaban a su puerta, cumpliendo la fidelidad del mandato de la Señora: “Y mandóme más que dijese a los que tuvieron cargo de su Casa que diesen de comer a todos los pobres que a ella viniesen una vez al día”[139].

A fe, que el santuario en sus siete siglos de vida, ha cumplido con esmero el encargo de la Morena de las Villuercas. Sosteniendo además el gasto de al menos cuatro hospitales, botica y Escuela de Medicina[140]. La asistencia a los necesitados fue y sigue siendo expresión abierta de caridad y ayuda. Aspecto que todos los historiadores y cronistas del monasterio, antiguos y modernos, han resaltado y recogido con vivos ejemplos[141].

 

 

 

FUENTES CONSULTADAS

 

ACTAS EXTREMADURA EN LA EVANGELIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO, Madrid 1990.

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, A.: “La cofradía de Guadalupe en el virreinato del Perú (siglos XVI-XVII). En Revista Guadalupe, núm. 833, 2013.

ALTUNA E.: “En esta tierra sin memoria. El viaje de fray Diego de Ocaña (1599-1605). Revista Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXII, núm. 43-44, Lima 1996.

ARCHIVO MONASTERIO DE GUADALUPE (AMG). Legajo 39. Documentos Reales, carpeta R-XII. Necrológico de Monjes, 1600-1747, ms. C61. Códice 1, Milagros de Ntra. Sra. de Guadalupe 1407-1497, c.4. C-69. Bula del Papa Eugenio IV “Ad decorem Sacrae Religionis”, 11/IX/1443. Bulario 1394-1504. C-99, Libro de Oficios. Legajo 53, Hospitales y Boticas.

BAUDOT, G.: La vida cotidiana en la América española en tiempos de Felipe II: Siglo XVI. México, 1983.

CALDERÓN BERROCAL, M.C.: “Un extremeño ilustre. Alonso Ramírez de Vergara”. En Actas XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo 1998.

CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: “El Monje Jerónimo Fray Diego de Ocaña y la Crónica de su viaje por el Virreinato del Perú (1599-1606)”. Estudios Superiores del Escorial. “Dos crónicas guadalupenses de Indias: Los Padres Diego de Ocaña y Pedro del Puerto”. En Guadalupe de Extremadura: Dimensión hispánica  y proyección en el Nuevo Mundo, Madrid 1993. “La relación del viaje de fray Diego de Ocaña por el virreinato del Perú (1599-1606)”. En Revista del Archivo General de la Nación (Lima) 34/2 (2019). “Difusión de la imagen de la Virgen de Guadalupe de Extremadura en el Virreinato del Perú en el siglo XVII”. Revista de Temas de Estética y Arte (Sevilla), XXX, 2016.

CASTAÑEDA DELGADO, P. y MARCHENA FERNANDEZ, J.: “Los Obispos extremeños en las diócesis del Nuevo Mundo (1500-1850)”.  En Actas y estudios, edición a cargo de Fr. Sebastián García (OFM), 1990.

CASTAÑEDA MURGA, J.: Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII. La tradición andina en Tiempos Modernos. Luis Millones y Hiroyasu Tomoeda (eds) Osaka, pg.164.

CORREO EXTREMEÑO, núm. 7.596, 18/VII/1928.

ESTABRIDIS CÁRDENAS, R.: “Perú, Reino de María. La entronización de la Virgen de Guadalupe de Extremadura”. En Quiroga. Revista de Patrimonio Iberoamericano. Universidad de Granada, núm. 12, 2017.

FRAY ARTURO ÁLVAREZ: Un viaje fascinante por la América Hispana del siglo XVI. Madrid 1969.

GARCÍA CIENFUEGOS, M.: “El extremeño don Alonso Ramírez de Vergara, obispo de La Plata (1594-1602), devoto de Ntra. Señora de Guadalupe”. En Revista Guadalupe, 874, 2021.

GARCÍA RODRÍGUEZ, S. (OFM): “Guadalupe de Extremadura: Su proyección americana”. En Guadalupe siete siglos de fe y de cultura. Madrid 1993. Guadalupe de Extremadura en América. Madrid, 1990. “Medicina y Cirugía en los Reales Hospitales de Guadalupe”. En Revista de Estudios Extremeños LIX-1, 2003.

LÓPEZ DE MARISCAL, B.: “La relación del viaje de fray Diego de Ocaña y su memoria de las cosas (1599-1601). En Actas del VII Congreso de la AISO, 2006.

LÓPEZ DE MARISCAL B. MADROÑAL DURÁN, A.: Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605. Madrid 2010.

LÓPEZ GUZMÁN, R. y MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P. (coords.): La Virgen de Guadalupe de Extremadura en América del Sur. Arte e iconografía. Cáceres 2019.

MADROÑAL DURÁN A.: “Un fraile toledano de viaje por el nuevo mundo: Fray Diego de Ocaña y su Comedia de la Virgen de Guadalupe”. En Homenaje a Félix del Valle y Díaz, Real Academia de Bellas Artes y Ciencias de Toledo, 2009.

MILLS, K.: “La memoria viva de Diego de Ocaña en Potosí. Anuario 1999, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.

MIRA CABALLOS, E.: Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú. Editorial Crítica, Barcelona 2018.

NEYRA RAMÍREZ, J.: “El Hospital de San Lázaro de Lima”. En Folia Dermatológica Peruana. Vol. 17, núm. 3, 2006.

OCAÑA, D. de (OSH): Relación del viaje de fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599-1605). Biblioteca Universidad de Oviedo, ms.215.

PEÑA NÚÑEZ, B.C.: “Fray Diego de Ocaña: olvido, mentira y memoria”. Universidad de Alicante, 2016.

PÉREZ CANTÓ, P.: “La población de Lima en el siglo XVIII”. En Boletín americanista, Universidad de Barcelona, núm.32, 1982.

POMA DE AYALA, F.G.: El primer Nueva Corónica y buen gobierno. Editorial Siglo XXI, Madrid 1992.

ROSO DÍEZ, J.: “El fraile jerónimo Diego de Ocaña. Un apunte sobre devoción mariana, arte y literatura en la América hispana del barroco”. En Anuario de Estudios Filológicos, Servicio Publicaciones UEx, vol. XXXI, 2008.

SEINER LIZÁRRAGA, L.: Historia de los sismos en el Perú. Catálogo, siglos XV-XVII. Lima, 2009.

SILVA, F.J.: “Viaje de un monje jerónimo al Virreinato del Perú”. En Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 82, 1923.

VÉLEZ PICASSO, J.M.: La Villa de Valverde del valle de Ica (siglo XVI). Ica, 1931.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Relación del viaje de fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599-1605).

[2] El Virreinato fue una entidad político-administrativa fundado en 1542 tras el sometimiento del Imperio Inca. Abarcó en su máxima extensión, territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.

[3] (Zarza de Granadilla, 1882-Madrid, 1953). Se formó en la Universidad de Comillas hasta que, en 1902, ingresó en los Jesuitas de Granada para hacer el noviciado. De allí fue destinado a Ecuador, de donde regresó en 1911. Tras estudiar Teología, se ordenó sacerdote el 19/VIII/1919. Ese mismo año se instala en Madrid, donde comienza a dirigir la revista Razón y Fe (editada por la Compañía de Jesús desde 1901), labor que desempeñó hasta su muerte.

[4] Cf. CORREO EXTREMEÑO, núm. 7.596, 18/VII/1928, pg.7

[5] Natural de Segura de León (Badajoz), maestro en Artes por Salamanca y licenciado en Teología por Alcalá, canónigo magistral de Málaga y obispo en La Plata (1594-1602). A él se debe la capilla del sagrario, donde puso su sepultura, colocando una imagen de la Virgen de Guadalupe que pintó fray Diego de Ocaña. CASTAÑEDA DELGADO, P. y MARCHENA FERNANDEZ, J.: “Los Obispos extremeños en las diócesis del Nuevo Mundo (1500-1850)”.  En Actas y estudios, edición a cargo de Fr. Sebastián García (OFM), 1990, pg.76.

[6] Antes llamada Charcas, La Plata, Chuquisaca y Sucre desde 1825.

[7] Agradezco la consulta de esta documentación a Antonio Ramiro Chico, Cronista Oficial de Guadalupe.

[8] Fue director de la publicación “El Monasterio de Guadalupe” (1919-1929). Archivero y bibliotecario de Guadalupe. Director de la Revista “La Voz de San Antonio” (1929-1932; 1941-1948); fundada por la Provincia Bética Franciscana en 1895. Académico correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, de la de San Fernando de Madrid y de la Hispano-Americana de Cádiz.

[9] Cal­culadas estas cifras aproximadamente por su magnitud y variedad de las travesías, y por falta de los datos finales de su vida. CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: “El Monje Jerónimo Fray Diego de Ocaña y la Crónica de su viaje por el Virreinato del Perú (1599-1606)”. Estudios Superiores del Escorial, pg.4.

[10] El Virreinato de Nueva España ocupó, en su máxima extensión, América Central, las Antillas, el centro y sur de los Estados Unidos y Filipinas.

[11] (Valdecañada, León, 1928-Madrid 2021). Director del archivo y biblioteca de Guadalupe. 1956-1966. Director de la Revista Guadalupe durante 1962-1966. Miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (1958) y de la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife (1966). Autor, entre otras obras, de La Virgen de Guadalupe en el Mundo y Guadalupe, arte, historia y devoción mariana.

[12] Publicado con el título Un viaje fascinante por la América Hispana del siglo XVI. Ediciones Studium, Madrid 1969.

[13] De Blanca López de Mariscal y Abraham Madroñal Durán. Editorial Iberoamericana. Universidad de Navarra. Madrid 2010. Junto con varios trabajos publicados por el profesor Francisco J. Campos y Fernández de Sevilla (OSA), Rector de los Estudios Superiores del Escorial (1990-1998), donde desarrolla su actividad docente e investigadora. Y la obra de Beatriz Carolina Peña Núñez: “Fray Diego de Ocaña: olvido, mentira y memoria”. Universidad de Alicante, 2016. Esta última obra crítica algunas informaciones que tiene en su manuscrito el jerónimo guadalupense.

[14] ALTUNA E.: “En esta tierra sin memoria. El viaje de fray Diego de Ocaña (1599-1605). Revista Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXII, núm. 43-44, Lima 1996, pg. 123.

[15] Falleció en Guadalupe el 1/IV/1560. Su obra cumbre, en la que se exponen sus pensamientos sobre Indias, lleva por título Las Siete Partidas del Sabio Rey Alfonso el Nono, Salamanca 1555, por el editor Andrés de Portonariis.

[16] GARCÍA RODRÍGUEZ, S. (OFM): “Guadalupe de Extremadura: Su proyección americana”. En Guadalupe siete siglos de fe y de cultura. Madrid 1993, pg.516.

[17] En Actas “Extremadura en la evangelización del Nuevo Mundo”, Madrid 1990, pgs.229-254.

[18] FRAY ARTURO ÁLVAREZ: Un viaje fascinante por la América Hispana del siglo XVI. Madrid 1969. Introducción. pg. IX.

[19] ARCHIVO MONASTERIO DE GUADALUPE (AMG). Legajo 39.

[20] Autor de la Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, consagrada a la soberana magestad de la Reyna de los Ángeles, milagrosa patrona de este sanctuario. Toledo, en casa de Thomás de Guzmán, año 1597. Petrus Ángelus, fecit.

[21] LÓPEZ GUZMÁN, R. y MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P. (coords.): La Virgen de Guadalupe de Extremadura en América del Sur. Arte e iconografía. Cáceres 2019, pg.21.

[22] ROSO DÍEZ, J.: “El fraile jerónimo Diego de Ocaña. Un apunte sobre devoción mariana, arte y literatura en la América hispana del barroco”. En Anuario de Estudios Filológicos, Servicio Publicaciones UEx, vol. XXXI, 2008, pg.197. También GARCÍA, S. (OFM): Guadalupe de Extremadura en América. Madrid, 1990. pg.104-105. La devoción a la Virgen de Guadalupe de España arraiga en el Nuevo Mundo, con prontitud. Las iglesias acogen capillas y altares dedicados a esta advocación; así como conventos, ermitas y santuarios que pueblan la geografía de Iberoamérica.

[23] CAMPOS Y FERNÁNDEZ: El Monje Jerónimo Fray Diego… Op. cit. pg.27. Anterior a fray Diego de Ocaña había recorrido el Virreinato del Perú durante doce años, fray Diego de Losar, compañero de hábito jerónimo. Natural del pueblo toledano de Villafranca del Puente del Arzobispo. Profesó en Guadalupe en 1565. ÁLVAREZ ÁLVAREZ, A.: “La cofradía de Guadalupe en el virreinato del Perú (siglos XVI-XVII). En Revista Guadalupe, núm. 833, 2013, pg.24.

[24] Llamada también Ica de Valverde. Ciudad fundada por Jerónimo Luis de Cabrera (1528-1574), adelantado y gobernador de Tucumán. Con acuerdo y parecer de don Pedro de las Casas, en cumplimiento del mandato del virrey conde de Nieva. VÉLEZ PICASSO, J.M.: La Villa de Valverde del valle de Ica (siglo XVI). Ica, 1931.

[25] FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg. XXIX.

[26] Entre las relaciones de sucesos que ofrece el texto, fray Diego narra lo acaecido durante algunos de los terremotos que le tocó vivir a lo largo de su viaje, entre ellos, los de Arequipa (1600 y 1604), La Plata (1601), y Lima (1605); así como también un auto inquisitorial celebrado en Lima en 1605. LÓPEZ DE MARISCAL, B.: “La relación del viaje de fray Diego de Ocaña y su memoria de las cosas (1599-1601). En Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, pg.413. Centro Virtual Cervantes.

[27] La borrasca desamortizada de 1835 y posterior exclaustración de la comunidad jerónima produjo la incautación de sus bienes, muebles e inmuebles, afectando gravemente a su biblioteca y gran parte del archivo, iniciándose un doloroso éxodo hacia otras bibliotecas estatales y privadas.

[28] CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: “Dos crónicas guadalupenses de Indias: Los Padres Diego de Ocaña y Pedro del Puerto”. En Guadalupe de Extremadura: Dimensión hispánica  y proyección en el Nuevo Mundo, Madrid 1993, pgs. 405-458).

[29] Cf. GARCÍA: Guadalupe de Extremadura… Op. cit. pg.515. La comedia se representó primero en Potosí y un año después, durante Epifanía, en Chuquisaca (Sucre), siempre interpretada por compañías de cómicos profesionales y con gran éxito de público. MADROÑAL DURÁN A.: “Un fraile toledano de viaje por el nuevo mundo: Fray Diego de Ocaña y su Comedia de la Virgen de Guadalupe”. En Homenaje a Félix del Valle y Díaz, Real Academia de Bellas Artes y Ciencias de Toledo, 2009, pg.657.

[30] Describiendo el ritual: Repique de campanas, pregón, procesión, carrozas y alegorías. Actos religiosos, con misas, novenas y sermones. Representaciones teatrales, toros, juegos de cañas, fuegos de artificio y certámenes literarios.

[31] Felipe III, el 13/IV/1608, había autorizado poder introducir, libre de gasto, lo que trajese de Nueva España por valor de 20.000 ducados. AMG. Documentos Reales, carpeta R-XII. Ninguna orden religiosa tuvo tantas fundaciones y dotaciones por los reyes y la nobleza, como la Orden de San Jerónimo.

[32] CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: “La relación del viaje de fray Diego de Ocaña por el virreinato del Perú (1599-1606)”. En Revista del Archivo General de la Nación (Lima) 34/2 (2019), pg.19.

[33] Natural de Posadas de Llanes (Asturias). Profesó en Guadalupe el 1/X/1580.

[34] Se trata de un antiguo humilladero, situado en el camino de Mérida o del Sur, actual de San Blas.

[35] FRAY ARTURO: Un viaje fascinante por… Op.cit., pg.2. Tardaron veinte días en recorrer los caminos desde Guadalupe a Sevilla, utilizando mulas por cabalgaduras.

[36] Se desconoce dónde se hospedaron en la capital hispalense. Dos casas jerónimas tenía Sevilla: San Jerónimo de Buenavista y San Isidoro del Campo. Me inclino por el primero, pues fray Diego Martínez de Medina, monje en el monasterio de Guadalupe, fundó en 1414 el monasterio de San Jerónimo, a las afueras de Sevilla, con el apoyo del arzobispo Alonso de Ejea.

[37] Estas cédulas fueron los documentos que sirvieron en su largo camino para demostrar la autenticidad de su misión. Ninguna orden religiosa tuvo en la península tantas fundaciones y tan espléndidamente dotadas por los reyes y la nobleza como los hijos espirituales de San Jerónimo.

[38] De Sanlúcar partió el II Viaje de Colón y la I Circunnavegación marítima de la tierra, completada por Juan Sebastián Elcano.

[39] Los dos jerónimos guadalupenses se hospedaron en el Monasterio de Nuestra Señora de Barrameda o de los Remedios, conocido por Convento de los Jerónimos. Sanlúcar de Barrameda fue lugar natural de espera de los misioneros que iban a Indias, estableciéndose en él varias órdenes religiosas.

[40] La expedición estuvo formada por seis galeones, diecisiete velas, y varias naves de distintas clases, todos de armada. Transportaba cuatrocientos hombres y al nuevo gobernador de Puerto Rico, Alonso de Mercado, para reconquistar la ciudad atacada y saqueada por el corsario inglés George Clifford.

[41]  OCAÑA, D. de: Relación del viaje de fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599-1605). Biblioteca Universidad de Oviedo, ms.215, fol.9 vto. Anterior a fray Diego de Ocaña, los jerónimos de Guadalupe enviaron a Indias, en 1587, a fray Diego de Losal que no consiguió asentar de forma indefinida el culto a la Virgen de Guadalupe. En adelante las citas de la obra de fray Diego de Ocaña serán cifradas en el texto de este trabajo con el número de folio que aparece en su manuscrito.  Ejemplo (Ocaña 28 vto).

[42] Los gastos de botica fueron dados en limosna por Simón de Torres, boticario que era natural de la Puebla de Guadalupe. De las malas noches que pasó fray Diego, asistiendo a su compañero, le dieron unas cuartanas que le dejaron secuelas hasta que llegó a la ciudad de Trujillo. Ibídem. fol.19.

[43] Paita era tierra de buen temple y bastante de pan y vino y carne y de muchas frutas y de mucha caridad a todos los pobres que vienen de Castilla; en esta villa les favorece y les ayuda en su avituallamiento. POMA DE AYALA, F.G.: El primer Nueva Corónica y buen gobierno. Editorial Siglo XXI, Madrid 1992, pg.935.

[44] Destaca fray Diego que desde Paita hasta Lima “no hay por los llanos una rama verde, si no es en los valles por donde pasan los ríos” (54 vto).

[45] Nuestra Señora de las Mercedes de Paita es la patrona de la arquidiócesis de Piura. Las cualidades del puerto de Paita fueron admiradas por Francisco Pizarro desde que lo vio por primera vez en 1528 (segundo viaje), razón por la que en 1532, decidió fundar la primera ciudad cerca del mismo. Paita fue desde entonces paso obligado de cuantos arribaban a este territorio.

[46] Antes de morir, ambos religiosos, en la festividad de Ntra. Señora de Guadalupe, padecieron nostalgia de su casa, pues sus hermanos ese día lo viven con regocijo y alegría. Pidiendo a la serenísima Reina de los ángeles, salud y fuerzas.

[47] LÓPEZ DE MARISCAL B. MADROÑAL DURÁN, A.: Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-1605. Editorial Iberoamericana. Universidad de Navarra. Madrid 2010, pgs.102 y 103.

[48] Refiere fray Diego que de no llevar cama, el viajero dormirá todo el camino en suelo desnudo, porque no hay casas en los tambos sino unos poyos y barbacoas de piedra. Un tambo (del quechua tanpu) era un recinto situado al lado de un camino importante usado como albergue y centro de acopio. Los otros dos caballos eran para los dos criados que le auxiliaban.

[49] Caminaban de tres de la tarde hasta las ocho de la noche; y después desde las dos de la madrugada hasta las ocho del día;  porque si no era de esa manera se abrasaban por los arenales.

[50] LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pgs.106 y 107.

[51] Capital del distrito de su nombre, en la provincia de Chiclayo de la Región Lambayeque. Ciudad colonial conocida por Santiago de Miraflores de Zaña, nombre por el que fue fundada en 1563. Su crecimiento y desarrollo en el siglo XVII, parece que rivalizó en importancia con la ciudad de Trujillo.

[52] Fray Diego salió de la estrechez económica vendiendo algunas cosas que llevaba, en particular curiosidades de imágenes, especialmente de una que había hecho durante su estancia en Panamá.

[53] Vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo.

[54] Adorno que se usaba para rematar las camisas y gorgueras a partir de mediados del siglo XVI. De origen español, en sus inicios se trataba de un pequeño reborde que se plegaba o rizaba formando unas ondas que la asemejaban a las hojas de la lechuga rizada, lo que determinó su denominación.

[55] Calzones anchos.

[56] Vestidura larga y holgada, con capucha y una cola.

[57] LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pgs.112-114. Fray Diego sentencia que aquellas mujeres no se lavaban, sino cuando van a la mar. Y en casa aunque tiene las manos y las caras puercas, nunca se las lavan.

[58] FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.55 en nota. La imagen se circunscribe a los escultores hispalenses que por esas fechas trabajan en la ciudad hispalense: Roque Balduque, Juan Bautista Vázquez, el viejo, y Gerónimo Hernández. Cf. ESTABRIDIS CÁRDENAS, R.: “Perú, Reino de María. La entronización de la Virgen de Guadalupe de Extremadura”. En Quiroga. Revista de Patrimonio Iberoamericano. Universidad de Granada, núm. 12, 2017, pg.6.

[59] Fray Diego de Ocaña estuvo siete días en Trujillo, donde hizo cofrades de Guadalupe a toda la ciudad. Trujillo es la capital de departamento de La Libertad. Fue fundada en 1534 por Diego de Almagro en el valle del río Moche. Francisco Pizarro luego de fundar la ciudad de Lima, el 18/I/1535, arribó a Trujillo a oficializar su fundación. Lo hizo bajo el patronato del apóstol Santiago, el 1/III/1535. Consideración hecha por el Instituto Histórico del Perú. Felipe Guamán Poma de Ayala (1615-1616) informa que los habitantes de Trujillo son gente de poca caridad y que es tierra de buen temple y tiene iglesia, monasterio y cristiandad, y pulicía, de comida y poca carne y pobre de plata y oro. POMA.: El primer nueva… Op.cit., pg.937.

[60] Forma parte de la llamada Ruta Inca y capital de la provincia de Mariscal Luzuriaga.

[61] Lugar arqueológico al sur de Lima que tuvo una intensa vida en la época prehispánica.

[62] Arturo Álvarez anota, en su obra “Un viaje fascinante por la América Hispana del siglo XVI”, que no consta en historiador alguno contemporáneo que Atahualpa fuera llevado vivo a Trujillo, ni que los españoles hubiesen cortado las manos a sus portadores por arrebatarles el oro.

[63] Se documenta por primera vez, con la acepción “lugar o construcción consagrados al culto de los dioses de algunas culturas americanas precolombinas”, en 1551, en la obra de J. Betanzos titulada Suma y narración de los incas. En 1571 se registra como “sepultura en las que se depositan, junto al cadáver, objetos de valor, en algunas culturas americanas precolombinas”, en las Ordenanzas para los oficiales reales de Huamanga. Pocos años después, en 1609, se registra la primera documentación de la acepción “imagen u objeto de culto que se adora como deidad en algunas culturas americanas precolombinas”, en los Comentarios Reales a los Incas del Inca Garcilaso. DICCIONARIO HISTÓRICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (DHLE).

[64] Ropas de ceremonia.

[65] Simboliza el mal en todas sus manifestaciones, la adversidad, el dolor y la miseria.

[66] FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.65, en nota.

[67] Fundada el 1/III/1535, liderada por Francisco Pizarro, quien estableció el cabildo con sus alcaldes ordinarios Rodrigo Lozano y Blas de Atienza. Trujillo fue, en febrero de 1619, epicentro de un terremoto que sacudió el norte de Perú, alcanzando a Piura, Cajamarca, Saña, Santa y Lima, dejando en escombros a la ciudad trujillana. SEINER LIZÁRRAGA, L.: Historia de los sismos en el Perú. Catálogo, siglos XV-XVII. Lima, 2009, pg.247.

[68] Fray Diego no deja constancia en su crónica de la catedral trujillana de Santa María de la Asunción, elevada a catedral por el Papa Paulo V en 1616. El Obispado de Trujillo fue erigido, a solicitud de rey Felipe II, por el papa Gregorio XIII a través de la Bula “Illus fulciti praesidio” el 15/VI/1577, pero sin ejecutarse el decreto hasta que Pablo V, el 20/X/1609, procedió a su institución. La jurisdicción comprendía desde Santa (Ancash) hasta Ayabaca (Piura). Fue preconizado obispo, el 25/V/1610, don Jerónimo de Cárcamo, quien se vio acompañado desde Sanlúcar de Barrameda hasta Perú por el monje jerónimo fray Pedro del Puerto, profeso en San Jerónimo de Sevilla, que realizó en 1612-1623 un viaje por el Virreinato del Perú con similar objetivo que fray Diego de Ocaña. SILVA, F.J.: “Viaje de un monje jerónimo al Virreinato del Perú”. En Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 82, 1923, pg.134. La ciudad de Trujillo, en 1604, contaba con una población de 3.264 habitantes. Censo mandado a realizar por el corregidor Felipe Lezcano Gaona. CASTAÑEDA MURGA, J.: “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”. La tradición andina en Tiempos Modernos. Luis Millones y Hiroyasu Tomoeda (eds) Osaka, pg.164.

[69] Refiere fray Diego que los mosquitos de allí, no sé yo si los de Egipto fueron tan penosos como aquellos lo fueron a nosotros,

[70] Fundada el 18/I/1535 por Francisco Pizarro. Lima era el asiento del virreinato. Poma de Ayala la llama “Ciudad de los Reyes de Lima, corte real, adonde reside su magestad y su corona real, pricidentes y oidores, alcaldes de corte y justicias, dotores, licenciados, y los excelentísimos señores bisorreyes, da donde gobiernan todas las Yndias orentales, osedentales”. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.141, en nota.

[71] Noveno virrey del Perú, 1596-1604. Durante su gobierno trató de mejorar las condiciones de trabajo de los indígenas, particularmente en las minas de Potosí, Huancavelica y Castrovirreina. Fomentó nuevos recogimientos, convento de mujeres y centros educativos.

[72] (Mayorga de Campos, Valladolid, 1538-Saña, Perú, 1606). Nombrado arzobispo de Lima en 1595. Celebró trece sínodos y tres concilios provinciales, abordando la reforma del clero. Levantó un seminario en Lima. Fundo un convento de religiosas clarisas. Dominó la lengua quechua, con la que se dirigía a los indios. Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1726. Es Patrono del Episcopado Latinoamericano.

[73] En su crónica de la ciudad de Lima, fray Diego muestra el aparato civil y religioso que ostentaba el poder en una ciudad de su importancia.

[74] El hidalgo trujillano extremeño le entregó un donativo de doscientos ducados de Castilla, por la mucha devoción que con Nuestra Señora de Guadalupe tenía.

[75] El matrimonio donante condicionó la donación de la capilla y heredad anexa a que los monjes jerónimos levantaran en ella un monasterio; al no ser cumplido, los donantes cambiaron su voluntad, entregando la ermita de Guadalupe y los terrenos a los franciscanos, levantando éstos el Colegio de San Buenaventura. Cf. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.143, en nota. FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.87, en nota.

[76] Fray Diego, de esta forma, dio origen con sus pinturas a las llamadas Vírgenes triangulares, tomándose como referencias al lienzo de la catedral de Sucre, que al haberse conservado, es fácil conocerlo y reconocerlo. CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F.J.: “Difusión de la imagen de la Virgen de Guadalupe de Extremadura en el Virreinato del Perú en el siglo XVII”. Revista de Temas de Estética y Arte (Sevilla), XXX, 2016, pg.124.

[77] Fundado en 1563, gracias a un donativo del español Antón Sánchez. En él se recibían enfermos de lepra, muchos de ellos eran esclavos. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.148, en nota. José Neyra Ramírez, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y miembro de la Academia Nacional de Medicina de Perú, considera que está demostrado que la lepra no existió en el período precolombino, contrariamente a la tuberculosis que sí estuvo. La lepra llegó con los españoles desde la conquista y luego se extendió por la costa. También indica que los amos de los esclavos estaban obligados a pagar cuatro reales el primer año de internamiento. Para liberarse de esta carga, éstos optaban por concederles la libertad. NEYRA RAMÍREZ, J.: “El Hospital de San Lázaro de Lima”. En Folia Dermatológica Peruana. Vol. 17, núm. 3, 2006.

[78] Acción de cegar o tupir con alguna cosa un conductor de líquido.

[79] Fray Diego refiere la humedad que hay en las chacras y huertas, ocasionando gran número de mosquitos que resultan ser ponzoñosos cuando pican. El malestar por los mosquitos es referido varias veces en su crónica.

[80] En referencia a la catedral, en la que trabajó el arquitecto de Trujillo en Extremadura, Francisco Becerra (c.1545-1605), uno de los grandes nombres de la arquitectura española en América. Además de la catedral hizo las obras del Palacio de los Virreyes, la fortaleza del Callao y la catedral de Cuzco.

[81] Estimamos cifras muy desorbitadas. Autores que han estudiado la esclavitud cifran en algo más de diez mil a comienzos del XVII. La esclavitud llegó al Nuevo Mundo con los conquistadores. Muchas de las primeras expediciones de conquista tuvieron entre sus integrantes a varios esclavos africanos. A los esclavos se les denominaba piezas de ébano, debido al color de su piel. La población de Lima a comienzos del XVIII tenía un censo de 34.724 habitantes. PÉREZ CANTÓ, P.: “La población de Lima en el siglo XVIII”. En Boletín americanista, Universidad de Barcelona, núm.32, 1982, pg.390.

[82] En Lima había caballeros de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, y muchos vecinos encomenderos de indios y otra gente lustrosa que cada uno se sustenta y pasan la vida como pueden, unos con sus rentas y todos con tratos y contratos.

[83] Escribiendo: “El invierno en esta ciudad es un tiempo muy triste, no frío sino templado; pero tiempo que causa mucha melancolía porque acontece no ver el sol en todo el mes y en toda la semana. Y está de continuo el cielo como con un toldo de niebla que entristece mucho y causa enfermedades” (Ocaña 62 vto.)

 

[84] La primera con cincuenta hombres y un sueldo de cuatrocientos pesos ensayados. La segunda cien hombres cuyo sueldo era de ochocientos pesos ensayados.

[85] Auto que dice haber presenciado fray Diego en su segunda visita a Lima el 13/III/1605, salieron veintitrés judíos portugueses, de los que quemaron a tres que no se quisieron convertir, y todos los demás judaizantes con sambenitos reconciliados.

[86] ? Un temblor, en 1590, tuvo a Cuzco por epicentro. En 1600, se produjo un fuerte seísmo causado por la explosión del Volcán Huaynaputina (Omate), la lluvia de ceniza obscureció el cielo de la Ciudad de Arequipa. Se desplomaron todos los edificios con excepción de los más pequeños. En 1604, la conmoción sísmica arruinó las ciudades de Arequipa y Arica (puerto de embarque para la plata de Potosí). Un tsunami destruyó la ciudad de Arica y el puerto de Pisco. De éste último dejó testimonio fray Diego en su manuscrito.  FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.101, en nota. También en la misma obra, pgs.290-292

[87] Plato combinado de vegetales, en el que se usan papas, zapallo (calabaza), choclo (maíz), y otros ingredientes. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.156, en nota.

[88] Pasta comestible compuesta principalmente de miel muy concentrada

[89] Puerto de Lima, lugar obligado para embarcar pasajeros y mercancías que se dirigían hacia el sur del continente  o hacia Panamá para posteriormente continuar a Castilla.

[90] Los nombres de los pueblos de los indios promaucaes, refiere fray Diego, eran Tango, Lampa, Yupeo, Pomaire, Talagante, Melipilla, Aculeo, Rancagua, Peteroa y Mataquito. Tierra que se riega con acequias que salen de los ríos. Produciendo frutales.

[91] Donde había tres conventos con pocos frailes, San Francisco, Santo Domingo y la Merced.

[92] Fundada por Pedro de Valdivia el 16/IV/1552. Abandona y destruida por el levantamiento mapuche. Sobre sus ruinas, en 1882 se refundó una ciudad con el nombre de Carahue.

[93] Fundada en 1552 por el conquistador extremeño Pedro de Valdivia (1497-1553).

[94] Tierra de pantanos. Lugar de significación histórica, donde los mapuches opusieron resistencia a las tropas españolas en la llamada Guerra de Arauco.

[95] De la ciudad de Osorno quedó escrito en su manuscrito fray Diego: “Es esta ciudad la segunda de la gobernación, porque es casi tan grande como Santiago, en gentes como en lo demás; y en los términos de ella, hay una gran suma de indios, más que en los demás, porque es tierra más aparejada para ello por las buenas tierras que alcanza de sementeras”.

[96] Isla mayor del archipiélago de su nombre, último poblado de Chile en 1600. Fray Diego pensó que Chiloé era lo más cercano al estrecho de Magallanes. Hasta aquí avanzó en sus conquistas el sucesor de Valdivia, García Hurtado de Mendoza (1535-1609).

[97] Arma ofensiva, a manera de machete o de porra, hecha con madera dura y a veces con filo de pedernal

[98] Porotos o pallares es una judía del Perú, gruesa como un haba, casi redonda y blanca. Las hojas tiernas de la quinua se comen como espinacas, y cuyas semillas se usan en sopas y bebidas.

[99] Escribe fray Diego: “Toda esta tierra desde el puerto de Buenos Aires, del Paraguay y Tucumán, y todo el reino de Chile, caminé y anduve en cinco meses y medio, sin detenerme e todo el Paraguay y Tucumán en pueblo ninguno más de cuanto habíamos menester para hacer matolaje (equipaje y provisiones) para pasar adelante, el cual yo pedía por amor de Dios, porque no tenía un real para comprarlo”.

[100] Ciudades en las que vive desde 1600 hasta 1603.

[101] Harina de maíz con azúcar y miel para el abasto de gente pobre. Y unas puches o gachas, hechas de harina cocida  con agua y sal. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.226 y en nota.

[102] Construido en 1555. Fue ampliado en 1606, cubriendo con madera de cedro sus techumbres. A mediado del XVII se añadió al templo primitivo una amplia capilla mayor.

[103] A finales del siglo XVI e inicios del XVII, Potosí contaba con cien mil habitantes. MILLS, K.: “La memoria viva de Diego de Ocaña en Potosí. Anuario 1999, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, pg.205.

[104] Se halla a 4.060 metros sobre el mar y la cima del monte está a 4.739 metros. Se dice que el cerro de Potosí, cono perfecto, con aspecto rojizo y triste, está sangrado por cinco mil galerías. FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.187, en nota. Los metales del cerro los bajaban las llamas, animal típico del altiplano.

[105] Fray Diego de Ocaña, sin embargo, coincide con los informes que a veces mandaron los misioneros a los reyes de Castilla sobre la indolencia del indio y su pereza en el trabajo. El texto que procede de esta nota, aunque dramático, es el fiel retrato de una realidad que no estaba permitida y si castigada por las Leyes de Indias; pero éstas no podían evitar que entre los soldados y colonizadores hubiera abusos. Al fin aquello no era lo ordinario ni España lo aprobó. Ibídem. pg.203, en nota.

[106] La hizo pintada, con tantas perlas y piezas de oro sobrepuestas, que es más curiosa que si fuese de bulto, declara fray Diego. La imagen se determinó recibirla en la festividad de la Natividad de la Virgen, 8 de septiembre. Celebrándose días de regocijos y fiestas.

[107] Horno pequeño de barro en que los indios fundían los minerales de plata aprovechando la fuerza del viento. DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (DRAE).

 

[108] De los que dice que tienen una cofradía del Niño Jesús muy rica. Y la mañana de Pascua de Resurrección  hacen alrededor de la plaza una procesión digna de ver.

[109] Llamada Charcas (fundada en 1538 por el conquistador y explorador español Pedro Anzúrez), luego fue Chuquisaca, después La Plata, y finalmente, desde 1839, Sucre, en homenaje al general Antonio de Sucre. La ciudad de La Paz es la capital de Bolivia. Sin embargo, la Constitución del país establece en el artículo sexto que la capital es Sucre, considerada la capital histórica que sirve de sede al poder Judicial.

[110] De la que dijo fray Diego: “adonde yo procuré vivir de tal suerte como si estuviera en un convento”.

[111] FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.214.

[112] GARCÍA CIENFUEGOS, M.: “El extremeño don Alonso Ramírez de Vergara, obispo de La Plata (1594-1602), devoto de Ntra. Señora de Guadalupe”. En Revista Guadalupe, 874, 2021, pgs.12-18. Falleció el 19/XI/1602, quedando el obispado huérfano de un tan buen prelado. CALDERÓN BERROCAL, M.C.: “Un extremeño ilustre. Alonso Ramírez de Vergara”. En Actas XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo 1995, pg.73.

[113] CAMPOS Y FERNÁNDEZ: El Monje Jerónimo Fray Diego. Op. cit., pg.31

[114]  Ibídem. pg.4.

[115] LÓPEZ Y MOGOLLÓN: La Virgen de Guadalupe de Extremadura… Op. cit. pg.34. El obispo don Alonso Ramírez de Vergara mandó que, de todos los pueblos de indios que están alrededor de la ciudad, viniesen los curas con todas las cofradías, cruces y pendones y andas y danzas de indios.

[116] El manuscrito le fue cedido por su propietario, Felipe de Soto Posada. Con anterioridad perteneció al bibliófilo extremeño Bartolomé José Gallardo.

[117] PEÑA NÚÑEZ: “Fray Diego de Ocaña: olvido… Op. cit., pg.225. todo porque uno de los poseedores del códice, entre otros entretenimientos caligráficos con que llenó sus primeros dos folios en blanco, escribió en ellos repetidas veces el nombre de fray Diego de Prades.

[118] En su composición, por estrofas, la que más abunda es la redondilla con 1856 versos; seguida de las quintillas con 410, el romance con 56 versos, los mismos que las octavas. 36 versos de endecasílabos, 14 de un soneto y 11 versos sueltos. En suma, el sistema que estaba imponiendo el dramaturgo Lope de Vega con su comedia nueva. MADROÑAL: Un fraile toledano… Op. cit. pg.665.

[119] LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pgs.37-38.

[120] Fundada en 1548 por el capitán Alonso de Mendoza, por orden del presidente de la Audiencia de Perú, don Pedro de la Gasca, en acción de gracias por el tratado de paz con Gonzalo Pizarro y para proteger el comercio entre Cuzco y Arequipa con Potosí y Chuquisaca (La Plata). FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.224, en nota.

[121] Afirmando fray Diego: con tanta oscuridad de ceniza, que no se parecía cielo ni tierra sino un caos tan condenso de tinieblas y la cuesta tan derecha, que me pareció bajábamos al infierno.

[122] Fundada en 1540, por orden de Francisco Pizarro, por Manuel García de Carvajal, en un valle feraz, junto al río Chili y a los pies de los volcanes Misti, Pichu Pichu y Chachani. FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.247, en nota.

[123] Informa fray Diego que había frailes de San Francisco, de Santo Domingo, de San Agustín y de la Merced, y padres de la Compañía de Jesús; y dos monasterios de monjas.

[124] Ciudad cortesana, capital administrativa del imperio, donde se centralizaba el poder del estado. Llegó a disponer de una población cercana a doscientos mil habitantes. La segunda ciudad más grande América, después de Tenochtitlán. MIRA CABALLOS: Francisco Pizarro… Op. cit. pgs 16, 18 y 288.

[125] La presencia de los franciscanos en Cuzco data de 1534, fecha en la que Pizarro conquistó la ciudad. Año en el que fray Pedro Portugués levantó el primer convento. En 1549 los franciscanos Pedro de Algarves y Hernando de Hinojosa construyeron el edificio actual, donde se alojó fray Diego. El convento tuvo importancia en la historia de la orden seráfica, como casa de estudios y noviciado, y cabeza de la provincia franciscana de los Charcas desde 1607. FRAY ARTURO: Un viaje fascinante… Op. cit. pg.253, en nota.

[126] A la que dio traza el extremeño Francisco Becerra, arquitecto trujillano.

[127] Informa que en Cuzco está el templo del Sol y la fortaleza del Inca. Pulidas sus piedras y aplanadas, que no tienen argamasa ninguna en medio. La fortaleza del Inca anda todo desbaratado porque los españoles le han deshecho para hacer portadas de las casas con las piedras labradas de la fortaleza.

[128] Enfermedad peligrosa, que consiste en una fiebre maligna, que arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulgas, y a veces granillos de diferentes colores.

[129] La economía de la ciudad giraba alrededor de las minas de azogue de Huancavalica. Huamanga se ubica en la región de Ayacucho. Es la provincia más poblada y la de mayor producción agrícola.

[130] Refiere fray Diego que en el valle de Jauja hay muchos pueblos de indios. En él se coge mucho maíz y la cecina de puerco es la mejor de toda esta tierra, como la cecina de Tarija, más allá de Potosí.

[131] Ubicando en la parte central y oriental del departamento de Lima.

[132] En su recorrido desde Lima hasta Ica, describe los pueblos de Pachacamac, Chilca, Cañete, Lunahuaná, Chincha y Pisco. Por la venta de las tierras donadas le dieron dos mil quinientos pesos. En Cañete narra la isla de los lobos marinos, que es un pescado, dice, que aúlla propiamente como lobo, y salen a tierra en aquella isla que es pequeña..

[133] A mediados del XVI los viajeros que partían al Perú eran en su mayoría (80%) andaluces, extremeños y castellanos. BAUDOT, G.: La vida cotidiana en la América española en tiempos de Felipe II: Siglo XVI. México, 1983, pg.45.

[134] Fray Diego deja en el manuscrito, testimonio del temblor grande tierra que sufrieron aquellas tierras en la víspera de la festividad de Santa Catalina, 24/XI/1604. Muchos pueblos quedaron asolados y puestos por el suelo.

[135] Cf. LÓPEZ Y MADROÑAL: Viaje por el Nuevo Mundo… Op. cit. pg.11. El Archivo de Guadalupe dejó constancia de ello: En 17/XI/1608, vino la nueva de la muerte de Fray Diego de Ocaña, sacerdote, que murió en las  Indias, en la Nueva España. Hízose por él, el oficio de presente, septenario, treintenario y cabo de año”, Necrológico de Monjes, 1600-1747, AMG, ms. C61, fol.7.

[136] CAMPOS Y FERNÁNDEZ: El Monje Jerónimo Fray Diego… Op. cit. pg.79. Este autor refiere que estas cantidades son brutas, incluidas las ofrendas en especie y vendidas, y sin descontar algún gasto hecho con este dinero, como el que tomÓ para la enfermedad de fray Martín de Posada.

[137] Enfermedades, trabajos, robos, miedo a perder la vida y penalidades de todo tipo. Ibídem, pg.43. En contraste con la que llevaban sus hermanos en las Villuercas: vida ascética y retirada, oración y trabajo.

[138] PEÑA NÚÑEZ: Fray Diego de Ocaña: olvido… Op. cit., pg.31

[139] A.M.G. Códice 1: Milagros de Nuestra Señora de Guadalupe, 1407-1497, c.4.

[140] Ibídem. C-69. Bula del Papa Eugenio IV “Ad decorem Sacrae Religionis”, 11/IX/1443. Bulario 1394-1504, fol. 20 vto. Hospital de San Juan Bautista o de hombres. Hospital de Mujeres o Nuevo. Enfermería de los monjes enfermos y Hospital de Obispo. A.M.G. C-99, Libro de Oficios. Legajo 53, Hospitales y Boticas. En el transcurso del tiempo aparecieron nuevos centros hospitalarios, hasta siete. Centros de acogida de peregrinos, enfermos y pobres transeúntes.

[141] GARCÍA RODRÍGUEZ, S. (OFM): “Medicina y Cirugía en los Reales Hospitales de Guadalupe”. En Revista de Estudios Extremeños LIX-1, 2003, pg.12.

 

Nov 212022
 

Francisco Cillán Cillán

Dr. en Filosofía y Letras

Cronista Oficial de Puerto de Sta. Cruz

y de Sta. Cruz de la Sierra

E-mail: francisco.cillan41@gmail.com

 

 

Hasta hoy no sabemos con certeza cuántas personas naturales de Santa Cruz de la Sierra participaron en la grandiosa gesta americana, pues no  se ha realizado un estudio serio de los que salieron de este lugar serrano, situado a 16 Km. de Trujillo en dirección a Badajoz, junto a la sierra de su nombre y próximo a la autovía A–V, a la conquista y colonización del Nuevo Mundo, principalmente durante el siglo XVI y primer cuarto del XVII. Sabemos que desde los primeros momentos sus gentes se incorporaron a tan insólita empresa. La tradición oral siempre ha hablado de un número variado de emigrantes, pero es difícil conocer con certeza el número exacto, a pesar de los diferentes catálogos de pasajeros que hay al respecto. La existencia de una emigración clandestina, las lagunas documentales, la imposibilidad de llegar a todos los archivos, la manipulación de los datos obtenidos son obstáculos para que se conozcan con absoluta certeza.

Las imposiciones por parte de la corona de España en un principio prácticamente no existieron para los pertenecientes al reino de Castilla, aunque sí hubo algunos grupos a los que se marginó y prohibió emigrar a las Indias. Tenían vedado el paso al nuevo mundo los moros, judíos, herejes, aunque se hubiesen convertido a la fe católica, ni juzgados y reconciliados por la Inquisición, pues se exigía a todos ser cristianos viejos, limpios de sangre, según recomendación hecha el 15 de abril de 1502 a Nicolás de Ovando o el comendador de Lare por Fernando el Católico, cuando fue nombrado gobernador de la Española, actualmente Santo Domingo y Haití[1]. El fin que se pretendía era evitar movimientos desestabilizadores en aquel mundo tan desconocido por entonces. El 9 de septiembre de 1511 el mismo monarca da orden a la Casa de Contratación de Sevilla para que puedan pasar a la Indias, islas y tierras firmes del Mar Océano todas las personas “naturales vecinos y moradores de estos Reinos” que quisieran ir a ellas sin que les pidieran información sobre ellos, sino solo tomando razón escrita de su nombre para que se supiera la gente que iba”. Pero a los que se dirigieron a Castilla de Oro, pidió que fueran del reino de Castilla.

Las dificultadas venían principalmente por el traslado hasta Sevilla, el estado físico en que se encontraban los caminos, los peligros y dificultades del  trayecto, salteadores, pasos de ríos, lugares de alojamiento, etc.

Carlos V endurece la normativa a partir del 1518. En la “Recopilación de las leyes”, libro 2 y 3, título 22 “ordena que ningún reconciliado o nuevamente convertido al Catolicismo, ni sus hijos, ni nietos, ni persona que públicamente hubiese traído sambenito, ni hijo ni nietos de quemados o condenados” podrían pasar a Indias[2]. Prohibió también el pasaje a esclavos, negros, blancos, mulatos o berberiscos[3]. Las ordenanzas, cédulas e instrucciones reguladoras se multiplicaron, y han originado numeroso material, que dificultan su total consulta. Las normas fueron endureciendo paulatinamente las penas a los que no respetaban los dictámenes de la Corona[4]. Pero cuando el flujo migratorio decrecía en detrimento de los intereses económicos del Estado, las medidas restrictivas se relajaban. El mismo rey autorizó a 150 alemanes que se incorporaran a la expedición de don Pedro de Mendoza en el 1535 con destino al Río de la Plata, según comenta el cronista alemán Ulrico Schmidl en su Viaje al Río de la Plata [5].

Un requisito indispensable para emigrar era obtener la licencia real, lo que suponía varios trámites burocráticos. Se dirigía una petición al Rey canalizada a través del Consejo de Indias o de la Casa de Contratación, donde se exponían los motivos que movían al solicitante a emprender el viaje. Las causas principales que aparecen en las alegaciones son por falta de medios para vivir en la Península y obtener mejores tierras para la labranza, para hacer vida marital, por reclamo de algunos familiares que habían emigrado con anterioridad, por herencia, etc., y el clero solía indicar para servir a Dios. La mayoría -agricultores, albañiles, herreros, escribanos, médicos, etc.- señalaba que seguiría ejerciendo su profesión de forma más rentable. Otros alegaban que necesitaban dinero para casar a las doncellas de su familia por no tener con que hacerlo, o que eran reclamados por sus deudos, que habían logrado en parte que se cumplieran sus sueños de progreso económico; pero, en general, todos buscaban solución y mejora al estado de penuria en que se vivía en la España de entonces.

Una forma más fácil de conseguir la licencia o de acelerar los trámites y sortear las trabas e impedimentos establecidos por la Corona era unirse a una expedición como criado de algunos de los personajes importantes que la formaban. El término criado no sólo se aplicaba a la persona de condición humilde al servicio de otra, también solía darse a los hidalgos y aquellos que viajaban en el séquito de nobles. De esta manera alcazaba un sentido más feudal de deudo o de protegido. En ocasiones, la relación contractual entre el señor y el servidor se establecía entre individuos ligados directamente por lazos de parentesco. Los vínculos familiares se reforzaban a veces entre los parientes más lejanos. A los hijos de primos hermanos e incluso de primos segundos se les solía dar el tratamiento de sobrinos. Costumbres que han perdurado en algunas familias hasta nuestros días.

El alistarse en las campañas organizadas para formar parte de algún contingente o expedición con exenciones fiscales era otro procedimiento para llegar fácilmente a las Indias. A los que estaban casados se les exigía para obtener la licencia en solitario el abono de una fianza, el consentimiento de la esposa y el compromiso de volver o enviar a por ella dentro de un plazo señalado.

Los controles eran rígidos, jueces y oficiales impedían que ningún pasajero saliese sin el permiso correspondiente, y los capitanes de las naos estaban advertidos, pero aun así fueron muchos los que clandestinamente desembarcaron, por falta de celo, negligencia y desidia de los encargados de la vigilancia, sin que fueran detenidos, ni devueltos a su origen. A pesar de que había orden de que las autoridades americanas examinaran las licencias de los pasajeros a la llegada a puerto, y devolvieran a todos aquellos que no tuvieran la documentación en regla.

El clero, aunque estaba más protegido por la administración, tenía que cumplir los mismos requisitos que el resto de pasajeros. Muchos fueron movidos por su vocación misionera y otros porque no tenían beneficios ni rentas eclesiásticas en España y pretendían conseguir en América lo que no habían logrado en la Península. Pero son más fáciles de identificar porque, por lo general, adoptaban el topónimo de su lugar de origen o el patronímico y hagionímico del convento o provincia religiosa a la que pertenecían[6].

La travesía se realizaba en unas condiciones infrahumanas y duraba aproximadamente dos meses y medio. Unos doce días tardaban los barcos en llegar a las Canarias desde la Península, y un mes en atravesar el Atlántico y arribar en las Antillas, el otro mes era necesario para alcanzar destinos no muy lejanos. La falta de condiciones higiénicas, sanitarias y de salubridad ocasionaban enfermedades, epidemias, con alto índice de mortandad entre los pasajeros y la tripulación. Ni siquiera las pertenencias individuales, aunque escasas, estaban aseguradas. Las armas sólo se podían llevar con el permiso correspondiente de la Corona.

Los emigrantes suelen tener escasa formación cultural, aunque algunos saben leer y escribir, que en aquella época ya era bastante, también hubo escribanos, abogados, etc. Varios son hidalgos sin futuro en la sociedad que les tocó vivir, pero la mayoría pertenecen a la clase trabajadora y seguirán desempeñando los mismos oficios que realizaban en la Península. El conquistador no es diferente, por lo general, ni siquiera en su mayoría estuvo unido al mundo de las armas con anterioridad, pero cuando se encuentra en tierras misteriosas, con clima muy adverso al que estaba acostumbrado, se reviste de autoridad y mando, como si no hubiera hecho otra cosa, y logra dominios inmensos con un reducido número de soldados. El motivo principalmente habría que buscarlo en conseguir la fama y la riqueza, que le otorgarán poder, pero también movido por el deseo de extender su religión, como única verdadera, entre los indígenas.

La máxima aspiración del conquistador era conseguir el nombramiento de gobernador, que en un principio iba unido al de adelantado. Ello conllevaba las atribuciones de gobierno y justicia, jefatura militar, autoridad para crear encomiendas y repartimientos, y la percepción de una fracción de los tributos. Al gobernador lo solía nombrar la Corona, pero en las ciudades fronterizas los ciudadanos realizaban el nombramiento, aunque con posterioridad lo confirmara el virrey o el monarca. Con el tiempo esta figura política perdió atribuciones, como la de carácter vitalicio y hereditario que tenía, o la participación en los tributos, hasta convertirse en funcionarios asalariados del rey. Para vigilar al gobernador estaban los oficiales reales, que desempeñaban la función de veedores, contadores y tesoreros, y velaban por la Hacienda Pública.

Una vez vista de forma muy sucinta las líneas generales de la emigración y las normas por las que se regía, pasamos a estudiar cuántos participaron de forma general en este evento jamás dado en otra época dentro del globo terráqueo, hasta realizar un análisis de la participación de la localidad objeto de este estudio y la repercusión que tuvo en  Hispanoamérica.

Boyd-Bowman considera que la emigración total que salió de España para América durante el siglo XVI se acerca a los 200.000, aunque él solo identifica a 56.000 españoles. Mörner afirma que fueron 256.000 y Konetzke, 300.000. Las discrepancias también surgen a la hora de fijar el número de emigrantes que salieron de Extremadura. Critóbal Bermúdez en el Catálogo de pasajeros[7] recoge 8.932 extremeños para el periodo 1509 a 1599. Boyd-Bowman identifica 9.035 para el periodo 1493 a 1600. El presbítero Vicente Navarro del Castillo cataloga 6.000 conquistadores, evangelizadores y colonizadores, procedentes de 248 pueblos extremeños, en el mismo periodo que el anterior.

Ya comentamos al comienzo de este estudio la dificultad que había en averiguar el número de pasajeros, que salieron de Santa Cruz de la Sierra hacia las Indias Occidentales, lo que ha originado que no todos los compiladores estén de acuerdo a la hora de fijar la misma cifra. Peter Boyd-Bowman, en su ambicioso trabajo de recoger más de 56.000 emigrantes a la América hispana, se queda solo en los años 1493 al 1519, reduciendo el número; pero señala a tres vecinos de este lugar serrano que emigraron a las Indias ya en esa temprana época: Martín Izquierdo (1512), Francisco Gil (1517) y Alonso Rubio (1517), que además aparecen en casi todos los catálogos, que se han realizado posteriormente, con algunas excepciones.

Cristóbal Bermúdez, en su Catálogo a Indias, recoge en estos primeros años a los dos últimos, pero se olvida de Martín Izquierdo, sin que indique el criterio que ha seguido para hacerlo. Si desde los primeros momentos tenemos estas controversias, no debe extrañarnos que sigamos encontrándolas en años sucesivos.

El profesor Ángel Rubio y Muñoz-Bocanegra, catedrático de Geografía e Historia del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Cáceres en el 1930, comienza a publicar en la Revista del Centro de Estudios Extremeños, hoy Revista de Estudios Extremeños, un catálogo de pasajeros de la región a Indias, comprendidos entre los años 1534 a 1592, en la que recogen un total de 730 emigrantes salidos de los diferentes pueblos de Extremadura, al parecer sacados del Archivo General de Indias de Sevilla. En el fichero se ha asignado un número de orden a cada pasajero, que suelen estar colocados por orden alfabético, al menos en cada una de las siete publicaciones que han realizado en número de revistas consecutivas. También recogen la signatura del legajo, el año de embarque, el puesto y destino; el estado de cada individuo, si es soltero, casado, viudo, clérigo, profesión, etc. Pero tan solo tres son naturales de Santa Cruz de la Sierra y todos ellos se dirigieron al Perú.

Con el número 134 figura Domingo Domínguez, que salió en el año 1574. Leg. 43-2-11/15.

El 455 del catálogo es Alonso Mellado, que embarcó en 1579. Fue por paje de Domingo Domínguez, clérigo, cristiano viejo, limpio de sangre, tiene genealogía. Leg. 43-3-11/15.

El número 577 es Domingo Rodríguez, que partió en el 1577 al mismo destino que los otros dos. Leg. 2-5-5/13.

Sin embargo, fija con el número 147 dentro del catálogo a Alonso de Escobar, natural de la Serena, “perteneciente a la armada de Sanabria, que llevó el tesorero Juan de Salazar de Espinosa. Leg. 2-2-5/10”. Cuando hoy la tesis más defendida sobre Alonso es que fue uno de los siete hermanos varones de Ñuflo de Chaves, conquistador de la Bolivia Oriental, natural de Santa Cruz de la Sierra, que emigró con don Pedro de Mendoza al Río de la Plata, tuvo que regresar a España con Álvar Núñez Cabeza de Vaca, cuando fue deportado por Irala y los oficiales reales y regresó de nuevo a Asunción con Juan de Salazar en la expedición que comandaba Mencia Calderón, la Adelantada, viuda de Sanabria[8].

Otro de los estudios de la emigración extremeñas a América es el realizado por el presbítero Vicente Navarro del Castillo, en La Epopeya de la raza Extremeña en Indias, que incluye a los tres estudiados por Boyd-Bowman, pero cambia el apellido de Alonso Rubio por el de Alonso Raujo, sin indicar criterio.

El monumento de base triangular, que con motivo del Quinto Centenario del descubrimiento de América se hizo en la localidad de Santa Cruz de la Sierra en el parque de la Hispanidad, que se encuentra a la entrada del pueblo, partiendo desde la autovía,  recoge en una de las caras a los 29 viajeros locales a Indias entre los años 1512 y 1579. Son los mismos que aparecen en la obra de Vicente Navarro, incluso con idéntico orden, aunque con pequeños errores, tal vez del copista, y que nosotros vamos a presentar en una tabla con algunas anotaciones nuevas, para tener una visión de conjunto más completa. El presbítero los tomó principalmente de Cristóbal Bermúdez, de Ángel Rubio, Peter Boyd-Bowman y de Ricardo La Fuente Machaín. A continuación exponemos cada uno de ellos con los datos que hemos tomados del mencionado recopilador y en algunos casos hemos añadido datos nuevos:

 

1.-Tabla de emigrantes de Santa Cruz de la Sierra al Nuevo Mundo durante el siglo XVI. VICENTE NAVARRO

Apellidos

 

Nombre Padres y oficio Fecha de salida Destino Observaciones
Alonso Rodrigo de Hernando Pérez y Leonor Alonso 16/03/1536[9] Santa Marta  
Alvarado Juan de Criado del virrey conde de Nieva 1560[10] Perú Se casó en Lima con la criolla Catalina de Morales
Calvo Juan Bartolomé Calvo y Juana Sánchez 12/12/1539[11] Indias  
Chaves Nuflo de Álvaro de Escobar el Viejo y doña Mª de Sotomayor 1541 Río de la Plata – Asunción Expedición del Adelantado Álvar Núñez Cabeza de Vaca[12].
Domínguez Domingo[13] Clérigo 1579 Perú  
Encina Alonso de Hernando de Encina y María González 1555 Pasó con D. Francisco de Irrazábal a Chile  
Gil Diego     Pasó al Perú y luchó en el bando de Gonzalo Pizarro Fue derrotado en el 1548 en la batalla de Xaquixaguana, procesado y desterrado durante dos años al Cuzco,
Gil Francisco Alonso García y María García[14], 18/08/1517

 

Pasó a Indias  
Gil Francisco Blasco Gil y María Sánchez 16/03/1536 Santa Marta  
Izquierdo Martín[15] Juan Izquierdo y doña Gracia 23/09/1512 Indias  
Jiménez

 

Diego Francisco Jiménez y doña Gracia 20/ 09/1535 Nombre de Dios (Panamá)  
Jiménez, Francisco Hernando Jiménez y Juana Sánchez 12/03/1536

 

Santa Marta  
Martín García (Nació en el 1538 y estaba casado) 1573 Río de la Plata Expedición de Ortiz de Zárate
Marín

 

Hernando Hernando Marín y Inés de Hoyos 16/12/1539. Nombre de Dios  
Martín Mateo Diego Martín y María García, 17/04/1540 Nombre de Dios  
Mellado[16] Alonso Soltero 1579 Perú Paje o criado del clérigo Domingo Domínguez.

 

Moreno Diego Blasco Gil e Inés Sánchez 17/04/1540 Nombre de Dios  
Moreno Juan Benito Moreno y doña Francisca 17/04/1540 Nombre de Dios  
Moreno, Martín Alonso Moreno y Juana Sánchez García 17/04/1540 Nombre de Dios  
Osorio

 

Fulano[17]   Estaba en el año 1560 Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) Casó con doña María de Mendoza
Palacios Francisco   Estaba en Santa Cruz  de la Sierra de Bolivia el 2 de febrero de 1568 Era escribano público, donde redactó el poder, por el que Felipe Cáceres, gobernador interino de Asunción  daba autoridad a Juan  de Garay para la 2ª fundación de Buenos Aires
Paniagua Alonso   1562 Fue testigo en Santa Cruz de la Sierra En la información que dio Hernando de Salazar
Rodríguez Diego[18]   1577 Pasó al Perú  
Raujo[19] Alonso Raujo y Constanza Hernández 18/08/1517.

 

   
Sánchez, duque de Estrada, D. Juan     obispo de Guadalajara en Nueva Galicia falleció en el año 1543[20].

 

Sánchez Mateo, licenciado, Juan Sánchez y de Juana Sánchez   médico en el Perú en el año 1554.

 

 
Torres Luis de   nació en el 1538 Estaba en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en el año 1568. Fue testigo en la información de servicio de Hernando de Salazar en el año 1569.
Trujillo[21] Francisco de Pedro Alonso de la Puente y María Alonso de Porra 28/7/1535   Río de la Plata[22]
Zurita (o Zorita) Joaquín   en el 1575 era capitán en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)  

 

En otra de las caras del citado monumento aparece la célebre frase del Rey don Juan Carlos I que emitió con el fin de cerrar las viejas heridas de la conquista, dirigiéndose a los pueblos de América Latina: “Nuestros conquistadores son vuestros, vuestros libertadores son nuestros”.

La profesora Rocío Sánchez Rubio, en La emigración extremeña al Nuevo Mundo, presenta una amplia tabla de emigrantes, salidos de Extremadura a las Indias Occidentales, de la que sacamos los 52 que pertenecen a Santa Cruz de la Sierra, de los cuales tres son mujeres y el resto hombres. Contiene 23 pasajeros más procedente de la aldea que no están en La Epopeya de la raza Extremeña en Indias de Vicente Navarro. Las fuentes de donde los toma vienen reflejadas en la última columna de la tabla con una letra mayúscula, a la que añadimos el nombre del compilador para facilitar su localización. A) Catálogo de pasajeros a Indias de Cristóbal Bermúdez. B) Índice geográfico de P. Boyd-Bowman. C) Catálogo biográfico de Vicente Navarro. D) Lista de embarque. E) Bienes de difuntos. F) Inquisición, procesos. G) Limpieza de sangre. H) Cartas privadas de emigrantes. J) Varios. K) Informaciones (AGI). L) Peticiones de licencias (AGI). N) Concesiones de licencias (AGI).

Mientras, junto a la fecha se ha colocado una letra entre paréntesis, donde la a indica la data de licencia, generalmente. La b, el año de embarque. La c señala la fecha más temprana de estancia del pasajero en el Nuevo Mundo, al carecer de otros datos. La d es el año  de retorno, porque no se conocen los anteriores datos.

2.-Tabla de emigrantes de Santa Cruz de la Sierra al Nuevo Mundo durante el siglo XVI. Rocío SÁNCHEZ RUBIO

 Apellidos Nombre Sexo Profesión Fecha Destino Fuentes
Alonso Rodrigo m   1536 Santa Marta A, B
Alvarado Juan de m Criado 1560 (b) Perú A, B
Ávalos Domingo de m Criado 1597 (b) Perú A, B, K
Cabrera, mestizo (38) Baltasar de m   1592 (a) Perú K
Calvo Juan m   1539 (b)   A, B
Encina Alonso m   1555 (b)   A, B
Fuente Hermando de la m   1573 (d) Arequipa D
Gil Diego m   1548 (c) Perú B, C
Gil Francisco m   1517 (b)   A, B
Gil Francisco m   1536 (b) Santa Marta A, B
(Hernández)   f   1579 (a) Nueva España N
Hernández Pedro m   1579 (a) Nueva España N
Hernández de Ciudad Francisco m   1561 (b) Perú A
Hinojosa D. Gabriel de m   1596 (a) Perú L, N
Jiménez Diego m   1535 (b) Nombre Dios A, B
Jiménez Francisco m   1536 (b) Santa Marta A, B
Jiménez Miguel m Criado 1576 (b) Santo Domingo D
Jiménez Santos m Criado 1592 (b) Santa Marta A, B, K
León Francisco de m Criado 1561 (b) Perú A
León Luciana de f   1567 (b) Chile A
Marín Hernando m   1539 (b) Nombre Dios A, B
Marín Juan m Clérigo 1562 (b) Guatemala A, B
Marín Mateo m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Martín García m   1572 (b) Río Plata B, C
Martínez Alonso m Criado 1597 (b) Perú A, B, K
Mellado Alonso m Criado 1579 (b) Perú A, B, D, K, L
Moreno Diego m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Moreno Juan m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Moreno Martín m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Osorio Fulano m   1560 (c) Sta. Cruz Sierra C
Palacios Francisco m Escribano 1568 (c) Sta. Cruz Sierra C
Paniagua Alonso m   1562 (c) Sta. Cruz Sierra C
Paredes de Hinojosa D. Rodrigo m   1596 (a) Perú L, N
Paredes Hinojosa Gonzalo de m   1597 (a) Perú L
(Paredes. Calvo)   m   1597 (a) Perú L
Pérez Gavilán Juan m   1567 (b) Chile A
Raujo Alonso m   1517 (b)   A
Rodríguez Domingo m Clérigo 1579 (b) Perú A, B, I, L
Rodríguez Tomás m   1594 (b) Popayán A, K
Rubio Alonso m   1517 (b)   A, B
Ruyo Juan[23] m   1584 (c) Popayán L
Sánchez Gonzalo m   1530 (b) Puerto Rico PI
Sánchez Juan m   1584 (a) Popayán L, M, N
Sánchez Mateo m Médico (licen.) 1554 (b) Perú A, B, E
Sánchez,  Duque de Estrada D. Juan m Clérigo, obispo de Gauadalajara 1543 (c) Nueva Galicia C
(Sánchez-Alonso)   m   1584 (a) Cuzco L
Solís Gómez m   1574 (c) Perú Pl
Torres Luis de m   1568 (c) Sta. Cruz Sierra C
Trujillo Francisco de m   1535 (d) Río Plata A, B
Viveros Luisa f   1574 (c) Perú Pl
Zorita Joaquín m   1575 (c) Sta. Cruz Sierra C

Observamos que la profesora Rocío ha duplicado el nombre en alguno de los pasajeros, Paredes-Calvo, con la misma fecha de partida (1579), y Alonso Rubio o Alonso Raujo, que figuran con la misma data de licencia, por lo que consideramos que se refiere a idéntica persona, por las aclaraciones que otros investigadores realizan. En su catálogo no incluye a Martín Izquierdo (1512), entre los primeros que partieron; ni a Domingo Domínguez (1579); ni a Ñuflo de Chaves (1541), que se lo atribuye a Trujillo, porque según la autora aparece en el catálogo de Vicente Narro con tal asignación, cuando este lo adjudica a Santa Cruz de la Sierra. Es cierto que Ñuflo no dejó claras señales de su lugar de nacimiento, como lo hizo Pizarro entre otros conquistadores. Algunos eruditos, sin dar mayor explicación, se lo han atribuido a Trujillo, tomando el todo por la parte, la Tierra de Trujillo por el lugar de Santa Cruz de la Sierra. En varios escritos he intentado resolver este enigma para quedar clara su naturaleza, basándome en hechos reales y en documentos de la época, dado que los libros sacramentales que se conservan no lo permiten por ser posteriores a su fecha de nacimiento. Cuando en la ladera de la sierra Riquío, junto al río Sutó, frente a los extensos llanos de los gorgotoquis, llamados por los españoles chiquitos, funda la ciudad que pensaba fuera la capital de una gran provincia, se olvida de las onomásticas religiosas, y, como en los momentos trascendentales, afloraron los recuerdos, sentimientos y vivencias infantiles de su tierra natal, le dio el nombre de Santa Cruz de la Sierra, hecho que sucede con frecuencia cuando estamos lejos del lugar que nos vio nacer[24].

El cronista oficial de Castilla y de la Indias[25], Antonio de Herrera y Tordesillas (1559-1625), que tuvo a su disposición los documentos de los conquistadores que llegaban a la Corte, describe con sobriedad la fundación de la ciudad homónima boliviana, dándonos una pista de que la familia de Ñuflo tenía casa en la aldea donde pasaba grandes temporadas y donde nacieron algunos de sus hijos, hermanos y sobrinos carnales de Chaves.

Y bolviendo el capitán Chaves a los Taguamacis, i hallándolos alterados, los pacificó, i fundó la ciudad, que llamó Santa Cruz de la Sierra, por un pueblo de este nombre, a tres leguas de Truxillo, así llamado, adonde se crió[26].

Por otra parte, un documento tan importante para conocer a los nobles de la ciudad, como son las Crónicas trujillanas del siglo XVI, hechas para demostrar la limpieza de sangre y los hechos valiosos de los linajes que tratan, no parece lógico que sus autores se olviden de un personaje de los más notables de la rama Escobar y Chaves, que les podía dar fama ante el rey para conseguir lo que pretendían en cada momento, por lo cual consideramos suficiente argumento para pensar que Ñuflo no nació y tal vez no vivió de forma continua en Trujillo, pues el cronista, que narra los hechos más destacados de su rama familiar ni siquiera ha oído hablar de él, y si en algo destacan los autores del citado texto es en dar detalles y ensalzar a los personajes más ilustres de su estirpe. Igualmente hay constancia que parte de su familia vivó en la aldea serrana. Su hermano Juan de Escobar, que recibió el mayorazgo de la familia, casó con una santacruceña, doña María de Alvarado[27]. y allí nacieron y vivieron sus seis hijos, cuatro hembras y dos varones, hasta que se trasladaron a Trujillo, ya de mayor. El cuarto hermano de Ñuflo por orden cronológica de nacimiento, Alonso de Escobar, se considera hoy que nació en dicha aldea y no en la ciudad y fue su precursor en el Río de la Plata, al enrolarse en la escuadra de don Pedro de Mendoza, primer Adelantado de dicha provincia. Todo ello nos ha hecho coaligar que nuestro personaje era natural de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura y no de otro parte[28].

Otra variante que debemos tener en cuenta para asignar a cada pasajero su lugar de nacimiento, porque dificulta la inclusión correcta, es que algunos emigrantes al llegar a las nuevas tierras siguieron utilizando sus apellidos familiares, mientras otros, por el contrario, adoptaron identidad diferente y agregaron a su nombre de pila el de su pueblo o el del lugar con mayor renombre. Recordemos que Santa Cruz, después de la Reconquista, quedó dentro de las tierras o del alfoz de Trujillo, hasta que don Juan de Chaves compró la localidad el 26 de junio de 1627. Y, a pesar de ser un lugar de cierta importancia por el número de habitantes y de nobles que en él vivían, era una aldea dependiente del corregidor de la ciudad.

El profesor e investigador puertorriqueño Miguel Adorno Tapia ha realizado un profundo estudio del emigrante Alonso Rubio Jiménez, citado por Peter Boyd-Bowman entre otros, al que algunos llaman Alonso Raujo, y llega a la conclusión de que “era hijo de Diego el Rubio y Constanza Jiménez, vecinos de Santa Cruz de la Sierra, tierra de Trujillo.”[29], que embarcó en el puerto de Sevilla el 18 de agosto de 1517 en la expedición que salió hacia América, aunque no consigue averiguar si pasó por Santo Domingo o fue directamente a Puerto Rico, lo cierto es que se afincó en esta última isla caribeña. Pero allí se hizo llamar Alonso de Trujillo, lo que explica que los habitantes de la localidad de Trujillo el Alto de Puerto Rico se consideraran descendientes del lugar homónimo extremeño en España. En el año de 1519 Alonso de Trujillo, según la documentación hallada por el citado investigador se encuentra recogiendo oro de los ríos y quebradas de la Isla. Con el agotamiento de la economía minera muchos colonos abandonaron Puerto Rico y se marcharon a tierra firme donde se habían descubierto algunos yacimientos del preciado metal. Pero Rubio Jiménez, como otros muchos que en un principio participaron en la minería, permaneció en la Isla en su nuevo oficio de agricultor y dio a sus tierras el apellido de “su extremeña extirpe”[30]. La historia oral ubica la extensa hacienda de Alonso de Trujillo en el Barrio Santa Cruz cerca de la quebrada Maracuto. El enriquecimiento hizo que incluso algún biógrafo le diera título de nobleza que nunca poseyó. Con el correr del tiempo en su territorio se hicieron los dos pueblos: Trujillo Alto y Trujillo Bajo”[31]. Dentro del cual está el barrio de Santa Cruz. En el 1783 los hacendados solicitan la creación de un nuevo pueblo dentro de ese término con el nombre de La Santa Cruz de Trujillo”[32]. La parroquia de Santa Cruz de Trujillo Alto, construida en 1817, tiene por titular La Santa Cruz, y piensa nuestro profesor que se debe a que la iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura, España, está dedicada a la advocación de la Santa Vera Cruz. Devoción que debió instruir Alonso Rubio a los indios de su encomienda y que ha perdurado a través de los tiempos. Todas estas coincidencias le han hecho pensar en la duplicidad de nombre que tuvo el mismo personaje[33].

Por esos tiempos fueron varios los que reconocían tener la doble vecindad. Hemos recogido un ejemplo claro. Marcos Collado, familiar del Santo Oficio, cuando es expulsado de la Corte, junto con otros vecinos de Santa Cruz, que habían ido a apoyar el pleito que se tuvo por la venta del lugar, “afirmó que era vecino de la ciudad de Trujillo y también de la villa de Santa Cruz de la Sierra”. Si contemplamos todas estas variables no es de extrañar que haya un trasiego de nombres de unos catálogos a otros y casi siempre a favor del lugar más importante, sobre todo cuando el personaje alcanzó cierto renombre.

Después de esta exposición de algunos compiladores, vemos que todos van incluyendo a los personajes anteriores en sus catálogos; que el número aumenta con la realización de nuevos recuentos, que el trasiego de unos catálogos a otros no es total y que hay emigrantes de los que tenemos noticias por distintos documentos que no están en ninguno de los diferentes índices presentados. A pesar de que la tabla de Rocío Sánchez es la que recoge mayor número de pasajeros procedentes de Santa Cruz de la Sierra, está lejos de contener su totalidad. Pues no todos los emigrantes están en los diferentes documentos que se encuentran en el Archivo General de Indias de Sevilla, que forman principalmente los catálogos que hasta ahora hemos visto. Hemos tenido que recurrir a otros documentos para localizar a nuevos pasajeros, tales como libros sacramentales de la parroquia, censos de población diversos, o el padrón que se hizo el 23 de octubre de 1627 puerta por puerta y a calle hita para averiguar el número de habitantes que tenía la localidad, con el fin de fijar su precio de venta

Por lo general los que participaron en ese evento durante los primeros tiempos y regresaban a su lugar de origen en Extremadura, aunque eran pocos los que lo hacían de forma permanente, recibían el nombre de “Indianos”[34] o el de “Perulero”, que fue el más generalizado en Santa Cruz de la Sierra, identificando de forma general a los indianos con el Perú, aunque no hubieran estado en dicho virreinato. Apelativo que quedó para señalar a personas enriquecidas fácilmente con un comportamiento social poco acorde con su estatus anterior[35]. Algunos regresaban para visitar a sus familiares más directos, llevárselos al nuevo mundo o para emprender una nueva vida en su lugar de origen, y se les consideraba triunfadores porque habían reunido la hacienda suficiente para garantizar la supervivencia y cierta comodidad de los suyos, aunque años de servicio y de trabajo en Indias no garantizaban la acumulación de una fortuna. Los sacerdotes tuvieron el acierto de incluir a esos individuos con dicho apelativo en los libros sacramentales del Archivo Parroquial de la villa, lo que nos ha permitido descubrir a otros que no aparecen en ningún catálogo de los estudiados.

El documento más antiguo que he localizado del lugar objeto de estudio para este fin es el Libro de bautismos y de óbitos de la iglesia parroquial de la Vera Cruz de Santa Cruz de la Sierra, que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico Nacional. Dicho registro comprende actas bautismales y de defunciones con sus correspondientes testamentos religiosos desde 1535 hasta el 1558, por lo que se adelanta en varios años al mandato del Concilio de Trento de llevar libros sacramentales en las parroquias, que en España no entraría en vigor hasta el 12 de julio de 1564[36]. Fue el obispo de Plasencia don Gutierre de Vargas Carvajal (1524-1559), gran teólogo, hasta el punto de que participó desde el 1551 al 1552 en el Concilio de Trento, y hombre renacentista, quien adelantándose al mandato oficial de la iglesia, convocó en Jaraicejo en 1534 un sínodo, en el que ordenó se llevara en las parroquias un control de los nacimientos que hubiera y de las personas que fallecieran, cuando dejaran un número determinado de misas por su alma, y para que “en todo tiempo se pueda saber si ay ympedimento entre algunas personas que, andando el tiempo, quieran contraer matrimonio[37].

En marzo de 1539 aparece por primera vez Juan Ximénez de Perú, que no he localizado hasta ahora en ninguno de los catálogos de pasajeros a Indias, presentados y asignado a Santa Cruz de la Sierra. En el acta bautismal de 11 de noviembre de dicho año 1539, fol. 45 vtº.[38], está inscrito como uno de los cuatro padrinos que solían figurar por entonces en cada bautismo, dos hombres y dos mujeres, sin que necesariamente fuesen familiares entre sí. Vuelve a desempeñar el mismo oficio según el acta de 25 de enero de 1540, fol. 49, donde Juan Jiménez Perulero actúa como padrino, mientras su hija Teresa es la madrina. Sigue de padrino el citado Perulero el 29 de octubre de 1541, fol. 73 vtº., y el domingo, 5 de febrero de 1542, fol. 76 vtº.

El 25 de junio de 1542 muere la mujer de “Juan Ximénez[39], Perulero” y se entierra en la iglesia parroquial de la Vera Cruz de Santa Cruz de la Sierra. El nombre de la esposa no aparece en el acta de defunción pero sí se cita al marido con su apelativo correspondiente, tal vez, por ser el personaje más conocido de la familia o para distinguirlo de otros Juanes que había en el pueblo, alguno incluso con el mismo apellido. La esposa había hecho testamento ante el escribano público Francisco Ximénez y fueron los testamentarios su esposo y el padre de la difunta, del que tampoco nos dice cuál es su nombre. En sus funerales se dijeron una vigilia de tres lecciones y un novenario cantado. El “cabodeaño” debería ser de nueve lecciones[40]. El testamento además recoge que se dijeran por su ánima:

50 misas, ofrendadas de pan, vino y cera, durante un año, y en ese tiempo se diga cada día un responso sobre su tumba rezado y en las fiestas, cantado. Se digan además a su Santo tres misas; a su ángel de la guarda, cinco; por los padres de Juan Ximénez, 10; por María Alonso, su prima, 10, y 30 misas se han de decir: 15 en el convento de San Francisco y 15 en el de la Encarnación de Trujillo[41]. Ofrece de mandas 4 reales a la obra de la iglesia de Santa Cruz; a los Mártires, al hospital y a la cera del Santísimo 10 maravedís a cada uno[42].

Las preces que se realizan en torno a su funeral, el lugar de enterramiento, el número de misas que deja por su alma y familiares y las mandas que ofrece, comparado con el resto del vecindario,  indican que la fallecida era una persona con solvencia económica.

El 8 de septiembre del 1543 (fol. 129) aparece el citado Juan como padre de Teresa, una de las dos madrinas del bautizo que se celebró. El 5 de enero de 1544 el clérigo Hernando del Toril bautiza a María, criada de Juan Ximénez, Perulero (fol. 133). Una muestra más de su poder adquisitivo en aquellos tiempos. El 30 de octubre de dicho año ya nos da el nombre y apellidos completo, Teresa Gil González, hija de Juan Jiménez, Perulero, que es la madrina del bautismo (fol. 140v) (Acta nº 7 de las presentadas). El 29 de marzo de 1545 los padrinos del bautizo son los nietos del Perulero, “Alonso Gil y Juan Sánchez, hijos de Juan González y Teresa Gil, hija de Juan el Perulero” (fol. 152 vtº.) (Acta nº 8 de las presentadas). Durante los siguientes años aparecerán diferentes familiares de nuestro personaje en distintas actas bautismales. El 10 de septiembre de 1547 el padrino del bautizo es Hernán Sánchez, yerno de Juan Jiménez, Perulero (fol. 201v)[43]. Y ese mismo año vuelve a ser padrino del bautizo el susodicho yerno, Hernán Sánchez, acta del 18 de diciembre (fol. 204v),  El 23 de febrero de 1548 es padrino de bautismo Juan Ximénez, hijo de Juan Ximénez Perulero, (fol. 208v), y desempeña el mismo papel en el acta de 19 de abril de dicho año (fol. 211v). Se repiten  durante eses año en varias actas bautismales tanto el yerno, como el hijo y la hija del citado Perulero o algún pariente próximo. El 24 de noviembre de 1548 el padrino es Juan Ximénez, sobrino de Juan Ximénez, el Perulero, (fol. 217). Nuestro personaje debió ser muy conocido en la aldea, puesto que los sacerdotes le citan ante cualquier miembro de su familia y en otras muchas actas le vemos actuar de padrino, que no mencionamos para no hacer más largo de lo necesario este apartado. Aparece por última vez en el citado libro como padrino en el bautizo celebrado el 27 de abril de 1550, (fol. 240v)[44]. Ya no volvemos a saber más de él hasta el censo poblacional de Santa Cruz de la Sierra del 1561 donde figura como “labrador mediano”[45].

Es cierto que el apellido Jiménez e incluso el nombre Juan eran frecuentes en aquella época tanto en Trujillo como en Santa Cruz. El presbítero, Vicente Navarro del Castillo, incluye en su obra de 1978 a un pasajero de idéntico nombre y apellido, al que considera natural de Trujillo, del que dice “que estaba en Cuba en el 1519 y pasó a la conquista de México en el 1520”. Sin embargo, a nosotros no nos cuadra que fuera el mismo, dado que dicha expedición la mandaba Pánfilo de Narváez, quien fue herido en un ojo en Veracruz y hecho prisionero, por lo que la mayoría de sus hombres engrosaron las filas de Hernán Cortés y nuestro personaje sabemos que estuvo en el Perú, porque así lo dice el sacerdote en la primera acta donde aparece. Por otra parte, nuestro sujeto figura en documentos referentes a Santa Cruz unos cuarenta años más tarde de la fecha referida, lo que le llevaría a una prolongación de vida de más de 70 años, superior a lo que se tenía por entonces, aunque siempre hubo casos excepcionales.

El profesor Mira Caballos realiza un estudio de los hombres que formaron parte de las huestes de Francisco Pizarro, y en la parte I, incluye a Juan Jiménez de Trujillo, al que considera que en el 1534 vivía en Cuzco, cuando “entregó a Hernando Pizarro 50 pesos de oro, que se suponen eran para el servicio del Emperador. Y el 22 de enero de 1540 se le concedió una encomienda de indios”. Sin embargo, sabemos que nuestro protagonista en esa fecha ya vivía en Santa Cruz de la Sierra.

Entre los soldados de infantería en el reparto que se hizo del botín de Atahulpa aparece el nombre de Juan Ximénez, sin que se mencione lugar de procedencia ni ningún otro dato, como sucede con los demás agraciados, pero sí indica que le tocaron 3.330 pesos de oro y 181 marcos de plata, por ser soldado de infantería. Toda una fortuna en aquella época y por lo que se ve quedó algo agraciado en el argentífero metal, aunque igualado en el dorado, según la tabla del reparto que recoge Pedro Sancho de la Hoz, secretario de Francisco Pizarro, en su obra Relación de la conquista del Perú.

Varios de los beneficiados en el reparto decidieron regresar a España en los días sucesivos, e invertir su fortuna lo mejor que pudieran. Algunos con el permiso del Gobernador no quisieron esperar a nuevas distribuciones que se auguraban, así hasta un total de veinticinco hombres. Unos porque se encontraban enfermos y viejos, los tres últimos años habían sido muy duros y algunos se resentían de ello; otros querían disfrutar lo ganado en tierras más tranquilas; también hubo quienes sentían nostalgia de sus familias y decidieron volver junto a los suyos. A primero de enero de 1534 regresa la Santa María del Campo con el quinto del rey, y a esta le sucedieron otras naves. No sabemos en cuál de ellas se embarcó Juan Ximénez, ni siquiera si esperó al reparto del oro de Cuzco, efectuado el 19 de marzo de 1533, pues pasarán cinco años antes de que aparezca por primera vez en los libros sacramentales de Santa Cruz de la Sierra en la Extremadura española, donde había dejado a su esposa y sus hijos. Allí empleó el dinero conseguido y vivió el resto de sus días.

Todo ello, sin duda, nos hace coaligar que este Juan Ximénez, Perulero, fue el citado por el secretario, Pedro Sancho de la Hoz, en la relación que hizo de las diferentes cantidades que cobraron cada uno de los participantes en la captura del Inca, que después vino a disfrutar su fortuna a su lugar de nacimiento, donde había dejado a su esposa e hijos antes de partir para América, y aquí invierte las ganancias en tierras de labor principalmente, que le hace ser el labrador del que se nos habla en el mencionado censo de población de 1561. Uno más de los salidos de Santa Cruz de la Sierra en la conquista y colonización de las Indias Occidentales, ocupando un puesto peligroso y de prestigio, por el que entró en el mundo de la fama, como diría su líder indiscutible, Francisco Pizarro, al participar en la toma de Cajamarca, destacado hecho histórico de indiscutible valor.

En el Libro de bautizados y óbitos igualmente aparece Diego Ximénez, Perulero[46], otro de los retornados por entonces, del que sabemos que era hijo de Francisco Jiménez y doña Gracia[47], y que estaba en Nombre de Dios el 20 de septiembre de 1535, localidad situada en la costa atlántica del istmo de Panamá. También conocemos a Francisco Ximénez, hijo de Hernando Jiménez y Juana Sánchez[48], que emigró a América y el 12 de marzo de 1536 se encontraba en Santa Marta, localidad colombiana, sin que volvamos a tener más noticia suya. Pero Diego regresó a Santa Cruz y el 4 de septiembre de 1552 actúa como padrino, seguramente de algún pariente cercano, pues el padre del neófito tiene el mismo apellido, y ya no se vuelve a saber más de él (fol. 110v)[49]. Es probable que los dos fallezcan en las Indias Occidentales.

A Santa Cruz de la Sierra regresaron varios Perulero, hasta el punto de que dieron nombre a una de las calles de la localidad, que se mantuvo hasta finales del siglo XIX.

En el Libro Colecturía de Misas, hoj. 144 del Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra, que comprende desde el 1592 al 1624, aparece Alonso Martín, Perulero, que vino a morir a su tierra natal, donde falleció el 17 de abril de 1616, y que al parecer se enriqueció en el Nuevo Mundo por las mandas que queda en su testamento. Así, ordenó decir 503 misas, de las cuales 286 eran por su alma, 10 por las ánimas del purgatorio, y el resto no está legible. Entregó cantidades diferentes a las siguientes obras pías: al Sacramento, 110 r.; a las Ánimas del purgatorio, 300 r.; a Nuestra Señora del Rosario, 8 r.; y al resto 4 r. a cada una. Ofreció durante ocho meses el pan y el vino para la Consagración[50].

Otro documento importante, que nos ha servido para encontrar nuevos emigrantes a América, es el Padrón que se realizó para establecer el precio de la venta de Santa Cruz de la Sierra a don Juan de Chaves y Mendoza, primer señor del lugar, realizada el 6 de julio de 1627[51], que se encuentra en el documento Mercedes y Privilegios, entre los folios 272 al 306, incluido actualmente en Venta de Santa Cruz de la Sierra, un lugar del alfoz de Trujillo[52], en el cual se mencionan a los siguientes emigrantes al Nuevo Mundo, a los que mantenemos con el número que están en el citado listado y los datos que se dan de ellos:

12.- Pedro de Hoyas, el Perulero, casado dos veces, del primer matrimonio tiene una niña, y del segundo, casado con María Mellada, tiene un niño. Mª Mellada, que estuvo casada con Francisco Sánchez, tiene dos hijos.

163.- María Alonso, viuda de Rodrigo Alonso, vive con Fernando de la Cueva, su hijo, sastre en ­la dicha villa, que vino de los reinos de la Nueva España en las Yndias, donde tiene su casa y su mujer, dicen no se tiene por vecino.

270.- Rodrigo Jiménez Perulero, vecino de dicha villa, mozo soltero y Francisca Rodríguez, su hermana viuda de Sebastián Martín, que viven juntos. La viuda tiene por criados a Diego Puerto, vecino de esta villa, y a Alonso Gómez, vecino de Trujillo.

417.- Juan Martín Barachías, hijo de Alonso Martín Barachías, Perulero di­funto, es su tutor Rodrigo Ximénez[53].

La venta de Santa Cruz supuso un gran desastre para el pueblo, más de 80 vecinos se trasladaron a Madrid con la intención de intervenir en el juicio que contra don Juan de Chaves se celebraba para impedir que se hiciera con el pueblo. Sin embargo, todo lo tenían en contra, la Cámara del Consejo de Hacienda presentó un edicto donde estaban hospedados los santacruceños, ordenando que inmediatamente abandonarán la Corte. Solo cuatro quedaban ya en el lugar, para guardar el dinero que habían llevado para contrarrestar la puja y en caso contrario recuperar lo que ya habían depositado, los demás se habían marchado. Entre ellos estaba un Perulero, “Fernando de la Cueva, que manifestó que era vecino de Vera Cruz en las Indias en Nueva España y residente en la villa de Santa Cruz de la Sierra, donde tiene a su madre, que vino a verla hará año y medio”[54], el cual dijo que saldría de inmediato para el lugar serrano[55].

Una vez que la venta se efectuó definitivamente, la localidad entró en una agonía demográfica y económica permanente. El señor de la villa impide que salgan los vecinos del pueblo sin su consentimiento y la emigración se paraliza, solo se dan algunos casos excepcionales como podemos comprobar después de la adquisición, año 1627. Encarnación Lemus en Ausentes en Indias, recoge diez nuevos emigrantes a Indias durante el siglo XVII, de los cuales seis son anteriores a la fecha de venta del lugar y los otros cuatros son casos excepcionales, como podemos comprobar:

Fernando Jiménez, criado de 30 años de edad, obtuvo licencia el 17 de abril de 1602.

Alonso García, de 23 años de edad, obtuvo licencia el 18 de enero de 1603 para pasar como criado al Perú.

Fernando Jiménez, de 30 años de edad, obtuvo licencia el 18 de enero de 1603 para el Perú.

Francisco Ruyo, criado de 36 años de edad, pasó al Perú el 31 de enero de 1603.

Bartolomé Montejo, de 24 años de edad, obtuvo licencia el 11 de enero de 1610 para ir al Perú.

Martín García, de 27 años de edad, embarcó para el Perú el 6 de febrero de 1617.

Francisco Cantalpino, de 30 años de edad, obtuvo licencia el 5 de abril de 1630 para embarcar como criado hacia el Perú.

Bartolomé Pérez Blázquez, criado, pasó al Perú el 26 de marzo de 1631.

Agustín de los Ángeles, religioso de 24 años de edad, que obtuvo permiso el 14 de abril de 1660 con dirección a Nueva España.

Blas de Santa Mónica, religioso de 23 años de edad, pasó a las Filipinas el 28 de junio de 1675[56].

No debemos confundir a este Bartolomé Pérez con otro de igual nombre que pasó al Perú con su hijo Juan de Alvarado[57] en el 1554 para que gestionara en nombre de Juan de Hinojosa, consanguíneo de doña María Alvarado, la herencia del hermano de ambos, don Pedro Alonso de Hinojosa[58], almirante de la escuadra de Gonzalo Pizarro y general del ejército de la Gasca, que derrotó al menor de los Pizarro en la batalla de Xaquixaguana. Posteriormente fue nombrado corregidor y justicia mayor de la ciudad de Charcas, y fue asesinado por el sedicioso Sebastián de Castilla, hijo del conde de Gomera, el 5 de mayo de 1553, cuando se encontraba totalmente desarmado en sus caballerizas. Sus dos hermanos desde Santa Cruz de la Sierra en Extremadura se disputaron la herencia al carecer de hijos legitimados[59]. El pleito duró varios años, pues es un nieto de doña María de Alvarado, don Martín de Chaves y Mendoza quien disfrutara de una encomienda de $ 500 en el término de la ciudad de Cuzco, concedida por el virrey del Perú, el príncipe de Esquilache, debido a los méritos de su tío abuelo. Don Martín estuvo casado con doña Antonia de Guzman y Aragón y no tuvieron descendencia, por lo que el mayorazgo con la herencia pasó a doña Paulina de Chaves, esposa de don Juan de Chaves y Mendoza, Señor de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres)[60].

Hemos pretendido con este trabajo acercarnos lo más posible a la aportación que la población objeto de este estudio hizo a la epopeya americana, y hemos comprobado que, además de los 52 emigrantes que presenta Rocío Sánchez Rubio en su catálogo, el más completo de todos los estudiados en cuanto a la recogida de pasajeros santacruceños, habría que añadir los tres que ella no incorpora o coloca en lugares diferentes, aunque sabemos que eran naturales de la aldea serrana que estamos estudiando, más cinco que hemos localizado en documentos distintos que no aparecen en ningún otro índice [61], y cuatro que fueron a cobrar herencias con los diez que recoge Lemus en Ausentes en Indias obtendríamos un total de 74 pasajeros salidos del lugar objeto de estudio hacia el Nuevo Mundo, durante el siglo XVI y primer cuarto del XVII principalmente; hasta que la aldea deja de ser de realengo y pasa a señorío, con lo que los vasallos pierden la posibilidad de emigrar libremente, sin consentimiento del señor.

Y, sobre todo, hemos comprobado que los santacruceños desempeñaron papeles importantes, al poner a prueba su coraje y valor en la ingente obra de la conquista, colonización y evangelización de la Indias Occidentales. Un ejemplo tenemos en Juan Ximénez, enrolado en las huestes de Francisco Pizarro, formando parte de esos 180 hombres que fueron capaz de derrotar a un ejército de más de 40.000 incas en Cajamarca, según algunos historiadores que presenciaron los hechos. Mientras Ñuflo, entre sus múltiples proezas, fue el primer hombre blanco en establecer un camino por tierra que uniera los dos océanos, el Atlántico y el Índico; recorrer en dieciséis expediciones más de 5.600 leguas; fundar múltiples poblaciones, y entre todas la homónima en un lugar que le recordaba el pueblo donde nació, a la que eligió por capital de la gran provincia que pretendía conquistar. Hubo también maestre de campo, como Osorio, y capitanes, como Zurita. De aquí salieron igualmente varios religiosos, que originaron un obispo; escribanos públicos, y, sobre todo, operarios de diferentes oficios. Todo ello nos hace pensar que Santa Cruz ocupa un lugar destacado en esa labor inconmensurable de crear la hispanidad, aunque el estudios, aún no esté terminado.

 

Bibliografía

 

ADORNO TAPIA, Miguel (2012): El origen del nombre del municipio de Trujillo Alto. Biblioteca Municipal de Trujillo Alto. Puerto rico. Inédito.

ALTMAN, Ida (1993): Emigrantes y Sociedad. Extremadura y América en el siglo XVI. Alianza Editorial. Madrid.

BARRAGAN LANDA, Feliciano (1995): Fundación del pueblo de La Santa Cruz de Trujillo, 1793-1856. San Juan, Puerto Rico.

BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal (1940-1946): Catálogo de pasajeros a Indias. Tomo I (1500-1534). Sevilla.

BOYD-BOWMAN, Peter: Índice geobiográfico de cuarenta mil pobladores en América en el siglo XVI. Tomo 1, Bogotá, 1964. Tomo II, México, 1968. «Patterns of Spanish Emigration to the indies until 1600» Hispanic Americán Historical Review, nº. 4, Durham, 1976.

BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del (1973): Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú. Tomo I. Editorial Arica S. A. Lima.

Catálogo de Pasajeros a Indias. CSIC, Sevilla, 1940-46, tomos 1, 2, 3; Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, tomos 4,5; Murcia, 1986, tomos 6, 7.

CILLÁN CILLÁN, Francisco (2014): (2015): Venta de Santa Cruz de la Sierra, un lugar del alfoz de Trujillo. Accésit al premio Alconétar de Garrovilla, 2012. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres.

— (2017): Los Pizarro: Cuatro hermanos y uno más en la conquista de un imperio. Inédito.

— (2020): “Familia de Ñuflo de Chaves en Extremadura” en Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXXVI, Nº II, mayo-agosto, págs. 363-400.

— (2020): “Un santacruceño en el reparto del botín de Atahualpa” en el Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (BRAEX). Diputación Provincial de Badajoz. Tomo XXVIII, págs. 243-280.

  • COBARRUVIAS OROZCO, Sebastián de (1611): Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Turner, Madrid, 1984.

ESTETE, Miguel de (1535)[62]: Noticia del Perú. Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos. Tomo 1, nº. 3, pp. 312-335 y 12 p. de facsímiles. Quito, 1918.

FINOT, Enrique (1978): Historia de la conquista del oriente boliviano. Juventud. La Paz.

HERRERA Y TORDESILLA, Antonio de (1736): Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y tierra firme del mar océano. Oficina Real de Nicolás Martínez Franco, Madrid. Décadas.

HURTADO, Publio (1892): “Indianos cacereños”, en Cuarto centenario del descubrimiento. Tipolitografía de Luis Tasso. Barcelona.

INCA GRACILAZO DE LA VEGA (1614): Comentarios Reales, Primera Parte. Selección y prólogo de Augusto Cortina. Tercera Edición. Espasa Calpe. Madrid. 1950.

— (1617): Historia general del Perú. (Segunda parte de los Comentarios Reales). Edición Facsímil. Córdoba.

KONEZTKE, R. Die Jndianerkulturen Alramerikas und die spanisch-portugesiche Kolonial-herrschaft. Vol. 22. Frankfurt, 1965, p. 59.

LEMUS LÓPEZ, Encarnación (1993): Ausentes en Indias. Una Historia de la Emigración Extremeña a América. Colección Encuentros. Serie Textos. Fuenlabrada (Madrid).

MENDIBURU, Manuel (1880): Diccionario histórico-biográfico del Perú. Ocho Tomos. Edc. facsímil. Biblioteca Nacional del Perú. Original: Lima, Imprenta de J. Francisco Solís.

MIRA CABALLOS, Esteban (2017): “La hueste de Francisco Pizarro: Todos los hombres (I y II). Coloquios Históricos de Extremadura, edición XLVI. Trujillo.

MÖRNER, M. (1995): Latín American Research. Alburquerque.

MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel (1952): Crónicas trujillanas del siglo XVI. Manuscritos de Diego y Alonso de Hinojosa, Juan de Chaves y Esteban de Tapia. Publicaciones de la Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres. (Se cita Crc. trujillanas)

NARANJO ALONSO, Clodoaldo (1983): Trujillo, sus hijos y monumentos. Espasa Calpe. Madrid.

NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente (1978): La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida (Badajoz).

PIZARRO, Pedro (1571): Relación del descubrimiento y conquista del Perú. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. 1978.

FUENTE MACHAÍN, R. de la (1943): Los conquistadores del Río de la Plata. Edt. Ayacucho. Buenos Aires, 2ª Ed., 1973.

ROMERA IRUELA, Luis y GALBIS, Carmen (1980-1986): Catálogo de Pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII, XVIII, vol. V (1567-1577), vol. VI (1568-1599), Ministerio de Cultura. Madrid.

RUBIO Y MUÑOZ-BOCANEGRA, Ángel (1930, 1931 y 1932): “La emigración extremeña a Indias. Siglo XVI : aportación documental para un fichero de emigrantes extremeños del mismo siglo”, en Revista del Centro de Estudios Extremeños, T. V. Badajoz.

SÁNCHEZ RUBIO, Mª. Rocío (1993): La emigración extremeña al Nuevo Mundo.  Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI. Editores: Siruela. Badajoz.

SANCHO DE LA HOZ, Pedro (1534): Relación para Su Majestad de lo sucedido en la conquista de la provincia de Nueva Castilla. Biblioteca Peruana. Tomo 1. Editores Técnicos Asociados, S. A. Lima. 1968.

SCHMIDL, Ulrico (1567): Relatos de la conquista del Río de la Plata y Paraguay 1534-1554. Alianza Editorial. Madrid, 1986.

SORG, Gustavo Miguel (2008): “Orígenes, familia y descendencia de Nufrio de Chaves” en Jornadas Histórico Genealógicas. “Conformación de la sociedad Hispanoamericana” (Siglos XVI-XIX). Córdoba, 8, 9 y 10 de Mayo.

XEREZ, Francisco de (o Francisco López de Jerez) (1534): Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia de Cuzco, llamada la Nueva Castilla. Madrid. 1891.

 

Archivos

Archivo General de Indias en Sevilla (AGI). Madrid, 1912-1914.

Archivo General de Simancas (AGS). Valladolid.

Archivo Nacional de Historia (ANH). Madrid.

Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). Libros sacramentales.

Documentos sobre la venta de Santa Cruz de la Sierra (1625-1630). Mercedes y Privilegios, nº 333.2  Archivo de Simancas (Valladolid). Inédito.

Libro Colecturía de Misas, 1592 al 1624. Archivo Parroquial de Sta. Cruz de la Sierra.

Libro de bautismos y óbitos de la iglesia parroquial de la Vera Cruz en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). 1535 a 1558. Archivo Histórico Nacional. Códices, L.81- 3.

 

[1] HERRERA, Dec. I: 162.

[2] Valladolid, 15 de septiembre de 1522.

[3] Madrid, 25 de febrero de 1530.

[4] Real Cédula de 1539.

[5] Felipe II en el 1570 prohíbe el paso de los gitanos a América.

[6] SÁNCHEZ RUBIO, 1993: 227.

[7] BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal (1940-1946): Catálogo de pasajeros a Indias. Sevilla.

[8] El clérigo Vicente Navarro lo incluye en la Serena, siguiendo al anterior recopilador, pero con  dudas.

[9] Es la fecha en que obtuvo la licencia para pasar a las Indias Occidentales, lo mismo hacemos con los demás. Sánchez Rubio recoge este emigrante pero lo denomina Alonso Raujo. No se especifica a qué Santa Marta se dirigió, pues había población con la misma denominación en Colombia, México y en Honduras.

[10] Cuando aparece el año únicamente señalamos la fecha de salida y a veces la llegada a destino, y si ponemos la fecha completa indicamos cuándo tomó licencia.

[11] Cuando no se tenía noticias ciertas del lugar donde iba se usa el término genérico de Indias.

[12] No nos extendemos más en él por la biografía extensa que damos en CILLÁN, 1918: Ñuflo de Chaves en la Conquista de la Bolivia Oriental.

[13] Aparece también en la La Revista del  Centro de Estudios Extremeños, 1930: 93. Leg. 43-2-11/15.

[14] Peter Boyd-Bowman cambia el nombre de la madre por el de Marina. Lo mismo hace Bermúdez Plata (1940), que además incluye otro pasajero en la misma fecha sin indicar cuál fue su destino: “Vicente Rubio, vecino de Santa Cruz, tierra de Trujillo, hijo de Diego el Rubio y de Constanza Jiménez partió el 18 de agosto de 1518”. Hay confusión con otro que denomina Alonso Rubio, con  los mismos padres y con  licencia en la misma fecha, que veremos en próxima nota al pie de página.

[15] Fue el primero que emigró según todos los catálogos consultados. También lo recoge Boyd-Bowman como primer emigrante santacruceño al nuevo mundo.

[16] Aparece igualmente en el catálogo que publica la Revista del  Centro de Estudios Extremeños, 1931: 277.  Leg. 13-3-11/15.

[17] En realidad era Diego de Osorio, natural de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura, que casó con la hija de Ñuflo de Chaves, doña María de Sotomayor o de Mendoza, que fue deshonrada por el sobrino del gobernador Juan Pérez de Zurita, y se casó con ella para hacerse cargo de la criatura. Osorio era un hidalgo pobre, pero se enroló en el ejército y llegó a maestre de campo y a disfrutar una encomienda que le correspondía a su suegro, concedida por el virrey Toledo.  AGI, Patronato, 120, N. 2, R. 3, fol. 25.

[18] Ángel Muñoz, Vicente Navarro y Rocío Sánchez lo recogen como Domingo Rodríguez (RCEE, 1932: 65). AGI. Leg. 2.5.5/13.

[19] Peter Boyd-Bowman lo denomina Alonso Rubio, hijo de Diego el Rubio y Constanza Fernández, obtuvo licencia el 18 de agosto de 1517. Hernández y Fernández era el mismo nombre en esa época.

[20] Nueva Galicia en México, dentro de Nueva España, comprendía los estados actuales de Aguascalientes, Jalisco y otros. La ciudad más importante dentro de la zona en esa época era Guadalajara.

[21] Rocío Sánchez mantiene esa denominación, pero Vicente Navarro escribe Francisco de H. Trujillo.

[22] La provincia del Río de la Plata o Río Plata, que de las dos formas podemos encontrarlo escrito, era una extensa zona que comprendía las cuencas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. O sea, parte de Argentina, Uruguay, Paraguay y un trocito de Brasil.

[23] Este Juan Ruyo debe ser Juan Rubio, natural de Santa Cruz de la Sierra, que testó en el año 1580, y tres años después moría en Popayán, dejando la mitad de sus bienes a su sobrino Hernán Pérez Rubio, una cuarta parte a su hermano Juan Sánchez Rubio, y otra parte igual a su sobrina, Leonor Alonso, hija de su hermana. En el 1583, el marido de esta sobrina, Juan Sánchez, natural de Santa Cruz de la Sierra, solicitó licencia para ir al lugar del fallecimiento del testador a recoger el legado, porque él sabía leer y escribir. Depositó la fianza acostumbrada por cuatro años y le acompañó su hijo, pero no se indica si regresó a su lugar natal (AGI. Indif. General, 2094). (ALTMAN, 288 y 297).

[24] Vid. CILLÄN, 2018, cap. X.

[25] Felipe II en el 1596 nombró a Herrera cronista oficial, cargo que mantuvo con Felipe III y Felipe IV.

[26] HERRERA: Década VIII, 97.

[27] María de Alvarado era hija legítima de “Gonzalo de Torres el de Santa Cruz, porque, aunque tenía casa en Trujillo …, residía en Santa Cruz, y así hacen sus hijos”, como lo confirman las Crónicas. Gonzalo estaba casado con doña Isabel de Alvarado y tuvieron dos hijos más: Pedro Alonso de Hinojosa, general en el Perú, y Juan de Hinojosa, que nació y vivó casi permanentemente en la aldea.

[28] Vid. CILLÄN, 2020: “Familia de Ñuflo de Chaves en Extremadura” en Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXXVI, Nº II, mayo-agosto.

[29] Catálogo de Pasajeros a Indias. Archivo General de Indias, Sevilla.

[30] MORALES MUÑOZ, Generoso. El solariego de Trujillo en las Sabanas Llanas. (Boletín de Historia Puertorriqueña, 1948), Núm. 1.

[31] DÍAZ VIERA, José F. Historia documental de Trujillo Alto. Ediciones Rumbas: Barcelona, España, 1962.

[32] BURRAGAN LANDA, Op. cit, pág. 1-3.

[33] ADORNO TAPIA: El origen del nombre del municipio de Trujillo Alto.

[34] Indiano es “el que ha ido a las Indias, que de ordinario éstos vuelven ricos”. COVARRUBIAS: 734.

[35] En Santa Cruz de la Sierra se dio dicho nombre a una de las calles que lo mantuvo hasta finales del siglo XIX. Los muchachos tenían entre sus rimas, para realizar un juego de prenda, una canción muy popular que decía: Antón, Antón perulero / cada cual, cada cual, que aprenda su juego, / y el que no lo aprenda / pagará una prenda / de mucho dinero. Vid. CILLÁN, 2005: 123, se hace un estudio de esta actividad lúdica.

[36] El Libro bautismal de expósitos, que se encuentra en la parroquia de Santa María de Trujillo, comienza en el 1517, si bien, con escaso número de actas bautismales, que aumentan considerablemente a partir del 1534. Incluso hay otras feligresías que tienen Libro de bautizados desde 1499, como es el caso de la localidad de Alcuéscar en Cáceres, que eclesiásticamente perteneció a la diócesis de Badajoz hasta el año 1958, en el que hubo una reestructuración y quedó asignada a la diócesis de Coria-Cáceres. La parroquia de San Mateo de Cáceres conserva escrituras desde el año 1438.

[37] GARCÍA, 1990:122 y ss.

[38] Al poner solamente fol. o pág. hacemos referencia a la hoja del Libro de bautismos y óbitos de 1535 en la que está escrita dicha citación.

[39] Por lo general aparece en casi todas las actas escrito el apellido Ximénez con la grafía propia del siglo XVI, aunque algunas veces la actualizo con la forma actual.

[40] Hoy predomina el término “cabodaño” en los dos pueblos objetos de este estudio, para designar la misa que se dice por el difunto que hace un año que falleció.

[41] Era normal en aquella época que vecinos de una o de la otra localidad dijeran misas o hicieran ofrendas por su alma o la de sus deudos en lugares o a advocaciones diferentes a las que se veneraban en sus parroquias, sin que ello fuera un indicativo de pertenecer a esa población o feligresía.

[42] Vid. Libro de bautismos y óbitos, pág.192.

[43] Esto nos hace pensar que debió tener otra hija de la que no sabemos nada, puesto que Teresa ya tenía su marido, como hemos visto.

[44] Hemos colocado al final de este trabajo como Anexo una muestra de once actas representativas de lo que decimos para confirmar la veracidad. El poner todas sería recargar innecesariamente el estudio.

[45] A G S. Esp. Hac. 189-56.

[46] Aparece en el anexo en el acta número 12, en último lugar, después de presentar a la familia completa de Juan Jiménez.

[47] Según Vicente Navarro en su Catálogo.

[48] Vicente Navarro, Op. cit.

[49] Diego y Francisco Jiménez aparecen en la tabla de emigrantes de Rocío Sánchez con el destino señalado.

[50] Es el primer libro de colecturía de misas, que se encuentra actualmente en el Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra, y recoge las defunciones con el número de misas y ofrendas, que hace el difunto en beneficio de su alma.

[51] El Padrón se realizó el 23 de octubre del mismo año en que se efectuó la venta, 1627.

[52] CILLÁN, 2015: Cap. VI.

[53] Ninguno de los cuatro aparecen en el catálogo de Rocío Sánchez. Consideramos que este Alonso Martín es el que se cita en el Libro de colecturía de misas, que falleció el 17 de abril de 1616.

[54] Recordar que Fernando de la Cueva aparece en el padrón de 23 de octubre de 1627 con el número 163, ya citado.

[55] CILLÁN, 2015: Cap. IX. Los otros tres fueron “Marcos Collado, familiar del Santo Oficio, afirmó que era vecino de la ciudad de Trujillo y también de la villa de Santa Cruz de la Sierra, como ya dijimos. Juan de las Bacas y Domingo Hoyas afirmaron que eran vecinos de la villa de Santa Cruz de la Sierra. Tan solo dos pudieron quedarse para recuperar el dinero que habían depositado para contrarrestar las pujas anteriores.

[56] CILLÁN, 2015: Cap. VI. Los dos últimos son religiosos e iban como misioneros, era normal que los dejara  salir.

[57] Fue autorizado a llevar dos criados y un paje, al que consideramos fue su hijo, pero ignoramos el nombre de los dos criados, si al final le acompañaron.

[58] AGI. Justicia, 1164,  nº. 5, R. 1.

[59] AGI. Indif. General 2086 y ALTMAN: 178. Bartolomé Pérez murió en la década de 1560, y no sabemos si su hijo regresó a Santa Cruz.

[60] SORG, 2008: 9.

[61] No consideramos a otros, que ya aparecen en catálogos, pero con nuestras investigaciones hemos añadido datos a su biografía.

[62] Estete publicó su crónica con el título: El descubrimiento y conquista del Perú. Sin embargo, he preferido usar este facsímil del Boletín de la sociedad ecuatoriana, al que he tenido acceso.

Nov 212022
 

   Antonio González Cordero

 

 

  1. INTRODUCCIÓN

Tal vez la palabra “parerga” parecería la más adecuada para el título, a tenor del enunciado de esta comunicación, pues ante la heterogeneidad de lo abordado, no resulta difícil pensar que nos encontramos ante una investigación donde se abordan noticias inconexas e insignificantes de la arqueología local. Nada más lejos de la realidad, pues los cuatro capítulos en los que hemos dividido nuestras pesquisas, siguen un hilo conductor, hilvanado a través de un conjunto de expresiones simbólicas relacionadas con la sacralidad, en una época en la cual, comienza a establecerse el carácter de la romanización religiosa en los espacios rurales del área céltica Hispania. Se ajusta, además, a un reducido marco geográfico articulado por el río Tajo, una estrecha franja de terreno donde convergen los términos municipales de Berrocalejo, Valdelacasa y Peraleda de San Román, que es lo mismo que decir la intersección de tres comarcas: el Campo Arañuelo, La Jara y Los Ibores.

 

No son esos, sin embargo, los únicos puntos en común, pues todo aquello que se va a analizar, forma parte de uno de esos espacios naturales remotos y fronterizos, legitimados por una tradición, donde la respuesta emocional que despertó en la antigüedad, hace pesar en su idoneidad para experimentar el contacto con entidades espirituales o divinidades.

 

Desafortunadamente, esta condición, ha sido la causa de que tanto objetos como arquitecturas que han querido reflejar el aspecto evocativo de diversos cultos, hayan padecido de alguna manera el menoscabo de su integridad, y ya sea por el tiempo o la incuria humana, la cuestión es, que en algún momento sufrieron daños irreparables, haciéndoles perder el valor que en su estado prístino tuvieron, en la mayoría de los casos, porque fueron objeto de un maltrato intencionado. En suma, vamos a tratar de unos fragmentos de historia en apariencia deslavazados que, soslayando el aspecto estético, aún son capaces de ofrecer una información muy interesante, capaz por sí misma de contribuir extraordinariamente a la constatación de unas prácticas religiosas en estas comarcas del rincón nororiental cacereño, en un momento en el que comenzaron a experimentar la sustitución paulatina de las expresiones religiosas indígenas, por otras fórmulas de religiosidad ligadas al panteón romano y la peculiar interpretatio que se produjo entre ambas tradiciones religiosas, algunas de cuyas expresiones quedan aquí reflejadas.

 

  1. UN VERRACO EN EL RÍO GUALIJA (PERALEDA DE SAN ROMÁN).

El primero de los objetos, o mejor cabría decir monumento del cual vamos a hablar, es una nueva figura zoomorfa perteneciente a la serie de esculturas popularmente conocidas como “verracos”, en este caso adjetivada de forma bastante más acertada que en ocasiones precedentes, porque la imagen esculpida representa a un suido, que dicho sea de paso son las imágenes dominantes en la cuenca del Tajo. Fue descubierta de forma casual en el año 2019, cuando se registró uno de los mayores descensos del nivel del agua en el pantano de Valdecañas[1] (Fig. 1).

Antes de la construcción de la presa de Valdecañas, este paraje formaba parte de una rica vega regada por el río Gualija, aprovechada seguramente por los habitantes de un asentamiento vetón acodado en la desembocadura del río, más tarde por los romanos e indígenas que poblaron Avgvstobriga y ya en la Edad Moderna por los colonos que retornaron a este lugar, fundando sobre la anterior, el pueblo de Talavera la Vieja. Norias y pozos repartidos por cada uno de los huertos, dan idea de la importancia que el tramo final de este afluente del Tajo tuvo que desempeñar entre los habitantes de la zona, debiendo de sumar a su capacidad agrícola, el valor del agua en las tablas del río para la ganadería, tanto la local, como la trashumante, pues una rama de la Cañada Occidental Soriana desdoblada por Berrocalejo, cruzaba el Puente del Conde para dirigirse hacia este punto, pasando al pie de la estatua del verraco tras descender por el carril Palomera, cuyo último tramo aún muestra un sólido enlosado. Después, cruzaba el río Gualija por el puente del Búho, ponía rumbo hacia el de las Veredas en Bohonal de Ibor, remontaba las quebradas del Descuernacabras, proseguía hacia el río Almonte, y tras franquearlo, el ganado se desplegaba por los ricos pastos de la penillanura Trujillana, si es que no continuaba el viaje hacia el sur, en pos de las tierras centro-orientales de la provincia de Badajoz.

 

Añadimos estos detalles, pues uno de los puntos más recurrentes en la investigación sobre el destino y significado de los verracos, es precisamente la vinculación que muchos de ellos muestran con las cañadas ganaderas. En este caso, si pudiéramos demostrar la antigüedad de este trazado, la presencia de la escultura constituiría un poderoso argumento en favor de quiénes lo han esgrimido en alguna ocasión[2].

 

También habría que probar, que el sitio donde se encuentra la imagen, fue el de su ubicación original. Al respecto, los arañazos de rejas de arado en uno de los laterales de la escultura, pueden resultar esclarecedores, pues constituyen una prueba de que en un momento determinado la figura cayó de costado, quedando cubierta por una pequeña capa de tierra[3], hasta que el estorbo que suponía para el arado, movió a los propietarios del terreno a averiguar si podían apartarla, ya que se trataba de la única roca existente en esa parcela.

 

No llegamos a imaginar lo sucedido realmente, pero es muy posible que tras descubrir que no se trataba de una vulgar peña, la noticia se extendiera y muy pronto fuera objeto de una mutilación en el lateral derecho. La causa, es tan conocida por lo repetida, como lamentable, y debe sus estragos a la creencia en los tesoros escondidos, sobre los cuales han corrido ríos de tinta y que tiene a estas esculturas como uno de sus referentes legendarios. Podríamos poner como ejemplo el verraco de Alcaudete de la Jara[4], con una brecha similar en su costado, o la figura exhibida en la plaza de Segura de Toro, con varias partes ensambladas, porque alguien pensó que en su interior se escondían piezas de oro y para extraerlas no tuvo otra idea que dinamitar la escultura. Párrafos de la obra de Publio Hurtado sobre -Supersticiones Extremeñas- refieren casos parecidos y así nos dice que “En otros muchos sitios se ha dado por indudable la existencia de tesoros, y se han formado numerosas y aún potentes compañías para buscarlos, recordando entre ellos el del Cerro del Verraco de Pasarón, destrozado por esta causa; el que había en la dehesa del Berrocal en Plasencia, donde había un toro petrificado con un letrero entre las astas que decía a donde mira el toro está el tesoro…”,[5]. No haría falta añadir más, pues a la vista está que, llegado al núcleo de nuestra escultura, el ínclito cantero que dio en tirar de cincel, al no encontrar las riquezas soñadas, abandonó la tarea, y allí quedó la efigie arrumbada, y con el tiempo, cubierta de nuevo por la tierra, pasó desapercibida, sin que ninguno de los propietarios de aquellas fincas, volviera a dar noticia cabal de su existencia. En su alumbramiento posterior tiene mucho que ver la construcción del pantano, pues los ascensos y descensos del agua embalsada como consecuencia de los periódicos estiajes, desencadenaron procesos de solifluxión[6], los cuales acabaron por arrastrar el manto arcilloso superficial, destapándola de nuevo.

 

Su erección en este lugar, para nosotros no cabe la menor duda que tiene que ver con la existencia de una pequeña población vetona, recientemente localizada al norte del castillo de Alija y a 1720 m en línea recta del punto del hallazgo. Es un asentamiento con un emplazamiento clásico, es decir, en la horquilla que forman la desembocadura de dos ríos, en este caso el Tajo con su afluente el Gualija. La dimos a conocer partiendo del descubrimiento de otra figura de verraco[7], dando por supuesto que otros tres encontrados en Talavera la Vieja[8], también procedían del mismo lugar, desde el cual fueron acarreados para erigirlas sobre algún sepulcro de la necrópolis oriental de la ciudad, pues allí se encontraron y aún permanecen, debajo del barro acumulado en el lecho del arroyo de la Ruiza, donde servían de pasaderas en un improvisado pontón.

 

La escultura, carente de naturalidad, fue esculpida sobre un bloque de granito y sus medidas, 170 cm de longitud desde el morro a los cuartos traseros y el alzado de 140 cm, dan idea de que se trata de una figura de gran tamaño, aunque en esta última medida queda también comprendido el pedestal prismático sobre el que se levanta, dejando un vano de separación entre dicha peana y el cuerpo del animal. La postura de la figura es estática, diseñada para ser contemplada principalmente desde una perspectiva lateral, contribuyendo a su rigidez, el anclaje casi vertical de sus patas unidas en un solo bloque y sin resaltar su forma en las uniones. No obstante, se percibe un esfuerzo por parte de su escultor por diferenciar ciertos rasgos anatómicos, articulando la imagen a base de volúmenes geométricos, es decir, trabajando el cuerpo sobre un cilindro, la cabeza sobre un tronco de cono y el rectángulo para las patas y el plinto. Así, la labra de las extremidades, exageradamente anchas, restan naturalismo y aportan ese estatismo tan clásico en este tipo de imágenes, si acaso, las patas anteriores colocadas en un ángulo ligeramente adelantado y con los brazuelos levemente resaltados, subrayarían el único detalle cinético.

Uno de los pocos aspectos de su anatomía que se han trabajado, es el espinazo, el cual destaca en este caso sobre el lomo de la figura en forma de gruesa banda rectangular alargada y horadada por una línea ordenada de cazoletas, mientras que, de forma más anárquica, estas cavidades salpican desde la grupa hasta el inicio del morrillo y prácticamente entero todo el costado izquierdo. Los ojos están también representados con dos sencillas cavidades semiesféricas y la boca significada con una ancha hendidura, mientras en el hocico alargado y algo romo, apenas se insinúan las fosas nasales con dos orificios muy desgastados.

 

La escultura sostiene algunos paralelos con otros ejemplares de su especie. La cabeza, por ejemplo, es muy parecida a la del ejemplar nº 3 del Castro de las Cogotas clasificada con el número 111 en el catálogo catalogado por R. Manglano[9], a la del Toconal en Carrascalejo[10], a algunas piezas segovianas[11], a un ejemplar abulense incrustado en la muralla de Ávila[12],  e incluso a la de Valdelacasa[13]. En el alzado del cuerpo y volumen corpóreo, al de la Vega de los Caballeros en Puebla de Montalban[14], y, sobre todo, al verraco de la Oliva en Villar del Pedroso[15], escultura con la que llega casi a coincidir con la exagerada altura de las patas. Con respecto al tamaño, el verraco del Gualija se encuentra entre la docena de figuras de mayor tamaño de la Península, que salvando el excepcional ejemplar de Villanueva del Campillo con 243 cm, tienen unas dimensiones que oscilan entre los 117 cm de la imagen de Villardegua de la Ribera y los 161 de San Miguel de Serrezuela 1, incluyendo en estos parámetros a los célebres toros de Guisando en el Tiemblo.

 

La familiaridad con otras imágenes de la Jara cacereña y sobre todo del núcleo abulense, es bastante ilustrativa en lo que concierne al estilo de imágenes de gran porte sobre peana y morrillo sinuoso, detalles que en conjunto si no sirven para fijar un punto de origen muy concreto, al menos reconocen en extenso al Valle del Amblés como el epicentro del que emanan estos conceptos estéticos tan particulares de la plástica vetona, por lo general, escasamente abierta a otras posibilidades, al contrario de lo que  sucede en los territorios meridionales, claramente influidos por la escultura ibero-turdetana.

 

En recientes trabajos de investigación[16] ya comentamos algunas de las opiniones vertidas acerca del papel desempeñado por estas figuras, sin que la falta de unanimidad, paradójicamente no deje de ser el argumento más importante para reparar en su condición polisémica, siendo los diferentes lugares donde hacen aparición, el principal respaldo de cada una de esas propuestas. En este sentido, se ha destacado la función apotropaica, es decir la de cumplir una finalidad protectora que la imagen extiende por su territorio circundante sobre personas, ganado e incluso poblados, su probada función funeraria en algunos casos, hitos limitáneos, etc. En el caso del Gualija, debemos entenderla además de como un símbolo de ocupación del territorio, alertando, tanto de la presencia de un enclave cercano, como de la posesión de unas tierras, no sólo con un valor añadido basado en la presencia de una vega, ricos manantiales y un cauce de agua permanente, sino por esa posible relación con rutas camineras antecedentes de una importante cañada ganadera. La presencia de cazoletas en la cara sepultada, dan pábulo a la idea de que además tenían una consideración sagrada, y sobre su imagen recaía la costumbre de impetrar, siendo estas marcas el reflejo de una costumbre heredada de tiempo ancestral, donde este ejercicio gráfico amparaba distintas nociones que no se apartaban de la condición sacra que la piedra tenía como paradigma de perdurabilidad.

 

Si prestamos atención al territorio donde se localiza la escultura, sus congéneres ocupan un área de especial densidad, pues tanto en la parte toledana como cacereña, ya sea en el Campo Arañuelo como en el solar jariego, hay muy pocas localidades (Fig. 2) donde no se haya producido algún hallazgo de este tipo[17]. El nuevo ejemplar, contribuye a destacar aún más un sector especialmente denso en torno a las dos orillas del río Tajo, en el tramo comprendido entre los vados de Azután y Alarza, básicamente un territorio dominado por espacios adehesados, donde los núcleos poblacionales vetones se limitan a dos asentamientos contiguos al Tajo [18], Alija y Puente Pino. Ambos yacimientos tendrían categoría de oppidum, el resto, apenas poseen vestigios que no hagan pensar en ocupaciones efímeras o en el caso de Castros II en una atalaya-santuario[19]. La distribución de esculturas por el contrario parece indicar que una parte importante de la población se repartía por el territorio formando pequeñas unidades, en su mayor parte dedicadas a la cría y cuidado del ganado, sin que hasta este momento se pueda establecer con seguridad si se trataba de un trasiego estacional. La falta de otra referencia a la propiedad dentro de estos paisajes era bien sustituida por estas imágenes, verdadero distintivo étnico de la cultura vettona. A escala provincial el nuevo verraco incrementa la lista de imágenes que hemos damos por seguras, pues no son pocas las que han sido confundidas con caprichos rocosos o con un elemento singular de la arquitectura doméstica romana[20].

  1. ¿UN LUGAR SACRO?

El lugar al que nos vamos a referir a continuación[21], tiene probabilidades de ser interpretado como un espacio numinoso o sagrado reservado a una divinidad a modo de –loca sacra- o fanum, pues constituye el ejemplo de una tradición muy antigua, basada en el culto a determinados lugares de la naturaleza, donde ciertas rocas se consagran mediante la realización de inscripciones o plasmando en ellas una serie de grabados. Se ubica sobre una peña centrada al fondo de una vaguada en el ribero de Berrocalejo, junto al Arroyo de la Veguilla, cuyo nacimiento ha sido obturado por una charca de reciente construcción. Se encuentra aislada de otras rocas, en un entorno dominado por el berrocal granítico fuertemente alterado por la erosión, formando un paisaje donde destacan conjuntos de bloques redondeados, en forma de seta, piedras caballeras, torreones graníticos y otras formas, a veces fuertemente tafonizadas.

 

Su hallazgo se debe mucho a la casualidad, pues tuvo lugar cuando intentábamos acceder al río Tajo por uno de los escasos lugares donde el vivaqueo de los arroyos, ofrece la posibilidad de asomarse a la orilla de dicho río, pues en esta zona, su curso viene encajado, la mayor parte de las veces, con sus paredes cortadas en forma de abruptos acantilados.

 

La roca tiene forma abombada, con una oquedad en la parte superior probablemente causada por la intervención humana, que valoraremos más adelante. Pese a todo, aún resulta lo suficientemente sugestiva para especular sobre su significado, tal y como se deduce de la inscripción tallada en su plano cenital, siendo visible el signario de las letras [DIV..], las cuales parecen corresponder al adjetivo DIVI. Muy interesante resulta el hecho de que dichas letras no sean el único añadido a la roca, pues alrededor se reparten algunas cazoletas de distinto formato, y que la de mayor tamaño y profundidad sea en torno a la cual parece girar el trazo de la inscripción. La superficie de la roca se presenta ligeramente orientada hacia el norte, con las letras profundamente grabadas con un instrumental indeterminado, pues el carácter porfiroide del granito es proclive a una fácil abrasión (Fig. 3).

 

Estas cazoletas no son de origen natural, al contrario, su factura es artificial y obedece a una costumbre que tiene mucho de ritual, pues entre las distintas manifestaciones recogidas, por ejemplo, en el catálogo de arte rupestre del Campo Arañuelo-Ibores-Jara[22], su realización siempre abriga una intencionalidad, la cual hemos visto reconocida en áreas habitacionales, espacios de interés económico, lugares de tránsito, ámbitos funerarios y en lugares ceremoniales o como hitos limitáneos.

 

Solo en el término e Berrocalejo hay consignados 41 registros de arte rupestre, donde están presentes mayoritariamente estos singulares grabados[23], siendo este valle, junto a los vecinos del Ribero y Vallejondo (El Gordo), uno de los parajes del término donde los encontramos formando composiciones de especial complejidad, pues a las clásicas concavidades semiesféricas se suman zigzags, círculos con desagües, halteriformes, cazoletas hemisféricas, largos surcos comunicantes e incluso algún zoomorfo. Esta roca en concreto, presenta una docena de cazoletas de distinta magnitud repartidas por su superficie, proliferando en las partes más elevadas y sobre el borde de la roca, en torno a dos oquedades de mayor diámetro y profundidad, estas últimas separadas por una hendidura en el centro, de manera que se agrupan en torno a ellas dos subconjuntos de cazoletas de menores dimensiones.

 

La relación simbiótica de cazoletas e inscripción, no creemos por tanto que sea casual, es evidente que el grabador buscó la interferencia entre ambas, tal vez a sabiendas del valor de las primeras como un aditivo frecuente en lugares investidos de cierta sacralidad. Lo cierto, es que este código gráfico monopolizó gran parte de las expresiones rupestres a lo largo de toda la prehistoria reciente, desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro, último periodo donde las veremos aparecer aún con gran profusión sobre el lomo de las esculturas de verracos, como hemos tenido ocasión de comprobar, pero es muy probable que en la época en la que se añade la inscripción, su polivalente significado sea ya prácticamente desconocido y que únicamente perviva como símbolo asociativo a lugares con entidad sacra o como signos habituales, en lugares donde se ha llevado a cabo un ritual deprecatorio. Queremos decir con ello, que quien fusionó la inscripción con estos grabados lo hacía con una intencionalidad manifiesta, añadiendo el letrero DIVI con el propósito de realzar el carácter sacro de este lugar.

 

Todo esto, resultaría un ejercicio absolutamente hipotético, si no tuviéramos ejemplos prácticamente idénticos en el monte de As Canles en (Caneda, Pontevedra). En concreto, dos inscripciones casi idénticas separadas por medio centenar de metros, ubicadas en dos oteros, del Couto y del Gallo, pertenecientes a la localidad antes referida. Estudiada a lo largo de varios trabajos[24], en los cuales, a pesar de desconocer el sentido exacto de la imprecación, el hecho de utilizar un término latino constituía el argumento más convincente para adscribir el titulus a la época romana, si bien sus investigadores consideran que la expresión no correspondía exactamente con la normativa epigráfica latina, pues este término aparece casi exclusivamente como una forma de resaltar  una cualidad en las inscripciones dedicadas a emperadores y miembros de la familia imperial a partir de Augusto. Piensan los autores mencionados, que lo más verosímil es que se trate de “una expresión indígena revestida de formas latinas”[25], de ahí que su interpretación haya que hacerla desde el punto de vista de un individuo cuya faceta religiosa aún emulsiona aspectos de la religión local, con las concepciones religiosas romanas producto de la interpretatio, la cual consiste en aceptar a los dioses y rituales clásicos, pasándolas por el tamiz evocador de la autoctonía religiosa.

 

No obstante, aunque esta palabra DIVI aparece rara vez fuera del contexto epigráfico de la familia imperial, también se utilizó para referirse a un conjunto de dioses de la Roma republicana nominados como Divi Novensiles, deidades pertenecientes a las más antiguas tradiciones religiosas de Roma, a las cuales se dirigían sus cultores a través de una plegaria. La más conocida es la pronunciada por el cónsul Publio Decio, recogida por Tito Livio[26] con ocasión de las guerras samnitas. En esta ocasión se trató de una ofrenda extrema o devotio por la cual dicho personaje hacía voto de sacrificar su propia vida a los dioses ctónicos o del inframundo. Según otras fuentes, los Novensiles son dioses antiguos que han adquirido el estatus numinoso[27] de divus o deificados por sus propios méritos, entre esos divi por ejemplo, se encontraban Hércules, Rómulo, Esculapio, Liber y Eneas. Desde este punto de vista, la autoría de la inscripción también podría atribuirse a un individuo de origen romano, y al contrario de lo que se argumentaba en la propuesta anterior, sincretizaría las formas rituales autóctonas sugeridas por la presencia de los grabados en la roca, para introducir una dedicatoria que tendría evidentemente una esencia votiva[28].

 

Muy interesante nos parece, que las inscripciones de los dos oteros gallegos, se acompañen también de un grupo de cuatro rocas grabadas, “tres de las cuales contienen cazoletas y un reducido número de cruces inscritas y otra que presenta, además de estos motivos, óvalos divididos por líneas paralelas y transversales, círculos simples y un antropomorfo”[29], pues viene a reforzar nuestra idea de, que en las localidades mencionadas, existió un lugar de indudable naturaleza cultual, aunque a su vez asumiera el papel secundario de agente delimitador o hitacional dentro del territorio. La continuidad en el Ribero de Berrocalejo hacia otras rocas de gran complejidad insculturada[30], podría arrojar luz sobre los principios que rigieron una construcción ritual de estas características. Vemos pues que no son coincidencias, sino el atisbo de estructuras monumentalizadas, a través de las cuales se pretendía delatar la importancia simbólica del sitio, aunque estas formas de entender el paisaje por pueblos cuya historia rebasa con holgura los dos milenios, resulta prácticamente inaprensible. No obstante, de lo extendido de su práctica, dan idea otros lugares, sobre todo de la geografía occidental peninsular, donde la conjunción de grabados rupestres e inscripciones se repite, aunque estas últimas acogen expresiones de lo más diverso.

 

Uno de estos casos es la Fonte da Tigela[31], llamada así por hallarse asociada también a una cazoleta de gran tamaño conectada a varios surcos. Otro de los sitios es el Cabeço das Fraguas, un yacimiento destacado por una inscripción en lengua lusitana y por “reunir aspectos de la religiosidad indígena” alrededor del cual se reparten varios conjuntos de cazoletas cuyo destino parece haber sido el de reforzar los límites naturales del santuario[32], el cual se abandonaría a finales del s. I d.C. En el Penedo das Ninfas, Correia[33] igualmente hacen acto de presencia cazoletas y canalillos en la parte superior de la roca y, las inscripciones dedicadas a la diosa indígena Munidi, inducen a pensar que la misma estaría imbuida de alguna connotación simbólica en época anterior al texto epigráfico. Es interesante anotar igualmente, como en este mismo lugar se produce una asociación entre el locus propiamente dicho y un manantial o humedal como ya ocurriera en Berrocalejo. Otros ejemplos de convivencia de cazoletas e inscripciones donde pudieron revivirse prácticas ceremoniales, los encontramos bien referenciados en la tesis de Mª J. Santos Correia, siendo este aspecto especialmente recurrente en lugares como el santuario de Mogueira, otro emplazamiento liminal a orillas del Duero[34].

 

Otras rocas sin manifestaciones rupestres en su superficie, pero con la invocación a alguna divinidad son relativamente frecuentes, abundando sobre todo en el oeste peninsular, con un protagonismo ejercido por divinidades muy diversas, a Iovi, lo encontramos en el Coto de San Trocado en Orense[35] y sin ir más lejos en la Fuente de la Higuera de la localidad cacereña de Torreorgaz a la divinidad indígena Laneana[36], etc. Un detalle curioso que atesora la inscripción de Berrocalejo es que carece de un teónimo explícito, una situación documentada en algunos santuarios y también en rocas que han venido a desempeñar una función cultual, posiblemente porque la peña elegida se encontraba en el témenos de la divinidad invocada. Es pues bastante complejo, si no imposible especular sobre en qué divinidad recaería la advocación, aunque en el caso gallego, la doble concurrencia de la inscripción en oteros vecinos ha conducido a relacionar dicha expresión cultual con una posible devoción al “Lug plural, gemelar”[37], con la sospecha de que la ermita de San Xusto construida a los pies del otero tuviera como fin el de encubrir el culto a esta divinidad prerromana. Advierten además los autores, que el texto grabado demarcaría el espacio más sagrado de lo que sería un amplio santuario al aire libre, datado por lo menos desde la I Edad del Hierro a la época romana, según se deduce del amplio estudio realizado sobre los petroglifos de esta comarca gallega, un sitio notable, además, por la presencia de zonas húmedas, pero vacía de poblamiento, identificándose de nuevo esta fisonomía con el paisaje de la roca de Ribero 1.

 

Todos estos rasgos permitían conocer su contexto sagrado, señalando especialmente algunas -peñas sacras-, como entes animados por un espíritu vital o numen sacro, lo cual ayudaría a explicar “los fenómenos de interpretatio con divinidades del mundo clásico y su cristianización posterior en un proceso de adaptaciones de los ritos y cultos, hasta la práctica desaparición de esa visión ancestral del paisaje Sacro[38]. La eliminación en la roca del Ribero1 de parte de la inscripción, cortada por la mitad de su tercera letra, podría en este caso tratarse de un artero intento de damnatio memoriae, cuyo objetivo consistía en eliminar todo rastro de paganismo, un argumento más en favor de las transformaciones cargadas de fervor religioso, sobre todo, entre la población cristiana asentada en la zona desde época hispano visigoda, o la población mozárabe que le sucede, como demuestra la existencia del cercano vicus de Peñaflor.

 

  1. TRES ALTARES VOTIVOS.

De los estudios de epigrafía llevados a cabo en Extremadura, incluso los corpora epigráficos que han abordado una catalogación pretendidamente exhaustiva, se han descartado toda una serie de soportes cincelados a propósito, aparentemente para recibir una inscripción. Son monumentos que, sin el menor atisbo de intencionalidad gráfica, se han interpretado habitualmente como piezas de cantera anepígrafas, un término a nuestro juicio erróneo, pues es muy probable que un porcentaje muy alto hubieran sustentado una inscripción pintada, tal vez sobre una capa estucada, la cual se ha desprendido con el paso de los siglos, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de los epígrafes que conocemos se han encontrado al aire libre, en unas condiciones poco favorables para su conservación.

 

Hay muchos casos en el mundo romano donde el pincel sustituye al cincel, a veces incluso las inscripciones eran resaltadas con pinturas para acentuar el letrero y mitigar posibles deslices en un cincelado apresurado. Tampoco es infrecuente que aras anepígrafas alternen con otras grabadas en el mismo lugar, recordamos a propósito el templo de las Piedras Labradas de Jarilla[39], el de Santa Lucía del Trampal[40], a los cuales cabe añadir por vecindad con la provincia cacereña los del santuario consagrado a Vaelicus en Postoloboso[41], o el santuario a pie de monte del Cabeço das Fraguas[42]. En esos lugares y en otros muchos más que agrandarían el espacio distributivo de las estelas anepígrafas, las modalidades que adoptaron los soportes lapidarios, probablemente alternaron las dos fórmulas para rotular un texto, si es que no ocurrió como explica Mª Paz García Bellido con las de Santa Lucía del Trampal, entre las cuales, si bien considera que algunas son de epígrafe perdido, otras carecen con seguridad de él, aunque llevan molduras y decoraciones resaltando el valor de la ausencia.[43]

 

La elección de una u otra modalidad, sumada a las circunstancias especiales que rodean a las estelas ágrafas, ha determinado en muchos casos, que un determinado texto llegara o no hasta nuestros días, o el silencio de un monumento bastara simplemente como gesto intencionado de dejar constancia del voto cumplido por parte de un cultor ante la divinidad invocada. Este el caso de tres aras votivas que a continuación vamos a describir encontradas en la orilla derecha e izquierda junto al río Tajo.

 

El ara de Berrocalejo. (ETR89: 39º49´8,46” N y 5º20´41,8” W)

Se trata de un ara de granito decorada en el coronamiento por tres molduras redondeadas simples que recorren todo el contorno, a las cuales, sucede el fuste con el neto sin inscripción, y un pie en forma troncocónica invertida para su inserción en un hueco tallado con propósito de exhibirla en pie[44]. No se aprecia si tuvo fóculo en la parte superior, al estar excesivamente apretada entre los mampuestos de un muro. (Fig. 4A)

 

La altura total es de 91,05 cm dividida en los 23 cm que ocupan las molduras superiores, los 44 del fuste y los 24 del pie; su anchura en el fuste es de 24 cm y 27,5 cm en el lateral. Actualmente, se encuentra empotrada en la pared de una cerca, frente a una vivienda particular ubicada en la periferia de la población. Tiene un fácil acceso, pues dejando a la izquierda la pared de la piscina municipal, y una vez recorridos 230 m desde la entrada a este recinto, el ara se puede contemplar a media altura en posición horizontal invertida.

 

En derredor de este altar votivo no encontramos restos a los cuales asociarlo, por lo que, especulando sobre su procedencia, por cercanía, podría haber sido acarreada desde unas ruinas localizadas en la finca de Bercenuño, a izquierda de la carretera en dirección Valdeverdeja, un extenso asentamiento romano donde avistamos un contrapeso de prensa olearia, sillares, fragmentos de opus caementicium, etc. Podría incluso proceder del mismo lugar en el que se asienta Berrocalejo, con lo cual, el posible fanum destinado al culto a una divinidad, habría desaparecido bajo las viviendas de la población. O como última alternativa, que la hubieran acarreado desde Peñaflor, lugar referente como cantera de la población, desde su fundación misma.

 

Esta última posibilidad es quizá la más factible, pues son varios los altares de este tipo y no los epígrafes funerarios, que han sido descubiertos entre sus ruinas, especialmente en el entorno de la mole de piedra granítica que da nombre a este lugar, cuya investigación, en pos de una explicación a la presencia de estos altares, deparó el hallazgo de una serie de piezas de gran singularidad arquitectónica, cuyo estudio también abordaremos en estas páginas.

El ara del Valle de San Román (Peraleda de San Román) (ETR89: 39º43´34,88” N y 5º24´51,45” W).

Este altar se encuentra depositado en el Museo de la Fundación Antonio Concha a donde llegó, procedente del valle de las Minas en Peraleda de San Román. En este lugar hay restos de al menos dos núcleos poblacionales asentados desde el Bajo Imperio[45] hasta la etapa Hispano-Visigoda, pero la pieza en cuestión, se encontraba bastante separada de ambos, muy cerca de uno de los pozos para la ventilación de una mina de galena y malaquita, cuyo filón principal se agotó en el siglo pasado. Servía de jamba en un portillo y dado que está tallada en granito, un material ajeno al lugar del hallazgo, debemos suponer que fue transportado hasta allí, permaneciendo hasta el presente, no muy lejos de su emplazamiento original, pues el sitio, es un otero que ofrece unas condiciones paisajísticas excelentes, dominando un valle dividido al medio por el río Gualija. La explotación temprana de las minas por los romanos, cuya principal veta cruzaba por delante mismo del altar, y las canteras de caliza que atesora el valle, podrían hipotéticamente encontrarse en relación con el cultor que levantó este monumento (Fig. 4B).

 

Mide 79 cm de altura, de los cuales 24 corresponde a un ático con tres molduras, 43 al fuste y 12 a una base acabada en una moldura y un soporte prismático. El neto, ligeramente convexo, tiene unas medidas que oscilan entre los 36, 28 y 34 cm de ancho por 40 cm de grosor. Está realizada en granito de grano medio y color grisáceo y en el coronamiento un foculum rectangular encajado entre dos pulvinos. Como curiosidad, sobre cada pulvino posee tres cavidades equidistantes y muy someras a modo de cazoletas.

 

El ara del Castrejón (Valdelacasa de Tajo) (ED50: 39º47´39,8” N y 5º 21´00,0” W).

Con este nombre se conoce a un lugar dentro de la demarcación municipal de Valdelacasa de Tajo, donde tuvo lugar el hallazgo de este altar cuando en 1987 realizábamos la catalogación de este yacimiento para la Carta Arqueológica de la Comarca, si bien esta quedó inacabada debido a sucesivos cambios en la administración (Fig. 4C).

 

El ara, de estar completa, presentaría el aspecto tripartito clásico bien proporcionado, aunque en este caso, debido a una fractura en la base, se ha visto mermada de esta cualidad. El fuste se presenta liso con una banda de transición escalonada por dos listeles y un ático coronado en medio por un frontón triangular y dos pulvini a ambos lados.

 

Mide 67 cm de altura, de los cuales 26 corresponde al ático y 41 al fuste; 36 cm tiene de ancho por 33 cm de grosor. Está realizada en granito de grano medio y color parduzco. Se conserva in situ, entre las ruinas de un asentamiento al cual hemos aludido en alguna ocasión con motivo del hallazgo de cerámicas de la Edad del Bronce en sus laderas y una muralla de la misma época[46], e incluso la existencia de indicios de algún templo cristiano, tal vez visigodo, delatado por un umbral con barroteras.[47] Se ha documentado además la presencia de una cupa solidae completa, a la que hay que sumar al menos otra más, denominada cupae sectile, cuya construcción depende del ensamble de varias secciones de piedra semicirculares del mismo tamaño. Del último ejemplar, se han documentado cinco piezas, tres en estado fragmentario de apenas un cuarto de semicírculo y dos segmentos completos, uno de ellos con un hueco en la parte superior reservada para las libaciones. A partir de sus medidas, 89 cm de longitud, 58 cm de altura y 39 cm de grosor, podemos conjeturar que se trataba de un único ejemplar, a no ser que para otros hubieran empleado el mismo módulo. Su tamaño ocupa un rango intermedio entre las cupa solidae localizadas en Coria, Cáceres, Trujillo, Idanha a Velha o Mérida y ciertos ejemplares veratos recientemente publicados con dimensiones de hasta 150 cm de base por 95 cm de altura y entre 38 y 40 cm de espesor[48]. Dimensiones que, por cierto, tienen porte monumental, lo cual exigiría de cierto nivel adquisitivo por parte de quienes las encargaban, pues proyectos de esta índole debían de encontrarse al alcance de muy pocos.

 

En el mismo lugar hay varios elementos decorativos más, entre ellos una placa de granito con una media luna grabada en hueco relieve y una lastra del mismo material de más de un metro de longitud con varias molduras en el borde. Conjeturamos que pudieron pertenecer igualmente al podio de uno de los monumentos funerarios allí levantados, tal vez en el siglo III, fechas en las cuales las cupae alcanzan su mayor difusión, aunque no es el límite tajantemente establecido de su proliferación.

 

No deja de resultar extraño que un lugar tan apartado de la circulación, nada apto para la agricultura ni otra explotación que no sea la de apacentar ganados, la caza o la pesca, presente una colección de trabajos tan singulares, cuando además, el análisis de sus arquitecturas domésticas manifiesta un grado de pobreza evidente, limitando, por ejemplo, el uso de sillares tallados a las jambas de sus puertas y algún refuerzo en las esquinas, si bien, la presencia de teja con diseños a peine, haría referencia al epígono de su ocupación, ocurrido durante la etapa hispano visigoda. En este periodo es posible que se desmantelaran las estructuras anteriores para aprovecharlas en nuevas construcciones, desfigurando lo que en su etapa romana se había conformado como un espacio señalado por construcciones excepcionales, sobre todo si tenemos en cuenta el tamaño de los propios sillares y los depurados trabajos de cantería.

 

En nuestra opinión, se trató de un enclave monumentalizado, tal vez porque allí daba en atribuírsele una relación fenoménica de carácter religioso de origen prerromano. El propio carácter ágrafo del altar se podría explicar de varias formas, pero como conjetura plausible, también podría corresponder al de una deidad innominada como Estrabón recogía entre los celtíberos y otros pueblos prerromanos[49].

 

Como hemos podido apreciar los altares sin epígrafes, no son raros de encontrar en esta zona, donde podemos apuntar otros ejemplares inéditos descubiertos en el castillo de Castros (Villar del Pedroso), en el castillo de Alija (Peraleda de San Román), y ya un poco más lejos en la propia Avgvstobriga o en la Cañada de los Judíos (El Gordo)[50], si bien, las piezas mencionadas de las dos últimas localidades, son más pequeñas que las que nos ocupan, y no descartamos que estas hubieran formado parte de un santuario doméstico de carácter privado. El tamaño reducido de los altarcillos puede, también obedecer al deseo de facilitar su transporte. A diferencia de la pieza de Castrejón, podríamos estar ante un elemento de culto de raíces indígenas, que en su momento ocupó un lugar en el interior de una de las estructuras levantadas en este lugar, destruido por las sucesivas reocupaciones. Como último apunte añadir, que habida cuenta de la dispar morfología de este y los otros dos altares, es bastante probable que no procedan de la misma oficina lapidaria.

 

  1. ¿UN TEMPLO EN PEÑAFLOR?

El topónimo de Peñaflor hace referencia a una enorme roca aplomada sobre el ribero del Tajo en término de Berrocalejo, a cuya sombra se cobijaron gentes muy diversas, al menos desde la Segunda Edad del Hierro hasta la Alta Edad Media. Materiales diseminados en torno a la peña, acreditan ocupaciones prácticamente ininterrumpidas a lo largo de más de un milenio, las cuales fundamentalmente buscaron desde el punto de vista estratégico, la defensa de la población asentada, la vigilancia de este tramo del río, además de lo que hipotéticamente vamos a proponer, acerca de un establecimiento destinado al culto en época romana y tal vez prerromana.

 

El lugar posee algunas referencias historiográficas[51], pero a pesar de estas llamadas de atención, ningún trabajo se ha ocupado del sitio en extenso y en profundidad, pues se hubiera topado, entre la maraña de construcciones domésticas de corrales y apriscos de un extenso poblado, y tras la explanada defendida por un grueso muro junto a la Peña que da nombre al sitio, con un conjunto de materiales pétreos atrapados entre las rocas del ribero pertenecientes a otro tipo de construcciones, las cuales, hipotéticamente vinculamos con la existencia de un ámbito sacro de indudable origen romano. Conjeturamos, además, que los mismos, en razón al uso al cual se prestaron, fueron literalmente desmantelados y arrojados por la pendiente hasta el río Tajo, aunque esta operación pudo pasar por una fase intermedia de reciclaje durante el periodo islámico, teniendo que ver su disgregación con el posterior derribo.

 

En cualquier caso, la dispersión de restos constructivos, sillares, capiteles, basas, fustes de columnas, quicialeras, umbrales, etc., señala, dada la cercanía a la explanada antes mencionada, que el emplazamiento del edificio o edificios a los que sirvieron, no debían de encontrarse muy lejos, pues cuesta pensar que piezas de hasta casi media tonelada de peso, hubieran sido acarreadas hasta allí, tan solo con la idea de lanzarlas por el precipicio (Fig. 5 y Fig. 6)

 

Hemos intentado documentar los restos más significativos con el interés puesto en demostrar que nuestra hipótesis no carece de fundamentos. Para ello se han medido, fotografiado todo el material cincelado y cartografiada su derrama, pensando en averiguar no solo su lugar de procedencia, sino en arrojar algunas respuestas acerca de las características del edificio/os para el cual se proyectaron a través del estudio de sus módulos y tipología.

 

Hay que quedar claro en primer lugar que el paisaje de Peñaflor presenta unas características comunes al de Castrejón, con la diferencia que este ha sido peor tratado por la tala abusiva de enebros destinados a los hornos de miera y las encinas como combustible. Por lo demás, se define como un espacio salpicado por morras graníticas, muy quebrado, con apenas espacio para una pobre agricultura de secano u otra actividad distinta de la ganadería, al menos ninguna que propiciara la acumulación de capital suficiente para acometer el trabajo de piezas de semejante envergadura. Las numerosas construcciones dispersas, sugieren que el poblamiento más visible correspondió a una aldea tardoantigua, la cual alcanzó su apogeo en época altomedieval, dejando como prueba de su existencia, un importante número de edificios y corrales anexos adaptados a las irregularidades del terreno separados por callejas, cuyo trazado, busca siempre las partes bajas del relieve. Se aprecia en estas construcciones, un trabajo intenso de cantería, cuya mejor faceta se orienta a la labra de sillares perfectamente escuadrados para su inserción en las jambas de las puertas y esquinas. Algún fuste, basa y capitel, también forman parte de la anárquica dispersión de elementos constructivos, la mayoría de ellos descontextualizados y poco coherentes con la arquitectura tardía, contribuyendo todo ello a acrecentar nuestras sospechas sobre la existencia en el entorno de uno o varios edificios aún más antiguos y de superior calidad.

 

Para no dispersarnos, nos ceñiremos exclusivamente a los materiales acumulados en una estrecha franja de la escarpa asomada al Tajo, junto a la Peña, donde salvo el miliario de Maximiano[52], otro fuste y un elevado número de sillares, enterrados en lo que parecen los cimientos de un edificio, se concentra el grupo de piezas arquitectónicas más sobresalientes[53]. En esencia se trata de piezas pertenecientes a una o varias construcciones trabajadas por canteros, cuyo registro se puede resumir en tres tipos de aparejo: redondeado (basas, fustes y capiteles), cuadrado (sillares, umbrales y dinteles), y mixto (capiteles y fustes adosados a jambas).

 

Entre los fustes de columna hemos constatado la presencia de cinco formatos (108 cm de longitud x 45 cm de diámetro; de 91 cm de longitud x 42 cm de diámetro; de 74 cm de longitud x 45 cm de diámetro; de 90 cm de longitud x 38 cm de diámetro; de 94 cm de longitud x 29 cm de diámetro; de 76 cm de longitud x 35 cm de diámetro). Son enteramente lisas, sin agujero de inserción en el centro de las mismas. El diámetro de las columnas oscila como ya sucediera en el templo del Collado de la Lobosilla entre los 30 cm y los 75[54] (Fig. 5.6, 5.7, 5.8; Fig. 6.1, 6.4, 6.7, 6.12)

 

Tres capiteles y tres basas, ambos de orden toscano (Fig. 5.9; Fig. 6.9). El capitel más interesante se adosa a una pilastra y posee una moldura convexa justo debajo del ábaco y un filete antes del cuello de la columna (Fig. 7); el segundo, forma un cuerpo único junto con el sumoscapo, el ábaco de lados lisos y bajo él un equipo con una decoración a modos de volutas enroscadas previo al equino semicircular (Fig. 5.12). Las basas son sencillas, compuestas de ábaco y equino, salvo en un caso caracterizado por la duplicación de la escocia entre dos toros, pero sin la presencia de un zócalo cuadrado que pudo montarse sobre el piso tallado por separado. La tercera es muy simple de 55 cm de longitud, 13 de los cuales corresponden a la basa propiamente dicha por 34 cm de diámetro.

 

Los sillares como obra de fábrica trabajados para distintos encajes, son mucho más diversos. Hay módulos paralelepipédicos, es decir, hay sillares almohadillados, con sus caras totalmente regularizadas y algunos en los que se ha operado un trabajo para adaptarlo a un lugar preciso en paredes o suelos. Entre los primeros tenemos formatos de 84 cm de longitud x 67 cm de altura y 43 cm de grosor; 86 cm de longitud x 44 cm de altura y 40 cm de grosor; 75 cm de longitud x 45cm de altura y 59 cm de grosor; 45 cm de longitud x 33,5 cm de altura y 48 cm de grosor con un almohadillado en un lateral;125 cm de longitud x 39 cm de altura y 44 cm de grosor; cm de longitud x cm de altura y cm de grosor; 67 cm de longitud x 46 cm de altura y 53 cm de grosor; 80 cm de longitud x 32 cm de altura y 40 cm de grosor; 156 cm de longitud x 39 cm de altura y 46 cm de grosor; 94 cm de longitud x 46 cm de altura y 46 cm de grosor; 43 cm de longitud x 34 cm de altura y 39 cm de grosor (Fig. 5.2, 5.3, 5.4, 5.5). Entre aquellos con alguna angulosidad, almohadillado o quicio en su labra, el tamaño es también variable, pues se trata de piezas ajustadas (Fig. 6.3 y 6.8). Destacan especialmente un umbral de 150 cm de longitud x 42 cm de altura y 42 cm de grosor; con el gorrón labrado para el giro del gozne y un surco para la guía e inserción de la hoja de la puerta (Fig. 5.1).

 

Esta variación de tamaños de piezas en una obra que no es de revestimiento, lo documentamos igualmente en el templo de Jarilla, oscilando sus medidas entre los 80 y 90 cm de longitud, los 40 cm de altura y los 50-55 cm de grosor, aunque igualmente encontramos piezas de mayores y menores dimensiones preparadas para su articulación en ese aparejo normalizado.

 

Con todos estos datos, es evidente que no podemos describir cómo sería la estructura final del edificio/os, pues ni siquiera conocemos la ubicación exacta, ni las características de su planta/s, aunque de continuar con la tradición de los templos rurales levantados en esta parte de la Lusitania, los ejemplos a imitar, por el parecido que entre todos ellos guardan, serían el de Alcántara, Jarilla, el Collado de la Lobosilla o Fuentidueñas[55]. Con todos concuerda no solo en la factura de sus restos edilicios, sino en muchas de las características paisajísticas de sus enclaves.

 

Uno de los detalles arquitectónicos acreedor de estas similitudes, es una pieza con el fuste adosado a una jamba (Fig. 8). Su longitud o altura es de 123 cm de longitud x 50 cm de ancho (28 cm el pilar y 22 el fuste adosado) y 48 cm de grosor. Esta pieza, tal vez formó parte del marco de una puerta, y de ser acoplada a otra porción semejante, alcanzaría unas proporciones considerables, prácticamente los 2,50 m, rebasando fácilmente los tres metros si añadimos la basa y el capitel complementarios. Dicha altura tendría su referencia en la puerta del templo de Alcántara que alcanza los 2,56 m de altura[56], aunque en este templo para el montaje de la columna se emplearon cuatro tambores en un lado y cinco en otro, igualmente adosados a los sillares de las jambas. Esta composición evita que especulemos sobre la altura total que alcanzaría la teórica puerta del edificio de Peñaflor, no obstante, si se trata de un remedo de la obra alcantarina, como es nuestra sospecha, no debería de haber grandes diferencias entre ambas, cuando, además, las basas y capiteles localizados son prácticamente idénticos.

 

Con el de Alcántara también coincide en su edificación a orillas del río Tajo, y si el primero, tal y como parece, fue un templo votivo construido en la cabecera del puente dedicado a los dioses de Roma y a la gloria del Cesar, hay que decir que los restos constructivos de Peñaflor, también se encuentran en relación con otro puente espectacular conocido como del Conde de las Mirandas, distante poco menos que 500 metros. Volado uno de sus arcos en 1809 para impedir el paso de las tropas francesas, esta obra, de 111 metros de largo por 35 m de alto, fue reconstruida a finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, tal y como reflejan muchos detalles, entre otros las marcas de cantero labradas en el intradós de sus arcos, pero ciertas partes fundacionales y la doble rosca de uno de los arcos, son posiblemente de una fábrica mucho más antigua[57]. Podríamos proponer la hipótesis, por tanto, de que en este lugar se levantó un puente anterior al actual, arrasado tal vez en alguna riada, cuya función era la de poner en comunicación Avgvstobriga con Caesarobriga. La presencia de un miliario dedicado a Maximiano ahonda en dicha posibilidad, sobre todo, cuando las millas marcadas en el mismo coinciden con la distancia a la ciudad toledana.

 

Otro argumento a considerar en favor de la existencia de un santuario en Peñaflor es la abundancia de monumentos epigráficos votivos[58], de los cuales el único que aún permanece in situ, es el ático fragmentado de un ara de gran tamaño, con una decoración muy original en el coronamiento compuesta por dos pulvinos dispuestos en los laterales y dos frontones emparejados a los que siguen una moldura, el listel y el inicio del neto (Fig. 9). Otro epígrafe mencionado en las Relaciones Topográficas [59], es según Santos una estela funeraria de mármol dedicada por Ivlia Felicitas, pero el coronamiento adornado por un ático triangular con dos pulvinos laterales, no resulta muy habitual para esa función. De otras dos piezas se hace eco A. Moraleda[60], una corresponde a un fragmento de altar con una serie de molduras paralelas en la parte superior y la otra supuestamente estaba dedicada a Júpiter, aunque en la foto que aporta Santos[61] la dedicatoria a esta divinidad no parece tan clara. Todas se hallaron en la vecindad de los restos arquitectónicos, y según sus descripciones, alguna incluso formaba parte del recinto amurallado que rodea una parte de la peña. Sobre la procedencia de otras lápidas hay cierta prevención, en concreto acerca de un ejemplar al parecer originario del “castillo de Peñaflor”[62], erróneamente atribuido a Valdeverdeja[63],  localidad a donde fue trasladado. Otras inscripciones documentadas en la zona se encuentran en la misma situación, pero es imposible asegurar su procedencia.

 

Peñaflor por otra parte posee una fuerza paisajística innegable, con su atalaya natural cortada a pico entre el arroyo epónimo y el río Tajo, en medio de un paisaje escabroso y poco propicio para una instalación urbana de cierto rango, sino más bien todo lo contrario, de ahí que nuestra propuesta sopese la existencia de una construcción sacra, algún edificio/s al servicio de determinadas ceremonias cultuales y litúrgicas, llamado a desempeñar el papel de santuario extraurbano de Avgvstobriga, sintonizando en este sentido con el de las Piedras Labradas de Jarilla, para el cual se ha subrayado tanto la cercanía de la ciudad de Capera, como el paso de una importante calzada romana, aspecto de especial relevancia, pues idéntica situación se repite en relación al santuario de Ataecina en Alcuéscar  y al puente de Alcántara.

 

Gómez y Esteban[64], señalan, asimismo, otra serie de posibles santuarios en Baños de Montemayor, Nuestra Señora de Tebas en Casas de Millán, Santa Marina de Ahigal, Fuente Santa de Galisteo, El Palancar en Pedroso de Acin[65], etc, cuya existencia se intuye a través de pequeños altares dedicados a divinidades, la mayoría de las veces relacionadas con las propiedades curativas de las aguas, es decir, ausente de toda estructura conocida, pero emplazados en parajes apartados y prestos a ser interpretados como indicios de santuarios prerromanos vinculados a lo fenoménico de la naturaleza.

 

Más argumentos para reforzar nuestra presunción lo prestan el hallazgo junto a la Peña de dos exvotos[66]. El primero tiene 4,6 cm de longitud, y reproduce la imagen de un toro, con cinco cinchas atadas a la altura del vientre (Fig. 10). Ha sido fundido en plomo empleando para ello un molde bivalvo. Tiene las patas cortadas a la altura de las corvas y ligeramente dobladas, quizá para apoyarlo en una peana. Su estilo, bastante tosco y popular, recuerda a alguna de las imágenes de la estatuaria vetona, y aunque el cinchado de la imagen es inédito, podría corresponder a algún tipo de acto ritual o festivo relacionado con el culto a este animal o a la divinidad que representa[67].

El segundo exvoto, o mejor dicho fragmento, es una pezuña de cabra fundida en bronce y con un vástago o pernio en el apoyo para ser incrustada igualmente en una placa o pedestal del cual fue arrancada bruscamente (Fig. 11.1). El estudio más reciente nos remite a unos treinta ejemplares concentrados fundamentalmente entre la región extremeña y el distrito alentejano[68], por lo común interpretados como exvotos alusivos a la diosa indígena Ataecina. Su distribución sobre el mapa ha servido para definir un “área cultual y ritual característica en el Suroeste de la antigua Hispania[69] complementario de ese otro mapa con epígrafes dedicados a esta diosa que también recibió culto durante la época romana, asimilada a Proserpina, una diosa del inframundo, protectora de los bosques, del ganado y de las aguas.

 

 

El descubrimiento de este fragmento en Peñaflor, certifica que su culto se extendía hasta este rincón de la Lusitania y aunque el santuario principal parece que radicó en la ciudad onubense de Arucci, actual Aroche,  no impidió la extensión de su culto a otros santuarios como el de Santa Lucía del Trampal en Alcuéscar donde se recuperaron 14 inscripciones[70]  o el de la Zafrilla en Malpartida de Cáceres, de donde proceden dos exvotos que conservaron una placa con dedicatoria a la diosa[71]. Su presencia aquí, constituye otro argumento añadido a nuestro intento por demostrar la existencia de un lugar de culto en época romana, enmascarando probablemente un santuario aún más antiguo, pues hay cerámicas de factura prerromana que así lo acreditan, muy similares a las del castro vetón de Alija. En cuyo caso, las escaleras talladas en la roca de la Peña, que siempre hemos atribuido a su función como atalaya, podrían ser entonces parte integral de una arquitectura repetida en otros santuarios rupestres del occidente hispano, alguno con las resonancias espectaculares de Ulaca, pero por lo general mucho más modestos como demuestra un estudio llevado a cabo recientemente sobre algunos ejemplos extremeños[72].

 

Muy interesante, en relación con este sitio es una reflexión de Mª. P García-Bellido[73] acerca de cómo se encaminan las inscripciones a Ataecina hacia territorio vetón, de tal forma que hacen pensar en Ataecina como “una divinidad vettona, cuyo culto se expande a partir del núcleo del Tajo, donde reiteradas veces es invocada su divinidad por su nombre, sin ningún epíteto necesario para su identificación, precisamente porque allí está su sede”. Pone como ejemplo el hallazgo en territorio Augustobrigense y su periferia de las tres únicas inscripciones dedicadas a la divinidad, sin epítetos ni toponímicos, testimonios que podrían señalar a este territorio como lugar de origen de su culto. Esta cuestión sigue siendo objeto de debate, pues incluso la identificación del santuario principal en la ciudad de Turobriga no parece del todo segura, como se ha intentado poner de manifiesto en un trabajo reciente[74], proponiendo situar el solar del enclave en las inmediaciones de Santa Lucía del Trampal cuya evocación respondería al topónimo de Turibriga brindado por los testimonios epigráficos, especialmente los de este lugar. En cualquier caso, esto no obsta para que la celebridad de la divinidad adorada en este santuario, insistentemente mencionado en las inscripciones, tenga que ceñirse exclusivamente a una sola localidad.

 

Otros elementos que proporcionan información interesante sobre este lugar son, un entalle de factura romana tallado sobre un ágata oscura, con una imagen hueco grabada de un individuo encendiendo un pebetero[75]. En el ejemplar de la foto (Fig. 11.2), la calidad de su trabajo no es muy buena, el trazo es tosco e inseguro y el modelado de la figura es esquemático con los detalles poco definidos. Probablemente data de los siglos II o III d.C., cuando se popularizaron como elemento decorativo, pasando a formar parte de un repertorio figurativo muy amplio. Otros objetos procedentes del yacimiento de Peñaflor, son el extremo de un torque de bronce, seguramente ofertado como exvoto, una pulsera del mismo material y un variado monetario que abarca desde la época de Augusto, en concreto de finales del s. I a.C., hasta Valentiniano III a mediados del siglo V[76]. Estas fechas teóricamente podrían dar una medida de duración del supuesto santuario, pero la continuidad poblacional en el sitio, podría no ajustarse al momento en el que cesa la actividad devocional.

 

  1. CONCLUYENDO

El panorama que hemos trazado, a través de la investigación de una serie de objetos y lugares de culto, adoración o invocación a una divinidad, coincide con una etapa en la que se produce la sustitución y asimilación paulatina de las formas de vida de los pueblos prerromanos. La religión es precisamente una de las manifestaciones que más cambios experimentaron, afectando en gran medida a los primitivos lugares imprecatorios, muchos de ellos emplazados en plena naturaleza, sin apenas estructuras arquitectónicas que los delataran. La llegada de los romanos supuso la transformación de muchos de estos sitios, dando lugar a la aparición de edificios y a la acumulación de vestigios e inscripciones, que nos sirven para conocer cómo se fue operando este proceso de conciliación entre las divinidades locales y las procedentes del mundo romano.

 

Los ejemplos que acabamos de exponer resumen muy bien una de las circunstancias en las cuales se desenvolvió este proceso conocido como sincretismo, palabra tras la cual muchas veces se oculta la pervivencia de ritos y dioses de gran arraigo entre la población indígena, a los cuales se adorna posteriormente con los clásicos elementos de la devotio romana. Este pudo ser nuestro caso, cuando no solo se procedió a la homologación de un santuario de tradición indígena, sino a la de todo un territorio, que, a juzgar por una concentración tan significativa de restos en un área relativamente pequeña del mapa, debía gozar de un especial significado, sostenido desde la prehistoria reciente por el alto número de grabados rupestres y el simbolismo de alguno de los monumentos desplegados por su territorio[77].

 

La pervivencia del santuario en época romana, debe pues su emplazamiento a un lugar al cual acudían sus cultores indígenas, de la misma manera que otros se dirigían hacia el santuario de Peñalba de Villastar[78], el Collado de los Jardines en Sierra Morena, Los Altos del Sotillo en Castellar de Santiesteban o a los de Santa Cruz de la Sierra[79],  por mencionar un ejemplo cercano. Dicho sea de paso, todos eran lugares de culto extraurbanos y en algunos casos servían para articular el poblamiento de una determinada zona o bien una serie de vías naturales o pecuarias que enlazaban directamente con ellos, favoreciendo la cohesión, legitimación y consolidación de un territorio.

 

Tenía pues este lugar un carácter rural, detalle asimilado a los otros santuarios cacereños relacionados párrafos atrás, con los que hemos visto coincidir en muchos aspectos, pero si a los materiales analizados nos remitimos, cabe pensar en la existencia de varios edificios de porte mayestático, pues el módulo de columnas, sillares, basas y capiteles tallados en el granito local así aconseja considerarlo. Algunos incluso hemos visto que presentan especial concordancia en sus elementos con las aediculae de Alcántara o Jarilla, por lo que no es descabellado plantear que tras esta intención de solidez y perdurabilidad descollara un edificio en particular, cuya definición más exacta sería la un delubrum [80], muy parecido o con algunas características del primero, si nos atenemos al detalle de las columnas toscanas de la entrada apiladas en tambores y embutidas en sillares.

 

No nos parece sin embargo prudente especular acerca del lugar como una de las sedes veneradas de Ataecina, pues las pruebas disponibles aún siguen siendo escasas, y con parecidos argumentos el lugar podría haber estado consagrado a una divinidad innominada indígena, a la cual nos remite ese conjunto de altares ágrafos que en un altísimo porcentaje se dispersan por los alrededores y cuya advocación, en cualquier caso, estaría revestida de un carácter naturalista. Este extremo no tendría nada de sorprendente, pues es un entorno apropiado, donde se conjugan el bosque, el agua, las elevaciones rocosas y las evocadoras formas del roquedo granítico, como condiciones necesarias dentro de los paisajes sagrados, para incitar a la veneración del lugar instituido en un auténtico locvs sacrvm libervs. Es por eso que no resulta tampoco extraña la presencia de una roca en el nacimiento de un arroyo con la inscripción DIVI, que tal vez marca los límites del témenos, de la presencia de aras anepígrafas, o una serie de construcciones que de otra forma no se entenderían, además de los exvotos. Estos últimos, testimonios de excepción en lugares sagrados, serían entregados por los fieles u oferentes como forma de venerar a la entidad residente y dejar constancia de su invocación.

La pervivencia de este enclave, ligado normalmente al interés y mantenimiento de las comunidades donde se ubican, tal vez asociado al control del territorio y a la fijación de sus límites, tienta a relacionarlo primero con el poblado vetón de Alija, a cuya visual no escapa, y posteriormente a la ciudad romana de Avgvstobriga, donde la presencia del elemento indígena seguía siendo muy importante si tenemos en cuenta la epigrafía. Este municipio romano perduraría hasta el final del siglo V, estableciéndose un paralelo en el registro monetario de ambos lugares. La continuidad en el uso de espacios sagrados ancestrales no supuso ningún inconveniente para la autoridad romana, de hecho, hay constancia incluso de la reutilización consciente de este tipo de lugares dedicados a los cultos locales tradicionales e incluso determinados megalitos[81].

 

Desconocemos si tras el posterior abandono, su destrucción fue tal vez una expresión más de la intolerancia de algunos cristianos asentados en la zona u obedeció a la presencia de una comunidad islámica débilmente testada en los alrededores de la Peña, la cuestión es que no se limitaron a desmantelar los edificios, sino a destruir su esencia pagana despeñando por el acantilado todos los elementos susceptibles de haber colaborado en la construcción de lo que presumimos fueron estructuras erigidas en un espacio sagrado, sin dar opción a la perpetuación como espacio religioso cristianizado.

 

Sea como fuere, esta modesta aportación pretende tan solo llamar la atención sobre un yacimiento extraordinario, conocido desde hace casi cuatro siglos si tenemos en cuenta las referencias al mismo en las Relaciones Topográficas de Felipe II, pero nunca explorado lo suficiente pese a las extraordinarias circunstancias que le rodean y a las que también puedo adscribir un asentamiento Alto Medieval de grandes proporciones y una extensa necrópolis de tumbas excavadas en la roca que hasta ahora no había mencionado. Si con todo ello puedo estimular la curiosidad de quienes estén en mejor disposición que yo para su estudio, quedaré plenamente satisfecho y a buen seguro quien emprenda ese camino, no quedará defraudado.

 

 

 

ÍNDICE DE FIGURAS

 

 Fig. 1. Imagen del Verraco del Gualija (Peraleda de San Román) con sus dimensiones.

Fig. 2. Mapa de distribución de la escultura zoomorfa –Verracos- en las comarcas de la Jara y el Campo Arañuelo: 1, Peraleda de la Mata; 2,3,4 Talavera la Vieja; 5, 6 Peraleda de San Román; 7, Berrocalejo; 8, 9 Valdelacasa de Tajo; 10 al 16 Villar del Pedroso; 17, Carrascalejo; 18 Valdeverdeja; 19, Lagartera; 20, Calzada de Oropesa; 21, Chozas; 22 El Bercial; 23 al 26 Torralba de Oropesa; 27, Alcaudete de la Jara; 28, Alcolea de Tajo; 29 Aldeanueva de Barbarroya; 30, 30, 32, Las Herencias; 33-34, Torrecillas de la Jara; 35 al 40 Talavera de la Reina.

Fig. 3. Peña del Ribero 1 (Berrocalejo) con inscripción y grabados de cazoletas.

Fig. 4. A: Ara en una pared camino de Bercenuño (Berrocalejo); B Ara del Valle de San Román (Peraleda de San Román). C: Ara de Castrejón (Valdelacasa de Tajo).

Fig. 5. Piezas trabajadas en el entorno de Peñaflor: 1, umbral; 2 y 3 sillares almohadillados; 4 y 5 sillares; 6, 7 y 8 fustes de columna; 9 y 10 basas de columna; 11, columna adosada a una pilastra; 12: capitel.

Fig. 6. Piezas trabajadas en el entorno de Peñaflor: 1, fragmento de fuste de mármol; 2, fragmento de opus caementicium; 3, quicialera; 4 y 5 fustes de columna; 6, sillar; 7, fuste de columna; 8, entalle para un sillar; 9, basa de columna; 10, canal; 11, fuste adosado a una pilastra; 12, fuste de columna.

Fig.7: Capitel localizado entre las ruinas de Peñaflor (Berrocalejo).

Fig. 8: Pieza con el fuste adosado a una jamba localizado entre las ruinas de Peñaflor (Berrocalejo).

Fig. 9. Ático de un ara fragmentada. Peñaflor (Berrocalejo).

Fig. 10. Exvoto de un toro procedente de Peñaflor (Berrocalejo) Museo de la Fundación Antonio Concha.

Fig. 11. Detalle de una pezuña de cabra de un exvoto fragmentado y entalle sobre ágata de color oscuro. Procedentes de Peñaflor (Berrocalejo). Museo de la Fundación Antonio Concha.

NOTAS

[1] Una referencia al hallazgo la hicimos en una publicación reciente (GONZÁLEZ CORDERO, Antonio y ÓLIVER MIGUEL-VELA, David: Santa Cruz de la Sierra, de la prehistoria a la Historia. Navalmoral de la Mata 2021, pg. 69, y su noticia nos llegó a través de D. Rubén Ortega, funcionario del ayuntamiento de Peraleda de San Román, que amablemente nos proporcionó los datos para su localización. Posteriormente dimos noticia a la Dirección Gral. de Patrimonio, para que procediera a su catalogación y recuperación. Noticias posteriores han dado pie a que esta imagen sea recogida en un inventario actualizado de estas imágenes (MANGLANO VALCÁRCEL, Gregorio. R.; RUANO, Lucía; GARCÍA JIMÉNEZ, Rosario y BERROCAL-RANGEL, Luis: “Sobre verracos vetones. Nuevas esculturas zoomorfas de la edad del Hierro en la meseta occidental”. CUPAUM, 47/2. Madrid 2021, pg.  252).

[2] En la obra de V. Paredes (PAREDES GUILLÉN, Vicente: Historia de los Framontanos Celtíberos. Plasencia 1888.) uno de los principales valedores de esta hipótesis, se aboga por esta posibilidad, aludiendo especialmente en su obra, a las vías pecuarias en esta parte del mapa cacereño y toledano.

[3] La presencia de gran cantidad de sedimentos de origen aluvial alrededor del verraco, nos hacen suponer, que, tanto en su derribo, como en su posterior cobertura, pudo colaborar una extraordinaria riada.

[4] LÓPEZ MONTEAGUDO, Guadalupe: Esculturas Zoomorfas Celtas de la Península Ibérica. Madrid 1989, nº 193.

[5] HURTADO, Publio: Supersticiones extremeñas. Reed. a partir de la Revista de Extremadura años 1901-1902. Huelva 1989, pg. 152.

[6] Por solifluxión o reptación se entienden los desplazamientos de masas de tierra a causa de la plasticidad y fluidez adquirida por el terreno cuando absorbe gran cantidad de agua.

[7] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La herencia de los vettones en el Campo Arañuelo y la Jara cacereña”. XXIV Coloquios Histórico—Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2018, pgs. 139.141.

[8] HERMOSILLA Y SANDOVAL, Ignacio: Noticia de las ruinas de Talavera La Vieja. Memorias de la Real Academia de la Historia. Madrid 1796, pgs. 345-348.

[9] MANGLANO VALCÁRCEL, Gregorio R.: Los verracos un patrimonio arqueológico singular en el ámbito de la Península Ibérica. Estudio de los contextos de aparición y procedencia, identificación funcional y valoración patrimonial. Tesis Doctoral Inédita.  https:// repositorio.uam.es/ handle/10486/661762. Madrid 2013.

[10]RAMÓN Y FERNÁNDEZ-OXEA, José: “Nuevas esculturas zoomorfas prehistóricas en Extremadura”. Ampurias XII. Barcelona 1950, pg. 60.

[11] ÁLVAREZ-SANCHÍS, Jesús R.: Los Vettones, Bibliotheca Archaeologica Hispana (BAH). Vol. 1, Madrid 1999, pgs. 104, 2 y 106,5.

[12] LÓPEZ MONTEAGUDO, Guadalupe: Esculturas Zoomorfas Celtas.., Ob. cit., Lam. 7, Cat. Nº. 21.

[13] Ibid. Lam. 54.

[14] Ibid. Lam. 71.

[15] RAMÓN Y FERNÁNDEZ-OXEA, José (1950): Nuevas esculturas zoomorfas.., Ob. cit., pg. 61

[16] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La herencia de los vettones.., Ob. cit., pgs. 137-174.; GONZÁLEZ CORDERO, Antonio y ÓLIVER MIGUEL-VELA, David: Santa Cruz de la Sierra.., Ob. Cit.

[17] GÓMEZ DÍAZ, Rafael y SANTOS SÁNCHEZ, Marcelino: “Esculturas zoomorfas de Talavera y sus comarcas”. Homenaje de Talavera y sus tierras a D. Fernando Jiménez de Gregorio. Talavera de la Reina 1998, pgs. 71-96; PACHECO JIMÉNEZ, César y MORALEDA OLIVARES, Alberto: “Un nuevo ejemplar de escultura zoomorfa en la zona toledana: el verraco de Lagartera”. Lusitanos y vettones. Los pueblos prerromanos en la actual Beira Baixa-Alto Alentejo-Cáceres. Memorias, 9. Cáceres 2009, pgs. 141-145; GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La muerte también tenía un precio: ritos y costumbres en torno a la muerte en los primeros siglos de nuestra era en el noreste cacereño”. XVII Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2011, pg. 226; GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “El tiempo entre tinieblas. Ob. cit., pgs. 133-174; LÓPEZ MONTEAGUDO, Guadalupe: Esculturas Zoomorfas..Ob. cit; ÁLVAREZ-SANCHÍS, Jesús R.: Los Vettones, Bibliotheca Archaeologica Hispana (BAH). Vol. 1, Madrid 1999; MANGLANO VALCÁRCEL, Gregorio R.: Los verracos un patrimonio.., Ob. cit;  RAMÓN Y FERNÁNDEZ-OXEA, José: “Nuevas esculturas zoomorfas.., Ob. cit; MANGLANO VALCÁRCEL, Gregorio R.; RUANO, Lucía; GARCÍA JIMÉNEZ, Rosario y BERROCAL-RANGEL, Luis: “Sobre verracos vetones…, Ob. cit., pgs. 237-260.

[18] Alija (Peraleda de San Román), Isla del Arroyo de las Buitreras (El Gordo), Los Castrejones (Valdeverdeja), Castros II (Villar del Pedroso), Puente Pino (El Bercial). Más alejados quedan los de arroyo Manzanas, el del cerro de Torrejón y los del planalto verato: Castillejos de Aldeanueva de la Vera, Castrejón de Villanueva de la Vera, El Raso de Candeleda, etc.

[19] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La herencia de los vettones en el Campo Arañuelo y la Jara cacereña”. XXIV Coloquios Histórico—Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2018, pgs.137-174.

[20] Se han interpretado erróneamente, la pieza de la pileta de los Moriscos (RÍO-MIRANDA ALCÓN, Jaime e IGLESIAS DOMÍNGUEZ, Mª. Gabriela: “Hallazgo de un nuevo verraco en el término de Ahigal”. Ahigal Revista Cultural. 13. Ahigal 2003, pgs. 4-7), tres piezas del Berrocalillo de Plasencia (RÍO-MIRANDA ALCÓN, Jaime e IGLESIAS DOMÍNGUEZ, Mª. Gabriela: “El castro vetón del Berrocalillo (Plasencia)”. Ahigal. Revista Cultural, 16. Ahigal 2003, pgs. 4-11), dos de Villar del Pedroso, una del Bercial de San Rafael (GÓMEZ DÍAZ, Rafael y SANTOS SÁNCHEZ, Marcelino: “Esculturas zoomorfas.., Ob. cit., pgs 73 y 90, Fig. 29 y 30), el número 4 de Mirueña de los Infanzones (MANGLANO VALCÁRCEL, Gregorio R.: Los verracos un patrimonio.., Ob. cit., nº 200) y la más reciente ubicada en el Pico del Gordo, cercano a Plasencia (CÁCERES ESCUDERO, Yonatán: “El hallazgo de un nuevo verraco en la provincia de Cáceres y su contextualización arqueológico-geográfica”. Revista de Estudios Extremeños, LXXVI, 2. Badajoz 2021, pg. 43). Esta última descrita como un verraco que ha sufrido una mutilación, pues conserva el cuerpo de forma rectangular y dos protuberancias prismáticas que en teoría corresponderían a las patas, son a nuestro juicio piezas identificadas en cocinas romanas que desempeñan la función de morillos (RÍO-MIRANDA ALCÓN, Jaime: “¿los raros monumentos sepulcrales? No tan raros”. Cuadernos Caparenses, 12. 2015, pgs. 2-23.).

[21] Ribero 1: ETR89: 39º47´34,77´´N y 05º20´22,41´´W. Alt. 390,59 msnm.

[22] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Pinturas y grabados rupestres postpaleolíticos en el Campo Arañuelo. El papel de las cazoletas como parte de un código común”. XXVII Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2021, pgs. 245-299.

[23] Berrocalejo: Arroyo del Ribero 1, 2, 3; Canchales 1, 2, 3, 4, 5; Ribero 1, 2, 3, 4; Canchal Cuervo; Arroyo del Conde 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8; Cueva Jumá; Canchal Merido; La Miera 1, 2, 3, 4; Nebrosa 1, 2, 3, 4, 5; Volvedero1, 2, 3, 4, 5, 6, 7; La Mata 1, 2. El Gordo: Ribera de Vallejondo 1, 2, 3, 4, 5.

[24] SANTOS ESTÉVEZ, Manuel; PARCERO OUBIÑA, César y CRIADO BOADO, Felipe: “De la arqueología simbólica del paisaje a la arqueología de los espacios sagrados”, Trabajos de Prehistoria, 54, 2. Madrid 1997, pg. 70; SANTOS ESTÉVEZ, Manuel y GARCÍA QUINTELA, Marco V.: “Arte rupestre y santuarios”. SEMATA, 14. Edic. Castiñeiras M. A y Díez, F. Santiago de Compostela 2003, pg. 71; SANTOS ESTÉVEZ, Manuel: “Petroglifos y paisaje social en la prehistoria reciente del noroeste de la Península Ibérica”. TAPA, Trabalhos de Arqueoloxia e Patrimonio, 38. Santiago de Compostela 2007, pg. 169; GARCÍA QUINTELA, Marco V. y SANTOS ESTÉVEZ, Manuel: Santuarios de la Galicia Céltica. Arqueología del Paisaje y Religiones Comparadas en la Edad del Hierro, Abada Editores, Madrid 2008, pg. 82.

[25] SANTOS ESTÉVEZ, Manuel: “Petroglifos y paisaje social.., Ob cit., pg. 69.

[26] Tito Livio VIII, 9. Historia de Roma desde su fundación. Ab Urbe condita. Obra completa. Madrid.

[27] Numen es un término latino para «divinidad», presencia o voluntad divina.

[28] Las inscripciones votivas de época romana guardan una relación intrínseca con un sentimiento de devoción de la comunidad, o bien del individuo que la realiza, con una deidad en concreto, ya sea entre otros casos como una vía para agradecer a un determinado dios algún acontecimiento beneficioso que haya ocurrido, bien para buscar la protección de individuo o de varios (puede ser incluso una familia o una comunidad), como un gesto obligado por la propia divinidad o como una promesa. Es decir, que en principio las inscripciones votivas de la época romana hay que asociarlas con las creencias religiosas populares (PÉREZ PARRA, Inmaculada C., y GARCÍA BAREA, Juan M.: “Inscripciones votivas del yacimiento de Ocurri en la provincia de Cádiz: un ejemplo de devoción política durante la etapa imperial”. Contribución a las Ciencias Sociales. 2011. Puede consultarse en: https://www.eumed.net/rev/cccss/12/ppgb3.htm.

[29] SANTOS ESTÉVEZ, Manuel: “Petroglifos y paisaje social.., Ob cit., pgs. 163-166.

[30] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Las mieras de Berrocalejo y Peraleda de San Román. De falsos grabados y oficios del pasado”. XXIII Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2016, pgs. 148-149, Fig. 5 y 6.

[31] CURADO, Fernando P.: “Inscriçao rupestre da Aldeia da Ponte (Sabugal)”. Ficheiro Epigrafico, 22. Coimbra 1987, pg. 99.

[32] Correia Santos, Mª. João: Santuarios rupestres de la Hispania indoeuropea (Tesis Doctoral), Universidad de Zaragoza 2015, pg. 843 y CORREIA SANTOS, Mª. João y SCHATTNER, Thomas G.:  “O Santuário do Cabeço das Fráguas através da arqueologia”. Actas da Jornada Porcom, Oilam, Taurom. Cabeço das Fráguas: o santuário no seu contexto (Guarda, 23 de abril), Iberografias: Revista de Estudos Ibéricos, 6. Guarda 2010, pgs. 89-108.

[33] Ibid. Pg. 903.

[34] Ibid. Pg. 1063.

[35] ÁLVAREZ GONZÁLEZ, Yolanda; LÓPEZ GONZÁLEZ, Luis F. y LÓPEZ BARJA, Pedro: “Dos inscripciones inéditas del Castro de San Cibrán de Las (San Amaro-Punxín, Orense)”.  Paleohispanica, 4, 2004: 235-244; DE BERNARDO STEMPEL, Patricia y GARCÍA QUINTELA, Marco V.: “Población trilingüe y divinidades del Castro de Lansóriga (NW de España)”, Madrider Mitteilungen, 49, Mainz 2008, pgs. 255-291.

[36] CALLEJO SERRANO, Carlos: “Aportaciones a la epigrafía romana del campo norbense”, Boletín dela Real Academia de la Historia, CLVII, Real Academia de la Historia, 156-157. Madrid 1965, pg. 21.

[37] GARCÍA QUINTELA, Marco V. y SANTOS ESTÉVEZ, Manuel: Santuarios de la Galicia.., Ob. cit, pg. 82.

[38] ALMAGRO GORBEA, Martín; ESTEBAN ORTEGA, Julio; RAMOS RUBIO, José A. y DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, Óscar: Berrocales sagrados de Extremadura. Orígenes de la religión popular de la Hispania céltica 2021, pg. 94.

[39] DE ALVARADO, Manuel, GARCÍA-HOZ, Mª Concepción y GONZÁLEZ COR­DERO, Antonio: “El templo romano del Collado de Piedras Labradas (Jarilla, Cáceres)”, en J. Mangas y J. Alvar (eds.), Homenaje a José M.ª Blázquez, Madrid, 1998, vol. V, pgs. 1-19.

[40] ABASCAL PALAZÓN, Juan M.: “Las inscripciones latinas de Santa Lucía del Trampal (Alcuéscar, Cáceres) y el culto de Ataecina en Hispania”. AEspA, 68. Madrid 1995, nºs 32-43.

[41] FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando: “El santuario de Postoloboso (Candeleda, Ávila)”, Noticiario Arqueológico Hispánico, 2, Madrid 1973, pgs. 169-270.

[42] Correia Santos, Mª. João: Santuarios rupestres.., Ob. cit., pg. 855.

[43] Acerca de los altares anepígrafos de Santa Lucía del Trampal Mª Paz García y Bellido, ve posible que las mismas sean testimonios de “otro pueblo que rendía culto en el santuario de la divinidad del lucus, pero cuyo ritual conllevaría usos ágrafos”. No se trataría por tanto de ausencia epigráfica, sino de la presencia de otras formas de culto en un santuario de fronteras. Un caso de diferente culto en el mismo santuario, además del atestiguado por las dedicaciones a una divinidad Dea Domina Sancta halladas en el mismo lugar. (García-Bellido Mª. Paz: “Lucus Feroniae Emeritensis”. AEspA, 74. Madrid 2001, pgs. 62 y 63).

[44] Fue descubierta por Juan Antonio Sánchez Díaz, a quien agradecemos que nos lo comunicara. Actualmente se está gestionando su traslado para acomodarla en el aula municipal.

[45] Las monedas de este yacimiento son de la época de Constantino II (337-340) y Valentiniano I (364-375). Se encuentran depositadas en el Museo de la Fundación Antonio Concha.

 

[46] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La Edad del Bronce en el Campo Arañuelo”. XXI Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2015, pg. 127.

[47] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “El tiempo entre tinieblas…, Ob. cit., pg.170.

[48] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Raros monumentos funerarios romanos en Aldeanueva de la Vera”. Revista Pencona, 17. Aldeanueva de la Vera 2021, pgs. 16-19.

[49] Estrabón, Geographicá III, 4, 16.

[50] GÓMEZ PANTOJA, Joaquín L. y GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “La grande casquería lusitana. Nuevos y olvidados epígrafes de Augustobriga”, Gerión 38/2. Madrid 2020, pg. 509.

[51] Relaciones Topográfica de los pueblos de España, hechas por Felipe II (1568). Lo más interesante de ello escogido por D. Juan Ortega Rubio. Berrocalejo, 140-141.  En tres escuetas líneas se dice además que “junto a la ribera del Tajo hay un sitio que se llama Peñaflor, donde se ven muchas ruinas de edificios antiguos y piedras labradas”. En el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, tomo IV. Madrid 1848, pg. 288, reitera lo mismo y en alusión a Peñaflor dice: “la peña, cerca de la cual y en su contorno se descubren algunos vestigios de antiguos edificios y fortificaciones de época romana y sarracena”.

[52] MORALEDA OLIVARES, Alberto: “Aportaciones al estudio de la epigrafía romana de la Extremadura Oriental”. Homenaje a Fernando Jiménez de Gregorio. Toledo 1988, pg.  99; SANTOS SÁNCHEZ, Marcelino: Historia de Berrocalejo de Abajo. Talavera de la Reina 1994, pg. 96; GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “El puente del Conde. Berrocalejo-Peraleda de San Román”. IV Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 1997, pg. 15.

[53] Hemos detectado también la presencia de mármoles en un estado de fragmentación imposibilita reconocer el tipo de piezas que conformarían. En el castillo de Alija ocurre algo parecido y la causa puede estar en el aprovechamiento de este material en hornos, para una vez cocido, utilizar la cal resultante en la construcción.

[54] DE ALVARADO, Manuel, GARCÍA-HOZ, Mª Concepción y GONZÁLEZ COR­DERO, Antonio: “El templo romano.., Ob. cit., pg. 5

[55] MÉLIDA ALINARI, José R.: Catálogo monumental de la provincia de Cáceres. Madrid 1924, Lam XXXIII; DE ALVARADO, Manuel, GARCÍA-HOZ, Mª Concepción y GONZÁLEZ COR­DERO, Antonio: “El templo romano., Ob. cit.; GARCÍA Y BELLIDO, Antonio: “Parerga de arqueología y epigrafía hispano-romana IV”. Archivo Español de Arqueología, 44. Madrid 1971, pgs. 137-152. Este último opina que la parte romana de la aedicula de Fuentidueñas (Plasencia), fue el basamento de una torre sepulcral romana. Una reflexión apresurada que no tuvo en cuenta la existencia en un cercado anexo de aras anepígrafas y frente a la construcción, la presencia de una fuente, ya cegada, que el dueño de la finca aseguraba poseer propiedades termales y la ausencia en los alrededores de un asentamiento al que el pretendido uso funerario prestara su utilidad.

[56] FEIO ÁLVAREZ, Karim: “El templo de Alcántara, ejemplo singular de cantería romana”. Huerta, S. y López F. (eds.). 2013. Actas del Octavo Congreso Nacional de Historia de la Construcción. Madrid, 9-12 de octubre de 2013. Madrid 2013, pg. 277.

[57] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “El puente del Conde.., Ob. cit., pgs. 7-30.

[58] Colecciones lapidarias votivas se conocen en Jarilla, La Lobosilla y Fuentidueñas, mientras que, en Alcántara, la colecta lapidaria se circunscribe a la monumentalidad del puente.

[59] Relaciones Topográfica de los pueblos de España, hechas por Felipe II (1568) y en el CIL II 3078b; CIL II 5341 et add. p. XLV. Según Santos (1995: 100) esta inscripción y un verraco fueron vendidos a D. Luis de la Llave que los conservó en su domicilio de Talavera de la Reina, de hecho, aparecen mencionados en un libro sobre esa localidad (FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Ildefonso: Historia de la muy noble y leal ciudad de Talavera de la Reina. Madrid 1896, pgs. 60 y 61). Santos no fue capaz de localizar la inscripción, pero por lo que averiguó Gómez-Pantoja, esta se halla depositada en el MAN (GÓMEZ-PANTOJA, Joaquín L.: “Inscripciones latinas de la raya entre Extremadura y Castilla”. Hispania Antiqua, XVII. Valladolid 1993, pg. 333.

[60] MORALEDA OLIVARES, Alberto: “Aportaciones al estudio.., Ob. cit., pg. 99.

[61] SANTOS SÁNCHEZ, Marcelino: Historia de Berrocalejo.., Ob. cit., pg. 98.

[62] FITA, Fita: “Inscripciones romanas de Vascos y Valdeverdeja”. BRAH, 2. Madrid 1882, pgs. 244-246.

[63] GÓMEZ-PANTOJA, Joaquín L.: “Inscripciones latinas.., Ob. cit., pg. 331.

[64] GÓMEZ SANTA CRUZ, Julio y ESTEBAN ORTEGA, Julio: “Divinidades y lugares de culto vetones y romanos en el Noreste de la provincia de Cáceres”. Norba, 23. Cáceres 2010, pg. 54.

[65] En 1985 tuvimos la fortuna de fotografiar un ara, arrinconada en un lateral del claustro nuevo, inédita al tratarse de otro ejemplar sin inscripción.

[66] Tanto el exvoto del toro como la pezuña de cabra se exhiben en las vitrinas del Museo de la Fundación Antonio Concha.

[67] Recientemente nos legó una fotografía de una figura de idéntica factura y material, vendido a un particular como exvoto ibérico. https://www.todocoleccion.net/monedas-ibericas/exvoto-toro-iberico-plomo~x203514400.

[68] En esa relación no se contabiliza la cabrita de bronce que Amalio Maestre e Ibáñez presentó a la Exposición Universal de París de 1867 junto a otros objetos procedentes de las minas de Plasenzuela. Sobre dichas minas redactó un informe en colaboración con Ramón Rúa Figueroa, sobre el estado de las minas que la sociedad “Palacios y Golondrinas” explotaba en Plasenzuela (Cáceres). Madrid, 1857, 2 pgs. Los materiales antiguos encontrados en dichas minas, fueron presentados a la Exposición Universal de París en 1867, junto a otros que A. Maestre había reunido como colección particular. (Exposición Universal de París, 1867, Catálogo General de la Sección española. Editado por la Comisión Regia. Imprenta general de CH. Lahure. París 1867, pg. 371).

[69] ALMAGRO GORBEA, Martín: “Las cabritas de bronce de la diosa Ataecina”. Estudos Arqueológicos de Oeiras, 24. Câmara Municipal. Oeiras 2018, pgs. 397-436.

[70] ABASCAL PALAZÓN, Juan M.: “Las inscripciones latinas.., Ob. cit.

[71] FERRER SOLER, Albert: “Exvotos iberorromanos de Malpartida de Cáceres dedicados a la deidad Turibrigensi Adaecina”. A.E.A. Madrid 1948, pg. 288 y BELTRÁN LLORÍS, Miguel: Estudios de Arqueología cacereña. Cáceres 1973, pg. 26.

[72] ALMAGRO GORBEA, Martín; ESTEBAN ORTEGA, Julio; RAMOS RUBIO, José A. y DE SAN MACARIO SÁNCHEZ, Óscar: Berrocales sagrados.., Ob. cit.

[73] GARCÍA-BELLIDO, Mª. Paz: “Lucus Feroniae.., Ob. cit., pg. 65.

[74] SABIO GONZÁLEZ, Rafael: “Turibriga. La ciudad perdida de Ataecina”. Revista de Estudios Extremeños, LXXVII, 1. Badajoz 2021, pgs. 21-51.

[75] Los entalles son pequeñas piedras talladas con un bajo relieve en la parte superior que normalmente van engastadas en un anillo, aunque también se han encontrado engastadas en otro tipo de ornamentos personales o en placas. Los motivos decorativos son muy diversos: rostros, figuras, especialmente de divinidades, animales, símbolos. Este en concreto lo había encontrado un vecino, quién nos permitió fotografiarlo, pero dado lo apresurado del momento, el retrato se efectuó en condiciones que no fueron las idóneas, sin lentes de aproximación que pudieran dar mejor idea de los detalles.

[76] SANTOS SÁNCHEZ, Marcelino: Historia de Berrocalejo.., Ob. cit., pg. 99.

[77] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Del Epipaleolítico a la Edad del Cobre en el Campo Arañuelo”. XXVI Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata 2020, pg. 191. GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: “Pinturas y grabados rupestres.., Ob. cit., pgs. 245-299.

[78] ALFAYÉ VILLA, Silvia: “Santuarios celtibericos”. Celtiberos, tras la estela de Numancia. Soria 2005, pg. 230.

[79] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio y ÓLIVER MIGUEL-VELA, David: Santa Cruz de la Sierra.., Ob. cit.

[80] Quizá sea más correcta la palabra delubrum o fanum que templum, pues en el sentido vitrubiano, la última palabra por lo común no se refiere al edificio, sino a un recinto sagrado.

 

[81] GARCÍA SANJUÁN, Leonardo; GARRIDO GONZÁLEZ, Pablo y LOZANO GÓMEZ, Fernando: “Las piedras de la memoria (II). El uso en época romana de espacios y monumentos sagrados prehistóricos del Sur de la Península Ibérica”. Complutum, 18. Madrid 2007, pg. 124.

Nov 202022
 

Antonio Cantero Muñoz

 

INTRODUCCIÓN

Sin ningún género de dudas, durante la Edad Moderna las manifestaciones de religiosidad popular en Trujillo iban a estar potenciadas por el estamento eclesiástico, cuya amplia presencia se reflejaba en varias parroquias y ermitas, así como cenobios de distintas órdenes religiosas en sus ramas masculinas y femeninas, que se explica por el atractivo que tenía esta ciudad desde mediados del Siglo XVI, por las riquezas que disfrutaban sus clases privilegiadas, por su participación en la conquista de América.

Pero debemos tener muy presente, que en las mismas jugó un papel mucho más activo el clero regular frente a la limitada actuación del secular, que estaba desmotivado en su impulso y participación, siendo razones de índole económica las que lo explican, debido a la seguridad económica que ofrecían a los eclesiásticos seculares las fábricas parroquiales, con sus ingresos más que suficientes provenientes de los diezmos y lo que recibían por ejercer la cura de almas, así como las rentas de los bienes de su propiedad. Por el contrario, en las iglesias conventuales se promovió la fundación de cofradías, fomentando el fervor religioso a determinadas advocaciones con fuerte raigambre local, vinculando el mayor número posible de vecinos a estos templos, obteniendo recursos económicos más que suficientes, para soportar los cuantiosos gastos derivados de su mantenimiento. En Trujillo sería el caso de la Cofradía de la Vera Cruz en el Convento de San Francisco, la Soledad de Nuestra Señora en el dominico de la Encarnación, el Nazareno que se fundó en el Convento de La Merced, aunque luego se trasladó a la Iglesia de San Lorenzo que estaba a cargo de la Cofradía de la Caridad.

Las cofradías eran asociaciones formadas por laicos constituidas dentro de la Iglesia, que tienen sus orígenes en la Edad Media, actuaron como impulsoras de las manifestaciones de religiosidad popular. Su número se multiplicó a partir del Concilio de Trento, pues se les consideraba baluarte en defensa de la Contrarreforma y muro de contención frente a las ideas protestantes, alcanzando a partir de entonces y hasta fines del siglo XVIII gran vitalidad y pujanza. Sus fines explícitos resumidos eran y son los siguientes: la celebración de determinados actos de culto a su patrón o titular, mejora espiritual de sus miembros, la caridad entre los cofrades y más necesitados.

Las podemos clasificar en los siguientes tipos. Las de penitencia, centradas en algún momento de la Pasión de Jesús o Dolores de la Virgen María, como sería la Vera Cruz, Jesús Nazareno o Soledad de Nuestra Señora. Las de gloria, que veneran a la Virgen como reina gloriosa o algún santo o santa específico, como la Piedad o Rosario. Por último, las parroquiales, que son las del Santísimo Sacramento y Ánimas Benditas del Purgatorio, que no solían tener imágenes a las que rendir culto, existiendo en todas las parroquias y formadas por personas estrechamente ligadas a las colaciones donde nacieron, que les servían también de sostén económico. Se fundan la mayoría de las veces, a instancias de las propias autoridades diocesanas, sin el arraigo devocional ni la vitalidad de los otros dos tipos mencionados.

FUNDACIÓN DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE TRUJILLO Y SU VINCULACIÓN CON LA ORDEN DE PREDICADORES

En 1610 se redactaron las ordenanzas que serán objeto de nuestro estudio, pero no significa que fuera su fecha de fundación, por cuanto en su preámbulo expresa que, se procedía a reformar otras más antiguas. Como botón de muestra que acredita su existencia anterior, el testamento otorgado en 1549 por doña Isabel Pizarro, hija de don Juan Pizarro, al fundar una capellanía dotada con 1000 ducados de principal en el Convento de la Encarnación, donde dispuso que acompañasen su cuerpo sin vida los dos cabildos de los capellanes, los frailes del convento de San Francisco y Santo Domingo, amén de “las cofradías desta cibdad que son la del Santísimo Sacramento y la Cruz, y Santa Caridad y Piedad, y el Rosario y San Lázaro y le pague la limosna acostumbrada”.

El 15 de mayo de 1610 se reunieron quienes entonces formaban parte de su junta de gobierno: el licenciado Asensio de Arroyo, alcalde; el regidor de la ciudad Diego del Haz Carrasco, diputado; Pedro de Orellana, diputado; Pedro Moreno, mayordomo del arca; Pablo González, mayordomo de cera; el escribano público Juan de Santiago Madrigal, que también actuaba como su fedatario. Romero Mensaque señala que desde 1604 los papas habían establecido con respecto a las cofradías de esta advocación, que, junto a la fundación por los dominicos, también era precisa la aprobación diocesana, por lo que la confirmación de las reglas que vamos a analizar tuvo lugar en ese marco temporal y legal. En concreto el 5 de junio de 1610 por el licenciado don Gaspar Martínez de Benavides, en su calidad de provisor y vicario episcopal, estando vacante el obispado, reservándose la facultad de visitarla y modificar sus reglas cuando lo estimaran oportuno. El art. 31 de los estatutos contemplaba también la posibilidad de su modificación por los cofrades “según sucedieren los tiempos y pareciere ser necesario para el bien de esta cofradía”, como ocurrió en las siguientes fechas: 1613, 1616, 1619, 1626, 1630, 1633 y 1634. Por cuestión de espacio solo abordaremos los cambios relativos a celebraciones religiosas, aunque más adelante realizaré un trabajo de mayor extensión sobre advocaciones marianas de gloria en Trujillo

El art. 1 expresa que su creación tuvo lugar a la vez que la llegada de los hijos de Santo Domingo de Guzmán a Trujillo, que como veremos más adelante lo fue en la década de los años 60 del siglo XV, al señalar “ordenamos que la dicha de nuestra señora del Rosario se sirua como antigua Mente y de tiempo ynmemorial a esta parte se a seruido en la yglesia del monesterio de nuestra señora de la Encarnación de la Orden de Sancto domingo de esta ciudad de Trugillo”. Cuando se volvieron a redactar las nuevas ordenanzas el 4 de junio de 1634, se reiteró esa afirmación.

Sobre la presencia de los dominicos a Trujillo, sabemos que en 1466 siendo obispo de Plasencia don Juan de Carvajal, existía un cenobio con la advocación de Santa Catalina de Siena, cuya ubicación se trasladó en 1489 a instancias de la nobleza local. Fray Alonso Fernández señala que luego se modificó por el de Nuestra Señora de la Encarnación.

Es evidente que cada orden religiosa procura fomentar aquellas devociones con las que estaba más vinculado, por lo que hay que tener presente la figura de fray Martín de Córdoba y Mendoza, miembro de la Orden de Predicadores, fue obispo de Plasencia hasta 1578 cuando fue trasladado a Córdoba, donde acordó que en todas las parroquias de la diócesis hubiera cofradías con esta advocación, lo que acredita el fomento del prelado de esta advocación, que entiendo también tendría lugar en el de Plasencia.

Los dominicos fueron los máximos promotores de la devoción a Nuestra Señora del Rosario, que se universalizó a partir de la segunda mitad del Siglo XVI, cuando alcanzó gran raigambre por atribuir a su intervención milagrosa la victoria cristiana sobre los turcos en la batalla de Lepanto 1571, pues coincidió el día de la derrota de los turcos, con la procesión que alabando a la Virgen del Rosario le hizo la cofradía que con esta advocación existía en Roma.

Como señala Romero Mensaque, debemos tener presente el entendimiento que debía existir entre los hijos de Santo Domingo de Guzmán con las cofradías que allí tenían su sede canónica, por cuanto debían colaborar de necesaria en la dimensión litúrgica del convento donde están asentados. Teniendo presente que también tenía su sede canónica la Cofradía de la Soledad y Dulce Nombre de Jesús, que era otra advocación muy vinculada a la Orden de Predicadores, el art. 33 de las reglas de la penitencial, facultaba al prior a resolver cualquier problema que pudiera existir entre ambas.

Concordia entre el Convento de Nuestra Señora de la Encarnación con la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario

He mencionado la especial vinculación que siempre ha existido entre los hijos de Santo Domingo de Guzmán con las cofradías con esta advocación. En el caso concreto de Trujillo, también se articuló jurídicamente en una concordia  fechada el 12 de junio de 1716, siendo prior fray Diego de la Peña y alcalde José Rubio Ramos, que era la renovación de otra anterior cuyo contenido por ahora desconocemos. Su texto da a conocer la identidad de quienes eran los miembros de la comunidad religiosa y de la junta de gobierno. Sus notas eran las siguientes:

1 Los religiosos estaban obligados a decir cada año diez misas cantadas, debiendo abonar la hermandad cuatro reales por cada una.

2 En compensación a la asistencia por parte de la cofradía con cera e insignias a los entierros de los dominicos, se debían oficiar dos misas cantadas por las que no se abonaba nada: la primera el 25 de marzo por ser el día de la Encarnación, la otra la “el día de la dominica infraoctaba después de la Encarnazon”.

3 La fiesta principal del Rosario tenía lugar el primer domingo de octubre, con misa solemne y procesión, pero solo se abonarían a los dominicos 24 reales de vellón, así como 40 reales por el sermón al predicador conventual.

 

ORGANIZACIÓN DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE TRUJILLO

Los cofrades

El art. 6 regulaba la forma de adquirir la condición de cofrade sin distinción de sexo, comenzando por la petición del interesado que daba pie a la reunión de los oficiales, que por mayoría aceptaban en su caso el ingreso, ya fuera por petición personal o herencia. Verificado, el art. 7 disponía que debían jurar guardar las ordenanzas, en presencia del alcalde y escribano, que anotaría en el correspondiente libro como se verificó su promesa. Del tenor literal anterior, podemos calificar a la cofradía como abierta, al permitir la entrada de personas de distinto sexo y no exigir la pertenencia a un determinado estamento, aunque había algunas limitaciones. Así el art. 40 excluía a quien fuera o hubiera sido esclavo, así como el art. 21 de la reforma de 1634, que además comprendía a los condenados por el Santo Oficio o descendientes. Para evitar perjuicio económico, el art. 41 señalaba no se permitía su ingreso a quienes estaban a punto de morir, salvo que se abonarán 6000 maravedís o 12 ducados y dos libras de cera cuando no se heredase, por el perjuicio económico que causaba.

El art. 8 exigía a cada nuevo miembro, en razón a “la mucha costa que la dicha coffradia tiene anssi en la cera blanca como en las misas y Processiones e poca Renta para poder suplir los grandes gastos”, donar diez ducados y dos libras de cera u once reales por la cera, pero hasta la entrega de los tres primeros ducados y la cera no se anotaría en el libro de hermanos, debiendo abonar el resto el interesado o sus herederos antes de hacerle los oficios religiosos por sus almas, pudiendo entregar alguna cantidad más pero nunca menos.

El art 9 se refería al ingreso por herencia, que no se alcanzaría hasta el abono completo de las cantidades antes expresadas. En principio le correspondía en primer lugar al hijo mayor, a su falta la hija mayor, a falta de ambos quien heredase sus bienes. Para los hombres su entrada eran 22 reales y 2 libras de cera o 11 once reales en su lugar, siendo mujer 26 reales y 2 libras de cera, “y no se les de vela ni acuda con otra cosa hasta que lo paguen como dicho es, y no la herede a quien se hiziere manda pequeña”.

El art. 10 prohibía a los herederos de cualquier sexo la renuncia a la condición de cofrade, con sanciones a los oficiales que lo permitieran. Conforme al art. 11, el alcalde debía requerir al heredero mayor de catorce años para que dentro de los seis meses de la muerte del causante, ingresase como hermano por herencia pagando su entrada y lo que el difunto debiera en su caso, con la prevención de quedar excluido.

El art. 12 contemplaba el ingreso de la viuda del cofrade, que adquiría esa condición mientras no contrajera nuevo matrimonio, estando la cofradía obligada a enterrarla y decir misas por su ánima aún en caso de contraer nuevo matrimonio. El art. 13 regulaba el ingreso del segundo marido de una hermana o la segunda esposa del cofrade.

En relación con el art. 9 y concordantes, el art. 32 contemplaba el supuesto habitual que los miembros de la del Rosario también lo fueran de otras hermandades, cuando sus estatutos también contemplaban que el hijo o hija mayor heredasen otras cofradías, siendo el primogénito el que le sucedía en todas, por tal razón se permitía designar a otro distinto del mayor en este caso.

El art. 22 contemplaba la pérdida de la condición de hermano causado por una falta de obediencia, de obligación o de respeto, debiendo pagar la multa de 1 libra de cera y todo lo que debiere por su ingreso.

El art. 39 versaba sobre el ingreso por herencia de los caballeros, así como clérigos y monjas. En el caso de los religiosos como no podía ser de otra forma, expiraba la cofradía, pagando distintas cantidades en función de ser descendientes directos o colaterales.

La junta de gobierno

El art. 2 hace saber quiénes formaban parte de la dirección: el alcalde, dos oficiales, mayordomo del arca, mayordomo de la cera y el escribano. Sus funciones eran muy relevantes, pues el art. 20 establecía, que lo acordado por ellos era de obligado cumplimiento para los cofrades. El art. 42 obligaba a cualquier oficial que se tuviera que ausentar, nombrará a alguien para que ejerciera sus funciones. El art. 43 que “alguno de los officiales sea muerto y se a ydo deste Reyno”, se reunirían los oficiales para designar sustituto. El art. 44 obligaba al acuerdo para poder realizar anotaciones en el libro de ordenanzas, debería existir unanimidad, lo que alcanzaba también al escribano.

El art. 4 se refiere a su elección, que tenía lugar en el Convento de la Encarnación el 5 de agosto por ser la festividad de Santo Domingo de Guzmán, teniendo su mandato un año de duración. El día anterior se reunían los hermanos a fin de designarlos de común acuerdo, en caso de discordia serían quienes más votos obtuvieran, pero si existiera empate el alcalde y los dos diputados designarían cada uno a un cofrade, siendo los tres quienes con sus votos decidirían. El 5 de agosto durante la misa, se haría pública la identidad de los elegidos al darle la paz el escribano. Quienes se negaren serían sancionados con 1000 maravedís a pagar en 9 días.

El alcalde era la máxima autoridad, al señalar el art. 2 que “a la obediencia del qual todos estemos en lo tocante a la dicha Coffradia”, cuestión que ratificaba el art. 3. Para quienes formaban parte de la junta directiva “el coffrade que dixere a otro estando en junta de coffradia palabra deshonesta o riniere y el alcalde le mandare callar y no lo hiziere, pague de pena dos libras de cera y di todauia no quisiere callar tornándolo a mandar el dicho alcalde pague de pena seis libras de cera”, que se debían entregar en 3 días. pues en caso contrario “los puedan despedir de la dicha coffradia y no sean más hermanos della”.

Con respecto al mayordomo del arca el art. 21 le atribuía en exclusiva el cobrar importes económicos de la hermandad por cualquier concepto, siendo además responsable de la gestión de sus recursos económicos. El art. 26 obligaba al alcalde a abonar todas las deudas de su mandato, debiendo el mayordomo del arca de cuidar de su pago.

Por su parte el de la cera tenía como función principal la buena gestión de la cera para la multitud de actos en los que participaba la entidad, que describiremos con cierto detalle a continuación.

El art. 23 atribuía a los dos diputados la importante función de demandar limosnas durante ocho días, correspondiendo a cada oficial hacerlo durante seis meses al año, que una vez recogidas serían entregados al mayordomo del arca, imponiendo sanciones en caso de incumplimiento.

El escribano daba fe de todos los actos de la entidad, al señalar el art. 2 que “por ante quien Pase todo lo que se uviere de ordenar en esta dicha Coffradia y se le de fee por los hermanos de lo que ante el passare”, estando a su cargo su documentación, por lo que muchas veces los designados eran a su vez escribanos públicos de Trujillo. Asimismo, por el art. 30 se debían leer las reglas a los cofrades en el cenobio de la Encarnación tanto el día de Santo Domingo de Guzmán e Inmaculada Concepción.

El Muñidor

No formaba parte de la junta de gobierno, pero auxiliaba en el cumplimiento de sus mandatos, siendo su presencia habitual en todas las cofradías. Sus funciones eran descritas en el art. 5, siendo la principal citar a los cofrades. En la reforma de 1634, el art. 22 fijaba en principio un sueldo de 4 ducados anuales.

FUNCIONES RELIGIOSAS

El art. 1 mencionaba la sagrada imagen mariana que con esta advocación recibía culto en la iglesia del convento de la Encarnación, junto a la tabla de indulgencias concedidas a la cofradía, con otra tabla con las misas que estaban a cargo de la hermandad:

en la qual dicha yglesia esten como hasta agora an estado una tabla de todas las indulgencias prerrogatiuas e inmunidades de la dicha coffradia, la qual este con una ymagen de Nuestra Señora del Rosario en el Cuerpo de la Yglesia a donde todos la Puedan leer y en la sacristía o claustro está otra tabla de todos los officios, misas, bisperas e procesiones que la dicha coffradia tiene costumbre de hazer y dezir en la dicha yglesia y otras partes”.

Las mencionadas indulgencias que fueron concedidas por Gregorio XIII, que también las otorgó a la Cofradía de la Soledad de Trujillo el 12 de octubre de 1575, siendo muy importante la información que sobre este particular proporciona Vito-Tomas Gómez García:

“El 15 de julio de 1579 se favoreció con la indulgencia a la cofradía del Rosario erigida en la iglesia de la Orden de Predicadores de Trujillo, diócesis de Plasencia. El Papa aseveraba en su documento que los cofrades se ejercitaban en muchas obras de caridad en honor de Santa María. Concedía a los hermanos que, cumplidos los requisitos de arrepentimiento y confesión de sus pecados, pudieran ganar indulgencia plenaria a la hora de la muerte. Además, si participaban en la santa misa, oficios divinos, o en otras piadosas prácticas de oración los domingos y festivos, lo mismo que si se ejercitaban en obras de caridad, como acompañar en la administración del Viático a los enfermos, dar sepultura a los difuntos, etc, cada vez que hicieran esto ganarían sesenta días de perdón; los fieles que visitasen dicha capilla en el día de la Encarnación del Señor, podían ganar siete años de indulgencias y otras tantas cuarentenas”.

La fecha de 1579 no es casual, pues entiendo que en su obtención jugó un importante papel fray Martín de Córdoba y Mendoza, dominico que fue obispo de Plasencia hasta 1578, al ser designado para ocupar la Silla de Osio en Córdoba, donde he reflejado que también fomentó la devoción a esta advocación dominica. Su vinculación con el cenobio dominico la hizo saber fray Alonso Fernández en su libro titulado “Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia”, de cuya lectura se deduce que fue el que donó la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación:

«Tiene el Conuento una Sagrada Imagen de Nuestra Señora, que llaman de la Encarnación, que le dio un Obispo de Córdoba muy afecto a esta Sagrada Religión de Predicadores passando a su Obispado. La qual es de singular hermosura, devoción y magestad (que ninguna o pocas en gran parte del Reyno se le auentajan). En su presencia ha obrado el Señor muchos de sus misericordias y milagros, que por la poca diligencia (o por mejor dezir descuido y floxedad) de los Religiosos no se han comprobado y calificado. Concurre la ciudad y gente de la comarca a valerse de la intercession de la Virgen soberana delante de su Imagen Sagrada”.

En 1732 se predicó el sermón con motivo de la terminación de las obras y ornamentación de la iglesia conventual, se refiere de forma expresa al altar donde recibiría culto Nuestra Señora del Rosario, que le había construido Lasso de la Vega:

A los dos arcos torales, que forman la media naranja, corresponden por el lado del Evangelio una puerta de piedra de sillería, que servírá en acabándose el Claustro (que ya está fabricando la generosa piedad de el Señor Obispo) a la comunicación con la Sacristía: Enfrente de esta, al lado de la Epístola, puso la devoción del Ilustrisimo Señor Lasso, el Altar de Nuestra Señora del Rosario, que se compone de una pintura de dos varas y media de largo, donde se ve, o se admira, pues no cabe distancia entre ver, y admirar tan grande prodigio, una Imagen de la Reyna de la Gracia, tan perfecta, tan hermosa, tan atractiva, tan dulce, que arrebata por los ojos con dulce jurisdicción los ánimos, siendo esta preciosa servidumbre, la más noble y apetecible libertad. Tiene entre sus virginales brazos a su Santísimo Hijo, a cuyos pies está el glorioso Santo Domingo, recibiendo de la piadosa ternura de María el tesoro riquísimo de su Rosario. Parece, que María Santísima, que mientras vivió el Santo Patriarcha en la tierra, se esmeró tanto en favorecerle, y regalarle, quiso comunicar al pincel toda la destreza, y todo el numen de la pintura, para que sacase muy propia, muy devota, y muy parecida al sublime original el retrato de su Capellán, su Siervo, y Esposo Domingo. Hablamos con la seguridad, de que estas cláusulas, lejos de llegar a hyperbole, serán muy débiles, y distantes para todos los que huvieren visto la hermosa Imagen. A esta perla sirve como de concha un marco de talla calada en diversas flores, frutos, hojas y rayos, en que el cincel dio nueva vida al pino, o por mejor dezir le formó en otro ser más ilustre, que el que gozaba, quando fue corona de los montes. Con el mismo primor luze la gradería del Altar, y las cortinas, velo, cenefas, y flores de mano, copian una especie de jardín, en que el arte parece quiere mostrar a la naturaleza, lo que pueden sus desvelos, y alcanza sus emulaciones.

La otra tabla de indulgencias antes mencionada, nos hace saber que la hermandad estaba presente con su cera en las celebraciones religiosas más señaladas, entre las que se encuentran las festividades principales de la Virgen:

Memoria de las misas que la Coffradia de Nuestra Señora del Rosario a de arder cera cada año: Día de Nuestra Señora de Agosto, bisperas y misa mayor. Día de Nuestra Señora de septiembre bísperas y misa mayor. Primero domingo de octubre misa mayor. Día de la Concepción de Nuestra Señora que es a ocho de diciembre misa mayor y bísperas. Día de Nuestra Señora de la O a diez y ocho de diciembre, bísperas y misa mayor. Día de la Purificación que es a dos de febrero bísperas y misa mayor. Día de la Encarnación a veinte y cinco de marco bis peras y misa mayor. Jueues y Viernes Sancto al encerrar y desencerrar el Sanctisimo Sacramento. Domingo de la Resurrección a la misa del alua. El Domingo adelante del día del Corpus Xpi en la procesión. Día de San Bento que es a once de jullio bisperas y misa recada en Sancta Clara. Día de Sancto Domingo, que es a quatro de agosto, bis peras y misa mayor y elección de oficiales. En el mes de octubre de cada un año, una misa cantada en San Francisco con la cera por Diego de Castro, a de decir esta misa en la octaua de Nra Señora de agosto de cada un año. El domingo antes del domingo que se haze la Procesión del Corpus Xpti, a de auisar al alcalde y oficiales que se junten a echar y repartir las boletas de las personas que an de yr a la dicha procesión y se an de juntar donde el alcalde ordenare. Dizese el día de la Anunciación de Nuestra Sª una misa cantada con ministros por García Fernández Cauecas arde toda la cera. A de decir día de Nuestra Sª de Agosto o en u octaua para siempre una misa cantada con ministros por nuestros hermanos Xpoual Joan Rodríguez y su mujer”.

Fiesta de la Virgen del Rosario y procesiones los primeros domingos de cada mes

El primer domingo de octubre es la fiesta principal de las cofradías con esta advocación, por la victoria sobre los turcos en Lepanto en 1571, atribuida por el dominico Pio V a la intercesión de la Virgen de la Victoria, que muy pronto se cambió el nombre de la solemnidad por Nuestra Señora del Rosario, pues el pontífice tenía mucho interés en instaurar la festividad a esta advocación mariana. Romero Mensaque también señala que Gregorio XIII en su bula “Monet apostolus” estableció esta celebración para todas las iglesias que tuvieran un altar dedicado a esta advocación. La celebración de la fiesta el primer domingo de octubre y no necesariamente el día 7 de ese mes, deriva del hecho que era costumbre para algunas cofradías las procesiones y fiestas los primeros domingos de cada mes, especialmente la de Minerva en Roma, por lo que a partir de entonces se fijará esta fiesta como la más importante de su calendario.

La concordia suscrita con fecha 12 de junio de 1716, entre la cofradía con los hijos de Santo Domingo de Guzmán, que es renovación de otra anterior, indica de forma expresa que la fiesta principal es el 7 de octubre. El art. 34 disponía que el primer domingo de cada mes, se debía oficiar una misa rezada donde recibiera culto Nuestra Señora del Rosario, que por entonces estaba en el altar mayor. Se haría con dos hachas encendidas a los lados del estandarte, debían estar presentes todos los hermanos, la cual se oficiaría con la intención de “que la misa sea y se diga Por la Paz y concordia de los príncipes Xpianos, y estado de nuestra sancta madre yglesia, y por los hermanos biuos y difuntos, y bien hechores y se pague la limosna acostumbrada por la misa, y que aya ofertorio a ella y se diga un Responso recado por los Hermanos difuntos, todo lo qual sea para el seruicio de nuestro Señor”.

La reforma del año 1634, hace saber que por cuanto la cofradía disfrutaba de indulgencias para todos los hermanos o personas que acudieran a las procesiones de los primeros domingos de cada mes, que se hacía con una imagen más pequeña con el objeto de evitar mover la titular del altar donde recibe culto. Así su art. 15 disponía que se continuaran con esta celebración por la tarde con la participación de los religiosos, siendo su recorrido el mismo que efectuaba la imagen del Dulce Nombre de Jesús:

llevando la imagen pequeña con quatro hachas y el estandarte con dos hachas, y esto lo rreparta el alcalde o el que iziere el officio por él, y el que no quisiere lleuar lo que le mandaren, pague de pena dos libras de cera y cada primer domingo del mes se ha de decir missa rrezada por todos los hermanos biuos y difuntos, y rresponso rrezado después de la missa, y a de arder a la dicha missa quatro hachas y dos velas en el altar como es usso y costumbre. Y este día nuestro mayordomo da una uela de tres quarterones al sacristán para que todos los días por la noche arda delante de la ymajen en el altar mayor”.

Jueves Santo y Viernes Santo

El art. 29 señala que, durante los oficios de Semana Santa, la cofradía debía acudir el Jueves Santo y Viernes Santo a la iglesia conventual a rendir culto al Santísimo, poniendo la cofradía la cera. Con la modificación de las reglas de 1634, se reiteró lo anterior indicando la cantidad cera que había que poner, añadiendo que siempre llevara la llave del Sagrario el alcalde.

Procesión el Domingo de Resurrección

El art. 17 de los estatutos redactados en 1634, señala que ese día después de maitines y sermón, tendría lugar la procesión llevando los cofrades las varas del Santísimo Sacramento alumbrado con seis varas. También portaban la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación con cuatro hachas de cera, llevando el estandarte dos hachas, correspondiendo al alcalde determinar que cofrades debían verificar el llevar la cera, participando también la Virgen del Rosario, procesión que se acompañaba de música por su carácter festivo:

a esta procession acudan todos los hermanos, y se hagan las fiestas de dancas y atabales e chirimías y trompetas y música como mejor les pareciere a nros officiales y después de acauada la dicha procession, se diga una missa rrezada por todos los hermanos”.

Corpus Christi

El art. 28 de las reglas de 1610 señala que el domingo siguiente al Corpus Christi la cofradía acudiría a la procesión que también tenía lugar en el cenobio, dando culto al Santísimo y a la Virgen del Rosario, llevando “doce hachas y toda la demás zera que la dicha coffradia tuviere”, entregando velas a los cofrades y a cualquiera persona que también participara, pero en la misma no podría hacerlo otra hermandad:

y uayan con el Santísimo sacramento seis Hachas y con la ymagen de Nuestra señora quatro y dos con el estandarte de nuestra coffradia y la ymagen de Nuestra Señora uaya en las andas y con el palio de la dicha cofradía, y la lleuen en ombros Hermanos de la dicha coffradia, y que en esta Procesión no se admita ni Reciba otra Coffradia ni cera alguna, Por quanto antiguamente y de tiempo ynmemorial a esta Parte en esta fiesta y Procesión desta sancta Coffradia de Nuestra señora del Rosario, y el alcalde y officiales que dieren lugar a que otra coffradia se entremeta a yr en la dicha Procesión o lo consintieren, incurran en pena de dos arouas de cera blanca para la dicha Coffradia”.

En la reforma de las reglas de 1619, hace referencia a que la procesión el domingo siguiente al Corpus, iba de la Encarnación a San Miguel, así como las de la Resurrección y otras en las que participara la Virgen del Rosario “tenga obligación el mayordomo del arca de esta coffradia a lleuar y lleue la ffalda a nra señora, y a falta del el official o ermano a quel el Alce lo mandare y no la puede lleuar otra persona alguna”.

El art. 33 acordaba que los oficiales se reunirían en casa del alcalde o donde este ordenase para preparar la procesión, repartiendo entre los cofrades toda actividad que había que realizar, siendo citados por el muñidor.

El art. 18 de las ordenanzas de 1634 fijaba que, en la festividad del Corpus Christi, el alcalde junto con oficiales y todos los cofrades, debían acudir por la mañana al cenobio dominico, donde previamente el mayordomo del arca había cuidado de poner Nuestra Señora del Rosario en sus andas, con el estandarte y dos hachas, comenzando la procesión con los religiosos dominicos.

Misa ofrecida por la muerte de los cofrades

El art. 18 disponía que a la muerte de cada hermano o hermana se oficiaran cincuenta y cinco misas rezadas y “una cantada Cantada de Requien con un officio de tres lesiones”, estando los dominicos obligados a decir otras cuatro que serían abonadas por la cofradía. El art. 36 describe la misa cantada “con ministros y se les Haga gracia pues siruen y sustentan después de la uoluntad de Dios esta sancta coffradia, y se pague seis Reales y si los seruidores no la quisieren dezir en la yglesia que se dixere el officio no se pague más de quatro Reales”.

El art. 19 se refería a las ocho misas que también se oficiaban al día siguiente del fallecimiento de los hermanos en el altar del Cardenal Gaete en la Iglesia de San Martín de Trujillo, que disfrutaba de la condición de altar privilegiado, por las indulgencias que se obtenían por los oficios religiosos que allí tenían lugar.

ECONOMIA DE LA COFRADIA

La obtención de recursos económicos era fundamental, pues sin ellos no se podrían llevar a cabo sus importantes fines religiosos y funciones asistenciales, que procedían de distintas fuentes, como las cuotas de entrada que aparecen reguladas en los art. 8 y concordantes. Asimismo, las multas a los cofrades u oficiales por incumplir las reglas, de las que hemos mencionado algunas, sirviendo como botón de muestra lo dispuesto en el art. 27, para el caso que se fueran a vivir fuera de Trujillo, debiendo abonar cada año 2 reales para cera “atento a que no sirue en ninguna cosa, y se le asienten en su entrada, y sino los pagare la coffradia no le acuda a cossa ninguna Hasta que lo pague.”

Otro importante recurso económico derivaba de los donativos recibidos en testamentos, o por estar presente la hermandad en los entierros de quien lo solicitara. Los estatutos que estamos analizando, no reflejan que la del Rosario fuera titular a comienzos del Siglo XVII de bienes con los que obtener renta ni tampoco censos, aunque con el transcurso del tiempo por los importantes donativos que recibió, a finales del Siglo XVIII era titular de un rico patrimonio, cuyos rendimientos servían para sufragar sus funciones asistenciales y como mutua de protección social.

El art. 23 se refería a la demanda de limosnas por los oficiales, que era complementado por el 24 que señalaba que el que fuera más antiguo podría elegir en que mitad de año las podría pedir. Cuando el alcalde finalizara su mandato, el art. 26 obligaba a dejar pagadas todas las deudas contraídas durante su mandato:

Yten Hordenamos que el alcalde que fuere sea obligado a fenecer todas y qualesquier quentas que en su año acaeciere dentro de ocho días como cumpla su año, y se hallen a ellas los officiales nueuos e uiejos, sopena de seis libras de cera y que el mayordomo del arca sea obligado a pagar de contad el alcance que se le Hiziere al mayordomo siguiente y que las quentas no se puedan aueriguar de otra manera”.

LA COFRADÍA DEL ROSARIO COMO MUTUA DE PROTECCION SOCIAL

Es necesario tener muy presente la importancia social de la Cofradía del Rosario de Trujillo, pues bajo su amparo existía una sociedad de socorros mutuos, que tenía por objeto sufragar los cuantiosos gastos ocasionados por la muerte de sus miembros, para asegurar los pagos derivados del entierro y lutos, con cantidades fijas y determinadas. La mayor parte de sus miembros eran personas de condición social humilde, que individualmente no podía hacer frente a estos gastos, y por esta razón se asociaban. Por ello, era algo más que una simple cofradía de gloria, que tenía por objeto venerar a la Virgen María como reina gloriosa, bajo la advocación dominicana del Rosario. Este tipo de asociaciones tuvo un auge espectacular durante el Antiguo Régimen, pues cumplían funciones de protección social, en un momento histórico en que los modelos de gestión pública no se hacen cargo de las necesidades más básicas de asistencia social.

El art. 14 regulaba el entierro de los cofrades, estando obligados todos a ir al domicilio del finado con las andas para su traslado a la iglesia con velas, poniendo en la misa 12 hachas de cera. El art. 15 se refería al de los encomendados, que lo sería con seis hachas de cera y todas las velas, dando de limosna 1000 maravedís, que se debían cobrar por el mayordomo del arca antes de llevar la cera, o se diera oro o plata en garantía de su cobro, siendo aplicable el art. 14 sobre traslado del cuerpo. Asimismo, que “la cera arda hasta que se digan tres leciones y luego se pague y si se dixere misa o nueue leciones alta entierro se apague la cera como dicho es, sino dieren la limosna que se suele dar que es cinquenta reales”.

El art. 16 se refería al entierro de hijos que fueran mayores de siete años, en cuyo caso se haría con cuatro hachas y toda la cera, pero solo con dos si fuera menor de edad, aunque el art. 46 elevó su número a seis. Si quisiera más que las mencionadas, debería abonar lo que el alcalde y oficiales les pareciera, que también se aplicaría a los criados o quienes muriesen en casa del cofrade y no tuvieran como pagarlo. El art. 37 establece que fuera cantada la misa por el hijo mayor de siete años, siendo por cuenta de la cofradía la cera, pero el oficio sería pagado por los padres.

El art. 17 obligaba a enterrar cada año cinco pobres, con la misma cera que les correspondía a los cofrades, debiendo oficiar por cada uno cinco misas. Esta carga también lo era con los pobres que se encomendaran a la cofradía. Cuando se reformaron los estatutos en 1634, reitera la obligación indicada, pero añade se haga “en rreverencia de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesuxpo, y a cada uno de los cinco se le digan quatro missas y sean las dos en el altar del Cardenal Ceruantes de Gaete o en el altar de Nra Sª y las otras dos donde se enterraren y se le lleue a su entierro seis hachas y dos vales para el altar, y se pague de cada missa cinquenta mrs de limosna”.

Puede llamar la atención la mención a las Cinco Llagas de Jesucristo, que es una referencia pasionista cuando estamos hablando de una cofradía de gloria. Su explicación deriva de la especial vinculación entre la advocación del Santo Sepulcro o las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo con los dominicos, que favorecieron el establecimiento de cofradías penitenciales con esta advocación, por serle un tema muy querido. Así sería el caso de Trujillo con la Cofradía de la Soledad de Nuestra Señora.

REFLEXIÓN

He intentado reflejar la antigüedad e importancia de esta cofradía de gloria durante la centuria del seiscientos, lo que me hace reflexionar sobre lo que subsiste de dicha devoción en el momento actual en Trujillo. La antigua iglesia conventual de la Encarnación se encuentra en un estado lamentable, no quedando nada de la Virgen del Rosario. Cuando se suprimió el convento en 1835, el inventario que se realizó, hace saber de la existencia del altar de la Virgen del Rosario, cuya efigie se encontraba por entonces en la capilla de Santa Rosa de Lima, desconociendo su paradero actual.

Es cierto que hoy continua la devoción en Trujillo a Nuestra Señora del Rosario en el Convento de San Miguel, de monjas dominicas de clausura, pero se trata de una devoción interna pues apenas tiene reflejo fuera de la comunidad de religiosas. También en la barriada de Huertas de Ánimas, de donde es patrona y todos los años el 7 de septiembre sale en procesión, recibiendo culto con arraigo de su población a lo largo del año. En este arrabal se fundó en 1735 la cofradía con esta advocación por el obispo que también era dominico Lasso de la Vega, que no era otra cosa que una sociedad de socorros mutuos con el nombre de Cofradía del Rosario, como se expresa literalmente en sus estatutos, que se refundó durante el siglo XIX después de la Guerra de la Independencia. Hoy se ha convertido en referente de identificación colectiva de la Huerta de Ánimas, con las características de las manifestaciones de religiosidad popular en el momento actual, cuestión que también pretendo abordar con un trabajo específico.

 

 

 

Nov 192022
 

JOSÉ LUIS BARRIO MOYA

Instituto de Estudios Madrileños

                           

 

Nacido en Badajoz en 1761 y muerto en Madrid en 1797, fue don Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, a pesar de su prematuro fallecimiento, persona que alcanzó altos cargos y honores durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. De esta manera fue coronel del regimiento de Milicias  Provinciales de Córdoba, cadete de las Reales Guardias Españolas, maestrante de Sevlla, gentilhombre de Cámara de Carlos IV y oficial del fiel medidor del reino de Sevilla. [1]

Don Vicente Antonio de Vera contrajo matrimonio, en 1778, con su prima doña María Manuela de Carvajal y Flores, de cuya unión nacieron tres hijos, bautizados con los nombres de Vicente, María de la Asunción y María de los Ángeles.

En recompensa a sus servicios Carlos III concedió al caballero extremeño, el 10 de agosto de 1786, el título de conde de los Acevedos.

En este trabajo vamos a dar a conocer algunas noticias biográficas sobre tan destacado personaje qua tanta importancia tuvo en la España  de la segunda mitad del siglo XVIII, tan tremendamente convulsa.

El día 23 de diciembre de 1796, don Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, otorgaba ante el escribano madrileño Mateo Moyano y Haro, su testamento, importante documento para acercarnos a su biografía.

Declara en primer lugar su nombre y apellido, que parece un diccionario genealógico de las más ilustras familas extremeñas. De esta manera el conde de los Acevedos dice llamarse Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, de Figueroa, Ulloa, Carvajal, Roco de Godoy, Escobar, Monrroy y Portocarrero, Pérez de Vargas, Silva, Gómez de Solís, Zúñiga, Dávila y Manuel.

Confesaba haber nacido en la ciudad de Badajoz, y  ser conde y señor de los Acevedos y vizconde de Guevara, fiel medidor de la ciudad de Sevilla, su reinado, ciudades, villas y lugares comprehendidos en su día, gentilhombre  de Camara de Su Magestad, caballero maestrante de la ciudad de Sevilla y coronel del regimiento provincial de Cordoba.

            No olvida mencionar que es hijo de don Vicente Javier de Vera Ladrón de Guevara Figueroa Vargas Silva Zúñiga y Manuel, ya difunto, natural de la ciudad de Toledo,conde de la Roca y del Sacro Romano Imperio, señor de las villas de Torremayor, Enguidanos, la Pesquería, Votica y Cabanillas, alcalde perpetuo del castillo y  fortaleza de Badajoz, caballero de la orden de Santiago, mariscal de campo de los Reales Ejércitos y gobernador militar de la citada ciudad de Badajoz. Su madre fue la señora doña María Polonia de Ulloa y  Carvajal, tambièn difunta, y  nacida en Cáceres.

Declaraba sus profundas creencias religiosas y subraya que si se me hubiese oido u oyese alguna expresion contraria a esto la detesto y quiero que no se tenga por dicha, porque sera efecto del delirio no estar en mi caval juicio.

Establece que, tras su muerte, su cádaver fuese amortajado con el hábito de Nuestra Señora del Carmen, colocado en una caja de nogal cubierta con el de san Francisco y sepultado en la boveda  del combento del Rosario propia del excmº. Señor marques de Monasterio, Lapilla y Paredes, mi sobrino, al que dejaba la disposición de su entierro al arbirtrio de sus testamentarios.[2]

Pide que el día de su entierro, si fuese hora, y sino el siguiente, de celebrase por su alma, una misa de cuerpo presente con diácono, subdiácono, vigilia y responso, y trecientas mas en los sucesivos, estas rezadas, pagando por cada una  lo que pareciere a sus testamentarios.

Legaba lo acostumbrado a las mandas forzosas, Santos Lugares de Jerusalen, redempcion de cautivos y Reales Hospitales General y Pasion de esta Corte.

Confiesa que contrajo matrimonio con su prima doña María Manuela Carvajal y Flores, de cuya unión nacieron tres hijos, llamados Vicente, María de la Asunción y María de los Ángles, al primero de los cuales, como su  inmediato sucesor le corresponden el oficio de fiel medidor y majonero del Reynado de Sevilla y pueblos  comprehendidos en su diez thesorerias, la defensa de los Acevedos sita en el termino de Badajoz y todo lo perteneciente a este mayorazgo y lo declara asi para que siempre conste.

            Quiere que se este y pase por las cuentas  que diese mi criado Domingo Fernandez, vezino de Badajoz, de las rentas pertenecientes a el mayorazgo de los Acevedos, que ha estado y esta a su cargo por la mucha confianza que tengo de su conducta.

            Envía a doña Francisca María de Bejarano, duquesa de la  Roca y  marquesa de Sofraga, en memoria del mucho amor y cariño que siempre  nos hemos profesado y el cariño que igualmente ha manifestado a dichos mis hijos, sus sobrinos, un cuchillito de oro con cabo de venturina.

            Establece que tras su muerte se diesen a sus criados y criadas que actualmnente me sirben o sirbiesen a cada uno por una vez y gracia particular quatro meses de salario conforme a el que respectivamente tubieren señalado, lo qual se entendera en los mismos terminos  con las criadas que dichas mis hijas tubiesen en el conbento de las señoras Calatravas

Esta claúsula testamentaria del primer conde de los Azevedos  nos confirma que las hijas del noble extremeño se educaban el citado convento madrileño. Aunque con toda probabilidad ninguna de ellas llegó a profesar, puesto que doña María de la Asunción contrajo marimonio del 6 de septiembre de 1800 con don José Bibiano Enríquez de Mayoralgo, como mas adelante se verá. Creemos que la otra hija también optó por casarse, aunque no tengamos prueba  de ello,

Declaraba que en el remanente que quedase de todos mis vienes, caudal y  hacienda, muebles y raices, creditos y efectos, acciones y derechos que me correspondan y puedan corresponder, despues de cumplido y pagado lo que dejo dispuesto  en quanto a mi  testamento, instituyo y  nombro por mis unicos y universales herederos a los referidos mis tres hijos y  de la citada señora Doña Maria Manuela Carvajal y Flores, para que los hayan, gozen y  hereden  con la vendicion de Dios y la mia y les pido mi encomieden a su Divina Magestad.

Como los tres hijos del conde de los Acevedos eran menores de edad, nombraba por tutor y curador de los mismos  a don Vicente María de Vera, duque y señor de la Roca y marqués de Sofraga, y en el caso de su ausencia o enfermedad, pasaba el cargo  a su hijo, don  Vicente Javier de Vera de Aragon  y  Bejarano, conde de Requena.

Por último nombaba por sus albaceas testamentarios a su tio don Pedro de Ulloa y Carvajal, embajador en Malta, don Antonio Despuig, arzobispo de Sevilla, a su confesor fray Antonio de Zúñiga, prior del convento de Nuestra Señora de Atocha y al mismísimo Manuel Godoy  principe de la Paz, duque de Alcudia, secretario de Estado y del Despacho Universal de Su Magestad (que Dios guarde), a quien califica de su primo.[3].

Una de laas noticias mas interesantes que  el conde de los Acevedos nos da en su testamento es el nombre de los tres albaceas que deja nombradosm, todos ellos figuras históricas de primer nivel de fines del siglo XVIII, su confesor el fraile dominico fray Antonio de Zúñiga, el político Manuel Godoy, a quien llama su primo  y don Antonio Despuig Dameto arzobispo de Sevilla, y uno de los religiosos mas cultos de la Ilustraciòn española.

Fray Antonio de Zúñiga fue prior del mas importante convento domincio de Madrid, el de Nuestra Señora de Atocha, fundado en el siglo XVI, y que siempre est uvo muy vinculado a la monarquía hispana, tanto de Austrias como de Borbones.

Manuel Godoy fue el arbitro de la  política española de fines del siglo XVIII, durante el reinado del bobalicón Carlos IV y la turbulenta María Luisa de Parma. Hombre ambicioso y sin escrúpulos de ningún tipo, tuvo que enfrentarse a la revolución  francesa y Napoléon, siendo superado  por aquellos acontecimientos.

Por último don Antonio Despuig y Dameto fue uno de los obispos más destacados de la Ilustración española. Nacido en Palma de Mallorca el 30 de marzo de 1745, como hijo de los condes de Montenegro, título concedido por Felipe IV, el 12 de noviembre de 1658 a favor de don Ramón Despuig y Fortuny. Inició sus estudios en el colegio de jesuitas de  Montesión para pasar a continarlos en la universidad de su ciudad natal.Ordenado sacerdote, muy pronto destacó por su cultura y talento, comenzando una fulgurante carrera eclesiástica. De esta manera fue obispo de Orihuela, arzobispo de Valencia y Sevilla  patriarca latino de Antioquia. Enemigo de Godoy logró con la ayuda de  Rafael Múzquiz, confesor de la  reina, convencer a don Francisco de Lorenzana, inquisidor general, para que  inciara un proceso contra Godoy, acusándole de bigamo y ateo, Aquel acto irritó al valido, que lo desterró a Roma, donde fue muy bien recibido por el papa Pio VI. En Roma don Antonio Despuig fue testigo de la invasión francesa de los Estados Pontificios. En 1802 Pio VI le nombró cardenal.

En 1809  las tropas francesas al mando del general Radet asaltaron  el palacio del Quirinal, apresando al cardenal Despuig, que fue encerrado en el Seminario Romano y más tarde trasladado a París como prisionero. Liberado en 1813 fue autorziado a trasladarse a Lucca con la intenciòn  de recuperar su salud con sus célebres aguas y en la ciudad italiana falleció el 2 de mayo de 1813.[4]

Fue don Antonio Despuig amante de las artes, emprendiendo diversas excavaciones en Roma y fundando en Mallorca  una escuela de dibujo, una biblioteca y un museo, estas dos últimas instituciones desgraciadamente desmantelas tras su muerte.[5]

Una nueva noticia sobre el conde de los Acevedos data del 21 de febrero de 1797, cuando daba un poder a don Vicente Antonio Espejo para que vendiese, en su nombre, las casas, tierras, olibos y demas que le pertenecen en la ciudad de Merida. [6] 

Don Vicente Antonio de Vera de Aragón falleció en Madrid antes del 3

de junio de 1797, pues en esa fecha don Pedro de Toledo otorgaba una carta de

pago en favor de los señores testamentarios del difunto conde de los Acevedos. [7]uirinalQuirinal

Don Vicente Antonio de Vera y doña María Manuela Carvajal y Flores tuvieron tres hijos, el mayor don Vicente María heredó el título de conde de los Acevedos  y los mayorazgos de la casa, y dos hijas, doña María de la Asunción y doña María de los Ángeles que, la muerte de su padre, residian en el madrileño convento de las Calatravas. De doña María de los Ángeles nada sabemos, pero si de doña María de la Asunción  que, en septiembre de 1800, contrajo matrimonio con don José Biviano Enríquez de Mayoralgo y Golfín.

El día 6 de septiembre de 1800 don José Bibiano Enríquez de Mayoralgo y Golfín Ovando Vera y Fajardo, vecino de la villa de Cáceres, e hijo de don José María Enríquez de Mayoralgo y Golfín, señor del castillo y casa fuerte de la Torre de Mayoralgo,y doña Isabel de Ovando y Vera, declaraba ante el escribano Mateo Moyano y Haro como estaba tratado de casarse in facie eclesia con doña María de la Asunción Vera Aragón, de estado honesto, hija de don Vicente Antonio Vera Aragón Ladrón de Guevara, conde y señor que fue de los Acevedos, gentilhombre de Camara de Su Magestad, coronel del Regimiento Provincial de Cordoba, y de doña María Manuela Carvajal y Flores, ambos difuntos. Con motivo de aquel enlace la novia aportaría al mismo una dote valorada en 119471 reales y 14 maravedis de vellón, y la que se incluía lo siguiente.

PLATA.-

primeramente doze platos de plata trincheros en contornos, 4229 rs y 10 mrs.- otro plato de plata grande, redondo en contornos, su peso onze marcos y tres onzas, 1706 rs.- dos platos de plata medianos, iguales, redondos en contornos, pesan cinco marcos, una onza y seis ochavas, 772 rs y 2 mrs.- una salvilla grande redonda con tres cartones por pies, 952 rs y 25 mrs.- dos macerinas de plata iguales, obaladas con pozillo sobrepuesto, 584 rs.- catorce cucharas con igual numero de tenedores de plata labrados a filetes, 1480 rs y 28 mrs.- veinte y nueve cucharitas pequeñas, las dos algo mayores, labradas de filetes, pesan tres marcos, cinco onzas y siete ochabas y media, 583 rs y 17 mrs.- un cucharon labrado a fletes, 134 rs.- una bandeja grande redonda labrada de ojas y flores que su peso es de siete marcos, tres onzas y media y una ochava, 1137 rs.- ocho cabos para cuchillos obalados labrados de filetes, 230 rs.- una guarnicion de plata para salero con quatro garras por pies, obalada, 42 rs.

ACCIONES.-

en ocho acciones de a diez mil reales cada una del Real Emprestito de docientos y quarenta millones distinguidas con los numeros diez mil seiscientos treinta y siete, diez mil seiscientos treinta y ocho, diez mil seiscientos treinta y nueve, diez mil seiscientos quarenta, quinze mil novencientos nueve, quinze mil quinientos cinquenta y cinco, quinze mil quinientos viente y seis y diez mil quinientos cincuenta y siete, comprendiendo el todo de las referidas acciones, 80000 reales.

JOYAS.-

 – una media luna grande de brillantes para el pelo, 9500 rs.- una par de pendientes de oro esmaltados, figura de arco con brillantes, 1000 rs.- otro par dichos id largos de brillantes y esmeraldas, 10000 rs.- un par dichos id de tres almendras de diamantes rosas, 2000 rs.- una sortija de brillantes con pasta azul, 2400 rs.- un ylo de aljofar con varios granates puestos en vrillantes, 2000 rs.- un relox de oro muestra esmaltada, usado, 720 rs.

            Todo ello fue valorado por personas inteligentes  sin que en la tasacion haya havido dolo ni engaño, y que alcanzó la citada cantidade de 119471 reales y 14 maravedis de vellón. [8]

APORTACIÓN DOCUMENTAL

.Testamento que otorga el conde de los Acebedos vezino de esta Corte

                                                                                  23 de diciembre de 1796.

En el nombre de Dios nuestro señor todo poderoso Amen. Sepase por esta publica   escritura de testamento, ultima y postrimera voluntad como yo Don Vicente Antonio Maria Josef Ramon Francisco Xavier de Vera de Aragon Ladron de Guevara de Figueroa Ulloa Carbajal Roco de Godoy Escovar Monrroy y Portocarrero Perez de Vargas Silva Gomez de Solis Zuñiga Davila y Manuel, natural de la ciudad de Badajoz, conde y señor de los Acevedos, vizconde de Guevara, señor del oficio de Fiel medidor y mayor de la ciudad de Sevilla, su reinado, ciudades, villas y lugares comprehendidos en su dia y gentilhombre de Camara de Su Magestad con exercicio, cavallero maestrante de cavalleria de la citada ciudad y coronel del Regimiento Provincial de Cordoba, hijo lejitimo y de lejitimo matrimonio de los muy Ylles. señores Don Vicente Xavier de Vera Ladron de Guevara Figueroa Vargas Silva Zuñiga y Manuel, ya difunto, natural que fue de la ciudad de Toledo, señor de las villas de Torremayor, Enguidanos, la Pesqueria, Votica y Cabrillas, alcayde perpetuo del castillo y fotaleza de la plaza de de dicha ciudad de Badajoz, cavallero de la Orden de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Ejercitos de Su Magd y su governador militar que fue de la misma plaza donde fallecio, y de la señora Doña Maria Polonia de Ulloa y Carbajal, tambien difunta, natural de la villa de Caceres, vecino  y residente que al presente soy de esta Corte, hallandome enfermo de la dolencia corporal que Dios N.S ha sido servido de darme y por su infinita piedad en mi entero y caval juicio, habla, memoria y entendimiento natural, creyendo como firme y verdaderamente creo en el alto e incomprehensible misterio de la Santisima Trinidad, Padre, Hijo y Espiritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todos los demas misterios y sacramentos que cree y  confiesa nuestra Santa Madre Yglesia Catholica Apostolica Romana, en cuya verdedera fee y crehencia he vivido y protesto vivir y  morir como fiel y catholico christiano y si se me hubiese  oido u oyese alguna expresion contraria a esto, la detesto y quiero que no se tenga por dicha, porque sera efecto del delirio y no estar en mi caval juicio. Esto supuesto y considerado con prudente reflexion que la muerte es indubitable, deseando estar prevenido para quando llegue, tomando como tomo por mi intecesora y abogadaa Maria Santissima Madre de N.S Jesuchristo, al Santo Angel de mi guarda, a mi padre y  señor San Josef y demas Santos de mi nombre, santos y santas de la Corte celestial para que intecedan con su divina Magestad perdone mis culpas y pecados y lleve mi alma a gozar de su beatifica presencia, a honra y gloria suya hago y ordeno mi testamento en la forma y  manera siguiente.

– primeramente mando y encomiendo mi alma a Dios N.S, que la crio de la nada y redimio de su  culpa original por medio de la preciosisima pasion y muete de N.S Jesuchristo y el cuerpo mando  a la tierra de que fue formado.

– que quando la voluntad de Dios fuese servido llevarme de esta vida a la eterna, mi cadaver sea vestido o amortajado con abito de mi madre y señora Maria Santissima del Carmen y puesto en una caja cubierta de sayal de mi serafico padre San Francisco de Asis y sepultado en la boveda del combento del Rosario propia del excmº. señor marques de Monasterio, Lapilla y Paredes, para lo cual he pedido en caridad y vervalmente la liciencia necesaria y con  efecto me la ha concedido, y  la demas forma y  disposicion de mi entierro lo dejo al arbitrio de mis testamentarios y albaceas a quienes ruego y encargo lo dispongan sin aparato de vanidad, ni pompa  si como si fuera un pobre pues asi es mi voluntad.

– mando que el dia de mi entierro, si fuese a hora de celebrar y  sino en el inmediato se me diga misa de cuerpo presente con diacono, subdiacono, vigilia y responso y que en sufragio de mi alma se digan y celebren trescientas misas rezadas, pagando por cada una la limosna que les pereciere a mis testamentarios, de cuyo numero, sacada la quarta parte que corresponde a la parrochia, las restantes se celebran en las yglesia y  altares que dijesen aquellos.

– mando se de por una vez lo acostumbrado a las mandas forzosas, Santos Lugares de Jersualen, redempcion de cautivos y ordenes mendicantes y lo mismo a los Reales Hospitales General y Pasion de esta Corte, con lo qual las suprimo del derecho y acciones que podrian pretender a mis bienes y  todo en conformidad de lo precitado por Su  Magestad (Dios le guarde).

– declaro que el matrimonio que contraje con la señora Doña Maria Manuela Carbajal y Flores, mi prima y muger lexitima, que santa gloria haya, me quedaron por hijos lexitimos el señor Don Vicente Maria de Vera y Carbajal y las señoras Doña Maria de la Asumpcion y Doña Maria de los Angeles de Vera y Carbajal, que el primero como varon  mi inmediato subcesor que es le corresponden las rentas  que poseo del oficio de fiel medidor majonero del Reynado de Sevilla y pueblos comprehendidos en sus diez thesorerias, la dehesa de los Acevedos sita en el termino de Badajoz y  todo lo pertenciente  a este mayorazgo y lo declaro asi para que siempre conste.

– asimismo declaro me corresponden en propiedad diez y seis acciones en el Real Emprestito como tambien lo que se manifestare por mi apoderado Don Vicente Antonio Espejo, vezino de la ciudad de Merida, de quien tengo la mayor satisfacion y confianza de su honrado y arreglado proceder.

– y asi quiero que se este y se pase por las cuentas y razones que diese sin que se le procese judicialmente a que de otras y tambien quiero y es mi voluntad por lo que dejo expuesto que se este y pase por lo que el referido Don Vicente Espejo expresase resultar de la concesion que le tengo conferida acerca de fiscalizase las cuentas de las lexitimas de dichos mis tres hijos en la villa de Caceres, correpondientes a el derecho que les asiste por el fallecimiento de sus abuelos los señores Don Gonzalo de Carbajal y Doña Violante Flores, señores que fueron de la Casa fuerte de Malgarrida, cuyos documentos y papeles existen en poder del nominado Don Vicente Espejo, que recogera los que falten para el resguardo del derecho lexitimo y acciones que pertenezcan a los citados mis hijos.

– ygualmente quiero y es mi voluntad que se este y pase por las cuentas que diese mi criado Domingo Fernandez, vezino de Badajoz, de las rentas pertenecientes  a el mayorazgo de los Acevedos que ha estado y esta a su cargo por la mucha confianza que tengo  de su conducta.

– tambien presentara su cuenta Don Bernardo Bascones como mi administrador general que es de la renta del referido oficio de Fiel medidor y majonero del Reynado de Sevilla y pueblos comprehendidos  en su diez thesorerias.

– en atencion a los auxilios espirituales que ha experimentado y con que la soberana reyna de los Angeles Maria Santissima me ha asistido, es mi deliberada voluntad y  mando que en reconocimiento se celebre una sola vez el primer dia de su gloriosa Asumpcion despues de mi fallecimiento, una misa cantada segun costumbre en el expresado combento del Rosario, pagandose por ella lo que pareciere regular a mis testamentarios a quienes encargo y suplico su cumplimiento.

– declaro que he tenido y  tengo particular devocion a San Francisco Xavier y con este motivo he procurado que en su obsequio se celebren una fiesta anualmente el dia del Santo, que es a tres de diciembre y siendo de mi agrado la continuacion de esta devocion encargo a mi hijo Don Viente Maria de Vera y Carbajal para que quando tenga edad competente haga celebrar su fiesta a el mismo San Francisco Xavier con S.M. manifiesto, misa y sermon en la yglesia o combento que quisiese sin que a ello tenga mas obligacion que la de un encargo que le hago voluntario con manifestacion de mi voluntad.

– en la misma conformidad declaro que siguiendo yo el ejemplo que desde niño me dio mi madre y señora Doña Maria Polonia de Ulloa y Carbajal, he tenido y tendre toda mi vida con el favor de Dios la expecial devocion de dar una comida a siete pobres en el dia de mi padre y señor San Josef, sirbiendoles a la mesa, despues he dado a cada una cinco reales de vellon y sera mucho de mi agrado que el expresado mi hijo Don Vicente Maria de Ulloa y Carbajal continue con la misma devocion y asi lo encargo para que lo haga voluntariamente, pues no es mi animo obligarle con presion a que lo haga y si manifestarle mi voluntad y grandisismo gusto que me dara en seguir dicho ejemplo.

– en memoria del mucho amor y cariño que siempre nos hemos profesado la excmª señora Doña Francisca Maria de Bejarano, duquesa de la Roca, maquesa de Sofraga y yo y al cariño  que igualmente ha manifestado a dicho mis hijos, sus sobrinos, la mando un cuchillito de oro con cavo de venturina y encargo me encomiende a Dios.

– es mi voluntad y mando que a mis criados y criadas que actualmente me sirben o sirbiesen a el tiempo de mi  fallecimiento se les de a cada uno por una vez y gracia particular, quatro meses de salario conforme a el que respectivamente tubieren señalado, la qual se entendera en los mismso terminos con las criadas que dichas mis dos hijas tubiesen en el combento de señoras Calatravas y a todos encargo me encomienden a Dios.

– mando yo el sobredicho Don Vicente Antonio de Vera de Aragon, de la facultad que me conceden las leyes de estos reynos, sin embargo de que es igual al amor y cariño que tengo a dichas mis tres hijos, atendiendo a qu el nominado Don Vicente Maria de Vera Carbajal como razon es mi inmediato subcesor a los mayorazgos y vienes vinculados que poseo, es mi voluntad mejorar y desde luego mejoro en el tercio y remanente del quarto de todos mis bienes y acciones libres a las expresadas mis dos hijas Doña Maria de la Asumpcion y Doña Maria de los Angeles de Vera y Carbajal para que su ymporte lo partan y dividan por mitad y en el caso de que falleciera alguna ante que yo, lo lleve y goze todo las que sobreviviere con la vendicion de Dios y la mia por que asi es mi deliberada voluntad.

– y en el remanente que quedare de todos mis vienes, caudal y hacienda, muebles y raices, creditos y efectos, acciones y derechos que me correspondan y puedan corresponder despues de cumplido y pagado lo que dejo dispuesto en quanto mi testamento, instituyo y nombro por mis unicos y unibersales herederos a los referidos mis tres hijos y de la citada señora Doña Maria Manuela de Carbajal y Flores, para que lo hayan, gozen y hereden con la vendicion de Dios y la mia les  pido me encomienden a su Divina Magestad.

– en consideracion a la menor edad de dichos mis tres hijos, usando asimismo del arbitrio y facltad que me conceden las leyes de estos reynos, nombro por tutor y curador de las personas y vienes de los nominados mis tres hijos Don Vicente Maria de Vera y de Aragon, duque y señor de la Roca, marques de Sofraga, relebandole de fianzas y con facultad de que por ausencia o enfermedad u otro lexitimo impedimento pueda sobstituir o delegar el referido encargo de tutor en su hijo el excmº señor conde de Requena o en las personas que fueren de su satisfacion y confianza y suplico al señor juez ante quien se presentare testimonio de esta clausula se sirba apremiar este nombramiento y discernirles el de tales tutores con la insinuada relebacion y poder en competente forma de derecho para administrar sus bienes, cobren sus rentas y pagar lo que legitimamente se deviere pues asi es mi voluntad.

– ygualmente es mi voluntad y mando que luego que se verifique mi fallecimiento el espresado excmº señor duque y señor de la Roca, mi hermano, por si solo o valiendose de la persona que elija sin intevencion ni mezcla de juez alguno haga el inbentario, descripcion y aprecio de todos mis bienes libres, caudal y efectos que dejare y los parta, divida y adjudique por iguales partes entre dichos mis tres hijos y heredero, sacando la citada mejora de tercio y remanente del quinto que llebo hecha a mis dos hijas confidencial  y cumplidamente para evitar los gastos judiciales, pleitos y otros incombenientes y solo en el caso preciso de que le ocurra a su excª alguna duda que por si no pueda resolver, pedira valerse de la persona de ciencia y conciencia que sea su voluntad para con su acuerdo deliberar y executar lo que corresponde  pero siempre ha de ser extrajudicialmente y la liquidacion, cuenta, particion y adjudicacion que hiciese S.Excª  o las personas que elija, quiero y mando que valga  y sea tan firme y estable como si yo mismo lo executara, pues a ello le doy y confiero todo mi poder cumplido, amplio y vastante, el que tengo y por derecho se requiere, sin limitacion alguna, prebiniendo como expresa y absolutamente prohibo la intervencion de la Justicia en el enunciado y ymbentario, tasacion, particion y adjudicacion de mis bienes y solo quiero y mando que se protocalize todo en el oficio de el escrivano de el numero que elija dicho mi hermano para que siempre conste y que por el se den los testimonios que se pidiesen para resguardo del derecho de los citados mis hijos, sus descendientes y demas interesados.

– asimismo quiero y mando que si dejare alguna memoria firmada de mi puño en que haga algunas mandas, legados o declaracion tocantes a mi ultima voluntad se tenga por presente de este mi testamento y como tal se guarde y cumpla sin interpretazion alguna por que asi es mi deliberada voluntad.

– y para cumplir, pagar y executar lo contenido en este mi tesrtamento y  lo que contubiere la citada memoria, en caso de que la deje, nombro por mis alvaceas y testamentarios a mi  primo el excmº Don Manuel Godoy, principe de la Paz, duque de Alcudia, secretario de Estado y del Despacho Universal de Su Magestad (que Dios guarde), a mi tio el excmº señor bailo fr. Don Pedro de Ulloa y Carbajal, embajador en Malta, al excmº. e Yllmº señor Don Antonio Despuig, arzobispo de Sevilla y a mi confesor el R.P. presentado fr. Antonio de Zuñiga, prior actual en su combento de Nuestra Señora de Atocha, a cada uno de por si  insolidum y les doy y confiero poder y facultad cumplida como por de derecho se requiere para que verificado mi fallecimiento  dispongan, cumplan y paguen lo que dejo ordenado a cuio fin quiero y es mo voluntad que este encargo les dure todo el tiempo que necesiten aunque se pase el año del alvaceazgo pues se les prorrogo en forma.

– y por el presente revoco, anulo, doy por nulos y de ningun valor ni efecto otros qualequier testamentos, cobdicilos, poderes para hacerlos y demas disposiciones testamentarias que antes de esta hubiere hecho y  otorgado por escrito, de palabra u en otra forma que ninguna quiero valga ni haga fee excepto la presente por ser asi mi voluntad en la via y forma que mas haya lugar en derecho. En testimonio de lo qual asi lo digo, otorgo y firmo ante el presente escribano del rey N.S., de la Real Camara de Palacio y sumiller de Corps y propietario del Real Sitio del Pardo, siendo testigos los señores Manuel Pardo y Carrillo, procurador, don Juan de Mena y Solis, procurador, don Manuel del Corral, don Andres Garcia y don Antonio Gonzales, residentes en esta Corte y el otorgante doy fee conozco en Madrid a veinte y tres de diciembre de mil setezientos noventa y seis.

            El conde de los Azevedos. Ante mi = Matheo Moyano y Haro. [9]

[1] .- El fiel medidor era un funcionario que administraba un impuesto concedido por el Reino a Felipe IV, en 1642; que grababa con cuatro maravedis de vellón cada arroba de vino, vinagre y aceite de los que aforaban, median, pesaban  y consumía. Estuvo en vigor  hasta 1749 cuando su producto se destino, en principio, a la remonta de la caballería y, posteriormente al bolsillo secreto del rey. Este impuesto fue abolido en 1842 (vid. ESPINOLA Y SUBIZA, R .- Tratado elemental de Instituciones de la Hacienda Pública en España, Madrid 1859, p. 108).

[2][2] .- El convento de  Nuestra  Señora  del Rosario fue fundado por religiosos dominicos en 1632, en un solar de la madrieleña calle de la Luna. Posteriormente don Octavio Centurión y su esposa doña Baustista Doria, marqueses de Monasterio levantaron iglesia y convento en la cercana calle de san Bernardo que entregaron a una congregación de monjas capuchinas, que no aceptaron la donación, por lo que los fundadores lo entregaron a los frailes dominicos, otorgando la correspondiente escritura el 13 de febrero de 1643. El complejo monástico se mantuvo en pie hasta 1835, en que fue desamortizado, pasando a ser, sucesivamente, cuartel, parroquia  de las guardias alabarderos., colegio particular y teatro del Liceo hasta su derribo en  1865, año en que esta fechada una foto de Laurent con la iglesia todavía en pie, aunque el convento ya había sido derruido. Según Ponz la iglesia convetual  contenía numerosas obras de arte como tres estatuas de marmol, de factura  genovesa, representando la Inmaculada Conepció, san José y san Francisco , situadas en la fachada del templo y en su intrior pinturas de Carducho y Claudio Coello y tallas de Manuel Pereira y Juan de Mena (vid. PONZ, A.- Viage de España, Tomo V, Madrid  1793, pp. 195-196),

[3] ..- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 154-162 vlt º. Escribano  = Mateo Moyano y Haro.. Ver Aportación Documental.

[4] .- GOÑI GAZTAMBIDE, J.- “Despuig y Dameto, Antonio” en Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, Madrid, Instituto Enrique  Florez, C.S.I.C, 1987, pp. 252-257.

[5] .- CARBONELL BAUDES, M.- El cardenal Despuig. Col-leccionisme, grand tour i cultura il-lustrada, Palma de Mallorca. Consell de Mallorca, 2013.

[6] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 182-182 vltº. Escribano = Matías Moyano y Haro.

[7] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 205-205 vltº. Escribano = mat ías Moyano  y Haro.

[8] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 439-442 vltº. Escribano =  Mateo Moyano y Haro.

[9][9][9] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid . Protocolo = 21643, folº. 154-162 vltº Escribano = Mateo Moyano y Haro

Nov 182022
 

Rocío Sánchez Rubio

(Universidad de Extremadura)

 

En este 2022, se cumplen 500 años de la primera circunnavegación de la tierra; son muchas las actividades académicas que recientemente se vienen sucediendo para conmemorar esta asombrosa empresa naval que tantas repercusiones tuvo en numerosos ámbitos de la vida. En 2017 se creó en España una Comisión Nacional para recordar y celebrar este acontecimiento por considerarlo de especial interés público. Desde entonces se han organizado numerosos encuentros científicos y exposiciones, se han proyectado documentales y se han publicado monografías y artículos que nos alumbran acerca de la expedición, de sus protagonistas y de las consecuencias innegables que tuvo aquel viaje que se inició y culminó en Sevilla. El equipo responsable de estos Coloquios de Extremadura ha decidido, con buen criterio, sumarse a esta efemérides dedicando la presente edición a la expedición de Magallanes-Elcano, pero han ido más allá y aprovechan esta conmemoración para reflexionar sobre el papel que los extremeños desempeñaron en América, en las exploraciones, conquista y proceso migratorio, un papel que fue especialmente relevante durante el periodo colonial. Agradezco la confianza que han depositado en mí para impartir esta conferencia en la que trataré de exponer las líneas maestras de un tema que requeriría mucho más tiempo de lo que una conferencia debe ocupar para no cansar al auditorio.

Existen fechas en el calendario de la Historia que han quedado marcadas para siempre por la trascendencia de los acontecimientos vividos en ese tiempo. Afortunadamente algunos de los protagonistas o testigos directos de esos hechos dejaron memoria de lo acontecido, contribuyendo a alimentar la materia prima con la que trabajamos los historiadores: las fuentes documentales. En uno de esos registros de 1522, podemos leer:

 

«El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería. El martes bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nª Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia».

 

Quien escribió este texto se llamaba Antonio Pigafetta, era de origen italiano y fue uno de los pocos supervivientes de la expedición que, con el apoyo de la Corona castellana, había zarpado desde Sevilla tres años atrás comandada por el portugués Fernando de Magallanes. Pigafetta dejó una crónica repleta de información sobre el viaje, la cual entregó al emperador Carlos y a otras personalidades de la época.  De las cinco naves que el 10 de agosto de 1519 partieron desde las aguas del Guadalquivir, solo regresó la Victoria, al mando de Juan Sebastián Elcano y con 18 supervivientes de los 255 hombres (según las últimas investigaciones) que habían iniciado el viaje con Magallanes. No fueron los únicos, otros 12 volvieron varias semanas después procedentes de Cabo Verde y transcurridos algunos años, otros 5 lo harían procedentes de las lejanas Molucas, destino que había sido el principal objetivo que había alentado esta expedición.

Se ha afirmado, y con razón, que el mundo no volvió a ser el mismo después de este viaje que buscaba abrir una ruta por el Oeste para llegar a Oriente, a las islas de la Especiería. Una meta perseguida por Castilla desde el primer viaje de Colón, en una pugna con Portugal por liderar la carrera del comerciop de las especias. Los portugueses lo llevaban intentando desde que Bartolomé Dias consiguiera doblar con éxito el cabo de Buena Esperanza, siguiendo la ruta que pocos años después, en 1494, el Tratado de Tordesillas asignaría a Portugal.

La creencia infundada de que las islas de la Especiería se encontraban dentro de la demarcación española y que llegar a ellas permitiría a Castilla controlar el lucrativo comercio de las especias, hizo que las espectativas de la expedición de Magallanes fueran enormes.

El regreso a España de la nao Victoria con el reducido número de supervivientes tras transitar miles de kilómetros a través de tres océanos y tres continentes, convirtió a esta expedición en uno de los acontecimientos más relevantes de la historia de la humanidad. Con este viaje se había recorrido y descubierto «toda la redondeza del mundo, yendo por el oçidente e venyendo por el oriente «, tal como expresó Elcano en 1522 en una carta que remitió al rey Carlos al poco de avistar las costas españolas. Con la llegada de los supervivientes a España se materializaba, por tanto, la primera vuelta al mundo y se iniciaba también lo que se ha venido denominando la primera globalización.

La expedición de 1519 estaba integrada fundamentalmente por españoles y portugueses, aunque había también marineros de otras nacionalidades: italianos, griegos, alemanes, franceses, incluso algún asiático (un hindú y un malayo).  Se conoce la identidad de todos gracias al diario de Antonio Pigaffeta y a los diversos testimonios de algunos de los protagonistas donde vierten datos sobre el grupo, el viaje y los episodios vividos. Dos de aquellos hombres eran extremeños: Hernando de Bustamante y Juan Rodríguez Serrano. Hernando o Fernando residía en Mérida antes de embarcar, aunque todo apunta a que su origen estaba en la villa de Alcántara. Marchó como barbero de la expedición y fue uno de los 18 afortunados que consiguió volver tras completar la primera vuelta al mundo.

El otro extremeño, Juan Rodríguez Serrano, no tuvo la misma suerte, era originario de Fregenal de la Sierra aunque residía con su familia en Sevilla, viajó como capitán y piloto de la Santiago, una de las cinco naves que acompañaron a Magallanes en 1519. El frexnense desapareció en Cebú, una de las islas de archipiélago filipino, tras sufrir una emboscada de los indígenas y nunca más se supo de él. Su mujer, la sevillana Juana de Durango, nunca lo dio por muerto y peleó incansable durante años para conseguir que tanto la Corona castellana como la portuguesa buscaran a su marido y acudieran a su rescate.

Finalmente, el esfuerzo de esta expedición, con las decenas de vidas cobradas no sirvió para que Castilla consiguiera el control de las ansiadas islas de la Especiería. El principal problema tras el viaje de Magallanes y Elcano fue dilucidar a quien pertenecía aquellas islas, si a Portugal o a Castilla. Se sucedieron reuniones de alto nivel en las que participaron diplomáticos, pilotos, cartógrafos, matemáticos y navegantes muy reconocidos de ambas Monarquías para intentar resolver el contencioso que sólo se pudo cerrar en 1529 tras la firma del Tratado de Zaragoza.

Se ha dicho que para Castilla este Tratado fue uno de los negocios más rentables de su historia y seguramente fue así; en él se reconocía que las islas Molucas se hallaban en la parte del mundo asignada a la Corona castellana  (ahora ya sabemos que aquella suposición se basaba en un cálculo erróneo, en  realidad las islas estaban situadas en la parte que se le había otorgado a Portugal a finales del siglo XV). Siendo dueña de las Molucas, Castilla renunció a ellas y vendió a Portugal ese derecho, a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero (es decir, vendió a Portugal lo que en realidad era de Portugal).

¿Por qué Castilla renunció a ese derecho que con tanto ahínco había perseguido desde que se produjera el primer viaje de Colón en 1492?. Pronto los castellanos fueron conscientes de que, aún con la posesión de las Molucas, su posición en el comercio asiático era muy marginal puesto que se tardó en fijar la manera de regresar por el Pacífico, única vía permitida a Castilla; el  derrotero del llamado tornaviaje a través de este océano, no se consiguió fijar hasta 1565.

A ello podemos sumar otro factor, quizás más importante, vinculado a  los acontecimientos que se sucedían por entonces en los nuevos territorios de América y que ayudarán a revalorizar la posición castellana en este continente. Al tiempo que Magallanes descubría en 1519 el paso entre el Atlántico y el Pacífico para dirigirse a las islas de la Especiería, el ejército de Hernán Cortés se encontraba con la confederación azteca. De esta manera, América empezará a cobrar valor por sí misma, convirtiéndose, ahora sí, en el objetivo prioritario de la expansión castellana.

Por tanto, el verdadero valor de los nuevos territorios descubiertos por Colón, no se puso de manifiesto en sus inicios, y aunque la Corona trató muy pronto de controlar aquella empresa (convirtiendo en papel mojado los compromisos adquiridos con el almirante), lo cierto es que durante un tiempo la Corona miró más hacia Oriente que hacia las nuevas tierras de América, que en apariencia no ofrecían tantas oportunidades ni parecían tan ricas. Ello no impidió que el control real sobre el Nuevo Mundo fuera aumentando progresivamente a medida que se debilitaba el poder que la propia Corona había depositado en manos de Cristóbal Colón. También muy pronto, para los nuevos territorios se apostó por el sistema de poblamiento, por la fundación de ciudades y el asentamiento de una población fija y no de paso.

En 1992, hubo otro V Centenario donde se conmemoraba un acontecimiento de especial relevancia histórica: el Descubrimiento de América. Ese aniversario dio un gran impulso a las investigaciones sobre el tema que versa esta conferencia. En los años inmediatos y posteriores a 1992 se publicaron numerosos trabajos que alumbraron acerca del fenómeno migratorio que alentó a miles de españoles a abandonar sus hogares para poblar el Nuevo Mundo. Gracias a aquellas investigaciones y a otras muchas que se han ido abordando después (ampliando, matizando y corrigiendo en algún caso), hoy tenemos una visión suficientemente nítida sobre aquel movimiento de población procedente de la Península que se dirigió hacia los nuevos territorios, los mecanismos que se pusieron en marcha para hacerlo posible y los protagonistas que lo llevaron a cabo a ambos lados del Atlántico.

 

La política migratoria

Hay que partir de una realidad que, desde su inicio, condiciona la emigracióna Indias: el trasvase de población española a América -y, por tanto, también extremeña- fue un proceso dirigido y controlado por el poder político. Aunque en la fase inicial se produjeron titubeos, enseguida se tuvo claro que no se iba a permitir el libre acceso de pobladores a América, porque el deseo de la Corona era la de asentar a personas de calidad, de «buenas costumbres» y que lo hicieran de forma ordenada. A través de una legislación amplísima y con la ayuda de un cuadro administrativo muy complejo se fue dictaminando qué personas podían instalarse y el modo de acceder a aquellos territorios.

A lo largo de los sesenta años que cubren los reinados de los Reyes Católicos, de su hija Juana y de su nieto Carlos, se fueron definiendo las características y los requisitos que el candidato a marchar a Indias debía cumplir, así como los trámites a realizar antes de embarcarse.También se empezó a concretar qué grupos iban a tener vedado el acceso y los castigos en caso de incumplimiento. En esas décadas iniciales se fija de forma casi definitiva la legislación referida a pasajeros, pues en lo sustancial no cambiará durante todo el periodo colonial.

De inicio, se estableció la obligación de portar licencia de la Corona para marchar a Indias, requisito que se mantuvo inamovible durante más de tres siglos y que las autoridades no dejaron nunca de recordar, lo que de alguna manera delata que su cumplimiento no era general.

En 1503 se crea en Sevilla la Casa de la Contratación, entre sus funciones estaba la de llevar el control de las personas que se embarcaban. Sevilla se convertía -como la defició Lope de Vega-  en el único “Puerto y Puerta de las Indias”; circunstancia que a priori, permitía establecer un control más seguro y fiable tanto de los pasajeros que iban y venían de América, como sobre las mercancías intercambiadas. Esta situación se prolongó hasta principios del siglo XVIII; en 1717, la institución se trasladó a la ciudad de Cádiz.

La supervisión de la emigración ejercida por la Casa de Contratación será compartida con el Consejo de Indias a partir de la creación de éste en 1524, convirtiéndose en el principal órgano de gobierno de los territorios americanos.

Al menos desde 1509, los oficiales de la Contratación llevaban un registro de todos los pasajeros, identificados por su nombre y apellido, el lugar de origen, la filiación de sus padres y el oficio ejercido, se incluía también una declaración jurada de testigos ratificando que no pertenecieran a grupos prohibidos para marchar a Indias.

Desde muy pronto a determinados colectivos se les prohibió viajar y establecerse en América. En 1502 se ordena que no pasen «moros, ni herejes, ni judíos, ni reconciliados, ni personas nuevamente convertidas a nuestra sancta fe». En 1508 se amplía la condición de prohibido a los descendientes de los quemados y reconciliados por la Inquisición, hasta el segundo grado; tres años después se incluirá también a los nietos.

También se vetó el paso a los extranjeros, pero ¿quien era extranjero en un Imperio como el español que controlaba tantos territorios?. Las reales órdenes lo dejaban muy claro: aquel que no fuese natural de los territorios españoles de la Corona de Castilla y de Aragón. Sin embargo, la necesidad de poblar a las nuevas áreas que continuamente se incorporaban a los dominios de la Monarquía hizo que, en determinadas coyunturas, se favoreciera el paso de pobladores de manera indiscriminada; haciendo la vista gorda, y relajando las medidas restrictivas, sobre todo, durante las primeras décadas del siglo XVI.

Finalizadas las grandes conquistas, durante la segunda mitad del Quinientos, se inicia una nueva etapa coincidente con el reinado de Felipe II;  los trámites burocráticos y los mecanismos de control para viajar a Indias se incrementan y adquieren ya su forma definitiva, sin los vaivenes de la etapa anterior. Aumentan los esfuerzos y se ponen más medios para evitar que los grupos prohibidos accedan y se instalen en los nuevos territorios, y se incorpora a la lista otro colectivo, el de los gitanos, un modelo poco ajustado -según la mentalidad de la época- al prototipo de poblador honrado que se quería para América.

En este periodo se pone, si cabe, más cuidado en la calidad de los pobladores, evitando el paso de personas desocupadas para que las Indias no se llenaran de vagabundos, ociosos y gentes de mal vivir. Finalmente se insiste en declarar a las Indias coto cerrado para quienes no fueran súbditos españoles. A pesar de esta prohibición, la realidad era que los extranjeros estaban por todas partes y su llegada a América se había convertido en una constante desde los inicios, ya fuera de manera ilegal o con autorización de la Corona. Conscientes del problema, se arbitraron diversas fórmulas para permitir a los extranjeros instalarse de manera legal en América; fórmulas como las naturalizaciones (si se cumplían una serie de requisitos) o las composiciones (mecanismo que los Austrias utilizaron muchas veces para recaudar dinero consistente en legalizar la presencia del extranjero a cambio de un pago).

En 1552 se introduce la exigencia de presentar en la Casa de Contratación información de limpieza de sangre, realizada en el lugar de nacimiento ante un escribano público y en presencia de alguna de las autoridades del lugar (corregidores, alcaldes…); además varios testigos debían ratificar los datos que el futuro emigrante daba de sí mismo y de su familia. Con esta información se acreditaba ante la comunidad la calidad social y la condición de cristiano viejo del emigrante. El candidato a viajar no escatimará esfuerzos para demostrar, la pureza de su sangre, su conducta intachable, y alegar que no marchaba para evadir pleitos pendientes ni para escapar de deudas contraídas con la Real Hacienda. En definitiva, que era persona de bien y merecedora de la licencia que habilitaba el paso de manera legal a las Indias. Las informaciones que se han conservado, proporcionan datos valiosos sobre los emigrantes y nos aproximan también a su apariencia física pues solía incluirse una descripción de los rasgos más sobresalientes al objeto de evitar fraudes y suplantaciones de identidad a la hora de embarcar.

La necesidad de otorgar estabilidad y orden a los nuevos territorios alentó, así mismo, desde muy pronto:

– La emigración de familias completas y, por tanto, de mujeres (una colonización sin mujeres no era posible). La presencia de familias era necesaria para que los asentamientos en América fueran estables y duraderos, además existía también una justificación de tipo religioso y moral, ¿cómo podía enseñarse a los indígenas la bondad del matrimonio único y las ventajas de la vida civilizada si los españoles no daban ejemplo de ello?.

– En esta misma línea, se intenta acabar con un fenómeno preocupante como era la de los hombres casados que habían marchado a Indias sin sus esposas y alargaban sus estancias en América muchos años separados de ellas, convirtiendo a estas mujeres en auténticas viudas, cuando en realidad no lo eran.

Por tanto a los grupos prohibidos se sumó la condición de varón casado que pretendía viajar sin su mujer, poniéndose trabas también a los que ya lo habían hecho y alargaban sus estancias en Indias sin intención de regresar a España o de enviar a por sus esposas. A lo largo del siglo XVI (1505, 1511, 1524, 1525 1530, 1533…) la Corona elevará órdenes en este sentido que irán subiendo de tono, lo que atestigua que este fenómeno -como el de la presencia de extranjeros- era difícil de erradicar en un espacio tan inmenso como era la América española.

El problema adquirió tal dimensión que en los últimos años del reinado de Carlos V (a partir de 1544) se intentó resolver de manera contundente y con la ayuda de una reglamentación mucho más dura:

– Para los matrimonios que permanecían separados se destinaron jueces especiales, nombrados por las Audiencias americanas, para perseguir a los casados que incumplían la ley y proceder a su expulsión.

– Para los hombres casados que se veían obligados a embarcarse en solitario por asuntos de negocios (muy habitual entre los mercaderes), o para llevar a cabo tareas puntuales como el cobro de haciendas o el acompañamiento de familiares en viajes de ida o vuelta, se crean permisos especiales que comprometían, tras el pago de una fianza, a regresar en un plazo estipulado. Estas licencias requerirán, además, el consentimiento expreso de las esposas, que sólo podía certificarse ante un escribano público.

Esta fue una línea de actuación política que se mantendrá hasta el final del periodo colonial pero que ni consiguió acabar con las separaciones matrimoniales, ni con el problema de los abandonos en la Península y de las falsas viudas (que no lo eran por ley porque sus maridos seguían vivos en América).

Los datos sobre las mujeres extremeñas que viajaron durante la segunda mitad del siglo XVI para reencontrarse con sus maridos haciendo constar el tiempo que éstos llevaban ausentes de sus casas, confirma que el problema se perpetuó y que las separaciones siguieron produciéndose, aún después de endurecerse las penas contra los casados que se olvidaban de regresar.

Desde muy pronto se promovió también el paso de mujeres solteras y casaderas porque en América deambulaban muchos hombres solteros que llegaron en la etapa descubridora y conquistadora a quienes se pretende fijar en la tierra para que la sociedad estuviera bien ordenada. Al principio no se puso freno alguno a estas mujeres célibes, pero después se empieza a obstaculizar el que pudieran instalarse libremente en solitario. Se les impedirá viajar si no van acompañadas de un varón de la familia que pudiera velar por su honra y reputación. Detrás de esta decisión estaba el temor de que emigraran aventureras o prostitutas que pudieran influir negativamente en la moral de las nuevas poblaciones, tal como aseguraban las autoridades virreinales que estaba ya sucediendo en algunas ciudades de sus distritos.

El propio discurrir de la presencia española en territorio americano con las etapas de descubrimiento, conquista, pacificación y colonización y la política migratoria que la Corona fue perfilando, contribuirá a ir fijando el tipo de poblador que se desplaza hacia los nuevos territorios.

Durante la primera fase se detecta la presencia mayoritaria de hombres jóvenes, lo que resulta lógico dadas las tareas que debían llevarse a cabo en América. Y aunque hubo también mujeres que se decidieron a embarcar, la presencia de éstas al principio fue bastante minoritaria.

En el primer tercio del siglo XVI por cada mujer extremeña que cruzaba el Atlántico lo hacían 24 hombres, desajuste que se irá corrigiendo a medida que se consolida el asentamiento español y se entra en una fase plena de colonización. La preferencia de la Corona por una emigración de tipo familiar contribuirá a ir equilibrando ese desajuste entre ambos sexos. Hacia mitad de siglo XVI las mujeres ya representaban más de la cuarta parte del total de los emigrantes, proporción que irá subiendo paulatinamente a medida que se pacifica el territorio, se fundan las ciudades y los asentamientos se hacen estables y duraderos.

En los últimos años del XVI la emigración femenina extremeña se había quintuplicado en relación a comienzos de ese mismo siglo. Sin embargo, la participación global masculina siempre fue superior a la femenina (algo más de 4 varones por cada mujer) y aunque con el transcurrir del tiempo tendieron a igualarse, nunca llegaron a equipararse.

 

Los trámites para viajar a Indias

En función de lo dicho hasta ahora, se puede deducir que los trámites para marchar a Indias eran largos y costosos para aquellos pasajeros que decidían hacerlo por los cauces legales. Se iniciaban con la solicitud de una licencia real, donde solía manifestarse las razones que empujaban a emigrar. En ella debían incluirse todas las personas que el solicitante llevaba en su compañía (mujer, hijos, otros familiares, criados). La petición debía presentarse en la corte ante el Consejo de Indias, donde era aprobada o desestimada estampando en la resolución la firma del rey. Sólo en casos especiales (mercaderes y factores de mercaderes, por tiempo limitado a tres años y sin opción a prórroga, mestizos, vecinos de Indias casados en aquellas parte, familias que quisieran residir en Santo Domingo y mujeres casadas cuyos maridos residían en Santo Domingo) las licencias podían ser despachadas en la Casa de Contratación.

Esta documentación es muy jugosa pues aporta pistas sobre las causas que los solicitantes exponían en sus peticiones para abandonar estos territorios, en un porcentaje muy alto solían declarar estos dos motivos:

– padecer mucha necesidad

– tener familiares en América que les habían ofrecido su ayuda y les reclamaban para que fueran a vivir con ellos.

Este último es el origen de que numerosas peticiones incorporaran cartas privadas de estos familiares emigrados para demostrar que no se iba a la aventura sino a «mesa y mantel puesto», al objeto de obtener con más facilidad la licencia real. Se han conservado centenares de cartas privadas escritas por los emigrantes a sus familiares en España, lo que supone un auténtico tesoro para los historiadores por la cantidad y calidad informativa.

La licencia era personal, intransferible y tenía validez por dos años, quedando invalidada si en ese plazo no se había hecho uso de ella. Obtenida la licencia el siguiente trámite era la realización de la limpieza de sangre, documento que certificaba, en teoría, la condición de cristiano viejo y la de ser persona de fiar y no conflictiva. Hubo dos colectivos exentos de cursar esta obligación: los eclesiásticos y los denominados provistos (cargos públicos), pues se sobreentendía que su limpieza de sangre estaba probada de sobra.

El siguiente trámite tenía como escenario la Casa de Contratación, donde se efectuaba el control de los documentos que el emigrante aportaba para poder embarcar (la licencia real y la información). Hay estudios que demuestran que ese control era bastante minucioso antes de obtener el permiso final y ser registrado en los libros de asientos. Días después del asiento los pasajeros eran citados para recoger las credenciales necesarias al objeto de realizar el viaje: la real cédula original y la licencia de embarque expedida por Contratación.

El último control se efectuaba ya a bordo de los navíos donde los visitadores inspeccionaban los barcos para controlar el número y la identidad de los que viajaban, elaborando un listado. Previamente los pasajeros debían negociar su viaje y las condiciones en las que éste se efectuaría con los maestres de los navíos de las flotas. Usualmente lo hacían ante un escribano de la ciudad de Sevilla mediante un documento que conocemos como carta de fletamiento. Gracias a esta documentación podemos aproximarnos al coste económico que suponía el viaje a Indias y el enorme esfuerzo que representaba para el emigrante su traslado a aquellos territorios. Cantidad que se elevaba extraordinariamente cuando era una familia de varios miembros la que embarcaba.

 

Evolución del movimiento migratorio

El control que la Corona pretendió ejercer sobre el flujo migratorio ha tenido una consecuencia muy positiva para los investigadores que hemos abordado esta temática, gracias a aquél se generó un volumen ingente de documentos que con el tiempo se han convertido en fuentes imprescindibles para poder conocer los rasgos de la población que marchó (lugar de procedencia, señas de identidad, razones de la partida, lugares donde se establecían…). Sin embargo esta documentación no es fiel reflejo de la dimensión que alcanzó el fenómeno migratorio por diversas razones:

– A lo largo del tiempo se han producido pérdidas documentales y deficiencias en la tramitación que provocan vacíos informativos, sin olvidar que en algunos momentos la Corona eximió de realizar algunos trámites a determinados pasajeros o grupos por el gran deseo que tenía de que aquellas tierras se poblaran. Por ejemplo, solía ser bastante habitual que en expediciones pobladoras se dispensara a los participantes de presentar informaciones de limpieza de sangre, bastando con que el capitán jurara que no llevaba con él a ninguna persona de las prohibidas (ello agilizaba los trámites, pero esta fórmula permitía que se colaran personas que, con la ley en la mano, no debían de haber pasado).

– Tampoco se puede pasar por alto la existencia de una emigración ilegal, que escapaba a todo control y, por tanto, muy difícil de estimar numéricamente. Todo apunta a que la existencia de emigrantes ilegales fue un fenómeno bastante extendido a juzgar por las reiteradas denuncias que hacían las autoridades, tratando de atajarlo con sanciones cada vez más duras.

Los ilegales no sólo fueron personas pertenecientes a los colectivos prohibidos para establecerse en América, también individuos aparentemente sin trabas, optaban por utilizar vías ilícitas para no tener que realizar los largos y costosos trámites administrativos.

Se conocen bastante bien las vías utilizadas por la emigración clandestina para entrar en América. Entre ellas, era común enrolarse como marinero o soldado y desertar cuando el barco arribaba en tierras americanas, marchar escondido en un barco en calidad de polizonte, los llovidos, o embarcarse con documentos falsos. En este sentido, existen noticias de que en Sevilla llegó a existir un mercado clandestino de compraventas de licencias. Sin embargo, resulta muy dificil evaluar el alcance de este fenómeno y su estudio supone un gran reto para los investigadores por la escasa huella documental.

Durante el periodo colonial el flujo migratorio hacia los territorios de Ultramar fue un proceso oscilante que experimentó altibajos y alteraciones, en parte motivadas por la modalidad y por la normativa que trataba de regularlo. A medida que transcurría el tiempo, fueron modificándose también las características de la población que marchaba, su volumen, los aportes de las diferentes regiones de España y las preferencias a la hora de elegir destinos.

Simplificando y de manera muy esquemática se pueden señalar varias etapas en este largo proceso que se inició a finales del siglo XV.

Durante las primeras décadas los españoles que se desplazan a América lo hacen para participar en la conquista, ocupar el territorio y comenzar su poblamiento. Los protagonistas son, sobretodo, hombres jóvenes que marchan en busca de fortuna como recompensa a los méritos militares.

La situación cambia claramente a partir de la segunda mitad del siglo XVI, al producirse un incremento de las salidas -hasta casi duplicar los valores de la primera mitad de siglo-, modificándose también la composición del flujo migratorio de las primeras décadas. Las grandes conquistas habían finalizado y se entraba en la fase plena de colonización y poblamiento, comenzaba a consolidarse el asentamiento de españoles en América y los nuevos territorios ya no atraían sólo a los jóvenes aventureros de la primera etapa, sino a grupos de funcionarios, comerciantes, religiosos y, sobre todo, a familias dispuestas a iniciar una nueva vida. Este modelo, en el que la emigración familiar tiene un gran peso, se va a prolongar hasta la década de 1630. A partir de entonces y hasta finales del siglo XVII los desplazamientos de grupos familiares descienden de manera progresiva, aunque sin desaparecer del todo, contribuyendo a que el ritmo de las salidas disminuyera en comparación al siglo XVI.

También la creciente presión de la Corona tratando de impedir el paso de hombres casados sin sus esposas, forzó a que los matrimonios separados se agruparan en América, actuando como mecanismo corrector del desajuste de los primeros tiempos. Por otra parte, un porcentaje importante de quienes marchaban lo hacían porque habían sido reclamados por otros familiares o conocidos, o acompañando a personas que iban a ejercer determinados cargos en América.

La tendencia a la baja se prolongará durante el siglo XVIII, si bien con los Borbones hubo un intento de reactivar la emigración familiar promoviendo el paso de colonos (que provenían sobre todo de los territorios del norte peninsular y de Canarias) hacia espacios escasamente poblados de la América española que urgía controlar frente a los competidores europeos.

 

Las cifras y la participación de los extremeños

Se han realizado muchos esfuerzos para ofrecer cifras globales sobre la población trasvasada al Nuevo Mundo, pero no es una tarea sencilla hacer una cuantificación general del volumen de emigrantes y menos aún conocer sus orígenes y las señas de identidad de todos los que participaron en las empresas del Nuevo Mundo.

Ya hemos apuntado algunos de los problemas con los que nos enfrentamos: vacíos informativos por pérdidas documentales, las excepciones en la política migratoria, la existencia de emigrantes ilegales…etc.

Las diversas estimaciones efectuadas hasta ahora parten de técnicas de prospección y recuentos que se extrapolan para tratar de aproximarse al volumen que debió alcanzar la emigración en los siglos XVI, XVII y XVIII. De esta manera, se calcula que a lo largo del periodo 1493-1600, habrían viajado a las Indias unas 250.000 personas. Un volumen que se encontraría lejos de las cifras que se barajan para los siglos posteriores, donde el número de salidas se redujo de manera notable sin que volvieran a alcanzarse los valores del XVI, que es considerado el gran siglo de la emigración del periodo moderno. Se acepta una secuencia de 100.000 individuos para el siglo XVII, una cifra algo más alta para el siglo XVIII y unos 25.000 emigrantes para el primer cuarto del siglo XIX.

Pero una cosa son las estimaciones numéricas y otra muy distinta es conocer a los protagonistas de la emigración a Indias. En las últimas décadas se han publicado numerosos trabajos, sobre todo a nivel local, que, valiéndose de fuentes muy diversas (parroquiales, protocolos notariales, etc) han servido para identificar a emigrantes que no aparecían en los registros oficiales. Aunque estos trabajos son relevantes, hemos de acudir a muestras más globales para obtener conclusiones válidas que sirvan para todo el territorio peninsular.

Para el Seiscientos sigue siendo de gran valor la amplia muestra que hace bastantes años ofreció el investigador norteamericano Peter Boyd Bowman, quien consiguió reunir numerosos datos biográficos de un volumen considerable de emigrantes -algo más de 56.000- manejando numerosos documentos tanto de archivos españoles como americanos. Su Índice Geobiográfico (muy utilizado por los investigadores) ha permitido valorar los diferentes aportes regionales de la emigración a Indias. En su lista los extremeños suponían cerca de 9.000 efectivos, un volumen que en mi tesis doctoral conseguí elevar hasta la cifra de casi 15.400 nombres ampliando el número de fuentes. No todas las regiones españolas participaron aportando contingentes similares en el poblamiento y colonización de América en ese siglo XVI, ni tampoco lo hicieron en los mismos tiempos y con la misma intensidad.

La primera evidencia de la muestra de Boyd Bowman es el protagonismo indiscutible de Andalucía, que mantuvo porcentajes superiores al resto de territorios peninsulares alcanzando casi el 37 por ciento de la emigración registrada entre 1493-1600. Tras ella otros espacios castellanos ofrecen también porcentajes importantes destacando Extremadura, con un valor que se aproximaba al 16 por ciento. En menor medida están los aportes  procedentes de Castilla la Nueva, la Vieja y León. En su conjunto, este gran bloque de territorios de la Corona de Castilla representó casi el 90 por ciento de la emigración española en el largo siglo XVI, siendo muy limitada, por tanto, la participación de otros territorios de la Monarquía.

Para el siglo XVII, hasta hace poco no contábamos con una muestra lo suficientemente amplia de todo el territorio español, que permitiera compararla con las cifras del investigador norteamericano. Afortunadamente una reciente tesis realizada por Palmira García Hidalgo ha conseguido reunir un volumen cercano a los 40.000 nombres, demostrando de paso que, a grandes rasgos y aún presentando un volumen más reducido, se mantuvo la tendencia del siglo anterior en relación al origen geográfico de los emigrantes. Esta investigación y la efectuada hace años por Encarnación Lemus sobre la emigración extremeña del XVII, fijan una participación de Extremadura que roza los 5.000 efectivos. En esta centuria, los extremeños continuaron siendo, tras los andaluces, los más propensos a acudir a la llamada del Nuevo Mundo, seguidos de nuevo por los originarios de las dos Castillas.

Finalmente para la etapa comprendida entre 1700 y 1824, los trabajos de Isabelo Macías y Rosario Márquez sobre una muestra cercana a los 25.500 emigrantes -de los que algo más de 6.000 corresponden al siglo XIX-, manifiestan ya claramente el importante cambio que se produjo en relación a los orígenes regionales. Dejando a un lado Andalucía, que no perdió su relevancia debido a su condición de cabecera en la Carrera de Indias (en este siglo se traslada la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz), Extremadura y las dos Castillas perdieron de manera significativa el peso que habían mantenido hasta entonces. En contraste, se observa el gran protagonismo que tuvieron los territorios del norte peninsular (País Vasco, Galicia, Cantabria y Asturias) y del levante español (particularmente Cataluña). Atendiendo a las cifras que ofrecen estos dos investigadores sólo 120 extremeños optaron por atravesar el Atlántico, testimoniando para Extremadura el final de un proceso que prácticamente se había cerrado a mitad del siglo XVII.

 

La corriente migratoria extremeña

Con todos estos datos podemos concluir que los extremeños se sintieron especialmente atraídos por América durante la centuria del Quinientos. Conocemos la identidad de algunos que acompañaron a Colón en su viaje de descubrimiento y algunos más siguieron atravesando el Atlántico en años sucesivos. Sin embargo, no será hasta 1502 cuando América se presente como una oportunidad para los extremeños de la mano de otro extremeño, fray Nicolás de Ovando, nombrado gobernador de las Indias, con el que se inicia de manera decidida el proyecto colonizador que la Corona pretendía para sus nuevos territorios.

Un buen conocedor de esta expedición, Esteban Mira Caballos, señala que nunca antes se había puesto tanto empeño en asentar la colonización en las tierras recién descubiertas, ni se había despachado a las Indias una armada de esas dimensiones: 32 navíos y en torno a 2.000 personas entre tripulantes y pasajeros. Entre los participantes que se han podido identificar (algo más de 400), los extremeños representaron en torno al 13 por ciento, iniciando una cadena migratoria que con el tiempo se iba a fortalecer con nuevos eslabones.

A partir de entonces cientos de extremeños se aventurarán a pasar al Nuevo Mundo formando parte de expediciones descubridoras, conquistadoras y colonizadoras, también integrados en el séquito de criados y servidores que personalidades y dignatarios llevaban consigo.

Los extremeños están por todas partes, aunque la cuota de participación parece incrementarse durante las grandes Conquistas. El historiador Hugh Thomas, concluyó que el 16 por ciento de los miembros de la expedición de Cortés procedía de Extremadura y que la mayor parte de sus capitanes y hombres de confianza eran originarios de esta región, una fidelidad que Cortés supo recompensar de manera muy generosa más adelante.

Al igual que en la expedición cortesana, muchos de los participantes en la conquista del Perú se sumaron a la empresa cuando ya residían en Indias. A ellos se unió el contingente más reducido, reclutado por Francisco Pizarro en 1529 en Andalucía y en Extremadura cuando ultimaba con la Corona la capitulación. Como se desprende del trabajo de James Lokhard, de los 168 hombres que estaban presentes en el momento de la captura de Atahualpa en Cajamarca, los extremeños constituían el grupo regional más numeroso, y 17 de ellos eran trujillanos.

El desplazamiento de los extremeños  al Nuevo Mundo en la primera mitad del XVI, constata su máximo durante los años comprendidos entre 1534 y 1540, debido sobre todo a la aportación de la expedición que acompañó al extremeño Hernando de Soto a La Florida. El elevado número de paisanos a los que sedujo Soto para conquistar y poblar el sureste de los actuales Estados Unidos, provocó que ese año de 1538 se erigiera en la cota máxima de la emigración extremeña durante toda la historia colonial. Un total de 344 extremeños marcharon con el Adelantado a La Florida, casi la mitad de todos los participantes directos  en esta malograda empresa. En ese mismo año, Pedro de Alvarado llevó consigo desde la Península a 80 personas más procedentes de la región en su expedición a Guatemala.

Con el discurrir del siglo el ritmo de las salidas de los extremeños hacia el Nuevo Mundo mantuvo una tendencia alcista alentada, en gran medida,  por la incorporación de conjuntos familiares, lo que contribuyó a modificar la composición y la morfología de la corriente migratoria de acuerdo con las nuevas necesidades y demandas que se producen, a mediados del siglo XVI, en territorio americano. Los extremeños que marchaban por entonces lo hacían hacia destinos donde familiares y paisanos se hallaban asentados, aunque otros muchos lo harán bajo el cobijo de las diferentes expediciones organizadas en la Península para poblar territorios que a la Corona le interesaba ocupar de manera efectiva. A dichas expediciones se incorporan muchas familias de la región aprovechando las facilidades de pasaje que ofrecían sus organizadores y las promesas de disfrutar de tierras y de un porvenir mejor.

Resulta imposible en estas páginas aludir a todas ellas, pero por su simbología recordaremos la protagonizada por el jerezano Pedro Maraver. En 1574 capituló con la Corona para ocupar y poblar un amplio territorio -prácticamente inexplorado-, entre el Amazonas y el norte del alto Perú que el promotor bautizó con el nombre de La Nueva Extremadura, una de las tres Extremadura que hubo en América, aunque ninguna ha perdurado en la toponimia. La recluta del contingente se realizó básicamente en las tierras de Jerez de los Caballeros, Badajoz, Mérida, Trujillo y Plasencia. Se le requirió reclutar a 200 hombres «los çiento casados y los çiento solteros (…) lleuando los casados sus mugeres». Gran parte de los integrantes pereció en esta aventura a consecuencia de las enfermedades y el ataque de los indígenas, entre ellos el propio Pedro Maraver y dos hijas que le acompañaban en el viaje.

Estas grandes expediciones pobladoras, muy usuales en el siglo XVI, fueron ya casi inexistentes en el siglo XVII. De hecho para el caso extremeño, la última vez que se localiza a un grupo numeroso de pobladores fue en 1619. Ese año 40 familias acompañaron a Gaspar de Magallanes a Cumaná, en la provincia de Nueva Andalucía (actual Venezuela), en respuesta a la petición que éste había elevado a la Corona sobre la «falta despañoles y ser neçesarios para la conserbaçión de aquella tierra y acudir a su labrança con sus casas y familias». Entre las familias que embarcaron hubo 14 que procedían de Extremadura y casi la mitad eran originarias de Zalamea de la Serena, conformando un amplio grupo de 23 personas integrado por hombres, mujeres, jóvenes y niños de corta edad. La expedición regresaba a los escenarios que 73 años atrás había intentado ocupar sin éxito la expedición del trujillano Francisco de Orellana, donde éste fallecería en 1546 sin lograr su objetivo.

Estas experiencias migratorias confirman un aspecto que ha sido abordado en otras investigaciones tanto de ámbito local como regional: el carácter colectivo que impregnó gran parte de la emigración a Indias.

Para desafiar el largo viaje y el encuentro con un espacio físico desconocido y con frecuencia hostil, el emigrante se valió de la compañía de familiares, pero también de convecinos y amigos para afrontar las penalidades de la travesía y del nuevo entorno al que se incorporaban. Iniciar el viaje con deudos o arropado por paisanos o vecinos de lugares próximos podía ser tranquilizador para emprender la aventura de la emigración. Por ello, encontramos frecuentemente a extremeños del mismo lugar viajando juntos, formando parte de las mismas expediciones, tramitando al mismo tiempo en Sevilla su documentación para embarcarse o incluso  realizando la travesía en el mismo barco.

 

La procedencia de los emigrantes

Las localidades extremeñas que contribuyeron al poblamiento del Nuevo Mundo, superan los 300 núcleos, aunque los aportes tuvieron una gran diversidad cuantitativa.

En el siglo XVI, dos de cada tres emigrantes extremeños procedían de lugares enclavados en la actual provincia de Badajoz (el 66 por ciento), un rasgo que se intensificará en el XVII pues casi el 71 por ciento de los emigrantes de esta centuria había nacido en localidades de la baja Extremadura.

En este sentido, hay que señalar como factor impulsor en las salidas, la proximidad a Sevilla, el puerto de embarque forzoso durante algo más de dos siglos para todos pasajeros que se dirigían a América.

Si atendemos a los núcleos con mayor saldo migratorio durante el siglo XVI, obtenemos otro de los rasgos de la emigración extremeña. Entre las 19 localidades con más de 200 emigrantes documentados, se encuentran las más populosas de la región, otorgando a la emigración un claro matiz urbano, rasgo que investigaciones efectuadas para otros territorios peninsulares también corroboran. Trujillo se erige en la ciudad extremeña que más emigrantes envió al Nuevo Mundo en el siglo XVI (más de 1.500).  Fue también una de las más generosas de toda España, solo superada por Toledo y Sevilla. En el siglo XVII, Trujillo perdió esta hegemonía regional en favor de Zalamea de la Serena, que aportó cerca de 600 salidas. Durante esta centuria, en la lista siguen estando en las primeras posiciones las mismas localidades que la lideraban en el Quinientos.

Otro elemento que ayuda a explicar la desigual participación de los núcleos extremeños tiene que ver con el papel desempeñado por las vías de comunicación en el flujo migratorio. En el caso extremeño, la vía de la Plata constituía el principal acceso para llegar al puerto de embarque. Por ello, los pueblos situados en sus márgenes o en las proximidades de este camino se convirtieron en protagonistas privilegiados de la comunicación con América, estando en mejores condiciones que otros núcleos para trasladarse al Nuevo Mundo y también para recibir con más facilidad los estímulos positivos que llegaban desde el otro lado del Atlántico. En este mismo sentido, habría también que incluir el ramal del Camino Real que desde la corte se dirigía hasta Extremadura y que pasando por Trujillo conectaba en Mérida con la antigua calzada romana de la Plata

 

Sus señas de identidad

La documentación manejada no informa de manera sistemática de la edad que tenían los emigrantes cuando abandonaban Extremadura, los datos que a veces se deslizan nos permiten confirmar el marcado rasgo de juventud que caracterizó al colectivo. Un tercio de los casos informados no superan los 20 años, incluyéndose a mucha población infantil (que debemos vincular con la emigración de familias). Un porcentaje muy alto (el 70 por ciento) contaba con menos de 30 años.

Otro rasgo que permite caracterizar al grupo de extremeños que se trasladó a América es su heterogeneidad social y profesional, que no difiere del perfil general que conocemos para el conjunto peninsular. Entre los emigrantes hubo una representación importante del grupo de hidalgos y de la nobleza de segundo grado que marchó a las Indias buscando las oportunidades de promoción que no encontraban en su tierra. Sin embargo, el grueso del colectivo migratorio se nutrió fundamentalmente de los estratos intermedios e inferiores de la sociedad, tanto desde el punto de vista del patrimonio económico como de la consideración social.

Es cierto que marchar a las Indias fue un proyecto que no estuvo al alcance de cualquiera por su alto coste económico, pero diversas estrategias permitían que los más humildes de la sociedad pudieran embarcar: formar parte de una expedición o marchar como criado de un señor que se hacía cargo de los gastos del desplazamiento estaba al alcance de cualquiera. Además existían otras posibilidades para hacer frente a los gastos sustanciosos que generaban la tramitación de los permisos y el largo viaje a las Indias. La documentación notarial arroja algo de luz al respecto al atestiguar cómo algunos jóvenes concertaban con sus padres el adelanto de sus legítimas;  las mujeres casadas ponían sus dotes a disposición de sus maridos para sufragar los gastos con la certeza de que regresarían. Otras vías para conseguir fondos eran la venta de bienes, las donaciones y los préstamos, sin olvidar que en frecuentes ocasiones fueron los propios emigrantes instalados en América los que facilitaron el viaje a familiares.

Mención aparte merecen los eclesiásticos, que protagonizan una emigración más reducida y selecta que la ordinaria y en la que es preciso diferenciar entre el clero regular y el secular porque su participación en el proceso migratorio difiere en lo relativo a las motivaciones, trámites burocráticos, condiciones exigidas para realizar y costear el viaje y, sobre todo, al papel que ambos colectivos asumieron en Indias. El clero secular, a excepción de la limpieza de sangre, estaba obligado a cumplimentar los mismos trámites que los pasajeros comunes.

Más dificultoso es el análisis de las órdenes regulares en quienes recayó el cumplimiento de la misión pontificia de evangelizar a la población indígena encomendada a los Reyes Católicos y sus sucesores. Las fuentes que permiten conocer la identidad de los religiosos misioneros que marcharon a cumplir con esta misión requieren de un tratamiento y posicionamiento metodológico que evidentemente excede de los objetivos de este trabajo. Para empezar no era frecuente que se consignara el lugar de nacimiento de los religiosos misioneros, siendo más usual la inclusión del convento o provincia religiosa a la que pertenecían. Los trabajos que han abordado a este colectivo confirman que en relación a Extremadura la aportación de religiosos fue incesante y mantuvo las mismas pautas a lo largo de los siglos.

El predominio de la emigración franciscana en el siglo XVI (que alcanza un porcentaje sobre el resto de las órdenes religiosas del 71,7 por ciento), continuó e incluso se incrementó en periodos posteriores. Esta notable aportación del franciscanismo obedece, en el caso de Extremadura, a la enorme implantación conventual de la regla de San Francisco en la región.

Ambos cleros (el secular y el regular) representaron  en el siglo XVI el 5 por ciento de toda la emigración regional conocida, porcentaje que, en relación a las Órdenes religiosas, no dejó de crecer a medida que se reducía el flujo migratorio extremeño.

 

Las razones para emigrar

Dejando al margen los traslados por motivos profesionales que protagonizaron comerciantes, religiosos o funcionarios de la Corona, los propios emigrantes informaron sobre las razones que les llevaba a abandonar sus hogares y emprender una nueva vida en América. En sus peticiones de licencia y en las cartas privadas que se han conservado aludían muy frecuentemente a las dificultades para sustentarse en esta tierra y a las perspectivas de mejora que esperaban tener en su nuevo destino. Un alto porcentaje de los emigrantes extremeños esgrimió como motivo fundamental que les empujaba a marchar a la pobreza. Una pobreza que se formula de diferentes maneras: «ser pobre», «no tener hacienda», «estar la tierra muy fatigada», «no tener en estos reinos bienes ningunos con que poder vivir», «padecer mucha necesidad»…). Esta penuria económica escondía realidades muy distintas dentro del colectivo que lo expresaba. No todos sufrían el mismo grado de pobreza aunque lo verbalizaran con las mismas palabras. Las dificultades de las capas sociales más desfavorecidas no podía compararse con la que alegaban los hidalgos que con frecuencia, junto al testimonio de no poderse sustentar, utilizaban la muletilla «conforme a la calidad de su persona».

Emigrar a Indias, por tanto, se vinculó muy estrechamente al deseo de lograr una situación más ventajosa en las condiciones de vida que hasta entonces se había disfrutado en el lugar donde se residía. Mejores condiciones que se intentan alcanzar en un entorno nuevo, América, que durante buena parte del periodo moderno ejerció una gran seducción entre los extremeños y el resto de españoles. Los nuevos territorios proyectaron la imagen de una tierra de oportunidades donde el sueño de alcanzar una posición más ventajosa podía hacerse realidad.

Entre la población emigrante, todo apunta a que los elementos de atracción que consiguieron despertar expectativas y deseos de marchar fueron más poderosos que los factores de expulsión. Pronto comenzó a funcionar con fuerza el llamado “tirón familiar”, el reclamo de los que habían emigrado antes a los parientes y amigos que quedaron atrás para favorecerlos. Les escriben cartas repletas de imágenes positivas sobre América («fértil y abundosa», «buena y rica», «donde jamás falta el comer aunque el hombre no trabaje», «donde llueva que no llueva, no hay hambre»), les envían noticias con retornados, les animan a seguir sus pasos haciéndoles partícipes de sus éxitos y muchas veces facilitándoles incluso el viaje mediante el envío de dinero y de la información necesaria para no perderse en los trámites.

Pero a quienes no contaban con el respaldo de un familiar o conocido no le faltaron tampoco incentivos y oportunidades como ya hemos señalado. A los componentes de las expediciones reclutadas en nuestro territorio, además de un futuro prometedor, se les ofrecían privilegios y exenciones fiscales. Si a ello sumamos la escasa distancia de nuestro territorio con el puerto de embarque comprenderemos por qué los extremeños marcharon en gran número.

Los caminos que conducían a Sevilla fueron insistintemente recorridos por reclutadores para las expediciones a Indias, por arrieros que transportaban viajeros y mercancías, por indianos y peruleros que regresaban de América trayendo noticias, por comerciantes, etc. Ese trasiego tenía que penetrar necesaria y especialmente en el ánimo de quienes se encontraban asentados en la cercanía de estos caminos. Estos estímulos explicarían por qué áreas con condiciones de vida semejantes arrojaron saldos migratorios diferentes.

Cuanta más gente abandonaba un pueblo o una comarca más familiares y convecinos se animaban a seguir sus pasos. Por el contrario, cuanto más extrañas se hacían las salidas más ajeno era aquel mundo y menos real su existencia.

 

Destinos y retornos

En cuanto a los destinos hacia los que se dirigieron los extremeños, resultaría difícil encontrar algún territorio que no hubiera contado con la presencia de algún originario de esta región.

Con el discurrir del tiempo se fue ampliando el territorio conocido e incorporándose nuevas áreas receptoras donde poder iniciar una nueva vida. Los extremeños están por todas partes, aunque existieron algunas áreas donde tendieron a concentrarse en función de los diferentes factores que condicionaron los asentamientos. Esos factores iban desde la elección personal, el deseo de reagruparse con miembros de la familia que habían emigrado antes, la fama de las tierras, la participación en expediciones pobladoras que marchaban a zonas que convenía controlar o, incluso, el ejercicio de algún cargo en las instituciones coloniales.

Uno de los problemas que presenta el análisis de los destinos está en relación con las referencias genéricas que se incluía en la documentación oficial cuando se mencionaba hacia donde se dirigían los emigrantes. Con frecuencia se alude, sin más precisión, que los pasajeros viajaban a las «provincias» o «reinos» del Perú o de Nueva España, que fueron los dos virreinatos que hasta principios del siglo XVIII administraron la América española. Estas demarcaciones incorporaban amplísimos territorios, sin que podamos conocer el lugar exacto donde los viajeros se asentarían finalmente. En otras ocasiones las áreas receptoras coinciden con demarcaciones territoriales y administrativas algo menos genéricas que los virreinatos, pero igualmente amplias: audiencias, gobernaciones o capitanías generales.

La posibilidad de cruzar fuentes ayuda en algunos casos a concretar algo más el destino final de los emigrantes en América, aunque éstos no siempre fijaron su residencia en el mismo lugar durante todo el tiempo que permanecieron en las Indias. En cualquier caso resulta interesante referir la predilección que los extremeños mostraron por los territorios del Perú, una vez éstos se convirtieron en una opción para establecerse.  La posición de liderazgo de los Pizarro durante la conquista y los años inmediatamente posteriores a ella junto con el claro favoritismo que vierten entre allegados y amigos de su misma naturaleza garantizaron el temprano establecimiento de una corriente migratoria y su autoalimentación posterior como respuesta al continuo reclutamiento y a las reclamaciones de parientes, paisanos y amigos que realizan  los que se asentaron primero en aquel territorio. Esta especial predilección incluso se incrementó en el siglo XVII. La inclinación por el destino peruano puede considerarse, por tanto, una característica definitoria de la emigración extremeña, puesto que la tónica general de la emigración española fue la predilección por los territorios situados en el virreinato de Nueva España. En este sentido, para los extremeños Perú llegó a ser sinónimo de Indias y perulero el equivalente a indiano. El favoritismo por los amplísimos territorios del virreinato peruano se acentúa de manera muy llamativa en el caso de la ciudad de Trujillo.

 

Por último, una pequeña reflexión sobre un aspecto sin el cual este análisis apretado sobre la emigración extremeña no quedaría completo. El fenómeno de los retornos de emigrantes a los lugares de donde partieron y el impacto que ello pudo ocasionar en el flujo migratorio. Resulta difícil constatar si quienes partieron hacia América lo hicieron con intención de regresar o si, por el contrario, la marcha se proyectó como un viaje sin retorno, como seguramente fue el caso de las familias que llevaron consigo a todos sus hijos. Esta decisión, lógicamente, debió estar mediatizada por la experiencia personal vivida en América y por el nivel de éxito o fracaso alcanzados en el nuevo destino.

La documentación permite conocer las trayectorias de algunos retornados que lo hicieron tanto de manera temporal (por razones de negocio, visita a sus familias, solicitud de mercedes a la Corona u otros asuntos particulares), como también con carácter definitivo. La presencia de estos indianos o peruleros en las sociedades de origen ejerció un papel también esencial para el sostenimiento de las cadenas migratorias contribuyendo a impulsar nuevas salidas y a orientar el viaje de otros emigrantes.

De igual modo, el dinero de América -su envío a España y sus formas de inversión en las sociedades locales- representan un aspecto del fenómeno migratorio de gran interés. Esos caudales sirvieron para que hijas, hermanas y otras mujeres hicieran buenos matrimonios o ingresaran en conventos, para que jóvenes varones pudieran formarse en las universidades, para remodelar capillas, para efectuar compras de casas, tierras, rentas y censos o para fundar capellanías y obras pías.

Un impacto igual de importante como la pérdida de población que la emigración a Indias provocó en este territorio de Extremadura.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

– Pedro BORGES (1977), El envío de misioneros a América durante la época española, Bibliotheca Salmanticensis. Estudios, Salamanca, 1977.

»                «La emigración de eclesiásticos a América en el siglo XVI. Criterios para su estudio», en F.P. SOLANO PÉREZ-LILA, F. del PINO Díaz (coords.), América y la España del siglo XVI, vol. 2, Servicio Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1983, pp. 47-62.

– Peter BOYD-BOWMAN, Índice geobiográfico de más de 56 mil pobladores de la América hispánica. 1493-1519, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.

»                  “La emigración extremeña a América en el siglo XVI”, Revista de Estudios Extremeños, tomo XLIV, Badajoz, 1988, pp. 601-621.

Palmira GARCÍA HIDALGO, La emigración española a Améroca en el siglo XVII. Mujeres cruzando el Atlántico, Tesis doctoral dirigida por R. MÁRQUEZ MACÍAS Y Mª L. CANDAU CHACÓN, Universidad de Huelva, 2021.

– Auke Pieter JACOBS, Los movimientos migratorios entre Castilla e Hispanoamérica durante el reinado de Felipe III, 1598-1621. Amsterdam-Atlanta, Rodopi, 1995.

»            «Pasajeros y polizones. Algunas observaciones sobre la emigración española a Indias durante el siglo XVI», Revista de Indias, 172, 1983, pp. 439-481.

– Encarnación LEMUS, Ausente en Indias. Una historia de la emigración a América. Ediciones Siruela, Madrid, 1993.

– James LOCKHART, Los de Cajamarca: un estudio social y biográfico de los primeros conquistadores del Perú, 2 Vols. Editorial Batres, 1986

– Isabelo MACÍAS DOMÍNGUEZ, La llamada del Nuevo Mundo. La emigración española a América (1701-1750), Universidad de Sevilla, 1999.

– Rosario MÁRQUEZ MACÍAS, La emigración española a América (1765-1824), Universidad de Oviedo, 1995.

– Carlos MARTÍNEZ SHAW, La emigración española a América (1492-1824), Gijón, Archivos de Indianos/Caja de Asturias, 1993.

– Esteban MIRA CABALLOS, La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando, 1501-1502. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2014.

– Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, mandadas imprimir y publicar por la Magestad Católica del Rey Don Carlos II, Nuestro Señor, 4 vols. (edic. facsímil), Madrid, 1973.

– Antonio Pigafetta, La primera vuelta al mundo. Relación de la expedición de Magallanes y Elcano, Madrid, Alianza Editorial, 2019.

– Rocío SÁNCHEZ RUBIO, La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el Siglo XVI, Madrid, Ediciones Siruela, 1993.

»                    «Extremeños con Hernando de Soto en la expedición a la Florida». Hernando de Soto y su Tiempo, Badajoz, Junta de Extremadura, 1994, pp. 19-52.

»                    «Trujillo y América. Relaciones y vínculos durante los siglos XVII y XVIII», en Trujillo: Desde el Barroco al Neoclasicismo (Siglos XVII y XVIII). Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Badajoz, 2004, pp. 267-316.

– Hugh THOMAS, La conquista de México, Barcelona, Planeta, 1994

 

 

WEBGRAFÍA:

https://www.rutaelcano.com/

La historia

 

 

[1] El presente texto reproduce la conferencia impartida en la sesión inaugural de esta edición de los Coloquios Históricos de Extremadura, incorporando al final las referencias bibliográficas que han sido manejadas y citadas en esta disertación.

Nov 182022
 

Manuel Rubio Andrada

Resumen

La cueva del Aprisco pertenece al término municipal de Valencia de Alcántara. Se sitúa en una cadena montañosa formada esencialmente por cuarcitas: la sierra de Santiago de Alcántara. Esta surge hacia el norte desprendida de la alineación principal de la sierra de San Pedro y en buena parte está atravesada de sur a norte por el río Aurela.

Dos cuevas surgen en la margen derecha, cerca del cauce: una la de Grajera, donde el río decide abandonar la serranía, lo hace en marcada curva para continuar hacia el oeste, ahora la sierra queda solo en la margen izquierda; la otra cueva es la qué ahora estudiamos y está poco antes de la que acabamos de reseñar.

 El estudio de estas pinturas es inédito y con él contribuimos a completar los ya realizados por otros investigadores en el término de Santiago de Alcántara.

 

Introducción

En un cercano pasado, un proyecto arqueológico acometió el estudio de covachos y paneles localizados en esta parte de la sierra de San Pedro, se incidió especialmente en las pinturas y grabados; sus descubrimientos se unieron a otros ya conocidos de la cueva del Buraco, en las proximidades de Santiago de Alcántara, Cáceres (Bueno 2010)[1].

En el territorio estudiado se abarcó un amplio contenido patrimonial pero surgieron en él los condicionantes geográfico político en tanto y cuanto estos no presentaran singularidades muy notables. En resumen, los estudios a los que nos referimos se limitaron al término municipal de Santiago de Alcántara, pero hubo una excepción, se añadió el panel a cielo abierto de Grajera II que, aunque limítrofe, pertenece al término de Valencia de Alcántara; las posibilidades paleolíticas de sus contenidos así debieron aconsejarlo.

Es cierto que en los citados trabajos también se mencionó el abrigo que ahora estudiamos, al que se bautizó como del Aprisco, pero no se reseñaron sus pinturas tal vez porque no se llegaron a ver[2]; tampoco se estudió el poblado del Cofre, ya algo más alejado, ambos no previstos en aquel trabajo probablemente por estar situados en término municipal no financiado en aquel momento.

Esas ausencias, junto a otras dudosas inclusiones en el poblamiento del pico de Cabeza de Buey, Santiago de Alcántara (Cáceres), tienden a deformar nuestro pasado en esas latitudes quedando incompleto y un tanto deformado.

Con el fin de completar aquellos estudios realizamos ahora este trabajo esperemos que al final del mismo el factor humano esté un poco más cerca de ser completado y conocido.

Como ya se ha insinuado el río Aurela actúa en esta parte como corredor. Desde su nacimiento en las proximidades de la cuenca derecha del río Guadiana al suroeste de la sierra de San Pedro, concretamente en la sierra de Talliscones, discurre hacia el norte y tras atravesar la penillanura, penetra estas serranías en busca del río Tajo donde no lejos desemboca.

En ese panorama, el poblado del Cofre es un baluarte proyectado tras la penillanura, a la entrada del  Aurela en la parte sur de estos montes. El cerro donde se asienta el castillo del Esparragal controla la salida opuesta en el norte[3].

Pensamos que los mencionados poblados son puntos de control sobre el territorio apuntado y que no debe silenciarse ni sustituir el gran protagonismo que sin duda, un día tuvieron[4].

Como el título del trabajo nos dice el contenido del mismo tiene tres partes bien diferenciadas: la descripción de las pinturas, su contenido y cronología, a esas cuestiones nos iremos acercando.

 

Abrigo del Aprisco

Localización

Ocupa un punto geográfico muy próximo al formado por las coordenadas geográficas: latitud norte 39º 32´ 20,67´´ y longitud oeste 7º 11´ 29,10´´; término de Valencia de Alcántara.

En el lugar correspondiente de este trabajo expondremos las pinturas observadas hace años, parte de ellas las damos por perdidas.

Como se ha mencionado, se abre al suroeste, en la margen derecha de la rivera del Aurela, próximo a su cauce y mira, preferentemente a solana (Lám 1). La visión del covacho atrajo nuestra atención ya en la primera visita. En ella nos faltó la fotografía no así otros materiales que nos permitieron sacar un calco de las pinturas; entre ellas nos llamó la atención el dibujo de un arquero que desde lo alto parecía presidir el recinto.

Lámina 1. Cueva del Aprisco, término de Valencia de Alcántara (Cáceres)

 

Años después tuvieron lugar los estudios arqueológicos mencionados en Santiago de Alcántara. Debieron visitar esta cueva, aparentemente sin excesivo interés arqueológico, la ausencia de cerámicas así lo indica; pero recordemos que no se encuentra ya en el término municipal de Santiago de Alcántara y sus visitas requerían entre otras cuestiones, nueva financiación  económica, nuevos permisos etc.

Reseñaron la existencia de pinturas solamente como posibilidad, sin concretar estudio alguno ni mencionar el lugar de la cueva donde se pudieran encontrar. La “bautizaron” como cueva del Aprisco, nombre que hemos respetado por no contribuir a mayores confusiones.

El covacho está formado por estratos de pizarra clara, blanda, de poco espesor, superpuestas y muy numerosas; mantiene la flexión que determina parcialmente la techumbre con una pequeña bóveda de medio punto. Es de fácil pero peligroso acceso, debido a la verticalidad del suelo ocupado por los fragmentos de roca desprendidos de la parte superior.

Fue mencionada por Marcial Calzado Palacios cuando realizaba estudios de prospección en el cercano poblado del Cofre.

Así nos dio la noticia:

…”El horizonte es amplio, el paisaje movido. Extrañas formaciones geológicas aumentan la alegría del panorama. Desde otro cerro próximo nos mira, durante todo el trayecto, el ojo enorme de una cueva.”…

 

Las pinturas

Se hallan en la parte superior, donde la cueva aún conserva su cubierta.

Encontramos tres conjuntos:

Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Lámina 2. Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Se realizó en una superficie de pizarra lisa, de color claro, naturalmente bien limitada; está situada en la techumbre, a un metro del límite de la pared de fondo y algo a la izquierda de su eje. El pequeño espacio es de color gris claro y el conjunto ocupa la parte central superior (Lám 2).

Lo forman cinco tracitos de color rojo anaranjado, su disposición tiende a la  verticalidad. El número 1 es el situado centralmente en la parte superior, se inclinó ligeramente hacia la izquierda y mide 1,5 cm de alto, su ancho es de 1 cm. Los cuatro inferiores tuercen brevemente al lado contrario, son igualmente cortos y gruesos, miden de alto 1 – 2 – 1,5 – 1,5 cm y están en aceptable estado de conservación. A ambos lados se observan un par de manchas rojizas que no describimos por parecernos su realización muy dudosa.

Las pinturas de este conjunto son de ejecución lineal abstracta y no presentan detalles esquemáticos o naturalistas que nos pudieran acercar a sus posibles contenidos, por esto renunciamos a indagar sobre los mismos.

En el aspecto cronológico cabe decir que por su estilo lineal abstracto tiende a situarse en una etapa propia del Bronce Final en general, en torno al comienzo del primer milenio.

Un ejemplo que sitúa con más claridad este estilo en ese periodo lo tenemos en la figura 4 de la pared B, panel II del Cancho del Reloj, Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[5]. Allí, uno de los trazos verticales se remató superiormente con un detalle esquemático que acerca a su contenido, se trata de un tocado en forma de lira que portaba uno de los personajes “retratados” en un conjunto de trazos paralelos y verticales d cierta semejanza con el que tratamos.

La figura mencionada nos relaciona con los tocados semejantes representados en nuestras estelas decoradas  propias del Bronce Final y en cuyo entorno temporal debieron coexistir (Lám 3a y 3b).

  b

     a

                                                                             Lámina 3 a y b. Tocado liriforme de la figura lineal del Cancho del Reloj: a/fotografía, b/calco

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

Este conjunto se muestra hacia el centro de la cueva, unos dos metros a la derecha del anterior y próximo al inicio de su cubierta; la superficie que sirve de soporte es lisa y clara (Lám 4a y 4b).

Se realizó al menos con nueve tracitos de color semejante a los del conjunto número uno.

Pueden distinguirse dos grupos: uno en la parte izquierda, alineado con rectitud y formado por una serie de cinco; sus formas pisciformes evocan con facilidad un grupo de peces y la distribución ordenada induce a suponer cierta relación entre ellos. Pese a  la variación de sus formas, los cinco son de parecidas características generales.

El trazo número 1 es el  situado en la parte superior; está algo borroso, mide 1,6 cm de largo y de ancho no llega al centímetro, decrece hacia la izquierda y muy cerca de su terminación presenta un estrangulamiento prolongado hasta el final de la figura.

Los números 2 y 3 son muy parecidos y miden  de largo 1,7 cm y 1,5 cm. El cuarto es algo más extenso -2,2 cm-. La serie, finaliza con el quinto de 2,3 cm.

El grosor es semejante en los tres primeros, el cuarto es algo más fino y el quinto es marcadamente abultado: todos presentan la estrechez mencionada hacia su extremo izquierdo acentuándose en los dos inferiores donde se aprecia por un zigzag, más evidente en el último.

 

En la parte  derecha, bajo una mancha rojiza de apariencia natural, se situaron otros trazos, rectos y paralelos; su disposición se opone  perpendicularmente a la trayectoria de los peces.

                                                                    a

b

                                                                                 

Láminas 4 a y b. Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

 El número seis está inmediato a la derecha de los cinco reseñados y se representó intermitente y con igual color, mide 6,3 cm de largo y 1 cm de ancho.  Muy próximo a su derecha se realizó el número siete de 6,5 cm y grosor semejante. Inmediato por esa misma parte está el número ocho, de características semejantes a los anteriores. Continúa el nueve, de  algo menor tamaño aunque de parecido grosor.

Este conjunto se encuentra limitado en su parte superior por una forma escalonada natural de la roca soporte donde se confunde el tono rojizo natural con la pintura. Además la superficie sobre la que se realizó presenta cinco largas vetas blancas con tendencia perpendicular.

Debemos tener en cuenta los dos estilos presentes en este pequeño conjunto: uno naturalista formado por el grupo de cinco formas de peces cuya ejecución destaca por su realismo; el resto de la composición cambia de estilo empleando el lineal abstracto lo que dificulta su comprensión aunque nos acerca a la posibilidad de encontrar una cronología algo concreta.

A la hora de establecer relaciones, hemos de marchar al Parque Nacional de Monfragüe para encontrar un conjunto de tema parecido, concretamente en su sector occidental,  en el abrigo de la Sirenita[6] (Serradilla 2, conjunto 2). Sus formas están conseguidas mediante un trazo compuesto de bien marcados zigzag por lo que las identificamos con formas de anguilas o angulas en un preciso momento de sus complejas migraciones. Las formas allí representadas están igualmente ordenadas linealmente y se dirigen hacia un artilugio representado por un manchón rojo situado superiormente, de forma poco concreta por su contorno impreciso; podría ser un señuelo que facilitara su captura (Lám 5).

 

Lámina 5. Migración de anguilas en el abrigo de Serradilla II. P. N. de Monfragüe (Cáceres)

 

En el que ahora estudiamos, las cinco formas mencionadas avanzan alineadas ordenadamente hacia la derecha, allí encuentran trazos perpendiculares sobre un fondo de finas vetas  blancas que pueden evocar un obstáculo a superar en sus trayectoria; en definitiva puede representar el medio acuático: una forma escalonada entre espumas, un verdadero obstáculo a superar en el camino ascendente que llevan los peces.

En nuestro entorno, esta forma de viajar ordenadamente, la realiza el barbo común en determinados días de primavera; en su camino, supera grandes obstáculos nadando a contracorriente; es la época de apareamiento llamada freza.

Pensamos además que puede no ser producto de la casualidad el voluminoso cuerpo del pisciforme número 5 que fue realizado así intencionadamente. Al autor le llamó la atención su diferente forma, mucho más abultada y lo pintó en primer término, para que fuera bien visto, incidiendo especialmente en esta particularidad.

Pensamos que no es una escena general de freza de barbos lo que se pintó sino más bien una particular y concreta. El pez número 5 parece sugerir que se trata de otra clase de pez, su forma nos recuerda el cuerpo de una carpa. Su presencia en estas latitudes es muy significativa dada la ausencia de testimonios de su presencia en la cuenca atlántica del oeste; sería pues el primer o uno de los primeros testimonios hallados en dicha cuenca de esta especie de peces: la carpa.

En general esta asciende los ríos de forma más desordenada, tumultuosa y anárquica pero, a veces, en ocasiones lo hace adaptándose imprimiendo cierto orden cuando acompaña a barbos u otros peces de parecidas costumbres.

Pensemos ahora cómo fue el proceso mental del autor.

La pintura de la freza no la hizo directamente del natural: vio la escena muy posiblemente en el río cercano, le llamó la atención y la fijó en su memoria; después marchó hasta la cercana cueva, ascendió cuidadosamente por su empinado y deslizante suelo, posiblemente descalzo; ya arriba seleccionó el soporte… le sirvió de inspiración la superficie con veteado blanco y su límite superior escalonado.

Más tarde buscó un recipiente, preparó el complicado proceso de la escasa pintura que iba a disponer: pigmentos, grasas etc., tomo materiales para construir herramientas semejantes a pinceles y realizó todo con sumo cuidado y precisión a mucha menor escala.

La carpa no era un pescado habitual en este río muy próximo al Tajo; sin duda su mayor tamaño le había resultado singular en la escena que había visto… lo plasmó en el soporte con la idea indudable de querer transmitirnos su contenido: la escena de la freza con la rareza de incluir un pez de mayor tamaño y desconocido.

Por los trazos naturalistas de las formas no podemos situar su realización temporalmente de manera precisa ya que en numerosas ocasiones  este estilo resurge y era reservado preferentemente para dibujar a los animales independientes o dentro de conjuntos con otros estilos.

Los trazos lineales que acompañan las formas naturalistas, aunque de forma poco precisa, nos señalan nuevamente al Bronce Final que, en sentido amplio situamos desde los comienzos del primer milenio al s. VIII antes de Cristo.

Todas estas cuestiones han tenido su importancia introduciendo la duda a la hora de declarar a la carpa común como especie no invasora permitiendo su pesca con y sin muerte -el proyecto contemplaba lo contrario: su erradicación como especie invasora, imponiendo la muerte obligatoria del pez tras la captura-[7].

Igualmente nos sentimos obligados a mencionar el grabado de un pez sobre soporte en una placa de pizarra hallada en el cercano poblado del Cofre. Así nos lo legó su descubridor quién no nos dejó dibujo[8]:

”Se encuentra así mismo la silueta de un pez labrado en pizarra blanda, con agujeros en el lugar de los ojos para colgarse. Es posible que proceda de la cueva próxima pues ha sido utilizado como afiladera”.

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 3

Lám 6. Conjunto de Aprisco 3

 

Presentamos un calco directo realizado hace una treintena de años en una de nuestras primeras visitas al abrigo; con su ayuda y unas notas que tomé acometemos este estudio puesto que no hemos localizado este conjunto en nuestras visitas posteriores incluso las más recientes. (Lám 6).

Como los otros dos, se situó en la parte superior de la cueva, unos tres metros a la derecha del conjunto número dos. Fue realizado sobre una pizarra algo más oscura que las inmediatas y algo rugosa con algunas manchas rojas de formas poco definidas; la figura no limitaba su contorno, de manera que el soporte era algo mayor.

Su única forma destacaba al ascender y fue realizada con color rojo vinoso oscuro, muy llamativo; medía de alto 0.12 m y tenía de grueso en torno al centímetro, era algo irregular y estaba conseguida con tosquedad.

La figura corresponde a la forma esquematizada de un antropomorfo: en la parte superior la cabeza, ligeramente inclinada y aviserada hacia la derecha; una de sus piernas está flexionada y en ella, a la altura de su rodilla, parece apoyar la parte inferior de un trazo curvo, ligeramente convexo hacia el exterior que puede corresponderse con la forma de un arco. Otro trazo parte del “pecho” del antropomorfo y llega hasta el centro de la línea arqueada.

En el entorno inmediato de nuestra Comunidad las pinturas de este tipo de personajes singulares, destacados y dotados de armas, son más bien escasas; nos acercamos a una de ellas a fin de establecer ciertas relaciones. Debemos trasladarnos una vez más al P. N. de Monfragüe, ahora al sector central, cueva del Santuario o de Torrejón I, conjunto I-B-II, (Lám 7)[9].  La figura del antropomorfo al que mencionamos se situó en lugar central del panel principal con el fin de destacar fácilmente al ser observado. Se representó el personaje con sus posesiones, una de ellas por su forma puede ser un incompleto arco. Nos inclinamos por asegurar que con tendencia esquemática-naturalista se representó un arquero en el momento de hacer puntería y en estilo lineal abstracto el resto de figuras que por su proximidad parecen acompañarlo.

En las dos figuras -Aprisco y Torrejón- es común la elección privilegiada del soporte, dentro de este destacan centralmente por su visibilidad. Igualmente tienen en común su estilo esquemático, más marcado en el Aprisco. El personaje de Monfragüe se representó con detalles naturalistas: el volumen del tronco, tres posibles dedos de la mano que asoman tras un desconchado, el falo, parte inferior del arco…

Este tipo de personajes, dotados de armas ofensivas primitivas, debían ser destacables en las pequeñas sociedades a las que perteneciían. Ellos nos muestran una exaltación de la individualidad de guerreros igualmente presentes en las estelas decoradas, en sus primeros momentos caracterizadas caracterizadas por el protagonismo de las armas defensivas -escudos- y en las que la representación humana está expresada en el mismo soporte actuando en realidad como betilos decorados[10].

Nos inclinamos por situar cronológicamente estas pinturas próximas a los primeros grupos de estelas mencionados y que generalmente se vienen situando a finales del Bronce.

 

 Lámina  7. P. N. Monfragüe. Conjunto de Torrejón I-B-II. El arquero del abrigo del Santuario

 

Conclusiones

El abrigo del Aprisco fue poco utilizado en el aspecto artístico si bien es cierto que hay grandes superficies ocupadas por un gran nido cubierto por las heces adjuntas y otros espacios de posadero igualmente manchados; a esto se ha de añadir la verticalidad del suelo y como apuntamos, su estado resbaladizo que nos impidió acercarnos a la parte derecha del abrigo para su observación más cercana.

A pesar de sus posibilidades, todas estas cuestiones debieron influir para no ser tenido como lugar de reuniones más o menos periódicas de carácter sacro, mercantil o de otra cuestión. Igualmente avala su escasa importancia la ya apuntada ausencia de cerámica.

Como hemos dicho, algo más abajo del curso del río, no lejana, hay otra cueva situada en su misma margen -cueva Grajera- que presenta más expectativas de seguridad pero que también fue poco aprovechada en el aspecto que tratamos. Parece una cuestión extensible a toda esta parte de la sierra de San Pedro en la que, únicamente la cueva del Buraco en Santiago de Alcántara (Cáceres), puede considerarse un lugar especial de destacados de encuentros.

El Buraco ofrece un número mayor de pinturas de diversas épocas con la presencia en su entrada de la representación de un ídolo oculado (Lám 8), realización singular, propia del Calcolítico, que nos ha llegado sin la presencia de otras formas destacables de ese periodo.

La elevada presencia de sepulturas megalítica en las cercanías, abren la posibilidad de que la cueva del Buraco fuera utilizada desde el Calcolítico con finalidades más profundas y diversas, es en ese periodo cuando se sitúa la fecha de realización y vigencia de  algunas tipologías de oculados, presentes en ídolos-placas relativamente cercanos: Garrovillas (Cáceres), Trincones (Valencia de Alcántara, Cáceres); estas proceden de enterramientos megalíticos semejantes a estos, relativamente cercanos de Santiago de Alcántara[11].

 Lámina 8. Oculado de la cueva del Buraco, Santiago de Alcántara (Cáceres). Fotografía tratada con DStreetch[12]

.

Los numerosos restos de pinturas de esa estación se pueden situar en tiempos poco precisos pero cercanos a los ya expuestos del Bronce Final, en torno al 1000-800 antes de Cristo[13].

Los demás covachos esparcidos por esta serranía, incluido el del Aprisco, fueron poco utilizados y suelen ofrecer un corto número de realizaciones situables por sus características estilísticas en ese mismo tiempo. En ninguno de ellos observamos cerámicas[14].

Una asignatura pendiente en la mayoría de los numerosos trabajos dedicados al estudio del Arte Rupestre en la sierra de Santiago de Alcántara y sus vecinas es la ausencia de estudios, siquiera descriptivos, de cerámicas que pudieran ser halladas y sus relaciones con las pinturas. Hace ya más de cuarenta años, en nuestra primera visita eran evidentes en el removido suelo de la covacha del Buraco.

 

 Bibliografía

[1] Bueno Ramírez, Primitiva y otros 2010: T. P. 67, nº 1, enero-junio 2010.  Secuencias gráficas Paleolítico-Postpaleolítico en la sierra de San Pedro. Tajo Internacional. Cáceres.

[2] Ibidem. Pag 204.

[3] Dieguez Luengo, Elías (1965): Nuevas aportaciones a la prehistoria de Extremadura. Zephyrus, vol 16. U. de Salamanca.

[4] Calzado Palacios, Marcial (1970 – 1980): Resultado de la prospección de veinte yacimientos arqueológicos. Memoria de licenciatura mecanografiada. Universidad de Salamanca y UEx. Inédito.

[5] GARCÍA ARRANZ, José Julio (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural “El Brocense”, Diputación Provincial de Cáceres. Pág 78

[6] Rubio Andrada, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). Edición del autor. Trujillo. Pág 71 y 72.

[7] Información oral sobre todo lo referente a la pesca facilitada por el biólogo D. Manuel Ignacio Rubio Muñoz a quién agradecemos su colaboración.

[8]Calzado Palacios, Marcial: Opus. Cit. Pág 39.

[9] Ibidem. Pág 38.

Collado Giraldo, Hipólito y García Arranz, José Juliuo (2015): Corpus de arte rupestre en Extremadura.   Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal de Torrejón el Rubio. Pag 94 y ss

[10] ALMAGRO BACH, Martín (1972): Los ídolos y la estela decorada de Hernán Pérez (Cáceres) y el ídolo y estela de Tabuyo del Monte (León). T. P. vol 29.

[11] BUENO RAMÍREZ, Primitiva (2009): Ancestros e imágenes antropomorfas muebles en el ámbito del megalitismo occidental: las placas decoradas. Los ojos que nunca se cierran. Ídolos en las primeras sociedades campesinas. MAN. Pág 39.

[12] http://www.dstrech.com/

[13] DEAMUS, María Belén & ESCACENA CARRASCO, José Luis (1995 ): Acerca del horizonte de la ría de Huelva. Consideraciones sobre el final de la Edad del Bronce en el suroeste ibérico. Complutum 85.

[14] AMADOR CARRETERO, Pilar; FERNÁNDEZ GÓMEZ, Luciano y  LINARES TIRADO, José María (1979): Pinturas esquemáticas inéditas de “El Buraco” (Santiago de Alcántara).  Actas VI Congreso de Estudios Extremeños, Arqueología. Mérida pág 15 – 32

CARRERA RAMIREZ, Fernando (2006): Trabajos de limpieza y documentación de la pintura prehistórica conservada en los abrigos de El Buraco y La Grajera (Santiago de Alcántara, Cáceres). Santuola 12. Instituto de Prehistoria y Arqueología “Santuola”. Santander. Pág 387 – 408.

Nov 172022
 

Jorge Pastor Royo

 INTRODUCCIÓN

El Descubrimiento de América por la Expedición colombina (1492-1493) fue el hecho geográfico más importante de la Historia de la Humanidad y el gran hito histórico de la España de los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y V de Castilla. Después, se realizaron otros viajes de descubrimiento, siendo uno de ellos la primera circunnavegación a la Tierra por Magallanes-Elcano, cuyo V Centenario se cumple en el año en curso, concretamente el 8 de septiembre.

El presente trabajo, como parte de mi reciente Trabajo de Fin de Máster[1], tiene por objeto la realización de otro viaje de ultramar, en este caso cultural. Hablamos de los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos (1958-1970), que durante unos días convertía a Cáceres en la capital mundial de la Hispanidad, en particular, de la primera edición, que se celebró en junio de 1958.

 

  1. GÉNESIS DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

La Hispanidad fue uno de los pilares más importantes sobre los que se sustentó la ideología del régimen franquista a lo largo de toda la dictadura (1939-1975). La proyección en ultramar con un territorio tan remoto y al mismo tiempo semejante, en cuanto a la coincidencia de rasgos como el idioma, brindaba a España una dimensión universal. El régimen incorporó en el imaginario español un mito de la Hispanidad, vinculando los valores religiosos del catolicismo y el anhelo de las grandezas pasadas de la España Imperialista[2].

El franquismo logró sacar rentabilidad de esa idea, puesto que permitía aunar y articular una serie de valores en la sociedad. Como instrumento de propaganda, cumplió con un doble cometido: por una parte, potenciar los ideales nacionalistas en el estado español y unificar a toda la población bajo la misma doctrina, y por otra, servir como plataforma de proyección e introducción en el continente americano durante un periodo de cierto aislamiento internacional, afianzando de paso el sentimiento de patria única[3].

De esta manera, la dictadura franquista se asignó la salvaguarda del legado cultural de su estirpe americana, amenazada por la creciente influencia de valores provenientes del extranjero. Para ello, crea en 1946 el Instituto de Cultura Hispánica, dedicado esencialmente a impulsar la acción cultural y educativa entre España y los países iberoamericanos[4].

Una de las actividades llevadas a cabo por este organismo fueron los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. Su creador y promotor fue Blas Piñar López, que ocupó la dirección del Instituto de Cultura Hispánica entre los años 1957 y 1962. En su autobiografía[5], explica que el germen de su idea era la de celebrar unos certámenes anuales de música popular de diferentes países de Iberoamérica, a través del cuales se conseguiría un fortalecimiento y mayor unión entre naciones a través de su folklore.

Si bien no fructificaron las gestiones iniciales para su desarrollo en Palma de Mallorca, pensó en Cáceres como sede de los mismos, en parte por la gran amistad que mantenía con el entonces gobernador civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. Esta propuesta tuvo una gran acogida en el Ayuntamiento, con Luis Ordóñez Claros como alcalde. Es entonces cuando se encarga a la Comisión municipal de Feria, encabezada por Diego María Silva Alcántara, primer teniente de alcalde, la colaboración con el Instituto de Cultura Hispánica en la organización y desarrollo del festival[6].

La primera edición de los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos se celebró del 2 al 6 de junio de 1958, en las localidades de Cáceres, Trujillo y Plasencia. La elección de estas sedes no fue algo casual, pues el pasado histórico de esta región con «la gesta del descubrimiento, de la conquista y de la evangelización del nuevo mundo»[7] lo convertía en el marco idóneo para este festejo. Suponía también un aliciente para la promoción turística de la Alta Extremadura, con el recorrido llamado por el régimen como “Ruta de los Conquistadores”. De ella se decía que «en la provincia de Cáceres, forma un triángulo, impregnado de esencias de nuestra raza, en donde se forjaron aquellos hombres gigantescos que salieron a conquistar y descubrir, que alumbraron nuevos pueblos»[8]. Además, el festival se enmarcó dentro de las conmemoraciones que se celebraron ese año en la provincia por el IV Centenario de la muerte de Carlos I de España y V de Alemania, al fallecer en la localidad cacereña de Yuste[9].

 

  1. ORGANIZACIÓN Y PROGRAMA

Desde el Instituto de Cultura Hispánica, se dio una gran importancia a la primera edición (Figura 1), estableciendo diferentes comités para su organización.

 

Figura 1. Cartel de la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano. Fuente: Biblioteca Digital AECID

 La composición del Comité de Honor denota ya el apoyo político y administrativo que tuvo la primera edición[10]:

Licinio de la Fuente y de la Fuente

Gobernador Civil de Cáceres

Blas Piñar López

Director del Instituto de Cultura Hispánica

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia

Delegada Nacional de la Sección Femenina de F.E.T y de la J.O.N.S.

José Murillo Iglesias

Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Luis Ordóñez Claros

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres

Julián García de Guadiana y Artaloitia

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo

Fernando Barona Verea

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Plasencia

A su vez, se nombró un comité ejecutivo, encargado de supervisar y llevar a efecto el programa que se había acordado. Revisando los cargos que ostentaban dichos miembros, se puede deducir que el peso de la organización recaía mayoritariamente en los círculos administrativos de Madrid, y que Cáceres tenía poca capacidad de decisión, algo que resulta habitual en el contexto de una dictadura. Los componentes de este comité eran[11]:

Luis Hergueta y García de Guadiana

Secretario Técnico del Instituto de Cultura Hispánica

Manuel López Lagos

Vicepresidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Diego María de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano

Augusto González-Besada Estévez

Jefe de la Sección de Radiodifusión del Instituto de Cultura Hispánica y Secretario de la Comisión del I Festival de Folklore Hispanoamericano

 

También se nombró un jurado, sobre los que recaía la decisión de otorgar los premios del festival. Estaba compuesto por algunas de las personalidades más importantes de la música y el folklore de España, lo que muestra que para ser la primera edición se buscó un interés de los organizadores por valorar la calidad musical y escénica. Sus miembros fueron[12]:

Presidente

Manuel García Matos

Catedrático de Folklore del Real Conservatorio de Música de Madrid y Miembro Activo del Instituto Español de Musicología

Vicepresidentes

José Rodríguez Fauré

Compositor y Director de Orquesta argentina

Diego de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Miembros

Enrique Franco Manera

Jefe del Departamento de Programación Musical de Radio Nacional de España y crítico musical del diario Arriba

Antonio Castillo de Lucas

Vicepresidente de la Sociedad Española de Etnología y Folklore

Nieves de Hoyos Sancho

Conservadora del Museo del Pueblo Español, de Madrid

Ángela Capdevielle

Profesora de Música en Cáceres

Manuel Orgaz Muñoz

Jefe del Departamento Audiovisual del Instituto de Cultura Hispánica

Francisco Cebrián Ruíz

Director de la Banda Municipal de Cáceres

José Luís Turina Garzón

Profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano, que actuará en funciones de Secretario del Jurado

 

Entre estos nombres, es de destacar la presencia de dos músicos cacereños ilustres: Manuel García Matos y Ángeles Capdevielle. Ambos fueron claves en la recopilación y difusión del folklore de la provincia, recorriendo todos los puntos de la geografía cacereña. Sin duda, esa excelente labor y reconocimiento nacional contribuyó probablemente a elegir a Cáceres como sede del festival por su tradición folklórica (referencia 1).

Los datos relativos a las agrupaciones inscritas en el certamen reflejan una alta importancia cualitativa y cuantitativa. De acuerdo con el programa oficial (referencia 10), participaron, entre profesionales y aficionados, un total de 21 grupos y 4 solistas, venidos de 13 países diferentes, incluyendo España, que fue la que más conjuntos aportó con 6, de los cuales 5 eran de la provincia de Cáceres.  La suma de participantes rondó las 300 personas. La lista de grupos admitidos está relacionada en la Tabla 1:

Tabla 1. Participantes en la primera edición del festival.

PAÍSES GRUPO O SOLISTA DIRECTOR/A
ARGENTINA Conjunto Criollo Sarha Pupato Bourguet
BOLIVIA Agrupación Folklórica Boliviana Mª del Rosario Heguigorri
BRASIL Trío Sertanejo

Alfredo Mello

 

Yara Lins
COLOMBIA Conjunto Güepajé.

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Yolanda Ortiz

Delia Zapata

CHILE Agrupación Folklórica Chilena

Conjunto Chileno

Raquel Barros

Guillermo Castro

ECUADOR Conjunto Andino Hernán Terán
ESPAÑA Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Coros y Danzas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Madrigal de la Vera, Sección Femenina

 

Grupo de Villanueva de la Vera, Sección Femenina

 

Grupos A y B de los Coros Extremeños de Plasencia, Educación y Descanso

 

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, Sección Femenina

FILIPINAS Asociación de Universitarios Filipinos en España Paz Uro Cabato
MÉXICO Ballet Azteca y Maya

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en Españ

 

Belén Ortega, guitarrista

Javier de León

Mardonio Méndez Juprez

 

José Vargas

PARAGUAY Trio Paraguay Tropical Isidro Caballero
PERÚ Centro Peruano

Florencio Coronado, arpa india

 

Eliseo Reátegui
PORTUGAL Rancho Folklórico Ponte Da Barca Arthur Manuel da Rocha
VENEZUELA Rafael Carias Aldrey, Cuatrista

Fuente: Elaboración propia, consultada la publicación Festival de Folklore Hispanoamericano (referencia 10).

  1. CRÓNICA DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

Aparentemente, la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano consistía en un certamen de música popular, en el que los conjuntos folklóricos participantes eran evaluados por un jurado, con la consiguiente entrega de premios. No obstante, el espíritu del festival se extendía más allá del de ser un mero concurso, dado que durante esos días se vivía un gran ambiente festivo en las calles de la ciudad, con la organización de diferentes actividades[13].

La inauguración tuvo lugar el día 2 de junio de 1958. Hacia la 13:00 horas, los grupos participantes se encaminaron desde la Plaza Mayor en un colorido desfile hacia la Iglesia de Santa María, donde tendría lugar el primero de los actos oficiales del programa, presidido por el Obispo de Coria-Cáceres, Manuel Llopis Ivorra. Se cantó una salve dedicada a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Hispanidad, y se interpretó, por primera vez en España, Salve Regina en Fa, del compositor venezolano José Ángel Lamas, ejecutada por el Coro de la Schola Cantorum del Seminario Mayor Diocesano de Cáceres y la Orquesta Sinfónica de Cáceres, con la dirección del compositor argentino y miembro del jurado José Rodríguez Fauré[14].

El periodista Luis Losada, en su crónica del periódico ABC[15], hace una descripción de los demás actos que se siguieron en esa mañana, además del ambiente que se respiraba en la ciudad:

«A la salida de la iglesia, era imposible moverse con holgura por la plaza de Santa María. Los guardias se veían impotentes para abrir un pequeño camino que permitiese el tránsito de las agrupaciones hacia la Plaza Mayor. […]A las dos [14:00 horas], esta plaza de Cáceres, la mayor de Extremadura, resultaba pequeña. Ante las escaleras del ayuntamiento se pudo conseguir un angosto espacio en el que se agruparon los conjuntos. En lo más alto de ellas el Ministro de Justicia, acompañado de las autoridades, saludó a todos los jefes de los conjuntos participantes y seguidamente se izaron las banderas de los grupos participantes».

Durante las noches del 2 y 3 de junio tuvo lugar en la Plaza de Toros de Cáceres la fase de concurso, en la que cada grupo o solista interpretaba su repertorio en uno de los días, en un espectáculo que rondaba las 3 horas y media[16].

Manuel Orgaz Muñoz, miembro del jurado, recogió en Cuadernos Hispanoamericanos[17] una detallada crónica sobre los dos días de actuaciones:

  • El primer día de competición comenzó en «esa hora mágica en que atardece y anochece a la vez. El coso ibérico contempla ahíto de público, pandereta multicolor, a doce países que cantan y bailan para Extremadura, su cunaLa función la abrió el Trio Paraguay Tropical, con una excelente interpretación del arpista: «¡Cómo tiembla el arpa del niño paraguayo!» A continuación, la Agrupación Folklórica Boliviana, con las danzas ágiles típica de los Andes. Posteriormente, el solista Florencio Coronado mostró sus grandes dotes al arpa india del Perú, considerado como una leyenda en su instrumento. Seguidamente, «salían al ruedo de las faldas de las mozas, esas bellas, enjoyadas canciones del riquísimo folklore extremeño», con el Grupo de Madrigal de la Vera. Tras esta actuación, saldría el solista Rafael Carias Aldrey, interpretando con su cuatro venezolano, instrumento nacional de su país, «la mágica constelación de los joropos, golpes y galerones». La noche continuó con la Agrupación Folklórica Chilena, cuyos bailarines iban ataviados con «la estampa campera de huasos, con ancho sombrero, chaqueta breve y pantalón justo, y las mujeres con amplia falda y pañuelo en la mano». Entre otras, interpretaron la danza típica de Chile, la cueca, donde la mujer esquiva al hombre adornándose ambos con un pañuelo blanco en una danza de cortejo. Cruzando los Andes, llegó el momento de Argentina, con el Conjunto Criollo, que destacó con el «romántico baile de parejas El Cuando y La Firmeza». Más tarde, continuaba Los Coros Extremeños de Plasencia, que mostraron «la auténtica voz y paso del valle del Jerte». Es reseñable que por rebasar el número máximo de participantes y el tiempo de actuación les hizo perder el primer premio, «que bien tenía ganado por su perfecta, versión del Son brincao o de los Bailes placeros». Era el turno del Trío Sertanejo, que con el «ferviente ritmo» de sus bailes brasileños conseguiría «los aplausos de un público cautivado». De nuevo, era la ocasión del folklore extremeño, con «los bellos bailes de la Vera» a manos del grupo de Villanueva de la Vera, de la Sección Femenina. Cerrando esta primera noche de actuación, el Ballet Azteca y Maya de México, con «la admirable sorpresa de luz, color, belleza y folklore imaginado de sus impresionantes […] danzas guerreras aztecas».
  • La segunda jornada de concurso comenzó con la representación del Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en España, que mostraron una serie de bailes criollos «al son de arpa, jarana, violín y guitarras». A continuación, entraron en escena «un grupo de niñas de Cáceres», que formaban el Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, de la Sección Femenina. Posteriormente, fue el turno del Conjunto Andino de Ecuador, con sus cantos quechuas en «tono menor, imitación de pájaros y rumores sordos de percusión». El cantante Alfredo Mello interpretó una «bella antología brasileña» de canciones de «ritmo suave y pausado». Después participaría la Asociación de Universitarios Filipinos en España, cuya «selección acertadísima de su folklore se ganó el emocionado aplauso del público». Destacó especialmente con Tinikling, en la que los bailarines «saltan, danzan, esquivan, por entre la norma estricta de dos cañas de bambú que abren y cierran el resorte de su ritmo». Más tarde, participarían los grupos universitarios de Colombia, Chile y Perú, que trazaron «sucesivamente una bella lección de los folklores criollos del Pacífico», que levantaron al público «con palmas al son del compás». A continuación, se vivió uno de los momentos de mayor emoción, al ofrecer a los asistentes de «su mejor saber popular». Era el momento de «las muchachas cacereñas», el Grupo de Coros y Danzas, de la Sección Femenina. El repertorio escogido fue Jota del Candil, El arbolito y Alborada del Casar. El autor de la crónica quedó impactado con la belleza del traje regional montehermoseño de Extremadura, afirmando que era «uno de los símbolos folklóricos más hermosos de las tierras de España». La soprano mexicana Belén Ortega consiguió «devolver al rico folklore de su tierra calidades de noble intérprete». El penúltimo de los grupos fue Folklore Colombiano de Delia Zapata. «La vitalidad y energía» de sus bailes, acompañados de «una percusión africana» con multitud de instrumentos, lograron «quedar sin aliento a todo el público» que aquella noche allí se reunía. El broche final del festival se dio con el Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, de la Sección Femenina, que, «con la sobriedad de trajes, el trenzado de pies y el perfecto ajuste de danzas y castañuelas, consiguieron el imposible de sorprender, después de la sorpresa colombiana».

 

Para dar por concluido las actuaciones de concurso, la agrupación de Coros y Danzas de Cáceres, de la Sección Femenina, por su carácter de anfitriona, interpretó la jota más representativa de su tierra, El Redoble. El público acompañaba emocionado al ritmo de las palmas, mientras que la mayoría de grupos se unían al baile por el escenario y el ruedo, en un auténtico ambiente festivo (referencia 1).

Concerniente al segundo día, es de destacar además la memorable actuación del grupo mexicano de los Indios Voladores del Espinal (Veracruz) (Figura 2 y 3). A la 13:00 horas, sobre una plaza Mayor de Cáceres abarrotada, se levantaba un imponente poste de 30 metros de altura. Tras una danza de la princesa azteca y los 14 hombres que componían la agrupación, cinco de ellos comenzaron la ascensión a lo alto del mástil. En la cima, sobre una plataforma, un indio totonaca bailaba con fuerza mientras marcaba el compás con una flauta y un tamboril, lo que hacía oscilar el poste. La emoción se desató en los asistentes cuando cuatro de ellos se lanzaron al vacío atados por los tobillos, para ir desciendo lentamente de manera acrobática dando 13 vueltas sobre el mástil hasta llegar al suelo (referencia 16). Una crónica radiofónica recogió que «la ovación que sonó quedó empotrada para siempre en todas las paredes de la plaza. Ya no hacía falta más para consagrar el festival[18]».

Figura 2 y 3: Actuación del Grupo de los Indios Voladores del Espinal en la Plaza Mayor de Cáceres. Fuente: Archivo fotográfico de Juan Ramón Marchena, en el Archivo Municipal de Cáceres

 Aún, transcurridos ya 64 años, el espectáculo perdura en la memoria de aquellos mayores que asistieron siendo niños o jóvenes, como he podido comprobar en diferentes testimonios personales.

Esta actuación fuera de concurso no sería un hecho aislado. A lo largo del día, los grupos realizaban pasacalles musicales y representaciones improvisadas de su folklore en diferentes puntos de la ciudad monumental. Según los organizadores, permitía a los cacereños conocer más de cerca a los componentes de los grupos, hablar con ellos, observar con más detalle sus trajes y, en definitiva, confraternizar y fomentar el intercambio cultural (referencia 1). En la Figura 4, se puede observar una de las actuaciones en la Plaza de Santa María.

Figura 4. Actuación del Ballet Azteca y Maya en la Plaza de Santa María de Cáceres. Fuente: Filmoteca Española

 

En la época en la que se celebró la primera edición del festival, en Cáceres dominaba un atraso social y económico, el conservadurismo de una pequeña ciudad y el sentimiento de abandono histórico. Por consiguiente, no es de extrañar que la idea de Hispanidad que había confeccionado el régimen calara rápidamente en la sociedad extremeña, especialmente entre los intelectuales y dirigentes políticos, puesto que se evocaba la época gloriosa en la cual la región desempeñó un rol trascendental en la historia de España, y, por tanto, se reforzaría su identidad en el presente. Se comprende así el gran impacto y buena aceptación que el festival despertó en la población cacereña, pues proporcionaba una visibilidad de la ciudad hasta entonces inédita durante el franquismo (referencia 1). La prensa local recogió el entusiasmo con el que los cacereños vivieron estos días, en el que horas antes de las actuaciones abarrotaban las sillas y palcos de la Plaza de Toros. Incluso, el éxito de publico del primer día motivó la decisión de la organización de suprimir el telón de fondo del escenario, con el objetivo de que más localidades fueran aprovechas (referencia 16).

En la mañana del 4 de junio, tras la última reunión del jurado, se hizo público el fallo del festival. Siguiendo las bases, el resultado final se tomó de acuerdo con el criterio principal de autenticidad y conservación de la pureza del folklore que se interpretaba, además de la correcta ejecución. El resultado se anunció en el salón de actos del Ayuntamiento, y durante un Vino de Honor final se repartieron los premios. Las agrupaciones vencedoras fueron[19]:

Medalla de Oro

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza

Premio Ciudad de Cáceres (5.000 pesetas)

Agrupación Folklórica Chilena

Premio Provincia de Cáceres (5.000 pesetas)

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Premio Instituto de Cultura Hispánica (5.000 pesetas)

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

 

Finalizadas las actuaciones en Cáceres, continuaron los actos en la provincia, donde realizarían unas jornadas de exhibición:

  • El día 4 llegaron a Trujillo, donde serían recibidos por las autoridades locales en su Plaza Mayor, ofreciendo una corona de laurel ante la estatua de Francisco Pizarro. La actuación de los grupos tuvo lugar a las 19:00 horas en el Patio de Armas del Castillo. La visita en la localidad finalizaría con una cena para los artistas y autoridades.
  • El 5 de junio, se desplazaron hacia Plasencia, donde actuarían en el Campo de Deportes a las 23:00 horas.
  • Finalmente, pondrían rumbo a Madrid, ciudad donde se clausuraría la primera edición del festival con una gala celebrada en el Teatro Español (referencia 10).

 

 

  1. MATICES POLÍTICOS DEL FESTIVAL

En el discurso de clausura que pronunció Blas Piñar López en el acto de entrega de premios[20], comenzó aclarando el término “Conquistador”, dado que «suena mal a oídos de nuestro tiempo». Se justifica contando una pequeña historia en la que unas niñas indígenas dijeron a un arzobispo español que «el conquistador fue un hombre, un caballero bueno y valiente que nos mandó el rey de España para hacernos cristianos», remarcando que «esa es nuestra conquista», lo que levantó los aplausos de los presentes.

También, lanzó un mensaje de unidad y hermandad entre las naciones Hispanoamericanas a través del mestizaje. Para ello, Blas Piñar afirmó que «es honra de nuestro pueblo y de nuestra raza […] y a España la transformamos en lo hispánico y en lo español cuando se hace mestiza». Para justificar y ensalzar la creación del festival folklórico, expone que el mestizaje no es solo «de la carne y de la sangre […]también de nuestra música que veíamos ayer en el tipismo de vuestras danzas, donde se combinaba el África primitiva, la América autóctona y este soplo de espíritu de los hombres de occidente, de los hombres de la península ibérica, nosotros predicamos el mestizaje de espíritu».

Continuó su discurso haciendo referencia al papel de España como guía y tutor en el mensaje de unión entre los pueblos. Simbolizó el alto mástil de la actuación de los indios voladores en la Plaza Mayor de Cáceres con una «antena de radio, desde la cual un hombre de nuestra estirpe espiritual se levantaba para decir: pueblos hermanos de América y Filipinas, pueblos de la cristiandad, vamos a hacer nuestra gran misión, nuestra gran marcha, nuestro gran mensaje», redondeando esa idea proclamando que esa «gran convocatoria empezara aquí, desde España, desde Extremadura, desde Cáceres, [y denominar a la Plaza Mayor como] Plaza Mayor de la Hispanidad».

Para finalizar, y con el objetivo de tener un símbolo que reforzara la pertenencia a un mismo grupo, propuso la creación de un «himno hispánico». Animó a compositores y poetas en su confección de cara a ediciones posteriores del festival, proponiendo las primeras estrofas que él mismo había escrito:

 

«Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

por la fe, por la patria y el pan,

luchemos unidos dispuestos a morir y triunfar,

Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

la consigna de hoy, la unidad,

las banderas en alto enlazadas por la fe,

por la patria y el pan»

 

  1. 6. ECOS DEL FESTIVAL

La primera edición del festival obtuvo una gran respuesta de público y de relevancia política. Todas las partes implicadas en su organización quedaron altamente satisfechas. El primero de ellos, su creador, Blas Piñar López, que prometió a los cacereños «seguir en la brecha, hacer que el certamen se repita de un modo periódico y trabajar sin descanso para que la cita sea unánime y total y que, al fin, ganando los mejores, ganemos todos» (referencia 10). Tal fue la gratitud de la ciudad con Piñar por la asignación del festival, que la Excma. Diputación Provincial de Cáceres le nombraría Hijo Adoptivo de la Provincia el 22 de mayo de 1959. Como si este gesto no fuera suficiente, también fue nombrado como Hijo Adoptivo de la Ciudad en 1962 (referencia 5).

La ciudad también tuvo un especial reconocimiento con el Gobernador Civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. En el acta de la sesión semanal ordinaria del ayuntamiento, con fecha de 7 junio (referencia 6), se hizo constatar el agradecimiento «por su actuación abnegada y eficaz en pro del prestigio y auge de nuestra ciudad, y su incansable cooperación en el mantenimiento de sus directrices históricas proyectadas en actos que como los constituidos en el I Certamen Folklóricos de la Hispanidad tanto han supuesto en el mantenimiento de la primacía espiritual cacereña en el mundo hispánica».

Por último, en el mismo documento se hace mención expresa a Diego María Silva de Alcántara, por ser el principal responsable del ayuntamiento en la organización del evento. Su acertada labor no pasó desapercibida, y fue galardonado con la distinción de miembro del Instituto de Cultura Hispánica poco después[21].

Esta primera edición del festival supuso una prueba de fuego para comprobar si este tipo de certamen podía ser viable y tener aceptación. El éxito rotundo obtenido hizo que Cáceres continuara siendo sede de los mismos hasta 1970, además de que el formato se copiara y se extendiera a otras ciudades de España[22].

  1. EPÍLOGO: LA CUARTA CARABELA

Como es sabido, y se recoge en otro trabajo presentado en estos Coloquios[23]:

«Una flota formada por las carabelas Santa María, Pinta y Niña, con tripulación de castellanos, andaluces y extremeños, zarpó del puerto de la villa de Palos (Palos de la Frontera, Huelva) el 3 de agosto de 1492, con el objetivo de llegar a la isla de las Especierías navegando con rumbo Oeste; la primera capitaneada por el experto navegante Cristóbal Colón (Génova, Italia, 1451-Valladolid, España, 1506), al servicio de mencionados reyes como almirante, virrey y gobernador de las Indias; la segunda y la tercera capitaneadas por los expertos marinos y descubridores hermanos Martín Alonso Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida, Huelva, 1493) y Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1461-1462 – Sevilla, 1514). Al amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, avistaron y después arribaron y exploraron una isla ignota del océano Atlántico, habitada, llamada Guanahani por los aborígenes (pequeña isla de las Lucayas), a la que Colón llamó San Salvador. Tras los descubrimientos de La Española o Santo Domingo, Juana o Cuba, y otras islas de las Antillas, la Pinta y la Niña zarparon el miércoles 16 de enero de 1493; la Pinta arribo a Bayona de Galicia al final de febrero de ese año y entró en el fondeadero de Palos en marzo, donde estaba anclada ya la Niña; ésta, capitaneada por Colón, arribó primero en Lisboa el 4 de marzo de 1493 y once días después en Palos. No habían llegado a la isla de las Especierías, que era el objetivo».

Pues bien, fruto del I Festival Folklórico Hispanoamericano, surgió la idea de llevar el evento al cine. En 1961, se rodó la película titulada La cuarta carabela, dirigida por Miguel Martín. Al igual que el propio certamen, en la película trasluce reiteradamente el discurso de Hispanidad; supone una fuente gráfica de gran valor para evocar la atmósfera que se generaba en la ciudad durante esos días, puesto que parecía más un documental de folklore por las abundantes escenas de música y baile de los conjuntos por las calles de Cáceres[24]. A título de ejemplo, se muestra la Figura 5.

Figura 5. Fotograma de la actuación bajo el Arco de la Estrella de un grupo de Haití, en Cáceres. Fuente: La cuarta carabela

 

En un momento de la cinta[25], se explica el significado del título escogido. Uno de los protagonistas, interpretado por Rafael Bardem, explica a su nieta que además de las tres carabelas con las que Colón viajó a América existía una más, «la mejor de todas […]. Es el espíritu que flota sobre las otras tres cada día más fuerte, navegando de orilla a orilla de Hispanoamérica», haciendo alusión al folklore musical que traían los artistas extranjeros al festival de Cáceres (referencia 1).

 

  1. CONCLUSIONES

El primer Festival Folklórico Hispanoamericano cumplió sobradamente las expectativas de los organizadores, tanto por el respaldo y entusiasmo de los cacereños como por la repercusión y seguimiento que originó en medios de comunicación de tirada nacional. Prueba de ello es la continuidad del mismo durante doce años más y la extensión del formato a otras ciudades.

Para el régimen franquista, este evento supuso un gran altavoz para difundir sus ideales de Hispanidad, reforzando a España como “madre patria” de Iberoamérica y proyectándose como una nueva época de fraternidad entre países iguales.

Sin embargo, esa intención política no fue en detrimento de la calidad musical. En las bases, se insistía en la valoración de un folklore lo más auténtico y puro con sus raíces. Además, muchos de los participantes eran considerados de referencia en su campo, y el jurado estuvo integrado por algunas de las personalidades más relevantes del folklore musical español.

Por último, el certamen favoreció a una región como la extremeña con escaso interés y relevancia política en el país. Puede considerarse como un hito histórico para la ciudad, al ser el primer gran evento internacional que se celebraba, y que sacó de la monotonía durante unos días a una pequeña provincia con pocos recursos.

 

AGRADECIMIENTOS Y RECUERDOS

            Al personal del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Archivo Histórico Provincial de Cáceres y del Archivo y Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres por su amabilidad y atención prestada en mis visitas.

A mi tío y padrino José Pastor Villegas, por mostrarme siempre su entusiasmo y pasión en el bonito campo de la investigación, para dar a conocer y difundir el pasado histórico de nuestra rica y no siempre bien valorada tierra.

Finalmente, este trabajo me trae al recuerdo a mi entrañable tío Joaquín García-Plata Quirós, in memoriam, entusiasta defensor de la cultura popular cacereña, que con sus vivencias siempre me trasmitía el amor por su querida ciudad de Cáceres. Sirva este trabajo como una pequeña dedicatoria hacia él.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO

Archivos:

Archivo Histórico Municipal de Cáceres: Libro de actas de sesiones municipales 1958 (Caja 90).

Publicaciones:

BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943). Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, (41), 43-66.

BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

Extremadura (3 de junio de 1958), 7.

GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes [archivo de video] (703).

O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

 

[1] PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

         [2] BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943).

Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, (41), 43-66.

[3] MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

[4] CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

[5] PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

[6] Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Cáceres, caja 90. Libro de actas 1958.

[7] NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes, (703).

[8] CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

[9] S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

[10] S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

[14] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

[15] LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

        [16]  Extremadura (3 de junio de 1958),7.

[17] ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

[18] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

[19] BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

[20] PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

 

[21] O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

[22] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

[23] PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

[24] GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

[25] MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

 

 

 

 

Figura 1. Cartel de la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano. Fuente: Biblioteca Digital AECID

 

La composición del Comité de Honor denota ya el apoyo político y administrativo que tuvo la primera edición[10]:

Licinio de la Fuente y de la Fuente

Gobernador Civil de Cáceres

Blas Piñar López

Director del Instituto de Cultura Hispánica

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia

Delegada Nacional de la Sección Femenina de F.E.T y de la J.O.N.S.

José Murillo Iglesias

Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Luis Ordóñez Claros

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres

Julián García de Guadiana y Artaloitia

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo

Fernando Barona Verea

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Plasencia

A su vez, se nombró un comité ejecutivo, encargado de supervisar y llevar a efecto el programa que se había acordado. Revisando los cargos que ostentaban dichos miembros, se puede deducir que el peso de la organización recaía mayoritariamente en los círculos administrativos de Madrid, y que Cáceres tenía poca capacidad de decisión, algo que resulta habitual en el contexto de una dictadura. Los componentes de este comité eran[11]:

Luis Hergueta y García de Guadiana

Secretario Técnico del Instituto de Cultura Hispánica

Manuel López Lagos

Vicepresidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Diego María de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano

Augusto González-Besada Estévez

Jefe de la Sección de Radiodifusión del Instituto de Cultura Hispánica y Secretario de la Comisión del I Festival de Folklore Hispanoamericano

 

También se nombró un jurado, sobre los que recaía la decisión de otorgar los premios del festival. Estaba compuesto por algunas de las personalidades más importantes de la música y el folklore de España, lo que muestra que para ser la primera edición se buscó un interés de los organizadores por valorar la calidad musical y escénica. Sus miembros fueron[12]:

Presidente

Manuel García Matos

Catedrático de Folklore del Real Conservatorio de Música de Madrid y Miembro Activo del Instituto Español de Musicología

Vicepresidentes

José Rodríguez Fauré

Compositor y Director de Orquesta argentina

Diego de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Miembros

Enrique Franco Manera

Jefe del Departamento de Programación Musical de Radio Nacional de España y crítico musical del diario Arriba

Antonio Castillo de Lucas

Vicepresidente de la Sociedad Española de Etnología y Folklore

Nieves de Hoyos Sancho

Conservadora del Museo del Pueblo Español, de Madrid

Ángela Capdevielle

Profesora de Música en Cáceres

Manuel Orgaz Muñoz

Jefe del Departamento Audiovisual del Instituto de Cultura Hispánica

Francisco Cebrián Ruíz

Director de la Banda Municipal de Cáceres

José Luís Turina Garzón

Profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano, que actuará en funciones de Secretario del Jurado

 

Entre estos nombres, es de destacar la presencia de dos músicos cacereños ilustres: Manuel García Matos y Ángeles Capdevielle. Ambos fueron claves en la recopilación y difusión del folklore de la provincia, recorriendo todos los puntos de la geografía cacereña. Sin duda, esa excelente labor y reconocimiento nacional contribuyó probablemente a elegir a Cáceres como sede del festival por su tradición folklórica (referencia 1).

Los datos relativos a las agrupaciones inscritas en el certamen reflejan una alta importancia cualitativa y cuantitativa. De acuerdo con el programa oficial (referencia 10), participaron, entre profesionales y aficionados, un total de 21 grupos y 4 solistas, venidos de 13 países diferentes, incluyendo España, que fue la que más conjuntos aportó con 6, de los cuales 5 eran de la provincia de Cáceres.  La suma de participantes rondó las 300 personas. La lista de grupos admitidos está relacionada en la Tabla 1:

Tabla 1. Participantes en la primera edición del festival.

PAÍSES GRUPO O SOLISTA DIRECTOR/A
ARGENTINA Conjunto Criollo Sarha Pupato Bourguet
BOLIVIA Agrupación Folklórica Boliviana Mª del Rosario Heguigorri
BRASIL Trío Sertanejo

Alfredo Mello

 

Yara Lins
COLOMBIA Conjunto Güepajé.

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Yolanda Ortiz

Delia Zapata

CHILE Agrupación Folklórica Chilena

Conjunto Chileno

Raquel Barros

Guillermo Castro

ECUADOR Conjunto Andino Hernán Terán
ESPAÑA Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Coros y Danzas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Madrigal de la Vera, Sección Femenina

 

Grupo de Villanueva de la Vera, Sección Femenina

 

Grupos A y B de los Coros Extremeños de Plasencia, Educación y Descanso

 

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, Sección Femenina

FILIPINAS Asociación de Universitarios Filipinos en España Paz Uro Cabato
MÉXICO Ballet Azteca y Maya

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en Españ

 

Belén Ortega, guitarrista

Javier de León

Mardonio Méndez Juprez

 

José Vargas

PARAGUAY Trio Paraguay Tropical Isidro Caballero
PERÚ Centro Peruano

Florencio Coronado, arpa india

 

Eliseo Reátegui
PORTUGAL Rancho Folklórico Ponte Da Barca Arthur Manuel da Rocha
VENEZUELA Rafael Carias Aldrey, Cuatrista

Fuente: Elaboración propia, consultada la publicación Festival de Folklore Hispanoamericano (referencia 10).

  1. CRÓNICA DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

Aparentemente, la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano consistía en un certamen de música popular, en el que los conjuntos folklóricos participantes eran evaluados por un jurado, con la consiguiente entrega de premios. No obstante, el espíritu del festival se extendía más allá del de ser un mero concurso, dado que durante esos días se vivía un gran ambiente festivo en las calles de la ciudad, con la organización de diferentes actividades[13].

La inauguración tuvo lugar el día 2 de junio de 1958. Hacia la 13:00 horas, los grupos participantes se encaminaron desde la Plaza Mayor en un colorido desfile hacia la Iglesia de Santa María, donde tendría lugar el primero de los actos oficiales del programa, presidido por el Obispo de Coria-Cáceres, Manuel Llopis Ivorra. Se cantó una salve dedicada a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Hispanidad, y se interpretó, por primera vez en España, Salve Regina en Fa, del compositor venezolano José Ángel Lamas, ejecutada por el Coro de la Schola Cantorum del Seminario Mayor Diocesano de Cáceres y la Orquesta Sinfónica de Cáceres, con la dirección del compositor argentino y miembro del jurado José Rodríguez Fauré[14].

El periodista Luis Losada, en su crónica del periódico ABC[15], hace una descripción de los demás actos que se siguieron en esa mañana, además del ambiente que se respiraba en la ciudad:

«A la salida de la iglesia, era imposible moverse con holgura por la plaza de Santa María. Los guardias se veían impotentes para abrir un pequeño camino que permitiese el tránsito de las agrupaciones hacia la Plaza Mayor. […]A las dos [14:00 horas], esta plaza de Cáceres, la mayor de Extremadura, resultaba pequeña. Ante las escaleras del ayuntamiento se pudo conseguir un angosto espacio en el que se agruparon los conjuntos. En lo más alto de ellas el Ministro de Justicia, acompañado de las autoridades, saludó a todos los jefes de los conjuntos participantes y seguidamente se izaron las banderas de los grupos participantes».

Durante las noches del 2 y 3 de junio tuvo lugar en la Plaza de Toros de Cáceres la fase de concurso, en la que cada grupo o solista interpretaba su repertorio en uno de los días, en un espectáculo que rondaba las 3 horas y media[16].

Manuel Orgaz Muñoz, miembro del jurado, recogió en Cuadernos Hispanoamericanos[17] una detallada crónica sobre los dos días de actuaciones:

  • El primer día de competición comenzó en «esa hora mágica en que atardece y anochece a la vez. El coso ibérico contempla ahíto de público, pandereta multicolor, a doce países que cantan y bailan para Extremadura, su cunaLa función la abrió el Trio Paraguay Tropical, con una excelente interpretación del arpista: «¡Cómo tiembla el arpa del niño paraguayo!» A continuación, la Agrupación Folklórica Boliviana, con las danzas ágiles típica de los Andes. Posteriormente, el solista Florencio Coronado mostró sus grandes dotes al arpa india del Perú, considerado como una leyenda en su instrumento. Seguidamente, «salían al ruedo de las faldas de las mozas, esas bellas, enjoyadas canciones del riquísimo folklore extremeño», con el Grupo de Madrigal de la Vera. Tras esta actuación, saldría el solista Rafael Carias Aldrey, interpretando con su cuatro venezolano, instrumento nacional de su país, «la mágica constelación de los joropos, golpes y galerones». La noche continuó con la Agrupación Folklórica Chilena, cuyos bailarines iban ataviados con «la estampa campera de huasos, con ancho sombrero, chaqueta breve y pantalón justo, y las mujeres con amplia falda y pañuelo en la mano». Entre otras, interpretaron la danza típica de Chile, la cueca, donde la mujer esquiva al hombre adornándose ambos con un pañuelo blanco en una danza de cortejo. Cruzando los Andes, llegó el momento de Argentina, con el Conjunto Criollo, que destacó con el «romántico baile de parejas El Cuando y La Firmeza». Más tarde, continuaba Los Coros Extremeños de Plasencia, que mostraron «la auténtica voz y paso del valle del Jerte». Es reseñable que por rebasar el número máximo de participantes y el tiempo de actuación les hizo perder el primer premio, «que bien tenía ganado por su perfecta, versión del Son brincao o de los Bailes placeros». Era el turno del Trío Sertanejo, que con el «ferviente ritmo» de sus bailes brasileños conseguiría «los aplausos de un público cautivado». De nuevo, era la ocasión del folklore extremeño, con «los bellos bailes de la Vera» a manos del grupo de Villanueva de la Vera, de la Sección Femenina. Cerrando esta primera noche de actuación, el Ballet Azteca y Maya de México, con «la admirable sorpresa de luz, color, belleza y folklore imaginado de sus impresionantes […] danzas guerreras aztecas».
  • La segunda jornada de concurso comenzó con la representación del Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en España, que mostraron una serie de bailes criollos «al son de arpa, jarana, violín y guitarras». A continuación, entraron en escena «un grupo de niñas de Cáceres», que formaban el Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, de la Sección Femenina. Posteriormente, fue el turno del Conjunto Andino de Ecuador, con sus cantos quechuas en «tono menor, imitación de pájaros y rumores sordos de percusión». El cantante Alfredo Mello interpretó una «bella antología brasileña» de canciones de «ritmo suave y pausado». Después participaría la Asociación de Universitarios Filipinos en España, cuya «selección acertadísima de su folklore se ganó el emocionado aplauso del público». Destacó especialmente con Tinikling, en la que los bailarines «saltan, danzan, esquivan, por entre la norma estricta de dos cañas de bambú que abren y cierran el resorte de su ritmo». Más tarde, participarían los grupos universitarios de Colombia, Chile y Perú, que trazaron «sucesivamente una bella lección de los folklores criollos del Pacífico», que levantaron al público «con palmas al son del compás». A continuación, se vivió uno de los momentos de mayor emoción, al ofrecer a los asistentes de «su mejor saber popular». Era el momento de «las muchachas cacereñas», el Grupo de Coros y Danzas, de la Sección Femenina. El repertorio escogido fue Jota del Candil, El arbolito y Alborada del Casar. El autor de la crónica quedó impactado con la belleza del traje regional montehermoseño de Extremadura, afirmando que era «uno de los símbolos folklóricos más hermosos de las tierras de España». La soprano mexicana Belén Ortega consiguió «devolver al rico folklore de su tierra calidades de noble intérprete». El penúltimo de los grupos fue Folklore Colombiano de Delia Zapata. «La vitalidad y energía» de sus bailes, acompañados de «una percusión africana» con multitud de instrumentos, lograron «quedar sin aliento a todo el público» que aquella noche allí se reunía. El broche final del festival se dio con el Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, de la Sección Femenina, que, «con la sobriedad de trajes, el trenzado de pies y el perfecto ajuste de danzas y castañuelas, consiguieron el imposible de sorprender, después de la sorpresa colombiana».

 

Para dar por concluido las actuaciones de concurso, la agrupación de Coros y Danzas de Cáceres, de la Sección Femenina, por su carácter de anfitriona, interpretó la jota más representativa de su tierra, El Redoble. El público acompañaba emocionado al ritmo de las palmas, mientras que la mayoría de grupos se unían al baile por el escenario y el ruedo, en un auténtico ambiente festivo (referencia 1).

Concerniente al segundo día, es de destacar además la memorable actuación del grupo mexicano de los Indios Voladores del Espinal (Veracruz) (Figura 2 y 3). A la 13:00 horas, sobre una plaza Mayor de Cáceres abarrotada, se levantaba un imponente poste de 30 metros de altura. Tras una danza de la princesa azteca y los 14 hombres que componían la agrupación, cinco de ellos comenzaron la ascensión a lo alto del mástil. En la cima, sobre una plataforma, un indio totonaca bailaba con fuerza mientras marcaba el compás con una flauta y un tamboril, lo que hacía oscilar el poste. La emoción se desató en los asistentes cuando cuatro de ellos se lanzaron al vacío atados por los tobillos, para ir desciendo lentamente de manera acrobática dando 13 vueltas sobre el mástil hasta llegar al suelo (referencia 16). Una crónica radiofónica recogió que «la ovación que sonó quedó empotrada para siempre en todas las paredes de la plaza. Ya no hacía falta más para consagrar el festival[18]».

 

 

 

Figura 2 y 3: Actuación del Grupo de los Indios Voladores del Espinal en la Plaza Mayor de Cáceres. Fuente: Archivo fotográfico de Juan Ramón Marchena, en el Archivo Municipal de Cáceres

 

 

 

Aún, transcurridos ya 64 años, el espectáculo perdura en la memoria de aquellos mayores que asistieron siendo niños o jóvenes, como he podido comprobar en diferentes testimonios personales.

Esta actuación fuera de concurso no sería un hecho aislado. A lo largo del día, los grupos realizaban pasacalles musicales y representaciones improvisadas de su folklore en diferentes puntos de la ciudad monumental. Según los organizadores, permitía a los cacereños conocer más de cerca a los componentes de los grupos, hablar con ellos, observar con más detalle sus trajes y, en definitiva, confraternizar y fomentar el intercambio cultural (referencia 1). En la Figura 4, se puede observar una de las actuaciones en la Plaza de Santa María.

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 4. Actuación del Ballet Azteca y Maya en la Plaza de Santa María de Cáceres. Fuente: Filmoteca Española

 

En la época en la que se celebró la primera edición del festival, en Cáceres dominaba un atraso social y económico, el conservadurismo de una pequeña ciudad y el sentimiento de abandono histórico. Por consiguiente, no es de extrañar que la idea de Hispanidad que había confeccionado el régimen calara rápidamente en la sociedad extremeña, especialmente entre los intelectuales y dirigentes políticos, puesto que se evocaba la época gloriosa en la cual la región desempeñó un rol trascendental en la historia de España, y, por tanto, se reforzaría su identidad en el presente. Se comprende así el gran impacto y buena aceptación que el festival despertó en la población cacereña, pues proporcionaba una visibilidad de la ciudad hasta entonces inédita durante el franquismo (referencia 1). La prensa local recogió el entusiasmo con el que los cacereños vivieron estos días, en el que horas antes de las actuaciones abarrotaban las sillas y palcos de la Plaza de Toros. Incluso, el éxito de publico del primer día motivó la decisión de la organización de suprimir el telón de fondo del escenario, con el objetivo de que más localidades fueran aprovechas (referencia 16).

En la mañana del 4 de junio, tras la última reunión del jurado, se hizo público el fallo del festival. Siguiendo las bases, el resultado final se tomó de acuerdo con el criterio principal de autenticidad y conservación de la pureza del folklore que se interpretaba, además de la correcta ejecución. El resultado se anunció en el salón de actos del Ayuntamiento, y durante un Vino de Honor final se repartieron los premios. Las agrupaciones vencedoras fueron[19]:

Medalla de Oro

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza

Premio Ciudad de Cáceres (5.000 pesetas)

Agrupación Folklórica Chilena

Premio Provincia de Cáceres (5.000 pesetas)

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Premio Instituto de Cultura Hispánica (5.000 pesetas)

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

 

Finalizadas las actuaciones en Cáceres, continuaron los actos en la provincia, donde realizarían unas jornadas de exhibición:

  • El día 4 llegaron a Trujillo, donde serían recibidos por las autoridades locales en su Plaza Mayor, ofreciendo una corona de laurel ante la estatua de Francisco Pizarro. La actuación de los grupos tuvo lugar a las 19:00 horas en el Patio de Armas del Castillo. La visita en la localidad finalizaría con una cena para los artistas y autoridades.
  • El 5 de junio, se desplazaron hacia Plasencia, donde actuarían en el Campo de Deportes a las 23:00 horas.
  • Finalmente, pondrían rumbo a Madrid, ciudad donde se clausuraría la primera edición del festival con una gala celebrada en el Teatro Español (referencia 10).

 

 

  1. MATICES POLÍTICOS DEL FESTIVAL

En el discurso de clausura que pronunció Blas Piñar López en el acto de entrega de premios[20], comenzó aclarando el término “Conquistador”, dado que «suena mal a oídos de nuestro tiempo». Se justifica contando una pequeña historia en la que unas niñas indígenas dijeron a un arzobispo español que «el conquistador fue un hombre, un caballero bueno y valiente que nos mandó el rey de España para hacernos cristianos», remarcando que «esa es nuestra conquista», lo que levantó los aplausos de los presentes.

También, lanzó un mensaje de unidad y hermandad entre las naciones Hispanoamericanas a través del mestizaje. Para ello, Blas Piñar afirmó que «es honra de nuestro pueblo y de nuestra raza […] y a España la transformamos en lo hispánico y en lo español cuando se hace mestiza». Para justificar y ensalzar la creación del festival folklórico, expone que el mestizaje no es solo «de la carne y de la sangre […]también de nuestra música que veíamos ayer en el tipismo de vuestras danzas, donde se combinaba el África primitiva, la América autóctona y este soplo de espíritu de los hombres de occidente, de los hombres de la península ibérica, nosotros predicamos el mestizaje de espíritu».

Continuó su discurso haciendo referencia al papel de España como guía y tutor en el mensaje de unión entre los pueblos. Simbolizó el alto mástil de la actuación de los indios voladores en la Plaza Mayor de Cáceres con una «antena de radio, desde la cual un hombre de nuestra estirpe espiritual se levantaba para decir: pueblos hermanos de América y Filipinas, pueblos de la cristiandad, vamos a hacer nuestra gran misión, nuestra gran marcha, nuestro gran mensaje», redondeando esa idea proclamando que esa «gran convocatoria empezara aquí, desde España, desde Extremadura, desde Cáceres, [y denominar a la Plaza Mayor como] Plaza Mayor de la Hispanidad».

Para finalizar, y con el objetivo de tener un símbolo que reforzara la pertenencia a un mismo grupo, propuso la creación de un «himno hispánico». Animó a compositores y poetas en su confección de cara a ediciones posteriores del festival, proponiendo las primeras estrofas que él mismo había escrito:

 

 

 

«Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

por la fe, por la patria y el pan,

luchemos unidos dispuestos a morir y triunfar,

Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

la consigna de hoy, la unidad,

las banderas en alto enlazadas por la fe,

por la patria y el pan»

 

  1. 6. ECOS DEL FESTIVAL

La primera edición del festival obtuvo una gran respuesta de público y de relevancia política. Todas las partes implicadas en su organización quedaron altamente satisfechas. El primero de ellos, su creador, Blas Piñar López, que prometió a los cacereños «seguir en la brecha, hacer que el certamen se repita de un modo periódico y trabajar sin descanso para que la cita sea unánime y total y que, al fin, ganando los mejores, ganemos todos» (referencia 10). Tal fue la gratitud de la ciudad con Piñar por la asignación del festival, que la Excma. Diputación Provincial de Cáceres le nombraría Hijo Adoptivo de la Provincia el 22 de mayo de 1959. Como si este gesto no fuera suficiente, también fue nombrado como Hijo Adoptivo de la Ciudad en 1962 (referencia 5).

La ciudad también tuvo un especial reconocimiento con el Gobernador Civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. En el acta de la sesión semanal ordinaria del ayuntamiento, con fecha de 7 junio (referencia 6), se hizo constatar el agradecimiento «por su actuación abnegada y eficaz en pro del prestigio y auge de nuestra ciudad, y su incansable cooperación en el mantenimiento de sus directrices históricas proyectadas en actos que como los constituidos en el I Certamen Folklóricos de la Hispanidad tanto han supuesto en el mantenimiento de la primacía espiritual cacereña en el mundo hispánica».

Por último, en el mismo documento se hace mención expresa a Diego María Silva de Alcántara, por ser el principal responsable del ayuntamiento en la organización del evento. Su acertada labor no pasó desapercibida, y fue galardonado con la distinción de miembro del Instituto de Cultura Hispánica poco después[21].

Esta primera edición del festival supuso una prueba de fuego para comprobar si este tipo de certamen podía ser viable y tener aceptación. El éxito rotundo obtenido hizo que Cáceres continuara siendo sede de los mismos hasta 1970, además de que el formato se copiara y se extendiera a otras ciudades de España[22].

  1. EPÍLOGO: LA CUARTA CARABELA

Como es sabido, y se recoge en otro trabajo presentado en estos Coloquios[23]:

«Una flota formada por las carabelas Santa María, Pinta y Niña, con tripulación de castellanos, andaluces y extremeños, zarpó del puerto de la villa de Palos (Palos de la Frontera, Huelva) el 3 de agosto de 1492, con el objetivo de llegar a la isla de las Especierías navegando con rumbo Oeste; la primera capitaneada por el experto navegante Cristóbal Colón (Génova, Italia, 1451-Valladolid, España, 1506), al servicio de mencionados reyes como almirante, virrey y gobernador de las Indias; la segunda y la tercera capitaneadas por los expertos marinos y descubridores hermanos Martín Alonso Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida, Huelva, 1493) y Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1461-1462 – Sevilla, 1514). Al amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, avistaron y después arribaron y exploraron una isla ignota del océano Atlántico, habitada, llamada Guanahani por los aborígenes (pequeña isla de las Lucayas), a la que Colón llamó San Salvador. Tras los descubrimientos de La Española o Santo Domingo, Juana o Cuba, y otras islas de las Antillas, la Pinta y la Niña zarparon el miércoles 16 de enero de 1493; la Pinta arribo a Bayona de Galicia al final de febrero de ese año y entró en el fondeadero de Palos en marzo, donde estaba anclada ya la Niña; ésta, capitaneada por Colón, arribó primero en Lisboa el 4 de marzo de 1493 y once días después en Palos. No habían llegado a la isla de las Especierías, que era el objetivo».

Pues bien, fruto del I Festival Folklórico Hispanoamericano, surgió la idea de llevar el evento al cine. En 1961, se rodó la película titulada La cuarta carabela, dirigida por Miguel Martín. Al igual que el propio certamen, en la película trasluce reiteradamente el discurso de Hispanidad; supone una fuente gráfica de gran valor para evocar la atmósfera que se generaba en la ciudad durante esos días, puesto que parecía más un documental de folklore por las abundantes escenas de música y baile de los conjuntos por las calles de Cáceres[24]. A título de ejemplo, se muestra la Figura 5.

 

 

 

 

 

Figura 5. Fotograma de la actuación bajo el Arco de la Estrella de un grupo de Haití, en Cáceres. Fuente: La cuarta carabela

 

En un momento de la cinta[25], se explica el significado del título escogido. Uno de los protagonistas, interpretado por Rafael Bardem, explica a su nieta que además de las tres carabelas con las que Colón viajó a América existía una más, «la mejor de todas […]. Es el espíritu que flota sobre las otras tres cada día más fuerte, navegando de orilla a orilla de Hispanoamérica», haciendo alusión al folklore musical que traían los artistas extranjeros al festival de Cáceres (referencia 1).

 

  1. CONCLUSIONES

El primer Festival Folklórico Hispanoamericano cumplió sobradamente las expectativas de los organizadores, tanto por el respaldo y entusiasmo de los cacereños como por la repercusión y seguimiento que originó en medios de comunicación de tirada nacional. Prueba de ello es la continuidad del mismo durante doce años más y la extensión del formato a otras ciudades.

Para el régimen franquista, este evento supuso un gran altavoz para difundir sus ideales de Hispanidad, reforzando a España como “madre patria” de Iberoamérica y proyectándose como una nueva época de fraternidad entre países iguales.

Sin embargo, esa intención política no fue en detrimento de la calidad musical. En las bases, se insistía en la valoración de un folklore lo más auténtico y puro con sus raíces. Además, muchos de los participantes eran considerados de referencia en su campo, y el jurado estuvo integrado por algunas de las personalidades más relevantes del folklore musical español.

Por último, el certamen favoreció a una región como la extremeña con escaso interés y relevancia política en el país. Puede considerarse como un hito histórico para la ciudad, al ser el primer gran evento internacional que se celebraba, y que sacó de la monotonía durante unos días a una pequeña provincia con pocos recursos.

 

AGRADECIMIENTOS Y RECUERDOS

            Al personal del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Archivo Histórico Provincial de Cáceres y del Archivo y Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres por su amabilidad y atención prestada en mis visitas.

A mi tío y padrino José Pastor Villegas, por mostrarme siempre su entusiasmo y pasión en el bonito campo de la investigación, para dar a conocer y difundir el pasado histórico de nuestra rica y no siempre bien valorada tierra.

Finalmente, este trabajo me trae al recuerdo a mi entrañable tío Joaquín García-Plata Quirós, in memoriam, entusiasta defensor de la cultura popular cacereña, que con sus vivencias siempre me trasmitía el amor por su querida ciudad de Cáceres. Sirva este trabajo como una pequeña dedicatoria hacia él.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO

Archivos:

Archivo Histórico Municipal de Cáceres: Libro de actas de sesiones municipales 1958 (Caja 90).

Publicaciones:

BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943). Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, (41), 43-66.

BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

Extremadura (3 de junio de 1958), 7.

GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes [archivo de video] (703).

O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

 

[1] PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

         [2] BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943).

Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, (41), 43-66.

[3] MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

[4] CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

[5] PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

[6] Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Cáceres, caja 90. Libro de actas 1958.

[7] NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes, (703).

[8] CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

[9] S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

[10] S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

[14] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

[15] LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

        [16]  Extremadura (3 de junio de 1958),7.

[17] ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

[18] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

[19] BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

[20] PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

 

[21] O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

[22] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

[23] PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

[24] GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

[25] MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

Nov 172022
 

Ángel Paule Rubio

Llegará un tiempo en los últimos años en que el Océano aflojará los lazos en los que hemos estado atados en que revelará una tierra inmensa… y Tule ya no será el más remoto de los países.

Séneca

No todos los días uno se levanta y dice: Voy a dar la vuelta al mundo. Hay que planteárselo. Miedo, misterio, curiosidad, aventura, riqueza. Para aquellos hombres, acostumbrados a burlar las tormentas, a dominar el timón, a izar y arriar velas, no debía de ser  tan preocupante. Hambre, sed, cansancio, tribulaciones, miedos, puede que sí, pero todo junto no parece nublar el horizonte de la fama.

Tripulación, Magallanes y Elcano van a estar con nosotros  en estos Coloquios Trujillanos dando la vuelta al mundo.

UN ANTES

Aristóteles, aficionado a la observación, se ocupó de la estructura del  universo, basó su modelo en las esferas celestes de Eudoxo a quién estimaba por sus inigualable logros en astronomía. Como ayudante de investigación, en su proyecto cosmológico, eligió al astrónomo Calipo, juntos, Aristóteles y Calipo, elaboraron un modelo coherente, simétrico y agradable de contemplar que figura  entre las más estimulantes cosmologías equivocadas de la historia. “De Caelo”  que seduciría  y engañaría al mundo durante siglos. En el centro había una Tierra inmóvil.

Tolomeo, astrónomo, matemático y geógrafo, siglo II, escribió su libro “Almagesto”. Para él “La tierra es el centro” y el Sol gira a su alrededor. Teoría Geocéntrica. Predecía  los movimientos del   Sol, la Luna y las estrellas con mayor precisión  que todos sus adversarios. El sistema Tolemaic llegó a ser considerado, no como un modelo mecánico del universo, sino como una ficción matemática útil, sin embargo se estima que el universo tolemaico medía ochenta millones de kilómetros de radio, lo cual significa que podía caber fácilmente en las dimensiones, que según sabemos ahora, son las de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.

La búsqueda del Paraíso Terrenal. Los relatos bíblicos  estaban presentes en los navegantes: “que el imperio del Preste Juan estaba relacionado con él. Plantó el Señor Dios un jardín en Edén, al Oriente.”

Un navegante genovés, Colón, al servicio de Enrique, observó con ansiedad la Estrella Polar hasta entonces guía de todos los navegantes europeos, desapareció de la vista, pero a manera de compensación, aparecieron seis grandes estrellas brillantes de la Cruz del Sur.

Colón llegó a Sagres después de luchar en la batalla del Cabo de San Vicente y esperaba una mano de Dios y la había encontrado en Enrique. Se consideró a si mismo Christophoros, portador de Cristo cuya misión era descubrir un nuevo cielo y una nueva tierra. Creyó que la distancia entre las Islas Canarias y las Indias era de 3550 millas náuticas, menos de un tercio de lo real. Se lo presentó al rey Enrique el Navegante, que no aceptó.

DESCUBRMIENTOS GEOGRÁFICOS

Todo período histórico tiene sus raíces enclavadas en el que le precede y prepara su aparición en los tiempos siguientes, nunca se dará un salto en el vacío ni se producirá un corte absoluto del pasado. La transformación desde el siglo XIII y XIV al XVI y XVII es profunda  y por ello hemos de calificarla como tiempos modernos.

Los descubrimientos geográficos a finales del siglo XV se concentraban en el Mediterráneo. Venecianos y Genoveses traían mercancías exóticas del Extremo Oriente hacia los puertos mediterráneos orientales que vendían a toda Europa.

LOS GRANDES INVENTOS

A finales del S. XIV y comienzos del S. XV, aparecen los grandes inventos. La imprenta produce una revolución intelectual por la rápida difusión  del conocimiento. La pólvora modifica las formas de lucha. La brújula permite los grandes descubrimientos geográficos, conociendo así la propiedad de la aguja imantada que señala el polo norte. El telescopio nos hace observar objetos muy distantes, especialmente los astros. Los portulanos, mapas costeros. El astrolabio y el sextante.

Existía entre los comerciantes un vivo deseo de encontrar un camino rápido para ir a las Indias desde donde venían las telas preciosas, perfumes, marfil y sobre todo especias (clavo, canela, pimienta moscada). Todos estos productos llegaban a Europa a través de los árabes por vía terrestre, por Asia, hasta el Mar Negro donde los compraban los marinos genoveses vía Océano Índico y Mar Rojo hasta Alejandría.

REPARTO ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL.

Después del descubrimiento de las tierras oceánicas los Reyes Católicos se habían  dado cuenta del peligro que suponía el choque de intereses entre España y Portugal. Para asegurar sus derechos sobre las tierras descubiertas acudieron al papa Alejandro VI, para que, según costumbre de la época, les otorgara la soberanía de las tierras por él descubiertas. Por las bulas Intercaetera del 3 y 4 de Mayo de 1493 el papa concedió a los monarcas españoles los derechos en dominio, al tiempo que actuando como árbitro entre España y Portugal señaló una línea de demarcación que, de polo a polo, pasaba  a 100  leguas de las Islas de la Azores. A España le correspondían todas las tierras que quedaran al oeste de esa línea y a Portugal las  extendidas al este de la misma. Pero esta frontera no fue aceptada por Juan II de Portugal.

El acuerdo se alcanzó con el Tratado de Tordesillas firmado el 7 de Junio  en 1494 en el que se acordó como límite entre  los dominios de ambos países el meridiano situado a 370 leguas al oeste del Cabo Verde, aunque no especificaba cuál de las islas se trataba, ni tampoco qué tipo de leguas se iba a utilizar. El hemisferio oriental quedaba para Portugal y el occidental para España. Por los Reyes Católicos firmaron Enrique Enríquez de Guzmán (mayordomo mayor de los reyes), Gutiérrez de Cárdenas (Comendador Real de la Orden de Santiago y Contador Real) y el doctor Rodrigo Maldonado. Representando a Portugal firmaron Ruy de Sousa y el magistrado Arias de Almadama.

Después de no pocos intentos de portugueses y españoles para encontrar un paso a las Indias por el Sur de América, un marino portugués, nacionalizado en España, concibió el plan presentado al Rey Carlos I para hallar el deseado camino. Magallanes  se dirigió al Brasil, llegando a la desembocadura del Río de la Plata, descubrió la Patagonia, atravesó el estrecho de su nombre,  internándose en el Pacifico descubrió algunas islas de las Marianas y de los Ladrones y por último de las Isla Filipinas, hallando la muerte en la Isla de Mactán.

Continuaron sus acompañantes hasta que, reducidos a un solo barco de los tres que habían surcado el Pacífico, prosiguieron el viaje al mando del piloto español, Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria (Guipúzcoa), a quién le cupo la gloria de tornar al punto de partida, doblando el Cabo de Buena Esperanza, es decir, después de haber dado la vuelta al mundo.

Magallanes ofreció a  Carlos I abordar las Molucas o de las Especias, a las cuales, por su posición, podría alegar derechos. Las Molucas fueron descubiertas por los árabes y luego por los portugueses. Sin embargo, la bula de Alejandro VI fijó para los españoles todos los territorios que los marinos españoles descubrieran hacia el occidente.

Magallanes salió el 20 Septiembre del año 1519 rumbo del Atlántico oblicuamente para recorrer la costa de América Meridional en busca de algún paso hasta llegar a la Patagonia y Tierra de Fuego penetrando en el Pacífico.

Ya en este mar se dirigió al Norte y después viró hacia el Noroeste tras una navegación  penosa y difícil, en la que el hambre y las enfermedades hicieron numerosas víctimas llegando a la Isla de Guhan del archipiélago de las Marianas el 6/3/1521. Estas islas laz llamaron “de los Ladrones” por sus robos. El nombre de “Marianas” procede de su colonización durante la regencia de  Doña Mariana de Austria, madre de Carlos II de Austria. Descubrieron después el archipiélago de Filipinas.

Las naves que hicieron este viaje fueron: la Trinidad, donde iba el Almirante, San Antonio, Concepción, Santiago y Victoria. Muerto Magallanes toma el mando de la expedición el español Juan Sebastián Elcano que llegó a las Molucas y bordeando África llegó al punto de partida habiendo conseguido por primera vez demostrar la esfericidad de la Tierra. Había dado la vuelta  a la  Tierra.

Facsímil de la Carta de Carlos I a su cuñado el rey de Portugal (1519)

El 28 de febrero de 1519 Carlos I envió la carta desde Barcelona a su cuñado el rey Manuel I de Portugal, casado desde 1518 con Leonor de Austria, hermana de Carlos I, y le tranquiliza sobre la cercana expedición a la Especiería, en la que piensa respetar lo establecido en el tratado de Tordesillas en cuanto a sus posesiones.

Sin embargo la posesión de las Molucas provocó de  nuevo  problemas y para resolverlos se pretendió trazar una línea similar a la de Tordesillas: el antimeridiano. Fueron muchos los intentos técnicos  sin llegar a conseguirlo, ni en tiempos del Emperador Carlos V quién acabó cediendo sus derechos a las Molucas en 1529 a su cuñado Juan III de Portugal por 3750 ducados.

Por otra parte el acuerdo de Tordesillas nos explica que Brasil fuera colonizado por Portugal dentro de una América Hispana. Del mismo modo que las Islas Filipinas fueron incorporadas por España, como una excepción  dentro de Asia.

LOS PERSONAJES COMPROMETIDOS EN EL  VIAJE

La primera vuelta al mundo como tantas grandes empresas de la humanidad estuvo motivada por la voluntad, entusiasmo y deseo de aventuras de muchas personas. Vamos a hacer una selección de aquellos hombres determinantes en los distintos niveles, aptitudes y compromisos.

Fernao de Magalhaes que castellanizó su nombre por Fernando de Magallanes, portugués, nacido en Sabrosa en 1481 y muerto en la isla de Mactán (Filipinas) el 7 de noviembre de 1521 durante un combate con los indígenas. Creció en la Corte de Lisboa de Juan II. Educado en la navegación, el álgebra, la geometría y la astronomía. Concibió un viaje a las Islas Molucas navegando por el Oeste. Presentó su plan al rey de Portugal, que fue rechazado.

Descontento con su rey y país viajó en 1517 a Sevilla en compañía de Rui Faleiro. Presentó su plan al rey de Castilla, Carlos I, quién lo aceptó y lo nombró en 1518 Capitán General de la Armada para que, navegando por el Oeste, llegara a las Islas Molucas españolas, según el Tratado de Tordesillas.

Españolizó su nombre y su nacionalidad al servicio de su rey, ahora, el jovencísimo Carlos I.

Memorial que Magallanes dirige al rey Carlos I, en fase avanzada de sus preparativos cuando parte a la Especiería en Septiembre de 1519. (Archivo  de  Indias, legajo 1º de papeles del Maluco)

“Muy  Poderoso Señor. Porque  podría ser que el Rey de Portugal quisiera en algún tiempo decir que las Islas de Maluco están dentro de sus demarcación y podría mandar cambiar la derrota de las costas y acortar los golfos de la mar ( en sus mapas) quise por servicio a V.A, dejarle declarado las alturas de las tierras y cabos principales, ansí de latitud como de longitud”

Juan Sebastián El Cano. Marinero vasco, más concretamente de Guetaria (1476), con una amplia experiencia en la navegación. Su camino y el de Magallanes se cruzarían en Sevilla en 1518. El Cano tomaría el mando de la nao Concepción para la expedición de Magallanes, sin embargo, asumió el cargo de toda la flota tras la muerte de Fernando en un combate con los indígenas en Mactán (1521).

 Carlos I Rey de España. Nieto de los Reyes Católicos, hijo de Felipe el Hermoso y de Doña Juana la Loca. Nieto por línea paterna del Emperador de Alemania. Nace en Gante en 1500, con una educación recibida en Flandes rodeado de caballeros flamencos, desconociendo los sentimientos del pueblo.

Enamorado de un difícil proyecto que le llegó de la mano de un portugués que, despechado por su propio rey,  había llegado a Sevilla buscando amparo en el joven monarca español. Proponía descubrir el paso desde el Atlántico a las islas de las codiciadas especias a través del mar del Sur. Carlos I  se comprometió a equipar la tripulación de víveres, artillería para dos años de viaje, empeñando en ello su honor y su leal palabra.

El 22 de Marzo de 1518, seis meses después de su llegada. El joven Carlos firmó una capitulación a favor de Fernando de Magallanes.

Tras un reinado de conflictos bélicos y religiosos por toda Europa, se retiró al Monasterio de Yuste en 1557, donde murió año y medio después.

Ruy Faleiro, Lisboa 1455-Sevilla 1523. Prestigioso cosmógrafo portugués en cuyos cálculos se basó Magallanes para  considerar que las Molucas se encontraban  en el hemisferio español acordado en el Tratado de Tordesillas. Diseñó junto con Magallanes un  proyecto y una propuesta que habían de contactar con eruditos en la materia como Juan de Aranda, factos de la Casa de Contratación; Diego Barbosa, alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla y el comerciante burgalés, Cristóbal de Haro, representante de los banqueros Fugger. Su plan estaba meditado para presentarlo a Carlos I, y el jovencísimo soberano español los escuchó y aceptó.

En marzo de 1518 se firmaba en Valladolid las capitulaciones entre el rey español y el navegante portugués. Sus objetivos: Búsqueda del paso por el mar del Sur de las Indias que condujera a las Islas de Maluco y a la seguridad de que se hallaban en la zona  española.

Sólo hubo un cambio: Ruy de Faleiro se quedaba en tierra por problemas de salud. Otros opinan que Faleiro fue retirado por la Casa de Contratación que dirigía el Obispo de Fonseca, pasando a ocupar su cargo, Juan de Cartagena, su sobrino o hijo natural (depende de las fuentes) pasó a ocupar el lugar del cosmógrafo como persona  conjunta a Magallanes a cargo de la nao San Antonio.

Antonio Pigafetta, cronista de la expedición  al que debemos  con  detalles  todo lo sucedido  en  los tres años que duró el viaje. Nacido en Vicenza (Italia 1480-1534), marinero al servicio de la Orden de San Juan, llegó a Barcelona en 1519. Puesto en contacto con altos responsables de la Casa de Contratación en Sevilla, se incorporó en la tripulación de Magallanes en la nao capitana, la Trinidad. Allí transcurrió la primera actividad a bordo, hasta la muerte de Magallanes en la Isla de Mactán en las Filipinas. Es el más valioso testimonio escrito de la expedición en un diario desde su partida hasta su regreso. Documento clave en el conocimiento de los pormenores del viaje.

Fernando de Bustamante y Cáceres. Nacido en Alcántara (Cáceres) en1494, único extremeño en la primera vuelta al mundo. Acompañó a Magallanes.  Barbero y cirujano, armador y tesorero. Primer hombre que descubrió el Pacífico. Uno de los 18  supervivientes que dio la vuelta al mundo.

PREPARATIVOS DEL VIAJE

Facsímil sobre sueldos anticipados a las tripulaciones de las cinco naos de la armada. Francisco Albo, autor del derrotero de parte del viaje, Contramaestre“ha de  aver  de sueldo a dos mil maravedís por mes. Pagáronsele por el sueldo de cuatro meses adelantados, VIII mil maravedís”

A Juan Sebastián Elcano, “vezino de Guetaria… maestre  de la  dicha nao, ha de aver de sueldo a tres mil marvedis  por mes. Rrescibió, por el sueldo  de seis meses adelantados, XVIII mil maravedís”

Detallada relación de gastos, de incalculable valor a la hora de conocer  cómo se abastecieron y prepararon las naves para el viaje. En el folio 9º (recto) aparece el concepto Carta de marear y quadrantes e etroluios y agujas y rrelojes que se dio a la armada”

(Fondos del IGN. en Archivo General de Indias (Sevilla)  

La armada comienza sus preparativos. Magallanes controla minuciosamente lo necesario para una travesía  dura y posiblemente  larga. No solo  es contar  con mercancías, avituallamiento, para que nada pueda faltar. Casi más importante  es el factor humano. También  requiere tacto para elegir hombres necesarios para  cubrir los puestos  técnicos  de las embarcaciones. El trato de convivencia y servicio prestado o a prestar  a la tripulación si fuere necesario. Valores humanos de servicio y de sacrificio.

El 24 de Octubre de 1518, Magallanes escribe una carta al rey Carlos I en los siguientes términos. Veamos:

Así supliqué  a Vuestra Alteza que mandase proveer con el dinero que faltaba para cumplimiento de los 16.000 ducados sin los cuales no se podía acabar porque Señor yo veo que tan poca  cantidad no bastará para cargar las naves de especierías y sería  gran pérdida venir vacías, Vuestra alteza hubiese por bien de dar más cantidad de mercaderías(…)Asimismo pedí a Vuestra Alteza que mandase proveyesen a  los oficiales de la Cada de la Contratación para que paguen la costa que se hiciese en la artillería y armas y pólvora( ) Humildemente suplico con este correo mande proveer en todo de manera que Vuestra Alteza sea bien servido y nosotros bien tratados”

PRIMER VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO

El viento azotaba la bandera de un templo, y dos  monjes disputaban sobre la cuestión. Uno de ellos decía que la bandera se movía, el otro que se movía el viento. Argumentaban sin cesar. Eno, el Patriarca dijo.” No es el que el viento se mueva; no es que la bandera se mueva; es que vuestras honorables mentes se mueven.

                                                                                           Doctrina Sutra       

Sí, ciertamente sí, las mentes se movían.

Comienza la “Era  Atlántica” para Europa.

  • Formación del capitalismo, con el deseo de dominar las rutas comerciales y los mercados del Extremo Oriente. Para controlar la producción de especias, seda, piedras preciosas.
  • Aparece el espíritu aventurero, luchando por lo desconocido.
  • Inventos técnicos: Mapas. Construcción de naves. La brújula, factor clave  en la navegación. La esfericidad de la Tierra, que por error de cálculo se consideró que las costas del Este en el Extremo Oriente se encontraban enfrentadas con el extremo occidental de Europa, lo que les llevó a pensar a los navegantes que yendo hacia el Oeste llegarían a los países productores de los bienes de la especiería.
  • La imprenta, la herramienta más precisa y preciosa para difundir los saberes.

El comercio se universalizó y el Mediterráneo pierde su primacía y a partir  del 1530.

La ruta de América controlada por Castilla por la Casa de la Contratación de Sevilla, lo hacía hacia Veracruz, Cartagena de Indias y Nombre de Dios. Dos expediciones al año. Una en primavera a Veracruz (México) y otra en verano hacia Nombre de Dios (Panamá). Ambas se unían en Marzo en La Habana y regresaban juntas a España.

 

EL GRAN VIAJE

El viaje comenzó en Sevilla el 10 de agosto de 1519. Cinco naves capitaneadas por Fernando de Magallanes, equipadas para una gran travesía se deslizaban hacia Sanlúcar de Barrameda, puerto que  da al Océano Atlántico. Salen de allí el 20 de Septiembre de 1519 camino de las Indias Orientales navegando hacia el oeste, siempre en  mares castellanos para llegar a las islas de la Especiería.

El número de hombres embarcado fue de 237. El 6 de Septiembre de 1522 a bordo de la única nave, la Victoria, llegaron 18 supervivientes y al menos tres indios de las Molucas, al puerto de Sanlúcar de Barrameda. El 8 de Septiembre de 1522 alcanzamos Sevilla donde la nave fue descargada para vender la codiciada mercancía, unas 60 toneladas de clavo, que sufragó los gastos totales de la expedición.

Por primera vez fue confirmada la esfericidad de la Tierra y  la continuidad de todos los mares.

El 20/9/1519 partieron de Sanlúcar por el SO. arribando en Gran Canaria para repostar, carne, agua y leña.

El 3/10 /1519 pasaron por Cabo Verde frente a las costas de Senegal, lloviendo sesenta días sin pausa, alcanzaron los 14 grados. Huracanados vientos pusieron en peligro nuestras embarcaciones. Nos acompañaron ciertos peces grandes, que llaman tiburones. Peces que volaban. Pasamos la línea equinoccial y perdimos de referencia la estrella Polar. Navegamos Sur-So hasta una tierra del Verzin en los 23 grados y medio del Polo Antártico, hicimos acopio. Anclamos en Río de Janeiro.

27/12/1519. A los 34 grados desembarcaron y encontraron  unos hombres que se llaman caníbales, eran gigantes. La mayor de las islas se llama Cabo de Santa María. Todos pensábamos que desde allí  pasaríamos al Mar del Sur. Continuamos rumbo al Polo antártico. Costeando. Alcanzamos los 49 grados del Antártico. Descubrieron buen puerto para invernar y permanecieron allí, sin ver a nadie, dos meses.

21/8/1520. Después de los 52 grados encontramos un estrecho que denominamos “Cabo de las Once mil Vírgenes”. Este estrecho tiene de largo 110 leguas y un ancho como de media legua. El capitán general destacó dos naves, la de San Antonio  y la Concepción para que viesen si la boca de la parte del siroco desembocaba en el Mar Pacífico. La nao San Antonio no quiso aguardar a la Concepción, pues se proponía volver a España, lo cual hizo. Su piloto, Esteban Gómez, odiaba al Capitán General.

Llamó a este estrecho “Estrecho Patagónico”.

Magallanes con exceso de autoridad mandó descuartizar los cadáveres de Quesada y Mendoza y abandonó a Cartagena (hombre puesto por el rey y el obispo) y a Sánchez Reina, (Clérigo que se opuso a él) ,en una isla desierta.

Magallanes optó por primera vez someter a juicio del resto de los mandos qué decisión deberían tomar. Allí estaba el paso. Atravesarlo en busca de las Molucas o volver a España. Esteban Gómez, el piloto de la nao San Antonio, sabiendo que tenían alimentos para tres meses aconsejó volver a España. Fue la única objeción. Magallanes no aceptó  y a finales de Noviembre se atravesó por primera vez el paso que conocemos como Estrecho de Magallanes. Pigafetta da cuentas de nebulosas que bautizaron con el nombre del navegante y de la estrella que la denominaron “Cruz del Sur”. Avistaron lejanas hogueras que dieron nombre al mundo que dejaban atrás “Tierra del Fuego”. Felices en un  mar  en calma,  al que por tal características llamaron “Pacífico” pusieron rumbo hacia la línea del ecuador y a las ansiadas islas. No se habían percatado de que estaban a la misma distancia de las Molucas  y del continente europeo. Calor, sed, escorbuto. Mueren una veintena de hombres. Habían recorrido ya más de 1300 millas cuando llegaron a la actual isla de Guam, en las Marianas. Las tres naves alcanzaron las islas de San Lázaro, que hoy llamamos Filipinas. Era evidente que las Molucas, en línea del Ecuador, quedaban más al Sur.

28/11/1520. Nos sumimos en el Mar Pacífico.  En tres meses recorrimos cuatro mil leguas del Mar Pacifico, sin ver tierra alguna. Sí hubo algunos islotes deshabitados, por lo que los llamamos “Islas Desafortunadas”.

16/3/1521, Llegaron  a la  isla Zamal. Hubo trueque. Nos obsequiaron con vino de palma, higo, cocos, aceite y vinagre. Bautizamos el archipiélago con el nombre de  “San Lázaro”, ya en las  Islas Filipinas.

28/3/1521. Llegó hasta nosotros una barca de reducido tamaño con 8 hombres. Uno de ellos era de Sumatra y se entendieron perfectamente. En estos parajes los reyes conocen más idiomas. También hubo trueque

.

31/3/1521. El Domingo de Pascua envió el capitán General  al sacerdote con alguna escolta para que preparase donde decir la misa y al interprete para advertir que no íbamos a comer con ellos. Aunque sin más el rey nos envió dos cerdos muertos. Cuando llegó la hora desembarcamos cincuenta hombres sin las corazas pero armados y con la mejor ropa que pudimos. Antes de llegar a la playa disparáronse  seis bombardazos en señal de fiesta. Misa. Al elevar el cuerpo de  Nuestro Señor permanecieron de rodillas y lo adoraban con las manos juntas. Terminada la misa algunos de los nuestros comulgaron. Todos fueron  contentos y llenos de alegría.

15/4/1521.  El Domingo arribaron en Zubu. Todo fue  amistad. El rey dijo que si su capitán quería ser su amigo le enviara un poco de sangre de su brazo derecho y él haría otro tanto, como  símbolo de amistad verdadera. Hubo misa y se bautizaron  unos 500.

26/4/1521. El señor de la Isla de Mactán envió a uno de sus hijos para que se presentase ante el capitán general con dos cabras y diciéndole que él quería rendir entero su tributo pero que el otro señor de allá, Celapulapu, se negaba obedecer al rey de España, y que la noche siguiente le mandara una sola lacha llena de hombres pues el cooperaría en el combate. A medianoche partimos armados con  coseletes y celdas junto al rey cristiano, los príncipes y algunos poderosos. El Capitán General no quiso combatir de momento. Hubo una batalla y una flecha envenenada traspaso la pierna derecha del capitán. Magallanes se defendió heroicamente. Y, asaetado, cayó muerto.

En la isla de Cebú, el cacique salió a recibirlo y le propuso reducir a un jefe rival y muy poderoso, Lapu Lapu, de forma que terminara Magallanes gobernando todas las islas. Magallanes aceptó y se enfrentó a Lapu Lapu que llevaba 1500 guerreros que agazapados en la playa esperaban su momento de entrar en acción. Magallanes pensaba en la victoria. Una flecha alcanzó el muslo de la pierna hiriendo a Magallanes de gravedad, pero él se defendía con heroicidad. Los nativos enfurecidos acabaron con la vida de Magallanes. Tristemente el Capitán ni siquiera había arribado a las ansiadas Islas Molucas. Murió a 1500 millas más al Sur, el 27 de Abril de 1521 en la Isla de Mactán en la provincia filipina entre las municipalidades de Córdoba y Lapu-Lapu a la edad de 41 años. La tripulación de las tres naves que quedaban habían perdido a su mejor guía.

Se dirigen a Borneo. El sultán Siriapada los acoge y les concede vía libre para emprender operaciones comerciales. Un grupo de embarcaciones entre los que se encuentran los hijos de Siriapada son abatidos por Carvalho.

Las dos naves que quedaban abandonaron Borneo y ponen rumbo  a las Islas Molucas. La precipitada decisión de Carvalho hace pensar en cambiar el mando de la nave Trinidad con Espinosa al frente y Juan Sebastián Elcano asciende pasando de maestre a Capitán de la nave Victoria.

Continuaron hacia Molucas el día 17 de Noviembre de 1521 atracando en la Isla de Tidore. Al día siguiente pidieron permiso al rey para comerciar. El 18 de Diciembre 1521 con las naves cargadas de “clavo” se dispusieron partir de regreso a España. Sin embargo ese mismo día se descubrió una vía de agua en la nao Trinidad haciendo necesario una larga reparación. Se acordó que la Victoria volviera a España por la ruta de la India y que la nao Trinidad se quedara en el puerto de Tidore para su reparación y regresar por el Pacifico hasta Panamá. El día 21 la Victoria partió en solitario hacia el Oeste, destino España.

El día 5 de Febrero 1522 desertaron el joven grumete de la Victoria, Martín de Ayamonte y el soldado Bartolomé Saldaña.  Espinosa completó la reparación de la nao la Trinidad y el 6 de Abril de 1522 se hizo a la mar. Una tormenta le impidió seguir y pidieron auxilio al capitán portugués Antonio de Brito, quedando hechos prisioneros con los 17 hombres que quedaban en la nao. Cinco de ellos, entre los que se encontraba Espinosa regresarían a Europa y fueron liberados en 1527.

Elcano, al mando de la Victoria atravesó el Índico dando la vuelta a África, evitando los puertos africanos controlados por portugueses. Completó la primera circunnavegación  de la Tierra. Regresó por Sanlúcar de Barrameda el 6 de Septiembre del año 1522.

 

TRAMOS DEL VIAJE

1º. 10-8-1519: Inicio del viaje desde Sevilla. 20-9-1519: Salida de Sanlúcar-Tenerife

2º Tenerife-Bahía de Santa Lucia entre Río de Janeiro y Sao Paulo. Salida el 30-9-1519. Llegada  13-12-1519. La travesía duró  75 días.

3º tramo. Santa Lucía –Rio de la Plata. Duró 22 días.

4º tramo. Río de la Plata-Puerto de San Julián. Permanecimos 142 días. Encalló la nave Santiago mandada por  Juan Serrano.

5º tramo. San Julián-Puerto de Santa Cruz. Duró  2 días.

6º tramo. Santa Cruz-Estrecho de Magallanes isla de los Ladrones. 18-10-1520/6-3-1521. 139 días. La nao San Antonio, huye a España, por las grandes penalidades, aprovechando la noche. Mandada  por Esteban Gómez. Solo quedan tres naves. Tres días.

7º tramo. Isla de los Ladrones- I. de Guam-i. Homonphan (Filipinas). 9-3-1521/16-3-1521. Siete días.

8º. Filipinas   25-3-1521 /28-3-1521. Tres  días.

9º. Limasawa-Cebú(Filipinas). Salida 4-4-1521/7-4-1521. Tres días

10º. Cebu-Bohol-Mindanao-Isla Cagayau-Palawan. Salida1-5-1521/ 9-7-1521. Deciden quemar la Concepción por falta de hombres. Quedan Trinidad y la Victoria. Recorren el mar Joló. En  Palawan  se avituallan. Caminan hacia la I. de Borneo.

11º. Cagayau-Célebes y Tidore-Molucas-  29-7-1521/ 8-11-1521.vuelven a Mindanao. Estaban a la vista las Islas Molucas. Llegan a Tidore y fueron muy bien recibidos. El 8-12-1521  partieron rumbo a España. Justo a zarpar  advierten un problema en la nao Trinidad. El rey de la Isla le ayuda a repararla. Disponen  que  la Victoria zarpe a España.

La Trinidad se reparó y salió hacia España, pero tuvo que dar la vuelta a los 14 días de navegación y volver a las Islas Marianas donde fallecieron 31 de los hombres. Los demás los hicieron prisioneros, 17 murieron y tres fueron libertados y regresarían a España a principios del año 1527.

12ª Tidore (Molucas)-Timor. 21-12-1521-Llegada 25-2-1522.

13º Timor – Cabo verde. 7-2-1522/ 10-7-1522.153 días. Llegan al paralelo 40º y los vientos le obligan a virar al E.  El 4-5-1521 Creen haber pasado el Cabo de Buena Esperanza. Ponen rumbo al NO y se dan cuenta,  tres días después que están en costas  sudafricanas. Pasan a solo 8 leguas del cabo de Buena Esperanza, no pueden verlo. El 19-5-1522 viran al NE. Están en el Atlántico.

A la altura de Guinea sin comida  y sin poder fondear se producen muertes a un ritmo acelerado. Elcano ante esto toma la decisión, contraria a sus intenciones, de acercarse a la costa africana para su avituallamiento. Recorren la costa africana desde el 14-6-1522/1-7-1522 y Elcano propone llegar a Cabo Verde que lo hace el 9-7-1522. Después de mentirle de dónde venían, los portugueses le dieron cuanto quisieron.

14º Cabo Verde-Sanlúcar.13-7-1522./6-9-1522. 55 días. Atraviesan las Islas Azores. Llegan a Sanlúcar 18 de los 237 embarcado en Sevilla y 3 indios de los 13 embarcados en Tidore.

15º  Sanlúcar-Sevilla.  Salida 6-9-1522. Llegada 8-9-1522.

Un después. Se suceden cuatro hechos fundamentales: Capitalismo Mercantilismo, Revolución comercial y el proceso de globalización.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Aguilera Carbonell LM, et al. Ciencias de la Tierra y del Universo. Editorial Santillana. Madrid. 2005‌
  2. John Villiers. Historia Universal Vol . 18. Club internacional del libro. 1973
  3. Jorge Campos. Colón Biografía Ilustrada. Ediciones Destino. Barcelona 1ª Ed, 1966.
  4. Lucio Anneo Floro. Concepción Historiográfica. Madrid, 1953
  5. Ferris T. Aventura del Universo. De Aristóteles a la teoría del Cuanto. Editorial Crítica. Barcelona. 1990
  6. Artola Gallego M. Textos fundamentales para la Historia. Punto de Vista. 1968.
  7. Adamczewski J. Nicolaus Copernicus and his epoch. Copernicus Society of America. 1978

 

 

 

 

 

ANEXO FOTOGRÁFICO

Imagen 1. Itinerario del viaje de Magallanes y el Cano.

 

Imagen 2. Mapamundi

Nov 172022
 

GERARDO NÚÑEZ, MANO DERECHA DE SÁNCHEZ ALBORNOZ

 

Francisco Rivero

Cronista Oficial de Hinojal (Cáceres)

 

Ponencia dedicada a mi buena amiga María Teresa Pérez-Zubizarreta

 

Gerardo Jaime Núñez Clemente fue un archivero, profesor e investigador que nació en Hinojal (Cáceres) en octubre de 1887 y falleció en Madrid en 1966.

Estudió Filosofía y Letras en la rama de Historia consiguiendo Premio Extraordinario de Fin de Carrera en la Universidad central de Madrid, allá por agosto del año de 1913. Tres meses más tarde en noviembre, entró por oposición en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde destacó en su profesionalidad.

En su carrera sobresalió como prestigioso profesional de la archivística. Fue el brazo derecho de Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos desde 1928 a 1934, donde participó en los trabajos y viajes de recogida de materiales para los proyectos de la entidad cultural.

Por un concurso de traslado, pasó el 14 de julio de 1915 desde Toledo al Archivo Histórico Nacional en Madrid donde trabajó como vicedirector del mismo desde 1948 hasta el 2 de octubre de 1957 que se jubiló, recibiendo varios homenajes, uno de ellos, en 1966, presidido por el entonces director general de Archivos y Bibliotecas, José Antonio García Noblejas. Gerardo Jaime Núñez Clemente falleció en la capital de España el 15 de marzo de ese año, celebrándose su funeral en la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel, en el madrileño barrio de Chamberí.

 

oO0Oo

 

Gerardo Jaime Núñez Clemente nació en la localidad cacereña de Hinojal el 2 de octubre de 1887, situada en la comarca de los Cuatro Lugares. Era hijo del maestro Antonio Núñez Jiménez y de su esposa Juana Clemente Díaz, natural del vecino pueblo de Casas de Millán, y que vivían en la popular calle de la Cruz, donde había nacido a las ocho de la tarde del día anterior su hijo Gerardo, según declaró el padre a las 10 de la mañana del día 3 ante el juez municipal Santiago Segovia Gil para rellenar el acta del nacimiento. La ficha se completa con el nombre de los abuelos paternos: Joaquín Núñez, natural del Casar de Cáceres, y Tomasa Jiménez, de Garrovillas de Alconétar y de los maternos: Vitoriano Clemente y Concepción Díaz, ambos de Casas de Millán.

Antonio Núñez, que había nacido en el año de 1861 en las Casas de Millán, estudió Magisterio y ejerció en Hinojal durante varios años y según la Dirección General de Instrucción Pública, dependiente del entonces Ministerio de Fomento, indica que el 25 de octubre de 1894, se publicó el escalafón definitivo de los maestros de la provincia de Cáceres, en la Gaceta de Madrid, de ese día, y que hoy es el Boletín Oficial del Estado don Antonio Núñez Jiménez apareció con el número 123 y llevaba de antigüedad 5 años, 3 meses y 19 días de servicios en la localidad de Hinojal. Fue tan reconocida su labor en el pueblo de Hinojal que desde hace años tiene dedicada una calle que hace las famosas cuatro esquinas del pueblo con la calle de la Cruz y que va desde la calle de la Laguna hasta la calle Cerro.

En agradecimiento, Antonio Núñez cedió al Ayuntamiento su amplia biblioteca de libros para enriquecimiento cultural de los hinojaliegos. Un servidor de niño leyó varios de estos libros, sugeridos por mi abuelo Juan Francisco Domínguez, entre ellos recuerdo al “Tartarín de Tarascón”, del francés Alfonso Daudet. La biblioteca donada cuenta actualmente con 176 libros, pero eran bastante más y algunos de ellos han ido desapareciendo con los años. Había quien los pedían prestados y después no lo devolvían. Yo sugiero desde aquí al Ayuntamiento de Hinojal que compre una placa y la ponga en esta estantería y que diga: “Biblioteca don Antonio Núñez”, con el fin de que los hinojaliegos sepan quién donó, altruistamente, tantas obras literarias al pueblo.

Antonio y su esposa Juana dieron dos hermanos más a Gerardo, que era el mayor de los hijos: Alejandro Eloy, que nació dos años más tarde, en 1889 y José Alberto en 1893.

Un estudioso del pueblo de Hinojal, Fidel Durán Macarrilla, me amplia la información sobre este maestro con el siguiente texto:

«A don Antonio se le nombra maestro de la escuela nocturna de adultos el 23 de diciembre de 1900, cobrando 200 ptas. anuales. En enero de 1904 el Ayuntamiento de Hinojal tiene con él un contencioso porque no daba las clases y sin embargo las cobraba (no se dice si es porque los alumnos no asistían o porque él no se presentaba).

En 1935 se le hace un homenaje y asiste el obispo Feliciano Rocha Pizarro. Se hace una comida para las autoridades y el Ayuntamiento dona 100 ptas. para que puedan comer los más necesitados del pueblo.

Se le pone su nombre a la calle que entonces se llamaba Calle de La Peña, dado que en la casa número 10 había una peña que sobresalía de la pared.

Fallece en su pueblo natal el 18 de noviembre de 1936 y parece ser que el cadáver es trasladado a hombros por los vecinos de Las Casas de Millán hasta la barca. Desde ahí hasta Hinojal es trasladado de la misma forma por los vecinos de este último. En Hinojal se le hace un nicho que cuesta 54 pesetas y se le pone una placa. (El nicho lo levantaron los albañiles Juan y Andrés Ollero y los peones Félix Montes, Filomeno Molano y Antonio Sánchez)»

 

Como siempre hay colaboradores de uno en el pueblo de Hinojal, pedí a Esther García Lancho que me proporcionara una fotografía de la tumba del maestro en el cementerio. Esta es su leyenda:

 

  1. ANTONIO NÚÑEZ JIMÉNEZ

Maestro Nacional

Falleció en Casas de Millán

el día 18 de noviembre de 1936

a los 75 años de edad

ooOoo

El Ayuntamiento y pueblo de Hinojal

le dedica este recuerdo

 

Un alumno muy brillante

La vida de Gerardo es muy interesante y gracias a la ayuda de su nieto, Juan Antonio Núñez, que me facilita este diploma podremos conocer algo más de la vida de nuestro personaje, escrita con una preciosa caligrafía. Vamos a transcribirla textualmente:

 

EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL

 

POR CUANTO D. Gerardo Jaime Núñez y Clemente, natural de Hinojal, provincia de Cáceres, de edad de veintiún años tiene acreditado en debida forma que reúne las circunstancias prescritas por la Legislación vigente para obtener el TÍTULO DE BACHILLER; habiendo demostrado su suficiencia en el Instituto general y técnico de San Isidro ante los Tribunales correspondientes que le han calificado de Sobresaliente en el ejercicio de la Sección de Letras y de Aprobado en la Sección de Ciencias del grado respectivo terminando estos actos académicos el día primero de julio de mil novecientos nueve.

POR TANTO y en virtud de la facultad conferida a los Rectores, expido a su favor el presente Título sellado con el de esta Universidad y refrendado por el Secretario general de la misma, en Madrid a veintiséis de agosto de mil novecientos nueve.

                                                       El RECTOR

El SECRETARIO GENERAL                                                      Firma del interesado

De este prestigioso Instituto de Madrid, fundado en 1845, han salido primeras figuras españolas del arte y la cultura como Pío Baroja, Pedro Salinas, Alonso Zamora Vicente, Antonio Machado o los Premios Nóbel de Literatura José Echegaray y Camilo José Cela.

Influido por la profesión de su padre, aficionado a las letras, Gerardo estudió Filosofía y Letras (rama de Historia) y se licenció en esta carrera, con Premio Extraordinario por la Universidad Central.

El edificio de la Universidad Central se encuentra en la calle de San Bernardo, número 49, muy cerca del Ministerio de Justicia el Instituto Cardenal Cisneros y el antiguo Colegio Mayor “José Miguel Guitarte” donde residí mientras estudiaba la Licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y ahora reconvertido en el Conservatorio profesional de Música “Amaniel”. Los tres grandes edificios dan a un patio común que era un antiguo claustro del convento de los jesuitas, por eso la calle y el metro se llaman Noviciado, que era donde se formaban los novicios de la Compañía de Jesús. Tras la Desamortización de Mendizábal se instaló un cuartel de infantería y posteriormente, en 1843, la Universidad Central.  Sobre la antigua iglesia jesuítica, el arquitecto Pascual Colomer levantó el Paraninfo de la Universidad Central con alegorías a la cultura universitaria, obras de Joaquín Espalter y esculturas de Ponciano Ponzano. Hoy alberga el Instituto de España, que reúne a todas las Reales Academias de nuestro país.

El 2 de octubre de 1912 (página 16) el periódico monárquico ABC reflejaba en una amplia reseña de la apertura oficial del curso 1912/13 en la que se decía que “con la solemnidad acostumbrada se celebró ayer tarde en el Paraninfo de la Universidad Central la apertura del curso académico. El acto fue presidido pro el rector señor Conde y Luque, a quien acompañaban los decanos de las facultades; los respectivos claustros de catedráticos y los representantes de los diversos centros docentes oficiales tomaron asiento en el estrado”.

El catedrático de la Facultad de Farmacia, D. Marcelo Rivas Mateos, fue el encargado de leer el discurso; versó este acerca de “El profesorado” y en él trató de su situación actual y de la posición que debe ocupar para el mejor cumplimiento de la alta misión que le está encomendada; en último término trató de la organización del profesorado y abogó por que se cree en la Universidad una Escuela de Pedagogía.

Su lectura fue premiada con grandes aplausos, y acto seguido se procedió al reparto de premios a los alumnos que los obtuvieron el curso anterior.

Fueron adjudicados Premios Extraordinarios de Carrera a los siguientes alumnos: Licenciatura en Filosofía y Letras a la señorita Ángel García Rives (Sección de Historia) y a don Gerardo Jaime Núñez Clemente (Sección de Letras). Posteriormente se hace una amplia relación de nombres que fueron premios extraordinarios en las siguientes carreras: Ciencias Exactas, Ciencias Químicas, Derecho, Medicina y Farmacia. Posteriormente se entregaron los Premios de Doctorado en estas ramas universitarias y también a algunos bachilleres.

 

Su primer trabajo

El primer trabajo de Gerardo fue en el Archivo de Hacienda de Toledo. De un total de 20 plazas que se convocaron por una Real Orden del 9 de octubre de 1912 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo ministro Joaquín Ruiz Jiménez, para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos sacó el puesto número 4, con un sueldo anual de 3.000 pesetas, al precio de hoy 18 euros. El primer puesto fue para Juan Ferrer y Oliver, que obtuvo puesto en el Archivo General Central de Acala de Henares.

La documentación está entresacada del número 215 de la Gaceta de Madrid (lo que hoy es el Boletín Oficial del Estado) del viernes 1 de agosto de 1913, durante el primer gobierno del Conde de Romanones, Álvaro Figueroa y Torres (Páginas 265 y 266). Uno de los miembros del jurado que calificó a Gerardo Núñez fue el célebre arqueólogo y académico de la Historia, José Ramón Mélida. La principal labor de este arqueólogo fue la excavación de la ciudad romana de Mérida donde se le concedió dar su nombre a una calle. Con el tiempo fue el director del Museo Arqueológico Nacional.

Por Real Orden del 9 de octubre de 1912 se mandó convocar a oposición para proveer 20 plazas vacantes de Oficiales de tercer grado del Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecario y Arqueólogos, dotada cada una con el sueldo anual de 3.000 pesetas y las demás de igual categoría y grado que también vacaren hasta el día en que el Tribunal hiciera la calificación definitiva y subsiguiente propuesta, sin más excepción entre estas últimas que las que resultasen en el ínterin amortizadas, por virtud de los reingresos que pudieran solicitar los individuos del propio Cuerpo que se encontraren en la situación de supernumerarios:

2.- Resultando que publicada en forma la oportuna convocatoria en la Gaceta de Madrid y anunciada posteriormente de igual manera la constitución definitiva del Tribunal, no se dedujo por los opositores recusación alguna:

3.- Resultando que el Tribunal, constituido por D. Francisco Rodríguez Marín, como Presidente, y como Vocales, por D. Emilio Ruiz Cañabate, D. José Ramón Mélida y Alinari, D. Manuel Pérez Villamil, D. Cayo Ortega Mayor, don Juan Menéndez Pidal y D. Manuel González Simancas, ha propuesto para cubrir las 26 plazas vacantes el día 11 del presente mes, en que tuvo lugar la calificación definitiva por orden riguroso de mérito, y entendiéndose que los 13 primeros números de la lista han sido adjudicados por unanimidad y los 13 restantes por mayoría absoluta de votos a los opositores siguientes:

  1. D. Juan Ferrer y Oliver.
  2. D. Andrés Sobejano Alsina.
  3. D. Benito Fuentes Isla.
  4. D. Gerardo Jaime Núñez Clemente.
  5. D. Faustino Gil Ayuso,

Los opositores propuestos por el Tribunal para cubrir las plazas vacantes, en acta levantada ante el jefe de la sección correspondiente de este Ministerio (de Instrucción Pública y Bellas Artes) con fecha 14 de los corrientes han elegido, siempre a reserva de que fueran nombrados individuos del mencionado Cuerpo, entre las plazas vacantes, en la siguiente forma:

El 1, Archivo General Central de Alcalá de Henares.

El 2, Archivo de la Chancillería de Granada.

El 3, Museo Arqueológico de Toledo.

El 4, Archivo de Hacienda de Toledo,

El 5, Biblioteca Universitaria de Zaragoza.

En la revista del órgano facultativo del ramo de los Archivos, Bibliotecas y Museos, correspondiente al semestre de enero a junio de 1918 , en la sección de Ascensos se da la siguiente noticia en la sección se informa de lo siguiente: Por jubilación de don Servando Corrales y García, han ascendido: a jefe de segundo grado, don Jerónimo Béckery González; a jefe de tercer grado, don Manuel Ramos y Cobos; a jefe de cuarto grado, don Juan Romera y Navarro; a oficial de primer grado, don Aureliano Castillo y Beltrán, y a oficial de segundo grado, don Gerardo Jaime Núñez Clemente.

 

 

La no asamblea de 1923

Del 23 al 29 de octubre de 1923 se organizó una Asamblea del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Los aciagos momentos políticos de la época- el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre anterior- hicieron que no se celebrase. Hubo numerosas ponencias: Una la del prestigioso archivero Ángel González Palencia, compañero de Gerardo en el archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo desde 1911 y posteriormente en el Archivo Histórico Nacional. Esta asamblea pretendía crear el armazón normativo para archivar documentos.

Las ponencias que fueron publicadas en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, núm. 10-12 (octubre-diciembre de 1923), una de Ángel González, titulada Clasificación, organización y catalogación de los archivos históricos: Bases para unas instrucciones”, en la que argumentaba que “sin instrucciones no hay trabajo fructífero posible”.

La segunda comunicación, titulada “El préstamo de documentos” corresponde a nuestro biografiado, que ya trabajaba en el Archivo Histórico Nacional, en la que abogaba por la necesidad de la publicación inmediata de esas normas sin incidir en su posible contenido. En esta ponencia se decía: En España, en los últimos años, se ha concedido el préstamo de toda clase de documentos, manuscritos y códices del Archivo Histórico Nacional y del General de Simancas, al Centro de Estudios Históricos de Madrid y a la Universidad vallisoletana respectivamente, y, de un modo más restringido, a determinados profesores, siempre con excelente resultado. ¿Porqué, pues, no establecer con carácter general en todos los archivos históricos este nuevo servicio limitado, al menos, a los fondos de carácter local o regional?

Trabajando ya Gerardo en el Archivo Histórico Nacional, aparece en la Gaceta de Madrid del miércoles 4 de febrero de 1931 una Real Orden por la que se publican los sueldos de los funcionarios desde el 1 de enero de ese año, de acuerdo con la Ley de Presupuestos. Hay una amplia relación de nombres entre lo que aparecen el director de la Biblioteca Nacional, Miguel J. Artigas y Ferrando y se confirma en el cargo al funcionario del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos Francisco de P. Álvarez Ossorio y Farfán de los Godos en el cargo de director del Museo Arqueológico Nacional, con un suelo anual de 15.000 pesetas.

También se confirman los sueldos que señala el citado precepto del Real Decreto-Ley de Presupuestos y conforme a los lugares que ocupa cada uno en el escalafón y efectos económicos a partir de 1° de enero de 1931 a los siguientes funcionarios facultativos del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, en el que hay una amplísima relación y ahí figura nuestro biografiado con un salario anual ya de 8.000 pesetas, al día de hoy unos 48 euros.

 

Su labor durante la Guerra Civil

El jefe del Archivo de la Biblioteca Nacional de España, Enrique Pérez Boyero presentó la ponencia “El Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y la protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana” en el Congreso Internacional “Patrimonio, Guerra Civil y posguerra” coordinado por el catedrático Arturo Clorado Castellary que se celebró en Madrid el año 2010. Allí el ponente tenía el propósito de estudiar el papel desempeñado por el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en las labores de protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana durante la Guerra Civil.

Las instituciones que dirigieron su acción durante la mayor parte de la contienda civil fueron la Comisión Gestora del Cuerpo (hasta marzo de 1937) y el Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico y su Comisión delegada en Madrid (desde marzo de 1937 hasta finales de 1938).

Los Decretos de 23 de julio y 1 de agosto de 1936, publicados en la Gaceta de Madrid de 25 de julio y 2 de agosto de 1936, respectivamente indican que “el Gobierno de la República, preocupado por la suerte del tesoro artístico que se encuentra en los edificios ocupados, crea, por iniciativa de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, que “procederá a la incautación o conservación en nombre del Estado de todas las obras, muebles o inmuebles, de interés artístico, histórico o bibliográfico que, en razón de las anormales circunstancias presentes, ofrezcan, a su juicio, peligro de ruina, pérdida o deterioro”.

El Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico tenía como función la de coordinar la labor de todos los establecimientos y servicios de la Administración del Estado relacionados con el tesoro artístico. De sus 22 miembros, incluido su presidente, que era el director general de Bellas Artes, José Renau Berenguer, diez eran funcionarios del Cuerpo Facultativo: José María Lacarra de Miguel, Julián Paz y Espeso, José Aniceto Tudela de la Orden, Tomás de las Heras y Despierto, José María Giner Pantoja, Benito Sánchez Alonso, Juan Vicens de la Llave, Teresa Andrés Zamora, Enrique Lafuente Ferrari y Gerardo Jaime Núñez Clemente.

El presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico, era el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio, nacido en Oliva de la Frontera (Badajoz) y fallecido en Brasil en 1977. Pérez Rubio fue el que salvó buena parte del tesoro artístico español, siendo trasladado a Valencia y a Ginebra, vía Cataluña. Por los años 70 tuve el gusto de poder entrevistarle en Madrid tras regresar del exilio, en un pisito de la Plaza de Tirso de Molina, que compartía con su esposa la escritora Rosa Chacel, a la que tuve el gusto de saludar.

En Madrid, los libros, documentos y objetos arqueológicos incautados por la Junta de Incautación se depositan en la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico Nacional y el Museo Arqueológico Nacional. En estas acciones intervino otro extremeño, de Calzadilla de los barros (Badajoz), el bibliógrafo Antonio Rodríguez – Moñino, quien salvó buena parte del bibliográfico español, colocando los libros y documentos en la Biblio6teca Nacional. Su biblioteca particular junto a la de su esposa María Brey Mariño contenía 17.000 volúmenes, que cedió, a la Real Academia Española y a la Biblioteca de Cáceres.

Según Enrique Pérez Boyero, los profesionales de la Biblioteca Nacional registraron más de 40.000 volúmenes, mientras que en el Archivo Histórico Nacional- donde trabajaba Gerardo Jaime- a 21 de agosto de 1937, se habían inventariado los fondos incautados de las procedencias siguientes: Iglesia parroquial de San Marcos de Madrid, Monasterio de Comendadoras de Santiago de Madrid, Convento de las Comendadoras de Santiago el Mayor, Casa Foronda, Marqués de Miraflores, Conde de Montefuerte, Conde de Casal de Griegos, Retratos de Artistas de Teatro procedentes de la Iglesia parroquial de San Sebastián, Marqués de Perales del Río, Conde de Oliva, Cartas dirigidas al Duque de Sexto procedentes de la Casa del Duque de Alburquerque, Casa Corvera y Conde de Cedillo”.

 

Catálogo Bibliográfico de España de 1945

El 12 de febrero de 1945 se creó en Madrid la Comisión Central del Catálogo Bibliográfico y Documental de España, del que formaría parte el hinojaliego Gerardo Núñez. Firmado por el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, hay una orden del director general de Archivos y Bibliotecas, por la que se crea esta Comisión.

El argumentario para crearla dice lo siguiente: La necesidad de coordinar los trabajos que con plausible celo vienen realizando las distintas Comisiones del Catálogo Bibliográfico y Documental de España, creadas em virtud de la orden ministerial de 18 de octubre de 1944, para dar cumplimiento al Decreto de 29 de diciembre de 1942, exige el nombramiento en Madrid de una Comisión Central, dividida en dos secciones independientes: una de Archivos y otra de Bibliotecas, integradas por personal idóneo en cada una de las especialidades, para recoger, orientar y ordenar la labor iniciada, al mismo tiempo que para estudiar el plan que debe desarrollarse en esta provincia en orden a la catalogación de sus Bibliotecas y Archivos y para preparar la publicación de los materiales que se vayan recibiendo.

La Sección de Archivos estará presidida por el inspector central de Archivos y serán miembros de la misma don Gerardo Jaime Núñez Clemente, don Federico Navarro Franco, don Félix del Val Latierro y don Antonio Matilla Tascón. La Sección de Bibliotecas la presidirá el inspector general de Bibliotecas, y formarán parte de ella don Amadeo Tortajada y Ferrandis, don Nicolás Fernández-Victorio y Pereira, don Francisco Tolsada y Pizaco y doña Matilde López Serrano.

La finalidad de ambos grupos de trabajo era la de catalogar el tesoro documental y bibliográfico de España orientar los trabajos que se hagan en los archivos y bibliotecas de la nación y preparar los inventarios y catálogos que se redactarían al efecto.

 

Los elementos de trabajo de Gerardo Núñez

La investigación siempre es lenta, pero si uno tiene la ayuda de un familiar directo, surgen muchos temas para ir descubriendo la biografía de un personaje relevante en la historiografía española, pero que apenas es conocido en su pueblo natal. Me estoy refiriendo a don Gerardo Jaime Núñez y Clemente, nacido en Hinojal, y que ayudó al catedrático y posterior rector de la Universidad Central de Madrid, Claudio Sánchez Albornoz, con quien trabajó en el Centro de Estudios Históricos durante los cursos 1928 a 1934, donde participó en los trabajos y viajes de recogida de materiales para los proyectos de dicho centro.

Ahora, uno de sus nietos, Juan Antonio Núñez Moreno me ha facilitado una serie de temas interesantes para irlos divulgando. Estuve en su oficina de la calle Fortuny de Madrid y allí fuimos descubriendo esos temas: Desde un sofá de su abuelo, hecho con paja de enea, una cantarera que ahora sirve para poner unas preciosas macetas o hasta su máquina de escribir marca “Yost 20”, fabricada en los Estados Unidos en los primeros años del siglo XX, con un peso de unos 14 kilos y su funda sobre el sofá. La máquina no usaba cinta, sino que las teclas se entintaban para poder escribir. Así usaba yo una en la academia que tenía don Joaquín Corchado junto a don Ángel Canales, en Brozas, donde estudié bachillerato.

No podemos olvidarnos de la biblioteca personal de don Gerardo Núñez. En su pequeña colección de libros, muchos de ellos de los años 30 hasta la década de los 60 que conserva Juan Antonio, hay de todos los temas, principalmente filosofía, ensayos, novelas y literatura en general, no en valde él era un pensador, hombre de letras. En total serían unos 120 tomos, muchos de ellos descuadernados y de un color ya amarillento, pero con mucha solera.

Los repasé una mañana todos los títulos y el que más me llamó la atención fue el titulado “Viaje universal en la búsqueda de la verdad” publicado en 1930 por Eugenia Lefevre y Pedro de la Cierva.

 

De aquí entresaco este texto:

 

Un alemán, un pedante; dos, una cervecería; tres, el militarismo.

Un inglés, un negado; dos, un “match”; tres, el Almirantazgo.

Un francés, un galante; dos, un escándalo; tres, un matrimonio.

Un griego, un cero; dos, dos ceros; tres, igual a nueve.

Un español, un mendigo; dos, una corrida; tres, el desastre.

Un italiano, un organillero; dos, una conspiración; tres, bancarrota.

Un ruso, un genio; dos, el asalto; tres, el caos.

 

Con el tiempo, Gerardo Núñez trabajó con Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos (CEH). Fue vocal de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, así como secretario del Patronato Nacional de Archivos Históricos.

 

Exposición de la Orden Benedictina

Nuestro biografiado, Gerardo Núñez, fue un hombre importante en los trabajos del Archivo Nacional, no en balde trabajó allí buena parte de su vida laboral. Uno de ellos fue encargarse de la exposición histórica de la Orden Benedictina en la Biblioteca Nacional que se celebró del 17 al 31 de mayo de 1948, con motivo del XIV Centenario de San Benito.

De esa exposición pude encontrar su catálogo en muy buen estado en una librería de viejo y me hice con él. Está impreso el 14 de mayo de 1948 en los Talleres Tipográficos de Pablo López, en la calle Meléndez Valdés, 17, de Madrid. Tiene 70 páginas y se halla encuadernado en rústica, concluyendo con 30 páginas llenas de fotografías en blanco y negro de la muestra benedictina.

En el prólogo que habla del “Propósito” de la exposición, el gallego Ramón Fernández Pousa, fundador y director de la Hemeroteca Nacional, catedrático de Universidad y periodista, escribía: “En esta labor, acometida con excesiva precipitación, han prestado su valiosísima colaboración organismos múltiples. La selección y catalogación de los fondos procedentes del Archivo Histórico Nacional ha sido realizada por el ilustre archivero don Gerardo Jaime Núñez Clemente bajo la acertadísima inspiración del director del mismo don Benito Fuentes Isla. La de la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, por el notable bibliotecario don Ramón Paz Remolar con la sabia orientación del jefe de la sección, don Pedro Longás y Bartibás. La catalogación de los fondos procedentes de las Secciones de Bellas Artes, Raros, Varios y Depósito General ha sido realizada por el bibliotecario y notable escritor don Justo García Morales. A ellos se debe el éxito de la selección de tan notable fondos. También dieron todas clases de facilidades la Real Academia de la Historia, la de Bellas Artes, San Plácido de Madrid, Museo del Prado, etcétera, a todos los que deseamos expresar las más rendidas gracias

 

Crónica periodística de la exposición benedictina

La exposición de la Orden Benedictina en su XIV centenario, en la que colaboró intensamente nuestro biografiado, Gerardo Jaime Núñez Clemente, fue tan interesante que de ella se hizo eco la prensa nacional.

El diario ABC sacaba el 19 de mayo una fotografía en huecograbado de su fotógrafo Virgilio Muro (Escalona de Alberche. Toledo, 1891 – Madrid, 1967) con el siguiente pie de foto: En los salones de la Biblioteca Nacional se ha inaugurado la Exposición histórica de la Orden Benedictina, con motivo del XIV centenario de San Benito. Acudieron el ministro de Educación Nacional, señor Ibáñez Martín, acompañado de los abades mitrados de Samos y Silos, y D. Rafael Sánchez Masas, que en la fotografía presiden la sesión inaugural, en la que el marqués de Lozoya pronunció una conferencia. (F. Muro).

José Ibáñez Martín fue ministro de Educación Nacional desde 1939 hasta 1951 y fue el padre de Pilar Ibáñez-Martín, viuda del que fuera presidente del Gobierno en la democracia, Leopoldo Calvo Sotelo.

Previamente, el martes 18 de mayo de 1948 el periódico monárquico tituló en su página 10 la siguiente información: “El señor Ibáñez inauguró ayer la exposición de la Orden”.  A última hora de la tarde de ayer fue inaugurada solemnemente en los salones de la Biblioteca Nacional, la Exposición histórica de la Orden Benedictina con motivo del XIC centenario de San Benito. Presidió el acto el ministro de Educación Nacional, Sr. Ibáñez Martín, quien fue recibido por los abades mitrados de Samos y Silos; el director general de Propaganda, Sr. Rocamora; el de Bellas Artes, marqués de Lozoya; el de Archivos y Bibliotecas, Sr. Bordonau; el del Archivo Histórico Nacional, Sr. Fuentes Isla; el de la Biblioteca, Sr. Morales Oliver; el vicepresidente del Patronato, Sr. Sánchez Mazas, y los miembros de la Comisión Permanente del centenario.

El marqués de Lozoya pronunció una conferencia sobre “La Regla de San Benito y las Órdenes Militares” Luego el ministro y las restantes personalidades recorrieron detenidamente la Exposición, examinando los valiosos códices y documentos, ejemplares únicos que forman parte del certamen y en el que figuran, además, entre otras joyas de valor, los frontales de Silos y Burgos del siglo XII y más de cuarenta cuadros benedictinos del Monasterio de Silos , de Burgos y del Museo del Prado y otros inéditos procedentes del Museo de San Plácido de Madrid. Los actos de este centenario durarán hasta el día 31 de mayo

Para el día 19 estaba anunciada en el Teatro Español, para la siete de la tarde una función musical con intervención de la Schola Cantorum de Silos y Monserrat y el homenaje de la Dirección General de Archivos a su patrono, que precisamente es San Benito de Nursia, ya que tiene que ver con el trabajo de los monjes sobre los códices y las horas de lectura recogidas en la regla benedictina.

 

Repercusión internacional de la exposición

En esta magna exposición en la que trabajó denodadamente Gerardo Núñez, tuvo una gran repercusión a nivel nacional, e incluso internacional.  Un ejemplo de ello es el solemne pontifical que se celebró en la Real Iglesia de Monserrat de los padres benedictinos en la calle de San Bernardo de Madrid. El pontifical fue celebrado por el abad primado de la Orden Benedictina, doctor Bernardo Kaelin, quien estuvo acompañado por el abad mitrado de Santo Domingo de Silos. La Schola Cantorum de los oblatos de Monserrat, reforzada con los cantores mayores del Monasterio de Silos bajo la dirección del padre Germán Prado, interpretó la misa solemnísima «Fons Bonitatis», del siglo XI. El templo ofrecía impresionante aspecto con preciosos ornamentos medievales. El padre del Corazón de María, natural de Colombia, D. Carlos de la Mesa, predicó un elocuentísimo panegírico de San Benito.

Fue tal el interés que la sociedad mostró por esta exposición de la Biblioteca Nacional de España que se editó un precioso catálogo que aún se puede encontrar en las librerías de viejos, así como un folleto con el amplísimo programa de actos que se desarrollaron y algunas fotografías de las autoridades que inauguraron la citada muestra.

Para el 27 de mayo de 1948, con motivo de la clausura del XIV Centenario de San Benito estaba anunciada la visita al monasterio de Santo Domingo de Silos de los entonces ministros de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo; Educación Nacional, José Ibáñez Martín; Justicia, Raimundo Fernández-Cuesta y del Aire, Eduardo González-Gallarza y el presidente de las Cortes, Esteban Bilbao Eguía. Estaba programado un solemne pontifical, oficiado por el arzobispo de la diócesis de Burgos, Dr. Luciano Pérez Platero y u acto literario en el salón de actos del monasterio.

Previamente, para acudir a estos importantes actos habían llegado a Madrid diversas autoridades eclesiásticas, entre ellas el abad mitrado de Nueva Nursia (Australia), Anselmo Catalán, y el abad general de la Congregación de Solesmes (Francia); el general de la Congregación de Subiaco (Itaia) y el abad obispo de Subiaco.

Por último, informar que a lo largo del tiempo que duró la exposición hubo ilustres conferenciantes que trataron la Orden Benedictina desde distintos aspectos. El doctor Gregorio Marañón habló del benedictino padre Feijoo y Sarmiento en el pensamiento español del siglo XVIII; el catedrático de la Universidad de Madrid, José Camón Aznar lo hizo sobre «La miniatura en los Monasterios benedictinos de la Edad Media», o el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, clausuró el ciclo, con la exposición; “La Regla de San Benito y la sociedad moderna”

 

La exposición a través de su catálogo

Del Archivo Histórico Nacional, los trabajos de Gerardo Núñez se expusieron en la muestra benedictina en dos secciones: la del Clero, códices, cartularios, y sellos y en la de las Órdenes Militares (Alcántara, Calatrava y Montesa).

Gerardo Jaime fue vocal de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, y primer secretario del Patronato Nacional de Archivos Históricos, además de profesor auxiliar de latín en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “San Isidro”, así como inspector regional de archivos de la Zona Centro-Sur.

 

Participación en el Congreso Iberoamericano de Archivos y Bibliotecas

En el año 1952 se celebró en Madrid el I Congreso Iberoamericano y Filipino de Archivos y Bibliotecas con numerosas portaciones del mundo hispánico sobre las bibliotecas y el patrimonio documental. En él intervino, como subdirector del Archivo Histórico Nacional nuestro biografiado. De su aportación hace una reseña Mariano García Ruiz en su obra “La descripción documental en España y sus instrumentos: de los inventarios medievales a los metadatos del documento electrónico”.

García Ruiz reseña que de este congreso sobresalen dos ponencias, una del Inspector General de Archivos, Miguel Bordonau y Más, en la que aportó unas normas para las guías de los archivos de España y la Gerardo Jaime Núñez, subdirector del Archivo Histórico Nacional, versando sobre la catalogación de los expedientes conservados en ese Centro para ingresar en las Órdenes militares y civiles:  “En su texto defendía la realización de una cédula principal para cada una de esas informaciones con los siguientes elementos: a) Encabezamiento (apellidos y nombre del pretendiente, y años de nacimiento y muerte); b) Título del expediente (el que se hallase en su cubierta o portada reflejado “con toda exactitud” y, si no lo tuviera, el que le diera el archivero recogiéndolo en este caso entre corchetes); c) Descripción externa (estado de conservación, número de piezas, hojas, folios o páginas, dibujos, escudos y árboles genealó­gicos, su tamaño y encuadernación); d) Notas personales y familiares (datos que permitan la perfecta identificación del pretendiente); e) Contenido del expediente (“composición del expediente y los documentos que, en calidad de prueba, se aducen”; f) Notas especiales (detalles interesantes no incluidos en otros apartados) ; y g) Signatura. Estas cédulas principales se acompañarían de otras cédulas de referencia elaboradas siguiendo las Instrucciones utiliza­das para la catalogación de impresos en las bibliotecas.

Está claro que estas cédulas principales, utilizadas por G. Núñez, nos recuerdan a las utilizadas por los bibliotecarios en la descripción de sus manuscritos. Su encabezamiento alfabético, las fechas de la vida de la persona, el título formal… son prueba de ello”, termina Mariano García

El 2 de octubre de 1957 se jubila de su puesto de subdirector general del Archivo Histórico Nacional y recoge esta jubilación el Boletín de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de ese mismo año.

 

La esquela de Gerardo

Gerardo era un hombre muy conocido en la sociedad madrileña de su época, de ahí que era costumbre divulgar su muerte y funeral a través de una esquela publicada en las páginas del diario ABC el 16 de marzo de 1966, un día después de su fallecimiento.

El texto de su esquela decía lo siguiente:

El señor don Gerardo Jaime Núñez Clemente falleció en Madrid el día 15 de marzo de 1966 habiendo recibido los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad R.I.P.

Sus hijos María del Pilar, Gerardo, Avelino, Luis y Juan; hijos políticos Enrique Sánchez Sáez, Avelina Moreno Rivas, María del Prado Jiménez Moreno, Julia Teresa Castillo Quílez y Josefina Sevilla Marcos; hermana política, Rosario Meléndez Marchena (viuda de Núñez); nietos, sobrinos y demás familia y la señorita Paquita Moreno Orellana ruegan una oración por su alma.

El funeral que se celebrará el viernes, día 18, a las doce de la mañana, en la iglesia parroquial de Santa Teresa y Santa Isabel, y el rosario que se rezará a partir de hoy, día 16, a las ocho y media de la tarde, en la Capilla del Perpetuo Socorro, de dicha parroquia, serán aplicados por su eterno descanso.

Hay que informar que la señorita Paquita Moreno era su asistenta en la casa en la que habitaba Gerardo, que estaba en la calle Juan de Austria, en el barrio de Chamberí, por lo que esta era su parroquia. Gerardo Núñez está enterrado en la Sacramental de San Isidro de Madrid, junto a su hijo, también de nombre Gerardo.

El templo da nombre a la estación del metro Iglesia que hay en la plaza de Joaquín Sorolla. El edificio se levantó a mediados del siglo XIX por sugerencia de los propios vecinos de esta, por entonces nueva barriada de Chamberí. A su construcción ayudaron obreros de la zona, así como los feligreses de la nueva parroquia, el arzobispado de Toledo y hasta de la propia reina Isabel II. El edificio es obra del arquitecto Aguilar y se levantó entre 1842 y 1856. Durante la Guerra Civil fue totalmente destruido perdiéndose todas las riquezas religiosas que había en su interior, teniéndose que ser reconstruido posteriormente.

Su necrológica fue publicada en el Boletín de la Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos número 51 correspondiente al año 1966 y en el Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas de 1967.

 

 

 

Bibliografía

 

Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1858-1958. Madrid. Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1958. Página 716.

 

García Ruipérez, Mariano. La descripción documental en España y sus instrumentos: de los inventarios medievales a los metadatos del documento electrónico. Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha. Colección Biblos. Cuenca 2021.

 

Molano Hurtado, Simeón. Historia de Hinojal y árbol genealógico de sus apellidos. Prólogo José Luis Vaquero Vázquez. Copegraf. Cáceres 1997.

 

Núñez Clemente, Gerardo Jaime. Exposición histórica de la Orden Benedictina en la Biblioteca Nacional, Catálogo. Madrid. Tipografía Pablo López, 1948.

 

Núñez Clemente, Gerardo Jaime. Reglas para llegar a la catalogación de informaciones para el ingreso en órdenes militares y civiles. Varios autores. Ponencia en el I Congreso Iberoamericano y Filipino de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual. Dos tomos. Madrid, 1952. Páginas 272-277.

 

Pérez Boyero, Enrique. El Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y la protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana. Congreso Internacional “Patrimonio, Guerra Civil y posguerra”. Coordinado por el catedrático Arturo Clorado Castellary. Madrid 2010. Páginas 125-158.

 

Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Tomo XXXVIII. Tipografía de la revista en la calle Salustiano Olózaga, número 1 de Madrid, 1919.

 

Su vida en fechas

1887, 2 de octubre. Nace en Hinojal (Cáceres)

1909, 26 de agosto. Título de Bachiller.

1912, 2 de octubre. Premio Extraordinario por la Universidad Central.

  1. 1 de agosto. Concurso para aspirar a la su plaza en el Archivo de Hacienda de Toledo

1913, 30 de noviembre. Ingresó en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo.

1914, 15 de enero.

1915, 14 de julio, Pasó al Archivo Histórico Nacional.

1918.- Asciende a Oficial de Segundo Grado

1923, octubre. La no Asamblea de Archivos de 1923

  1. Publica “Clero regular y secular. Inventario de procedencias”, Valladolid

1928 a 1934. Trabajó con Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos.

1931 4 de febrero. 8.000 pesetas que se le confirma como sueldo

1937, 14 de marzo. Funcionario en la España republicana

1945.- Miembro de la Comisión Central del Catálogo Bibliográfico y Documental de España.

  1. 16 de abril, Se publica en el BOE su pase al Archivo Histórico Nacional
  2. Nombramiento de subdirector general del Archivo Histórico Nacional.

1948, 17 al 31 de mayo. Exposición histórica de la Orden Benedictina.

  1. octubre y noviembre I Congreso Iberoamericano de Archivos y Bibliotecas. Madrid
  2. 2 de octubre. Jubilación como subdirector general del Archivo Histórico Nacional

1966, 15 de marzo. Muere en Madrid. Está enterrado en la Sacramental de San Isidro.

 

El contenido de las páginas de esta web está protegido.