Oct 172017
 

 José Antonio Ramos Rubio. Provisional.

 La iglesia parroquial de San Martín es uno de los templos más antiguos de Trujillo construido en lo que entonces se llamó arrabal de la villa y que con el tiempo llegó a ser el centro neurálgico de la Ciudad. Su origen se remonta al siglo XIV y debió ser una construcción sencilla porque sus bóvedas y su torre indican haber sido levantadas sobre otros elementos más bajos y de época medieval. No obstante aún quedan restos de la edificación primitiva, algunos de los cuales se ha podido rescatar gracias a las obras de conservación, mantenimiento y restauración que ha llevado a cabo en los últimos seis años. Una iglesia parroquial que tuvo, como las de Santiago y Vera Cruz, párroco y beneficiados para su servicio; con numerosas y ricas fundaciones para el sostenimiento de su culto diezmando para esta parroquia algunas heredades del término y casi todos los que labraban o poseían en su extenso berrocal.

La importancia del espacio que actualmente ocupa la Plaza, tuvo su origen durante la ocupación musulmana (713-1233) como lugar de encuentro mercado de ganados, seguiría sirviendo para idénticos menesteres en la nueva situación socioeconómica, que a partir de 1233 supondría para los habitantes de la villa el acontecimiento de la reconquista cristiana[1]. El emplazamiento del otro mercado, donde se vendían verduras y productos artesanales, estuvo puertas adentro de la villa, cerca del arco de San Andrés, junto a la Alberca, y en un espacio suficientemente amplio para la concurrencia de gentes. El mercado de ganados se ubicó fuera de la muralla, donde se formaría, al correr de los años, la plaza del arrabal de San Martín[2], es decir, la Plaza Mayor actual[3].

Fernando III el Santo conquista Trujillo (1233), Medellín y demás fortalezas extremeñas, internándose en Andalucía para ocupar el Valle del Guadalquivir.

Tras la Reconquista hubo que efectuar la Repoblación pues, al estar nuestra región casi despoblada, los reyes se ven obligados a entregar extensos territorios a las Órdenes Militares y a la nobleza (incluyendo a la Iglesia), lo que repercutirá negativamente en los aspectos económicos y sociales de siglos posteriores (formación de latifundios). Las propias ciudades, como necesitaban atraer población cuando son fundadas o repobladas, recurren a la concesión de Fueros. En 1256, Alfonso X otorga a Trujillo su Fuero, con las lógicas repercusiones que tendría para la vida de una ciudad cristiana bajomedieval: concejo, acotamiento del término, legislación, etc[4].

En la zona que actualmente ocupa la Plaza Mayor, la toponimia hace referencia a dos torres vigías (el Castillejo y otra en el camino de Fontalba), está claro que una de ellas es la torre medieval conocida como “Torre del Alfiler” que se encuentra entre la Plaza y la calle Ballesteros. Hasta mediados del siglo XIV no tendremos documentos fiables de edificaciones importantes, existentes extramuros de la villa y podamos conocer el desarrollo gradual de la Plaza Mayor y la futura ciudad, que a partir de ella surgiría. La iglesia de San Martín de Tours, objeto de nuestro estudio, se emplaza de forma exenta en el lado Noreste de la Plaza Mayor de Trujillo, sobre una zona de especial incidencia topográfica dado que a su vez resuelve en su alrededor los importantes desniveles existentes en la propia plaza.

La primera noticia que tenemos de la iglesia de San Martín data del 14 marzo del año 1353, día en el que se reúne el Concejo en la iglesia para dar poder a Gonzalo Fernández de Añasco para señalar y amojonar los ejidos en las aldeas en nombre de Domingo Juan de Salamanca, alcalde enviado por el rey para tal cometido,     especificando en el documento que dicha iglesia se encuentra en el arrabal de la Villa de Trujillo[5]. En repetidas ocasiones el Concejo se reúne en el portal de la iglesia de San Martín, concretamente en la puerta de las Limas, dato importante para conocer la estructura arquitectónica que tenía la primitiva iglesia de San Martín, en varios documentos se especifica que era costumbre del Concejo reunirse en dicho lugar[6]. El 18 de mayo de 1353, de nuevo se reúne el Concejo continuando los tratos iniciados sobre el amojonamiento del berrocal y ejidos de las aldeas: “estando juntados so el portal de la iglesia de sant Martin desta dicha villa segund que lo avemos de uso e de costumbre a canpana repicada por mandado de Juan Blasquez, alguazil en el dicho lugar por nuestro señor el rey e estando presentes en el dicho conçejo Miguel Sanchez e Blasco Sanchez e Juan Sanchez e Ruy Sanchez, …”[7].

Al igual que ocurriera en la Edad Media con la iglesia de Santiago Apóstol, la de San Martín fue durante cierto tiempo el lugar donde se reunía el Concejo de Trujillo.

La elección del concejo de este lugar – junto a una pequeña iglesia extramuros de la villa- parece indicar que aquí se encontraba ya un primer centro de un dinamismo social, cercano a los arrabales de Huertas y Belén, donde habitaba una población netamente agraria-ganadera, sería el más adecuado para obtener una asistencia importante de los campesinos, a quienes interesaba vivamente los temas tratados en aquel concejo, y no nos extraña que esta práctica no fuera del todo novedosa, sino consecuente con una tradición de origen árabe.

Este primitivo núcleo urbano, mercado-iglesia, junto al que pronto se añadirían las Casas Consistoriales, será el epicentro virtual de una ciudad, que desde aquí y siguiendo los caminos se expandiera por irradiación.

Aparece citada la iglesia de San Martín en un documento de 1440 donde se especifica que era un templo de pequeñas dimensiones. Con el paso del tiempo se vio la necesidad de ampliarlo[8]. Además, hemos de tener en cuenta que se ha localizado en el templo una capillita con acceso en arco conopial decorado con dos motivos vegetales y en su interior la tumba más antigua, tipología rectangular, hallada en el interior del templo. En la capilla de Santa Bárbara, perteneciente a la primitiva obra gótica, está el enterramiento de Gil Fernández, beneficiado de la iglesia de San Martín con una extensa inscripción que data el mismo en el año 1439: “DEPOSITO DEL/ ONRADO GIL FERNADES D FIGVEROA/BENEFICIADO EN LA IGIA. DE S. M./ FALLECIO ANO IV/ CCCCXXXIX”.

Del año 1500 datan las Ordenanzas de la Cofradía de San Martín[9]. En un documento de 1526, se indica que se había iniciado la construcción de una cabecera más amplia para cuya fábrica se solicita subvención pública: «que por estar en la plaza desa Cibdad corre a ella muchas gentes, los dichos parroquianos movidos por caridad y celo de servir a Nuestro Señor, acordaron juntamente con al dicho cura, beneficiados e clérigos, la obra de la dicha capilla mayor de la iglesia, y con las limosnas que para ello dieron, se comenzó a labrar y está comenzada aquélla…«[10].

En 1529 aún no se había terminado la obra por lo que se reitera la petición de ayuda al Concejo argumentando «…que dicha iglesia es de las principales de la dicha Cibdad y que por estar en la plaza todos los forasteros y la mayor parte de los vecinos desa Cibdad van a oir misa a dicha iglesia y que por esta causa tiene necesidad de se reedificar acrecentar para que el culto divino se pudiese celebrar con la reverencia y acatamiento debido y porque es muy pobre…»[11]. El edificio que hoy vemos es esencialmente una fábrica del segundo y tercer cuarto del siglo XVI. En sus muros llegaron a colocarse las medidas oficiales del trigo, la cebada y otras mercaderías. El día 7 julio del año 1496, cuando los Reyes Católicos hicieron donación del señorío de Trujillo a su hijo el príncipe don Juan, un representante – Fernando Gómez de Ávila- tomó posesión de la ciudad y la fortaleza en su nombre en la iglesia parroquial de San Martín[12], motivo por el cual renovaron los cargos del Concejo: Corregidor y oficiales. También, la iglesia San Martín juró los fueros, privilegios, buenos usos y costumbres Carlos V en el año 1526 cuando iba camino a Sevilla para desposarse con Isabel de Portugal en los Reales Alcázares[13]. El rey Felipe II estuvo presente la Santa Misa del día 13 de marzo de 1583 en la iglesia de San Martín e igualmente lo haría Felipe V[14].

En el siglo XVI se llevan a cabo las obras de ampliación de la pequeña iglesia de San Martín hasta convertirla en un majestuoso templo. Existió ya en el año 1515 un interés por reformar y ampliar la primitiva Iglesia de San Martín, concretamente la realización de una nueva capilla mayor que no se llevaría a cabo en dicha fecha[15]. Al crecer el vecindario tras muros de la Villa, la iglesia de San Martín quedaba pequeña para atender a los actos litúrgicos ampliándose la fábrica desde el ábside a partir del año 1526, desapareciendo el cementerio que se encontraba en las cercanías del templo[16]. Desde el año 1538 interviene en su fábrica el gran maestro trujillano Sancho de Cabrera[17], interviniendo también en ella los canteros Diego de Nodera, Juan de Fradua, Pedro Hernández y Pedro Vázquez, el día 3 de octubre de 1540 se terminaba de cerrar la capilla mayor[18]. Hemos de destacar que durante las obras ejecutadas entre los años 1538 y 1546 se realizó el escalonamiento que permite el acceso al templo por la puerta meridional y extendiéndose hacia la puerta de los pies formándose un atrio con el correr de los tiempos desde el que podemos disfrutar de una magnífica vista del espacio placero, concretamente, muchas de las sillerías que se utilizaron para su construcción fueron de acarreo, así nos podemos encontrar desde inscripciones latinas[19] hasta el juego alquerque de doce grabado en piedra[20]. Se finalizó lo fundamental del conjunto parroquial en el tercer cuarto del siglo XVI. Algunos detalles son posteriores, como es el caso del chapitel del reloj, cuyas trazas fueron realizadas por Sancho de Cabrera, en el que intervino el maestro Hernando de Solís[21]. Torre-chapitel del reloj de San Martín, definida su traza por el maestro Sancho Cabrera en 1554.

Por tanto, el edificio que hoy vemos es esencialmente una fábrica del segundo y tercer cuarto del siglo XVI[22]. Se levanta ante la Plaza Mayor con un aspecto austero derivado de la sobriedad de los volúmenes y la sencillez que le confiere la mampostería y sillería de la construcción.

OBRAS ESCULTÓRICAS

Un importante ajuar litúrgico, así como obras escultóricas enriquecieron esta iglesia parroquial con el paso de los tiempos. Gracias a la ingente aportación del mecenas trujillano don José María Pérez de Herrasti, la iglesia de San Martín cuenta con un importante elenco de obras de arte que han sido donadas al templo por el citado mecenas.

El patrimonio escultórico de la iglesia de San Martín de Tours de Trujillo

 

Lám 1.- Imagen de Nuestra Señora de la Coronada antes de su restauración

Lám 2.- Imagen de Nuestra Señora de la Coronada después de su restauración

En el muro del Evangelio, cobijada bajo una hornacina, se conserva la magnífica talla de Ntra. Sra. de la Coronada con el Niño en brazos[23] (Lám 1 y 2). Pero, este no fue su emplazamiento primitivo, en la Edad Media fue muy venerada en la ermita que lleva su mismo nombre, La Coronada[24], situada a 10 kms. de Trujillo y, propiedad de la villa de Trujillo, fue entregada a los caballeros Templarios hasta la extinción de dicha Orden, por el Papa Clemente V con la bula “Vox in excelso” (3 de abril de 1312), volviendo la villa de Trujillo a correr con la dotación y culto de esta ermita y por voto solemne del pueblo, recordando la victoria sobre los árabes (1233)[25], iban los trujillanos con el Concejo todos los años en procesión a dicha ermita el lunes de Pascua de Resurrección y se celebraba una suntuosa fiesta en honor de Ntra. Sra. de la Coronada. Esta costumbre duró hasta el año 1687, fecha en la cual tuvo lugar la celebración del Sínodo placentino, la Constitución VIII dice: «Que ninguna procesión se haga à iglesia, ò Hermita, que diste mas de media legua del Lugar, salvo à algun Santuario celebre en tiempo de urgentissima necesidad«[26]. Desde entonces se perdió el culto en la ermita de la Coronada.

En el año 1809, los franceses destruyeron la ermita[27] y la imagen de la Virgen con el Niño, fue trasladada a la parroquia de Santiago en Trujillo[28], ya que la ermita era aneja a dicho templo[29]. En la actualidad se encuentra en estado ruinoso[30].

Se nos ofrece Ntra. Sra. de la Coronada sedente sobre un trono decorado con molduras y elementos curvilíneos, es un escaño típico de la región aragonesa, como ponen de manifiesto la Virgen de la Colegiata de Daroca o la del Santuario oscense de Salas. Ntra. Sra. sostiene con la mano derecha lo que parece una alcachofa, mientras que con la izquierda sostiene a su Hijo. Este está sentado sobre la rodilla izquierda de su Madre, pero se gira con suavidad hacia su derecha, en un deseo de humanidad y naturalismo típico de la escultura tardorrománica[31]. En cualquier caso, el grupo humanizado que relaciona a María con el Niño alcanza su mayor esplendor en la Virgen de la Sede de Sevilla y en la del Sagrario de Plasencia.

El Niño de la imagen trujillana lleva corona mayestática, como es propio de la imaginería arcaica, sujeta el Libro de los Siete Sellos (alusivo a su segunda venida apocalíptica) con su mano izquierda y está en actitud de bendecir. Este lleva túnica talar de color marrón oscuro, con las bocamangas, los ribetes del cuello y la corona dorados. La policromía de la cara, al igual que la de su Madre, son modernas (retocadas en la restauración de 1979). Además, lleva los pies desnudos. Por su parte, la Virgen María, es hueca por detrás, característico de las imágenes de campaña. Viste túnica de color blanco-marfil, con adornos de color rojizo, el cuello que ostenta la túnica es muy ajustado, rasgo típico de la estatuaria antigua[32]. Sobre la túnica lleva un manto de color azul decorado con flores cuatripétalas[33], cuyos pliegues son muy rígidos, de enorme influencia románica, caen pesados y paralelos, sin naturalismo, dejándonos ver los zapatos puntiagudos con los que calza sus pies la Virgen.

Los trujillanos siempre han profesado especial devoción a esta imagen, celebrando solemnes misas en su altar en sufragio de difuntos, indulgencias por rezar ante la imagen[34], limosnas por agradecimientos, etc.[35]. El único Inventario que se conserva en la parroquia de Santiago corresponde al año 1857, en éste se da cuenta detallada de los ornamentos pertenecientes a Ntra. Sra. de la Coronada.

En el año 1964 fue llevada al Casón del Retiro, en Madrid, para ser restaurada, según consta en el fichero de entrada del mismo. Su restauración fue desafortunada, ingresando en 1979 en el Taller de Restauraciones Artísticas de don José Gómez, en Trujillo. Durante el segundo proceso de restauración[36], se levantaron los repintes de color ocre, descubriéndose en la túnica blanca-marfil unos dibujos a modo de estampaciones en carmín y verde que se completan y desgastan para su entonación con los primitivos. En el manto color azul-verdoso, se descubrieron unas rudimentarias rosetas en carmín que rompen y dan encanto al monocolor. Respetados y completados estos detalles se procedió a la consolidación y entonación de su policromía en túnica y manto con carácter definitivo.

No pudo realizarse del mismo modo la restauración de la cabeza y cara de Ntra. Sra. por haber perdido de forma total el tallado del velo que la cubriera y los rasgos del rostro. Continuando los restos de pliegues que se advirtieron en la parte superior de la cabeza y estudiadas algunas imágenes de la época, se procedió al retallado de un nuevo velo en madera. Este añadido no se realizó definitivamente, como se hizo con el resto de la escultura, sino de forma provisional y pendiente de unos datos ciertos que se ajustasen a su estado original.

También, durante la restauración, se agrandaron los ojos, dado que los que presentaba no eran los originales. Fueron repuestos los dedos de las manos derechas de Madre e Hijo. Se sustituyó la peana vieja, muy fina y carcomida, por una de mayor grosor que entonara con el trono.

Con esta restauración la escultura ha ganado en belleza y dignidad, pudiendo volver al culto en el templo de San Martín de Trujillo.

Según lo contenido en los párrafos anteriores, nos encontraríamos ante una talla de la Virgen con el Niño fechable en la primera mitad del siglo XIII, ligada a la Orden del Temple, como es también el caso de Ntra. Sra. de Montfragüe. Estas dos imágenes citadas son probablemente las más antiguas representaciones de la Virgen María en Extremadura, después de la de Guadalupe.

Formó parte destacada, junto con la talla de Ntra. Sra. de la Luz y el Cristo de las Aguas, en la Exposición: Patrimonio Histórico de Extremadura: Edad Media y Renacimiento, celebrada en Cáceres, en el año 1990[37].

En la capilla de Santa Bárbara hay un retablo de sobria arquitectura clasicista, obra de la segunda mitad del siglo XVII, se ilustra con pinturas cuyo tema central es la Imposición de la casulla a San Ildefonso y varios santos en el banco, figurando San Juan Bautista, Santa Catalina de Alejandría, San Gregorio Magno, San Francisco y Santa Apolonia. El retablo está presidido por hermosas esculturas de la primera mitad del siglo XX que representan a la Sagrada Familia, en cuya peana puede leerse su procedencia: “Escultor Romero Alboraya, Valencia”. Ha sido restaurado recientemente por Virginia Chacón y María Teresa Puy, bajo el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti.

En un lateral de la capilla, concretamente en el sepulcro de Francisco de Mendoza, se conserva una interesante talla de San Antonio Abad, obra de principios del siglo XVI. San Antón fue abad y gran guía espiritual de los monasterios de Egipto. Viste hábito talar, con manto o cogulla y capuchón, propio de los monjes antonianos, que le consideran fundador. Lleva báculo abacial que termina en forma de tau griega, otro tributo personal es el libro abierto. Como patrón de los animales domésticos, suele estar rodeado frecuentemente por algunos, en este caso le acompaña un cerdito.

Junto a esta talla, hay dos imágenes que han sido donadas recientemente a la parroquia, una imagen de San Blas de principios del siglo XVI y una excelente imagen románica de la Virgen con el Niño, ambas procedentes de la ermita de Nuestra Señora de la Vega (Campo Lugar), perteneciente a la tierra de Trujillo. Esta imagen recibía culto en un oratorio de una finca particular conocida como «Casa de la Vega» a kms. y medio de Campo Lugar. Se trata de una escultura que representa a Ntra. Sra. (78 x 39 x 41 cms.) con el Niño (30 cms.), en madera policromada. En el año 1374 de la era cristiana, el Infante don Sancho hizo donación de la dehesa y ermita de Santa María de la Vega al Monasterio de Guadalupe, tras la desamortización de 1836, pasó a manos particulares.

Lám 3.- Imagen de Nuestra Señora de la Vega

Se nos ofrece María entronizada, sentada en un elemental trono, constituido por un madero, sobre una peana en la cual se lee: «Nª. Sª. DE LA VEGA Aº. D. 1786». En su mano derecha porta la fruta esférica, porque María fue por voluntad divina la Nueva Eva, la Perfecta Eva, mientras que con la izquierda sostiene delicadamente al Niño. Este se dirige al fiel cristiano, a quien bendice con la diestra, mientras que con la izquierda sostiene la bola del mundo, símbolo del poder universal. No existe comunicación entre Madre e Hijo, este tiene una actitud rígida, arcaica (Lám 3).

Ntra. Sra., se cubre con un velo de color marfil. Viste túnica de color jacinto, ceñida al cuerpo con un cíngulo dorado, que cae hasta los pies con amplios pliegues, no dejándonos ver los zapatos que calza la Virgen. El cuello de la túnica ya no es tan ajustado, como es característico en esculturas más arcaicas. Podemos apreciar por algunas zonas de la escultura, una decoración geométrica a base de cuadrados que tienen inscritas flores cuatripétalas, y en el cuello y bocamangas, presenta adornos vegetales entrelazados. Se cubre con un manto de color azul-verdoso, con adornos geométricos a base de cuadrados y flores cuatripétalas.

El Niño viste túnica de color jacinto, con similares adornos geométricos, ya descritos, y tiene los pies descalzos. Esta policromía no es la original, seguramente fue modificada en el año 1786, fecha en la cual se añadió la peana, como consta en una inscripción en la peana. Los paños se pliegan con gran elegancia y soltura, como es característico de un estilo gótico algo avanzado; incluso las violentas angulaciones de la primera época han desaparecido para dar paso a un tratamiento más suave. La espalda de Ntra. Sra. no está vaciada o desbastada, pero posee un elemental tallado, lo cual prueba que estas imágenes tenían un punto de vista único, el frontal. Por todas estas características, consideramos que pueda tratarse de una obra de principios del siglo XIV, pero muy modificada, de lo que podría suponer su aspecto primitivo.

La mentalidad religiosa y popular que dio vida tanto a esta escultura como al resto de efigies que estamos estudiando, se basó en la filosofía, teodicea, teología y exégesis de la Baja Edad Media, en las más antiguas cronológicamente, o sea en el pensamiento escolástico, aristotélico-tomista, que fecundó el naturalismo gótico. La Virgen está representada, en esta obra de la finca de la Vega, como Madre de Jesús, con toda la fuerza realista que se deriva de los escritos de Gonzalo de Berceo, las Cantigas de Alfonso X y del culto de hiperdulía tributado a la Señora, se venera a la Madre de Dios, a la Teotocos o Deipara, en cuanto ello era asequible a la humana contemplación.

La capilla de Pedro Suárez de Toledo[38] –obra de mediados del siglo XVI- se cubre con una bóveda de crucería con combados ricamente policromada y decorada con rosetas y tallos en flor; y sobre el arco de la capilla las armas de los Orellana-Ulloa. Preside la capilla el retablo de la Virgen del Carmen con las Ánimas, de principios del XVIII, posee un cuerpo con hornacina de arco de medio punto entre pares de columnas salomónicas cubiertas por ornamentación vegetal y remata con el lienzo de la Coronación de la Virgen, del siglo XVIII. En un lateral del retablo una pintura al óleo sobre lienzo representando a San Jerónimo penitente[39], obra del siglo XVII del acreditado artista Antonio de Pereda sobre original de Ribera. Fue adquirido en Madrid, donación de un particular a don Mariano Duprado, Arcipreste y sacerdote de esta iglesia. La obra representa un tema muy difundido en el programa artístico del pintor, un San Jerónimo penitente, de anatomía corpulenta, cubierto con un manto rojo de pliegues ampulosos[40]. El pintor no ha renunciado a sus inclinaciones naturalistas, describiendo con analítica y rigurosa precisión, con una minuciosidad táctil, volúmenes y superficies, arrugas y deformidades, así como objetos: los libros, la calavera. Su preocupación por la intensidad de las reacciones procuradas por la extensión firme y natural de las luces sobre las densas superficies cromáticas, una atmósfera nada oscura, ni misteriosa, sino de una verdadera y profunda humanidad, de altísima pero controlada y concentrada tensión interior, de reacciones emotivas casi sofocadas por apariencias de contenido cuando San Jerónimo alza su mirada sorprendido por la aparición de la trompeta del Juicio Final que lo distrae de sus oraciones. Aparecen en la obra sus atributos: la pluma, el libro y las hojas sueltas, que aluden a su actividad de estudioso de los textos sagrados. También la calavera, símbolo iconográfico vinculado al santo. Destaca en el lienzo las luces y los tonos cromáticos, la postura del santo permite imaginar la profunda concentración en que debía encontrarse antes de la llegada del sonido trompetero. Restaurado en octubre del año 2008 por la empresa de Conservación y Restauración de Bienes Culturales ATRIUM C.R.B.C S.L., bajo el encargo y patrocinio de Don José María Pérez de Herrasti.

La iglesia de San Martín cubre el testero con un retablo que en principio estuvo adosado en el muro colateral del Evangelio. Sustituye al que regaló a comienzos del siglo XX doña M.ª Juana Durán Rey, y que en la actualidad se encuentra en la iglesia de Garciaz. Es importante citar que, según las Cuentas de Fábrica del templo, existió otro retablo mayor cubriendo el ábside y dos colaterales que son obra de Juan de Trujillo y se colocaron en el año 1573[41]. El que hoy cubre el testero de San Martín está dedicado al Santísimo Cristo de la Agonía, trasladado desde la antigua iglesia de la Sangre[42]. En alzado, la obra se divide en banco, cuerpo y ático, con templete emergente del centro de un frontón curvo partido. Una pareja de columnas corintias sobre ménsulas enmarca la hornacina que alberga al Cristo de la Agonía, soberbia talla de gran realismo. Desde el ático domina San Pedro sentado en Cátedra, y sobre la hornacina avenerada que cobija al santo, una cartela elíptica y policromada, con las armas papales (de plata, dos llaves en aspa, una de oro y otra de plata; brochante una tiara). Todo el conjunto se puede fechar en torno al primer tercio del siglo XVII. Algunos autores han considerado que era obra del escultor cordobés Juan de Mesa y Velasco, que nació en Córdoba en el año 1583. Fue bautizado el 26 de junio de 1583 en la parroquia de San Pedro de Córdoba. Pertenecía a una familia de pintores y se inició a la escultura con Francisco de Uceda. Cuando contaba con veintitrés años ingresó en el taller de Martínez Montañés, en Sevilla, siendo un discípulo leal y ordenado que inició sus estudios en humanidades mientras olía a madera tallada. Es un artista poco conocido, su importancia arranca a finales del siglo XIX gracias a la obra de José Bermejo y Carballo, Glorias religiosas de Sevilla (1882): «El bellísimo Jesús, en el acto de pronunciar desde la Cruz sus Siete Últimas Palabras, construido según se cree, por Juan de Mesa, discípulo insigne de Montañés.» Luego Hernández Díaz aportó una documentación fundamental[43]. Consideramos, más bien, que esta magnífica talla del Crucificado es obra de Alonso de Mena (1587-1646), padre de Pedro de Mena, que se haría cargo del taller a partir de 1622. Se le atribuyen obras como el Cristo del Desamparo de la iglesia de San José de Madrid (1635) que muestra rasgos de ejecución y estilo semejante al del Cristo de Trujillo, igualmente presenta las mismas características estilísticas el Cristo de la Sangre y de la Vera Cruz, conocido popularmente como El Señor de la Caja, como referencia a una urna de madera y cristal donde se expone en su capilla de la iglesia parroquial de la Encarnación de Vélez-Rubio (Almería), obra de Pablo de Rojas[44], maestro de Alonso de Mena.

Juan de Mesa fue un hombre muy vinculado a las Cofradías y Hermandades, perteneció a la hermandad del Silencio, siendo miembro activo de su Junta de Gobierno de dicha hermandad, la cual albergaba entre sus hermanos a numerosos sevillanos ilustres. Falleció a los cuarenta y cuatro años víctima de una tuberculosis, fue enterrado en la Iglesia de San Martín de Sevilla, donde reposan sus restos. Le podemos considerar uno de los máximos representantes del realismo sevillano, dedicándose casi en exclusividad a las imágenes procesionales, realizando estudios anatómicos de los procesos premortales y observaciones de cadáveres que le permitieron plasmar en la madera obras llenas de realismo. Realismo, éste, que instó a la propagación del culto a Jesús por parte de una población que veía «más cerca» los momentos pasionales de Jesús y su sufrimiento, acrecentando la devoción entre el pueblo cristiano, podemos destacar entre sus obras la talla del Cristo del Amor, el Cristo de la Buena Muerte o el mundialmente conocido Jesús del Gran Poder pueden servir de ejemplo, sin menospreciar ni mucho menos a otras de sus obras. Muchas de sus imágenes hoy en día procesionan durante la Semana Santa en Sevilla.

El Inquisidor fray Gabriel Pizarro de Hinojosa, natural de Trujillo, encargaría la obra del Cristo que presidiría el altar mayor de la iglesia de la Sangre de Cristo (fundada el 15 de octubre 1625) a Juan de Mesa y Velasco, durante su estancia en Andalucía como Inquisidor de Córdoba y Granada. La hechura de un crucificado de la agonía. Este, detallaría en el contrato que debía ser una talla, en la que Jesús estaría clavado en la cruz y coronado de espinas.

Esta obra fue concebida para dar culto a los fieles de Trujillo, ya que era costumbre que frailes o miembros de la nobleza hicieran donaciones de este tipo, para ganar prestigio social y además a la vez que invierte en la salvación de su alma.

La obra se ejecuta en madera de cedro y la policromía era tarea de pintores supervisados por los imagineros. Este Cristo de la Sangre de Mesa, destaca por su corpulencia, movimiento desgarrador, posición y gesto conmovedor y la clara influencia plástica que Mesa imprime en sus obras. Aparece Jesús con una gran corona de espinas, la mirada suplicante y la boca abierta, representando así la dramática expresión.

El estilo del maestro procede de la escuela de su maestro Juan Martínez Montañés, pero los detalles violentos son clara señal del imaginero cordobés (el imaginero del dolor).

Mesa se distingue de sus predecesores, por que imprime una gran intensidad en sus obras, dotándolas de un realismo íntimo y doloroso, que ha sido y sigue siendo copiado en la actualidad por muchos artistas de la madera.

Jesús de la Agonía aparece suspendido en la cruz con una cruel tensión, reflejando el dolor y calvario del momento de la crucifixión, este detalle muy característica en las obras de Mesa junto a una muy estudiada anatomía del cuerpo y que lo diferencia del estilo clasicista de su maestro Montañés (Lám 4 y 5). La anatomía de la obra es de un impresionante verismo idealizado y que lo convierte en un apolíneo exento de descomposiciones patéticas. De un movimiento sobrecogedor, la obra invita a la devoción y al fervor.

Este crucificado de Trujillo está traspasado por tres clavos sobre una cruz arbórea, hecha de un tronco sin devastar, lo que acentúa el naturalismo, y llevan corona de espinas de un bloque con la cabeza o postiza. Responde a los tipos de Crucificados de su gubia, sus cuerpos aparecen agitados por un sentimiento interior que rima con la angustiada expresión de los rostros de pómulos salientes, en los que las cejas se curvan hacia el entrecejo como signo de dolor intenso, los ojos se abultan cuando están abiertos y los párpados se ondulan cuando cerrados; el cabello y la barba se ordenan en madejas finas y simétricas, el pecho aparece hundido, sin fuerza, y toda la anatomía se hace minuciosamente descriptiva: los clavos retuercen los dedos y arrugan la piel. El paño de pureza deriva del utilizado por Montañés y forma grandes masas de pliegues finos y profundos, con cuerda o sin ella, atado con dos moñas laterales.

En el año 1921 se trasladaron los bienes muebles de la iglesia de la Sangre de Cristo a la parroquia de San Martín según disposición del párroco don Rafael García López, según documentación existente en el Archivo de la parroquia de San Martín: “Encontrándose sin fondos la fábrica de la parroquia de San Martín, por las múltiples y costosas reparaciones q en ella se han hecho; el Sr. Cura de la misma solicita de sus feligreses que por su piedad, y desprendimiento se han distinguido en amor a su parroquia en otras ocasiones, presten cooperación con la limosna que estimen suscribirse para el traslado del Stmo Cristo de la Sangre y Retablo del mismo, a su parroquia, lo que se hace para evitar el deterioro del mismo, dado el estado ruinoso de su capilla, y para darle el debido culto del que ha estado privado por espacio de muchos años (seguidamente viene la relación de personas que participaron económicamente en los gastos del traslado, realizado por el maestro alarife don Manuel Diz Ramos el 30 de noviembre de 1921, costó 161,05)”.

Lám 4.- Crucificado de la Agonía que preside el retablo central

Lám 5.- Crucificado de la Agonía, detalle

El Crucificado de la Sangre de Cristo preside el retablo de la parroquia de San Martín. Se eleva sobre un sencillo banco, mostrando una caja flanqueada por un par de columnas estriadas en cada lado y encima hay un frontón partido que aloja una hornacina con San Pedro en cátedra. Según don Clodoaldo Naranjo en el año 1675 el artista Manuel Ruiz ejecutó su dorado y pintura a costa del Cabildo de Capellanes de Trujillo[45]. La imagen del Crucificado, de la misma cronología, es una obra realista de cierta calidad. Antes tuvo, lógicamente, otros retablos el presbiterio de la iglesia. En el banco de la obra advertimos la presencia de los escudos de don Gabriel Pizarro de Hinojosa y Arévalo († 1625), quien llegó a ser Inquisidor General de Córdoba y Granada[46]. En el banco del retablo advertimos la presencia de los escudos de don Gabriel Pizarro de Hinojosa y Arévalo († 1625), quien llegó a ser Inquisidor General de Córdoba y Granada[47]. Cabe decir de este retablo que es una de las mejores obras de estilo clasicista que se conservan en la Diócesis. Hasta los años 80 del siglo XX, presidía el espacio ochavado un moderno retablo que fue trasladado a la parroquia de Garciaz por el sacerdote don Ramón Núñez. Se trata de un retablo del año 1903, de estilo neogótico, que donó al templo doña Juana Durán Rey, vecina de Madroñera, en cumplimiento del testamento de su difunto esposo don Manuel Pablos Miguel. Según consta en una inscripción del retablo. Juntamente con las imágenes de San Martín y la Virgen de la Victoria –obras del escultor Romero- que presiden en sendas hornacinas laterales, en los años que preceden a la Coronación Canónica de la Virgen granítica que está en la capilla del castillo, esta imagen de la Patrona de la iglesia de San Martín procesionó en los días de la Festividad de la Virgen de la Victoria, en cumplimiento del testamento de su difunto esposo don Manuel Pablos Miguel. Esta es la efigie a la que se refería el poeta trujillano don Gregorio Rubio «Goro» en su poesía cuando nos dice «que la imagen de colores tan vivos que está en la iglesia de San Martín no es la Virgen que quiere el pueblo sino la que está en el castillo, que es la que Trujillo venera como verdadera Patrona».

A ambos lados del retablo mayor destacamos dos tondos[48] o composiciones escultóricas-pictóricas en forma de disco que representan a San Pedro y a San Pablo, del siglo XVI.

Lám 6.- Imagen de la Virgen de la Victoria que presidía una hornacina de la plazuela del Reposo

En la sacristía se conserva la Virgen de alabastro que presidía la hornacina de la plazuela del Reposo (Lám 6). Colocándose recientemente en dicho lugar una réplica. Virgen coronada con el Niño desnudo. Viste la Virgen María túnica y manto, inclinando suavemente la cabeza y posando sus pies sobre un serafín de alas explayadas. Es obra de la segunda mitad del siglo XVI, en el año 1569 en el testamento de Francisco de Sotomayor, una de las cláusulas especificaba: “Item mando que se eche un chapitel de madera forrado de hoja de lata en la imagen de Nuestra Señora del Reposo que está a las espaldas de la capilla de Sant Martín de tal manera que la ymajen no reçiba daño con el hostigo del agua y que se pague lo que para ello fuere menester”.

                                                                                         Lám 7.- Cristo de la Salud

En este sepulcro de los Bejaranos se conserva el Cristo de la Salud (Lám 7), magnífica imagen en madera policromada del Crucificado, recibe culto bajo la advocación de Cristo de la Salud[49]. En esta imagen se pone de manifiesto la representación de un Cristo doloroso que destaca por su belleza plástica. Está tratado con una suavidad de formas muy lejanas a las representaciones del Cristo del Dolor en las que todos los detalles anatómicos estaban en función de la expresión acrecentada de dolor. Este Cristo de la parroquia de San Martín presenta un carácter menos dramático y unas líneas más suaves que el Cristo de las Aguas, de esta misma ciudad.

Está clavado en la cruz, con la cabeza inclinada hacia su hombro derecho, tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta. Su larga cabellera cae por la espalda y barba bífida, además de llevar una corona trenzada sobre la cabeza. Tiene muy bien talladas las costillas y los tendones. Su figura se cubre con perizoma corto, anudado en el centro, formando variados pliegues. Podemos fechar esta obra en el siglo XV. Curiosamente, en un documento que hace referencia a las disputas mantenidas entre los Chaves y las tropas del Marqués de Villena menciona la existencia de un Crucificado en la iglesia que sufrió duros desperfectos[50]. Ha sido restaurado entre los meses de junio – julio del año 2011 por la empresa de Conservación y Restauración de Bienes Culturales ATRIUM C.R.B.C. S.L, contando con el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti.

Lám 8.- Crucificado del s. XVIII

La capilla de los Regodones la preside un Crucificado del siglo XVIII sobre cruz de madera tallada, dorada y policromada a la que está clavado con tres clavos de hierro (Lám 8). La cruz tiene el INRI pegado al brazo horizontal. El Crucificado está representado joven, delgado, moreno, de media melena hacia atrás de la que un mechón se separa avanzando por el hombro derecho hasta el pecho. Su barba no es continua, está dividida en dos por la barbilla. Su cabeza ladeada a la derecha cae ligeramente hacia abajo. Sus ojos están semiabiertos. En su cabeza lleva una corona de espino apoyada en unas espinas incrustadas en la cabeza, entre sus costillas derechas hay una herida de lanza. De estas heridas emanan chorretones de sangre. También presenta diversas señales de latigazos, está cubierto por un manto blanco de pureza de pequeñas dimensiones, sujeto por un gran y sencillo nudo a su izquierda. La imagen, con el paso del tiempo ha sufrido importantes deterioros. Es una imagen tallada en madera, de bulto redondo, policromado en las carnaciones y estofada en el paño de pureza. La cruz, como se ha descubierto durante la intervención, estaba estofada originalmente, ha sido magníficamente restaurado entre los meses de abril-mayo del año 2011 por la empresa de Conservación y Restauración de Bienes Culturales ATRIUM C.R.B.C. S.L. contando con el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti.

Lám 9.- Imagen de San Donato

Lám 10.- Imagen de San Hermógenes

En la capilla de los Bejarano, lugar de enterramiento de don Luis de Camargo Paniagua hay un retablo rococó, obra de mediados del siglo XVIII, preside la capilla. Tiene columnas adornadas con telas y rocallas, que muestra las esculturas de los mártires San Donato (Lám 9) y San Hermógenes (Lám 10), esculturas de la segunda mitad del siglo XVII[51], efigiados en pie y arrodillado, respectivamente sobre un pequeño pedestal marmolizado, con las manos cruzadas sobre el pecho, atadas, degollado, mira hacia arriba. La devoción a los santos mártires fue implantada en época barroca al considerar que eran trujillanos tales Santos y que fueron martirizados, junto a otros compañeros, en Mérida. Debió fabricarse hacia la misma fecha que aporta la inscripción que leemos a los pies: «LAUDA DE DON LUIS DE CAMARGO PANIAGUA/CAPITÁN DE CABALLERÍA DE LOS EXERCITOS DE/ SU MAGESTAD (…) AÑO DE 1755». Se deduce de esto que la obra vino a sustituir el retablo que había construido la parroquia en honor de los dos mártires en 1673: en este año tenemos documentada una paga de 275 reales en favor del carpintero Francisco Acedo, autor del mismo. Lo doró el pintor Manuel Ruiz entre 1678 y 1679 a cambio de 925 reales[52]. Entre los meses de febrero y marzo del año 2011 fue restaurada la imagen de San Hermógenes por la empresa de Conservación y Restauración de Bienes Culturales ATRIUM C.R.B.C. S.L., y bajo el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti. Hemos de indicar que esta capilla se la conoció hasta las obras de restauración efectuada en el templo en el año 1979 como capilla de la Virgen de la Victoria, pues presidía dicho retablo en su hornacina central una imagen de la Virgen de la Victoria[53].

Incluimos la imagen de la Virgen de la Piedad, actualmente preside dicho retablo. Fue depositada en el año 2012 en el templo parroquial de San Martín[54]. Este tipo de esculturas se las conoce como imagen de vestir. Tiene el tronco apenas detallado (se prolonga hasta la cintura o las caderas); brazos articulados, sin forma anatómica, que terminan en manos de talla y un bastidor troncocónico que forma la parte inferior de la imagen, al que se le llama caballete o candelero. Es obra de madera, yeso y está policromía. La cara, el cuello y las manos están realizados en madera tallada, con una base de estuco (masa de yeso blanco y agua de cola) y policromía. Bellísima imagen que representa a una joven María de rostro sereno y mirada ensimismada, presentando una policromía con delicioso brillo a pulimento, y el complemento de ojos de cristal y los cabellos pintados. Presenta características estilísticas muy parecidas a la Virgen de la Paz del Convento de San Pedro de Trujillo. Lleva en su mano izquierda al Niño Jesús. Ha sido restaurada recientemente por la empresa de Restauraciones Artísticas ATRIUM, bajo el patrocinio de don José María Pérez de Herrasti.

Nota.- El resto de fotografías de este trabajo puede consultarse directamente en nuestro archivo.

 

[1]La reconquista de Trujillo tuvo lugar el 25 de enero de 1233, como ya advirtió el profesor J. González en su obra Reinado y diplomas de Fernando III, Córdoba, 1982-1983, p. 318. El problema radica en un defecto de una unidad en la fecha con numeración romana y que también ha sido defendido por el Académico Manuel Terrón Albarrán en su trabajo “En torno a los orígenes de la Tierra de Trujillo (1166-1233)”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo desde la época prerromana a la Baja Edad Media”. Badajoz, 2005, p. 300; y en su libro Extremadura musulmana, Badajoz, 1991, p. 213. Interesante es también el estudio de Jesús Ruiz Moreno: “1233 la reconquista cristiana de Trujillo”, presentado en los XLII Coloquios Históricos de Extremadura, 2013. Como señalan los cronistas (fuentes árabes y la crónica cordubense de Fernando Salmerón) y no en el año 1232 como se ha venido insistiendo al seguir a los Anales Toledanos, es evidente que la fecha exacta es la de 1233 dada la fuente árabe de Al Himyari, ed. Leví Provençal p. 63. que afirma que tuvo lugar en Rabi I del 630 H. y en el Cronicón cordubense de Fernando Salmerón.

[2] SOLIS RODRÍGUEZ, C.: “La Plaza Mayor de Trujillo”. Actas del VI Congreso de Estudios Extremeños. Tomo I. Historia del Arte, Badajoz, 1981.

[3] RAMOS RUBIO, J. A.: “Recuperación histórica de la Plaza Mayor de Trujillo”. Cimbra, revista del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, año XL, número 358, mayo-junio de 2004, pp. 46-57. RAMOS RUBIO, J. A: La Plaza Mayor de Trujillo. Excmo. Ayuntamiento de Trujillo. Imprenta Moreno (Montijo), 2003.

[4] Archivo Municipal de Trujillo, legajo 5, documento 1, fol. 123 y ss.

[5]Sepan quantos esta carta vieren como en Trugillo, jueves catorze días de março, era de mil e trezientos e noventa e un años, como nos el consejo de Trugillo estando ayuntado en la eglesia de sant martin, que es el arraval de la dicha villa, a canpana repicada por mandado de Pero Martines juez en la dicha villa por nuestro señor el rey e estando presentes en el dicho conçejo…..”. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1.1, número 30, fols. 92r-94r.

[6] También hemos de indicar que el Concejo no sólo se reunía en el portal de la iglesia de San Martín, también se reunieron en otras ocasiones en las peñas próximas a la iglesia de Santa María y en el atrio de la iglesia de Santiago. “Sepan quantos esta carta vieren como nos el conçejo de Trugillo, estando yuntados en conçejo en las peñas çerca de la eglesia de Santa María del dicho logar a canpana repicada por mandado de Johan Blasquez, alguazil por nuestro señor el rey en esta dicha villa…”. Carta de poder del concejo de Trujillo alargando el poder concedido a Gonzalo Fernández Añasco, para entender en los pleitos existentes sobre los ejidos de las aldeas. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1.1, número 30, fols. 104r-105r. “Sepan quantos esta carta de poder vieren como nos el conçejo , justicia, regidores, cavalleros, escuderos de la muy leal çibdad de Trugillo, estando ayuntados en la yglesia de Santiago que es de los muros adentro de la dicha çibdad, a canpana tañida según que lo avemos de uso e de costumbre para semejantes actos e negoçios, a nonbre de conçejo, …”. Cartas de poder del concejo de la ciudad de Trujillo y vecinos de ella a Juan de Chaves, Álvaro de Hinojosa, Cristóbal Pizarro, Pedro Calderón Altamirano, Francisco de Loaisa y Martín de Chaves, vecinos de la ciudad, para que actúen en su nombre en el pleito existente entre la ciudad y sus vecinos y el obispo de Plasencia sobre el cobro de diezmo de las hierbas, pleito en el que las partes se comprometen a aceptar la sentencia que dicte en la reina del obispo de Oviedo. 21 a 28 de abril de 1500. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 3. 1, fols. 6r- 14r. Son varios los documentos existentes en el Archivo Municipal que nos indican el lugar principal donde se reunía frecuentemente el Concejo era en el portal de la iglesia de San Martín. Arrendamiento de la guarda de los prados, alcaceres, fuentes, alberca y muladares (febrero de 1384). Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1. 1, número 1, fols. 1r- 1v.; Acuerdo del concejo de Trujillo y que los nuevos alcaldes de Trujillo Guadalupe intenten llegar a un acuerdo sobre los debates existentes entre el concejo de Trujillo y el monasterio de Guadalupe en algunas ocasiones de Madrigalejo (12 noviembre de 1484). Archivo Municipal de Trujillo, legajo 4. 9.; Carta de censo sobre unas casas de Juan López de Santa Cruz, del concejo de la ciudad por 700 maravedíes y cinco gallinas cada año (3 agosto de 1498). Archivo Municipal de Trujillo, legajo 3. 1, fols. 353 r- 355 v.

[7] Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1. 1, número 39, fols. 137r- 137v.

[8] 19 enero de 1526, ante Francisco de los Cobos. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 4, carpeta 4, fols. 66v- 67r. Cit. TENA FERNÁNDEZ, J: Trujillo, histórico y monumental. Gráficas Alicante, 1967, 1ª ed, p. 296.

[9] Ordenanzas de la Cofradía del señor San Martín. Año 1500, legajo 65, carpeta 13, tiene 8 folios. Archivo Municipal de Trujillo.

[10] Archivo Municipal de Trujillo, Acuerdos, número 18, 1525-1526, fols. 86-87 vº. Cédula de Carlos V el concejo de la ciudad de Trujillo para que pueda dar por una vez de los propios de la misma 200.000 maravedíes para las obras de la capilla de la iglesia de San Martín. En Toledo a 19 enero de 1526, ante Francisco de los Cobos. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 4, carpeta 4, fols. 66v- 67r.

[11] Real Provisión de don Carlos y doña Juana al concejo de la ciudad de Trujillo para que pueda dar 12.000 maravedíes para la obra de ampliación de la parroquia de San Martín, a cuenta de los 500.000 que tiene acordado dar en cinco años. Dada en Toledo a 15 marzo de 1529, refrendada de Francisco de Salmerón. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 4, carpeta 4, fols. 127v- 128r.

[12] Presentación en el Consejo de la ciudad de Trujillo de la merced que los Reyes Católicos hacen a su hijo, el Príncipe don Juan, de esta ciudad así como de tres cartas del príncipe comunicando dicha concesión a Trujillo, dando poder a Fernando Gómez de Ávila para que tome posesión de la misma en su nombre y confirmando a Juan Rodríguez de Mora como corregidor de Trujillo. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 6.6.

[13]Cédula de Carlos V en Toledo a 26 de febrero refrendada de Francisco de los Cobos comunicando a Trujillo que por esta Ciudad pasará su esposa la Emperatriz Isabel y mandando que se le hagan los honores y recibimientos correspondientes a su persona. Archivo Municipal de Trujillo, año 1526. 1-3-78-1, fol. 89.

[14] Testimonio de la visita del rey Felipe II a la ciudad de Trujillo. En Trujillo, a 13 de marzo de 1583. Actas de Acuerdos, 1576-1583. Actas del Concejo de Trujillo. Del 10 de octubre de 1576 al 2 de abril de 1583. 571 folios. Archivo Municipal de Trujillo, años: 1576 a 1583. 1-1-30-1.

 

[15] “…porque el pueblo es crecido e se multiplican en feligreses de quince o veinte años acá, así por los infieles de moros e judíos que se convirtieron en la ciudad, que son casi todos feligreses de la Iglesia… y no puede acoger a los que acuden a los actos religiosos, que tiene muy estrecha capilla, tanto y en tal manera que a esta causa e al concurrir en ella mucha gente, por estar en la plaza del arraval, no cabe gente en ella los días de fiesta….”. Archivo General de Simancas. Cámara de Castilla. Memoriales (16 diciembre de 1515), legajo 128, número 31. Cit. SANZ FERNANDEZ, F: Paisaje, percepciones y miradas urbanas de una ciudad del Renacimiento: Trujillo . Badajoz, 2009, p. 295.

[16] Fueron necesarias por parte del Ayuntamiento la compra de algunas casas. Archivo Municipal de Trujillo, Cédula de Carlos V al concejo de la ciudad de Trujillo para que pueda dar por una vez de los propios de la misma 200.000 maravedíes para las obras de la capilla de la iglesia de San Martín en la plaza de esta ciudad (19 enero de 1526), legajo 4, carpeta 4, ff. 66v-67r. Véase el importante trabajo de SOLIS RODRÍGUEZ, C: “El arquitecto trujillano Sancho de Cabrera”. Actas del V Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 1976, p. 143. Las obras continuaban en el año 1529. Real Provision de don Carlos y doña Juana al Concejo de la ciudad de Trujillo para que podar 12.000 maravedíes para las obras de ampliación de la parroquia de San Martín, a cuenta de los 500.000 que tiene acordado dar en cinco años ( 15 marzo de 1529). Archivo Municipal de Trujillo, legajo 4, carpeta 4, fols. 127v- 128r.

[17] Sería una importantísima obra para el maestro, avecindado en sus proximidades y quedando constancia en su Testamento de su voluntad de ser enterrado en la citada iglesia. Testamento de Sancho de Cabrera, 31 de mayo de 1574. Archivo de Protocolos de Trujillo. Francisco de Villatoro, 1574, legajo 19, fols. 334-336. En Apéndice documental. Documento 1.

[18] “…dí la comida a los oficiales de acabada de cerrar la capilla”. Archivo parroquial de San Martín, Cuentas de Fábrica (1538-1590).

[19] Junto al osario del atrio de San Martín: “h(ic) s(itus) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) TEMISON (…) uxs(or) f(ecit)”. Falta el nombre y la edad del difunto. Se ha conservado la fórmula funeraria y el parentesco que unía a la dedicante con el difunto. Al igual que la anterior (perdida): “h(ic) s(itus) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis)”. Inscripción funeraria: “…an(norum) IL (,…) hic. S(it) t(ibi) t(erra) l(evis). ESTEBAN ORTEGA, J: Corpus de Inscripciones Latinas de Cáceres. II Turgalium. Cáceres, 2012, pp. 237 y 270. CIL, II. 528A y 528 B y 639.

[20] El rey Alfonso X mencionó este juego en su obra Libro de los Juegos. Popular juego, muy antiguo, originado en el Medio Oriente, nombre que proviene del árabe al qirkat, preservándose tableros grabados en piedras de varios templos del Mediterráneo. Llevado por los árabes a la Península Ibérica, al llegar a Occitania se fusionó con el tablero de ajedrez y dio lugar a las damas.

[21] Archivo Municipal de Trujillo. Acuerdos, núm. 34, fol. 492 vº.

[22] En la visita celebrada en el año 1573 se especifica que la iglesia ya estaba bendecida.

[23] RAMOS RUBIO, J. A: “Imaginería Medieval mariana en la Tierra de Trujillo”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo desde la época prerromana a la Baja Edad Media”, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Trujillo, 2005, pp. 137-169. RAMOS RUBIO, J. A.: Escultura Medieval y Tardomedieval en la Diócesis de Plasencia. Fundación “Palacio de Alarcón”. Imprenta Moreno, Montijo, 2004.

[24]Construida por el maestre Gil de Cuéllar, autor de la Sala Capitular de la catedral placentina o capilla de San Pablo. Esto lo afirma por primera vez NARANJO ALONSO, C.: Trujillo y su tierra, p. 110. Es importante ver el estudio del Catedrático de la Univ. de Valladolid, Dr. don Salvador Andrés Ordax sobre esta ermita y este arquitecto, en B.S.A.A., tomo LIII, Valladolid, 1987, pp. 304-309. En los años 80, el párroco de la iglesia don Ramón Núñez trasladó esta imagen que se encontraba en la iglesia de Santiago (filial) al templo de San Martín.

[25]La imagen tiene vaciada su espalda, característico de las imágenes fernandinas que acompañaban a los ejércitos. Es probable que esta imagen llegara a Trujillo con las tropas cristianas traídas por los templarios, en la reconquista definitiva del 25 de enero de 1233. Estableciéndose su culto enseguida. Según los Anales Toledanos, Trujillo fue reconquistado por el Maestre de Alcántara, ayudado por el obispo de Plasencia y algunos caballeros del Temple y Santiago. Vid. Anales Toledanos I y II, ed. Julio Porres Martín-Cleto, Toledo, 1993. TERRON ALBARRAN, M: “En torno a los orígenes de la tierra de Trujillo (11666-1233)”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo desde la época prerromana a la Baja Edad Media”. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2005, pp. 211-302; GONZALEZ, J: “Reconquista y repoblación de Castilla, León, Extremadura y Andalucía (siglos XI y XIII)”, en La Reconquista española y la repoblación del país. Zaragoza, 1951; GONZALEZ, J: “Repoblación de la Extremadura leonesa”. Hispania, tomo XI, Madrid, 1943; GONZALEZ, J: Reinado y diplomas de Fernando III, Córdoba, 1980-1983.

[26]Synodo Docesana del Obispado de Plasencia, celebrada por el Ilvstrissimo y Reverendissimo Señor Don Fr. Joseph Ximenez Samaniego, Obispo de Plasencia. En la Civdad de Plasencia, los días XI al XV del mes de mayo del año de M.DC. LXXXVII. En Madrid, Oficina de Melchor Alvarez. Año M.DC.LXXXXII, fol. 255.

[27]La agresión francesa en Trujillo y sus alrededores (ermitas y arrabales) fue muy violenta. Es muy explícita la nota del sacerdote trujillano don Tomás Martín de Prado en el Libro de Bautismos del año 1809: «Debe hallarse con reparación las partidas que pueden suponerse desde primeros de agosto de 1806 hasta veinte y tres de julio de 1809 por haberse perdido las partidas comprendidas en este tiempo a causa de la invasión francesa y el total abandono de la ciudad acaecida en 19 de marzo de 1809«. Libro de Bautismos, 1809-1833. Arch. Parroq. Santa María. Trujillo.

[28]NARANJO ALONSO, op. cit., pp. 110 y 111. TENA FERNANDEZ, J.: Trujillo histórico y monumental, op. cit., p. 423. Aquí estuvo depositada la Virgen de la Coronada hasta el año 1989, fecha en la cual comenzaron las obras de restauración de la iglesia de Santiago, trasladándose la imagen a la parroquia de San Martín.

[29]Capellanía que fundó Diego de Orellana en la hermita de nra. sra. de la Coronada, aneja a la parroquia de Santiago, 15 de febrero de 1729. Libro de Capellanías de la iglesia parroquial de Santiago, 1729-1908, fol. 21.

[30]Lo más característico de esta ermita es su portada, que se abre en arco de medio punto y está decorada con siete cabezas humanas y de animales, muy a tono con los bestiarios medievales. En el salmer derecho, se leía una inscripción que fechaba la ermita: «MASTRE GIL/ dE CullaR M/E FECIT ERA DE MIL E CC/C ANNOS/DOZE». La fecha de la era hispánica (1312) equivale al año 1274 de la era cristiana. Hablamos en pasado, pues en la actualidad esta portada forma parte de una chimenea de la finca cercana de don Miguel Tovar.

[31]Se observan similitudes en este desplazamiento lateral de Niño con la Virgen de Santa María la Real de Nájera, que se atribuye al siglo XIII. SPENCER COOK, W.W., y GUDIOL RICART, J.: Ars Hispaniae Historia Universal del Arte Hispánico. T. VI. Pintura e Imaginería Románicas, ed. Plus Ultra. Madrid, 1980., p.380, dicen al respecto: «La Virgen de la iglesia de Santiago de Trujillo, es una ingenua representación del modelo de Nájera, que llegaría a región tan apartada a través de infinitas copias y adaptaciones».

[32]El escote de la túnica lleva una abertura con la guarnición llamada «orfrés», similar al que ostenta la Virgen del Carrascal, de Logrosán, propia de los vestidos lujosos del siglo XIII, es una pervivencia románica que desaparece en el siglo XIV. BERNIS, C.: BERNIS, C: Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos I (los Hombres), II (Las mujeres). Instituto Diego Velásquez, C.S.I.C. Madrid, 1978-1979, p. 207.

[33]Estas flores están presentes en muchas de las orlas que circundan las viñetas de las Cantigas de Alfonso X. Vid. GUERRERO LOVILLO, J.: Las Cantigas. Estudio arqueológico de sus miniaturas. Madrid, 1949.

[34]El Ilmo Sr. don José Avila, obispo de Plasencia, concedió «cuarenta días de indulgencia a todos los fieles por cada vez que rezasen un Padrenuestro o un Credo ante la imagen de Jesucristo Crucificado denominado de las Aguas y otros cuarenta a los que lo verifiquen rezando un Ave María o una Salve ante la imagen de Ntra. Sra. de la Coronada, y otros cuarenta a los que recen un Padrenuestro por el Apóstol Santiago». Libro de Cuentas, parroquia de Santiago de Trujillo, 1849. Santa Visita del 18 de mayo de 1854, f. 14 vº.

[35]Libro de Cuentas, fols. 4 vº (año 1849), 17 (1855), 18 vº (1855) y 30 (1862). Archivo Parroquial de Santiago de Trujillo. Los altares más importantes del templo de Santiago eran el mayor dedicado al Santo Patrono, el altar del Cristo de las Aguas y el de Ntra. Sra. de la Coronada.

[36]Durante la restauración se pudo verificar que la efigie había recibido una primera restauración en el siglo XVIII, momento en el cual le colocaron ojos de cristal al rostro de la Virgen María, luego sustituidos por unos tapones de madera retallada que son los que se le han dejado, pero abriéndolos más.

[37]PIZARRO GOMEZ, F. J. (Comisario) y otros: Catálogo de la Exposición: «Patrimonio Histórico de Extremadura: Edad Media y Renacimiento». ERE. Mérida, 1990, pp. 42-45 y 54-55.

[38] “..Queremos e mandamos que la capilla e enterramiento que tenemos en la iglesia del Señor San Martin en la Capilla Mayor de la dicha iglesia ande junta con todo ello por Mayorazgo..”. TENA FERNÁNDEZ, Trujillo, histórico y monumental, op. cit., p. 341.

[39] San Jerónimo, uno de los grandes Padres latinos de la Iglesia, junto a las figuras de San Agustín de Hipona, de San Ambrosio de Milán y de S. Gregorio Magno, ha sido considerado como el «príncipe de los traductores» de la Biblia y el exegeta, por excelencia, de los Padres de Occidente.

[40] PIZARRO GOMEZ, F. JAVIER y ANDRES ORDAX, S.: El Patrimonio Artístico de Trujillo (Extremadura). Salamanca, 1987. TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo, histórico y monumental, op. cit.. PEREZ SÁNCHEZ, A. E: Antonio de Pereda y la pintura madrileña de su tiempo. Madrid, 1978. TERRON REYNOLDS, M. T: Patrimonio pictórico de Extremadura en los siglos XVII y XVIII. Universidad de Extremadura. Salamanca, 2000.

[41] Archivo de la iglesia parroquial de San Martín. Cuentas de Fábrica (1538-1590), año 1576. El Altar Mayor fue obra de Francisco Rodríguez (año 1576), “…Antonio Rodríguez cura de Arroyomolinos y Tejeda, a nombre de su padre Francisco Rodríguez que hizo el retablo de San Martín, recibió 23 familias de trigo y 20 ducados”. En las cuentas del año 1578 recibe 100 ducados en una partida y 1200 maravedíes en otra. En el año 1579 Inocencio Hernández, carpintero, puso los andamios para colocar el retablo.

[42] Fue trasladado en el año 1921 siendo Cura Ecónomo de la parroquia de San Martín don Rafael García, por su interés en dotar al suntuoso templo de nuevos elementos que valoren su mérito.

[43] HERNÁNDEZ DÍAZ, J: Juan de Mesa. Escultor de imaginería (1583-1627), Colección Arte Hispalense, 1, Diputación de Sevilla, 2ª ed., Sevilla, 1983, p. 22; VILLAR MOVELLÁN, Alberto, “Juan de Mesa y Alonso de Mena: enigmas e influencias”, Apotheca, 3, Departamento de Historia del Arte, Universidad de Córdoba, Córdoba, 1983.

 

 

[44] Libros de la Cofradía titulada de la Sangre de Cristo de la villa de Vélez-Rubio, 2t, 1602-1804. Archivo parroquial.

[45] NARANJO ALONSO, C.: Trujillo sus hijos y monumentos. 2ª ed. Serradilla, 1929. NARANJO ALONSO, C.: Trujillo, sus hijos y monumentos. Espasa-Calpe. 3ª ed. Madrid, 1983.

[46] CORDERO ALVARADO, Pedro: Trujillo. Guía Monumental y Heráldica. Cáceres, 1996, p. 54

[47] Hijo de Alonso Pizarro de Torres y de Teresa de Grado, falleció en Trujillo en el año 1625.

[48] El término proviene del italiano rotondo, «redondo».

[49] RAMOS RUBIO, J. A: “La imaginería medieval en Trujillo”. Actas del Congreso Trujillo Medieval, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Trujillo, 2002, pp. 77-95. RAMOS RUBIO, J. A: Escultura Medieval y Tardomedieval en la Diócesis de Plasencia, op. cit.

 

[50] “Con motivo de los duros enfrentamientos entre los seguidores del marqués de Villena desde la fortaleza y los Chaves que se defendían desde la iglesia de San Martín, ésta quedó bastante destrozada. En una ocasión (año 1476) sufrió destrozos el crucificado, y una parte de ella, según cuentan testigos presenciales como Juan Núñez, Nuño de Chaves, Francisco Dávila. Los daños causados ascendieron a 100.000 maravedíes”. Archivo General de Simancas. Cámara de Castilla. Pueblos, legajo, 20. Cit. FERNANDEZ-DAZA ALVEAR, C.: La ciudad de Trujillo y su tierra en la baja Edad Media. Badajoz, 1993, p. 124.

[51] Flórez cita veinticuatro mártires de Trujillo, entre ellos a San Hermógenes y a San Donato. FLOREZ, E: España Sagrada, tomo XIII, Madrid, 1756, p. 120. FLOREZ, ENRIQUE: España Sagrada. Editorial Agustiniana. Madrid, 2001. Santos mártires que murieron en Mérida en tiempos de la dominación romana, y aparecen citados por Baronio en su Martirologio. Retablo de los Mártires San Hermógenes y San Donato. Archivo parroquial de la iglesia: L.C. y V. de la Cofradía de los Mártires San Hermógenes y San Donato, de 1673 a 1762, foliado. 1673. Hechura del retablo dedicado en la iglesia a los Santos Mártires titulares de la congregación de San Hermógenes y San Donato. Aditamentos posteriores. Cuentas de 1673: «Yten doçientos y doçe reales que costó la madera que se compró para haçer el retablo de los Santos». (Fol. 3 vt.º) «Yten doçientos y setenta y cinco reales que pagó a Françisco Azedo, carpintero, por la hechura del dicho retablo como constó de su recibo que exivió dicho mayordomo y en cuya cantidad se conçertó dicha obra por el alcalde y demás ofiçiales». (Fols. 3 vt.º. 4) «Yten çiento y setenta y siete reales que gastó en la fiesta que se hiço el día que se colocaron los santos en la capilla, en haçer el altar, sermón, cohetes y otras cosas como se contiene en las partidas del libro del borrador». (Fol. 4) Cuentas de 1679, ref. a 1677-78: «Yten mil trecientos y sesenta maravedís a Francisco Azedo por la hechura del altar». (Fol. 24) 1678-1679. Pintura y dorado del retablo de los Santos, obra concertada con el pintor Manuel Ruiz. Cuentas de 1681, ref. a 1678-1679: «Yten noveçientos y veinte y çinco reales que pagó a Manuel Ruiz, pintor, en que se concertó el dorar y estofar el retablo de los Santos, como consta del ajuste que se hiço con el susodicho y reçibos que entregó». (Fol. 28)

[52] Vid., A.D. de Trujillo, Documento 4.

[53] ROCHA PIZARRO, F.: Explicaciones Litúrgicas de la Consagración de las iglesias, Toledo 1936; Pág. 48, aparece una fotografía del retablo con una imagen central de la Virgen de la Victoria y nombra a la capilla que lo alberga como Capilla de la Victoria.

[54]Existió una ermita dedicada a la Virgen de la Piedad (próxima a la Plaza de Toros), de gran devoción entre los trujillanos, fundada en el año 1528 (la imagen titular de la ermita desapareció, al igual que la primitiva ermita). Una Cofradía se encargaba de su culto. Cuando cesó el mismo se trasladó a la iglesia de Jesús y, posteriormente, a la de San Francisco. Véanse nuestros estudios RAMOS RUBIO, J. A: “La Ermita de la Piedad se construyó en el año 1528. Aportaciones documentales”. Revista La Piedad, Trujillo, 2000, pp. 9 y 10; RAMOS RUBIO, J .A: “Las Fiestas a Ntra. Sra. de la Piedad”. Revista La Piedad, 1990; RAMOS RUBIO, J. A: “Nuevos datos sobre la advocación de Ntra. Sra. de la Piedad en Trujillo”. La Piedad, 1992, p. 9; RAMOS RUBIO, J. A: «Las Fiestas de La Piedad según el Libro de Ordenanzas del Cabildo de Trujillo, año de 1573». LA PIEDAD, Trujillo, 1993, pp. 31-33.

 

 

 

Oct 092017
 

Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz. Provisional.

Lám 1.- El grupo de bolos graníticos en cuyo entorno se encuentran los restos habitacionales del poblamiento estudiado en la cerca de los Toros

. Introducción

En las actas de los XXVII, XXVIII y XXIX Coloquios de Extremadura -años 1998, 1999 y 2000- fueron publicados sendos trabajos sobre poblamientos localizados en la parte sur del berrocal trujillano; con ellos conectamos nuestro pasado patrimonial prehistórico con otros trabajos semejantes de nuestra Comunidad que, sorpresivamente, o nos tuvieron poco en cuenta o nos silenciaron.

Posteriormente descubrimos este asentamiento que ofrecemos para su conocimiento y estudio. Procuramos eludir la publicación de fotografías poco definidas recurriendo en esos casos al dibujo-calco.

Solamente nos queda decir que este poblamiento ha sido habitado con posterioridad presentando con ello mayor complejidad.

. El poblamiento: zona habitacional

Localización

Se localiza muy próximo al punto geográfico formado por una latitud norte de 39º 26´ 41,76´´ y longitud oeste de 5º 50´ 8,48´´.[1]

Para llegar al poblamiento se debe partir desde Trujillo a Guadalupe hasta el cruce de callejas muy próximo al final del berrocal; una vez allí, hay que desviarse a la derecha y dejar el coche en un pequeño aparcamiento inmediato no señalizado. Si se parte de la plaza de toros de Trujillo, la longitud de este tramo está muy cerca de los 5 km.

Hacia el oeste, un murete y una puerta marcan la ruta: al lado derecho unos cortos escalones permiten franquearlo sin dificultad. Si continuamos en la misma dirección, a poco más de 50 m debemos cruzar otro muro lindero, tras el cual se ha de girar ligeramente a la derecha unos doscientos pasos hasta llegar a un abrevadero.

Una vez en él, se debe ascender por el corto arroyo que lo forma; a 225 pasos de la charca, ya cerca de su parte superior, a la derecha se vislumbra un caserío de cubierta algo más que descuidada. Llegados a su nivel se debe tomar el sentido opuesto.

Al ascender ahora hacia la izquierda otros ciento treinta pasos, se observará a la derecha un redondeado bolo con una mancha amarillenta en su parte inferior, superiormente muestra un pequeño escobón; en ese punto hay que torcer nuevamente a la izquierda y caminar 100 pasos más. Allí, nuevamente a la izquierda, está el bolo de granito claramente en forma de visera que muestra el conjunto de cazoletas número 1.

Para acceder al poblamiento se debe continuar el recorrido en el mismo sentido; ya en la parte alta se alcanza la mesetilla. Una vez en ella se debe caminar hacia el SW; pronto se avistará el pequeño grupo de grandes bolos en donde se hallan los restos del poblamiento. La linde de propiedades queda por el oeste, a unos cuatro metros.

Descripción y generalidades

Además de su innegable interés prehistórico hay que añadir su privilegiado valor paisajístico (Lám 1). Entre los bolos hay un espacio que tiene de ejes: N-S, 45 m y de E-O unos 30 m; ofrece una superficie útil muy antropizada de algo más de 100 m2 y de alto, cercana a 1 – 1,5 m hacia el norte y este, en el resto de los lados el talud es menos acusado o inexistente, sobre todo al sur.

Está elevación es el producto de los restos materiales que constituyen el documento donde poder acercarnos a “leer” su pasado. Como en cualquier excavación, su “lectura” conlleva el cumplimiento de la correspondiente normativa e inexorablemente su destrucción.

Actualmente, en el espacio que dejan los bolos al interior, se observan al menos dos estructuras de tendencia rectangular. Una pilita prismática, de 44 cm de larga, 30 cm de ancha y 20 cm de profundidad, se halla algo elevada y próxima hacia el norte. Su posición nos aproxima a su funcionalidad: debió ser un bebedero de aves.

En la parte más alta del suelo destacan dos sillarejos de granito dispuestos uno frente al otro. Forman parte del vano de una puerta, mide de ancho 0,50 m y 0,65 m de altura; tiene 0,37 m de largo; aparentemente es de poca altura aunque desconocemos parte de ella por estar enterrada.

De las jambas, la que da al sur es la mayor y mejor trabajada, sobre todo en las caras externas al muro; ya dijimos su altura actual. La otra está simplemente desbastada y es menor; de altura tiene 0,25 m, de profundidad 0,60 y 0,20 m de ancho. Unos metros más al sur se encuentran otros dos restos de jambas en disposición semejante.

Las cerámicas observadas en superficie

Figura 1.- Grupo de fragmentos de cerámica observados en la zona habitacional del poblamiento de la cerca de los Toros

En general los fragmentos observados no son numerosos. La mayor parte corresponden a teja curva, común a los numerosos restos presentes en las cercas inmediatas de Tercera Orden, Las Calderonas etc. y corresponden al último momento del poblamiento ya en tiempos históricos.

No obstante en la línea de la base este de los bolos, especialmente en el situado más al sur, observamos un pequeño lote de cerámicas. Algunas tienen la personalidad suficiente para señalar un momento prehistórico (Fig 1).

Platos

Nº 1.- Fragmento de color pardo, con desgrasante de buen tamaño, factura manual y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 16 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que pasaba de los 25 cm. Ambas caras presentan las superficies alisadas; desde 2,5 cm su borde disminuye paulatinamente hasta los 7 mm que presenta el extremo del labio que acaba de forma redondeada.

Nº 2.- Fragmento de color pardo, con desgrasante de buen tamaño, factura manual y cocción preferentemente reductora. Correspondió a un plato cuyo lado tenía un grosor de 8 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que pasaba de los 20 cm; ambas caras presentan las superficies alisadas. Desde 2 cm, su borde aumenta de forma redondeada por la cara interior, lo hace levemente hasta los 12 mm. De esta manera presenta el labio levemente reforzado.

Nº 3.- Fragmento de color pardo, con variado desgrasante, menudo y muy grueso, factura manual y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 11 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que era grande, posiblemente pasaba de los 25 cm; ambas caras presentan las superficies alisadas. Desde 1 cm su borde aumenta muy brevemente de forma redondeada al interior; el extremo del labio acaba de esa forma sobre todo en la parte superior.

Nº 4.- Fragmento de color pardo grisáceo, con variado desgrasante, menudo y no muy grueso, factura manual y cocción general reductora. Corresponde a un recipiente cuyo lado tenía un grosor de 12 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que era grande, posiblemente pasaba de los 35 cm. Ambas caras presentan las superficies alisadas algo más la interior; su borde se encuentra reforzado sobre todo al interior.

Nº 5.- Fragmento de recipiente de color pardo, algo rojizo en su cara interna, tiene desgrasante de mediano tamaño, factura manual y cocción reductora con leve oxidación. Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 8 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que era grande, posiblemente cerca de 25 cm. Ambas caras presentan las superficies alisadas especialmente la interior; su borde está reforzado claramente almendrado.

Cazuelas

Nº 6.- Corresponde a un fragmento de color pardo, ligeramente anaranjado en la cara interna; tiene numeroso desgrasante de mediano tamaño, su factura es manual y la cocción mixta. El ancho de su pared es de 10 mm no apreciándose aumento en el ángulo de carena, éste es de unos 135º y está a 3 cm del borde. El diámetro debía estar en torno a los 30 cm; las superficies de sus caras nos han llegado algo alisadas. El borde se terminó sin refuerzo, simplemente se afiló y la parte superior se redondeó. El fragmento debió pertenecer a una cazuela carenada.

Ollas

Nº 7.- Fragmento de cerámica de color pardo, con desgrasante de gran tamaño, de mala factura manual y cocción sobre todo reductora. Corresponde a un recipiente cuyo lado tenía un grosor de 8 – 9 mm; no podemos precisar el diámetro de su boca. Ambas caras presentan las superficies mal alisadas sobre todo la parte interna.

Este fragmento presenta una decoración incisa formada por un par de bandas paralelas al borde. Fueron realizadas con un par de círculos; en cuya parte inferior se realizaron con fino punzón, trazos bien señalados, paralelos y verticales aunque ligeramente inclinados al lado derecho, de unos 5 mm de longitud y separados de manera regular entre 3 y 4 mm.

Nº 8.- Fragmento de cerámica de color pardo, con menudo y fino desgrasante, de factura manual y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuyas pared tenía un grosor de 10 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que tenía entre 15 y 20 cm. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas; desde 2 cm su borde disminuye muy levemente y termina de forma redondeada al interior. Se trata de una olla globular.

El fragmento presenta una decoración incisa consistente en una banda situada a 1 cm del borde y paralela al mismo. Se compuso con un círculo casi imperceptible y de él se desprenden verticalmente trazos ungulados de unos 8 mm de longitud y separados de manera poco regular entre 1 y 1,7 cm.

Nº 9.- Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 4 – 6 mm y su diámetro tenía sobre 15 cm. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas; desde 2 cm su borde disminuye muy levemente y termina de forma redondeada al interior. A 3 cm del borde superior, el recipiente presentaba una carena redondeada y de ángulo muy abierto.

Nº 10.- Fragmento de cerámica de color pardo rojizo, con escasos desgrasantes gruesos y más abundantes los pequeños, dudamos si su factura es manual o a torno y la cocción parece que debió ser mixta. Corresponde a un recipiente cuyas paredes tenían un grosor de 5 mm y su diámetro tendría sobre 15 cm. Ambas caras presentan las superficies alisadas. Superiormente comienza su borde aproximadamente desde 1 cm; es de forma ovalada aumentando hasta 7 mm, el labio termina de forma redondeada; por el abombamiento que presenta la parte inferior del fragmento se puede decir que perteneció a una ollita.

Nº 11.- Fragmento de cerámica de color variable desde el pardo rojizo hasta el gris oscuro de ello se deduce que tuvo una cocción mixta; con muy fino desgrasante, aparentemente de factura a torno. Correspondió a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 5 mm, dada su pequeñez no podemos precisar su diámetro. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas. Desde 1,2 cm se exvasó su borde y se disminuyó muy levemente terminando de forma redondeada.

Nº 12.- Fragmento de cerámica de color pardo, con menudo y fino desgrasante, de aparente factura a torno y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 4 mm y aunque no podemos precisar su diámetro si se puede afirmar que tenía entre 20 y 30 cm. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas; su borde tiene perfil la tendencia a pico de pato, superiormente el labio termina de forma redondeada.

Cuencos

Nº 13.- Fragmento de cerámica de color gris, con finísimo desgrasante, de aparente factura manual y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuyo lado tenía un grosor de 5 mm; no podemos precisar su diámetro, por la curvatura del fragmento debía estar cerca de los 20 cm. Ambas caras presentan las superficies pulidas pero sin brillo. Desde 1 cm su borde disminuye de manera suave por el interior y el labio termina de forma redondeada.

Nº 14.- Fragmento de cerámica de color gris, con menudo desgrasante, de aparente factura manual y cocción reductora. Corresponde a un recipiente cuya pared tenía un grosor de 5 mm, no podemos precisar su diámetro. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas especialmente la exterior. Próximo a su terminación el borde disminuye muy levemente y termina de forma redondeada.

Nº 15.- Fragmento de cerámica de color gris algo rojizo al interior, con menudo y fino desgrasante, de factura manual y cocción preferentemente reductora. Corresponde a un recipiente cuyo lados tenía un grosor de 5 – 6 mm y su diámetro tendría entre 15 cm y 20 cm. Ambas caras presentan las superficies bien alisadas, la exterior presenta una sencilla decoración incisa a base de dos finas circunferencias localizadas a 11 y 16 mm de la terminación superior. El labio disminuye muy levemente marcándose con suavidad su parte inferior y termina de forma redondeada.

Nº 16.- Fragmento de cerámica de color pardo claro con desgrasante de mediano tamaño, muy rodado; perteneció a un cuenco decorado en su cara externa con cuatro circunferencias en bandas horizontales y paralelas separadas entre cinco y seis milímetros y realizadas a punto en raya.

Relaciones, comentarios y cronología

 Los recipientes números 1, 2, 3, 4 y 5 tienen sus paralelismos como ya expusimos en trabajos anteriores. Concretamente los números 4 y 5 son platos de borde reforzado y almendrado ya presentados en el poblamiento del Acebuche, no lejos de éste. Según las relaciones recogidas en esa bibliografía, ellos sitúan este yacimiento en un impreciso momento del Calcolítico pleno, entre los años 2500 y 2000 a. de C.

El fragmento número 6 perteneció a la tipología conocida como cazuela carenada. Este tipo está presente en algunos fragmentos observados en el no muy lejano poblamiento del Avión. En cuanto a sus relaciones ya fueron establecidas en los referidos artículos. Su cronología como allí estudiamos lo puede situar en un amplio Calcolítico, generalmente temprano, en torno al 3000 – 2500 a. C.[2]

Los fragmentos 7 y 8 presentan una decoración sencilla, no excesivamente abundante pero fácilmente relacionable. La decoración del fragmento número 7 consiste en dos bandas paralelas completadas en su interior por pequeños trazos incisos, verticales, ligeramente inclinados al lado derecho y paralelos.

Puede tener cierta relación con el número veintinueve del poblamiento del Acebuche si bien éste parece carecer de circunferencias y los trazos incisos aunque paralelos son angulares y de mayor tamaño -en el fragmento encontrado están incompletos-. Allí vimos que este motivo del Acebuche tiene su paralelismo en el poblado del cerro de la Horca en Plasenzuela.

Tanto estos como el de los Toros pueden rastrearse, ya en el Neolítico, como parte de las decoraciones simbólicas. La decoración del fragmento número 7 del poblamiento de los Toros -bandas con pequeños trazos incisos, verticales y paralelos- tiene además en su parte inferior un tracito que nos insinúa la existencia de otros motivos incisos en esa parte de la vasija.

Estos motivos de bandas paralelas tanto con temas lineales como con temas decorativos de carácter secundario son rastreables de manera general entre las cerámicas simbólicas de uso cotidiano del sur peninsular. Están presentes aunque aparentemente de manera accesoria en algunas cerámicas simbólicas del poblado de los Millares[3]. Otros ejemplos se observan en la cueva del Agua del Prado Negro (Iznaloz, Granada); en la cueva de las Ventanas (Piñar, Granada) etc. Éstas ofrecen una datación muy temprana que tiene sus comienzos en el Neolítico siendo algunos motivos como el estudiado de más larga duración[4].

La decoración incisa del número 8 en una banda cercana y paralela al borde, formada por incisiones de apariencia ungular, poco profundas y de apenas un centímetro también están presentes en el fragmento número 20 del poblado del Acebuche -ya mencionado-, en los números 69 y 70 del poblamiento del Avión y en el número 23 de Aguas Viejas, si bien éstas son más anchas y toscas.

Este motivo decorativo es muy común en la cerámica de uso cotidiano de extensos periodos de tiempo, prueba de ello es su existencia en los tres poblados estudiados en la década de los noventa del pasado siglo y reseñados anteriormente en la bibliografía. De esta manera el fragmento no proporciona datos concretos de cronología pues, como acabamos de decir, ha sido de uso continuado en largas y diversas épocas.

Tras lo reseñado en el estudio de estos ocho fragmentos no cabe dudar de la existencia de este poblamiento durante el Neolítico y el Calcolítico Medio. Ya con escasa precisión el resto de fragmentos nos acercan, unos más otros menos, a otros periodos de tiempo anteriores y posteriores.

Así el número 9 por su carena, colorido y textura parece mencionar un recipiente carenado del Bronce Final; también el número 13 puede señalar ese mismo tiempo si atendemos a su textura y acabado. El número 12 con el borde en pico de pato puede acercarnos a tiempos muy posteriores; el 14 es un fragmento de cerámica común y factura manual que pudo pertenecer a un cuenco calcolítico; el 15, a torno, perteneció a una ollita gris de cronología imprecisa pero posterior a las mencionadas.

Destaquemos el número 16 que perteneció a un cuenco, con su decoración de punto en raya. Esta misma decoración está presente en el poblado del Avión, en su fase más temprana. Él nos puede situar estos restos al menos en un Neolítico tardío -sobre el 3000 a. de C.-; sin duda en circunstancias normales es el fragmento más antiguo del grupo.

Por lo tanto tendremos que añadir que, por los restos observados tenemos seguridad de que este asentamiento estuvo habitado durante el Neolítico Final y Calcolítico Pleno o Medio -en torno al 3000 y 2500 a. de C.-.

Hay indicios de su posterior utilización con sucesivas etapas de abandono y poblamiento, las últimas muy recientes -tejón curvo- ya en tiempos históricos.

. El poblamiento. El parque cultural. Las cazoletas

 Problemática general

Para la mayoría de los autores, una de las características de las cazoletas es el simbolismo; de esto es fácil deducir que su realización representa algo conocido para su autor. Con el fin de acercarnos a esos contenidos necesitamos introducir varias cuestiones, entre ellas la situación del autor o autores al ejecutar la obra; solamente así podremos aproximarnos a la distribución, orden etc. de las cuestiones que tenía en su cerebro y que deseaba trasmitir mediante un solo signo: la cazoleta. En ese mismo orden de cosas se puede afirmar que podía realizar sus obras directamente del natural, de memoria e incluso de una manera mixta.

Si el contenido era del natural o estaba en su memoria, antes de su realización su inteligencia lo procesaba mentalmente adecuándolo; no solo a las formas semiesféricas de cada conjunto, sino también a las rugosidades de la roca, los pequeños relieves, racheados etc. Igualmente las distribuía en ese espacio estableciendo unas distancias entre ellas.

Dado que tomamos estas formas como una abstracción cuyo contenido ciertamente desconocemos, podemos suponer que en un mismo conjunto el signo hemisférico pueda servir para representar varias cosas. Por ejemplo, montañas y arroyos u otras cuestiones, lo que complica aún más la cuestión de acercarnos a conocer sus fondos.

Además, como en cualquier obra parecida, se debe tener en cuenta también el grado de subjetividad individual y social del autor -no es lo mismo representar al adversario que al afín- y que, sin duda, también podía estar plasmada en la representación mediante cazoletas.

Todos estos pormenores nos marcan la línea en la que intentaremos acercarnos a estos conjuntos insistiendo en su distribución, ordenamiento de formas etc. Para llevarlos a cabo, repetimos, el autor debería primeramente tener en su memoria la información, la cual podía o no, ser influida por sus condicionantes personales y sociales, sería posteriormente procesada y transcrita a la superficie de la roca mediante un solo signo: la cazoleta. De su complejidad se deduce que, ya desde los tiempos de su realización parece necesaria la necesidad de un “guía” cultural que explicara esos significados. Personaje que debería ser informado por el autor, si no era éste mismo.

. El grupo de cazoletas de la cerca de los Toros 1

Lám 2.- La visera bajo la que se realizó el conjunto de los Toros 1, vista desde el E

 Localización

Próximas al poblamiento hemos localizado unos conjuntos formados por cazoletas a los que hemos denominado con el nombre actual del cercado donde se hallan; así los Toros I por ser el nombre del descubierto primero en la cerca donde se realizó. Está muy próximo al punto geográfico determinado por las coordenadas: latitud norte 39º 26´ 41,18´´ y longitud oeste 5º 50´ 6,54´´.

Generalidades

Al describir el acceso al poblado hemos mencionado la forma de llegar. La roca que sirve de soporte es la base de un magnífico bolo de granito de grano grueso y duro, en forma de huso irregular, en sentido próximo al NE – SW. Mide unos 8 m de largo, otros tantos de alto y 6 m de ancho. La parte del NE se presenta más alargada y en su extremo hay un desprendimiento inferior de unos 2 m de alto, 2,5 m de largo y 3,5 de ancho; su apariencia es poco natural por la horizontalidad superior del hueco y en él, el color claro de la roca (Lám 2).

La base de este hueco es bastante inclinada descendiendo por el lado norte. Su superficie se presenta muy rugosa y machacada quizás por el desprendimiento. En ella hemos localizado dieciséis cazoletas aunque podría haberse realizado alguna más. La parte desprendida actualmente se halla al norte y presenta en su cara sur numerosos alveolos de buen tamaño.

Fig 2.- Conjunto de cazoletas de los Toros 1 vistas desde el oeste

Descripción

Para su ejecución se eligió en el soporte dos espacios mínimamente lisos: uno alargado, algo elevado situado hacia el este donde se realizó el grupo uno; el otro ocupa el único espacio de tendencia horizontal situado en la parte central oeste, en él se realizó el grupo dos. Su estado de conservación es variable, en general nos han llegado muy poco profundas y con escaso pulimento (Fig 2).

La situación del autor o autores no fue posible en el sur, por estar ocupado por la base de la roca, mientras que el lado norte ofrece bastante dificultad por la inclinación y lejanía. Aunque no es el más propicio, mayor facilidad presenta el lado este, pues ofrece un desnivel suficiente para mantenerse en pie y ejercer la fuerza necesaria para el piqueteado y posterior pulimento de las cazoletas. Desde él, pudieron realizarse parte de las cazoletas (números 1 a 6). El lado oeste, es el que mayores facilidades presenta de altura, proximidad etc.

Dividimos las cazoletas en dos grupos: el grupo primero está en un espacio superior -unos cinco centímetros- hacia el este, son las cazoletas número 1, 2, 3, 4, 5 y 6, mantienen una cierta alineación al borde del pequeño desnivel de unos 5 cm que allí presenta la roca dando la impresión de asomarse.

El grupo segundo se localiza en la parte central oeste –ya mencionada-. Allí situamos la número 13, que mide de diámetro 7,5 cm y actualmente tiene de profundidad de 2 cm, no presenta un buen acabado por tener saltada parte de su superficie; fue realizada bastante centrada siendo una de las mayores de este grupo.

Parece estar unida por un corto canalillo a otra más pequeña, algo dudosa, situada muy próxima por el norte, la número 12. Alineadas en sentido norte con las número 13 y 12, se encuentran las cazoletas número 11 – 10 y algo más distante la 9. Separadas un par de decímetros de ésta, hacia el este, encontramos alineadas en ese sentido las números 8 y 7.

Partiendo nuevamente de la cazoleta 13, se encuentran alineadas con cierta regularidad hacia el oeste, las números 14, 15 y 16, ésta, de mayor tamaño aunque poco profunda, ocupa una superficie ligeramente más elevada. Sus diámetros oscilan entre los 7,5 y los 4 cm.

Relaciones y comentarios

Hemos encontrado una situación parecida a la elevación limítrofe del primer grupo -cazoletas 1 a 6-, en el extenso conjunto de Tejadilla XI-II-VII, cazoletas 1 a 7. Ya cuando presentamos aquel trabajo escribíamos:

[…] su situación en el borde inferior izquierdo de este plano puede hacer sugerir que estaban presenciando el fenómeno cósmico que parece mostrar el conjunto II pero en un plano superior, quizás sideral [5].

El fenómeno al que hace alusión se realizó mediante cazoletas y una gruesa línea para indicar ambas órbitas y menciona el encuentro en cercanía de la Luna llena con el Sol, ambos en todo su esplendor, casualmente este fenómeno periódico, sucedió también en las proximidades del año 2000.

En general el actual número de cazoletas y su distribución coincide con el número de picachos cercanos al poblado por el sur y emergen curiosamente en la línea del horizonte. Así, la sierra de Santa Cruz, con el Risco Grande es la más llamativa por su tamaño, ocupa el centro, se corresponde con la cazoleta número 13; hacia la derecha estarían las sierras de Astorgano -14-, Robledillo de Trujillo -15- y Montánchez -16-.

Atribuimos el número 12 al Risco Chico, a la izquierda, muy próxima y unida por el canalillo al Risco Grande –los dos picachos de la sierra de Santa Cruz-, observables desde el poblado y con doblez aproximativa entre ellos. Siguen con sus correspondientes números, las sierras de Lagares, Pedro Gómez y otras adyacentes.

Más allá, en otro plano más elevado, el grupo primero, que domina desde la altura; quizás se tratase de seres de más allá, que verían y dominarían el espacio vital de acá (cuestión que no ocurre en el espacio del segundo grupo). El autor tuvo posibilidad de retratar su espacio vital y sus creencias de esta manera tan simple y elemental.

  • El grupo de cazoletas de la cerca de los Toros 2

 Localización

Esta muy próximo al punto geográfico determinado por las coordenadas: latitud norte 39º 26´ 42,92´´ y longitud oeste 5º 50´ 7,22´´.

 

Lam 3.-Este bolo de granito de la cerca de los Toros, igualmente aviserado al N, contiene en su base el grupo de cazoletas de los Toros 2

Dejado el primer grupo de cazoletas se debe continuar hacia el sur por el mismo sendero en dirección al poblamiento. Desde aquí se puede marchar próximos a la base del canchal vertical que debe quedar a la derecha; ascendamos hacia el sur hasta coronar una amplia meseta, tras ciento cincuenta y ocho pasos. Una vez en ella, se debe doblar hacia el oeste y, próximo ya al otro lado, cerca de la linde, se divisa sin dificultad el bolo que mostramos; contiene el grupo de cazoletas número 2. La distancia desde el inicio de la mesetilla no debe pasar de los 150 m.

Generalidades

La roca que sirve de soporte es la base de un bolo de granito no excesivamente grande, de grano grueso y duro, de orientación semejante y forma de huso aunque más romo. Mide unos 6 m de largo, 3 de alto y unos 3,5 m de ancho. La parte del N se presenta algo más alargada y en su extremo está la visera natural (Lám 3).

   

                       

 Figura 3.- Cazoletas del grupo de los Toros 2, subconjuntos A y B vistos respectivamente desde el este y el oeste

Descripción de las cazoletas

Las cazoletas que hemos localizado se encuentran distribuidas en dos zonas lo suficientemente próximas como para poder acometer su estudio unidas (Fig 3 A y B).

Subconjunto A

Cerca de la base del lado este de la base hemos localizado cinco cazoletas realizadas superiormente a un cambio de nivel que limita la roca de forma decreciente de norte a sur. El pequeño cambio de plano no sobrepasa el decímetro por la parte más acusada -el norte-, decreciendo hasta desaparecer en el lado opuesto; las cazoletas se realizaron alineadas en torno al mismo, en dirección N – S. El autor realizó su trabajo en el subconjunto A desde el norte-noreste y para el subconjunto B en el oeste; el bolo granítico ocupa las demás partes.

La cazoleta número 1 es la primera por el SE y ocupa una superficie muy erosionada por lo que puede considerarse dudosa, igualmente algunos resaltes podrían ser restos de otras. Más ciertas son las siguientes, números 2, 3, 4 y 5, especialmente las tres últimas. En la parte inferior de las inmediaciones de estas dos últimas, se observa un resalte sin liquen que no llegó a dañarlas.

Sus dimensiones son las siguientes:

Cazoleta A/1.- Profundidad 5 mm, diámetro 7 cm.

Cazoleta A/2.- Profundidad 1 cm, diámetro 7,5 cm.

Cazoleta A/3.- Profundidad 3 – 4 cm, diámetro 8 cm.

Cazoleta A/4.- Profundidad 5 mm, diámetro 6-7 cm.

Cazoleta A/5.- Profundidad 5,5 cm y diámetro 5,5 cm.

Subconjunto B

En el inicio de la base oeste, por el norte, hemos localizado, a 1 m del anterior subconjunto, tres cazoletas. Debido a la posición natural el autor debió ocupar esta misma parte ya que en el resto está la roca sin grabar. Para su realización se eligió una superficie bastante plana, que continúa a ras del suelo hacia SW. Está limitada en el este por un marcado alto relieve, en desnivel cercano al metro que se extiende por toda esta parte. No dudamos de la intención igualitaria, al menos en algún aspecto, de los contenidos de estas cazoletas y que su realizador quiso trasmitir.

Éstas nos han llegado situadas a unos diez-once centímetros, con escaso pulimento, poca profundidad y diámetro parecido:

Cazoleta B/1.- Profundidad 2 cm, diámetro 7 cm.

Cazoleta B/2.- Profundidad 1,5 cm, diámetro 6,5 cm.

Cazoleta B/3.- Profundidad 1,5 cm y diámetro 6,5 cm.

Relaciones

En cuanto al grupo A, cabe decir que, la alusión al conjunto de los Toros 1, grupo primero, se hace forzosa dadas las características -igual o muy próximas- en cuanto al número, tamaño, factura, distribución, situación … así como las del soporte inmediato y su situación en éste. Así pues tenemos un grupo, de naturaleza indeterminada, situado al naciente, algo elevado, en posición de observar lo que está inmediato bajo ellos sin ser vistos.

En la base del altorrelieve, no coincide el espacio liso, es decir la parte amesetada del conjunto anterior, donde se realizó el segundo grupo de cazoletas. No existe en este segundo conjunto tal plano alisado pero se buscó el más próximo en la roca, realizándose algo más alejado, a un metro tras doblar por el norte al oeste; allí se ejecutó, en el comienzo del plano inferior. Solamente por esta cuestión encontramos posibilidades de relación.

En el espacio mencionado se realizaron las tres cazoletas denominadas como grupo B y cuya unión mediante líneas rectas, forma un triángulo de tendencia equilátera. Debemos pues apartar el contenido cósmico por no ser esta la forma triangular de la constelación de ese mismo nombre. La ausencia de alineamiento horizontal como sucede en el conjunto de los Toros 1, descarta la representación de objetos así dispuestos.

Ahora debemos situarnos en la mente del autor y averiguar qué cuestión triangular regular, situadas muy a ras del suelo, podría ocuparle. Las tres cuestiones aparentemente carecían de dependencias jerárquicas representadas por distinto tamaño, mejor acabado, proximidad etc. Habrá que indagar sobre naturaleza, fuentes, personajes, animales, clanes, sepulturas… que puedan representarse de forma abstracta formando un triángulo equilátero y, muy posiblemente, dos de ellas más alejadas del autor… Quedemos pues la respuesta en la posibilidad intelectual de cada uno y la esperanza puesta en posteriores debates.

  • El grupo de cazoletas de la cerca de los Toros 3

Localización

Su situación es cercana al punto geográfico determinado por una longitud oeste de 5º 50´ 12,13´´ y una latitud norte de 39º 26´ 32,21´´.

Este grupo se situó a unos sesenta pasos al noreste de la zona habitacional del poblamiento, en un cancho de corta y baja visera hacia ese mismo lado y situado en los comienzos de la parte superior del desnivel (Lám 4 y 5).

Lám 4.- El cancho de baja visera donde se realizó el conjunto de los Toros 3

Lámina 5.- El grupo de cazoletas de los Toros 3

Generalidades

El soporte es granito, de grano grande y duro, sin líquenes; la superficie elegida es algo rugosa y ocupa un saliente de forma trapezoidal, elevado del suelo 17 centímetros. La posición del autor forzosamente es al este, dando frente al grabado.

Las cazoletas

Este conjunto lo forman un grupo de tres cazoletas alineadas horizontalmente: dos de ellas con buen acabado interior por pulimento y la tercera, situada a nuestra derecha, está marcado el círculo de su curvatura y poco más; da la impresión de que podría estar inacabada.

Las numeramos de izquierda a derecha. La número 1 mide de diámetro 6 cm y 2,5 de profundidad; muy próxima por la derecha, la número 2 que tiene un diámetro de unos 7 cm, su profundidad es cercana a la primera. Las dos están unidas por un canalillo de 1 cm de profundidad, 3 cm de largo y 4 cm de ancho, bien pulimentado.

La número 3 está algo más separada a la derecha, unos 12 centímetros cm. Su estado de conservación es malo ya que falta toda su parte este, aunque mantiene en el oeste su trazo circular. Su diámetro está en torno a los 8 cm y tiene solamente 1 – 0,5 cm de profundidad.

Relaciones y comentarios

Ya hemos descrito una alineación recta al describir la relación entre las cazoletas del segundo grupo del conjunto de los Toros 1. Con las debidas reservas dijimos que entre las números 12 y 13 se encuentra insinuado un canalillo de unos 4 o 5 cm y que atribuimos a la indicación de los Riscos Chico y Grande que forman la cercana sierra de Santa de Cruz, actualmente perfectamente visibles y diferenciables por su diferente luminosidad a determinadas horas. El tema parece repetirse aquí, ahora quizás más claramente por estar plasmado directamente del natural.

Más complejo resulta asignar a la cazoleta de la derecha, mucho menos marcada, una referencia de las primeras serranías presentes en las proximidades, bien de Ibahernando (Astorgano) o Robledillo (Alijares) etc.

. El conjunto de cazoletas de la cerca de los Toros 4

 

Lám 6.- Los bolos de referencia para localizar el conjunto de los Toros 4.

Localización

Se encuentra en un punto geográfico cercano al definido por una latitud norte de 39º 26´ 31,06´´ y una longitud oeste de 5º 49´ 55,35´´.

Una vez dejado el vehículo y franqueados los dos linderos próximos, debemos marchar hacia la izquierda cerca de la pared. Pronto avistaremos una segunda charca y próximos dos bolos aislados, de apariencia herrática, sobre una gran superficie rocosa de tendencia horizontal. En el oeste, muy cerca de la base del más próximo al arroyo se observan con facilidad (Lám 6).

Generalidades

Los bolos, no muy grandes, llaman la atención por su desnuda y caótica redondez. El más occidental desafía su aridez portando en la parte superior un atrevido escobajo que soporta los tórridos veranos y los fríos inviernos sin alteración. La roca que les sirve de soporte es la gran mole de tendencia horizontal ya enumerada. Sus características son semejantes a las descritas.

Fig 4.- El grupo de cazoletas del conjunto de los Toros 4

 Descripción de las cazoletas

En la parte indicada del segundo bolo, el más redondeado, se realizaron cuatro cazoletas, tres de ellas alineadas las numeramos con los números 1, 2 y 3; la número 4 está ligeramente separada hacia el este como se aprecia en el esquema (Fig 4). Su estado de conservación es bueno aunque el pulimento se encuentra algo deteriorado.

Sus medidas son:

Número 1: diámetro 10 cm, profundidad 4 cm.

Número 2: diámetro 5,5 cm, profundidad 1 cm.

Número 3: diámetro 12 cm, profundidad 3,5 – 4 cm.

Número 4: diámetro 6 cm, profundidad 3 cm.

La distancia entre las cazoletas 1 y 3 es de 1,30 centímetros y 23 centímetros entre la 3 y la 4.

Relaciones y comentarios

Más allá de la forma de casquete esférico, no encontramos relaciones formales en los conjuntos de las proximidades. La alineación de tres de ellas se acerca al eje norte-sur pero nos queda una cuarta cazoleta al este que por el momento interrumpe cualquier síntesis. Esperemos que en un futuro podamos acercarnos a conclusiones que al menos estén en el camino de ser certeras.

 

. Las cazoletas del conjunto de Tercera Orden 1

 

Lám 7.- El bolo de granito con las cazoletas de la cerca de Tercera Orden 1.

Lámina 8.- Las cazoletas de Tercera Orden 1

 

Fig 5.- El grupo de cazoletas de la cerca de Tercera Orden 1

Localización

El bolo que contiene el grupo de cazoletas de Tercera Orden 1 se localiza cercano al punto geográfico determinado por una latitud N de 39º 26´ 41,36´´ y longitud W de 5º 50´ 10,84´´.

Para visitar este pequeño monumento debemos pasar por los restos habitacionales del poblamiento; desde éste se halla unos 250 – 260 pasos caminando hacia el suroeste con muchos desniveles.

Situados en la zona habitacional tomemos la linde hacia el sur. Pronto podremos elevarnos al ascender la roca redondeada y lisa. Desde su no mucha altura, se divisan a unos 250 pasos dos bolos redondeados próximos a un camino. Marchemos hacia ellos y a unos 40 pasos antes de llegar muy cercano por nuestra izquierda se encuentran las rocas que buscamos (Lám 7).

Llegados a la misma observaremos que ocupan una mesetilla con numerosos restos que por sus cerámicas y restos de extructuras no son prehistóricos.

Generalidades

La roca que se escogió como referencia no es excesivamente grande, mide de alto y ancho unos 3 m y de largo una medida cercana a los 4 m en su orientación es N-S. Por estar ocupado el espacio inferior a la visera, las cazoletas fueron realizadas en el este situadas hacia el norte, el más propicio para la realización por su autor que las daría su frente. La superficie que las sirve de soporte es algo rugosa y aunque de manera irregular está cubierta de líquenes; tiende a decrecer de sur a norte.

Está dividida por cuatro racheados, tenues e inconstantes, que provienen desde el oeste incluso se observa un corto pulimento en los inicios del racheado segundo, al menos bajo las cazoletas 1 y 2. Los racheados forman al menos tres bandas bien diferenciadas. La superior es más horizontal y lisa, en ella hemos observado dos cazoletas. Ya en franco declive hacia el norte la central; nos da la impresión que ella y su racheado superior sirvieron para organizar el resto del conjunto.

Descripción de las cazoletas (Lám 8 y Fig 5)

El número de cazoletas que presentamos es de dieciséis, no descartamos que pueda existir alguna más pues el grado de deterioro de la roca es importante por algunas zonas. Observando la tabla adjunta es evidente la escasa profundidad de la mayoría de esto que su pulimento sea deficiente estando en un avanzado grado de deterioro. Ocupan un espacio tendente a 1,30 m de largo y 0,80 m de ancho. Sus actuales en centímetros, diámetro y profundidad, son próximas a las siguientes:

 

Número Diámetro Profundidad
1 4 1
2 7 3
3 6 1,5
4 5 1
5 5 2
6 8 2,5
7 8 2.5
8 8 2
9 9 2
10 6 1,5
11 6 2
12 6,5 3
13 6,5 2,2
14 5 0,5
15 4,5 1,5
16 6 2

 Tabla número 1: Tercera Orden 1. Enumeración de cazoletas y dimensiones

Relaciones y comentarios

Su distribución en el soporte no evidencia con claridad orden, ni jerarquía. Este monumento, en cuanto a las rocas que sirven de referencia, es semejante a dos de sus vecinos -Toros 1 y 2- aunque la visera al norte aquí es más corta y esté apoyada en otra roca. Es evidente que estamos en una misma cultura.

En sentido amplio, la orientación del lugar parece que sea condicionante -aquí se escogió el NE-. Es evidente que parece existir cierta desgana por utilizar el sur en su amplia extensión, se huyó desde el SE al SW.

La formación lineal recta es empleada en numerosos conjuntos de los Toros, al menos parcialmente. A nuestro entender algunas cazoletas de Tercera Orden 1 parecen estar alineadas siguiendo el segundo racheado; incluso en los comienzos por el oeste se reforzó la línea con un corto pulimento -apenas 10 centímetros- en el espacio bajo las cazoletas 1 y 2. Tal cuestión parece indicar la necesidad de su existencia en el mensaje a trasmitir.

Pronto se abandonó la tarea y en su poco señalada trayectoria se trazaron tres cazoletas un tanto desordenadas, abigarradas, nos han llegado con escasa profundidad. En ese mismo sentido, aunque más espaciadas podemos incluir las números 11 y 14. Aquí concluye un posible eje del armazón narrativo.

Agrupadas, se desprenden del mismo, recién pasada la cazoleta cinco, las número 6, 7, 8, 9 y 10, ocupan la parte superior y media de la banda, es decir, espacialmente tienden a relacionarse con el eje mencionado -segundo racheado-. Su mejor aspecto, quizás sea debido a la mayor facilidad de su ejecución y suponemos que constituyen otra trama del relato.

Superiormente a la cazoleta 14 y alineadas con ella, hallamos la 15 y 16, ahora con buena separación -75 cm en total-. Bajo la cazoleta 14, la 12 y 13 presentan la misma tendencia que las mencionadas -proximidad al eje-. En líneas muy generales pueden presentar la cuarta trama de esta narración

. Conclusiones

Ya vimos que por los materiales encontrados hasta el presente, este poblamiento tuvo vida activa durante la Prehistoria, al menos en el Neolítico Final y Calcolítico Medio o Pleno.

Las cinco estaciones de cazoletas descritas, fueron realizadas en lugares singulares, próximos a la zona habitacional; hechas para ser vistas y no pasar desapercibidas. Dadas la característica de las cazoletas como signo único, lo probable es que para ser conocidos sus contenidos “animadas” necesitarían la explicación del autor o de guías previamente informados.

Todas estas cuestiones llenan de significado cultural ese espacio poblacional cotidiano. Demuestran que, al menos para algunos individuos, estos poblamientos eran algo más que lugares de habitación y producción económica. Posibilitaban ser centros de intercambios culturales y atracción turística.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Para visitar estos restos se debe contar con los permisos adecuados.

[2] Rubio Andrada, Manuel (1999): “Tres poblamientos del berrocal trujillano II. El poblamiento del Avión.” XXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz, Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo, pp. 533 – 534; 350 – 351; Ibidem (2000): XXIX Coloquios Históricos de Extremadura. “Tres poblamientos del berrocal trujillano III: El poblamiento de Aguas Viejas”. Badajoz: Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo, p. 465.

[3] Siret, Luis (1995): Religiones neolíticas de Iberia. Almería: Arraez Editores, pp. 60 y 131.

[4] Carrasco Rus, Javier L.; Pachón Romero, Juan A. y Gámiz Jiménez, Jesús (2012): “Las cerámicas neolíticas pintadas en Andalucía y sus contextos arqueológicos.” Antiquitas, nº 24, pp. 17 – 79.

[5] Rubio Andrada, Manuel y Pastor González, Vicente (2000): “Los grabados prehistóricos del río Tejadilla, Madroñera, Garciaz y Aldeacentenera (Cáceres)”, XXIX Coloquios Históricos de Extremadura, Badajoz, Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo, p. 477.

Jun 122017
 

Lorenzo Rodríguez Amores. Provisional.Si, a su paso por este mundo, una persona deja huella y esa huella se pal-
pa, trasciende y es notoriamente digna del mayor encomio bien merece la
ofrenda de nuestro mas sincero y emocionado reconocimiento: Y el bene-
mérito trujillano Juan Moreno Lázaro, por derecho propio, es una de esas
personas.

Nos congratulamos sobremanera que sea este modélico Centro de Iniciati-
vas Turísticas el que, con su habitual sensibilidad y altura de mira, haya
tomado conciencia, de la referida circunstancia, y auspicie este cariñoso
acto, acto de rigurosa justicia, en homenaje al que fue su decidido promo-
tor y primer presidente. También felicitamos a dicha entidad por el marco
elegido, el más idóneo y oportuno: Los tradicionales Coloquios de Trujillo,
hoy por hoy la convocatoria cultural de más rango y solera de Extremadu-
ra, de cuya paternidad, tanta parte le corresponde a Moreno Lázaro. ¡CO-
mo quería Juan a los Coloquios! Coloquios, sobre los que siempre flota y
flotará su memoria.

Pero encontrándonos Trujillo y rodeado de trujillanos no vamos a caer en
la ingenuidad de decir quién fue Moreno Lázaro con la agravante de que
nuestra semblanza no estaría despojada de pasión porque aún permanece
vivo el desgarro sentimental que nos ocasionó su pérdida. Sin embargo,
libre de tentaciones hiperbólicas que nada agradarían al homenajeado y
pasando por encima de un ejemplar comportamiento cívico, de una limpia
ejecutoria privada, de una probidad profesional o del creyente de una fe
fuera de lo común, ¿Cómo no hacer un alto y detenernos ante el perfil hu-
mano del inolvidable amigo Juan? El hombre de la exquisita corrección. El
hombre de la elegante sencillez. El hombre equilibrado sin aristas y estri-
dencias. El que nunca imponía criterios propios a pesar de que a veces lo
requería la situación y le sobraban recursos y razones para ello. El que
siempre fue enemigo de subirse a pedestal es o de exhibir laureles. ¡Juan

 

3

Moreno Lázaro: caballero en plaza, nada menos que en la Plaza Mayor
trujillana!

Tampoco podemos pasar de soslayo la fructífera labor de Juan, prescin-
diendo de la desarrollada al frente del CI.T., y la de hacer posibles los Co-
loquios, que no por ser ampliamente conocida es menos interesantes y que
tanta incidencia a tenido en la ciudad, nos referimos a la de difundir, a los
cuatro vientos, es sugestivo y rico acerbo historico-monumental trujillano.
¿Podía contar una población de la categoría de Trujillo con un valedor
más denodado? Y lo hizo con la pureza del amor entrañable que siente
uno por lo suyo, y Juan llevaba en el corazón a su Trujillo del alma, y tam-
bién con la naturalidad que propicia la preparación concienzuda. Una
preparación de mucha mayor enjundia de la que aparentaba y ocultaba su
innata modestia. Una preparación, prácticamente adquirida por sus pro-
pios medios. ¡Cuantas veces echaba Juan por delante la advertencia, en
casos de cambios de pareceres, que él no había recibido otra enseñanza
oficial que la primaria! Una modalidad de aprender que en verdad no es
una exclusiva de nuestro admirado amigo y aquí tenemos tan magníficos
ejemplos de los varios cultos trujillanos que se han adentrado en el escu-
driñeo del pasado por diferentes derroteros en idénticas condiciones y cu-
ya labor, sin duda, ha sido facilitada por esta estupenda escuela que son
los Coloquios.

El buen saber de Juan no solo encandiló a iniciados o simples curiosos que
también sorprendía lo mismo a intelectuales de alta talla como a personali-
dades de la cumbre social, de los que somos testigo excepcional con el
ruego de que se nos perdone el dirigirnos a ustedes en primera persona.
Era de ver la cantidad de gente que acudía a Juan en busca de noticias del
pasado trujillano y no es que él se prodigase sino que era buscado: Recor-
damos la correspondencia con aquel argentino que inquiría su entronque
con Hernán Cortés a través de la sangre trujillana de éste.

Un día se presenta en solicitud de Juan el consagrado investigador de Jeru-
salén, D. Hain Bernart, con un impresionante bagaje documental de la
importantísima colonia hebrea trujillanense que una vez publicado taparía
un sensible vacío de la historia local. Juan, que como sabemos navegaba
igual que peces en el agua por el entresijo del recinto antiguo, complació
al hebreo con minuciosidad en todos los puntos, en caso de existir, que le
interesaba conocer, lo cual da origen a una estrecha comunicación episto-
lar y en la que el profesor le reitera su deseo de volver a visitar Trujillo sin
prisas y sin agobios y para cuya visita, por cierto, estaba programado ha-
cerlo propio a nuestra finca, que ya lleva un nombre significativo, de
Valle-Judío, porque en tiempos pasados formó parte de una extensa

heredad que perteneció a la riquísima familia judía de los Choen
trujillanos.

Otra vez, el que se acerca a Juan a recabar información, tal vez de su as-
cendencia, es un ilustre prócer, que entre otros títulos nobiliarios lleva uno
netamente trujillano, y ambos quedan complacidos por igual por lo que
conciertan una nueva entrevista a corto plazo con comida incluida, a la
cual Juan propuso a su visitante que le agradaría le acompañase este servi-
dor de ustedes. [Estas deferencias tenía con nosotros el inolvidable amigo!
Pero este nuevo encuentro no llegó a celebrarse porque ya Juan, antes de
lo esperado, arrancó su vuelo hacia la eternidad.

En fin, la última vez que vimos a Juan, justo una semana antes del óbito,
aún le encontramos en la brecha, aunque con signos visiblemente preocu-
pantes pero con plenas facultades mentales, dando instrucciones a unos
operadores de Televisión desde donde cogerían los mejores planos de la
ciudad. Y la verdad es que en esta faceta de conocer Juan a su Trujillo al-
canzaba hasta los detalles más exhaustivos de tal manera que si por cual-
quier circunstancia fuese necesario reconstruir con fidelidad una
perspectiva, de la zona histórica, un simple balcón, una porta o una airosa
chimenea, de la misma, no habría mas remedio que recurrir a su arsenal
fotográfico. Ninguno de los dos presagiábamos que aquella ocasión sería
nuestra despedida. Conversamos con la habitual normalidad haciéndonos
saber que la parte literaria del reportaje televisivo también era suya y nos
decía con evidentes matices de decepción:

-Fíjate -nos comentó- este trabajo, en el que he puesto mis ilusiones, lo he
realizado por encargo, antesdeayer una vez que lo rematé, fui
a enseñárse-
lo, para ver que le parecía, al que
me lo había solicitado, me responde
éste:

-Si, muy bien, pero esto lo leo yo.

Como no había siquiera atisbos de citar la autoría le preguntamos a nues-
tro amigo su forma de reaccionar:

-Solamente le contesté que bueno. ¿Qué otra cosa iba a hacer?

¡Qué generosa resignación la de Juan en el que sin duda fue el postrer ser-
vicio que prestó a su ciudad!

¡Cómo no recordar con nostalgia las frecuentes charlas, casi siempre con
ese encantador fondo de la Plaza Mayor, que sostuvimos con Juan! Él solía
centrarse sobre temas de Trujillo y nosotros hablábamos de la tierra trujilla-
nao ¡Cuántas veces le comentamos: Juan, convenceros los trujillanos, in-
cluidos historiadores, que Trujillo, aparte de la extrapolación allende los
mares, se extiende más allá de los berrocales!

Permítasenos que rindamos culto a una amistad, a una amistad que ya data
desde el inicio de los primeros Coloquios, que los Coloquios no solo ex-
panden cultura que también es una singular oportunidad de estrechar cor-
diales lazos y nosotros estamos en condiciones de dar fe de ello con una
gran cosecha de buenos amigos aquí conseguidos. A una amistad auténti-
ca, a una amistada leal, a una amistad de íntimas confidencias … Este es el
Juan Moreno Lázaro que conocimos, que admiramos, que recordamos y
que echamos en falta …

 

Jun 112017
 

Ignacio Plaza Rodríguez. Provisional.

Para intentar conocer a Isabel la Católica, tendremos que procurar acercarnos a aquella sociedad en que le tocó vivir.

Como clases rectoras, nos vamos a encontrar con una Nobleza, un Alto Clero y unas Órdenes Militares, con dominio de grandes extensiones territoriales y una población, mas ganadera que agrícola, compuesta de Pecheros. (De los «pechos» estaban exentos los nobles y los clérigos).

Descontando el reino de Granada, donde están reducidos los Árabes, que antes dominasen en la Península; en los reinos cristianos, bien en las per- sonas de sus reyes; Aragón, Navarra o Castilla o en las de sus reinas, en- contramos a la Casa Trastamara.

Entramos y vamos a tratar del Siglo XV, uno de los más dinámicos y forma- tivos de nuestra historia, de nuestra personalidad.

Las violentas persecuciones del año 1.391, hicieron que los judíos más sagaces, que se encontraban emparentados con las familias más influyen- tes, abrazasen la religión cristiana y desde los puestos claves de la Iglesia o de la Nobleza, dominasen el panorama de Castilla. Eran los cristianos nue- vos, los conversos o marranos, que tuvieron que enfrentarse con los cristia- nos de pureza de sangre, que abundaban en las clases ganaderas y campesinas, no contaminadas. Aquellos otros, -muchos- que no que no abrazaron la religión y prácticas cristianas, presentaran uno de los proble- mas más acuciantes del reinado de los Reyes Católicos.

Existía -los vemos reflejado en los escritos y quejas de ganaderos y de gentes del agro  una minoría étnica, que daba lugar a quejas contínuas y que van a conducir a una de las expulsiones del reinado de los Reyes Católicos, que no tuvo efecto; nos referimos a los Gitanos.

En Madrigal en día 22 de abril del año 1.451, siendo las IV y dos tercias, luego del medio día, del Jueves Santo, nace la niña Isabel, de quien las crónicas nos hablan. A juzgar por la política dada por carta de Juan II de Castilla, su padre, cuatro días más tarde, desde Madrid, no debió estar

presente el Rey en el alumbramiento. Tuvo lugar el natalicio en los pala- cios reales, hoy Monasterio de Gracia de las Madres Agustinas.

La infancia de la niña Isabel, transcurre en Madrigal, junto a su hermano Alfonso, que viene al mundo, también en esta ciudad, el día 17 de diciem- bre de 1.453 y a su madre, la reina Isabel de Portugal, que pronto comen- zará a dar pruebas de trastornos metales. Infancia obscura, próxima a las gentes sencillas de Castilla, no sobrada de bienes de fortuna; pero tal vez feliz, por lo sencilla y por lo cercana a la realidad, que será la gran escuela en la que un día será Reina de Castilla.

La rama principal de la Casa Trastamara, la ostenta D. Juan 11 de Castilla, que con una princesa, su prima Dª. María de Aragón, son los padres del príncipe Enrique, hermano sólo de padre de la niña Isabel y de una gene- ración anterior; son veintiséis los años de diferencia.

Cuando fuera niño, el luego Rey D. Juan 11, de Castilla, van a regentarlo, su madre Doña Catalina de Lancáster y el Infante Don Fernando, su tío; que luego será llamado de Antequera y al final de Aragón.

Para Aragón marcha el infante D. Fernando, merced al compromiso de Caspe y es esta otra rama Trastamara, la que va a llenar la historia de Casti- lIa durante tres decenios, por sus luchas con la corona. Son los Infantes de Aragón, los hijos de D. Fernando, por cuyas posesiones se podía pasar des- de Aragón hasta Portugal, casado con su tía Dª. Leonor de Alburquerque; «La mujer las heredada de Castilla» e hija del Conde Sancho, hermano de Enrique 11 el de las Mercedes.

Durante el extenso reinado de D. Juan 11 de Castilla, padre de Isabel, en su segundo matrimonio, con Di!. Isabel de Portugal, vamos a encontrar un personaje clave en la Historia de Castilla en la mitad primera del S. xv. Nos referimos a D. Álvaro de Luna, que llega a la Corte en el año 1.408, como paje del niño rey y se convertirá en el señor más importante del rei- no sin ser Rey.

Existen años clave, durante el S. xv en la vida de Castilla, tenemos el 1.420.

Reina en Aragón el primogénito de los Infantes, D. Alfonso. Marcha desde Castilla, donde está disponiendo en la Corte, juntamente con su hermano Enrique, para casarse en Navarra, el Infante D. Juan. Se unirá en matrimo- nio a la viuda Di!. Blanca, que casi le duplica la edad, y de cuyo matrimo- nio tendremos a D. Carlos Príncipe de Viana, a Di! Blanca, esposa infecundada del infante de Castilla, Enrique y Di!. Leonor, luego reina en aquella pequeña y titubeante monarquía, que en el S.XVI, pasará a formar parte de la corona de España.

Queda junto al Rey D. Juan II, la influyente personalidad del Infante D. Enrique de Aragón, que aspira a la mano de la Infanta Oí!. Catalina, que le aportará a su Maestrazgo de Santiago, el Marquesado de Vilena.

Y mientras camina para Navarra el Infante de Aragón, D. Juan; queda libre en Tordesillas D. Enrique.

Prisionero más bien que Rey, llega hasta Talavera la Corte y es aquí, donde cede la Infanta y se celebran los esponsales de los dos primos, y por aque- llos días los de D. Álvaro de Luna, con la hija del Sr. de Moguer, de la fa- milia Portocarrero.

La huida del Rey desde Talavera, acompañado de sus leales, hasta el fuerte de Montalbán es uno de los acontecimientos más importantes de esta año 1.420. Nos interesa destacar entre los acompañantes de la comitiva real, al porta estoque real, D. Carda Alvarez de Toledo; también irán acompañan- do al rey de Castilla, D. Álvaro de Luna, su cuñado Pedro Portocarrero, Diego López de Ayala y el alconero mayor y autor de crónicas de este rei- nado, Pero Carrillo Huete. Entre los sitiadores del fuerte de Montalbán, encontraremos a D. lñigo López de Mendoza, al Condestable D. Ruy Ló- pez Dávalos y otros fieles al infante D. Enrique.

Han transcurrido mas de cinco siglos y medio y aún nos sorprende la im- ponente fortaleza junto al Tajo, que fuera de los Templarios, luego de Oí!. Leonor, la madre de Di!. María la reina de Castilla, para pasar después a manos de D. Alvaro de Luna. Nos referimos al castillo de Montalbán.

Yendo deprisa para acercarnos a la infancia de la que va a nacer en Ma- drigal, queremos detenernos en el año 1.440, rico también en acontecimientos:

Del matrimonio que se celebrará en 1.420, entre el Infante D. Juan y la reina viuda, Oil. Blanca, viene para Castilla una princesa, Blanca de nom- bre, como su madre, prima hermana del Príncipe D. Enrique de Castilla, ambos de dieciséis años no cumplidos y que van a desposarse en Vallado- lid. Fastuosas bodas en la cuales se da cita los más encumbrado de la no- bleza navarra, aragonesa, castellana; desdichadas bodas como luego vamos a comprobar.

Nos es grato recordar que entre aquellos nobles acompañantes, está la fa- milia Manrique: D. Pedro, su hijo D. Rodrigo, que es comendador de Se- gura de la Sierra, en laén y a quien acompaña su esposa [)!l. Menda de Figueroa, embarazada del que luego sería el autor de las famosas coplas a la muerte de D. Rodrigo, el maestre de Santiago, su padre.

Todos los concurrentes en este acto, sin duda han leído las coplas a qUe me refiero; muchos serían capaces de recitar párrafos de las mismas. Solo diré de aquella, en la mente de todos:

¿Qué hizo el Rey D. Juan? Los Infantes de Aragón. Qué hicieron? Jorge Manrique, autor de las coplas, fiel a la reina Isabel, luchó con alguien rela- cionado con Trujillo y murió herido frente a los muros del castillo de Garci-Muñoz, en la provincia de Cuenca. Tenía Manrique treinta y nueve años y era Pedro de Baeza, el rebelde en entregar la fortaleza de Trujillo, en el año 1.477, a la reina Isabel, durante su primer viaje a Extremadura quien le hiriera en combate. ‘

Vamos pasando sobre la Historia y aproximándonos al nacimiento de la que será la reina Católica. En el año 1.445, van a morir las reinas de Casti- lIa y Portugal, las infantas de Aragón, Dª. María y Dª. Leonor; se dice algo de unas «yerbas», que ahora no interesa.

D. Álvaro de Luna, unas veces desterrado de la Corte y siempre reclamado por el rey, se ha casado, viudo, con la condesa de Benavente y son sus dominios una de las mayores fortunas de Castilla. El castillo de Escalona, en Toledo, junto al Alberche es una de las grandes fortalezas y uno de los mas suntuosos palacios.

Este año 1.445 es el de la famosa batalla de Olmedo, donde por fin van a ser vencidos los Infantes de Aragón. Como consecuencia de las heridas morirá en Calatayud, D. Enrique y será D. Alvaro, Maestre de Santiago. Muere también D. Juan Martínez de Cerezuela, arzobispo de T oledo y her- mano materno de D. Álvaro y pronto en el año 1.447, se va a celebrar el matrimonio del rey D. Juan 11 de Castilla, con la Infanta Isabel de Portugal; Se celebra la boda en Madrigal el 22 de julio.

La mitad del S. XV, va a ser rica en acontecimientos:

Nace como hemos dicho Isabel en Madrigal. En 50S, que luego será del rey Católico, tienen los reyes de Aragón: D. Juan 11, con su segunda esposa. ~. Juana Enrique, hija de D. Fabrique de Castilla, un hijo Fernando, es el día 10 de marzo del año 1.452.

Luego de trece infructuosos años de matrimonio, el príncipe de Castilla, Enrique, se divorcia de De. Blanca de Navarra, es el 11 de mayo de 1.453. Firma el acta de disolución, en Alcazarán, provincia de Valladolid, partido de Olmedo y diócesis de Segovia el administrador, Luis Vázquez de Acu- ña. En los trece años de matrimonio, este no se ha consumado. La princesa está virgen como su madre la pariera.

Otro acontecimiento tiene lugar en este 1.453. D. Álvaro de Luna, el pode- roso Valido, es ajusticiado en la plaza de Valladolid, es el día 3 de junio.

La enemiga de Dj¡. Isabel, la reina, ayudada por D. Alonso Pérez de Vivero y la ambición del rey que sueña con apoderarse de la gran fortuna de D. Álvaro, van a acabar con aquel gran hombre, el mayor señor no siendo rey. Lanzas de Plasencia y del Marqués de Santillana prenderán al Valido. La fortaleza de Escalona resistió el asedio real y sólo se entregó después de la sentencia, quedando para la familia Luna, un tercio de sus riquezas. Jun- to a Talavera, en Arenas de San Pedro, tuvo una calle la viuda de D. Álva- ro; la calle de «la Triste Condesa».

Son recuerdo de la Historia, que Isabel conocerá más tarde, por referencias de sus leales, por coplas que van de oído en oído, por los aires de los pue- blos de Castilla,

En el año 1.454, viene a morir D. Juan 11, luego de hacer testamento; deja para la casa de Isabel, un millón de maravedíes.

Niñez de Isabel, reinado de uno de los mas desdichados que se recordaran en Castilla, aquel de Enrique IV.

La reina Juana, que ahora nos viene de Portugal, también de la familia Trastámara, ofrecerá un contraste con nuestra Corte y sobre todo con el talante del Rey; hombre taciturno e huidizo, que comenzó, -luego de su fracaso en el primer matrimonio-, por suprimir la usanza de testigos en la cámara nupcial.

Otro valido junto al rey D. Juan Pacheco y otros hombres encumbrados en puestos claves, más que por sus virtudes y talentos, por su apostura de la que parece guardar el rey.

D. Gómez de Cáceres Solís, Maestre de Alcántara; D. Beltrán de la Cueva, objeto de murmuraciones con la reina, y a quien eleva a Duque de Albur- querque, D. Francisco Valdés, a quien de admirado quiso convertir en es- poso la bella portuguesa, con quien el rey pretende tener amores imposibles, Dj¡. Guiomar de Castro, la hija bastarda del Conde Monsanto, D. Lucas Martínez de Iranzo, Condestable; Dj¡. Catalina de Guzmán a quien nombrará abadesa de San Pedro de Dueñas en Toledo.

Nunca podremos saber si aquel ambiente, en que la corte se desenvolvía, que se refleja en las anónimas Coplas del Provincial, son solo el precio que tienen que pagar los vencidos o refleja una realidad, de permisiva moral y sexual, en la que se rodean de las vidas de los niños Isabel y Alfonso, que siguen en Madrigal.

De aquel rey, que tenemos enterrado aquí cerca, en el Monasterio de Gua- dalupe, de quién Gregorio Marañón, hizo un «Ensayo Biológico» que esti- mamos acertado, sólo diremos en su disculpa, que al escribir su historia los

partidarios de los Reyes Católicos, muy posiblemente cargasen las tintas en sus defectos.

La feria de los maridos

Primera: En vista entre Enrique IV y D. Juan de Navarra y de Aragón, cuan- do la niña Isabel cuenta tan sólo seis años y el infante Fernando cinco, se estipula este matrimonio.

Segunda: Conversación entre los mismos reyes para una posible unión de la princesa y el príncipe Carlos de Viana.

Tercera: Año 1.464, entrevista de Enrique IV, en Villafranca del Puente del Arzobispo, con le rey Alfonso V de Portugal y ofrecimiento como esposo de la Infanta Isabel.

Cuarta: Proyecto de enlace entre la Princesa y el Maestre de Calatrava, D. Pedro Girón, que llega a estar a punto de verificarse (se conocen las capi- tulaciones) y que fracasa por muerte del Maestre, cuando se dirige desde Almagro para realizar el enlace. Intervino el Arzobispo Alonso de Fonseca .

Quinta: Proyecto de enlace con el Duque de Guyena, hermano del rey de Francia, cuando ya están ultimados los trámites para el matrimonio con el Infante D. Fernando, por las capitulaciones de Cervera.

Casamiento: Desobedeciendo al rey su hermano y con la enemiga de Valladolid.

¿Cómo era físicamente la Princesa Isabel?

Por las descripciones de viajeros y embajadores y por los retratos que han llegado hasta nosotros y que deben reflejar su fisonomía, podríamos asegu- rar ; Que nos representa al tipo de mujer de Casulla.

Es más de medianamente alta; ancheta de caderas, no sabemos si influida por el permanente troteo por los caminos de Castilla o por naturaleza.

En la pubertad, de temprano amanecer, debió ser digna de admirar: fasci- nó a su tío Alfonso V de Portugal y al sagaz y taimado Maestre de Calatra- va D. Pedro Girón, que entrevió la posibilidad de llegar hasta el trono.

De cuello proporcionado, algo robusto y de faz redondeada, hasta un po- co bolluda, Pecosilla, bien por su estar continuo a la intemperie, ya por ascendencia Lancáster, de su abuela Catalina, de quien procedería el color en exceso rubio del cabello, que a contra luz, podía tomarse por taheño. No heredó de aquella abuela, el desgarbado andar.

¿Cómo era psíquicamente la Princesa?

El Físico lo traemos predeterminado, poco podemos influir en él. La parte psíquica, si que es casi nuestra, en ella si que se influye; aunque con la limitación que apuntara Ortega: «Yo y mi circunstancia».

La circunstancia social y moral no podía ser más nefasta; la permisividad sexual, la relajación, la falta de autoridad, todo predisponía para el aban- dono, la entrega.

y va a ser aquí donde encontramos con una personalidad excepcional; quizás demasiado enérgica -no podía ser de otro modo- para enfrentarse y enderezar aquella sociedad donde todo parecía estar permitido, autorizado.

Tomamos algunas reacciones de Isabel, que nos dicen como era, mejor que otras historias con ella relacionadas:

Carta a Luis Chaves de fecha 8 de abril 1,466, enviada por su criado Pedro de la Concha, para que le coloque un juro que tenía aquí en Trujillo de 34.000 mrs. «de manera que yo pueda ser bien pagada».

Luego de casada y para dar cumplimiento a lo acordado en Cervera, envía a la Corte de Aragón, a Juan de Cárdenas, con la misión de hacerse cargo de la Cámara Real de 5icilia y ante la negativa de su suegro, dice que se cumpliese todo lo pactado «sin mudar ni una jota».

Cuando Fernando se retira ante TORO y no ataca a los portugueses, se presentó diciendo palabras de varón, muy esforzado, más que de mujer. «Gran trabajo tenemos con vos aquí delante». «Que por nacer está quien contentar os pueda». (Son los años primeros de casados).

En un papel que la reina deja olvidado se lee que en el puesto de pregone- ro, se diese al que mejor voz tuviese.

Luego de la muerte de Alfonso, su hermano, en Cardeñosa, cuando los nobles que vienen a ofrecer la corona, les despide amablemente; No, mientras el rey mi hermano viva.

Entrono de Isabel

Los comienzos del matrimonio fueron difíciles, tanto por lo que supone la compenetración, como por las adversidades y abandono de los nobles, que se van pasando al lado de D. Enrique; Vendrán luego junto a los prín- cipes: la familia Mendoza, de D. Pedro, el Gran Cardenal se dijo ser el tercer rey de Castilla; los Manrique, que fracasaron en su hacienda a fuerza de caballerosidad. Uno de ellos, Jorge, dará su vida por la causa de Isabel. Fray Fernando de Talavera, el que tanto influyera en Isabel. Los Alba, de Alisto y Tormes. Y no podremos olvidar a sus íntimos consejeros: Gutierre de Cárdenas, Chacón, Luis Chaves, y aquella Beatriz de Bobadilla, que

conociera en Maqueda, y terminó en Condesa de Moya, a Beatriz Galindo a Teresa Enríquez, esposa de Gutierre, etc. r

Primer viaje de Isabel a Extremadura, contra la opinión de los de su Conss, jo; por Talavera, La Puente del Arzobispo, que mandara construir el Arzo- bispo Tenorio, en tiempos de Juan I declarándola exenta, Villa Franca, del Puente del Arzobispo, Puerto de Arrebatacapas, Venta de los Palacios (actual Hospital del Obispo), para llegar a la puebla de Guadalupe el 26 de abril de 1.477, en donde permanece hasta el 13 de mayo, en que se llega hasta Trujillo, por la ruta de los peregrinos hacia la Virgen y pasa por Aldeacentenera y Berzocana.

Aquí se enfrentará con Pedro de Baeza, el hermano del tesorero de la reina y matador de Jorge Manrique.

Durante la estancia de la reina Isabel, en este su primer viaje a Extremadu- ra, debieron los judíos de Trujillo, presentar quejas a la Soberana, por lo cual el día 7 de julio, que está ya en Cáceres, dicta una carta, de la que copiamos algún párrafo, por tratarse de esta ciudad:

«E por cuanto todos los judíos de mis reinos son míos e estan so mi protec- ción … por lo cual vos mando a todos y cada uno de vos … no consintades ni dedes lugar de caballeros ni escuderos … desa cibdad ni fuera de/la cos- tringan e apremien a los dichos judíos … : que les vayan a mondar sus esta- blos … ni les aposenten ni den en sus casas rufianes ni mujeres de partido etc. etc. (Censura a trujillanos).

Lucha de Isabel, durante los primeros años de matrimonio, con la nobleza que se pasa al mando de su hermano, con Fernando, su esposo, hasta el acoplamiento y la comprensión y cuando parecía abrirse un puerto a la esperanza, muerto el rey su hermano, nueva lucha de los nobles partida- rios de su sobrina Dª. Juana, a la que pretenden casar, a la que casan, con el antiguo pretendiente de Isabel, el Rey de Portugal, Alfonso V.

Hay que hacer un alto en la vida de Isabel de Castilla, ya comienza la ma- durez y teníamos fijado, como tema, la infancia y juventud.

Jun 102017
 

Agustín Vivas Moreno.

Decía M. Bloch, que la labor de un historiador es parecida a la de un de- tective que tiene que investigar sobre un crimen que se ha cometido y en el que él no ha estado presente. Tendrá que recopilar datos, tener una ex- haustiva descripción del lugar del crimen, conversar con personas que pu- dieran estar implicadas en él, etc. Pero llegará un momento en que tendrá que decidir, y esta decisión deberá estar basada objetivamente, pero tam- bién lo deberá estar subjetivamente.

Aquí, no vamos a tratar ni de la descripción del lugar, ni de la recopilación de datos, ni del crimen en sí; todo ello, pasado activo.

Se tratará de lo inconsistente, de lo que hizo posible que alguien matara a alguien desde un punto de vista cualitativo. Y así, tanto el asesino como el muerto, tendrán algo en común y una forma de concebir y de ser en el mundo que coincidirán en algunas cosas. e tratará de la reflexión; de la reflexión en el pasado histórico.

Por todo ello, en esta ponencia, el pasado activo, la conquista, que tanto han dado de positivo y de negativo a la formación del mito de la extreme- ñeidad, dará paso al pasado reflexivo. Y es en esta necesidad de tránsito, donde tiene su fundamento el análisis a la historiografía de la reflexión de Extremadura en la historia.

La reflexión, por consiguiente, en la historia y como sujeto de la historia (125). y es dentro de esa reflexión, no sólo de los hechos sino también de las ap- titudes donde tiene cabida el comentario a la vida y la obra del Príncipe de los Cronistas de Indias: Cieza de León.

(125)    PEREYRA, Carlos: El sujeto de la historia. Alianza Edit., Madrid 1984.

Vease del mismo autor: Historia ¡Para qué? Siglo XXI, Méjico, 1980

Por tanto, no sólo vivir y hacer historia (126), sino también preguntarse por la historia y por las dimensiones de la conciencia histórica (127), y hacer de esa pregunta, una reflexión profunda.

y es que en este caso que nos abate ahora, una reflexión sobre Cieza de León, supone una reflexión al pasado de Extremadura, y no un análisis de su conquista en el siglo XVI. Así, la conquista, en sí, deja paso a la refle_ xión del hecho de la conquista y sus posteriores consecuencias. Cieza de León, como veremos seguidamente, gran cronista, cumple excepcional_ mente los requisitos y presupuestos anteriormente expuestos.

A la historia, «que designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia de ese conocimiento (128) es difícil de ponerle límites. Es, por ello, por lo que el concepto historia incluye la realidad histórica tal y como «ob- jetivamente» acaec i

o y el conocimiento histórico que pretende desvelamos, mediante el traba- jos del historiador (de la historiografía), la realidad histórica (129). Por todo ello, una reflexión sobre la antropología extremeña, una reflexión sobre la obra de Cieza de León, nos conduce inevitablemente (esta vez desde otro camino y desde otra perspectiva que desde la conquista) a un análisis de la antropología americana y sus consecuencias (130).

Dicho de otra manera, no se va a tratar aquí de una historia positivista, ni de una historia institucional y política, ni de una historia económica. Lo que se intentará hacer es dar la justa importancia, a la cada vez más acep- tada, historiografía, y ver su valor para un análisis más exhaustivo sobre la conciencia histórica de un pueblo, en este caso nuestro pueblo extremeño.

Por ello, no va a ser un trabajo éste, de investigación histórica (entendido esto, como medio de sacar conclusiones originales históricas sobre algo); ni de teoría de la historia (versar y pensar con – en – por la historia); ni de metodología (pensar el método de una obra histórica y ver sus conclusio- nes); sino de historiografía. Se tratará del análisis de la obra de un extreme- ño, cronista de Indias, que nos hará reflexionar a largo plazo, sobre los hechos allí acaecidos y que nos servirán para entender la mentalidad de

 

(126)    MIRA, J. F.: Vivir y hacer historia, Ed. Peínsula, 1980

(127)    CARR, E. H.: ¡Qué es la Historia?, Seix Barral, Londres, 1966; ARON, R. Dimensi~

nes de la conciencia histórica, 1961

(128)   VILAR, Pierre: Iniciación al yocabulario del análisis históricos, Crítica, Barcelona,

1980, pp. 17

(129)    MARVALL, J. A. Teoría del saber histórico, Madrid.

(130)    LEVI STRAUSS, G.: Antropología estructural, Eudeba, Buenos Aires, 1969.

 

un pueblo, y ver de esta manera, la historia, como una historia de las mentalidades.

y así, de esta forma, que la mentalidad nos sirva para entender la historia, y que la labor del historiador, como la del detective de M. Bloch, sea la de reconstruir el pasado lo más objetivamente posible sin quedarse en los pu- ros datos y hechos, sino con la necesidad del salto cualitativo.

Es, por ello, un intento de hacer de esta ponencia, una unidad, un todo. Y es en último término, una reflexión, como dijimos sobre la historiografía, que inevitablemente supone teoría de la historia.

Pero somos conscientes de que lo importante de la Historia, no es ni su teoría, ni su metodología, ni su historiografía, sino que siga viva, esto es, que ‘Ia Historia haga historia

Breves características de la historiografía indiana

Antes de dedicamos a Cieza de León y su obra, vamos a analizar de una manera breve, algunas de las nuevas características generalizadas que ofrece la historiografía indiana.

Los historiadores se van a encontrar con unos nuevos territorios, nuevas gentes, con su idiosincrasia, con su religión y sus costumbres, con sus nue- vos productos de la naturaleza, etc. Y todo ello, tendrá que ser interpretado sin que exista más marco de referencia que el conocimiento de las cosas de Europa.

Es, por ello, por lo que la historiografía indiana va a ofrecer nuevas carac- terísticas que no se habían dado hasta entonces.

Se van a tratar, evidentemente, nuevos temas, que la historiografía nunca había tocado. Las nuevas noticias que IIagaban de las Indias son difíciles de asimilar e incluso llegan a considerarse durante tantos años, y al con- cepto del mundo tripartito que se tenía (Europa – Asia – África). Ni siquiera los escritores antiguos, a los que tanto se admiraba hablen de ello, ni tam- poco la Biblia o las Sagradas Escrituras.

Todo esto, evidentemente, va a romper con los esquemas mentales que tenía el hombre europeo, que va a tener que hacer un gran esfuerzo por ampliar su horizonte mental e incluir a América dentro de él.

Dicho de otra manera, la historiografía contempla esa luchaba de mentali- dades que se produce en la conquista de América y en sus posteriores e inminentes consecuencias: por un lado los europeos, por otro, los indígenas.

Y todo ello, que en un principio es expresado por la historia oral (131), debe más tarde ser estudiado de una manera consciente, por las fuentes históricas (132).

Evidentemente, no es tarea fácil; hay muchas cosas en contra, como es el hecho de que los gustos de los europeos estuvieron muy modelados por una sociedad que se había nutrido durante generaciones de cuentos sobre lo fantástico y lo maravilloso. Es, por ello, por lo que va a haber una fuerte tendencia a contemplar las islas y los territorios continentales americanos, como si estuvieran «encantados» de la fantasía medieval» y la gesta de los españoles se observarán bajo el prisma de los libros de caballería. Los bos- ques se pueblan de amazonas, y no falta tampoco quien haya visto sirenas en los mares.

Así, en definitiva, haya veces, en estas obras, un fondo de fantasía, tan grande que no se sabe si lo que se está narrando es cierto o puramente fábula, mito y ficción (133).

y todo ello llega, se transporta, se «re-inventa» en la Península. Y dentro en Extremadura. Y por consiguiente, se crea el mito de la extremeñeidad, ba- sado en la conquista. Y se va a Extremadura, como una fantasía heroica (134), llena de falsas supersticiones (135).

Las tradiciones cristiana y clásica serán las que marquen las pautas de cualquier interpretación del Nuevo Mundo y de sus habitantes. De esta manera, es de fácil comprensión que los europeos del XVI, del Renaci- miento (idealista y clave del entendimiento de cualquier utopía (136) tiendan a comparar aquello con el jardín del Edén o la Edad de Oro de la antigüe- dad clásica.

La vuelta a lo clásico es común a casi todos los escritores de esta época; se imita el estilo de César, Tito Livio, Ovidio, etc; se establece comparación entre las hazañas de los conquistadores y las de César, Pompeyo, Alejan- dro, Ulises, Héctor, Aníbal, etc, y se comprara las noticias que llegan de América con las antiguas fábulas griegas y romanas.

 

(131) Es necesario revalorizar la importancia que tiene la historia oral. Para ello, véase:

THOMPSON, P.: «La historia oral y el historiador» en ~ nQ 10, Valencia, 1984; y BOU- VIER, J. c.: Traditión orale et identité culturelle, CN.R.S., París, 1981.

(132)    Véase: AA.W.: La didáctica de la Historia a través de sus fuentes, 1. C. de la Uni-

versidad de Málaga, 1978.

(133)    Véase: CARO BAROJA; J.: Ritos y mitos eQyíYocos, Itsmo, Madrid, 1974.

(134)    LORENZO P. de Extremadura: la fantasía heróica

(135)    HURTADO, P.: Supersticiones extremeñas, Rev. de Extremadura 1901 -1902.

(136)    Léase Moro, Campanella, etc.

Todo esto, induce a pensar que no hubo una buena asimilación de lo que allí estaba ocurriendo. Y es que los problemas para ello, eran grandes. Aparte del problema fundamental: la mentalidad, y de tener que romper con toda una serie de prejuicios, tradiciones e ideas preconcebidas, había también otra serie de problemas, como era el hecho de que desconociesen su lengua, lo que hacía imposible el diálogo con los indios, que dificultaba aún más la comprensión de sus costumbres, su religión, etc (137).

Así pues, las ocupaciones profesionales y el desconocimiento de la lengua va a ser otro de los principales frenos que va a haber para la comprensión del mundo indígena.

Hemos de saber en nuestra reflexión que los europeos, los españoles, los extremeños, tenían otra salida, más fácil que el de asimilar su lengua, sus costumbres, sus tradiciones; el imponer los nuestros. Y este sentido de su- perioridad va a impedir también, mucho la comprensión del mundo indígena.

Y así, ante la primera gran magnitud de sucesos (descubrimiento, primeras conquistas, etc) lo que se desarrolla es un ambiente de superioridad, provi- dencialismo (138), y ante todo, expectación. Pero después que pasaron las primeras impresiones, y que los españoles llevaban viviendo allí bastantes años, comienzan a darse cuenta de la diferencia que hay entre lo que se pensaba y lo que en realidad allí ocurrió. Y esto es la base de nuestro tra- bajo, que viene establecido por los cronistas: la reflexión de la acción, pa- ra el historiador, es lo más importante; incluso más que la pura acción, que el mero hecho; es la interpretación por encima del hecho en sí.

Breve evolución de la historiografía indiana

Llegará un momento en que tanto funcionarios como misioneros, verán que para hacer efectiva su labor, debían aprender la lengua indígena e in- tentar comprender sus tradiciones y costumbres.

La Corona, por su parte, mandará, que se hagan informes y encuestas para saber la realidad allí acaecida, y será entonces cuando se cree el puesto de

(137) Esto se puede contemplar claramente en la obra Historia de las Indias de luan de Betanzos (funcionario español que llegó a un alto grado de comprensión de la sociedad que- chua al aprender su lenguaje). Relata este autort, las dificultades que encontró para ordenar su trabajo: gran información contradictoria, debía según él a que los españoles no se preocu- paron tanto en saber y comprender las costumbres y lenguas de los indígenas, como en suje- tar las tierras y adquiridas.

 

(138) Un ejemplo lo supone Hernán Pérez de Oliva que por citar algo, cree que Colón es un hombre de alto ánimo, escogido por Dios, para que impusiese su ley a otras gentes, que nunca le conocieron.

 

cronista oficial de Indias, el cual tenía acceso, además de a todos los docu- mentos oficiales y demás información que llegaba de América, a todas las obras ya publicadas. Es, por ello, por lo que van a poder crear como vere- mos el caso de Cieza de León, obras muy completas.

Los primero escritos serán las cartas de navegación, diarios, etc., de los anutas, descubridores y conquistadores que fueron a América y con ellos van a ir dando noticias de todo lo que les va sucediendo allí (Colón, Cor- tés, Bernal Días, Valdivia … e estarían entre ellos). Son obras, éstas, ante todo que si bien no tienen excesivo rigor histórico, corresponden al gusto por lo exótico: se trata de ver cómo eran los indios, como vivían, cuáles eran sus ritos, costumbres, creencias …

Será más tarde cuando vengan las obras de Historia General, que intenta- rán recopilarlo todo.

La finalidad de estos primeros escritos es doble: por una parte, relatar u conservar los propios hechos, junto con las noticias de lo visto y lo oído y averiguar y perfeccionar la historia de los pueblos aborígenes.

El interés es ante todo etnográfico: lo que importa ante todo, es el hombre, el hombre que hay que explotar, evangelizar o redimir (139).

Son escritos, muchos de ellos, hechos por los participantes en la conquista y realizados pragmáticamente. Es, por consiguiente, por lo que la obra de analizar lo que vieron allí, hay que tener en cuenta la influencia de la pro- fesión de cada uno, sus intereses particulares y el grado de educación que tenían.

Después d estas historia generales, y para seguir esquematizando muy bre- vemente esta historiografía indiana, las obras siguientes van a atender a hablar de sucesos particulares de países o zonas concretas.

Ya, en el siglo XVII, cuando desaparece la generación que había formado parte de la conquista, la historia de los descubrimientos cae en manos de teólogos y literatos y el interés etnográfico desaparece.

Lo que más importa ahora es escribir con un estilo culto, con un gran sen- tido patriótico. En lugar de escribir las costumbres de los pueblos america- nos, se traza con pompa teatral, los cuadros de las hazañas españolas. Su horizonte histórico se estrecha. No se emplean las fuentes de forma crítica y las obras suelen ser refundiciones y plagios de las obras anteriores.

En el siglo XVIII, se tiende a ir valorando con mayor independencia de cri- terio las tradiciones indígenas; se acentúa, por ello, el indigenismo vivo en

 

(139) Véase para un estudio comparativo: AGUIRRE BAZTAN, A.: La

Antropología Cultural en España. P.P.V., Barcelona, 1972:

GIUGAYA,M.:Historiadores del siglo XVI y XVII CESIC Madrid 1964

 

América y se nota, evidentemente, la influencia racionalista de la llustración (140).

Y es que la historiografía indiana, ayudará a Extremadura a que ese mito de la extremeñeidad sea, ante todo, base de reflexión y contemplación del pasado, más que punto de admiración activa del presente por medio del pasado. Extremadura debe buscar su identidad, no en el mito de la con- quista, sino en la reflexión, propiamente dicha, del mito de la conquista.

y un buen ejemplo de ello, base de nuestra ponencia, lo es el Príncipe de los Cronistas de Indias: Cieza de León.

 

De la Conquista a la Reflexión: Cieza de León

 

Sobre Cieza de León hay realmente muchas cosas que decir interesantes. Aquí, vamos a exponer su vida y su obra, con sus características esencia- les, de una manera breve y sencilla.

Durante mucho tiempo, se creyó que Cieza de León había nacido en Sevi- lla. Valga esta ponencia y estos coloquios, para homenajear y situar a nuestro personaje como lo que era: extremeño. Nació en Llerena (provincia de Badajoz) hacia 1521, aunque no se sabe con mucha exacti- tud el año (141). Pertenecía a una familia de cierta distinción, formada por el matrimonio López de León e Isabel de Cazallos. Tuvo este matrimonio 5 hijos: 2 varones, un sacerdote y otro, nuestro cronista (142) y tres mujeres.

En realidad, la familia Cazallos estaba muy bien relacionada en la región extremeña meridional. Eran mercaderes muy bien vistos en Flandes y en indias (143). Así, había grandes personajes dentro de esta influyente farnilia (144).

Una pariente, Alonso de Cazalla, será el que ayude a Pedro de Cieza de León en multitud de ocasiones, cuando éste se encontraba en las Indias. Más tarde, cuando prepara su viaje de regreso a España, decide contraer matrimonio; y lo hace por poder, en presencia de su futuro cuñado, Pedro

 

(140) Para todo ello véase: AGUADO BLEYE, Pedro: Fuentes

historiográficas (Manual de la Hª de España, 11) Ed. Espasa Calpe,

Madrid, 1959. ESTEVE BARBA, Francisco: Historiografía ~ Ed. Gredas, Madrid, 1964; FUETER, E.: Historia de la historiografía

moderna. ed. Nava, Buenos Aires, 1953; SANCHEZ ALONSO,

Benjamín: Historia de la historiografía española c.e.s.i.c., Madrid, 1947.

(141)    BALLESTEROS GAIBROIS, M.: Introdycción a la Crónica del

Perú de Pedro Cieza

~ Col. Crónicas de América, Historia 16, Madrid, 1984.

(142)    Las mujeres fueron Leonor, Beatriz y María.

(143)    Es importante este dato. Recuérdese la importancia de Flandes

en el siglo XVI, en el imperio de Carlos V.

(144)    Recuérdese: Pedro López de Cazalla, que fue secretario de

confianza del marqués Pizarro: del presidente Vaca de Castro,

de Lorenzo de Aldana o de Pedro de la Gasca.

 

López de Abreu. Este casamiento será el que introduzca a nuestro persona. je en otra poderosa familia de mercaderes, los Llerena (145).

También tendrá relación con la familia de los Mercado (entre los que se encontraba el dominico fray Tomás de Mercado).

Así pues, y como primera conclusión, cabe decir que nuestro personaje se encuentra rodeado, entre Cazallas, LLerenas y Mercados, de escribanos y mercaderes.

Pronto empezará la vocación por las Indias de Pedro Cieza de León. Estando en Córdoba a oyó la noticia de la expedición que capitaneaba Hernando Pizarro en 1534 y que era portadora del rescate de Atahualpa, todo ello destinado al emperador como perteneciente al 20% de su sobera- na regalía. Tenía Cieza de León 13 años cuando se sintió atraído por la descripción de aquel espectacular desembarco, que hacía francisco López de Xerez.

Fue así cuando Pedro Cieza de León, sintió vocación por las Indias. Según algunos autores, como veremos posteriormente, nuestro personaje fue en- viado a las Indias para que así se iniciara en los negocios de su familia.

Así, se embarca, se cree el 3 de junio de 1535, en la nao de Manuel de Maya, para pasar a Sto. Domingo. No sabemos cuál es el objetivo del casi infantil Pedro de Cieza, cuando pasa a Indias. Es lógico pensar, sin embar- go, que sería su familia, la que no le permitiera embarcar para que corriera aventuras, sino para que aprendiese al lado de algún familiar en Sto. Do- mingo, o en Panamá (en este último lugar, sí se sabe que tenía parientes (146).

Más tarde, viajará a Cartagena de Indias, Colombia, Ecuador y Perú. Cono- cerá en estos tiempos a los principales protagonistas de la Explotación y conquista de estas tierras (147).

Posteriormente, se adscribe al capitán Robledo en 1540, convertido ya en un veterano. fundan Cartago, Antioquía, etc. (148).

 

(145)          Juan de LLerena será el piloto que dirigirá la nave de Cieza de León, en las peque-

ñas operaciones mercantiles, en vísperas de su temprana e inesperada muerte.

 

(146) BALLESTEROS GAIBROIS, M.: Introducción al Señorío de los Incas de Pedro Cieza

~ Col. Crónicas de América, Historia 16, Madrid, 1985.

 

(147) en 1536, ya está en la ciudad de Buenavista (Cap. IX, Primera Parte); seguramente a finales, pues sabemos que la expedición de Alonso de cáceres, extremeño como él, había salido de Cartagena de Indias el 24 de Octubre.

 

(148) No será hasta comienzos de 1542 cuando no se revelara la amistad que Cieza te- nía con Robledo, pues éste, preso, solicita una persona de confianza para que le informara de los sucesos acaecidos. Se autoriza entonces a Cieza de León llegar hasta él.

 

Se encontrará más tarde con Sebastián de Belalcázar, antiguo teniente de Pizarro en Cali, donde recibe más información nueva.

Cieza nos dará noticia de todo lo ocurrido en 1542, en que se organiza una compañía contra los indios que se habían sublevado, a causa de los abusos de los tenientes de Belalcázar.

En 1543, es cuando estalla el conflicto de la disposición de las Leyes Nue- vas de Fr. Bartolomé de las Casas, tema que nos es necesario tocar para analizar el tema que en esta ocasión nos abate.

Se dará una larga polémica a causa de todo esto entre Belalcázar y Roble- do, acabándose en una batalla en las proximidades de la villa de Arma, en la que Robledo, perdedor, es ejecutado. Cieza, aunque no ha tomado par- te en las hostilidades, por saberse conocido como amigo de Robledo, teme represalias y se oculta en las minas de Quimbaya. Más tarde, por ayuda de Hernando Girón, regresa a Cali ya Arma.

Hay que decir que desde muy temprano, Cieza de León comienza a redac- tar lo que hoy llamaríamos un diario o memorias de lo que iba sucedien- do: actuación de los españoles, aspecto de las tierras, cómo son los indios, costumbres, talantes, organización social y familiar, etc.

Posteriormente, en 1547, se abre ante Cieza lo que podríamos llamar su «camino de Damasco». Este comienza, cuando le llega la noticia de que en España hay preocupación por lo que estaba sucediendo en Perú, sobre todo el grave acontecimiento de que el virrey Blasco Núñez Vela haya si- do muerto por los rebeldes, que actuaban bajo la orden del hermano de Francisco Pizarro, Gonzalo, que había llegado a tomarse como el Príncipe del Perú.

Ante esto, las autoridades españolas «exponen» una persona investida de la autoridad real: Pedro de la Gasca. Este era un eclesiástico que encabezó un ejército real. Cieza de León se alistó a él por mediación de Belalcázar.

Es importante esto, para observar como en toda su obra, se manifiesta co- mo leal y defensor de la autoridad y majestad del rey – emperador. Gonza- lo Pizarro será vencido en Sacsahuana (149), siendo ajusticiado allí mismo.

La Gasca encarga a Cieza que continúe sus trabajos históricos, estudiando qué eran los incas, añadiendo todo lo acontecido desde la Conquista hasta lo que ya se denominaban, Guerras Civiles (150).

(149) Cieza la llamará la Guerra de Xaquihuauna.

(150) Para Ballesteros, la causa de que la Gasca encargase ésto a Cieza, es por lo que

hoy denominamos «tráfico de influencias». Seguramente fue Pedro López de Cazalla, su pa- riente, el que habló con La Gasca para conseguir este encargo.

 

 

La Gasca además le nombra Cronista de Indias y le da patentes y cartas de recomendación para funcionarios y notarios, para que le permitan la con- sulta de sus archivos y le den todo género de facilidades.

Así, Cieza de León se convierte en el primer investigador histórico de las cosas y del pasado del Perú incaico. No es la acción, sino la reflexión so- bre la acción lo que realmente importa. Y esto lo hace durante 1549 y 1550; será entonces cuando regresa a España para casarse.

Pero los años españoles van a ser cortos. Se casa, visita al futuro Felipe II en 1552 en Toledo; obtiene del Consejo de Indias la licencia para la im- presión de la primera parte de su obra, como posteriormente veremos, lo que efectuará en Sevilla en 1553. En 1554, muere su esposa y más tarde, ese mismo año, él.

Será, por tanto, en Indias cuando inicia su carrera de escritor. Su primer planteamiento será en la costa Norte de la actual Colombia. Tenía enton- ces ya hasta el primer título: Relación de las cosas sucedidas en las provin- cias que confinan con el mar Océano. Pero según se fue interesando por las cosas del Perú, fue bajando hacia el Sur, y sus apuntes quedaron incor- porados a su primera gran obra: Primera parte de la Crónica del Perú (151).

Esta obra se abre con la descripción de la costa del Pacífico, desde Pana- má hasta las tierras de Chile: trayecto que él hizo en sentido contrario (sur- norte), desde el Callao de Lima.

Es frecuente, en aquellos tiempos encabezar una obra que se pretendía larga y detallada con el título algo comprometido de «Primera Parte», a riesgo de quedar solitaria en la bibliografía.

Más tarde se llevará a cabo la Segunda Parte: Del Señorío de los Incas Yu- panquis. Es resultado de su viaje al Alto Perú, el Collao y los Charcas, por orden del presidente La Gasca (152).

Después, La Tercera parte del Descubrimiento y Conquista del reino del Perú. Tratará desde Panamá hasta el descubrimiento, fundación de Lima, etc., hasta el comienzo de las rivalidades entre los dos caudillos – Pizarra y Almagro – y sus partidarios que sería objeto de una parte distinta.

y la Cuarta Parte: Las guerras civiles del Perú, divididas en cinco libros:

  1. La Guerra de las Salinas
  2. La Guerra de Chipas
  3. La Guerra de Quito. (152) Fue editada muy tardíamente, en 1880 por Jirnénez de la Espada. (151)  Para la comprensión de todo esto, véase: BENNASAR, B.: La América española y la amérjca portuguesa (Siglos XVI·XVIIIl, Sarpe, Madrid, 1985; y ELLlOT, j.H.: El viejo mundQ y el Nuevo. 1492·1650, Alianza Edt., 1972.
  4. La Guerra de Huarina
  5. La Guerra de Xaquixahuana descripción del medio geográfico; Ante todo, por consiguiente, hay que hacer mención al talante historiador de Cieza de León. Confiesa en repetidas veces, que lo fundamental para él, es decir lo que pasó apoyado en la documentación disponible. Es más, en multitud de ocasiones, dice que prefiere ser tildado de poco grato al gusto de los lectores, que de inexacto en sus declaraciones. La primera moralización es teológica – trascendente. Cieza es profunda- mente cristiano, que hace caer su imparcialidad histórica en un providen- cialismo. Y este providencialismo, hace ver en Cieza un movimiento cíclico de la historia: transformación de esta gente en injusta y llena de odio y vicio; castigo divino, de nuevo. La segunda moralización iba destinada a Pizarro y a Almagro, que no res- pondían al compromiso realizado ante Dios. Y es más, Cieza recoge con ánimo entristecido, la narración de las catástrofes, por ellos pedidos para el otro. Por otro lado, no todos los personajes gozaban de la misma simpatía por parte de Cieza. Francisco Pizarra, ocupa el lugar primero e indiscutible en el afecto y en el respeto cieciano; Alonso de Alvarado o el también extre- meño Pedro de Alvarado, también reciben afecto. Almagro, viene, sin em- bargo, muy atrás.    En conjunto, Cieza es un buen cronista y testigo inmediato de muchas de sus narraciones. Sus obras nos sirven para tener un gran conocimiento del mundo incaico, una manera de hacer historia con sólido armazón, docu- mentación segura y verídica y con madurez para una comprensión fácil de la historia e instituciones del Imperio. Para ello, Cieza ya Utilizas la Crítica histórica: compulsa de datos y de fuentes; el de decir que hay varias versiones, contradictorias a veces sentido crítico y comprobación personal. Queda terminantemente expresado, que Cieza, no sólo es el Príncipe de los Cronistas del Perú por su primacía en el tiempo, sino también, porque es el arquitecto que traza la estructura histórica de todos los demás histo- riadores del Perú. Evidentemente, sus vivencias y sus experiencias se reflejan en la obra. Su vida es, en realidad, lo que escribe, y su obra no es otra cosa que el reflejo de lo que vio y vivió, incluso en aquella parte que es de reconstrucción histórica (155).
  6. (154) MUÑOZ PÉREZ, José  «Recientes aportaciones al estudio de Cieza de León Revista de Indias, 1959.
  7. (155) Para un análisis de los manuscritos de Cieza de León, sus emigración, extravíos, malos usos, y recuperaciones posteriores, véase: SAENZ de Sta. María, Carmelo: «Los manus- critos de Pedro Cieza de León» en Revista de Indias, nº 145-146, Madrid, 1976, pp. 181-215.
  8. Conclusión Sólo desde la reflexión, desde la historia (nunca mejor dicho) Extremadura despertará. El mito de la conquista, base de la extremeñeidad durante mu- cho tiempo, debe dejar paso a la historiografía de la reflexión de Extrema- dura en la historia.
  1. Sólo así, la Historia seguirá viva; sólo así, la Historia hará historia; sólo así, en el V Centenario del Descubrimiento de América, Extremadura acogerá su verdadera identidad.
  2. La historiografía indiana es esencial, cada vez más, para hacer un estudio cualificado de la Extremadura de la conquista.
Jun 092017
 

José Antonio Ramos Rubio. Provisional.

EL GRECO DOMENICO THEOTOCÓPULI

Nació en 1.541 en Candía, capital de Creta. Su familia pertenecía a la bur- guesía ciudadana y era de religión católica (bien demostrado en sus obras pictóricas). Estuvo en Venecia donde aprendió el estilo y color de esta es- cuela, luego en Roma y por último en España.

¡Quién lo incitó a venir a España?

Parece ser que el deán de Cuenca, al cual conoció en Roma, le incito a probar fortuna en España.

Se estableció en Toledo donde realizó un arte personalísimo, aunque den- tro de la corriente manierista. El Greco comprendió que su sino estaba en Toledo, en el corazón del pueblo español.

¡Por qué va a Toledo?

Pudieron ser muchos los motivos, aunque en primera línea hay dos clarísi- mos: a) posiblemente influenciado por personaje que acudían al palacio Farnesio (el bibliotecario Fulvio Orsini, el sacerdote español Luis de Casti- Ila, cuyo hermano, Diego, ex delegado del Concilio de Trento, era deán del Cabildo de Toledo). Don Luis le incitó a probar fortuna en España (Deán de Cuenca).

Cuando el Greco llegó a Toledo en 1.577, acababa de producirse en la historia de la ciudad un cambio decisivo. Madrid, desde 1.560 había em- pezado a centralizar la vida política en España. La construcción del Mo- nasterio de El Escorial contribuyó a desplazar el eje de la vida cortesana. Posiblemente el Greco quiso estar cerca de tales acontecimientos.

La ciudad vivida por el Greco mostraba una prodigiosa influencia y síntesis de culturas y estilos. Posiblemente podríamos encontrar aquí otro hacha por el cual eligió Toledo y no otra ciudad de España: después de su paso por ciudades italianas descubrió en Toledo algo capaz de remontarle a sus orígenes: la simbiosis de Oriente y Occidente, también patente en la Creta que conoció en su niñez.

Tuvo problemas con la corte a causa del «Martirio de San Mauricio», cua- dro destinado para el Escorial, pero relegados a las dependencias del mo- nasterio por destinar el pintor a segundo término el suplicio de los mártires y a primero tomas mundanales.

A pesar de ello, recibió muchos encargos de conventos e iglesias, posible- mente no se le interpretó bien en el Escorial. Consiguió gran prestigio co- marcal (ej. Retablo de Talavera la Vieja) y también en Madrid (ej. retablo del colegio de Doña Mª de Aragón). Incluso tenía en Sevilla un depositario que recibía los cuadros que le mandaba para su exportación a América. Pero termi nó solo y enfermo. Murió el 7 de abri I de 1 .614.

Fue un artista que expresó tan bien como Morales, las emociones religiosas de los españoles del tiempo de Santa Teresa.

La producción del Greco alcanza los 300 cuadros, sin contar réplicas obras de taller. En ellas se recibe un ímpetu creador que fuese desarrollado a través de una serie de etapas donde la formación minierista iniciada no impidió la exaltación de una fortísima personalidad.

En su estilo destacan influencias de los lugares por los que pasó:

a) Sobre su formación pasa lo cretense, que es, en el fondo, bizantino.

b) Venecia le enseñó la ciencia del color y de la luz.

c ) Roma le enseñó la estructura del retrato. También el interés por los efec- tos de la luz tenebrista.

d) Ya en España, en 1.577–79, en el retablo de Santo Domingo el Antiguo, ofrece una personalidad muy arraigada, con tintes manieristas. Español por sentimiento, impresionista por la técnica, ejecución expresionista.

Su figura a permanecido olvidada, hasta ser revalorizada por los románti- cos del siglo XIX.

EL RETABLO DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE TALAVERA LA VIEJA

Hasta hace unos veinticuatro años, Extremadura poseía un retablo del Gre- ca. Retablo realizado para la iglesia parroquial de la desaparecida Talavera la Vieja. Destruido, en parte, durante la Guerra Civil. Los lienzos que se

pudieron salvar fueron llevados al museo toledano de Santa Cruz, tras su adquisición por Bellas Artes en 1.962, antes de que el pueblo fuese afecta- do por el embalse de Valdecañas en 1.963.

Llevados a Toledo, por la antigua vinculación jurisdiccional del norte ex- tremeño con la mitra toledana; o quizás porque en esa ciudad fue donde vivió el autor del retablo.

Don Verardo García, investigador de la historia de Toledo, ha encontrado en el Archivo de Protocolos de la ciudad la prueba documental de que son obra del Greco el retablo, las pinturas y la imagen de la Virgen.

La obra fue encargada en nombre de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, de Talavera la Vieja, Lucas Sánchez, mayordomo y Hernando Márquez, presbítero.

Se acordó con el artista a tenerlo el día 25 de julio del mismo año (1.591), en dicho retablo tenía que estar «la coronación de Nª Sª en una gloria, en el qual an de yr pintados los bien abenturados san juª bapta. y santo do- mingo con el Rosario y san antón y san sebastián y san juª abanxelista e los demás santos que le parecieren al dho. Dominico», el retablo debía llevar «alIado derecho de la ymagen la de san i» de bulto y alIado yzquierdo a de yr de bulto san andrés con sus ynsignias, todo de pincel sobre lienzo y a las espaldas con sus tablas».

«Yten se le obligó a hacer una ymagen de nra. sª del Rosario que irfa en madio del retablo, en escultura, dorada y estofada y del dorado y estofado y talla y escultura de todo el dho retablo lo toma a su nopmbre el dho Dominico».

En cuanto a las dimensiones y precio del dicho retablo, ‘~ de llevar de an- cho tres baras e quarto y de alto quatro baras y media e cinco (3,76 x 2,71 rn.) y por toda la e/osta del dho. retablo de madera, manos y materia- les y todo lo necesario e de darle asentado se le an de dar y pagar trecisíl ducados … e elllebar el dho lo ha de pagar la dha cofradfa a su costa reci- be luego de preste al dho Dominico mili e quatrozientos reales para la compra de ederecos necesarios».

Las pinturas del retablo no concuerdan con los que se fijaron en la escritu- ra; posiblemente porque «El Greco» puso otros santos o bien hubo modifi- caciones en el contrato o se sustituyeron los lienzos por otros.

Entre 1.936–38 se perdió la talla de la Virgen y algunas pinturas. Se salva- ron aquellas que estaban guardadas en la casa rectoral porque habían sido restauradas en 1.927, son las que se encuentran hoy día en el museo de Santa Cruz de Toledo, adquiridas por Bellas Artes en 1.962: «La

Coronación de La Virgen», «San Pedro» y «San Andrés». Se restauraron en los años 1.962 1.964.

Pero ¿Cómo estaban colocados los lienzos en el retablo?

Se trataba del retablo colateral de la Epístola, del siglo XVI, dividido en dos cuerpos, cada cuerpo con tres compartimientos rectangulares. En los CUa- dros del cuerpo superior se representan: a la derecha, «La Anunciación»; en el central, «La Coronación»; y en la izquierda, «La Presentación de Jesús en el Templo». En el cuerpo bajo, laterales: «San Pedro» y «San Juan Evangelis- ta». En el centro del retablo la imagen de la Virgen del Rosario, tallada en madera de pino y policromada.

Algunos autores que visitaron el retablo en Talavera, ej Guinard, 1.925, decían que la estatua era del XVIII y algunas pinturas como «La presenta- ción de Jesús» no eran del Greca. Pero al no contar con más documenta- ción que la citada, hamos de defender la tesis de que el retablo en conjunto es obra del Greca, si se observa la mediocridad en el retablo, ya no existente y defendida por muchos entendidos en la materia que lo vie- ron; o también, en pinturas como «San Andrés», sabiendo que el artista ha realizado otros «San Andrés» «San Pedro», de más valor. Puede deberse a las restauraciones, sobre todo a los repintes de la primera, 1.927; o que el artista se lo confiase, parte de las pinturas, a discípulos de su taller.

ESTUDIO ARTíSTICO DE LAS PINTURAS

«La Coronación de la Virgen». Medidas: 1,05 x 0,80 m.

Asisten al acontecimiento siete santos dispuestos en círculo, de izquierda a derecha: San Francisco de Paula, San Juan Bautista, San Juan Evangelista con su cáliz, San Sebastián, San Pablo, San Antonio y Santo Domingo. To- dos ellos, excepto San Francisco y San Pablo, se hicieron de acuerdo con el contrato de 1.591. La firma de «El Greca» aparece en la parte inferior derecha de Santo Domingo. Es la obra de mayor aliento de las conservadas del retablo de Talavera la Vieja.

Posiblemente basada en un grabado de Durero.

Nos encontramos ante un asunto místico, los santos alzan la mirada al te- ma central. «El Greca», nos ofrece de nuevo, muchas veces repetidos en sus obras dos planos, el terrenal y el celestial. El mismo tema se repite en un lienzo del Prado, pero suprimiendo a los santos de la parte inferior; por el estilo puede corresponder también a los primeros años de la década de siglo. También repite el tema en la capilla de San José de Toledo y en el Hospital de la Caridad de IIlescas.

«San Andrés».

Medidas: 1,26 x 0,46 m. Figura de cuerpo entero.

Tema también muy repetido por el artista, aunque difiere en los rasgos que confiere al santo.

A quedado poco de lo que desde un principio es la obra original por las múltiples restauraciones a que se ha visto sometido.

«San Pedro».

Medidas: 1,25 x 0,46 m. De cuerpo entero.

Tampoco se repite «El Greco» con respecto a otras pinturas realizadas sobre el mismo tema.

Los tres de óleo sobre lienzo. Documentados en 1.591–1.592. Dibujos de «El Greco» ejecutados por el taller. El estilo del maestro es patente en los retratos y cuerpos alargados. Se ha querido explicar el alargamiento de las figuras con un posible defecto óptico del artista (astigmatismo). Este alarga- miento tiene una intención estética motivada por un anhelo de espirituali- dad dentro del arte de su tiempo. «El Greco» crea una perspectiva vertical.

Suprime los grandes espacios entre las figuras y estas aparecen cercanas macizando la composición. No pintaba al natural, sino de unos bocetos de barro que el modelaba. Ello le hacía posible las figuras contorsionadas. Las figuras adquieren ritmo, dinamismo. El movimiento ascensional (vertical) tampoco hubiera sido posible sin la técnica impresionista de toques abier- tos que dan a la iluminación gran rapidez.

La pena es tener que recorrer 240 Kms. para poder apreciar una obra pic- tórica de «El Greco», que estaba en nuestra región y la hubieramos podido tener más cerca, quizás en el museo del Mono, Cáceres; donde hay otra obra del mismo autor: «El Salvador», procedente del convento del Cristo, Serradilla. Adquirido por el estado u depositado en Cáceres, 1.974.

Jun 022017
 

José Sendín Blázquez. Provisional. Montehermoso y Garganta la Olla

La supervivencia de personas, lugares, tipos y efectos celtas en el norte de
Extremadura es un hecho aceptado sin discusión.

Cuando los romanos colonizaron nuestra región, trazaron las vías de la
Plata y de la Dalmacia como arterias de comunicación alrededor de las
cuales funcionaron los asientos de los vencedores. Los pueblos hispanos,
con numerosa asentada y tradición en esos lugares, fracasados los envites
de los lusitanos y vettones, tuvieron que replegarse hacia aquellas tierras
que despreciaron los colonos de Roma.

En las tierras, por ejemplo, de Tormantos y en los barbechos situados a la
derecha del Alagón se situaron los pacíficos residuos de unos hombres a
quienes se les tolera sus costumbres y creencias.

No resulta raro encontrar en Piornal selectos tipos pelirrojos, que nos re-
cuerdan las mejores simientes prerromanas.

El doctor Sayans en Serradilla estudió un interesante «tesorillo» de ascen-
dencia celta.

En los pueblos cercanos a las serranías del Calvítero hemos encontrado
estelas y figuras de dioses autóctonos.

Desde las riveras del Alagón hasta las últimas montañas de Las Hurdes se
conservan grupos casi intactos de gentes a quienes Roma apenas si les mo-
lesta dada la pobreza de sus tierras y productos. Contraste flagrante frente
al templo de Fuentidueñas, la torre de Ambroz, los baños de Montemayor,
los fuertes amurallados de Coria o el sabaritismo de la placentera Cáparra.

El tiempo se ha encargado de olvidar o destruir muchas de estas cosas.
Quedan, con todo, unos pocos recuerdos de aquellos pueblos que llenan
de peculiar orgullo a sus descendientes.

Vamos a ocupamos de algunas reminiscencias que sobrevienen ante la
admiración de todos pero que no siempre hemos sido capaces de admirar
en su total profundidad porque nos parecen, aunque bellas, cosas demasia-
do pequeñas. Nos estamos refiriendo a las típicas gorras o sombreros que
se fabrican, aún artesanalmente, en Montehermoso. En nuestros estudio
además nos tenemos que referir a las concomitancias que guardan con
otros sobre todo en Garganta la Olla. Den entrad pensamos en la antigüe-
dad y en otros pueblos también se utilizó este atuendo mas o menos misti-
ficado, adorno común de una región. Así en las cercanías de Barco de
Ávila, se utiliza un tipo de sombrero relacionado con los de Extremadura.
Pensamos además en algunos otros lugares (Malpartida de Plasencia, El
Torno, Serradilla … ) donde las gorras pajizas entre otros debieron llevar
soles o estrellas hoy desaparecidos por una razón muy sencilla, porque
han perdido sus características de adornos festivos.

Los dos ejemplares que vamos a estudiar principalmente, se complemen-
tan íntimamente. Ambos se orientan hacia nuestra dependencia ancestral
relacionándose directamente con los ritos y creencias de la fecundidad y la
procreación: la supervivencia de la etnia.

El de Montehermoso se nos presenta hoy con mayor profusión de adornos
(algunos quizás añadidos), convertido desde luego en un producto de ven-
ta artesanal corriente.

El de Garganta sigue reducido al enclave típico de su lugar de nacimiento
como un recuerdo más mítico y misterioso, al mismo tiempo que menos
conocido y celebrado y en consecuencia mucho más virginal.

La gorra de Garganta la Olla se utilizó principalmente para el baile. Baile
que se presentaba en una doble vertiente religiosa y profana. Ambas referi-
das al mismo hecho intencional.

En este sombrero destaca un racimo de flores y un espejito redondo monta-
do sobre piel de conejo. Se trataba del colofón a unos trajes blancos y
rojos, llenos de encajes, puntillas, cintas de colores y pañuelos de seda. En
los momentos del baile religioso acompañaba el famoso ramo, estereotipo
para sacralizar la naturaleza dentro de los lugares sagrados. Se actuaba, al
igual que hoy, en las fiestas de la Visitación. María con el hijo engendrado
milagrosamente en sus entrañas marcha a llevar un mensaje de vida a su
prima Isabel, que se encuentra en sus mismas circunstancias grávidas.

Las danzas que se bailan, y a las que ya alude Cervantes en su novela la
Gitanilla, son danzas de fertilidad. Los mismos nombres de las bailarinas
nos lo indican pues reciben ordenadamente el nombre de madres, trasma-
dres, poses y rabiconas. Gradación interesante de interese procreativos. A

todas las dirige un guiador que aquí recibe el nombre de padre, director o
maestro. El se encarga de presentar orgullosamente dentro de los ritmos del
baile o del ofertorio a cada una de las danzarinas, para que el público, los
antiguos pastores bajados de la montaña, se fijen en sus damas selecciona-
das para madres. Selección que no significaría entrega, pues cuando la
moza regrese a su casa no podrá ir sola sino acompañada velando la intan-
gibilidad de la doncella hasta que llegue el momento pactado por la cos-
tumbre y la religión para luego convertirse en esposas y madres. Se
realizará sobre tálamos nupciales festoneados con puntillas inmaculadas
donde se gravan los mismos símbolos.

Aparece así un entramado andamiaje de creencias míticas muy propias de
los pueblos hispanos: mujer-animal- árbol-vida, girando en torno a miste-
riosos símbolos. Incrustados en la cara anterior del casquete vertical, sim-
bolizan la luz, la vida, la fecundidad, protegidos por el dios que los celtas
grabaron en todas sus estelas, adornos y vestidos.

No debe resultar extraño que en este tipo de danza fértil donde las tres
formas de vida: animal (piel de conejo), vegetal (flores), humana
(danzarinas) intimadas se elevan hacia lo alto, pidan con candorosos rit-
mos de baile la fertilidad para la supervivencia del ancestro, primero a los
dioses tribales y luego, ya cristianizados, en el proyecto religioso que in-
ventó la Iglesia para encauzar las apetencias del paganismo. Para esto últi-
mo nada mejor que Santa Isabel o La Visitación en Garganta la Olla y
Santa Ana en el Madrid cervantino.

La simbología de la luz solar con estas mismas intenciones de fertilidad, las
encontramos perfectamente estructuradas en la gorra de Montehermoso.

Ahora nos hallamos frente a una prenda ampliamente evolucionada y
puesta en manos de unas mujeres que quizás la dedicación al marido, me-
nos serrano y más labriego, al menos en ciertas épocas, podía contar con
más tiempo y competencia selectiva.

En Garganta los hechos se abreviaban porque la mujer casada tenía que
acompañar al marido para en su choza serrana completar los trabajos deri-
vados de su pastoreo: fabricar quesos, tortas, cuajadas, mantecas y
requesones.

Aquí en Montehermoso las circunstancias se presentan muy distintas. Las
hembras normalmente conocidas, debían atraer más llamativamente con
sus reclamos. Mostrar con claridad sus facultades femeninas, ensalzar sus
atractivos, sin llegar a seducir con engaño las apetencias de sus admirado-
res. Los bailes de exhibición se celebraban cada quince días y el domingo
sin baile se le conocía como irrelevantes.

Por eso aumentan los adornos y colores que engalanan a los jóvenes, con
relevancia especial para significativo sombrero. Algunos hasta quieren que
también el espejo tenga relación con los momentos fundamentales de la
situación genética de la mujer: viuda, casada, soltera.

Nos parece que tanto no resulta necesario. De alguna manera indicativo sí
pero no absolutamente obligatorio. O lo que es lo mismo: se trata de una
costumbre añadida y posterior. Lo contrario sería como si la mujer lacera-
da por el dolor o por los años se la quitara oficialmente el amparo de los
dioses o el aprecio de los humanos. El sol en sus comienzos fue un signo
deifico. El espejo reemplazándolo sin perder su significado substitutivo
tiene un sentido utilitario. Su uso dependía en parte de la psicología de la
persona y de la fuerza poderosa del ambiente.

El sombrero de Montehermoso es original y único. Visto de perfil nos re-
cuerda la silueta de un ave, digamos de un cisne, intentando descansar tras
descender de la altura. Por delante es un casquete, en cuyo centro se en-
cuentra el disco solar simbolizado por una estrella o un espejo que se
asienta sobre las alas laterales y la visera, adornado de todo tipo de flecos
y colorines como el pecho mítico de los pájaros multicolores cuando se
engalanan para emparejarse allá por la primavera.

Los laterales del sombrero cubren el lóbulo superior de la oreja dejando al
descubierto la parte inferior de donde colgarán los pendientes de formas
diversas una de ellas, la solar. La parte delantera se va alzando parcial-
mente para dejar al descubierto todos los elementos esenciales de la bel-
dad femenina, cuyo centro necesariamente han de ser los ojos, espejo del
alma humana. Del cuello colgará collares y abalorios de riquísima orfebre-
ría y trabajo, destacando la llamada cruz de lazos o pingayo y el galápago
engarzados en estrellas y bolas enterizas y caladas o simplemente garganti-
llas colgadas de una cinta.

La gorra por detrás se eleva en forma de U invertida para que los dos alo-
nes custodien al mono, más o menos alto pero sustancial en la mujer celta
y que ataba con una cinta llamada «tranzaera». Se cubría con pañuelos de
colores muy diversos, siempre vivos y llamativos.

Toda la gorra se salpica con adornos de estrellas, corazones, hojas, círcu-
los, c1aveleras, espigas, harmientos, asas … alusiones al mismo carácter
simbólico. Quizás el tiempo y la prisa han introducido algunos carentes de
simbolismo y que debían eliminarse en pro de su pureza original.

La profunda verdad de estos aparentes detalles intranscendentes nos la ex-
pone magistralmente Doña Ángeles González Mena en su catálogo – estu-
dio de la colección Pérez – Enciso.

La clavelera se forma con un ramo naturalista por lo general simétrico, de
hojas redondeadas hechas con franelilla de colores. Las semillas se sustitu-
yen por botones. El ramo dispuesto sobre tejido surge de un corazón y va
cercado por una labor denominada «asas».

Corazones floridos se ven también en las camisas del hombre de Monte-
hermoso. Esta conjunción de corazones y de flores tal vez no sea una sim-
ple suma, posiblemente tenga un significado más hondo, como el
nacimiento de los hijos surgidos del amor, o el corazón el corazón enamo-
rado lleno de vida y primavera o las flores silvestres que el novio cogía en
el campo para su amada.

El corazón aparece también justo a la espiga, recortada en tela y se bordea
por labor de cordoncillo de paja, formando asas en su interior se distribu-
yen botones blancos de nácar. A uno y otro lado se disponen espigas re-
cortadas en tela, con esquema simétrico y geometrizado. Determinadas
canciones han relacionado siempre el amor con el buen trigo y, probable-
mente, su simbolismo se fundamente en el hecho de que el trigo bien ma-
cerado da buena harina y buen pan. Así el amor bien sacrificado dará
buenos frutos.

La estrella se dispone en la zona alta del casquete, con ocho elementos, en
la forma de punta de flecha. Puede ser símbolo del buen destino, de la
buena estrella, con un sentido mágico de la vida.

El llamado «ojo de perdiz» se identifica con la misma decoración que apa-
rece tan repentinamente en las camisas y paños funerarios conocido como
la cinta enlazada o símbolo de la eternidad. Este valor es recogido también
por el arte en general y, sobre todo, por las Artes decorativas. Es probable
que haya sido tomado como simple elemento de adorno pero también co-
mo signo de amor eterno.

Las «asas» simulan unas presillas que pretenden identificarse con los jardi-
nes o cairelillos que llevan las camisas del hombre de Montehermoso en
los puños, cuellos, pestañas, lorzas, etc.

El armiento se forma por una cinta larga, delgada y ondeante de la que
nacen zarcillos, ordeos y flores de pétalos redondeados. Cuando este moti-
vo se aplica a las faldas de algunos pueblos o en las mantas picadas no se
representa en su forma real pues no aparecen uvas ni hojas propias de la
vid, pero si se encuentran las tijeretas o zarcillos de volutas muy cerradas
combinadas con flores de azahar. Podía ser una amalgama de la flor de la
virginidad, con la vid símbolo del amor y de la procreatividad representa-
da en los numerosos zarcillos.

Algunos de estos adornos en el transcurso del tiempo han sido sustituidos
trans!ormados por fieltros, bayetas, cordoncillos, botones de nácar ~
espejos.

«Los botones de nácar o pasta se aplican de forma estratégica para suplir
los pistilos en las flores y en zonas simétricas de los corazones o para dis-
persarlos ordenada o arbitrariamente entre los motivos principales. Tal vez
nos recuerden las hojuelas o lentejuelas de metales que llevaban los toca-
dos cortesanos».

El espejo es el elemento más discutido y a la vez más legendario de todos
los adornos. Debe rechazarse que el que existieran tres tipos, al menos en
su pureza original. Su presencia sustituye a la rosa de la fecundidad.

Estuvo muy bien elegido el cambio y la leyenda tejida a su alrededor. Se
ha sabido cargar de simbolismo asociándolo la condición de soltera, casa-
da o viuda, cada uno de los tipos de espejos.

La mujer soltera lleva un refulgente espejo, «proclamando la fecundidad
potencial de la mujer
a la que envuelve y cubre de luces sin espacio para
las sombras».
(Dr. Sayans)

«El sol se funde en la mujer casada manteniéndola a la fecundidad, espe-
rándola y amparándola en
su seno. En ambos estados o situaciones la luz
esplende, brillando sin molestar».
(ld.)

«En la mujer viuda no hay luz, no hay amparo solar. Todo en ella acusa
aridez, negaciones. Es negra la estampa de
su deidad».
(ld.)

«Sobra decir que las tres variantes imprimen carácter y modifican el com-
portamiento y las relaciones humanas de sus personajes».
(Id.)

Respetamos como muy valiosa esta aportación del Dr. placentino pero
seguimos insistiendo en que se trata de un añadido posterior.

En las práctica las cosas se simplificaban extraordinariamente.

Los flecos de vistosos colores y el espejo se utilizaban por las mujeres sol-
teras o casadas jóvenes. Las viudas o mayores, sin posibilidades procreati-
vas por lo tanto, preferian los colores negro o «morao» y los adornos se
reducfan con poderosa sobriedad.

Estudiando las razones para el cambio Di! Ángeles González Mena deriva
su origen a la sustitución por espejos, de los joyeles tan frecuentes en los
tocados cortesanos sobre todo en las gorras del siglo XV a partir de las nor-
mas dictadas por los Reyes Católicos.

En teoría, pues los tratadistas están de acuerdo en que el espejo «alude a la
virginidad por lo que solo lo lleva el sombrero de la soltera, le retiran al

casarse y si enviuda, no le reponen o si vuelven a colocarlo al menos en
los últimos tiempos ha de estar roto u opaco».

En la práctica, al menos en los últimos tiempos no se respetará esta
simbología.

En nuestro trabajo importa también mucho los complementos inseparables
del sombrero: el pañuelo, el rodete, la cobija y el mismo uso de la gorra o
sombrero.

El hecho de cubrirse la cabeza con algún tipo de pañuelo ha sido siempre
costumbre muy normalizada en todos los pueblos, tanto para hombres co-
mo para mujeres. Recordemos los múltiples pasajes bíblicos.

Se han venido utilizando con una doble finalidad: a modo de sudario o
como paño de rostro. En el primer caso servía para enjugar el sudor. El
segundo para cubrirse la zona baja de la cara por causas diversas. Recor-
demos la costumbre mora en donde puede tener origen sobre todo utiliza-
da en los periodos de catamenia como sinónimo de suciedad. Hasta de
seis diferentes formas de utilizar el pañuelo no habla el profesor García
Mateos.

El pañuelo doblado en diagonal y la gorra han seguido la misma suerte en
cuanto a su utilidad. Se usaba como elemento protector en el trabajo y
como adorno en los días de fiesta.

El sombrero de trabajo tenía el ala más ancha, adelantada, cara cubrirse el
rostro, mientras el pañuelo resultaba indispensable para limpiarse con faci-
lidad el rostro.

En este sombrero de trabajo apareció en algunos el espejo frontal a fin de
arreglarse después de las faenas agrícolas y presentarse en el poblado con
las atracciones de que siempre ha presumido el género femenino.

Esto no significaría descargarlo de sus concomitancias eróticas. Al contra-
rio, la mujer obraba así para no verse privada en ningún momento de sus
atracciones específicas.

El mismo sombrero y el mismo pañuelo fueron ricamente «engalanados de
forma que han resultado ser los
más lujosos, vistosos, llamativos y origina-
les tocados dentro de los populares conservados en España»
(Mª A. Gon-
zález Mena).

No vamos a entrar en este trabajo en la polémica del uso de o entre pa-
ñuelo y gorra.

De la cobija tampoco hablamos porque se utilizaba solo para actos de tipo
religioso incluidas bodas. Desde luego es símbolo de sumisión, de humil-
dad referida desde luego a Dios y en el matrimonio también el varón en

aquellos momentos en que la mujer se le imponía el yugo de las
velaciones.

Al llegar este instante debemos añadir que el traje de Montehermoso se
compone de una serie muy compleja de elementos: justillo, jugón o jubón,
blusa, mandil, faltriquera, medias, calzados, mantillas, ligas, cintas (sobre
todo la de «sigueme pollo»). Inicialmente apenas llevaban ropa interior co-
mo camisa o enagua. Todas estas prendas se labraban en consonancia con
las gorras o sombreros cargándose a los adornos de los mismos elementos
rituales.

Lo más llamativo son las mantillas, nombre genérico con que aquí de de-
nominan las faldas montehermoseñas. Llegaron a usarse hasta ocho o nue-
ve en las familias pudientes y para el día de la boda. En este caso, como el
peso podía llegar hasta los diecisiete kilos, la novia era ayudada por una
amiga para que hiciese las veces de ciríneo. Si aguantaba era felicitada
como la heroína, digna pareja de un labriego.

Recordemos para comprender todo esto que a las clases pueblerinas les
estaba prohibido utilizar paños finos, propios de la nobleza.

La norma exigía dos o tres sayas, de colores amarillo, azul y verde para las
interiores y «en color de mibranga con amplia faja inferior tan ancha como
la cuarta del obispo».

Esta comparación «cuarta del obispo» es curiosamente interesante. Como
las faldas o mantillas de Montehermoso resultaban extremadamente cortas
y no llevando ropas interiores y menos pololos, cuando las mujeres iban a
buscar agua enseñaban, como se decía entonces, «las nalgas», escándalo
para la pulcritud de aquellos tiempos. Tuvo que intervenir la autoridad
eclesiástica mandando alargarlas una cuarta.

La picaresca supo encontrar formas para que solo existieran apariencias.
Por eso se obligó a poner la cuarta alargada con un color distinto aunque
complementario pero las medidas de la cuarta siguieron con tan reducidas
dimensiones. De aquí nació la famosa «cuarta del obispo».

En cualquier caso contemplar una beldad montehermoseña con sus am-
plias mantillas, muy ceñidas a la cintura para realzar los encantos femeni-
nos, al sombrero alto, único, es todo un monumento, que aún en nuestros
tiempos nos causa placentero embeleso.

y cuando se acomodan su rodete o rollo sobre la cabeza portando cánta-
ros de agua, nos obligan a pensar que son las famosas caríatides de los
templos griegos resucitadas en Extremadura.

Para un estudio riguroso y para rectificar el desprecio que han utilizado
determinados autores que se han dedicado al estudio de las gorras de

Montehermoso se hace necesario el estudio de las también gorras o som-
breros de otra región serrana, próxima a Extremadura, que también fue
Extremadura y placentina y por supuesto con algo más que cabida en las
tierras que decimos de los Vettones.

Se venían asignando estas prendas a una serie de pueblos cercanos a Barco
de Ávila, principalmente a Bohoyo y Horcajada. Querían incluso encon-
trar una diversificación de modelos, característica de cada uno de los po-
blados. No hay razones suficientes para convertir a cada uno de esos
pueblos en la cuna de este típico atuendo. Ciertamente ha sido utilizado y
con frecuencia aún lo utilizan en las dos localidades. Pero esto no autoriza
a que se les adjudique en exclusiva el lugar de su nacimiento.

En Bohoyo, un pequeño pero ancestral pueblo de las cercanías de Barco
de Ávila encontramos a la Sra. Vicenta que sigue fabricando artesanalmen-
te las gorras en cuestión. Ella misma elige los diversos modelos y los reali-
za indistintamente sin una asignación obligatoria a los lugares de venta y
uso pero enclaustrada en unas pautas heredadas.

Hemos llegado al convencimiento, después de examinarlos, que coinciden
esos adornos con los principales de Montehermoso: estrellas, soles, marga-
ritas, flores y corazones. Entre los colores muy diversos destacan principal-
mente el azul y el rojo. y las figuran mencionadas ocupan los lugares
preferentes del centro o de los laterales.

El las Casas, un barrio anejo a la Horcajada, hemos encontrado a la Sra.
Fabiana y después de una amplia y profunda entrevista hemos llegado a
idénticos convencimientos que en el pueblo anterior.

Luego hemos hecho un amplio recorrido por otros poblados para llegar a
la conclusión muy clara de que en la antigüedad el típico sombrero se uti-
lizó en una amplia zona de las provincias de Ávila y Salamanca. Aunque
algunos pueblos no lo recuerdan la mayoría sí.

El centro de esta región coincide con el poblado de Vettón de «El Berrue-
co», situado en un monte aislado de cuya existencia se han hecho amplios
e interesantes estudios, dada su relevante importancia. El lugar está situado
muy próximo, precisamente a Hoyorredondo.

El que el lugar de origen se lo disputen varios pueblos como Bohoyo, Ho-
yorredondo, Cardeñosa o la Horcajada, por citar unos cuantos de nom-
bres, nos confirma nuestra tesis de la dependencia y el origen de nuestros
antepasados vettones y celtas.

Apuntamos además otro dato: todos estos pueblos tienen en sus cercanías
«un berrueco». Berruecos, en esta zona se llama a determinados montes

que se elevan aislados, con difícil y vertical acceso y en todos ellos existen
ruinas de asentamientos prerromanos.

Las gorras en cuestión se hacen de paja de centeno. Para trabajarla deben
ponerse «a mojo» (a remojo) sumergiéndola en agua durante algún tiempo.
Una vez humedecida se tejen trenzas muy largas. Con ella se da forma a
un sombrero de ala ancha en su parte delantera. Una vez terminado lo
adornan en la frente con un corazón de paño custodiado por unas distintas
trenzas de adorno en realce y de centeno.

Si la prenda se destina a las mujeres jóvenes lleva unos complementos flo-
rados o estrellas que muy bien pueden decirse soles. En el propio corazón
frontal se colocan diminutas florecillas, variadas y colocadas con suma
delicadeza. Cuando el sombrero lo van a usar viudas o mujeres de edad
avanzada, se prescinde de los adornos. El corazón es negro, sin flores y
únicamente tiene los remates de paja de centeno.

Se trata de un trabajo sobrio, difícil, que exige varios días de entrega pues
debe ir forrado por dentro con colores vivos o negros según el tipo. Su pre-
cio, en el lugar de producción, se aproxima a las seis mil pesetas.

Algunos autores han querido ver una estrecha relación entre este sombrero
de Ávila y el más sofisticado de Montehermoso. Ciertamente la estructura
general de los dos sombreros obedece a un idéntico patrón. Los adornos
coinciden en sus motivos: variadas florecillas, corazones y soles.

Las raíces, al menos, de estos adornos las encontramos en las preferencias
de los pueblos ibéricos y celtas, establecidos en estas regiones. Pueblos
que creían en una estrecha relación entre Dios – Hombre – Tierra.

La conjunción de corazones y de flores tiene un profundo significado, co-
mo el nacimiento de los hijos surgidos del amor o el corazón enamorado
lleno de vida y primavera o las flores silvestres que el mozo cogía en el
campo para ofrecerlas a su amada (Recuerdese las enrarnás).

Las espigas reducidas a trenzas o canutillo, saliendo del corazón son sím-
bolos del amor sacrificado que dará los hijos, los buenos frutos humanos.
Las margaritas o soles presagian la buena estrella para conocer el destino
mágico de la vida. Las flores son el fruto, la promesa, esperanza de vida y
fecundidad.

Indudablemente la Sra. Vicenta en Bohoyo como la Sra. Fabiana en Las
Casas no saben nada de esta simbología. No lo necesitan. Nos basta con
que ellas hagan lo que se ha hecho siempre. Y ese siempre nos lleva a en-
lazar con nuestros grupos étnicos primitivos que en todos estos casos tuvie-
ron su asiento en los altos berruecos que se encuentran en sus cercanías.

Queda por responder un interrogante que nos venimos planteando al tratar
estos temas. A las artesanas expertas les hemos preguntado por el espejo
que alguna vez llevaron estas mismas prendas reemplazando el corazón
frontal. Nos decían que no se fabricaba.

No quedamos convencidos de su afirmación y hemos seguido investigando
el encuentro de gorras con espejo. Y las hemos encontrado precisamente
el ejemplares del siglo pasado. En junciana y en Becedas las hemos tenido
en nuestras manos. El ejemplar de junciana nos ha demostrado que el es-
pejito se convierte en lugar central de los adornos y a su alrededor giran
los demás.

La pregunta que se nos plantea ahora es la misma que la de los gorros de
Montehermos y Garganta la Olla en la provincia de Cáceres: el espejo ¿es
anterior, posterior o concomitante con los otros adornos?

Resulta difícil dar una respuesta definitiva.

La esencia del significado no se altera porque el espejo también es luz, sol,
vida y por lo tanto atributo étnico de las mismas características. Nos habla
del idéntico pasado ancestral, demostrando los conocidos significados
trascendentes.

junto a esto añadimos que el espejo tuvo una utilidad práctica: servir de
utillaje para después del trabajo y estas a punto en cualquier momento que
llegara el mozo de sus sueños.

Con estas premisas se desvela un poco el misterio del espejo y se le quita
la trascendental importancia que quieren darle algunos autores.

A nuestro parecer y por razones técnicas y aceptando rices de tipo ibérico,
se debe afirmar que el espejo es un añadido posterior. Una ditamento en
épocas de un mayor refinamiento de la coquetería femenina. No va más
allá del siglo XVIII. Hacerlo contaminación de las gorras de otras regiones
como pudo ser el sombrero serrano de Garganta la Olla, tampoco resuelve
sino desplaza la cuestión. Aún suponiendo que la danza a que se refiere
Cervantes en su Gitanilla sea la misma de Garganta la Olla, en el relato
nada se dice del adorno del espejo, que formaría parte del penacho de
flores que llevaban las gitanas en su cabeza.

Cuando cobró carta de naturaleza alternó con el corazón, las estrellas y los
demás adornos. Incluso en algún momento pudo desplazarlos para deter-
minadas regiones.

Las orientaciones actuales se han decidido por comarcas no sólo para el
espejo sino para el resto de los adornos centrales. Pero en los comienzos
no fue así.

Han influido decisivamente los gustos del mercado. Nos parece perjudicial
sobre todo para el sombrero de Montehermoso que se ha decidido por el
espejo como adorno único.

 

May 262017
 

Avelina Rubio Garlito. (Provisional)

INTRODUCCiÓN

Las denominadas crisis de subsistencia son un fenómeno característico de la España del siglo XIX.

«Centrada la vida económica del país en torno a la agricultura tradicional, las crisis de subsistencias influían en las demás actividades económicas, en las condiciones sociales y en la coyuntura polftica?» (84).

Las crisis de subsistencias son fenómenos inherentes a la economía de tipo antiguo.

Hablamos de economía agraria de tipo antiguo al referimos a característi- cas de una economía que mantiene los mismos esquemas desde tiempos pasados, y por contraste, agricultura de tipo moderno es aquella que intro- dujo las innovaciones técnicas de la Revolución Industrial.

En España esta economía antigua se mantuvo durante mas tiempo que en otras naciones europeas.

Como señala Sánchez Albornoz  (85)» … técnicas rudimentarias que exigían es- casa inversión de capital y abundante empleo de mano de obra, subsistían intactas desde tiempos inmemoriales y mantenían estancados los rendi- mientos por par de brazos dedicados a la tierra?».

Son estas condiciones las que van a ocasionar la excesiva vulnerabilidad de la tierra ante los fenómenos meteorológicos.

(84) Sánchez Albornoz, N. : España hace un siglo: una economía dual. Madrid. Ed.

Alianza. Universidad 1.977, p. 15.

(85) Ibid. p. 14

Las crisis de subsistencias son debidas fundamentalmente, a las malas co- sechas y catástrofes naturales que restringen drásticamente las disponibili- dades alimenticias con la consiguiente subida del precio de los productos de primera necesidad, el encarecimiento de los mismos y el devilitamiento de los organismos humanos al no recibir el aporte de los alimentos necesarios.

Las crisis de subsistencias (factor económico) tenían una amplia repercu- sión en el plano social; por una parte, la falta de alimentos ocasionaba un clima tenso de conflictividad social, por otra, los caracteres demográficos de la población se transformaban, ya que como bien señala Sánchez Albornoz:

» … toda alza extraordinaria en la economía de tipo antiguo se traducía en un aumento de las defunciones, postergación de matrimonios y retracción de las concepciones.

El ritmo de vida se alteraba debido al deterioro físico y psíquico de los individuos» (86).

En la segunda mitad del siglo XIX se reconoce el peso decisivo de las crisis alimenticias tan características del antiguo régimen de población; las gran- des carestías anuncian periodos de hambre y adversidad demográfica.

Las crisis de subsistencias van a aparecer a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX en varios años con carácter episódico.

Así tenemos como las crisis de 1.857, 1.868, 1.882, 1.892, 1.898 van a ser los puntos álgidos de una situación que se viene manteniendo durante toda la centuria.

CRISIS DE 1.857

«A lo largo de Bienio Progresista se asiste a la mas intensa crisis de subsis- tencia del periodo liberal, anterior a la de 1.867–68» (87).

Tradicionalmente los países europeos se venían abasteciendo de granos rusos. A partir de 1.854 una serie de temporales en el Norte de Europa que dificultaban las comunicaciones marítimas y posteriormente a la guerra de Crimea, que cerró los puertos rusos de embarque de cereales, benefició a la exportación de granos españoles.

En este año, 1.854, la nación gozó de una buena cosecha, sin embargo, el campesino sufría hambre a causa de la especulación. Los propietarios e

(86) lbid. p. 55.

(87) Sánchez Marroyo, F.: «La economía extremeña en 1.833–68 .. » en Hist. de Extrema-

dura. Los tiempos actuales. Badajoz. Universitas 1.985, p. 806.

intermediarios españoles consiguieron pingües beneficios y el acervo po- pular recogió esta copla:

«Agua y sol

y guerra en Sebastopol»

Después de tres años de abundantes cosechas cerealfsticas, la escasa cuan- tía de la recogida en 1.855 marca el comienzo de la crisis a partir de los meses de noviembre y diciembre de este mismo año.

Sin embargo la exportación no disminuyó. Mientras en el país los campesi- nos y jornaleros se apretaban el cinturón, e incluso pasaban necesidad, el grano se siguió exportando, pues los especuladores no renunciaron a sus ganancias.

El gobierno, en vez de impedir la salida de grano del país, sofocaba las protestas del pueblo con la Guardia Civil y beneficiaba con su actitud a los especu I adores.

Hasta comienzos del siglo XIX el comercio cerealístico se rigió por las le- yes de carácter anonario. Los gobernantes procuraron que el grano no se exportara, pero si permitió la importación de éste.

Esta medida perjudicaba a los nuevos grupos económicos que alcanzaron el poder durante el Trienio Constitucional. El 5 de agosto de 1.820 un de- creto establecía el arancel aduanero, que impedía la entrada de granos en el país, excepto en épocas de escasez.

Esta medida, tenía un carácter provisional, se mantuvo vigente hasta 1.869, cuando Laureano Figuerola, tras la revolución de 1.868, abolió las leyes prohibicionistas para resolver una de las principales causas de agita- ción, las crisis que ocasionaban el hambre.

A la escasez de granos existente se unen las graves consecuencias del «te rrible temporal» que asoló los campos durante el invierno de 1.856 (88), que provocó una rápida escalada de los precios más acusada en los cereales» (89), y que se vio agradaba en algunas provincias por la falta de reservas.

Por lo tanto tenemos como al finalizar la guerra de Oriente, España sufría un periodo de malas cosechas que se veía agravado por las leyes arancela- rias que impedían la importación de granos.

Este fenómeno es común a otros países europeos. En las primeras décadas de la Inglaterra victoriana encontramos a las clases trabajadoras y a los

(88) Archivo de la Diputación Provincial (A.D.P.). Actas de sesiones. Sesión 24 de fe-

brero, 1.856. Cáceres 1.856.

(89) García Pérez, J.: «La crisis de subsistencia de Descripción, análisis y reacciones que

provoca en la provincia de Cáceres» en Rev.Norva 11 Cáceres 1.981, p. 247.

políticos liberales representantes de los nuevos intereses económicos que giraban entorno a la Revolución Industrial, luchando, aunque por motiva. ciones contrapuestas, contra los aranceles aduaneros que impedían la im- portación de granos, es la llamada polémica de la «corn laws».

El 11 de julio de 1.856 se levanto la ley prohibicionista que duró hasta diciembre de 1.858 para tratar de paliar la escasez; pero estas medidas se tomaban una vez que la situación era crítica con lo que las consecuencias se agravaban.

Las carestías incidían más dramáticamente en el interior de la periferia, ya que en esta última las facilidades en la importación de granos por vía marí- tima evitaban o moderaban la escalada de los precios.

Son las zonas interiores, y sobre todo, las zonas latifundistas de Extremadu- ra y Castilla la Nueva, las que causan una mayor elevación de los precios.

En estas zonas de latifundios y monocultivo la población, a merced de los grandes propietarios, vivía de ordinario en la penuria y a poco que las con- diciones empeoraran, el drama ganaba cuerpo (90)».

En cuanto a la elevación de los precios tenemos como en Cáceres, con un aumento del precio del trigo en un 96% y Badajoz, con un 90%, forman parte del grupo en cabeza de las provincias que conocen una mayor eleva- ción de los precios y con un menor incremento demográfico en la crisis de 1.856–57  (91).

Cuadro I

Precio del trigo. Separación entre máximo y mínimo por mil. Años 1856 – 57
Ciudad Real 141
Segovia , 104
Ávila 100
Cáceres 96
Toledo 94
Badajoz 90

Fuente: Sánchez Albornoz. Obr. cit. p. 110

En esta crisis no todos los productos sufren igual fluctuación; el aceite se mantuvo prácticamente con el mismo precio durante estos tres años (1.856–58), excepto en el periodo de julio a octubre de 1.856 que subió escasamente.

(90) Sánchez Albornoz, N.: Obr. cito p.43–44.

(91) Sánchez Albornoz, N. Las crisis de subsistencias en la España del siglo XIX. Rosa-

rio. Instituto de Investigaciones Históricas 1.963.

Las legumbres acusan más la subida que los cereales, llegando a ser hasta once veces mayor su precio en el punto álgido de la crisis.

El trigo y la cebada sufren idéntica fluctuación.

El precio del pan y los cereales fue más acusado en Cáceres que en Bada- [oz, debido a las mejores cosechas y al mejor abastecimiento de esta última.

En ambas provincias la cebada y el pan vieron triplicado su precio en mar- zo de 1.857: cebada 78,31 reales y pan 1,88 reales.

La oscilación del precio del pan en ambas provincias puede comprobarse en el cuadro 11.

Cuadro II

 

Badajoz

Abril: 1,69 reales

Diciembre: 86 cent.

 

Cáceres

Julio 1,88 reales

Diciembre: 86 cents.

Fuente: Hª de Extremadura, p. 807

Si los precios no presentaron la misma fluctuación a nivel nacional, tampoco lo hicieron a nivel regional.

Dentro de nuestra región los precios fueron más elevados en las zonas sep- tentrionales con escasa dedicación a los cereales y una mayor diversidad productiva (Plasencia, Jarandilla … etc.) que en partidos judiciales como Cáceres, Trujillo y Logrosán, que se dedicaban casi exclusivamente al cul- tivo cerealista» (92).

Para la mayoría de los pueblos de la provincia se perdió la cosecha de 1.856, con lo que se agotaron las reservas existentes y el abastecimiento era dificultoso debido a la inarticulación de los mercados locales.

Las Actas de las sesiones de la Diputación Provincial recogen abundantes comentarios sobre la situación de los pueblos extremeños» (93).

Si del plano regional descendemos al local, nos encontramos como las actas municipales señalan ya en 1.855 una crisis agraria, con elevación de los precios, como consecuencia de la guerra europea y las malas cosechas.

Para conocer la magnitud de la escasez, el gobernador provincial envía a los ayuntamientos de la provincia un cuestionario con las siguientes preguntas:

(92) García Pere Z. J. Obr. cit.

(93) » … pérdida de las cosechas de cera les y clamidad general en toda la provincia … » A.D.P. Actas de Sesiones. sesión 21 de julio, 1.856.

–Volumen de existencia de cereales y otros productos de primera necesi_ dad existentes en el partido judicial.

–Si son suficientes estas existencias para cubrir las necesidades de dicho partido.

–Diferencia entre las existencias actuales y el gasto de todo el partido has- ta la cosecha de 1.856.

–Si teniendo para cubrir sus necesidades hay algún pueblo que sufra escasez» (94).

Desde 1.855 hasta 1.865 las actas municipales señalan la precaria situa- ción del municipio y de la población ante las malas cosechas y escasez de alimentos.

Esta escasez es generalizada en toda la provincia, por ello el gobernador, preocupado por la situación, encarece a los alcaldes que tomen las medidas oportunas para solucionar el problema (95). Por su parte el Gobierno Ci- vil, cuando el alza de precios comienza a detectarse, prohibirá la exportación de granos a Portugal a partir del día 1 de junio de 1.856, me- diante una Circular (96).

Los carabineros son los encargados de vigilar y hacer cumplir esta orden y de decomisar todas las especies que se pretendan exportar.

Cuando la crisis está en su punto más alto esta medida es abolida mediante otra circular, permitiendo la exportación de granos a partir de enero de 1.857 (97).

El municipio, entre otras medidas, solicita al Ministerio de la Gobernación poder invertir el 80% de la venta de propios en la compra de granos» (98).

Por otra parte, también invierte de los fondos de propios en el mismo fin, y de los fondos de calamidades públicas se compran vacas, cuya carne beneficiaría la salud de la población (99), debilitada por la escasez de granos.

Durante los meses de mayo a julio se trata de paliar la escasez con las me- didas señaladas, pero ante la imposibilidad de ello a comienzos de 1,857 el gobierno otorga a la provincia de Cáceres cuarentamil fanegas de trigo,

(94) A.M.T. Legajo 457. Actas Municipales. Sesión 12 de octubre, 1.855.

(95) A.M.T. Legajo 458. Actas Municipales. Sesión 16 de junio, 1.856.

(96) A.M.T. Boletín Oficial de la Provincia nº 60. Fecha 21 de mayo, 1.866. Circular nº 129

(97) A.M.T. B.O.P. nº 11. Fecha 26 de enero 1.857. Circular nº 127.

(98) A.M.T. Legajo 459. Actas Municipales. Sesión 7 enero 1.857.

(99) A.M.T. Legajo 457. Actas Municipales. Sesión 9 noviembre 1.855.

enviadas por la vía fluvial del Tajo. Este trigo se venderá a precio ordinario según las necesidades de cada pueblo» (100).

Sin embargo, ya hemos señalado, una vez superada esta crisis, la situación de escasez se siguió manteniendo, pues en 1.865 se solicitaba que bajase el precio de los productos de primera necesidad (cuadro III), por la escasez que se venía padeciendo desde 1.856 (101).

A partir del último trimestre de 1.857 la carestía comienza a remitir y en los primeros meses de 1.858 los precios lentamente se van estabilizando, manteniendose ligeramente superiores a los del comienzo de la crisis.

Así pues, puede considerarse cerrado este circulo critico? (102).

En toda crisis económica, y especialmente en las crisis de subsistencias, va a aparecer un fenómeno característico: el malestar y los disturbios populares.

Si toda crisis económica va a suponer malestar en las clases más desfavore- cidas, el temor a una merma de las disponibilidades alimenticias y, por lo tanto, a la posibilidad de verse amenazados por el hambre, va a ocasionar una alteración de los ánimos y la aparición de altercados públicos.

Según señala Sánchez Albornoz (103)» y otros autores (Garrabou, García Sanz, Kiernan … etc.) los disturbios, a causa de la falta de alimentos, tienen ma- yor incidencia en los meses de mayo a junio cuando los campesinos han consumido la cosecha del año anterior y aún no se ha recogido la próxima.

En I periodo crítico que estamos estudiando el paro campesino se agudizó en los meses de julio y agosto, ya que no pudieron emplearse en la reco- lección » … porque apenas había que recoger».

Para la provincia cacereña, aunque no hay noticias concretas de alborotos, si se puede detectar «el temor a no sobreponerse a los conflictos que se avecinan? (104),

(100) A.M.T. Legajo 459. Actas Municipales. Sesión 14 enero, 1.857.

(101) A.M.T. Legajo 467. Actas Municipales. Sesión 13 de febrero, 1.865.

(102) García Pérez, J. : Obr. cit. p. 247.

(103) Sánchez Albornoz, N. : España hace un siglo …

(104) A.D.P. Actas de Sesiones. Fecha 3, 12 Y 31 de julio, 1.856. B.O.P. n276. 28 junio, 1956.

Cuadro III

Productos Precio (reales)
Trigo (fanega) 49.94
Cebada .. 30.29
Centeno 30.36
Avena 17.24
Garbanzos 75.23
Habas 33.10
Judías .» 76.81
Patatas 3.47
Aceite (Arroba) 51.43
Vino 26.33
Aguardiente 62.63
Miel (Kg.) 69.45
Cera 172.84

Fuente: Precios de productos de primera necesidad año 1865.

Ante la grave situación de escasez que padece el núcleo trujillano desde 1.855, el descontento público hace su aparición. Ante ello, el Ayuntamiento pone en marcha algunas medidas tendientes a paliar la miserable situación, sobre todo de los jornaleros y braceros que han llegado incluso a pedir limosna.

Entre las medidas puestas en práctica, cabría señalar la de potenciar la fa- bricación de pan y el control de los precios (105 y 9 la puesta en marcha de obras públicas (medida tradicional en la España decirnonónica).

En situaciones de crisis económica, cuando la escasa cosecha no había ofrecido los jornales esperados, y en periodos de inactividad laboral en el campo, los ayuntamientos ponían en marcha una serie de obras que diesen ocupación a los ociosos y les permitiera tener un salario con el que mante- ner a sus familias.

Durante la crisis que estamos estudiando, llegaron a la corporación muni- cipal numerosas peticiones de trabajo, por parte de los jornaleros de la ciudad y arrabales.

Atendiendo a estas, el ayuntamiento pone en marcha la construcción o reconstrucción de caminos (106), empedrado de la ciudad, reparación del alumbrado … etc. y también envía a los trabajadores a obras de la comarca (carretera Cáceres–Trujillo, Trujillo–Plasencia … etc.) o fuera de ella como por ejemplo la construcción del ferrocarril Sevilla-Ierez!».

(105)  A.M.T. Legajo 458. Actas Municipales. Sesión 19 mayo 1.856.

(106)  A.M.T. Legajo 457. Actas Municipales. Sesión 21 de febrero, 1.855. Ante la grave

situación laboral de los jornaleros, el ayuntamiento reconstruye el camino vecinal de Aldea

del Obispo, para proporcionarles trabajo.

En conclusión, como señala García Pérez (108), los tres elementos resultantes de este periodo crítico son:

__ Escasez y encarecimiento de los cereales.

__ Falta de trabajo para la población campesina.

__ Conflictos sociales y reducción del patrimonio colectivo de los ayuntamientos.

III CRISIS DE 1.868

La crisis de 1.868 no fue sino una de las tantas que jalonaron el siglo XIX, análogas a su vez a las del siglo XVIII e incluso a las de periodos anterio- res. Ni el predominio del sector agrícola dentro de la economía española. Ni las técnicas o los modos de producción, ni tampoco el mercado habían sufrido transformaciones fundamentales durante todo este tiempo.

La perduración de caracteres antiguos tan adentrado el siglo XIX torna el caso, tanto en cantidad como en calidad, que habían permitido la exporta- ción de trigo español a otros países que sufrían malas cosechas (Rusia, E.E. U.U. y Francia), en septiembre de 1.866 empezó a notarse una subida del precio del trigo.

Esto era indicio de que las cosechas flaqueaban, pero España, como en periodos anteriores, siguió exportando trigo a Europa.

La situación se agravó con la mala cosecha de 1.867 y en el invierno de 1.868 en algunas regiones ya había aparecido el hambre (109).

En el año agrícola de 1.867–68 el precio del trigo había subido en un 37% en todo el país, con respecto al año anterior.

Las clases sociales que mas padecieron las consecuencias de la crisis fue- ron los braceros y los pequeños agricultores, que componían la mayor par- te de la población del país, un 80%, sobre todo en la zona centro.

Una coplilla de la época recoge el ambiente que reinaba entre estas clases populares:

«Año de sesenta y ocho, año de calamidades;

y para más desdicha,

nos han puesto los rurales» (110)

(107) Ibid. Sesión 19 de marzo, 1.857.

(108) García Pérez,: obr. cito p. 254.

(109) Sánchez Albornoz,: obr. cito p. 82.

(110) Sánchez Albornoz, N.: «El trasfondo económico de la Revolución» en Revista de Occidente. T/XXIII, nº 67,1968, p. 43.

La crisis de subsistencia de 1.868 se halla relacionada con la revolución democrática, en cuanto esta encontró el clima propicio para triunfar en el malestar popular.

La población hambrienta se subleva contra las autoridades, a las que acusa de ser las causantes de sus problemas.

A los políticos revolucionarios les resultó fácil conseguir que el pueblo, descontento con las autoridades existentes, aceptara las nuevas, con la promesa de mejorar su situación. Una vez que triunfó la revolución, para resolver una de las principales causas de agitación, se suprimieron los de- rechos de consumos y las leyes prohibicionistas de importación de granos, como ya hemos señalado.

La crisis de 1.868 va a ocasionar a nivel nacional una grave regresión de- mográfica, más acusada a nivel regional y local.

Durante 1.868 el crecimiento vegetativo de Extremadura presentó un de- crecimiento entre el -7 y el -2%.

A nivel provincial el decrecimiento fue de -3,7% para Cáceres y del -2,2% para Badajoz.

En Trujillo el crecimiento vegetativo de este año, aunque no fue negativo, presentó unos valores bastante bajos, 1,7%.

Como ya hemos apuntado, esta regresión demográfica fue debida princi- palmente a la crisis alimenticia.

En épocas de crisis la nupcialidad se reduce afectando a la fecundidad, la natalidad baja, aunque se recupera al más mínimo asomo de cambio, y la mortalidad no se produce inmediatamente, sino que el debilitamiento de los organismos es paulatino (111).

El precio del trigo subió en las regiones más afectadas en un 1.5% más que en las menos afectadas. Así vemos en el cuadro IV como la amplitud de la subida de los precios, en las provincias extremeñas fue elevada.

La subida de los precios en las regiones no productoras ocasionaba «alzas inmoderadas en las productoras,  vaciadas y maltratadas por las malas cosechas» (112).

(111) Merinero, M.J.: » La crisis alimenticia de 1.868: una análisis provincial» en rev.

Norba VI. Cáceres 1.986.

(112) Ibid.

Cuadro IV

PROVINCIA TRIGO CEBADA
MíNIMO MÁXIMO AMPLITUD MíNIMO MÁXIMO AMPLITUD
CACERES 13.04 37.61 lB7 10.19 20.52 101
BADAJOZ 14.03 39.91 17B B.33 lB.35 120

Durante las crisis de subsistencias del siglo XIX la demanda de cebada au- mentó, ya que escasos de otros alimentos, el hombre recurre a ella para su subsistencia(113).

Desde el verano de 1.866 hasta la primavera, marzo de 1.867, asciende moderadamente el precio de los granos, consecuencia de la sequía que durante el otoño–invierno de 1.865 afectó a los campos, prolongados por las inundaciones que durante la primavera de 1.866 afectaron a los pue- blos de la provincia (114).

Dentro de la provincia cacereña la situación de los partidos de Logrosán y Trujillo fue especialmente dura, durante la crisis de 1.868, en los que » … por remediar malas cosechas y el hambre, se alimentan con yerbas, sin conocer su malignidad, que produjeron en ellos fatales resultados (115),

La crisis no remitió, al menos en la provincia de Cáceres, hasta el otoño de 1.870 (116).

En el núcleo trujillano la crisis alimenticia comienza a sentirse en 1.867, aunque, como ya hemos señalado, había venido manteniéndose intermi- tente desde 1.856.

En 1.867 comienza una subida exorbitante del precio del trigo, ante la cual el ayuntamiento decide invertir parte de los fondos de propios en la compra de granos para ayudar a las clases menesterosas (117).

Pero ante la gravedad de la situación, la corporación pide al gobernador provincial la entrada en el país de grano extranjero que solucione el déficit nacional, e impida la exportación de grano a Portugal (118), e incluso se propone una petición de ayuda a la reina Isabel (119).

En 1.868 la situación no ha mejorado, y ante la necesidad de comprar gra- nos y la falta de fondos para ello, el ayuntamiento solicita al gobernador permiso para hipotecar los 250 billetes hipotecarios que el municipio ha

(113) Sánchez Albornoz, N.: Obra cit.

(114) Merinero, M.J.: Obr. Cito P. 129.

(115) A.D.P. Actas de sesiones. Sesión 6 y 8 de noviembre, 1.867.

(116) Merinero, M.J.: Obr. Cit. P. 133.

(117) A.M.T. Legajo 469. Actas municipales. Sesión 4 de mayo, 1.867.

(118) A.D.P. Actas de sesiones. Sesión 4 de mayo, 1.867.

(119) A.M.T. Legajo 469. Actas municipales. Sesión 8 de julio, 1.867.

recibido como compensación por la venta de propios. El gobernador acce_ de a la petición y los billetes son pignorados, destinandose este dinero a la compra de granos (120).

La desamortización de Madoz en 1.855, con la venta de los bienes de pro- pios y comunes de los pueblos, acarreó, como consecuencia mas grave, la falta de recursos de estos, que se hacia más patente en épocas de crisis.

Cuando las malas cosechas, sequías o temporales asolaban el campo espa- ñol, los ayuntamientos no pueden hacer frente a las demandas de la pobla- ción, pues carecen de medios para ello. Los intereses que debían pagarles por la venta de estos bienes no son satisfechos y las arcas municipales se ven vacías para socorrer la penosa situación que se presenta entre la población.

Ante la grave situación económica, vuelven a aparecer en las arcas muni- cipales las peticiones de trabajo y socorros por parte de los jornaleros y braceros. El ayuntamiento pone en marcha nuevas obras públicas y exhor- ta a los terratenientes de la ciudad para que empleen a estos en sus fincas y realicen una suscripción voluntaria para paliar la escasez (121).

En resumen, y como señala Mi! Jesús Merinero, «Si a nivel nacional la crisis de 1.868 se reconoce como la última crisis de subsistencia típica del anti- guo régimen económico, como señala Sánchez Albornoz, en Cáceres sus características estructurales, los desequilibrios entre los sectores producti- vos, la ausencia de comunicaciones que permitiera una articulación del mercado, y también los desequilibrios entre población y recursos no la concederán esta característica, sino que conocerá otras semejantes en el transcurso del siglo XIX (122).

OTRAS CRISIS DE SU BSISTENClA

En España hubo otras crisis posteriores a la de 1.868 aunque los caracteres fueron menos graves, la abolición de las leyes prohibicionista y el tendido del ferrocarril, que agilizó el mercado, fueron dos factores importantes del cambio.

Con respecto a nuestra región, el campo extremeño continuó durante la Restauración, viendose afectado por las tradicionales y periódicas crisis de subsistencias.

(120) A.M.T. legajo 470. Actas municipales. Sesión 10 de febrero, 1.868.

(121) Ibid. Sesión 24 de febrero, 1.868.

(122) Merinero, M.J.: Obr. Cito P. 141.

Durante la primera etapa de la Restauración una grave crisis económica se abatió sobre la agricultura europea. De ultramar llegaban productos más baratos por el menor coste de la mano de obra y la posibilidad de transpor- te que se originó con la revolución de los mismos en los años finiseculares.

Por lo tanto los productores nacionales se veían perjudicados por estos productos ultramarinos más baratos y los grandes propietarios presionaban al gobierno para que estableciese medidas proteccionistas (Ejem. arancel de 1.891). Paralelamente a esta crisis estructural, periódicamente apare- cían crisis coyunturales debidas a la aleatoriedad de los fenómenos atmosféricos (123).

Para el núcleo trujillano nos hemos centrado en las crisis de 1.857 y 1.868, por ser las más graves; sin embargo también se sufrieron otras que presen- taron caracteres similares a las anteriores.

Así vemos como la crisis de 1,882, crisis de cereales en la Península, supu- so para Trujillo la subida del precio del trigo a 62 reales la fanega (124). La falta de lluvia ocasionó una merma del caudal de agua de las corrientes, por lo que los molinos no pudieron moler y la harina se compró en otros puntos: Cáceres, Béjar y pueblo cercanos a un precio de 56 reales la fanega.

(123) Merinero, M.J.: «La economía extemeña en la época de las Restauración» en H’ de

Extremadura. Los tiempos actuales. Badajoz. Ed. Universitas, 1.985.

(124) A.M.T. Legajo 1.115. Actas de la Junta de Subsistencias. Sesión 6 mayo, 1.882.

Abr 122017
 

Ana Isabel Rodríguez Ávila.INTRODUCCiÓN

El presente trabajo habla de la sociedad, base por lo tanto para realizar
una Historia Social.

Veamos en primer lugar a que nos referimos al hablar de Historia Social;
Historia Social no es simplemente lo que nos queda en un manual tras bo-
rrar de él la Historia Política, tampoco es la Historia de la sociedad como
suma de todas las posiciones y relaciones que resultan de la integración
humana, puesto que eso equivaldría a la Historia total.

El objetivo de la Historia Social reside en las estructuras de esa sociedad,
en esos factores que determinan su singularidad, reconocibles en los prin-
cipios y criterios de división de una sociedad y su sistema de articulación y
las relaciones recíprocas de cada una de sus partes, debidas a los lazos
sociales, a las tensiones y conflictos, a la mayor o menos permeabilidad de
la estratificación, así como el hecho de compartir un marco político y un
sistema de referencias comunes.

La Historia de la vida cotidiana es una de las grandes aportaciones de la
Historia Social, significa un nuevo cambio de protagonista, no el Rey, los
nobles, las masas organizadas … sino la gente corriente, la gente del pue-
blo, como algunos de esos extremeños que en la primera mitad del siglo
XVI, emprendieron la ardua tarea de conquistar y poblar «el nuevo
mundo».

Veamos pues un análisis del conquistador y del poblador extremeño, un
análisis referido a su nivel cultural, su rango social, que en definitiva es un
análisis de la realidad extremeña del Renacimiento.

Entendemos este término como definidor del tránsito del mundo medieval
a otro que se considera a sí mismo como «moderno».

Desde mediados del siglo XIX se habla de Renacimiento como una época
histórica, de la cual los historiadores destacan alternativamente la novedad
y la continuidad, con respecto a la cultura de los Últimos siglo medievales.
Se suele decir que en Extremadura, como en ningún o casi ningún otro
lugar de España, pero si cabe menos en Extremadura, no se dio un verda-
dero Renacimiento por falta de base social adecuada (una fuerte sociedad
urbana) y por el predominio de la tradición eclesiástica que coartó las deri-
vaciones del pensamiento crítico que pudieran atacar al dogma o a los
privilegios de la Iglesia.

Por tanto hay que partir de la base de que el Renacimiento aparece como
«fachada histórica», realmente fue un fenómeno minoritario limitado a las
élites cultas.

Dado que este trabajo trata de la conquista y población extremeña en
América, es decir de los pobladores y conquistadores de Extremadura, he-
mos de ver en primer lugar a que nos referimos cuando hablamos de Extre-
madura y en que momento surgió el concepto de región extremeña.

Una serie de circunstancias históricas y geográficas aislaron su territorio y forzaron la convivencia de sus habitantes, hasta alumbrar una nueva regio- nalidad. Las claves de la tardanza están en la escasa capacidad individuali- zadora (étnica, lingüística .. ,), ausencia de precedentes históricos, soporte institucional e incluso de nombre propio, ya que Extremadura era un terri- torio compartido por un amplio territorio peninsular.

El primer paso significativo consistió en la apropiación de el hombre de
Extremadura, por la región actual y su desaparición de otras regiones que
lo habían llevado, este hecho se produjo a finales del siglo XV, es decir, en
vísperas de la conquista americana.

Los humanistas tuvieron un papel fundamental en este hecho, se estableció
la equivalencia Lusitania–Extremadura, la labor intelectual de los huma-
nistas consistió en transferir a la nueva región extremeña todo el material
histórico atribuido anteriormente a Lusitania.

El afán de dotar a la región extremeña de un pasado digno llevó a los cro-
nistas y cronógrafos como Francisco de Caria, a principios del siglo XVII a
romper con la obsesión de grandeza en la antigüedad clásica para buscar-
les en algo mas próximo como la Reconquista o Conquista de América,
asó por primera vez la empresa americana se transforma en soporte de
extremenidad.

Características-base de la Extremadura del Siglo XVI

Veamos ahora algunas de las características-base de la Extremadura del
siglo XVI, para poder entender el medio en que nacieron y crecieron aque-
llos primeros conquistadores y pobladores, veremos así el ambiente en el
que vivían y del que partieron esos hombres, nos servirá para entender las
situaciones que en la nueva sociedad, construida por ellos, querían ver
perpetuarse o desaparecer.

En el S. XVI se produjo un despegue demográfico semejante al del resto de España, a pesar de las esporádicas apariciones de la peste como la de 1.507. Extremadura alcanzó entonces una interesante situación demográfi- ca que la colocaba en algunos casos por delante de otras regiones (68). As¡ se puede afirmar que en vísperas de las grandes conquistas y emigraciones a América, Extremadura era una región comparativamente bien poblada.

La organización económica extremeña estaba dentro de las líneas genera-
les de la Baja Edad Media, pero con referencia también a algunos condi-
cionamientos específicos. También hay que tener en cuenta la
marginalidad de la región en el contexto peninsular, al quedar alejada de
los centros urbanos importantes y las grandes rutas comerciales.

La economía resultante fue de subsistencia y escasos intercambios. Las bases económicas eran muy estables, por ejemplo la tierra era Extremadura una tierra de agricultores, pero también de ganaderos, este inmovilismo como en todas partes de España ocasionó problemas entre agricultores y ganaderos, estos fueron particularmente importantes en el S. XVI que fue cuando Extremadura adquirió una característica básicamente ganadera (69) ocupando el cerdo un lugar destacado (no debe olvidarse que la tradición nos muestra al joven Pizarro, cuidando cerdos en el Trujillo del S. XV) lo cual dio origen a un importante mercado de ganado porcino en la villa de Zafra (70) que aún hoy mantiene su tradición.

Las grandes transformaciones ocurridas en la economía extremeña, sobre
todo en la relación con la propiedad, unidas a otras circunstancias como la
marginalidad de la región y la proyección sobre ella de ciertos aspectos de
la política castellana favorecieron el desarrollo de tendencias feudalizantes
inherentes al contexto social de la época, produciendo como resultado la
señorización del territorio y la sociedad.

68 Nadal, J. La población española. Ariel. Barcelona, 1.984.

69 Pere Molas. Edad Moderna. pg. 131 Espasa Calpe, 1.988.

70 Fernández Álvarez, M.- Díaz Medina, A.- Los Austrias Mayores y la Culminación del Imperio. Gredos 1988.

 

Extremadura se convirtió en la moneda de pago de la monarquía a SUS
principales servidores, que sólo en algunos casos como la Fera o Albuquer_
que, desempeñaron algún lugar en la zona como guardianes en la frontera
portuguesa.

En cuanto al nivel cultural de la época, algunos autores (71) llegan a calificar_
lo de «problema cultural», ya que la definida cultura del S. XVI es patrimo_
nio de
específicas minorías, frente a ellos una enorme masa de analfabetos
a veces el cura, unas pocas autoridades municipales, hidalgos y villano~
ricos constituyen esa minoría alfabetizada que cubre las necesidades de
leer, escribir o firmar.

El origen de tan elevado analfabetismo tiene su origen en la enseñanza
primaria rara y escasa, dado su carácter privado, así como en la mentali-
dad del propio campesino, que no acaba de ver sus ventajas, de un lado
por el riesgo que esto podía suponer, pues sabía bien que los lectores esta-
ban más cerca del «brasero inquisitorial», y por otro lado, el trabajo infantil
era algo de lo que no se podía prescindir.

Esbozaba así a grandes rasgos la sociedad y la realidad extremeña del S.
XVI, pasemos a abordar el tema
especffico de este trabajo, que es el nivel
social y cultural de los pobladores y conquistadores extremeños.

Nivel Socio-cultural de los conquistadores y pobladores
extremeños

Una afirmación general es decir que el español de América es una prolon-
gación del español popular de la Península entendiéndose popular en el
sentido de cada inferior de la Península, de todas formas es una afirmación
demasiado general y engañosa.

Veremos en primer lugar el monto total de población que pasó a América
en el S.XVI, para ver después grupo por grupo cual fue su aportación en la
obra conquistadora y pobladora.

A sabiendas de que los datos son fragmentarios, ya que mucho emigrantes
no han dejado huella documental, se puede calcular la emigración total de
Castilla a América en 200.000
individuos (72) En el S. XVI el 28% de los in-
migrantes asentados en Indias eran extremeños y constituían es segundo
grupo importante después de los andaluces, que constituían un tercio de la
población allí asentada.

71 Fernández Álvarez- Díaz Medina. opto cito

72 Céspedes del Castillo. La América Hispánica Labor, 1.988.

 

La mayoría de los inmigrantes en el S. XVI se establecieron en el Perú
(36%) y en México (33%), siguiendo como zonas de inmigración Nueva
Granada (9%), Centroamérica (8%), Cuba (5%) y Chile (4%).

Hay que destacar que en la época inicial y decisiva de la estructuración
social, fueron los andaluces y extremeños, como mayoría europea, los que
más contribuyeron a configurar la sociedad indiana y darle su sello; Este
hecho tendrá importantes consecuencias posteriores.

Se ha firmado que la Conquista y Colonización de América fue llevada a cabo por los penados de las cárceles y forajidos, según Rosenblat (73) hay algo de cierto en esta afirmación, sobre todo porque tras el tercer viaje de Colón las Indias se convierten en un lugar poco deseable, ya que fueron muchos los que murieron y vinieron enfermos.

Las súplicas de Colón consiguieron dos provisiones reales de los Reyes
Católicos en 1.547 que permitieron el embarque de estos forajidos, de los
que tenemos noticias a través de los cronistas de Indias.

Sin embrago no parece que fueran muchos los penados que fueron a In- días (74). al menos legalmente ya que, una real cédula del 11 de abril de 1.505 revocaba la autorización de enviar malhechores a Indias, parece ser que se trataba de evitar que los males de la «vieja sociedad» se trasladaran a la nueva.

Por tanto su papel fue muy pequeño y no tuvieron ningún peso en la obra
colonizadora.

En cuanto al aporte de población campesina, base junto a los soldados de toda colonización, parece ser que fue pequeña, a pesar de las ventajas ofrecidas por los Reyes para fomentar este aporte fundamental (75), lo que dificultaba la emigración del campesino era por una parte la resistencia de los señores, ya que como vimos en el S. XVI aumentaron mucho las tierras de señorío, estos señores no querían quedarse sin sus rentas, por otra parte la antigua mentalidad campesina muy apegada al «terruño», para los que con toda seguridad no habrían visto nunca el mar, les esperarían meses de larga travesía, en una época de lentos transportes.

A pesar de estos inconvenientes hubo campesinos que pasaron a América,
sin embargo una vez allí su vida cambió no se dedicaron a la labranza,
debido fundamentalmente al fracaso del campesino europeo al llegar al
trópico, encuentra dificultades de adaptación a la nueva tierra, a un clima
distinto, sin sucesiones de estaciones ¡que distinto del extremeño!, se

73 Rosenblat «Base del Español de América». Revista de Indias 1.971.
74 Fernández de Oviedo Libro 111, Capítulo IV.

75 Zavala Silvio. Estudio Indianos. México, 1.948.

 

encuentra con unos cultivos desconocidos y sobre los que carece de
experiencia.

Y encontramos en las crónicas que aquellos extremeños que partieron co-
mo campesinos se convirtieron en soldados, una vez atravesado el Atlám],
co; así nos informa Juan de Castellanos en Las Elegías IV, Canto XIII, qUe
entre la gente que trajo de Santo Domingo en 1.539 el nuevo gobernador
de Santa Marta, Jerónimo Lebrón, figuraba un labrador llamado Blasco
Martín que fue: «caudillo diestro y
excelente (76) … » y además nos dice que
era natural de Cabeza de Buey en el Maestrazgo (77).

En cuanto a la aportación de otros oficios de la Conquista y Población his-
panoamericana, también se encuentran datos de su existencia a través de
las crónicas y del índice biogeográfico de Peter Boyd-Bowman, llegó gente
de los más varios oficios pero en cantidades insignificantes.

Entre las causas de esta pequeña proporción se pueden aducir, el propio
carácter de las expediciones, que tenían en general un carácter privado,
y
por tanto costeadas por los caudillos y capitanes.

Las consecuencias de esta escasez, en una sociedad nueva que se estaba
constituyendo y necesitaba de ellos fueron los precios abusivos, no tenían
competencia por lo que muchos cabildos tuvieron que obligar a algunos a
permanecer en las poblaciones y fijar tasas de precios para evitar las tarifas
abusivas (78).

Parece ser que no todos lo oficios fueron igualmente minoritarios, así que
trasladó a Indias un buen número de marineros, hecho fálcilmente com-
prensible, la llegada a América requería muchos meses de navegación, se
necesitaban marineros adiestrados, que además de tener los conocimientos
necesarios de navegación, no estarían por su propia profesión tan apega-
dos a la tierra ya sus lugares de origen como los campesinos.

Esta incorporación tiene importancia social y lingüística, en los años 70
surgieron una serie de estudios que señalaron la importancia del vocabula-
rio marítimo en el léxico general de América.

En cuanto al nivel social y cultural de esos marinos, generalmente era ba-
jo, se trataba de gentes que no poseían otro medio de vida, muchas veces
aventureros que se enrolaban en los barcos en busca de aventura, con todo
el sentido negativo que la sociedad del S. XVI tenía la imagen del aventu-
rero, en una sociedad donde la inmovilidad era norma general.

76 Rosenbl ato op. cito

77 Cabeza de Buey está en la provincia de Badajoz. Cuando Juan de Castellanos dice

que estaba en el Maestrazgo, seguramente pensaba en las posesiones de las órdenes militares.

78 Bayle Constantino. los Cabildos Seculares de la América Española. Madrid, 1.952.

 

Bernal Díaz que tantos retratos nos ha dejado de los personajes de Améri-
ca del S. XVI dice: «Era de la vela un soldado muy alto de cuerpo y bien
dispuesto y de muy grandes fuerzas que se decía fulano de Trujillo … hacía
cosas deshonestas … que lo oyó Moctezuma … preguntó que quien era
aquel malcriado y sucio; y dijo que era hombre que solía andar en la mar
y que no sabe de política y buena crianza».

Una de las características de la primera época es que acude a Indias gente
principal, de alto rango y buena posición en la Península, pero también es
característica de esta época que en general sucumbe o regresa, se quedan
los más aptos para las difíciles circunstancias americanas, los que «han
quemado las naves» al emprender el
viaje (79).

Así el conquistador español es un hombre de España formado en Améri-
ea (80), las islas del Caribe fueron el lugar de aclimatación de los espa~oles y
entre ellos se forjaron los grandes conquistadores extremeños, los
Hderes
capaces de ir más allá de la pura y brutal codicia, y utilizarlos como base
de las empresas de mayor envergadura y demostrar en la empresa la mez-
cla de feroz energía e inteligente moderación que sería el rasgo más im-
portante de los conquistadores.

El primer gran jefe que iba a producir la sociedad de frontera fue Vasco
Núñez de Balboa, un hidalgo extremeño y pobre. El segundo gran líder
surgido en la frontera fue Hernán Cortés, otro hidalgo extremeño pobre,
pero se trataba de un gran político nato, excelente diplomático, un verda-
dero estadista y un imaginativo organizador capaz de crear grandes nego-
cios. También Pizarra, el conquistador trujillano era hijo, aunque natural,
de un linaje hidalgo.

Estos hidalgos eran inferiores a la alta nobleza en lo que se refiere a poder
económico, no así desde el punto de vista cultural, aunque el analfabetis-
mo no era raro en aquella época aún en las clases sociales altas, así tene-
mos un Francisco de Pizarro, de clase alta por el padre, analfabeto. Cuenta
el Inca Garcilaso que Atahualpa tubo en menos a Pizarra cuando vio que
no sabía leer. El mismo debió de sentir su analfabetismo como inferioridad,
ya que dispuso en su testamento que sus hijos se criaran como gentiles
hombres y que supieran leer y escribir.

Son más numerosos los ejemplos de hidalgos extremeños conquistadores,
Valdivia, Henán Cortés, Cieza de León, que si bien no tenían una buena
posición económica en la Península, no puede decirse lo mismo de su

79 Rosenblat. op. cito

80 Pereyra, C. Huellas de los Conquistadores.

 

nivel cultural, de hecho el hidalgo era un sector de la nobleza, y a ella es-
taba dedicada entonces la educación.

Otro contingente de pobladores de gran importancia cultural y lingüística
fueron los oficiales de Rey: Clérigos, juristas, licenciados, bachilleres … En
aquella época el clero representaba la clase más culta de España, y es evi-
dente su gran importancia en la formación cultural de la sociedad hispano-
americana, en la que tenía el monopolio de la enseñanza.

Por lo general descendían de los sectores medios de la burguesía peninsu-
lar y hasta de las capas bajas pero su función es ennoblecedora.

En definitiva podemos afirmar que a las Indias llegaron ampliamente repre-
sentados todos los sectores de la vida cultural de la época.

Hasta ahora hemos visto como eran social y culturalmente los hombres
que llegaron a América, pero una vez allí veamos cual fue su actitud
y
evolución posterior.

El hecho más importante que se produce, mantenido por la mayor parte de
los historiadores (81), es que al primer contacto con la vida americana las vie-
jas estructuras se resquebrajaron y se produjo una nivelación igualitaria,
una hidalguización general.

No tardaron en adoptar de una forma generalizada la forma de vida aristo-
crática (82), muchas veces con la afectación del nuevo rico. Estudiados gestos
de arrogancia se convirtieron entre ellos en actitudes espontáneas y natura-
les, estableciendo comportamientos que tendrán una larga supervivencia
entre las clases altas de Hispanoamérica.

De esa hidalguización general se creían merecedores, asimilaron la Con-
quista a la Reconquista y la evangelización del Nuevo Mundo a la antigua
cruzada, y por eso creyeron merecer la misma recompensa que los guerre-
ros medievales habían obtenido luchando en la frontera musulmana.

Pero la corona no pensaba igual, nunca hubo una concesión general de
hidalguía, pero si una hidalguización de hecho. Los conquistadores mira-
ban al pasado para organizar el futuro pero la corona se esforzaba por
crear un estado distinto al medieval, quería crear un estado distinto al mo-
derno, una estado centralizado, y no podía tolerar la aparición de una aris-
tocracia señorial, que si lograba afirmarse no podría controlar al otro lado
del Atlántico.

Y en ese empeño de impedir la formación de una sociedad aristócrata,
quasi-feudal triunfó la corona, no solo por su propio empeño, sino también

 

81 Richard Konetzke, Juan Pérez de Tudela, Rosenblat.

82 Benítez, F. Vida criolla en el S. XVI.

 

por la propia debilidad interna de los conquistadores como grupo econó-
mico y social; gobernar un territorio y organizarlo fue más difícil que con-
quistarlo, bajo la adopción de formas de vida aristocrática descubrimos en
los conquistadores una falta de confianza en si mismos, muchos prefieren
disfrutar de sus riquezas en su tierra de origen, en vez de enfrentarse en
América con la difícil tarea de crear una élite política y organizar un
mundo (83).

Aunque estos encomenderos-conquistadores fracasaron políticamente, su
papel como fundadores de una sociedad tradicional y anclada en el pasa-
do, tuvo una influencia muy amplia y duradera.

En definitiva en la conquista americana participaron todo tipo de gentes,
pero fueron mayoritarios los grupos de hidalgos, merece destacar el peque-
ño porcentaje de campesinos y penados de la cárceles.

Al constituirse la sociedad hispanoamericana se produjo una nivelación
igualitaria hacia arriba, lo que hizo que se utilizasen formas de vida y usos
propios de las clases superiores.

Conclusión

En definitiva hemos visto en este artículo como esos primeros extremeños
que llegan a América hacen una transferencia de las instituciones socioe-
conómicas españolas cuya carga feudal era aún prominente.

Así mismo se asiste también a la transferencia de todo un sistema de valo-
res y pautas de comportamiento, que aparentemente calcado de la socie-
dad señorial castellana sufre pronto matizaciones al contacto con la
realidad del continente americano.

Este trabajo no trata de una Historia militar de la Conquista, sino de una
Historia Humana, sociológica, se trata de muchos, muchísimos españoles,
muchos de ellos extremeños que llegaron al continente americano y vivie-
ron su aventura, y de ese drama nació, con el tiempo, los pueblos de la
América Hispana.

Ante el 92 hay muchas expectativas abiertas, Extremadura tiene la oportu-
nidad de profundizar en su realidad histórica, ver la cara y la cruz del en-
cuentro entre los dos mundos, que se produjo hace 500 años, dos mundos
que permanecen hermanados desde entonces y apostar fuerte porque esa
hermandad se mantenga en el futuro.

 

83 Céspedes del Castillo. América Latina Colonial México. 1975.

Cé~npópc; npl-lAic;tilln Am¡)rir::a I :lItin:ll rr\lnni~1 lA.!. •. : – – .•••••. —

Abr 092017
 

Lorenzo Rodríguez Amores.

La ciudad de Trujillo y su tierra fueron demasiado castigadas a contribuir al erario de la corona con impuestos extraordinarios y cantidades elevadas en ocasiones imposibles de cumplir, quizás por eso de ser territorio realengo en que sería más difícil escurrir el bulto y más fácil el ordeno y mando.

Da la casualidad de que los mayores agobios, en tal sentido, por los que pasa Trujillo tuviesen como fondo sendas campañas bélicas contra Portu- gal con resultados desastrosos para nuestras armas y mucha ruina para las arcas del reino. La primera como todos sabemos, fue allá en el siglo XIV cuando el Rey Juan I quiso anexionarse el reino lusitano. Esta empresa le costó a Trujillo la pérdida lacrante de sus escribanías las de la ciudad y las de su tierra, que tuvo que vender al Monasterio de Guadalupe en 30.000 marcos de plata, porque no tenía los recursos suficientes para pagar la in- gente suma que se le exigía con urgencia y de forma inapelable (1). Idénti- cas circunstancias, aunque no se descarten otras sangrías de caudales, se contemplan en la guerra de secesión de Portugal en el siglo XVII en el rei- nado de Felipe IV que es dónde encajan los sucesos de que vamos a tratar.

De auténtica bancarrota sería la situación de las arcas reales en tiempos de este último monarca, pues cuando hacen referencia de esta crisis los docu- mentos posteriores y no muy lejanos la denominan la quiebra de millones. Para poder seguir adelante a Trujillo, suponemos que la derrama sería ge- neral, se la exige una cantidad de dinero, contante y sonante, de tal magni- tud que no es que s nieguen a aportarla es que resulta materialmente írnpostble reunirla. Y sin embargo no queda otro remedio que el verificarlo y además con premura. Ante la imposibilidad de recabar esos dineros que se reclaman a Trujillo se toma la desgarradora decisión por parte de la co- rona o su consejo, de consentir la venta de alguno de sus lugares a pesar de las protestas de la ciudad. Pero Trujillo, aunque pone toda la carne en el asador, es impotente para atajar esa dolorosa mutilación de su territorio que se viene encima a pesar de que no cesará por evitarlo: Los Barrantes compran La Cumbre y los Vargas el Puerto de Santa Cruz, que se transfoman en señoríos, el último se regirá en condado, particulares, aunque por caer ambos fuera del ámbito geográfico en que nos movemos no damos seguridad de que las adquisiciones perteneciesen en concreto a la época referida como se da el caso de las ventas de Navalvillar de Pela y Zorita. Navalvillar lo compró don Juan Ore llana Pizarro (2), sobrino nieto del con- quistador Francisco, el año 1.629, pero los zoriteños, imbuidos por esos lógicos anhelos de todo el pueblo de emanciparse de cualquier dependencia y de auto administrarse, con muy buen criterio de no caer en las manos de un rico y poderoso señor y así no tener que soportar sus veleidades y capricho deciden, audaces, comprarse así mismo sin sopesar. o tal vez contando con ello, de que podrían adeudarse para toda la vida, porque les sería casi imposible aportar la ingente suma, para el pueblo para conseguir sus logros. Dicha cantidad de dinero, entre lo tasado por cada vecino, unos 13.000 maravedíes, y las tres leguas y media de término, se remonta’ a 30.000 ducados. Pero los zoriteños darán una entrada y luego Dios di- rá … Y como lo piensan lo hacen. Y el rey Felipe Iy tiene a bien complacer en toda su extensión los deseos de Zorita sin mas demora: Las Cortes cele- bradas en el 26 de marzo de 1.635 aprueban la petición y condiciones de la dicha localidad de eximirse de Trujillo. El rey lo pone en práctica con la promulgación del documento «Privilegio de Villazgo» dado en Madrid el 6 de mayo del mismo año de 1.635 (3). Como es preceptivo dicho real documento lo encabeza el monarca y se remata con su firma «Yo el Rey» con el refrendo de los secretarios y algún que otro allegado entre lo que se encuentra el arzobispo de Granada. Es un largo escrito con las consabidas reiteraciones de los antiguos en que se repite innumerables veces par que nadie, ni siquiera los futuros sucesores del trono, puedan atentar contra su contenido o simplemente modificarlo, bajo pena de caer en real enojo y multas elevadas. Con lo que se dice en el primer párrafo del citado «Libro de Villazgo» ya nos podemos dar idea de como se desarrolla todo él:

«Don Felipe … eximo, saco y libro a vos los dichos Concejos, Justicia y Regimiento de el dicho lugar de Zurita de la jurisdicción de la ciudad de Tru- jillo y os hago e intitulo por sí y sobre sí (título de Villa) y os concedo en ella jurisdicción alta, baja, mero y mixto imperio y quiero y es mi voluntad que ahora y en todo tiempo, perpetuamente para siempre jamás el Alcalde Mayor o Alcaldes Ordinarios del mismo lugar, sin dependencia alguna de mi Corregidor, que es o fuere, de la ciudad de Trujillo, la puedan usar Y convertir en causa, pleitos y negocios civiles o criminales, que hay, hubie- ren y se ofrecieren en dicha Villa de Zurita … » » … y mando al dicho mi Co- rregidor, sus tenientes y los demás jueces de Trujillo q-ue ahora, ni en

ningún tiempo, ni por alguna razón o causa se entrometan, aperciban, in- quieten o diversen de la jurisdicción que así os damos (a Zorita) en la villa de Zorita y en las dichas tres leguas y mediade término y os dejen y con- sientan tener horca y picota y las demás insignias de jurisdicción … «.

Seis años va a gozar Zorita, en relativa paz y quietud, de su recién estrena- da autodeterminación y de ostentar el honorífico título de villa, ya que, perplejo se queda uno, el anterior documento, tan contundente y claro, se va a convertir en papel mojado. Y es que Trujillo siente en el alma, como es natural y lógico, los desmembramientos que padece de su tierra de aquí que ponga todo su empeño no sólo en evitar nuevos despojos, sino tam- bién que se la restituyan los ya consumados. Y para conseguir ambas pre- tensiones, a condición de no separarlas, ofrece 18.000 ducados de momento y el resto de aquella cantidad que se la exigía pagarlo a plazos. y la oferta es aceptada en toda su integridad por el Concejo de Su Majes- tad a despacho de los intereses de Zorita. En consecuencia el Rey, desdi- ciendose, revoca todo lo que había concedido y ordenado con tanta insistencia.

Madrid 9 de febrero de 1.641: «Don Felipe … a nuestro corregidor de la ciudad de Trujillo, sabed que en el pleito que se trata entre esa ciudad yel lugar de Zorita (observaremos que aquí ya se la ha quitado el título de Vi- lla) por pretender eximirse (Zorita) de su jurisdicción … y por las alegacio- nes hechas (por parte de Trujillo) y por el asiento (acuerdo) tomado con la ciudad que nos sirve con 18.000 ducados … nuestro Consejo determinó se la diese posesión del lugar de Zurita … «.

Trujillo, ante la nueva y favorable perspectiva, no pierde le tiempo. A los seis días de extendida la real ejecutoria el Cabildo trujillano da un poder, hecho por el escribano Bartolomé Leonardo, a su regidores Ramiro Coraxo y a García de Guadiana y a su procurador Juan de Silva Figueredo para que requieran al Corregidor, Don Gutiérrez de Meneses, se desplace a Zo- rita a posesionarse, en nombre de la ciudad, del lugar y su término. El Co- rregidor, que ya tenía que estar en antecedentes, se presenta, ese mismo día 15 de febrero de 1.641, en Zorita en compañía de todas las personas antes citadas incluido es escribano de Trujillo Bartolomé.

Nada mas llegar el Corregidor, con la real provisión debajo del brazo, noti- fica a los alcaldes zoriteños para hacerles saber del motivo de su estancia all í y del cumplimiento de las órdenes que portaba.

Los dichos Alcaldes, Alonso Carrasco por los hijos y Fernando Alonso por los hombres buenos o pecheros, de seguro con la mosca en la oreja han desaparecido del pueblo. El Corregidor queda buen recado, en sus respec- tivos domicilios, de que a su regreso se presente en la posada de Isabel

Sánchez viuda de Alonso Gil Aguilar, donde se encontraba alojado. Los alcaldes, o no regresaron, o hicieron caso omiso del recado, pues tampoco van a la dicha posada.

Ante el vacío en que se halla el Corregidor decide hacer la misma notifica_ ción a los tenientes regidores y a otras justicias del lugar, pero también todos estás ausentes. Por fin da con un regidor llamado Sebastián Hernán_ dez, que debía ser hombre de asiento y poco adicto a ver, se muestra dis- puesto a acatar lo que se hace saber.

Sin pérdida de tiempo el Corregidor dicta un auto para Sebastián mandán- dole toque a cabildo para que se reúnan y proseguir el negocio que traía entre manos. Sebastián le responde:

–Vuelva a citar a los alcaldes que ya haré que parezcan, pues estoy presto a ayudar a su merced.

Efectivamente Sebastián cumple lo que ha prometido y logra que se junten ambas representaciones. Al escribano de Trujillo se le ordena haga una nueva notificación a las autoridades zoriteñas y solicita de ellas la firmen como que están reunidas, trámite que solo dos pueden estampar su rúbrica por ser los únicos que saben firmar.

El procurador Silva pide a los alcaldes de Zorita, a los ordinarios y a los de la Hermandad, y a los alguaciles, mayor y menor entreguen las varas de sus jurisdicciones a la parte de la ciudad, Coraxo y García de Guadiana, que las toman de manos del Corregidor. Éste advierte a los de Zorita que no sigan ejerciendo sus funciones bajo pena de cienmil maravedies para la cámara de Su Majestad.

Los zoriteños responden categóricos a la dicha advertencia:

–Entreguenos esos autos que dice traer y mientras tanto se abstenga, señor Corregidor, de usar aquí de su comisión.

El Corregidor Meneses le contesta que sólo admite se les de un traslado y no los originales. Los zoriteños se ratifican en lo dicho sin dar su brazo a torcer, o sea que no admiten copias.

Los regidores trujillanos firman haber recibido las varas, acta que a su vez refrenda el Corregidor. Luego, éste, toma de la mano del procurador de Trujillo y lo mete en la audiencia. Silva se pasea por su sala y por la cárcel de ella en señal de posesión. Incontinenti fue su merced al mesón de Alon- so Sánchez, donde se venden provisiones distintas. Al frente del negocio se encuentra en ese momento su mujer Mari Sánchez, a la cual pregunta que a como vende las cosas:

–Vendo –contesta la mesonera- cada panilla de aceita a 24 maravedises. El pescado mojado a 32 la libra u lo mismo la de sardinas. El celemín de cebada a 36 y el harnero de paja a 4.

También visita dos mesones a los que retira las licencias mandando que acudan a por otras nuevas, naturalmente extendidas por Trujillo.

Posteriormente Meneses ordena se pregone la posesión del lugar por parte de Trujillo y a la vez que de ahora en adelante Zorita no se intitule villa, ni por escrito ni por palabra, bajo pena de 50.000 maravedises y 50 días de cárcel. Y así se pregonó.

El Corregidor no para de poner las cosas en su sitio. Claro que bajo su pun- to de vista que no era otro que dejar las cosas como estaban antes de la compra o sea antes de 1.635. Ordena el derribo de la horca que se había colocado en el exido donde dicen «El Rincon» cerca del camino de Trujillo con el abiso de que nadie ose levantarla de nuevo.

El día 17 de aquel agitado mes de febrero de 1.641 se manda reunirse, an- tes del mediodía, a los comisarios y regidores «que eran del lugar de Zuri- ta» para la elección de alcaldes y oficiales que sirvan hasta el día de San Juan. El 19 se verifica la tal elección de la que salen de alcaldes, lógica- mente alcaldes en nombre de la ciudad, Sancho Donaire por los hijosdal- gas y Fernando Sánches Díaz por los pecheros.

La misión de los comisionados trujillanos se remata con el abatimiento de todos los mojones que señalaban el término dado a Zorita de las tres le- guas y media. En el primero de ellos, el situado en la linde la «La Carrasco- sa» y «La Dehesa de Pizarrosillo» junto al camino de Madrigalejo, se vuelve a repetir, por parte del procurador trujillano Silva, la ceremonia de la toma de posesión del referido término.

En apariencia se podría sospechar que la misión realizada por las autorida- des de Trujillo en Zorita se desarrollaron sin graves obstáculos, pero eso fue sobre el papel y no la práctica. El conflicto ni mucho menos a termina- do: Los alcaldes destituidos ni aceptan ni reconocen tal hecho y continúan en sus funciones como si nada hubiese pasado. Los nuevos, o sea los im- puestos por Trujillo, no pintan ni en copas o voluntariamente se inhibie- ron, los cual obliga al Rey a despachar una nueva ejecutoria una vez transcurridos dos años (1.643~:

«Don Felipe .. .5epades (dirigiendose al Corregidor de Trujillo) que el pleito que se trató entre la ciudad de Trujillo y la villa de Zurita (ahora se la vuel- Ve a reconocer el título) sobre la exención y villazgo que pretendía … ha- ciendo cada cual sus alegaciones … y exponiendo por parte de la ciudad que no habiendo pagado Zurita los 30.000 ducados ofrecidos por la

exención en .Ios 5 año~ ~~e est~vo separada y en posesión del pri~ilegio y merced de villazgo, pidió (la ciudad) se la mandase volver a su Jurisdic_ ción por lo cual nos servirá con 10.000 ducados concediéndola arbitrios (plazos) para su pago, lo cual lo concertó don Antonio Contreras del nues, tro Consejo … ofreciendo Zurita pagar de presente 32.000 ducados por 4 leguas de término en vez de las tres y media señaladas en la primera exención … «.

En este escrito está claro lo que se acepta en la propuesta trujillana, porque así lo concierta, lo acuerda, el Consejero Real Contreras y sorprende la audacia de los de Zorita de que teniendo sin pagar lo que había prometido por su exención, cosa que si lo hubiese realizado no había dado lugar a reclamaciones por parte de Trujillo, después de transcurridos cinco años venga ahora y aumente en 2.000 ducados, eso sí, si se la concede media legua más de término, debiendo aún los 30.000 comprometidos ¡además abonándolo todo en el actol Posiblemente, porque sino sería descabellado, contaba Zorita, en esos momentos, con alguna entidad que les financiase la operación. ¿Desconfió el Monarca o su Consejo de que a Zorita le sería imposible cumplir lo que proponía como para no tomar en consideración su postura?

Bueno, pues si el embrollo no era chico va a venir a complicar la situación el envío del Rey a Zorita de un juez especial. ¿Cómo se manda un juez para un asunto que ya estaba sentenciado, mejor sería un ejecutor? lO es que a caso no se habría rechazado del todo al proposición zoriteña tan sustanciosa, si se llevaba a efecto, para las arcas reales?

Carduchi, Carducho dicen los documentos, llama la atención de que el escogido sea un hombre de ciencia y no un cargo de la Justicia. ¿Es que podrían ser útiles sus servicios como matemático? ¿Qué es lo que verdade- ramente se le ordena a Carduchi, aunque un juez no debiera venir previo condicionamiento? La realidad es que fue desconcertante la actuación de este hombre. ¿Traía ordenes para comportarse así con descaro a favor de los zoriteños? pues, repone todo lo que deshizo el Corregidor Meneses:

El día primero de diciembre de 1.643 está Carduchi en la plaza de Zorita. El primer acto que realiza, con sorpresa de todos, es quitar las varas de la justicia a los que las poseían en nombre de Trujillo y se las entrega a los que se las había arrebatado Meneses dos años antes, los ya conocidos al- caides de la exención Carrasco y Alonso h asimismo restituye en sus ofi- cios a los demás cargos. Luego da posesión a estos alcaldes de la casa Ayuntamiento, carnicería y cárcel. La verdad es que lo que hace es repo- ner a los mismos de lo que antes gozaba. Seguidamente manda levant~r una horca de madera en la plaza no porque se pensara ajusticiar a nadie

sino para devolver a Zorita sus atributos de villa. En la dicha horca se colo- ca también la cuchilla y otras insignias de jurisdicción.

El día 3 del mismo mes y año se notifica a Trujillo de los referidos actos que, como es natural, los contradice y apela. Pero Carduchi continúa im- pertérrito en restituir a Zorita al mismo estado en que se encontraba cuan- do se separó en 1.635 y así el día 4 se marcha al campo para iniciar la faena del amojonamiento del término que también se devuelve a la citada localidad. ¡El término de las cuatro leguas, no el de las tres y media que antes tuvo! Carduchi tarda en su trabajo cuatro días y asombra a los zorite- ños porque se ayuda en su labor, además de la clásica soga de 20 varas, de un aparato desconocido para ellos llamado el declinatorio, que no es ni más ni menos que una brújula metida en una caja de madera para medir las inclinaciones de las líneas.

El día 8 acaba el matemático de Su Majestad el dicho deslindamiento que es protestado por la Abertura, a causa de que perjudica a la ciudad y a va- rios pueblos y por el mismo Trujillo.

El concejo de la Calzada (Herguijuela) tampoco está conforme con el des- linde por el motivo de haber dado de término a Zorita parte de las caballe- rías de «Zarza» y «Aleznar» y otras que son propias de la ciudad y de esta suerte pasan a ser propios de Zorita y que antes eran arrendamientos de ellos (de los de Herguijuela) y nunca fueron alixares como pretende Zorita, pidiendo no inquietar ni perturbara su parte del derecho que tiene en las dichas caballerías.

El día 9 se pregona en Zorita la nueva majonera.

Tanto Trujillo como Zorita piden testimonios del dicho amajonamiento. Carduchi, por un auto con fecha del mismo día 9, manda se obedezca lo hecho por él sin perjuicio de que sigan las alegaciones ante el Consejo de Su Majestad, el día 8 de enero de 1.644, la correspondiente instancia en que alega ser nula y viciosa la posesión dada a Zorita por el juez Carduchi. También en el mismo sitio, alega el procurador de Zorita que Trujillo tam- poco ha pagado los 18.000, ¿no eran 10.0007, ducados ofrecidos y otras cosas.

Una vez vista la causa el Consejo de Su Majestad dicta sentencia, en Ma- drid, a 12 de mayo de 1.644, por la que se revoca por vía de atentado, todo lo hecho, procedido y ejecutado por Luis Carduchi, Juez de Comisión de S.M., en cuanto a la posesión que dio de la jurisdicción civil, criminal, mero y mixto imperio en primera instancia al dicho lugar de Zorita, que- dando todo nulo y sin efecto … y se manda reducir todo ello al punto en que estaban. Asimismo se ordena que la ciudad de Trujillo sea restituida,

reintegrada, y amparada en la posesión que tenía y en que estaba. para que la tenga y goce de Zorita antes y al tiempo en que fue despojada por el dicho Luis Carduchi.

La dicha sentencia es recurrida por Zorita pero se confirmo por un auto del día 10 de junio y por otro, en grado de revista, del día 15 del mismo mes y año.

Ya los acontecimientos se van a suceder de una manera precipitada: El 6 de agosto del dicho el cabildo trujillano pide a su Corregidor que con la provisión real vaya a posesionarse en nombre de la ciudad del lugar de Zorita, de todas las caballerías (fincas por sus características especiales así llamadas), montes, dehesas, pozos, pastos y aprovechamientos del dicho lugar. El Corregidor, que ahora es el vizconde de la Laguna, de seguro ya en antecedentes del caso contesta que con toda diligencia cumplirá lo que les piden.

El día 8 ya está el vizconde en Zorita acompañado del escribano de Truji- 110 Pedro Manglano. Las mismas escenas de aquel febrero de 1 .. 641 se van a repetir, ahora nada resultará de mayor tensión y violencia.

Como entonces lo primero que hace el Corregidor es notificar a los alcaI- des. Son los mismo que desahució el anterior Corregidor Meneses y que permanecieron en sus cargos contra viento y marea: Carrasco y Fernando Alonso. En esta ocasión no se esconden y acuden a la llamada. El dicho Corregidor, cuando los tiene en presencia, les conmina imperiosamente que les entreguen las varas de la justicia. El intrépido alcalde Carrasco le

responde: ‘

–No soltaremos las varas ni se las entregaremos a su señoría porque esta- mos en posesión de nuestros oficios y Zurita es villa eximida. A quien in- terrumpa nuestra jurisdicción habremos de proceder contra él par prender y castigarle. Denos su señoría esa real ejecutoria para verla con nuestro asesor y así responderemos y proveeremos lo que nos conviene.

–Cumplase lo que ordeno–contesta el Corregidor- sin haber lugar a la entraga de la ejecutoria ni a traslado de ella sino quieren caer en la pena de seis años de destierro y 500 ducados de multa.

–Lo dicho, dicho –replica Carrasco–y esa pena no nos impide ni quebran- ta nuestra jurisdicción.

El Corregidor manda que se les notifique por tercera vez a las autoridades, quizás por eso de que a la tercera va la vencida, con la amenaza del au- mento de las penas:

–Obedezcanme sin dilación porque en caso contrario caerán en la pena de 1.500 ducados de multa y además les mando por 6 años a la Mamola.

La Mamola era un duro presidio para castigo seguramente de los recalcitrantes.

El alcalde Carrasco no se arredra y contraataca con energía:

–Señor Corregidor, sobreséase en todo por que sino seré yo el que le im- ponga 5.000 ducados de multa. Abstengase su señoría, de inquietarme en mi posesión y mientras yo no lo mande no use de comisión alguna ni porte su vara aquí.

Vista y oída la contundente respuesta del alcalde zoriteño, con quien se solidarizara su compañero Fernando Alonso, se hace constar por escrito el desacato, atrevimiento y contravención de ambos a los reales mandatos.

El Corregidor Laguna pierde la calma ante tanta insolencia y se lanza furio- so a arrebatar con sus propias manos las cuestionadas varas a los alcaldes de Zorita. Estos las retienen fuertemente y ni a tirones, nunca con más pro- piedad puede usarse esta palabra, las soltaban. En el forcejeo ocurrió lo que tenía que suceder que se rompieron cada una por la mitad. Cada cual consideraba que su trozo respectivo era el válido. Entonces Carrasco a vo- ces pedía el favor de la justicia y se salió enfurecido del Ayuntamiento. Fernando, que de momento se quedó allí, oculta su trozo de vara debajo de la capa. ¡En pleno mes de agosto y en Extremadura tocándose con ca- pa! Pero así era el ceremonial de aquellos tiempos. Su Señoría invita a Fer- nando a que en nombre de Su Majestad ~e de el pedazo de vara que escondía. Fernando, una vez más se niega y también se ausenta en busca de su compañero. Al poco rato vuelven a aparecer ambos alcaldes ante las puertas de Ayuntamiento con varas nuevas. Como se ve las autoridades zoriteñas estaban provistas de repuestos por un por si acaso.

Luego el Corregidor mando que Fernando Sánchez, alcalde de Zorita en los tiempos de despojos, sea restituido en su oficio y le entrega uno de los trozos de aquellas varas rotas para que lo llevase en nombre de la ciudad. Aunque se excusa lo cogió. Con la otra media vara en poder del Corregi- dor, éste, toma la decisión de darsela a un tal Domingo Gil para que la portase en nombre de Su Majestad, ya que no se encontraba ni vivo ni muerto al otro alcalde del despojo Donaire Solano. Pero no hubo medio de que la cogiese a pesar de que su señoría se lo impusiese varias veces con la amenaza de ser penado por no quererla recibir. ¡Cualquiera la co- gía! si Carrasco frenético le advertía:

–Domingo, como tomes en tus manos eso te ahorco. En el mismo tono se dirige a Fernando Sánchez:

–Suelta ese trozo de vara y no intentes usar el oficio de alcalde y como no hagas lo que te digo te mando a galeras.

Se da por incurridos a los tozudos alcaldes, que ya se pueden considerar en precario, en las penas señaladas en los autos. Pero estos no se amilanan y no se les ocurre otra cosa que tocar a arrebato, ese fatídico toque que pone los pelos de punta porque se cierne un grave peligro sobre el pueblo. Al son de la campana se reúnen numerosos vecinos que airados marchan a dónde se encontraba su merced. Ni que decir tiene que al frente de ellos caminan Carrasca y Fernando Alonso. Grande debió ser la sorpresa del Corregidor Laguna ante aquel amotinado tumulto de gente. Carrasca le dice que no vaya porque le han menester. Con tales perspectivas su seño- ría se da cuenta de que de los graves inconvenientes que podrían resultar de prender a aquellos alcaldes que se sostenían en sus treces de ser los legítimos de Zorita. y el Corregidor dicho, revestido de la correspondiente prudencia ~, recoge vela y cuanto antes se refugia en su posada. Allá, a la posada, se presenta, Carrasca y Fernando Alonso con el buen acopio de vecinos acompañados por el escribano de Zorita. Este lleva un auto firma- do por los dichos alcaldes para notificar al Corregidor de que les entregue la discutida ejecutoria o un traslado. Lo hace lo mismo el escribano. El Corregidor se levanta en pingos ante aquella imposición advirtiendole no ose de usar tal procedimiento, en caso contrario le enviará a las fortifica- ciones del ejército en Badajoz. Sin embargo Laguna accede a enseñarles la real carta allí mismo en la posada y Carrasca pospone verla para después de comer a mediodía. Pero este no vuelve a aparecer por la posada. Ahora es el Corregidor el que se interesa por el auto de los alcaldes, de seguro porque pensó que sería una inequívoca prueba delictiva contra ellos y por eso manda a su escribano que lo recabe de su compañero de Zorita, pero se encuentra a éste en la cárcel bajo llave y candado. Y es que los de Zori- ta, que no debían tener un pelo de tontos, también se dieron cuenta del peligro que podía suponer el escrito se lo piden a su dicho escribano y como este se niega a entregarselo se lo arrebatan violentamente y encima le encierran en «chirona».

En el mismo día el Corregidor manda instruir proceso de todo lo ocurrido y remite el original, para su información, al Consejo de Su Majestad.

El Rey, o su dicho Consejo, al tener conocimiento de lo sucedido y sin du- da con el deseo de quitarse de una vez de encima el enojoso asunto, se decide ahora por una persona neutral para que se encargue de cumplir su mandato de devolver Zorita a Trujillo. Esa persona va a ser el Corregidor de la villa de Cáceres Francisco Serrano de Tapias. Pero a este le resulta imposible ausentarse por «estar el presente al servicio de Su Majestad y en particular en los asuntos de la guerra con el reino de Portugal para dispo- ner gente de socorro por estar esta villa cercana a dicho reino». Sin embargo manda en su lugar al alcalde mayor de Cáceres Diego Laínez de Torreluenga. Este, bien provisto de poderes de la autoridad trujillana ade- más como es lógico del real, empieza su trabajo en Zorita el primero de septiembre de 1.644. Sorprendentemente ahora todo se resuelve sin obstá- culo alguno. Sumisos y cabizbajos los zoriteños no ofrecen resistencia y declaran, parece mentira, que están presto a cumplir lo que se le ordena y que nada tienen que alegar. y así es devuelta Zorita, con todas sus perte- nencias, a la ciudad de Trujillo.

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