Dic 092016
 

María Teresa Hidalgo Hidalgo.

INTRODUCCIÓN

La presente investigación tiene como objetivo fundamental visibilizar la labor realizada por la autora villanovense Manuela Gallardo Gómez, en el marco educativo extremeño a mediados del siglo XX. Sus aportaciones al panorama pedagógico de la época incluyen tanto reflexiones teóricas como propuestas prácticas, justificadas a partir de sus conocimientos en educación comparada. Dichas nociones, la harían poseedora de una panorámica de los sistemas educativos vigentes en Europa y de una concepción innovadora que pretendía llevar hasta la Comunidad Autónoma de Extremadura, atendiendo a sus peculiaridades, combatiendo las altas tasas de analfabetismo e incidiendo en una educación de calidad que llegase a todos los rincones del territorio.

Desde los años 60- 70 diferentes disciplinas dentro de las ciencias sociales han trabajado por rehacer una historia cultural que se cimiente en una igualdad de géneros y en remarcar la importancia de la mujer como transmisora y generadora de cultura, intentando liberar dichas disciplinas de posiciones consideradas androcentristas[1]. Durante años, el hombre aparecía como sujeto activo creador de cultura dentro del contexto público que abarca una sociedad, mientras que la mujer aparecía en su mayoría en un segundo plano o bien en el plano privado. El recorrido en la materia a lo largo de las últimas décadas ha venido reflejando la labor desempeñada por las mujeres en diversos ámbitos culturales recuperando su acción.

La investigación que se presenta, haciéndose eco de éstas líneas de estudio, pretende de manera transversal ser una muestra de la acción fundamental desarrollada por una mujer durante el siglo XX, a pesar de las imposiciones sociales de la época que terminaba por relegarlas en conjunto a un lugar privado, siendo pocos los ejemplos que lograban resaltar en la vida cultural y social.

Como objeto central de estudio y dentro de la producción pedagógica de Manuela Gallardo Gómez, se han tomado aquellas propuestas teóricas que incluyen el análisis e interpretación de directrices educativas en la Comunidad Autónoma de Extremadura, incidiendo en las acciones emprendedoras realizadas en este mismo territorio.

DATOS BIOGRÁFICOS

Manuela Gallardo Gómez nace en Villanueva de la Serena (Badajoz), siendo la octava hija, de los once descendientes nacidos del matrimonio entre José Gallardo Rodríguez y Carmen Gómez Aguilar.

El conocimiento de su contexto familiar y desarrollo de la infancia es fundamental para el análisis de los pilares de su trayectoria en lo referido al ámbito de la pedagogía, puesto que es en este primer tramo de su vida donde se forjan ciertos intereses y relaciones que mantendrá a lo largo de los años y que quedarán reflejados tanto en su obra como en su faceta emprendedora.

Ambos progenitores tendrán una gran influencia en Manuela, si bien es de su padre de quien hereda ciertos intereses. José Gallardo Rodríguez, oriundo también de la localidad de Villanueva de la Serena, llegó a ser un conocido empresario al poner en marcha en torno al año 1887[2] una de las fábricas más importantes de la zona dedicada a la producción de jabones. La vida en la vivienda familiar anexa a la fábrica de jabones, así como el nivel de vida al que tenían acceso gracias a la buena marcha del negocio, propiciaría el acceso de los más pequeños de la familia a una buena educación, a relaciones internacionales y al conocimiento de la vida en países como Alemania, Francia y Holanda.

El fuerte carácter de José Gallardo contaba con los requisitos indispensables del emprendedor con un afán constante de superación que le llevó a formarse de manera autodidacta durante toda su vida, capacidad para el trato con personas y toma de decisiones, perfeccionismo e ideas innovadoras y creativas. Con todas estas características, no es de extrañar que poco a poco fuera labrándose un lugar propio dentro de las actividades económicas de la localidad.

A través de los testimonios recogidos en la ciudad mediante trabajo de campo, se ha podido constatar su origen humilde y su capacidad para superarse a sí mismo[3]. José Gallardo, fue convirtiéndose en una persona de gran influencia ya que además era dueño de otros locales en la ciudad, así en el acta municipal de 1890[4] se hace constar que es el propietario del local que serviría de matadero durante esas fechas. El autor Andrés Retamal, por su parte, le atribuye la propiedad de uno de los seis molinos de harina con los que contaba Villanueva de la Serena, basándose en el Anuario Comercial e Industrial de España de 1927[5]. Pocos tiempo después se presentaría a las listas para formar parte del nuevo Ayuntamiento en el año 1904[6], dejando de aparecer como uno de los principales contribuyentes de la localidad para constar como primer concejal bajo la alcaldía de Don José Marín y Juan, que tomaría posesión tras el gobierno de Antonio Sotillo, formando parte de la Comisión de policía urbana rural y ornato público.

Además de su trabajo como empresario y parte del gobierno municipal durante estos años, cultivó diversas aficiones, como la botánica, que compartiría de una manera muy especial con su hija Manuela.

La preocupación de ambos progenitores por la educación de su prole fue constante. Algunos de sus hijos e hijas, entre los que se encuentra Manuela, cursaron estudios en el extranjero. Formación que buena parte de la población de la época no podía permitirse y a la que las mujeres no solían tener acceso. No debemos olvidar que la cota de analfabetismo en Extremadura durante este periodo era muy alta y que la educación iba en gran medida dirigida a la población masculina.

Tal y como era frecuente en estos años, la educación que recibirían sus hijos sería diferente dependiendo de su sexo. Los varones recibieron una formación con vistas a carreras y estudios dentro del ámbito científico, encaminadas a seguir y mantener el negocio familiar, la fábrica de jabones. Mientras que la educación de las hijas estaría vinculada a facetas más humanísticas, sin llegar a adquirir ninguna de ellas estudios superiores, que en contraposición, si cursaron algunos de sus hermanos varones

La infancia de Manuela Gallardo sería similar a la de algunos de sus hermanos y hermanas, pasando los primeros años de su vida en la casa-habitación que se encontraba junto a la fábrica de jabones. Posteriormente, sus padres, tras su paso por algunos colegios de Don Benito (Badajoz) decidirían enviarla a Colonia (Alemania) a un colegio de monjas franciscanas, situado cerca del río Rhin, donde transcurrió su vida entre 1911 y 1917 aproximadamente. Este suceso marcará la vida de Manuela, puesto que llevará su interés por la recogida de folklore a estos países por donde transcurre su infancia, prestando especial atención al enfoque pedagógico y a la legislación educativa de cada uno de ellos, llevando a cabo un ejercicio de educación comparada que no hará más que alimentar su espíritu crítico y su afán por combatir el analfabetismo y la desigualdad en el acceso a la educación en su país de origen y de forma concreta en Extremadura.

Un vínculo muy especial la unirá a lo largo de su vida a su hermana mayor, Isabel Gallardo de Álvarez[7], reconocida folklorista y autora extremeña con la que compartirá su preocupación por la educación, por la recogida de patrimonio cultural inmaterial y por la literatura.

Manuela Gallardo, fue siempre consciente de lo importante de esta primera educación recibida y de su particular contexto familiar para su desarrollo personal, cultural y social, así lo plantea en su libro ¿Por qué somos pobres?[8].

Tras su vuelta a España habiendo culminado sus estudios, viviría entre Villanueva de la Serena, Badajoz y Madrid. Su carácter inquieto y emprendedor la llevaría por diferentes países centroeuropeos, viajes de los que tenemos constancia en gran medida gracias a la serie “Por la Europa Central. Impresiones de un viaje” que realizó para el periódico La Libertad de Badajoz en el año 1930. En esta serie narra diferentes anécdotas surgidas de los viajes realizados por ella misma junto con una de sus sobrinas.

Comenzaría su andadura en el panorama cultural de la época en el año 1923 con diferentes novelas que muestran su interés por la recogida etnográfica, aderezadas con sus propias experiencias en entornos educativos y a las que seguirían obras de diferentes géneros, centradas en su mayoría en educación y botánica. Su última publicación será “Sierras de Cazorla y de Segura[9]” en el año 1966, habiendo sido su producción entre estos años de 6 libros y varios tomos del monográfico “Conoce los frutos de tu tierra” entre 1958 y 1959. Además de las obras publicadas y editadas, existen según German Grau[10] otras muchas inéditas que no han sido editadas como “Sueños y Realidades”, “A través de la Europa Central”, “Menudencias”, “Cartas a María del Pilar” y “¡Vamos, ríase, V.!”.

Su acción no sólo se limitó a la producción cultural sino quiso poner en marcha diferentes proyectos como la comercialización de agua en pequeñas botellas, proveniente de un manantial que se encontraba en la localidad de Acedera (Badajoz) que llamaría Aguas del Jaroso y la creación de una escuela en Villanueva de la Serena.

LA LUCHA CONTRA EL ANALFABETISMO EN EXTREMADURA

El analfabetismo será uno de los temas más referidos en la obra de Manuela y no es de extrañar, pues constituía uno de los problemas educativos fundamentales del país. Según Mercedes Samaniego “Refiriéndonos a Extremadura tenemos los siguientes datos para esta misma fecha: 592. 807 analfabetos para las dos provincias, que diez años antes en 1910 representaba un 58,6 por 100 de la población[11].

Al cursar sus primeros estudios en Extremadura y posteriormente trasladarse a Alemania pudo comprobar de primera mano las diferencias en el acceso a la educación en ambos países. Manuela sería consciente de las mismas, observándolas desde una perspectiva crítica, esforzándose en el transcurso de su juventud y madurez no sólo por reflejarlas y hacerlas visibles, sino también por proponer soluciones diversas y contextualizadas.

Realizó su primera inmersión en el mundo literario en el año 1923 con la obra “Leyendas del Rhin”[12] una recopilación de historias y cuentos, escuchados y recogidos durante sus años de estancia en el internado. En este mismo año la revista Baleares[13] muestra un pequeño adelanto de este libro con el cuento “El castillo de Niedeck”.

Esta primera obra editada de la autora, llegó a adquirir un gran éxito, aplaudido por la crítica literaria. Empezó a difundirse gracias a las reseñas favorables realizadas por periódicos de la época, que sin tener en cuenta la sencillez de la edición, evaluaron el contenido resaltando las virtudes del mismo. Los periódicos ABC[14] y La Vanguardia[15] en el año 1925 se hacen eco de esta publicación y muestran unas reseñas que hacen visible la calidad que se le atribuye a la obra. Gracias a ello, la autora fue adquiriendo cierto renombre, labrándose un reconocimiento que no haría más que incrementar con la publicación de sus siguientes obras.

En 1946 publica su siguiente libro titulado “Muchachas en flor”[16], donde recrea las vidas de las alumnas de un colegio cosmopolita, utilizando de nuevo Alemania como lugar donde desarrollar la historia.

Es en el año 1953 cuando realiza su primer ensayo incidiendo específicamente en la problemática educativa. En este mismo año, se convoca un concurso nacional por parte de la Junta Nacional Contra El Analfabetismo[17], que había sido creada el 10 de marzo de 1950. El concurso proponía desarrollar el tema “Causas y remedios del Analfabetismo”[18] y los premios consistían en tres premios de 10.000 pesetas y publicación, dos premios de 5.000 pesetas y dos premios de 3.000 pesetas.

Manuela Gallardo presenta a concurso el ensayo ¿Por qué somos pobres?[19], una obra donde se entrelazan las causas del analfabetismo en España con el desarrollo económico del país, utilizando para ello un discurso de educación comparada, haciendo hincapié en los sistemas educativos de países centroeuropeos y determinadas regiones españolas como es el caso de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Así la autora se pregunta ¿Cómo no rescatamos de su nulidad a esas grandes masas de analfabetos con los que aumentaríamos el nivel de vida de nuestro país en grado insospechado?”[20]. Este ensayo es una muestra esencial de su gran preocupación por reducir los índices de analfabetismo desde la base, analizando para ello los diferentes niveles que pudieran estar causando la situación y de su interés por superar el atraso económico de España y fomentar un despegue similar al que ya se había producido en otros países

El ensayo no pudo hacerse finalmente con los premios, si bien es alentada por otros académicos a publicarlo, tal y como haría en año 1954. De este modo, la obra de Manuela aún sin ser ganadora, se publicaría antes que la compilación “Causas y remedios del analfabetismo”[21] con las obras ganadoras bajo el lema “Y de sabiduría clara fuente” de Antonio Guzmán Reina, “Hasta que no hayan sido computados, no serán tenidos en cuenta” de Santiago Gil Carretero y Fernando Rodríguez Garrido y “Un problema complejo” de Alfredo Cerrolaja Asenjo, que sería publicada en el año 1955 por el Ministerio de Educación Nacional.

En el año 1957 Juan Formis de “El Ciervo” publicaría en el periódico “Escuela Española”[22] en referencia a este libro, una reseña donde resalta la experiencia de la autora en la materia, su labor en la búsqueda de las causas del analfabetismo y la buena calidad de la obra aún sin haber contado con mucha publicidad ni un gran presupuesto.

Es en este primer ensayo, donde Manuela muestra su perspectiva más crítica y de donde pueden extraerse una serie de premisas teórico pedagógicas que guiarán posteriormente su acción emprendedora.

Según Francisco Javier Pericacho “A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX la escuela española experimentaba un considerable atraso material y pedagógico en comparación con el resto de países europeos industrializados, profesores poco remunerados, escasez de escuelas para cubrir la totalidad de la población, desconsideración social y laboral del maestro, prácticas pedagógicas autoritarias y memorísticas y falta de democratización escolar[23]. Muchos de estos aspectos serían fundamentales a la hora de conocer las causas de los altos índices de analfabetismo en este periodo. La autora los analizará minuciosamente incluyendo una búsqueda de soluciones. Es por ello, que a lo largo de las siguientes líneas se desglosan las consecuencias acaecidas de los escasos recursos materiales y personales disponibles para facilitar el acceso a una educación básica, la falta de métodos actualizados en materia de enseñanza, el lugar de la mujer en la educación extremeña o el papel social otorgado a los maestros.

Número de escuelas y acceso a la educación

Según Mercedes Samaniego “la población en Badajoz sobrepasaba ya en 1922 los 650.000 habitantes. El número de escuelas y maestros resultaba claramente insuficiente en la zona. Badajoz hubiera necesitado unas 1. 329 escuelas más para resolver el problema de la instrucción primaria. (…) En Don Benito con 20.000 habitantes se aseguraba la enseñanza primaria con 10 maestros y en la localidad de Medellín el Ayuntamiento tomará la iniciativa para levantar un grupo escolar”.[24]

En cuanto a Villanueva de la Serena, nos podemos remitir a 1850 al Diccionario geográfico-estadístico[25] de Pascual Madoz, en su tomo número 16, para conocer las instituciones de la ciudad. Teniendo en cuenta los datos del diccionario se recoge un incremento en los edificios destinados a fines públicos (con respecto a lo recogido años antes en el Interrogatorio de la Real Audiencia de 1791[26]). En este periodo la ciudad cuenta ya con 1300 casas, una casa de ayuntamiento, cárcel, pósito, dos hospitales, tres escuelas de niños, cuatro escuelas de niñas y un convento de religiosas, lo que hace evidente cierto crecimiento económico y algunos avances en instituciones y garantías sociales.

En las primeras décadas del siglo XX, habiendo sido promulgada el 9 de septiembre de 1857 la Ley Reguladora de la Enseñanza conocida como Ley Moyano, que tomaba como principios fundamentales la mejora de la condición de la educación en España, la reducción de la tasa de analfabetismo y la creación una educación primaria obligatoria y gratuita desde los 6 a los 12 años, el número de escuelas e instalaciones dedicadas a la educación en Extremadura seguía siendo muy escaso y no se terminaba de hacer frente a la situación de la región. Gran parte de la población se encontraba en situación de aislamiento a lo ancho y largo del territorio y no eran tenidas en cuenta las condiciones de la población en edad escolar que residían en fincas o pequeños núcleos alejados de las poblaciones.

Esta circunstancia es visibilizada por la autora que plantea que “la Ley Moyano (promulgada en 1857) declara la obligatoria y gratuita asistencia del niño a la escuela, pero no da respuesta adecuada a determinadas necesidades de la población con respecto a la educación. Cierto, la ley existe; pero no existen ni los maestros suficientes ni edificios- escuelas en cantidad- para que toda la población infantil española pueda cumplir con esta obligación y ejercitar este derecho, a que el Estado llamó juventud hace un siglo[27].

Sus propuestas para la falta de escuelas e instalaciones incluían medidas específicas que tuvieran en cuenta diferentes niveles. Un nivel amplio o macro, en el que la responsabilidad recaería en aquellas Instituciones nacionales que se encargaban de regular la educación. Debiendo ampliar éstas el capital dedicado a la creación de escuelas públicas, equiparándose en cantidad al capital destinado en materia educación en países como Holanda, Alemania o Noruega. Para ello no sería sólo necesaria una reelaboración de los presupuestos sino un consenso político en la materia, similar al existente por aquellos años en Holanda, dejando ver la importancia de definir unas pautas generales que se perpetúen en el tiempo independientemente del partido que forme gobierno y anticipando una realidad a la que la educación ha tenido que hacer frente en España a lo largo de años posteriores y hasta la actualidad.

Los siguientes niveles de actuación más específicos que plantea, buscan hacer frente a características particulares del territorio extremeño. “En toda Extremadura y Andalucía hay grandes extensiones de terrenos y fincas enormes, en las que los pueblos y aldeas quedan muy distantes para que el niño asista a la escuela, pues terminaría agotado sólo con ir y venir”[28]. El internado era una solución frecuente para esta problemática en España, pero dado que muchas familias no podían asumir los costes, propone tomar como punto de partida la creación de escuelas modernas y accesibles para todas las clases sociales y comunidades.

Como ejemplo de enseñanza que llega a todas partes vuelve a referir el ejemplo de países centroeuropeos. Holanda con una superficie poco mayor que Badajoz contaba con uno de los niveles de vida más elevados del mundo y una escuela dilatada que llegaba a todos los rincones. Se trataba de la nación donde menos trabas existían a la hora de montar una escuela y donde más facilidades se daban para sostenerla y mantenerla. Por otra parte y en cuanto Noruega muestra una admiración profunda pues contaba con un sistema escolar que llegaba a cada rincón y no permitía el analfabetismo entre la población, siendo la escuela la que iba en busca de los alumnos y no los alumnos en busca de la escuela.

Como propuestas para la Comunidad Autónoma de Extremadura, sugiere una regulación del sistema similar a la existente en éste país, con un cuerpo de Inspectores y Maestros que recorriesen de forma periódica el territorio, desde las grandes ciudades, pequeños pueblos, granjas o caseríos. En contadas ocasiones llegaba una educación de calidad a los caseríos y fincas extremeñas y en muchos casos las iniciativas provenían de particulares que sin ser maestros apostaban por alfabetizar a la población y proporcionarles unos estudios básicos. Así lo ejemplifica con un caso en el término de Badajoz en una dehesa alejada a unos seis kilómetros de la capital, donde una mujer que describe como despierta y trabajadora se encargó de dar educación a los hijos de las setenta personas que trabajaban y vivían en la finca. Con este cuerpo de Inspectores se garantizaría una educación de calidad y una regularidad en los procesos.

Habiendo analizado todas estas situaciones realiza una de sus propuestas más interesantes, consistente en la puesta en marcha de un innovador sistema de escuelas al aire libre[29] en Extremadura, empezando con pequeñas instalaciones situadas en núcleos donde los alumnos y alumnas no podían asistir de forma regular a la escuela. Este sistema permitiría el acceso a la educación de poblaciones diseminadas y la integración de nuevas metodologías, puesto que el funcionamiento de las mismas y la poca ratio de alumnos favorecerían la puesta en marcha de metodologías diferentes a la tradicional.

Enfoques metodológicos

La metodología utilizada en las escuelas españolas a principios y mediados del siglo XX se caracterizaba por ser tradicional, memorística e incidir en el papel del maestro como transmisor de conocimientos y no como guía.

En el año 1876 con la Institución Libre de Enseñanza creada por Francisco Giner de los Ríos se produjo cierta renovación metodológica con la utilización de modelos como los de Pestalozzi, Decroly o Dewey. Más allá de esta renovación necesaria propiciada por la Institución Libre de Enseñanza, sería poco el movimiento en años posteriores en lo referido a innovación e introducción de nuevos parámetros metodológicos.

Manuela Gallardo, será pionera al resaltar las bondades de nuevos enfoques metodológicos e intentar inducir su práctica en España y en concreto en la Comunidad Autónoma de Extremadura. En su paso por Holanda entrará en contacto con pedagogías como la de María Montessori o Froeber, anticipando la difusión que tendrían años después, ya que es a partir de los años 70 con el movimiento de renovación pedagógica cuando adquieren mayor expansión.

El método Montessori basado en la autoeducación y la estimulación temprana y el rol del profesor como guía y el de Froeber especialmente basado en el juego infantil como medio fundamental para la formación integral del alumnado, constituyen para la autora una innovación necesaria en la pedagogía extremeña, vinculando su práctica a la construcción de nuevas escuelas actualizadas y modernas e incluso en escuelas al aire libre.

La puesta en marcha de estos nuevos métodos requieren según la autora de una actualización del profesorado, de unas instalaciones adecuadas y de dotación de información a las familias, induciendo normas que se salgan de lo corriente.

La profesión de maestro

Entre los problemas a los que debían enfrentarse los maestros y maestras de mediados del siglo XX nos encontramos con una pobre remuneración y cierta desconsideración social y laboral.

El sueldo que el Estado otorgaba a los maestros era más que insuficiente, teniendo en cuenta la gran ratio de alumnos por cada uno de ellos y las condiciones laborales. A principios del siglo XX algunas escuelas podían llegar a pagar a sus maestros 48 pesetas al año, esta brecha salarial se empezaría a cerrar muy lentamente. En el año 1922 se da cierta subida de los salarios siendo la retribución de un maestro de 2500 pesetas, el equivalente a 15 euros en la actualidad[30].

Como consecuencia de estas condiciones, muchos de ellos pedían excedencias o buscaban otros trabajos en el ámbito privado para ampliar sus salarios. Los propios dirigentes estatales y diputados no entendían como había gente que pudiera dedicarse a la docencia en estas condiciones. Así lo refiere Manuela Gallardo “Estos sueldos ridículos del magisterio hemos de desterrarlos. Necesitamos ampliar métodos y procedimientos para que los maestros de valía no tengan que pedir excedencias y buscar puestos  más remunerados en empleos y oficinas que pagan mejor que el estado. Exíjase más que hasta ahora  pero páguese mejor que hasta ahora también. Prohíbase que el maestro de aldea pueda a la vez empeñar otro cargo”[31].

Como propuestas para la mejora de las condiciones de los maestros además de reajustar los sueldos, refiere la creación de un grupo de maestros volantes, definiendo este grupo como un conjunto de maestros auxiliares que se desplazarían a diferentes escuelas con el fin de apoyar la tarea de otros maestros saturados por el número de alumnos.

Otra cuestión que se intenta resolver es la referida al acceso a las plazas docentes en la Comunidad. Según la visión de la autora, únicamente habría de concederse una plaza a aquellos maestros que durante un periodo determinado de tiempo hubiesen demostrado desarrollar su labor de una manera eficiente, adaptándose a su grupo de alumnos y consiguiendo las metas fundamentales. De este modo, se premiaría la labor de los buenos maestros al frente de una escuela y se limitaría el acceso a aquellas personas que no contaban con vocación ni amor a la escuela, sino que recurrían a la profesión como refugio para formar parte del cuerpo de funcionarios del Estado. El sistema que sugiere es similar en la base al actual sistema de funcionariado en prácticas.

Mujeres y educación

Gracias a sus condiciones familiares Manuela pudo recibir una educación poco habitual para las mujeres de la época. Esta situación será tenida en cuenta a lo largo de su obra, siendo otra de sus grandes preocupaciones facilitar una educación de calidad para la población femenina. Dicha preocupación será además compartida por su hermana Isabel Gallardo de Álvarez, mostrando ambas percepciones muy similares.

La mujer de la época recibía una educación escasa, poco más que una educación básica en sus primeros años de vida. El tipo de formación recibida era muy diferente a la recibida por los varones, las materias estaban pensadas para mantener unas normas sociales y culturales que vinculaban a la mujer a la faceta privada y la vida doméstica. Así lo manifiesta Juan García Pérez en un interesante estudio sobre analfabetismo y servicio doméstico en la mujer extremeña a principios del siglo XIX. “En otro ámbito de estudio, esta vez en el terreno educativo, una formación cultural limitada en su extensión a un grupo muy reducido de mujeres, aparte de escasa y deficiente si se atiende al nivel y sobre todo, el carácter de sus contenidos, configuran uno de los más importantes obstáculos a que tuvieron que hacer frente las mujeres en el camino hacia su emancipación personal, su liberación total de las ataduras preexistentes y su integración en el mundo del trabajo extradoméstico con status, condiciones laborales y grado de reconocimiento equiparable a las disfrutadas por los hombres”[32].

Bajo la perspectiva de ambas hermanas era necesario un cambio de base en el modelo educativo, pero sin dejar de lado ciertas exigencias establecidas para su género.

En el prólogo de Isabel Gallardo de la obra La Cocina[33], se recoge su opinión en lo referido a las materias que deben mantenerse en la educación de las mujeres. Este prólogo muestra de forma muy clara esa idea de educar a la mujer, de que obtenga la formación adecuada, pero sin desvincularla del ámbito doméstico.

En otra de sus obras, la novela inédita “Torres muy altas”, se tocan algunos temas relacionados con la pobre educación femenina que se recibía en España durante estos años.

Esta ideología, ese deseo de favorecer que la mujer adquiera mayor educación aderezado con un notable conservadurismo, puede explicarse en la medida en que es el resultado del modelo económico y social que producía una condiciones sociales basadas en la oligarquía, marcada por desequilibrios a la hora del acceso a las riquezas y conservadora en sus comportamientos y sistemas de relaciones.

La vida de estas mujeres, aunque marcadas por el carácter conservador, son ejemplo de acceso a recursos educativos poco comunes, con el adquieren una visión más amplia, y si bien, su discurso no supone una ruptura total con las condiciones que suponían límites en la vida extradoméstica de las mujeres con respecto a la de los hombres, dieron pie a una serie de debates sobre la necesidad de proporcionar una educación más eficaz y terminar con la lacra del analfabetismo. Un esfuerzo, que no debe ser infravalorado, puesto que una mejora en la educación de las mujeres, terminaría proporcionando una acceso más equitativo a los recursos y a la vida social.

La reflexión de Manuela Gallardo en lo referido a la educación de las mujeres no se limita a la educación básica, incluye también su integración en niveles superiores del sistema educativo, consciente de que su inmersión en el mundo laboral propiciaría una mejor accesibilidad a recursos educativos y reduciría los índices de analfabetismo.

Si una mujer podía ser maestra era lógico que también pudiera tener acceso a puestos en Inspección. Basándose en esta perspectiva propone la creación de grupos de Inspección femenina similares a los existentes en otros países, que permitiesen la incorporación de los sectores femeninos a un mercado laboral al que no solían tener acceso, equiparándose en posición y sueldo al colectivo masculino y evitando lo que en la actualidad se ha venido denominando “techo de cristal” o acceso desigual a puestos superiores dentro de la escala laboral.

DIVULGACIÓN

La labor de Manuela Gallardo no terminaría en las reflexiones teóricas sino que su implicación educativa abarcó además otros ámbitos, incluyendo la divulgación de obras para un público no académico con la finalidad de mostrar a la población conocimientos a los que ella había tenido acceso.

En apartados anteriores se ha referido la afición a la botánica que compartía con su padre José Gallardo y que pudo desarrollar desde una edad muy temprana, ya que en la casa habitación anexa a la fábrica de jabones donde transcurrió parte de su vida, crearon un gran jardín, lugar en el que además de plantar diferentes tipos de plantas, se extraían sus aromas y se estudiaban y consideraban sus propiedades para utilizarlas en la creación de diferentes tipos de jabones.

En los siguientes años tras la publicación del ensayo ¿Por qué somos pobres? el conocimiento botánico de Manuela se uniría a su preocupación por la infancia y la educación. Conocedora de las bondades curativas de algunas plantas y venenoso de otras, junto con el desconocimiento por gran parte de la población que no tenían acceso a estos conocimientos especializados y que producía un gran número de accidentes entre la población rural por intoxicación, decide realizar un tipo de publicaciones muy concretas con el fin de educar en la materia, especialmente dirigidas a público infantil. Para su creación habría contado con el asesoramiento y ayuda de Pío Font y Queer[34], quien en 1949, colaboraría en su obra “Colección de láminas silvestres”[35] que constaba de 105 láminas en color que muestran diferentes plantas y en cuyo reverso se incluyen los datos referidos a cada una de ellas

Fruto de esta inquietud pedagógica publicaría durante los años 1958 y 1959, seis tomos de la serie “Conoce los frutos de tu tierra”[36], que en orden cronológico incluirá los siguientes monográficos: El melocotonero (1958), El membrillero (1958), El almendro (1958), El granado (1958), Moras comestibles y moras venenosas (1958) y Piño piñonero (1959).

Los monográficos contendrán además una serie de ilustraciones cuya autoría aparecen a cargo de Manuel Lozano Gallardo, sobrino de Manuela Gallardo, primer hijo de su hermana Esperanza Gallardo con Manuel Lozano Alonso, que compartiría con su tía el gusto por la botánica y la ilustración

Los periódicos de la época no tardan en hacerse eco de estas publicaciones, pioneras en la pretensión de acercamiento de la botánica a la población infantil. Así pues el periódico la Vanguardia publica en 1959 la siguiente reseña: “La infatigable labor que en el campo de la divulgación desarrolla la autora, su preocupación constante con los niños de nuestra tierra, el apostolado para eliminar el analfabetismo, etc… lo extiende ahora a una serie de sugestivas monografías dedicadas a difundir entre los jóvenes el conocimiento y cultivo de los frutos de nuestros campos”.

El carácter perfeccionista de Manuela, se manifiesta también, en el seguimiento que llevaba del uso que se hacía de sus obras, aún años después de su publicación. En el año 1966, siete años después de la publicación del primer tomo de “Conoce los frutos de tu tierra”, podemos como constatar como un escritor del periódico ABC haciendo referencia a una de sus postales, comete un error, que recibirá una rápida respuesta por parte de Manuela[37].

EMPRENDIMIENTO. CREACIÓN DE UNA ESCUELA.

La labor literaria y divulgativa de Manuela Gallardo se fue entrecruzando a lo largo de los años con su faceta emprendedora, los proyectos que fue llevando a cabo, no estuvieron exentos de luces y sombras, sin llegar a destacar demasiado por ellos. Así gracias a su interés por la botánica y la educación, surgieron sus proyectos más destacados.

En su mente estuvo durante años la creación de una escuela que dotara a la población de una educación similar a la que ella había recibido en su estancia en Alemania, de carácter religioso, basada en los principios que también habían regido la educación en su casa, el trabajo, la constancia y la disciplina y que incluyera algunas de sus propuestas metodológicas y de organización.

Dada la preocupación de Manuela por el analfabetismo, tal y como se muestra en su obra ¿Por qué somos pobres?, no es extraño su interés en la creación de una escuela, ya que el número de las mismas por población en edad de recibir educación en Extremadura era, como se ha señalado en apartados anteriores, muy inferior a la media.

Por diferentes cuestiones Manuela no pudo llevar a cabo la escuela en el paraje de Nogales, donde había pensado realizarla desde un primer momento, cercano a Villanueva de la Serena y Orellana la Vieja, de donde era oriunda su madre y que le pertenecía por herencia familiar.

Finalmente la escuela se llevaría a cabo en su casa de Badajoz, en la calle Santo Domingo, 91. Allí pondrá en marcha la casa-escuela “San Francisco de Asis” con la ayuda de las reverendas madres de Sehaan de Lietchtenstein.  Para la creación de la escuela Manuela contaría no sólo con el apoyo de su familia y de las Reverendas Madres, sino que también contaba con el apoyo de ciertas personas de renombre en la época, como el cardenal Juan Benlloch y Vivó o Enrique Delgado, obispo de Pamplona, que pasó algunos periodos en la casa de Badajoz de Manuela y sería autor del prólogo de la obra ¿Por qué somos pobres?.  Precisamente en este prólogo manifiesta: “Aún sin trato personal con ella, me pude dar cuenta que no sólo era una enamorada de la instrucción y educación de la juventud, sino que sintiendo su vocación y los medios que había puesto en su cultivo para hacerla más eficaz, se entregaba enteramente a esta ardua labor, cuajada muchas veces de espinas cuando se desarrolla por vocación y no por lucro”[38]

CONCLUSIONES

El recorrido realizado por la vida y obra de la autora extremeña Manuela Gallardo, nos ha mostrado la profunda preocupación que manifestó desde una edad muy temprana por la educación en su país.

Consciente de la situación concreta de la Comunidad Autónoma de Extremadura y de la gran cantidad de población que se encontraba en situación de analfabetismo, dedicaría gran parte de sus esfuerzos no solamente a una reflexión teórica, sino también a la realización de propuestas concretas y puesta en marcha de diferentes proyectos relacionados. El analfabetismo no era para Manuela Gallardo una situación irrevocable, pero necesitaba de una toma de conciencia colectiva y de una preocupación general por el futuro de la población escolar que debía penetrar en todos los niveles y clases sociales. Su visión pedagógica moderna e innovadora, incidía en los diversos niveles de la organización educativa incluyendo cambios estructurales en el sistema educativo y en los métodos de enseñanza.

Además del analfabetismo, se adentrará en otras temáticas relacionadas con la educación como son la escasez de escuelas e instalaciones adecuadas, las condiciones laborales de los maestros o la educación que se proporcionaba a los sectores femeninos de la población.

Sacar de la invisibilidad todas estas aportaciones en la materia no sólo ayuda a conocer determinados aspectos de historia de la educación en la Comunidad Autónoma de Extremadura, sino que también contribuye a otorgar a Manuela Gallardo el lugar que se merece dentro del panorama cultural y social, en un periodo, en el que pocas mujeres lograban resaltar.

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Periódico ABC, día 10 de octubre de 1946

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Web del Ayuntamiento de Villanueva de la serena.

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Web de APEA, Asociación Profesional Extremeña de Antropología.

http://apea.blogspot.com.es/

Web de la Biblioteca Nacional de España.

http://www.bne.es

Portal de archivos españoles (PARES).

http://pares.mcu.es/

[1] El término androcentrismo hace referencia a una visión concreta del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas. Disciplinas como la antropología durante los años 70 crearon líneas de estudio con el fin de hacer frente a esta problemática. En este sentido se manifiesta el antropólogo español Isidoro Moreno. “Los hombres aparecen como los únicos sujetos sociales que hacen la historia y la sufren. Que actúan cambiando el mundo o adaptándose a él. Construyendo la sociedad, ejerciendo el poder o rebelándose ante él, filosofando o creando arte”. MORENO, I. En DÍAZ, S. “Hacer etnografía en la propia comunidad: problemas de expectativas, atribuciones y responsabilidades”, Revista de Antropología Experimental, nº5, Universidad de Jaén, 2005, p. 2. Como obras de referencia en este sentido caben citarse las siguientes: BUXÓ, M.J. Antropología de la mujer. Barcelona, Antrophos, 1988, MENDEZ, L. Antropología feminista, Madrid, Síntesis, 2008, MOORE, H. Antropología y feminismo, Madrid, Editorial Catedra, 2009.

[2] Entre los estudios más significativos en referencia a la fábrica de jabones puesta en marcha por José Gallardo en Villanueva de la Serena hay que destacar el siguiente; MOLINA CASCOS, A. La fábrica de jabones Gallardo: símbolo y testigo de la historia actual de Villanueva de la Serena. Badajoz, Diputación de Badajoz, 2013.

[3] Durante los años 2014-2015 la autora de la presente comunicación realiza trabajo de campo en la localidad de Villanueva de la Serena con la finalidad de recabar información en torno a la familia Gallardo- Gómez, para el trabajo de investigación “El edificio la jabonera y la familia Gallardo. Un ejemplo de economía, cultura y desarrollo en Villanueva de la Serena” que obtiene una beca para memorias de fin de licenciatura por parte del Excmo. Ayuntamiento de Villanueva de la Serena y la Universidad de Extremadura. Los informantes refieren en este sentido, “Eran arrieros de estos que llevan los bultos para arriba y para abajo”, “Primero empezaron con jabón hecho en casa, pero jabón como lo hacíamos nosotros, como siempre” o “ese empezó con el burrillo y eso sin ir a la escuela”. Informantes: P. Guisado y M. Sánchez.

[4] Acta Municipal de Villanueva de la Serena. Año 1930. Archivo Municipal de Villanueva de la Serena.

[5] RETAMAL, A. Villanueva de la Serena. Historia, Arquitectura y Urbanismo, Badajoz, Diputación de Badajoz, 2010.

[6] Acta municipal Villanueva de la Serena. Año 1904. Archivo Municipal de Villanueva de la Serena.

[7] Al contraer matrimonio con el abogado villanovense Arturo Álvarez, Isabel comenzaría a utilizar “de Álvarez” como segundo apellido.

[8] “No es mejor padre de familia, el que besuquea, ensalza y ríe sus gracietas, pero luego no se preocupa de que tenga un buen vivir, sino el que se afana, además de acariciarlos, el que se sacrifica a fin de que la prole viva, se eduque y forme adecuadamente; el que los guía y enseña, para que puedan valerse por sí mismos el día de mañana” GALLARDO, M. ¿Por qué somos pobres?, Pamplona, Editorial Gómez, 1954, p. 128

[9]  GALLARDO, M. Sierras de Cazorla y Segura. Parajes de ensueño, Madrid, 1966.

[10] German, GRAU, (Coord), Materiales para la Historia de la Mujer en Extremadura, Mérida, Junta de Extremadura, 2002.

[11] SAMANIEGO, M. “El problema escolar en Extremadura de 1900 a 1936”, Revista de Estudios Extremeños, Vól 32, nº2, (1970), pp. 5.

[12] Manuela, GALLARDO, Leyendas del Rhin, Madrid, Tip. Del Hospital del Niño Jesús, 1923.

 

[13] GALLARDO, M. “El Castillo de Niedeck”, Baleares. Revista Quincenal Ilustrada, nº 183, Palma, 1923

[14] “Leyendas del Rhin agrupadas en un tomo por Manuela Gallardo y coleccionadas sin propósito clasificador, según iban surgiendo en el viaje, nos ponen en contacto con la poesía particularísima de los hombres y las cosas”

[15] (…) No hay que analizar como una obra de creación corriente, una colección de leyendas donde el estilo, la calidad intelectual y la agilidad de la forma son la parte menos considerable, ya que siempre conserva la frescura popular y el prestigio racial que son su perennidad florecida y su nervio íntimo. Entre la muchedumbre de los libros imaginativos artificiosos y decadentes que van del brazo, con la literatura del moderno histerismo y epilepsia realistas, las Leyendas del Rhin, fervorosamente reunidas por la señora Gallardo, mueven un refrigerante aliento de pureza silvestre.” Periódico La Vanguardia, día 29 de septiembre de 1925.

[16] Manuela, GALLARDO, Muchachas en Flor, Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1946.

[17] La Junta Nacional Contra el Analfabetismo y las juntas provinciales y locales fueron el caldo de cultivo perfecto para la que sería la mayor creación bibliográfica que se había dado hasta ese momento en referencia a esa temática. Algunas de las aportaciones son: LUZURIAGA, L. El analfabetismo en España , Madrid, 1926, SAMANIEGO, Mª .D. “El problema del analfabetismo en España (1900-1930)”, Hispania, 124, Madrid 1973 pp 375-400 y “La política educativa de la segunda república” , Csic, Madrid, 1977,

FERNÁNDEZ FERRÉ, R.Analfabetismo y nivel de vida” en Revista Española de Pedagogía, 47, 1954. MAILLO, A. “Causas del analfabetismo”, en Revista de Educación, 18, 1956, pp 11-16,

[18] El premio aparece convocado en el Orden Ministerial de 8 de julio de 1953

[19] Manuela, GALLARDO, ¿Por qué somos pobres?, Pamplona, Editorial Gómez, 1954.

[20] Ibíd. p. 21.

[21] Antonio, GIL, Santos, RODRÍGUEZ y Fernando, CERRO, Causas y remedios del analfabetismo, Madrid Ministerio de Educación Nacional, 1955.

[22] La autora- con noble apasionamiento, con experiencia dilatada, con noble espíritu cristiano- sugiere proyectos para sajar el mal, explica la labor ya realizada, detalla la barahúnda de millares de millones que cada año se pierden por culpa del analfabetismo, insiste con argumentos convincentes en que la pobreza actual de España, es debida en gran parte a nuestra desidia y nuestro abandono. He aquí un libro escrito con sencillez, editado humildemente, al que no se ha otorgado ningún galardón, que no ha contado con los trompetazos de la publicidad, ni con las flechas luminosas de la crítica, un libro que constituye una aportación muy valiosa al problema de la educación” GOMIS, J. “¿Por qué somos pobres? de Manuela Gallardo”, Escuela Española, nº 842, Madrid, 1957.

[23] PERICACHO, F.J. “Pasado y presenta de la renovación pedagógica en España”, Revista Complutense de Educación, Vol. 25, (2014), pp. 50.

[24] SAMANIEGO, M. “El problema escolar en Extremadura de 1900 a 1936”, Revista de Estudios Extremeños, Vól 32, nº2, (1970), pp. 5.

[25]  MADOZ, P. Diccionario geográfico- estadístico- histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Tomo XV, Madrid, 1850,  pp. 236

[26]  BARRIENTOS, G y RODRÍGUEZ, M, Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partida de la Serena, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1995.

[27] GALLARDO, M. ¿Por qué somos pobres?, opus cit, p. 22.

[28] Ibíd, p. 31.

[29] Un modelo similar a la escuela al aire libre propuesta por Manuela Gallardo lo encontramos en Ámsterdam (Holanda) diseñada y construida por Duiker y Bijucet entre los años 1926- 1930. En España la primera escuela al aire libre llamada “Bosquescuela” se pone en marcha en el año 2015 en Cerceda (Sierra de Madrid)

[30] En este sentido se manifiesta Heliodoro Briongos en su tesis doctoral El problema salarial de los maestros de Primera Enseñanza en los debates parlamentarios del Congreso de los Diputados (1900 a 1923) dirigida por Carmen Palmero y defendida el 23 de Octubre de 2015 en la Universidad de Burgos.

[31] GALLARDO, M. ¿Por qué somos pobres?, opus cit, p. 60.

[32] GARCÍA, J. “Analfabetismo y servicio doméstico. Un intento de aproximación a la realidad cultural y actividad socioprofesional de la mujer extremeña en el primer tercio del siglo XX”, Norba. Revista de Historia, nº 8-9,  (1987-1988), p.224.

[33] “Si queréis mejorar la sociedad, educad a la mujer”. Esto dijo uno de los primeros pensadores del pasado siglo, y tenía razón. Ella forma el corazón de sus hijos, dirige sus primeros pasos, modela su inteligencia y encauza sus sentimientos. Ella como sacerdotisa del hogar contribuye con sus cariñosos desvelos a estrechar lazos familiares y si está bien penetrada en sus obligaciones, pone todos sus anhelos en hacer de su casa el más agradable retiro, para que los suyos se encuentren satisfechos, en los ratos que les dejen libres sus ocupaciones” GALLARDO, I. La Cocina I y II, Asociación cultural Torres y Tapia, Villanueva de la Serena, 2010, p. 24.

[34] Pío Font y Quer fue un botánico y químico español que llegó a convertirse en uno de los nombres más significativos del panorama botánico de mediados del siglo pasado.

[35] Periódico La Vanguardia, 19 de Agosto de 1959.

[36] GALLARDO, M. Conoce los frutos de tu tierra. El melocotonero: Plantad más árboles, Madrid, 1958

[37] “En una postal que lleva por el reverso y reproducida en color una rama florecida de “Anagallis arvensis-linneo” (ejemplar cogido en Badajoz) y perteneciente a la colección de plantas silvestres de Doña Manuela Gallardo y Gómez la coleccionista de la flora silvestre hispana, me hace algunas puntualizaciones a mi croniquilla de “Madrid al día” sobre los villanos otoñales. Me dice por ejemplo que no portan polen (ya que la polinización sólo se produce en primavera) sino semillas maduras de cardo “para sembrarlas lejos”, cosa que también se decía en la crónica aunque no explícitamente. De todas formas, agradezco muy sinceramente a Manuela Gallardo  su oportuna y sabia colaboración botánica” [37]J.A.C.  Domingo 11 de septiembre de 1966 en ABC.

[38] Gallardo, M. ¿Por qué somos pobres?, opus cit. p.14.

Dic 062016
 

 Manuel García Cienfuegos.

Cronista Oficial de Montijo y Lobón

 

“La Puebla de la Calzada, llamada así por la vía militar de los Romanos, que iba por allí desde Mérida a Lisboa, tiene cuatrocientos, y dista un quarto de legua de Montijo, que está poblado de ochocientos; y ambas villas pertenecen al Excelentísimo Conde de Montijo; así en la una como en la otra hay porción de bellísimas huertas de frutales, cáñamos, hortalizas y otras cosas. Su riego se hace con norias, y el agua está muy superficial, siendo lucroso dicho cultivo, y de no poco recreo para los vecinos. Estas huertas podrían extenderse por aquella dilatadísima llanura algunas leguas antes, y después de Montijo, y la Puebla, hasta Badajoz, y Portugal, y haber en aquel territorio unas quantas poblaciones, si la desgracia (como decía un vecino) de las dehesas, y los cotos no lo impidiese”[1].

 

1.- LA VISIÓN DE ANTONIO PONZ

 

Así escribía don Antonio Ponz Piquer (Bechí 1725 – Madrid 1792), secretario de la Real Academia de San Fernando, académico de la Real Academia de la Historia y de las Reales Sociedades Vascongadas y Económica de Madrid, en su voluminosa obra Viaje de España que emprendió en 1771, en la que dio a conocer la riqueza artística de nuestro país, la crónica que en el último cuarto del siglo XVIII (año 1784) vivían las tierras de la hoy conocida comarca de las Vegas Bajas, visionando el proyecto de lo que sería en el siglo XX el Plan Badajoz.

En el prólogo de su Tomo VIII, este tratadista, con rotundidad, sentenciaba la Extremadura de aquellos años, pobre, huérfana y olvidada: “Este tomo y el antecedente tratan de Extremadura, de cuya provincia se sabe menos que de otras; y creen algunos que hay allí muy poco que observar en obras de buen gusto, suponiendo que toda ella está destinada a dehesas, cotos y rebaños”[2].

El viajero Antonio Ponz, deja Montijo y Puebla de la Calzada, cruza el Guadiana sobre la barca en el lugar que en la II República se construyó el conocido Puente de los Suspiros, cuyo propietario era el duque de Uceda, que también lo era del Señorío de Lobón. Tras detenerse en esta villa, por la que entonces transcurría la Carrera Real, por sus calles Derecha y Madrid, con la finalidad de dirigirse a Talavera la Real y llegar a Badajoz, aprecia la situación del momento que viven las tierras de la orilla izquierda del Guadiana:

“Entre Lobón y Talavera se pasa un arroyo llamado Guadaxira, intransitable, y peligrosísimo en los inviernos, en que la falta de un puente es causa de muchas desgracias, y de notable detención de correos, y pasageros: gran falta en un camino tan principal como éste. Se encuentra en todo él desde Mérida a Badajoz grandísimas llanuras, reducidas a pastos. Se trabaja con empeño en la construcción del camino real de Extremadura, y podemos esperar que sea uno de los mejores de España, mediante las providencias que se han tomado”[3].

Abundaba tan ilustre viajero sobre la realidad geográfica que percibieron sus ojos: Se encuentra en todo él desde Mérida a Badajoz grandísimas llanuras, reducidas a pastos. Años antes, a mediados de la centuria dieciochesca, el Catastro del Marqués de la Ensenada de Montijo, Lobón, Talavera la Real y Aldea del Conde informaba de las superficies destinadas de sus respectivos términos municipales para pastar el ganado. Así, Montijo destinaba el 55,34%, Talavera la Real el 45,8%, Aldea del Conde el 63,71% y en Lobón el 44,83%, del que el 73,20 estaba ocupado por la cabaña ganadera trashumante.

 

2.- EL INTERROGATORIO DE TOMÁS LÓPEZ

 

Cuando fenecía el siglo XVIII, es la obra del geógrafo y cartógrafo Tomás López de Vargas y Machuca, titulada Geografía Histórica de España, la que describe la situación de la comarca señalando que el río Guadiana: “prosigue su deszenso desde Mérida a Badajoz por el spazio de 9 leguas por una puente hermosa i una vega pingüe i fertilísima, pero despoblada e inculta, en el intervalo tiene dos barcas de madera que dan transito una a la villa de Lobón i otra a la de Talabera”[4].

A este panorama despoblado, ocupado por dehesas y cotos, de rebaños y pastos, de apenas sin cultivos, hay que añadirle el grave problema de la posesión de la tierra, que originó disputas, solicitando reformas que sacaran a aquella sociedad de la postración y de los abusos en la que se encontraban; reivindicando, por ello, el principal soporte de la economía: la tierra.

Los labradores y pequeños campesinos abrumados por las cargas de la nobleza o la iglesia, pendientes siempre del clima, sin otro hábito que el trabajo y el hambre, vivían en la miseria y en la necesidad de comenzar a vender su fuerza de trabajo. Dos factores actúan para llevarlos a esa situación: los privilegios de la Mesta y los labradores hacendados, oligarcas locales que dominaban la administración municipal[5].

Tomás López es concluyente en su descripción sobre la villa de Puebla de la Calzada “pues aunque toda esta tierra es de campiña, como va dicho, y propia para la labor están las más adehesadas y destinadas para la cabaña de ganaderos trassumantes, sin dejar a los pobres labradores lo necesario para la agricultura, lo que tiene arruinada esta provincia y mucho más a este pueblo, que por la escasez referida se ven obligados sus naturales a dedicarse al trato, ya lícito ya de ilícito, comercio con Portugal, como tan próximo, de que se origina la ruina de muchas familias, castigadas sus cabezas ya en cárceles, ya en presidios, ya con multas que no pueden soportar”[6].

Estos sentimientos y el contagio de un espíritu ilustrado fue la causa a la que llevó, el 14 de septiembre de 1798, a Diego Dorado, Procurador Síndico Personero del Concejo de Lobón, a alzar su voz en este manifiesto: “Que referido común que represento se compone de Pobres Labradores, único Trato y comercio de ella. Que mediante a que las tierras Labrantías y de superior calidad que hay en este término son todas o también partes propias de Forasteros, los cuales las tienen Arrendadas a otros de extraña Jurisdicción, se ve dcho mi común precisado a Arar las inferiores y salirlas a buscar a suelos extraños, de lo que sigue a éste un total aniquilamiento no tan solamente con la falta a las tierras referidas, sino también con los perjuicios que el forastero causa con sus ganados en las mieses del vecino y pastos de su término, motibo por que se han seguido, y aún en el día se experimentan las mayores desavenencias, cuestiones y criminalidades”[7].

En 1790 se había creado la Real Audiencia de Extremadura, tribunal que recibiría desde sus comienzos un aluvión de denuncias contra los ganaderos trashumantes que significaría un duro golpe para la actividad ganadera foránea, pero también para las economías de las oligarquías, que basaban una parte considerable de sus ingresos en las rentas que obtenían por la explotación indirecta de sus propiedades en beneficio de los ganaderos[8].

La notable cabaña ganadera que pastaba en la comarca, especialmente del ganado ovino y con él, una significativa producción de lana, hizo que en la décima pregunta del interrogatorio de Tomás López sobre Montijo, se afirme que “hay una fábrica de tejer lana, que construie en el discurso del año sobre 10.000 baras de gerga y costal”[9].

A pesar de la riqueza industrial derivada de la elaboración de la lana, el Catastro del Marques de Ensenada hecho en Montijo, no deja dudas sobre dónde estaba la riqueza no explotada, puesto que para producir una arroba de lana que valía ochenta reales se empleaban siete fanegas y media de tierra, las cuales, si fueran destinadas a la agricultura, tendrían un rendimiento de ochocientos diez y ocho reales.

Los limitados recursos de la centuria del XIX, empobrecida y trastornada por invasiones extranjeras, persecuciones políticas y guerras civiles, hicieron que apenas se realizaran planes y proyectos hidráulicos[10].

 

3.- PRIMEROS ANTECEDENTES TÉCNICOS Y SOCIALES PARA LA REGULACION Y COLONIZACIÓN DE LA CUENCA DEL GUADIANA

 

Fue ciertamente la influencia de los regeneracionistas, especialmente de Joaquín Costa, la que animó en casi todas las regiones a los ingenieros y políticos locales a plantear obras de regulación y aprovechamiento de los ríos. En Extremadura sería Joaquín Castel el encargado de sacar a luz estos temas, iniciando sus publicaciones con un trabajo sobre “Hidrografía de Extremadura y medios de mejorarla”, que vería la luz en uno de los primeros números de la Revista de Extremadura (año 1899).

El plan general de canales que propugnó Joaquín Costa fue la base ideológica del primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas redactado por Gasset en 1902. Dicho Plan asignó al Estado la construcción y financiación de las obras hidráulicas, significándose así como punta de lanza del intervencionismo estatal en política de regadíos que culminaría en la Ley de 1911.

En abril de 1902, los ingenieros de la División Hidrológica del Guadiana presentan un anteproyecto basado en la construcción de un embalse en el portillo de Cíjara, del que se derivarían dos canales por sendas márgenes con los que se habrían de regar unas 120.000 has.

El Plan de Obras Hidráulicas, el famoso Plan Gasset, de ese mismo año plantea casi medio centenar de grandes obras hidráulicas, entre pantanos y canales, para el conjunto de la cuenca; en Badajoz se proponía llegar a regar más de 150.000 has (todo ello en las Vegas Altas, pues sólo mucho más tarde se plantearía el riego de las Vegas Bajas), en base al citado pantano de Cíjara.

En cualquier caso el Plan Gasset no pasaba de ser un inventario de obras posibles y de buenas intenciones. Así, el Plan Nacional de Obras Hidráulicas hacía desaparecer de la programación el embalse del Cíjara, rehabilitando los embalses de Proserpina para regar 500 hectáreas y Cornalvo, para 700 hectáreas, y construir el pantano de Alange, con el que se regarían 9.000 hectáreas, curiosamente uno de los últimos pantanos que se han construido[11].

Fue preciso esperar a la Dictadura del General Primo de Rivera para que desde el poder se adquiriera conciencia de la necesidad de efectuar una decidida política hidráulica y de institucionalizar los órganos idóneos para realizarla, a cuyo fin, siendo Ministro de Fomento el Conde de Guadalhorce[12], asistido por el número uno de la promoción de Ingenieros de Caminos de 1903, Manuel Lorenzo Pardo, por Decreto de 5 de marzo de 1926, crea las Confederaciones Hidrográficas, como órganos de actuación conjunta y armónica de los intereses públicos y privados en materia de aprovechamiento de aguas[13].

Tras la Dictadura de Primo de Rivera, el ingeniero Manuel Lorenzo Pardo es llamado en 1932 por el ministro Indalecio Prieto para hacerse cargo del Centro de Estudios Hidrográficos y redactar un Plan Hidráulico Nacional. En este proyecto concedió preferencia a la cuenca atlántica, con la finalidad de ayudar a resolver problemas sociales y económicos locales, especialmente para los valles del Guadiana, Guadalquivir y Duero.

Las ideas de Joaquín Costa encontraron en Manuel Lorenzo Pardo el profesional del agua que en la Cuenca del Ebro, como responsable de la Confederación Hidrográfica, plasmó en proyectos técnicos y ejecuciones de obras, los principios ideológicos del regeneracionismo.

Pardo fue precursor de la moderna planificación hidrológica en España con la redacción del Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933. Hasta ese momento, todos los planes de obras hidráulicas habían sido meros catálogos de proyectos más o menos coherentes, mientras que en el Plan de 1933 ya se puede encontrar una visión integradora de la planificación hidrológica.

En febrero de 1932 se reunió la Junta nombrada por el Ministerio de Obras Públicas para estudiar el Plan de Obras Hidráulicas de la provincia de Badajoz, considerándose como obras hidráulicas de inmediata urgencia las de los pantanos de Cijara, Lácara, Piedra Santa, Alange y Valuengo. Los asistentes hacían constar que “con las obras hidráulicas no puede resolverse la crisis obrera durante los meses de primavera y verano del año actual, pidiendo, por consiguiente, al ministro, se continúe la reparación urgente de carreteras y construcción de ellas, durante el período de transición hasta comenzar las hidráulicas”[14].

Para el pantano de Lácara se presupuestaba 260 km2 de área para la cuenca alimentadora, 22,7 millones de m3. La presa tendría 14,5 metros de altura, fabricada con tierra y con una cubicación de 73.600 m3, afectaría a los términos municipales de Montijo, La Garrovilla y Puebla de la Calzada, con una superficie de 3.800 has de zona regable, y un presupuesto de 2.709.600 pesetas.

Pero fue la Ley de Obras de Puesta en Riego de 1932, la que por primera vez se plantea decididamente la actuación integral del Estado en la transformación de regadío y colonización, con la que definitivamente las obras del pantano del Cíjara se pondrían en marcha.

La Ley de 10 de mayo de 1932 autorizaba la ejecución por el Estado de las obras incluidas en los planes de Mancomunidades o en los confeccionados por el Servicio de Planos de Obras Hidráulicas, en virtud de ello, por acuerdo del Consejo de Ministros y a propuesta del Ministro de Obras Públicas, se decretó la ejecución por el Estado del proyecto del pantano del Cíjara, en el Guadiana, dentro de las condiciones establecidas por el artículo 1º de la Ley de 10 de mayo de 1932[15].

Al fin, el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933 definió para el Guadiana las grandes líneas de lo que luego ha sido el Plan Badajoz. Plan impulsado desde el Ministerio de Obras Públicas, del que fue responsable el socialista Indalecio Prieto (15/XII/1931 al 9/IX/1933).

Para realizar este vasto programa nacional de obras hidráulicas, Prieto decidió transformar las Confederaciones Hidrográficas (administradoras de las obras hidráulicas desde 1926) en Mancomunidades ligadas entre sí por vínculos económicos, y controladas por el Estado como coordinador de las obras hidráulicas dentro de un plan nacional cohesionado y coherente.

Indalecio Prieto creó a tal efecto un organismo especial al que llamó Obras y servicios del Cíjara, cuyo objetivo era estudiar, proyectar y construir las obras en el embalse en el Guadiana y sus afluentes[16], los aprovechamientos eléctricos y los sistemas de riego entre el Portillo de Cíjara[17] y la frontera portuguesa.

El brazo derecho del ministro fue el ingeniero Manuel Lorenzo Pardo, hombre adicto a la Monarquía que había trabajado con Primo de Rivera. A pesar de sus ideas contrarias a las de Prieto, realizó su labor de principal asesor del recién fundado Centro de Estudios Hidrográficos con una eficacia asombrosa. Desde este Centro partieron todas las iniciativas tendentes a efectuar cambios decisivos en la agricultura española: regadíos, repoblaciones forestales, electrificación, etc., que, por otro lado, servirían para la realización de la Reforma Agraria sin tantas dificultades[18].

El Plan de Nacional de Obras Hidráulicas del año 1933 proponía la transformación de 108.000 has en la cuenca[19]. Entretanto, las obras de Cíjara proseguían, así como los trabajos y estudios del OSC (Obras y Servicios del Cíjara), que en 1934 presentó lo que, aunque sólo se denominase de este modo a partir de los años cincuenta, habría de ser el Plan Badajoz. Éste se basaría en los pantanos de Cíjara, Zújar, Alange y Puerto Peña, además del azud de derivación de Montijo para el riego de las Vegas Bajas[20].

Manuel Díaz-Marta describió así el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933: “Por primera vez en nuestro anales, se basó un Plan de esta clase en un concienzudo estudio de las realidades y previsiones económicas, armonizándose éstas con el probable desarrollo general del país”[21].

El 19 de febrero de 1933, Indalecio Prieto llegó a Badajoz, recibiendo a las autoridades provinciales y alcaldes de los pueblos de la provincia, con motivo de la inauguración de las obras del Pantano del Cíjara[22].

 

4.- PLAN DEL CÍJARA

 

Un estudio realizado por Obras y Servicios del Cíjara, bajo el título Las obras hidráulicas en la provincia de Badajoz, publicado en el año 1934[23], dedicado al entonces ministro de Obras Públicas, Rafael Guerra del Río (1885-1955)[24], que había nombrado director general de Obras Hidráulicas al ingeniero Manuel Lorenzo Pardo, autor del Plan Hidráulico Nacional, durante el mandato del ministro socialista Indalecio Prieto. Ambos, Guerra del Río y Lorenzo Pardo, fueron elegidos diputados nacionales por la circunscripción de Las Palmas de Gran Canaria, por el Partido Republicano Radical, desde el 5/XII/1933 hasta 07/I/1936[25].

Este estudio señala que el Plan del Cíjara comprende todas las obras a ejecutar para el aprovechamiento del río Guadiana y sus afluentes entre el Pantano de Cíjara hasta la frontera portuguesa.

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 FOTO NUM. 1

En el desarrollo del plan hay dos clases de obras: unas las de regulación de los ríos y otras las de aprovechamiento de los caudales regulados. Lo primero se consigue mediante los pantanos que figuran en el plan y lo segundo mediante los canales derivados y las redes de acequias, brazales de riego, etc.

El Plan del Cíjara decía ser el siguiente: En el Portillo de Cíjara, a la entrada del río Guadiana, en la provincia de Badajoz, se está construyendo el pantano que da nombre al conjunto de las obras hidráulicas de la región, que más tarde sería utilizado en el Plan Badajoz. Este pantano, de 1.080 millones de metros cúbicos de capacidad, permitía regular los caudales del Guadiana de tal manera, que se aseguraba una disponibilidad anual útil de 540 millones de metros cúbicos para su inversión en el regadío de las tierras de aguas abajo[26].

Se construirían tres presas de derivación con canales de riegos. Frente a Orellana la Vieja que regaría las vegas de los ríos Ruecas y Búrdalo, llegando a 40.000 hectáreas de los términos municipales de Rena, Villar de Rena, Santa Amalia y parte de los de Miajadas, Escurial y San Pedro de Mérida.

Más abajo de Mérida, sobre kilómetro y medio después de la desembocadura del río Aljucén, se están comenzando las obras de la derivación de las aguas del río Guadiana para el riego de las Vegas Bajas. Con este proyecto se regarán, por la margen derecha, 25.000 hectáreas de los términos municipales de Mérida, La Garrovilla, Torremayor, Montijo, Puebla de la Calzada y Badajoz, y por la margen izquierda, 12.000 hectáreas de los términos de Mérida, Arroyo de San Serván, Lobón, Talavera la Real y Badajoz[27].

El Plan de Cíjara, Obras hidráulicas en la provincia de Badajoz, explica las obras que comprende y los beneficios económicos que éste reportará a la región[28]. Valora las riquezas actual y creada[29], los beneficios sociales, el coste del plan[30] y tiempo necesario para su implantación, los beneficios para el Estado[31]. Compara la repercusión de la zona regable extremeña con otras ya establecidas y ofrece lo que será Extremadura con sus riegos.

 

5.- EL INGENIERO MANUEL DÍAZ-MARTA

 

Nació en Toledo el 22 de abril de 1909. Estudió el bachillerato en Toledo, en 1924 se trasladó a Madrid para preparar el ingreso en una academia de acceso a la Escuela de Caminos. Finalizó la carrera en enero de 1932, permaneciendo en Madrid dando clases de matemáticas hasta conseguir su primer empleo como ingeniero en la División Hidráulica del Guadiana en Ciudad Real. Poco después fue trasladado a Mérida, donde ingresó en el PSOE y trabajó en la construcción del pantano de Cíjara, uno de los proyectos más importantes del Plan Nacional de Obras Hidráulicas impulsado por Indalecio Prieto desde el Ministerio de Obras Públicas en 1933. Consiguió una beca de ampliación de estudios que realizó en Suiza y Alemania.

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FOTO NUM. 2

Durante la guerra civil prestó servicio en la Confederación Hidrográfica del Ebro, residiendo en Monzón (Huesca), posteriormente se incorporó al Regimiento de Caminos nº 2 y al Batallón de Obras y Fortificaciones nº 38, donde alcanzó el grado de comandante de ingenieros. Fue herido en el frente del Ebro. Finalizada la guerra se exilió en Francia, siendo internado en el campo de concentración de Sept-Fonds hasta que pudo embarcar en el Mexique rumbo a México, donde llegó en julio de 1939.

Colaboró en las revistas Las Españas de México e Ibérica de Nueva York. Residió en México hasta 1961, dedicándose a la docencia y a la actividad profesional, donde destaca su participación en las obras de abastecimiento de aguas en Acapulco y la construcción del viaducto y los nuevos muelles de Veracruz. Desde 1962 a 1977 fue consultor hidráulico en la Organización de Naciones Unidas y en la Organización de Estados Americanos, teniendo que residir por cuestiones de trabajo en Washington, Nueva York, Buenos Aires y Asunción.

Desenmascaró la propaganda del franquismo sobre el Plan Badajoz con la publicación de folletos y un libro donde explicaba el origen de dichas obras en los planes impulsados por la Segunda República: El franquismo se adorna con plumas ajenas (1955); La propaganda franquista pretende ocultar iniciativas y realizaciones de la República (1957) y Las obras hidráulicas en España: antecedentes, situación actual, desarrollo, datos y comentarios (1969)[32]. Regresó a España a comienzos de 1977, ejerciendo como jefe de la Sección de la Confederación Hidrográfica del Guadiana hasta su jubilación en 1979. Fue elegido diputado del PSOE por Toledo en las elecciones generales de 1977 y senador por la misma provincia en 1979 y 1982. Falleció en Madrid el 6 de diciembre de 1998[33].

 

6.- INGENIEROS EN LAS OBRAS Y SERVICIOS DEL CÍJARA

 

El gobierno de la II República, como hemos señalado anteriormente, abordó las obras del Cíjara. Para llevarla a cabo constituyó un organismo especial, al que llamaron Obras y Servicios del Cíjara, cuyo objetivo era estudiar, proyectar y construir las obras del embalse en el Guadiana y sus afluentes, los aprovechamientos hidroeléctricos y los sistemas de riego entre el Portillo del Cíjara y la frontera con Portugal. Se trataba de un proyecto presentado por el ingeniero Rafael de la Escosura, de 50 metros de altura y cerca de 500 millones de m3 de capacidad de embalse. Así lo describe el ingeniero Manuel Díaz-Marta el 11 de diciembre de 1969 en el periódico Le Socialiste, con el artículo La obra hidráulica en la República[34], con ocasión de haber publicado el libro Las obras hidráulicas en España. Antecedentes, situación actual, desarrollo datos y comentarios, editado por la Agrupación Europeísta de Méjico.

Continúa diciendo Díaz-Marta[35]: “posteriormente  se preparó un nuevo proyecto de la presa del Cíjara con mayor capacidad: 1.100 millones de metros cúbicos. En el Gobierno, el impulsor más entusiasta de los obras del Cíjara fue el ministro Prieto, secundado en un principio por el director de Obras Hidráulicas Antonio Sacristán[36], al que sustituyó Demetrio Delgado de Torres[37]. El director técnico del grupo del Cíjara en los primeros años fue Rodrigo Catena[38]. El subjefe era Juan Hereza García, autor además del proyecto de la presa del Cíjara[39]. Había además un grupo de ingenieros jóvenes, entre los destacaban José Castro y Raúl Celestino[40]”.

Manuel Díaz-Marta Pinilla entra a formar parte del equipo de ingenieros del Proyecto Cíjara a comienzos de 1933, siendo, afirma, el encargado de realizar el proyecto de una presa de derivación y un canal cuya finalidad era el riego de la vega de Montijo, que comenzó en el mes de marzo. Proyecto, según confiesa, para el que se contaba con datos ya elaborados, quedando ultimado en un tiempo récord ya que en julio lo había finalizado[41].

He localizado en el Archivo Municipal de Lobón un librito bajo el título Riegos de las Vegas Bajas de Extremadura. Canal de Montijo publicado por Obras y Servicios del Cíjara, hecho en Artes Gráficas Diana de Madrid, que recoge el texto de una conferencia pronunciada en Radio Badajoz por el ingeniero Manuel Díaz-Marta, en la que presenta el Proyecto de Riegos de las Vegas Bajas del Guadiana y el Canal de Montijo.

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FOTO NUM. 3

 

7.- PROYECTO DEL INGENIERO MANUEL DÍAZ-MARTA SOBRE LOS RIEGOS DE LAS VEGAS BAJAS Y EL CANAL DE MONTIJO

 

Comienza Díaz-Marta señalando que apenas existen antecedentes históricos del riego en las fértiles vegas de la provincia de Badajoz, situadas a orillas del Guadiana.

A primera vista resulta inexplicable que durante las dominaciones romana y árabe, tan constructivas, no se realizasen trabajos para poner en riego unos terrenos cuya fertilidad, clima y condiciones son tales, que hubieran podido competir sin desventaja con las feraces huertas levantinas. Tampoco quedan vestigios de obras de riego ejecutadas durante el resurgimiento español del s. XVI, o más modernamente, en la época de Carlos III, de gran actividad en toda clase de obras públicas.

La misma fecundidad de la Naturaleza en esta zona de Extremadura, fue sin duda, una de las causas de que las generaciones anteriores no pensasen en aumentar la producción de las tierras mediante el riego. La tierra era lo bastante pródiga para que existiesen gran número de ciudades romanas, algunas muy populosas, solamente con la agricultura de secano.

Se conservan, no obstante, pantanos de esta época, los llamados Proserpina y Cornalvo, pero se destinaron al abastecimiento de poblaciones y solamente debieron utilizar algún sobrante en el cultivo de algunas quintas o villas de recreo. Tiene también explicación el hecho de que los árabes no establecieran regadíos en esta comarca como lo hicieron en casi todas las de climas y condiciones análogas[42].

Más aficionados a las filigranas constructivas que a realizar obras de gran consistencia, fueron poco competentes en construcciones para embalsar y regular el agua; en cambio, dominaban el arte de desviarla de los ríos conduciéndola a la tierra por canales y acequias; pero el Guadiana, por sus prolongados y fuertes estiajes, se adapta muy mal, sin una regulación previa, a la clase de obras concebidas y ejecutadas por este pueblo[43].

 

7.1.- Los terrenos regables

 

Abandonemos por ahora los cálculos de disponibilidades hidráulicas para examinar los terrenos que por su mayor rendimiento probable y menor coste de las obras por su más adecuada topografía son más indicados para la implantación de regadíos.

Existen principalmente dos amplísimas vegas correspondientes a antiguas formaciones lagunares del Guadiana, bautizadas por el ilustre geólogo don Eduardo Hernández Pacheco[44] con los nombres de Sereniana y Augustana. La primera llanura donde están enclavados los pueblos de Villanueva de la Serena, Don Benito, Villar de

Rena, Rena, etc., comprende una extensión a ambos lados del Guadiana no muy inferior a 65.000 hectáreas.

La terraza Augustana (llamada así por estar situada entre Emérita Augusta y Pax Augusta) es una espléndida llanura de unas 40.000 hectáreas, en la cual se asienta Montijo, Puebla de la Calzada, Talavera la Real y Badajoz, entre otros pueblos menos importantes.

Una zona de esta última vega -la llamada en el mapa zona I (foto-4)- se ha escogido, por ser la más poblada y mejor comunicada de todas ellas, como punto de partida para el establecimiento del riego en las zonas reseñadas. La vega de Montijo y Puebla de la Calzada, cuyos habitantes gozan fama de excelentes cultivadores en toda la comarca, es la que ha de servir de ensayo para los trabajos sucesivos de extensión del regadío a las demás zonas, y en la que hoy ciframos todas nuestras esperanzas.

 

7.2.- Canal de riegos de la vega de Montijo

 

Este canal es el primer objetivo del plan de obras después del pantano del Cíjara; su construcción y la de la red de acequias complementarias, deben de llevarse de tal modo que sirvan para utilizar el caudal regulado por el pantano del Cíjara, apenas la presa alcance altura suficiente para comenzar la regulación.

La vega que denominamos de Montijo tiene una extensión de 15.200 hectáreas, todas en terreno llano y de excelente calidad[45], pertenecientes a los términos de Mérida, La Garrovilla, Torremayor, Puebla de la Calzada y Badajoz. El primer proyecto de canal se ha circunscrito, por tanto a la zona I (foto-4)  que estamos hablando.

La zona II (foto-4) se pondrá en riego mediante la prolongación posterior de este canal por otro trozo que comprenderá desde la ribera de la Alcazaba a la frontera portuguesa. La zona III (foto-4) de la margen izquierda se dominará con un canal que arranque de la misma presa de derivación del canal de Montijo.

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FOTO NUM. 4

 

7.3.- Distribución de cultivos

 

En el avance de distribución de cultivos señalado en el proyecto se han destinado extensiones considerables al cultivo del maíz que se importa anualmente por valor de más 80 millones de pesetas, e igualmente al de otras plantas forrajeras, en la seguridad de obtener un elevado rendimiento de estos cultivos y fácil mercado para sus productos por la importancia ganadera de esta región, abundante en pastos durante la primavera, pero escasísima en el verano, y a veces en otras épocas.

Se ha señalado un 20 por ciento de la extensión total para el cultivo de plantas industriales: algodón, tabaco, remolacha, etc. (el cultivo de las dos primeras ha dado buenas resultados en algunos puntos de Extremadura).

Por último, se destina a huerta una extensión quizás grande por tratarse de riegos de nueva creación, pero que está justificada por el consumo de hortalizas que puede suponerse a la comarca circundante de bastante población y riqueza, donde hoy escasean[46].

Los nuevos cultivos de regadío elevarán el valor de la producción anual de estas 15.000 hectáreas hasta la cifra de 40 ó 50 millones de pesetas, según cálculos realizados, partiendo de precios y producciones medias de cada cultivo.

Una buena parte estará destinada a jornales, lo que unido a la mayor variedad y mejor distribución de cultivos y a la segura aparición de industrias derivadas e incremento del comercio y transportes, resolverá de plano la crisis de trabajo que hoy azota a esta comarca, y aún absorbería el excedente de brazos de muchos pueblos de la región.

 

7.4.- Descripción de la obra

 

La presa de derivación. Se proyectó una presa constituida por un aliviadero de 150 metros de longitud que ocupa la parte central y una serie de compuertas de desagües adaptadas a las irregularidades del río, cuyo objeto es evacuar las crecidas sin que se produzca en el remanso una elevación superior a un metro.

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FOTO NUM. 5 Y 6

Las dos primeras compuertas de la derecha, de seis metros de anchura por cuatro de profundidad, sirven para la limpieza de los sedimentos que se depositan ante el canal de Montijo; a continuación hay tres compuertas de 8 x 8, emplazadas en la parte más profunda del cauce, y otras tres alzas automáticas cubriendo vanos de 20 x 3,50. En la izquierda hay situadas dos compuertas de limpia de 6 x 4,50, iguales a las de la derecha, ante la toma de agua del canal correspondiente.

El arranque de este canal de la margen izquierda es una de las mayores dificultades a vencer. En los primeros 300 metros tiene que atravesar un terreno muy movido, formado por acarreos muy erosionables, en el que queda la huella de un cauce antiguo del río. Se ha resuelto esta dificultad, asegurando la obra contra crecidas y arrastres, por medio de un canal cubierto, que en el paso de la parte más baja de esa depresión se convierte en vertedero y aumenta así la capacidad de desagüe de la presa.

Ambas tomas de agua, las de los canales de la derecha y la izquierda, se realizan por medio de un bocal de admisión, una cámara de sedimentación y regulador compuesto de cinco compuertas en el de Montijo y de dos en el canal, aún no proyectado, de la izquierda[47].

El canal. Tiene una capacidad inicial de 14,26 m3/s y pendiente de 0,000013. La sección es trapezoidal, con calado uniforme de 2,50 metros, banquetas de 0,50 y taludes en general de 1×1. En el origen tiene una anchura en la base de 6,50 metros que va disminuyendo a medida que necesita transportar menos caudal. El canal discurre siempre por el contacto de la planicie que constituye la vega con el terreno más inclinado de formaciones geológicas anteriores.

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FOTO NUM. 7

Como el terreno es de buena consistencia se construirá la sección sin revestimientos, con la capacidad suficiente para las necesidades actuales, aunque algo aumentada en los últimos kilómetros, con el fin de que estas secciones, cubierta con un revestimiento liso que aumente la velocidad del agua conducida, sirvan para el transporte de los caudales mayores que han de necesitarse cuando se construya la prolongación del canal para regar la zona II (foto 7).

Al mismo tiempo que el canal se construirá con los productos de la excavación un camino de servicio de cuatro metros de anchura, paralelo e inmediato a él, de gran utilidad para las reparaciones, obras e inspecciones, y que servirá además como una nueva vía comercial de la zona.

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FOTO NUM. 8

El trozo actual de este canal tiene como única obra importante la del paso del Lácara, con acueducto enterrado. Es en esencia una galería cubierta de 1.329 metros de longitud, que pasa por debajo de todos los brazos en que se divide el río Lácara al extender por una depresión muy llana. El acueducto se continuará por un túnel, que traviesa una loma situada inmediatamente después de la vega del Lácara. Se prefirió esta solución de paso subterráneo del Lácara para poner el canal a cubierto de cualquier avería que podría tener lugar si se construyeses terraplenes de tan grande extensión.

Las otras obras, salvo la de paso del arroyo Salado, de alguna importancia, son sólo pasos de caminos o cruces de vaguadas que no merecen especial mención.

El trozo del canal cuyas particularidades hemos descrito sucintamente tiene 30 kilómetros de longitud desde la presa hasta el punto en que vierte en la ribera de la Alcazaba donde termina, 15 kilómetros después del paso por las inmediaciones de Montijo[48].

 

7.5.- Conclusión

 

Hemos querido dar en estas notas un avance de lo que serían los futuros regadíos de la provincia de Badajoz, cuyos núcleos radicarían en las dos vegas de la Serena y de Montijo y Badajoz, y una idea esquemática en cuanto al aspecto técnico del canal de la vega de Montijo, de más inmediata construcción. Pero la resolución técnica, con ser muy importante, no lo es todo. Es al mismo tiempo lo más difícil, puesto que sólo se preocupa de la resolución de las dificultades, y lo más fácil de conseguir por la cantidad de medios que se acumulan ante estos problemas y la organización que se les enfrenta.

Aún, suponiendo resueltos totalmente en los dos aspectos: técnico y económico, el nervio del gran problema que hemos querido plantear en estas líneas, quedan la infinidad de problemas derivados: acequias, constitución de Comunidades de regantes, enseñanza agrícola, constitución de entidades de crédito, organización comercial, creación de industrias complementarias, construcción de nuevos poblados y de vías de comunicación, etc. Y, sobre todo, el sin número de pequeñas cuestiones que han de presentarse ante la implantación de los más remuneradores cultivos y métodos, pero también más costosos y exigentes, al propietario, al labrador, al colono, al simple peón…, para cuya resolución sin vacilaciones ni desmayos es necesario que todos nos sintamos colaboradores o propagandistas de esta gran obra y que procedamos a crear al ambiente de emoción y fe intensa en el porvenir, en el que se han gestado todas las grandes creaciones de los pueblos.

En suma, he aquí esbozada una vasta empresa que puede y que debe absorber las energías de todos los hijos y habitantes del país que quieran morir con la satisfacción de haber contribuido al engrandecimiento de la comarca en que vivieron y trabajaron y a la resolución de los angustiosos problemas económicos que hoy la agobian[49].

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FOTO NUM. 9

 

8.- EPÍLOGO

 

            Manuel Díaz-Marta señala que el túnel de desviación del Cíjara estaba en funcionamiento desde 1934, y en 1936, al producirse la guerra civil, el cuerpo de la presa se elevaba sobre el terreno alrededor de unos veinte metros. En el canal de Montijo se trabaja también con actividad. Las excavaciones del canal llegaban cerca del pueblo de Torremayor. Si bien la presa de derivación no se había iniciado y naturalmente no había zonas de riegos, se estaba preparando su construcción, así como las de otras auxiliares para el regadío[50].

Finalizada la guerra civil, el 20 de diciembre de 1940 el Diario Hoy ofrecía a los lectores esta noticia “en menos de tres años estará construido el canal de Montijo. Tendrá 30 kms y se invertirán 18 millones ptas. La ejecución se emprenderá con las Colonias Penitenciarias”[51]. La noticia desarrollaba la propaganda franquista del momento: “El Consejo de Ministros ha declarado de urgencia la obra, cuya construcción se va a acometer con las Colonias Penitenciarias Militarizadas, esa magnífica obra de redención que tan importantes construcciones está llevando a cabo bajo el Patronato directo del Caudillo”[52].

En este contexto el ingeniero Manuel Díaz-Marta señalaba que “las discordancias entre la política hidráulica del segundo tercio del s. XX y las del primero, pueden explicarse teniendo en cuenta los condicionamientos de la época: El gran impacto de la política hidráulica del primer tercio del siglo y del Plan Nacional de Prieto en los que dirigieron esa política desde el año 1940, porque los ejemplares del Plan fueron arrojados a las llamas. Poco después, los que quedaron, fueron considerados como la Biblia para lo que quedaba por hacer”[53].

Manuel Díaz-Marta Pinilla, residiendo en México tuvo noticias de la difusión internacional del Plan Badajoz propiciado desde la dictadura del general Franco, publicando en el país azteca, en 1969, Las obras hidráulicas en España, con el fin de aclarar los orígenes de este Plan, debido al gobierno de la República. Las saludables intenciones de tan prestigioso ingeniero han sido las que me han llevado a estudiar y divulgar su obra que ha sido arrinconada y silenciada durante años.

El informe del Plan del Cíjara afirmaba, en septiembre de 1934, con ello concluyo este trabajo, que lo proyectado durante la II República, auguraba lo que años más tarde el Plan Badajoz recogió: “cuando cada parcela sea un vergel donde habite una familia que sienta la emoción insuperable de saber que la hectárea que cultiva le dará todo lo necesario para satisfacer su sustento, y tenga una casa al lado de la tierra que labore; cuando nuestras líneas férreas se vean surcadas por largos trenes de mercancías que en las épocas de recolección lleven esos productos a los centros de consumo o exportación, y las carreteras, con un trajinar constante, vomiten camiones de productos agrícolas en las fábricas aquí establecidas, para la manufactura de los productos derivados de la nueva agricultura; productos elaborados aquí, en fábricas establecidas al calor del mayor poder adquisitivo de la región; cuando los pueblos con Ayuntamientos más ricos y con habitantes viviendo en casas higiénicas ejecuten obras de urbanización que hoy desecharíamos por ostentosas; cuando, en fin, sea la gama del verde la que entone el paisaje extremeño, entonces, tal vez, haya perdido Extremadura un aspecto de la poesía que nos hablaba de sus campos bermejos, pero España habrá conquistado para la sociedad a los hombres de Extremadura y habrá cancelado la deuda que con ellos contrajo cuando los hombres de Extremadura conquistaron un nuevo mundo para España”[54].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] PONZ, A: Viajar por Extremadura II. Badajoz 2005.  p. 155.

[2] PONZ: Viajar… Op. cit. Nota del editor.

[3] Ibídem. p. 158.

[4] LÓPEZ, T.: La provincia de Extremadura a finales del siglo XVIII. Mérida 1991. Entiéndase las acepciones pingüe como grande y abundante, y la inculta como terreno que no está cultivado.

[5] REY VELASCO, F.: Historia económica y social de Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Badajoz 1983. pp. 127-128.

[6] LÓPEZ: La provincia de… Op. cit. p. 360

[7] Archivo Municipal de Lobón. Legajo 5, Carpeta 1.

[8] MELÓN JIMÉNEZ, M.A.: Ilustrados y reformistas en Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Entre un nuevo orden y el volver las cosas al ser antiguo. Extremadura y la modernidad. Badajoz 2009. p. 57.

[9] LÓPEZ: La provincia de… Op. cit. p. 317.

[10] DIAZ-MARTA PINILLA, M: Evolución de las políticas hidráulicas españolas desde la Ilustración hasta nuestros días. Congreso Ibérico sobre gestión y planificación de aguas. Zaragoza 1998.

[11] BAIRAGORRI, A.: El Plan Badajoz. Conferencia en el CEP-MEP de Badajoz, 1996. pp. 4-5.

[12] Se trata de Rafael Benjumea y Burín (Sevilla 1876-Málaga 1952). Fue ministro desde 3/XII/1925 hasta el 30/I/1930.

[13] ACEDO CASTILLA, JOSÉ F.: La política hidráulica en el valle del Guadalquivir. Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Minervae Baeticae. 1977.  p.110.

[14] DIARIO LA LIBERTAD. Badajoz. 6/II/1932. La Junta estaba presidida por el ingeniero jefe de Obras Públicas de la provincia, junto con el presidente de la Diputación provincial, los alcaldes de Badajoz, Zafra, Jerez de los Caballeros y Mérida, tras ingenieros de Caminos, señores Catena, Ansorena y Díaz Ambrona; y dos abogados, Hermida y Bardají.

[15] Decreto de fecha 3/X/1932. Gaceta de Madrid núm. 279, 5/X/1932. pp. 66-67. Siendo presidente de la República Niceto Alcalá Zamora y Ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto.

[16] Según informe del ingeniero Manuel Díaz-Marta Pinilla.

[17] Situado en un estrechamiento entre las sierras de La Lobera y La Rinconada.

[18] RUIPÉREZ, M.: Indalecio Prieto: Entre la República y el Socialismo. Revista Tiempo de Historia núm. 13, diciembre 1975.

[19] En el año 1932 el número de hectáreas de cultivos y aprovechamientos de la provincia de Badajoz era de 2.178,4 millones, de las que 1.284,7 millones era montes, dehesas y pastos. Conf. INE. Anuario Estadístico de España.

[20] BAIRAGORRI: El Plan Badajoz… Op. cit. p. 5.

[21] MERINO, M. del M.: Manuel Lorenzo Pardo (1881-1953). Revista Ambienta. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Año 2001, núm. 2. p. 64.

[22] Archivo Municipal de Lobón. Legajo 87, Carpeta 1. 18/II/1933. Archivo Municipal de Montijo. Registro Actas de Sesiones (1932-1933) Tomo X. Sesión celebrada el 18/II/1933, fol. 24. Por Lobón asistió Esteban Muñoz María, primer teniente de alcalde. En Montijo lo hizo el alcalde Miguel Merino Rodríguez

[23] Fechado en septiembre, en la ciudad de Mérida.

[24] Miembro del Partido Republicano Radical. Fue ministro de Obras Públicas entre septiembre de 1933 y octubre de 1934.

[25] Conf. www.congreso.es Histórico de Diputados.

[26] OBRAS Y SERVICIOS DEL CÍJARA: Las obras hidráulicas en la provincia de Badajoz. Año 1934. p.9.

[27] Ibídem. p. 10.

[28] Agrupándolos en tres clases: Los generados por el paso de cultivo de secano a regadío. Los producidos por la creación de industrias derivadas por la nueva agricultura y ganadería. Beneficios resultantes de industrias no relacionadas con las anteriores. Ibídem. p. 12.

[29] Ascendiendo a un total de 2.315,3 millones de pesetas. Ibídem. p. 20.

[30] Cifrado en 212 millones de pesetas. Ibídem. p. 23.

[31] Estimados por el canon de obras a los regantes, por el exceso de la contribución de las tierras de regadío sobre las mismas tierras de secano, y por las contribuciones indirectas percibidas por industrias, transportes y demás elementos que nazcan del estado de cosas por el regadío. Ibídem. pp. 24-25.

[32] También en el periódico EL SOCIALISTA, AÑO XIII, núm. 5.890, 29/VII/1957. p. 4, editado en Toulouse (Francia).

[33] Notas extraídas de la Fundación Pablo Iglesias (Diccionario biográfico), y DIAZ, J.A.: Aproximación al exilio republicano: Castellanos sin Mancha. Exiliados castellanos- manchegos tras la guerra civil. Revista Añil núm. 19, Universidad Castilla La Mancha. Año 1999, p. 8. También en Cátedra del Exilio. Proyecto Exiliados en México. Política y Sociabilidad. CIHDE/UNED.

[34] Le Socialiste se editaba en Francia. La redacción estaba en 12, Cité Malasherbes-Paris, 9, su director era Georges Brutelle. Se trata del número 406 de su octavo año. En una de sus cabeceras se insertaba este anuncio: “Se ha prohibido El Socialista y nosotros os devolvemos Le Socialiste. Queremos sencillamente restituiros, como hermanos, algo al menos de los medios que tan vergonzosamente os acaban de quitar”.

[35] Páginas 4 y 5 de Le Socialiste. También puede consultarse el artículo de Julián Leal en el Diario HOY, 18/IX/1996, con ocasión de participar Díaz-Marta en el Aula Hoy de Badajoz.

[36] Catedrático de Derecho Mercantil (Madrid-1902-México 1986). Fue, a finales de junio de 1931, diputado por Cáceres por el partido Acción Republicana. Fue nombrado por Indalecio Prieto director general de Aduanas y director general de Obras Hidráulicas. Sería depurado en 1937. Se exilió en Paris y en México D.F., donde fue profesor de Teoría del Derecho Económico y Teoría Monetaria, en la Universidad Nacional Autónoma. Conf. Universidad Carlos III de Madrid. Diccionario de catedráticos españoles de Derecho (1847-1943)

[37] Ingeniero Agrónomo. Fue delegado del gobierno en las Mancomunidades Hidrográficas del Duero y el Guadalquivir.

[38] Sobre él afirma Díaz-Marta: “Trabajador infatigable, al que se debe más que a nadie la disciplina de trabajo y alta eficacia con la que actuó aquel grupo”. Conf. Le Socialiste. 11/XII/1969, núm. 406. p. 4.

[39] La Presidencia de la Junta Técnica del Estado, publicaba en el suplemento del BOE núm. 37, Año II, el 13/II/1937, “Examinado el expediente instruido por el Ingeniero Director de Obras y Servicios del Cíjara, expediente ampliado después por el Ingeniero Jefe de Obras Públicas de Badajoz contra el Ingeniero de Caminos don Juan Hereza García, afecto a aquellos servicios, de lo cual resulta que el expedientado no solamente era hombre de ideas políticas disolventes, sino que las llevó a la práctica, contribuyendo a la formación de las milicias rojas que se constituyeron en el Pantano de Cíjara, Vista la propuesta de V.E., el Decreto 108 de la Junta de Defensa Nacional y el Decreto-Ley de 5/XII/1936, esta Presidencia ha dispuesto la separación del servicio del citado funcionario y su baja definitiva en el escalafón de su Cuerpo”.

[40] Presidente de la Comisión del Patronato de la Escuela Técnica Superior de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, y presidente de la Fundación Agustín de Betancourt. Publicó varios trabajos que analizan los sistemas de abastecimiento romano.

[41] Le Socialiste, Op. cit. 11/XII/1969. p. 4

[42] Conferencia pronunciada en Radio-Badajoz por el ingeniero Manuel Díaz-Marta. Obras y Servicios del Cíjara. p.4. Díaz-Marta probablemente dio esta conferencia en 1933, una vez que finalizó el proyecto.

[43] Manuel Díaz-Marta y José A. García-Diego publicaron el trabajo “Las obras hidráulicas españolas y su relación con las americanas”, en la Fundación Juanelo Turriano, en el que detallan las presas extremeñas de la Edad Moderna, mencionando la Presa de Trujillo, también llamada Albuera de San Jorge, construida por Francisco Becerra en el año 1577.

[44] Geólogo, paleontólogo y arqueólogo (Madrid 1872-Alcuéscar 1965). Su tesis doctoral la realizó sobre “Estudio geológico de la Sierra de Montánchez”.

[45] Un año después de la realización del proyecto, Díaz-Marta afirmaba sobre la Vega de Montijo, que era fértil, con densidad de población agrícola y abundancia de medios de comunicación, haciéndola una de las mejores zonas de España para la implantación del regadío. Conf. DIAZ-MARTA, M: “El Canal de riegos de la Vega de Montijo”. Revista de Obras Púbicas. Núm. 2.658. 1/XII/1934. p. 434.

[46] Se destinaban 3.040 has. a cereales de invierno, 3.648 para praderas artificiales, 2-380 has para maíz y segundas cosechas. 912 para forrajes y legumbres. 3.040 a plantas industriales, 1.368 para huerta y cultivo hortícola, y 760 has. para cultivos arbustivos y arbóreos. Conf. Conferencia pronunciada en… Op. cit. p. 8.

[47] Que permitían la admisión de 22 m3/s, en el canal de Montijo, y en el de la izquierda (luego llamado canal de Lobón) capacidad para 8 m3/s. Conf. DIAZ-MARTA, M: “El Canal de riegos… Op. cit. p. 435.

[48] Conf. Conferencia pronunciada en… Op. cit. p.14.

 

[49] Conf. Conferencia pronunciada en… Op. cit. pp. 15 y 16.

[50] Le Socialiste, Op. cit. 11/XII/1969. p. 4.

[51] En las Vegas Bajas del Guadiana, concretamente en Montijo, se creó la Segunda Agrupación de Colonias Penitenciarias Militarizadas donde los prisioneros, llegados de toda España, la mayoría condenados a treinta años, llevaron a cabo el trabajo más duro en la construcción del canal de Montijo a cambio de obtener la libertad condicional en tres o cuatro años. Conf. “La represión republicano-franquista en la provincia de Badajoz”. GUTIERREZ CASALÁ, J.L. p. 236, en Memoria Histórica y Guerra Civil: Represión en Extremadura, coord. por CHAVES PALACIOS, J. Badajoz 2004.

[52] Diario Hoy. También en: El Plan Badajoz: entre la modernización la propaganda política. RIESCO ROCHE, S. y RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, F.J. International Conference, Lisbon, ISCTE-IUL, 27-30 January 2016, p.8.

[53] DIAZ-MARTA: Evolución de las políticas hidráulicas… Op. cit. p. 11

[54] Conf. OBRAS Y SERVICIO DEL CÍJARA: Las obras hidráulicas… Op. cit. pp. 29 y 30.

Dic 052016
 

 

José Luis Cifuentes Perea. Licenciado en Historia Contemporánea. Universidad de Barcelona.

Manuel Antonio García Ramos. Militar en la Reserva.

El 3 de noviembre de 1770 ve la luz la Real Ordenanza de Reemplazo Anual del Ejército con el Servicio Obligatorio promulgada durante el reinando Carlos III, con esta exposición de motivos empieza lo que para muchos autores es el punto de partida del ordenamiento jurídico español para la regulación del reclutamiento militar en la forma como hasta hace unos años lo hemos conocido. Con su promulgación se daba inicio a 230 años de reclutamiento obligatorio, reclutamiento que vivió la última asignación de destinos el 8 de noviembre de 2000 para los jóvenes del reemplazo del 2001, por fin y después de tantos lustros, un gobierno de la derecha española, presidido por José María Aznar ponía punto y final al reclutamiento obligatorio al convertir en profesionales las Fuerzas Armadas españolas. Este final era el resultado del cumplimiento de uno de los puntos del llamado Pacto del Majestic, suscrito entre las cúpulas de Convergència i Unió (CIU) y el Partido Popular (PP) el 28 de abril de 1996.[1]

El estudio de los diferentes sistemas de reclutamientos que han existido a lo largo de estos 230 años es algo que no podemos alcanzar desde estas líneas, nuestro trabajo se centrará en el análisis de un sistema de reclutamiento específico, el sistema de reclutamiento de una determinada etapa, el sistema de reclutamiento del régimen político que se conoce en la historia contemporánea de España como La Restauración. El objetivo de este trabajo consiste en el análisis de las actas de clasificación y declaración de soldados de los mozos de la ciudad de Trujillo, provincia de Cáceres, y en el espacio cronológico que comprende los años 1890 a 1898. Para ello pasaremos revista a dichas relaciones así como a los Libros de Actas de su Ayuntamiento durante los años citados, intentando extraer las mayores dosis de información que podamos, de forma que esta primera aproximación al estudio de este fenómeno social que fue el reclutamiento obligatorio pueda servir de base para futuros estudios sobre el tema en la localidad, comarca o provincia.

La fuente de la que nos serviremos será básicamente la de los expedientes de Quintas y las Actas de Clasificación y Declaración de Soldados de la ciudad de Trujillo. Sin olvidar, claro está, la legislación aplicable a todo el proceso de reclutamiento militar que regía por aquellos años, nos estamos refiriendo a La Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejercito de 11 de julio de 1885, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 11 de julio de 1885 modificada por la de 21 de agosto de 1896, el Reglamento para la ejecución de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 11 de julio de 1885 modificada por la de 21 de agosto de 1896, y por último el Reglamento para la declaración de exenciones del servicio en el Ejército y en la Marina por causa de inutilidad física.

Por último, no podemos dejar de consignar que con el fin de explicar lo más claro posible aquello de lo que estamos tratando, buscaremos cuantos ejemplos sean necesarios, primero en el propio Trujillo, segundo en el entorno de la provincia de Cáceres, tercero en la propia Extremadura, y si fuera necesario en cualquier punto del estado español. Con ello intentaremos hacer más luz sobre una historia un tanto oscura en lo que a su divulgación se refiere.

EXPLICACIONES PREVIAS

Durante toda la década de los 90 [1890] el municipio de Trujillo estuvo adscrito a dos zonas de reclutamiento diferentes, en 1891 estaba ligado a la número 67 con cabecera en Plasencia y conformada por los municipios que conforman los partidos judiciales de Alcántara, Cáceres, Coria, Garrovillas, Hervás, Hoyos, Jarandilla, Logrosán, Montánchez, Plasencia, Trujillo y Valencia de Alcántara; en 1894 pertenecerá a la número 40 con cabecera en Cáceres y compuesta por los municipios que conforman partidos de Herrera del Duque, Logrosán, Trujillo, Montánchez, Cáceres, Valencia de Alcántara, Alcántara, Garrovillas, Coria, y Hoyos, y finaliza el año de nuestro estudio, 1899, manteniendo su pertenencia a la zona 40 con cabecera en Cáceres[2].

La Constitución española de 30 de junio de 1876, establecía en su artículo tercero de forma clara y concisa que “Todo español está obligado à defender la patria con las armas, cuando sea llamado por la ley…” dicha premisa lleva a pensar que el servicio militar o servicio de las armas era de carácter obligatorio, cosa que no era del todo cierta como llegado el momento veremos.

Partiendo pues de la premisa constitucional de la obligatoriedad, las leyes que recogerían el entramado legislativo relativo al servicio militar establecen de forma clara que el servicio militar es obligatorio para todos los españoles durante el periodo y dentro de las edades que determina la Ley, en este caso la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejercito de 11 de julio de 1885, y la posterior Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 11 de julio de 1885 modificada por la de 21 de agosto de 1896. En el artículo primero se especificaba claramente: “Ningún [español] con aptitud para manejar las armas podrá excusarse de prestar este servicio en la forma y situación que la ley y reglamentos determinen.”

La duración del servicio en filas fue variado a lo largo de los años, en los inmediatamente anteriores a los años que nos ocupan variaron, entre los ocho años entre 1856 y 1882 repartidos en cuatro activos y cuatro de reserva, y los doce años en 1885 y 1896, de estos doce años el servicio propiamente dicho tenía una duración de tres años en tiempo de paz y generalmente cuatro en tiempo de guerra, a continuación los mozos o soldados pasaban a la situación de reserva la activa, hasta cumplir entre ambas situaciones seis años y finalmente los otros seis años hasta perfeccionar los doce en la segunda reserva.

El reclutamiento y su formación

Todas las capas de la Administración del Estado intervenían en las labores del reclutamiento, desde el Ministerio de la Guerra, encargado de fijar los contingentes anuales para el reemplazo, hasta la más simple y pequeña de las parroquias, pasando por órganos del Ministerio de Justicia y las Diputaciones Provinciales, pero sin duda alguna eran los Ayuntamientos los que desarrollaban la parte principal del proceso, ya que de ellos nacían el inicio de todas las labores.

El proceso de incorporación de un mozo al ejército se desarrollaba en tres etapas sucesivas: la inscripción como sujeto sorteable, su clasificación en atención a las objeciones que expresase en los diferentes juicios de declaración y, por último, la obligación respecto al servicio en el ejército, según fuera excluido, exceptuado, redimido, sustituido o ingresado a filas.

La primera fase, la de la formación de las listas (formación del alistamiento según la denominan las distintas Leyes de Quintas), venía delegada en la supuesta fiabilidad y competencia de unas fuentes de información, fuentes que eran: los padrones municipales, el Registro Civil, los registros parroquiales y la colaboración de los encargados de establecimientos benéficos o correccionales.

Por el artículo 39 de la Ley de reclutamiento y reemplazos de 1885 y por el 44 de la de 1896 los curas párrocos de las parroquias de todo el territorio español estaban obligados a colaborar con la Administración civil municipal en el acto denominado como formación del alistamiento. La Iglesia, aunque aceptó el requerimiento que por Ley les imponía tal colaboración no lo hizo de buen grado, tanto es así, que el Arzobispo de Santiago de Compostela, presentó unas alegaciones encaminadas a suprimir dicha obligatoriedad, amparándose para ello en unas teóricas contradicciones de la Ley, y el hecho de que los párrocos debían someterse primero a las órdenes de sus superiores antes que a las de la Administración Pública, aunque este acatamiento jerárquico no signifique la negación de auxilio para con esta. En virtud de estas alegaciones el Ministerio de la Gobernación se ve en la obligación de emitir una circular para dar las instrucciones a seguir y dejar zanjado el contencioso. Instrucciones que se plasman en la Real Orden Circular de 12 de marzo de 1895, publicada en la Gaceta del día siguiente, por esta circular se obligará a los curas párrocos a remitir en el mes de diciembre de cada año a sus respectivos Ayuntamientos relación de los mozos inscritos en sus parroquias y que se hallen comprendidos en el primer párrafo del artículo 26 de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo. Dichas relaciones debían ir firmadas por los párrocos y con el sello de la Parroquia. Por su parte los Alcaldes no podrían exigir de los curas párrocos la exhibición de los libros parroquiales, dado que estos no tienen carácter de documento público según el artículo 35 de la Ley de Registro Civil de 1870, vigente entonces.

Al amparo de esta Circular, los alcaldes de los municipios podían solicitar por escrito de los curas párrocos la oportuna relación de los mozos a fin de poder tenerla a la vista el primero de enero fecha en que daban comienzo las operaciones del alistamiento. Esta acción de relacionar los mozos nacidos en un determinado año tenía lugar en los meses de diciembre, para que pudiera ser presentada ante las autoridades municipales el primer día de enero, también en diciembre, pero en los últimos días o como muy tarde el día primero de enero, tenía lugar la publicación de un Bando municipal, en el que el Alcalde daba cuenta del inminente inicio de las labores encaminadas a conformar el alistamiento de los mozos que deben ser llamados al servicio militar el año en cuestión. El alistamiento general de todos los mozos se hacía cada año con independencia del cupo de soldados que se debía aportar, el cual era distribuido entre todos los municipios – en proporción a su número de habitantes – por la Diputación Provincial.

A partir de la relación eclesiástica, de los datos extraídos de los padrones de habitantes de habitantes y la relación que se emitía a partir de los datos referentes a los asentamientos de los nacimientos existentes en el Registro Civil de la ciudad se iniciaba el trámite para las operaciones de alistamiento de los mozos. Hemos de apuntar que si bien el Registro Civil se instituyó en España en 1870, no fue hasta 1878, cuando podemos afirmar que empieza a recoger una información generalizada. La limitada calidad de los datos aportados por el Registro hasta entrado ya el siglo XX era un hecho reconocido por las mismas autoridades civiles, que como muestra de su escaso grado de fiabilidad, daban un mayor valor a los datos registrados por la Iglesia. De ahí su imposición en el tema de la colaboración de la Iglesia en el acto del alistamiento.

En los primeros días del mes de enero, el día lo fijaba el Bando que publicaba el Ayuntamiento, y a una hora temprana daba comienzo el acto de levantamiento del Acta de Alistamiento, se iniciaba con la lectura de las diferentes leyes y disposiciones por las que se amparaba la celebración del evento. En ese primer día se confeccionaba una lista denominada como del alistamiento. Tras un tiempo en exposición pública, unos quince días, para permitir a los interesados hacer las reclamaciones de inclusión o exclusión necesarias, se procedía a emitir las definitivas, supuesto este que debía ser cerrado en el mes de febrero. La rectificación era una onerosa tarea que suponía en muchos casos la localización de los mozos, la consulta con otros ayuntamientos y servicios, el interrogatorio a los vecinos, la investigación, en suma, del paradero de numerosos individuos que se hallaban sin localizar con el único fin de obtener una lista fidedigna de alistamiento.

En la mañana del segundo domingo del mes de febrero (1885) o el primer domingo del mes de marzo se reunirán los Ayuntamientos que ya habrán cerrado definitivamente las listas, y para desarrollar el Acto de Clasificación y Declaración de Soldados.

Terminada la operación del Acto de Clasificación y Declaración de Soldados, (este acto será estudiado con más detenimiento en el siguiente apartado), se procedía a realizar las mismas operaciones con los mozos que resultaron excluidos temporales o exceptuados en los tres últimos reemplazos previos.

La segunda etapa, la de clasificación en atención a las objeciones que expresase en los diferentes juicios de declaración es el denominado acto de clasificación y declaración de soldados, que junto al sorteo, constituyen el instante culminante en el reclutamiento de aquellos mozos que debían cada año ingresar en la milicia. Cualquier reclamación, objeción, queja, alegación, presentación de expedientes justificativos de las excepciones a que pudieran acogerse los mozos o la delegación en un familiar o representante que expusiera las circunstancias que rodeaban al implicado – en caso de no hallarse éste presente – tenían obligatoriamente que exponerse en dicho acto. La ausencia injustificada suponía la inmediata apertura de un expediente de prófugo de calamitosas consecuencias para el individuo si era capturado, no obstante los mozos podían excusar su presencia en el mismo, sólo si se daban unas determinadas circunstancias:

  • Si el mozo ya servía en el ejército en cualquier concepto y categoría, o bien era alumno de alguna academia militar.
  • Si formaba parte de otro acto de Declaración y Clasificación en otro Ayuntamiento o Consulado.
  • Por hallarse privado de libertad al cumplir condena.
  • Por padecer enfermedad o defecto físico que le impida su presencia.

La declaración y clasificación de los quintos corría también por cuenta de la administración municipal, aunque sobre el papel era controlada y supervisada por las instituciones militares. La talla de los mozos, seguido de la revisión de las cualidades de estos centraba la parte esencial del acto. No se admitía a los mozos ninguna alegación o protesta fuera de este acto público, salvo determinadas excepciones sobrevenidas antes o una vez ingresados en filas. Uno de los mayores índices de fraude venían motivados por una utilización indebida de la medida, sobre la que se debía de realizar la talla, de ahí que se pusiera especial interés en la comprobación de la misma, de esta manera se conseguía reducir de forma significativa posibles impugnaciones contra el acto, y la posibilidad de que este fuera declarado improcedente por las Autoridades superiores, lo cual podía llevar aparejado la imposición de multas a los funcionarios responsables.

Una vez realizadas las operaciones e interrogado el mozo sobre si tenía algo que alegar, el Ayuntamiento dictaba su acuerdo declarando al mozo dentro de alguna de las siguientes categorías:

  1. Excluido totalmente del servicio militar.
  2. Excluido temporal del servicio.
  3. Soldado
  4. Soldado exceptuado o condicional.
  5. Prófugo

El acuerdo dictado por el Ayuntamiento declarando a los mozos soldados era ejecutorio si estos no reclamaban en el acto bien por escrito o bien de palabra, mientras que aquellos que eran declarados excluidos total o temporalmente y los exceptuados podían sufrir modificaciones en el acto de revisión ante la Comisión mixta respectiva.

Un breve comentario sobre las distintas causas que originaban una u otra clasificación de los mozos era como sigue:

1) Los mozos excluidos eran aquellos que por enfermedad o defecto físico carecían o no podían adquirir dentro del plazo de los tres años siguientes, la aptitud para el manejo de las armas. Someramente podríamos decir que eran excluidos totalmente del servicio militar:

  • Los mozos inútiles por defecto físico que figurase en los cuadros de inutilidades físicas.
  • por considerarse que no eran curables en un periodo no menor de tres años.
  • Los que no obtuviesen una talla de 1500 mm.
  • Los que estuviesen sufriendo condena que no cumplieran antes de los treinta y nueve
  • años de edad.

2) Los excluidos temporalmente eran aquellos mozos que no estaban en condiciones de servir en filas, bien por padecer enfermedad o defecto físico, que pudiera desaparecer en un tiempo determinado, o bien por circunstancia también determinada. Eran excluidos temporalmente:

  • Los oficiales del ejército.
  • Los alumnos de academias militares.
  • Los que padecían enfermedades que podían curarse en un tiempo menor de tres
  • años.
  • Los que se encontraban cumpliendo penas correccionales.
  • Los mozos sujetos a penas de cadena temporal que terminase antes de que estos
  • cumplieran los treinta y nueve años.
  • Los encausados por causa criminal.
  • Los mozos que llegando a la talla de 1500 mm. no sobrepasen la de 1545 mm.

Estos mozos quedan obligados a ser nuevamente tallados en cada uno de los tres alistamientos siguientes. De sobrepasar en alguno de ellos la medida de 1545 milímetros serían inmediatamente incorporados al primer llamamiento, debiendo servir por lo menos un año en un cuerpo activo.

3) Los exceptuados serán aquellos que en tiempos de paz no prestaran servicio ordinario, pero sí en tiempo de guerra. Los individuos que por razones atendibles a situaciones de familia u otras causas de interés nacional serán declarados cono soldados condicionales. Las causas o razones son:

  • El hijo único que mantenga a su padre pobre, siendo este impedido o sexagenario.
  • El hijo único que mantenga a su madre pobre, siendo esta viuda o casada con persona también pobre y sexagenaria impedida.
  • El hijo único que mantenga a su madre pobre, si el marido de ésta, pobre también, estuviera sufriendo una condena que no cumpliese dentro del año.
  • El hijo único que mantenga a su madre pobre, si su marido se hallara ausente por más de diez años, ignorándose su paradero durante ese tiempo.
  • El expósito o huérfano que mantenga a la persona que lo crió y educó.
  • El hijo único natural, reconocido como legal, que mantenga a su madre pobre viuda en las mismas condiciones que los puntos anteriormente expuestos.
  • El nieto único que mantenga a su abuelo o abuela pobres siendo sexagenario, impedido o viudo con tal que el nieto sea huérfano de padre y madre.
  • El nieto único, que mantenga a su abuela pobre, si el marido de esta también pobre y sexagenario se halla impedido o ausente por más de diez años.
  • El hermano de uno o más huérfanos de padre y madre, si los mantiene desde un año antes de la clasificación, o desde que quedaron en orfandad si estos son pobres y menores de diecinueve años o impedidos para trabajar.
  • El hijo de padre, que no siendo pobre tenga otro hijo u otros sirviendo por su suerte en el Ejército, si privado del hijo que pretende eximirse no queda al padre hijo mayor de diecisiete años, no impedido para trabajar.

Los exceptuados del servicio en filas tenían que someterse, en los tres años siguientes al alistamiento a la revisión de sus casos, comprobándose de forma exhaustiva que esta se mantenía. Si la excepción desaparecía, se veían en la necesidad de incorporarse a filas, por el número de sorteo que les hubiese tocado. Hasta su pase a la segunda situación de servicio activo.

4) Los Prófugos eran todos aquellos mozos que incluidos en el alistamiento no se presentasen personalmente al acto de clasificación y declaración de soldados, así como aquellos que dejasen de presentarse para las revisiones, sin una causa justificada. Los Ayuntamientos eran los encargados de instruir los expedientes contra estos mozos, y resueltos definitivamente por las Comisiones Mixtas.

La última de las tres fases del reclutamiento sería la prestación del servicio en el ejército, y para saber donde se prestaría el servicio estaba el sorteo. Según la Ley de 1885 el Sorteo se realizaba una vez terminada la entrega de mozos en Caja, entrega que tenía lugar el segundo sábado del mes de diciembre, el día siguiente era el día marcado por la Ley para la realización del Sorteo, el segundo domingo del mes de diciembre. Esto permaneció vigente hasta que en 1896 dicha Ley fue modificada volviéndose a establecer el Sorteo en fechas previas al Acto de Clasificación y Declaración Soldados y mucho antes aún de la entrada en Caja; la Ley de 1896 establecerá en el segundo domingo del mes de marzo, la fecha para la celebración del Sorteo.

El Sorteo suponía para la colectividad masculina un cambio significativo en sus vidas, ya que del resultado de ese sorteo, de su suerte en resumidas cuentas, dependía también su futuro. Un mal número representaba el inicio o no de una etapa larga y en la mayor de las veces trágica, etapa que suponía el abandono del hogar, el abandono de la familia, en algunos casos esposa e hijos, la imposibilidad del desarrollo profesional, e incluso la imposibilidad de contraer matrimonio. Si el número salía bajo, el destino eran las posesiones de Ultramar, en segundo lugar se cubría el Cuerpo de Artillería, seguidamente le tocaba el turno al de Caballería y en tercer lugar le tocaba turno al cubrimiento de las bajas del arma de Infantería. El resto del cupo señalado a cada zona era destinado a cubrir los restantes cuerpos militares. Si el número por el contrario era un número muy alto los mozos sorteados salían excedentes de cupo y no tenían que ingresar en los Cuerpos Armados, quedando en situación de depósito.

 

El último paso a dar era el ingreso en Caja, que suponía para los jóvenes el abandono de la jurisdicción civil y el paso a la militar, en ese momento pasaban a ser considerados personal militar y por lo tanto regía sobre ellos la vigente legislación militar. La Ley de 1885 establecía que el ingreso en caja tendría lugar el segundo sábado del mes de diciembre, “si consideraciones y circunstancias atendibles no hicieran que el Gobierno alterase esta fecha…”, en el caso de la Ley de 1896 si bien el redactado del articulo es idéntico se modifica la fecha de ingreso, que pasa del mes de diciembre al día primero del mes de agosto, y con la misma coletilla. La obligación de presentar los mozos a caja corría a cargo de los ayuntamientos y eran estos los responsables de acompañar a los mozos al punto de acogida determinado por la institución militar de la zona de reclutamiento. A partir de aquí el servicio comenzaba.

El Estudios de las Quintas: El Caso de Trujillo 1890-1898

Basándonos en el estudio de las actas de clasificación y declaración de soldados de los años 1890 a 1898, varias son las cosas que podemos exponer tras el desarrollo de nuestra investigación.  La primera de las cosas que queremos destacar es el elevado número de mozos que concurren cada año a la quinta, con un promedio anual de 85, el montante de mozos con los que hemos trabajado ha sido de 767 jóvenes quedando excluidos de nuestro estudio los mozos que anualmente concurrían por la revisión de su caso.

En segundo lugar destacamos cómo el resultado final de los mozos concurrentes se acerca mucho a los inicialmente alistados, salvo en el año 1891, en el que la diferencia es más que significativa con un incremento de 10 mozos con respecto a los originalmente concurrentes. La explicación a este hecho es por la presentación de 7 mozos más en el periodo de la rectificación del Alistamiento, 2 más en el momento del cierre definitivo y 1 mozo más como consecuencia de la aplicación del artículo 40.2

En el caso del año 1893 nos ocurre algo parecido, la explicación viene porque en el alistamiento inicial no habían sido incluidos seis mozos naturales de las pedanía de Trujillo, no incluidos en los libros del registro civil, eclesiásticos, etc, y dos casos más de mozos que aparecen con sendos certificados de nacimiento demostrando que también habían nacido en 1874 y por lo tanto debían ser incluidos en el reemplazo de 1893.

El caso del año 1896 con una diferencia de más tres tiene similar explicación, sobre un alistamiento inicial el 13 de enero de 97 mozos, el 26 enero en la Rectificación del alistamiento se presenta 1 joven más con 19 años. Días después, el 8 febrero en el Alistamiento definitivo se presentan 4 jóvenes más en edad (19 años), se documenta que hay un mozo incluido en el alistamiento de otro pueblo (art. 40-1º) y por último que hay un mozo fallecido entre los alistados. Finalmente la cifra queda en 100.

 

En el caso de 1897 y último, la justificación vuelve a repetirse, a pesar de haber un fallecimiento, hay también dos añadidos, de ahí el incremento en 1 de los mozos alistados.

 

Años Alistamiento Inicial Alistamiento definitivo Clasificación y Declaración  de soldados Diferencia

 

1890 60 59 59 -1
1891 80 90 90 +10
1892 62 63 63 +1
1893 92 100 100 +8
1894 92 92 92 0
1895 89 87 87 -2
1896 97 100 100 +3
1897 86 87 87 +1
1898 93 89 89 -4
TOTAL 751 767 767 +16

 

Tabla nº 1.Operaciones de Quintas. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años que se citan. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

Tallas de los mozos de Trujillo.

La primera consideración que podemos hacer sobre la información que de las actas de clasificación y declaración de soldados obtenemos es la característica antropométrica del mozo de Trujillo para los años de nuestro estudio. La utilización de la talla de los individuos como indicador de una sociedad es una fuente más a considerar por los historiadores, y de hecho eso está siendo cada vez más considerado en los últimos años. El uso de los datos antropométricos, y muy especialmente las del ramo de lo militar son de una importancia considerable dada su regularidad, no podemos olvidar que son datos anuales. La única objeción que podemos encontrar es que queda limitado al sexo masculino, quedando excluidas las féminas.

Aunque en los últimos años ha habido aportaciones significativas sobre el asunto, sigue siendo un tema poco tratado pese a las aportaciones muy relevantes que puede dar a la ciencia histórica. La estatura es una variable recogida desde muy antiguo por el estamento militar y su principal ventaja sobre otras es que es calculada regularmente en grandes grupos de hombres de una misma edad, de ahí la posibilidad de reconstruir series anuales con mucha facilidad.

Para el análisis antropométrico de los mozos de Trujillo, realizaremos una proyección sobre los años estudiados y otras series históricas extraídas de la Base documental del INE, para los años que se citan, y por último las proyectaremos también sobre otras series bastante más recientes de las que también citaremos su fuente.

 

La Ley de reemplazos de 1856, publicada en la Gaceta de Madrid del sábado 2 de febrero[3] establecía la talla mínima para los mozos que debían ingresar a filas en 1569 mm. Esta ley que será auspiciada por O’Donnell se mantendrá más o menos inalterable hasta al de 1878, será desde los mínimos establecidos por esta ley sobre los que iniciaremos nuestra primera proyección.

Las cifras que el Anuario estadístico de España correspondiente a los años 1859 y 1860 nos da en su apartado Población en lo que hace referencia al Estado de las tallas de los mozos medidos en la quinta de 1858 y 1859 nos dice que un total de 416 mozos están por debajo de esa medida en 1858 y 871 la superan, las cifras para el año 1859 son en el mismo orden son 309 y  924 respectivamente.

Veamos cual era la situación en Trujillo en los años de nuestro estudio (1890-1898). Por la Ley de Reemplazos de 1885 y por su modificación en 1896 sabemos que la talla mínima para los mozos que se debían de ingresar a filas era de 1545 mm, quedando totalmente excluidos si estaban por debajo de 1500 mm. y obligados a concurrir en los tres años siguientes al de su reemplazo si estaban dentro de la franja 1500-1544 mm.

A partir de las tallas anotadas en las actas de Clasificación y declaración de soldados para los años que se citan hemos confeccionado la siguiente tabla.

 

 

 

Años

 

 

<1500

de

1500

a

1529

de

1530

a

1559

de

1560

a

1589

de

1590

a

1619

de

1620

a

1649

de

1650

a

1679

de

1680

a

1709

de

1710

a

1739

de 1740

a

1777

mozos tallados
1890 5 3 7 6 13 8 6 4 5 1 58
1891 3 4 11 15 18 11 10 8 5 1 86
1892 3 7 7 7 9 11 9 3 6   62
1893 8 7 10 18 22 17 7 5 2 2 98
1894 4 2 9 9 26 23 10 3 4 2 92
1895 3 3 16 11 11 18 13 6 3 3 87
1896 7 5 17 24 16 14 11 2 2 1 99
1897 4 4 8 14 18 19 10 6 1 1 85
1898 6 5 6 15 18 9 15 8 6 1 89
TOTAL 43 40 91 119 151 130 91 45 34 12 756

 

Tabla nº 2: Tallas mozos de Trujillo. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años que se citan. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

La primera aproximación que podemos realizar al estudio antropométrico es que para los años de 1858 y 1859 en la provincia de Cáceres un 32,32 % (1858) y un 25,06 % (1859) del total de mozos medidos se sitúan por debajo del mínimo exigible para la prestación militar, mientras que un 67,68 % y un 74,94 % respectivamente si lo están. Obsérvese el incremento porcentual que se produce en un año, estamos hablando de más 7 %.

Las cifras que podemos extrapolar de los reemplazos que se forman para los años de nuestro estudio, es que el tanto por ciento de mozos que se encuadran entre los no aptos por talla se sitúan en una media del 19,71 % y los aptos en un 80,29 %. Un estudio caso a caso nos da una media de estatura para los mozos de Trujillo entre los años 1890 y 1898 de 1603 mm.

La profesora Rose Nicolau en su aportación a las Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX recoge un cuadro con la estatura media de los reclutas nacidos entre 1837 y 1980 en centímetros, veamos que cifras nos aporta en su investigación:

 

Año nacimiento Año de reclutamiento España Sudeste español
1871 1890 1608
1872 1891 1606
1873 1892 1609
1874 1893 1626 1609
1875 1894 1622 1605
1876 1895 1628 1605
1877 1896 1623 1608
1878 1897 1628 1612
1879 1898 1622 1615

 

Tabla nº 3: Comparación de Tallas. Fuente: Nicolau Nos, Roser: Población, Salud y actividad. En Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX, Albert Carreras y Xavier Tafunell (Coords.), VOL. I Págs. 77-154, 2ª edición aumentada y revisada, Bilbao, Fundación BBVA, 2005, pág. 136.

 

Como vemos por las cifras de profesora Nicolau, Trujillo estaría más cercana a la cifras que nos aporta del sudeste español, que no de la media española para los años de que dispone de datos. Es decir quedaría plenamente encuadrado en lo que podíamos denominar como la España atrasada.

Quisiéramos anotar nuestro granito de arena a corroborar una aseveración que siempre se ha hecho al analizar las tallas de los mozos quintados. Una de las afirmaciones más extendidas es que los mozos quintados que declaraban tener como profesión estudiante una vez tallados daban una talla superior a la del resto, veamos si en el caso de Trujillo se cumple esa afirmación:

 

Año talla media estudiantes   talla media resto
1890 1646 1598
1891 1490 1611
1892 1631 1606
1893 1651 1590
1894 1689 1608
1895 1647 1605
1896 1574 1589
1897 1615 1605
1898 1642 1609
     
TOTAL 1621 1602

 

Tabla nº 4: Tallas estudiantes de Trujillo.FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

Queda pues probado que tal aseveración es cierta, o al menos en la localidad cacereña de Trujillo y para los años de nuestro estudio.

No pretendemos aquí explicar qué hay detrás de la evolución de la curva de estaturas medias de los mozos llamados a filas en Trujillo entre los años 1890-1898, tan sólo apuntamos algunos datos que pueden ser considerados por los investigadores para posibles trabajos de historia económica más exhaustivos.

LA ESTRUCTURA SOCIOPROFESIONAL DE LOS QUINTOS DE TRUJILLO

Una nueva vía de información que podemos extraer de las actas de clasificación y declaración de soldados es la situación laboral de los mozos llamados a filas, información esta que nos permite radiografiar el entramado socioprofesional de este grupo jóvenes, y hacernos más luz sobre la villa de Trujillo. Los reemplazos que venimos estudiando nos informan sobre la situación laboral de los mozos de la villa. Veamos pues que información nos transmiten.

 

Sector Primario Sector Secundario Sector Terciario
Jornalero (298) 39,4% Zapatero (95) 12,5% Estudiante (50) 6,6%
Hortelano/Labrador (35) 4,6% Carpintero (45) 5,9% Relojero (1) 0,13 %
Pastor/ganadero/porquero (14) 1,8% Aperador (9) 1,3% Comercio (24) 3,1%
Carbonero (1) 0,13% Cantero (6) 0,79 % Sastre (12) 1,5%
Bracero (4) 0,52% Guarnicionero (5) 0,66% Sirviente (13) 1,7%
Albañil( 5) 0,66% Barbero (8) 1,05%
Cortador (4) 0,52% Escribiente (7) 0,92%
Carrero (3) 0,39% Impresor/cajista (4) 0,52%
Hojalatero (2) 0,26% Profesor (2) 0,39%
Forjador (2) 0,26% Practicante cirugía menor (1) 0,13%
Pintor (2) 0,26% Aguador (1) 0,13%
Carretero (1) 0,13% Sombrerero (1) 0,13 %
Alarife (70) 9,24% Confitero/chocolatero (3) 0,39%
Hornero (1) 0,13% Carnicero/tablajero (2) 0,26 %
Molinero (5) 0,66%
Herrero (13) 1,7 %
Alfarero (5) 0,66 %
Sin oficio (2) 0,26%

 

Tabla nº 5. Información laboral. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

 

Hemos de apuntar una alegación importante a la hora de estudiar las profesiones y es que hay profesiones que son particularmente difíciles de clasificar, veamos que queremos decir con esto:

Jornalero. En el caso de esta profesión, lo que la define es la relación de producción que se pueda establecer entre esta y el sector al que se la ligue. Desde la segunda mitad del XIX en adelante y hasta bien entrado el siglo XX, la mayoría de los trabajos eventuales que pueden prestar los jornaleros son agrarios, relacionados directamente con las diversas ocupaciones estacionales, aunque también podrían desarrollar actividades de tipo mixto, cargas y descargas en las fabricas y otras labores no especializadas. Pero creemos que no falsearemos la realidad si los consideramos como pertenecientes al sector primario.[4]

La estructura socio profesional que ofrecen las 754 profesiones que los mozos aportan en los años en cuestión viene a configurar un espectro económico variado, en el que lo primero que debemos decir es que el sector primario aún siendo importante no tiene la fuerza arrolladora que podría tener en otras zonas peninsulares, 352 mozos declaran tener profesiones que podríamos incluir dentro de la actividad primaria, es decir un 46,68 % de la profesiones declaradas podríamos encuadrarlas dentro del sector primario. Dentro del sector secundario podríamos encuadrar 273 mozos que declaran tener profesiones de este sector o lo que es lo mismo un 36,21 %, y por último un total de 129 mozos declaran tener profesiones que podríamos incluir dentro del sector terciario, o sea, un total del 17,11 %

Especial mención hemos de realizar sobre la profesión de estudiante, una situación laboral no ligada estrictamente a sector alguno, y que representa el 6,6 % de la los mozos en edad de quintos de los años de estudio.

 

ANALFABETISMO Y NIVEL DE INSTRUCCIÓN EN LOS MOZOS DE TRUJILLO

 

«Una definición relativamente sencilla conceptúa como persona alfabetizada a quien puede leer y escribir, con un cierto grado de comprensión, un texto breve relativo a su vida diaria.[5]» Con esta definición iniciamos un nuevo apartado en el estudio de nuestros mozos, el estudio relativo a sus niveles de instrucción.

El índice de analfabetismo alto fue una constante en España a lo largo de todo el siglo XIX y buena parte del XX, no podemos olvidar que el XIX español comienza con una gran crisis, la Guerra de la Independencia o guerra contra el francés, y se cerró con otra gran crisis la de 1898, que supuso la independencia de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Citar tan sólo que entre 1868 y 1898 el Estado español ha de convivir con un total de hasta siete conflictos bélicos, que van desde una guerra civil como fue la tercera guerra carlista de 1872-76 a todo tipo de conflictos bélico-coloniales, tres en la Isla de Cuba, dos en el Archipiélago filipino y uno en Melilla. Dicho de otra manera y utilizando las palabras de un estanquero zaragozano en 1875, España era un país convulso y decía haber visto desde su modesta tienda tres monarquías y una republica, dos revoluciones, treinta pronunciamientos y medio millar de motines y asonadas[6].

Esta constante bélica lleva a que varias generaciones, las que vendrán desde la Guerra de la Independencia, hasta las generaciones de fin de siglo se vean inmersas en un retroceso cuando menos nefasto en lo que hace a posibilidades de expansión cultural corresponde.

De los datos que extraemos de las actas de clasificación y declaración de soldados concluimos el siguiente cuadro estadístico:

 

Nivel de

Alfabetización

Varones Total jóvenes con datos Tanto por ciento
Saben leer y escribir 531 769 69,05 %
No saben leer ni escribir 238 769 30,95 %

 

Tabla nº 6: Nivel de alfabetización. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo

 

Resulta cuando menos curioso que las cifras nos hablen de un Trujillo alfabetizado, al menos en el sexo masculino, y claramente enfrentando a los datos que nos dan los censos de población de los años finales del siglo XIX, Según los datos de la profesora Clara Eugenia Núñez en Extremadura la tasa de alfabetización para el sexo masculino en 1887 se situaba en el 41 % cifra muy por debajo de la nuestra[7].

Que un joven declare que sabe leer y escribir quiere decir que está alfabetizado, nosotros creemos que no, es evidente que no podemos hacer leer un texto breve a nuestros mozos y pedir de ellos una breve explicación de lo que han entendió, entendemos que en muchos casos una respuesta afirmativa a la pregunta sabe leer y escribir podría estar detrás de un sentimiento de vergüenza hacia el qué dirán de las gentes, muy corriente en las sociedades rurales. Sea o no real, lo cierto es que un 69 % de la población masculina tallada entre los años 1890 a 1898 en Trujillo declara saber leer y escribir, y por lo tanto para nosotros alfabetizados.

 

ALEGACIONES AL SERVICIO DE ARMAS DE LOS MOZOS DE TRUJILLO

 

En este apartado intentaremos estudiar las distintas alegaciones presentadas por los mozos llamados a filas en los años 1890-1898 en la villa de Trujillo. La información que de estos valores podamos sacar nos proporcionará un cuadro de alegaciones en las que los mozos plasmaran sus objeciones siempre intentando estar dentro de la Ley a la que intentaran ajustarse, por lo tanto no está del todo claro que de estas cifras podamos sacar un cuadro representativo de la situación macroeconómica de la villa de Trujillo en todo su espectro, sino tan solo la situación de unos jóvenes que no podemos concluir como determinante.

Un análisis detenido de las cifras nos obliga a hacer una primera observación, en el momento de celebrarse el acto de clasificación y declaración de soldados en 1890 al 95, acto que tiene lugar en febrero, aún no se han producido los hechos que supondrían el aldabonazo de salida a la tercera guerra de Cuba, ni se había desarrollado el alzamiento en Filipinas, por tanto la cifra veintiséis puntos porcentuales por debajo de la máxima de alegaciones que se alcanza en 1897 tiene una primera explicación. Iniciado el proceso bélico en 1895 el año siguiente las alegaciones se disparan en un 17 % y un año después en 1897 alcanza un 20 %.

Con respecto a las cifras relativas al año de menor alegación, el año 1892 y el de máxima alegación,1897, la diferencia se enfila a más de 27 %.

 

Año Total mozos Mozos que alegan Mozos que no alegan Prófugos / voluntarios

 

1890 59 22 (37,29 %) 36 (61,01 %) 1 / 0
1891 90 38 (42,22 %) 51 (56,67 %) 0 / 1
1892                     63 23 (36,50 %) 39 (61,90 %) 0 / 1
1893 100 39 (39,00 %) 59 (59,00 %) 0 / 2
1894 92 39 (42,39 %) 53 (57,61 %) 0 / 0
1895 87 38 (43,68 %) 49 (56,32 %) 0 / 0
1896 100 61 (61,00 %) 38 (38,00 %) 0 / 1
1897 87 55 (63,21 %) 32 (36,78 %) 1 / 2
1898 89 52 (58,43 %) 37 (41,57 %) 0 / 0

 

Tabla nº 7: Alegaciones. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

Distintas serán las exposiciones que los mozos presentan en su favor para ser exceptuados, esto nos lleva a una primera evidencia, en líneas generales, y al amparo de las dos leyes que regulan las quintas que venimos estudiando, podemos decir que hay dos grandes grupos de alegaciones en las que podemos encuadrar las realizadas por los mozos quintados en estos años, un primer grupo lo podríamos denominar por causas socioeconómicas del individuo y/o de su entorno, y un segundo grupo estaría relacionado con cuestiones de aspecto/defecto físico o enfermedad del individuo.

 

 

Del análisis detallado de las actas de clasificación y declaración de soldados encontramos las siguientes alegaciones para la ciudad de Trujillo en lo que a nuestro primer subgrupo se refiere es decir por causas socioeconómicas:

 

  1. A) Alegaciones de índole socio-económico

 

De los distintos casos contemplados por las leyes de reclutamiento aplicables a cada reemplazo, dos son los más utilizados a la hora de alegar, y estos dos son además el primer y segundo grupo de alegaciones que podían plantear los mozos dentro del capítulo titulado “De las excepciones del servicio activo en los cuerpos armados”: ser “Hijo único que mantenga a su padre pobre, siendo éste impedido ó sexagenario.” o bien ser “hijo único que mantenga á su madre pobre, siendo esta viuda, ó casada con persona también pobre y sexagenaria o impedida.”

 

Año Total mozos Mozos que alegan Por padre pobre Por madre pobre Por otras causas pobreza
1890 59 22 (37,29 %) 5 (22,73 %) 4 (18,18 %) 2 (9,09 %)
1891 90 23 (42,22 %) 10 (43,48 %) 11 (47,82 %) 1 (4,35 %)
1892                     63 23 (36,50 %) 4 (17,39 %) 7 (30,43 %) 1 (4,35 %)
1893 100 39 (39,00 %) 8 (20,51 %) 9 (23,07 %) 1 (2,56 %)
1894 92 39 (42,39 %) 11 (28,20 %) 8 (20,51 %) 5 (12,82 %
1895 87 38 (43,68 %) 6 (15,79 %) 6 (15,79 %) 0
1896 100 61 (61,00 %) 14 (22,95 %) 12 19,67 %) 5 (8,19 %)
1897 87 55 (63,21 %) 7 (12,72 %) 9 (16,36 %) 4 (7,14 %)
1898 89 52 (58,43 %) 10 (19,23 %) 10 (19,23 %) 1 (1,92 %)

 

Tabla nº 8: Alegaciones socio-económicas. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

El término “hijo único” es profusamente utilizado en las alegaciones, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 11 de julio de 1885, establecía que para considerar a un mozo como hijo ó hermano único, aun cuando tenga uno ó más hermanos si éstos se hallan comprendidos en cualquiera de los siguientes casos:

  • Menores de 17 años cumplidos.
  • Impedidos para trabajar.
  • Soldados que en los cuerpos armados del Ejército cubren plaza que les ha tocado en suerte.
  • Penados que extinguen una condena de cadena ó reclusión ó la de presidio ó prisión que no baje de seis años.
  • Viudos con uno ó más hijos, ó casados que no puedan mantener á su padre ó madre.

 

Junto al termino “hijo único” encontramos también citado a renglón seguido la definición de padre o madre “pobre”. En 1876, el que fuera jefe de la sección de beneficencia del Ministerio de la Gobernación, Fermín Hernández se muestra algo más explicito y dice «son pobres los que no poseen otro medio de subsistencia que el producto de su trabajo, cuando es insuficiente ó apenas les basta para satisfacer sus necesidades diarias; indigentes los que no tiene ni trabajo para adquirir; miserables los indigentes habituales y harapientos y mendigos los indigentes que piden públicamente limosna.[8]»

La Ley de Reclutamiento y Reemplazo de 1885 y la de 1896 consideraban pobres a «una persona aún cuando posea algunos bienes, si privada del auxilio de su hijo, nieto o hermano que deba ingresar en filas no pudiese proporcionarse con el producto de dichos bienes los medios necesarios para su subsistencia y para la de los hijos y nietos menores de 17 años cumplidos que de la misma persona dependan teniendo en cuenta el número de individuos de su familia y las circunstancias de cada localidad.»

Por último decir que el término “mantener” es igualmente definido por las dos leyes de reemplazo, tan sólo cambia el articulo y el número de orden, quedando definido de la siguiente manera: «se entenderá que un mozo mantiene á su padre, madre, abuelo, abuela, hermano ó hermana, siempre que estos no puedan absolutamente subsistir si se les priva del auxilio que les prestaba dicho mozo, ya viva en su compañía ó separado de ellos, ya les entregue o invierta en su manutención el todo ó parte del producto de su trabajo.»

Y las conclusiones que podemos sacar son que nos encontramos ante un grupo social, el de los mozos de los reemplazos de 1890 a 1898, que alegan en una amplia mayoría como causa de posible exclusión cuando menos temporal la pobreza o cualquier variable que de ella se desprenda.

 

  1. B) Alegaciones de índole físico-biológico

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Tabla nº 9: Alegaciones físico-biológicas. FUENTE: Elaboración propia a partir de los expedientes de quintas del Ayuntamiento de Trujillo para los años 1890 a 1898. Archivo Municipal Histórico de Trujillo.

 

 

De estas cifras hay una que nos llama poderosamente la atención y es la elevada cantidad de jóvenes declarados cortos de talla, 119 sobre un total de datos de 767, esto nos da una relación del 15,5 % cifra consideramos alta, el segundo grupo de alegaciones, aunque muy alejado del primero es el de los jóvenes que declaran tener problemas relacionados con el aparato locomotor, un 1,17 %; la tercera alegación sería la comprendida dentro del grupo de alegaciones relacionadas con el  aparato génito-urinario.

Queremos acabar este apartado resumiendo de la siguiente manera, más de un 22 % de los mozos que alegan lo hacen por causas relacionadas con matices socio-económicos, mientras que más de un 21 % alegan causas de matiz físico-biológico.  Dicho de otra manera 1 de cada cinco jóvenes alega causas socio-económicas, y también uno de cada cinco, causas físico-biológicas.

 

Otras formas de eludir el servicio activo

Por último estudiaremos las dos formas, una legal y otra no legal, de eludir el servicio de armas en los años de nuestro estudio.

 

La forma legal de eludir el servicio tenía dos variantes: la redención a metálico y/o la sustitución, mientras que la forma no legal de eludir el servicio de armas era el no presentarse al acto de la Clasificación, con la consiguiente declaración de prófugo.

La Ley 1885 establecía en su capítulo X que eran prófugos «los mozos comprendidos en algún alistamiento que no se presenten personalmente al acto de la clasificación, á menos que estén dispensados de verificarlo con arreglo á esta ley, ó que justifiquen la imposibilidad de concurrir, debiendo en todo caso hacerse representar por persona hábil en dicho acto.[9]» La Ley de 1896 copia textualmente este articulado, con la única salvedad de que lo hace en el capítulo XI, articulo 105 y siguientes, dedicado en exclusiva, igual que su anterior, todo el capítulo a la figura de los prófugos. Naturalmente, existía una penalización hacia el prófugo, de manera que el mozo que se declaraba en rebeldía fuera consciente de que si era habido por la fuerza pública  se le recargaba a servir dos años más en Ultramar que el señalado a los mozos sorteados y que eran enviados a aquellos territorios, y sin derecho a redimirse o sustituirse, ni a exclusiones o excepciones que pudieran corresponderles. Dependía la severidad del castigo si el prófugo se presentaba por propia voluntad o capturado. En el mejor de los casos debía hacer frente a una fuerte multa.

 

Las casusas legales que justificaban la ausencia del mozo al acto de la clasificación, eran las siguientes:

  • El hallarse preso o privado de libertad
  • El estar sirviendo en los cuerpos del Ejército o la Marina, o ser alumno de Academia o colegio militar.
  • El encontrarse gravemente enfermo en el momento de la Clasificación.
  • Los religiosos profesos, los novicios con más de seis meses de noviciado, los trabajadores de las Minas del Almadén del Azogue que acrediten más de 50 jornales de trabajos subterráneos. Los oficiales del Ejército o de la Marina, los alumnos de las Academias o Colegios militares, así como todos los individuos de cualquier clase pertenecientes a los buques de la Armada, si prestan servicio en ellos el día del sorteo, y los mozos que no extingan pena antes de cumplir la edad de cuarenta años, o sufrir condena en firme.
  • Los residentes en las provincias Ultramar o fuera del Reino que no hagan acto de presentación en los términos consignados por la Ley.
  • El acudir a otro acto de Clasificación en otro Ayuntamiento, si ha sido también alistado en él.
  • Quedará a discreción de los Ayuntamientos determinar en cuál de ellos ha de desarrollar el proceso.

De estos casos que enumeramos, tenemos dos ejemplos documentados en los expedientes de quintas que se alojan el Archivo Municipal de Trujillo, uno fechado en 1891 y otro en 1897.

Pero la fuga no era el único sistema para eludir el servicio, la legislación aplicable recogía otras dos maneras de evitarla, nos estamos refiriendo a la redención en metálico y a la sustitución. Veamos cada caso pormenorizadamente.

 

  • La Redención a metálico

 

  1.  

El diccionario de la Lengua española, en su vigésima segunda edición define el verbo redimir en su acepción número cuatro como la acción de «Librar de una obligación o extinguirla», si a esta acción de librar le unimos el termino metálico, asistimos al nacimiento de una figura que la legislación militar española ha mantenido durante décadas, nos estamos refiriendo a la figura del redimido a metálico.

Las Leyes de 1885 y su modificación en 1896 en su capítulo XVII titulado “De la Redención y Sustitución”  recogen la figura de la redención diciendo lo siguiente: «Se permite redimir el servicio ordinario de guarnición en los Cuerpos armados, mediante el pago de 1.500 pesetas, cuando el mozo debiese prestar dicho servicio en la Península, y de 2.000 cuando le correspondiese servir en Ultramar.[10]»

A la hora de abordar el estudio de los redimidos en el municipio de Trujillo, nos encontramos con serios problemas que derivan de la escasez de datos. No hemos encontrado o no hemos sabido encontrar datos sobre los redimidos en dicha ciudad, por lo que nos quedamos sin poder apuntar una proporcionalidad de mozos redimidos, estamos convencidos de que algún caso se dio, especialmente en los años de las guerras coloniales.

 

  • La sustitución

 

 

La sustitución consistía en líneas generales en el cambio de un mozo, este quintado, por otro libre de servicio. Tanto la Ley de 1885, como la de 1896 establecían que para el caso de la Península la sustitución sólo podía realizarse entre hermanos, mientras que en el caso de mozos destinados a Ultramar podía hacerse con cualquier individuo de su misma zona, entendiéndose siempre que el sustituto renuncia a todo derecho que por ley le correspondiera.

 

El sustituto había de permanecer en el servicio activo y en la reserva el mismo tiempo que hubiera correspondido al sustituido. Si el sustituto desertaba dentro del primer año, contado desde el día en que empezaba a servir, el sustituido era obligado a ingresar en su lugar o bien presentar un nuevo sustituto o decantarse por la redención a metálico.

Dentro de la sustitución tenemos dos variantes, la sustitución directa, mozo por mozo, o bien la indirecta, que tiene además dos variantes, el intercambio de números obtenidos en el sorteo, de forma que un mozo, por ejemplo, con número alto o excedente de cupo podía intercambiar su número con otro de numero más bajo. La segunda variante podía ser el intercambio de destinos, de forma que un joven con destino en la Península pudiese intercambiar con otro destinado a Ultramar.

Normalmente detrás de todo proceso de sustitución encontramos un interés económico. Aunque no siempre mediaba un pago o desembolso, si era lo más habitual, en ocasiones se ha podido documentar que existieron todo tipo de coacciones con el fin de conseguir los objetivos, desde no prorrogar contratos de arrendamiento sobre tierras o viviendas, hasta despidos en industrias, etc.

No hemos localizado información suficiente como para poder decir si hubo o no casos de sustitución en Trujillo, en todo caso queda para otros trabajos más exhaustivos.

 

CONCLUSIONES FINALES

 

Hace dos años, por estas mismas fechas, presentábamos un trabajo a estos Coloquios Históricos bajo el título “El impuesto de sangre de Trujillo durante la guerra de Cuba 1895-1898” donde describíamos las vicisitudes de los jóvenes de esta ciudad en aquella tragedia que padeció España. Se trataba someramente el reclutamiento y se centraba el interés investigador en las causas que forzaron la elevada mortandad de aquella generación, que les tocó luchar tan lejos de su patria chica y en clima y condiciones sanitarias tan diferentes y a las que no estaban naturalizados o aclimatados lo suficiente como hubiera sido deseable.

Nos llamó la atención durante su redacción, que para lograr enviar más de 220.000 mozos a Cuba y Filipinas, había de estar organizada una maquinaria legal a prueba de fraudes, una ley a prueba de trampas, que lo facilitase. La ley a la que nos referimos era la de Reclutamiento y Reemplazo de 1885 y su modificación de agosto de 1896. En ella poco quedaba a la libre interpretación y su correcta aplicación contribuyó a que se lograse enviar, a través del Atlántico, la fuerza más numerosa hasta la segunda guerra mundial.

 

El estudio de su aplicación a la juventud masculina de Trujillo, nos ha servido para conocer más y mejor a esa parte de la sociedad cacereña del último cuarto del siglo XIX. Y en esta línea, nos sorprendemos con el dato de la aceptable tasa de alfabetización que poseen los mozos objetos de este estudio; sobre todo en un territorio, Extremadura, donde en 1821 no habían más de veinte maestros de escuela[11]. Estos datos se han comparado con los aportados por otros pueblos extremeños, como Malpartida de Plasencia, Granja de Torrehermosa, Montijo, Torre de Miguel Sesmero y Mérida y son mejores, con amplia diferencia, los de Trujillo.

En cuanto a la estatura, solo 58 milímetros separan los que existen entre los 1545 necesarios para ingresar al servicio activo, y la media de los mozos trujillanos, 1603. Tallas consecuentes a un escaso desarrollo corporal, motivado por la herencia de siglos de postración de esta tierra rayana en lo marginal, la deficiente alimentación en base al pan en todas sus variantes, de migas, gazpacho o sopa y las enfermedades endémicas favorecidas por la desnutrición. Bajitos, estrechos de pecho y muy morenos, este era el prototipo de aquellos pardos, del coló de la tierra.

Cuando redactamos en 2014 el primer trabajo sobre las quintas de Trujillo y la Guerra de Cuba, mostrábamos varias tablas, en las cuales se sintetizaban los datos que reflejaban los distintos avatares que tuvieron que padecer aquellos jóvenes, entre los que destacaban los relativos a las causas de fallecimiento. Aparecían quince muertos, en los que solamente dos lo habían sido en combate, el resto lo fueron por enfermedades endémicas de aquellas latitudes, como el vómito negro (9) u otras derivadas de la anterior pero consideradas como enfermedades comunes (4), estás últimas, en teoría, equiparables a cualquiera de las que se pudieran contraer en la España peninsular, tales como el paludismo o malaria, el cólera, la tuberculosis, disentería, fiebres tercianas, pútridas y perniciosas (así constaban en las hojas de ingreso a los hospitales militares en Cuba).

Si analizamos estas bajas comparándolas con las del resto de Extremadura, o España, nos encontramos que no difieren significativamente unas de otras. Pocos muertos por hierro o fuego enemigo, mucha mortandad en los años 1896 por el vómito y en 1897 algo menor de esta pero más de enfermedades comunes[12], no apreciándose la singularidad de que tanto Cáceres, como Badajoz, fueran por aquellos años provincias con incidencia grave de paludismo, hasta el punto de que la zona cacereña al norte del río Tajo era conocida como Cuba la chica y la Manigua. Los dos ríos principales de la región, el citado anterior y el Guadiana, con grandes cauces, tierras llanas con charcas y temperaturas altas, eran terreno abonado para el mosquito anófeles. Trujillo casi equidistante de las dos cuencas a distancias menores de 100 km, no es citado en los estudios de los doctores Huertas y Mendoza sobre la incidencia del paludismo de principios del siglo XX en nuestra región[13]. El caso es, que las enfermedades se cebaron con similar virulencia entre los jóvenes trujillanos como del resto de extremeños, guardando una relatividad semejante al conjunto de España.

Solo cinco casos de alegaciones de índole físico-biológicas en las operaciones de quintas por problemas respiratorios y circulatorios hemos comprobado, situándose en el término medio con el resto de alegaciones, si exceptuamos los cortos de talla. Parecería que, efectivamente, las secuelas del paludismo no incidieron entre los mozos trujillanos, a pesar de que Cáceres era de las provincias que más sufrían el azote de la enfermedad.

Y respecto al escaso número de prófugos constatados, no debe extrañarnos, ya que Extremadura, estaba encuadrada desde 1893 en la primera región militar, que a su vez era la región que menos incidencia de rebeldes a las operaciones de quintas producía, con datos asombrosamente bajos, si los comparamos con los de Canarias, Galicia o Andalucía.

A raíz de la nueva ley relativa a las quintas, puesta en vigor, como decimos en 1896, pero a efectos prácticos desde el reemplazo de 1897, dejó de ser sencilla la operación de escamotear al hijo del tributo de sangre o económico, ya que se perjudicaba a un tercero, toda vez que la exención  de un mozo suponía  uno menos de excedente de cupo, porque ocupaba el puesto del mozo exento. Así que el perjudicado (o como se decía entonces, el que caía soldado) y sus familiares analizaban con lupa las causas alegadas por el librado, colaborando con la justicia en todo lo concerniente a las exenciones y localización de prófugos, al situarse el sorteo después del alistamiento y antes de la declaración de soldado, en el segundo domingo de febrero en lugar del segundo domingo de diciembre.

La nueva ley de reclutamiento de 21 de agosto de 1896 fue una vuelta de tuerca en pos de mejorar el control de las operaciones de reemplazo. En realidad no se tocaban para nada las situaciones y su duración, el servicio militar continuaba siendo de 12 años, pero las operaciones que habían de efectuarse en el año en que el mozo cumplía 19 se ajustaron de forma que se dificultara encontrar algún resquicio para defraudar la ley. Otro aspecto a destacar, que a diferencia con la ley de 1885, en la nueva, la distribución del contingente e incorporación a las unidades se efectuaba desde primeros del mes de noviembre del mismo año en que se habían efectuado las operaciones de alistamiento y todo el procedimiento de resolución de recursos y alegaciones, forzando los plazos. No obstante, en nuestra opinión la nueva ley tenía un grave defecto, esta consagraba definitivamente la incorporación a filas de los reclutas con 19 años, o lo que era peor, con 18 años si aquellos habían nacido en diciembre; sobre todo conociéndose de antiguo, los problemas que tal juventud acarreaba en las unidades y hospitales militares en cuanto a bajas médicas e índice de mortalidad, la mayor de Europa, nos referimos a guarniciones peninsulares. La ley de reclutamiento de 1885 estipulaba como regla general que la incorporación a las unidades fuera posterior a febrero del año siguiente, con lo que la mayoría de jóvenes lo efectuaban con los 20 años cumplidos.

El mayor control sobre las operaciones de quintas, vino, por otra parte, a consolidar el gran negocio que para el Estado significaban las redenciones. En el periódico El Imparcial de 27 de junio de 1897, en plena guerra de Ultramar, se informa que lo recaudado en los once primeros meses del año económico por este impuesto en el Ejército de Tierra ascendía a la suma de 42.076.500 de pesetas,  cifra exorbitante para la época. Añadía la noticia que el año económico anterior, bajo la ley más laxa de reclutamiento, la de 1885, se habían recaudado 30.254.000 pesetas, dándose a entender  que la dificultad en eludir la reformada ley de quintas, redundaba en un aumento de la recaudación por parte de la hacienda pública.

Como digno remate a este trabajo, no quisiéramos cerrar esta aportación a la memoria histórica de Trujillo, sin hacer mención a su Archivo Histórico Municipal personalizado en su responsable, Doña María Luisa López Rol, a la que siempre le estaremos agradecidos.

 

 

 

[1] Pujol i Soley, Jordi: Memòries: de la bonança a un repte nou. 1993-2001.  3 er. Volum. Barcelona 2012. Editorial Proa.

[2] Fuente: elaboración propia a partir de los datos publicados en el Anuario Militar de España para los años que se citan.

 

 

[3] Gaceta de Madrid, nº 1.125 de 2 de febrero de 1856

[4] Cifuentes Perea, José Luís: L’ Hospitalet de finales del siglo XIX a través de las quintas de 1896 y 1897. Quaderns d’ Estudi , nº 25, Centre d’ Estudis de l’ Hospitalet. Hospitalet 2011. pág. 81

 

[5] Núñez Romero-Balmas, Clara Eugenia: Educación, en Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX. Op. Cit. pág. 186

[6] La Época. Madrid 15 de junio de 1875 citando a El Imparcial de Madrid

[7] Núñez Romero-Balmas, Clara Eugenia: Educación, en Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX. Op. Cit. pág.230

 

[8] Hernández, Iglesias, Fermín: La beneficencia en España, Establecimientos tipográficos de Manuel Minuesa, Madrid 1876, Vol. I, pág. 323.

[9] Artículo 87 de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo de 11 de julio de 1885, Gaceta de Madrid núm. 194, Madrid 13 de julio de 1885

[10] Artículo 151 de Ley de Reclutamiento y Reemplazo de 11 de julio de 1885, Gaceta de Madrid núm. 194, Madrid 13 de julio de 1885, y artículo 172 de Ley de Reclutamiento y Reemplazo de 11 de julio de 1885, modificada por la de 21 de agosto de 1896. Gaceta de Madrid, núm. 261, 24 de octubre de 1896.

[11] CHAMORRO, V. Historia de Extremadura. Vol. III (Enclaustrada) y IV (Desterrada).

[12] GARCIA RAMOS, M. Antonio. De Extremadura a Cuba. Los últimos conquistadores. Ed. Abecedario. Badajoz 2013.

[13] La Erradicación del paludismo en España: Aspectos biológicos de la lucha antipalúdica. Memoria presentada por Balbina Fdez. Astasio. Universidad Complutense de Madrid. Madrid 2002.

Dic 052016
 

Fernando Cortés Cortés

fcortes.badajoz@gmail.com

 

Uno de los problemas con el que, en primer lugar, se han de enfrentar los profesionales de la ense­ñanza pública primaria, pero también los responsables locales, provinciales y nacionales de la educación primaria, se relaciona con el abundante número de faltas que secto­res cuanti­tativamente importantes de los niños y niñas comprendidos entre los 6 y los 9 años de edad que o bien no están matriculados en una escuela o estándolo no asisten co­ti­diana y habitualmente a ella. Ya en la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, en su artículo 8º, se había previsto la esperada situación y su solución.

 

Disponía el artículo 8º:

 

«Los que no cumplieren con este deber, habiendo escuelas en el pueblo ó á distancia tal que puedan los niños concurrir á ella cómodamente, serán amonestados y compelidos por la au­toridad y castigados en su caso con la multa de dos hasta veinte reales.»

 

            Este deber…aparece definido en el artículo 7º de la misma Ley:

 

«Art. 7º. La primera enseñanza elemental es obligatoria para todos los españoles. Los padres y tutores ó encargados enviarán á las escuelas públicas á sus hijos y pupilos desde la edad de seis años hasta la de nueve; á no ser que les proporcionen suficientemente esta clase de instrucción en sus casas ó en estableci­miento particular.»

 

Sin embargo, por el estado actual de nuestros conocimientos, parece que escasas y reducidas fueron las resoluciones que las autorida­des munici­pales adoptaron para tratar de cumplir con este apartado específico de la norma y paliar el absentismo de los niños y niñas a las escuelas.

 

Una de estas iniciativas fue tomada por Don Valeriano Ordo­ñez de Adrián, Alcalde de la ciudad de Badajoz que en Bando de 25 de junio de 1879 había he­cho saber a sus conciu­dadanos[1] que

 

«…persuadido de que la instrucción es la primera necesidad de un pueblo y el difundirla entre todos sus hijos el primer deber de las autoridades, á quienes la ley encomienda el cuidado de atender á su bienes­tar moral por ser la columna firmísima en que necesariamente ha de apoyarse el que aspire á obtener su perfec­ción por el progreso, la moralidad y el trabajo, que, según afirma un escritor contemporáneo son como la trilogía misteriosa de las sociedades modernas; y teniendo en cuenta que, con arreglo al artículo 8º de la vigente Ley de Ins­truc­ción pública de 9 de Setiembre de 1857, incumbe á la autoridad que desem­peño hacer cum­plir el precepto legal que dá carácter obligatorio á la instrucción primaria desde la edad de 6 hasta la de 9 años, firmemente resuelto á que por ningún motivo continúe siendo ilusorio tan sabio precepto y decidido, en su consecuencia, á imponer á sus contraventores la pena­lidad que determinan las Leyes, he tenido á bien disponer lo que sigue:

 

1º. En el improrrogable término de 20 días, que concluirán en 15 del inmediato Julio, justificarán en esta Alcaldía con la correspondiente manifestación escrita de los respectivos profesores los padres tutores ó encargados de los niños de ambos sexos, comprendidos en las edades expresadas, la circunstancia de pro­porcionarles la instrucción primaria elemental, que hace obligatoria el art. 7º de la referida Ley de 9 de Setiembre de 1857.

 

2º. A partir desde el 15 de Julio próximo, los padres, tutores ó encargados que dejen de cumplir la prevención contenida en el párrafo anterior, incurrirán en la multa de cinco pesetas por cada mes que trans­curra hasta que lo verifiquen.

3º. Desde la misma fecha se impondrán por mi autoridad á los padres, tutores ó encar­gados de los que concurran á las escuelas públicas por las faltas de asistencia que sin causa justificada cometan en cada mes y sin perjuicio de las que se les impondrán también por los que se encuentren jugando en la vía públi­ca, con arreglo al bando de buen gobierno vigente, las multas que expresa la escala proporcional que sigue:

                                               Cuadro número 1.

Multas por faltas del alumnado a la EscuelaBadajoz, 1879
Número de faltas Multa, en pesetas,céntimos
Hasta 3 días 0,50
Hasta 6 días 1,00
Hasta 9 días 1,50
Hasta 12 días 2,00
Hasta 15 días 2,50
Hasta 18 días 3,00
Hasta 21 días 3,50
Hasta 24 días 4,00
Hasta 27 días 4,50
Hasta 30 días 5,00

Elaboración propia.

Es poco más lo que conocemos de la decisión. Justamente al cumplirse el plazo de veinte días marcado por el Alcalde badajocense, en el número de El Ma­gisterio Extremeño correspon­diente a 15 de julio, se informa de que el alcalde autor del Bando, Don Valeriano Ordoñez, “…ha renunciado al cargo de concejal del nuevo Ayuntamiento de esta capital…” Y los redactores esperan que en nue­vo Alcalde, Don Juan Calleja,

 

“…no escusará medio para realizar en lo posible los proyectos tan felizmente iniciados por el señor Ordo­ñez.

 

Por lo pronto nos ha complacido la invitación hecha á los maestros particulares y la órden dada á los públicos para que remitan á la Alcaldía nota de la matrícula de sus respec­tivas escuelas y al fin de cada mes otra de las faltas de asistencia no justificadas que co­metan los niños, con el objeto de hacer ejecutivas las prescripciones del bando que el señor Ordoñez hizo publicar en el mes anterior.»

 

Más frecuentes son las llamadas de la Junta provincial[2] a las Juntas locales y a los Alcalde, como máximos respon­sables municipales, para que se propicie la asistencia de todos los alumnos a las escuelas. Veamos algunos ejemplos:

 

En la sesión que la Junta provincial de Instrucción Pública de la provincia de Badajoz celebra al día 11 de julio de 1878[3], entre otras decisiones y acuerdos de diversa problemática, se determina:

 

«Escitar el celo del Alcalde de Nogales para que obligue á los padres de familia á enviar sus hijos á la escuela.»

 

El 10 de mayo de 1875[4], en la sesión de la Junta provincial, se acuerda:

 

«Escitar el celo del Ayuntamiento de Valverde de Llerena para que obligue á los padres de familia á enviar á los niños á la escuela y que se pague con puntualidad los haberes del Maestro de dicho pueblo D. Antonio González.»

 

En sesión de la Junta provincial de 30 de octubre de 1877[5] se decide:

 

«Decir al Alcalde de la capital que use de las atribuciones que le dá la ley para obligar á los padres de familia á que envíen sus hijos á la escuela.»

 

¿Qué se ha de entender por “decir”? ¿Aconsejar? ¿Ordenar? Un hecho aparece claro: los propósitos de la Junta Provincial se articulan en la imperiosa y generalizada necesidad de poner la atención en un problema esencial, ya que de nada valdrán los esfuerzos que se acometen, en disposiciones normativas, en dotaciones de las precisas escuelas para todos los niños y niñas, en preparación y formación de los docentes que las sirvan y que eduquen e instruyan a sus alumnos, en la dotación de adecuados locales escolares,…si el alumnado no cumple con su primera y esencial obligación de acudir, de asistir con regularidad y asiduidad a la escuela.

 

A veces, los acuerdos de la Junta especifican con claridad cómo se “ordena” a las autoridades municipales. Así, en sesión de 21 de junio de 1886, además de adoptar otros diversos acuerdos[6], se determina

 

“…ordenar al alcalde de Codosera que haga uso de las atribuciones que la ley le concede para obligar á los padres á que asistan los hijos á las escuelas…”

 

Las llamadas de las autoridades educativas provinciales a los responsables municipales para recordarles y exigirles el cumplimiento de la normativa vigente que imponía a los padres la obligada asistencia de sus hijos a la escuela constituye una realidad bien presente en el marco espacio-temporal al que pretendemos aproximarnos.

 

Cada turno de visita del Inspector[7] originaba el correspondiente informe que presentado ante la Junta provincial se traducía en una serie de instrucciones y acuerdos con un doble destinatario: los propios Maes­tros y Maestras de las escuelas visitadas y/o los Ayuntamientos, sea en la persona de su máximo responsable sea en la Junta local de Primera enseñanza. Veamos algunos ejemplos de unas actuaciones que aparecen destacadas en la prensa profesional del momento. El 10 de mayo de 1883 la Junta provincial acuerda[8]

 

«Excitar el celo de las juntas locales de Puebla de Obando, La Roca, Villar del Rey, Codosera y Alburquerque, para que promuevan la concurrencia de los niños á las escuelas pú­bli­cas…”

 

sin omitir otras precisas indicaciones a las problemáticas presentes en los docentes y/o en las estructuras educativas locales[9]

 

En numerosas sesiones, los componentes de la Junta provincial de Instrucción públi­ca toman conoci­miento de la realidad educativa que el Inspector vislum­braba y testimonia en sus visitas a las diversas escuelas provin­ciales.

 

En el número 10, Badajoz, 5 de abril de 1879 de El Magisterio Extremeño, se recogía, el resumen de los acuerdos adoptados por la Junta en su sesión de 28 de febrero, en la que al lado de esperanzadoras realidades de buen número de docentes[10] y de Ayuntamientos[11] se muestra esta problemática específica, precisando:

 

“…excitar el celo del Ayuntamiento y Junta local de Hinojosa del Valle para que los niños asistan á las escuelas con exactitud, y que giren las visitas que ­manda la ley á dichos establecimientos,..”

 

La precedente información no constituye una situación excepcional. Por ejemplo, del año económico 1886-1887, como podríamos presentar de cualquier otro del marco temporal finisecular estudiado, encontramos estos acuerdos de la Junta pro­vincial de Instruc­ción pública, tomados como consecuencia de los informes suscri­tos por el Inspec­tor. En estos como en aquellos se encuentra presente, además de una buena radiografía del estado de la educación primaria en la provincia de Badajoz en las décadas fi­nales del siglo XIX, pruebas seguras de la problemática que intentamos presentar. Entre los acuerdos tomados por la Junta Provincial -sesión de 10 de diciembre de 1886[12]– en función de los expedientes de la visita ordinaria de Inspección a las escuelas públicas de los parti­dos judiciales de Almendralejo y Zafra, se indican algunas localidades en las que el problema de las faltas del alumnado se encuentra presente:

 

► Rivera del Fresno: Necesidad de aumentar la con­curren­cia de alum­nos.

 

► Feria: Poca asistencia á la escuela de niños, por lo que se recuerda al Alcalde el art. 8º de la ley de Instrucción pública.

 

► La Morera: Debe recordarse al Alcalde el art. 8º de la ley de Instrucción pública.

 

► Zafra: Que se recuerde lo que al anterior.

 

Por lo general, las noticias presentadas testimonian la existencia, no diríamos que generalizada pero si abundante, de las ausencias de los niños y niñas a las escuelas. Bastante más escasas son las informaciones que posibilitan su cuantificación porcentual, elemento que permitiría una mayor aproximación a esta realidad y a esta significativa problemática de la escuela primaria bajo-extremeña de finales del Ochocientos.

 

Una de esas informaciones cuantitativas se presenta en el curso escolar de 1879-1880, con ocasión de la visita que el Inspector provincial efectúa a las escuelas del Partido de Badajoz. En las de la capital provincial, encuentra, en propia reelaboración, esta situación[13]:

 

Escuelas públicas visitadas.

Dos de niños, desempeñadas por D. Joaquín Fonseca y D Miguel Pimentel[14].

Dos de niñas, desempeñada una por Dª Brígida Rodrigo y la otra por Doña Teresa Capilla, accidentalmente.

Escuelas privadas.

Nueve de niños.

Veintiuna de niñas.

 

178 Niños matriculados en las escuelas públicas.

637 Niños matriculados en las escuelas privadas.

815 Niños en todas las escuelas.

 

228 Niñas matriculadas en las escuelas públicas.

749 Niñas matriculadas en las escuelas privadas.

977 Niñas en todas las escuelas.

 

Niños presentes en el acto de visita

……….. 146 Niños presentes en las escuelas públicas

……….. 528 Niños presentes en las escuelas privadas

……….. 674 Niños en todas las escuelas.

 

……….. Niñas presentes en el acto de visita

……….. 150 Niñas presentes en las escuelas públicas.

……….. 560 Niñas presentes en las escuelas privadas.

……….. 710 Niñas en todas las escuelas.

 

……….. Resumen

1.792 Niños y niñas matriculados en todas las escuelas.

1.348 Niños y niñas presentes en todas  las escuelas.

 

¿Qué valores porcentuales de presencia/ausencia del alumnado en sus escuelas pueden calcularse? En el cuadro que sigue se han incluido los resultantes.

 

Cuadro número 2.

Valores porcentuales de alumnado que asiste/falta a la escuela

Badajoz, mayo, 1880.

Escuelas Matrícula Asisten % asisten % faltan
Públicas de niños 178 146 82,0 18,0
Privadas de niños 637 528 83,9 16,1
Totales niños 815 674 82,7 17,3
Públicas de niñas 228 150 65,8 34,2
Privadas de niñas 749 560 74,8 25,2
Totales niñas 977 710 72,7 27,3
Total alumnado 1.792 1.348 75,0 25,0
Públicas de niños 178 146 82,0 18,0
Públicas de niñas 228 150 65,8 34,2
Totales públicas 406 296 72,9 27,1
Privadas de niños 637 528 83,9 16,1
Privadas de niñas 749 560 74,8 25,2
Totales privadas 1.386 1.088 78,5 21,5

Elaboración propia.

 

Las anteriores cuantificaciones, tanto en sus valores absolutos como en los porcentajes resultantes, posibilitan alguna reflexión que focaliza el problema de la asistencia/ausencia del alumnado de la escuela primaria. Así:

 

a.- El valor medio de los porcentajes de faltas en la totalidad del alumnado es del 25 por ciento, es decir, al menos para la ciudad de Badajoz, uno de cada cuatro niños/niñas no acuden a la Escuela, situación que al cabo de más de un cuarto de siglo de haberse aprobado la norma que buscaba una educación primaria universal para toda la población entre los seis y los nueve años se ha de considerar cuando menos preocupante, cuando no de elevada gravedad, de modo especial al referirse los datos a un ámbito urbano en el que las preocupaciones educativas serán hipotéticamente más elevadas que en espacios rurales.

 

b.- Existen significativas diferencias entre los valores encontrados para la globalidad de las ausencias de ambos sexos, de tal forma que en el total de las escuelas públicas y privadas, las ausencias de los niños se colocan en el 17,3 % mientras que son bastante más las niñas que no asisten a una escuela, el 27,3 %.

 

c.- La situación resulta evidente, de tal forma que en las escuelas públicas, el 18 % de los niños faltan mientras que ese valor de las ausencias en las niñas se eleva a casi el doble, al 34,2 %.

 

d.- En las escuelas de niñas se registran paralelos valores porcentuales, de tal forma que en las públicas, las niñas que no asisten son el 34,2 %, mientras que en las escuelas privadas, ese valor es más reducido, del 25,2 %.

 

e.- Las faltas del alumnado, de los niños y de las niñas, son más reducidas en las escuelas privadas que en las públicas. Así, para los niños, frente al 16,1 % de faltas en las escuelas privadas, en las públicas, el valor es levemente superior, del 18 %. Y el 25,2 de las niñas de la escuela privada llega al ya señalado 34,2 % de las escuelas públicas.

 

f.- La presencia, tanto en escuelas públicas como en las privadas, de mayor número de niñas escolarizadas aunque también hay que registrar, como se ha señalado, un mayor nivel de absentismo escolar que en los niños.

 

Resumiendo, a la altura de 1880 y en la ciudad de Badajoz, hay mayor número de niñas escolarizadas pese a que faltan más a la escuela que los niños y la Escuela pública registra mayores valores porcentuales de ausencia de su alumnado.

 

En los acuerdos que la Junta Provincial va adoptando sobre la problemática que intentamos aprehender, así como en las noticias e informaciones complementarias que los explican y justifican, se vislumbran los elementos, personas y actuaciones que, en su valoración, se encuentran en el origen de las faltas de los alumnos a sus escuelas. Veamos algunas de ellos.

 

A.- Las actuaciones descuidadas y poco ajustadas a la norma de la Junta Local de Primera Enseñanza.

 

En los acuerdos tomados en la se­sión de la Junta Provincial de 21 de noviembre de 1887[15], a la vista de los expedientes de visita remitidos por el Inspector, se acuerda comunicar al Ayuntamiento de Herrera del Duque “Que la Junta local visite las escuelas para que la concurren­cia á ellas sea más nume­rosa.

 

B.- Las omisiones del Alcalde que, como primera autoridad local, no hace uso de los procedimientos sancionadores que la normativa específica pone a su disposición.

 

Así, en El Magisterio Extremeño, número 16, Badajoz, 5 de junio de 1879, se recogen los acuerdos de la sesión celebrada por la Junta Provincial el 10 de mayo, en la que se pide al alcalde de Cheles:

 

“…que use de las atribucio­nes que le conce­de la ley para que los niños asistan con más puntualidad á las escuelas.”

 

En sesión de la Junta Provincial de 10 de diciembre de 1885[16] y

 

«De conformidad con lo propuesto por la Inspección en el expediente de la visita que acaba de girar a varias escuelas…decir á los Alcaldes de Acede­ra, Esparragosa de Lares y Orellana la Vieja que hagan uso de las fa­cultades que la ley les concede para proveer la concurrencia de alumnos á las escuelas”

 

El 10 de noviembre de 1886[17] se dispone “excitar el celo” de los Alcaldes de Bodonal de la Sierra, Cabeza la Vaca y de Fregenal de la Sierra para que cada uno

 

“…haga uso de las atribuciones que le dá la ley, para que aumente la concurrencia de alumnos á las escuelas…”[18]

 

Al mismo tiempo, se determina transmitir a la Junta Local de Higuera la Real

 

“…el disgusto de la provincial al saber que las escuelas han estado cerradas tres meses sin causa justificada. Que se pro­mueva la concurrencia de alumnos.”

 

Los ejemplos son numerosos. El 8 de febrero de 1888[19]

 

«Dada cuenta del expediente de la visita ordinaria de inspección girada á las escue­las de la ciudad de Don Benito en el actual segundo turno, se acordó excitar el celo de aquel Alcalde para que haga uso de las atribuciones que la ley le concede con el objeto de que la asistencia á la escuela sea más numerosa…”

 

De manera parecida, en la sesión de 30 de abril de 1886[20], la Junta Provincial acuerda

 

“Excitar el celo de los Alcaldes de Valle de Santa Ana, Valle de Matamoros, Salva­león, Valencia del Mombuey y Zahinos para que obliguen á los padres á que concurran los niños á las escuelas.”

 

Esta llamada de atención a la autoridad del Alcalde es bastante habitual. El 21 de mayo de 1886[21] la Junta Provincial trata de

 

“Excitar el celo del Alcalde de Táliga para que haga asistan los niños…e igual se dispuso para Torre de Miguel Sesmero en cuanto á la asistencia irregular de los niños y niñas.

 

El 30 de julio de 1886            [22] la Junta acuerda que a los Ayuntamientos de Cordovilla, La Nava (de Santiago) y Arroyo de San Serván se les recomiende

 

“…la necesidad de que se promueva la concurrencia de niños á la escuela.”

 

C.- Los propios Maestros, que con sus conductas “expulsan” a sus alumnos de la Escuela y propician su inasistencia y subsiguiente abandono.

 

Entre los acuerdos tomados por la Junta Provincial en la se­sión de 21 de noviembre de 1887[23] se señala que en la localidad de Baterno:

 

“…la falta de asistencia que se nota en la escuela de niños es debida al aba­ndono del maestro D. Salvador Sánchez Cabañas, y á los castigos corporales que im­pone á los niños, siendo más de lamentar su conducta, cuanto que en el Rectorado obra un expediente contra este maestro por falta en el cumplimiento de sus deberes profesionales.”

 

En la se­sión de 21 de noviembre de 1887[24] la Junta Provincial acuerda

 

“Que se amoneste á doña Jacinta Camacho, maestra de la de niñas de Garbayuela, por el estado lamenta­ble de la misma, más censurable cuanto que en la anterior visita ofreció el mismo resultado, y que ella, y no los padres de fami­lia, es la causa del alejamiento de las niñas, por cuya razón, si en adelante no modera su conducta, se proce­derá á la formación de expediente.”[25].

 

D.- Los padres de familia parecen ser los principales responsables de las faltas de asistencia del alumnado a las escuelas. Como ejemplo de una realidad muy denunciada por la Junta Provincial, en su sesión de 20 de octubre de 1875[26]

 

«A consecuencia de la visita de Inspección se acordó decir al Ayuntamiento y Junta local de Solana que aumente el sueldo al maestro de dicho pueblo y que obligue á los padres de familia á que manden los niños á la escuela;…»

 

La reiterada manifestación a la casi permanente existencia del problema parece testimoniar la ineficacia de las decisiones que, al menos en teoría, se estaban adoptando desde los responsables provinciales y, al mismo tiempo, mostraban el fracaso de las decisiones que a nivel local se deberían estar adoptando ante las demandas que van recibiendo y a las que las familias hacen caso omiso.

 

A partir de la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, pocas novedades legislativas se registraron a nivel estatal para tratar de poner solución a un problema que podía llevar al total fracaso los esfuerzos que la Sociedad estaba efectuando para implantar, desarrollar y fortalecer la educación y la instrucción primaria[27], logrando su plena universalización. Ya se ha presentado más arriba la iniciativa de un responsable municipal de Badajoz para dar respuesta al que aparecía como serio problema. Y, no lo podemos testimoniar de forma documental, tal vez otros municipios buscaran solución semejante.

 

Pero a nivel estatal, aunque más de un cuarto de siglo después de aprobada la Ley Moyano, se publicaba el Real decreto de 23 de febrero de 1883[28], encaminado a promover la con­currencia de la niñez a las escuelas de primera enseñanza, un tanto descuidada por los padres de familia.

 

Estructurado en 13 artículos más uno transitorio, se nuclea en la necesaria implicación de los diversos sectores directivos intervinientes en el hecho educativo buscando la plena escolarización del alumnado. Para ello,  en el artículo 1.º se establece la obligación de las Juntas locales de primera enseñanza de confeccionar en el mes de diciembre, un censo general de los niños y niñas, comprendidos dentro de la edad escolar que fija el art. 7.º de la ley de 9 de septiembre de 1857 y residentes en sus términos municipales. Y remitirán dos ejemplares a la Junta provincial que, a su vez, hará llegar uno a la Dirección general da Instrucción pública en el mes de enero inmediato.

 

De forma semejante (artículo 2.º), los maestros y maestras elaborarán, en abril y octubre, una matrícula de niños y niñas que hayan asistido a la escuela en el semestre anterior, indicando la nota de puntualidad de cada matriculado. Entregada a la Junta local, un duplicado será remitido a la Junta provincial que la remitirá a la Dirección general.

 

Los dos siguientes artículos determinan las obligaciones de los Inspectores de primera enseñanza quienes recibirán de los Alcaldes los registros de multas que hubiesen impuesto en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 8.º de la Ley Moyano mientras que los jueces municipales testimoniarán los juicios de faltas de hechos castigados por los incumplimientos de lo determinado en los apartados 5 y 6 del artículo 603 del Código penal de 1870[29]. De manera semejante, habrán de elaborar, en junio y diciembre de cada año, un análisis comparativo de los censos del alumnado en edad escolar y las matrículas, Lo habrán de remitir, a la Dirección general junto a un informe en que expliquen las causas probables de la mayor ó menor observancia del art. 7.º de la ley de 9 de Setiembre de 1857, y propongan los medios necesarios para incrementar la asistencia de los alumnos así como su valoración sobre si las Autoridades locales cumplen con este deber[30].

 

Tratando de lograr la precisa colaboración de los diversos sectores implicados en el problema de la escasa asistencia de alumnos, el artículo 6 determina los premios que recibirán los Maestros que la aumenten, para lo que será precisa la propuesta -artículo 7- de las Juntas locales y el informe de la Junta provincial, determinándose en el artículo 8 la inclusión en los Presupuestos generales del Estado las partidas necesarias así como se demanda la colaboración pecuniaria de Diputaciones y Ayuntamientos para ayudar al mismo objetivo[31], para lo que se ofrecen, artículo 9, “distinciones especiales y honoríficas” a Juntas locales, provinciales e Inspectores “que más celo muestren en aumentar la concurrencia á las Escuelas.[32]

 

La preocupación de la Dirección general correspondiente muestra la importancia y hasta gravedad del problema. Un problema del que parece se culpabiliza, de forma casi exclusiva, a los padres del alumnado y al que se trata de hallar solución con medidas que se articulan en torno a actuaciones administrativistas, de compleja ejecución y que producirá una abundante y muy diversa información, de difícil tratamiento posterior y que podrán cuantificar los valores de las faltas escolares pero que resultarán de escasa utilidad para alcanzar el objetivo propuesto. Y el recurso, sea a la imposición de penas pecuniarias o de otro tipo, sea al otorgamiento de premios, se vislumbran, lo veremos más adelante, como ineficaces, ya que no se incide en el verdadero agente causal.

 

La Junta Provincial de Instrucción Primaria de Badajoz[33], hace pública una Circular, 21 de marzo de 1883, instando al cumpli­miento del Real decreto de 23 de febrero de 1883 por lo que recuerda a las Juntas locales y a los maestros su cumplimiento, para lo que recuerda las nuevas obligaciones:

 

  • Las Juntas locales censaran a los niños, art. 1.º del Decreto.
  • Los maestros formarán la matrícula de los niños que hayan asistido a sus es­cue­las en los úl­timos seis meses, art. 2º.
  • Ambos documentos se remitirán a la Junta provincial.

 

Casi dos meses después[34], la Junta local de Instrucción pública de la ciudad de Badajoz acuerda elaborar el censo de los niños y niñas de las edades de seis a nue­ve años que deben asistir a las escuelas públicas con arreglo al Real decreto de 23 de Fe­brero y una petición al Ministerio para que limite el número de niños pudientes que pueden concurrir á las aulas costeadas con fondos municipales en las capitales de provincia en que pue­den concurrir á las numerosas escuelas privadas existentes en ellas de ordinario y, de forma complementaria pedir al Ayuntamiento se concierte con los maestros particulares, tema, sorprendente tema, que ya hemos presentado[35].

 

Días antes, los redactores de la prensa profesional[36], habían incluido una breve nota, bajo el título “PASAR LISTA” en la que se decía:

 

“Encarecemos á los Maestros la necesidad en que están de pasar lista diariamente y apuntar las faltas de asistencia pues, según el Real decreto de enseñanza obligatoria tienen obligación de pasar semestralmente á las Juntas una relación que especifique los alumnos que hayan asistido á la escuela y el número de faltas que hayan cometido.”

 

Pasadas unas pocas semanas[37], la Junta provincial, sesión de 10 de julio de 1883, se ve en la necesidad de:

 

«Excitar el celo de las juntas locales de instrucción pública y de los maestros de 1ª enseñanza para que remitan en un plazo breve á la Corporación el empadronamiento de los niños y niñas comprendidos en la edad escolar y la matrícula de los mismos.»

 

El complejo sistema articulado por el Centro directivo ministerial no funciona. Y son los escritos de la propia Dirección general, publicados y divulgados por la prensa especializada[38] su más acabada prueba. Así, desde el Gobierno de la Provincia, Badajoz, 21 de julio de 1883 se transcribe el comunicado recibido del Director general de Instrucción pública, Madrid, 16 de julio, en el que testimonia el incumplimiento de las obligaciones de los dos primeros artículos y el transitorio del Real decreto de 23 de Febrero, lo que paraliza todo el proceso posterior, pidiendo se adopte por la Autoridad provincial las medidas precisas para que los Alcaldes como Presidentes de las Juntas locales ejecuten lo dispuesto pidiendo, además detalles nominativos de los incumplidores[39]

 

E inmediatamente, el Gobernador, como Presidente de la Junta provincial[40] señala la imposibilidad de la Junta de acometer la tarea encomendada por lo que dispone

,

“…puesto que á ello se oponen la apatía de las locales de instrucción pública y aun de muchos maestros de primera enseñanza que no han remitido hasta la fecha á esta Secretaría el empadronamiento de los niños y de las niñas comprendidos en la edad escolar, ni la matricula de los alumnos de ambos sexos de las escuelas públicas, la corporación se vé en el imperioso deber de recurrir de nuevo á las autoridades locales y á los maestros de primera enseñanza que se hallen en descubierto del envío de los datos referidos, para que lo verifiquen en el plazo de ocho días á contar desde la fecha de este Boletín oficial.” [41]

 

El problema parece insoluble y el Real Decreto de 23 de febrero de 1883, que por el incumplimiento que Juntas locales y Maestros efectúan de sus demandas es sistemáticamente desobedecido no es la solución al problema. Así, Gaceta de Madrid de 21 de septiembre de 1884, se publica una breve Real Orden de 31 de agosto de 1884 que venía a repetir los planteamientos del Real Decreto[42]. Dos años más tarde, en El Magisterio Extremeño Onubense correspondiente al 15 de enero de 1886 bajo el epígrafe Estadística Escolar, firmado por Miguel Pimentel exponían la forma práctica de cumplimentar las demandas de la Real Orden de 1884, mostrando así la que se presenta como aparente incapacidad de los Maestros o como su callada negativa a desarrollar un trabajo del que se esperaban pocos resultados.

 

Los esfuerzos de las distintas estructuras educativas, sea a nivel provincial o nacional, producen pocos resultados. O, al menos, así lo parece ante los requerimientos de los Inspectores de educación. Con fecha 27 de ene­ro de 1885 el Inspector de Badajoz, Don Antonio Ru­perto Escudero, dirige a los Ayunta­mien­tos y al Ma­giste­rio una Circular[43] para que en el plazo de ocho días le remi­tan, res­pectiva­mente, el pa­drón de los niños y niñas comprendidos en las edades de seis a nueve años y la matrí­cula de los alumnos y alumnas asis­tentes a sus es­cuelas así como la asis­ten­cia media que se ha registrado, usando para ello un mo­delo que incluye en su Circu­lar, todo ello en ejecución de las especificacio­nes incluidas en el Real decreto de 23 de febrero de 1883 y en la Real orden de 31 de agosto de 1884, por las que se pretendía co­nocer el volumen de alumnos que con­curren a las escuelas públi­cas y estimular su asistencia. El 19 de febrero reitera su peti­ción por otra Circular[44], en la que ame­na­za con publi­car el nombre de los Ma­estros y Maestras que no han cumplido con esta es­pecífica obliga­ción y exigir las responsabilidades co­rrespon­dientes. Y el 14 de marzo[45], el Ins­pec­­­­­­­­­­tor firma una nota en la que des­pués de rela­cionar, con sus nom­bres y apelli­dos, los treinta Maestros y las cuaren­ta y tres Maestras que todavía no han remiti­do la infor­mación solicitada, señala:

 

«Con harto sentimiento vuelvo á recordar á los Maestros cuya lista es ad­junta, el cumplimiento de su deber respecto á los datos repetidamente pedidos en las circulares de 27 de Enero y 19 de Febrero, publicadas en el Boletín Ofi­cial. Y como en ellas digo que la Di­rec­ción general de Instrucción pública me exige la más rigurosa responsabilidad, no puedo menos de manifestar á los mo­rosos que si en el término de tercero día, desde la inserción en el Boletín no obran en mi oficina los repetidos datos, lo pondré en conoci­miento de la Junta Provincial; y me consta que esta Corporación dará cono­cimiento al Ilmo. Sr. Rector, para los efec­tos á que haya lugar.»

 

A la altura de 1890 la problemática de las faltas de los alumnos a la Escuela sigue sin resolverse. Informaciones complementarias en las que los redactores de El Magisterio Extremeños trasladan a sus lectores realidades de otras provincias muestran no sólo esa realidad que afecta, por lo que parece, a buena parte del territorio nacional, sea en Guadalajara[46] o en otros[47].

 

Dos hechos resultan ciertos: en primer lugar, el absentismo escolar, sea por la no matriculación de porcentajes elevados de niños y niñas en edad de escolarización obligatoria, sea por la reiteración de faltas a la Escuela, pública o privada, es una realidad indudable. Además. los intentos de los responsables educativos a nivel estatal y provincial, de encontrar una solución en base de un desarrollo jurídico que de forma básica centraba en las decisiones paternas de no escolarizar a sus hijos el origen de la situación, la causa de ese elevado absentismo, sólo posibilitaba una hipotética cuantificación del problema pero no aportaba solución efectiva alguna.

 

A su lado, en la concepción presente en toda la documentación que en torno al problema se generó, otras causas coadyuvan, sean las actuaciones de algunos docentes que con sus comportamientos no estimulan la presencia de los alumnos en sus escuelas, sean las de aquellos Alcaldes que incumplen sus obligaciones y no penalizan a los padres como estaba legislado o las de las Juntas locales de instrucción primaria.

 

Pero es necesario tomar en consideración otro elemento causal que rara vez hemos encontrado, ni levemente apuntado, en la documentación generada desde las instancias oficiales, estatales, provinciales o locales. Un elemento causal que por el contrario si se señala en la prensa del momento, mostrando una extraordinaria profundidad de análisis de la realidad estructural vivida en el marco espacial y temporal al que buscamos acercarnos y al que, por la documentación oficial que hasta nosotros ha llegado, nunca se planteo.

 

Así, unos textos periodísticos ponen el dedo en la llaga y señalan el que, al menos en hipótesis inicial de trabajo, con elevados niveles de confirmación, considero el origen del absentismo escolar. Un origen causal que investigaciones posteriores habrán de probar, de tal modo que, en nuestra interpretación, es la problemática ligada a las deficiencias del general desarrollo socio-económico de los muy numerosos y significativos sectores de la población extremeña el origen de esa ausencias de niños y niñas de las que deberían haber sido sus Escuelas.

 

Los redactores de El Magisterio Extremeño, número 40, Badajoz, 24 de octubre de 1896, recogen de las páginas de el Correo de Extremadura las que considera atinadas observaciones:

 

“Aquí solo van á las escuelas públi­cas los niños de las clases menos aco­modadas, de aquellas que les es impo­sible pagar siquiera una peseta al mes á los maestros por la educación de sus hijos.

 

Por esto la asistencia á las clases es irregular; hay niño que en todo un mes asiste á la clase un solo día, ya por en­fermedad ó ya, y esto es general, por­que los padres dedicados al trabajo, emplean á sus hijos mayores en el cuidado de los más pequeños, en pro­veer la casa del agua necesaria, en lle­var la comida, almuerzo etc. á los pa­dres que trabajan fuera de murallas, ó en acompañar á las madres al río para conducirles la ropa del lavado.

 

En la época de la aceituna, de la vendimia, ó de la siembra de los me­lones, ó de las ferias, la falta en las es­cuelas es sensible.

 

Con todos estos detalles y otros más que podríamos apuntar, quizás de más fundamento, las escuelas públicas están concurridas, es cierto, pero de modo muy irregular.”

 

Cuando además, como señalaba El Magisterio Extremeño, número 5, Badajoz, 11 de febrero de 1881, recogiendo lo publicado en El Eco de Fregenal,

 

“Varios padres de los niños que asisten á las escuelas elementales de esta ciudad se lamentan no solo de la poca luz y ventilación del local, si­no de la humedad que por efecto da las lluvias y de las malas condiciones del edificio existe en una de dichas escuelas, donde junto á las mesas de escritura, se ha formado una gran charca de agua por cima de la cual tienen que pasar los alumnos pisando inseguros ladrillos.”[48]

 

Por ello, y queremos concluir como empezábamos, como muy acertadamente comentaba la prensa del momento[49] «En todas partes cuecen habas.”

 

«Lo que sucede en esta localidad tiene que suceder en todas. El Alcalde tiene un hijo, y como también tiene ovejas, desde el 1.º del mes pasado en que nació el primer cordero, no ha vuelto el muchacho á la Escuela, porque tiene que cuidarlo.

 

Vendrá la primavera, y el niño llevará los bueyes al prado. En verano irá á trillar, y en otoño á vendimiar; de suerte que hasta 1.º de Noviembre no volverá á pisar la Escuela. Esto mismo sucede al primo, al hermano, al tío y al amigo del Alcalde. ¿Y se querrá que imponga multas, cuando él es el primero en faltar á este deber?»

 

Sin comentario»

 

Sin comentario, terminaba el anónimo redactor. No hacían falta alguna. Sus palabras describían a la perfección la raíz del problema. Ya lo había dicho los clásicos: Primum vivere,…

[1] El Magisterio Extremeño (EME.), número 19, Badajoz, 5 de julio de 1879.

[2] La Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, la conocida como Ley Moyano, en su Sección Cuarta, Del gobierno y administración de la Instrucción pública, determina la existencia de dos niveles de responsabilidades: un nivel central-estatal y un nivel periférico, con una triada de instituciones jerárquicamente estructuradas en cada uno de ellos.

 

En el nivel central se encuentran: el Ministro de Fomento, a quien corresponde -artículo 243- el gobierno superior de toda la instrucción pública; el Director general de Instrucción pública, responsable -artículo 244-, bajo las órdenes del Ministro, de la administración central de la instrucción pública y el Real Consejo de Instrucción pública.

 

En el nivel periférico existen: Distritos universitarios, al frente de los cuales se encuentra el Rector, «… jefe inmediato de la Universidad respectiva, y superior de todos los establecimientos de instrucción pública que haya en él.» y el Consejo Universitario, que aconsejará al Rector en los asuntos graves y juzgará a profesores y alumnos en los casos que reglamentariamente se determinen; la Junta provincial de Instrucción pública, instituida en cada capital de provincia y con responsabilidades sobre la primera y la segunda enseñanza.  El artículo 286 determina:

 

«Corresponde á estas Juntas:

Primero. Informar al Gobierno en los casos previstos por esta Ley y demás en que se les consulte.

Segundo. Promover las mejoras y adelantos de los establecimientos de primera y segunda enseñanza.

Tercero. Vigilar sobre la buena administración de los fondos de los mismos establecimientos.»

Cuarto. Dar cuenta al rector, y en su caso al Gobierno, de las faltas que adviertan en la enseñanza y régimen de los Institutos y escuelas puestas a su cuidado.»

 

Y la Junta local de Primera enseñanza, establecidas en cada uno de los municipios y con atribuciones sobre la primera enseñanza. El artículo 289 determina:

 

«Las Juntas locales tendrán, respecto de las escuelas de primera enseñanza establecidas en el pueblo, las mismas atribuciones que el art. 286 señala a las Juntas provinciales respecto de los establecimientos cuyo cuidado se les encomienda; con la diferencia de que las locales dirigirán sus comunicaciones a la provincial en lugar de hacerlo al rector o Gobierno.»

 

Por su parte, el artículo 290 dispone:

 

«En los pueblos que no siendo capital de provincia tengan Instituto o escuela de aplicación, las atribuciones de la Junta local se extenderá también a estos establecimientos.»

 

El Real decreto de 20 de julio de 1859, por el que se aprobaba el Reglamento general de Instrucción pública, precisa y perfila buena parte de las estructuras administrativas enunciadas en sus líneas más generales en la Sección Cuarta de la Ley de 9 de septiembre de 1857.

[3] EME., número 21, Badajoz, 5 de agosto de 1878.

[4] EME., número 17, Badajoz, 15 de junio de 1875.

[5] EME., número 33, Badajoz, 25 de noviembre de 1877.

[6] EME., número 25, Badajoz, 8 de julio de 1886.

 

«Se dió cuenta de los expedientes relativos á la visita ordinaria de inspección gira­da en el segundo turno de este año á las escuelas del partido de Alburquerque; y de con­formidad con lo informado por el Inspector, se acordó: excitar el celo del Ayuntamiento de Alburquer­que para que adquiera mejores locales, y lo mismo al Ayuntamiento de San Vicente de Alcánta­ra, que tiene los peores de la provincia;…excitar el celo del Ayuntamiento de Villar del Rey, para que, en el local de los niños, se lleven á efecto las reformas que necesita; y para que aumente el sueldo del maes­tro sustituto por sus buenos servicios en la enseñanza; llamar la atención del Alcalde de La Roca acerca de las obras que deben practicarse para mejorar los locales; ordenar al Alcalde Puebla de Obando que haga reconocer el edificio en donde se halla la escuela de niños que se cree está ruinoso, y establecerla en otro local, siendo responsable, sino lo hace, de cual­quier siniestro que pueda ocurrir, proporcionando tam­bién otro local para las clases de las niñas; poner esos acuerdos en conocimiento del Rec­torado.»

 

[7] Aunque hemos intentado aproximarnos al inicial conocimiento de la Inspección educativa de la provincial de Badajoz en el siglo XIX, es mucho lo que ignoramos, como por ejemplo, los itinerarios de visita y la subsiguiente aproximación a la realidad educativa y la pro­blemática de la ins­truc­ción pública pro­vincial en la visión de la ins­pec­ción, con una espacial referencia a las posibles consecuencias de la visita de Inspección.

 

                CORTÉS CORTÉS, FERNANDO: Escuelas y Maestros en el siglo XIX. Jerez de los Caballe­ros y su co­marca, 1800-1899. Estructuras y realidades educati­vas, Bada­joz, 1995.

 

                IBID.: La provincia de Badajoz entre 1856 y 1859: Educación Primaria, Mae­stras y Maestros, Ser­vi­cio de Publi­ca­ciones, Diputación de Bada­joz, Bada­joz, 2003.

 

                IBID.: El siglo XIX en el Partido Judicial de Don Benito: Educación e Instrucción Primaria, Don Benito, 2004.

 

                IBID.: Instrucción Primaria e Inspección de Escuelas (La Baja Extremadura a mediados del siglo XIX), Ba­dajoz, 2005.

 

[8] EME., número 22, Badajoz, 8 de junio de 1883. Las localidades sobre las que actúa la Junta son del Partido de Alburquerque, visitadas en los primeros días de marzo de 1883. Aquí, como en otras presentadas, existe una estricta correspondencia entre los Itinerarios de visita del Inspec­tor y los acuerdos de la Junta.

 

[9] En esa sesión, se acuerda, además

 

“…encarecer asimismo a los Ayuntamientos de La Roca, Villar del Rey, San Vicente y Albur­querque, la urgente necesidad de reformar los locales escuelas ó pro­porcionar otros de mejo­res condiciones, y con especialidad la casa-habita­ción del maestro de este último pueblo, Sr. Bulgarín; ordenar á doña Consuelo de los Reyes, maestra de la escuela de Puebla de Obando y Dª María Agueda Rastrollo, de Villar del Rey, que pon­gan en práctica sin demora las obser­vaciones que les ha hecho el Inspector en la reciente visita: excitar el celo del Ayuntamien­to de San Vicente de Alcántara para que acuerde la creación de ayudantes con destino á las escuelas públicas de dichas villas y lo mismo al Ayuntamiento de Alburquerque, respecto á la escuela de doña Juana Ulloa.»

 

[10] Por ejemplo, se determina

 

«…dar las gracias á la inteligente maestra de dicho pueblo (Aceuchal) doña Julia Barquero, por el ventajoso estado en que se encuentra la enseñanza que tiene á su cargo…»

 

De manera parecida, en la sesión de día 10 de julio de 1883 –EME., número 32, Badajoz, 28 de agosto de 1883-:

 

«Dada cuenta de los antecedentes relativos á la visita de inspección girada en el segundo turno del año económico de 1882-1883, á las escuelas de 1ª enseñanza del partido de Mérida; se acordó haber visto con satisfacción el brillante estado en que se encuentran las escuelas que dirigen en dicha ciudad los maes­tros don Juan Sánchez Fuen­tes, don Manuel Anto­nio Guerrero y doña Antonia Yustas y Salas y comunicarlo así á los interesados para su satis­facción y para que les sirva de mérito en su carrera profesional…”

 

En sesión de 10 de diciembre de 1886 – EME., número 1, Badajoz, 1 de enero de 1887- se acuerda conceder

 

“…un voto de gracia por el escelente estado en que el Inspector en­contró la enseñanza, á los maestros públicos D. Justo Sanz Aldana, de Nogales; D. Juan Fernández Acevedo, doña Encarnación Barneto y doña María Domínguez, de Rivera del Fresno; D. Enrique Rasero, de Zafra; doña Julia Barque­ro, de Alconchel; doña Piedad Velasco y doña Sacramento Mora, de Almendrale­jo, y doña Joaquina Rodrí­guez, de Fe­ria.”

 

[11] En esa misma sesión de 28 de febrero de 1879 se expresa:

 

«Dada cuenta de los expedientes de la última visita girada por el Inspector á las escuelas de Villa­franca de los Barros, Hinojosa del Valle, Almendralejo, Villalva, Santa Marta, Solana, Aceuchal y Nogales, se acordó felicitar al Ayunta­miento y Junta local de Vi­llafranca por el celo que desplegan en bien de la primera enseñanza, y rogar á la prime­ra de estas corporaciones que incluya en el presupuesto municipal la cantidad necesaria para la crea­ción de una escuelas de niñas…”

 

[12] EME., número 1, Badajoz, 1 de enero de 1887.

 

[13] EME., número 13, Badajoz, 5 de mayo de 1880. Los redactores del periódico señalan:

 

«Terminada la visita de Inspección á las escuelas del partido de Badajoz, se nos han facilitado por el Sr. Inspector los siguientes curiosos datos relativos á las de la capital:»

 

[14] LÓPEZ CASIMIRO, F.: “Con ocasión del centenario: Miguel Pimentel y Donaire”, en “Revista de Estudios Extremeños”, T. LXXI n. 2 2015, pp. 1205-1238., Badajoz, 2015.

[15] EME., número 42, Badajoz, 1 de diciembre de 1887.

 

[16] EME., número 1, Badajoz, 1 de enero de 1886.

[17] EME., número 43, Badajoz, 8 de diciembre de 1886.

[18] En esta misma sesión se demanda, sin la indicación al cumplimiento de la norma, “…se promueva la concurrencia de alumnos” a las localidades de Fuentes de León, Segura de León, Higuera la Real y Valverde de Burguillos.

 

[19] EME., número 7, Badajoz, 23 de febrero de 1888.

[20] EME., número 20, Badajoz, 23 de mayo de 1886.

 

[21] EME., número 24, Badajoz, 23 de junio de 1886.

[22] EME., número 28, Badajoz, 8 de agosto de 1886.

 

[23] EME., número 42, Badajoz, 1 de diciembre de 1887.

[24] EME., número 42, Badajoz, 1 de diciembre de 1887.

 

[25] También se presentan escritos de los Maestros mostrando la imposibilidad de incrementar la asistencia de los alumnos a sus escuelas.

 

Véase, por ejemplo, EME., número 17, Badajoz, 1 de mayo de 1883, carta de Ignacio Cardenal y Gómez: mostrando las dificultades para incrementar la matrícula cuando su escuela es muy pe­que­ña y no tiene ayudante.

 

[26] EME., número 33, Badajoz, 25 de noviembre de 1875.

[27] El Título I de la Sección Primera está exclusivamente dedicado a la primera enseñanza que, de acuerdo con los precedentes legislativos hispanos, se divide en elemental y superior. La primera, la enseñanza elemental, es declarada -artículo 7º- obligatoria para todos los españoles comprendidos entre los seis y los nueve años de edad. Una escuela elemental obligatoria, -no distribuida en cursos y que podrá ser impartida en régimen doméstico o en escuelas particulares- y, consecuentemente, gratuita en las escuelas públicas para artículo 9º- «… los niños cuyos padres, tutores o encargados no puedan pagarla, mediante certificación expedida al efecto por el respectivo cura párroco y visada por el alcalde del pueblo.»

 

[28] Gaceta de Madrid, Núm. 55, 24 de febrero de 1883, pp. 406-407.

 

[29] El artículo 603 del Código Penal reformado, se encuentra en el Libro III, Título III, De las faltas contra las personas, determina:

 

“Serán castigados con la pena de cinco a quince días de arresto y represión:

5.º Los padres de familia que abandonaren sus hijos, no procurándoles la educación que requiera su clase y sus facultades permitan.

6.º Los tutores, curadores ó encargados de un menor de quince años, que desobedecieren los preceptos sobre instrucción primaria obligatoria, o abandonaren el cuidado de su persona.”

Código Penal Reformado, mandado publicar provisionalmente en virtud de autorización concedida al Gobierno por la Ley de 17 de Junio de 1870, Edición oficial, Madrid, Imprenta del Ministerio de Gracias y Justicia, 1870.

 

[30] El artículo 5 determina que los Inspectores de primera enseñanza que sin causa justificada falten a lo dispuesto en el decreto serán separados de sus cargos. De manera semejante, la Dirección general cuidará de estimular la acción del Ministerio fiscal contra las Autoridades que descuidaren el castigo de las faltas cometidas por padres y tutores relativas a la instrucción primaría de sus hijos.

[31] Se prescribe que Diputaciones y Ayuntamientos

 

“…señalarán y adjudicarán anualmente uno ó más premios á los padres pobres que mayor sacrificio hubiesen hecho para que sus hijos asistiesen con puntualidad a las Escuelas públicas”

[32] En los artículos 10 al 13 se dispone la obligación de todos los funcionarios públicos, estatales, provinciales o municipales de acreditar la escolarización de sus hijos pidiendo los infractores sean separados de su puestos.

 

El artículo transitorio determina la obligación de las Juntas locales de efectuar de inmediato el censo establecido en el artículo primero, sin esperar al mes de diciembre.

 

[33] EME., número 12, Badajoz, 23 de marzo de 1883 y Boletín Oficial de la Provincia del mismo día.

[34] EME, número 17, Badajoz, 1 de mayo de 1883.

[35] CORTÉS CORTÉS, Fernando: “Dificultades de escolarización en Badajoz en la segunda mitad del s. XIX: ¿»niños pudientes» versus «niños pobres» y centros educativos concertados?”, en Revista de Estudios Extremeños, tomo LXIX, Badajoz, 2013, pp. 575-598.

 

[36] EME, número 14, Badajoz, 8 de abril de 1883. En el número siguiente, EME., número 15, Badajoz 15 de abril de 1883, se publica un modelo, propuesto por la Junta provincial de Zaragoza, para que los Maestros puedan hacerse una idea de lo que tienen que cumplimentar.

[37] EME, número 32, Badajoz, 23 de agosto de 1883.

 

[38] EME, número 29, Badajoz, 1 de agosto de 1883.

[39] Se ordena al Gobernador provincial:

 

“remitir á esta Dirección una relación nominal de las Juntas locales, y, por separado, otro de los maestros y maestras de las escuelas públicas de todas clases., con expresión del Ayuntamiento á que corresponden, que no hayan remitido á la Junta provincial el día 30 de este mes los documentos que se les han pedido ó noticia de que todos han cumplido, á fin de tenerlo presente en la ampliación de los artículos 6.° y 9.° del mencionado Real decreto.”

 

Y se le advierte:

 

“No necesita este centro detallar los medios que V. S. ha de emplear, con la Sección de Fomento de ese Gobierno, para conseguir el objeto que este Ministerio se propone, porque al recto juicio, al probado celo, á la inteligencia de V. S. queda encomendado el pronto despacho de este servicio.”

[40] EME, número 29, Badajoz, 1 de agosto de 1883. BOP., de 7 de julio de 1883.

[41] EME, número 29, Badajoz, 1 de agosto de 1883. Los redactores de El Magisterio Extremeño incluyeron seguidamente un texto, que bajo el epígrafe “Creemos serán de alguna utilidad á nuestros compañeros las siguientes observaciones que para el mejor cumplimiento de las anteriores órdenes conviene tener presente:” ofrece hasta seis consejos a los Maestros.

[42] En su artículo primero se dispone:

 

“Desde el próximo mes de Octubre los Maestros y Maestras de las Escuelas públicas de todas clases y grados consignarán al fin de cada lista mensual de asistencia el término medio de alumnos que hayan concurrido durante el mes respectivo.”

 

En el artículo segundo se determinaba:

 

“En la primera quincena de Enero de cada año los referidos Maestros y Maestras remitirán á los Inspectores del ramo una nota que contenga el total general de alumnos que han estado inscritos en los libros de matrícula y el término medio de su asistencia por meses.”

Los artículos tercero y cuarto señalaban:

 

“3.º Cuidarán dichos Inspectores con el mayor celo de que todos los Maestros cumplan lo prevenido en las dos anteriores disposiciones, y a este fin, siempre que visiten las Escuelas, harán constar en el registro correspondiente lo que resulte respecto á la nota mensual que debe expresar dicho término medio de asistencia.

 

4.º Los mismos Inspectores darán á esa Dirección en fin de Enero de cada año dos resúmenes de los datos de los Maestros y Maestras, con arreglo á los modelos que se les remitirán oportunamente.”

[43] BOP., 28 de enero de 1885.

 

[44] BOP., 23 de febrero de 1885.

[45] BOP., 18 de marzo de 1885.

[46] EME., número 15, Badajoz, 15 de abril de 1890. Propuestas del Gobernador civil de la provincia de Guadalajara:

 

«Crear un papel especial de multas para que se impongan á los padres de familia por abandono en la educación de sus hijos, y á los Ayuntamientos por infracciones de las leyes de enseñanza, cuyo impor­te, deducidos los gastos de timbre y sello del Estado, se apli­cará á premiar á los niños y Maestros que se hagan dignos de recompensa.»

[47] EME., números 33-34, Badajoz, 1-8 de septiembre de 1894, en Crónica general, tomándolo de La Escuela de León: esfuerzos del Alcalde de Pamplona para que asistan a las escuelas todos los niños, citando a los padres de los que no asisten, conducta que está siendo felicitada por la prensa de aquella ciudad.

[48] Los redactores de El Magisterio apostillan:

 

“Si se tratara de preparar buenos establos para los ganados. ó de levantar una placita de toros. ó de restaurar algunos conventos, entónces no falta­ría entusiasmo y sobraría dinero; pe­ro yá se ve; !os muchachos en cualquier zahurda están bien para reci­bir educación. ¡0h que bello país!”

 

[49] EME., número 14, Badajoz, 8 de abril de 1883. Los redactores de El Magisterio Extremeño: “Refiriéndose al decreto sobre enseñanza, le dicen al Magisterio Español.

Dic 052016
 

Julián Cádiz Rodríguez.

Formador del Seminario Metropolitano San Atón de Badajoz

julycr16@hotmail.com

 

  • INTRODUCCIÓN

 

 

El tiempo y el territorio en que vivió el Padre Juan González están marcados por la labor apostólica de diversas órdenes religiosas. Dicha labor se ha estudiado profundamente, y como muestra de ello mencionamos la obra de R. Ricard[1]. Aquella labor no dejó de aumentar año tras año, de manera que para 1559 había en todo México 380 franciscanos en 80 casas, 210 dominicos en 40 casas y 212 agustinos en 40 casas: en total 802 religiosos en 160 casas[2].

Es bien conocido el importante papel que desempeñaron en la primera evangelización de México en el siglo XVI los misioneros religiosos, principalmente los franciscanos[3], los dominicos[4] y los agustinos[5]. Todavía en vida de Juan González, iniciaron también su trabajo apostólico en la diócesis de México los hipólitos, los jesuitas, los dieguinos, los mercedarios y los carmelitas[6]. En cambio, es casi desconocida la labor pastoral realizada por el clero secular diocesano en ese mismo período, aun cuando estuvo presente desde los primeros años de la llegada del cristianismo a México, baste mencionar que los manuales más conocidos apenas si dedican unos párrafos al tema[7]. Por otra parte, tampoco se ha encontrado un estudio profundo sobre el clero secular en las principales obras que tratan sobre la primera evangelización en México[8]. Sin embargo, la importancia del tema y la necesidad de estudiarlo son reconocidas por todos. Hace ya medio siglo, Constantino Bayle dio un paso importante, abarcando en su estudio a todo el continente; por ello mismo sólo de modo general habló de México. En el prólogo de esta obra, Gregorio Modrego, alaba el trabajo hecho por Bayle con unas consideraciones que se aplican de maravilla a muchos destacados clérigos, entre ellos nuestro Juan González:

“Las investigaciones hasta ahora realizadas se refieren casi exclusivamente al clero regular. De la actuación del clero secular, sólo de pasada se ha escrito, con motivo de otros temas históricos. Ese fenómeno es muy explicable. Las Órdenes religiosas tuvieron sus historiadores desde la época del descubrimiento de América, mientras que el clero secular careció de cronistas de sus actuaciones y de sus gloriosas gestas.

Era, pues, de justicia y de urgente necesidad que, recogiendo cuidadosamente los datos esparcidos por centenares de historias americanas, y sobre todo estudiando documentos publicados pero no estudiados, y sacando a buena luz otros todavía inéditos, que duermen bajo el polvo de archivos y bibliotecas, relativos a la acción misionera y apostólica del clero secular en el Continente americano, especialmente para la consolidación y extensión de la obra evangelizadora realizada por las Órdenes religiosas al tiempo del descubrimiento, se saliera por los fueros de la verdad histórica, y sin omitir las sombras del cuadro, se pusiera de relieve la magnífica labor realizada por el clero secular para convertir a los indios a la fe de Jesucristo (…).

En efecto, si se estudia y se compara con prudencia y sabiduría la labor de nuestros sacerdotes en América, fácilmente se advierte que nada dejaron sin hacer, de cuanto buenamente pudieron, para elevar la condición moral y material de los indios e incorporarlos plenamente a la civilización y a la vida de la Iglesia. Estudiaron su lengua y sus costumbres, sus problemas materiales y sociales, y para su solución mezclaron muy dignamente con el ejercicio sacerdotal oficios de maestros, ingenieros, agricultores, etc., haciéndose en verdad todo para todos, a fin de ganarlos a todos para Cristo”[9].

 

 

  • BIOGRAFÍA

 

 

Juan González y García[10] nació en Valencia del Mombuey (Badajoz) hacia el año de 1510. Gracias a una carta del tercer arzobispo de México, Don Pedro de Moya y Contreras, sabemos con certeza que Juan nació en 1510 y que vino a México antes de 1530: “El canónigo Juan González, natural de Frexenal, de hedad de sesenta y cinco años, a más de cuarenta y cinco que está en esta tierra”[11]. Fray Jerónimo de Mendieta, historiador franciscano, lo considera como el mejor representante de la “clerecía” en aquellos primeros años de la Iglesia en México. Le dedica todo un capítulo de su Historia Eclesiástica Indiana[12].

 

Alrededor del año 1528 vino a la Nueva España con su tío Ruy González, conquistador con Hernán Cortés, quien llegó a ser Regidor de la Ciudad de México, como atestiguan renombrados historiadores. El joven Juan se enamoró de su nueva patria y pronto aprendió la lengua náhuatl, lo cual le abrió el camino para conocer a fondo y amar a los indios recién conquistados. Ya no volvió a su tierra natal.

Manifestando deseos de ser sacerdote, fue bien aceptado por los clérigos del naciente obispado. Ellos le impartieron la primera preparación para el sacerdocio y le presentaron al primer obispo Fray Juan de Zumárraga. “Recibió La tonsura, órdenes menores, subdiaconado y diaconado, con toda pompa y circunstancia, de manos de Fray Julián Garcés, dominico, primer obispo de Tlaxcala y el único que por entonces había en México[13].

Cuando, en diciembre de 1531, San Juan Diego llevó al obispo el mensaje de la Virgen de Guadalupe, éste llamó al joven Juan González para que le sirviera de intérprete.

En 1534 Zumárraga lo ordenó sacerdote para la diócesis de México y lo hizo su confesor y familiar. A petición del mismo obispo, el emperador Carlos V lo hizo Racionero en el Cabildo de la Catedral de México en 1540, y Canónigo en 1544. En esos cargos desempeñó tareas importantes: nahuatlato (predicador y confesor de indios desde 1544), y juez hacedor (encargado de administrar los diezmos en 1548)[14].

Por su iniciativa, se creó la Congregación de San Pedro, que tenía como finalidad la santificación de los clérigos seculares del obispado.

El 22 de julio de 1553 se matriculó en la Real y Pontifica Universidad de México. Al día siguiente fue designado Consiliario de la misma (representante de los alumnos) y más adelante fue su tercer Rector por dos períodos anuales (1555-56 y 1556-57).

En 1564, cuando se encontraba en la cumbre de la fama, renunció al canonicato, para irse a la conversión de los indios, a los que ya desde mucho antes atendía con abnegación. Primeramente se fue a Xochimilco para ayudar a los franciscanos en la evangelización de los indios; después pasó a Huexotla (en aquel entonces era la capital del reino de Texcoco).

Finalmente se retiró a una vida de oración y penitencia construyendo la “Capilla de la Visitación”, cerca del Convento de Nuestra Señora de la Piedad, uno de los cuatro Baluartes de la Noble y Leal Ciudad de México durante los siglos XVII al XIX, en que fue nacionalizado y convertido en cuartel. En el XX fue transformado en Octava Delegación de Policía, situada en la esquina sureste de la Avenida Cuauhtémoc y la calle Obrero Mundial. A principios del año 2014, el noble edificio fue demolido para construir en su lugar edificios habitacionales.

Su retiro de la vida pública como Canónigo, a una vida de evangelización y penitencia fue tan sonado, que el 15 de agosto de 1567, el Rey Felipe II escribió al Virrey de la Nueva España Gastón Carrillo de Peralta y Bosquete, Marqués de Falces: “(…) vos encargo y mando que con particular cuidado tengáis mucha cuenta de la persona del dicho Juan Gonzalez (…) para que prosiga y entienda en la doctrina de los dichos indios y se animen otros a imitarle y hazer lo mismo (…)”.

El 24 de marzo de 1575, el tercer arzobispo de México Don Pedro de Moya y Contreras, escribe una Carta-Relación, remitiendo al Rey Don Felipe II reservados informes personales del clero de su diócesis. En ella habla elogiosamente del Canónigo retirado.

Murió el 5 de enero de 1590, con fama de santidad. Fue enterrado con toda solemnidad en la catedral de México y ahí continúan sus restos en la actualidad.

“En el libro de cabildos que comienza 14 de Agosto de 1714, el que está forrado en encarnada año 1756. Entre otras partidas esta una del tenor siguiente: El Sr. Canónigo Castorena dixo: Que con noticia que le ha participado el Sr. Racionero Meléndez save que los huessos del Sr. Canónigo Juan Gonzalez Varon de Exemplar Vida que murio retirado en el santuario de Nra. Sa. de la Piedad se hallan oy sepultados En la Capilla del Sto. Christo que para que estos no se mezclen con los demas que hubiere en dicha capilla le parecía el que se pusiese una loza con un rotulo con la noticia de quien son; haviéndolo oido con las demas razones de la Exemplar Vida de dicho Sr. Canonigo dieron a su Sria. las gracias y Comisión para que Bse haga un Estracto de su Vida y que los huessos se pongan en una arca de piedra con su rotulo, y el día que se pusieren se cante una Missa de réquiem Certifico y doy fe y estimo es verdad en la parte que puedo y hay lugar en derecho.

Como el día 26 de octubre de 1715 como a las cinco horas, de la tarde después de averse acabado las horas canonicas en el choro en virtud de la comisión que el Señor Dean y Cavildo le dio al Sr. Canonigo Dn. Juan Ignacio Castorena y Ursua para que se buscasen en la Capilla del Sto. Xristo los huessos que se decía aver en ella sepultados, y metidos en un baúl; los quales se decían ser del Vn. Sr. Canonigo que hubo en esta Sta Iglesia muy exemplar nombrado Juan Gonzalez, haviéndose abierto un sepulcro del lado de la Epístola de dicho Altar del Sto. Xristo.

Inmediatto al cornualtaris donde se devía estar sepultados a distancia de media vara de hondo se halló un Cajon, o Baúl de madera ya podrido por la humedad del lugar; el qual a lo que parecía habia estado forrado de terciopelo verde y tachonado, y el dicho Cajon con sus visagras cantoneras y argollas con su Cerradura y el tamaño era de dos tercios de largo, y uno de ancho, y otro de alto y dentro del una osamenta de Cuerpo racional, y entre dicha osamenta un canuto de oja de latta y podrido en el qual se dijo por el Sr. racionero Dr. Don Alonso Meléndez le avia puesto con un papel escritto en que decía ser los huesos del dicho Sr. Canónigo Juan Gonzalez;

A todo lo qual estuvieron presentes los Señores Dres. Don Antonio Monroy Villaseñor Comisso General del Apostolico y Real Tribunal de la Cruzada y Chantre de esta Sta. Iglesia, Don Lucas Verdaguer Canonigo Magistral, y el racionero Liz.do Dr. Francisco Ximenez Paniagua y los Bres. Don Antonio Soasnaba Sacristán tercero Don Alonso de Robles, así mesmo Sachristán Don Juan de Aldana, Don Francisco de las Canas, Dn. Miguel Cobian todos Presbíteros Ministros y Capellanes de esta Sancta Iglesia y otras muchas personas eclesiásticas”[15].

 

  • JUAN GONZÁLEZ Y LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICOJuan González desempeña un papel relevante en los comienzos de la Real y Pontificia Universidad de México. Así queda patente en las dos obras clásicas que refieren la vida de esa Casa de Estudios que tanto ennobleció la vida intelectual del México colonial: la del bachiller Cristóbal Bernardo de la Plaza y Jaén,[16] y la de Don Alberto María Carreño, en la que cumplidamente realiza su “deseo de poner de resalto la intensa labor intelectual de nuestros antepasados universitarios.., de asomarnos a la vida de una de nuestras más grandiosas instituciones”[17].  “La Universidad Pontificia de México fue inaugurada solemnísimamente el sábado 3 de junio de 1553. Y ya en uno de los primeros actos académicos se le menciona: ‘en veinte y un días del mes de julio de mil y quinientos y cincuenta y tres años en presencia del señor Visorrey e Oidores sobredichos y de don Johan Negrete Rector de la dicha Universidad e de Juan González, canónigo y de Diego Velázquez, e el bachiller Puebla e el bachiller Bustamante e licenciado Cervantes e Juan de Mesa e Francisco Cantoral, consiliarios de la dicha Universidad’”[18]   En 1555 fue nombrado Rector de la Universidad Pontificia, aunque no por el camino más deseable. Así nos lo describe Carreño en el capítulo XII, Intervenciones Virreinales: “Se consigna el juramento del Rector por el doctor Alonso Bravo de Lagunas, y la certificación del notario Juan Pérez (de la Fuente) fechada el 21 de noviembre de 1555. Es seguro que Bravo fue electo el 10 de noviembre, la fecha fijada para la elección de Rector; pues inmediatamente abajo hay otra certificación diversa, fechada en 11 del mismo mes y año de la cual aparece que el virrey Velasco, y los oidores Zorita, Montealegre y Bravo ‘nombraron y eligieron por Rector destas Escuelas y Universidad de México al magnífico señor el Canónigo Juan González por un año’. Desde luego ya se ha dicho que el canónigo Juan González era hombre digno de todas las confianzas y de todos los honores; pero su elección debió ser hecha en claustro de rector y consiliarios, como probablemente fue la de Bravo de Lagunas; y si éste no aceptó, el claustro debió haber realizado la nueva elección y no el virrey y la Audiencia Real”[21].“En once del mes de Noviembre de mil quinientos y cincuenta y cinco años, día del Señor San Martín, el Ilustre Señor Dn. Luis de Velasco, Virrey y Gobernador de esta Nueva España y Capitán General, en nombre de su Majestad, y los Señores Presidente y Oidores, nombraron y eligieron por Rector de esta Escuelas y Universidad de México, al Señor Canónigo Juan González, por un año, que se cuenta desde este día hasta el de Sn. Martín venidero, y nombraron por sus Conciliarios a los Nobles Estudiantes Juan de Meza, Juan Francisco, Sebastián de Bustamante, Clérigos Presbíteros, y a Bartolomé Vázquez, Alonso Espino, Juan de Aillón, Cristóbal de Ávila y a Gonzalo Vázquez. Asimismo nombraron por Diputados al Reverendo Pe. Maestro Fr. Alonso de la Veracruz, Catedrático de Teología y al Maestro Francisco Cervantes de Salazar, Catedrático de Retórica, firmado del Señor Virrey Dn. Luis de Velasco, Licdo. Zurita, el Dr. Montealegre, el Dr. Bravo, autorizado de Juan Pérez de la Fuente, Notario Apostólico, y del Claustro de la Universidad”[22].“En veinte de noviembre de mil quinientos y cincuenta y seis años en las casas de la Audiencia Real de esta Ciudad de México, estando en Claustro Pleno, el Ilustrísimo Señor Dn. Luis de Velasco, Virrey y Gobernador por su Majestad, y los Muy Magníficos Señores, el Dr. Alonso de Zurita, el Dr. Diego López de Montealegre, el Dr. Juan Bravo, Oidores de la dicha Audiencia Real, y los muy Magníficos y Reverendos Señores el Canónigo Juan González, Rector de estas Escuelas, el Mro. Fr. Alonso de la Veracruz, Catedrático de Prima de Teología, el Mro. Fr. Antonio Isidro, el Doctor Bartolomé Melgarejo, el Dr. Mateo Sedeño, el Doctor Pedro López, el Mro. Blas de Bustamante, el Maestro Francisco Cervantes y los Venerables Juan de Meza, Juan Francisco, Sebastián de Bustamante, Juan de Aillón, Gonzalo Vázquez, Bartolomé Vázquez, Cristóbal de Avila, Conciliarios, ordenaron y determinaron lo siguiente”[23].“Item: ordenaron, y mandaron que de aquí en adelante, firmen el Claustro que hiciere el Ilustrísimo Virrey y todos los Doctores y Maestros que se hallaren en él. Últimamente, proveyeron a una petición del Maestro Francisco de Cervantes, que probando cuatro años de haber oído, y haciendo las demás solemnidades, se pueda graduar de Bachiller en Teología, lo cual pasó ante mí Juan Pérez, Notario, firmado del Señor Virrey Dn. Luis de Velasco, el Dr. Zurita, el Dr. Montealegre, el Dr. Bravo, el Mro. Blas de Bustamante, el Mro. Cervantes de Salazar, el Mro. Fr. Antonio Isidro, Bachiller Juan González, autorizado de Juan Pérez, Notario”[25].“En las casas de la Audiencia Real de México, en veinte y cinco días del mes de Junio de mil quinientos y cincuenta y siete años, estando en Claustro Pleno el Ilustrísimo Dn. Luis de Velasco, Visorrey de esta Nueva España, y los Muy Magníficos Señores Dr. Diego López de Montealegre, el Dr. Juan Bravo, Oidores, el Canónigo Juan González, Rector, y los Doctores Bartolomé Melgarejo, Mateo Sedeño, Alonso Bravo, el Maestro Fr. Antonio Isidro, Dr. Pedro López, Dr. Damián de Torres, Mro. Blas de Bustamante, Maestro Francisco de Cervantes, Sebastián de Bustamante, Bartolomé Vázquez, Alonos Espino y Gonzalo Vázquez, Conciliarios, ordenaron lo siguiente”[26].En el siguiente capítulo Plaza y Jaén nos da una noticia más de Juan González: Al finalizar el Libro Primero de su obra, Plaza y Jaén dedica el capítulo XXXV íntegramente a exaltar los méritos de Juan González: Retrato del Pr. Juan González, Canónigo de la Catedral de México. El cual se retiró a la Ermita de Nuestra Señora de la Piedad, que entonces era de la Visitación. Vivió en ella veinte y cuatro años vida penitente, sin comunicación alguna de las gentes.Aquí pasó lo restante de su vida el Canónigo Juan González, empleándola en la contemplación, penitencia y obras de caridad para con los pobres, socorriéndoles sus necesidades, y por su intercesión fue Nro. Señor servido de convertir un pozo de aguas salobres en dulce y clara, que hoy se manifiesta distante de la Iglesia de este Santuario hacia la parte del Sur y yo lo he visto, y la noticia por tradición de personas verídicas y de autoridad se tiene por cierto, y pues está el retrato referido y otro en la misma forma y con las circunstancias en un Claustro del Convento de Religiosos de Santo Domingo, en la referida Ermita de Nra. Señora de la Piedad, y es tan notoria en esta Ciudad la virtud y recogimiento y singular vida del Canónigo Juan González.También Carreño exalta a Juan González extensa e importantemente en el capítulo XVIII, Los rectores en el siglo XVI:Hombre de mérito singular resultó éste, que teniendo ese cargo en la catedral metropolitana renunció la canonjía para servir a los indios. Su acción fue tan celebrada, que el rey Felipe II envió una cédula real en 16 de agosto de 1567 al virrey marqués de Falces, en que le dice: ‘…vos encargo y mando que con particular cuidado tengáis mucha cuenta con la persona del dicho Juan González y deis orden cómo no pase necesidad, sino que sea proveído de lo más necesario para su mantenimiento y vestuario y le deis el calor y favor que fuere menester para que prosiga y entienda en la doctrina de los dichos indios, y se animen otros a imitarle a hacer lo mismo…’”[30].

 

  1. “Fue, pues, el arcediano Juan Negrete el primer rector de la Universidad, que funcionó inmediatamente después que se la organizó debidamente; y a él siguieron el canónigo y provisor del arzobispado don Rafael Cervanes en 1554; y en 1555 el doctor Alonso Bravo de Lagunas y el canónigo Juan González.
  2. Quiera Nuestro Señor se perpetúen sus memorias para mayor gloria y honra de su Divina Majestad, que sea servido de manifestar las virtudes que tiene depositadas en sus criaturas”[29].
  3. Permite la divina Majestad que las memorias de los buenos y justos varones vivan en las eternidades; y como el Canónigo Juan González gastó veinte y cuatro años en la oración, penitencias y retiro de la comunicación de las gentes, en la Ermita de Nra. Señora de la Piedad, extramuros de México, Santuario de los de la mayor devoción de esta Nueva España, que hoy está a cargo de la sagrada Religión de Santo Domingo y fue Ermita de Nuestra Señora de la Visitación, perteneciente a la Religión del Seráfico Padre San Francisco.
  4. “Prueba suficiente se halla en los auténticos de esta Real Universidad, del estilo y vocablos con que se denominaban los sujetos, porque no se deben extrañar las voces de que se usa en los primeros libros de esta historia, poniendo en las juntas y Claustros el Ilustrísimo Señor Visorrey, los Muy Magníficos y Reverendos Señores, ni será culpable gastar este lenguaje en la historia y en los referidos libros, hasta donde se usó de las referidas voces; y porque lo contrario (aunque sea estilo de historia) no fuera tan conforme a los auténticos y papeles por donde se debe seguir ésta, siendo tan merecido título a los varones ilustres de las primeras edades o siglos de la fundación de esta Real Universidad, como se verifica del Capítulo 15, Número 146, en Claustro de veinte de Noviembre de mil quinientos cincuenta y seis, en que en el libro de Claustros se expresa entre los que asistieron, los Muy Magníficos y Reverendos Señores, el Canónigo Juan González, Rector de estas Escuelas, de quien habiendo escrito sus grados de Bachiller, las asistencias y tratado del tiempo que fue Rector, tengo noticias muy ciertas y de personas de fidelidad, de la singular virtud, letras y partes que concurrieron en el Canónigo Juan González, dignas de memoria, que para perpetuarla, está su retrato en la Sala de Cabildo de la Sta. Iglesia Metropolitana de México, postrado delante de Cristo Nuestro Redentor en el Sacrosanto Madero de la Cruz, en Oración a su Divina Majestad, con el rótulo que saqué, siguiente:
  5. “De lo dicho en el Capítulo antes de éste, fue Rector dos años el Canónigo Juan González, y de la elección del Doctor Dn. Rafael de Cervantes, quedó asentado por entonces, fuesen las elecciones de Rector y Conciliarios y las de Diputados de Hacienda de esta Real Universidad el día del glorioso San Martín Obispo y Confesor, que es a once de Noviembre, y así fue la elección en este día el año de mil quinientos y cincuenta y siete, en presencia del Ilustrísimo Señor Dn. Luis de Velasco, Virrey y Gobernador de esta Nueva España y Capitán General por su Majestad, y de los Señores Doctor Alonso de Zurita, Doctor Juan Bravo, Dr. Villalobos, en que nombraron por Rector de estas Escuelas de México al Muy Reverendo Señor Dr. Dn. Rafael Sobranes…”[28].
  6. “Que por cuanto el Mro. Fr. Alonso de la Veracruz era elegido por Provincial, no puede leer su cátedra de Teología, que el salario de la dicha Cátedra se reparta en esta manera: que se lean Artes, y que se le dé al que la leyere, doscientos pesos de minas, los ciento y cincuenta que solían dar al que leía Retórica, y los cincuenta de los doscientos pesos de la Teología, y los cien pesos que se den al Maestro Blas de Bustamante de ayuda de costa más de sus salario, y los cincuenta que sobran de los doscientos pesos para ayuda al alquiler de la Casa de la Universidad y esto quedándose las dichas Cátedras como están instituídas, sin suprimir ninguna de Teología ni de Retórica ni de Instituta; lo rubricaron los infrascritos. Pasó ante Juan Pérez de la Fuente, Notario Apostólico, y del Claustro, señalado con tres rúbricas y una firma. Juan González, Rector, pasó ante mí Juan Pérez, Notario Apostólico”[27].
  7. Y una actuación más, al año siguiente, ordenando una medida de gobierno:
  8. “Primeramente, el Canónigo Juan González, Rector, juró en forma de guardar las Constituciones de esta Universidad, y de mirar por su pro, y allegársele y quitarle el daño en cuanto a él fuese, y jurólo en forma. Item: juraron los dichos Conciliarios de hacer lo mismo, y hacer su oficio fiel y lealmente”[24].
  9. Este mismo autor relata otra de sus actuaciones, un año más tarde, prestando juramento como Rector al iniciar su segundo período en ese cargo:
  10. La versión de Plaza y Jaén completa a Carreño:
  11. En el capítulo X, Carreño hace un nuevo elogio de nuestro personaje: “Los nombres de la mayor parte de aquellos varones ilustres han quedado en el olvido; y sin embargo perdura y se repite a pesar de los siglos transcurridos el del rector Juan González, que no obstante las consideraciones que recibe del rey y del virrey de la Audiencia, renuncia su canonjía para dedicarse por entero al servicio de los indios, como se apuntó ya antes”[20].
  12. Tercer Rector de la Universidad (1555-56 y 1556-57)
  13. En esta misma fecha se anotó en el libro de cátedras y claustros la noticia de los primeros alumnos inscritos para la cátedra de Teología de fray Alonso de la Veracruz: “Este día el Canónigo Joan González, conciliario, habiendo jurado en forma ante mí el dicho Notario al dicho señor Rector, pidió le matriculase; el cual por la comisión a mí dada, le tuve por matriculado”. Resulta por extremo interesante ver que el primero que se inscribe en la cátedra de fray Alonso de la Veracruz es el célebre Juan González, el amigo por excelencia de los indios, quien por su muy amplia cultura es llamado a tan altos puestos como canónigo de la Catedral Metropolitana y Rector de la Universidad que ahora comenzaba a funcionar en la Nueva España; pero que movido por su amor a los indígenas renuncia no solamente a los puestos honoríficos, sino a las comodidades materiales que el Virrey le ofrece por instrucciones del propio Felipe II, para consagrarse al solo servicio de los indios[19].
  14. El primero que se inscribe en la cátedra de Fray Alonso de la Veracruz (1553)
  15. Dos días más tarde, el 23 de julio, se verifica el primer claustro pleno, “y lo preside ya el arcediano Juan Negrete como rector. Asisten todos los catedráticos y además, como primeros consiliarios, los canónigos Diego Velásquez y el benemérito Juan González, el bachiller Juan Puebla y el bachiller Martínez en el cual juraron obediencia a los rectores de la Universidad, apartarla de todo daño y mantener en secreto lo tratado en los claustros”.
  16. En el capítulo IV, La apertura de las escuelas, Carreño nos da la primera noticia del Canónigo:
  17. Consiliario de la Universidad Pontificia de México (desde su inicio en 1553)
  18. Veamos los cuatro hechos fundamentales que testimonian el relevante papel que desempeñó Juan González en esta primera gran institución educativa mexicana:
  19.  

 

  • FAMA DE SANTIDAD A LO LARGO DE TRES SIGLOS

 

  1.  

Hacia 1595, el Padre Fray Gerónimo de Mendieta, Predicador de la Orden de San Francisco, dedica el Capítulo III del Libro Cuarto de su obra HISTORIA ECLESIÁSTICA INDIANA, a relatar la vida ejemplar del sacerdote de la clerecía Juan González.

Hacia 1610, Fray Juan de Torquemada, Ministro Provincial de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco en la Provincia del Santo Evangelio de Mexico en la Nueva España, hace lo mismo en su obra MONARQUÍA INDIANA, Libro XV, Capítulo XXVIII.

En 1645, el Padre Fray Alonso Franco, Predicador General del real Convento de Santo Domingo de la insigne Ciudad de México, escribe la HISTORIA DE LA PROVINCIA DE SANTIAGO DE MEXICO ORDEN DE PREDICADORES EN LA NUEVA ESPAÑA[31]. Ésta se divide en tres libros: el primero con 57 capítulos, el segundo con 60 y el tercero con 37. El relato que transcribimos a continuación se encuentra en el Libro primero, capítulo treinta y uno, en las páginas 115 a 118. Y se titula Del Siervo de Dios Juan González, Canónigo de México, que vivió muchos años en la cassa de la Piedad.

“Cinco años antes que nuestros Religiossos entrasen en la cassa que intitularon Ntra. Sra. De la Piedad, havia muerto un santo clerigo que en aquella hermita havia vivido muchos años santamente; y aunque no vistió nuestro havito, ni fue Religiosso, por haver estado en aquel lugar, y merecer tenerle entre los siervos de Dios que han florecido en esta ciudad de Mexico, y porque su memoria no se pierda, la hace esta historia.

Llamavase Juan Gonzalez; era natural de Villanueva del Fresno, en Extremadura; hijo de padres nobles y hermano de Ruy Gonzalez, uno de los primeros conquistadores y regidor de Mexico, donde todos por las muchas y buenas partes que tenia, le querin y amaban como era razon.

Ninguna cossa de importancia se hacia sin su consejo, ni los Arzobispos y prebendados de su cavildo daban passo, si no encaminaban sus negocios por tales manos: tanta era la satisfacción que tenian de su cordura y proceder.

Mas el tropel de los negocios cansa muchas veces a los hombres, que quisieran retirados en su rincón tratar de uno solo, que es el importante a su alma y su salvacion: porque las confusiones del mundo, y sus estimaciones y honrillas, hacen una Babilonia, donde si el corazon no se distrae (que será medio milagroso no hacerlo), por lo menos no tiene aquel reposso y devocion que quisiera. Consideró muy bien este punto el Canonigo Juan Gonzalez, y dio de mano a quantas cossas pudieran darle traspie, y trató consigo de hacer nueva vida, mejorando la pasada.

Tomó tan a pechos y con tantas veras este negocio, que dejó el canonicato, y los amigos, y los entretenimientos, y la estimacion, y los negocios y deudos, y pisandolo todo junto y quanto la tierra pudiera darle, se despidió de Mexico y salió a esta pequeñita iglessia de la Piedad (si bien entonces no tenia este nombre); y en unos pobres aposentos que havia cerca de sus paredes, quiso recojerse y vivir como si estuviera en un desierto y muy apartado del ruido de la ciudad de Mexico.

Assi lo hizo, y por el año de mill y quinientos y sesenta y quatro, haviendo repartido entre pobres su hacienda y sus halajas, se encerró en la humilde cassa con tanta estrechura, que con estar a la puerta de Mexico, pocas veces volvió a verle la cara, ni salia de su aposento siquiera a gozar de los aires del campo; y si qual vez salia, era a pie y a precissa y urgente necesidad, como confesarse él ó confesar algun indio enfermo de los que tenia en su barrio.

Si sus amigos querian visitarle no lo consentia; mas si alguna persona de tal obligación que no sufriesse perderle el respecto le buscava, receviale con mucha discreción, y haviendo tratado su negocio, sin divertirse a mas palabras, con muy alegre semblante la despedia. El silencio que guardaba era notabilísimo, y se le pasavan los messes enteros sin hablar palabra, recogiendo sus sentidos a la obediencia del espiritu.

Ocupava el tiempo en leccion de libros sagrados y en oracion y contemplacion de los divinos misterios, que con la soledad endulsan los pensamientos, y en ella el cielo hace muy particulares regalos a los suyos.

Crecia este siervo de Dios mucho en su santo amor, y como que huviera cometido los mayores pecados del mundo, llorava, gemia y hacia extraordinarias y rigurosas penitencias: exercicio propio de los santos, que son en su estimacion muy pequeños, aunque a los ojos de Dios sean grandes, y se tienen por malos, quanto los juzgan los demas por buenos.

Su ordinaria comida eran unas yervas crudas, y las pascuas y grandes fiestas las cocia con agua y aceite por gran regalo, que es la admirable abstinencia de aquellos santos padres del Yermo. Su ordinario pan no era de trigo, sino del maiz que ussan los indios, y esta comida tan pobre se la dava de limosna un Miguel Moisen, indio anciano, su vecino y gran devoto suyo, que alguna vez le servia en alguna cosilla que huviese menester, y le dava el pan y las yerbas tasadamente cada dia.

Vestia un paño muy grosero, y a las carnes vivas un aspero cilicio en forma de escapulario, texido de cerdas y entretexido de muchas puntas de maguey (cierta planta de maravillosas virtudes que nace en esta tierra, y tiene las ojas como pencas de zavila, aunque mucho mayores y se rematan en unas puntas agudissimas), que cogiendole desde los hombros a los muslos, se le entravan por el cuerpo y le abrian las carnes. Este escapulario jamas se le caió del cuerpo, ni en la ultima enfermedad, antes le tuvo vestido cuando espiró; y hallaron el cuerpo difunto con su cilicio puesto y todo el lecho una sangre, como solia andar cuando vivia. Las diciplinas que tomava era una cossa de asombro. Después de su muerte le hallaron muchos instrumentos deste genero con que afligia su cuerpo, y señales de extraordinaria penitencia, especialmente diciplinas de diversas maneras: unas de cordeles ñudosos, otras de hilo de alambre, otras de rosetas de hierro, y todas bañadas en sangre, manifiestos indicios de lo que havian sido.

Honró Dios a este siervo suyo en muerte y vida. Viviendo hizo por sus oraciones un gran milagro a vista de muchos, de que han testificado personas fidedignas, y entre ellas Martin de Santa Cruz, gobernador del Marquesado del Valle, y el Lic. Francisco de Losa, cura de la Catedral de Mexico y persona de grande espiritu, que a imitación del canonigo Juan Gonzalez, que dejó su prevenda, él tanvien dejó su curato y por muchos años vivió retirado del mundo en Santa Fee, que es un pequeño lugar distante de la ciudad de Mexico dos leguas.

Fue, pues, el casso que el sitio de la Piedad es pantanosso y muy pobre de agua dulce, quanto abundante en aguas cenagosas y salobres. Quando el siervo de Dios Juan Gonzalez salió a él, sintió mucho la falta de agua para beber, que havia de traerse de lejos, y para los indios vecinos de aquel varrio era intolerable pesadumbre. Tenian ellos una pequeña fuentecilla con que suplian a mas no poder la falta del agua; mas aquella era tan mala por nacer entre salitrales, que si la vevian, y era fuerza veverla, les dañava mucho la salud. Afligia esto al siervo de Dios, que tenía dentro de sus entrañas a sus proximos y quisiera no verlos en tanta necesidad.

Ellos, pagados en la grande opinión en que le tenian, fundados en la inculpable vida que conocian en él y en sus angelicales costumbres, le pidieron con muchos ruegos que se llegasse a la fuentecilla y le echasse su bendicion, porque tenian por cierto que si bendijese el agua y rogasse a Dios le quitasse la malesa que tenia, sin duda se volveria dulce y saludable. Escusose el santo clerigo con grandisima humildad, y dijotes que no le pidiesen tan cossa porque un pecador como el savia que era, no havia de tener atrevimiento para pedir a Dios sucesos extraordinarios. Volvieron los indios a porfiarle y encarecidamente y de rodillas le suplicaron, que pues era sacerdote y rogava a Dios por las necesidades del pueblo, se sirviese de ponerlos en el numero de los encomendados haciendo oracion por la necesidad que padecian, y pues vendecia muchas veces agua para las piletas de la Iglesia, al presente no se excusase de bendecirle su fuente, que en ambas cossas no pedian ellos mas de lo que no les podia negar. Oyolos con grandissima atención y movido a compasión y lastima de ver lo que padecian, enternecido y con lagrimas en los ojos, les respondio que lo encomendassen a Dios, que él haria lo mismo, y que otro dia después de haver dicho missa echaria la bendicion a la fuente como pedian. Passó toda aquella noche en oracion y diciplinas, y por la mañana celebró el sacrosanto misterio de la missa con mucha devocion y lagrimas. En acavando de dar gracias a Dios por tan singular beneficio se pusso su pobre sobrepelliz y una estola, y acompañado de los indios fue al manantial del agua, y en llegando se pusso de rodillas y por breve espacio hizo oracion a Dios, suplicando se sirviesse de manifestar alli una de sus maravillas, remediando aquella necesidad. Con esto echó la bendicion a la fuente, y al punto las aguas amargas, enfermas y salobres, por los meritos deste santo varon se volvieron dulces y saludables, de manera, que desde aquel dia hasta hoy se tienen por las mejores de la comarca de Mexico”.

Su fama de santidad está avalada también por una abundante iconografía. En primer lugar 4 cuadros del siglo XVIII en que aparece como Canónigo y Rector de la Real y Pontificia Universidad de México. En segundo, existen otros 4 cuadros que lo representan como penitente. Y además, existen innumerables representaciones, hechas en los siglos XVII y XVIII, de la Cuarta Aparición de la Virgen de Guadalupe. En ellas aparece Juan González, en actitud de intérprete, como un joven vestido de sotana negra y alzacuellos, que acompaña a Zumárraga cuando San Juan Diego despliega su tilma ante él. Entre las principales y más antiguas estánel fresco a la entrada del convento de Ozumba, en el Estado de México, y la labrada en piedra en la fachada de la antigua Basílica de Guadalupe.

 

  • JUAN GONZÁLEZ CAE EN EL OLVIDO

 

 

Los Autos realizados por el arzobispo Lanciego se concluyeron en 1720. Lamentablemente, pasó el siglo XVIII sin que fueran recibidos en Roma. ¿Por qué ocurrió esto? No lo sabemos con certeza. Algún historiador afirma que la Corona Española lo evitó. En todo caso, es una interrogante a resolver.

Luego, vino el siglo XIX, con sus convulsiones intelectuales y armadas, en que todo lo relacionado con la espiritualidad pasó a segundo o tercer plano y aún fue perseguido: la guerra de independencia (1810-1821); la toma del poder por los liberales a partir de 1823; la guerra de Reforma; el cierre de la Real y Pontificia Universidad de México; el descuido y la distorsión de nuestra historia nacional, especialmente en el terreno religioso… todo esto trajo como consecuencia que fueran preteridos todos los insignes personajes, tanto evangelizadores como evangelizados, que forjaron el país más importante de América durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX: el Reino de la Nueva España.

Entre esos personajes, también el canónigo Juan González cayó en injusto olvido. Esto pudimos comprobarlo al leer el INDEX ac STATUS CAUSARUM, publicado en 1999 por la Congregación de las Causas de los Santos (así llamada por el Papa beato Juan Pablo II con la Constitución Pastor bonus, del 28 de junio de 1988).Como su nombre indica, esa obra contiene el índice y el estado en que se encuentran las Causas de los Siervos de Dios que han sido aceptadas a lo largo de 410 años (entre 1588 y 1998) por la Congregatio Sacrorum Rituum (1588-1969), por la Congregatio pro Causis Sanctorum (1969-1988) y por la Congregatio de Causis Sanctorum (1988-2013). En este libro no se encuentra nada sobre el Canónigo Juan Gonzáles y García.

Afortunadamente, después de diversos avatares, el manuscrito original de los Autos fue rescatado y custodiado por el connotado escritor e historiógrafo Genaro García (1867-1920). Al morir éste, sus herederos vendieron sus documentos, en 1921, a THE UNIVERSITY OF TEXAS AT AUSTIN.

  • RENACE EL INTERÉS POR SU CAUSA

 

 

El 13 de enero de 1916, el Presbítero D. Jesús García Gutiérrez, leyó su Discurso EL VENERABLE PADRE JUAN GONZÁLEZ, APÓSTOL DE LOS INDIOS EN EL SIGLO XVI, con el que ingresó como Socio Activo a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de la República Mexicana, la sociedad científica más antigua de América, fundada el 18 de abril de 1833. Dicho discurso fue publicado en el Boletín de la SMGE, Quinta época, tomo VII, pp. 407-423.

En 1922 fue erigida la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. En 1946, la Parroquia publicó el folleto LA ESTRELLA DEL SUR. HISTORIA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA PIEDAD. Monografía y datos recopilados por Esteban Puente Camacho. En las páginas 27 a 32 se transcriben los datos biográficos Del Siervo de Dios Juan Gonzalez, Canonigo de Mexico, que vivió muchos años en la cassa de la Piedad, escritos en 1645 por el cronista dominico Fr. Alonso Franco.

En 1972, la revista MISSIONALIA HISPANICA, Año XXIX, Nº. 87, pp. 279-328, publica un largo artículo escrito por Aníbal AbadieArcaide: El canónigo Juan González, rector universitario y ermitaño en la Nueva España del siglo XVI.

En septiembre de 2006, el Dr. Luis Martínez Ferrer, Profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, organizó el evento JUAN GONZÁLEZ, NAHUATLATO DE ZUMÁRRAGA, en el Museo de las Intervenciones en Churubusco, donde se conserva el cuadro de Juan González pintado en 1608 por José Bravo. Se impartieron tres conferencias (por el historiador del mismo Museo, el Dr. Martínez Ferrer y el Presbítero Dr. Rubén Rodríguez Balderas).

A partir del año 2010 el Administrador Parroquial de Nuestra Señora de la Piedad Presbítero Arnulfo Hernández y sus parroquianos han puesto señalado interés en revivir la Causa de Beatificación. Entre ellos destaca la señora Ana Elena Olascoaga.

El entusiasmo del Administrador parroquial y los parroquianos permitieron que en el año 2012 hubiera notables avances en recuperar la memoria del Siervo de Dios Juan González:

 

  • El 17 de mayo fue aprobada la Oración para la Devoción Privada del Siervo de Dios Juan González y García, por la Vicaría General de la Arquidiócesis Primada de México;

 

  • En junio se señaló su tumba, en la Catedral de México, colocando una copia del cuadro que se encuentra en el Museo de la Basílica de Guadalupe, visible a todos los visitantes;

 

  • Ahí mismo y en ese mismo mes se colocó un cuaderno de 404 páginas para anotar peticiones y agradecimientos de los fieles, dirigidos al Canónigo Juan González. En enero de 2013 se llenó el cuaderno, en el que hemos encontrado al menos cincuenta testimonios que atestiguan su FAMA SIGNORUM.

 

  • También en junio se imprimieron 5.000 estampas con la imagen del Canónigo y la oración para la devoción privada.

 

  • En agosto se colocó en la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad otra copia del cuadro que se encuentra en el Museo de la Basílica de Guadalupe, y otro cuaderno similar al de la catedral.

 

  • El 29 de octubre informamos al Párroco de San Luis Huexotla (Diócesis de Texcoco), Presbítero Manuel García Nájera, que el Canónigo Juan González había confesado indios en ese lugar, en la ermita del Apóstol Santiago. Nos puso en contacto con el cronista del pueblo Ismael Nieto Zarco, quien nos entregó un serio estudio arqueológico del lugar y nos proporcionó fotografías de los restos de la ermita mencionada. El párroco pidió estampas para la devoción privada y desde entonces promueve en y desde su pueblo de Huexotla la devoción a Juan González. El 16 de agosto de 2013 le entregamos 500 estampas más.

 

  • El 10 de diciembre escribió el Padre Julián Cádiz Rodríguez, Párroco de Valencia del Mombuey, en el obispado de Badajoz, pidiendo que le enviáramos información para impulsar la Causa de Beatificación del Canónigo también desde su tierra natal.

 

  • El 25 de diciembre de 2012 se conmemoró el 90 aniversario de la erección de la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. Con ese motivo la parroquia editó el folleto 90 AÑOS DEL SANTUARIO DE LA PIEDAD COMO PARROQUIA (25 de diciembre de 1922 – 25 de diciembre de 2012), 32 pp. En sus páginas 4 y 5 afirma que “El antecedente del Santuario de la Piedad es JUAN GONZALEZ “EL SIERVO DE DIOS”.
  • El 23 de febrero de 2013 el Presbítero Doctor Rubén Rodríguez impartió la conferencia EL SIERVO DE DIOS, CANÓNIGO JUAN GONZÁLEZ Y GARCÍA, ¿¡INTÉRPRETE EN EL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO!?, en el Colegio de Estudios Guadalupanos, en la Universidad Intercontinental.
  • En agosto de 2013 se recoge de la Catedral de México el segundo cuaderno de 404 páginas para anotar peticiones y agradecimientos de los fieles, dirigidos al Canónigo Juan González.
  • Los días sábado 28 y domingo 29 de septiembre de 2013, la COMISIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS, de la Arquidiócesis de México organizó la 3ª Exposición sobre la Santidad SER SANTO ES SER SIEMPRE JÓVEN. En ella se colocó un Stand sobre el SIERVO DE DIOS CANÓNIGO JUAN GONZÁLEZ.
  • En el mes de febrero de 2014, el gobierno de la Ciudad de México autorizó la destrucción de la 8ª Delegación de Policía (situada entre las calles de Avenida Cuauhtémoc al oeste, Yacatas al oriente, Obrero Mundial al norte y Ermita al sur). Como es sabido, en ese predio estuvo desde finales del siglo XVI el Convento de Nuestra Señora de la Piedad. Al destruir las construcciones antiguas se encontraron restos del convento e incluso restos humanos. Esto provocó una enérgica y legítima indignación de los vecinos, quienes protestaron respetuosamente ante las autoridades civiles y dieron aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia I.N.A.H. A pesar de ello, no se detuvo la destrucción de los restos del ex-convento y la construcción de los nuevos edificios sigue adelante. Sin embargo, este lamentable hecho sirvió para que mucha gente conociera al Siervo de Dios Juan González y se enterara de que la Calle Ermita recibe su nombre de la Ermita de la Visitación, construida por él hacia 1570.
  • La señora Olascoaga realiza un viaje, del 5 al 7 de junio, a Valencia del Mombuey, lugar de origen del SIERVO DE DIOS JUAN GONZÁLEZ Y GARCÍA. Numerosos parroquianos agradecieron que les diese a conocer a su venerable paisano. El párroco de ese lugar Padre Julián Cádiz Rodríguez y el señor Arzobispo de Mérida-Badajoz mostraron gran interés en contribuir a reiniciar la causa de beatificación del Canónigo Juan Gonzáles. El señor Arzobispo dijo que escribirá al Arzobispo Primado de México Monseñor Norberto Rivera para manifestarle su apoyo.
  • El sábado 12 de julio de 2014 el P. Rubén Rodríguez imparte la conferencia EL SIERVO DE DIOS, CANÓNIGO JUAN GONZÁLEZ Y GARCÍA, ¿¡INTÉRPRETE EN EL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO!?en el REAL CLUB ESPAÑA.
  • El viernes 26 de septiembre de 2014 el P. Rubén Rodríguez imparte la conferencia EL SIERVO DE DIOS, PADRE JUAN GONZÁLEZ Y GARCÍA, en el XVII ENCUENTRO DE LA COMISIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS.
  • El miércoles 15 de octubre de 2014 el P. Rubén Rodríguez da nuevamente la conferencia EL SIERVO DE DIOS, CANÓNIGO JUAN GONZÁLEZ Y GARCÍA, ¿¡INTÉRPRETE EN EL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO!? Esta vez es en el SEGUNDO CONGRESO GUADALUPANO, organizado por el CENTRO DE ESTUDIOS GUADALUPANOS de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE PUEBLA.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

 

ACCMM Archivo del Cabildo de la Catedral Metropolitana de México: Reales Cédulas Libro 1, No. 80, F 119, del 12 de junio de 1590; No. 137, Hoja 222, del 15 de agosto de 1567; No. 137, Hoja 221, del 19 de mayo de 1571.

 

ACCMM Archivo del Cabildo de la Catedral Metropolitana de México: Actas de Cabildo, Libro 1, Hoja 67 v, del 17 de marzo de 1545; Hoja 68, del viernes ___ de abril de 1545; Hoja 70 v, del 7 de agosto de 1545; Hoja 73 v, del 11 de diciembre de 1545; Hoja 82, del 6 de diciembre de 1548; Hoja 93 v, del 5 de abril de 1552; Hoja 100, del 3 de julio de 1554; Hoja 106, del 16 de noviembre de 1554; Hoja 106 vuelta, del 20 de noviembre de 1554.

 

AGI Archivo General de Indias (Casa de la Contratación siglos XVI-XVIII), Orden alfabético realizado por el Blog de Mayorga, desde la letra A hasta la I, n. 53.

 

AGI Archivo General de Indias (60-2-16): Texto de la renuncia al canonicato por parte de Juan González.

 

AGN Archivo General de la Nación (México): Genealogía, Catedral ciudad de México, Documentos y expedientes, Proyecto NVR 1317, rollo 37181, ub. 16c, Hoja 59 vuelta, 2 de enero de 1544; Hoja 60, 12 de febrero de 1544; Hoja 63 vuelta, del viernes 6 de junio de 1544; Hoja 82, del 6 de diciembre de 1547; Hoja 93 vuelta, del martes 5 de enero de 1552; Libro de Cabildos que comienza el 14 de agosto de 1714, en el celebrado a 25 de octubre de 1715 se trata de la exhumación y reinhumación de los huesos del Canónigo Juan González en la Iglesia Catedral; Grupo Documental: Universidad, Vol. 2 Exp 116, Hoja 94 v, del 11 de noviembre de 1555; Exp 117, Hojas 94v-95, del 20 de noviembre de 1556; Exp 118, Hoja ¿?, del 25 de junio de 1557; Vol. 20, Exp 156, Hojas 237-241, del 13 de enero de 1719.

 

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[1] Cf. R. Ricard, La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España de 1523 a 1572, México 1947. En nuestro trabajo hemos consultado la sexta reimpresión.

[2] Cf. Carta de los Tres Provinciales a Felipe II desde Tlaxcala, del 1 de mayo de 1559. Cartas de Indias, XXVIII, 141-142.

[3] Aunque en 1523 llegaron Fray Pedro de Gante, Fray Juan de Tecto y Fray Juan de Aora, se considera que los fundadores de la Iglesia en México son los doce frailes Franciscanos enviados por el Papa Adriano VI. Llegaron a San Juan de Ulúa el 13 de mayo de 1524, bajo el mando de Fray Martín de Valencia.

[4] Los Dominicos llegaron a México en número de doce hacia junio o julio de 1526, encabezados por Fray Tomás Ortiz. Pero sus principios fueron poco afortunados, pues en menos de un año habían muerto cinco y otros cuatro volvieron a España enfermos a fines del mismo 1526. Sólo permanecieron tres, quedando como superior Fray Domingo de Betanzos.

[5] El 22 de mayo de 1533 desembarcaron en Veracruz siete Agustinos, llevando como Prior a Fray Francisco de la Cruz.

[6] Los hipólitos fueron fundados en la misma Ciudad de México por Fray Bernardino Alvarez, quien en 1566 inició la construcción de su primer hospital. Quince jesuitas llegaron a México el 28 de septiembre de 1572, bajo el mando del Padre Pedro Sánchez. Los dieguinos o franciscanos descalzos de la reforma de San Pedro de Alcántara llegaron en 1580. Los mercedarios fueron desde Guatemala en número de doce en 1582. Y los carmelitas llegaron en 1585.

[7] Así por ejemplo J. Gutiérrez Casillas, Historia de la Iglesia en México, México 1993. En los capítulos III y IV, al describir la Institución de la Jerarquía Eclesiástica (pp. 55-60) y La Jerarquía Eclesiástica en la segunda mitad del siglo XVI (pp. 79-83), se limita a dar la lista de los primeros Obispos, pero sin detallar más la labor pastoral de los sacerdotes seculares. C. Alvear Acevedo, La Iglesia en la historia de México, México 1995, en el capítulo IV, Religiosos y Clérigos (pp. 57-74), apenas dedica al clero secular dos páginas y a manera de conclusión recuerda los conocidos tópicos: “El clero secular o diocesano fue muy escaso al principio. E incluso, como fue público, algunos de sus componentes no fueron de vida ejemplar, sin duda porque no había llegado a ellos la reforma eclesiástica en toda su fuerza, aunque más tarde ese clero fue más nutrido de mayor valía”.

[8] Por ejemplo en la obra dirigida por P. Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas I-II, Madrid 1992. En el volumen I, Aspectos generales, Parte II, La Iglesia Diocesana, escribe F. Aznar Gil, la parte referente al Clero diocesano y en su conclusión (p. 207) reconoce: “Se ha dicho muy acertadamente que la ausencia de estudios referentes al clero diocesano de Hispanoamérica dificulta el análisis más o menos riguroso de su actuación: a diferencia de lo sucedido con los religiosos, donde existe una amplia bibliografía, el clero diocesano no ha tenido tanta fortuna, por lo que no se pueden hacer grandes afirmaciones con un mínimo de seriedad intelectual”. Y en la p. 208: “Las pocas investigaciones realizadas hasta ahora presentan un cuadro claroscuro donde coexisten clérigos dedicados a su oscura labor diaria con otros cuya vida dejaba mucho que desear. Algunos autores han apuntado que el clero diocesano de la América española tenía principalmente dos taras: un alto grado de incultura y unas serias deficiencias morales (incontinencia, dados al juego y a la ociosidad, codicia…). Es posible que así fuera. Pero, como ya he indicado anteriormente, hay que analizar más informes, visitas pastorales, relaciones ad limina, etc., para sacar conclusiones más seguras. En cualquier caso, creo que no se puede negar el intento realizado por formar progresivamente un clero honesto y dedicado a la evangelización, tal como también manifiestan los manuales de párrocos que muy pronto comenzaron a aparecer en América, destinados precisamente al clero secular diocesano.” Y en el volumen II, F. Morales aporta datos sobre diócesis, obispos y parroquias, pero no directamente sobre los mismos sacerdotes seculares (cap. 7 y 8). En el capítulo 9, el mismo autor, después de narrar la acción de las órdenes religiosas evangelizadoras, apunta en la p. 130: “Cabría mencionar, además, al hasta ahora poco conocido grupo de capellanes que, a partir de la consolidación del sistema de encomiendas, 1530, aparecen en varios pueblos de indios. Su oficio debió incluir la instrucción de los naturales, tal como lo estipulaban los contratos de los encomenderos de la Corona española. De su desempeño y vida espiritual tenemos pocas y no siempre encomiables referencias. Hay constancia, sin embargo, en crónicas y documentos, de la vida ejemplar e importante tarea misionera de varios de ellos, como Juan González, canónigo de la catedral de México, quien dejó su canonjía para dedicarse a la evangelización de varios pueblos de la arquidiócesis, o Juan de Mesa, a quien se debe la conversión de buen número de pueblos de la Huasteca”.

[9] C. Bayle, El clero secular y la evangelización de América, Madrid 1950.

[10] En el Archivo General de Indias hemos encontrado un registro de partida hacia las Indias que consideramos que viene a confirmar las afirmaciones anteriores: “González El Cano, Juan (de Freguenal de la Sierra). Nació en 1510 y pasó a Méjico en 1529 y vivía en 1575”[10].  A primera vista, El Cano correspondería a su primer apellido, pero nos parece que más bien es una abreviatura de su condición de El Canónigo, cargo relevante concedido nada menos que por el propio emperador Carlos V. Esta interpretación no nos parece descabellada. En primer lugar porque al estudiar los registros de partida se hace evidente que fueron redactados años después de la partida misma, pues narran hechos de la vida ya en América de los que partieron. En segundo lugar porque da la impresión de que quien asentó la partida de González El Cano, Juan, tenía a la vista las palabras ya referidas, que escribió el tercer arzobispo de México Don Pedro de Moya y Contreras al Rey Felipe II el 24 de marzo de 1575.

[11] P. Moya y Contreras, Carta de Relación del Arzobispo de México, remitiendo al Rey Don Felipe II reservados informes personales del clero de su Diócesis. México, 24 de marzo de 1575, publicada en Cinco Cartas del Illmo. Y Excmo. Señor D. Pedro Moya de Contreras, Arzobispo-Virrey y Primer Inquisidor de la Nueva España…, Madrid 1962, 121-151.

[12] J. Mendieta, o.c., 17-21.

[13] Ibid., 546.

[14] J. García Icazbalceta, o.c., 115.

[15] En el Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México se ha realizado un magnífico trabajo de ordenación y clasificación de un sin número de documentos.

[16] Cf. C.B. Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, escrita en el siglo XVII. Citamos la versión paleográfica, proemio, notas y apéndice por N. Rangel, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, México 1931. La obra está dividida en 5 libros, con más de 30 capítulos cada uno. Todos los datos sobre nuestro biografiado se encuentran en el Libro Primero, que trata la fundación de la Universidad y abarca desde el 21 de septiembre de 1551 hasta el 6 de diciembre de 1564.

[17] A.M. Carreño, La Real y Pontificia Universidad de México 1536-1865, México 1961, 11.

[18] Ibid., 47.

[19] Cf. Ibid., 48-50.

[20] A.M. Carreño, o.c., 146.

[21] Ibid., 166-167.

[22] C.B. Plaza y Jaén, o.c., Libro Primero, Capítulo 15, párrafo 145.

[23] Ibid., párrafo 146.

[24] Ibid., párrafo 147.

[25] Ibid., párrafo 150.

[26] Ibid., párrafo 151.

[27] Ibid., párrafo 152.

[28] C.B. Plaza y Jaén, o.c., Libro Primero, Capítulo 16, párrafo 153.

 

[29] Ibid., Libro Primero, Capítulo 35, párrafo 260.

[30] A.M. Carreño, Un desconocido cedulario del siglo XVI perteneciente a la Catedral metropolitana de México, México 1944, 295.

[31] Cf. Segunda parte de la Historia de la Provincia de Santiago de México…, México 1900.

Dic 012016
 

Mª Luisa Avís Rol.

INTRODUCCiÓN

Antes de comenzar, me siento en la obligación de pedir disculpas por mi atrevimiento al tratar un tema sobre el que tan sólo puedo dar leves pince- ladas, sin descubrir grandes cosas. No obstante, y con ello deseo justificar- me en cierto modo, no quería dejar pasar la ocasión que me brindan estos Coloquios Históricos, sin mencionar al menos, en este su bicentenario, una institución tan importante y decisivo papel ha jugado en el proceso de consolidación histórica de nuestra región.

Les pido, pues, que disculpen la poca profundidad en la exposición – en lo que a detalles concretos se refiere -, pero el objetivo de mi ponencia no es otro sino; informar, reflexionar, pues si con sólo mencionar algunos aspec- tos puntuales se toma conciencia de la importancia de la Real Audiencia, mantenedora del sentimiento de extremeñismo durante dos centurias, y de ahí se entronca con el recién nacido Tribunal Superior de Justicia (en ade- lante T.S.J.) de Extremadura, yo habré conseguido mi propósito, que no es otro que el deseo de que –pese a que la mayoría de la gente, siente el te- ma de la justicia un poco alejado de su realidad vital-, apostemos desde la justicia y desde fuera de la justicia, por una Extremadura moderna, progre- sista y democrática.

 

NECESIDAD ACUCIANTE EN 1790 DE UN ALTO TRIBUNAL EN EXTREMADURA

Diversos artículos – fundamentalmente los del extremeño D. Antonio Ter- cero Moreno, quien ha trabajado en su tesis doctoral sobre la Audiencia Territorial –en adelante A.T.- de Extremadura, y que actualmente es profe- sor de Historia en Barcelona -, además del extracto del Discurso del pri- mer Regente de la Audiencia en el acto de apertura redactado por el extremeño Juan Menéndez Valdés, y de la Pragmática Sanción con fuerza de ley de 30 de Mayo de 1.790, han servido de base para la redacción de la presente ponencia, en la que junto con los datos históricos, he querido ir constatando aspectos más actuales, más del sentir popular.

El discurso para el día solemne de la apertura, habla de la A.T. como «San- tuario de la Justicia», y comienza diciendo: «Nos congregamos aquí para empezar a dispensar justicia a una de las principales y más ilustres provin- cias de la Monarquía española».

Extremadura siempre ha sido una provincia ilustre, pero olvidada, se nos dice en el aludido Discurso, frase que doscientos años después resuena en nuestros oídos con aires cercanos, pues seguimos oyendo que nuestra tie- rra es poco desarrollada, pobre, aletargada aún, y, a veces, hasta mísera en muchos núcleos concretos. Sigue estando sumida Extremadura en una es- pecie de letargo del olvido, del que sólo saldrá con una actitud positiva, con un talante abierto y un extremeño formado de acuerdo con los tiem- pos en que vive.

Por la época de la creación de la Real Audiencia, a Extremadura le falta población, agricultura, caminos, industria, comercio, centros de estudios donde formarse e instruirse dignamente, etc.; y hoy, doscientos años des- pués, aún sigue faltando un poco de todo esto, pero, sobre todo, un autén- tico extremeñismo, y más aún, el coraje suficiente para valorar y defender lo nuestro.

Los integrantes de la que fuese Audiencia Territorial de Extremadura, antes de establecerse realizan una primera visita de aproximación para captar de un modo directo las necesidades de esta región y orientar así su labor ( «Para poderles remediar más acertadamente», se dice en el Discurso). Y la

visión que tienen esos Magistrados –llamados Ministros del Discurso -, es tremendamente negativa: hablan de pueblos llenos de bandos y partidos ciegos por mandar a cualquier precio; de gentes ignorantes que aún no alcanzan a ver los precipicios para poderlos evitar; de Corregidores déspo- tas; de pleitos suscitados por acusaciones o calumnias que hacen perderse familias enteras; de la división entre los infelices jornaleros y los poderosos hacendados, que siempre sofocan con su voz imperiosa el gemido del po- bre, haciendo valer siempre el dinero y el favor. Esta situación ha sido eter- namente descrita y contada, a veces, hasta la saciedad, incluso utilizada demagógicamente, pero lo cierto es que lo descrito es un hecho real, resul- tado de una situación general de ignorancia, desigualdad y miseria que durante mucho tiempo ha asolado nuestra tierra. Lo ideal frente a esto, no es precisamente la situación opuesta, sino unos extremeños formados, con unos objetivos comunes, donde las tensiones e influencias políticas no cu- pieran, pero me temo que esto sería poco menos que caer en la temida -por ser irrealidad – utopía.

La situación real de esta Extremadura de finales del siglo XVIII, era que el poder y la mala fe a veces aplastaban a pobres padres de familia; el interés de los propios Ministros de la leyera patente, y en definitiva, la indefen- sión y la penosa esclavitud de los más pobres, atendidos en Tribunales le- janos «donde no alcanzaran o llegaran desfigurados los lastimeros gritos de su opresión y sus necesidades», hacían cada vez más acuciante la necesi- -dad de un Tribunal cercano, limpio de influencia, independiente, y, en el que los extremeños pudieran confiar saneando y regenerando así nuestra provincia, que, como se dice en el aludido Discurso, «no ha oído la voz de la justicia, sino de lejos, ni sentido su mano bienhechora».

Tenemos pues, en esos finales del siglo XVIII una Extremadura necesitada, en la que hay que empezar satisfaciendo sus necesidades primarias, pero donde el papel saneador y regenerador de la justicia será clave para darle nueva vida. Ese es el objetivo del Rey Carlos IV, que encomienda a los integrantes de la que será durante doscientos años A.T. de Extremadura, que apliquen con inalterable igualdad a estos pueblos integrantes de Extre- madura la santa justicia, escuchando cada día sus clamores y sus quejas. «La justicia y las leyes son una, y hablan donde quiera el mismo lenguaje incorruptible y puro, pero la verdad de este idioma y su acertada aplica- ción la ha de hacer siempre el hombre, que es, en todas partes, sin adver- tirlo, esclavo desgraciado de sus opiniones, de la edad en que vive, de los libros y doctos que le crean, del cuerpo a que está unido».

Esta vulnerabilidad del hombre es la que hace desconfiar en la mayoría de los casos de la independencia de la justicia, pues son hombres los que

aplican este Derecho, con sus personalidades, ideas, opiniones, y se hace sumamente diffcil comprender cómo ese hombre se ha de despojar de to- do eso en el momento de juzgar, haciéndose objetivo y puro; sólo así pue- de lograrse esa casi utópica independencia judicial, la tan aludida imparcialidad.

La justicia, las normas, son importantfsimas, son clave en la buena marcha de un pueblo; tienen un decisivo papel en el conjunto de la sociedad. En el Discurso inaugural se está convencida de este aserto y se llega a decir:

«Las Leyes deciden siempre la suerte de los pueblos, los forman, los modifi- can y rigen a su arbitrio, y sus ejecutores tienen con ellas, en su mano, su felicidad o su ruina».

Pero la justicia no debe reducirse al objetivo primario de su administración entre particulares, sino que debe conllevar también una labor de prevención.

Lo cierto es que, doscientos años después de la creación de la A.T. de Ex- tremadura, y con un recién nacido Tribunal Superior de Justicia, el pueblo sigue desconfiando del concepto «justicia», y sigue viéndola distante, ma- jestuosa, lenta, poco adecuada o adaptada a los tiempos (pues al ser el Derecho Justicia, debe adecuarse a los hábitos, costumbres, sentimientos e instintos morales e intelectuales arraigados en la conciencia colectiva; ade- más de que el jurista ha de descubrir el brote espontáneo de esa regla que está en la naturaleza de las cosas).

La solución para conseguir ese acercamiento al pueblo, y para que éste cobre confianza, sería una mayor sencillez, probablemente un menor for- malismo, más medios y que los jueces, en todo caso, sean personas forma- das además de instruidas, libres e independientes, cercanos e inmersos en el mundo en que viven. Todos estos logros se están consiguiendo, pero el ciudadano debe aportar su grano de arena, al menos desasistiendo a esa especie de campaña de desprestigio popular de nuestro ordenamiento jurí- dico, de nuestra justicia, que tan sólo consigue perjudicar y quebrantar cada vez más nuestra sociedad, por su gran incidencia en la misma.

La raíz de un delito, muchas veces tiene su germen en la propia sociedad, por lo que hay que comenzar desde la base y extirpar el mal en su raíz (utilizando los medios políticos necesarios para ello), pues no cabe duda que la decisión del pleito más pequeño influye necesariamente en el orden social y la felicidad pública. Así por ejemplo, despojar o mantener a un pobre labrador en sus arrendamientos anima o desalienta la agricultura en todo un territorio; el trato igualitario sanea o divide en bandos enemigos

un pueblo; condenar un delito sin penetrar en su raíz puede multiplicarlo más que destruirlo.

Por todo ello, es necesario que las normas sean claras y los jueces impar- ciales. En el Discurso del primer Regente de la Audiencia, se apuntan algu- nos de los caracteres que ha de reunir el Magistrado –o el Ministro de la ley-, caracteres que aún hoy son de actualidad, y sobre todo fundamenta- les para que el logro de la justicia sea una realidad. Entre ellos se mencio- na: humanidad, sencillez, orden, atención, firmeza, grandeza de alma, un determinado tino político, una consumada prudencia; y haciendo alusión a la independencia, se dice que su alma debe ser incontratable a sus fata- les seducciones; entre éstas y los ministros de la ley, debe haber siempre un muro de bronce.

Con todas estas virtudes, podíamos ir configurando al hombre perfecto, y con ello concluir que el talante humano es uno de los aspectos clave del juzgador.

en 1.970 se era muy consciente de la necesidad de una justicia organizada en una Extremadura necesitada y débil donde el trato desigualitario e in- justo, los delitos autorizados o escandalosamente disimulados, y, en defini- tiva, el desorden en general era una realidad contra la que había que luchar. Por ello, la Real Audiencia venía a ser como un soplo de esperan- za: «La perfección estará reservada al Tribunal que establecemos, obra de las luces de nuestros días, y fruto de su prudencia consumada».

En definitiva, surge la Audiencia Territorial en el año 1.790 –como dice la Pragmática Sanción del rey Carlos IV por la que se establece la misma-, como medio más barato y sencillo de resolver recursos y contiendas, pues antes tenían que ser resueltos en las Chancillerías, haciéndose más costo- sos por la distancia.

LA PROBLEMÁTICA DE SU UBICACiÓN:

Y una vez clara la necesidad de la Real Audiencia, se plantea el tema de su ubicación. El rey Carlos IV encarga al Consejo el estudio de este tema, y son consultadas fuentes diversas: el Procurador General del Reino y el Di- putado de la Provincia de Extremadura fundamentalmente.

La problemática que se genera en torno a este tema de la ubicación, marca el perfil sociológico de la Real Audiencia.

El estudio de este tema descubre la problemática en que se debatieron en los momentos iniciales de su funcionamiento institución y región.

Son muchos los datos que se barajan antes de decidir su ubicación; incluso Trujillo es mencionada como posible sede por el Diputado de Extremadura; pero lo cierto es que la Audiencia extremeña desde sus co- mienzos en 1.790 se ubica en la villa de Cáceres, donde permaneció hasta nuestros días, pese a los repetidos intentos de traslado a la ciudad de Bada- joz, traslado que no llegó a consumarse pese a estar dispuesto por Real Orden en 1.800.

Pero, ¿ Por qué fue precisamente Cáceres la elegida como sede de la Audiencia?

El establecimiento de la A.T. en la villa de Cáceres y no en Mérida o Bada- joz, fue, antes y después, sin duda alguna, motivo de tensiones: se piensa que hubo entre ambos organismos y ciudades enfrentamientos y crispa- ción, fomentados por las ambiciones personales de las autoridades regio- nales, y por ciertas rivalidades locales dentro de la región.

Había razones poco aconsejables para su establecimiento en Cáceres, fun- damentalmente la política centralizadora de los Borbones: dentro del orde- namiento jurídico administrativo borbónico no encajaba el hecho de la no concurrencia en la misma localidad de la Capitanía General y la Real Au- diencia, instituciones ambas de ámbito provincial, con funciones y organi- zaciones distintas, pero estrechamente relacionadas entre sí, de tal modo que era el capitán general al que le correspondía la presidencia de la Au- diencia, si bien ésta era meramente nominal, y en quien realmente recaía el gobierno y la dirección orgánica era en el Regente y en los Ministros.

Había dos razones principales que no apuntaban a Cáceres como posible sede:

1.- No era la capital provincial (condición que recaía en Badajoz).

2.- Los organismos públicos de ámbito provincial – de acuerdo con el criterio seguido por la administración de la época- solían ubicarse precisa- mente en la capital provincial.

Pero, pese a todo y a los expedientes de 1 .800 Y de 1 .824 – que, por cier- to, son contradictorios, pues en el primero se resuelve el traslado de la Au- diencia a Badajoz, y en el segundo se decide mantenerla en Cáceres, y se resuelve además que el Capitán General fije su residencia en esta villa, resoluciones que no se llevaron a cabo jamás -, la Real Audiencia se ubica en la villa de Cáceres. Una serie de razones justifican tal ubicación:

1 .- El ser de Badajoz plaza de armas en situación fronteriza, con los ries- gos que esta circunstancia entrañaba.

2.- La ubicación excéntrica de Badajoz con respecto a la provincia, lo cual obligaría a largos desplazamientos a los habitantes de los pueblos más apartados .

3.- «Por ser la villa de Cáceres pueblo más sano, mejor surtido, más pobla- do y más oportuno que otro alguno de aquella provincia», ; así se justifica en la Pragmática Sanción con fuerza de ley de 30 de Mayo de 1.790,dada en Aranjuez e integrada en la Novísima Recopilación por la que se creaba la Real Audiencia de Extremadura.

4.- El Regente de la Audiencia nos dice que Badajoz es insalubre, hay es- casez de habitaciones para los Ministros y subalternos, de modo que si se estableciera en esta ciudad la Real Audiencia, el alquiler de las casas sub- iría estrepitosamente.

5- A todas estas razones, podían unirse otras de índole estrictamente polí- tica, y, sobre todo, el querer mantener la independencia de la A.T., aleján- dola de la influencia y control del Capitán General.

En el fondo del asunto, puede que todo se reduzca a la existencia de una pugna de competencia de poderes entre la Capitanía General (que encarna el poder militar de la provincia) y la Audiencia (que representa el poder civil).

Lo cierto es que con la Audiencia alejada del Capitán General, el alto Tri- bunal goza de una autonomía e independencia básicas en su labor, y que, en modo alguno deben verse sacrificadas. El Tribunal no puede perder li- bertad, y con la ubicación en Badajoz se plantea la posible pérdida de la misma, debido a las posibles interferencias del poder militar en campos de competencia de la administración civil.

 

CONCLUSIONES:

Con esta exposición, como les apuntaba al principio, he pretendido fun- damentalmente informar, reflexionar un poco sobre la justicia en general y sobre la Audiencia Territorial de Extremadura en particular, precisamente en su bicentenario, y procurar así un mayor acercamiento de este bien ge- neral de los pueblos que es la justicia, al pueblo precisamente. Si con esta humilde ponencia he conseguido un poco ese acercamiento, habré logra- do igualmente mi principal propósito: que la justicia sea más accesible al ciudadano y que éste no desconfíe de ella.

Con la creación de la Real Audiencia se persigue en 1.790 el bien general de Extremadura; hoy, en 1.990, doscientos años después, el objetivo debe ser el mismo desde el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, sin rencillas, sin ambigüedades ni intereses personales. Nuestra tierra merece nuestro apoyo, nuestro optimismo y en manos de la justicia está buena parte de la salud de nuestro pueblo, de cualquier pueblo. Apoyémosla,

pues, y apostemos -como les decía al principio- por una Extremadura moderna, progresista y democrática.

 

 

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Dic 012016
 

Juan Francisco Arroyo Mateos.

Méritos mas que suficientes del extremeño pastor de la Virgen Gil Cordero para poder ser en breve beatificado por el Papa; como lo fue recientemen- te en Méjico su muy semejante Heraldo de Nª! Sª! de Guadalupe el indio Juan Diego.

¿Quién es Gil Cordero? Fue aquel vaquero extremeño, al que se le apare- ció la Virgen María en el año 1.326, a orillas del río Guadalupe, en una de las estribaciones de la sierra de Villuercas, de la provincia de Cáceres (España).

Como la Madre de Dios hizo su aparición junto al referido río Guadalupe, de ahí surgió el nombre de la nueva advocación mariana de Ni! Si! de Guadalupe.

El devoto Gil, máxime después de la aparición, vivió cristianísimamente, llegando a morir en olor de santidad. Baste por ahora esta breve idea.

Y ¿Quién era Juan Diego? Es aquel indio mejicano también muy piadoso, al que a sí mismo se le apareció más tarde la Santísima Virgen, el 9 de di- ciembre de 1.531, en el cerro de Tepeyac, cuando se dirigía a la ciudad de Méjico para asistir a la Santa Misa.

De algún modo María Santísima, quizás por eso de que Hernán Cortés y muchos de los que le acompañaron en la conquista y evangelización meji- cana eran extremeños, quiso ser conocida con la denominación de Ni! Si! de Guadalupe, demostrando que era la misma Virgen María que se apare- ció mucho antes en España, en donde había realizado y continuaba obran- do numerosos y grandes portentos como el de la batalla del Salado, en que tras invocarla el Rey Alfonso XI y prometer edificarle un buen templo (que luego lo declaró de Patrimonio Real) si le ayudaba a la contienda, logró derrotar fácilmente a 400.000 moros; perdiendo él solamente a 20 de sus soldados.

Juan Diego, que también tuvo éxito en aquello que le encomendó la Vir- gen, debido a los milagros que esta efectuó para convencer inicialmente al obispo de entonces, primero que hubo en Méjico, Fray Juan de Zumárraga, pudo ver igualmente el Santuario, pequeño en un principio, que enseguida se construyó a Nª Sª de Guadalupe, en dicho país.

Fue Juan Diego muy ejemplar Católico hasta su muerte, motivo por el que hace poco que, en Mayo de 1.990, el Papa Juan Pablo 11, en su visita a la nación Azteca, le ha concedido el honor de los altares, procediendo a su beatificación.

NECESARIAS DEDUCCIONES

De todo lo cual podemos inferir que existen relevantes hechos históricos que deben unir muy fraternalmente a Extremadura y a toda España con América y de modo especial con la nación mejicana.

Nos referimos ahora de manera más particular a lo de rendirse Veneración a la Santísima Virgen, tanto en nuestra tierra, como en todo Iberoamérica, bajo la conocida y ya muy extendida advocación a N~ Si! de Guadalupe.

Sin embargo echamos de menos que el español Gil Cordero, tan semejante a Juan Diego en cuanto a llevar a feliz término la misión que le confió el Cielo y además en su buen tenor de vida cristiana hasta su óbito, no haya sido aún beatificado.

Esto se debe a que en España no se presentaron todavía las propicias opor- tunidades ni ha habido, por ello, la necesarias diligencias de la Jerarquía eclesiástica, como no obstante las hubo desde hace tiempo para que la segunda estancia del actual Papa en Méjico se viera honorificada con un suceso que a todos iba a agradar profundamente como fue la beatificación de Juan Diego.

De donde puede sacarse la inevitable consecuencia de lo muy justo que es abordar, desde hoy mismo, trabajos eclesiales y seglares que reclamen y consigan-también en breve la beatificación de Gil Cordero, quién por ha- ber venido antes a la vida y haber promovido asimismo antes el culto a Ni! Sª de Guadalupe, tiene sobre el consabido y devoto indio mejicano, varias precedencias naturales e históricas que exigen en justicia no retardar ya demasiado la merecida y desde ahora añorada beatificación.

MÉRITOS SOBRENATURALES DE GIL CORDERO

Poco o nada se sabe acerca de la niñez y juventud de este fidelísimo vi- dente, que hubiera pasado completamente ignorado en la historia de no

haberlo elegido María Santísima como persona con suficientes dotes para llevar a cabo lo que le encomendó.

Las vacas que guardaba y alimentaba Gil Cordero no eran de otro amo, sino de su propiedad, aunque no sepamos si fueron muchas o pocas.

Quizás sus padres gozaban de una situación desahogada, que les impelía a estar muy agradecidos a Dios y, por esto, se cultivarían y practicarían en la familia todas las virtudes cristianas, descollando la de un gran amor y de- voción a la Virgen María.

Lo cierto es que Nuestra Señora, que conoce bien el fondo de los corazo- nes y las disposiciones buenas y malas de cada Alma, escogió al ganadero Gil Cordero, entre muchas personas de su tiempo, para su gran designio Guadalupense, cumplido el cual, siguió aquel observando una perseveran- te buena conducta católica, porque, como lo ha hecho constar el autor José Pallés en su Año de María, fundándose en otros escritores antiguos:

«El pastor Gil – dice – se donó junto con su familia al servicio de Nuestra Señora de Guadalupe, y que desde entonces fue llamado por todos Gil de Santa María de Guadalupe, apellido que adoptó con singular contento y satisfacción, muriendo algunos años después empleado en el servicio de la Madre de Dios, y siendo enterrado en aquel mismo templo (construido donde le indicó la Virgen), en cuya edificación y celebridad tan directa parte tuvo. Podemos tener por seguro que goza de la bienaventuranza eter- na, pues no es otro el premio que da el Señor a los que en vida se han es- merado en publicar las Glorias y en extender la devoción y culto a su bendita y misericordiosa Madre).

¡No se puede decir más! porque, aunque todavía el Sumo Pontífice no ha- ya beatificado a Gil Cordero, este párrafo antiguo demuestra que fue «ca- nonizado» enseguida por las gentes o pueblo, que tiene mucha importancia eclesial según aquello de: «Vox populi est vox dei» la voz del pueblo es la voz de Dios. También un semejante comportamiento popular pudo influir mucho en la orden de beatificación de Juan Diego, ya que el pueblo mejicano lo consideraba como hombre santo. ¡Ojalá, por tanto, España igualmente consiga pronto lo mismo respecto a uno de sus hijos, Gil Cordero, que tan olvidado viene estando inmerecidamente!.

COMO SE APARECiÓ EN EXTREMADURA LA VIRGEN DE

GUADALUPE

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Los historiadores no titubean en afirmar que Gil Cordero era natural de la extremeña ciudad de Cáceres, aún cuando por circunstancias que

ignoramos, atendiera su rebaño muy lejos, es decir, «junto al castillo de Halia, correspondiente a la jurisdicción de Talavera».

Por allí estaba en el campo, cuando una vaca se separó de las otras tan precipitadamente que muy pronto la perdió de vista y empleó tres días en buscarla, caminando hasta muy cerca de la fuente del río Guadalupe, des- de donde ya se disponía a regresar, viéndose contrariado en sus esfuerzos.

Pero quiso la «Divina Providencia» que al mirar él la vegetación exuberan- te de la montaña en que se hallaba, descubriese a pocos pasos, inespera- damente, la res que se le había extraviado. acercose presto a la misma; más la encontró ya muerta.

Sin embargo, queriendo aprovechar su piel, se dispuso a extraérsela empe- zando por practicar en el pecho del animal una incisión en forma de cruz. Pero, jOh maravilla inaudita! porque entonces la vaca se levantó instantá- neamente viva y sana.

Gil Cordero, se sobrecogió de temor no sabiendo como explicar éste pro- digio. Y todavía sin haber salido aún de su asombro, se vio envuelto en rayos de una luz intensísima. Procuró entonces averiguar el punto de don- de procedía esa luz misteriosa, y otorgósele la gracia de ver que irradiaba desde una refulgente y bellísima Matrona, que lo miraba con un Amor y Dulzura indescriptibles.

MENSAJE CELESTIAL

Poco después la hermosísima Señora empezó a hablar a Gil Cordero di- ciéndole que Ella era la Madre de Dios y que había sido quien devolvió la vida a la vaca. Prometiéndole por ella grandes ganancias (gracias y mila- gros), para demostrarle que la aparición o visión no era fruto de su fantasía. Le ordenó que viajase a Cáceres e intimara allí al clero y pueblo de la ciu- dad, invitándolos a que se dirigieran con respeto y reverencia al lugar don- de Gil había encontrado la vaca muerta y que, una vez que hubieran llegado, cavasen junto a unas cercanas y grandes piedras puesto que en- contrarían allí una Imagen suya o que la representaba a ella. Agregole, por último que era de su voluntad el que a dicha imagen se le erigiera un tem- plo en aquel mismo sitio; templo este que andando el tiempo alcanzaría tan gran renombre que su fama se extendería no sólo a toda España sino de uno a otro confín de mundo entero; y dicho esto, desapareció la visión.

Con referidos acontecimientos quedó como aturdido de emoción y alegría el venturoso vaquero, quien no tardó en volver a su rebaño que, junto al castillo de Halias, dejó al cuidado de otros compañeros; ya en presencia de estos, les expuso todo lo ocurrido, que naturalmente en un primer

 

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momento se resistieron a creer; pero que luego se dieron por vencidos «cuando Gil les mostró la vaca y la cicatriz de la incisión que le hizo en el pecho para despellejarla»,

Comenzó así a cumplirse una de las promesas de la Virgen, al aludir que por la vaca obtendría Gil grandes ganancias: que lo creyeran, etc.; porque luego aquellos le animaron a que marchara a la capital de la provincia para obedecer enteramente a la Madre de Dios.

No nos estamos saliendo del tema principal al recordar estas cosas, ya que estos y otros sucesos emparentados con la conducta de Gil Cordero ayu- dan a conocer las buenas disposiciones de su alma, a fin de que se pueda entender mejor lo justo que sería alcanzar cuanto antes su beatificación, como ya se hizo con el indio Juan Diego, pues ambos han tenido compor- tamientos paralelos y muy fieles a las consignas de la Virgen.

GIL SE DESPLAZA A LA CIUDAD CACEREÑA

El asunto no era para demorarlo. muy pronto Gil Cordero viajó a Cáceres para obedecer a la Virgen María testimoniando sobre cuanto había visto y oído. Lo imaginemos cuando llegó a su casa, que todavía puede recordar- se o saberse cual era por lo que dejó publicado, hace ya unos tres o cuatro siglos, el historiador [oan Solano, según veremos más adelante.

Observó que había ocurrido algo triste y del todo imprevisto, porque en- contró a su esposa no risueña, sino «sumergida en un mar de lágrimas, por- que durante aquel tiempo se le había muerto un hijo», al que dentro de pocas horas iban a dar sepultura.

Gil trató de ofrecerle consuelo, contándole lo que había sucedido e invi- tándola esperar en la que puede hacer obras sorprendentes; razón por la que invocaron a la Virgen y le encomendaron el luctuoso suceso.

Así las cosas, llegó el momento de sacar el difunto a la entrada de la vi- vienda. Muchos familiares, vecinos, amigos y conocidos estaban allí pre- sentes. Y no tardó en verse venir a los sacerdotes (el párroco, algún coadjutor y quizás otros más) para asperjar el cadáver y rezar las primeras oraciones, tras de lo que el finado sería conducido a la iglesia y después al cementerio, tal y como se venía haciendo hasta hace pocas décadas en nuestro siglo, antes del Vaticano 11.

Pero resultó entonces que, a punto de iniciarse el rito funerario, se abrió de repente el ataúd (pues suponemos estaría ya cerrado hasta con llave) y re- sucitó el niño fallecido, parecidamente al hijo de la viuda de Naín, del Evangelio aunque aquí se debió a un milagro alcanzado por la intercesión de la antes invocada Nuestra Señora de Guadalupe.

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Muy grande, como es de suponer, fue la admiración y asombro de todos los concurrentes del clero y simples fieles; circunstancia esta que aprove- chó Gil Cordero para exponer todo lo que antes le había ocurrido también de manera prodigiosa y para manifestar lo que la Virgen Santísima solicita- ba a los cacereños.

CÁCERES CREYÓ AL MENSAJERO DE NUESTRA SEÑORA

Se prestó fe a las palabras de Gil Cordero, pues la cosa no era para menos, y no tardaron luego en trasladarse al lugar de la aparición guadalupense algunas personas de alto relieve social y no pocos fervorosos católicos, v.g. : una comisión eclesiástica; etc.; etc ..

y llegados que fueron al sitio señalado, se cavó por donde lo había indica- do la Virgen, y al poco rato encontraron la entrada a una cueva, en la que ya hacía seiscientos once años que había sido ocultada una imagen de María Santísima, la cual se hallaba tan hermosa y bien conservada como si en aquel momento acabaran de depositaria allí.

Junto a la imagen se encontró una campana, que quizás era la de su ante- rior santuario en tierras andaluzas.

Además había un pergamino, en el que se narraba la historia de aludida Efigie Mariana.

La exposición de júbilo de los vecinos de Cáceres presentes allí – dice José Pallés – no es para descrita; «puede solo imaginarsela un pueblo tan cató- lico y mariano como lo es la España. En el colmo de su dicha, aquellos fieles sacaron en triunfo de la cueva y recibieron con aclamaciones de en- tusiasmo y lágrimas de gratitud y amor a la que iba a ser la Celestial pana- cea de todos sus males».

QUISIERON LLEVARLA A CÁCERES

Cáceres es una gran privilegiada de Ni! Si! de Guadalupe, porque, en el mensaje que dio a Gil Cordero, la Virgen no mencionó a Toledo, aunque después y quizás contraviniendo el más exacto cumplimiento de la volun- tad de Dios, la autoridad eclesiástica toledana se adueñase del santuario – monasterio guadalupense; ni aludió a Plasencia, en cuya diócesis, como ocurre todavía estuviera enclavada esa zona de Guadalupe, siendo por entonces Obispo de Plasencia Don Domingo, tercero de éste nombre que estuvo de prelado desde el año 1.295 al 1.336, según lo deducimos de lo que historifica el Padre Benedictino Gregario Argáiz, del siglo XVII; ni se refirió a la noblísima capital de Ciudad Real, ni menos aún mentó a la muy apartada aunque extremeña ciudad de Badajoz.

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María Santísima solo habló de Cáceres e hizo un llamamiento únicamente al clero y ciudadanos de Cáceres para que se responsabilizaran de todo lo concerniente a su imagen, una vez encontrada, y de la construcción de un templo para ella.

Por esa época de las Apariciones de Nª Sª de Guadalupe que, como diji- mos, ocurrieron en el año 1.326, era Obispo cauriense Don Alonso o Al- fonso que, según el Padre Argáiz, estuvo al frente de la Diócesis desde el 1.282 al precisamente 1.326, sucediéndole Don Pedro Méndez de Soto- mayor, que ocupó la sede episcopal al menos por el 1.329 al 1.331, en que tuvo ya otro sucesor. No sabemos si referido Obispo de 1.326 murió antes o después de la Aparición.

Si falleció antes, vacó la Sede episcopal por cuando se apareció la Virgen. Lo cierto es que una competente Comisión Diocesana, como ya insinuába- mos, salió desde Cáceres al lugar de la Aparición para enterarse de todo y obrar luego lo que se estimara oportuno.

Los muchos cacereños que habían concurrido al sitio que les indicó Gil Cordero, consiguiendo encontrar la citada imagen de María Santísima, enardecidos sin duda por haber mencionado la Virgen muy exclusivamen- te a Cáceres, a su clero y vecindario, quisieron llevar la Imagen a Cáceres y allí eregirle el Santuario, sobre todo en el siglo en el que Cáceres no te- nía como Patrona a la Virgen de la Montaña, pues esto solo llegó a ser rea- lidad por el año 1.600, que fue por cuando vivió el emérita Francisco de Paniagua, que es quien introdujo la veneración o culto a Nª Sª de la Mon- taña, muriendo él en 1.636.

Pero Gil Cordero se opuso a estas pretensiones, argumentando que la Vir- gen claramente le manifestó que su voluntad era que se edificara un tem- plo allí mismo donde apareció y fue encontrada la santa Efigie. Entonces todos obedecieron a este designio mari ano.

Tampoco ahora divagamos del fin primordial que nos propusimos, porque en esto último que acabamos de exponer se atisba meridianamente la gran fidelidad de Gil Cordero a lo que la Virgen le reveló y mandó, virtud esta, que unida a otras tan excelsas o más que las que practicó en Méjico Juan Diego, le hacen así mismo también al español y extremeño pastor Gil, acreedor de la oportuna Beatificación.

CONSTRUCCIÓN DEL SANTUARIO Y CONCESiÓN DE MlJCHAS GRACIAS

Obedientes «los ciudadanos de Cáceres» a la voluntad de la Madre de Dios, le erigieron una ermita en donde fue encontrada su imagen,

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colocando esta allí. y ya sabemos como esta pequeña iglesia, sobre todo a partir de lo que luego hizo el Rey Alfonso XI en agradecimiento, etc., por su triunfo en la batalla del Salado, llegó a ser, merced además a otras apor- taciones posteriores, la gran Basílica – Monasterio que hoy día podemos todos contemplar.

Después la Virgen, no dejándose vencer en generosidad, «empezó a derra- mar tan liberalmente los tesoros de sus inauditas misericordias sobre todos cuantos con fe la imploraban que el número – y fama le da – grandeza de los milagros, extendiéndose por toda España, puso en el caso al Rey (Alfonso XI) de encargar al Cardenal Don Pelayo Gómez Barroso, Arzobis- po de Toledo por entonces, que se trasladara a Guadalupe, y abriese una información jurídica, sobre dichos milagros; información que, esclarecien- do y autorizando más la verdad – dice José Pallés – , contribuyó poderosa- mente a hacer más célebre la Santa Imagen de María, y mayor la confianza que en ella tenían los devotos».

Tan afamada era la Virgen de Guadalupe, que el nombre de esta advoca- ción mariana se difundió extraordinariamente por América hasta el punto de dársele como ya expusimos, la denominación de Ni! Si! de Guadalupe a la misma Madre de Dios, aparecida en Méjico a Juan Diego, extendiéndo- se mucho su culto por todo el nuevo mundo.

ANTECEDENTES DE LA IMAGEN GUADALUPANA

Dijimos que junto a la imagen fue encontrado un pergamino en el que «seis siglos atrás habían escritos los piadosos sevillanos – dice José Pallés – la historia de la venida (de dicha Efigie Mariana) a España y el culto que recibieron hasta la irrupción de los moros en la capital andaluza».

Estas palabras indican que la imagen de Ni! Si! de Guadalupe procedía de Sevilla. Más, ¿Cómo llegó a esta ciudad?

Se trata de una historia muy relacionada con tres grandes santos: San Gre- gorio Magno, San Leandro, arzobispo de Sevilla, y el hermano de este San Isidoro.

La cosa ocurrió de esta manera: San Gregorio y San Leandro viajaron a Constantinopla por asuntos concernientes a la Religión de Cristo. Allí se encontraron y se conocieron, llegando a hacerse muy íntimos amigos.

Terminada su misión en Constantinopla fue cuando al regresar San Grego- rio, que todavía no era Papa, fue elegido para Sumo Pontífice, mientras que San Leandro continuó en Sevilla, en calidad de Arzobispo, su gran labor contra los arrianos o en pro a la fe verdadera.

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Quiso San Gregorio desde un principio saber lo que pensaban y oír los consejos de las más altas personalidades de la iglesia y, por esto, invocó en Broma una especie de Sínodo, al que invitó a San Leandro, quien por su ciencia y santidad sería el mejor consejero que podría tener.

Pero, como por entonces había en España problemas muy graves que ne- cesitaban de la presencia de San Leandro, éste no podía acudir a Roma, optando, sin embargo, por que fuera, en su lugar, su hermano San Isidoro, que era no menos ilustre que él en santidad, prudencia y saber.

El resultado fue que el Papa estimó tanto a San Isidoro que, después de haber despedido a los otros altos dignatarios de la iglesia tras oír su dicta- men, quiso aún retenerlo por algunos días junto a sí.

Llegó, por fin, el momento de la Despedida y entonces, deseoso de hacer un presente a su amigo San Leandro, entregó a San Isidoro:

1º Un ejemplar de El Libro de los Morales que dedicó al Arzobispo hispa- lense; obra esta que es una admirable comentario sobre el libro de lob y que escribió San Gregorio precisamente por deseos e insinuación de San Leandro.

2º Muchas e inapreciables reliquias de santos mártires, etc., que segura- mente perduran en la Catedral hispalense.

3º y en particular, o especialmente, una prodigiosa Imagen de Santa María Santísima, que para este efecto sacó de su oratorio privado, en donde tier- namente era venerada por tan gran Pontífice. Fue la Efigie mari ana que más tarde llegaría a ser mundialmente conocida con el nombre de Nª Sª de Guadalupe.

IMAGEN DE ORIGEN APOSTÓLICO

Muy contento y agradecido se mostró San Isidoro con referidos regalos, pensando sobre todo en lo mucho que se habría de alegrar su hermano Leandro.

Poco después, acompañado de los sacerdotes de su séquito, se dispuso a venir a España en un barco mercante. Al principio el mar estaba en com- pleta calma; pero, porque ello entraba en los planes de Dios para que se estimar la Imagen de NiI Sil, quiso el Señor que se levantara una gran tem- pestad que pusiera en gravísimo peligro la embarcación. San Isidoro y sus acompañantes comprendieron la necesidad de invocar a la Virgen diri- giendo sus oraciones a la Imagen que llevaban en su compañía. Y, ¡Oh prodigio! pues inmediatamente se serenó el mar embravecido, como cuan- do Cristo obró igual milagro ante los Apóstoles.

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Más aún, para que nadie creyera que se trataba de una casualidad, hizo el Altísimo que la nave quedase envuelta en muy fúlgidos resplandores, que terminaron por infundir gran respeto gratitud y asombro en los corazones de todos los viajeros.

¿Qué misterios no encerraría esta imagen de la Santísima Virgen María? ¿Quién se la habría dado antes a San Gregorio? ¿Cuál era su más remota procedencia? .

A este respecto es sumamente extraordinaria la noticia que ofrece el dic- cionario español Espasa abreviado, pues dice: «Esta preciosa imagen de Maria, pequeña y morena, tiene por autor según algunos, a San Juan Evan- gelista que la copió directamente de la Virgen».

Sus razones tendrían estos investigadores, pues, si se conocen las grandes habilidades de referido Santo para escribir el Cuarto Evangelio, el Apoca- lipsis y tres Epístolas neotestamentarias de gran contenido bíblico, pudo también ser mucha su destreza para esculpir imágenes, sobre todo si tuvo o contó hasta con cierta ayuda angélica, porque recordemos que viviendo todavía María Santísima, vino esta milagrosamente a Zaragoza para visitar al Apóstol Santiago, hermano de Juan, y le entregó la imagen de Nuestra Señora del Pilar, que traída desde Efeso en donde residían con San Juan Evangelista, pudo esta asimismo, posible y fundadamente, haber labrado ambas imágenes: la del Pilar y la de Guadalupe.

LAMENTABLE EXTRAVÍO

Muchos cacereños leerían el pergamino que se halló junto a la imagen de Ni! Si! de Guadalupe explicando la historia y, tras de ello, acordaron dárse- lo al muy devoto Alfonso XI, el de la batalla del salado; pero con tan mala fortuna que a este, tan ajetreado en sus luchas contra la morisma, se le ex- travió, lamentándolo el enormemente,. Tampoco nadie se quedó con una copia e ignoramos que después, durante tantos siglos, haya sido encontra- do; motivo por el que el monasterio de Guadalupe seguirá careciendo de dicho escrito o documento de importancia y valor incalculable. Menos mal que se recordaban sus datos esenciales o no faltarían otras fuentes de consulta; gracias a lo que a podido continuar sabiéndose lo más principal de lo que le atañe a la bendita imagen Guadalupense.

DEVOCiÓN DE LOS ESPAÑOLES A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Debió ser bastante conocida la historia y prodigios obrados por Ni! Si! de Guadalupe y, por esto, los Españoles le han profesado desde un principio

gran devoción, muy evidente y cierta es esta afirmación en cuanto a lo que afecta a las más altas dignidades de la patria, seguramente por recordar el rotundo triunfo que la Virgen guadalupana otorgó al rey Alfonso XI en la aludida batalla del salado. Se sabe, por ejemplo, que el santuario extreme- ño de Ni! Sª de Guadalupe fue el preferido de los reyes católicos. dicese que Isabel la católica lo visitó diez veces, la primera a los trece años, y que ambos reyes acudieron a darle las gracias por la pacificación de sus reinos. Don Fernando murió precisamente en el camino, cuando iba a visitar Gua- dalupe. Don Juan de Austria, después de la victoria de Lepanto, envió al santuario el final de la nave capitana turca, demostrando esto que él se encomendaría a la Virgen de Guadalupe, a la que por esto, cabe atribuirle el éxito de la batalla de Lepanto, como antes la del Salado. Felipe 11 le hizo varias visitas y le regaló su escritorio de plata, del que, adaptándolo, fabri- case su gran Sagrario. Cristóbal Colón, en su segundo viaje, dio a una de las islas descubiertas el nombre de Sta. María de Guadalupe y, en una oca- sión, peregrinó al monasterio para cumplir una promesa que hizo en mo- mentos muy graves en que su barco o nave estuvo próximo a hundirse durante una gran borrasca. Interminable sería la lista de destacadísimas personas que han profesado y continúan teniendo una gran devoción a la Virgen en su advocación de Nª Si! de Guadalupe. Pues se ha llegado a de- cir que, en siglos pasados, los santuarios mari anos más famosos y concurri- dos fueron el del Pilar de Zaragoza, el de Loreto en Italia y el de Guadalupe en Extremadura (España).

PROYECCiÓN MUNDIAL

Sabido es que, en el descubrimiento de América, su evangelización y con- quista de algunos territorios a sus aborígenes, participaron una inmensidad de extremeños, quizás más que de ninguna otra región española: Pizarro, Hernán Cortés, Núñez de Balboa, franciscanos del convento de Belvís de Monroy, etc .. Y muy curioso, hubo un párroco, Don Adrián, quien por la década de los cincuenta de este siglo XX, demostró y siguió probando que incluso Cristóbal Colón era extremeño, esgrimiendo para ello fuertes argu- mentos, que indicaban que fue natural de Oliva de la Frontera (Badajoz). Tal vez encontró su Partida de Bautismo u otras cosas que ayudaban a identificarlo y no confundirlo con nadie, aun cuando sus padres y abuelos procedieron de Génova (Italia), pero no él. Convendría estudiar mejor este evento.

Ahora bien, siendo tan numerosos los extremeños que tomaron parte en los avatares y civilización del Nuevo Mundo, lo lógico es pensar que no olvidaron a Nª Si! de Guadalupe, sino que continuaron teniéndole

devoción, tratando de extender por doquier su honor y culto, edificándole templos y designando con el nombre de Guadalupe a no pocas poblacio- nes, etc., sucediendo esto mismo, un poco más tarde, en las Islas Filipinas.

Un detalle histórico y elocuente es el que Hernán Cortés se decidió a en- viar, para la Virgen de Guadalupe de España, una lámpara y un metálico escorpión de oro macizo, porque esto da a entender que siempre tenía en el pensamiento a Nª Sil de Guadalupe, a la que se encomendaría en sus actuaciones guerreras, de las que por salir victorioso, cumplió así la pro- mesa que seguramente antes hizo.

Por otra parte, como después la Virgen se apareció oportunamente a Juan Diego y se autocalificó como Nª Sª de Guadalupe (aunque esto no lo sabe- mos con certeza; pero que así fue denominada por la Iglesia y por los fie- les), contribuyó ello, tras la subsiguiente gran devoción del pueblo mejicano, a que la advocación de «Virgen de Guadalupe» tuviera fama o resonancia en toda América y en todas las naciones civilizadas de los otros continentes.

MENSAJE DE LA VIRGEN EN MÉJlCO

Fue – recordemos – a los diez años y casi cuatro meses del dominio de los españoles en las provincias mejicanas, cuando en un sábado, a nueve de Diciembre, se le apareció la Virgen al consabido Indio Juan Diego en el pequeño cerro de Tepeyac, el año 1.531.

No nos detenemos en detalles descriptivos, sino que nos ceñimos a lo más esencial, como fue el mensaje que le dió María Santísima diciéndole:

«Sábete, hijo mio muy querido, que yo soy la siempre Virgen María, Madre de Dios Verdadero, autor de la vida, criador de todo, y señor del cielo y de la tierra, el cual está en todas partes; y es mi deseo que se me labre un templo en este sitio donde como Madre Piadosa, y tuya, y de tus semejan- tes, mostraré mi clemencia amorosa, y la compasión que tengo a los natu- rales, y de aquellos que me aman y buscan, y de todos los que solicitaren mi amparo, y me IIamaren en sus trabajos y aflicciones. Aquí oiré sus lágri- mas y ruegos para darles consuelo y alivio; y para que tenga efecto mi vo- luntad, has de ir a la ciudad de Méjico, y presentándote al Obispo que allí reside, le dirás que yo te envio, y cómo gusto de que se me edifique un templo en este lugar. Referirasle cuanto has visto y oído, y ten por cierto que te agradeceré lo que por mi hicieres, ensalzándote y haciéndote famo- so. Has oido, hijo mio, mi deseo; vete en paz, y pon todo el esfuerzo que pudieres».

Escuchando este requerimiento de María Santísima, Juan Diego se dispuso a cumplirlo yendo a visitar al Obispo de Méjico P. Fray Juan de Zumárra- ga, quien, en otra segunda comparecencia, terminó por decirle que solici- tara a la Virgen alguna prueba, por que él pudiera conocer que quien se le aparecía era la auténtica madre de Dios.

y en efecto, Nuestra Señora exhortó a Juan Diego que subiera a lo alto del cerro y cogiese las rosas que allí encontrara, para que, depositadas y en- vueltas por su capa, las presentase al Prelado. Así lo hizo el vidente, que- dando luego el Obispo completamente impresionado al contemplar unas rosas tan lindas, lozanas y frescas, impregnadas todavía de rocío. Pero su asombro llegó al colmo, cuando además observó que en la capa o tilma donde se le ofrecieron las flores, había quedado estampada como por obra de los Ángeles, la imagen de la Santísima Virgen. Piénsese además que era impropio que en Diciembre hubiera rosas …

No necesitó más milagros el Obispo, sino que grata e inmensamente sor- prendido por lo que acababa de ver, creyó que se trataba de una verdade- ra aparición de la Madre de Dios, procurando rendir veneración a la hermosísima pintura de María que le regalaba el Cielo.

Enterado el pueblo mejicano de estos sucesos, se construyó pronto un tem- plo en el lugar indicado por la virgen; el templo que cada vez fue siendo mejor y mucho más amplio hasta edificarse la muy grandiosa y actual Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico, de mirada desde afuera se asemeja a un gran manto de la Virgen, deseándose que cobije no solo a la nación Azteca, sino a toda América de la que también fue nom- brada Patrona Celestial.

IMPORTANTíSIMOS PRONUNCIAMIENTOS

Si casi solo se atiende a la parte final del citado Mensaje a Juan Diego, pu- diera no reflexionarse acerca de lo que se dice al principio del mismo, cuando la Virgen habló sobre la divinidad de Jesucristo, proclamándolo Dios verdadero en contra esto de los muchos herejes arrianos y sus seme- jantes, como los actuales Testigos de lehová y otros sectarios anticristianos. Ahora bien, de esa verdad se deriva otra, que es la de ser María Santísima Madre verdadera de Dios, ya que Cristo al hacerse hombre sin dejar de ser Dios mediante el misterio de la Encarnación obrado en el Seno Virginal de María, nació luego de esta en cuanto Dios y hombre verdadero, motivo por el cual la Virgen fue hecha Madre de Dios, que es como ella también se autoproclamó en ese mismo mensaje de Méjico. Además los calificati- vos de Autor de la Vida, Criador de Todos, Señor del Cielo y de la Tierra, y

. Ente Divino que está en todas partes, reafirman la misma verdad sobre la

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divinidad del Salvador, quien, en unión del Padre y del Espíritu Santo, lo creó todo, que como decir que el mundo o naturaleza toda no siempre existió sino desde cuando Dios sacó de la nada todas las cosas. Por otra parte, María Santísima, se autodefinió «la siempre Virgen», o sea, que fue Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, enseñando con esto que otra de sus singulares prerrogativas es la de su Virginidad perpetua. Fijémonos, por último, en lo de agregarse que Cristo, por ser Dios, está en todas partes; atributo este que habla bien claro sobre la infinita inmensidad de Dios, que todo lo ve para premiar oportunamente a los buenos y casti- gar a los malos, puesto que es un Dios justo y remunerador.

HÁGASE TAMBIÉN JUSTICIA A GIL CORDERO PROCURÁNDOSE SU BEATIFICACIÓN

Estamos tratando de todos muy brevemente y por esto hemos omitido refe- rir que la Virgen curó instantánea o milagrosamente a un tío de Juan Die- go, que estaba tan grave que ya había solicitado le administrasen los últimos sacramentos. Sin duda que este nuevo prodigio reforzaría cada vez más la fe del buen indio, quien supo mantenerse siempre ya tan virtuoso, que se le juzgó posteriormente merecedor de la eclesial honra de ser Beato.

Ahora bien, ¿no ocurrió mucho antes semejantemente lo mismo en Extre- madura con Gil Cordero, tras el milagro de la resurrección súbita de uno de sus hijos en Cáceres, cuando ya el clero se disponía a recitar las preces fúnebres para enseguida conducir el cadáver a la iglesia para hacerle las exequias y después lIevarle al cementerio?

Juan Diego y Gil Cordero han sido pues dos almas muy afines, o que han desempeñado parecidísimos cometidos en sendas Apariciones de Ni! Si! de Guadalupe, observando luego ambos, un buen comportamiento católico hasta su muerte.

¿No merecerá paralelamente por tanto, también Gil Cordero el oportuno y pronto Honor de su beatificación?

Cuando en lo básico (buena vida y santa muerte) todo fue perfecto, lo de- más puede ser muy fácil de conseguirse, si la Jerarquía Eclesiástica pone sin demora las debidas diligencias, como lo hizo respecto a Juan Diego para realzar la segunda visita del Papa a Méjico y para ofrecer al pueblo mejicano el estímulo hacia una ejemplar vida católica y de gran devoción a la Virgen, como el que ha supuesto ver elevado al honor de los altares a uno de sus paisanos. Así pues, lograr la Beatificación de Gil Cordero podrá también ser fácil si deberás se trabaja en ello.

NUEVOS DATOS ESCLARECEDORES

El muy culto loan Solano, del siglo XVII escribió cierta obra, uno de cuyos apartados temáticos lo tituló así: «EI pastor Santo, a quien se le apareció la santísima imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, fue natural de Céceres».

En estas pocas palabras vease cómo Gil Cordero tuvo ya fama de Santo desde tiempos muy remotos y también cómo constaba que era natural de la ciudad de Cáceres.

Después añade textualmente: Esta proposición (de ser Gil Cordero natural de Cáceres) es asentada en historias y tradiciones; y en Cáceres tan sabida, que se le conserva hoy su pobre casa en la calle de los Caleros y sobre la puerta un escudo de piedra, con un ramo de azucenas, por ser estas parti- cular símbolo de la Serenísima Reina de los Ángeles, y un águila pasada por el pecho. Y aunque este Santo Varón (debido a no estar aún beatifica- do ni canonizado) no está capaz de sagrados cultos; pero no se puede ca- llar esta dicha (de considerarlo Santo el pueblo), por haber sido el fundamento de tantas (gracias o favores) como ha recibido el mundo, por la invención (prodigioso hallazgo) de tan inmenso tesoro (la imagen de Ni! s~ de Guadalupe).

Agrega el mismo escritor que lo primero que la Virgen habló a Gil Cordero fue lo siguiente: «Toma tu vaca, y lIévala al hato con las otras, y vete luego para tu tierra, y dirás a los Clérigos lo que has visto. (Este vaquero insiste en un paréntesis el propio joan Solano era natural de Céceres). E decir/es has de mi parte, que te envio Yo allá, y que vengan a este lugar, donde ahora estás, y que caben donde estaba tu vaca muerta, debajo de estas pie- dras, y fallarán ende (- encontrarás alli +-) una imagen mia. Cuando la sa- caren di/es que no la muden ni la lleven de este lugar, donde ahora está; más que hagan una casilla (ermita), en que la pongan».

Aclara que la esposa de Gil Cordero se llamaba Mencia Ramos y que cuando trató de consolaría por la muerte del hijo, lo hizo diciéndole: «No te desconsueles, que quien tuvo mano para dar vida a la vaca muerta, po- drá dársela también a este muchacho difunto». Tras de lo que hincándose de rodilla, y con fervorosa oración y tiernas lágrimas, nacidas más de la confianza que del desconsuelo pidió a Nuestra Señora la vida de su Hijo, por crédito de su embajada (para que lo creyesen a él en cuanto les comu- nicaba de parte de la Virgen); y se lo ofreció para que le sirviese perpetua- mente en el sitio y lugar en que Ella se le había aparecido.

Terminada esta oración, fue cuando «en presencia de muchos que habían concurrido al entierro, y de los Clérigos y ministros de la Parroquia, que

 

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habían llegado para llevar al cuerpo del difunto, el muchacho – dice loan Solano – cobró vida, aliento y habla; y en presencia de todos pidió a su padre con instancia que lo llevase luego al Santo Lugar, donde se le había aparecido la Reina de los Cielos».

Según ya dijimos, Gil Cordero aprovechó esta ocasión para dirigirse a la gente, explicándoles el suceso principal, cosa que hizo con las siguientes frases:

«Venerables sacerdotes y devoto pueblo. No sin misterio ha escogido la Reina de los Ángeles, un rústico pastor, para crédito de sus maravillas; para que se conozca que su grandeza estriba en sf misma; y que no hace apre- cio de las personas autorizadas del siglo, porque el crédito tenga más segu- ridad en la verdad del cielo, que en los testimonios de la tierra. Yo soy un pastor rudo y sin letras. Ya lo sabéis, pues soy vuestro vecino. pero por este camino debéis levantar más la esperanza, pues ni mi autoridad fuera sufi- ciente para empeña ros ni mi talento para persuadiros. Tened por cierto que la Reina de los Ángeles fue servida demostrarme un Tesoro, que no se ha- llará en las venas y minerales del Oriente. El cielo mismo se enriquece con mirar/a; ¿Qué no tendrá quien la posee? su voluntad es que se la fabriquen por ahora un decente hospedaje (santuario) y se sirve de que seáis vosotros los testigos y los obreros. Dichoso pueblo, a quien la santfsima virgen es- coge para que le fabrique casa, pudiendo elegir a otros más vecinos. Voso- tros y yo somos los más interesados por más favorecidos. Vamos, vamos a obedecerla, que ffo en su clemencia, que muy presto saldréis de la duda y tocareis con vuestras manos la verdad».

Después, oportunamente, Gil Cordero y su familia marchándose a residir junto a la primitiva iglesia o ermita que se construyó para la imagen en- contrada, siendo así los primeros habitantes o ciudadanos de la luego cada vez mayor puebla de Guadalupe.

EL GRAN MILAGRO DE SU CUERPO INCORRUPTO

Pasaron los años y, por fin, llegó para Gil Cordero el día de su fallecimien- to. Más, ¿dónde lo enterraron? responde a esto [oan Solano diciendo que:

«El lugar de su sepultura se ha entendido siempre que fue el de la Epfstola dentro de la Capilla Mayor (del Monasterio de Guedelupe). Y asf lo dijo el Padre Fray Gabriel de Talavera en el tratado primero de sus observaciones, párrafo 20, por estas palabras: «está en una pared de la Capilla Mayor, en el arco por donde se entra a la sacristfa, una pintura ya con el tiempo mal- tratado aunque es de mucho respeto lo que se deja ver. y aquf se cree que está sepultado».

«La pintura agrega era un retrato de toda la historia, y venía a ser un epitafio en jeroglíficos, que sin letras contaba lo que pudiera leer el más curioso. Y se debe notar que un sepulcro tan autorizado y suntuoso, que hoy ni años atrás no se dieron si no a personas Reales, se dio sin embar- go – a un pastor rudo por haber conseguido en el mundo los honores de virtuoso (considerándolo la gente antes y después de su muerte como San- to). Tan a lo real y magnífico quiere ser tratada la santidad. Pero lo que el Padre Fray Gabriel puso por tradición (porque hasta que escribió su histo- ria, que fue en el año 1.546, no había más clara noticia) se vio patente en el año 1.618, con la ocasión de haberse alargado la capilla mayor del santuario».

«Después entonces sigue diciendo – , derribando aquel arco, adonde es- taba la pintura referida, y adonde se creía que estaba enterrado el Santo Pastor, se halló –efectivamente– su venerable cadáver entero (incorrupto, o no hecho un montón de huesos y cenizas, milagro este extraordinario o raro incluso en grandes santos canonizados, pero que Dios concede a per- sonas de rango humilde, como fue también San Isidro Labrador), después de ciento setenta años de su muerte; envuelto en una sábana con unas puntas y randas coloradas (adornos de encaje hechos en la tela), y sobre el cuerpo había algunas flores amarillas, que tocadas se deshacían en polvo. Y unos pergaminos en que estaba escrito lo historiado del santo di- funto; y en ellos le llaman Don Gil de Santa María, en la conformidad que habemos ponderado (porque fue nada menos que el Rey Alfonso XI quien ordenó que se lo denominase de esta manera)».

Añade que después «se volvió a colocar referido cadáver en la misma co- rrespondencia que antes tenía y por eso está sobre la puerta donde se sale de la sacristía al Altar Mayor. Toda esta relación última me la escribió – explica el Padre Fray Juan de Mirandil/a, religioso autorizado de dicha Santa Casa, y me dicen la tiene impresa el Padre Montalvo en el libro que escribió de los Milagros de Nuestra Señora».

Afirma, por último, que vio a una persona que poseía un hueso de un dedo del cadáver de Gil Cordero, que se lo quitó con atrevida confianza durante aludidas obras que fue necesario realizar, pensando aquella que así obten- dría protección y favores, como los que alcanzan venerando Reliquias de Santos canonizados.

Sin un milagro de Dios, todo cuerpo humano se vuelve putrefacto a las veinticuatro hora de su muerte. Conservarlo el señor incorrupto y con olor agradable por mucho tiempo, supone un nuevo milagro cada día, porque bastaría que, en un solo día, dejase Dios de actuar en su acción milagrosa,

para que todo cuerpo (no manipulado o artificialmente embalsamado – se sobreentiende -) empezara y terminara por corromperse.

De acuerdo con este razonamiento, los milagros que Dios ya ha hecho a favor de la beatificación y canonización de Gil Cordero han sido tantos como días hubo en ciento setenta años desde su muerte, que fue cuando se supo que su cadáver permanecía incorrupto.

Ignoramos si después ha querido Dios seguir perpetuando el prodigio; lo cual podrá averiguarse, si con motivo de iniciarse su urgente profeso dio- cesano de beatificación, vuelven a examinarse sus restos, para al mismo tiempo poderse leer la historia que sobre el propio Gil Cordero se escribió en un pergamino que, como queda dicho, se encuentra dentro de su sepulcro.

PUNTO FINAL

Viene ahora, como conclusión, una gran pregunta que es la siguiente: a tenor de todo lo que hemos investigado o referido, ¿tendrá el español Gil Cordero menos motivos para su pronta beatificación y canonificación que los que se hayan tenido en cuenta para beatificar recientemente al mejica- no Juan Diego? .. Luego …

APÉNDICE

Cosas muy parecidas a las expuestas podrían decirse acerca del eremita Francisco de Paniagua, natural del pueblo cacereño de Casas de Millán, porque fue quien introdujo en Cáceres la devoción a Nuestra Señora de la Montaña; cuyos frutos espirituales han sido y siguen siendo inmensos o no menores que si hubiera fundado una Orden Religiosa destinada a fomentar el culto a la Santísima Virgen, ya que a las Santas Patronas se las suele te- ner casi todos los días en el pensamiento, se las reza, se las visita y se las obsequia de otras mil maneras. Por tanto creemos que hombres de estos de talante humilde, sencillo y pobre; pero que, por su amor a la Virgen y su ejemplar comportamiento cristiano, ocasionaron mucho bien espiritual o eterno, como Francisco de Paniagua y Gil Cordero, no desmerecen la oportuna beatificación ni los desvelos que la jerarqufa eclesiástica deba afrontar para ello, como se hace en algunas demarcaciones católicas, des- eosas de ver a sus hijos elevados al honor de los altares, pues en la Iglesia, menos que en ninguna entidad social, no debe haber discriminaciones.

BIBLIOGRAFíA

AÑO DE MARíA. Por José Pallés. Obra del siglo XIX. Tomo 1. Pág. 734-742. Tomo II Pág. 452-463.

AÑO MARIANO. Por Robles, S. J. y Figares, S. J. Pág. 583-584; 840-842. DICCIONARIO ESPASA-CALPE ABREVIADO. Tomo IV. Pág. 484.

LA SOLEDAD LAUREADA POR SAN BENITO Y SUS HIJOS. Obra del 1665. Por el Padre Maestro Fray Gregoria de Argáiz, 0.5.8. Tomo V. Pág. 308. Y otro Tomo que habla sobre Ambracia o Plasencia. Pág. 317.

SAN JONÁS y SANTOS DE CÁCERES. Obra del Siglo XVII. Por loan Sola- no

 

Nov 282016
 

Jesús Bermejo Bermejo.

La historia de nuestro protagonista parte en algún lugar próximo a las playas actuales de Catia La Mar (Venezuela) un 3 de enero de 1563[1].

I

Las maderas del “San Juan Bautista” se desconcertaban en el forcejeo crujiente de los continuos virajes por la acción de la mar, furiosa hoy al perpetrar sobre su manto el rumbo trazado; como si un titán de las profundidades presagiase el destino de sus navegantes, a pesar del sol húmedo del caribe, profano para aquellas pieles morenas, encaminadas a sus nuevas vidas en el Nuevo Mundo.

Bartolomé Dalmao[2], vecino de La Cumbre (Extremadura), hijo de Bernardo de Salas y Elvira Dalmao; viajaba con su señor, Diego García de Paredes, el responsable de que, por fin, pudiera conocer las Américas de la que continuamente se hablaba  en los corrillos de las tabernas trujillanas, entre el silbido de los campos cumbreños, en la raíz de los peldaños, recién puestos, del rollo de su pueblo.

El vigía había avistado tierra hacía unas horas, la tripulación se arremolinaba en cubierta, a la vez que arranchaban[3] los aparejos. El cumbreño no veía la hora de pisar aquella playa misteriosa, donde se apreciaba los canticos y bailes de indígenas, según los más expertos, en señal de bienvenida.

El conquistador, aunque condescendiente, tenía clara su posición y las tareas de sus criados[4], formadores del séquito de ayudantes en el andar de la nueva vida que le esperaba en Popayán, como recién nombrado Gobernador, en el territorio de lo que, actualmente, es Colombia. Como tenía previsto continuar su viaje por tierra, pensó en visitar a su amigo Luis de Narváez, y continuar reguero de visitas por El Tocuyo, Trujillo, Mérida, Pamplona y otras plazas americanas donde había participado en su fundación y conquista.

Aunque precavido, la teatral bienvenida que demostraban los indios parecía evidenciar la pacificación y sometimiento de estos a los nuevos gobernadores españoles y colonias de familias europeas afincadas para poblar cristianamente esas tierras.

Tras terminar de estibar[5] en cubierta, nuestro protagonista se reunió con su señor.

  • ¿puedo pediros el favor de acompañaros al desembarcar?

Bartolomé podía preguntar si mesura ya que, durante todo los días de servicio, que ya habían sido muchos, había cogido cierta confianza y cariño con el hijo del conocido “Sansón de Extremadura”, quien sabía agradecer el carácter aventurero del cumbreño y la, siempre, predisposición para protegerle de peligros y estar junto a él en todo momento.

  • Lo siento pero hoy no, se trata solo de una visita de cortesía y debemos ir caballeros armados, pues trataremos temas de interés y averiguaremos si esos indios no han intentado rebelarse desde mi partida.

Consciente del entusiasmo e impaciencia de nuestro protagonista, el trujillano puso una mano sobre su hombro y prosiguió.

  • Antes de terminar el día, desembarcaremos todos para continuar viaje a Popayán, ya tendrás tiempo de conocer lo bueno y malo de los paisajes que nos esperan.

Sobre un bote y junto a seis marineros se aposentaron Diego García de Paredes, Alonso Zapata y Francisco de Las Casas. Mientras los veía alejarse lentamente Bartolomé suspiraba al cielo porque había incumplido su primera promesa el día que fue con su señor al Monasterio de Guadalupe para bendecir la  travesía: había prometido estar con el nuevo Gobernador en el momento de pisar tierra al otro lado del gran océano.

Habría que hacer un inciso en esta historia y retrotraerse unos años atrás, hasta 1561, Diego García de Paredes, como maestre de campo, persiguió y dio muerte a Lope de Aguirre, explorador y conquistador español, culpable de múltiples asesinatos selectivos al erigirse líder de una expedición para la búsqueda de El Dorado y de encabezar, a su vez, una rebelión contra la monarquía española.

En un reguero de saqueo y muerte, Aguirre cae sobre Barquisimeto. Las tropas de Diego García de Paredes, alertadas por Pedro Alonso Galeas, un desertor de la expedición natural de Almendralejo (Badajoz), parten desde Mérida, Trujillo (ciudades de Sudamérica) y El Tocuyo hacia Barquisimeto para detenerlo y ajusticiarlo.

El 26 de octubre de aquel año cae muerto este tirano de un disparo de arcabuz. Su cuerpo fue descuartizado y sus restos comidos por los perros con la excepción de su cabeza, que fue enjaulada y expuesta como escarmiento en El Tocuyo; y sus manos, que fueron llevadas a Trujillo y Valencia (en la actual Venezuela)[6].

Tras el vencimiento de Lope de Aguirre, Diego García de Paredes partió hacia España a solicitar recompensas por los servicios prestados a la corona; es por eso que le fue concedida la Gobernación de Popayán; y tras una breve estancia en su Trujillo natal, en Extremadura, parte hacia aquellos territorios junto a su lugarteniente Gabriel de Ávila y toda su comitiva, entre los que se encontraba nuestro protagonista: Bartolomé Dalmao.[7]

El cumbreño estaba entusiasmado con el conquistador y con la aventura de seguirle en sus hazañas; lo sabía todo de él; en parte a las leyendas que tantas y tantas veces le contaba su padre sobre historias que se rumiaban por La Cumbre, recientemente comprada por otro caballero, Pedro Barrantes, que, junto a Francisco Pizarro, había traído fortuna y gloria de este mundo que se abría, en esos momentos, a sus ojos.

A pesar de su edad, rondaba los 30 años[8], Dalmao soñaba el deseo de todo nuevo colono llegado a tierras vírgenes; en su interior palpitaba el fervor de quien ansía  desbrozar la maleza que impide el porvenir tantas veces insuflado en los comentarios de su pueblo, o en Trujillo, donde presentó su cédula en la que se justificaba la “limpieza de sangre”[9], también avalada por el que sería su señor, anteriormente aleccionado por el favor del nuevo dueño de La Cumbre, aquel caballero, originario de Alcántara, que había regresado rico y había sabido hacerse renombrar en la historia[10].

Ya en la playa, Bartolomé, junto al resto de los ocupantes del “San Juan Bautista”, observaba las siluetas desembarcar del bote ante la comitiva indígena, que danzaba en señal bienvenida, ensalzada por una figura ataviada con colores chillones, un casco en forma de hoja de hacha en la cabeza y grandes plumas brillantes a su espalda.

  • Ese debe ser Guarauguta– recordó entusiasmado el cumbreño.

El cacique Guarauguta había reinado en aquella zona mucho antes de la llegada de los españoles, por lo que, hasta el momento, siempre se había mostrado hostil, pero la pacificación de la zona por el conquistador trujillano, junto con otros compañeros como Juan de Villegas y Luis de Narváez, ayudaron a “bajarle los humos” y, aparentemente, mantenerse pacífico, al menos, esa era la insinuación que daba cuando los caballeros pusieron pie en la blanca arena de Catia, bajo un sol abrasador en el verano caribeño.

  • Gente venida de mar, amigos de Mareiwa[11], enemigos antes y amigos ahora, venid a banquete en vuestro honor.

Guarauguta, sonriente, dio la bienvenida a los recién llegados y desde el barco se oyó un júbilo entronizando a la avanzadilla, la emoción en Bartolomé era colosal.

Sentados en el Bohío[12], García de Paredes preguntó por su amigo Narváez.

  • En San Francisco está, enseguida van a buscarlo, pero, hombres barbudos, comed, bebed en señal de paz.

Desde el barco no se veía nada, el sol de la tarde cegaba cada vez más, el cumbreño tenía las ropas empapadas en sudor, la madera de cubierta parecía que se iba a deshacer como mantequilla. Al rato vio a un grupo de indios transportar algo grande envuelto en una vela de barco.

En el bohío, mientras los españoles bebían y comían, el grupo indígena entró cargado con un extraño paquete; esa era la señal, al momento, deshicieron las fuertes telas y apareció ante ellos el cadáver putrefacto de Luis de Narváez.

  • ¡¡Traición!!- gritó Alonso Zapata.

En ese instante, una multitud de indios se abalanzó sobre los conquistadores quienes, echando manos a las espadas, entablaron encarnizado combate.

Mucha gente del barco se tiró al agua en auxilio de la avanzadilla, Bartolomé se apresuró a bajar un bote junto con otros tripulantes y soldados; las voces de angustia y muerte vomitaban desde la orilla. En medio de todo, las espadas en alto, un marinero herido en un brazo se apresuró a la playa y comenzó a nadar hacía los españoles. Fue en ese momento donde el cumbreño vio el cuerpo mutilado de su señor, junto al resto de caballeros, mientras el cacique Guarauguta expulsaba su rabia cubriendo su rostro con la sangre de los caídos.

Lanzas y flechas sobrevolaban entorno al marinero herido que había conseguido huir, por fortuna consiguió llegar al bote.

  • ¡¡Nooooo, nooooo!!- nuestro protagonista se desahogaba mientras daba estocadas al mar con su espada ante el ritual amenazante de los indios, aglomerándose en torno a la playa, enjuagando su soberbia al alzar el cadáver de Diego García de Paredes como una alegoría a su victoria.

Bartolomé, envuelto en lágrimas, no paraba de gritar. La desesperación de los españoles se incrementaba al no poder hacer nada; de la selva a la playa, continuamente, salían indios armados y los triplicaban en número. Por mucha pólvora que usasen, desembarcar suponía un suicidio.

Mientras izaban la vela y marchaban, los ocupantes del “San Juan Bautista” veían como los caribes empalaban a los muertos, poniéndolos en alto para, con sus arcos, utilizarlos de diana.

Días después, el barco, con bandera a media asta, desembarcaba en el puerto de Borburata (Puerto Cabello). Nuestro hombre nunca habría supuesto que al pisar, por fin, tierra, tras cumplir su sueño de cruzar el océano, las primeras sensaciones que experimentaría fueran las de tristeza y rabia.

Uno de los compañeros del cumbreño, Juan de Altamirano, que también iba de criado del conquistador, le preguntó:

-¿Qué vas a hacer ahora Bartolomé, habrá que buscar quehacer en las Indias, no?

– No creo que vaya a Popayán- sentenció suspirando- el destino no nos quiere allí todavía, me quedaré por aquí y veré como puedo vengar a nuestro señor.

Tiempo después, las tropas del capitán Gómez de la Peña derrotaron a Guarauguta, también en las cercanías de la playa de Catia. Sobre la arena, entre palmerales agitándose al viento, uno de los soldados masculló al grupo la noticia de tierras en propiedad para los que se establecieran en la “Nueva Segovia de Barquisimeto”, leguas adentro, fundada años antes por Juan de Villegas. A Bartolomé Dalmao, natural de La Cumbre, en Extremadura, la idea hizo que se le iluminaran las pupilas y, junto a los que estaban allí, empezó a cruzar miradas cómplices de asentimiento.

II

Aquí podría haber terminado mi trabajo, pero la búsqueda incesante de documentación sobre mi pueblo me está dando enormes sorpresa. El descubrimiento de Bartolomé Dalmao me dejó estupefacto; mi primera impresión fue duda, principalmente por el apellido, porque, a día de hoy, no es nada común y, que yo sepa, no queda ningún Dalmao o Almao en La Cumbre; pero teniendo en cuenta la época, puede que hubiera varios Dalmao descendientes, junto a, por ejemplo, Ortiz o Trenado (apellidos que si están patentes en el pueblo), de aquellos procedentes del reino de Aragón que se establecieron durante la reconquista en nuestras tierras para siempre.

Como, aun así, seguía con la duda, constate con varias fuentes la pequeña reseña de este cumbreño que cruzó el océano Atlántico hacia el Nuevo Mundo, una tierra por descubrir en aquellos años.

En el Catalogo de Pasajeros a Indias, en el volumen IV se cita: Bartolomé Dalmao, vecino de La Cumbre (Extremadura), hijo de Bernardo de Salas y de Elvira Dalmao, viajó a Popayán en 1563, como criado de Diego García de Paredes.

No lo confundamos con el famoso Diego García de Paredes, el “Sansón Extremeño”, este no cruzó el angosto mar a las Américas; se trata de su hijo, de igual nombre, quien se pasó la vida intentando emular al padre y, tal y como cuenta el relato, murió de forma trágica junto a los dos caballeros citados que iban con él.

Observando desde la lejanía el fatal desenlace, la comitiva de personas hidalgas, amigos y parientes que acompañaban a Diego García de Paredes, no pudiendo hacer nada por su señor, continuó viaje hasta atracar en Borburata, probablemente en Puerto Cabello (que se llama así en honor a un contrabandista de aquella época llamado Andrés Cabello, apellido muy de la zona de Trujillo), donde dieron declaraciones de lo sucedido al alcalde Lope de Benavides.

Desconocemos las causas por la cual el cumbreño no prosiguió viaje a Popayán, sino que se quedó a vivir en la “Nueva Segovia de Barquisimeto”[13]. Cuando llegó en 1563, la ciudad acababa de mudarse a su cuarto asiento, puesto que sus habitantes tuvieron problemas en los dos primeros, debido a los indígenas y al terreno; en cuanto al tercer asiento, tras los desastres ocurridos con Lope de Aguirre, los ciudadanos de Barquisimeto determinaron mudarse de nuevo al considerar el lugar como “maldito” y también, como relata Fray Pedro Aguado “como hoyándose la tierra y levantándose algunos vientos recios anduvieron por el pueblo muy continuos e insufribles polvos que les echaba a perder la roa y les causaba algunas enfermedades y muy gran fastidio, después que estuvieron allí algunos días y fue ido el Gobernador Pablo Collado, que había dado consentimiento en este mudamiento del pueblo, acordaron mudarse a otra parte, en tiempo que gobernaba aquella tierra un caballero llamado Alonso de Manzanedo”[14].

Sobre una meseta, a orillas del río que le da nombre, la actual Barquisimeto se desarrolló a partir del trazado y después de haber marcado un lugar principal para su iglesia, cabildo y los solares de sus vecinos.[15]

Como toda ciudad de la conquista española de América, quedaron patentes en Barquisimeto los principales símbolos: La Iglesia y el Obispado, representando el poder religioso; el Cabildo, Justicia y Regimiento, representando el poder real; y como centro neurálgico, la Plaza Mayor, donde el primer acto que se celebró fue clavar la cruz y alzar el “rollo” que era de madera; hecho que haría recordar a Bartolomé Dalmao a la plaza de su pueblo, La Cumbre, que posee, todavía hoy, rollo de granito, con los escudos de los Barrantes y Ulloas.

Es por ello que, en el plano de la Nueva Segovia de Barquisimeto de 1579, junto a la Plaza Mayor, en la calle de Damas, estaba el solar de Bartolomé Dalmao que establece su origen: La Cumbre (Extremadura) y su edad: 40 años[16].

Allí comenzó a actuar como hombre noble y se casó con la hija de Esteban Mateos, su vecino.

En 1567 se unió a la expedición de Diego de Losada que partía desde el Tocuyo para la conquista de los territorios de los indios caracas, cuyo cacique era el indio Guaicaipuro, conquista que ya había sufrido numerosos intentos y fracasos.

El 25 de marzo de ese año tuvo lugar la batalla de San Pedro, en la que Guaicaipuro al mando de 10.000 guerreros sufrió una dura derrota a manos de los españoles comandados por Diego de Losada.

Por ello, después de un gran trabajo y frecuentes enfrentamientos con los indios, Losada y su gente acamparon en la confluencia de los ríos El Valle y Guaire, a la altura de Bello Monte, y el 25 de julio de 1567 fundaron la ciudad de Santiago de León de Caracas.[17]

La historia cuenta como a partir de esa pequeña fundación comenzó a surgir la que hoy se conoce como la capital de Venezuela. Es un orgullo saber que entre los conquistadores que erigieron la ciudad con Diego de Losada se encontraba el cumbreño Bartolomé Dalmao, donde fue uno de los primeros Regidores[18] y donde firmó, junto con los otros cabildantes, el primer reparto de tierras el 8 de abril de 1568.

Años más tarde, volvió a la Nueva Segovia de Barquisimeto, tal y como se señala en el plano de la ciudad de 1579; verificamos su firma en 1587, cuando era Gobernador y Justicia Mayor en El Tocuyo; y volvemos a saber de él en 1591 cuando fue Alcalde de la Santa Hermandad en Barquisimeto[19].

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Ilustración 1.- Firma de Bartolomé Dalmao

Observamos en nuestro protagonista a una clase social, la de los conquistadores, pobladores y fundadores de los territorios donde se asentaban, que ostentaban los principales cargos y poseían tierras y gente; constituyendo la aristocracia que iba a imperar en Sudamérica durante siglos y cuya hacienda se nutría, principalmente, de las Encomiendas[20].

Estas eran formas de propiedad territorial en Barquisimeto, guiadas por la relación que se establece entre la ocupación de la tierra para fines de explotación agrícola y pecuaria y como mecanismo de distribución de la fuerza de trabajo indígena que sobrevive al impacto inicial de la conquista.

Bartolomé Dalmao poseía Encomienda en San Miguel de Acarigua, formada por indios coyones y ajaguas, cuyo sacerdote de la doctrina era el licenciado Juan Bernardo de Quirós[21]; y Encomienda de los valles de los ríos Barquisimeto y Río Claro, formada por indios ajaguas, cuyo sacerdote de la doctrina era Antonio Luis de Urquiolaegui.

Pero es curioso apreciar como los principales pobladores, que cumplían las funciones más importantes de la ciudad como alcaldes y regidores, que habían fundado ciudades y conquistados territorios, que hubiesen disfrutado de los palacios más suntuosos de haber estado en España y hubiesen gozado del prestigio de los poderosos, vivían en viviendas hechas de “a manera de pajares” según el estilo de los indígenas, mientras se establecía el repartimiento de la población tal y como indicaban las Cedulas Reales.

Algunos documentos de 1575 prueban y mencionan a gente principal de Barquisimeto viviendo todavía en casas de barro y madera como el que poseía Cristóbal Gómez o “bohíos” como el de Bartolomé Dalmao.

Los hijos, nietos y biznietos del grupo fundador de esta ciudad fueron los que empezaron a construir casas con techos de tejas y paredes de piedra, hecho que nos otorga la oportunidad de comprobar las diferencias en cuanto a la mentalidad y estilo de vida de nobles e hidalgos entre un continente y otro.

III

Lejos de estereotipos convencionales, con preciso rigor histórico, encontramos a un hombre extraordinario y polifacético: criado, soldado, conquistador, fundador y poblador de ciudades, regidor, alcalde, encomendero… el perfil de aquellos que marcharon sobre un territorio virgen para escribir la historia que nos muestra la senda que dejaron y que traspasaron a sus hijos y nietos

En el caso de nuestro protagonista, su hijo Baltasar Matías de Almao, que se casó con Jerónima Ramírez Ribera, hija del capitán Alonso Ramírez y de Doña María Ribera, fundó el pueblo de San Antonio de Berrio; logrando la reducción de los indios guamonteyes, que se encontraban en los montes del Valle de Acarigua, sin necesidad de recurrir a la violencia. Los redujo al sitio de Tucuragua, fundando allí el pueblo en 1616. Pero aquejado de unas fiebres tuvo que ser sustituido por el alférez José Suarez quien maltrató a los indios, provocando que huyeran por lo que el asentamiento se deshizo; a pesar de los intentos y empeño de Baltasar Matías de Almao que pagaba tanto a la iglesia como el salario del sacerdote de su propio peculio. Almao también fundó otros pueblos en el sitio de Sugure y la misión de Cojedes, que fueron base para la fundación de pueblos misioneros de la Vicaría de San Carlos.

El hijo de este, el Capitán Juan de Salas, que toma el apellido de su bisabuelo, Bernardo de Salas, que se quedó en La Cumbre y nunca fue a Venezuela, padre de Bartolomé Dalmao, casado con Doña Úrsula de Castillo fue otro de los grandes conquistadores de Barquisimeto.

Intentando rescatar el pueblo de San Antonio de Berrio, que fundó su padre, el nieto de Bartolomé Dalmao, fundó San Antonio de Choro en 1657, aquí Salas hizo gestiones para llevar al pueblo a un grupo de misioneros capuchinos. Mientras la Diócesis de Caracas tramitaba este asunto, se construyó la Iglesia. En 1658 seis religiosos capuchinos llegaron a San Antonio de Choro desde Sevilla, que fueron recibidos por el nieto de nuestro protagonista y un buen número de indios, unos 1200[22].

En recompensa por sus servicios el capitán Juan de Salas volvió a recibir la misma encomienda que tuvo su padre Baltasar Matías de Almao en el valle de Acarigua, la cual había sido considerada vacante por defecto de confirmación real y que ya había pertenecido, también, a su abuelo.

Otros hijos de Bartolomé Dalmao fueron Bartolomé Dalmao y Aguilar, Ángela de Almao, María de Almao e Isabel de Almao[23].

IV

La Historia y su investigación es, muchas veces, aquella vereda no pisada durante siglos y que nos cuesta discernir. Volver sobre ella y sacarla a la luz evidencia un interés especial, que se atreve a poner sobre el mapa del tiempo la conquista y la historia de todo el continente Sudamericano, hecho que constituyó un pilar fundamental y del que fue principal ariete nuestra tierra, Extremadura, y dentro de ella, la tierra de Trujillo, la cual experimentó la primera y gran corriente de emigración a otros territorios en busca de prosperidad y riqueza.

Pero las hojas de los archivos y los documentos se cierran, son almacenados y la historiografía oral va extinguiéndose, poco a poco, marcada por los acontecimientos que la relegan y la memoria, que se torna olvidadiza con los siglos.

Es por ello por lo que siento especial orgullo al rescatar a Bartolomé Dalmao, natural de La Cumbre, mi pueblo, un hidalgo venido a menos que se embarcó como criado de Diego García de Paredes hacia Popayán (Colombia) pero que el tétrico destino de su señor hizo que formara parte de la historia de Venezuela para siempre, reflejado su nombre y su hazaña en numerosos documentos históricos y ahora, gracias a este trabajo, recordado aquí, en Trujillo, la ciudad conquistadora que, durante los siglos XV y XVI parió a innumerables hijos e hijas que marcharían para transformar y escribir las páginas de generaciones que forman y formaran parte, para siempre, de todo el continente americano.

 

 

Bibliografía:

ROMERA IRUELA LUIS y GALBIS DIEZ MARÍA DEL CARMEN. “Catálogo de Pasajeros a Indias. Archivo General de Indias”, Sevilla, Volumen IV, 1560-1566.

IGLESIAS AUNIÓN PABLO. “Estatutos de Limpieza de Sangre y requerimientos en el Trujillo del siglo XVI”. Coloquios Históricos de Extremadura.

AVELLAN DE TAMAYO NIEVES. “La Nueva Segovia de Barquisimeto”. Academia de la Historia. 1998.

NECTARIO MARIA, H. y MUÑOZ DE SANPEDRO, M. “El Gobernador y maestre de Campo Diego García de Paredes, fundador de Trujillo de Venezuela”. Madrid, 1957.

URDANETA, R. “Diego García de Paredes, conquistador de América”. Madrid, 1956.

OVIEDO Y BAÑOS JOSÉ. “Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela”.

AGUADO FRAY PEDRO. «Recopilación Historial de Venezuela”, Tomo II. (Publicaciones de la Academia Nacional de la Historia, Venezuela)

SIMON FRAY PEDRO «Noticias Historiales de Venezuela”, Tomo II. (Publicaciones de la Academia Nacional de la Historia, Venezuela)

ROJAS REINALDO. “Elites y propiedad territorial en Barquisimeto, provincia de Venezuela, siglo XVIII”. Universidad de Santa María. Caracas. Venezuela.

PASTOR BEATRIZ y CALLAU SERGIO “Lope de Aguirre y la rebelión de los marañones”. Madrid: Castalia, 2011

[1] Según el cronista de Indias fray Pedro Simón, este hecho tuvo lugar, en la bahía de Catia La Mar, en los primeros días de enero de 1563.

[2] En los documentos de la época, los notarios también escribían este apellido como Almao, Dalmao y Armao.

[3] Arranchar: Ordenar, acomodar las cosas a bordo. También preparar el barco para enfrentar mal tiempo.

[4] Los criados no tenían que ser de condición humilde necesariamente; se consideraban criados a todas las personas, hidalgas o no, que viajaran al Nuevo Mundo con los altos funcionarios para ejercer oficios relacionados con su cargo. Recordemos que, con Bartolomé Dalmao, viajaron como criados parientes nobles de Diego García de Paredes como Juan de Altamirano y Alonso de Carvajal.

[5] Estibar: Colocar las cosas ordenadamente y de manera que ocupen poco sitio.

[6] El vencimiento de Lope de Aguirre sucedió en vísperas de San Simón y San Judas, por lo cual se erigió en Barquisimeto una ermita en nombre de estos santos.

[7] Como curiosidad La bandera de Aguirre era un tafetán negro con unas espadas coloradas atravesadas con la palabra escrita “Sigo”. Llevaba cuatro banderas con esta estructura, dos negras, otra amarilla y otra azul.

Cuando en octubre de 1561, en la Nueva Segovia de Barquisimeto, fue vencido por Diego García de Paredes, esas banderas formaron parte del botín de los vencedores: las dos negras se quedaron en Barquisimeto y en el Tocuyo; en cambio, la azul y la amarilla fueron llevadas por Diego García de Paredes ante la tumba de su padre, el famoso “Sansón de Extremadura” en nuestro Trujillo, en Extremadura, la cuales permanecieron allí, según dicen hasta las invasiones napoleónicas.

[8] En el libro de historia de “La Nueva Segovia de Barquisimeto” de Nieves Avellán Tamayo aparece un plano donde se describe un solar propiedad de Bartolomé Dalmao, donde resalta, de nuevo, su procedencia cumbreña y cuenta que, en 1579, este tenía la edad de 46 años. Si esto es cierto, cuando embarcó en 1563 tendría unos 30 años.

[9] Limpieza de sangre es decir, acreditar la naturaleza y calidad social, el no pertenecer a grupos sociales prohibidos. Se realizaba en el lugar de origen y se presentaba en la Casa de Contratación.

[10] Diego García de Paredes y Pedro Barrantes eran viejos conocidos de la conquista del Perú; es muy probable que el nuevo señor de La Cumbre conociera a Bartolomé Dalmao y a su padre Bernardo de Salas, antes incluso de la compra del pueblo, por lo que sospecho que Barrantes pudo intervenir en que Bartolomé conociera a García de Paredes y este le acogiera como criado.

[11] MAREIWA: Según los Waraos, era hijo del trueno. Era el poseedor del fuego, y lo guardaba celosamente en una cueva, lejos de los hombres.

[12] Bohío: Cabaña circular o casa rústica americana, hecha de madera, ramas, cañas o pajas, sin más abertura que la puerta

[13] Bartolomé Dalmao llegó a Barquisimeto, no conocemos las causas por las que se quedó a vivir allí, aunque hemos de saber que Diego García de Paredes tenía en este territorio las encomiendas de Indios que percibiera por pertenecer al grupo fundador de la ciudad.

[14] Juan de Villegas fundó Barquisimeto en 1551 con el nombre de “Nueva Segovia”, pero el sitio que la fundó no era optimo por hallarse en zona pantanosa que ofrecía condiciones insalubres y en 1556 se mudaron a un segundo asiento, cerca del río Barquisimeto, llamando a la ciudad “Nueva Segovia de Barquisimeto”; después hubo un tercer asiento donde se sucedieron los hechos execrables de Lope de Aguirre y un cuarto donde se encuentra la actual Barquisimeto.

[15] La Iglesia y la Plaza son los únicos vestigios que se conservan de aquel tiempo; los periódicos terremotos, especialmente el de 1812, destruyeron gran parte de la ciudad.

[16] En el cuadro de los vecinos principales y su origen se incluye La Cumbre.

[17] Muchos fueron los intentos, y también los fracasos, de este proceso. Pero no fue sino hasta el año 1567, cuando llegó al valle una expedición proveniente del Tocuyo precedida por el capitán Diego de Lozada, que se logró la fundación de un pueblo con el nombre de “Santiago de León de Caracas”. Santiago por el apóstol tradicional de la reconquista española, que era el santo militar de España, León por el nombre del gobernador de la Provincia para ese momento, Ponce de León, y Caracas porque así se llamaban las tribus indígenas que habitaban esa región. Diego de Henares hizo de agrimensor, al trazar las calles, la plaza, la iglesia y los solares que habían de repartiese los pobladores de la nueva ciudad: Santiago de León de Caracas.

[18] El oficio de Regidor era de mucha honra y dignidad, sus miembros gozaban de relevantes prerrogativas: llevaban bastón de mando como símbolo de autoridad y preeminencia. Los regidores duraban en sus funciones un año, en la Nueva Segovia de Barquisimeto, los Regidores se escogían entre la gente principal de la ciudad, generalmente los descendientes de los fundadores y primeros pobladores, aunque su origen fuera mestizo.

[19] Los alcaldes – cabeza del cabildo- eran elegidos el 1º de enero de cada año, sus funciones eran las de administrar justicia, conociendo en primera instancia todos los asuntos, tanto en lo civil como en lo criminal. Los alcaldes debían saber leer y escribir y ser “personas honradas, hábiles y suficientes”, prefiriéndose a los descendientes de los primeros conquistadores para ejercer el cargo.

[20] A partir de los fundadores y sus descendientes se fue consolidando en la ciudad un grupo de familias que predominarían durante todo el periodo español, siendo mencionadas las de los Sánchez de Oviedo, los Alvarados, los Ruiz de la Parra, los Castillo, Gómez, Mateos, Dalmao, Del Barrio. Estos constituían la minoría de la población siendo los mayoritarios mestizos y criollos, descendientes de españoles.

[21] Esta encomienda pasó a su hijo Baltasar Matías de Almao y a su nieto Juan de Salas.

[22] Juan de Salas murió a principios de 1659 y su obra la continuó el capitán Tomás de Ponte.

[23] Entre los nietos del extremeño se cuentan: Doña Isabel de Almao, casada con el capitán Pedro de Castillo, vecinos de Barquisimeto en 1632. Otros descendientes fueron el capitán Hernando de Quirós y Almao, vecino en 1649; Don Pedro de Quirós y Almao, quien fue licenciado y Presbítero.

Un vecino de Barquisimeto era, en el año 1642, Juan García de La Cruz, nieto de Juan García, de los que acompañaron a Juan de Villegas en la Fundación de la Nueva Segovia de Barquisimeto, y su mujer Doña Ángela de Almao, hija de Bartolomé de Almao.

Nov 242016
 

José Luis Barrio Moya.

Don Juan Francisco Manrique de Lara, era miembro de una ilustre familia castellana de muy larga historia, nació en Almoguera (Guadalajara) el 9 de septiembre de 1703, año por lo demás convulso, marcado por las primeras escaramuzas de la Guerra de Sucesión, que enfrentó a las casas de Austria y Borbón  por la corona de España.[1]

Destinado por su familia a la carrera eclesiástica, don Juan Francisco  Manrique de Lara alcanzó su primer cargo importante en la Iglesia española de la época el 22 de septiembre de 1749 cuando fue nombrado obispo auxilar de Toledo. [2]

A partir de aquella fecha don Juan Francisco Manrique de Lara inició una meteórica carrera eclesiástica que le llevó a ocupar, sucesivamente, las sedes de Oviedo y Plasencia.

El 30 de octubre de 1753 falleció en Oviedo don Felipe Martín Ovejero quien,  desde 1750, fue obispo de aquella diócesis [3] . Para cubrir aquella vacante fue nombrado don Juan  Francisco Manrique de Lara el 1 de abril de 1754, tomando posesión de la sede asturiana el 6 de septiembre de aquel año.

Pero antes de pasar a Oviedo don Juan Francisco Manrique de Lara declaraba, el 1 de marzo de 1754 ante el escribano madrileño Manuel García en la mayor forma que mas haya lugar en derecho que me hallo con diferentes bienes muebles, plata y otras alajas y combiniendome hacer inventario y tasacion de todos ellos, para que en todo tiempo conste los bienes con que me hallava hantes de entrar a gozar el obispado y que en ningun tiempo se tengan ni estimen adquiridos en el. [4] Este gesto demuestra bien claramente la honradez del prelado alcarreño.

Los bienes que don Juan Francisco Manrique de Lara poseía antes de tomar posesión del obispado de Oviedo incluían vestidos, tapices, coches, mulas, guarniciones, ropa blanca, muebles, libros, objetos de plata y joyas, y como algo curioso a resaltar la total carencia de pinturas.

El día 1 de mayo de 1754 Nicolás Felipe maestro sastre en esta Corte que vive en la calle Mayor, casas de Doña Maria Rodriguez valoraba los vestidos del prelado alcarreño entre los que destacaba un pontifical que se compone de capa pluvial, casulla con estola y manipulo, puño de gremial, paño de caliz y bolsa de corporales y sandalias de tela de oro rica de Francia, fondo morado, guarnecido todo con galon de plata y el gremial con tres borlas de plata y la capuza de la capa con flueco de lo mismo y cartulina brillante. Todo el conjunto fue estimado en la elevada cantidad de 11064 reales de vellón.

El 7 de marzo de 1754  Josefa Martel costurera que vive en la calla de San Pedro y San Pablo, casas de Don Antonio Olano ponía precio la ropa blanca.

primeramente una alva rica de batista, 340 rs.- otra de cambrayon, 225 rs [5].- otra alva de true, 180 rs [6].- ytt tres sabanillas de altar, 128 rs.- un amito de batista con cintas de oro, 134 rs.- ytt otros tres amitos de cambrayon, 59 rs.- ytt cinco purificadores, 34 rs [7].- tres toallas , 63 rs.- un roquete de batista rico, 270 rs.- otros dos de cambray, 300 rs [8].- ytt otros dos de true, 204 rs.- ytt de encajes finos y hordinarios para guarnecer toda la expresada ropa, 3000 rs.

            El 9 de marzo de 1754 Francisco Beltrán Martínez evanista que vive en la calle   de la Sarten, casas de don Juan de Salamanca valoraba los siguientes muebles:

primeramente una papelera nueva de moda con embutidos, espejo, remates y guarnicion de talla dorada, 900 rs.- ytt un oratorio portatil guarnecido de damasco carmesi con galon de oro y su frontal de lo mismo, 2100 rs.- ytt un estuche que incluye navajas y todo el recado correspondiente para afeytar, guarnecidas todas las piezas de plata, 1200 rs.- ytt un arca de cocina con todas las piezas correspondientes a ella, de ollas de campaña, platos, asadores, fuentes, almirez, cuchilla, tortera, etc, 1800 rs.- ytt un catre cofre forrado en damascio carmesi con sus pilares y barillas para colgadura, torneado todo y de color verde, 900 rs.

            Por su parte, y en la misma fecha, Francisco Beltrán de la Cueva y Lorenzo González Moreno contrastes y tasadores de plata y oro y José Serrano tasador de joyas en esta Corte, tasaban, respectivamente, los objetos de plata y las joyas.

TASACION DE PECTORALES Y ANILLOS.-

primeramente un pectoral de diamantes y esmeraldas engarzado en oro, 16464 rs .- ytt una sortija de oro con una esmeralda guarnecida de diamantes, 2351 rs.-. ytt otra sortija de oro  con una esmeralda, 2331 rs.- ytt un pectoral de amatistas en plata sobredorada, 770 rs.

PLATA DE SU YLLMª SEGUN LA TASA DEL CONTRASTE.-

primeramente quarenta y dos platos de plata, los treynta y seis trincheros iguales, seis flamenquillas desiguales, dos ensaladeras, cinco salvillas, las quatro pequeñas iguales, la otra mediana, todas con pìes torneados.- dos candeleros, un platillo de despavilar ovado con quatro cartones por pies, puente y asas y despaviladeras, dos salseras con pies, picos y dos asas cada una, un portavinageras compuesto de dos pocillos de aros con asa tornillada en el medio, dos saleros iguales , veinte y quatro tenedores iguales de filete, doce cabos para cuchillos compañeros y dos cucharones medianos, todo labrado en cartones de cees, 25979 rs.- ytt una palangana ovada con el vocado suelto, un jarro ovado con pie, pico, asa y tapador engoznado con remate  y una bola para el jabon, 2580 rs.-  ytt dos echuras de la expresada plata, 3889 rs.- ytt quatro vandejas desiguales, ovadas, sinceladas de ojas, cartones y flores, las dos mayores, una con un pajaro en el medio y las otras dos con un canastillo de flores y la otras otras dos una con un venado y la otra con en leon, 2457 rs.- otras dos vandejas ovadas y sinceladas de ojas y flores, la mayor con una el medio y la otra con un pajaro y dos arboles, 1066 rs y medio.- ytt una escribania triangulada en cartones con tres cartones por pies, con tintero, salvaderam, caja de oblea y campanilla, 512 rs.- ytt un caliz de oro pequeño, redondo, de pie y vasa compuesta de quatro piezas, copa y patena correspondiente con ocho sobrepuestos de lo mismo esmaltados de azul, 4866 rs y tres quartillos.- ytt un caliz con pie redondo, vasa, copa y patena, dorado por de dentro, un platillo aobado con molduras de cees al canto, dos vinageras redondas con pies, asas, picos al ayre de cavezas de sierpes, tapadores engoznados con letras por remates, campanilla, una caja aobada con su tapa engoznada y dentro dos chrismeras atornilladas con sus tapas, dos cajas de ostiarios, una palmatoria con sus pinzas    y cañon y  un apuntador, todo a la moda, 2396 rs.- ytt una fuente redonda, extriada, con su roscon en medio y un jarro hechura de agumanil con pie y asa de caveza de bicha, 1495 rs.- ytt por las hechuras deesta fuente y jarro, 280 rs.- ytt quatro candeleros iguales con platillos y mecheros ovalados, 1370 rs.- ytt una cadena de alchimia de oro que srive para el pectoral de amatistas, 550 rs.- ytt otra cadena de oro en la misma conformidad, 550 rs.

El 25 de marzo de 1754 Juan de Buitrago librero que vive en la calle angosta de San Bernardo, casas de Manuel Monter, ponía precio a la biblioteca de don Juan Francisco Martínez de Lara, formada por tan solamente diez y siete títulos, entre los que se contaban  las obras de Próspero Petra, Vicente de Justis, Ludovico Postio, Johann  George Rienffestuel, Nicolás Rodríguez Fermosino, Luis de Molina Morales, Gabriel Pareja, Hermengildo Rojas  y Fernando Alonso del Águila.

Lambertino opera omnia en doce tomos de folio en pasta, 700 rs.

– yd el Bullario dos tomos de a folio, 80 rs. [9]

– yd Sinodo diocesano en quarto, 28 rs.

– cardenal Petra cinco tomos de folio (Próspero PETRA.- Additiones seu anotationes aureas ad decisiones S.R.C. Neapoli, Nápoles 1618), 120 rs.

– cardenal de Justis un tomo de disp matrimonio en folio (Vicentus de JUSTIS.- De dispensationibus matrimonialibus cum anotationibus, Lucca 1728), 26 rs.

– cardenal Ferrari seis tomos en quarto en pasta, 12 rs.

– Clericato seis tomos de folio en pasta (Giovanni CLERICATO.- Decisiones Sacramentales, Ancona 1740), 170 rs.

– Postio seis tomos en folio (Ludovico POSTIO.- Maudati de manutendo cum decissionibus sac. Rotae Romanae, Turín 1634), 170 rs.

– Gutierrez diez tomos en folio (Juan GUTIÉRREZ.- Opera omnia, Colonia 1730-1731), 250 rs.

– Reinffestuel cinco tomos en folio (Johann REINFFESTUEL.- Jus canonicus universarum (s.l), 1714), 140 rs.

– Fermosino cinco tomos en folio (Nicolás RODRÍGUEZ FERMOSINO.- Opera omnia canonica, civilis et criminalia, Colonia 1741), 200 rs.

– Molina de primo genis un tomo en folio (Luis de MOLINA MORALES.- De primigeniorum Hispanorum origine ac natura, Alcalá de Henares 1573), 40 rs.

– Pareja universa un tomo  en folio (Gabriel PAREJA Y QUESADA.- Tractatus de universa instromentorum, Madrid 1642), 36 rs.

– Rojas de incompatibilitate un tomo en folio (Hermenegildo ROJAS.- Tractatus posthumus de incomptabilitate regnorum, Lyon 1669), 36 rs.

– Aguila addict a Rojas un tomo en folio (Fernando Alonso del ÁGUILA Y ROJAS.- Additae quaestiones de incompatibilitate regnorum ad tractatus D. Hermenegildo de Roxas, Colonia 1738), 20 rs.

– Pontifical en octavo un tomo, 60 rs. [10]

– Semana Santa un tomo en octavo, 40 rs.

            El 26 de mayo de 1754 Juan Redondo maestro guarnicionero que vive en la calle de Fuencarral, casas de Don Joseph Bustos declaraba que he visto y reconocido las guarnicioens de mulas y cavallo que se hallan existentes en la quadra de mulas del Yllmº señor obispo electo de Oviedo para hacer de ellas ajuste y arreglar tasacion, la que se egecuto en la forma siguiente.

– primeramente un tiro de guarniciones menos que mediado, todo completo, con dos sillas y seis frisos, 1000 rs.- ytt quatro guarnicones de tronco y delantera, viejas, con sus dos sillas y quatro frisos, 360 rs.- ytt una silla de mula de paso, bien tratada, con estribos de palo y todos sus pertrechos, 290 rs.- ytt otra silla de cavallo  bien   tratada con todo su recado, 260 rs.- ytt un tiro de guarniciones nuevo de media gala con evillaje dorado, sus adornos correspondientes con cifras en  las tapas y tirantes, 3400 rs.- ytt una silla de cavallo con gualdrapa de terciopelo verde forrrada en olandilla, galoneada con galon color de oro y cojin de terciopleo con todo su recado, evillaje dorado y estribos de madera dados de color verde, 872 rs.- ytt un maleton de baqueta de Moscobia forrado en angulema nuevo, para llevar colchones de catre, 360 rs.

            El 26 de mayo de 1754 José Carrasco maestro de coches que vive en la calle de san Joachim y Santa Ana, casas de don Juan de la Peña, confesaba que había visto  reconocido para tasar dos coches propios del Yllmº ssñor obispo de Oviedo, cuya tasacion he hecho en la forma siguiente:

– primeramente un coche grande forrado en terciopelo carmesi, 12000 rs.- ytt otro coche de camara nuevo forrado en paño color de melocoton y pintado de verde y oro, 8000 rs.

            En la sede de Oviedo permaneció don Juan Francisco Manrique de Lara hasta 1760, año en que pasó a ocupar la de Plasencia.

El 9 de agosto de 1759 falleció don  Pedro Gómez de la Torre, quien desde el 2 de marzo de 1756 ocupaba el obispado de Plasencia. Para sustituir  al prelado  difunto fue elegido don Juan Francisco Manrique de Lara, lo que acaeció el 21 de junio de 1760, entrando el nuevo obispo en su dióscesis en noviembre de aquel mismo año.

Don  Juan Francisco Manrique de Lara  llegó a la ciudad extremeña en precario estado de salud y con una edad avanzada para la época – contaba cincuenta y siete años-, por lo que residió  poco en su sede, pasando largas temporadas en Serradilla y Mirabel con objeto de mejorar de sus dolencias. [11]

Aquella ciscunstancia hizo que el preladao alcarreño dejara poca huella en Plasencia, salvo que pagó de su pecunio el dorado de la soberbia reja del coro del templo catedralicio.

La reja del coro de la catedral de Plasencia fue encargada por el obispo  Pedro González de Acevedo en 1597 a Juan Bautista  Celma, artista poliédrico que fue pintor, escultor, broncista y constructor de campanas. De origen aragonés, nacido hacia 1540, fue artista itinerante, que dejó muestras de su arte en Plasencia, Burgos, Orense y Santiago de Compostela. Sobrino del tambien broncista  Juan Tomás Celma, de él aprendió los rudimentos de su arte. En 1564 fue llamado por el cabildo de la catedral de Santiago de Compostela, ciudad en la que falleció en 1608. [12]

En la catedral de Santiago de Compostela Juan Bautista Celma  realizó, en 1564, los púlpitos de la capilla mayor, en sustitución  de otros, más antiguos, datados en 1527, y que constituyen una buena muestra del arte del metal renacentista.

Tambien en la catedral santiaguesa el artista aragonés diseñó una estructura metálica que permitía el movimiento del Botafumeriro.

En 1598 Juan Bautista Celma pasó a Orense para realizar en su catedral las rejas y púltpitos. [13]

Obra destacada en la producción de Juan Bautista Celma es la reja del coro de la catedral de Burgos, fechada en 1602 y obra de un gran efecto decorativo. Consta de tres cuerpos laventados sobre un  zócalo de jaspe,  coronada por un Calvario de madera y los escudos del cardenal Zapata.

La reja del coro de la catedral de Plasencia es la obra maestra de Juan Bautista Celma. Contratada en 1597 se terminó, tras muchas vicisitudes, en 1606.[14]

La obra tiene de largo 16,10 metros por 7 de alto, y consta de 84 barrotes separados por tramos de quince piezas. La parte baja se ejecutó con las trazas de Francisco de Mora y el italiano Jacome Trezzo, autor del magnífico tabernáculo del monasterio de El Escorial. La reja aparece coronada por una extraordinaria crestería  donde se destaca una imágen de la Virgen de la Asunción con ángeles músicos, las figuras de David y Salomón y los escudos del obispo Pedro Gonzaléz de Acevedo. En el centro de la reja se situa uan columna donde se cierran las puertas de acceso al coro donde se encuentra una inscripción en la que se lee JOANNES BAPTISTA CELMA FACIEBAT ANNO DOMINI 1606, con lo que el artista aragonés dejó muy claro lo orgulloso que se sentía de esta obra.

Durante muchos años la reja del coro de la catedral de Plasencia permaneció  sin dorar. En 1763 don Juan Francisco Manrique de Lara escribió desde Serradilla una carta al cabildo de la catedral en la que expresaba su deseo de pagar con sus bienes el dorado de la reja  para que tenga el mas pronto efecto, luego que pase la octava del Corpus se ponga el coro en la capilla mayor para el desembarazo de los maestros doradores.[15]

            Don Juan Francisco Manrique de Lara permaneció en Serradilla hasta 1764, año en que marchó a la localidad alcarreña de Sacedón esperando que las aguas curativas de aquella población remediasen sus dolencias.Sin regresar a Plasencia, don Juan Francisco Manrique de Lara falleció en Almoguera, el  18 de enero de 1765, siendo enterrado en la iglesia de santa Cecilia de aquella población donde su familia tenía su propia capilla funeraria.

Tras la muerte de don Juan Francisco Manrique de Lara la sede placentina fue ocupada por don Francisco Antonio de Lorenzana (León 1722-Roma 1804), quien solamente opermaneció al frente de aquella diócesis desde 16 de julio de 1765 hasta el 14 de abril de 1766, año este último en que fue nombrado arzobispo de México.

Aunque la huella de don Juan Francisco Manrique de Lara al frente del cabildo de la catedral de Plasencia no tuvo hechos destacables, su intervención en el dorado de la reja del coro catedralico, servirá para que siempre sea recordado.

[1] .- Sobre el apellido Lara y sus distintas ramas véase GARCÍA CARRAFFA, A. y A.- Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y amricanos, Tomo XXXXV, Madrid 1933, pp. 165-251.

[2] .- El obispo auxiliar era el ayudante del titular en aquellas diócesis, que como la de Toledo, por su extensión  y complejidad, no bastaba con un sólo prelado.

[3] .- Don Felipe Martín Ovejero había nacido en la  localidad palentina de Villamartín de Campos, el 3 de febrero de 1698. Fue deán de la catedral de Málaga, siendo promovido para obispo de Oviedo el 22 de junio de 1750. Falleció en la capital asturiana el 30 de octubre de 1753.

.[4] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 16174, folº. 70-93. Escribano = Manuel García

[5] .- Se conocía con el nombre de cambrayon una tela muy parecida al cambray pero un  poco mas tosca.

[6] .- Tela blanca y delgada.

[7] .- El purificador era un paño, generalmente de lino, usado para limpiar el cáliz durante  la ceremonia de la misa.

[8] .- Tela muy  fina fabricada en la ciudad de Cambray, de donde toma el nombre.

[9] .- Recibía el nombre de Bullario  un libro donde se recogían  las bulas y otros documentos pontificios  de carácter general a vecss limitados a un sólo pontificado.

[10] .- Libro donde se explicaban  las ceremonias pontificias y las funciones episcopales.

[11] .- LÓPEZ SÁNCHEZ-MORA, M.- Epicopologio, Los obispos de Plasencia. Sus biografías, Plasencia 1986, p. 67.

[12] .- GALLEGO DE MIGUEL, A.- “En torno a la polifacética actividad de Juan Tomás y Juan Bautista Celma” en Boletín del Seeminario de Arte y Arqueología. Universidad de Valladolid, Tomo XXXXXVI (1990), pp. 499-517.

[13] .- CHAMOSO LAMAS, M.- “La catedral de Orense” en Catedrales de España, ed. Everest, León , 3ª ed, 1994 , pp. 170-172.

[14] .- RAMOS BERROCOSO, J.M.- “Precisiones documentales sobre la reja del coro de la catedral de Plasencia” en Norba. Revista de Arte. Vol. XXXI (2011), pp. 31-50.

[15] .- Cir. por LÓPEZ SÁNCHEZ-MORA., M.- Las catedrales de Plasencia y tallistas del Coro, Plasencia  1976, p. 65.

Nov 242016
 

Miguel Ángel Ladero Quesada.

Que el rey Fernando falleciera en Madrigalejo el 23 de enero de 1516 fue un hecho casual porque podía haber sucedido, o no, cualquier otro día y en otra localidad a lo largo del viaje que había emprendido en Madrid, a finales de octubre de 1515, con el propósito de ir a Sevilla para llevar a cabo nuevos proyectos políticos, “estando ya muy mal dispuesto”, según escribe el humanista y cortesano Pedro Mártir de Anglería[1]. Pero que el viaje regio se hiciera a través de Extremadura ya no tiene nada de casual, porque el rey buscaba un clima más suave y un camino algo más cómodo en las postrimerías de aquel otoño, e incluso alguna restauración de su quebrantada salud mediante el ejercicio de la caza de aves, que le apasionaba, y el reposo en Guadalupe durante algunos días.

Por eso se dirigió, en cortas jornadas puesto que viajaba en andas, desde Madrid hacia Plasencia, donde entró el 29 de noviembre y fue, según escribe un cronista, “honorablemente recibido porque después que se redujo aquella ciudad a la corona real nunca en ella había entrado”[2], aunque lo cierto es que había estado en 1488, precisamente cuando ocurrió aquel acontecimiento. Plasencia y su extensa tierra habían sido siempre de realengo (dominio pleno del rey) desde la restauración de la ciudad por Alfonso VIII a partir de 1189, pero pasó al dominio de los Zúñiga, señores de Béjar, entre 1442 y 1448, que incluso tuvieron el título de duques de Plasencia, hasta que los Reyes Católicos la recuperaron considerando que aquella concesión había sido excesiva y hecha en tiempos de gran quiebra del poder monárquico[3].

 

  1. Viajes y estancias reales

 

Así, pues, en Plasencia comenzó Fernando su último viaje por Extremadura, una región, o Provincia como ya entonces se la denominaba[4], que conocía bien por haber recorrido sus caminos en catorce ocasiones desde 1477 y residido algunas temporadas en Guadalupe, a la vera del gran monasterio de la Orden de San Jerónimo, que fue lugar de descanso y restauración de salud preferido tanto por su mujer la reina Isabel como por él.

El rey había visitado Guadalupe en septiembre de 1475 y en abril de 1477, junto con Isabel, y atravesado Extremadura en agosto de 1477, camino de Sevilla, siguiendo los pasos de su mujer, que había recuperado el control de Trujillo poco antes. Ambos regresaron desde Córdoba en diciembre de 1478/enero de 1479, después de pacificar y sujetar al poder monárquico efectivo el valle del Guadalquivir, y pasaron la Navidad en Guadalupe reposando de aquel viaje, que fue muy difícil, en términos políticos y militares, y resultó decisivo para el final de la guerra de sucesión de Enrique IV.

Fernando e Isabel hicieron de nuevo la ruta Córdoba – Guadalupe al retorno de sus campañas granadinas en octubre de 1482 y septiembre de 1483, y volvieron a hacer el camino de vuelta desde Andalucía en abril de 1486, el de ida en abril de 1489 y otra vez el de vuelta en junio de 1492, con estancia de mes y medio en Guadalupe. También, esta vez Fernando solo, había estado unos días en Plasencia, a finales de octubre de 1488, con motivo de su retorno al realengo. Fue una década de plenitud de su gobierno, de su empeño en la conquista de Granada y, sin duda, de su misma vida, y fue entonces cuando más afición mostraron por residir en Guadalupe, donde ordenaron la construcción de una residencia u hospedería real.

La presencia de los reyes en Extremadura disminuyó en la última década del siglo XV, porque solía estar en relación con viajes hacia o desde Andalucía, y tampoco estuvieron entonces en aquella región. Sólo los encontramos en tierras extremeñas en octubre de 1497, en Valencia de Alcántara, para acompañar a su hija la princesa Isabel que iba a Portugal para contraer matrimonio con el rey Manuel I. Una nueva y prolongada estancia en Granada y Sevilla concluyó con el regreso hacia Toledo por Extremadura, entre febrero y abril de 1502, con larga parada, una vez más, en Guadalupe, para prepararse a celebrar Cortes en Toledo, donde fue reconocida Juana como princesa heredera de Castilla.

Ya viudo, el rey Fernando estuvo dos veces en Extremadura: la primera en viaje desde Sevilla por Cáceres a Salamanca en diciembre de 1508: se detuvo casi un mes en la región y pasó en ella la Navidad. La segunda, con más prisa, yendo desde Madrid, por Guadalupe y Madrigalejo hacia Llerena y Sevilla, en enero de 1511, para poner en marcha un proyecto de guerra contra el Islam en el N. de África. Retornó en julio de 1511 sin poder llevarlo a cabo entonces y ése fue, precisamente, el motivo que le llevaba de nuevo hacia el sur a finales de 1515[5].

2. Extremadura a comienzos del siglo XVI: Población, economía, sociedad

 

Don Fernando tenía, por lo tanto, suficientes conocimientos de la región, de sus paisajes y ciudades, e incluso de Madrigalejo mismo. No estará de más que repasemos ahora algo de lo que él sabía, aunque sea con otra manera de expresar los datos.      Extremadura tenía ya los 41.000 km2 que, en números redondos, tiene hoy, por delimitación respecto a los reinos comarcanos. Su población alcanzaba a comienzos del siglo XVI los 350.000 habitantes, aunque la epidemia de peste bubónica de 1507 produjo un descenso fuerte: de un 20 por 100 en los señoríos de la Orden de Santiago, por ejemplo, pero parece que la recuperación del nivel anterior se consiguió en el plazo de una generación, porque en los padrones fiscales de 1528 figuran en torno a 71.000 vecinos pecheros[6]: aplicando un coeficiente multiplicador de cinco a la vecindad y añadiendo un porcentaje razonable de vecinos exentos de pechos o privilegiados, es posible estimar que la población extremeña rondaba entonces los 380.000 habitantes, que era un ocho por ciento de la existente en toda la Corona de Castilla[7].

Era una región medianamente poblada en términos absolutos (9 h./Km2), con fuertes contrastes internos, de modo que algunas zoas estarían próximas a la superpoblación. En ella, el monarca apreciaría la diversidad de la actividad agropecuaria y la rentabilidad de sus dehesas para pasto, cuyos recursos y las rentas obtenidas estaban muy desigualmente repartidos y, en parte, dependieran para su aprovechamiento de flujos exteriores, en especial de la trashumancia de ganado ovino y bovino procedente de la cuenca del Duero, aunque también había una apreciable cabaña de ganado sedentario o estante.

La artesanía se había desarrollado poco, como era habitual en muchas partes, sólo para atender las necesidades locales cotidianas pero apenas había actividades manufactureras destinadas a mercados exteriores. El comercio de mayor importancia se centraba en algunos mercados semanales y ferias una o dos veces al año, que bastaban para proveer a la población de productos necesarios, tanto los elaborados en  la región como los de otras procedencias: a comienzos del siglo XVI había al menos quince ferias activas, algunas en centros urbanos de importancia como Badajoz, Trujillo, Cáceres o Plasencia, otras en señoríos (Mérida, Alcántara, Guadalupe, Medellín, Llerena, Zafra, La Parra, Barcarrota, Burguillos, Montemolín, Tudía): muchas de ellas serían ferias de ganado, en coincidencia con los movimientos de la trashumancia[8].

Añadamos la franqueza de alcabalas[9] concedida a algunos mercados semanales en el último tercio del siglo XV: Trujillo, Cáceres, Badajoz, Jerez de los Caballeros. Fue un tiempo de auge de la actividad mercantil porque, además, no se debe olvidar que Extremadura era zona de tránsito de las rutas mercantiles entre la Baja Andalucía, la zona neo-castellana del Tajo y la cuenca del Duero, lo que estimuló el fuerte desarrollo de la arriería en muchas poblaciones de la región. Además, las aduanas reales con Portugal apenas funcionaban por el lado castellano, y esto facilitaría el comercio aunque los portugueses solían practicarlo en grandes ferias de la meseta, especialmente en Medina del Campo[10].

No se trata de imaginar que Extremadura fuera una región de gran potencia mercantil, porque no parece que se consiguiera acumular en ella capital mercantil y financiero, pero lo cierto es que la economía de la región resultaba rentable desde el punto de vista del fisco regio, al que proporcionaba en torno al ocho por ciento de las rentas ordinarias que el rey cobraba en toda la Corona de Castilla: unos 25 millones de maravedíes sobre trescientos catorce, en el año 1504[11]. Posiblemente, la alcabala sobre el arriendo de pastos contribuía a que ese porcentaje fuera casi el mismo de la población extremeña sobre la total de la Corona.

La estructura social era bastante sencilla y estable: señores y campesinos, propietarios de tierra y aparceros, escasos grupos de campesinos medianos, escasos grupos también de artesanos y mercaderes, clérigos locales en torno a las tres sedes episcopales (Coria, Plasencia y Badajoz), muy poca gente de cultura letrada o intelectual, y predominio de las jurisdicciones de señorío, que estaban mucho más extendidas que el realengo, lo quie contribuía a afianzar el conservadurismo social: permanentes las de Órdenes Militares, que eran instituciones de derecho eclesiástico, hereditarias las de casas de la nobleza. Tal vez, el criterio jurisdiccional sería el punto de vista que don Fernando adoptaría más facilmente dado que, además de su autoridad directa sobre el realengo, era el principal señor en Extremadura por su condición de administrador de los maestrazgos de Órdenes Militares.

 

  1. Realengo y señorío: el ejercicio del poder politico[12]

 

El realengo, o territorio sujeto plena y exclusivamente a la jurisdicción del rey, estaba representado por Plasencia, Trujillo, Cáceres y Badajoz, ciudades que tenían en torno a 5.000 habitantes las tres primeras y unos 10.000 la última. La ciudad de realengo de mayor importancia administrativa era Trujillo -aunque era la única que no tenía sede episcopal- porque fue cabecera de una de las dos provincias fiscales en que se dividía Extremadura desde los años 1480, a efectos de cobro de las contribuciones otorgadas por la Hermandad general  y, desde 1500, de los servicios otorgados por las Cortes. Pero ninguna ciudad extremeña enviaba procuradores a las Cortes de Castilla en el siglo XV, situación que sólo se daba también en Galicia y que causaba una marginalidad política dañina.

En aquellas ciudades, el régimen municipal de asamblea o concejo abierto de todos los vecinos había sido sustituido desde la segunda mitad del XIV por reuniones de unos pocos regidores nombrados por el rey o por cooptación, y aquellos regimientos municipales estaban dominados por bandos y caballeros de la aristocracia local, como en otras partes del reino: en Trujillo, desde 1353, se repartían los oficios de regidor los bandos-linaje de los Altamirano (la mitad), Bejarano y Añasco (una cuarta parte cada uno). En Plasencia, Cáceres y Badajoz, también hubo bandos-linaje pero, a finales del siglo XV, el predominio pertenecía a algunas familias de caballeros, como los Carvajal de Plasencia, entre las que los reyes designaban regidores, aunque a veces nombraban también algún hombre bueno o pechero rico. Además, y esto es muy importante, un corregidor, dependiente del Consejo Real, estaba al frente de cada uno de aquellos municipios y dirigía su actividad judicial y administrativa[13].

Los regimientos no solo gobernaban la respectiva ciudad o villa sino también tierras extensas, que dependían de ellas,  donde se alzaban decenas de aldeas, como era habitual en toda Castilla y León del río Duero hacia el sur: 50 aldeas dependían de Plasencia, 32 de Trujillo, ocho y siete solamente de Cáceres y Badajoz. Madrigalejo era un lugar de población media entre las aldeas de Trujillo, con unos 800 a 850 habitantes; otros próximos o no llegaban a aquella cifra (Zorita, 500 a 550. Puerto de Santa Cruz, 350) o la superaban ligeramente (Abertura, 1000 a 1100). Mucho mayores eran Garciaz (2800), Berzocana (2500), Cañamero (2000), Logrosán (2100) o Santa Cruz de la Sierra (1600).

El realengo cubría la cuarta parte de Extremadura y lo poblaba casi el 30 por 100 de sus habitantes (unos 110.000 h.). El resto eran señoríos, pero de muy desigual condición e importancia, puesto que los de las Órdenes Militares de Santiago y Alcántara databan del siglo XIII pero la mayor parte de los que pertenecían a nobles seglares se habían consolidado en el siglo XV, la mayoría tomando aldeas y territorio a alguna de las tierras del realengo, aunque otros eran más antiguos, como Medellín, o Capilla y Burguillos, que fueron resultado indirecto de la desaparición de la Orden Militar del Templo en 1312.

En la Provincia de Trujillo, los señoríos de la nobleza seglar comprendían 105 pueblos con 20.000 vecinos pecheros (unos 90.000 a 100.000 h.): allí tenían asiento grandes casas nobles como los duques de Alburquerque (Cueva), o los de Béjar (Zúñiga), los Sotomayor, condes de Belalcázar, los Suárez de Figueroa, condes de Feria, los Portocarrero, que lo eran de Medellín, y también estaban presentes otros nobles, aunque con señoríos menores en comparación con los que tenían en otras regiones, como los condes de Alba de Liste, Osorno, Nieva, Benavente y Oropesa, o la casa de Alba, mucho más poderosa al N. de las Sierras de Gata y Gredos[14].

La otra mitad de Extremadura era señorío de las Órdenes Militares de Alcántara y Santiago. La primera estaba incluida, a efectos fiscales, en la Provincia de Trujillo, tanto sus territorios o partidos del noroeste (Alcántara, Valencia de Alcántara) como los del sureste (Magacela, Zalamea de la Serena): eran en total 46 localidades con 8.400 vecinos pecheros (40.000 a 42.000 h.).

El señorío de la Orden de Santiago era mucho mayor y formaba por sí mismo la Provincia de León de la Orden, con sus dos partidos, cuyas capitales eran respectivamente Mérida y Llerena: ambas tendrían en torno a 4.000 habitantes y disponían de amplias tierras con sus aldeas, pero había localidades mayores: Jerez de los Caballeros, Azuaga, Hornachos, Fuente de Cantos… En total, la Provincia de León de la Orden de Santiago tenía 84 poblaciones y 22.496 vecinos pecheros en 1528 (110.000 a 112.000 h.). En 1501 tenía 23.500, que descendieron a 17.400 en 1508, después de la gran epidemia del año anterior, y eran ya 18.800 en 1515: podemos afirmar que la restauración de nivel de población anterior a 1507 fue rápida[15].

***

Todos los datos que acabo de mencionar están tomados de documentos de aquel tiempo, puesto que había padrones o censos de vecinos desde finales del siglo XV, así que el Rey Católico debía conocerlos, aunque fuese de una manera aproximada, y también llevaba en su mente una imagen geográfica y administrativa de Extremadura, como de otras partes de sus reinos, pues no en vano viajaba con mayor o menor frecuencia por muchas de ellas: imagen medida en distancias, jornadas de viaje según la condición de los caminos, paisajes rurales y zonas de caza, recintos urbanos y capacidad de alojamiento, calidades sociales de la población, señoríos, nobles, obispos, puntos fortificados, capacidad militar: los padrones de alardes de 1502 indicaban que en Extremadura podía movilizarse un máximo de 3.500 de caballo y 48.000 peones[16]. Y, sobre todo, el rey conocía el importe de las rentas que podía cobrar allí.

 

  1. Las rentas del rey Fernando en Extremadura

 

El rey percibía en Extremadura las rentas ordinarias y extraordinarias propias de la Hacienda real que administraba como gobernador para atender gastos propios del reino y de su política general. Pero, además, tenía a su disposición los recursos de las mesas maestrales de las Órdenes Militares de Alcántara y Santiago, la primera completa, y de la segunda en torno a un 80 por 100, porque el resto se hallaba en la Provincia de Castilla de la Orden. Pues bien, la mesa maestral santiaguista rentaba ya más de 40.000 ducados a comienzos del siglo XVI y la de Alcántara rondaba los 30.000. Recordemos también don Fernando tenía una renta de diez millones anuales de maravedíes (26.600 ducados) que le había legado la reina Isabel a título personal, y que probablemente había situado su cobro en las alcabalas que se percibían en los señoríos de las Órdenes Militares. De modo que, cuando pasaba por Extremadura, don Fernando podía tener la confortable sensación de que, de una u otra forma, era señor directo de las tres cuartas partes de sus habitantes, y beneficiario a título personal de unos 80.000 ducados de renta anual generados en aquella ubérrima Provincia[17] amén de disponer en ella de 45 puestos de comendador de Alcántara y 33 santiaguistas, con cierta libertad para situar en ellos a caballeros y servidores fieles.

El rey estaba en su casa dondequiera que posara, pero tal vez en Extremadura lo estaba más, aunque no contaran con medios para recibirle con tantos arcos triunfales y representaciones cortesanas como en otras partes. Y, además, podía ir a Guadalupe.

 

  1. Guadalupe

 

La extraordinaria historia del santuario mariano de Guadalupe es ya muy conocida pero volver a ella siempre produce sorpresa y admiración ante la importancia religiosa, cultural, social y política que llegó a tener aquella fundación, establecida por Alfonso XI en 1337 como priorato secular, con señorío sobre la Puebla que entonces nació con su propio territorio o término, que se tomó de las tierras de Trujillo y Talavera, en el montuoso corazón de las Villuercas. Guadalupe se entregó a los monjes de la orden de San Jerónimo en 1389 y desde entonces el señorío sobre la Puebla de Guadalupe, las propiedades rústicas, la cabaña ganadera y otras rentas del monasterio crecieron mucho, así como su fama, y la de los milagros atribuidos a la Virgen María guadalupana, que atraía a multitud de peregrinos y producía donativos y limosnas tanto de Castilla como de Portugal[18]. Hacia 1485 se habían construido las principales edificaciones del santuario, su renta global alcanzaba la elevada suma de unos 20.000 ducados anuales, lo habitaban en torno a 130 monjes, más varios cientos de servidores en diversas “oficinas” artesanales, disponía de una afamada escuela de medicina[19], y vivían en la Puebla en torno a 5.000 habitantes, sujetos al señorío monástico, que había dado ordenanzas a su administración municipal en 1424.

El monasterio, además de su señorío sobre la Puebla, que incluía la cercana granja de Mirabel, tenía numerosas casas y propiedades rústicas, especialmente en la tierra de Trujillo. Destacaban  las situadas entre Madrigalejo y Cañamero, en las cuencas de los ríos Ruecas y Gargaliga, como una granja de cereal y viña y otras fincas en el mismo Madrigalejo, las heredades de Valdepalacio y La Parrilla, nueve o diez dehesas y diversas fincas, viñas y molinos dispersas por la comarca[20]. Madrigalejo venía a ser el centro administrativo de aquel conjunto y por eso había allí unas Casas de Santa María, propiedad del monasterio, que servirían también para dar ayuda o incluso alojamiento a algunos de los muchos peregrinos que acudían por el camino procedente de Portugal, Badajoz y Medellín para emprender la última etapa de su viaje, desde Madrigalejo a Guadalupe, siguiendo el curso del río Ruecas para aliviar en alguna medida la dureza de atravesar las Villuercas. Que el Rey Católico se dispusiera a hacer esto mismo en enero de 1516 no tiene, por lo tanto, nada de extraño.

Hay buenas descripciones de Guadalupe, de sus edificaciones y rentas, escritas en tiempo de los Reyes Católicos, especialmente la del viajero alemán Jerónimo Münzer en 1495, que destaca la reciente construcción de la hospedería real, alzada a expensas de Isabel y Fernando para disponer de alojamiento propio[21]. La hospedería o palacio fue una notable obra arquitectónica, emprendida desde 1487 según las trazas de Juan Guas, arquitecto real,  que se mantuvo en pie hasta mediados del siglo XIX[22], y a ella se dirigía el rey para descansar, recibir asistencia médica y despachar asuntos de gobierno, cuando le llegó su hora en Madrigalejo.

 

  1. El último viaje

 

La última estancia del rey Fernando en Extremadura tuvo grandes consecuencias políticas. Lo primero que hizo el rey después del recibimiento en Plasencia fue asistir al matrimonio de su nieta Ana de Aragón con Alonso, duque de Medina Sidonia: “en las quales bodas se hicieron muchas fiestas y regocijos, y Su Alteza, con todo su mal, mostró en ellas mucho placer y alegría”, y no era para menos porque conseguía una baza importante para su política andaluza, al controlar la principal casa noble de la región y una de las mayores de Castilla, según un propósito que había mantenido desde 1508[23].

A continuación, el rey pasó algunos días de descanso y caza en la finca de La Abadía, que era del duque de Alba, cercana a Galisteo, y allí ratificó solemnemente el tratado de alianza firmado con Inglaterra el 17 de octubre, para asegurar mejor su posición internacional frente a Francia. Y probablemente allí también recibió a Adriano de Utrecht, embajador del príncipe Carlos, “maestro suyo y deán de la iglesia de Lovaina”. Adriano venía con amplios poderes que Carlos le había otorgado en octubre, nombrándole su procurador general con capacidad para convocar Cortes, en caso de que Fernando muriese, en las que se reconociera su derecho al gobierno, y consiguió elaborar una capitulación con el anciano monarca cuyo contenido es de gran interés porque anticipa algunos aspectos del testamento que el rey hizo un mes después[24]. Fernando se aseguraba en ella el gobierno vitalicio de Castilla, lo que manifiesta su firme estado mental y su confianza tan enfermo ya pero pensando en el futuro como si fuese a vivir largo tiempo.

El único punto de la capitulación que beneficiaba a Carlos, y Adriano debió insistir mucho para conseguirlo, era asegurar que su hermano menor el infante Fernando se iría a Flandes y así desaparecería del escenario político castellano, en el que representaba un peligro potencial para el príncipe. Pero el rey no había modificado todavía su testamento, en el que dejaba por gobernador al infante, que tenía entonces doce años, “al cual quería mucho y tenía voluntad”.

El rey volvió a Plasencia para pasar la Navidad, junto con aquel querido nieto suyo de solo doce años, pensando ya que le tendría que buscar nuevo acomodo político y rentas. Luego, el infante, el Consejo Real y muchos miembros de la casa y corte real, así como Adriano de Utrecht, marcharon a Guadalupe, mientras que Fernando se instalaba en Trujillo entre el dos y el 10 de enero de 1516. Allí tuvo noticia de la muerte del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, un mes antes, en Loja. Por entonces habían muerto ya algunos reyes, muchos nobles y otras personas de la misma generación y edad semejante o algo menor a la del Rey Católico que, en cierto modo, era un superviviente, pero el fallecimiento del Gran Capitán tuvo que remover en él la memoria del tiempo que habían compartido, de tantos sucesos, afectos y desconfianzas, aunque nunca sabremos qué significaron aquellos recuerdos para el monarca en los últimos días de su vida.

Entre la salida de Trujillo, el día 10 de enero, y la llegada a Madrigalejo, el 20, hay un pequeño vacío de noticias, porque los cronistas y las datas documentales sólo indican que el rey estuvo los días 12 y 13 en Abertura, lugar o aldea de Trujillo y, tal vez, en otras próximas de aquella comarca donde practicaría la caza de aves. Viajaba en andas, “con harta pasión y dolor” [25], hasta que llegó a Madrigalejo con la intención de marchar desde allí a Guadalupe[26].

Conocedor Adriano de Utrecht de que la enfermedad se agravaba, vino de Guadalupe a Madrigalejo para ver al rey, que “sospechó mal de aquella venida y, con enojo que ovo, dijo: no viene sino a ver si muero. Decidle que se vaya, que no me puede ver”, escribe un cronista, aunque luego le recibió para pedirle que le aguardara en Guadalupe, “que presto entendía ser allí con él” para concluir sus conversaciones y pactos. Pero aquel mismo día, el lunes 21 de enero, “le fue dado a entender que estaba muy cercano a la muerte”,

 

Lo qual con gran dificultad lo pudo creer porque a la verdad le tentó mucho el enemigo con incredulidad que le ponía de morir tan presto, para que ni confesase ni recibiese los sacramentos. A lo qual dio causa que, estando el rey en Plasencia, uno del Consejo que venía de la Beata del Barco de Ávila, le dijo que la Beata le hacía saber de parte de Dios que no había de morir hasta que ganase a Jerusalén, y por esto no quería ver ni llamar a fray Tomás de Matienzo, del orden de predicadores, su confesor…

 

Al cabo, el rey se confesó y luego mandó llamar al licenciado Zapata y al doctor Galíndez de Carvajal, sus relatores y miembros del Consejo de la Cámara, y al licenciado Vargas, tesorero real, “a los cuales en gran secreto dijo que ya sabían cuánto de ellos había fiado en la vida y de lo que le habían aconsejado siempre se había hallado bien, que agora en la muerte les rogaba y encargaba muy caramente lo que había de hacer”. Galíndez de Carvajal tal vez magnifique algo la importancia de lo que entonces sucedió pues no en vano era uno de los presentes pero, sea como fuere, impresiona imaginar -y cada lector lo haga como quiera- la conversación que pasó entre el monarca moribundo y los tres hombres prestos a cumplir con el deber de consejo hacia su soberano, en la quietud de aquella humilde cámara donde el pulso político de los reinos parecía haberse detenido a la espera de una decisión.

Y la decisión fue un cambio radical del testamento regio porque Fernando aceptó suprimir su anterior decisión de que el infante Fernando asumiera la gobernación hasta la venida de su hermano Carlos, el nuevo rey, temiendo que aquello causaría división y disturbios, y nombró gobernador al cardenal Cisneros en Castilla y a don Alonso, arzobispo de Zaragoza e hijo  del propio rey, en Aragón.

Los consejeros hicieron redactar de nuevo el testamento, con aquellos cambios, “y con mucha dificultad se pudo tornar a escribir, porque el mal del rey se agravaba y la escritura no era pequeña”. La reina Germana había llegado entre tanto desde Aragón, el lunes por la mañana, “andando días y noches”, y el martes Fernando escribió a Carlos, a quien no conocía, una carta de despedida, en la que, entre otras cosas, le encomendaba que la protegiera.

Aquel mismo día martes, al atardecer, el rey firmó su nuevo testamento, “y más tarde -escribe Galíndez de Carvajal- rescibió el Santísimo Sacramento, y más tarde pidió la unción, la cual le fue dada, y después de media noche, entre una y dos entrante el miércoles, que se contaron 23 de enero, pasó de esta presente vida. Nuestro Señor le quiera perdonar, que buen rey fue. Fallesció en hábito de Santo Domingo”.

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Ilustración 1.- Extremadura en el s. XV. Realengo y señoríos, según J. L. del Pino García, Extremadura en las luchas del s. XV, Córdoba, 1991.

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Ilustración 2.- La «tierra de Trujillo en el s. <xv, según Mª C. Fernández-Daza Alvear, La ciudad de Trujillo y su tierra en la Baja Edad Media, Badajoz, 1993

[1] Pedro Mártir de Anglería, Epistolario, Madrid, 1953 y ss., epíst. 559 y 564, 2 de noviembre y 31 de diciembre de 1515 sobre el empeoramiento de la salud regia y el propósito de ir a Sevilla y Granada. Lorenzo Galíndez de Carvajal, Anales breves del reinado de los Reyes Católicos, en Colección de documentos inéditos para la historia de España, XVIII, año 1515. Sin embargo, en carta a su nieto Fernando, escrita de camino (Cazalegas, 12 de noviembre: el lugar está 15 km. al E. de Talavera) afirma: “yo voy con mucha mejoría de salud, a Dios gracias”, al tiempo que le invita a reunirse con él para practicar la caza (Manuel Fernández Álvarez, Corpus documental de Carlos V, Salamanca, 1973, I, doc. I). En octubre había estado cazando ciervos en Buitrago: P. Mártir de Anglería, epíst. 558, 28 de octubre de 1515.

[2] L. Galíndez de carvajal, o.c., año 1515.

[3] Elisa C. de Santos Canalejo, El siglo XV en Plasencia y su tierra, Cáceres, 1981, y La historia medieval de Plasencia y su entorno geo-histórico. La sierra de Béjar y la sierra de Gredos, Cáceres, 1986.

[4] Bonifacio Palacios Martín, “Origen de la conciencia regional extremeña: el nombre y el concepto de Extremadura”, Alcántara (Cáceres), 13-14 (1988), 9-22. Gonzalo Martínez Díez, “Extremadura, origen del nombre y formación de las dos provincias”, Anuario de la Facultad de Derecho (Universidad de Extremadura), 2 (1983), 82-104. Antonio Rodríguez Moñino, Extremadura en el siglo XVI. Noticias de viajeros y geógrafos. 1495-1600, Badajoz, 1952.

[5] Antonio Rumeu de Armas, Itinerario de los Reyes Católicos, Madrid, 1974. Arturo Álvarez Álvarez, “Guadalupe, devoción predilecta de la Reina Católica”, Historia 16, nº 334 (2004), pp. 41-46.

[6] Llamados así porque eran los que pagaban las pechas o contribuciones directas otorgadas al rey por las Cortes del reino.

[7] Juan Manuel Carretero Zamora, La averiguación de la Corona de Castilla. 1525-1540, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2008, 3 v. Ángel Bernal Estévez, Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño (siglos XIII al XV), Badajoz, 1998.

[8] Miguel Ángel Ladero Quesada, Las ferias de Castilla. Siglos XII a XV, Madrid, 1994, pp. 59-64. Un ejemplo en Julián Clemente Ramos, “La actividad comercial en la tierra de Medellín (siglos XV-XVI)”, en Ferias y mercados en España y América. A propósito de la 550 Feria de San Miguel de Zafra. Zafra, Centro de estudios del estado de Feria. Junta de Extremadura, 2007.

[9] Impuesto indirecto sobre las compraventas, en general del diez por ciento sobre el precio.

[10] Daniel Rodríguez Blanco, « Las relaciones fronterizas entre Portugal y la Corona de Castilla. El caso de Extremadura”, en II Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval, Porto, 1987, I, pp. 135-146. Miguel Ángel Ladero Quesada, La Hacienda Real de Castilla. 1369-1504, Madrid, 2009, pp. 115-117.

[11] Estimación hecha a partir de datos en Miguel Ángel Ladero Quesada, La Hacienda Real, o.c., pp. 497-500, añadiendo la parte correspondiente de alcabalas en señoríos de Órdenes Militares y del servicio y montazgo.

[12] En la Castilla de la Baja Edad Media, las palabras realengo y señorío designan dos formas de gobierno y administración el territorio y de los hombres que lo habitan. El rey es plenamente titular del primero y actúa a través de los oficiales que mantiene en él o en su Corte, o bien por medio de los municipios, establecidos por la misma monarquía y dotados de amplia autonomía de gestión en diversos aspectos. En el señorío, en cambio, el rey conserva un poder eminente, especie de soberanía, pero confía casi todo el ejercicio del gobierno y la administración a un noble, aunque también había señoríos cuyos titulares eran instituciones eclesiásticas y órdenes militares. El señor ejerce su jurisdicción principalmente en cuatro campos: judicial, militar, administrativo y fiscal. Esto le permite juzgar en una instancia superior a la de los tribunales locales, sostener mesnadas y fortalezas, nombrar a los titulares de muchos oficios municipales, percibir derechos y rentas, aparte de las que correspondieran al rey.

[13] Para Trujillo, María del Carmen Fernández-Daza Alvear, La ciudad de Trujillo y su tierra en la baja Edad Media, Badajoz, 1993. Ángeles Sánchez Rubio, El concejo de Trujillo y su alfooz en el tránsito de la edad media a la edad moderna, Badajoz, 1993. Algunos datos sobre Cáceres en Fermina Santana Consuegra, La villa de Cáceres y su tierra en el siglo XV. Madrid, 1981 (Tesis doctoral Universidad Complutense).

[14] Marie-Claude Gerbet, La noblesse dans le Royaume de Castille. Étude sur ses structures sociales en Estrémadure de 1454 à 1516, París, Publications de la Sorbonne, 1979. José Luis del Pino García, Extremadura en las luchas políticas del siglo XV, Badajoz, 1991. Algunos ejemplos destacados: Fernando Mazo Romero, El condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio del proceso señorializador en Extremadura durante la Edad Media, Badajoz, 1980. María del Carmen Fernández-Daza Alvear, El señorío de Burguillos en la Edad Media extremeña, Badajoz, 1981. María José Lop Otín, “Un ejemplo del proceso señorializador extremeño: el señorío de Capilla (siglos XIII-XVI)”, En la España Medieval, 13 (1990), 207-232.

[15] Daniel Rodríguez Blanco, La Orden de Santiago en Extremadura a fines de la Edad Media (siglos XIV y XV), Badajoz, 1985. Miguel Ángel Ladero Quesada, “Algunos datos para la historia económica de las Órdenes Militares de Santiago y Calatrava en el siglo XV”, Hispania, XXX (1970), 637-662 y “Comentario sobre los señoríos de las Órdenes Militares de Santiago y Calatrava en Castilla la Nueva y Extremadura a fines de la época medieval”, en Las Órdenes Militares en el Mediterráneo occidental (s. XII-XVIII)”, Emilio Sáez, coord.., Madrid, 1989, pp. 169-180. Manuel F. Ladero Quesada, “La  Orden de Alcántara. Datos sobre su potencial militar, territorial, económico y demográfico”, En la España Medieval, 2 (1982), 499-541.

[16] Miguel Ángel Ladero Quesada, “La caballería y la población de Extremadura según los alardes de 1502”, Norba (Universidad de Extremadura), 17 (2004), 157-186.

[17] Un salario o sueldo anual medio, de artesano o profesional cualificado en su oficio, oscilaba entre 24 y 48 ducados al año.

[18] Libro básico,  G. Rubio, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, Barcelona, 1926. S. García y F. Trenado, Guadalupe. Historia, devoción y arte, Sevilla, 1978. Una síntesis en el marco general de la expansión de la Orden de los Jerónimos en M. A. Ladero Quesada, “Mecenazgo real y nobiliario en monasterios españoles: los jerónimos (siglos XV y XVI)”, Príncipe de Viana. Homenaje a José María Lacarra, anejo 3 (1986), 409-439 (en especial 424-429). J. A. Rincón Mirón, “Espiritualidad y devoción en Guadalupe (siglos XIV-XVI)”, En la España Medieval, 9 (1986), 915-927 (breve síntesis de su investigación sobre los Libros de Bienhechores). A. Álvarez Álvarez, “Relaciones entre los Reyes Católicos y el Monasterio de Guadalupe”, Ciencia y Santidad, 1951, pp. 7-55 y “Guadalupe, devoción predilecta…”, o.c.

[19] J. I. de Arena Amurrio, Medicina en Guadalupe, Badajoz, 1990.

[20] C. Vizuete Mendoza, “El patrimonio del monasterio de Santa María de Guadalupe (1340-1785)”, En la España Medieval, 1 (1980), 593-619 y Guadalupe, un monasterio jerónimo (1389-1450), Madrid, 1988, pp. 239-251, con mapa de localización de las principales propiedades. Gran parte del contenido del artículo de M. C. Gerbet, “La Orden de San Jerónimo y la ganadería en el reino de Castilla desde su fundación a principios del siglo XVI”, Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXIX, II (1982), 219-314. E. Llopis Agelán, “Milagros, demandas y prosperidad: el monasterio jerónimo de Guadalupe, 1389-1571”, Revista de Historia Económica, 16/2 (1998), 419-451.

[21] A. Álvarez Álvarez, Guadalupe en los clásicos y en viajeros antiguos, Madrid, 2002.

[22] M. del C. Pescador del Hoyo, “La hospedería real de Guadalupe”, Revista de Estudios Extremeños, XXI (1965), 327-357 y 493-525, y XXIV (1968), 319-388. También, F. Chueca Goitia, Casas reales en monasterios y conventos españoles, Madrid, 1966. En  V. Balaguer, Los frailes y sus conventos, Madrid-Barcelona, 1851, hay una ilustración que muestra la hospedería real de Guadalupe, derribada poco después por orden municipal.

[23] M. A. Ladero Quesada, Guzmán. La casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino. 1282-1521, Madrid, 2015, pp. 330-331.

[24] Santa Cruz, Alonso de, Crónica de los Reyes Católicos, Sevilla, 1951, cap. LXIX y, más extenso, en su Crónica del emperador Carlos V, Madrid, 1920, cap. XXIV. Mártir de Anglería, Pedro, Epistolario, Madrid, 1953 y ss.,  epíst. 561 y 565, de 12 de diciembre de 1515 y 22 de enero de 1516: resume los pactos entre Fernando y Adriano de Utrecht.

[25] El autor más próximo y fiable en el relato de las últimas jornadas del Rey Católico es Lorenzo Galíndez de Carvajal, Anales breves del reinado de los Reyes Católicos en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, XVIII, pp. 227-422, cap. I y II. Todos los datos, bien contrastados, en Juan Manuel Calderón Ortega y Francisco Javier Díaz González, El proceso de redacción del último testamento de Fernando el Católico el 22 de enero de 1516, Zaragoza, 2015,

[26] Algunos datos sobre el lugar y la casa en Sebastián García Moreno, De la muerte del rey don Fernando “el Católico”, Murcia, 1982, pp. 61-91.

 

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